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Britos La Trayectoria de La Ciudadania en Argentina PDF
Britos La Trayectoria de La Ciudadania en Argentina PDF
Nos proponemos reconstruir algunos momentos que consideramos clave para comprender
el desarrollo no lineal y accidentado de los derechos humanos y ciudadanos en Argentina.
Una consideración orienta la tarea de reconstrucción: la expansión de los derechos se
vincula con luchas sociales 2 ; y las luchas suponen procesos de organización de actores
políticos y sociales (procesos complejos que suponen la resolución de dilemas de acción
colectiva específicos para cada sector social, en los que intervienen diferenciales de acceso
a recursos de poder, componentes ideológicos, tradiciones de confrontación entre actores y
fundamentalmente pautas de intervención del Estado con respecto a estas luchas). Por otra
parte, es preciso reconocer que la institucionalización de los derechos y su vigencia plena
se transforma en el tiempo y para los distintos sectores sociales (lo que incluye, por
supuesto, retrocesos).
La lucha por los derechos, o mejor dicho, en palabras de Hannah Arendt, “la lucha por el
derecho a tener derechos”, incluye luchas relativas a lograr el estatuto público de cuestiones
que eventualmente no han sido politizadas anteriormente, luchas en las que los actores que
consideran necesaria su incorporación a la ‘agenda’ de asuntos vigentes reclaman sea
reconocido su carácter político 3 y en general, demandan en diversos grados y sentidos la
intervención estatal 4 . Los resultados de estas luchas definen el sentido, alcances y
contenidos de un estado democrático de derecho, y suponen asimismo disputas por la
efectiva disposición de los mecanismos y recursos que faciliten o promuevan el acceso a
ciertos bienes, incluyendo la justicia. Al tratarse de procesos en torno a los que se
1
Docente e investigadora, Escuela de Trabajo Social. Universidad Nacional de Córdoba. Dirección:
norabritos@hotmail.com
2
JELIN, E. (1997): “Igualdad y diferencia: dilemas de la ciudadanía de las mujeres en América Latina”, en
Agora Nº7, Año 3, Invierno de 1997, Buenos Aires.
3
FRASER, N. (1991): “La lucha por las necesidades”, en Debate Feminista, año 2, vol. 3, México.
4
OSZLAK; O.; O’DONNELL, G. (1984): “Estado y políticas estatales en América Latina: hacia una
estrategia de intervención”, en Kliksberg y Sulbrandt (comp.) Para investigar la Administración Pública,
INAP, Madrid.
2
5
“Si es cierto que todo pensamiento se inicia con el recuerdo, también es cierto que ningún recuerdo está
seguro a menos que se condense y destile en un esquema conceptual del que depende para su actualización.
Las experiencias y las narraciones que surgen de los actos y sufrimientos humanos, de los acontecimientos y
sucesos, caen en la futilidad inherente al acto y a la palabra viva si no son recordados una y otra vez. Lo que
salva a los asuntos del hombre mortal de su futilidad consustancial no es otra cosa que la incesante
recordación de los mismos, la cual, a su vez, sólo es útil a condición de que produzca ciertos conceptos,
ciertos puntos de referencia que sirvan para la conmemoración futura.” En ARENDT H. (1992) Sobre la
Revolución, versión española de Pedro Bravo, Alianza Editorial, Buenos Aires.
6
La creciente invocación e interés por el concepto de ciudadanía en la última década es analizada por
KYMLICKA, W. y NORMAN, W. en “El retorno del ciudadano. Una revisión de la producción reciente en
teoría de la ciudadanía”; Agora n°7-inv.1997,pp.5-42.
7
CARO, R. (2003): “La isegoría de la razón comunicativa: notas sobre la política deliberativa de Jürgen
Habermas”, en Britos, Caro, Carrizo, Echavarría, Hunziker, Rufinetti, Teoría crítica de la ciudadanía. Notas
para una política democrática, Ediciones Letras de Córdoba, Córdoba.
8
MARSHALL, T.; BOTTOMORE; T.: Ciudadanía y clase social, Alianza. Madrid, 1998
9
FERRAJOLI, L. (1999): Derechos y garantías. La ley del más débil, Editorial Trotta, Madrid, pág. 55.
3
decisiones, es decir, en actos jurídicos que producen efectos por la acción de sus titulares, y
que presuponen la capacidad de obrar en el ámbito civil, en el primer caso, y político, en el
segundo. La segunda pareja –los derechos de libertad y los derechos sociales- forma la
clase de los derechos- expectativa, que consisten respectivamente en expectativas negativas
y en expectativas positivas e implican, por parte de los poderes públicos, prohibiciones de
interferencia en un caso, y obligaciones de prestación en el otro. Las dos clases de derechos
corresponden a dos diversas fuentes de legitimación del sistema político y a dos diversas
dimensiones, una formal y otra sustancial, de la democracia: los derechos –poder o de
autonomía, tanto civiles como políticos, son derechos formales o instrumentales, en cuanto
permiten fundar y legitimar las formas (el quién y el cómo) de las decisiones,
respectivamente en la esfera privada del mercado y en la pública de la democracia política
(o ‘formal’); los derechos- expectativa, tanto de libertad como sociales, son en cambio
derechos sustanciales o finales, ya que permiten vincular y legitimar el contenido o la
sustancia (el qué) de las decisiones, y por tanto, fundan una dimensión de la democracia
que bien podemos llamar ‘sustancial’. Del todo independiente de esta división cuatripartita
es la otra distinción que se establece en el campo de los derechos fundamentales: la que
permite distinguir entre derechos del hombre o de la personalidad y derechos del
ciudadano o de ciudadanía. A diferencia de la anterior, esta segunda distinción no está
basada ya en características intrínsecas o estructurales de los derechos, y depende
enteramente del derecho positivo, es decir, del hecho de que hayan sido conferidos por éste
a todos los individuos en cuanto personas, o sólo a las personas en cuanto ciudadanos. De
hecho, en los ordenamientos modernos, los derechos políticos suelen ser habitualmente
derechos de ciudadanía, y los derechos civiles suelen ser de la persona. Nada impide sin
embargo que un ordenamiento amplíe el derecho a voto a los no ciudadanos residentes o
restrinja en todo o en parte el ámbito de los derechos civiles sólo a los ciudadanos. Los
derechos de libertad son, en cambio, en su mayor parte, derechos de la persona. Pero
existen dos derechos de libertad (no contemplados por Marshall) –el de residencia y el de
circulación dentro del territorio de un estado- que han sido inexorablemente (Art. 16 de la
Constitución italiana) reservados a los ciudadanos. Los derechos sociales pueden ser, y
habitualmente lo son, en parte de la persona y en parte del ciudadano. En el ordenamiento
italiano, por ejemplo, son derechos de la persona, aunque de hecho quedan en entredicho
por la falta de ciudadanía, el derecho a la salud (Art. 32 de la Constitución), a la educación
(Art. 34) y a un salario justo (Art. 36); son de ciudadanía, en cambio, el derecho al trabajo
(Art. 4) y el derecho a la subsistencia y a la seguridad social (Art. 38)” 10 .
Esta extensa cita permite efectuar una clarificación sobre lo que está en juego en las luchas
por derechos, y en especial, en el carácter ciertamente problemático de la categoría
ciudadanía cuando se la utiliza en un sentido excluyente. En las controversias sobre la
categoría ciudadanía, un aspecto central, a nuestro entender, lo constituye la preocupación
por los sujetos de los derechos sociales, que, con variaciones nacionales plasmadas en
diversas constituciones, pueden ser los trabajadores, los ciudadanos, o los hombres y
mujeres que, aún no gozando de la ciudadanía, residan en un territorio. La amplitud o
restricción de las categorías de sujetos de derechos ilumina la tensión inherente al concepto
10
FERRAJOLI, L. (2000): “De los derechos del ciudadano a los derechos de la persona”, en Héctor Silveira
Gorski (Ed.) Identidades comunitarias y democracia, Editorial Trotta, Madrid. Pág. 244-245. Las cursivas y
comillas corresponden al original.
4
de ciudadanía: su uso puede representar una crítica inmanente a los arreglos institucionales
que se basan en el empleo formal para el acceso a la protección social, y excluyente cuando
la ciudadanía opera restringiendo prestaciones a los no ciudadanos, colisionando con los
derechos del hombre. En este sentido, especialmente las migraciones en el pasado y hoy
siguen interpelando la configuración de los derechos y los criterios de inclusión/ exclusión
que generan y admiten.
La mayor tensión se verifica en lo que respecta a los derechos políticos y sociales. Los
derechos políticos a la participación en la vida pública se instituyeron tardíamente para
algunos grupos de la población, como es el caso de los derechos a la participación política
de la mujer (que recién a mitad del siglo XX pudo participar en elecciones en la Argentina)
y al igual que los derechos de libertad, sufrieron un permanente asedio materializado en las
dictaduras militares. Los derechos sociales no estuvieron ligados al desarrollo de la
democracia y los derechos políticos, creándose un hiato entre estos conjuntos de derechos.
En Argentina, y en relación con los derechos sociales, Lo Vuolo señala que la expansión
del Estado de Bienestar (y contraviniendo la experiencia de los Estado de Bienestar
europeos) se produjo en contextos de prácticas políticas autoritarias y dictaduras militares.
Como paradoja aparente señala (refiriéndose a la década de 1990) que “... uno de los
períodos de mayor perdurabilidad de las instituciones democráticas, se ve acompañado por
el desmantelamiento de aquéllas políticas públicas cuya función tradicional era proveer de
legitimación al poder político administrativo”. 11 El signo de los noventa en Argentina
parece ser el retroceso en los derechos sociales, al mismo tiempo en que se verifica una
ampliación formal de los derechos políticos.
11
LO VUOLO, R., BARBEITO, A. (1993): La Nueva Oscuridad de la Política Social. Del Estado Populista
al Neoconservador, Ciepp/Miño y Dávila, Buenos Aires. Pág. 155 y ss.
5
12
AGAMBEN, G. (2001): Medios sin fin. Notas sobre la política, Pre-textos, Valencia.
13
“La cuestión de la ciudadanía en los Estados hispanoamericanos durante la primera mitad del siglo XIX nos
obliga a un nuevo esfuerzo de reordenamiento de los criterios de abordaje del problema de la formación de
esos Estados antes de reordenar los datos mismos. Ello es indispensable sobre todo porque la resonancia
moderna del concepto constituye de entrada el principal factor de confusión. Lo cierto es que el caso del Río
de la Plata muestra que si bien el propósito de constituir una ciudadanía moderna aparece en los comienzos
mismos del proceso de independencia y que el lenguaje del período registra un uso frecuente del término
ciudadano, las formas de participación política predominantes son distintas, y su historia, confrontada con los
intentos de conformar una ciudadanía rioplatense, merece mucho más interés que el de considerarlas simples
resabios del pasado interpuestos en el camino de lo nuevo. Sólo si examinamos lo ocurrido con estos recaudos
se hace comprensible la accidentada y poco exitosa historia de construcción de la ciudadanía argentina en esa
etapa” Véase CHIARAMONTE, J. (1999): “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis del Estado
Argentino (C. 1810-1852)”, en Hilda Sábato (coord.) Ciudadanía plítica y formación de las naciones.
Perspectivas históricas de América Latina, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas,
Fondo de Cultura Económica, México, pág. 95.
14
“En su sentido revolucionario el concepto de ciudadano era nuevo en América, donde se usaba, al igual que
en España, el término vecino que significaba ‘buen hombre’, cabeza de familia habitante de una ciudad (...)
Durante la revolución independentista de principios del siglo XIX, no solamente se constituyen Estados, sino
también se sientan las bases de los símbolos, se forja el mundo imaginario y se define el lenguaje político que
ha marcado la vida de estas sociedades hasta el día de hoy. El discurso que así se fue formando tiene como
ámbito un enfrentamiento de significados alrededor de los conceptos de nación y ciudadanía” ANRUP, R.;
OIENI, V. (1999): “Ciudadanía y nación en el proceso de emancipación”, en Anales Nueva Época N° 2:
“Ciudadanía y Nación”, Anrup y Oieni Editores, Instituto Iberoamericano, Universidad de Göteborg,
Göteborg. Para la comprensión de la diferencia entre vecino y ciudadano, ver GUERRA, F. (1999): “El
soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, en Hilda Sábato (coord.)
Ciudadanía plítica y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, El Colegio de
México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, México. ANDRENACCI; L.
(2003): “Ciudadanos en los márgenes de la modernidad. Buenos Aires, entre la colonia y la república”, en
Villavicencio, Susana (editora) Los contornos de la ciudadanía. Nacionales y extranjeros en la Argentina del
centenario, Eudeba, Buenos Aires. Andrenacci señala “Entre fines del siglo XVIII y fines del siglo XIX se
forma en el espacio sociogeográfico argentino un Estado-nación capitalista moderno, con su autonomía
política, su autarquía económica, su monopolio de la coerción y la modneda, y sus ciudadadanos.
Jurídicamente, una sociedad triplemente diferenciada (súbditos y no súbditos de la Corona, castas, blancos
españoles y blancos criollos) se transforma en una sociedad formalmente diferenciada apenas por la posesión
de la ciudadanía argentina en el contexto de masiva inmigración transcontinental. Desde el punto de vista
socioeconómico, la fluidez limitada de la sociedad de castas dará paso al mundo a la vez homogéneo y
fragmentario de las relaciones salariales modernas. Políticamente, el status de vecino de los Cabildos locales,
basado en el rango socioeconómico, de relevancia limitada en una administración colonial centralizada y
cuasimonopolizada por delegados del rey, pasa a ser el núcleo central de la ciudadanía política en las nuevas
repúblicas. Tardará, como en todos los demás Estados-nación modernos, en implicar automáticamente la
plenitud de los derechos políticos republicanos (el carácter de elector y elegible)”. Pág. 51.
7
consolidación del Estado nación15 en Argentina, una vez resuelta la disputa con Buenos
Aires, lo que resuelve la unificación del territorio16 . Como contra cara de su constitución, el
Estado argentino se verá ante la extraordinaria tarea de ‘construir’ sus ciudadanos,
operación compleja que permite revelar el imaginario de la generación de 1880.
Entendemos que tal construcción se realizará a partir tres exclusiones “constitutivas” que
representan una secuencia a la que se puede agregar el status de la mujer, excluida de la
ciudadanía hasta muy avanzado el siglo veinte.
Las exclusiones “constitutivas” son, a nuestro entender y en orden de expresión y
concreción, las correspondientes a los negros, los indios y los anarquistas. En este sentido,
recordemos que la población negra fue sistemáticamente obligada a participar en las
distintas guerras que se produjeron antes de la unificación del país. La sangría poblacional
que las diversas guerras provocaron en esta población representó un hecho fundacional:
para el período de consolidación del Estado nación, los negros ya habrán perdido
significado en cuanto a su cantidad 17 . Este proceso de eliminación del componente negro
comenzó durante el período colonial, pero se puso de manifiesto en el siglo XIX. Las
guerras de la independencia contra los españoles, las prolongadas guerras civiles, la guerra
contra Brasil y la guerra contra Francisco Solano López (así llamada guerra del Paraguay),
fueron ocasiones en las que los negros fueron enviados a los frentes de batalla, con
consecuencias directas para su supervivencia como grupo étnico. Para 1850 se estimaba
que el 40% de la población porteña era negra o derivada de ella. En contraste con ese alto
porcentaje, las cifras censales de 1887 señalan una violenta y acentuada merma en la
población negra, al grado de no significar siquiera el 2% de la población porteña.
15
Véase OSZLAK, O. (1978): Formación histórica del Estado en América Latina: elementos teórico-
metodológicos para su estudio, Estudios CEDES- Vol 1 N°3, Buenos Aires.
16
ISUANI, E. (1985): Los orígenes conflictivos de la seguridad social argentina, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires. A partir de 1880, se aumentarán las atribuciones del gobierno federal, se centralizará el
control de las rentas provenientes de la aduana del puerto de Buenos Aires, ciudad que será elegida como
capital federal. El Estado nacional comenzará a emitir moneda y a efectuar el control del crédito público.
Asimismo, se sancionará el código civil, la ley nacional de educación y se creará el registro civil. El gobierno
nacional logrará paulatinamente un control sólido sobre las provincias, basado sobre el recurso constitucional
de la intervención federal, la eliminación de las milicias provinciales y el respaldo de un ejército
modernizado.
17
CORIA, J. (1997): Pasado y presente de los Negros en Buenos Aires, mimeo, Buenos Aires.
18
Andrenacci señala “(...) la Asamblea del año XIII, punto culminante de la Revolución de Mayo y momento
de mayor radicalidad liberal y republicana del proceso revolucionario, nunca declarará la independencia ni
redactará una constitución. En su interior se reproducirá la guerra de facciones radicales y moderadas. Sin
embargo, abolirá parcialmente la esclavitud (con la ley de Libertad de Vientres), los títulos de nobleza, la
Inquisición y los métodos de tortura en procesos judiciales; declarará la libertad religiosa y de conciencia;
colocará a las iglesias locales bajo su patronato; instituirá el primer estatuto legal de ciudadano de las
Provincias Unidas del Río de la Plata (que servirá fundamentalmente para asestar el golpe definitirvo a las
capacidades jurídicas de los peninsulares); redactará la primera Declaración local de Derechos del Hombre y
del Ciudadano; y dotará a las flamantes Provincias Unidas de una bandera (la que Belgrano utilizaba hasta
entonces sin autorización oficial) y de un himno abiertamente independentista, igualitarista y hostil a España.”
En Andrenacci, op. cit., pág. 68.
8
En lo que respecta a los pueblos originarios, resulta de interés reflexionar sobre el lugar de
los indios en el imaginario independentista. “La Revolución se festejó desde su primer
aniversario. Las celebraciones de 1811 que duraron cuatro noches (...) (incluyeron) la
construcción de una pirámide en celebración de la Revolución. Una vez más, es el símbolo
del indio probablemente el de mayor significación. En esos primeros años se fundieron
morteros con el nombre de Túpac Amaru y en las fiestas públicas no faltaban las
referencias al pasado indígena.” 21
En 1879 la “conquista del desierto” había concluido 22 . La denominación de desierto a
tierras habitadas, por otra parte, remite a los complejos procesos discursivos a partir de los
cuales se construyó un ‘nosotros’ 23 . La ocupación de las tierras y, por tanto, el
desplazamiento de la población que las habitaba permitió ensanchar las fronteras de las
tierras productivas.
19
Coria señala que los hijos de las mujeres esclavas eran libertos y debían permanecer en la casa del amo
hasta que se casaban o llegaban a los 20 años, los varones y a los 16 años las mujeres, que eran los límites
para adquirir la mayoría de edad. En esos años en que permanecían en la casa del amo tenían la obligación de
servirle, sin recibir salario hasta los 15 años. A partir de esa edad, debían entregar al amo $ 1 al mes hasta que
eran libres. Ese dinero lo obtenían trabajando por su cuenta o alquilados por el amo. Ese pago mensual se
depositaba en la policía, quienes tenían la obligación de custodiarla y entregarla al llegar a la mayoría de
edad. CORIA, J., Op. Cit.
20
Para ilustrar el silenciamiento del componente negro en el ‘crisol de razas’, un hecho resulta significativo: a
mediados del año 2002 una mujer negra fue detenida por agentes de migraciones cuando intentaba salir del
país. Los agentes de migraciones consideraron altamente sospechoso que la mujer contara con un pasaporte
argentino, lo que era inverosímil para estos funcionarios. Sin embargo, se trataba de una ciudadana argentina,
nacida en el país. (Agradezco a Nora Aquín la información sobre el caso).
21
ANRUP y OIENI, op. cit., pág. 34 y 35.
22
MASES, E. (2000): “Estado y Cuestión Indígena: Argentina 1878-1885”, en Juan Suriano, Op. Cit.
23
TODOROV, T. (1991): La Conquista de América. El problema del otro, Siglo XXI, Ed. al cuidado de
Martí Soler, México.
24
“En efecto, las diferentes incursiones que se llevaron a cabo contra los indios, en el período que va desde
agosto de 1878 a mayo de 1879, y que culmina con la expedición del General Roca al río Negro, arrojaron las
siguientes cifras: 1271 indios de lanza prisioneros; 1313 muertos en combate; 10539 no combatientes
prisioneros y 1049 reducidos voluntariamente. Sumando la cantidad de indios prisioneros o reducidos
voluntariamente, tenemos más de 2000 indígenas de pelea y 10500 no combatientes; es decir, casi trece mil
individuos que, a partir de ese momento, dejaban sus vidas y sus destinos en manos de las autoridades
nacionales... Conviene señalar que a estas cifras hay que agregarles los indios que fueron tomados prisioneros
o se redujeron voluntariamente en los años siguientes hasta el final de los enfrentamientos en 1885 y que, si
9
bien no contamos con datos totales, igualmente podemos concluir que aumentan considerablemente esta cifra
inicial.” MASES, E., Op. Cit., Pág 305.
25
Para la discusión acerca del significado de la figura del vagabundo, ver CASTEL, R. (1997): Las
metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Edit. Paidós, Trad. Jorge Piatigorsky, Buenos
Aires. OFFE, C. (1990): Contradicciones en el Estado del Bienestar. Edit. Alianza, Edición a cargo de John
Keane, Madrid. POLANYI, K. (1997): La gran transformación. Crítica del liberalismo económico. Editorial
La Piqueta, Presentación y traducción de Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, Madrid.
10
en pleno uso de sus derechos civiles y políticos- a los indígenas (...) Ni en 1853 ni en 1880
(ni nunca hasta hoy inclusive) se plantea la cuestión de un Estado multinacional (...) En
cambio, para los inmigrantes – excepto para los anarquistas, que pretenden destruirlo (por
Estado)- el Estado no es un antagonista con el cual se disputa un territorio. Para con ellos sí
se procura e impulsa un proceso de adaptación- integración del tipo melting- pot, sin
perjuicio de actitudes xenófobas o persecutorias que aparecen en caso de exacerbación de la
protesta obrera.” 26 .
26
ANSALDI, W. (1998): “Crear el sufragante: la universalización masculina de la ciudadanía política en
Argentina. La reforma electoral de 1912”, en Anales Nueva Época N° 2: “Ciudadanía y Nación”, Anrup y
Oieni Editores, Instituto Iberoamericano, Universidad de Göteborg, Göteborg, pág. 187 y 188.
27
A fines de 1902 se produjo la primera huelga importante paralizando el transporte y el trabajo portuarios.
Frente a esa huelga el gobierno sancionará el Estado de Sitio y enviará al congreso un proyecto de Ley de
Residencia: el proyecto establecía que el gobierno nacional podía deportar a todo extranjero por “crímenes o
delitos de derecho común” o todo aquél “cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el
orden público”. También facultaba al gobierno para impedir el ingreso al país e aquéllos extranjeros que
fueran considerados incluidos dentro de aquéllas disposiciones. Muchos dirigentes anarquistas fueron
deportados en base a esa legislación.
28
Es muy interesante la lectura que realiza Nora Wolfzun de los debates parlamentarios referidos a las Leyes
de Residencia y de Defensa Social, señala que “Cuando el debate parlamentario focaliza en la persona del
extranjero, se produce una suerte de divorcio entre lo político y lo racional, que se manifiesta en el
desplazamiento de la argumentación de tipo racional en beneficio de las imágenes sugestivas. Como cada
imagen que se utiliza evoca múltiples representaciones, y ésatas, a su vez, otras, se produce en algún
11
1900. Al tiempo que los anarquistas en su mayoría carecían de ciudadanía argentina, y por
su ideología consideraban nociva tanto la intervención estatal como la participación a través
de partidos políticos, el hiato entre cuestión social y arreglos políticos democráticos se vio
tempranamente agudizado en nuestro país 29 .
Aquí queda de manifiesto que lo nacional no incluía al anarquismo 30 ni las formas clasistas
más agudas de plantear la cuestión obrera31 . A partir de la Ley de Residencia y de la Ley de
Defensa Social de 1910, la represión sistemática hacia el anarquismo derivará en su virtual
desaparición en la década de 1930 32 .
momento de la cadena una ruptura entre los significantes, lo que beneficia la operación de construcción de un
nadie. Veamos: cuando se ubica a la figura del extranjero dentro del ámbito de la salud pública
(equiparándolo con el loco o el alcohólico), se lo considera una ‘enfermedad’ a extripar. El encadenamiento
discursivo lo traslada, en otro momento, al ámbito de la naturaleza, como una ‘planta’ que infecta los suelos y
que se debe extirpar de raíz (...) En las creencias que nutren el trasfondo ideológico de la redacción oficial de
las leyes de Residencia de Extranjeros y de Defensa Social, un adentro enmarcado en lo humano y lo
nacional, se contrapone con un afuera de tigres extranjeros, a partir de un juego de ficciones cuyo efecto
político culminó con el encarcelamiento y deportación de militantes y dirigentes de las federaciones obreras.”
En WOLFZUN (2003): “El extranjero real, un híbrido entre tigre y planta”, en Villavicencio, Susana (editora)
Los contornos de la ciudadanía. Nacionales y extranjeros en la Argentina del centenario, Eudeba, Buenos
Aires.
29
Como señala JMELNIZKY, “Cabe también destacar que la mayoría de las asociaciones de colectividades
se encontraban poco interesadas por la política del país, por las festividades patrias argentinas y sobre todo
expresaban hostilidad por adquirir la ciudadanía argentina, lo que implicaba –en particular para los
inmigrantes italianos- perder todos los derechos sociales y mutuales de la colectividad a la que pertenecían.”
En JMELNIZKY, A. (2003): “Del proyecto inmigratorio argentino al modelo de absorción”, en Villavicencio,
Susana (editora) Los contornos de la ciudadanía. Nacionales y extranjeros en la Argentina del centenario,
Eudeba, Buenos Aires.
30
JMELNIZKY señala que “La doctrina criminológica rápidamente incluyó los conflictos obreros como otra
causa del agravamiento de la criminalidad. Particularmente, el anarquismo quedó convertido en un ‘problema
de orden público’ que excedía el marco del debate sobre la cuestión social. Se construyó un proceso de
criminalización del anarquismo. Excluido del debate, el anarquismo era considerado un elemento que debía
ser marginado del cuerpo social, a fin de conservar el ‘orden público’”. Op. Cit., pág. 38 y 39.
31
Para una revisión de la inquieta vida pública obrera manifestada en periódicos, ver GARCÍA COSTA, V.
(1985): El Obrero: selección de textos, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. También REINOSO,
R. (comp.) (1985): Bandera Proletaria: selección de textos 1922- 1930, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires.
32
Un estudio relevante es el de SURIANO, J. (2000): “La oposición anarquista a la intervención estatal en las
relaciones laborales”, en Suriano (comp.) La cuestión social en Argentina 1870-1943, La Colmena, Buenos
Aires.
33
LOBATO, M. (2000): “Entre la protección y la exclusión: discurso maternal y protección de la mujer
obrera, argentina 1890-1934”, en Juan Suriano (comp.), La cuestión social en Argentina 1870-1930, La
Colmena, Buenos Aires.
34
ANSALDI, W.; op. cit. pág. 193.
35
MERCADO, M. (1988): La primera ley de trabajo femenino “La mujer obrera” (1890-1910), Centro
Editor de América Latina, Buenos Aires. Ver también NARI, M. (2000): “El feminismo frente a la cuestión
de la mujer en las primeras décadas del siglo XX”, en Suriano (comp.), Op. Cit.
12
obrera como sujeto de derechos sociales en relación con el trabajo, al tiempo que carecía de
derechos civiles y políticos. 36
En cuanto a los derechos civiles, el Código Civil de 1870 se caracterizaba por asumir la
subordinación de la mujer casada a su marido. “(...) Vélez Sársfield convalidó
jurídicamente el modelo de relaciones familiares de raíz hispana, definido por la fuerte
contextura de la autoridad del varón, en sus dos manifestaciones: hacia la esposa (autoridad
marital) y con respecto a los hijos (patria potestad). El Código Civil consagraba al hombre
como jefe indiscutido, asignándole la obligación de subvenir con sus propios medios a las
necesidades del hogar; lo investía, además, del derecho de fijar el domicilio conyugal,
confiriéndole también el de administrar los bienes familiares”. 37 El Código impuso fuertes
restricciones a los derechos de las mujeres casadas: éstas, sin autorización del marido, no
podían ejecutar ningún acto jurídico. “Es así que el esposo es constituido ‘administrador
legítimo de todos los bienes del matrimonio, incluso los de la mujer, tanto los que llevó al
matrimonio como de los que adquirió después por título propio’ (...); prohibiéndose a la
mujer comparecer en juicio (Art. 30); contratar; adquirir o enajenar bienes o contraer
obligaciones sobre ellos (Art. 31); ejercer públicamente alguna profesión o industria (Art.
32)” 38 . Se presumía la autorización del marido para las compras cotidianas, aunque para
otras habilitaciones la autorización debía ser expresa y era revocable. La mujer no podía ser
tutora, y en caso de segundas nupcias, perdía la patria potestad sobre los hijos del primer
matrimonio. Tampoco podía aceptar donaciones ni intervenir en particiones testamentarias
sin autorización de su marido.
Recién en 1926 cambia el status civil de la mujer, que era, como vimos, incapaz de
derecho. A partir de entonces, la mujer soltera mayor y las viudas eran capaces civilmente
aunque si se casaban disminuía su capacidad. Será recién en 1970, bajo la dictadura de
Onganía, cuando a la mujer mayor de edad, cualquiera sea su estado civil, se le reconocerá
capacidad plena. 39
En cuanto a la posibilidad de elegir y ser elegidas para ocupar cargos públicos y participar
en la conformación de la ‘voluntad general’, las mujeres deberán esperar aún más de treinta
años para poder ejercer derechos políticos. Recién en 1947 la ley 13.010 concederá el
derecho a elegir y ser elegidas a las mujeres 40 .
36
PAUTASSI, L. (1995): “¿Primero...las damas? La situación de la mujer frente a la propuesta del ingreso
ciudadano”, en Lo Vuolo (comp.) Contra la exclusión, Ciepp- Miño y Dávila Editores, Buenos Aires.
37
RECALDE, H. (1986): Matrimonio civil y divorcio, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, pág.
70.
38
RECALDE, Op. Cit., pág. 71.
39
NOVICK, S. (1993): Mujer, estado y políticas sociales, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
40
Cabe señalar que hubo algunos antecedentes tempranos de participación femenina en la ciudadanía política
en algunos municipios y en una provincia. “Así, las mujeres de la ciudad de San Juan acceden al derecho de
sufragio municipal, calificado, en 1862, durante la gobernación de Domingo Faustino Sarmiento. En 1927, la
misma provinicia extiende el derecho de las mujeres a votar en las elecciones provinciales. (...) También la
progresista Constitución santafesina de 1921 otorga a las mujeres el derecho a sufragar, aunque sólo en el
plano municipal y con el agravante de la mora con que ella entra en vigor, en 1932, once años después de su
sanción, y por poco tiempo, pues rápidamente se retorna al imperio de la Constitución de 1907, que no
concede tal derecho”. ANSALDI, , op. cit., pág. 192.
13
La represión de los obreros en las primeras décadas del siglo XX fue la modalidad
dominante de tratamiento de la cuestión social. No sólo se manifestará esta forma de
resolver la cuestión en las deportaciones y represión de las huelgas de 1910, sino que a
partir de 1916, cuando Yrigoyen es electo presidente, la creciente ola de huelgas será
acompañada por una represión brutal que culminó en los hechos conocidos como Semana
41
SÁBATO, H. (1999): “Introducción”, en Sábato (coord.) Ciudadanía plítica y formación de las naciones.
Perspectivas históricas de América Latina, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas,
Fondo de Cultura Económica, México. Pág. 19.
42
ANDRENACCI, L. (1997): “Ciudadanos de Argirópolis”, en Agora Nº7, Buenos Aires, Invierno de 1997.
43
ISUANI, E. (1985): Los orígenes conflictivos de la seguridad social argentina, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires.
44
ANSALDI, op. cit., pág. 193.
45
ANSALDI, op. cit.; pág. 185.
14
46
FALCÓN, R. (2000): “Políticas laborales y relación Estado-sindicatos en el gobierno de Hipólito Yrigoyen
(1916-1922)”, en Suriano (comp.), Op. Cit.
47
PLÁ, A. (1988): “La internacional Comunista y el Partido Comunista Argentino 1918-1928”, En
Cuadernos del Sur Nº 7, Abril 1998.
48
ISUANI, op.cit.
49
RECALDE, H. (1985): La Iglesia y la cuestión social (1874-1910), Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires.
50
En esta época se producen importantes estudios de las condiciones de vida de los trabajadores, impulsados
por el higienismo. Al respecto, pueden consultarse FALCÓN, R. (1986): El mundo del trabajo urbano (1890-
1914), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. RECALDE, H. (1988): La higiene y el trabajo/2
(1870-1930), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. TRONCOSO, O. (comp.) (1985): Informe
Bialet- Massé sobre el estado de las clases obreras argentinas a comienzos del siglo, Centro Editor de
América Latina, Buenos Aires. SURIANO, J. (1983): Movimientos sociales. La huelga de inquilinos de 1907,
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
15
tuvo que ser educador para constituirse como Estado nacional formando a los ciudadanos.
La educación nacional se convirtió en un asunto de Estado. En este sentido, y orientada a
unificar la ciudadanía, en 1884, por ley 1420 se instituye la educación obligatoria, gratuita,
laica, común a todos y graduada. La política educativa será la política universalista por
excelencia, menos por una orientación ideológica de las elites gobernantes, que por la
necesidad de crear un demos homogéneo 51 .
En la década del 40, se redefinieron tanto el concepto implícito de Estado como las
funciones que éste desempeñó. Los componentes más explícitos en éste cambio fueron la
intervención del Estado en la economía y la forma en que las instituciones estatales
intervinieron en política, lo que Cavarozzi denomina “patrón estatista de politización” 52 . La
especificidad de este modelo se encuentra en que la acción política se canalizó y organizó
en torno a un poder ejecutivo fuerte, frente a una debilidad simétrica del parlamento, el
sistema de partidos y las instituciones del estado de derecho. El peronismo aparece como
un fenómeno de articulación novedosa entre inclusión de las masas a la vida política y a los
derechos sociales. La cuestión social se tornó una cuestión de Estado, al mismo tiempo que
los arreglos políticos se basaron más en la negociación colectiva de intereses (en el marco
del arbitraje estatal entre capital y trabajo). Al mismo tiempo, el modelo de democracia de
masas basada en la competencia entre partidos se desdibuja del horizonte político. “En el
pensamiento de Perón, un esquema de desarrollo nacional independiente y de distribución
menos desigual (social y geográficamente) de la riqueza nacional permitirían hacer frente al
doble desafío de la época: la vulnerabilidad económica y el socialismo” 53 .
El énfasis en el Estado como proveedor de servicios sociales durante el peronismo hizo que
los temas de la democracia política y los derechos políticos y de libertad fueran relegados a
un segundo plano.
51
Jmelnizky señala la presencia de escuelas comunitarias especialmente de inmigrantes italianos, instituídas a
partir de 1866, que buscaban mantener la lengua y las tradiciones culturales particulares. En 1901 había 50
escuelas italianas en el país. Estas iniciativas fueron duramente atacadas por la élite dominante, ya que se
consideraba que mantener dichas escuelas impediría conformar la nación. Véase JMELNIZKY, Op. cit., pág.
42 y ss.
52
CAVAROZZI, M. (1991): “Más allá de las transiciones a la democracia en América Latina”, en Revista de
Estudios Políticos, Nº 74, Madrid.
53
Véase ANDRENACCi, L., op. cit.
16
sancionada por el Estado bajo el gobierno militar con Perón como Secretario de Trabajo.
Así, “regímenes democráticos con prácticas políticas autoritarias, proscripción de grupos
políticos, dictaduras militares y violencia política son elementos distintivos de la expansión
del Estado de Bienestar en Argentina” 54 Diversos autores señalan que el populismo
promovió arreglos contradictorios tendientes a asegurar la participación y la redistribución,
a través de mecanismos de cooptación y regulación. Estos arreglos generaron un patrón de
políticas sociales basado en la incorporación fragmentaria y cooptativa de la clase obrera.
Esta institucionalidad ligada a la experiencia política de un liderazgo personalista, va a
dificultar la constitución de ciudadanos. 55
El patrón de politización estatista y la debilidad del régimen político fueron los rasgos
fundamentales de la matriz estado céntrica argentina. La idea de un Estado con capacidad
de arbitrar entre los intereses organizados del capital y el trabajo, la negociación como
forma de acción colectiva, la intervención estatal en los mecanismos de distribución
económicos, fueron aspectos inherentes al proceso de incorporación de los sectores
populares a un sistema político débil. En el modelo de sustitución de importaciones, el
Estado estructuró la negociación capital trabajo sin mediación partidaria, con un creciente
peso de los intereses sectoriales y un modelo que implicaba menos concertación
institucionalizada que presiones. El Estado se postulaba como “árbitro” protegiendo el
salario y el empleo. Este modelo corporativo funcionó en ciclos cívico- militares como
sistema basado en organismos intermedios, altamente inclusivo, con fuerte jerarquización,
participación obligatoria y arreglos institucionales con el Estado 56 .
54
LO VUOLO, R. (1993): “¿Una nueva oscuridad? Estado de Bienestar, crisis de integración social y
democracia” en Barbeito, A. y Lo Vuolo, R., op. cit.
55
FLEURY, S. (1997): Estados sin ciudadanos. Seguridad social en América Latina, Lugar Editorial,
Buenos Aires.
56
O’ DONNELL, G. (1997): “Estado y alianzas en la Argentina, 1956-1976”, en O’ Donnell, Contrapuntos.
Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización, Paidós, Buenos Aires.
57
NEFFA, J. (1998): Modos de regulación, regímenes de acumulación y sus crisis en Argentina (1880-1996).
Una contribución a su estudio desde la teoría de la regulación, Eudeba, Asociación Trabajo y Sociedad,
PIETTE, Buenos Aires.
58
ANDERSON, P. (1988): “Dictadura y democracia en América Latina” en Democracia y socialismo, Fichas
temáticas de Cuadernos del Sur, Editorial Tierra del Fuego. Buenos Aires.
17
La tensión entre el sector exportador agrícola y el sector industrial (que no llegó a adquirir
una autonomía con respecto a las transferencias de recursos del agro) dieron lugar a una
impasse económico que constituyó la base de las crisis políticas 59 .
Siguiendo la tipología propuesta por Esping- Andersen, podemos señalar que en Argentina
se configuró un híbrido institucional 62 centrado sobre un modelo conservador o
corporativista de protección social, al que se asociaron rasgos del modelo
socialdemócrata 63 . Durante el período de maduración de este complejo institucional, las
59
LATTUADA, M. (1986): La política agraria peronista (1943-1983)/1, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires.
60
ISUANI, E.; MERCER, H. (1988): La fragmentación institucional del sector salud: ¿pluralismo o
irracionalidad?, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
61
En lo que sigue retomamos la discusión presentada en BRITOS, N. (2003): “Astucias de la razón
neoconservadora: del silencioso desplazamiento de los derechos a las obligaciones en el campo de la
asistencia social”, en Britos, Caro, Carrizo, Echavarría, Hunziker y Rufinetti: Teoría crítica de la ciudadanía.
Notas para una política democrática, Ediciones Letras de Córdoba, Córdoba.
62
Para una fructífera utilización del concepto de ‘híbrido institucional’, véase BARBEITO, A.; LO VUOLO,
R. (1993), op cit.
63
“Los modelos que Esping-Andersen reconstruye son el modelo socialdemócrata, el modelo conservador y
el modelo liberal- residual, diferenciados a partir de a) los tipos de estratificación social que producen, b) los
niveles de desmercantilización que favorecen y c) del tipo de articulación entre Estado- mercado – familias en
la producción de bienestar social. El régimen socialdemócrata (asimilable al modelo de seguridad social o de
estado de bienestar institucional) promueve la unificación de las diversas políticas, la uniformidad de las
condiciones de adquisición de derechos, la cobertura total de la población en base al status de ciudadanía y la
cobertura de todos los riesgos sociales. El financiamiento se realiza en base a impuestos progresivos, y se trata
de prestaciones mínimas básicas pero suficientes (no relacionadas con contribuciones). Produce una
disminución de la estratificación social existente, al basarse en esquemas tributarios progresivos y favorece
niveles de desmercantilización elevados, esto es, habilita a los ciudadanos a recibir prestaciones sociales que -
por sus condiciones de acceso y su garantía de sustitución de ingresos- en ciertos momentos del ciclo vital les
permiten mantener niveles de vida socialmente aceptables fuera del mercado de trabajo. Predomina la
prestación a través de las instituciones estatales, con un amplio desarrollo de servicios que sustituyen labores
asignadas tradicionalmente a la mujer y las políticas promueven una independencia significativa tanto del
mercado como de la familia, por lo que es un modelo tanto desmercantilizador como desfamiliarizador.
Constituye un conjunto de arreglos institucionales que supone y al mismo tiempo promueve elevados niveles
de empleo, especialmente de las mujeres, aunque presenta un sesgo de género en cuanto a que existe una
marcada ocupación femenina en el sector público (especialmente, en los servicios sociales). El régimen
conservador (también descripto como corporativista y basado en el seguro social) promueve el mantenimiento
18
de las diferencias de status entre los distintos grupos ocupacionales para la organización de las políticas que
conforman el núcleo de la cobertura social. La cobertura está basada en la relación formal de empleo, y
organizada en distintos programas separados para cada riesgo social. Las cotizaciones en general son
tripartitas (empleador, empleado y Estado) y las prestaciones están directamente relacionadas con las
cotizaciones. Las políticas sociales y los derechos a la prestación se basan en la cobertura del varón cabeza de
familia, siendo también cubierto su grupo familiar dependiente, esto es, ni la esposa ni los hijos son derecho-
habientes en su carácter de ciudadanos, sino en base a su condición de familiares directos y dependientes del
trabajador, que es el titular de los derechos. Este modelo de protección social mantiene la estratificación
existente, y no aporta demasiado a la desmercantilización, al tiempo que es característicamente familiarista en
su organización institucional. No provee servicios sociales que faciliten la participación femenina en el
mundo del trabajo. Por último, el régimen liberal (o liberal- residual, también conocido como modelo de
asistencia social), se caracteriza por la escasa institucionalización de la protección social, que está basada en
la existencia de seguros con una importante participación del sector privado en la gestión de los mismos, con
acuerdos a nivel de empresas. Existe asimismo una cobertura pública de pensiones por vejez y servicios de
salud organizados a nivel nacional, y una considerable dispersión de programas de asistencia formulados e
implementados a nivel de estados y localidades. La asistencia se organiza en base a criterios de ‘menor
elegibilidad’, es decir, promueven el empleo mercantil antes que formas desmercantilizadas de subsistencia
para quienes no alcanzan los umbrales socialmente considerados mínimos. La asistencia se brinda
restrictivamente en base a test de medios, siempre por tiempo limitado y para algunos riesgos específicos, que
configuran condiciones de pobreza (como los programas para mujeres solas con hijos dependientes). Este
modelo promueve una dualización de la sociedad, entre quienes pueden resolver sus necesidades a partir de su
participación en el mercado de trabajo y quienes dependen de la asistencia. Produce asimismo la
estigmatización de los beneficiarios de los programas de asistencia, y las prestaciones no generan derechos,
sino que su concesión depende de criterios técnicos y políticos no siempre explícitos y muchas veces
cambiantes. Es un modelo que no aporta a la desmercantilización.” BRITOS; op. cit., pág. 102 y ss.
64
BRITOS, op. cit., pág. 103.
65
Es preciso señalar que aún las políticas universalistas presentan déficits en relación con los sujetos a los que
asiste el derecho a la prestación de servicios de educación y salud: los niños hijos de migrantes en situaciones
de irregularidad con respecto a la residencia tienen el derecho de asistir a la escuela primaria pero en la
práctica se les niega la acreditación de la finalización de sus estudios. En este sentido, el concepto de
ciudadanía como base para la consagración de derechos resulta excluyente.
66
GRASSI, E.; HINTZE, S.; NEUFELD, M. (1994): Políticas Sociales. Crisis y ajuste estructural, Espacio
Editorial, Buenos Aires, pág. 109.
19
Resulta ilustrativa del nuevo lugar que asumía la defensa del trabajo asalariado la reforma
constitucional realizada en 1949. Esta reforma, además, introdujo las siguientes
innovaciones: en cuanto a los derechos de libertad, se incorporó el hábeas corpus, que es
fundamental para garantizar la libertad de movimiento frente a las detenciones.
El artículo 35º señalaba que los abusos de los derechos que llevaran a cualquier forma de
explotación del hombre sobre el hombre configuraban delitos, con lo que se producía una
restricción de los derechos de propiedad frente a la función social de la producción. En el
Capítulo IV se establecía la función social de la propiedad, el capital y la actividad
económica y que los servicios públicos pertenecían a la Nación.
Los derechos humanos en la agenda: la violencia estatal y el debate no cerrado sobre las
violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar 1976-1983.
La contribución de las luchas por los derechos humanos iniciadas durante la dictadura
militar 67 sigue siendo central en las actuales luchas por los derechos, “el hecho de que las
violaciones de los derechos humanos afectaran a todo el espectro del tejido social, aunque
siempre con intensidades que variaron según dimensiones de clase y otras, abrió camino a
una preocupación más amplia con respecto a los derechos, a las demandas de que fuesen
respetados, y a la solidaridad entre las diversas víctimas de abusos cometidos o sancionados
por el Estado”. 68
67
Las organizaciones de derechos humanos en Argentina tienen una larga trayectoria de trabajo. La Liga
Argentina por los Derechos del Hombre fue fundada en 1937; el Servicio de Paz y Justicia, comenzó a
trabajar en nuestro país a partir de 1974; la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos fue fundada en
1975; el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos fue creado en 1976; Familiares de desaparecidos
y detenidos por razones políticas data de 1976; Madres de Plaza de Mayo fue creada en 1977; Abuelas de
Plaza de Mayo en 1977; el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) se creó en 1980. Ver
SONDERÉGUER, M. (1985): “Aparición con vida. (El movimiento de derechos humanos en Argentina), en
Elizabeth Jelin (comp.) Los nuevos movimientos sociales/ 2. Derechos humanos. Obreros. Barrios, Centro
Editor de América Latina, Buenos Aires.
68
JELIN, E.; HERSHBERG, E. (coords.) (1996): Construir la democracia: derechos humanos, ciudadanía y
sociedad en América Latina, Nueva Sociedad, Caracas. Pág. 16
21
En los años que fueron del 1971 al 1975, en Argentina se agudizaron los conflictos
distributivos 69 , proceso que coincidió con la intensificación del conflicto político-
ideológico vinculado a la confrontación capitalismo- socialismo, manifestado, además en la
emergencia de movimientos armados de izquierda. A comienzos de la década del 60 se
produce una radicalización política de los elementos más activos de las antiguas coaliciones
populistas, una radicalización hacia un socialismo revolucionario incipiente. Dos rasgos del
peronismo contribuyeron a esta evolución: su falta de una ideología precisa y su falta de
respeto por las instituciones parlamentarias de una democracia capitalista.
La diferencia entre las dictaduras militares del ‘60 y ‘70 con sus antecesoras es que
programaron una reintroducción de una democracia capitalista controlada al fin de su obra
de “reconstrucción”. Por lo que la democracia capitalista estable es construida aquí sobre la
derrota de las clases populares. La crisis y el ajuste estructural no se plantea solamente
como un problema de índole económica, sino que es parte de una redefinición global del
campo político-cultural y del carácter de las relaciones sociales, expresión, a su vez, de los
resultados de la lucha social y parte de un proyecto de “reintegración social” con
parámetros distintos a aquellos que entraron en crisis desde los años ‘70.
La forma de la ‘salida’ del proceso militar será una transición no pactada, con rasgos de un
derrumbe a partir de la derrota en la guerra de Malvinas. Ello impidió que llegara a
realizarse un pacto que garantizara la impunidad a los militares. Oscar Landi e Inés
González Bombal señalan que a partir del derrumbe del gobierno militar, se produjo una
‘guerra de los relatos’ sobre ese período 70 . El relato oficial de los militares contemplaba la
“lucha antisubversiva” como un acto de guerra; y algunos hechos represivos fueron
interpretados como “excesos” característicos de la contienda armada. Con la apertura
política no pactada, que originó la particular transición a la democracia en nuestro país, “se
fue imponiendo en la sociedad la interpretación que hablaba de las violaciones a los
derechos humanos por sobre las versiones de la ‘guerra’ propias del gobierno militar.
Comenzaba un conflicto frontal de relatos sobre el pasado, de construcción del sentido de
69
TORRE, J. (1983): Los sindicatos en el gobierno 1973-1976, Centro Editor de América Latina, Buenos
Aires.
70
LANDI, O.; GONZÁLEZ BOMBAL, I. (1995): “Los derechos en la cultura política”, en AAVV, Juicio,
castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Nueva Visión, Buenos Aires. Los
autores señalan que una encuesta realizada hacia fines de 1982 indicaba que el tema de los desaparecidos
afectaba más a mujeres que a hombres y que “era mencionado por todos los sectores sociales, aunque con un
poco menos de frecuencia por los sectores sociales más bajos”. Véase pág. 153.
22
71
LANDI; GONZÁLEZ BOMBAL, Op. Cit., pág.153.
72
VACCHIERI, A. (1991): Derechos humanos y la construcción cultural de la memoria política, CEDES,
Buenos Aires.
73
FILC, J. (1998): “La memoria como espacio de conflicto político: los relatos del horror en la Argentina”, en
Apuntes de investigación del CECYP, Año II, Nº2/3, Noviembre de 1998, Buenos Aires. Filc, en su trabajo,
analiza los relatos de la experiencia carcelaria de un grupo de ex presas políticas. Señala que las
interpretaciones sobre los dos demonios fueron asimiladas socialmente, como continuidad de los pares de
opuestos amigo/enemigo que había configurado la dictadura en relación con la inclusión/ exclusión de la
‘argentinidad’.
23
los responsables de esos delitos. Los delitos no alcanzados fueron: sustitución de estado
civil, sustracción y ocultamiento de menores y expropiación extorsiva de inmuebles. A
partir de estas excepciones, se logró un significativo avance en la justicia: la recuperación
de los hijos de detenidos- desaparecidos a partir del trabajo sistemático realizado por las
organizaciones de derechos humanos (especialmente Abuelas de Plaza de Mayo), y la
reconstrucción de historias de apropiación y sustitución de identidades configuraron un hito
en el que la justicia vuelve a ocupar un lugar central en la disputa: la memoria se vuelve
necesariamente parte de un movimiento de reclamo por la identidad y la justicia, que
formula el movimiento H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el
Silencio). A partir del juzgamiento de responsables de esos delitos, se ha llegado a la
posibilidad de que las leyes de impunidad sean declaradas inconstitucionales. No obstante,
la idea de “derechos humanos” que había quedado asociada en el sentido común a la
defensa de la vida frente a violaciones extremas por parte de un estado autoritario, y
ligada a la figura del “desaparecido”, recuperó su capacidad para que otras categorías de
víctimas fueran representadas a partir de esta idea.
Sigue vigente entonces la contribución central de los organismos y movimientos de
derechos humanos a la vida democrática, que consiste en la objeción que plantean: no hay
vigencia posible de un estado democrático de derecho sin justicia con respecto a ese
pasado, en la medida en que el tratamiento de ese pasado define los límites de la
democracia futura 74 .
74
Resulta de la mayor importancia señalar que la lucha por la declaración de inconstitucionalidad de dichas
leyes no ha concluído, y que la definición de la Corte Suprema de Justicia sobre estas leyes será trascendente
para la posibilidad de recrear las bases de la democracia, aunque precisamente éste poder se halla severamente
cuestionado en su legitimidad. Al momento de concluir este trabajo, se han presentado pedidos de detención
para su posterior extradición de militares acusados en España por el genocidio cometido en la década de 1970
en la Argentina. Como el genocidio puede ser perseguido internacionalmente, se abre una posibilidad de
juzgamiento a los militares por los delitos de lesa humanidad cometidos. Esta posibilidad de apelar
internacionalmente para que se enjuicie y castigue a los responsables de tales delitos es fruto del trabajo de
tantos años de las organizaciones de derechos humanos, y es preciso destacar el precedente histórico que
sienta esta posibilidad en cuanto a que sea posible la garantía de derechos humanos más allá de las decisiones
domésticas de los Estados nacionales.
75
O’ DONNELL, G. (1997): “¿Democracia delegativa?”, en O’ Donnell, Op. Cit.
76
BASUALDO, E. (2001): Sistema político y modelo de acumulación en la Argentina. Notas sobre el
transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001), Universidad Nacional de Quilmes/
IDEP/ FLACSO, Bernal.
24
‘necesidad y urgencia’ una actividad central del poder legislativo. Ello llevó a una
acentuación del presidencialismo.
Estado argentino debió sancionar las siguientes leyes y decretos reparatorios de las
violaciones a los derechos humanos 80 :
• Decreto 70/91, en el que se reconoce la reparación económica a los detenidos a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
• Ley 24.043, promulgada el 23 de diciembre de 1991, que establece beneficios a
personas que hubieran sido puestas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional durante
la vigencia del Estado de sitio, o que hubiesen sufrido detención en virtud de actos
emanados de tribunales militares.
• Ley 24.321, promulgada 8 de junio de 1994 en la que se otorga estatuto jurídico a la
desaparición forzada de personas y se establecen los procedimientos, plazos,
jurisdicciones pertinentes para realizar tal declaración.
• Ley 24.411, correspondiente a la reparación económica a familiares de personas en
condiciones de desaparición forzada, ley promulgada el 28 de diciembre de 1994.
Derechos Humanos. Por eso decimos, con todo fundamento, que después de Nuremberg esta es la primera
legalidad sancionada que reconoce la existencia de violaciones masivas a Derechos Humanos y fija
reparaciones compensatorias de daños causados por la tortura y privaciones ilegítimas de libertad. No cabe
duda que la legalidad argentina reparatoria de violaciones a Derechos Humanos es consecuencia directa del
‘Caso Córdoba’ y de modo particular del procedimiento y del contenido de la ‘solución amistosa’ a la que se
arribara en la Sede de la C.I.D.H. en el año 1993. Decreto Nacional 70/91; Ley 24043; Decreto 2722/91;
Decreto Nacional 1023; Resolución Conjunta M.I. Nº 15; Decreto Nacional 1313/94; Ley 24321; Ley 24411;
Resolución 1768 M.I.; Ley 24436; Ley 24499; Decreto Nacional 403/95; Reglamentación de la Ley 24411;
Ley Nac. 24823/97; Ley Nac. 24906/97.”, VEGA, J. (1998): La justicia en la transición democrática
argentina. Una investigación sobre la Justicia Argentina y los Derechos Humanos, Marcos Lerner Editora
Córdoba, Córdoba. Págs. 251 y 252.
80
Véase VEGA, J. (1995): Leyes Reparatorias de Violaciones a las Derechos Humanos, Marcos Lerner
Editora Córdoba, Córdoba.
81
MOLTENI, M. (1997): “Mecanismos de democracia directa en la Argentina”, en Molteni y Krause (coord)
Democracia Directa, Abeledo Perrot, Buenos Aires.
26
tanto, las consultas sólo pueden ser promovidas a instancias de los poderes Ejecutivo o
Legislativo” 82 .
82
MOLTENI, M., op.cit., pág. 62.
83
FLEURY, S., Op. Cit., pág. 143.
84
MARX, K. (1982): Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-
1858, vol. 2, Siglo XXI, México. (Pág. 110)
27
Trayectoria abierta
El recorrido que hemos trazado muestra los avatares de los derechos en nuestro contexto.
Muchos interrogantes deberían plantearse sobre la ciudadanía, como principio articulador
de una crítica a los arreglos institucionales en nuestro país, en especial, relacionados con la
situación de inmigrantes latinoamericanos en la actualidad, con la siempre frágil situación
de las mujeres, en especial, las que se encuentran en condiciones de mayor pobreza. No es
sencillo arribar a una conclusión sobre el estado actual de los derechos, en la medida en que
involucran también los medios institucionalizados para su ejercicio y la actividad creativa
de los movimientos sociales. En este sentido, insistimos en que se trata de una trayectoria
abierta, que exige, además, un ejercicio de crítica conceptual y política permanente. Sin
embargo, querríamos destacar que especialmente para el campo de los derechos sociales se
torna urgente la discusión sobre garantías específicas, que permitan contar con herramientas
para lograr su vigencia plena para todos. Pensar en garantías para los derechos sociales
implica revisar en primer lugar las distinciones arbitrarias en cuanto a los sujetos de los
derechos, y remediar las inequidades históricamente consolidadas entre sujetos con
derechos, cobertura real de las prestaciones y disparidades regionales. Además,
seguramente requiera de la imaginación sociológica, política, económica y jurídica para
discutir qué prestaciones deberían ser objeto de garantía. En esta dirección, consideramos
que las prestaciones universales, gratuitas y generalizadas en salud y educación, deben
complementarse con la instauración de un ingreso ciudadano o renta mínima, que efectivice
“los derechos sociales a la subsistencia y a la asistencia social por medio de la atribución de
un salario mínimo garantizado a todos los mayores de edad, incrementado, si procede,
según el número de hijos menores y completado, a partir de una determinada edad, con una
pensión de ancianidad” 87 . Diversos estudios aportan a la discusión sobre la oportunidad y
85
FLEURY, S., Op. Cit., pág.142.
86
BRITOS, N.; CARO, R. (2002): “Workfare, sufrimiento social y disciplinamiento laboral”, en Primer
Congreso Nacional de Políticas Sociales, Quilmes, publicación en CD.
87
FERRAJOLI, op. cit.
28
88
BARBEITO, A.; LO VUOLO, R.; PAUTASSI L.; RODRIGUEZ, C. (1999): La pobreza... de la política
contra la pobreza. Ciepp- Miño y Dávila Editores, Madrid. LO VUOLO, R. (2001): Alternativas. La
economía como cuestión social, Altamira, Buenos Aires. LO VUOLO, R. (Comp.) (1995): Contra la
exclusión. La propuesta del ingreso ciudadano, CIEPP, Miño y Dávila, Buenos Aires. VAN der VEEN, R.;
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ingreso ciudadano, CIEPP, Miño y Dávila, Buenos Aires.
29
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