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hacerlo olvidar, cobrándole el hecho de haberles dado vida, muchos por
poco tiempo, otros con la pretensión de volverlos eternos.
Mientras tanto, las obras en los anaqueles oscuros de los pisos bajos o
altos en donde la mirada es distraída, sin objeto de seducción, viven ese
proceso de apagamiento vital que muchas veces termina en puestos
callejeros de venta de segundas buscando algún lector, principiante
generalmente, o aficionado a un tema menor que lo rescate, que le dé
un aire, posiblemente su último aire antes de dejar de ser.
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La envidia de las obras entre sí se traslada a la envidia del bibliófilo
visitante hacia el soñador que paso a paso de su vida fue construyendo
semejante monumento para la lectura de la cultura que trasciende de
las fronteras mexicanas, latinoamericándose, y a la vez, dándole el
carácter de lo universal.
Mira, estimado lector de esta breve crónica, Los rituales del caos de
Monsiváis y lo comprobarás, hallarás en dicha casa museo todas las
obras que caben en la concepción de ser universales, aquellas que en
épocas distintas, en generaciones diferentes, con espacios disímiles
convergirán en el sentimiento de haber sido escritas ya para cada uno
de los nuevos lectores, no para el pasado, no para el futuro, sino para
mí, para mi presente.
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¿Y los autores? ¿Han recibido el mismo trato? ¿En qué oscuridades se
encontrarán? Posiblemente misteriosos espacios de los anaqueles nos
indicarán que su fantasía solo fue eso… fantasía. No construyeron el
erotismo seductor hacia el lector. ¿Cuáles serán sus congojas… las
tendrán? ¿Serán indiferentes al ostracismo de su obra? ¿Se habrán
suicidado?
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Torre de Babel en el DF
Cinco pisos ocupan la casa museo del Estanquillo, ubicado en una calle
emblemática de ciudad de México, Isabela La Católica, en una esquina,
a pocas cuadras del palacio de Bellas Artes. Tres pisos están con casi
toda su obra bibliófila, aunque faltan libros y nadie informa dónde están,
quién los tiene y los disfruta. ¿Estarán embalados? ¿Alguna universidad
se los habrá apropiado? Nadie informa.
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un sitio donde se vende licor, alcohol… el que aleja a la inteligencia, al
goce de la seducción y a la razón de la posesión de su espíritu.
El estanco que los griegos inventaron como lugar para reposar y guardar
lo valioso, lo comestible –allí depositaban tanto los alimentos que
consideraban preciosos, como las notas de sus escritos, de sus ideas– y
que evolucionó –con el diminutivo illo en Latinoamérica– a estanquillo.
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literarios, pero que refieren de una u otra forma a lo literario. La obra
literaria, para mí y será discutible para el lector de esta crónica, no es
más que el descubrimiento del Otro, de los Otros... de abandonar el Yo.
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En la pared izquierda hay una foto grabado de cómo se organizaba una
parte de la biblioteca:
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La primera edición de De las Obras de Soror Juana Ines de la Cruz (la
escribo como aparece en la carátula del libro) cuidadosamente guardada
no se escapan en la muestra de la colección de libros de Monsiváis.
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Libros dedicados a las enfermedades rurales del México del siglo XIX,
con excelentes grabados sobre ellas, como la de los pies escoriados, y
con lesiones por las famosas niguas.
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Diversos grabados y pinturas sobre papel y en tinta china recorren las
paredes de la casa, donde las pasiones del hombre y sus vicisitudes se
vuelven temas recurrentes, como los de Julio Ruelas, que en 1902
realizó una sobre la Esperanza en tinta china.
Otro bellísimo, del mismo Julio Ruelas, realizado en 1901 sobre papel y
en tinta china, titulado El poema de la locura, digna de un Durero,
superior a la Melancolía.
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En una vitrina, celosamente cuidada, uno se topa con una obra
medianamente conocida, Vuelta de Octavio Paz, primera edición de la
Editorial El mendrugo; sus textos se encuentran ilustrados con dibujos
de Kasuya Sakal. Su pasta y carátula está hecha de fique entretejido
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Fotos emblemáticas con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Octavio
Paz y múltiples autores universales y mexicanos medianamente
conocidos. Les comparto una fotografía con Juan Rulfo en 1980, de la
colección de Beatriz Sánchez Monsiváis.
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Y cómo no quedar boquiabierto, paralizado y con el sentimiento de
éxtasis al ver el grabado y la hoja en donde Juan Rulfo, el 1 de Octubre
de 1988, le dedica a Monsivais el inicio de Pedro Páramo… ”Vine a
Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre un tal Pedro Páramo.
Mi madre me lo dijo y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella
muriera”
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También miniaturas
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Una miniatura de las preferidas de Monsiváis, Sor Juana Inés:
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Sin embargo, la representación de la Divina Comedia de Dante Alighieri
sobresale entre todas, del artesano Alfredo Velásquez Lona. Cada círculo
es representado por una estante de miniaturas donde al observarlas
detenidamente es la representación fiel de lo escrito por Dante.
Por ser inmensamente grande les traigo unas fotos por partes:
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¿Será porque los gatos son independientes, individualistas, silenciosos,
vanidosos, egocéntricos y muy narcisistas? Características no muy
ajenas a aquellos que se dedican a la escritura, al mundo intelectual,
por ello la empatía que se produce entre estos dos seres.
En la foto que les traigo a continuación aparece Monsiváis con sus gatos
y el autor de este artículo.
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