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1. CONSENTIMIENTO
La oferta es un acto jurídico unilateral y recepticio que exterioriza la voluntad de quien la formula, y está
destinada a la celebración de un contrato.
La oferta, para Mosset Iturraspe, se ubica en un segundo período, o sea, en la concreción del negocio, de
manera que antes de ella solamente podrá haber tratativas, minutas, factura proforma, etc, dado que el
consentimiento debe manifestarse por ofertas o propuestas de una de las partes, y aceptarse por la otra.
Caracteres de la oferta: a. Intención de obligarse. La oferta debe contener una declaración de voluntad
seria, destinada a crear, modificar o extinguir un contrato. No constituyen ofertas las declaraciones
formuladas en broma; con fines docentes; los pedidos de información sobre un determinado producto o
servicio; las propuestas “sin compromiso” o similares, de las que no surja la intención del emisor de asumir
ineludiblemente un compromiso contractual, generador de obligaciones. b. Remisión a persona
determinada o determinable. Su carácter recepticio determina su transmisión a persona determinada o
determinable, lo que exige de un sujeto identificado por su nombre o bien que pueda ser identificado por
parámetros que permitan su individualización y que impidan considerar a la propuesta como dirigida a
persona indeterminada. c. Suficiencia. La oferta, para poder ser considerada tal, debe estar referida a un
contrato especial y contener los elementos necesarios para establecer los efectos que se derivarán de su
aceptación.
Establece el art. 973, CCyC. Invitación a ofertar. La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada
como invitación para que hagan ofertas, excepto que de sus términos o de las circunstancias de su emisión
resulte la intención de contratar del oferente. En este caso, se la entiende emitida por el tiempo y en las
condiciones admitidas por los usos.
Este artículo regula la invitación a formular ofertas, que se tiene por efectuada cuando se realiza una oferta
dirigida a personas indeterminadas, al público en general, como la que se formula cuando se publica un
aviso clasificado haciendo saber de la intención de vender alguna cosa. No obstante, prevé que el emisor dé
cuenta de una intención clara de contratar, en cuyo caso valdrá directamente como oferta, sujeta a los usos
del lugar en el que se formula. El Código Civil derogado restaba toda eficacia a la oferta a persona
indeterminada, mientras que el Código de Comercio establecía que “Las ofertas indeterminadas, contenidas
en un prospecto o en una circular, no obligan al que las ha hecho”. El CCyC la valida, teniéndola por
reformulada como una invitación a ofertar, y le asigna alcances diversos a los de la producida en el ámbito
de los contratos de consumo, en cuyo ámbito es obligatoria (art. 7º LDC).
La invitación a ofertar es una declaración de voluntad, unilateral, dirigida a una pluralidad de personas o al
público en general, invitando a los destinatarios a iniciar tratativas o a formular a su emisor una oferta de
concreción de un contrato. El artículo regula la oferta dirigida a persona indeterminada en el ámbito
negocial de los contratos paritarios; en los de consumo la oferta dirigida a consumidores potenciales
indeterminados obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice.
Si bien los consumidores, en la cotidianeidad de los intercambios de mercado, pueden entender que la
propuesta negocial dirigida a persona indeterminada constituye una verdadera oferta, lo expuesto
determina que técnicamente se la considere una invitación a ofertar, por lo que es el receptor de la
propuesta quien formula la oferta, y el emisor de la invitación a ofertar, quien la acepta.
DEBER DE INFORMACIÓN
Art. 4, LDC. Información. El proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y
detallada todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las
condiciones de su comercialización.
La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada en soporte físico, con
claridad necesaria que permita su comprensión. Solo se podrá suplantar la comunicación en soporte físico si
el consumidor o usuario optase de forma expresa por utilizar cualquier otro medio alternativo de
comunicación que el proveedor ponga a disposición.
Art. 981, CCyC. Retractación de la aceptación. La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su
retiro es recibida por el destinatario antes o al mismo tiempo que ella.
ARTÍCULO 266, CCyC. Error reconocible El error es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo
pudo conocer según la naturaleza del acto, las circunstancias de persona, tiempo y lugar.
(Los actos jurídicos pueden ser declarados nulos cuando hay error de hecho, el que, para ser invocado,
además de ser esencial, debe ser reconocible. El CCyC introduce este cambio tan importante en materia del
error, dejando de lado el criterio de la excusabilidad del error para adoptar el de la reconocibilidad.
ARTÍCULO 267, CCyC. Supuestos de error esencial El error de hecho es esencial cuando recae sobre: a) la
naturaleza del acto; b) un bien o un hecho diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o
una calidad, extensión o suma diversa a la querida; c) la cualidad sustancial del bien que haya sido
determinante de la voluntad jurídica según la apreciación común o las circunstancias del caso; d) los
motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o tácitamente; e) la persona con la
cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue determinante para su celebración.
ARTÍCULO 268, CCyC. Error de cálculo El error de cálculo no da lugar a la nulidad del acto, sino solamente a
su rectificación, excepto que sea determinante del consentimiento.
ARTÍCULO 269, CCyC. Subsistencia del acto La parte que incurre en error no puede solicitar la nulidad del
acto, si la otra ofrece ejecutarlo con las modalidades y el contenido que aquélla entendió celebrar.
(El artículo que se comenta se funda en dos postulados básicos del acto jurídico: el principio de la buena fe
y el principio de conservación. La combinación de ambas reglas ha llevado al legislador a autorizar la
subsistencia del acto si la contraparte de aquel que experimentó el error consiente en ejecutar el negocio
tal cual este lo entendió. Vale decir, le da relevancia a la voluntad real por sobre la declarada, afectada por
el vicio de error).
ARTÍCULO 270, CCyC. Error en la declaración. Las disposiciones de los artículos de este Capítulo son
aplicables al error en la declaración de voluntad y en su transmisión.
Dolo como vicio de la voluntad
ARTÍCULO 271, CCyC. Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de
lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee para la celebración del acto. La
omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la
reticencia u ocultación.
(El dolo es uno de los vicios clásicos de la voluntad, pues suprime la intención. Tiene distintos significados,
pero aquí se lo estudia como vicio de la voluntad. Consiste fundamentalmente en realizar una maniobra
engañosa o incurrir en una omisión o reticencia que produzca el mismo efecto).
ARTÍCULO 272, CCyC. Dolo esencial El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si es grave, es
determinante de la voluntad, causa un daño importante y no ha habido dolo por ambas partes.
ARTÍCULO 273, CCyC. Dolo incidental El dolo incidental no es determinante de la voluntad; en consecuencia,
no afecta la validez del acto.
ARTÍCULO 274, CCyC. Sujetos El autor del dolo esencial y del dolo incidental puede ser una de las partes del
acto o un tercero.
(Esta situación da lugar a la clasificación del dolo como directo o indirecto: el primero es el ardid cometido
por la parte que se beneficia con el acto, en tanto que el segundo es el que lleva a cabo un tercero sobre
una de las partes para favorecer a la otra).
ARTÍCULO 275, CCyC. Responsabilidad por los daños causados El autor del dolo esencial o incidental debe
reparar el daño causado. Responde solidariamente la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo
conocimiento del dolo del tercero.
(El dolo —esencial o incidental— siempre constituye un acto ilícito y, como tal, es idóneo para dar lugar a la
indemnización respectiva. El artículo en comentario establece expresamente que el dolo genera
responsabilidad civil tanto para la parte como para los terceros que fueron autores del dolo que vició el
acto. Cuando se trata de dolo esencial, es el mismo hecho que da lugar a dos acciones: a) la acción de
nulidad del acto con la finalidad de volver las cosas ex ante, esto es, al tiempo anterior a la celebración del
acto; y b) la acción resarcitoria para reclamar los daños y perjuicios causados. La víctima también puede
optar por dejar subsistente el negocio jurídico y renunciar a reclamar su invalidez, solicitando al propio
tiempo la reparación de los daños que el dolo le ha provocado. Si el dolo ha sido incidental, solamente dará
lugar a la reparación de los perjuicios que fueran acreditados).
ARTÍCULO 277, CCyC. Sujetos El autor de la fuerza irresistible y de las amenazas puede ser una de las partes
del acto o un tercero.
(La parte perjudicada cuenta con dos acciones: a) la nulidad; y b) la acción resarcitoria. La víctima puede
iniciar la acción de nulidad para volver las cosas al estado anterior y, como el ejercicio de violencia
constituye un acto ilícito, también puede solicitar la reparación de los daños y perjuicios).
ARTÍCULO 278, CCyC. Responsabilidad por los daños causados El autor debe reparar los daños. Responde
solidariamente la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo conocimiento de la fuerza irresistible
o de las amenazas del tercero.
RESCISIÓN
Se trata de un acto jurídico unilateral con efectos extintivos.
La anulabilidad del contrato por error, dolo o violencia, es decir, la facultad jurídica de impugnación, le
corresponde a quien lo sufrió, y no a la otra parte que causo tal invalidez.
El contrato anulable por vicio tiene validez provisional; mientras no medie esa declaración de invalidez
perdura como contrato; una vez declarada la anulación, esa declaración tiene valor a partir de sentencia
firme.