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Fue hace mucho tiempo, unos siglos atrás, en que había un hombre rico que tenía
una esposa hermosa y piadosa, y se amaban mucho. Ellos no tenían, sin
embargo, ningún niño, aunque los deseaban para ellos muchísimo, y la mujer
rezaba por ellos día y noche, pero de todos modos no llegaba ninguno. Ahora
bien, había un patio delante de su casa en el cual había un árbol de enebro, y un
día de invierno la mujer estaba de pie bajo él, pelando una manzana, y
mientras pelaba la manzana se cortó su dedo, y la sangre cayó en la nieve.
Ella quedó completamente consolada y feliz hasta que el próximo mes hubo
pasado, y tuvo a un niño tan blanco como la nieve y tan rojo como la sangre, y
cuando ella lo contempló, estuvo tan encantada que ahí mismo murió.
Pero nadie sabía que el baúl tenía una gran especial cualidad: cualquier cosa que
cayera completamente dentro de él, y al cerrarlo, se transformaba en un puñado
de manzanas finas.
-"¿Madre,"- dijo la pequeña hija, -"no podría mi hermano tener una también?"-
Y cuando ella vio por la ventana que él ya venía, fue exactamente como si el
Diablo hubiera entrado dentro de ella, y arrebató a su hija la manzana y dijo,
-"No vas a tener ninguna antes que tu hermano. Ve a la cocina y pon a calentar
agua"-
-"¡Madre"-, dijo el muchacho, "que terriblemente me mira usted! Sí, déme una
manzana."-
Ella subió y tomó las manzanas, pero no vio a su hermano y lo buscó pero no lo
encontró por ningún lado. Entonces le preguntó a su madre sobre él, y le contestó,
-"El muy estúpido se agachó tanto dentro del baúl, que cayó completamente y al
cerrarse la tapa, quedó convertido en manzanas."-
Y la madre tomó las manzanas y junto con un poco de harina y miel, hizo un
grande y dulce pastel de manzanas.
Y la madre le sirvió un gran plato del pastel de manzanas, y Marlinchen lloró y lloró
y no podía acabar. Entonces el padre otra vez dijo,
-"Ah,"- dijo la madre, -"él se ha ido a través del país donde su tioabuelo materno;
él se quedará allí un tiempo."-
-"Él quiso ir, y me preguntó si podría quedarse seis semanas, él será bien cuidado
allá."-
-"Ah,"- dijo el hombre, -"me siento tan infeliz, no sea que todos no debieran tener
razón. Él debería haberme dicho hasta luego."-
Entonces él dijo,
-"Dame más, ustedes no tendrán ninguna pieza. Siento como si todo tiene que ser
mío."
Y él comió y comió y lanzaba las migajas bajo la mesa, hasta que terminó con
todo. Pero Marlinchen se marchó a su tocador, y tomó su mejor pañuelo de seda
del ajuar, y recogió todas las migajas que estaban debajo de la mesa, y las amarró
en su pañuelo de seda, y las llevó fuera de la puerta bajo el árbol de enebro,
sollozando con lágrimas de sangre. Entonces el árbol de enebro comenzó a
moverse, y las ramas se separaban y se juntaban, justo como si alguien estuviera
alegre aplaudiendo con sus manos.
Al mismo tiempo una niebla pareció provenir del árbol, y en el centro de esta
niebla había como un fuego que rodeó al pañuelo con las migajas, y una ave
hermosa salió del fuego cantando magníficamente, y voló alto en el aire, y cuando
ya se había ido, el árbol de enebro quedó como había estado antes, y el pañuelo
con las migajas ya no estaba allí. Marlinchen, sin embargo, se sintió alegre y feliz
como si su hermano estuviera todavía vivo. Y entró alegremente en la casa, y se
sentó a la mesa y comió tranquila.
El orfebre estaba sentado en su taller haciendo una cadena de oro, cuando él oyó
al ave que estaba sentada y cantando en su azotea, le pareció muy hermosa la
canción. Él se levantó, pero cuando avanzó perdió una de sus zapatillas. Sin
embargo siguió derecho hacia el centro de la calle con un zapato y un calcetín; él
tenía su delantal puesto, y en una mano tenía la cadena de oro y en la otra las
tenazas, y el sol brillaba esplendorosamente en la calle.
-"¡Ave, qué maravillosamente cantas! ¡Cántame esa pieza otra vez. ¡"-
-"No,"- dijo el ave, -"¡no la cantaré dos veces por nada a cambio! Dame la cadena
de oro, y luego la cantaré otra vez para ti."-
-"Ahí la tienes"-, dijo que el orfebre, "ahí está la cadena de oro para ti, ahora
cántame aquella canción otra vez."-
El zapatero oyó aquello y corrió afuera en mangas de camisa, y alzó la vista hacia
su azotea, y se vio obligado a sostener su mano ante sus ojos no sea que el sol
pudiera cegarlo.
-"Esposa, sólo ven afuera, hay un ave, mira a aquella ave, simplemente canta
precioso."
-"No,"- dijo la ave, -"no canto dos veces por nada a cambio; debes de darme
algo."-
-"Esposa"-, dijo el hombre, -"ve al desván, sobre el anaquel superior hay un par de
zapatos rojos, tráelos."
Y cuando hubo cantado todo se fue volando. En su garra derecha tenía la cadena
y los zapatos en su izquierda, y entonces voló hacia un molino, y el molino
sonaba,
y en el molino estaban sentados veinte hombres del molinero que tallaban una
piedra, y cortaban, y se oía,
Entonces el ave fue y se sentó en un limero agrio que estaba plantado delante del
molino, y cantó,
-"¡Ave"-, dijo él, -"qué maravillosamente cantas! Permíteme también oírlo todo.
Canta eso una vez más para mí."-
-"No,"- dijo el ave, -"no cantaré dos veces por nada a cambio. Déme la piedra de
molino, y luego lo cantaré otra vez."-
Entonces el ave bajó, y los veinte molineros con una viga levantaron la piedra. Y el
ave pasó su cuello por el agujero, y se puso la piedra como si fuera un collar, y
voló al árbol otra vez, y cantó,
Y cuando hubo hecho el canto, extendió sus alas, y en su garra derecha tenía la
cadena, y en su izquierda los zapatos, y alrededor de su cuello la piedra de
molino, y voló lejos a la casa de su padre. Alrededor de la mesa estaban sentados
el padre, la madre, y Marlinchen con la cena, y el padre dijo,
-"Yo no,"- dijo la madre, "me siento tan incómoda, justo como si una tormenta
pesada se aproximara."
Marlinchen, sin embargo, lloraba y lloraba, y en eso llegó volando el ave, y cuando
se posó en la azotea el padre dijo,
-"Ah, me siento tan realmente feliz, y el sol brilla maravillosamente afuera, siento
justo como que estoy a punto de ver a algún viejo amigo otra vez."-
-"Yo no,"- dijo la mujer, -"me siento tan preocupada, mis dientes tiemblan, y
parezco tener fuego en mis venas."-
Y ella rasgó sus ropas por la preocupación, pero Marlinchen se sentó llorando en
una esquina, y sostenía su plato ante sus ojos y lloró hasta que él
quedó completamente mojado. Entonces el ave se sentó en el árbol de enebro y
cantó,
Entonces la madre detuvo sus oídos, y cerró sus ojos, y no veía ni oía, pero había
un rugido en sus oídos como la tormenta más violenta, y sus ojos ardían y
brillaban como relámpagos,
-"¡Oh, madre,"- dice el hombre, -"es una ave hermosa! Canta tan
maravillosamente, y el sol brilla tan bello, y hay un olor justo como el de
la canela."
Entonces Marlinchen puso su cabeza en sus rodillas y lloró sin cesar, pero el
hombre dijo,
-"Oh no, yo no voy,"- dijo la mujer, -"siento como si la casa entera temblara y
estuviera en llamas."-
En esto el ave dejó caer la cadena de oro, y cayó exactamente alrededor del
cuello del hombre, y tan exactamente que le calzó maravillosamente. Entonces él
entró y dijo,
-"¡Sólo miren qué ave tan fina es, y que bella cadena de oro me ha dado, y qué
bello es él!" Pero la mujer estaba aterrorizada, y cayó al suelo, y su gorra se
desprendió de su cabeza. Entonces el ave cantó una vez más,
-"Mi madre me transformó,"-
-"¡Estuviera yo mil pies bajo tierra para no oír esto!"- decia la mujer.
Entonces ella se puso alegre y feliz, y se puso los nuevos zapatos rojos, y bailó y
saltó dentro de la casa.
-"Ah"-, dijo ella, -"yo estaba tan triste cuando salí y ahora estoy tan alegre; ¡es una
ave espléndida, él me ha dado un par de zapatos rojos! ¡"-
-"Bien,"- dijo la mujer, y se paró sobre sus pies y su pelo se levantó como llamas
de fuego, -"¡Siento como si el mundo viene a un final! También, saldré y veré si mi
corazón se siente ligero."-
Y cuando ella salió a la puerta, ¡pun! el ave lanzó hacia abajo la piedra de molino
sobre ella, y quedó toda maltratada. El padre y Marlinchen oyeron lo que había
pasado, y humo, llamas, y fuego se elevaban del lugar, y cuando todo eso terminó,
apareció vivo el pequeño hermano, y él tomó a su padre y a Marlinchen de la
mano, recogieron y vendaron a la resquebrajada mujer, quien en adelante ya no
pudo valerse por sí misma quedando totalmente arrepentida de sus actos, y padre,
niño y niña quedaron felices y alegres, y entraron en la casa a la cena, y comieron
serenamente. Y el baúl de las manzanas fue destruido.