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La disartria infantil es una alteración neurológica que afecta al control de la articulación del habla.

Los niños que presentan disartria tienen frecuentemente una respiración entrecortada e
irregular, emiten los sonidos y las palabras con escaso aire, presentan una voz disfónica,
nasalizada la mayoría de las veces y su articulación es muy dificultosa. Estas alteraciones hacen
que su discurso sea muchas veces difícil de comprender.

La disartria infantil es causada por una afectación neurológica que surge bien desde el nacimiento,
debido a problemas surgidos en el embarazo, durante o después del nacimiento, o bien durante la
infancia, tras sufrir un traumatismo craneoencefálico, un accidente cerebrovascular o como
consecuencia de una enfermedad neurológica.

Las lesiones producidas en el sistema nervioso central (SNC) pueden localizarse en diferentes
puntos. En función de la localización en el SNC estableceremos distintos tipos de disartrias:
espástica, flácida, atáxica, híper o hipo cinética y mixtas. La anartria sería el caso más extremo y
grave de la disartria; los niños anártricos están imposibilitados para articular correctamente los
fonemas de las palabras.

Tendremos en cuenta que el tratamiento del niño con disartria no puede ser abordado de
manera exclusiva desde un punto de vista logopédico, ya que las alteraciones articulatorias son
un trastorno específico derivado de la alteración motriz, pero no el único; de ahí la necesidad de
un abordaje multidisciplinar en el que participarán diferentes profesionales.

La intervención ha de iniciarse lo más tempranamente posible, porque cuanto más pronto


aprenda a controlar su habla y los elementos que en ella intervienen tanto mejor será su
pronóstico.

Es a través de la valoración logopedia y neuropsicológica donde se estimará el grado de


afectación fono articulatoria, el nivel cognitivo y la fase en la que se encuentra para de esta
manera lograr el objetivo primordial, que es poder ayudar a estos niños a controlar los
movimientos necesarios para la respiración y la articulación y así lograr un habla más inteligible.

La edad también cobra importancia, dado que la metodología a seguir no será la misma con un
bebé que con un niño en edad escolar.

En etapas tempranas, de 1 a 5 años, la intervención es “indirecta”, a través del juego y de la


interacción con el adulto. Nos encontramos con dificultades en las fases iniciales dado que
empleamos técnicas de regulación del tono como es el “Método Castillo Morales” acompañado
de terapia miofuncional, técnicas que suelen resultar en ocasiones “invasivas” dado que muchas
de ellas se aplican a nivel inter e intraoral.

Por lo contrario, una vez que alcanzan los 6-7 años, siempre y cuando el nivel cognitivo sea
aceptable, la intervención da un giro importante gracias a la toma de conciencia que influye
directamente en el grado de colaboración. A esta edad son capaces de entender el porqué de
algunos los ejercicios e incluso de sentir, más que de ver, los pequeños avances en la respiración,
la articulación e incluso en el control de la saliva y en la alimentación.

Es en esta segunda fase, en la que podremos iniciar el trabajo de mayor control, como son las
técnicas de control postural, de respiración y de coordinación fono respiratorio, junto con
actividades a nivel articulatorio y de ejecución de los diferentes fonemas de manera aislada, en
sílabas y en palabras en sus diferentes posiciones y en frases. También lo haremos de forma
lúdica, variando los materiales dado que termina siendo un trabajo muy repetitivo.

Como es de esperar, el papel de la familia y del colegio es sumamente importante para una
correcta generalización del trabajo logopédico.

Para que su intervención sea efectiva recomendamos a los padres y/o cuidadores que estén
presentes en gran parte de las sesiones de la terapia. Ellos son nuestro pilar fundamental en el
tratamiento puesto que ellos deberán trasladar a su día a día todo lo que aprenden en las sesiones
con el logopeda; ¡claro está!, sin dejar atrás su rol principal como padres. Por lo tanto, no
ejercerán de profesionales exigiendo al niño de la misma manera que en las sesiones sino
que aplicarán en el día a día las técnicas y ejercicios aprendidos pero en situaciones naturales,
nunca como una imposición o momento de trabajo rehabilitador sino de forma “indirecta”,
realizándolos en situaciones que surgen en la vida diaria, como puede ser en el momento del
baño, a la hora del cepillado de dientes, antes de dormir o mientras les leen un cuento o
simplemente juegan o pasean con ellos.

Con esto quiere resaltarse la gran importancia que tiene considerar la rehabilitación como un
proceso global en el que muchas personas implicadas deben de lograr funcionar de forma
sinérgica para que el resultado de la rehabilitación sea óptimo.
Tipos de disartria infantil
En función de la localización en el sistema nervioso central del niño, se podrá establecer el tipo
de disartria que tendrá; espástica, flácida, atáxica, hiper o hipocinética y mixtas.

Disartria flácida

Entre las características de este tipo de disartria nos podemos encontrar, entre otras,
con alteraciones de los movimientos voluntarios y automáticos, atrofia de fibras musculares,
fatiga durante el ejercicio, afectación de lengua y movimiento de los párpados, disminución del
refléjo de náusea o voz ronca y con poca intensidad.

Disartria espástica

Este tipo de disartria se basa en la debilidad de un lado del cuerpo, reflejos que no corresponden
a la edad del niño, problemas de articulación, emisión de frases cortas, voz ronca o lentitud en el
habla.

Disartria atáxica

La parte que se encuentra alterada en este tipo de disartria aquí es el cerebelo, responsable de la
fuerza, velocidad, duración y dirección de los movimientos. Varias características de esta disartria
se ven reflejadas en los músculos afectados, dirección, duración e intensidad de movimientos son
lentos e inapropiados en lo relativo a la fuerza, alteraciones en los movimientos oculares o
problemas articulatorios.

Disartria Hipocinéticas

Esta disartria se identifica por movimientos lentos, limitados y rígidos, movimientos repetidos en
el habla, voz débil y articulación defectuosa, entre otros.

Disartria Hipercinéticas

Destaca y lo podrás identificar por movimientos involuntarios e irregulares, lentos o rápidos, de


uno o varios músculos, en especial de los brazos y un índice de masa corporal bajo, la atetosis, el
temblor (con voz entrecortada) y la distonía (que son movimientos involuntarios anormales,
relativamente lentos y sostenidos, con posible temblor de voz).

Disartras mixtas

Son la forma más compleja de disartria, donde el problema en el habla es el resultado de la


combinación de las características propias de los sistemas motores implicados.

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