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Efectos de la Violencia Doméstica en la calidad de vida de las mujeres:

un estudio comparado con perspectiva de género de la

Universidad Nacional de Costa Rica

Effects of domestic violence on the women´s quality of life:

comparative study of the gender perspective at

National University of Costa Rica

M.Sc. Fannella Giusti Minotre,


Máster en Violencia Intrafamiliar y de género UNA/UCR
Académica e investigadora
Instituto de Estudios de la Mujer
Universidad Nacional de Costa Rica

Palabras claves: Violencia doméstica, violencia de género, violencia contra las

mujeres, calidad de vida y salud.

Keywords: domestic violence, gender violence, violence against women, quality of life,

health.

Resumen

Esta ponencia analiza los efectos que tiene la violencia doméstica en la calidad de

vida de las mujeres, a partir de la investigación sobre Prevalencia y Manifestaciones de la

Violencia Intrafamiliar en los y las funcionarias de la Universidad Nacional –UNA- de Costa

Rica, realizada en el año 2011.

Es una investigación de tipo cuantitativo descriptivo que permitió conocer la magnitud


de la violencia intrafamiliar en la población académica y administrativa de la UNA con el fin

de obtener insumos para la elaboración de políticas institucionales de prevención. Entre los

principales resultados se evidenció que la violencia doméstica es una problemática frecuente

que afecta a hombres y a mujeres, sin embargo existen diferencias importantes en cuanto a

las formas y manifestaciones de la violencia que se ejerce hacia las mujeres, así como en los

efectos y estrategias para enfrentarla.

Asimismo, se observa que la violencia tiene consecuencias negativas en el bienestar

y calidad de vida de las mujeres, ya que afecta su salud física, emocional y social, deteriora

el concepto de sí misma, su seguridad personal, sus capacidades para enfrentar la violencia

y protegerse de situaciones de maltrato futuras, deteriora sus actividades cotidianas en el

trabajo y sus relaciones interpersonales.

Abstract

This presentation examines the impact domestic violence has on the quality of life of women.

It is based on a quantitative-descriptive research conducted in 2011 at the National University

of Costa Rica, on the prevalence and manifestations of domestic violence among its

university officials. This study yielded information on the extent of domestic violence among

professors and administrative officials, in order to obtain the necessary input for institutional

development of prevention policies. Major outcomes on this study show that domestic

violence is a common problem among men and women, and there are significant differences

related to the forms and manifestations of violence perpetrated against women. It also shows

that violence has negative consequences on the wellbeing and quality of life of women; it

affects their physical, emotional and social health, damages their self-esteem, their personal

safety and ability to address gender-based violence as well as to protect themselves from

future aggressions; it also impairs women daily activities at work and their interpersonal

relations.
Introducción

La violencia contra las mujeres constituye una violación directa a los derechos

humanos; además, es una forma de abuso de poder y es una forma de discriminación a la

que se enfrentan las mujeres en el ámbito privado, convirtiéndose en una expresión de la

violencia por razones de género, que obstaculiza el desarrollo integral de las personas que la

sufren. La violencia contra las mujeres es una violación a los derechos humanos porque

atenta contra las libertades, su dignidad, intimidad e integridad física, sexual y emocional. Así

como contra los derechos a vivir una vida libre de violencia, a la salud, a la vida, a la libertad

de expresión, a la seguridad, la paz, entre muchos otros derechos.

Asimismo, el impacto que la violencia tiene en la calidad de vida de las personas que

la sufren es profundo, afecta la seguridad, la autoestima, el bienestar personal y ocasiona

daños, tanto a nivel físico, psicológico, emocional, sexual y patrimonial, cuyo extremo es la

muerte, e incluso se llegó a convertir en un problema de salud pública, además de ser un

obstáculo para el desarrollo socio-económico de los Estados y sus sociedades. (Sagot: 2004)

La violencia intrafamiliar, particularmente, constituye una de las formas más crueles de

abuso, ya que se presenta en relaciones en las que media un vínculo de amor y confianza.

De eso se deriva que las consecuencias de tal forma de maltrato no solo surgen del abuso y

la severidad, sino que también de la traición que experimenta la persona víctima de maltrato

(Claramunt, 2003)

Para la autora Graciela Ferreira (1991), más allá de las lesiones físicas y psicológicas,

las personas afectadas por la violencia intrafamiliar despiertan un sentimiento en el que

sienten traspasadas las fronteras de su inviolabilidad personal, lo cual genera, a la vez,


sentimientos de impotencia e inseguridad. Asimismo, esa experiencia traumática puede

producir reacciones de incredulidad o negación de lo vivido, angustia, desprecio y miedo.

El impacto de la violencia es mayor cuando la conducta es perpetrada por un/a familiar

o persona cercana con la que media un vínculo de afecto o confianza. Este aspecto es uno

de los factores que impiden que la persona afectada pida ayuda, ya que, como dice la autora

Graciela Ferreira (1991), la víctima entra en un conflicto de lealtades paralizantes que le

dificultan adoptar un criterio realista frente a la persona perpetradora de la violencia. La culpa

ante la imposibilidad de desintegrar a la familia o de perjudicar al maltratador/a, de alguna

manera, está tan arraigada, que limita denunciar la violencia.

La violencia encuentra sus orígenes en un sistema patriarcal que establece relaciones

desiguales de poder entre los hombres y las mujeres, a nivel social, político y económico

(Lerner, 1986). Este sistema se caracteriza por ser androcéntrico y misógino, es decir, toma

al hombre como parámetro de la humanidad, otorgándole una serie de privilegios,

institucionalizando y legitimando el dominio masculino sobre las mujeres, al tiempo que

refuerza y perpetúa el desprecio por lo femenino. Dentro de este sistema, muchos hombres

aprenden a relacionarse con las mujeres como si éstas fueran seres inferiores, con menos

capacidades y derechos demostrándose a sí mismos y a los otros que tienen el poder y el

control.

Este desbalance de poder facilita el ejercicio de conductas de violencia por parte de

las personas que ocupan una posición de “superioridad social” sobre aquellos grupos que

ocupan una posición de desventaja o “inferioridad social”. Dentro de este contexto la

violencia contra las mujeres y las niñas se produce por su condición de ser mujeres, a la que
se entrecruzan otros factores vulnerables como la preferencia sexual, la edad, la etnia, la

clase, la religión, la discapacidad, entre otros. La Convención de Belem Do Pará define la

violencia contra las mujeres como cualquier conducta, basada en su género, que cause

muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer tanto en el ámbito público

como en el privado (Artículo 1).

Para la autora Susana Velazquez (2003) la violencia que sufren las mujeres en el

ámbito privado las coloca a ellas y a sus hijos/as en una posición de peligro y desprotección

por parte de aquellos con quienes mantienen un vínculo cercano y de quienes se esperaría

cariño y protección. Se entiende por violencia intrafamiliar cualquier acto, llevado a cabo por

un miembro de la familia o por una persona cercana a esta, con más poder, con quien existe

un vínculo afectivo o parentesco, que afecta de manera negativa su integridad física, sexual,

psicológica y/o patrimonial.

La violencia intrafamiliar es aquella que tiene lugar en el ámbito familiar, pero que no

se limita necesariamente a la violencia ejercida entre las paredes de la casa y por los

habitantes que viven en el mismo hogar. Esta forma de violencia engloba no solamente

aquellas relaciones donde existe una relación de parentesco, ya sea por consanguinidad,

afinidad o adopción, sino que también por aquellas relaciones fuera del ámbito familiar en la

que prevalece un vínculo íntimo, de confianza y/o afectivo.

Costa Rica ha ratificado una serie de instrumentos jurídicos internacionales para la

protección de los derechos derechos de las mujeres, entre estos, la Convención contra todas

las Formas de Discriminación hacia las Mujeres (CEDAW) (Ley No. 6968 del 2 de octubre de
1984) y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia

contra la Mujer, conocida como Convención de Belem Do Pará (1995). En respuesta a los

compromisos adquiridos internacionalmente, Costa Rica aprobó legislación nacional, para

proteger a las personas de la violencia que se ejerce en el ámbito doméstico, entre estos, la

Ley contra la Violencia Doméstica (Ley No. 7586 del 10 de abril de 1996) y la Ley de

Penalización de la Violencia contra las Mujeres (Ley No. 8589 del 25 de abril de 2007).

En este contexto, la Universidad Nacional ha realizado importantes esfuerzos para

abordar la problemática de la violencia contra las mujeres, entre estos se realizó un estudio

sobre prevalencia y manifestaciones de la violencia intrafamiliar con la comunidad académica

y administrativa de la UNA. El objetivo de esta investigación fue conocer la magnitud de la

violencia intrafamiliar en esta población, con el fin de obtener información precisa y fiable que

sirviera de insumo para la elaboración de políticas institucionales para la prevención y

atención de esta problemática.

Este estudio es de tipo cuantitativo descriptivo el cual buscó caracterizar la

prevalencia de los diferentes tipos de violencia intrafamiliar (psicológica, física, sexual y

patrimonial) a lo largo de toda la vida incluyendo la niñez, adolescencia, edad adulta y

momento actual (seis meses previos a la aplicación de la encuesta). Asimismo, se procuró

identificar la o las personas que perpetraron la violencia en el ámbito de la familia, determinar

las principales características de las personas que reportaron violencia intrafamiliar, y definir

la severidad y riesgo de los incidentes de agresión durante la edad adulta o momento actual.

Se aplicó un cuestionario auto administrado a una muestra conformada por 517 (367

mujeres y 344 hombres) funcionarios y funcionarias de la UNA. En la parte inicial del


cuestionario se presentó una definición de violencia intrafamiliar, y a partir de ésta, se

preguntó a las personas entrevistadas, su percepción acerca de haber sufrido en algún

momento de la vida este tipo de violencia; en los casos en los que la respuesta fue

afirmativa, se indagó sobre la etapa en que se presentó (niñez, adolescencia, edad adulta o

en los últimos seis meses previos a la aplicación de la encuesta).

Posteriormente, se les presentó una serie de manifestaciones de violencia de tipo

físico, psicológico, sexual y patrimonial, en donde las y los funcionarios indicaron si vivieron

alguna de estas situaciones descritas durante la edad adulta (a partir de los 18 años). Se les

indicó que en los casos en los que se respondió afirmativamente a alguna de estas

situaciones, tenían que escoger aquella que de acuerdo con su percepción tuvo un mayor

impacto en su vida, así como la persona del ámbito familiar que perpetró esta forma de

violencia (papá, mamá, hermano/a, pareja, ex pareja, hijo/a y otros). Además, en cada tipo de

violencia, si alguna/as de las manifestaciones descritas se presentaron en otro momento de

la vida, como en la niñez, adolescencia o en los últimos seis meses previos a la aplicación de

la encuesta.

La prevalencia de la violencia intrafamiliar en esta población mostró diferencias

importantes ante la pregunta directa si han sido víctimas de violencia por parte de un familiar

en algún momento de la vida, que cuando se les presentó una serie de situaciones que

describen eventos de abuso físico, psicológico, sexual y patrimonial.

En cuanto a las manifestaciones de la violencia descritas en el cuestionario se obtuvo

una prevalencia general en las distintas etapas de la vida del 75%, y al momento de aplicar la

encuesta una prevalencia del 66,2%, es decir, cerca de dos de cada tres funcionarios y
funcionarias reportó haber sufrido violencia en los últimos seis meses.

Ante la pregunta directa, solo 190 personas de la muestra total (517) respondieron

haber sufrido violencia por parte de algún familiar, esto equivale a una prevalencia total de un

37,0%. En este caso, se observan diferencias importantes entre las mujeres y los hombres

(M: 46,6% y H: 25,2%), ya que por cada dos mujeres que indicó haber sido agredida solo uno

lo hizo.

Las diferencias encontradas en ambas prevalencias (ante la pregunta directa como al

presentar una serie de manifestaciones) reflejan desinformación y la tendencia a naturalizar

la violencia. Al hacer las diferencias por género, se demuestra que las mujeres tienen mayor

conciencia respecto a este tipo de violencia que los hombres.

Con respecto a la frecuencia de los incidentes de violencia reportados los datos que

arroja el estudio, evidencia que las mujeres reportan más del doble que los hombres haber

sufrido tres o cuatro formas de violencia a lo largo de la vida, ya sea psicológica, física,

sexual o patrimonial.

La prevalencia muestra diferencias significativas entre hombres y mujeres según el

momento de la vida en la que se presentó. Las mujeres concentran mayores niveles de

violencia en la edad adulta y después de ella, mientras que los hombres la viven en la

infancia. La principal brecha con respecto a los hombres se encuentra en la edad adulta, en

la que se registra una prevalencia en las mujeres del 58,0% y en los hombres del 25,9% y en

el momento actual (M: 17,6% y H: 7,4%). Por el contrario, los hombres reportan una mayor
prevalencia de la violencia durante su infancia (63,0% hombres y 48,9% mujeres). En los

hombres se puede observar que los porcentajes de violencia disminuyen conforme avanzan

hacia la edad adulta, mientras que en las mujeres la violencia aumenta conforme se acerca a

la mayoría de edad y después de ella.

En cuanto a las diferencias que se encontraron entre ambos sexos respecto a la forma

en que se manifiesta la violencia en la niñez, adolescencia y momento actual (seis meses

previos a la aplicación de la encuesta), se muestra que en el caso de la violencia psicológica,

son las mujeres las que concentran los mayores porcentajes, encontrándose la mayor brecha

con respecto a los hombres en la adolescencia y etapa actual. En el caso de las

manifestaciones de violencia física los hombres registran un poco más que las mujeres haber

sido víctimas de maltrato físico durante su infancia, por el contrario la brecha aumenta en

perjuicio de las mujeres en la adolescencia, momento actual y en la edad adulta también.

Las personas encuestadas que reportaron al menos un incidente de violencia en la

edad adulta, señalaron que las manifestaciones de maltrato (física, psicológica, sexual y

patrimonial) que tuvieron un mayor impacto en sus vidas se presentaron de manera

reiterativa en la mayoría de los casos, en especial las de tipo psicológico, sexual y

patrimonial. Sin embargo, existe un porcentaje considerable de personas que mencionaron

que estos incidentes tan significativos en sus vidas se presentaron una sola vez.

En lo que respecta a los perpetradores de las distintas formas de violencia intrafamiliar

en la edad adulta, se identificó que tanto para los hombres como para las mujeres, la pareja o

ex pareja ocupan los primeros lugares de quienes perpetúan la violencia ya sea física,

psicológica, sexual y/o patrimonial. Las formas de violencia física y psicológica empleadas
por las personas perpetradoras, muestran algunas diferencias cualitativas importantes según

el sexo de quien la recibe, pues en el caso de las mujeres, ambos tipos de violencia están

orientados a la coerción del cuerpo, es decir, tanto a nivel material como simbólico. Las

mujeres reciben mayoritariamente empujones, pellizcos, mordiscos, ataques directos de

muerte, mientras que en el caso de los hombres, la manifestación de violencia física de

mayor preponderancia consiste en el lanzamiento de objetos.

En cuanto a las manifestaciones de violencia psicológica que aparecen con mayor

frecuencia, en el caso de las mujeres, se presenta el control de la vestimenta, de las

decisiones y de los espacios personales, la prohibición a estudiar, tener amistades o visitar

familiares; mientras que para el caso de los hombres, opera en mayor medida el control de

tiempos y horarios, así como los celos.

Las formas de violencia sexual y patrimonial, a pesar de mostrar globalmente niveles

porcentuales poco significativos, son ejercidas en el caso de las mujeres por mayor variedad

de tipos de perpetrador (progenitores, hermanos, hijos, familiares o perpetradores múltiples)

siendo el principal perpetrador la pareja o expareja. Esta pluralidad de tipos de

perpetradores, muestra como las mujeres son más propensas que los hombres a ser

víctimas de violencia sexual en el ámbito intrafamiliar.

La principal estrategia a la que recurre la persona encuentada para enfrentar la

violencia, consiste en manejarlo por sí misma/o por considerarlo un asunto familiar (50,0%)

(M: 48,5% y H:54,0%). Lo anterior, denota que la violencia intrafamiliar se sigue

considerando un problema del ámbito privado, lo que interfiere en que no se denuncie y que,
por el contrario, las personas lo manejen casi que en secreto, por considerarlos que son

“asuntos familiares, que no deben compartirse con nadie”. Lo anterior lleva a que se enfrente

la violencia desde el silencio, la soledad y el aislamiento.

Seguidamente, se coloca el haber revelado la violencia a personas de confianza

(25,4), siendo las mujeres las que mayoritariamente lo realizan en comparación a los

hombres (M:33,8% y H: 13,7%). Le sigue buscar ayuda profesional con una persona

especialista en la materia (15,2), repitiendo se el mismo compartamiento anterior en hombres

y mujeres, ya que son las mujeres las que presentan los mayores porcentajes (M:20,2% y

H:8,6%). En la misma posición, se ubica refugiarse en el trabajo y aislarse de otras personas

para que no se dieran cuenta de la situación de violencia que se sufre, ambas con un 7,3%

(M:10,1% y H:3,6%). En menor porcentaje se ubica el llamar al 911 o denunciar la violencia

ante las instancias legales (M:5,6% mujeres y H:0,7%).

La violencia intrafamiliar despliega múltiples efectos para quienes la sufrieron, en

especial para las mujeres. Entre las consecuencias que se identifican, se observa que

algunas representan un algo grado de peligrosidad para las vida de las personas, pero otras

consecuencias, no representan una carga negativa para la integridad de las personas, por el

contrario pueden considerarse estrategias de sobrevivencia para enfrentar la violencia.

En cuanto a los efectos negativos, prevalece los problemas de salud físicos como

dolores de cabeza, gastritis, trastornos del sueño, problemas de apetito, cansancio,

ansiedad, dificultades para concentrarse entre otros (24,7% mujeres y 7,9% hombres). En

este mismo ámbito, destaca que la persona haya sido incapacitada por un profesional en
médicina, debido a la violencia que sufrió, así como sentir debilitados su valor y seguridad

personal, y su capacidad para enfrentar este tipo de situaciones.El estudio evidencia que las

mujeres son significativamente más afectadas que los hombres, ya que la proporción

obtenida en los efectos a la salud física y emocional es que por cada 3 mujeres 1 hombre

indicó haberlas tenido. Una situación similiar ocurre con las percepciones acerca de que su

vida social se ha visto deteriorada producto de los maltratos, la proporción es casi de 4

mujeres por cada hombre.

En cuanto a las consecuencias “positivas”, por ser un recurso protector para las

personas maltratadas, en tanto reducen su exposición al riesgo, son el “contar con el apoyo

de familiares, amistades y/o vecinos/as” (31,8% y 18,0% de mujeres y hombres

respectivamente), esto significa que las redes de apoyo tienden a activarse, en estos casos,

ante las situaciones de violencia. Asimismo, se reconoce la tendencia a refugiarse en el

trabajo, estudio, deporte o religión (19,7% de las mujeres y el 7,9% de los hombres). Todas

estas estrategias, se consideran positivas en la medida en que le permite a la víctima romper

con el aislamiento y la soledad generada por la situación de violencia, fortalecer las redes de

apoyo y el contacto con otras personas.

Conclusiones

La violencia intrafamiliar es una problemática que afecta a todas las personas, sin

embargo existen diferencias importantes en cuanto a las formas, manifestaciones y efectos

de la violencia que sufren las mujeres, ya que éstas reflejan un alto grado de crueldad,

control y poder sobre sus cuerpos, sexualidad y movimientos.

Se refleja en las manifestaciones de las diferentes formas de violencia contra las


mujeres, cierto ensañamiento hacia su cuerpo. Las mujeres indican presentar marcas en el

cuerpo producto de las agresiones, lesiones físicas, violaciones, que las aíslan de las demás

personas, les prohíben trabajar y ataques de muerte, al punto de dejarlas en estado de

dependencia e indefensión, aunado a una estima y confianza personal deteriorada.

La violencia contra las mujeres en el ámbito familiar tiene graves consecuencias en el

bienestar de las mujeres, ya que afecta su salud física, emocional y social, deteriora el

concepto de sí misma, sus actividades cotidianas en el trabajo, y en las relaciones

interpersonales. Además, reproduce su condición de subordinación y desempoderamiento

frente a otras formas de violencia.

Existen algunos efectos o estrategias de sobrevivencia positivos, que se movilizan por

parte de las personas afectadas, para enfrentar la violencia, entre estos se mencionan contar

con el apoyo de familiares, amistades y personas cercanas, refugiarse en el trabajo, estudio,

religión o algún deporte; estos aspectos visibilizan la importancia de las redes de apoyo para

enfrentar la violencia y mitigar el riesgo de exposición.

El hogar constituye, contradictoriamente, un espacio de “peligro” para la integridad

física, emocional y psicológica de las personas afectadas por la violencia, ya que los

principales perpetradores son familiares o personas cercanas con quienes existe un vinculo

de cariño, confianza o protección, además los incidentes de violencia ocurren principalmente

en la casa de las víctimas, situación que aumenta el riesgo de exposición a la violencia.

El vínculo entre la persona perpetradora y la mujer, dificulta que éstas denuncien estos

actos, ya que se sigue considerando un asunto “privado” e “intimo”, a la vez, que moviliza en
ellas sentimientos de traición y culpa, que en la mayoría de las ocasiones, son paralizantes.

Esto conduce a que las mujeres, enfrenten la violencia desde el silencio, la soledad y el

aislamiento.

La Universidad cumple una función de contención y protección de gran relevancia

para las víctimas de violencia intrafamiliar, ya que el lugar de trabajo se transforma en un

refugio ante la violencia que viven en sus hogares. De este modo, contar con políticas para la

prevención, atención y erradicación de esta problemática es un medio para mitigar el riesgo

de que la violencia intrafamiliar y la violencia contra las mujeres continúe siendo un obstáculo

para la realización personal, académica, profesional y laboral de las mujeres.

En este aspecto, es necesario la presencia de políticas de prevención y erradicación

del hostigamiento sexual en el trabajo, ya que si las funcionarias tienden a refugiarse en el

trabajo como estrategia para sobrivivir de la violencia que viven en sus hogares, es necesario

que la institución garantice un ambiente de trabajo libre de toda forma de violencia.

Bibliografía

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