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Barros Tratato Responsabilidad Extracontractual PDF
Barros Tratato Responsabilidad Extracontractual PDF
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ABREVIATURAS
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ABREVIATURAS
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ABREVIATURAS
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PRÓLOGO
II
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PRÓLOGO
III
8
PRÓLOGO
IV
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PRÓLOGO
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CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL
recho. (1) Estos son los preceptos del derecho: vivir honestamente, no dañar al prójimo,
dar a cada uno lo suyo. (2) La jurisprudencia es el conocimiento de las cosas divinas y hu-
manas, la ciencia de lo justo y lo injusto”.
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§ 1. EL LUGAR DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN EL DERECHO DE OBLIGACIONES
4 En lo sucesivo, a menos que se exprese o que del contexto resulte que se hace refe-
rencia a otro cuerpo normativo, cada vez que en este texto se cite un artículo, debe enten-
derse que se hace referencia al Código Civil chileno.
5 Destacando esa relación obligatoria, se ha resuelto que “la responsabilidad es un con-
cepto jurídico que en su acepción civil implica la obligación en que se encuentra una per-
sona de reparar y satisfacer el perjuicio o daño sufrido por otra” (Corte de Concepción,
10.8.2000, confirmado por la CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38); también se
ha fallado que “la responsabilidad es la obligación en que se coloca una persona en orden
a reparar adecuadamente todo daño o perjuicio causado” (Corte de Santiago, 10.7.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83).
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 1. EL LUGAR DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN EL DERECHO DE OBLIGACIONES
como puede ser el caso 3). Surgen entonces preguntas como las siguien-
tes: ¿qué daños se indemnizarán?; ¿por qué conceptos tiene la cónyuge del
trabajador fallecido una pretensión indemnizatoria?; ¿puede ser reparado
en dinero el sufrimiento de esa mujer o la pérdida de calidad de vida
asociada a la pérdida del ojo por quien abría la gaseosa?; y si así fuere,
¿cómo se avalúa la pérdida de un ojo?
También es común a todos los sistemas de responsabilidad la pregunta
por la conexión que debe haber entre el hecho del tercero y el daño. La
doctrina ha llamado causalidad a este requisito de la responsabilidad, que
se traduce en la exigencia de que exista alguna relación de razonable cer-
canía entre ambos factores. Así, por ejemplo, ¿puede atribuirse el daño en
el caso 4) a la conducta del embotellador?; ¿debe extenderse la responsa-
bilidad hasta efectos dañinos más bien extraordinarios, como ocurre en el
caso 6)?; ¿sobre quién recae el riesgo en el caso 1), si no se puede determi-
nar la causa precisa del defecto técnico que hizo colapsar al avión?
En los casos 1) y 4) existen contratos de transporte y compraventa,
respectivamente: ¿están obligadas las víctimas a fundar su acción en el
contrato o pueden escoger entre ésta y la acción de responsabilidad extra-
contractual? Y en los casos 3) y 4): ¿tiene influencia la condición particular
de la víctima (trabajador y consumidor, respectivamente) a efectos de esta-
blecer la responsabilidad del causante del daño?
b) Las preguntas anteriores muestran cómo el derecho de la responsa-
bilidad civil ha debido evolucionar hacia un complejo conjunto de princi-
pios y reglas, que a veces apuntan en direcciones diferentes. En
circunstancias que el Código Civil sólo plantea criterios muy generales de
responsabilidad, es inevitable que los aspectos más precisos de este orde-
namiento hayan sido desarrollados en gran medida por la doctrina y la
jurisprudencia.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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Esa es la estructura del tratado sobre las obligaciones de Pothier 1761 (1ª parte, Ca-
pítulo II) y del Código Civil francés (Título III, Capítulo III). La estructura ya se muestra
en la sistematización tardía del derecho romano (Inst. Just. 3.13 y siguientes); a pesar de
que la pandectística alemana del siglo XIX, que dio forma al BGB, intentó construir una
parte general del derecho de obligaciones, no pudo evitar que sus normas atiendan prefe-
rentemente a la relación contractual.
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El tratamiento conjunto de la responsabilidad contractual y extracontractual se ha
generalizado en Francia luego del tratado de los hermanos Mazeaud (Mazeaud et al. 1963);
con una aproximación semejante, Yzquierdo 1993 83. En nuestro sistema jurídico se acos-
tumbra seguir el esquema de Pothier, que el Código chileno toma del francés, donde bajo
el epígrafe ‘De los efectos de las obligaciones’ se tratan esencialmente preguntas de res-
ponsabilidad contractual, dejando para la responsabilidad extracontractual el tratamiento
diferenciado de sus elementos particulares (con énfasis en las diferencias con la responsa-
bilidad contractual).
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La distinción entre obligaciones principales y derivadas fue planteada por Pothier
1761 Nº 183; sobre su reconocimiento en la tradición analítica inglesa, especialmente en
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§ 1. EL LUGAR DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN EL DERECHO DE OBLIGACIONES
John Austin, Birks en Birks 1997 23. En Chile se ha fallado que “las fuentes de donde ema-
na la responsabilidad civil, son las mismas que el artículo 1437 del Código Civil señala como
origen de las obligaciones, y entre ellas aparecen las que surgen a consecuencia de la viola-
ción de un vínculo de obligación preexistente y aquéllas constituidas por la comisión de un
hecho ilícito, ajena a todo vínculo jurídico anterior, mediando dolo o imprudencia” (CS,
6.11.1972, RDJ, t. LXIX, sec. 4ª, 181). También se ha expresado que “la culpa contractual y
extracontractual están regidas por leyes diversas, que tienen alcance y extensión distintas.
La primera se produce por incumplimiento o retardo del deudor de una obligación que
nace del contrato, del cuasicontrato o de la ley. Y la segunda no tiene ningún nexo entre
una parte y otra; se genera por hechos de personas extrañas entre sí, que no se pueden
prever mediante convenciones preexistentes” (CS, 3.7.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 1ª, 252).
Asimismo, la Corte Suprema ha sostenido que “la responsabilidad contractual es la que ema-
na de la existencia de un vínculo previo entre la parte que reclama la indemnización y aquélla
a la cual se demanda, y la responsabilidad extracontractual es aquella que deriva de un he-
cho ilícito que ha inferido injuria o daño en la persona o propiedad de otro. En ambos
casos, establecidos sus requisitos de procedencia, conducen al resarcimiento respectivo, pero
en la primera de ellas necesariamente debe existir una vinculación entre las partes y, en la
segunda tal nexo no se presenta” (CS, 2.10.2003, F. del M. 515, 2956); en el mismo sentido,
CS, 11.5.2004, GJ 287, 247; y CS, 7.10.2004, GJ 292, 220.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
que “la línea divisoria entre los deberes de cuidado emanados del contrato y aquellos que
emanan del deber general de no causar culpablemente daños a terceros, es muy borrosa
en ciertos ámbitos del quehacer humano” (Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmado
por la CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38).
12 En verdad, el mayor efecto que ha tenido el movimiento crítico ha sido remecer al-
gunos supuestos radicalmente voluntaristas sobre los cuales está construida la doctrina tra-
dicional del contrato, haciéndose cargo de los tipos contractuales que se alejan del modelo
clásico del contrato negociado; la doctrina del contrato ha devenido en menos ingenua res-
pecto de sus supuestos y se ha mostrado suficientemente flexible para abrir paso al discer-
nimiento de las diversas realidades contractuales; al respecto es admirable la temprana
lucidez de Raiser 1958 y Raiser 1960. Un fino análisis del principio del consentimiento como
constitutivo de la obligación contractual en las formas contractuales contemporáneas pue-
de consultarse en Smith 2004 323.
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§ 1. EL LUGAR DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN EL DERECHO DE OBLIGACIONES
13 Sobre la lógica económica de tales acuerdos, Coase 1960 83, Calabresi 1970 145.
14 En haber mostrado la diferencia entre el esquema analítico que permite concebir
las relaciones recíprocas sobre la base de un sistema de contratos y las restricciones impuestas
por la realidad radica el mérito más importante de Coase 1960.
15 Las Inst. Just. 3.37 hablan de los cuasicontratos como “obligaciones que no nacen,
propiamente hablando, de un contrato, pero que, sin nacer tampoco de un delito, parece
que nacen como de un contrato” (énfasis mío). Sobre este aspecto modal y no sustantivo del
concepto de cuasicontrato en el derecho romano, Guzmán 1996 I 707.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
fuentes principales (contrato, ilícito y enriquecimiento sin causa), a lo cual se agregan otras
obligaciones de fuentes diversas, incluidas las propiamente legales (Birks en Birks 1997 19).
El instituto del enriquecimiento sin causa aparece formulado con bastante generalidad ya
por Pomponio (Digesto 50.17.206), pero su establecimiento como criterio general de clasi-
ficación de obligaciones parece provenir de Grocio (Zimmermann 1990 885).
19 Weinrib en Birks 1997 44.
20 El ámbito de las obligaciones restitutorias es muy extenso en derecho civil. Además
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§ 2. MODELOS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD Y RIESGOS
21 Holmes 1923 95. En el mismo sentido, Alessandri 1943 109, quien, refiriéndose a la
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
22 Por cierto que es legítimo tratar sistemáticamente los instrumentos legales de com-
pensación de daños, pero ello supone asumir una perspectiva más general que la de la mera
responsabilidad civil (ejemplar en este sentido, Cane/Atiyah 1999 4 y passim).
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§ 2. MODELOS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD Y RIESGOS
23 Las áreas más importantes de seguro obligatorio en el derecho nacional son el segu-
ro de daños personales causados por vehículos motorizados, establecido por la ley Nº 18.490
(infra Nº 542) y el seguro de accidentes del trabajo, establecido por la ley Nº 16.744 (infra
Nº 496); en general, sobre los seguros obligatorios, infra Nº 869.
24 Problemas de concurrencia de indemnizaciones se suelen presentar cuando los se-
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
26 En general, la jurisprudencia parece compartir esta idea. Así, se ha fallado que “la
reparación del daño es el principal efecto que nuestro legislador asigna a la responsabili-
dad delictual o cuasidelictual civil” (Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83);
y que “del conjunto de preceptos que rigen las indemnizaciones provenientes del daño, se
desprende que su procedencia, si bien lo presupone para quien lo experimente o sufre,
respecto de la obligación de indemnizarlo para el que lo produce, cabe sólo como conse-
cuencia de un delito o cuasidelito” (Corte de Santiago, 14.10.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª,
132); en igual sentido, Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212.
27 Bydlinski 2004 348.
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§ 2. MODELOS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD Y RIESGOS
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 2. MODELOS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD Y RIESGOS
cación bastante general surgió de una interpretación que la Corte de Casación hizo del ar-
tículo 1384 del Código francés, que establece una regla de responsabilidad por el hecho de
las cosas y personas que están bajo el cuidado (garde) de un tercero, en cuya virtud se da
lugar a una responsabilidad de ese tipo cada vez que en el accidente intervenga causalmen-
te una cosa detentada por ese tercero (Mazeaud/Chabas 1998 559). Es probable que esta
interpretación de lege ferenda de esa norma haya determinado la enorme expansión, mayor
que en cualquier otro sistema jurídico, de la responsabilidad en el derecho francés.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 2. MODELOS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD Y RIESGOS
33 Infra § 14.
34 Infra §§ 17 y 18.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
sa, aunque tiene sus raíces en las doctrinas de Aristóteles y de la escolástica sobre la justicia,
en el personalismo ético de Kant y en el empirismo pragmático anglosajón (D. Hume, J. Ben-
tham). En circunstancias que este no es un libro de filosofía del derecho, no pretendo aven-
turarme con originalidad en estos terrenos, de modo que me limito a hacer algunas referencias
bibliográficas que me han resultado particularmente importantes. Entre ellas, me parecen re-
levantes en la afirmación del derecho privado como un orden fundado en la idea de justicia
correctiva, Coleman 1992, Fletcher 1972, Gordley en Owen 1995 y Weinrib 1995; en el análi-
sis instrumental (económico) de la responsabilidad, Holmes 1923, Calabresi 1970, Epstein 1999
(con la ventaja de ser un libro que desarrolla una exposición completa sobre el derecho de
torts), Posner 1992 y Shavell 1987; las mejores exposiciones generales del derecho de la res-
ponsabilidad desde una perspectiva funcional me parecen Fleming 1985 y Kötz/Wagner 2006
(en este libro se sigue especialmente la edición anterior, Kötz 1991); para un enfoque plura-
lista, que asume que el estatuto de la responsabilidad cumple diversos fines (aunque críticos
de algunas premisas ingenuas del enfoque económico), Cane 1996, Honoré en Owen 1995 y
Honoré 1999. Véanse también las notas siguientes.
40 Un análisis de los fines encontrados de la responsabilidad civil en Deutsch 2002 b;
en general, acerca de la pluralidad de principios en el derecho civil, Esser 1956 113, Auer
2005 10.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
de bienes y usualmente cometemos el error de pensar que ello no plantea problemas lógi-
cos significativos. Las dificultades de una elección en que participan preferencias concu-
rrentes de distintas personas fueron esencialmente mostradas en Arrow 1963; dificultades
análogas pueden plantearse cuando se trata de conceptos valorativos concurrentes para com-
prender una institución jurídica. Por eso, parece correcta la percepción de Weinrib 1995
95, en orden a que la argumentación debe adoptar una estructura unitaria, que él entien-
de que sólo puede provenir de la idea de justicia correctiva. En conciencia de estas dificul-
tades, en este libro se asume que el derecho de la responsabilidad patrimonial debe ser
coherente con postulados de justicia correctiva (porque, de lo contrario, abandona su pre-
tensión justificatoria más elemental), sin perjuicio de que preguntas abiertas (que suelen
ser muchas) requieran un análisis consecuencialista (como ocurre, por ejemplo, con la de-
terminación en concreto de los deberes de cuidado). Sobre las dificultades de un pluralis-
mo metódico en el derecho de la responsabilidad, incluyendo proposiciones para manejarlas,
Chapman en Postema 2001 280. El enfoque aquí adoptado, que no es infrecuente en el
derecho penal, supone que algunos principios operan como condiciones para atribuir res-
ponsabilidad (justicia correctiva) y otros como fines (disminuir las conductas indeseables);
un desarrollo lúcido de esta idea en Honoré en Owen 1995 90.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
44 Infra §§ 7 y 8.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
47 Esta idea fue formulada por Coleman, quien luego la ha criticado, porque no se hace
libertaria, en Epstein 1973; para una sintética nota crítica, Perry en Postema 2001 85.
49 Viney 1997 335.
50 Así se muestra en el enfoque comprensivo de Cane/Atiyah 1999, quienes analizan la
responsabilidad civil como un subconjunto de los mecanismos legales para enfrentar riesgos.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
riesgos que nos afectan (salud, empleo, propiedad), sólo algunos pueden
ser calificados bajo reglas de responsabilidad (por expansivas que sean),
de modo que si se entiende que el fin es la protección frente al infortunio,
los caminos legales deberían ser mucho más comprensivos que el estatuto
de responsabilidad.
En verdad, es muy discutible que la compensación de la víctima sea tarea
per se de la responsabilidad civil. Cuando la sociedad desea proteger a ciertos
grupos vulnerables puede establecer regímenes de responsabilidad estricta,
pero también tiene el camino de los seguros obligatorios (como ocurre con los
accidentes del trabajo y los riesgos del tránsito) o de la seguridad social, que sí
tienen por principal finalidad compensar los daños. Finalmente, si la víctima
es aversa al riesgo, siempre está abierto el camino del seguro contra daños
propios, que cubre los riesgos generales de la vida, cualquiera sea su fuente.
En definitiva, el argumento de la seguridad de la compensación como criterio
de atribución de una obligación indemnizatoria, tiende a disolver la pregunta
por la responsabilidad del demandado respecto de la víctima (esto es, la rela-
ción de derecho privado entre ambos) en una cuestión muy distinta, relativa a
los mecanismos institucionales para la protección frente a los riesgos genera-
les de la existencia.51 El efecto es que el derecho civil se transforma en un
instrumento imperfecto del derecho social.
costos de compensación (siendo primarios los daños que sufren las víctimas y terciarios los
administrativos); lo que desde esa perspectiva aparece como costo, en la dimensión de la
justicia distributiva aparece como compensación, estimando que los mejores mecanismos para
procurarla son buscar el indemnizador solvente (deep pocket) y la responsabilidad estricta
(Calabresi 1970 39).
52 Aristóteles Ética Nicomaquea 5.4,1132 a.
40
INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
cercanía con el concepto hegeliano de una racionalidad interna al derecho privado (Hegel
1821 § 31). De hecho, un trabajo temprano de Weinrib se refiere al concepto de derecho
privado en Hegel (Weinrib 1989). Un aspecto poco explorado de la justicia correctiva como
elemento estructural de la relación de derecho privado se refiere a la función neutral que
corresponde a la justicia en un estado de derecho, que se opone a una función que atiende
a finalidades que trascienden el caso; al respecto, Atria 2005 135.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
como antídoto contra la tradición que hace inteligible el derecho privado a la luz de la doc-
trina no instrumental de la justicia correctiva, y, por otro, como una teoría instrumental
pero vacía respecto del derecho, que deja espacio para el proyecto político del movimiento
de Law & Economics. Sobre esta sorpresiva (pero explicable) simbiosis entre el análisis eco-
nómico del derecho y el positivismo jurídico de Kelsen, infra Nº 21.
12 y 13.
62 La teoría económica persigue ser una ciencia positiva del comportamiento en la me-
dida que pretende una explicación de la conducta de las personas sobre la base de un mo-
delo básico de decisión racional. El trasfondo de la capacidad predictiva de la teoría está
dado por el modelo del sujeto racional, que persigue satisfacer sus intereses en el mayor
grado y al menor costo posibles. Pero no es este el sentido en que aquí resulta relevante la
pretensión positiva de la teoría económica; se trata de explicar el derecho privado vigente
a la luz de directivas que responden a una racionalidad económica.
63 Esta teoría es desarrollada particularmente en Landes/Posner 1987. A la hipótesis
subyace la idea de que seguimos ciertas prácticas que son valiosas (porque aumentan el bien-
estar), aunque usualmente por malas razones (porque las tenemos por conformes con al-
gún ideal de justicia); particularmente ácido en criticar este trasfondo teórico, Coleman en
Postema 2001 189 y, muy especialmente, Coleman 2003 37.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
17. Nivel óptimo de prevención de daños. El fin más inmediato del derecho
de la responsabilidad civil es la óptima prevención de accidentes. La complejidad
de la definición de este óptimo de prevención deriva de que la vida humana
tiene fines múltiples, ninguno de los cuales puede ser considerado sin rela-
ción con los demás. Por eso, desde un punto de vista instrumental, la finali-
dad de las reglas de la responsabilidad civil no es evitar a toda costa que se
produzcan accidentes, sino impedirlos en la medida que los costos que produ-
cen esos accidentes excedan los costos asociados a su prevención.66 Por eso,
64 La hipótesis parece también verificarse en la norma del artículo 2327 del Código Ci-
vil, sobre responsabilidad por el hecho de animales fieros, proveniente del derecho romano.
65 En ello radica una diferencia esencial con el enfoque de la justicia correctiva (Cole-
esencial es el costo primario, representado por los daños que sufren las víctimas (daños cor-
porales del herido en un choque, incendio de una plantación por las chispas que saltan de
una máquina de ferrocarril); si se ha fracasado en prevenir el costo primario, el fin preva-
lente de la responsabilidad civil será reducir el costo secundario, cual es proveer a la compen-
sación de las víctimas (sobre la compensación como fin de la responsabilidad a la luz de la
justicia correctiva, supra Nº 12); finalmente, un sistema racional de responsabilidad civil debe
hacerse cargo de la tarea de disminuir los costos terciarios, consistentes en los costos adminis-
trativos asociados al sistema de responsabilidad (costos de información, profesionales, de
transacción para llegar a acuerdos contractuales y otros semejantes). Los costos de preven-
ción son esencialmente los dirigidos a evitar los costos primarios.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
67 Siguiendo esta línea argumental, la Corte Suprema ha considerado que “la conduc-
ción de cualquier vehículo motorizado crea un riesgo, el cual, sin embargo, el ordenamiento
jurídico permite, en atención a los beneficios sociales que implica el empleo de esos me-
dios de transporte. Tal autorización, sin embargo, reconoce límites impuestos por el cuida-
do debido e implica la observancia de una serie de regulaciones tendientes a evitar que se
excedan dichos márgenes de tolerancia. Cuando esto último ocurre, el hecho ha de consi-
derarse socialmente intolerable” (CS, 12.11.2003, GJ 281, 155, también publicada en F. del
M. 516, 3253).
68 El desarrollo más influyente de los conceptos de prevención y de sus respectivos ins-
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
72 Sobre esta idea de maximización de la riqueza, Posner 1990, capítulos 12 y 13; una
breve reseña en Posner en Owen 1995 99; una reseña de las dificultades que plantea el su-
puesto asumido por el enfoque económico de que el bienestar es un bien analíticamente
simple en Coleman 2003 20.
73 No es el lugar para discutir la crítica que la ciencia empírica del comportamiento
juristas (especialmente Ludwig von Mises y Franz Böhm) en la llamada escuela austriaca,
cuya ruta fue proseguida especialmente por Friedrich von Hayek y Ernst Mestmäcker. Son
pensadores europeos que vivieron el desafío del totalitarismo y desconfían del Estado como
agente instrumental de dirección social. Rechazando el utilitarismo, que sirve de antece-
dente a la moderna economía de bienestar, estos autores invocan la tradición de Adam Smith,
que enseñaba derecho y economía, y cuyo mayor aporte ven precisamente en haber descu-
bierto la interacción entre la mano oculta del mercado y la muy visible mano ordenadora
del derecho (Mestmäcker 1986 59).
75 Un apasionado desarrollo de estas ideas en Hayek 1973/79 I 1.
49
§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
cer lo que una persona debe hacer cuando su conducta puede dañar a
otros. Son reglas de justicia que no necesariamente han sido formuladas,
pero que son discernibles en el contexto de una relación interpersonal76 y
que permiten determinar los límites de lo lícito y definir las consecuencias
que se siguen de su infracción. En definitiva, un discernimiento de la lógi-
ca del desarrollo espontáneo de la sociedad civil supone evitar un concep-
to puramente instrumental del derecho, y atender, por el contrario, a
criterios de justicia, entendidos como predicados de las acciones humanas
y no del orden social en su conjunto.77
b) La mejor manera de ilustrar la radical diferencia de enfoques entre
la doctrina instrumentalista sobre derecho y economía y la teoría del dere-
cho como estructura básica de los órdenes espontáneos se muestra en la
manera como Posner y Hayek, respectivamente, se enfrentan con la teoría
del derecho de Kelsen.
Para Hayek, el positivismo jurídico es el camino a la perdición de la
tradición del derecho civil, porque lo transforma en un instrumento de
políticas públicas impuestas por actos de decisión (taxis); se trata de un
concepto de derecho que inevitablemente afecta el funcionamiento fluido
del orden espontáneo, porque lo interfiere mediante decisiones oportu-
nistas. Las normas que resultan de estas intervenciones son adoptadas en
un marco de información necesariamente imperfecto, con el resultado de
que no se pueden prever sus efectos indeseables (externalidades negati-
vas). Pero, más allá de esta cuestión epistemológica (referida a los límites
del conocimiento), el concepto instrumental de la norma jurídica subvier-
te el principio jurídico de la libertad, que tradicionalmente ha caracteriza-
do al derecho privado y le permite desarrollar la función ordenadora, pero
no impositiva (nomos), a que se ha hecho referencia. 78
En contraste, Posner ha descubierto en Kelsen la teoría del derecho
que mejor se aviene al radical instrumentalismo de la escuela de law and
economics.79 En la medida que el concepto positivista de derecho es libre de
todo contenido y carece de vinculación con una idea de valor, deja abierto
el camino para una adjudicación judicial pragmática. De ese modo, se
abre espacio para una forma de pensar instrumentalista en el ámbito judi-
cial (que es la preocupación práctica esencial de Posner). El complemen-
50
INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
recho: que podemos gobernarnos a nosotros mismos en la medida que el legislador deriva su
potestad de los ciudadanos y al mismo tiempo tratarnos como fines, no como medios”.
83 Tullock 1980.
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§ 3. FINES Y VALORES EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
87 Kötz 1991 71; para un análisis crítico, desde el punto de vista de la prevención ópti-
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§ 4. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RESPONSABILIDAD POR DAÑOS
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
55
§ 4. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RESPONSABILIDAD POR DAÑOS
zó en las doctrinas modernas del derecho natural y fue recogido por las
codificaciones.102 Con todo, la idea de pena civil sigue latente en el derecho
contemporáneo, como se verá al tratar del daño (infra Nº 198).
que nacen quasi ex delicto. Sin embargo, este concepto de cuasidelito se refiere a los tipos
de negligencia a que se ha hecho referencia y a determinadas figuras en que no puede ha-
blarse propiamente de negligencia, pero que son tratadas como tal, como ocurre con la
responsabilidad por la caída de un objeto desde la parte superior de una edificio (Inst. Just.
4.5, en relación con 3.13).
106 Coing 1985 I 506.
107 La síntesis del método generalizador de la modernidad y de la tradición medioeval tar-
día se expresa en la fórmula de Grocio sobre las fuentes de las obligaciones: “Hay tres razones
para que se nos deba algo: contrato, culpa y ley (…). Nos referiremos ahora a las obligaciones
que el derecho natural hace nacer de los actos ilícitos. Ilicitud se denomina aquí culpa y consis-
te en un acto u omisión que infringe lo que los hombres deben hacer bajo toda circunstancia o
según sus calidades especiales. De tal culpa nace en razón del derecho natural la obligatorie-
dad de reparar los daños provocados” (Grocio Del Derecho de la Guerra y de la Paz 6.17).
108 Pothier 1761 Nº 116. Sobre las influencias romanas y germánicas en Pothier, Stein
1996 158.
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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§ 4. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RESPONSABILIDAD POR DAÑOS
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INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
nes para que el sistema de responsabilidad civil observe los mismos princi-
pios del seguro y pase progresivamente a ser considerado como garantía
de la compensación.
Esta última tendencia es resistida en este libro, porque provoca que la
responsabilidad civil se disuelva en los sistemas de seguro obligatorio y de
seguridad social, cualquiera sea su estructura. De la circunstancia que la
responsabilidad civil tenga un lugar secundario como instrumento de com-
pensación (por la generalización de los seguros obligatorios de daños y de
la seguridad social), no se sigue que su justificación sea la misma del segu-
ro. Mal que mal, el seguro es establecido precisamente porque la respon-
sabilidad civil no puede actuar como garantía general de compensación
de daños (supra Nº 5 y especialmente infra Nº 859).
b) Posición estratégica de las partes en materia probatoria. Una segun-
da tendencia es interna al sistema de responsabilidad por culpa, en cuanto
atiende a la posición estratégica de las partes en el juicio de responsabili-
dad. El requisito de la culpa y la causalidad imponen a la víctima el deber
de probar que el daño sufrido se debe al hecho culpable del demandado.
En casos típicos, como los accidentes del tránsito, esta prueba es sencilla,
pues basta probar la infracción a la regla del tránsito que ocasiona un
daño. En otras ocasiones, sin embargo, la prueba de la culpa o de la causa-
lidad puede ser en extremo dificultosa para la víctima, atendida la situa-
ción de desequilibrio estratégico en que se encuentra respecto del
demandado (que controla la información). Es el caso, por ejemplo, de los
productos defectuosos que causan un daño: el consumidor usualmente no
está en condiciones de probar la negligencia que provocó en concreto el
defecto, de modo que bajo el principio general sobre carga de la prueba,
lo más probable es que quede en la indefensión.
El más eficiente correctivo en estos casos son las presunciones de responsa-
bilidad, que invierten la posición estratégica que las partes tienen en el
juicio de responsabilidad. Las presunciones de responsabilidad por el he-
cho ajeno (de dependientes) y por el hecho propio (de quien genera un
daño en ejercicio de una actividad peligrosa, por ejemplo) se pueden justi-
ficar por razones de justicia, porque se hacen cargo de la posición efectiva
de las partes para proveer de prueba, y de eficacia preventiva, porque im-
piden que crezca la cifra negra de accidentes culpables, pero que no gene-
ran costos indemnizatorios para quien negligentemente los provoca.114
c) Culpa anónima o en la organización. Desde el derecho romano, el
concepto civil de culpa tiene un carácter objetivo, esto es, supone comparar la
conducta efectiva con un estándar general de conducta. Esta característica
favorece la expansión de la responsabilidad, porque simplifica la prueba y
establece estándares generales y adaptables a las expectativas recíprocas de
comportamiento. Aun así, suele ser muy difícil, especialmente en procesos
productivos complejos, identificar la acción culpable concreta que da lu-
gar al accidente. En estos casos, la única manera razonable de construir el
59
§ 4. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RESPONSABILIDAD POR DAÑOS
60
INTRODUCCIÓN A LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
115 Así, se ha fallado que “no puede afirmarse que todo accidente que infiera daños
importe de suyo falta o culpa imputable a persona determinada, porque es menester, para
que exista un cuasidelito, que el perjuicio producido provenga de un hecho ilícito o bien
de la omisión de actos de cuidados o diligencia requeridos por la ley” (CS, 21.9.1923, RDJ,
t. XXII, sec. 1ª, 481).
116 Larenz/Canaris 1994 352.
61
§ 5. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD POR CULPA O NEGLIGENCIA EN EL DERECHO CHILENO
suficiente para que éste pueda ser objetivamente atribuido al hecho culpa-
ble del demandado. La doctrina y la jurisprudencia nacionales comparten
esta enumeración de requisitos.117
b) A pesar de que la culpa civil no implica un juicio subjetivo de reproche
al autor del daño, el derecho exige que la acción por la cual el sujeto responde
le sea atribuible como su acción libre. Este requisito elemental de atribución
subjetiva se descompone en los requisitos de que el sujeto responsable sea capaz
y haya actuado de una manera que resulte imputable a su voluntad. Ambos
aspectos del requisito subjetivo de la acción serán analizados en el Capítulo II.
c) La culpa articula el régimen general de responsabilidad, porque es-
tablece el criterio para atribuir la obligación reparatoria. La culpa civil
comprende genéricamente las hipótesis de culpa intencional (dolo) y de
culpa no intencional (negligencia). En circunstancias que el requisito me-
nos exigente es la negligencia, éste es también el umbral de la responsabi-
lidad civil. La negligencia civil es esencialmente la falta del cuidado debido
de acuerdo con un estándar de comportamiento. La definición de ese
estándar, así como las diversas hipótesis y problemas de aplicación, serán
analizadas en el Capítulo III.
d) El elemento más genérico en la responsabilidad civil es el daño,
porque es común a toda forma de responsabilidad civil, sea por culpa o
estricta. A diferencia de lo que ocurre en materia penal, no hay responsa-
bilidad patrimonial si la víctima no ha sufrido daño alguno. Por eso, el
concepto de daño es determinante para definir la extensión material de la
responsabilidad civil. El daño como elemento de la responsabilidad civil
por culpa y estricta será analizado en el Capítulo IV.
e) La responsabilidad civil supone que el daño sufrido por el deman-
dante sea objetivamente atribuible al hecho del demandado. Este requisito
se expresa en la idea de causalidad, pero comprende, en verdad, dos ele-
mentos diferentes: por un lado, el hecho del demandado debe ser condición
necesaria de la ocurrencia del daño, pues a falta de esta conexión no es
posible atribución alguna de responsabilidad; por otro lado, entre el hecho
del demandado y el daño debe existir una relación de suficiente proximi-
dad, que en nuestra tradición civil se expresa en el requisito de que el daño
debe ser directo. Ambos aspectos de la atribución objetiva del daño al hecho
del demandado serán tratados en el Capítulo V, sobre causalidad.
117 Así lo entiende la doctrina nacional (Alessandri 1943 123, Ducci 1936 19, O. Tapia
1941 130, Corral 2003 105); y también la jurisprudencia dominante; a modo de ejemplo, véanse
las siguientes sentencias: CS, 19.4.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 83, publicada también en F. del
M. 497, 452; Corte de Santiago, 6.12.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 117; CS, 8.10.2001, GJ 256,
232, publicada también en F. del M. 503, 3385; CS, 4.9.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 186; CS,
13.11.2002, GJ 269, 39, publicada también en F. del M. 504, 3702; Corte de Santiago, 8.9.2004,
GJ 291, 238; y Corte de Copiapó, 15.12.2004, rol Nº 543-2004. P. Rodríguez 1999 119 agrega
el requisito de antijuridicidad; que fue introducido por el BGB alemán y ha sido recogido
por la doctrina italiana y argentina; la funcionalidad de este requisito es discutida incluso en
los sistemas jurídicos donde forma parte de la regulación legal (Kötz 1991 41), de modo que
no resulta necesario ni conveniente introducirlo en el análisis del derecho chileno (infra Nº 51).
62
CAPÍTULO II
HECHO IMPUTABLE
63
§ 7. CAPACIDAD
§ 7. CAPACIDAD
2 Chabas 2000 b Nº 9; en Francia la incapacidad por demencia dejó de ser una excusa
64
HECHO IMPUTABLE
blece un sistema de responsabilidad penal de los adolescentes por infracciones a la ley pe-
nal. La ley establece un régimen especial caracterizado por penas menos severas y medidas
alternativas a las penas privativas de libertad que persiguen sancionar y favorecer el desa-
rrollo e integración social del condenado; para un análisis del sistema de justicia penal para
adolescentes, véase Berrios 2005 passim.
5 En el caso de las faltas sólo son responsables conforme a la ley Nº 20.084 los adoles-
65
§ 7. CAPACIDAD
7 Así, Alessandri 1943 134; para Ducci 1936 51, el decreto de interdicción tiene el va-
66
HECHO IMPUTABLE
9 Así, tempranamente se falló que hay responsabilidad del menor de doce años que da
muerte a una persona utilizando un arma de fuego “por no haber evitado la dirección del
arma cargada hacia el finado M. en el momento en que éste pasaba por su frente” (Corte
de Santiago, 20.6.1861, G. de los T., 1861, Nº 1056, 666). En otro caso, se dijo que “comete
cuasidelito (…) el menor de doce años de edad que atropella con el auto que maneja, sin
tener la autorización competente ni la edad que requieren los reglamentos, a una persona,
causándole la muerte” (Corte de Concepción, 9.10.1939, G. de los T., 1939, 2º sem., Nº 161,
672). En el mismo sentido, Alessandri 1943 140, Ducci 1936 52.
10 El ejercicio por el juez civil de la facultad de efectuar un juicio de discernimiento es
67
§ 7. CAPACIDAD
11 Así se explica que la jurisprudencia haya entendido que “la responsabilidad civil
de un tercero surge (…) no propiamente por el hecho ilícito ajeno, sino que por su des-
cuido personal como cuidador o empleador que debería estar vigilante de la capacidad o
correcto desempeño de las labores de sus protegidos o dependientes en el ejercicio de
sus actividades respectivas o en las tareas específicas que por razón del empleo se les hu-
bieren encomendado” (CS, 29.8.1974, RDJ, t. LXXI, sec. 4ª, 261, también publicado en F.
del M. 190, 181).
68
HECHO IMPUTABLE
12 Se ha fallado que “si bien es efectivo que de conformidad al artículo 545 del Códi-
go Civil las personas jurídicas son ficticias y pueden ser representadas judicial y extrajudi-
cialmente, no es menos efectivo que de acuerdo al artículo 550 del mismo Código las
referidas personas tienen voluntad, al igual que las naturales, con la sola diferencia de
que en aquéllas la aptitud volitiva radica en sus órganos o reunión legal; por consiguien-
te, es perfectamente posible entender que puedan contraer, directamente, las obligacio-
nes a que se refieren los artículos 1437 y 2284 del Código Civil, entre las cuales interesa
destacar las que nacen del hecho ilícito, respecto del cual el artículo 2314 del cuerpo le-
gal citado se limita a señalar cuál es su consecuencia jurídica –la obligación de indemni-
zar– sin distinguir clases de autores” (CS, 16.11.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 192). En el
mismo sentido, se ha resuelto que “las personas jurídicas o naturales se encuentran obli-
gadas a indemnizar el daño o los perjuicios sufridos por otra a causa de hechos que son
de su responsabilidad” (Corte de Valdivia, 15.5.2002, confirmada por la CS [cas. fondo],
4.9.2002 y 24.7.2003, GJ 277, 99).
13 Von Savigny 1840 II § 60.
14 Sobre las doctrinas que explican la naturaleza de la persona jurídica, Lyon 2003 25.
15 Kleindeck 1997 172 y 479.
69
§ 8. HECHO LIBRE DEL RESPONSABLE
multas e incluso con su disolución a las personas jurídicas de derecho privado que incu-
rran en actos monopólicos (DL 211/1973, artículo 26). Las normas sobre mercado de valo-
res sólo establecen responsabilidad penal para las personas naturales que incurren en ilícitos
(Ley de valores, artículos 58 y siguientes); pero ello no excluye las sanciones administrati-
vas que puede imponer a la persona jurídica la Superintendencia de Valores y Seguros (véase
Ley SVS, artículo 27).
17 Expresamente en ese sentido, DL 211/1973, artículo 30.
70
HECHO IMPUTABLE
18 Así se ha resuelto que para la existencia de la culpa se requiere “una acción u omi-
sión consciente y voluntaria” (Corte de Concepción, 7.11.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 289);
sobre el concepto jurídico de acción, Larenz/Canaris 1994 361.
19 Deutsch 2002 a 122.
20 En materia penal se ha fallado que el epiléptico es del todo incapaz e irresponsable
de los actos que ejecuta durante el ataque mismo y durante los estados de trastornos que
experimenta antes y después de dichas crisis (Corte de Valdivia, 30.6.1965, RDJ, t. LXII, sec.
4ª, 218). Sobre esta materia pueden consultarse además las siguientes sentencias: Corte de
Santiago, 9.6.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 4ª, 89; CS, 24.4.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª, 106; y
Corte de Punta Arenas, 27.7.1965, RDJ, t. LXII, sec. 4ª, 315.
21 Alessandri 1943 606.
71
§ 8. HECHO LIBRE DEL RESPONSABLE
36. Imputación subjetiva del hecho y culpa civil como juicio de ilicitud.
a) La tendencia a la objetivación de la culpa tiene como resultado que la
capacidad sea entendida como el grado mínimo de aptitud de delibera-
ción acerca del sentido y efectos de la acción, y la voluntariedad, en su
sentido más elemental, como el simple control sobre la propia conducta.
Por eso, una vez establecida la capacidad y la voluntariedad de la ac-
ción u omisión, para dar por acreditada la negligencia resulta irrelevante
el conocimiento que se tenga del deber de cuidado o la falta de aptitud o
de destreza (torpeza o inexperiencia, por ejemplo). Por lo general, lo de-
terminante en sede de culpa es el tipo de personas al cual el agente perte-
nece, y no su exacta individualidad (infra Nº 46).
b) Por eso, en el derecho civil los elementos relevantes de la acción no
alcanzan a las motivaciones del demandado.23 Así se explica que en mate-
ria de responsabilidad civil se hable de culpa (que tiene un referente abs-
tracto en el patrón de conducta) y no de culpabilidad, que tiene que ver
con el juicio individual de reproche (infra Nº 45).
c) La objetivación de la culpa ha llevado a reducir el elemento subjeti-
vo de la responsabilidad al componente más elemental de la libertad de la
acción. Por eso, es equívoco hablar de la responsabilidad por culpa como
responsabilidad subjetiva, en oposición a la responsabilidad objetiva, porque a
la responsabilidad por culpa le basta usualmente la comparación de su
conducta con un patrón general y abstracto.24 A ello se agrega que la vo-
luntariedad de la acción emprendida debe tenerse, en principio, como
condición de cualquier tipo de responsabilidad, esto es, también se extien-
de a las hipótesis de responsabilidad estricta (que sólo excluyen de consi-
deración el requisito de la culpa).
tos externos (Hobbes Leviatán 1.14); en un sentido más estrecho, no es libre el acto que se
ejecuta en razón de una necesidad irresistible (Carbonnier 2000 405); para efectos del dere-
cho civil parece preferible pensar que en tal caso la acción fue libre, pero justificada.
23 Sobre la culpabilidad penal como déficit de motivación jurídica del sujeto compe-
72
HECHO IMPUTABLE
causar daño a otro. Pero lo mismo vale para las formas más mitigadas de
culpa intencional, que dan lugar al llamado dolo eventual, porque este últi-
mo supone conciencia y aceptación de las consecuencias y el conocimiento
de la ilicitud de la acción (aunque no se tenga la intención positiva de cau-
sar el daño). Por eso, en la culpa intencional o dolo, la voluntariedad de la
acción es inseparable del juicio relativo a la culpa (infra Nº 98).
Con todo, en la medida que el dolo civil es homologable a la culpa
grave, también en materia de responsabilidad extracontractual, existe siem-
pre un desvío para evitar la caverna de la subjetividad del responsable:
basta mostrar que el hecho se realizó, objetivamente, con grave negligen-
cia, con completa desconsideración del interés de la víctima, para que el
resultado sea análogo al dolo (infra Nº 99).
38. Privación de la razón por actos imputables al autor del daño. La pérdi-
da de discernimiento debida a una acción originariamente atribuible al
autor no excluye la responsabilidad. Esa regla general puede ser construi-
da a partir de lo preceptuado en el artículo 2318: “El ebrio es responsable
del daño causado por su delito o cuasidelito”.
La responsabilidad del ebrio o drogado, a pesar de la privación de la
razón que se sigue eventualmente de su estado, se funda en que la ebriedad
le es imputable, porque proviene de un acto voluntario que puede ser califi-
cado como un defecto en la conducción de la vida (principio de la actio
libera in causa). Ello se muestra en que si se prueba que la ebriedad u otro
impedimento no son voluntarios, la privación de discernimiento o voluntad
puede ser alegada como excepción de inimputabilidad, porque la incapaci-
dad no tiene su antecedente en un acto voluntario del demandado.25
25 “Si el reo incurrió en el hecho delictuoso de que se trata bajo el efecto del alcohol,
mezclado subrepticiamente por su co-reo con alcaloides y anfetaminas, debe concluirse que
participó en el robo privado parcialmente de razón por causas independientes de su volun-
tad” (CS, 10.10.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 239). Sobre la actio libera in causa en el dere-
cho civil, Deutsch/Ahrens 2002 70; en contra, Alessandri 1943 137, Ducci 1936 63.
73
CAPÍTULO III
CULPA
diligencia, según una práctica que proviene del derecho romano (Kaser 1971 II 350 con re-
ferencia a Digesto 50.16.213 y 17.2.72). El concepto de negligencia tiene la ventaja de ser
el opuesto de la diligencia, por otra parte, la idea de culpa tiene un significado genérico,
que comprende la responsabilidad por cualesquiera ilícitos, sean dolosos o negligentes.
75
§ 9. LA CULPA EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
cho romano no conoció una obligación general de reparar el daño provocado por culpa,
sino casos de daño que dan lugar a una sanción, usualmente reparatoria (Kaser 1971 I 498).
4 Kaser 1971 I 511.
5 Grocio Del Derecho de la Guerra y de la Paz 2.17.1; Pufendorf Tratado de los Deberes del
76
CULPA
TÍTULO I
77
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
6 Kaser 1971 I 503. Un pasaje de Gayo, recogido en Digesto 9.2.8.(1) es ilustrativo del
concepto objetivo de culpa en el derecho romano: “cuando el mulero hubiese sido incapaz
de retener por impericia el ímpetu de las mulas, si hubiesen atropellado un esclavo ajeno,
se dice comúnmente que responde por culpa. Se dice también lo mismo si no hubiese po-
dido retener el ímpetu de las mulas por debilidad y no parece injusto que la debilidad se
compute a culpa desde el momento que nadie debe asumir un trabajo en el que sabe o
debe saber que su debilidad ha de ser peligrosa a otros”. Se comprueba que en el modelo
clásico de la responsabilidad por culpa la capacidad y la libertad en la acción son finalmen-
te los únicos requisitos subjetivos de la acción (supra § 6; una reflexión crítica en Honoré
1999 32).
7 Terry 1915 40.
8 Para los fundamentos inmediatos del concepto objetivo de culpa en nuestra tradi-
ción jurídica, Pothier 1761 Nº 557. Prosser/Keeton et al. 1984 592 reconducen la objetivi-
dad de la culpa en el common law a decisiones del siglo XVII y, específicamente, a Weaver v.
Ward, 1616, Hob. 134, 80 Eng. Rep. 284; el concepto adquirió su forma más precisa a prin-
cipios del siglo XIX en Vaughan v. Menlove, 1837, 3 Bing. N. C. 467, 132 Eng. Rep. 490, don-
de se estimó que no era excusa el error estúpido incurrido por quien honestamente ejerció
su propio mal juicio.
78
CULPA
79
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
80
CULPA
das del dueño, el esclavo hiere o mata, no hay duda que el dueño se obliga por la ley Aqui-
lia” (Digesto 9.2.44). Es interesante comprobar que la premisa general (se responde por
culpa levísima) no está respaldada por el ejemplo, que más bien se refiere a dolo o culpa,
al menos leve, del dueño del esclavo.
19 Alessandri 1943 172.
81
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
20 Ídem 48, 146. Aceptando la idea de que se responde de toda culpa, CS, 16.9.1921,
RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 119; CS, 20.10.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 509; CS, 7.4.1958, RDJ, t. LV,
sec. 1ª, 35. A pesar de estos fallos aislados, la jurisprudencia usualmente analiza el compor-
tamiento sobre la base de un estándar de cuidado mediano. No he encontrado fallos en
que se argumente que la conducta concreta es la que habría empleado una persona razo-
nable y diligente, pero que, sin embargo, se da lugar a la responsabilidad en razón de que
se responde de acuerdo al estándar de una persona en extremo cuidadosa. En otras pala-
bras, la jurisprudencia analiza los hechos sobre la base de que el estándar de cuidado es el
de una persona razonable y no el de una especialmente diligente.
21
En el derecho francés, caracterizado por su tendencia a la objetivización de la res-
ponsabilidad, se ha dicho que el estándar de cuidado es la culpa levísima, pero opiniones
autorizadas recomiendan no exagerar la importancia del principio, pues los jueces atien-
den a como actuaría una persona razonable y diligente para determinar el cuidado debido
(Mazeaud/Chabas 1998 462, Carbonnier 2000 410; en este sentido ya Colin/Capitant 1921
377 y Planiol/Ripert 1926 Nº 310; en sentido contrario, pero más bien para descartar la hi-
pótesis de que en materia profesional sólo se respondería de culpa grave, Viney/Jourdain
1998 550). En el common law, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, la responsabili-
dad por actos negligentes está inequívocamente construida sobre la base del estándar de la
persona razonable (Fleming 1985 22, Jones 2002 192, Prosser/Keeton et al. 1984 173, Eps-
tein 1999 109). En Alemania se ha entendido en el mismo sentido la definición de negli-
gencia del § 276 II del BGB: “Actúa con negligencia quien no observa el debido cuidado
en el tráfico social [Verkehr]”; la jurisprudencia y la doctrina han inferido que el cuidado
debido es el ‘ordinario’ o ‘promedio’, atendiendo a los roles sociales relevantes y a las cali-
dades típicas del sujeto (Deutsch/Ahrens 2002 62, Larenz 1987 282, Kötz 1991 42). A aná-
logas conclusiones se arriba en el derecho español (L. Díez-Picazo 1999 360; acentuando la
tendencia jurisprudencial a elevar el nivel de diligencia, Lacruz et al. 1995 472).
82
CULPA
45. Culpa penal y culpa civil.22 a) Las dificultades para efectuar un juicio
individual de culpabilidad, que permita un reproche subjetivo del responsa-
ble, son también conocidas por el derecho penal. En esta disciplina, se ha
sostenido tradicionalmente que ese juicio de reproche supone que el impu-
tado se haya podido comportar de otra manera, de modo que la aplicación
de la pena sólo está justificada en la medida que se le pueda efectuar un
juicio subjetivo de imputación. Sin embargo, también en sede penal ocurre
que los jueces no pueden penetrar en el entramado íntimo de la motiva-
ción. Por eso, se ha argumentado que por más que el principio de culpabili-
dad sea sostenido como límite de la atribución de responsabilidad penal, no
puede llevar a una radical individuación del juicio de reproche.23
b) Aun con estas dificultades, subsiste una diferencia esencial entre la
culpa como requisito de la responsabilidad civil y la penal. Mientras la
primera tiene por fin reparar un daño, la segunda supone que el infractor
de la norma sea condenado a sufrir un daño. Por eso, nada obsta para que
el derecho civil imponga responsabilidad aun con prescindencia de un
juicio de ilicitud de la conducta (responsabilidad estricta); por el contra-
rio, en el derecho penal resulta inaceptable atribuir el perjuicio que supo-
ne la pena si el acto no es personalmente atribuible al imputado. Por eso,
mientras la culpabilidad penal cumple una función limitadora de la potes-
tad punitiva del Estado, en materia civil la culpa es una condición de res-
ponsabilidad que el derecho puede omitir, aunque responda, por lo general,
a exigencias de justicia correctiva.
c) Además, la diferencia entre la culpa civil y la culpabilidad penal es
conceptual. La culpa civil se puede sustraer de las condiciones subjetivas
de la acción en razón de su objetivo reparatorio. Cualquiera sea la doctri-
na que se sostenga acerca de la función de la responsabilidad penal (como
cuestión de política criminal), ésta supone la atribución de una responsa-
bilidad personal, que se expresa en un requisito de culpabilidad indepen-
diente del juicio objetivo de reproche de la conducta. Aun para los
penalistas más escépticos respecto del alcance del requisito de culpabili-
dad, éste tiene una referencia personal: “el autor actúa culpablemente cuan-
do ha incurrido en un injusto jurídico-penal, a pesar de que en la situación
concreta (todavía) podría satisfacer el efecto invocativo de la norma y po-
seía una suficiente capacidad de autodeterminación, de modo que un com-
portamiento conforme a la norma le era psicológicamente accesible”.24
En consecuencia, por mucho que la doctrina discuta la posibilidad
de efectuar un juicio individual de reproche, se conviene en que la san-
ción penal supone que otra conducta resultaba exigible respecto del im-
putado. Por eso, la culpabilidad penal es un requisito de responsabilidad
1994 700, Künsemüller 2001 63, Jakobs 1991 566, Kaufmann 1976 passim, Cury 2005 385,
Bustos 1995 20 y 89, Etcheverry 1998 I 270, F. Muñoz 1984 127.
23 Roxin 1994 707.
24 Ídem 1994 700.
83
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
25 A pesar de las dificultades que plantea el requisito de culpabilidad respecto de los de-
litos culposos, se puede afirmar que aun en este caso la responsabilidad penal no puede re-
nunciar al aspecto subjetivo de la culpabilidad (Bustos 1995 20, 89). Un excelente análisis de
las diferencias entre la culpa civil y la propia de delitos penales culposos en M. Tapia 2003 a.
26 Mazeaud et al. 1963 I Nº 642.
27 En la aplicación del concepto civil de culpa se muestra con especial claridad que
“nuestras instituciones judiciales están diseñadas para maximizar la posibilidad de que todo
elemento relevante del caso concreto delante del juez sea sujeto a un escrutinio lo más cer-
cano posible” (Atria 2005 132).
84
CULPA
Puerto Natales, la Corte Suprema estimó que no constituía negligencia culpable la inter-
vención como anestesista de un médico que no contaba con la debida preparación para
ello, ya que “el curso de tres años de duración que otorga el título de postgrado de aneste-
siólogo no significa que un médico general, con una preparación básica, no pueda admi-
nistrar la anestesia, tanto por la carencia de especialistas en la materia, cuanto porque la
experiencia indica que ante la necesidad de la práctica de la disciplina médica, se ha debi-
do preparar incluso a alumnos regulares de la carrera de medicina con el objeto señalado,
necesidad que resulta evidente en lugares apartados como Puerto Natales”, CS, 2.7.1998,
RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95, también publicado en F. del M. 476, 1141. Por el contrario, en un
caso de negligencia médica ocurrido en un hospital de Santiago, donde se demandó al Ser-
vicio de Salud Metropolitano Central, la Corte Suprema estimó que “la ausencia de cuida-
do ordinario por parte del Servicio se refleja también palmariamente en el hecho indubitado
de encomendar a un estudiante de quinto año de medicina la atención exclusiva de proce-
sos anestésicos múltiples”, CS, 4.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206. En estos fallos se mues-
tra la relevancia del contexto y de lo concreto en la determinación de la diligencia debida.
29 El rigor de los jueces en esta materia puede consultarse, a modo de ejemplo, en las
85
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
31
Capítulo VIII.
32
Infra § 67 b
33
Infra § 65 b.
34
El tema de este párrafo ha tenido su principal desarrollo en el derecho francés en De-
jean de la Batie 1965 passim. El análisis en concreto de la culpa es un antiguo axioma en el
common law; y no lo es en razón de una tradición jurídica diferente al derecho codificado, por-
que en uno y otro sistema la negligencia puede ser formulada en términos igualmente genera-
les. De ello es sintomático lo que ocurre en Alemania, porque a pesar de tratarse de un sistema
estructurado en torno a conceptos abstractos, se acostumbra introducir en los comentarios una
larga lista alfabética de situaciones de hecho en que la jurisprudencia ha diferenciado deberes
concretos de cuidado, referidos a las más diversas situaciones, actividades y profesiones: resi-
duos, arquitectos, médicos, medicamentos, piscinas y playas, construcciones, alpinismo, actos
de funcionarios, demostraciones públicas, ferrocarriles, patinaje en hielo, paracaidismo, aceras
86
CULPA
47. Circunstancias personales típicas del autor del daño. a) En todos los
sistemas jurídicos se plantea la pregunta por la relevancia de ciertas carac-
terísticas personales típicas, como la edad, las capacidades físicas o el nivel
profesional del demandado. Las características específicas del sujeto no
son en principio relevantes: por el camino de definir los estándares de
cuidado sobre la base de características personales típicas (esto es, com-
partidas por otros que se encuentran en la misma situación), se arriesga
crear un estatuto de responsabilidad a la medida de cada cual.
La tipificación judicial de deberes de cuidado atendiendo a caracterís-
ticas del agente tiende a subjetivar la responsabilidad por culpa. El están-
dar de la ‘persona’ diligente pasa a descomponerse en el joven, el sordo o
el principiante diligente. Mientras más específica sea la referencia a calida-
des personales típicas, más se aleja la responsabilidad del estándar general
de debido cuidado. La consecuencia es que los tipos personales menos
calificados o rigurosos quedarían sujetos a estándares de conducta inferio-
res que los corrientes; y que los especialmente hábiles lo estarían a crite-
rios más exigentes. Desde este punto de vista, la culpa civil tendría una
dimensión objetiva, que se expresa en el estándar general de cuidado, y
otra individual, que atendería a las concretas posibilidades de acción del
demandado, como ocurre en el derecho penal.35
b) La pregunta crítica se refiere a quién debe correr con los riesgos de
las propias debilidades. El derecho civil establece reglas de justicia que se
basan en la igualdad y no en el mérito,36 con la consecuencia de que las
debilidades e ineptitudes deben ser soportadas, por lo general, por sus
portadores. Así se explica que los ordenamientos civiles más refinados tien-
dan a limitar severamente la subjetivación subrepticia de la responsabili-
dad por la vía de hacer relevantes características personales típicas del
autor del daño.37 Por eso, la tendencia a la objetivación de la culpa tiende
87
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
38 Honoré 1999 32, con una muy lúcida explicación del valor jurídico y moral de estar
dominio del hecho, hay control de la causa del hecho. Así, quien causa un accidente debi-
do a que sufre un paro cardíaco que le impide reaccionar con la prontitud requerida no es
negligente por omitir reaccionar, sino por emprender una actividad para la cual carece de
las condiciones necesarias. Con las debidas reservas desde el punto de vista moral, el caso
es análogo a la situación del ebrio o drogado (supra Nº 38), el que si bien no decide volun-
tariamente en razón de estar ebrio o drogado, sí decide voluntariamente embriagarse o dro-
garse: es esa la acción libre que funda su responsabilidad. Es lo que en el derecho penal se
conoce como la actio libera in causa.
42 Ejemplar en este sentido parece la regla de la recopilación doctrinaria norteameri-
cana sobre responsabilidad civil: “Si el actor está enfermo o físicamente inhabilitado por
cualquiera otra causa, el estándar de conducta al cual debe conformarse para evitar ser ca-
lificado de negligente es el de una persona razonable que sufre de esa inhabilidad” (Resta-
tement/Torts II 283 C).
88
CULPA
momento de realizar el juicio de culpabilidad, así, por ejemplo, CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 4ª, 268; y Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81.
48 Viney/Jourdain 2001 359.
49 Jones 2002 37.
89
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
50 CS, 29.3.1962, RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 21. Asimismo se ha entendido que “el cuasidelito
se configura por la culpa con que actúan los hombres en la ejecución de sus actos; vale
decir por la falta de previsión de hechos o circunstancias que son previsibles a la generali-
dad de los hombres”, Corte de Iquique, 21.10.1952, RDJ, t. L, sec. 4ª, 5.
51 CS, 23.1.1975, F. del M. 194, 292.
52 CS, 17.10.1972, RDJ, t. LXIX, sec. 4ª, 168.
53 Corte de Concepción, 8.7.1974, RDJ, t. LXXI, sec. 4ª, 226. Para otros casos en que
90
CULPA
91
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
92
CULPA
error de un banco que consigna un domicilio que no corresponde al fijado por el girador
de una cuenta corriente, a resultas de lo cual no es posible notificar el protesto de unos
cheques y se termina por causar daño a una persona, ya que “los errores del banco la priva-
ron de las acciones ejecutiva y criminal derivadas de los cheques”, CS, 4.9.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 1ª, 186; en el mismo sentido, se ha estimado constitutivo de culpa la conducta del de-
pendiente de una institución bancaria que por error consigna el rol único tributario de
una persona en protestos correspondientes a otra, incorporándose el nombre del primero
a la nómina de documentos protestados, la que posteriormente es enviada al Boletín de
Informaciones Comerciales de la Cámara de Comercio (CS, 24.3.2004, GJ 285, 138).
62 Viney/Jourdain 2001 476, Chabas 2000 b Nº 57.
63 El problema es especialmente delicado en casos de responsabilidad médica. En Fran-
cia, la tendencia de la jurisprudencia fue a hacer responsable a los médicos por sus errores
(Viney/Jourdain 1998 374). Una reciente jurisprudencia desplazó el llamado riesgo terapéu-
tico del ámbito de la responsabilidad de los médicos (cass., 1ª sala, 8.11.2000, alejando en
sede civil el fantasma de la responsabilidad por hechos que pudieren ser técnicamente califi-
cables de fuerza mayor). A eso se agrega una ley de 2002, que atribuyó al seguro social la
indemnización por accidentes médicos que producen consecuencias graves para el paciente,
como muerte o incapacidad (M. Tapia 2003 b 26). En Alemania se falló que no era responsa-
ble el médico que intervino el nervio facial con ocasión de una operación del oído medio,
porque “aun el médico más diestro no trabaja con la seguridad de una máquina y a pesar de
93
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
todas las habilidades y cuidados puede fracasar en una intervención o corte en los que usual-
mente el mismo médico tiene éxito” (Münch/Kom § 823, 43 a). La sentencia es criticada, sin
embargo, porque asumiría un concepto subjetivo de culpa, que no puede tener lugar en acti-
vidades que responden a roles socialmente definidos (ídem). En Chile los fallos asumen, en
general, que la práctica médica importa riesgos que deben ser soportados por los pacientes,
véanse, a modo de ejemplo, CS, 29.9.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 157; CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 4ª, 95, también publicado en F. del M. 476, 1141; y Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 265,
127. Un análisis del error en la responsabilidad médica en infra Nº 475.
94
CULPA
95
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
cuidado no haya estado formulado por norma legal alguna. Sin embargo,
se ha dicho que la definición presenta el defecto de suponer una regla
preexistente, en circunstancias que determinar la regla de conducta es
precisamente el objeto del juicio de responsabilidad. En efecto, salvo en
los casos en que el legislador ha definido positivamente los deberes de
cuidado, la regla que define el patrón de conducta que debió observarse
en el caso concreto es construida ex post por el juez, sobre la base del
estándar de la persona prudente y diligente.
Esta crítica es injusta si se atiende a la invocación que la culpa hace de
reglas sociales espontáneas. El deber del juez puede ser entendido como la
tarea de formular una regla de cuidado, que el demandando debió descubrir
como máxima de su acción. El derecho de la responsabilidad civil dista de
ser un ordenamiento sistemático, pero tampoco es fruto de caprichos del
azar. La tarea del juez al formular el juicio de culpabilidad es normativa y no
discrecional, pues consiste en develar el contenido de una regla de derecho,
aunque no esté positivada por la ley.68 En tal sentido, de acuerdo con una
lógica típica del derecho privado, puede afirmarse que el juez no tiene la
tarea de imponer, sino de poner al descubierto el deber de cuidado.
b) En el derecho chileno, como en la generalidad de los sistemas jurí-
dicos, al ser concebida como ilicitud de la conducta, la culpa civil no se
distingue de la antijuridicidad.69 En verdad, no hay razones prácticas ni siste-
máticas para distinguir en materia civil la culpa de la antijuridicidad, como
lo muestra la doctrina más reflexiva de sistemas jurídicos donde el propio
Código ha asumido que una y otra son requisitos diferentes de la respon-
sabilidad. Así, en el BGB se distinguen los requisitos de la culpa y de la
antijuridicidad de la acción. La antijuridicidad (Widerrechtlichkeit) se mues-
tra en la lesión de un derecho subjetivo; la culpa (Fahrlässigkeit), en la
inobservancia del cuidado socialmente debido.70 Según la doctrina alema-
na tradicional, bastaba la lesión de un derecho subjetivo para calificar de
antijurídica la acción (antijuridicidad calificada por el resultado). Sin em-
bargo, esta doctrina es forzada y contraria a la intuición jurídica, porque
no se puede decir que actúan antijurídicamente el médico que inflige una
herida al paciente, ni tampoco el comerciante que priva de parte de la
clientela a sus competidores.71 Así se explica que se haya abandonado esa
que haya lugar a la responsabilidad, pero no establece, como el BGB, un listado de dere-
chos cuya lesión da lugar a la acción reparatoria (Cód. ital., artículo 2043): una lúcida ex-
posición comparada del requisito italiano del daño injusto en Visintini 1996 II 3.
71 El caso del competidor es útil para reducir al absurdo esta doctrina en el derecho
96
CULPA
72 Al respecto, véase Kötz/Wagner 2006 44, Larenz/Canaris 1994 364, Medicus 2003 b 359.
73 Kötz/Wagner 2006 45.
74 Así, sin embargo, P. Rodríguez 1999 129.
75 Por la misma razón, las causales de justificación en materia civil sólo pueden ser cons-
truidas como excluyentes de la culpa, esto es, del ilícito (infra Nº 75).
97
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
98
CULPA
78 Corte de Temuco, 11.3.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec. 2ª, 28. Se ha fallado, citando
explícitamente a Planiol y Ripert, que “para prevenir los daños, la ley y los reglamentos
prescriben o prohíben determinados actos. Dado que se reputa que esos cuerpos legales
son conocidos por todos, su inobservancia constituye culpa”, Corte de Santiago, 17.4.2002,
GJ 262, 81.
79 Cury 2005 437, Jakobs 1991 653.
80 En este sentido, para el derecho norteamericano, Epstein 1999 151.
81 Larenz 1987 284.
82 Epstein 1999 151.
99
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
83 Ley del tránsito, artículo 172; Ley del medio ambiente, artículo 52.
84 Gorris v. Scott (1874), L.R. 9 Ex. 125, citado por Fleming 1985 101.
85 Infra § 66 f.
86 Esta exigencia de relación entre el fin de la norma legal y la culpa está recogida con
precisión en la recopilación doctrinal norteamericana: “El tribunal puede adoptar como están-
dar de conducta del hombre razonable las exigencias de una ley o de una regulación adminis-
trativa cuyo propósito es exclusiva o parcialmente a) proteger a la clase de personas que incluye
aquel cuyo interés ha sido afectado; b) proteger el interés particular afectado; c) proteger aquel
interés en contra del tipo de daño que se ha producido; y d) proteger aquel interés contra el
riesgo particular del cual el daño se deriva” (Restatement/Torts II 286). En Chile, conociendo
de un accidente de tránsito en que el conductor de un automóvil realizó un viraje prohibido
para ingresar a un servicentro, impactando por esa maniobra a un motociclista que circulaba a
exceso de velocidad, en la misma dirección y que a resultas de ello falleció, la Corte Suprema
sostuvo que “la norma que prohíbe circular a una velocidad excesiva no tiene por objeto evitar
que el conductor se encuentre en el lugar del accidente cuando éste sucede, sino impedir otras
consecuencias, como la pérdida de control de su vehículo, o la imposibilidad de detenerse frente
a obstáculos previsibles o, en su caso, de evitarlos o de efectuar maniobras necesarias para la
seguridad de la marcha, etc. Por ello, en un caso como el que nos ocupa, el riesgo creado por
el occiso al imprimir una velocidad excesiva a su vehículo no se realiza en el lamentable acci-
dente que le costó la vida, pues ese resultado, tal como se presenta en el caso concreto, yace
‘fuera del ámbito de protección de la norma que (él) ha vulnerado’ (…) A la inversa, la norma
que prohíbe irrespetar el derecho preferente de circulación de otro vehículo, obstruyéndole
inesperadamente el paso, sí tiene por objeto evitar que el autor se encuentre donde no debía
encontrarse cuando se produce la colisión, ya que lo que tal prohibición pretende es, precisa-
mente, que quienes circulan por la vía con paso preferente la encuentren despejada de obs-
táculos de esa clase”, CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, también publicada en F. del M. 473, 342.
100
CULPA
87 Una sentencia de la Corte de Santiago permite ilustrar claramente cómo opera este
requisito: “de no haber cometido éste [el demandado] la infracción (…) no se habrían pro-
ducido ni el accidente ni las lesiones de la víctima”, Corte de Santiago, 4.9.1991, GJ 135,
103, también publicado en RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 141. Para fallos que recogen la mis-
ma doctrina, véanse: CS, 22.4.1998, F. del M. 473, 342; CS, 12.4.1999, GJ 226, 131; Corte de
Santiago, 14.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 58; Corte de Copiapó, 6.8.1999, confirmada por
la CS [cas. forma y fondo], 22.12.1999, GJ 234, 95; CS, 24.1.2001, GJ 247, 134; Corte de
Concepción, 3.4.2001, confirmada por la CS [cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80; Corte de
Antofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95; y Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 281, 104.
88 Refiriéndose a esta materia, la Corte de Concepción ha señalado que no procede
si no existe relación de causa a efecto entre la infracción y el daño producido por el acci-
dente” (Ley del tránsito, artículo 171).
101
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
90 En opinión de Alessandri 1943 180, “el hecho de cumplir estrictamente con las dis-
posiciones legales o reglamentarias, no exime de adoptar las demás medidas de prudencia
que las circunstancias requieran, y si el juez considera que éstas habrían sido tomadas por
un hombre prudente, podrá declarar culpable a quien no las tomó, aunque haya observa-
do aquéllas. En este caso, la culpa no consiste en haber violado la ley o los reglamentos,
sino en no haber observado la prudencia o atención que las circunstancias imponían”.
91 Se ha fallado, en el caso de un automóvil que estaba en precarias condiciones, que “la
simple observancia de las disposiciones reglamentarias del tránsito [conducir a una velocidad
no excesiva] puede servir, en general, para excusar la responsabilidad del conductor de un ve-
hículo (…) siempre que los hechos se desarrollen en circunstancias normales y cuando se trate
de vehículos debidamente acondicionados para circular sin riesgos excepcionales”, CS, 23.8.1951,
RDJ, t. XLVIII, sec. 4ª, 186. Véase también, Corte de Santiago, 25.5.1945, confirmada por la CS
[cas. fondo], 13.6.1946, RDJ, t. XLIII, sec. 1ª, 495; Corte de San Miguel, 19.7.1998, RDJ, t. XCVI,
sec. 2ª, 66, también publicada en GJ 229, 153. La Corte de Santiago, citando a Planiol y Ripert,
al referirse al deber de cuidado contenido en leyes o reglamentos ha sostenido que “la obser-
vancia de ellos no dispensa tampoco del deber de conformarse a la obligación general de previ-
sión. El que se ha amoldado a los reglamentos también será responsable si causa un perjuicio
que pudo y debió prever”, Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81. Ocasionalmente algún fa-
llo exagera, hasta el extremo de desnaturalizar la idea de responsabilidad por culpa, el princi-
pio de que la observancia de la ley no es garantía de diligencia; así ocurrió en el caso de una
colisión de madrugada entre dos vehículos, que causó daño a terceros, donde se declaró res-
ponsable a uno de los conductores, no obstante que guiaba el vehículo a una velocidad inferior
a la máxima reglamentaria, y que el otro vehículo no respetó la señal de ceda el paso, pues “es
posible prever un accidente del tránsito en un cruce de calles en horas de la madrugada, si no
se maneja con sumo cuidado, ya que es de ordinaria frecuencia que a esa hora no siempre se
observen las normas del tránsito”, CS, 12.8.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 120.
92 Epstein 1999 155.
93 Cane 1996 218.
102
CULPA
94 No obstante esta conclusión, se ha fallado que “no está de más mencionar que es
103
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
radas a la legislación en 2002 ciertos deberes que hasta entonces formaban parte del códi-
go de deontología de la profesión médica; por ejemplo, los derechos a la confidencialidad
de la ficha médica y a ser informado de su estado de salud (M. Tapia 2003 c); es interesan-
te a este respecto, en materia de mercado de valores, la interacción existente entre los re-
glamentos de las bolsas y las regulaciones administrativias (Ley de valores, artículo 33 I).
98 Fleming 1985 30.
104
CULPA
99 El derecho de la responsabilidad civil puede ser visto desde la perspectiva de las ex-
pectativas normativas que recíprocamente tenemos respecto del comportamiento de los de-
más. En la medida que el concepto de culpa, más allá del ámbito limitado de la culpa
infraccional, expresa lo que se puede exigir de una persona diligente, la regla de conducta
debida tiende naturalmente a expresar las expectativas reales que unos tenemos acerca del
comportamiento que deben observar los otros. El concepto de expectativas normativas respec-
to de la conducta ajena, caracterizadas porque son reafirmadas ‘contrafácticamente’, esto
es, aunque la conducta ajena efectiva contravenga lo que esperamos del tercero, es un as-
pecto esencial de la teoría de N. Luhmann acerca del derecho como orden social (Luh-
mann 1972 43, Luhmann 1981 73). La idea de culpa remite a estas expectativas normativas
de comportamiento, que no se refieren a la manera cómo los demás se van a comportar,
sino a un acuerdo implícito acerca de cómo cada cual debe actuar en cada tipo de situacio-
nes; sobre los aspectos lógicos de estas reglas espontáneas, Wittgenstein Investigaciones filosó-
ficas, en especial 201 y 202; sobre este alcance en el derecho privado y constitucional, Barros
1984 80.
100 Carbonnier 2000 419.
101 Bydlinski 1996 198.
105
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
tránsito “la justicia correctiva puede estar en el asiento del conductor, pero la economía es
requerida para decirle al conductor cuándo frenar, parar, acelerar y así sucesivamente”. Pero
de la circunstancia que se empleen criterios económicos en la determinación del cuidado
debido no se sigue que la responsabilidad civil sea considerada a la luz de criterios de bien-
estar general, como pretenden los enfoques más radicales del movimiento law and econo-
mics; un lúcido desarrollo de esta idea en Coleman 2001 348 y 359.
106
CULPA
59. Intensidad del daño. a) Este criterio atiende a la magnitud del daño que
puede provocar una acción. Así, el descuido que se asocia a daños severos a
la integridad física, por ejemplo, es juzgado en forma más estricta que aquel
que sólo genera daños materiales. La amenaza de un daño muy intenso
lleva a exigir que se adopten mayores precauciones para evitarlo.107
105
Bydlinski 2004 340.
106
En este sentido, en un juicio de responsabilidad por accidentes del trabajo, al califi-
car la conducta del trabajador accidentado y la adecuación de las medidas de seguridad
adoptadas por el empleador, la Corte de Santiago sostuvo que “en un análisis posterior de
los hechos acaecidos, en un ambiente de tranquilidad y ponderación, siempre es posible
encontrar conductas mejores a las que se adoptaron en el momento; las medidas de seguri-
dad exigidas son aquellas que permiten a un individuo común actuar conforme a pautas
lógicas previamente diseñadas, para el caso que deba en un lapso de tiempo escaso adoptar
actitudes para evitar o paliar un accidente”, Corte de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203.
107
No es común encontrar casos en que se acuda exclusivamente a la intensidad
del daño como criterio para determinar la culpa. Por lo general, ésta actúa implícita-
mente, en conjunto con otros criterios, como la probabilidad de su ocurrencia, y nor-
malmente no es posible distinguir la relevancia que los jueces asignan a uno u otro,
atendida la falta de consideraciones explícitas en los fallos. Un ejemplo de cómo la in-
tensidad del daño puede ser un factor relevante para determinar el deber de cuidado
es una sentencia de la Corte Suprema que se pronunció sobre el caso de un accidente
ferroviario en que un tren arrolló a un vehículo que pasaba por un cruce, resultando
muerto el conductor; la sentencia de apelación estableció que el tren viajaba con sus
focos encendidos, y que al aproximarse al cruce dio los pitazos de reglamento, tocó la
campana, y que además en el lugar existían barreras visibles por la luz de un restauran-
te cercano; sin embargo, la Corte Suprema estimó que la Empresa de Ferrocarriles del
Estado había actuado con culpa, siendo suficiente a su juicio la circunstancia de mante-
ner ésta una construcción cercana al cruce que impedía la correcta visibilidad de la lí-
nea (CS, 7.4.1958, RDJ, t. LV, sec. 1ª, 35). En atención al mismo criterio, conociendo
de un caso de negligencia médica, se ha fallado que “los deberes de acción relativos al
cuidado de la salud y vida de las personas que incumben a los profesionales de curar,
tienen, en principio, el carácter de deberes de singular jerarquía en razón del bien ju-
107
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
rídico que protegen”, Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133. Sobre otros casos de
determinación de deberes de cuidado por aplicación de este criterio, pueden consul-
tarse las siguientes sentencias: CS, 25.7.1930, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 164; Corte de Tal-
ca, 25.9.1990, confirmada por la CS [queja] 9.5.1991, GJ 131, 78; y Corte de Santiago,
28.1.1993, GJ 151, 54. El criterio es especialmente utilizado para determinar el cumpli-
miento de la obligación de seguridad del empleador en materia de accidentes del trabajo,
donde se ha fallado que “el empleador es un deudor de seguridad a sus trabajadores.
La obligación de otorgar seguridad en el trabajo, bajo todos sus respectos, es una de
las manifestaciones concretas del deber general de protección del empleador; su cabal
cumplimiento es de una trascendencia superior a la de una simple obligación de una
de las partes en un negocio jurídico, pues ella mira a la prevención de los riesgos pro-
fesionales, lo que importa a sus trabajadores, a sus familias y a la sociedad toda, tanto
para proteger la vida y salud de los trabajadores, como por razones éticas y sociales. CS,
27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicada también en F. del M. 486, 851. Para pre-
cedentes que insisten en el rigor exigible al empleador en el cumplimiento de esta obli-
gación de seguridad en razón de los bienes que busca cautelar (vida y salud), pueden
consultarse las siguientes sentencias: Corte de Santiago, 7.12.1998, GJ 222, 196; Corte
de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203; CS, 8.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 3ª, 152, publica-
da también en GJ 242, 168 y F. del M. 501, 2427; Corte de Santiago, 17.1.2000, GJ 235,
199; Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 3ª, 103; Corte de Santiago,
2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Antofagas-
ta, 13.12.2002, GJ 270, 183; Corte de Santiago, 22.4.2003, GJ 274, 281; Corte de Santia-
go, 9.7.2002, GJ 275, 227; y Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282. Un análisis de la
diligencia debida y los deberes de cuidado exigibles al empleador en infra Nos 505 y 506.
108 CS, 11.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª, 570. En un caso similar, la Corte de Santiago
señaló: “Que el hecho de que choquen dos trenes de la misma Empresa no sólo manifiesta
que sus empleados no han cumplido sus obligaciones, sino también que no han usado de
la menor prudencia, pues, como lo dice el art. 186 del Reglamento General de 1884, ‘nada
justifica el choque de dos trenes’”. La sentencia además hace expresa referencia a la pre-
sunción del artículo 2329 del Código Civil para acreditar la culpa (Corte de Santiago,
12.10.1909, RDJ, t. IX, sec. 2ª, 25). Sobre la misma materia pueden consultarse además las
siguientes sentencias: Corte de Santiago, 1.8.1923, confirmada por la CS [cas. fondo],
11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912; y CS, 14.12.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 785, que califica
el choque de trenes como “inexcusable”.
108
CULPA
criterio a un accidente con consecuencias mortales, la Corte Suprema sostuvo que “lo cierto es
que el accidente a que se refiere esta causa, así como sus lamentables consecuencias, fue el resul-
tado de un conjunto de faltas del cuidado que podía exigirse a todos quienes, tanto separada
como conjuntamente, se encontraban implicados en una situación generadora de riesgos consi-
derables, cada uno de los cuales contaba con la posibilidad de haber intervenido para controlar
el peligro, evitando así el desgraciado desenlace.” CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268.
109
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
112 Para casos en que la probabilidad del daño parece ser el criterio relevante en la
determinación de los deberes de cuidado, pueden consultarse las siguientes sentencias: CS,
22.3.1902, G. de los T., 1902, 1er sem., Nº 258, 273; CS, 29.3.1901, G. de los T. 1901, 1er sem.,
Nº 263, 229; CS, 11.10.1902, G. de los T., 1902, 2º sem., Nº 259, 965; CS, 24.7.1905, RDJ,
t. III, sec. 1ª, 60, en la que se señala que hay negligencia de parte del ejecutante que con-
siente en el embargo después de habérsele dado a conocer con insistencia la verdadera pro-
piedad de las especies; un caso similar al anterior en sentencia de la Corte de La Serena,
21.10.1907, RDJ, t. VI, sec. 2ª, 3; Corte de Tacna, 4.9.1905, RDJ, t. IV, sec. 2ª, 8; Corte de
Valparaíso, 29.9.1916, confirmada por la CS [cas. fondo], 1.8.1919, RDJ, t. XVII, sec. 1ª, 375;
CS, 13.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 529, señalando que hay “negligencia inexcusable e im-
prudencia temeraria” en confiar el manejo de un carretón a un niño que por su edad no
puede dirigirlo con acierto; CS, 30.11.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 681; CS, 20.10.1924, RDJ,
t. XXXII, sec. 1ª, 93; CS, 5.10.1929, RDJ, t. XXVII, sec. 1ª, 557; CS, 7.1.1931, RDJ, t. XXVIII,
sec. 1ª, 461; CS, 13.8.1931, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 747; Corte de Iquique, 16.11.1932, con-
firmada por la CS [cas. forma y fondo], 20.5.1933 y 1.6.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 382;
Corte de Santiago, 10.9.1940, confirmada por la CS [cas. fondo], 23.8.1941, RDJ, t. XXXIX,
sec. 1ª, 203; Corte de Santiago, 10.1.1953, RDJ, t. L, sec. 2ª, 11; CS, 8.8.1956, RDJ, t. LIII,
sec. 1ª, 217; Corte de Concepción, 8.7.1974, RDJ, t. LXXI, sec. 4ª, 226; CS, 23.1.1975, F. del
M. 194, 292; CS, 12.8.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 12, en un caso bien extremo de valora-
ción del riesgo; Corte de Concepción, 7.11.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 288, estimando
que actúa culpablemente quien olvida cerrar una llave de paso luego de un corte de agua,
omisión que horas más tarde al retornar el suministro, provoca una inundación que causa
daños al piso inferior; Corte de Concepción, 4.11.1997, confirmado por la CS [cas. fondo],
3.11.1998, F. del M. 481, 2600; CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95, también publicado en
F. del M. 476, 1141; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2356; Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ,
t. XCV, sec. 2ª, 78; Corte de Santiago, 7.12.1998, GJ 222, 196; CS, 28.1.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 4ª, 71; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268; Corte de Santiago, 28.12.1999, GJ 234,
63; Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81; Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133; Corte
de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; CS, 13.11.2002,
GJ 269, 39; y Corte de Santiago, 22.4.2003, GJ 274, 281.
110
CULPA
113 Véanse, por ejemplo, Corte de Santiago, 23.10.1929, confirmada por la CS [cas. for-
ma y fondo], 8.11.1930 y 14.7.1937, RDJ, t. XXXIV, sec. 1ª, 389; CS, 3.7.1930, RDJ, t. XXVIII,
sec. 1ª, 117; Corte de Santiago, 19.11.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 2ª, 46, que señala que hay cul-
pa en conducir un tranvía a 40 km/hr si la línea está húmeda y los frenos se encuentran en
mal estado; CS, 12.8.1953, RDJ, t. L, sec. 1ª, 288, que refiere que es culpable “quien maneja
un vehículo en un pavimento humedecido, en forma de no poder detenerlo sino a condi-
ción de lanzarse sobre la zona del camino destinada a los peatones, exponiéndose a atrope-
llar a los transeúntes que caminan por ella”; CS, 9.8.1944, RDJ, t. XLII, sec. 1ª, 244, que señala
que hay imprudencia temeraria de parte del conductor de un camión que, transitando a una
velocidad exagerada, pretende adelantar a otro vehículo que permanece detenido esperan-
do pasajeros, en circunstancias que la proximidad de un tranvía hacía previsible el accidente
supuesto el ancho de los vehículos y el de la calzada; CS, 11.1.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 7,
donde se resuelve que hay culpa del conductor de un vehículo que intenta adelantar al que
le precede en una curva, y que al chocarlo hace que éste pierda su dirección y se estrelle con
un muro, situación que debió ser prevista al ejecutar la acción. Otros casos de accidentes de
tránsito en los que reciben aplicación los criterios de probabilidad e intensidad del daño, pue-
den encontrarse en las siguientes sentencias: Corte de Santiago, 9.8.1960, RDJ, t. LVII, sec.
4ª, 229; Corte de Santiago, 3.6.1968, RDJ, t. LXVI, sec. 4ª, 21; Corte de Concepción, 27.5.1969,
confirmada por la CS [queja], 4.9.1969, RDJ, t. LXVI, sec. 4ª, 203; 2º Juzg. Civ. de San Fer-
nando, 2.11.1992, confirmado por la CS [queja], 9.6.1994, F. del M. 427, 344; CS, 22.4.1998,
F. del M. 473, 342; CS, 16.11.1998, F. del M. 480, 2334; CS, 12.4.1999, GJ 226, 131; Corte de
San Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66, también publicado en GJ 229, 153; Corte de
Copiapó, 6.8.1999, confirmado por la CS [cas. forma y fondo], 22.12.1999, GJ 234, 95; CS,
14.10.1999, GJ 232, 118; Corte de Valdivia, 25.6.2001, confirmado por la CS [cas. fondo],
6.5.2002, GJ 263, 120; Corte de Santiago, 31.12.2002, confirmado por la CS [cas. fondo],
30.4.2003, GJ 274, 212; Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276, 176; y Corte de Santiago,
8.9.2004, GJ 291, 238. Un típico caso de argumentación implícita sobre la base del riesgo en
el caso de una señora que concurrió a un supermercado y encontrándose en el estaciona-
miento subterráneo cayó a un hoyo existente en el lugar, considerándose que había culpa en
“no mantener los espacios donde circula el público en buenas condiciones con el fin de evi-
tar accidentes como el sufrido por la actora”, Corte de Concepción, 17.10.2001, rol Nº 1.641-
2001, confirmado por la CS [cas. fondo], 24.12.201, rol Nº 4.491-2001; para un caso análogo,
Corte de Santiago, 4.5.2005, GJ 299, 184.
114 Corte Suprema, 4.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206.
111
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
115 Para los antecedentes legales de la presunción de culpa por el hecho propio esta-
112
CULPA
El objeto de la valoración está constituido, por una parte, por los inte-
reses jurídicos que se ven afectados por la acción que causa el daño, y por
la otra, por el valor moral o la utilidad que tiene esa actividad generadora
de riesgo.118 En el extremo, resulta justificado establecer respecto de riesgos
creados por actividades inútiles un estatuto de responsabilidad estricta, como
el que establece el Código Civil respecto de los animales fieros que no re-
portan utilidad para la guarda o servicio de un predio (artículo 2327).
b) Si la actividad es particularmente valiosa, una persona razonable,
prudente o diligente estará dispuesta a asumir riesgos proporcional-
mente mayores. Es lo que ocurre con el ejercicio de la libertad de in-
formación, que atendida su función constitutiva para la cautela de otras
libertades tiende a ser especialmente protegido en la tradición del cons-
titucionalismo democrático.119 De este modo, la protección civil de la
118 Restatement/Torts II 291, Wright en Owen 1995 264. Una aplicación implícita de
esta idea puede verse en el criterio para juzgar abusivo el ejercicio de una potestad jurídi-
ca. Así, en el caso de una persona procesada por estafa y luego absuelta de dicho cargo,
que demandó la responsabilidad civil de los querellantes, los que finalmente fueron absuel-
tos, se falló que fuera de los casos en que el ejercicio de la acción penal pública impone
responsabilidad civil, y que se encuentran expresamente mencionados en la ley, “los tribu-
nales, atendido el interés público vinculado a la persecución y castigo de los delitos, y la
gravedad de las causales que, según el Código de Procedimiento Penal, acarrean responsa-
bilidad por el ejercicio abusivo del derecho de entablar la acción penal pública, deben aplicar
un criterio particularmente estricto al estudiar y ponderar las actuaciones procesales en que
se hace consistir el cuasidelito civil a que pudiera dar origen el ejercicio [de la acción] que
confiere el artículo 15 del mencionado Código”, CS, 6.9.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 305.
De forma similar, procediendo de modo especialmente exigente, se ha aplicado este crite-
rio para juzgar la imprudencia de los jueces en el ejercicio de la potestad jurisdiccional en
los casos de responsabilidad del Estado por error judicial, según se pude constatar, entre
otros, en los siguientes fallos: CS, 6.10.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 203; CS, 28.8.1998, F. del
M. 477, 1504; CS, 15.12.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 193, también publicado en GJ 234,119;
CS, 26.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 56; CS, 11.5.1999, GJ 227, 134; CS, 15.12.1999, GJ 234,
123; CS, 5.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 134, también publicado en GJ 240, 164; CS, 9.8.2000,
GJ 242, 148; CS, 26.9.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 265; CS, 25.4.2001, GJ 250, 164; CS,
23.9.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 172; CS, 6.6.2002, F. del M. 500, 1568; y CS, 14.8.2002,
F. del M. 501, 1969. Sobre la materia, infra Nº 363.
119 En distintas jurisdicciones se ha fallado que el valor constitutivo que tiene la liber-
tad de expresión respecto de otras libertades públicas exige que los medios de difusión sólo
respondan por los daños que causan a la honra de las personas cuando se actúa con com-
pleta desaprensión respecto de la verdad de lo informado (estándar de culpa grave). Estas
ideas fueron formuladas en el caso New York Times v. Sullivan, fallado en 1964 por la Corte
Suprema de Estados Unidos, que estableció una doctrina que ha sido relevante también en
otras jurisdicciones. El periódico The New York Times informó erróneamente que un jefe de
policía de Alabama había participado en la brutal represión de una manifestación en favor
de los derechos de las minorías. Los tribunales estatales de Alabama dieron lugar a una
acción de perjuicios en contra de la empresa periodística. La Corte Suprema federal decla-
ró inconstitucional las normas del derecho común que sancionaban civilmente la difama-
ción, porque establecían una carga excesiva sobre la libertad de expresión, fijando el umbral
113
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
de culpa grave al que se ha hecho referencia (New York Times v. Sullivan, 376 US 254). En
Alemania se ha fallado por el Tribunal Constitucional que el derecho a la honra tiene pre-
ferencia en caso de informaciones conocidamente falsas o que carecen de todo sustento
razonable; en caso contrario, habiendo interés público, la libertad de información hace ex-
cusable el error (Palandt/Heinrichs § 823 189 A). En todo caso se reconoce que el fin de
la información es decisivo para efectos del sopesamiento de bienes que exige el juicio de
responsabilidad (Kötz 1991 224, con referencias a jurisprudencia constitucional y civil). Una
orientación análoga parece haber tomado la Cámara de los Lores británica, tradicionalmente
proclive a proteger comparativamente el honor, luego de que en 1998 se incorporara al
derecho interno la Convención Europea de Derechos Humanos y Libertades Fundamenta-
les (Jones 2002 546). En otros términos, el valor de la libertad de informar es de tal modo
significativo en un Estado constitucional, que su ejercicio en materias de interés público
sólo impone responsabilidad en casos de negligencia inexcusable. La libertad de expresión
se sostiene en una valoración de la importancia de la palabra en una sociedad que preten-
de hacer valer otras libertades, de modo que aun considerando los riesgos que ella envuel-
ve, una expresión sólo genera responsabilidad civil bajo condiciones especialmente rigurosas.
En Chile, los precedentes en la materia son más bien en sede de recursos de protección,
donde se ha tendido a valorar la amenaza a la honra por encima de la libertad de expre-
sión (infra Nº 373). Sin embargo, a un régimen de libertades públicas pertenece natural-
mente que debe haber un razonable equilibrio entre ambos derechos, en términos que no
restrinjan severamente el derecho a estar informado sobre asuntos de interés general.
114
CULPA
123
En este sentido, se ha sostenido que “la conducción de cualquier vehículo motori-
zado crea un riesgo, el cual, sin embargo, el ordenamiento jurídico permite, en atención al
los beneficios sociales que implica el empleo de esos medios de transporte”, CS, 12.11.2003,
GJ 281, 155, también publicada en F. del M. 516, 3253.
124
Así, el influyente argumento de Fletcher 1972 537.
125
Fleming 1985 53. En Chile, en un caso en que un trabajador falleció al efectuar
una acción de rescate, la Corte de Concepción, al evaluar la culpa o imprudencia del traba-
jador, que era la víctima, sostuvo (siguiendo a Alessandri 1943 622) que aun aceptando la
115
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
127 Hace un siglo, la fuerza pública que custodiaba un puerto arrojó al mar cajones de
cerveza de propiedad de un particular para impedir que cayeran en poder de unos huel-
guistas; la Corte de Santiago señaló que “el deber de la autoridad de mantener ante todo el
orden público, no la faculta para adoptar el primer medio que se le presente, ni la exime
de la obligación de recurrir entre varios, a los que menos daños ocasionen al derecho de
los particulares”, Corte de Santiago, 11.1.1908, RDJ, t. V, sec. 2ª, 55. Si bien la sentencia
citada no razona explícitamente sobre la base del ‘costo’ de evitar el daño, subyace a ella
una lógica económica similar a la que inspira el criterio anotado. Puede citarse además el
caso de un protesto de cheque practicado con evidente descuido, ocasionando perjuicios al ti-
tular de la cuenta, quien la había cerrado voluntariamente para ausentarse del país, dando
aviso a la institución sobre el extravío de su último talonario de cheques; durante su ausen-
cia, uno de los cheques extraviados fue presentado a cobro y posteriormente protestado
invocándose la causal de giro contra cuenta cerrada; en circunstancias que el cuentacorren-
tista se vio expuesto a un proceso criminal iniciado en su contra, demandó a la institución
bancaria, la que fue condenada; al discurrir sobre la culpa, la Corte Suprema hizo especial
énfasis en la circunstancia de que la firma puesta en el cheque aparecía “ostensiblemente
diversa a la auténtica” y “visiblemente disconforme”, dando a entender así que para evitar
el daño se requería la adopción de elementales medidas de resguardo y que, en consecuen-
116
CULPA
Por más que se tengan reservas respecto del análisis puramente econó-
mico de la culpa (infra Nº 67), el costo de eliminar o disminuir el riesgo
de accidentes es relevante a la luz del estándar de la persona diligente y
razonable. Por cierto que los accidentes del tránsito se podrían disminuir
sustancialmente si se eliminaran los cruces de calles al mismo nivel, si to-
das las carreteras tuvieran doble pista, si las curvas pronunciadas se evita-
ran con túneles y así sucesivamente. Y también pueden eliminarse muchos
daños personales si todos los automóviles estuviesen provistos de airbag y
de frenos con dispositivo ABS. En uno y otro caso, sin embargo, exigir esas
precauciones resulta generalmente exorbitante. Su costo dificultaría que
se completara la red de carreteras e impediría a muchas personas acceder
al automóvil. Mal puede estimarse entonces negligente la conducta de los
concesionarios viales o de los fabricantes de automóviles que omiten esos
resguardos.
Lo mismo vale para otros resguardos que no son valorizables directa-
mente en dinero, pero que tienen un costo de oportunidad implícito. Es
lo que ocurre con la velocidad que se tiene por prudente. Si se decide
elevar de 50 km/hr a 60 km/hr la velocidad permitida en zonas urbanas
y si en ciertas carreteras se autoriza conducir a 120 km/hr en vez de los
100 km/hr tradicionales, se está asumiendo por la autoridad un mayor
riesgo, sobre la base de consideraciones de ese tipo, porque resulta evi-
dente que si el propósito fuese eliminar o disminuir drásticamente los
riesgos no se habrían aumentado las velocidades toleradas, a pesar de los
adelantos tecnológicos de los vehículos motorizados y de la mejor condi-
ción de las carreteras. Sin embargo, se ha valorado como superior el
beneficio que trae la posibilidad de desplazarse a mayor velocidad que el
aumento marginal de accidentes que esa nueva regla puede provocar. El
tiempo tiene valor y es un costo implícito de una regla más restrictiva
(aun sin considerar otros costos sociales, como consumo de combusti-
bles, congestión y contaminación).
Consideraciones de este tipo son también determinantes cuando el juez
debe fijar el nivel de cuidado debido, porque, en definitiva, la persona
diligente y razonable actúa atendiendo a los hechos relevantes, de modo
que la negligencia se expresa en “la presentación de una dificultad, que
puede subsanarse por un hombre prudente”.128 La consideración de los
cia, la institución librada actuó culpablemente al omitir cuidados que no suponían costos
exorbitantes (CS, 20.10.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 509). En el mismo sentido, razonando im-
plícitamente en torno al limitado esfuerzo de evitar el daño, se ha estimado culpable la con-
ducta de la entidad bancaria que omite comprobar la exactitud del domicilio que da el
cuentacorrentista al abrir la cuenta corriente, producto de lo cual no es posible la notifica-
ción de los protestos de los cheques y se produce la pérdida de las acciones para obtener su co-
bro, CS, 4.9.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 186; y CS, 26.1.2004, GJ 283, 121.
117
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
costos reitera el principio práctico de que no todo riesgo debe ser preveni-
do, sino sólo aquel que ordena la prudencia.
63. Tipo de relación entre el autor del daño y la víctima. Hay ciertos casos
en que el tipo de relación entre el autor del daño y la víctima contribuye a
determinar la intensidad de los deberes de cuidado. Aunque la relación
personal entre el acreedor y el deudor es característica de las obligaciones
contractuales, también en materia extracontractual muchos deberes de cui-
dado nacen o son modificados en razón de la naturaleza de la relación del
autor del daño con la víctima.
Ya se ha mencionado el rescate como un caso típico en que la posición
relativa de la víctima frente al autor del daño contribuye a disminuir el
cuidado exigible. A la inversa, ocurrirá que una cierta relación previa, como
la negociación de un contrato, puede imponer deberes de lealtad recípro-
cos, aunque por definición las partes de una negociación no tengan obli-
gación de llegar a un acuerdo129 (infra § 66 c). Las mismas relaciones de
confianza y lealtad, incluso respecto de terceros desconocidos, son deter-
minantes de la mayoría de los deberes de cuidado que impone la Ley de
valores, respecto del público que invierte en valores de oferta pública (in-
fra Nº 816) y la Ley de sociedades anónimas, en protección de los accionis-
tas respecto de actos ilícitos de directores y gerentes (supra § 56 d).
En el derecho chileno (como en la mayoría de los sistemas jurídicos
romano-germánicos, incluido el francés) no es necesario que exista un
deber de cuidado específico respecto de la víctima para que haya lugar a
la responsabilidad.130 Con todo, para quien administra una piscina públi-
ca, un andarivel en la nieve o un parque de diversiones, no sólo surgen
deberes contractuales, sino también deberes generales de cuidado relati-
118
CULPA
131 Según un reiterado criterio jurisprudencial, las instalaciones abiertas al público de-
ben encontrarse en las condiciones adecuadas para su uso normal. Así, en el caso de un
menor que sufrió un golpe en la cabeza, que le causó la muerte, a resultas de la caída de
un mástil ubicado en un parque (Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª,
59); en un accidente ocurrido en un estadio municipal de fútbol debido a la ausencia de
tablones en las graderías, a consecuencias de lo cual se produjo la caída de un espectador
al vacío (Corte de Concepción, 28.11.2002, confirmado por la CS [cas. fondo y forma],
4.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 77); el mismo criterio para juzgar la conducta de quien ad-
ministra un parque de diversiones en CS, 15.11.1999, F. del M. 492, 2600; y para quien ad-
ministra una piscina pública, en Corte de Santiago, 14.1.2002, confirmado por la CS [cas.
fondo], 7.1.2003, GJ 271, 96.
132 Estas conclusiones son coincidentes con la temprana evolución de la responsabili-
dad por actividades industriales bajo una regla de negligencia, según muestra el espléndi-
do estudio de casos del siglo XIX en los estados norteamericanos de Schwartz 1981 b.
119
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
estándar exige que nadie haga soportar a los demás riesgos que superen lo
que exigen las circunstancias. Por eso, la construcción de los deberes de
cuidado específicos tiene más de prudencial que de exacto, pues importa
ponderar los bienes e intereses jurídicos en conflicto en el contexto de la
acción. En consecuencia, criterios generales para apreciar la diligencia de-
bida, como los desarrollados en este capítulo, sólo son puntos de vista,
cuyo mérito es que por lo general resultan relevantes para efectuar en
concreto esa determinación prudencial.
133 La fórmula proviene del caso United States v. Carroll Towing Co., 159 F.2d 169 (2d
Cir. 1947), y aparece citada en Posner 1992 156. La expresión simbólica de la fórmula es
que hay negligencia cuando p x i > c (donde p es la probabilidad que ocurra el accidente; i
la intensidad del daño que el accidente supone y c el costo de prevención).
134 Modelo explicativo tomado de Kötz 1991 47.
120
CULPA
121
§ 10. LA CULPA CIVIL COMO ILICITUD DE LA CONDUCTA
dio de las conductas efectivas introducen al modelo del homo oeconomicus, con referencias al
derecho de obligaciones, en Eidenmüller 2005 a 216.
122
CULPA
123
§ 11. CULPA POR OMISIÓN
a. Planteamiento
145 Deutsch/Ahrens 2002 19, quienes estiman, además, que en el caso de las omisiones
rencia indistinta a las acciones y omisiones que deben ser evitadas porque presumiblemen-
te pueden dañar al vecino, Fleming 1985 35.
124
CULPA
b. Omisión en la acción
t. VI, sec. 1ª, 393. En la jurisprudencia más reciente sobre responsabilidad del Estado, espe-
cialmente de los municipios, es frecuente encontrar referencias a supuestos de omisión en
la señalización del peligro que implica transitar por las vías públicas en razón del mal esta-
do de las mismas o de la realización de reparaciones (Ley del tránsito, artículo 174 V; al
respecto, infra § 52 d).
150 Corte de Valparaíso, 3.12.1948, confirmada por la CS [cas. fondo], 4.8.1952, RDJ,
de Santiago, 10.9.1940, confirmada por la CS [cas. fondo], 26.8.1941, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª,
203. Véase también un caso en que se estableció la responsabilidad del propietario de una
terraza de un edificio que al omitir efectuar las reparaciones necesarias causó perjuicios a los
locales que se encontraban en los pisos inferiores, Corte de Santiago, 16.3.1998, GJ 213, 102.
125
§ 11. CULPA POR OMISIÓN
152 CS, 4.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 2006. En el mismo ámbito, se ha fallado que una
clínica actúa culpablemente si causa daños “por no realizar actividades o gestiones que le obli-
gan a una mantención continua y periódica del equipo utilizado en la operación de la víctima”,
Corte de Iquique, 9.1.2002, confirmada por la CS [cas. fondo], 2.4.2003, GJ 274, 194.
153 Corte de Santiago, 12.1.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 1. Entre los innumerables ca-
sos de culpa por omisión en la acción pueden verse las siguientes sentencias: CS, G. de los
T., 1901, 1er sem., Nº 263, 229; CS, 8.8.1906, RDJ, t. III, sec. 1ª, 402; CS, 22.7.1913, RDJ,
t. XII, sec. 1ª, 300; CS, 4.8.1933, RDJ, t. XXX, sec. 1ª, 524; CS, 29.9.1942, RDJ, t. XL, sec. 1ª,
212; Corte de Santiago, 10.1.1953, RDJ, t. L, sec. 2ª, 11; CS, 21.1.1988, t. LXXXV, sec. 4ª, 1;
Corte de Santiago, 28.1.1993, GJ 151, 54; Corte de Concepción, 4.11.1997, confirmada por
la CS [cas. fondo], 3.11.1998, F. del M. 481, 2600; Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 2ª, 48; Corte de San Miguel, 19.7.1999, GJ 229, 153; Corte de Santiago, 28.12.1999, GJ
234, 63; Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270,
183; y Corte de Santiago, 22.4.2003, GJ 274, 281.
126
CULPA
72. Culpa infraccional por omisión. a) Atendidas las reservas del derecho
civil para admitir ilícitos por omisión, corresponde especialmente al legis-
lador definir los deberes positivos de cuidado. Del mismo modo como
ocurre cuando el daño es producido por una acción, la infracción a un
deber legal de actuar es suficiente para dar por acreditada la culpa (supra
Nº 53). En otras palabras, hay culpa infraccional por el solo hecho de no
haberse ejecutado un acto ordenado por la ley.156
b) A diferencia de lo que ocurre en otros ordenamientos, donde no
existe deber de actuar como buen samaritano, ni siquiera en situaciones
extremas,157 el derecho chileno establece ciertos deberes positivos de auxi-
154 En opinión de Carbonnier 2000 404, este es el único caso en que la omisión pura y
simple acarrea indubitadamente responsabilidad.
155 En el derecho francés se suele remitir al caso de una pareja judía divorciada, don-
127
§ 11. CULPA POR OMISIÓN
158 Es posible que el buen samaritano de los evangelios, de acuerdo con la segunda de
esas normas, hubiese cumplido un deber legal: ¿era un despoblado, en circunstancias que
ya otras dos personas habían pasado por el lugar? (Lucas 10, 29-37).
159 Sobre la culpa por omisión infraccional en la acción puede consultarse una senten-
cia que considera que una sociedad anónima incurre en culpa cuando no cumple los debe-
res que le impone la Ley de sociedades anónimas y su reglamento, autorizando traspasos
de acciones, pero omitiendo verificar, examinar y comprobar los aspectos formales de los
mismos (Corte de Santiago, 14.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 58). Análogamente, en el ám-
bito bancario se conocen casos en que los bancos omiten cumplir con las reglas sobre com-
probación de domicilio e identidad al momento de abrir cuentas corrientes, lo que por
distintas vías termina por causar daños a terceros; sobre la materia, CS, 4.9.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 1ª, 186; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 281, 104 CS, 26.1.2004, GJ 283, 121.
128
CULPA
160 En el derecho francés se suele decir que la culpa por omisión está esencialmente
sujeta a los mismos requerimientos que la culpa en la acción, invocando al efecto el mode-
lo de la persona diligente (Viney/Jourdain 1998 338, Mazeaud/Chabas 1998 488). Se suele
citar una decisión de 1951 en que se declaró ilícita la conducta de un historiador que rehu-
saba citar un nombre célebre, con fundamento en un ‘deber de objetividad de la ciencia’
(caso Branly, cass. civ., 1951, citado por Viney/Jourdain 1998 339); sin embargo, la decisión,
además de extremadamente discutible en su propio mérito, no resulta compatible con la
libertad de expresión, de modo que no ha sido sostenida en casos posteriores (ídem). A
juzgar por la jurisprudencia que se acostumbra citar, y más allá de casos aislados, los jueces
parecen ser más reflexivos que la doctrina acerca de las dificultades de aceptar a la banda-
da deberes positivos de cuidado; así, por ejemplo, se ha fallado que no cabe hacer respon-
sable por omisión al propietario que no esparce arena en la vereda colindante con su
inmueble, sobre cuya superficie congelada cayó un peatón, a pesar de que un aviso munici-
pal hacía referencia a este deber, porque no era posible invocar norma legal o reglamenta-
ria que lo estableciera (cass. civ., 2000, Méga Code § 1383 22).
161 Una vigorosa argumentación desde las perspectivas de la filosofía práctica y de la
moral utilitarista, en Weinrib 1980 con referencia a los argumentos de J. Bentham; una jus-
tificación a la luz de la teoría moral kantiana, en Wright en Owen 1995 271; véase también
Cane/Atiyah 1999 63. Críticos del establecimiento de una regla general de socorro, con
argumentos económicos, Landes/Posner 143, Epstein 1999 287.
162 Coleman 1992 313.
129
§ 11. CULPA POR OMISIÓN
ese tipo: ¿por qué puede verse en situación de asumir responsabilidad quien
no tiene injerencia causal en el accidente?; ¿cómo se identifica a la persona
que tiene el deber, si, como en el caso bíblico, son varios los que están en
condiciones de prestar socorro?; ¿es necesario transformar la benevolencia en
regla de derecho?; ¿no se amenaza la libertad si el derecho comienza a esta-
blecer deberes indeterminados de conducta en protección de terceros?
Todo indica, sin embargo, que la regla penal chilena tiene calificacio-
nes suficientes para evitar que el deber de socorro se expanda sin control,
aunque se admita en derecho civil una aplicación extensiva a casos análo-
gos; como el del médico de una zona carente de servicios que rehúsa sin
justificación atender un paciente grave, el cual conocidamente requiere
urgente atención, o el hotelero que se niega a recibir a un viajero grave-
mente amenazado por condiciones climáticas extremas.163 Más allá de es-
tas situaciones extremas, no puede asumirse un deber general de cuidado
que tenga por objeto prevenir que un daño sea causado a terceros.164
c) De lo anterior se sigue que la responsabilidad por omisiones sólo
procede, además de los casos en que la ley establece un deber positivo de
conducta, cuando existe una razón especial para que el responsable deba cuidar
de la víctima. Estas razones se refieren esencialmente a una especial rela-
ción entre la víctima del accidente y quien omite el cuidado que habría
evitado el daño. Desde luego que no se trata de una relación contractual,
porque en tal caso la responsabilidad estaría sujeta a otras condiciones. Se
trata de vínculos que no dan lugar a relaciones obligatorias, pero que ge-
neran un especial deber de respeto hacia los intereses del tercero.
Los casos más obvios son las relaciones de analogía contractual, como
los deberes que tiene el propietario de una casa o de un establecimiento
de comercio respecto de quienes acceden a ellos como servidores o clien-
tes; quien realiza negociaciones contractuales respecto de la otra parte; el
fabricante de un producto que luego de ponerlo en el mercado descubre
163 Alessandri 1943 200, citando a los hermanos Mazeaud. Un interesante caso de res-
ponsabilidad médica por omisión de servicio, fallado con fundamento en el artículo 490
Nº 1 del Código Penal, se refiere a un médico de turno en el Hospital de Constitución, quien
ante un llamado de un paramédico ante una urgencia se negó a asistir al hospital durante
la noche y visitado en su casa por los padres del menor enfermo también rehusó atender-
los, con la consecuencia de que una enfermedad médicamente tratable produjo la muerte
del niño (CS, 28.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71). En el caso parece determinante que el
condenado por la omisión estaba de turno en el hospital; descartada esa circunstancia, ¿hasta
dónde llega la privacidad de los médicos?; ¿está un médico obligado a atender cualquiera
urgencia?; ¿establece su profesión deberes jurídicamente exigibles de servicio universal? Es
interesante constatar que las Siete Partidas tendían a contestar negativamente estas preguntas,
porque sólo hacían responsable al médico una vez que éste había comenzado a medicinar
a la persona o animal (Siete Partidas 7.15.9).
164 Así fue formulada la regla por Lord Goff en un caso en que se reclamaban perjui-
cios del propietario de un teatro que estaba cerrado y a la espera de su demolición, por no
haber cuidado que se introdujeran pandilleros que luego provocaron un incendio causan-
te de daños a los vecinos (Smith v. Littlewoods Organisation Ltd., 1987, 1 All ER 710, citado
por Jones 2002 52).
130
CULPA
165 Fleischer 2001 574. Véase respecto de los criterios de cercanía para determinar los
131
§ 12. CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN
a. Justificación e ilicitud
132
CULPA
133
§ 12. CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN
lidad extracontractual del Estado, en que un policía dio muerte con un disparo a una per-
sona que inició actuaciones destinadas a escapar de la policía, la Corte de Santiago declaró
que “los tribunales, sobre la base de los bienes jurídicos en juego, han privilegiado la vida
al calificar la racionalidad del proceder de la policía, rechazando el empleo de armas para
el solo objeto de evitar la fuga de detenidos”, Corte de Santiago, 19.6.2003, GJ 276, 111.
168 En la doctrina chilena se han incluido, además, las eximentes de caso fortuito o fuerza
mayor, la violencia física o moral, la culpa exclusiva de la víctima y el hecho de un tercero (Ales-
sandri 1943 599). Sin embargo, si bien las circunstancias señaladas efectivamente excluyen la
responsabilidad, no lo hacen por la vía de excusar la ilicitud, sino actuando preferentemente
sobre otros elementos de la responsabilidad, como son la voluntariedad o libertad del acto, en
el caso de la fuerza física o moral (supra Nº 35), o la relación casual, en el caso fortuito o fuerza
mayor, el hecho de un tercero y la culpa de la víctima, en la medida que sean suficientemente
intensas como para ser consideradas las únicas causas normativamente relevantes (infra Nos 270
y 290); véase Ducci 1936 215.
169 Cane 1996 238. Especialmente clara respecto de la distinción entre potestad discre-
134
CULPA
“el mero ejercicio de una acción judicial, aunque los tribunales no la acojan en definitiva,
no constituye injuria o daño por sí solo”, Corte de Santiago, 1.1.1925, confirmada por la
CS [cas. fondo], 3.3.1927, RDJ, t. XXV, sec. 1ª, 117; en un sentido similar, Corte de Santia-
go, 28.7.1936, confirmada por la CS [cas. fondo], 3.11.1937, RDJ, t. XXXV, sec. 1ª, 173. Para
un caso en que el ejercicio de una acción judicial fue considerado abusivo, por ejercerse
de forma extremadamente imprudente, véase, Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada
por la CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; en general, sobre la responsabili-
dad por abuso de derecho, infra § 48.
171 Ducci 1936 67, Alessandri 1943 604.
172 Carbonnier 2000 426.
173 Aquí se muestra que no es necesario introducir en el derecho civil un concepto de anti-
juridicidad distinto a la culpabilidad. En general, una de las razones para incluir la antijuridici-
dad como un requisito autónomo de la culpa en materia de responsabilidad civil es precisamente
para excluir de la ilicitud casos como el del médico que provoca una herida. Que ese análisis se
haga antes o después del resto del juicio de ilicitud (esto es, de culpabilidad) no es razón sufi-
135
§ 12. CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN
ilícitos.173 En estos casos, el límite de licitud está dado por los deberes de
cuidado que rigen cada tipo de actividad. Por eso, sólo la infracción a esos
deberes, y no la lesión producida, será indicativa del ilícito civil.174
ciente para separar en dos conceptos el juzgamiento civil de la licitud de la conducta, que atiende
a todos los aspectos relevantes (incluido, como en el caso del médico, que la conducta sea so-
cialmente aceptada como legítima). Ello resulta necesario en el derecho penal en atención a la
función limitada que tiene la culpa en la construcción jurídica del hecho ilícito (supra Nº 45).
174
En verdad, en estos ejemplos se muestra cómo en nuestra tradición jurídica la anti-
juridicidad es inseparable de la ilicitud de la conducta: el ejercicio proporcionado de un
derecho forma parte de juicio de valor relativo a la conducta, que es constitutivo de la cul-
pa civil (supra Nº 76).
175
Así, Alessandri 1943 604: “el funcionario público o municipal, y aun el simple parti-
cular, que ejecuta un acto en cumplimiento de órdenes emanadas de la autoridad adminis-
trativa o judicial, por ilegales que ellas sean, no responde del daño que así cause, a menos
que la ilegalidad o ilicitud del acto sea tal que un hombre prudente se habría abstenido de
ejecutarlo o que el daño provenga de la forma como se cumplió la orden, por ejemplo,
causándolo o agravándolo innecesariamente o con manifiesto descuido o negligencia”.
176
Bustos 1989 224.
177
Cury 2005 460.
178
En materia penal es excusa aceptable que quien resulte responsable material del
delito cometido por funciones públicas haya obrado por orden de sus superiores a quienes
debe obediencia disciplinaria (Código Penal, artículo 159). La Corte Suprema, en fallo di-
vidido, ha declarado que esa norma debe interpretarse de modo que excluya órdenes ma-
nifiestamente ilegales; el interesante voto de minoría declara que debe aplicarse estricta-
mente la eximente, sin perjuicio de razonar que esa norma es injusta porque atenta contra
los deberes que su condición impone a los funcionarios (CS, 29.3.2000, GJ 249, 113). En
circunstancias que el principio de legalidad no rige en materia civil del modo que en el
136
CULPA
parece indicar que quien ejecuta una acción ilegal que afecta severamente un
derecho ajeno no puede excusarse en razón de la obediencia, salvo que haya
agotado los medios que el derecho administrativo le concede.179 Hasta dónde
llega la fuerza irresistible es una cuestión de hecho que debe ser evaluada en
concreto.
179 El Código de Justicia Militar dispone que queda exculpado el militar que cumple
137
§ 12. CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN
138
CULPA
actúa sin culpa quien ocasiona un daño para evitar otro mayor.184 El estado de
necesidad es una excusa que se basa en la desproporción de los bienes com-
prometidos por la acción: la víctima soporta un daño que es substancialmente
menor al daño actual o inminente que el autor pretende evitar.185
Además de la notoria desproporción de los bienes y la actualidad o
inminencia del peligro, la doctrina agrega los requisitos de que el peligro
que se trata de evitar no tenga su origen en una acción culpable del que
alega la justificación y que no hayan estado disponibles medios inocuos o
menos dañinos para evitar el daño.186 En el primer caso, el daño es causal-
mente atribuible a la culpa; en el segundo, el estado de necesidad está
descartado en razón de que la desproporción del medio empleado mues-
tra que no había propiamente una necesidad.
b) Conviene tener presente que el estado de necesidad puede justifi-
car tanto una agresión que se hace a un bien ajeno (por ejemplo, cuando
se destruye una plantación del vecino para combatir un incendio), como
un acto de defensa frente a un riesgo provocado por una cosa ajena (como
ocurre cuando se dispara a un perro que amenaza a un menor).187
c) Por último, el estado de necesidad excluye la acción propiamente
indemnizatoria de la víctima por el daño ocasionado, pero no obsta al ejer-
cicio de la acción restitutoria del daño producido para obtener un provecho
propio o ajeno, pues el derecho no puede amparar el enriquecimiento in-
justo de quien salva un bien propio con cargo al patrimonio de otro.188
83. Legítima defensa. La legítima defensa opera en el derecho civil de
modo análogo que en el penal. Así, actúa en legítima defensa quien oca-
siona un daño obrando en defensa de su persona o derechos, a condición
de que: i) la agresión sea actual e ilegítima;189 ii) no haya mediado provoca-
184
Alessandri 1943 610.
185
Un ejemplo de aplicación de esta excusa es la del funcionario policial que ante la
falta de agua y con temor de que un incendio se propague a los inmuebles vecinos, derrama
el contenido de unas pipas de aguardiente que se hallan al interior de uno de esos inmue-
bles; demandado por el dueño del aguardiente, el policía fue declarado exento de responsa-
bilidad por haber actuado destruyendo “la propiedad privada de un individuo para salvar la
de muchos” (Corte de Santiago, 21.10.1890, G. de los T., 1890, 2º sem., Nº 4135, 999).
186 Alessandri 1943 611. En relación con el segundo de los requisitos mencionados, se
ha fallado que el Fisco es responsable de los daños ocasionados por la fuerza policial que,
para evitar que cayesen en manos de unos huelguistas, arrojó al mar unos cajones de cerve-
za que se hallaban en el muelle, toda vez que la autoridad no está eximida de “la obliga-
ción de recurrir entre varios [medios], a los que menos daños ocasionen al derecho de los
particulares”, y tampoco se acreditó que este fuese el “medio necesario y único de impedir
su apropiación” (Corte de Santiago, 11.1.1908, RDJ, t. V, sec. 2ª, 55).
187 En el derecho alemán, donde el estado de necesidad está regulado en el BGB, son
más fuertes los requisitos para el estado de necesidad agresivo (peligro actual), que para el
defensivo (peligro que amenaza); §§ 904 y 228 del BGB, respectivamente.
188 Así también P. Rodríguez 1999 157, pero calificando la acción como indemnizatoria.
189
Desde el punto de vista de la culpa es suficiente que la agresión sea putativa, esto
es, que la defensa esté basada en la creencia de un peligro, sin que en ello medie negligen-
cia (Deutsch 2002 b, 47). En el derecho penal la defensa frente a una agresión aparente da
139
§ 13. PRUEBA DE LA CULPA
ción suficiente por parte del agente;190 iii) la defensa sea necesaria y pro-
porcionada al ataque;191 iv) se dirija contra el agresor; y v) el daño se haya
producido a consecuencia del acto de defensa.
Salvo el requisito de daño, que es propio de la responsabilidad civil, las
demás condiciones de la causal de justificación son las que se reconocen
en el derecho penal (Código Penal, artículo 10 Nº 4). Por consiguiente, lo
discurrido por la doctrina penal es también aplicable en materia civil. Sin
embargo, en la medida que el demandado oponga la legítima defensa
como causal eximente de responsabilidad penal, en el juicio en que se
investigue dicha responsabilidad, la absolución no producirá efectos de
cosa juzgada en materia civil, en virtud de lo dispuesto en el artículo 179
del Código de Procedimiento Civil (infra Nº 766).
lugar a un error sobre los presupuestos fácticos de la causal de justificación, que puede ex-
cluir la ilicitud (Roxin 1994 826); esas hipótesis pueden ser consideradas sin más como jus-
tificaciones en el derecho civil, sin perjuicio de las acciones restitutorias que proceden (de
modo análogo a lo que ocurre con los efectos del estado de necesidad).
fenderse, véase CS, 8.1.1979, F. del M. 244, 33 y CS, 4.4.2001, GJ 250, 151.
140
CULPA
141
§ 13. PRUEBA DE LA CULPA
142
CULPA
198 Corte de Valdivia, 9.11.1988, confirmada por la CS [cas. fondo], 3.5.1990, GJ 119, 72.
Asimismo, se ha fallado que “es dable inferir que el que se ha venido en denominar como
‘estado contravencional’ –la vulneración de la norma reglamentaria– responde o se debe al
actuar poco diligente o carente de prudencia por parte del infractor” (CS, 12.4.1999, GJ 226,
131). En el mismo sentido, Corte de Santiago, 28.12.1961, RDJ, t. LVIII, sec. 4ª, 374; Corte de
Iquique, 13.8.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 374; Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 78; Corte de Santiago, 24.5.1999, GJ 227, 138; Corte de Copiapó, 6.9.1999, confirmado
por la CS [cas. forma y fondo], 22.12.1999, GJ 234, 95; CS, 15.9.1999, RDJ, t. XCVII, sec. 1ª,
158; Corte de Valdivia, 25.6.2001, confirmado por la CS [cas. fondo], 6.5.2002, GJ 263, 120;
Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115; y CS, 13.11.2002, GJ 269, 39.
199 Sobre culpa infraccional por contravención a la Ley del tránsito, siguiendo una norma
legal expresa en la materia (artículo 172), se ha fallado que “las infracciones referidas en el
motivo que precede, constituyen presunción de responsabilidad del conductor en los acciden-
tes en que interviniere”, Corte de Santiago, 31.12.2002, confirmado por la CS [cas. fondo],
30.4.2003, GJ 274, 212. Sobre la prueba de la culpa en los accidentes del tránsito, infra Nº 518.
200 Recurriendo a la noción de usos profesionales y a las reglas de la buena práctica de
la profesión médica, se ha fallado que para que surja la responsabilidad médica extracontrac-
tual es menester que el causante del daño sea médico y que “el hecho se haya ejecutado
intencionalmente o con imprudencia o negligencia, lo que se expresa a través de la infrac-
ción a la lex artis” (CS, 29.9.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 157). Sobre el alcance de las reglas
de la buena práctica de la profesión médica y la actividad hospitalaria en la jurisprudencia,
véanse, entre otras: CS, 16.3.1998, GJ 213, 112; CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95, tam-
bién publicada en F. del M. 476, 1141; CS, 28.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71; Corte de
Santiago, 28.12.1999, GJ 234, 63; Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por la CS
[cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38; Corte de Santiago, 10.10.2000, GJ 245, 169; Corte
143
§ 13. PRUEBA DE LA CULPA
de Santiago, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24; Corte de Iquique, 9.1.2002, confirmada
por la CS [cas. fondo], 2.4.2003, GJ 274, 194; Corte de Concepción, 6.3.2002, confirmada
por la CS [cas. fondo], 30.4.2002, GJ 274, 59; Corte de Copiapó, 25.3.2002, confirmada por
la CS [cas. fondo], 8.7.2002, GJ 265, 127; y Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133. En
general, sobre la responsabilidad médica, infra § 50.
201 Así, Alessandri 1943 515, Corral 2003 217; en el mismo sentido, CS, 5.10.1929, RDJ,
144
CULPA
Civil, artículos 355, 384, 398 y siguientes, 408, 425, 426 y siguientes y 429).
Dentro del marco de eficacia probatoria que la ley otorga a cada medio de
prueba, el juez tiene una facultad prudencial para sopesar la prueba ren-
dida (Código de Procedimiento Civil, artículo 428). En consecuencia, sal-
vo que se incurra en el error jurídico de dar por acreditado un hecho por
un medio que la ley estima insuficiente, la valoración de la prueba no es
objeto de control por medio del recurso de casación.202
145
§ 13. PRUEBA DE LA CULPA
204 Así, se falló que “la existencia o no de culpa o dolo en un acto determinado es ma-
teria que corresponde apreciar exclusivamente a los jueces de la instancia, salvo que ese
acto haya sido reputado culpable o doloso por la ley y ello porque siendo facultad del tri-
bunal de casación únicamente la de juzgar si la ley ha sido correctamente aplicada, está
imposibilitado para emitir juicio si no hay ley aplicable a la materia decidida por el tribunal
de alzada”, CS, 13.6.1946, RDJ, t. XLIII, sec. 1ª, 495; véanse también, entre otras, CS,
21.4.1909, RDJ, t. VI, sec. 1ª, 393 y CS, 11.1.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 7.
205 Según Alessandri 1943 208, se habría mostrado un cambio jurisprudencial a partir de
1939, cuando el tribunal de casación, calificando los hechos determinados por los jueces del
fondo, señaló que “si se atiende a que la caída del menor y el atropello que la siguió se debie-
ron a la velocidad repentina impresa al tranvía, es evidente que hubo culpa de parte del maqui-
nista, porque el hecho de que se trata fue el resultado de un acto consciente y deliberado de su
parte cometido sin malicia o dolo; pero con manifiesto descuido o negligencia que acarrean
consigo la responsabilidad civil por el daño causado a la víctima, conforme lo disponen los
artículos 2314 y 2329 del Código Civil” (CS, 15.4.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 544). Con todo,
puede encontrarse una sentencia de 1910 de la Corte Suprema, que ya se refiere a la culpa
como juicio normativo, señalando que “estos hechos que da por establecidos esa sentencia cons-
tituyen jurídicamente el cuasidelito civil a que se refiere el art. 2284 del Código Civil, por cuan-
to son actos ejecutados con culpa o mera negligencia que infieren daño a otro sin intención de
causarlo; y de consiguiente, al declararse su existencia y las responsabilidades que origina (…)
el fallo reclamado ha ajustado su decisión a lo dispuesto en dicho artículo y en los 2314, 2320 y
2339 del mismo Código” (CS, 28.7.1910, RDJ, t. VII, sec. 1ª, 454). Asumiendo que el juicio de
culpabilidad supone una cuestión de derecho, se ha fallado que “la culpa, es una materia esen-
cialmente de carácter jurídico, puesto que tiene un significado técnico y preciso que le atribuye
la ley; de consiguiente, su apreciación cae de lleno bajo el control de la Corte de Casación”
(CS, 7.4.1958, RDJ, t. LV, sec. 1ª, 35). No es fácil establecer una regla general respecto de la
actual posición de la Corte Suprema, porque con frecuencia el pronunciamiento sobre la mate-
ria se produce al declararse la inadmisibilidad del recurso de casación (en la medida que el
juicio de culpabilidad es tenido por una mera cuestión de hecho, el recurso de casación en el
fondo puede ser declarado inadmisible en cuenta, según lo dispuesto por el artículo 781 II del
Código de Procedimiento Civil). Sin embargo, hay un significativo número de fallos en que se
entra a analizar la culpa como juicio normativo, siguiendo la tendencia de la doctrina y juris-
prudencia comparadas; véanse, por ejemplo, CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95; CS, 28.1.1999,
RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268; CS, 26.1.2000, RDJ, t. XCVII,
sec. 1ª, 36. La tendencia a calificar como cuestión de derecho la falta de servicio de órganos
públicos parece consolidada; véase, por ejemplo, CS, 23.1.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 13 y CS,
3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87. Sobre la naturaleza jurídica del juicio relativo al funciona-
miento debido de los servicios públicos, infra Nº 354.
146
CULPA
206 Una síntesis de esta sección fue presentada como ponencia al Congreso Internacio-
nal en celebración del Sesquicentenario del Código Civil chileno, Santiago 2005.
207 Proyecto de 1853, artículo 2493, con referencia a las Siete Partidas 7.15.6 y siguientes.
208 Así, se falló que “el [artículo] 2329 en su inciso primero se limita, en verdad, a re-
petir en otra forma pero en términos más absolutos, la regla que se contiene en la primera
parte del artículo 2314” (CS, 3.8.1932, XXIX, sec. 1ª, 549). En el mismo sentido, CS,
24.7.1905, RDJ, t. III, sec. 1ª, 60.
209 Ducci 1936 134; más adelante el autor expresa que la peligrosidad es un indicio de
147
§ 14. PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD POR EL HECHO PROPIO
al artículo 2329 del Código Civil, una sentencia declaró que los daños provenientes de
un incendio que se origina en una propiedad vecina, en la que los dueños almacenan
ciertos productos combustibles “deben imputarse a negligencia” de estos últimos “por la
situación de peligro en que mantenían su establecimiento respecto de las propiedades
vecinas”, Corte de Santiago, 4.8.1928, confirmado por la CS [cas. forma y fondo], 7.3.1929
y 20.10.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 93. Otros casos de aplicación implícita del mismo
concepto, pueden encontrarse en las siguientes sentencias: Corte de Tacna, 21.3.1905, con-
firmada por la CS [cas. forma], 22.9.1905, RDJ, t. III, sec. 1ª, 125, que señala que “permi-
tir o no impedir que los trabajadores transiten al lado de los cachuchos de salitre hirviendo,
cuando éstos no están defendidos por rejas protectoras, importa negligencia de parte del
dueño de la oficina o de su administrador”; Corte de Tacna, 4.9.1905, confirmada por la
CS [cas. fondo], 27.11.1907, RDJ, t. V, sec. 1ª, 144, que expresa que “la negligencia de
parte de la Compañía y del capitán del buque de mantener a bordo aparatos para la car-
ga y descarga que no ofrecen seguridad al trabajador, les hace responsable del cuasideli-
to y de la indemnización correspondiente”; y, más explícitamente, Corte de Valparaíso,
1.5.1918, confirmado por la CS [cas. forma y fondo], 22.7.1919 y 5.11.1919, RDJ, t. XVIII,
sec. 1ª, 126, que señala que “la operación que se ejecutaba [cargar y descargar carbón] es
por su naturaleza peligrosa para los obreros que se ocupan en ella (…) y que por regla
general los daños que puedan imputarse a malicia o negligencia de una persona deben
ser reparados por ésta”. La doctrina habría sido formulada con anterioridad a la tesis de
Ducci por la jurisprudencia colombiana, sobre la base de una norma idéntica al artículo
2329 (Código Civil colombiano, artículo 2356).
211 Alessandri 1943 292. Ejemplos de aplicación de la presunción en materia de acci-
dentes ferroviarios como los que señala Alessandri, pueden verse en las siguientes senten-
cias: Corte de Santiago, 12.10.1909, RDJ, t. IX, sec. 2ª, 25, que haciendo expresa referencia
al artículo 2329, señala que “el hecho de que choquen dos trenes de la misma Empresa no
sólo manifiesta que sus empleados no han cumplido sus obligaciones, sino también que no
han usado la menor prudencia, pues, como lo dice el art. 186 del Reglamento General de
1884, ‘nada justifica el choque de dos trenes’”; en un caso similar al anterior, Corte de San-
tiago, 1.8.1923, confirmada por la CS [cas. fondo], 11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912; CS,
14.12.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 785, que califica el choque de trenes como “inexcusable”;
y, Corte de Santiago, 9.1.1928, RDJ, t. XXVII, sec. 1ª, 240; también se falló que la responsa-
bilidad de la empresa sólo se excluiría por caso fortuito, con lo cual la sitúa en el límite
con la responsabilidad estricta (CS, 11.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª, 570).
148
CULPA
93. Argumentos para sostener que el artículo 2329 establece una presun-
ción de culpa por el hecho propio. La tesis de que el artículo 2329 estable-
ce una presunción de culpabilidad por el hecho propio se sostiene en
argumentos que son fuertes y consistentes entre sí.
a) Desde un punto de vista exegético, son ilustrativos de la intención
del legislador: i) la ubicación del artículo 2329, inmediatamente después
de las normas que establecen presunciones de culpabilidad por el hecho
212 La doctrina chilena posterior a Alessandri 1943 disiente en la materia. Meza 1988
266 sostuvo que el artículo 2329 I contendría el principio general de la culpa probada, mien-
tras que el inciso segundo sería una enumeración de casos específicos en que regiría una
presunción de culpabilidad; nada parece justificar, sin embargo, que el inciso primero del
artículo 2329 sea leído con independencia de los ejemplos del inciso segundo. En sentido
análogo, P. Rodríguez 1999 211. Corral 2003 229, asume que la interpretación del artículo
2329 como una presunción envuelve una especie de tautología, porque la presunción ope-
raría cuando hay antecedentes para construir una presunción judicial (infra Nº 97); por el
contrario, estima que la norma puede ser construida como una presunción de causalidad
(infra Nº 272 e).
213 Zweigert/Kötz 1996 655, Rohe 2001 134, Fleming 1985 148, Restatement/Torts II
328 D.
214 Así se ha fallado que “este precepto no sólo cabe aplicarlo a los tres casos que enumera,
pues éstos están señalados sólo a vía ejemplar y sin excluir otras situaciones”, Corte de Concep-
ción, 25.1.2002, confirmada por la CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104.
215 CS, 13.1.1937, RDJ, t. XXXIV, sec. 1ª, 201.
216 CS, 14.6.1945, RDJ, t. XLIII, sec. 1ª, 26.
217 Corte de Valparaíso, 3.12.1948, confirmada por la CS [cas. fondo], 4.8.1952, RDJ,
y 3.12.1943, RDJ, t. XLI, sec. 1ª, 430. Asumiéndose esta interpretación se ha fallado que “el
citado artículo 2329 no se limita a dogmatizar acerca de la necesidad de los elementos sub-
jetivos de malicia o negligencia para imponer responsabilidad, sino que se anticipa a dar
por establecida la concurrencia de los elementos necesarios para imponer dicha responsa-
bilidad cada vez que una persona sufra un daño que constituya la razonable consecuencia
de haberse ejecutado un hecho o dejado de cumplir un deber y tal acción u omisión es
susceptible de perjudicar a terceros”, Corte de Valparaíso, 3.12.1948, confirmada por la CS
[cas. fondo], 4.8.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 281.
149
§ 14. PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD POR EL HECHO PROPIO
ajeno (artículos 2320 y 2322) y por el hecho de las cosas (artículos 2323 a
2328), y ii) el enunciado inicial de la norma, que hace referencia a una
regla general que puede ser entendida como una regla de clausura del
sistema de presunciones que contempla el Código Civil. Esta es, por lo
demás, la única forma de dar sentido y utilidad a la disposición, pues de lo
contrario habría que aceptar que se trata de una innecesaria repetición de
la regla del artículo 2314.219
b) El texto avala esta interpretación. La norma no se refiere a todo
daño que haya sido causado por malicia o negligencia, sino a ‘todo daño
que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona’. La forma
gramatical subjuntiva se refiere a una conducta cuya descripción ya inclu-
ye en principio una valoración de negligencia. Los ejemplos del artículo
2329 también contribuyen a esta interpretación, pues se refieren a hechos
que por sí solos son expresivos de culpa. Así, en el caso del disparo impru-
dente de un arma de fuego, la circunstancia que permite inferir la cul-
pabilidad es disparar un arma en una situación de peligro; y en la remoción
de las losas de una acequia o cañería en una calle o camino, sin que haya
evidencia de las precauciones necesarias, así como en el mal estado de
mantención de un puente o acueducto que atraviesa un camino, son he-
chos que por su sola ocurrencia denotan prima facie negligencia.220
c) La interpretación resulta coincidente también con la experiencia y
la razón. En principio, se atribuye responsabilidad a otro cuando la
experiencia indica que el daño provocado en tales circunstancias se debe
usualmente a culpa o dolo de quien lo causa. Es lo que en el derecho
anglosajón se conoce con la expresión latina res ipsa loquitur (‘dejad que
las cosas hablen por sí mismas’).221
d) La presunción de culpa por el hecho propio se justifica por razones
de justicia y de economía procesal, pues resulta preferible asumir en prin-
219 Se ha fallado que “tal disposición [artículo 2329] no puede constituir una repeti-
ción de la regla general contenida en el artículo 2314 del Código Civil, tanto porque ello
supondría una redundancia poco frecuente en la obra del legislador civil, cuanto porque
la norma se encuentra precisamente inserta al final de las presunciones de responsabilidad
por el hecho ajeno y por el hecho de las cosas, lo que sugiere que ella ha querido instituir
la regla general en materia de presunción de responsabilidad por el hecho propio” (Corte
de Santiago, 7.9.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 65).
220 Así, se ha fallado que “al utilizarse por el legislador la expresión subjuntiva ‘pueda’,
se está queriendo aludir, en general, a cualquier daño que sea posible, probable o racional
de imputar a malicia o negligencia (…) los ejemplos que contiene la misma disposición,
todos los cuales se refieren a hechos que suponen la característica antes anotada, en el sen-
tido de que todos ellos alteran el comportamiento normal con el que se ha de proceder en
cada una de las circunstancias descritas en cada ejemplo” (Corte de Santiago, 7.9.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 2ª, 65).
221 En el derecho inglés es líder el caso de un barril que cayó desde la ventana supe-
150
CULPA
222 Así, conociendo de un caso en que una compañía de gas no adoptó los resguardos
necesarios para evitar filtraciones que terminaron por causar la muerte a tres personas, se
falló que “la jurisprudencia de nuestros Tribunales ha sido reiterativa en cuanto a estable-
cer una verdadera presunción de responsabilidad en el desarrollo de actividades peligro-
sas, concordando con la opinión de los tratadistas, como es el caso del profesor Ducci, y
por ello el artículo 2329 es aplicable cada vez que una persona sufre un daño que constitu-
ye la razonable consecuencia de haberse dejado de cumplir un deber (como en el caso en
estudio) y que tal omisión es susceptible de perjudicar a terceros” (Corte de Concepción,
4.11.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 3.11.1998, F. del M. 481, 2600); en el caso de
un accidente en la ciudad de Concepción debido a un hoyo profundo, contiguo a un co-
lector de aguas lluvias, no existiendo protección ni señalización que advirtiera del peligro a
los transeúntes, la Corte Suprema sostuvo que “para rechazar el recurso bastaría tener en
cuenta que la sentencia de primera instancia, que el fallo recurrido hizo suya al confirmar-
la, ha dado por establecida, a partir de los hechos referidos, una presunción de culpabili-
dad de la demandada por su hecho propio, según el artículo 2329 del Código Civil, que se
infiere de la circunstancia de haber tenido la municipalidad la acera en estado de causar
peligro a quienes transitaban por ella (…). Sin embargo, el recurso no dio por infringida
esa norma legal, de lo que ha de concluirse que aun sin perjuicio de las consideraciones
siguientes relativas a las normas que se invocan como infringidas, el fallo recurrido puede
ser sostenido subsidiariamente en el referido artículo 2329 del Código Civil” (CS, 7.5.2001
RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88).
151
§ 14. PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD POR EL HECHO PROPIO
daños causados por el agua que los dueños de una fábrica habían almacenado en un depósi-
to construido en su propiedad. El agua se filtró y escurrió a través de una mina abandonada
hasta la mina en actual operación del demandante, haciendo imposible su explotación. El
tribunal supremo declaró que el uso anormalmente peligroso del agua por el demandado lo
hacía responsable de los daños con independencia de su diligencia (Fletcher v. Rylands, 1866,
LR 1 Ex. 265, analizado por Prosser/Keeton et al. 1984 545, Fleming 1992 334).
224 Restatement/Torts II §§ 519, 520 y 520 A. De particular interés es el § 520, que defi-
152
CULPA
estricta por el hecho de las cosas en el derecho francés, donde se exige que el responsable
tenga objetivamente el uso, la dirección y el control sobre la cosa que interviene en la pro-
ducción del daño: “es necesario que el custodio tenga el poder de supervigilar y dominar
todos los elementos de la cosa (incluyendo, tal vez, sus secretos internos), porque sólo así
está en condiciones de prevenir el daño” (Carbonnier 2000 463).
153
§ 14. PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD POR EL HECHO PROPIO
154
CULPA
ción, se ha fallado que “la no adopción de tales medidas mínimas de precaución es constituti-
va de culpa de la sociedad demandada, sin que sea necesario que la demandante acredite la
existencia de acción u omisión alguna de los dependientes de la demandada. No estamos aquí
en presencia de un caso de responsabilidad del amo por actos de sus dependientes, sino en
presencia de un caso de responsabilidad por omisión propia, en el que la sociedad demanda-
da, a través de sus órganos societarios, debió adoptar las medidas de precaución pertinentes y
no lo hizo” (Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 48). El mismo criterio se ha
aplicado a la negligencia médica y hospitalaria cuando se trata de servicios de atención médi-
ca empresarialmente organizados; así, se ha dicho que “la jurisprudencia ha señalado que no
es necesario que la víctima identifique y demande al concreto dependiente o agente sanita-
155
§ 14. PRESUNCIÓN DE CULPABILIDAD POR EL HECHO PROPIO
rio que con dolo o culpa causó el daño respectivo. Para condenar civilmente al Hospital de-
mandado no es necesario acreditar cuál fue el específico dependiente culpable del daño, pues
basta probar que alguien dentro de la organización hospitalaria incurrió en culpa y que di-
cha negligencia fue la causa del daño” (Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por la
CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38). Tras estos fallos tal vez se encuentre implícito
el concepto de daño desproporcionado que ha desarrollado la jurisprudencia española en
casos análogos para inferir la culpa (Vicente en Reglero 2002 a 204).
233 Sobre el control judicial del razonamiento que lleva a la construcción de una pre-
sunción judicial de culpa, CS, 26.10.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 947. La omisión de una argu-
mentación razonada a partir de los hechos que permiten construir la presunción puede
constituir un incumplimiento del artículo 170 Nº 4 del Código de Procedimiento Civil, que,
a su vez, puede dar lugar a una casación en la forma (artículo 768 Nº 5).
156
CULPA
234 Kötz 1991 97, Jones 2002 219. Esta interpretación de la regla se hace cargo de la
crítica de Corral 2003 229, de que la interpretación del artículo 2329 como una presun-
ción legal tiende a caer en una tautología, pues de lo que se trata es de alterar la posición
estratégica de las partes a la luz de que el hecho, bajo circunstancias ordinarias, puede ser
tenido por culpable.
157
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
a. Concepto de dolo
98. El dolo civil como intención. a) La ley hace referencia al dolo y a la culpa
como condiciones alternativas de la responsabilidad civil, dando lugar en el
primer caso a delitos civiles y en el segundo a cuasidelitos (artículos 1437,
2284 y 2314). En circunstancias que en materia civil la culpa y el dolo son, por
lo general, requisitos equivalentes de responsabilidad, la discusión doctrinaria
acerca del concepto de dolo carece de la importancia relativa que tiene en
materia penal. Aun en los casos en que haber actuado intencionalmente hace
la diferencia (infra Nº 100), la definición precisa del dolo no tiene la significa-
ción práctica que tiene para los penalistas atendida la equiparación que la ley
civil hace de los efectos del dolo y de la culpa grave.235
b) El artículo 44 del Código Civil define dolo como “la intención posi-
tiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”. Si la regla es
entendida restringidamente, de modo que lo determinante para que el
acto sea calificado como doloso es la intención precisamente dirigida al
daño, el ámbito de aplicación de la regla sería muy estrecho, pues ni si-
quiera sería dolosa la conducta del agente que realiza conscientemente el
daño como un medio para obtener un beneficio.236
En verdad, ese concepto de dolo supera las exigencias que el derecho
penal ha definido para el dolo directo, la forma más fuerte de intenciona-
lidad. En efecto, desde el punto de vista del autor, el elemento volitivo del
dolo penal directo se satisface cuando el resultado dañoso es un presu-
puesto o un estado intermedio para alcanzar la meta que el autor se pro-
pone con su acción.237
158
CULPA
gente; A. Bello se refiere a las observaciones generales que Pothier formula al fin de su Tra-
tado de las Obligaciones (Pothier 1761 Nº 553).
241 Pothier, en el texto citado en la nota precedente, se refiere esencialmente a la clasi-
ficación tripartita de la culpa, que A. Bello, a diferencia del código francés, acoge en el có-
digo chileno. Lo interesante es que cuando se refiere al dolo contractual, expresa que para
los romanos el dolo “comprende no solamente la malicia y el deseo de perjudicar, sino tam-
bién la falta grave, lata culpa, como está opuesta a la buena fe requerida (…) y es en ese
sentido que las leyes dicen que lata culpa comparatur dolus, lata culpa dolus est”. De este modo,
la asimilación del dolo a la culpa grave permite extender el concepto de dolo desde la in-
tención exclusiva de dañar hasta la simple mala fe, esto es, la conducta contraria a la de-
cencia y a las buenas costumbres del tráfico (Pothier 1761 Nº 554). Cuando se refiere al
dolo en el cuerpo principal de su tratado, Pothier lo define, en sede contractual, como “cual-
quiera clase de artificio de que uno puede servirse para engañar a otro” (ídem Nº 28), y en
sede delictual civil, simplemente como malignidad, que asocia luego a la idea de reflexión
(esto es, de conocimiento y voluntariedad), en oposición a la imprudencia usualmente irre-
flexiva e inconsciente.
242 Finnis en Owen 1995 244.
243 Palandt/Heinrichs § 276 11.
244 Finnis en Owen 1995 229.
159
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
245 Para un análisis del concepto y extensión del fraude civil, especialmente desde el
160
CULPA
la culpa grave en materia contractual en Banfi 2004 211 y Abeliuk 1993 683.
161
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
cho legal a la huelga (Código del Trabajo, artículo 369). El propósito inmediato de la huel-
ga es causar un daño al empresario, que se traduce en la imposibilidad de cumplir contratos
con clientes y proveedores, en lucro cesante y en pérdida de good will comercial, todo lo
cual es lícito, a condición de que se cumplan los requisitos legales.
254 Epstein 1999 576, Weir 2002 173.
255 Weir 1997 8.
162
CULPA
163
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
164
CULPA
que pudo ser previsto a la época del contrato, de modo que en este ámbi-
to se agotaría su aplicación.258
Esta interpretación hace sentido, si se atiende a que el contrato tiene
por una función esencial que las partes se atribuyan recíprocamente los
riesgos, de modo que el límite natural de la responsabilidad por culpa está
dado por el daño que resulta previsible al momento de contratar.
Distinta es la situación en materia extracontractual, donde no hay con-
vención previa, sino una actuación del demandado que ha causado daño
al demandante, de modo que no está predefinido un ámbito de riesgo
que típicamente pertenece a la relación entre las partes. De ahí que se
estime, en general, que la previsibilidad de los perjuicios no es un límite
aplicable en ese tipo de responsabilidad.
Sin embargo, también en el caso de la responsabilidad extracontrac-
tual surge la pregunta por los daños indemnizables. Asumido que la culpa
supone que el perjuicio inicial provocado por el hecho culpable del de-
mandado debe ser previsible, porque de lo contrario el juicio de diligen-
cia carece de sentido (supra Nº 48), queda pendiente la pregunta por los
límites de la responsabilidad respecto de los daños subsecuentes, que se
siguen de ese daño inicial. Esta cuestión se relaciona con los límites de los
daños indemnizables, de manera análoga a como se resuelve en materia
contractual el requisito de que los perjuicios sean previsibles.
La doctrina trata esta materia a propósito del requisito de causalidad.
Como se verá, en verdad se trata de descubrir cuáles daños subsecuentes,
que son causalmente derivados de un daño inicial, pueden ser imputados
objetivamente al hecho culpable del demandado. En el caso de un acci-
dente de tránsito, por ejemplo, se trata de saber si quien lo provocó por su
negligencia puede ser hecho responsable del daño mayor provocado por
un error médico ocurrido al tratar las heridas sufridas por la víctima.
Usando el lenguaje del Código Civil, la pregunta deviene en buscar los
criterios que permiten distinguir el daño directo del indirecto. Entre los
conceptos utilizados para resolver esta cuestión reaparece la idea de previ-
sibilidad. Sin embargo, la doctrina tiende a estar de acuerdo en que el
requisito de que los daños sean previsibles establece un límite muy próxi-
mo a la responsabilidad, de modo que se prefiere el concepto de adecua-
258 Ducci 1936 174, Alessandri 1943 552; así también, CS, 14.4.1953, RDJ, t. L, sec. 4ª,
40. La misma doctrina ha sido sostenida por la jurisprudencia francesa, que también ha
reducido el efecto de la imprevisibilidad a la responsabilidad contractual (Viney 1995 304,
Viney/Jourdain 2001 579). En el derecho alemán, la imprevisibilidad no es relevante como
factor limitante de la responsabilidad por los efectos consecuenciales del hecho; sin embar-
go, sólo se responde de los perjuicios que están en una relación de adecuación con el he-
cho ilícito (y ese no suele ser el caso de los perjuicios imprevisibles). También en el derecho
del common law la previsibilidad suele ser importante en sede de causalidad, al señalarse que
sólo está en relación de causa próxima con el hecho culpable el daño directo, entendiendo
por tal el perjuicio previsible (Jones 2002 267); en general, sobre la previsibilidad como
criterio de imputación objetiva de los daños subsecuentes a la acción del demandado, infra
Nº 255; en relación con el criterio de adecuación, infra Nº 257.
165
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
ción u otros que cumplan esa función limitante de una manera normativa-
mente más satisfactoria (infra § 30, especialmente Nº 255).
c) En otras palabras, tanto en materia contractual como extracon-
tractual el derecho debe poner un límite a los daños derivados de los
cuales se responde; sólo que en la primera, la idea de perjuicios previsi-
bles resulta ajustada a la naturaleza de la relación, mientras que en
sede de responsabilidad extracontractual otras doctrinas resultan más
apropiadas.259
Por eso, aunque la norma del artículo 1558 I se aplica sólo en materia
contractual, se puede sostener que es una característica general de la res-
ponsabilidad por culpa que sólo comprenda los perjuicios que pueden ser razo-
nablemente imputados al hecho culpable, esto es, que pertenecen al
desencadenamiento natural de los acontecimientos a partir del hecho que
genera la responsabilidad (perjuicios a cuyo respecto el hecho ilícito está
en relación de causa adecuada).260 En otras palabras, se puede asumir que
la responsabilidad por culpa sólo puede ser atribuida respecto de aquellos
riesgos que guarden una relación objetiva de proximidad con el ilícito del
demandado (idea que en materia contractual se expresa con el requisito
de que los perjuicios indemnizables sólo son los que eran previsibles para
el deudor al momento de contratar).261
d) Las explicaciones anteriores permiten replantear la pregunta por
las diferencias entre la responsabilidad extracontractual por culpa y por
dolo. Por la referencia que la norma del artículo 1558 I hace a los perjui-
cios que pudieron preverse al momento de contratar, se puede asumir que
no resulta aplicable en materia de responsabilidad extracontractual. Sin
embargo, también en materia de responsabilidad extracontractual el dolo
resulta influyente al momento de determinar la extensión de los perjuicios
indemnizables, porque es un principio general del derecho privado que
quien actúa maliciosamente tiende a hacerse responsable de todas las con-
secuencias de su conducta (infra Nº 261).
son el alemán y el common law, sólo se responda de los llamados perjuicios puramente patri-
moniales (esto es, de los perjuicios patrimoniales que no se derivan del daño a personas o
cosas) en razón de culpa intencional o de la utilización de medios contrarios a las buenas
costumbres. Es el caso de los atentados contra la competencia o la interferencia en contra-
to ajeno. Además de estar comprometida la libertad de emprendimiento (supra Nº 100),
esos daños son de tal amplitud que resultan usualmente imprevisibles.
261 Perry en Owen 1995 321.
166
CULPA
TÍTULO II
167
§ 15. DOLO O CULPA INTENCIONAL
264 La Corte Suprema ha sostenido que el artículo 2320 del Código Civil impone “una res-
ponsabilidad directa y exclusiva a quien tiene a su cuidado o bajo su dependencia a una o más
personas, haciéndolo responsable civilmente frente a los terceros de los daños ocasionados por
aquéllos, ello en razón de no haber empleado la debida diligencia, cuidado o autoridad, para
impedir el hecho presumiendo la culpa y haciéndolo responsable del total de la indemnización
del daño causado” (CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68, también publicada en GJ 226, 56).
265
Así, en el derecho francés, a partir de 1991, los fallos de la Corte de Casación han
reconocido una responsabilidad de pleno derecho por el hecho de personas que están bajo
dependencia o cuidado de otra; también, se ha fallado que una asociación de rugby es res-
ponsable por los daños causados por sus jugadores, sin que le sea admisible la excusa de dili-
gencia (Carbonnier 2000 426). En el common law se acepta desde antiguo la doctrina del
respondeat superior, en cuya virtud el empleador es vicariamente responsable (esto es, bajo un
sistema de responsabilidad estricta) por los actos de sus dependientes (Fleming 1985 162, Abra-
ham 2002 181); la responsabilidad por el hecho de niños u otras personas bajo el cuidado de
otra está sujeta a una regla de negligencia (Fleming 1985 46). En el derecho alemán se sigue
un régimen de presunciones de culpabilidad, análogo al de la ley chilena (BGB, §§ 831 y 832).
266
Se ha fallado que “la responsabilidad solidaria que asigna el artículo 174 inciso 2º
de la ley 18.290 [Ley del tránsito] al propietario de un vehículo que ocasiona daños en una
colisión tiene carácter objetivo, ya que se aparta de los fundamentos de la teoría de la res-
ponsabilidad civil contenida en los artículos 2314 y siguientes del Código Civil, que exigen
concurrencia de dolo o culpa (…). No es necesario acreditar culpabilidad personal del dueño
en relación al daño provocado por el vehículo de su dominio” (Corte de San Miguel,
19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66, también publicada en GJ 229, 153).
168
CULPA
mas citadas [artículos 2320 y 2322 del Código Civil] no tienen aplicación y debe recurrirse
a una norma de carácter especial sobre la materia, contenida en el artículo 2319 del códi-
go citado. La referida norma sólo hace surgir responsabilidad de la persona civilmente res-
ponsable, en el evento que pueda imputársele negligencia, esto es, a condición que se pruebe
culpa de aquélla” (CS, 28.1.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 1).
169
§ 16. RESPONSABILIDAD POR EL HECHO DE INCAPACES
270 Previo a la reforma de la ley Nº 19.585, para establecer a quién correspondía el cuida-
do personal del menor, era necesario distinguir entre las distintas categorías de hijos que con-
templaba la legislación. Respecto de los hijos legítimos, en principio el cuidado personal
correspondía al padre (antiguo artículo 219) y, en caso de divorcio o separación de hecho,
según disponía el artículo 223 y el derogado artículo 46 de la Ley de menores, dicho cuidado
tocaba a la madre, salvo cuando por su depravación fuera de temer que el hijo se pervirtiera.
Tratándose de hijos naturales, la tuición y cuidado personal correspondía al padre o madre
que lo hubiere reconocido voluntariamente; si el reconocimiento había sido forzado, el cui-
dado personal del menor se regía por las reglas generales para los incapaces y, en consecuen-
cia, estaba a cargo de un tutor o curador, así resultaba de las normas contenidas en el artículo
271 y en el artículo 277 II, todos ellos actualmente derogados. Finalmente, en cuanto a los
hijos simplemente ilegítimos, en atención a que técnicamente carecían de padre y madre, su
cuidado personal correspondía a un tutor, mientras fuera impúber, y a un curador, hasta que
alcanzara la mayoría de edad (antiguos artículos 341 y 342).
170
CULPA
tiene el cuidado personal es responsable incluso de los actos del hijo cometidos durante la
visita que éste hace al otro padre, RTDC 2001 603.
274 Así, un establecimiento de habilitación educacional de deficientes mentales está su-
jeto a responsabilidad si aquéllos están sujetos durante el día a un régimen de libre circula-
ción y con ocasión de ello provocan un incendio forestal, porque “la asociación aceptó la
carga de organizar y de controlar, a título permanente, el modo de vida de la persona defi-
ciente” (cass. plen., 1991 en Méga Code § 1384 52). Como en el caso del padre o madre, la
responsabilidad de una institución encargada del cuidado puede subsistir cuando un me-
nor en libertad vigilada es ubicado en una familia de acogida (Méga Code § 1384 53).
171
§ 17. PRESUNCIONES DE CULPA POR EL HECHO AJENO
autorizado a su hijo para que llegara tarde a casa, lo que hizo a las 6.15 horas, conducien-
do sin licencia y en estado de ebriedad (Corte Presidente Aguirre Cerda, 2.12.1988, RDJ,
t. LXXXV, sec. 4ª, 191). Según Alessandri 1943 343, “si los antecedentes del proceso de-
muestran claramente o la víctima prueba que el delito o cuasidelito cometido por el hijo
menor provino de mala educación o de los hábitos viciosos que los padres le han dejado
adquirir, éstos no pueden exonerarse de responsabilidad en forma alguna, ni aun acredi-
tando que lo vigilaron acuciosa y constantemente; los padres son siempre responsables de
este delito o cuasidelito. El art. 2321, que constituye una excepción al inciso final del art.
2320, establece una presunción de derecho al respecto”.
278 La Corte de Santiago ha señalado que en el caso del artículo 2321 del Código Civil, la
responsabilidad del padre no proviene de la falta de cuidado y diligencia que ha debido emplear
respecto del hijo menor, sino que “la ley supone que existe culpa o negligencia de parte del pa-
dre, cuando éste no ha sabido dar al hijo la debida educación, permitiendo, con su descuido,
que adquiera hábitos viciosos”, presumiendo su culpa y “refiriéndola más bien a hechos remotos
y no inmediatos; lo que podría estimarse que, en esta parte, aquélla se acerca a la teoría del ries-
go o de la responsabilidad objetiva” (Corte de Santiago, 21.8.1940, RDJ, t. XXXIX, sec. 2ª, 55).
172
CULPA
279 Así se ha fallado que “la calidad de dependiente es más bien un estado de hecho
que una relación jurídica” (Corte de Santiago, 14.1.2002, confirmada por la CS [cas. fon-
do], 7.1.2003, GJ 271, 96); véanse también en este sentido, CS, 29.9.1964, RDJ, t. LXI, sec.
4ª, 381; y Corte de Santiago, 22.6.1987, GJ 84, 78.
280 Sobre el fundamento del artículo 2320 del Código Civil, la Corte Suprema ha re-
suelto que “se trata de la responsabilidad civil por hechos cometidos por personas ligadas
por vínculos familiares, educacionales, laborales o de otro orden que impliquen relación
de dependencia o cuidado” (CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68, también publicada en
GJ 226, 56).
173
§ 17. PRESUNCIONES DE CULPA POR EL HECHO AJENO
110. Presunción de culpa de los padres por los hechos de los hijos meno-
res. a) Se presume la responsabilidad del padre, y a falta de éste de la
madre, por el hecho de los hijos menores que habitan en la misma casa
(artículo 2320 II). Esta norma establece una presunción de culpabilidad
de los padres respecto de actos ilícitos cometidos por los hijos menores
que, siendo capaces de delito civil, aún no cumplen 18 años (artículo 26).
b) A pesar de los términos en que está formulada la regla, debe enten-
derse que la responsabilidad de los padres por hechos de sus hijos meno-
res no sólo está referida a quienes habitan con sus padres, sino a los que
están sujetos al deber legal de cuidado personal.281
En verdad, el deber legal de cuidado es fuente autónoma de responsa-
bilidad, aunque el niño no habite la casa de sus padres, de modo que
quien tiene ese deber es responsable, de conformidad con la regla general
del artículo 2320 I.282 Con fundamento en la misma norma general, si el
menor está al cuidado de una persona o institución distinta que los pa-
dres, se presumirá que ésta ha actuado negligentemente si el menor pro-
voca daño por su culpa; pero ello no obsta que los padres sean responsables
del mismo hecho si han abandonado al menor o de cualquier otro acto
propio si no han ejercido o no han estado en situación de ejercer su deber
de cuidarlo. En consecuencia, el deber de cuidado personal está sujeto a
iguales reglas respecto de los menores capaces e incapaces, por lo que
cabe hacer referencia a lo señalado respecto de estos últimos (supra Nº 106).
c) La presunción sólo comprende los actos que están bajo el ámbito de
cuidado de los padres, pero no aquellos que el menor realiza bajo el con-
trol o cuidado de otras personas, como ocurre con el colegio respecto de
sus estudiantes o con el empresario respecto del menor que trabaja.283 Sin
embargo, los padres pueden ser hechos responsables de la conducta de los
hijos menores de acuerdo con la presunción especial que les afecta por
hechos de sus hijos, que puedan ser atribuidos a la mala educación o a los
hábitos viciosos que les han dejado adquirir (artículo 2321); esta regla se
281 Se ha fallado que “el fundamento de la responsabilidad del padre respecto del he-
cho del hijo menor emana principalmente de su deber de vigilancia hacia éste” (Corte Pre-
sidente Aguirre Cerda, 11.7.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 173).
282 Carbonnier 2000 430.
283 Alessandri 1943 327, 339.
174
CULPA
aplica respecto de todos los hijos menores, inclusos aquellos que son capa-
ces a efectos de la responsabilidad civil (supra Nº 108).
d) Los padres pueden excusarse del modo que genéricamente se esta-
blece para la responsabilidad por el hecho ajeno: probando que con la
autoridad y el cuidado que su calidad de padres les confiere no han podi-
do impedir el hecho (artículo 2320 V). La prueba de la diligencia es por
lo general infructuosa, porque en el hecho culpable se suele mostrar que
los padres no han ejercido el cuidado y la autoridad que podría haber
evitado el daño.284
En verdad, la suma de las presunciones de los artículos 2320 y 2321
explica la dificultad para encontrar fallos que admitan la excusa de dili-
gencia de los padres.
284 En el derecho francés, en una evolución que resulta característica en ese ordena-
miento, la jurisprudencia a partir del caso Bertrand (1997) sólo acepta la excusa de fuerza
mayor o culpa de la víctima (Carbonnier 2000 431, Chabas 2000 b Nº 61). En el derecho
alemán, los jueces son más bien estrictos con los padres, especialmente al no aceptar la ex-
cusa de que el menor actuó en desobediencia de los padres; sin embargo, tienden a acep-
tar una cierta libertad en los criterios educativos, en especial respecto de menores que se
acercan a la mayoría de edad (Medicus 2003 b 407, MünchKom/Mertens § 832 20); en Es-
paña la jurisprudencia es también muy severa al momento de justificar la excusa, de modo
que “prácticamente, la responsabilidad es objetiva” (Lacruz et al. 1995 523).
285 Alessandri 1943 353.
286 Resolviendo un recurso de protección interpuesto en contra de los dueños y admi-
nistradores de un colegio, por daños ocasionados por algunos alumnos en un jardín del
recurrente, se ha fallado que “el artículo 2320 del Código Civil que se invoca en el libelo,
relativo a la vinculatoriedad para los jefes de colegios respecto de los hechos de los discípu-
los, mientras están bajo su cuidado (…) no resulta aplicable, toda vez que tal cuidado cesa
cuando el estudiante abandona el recinto escolar” (CS, 25.11.1992, F. del M. 408, 814). So-
bre daños corporales en riña de estudiantes, se ha resuelto que son de responsabilidad de
los padres y de los jefes del colegio (Corte de San Miguel, 14.4.2003, GJ 274, 140).
175
§ 17. PRESUNCIONES DE CULPA POR EL HECHO AJENO
ción descrita importa una conducta culposa de parte de empleados de la demandada que
intervinieron en los hechos, por la cual la empresa demandada debe responder civilmen-
te” (Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96); inversamente, pero en el mis-
mo sentido, se ha fallado que “descartada la responsabilidad de los demandados,
dependientes de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, también cabe descartar la respon-
sabilidad de ésta por el hecho de aquéllos” (CS, 16.10.2000, GJ 244, 61, también publicada
en F. del M. 503, 3477).
176
CULPA
blecida para los patrones en los artículos 2320 y 2322 del Código Civil, correspondía al que-
rellante probar la situación de dependencia del causante de los hechos ocurridos” (CS,
21.9.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 4ª, 251). También se ha rechazado un recurso de casación en
el fondo por infracción al artículo 2320 del Código Civil, fundándose en que tal norma no
puede estimarse transgredida si los jueces del fondo, valorando la prueba rendida, estiman
que no se ha configurado la exención de responsabilidad contemplada en el inciso final de
dicho artículo (CS, 13.5.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 128).
293 Por eso resulta discutible, en mi opinión, la argumentación que llevó a eximir de res-
ponsabilidad al Arzobispado de Santiago por los abusos cometidos por un sacerdote diocesa-
no, atendiendo a la relación de derecho canónico, puramente espiritual, existente entre el
Arzobispado y el clérigo, a pesar de que la autoridad eclesiástica tiene autoridad (de hecho,
desde el punto de vista del derecho civil) sobre los clérigos, y, en conocimiento de la conduc-
ta de este último, procedió a trasladarlo, poniendo en peligro a niñas que accedían a él en su
calidad de religioso (CS, 5.1.2005, rol Nº 3.640-2004); la relación de dependencia debe ser
apreciada en concreto, esto es, más allá de las potestades que el derecho canónico confiere a
los obispos y superiores, porque es distinto tener una facultad de acuerdo con un ordena-
miento que tener el deber de ejercerla (véase, analógicamente, la diferencia entre potestad y
deber en materia de responsabilidad por falta de servicio en infra Nº 351). Para un detallado
análisis crítico de la sentencia a la luz de la relación de dependencia de los religiosos de con-
formidad con el propio derecho canónico, véase Varas en Varas/Turner 2005 680.
177
§ 17. PRESUNCIONES DE CULPA POR EL HECHO AJENO
294 CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68, también publicada en GJ 226, 56.
295 Con todo, desde la perspectiva de la defensa del guardián, no es indiferente que se de-
mande separada o conjuntamente al dependiente. La demanda dirigida exclusivamente en contra
del dependiente puede derivar en una indefensión relativa del guardián, ya que una vez esta-
blecida por sentencia judicial firme la responsabilidad del dependiente, ésta no podrá ser des-
virtuada en un juicio posterior dirigido en contra del guardián. En ese juicio posterior el guardián
sólo podrá eximirse de responsabilidad haciendo valer la descarga de la presunción. Por el con-
trario, si el guardián interviene en el juicio seguido contra el dependiente, podrá defenderse
además mostrando que el dependiente no ha incurrido en un cuasidelito o delito civil, argu-
mentado, por ejemplo, que no ha incurrido en culpa o que no hay relación de causalidad.
296 Alessandri 1943 323, Meza 1988 288.
297 Así, Alessandri 1943 323; en la jurisprudencia, véanse Corte de Punta Arenas,
26.10.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 2ª, 113, y CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68.
298 Así, Zelaya 1993 128. En el mismo sentido, Corte de La Serena, 3.5.1978, RDJ, t. LXXV,
sec. 4ª, 343; Corte de Santiago, 23.8.1983, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 4.10.1984,
RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206, y Corte de Valdivia, 30.3.2000, confirmada por la CS [cas. forma y
fondo], 7.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 105, también publicada en F. del M. 499, 1429.
299 Un crítica por inconsistencia a la interpretación del artículo 2325 como una regla
que autoriza para repetir el total de lo pagado por el tercero, en Zelaya 1993 115: si el ter-
cero responde por su propia culpa al elegir, vigilar u organizar, no se explica que se le pue-
da reconocer una acción para recuperar el total de lo pagado (así, sin embargo, Alessandri
1943 323 y P. Rodríguez 1999 232). Es sintomático del desuso de la norma que en el Reper-
torio de Legislación y Jurisprudencia no aparezca referido fallo alguno que haga aplicación
del artículo 2325.
178
CULPA
300 Un ejemplo de argumentación que conduce a ese resultado es el siguiente: “si bien
puede darse por establecido, de un modo general (…) que la parte demandada tomaba algu-
nas medidas de prudencia para evitar hechos dañosos de su dependiente o del micro que
guiaba, en ningún caso se ha establecido que ellas fueran de tal naturaleza como para evitar
el hecho” (CS, 14.11.1950, RDJ, t. XLVII, sec. 1ª, 482). Tempranamente también se falló que
“la empresa demandada no ha justificado que el suceso se debiese a un caso fortuito ni de los
antecedentes que obran en autos puede deducirse la existencia de dicho caso fortuito” y que
en consecuencia responde “de los daños i perjuicios procedentes de los actos u omisiones
relativos al servicio causados por los administradores i demás empleados en la explotación”
(Corte de Santiago, 17.6.1901, G. de los T., 1901, 2º sem, Nº 2789, 925). En el derecho fran-
cés se ha pasado a aceptar sólo la excusa de caso fortuito (Chabas 2000 b Nº 61).
301 En ese sentido se ha fallado que “para aceptar la excusa contemplada en el inciso
final, en orden a que no obstante la autoridad y cuidado empleado, no pudo evitar el he-
cho, el demandado debió probar que se encontró en una verdadera y real imposibilidad
de impedir el daño, no bastando la sola prueba de que los hijos han recibido una buena
educación” (CS, 11.7.1978, F. del M. 236, 175); que el padre no queda relevado de respon-
sabilidad por el hecho de probar que no autorizó a su hijo para conducir su automóvil y
que tal acto se verificó en su ausencia, si no acredita además que “siempre y en todo mo-
mento ha ejercido sobre el reo una vigilancia acuciosa y constante” (Corte de Santiago,
25.3.1958, RDJ, t. LVI, sec. 4ª, 195); que “el cuidado personal de la crianza y educación del
hijo se manifiesta no sólo cuando el padre se encuentra presente sino que también, y en
mayor medida, en su ausencia, pues deriva de esa obligación que es anterior al hecho ilíci-
to” (Corte Presidente Aguirre Cerda, 2.12.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 4ª, 191).
179
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
TÍTULO III
302 CS, 14.11.1950, RDJ, t. XLVII, sec. 1ª, 482; CS, 28.6.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 1ª, 234.
303 La materia ha sido exhaustivamente analizada desde un punto de vista doctrinario
y jurisprudencial en el derecho chileno y comparado por P. Zelaya en su tesis de doctorado
(Zelaya 1995) y en diversas publicaciones esenciales para el estudio de la materia (véanse
especialmente Zelaya 1986 a, 1986 b, 1993, 1996, 1998 y 1999).
304 En la práctica es frecuente que los demandantes aleguen conjuntamente, una en
subsidio de la otra, la responsabilidad por el hecho propio y por el hecho ajeno del empre-
sario, con el objeto de aumentar las probabilidades de una sentencia favorable; un ejemplo
de acción rechazada por ambos conceptos en CS, 16.10.2000, GJ 244, 61, publicada tam-
bién en F. del M. 503, 3477.
180
CULPA
181
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
cometidos por quienes están bajo el cuidado del empresario. Alguna juris-
prudencia y doctrina entendieron que la norma del artículo 2322 I limita-
ba la responsabilidad del empresario al correcto ejercicio de las funciones,
porque sólo entonces el dependiente estaría genuinamente ejerciendo la
tarea encomendada,307 mientras el artículo 2320 IV se aplicaría en general
a cualquier relación de dependencia o cuidado. Las excusas están asimis-
mo formuladas de manera diferente: el artículo 2322 II exige probar que
los criados o sirvientes han ejercido sus funciones “de un modo impropio
que los amos no tenían medio de prever o impedir, empleando el cuidado
ordinario, y la autoridad competente”,308 mientras en el artículo 2320 V la
excusa se funda en la imposibilidad de evitar el resultado empleando el
cuidado y autoridad que su calidad confiere al empresario.
c) En el pasado se suscitaron discusiones acerca del alcance diferente
que tendrían estas disposiciones,309 pero tanto conceptualmente, como en
la práctica, no hace mucho sentido escarbar en las diferencias semánticas
307
En verdad “el ejercicio impropio de las funciones” ha sido interpretado en dos senti-
dos opuestos: como limitación a la responsabilidad del empresario y, en un sentido contrario,
como limitación a la descarga de responsabilidad. En el primer sentido, se ha fallado que “el
patrón no responde de todos los actos de su empleado por el solo hecho de serlo y es preciso
que se trate de un acto del servicio (…) porque sólo entonces es patrón” (Corte de Santiago,
8.1.1924, confirmada por la CS [cas. fondo], 9.9.1924, RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 670). A la inver-
sa, por lo general se ha exigido, como condición de exculpación, que se acredite que el em-
pleado ejerció sus funciones de un “modo impropio” (Corte de Santiago, 6.9.1929, confirmada
por la CS [cas. fondo], 13.10.1930, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 295 y Corte de Valparaíso, 14.11.1927,
confirmada por la CS [cas. fondo], 7.1.1931, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 461). Finalmente, hay
fallos en que la conducta impropia del dependiente es precisamente invocada como antece-
dente de la culpa del empresario; así, CS, 1.6.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 382, donde se hace
responsable a una empresa salitrera por una tronadura efectuada de modo impropio por sus
obreros que causa la muerte de otros trabajadores.
308 No obstante la mayor precisión de la norma legal, la jurisprudencia ha sido particu-
larmente exigente con esta excusa. Así, en el caso de la tronadura efectuada por emplea-
dos de una empresa salitrera, sin ninguna precaución y transgrediendo las normas de
seguridad establecidas por la propia empresa, a consecuencia de la cual resultó muerto un
habitante de un campamento cercano, se sostuvo que “los patrones pudieron prever o im-
pedir el daño causado por el modo impropio de efectuar sus obreros el trabajo a que se ha
hecho referencia, y no emplearon todo el cuidado y autoridad necesarios al efecto” (CS,
1.6.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 382). Precisando el objeto de la prueba destinada a confi-
gurar esta excusa, se ha dicho que “debe recaer en hechos que tengan relieve y fuerza para
convencer de que existió una real imposibilidad de prever o impedir la infracción; la ley
habla de ‘no tener medio de prever e impedir’” (CS, 13.9.1968, RDJ, t. LXV, sec. 4ª, 220);
véase también, Corte de Santiago, 29.3.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 4ª, 32.
309 Así, Alessandri 1943 378 entiende que “mientras éste [el artículo 2322] hace res-
ponsable al amo por la conducta de sus criados o sirvientes en el ejercicio de sus respecti-
vas funciones, lo que excluye su responsabilidad en caso de abuso de las mismas o de delito
o cuasidelito cometido con ocasión de ellas, el art. 2320 hace responsable al patrón o em-
pleador por todo hecho ejecutado mientras el subalterno o dependiente esté a su cuidado,
aunque sea ajeno a las funciones que desempeña o constituya un abuso de las mismas”. En
este sentido se ha pronunciado la Corte de Santiago, al señalar que el amo es responsable
182
CULPA
“aun de aquellos actos ejecutados por el criado, sin embargo de no estar en el momento de
la ejecución al alcance de su vista, pues en cierto modo el amo está en situación de mode-
lar la conducta de su criado” y que, en cambio, el empresario es responsable sólo de “aque-
llos actos que ejecuta el dependiente mientras está a su cuidado –vale decir– en el ejercicio
de su empleo y siempre todavía que haya estado en condiciones de impedirlo” (Corte de
Santiago, 8.9.1953, RDJ, t. LI, sec. 4ª, 82).
310 Aplicando ambas reglas, Corte de Santiago, G. de los T., 1902, 1er sem., Nº 258, 275;
CS, 21.10.1911, RDJ, t. X, sec. 1ª, 47; CS, 14.7.1937, RDJ, t. XXXIV, sec. 1ª, 389; CS, 8.5.1945,
RDJ, t. XLIII, sec. 1ª, 10; CS, 7.11.1949, RDJ, t. XLVI, sec. 1ª, 842; Corte de Santiago,
22.7.1957, RDJ, t. LIV, sec. 2ª, 43; CS, 28.6.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 1ª, 234; CS, 21.9.1966,
RDJ, t. LXIII, sec. 4ª, 251; CS, 8.5.1968, RDJ, t. LXV, sec. 4ª, 88; CS, 29.8.1974, RDJ, t. LXXI,
sec. 4ª, 261; Corte de Concepción, 7.11.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 288; Corte de Con-
cepción, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38, y Corte
de Valdivia, 15.5.2002, confirmada por la CS [cas. fondo], 4.9.2002 y 24.7.2003, GJ 277, 99.
311 La responsabilidad estricta del empresario por hechos ilícitos de los dependientes
(responsabilidad vicaria) se ha extendido en los principales sistemas jurídicos, sea por dis-
posición legal, sea por desarrollos jurisprudenciales, con excepción del derecho alemán,
donde sigue vigente una regla de culpa presumida, análoga a la de nuestro Código Civil
(BGB, § 831). En el common law la responsabilidad vicaria es el régimen ordinario de res-
ponsabilidad por el hecho de los trabajadores (Fleming 1985 162, Abraham 2002 182). Un
análisis comparado de los estatutos de responsabilidad vicaria en el common law y en el de-
recho francés e italiano y de responsabilidad por culpa presumida en el derecho alemán,
en Zweigert/Kötz 1996 639. El derecho español ha devenido en la práctica en una respon-
sabilidad vicaria sobre la base de la fórmula de estilo: “cuando las garantías adoptadas (…)
para prever y evitar los daños previsibles y evitables no han ofrecido resultado positivo, re-
vela ello la insuficiencia de los mismos y que faltaba algo por prevenir” (Lacruz et al. 1995
525, citando ejemplarmente una sentencia del Tribunal Supremo de 1986).
183
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
Ante todo, parece justo que quien goza de los beneficios de la activi-
dad de sus dependientes asuma también los riesgos de errores o faltas en
el proceso de producción o de prestación del servicio. El dependiente
puede ser concebido por el derecho civil como un agente en la acción del
principal, de modo que todos los efectos de lo que haga se radican en este
último. En otras palabras, desde el punto de vista de la justicia correctiva,
es el principal y no la víctima quien debe soportar los riesgos del compor-
tamiento negligente del dependiente.
Desde la perspectiva de las expectativas de reparación de la víctima del
daño injusto, la responsabilidad estricta del empresario es una garantía
que permite superar la insolvencia del dependiente, evitándose así que, en
la mayoría de los casos, resulte teórica la responsabilidad. La empresa ac-
túa de este modo como garante de los daños atribuibles a negligencia
incurrida en su ámbito de actividad y riesgo.
Finalmente, en pocos casos se muestran con más nitidez los argumentos
de eficacia preventiva para justificar un estatuto de responsabilidad estricta.
Es el empresario quien está en mejores condiciones para definir los niveles
óptimos de actividad y de cuidado en la selección y adiestramiento del per-
sonal, así como para definir los procedimientos y realizar las inversiones
racionalmente necesarias para prevenir los riesgos de negligencias al inte-
rior de su organización. Decisiones empresariales de este tipo son difícil-
mente mensurables bajo un estatuto de mera diligencia (sobre la justificación
de un estatuto de responsabilidad vicaria, infra Nº 308 b).312
La responsabilidad vicaria es, en consecuencia, un complemento razona-
ble al régimen de responsabilidad por negligencia: si bien la responsabilidad
tiene por antecedente la culpa, se responde de los hechos de los dependien-
tes como propios. En verdad, muchos de los argumentos que la justifican son
también aplicables al paso siguiente, cual es establecer ámbitos de responsabi-
lidad estricta para ciertos riesgos empresariales, como es usual con la respon-
sabilidad por productos defectuosos en el derecho comparado (infra § 53).
b) En el derecho nacional, la jurisprudencia ha seguido la tendencia
de interpretar extensivamente los criterios de procedencia de la presun-
ción y restrictivamente las reglas que regulan la excusa de diligencia (infra
Nos 120 a 124), lo que en la práctica ha situado al empresario en el límite
de la responsabilidad vicaria por el hecho de sus dependientes, aunque
formalmente siga respondiendo bajo un estatuto de culpa presumida.
Por otra parte, conviene finalmente tener presente que la responsabili-
dad del empresario suele ser construida en la forma de una presunción de
culpabilidad por el hecho propio, cada vez que la jurisprudencia, a veces
312 Un juicio crítico de la responsabilidad por culpa presumida en Zelaya 1993 113; una
crítica de su justificación histórica en Zelaya 1998. Argumentos económicos por una res-
ponsabilidad vicaria en Kötz 1991 114, Zweigert/Kötz 1996 632, Fleming 1985 162, Abra-
ham 2002 182 y Cooter/Ulen 1997 427; con énfasis en la inexistencia de una relación
necesaria entre responsabilidad civil y juicio personal de reproche, Honoré 1999 126 y Ho-
noré en Owen 1995 85.
184
CULPA
pacidad para dictar órdenes. Así, se ha fallado que “la dependencia existe, en cuanto el uno
está sujeto en sus labores a las órdenes del otro” (CS, 19.6.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 216). Tam-
bién se ha expresado que la palabra empresario según su sentido natural y obvio “lleva en-
vuelta la idea de persona que ejecuta una obra” y que el vocablo ‘dependiente’ la de aquel
que “sirva bajo sus órdenes” (CS, 11.12.1958, RDJ, t. LV, sec. 4ª, 209). Véanse también Corte
de La Serena, 3.5.1978, RDJ, t. LXXV, sec. 4ª, 343 y Corte de Santiago, 22.6.1987, GJ 84, 78.
La misma idea en Alessandri 1943 364: “Lo que caracteriza al dependiente es el hecho de ser
subalterno de otra persona, de prestar sus servicios bajo la autoridad o las órdenes de otro”.
314 La Corte de Santiago ha fallado que para ser calificado como dependiente basta
185
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
que realizan una obra por precio alzado, pues éstos actúan con independencia respecto del
empresario (CS, 9.8.1954, RDJ, t. LI, sec. 4ª, 169); a estos efectos, todo indica que lo determi-
nante no es la forma como se determina la remuneración del contratista, sino su indepen-
dencia funcional. También se ha fallado que no hay responsabilidad de quien encarga la
construcción de un edificio a un constructor o contratista, por los daños que ocasiona el de-
rrumbe de un muro, si dicho contratista ha tomado a su cargo las responsabilidades corres-
pondientes, obligándose a asegurar a su personal y obreros (CS, 1.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª,
542); tampoco en este caso la razón parece ser la apropiada, porque la exclusión de respon-
sabilidad del principal frente a terceros no tiene por antecedente el contrato, sino la autono-
mía con que actúa el contratista.
318 Sobre las calificaciones para entender al subcontratista bajo el ámbito de responsabi-
lidad del principal, Zelaya 2002 105. Así, en el caso de una persona que resbaló en un super-
mercado debido a que un miembro de la empresa subcontratada para la ejecución de la
limpieza omitió la colocación de letreros u otras advertencias respecto de las labores de aseo
y en que se demandó al supermercado, se resolvió que la naturaleza de la relación contrac-
tual permitía “presumir la existencia de una subordinación funcional de la contratista respec-
to de la demandada y concluir –como lo hicieron los jueces del grado– que ello necesariamente
implicaba una mayor presencia del empresario en las faenas de aseo realizadas por su cuenta.
Por consiguiente, el proceder descuidado del demandado, en cuanto a la obligación de con-
trol y vigilancia conforma el requisito de la acción resarcitoria intentada, esto es, acción u
omisión culpable, pues es evidente que el contratista forma parte de la organización empre-
sarial de la demandada y está funcionalmente subordinado a ella” (CS, 6.11.2003, rol Nº 3.258-
2002); para estimar que se daba la relación de dependencia, el fallo consideró especialmente
la circunstancia de que la empresa se obligaba a aportar al contratista las máquinas, equipos,
herramientas, elementos y materiales para que éste cumpliera lo establecido en el contrato,
incluidos los letreros de advertencia de peligro al público.
186
CULPA
319
Desde el punto de vista económico, es interesante tener presente que es indiferente
la organización de los negocios como una firma o sobre la base de un conjunto de contratos
con contratistas independientes (Klein/Coffee 2002 19). El derecho del trabajo ha asumido
esta indiferencia al establecer la responsabilidad subsidiaria del dueño de la obra o empresa
por las obligaciones laborales y previsionales de los subcontratistas (Código del Trabajo, artícu-
lo 64). En materia civil es condición de responsabilidad algún tipo de dependencia entre el
principal y el empresario subcontratado, a menos que se den excepcionalmente las condicio-
nes para descorrer el velo de la separación de personalidades jurídicas (infra Nº 134 c).
320
Kötz 1991 103.
321
Así CS, 28.12.1998, rol Nº 2.077-1998, donde se estimó que era responsable el due-
ño de la obra por el accidente sufrido por un trabajador del contratista atribuible a que
aquél no mantuvo cerrada una celda de alta tensión energizada (fallo citado por Zelaya 2005
121, sosteniendo en materia de responsabilidad por hecho de contratistas la misma doctri-
na que se ha planteado en este párrafo).
322
De este modo, se ha fallado que un empresario es civilmente responsable por el
robo de planchas de zinc de una casa vecina, cometido por obreros que trabajan bajo su
dependencia en la construcción de un edificio, y que también hay responsabilidad civil por
los hurtos que se cometen en contra de los visitantes de una fábrica por parte de los obre-
ros de la misma (ambos casos referidos por Zelaya 1993); asimismo, se ha resuelto que el
empresario es responsable de los daños ocasionados por uno de sus dependientes que con
ocasión y en su lugar de trabajo agrede físicamente a un cliente luego de una discusión
con violencia verbal (CS, 6.5.1998, F. del M. 474, 600); de manera más general, se ha falla-
do que existe responsabilidad del empresario si “el personal de la demandada que realizó
la conducta dañosa, estaba bajo el cuidado o vigilancia de la empresa demandada, la cual
187
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
límite negativo de la presunción está dado por los daños ocasionados por el
dependiente mientras se dirige a su trabajo, o cuando realiza actividades
inconexas respecto de su relación de trabajo o dependencia, de todos los
cuales no se presume culpa del empresario.323
Descartadas estas situaciones, en que no existe conexión funcional, sino
simplemente circunstancial, entre el ilícito realizado y la relación de de-
pendencia, queda abierto un amplio conjunto de preguntas relativas al
ámbito de las funciones. En efecto, si no se le precisa, el concepto ‘con
ocasión de las funciones’ puede conducir a resultados absurdos, porque
una cosa es desviarse de la función y otra distinta es que el dependiente
emprenda una acción por su cuenta, fuera del control posible y del encar-
go del empleador.324
b) La cuestión se ha presentado en todos los sistemas jurídicos. Un
buen punto de partida es asumir que al empresario sólo se le presume la
culpabilidad en la medida que haya una relación interna de sentido entre el
ilícito del dependiente y su actividad como empresario.325 La Corte de
Casación francesa, corrigiendo una jurisprudencia muy extensiva de al-
gunas de sus salas, declaró que no existe esa mínima relación causal en-
no probó en la instancia, que hubiera tomado las debidas precauciones para que no ocu-
rriera el daño que se produjo” (CS, 29.1.2002, F. del M. 498, 676); y que el empleador debe
responder de los hechos “ejecutados por el dependiente dentro del marco de sus respecti-
vas funciones, aunque el hecho del que se trata no se haya ejecutado a su vista, salvo que
acredite que estas funciones se han ejercido de un modo impropio que el empleador no
tenía medio de impedir” (Corte de Valdivia, 15.5.2002, confirmada por la CS [cas. fondo],
4.9.2002 y 24.7.2003, GJ 277, 99).
323 Corte de Santiago, 8.9.1953, RDJ, t. LI, sec. 4ª, 82. En el trayecto al trabajo el traba-
jador está sujeto al ordenamiento protector de accidentes del trabajo, porque realiza un
acto necesario para desempeñar sus funciones (infra Nº 498); por el contrario, los ilícitos
que cometa respecto de terceros en esas circunstancias carecen de relación con el empre-
sario, porque el trabajador está fuera de su ámbito de autoridad y cuidado.
324 Es lo que ocurrió en el derecho francés, antes de la jurisprudencia que se cita ense-
guida, donde se estimó que era provocado ‘con ocasión de sus funciones’ el daño corporal
que un dependiente, furtivamente escapado del trabajo, había causado a un tabernero con
quien se enfrascó en una riña, ¡con el argumento de que el vino estaba destinado a ser be-
bido en el lugar de trabajo! (cass. civ., 1974, citado por Chabas 2000 b Nº 65).
325 Así, el Tribunal Supremo alemán (BGH 49, 19, 23, citado por Kötz 1991 103 y Deutsch/
Ahrens 2002 147). Un ilustrativo caso de aplicación se refiere a la responsabilidad del con-
ductor de un vehículo perteneciente a una firma, el cual se dirigió a un destino diferente
al prescrito, en compañía de una persona amiga; la corte estimó que los daños sufridos por
un tercero, provocados por el choque producido en esas circunstancias, cumplían con la
condición de una conexión interna de sentido con la tarea encomendada, a diferencia de
lo ocurrido con los daños personales sufridos por el acompañante (BGH, citado por Palandt/
Thomas § 831 10). En un sentido análogo debe entenderse la exigencia de una conexión o
relación de causalidad entre la función y el ilícito, planteada por la jurisprudencia francesa
(cass., 1954, citado por Mazeaud/Chabas 1998 523).
188
CULPA
189
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
331
Sobre el concepto de culpa anónima, véase el comentario de C. Pizarro a CS, 5.8.2003,
rol Nº 2.578-2002, en Rev. Fueyo 1, 2004, 254, sentencia que confirma Corte de Santiago,
17.4.2002, GJ 262, 81. Se ha fallado que “no puede admitirse que la acción establecida en el
inciso 5º del artículo 2320 citado esté sujeta a la condición de que se designen de un modo
preciso, por sus nombres a los empleados o dependientes que hayan sido los causantes del daño”
(CS, 11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912). También se ha expresado que “no es de rigor que la
sentencia determine quién o quiénes han sido los autores del daño, ni el demandante tiene
para qué indicarlo, pudiendo hasta ignorar quiénes hayan sido, desde que, persiguiendo sólo
la responsabilidad civil, lo único que tiene que patentizar es la existencia del daño mismo y que
éste no se habría producido sin negligencia o culpa de alguien” (CS, 30.11.1923, RDJ, t. XXII,
sec. 1ª, 681); y que no es necesario que “se determine quién o quiénes han sido los causantes
inmediatos del daño, desde que persiguiéndose en la demanda sólo la responsabilidad civil, lo
que ha debido establecerse es su existencia y que se habría producido por negligencia o culpa”
(CS, 25.7.1930, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 164); en el mismo sentido, CS, 11.12.1958, RDJ, t. LV,
sec. 4ª, 209. En contra de esta opinión, CS, 30.12.1953, RDJ, t. L, sec. 1ª, 511.
332
L. Díez-Picazo 1999 363.
333
Tempranamente se falló respecto de la culpa in eligendo e in vigilando que “fundada
la responsabilidad de los empresarios por los hechos de sus dependientes en la natural obli-
gación que pesa sobre los primeros de elegir empleados idóneos para las diligencias que se
les encomienden, i cuidadosos en el cumplimiento de sus deberes, sólo pueden exonerarse
de esa responsabilidad acreditando que han puesto el cuidado de un buen padre de fami-
lia en la elección de sus dependientes o empleados subalternos, indagando su conducta an-
terior i sus aptitudes para el servicio, instruyéndolos en los deberes de su oficio i vigilándoles
convenientemente” (Corte de Valparaíso, 6.12.1901, G. de los T., 1901, 2º sem., Nº 3025,
1174); también se ha fallado que el empresario responde por designar y mantener en fun-
ciones a un individuo que por su estado de salud “no pudo desempeñarse con la eficiencia
y competencia técnicas necesarias” (Corte de Santiago, 22.7.1957, RDJ, t. LIV, sec. 2ª, 43); y
que la falta de diligencia de un servicio de salud se expresa en “el hecho indubitado de
encomendar a un estudiante de quinto año de medicina la atención exclusiva de procesos
190
CULPA
anestésicos múltiples” (CS, 4.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206); sobre la incompetencia
de dependientes encargados de reparar una fuga de gas, con resultados mortales, Corte de
Concepción, 4.11.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 3.11.1998, F. del M. 481, 2600.
334 Respecto de los conceptos que comprende la prueba de la diligencia del empresa-
mostrar que el empresario tomaba algunas medidas de prudencia para evitar hechos dañosos
de su dependiente, pues “en ningún caso se ha establecido que ellas fueran de tal naturaleza
como para evitar el hecho” (CS, 14.11.1950, RDJ, t. XLVII, sec. 1ª, 482); también se ha expre-
sado que para dar por probada la diligencia del empresario “sería necesario que hubiera de-
mostrado que tomó toda clase de precauciones y cuidados especiales, lo que no ha establecido”
(CS, 24.3.1958, RDJ, t. LV, sec. 1ª, 27); finalmente se ha fallado que “si bien ha probado que
instruye y vigila al personal, ello no obsta a la responsabilidad legal que pesa sobre ella [el
empresario] por el hecho negligente o culpable de sus empleados”, porque “si a pesar de esa
instrucción y vigilancia incurren en hechos que causan daños significa que ellas son insufi-
cientes o desobedecidas y no concurren, por tanto, al propósito de evitarlos que indudable-
mente tiene la Empresa” (Corte de Valparaíso, 14.11.1927, confirmada por la CS [cas. fondo],
191
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
7.1.1931, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 461). Se comprueba en estos razonamientos que la prueba
de la diligencia suele transformarse en una prueba diabólica, que es en la práctica inabordable,
porque, cualquiera sea el cuidado empleado, el accidente por sí solo mostraría que éste no
fue suficiente. Para un caso en que se asume que el empresario ha probado haber vigilado
suficientemente a su dependiente, deviniendo el ilícito por éste cometido en imposible de
prever, véase Corte de Copiapó, 15.12.2004, rol Nº 543-2004.
192
CULPA
126. Principio. La culpa del empresario está también sujeta a las reglas
generales que rigen la responsabilidad por el hecho propio (Título I). En
este caso, la responsabilidad se funda en los artículos 2314 y 2329 y no en
los artículos 2320 y 2322, relativos a la responsabilidad por el hecho de
dependientes.
dimiento Penal.
193
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
342 Así, por ejemplo, Ley de seguros, artículo 44; Ley SVS, artículos 27 y 28; Ley del Banco
Central, artículos 58 y 65; y DL 211/1973, artículo 26 letra c. Una tendencia del derecho penal
económico a transformar a la persona jurídica en sujeto de sanciones penales presenta dificulta-
des constitucionales, a diferencia del derecho civil, y no parece consistente con la naturaleza del
juicio atributivo de responsabilidad penal (un interesante desarrollo en Schünemann 1995 581).
343 Así, DL 211/1973, artículo 3 II.
344 Así se explica que a la persona jurídica se le pueda hacer civilmente responsable
O. Von Gierke, Die Genossenschaftstheorie und die deutsche Rechtsprechung, Berlín, 1886.
347 Ley de sociedades anónimas, artículos 31, 49 y 55. La ley califica de órganos a la junta
194
CULPA
incluso ultra vires, de sus órganos en Lyon 2003 145, 159; la responsabilidad de la persona
jurídica por hechos ilícitos de quienes conforman sus órganos tiene aceptación general en
el derecho comparado de origen romanista (Von Bar 1996 I 182, notas 1027 y siguientes).
349 Viney/Jourdain 1998 947, Von Bar 1996 I 184 con referencias a la aceptación de
sables civiles por delito o cuasidelito, se encuentran las personas jurídicas que –mediante el
actuar de sus representantes– pueden incurrir en hechos ilícitos que acarreen daño a otra
persona, y del que deben responder en forma indemnizatoria, como garantes de aquel com-
portamiento” (CS, 29.8.1974, RDJ, t. LXXI, sec. 4ª, 261); igualmente explícito es un caso
en que se condenó a una persona jurídica debido a que “a través de su gerente (…) y man-
datario judicial (…) atribuyó al actor hechos constitutivos de delito y empleó en su contra
expresiones que atentan contra su honra” (Corte de Talca, 18.4.2002, confirmado por la
CS [cas. fondo], 24.7.2003, GJ 277, 245); véanse también, CS, 29.8.1974, F. del M. 190, 181;
CS, 16.11.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 192; y CS, 21.8.2002, F. del M. 501, 1890.
351 Por eso, la jurisprudencia alemana ha entendido que es representante de la perso-
na jurídica quien carece de poderes formales de representación, pero que “de acuerdo con
la regulación y manejos internos de la operación, desempeña funciones esenciales de la per-
sona jurídica que cumple con autonomía y propia responsabilidad” (BGH, 49, 19, 21, cita-
do por Kötz 1991 108).
195
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
ble (supra Nº 123 c). A esos efectos, sin embargo, usualmente es más co-
rrecto construir la responsabilidad como una conducta negligente de la
organización en su conjunto, como se verá en el párrafo siguiente.
196
CULPA
357 Para un caso en que una infección intrahospitalaria es atribuida a culpa en la orga-
nización, Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas. forma y fondo],
24.1.2002, GJ 259, 38; para un caso en que la muerte de un recién nacido que se asfixió en
su propio vómito es atribuida a la misma deficiencia, Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 2ª, 83; de manera más general, se ha resuelto que hay responsabilidad si la
demandada “como institución hospitalaria mostró pocos recursos humanos en calidad y can-
tidad para evitar el suceso que dio lugar a la formación de este proceso” (CS, 24.6.2004, GJ
288, 117). Para España, Gómez en Reglero 2002 a 423. Sobre la responsabilidad médica en
general, infra § 50.
358 Así se ha fallado que hay culpa por el hecho propio si una empresa mantiene im-
prudentemente material inflamable cerca del cierro con casas vecinas, sin incurrir en los
cuidados necesarios para evitar un incendio, a pesar de que se había producido un amago
en días anteriores (Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 48); también se ha
fallado que hay culpa en el hecho propio de una empresa constructora cuyos trabajos pe-
netraron en la edificación contigua (Corte de Santiago, 13.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª,
78); y en la responsabilidad de un hospital donde una paciente sufrió graves quemaduras a
consecuencia del mal funcionamiento de un equipo de electrobisturí utilizado en una ope-
ración de amígdalas (Corte de Iquique, 9.1.2002, confirmada por la CS [cas. fondo] 2.4.2003,
GJ 274, 194).
359 Así, sin embargo, Corte de Concepción, 10.8.2000, GJ 259, 38.
197
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
360 Sobre los riesgos de que la culpa en la organización sea impropiamente un medio para
rales que actúan como órganos o representantes, la responsabilidad civil en que puede in-
currir la sociedad o corporación respectiva. La responsabilidad de directores y gerentes de
sociedades es analizada en infra § 56.
198
CULPA
199
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
364 En el derecho alemán, por ejemplo, se acepta que si el tercero hace valer la res-
ponsabilidad del directivo y éste muestra que ha incurrido en el ilícito sin traicionar el in-
terés de la empresa, el directivo tiene una acción restitutoria contra la sociedad que se funda
en las reglas del mandato (BGB, §§ 257 y 670; sobre las acciones de reembolso y de restitu-
ción de expensas, Thümmel 2003 159, 162). Esas normas son esencialmente semejantes al
artículo 2158 Nº 5, en el entendido que esa norma limita la restitución de las pérdidas su-
fridas por el mandatario cuando ha actuado con culpa en su relación interna con el man-
dante y no en su actuación para con terceros en interés del mandante.
365 Sobre el principio de intransmisibilidad de la responsabilidad de la sociedad a los
96 y siguientes. En este libro los conceptos son usados en el sentido atribuido por esas dis-
posiciones. Conviene tener presente que la Ley de valores establece, esencialmente, debe-
res de información y otros específicos de protección de accionistas minoritarios, como la
obligación de hacer una oferta preferente de compra de acciones (OPAS) en ciertos casos;
por el contrario, no establece propiamente deberes de conducta en materia de gobierno y
conflictos de interés. La Ley de sociedades anónimas establece deberes para los directores
y gerentes (infra Nº 605); sólo por extensión analógica estos deberes pueden entenderse
aplicados en materia de responsabilidad civil a los controladores finales, en virtud del prin-
cipio de derecho privado de que los jueces pueden definir deberes de conducta que no
están tipificados por la ley (supra Nº 58).
200
CULPA
367 Un desarrollo del concepto de controlador a la luz del derecho comercial, con re-
de el punto de vista de la responsabilidad civil, en la medida que se les pueda atribuir auto-
ría o complicidad en dicho ilícito, según las reglas generales (infra Nos 277 b, 615 c y 724).
369 Zegers/Arteaga 2004 253; el mismo principio se aplica al socio administrador de
una sociedad de personas; para construir en su caso el deber de lealtad se puede recurrir a
las normas de la sociedad de personas (artículo 2072 II y 2081 regla 2ª del Código Civil y
404 del Código de Comercio) y analógicamente a los deberes que la ley ha tipificado res-
pecto de administradores y controladores de sociedades anónimas (infra Nº 597 c); ello es
consecuencia de un principio de aplicación general en el derecho privado: quien ejerce
deberes fiduciarios debe neutralizar los conflictos de intereses (Alessandri 1931 60).
370 Ley de sociedades anónimas, artículos 86 y siguientes.
371 Ley de valores, artículos 96 y siguientes.
201
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
202
CULPA
376 De la norma referida se infiere que las normas sobre grupos empresariales presen-
tan claramente dos finalidades: la primera es la referida a eventuales conflictos de interés,
según lo referido; la segunda es atender a la solvencia del grupo en su conjunto, bajo el
supuesto de que existen riesgos financieros entrecruzados. Aquí sólo se atiende a la prime-
ra finalidad.
377 Estas normas constituyen un desarrollo extensivo del principio de que la autocon-
tratación está aceptada en principio por el derecho privado, a condición de que no haya
norma legal o contractual que la prohíba ni exista un conflicto de interés entre quien tiene
el deber fiduciario y el beneficiario; absolutamente actual en la materia sigue siendo el mag-
nífico artículo de Alessandri 1931 passim, especialmente 12 y 29.
378 Por lo demás, estos principios ya estaban formulados en el título de las sociedades
203
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
379 Sobre la forma de operación de esta regla en el caso de los directores y gerentes,
infra Nº 621; en circunstancias que los conceptos empleados por los artículos 44 I y 89 I
son idénticos, debe entenderse que la apreciación de lo que se tiene por valor equitativo
sigue las mismas reglas.
380 En circunstancias que el daño es esencial para la responsabilidad civil, la omisión
204
CULPA
381 Klein/Coffee 2002 171, con referencia a que el premio de control puede ser conce-
bido como un incentivo para que el controlador venda a quien cree ser capaz, desde una
posición de control, de aumentar el valor de la compañía.
205
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
382 El Código Civil de 1855 reconoció la sociedad anónima como una especie de socie-
dad y la entendió, precisamente, como aquella en que el fondo social es suministrado por
accionistas que sólo son responsables por el valor de sus acciones (artículo 2061 IV, que, en
esta parte, se ha mantenido luego de la reforma de la ley Nº 18.046, que agregó que la admi-
nistración está a cargo de un directorio integrado por miembros esencialmente revocables).
383 El concepto de controladores de la Ley de valores (artículo 97) ha sido definido
para efectos de los fines perseguidos por ese ordenamiento; aquí es extendido a efectos de
la responsabilidad contractual en caso de insolvencia de la sociedad o empresa unipersonal
de responsabilidad limitada.
384
Estas son las tres hipótesis centrales de abuso de personalidad jurídica, que permi-
ten ignorar la separación de personalidades en el clásico estudio de Serick 1955 137, 242;
muy cercana a la tipología de Serick es la caracterización de los grupos de casos de levanta-
miento del velo en el derecho español, según la excelente recopilación y comentario juris-
prudencial de Ángel 1990, capítulo I; en igual sentido, Hurtado 2000 64.
206
CULPA
385 No deben confundirse estas hipótesis de fraude contractual (como ocurre si alguien
sujeto a una prohibición de competir constituye una sociedad que inicia el giro que le está
prohibido contractualmente ejercer por sí mismo), con las situaciones en que la ley atien-
de a la realidad de la relación a efectos de establecer el ámbito personal y material de la
responsabilidad contractual, como ocurre con el principio de realidad en el derecho laboral,
que permite a los jueces desentrañar el contenido de la relación jurídica en los términos
en que ésta efectivamente se ha planteado (CS, 9.5.1999, RDJ, t. LXXXIX, sec. 3ª, 21; CS,
23.1.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 3ª, 7; CS, 25.9.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 3ª, 145, citadas y anali-
zadas por P. López 2003 463); en estos casos la pregunta es de interpretación del contrato,
para lo cual resultan de interés, además de las normas especiales del derecho laboral, las
reglas de los artículos 1546 y 1564 III del Código Civil.
386 En el derecho inglés esta última situación es tratada como una forma de interfe-
rencia en el contrato ajeno: el controlador del deudor retira los fondos disponibles y pone
a la sociedad en situación de insolvencia para cumplir sus obligaciones contractuales (Stocz-
nia Gdanska SA v. Latvian Shipping Co, 2002, 2 Lloyd’s Rep. 436, en Markesinis/Deakin et al.
2003 515).
387 Cheffins 1997 333.
388 Klein/Coffee 2002 142.
389 Lyon 2003 69; ejemplar en este sentido es la norma del artículo 478 II del Código
207
§ 18. RESPONSABILIDAD DEL EMPRESARIO
de los directores, gerentes y ejecutivos principales, cuyo ilícito personal actuando en inte-
rés de la compañía provocó el daño; con todo, también esta responsabilidad personal, in-
dependiente de la que corresponde a la sociedad, debe ser tenida por excepcional (infra
Nº 601).
208
CULPA
dades peligrosas del giro en una sociedad que carece de la solvencia nece-
saria para hacer frente a la responsabilidad extracontractual resultante (caso
en que se puede constituir una forma de fraude a la ley que impone la
responsabilidad extracontractual); o cuando mediante repartos de capital
o de dividendos, o por contratos ruinosos para la deudora, pero beneficio-
sos para otras empresas del grupo de sociedades, se deja a aquélla en esta-
do de insolvencia (que son casos típicos de fraude a los acreedores).
Aunque no está previsto en el antiguo derecho civil, no hay razón que
impida radicar la responsabilidad en el centro de decisión empresarial,
según las reglas generales de la responsabilidad por el hecho propio. La
sociedad matriz responde en estos casos por su ilícito personal en la direc-
ción de hecho de la sociedad controlada, que, a su vez, ha provocado el
daño: la sociedad controlada actúa como el medio abusivo utilizado por
los controladores para desarrollar actividades productivas riesgosas para
terceros (sin suficiente financiamiento, ni seguros adecuados al riesgo) o
en franco fraude de sus acreedores.
b) Mayores dificultades plantean los casos en que se alega simplemen-
te que la dirección efectiva de los negocios (y, por tanto, la fuente de responsa-
bilidad civil) permanece radicada en el controlador.392 La estructura de
gobierno y administración de las sociedades anónimas pone una distancia,
por lo general insuperable, para que las víctimas de un ilícito de la socie-
dad controlada puedan accionar directamente contra los controladores.
En general, ello sólo es posible si la filial posee una administración pura-
mente nominal o si su administración es ejercida de hecho por la organi-
zación empresarial de la matriz. La empresa controlada no tiene en esos
casos una autonomía real que justifique considerarla independientemen-
te, en términos que excluyan la responsabilidad extracontractual por el
hecho propio de la matriz. El caso más extremo está dado por la filial que
carece de contabilidad independiente y de órganos de administración que
funcionen efectivamente.
c) Pero también se ha estimado que el control puede ser antecedente
de responsabilidad extracontractual si la sociedad controlada es un mero
instrumento técnico para los propósitos empresariales del controlador, en
cuyo caso la culpa extracontractual es en verdad atribuible a este último.
La prueba tiene que residir en este caso en que la sociedad en que está
formalmente radicada la actividad que causó el daño es de hecho depen-
diente y sigue instrucciones de su matriz.393 Aunque esta situación presen-
ta cercanía con la presunción de culpa por el hecho del dependiente (supra
§ 17) y con la responsabilidad por culpa en la organización (supra Nº 129),
superar el obstáculo de la separación de personalidades supone mostrar
que la filial carece de autonomía efectiva en las funciones que dieron lu-
gar al daño. Los hechos relevantes pueden referirse a aspectos formales o
392 En la materia, aún tienen vigencia los casos desarrollados por Vial 1985 4.4.
393 Sobre la doctrina de la agencia como fundamento de responsabilidad, que no requie-
re recurrir en este ámbito a la doctrina del levantamiento del velo societario, Clark 1986 84.
209
§ 19. LA CULPA EN EL HECHO DE LAS COSAS
TÍTULO IV
394 Sobre la responsabilidad que puede corresponder en este caso a la matriz por su
propio hecho, supra Nº 133 b).
395 Sobre el espíritu originario del Código francés y el desarrollo posterior, Planiol/
210
CULPA
b. Casos en que se presume la culpa por el hecho de las cosas en el Código Civil
211
§ 19. LA CULPA EN EL HECHO DE LAS COSAS
399 Alessandri 1943 403, propone el ejemplo del propietario de un caballo que “no obs-
tante saber que tiene el hábito de patear y de morder, no lo da a conocer al arrendatario o
comodatario del mismo: si éste es obligado a reparar el daño que el caballo causó a un ter-
cero, puede repetir por el monto de la indemnización en contra del dueño”.
212
CULPA
400 En contra, Alessandri 1943 442 y 447, quien estima que la responsabilidad es por
213
CAPÍTULO IV
DAÑO
a. Daño y responsabilidad
1 En Francia, donde la responsabilidad estricta tiene un lugar más extenso que en otros
215
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
2 Vicente en Reglero 2002 a 210; un buen indicio es que en el common law los daños son
esencialmente analizados a la luz de la reparación (véase, por ejemplo, Fleming 1985 122).
3 En el capítulo sobre las acciones que el derecho reconoce a la víctima se tratarán las
216
DAÑO
5 Larenz 1987 474; un análisis de las dificultades para calificar como estrictamente re-
217
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
7 El concepto es una traducción literal del término punitive damages del derecho anglo-
sajón: en la tradición del derecho civil se suele hablar de pena civil, pero en un sentido más
amplio que el referido con la idea de daños punitivos. Estos últimos se refieren precisa-
mente al monto de la indemnización que excede el perjuicio real sufrido por la víctima.
8 Restatement/Torts II § 908 (1). El segundo párrafo de la misma regla acentúa el as-
pecto punitivo: “Daños punitivos pueden ser reconocidos por la conducta vergonzosa del
demandado, porque ha actuado con mala intención o con descarada indiferencia de los
derechos de los demás. Al valorar los daños punitivos el juzgador de los hechos puede con-
siderar la naturaleza del acto del demandado; la naturaleza y extensión del daño causado o
que se ha intentado causar al demandante; y la fortuna del demandado”, Restatement/Torts
II § 908 (2).
9 Aunque más adelante se volverá sobre los daños punitivos, conviene adelantar que
218
DAÑO
caso, por ejemplo, del uso ilícito que un tercero hace de la propiedad inte-
lectual ajena.10 En este caso, la acción puede perseguir un fin restitutorio del
beneficio obtenido por el demandado en razón de su ilícito (infra § 60).
e) En suma, aunque la responsabilidad civil tiene usualmente una fun-
ción reparatoria del daño causado, ese fin no siempre puede obtenerse, o
el derecho se desvía hacia otros fines. Típicamente no puede obtenerse la
reparación en el caso de los daños no patrimoniales, en cuyo caso la in-
demnización tiene más bien una función compensatoria. En algunas juris-
dicciones, y soterradamente en la práctica judicial nacional de avaluación
del daño moral, se reconoce a la responsabilidad una función punitiva, sea
con fines disuasivos o retributivos (infra Nº 198 e). Finalmente, cuando el
ilícito no da lugar a un daño al demandante, sino a un beneficio ilegítimo
para el demandado, no hay en estricto sentido una acción indemnizatoria,
sino una puramente restitutoria .11
10 Así, en CS, 15.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec.1ª, 158, publicada también en F. del M. 490,
1885.
11 Una descripción muy lúcida de las finalidades reparatorias, restitutorias y punitivas
el capítulo primero, los ilícitos de matar injustamente un esclavo o esclava ajenos, a un cua-
drúpedo o una res (Digesto 9.2.2); y, en el segundo, de hacer daño a otro porque hubiese
quemado, quebrado o roto injustamente (Digesto 9.2.27.5).
13 Inst. Gayo 4.6 distinguía acciones que perseguían la reparación (rem tantum), la pena
(poenam tantum) o la cosa y la pena (rem et penam); la función punitiva se extiende al tem-
prano derecho medioeval (Coing 1985 I 504).
14 Ranieri 1999 140.
15 Coing 1985 I 505.
219
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
2006 343.
17 BGB, § 823 II; Cód. ital., artículo 2043; sobre lo superfluo del juicio de juridicidad
220
DAÑO
20 Alessandri 1943 213. La doctrina coincide con este concepto de daño como lesión a
un interés, sin necesidad de que se afecte un derecho subjetivo en sentido estricto: Abeliuk
1993 202, R. Domínguez Á. 1990 125 (con referencia a la idea de ‘situación jurídica’ del
demandante), Corral 2003 138, Diez 1997 21. Para Fueyo 1991 364 y P. Rodríguez 1999 259
la infracción a un derecho subjetivo es condición de la injusticia del daño, pero no indi-
can, sin embargo, el fundamento que esa doctrina puede tener en un sistema jurídico como
el chileno, que no establece una limitación legal expresa de los daños indemnizables, como
ocurre en los derechos alemán e italiano (infra nota en Nº 145 b).
21 Característicamente, ya Capitant 1904 74 define el derecho subjetivo como “un inte-
rés de orden material o intelectual, protegido por el derecho objetivo, que otorga, a este
efecto, a quien lo inviste, el poder de hacer los actos necesarias para obtener la satisfacción
de este interés”.
22 Corte de Santiago, 3.6.1973, RDJ, t. LXX, sec. 4ª, 65, citando a los hermanos Ma-
221
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
cionismo judicial, que en Francia había llevado a la expansión excesiva del concepto del
daño, según consta en las actas de las comisiones redactoras de ese Código.
27 Carbonnier 2000 385, Cadiet 1997 39.
28 Un detallado análisis histórico y sistemático del requisito de la legitimidad del inte-
222
DAÑO
te, “no es factor decisivo para acoger la acción, el de que no se haya justifi-
cado su calidad de heredera de la víctima”.29
La exigencia de legitimidad es un criterio para definir los límites de los
intereses cautelados. Por eso, la legitimidad no está primariamente dada
por criterios positivos: son legítimos todos los intereses que no son contra-
rios al derecho.30 En principio, todo perjuicio a un interés valioso para la
víctima es considerado daño reparable, si no resulta contrario a la ley o a
las buenas costumbres.31 En otras palabras, el ámbito de protección no
está definido de manera positiva, sino negativamente: en principio, cual-
quier interés es objeto de cautela, a menos que resulte ilegítimo.
b) Históricamente la exigencia de que el interés sea legítimo fue in-
troducida por la jurisprudencia francesa para excluir la indemnización
de los daños patrimoniales provocados por la muerte o incapacidad del
conviviente que sostenía económicamente al demandante.32 El requisito
de legitimidad del interés ha persistido, a pesar de que esa jurispruden-
cia concreta fue abandonada, reconociéndose como legítima, bajo cier-
tas exigencias de seriedad, la pretensión del conviviente.33 El derecho
comparado no presenta líneas unívocas en la definición del interés obje-
to de cautela en estos casos.34
29 CS, 9.9.1946, RDJ, t. XLIV, sec. 1ª, 131; tempranamente también se acogió la demanda
de un padre por los perjuicios que le irrogó la muerte de un hijo ilegítimo (CS, 4.8.1933,
RDJ, t. XXX, sec. 1ª, 524); asimismo, se ha reconocido acción en el caso de muerte de una
mujer con quien el demandante se encontraba unido sólo por matrimonio religioso, sin
que existiera entre ellos vínculo jurídico alguno (Corte de Santiago, 3.1.1945, G. de los T.,
1945, 1er sem., Nº 46, 232, citado por Diez 1997 52).
30 Zannoni 1987 10.
31 Carbonnier 2000 379, R. Domínguez Á. 1990 137.
32 Carbonnier 2000 379 y 389.
33 Viney/Jourdain 1998 61. Es interesante constatar cómo la jurisprudencia tiende a
seguir los cambios culturales al momento de concebir las buenas costumbres, como se mues-
tra en que en Francia se haya reconocido legitimidad al interés del conviviente en 1970,
como consecuencia de importantes cambios en la percepción pública de las uniones de he-
cho. Con posterioridad a este cambio jurisprudencial se produjo un decaimiento del requi-
sito de legitimidad del interés invocado por la víctima; sin embargo, la doctrina tiende a
revalorizarlo (referencias en Pradel 2004 133).
34 Aunque el common law tradicionalmente negó acciones por daños que se siguen de la
muerte de una persona, una ley especial inglesa sobre la materia (Fatal Accidents Act, 1976)
reconoce acción sólo por daños patrimoniales al conviviente que mantenía una vida común
con el fallecido a la época del accidente y durante los dos años anteriores (Jones 2002 704).
En otros ordenamientos se ha mantenido limitada la extensión de la acción a quienes esta-
ban en una relación de derecho con la víctima fatal: en el derecho norteamericano la acción
reconocida por leyes estatales, también restringida a los daños patrimoniales, por lo general
sólo beneficia al cónyuge y no al conviviente (Prosser/Keeton et al. 1984 907); en el derecho
alemán sólo se reconoce acción a quienes tenían derecho legal de alimentos y por el monto
de estos últimos (Kötz 1991 194); según la reciente reforma al código holandés en materia
de obligaciones, la reparación se extiende al daño patrimonial (pero no moral) sufrido por
el conviviente de la víctima, si tenía con ella una relación familiar de hecho, dependía total o
223
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
sustancialmente de lo que el fallecido proveía, pudiendo esperarse que así también sucedería
en el futuro, y no pueda sustentarse razonablemente por sí mismo (Cód. hol., § 6.108 1c). Se
comprueba que en el derecho comparado la legitimidad jurídica del interés no siempre es
objeto de reglas tan generosas como las del derecho francés.
35 “(…) puesto que invocaría su propia inmoralidad, los beneficios que le reportaba
14.12.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 1ª, 583; CS, 6.4.1994, RDJ, t. XCI, sec. 1ª, 30. Sobre otros
efectos civiles del concubinato, Ramos 2005 620.
38 Estas leyes se refieren, respectivamente, a “la madre de sus hijos”, que “hubiere estado
viviendo a expensas de éste [del trabajador] hasta el momento de su muerte” y a “la madre de los
hijos naturales de la víctima”.
39 La norma del artículo 108 II del Código Procesal Penal establece una prelación a
efectos de ser considerada víctima, que sea titular de las acciones civiles, donde el convi-
viente está pospuesto al cónyuge, a los hijos y a los ascendientes, pero antepuesto a los her-
manos y al adoptado o adoptante.
40 Corte de Concepción, 4.12.2000, confirmada por la CS [cas. fondo], 5.3.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 1ª, 27, publicada también en F. del M. 496, 1. La Corte de Casación francesa
ha estimado a partir de 1970 que la indemnización del daño reflejo no exige un vínculo
jurídico entre la víctima directa y la refleja (Pradel 2004 47).
224
DAÑO
225
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
ral consistente en turbaciones pequeñas y temporales del bienestar del demandante. Esta
limitación de los perjuicios reparables incluso alcanza pequeñas heridas y privaciones de
libertad por un par de horas con ocasión de redadas o de incidentes (Palandt/Heinrichs
§ 253 24).
47 Vicente en Reglero 2002 a 202. A pesar de que nuestra jurisprudencia suele usar ex-
presiones muy genéricas para referirse al daño moral indemnizable (véase CS, 24.6.2003,
rol Nº 921-2002, comentada por Court 2004 89), la tendencia general ha sido que sólo se
reparan daños efectivamente significativos (en ese caso, inundaciones en una casa a conse-
cuencia de trabajos municipales deficientes).
226
DAÑO
daño a las cosas (Corte de Concepción, 3.4.2001, confirmada por la CS [cas. fondo],
27.3.2002, con referencia a que el daño moral es “el pretium doloris que afecta a la integri-
dad espiritual de la persona”, GJ 261, 80).
51 Ley del medio ambiente, artículos 2 letra e y 11 letra e.
52 En la materia parece haber coincidencia en el derecho comparado (Von Bar 1996 II 5).
227
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
de Santiago, 5.10.1989, RDJ, t. LXXXVII, sec. 5ª, 18; Corte de Santiago, 29.4.1992, RDJ,
t. LXXXIX, sec 5ª, 178; Corte de Concepción 17.7.1990, F. del M. 382, 471; Corte de San-
tiago, 22.1.1991, F. del M. 389, 65; Corte de Temuco, 30.8.1993, F. del M. 418, 746; Corte
de Arica, 7.5.1992, F. del M. 403, 311 (todas sentencias confirmadas por la Corte Supre-
ma). Referencias a la doctrina jurisprudencial francesa, que sigue criterios análogos en la
materia, en R. Domínguez Á. 1990 128 nota 14.
228
DAÑO
nalidad, sino sólo a los atributos técnicos del nombre, estado civil y domicilio al tratar la
persona (véanse, por ejemplo, Coviello 1938 164; Planiol/Ripert 1926 Nº 143). En el dere-
cho chileno, el primer texto de derecho civil que trata sistemáticamente los derechos de la
personalidad parece ser Ducci 1980 151.
229
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
c. Tipos de daños
puede ser una acción eficaz para resolver casos en que se requiere resolver con urgencia
turbaciones a intereses de distinta significación, que, en algunos casos, difícilmente pue-
den ser tipificados como derechos constitucionales (Jana/Marín 1996 passim; infra Nº 652).
58 Sobre la bipolaridad entre el daño patrimonial y el extrapatrimonial en los derechos
230
DAÑO
59 Alessandri 1943 220; en análogos términos, Meza 1988 249, Corral 2003 149. P. Ro-
dríguez 1999, influido aparentemente por la doctrina italiana, a través de la literatura jurí-
dica argentina, asume que el daño moral debe ser primeramente construido en una etapa
de antijuridicidad del daño, que está determinada por “la lesión de un derecho subjetivo,
cualquiera que sea su naturaleza” (ídem 307); producida la lesión a un derecho subjetivo,
que es condición de la responsabilidad, los perjuicios reparables se extienden a “la lesión
de un interés extrapatrimonial, personalísimo, que forma parte de la integridad espiritual
de una persona, y que se produce por efecto de la infracción o desconocimiento de un de-
recho cuando el acto infraccional se expande a la esfera interna de la víctima o de las per-
sonas ligadas a ella” (ídem 308). La distinción no se justifica en nuestro sistema de
responsabilidad, que, a diferencia del alemán y del italiano (BGB, § 823; Cód. ital., artícu-
los 2043 y 2059), no está construido sobre la base de la distinción entre un daño injusto,
que exige la lesión de un derecho subjetivo como condición de la responsabilidad, y los
prejuicios que se derivan de ese daño, que son el objeto de la reparación (supra Nº 51).
60 Así, la Corte Suprema ha señalado que “debe entenderse que el daño moral existe
cuando se ocasiona a alguien un mal, un perjuicio o una aflicción en lo relativo a sus facul-
tades espirituales, vale decir, cuando se ocasiona a una persona un dolor o aflicción en sus
sentimientos” (CS, 10.8.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 168); más recientemente se ha referi-
do al “sufrimiento, dolor, molestia que el hecho ilícito ocasiona en la sensibilidad física o
en los sentimientos o afectos de una persona” (CS, 7.1.2003, GJ 271, 96). En otros fallos
recientes se ha asociado el daño moral al “dolor y agobio” que produce la muerte del cón-
yuge e hijo (Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 199); al “dolor y aflic-
ción” que produjo la injusta detención por supuesto hurto en un establecimiento de
231
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
comercio (Corte de Valdivia, 30.3.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 105); al “sufrimiento y an-
gustia” que produce el uso por terceros de una creación intelectual (CS, 2.11.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 1ª, 212); al “menoscabo en los atributos o facultades morales” que producen
las puñaladas propinadas a propósito de un robo con violencia (Corte de Valparaíso,
15.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 9.10.2001, GJ 256, 144); y al “sufrimiento o afec-
ción psicológica que lesiona el espíritu, al herir sentimientos de afecto y familia”, que pro-
duce la muerte del cónyuge y padre (Corte de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183). Entre
los numerosos fallos recientes pueden verse: Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada por
CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; Corte de Concepción, 13.7.1998, GJ
219, 168; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195; Corte de Concepción, 7.8.2000, con-
firmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en F. del M. 504,
4202; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Concepción, 3.4.2001,
GJ 261, 80; Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 3ª, 103; Corte de Santiago,
2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Concepción,
28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Santiago, 31.12.2002, confirmado por la CS [cas. fondo],
30.4.2003, GJ 274, 212 (215); CS, 3.4.2003, F. del M. 509, 387; Corte de Santiago, 30.5.2003,
GJ 275, 97; y Corte de Concepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003,
GJ 282, 61.
232
DAÑO
62 Lange 1990 252, quien agrega que lo relevante es que el bien haya sido introducido
de un modo general en el tráfico económico y jurídico. Así, por ejemplo, un viaje que no
se puede realizar es un bien económico, cuyo valor está dado por su costo; por el contra-
rio, que la víctima no haya podido disfrutar de sus vacaciones es un daño no patrimonial.
La diferencia es relevante a efectos de la valoración del daño, en la medida que los crite-
rios de avaluación son diferentes tratándose del daño patrimonial y del moral.
63 Sobre la determinación y valoración del daño moral, infra § 24 d.
64 Desde el punto de vista técnico-jurídico, están incluidos bajo este concepto los da-
ños físicos propiamente tales y los daños psiquiátricos, que provienen de patologías clíni-
cas. El elemento patológico diferencia el daño psiquiátrico del daño moral, que se traduce
en dolor o aflicción. En algunas jurisdicciones, tradicionalmente reticentes a la reparación
del daño puramente moral, el shock nervioso y el daño psiquiátrico establecen el límite a
los perjuicios indemnizables, porque sólo resultan reparables las consecuencias del daño
biológico o a la salud; es, por ejemplo, el caso del derecho alemán y del italiano (Cian/
Trabuchi 1992 artículo 2059 II; BGB, § 253 II). Sobre el daño psiquiátrico y el shock nervio-
so, infra Nos 266 y 267.
233
§ 20. EL DAÑO EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
234
DAÑO
68 Sobre la distinción entre la lesión y sus consecuencias dañinas, Cadiet 1997 63.
69 Alessandri 1943 49; antecedentes doctrinarios de la regla en Pothier 1761 Nº 160;
en la tradición del common law, el análisis de Fuller/Perdue 1936 78.
235
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
artículos 1437, 2314, 2315, 2318, 2319 y 2325 a 2328 exigen un daño inferido a la víctima o
sufrido por ésta, en lo cual concuerda la jurisprudencia (por ejemplo, CS, 16.10.1954, RDJ,
t. LI, sec. 1ª, 488; Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97) y la generalidad de la doctrina
(Alessandri 1943 213, Abeliuk 1993 200, P. Rodríguez 1999 265, Corral 2003 142, Ramos
2003 71, R. Domínguez Á. 1990 147).
72 Prueba que incumbe a la víctima (esto es, al demandante de los perjuicios), de acuer-
do con el principio de que corresponde al acreedor probar los hechos en que se funda su
pretensión crediticia (infra Nos 169, 170 y 214).
236
DAÑO
73 Así, por ejemplo, Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795 y Corte de An-
tofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115. Particularmente expresiva de la tendencia jurispruden-
cial en materia de daño moral es la siguiente consideración: “es un hecho evidente, aceptado
por la doctrina y la jurisprudencia, que las lesiones físicas y mentales de una persona pro-
ducen un sufrimiento a ella misma y a los familiares más próximos que no requiere demos-
tración” (Corte de San Miguel, 8.8.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 4ª, 73).
74 Alessandri 1943 214, Mazeaud/Chabas 1998 416, Viney/Jourdain 1998 68.
75 Esta es una antigua expresión, que continúa vigente, de la jurisprudencia francesa
237
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
238
DAÑO
criterio, en contraste con la chilena, que parece asumir que toda pregunta relativa al daño
es una cuestión de hecho.
239
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
84 Una lúcida percepción de esta dimensión causal del daño ya producido, pero que
240
DAÑO
86 Alessandri 1943 468; C. Domínguez 2000 735, con referencias al derecho francés y
241
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
pero sí puede serlo para personas que estaban ligadas patrimonial o afecti-
vamente al difunto. Algo análogo puede ocurrir en caso de graves lesiones
corporales de la víctima inmediata. En uno y otro caso, la acción de la
víctima del daño reflejo es personal. El verdadero problema que presenta
este tipo de daño es el de sus límites: ¿hasta dónde protege el derecho a
las víctimas de daños reflejos? Esta es esencialmente una pregunta norma-
tiva, relativa a la extensión con que son atribuidas al hecho del demanda-
do las consecuencias del mismo (infra § 25).
sa de intereses colectivos por personas jurídicas cuyo objeto social es protegerlos está recono-
cida por diferentes estatutos legales especiales, en materias de quiebras, copropiedad, sindicatos
profesionales, sociedades de derecho de autor (Viney/Jourdain 1998 104); sin embargo, por
lo general, para que una asociación pueda actuar sin autorización legal, la doctrina exige que
lo haga por mandato y en representación de intereses personales (ídem 112). Una crítica a la
‘socialización del daño’ y a que ‘socializado se desencarna’, en Cadiet 1997 42.
242
DAÑO
88 Un extenso análisis del derecho francés en Viney/Jourdain 1998 95; una reseña y
valoración crítica del régimen procesal norteamericano de las class actions en Fleming 1988
240; sobre el derecho español en la materia, Reglero en Reglero 2002 a 145.
89 En cierto sentido, la acción de protección es un eficiente instrumento cautelar de in-
tereses difusos (infra Nº 735 c). Una reseña de las acciones populares en el derecho chileno,
incluidas las que se hacen valer ante la autoridad administrativa en Montenegro 2004 304.
90 La materia se encuentra regulada en la ley Nº 19.496, modificada por la ley Nº 19.955.
Las referencias a artículos que en este subpárrafo se efectúan deben entenderse hechas a la
Ley de consumidores.
91 Se entienden de interés colectivo “las acciones que se promueven en defensa de derechos
243
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
244
DAÑO
92 En el caso de un juicio seguido contra una discoteca por el uso de fonogramas sin
245
§ 21. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA REPARACIÓN DE LOS DAÑOS
daños reparables. Sin embargo, que el daño sea directo es una exigencia
que típicamente pertenece a la relación de causalidad (infra § 30).93
El derecho exige que entre el hecho por el cual se responde y los daños
cuya reparación se pretende exista una relación causal en un doble sentido:
ante todo, el hecho del demandado debe ser causa necesaria, en su sentido
natural, del daño que se alega; pero, además, entre el hecho y el daño debe
haber una relación suficientemente cercana, como para que éste pueda ser
objetivamente imputado al hecho del demandado (infra Nº 242).
Como se ha anticipado al tratar de los daños mediatos, bajo el concep-
to de daño directo, que nuestro Código Civil ha tomado del francés y más
remotamente de Pothier, se hace referencia precisamente a la pregunta
acerca de cuáles consecuencias de un hecho que genera responsabilidad
deben ser incluidas en la reparación. La materia será tratada en detalle en
el capítulo sobre la relación de causalidad (infra § 30).94
d. Principio relativo a las acciones que puede ejercer la víctima del daño: acción en
naturaleza y acción indemnizatoria
246
DAÑO
en el mismo sentido, P. Rodríguez 1999 344 y Corral 2003 336. Así se ha reconocido tam-
bién en el derecho francés, donde la situación legal es análoga al derecho chileno, reser-
vándose al juez facultades para apreciar la manera como la reparación en naturaleza debe
ser reconocida a efectos de satisfacer el interés primario del demandante (Viney/Jourdain
2001 54, Flour/Aubert 2003 371).
247
§ 22. EXCURSO: ¿CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO?
248
DAÑO
actuar en el derecho civil determinando el grado de culpa por el cual se responde en aten-
ción al valor social que el derecho reconoce a la conducta (supra Nº 61). En el derecho
comparado, las garantías constitucionales han sido también invocadas para establecer un
límite a la imposición de responsabilidad civil, si de ello se sigue para el responsable una
restricción excesiva del derecho a desplegar libremente la personalidad (infra Nº 373).
100 La discusión ha sido particularmente ardua en Alemania, en especial por la impor-
la Corte Suprema, que se niega a acoger recursos de casación en el fondo por infracción
de normas constitucionales, en la medida que éstas se limitan a consagrar principios o ga-
rantías de orden genérico, que tienen el correspondiente desarrollo en disposiciones lega-
les (CS, 7.7.2005, rol Nº 4.261-2004).
249
§ 22. EXCURSO: ¿CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO?
102 Véase, por ejemplo, la recopilación jurisprudencial de Rioseco 1996 155; se señalan tres
ral tiene reconocimiento constitucional, primando sobre la norma del artículo 1556 que se re-
fiere sólo a los derechos patrimoniales (C. Domínguez 2000 360, Ramos 2003 74); siguiendo los
argumentos de este párrafo, discrepo de esos autores en esa inferencia, reconociendo que la
interpretación de las normas del derecho privado de conformidad con la Constitución lleva al
mismo resultado (así, Jana/Tapia 2004 Nº 8 comentando CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª,
234). Por su parte, alguna jurisprudencia también ha afirmado (innecesariamente) el origen cons-
titucional de la indemnización del daño moral (Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115; y
Corte de Santiago, 1.9.2003, confirmada por CS [cas. fondo], 13.11.2003, GJ 281, 104).
250
DAÑO
105 Más allá del reconocimiento de derechos constitucionales, que son transformados
por el derecho civil en intereses protegidos por la acción de responsabilidad, la Constitu-
ción tiene un efecto reflejo limitado en materias civiles. En general, no se acepta que la
Constitución tenga una textura normativa lo suficientemente desarrollada como para que
pueda ser objeto de una aplicación directa por los jueces civiles. En verdad, ello amenaza
devenir en una forma de vulgarismo que podría producir un efecto disolutivo en una disci-
plina de desarrollo refinado a lo largo de la historia, como es el derecho civil (Barros 1996
335). La doctrina constitucional alemana de la Drittwirkung (‘efecto reflejo’) de los dere-
chos constitucionales en el derecho civil pone énfasis en ese efecto indirecto; y la doctrina
civil mira con desconfianza que el Tribunal Constitucional deba asumir un rol protagónico
en configurar relaciones de derecho privado mediante la aplicación directa de preceptos
constitucionales (para la doctrina constitucional alemana, Maunz/Dürig et al. 1989 artículo
3 I § 510; para la doctrina civil, Medicus 1992 121 y Diederichsen 1998 234; en Francia, Atias
1991 435; en la doctrina chilena puede verse la crítica de Jana 2003 53).
106 Por eso, reiteradamente se ha fallado que la infracción de normas constitucionales
251
§ 22. EXCURSO: ¿CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO?
107 Así, por ejemplo, si el derecho civil no reconoce acción contra un cierto tipo de
riesgo, el tribunal con jurisdicción constitucional puede entender que esa protección míni-
ma debe darse en la forma de un fondo social o de un seguro de daños. En mi opinión,
una jurisprudencia constitucional de este tipo, más allá de las dificultades que plantea cual-
quiera asignación por los jueces de fondos públicos, responde a una función normativa (dis-
tributiva) que es ajena el derecho privado (supra Nº 19; Barros 2001 9).
108 Medicus 1992 50.
109 Por cierto que ello no significa, como en su momento lo entendió la Corte Supre-
día delimitar el ámbito de lo lícito e ilícito, no podía sustraer de responsabilidad los daños
que se derivan del hecho culpable, a menos que se estableciera un fondo u otro régimen alter-
nativo para proteger a las víctimas (Cons. Const. 22.10.1982, Chabas 2000 b Nº 83, Viney/
Jourdain 2001 561). Una sentencia posterior estableció que la responsabilidad por culpa
derivaba del principio constitucional de la libertad para actuar sin causar daño a otro (Cons.
Const. 9.11.1999, Chabas 2000 b Nº 83, Viney/Jourdain 2001 566).
252
DAÑO
111
En España el Tribunal Constitucional ha declarado que en la responsabilidad por culpa
la reparación del lucro cesante que deriva de un daño corporal no puede ser limitada en la
forma de baremos por el legislador, a diferencia de lo que ocurre con el daño moral (Trib.
Const. español 29.6.2000, Vicente en Reglero 2002 a 273). En el derecho francés, el Consejo
Constitucional ha sido más tímido en establecer criterios respecto del daño reparable que en
el establecimiento de la responsabilidad por culpa; sin embargo, puede estimarse que ha acep-
tado el principio de la reparación integral precisamente en ese tipo de responsabilidad (Cons.
Const. 9.11.1999, Viney/Jourdain 2001 567). En el derecho alemán se ha estimado que los
resguardos del derecho concursal son garantía suficiente para menores que incurren en res-
ponsabilidad civil y se transforman en deudores de una obligación de cuantía exorbitante (evi-
tando que queden con una deuda por vida), de modo que ningún principio constitucional
asociado al libre desarrollo de la personalidad obsta a la aplicación del principio de la repara-
ción total del daño patrimonial (Palandt/Heinrichs § 249 6).
112 Así, el Tribunal Constitucional italiano, pronunciándose acerca de la constituciona-
lidad del artículo 2059 del Código Civil, que establece que el daño moral sólo es indemni-
zable en los casos que la ley lo disponga (Corte Constitucional italiana 79/87, Cian/Trabuchi
1992 artículo 2059 II). En España se ha fallado que el daño moral puede ser objeto de in-
demnización predeterminada en la forma de baremos establecidos por la ley (Trib Const.
español 29.6.2000, Vicente en Reglero 2002 a 273).
113
En Alemania el Tribunal Supremo ha estimado que fallos norteamericanos que con-
denan a daños punitivos no pueden ser admitidos a ejecución en el proceso de exequatur, por-
que atentan contra el orden público de derecho internacional privado en la medida que su
función punitiva y disuasiva atenta contra el principio de la proporcionalidad que subyace a
la idea de compensación, mientras que la sanción punitiva y la disuasión son tareas privativas
del Estado, lo que a su vez exige garantías de corrección de la decisión y debida protección
de los derechos del demandado (BGH, 118, 312/40, citado por Palandt/Heinrichs § 249 4).
114 En Estados Unidos la Corte Suprema ha declarado contrario a la garantía constitucio-
nal que impide imponer castigos excesivos (14ª enmienda) un fallo que daba lugar a una in-
demnización punitiva por un valor de US$ 145 millones, en circunstancias que la indemnización
reparatoria era por US$ 1 millón (State Farm Mutual Automobile Insurance Co. v. Campbell, 538 US
408, 2003, [01-1289]). La Corte estimó que la razón de 145 veces el monto de los daños efecti-
vos (que en su opinión ya tenían un componente punitivo) estaba fuera de los rangos de razo-
nabilidad y proporcionalidad; estimó que en el caso sólo se justificaría una condena a daños
punitivos por el mismo monto que se reconoció a título de reparación. La regla no pretende
ser aritmética, pero se reiteró un precedente anterior (North America, Inc. v. Gore, 517 US 556,
1996), en orden a que los daños punitivos deben declararse en consideración al grado de re-
presión que merece el ilícito, al monto del daño efectivamente sufrido por el demandante y a
los precedentes en la materia. Sobre los daños punitivos se volverá en infra Nº 198.
253
§ 22. EXCURSO: ¿CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO?
115 El Tribunal Constitucional alemán, con fundamento en la garantía de igualdad del artícu-
254
DAÑO
119 El argumento aparece en las primeras sentencias que justificaron la reparación del
daño moral, véase, por ejemplo, CS, 18.12.1926, RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 567.
120 En la literatura chilena más actual, véanse Diez 1997 159, Corral 2003 336.
121 CS, 8.11.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 274. En sentido análogo se ha dicho en rela-
ción con el daño emergente que su indemnización no puede constituir una fuente de enri-
quecimiento injusto (Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79); también se
ha sostenido que “la indemnización del daño material debe ser integral, pero no puede
constituir ocasión de ganancia para su beneficiario, principio que no puede omitirse a la
hora de computar el eventual perjuicio derivado del lucro cesante” (Corte de Santiago,
2.11.2001, GJ 257, 172).
122 Una nota escéptica acerca de la rigurosidad con que el principio es aplicado en la
práctica, en Markesinis/Deakin et al. 2003 794, Cane/Atiyah 1999 131, Vicente en Reglero
2002 a 261; para el derecho chileno, R. Domínguez Á. 1990 135.
123 Von Bar II 1996 155. Dudas acerca de la distributividad negativa del principio (en la
medida que la indemnización por daño a las cosas o lucro cesante depende de la riqueza de
la víctima) y de los estímulos negativos que produce para la reinserción laboral de la víctima
(en la medida que pueda vivir con la indemnización), en Markesinis/Deakin et al. 2003 793.
255
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
do de un modo general en el tráfico económico y jurídico. Así, por ejemplo, un viaje que
no se puede realizar es un bien económico, cuyo valor está dado por su costo; por el con-
trario, que la víctima no haya podido disfrutar de sus vacaciones es un daño no patrimo-
nial. En nuestro sistema jurídico, la diferencia es relevante a efectos de la valoración del
daño, en la medida que se indemniza, en general, el daño patrimonial y el moral.
256
DAÑO
tiene por efecto que la situación patrimonial del demandante sea equiva-
lente a la que tenía antes de sufrir el daño.
b) En su expresión más sencilla, el daño expresa la diferencia entre
dos estados de cosas: el que existía antes y después del daño. Por sencillo
que parezca este postulado, su aplicación práctica plantea diversas pregun-
tas, que son objeto de este capítulo.
257
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
131 El concepto proviene de F. Mommsen, Zur Lehre Von dem Interesse (1855), para quien
el daño consiste en ‘la diferencia entre el patrimonio actual de una persona, tal como ha
quedado luego del hecho dañino, y el valor que tendría ese patrimonio sin la intervención
de ese hecho en el momento en que se realiza la valoración’ (citado por Lange 1990 29).
Hay razones para pensar que la doctrina fue adoptada por el BGB. Asimismo, ha tenido
influencia en Italia y España, pero parece encontrarse en retirada (Pantaleón en Paz-Ares
et al. 1991 1989, Busnelli/Patti 1997 12). También en Alemania la indemnización por daño
a las cosas se calcula en concreto, de modo que “lo determinante es la disminución patri-
monial efectiva (damnum emergens) y el aumento patrimonial omitido (lucrum cessans)”, con-
siderando “el completo interés patrimonial del dañado” (Palandt/Heinrichs § 249 50).
132 A lo anterior se agregan las cuestiones de causalidad cuando concurren causas hi-
potéticas alternativas para un mismo daño (infra Nº 246). Críticos a la teoría de la diferen-
cia desde esta perspectiva, MünchKom/Grunsky § 249 78, Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1989, Busnelli/Patti 1997 13.
258
DAÑO
dentes del trabajo. Una regla distinta vale, desde luego, cuando la reparación se rige por el
derecho común de la responsabilidad civil por negligencia (Ley de accidentes del trabajo,
artículo 69).
259
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
260
DAÑO
136 Von Bar 1996 II 30. Es especialmente el caso del common law (Burrows 1994 171,
Weir 2002 173, Epstein 1999 575) y del derecho alemán, donde los intereses puramente
patrimoniales, que no suponen lesión corporal de un derecho de la personalidad o de la
propiedad, sólo son reparables si se ha actuado ‘de una manera que contraviene las buenas
costumbres’ (BGB, § 826 en relación con § 823; al respecto, Deutsch/Ahrens 2002 114).
137 Se ha fallado que “el daño emergente es el empobrecimiento real y efectivo padeci-
do por quien pide que se le indemnice” (Corte de Santiago, 7.12.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª,
266). Por su parte, la Corte Suprema ha señalado que este tipo de daño consiste en un “des-
medro real y efectivo en su patrimonio” (CS, 2.3.1977, F. del M. 220, 25).
138 Respecto de la diferencia entre gastos efectivos y costos estimados en el daño a las
cosas, infra Nº 176. En cuanto a la estimación de pérdidas por el menor valor de bienes
incorporales, CS, 2.12.1915 y 20.10.1919, RDJ, t. XVIII, sec. 1ª, 62, comentado en Gatica
1959 107; se trataba de una obligación restitutoria de unas acciones que no fue efectuada
oportunamente por el banco encargado de hacerla, a cuya consecuencia el banco fue con-
denado a pagar la diferencia entre el valor bursátil de las acciones al momento en que esa
restitución debió ser efectuada y el de la restitución efectiva.
261
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
139 Larenz 1987 512, con referencia al § 252 del BGB; en el derecho chileno, R. Do-
262
DAÑO
263
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
264
DAÑO
265
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
de ingeniería próximo a titularse (Corte de Concepción, 27.5.1964, Rev. Concepción 136, 1966,
85); la idea ha sido expresada en un fallo conceptualmente preciso, que alude a que el lucro
cesante exige que los ingresos o utilidades sean ‘probables’ y no simplemente ‘posibles’ (Cor-
te de Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210). Sobre la imposibilidad de probar la pérdida de
ingresos de un estudiante de derecho accidentado, CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503.
151 Corte Presidente Aguirre Cerda, 14.3.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 4ª, 26; un fallo de
la Corte de Punta Arenas estima ese umbral en la base de cálculo del subsidio de cesantía
(Corte de Punta Arenas, 7.4.1993, rol Nº 7.263, con comentario favorable R. Domínguez Á.
y R. Domínguez B., en Rev. Concepción 192, 1992, 214). No se puede acusar a las cortes de
discrecionalidad, porque parecen haber optado por un baremo mínimo inobjetable.
152 Alessandri 1943 561.
266
DAÑO
172. Aplicación práctica del principio de reparación integral del daño a co-
sas corporales. a) El choque de automóviles más usual muestra los diversos
conceptos por los que se pueden producir daños patrimoniales con ocasión
del daño a una cosa. Si se atribuyen al responsable los costos de la repara-
ción del auto chocado, la indemnización hace posible la restitución en naturaleza:
el responsable se hace cargo de los gastos necesarios para que el auto del
demandante sea repuesto al estado más cercano al que tenía antes del acci-
dente (supra Nº 163). Pero existe otra medida para el mismo daño: el perjui-
cio puede ser medido como la diferencia de valor del auto antes y después
del accidente. En este caso, la estimación del daño es puramente patrimonial y
la indemnización tiene por único objeto comparar los dos valores; la avalua-
ción del daño es contable, esto es, patrimonial en sentido estricto.
b) Al daño sufrido por la cosa suelen agregarse otros daños conexos, que
tienen efectos patrimoniales. Ante todo, aunque haya sido perfectamente re-
parado (de modo que su valor de uso sea idéntico), suele ocurrir que por el
hecho de ser chocado y luego reparado tenga un valor comercial inferior al
que tenía antes del accidente, de modo que debe ser contabilizado a menor
valor. Por otra parte, mientras se efectuaba la reparación, el demandante no
pudo disfrutar del valor de uso del automóvil. Asimismo, puede ocurrir que el
demandante sufra un daño en razón de la destrucción o deterioro de una cosa
de que goza a título personal (como arrendatario, por ejemplo). Más extremo
es el caso de la cosa que el demandante estaba adquiriendo por medio de un
contrato de leasing, en cuyo caso puede ocurrir que pierda la opción de adqui-
rirlo a un bajo precio al finalizar el período de financiamiento (infra Nº 175
b). Todos esos efectos patrimoniales forman parte del daño reparable en vir-
tud del principio de la reparación integral del daño patrimonial.154
267
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
173. Acciones que pueden surgir del daño a cosas corporales. a) Como se
ha mostrado en el caso introductorio, el daño a las cosas corporales da
lugar a acciones indemnizatorias que persiguen dos fines diferentes. Ante
todo, el demandante puede pretender que se repare la cosa dañada o que
se le reponga con una cosa equivalente a la destruida (restitución en natura-
leza); pero también puede perseguir que se le indemnice la diferencia pa-
trimonial que supone el deterioro o la destrucción de la cosa (indemnización
reparatoria). En nuestra tradición jurídica no es discutido que quien sufre
un daño injusto tiene una acción en naturaleza y una acción propiamente
indemnizatoria.156 Ambas tienen por antecedente el mismo daño, pero sus
finalidades son diferentes.
b) La acción dirigida a la restauración de la cosa dañada o a la sustitu-
ción de la destruida tiene por fin reparar en naturaleza el daño causado. La
indemnización debe ser suficiente para que el demandante obtenga una
cosa equivalente a la que tenía, sea mediante la reparación de la dañada o
mediante el reemplazo de la destruida. Por eso, la medida de la indemni-
zación es el costo de reparación o de adquisición de una cosa con caracte-
rísticas semejantes.
La acción que persigue la indemnización del daño estrictamente patrimonial
tiene por fin reparar la pérdida neta de valor. En este caso la indemniza-
ción se calcula comparando el valor de la cosa antes y después del acciden-
te; se trata de un cálculo contable fundado en estimaciones. Entre ese
valor venal de la cosa reparada (precio de venta) y el de reposición (pre-
cio de adquisición) suele haber una diferencia, de modo que, ya por ese
concepto, la opción entre una u otra pretensión indemnizatoria no es in-
diferente a efectos del monto de la indemnización.
155 Palandt/Heinrichs § 249 38; la inclusión de estos costos como daño se justifica por-
que son gastos significativos (daño emergente) y, además, su reparación es un fuerte incen-
tivo para no litigar de mala fe.
156 Alessandri 1943 535, Viney/Jourdain 2001 58. En el derecho alemán, en la medida
que la restitución en naturaleza sea posible, el actor dispone sólo de esa acción; sin embar-
go, en la práctica, ella se expresa en la suma de dinero que pone al demandante en situa-
ción de cubrir los costos de reposición o reparación (BGB, §§ 249 a 251). Por el contrario,
en el common law, por regla general, no se dispone de acciones en naturaleza, ni siquiera en
materia contractual, de modo que lo usual es que se reconozca una indemnización por la
diferencia de valor patrimonial; pero la regla no es absoluta y parece extenderse la acción
que tiene por objeto indemnizar el costo de reposición de la cosa, llamado cost of cure (Bu-
rrows 1994 156, respecto de daños a la propiedad inmueble; ídem 160, respecto de otro
tipo de cosas). En particular, sobre la acción de reparación en naturaleza, infra § 57.
268
DAÑO
157 Los grupos de casos son análogos en los diversos sistemas jurídicos y concuerdan
con las buenas prácticas en materia de seguros; la tipología que aquí se sigue es la de Medi-
cus 2002 289, que me ha parecido especialmente clara.
269
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
158 Un desarrollo de esta idea desde la perspectiva del abuso de derecho en infra Nº 447.
159 En la jurisprudencia francesa existen opiniones divergentes entre las diversas juris-
dicciones acerca de si hay acción por el costo de reparación de la cosa dañada si este exce-
de al valor de reposición; igual divergencia existe en la doctrina, pero se ha delineado una
posición en el sentido de que la decisión del demandante de exigir la reparación sólo debe
ser reconocida cuando está especialmente justificada (Viney/Jourdain 2001 187). En el de-
recho inglés se reconoce como legítimo el interés de reparar la cosa cuando es difícil en-
contrar un bien que lo reemplace; así, por ejemplo, en el caso de un barco que tenía un
especial equipamiento, de modo que no era fácil hacerse de una embarcación equivalente
(Burrows 1994 163).
160 En el derecho alemán existe una regla expresa en orden a que se puede reclamar
270
DAÑO
162 Un margen entre 1.000 y 3.000 kilómetros recorridos es aceptado por la jurispru-
dencia alemana para dar lugar a un daño total impropio (Medicus 2002 290).
163 Viney/Jourdain 2001 188; para el derecho chileno, Alessandri 1943 554 y Diez 1997 171,
con jurisprudencia que asume que el valor residual de la cosa debe ser deducido de la indem-
nización (en vez de establecerse el deber de transferirla en compensación al demandado).
164 En nuestro sistema jurídico, la acción que tiene por objeto que el responsable restituya
al afectado a la situación de hecho anterior al accidente, tiene por objeto una obligación de
hacer, que se puede ejecutar indistintamente mediante apremio, indemnización o autorización
al acreedor para que haga ejecutar lo debido por cuenta del deudor (artículo 1553); la indem-
nización equivalente al costo de reparación o de reemplazo es del todo coherente con esta últi-
ma opción que la regla reconoce al actor; véase Corte de Valparaíso, 18.6.1976, en Rev. de
Ciencias Jurídicas de Valparaíso 5, 1975, 35 (referido por R. Domínguez Á. y R. Domínguez B.
en com. a Corte de Punta Arenas, 7.4.1993, rol Nº 7.263, en Rev. Concepción 192, 1992, 214).
165 Palandt/Heinrichs § 249 21.
271
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
166 Así la jurisprudencia francesa (Viney/Jourdain 2001 187). En el caso de los auto-
móviles la jurisprudencia alemana ha estimado que el valor está dado por un taller especia-
lizado en la marca (Palandt/Heinrichs § 249 14); esa regla debe ser moderada tratándose
de automóviles y de otras cosas antiguas, según los usos públicos y notorios, que muestran
que en tales casos las reparaciones son encargadas a talleres no especializados.
167 Palandt/Heinrichs § 249 7.
168 Medicus 2002 293, Viney/Jourdain 2001 191.
169 Alessandri 1943 550; ejemplos jurisprudenciales del principio en Corte de Santia-
go, 12.8.1943, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 33; Corte de Santiago, 27.5.1993, RDJ, t. XC, sec. 4ª, 106;
Corte Presidente Aguirre Cerda, 29.9.1995, RDJ, t. XCII, sec. 2ª, 125; Corte de Santiago,
7.9.1999, GJ 231, 135; CS, 2.5.2002 RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 67; en contra, puede verse Corte
de San Miguel, 19.7.1999, GJ 229, 153.
272
DAÑO
170 Un análisis general del efecto de los beneficios laterales que son consecuencia del
ria; por ejemplo, generalmente se reconoce la deducción en el caso de una edificación que
evidentemente requería reparaciones (Kötz 1991 174, Palandt/Heinrichs § 249 146) o cuan-
do el demandante va a obtener un beneficio económico de la mejora, como sería el caso
de una máquina nueva que agrega eficiencia a la operación (Lange 1990 289). En el mis-
mo sentido, comentando jurisprudencia inglesa que ha negado la deducción porque no se
había acreditado beneficio, Burrows 1994 121.
172 Es el caso del derecho francés (Viney/Jourdain 2001 191).
173 Ese no es el caso si el propietario del bien dañado es un empresario que tiene créditos
suficientes para compensar el impuesto que pague por los servicios de reparación y por las pie-
zas o materiales empleados (DL 825/1974 sobre impuesto a las ventas y servicios, artículo 23).
273
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
174 Es el caso del derecho francés y alemán, donde se entiende que deben ser des-
contados los valores que el demandante se ahorra, como la depreciación y los gastos de
mantención (Viney/Jourdain 2001 197, Medicus 2002 294). En general, se tiene por ra-
zonable una deducción por esos conceptos de aproximadamente un 30% del costo del
arrendamiento.
175 Las dudas se plantean especialmente en sistemas jurídicos donde está limitada la
reparación del daño moral, de modo que es esencial caracterizar el daño como patrimo-
nial a efectos de que resulte reparable; en general, se ha discutido que el mero uso perso-
nal tenga un carácter comerciable, que justifique la reparación (Lange 1990 252, Burrows
1994 164).
274
DAÑO
181. Perjuicios que se siguen del daño corporal. El daño corporal puede
acarrear un amplio conjunto de consecuencias dañosas, que incluso se
pueden extender a terceros distintos a la víctima directa (daño reflejo). La
consecuencia más inmediata del daño corporal es la pérdida de bienes
personales no patrimoniales, como son la vida, la salud, la integridad físi-
ca, el bienestar psicológico y el desarrollo espiritual y sensitivo de la perso-
nalidad. 177 De esos mismos daños se pueden derivar consecuencias
patrimoniales, además de las morales. En esta sección se analizarán los
efectos patrimoniales que se siguen para la víctima directa del accidente.
Las consecuencias extrapatrimoniales serán analizadas en infra § 24; el daño
reflejo o por repercusión patrimonial o moral en infra § 25.
176 Así ocurre en el derecho inglés (Burrows 1994 165). La fórmula es correcta en la
medida que el interés se calcule sobre el valor total de la cosa, aunque se trate de una cosa
meramente deteriorada, pues ese es el capital que transitoriamente está inmovilizado por
el hecho del demandado.
177 Larenz 1987 506.
275
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
la persona que presta el cuidado (Burrows 1994 193, con discusión de jurisprudencia
inglesa).
276
DAÑO
182 Larenz 1987 507. Esta es inequívocamente la posición adoptada por la jurispruden-
cia chilena, como se muestra en los requerimientos de prueba de lucro cesante que se si-
gue de una incapacidad física (véase jurisprudencia referida en supra Nº 170).
183 Vicente 1994 114, con referencias comparadas.
184 Kötz 1991 192.
185 En el common law se acostumbra distinguir la pérdida de ingresos anterior a la sen-
tencia y los ingresos futuros, asumiéndose que los primeros suponen una mera determina-
ción contable de los ingresos que estaba percibiendo la víctima, y admitiéndose que la
determinación adquiere mayor complejidad en el caso de los ingresos futuros (Burrows 1994
192 y 197, Markesinis/Deakin et al. 2003 804).
277
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
186 Un detallado análisis del cálculo de las tasas de incapacidad en el derecho francés,
en Viney/Jourdain 2001 233.
187 Estas diferencias en los efectos de una misma lesión en un arquitecto y en un arte-
1991 192, Flour/Aubert 2003 380, Epstein 1999 442). Véanse las consideraciones generales
sobre los criterios de determinación del lucro cesante en supra Nº 170.
189 Kötz 1991 192.
278
DAÑO
cesante se tenga por imposible, sino que obliga a buscar un cierto están-
dar, por conservador que él sea (supra Nos 154 y 170).
• Relativa incertidumbre. Cualquiera sea el caso, la estimación del futuro
contempla necesariamente un elemento de contingencia. Como expresó
con realismo escéptico un juez inglés, “el conocimiento del futuro le está
negado a los hombres, de modo que buena parte de lo que se atribuya por
pérdida de ingresos o por sufrimientos futuros –en muchos casos la mayor
parte de la indemnización– será casi con seguridad equivocado”, con la
consecuencia de que “sólo existe una certeza: el futuro probará que la
indemnización es demasiado elevada o demasiado baja”.190 Por eso, la de-
terminación de los ingresos futuros supone asumir algún grado razonable
de incertidumbre.
Como se ha expresado al tratar la determinación y prueba del lucro
cesante, la exigencia de una prueba concluyente de los ingresos futuros,
equivale a dejar esta clase de perjuicios sin la posibilidad de ser indemni-
zada (o bien, dejarla subsumida bajo la suma global que se reconoce susti-
tutivamente como daño moral). A falta de todo indicio que sirva de base
para la determinación de los ingresos futuros, alguna jurisprudencia ha
optado, con la mayor sensatez, por establecer una especie de baremo mí-
nimo que evita dejar a la víctima sin indemnización alguna (supra Nº 170).
• Función reparatoria y no previsional. Finalmente conviene tener siempre
presente que la función del derecho de la responsabilidad civil es repara-
toria (correctiva del daño efectivamente causado) y no distributiva. En con-
secuencia, la indemnización por lucro cesante no depende de las necesi-
dades, sino de las efectivas expectativas de ingreso de la víctima.191 Así, en
el cálculo de la indemnización por pérdida de ingresos debe tenerse en
consideración que su fin no es previsional (para lo cual existen otros ins-
trumentos), sino reparador de los daños consistentes en rentas del trabajo
que no podrán ser percibidas en razón del accidente.
190 Lord Scarman, en Lim Poh Choo v. Camdem and Islington Area Health Authority (1980),
AC 174, 182, citado por Markesinis/Deakin et al. 2003 804. En un sentido análogo Epstein
1999 443.
191 Cane 1997 109.
279
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
280
DAÑO
281
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
200
El cálculo de un capital que permita cubrir ingresos futuros supone asumir “el po-
deroso principio económico de que todo flujo de caja futuro debe descontarse a su valor
presente” (Epstein 1999 445); así es también la práctica inglesa (Jones 2002 706). La asun-
ción fundamental del procedimiento de cálculo del valor presente es que el capital asigna-
do, que debe ser suficiente para cubrir los ingresos que la víctima ha dejado de percibir en
razón de sus lesiones, va a generar intereses durante el período, de modo que estos intere-
ses, sumados a la progresiva disminución del capital, serán suficientes para que el deman-
dante perciba la renta periódica que corresponda. De lo anterior se sigue que el valor
presente está en relación directa con la tasa de interés y con el número de años que cubre
la renta indemnizatoria. R. Epstein propone la siguiente fórmula para su cálculo:
Vf = Vp (1 + t) n
donde Vf representa los ingresos periódicos futuros; Vp el valor presente; t la tasa de interés
de equilibrio estimada; n el número de años. Técnicamente, como se ha señalado, ésta re-
sulta ser la manera más perfecta de establecer el capital necesario para asegurar una renta
periódica (Epstein 1999 445).
201
Alessandri 1943 540. Tempranamente se aceptó la indemnización en la forma de una
renta vitalicia (CS, 28.12.1918, RDJ, t. XVI, sec. 1ª, 513). Más recientemente se ha concedido
indemnización en la forma de una renta vitalicia respecto del daño moral, especialmente en
el caso de demandados insolventes (CS, 16.4.1998, F. del M. 473, 301). En materia de lucro
cesante se debe tener en consideración que la idea de una renta vitalicia no es propiamente
una forma de reparación, porque supone transformar un capital en una renta (en la medida
282
DAÑO
que la indemnización no tiene una función previsional, sino reparatoria, el horizonte tempo-
ral de la indemnización no es, como se ha visto, la vida que tiene la víctima por delante, sino
los ingresos del trabajo que podía esperarse que recibiera a falta del daño sufrido).
202 Alessandri 1943 541 estima que corresponde al juez la decisión, sea cual fuere la op-
ción del demandante, sin que de ello se siga ultra petita. Esta posición ha sido seguida por la
jurisprudencia chilena (CS, 19.6.1928, RDJ, t. XXVI, sec. 1ª, 234; CS, 2.11.1972, RDJ, t. LXIX,
sec. 4ª, 173). La opción del demandante, bajo control judicial, parece ser dominante en paí-
ses de la tradición del derecho civil; sin embargo, parece no ser frecuente que los sentencia-
dores asignen una renta en vez de un capital (Viney/Jourdain 2001 242, Kötz 1991 192).
203 Así, CS, 8.11.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 274.
204 Von Bar 1996 II 31, Markesinis/Deakin et al. 2003 112, Burrows 1994 171, Larenz
1987 479.
283
§ 23. DAÑO PATRIMONIAL
205 En verdad, ambos sistemas jurídicos llegan a ese resultado por caminos diferentes:
en el common law existe un principio positivo de que, por lo general, los daños puramente
patrimoniales no son indemnizables, salvo que se haya incurrido en los ilícitos específicos
de inducción a la infracción de un contrato, interferencia en contrato ajeno o competen-
cia desleal (Burrows 1994 179, Epstein 1999 575; un espléndido análisis de las materias que
comprende el concepto de daño puramente patrimonial en Cane 1996 150 y 458); en el
derecho alemán, existe un numerus clausus de derechos cuya lesión da lugar a responsabili-
dad por mera negligencia, entre los cuales no se encuentra el patrimonio (BGB, § 823 II),
de modo que su indemnización sólo puede obtenerse si el demandado ha actuado de una
manera contraria a las buenas costumbres, de conformidad con una norma especial que
otorga una acción reparatoria contra quienes han actuado de una manera particularmente
impropia (BGB, § 826; Kötz 1991 30).
284
DAÑO
285
§ 24. DAÑO MORAL
210El listado de temas de ilícitos en los negocios es análogo en los textos ingleses y
alemanes y siguen aproximadamente la lista arriba referida (así los textos especializados
de Weir 2002 passim y Cane 1996 15 y 151; y los generales de Kötz 1991 234 y Markesinis/
Deakin et al. 2003 506).
286
DAÑO
211 Kaser 1971 I 623, Carbonnier 2000 383; su reconocimiento ya estaba generalizado
hacia fines del antiguo derecho común y queda luego comprendido en el concepto gene-
ral de daño de Grocio (Coing 1985 II 512).
212 Coing 1985 I 296.
213 Burrows 1994 137.
214 Deutsch/Ahrens 2002 215.
215 Larenz/Canaris 1994 591.
216 Mazeaud/Chabas 1998 422, C. Domínguez 2000 78, Diez 1997 88. La Corte Su-
287
§ 24. DAÑO MORAL
217 Burrows 1994 136, citando a Lord Diplock en Wright v. British Railways Board, 2 AC
773 (1983).
218 Así, la sintomática expresión de las actas de la comisión para la segunda lectura del
proyecto de BGB (citado en Markesinis 1997 64); sobre la resistencia de la doctrina alema-
na que inspiró el BGB por un concepto de daño que en Francia habría sido introducido de
espaldas al Code Civil, Coing 1985 II 296.
219 Al definir el alcance de la indemnización del daño moral es conveniente tener pre-
288
DAÑO
192. Tipos de daño moral. a) Una de las cuestiones más delicadas que
debe responder todo sistema jurídico desarrollado se refiere a las distin-
ciones que se deben introducir para tipificar el daño moral. Distinguir las
diversas formas de manifestación del daño no patrimonial favorece una
indemnización equitativa, en el doble sentido de que sea proporcional a la
entidad del daño y suficientemente igualitaria.
b) Si se revisa la literatura jurídica contemporánea, se comprueba la
extrema fragmentación que en algunos sistemas jurídicos ha alcanzado el
daño moral. La verdad es que el daño no patrimonial, en especial el que
se sigue de lesiones corporales, puede ser objeto de tipificaciones muy
sutiles, que expresan la expansión, en cierta medida descontrolada, de los
intereses cautelados.220
157 y Diez 1997 114. Viney/Jourdain 1998 28 enumeran más de 40 conceptos de daño mo-
ral, entre los que se encuentran: i) los distintos tipos de daños a la personalidad (imagen,
intimidad, nombre, reputación, libertad civil y diversos atributos vinculados a la familia);
ii) perjuicios que se derivan del daño corporal, que comprende la disminución de la capa-
cidad física (perjuicio fisiológico, biológico y en el ‘deficit funcional’), sufrimientos físicos
y propiamente morales (perjuicio estético, de agrado, sexual, de contaminación con virus
del sida, privación de las alegrías y placeres de una vida normal); iii) perjuicios de afecto
(muerte o heridas a cónyuges, hijos, padres, hermanos, novios, vehículos, bienes afectos a
la familia); iv) daños al medio ambiente; y v) otras categorías de daños, como los que se
derivan de la violación de un derecho ajeno, el sufrimiento por un largo procedimiento,
las turbaciones en las condiciones de existencia, la emoción de recibir una noticia falsa y la
decepción que sigue a la creencia de una ganancia ilusoria. Los autores concluyen que “la
jurisprudencia ha manifestado entonces mucha liberalidad en la definición de los intereses
cuyo atentado es susceptible de justificar una acción de responsabilidad civil” (ídem 59).
289
§ 24. DAÑO MORAL
daño moral sólo en los casos en que la ley lo autoriza, de modo que la discusión en torno
al ‘daño biológico’ y el ‘daño a la salud’ tiene la relevancia práctica de definir el daño in-
demnizable, en la medida que se entiende que procede reparación cuando esos bienes son
dañados (Cian/Trabuchi 1992 artículo 2059 II; de Giorgi 1992 825; Busnelli/Patti 1997 43,
con referencia a la expansión del ‘daño a la persona’); algo semejante ocurre en Alemania
luego de la reforma de 2002 al BGB, que introdujo una norma que enumera como daños
morales reparables los que resultan del daño corporal, de la salud, de la libertad y de la
autodeterminación sexual (BGB, § 253).
224 Concepto tomado de Palandt/Heinrichs § 253 15.
290
DAÑO
225 Burrows 1994 231 se refiere, como ejemplos de aflicción mental (mental distress), al
limitada a la víctima directa del accidente; así en el common law (Cane/Atiyah 1999 135,
Epstein 1999 437 y 274); en el derecho alemán, donde resulta de la lesión corporal o a la
salud, referida como bienes que dan lugar a indemnización, según la reforma del año 2002
(BGB, § 253 II); en el derecho italiano, donde el antecedente de la reparación es el daño a
la salud, que constituye el injusto del daño como condición de la reparación, según la téc-
nica empleada por los artículos 2043 y 2059 de ese Código (Cian/Trabuchi 1992 artículo
2043 IX, Visintini 1996 246, de Giorgi 1992 830, Forchielli 1990 17); también en el nuevo
derecho de las obligaciones holandés, el daño moral resulta indemnizable, en casos de ne-
gligencia, “si el perjudicado ha sufrido una lesión corporal, se le ha dañado en el honor o
buena reputación o se ha afectado o ha sido atacado de otra manera en su persona” (Cód.
hol., § 6.106.1).
227 La denominación se ha generalizado en el derecho francés como préjudice d’agrément
(Mazeaud/Chabas 1998 425, Viney/Jourdain 2001 260) y en el common law, bajo la denomi-
nación de loss of amenities (Burrows 1994 188, Cane/Atiyah 1999 135).
228 En este texto se emplea el concepto de agrado en el sentido más general de caren-
cia de ventajas de la vida; por eso, aquí carece de sentido, por ejemplo, la distinción que la
jurisprudencia francesa ha hecho del ‘perjuicio sexual’ como una categoría independiente
del ‘perjuicio de agrado’ (Méga Code § 1383 59).
291
§ 24. DAÑO MORAL
cos, “sino también promoviendo contra él alboroto; (…) escribiendo, componiendo, publi-
cando un libelo o versos infamantes, o haciendo que alguno haga esto malamente; siguiendo
a una madre de familia, a un joven o a una joven; atentando contra el pudor de alguno, y
en fin, por una multitud de otras acciones”.
235 Coing 1985 I 296.
292
DAÑO
236 Así, por ejemplo, el Wergeld era más elevado si se dañaba el ojo de un tuerto que de una
persona con visión normal; los pagos eran a la vez una pena y una compensación, pues una par-
te era entregada al tesoro real y la otra a la víctima, según una tradición que provenía de la Busse
(especie de multa) del derecho germánico (Wesel 1997 287 y 330, Lévy/Castaldo 2002 908. La
discusión sobre la reparación del daño moral fue muy intensa en la ciencia jurídica alemana an-
terior al BGB; este Código optó por una posición escéptica en cuanto a su reparabilidad en aten-
ción a los problemas de justificación de la indemnización y de valoración (Göthel 2005 36).
237 “El empeoramiento, o menoscabo, o destrucción que un hombre recibe en sí mis-
del Hombre y del Ciudadano 1.6.3 señala entre los bienes protegidos por deberes de cuidado “no sólo
los que tenemos por naturaleza, como la vida, el cuerpo, la castidad, la libertad, sino también los
adquiridos sobre la base de alguna institución o convención humana”, de lo cual se sigue que cual-
quier daño infligido injustamente a otro puede dar lugar a responsabilidad.
239 Mazeaud et al. 1963 I Nº 299. En la redacción del Código Civil francés no se consi-
dera la reparación del daño moral, aun cuando no está excluida expresamente. Sin embar-
go, desde 1833 la Corte de Casación francesa comenzó a reconocer la procedencia de la
indemnización de este daño, argumentando que sus dificultades de valoración no son una
razón suficiente para rechazar la acción de la víctima (Mazeaud/Chabas 1998 424).
240 Sobre el estado de la reparación del daño moral en el derecho comparado, R. Do-
de daño moral resulta ‘fastidiosa’. Una enumeración de los tipos de daño moral reconocidos
en el derecho francés en Viney/Jourdain 1998 28 (una referencia en nota a supra Nº 192 b).
242 Críticos de esta evolución, Chabas 2000 b Nº 85, Mazeaud/Chabas 1998 424, Viney/
293
§ 24. DAÑO MORAL
243 Al menos alguna de estas técnicas de limitación del daño moral reparable se siguen
en el common law y en los derechos español, alemán e italiano. Un panorama del derecho
europeo en Von Bar 1996 II 20; para el derecho norteamericano, Abraham 2002 212. Si
bien no existe un texto general aplicable a la responsabilidad civil, la resolución 75/7 del
Consejo de Europa contiene algunas recomendaciones a los estados miembros que consa-
gran la reparación de los perjuicios morales causados por atentados a la integridad física o
muerte, pero al mismo tiempo restringe el número de habilitados para demandar el perjui-
cio moral por repercusión.
244 En sus notas, Bello cita extensamente como fuente del título de los delitos y cuasi-
delitos la Séptima Partida de la Siete Partidas (Proyecto de 1853, artículos 2478 a 2498),
pero me parece inequívoco que la estructura del título proviene del Código francés.
245 Sobre los orígenes de la reparación del daño moral en las Siete Partidas y en el de-
recho francés antiguo, así como en la jurisprudencia francesa del siglo XIX, que luego fue
seguida de cerca por nuestra jurisprudencia, C. Domínguez 1998 b 29. En Hispanoaméri-
ca, algunos códigos civiles han sido reformados para introducir expresamente la reparación
del daño moral y en general los códigos civiles dictados en el siglo XX contienen referen-
cias a la reparación de los perjuicios extrapatrimoniales (Código argentino, modificado en
1968 y que es ampliado en un proyecto de A. Alterini de 1998; Código mexicano, modifica-
do en 1982; Código peruano de 1984, artículos 1322 y 1984; y Código brasilero de 2002,
artículos 953 y 954); donde no se ha introducido una regla legal, existe una amplia tenden-
cia a su reconocimiento jurisprudencial; una completa relación comparada del derecho his-
panoamericano en la materia en Diez 2006 349.
294
DAÑO
246 Una tardía reseña de estos argumentos en el voto de minoría del ministro señor Agüe-
ro en Corte de Santiago, 9.1.1946, RDJ, t. XLIV, sec. 2ª, 4.
247 La jurisprudencia de comienzos del siglo XX parece liberal en la prueba de los da-
ños, que son avaluados en una suma global que se estima equitativa; véanse CS, 22.9.1905,
RDJ, t. III, sec. 1ª, 124, y CS, 10.10.1906, RDJ, t. III, sec. 1ª, 412; véase también C. Domín-
guez 1998 b 37. En la época se reconoció indemnización por el daño sufrido a consecuen-
cia de la “deformidad indeleble que la catástrofe dejó en el rostro de la menor”, agregando
que tal circunstancia “la coloca en situación de no poder aspirar sin temores y zozobras a
un brillante porvenir”, consideración que insinúa que se reparó un perjuicio estético por
sus consecuencias futuras (Corte de Santiago, 17.6.1902, confirmada por la CS [cas. fon-
do], 8.8.1902, G. de los T., 1er sem., 1902, Nº 2274, 606; ver H. Figueroa 1911 29). En el
caso de la muerte por atropello de un menor se concluía que “la vida humana es un ele-
mento de verdadera riqueza (…) susceptible de una apreciación material o en dinero” (Corte
de Santiago, 27.7.1907, RDJ, t. IV, sec. 2ª, 139); según Diez 1997 94 y C. Domínguez 2000
33, esta es la primera sentencia que acepta la indemnización del daño moral en Chile; aun-
que la discusión es anecdótica, las fuentes disponibles indican que ella fue reemplazada por
otra de la Corte de Santiago por motivos que no se mencionan en las publicaciones (Corte
de Santiago, 25.10.1911, confirmada por la CS [cas. fondo], 13.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª,
529). En la época también se falló “que el daño moral resultante del dolor que natural-
mente debe haber causado al demandante la muerte de su hija de dos y medio años (…) le
da derecho a una reparación” (Corte de Valparaíso, 31.5.1915, G. de los T., 1915, 1er sem.,
Nº 298, 732). Existen también fallos recientes que indemnizan el daño moral y patrimonial
como una única suma global: CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87; Corte de San Miguel,
14.4.2003, GJ 274, 140; Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270.
248 Por ejemplo, CS, 13.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 529, que rechazó la indemnización
del daño moral consistente en el dolor para un padre por la muerte de su hijo de dos años.
Pocos meses después la Corte Suprema en un caso análogo decidió en sentido contrario, con-
cediendo la reparación del daño moral, en una sentencia de gran relevancia en la evolución
de la reparación del daño moral en Chile (CS, 16.12.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 1053). Por el
contrario, desde temprano en el siglo XX alguna doctrina comenzó a sostener que el daño
moral era indemnizable; artículos que defendiendo su procedencia en el derecho nacional
se publicaron en 1910 (Fernández, Arturo, “Indemnización de perjuicios en caso de acciden-
tes. Responsabilidad de la empresa de los ferrocarriles del Estado”, RDJ, t. VII, 1ª parte, 71) y
1920 (Butrón, Roberto, “La indemnización del daño moral en nuestra legislación, RDJ, t. XVII,
1ª parte, 27); más tarde siguieron el mismo camino las excelentes memorias de Ducci 1936
169 y O. Tapia 1941 180; la consolidación doctrinaria se produce con Alessandri 1943 226.
295
§ 24. DAÑO MORAL
249 CS, 16.12.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 1053, comentada en O. Tapia 1941 186 y Ales-
dencia citada por Diez 1997 96. Lo cierto, sin embargo, es que esa regla se sitúa entre
las presunciones de culpa y de responsabilidad y su propósito no parece ser expandir
el daño reparable, sino aludir a situaciones en que la culpa y la causalidad pueden pre-
sumirse a partir de la evidencia circunstancial que rodea la ocurrencia del daño (supra
Nº 91, infra Nº 271).
251 A modo ilustrativo, y sin perjuicio de las sentencias que se analizan en los párra-
fos siguientes, pueden consultarse las siguientes decisiones: CS, 18.12.1926, RDJ, t. XXIV,
sec. 1ª, 567, señalando que los artículos 2314 y 2329 del Código Civil se refieren a todo
daño; CS, 3.7.1930, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 117, que se pronuncia en el mismo sentido;
CS, 3.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª, 549, que además hace referencia a los artículos 2317,
2329, 2284 y 44 del Código Civil, 24 del Código Penal, 30 del Código de Procedimiento
Penal y 20 de la Constitución Política; Corte de Santiago, 5.5.1933, confirmada por la CS
[cas. fondo], 14.9.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 10; CS, 16.12.1933, RDJ, t. XXXI, sec. 1ª,
144; CS, 24.9.1943, RDJ, t. XLI, sec. 1ª, 228; y Corte de Santiago, 26.5.1944, RDJ, t. XLI,
sec. 2ª, 41. Sin embargo, la tendencia no fue unánime; así, por ejemplo, Corte de Santia-
go, 10.9.1940, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª, 203, que aludió a la doctrina de la inconmensura-
bilidad; por algún tiempo subsistieron votos de minoría basados en la tesis de la
inconmensurabilidad de los daños morales (véase voto en contra del ministro señor Agüero
en Corte de Santiago, 8.6.1943, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 50).
296
DAÑO
195. ¿Daño moral a las personas jurídicas? a) El daño moral tiene su ante-
cedente más frecuente en la muerte y en los daños corporales, de los cua-
les no pueden ser víctimas las personas jurídicas, pues aun la más animista
teoría de la personalidad tendría dificultades para explicar la realidad de
sus padecimientos.253 Por otro lado, la expansión del daño moral en el
derecho moderno ha sido también incentivada por un respeto creciente a
la dignidad humana, esto es, a atributos inviolables de la persona natural.
Es el caso de la privacidad, la honra, el nombre y los demás derechos de la
personalidad. La pregunta pertinente pasa a ser entonces mucho más pre-
cisa: ¿es la lesión de la privacidad y la reputación de una persona jurídica
un daño moral indemnizable?254
b) En el derecho comparado son múltiples las respuestas. En el common
law, los atentados a la reputación de una persona jurídica sólo son objeto de
los daños meramente morales que hubiere sufrido injustamente un individuo, en cuyo fa-
vor se dictare sentencia absolutoria o sobreseimiento definitivo; en términos similares
se refiere al daño moral la norma del artículo 19 Nº 7 letra i) de la Constitución vigen-
te. El antiguo DL 425 sobre abusos de publicidad, y los textos que lo sustituyeron (leyes
Nº 16.643 y Nº 19.733, actualmente vigente), consideran la indemnización del daño
moral que se siga de injurias o calumnias cometidos a través de ciertos medios de co-
municación. Algunas disposiciones del Código Penal, condenan a indemnizar esta cla-
se de daños (como el antiguo artículo 215, sobre el delito de usurpación de nombre, o
el artículo 370, de aplicación común a los delitos de violación, estupro o abusos sexua-
les). La Ley de accidentes del trabajo hace expresa referencia a la indemnización del
daño moral para los casos en que las lesiones del trabajador sean imputables a culpa
del empleador (artículo 69). La Ley de consumidores reconoce el derecho a la “indem-
nización adecuada y oportuna de todos los daños materiales y morales” (artículo 3 letra
e). Finalmente, la ley Nº 19.628, sobre protección de datos, establece también expresa-
mente la obligación de reparar el daño moral provocado en el tratamiento de datos o
información personal (artículo 23).
253 En este sentido, la Corte de Santiago concluye, en términos generales, que no cabe
considerar una persona jurídica como sujeto de sufrimiento, dolor o angustia o cualquier otra
lesión a los sentimientos propios de una persona natural (Corte de Santiago, 16.6.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 2ª, 47); véase también Corte de Santiago, 9.6.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 46.
254 Este perjuicio moral de la persona jurídica debe distinguirse del que pueden sufrir
individualmente sus integrantes, respecto de los cuales aquella carece en general de facul-
tades en el derecho nacional (supra Nº 157).
297
§ 24. DAÑO MORAL
reparación cuando tienen una incidencia económica: debe probarse que fue
afectado el crédito comercial o la confianza pública en la empresa (traducible
en resultados del ejercicio), o que disminuyeron las contribuciones o dona-
ciones que recibía la persona jurídica sin fines de lucro.255 Por el contrario, el
derecho francés acepta la indemnización de los daños morales de la persona
jurídica, aun sin prueba de consecuencias patrimoniales, apelando a algunas
nociones vinculadas a la proyección social del nombre: reputación o crédito,
notoriedad, imagen de la marca o el secreto de sus negocios.256 Por su parte,
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, utilizando una fórmula de extre-
mada vaguedad, ha sostenido que puede existir un daño moral reparable
para una sociedad comercial, en un caso de una empresa afectada en su repu-
tación por un proceso judicial excesivamente largo.257
Estas decisiones tienen a menudo un sesgo surrealista, porque tras el su-
puesto daño a la personalidad moral (en sentido estricto) de una sociedad
comercial evitan a menudo pronunciarse respecto de un evidente perjuicio
patrimonial (una disminución imperceptible o impredecible de la cifra de
negocios), cuya prueba se evade invocando un daño moral; o bien el daño
moral a la empresa esconde las aflicciones sufridas por sus administradores o
dirigentes (la angustia del gerente de la sociedad sometida a un juicio largo e
injusto).258 Así, estas acciones de reparación del daño moral tienden a conver-
tirse en un mecanismo para vulnerar reglas restrictivas de la legitimidad activa
para demandar la reparación de perjuicios que afectan a sus miembros.259
En suma, todo indica que las personas jurídicas tienen acciones en
naturaleza para prevenir, hacer cesar y reparar el daño que se haga a su
255 Prosser/Keeton et al. 1984 779. En el derecho alemán, el problema del daño moral
a la persona jurídica no suele siquiera plantearse, pero hay un fallo del Tribunal Supremo
(BGH, 25.9.1980) que hace la distinción entre empresas comerciales, que sólo pueden su-
frir daños patrimoniales, y corporaciones sin fines de lucro, que eventualmente pueden su-
frir un daño de equivalencia moral (Von Bar 1996 II 132).
256 Viney/Jourdain 1998 35, Mazeaud/Chabas 1998 708, Le Tourneau/Cadiet 2002/
por lesiones al honor de las personas jurídicas en Yzquierdo en Reglero 2002 a 1160.
298
DAÑO
260 Ilustrativo en este sentido es el derecho norteamericano (Prosser/Keeton et al. 1984 779).
261 Mazeaud et al. 1963 I Nº 326.
262 Alessandri 1943 475.
263 Bidart 1985 168, Fueyo 1990 119 y 1991 368, Diez 1997 129, C. Domínguez 2000
719 y Corral 2003 153, quien concluye que la indemnización es procedente cada vez que se
lesionen intereses extrapatrimoniales de la persona jurídica; un intento de fundar la res-
ponsabilidad por daño moral a la persona jurídica en las categorías generales del derecho
de la personalidad en Heine 2002 passim.
264 CS, 2.4.1997, GJ 202, 97; Corte de Santiago, 9.6.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 46; y
Corte de Santiago, 16.6.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 47; y Corte de Santiago, 9.12.2003, RDJ,
t. C, sec. 2ª, 150, confirmada por CS [cas. forma], 14.3.2005, rol Nº 546-2004.
265 Corte de Concepción, 2.11.1989, con com. de R. Domínguez Á. y R. Domínguez B.
en Rev. Concepción 190, 1991, 148, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 7.5.1992, RDJ,
t. LXXXIX, sec. 1ª, 41; el fallo concedió una indemnización de $ 15 millones por concepto
de daño moral y de $ 10 millones por daño patrimonial (a consecuencia de un contrato
que debió resciliarse); los montos llevan a preguntarse si implícitamente la Corte quiso cas-
tigar una conducta en extremo torpe del banco o indemnizar un lucro cesante difuso, cons-
tituido por las pérdidas por negocios futuros que no efectuaría la sociedad; parece prematuro
inferir de ese fallo consecuencias más generales (en ese sentido, sin embargo, C. Domín-
guez 2000 723 y Diez 1997 131). Otro fallo otorgó indemnización por concepto de daño
moral a una sociedad que sufrió la indebida paralización de sus obras por parte del muni-
cipio (CS, 21.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 163); véase también Corte de San Miguel,
14.6.2006, rol Nº 895-2002, con com. de C. Pizarro en Rev. Fueyo 6, 2006, 145.
266 En un caso análogo, una sentencia de la Corte de Santiago ha precisado que el daño
299
§ 24. DAÑO MORAL
monial de los perjuicios que puede soportar una persona jurídica. Una sociedad sufrió el
embargo de un camión industrial por una deuda ajena. Luego de ser acogida la tercería de
dominio, esta sociedad interpuso demanda de indemnización de perjuicios contra el em-
bargante, por daño patrimonial y moral, al haber sido privada del uso del camión durante
un periodo cercano a los 6 meses. La sentencia de primera instancia concedió $ 5.530.760
por daño patrimonial y $ 7.000.000 por daño moral. La sentencia de alzada, concluyendo
que la persona jurídica es una ficción legal que no puede sufrir el dolor que compensa el
daño moral, efectuó un análisis detallado del lucro cesante sufrido (horas útiles de utiliza-
ción perdidas multiplicadas por su valor de mercado), confirmando la sentencia de prime-
ra instancia únicamente en la reparación del daño patrimonial (Corte de Santiago, 9.6.1999,
RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 46).
270 El daño moral propiamente tal lo sufren las personas naturales a quienes afecta su
propio nombre, en la medida que les afecta de forma refleja el prestigio de la sociedad a la
que se encuentran vinculadas: por las personas jurídicas ‘sienten’ las personas naturales.
300
DAÑO
en naturaleza, en general, infra § 57; en especial, sobre la reparación en naturaleza por da-
ños a derechos de la personalidad, infra § 46 c.
301
§ 24. DAÑO MORAL
272 BGB, § 253 (modificado en 2002, reconociéndose una acción general, en materia
contractual y extracontractual, por el daño moral derivado de la lesión del cuerpo, de la
salud, de la libertad o de la autodeterminación sexual); Cód. ital., artículo 2059 (que dio
lugar a la reparación del daño moral en los casos que lo estableciera la ley).
273 Así, hasta hoy en los derechos alemán, holandés, escandinavos y en el common law
no se acepta la indemnización del daño reflejo puramente moral (véanse notas a infra
Nº 229).
274 Mazeaud/Chabas 1998 423, Posner 1992 189.
275 Larenz 1987 475.
302
DAÑO
cho comparado, Viney/Jourdain 2001 1, Kötz 1991 187; también las críticas de Esmein 1954
113. En el derecho alemán los tribunales reconocieron al daño moral una función adicio-
nal de satisfacción respecto del ilícito del demandado; esta calificación ha sido discutida por
la doctrina (Lange 1990 438) y deberá ser probablemente revisada a consecuencia de la
reforma al BGB que entró en vigencia en 2002, que extendió, sin distinciones, la indemni-
zación al daño moral derivado de la responsabilidad estricta (artículo 253 II).
277 Un análisis de las dificultades para calificar como estrictamente reparatoria la in-
demnización en dinero del daño moral en Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97, y Cor-
te de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159. Al respecto, también se ha sostenido que “la
indemnización no hace desaparecer el daño, ni tampoco lo compensa en términos de po-
ner a la víctima en una situación equivalente a la que tenía antes de producirse aquel (…),
la indemnización por daño moral está dirigida a dar, a quien ha sufrido el daño, una satis-
facción de reemplazo” (Corte de Santiago, 18.11.2002, GJ 269, 90); y que “aunque la pérdi-
da sufrida” por los padres de una niña de cuatro años violada y asesinada “es irreparable y
la vida que se quitó no puede ser avaluada en dinero, debe fijarse, prudencialmente, una
suma por el rubro objeto de la demanda” (Corte de Talca, 3.6.2000, confirmada por la CS
[cas. fondo], 19.12.2000 GJ 246, 122, publicada también en F. del M. 505, 4813).
278 Así en el derecho francés (Viney/Jourdain 2001 107, Mazeaud/Chabas 1998 423). La
discusión se ha planteado, por ejemplo, cuando una víctima de un accidente corporal recibe
una indemnización con el propósito de que se someta a una intervención quirúrgica costosa.
La víctima puede decidir utilizar el dinero con otros fines y no someterse a la operación, con
el argumento de que, en tales casos, no se le puede forzar a sufrir una intervención que im-
plica nuevos padecimientos y riesgos. En el derecho alemán, por el contrario, se considera
que la víctima sólo tiene disposición libre del monto indemnizatorio por el daño a las cosas,
porque la reparación de gastos hospitalarios es una indemnización que sólo se justifica en la
medida que se cumpla el fin al que está afecta (Palandt/Heinrichs § 249 6).
279 Alessandri 1943 228. Sobre la función de la indemnización del daño moral en la
doctrina nacional, Diez 1997 247, quien habla de “satisfacción”, y el extenso análisis de C.
Domínguez 2000 86, que concluye que se trata de una “compensación satisfactoria”. En con-
tra, P. Rodríguez 1999 313, quien utilizando aparentemente el estricto concepto de com-
pensación del derecho de las obligaciones, señala que la indemnización del daño moral es
“satisfactiva, mas nunca compensatoria”.
280 Kötz 1991 187.
303
§ 24. DAÑO MORAL
281 Así, se ha fallado que la indemnización del daño moral “procura que el afectado
obtenga algunas satisfacciones equivalentes al valor moral destruido” (CS, 29.5.1973, RDJ,
t. LXX, sec. 4ª, 61); que “la indemnización del daño moral no tiene carácter reparatorio,
ya que el pago de una indemnización en dinero no borra el daño. Si el hecho causó la muerte
de un hijo, padre, conviviente o hermano no es posible volver a la situación anterior. Solo
se cumple una finalidad satisfactoria en el sentido que gracias al dinero, el que lo recibe
puede procurarse satisfacciones materiales y espirituales” (Corte de Concepción, 19.8.2003,
confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61). Véanse ejemplarmente tam-
bién: CS, 18.12.1926, RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 567; Corte de Santiago, 16.8.1984, RDJ, t. LXXXI,
sec. 4ª, 140; Corte de Temuco, 25.6.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 290; Corte de Santiago,
22.8.1990, GJ 122, 72; Corte de Santiago, 26.9.1990, GJ 123, 47; Corte de Santiago, 9.6.1994,
F. del M. 427, 344; Corte de Santiago, 12.9.1994, RDJ, t. XCI, sec. 2ª, 88; Corte de Santiago,
1.7.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 2ª, 79; y Corte de Santiago, 18.11.2002, GJ 269, 90.
282 Sobre la función punitiva que solía tener la condena a múltiplos de los perjuicios
efectivos en el derecho romano, Kaser 1971 I 156, 628; sobre el concepto de punitive dama-
ges en el derecho norteamericano, Prosser/Keeton et al. 1984 10, Abraham 2002 221; una
interesante discusión crítica en Cordech en Pantaleón 2001 139; un análisis de la función
punitiva de la indemnización civil, con referencias al derecho chileno y comparado, en Se-
gura en Varas/Turner 2005 635; una referencia histórico-crítica a la función punitiva de la
indemnización del daño moral en Göthel 2005 37.
283 Restatement/Torts II § 908 (2).
304
DAÑO
284 Digesto 9.2.5.1: “debemos entender aquí [en el caso de quien pudiendo prender a
quien lo ataca lo mata] la ‘injusticia’, no como cualquier clase de ofensa, (…) sino lo que
se hizo en desacuerdo con el derecho, esto es contra el derecho, es decir, si alguien hubie-
se matado con culpa y así concurren a veces ambas acciones: la de la ley Aquilia y la de
injurias, pero habrá dos estimaciones, una la del daño, otra la de la ofensa”. Sobre la distin-
ción entre reparación y pena, Kaser 1971 I 501; sobre los orígenes de la indemnización como
satisfacción, supra Nº 193.
285 Sin embargo el derecho civil conservó algunas penas privadas como sanción del frau-
indemnización del daño moral, que es criticada por la doctrina y, como se ha señalado, re-
sulta ahora difícilmente compatible con la evolución de la legislación que ha extendido la
reparación del daño moral a los casos de responsabilidad estricta (BGB, § 253 II, introduci-
do en la reforma al derecho de obligaciones de 2002). En Francia, la idea de pena privada
fue especialmente desarrollada por Ripert 1949 passim. Como ha ocurrido en el derecho
chileno, el aspecto punitivo de la indemnización resalta en el caso del daño moral (Flour/
Aubert 2003 133). Sin embargo, la jurisprudencia de la Corte de Casación permanece, al
menos oficialmente, muy ajustada a la idea de reparación (Viney/Jourdain 2001 8).
287 Así en el Restatement/Torts II § 908 (1).
288 Abraham 2002 222.
289 Burrows 1994 272, Fleming 1985 130; en el derecho inglés también se reconocen
305
§ 24. DAÑO MORAL
290 Cooter/Ulen 1997 445. Si se acepta que la indemnización punitiva es otorgada como
un medio para hacer responsable al demandado de los daños que no fueron objeto de accio-
nes judiciales, su justificación puede ser también compensatoria en un sentido amplio, porque
su función sería que el demandado cubra los daños de todas las víctimas de su ilícito. Esta
línea argumental ha llevado en algunos estados norteamericanos a que una parte de la in-
demnización punitiva pertenezca al demandante (como una especie de sanción premial) y el
resto sea asignado a fondos de interés general o que benefician a las víctimas que no han
demandado en el juicio; sobre el fundamento doctrinario de este concepto, Sharkey 2003 347.
291 State Farm Mutual Automobile Insurance Co. v. Campbell, 538 US 408, 2003, [01-1289]).
En el caso, el jurado había aplicado daños punitivos que excedían en 145 veces la indemni-
zación propiamente reparatoria; expresamente se señala que la ratio no es establecida como
regla obligatoria, pero se ha consolidado la práctica de ese tribunal de que los daños puni-
tivos no deben exceder tres o cuatro veces el valor de los compensatorios (el caso que la
propia Corte Suprema considera líder en la materia es BMW v. Gore, 517 US 559, 1996). La
regla de State Farm es semejante al límite que el artículo 1544 establece para que la cláusula
penal sea enorme.
306
DAÑO
292 Es el caso de Alemania (BGH, 118, 312, 1992, en JZ 1993, 261) y de Japón (H.P.
tranjeras está recogido en el artículo 245 regla 1ª del Código de Procedimiento Civil.
294 Bydlinski 2004 395.
295 El tema fue planteado por la jueza O’Connor de la Corte Suprema de Estados Uni-
dos: “Los daños punitivos son una poderosa arma, que impuesta sabia y contenidamente
tiene el potencial demandante para avanzar en el logro de intereses públicos. Impuestos
indiscriminadamente, sin embargo, tienen un poder de daño devastador. Lamentablemen-
te, los procedimientos del common law para su reconocimiento caen en esta última catego-
ría” (opinión disidente en Pacific Mutual Life Insurance Co. v. Haslip, 499 US 1, 1991, citado
luego como doctrina del tribunal en el antes referido caso State Farm).
296 Ripert 1949 345, con un razonamiento que no ha sentado raíces en la jurisprudencia
307
§ 24. DAÑO MORAL
ños punitivos es materia que debe resolver el legislador de acuerdo a fines públicos determina-
dos y en situaciones debidamente tipificadas, como concluye Segura en Varas/Turner 2005 65.
301 Así, se ha fallado que “se hace necesario tener presente que se trata de una repara-
ción y no de una pena” (CS, 16.10.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 4ª, 424). Véase también en este
sentido, CS, 7.1.2003, rol Nº 679-2002, comentada por E. Court en Rev. UAI 1, 2004, 85.
302 Una consideración explícita acerca de la proporcionalidad que debe existir entre
la indemnización y las facultades del responsable en CS, 19.5.1999, F. del M. 486, 730, y
Corte de Santiago, 1.9.2003, confirmada por CS [cas. fondo], 13.11.2003, GJ 281, 104; para
un caso en que resulta evidente que las facultades económicas del condenado fueron de-
terminantes en el elevado monto de la indemnización, Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279,
115; para otro, en que expresamente se considera la actitud asumida por los padres de un
menor que ha sido autor de cuasidelito civil para rebajar el monto de la indemnización
que están obligados a pagar, Corte de Concepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas.
fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61. Un análisis de esta tendencia en R. Domínguez Á. 1990 133,
Diez 1997 163 (con referencias jurisprudenciales), Corral 2003 174 y especialmente C. Do-
mínguez 2000 88; un juicio crítico en R. Domínguez Á. 1990 129 y Diez 1997 248. Una ten-
dencia semejante se muestra en la jurisprudencia francesa (Viney/Jourdain 2001 9).
303 En el excelente estudio estadístico de P. Rubio sobre condenas por daño moral reflejo o
por repercusión se muestra que las condenas promedio al Estado son de 1.776,2 UF; las de las
municipalidades 811,1 UF; las de empresas, 672,1 UF; y las de personas naturales 355,3 UF, esto
es, casi cinco veces inferiores que las del Estado, por daños del mismo tipo (Rubio 2005 Nº 67).
308
DAÑO
por la CS [cas. fondo], RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 25, que considera la gravedad de las ofensas
cometidas contra el demandante y las facultades económicas de la demandada a efectos
de determinar el quantum indemnizatorio. De forma explícita, discerniendo en torno al
daño moral, se ha fallado que “es relevante, para su determinación, la entidad del agra-
vio producido y la situación económica de quien lo produjo” (4º Tribunal de juicio oral
en lo penal de Santiago, 8.3.2006, ruc Nº 0510008021-6). Véanse además las siguientes
sentencias: Corte de Santiago, 14.1.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 47; Corte de Temuco,
25.6.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 290; CS, 19.4.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 29; Corte de
Santiago, 13.3.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 2ª, 6; Corte de Rancagua, 18.3.1986, RDJ,
t. LXXXIII, sec. 4ª, 36; Corte de Santiago, 22.8.1990, GJ 122, 72; CS, 27.1.1998, GJ 211,
57; Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97; y Corte de Santiago, 1.9.2003, confirmada
por CS [cas. fondo], 13.11.2003, GJ 281, 104. Aunque usualmente no se expresa en los
fundamentos, es normal que si el autor del daño es una persona desposeída, las indemni-
zaciones sean inferiores (véanse, por ejemplo, CS, 10.3.2003, F. del M. 508, 154; CS
27.3.2003, F. del M. 508, 198); como contrapartida, se ha tenido explícitamente en consi-
deración para imponer una indemnización de $ 80 millones por daño moral, el hecho
de que en el caso del demandado “no se trata de una persona carente de recursos que
no pueda afrontar el pago de una indemnización” (Corte de Valparaíso, 17.4.2002, GJ
265, 141). Con todo, existen también fallos que han señalado que para la determinación
del daño moral “no es posible conciliar las situaciones particulares y favorables de la víc-
tima o de quienes la representan, para fijarle en más, o las que asisten al encausado o
tercero civilmente responsable para fijarla en menos” (CS, 23.12.2002, F. del M. 505, 4452).
305 Se ha fallado que en la regulación de la indemnización debe considerarse “la natu-
raleza y extensión del daño” y “el grado de culpabilidad de los autores” (Corte de Santiago,
6.7.1925, confirmada por la CS [cas. fondo], 14.4.1928, RDJ, t. XXVI, sec. 1ª, 141). Pueden
consultarse además las siguientes sentencias: Corte de Santiago, confirmada por la CS [cas.
fondo], 18.12.1926, RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 567; CS, 16.12.1933, RDJ, t. XXXI, sec. 1ª, 144;
Corte de Santiago, 4.10.1961, confirmada por la CS [cas. fondo], RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 25,
que considera la gravedad de las ofensas dirigidas contra la honra de la víctima y las facul-
tades económicas de la demandada; Corte de Santiago, 14.1.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 47;
Corte de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 95; Corte de Santiago, 4.9.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec.
4ª, 141, que considera la extensión del daño y las facultades económicas del demandado;
Corte de Talca, 29.8.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 4.11.1997, RDJ, t. XCIV, sec.
4ª, 258; Corte de Talca, 21.10.1998, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.1.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 71; CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737; Corte de Temuco, 10.8.2000, RDJ,
t. XCVIII, sec. 4ª, 27, publicado también en GJ 249, 123; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ
279, 115, que considera la “naturaleza del hecho culpable y del derecho agraviado”, así como
las “facultades del autor”; y Corte de Santiago, 1.9.2003, confirmada por CS [cas. fondo],
13.11.2003, GJ 281, 104, en idénticos términos que el fallo anterior. Por otro lado, la ley
Nº 19.628, sobre protección de datos, establece expresamente que para fijar el monto de la
indemnización (patrimonial y moral) por atentados en el tratamiento de datos o informa-
ción personal, el juez debe tener en cuenta “la gravedad de los hechos” (artículo 23 III).
309
§ 24. DAÑO MORAL
310
DAÑO
308 Como parecen ser los casos francés y español. En Francia se denuncia una ‘disolu-
ción de los caracteres del perjuicio reparable’ (Cadiet 1997 39) y, ante el descontrol que ha
adquirido el concepto de daño reparable, incluso se ha reclamado la intervención del le-
gislador (Pradel 2004 469). En el derecho español se ha dado lugar a indemnización en
casos en extremo discutibles como los enumerados por Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1992: el arrendatario que aparece como incumplidor; el escultor cuya obra es atribuida a
un tercero; la molestia de no poder vivir por algún tiempo en la propia casa. Sin embargo,
la ley ha establecido baremos respecto del daño moral que se sigue del daño corporal.
309 Es el caso del derecho alemán, donde la jurisprudencia desechó desde temprano la
reparación de los ‘daños de bagatela’, exigiendo una cierta entidad a las molestias o penas
para que sean objeto de reparación; el legislador incluyó ese límite doctrinario en la refor-
ma al BGB en materia de obligaciones (§ 253 II); en el common law la reparación del daño
moral sólo procede por daño corporal y por aflicción emocional (Restatement/Torts II
§ 905) y se extiende, en el derecho inglés, a la pérdida de agrados (loss of amenities) de cier-
ta relevancia (Burrows 1994 188).
310 Sin embargo, la indefinición acerca de la relevancia del daño puede llevar a que se
otorgue indemnización por daño moral en favor del arrendatario cuyas instalaciones fue-
ron desalojadas de hecho del pequeño local que arrendaba; la flexibilidad del concepto de
daño moral permite extremarlo, como en la referida situación de actuación abusiva de he-
cho (CS, 29.1.2002, F. del M. 498, 676).
311 Así, C. Domínguez 2000 713; sobre la jurisprudencia francesa, Viney/Jourdain 2001
272. Véase, además, la resolución 75/7 del Consejo de Europa que deja en claro que los
efectos no patrimoniales del daño corporal no pueden ser efectivamente reparados.
311
§ 24. DAÑO MORAL
312 Los economistas han intentado descubrir un criterio equivalente para determinar
ese valor, que sería proporcional al gasto adicional que una persona está dispuesta a incu-
rrir para disminuir en un cierto porcentaje el riesgo de perder la vida o sufrir lesiones gra-
ves (por ejemplo, incorporando accesorios de seguridad como air bags o frenos ABS). Se
trata de un criterio observable para medir las preferencias, bajo el supuesto de que la aver-
sión al riesgo es siempre inferior a 1, esto es, que estamos dispuestos a correr ciertos ries-
gos, que incluso amenazan nuestra vida, para obtener otros beneficios. Estos análisis tienen
una doble dificultad: ante todo, porque los cálculos estadísticos acerca de inversión en se-
guridad no pueden ser extrapolados como criterio de valoración de la vida o la integridad
física, en atención a que la preocupación del derecho por indemnizar a la víctima no es
equivalente a los criterios de prevención de riesgos (que más bien son importantes a efec-
tos del cuidado exigido, como se ha visto en supra Nº 66); enseguida, porque el cálculo no
concluye en un valor que exprese la ‘indiferencia’ entre tener la suma de dinero o a un
hijo con vida (Cooter/Ulen 1997 189, Posner 1992 191, Cane/Atiyah 1999 136).
313 Alessandri sostenía el principio de que el monto de la reparación depende de la
extensión del daño y no de la gravedad del hecho, pero no hacía referencia separada a la
avaluación del daño moral; respecto de este último decía, que “los tribunales, más por ra-
zones de equidad que jurídicas, lejos de prescindir de la culpabilidad del agente, la toman
muy en cuenta, y, según sea más o menos grave, aumentan o reducen la indemnización”,
con el efecto de considerar en ciertos casos la reparación como pena privada (Alessandri
1943 546).
314 Los fallos frecuentemente invocan la equidad como criterio de valoración del daño;
véase, por ejemplo, Corte de Concepción, 16.10.1998, GJ 225, 98, publicada también en F.
del M. 484, 150; CS, 27.3.2002, GJ 261, 80; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268, 93;
Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Santiago, 18.11.2002, GJ 269, 90; y Corte
de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97.
315 Así, Cód. hol., § 6.106.1 (“Por el perjuicio que no consista en daño patrimonial tie-
312
DAÑO
indemnización es apreciado por los jueces del fondo “en atención al sufrimiento, dolor, o
molestia que el hecho ilícito ocasiona en la sensibilidad física o en los sentimientos o afectos
de una persona, lo que constituye una apreciación subjetiva que queda entregada sólo al cri-
terio y discernimiento de aquellos”, de modo que no puede ser objeto de control por vía de
casación en el fondo; CS, 27.3.2002, GJ 261, 80, que afirma que el daño moral “afecta la inte-
gridad espiritual de una persona, el que es apreciado por el juez de acuerdo a los anteceden-
tes del proceso y la equidad”; CS, 7.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 38, que afirma que la regulación
de la indemnización por daño moral es facultativa del tribunal, de modo que no puede ser
motivo de error de derecho; en el mismo sentido, CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87.
319 Supra Nos 142 y 198.
313
§ 24. DAÑO MORAL
que sería por completo inevitable que los perjuicios no patrimoniales esca-
pen a todo esfuerzo de estandarización (de modo que sólo pueden ser
avaluados subjetivamente).320
b) De hecho, del análisis de los fallos publicados se infieren criterios
muy dispares de apreciación.321 Ante todo, como es natural desde el punto
de vista de la función compensatoria de la indemnización, resultan rele-
vantes la intensidad de la aflicción sufrida por la víctima y el valor del bien
que ha sido afectado.322 La comparación de las indemnizaciones muestra,
320 Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795, que expresa, además, que el
daño moral no puede ni es necesario que se acredite; CS, 29.1.2002, GJ 259, 17, publicada
también en F. del M. 498, 660, que señala que el daño moral “no tiene parámetros fijos
para su apreciación”; Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115, que expresa que el daño
moral no requiere ser probado; Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97, que manifiesta la
ausencia de criterios objetivos para avaluar el daño moral.
321 En esta sección sólo se hace referencia a casos de daño moral sufrido por la víctima
directa; los problemas de avaluación del daño moral reflejo son analizados en infra § 25 c.
322 Véanse, por ejemplo, CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2356 ($ 500 mil por lesiones me-
nos graves de una mujer en accidente de tránsito); Corte de Valparaíso, 15.5.2001, confirma-
da por CS [cas. fondo], 9.10.2001, GJ 256, 144 ($ 500 mil por puñaladas y robo con violencia);
Corte de Copiapó, 21.3.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 12.11.2001, GJ 257, 121, publi-
cada también en F. del M. 504, 4090 ($ 500 mil por lesiones causadas en accidente de tránsi-
to); Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115 ($ 700 mil por tratos deshonrosos a
consumidora en una farmacia, a raíz de una supuesta sustracción de un artículo); CS, 12.8.2002,
F. del M. 501, 2006 ($ 800 mil por lesiones menos graves en accidente de tránsito); Corte de
Temuco, 10.8.2000, RDJ, t. XCVIII, sec. 4ª, 27, publicado también en GJ 249, 123 ($ 1 millón
por golpiza en la vía pública a un menor por parte de un adulto); CS, 6.6.2002, GJ 264, 166,
publicada también en F. del M. 500, 1555 ($ 1 millón por lesiones ocasionadas en un acci-
dente automovilístico); Corte de Valdivia, 25.6.2001, GJ 263, 120 ($ 1.5 millones por lesiones
graves y de mediana gravedad a dos menores causadas en un atropello); CS, 4.9.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 1ª, 186 ($ 1.5 millones por pérdida de acciones civiles y criminales por negligen-
cia de un banco al consignar domicilio de un deudor); Corte de Concepción, 15.9.1999, con-
firmada por la CS [cas. fondo], 10.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132 ($ 2 millones por esguince
en un tobillo y contusión en un codo en razón de caída en una vereda sin mantención); CS,
3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87 ($ 2 millones por anegamiento producido en una vivien-
da en razón de la defectuosa pavimentación de la calle frente a la cual dicho inmueble se
encuentra); Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212 ($ 2 millones por lesiones graves a
raíz de atropello por parte de bus de locomoción colectiva); CS, 24.7.2003, GJ 277, 245 ($ 2.5
millones por imputaciones falsas hechas por empleador para despedir a un trabajador); Cor-
te de Concepción, 16.10.1998, GJ 225, 98, publicada también en F. del M. 484, 150 ($ 3 millo-
nes por atropello); Corte de Valdivia, 30.3.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 105 ($ 3 millones por
detención injustificada de la víctima por el personal de seguridad de un supermercado en
razón de una supuesta sustracción de un artículo); Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ,
t. XCVIII, sec. 3ª, 103 ($ 3 millones por pérdida de movilidad y dolor crónico en muñeca iz-
quierda a raíz de accidente laboral); Corte de Chillán, 12.11.2001, confirmada por CS [cas.
fondo], 24.12.2001, GJ 257, 126, publicado también en F. del M. 505, 4643 ($ 3 millones por
manoseos violentos y molestias sexuales en la vía pública a una mujer); CS, 3.6.2002, GJ 264,
114 ($ 3 millones por lesión en la espalda causada por un disparo con escopeta); CS, 10.3.2003,
F. del M. 508, 154 ($ 3 millones a mujer víctima de incesto por parte de su padre de cuya
314
DAÑO
relación nació un hijo); CS, 27.3.2003, F. del M. 508, 198 ($ 3 millones a cada una de las cin-
co menores víctimas de abusos sexuales; también se otorgó indemnización por $ 2 millones a
los padres de dos de las menores); Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282 ($ 4 millones
por fractura de pierna izquierda con invalidez parcial en accidente de trabajo); Corte de An-
tofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95 ($ 5 millones por lesiones ocasionadas en accidente automo-
vilístico a bordo de transporte colectivo); CS, 24.11.2003, GJ 281, 80 ($ 6 millones por lesiones
en rodilla a raíz de caída en la vereda); Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159 ($ 7 millo-
nes por pérdida de movilidad de extremidad inferior); Corte de Santiago, 1.6.1998, GJ 216,
195 ($ 8 millones a trabajador accidentado en sus labores); Corte de Santiago, 11.7.2000, GJ
241, 201, confirmada por la CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en
F. del M. 503, 3659 ($ 10 millones por múltiples fracturas e invalidez total a causa de caída de
un poste de alumbrado público); Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas.
fondo], 7.5.2002 RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104 ($ 10 millones por corte del tendón de Aquiles
derecho en razón de mal estado de la vereda); Corte de Santiago, 22.4.2003, GJ 274, 281 ($ 10
millones por fractura encefálica con ocasión de una caída desde una altura de más de seis
metros en accidente laboral); CS, 27.1.1998, GJ 211, 57 ($ 12 millones por violación sodomí-
tica de menor otorgada a todo el grupo familiar, incluyendo a la víctima); Corte de San Mi-
guel, 23.8.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 23.9.2003, GJ 279, 216 ($ 12 millones por
pérdida de dedos índice y pulgar de la mano derecha en accidente laboral); Corte de Santia-
go, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24 ($ 15 millones por entrega errónea de cadáver a pa-
dres de mujer fallecida); Corte de Santiago, 8.9.2003, GJ 279, 188 ($ 15 millones por
inmovilidad de por vida de un joven de 17 años); CS, 27.3.2003, F. del M. 508, 198 ($ 15 mi-
llones por inundaciones causadas por pavimentación defectuosa de vía pública); Corte de San-
tiago, 7.12.1998, GJ 222, 196 ($ 18 millones por invalidez total de trabajador a raíz de atropello
en el lugar de las faenas); Corte de Santiago, 9.3.1999, GJ 225, 175 ($ 20 millones por pérdi-
da de un brazo); CS, 30.1.2001, GJ 247, 150 ($ 20 millones por pérdida de aptitud visual y
trauma posterior en atropello); CS, 10.1.2002, GJ 259, 114 ($ 20 millones por lesiones ocasio-
nadas al demandante en circunstancias que ingresaba al predio del demandado autorizado
por una resolución judicial); Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138 ($ 20 millones por
diagnóstico errado de sida a una joven mujer casada, también se otorgaron $ 10 millones al
cónyuge); CS, 27.4.1998, F. del M. 473, 244 ($ 30 millones por entrega errónea del mismo rol
único nacional a dos personas distintas, lo que produjo finalmente la detención errónea de
la víctima); Corte de Concepción, 13.7.1998, confirmado por la CS [cas. fondo], 6.9.1998, GJ
219, 168 ($ 30 millones por amputación completa de una pierna y de parte de la otra); Corte
de Santiago, 2.11.2001, GJ 257, 172 ($ 30 millones por invalidez total en accidente del traba-
jo); Corte de Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210 ($ 35 millones por pérdida del antebrazo
derecho); Corte Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81 ($ 50 millones por lesiones corporales graves
de dos víctimas de la caída de un helicóptero); Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268, 93
($ 50 millones por amputación de una pierna a raíz de una infección intrahospitalaria); Cor-
te de Santiago, 1.7.2003, GJ 277, 149 ($ 50 millones por incapacidad parcial en razón de bala
alojada en un pulmón); Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279, 115 ($ 50 millones a un banco
que permitió apertura de cuenta corriente sin poder suficiente); Corte de Santiago, 16.12.2002,
GJ 270, 96 ($ 60 millones por perjuicio cerebral no especificado e inmovilidad de una estu-
diante universitaria); CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503 ($ 70 millones por múltiples lesiones
en el cráneo, rostro y tórax y $ 20 millones a hermano por distintas lesiones en accidente donde
315
§ 24. DAÑO MORAL
323
Compárense, respectivamente, Corte de Santiago, 8.9.2003, GJ 279, 188 ($ 15 mi-
llones por inmovilidad de por vida de un joven), Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 5ª, 94 ($ 15 millones por lesiones en el hombro a una mujer que se cayó desde un ta-
blón); Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138 (un total de $ 30 millones por diagnóstico
erróneo de sida por un laboratorio); Corte de Concepción, 6.3.2002, confirmada por CS
[cas. fondo], 6.3.2002, GJ 274, 59 ($ 65 millones por pérdida de un pezón y necrosis en el
tejido de una mama).
324 De la comparación de los fallos se infiere que las condenas mayores tienen por obli-
gado al Estado o a empresas y que, por el contrario, en casos de agresores de pocos recur-
sos, la indemnización se tiende a fijar en el límite de sus capacidades. En el primer grupo
de casos, Corte de Concepción, 25.10.2005, rol Nº 737-2005, confirmada por la CS [cas. fon-
do], 5.6.2006, rol Nº 6118-2005, en una condena al Estado por una suma total exorbitante
de $ 240.000.000, por el mal estado de los cubrecantos que protegían la acera de un puen-
te, que se levantaron a consecuencias de un choque en que el estado de la vía no tuvo inci-
dencia causal y que tuvo resultados fatales para el pasajero de uno de los vehículos; las
reparaciones totales por daño moral reflejo exceden los US$ 450.000; esta suma sería im-
pensable para un accidente de ese tipo en países muchas veces más ricos (que usualmente
sólo reconocen reparación del daño patrimonial reflejo); así, en la tablas alemanas de daño
moral, la sentencia más gravosa, en un conjunto de más de 3.000 fallos, es por € 500.000 a
favor de un paciente tetrapléjico de por vida (Hacks/Ring/Böhm 2004 536); en el Reino
Unido, las tablas de daño moral del Judicial Studies Board establecen £ 205.000 como el pa-
rámetro más alto, precisamente para un accidente que produzca tetraplejia perpetua en la
víctima (Guidelines for the Assessment of General Damages in Personal Injuries Cases, 1 a). Otros
ejemplos en que el bolsillo del demandado parece determinar el monto de la indemniza-
ción en Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279, 115 ($ 50 millones a banco que permitió la
apertura de una cuenta corriente sin poder suficiente). Por el contrario, en CS, 19.5.1999,
F. del M. 486, 730, se estableció una indemnización de $ 500 mil por agresión con resulta-
do de muerte, con expresa declaración de que el monto se fija en atención a los limitados
ingresos del responsable; en CS, 16.4.1998, F. del M. 473, 301 (pensión vitalicia de tres UF
en caso de homicidio de la madre y heridas a la demandante). Rubio 2005 Nº 67 muestra
que las condenas al Estado por daño moral que se sigue de la muerte son cinco veces ma-
yores que las que afectan a personas naturales y casi tres veces mayores a las de empresas
privadas. La revisión de los antecedentes de los casos analizados también permite intuir que
316
DAÑO
las indemnizaciones son fijadas en niveles sustantivamente más bajos cuando se trata de de-
mandados en estado de pobreza. Sobre la influencia de la condición de las partes en la va-
loración del daño, véase también López 1971 passim.
325
Así se explica que se haya concedido reparación por daño moral, además del patri-
monial, en el caso del comprador de un establecimiento de comercio que retiró de mane-
ra abusiva e inconsulta las instalaciones del arrendatario de un local (CS, 29.1.2002, F. del
M. 498, 676).
326
Es la conclusión del estudio de C. Domínguez 2000 701; una ordenación de los cri-
terios que la jurisprudencia utiliza para justificar la valoración del daño moral, en M. Lete-
lier 1994 61; véase también Diez 1997 254 y Corral 2003 341.
327
En la literatura chilena, véanse C. Domínguez 2000 714, Corral 2003 168, Court
2004 90.
328
Burrows 1994 138; Busnelli 2000 190 señala las orientaciones del grupo europeo de
expertos en materia de resarcimiento del daño no patrimonial: ante todo, se planteó el de-
safío de poner término a la anarquía en la avaluación; enseguida, la necesidad de buscar
criterios de racionalización y de garantía de igualdad; especialmente se coincidió en que la
reparación debía ser independiente de los ingresos de la víctima y que debía ser objeto de
evaluación o, al menos, de constatación médica (ídem 193).
317
§ 24. DAÑO MORAL
ponde a cada tipo de lesiones que se siguen de accidentes de circulación (de acuerdo con
el criterio del legislador, en cuanto establece criterios de valoración del daño moral, Vicen-
te 1994 324, L. Díez-Picazo 1999 220).
331 En Francia, las cortes de apelaciones poseen tablas indicativas recogidas periódi-
camente, entre otras, por la Gazette du Palais; la práctica judicial tiende a alinearse con
estos criterios de valoración meramente indicativos (Le Tourneau/Cadiet 2002/03 Nº 409,
Viney/Jourdain 2001 133 y 199). En Alemania, la reparación sigue las directivas informa-
les que se expresan en las “Tablas de Daño Moral” (Schmerzengeldtabellen) que se publican
periódicamente y que contienen estadísticas de montos reconocidos por los tribunales;
entre las más influyentes, Slizyk Beksche Schmerzgeldtabelle, Munich: Beck, 4ª edición, 2001;
Hacks/Ring/Böhm 2004; esta última publicación privada recoge 3.029 casos de valora-
ción de daños corporales, con descripción del daño corporal sufrido y de las precisas con-
secuencias médicas que de él se siguen; las indemnizaciones van desde € 50 por la herida
de un centímetro, sin consecuencias posteriores, debida a la mordedura de un perro a
un niño de 9 años, hasta € 500 mil por graves daños cerebrales de un niño que queda
con severos defectos motores en todas las extremidades y retardo mental a consecuencia
de un grave error médico; la media estadística de los tres mil casos es de aproximada-
mente € 6 mil. En Inglaterra, The Judicial Studies Board (JSB) publica periódicamente di-
rectivas para el establecimiento de perjuicios en casos de daño corporal (Guidelines for the
Assessment of General Damages in Personal Injuries). A diferencia de las tablas alemanas, que
contienen una descripción en concreto de las lesiones y de las características relevantes
de cada caso, las directivas inglesas son el resultado de un trabajo de sistematización en
que participan abogados y especialistas en daños corporales, bajo el patrocinio del JSB;
las directivas están construidas a partir de una clasificación de los daños corporales en 10
capítulos (parálisis, daños en la cabeza, daño psiquiátrico, daños que afectan los senti-
dos, daños a órganos internos, daños ortopédicos, daños faciales, heridas en otras partes
del cuerpo, daño capilar y dermatitis). Cada capítulo comprende en detalle los tipos con-
cretos de lesiones y atribuye a cada uno un rango indemnizatorio basado en la práctica
judicial y en la estimación médica de su significación relativa.
318
DAÑO
332 Guidelines for the Assessment of General Damages in Personal Injuries, capítulos vii y ix.
333 Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991 1993; véase también infra Nº 704.
334 Así, la jurisprudencia española (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1153).
319
§ 24. DAÑO MORAL
335 Un excepcional desarrollo de esta idea, que usualmente es objeto de análisis muy
entre pain and suffering y loss of amenities. Una proposición similar, aunque contaminada por
las imbricaciones del derecho civil con el régimen de asistencia social francés, en Viney/Jour-
dain 2001 267. En el derecho chileno se acostumbra incluir en el pretium doloris el dolor físico
y el psicológico; así, Alessandri 1943 224 y jurisprudencia constante, ejemplarmente, Corte
de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96; Corral 2003 155 insinúa separarlos, pero para indemni-
zar el dolor físico como ‘daño corporal’ y el sufrimiento psíquico como ‘daño moral’, en una
distinción que carece de sustento en las categorías de daño del derecho civil.
320
DAÑO
339 Este concepto de daño moral ha sido ampliamente recogido por la jurispruden-
cia nacional. Por ejemplo, se ha fallado que “debe entenderse que el daño moral existe
cuando se ocasiona a alguien un mal, un perjuicio o una aflicción en lo relativo a sus
facultades espirituales, vale decir, cuando se ocasiona a una persona un dolor o aflicción
en sus sentimientos” (CS, 10.8.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 168); “el daño moral consiste
en el dolor, la aflicción, el pesar que causa en los sentimientos o afectos el hecho ilícito,
ya sea en la víctima o en sus parientes más próximos” (Corte de Santiago, 3.6.1973, RDJ,
t. LXX, sec. 4ª, 65). En este sentido puede también consultarse, Corte de Valparaíso,
10.8.1998, F. del M. 478, 1795; Corte de Valparaíso, 20.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 95;
Corte de Santiago, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24; CS, 27.3.2002, GJ 261, 80; Corte
de Santiago, 17.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81; y CS,
27.3.2003, F. del M. 508, 198.
340 Así ocurre en la tradición francesa, pero también en la alemana, que utiliza el con-
cepto de Schmerzensgeld (pecunia doloris) para referirse a este tipo de daños (BGB, § 253).
321
§ 24. DAÑO MORAL
341 En general, sin embargo, ello ocurre en el contexto apropiado de daños que con-
res y varones y se hace expresa referencia a que la calificación se efectúa de conformidad con
la edad de la víctima (Guidelines for the Assessment of General Damages in Personal Injuries 7 B).
343 A este respecto pueden consultarse las siguientes sentencias: CS, 23.8.1951, RDJ,
t. XLVIII, sec. 4ª, 186; Corte de Santiago, 17.6.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 144; Corte de San-
tiago, 9.8.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 229; CS, 28.12.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 235; Cor-
te de Santiago, 21.3.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 35; CS, 3.12.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 3ª,
198; Corte de Santiago, 24.5.1999, GJ 227, 138; CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Valpa-
raíso, 15.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 9.10.2001, GJ 256, 144; Corte de Santia-
go, 1.7.2003, GJ 277, 149; Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270; CS, 24.11.2003, GJ 281,
80; y CS, 27.11.2003, GJ 281, 64.
322
DAÑO
344 Ejemplos de esta especie de daño moral pueden encontrarse en las siguientes sen-
tencias: Corte de Santiago, 5.5.1933, confirmada por la CS [cas. fondo], 14.9.1934, RDJ,
t. XXXII, sec. 1ª, 10, en un caso de daño ocasionado por la pérdida de una pierna; y Corte
de Santiago, 25.5.1945, confirmada por la CS [cas. fondo], 13.6.1946, RDJ, t. XLIII, sec. 1ª,
495, en un caso en que la víctima sufrió la amputación de un brazo. Véase también Corte
de Santiago, 9.3.1999, GJ 225, 175, y Corte de San Miguel, 23.8.2002, confirmada por CS
[cas. fondo], 23.9.2003, GJ 279, 216.
345 Vicente 1994 185, con amplias referencias bibliográficas al derecho español y francés.
346 Corte de Santiago, 5.11.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec. 2ª, 136.
347 La denominación se ha generalizado en el common law bajo la denominación de loss
of amenity (Burrows 1994 188, Cane/Atiyah 1999 135) y en el derecho francés, como préju-
dice d’agrément (Mazeaud/Chabas 1998 425, Viney/Jourdain 2001 260).
323
§ 24. DAÑO MORAL
jer de mundo por ‘privación de hábitos mundanos’, en razón de que no había podido du-
rante dos meses y medio usar un vestido escotado (Tribunal de la Seine, 11.10.1937, citado
por Chabas 2000 b Nº 85).
352 Chabas 2000 b Nº 85, Viney/Jourdain 1998 41.
353 Mazeaud/Chabas 1998 425, Chabas 2000 b Nº 85; infra Nº 697.
324
DAÑO
de los baremos indemnizatorios para los distintos tipos de daño corporal (Burrows 1994 188).
355 Nuestra jurisprudencia conoce el caso de un policía que apuntó su arma y disparó
directamente contra una estudiante de piano, que formaba parte de un grupo de estudian-
tes que participaban en una manifestación política fuera del Teatro Municipal, quien per-
dió por un largo período el uso de una de sus manos, y luego permaneció con otras secuelas
neurológicas permanentes (Corte de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96).
356 Un ejemplo en Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81, donde se hace una larga
descripción de las repercusiones físicas y en la vida social que el accidente causó en la vícti-
ma y luego valora el daño moral en una suma global; véase también, Corte de Santiago,
28.10.1999, GJ 232, 195.
357 Por ejemplo, CS, 7.5.1947, G. de los T., 1947, 1er sem., Nº 38, 283, donde se seña-
la que una persona sufre daño moral “cuando se le restan las posibilidades de que disfru-
taba de alcanzar una mayor cultura o preparación intelectual, o cuando se le priva del
goce de circunstancias que le proporcionaban alegría o complacencia espirituales”; Cor-
te Presidente Aguirre Cerda, 31.12.1986, GJ 79, 54, donde se resuelve que “el plan de vida
325
§ 24. DAÑO MORAL
del actor en cuanto a piloto de guerra afecta gravemente sus derechos como persona hu-
mana, ya que no podrá realizarlos a causa del accidente, y esta modificación a su realiza-
ción personal y profesional es un aspecto de que debe considerarse en el daño moral”;
véanse también Corte de San Miguel, 27.11.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 4ª, 279; Corte de Val-
paraíso, 24.8.1998, confirmada por la CS [cas. fondo], 11.11.1998, F. del M. 480, 2356;
Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94; CS, 30.1.2001 GJ 247, 150; Corte de
Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec.
3ª, 103; Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Santiago, 17.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada
también en GJ 262, 81; Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de San Miguel,
23.8.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 23.9.2003, GJ 279, 216; Corte de Concepción,
28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; CS, 7.1.2003, GJ 271,
96; Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97; Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276,176;
y Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270.
358 Corte de Temuco, 29.6.1972, RDJ, t. LXIX, sec. 4ª, 66, en que se indemniza el daño
moral ocasionado a la víctima por las quemaduras en el rostro que afectaron visiblemente su
estética facial, deprimiéndola y acomplejándola moralmente; Corte de Santiago, 8.8.1983, RDJ,
t. LXXX, sec. 4ª, 90, en un caso de cicatrices en el rostro causadas por ataque con arma blan-
ca; véanse también, CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89,
publicado también en F. del M. 486, 851; Corte de Santiago, 10.10.2000, GJ 245, 169; CS,
16.10.2000, GJ 244, 61, publicada también en F. del M. 503, 3477; Corte de Santiago, 17.4.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81; y CS, 30.4.2002, GJ 274, 59.
359 Sobre daño moral consistente en el impedimento para desarrollar una vida sexual
ción de los daños producidos a niños de muy baja edad, en la medida que éstos algún día
adquieran conciencia de sus efectos (Carbonnier 2000 384).
326
DAÑO
361 Corral 2003 155, plantea que la indemnización del pretium doloris no procedería en
favor de víctimas que se encuentren en estado de coma; aunque después agrega que sí pro-
cedería si se lesionan derechos de la personalidad.
362 Así se ha fallado en Inglaterra en West v. Shepard, 1964, AC 326, pero ese criterio ha
sido criticado por ajeno a la realidad subjetiva más elemental del loss of amenity (Burrows
1994 189). En Francia, por el contrario, se ha entendido que el daño es objetivo y no de-
pende de la representación que de él se haga la víctima (Chabas 2000 b Nº 87).
363 Por eso, cuando la jurisprudencia habla de apreciación subjetiva del daño moral, la
327
§ 24. DAÑO MORAL
364 Sobre los baremos informales en el derecho francés, inglés y alemán, véanse las no-
tas en supra Nº 202 b. En Inglaterra, las Guidelines for the Assessment of General Damages in Per-
sonal Injuries clasifican los daños corporales en diez grupos (parálisis, daño cerebral, daño
psiquiátrico, daño en los sentidos, daños a órganos internos, daños ortopédicos, daños fa-
ciales, cicatrices en otras partes del cuerpo, daño capilar y dermatitis); cada una de estos
tipos se descompone en daños más específicos, atendiendo en algunos casos a la edad y
sexo de la víctima. La práctica médica en Francia ha establecido una escala de 0 a 7 para
estos dolores: muy leve, leve, moderado, medio, bastante grave, grave, muy grave. Estas es-
calas de intensidades, susceptibles de aplicarse únicamente a los dolores físicos, se fundan
en la observación científica de la reacción usual frente a las lesiones dependiendo de la
edad de la víctima y constituyen un elemento importantísimo para comparar los diferentes
daños morales y asignarles una compensación mediante baremos. En Alemania la práctica
es en extremo empírica, pues se exige de los jueces una precisa descripción de las lesiones
sufridas por la víctima, así como de los factores que en opinión del sentenciador son rele-
vantes para aumentar o disminuir el estándar indemnizatorio; esos criterios son expuestos
sistemáticamente en publicaciones prestigiadas, como las citadas en la nota antes referida,
y son tomadas como referencia por los tribunales de instancia. En Estados Unidos, la deter-
minación de los perjuicios es facultad de los jurados, pero los jueces pueden excepcional-
mente corregir las decisiones notoriamente desproporcionadas, para lo cual resulta relevante
la información estadística (Epstein 1999 441).
365 Cane/Atiyah 1999 140; supra Nº 198 g.
328
DAÑO
366 Es el caso del derecho alemán, donde los derechos de la personalidad fueron in-
329
§ 24. DAÑO MORAL
330
DAÑO
molestias y temores que dicen experimentar los recurrentes, obedecen a hechos que son
consecuencia e inherentes de la propiedad y de la vecindad y que los copropietarios y los
comuneros generalmente deben soportar”.
373 Una aplicación implícita, tratándose de una acción de indemnización del daño mo-
ral proveniente de las molestias importantes y prolongadas que sufrieron propietarios por
la construcción de un edificio vecino cuyas obras invadieron su inmueble, en Corte de San-
tiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78, publicada también en F. del M. 492, 2480.
331
§ 24. DAÑO MORAL
214. Dificultades que plantea la prueba del daño moral. En principio, como
todo supuesto de hecho de la responsabilidad civil, el daño moral debe ser
probado por quien lo alega (supra Nº 152).376 Sin embargo, resulta obvio
que su naturaleza impone severas restricciones probatorias. Las limitacio-
nes del lenguaje nos impiden transmitir nuestras sensaciones internas de
pena, de aflicción física o de frustración.377 A lo más accedemos a lo que
los otros sienten porque nosotros mismos nos hemos visto en situaciones
semejantes o porque hemos descubierto por la experiencia en qué cir-
cunstancias ellas suelen manifestarse en signos exteriores. Por eso, la prue-
ba del daño moral efectivamente sufrido por la víctima tiene algo de la
pretensión de rasguñar un vidrio. Con todo, esa dificultad no puede ser
tenida por impedimento de una prueba que permita inferirlo de los he-
chos de la causa.378
374 Ley del medio ambiente, artículo 2 letra e y artículo 11 letra e; sobre el daño am-
biental, infra § 55 d 3.
375 En la materia parece haber coincidencia en el derecho comparado (Von Bar 1996
II 5).
376 Existe acuerdo en la doctrina chilena en esta materia, aunque no necesariamente
en la forma como enfrentar la prueba: Alessandri 1943 514 y 564, refiriéndose a la exigen-
cia genérica de daño y a la proporcionalidad entre la extensión del daño y la indemniza-
ción; Fueyo 1990 107, exigiendo la prueba de los hechos materiales que lo acrediten;
C. Domínguez 2000 152, nota 133, aludiendo a “una atenuación de la carga probatoria en
aquellos casos en que el perjuicio es manifiesto y ostensible”, pero recomendando “particu-
lar prudencia para no llegar al extremo de establecer presunciones extremas”; Diez 1997
142, con un excelente análisis jurisprudencial y concluyendo que el daño moral debe pro-
barse, especialmente por medio de informes psiquiátricos (en el caso del dolor) o de pre-
sunciones; Corral 2003 163, expresando que el daño moral puede probarse por cualquier
medio, pero concluyendo que la prueba será usualmente por medio de presunciones.
377 Wittgenstein Investigaciones filosóficas 656 y 659.
378 Burrows 1994 36.
332
DAÑO
como el patrimonial, sino sólo puede ser inferido, el único medio de prue-
ba disponible son las presunciones judiciales. En definitiva, de la circunstan-
cia de que la prueba directa no sea posible, no se sigue que la prueba en
lo absoluto no sea posible ni necesaria. Las presunciones tienen precisa-
mente por antecedente ciertos hechos que permiten inferirlas.
Esta parece ser la situación probatoria típica del daño moral. Si al-
guien sufre la pérdida de sus piernas o su honra es afectada por una difa-
mación, no le será posible mostrar al tribunal la sensación que ha
experimentado, pero el juez sabrá que de esos hechos típicamente se si-
gue dolor físico o moral y que, en distintos grados, se puede ver afectada
la capacidad de la víctima para disfrutar la vida. La presunción se basa en
la experiencia compartida acerca de las fuentes del dolor y la decepción.
b) La cuestión se plantea en términos análogos respecto del daño refle-
jo, esto es, del dolor que se sufre por la muerte o las graves lesiones de un
padre o hijo o de aquel con quien se convive. Con todo, también aquí hay
una cuestión de grados. Los afectos no se pueden dar por presumidos con
la misma simplicidad en las líneas colaterales que respecto de los hijos y
de los padres (ya por determinación biológica, por ejemplo, el afecto por
los hijos resulta ser más intenso que por los padres).
En consecuencia, asumir una presunción general de daño por el solo
hecho del parentesco resulta en extremo discutible respecto de sobrinos,
primos e incluso de hermanos. En estos casos, la prueba también deberá
necesariamente hacerse por medio de presunciones, cuya construcción re-
quiere partir de evidencia acerca de la relación afectiva real del deman-
dante con la víctima. El requisito de prueba del lazo afectivo real resulta
ser aun más estricto en el caso del daño reflejo que tiene por antecedente
las lesiones de una víctima directa que sobrevive (infra Nº 230).
c) Aunque sea normal que de la muerte del hijo o del padre se siga un
perjuicio afectivo para quien sufre la pérdida, bien puede ocurrir que en
el pleito se allegue prueba que muestre, por ejemplo, que el padre falleci-
do vivía en el abandono o la destitución material o afectiva;379 o que se
pruebe que la persona cuya honra ha sido afectada ya tenía su prestigio
severamente deteriorado. En otras palabras, aunque el daño moral se pue-
da inferir de los hechos más directos de la causa, esa presunción siempre
debe ser tenida por provisoria, como es típico de las presunciones legales
y judiciales.380
216. Prueba pericial de la intensidad del daño. A pesar de que los da-
ños no patrimoniales no pueden ser reparados en su valor en dinero, sí
379 En un caso de este tipo, la Corte Suprema revocó en sede de recurso de queja un
fallo que no daba lugar a la acción (CS, 26.12.1983, RDJ, t. LXXX, sec. 1ª, 128); juicios crí-
ticos en Fueyo 1990 115, R. Domínguez Á. 1990 156, nota 131 y C. Domínguez 2000 153,
nota 133.
380 Diez 1997 149; sobre el carácter provisorio de esta presunción, CS, 16.3.2000, RDJ,
333
§ 24. DAÑO MORAL
381 Es interesante atender a los métodos que se emplean en otros sistemas jurídicos para
allegar información científica acerca de la intensidad del daño: en el caso francés, las ta-
blas son elaboradas administrativamente, con participación de médicos y otros expertos; en
el derecho alemán, la prueba se produce en el propio juicio, lo que permite que la senten-
cia haga una referencia precisa a las lesiones sufridas y a sus efectos médicos y conductua-
les, cuestiones que son recogidas por los resúmenes jurisprudenciales que luego retroali-
mentan a la jurisprudencia; en el derecho inglés, las directivas son elaboradas con
descripción precisa de los daños y de los rangos en que se conceden indemnizaciones (véanse
notas en supra Nº 202 b). Sobre la prueba pericial como medio de acreditar el pretium dolo-
ris, Diez 1997 147.
382 CS, 8.11.1944, RDJ, t. XLII, sec. 1ª, 392; más recientemente se ha fallado que “la
violenta muerte de un hermano, dada la cercana relación filial, tiene que haber provocado
un sentimiento de aflicción, menoscabo, desánimo, depresión y angustia” (Corte de Con-
cepción, 7.8.2000, confirmada por la CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada
también en F. del M. 504, 4202); que acreditada que sea alguna afectación a la integridad
física o moral, nace la obligación de indemnizar (Corte de Copiapó, 21.3.2001, confirmada
por CS [cas. fondo], 12.11.2001, GJ 257, 121, publicada también en F. del M. 504, 4090);
véase también CS, 4.9.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 186, que implícitamente apela a la expe-
riencia al afirmar que en nuestro derecho se presume lo normal y es la situación anormal
la que debe probarse.
383 Véase comentario de E. Court a CS, 3.4.2003, rol Nº 839-2002 y CS, 27.11.2003, rol
334
DAÑO
384 Así, nada se puede objetar cuando se falla, en materia de daño reflejo, que “probada
la muerte de esos hijos en las trágicas circunstancias conocidas y el grado de parentesco, que-
da probado el daño” (CS, 28.6.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 1ª, 234). Entre numerosos fallos más
recientes que infieren directamente el daño moral pueden verse: Corte de Concepción,
13.7.1998, GJ 219, 168; Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795; Corte de Concep-
ción, 16.10.1998, GJ 225, 98, publicada también en F. del M. 484, 150; Corte de Santiago,
28.10.1999, GJ 232, 195; Corte de Santiago, 17.1.2000, GJ 235, 199; Corte de Valdivia, 30.3.2000,
RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 105; Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; CS, 16.3.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 4ª, 64, publicada también en F. del M. 496, 284; Corte de Valdivia, 30.3.2000,
RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 105; Corte de Concepción, 7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo],
29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en F. del M. 504, 4202; Corte de Santiago, 14.8.2000,
GJ 242, 155; Corte de Santiago, 26.9.2000, GJ 243, 83; Corte de Santiago, 23.3.2001, RDJ,
t. XCVIII, sec. 2ª, 24; Corte de Valparaíso, 15.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 9.10.2001,
GJ 256, 144; CS, 13.9.2001, GJ 255, 113, publicada también en F. del M. 502, 2752; Corte de
Santiago, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83; Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115;
Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; CS, 10.3.2003, F. del M. 508, 154; y CS, 3.4.2003,
F. del M. 509, 387; CS, 27.11.2003, GJ 281, 64.
385 Así se ha fallado desde antiguo que “si bien es efectivo que la naturaleza del daño
moral ofrece dificultades para su apreciación pecuniaria, los jueces están facultados para
regularlo prudencialmente tomando en cuenta el modo como se produjo el delito o cuasi-
delito y todas aquellas circunstancias que influyen en la intensidad del dolor o sufrimiento”
(Corte de Santiago, 26.5.1944, RDJ, t. XLI, sec. 2ª, 41). Por su parte, la Corte Suprema ha
señalado que “su monto debe regularse atendiendo a la condición y circunstancias perso-
nales de la ofendida, a las consecuencias del accidente de que fue víctima (…) a los pro-
longados sufrimientos que naturalmente han debido producirle tales circunstancias, y al
estado precario de salud en que deberá vivir el resto de su existencia” (CS, 23.8.1951, RDJ,
t. XLVIII, 4ª, 186). Véanse también Corte de Santiago, 9.3.1999, GJ 225, 175, y Corte de
Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96.
386 Una ordenada reseña de la situación jurisprudencial en materia de prueba del daño
335
§ 24. DAÑO MORAL
387 Carbonnier 2000 520 insistía en que es un artificio hacer entrar en el ámbito con-
tractual ‘brazos quebrados o la muerte de hombres’, que típicamente pertenecen al ámbito
extracontractual; esta es una buena razón para aceptar en estos casos la opción de respon-
sabilidades (infra Nº 842).
336
DAÑO
388 Sobre las obligaciones de seguridad en el derecho francés, Chabas 2000 b Nº 70.
337
§ 24. DAÑO MORAL
389 Carbonnier 2000 297, con referencia a que los daños contractuales han seguido el
cias entre el daño moral proveniente del ilícito contractual y extracontractual, las soluciones
en el derecho alemán son análogas al common law, con la limitación de que el daño moral
sólo resulta indemnizable cuando se lesionan el cuerpo, la salud, la libertad o la autodetermi-
nación sexual (BGB, § 253 II, introducido por la reforma al derecho de obligaciones que en-
tró en vigencia en 2002); determinante para que proceda la indemnización es que el deudor
haya infringido un deber que emane de la relación obligatoria (BGB, § 280), de modo que la
reparación del daño moral está sujeta a la limitación que resulte del incumplimiento de un
deber contractual dirigido a proteger alguno de los bienes enunciados por el § 253 II.
338
DAÑO
XXXIII, sec. 1ª, 331; y CS, 18.4.1950, RDJ, t. XLVII, sec. 1ª, 127; un análisis de esta jurispru-
dencia en C. Domínguez 2000 330. Tardíamente y asumiendo el mismo argumento, Corte
de Santiago, 26.10.2004, GJ 292, 17, y Corte de Santiago, 11.5.2006, GJ 311, 147.
339
§ 24. DAÑO MORAL
398 Sobre las obligaciones contractuales de seguridad que tienen por objeto prevenir
daños corporales, Carbonnier 2000 517; para el derecho chileno, Pizarro 2003 b 166.
399 Corte de Santiago, 3.7.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 1ª, 252.
400 CS, 14.4.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 74, donde se concluye que “el problema de la pro-
Trabajo establece expresamente una obligación de seguridad para el empleador. Para fa-
llos que declaran la indemnización del daño moral en sede contractual por incumplimien-
to del deber de seguridad del empleador: CS, 16.6.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 3ª, 94; Corte de
Santiago, 7.12.1998, GJ 222, 196; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195; Corte de San-
tiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85, que se funda en la
mencionada ley especial y concluye al mismo tiempo que el artículo 1556 no hace ninguna
distinción entre el daño moral y el daño patrimonial; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275,
227; Corte de Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210, que también se funda en la ley especial
y concluye que el artículo 1556 no prohíbe la compensación del daño moral; y Corte de
Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183.
403 Interesante es un fallo del Juzgado de Policía Local de Providencia, 12.4.2000, referi-
do en Jana/Tapia 2004 Nº 9, que sanciona por daño moral, de conformidad con la Ley de
consumidores, a una empresa de arriendo de automóviles que cobró dos veces un servicio,
obligando al cliente a realizar gestiones y aclaraciones para evitar el daño a su prestigio.
340
DAÑO
cia posterior.
406 Corte de Concepción, 12.12.1997, rol Nº 698-1997, comentada en R. Domínguez Á.
1998. Una posición contraria en CS, 12.7.2001, GJ 253, 169; sobre esta materia, Court 2002
y Gamonal 2000 passim.
407 CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 234, también publicada en GJ 257, 39, comen-
tada por R. Domínguez Á. en Rev. Concepción 209, 2001, 233 y Jana/Tapia 2004.
408 Gatica 1959 144 y 149.
341
§ 24. DAÑO MORAL
409 En este sentido, Tomasello 1969 157 y Rojas 2002 143. Algunas sentencias han con-
cluido también que el artículo 1556 no prohíbe la compensación del daño moral: CS,
20.10.1994, RDJ, t. XCI, sec. 1ª, 100; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195; Corte de
Concepción, 20.5.2002, GJ 268, 93; Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; y Corte de Con-
cepción, 28.8.2002, GJ 266, 210.
410 CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 234, también publicado en GJ 257, 39, agrega
como argumento que el concepto de daño emergente que emplea el artículo 1556 del Códi-
go Civil comprende no sólo el daño pecuniario, sino también el moral, tesis que sólo pue-
de entenderse como una interpretación de lege ferenda de una norma que históricamente
tiene un sentido patrimonial inequívoco. En verdad estas sentencias tienen la virtud de des-
estimar uno de los principales argumentos para negar la reparación de este daño en sede
contractual, esto es, el texto del artículo 1556 (véase comentario de R. Domínguez Á. y R.
Domínguez B. a CS, 20.10.1994, rol Nº 18.647, en Rev. Concepción 196, 1994 155).
411 CS, 20.10.1994, RDJ, t. XCI, sec. 1ª, 100, comentado por R. Domínguez Á. y R. Do-
dios monográficos de Tomasello 1969 y C. Domínguez 2000 (partes II y III); los artículos y
comentarios de sentencias de Illanes 1994, R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. en Rev.
Concepción 196, 1994 155, R. Domínguez Á. en Rev. Concepción 209, 2001, 233 y Jana/
Tapia 2004 Nº 11 (que analizan profundamente los razonamientos del fallo referido); y las
memorias de N. Rodríguez, J. G. Palma y C. Aedo, referidas en Rojas 2002 129.
413 En especial luego del fallo antes referido, relativo a un erróneo examen que daba
por establecido la tenencia del virus del sida (CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 234 tam-
bién publicado en GJ 257, 39, comentada por R. Domínguez Á. en Rev. Concepción 209, 2001,
233, y Jana/Tapia 2004). En un sentido contrario, en el período inmediatamente anterior,
pueden citarse los siguientes fallos que rechazan la reparación del daño moral en materia
contractual: Corte de Concepción, 19.1.1990, confirmado por CS [cas. fondo], 27.8.1990, GJ
122, 31, fundado en el texto del artículo 1556 del Código Civil; Corte de Santiago, 25.9.1996,
RDJ, t. XCIII, sec. 2ª, 115; Corte de Santiago, 8.12.1999, rol Nº 5303-1996; y CS, 3.1.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 1ª, 1. Tardía y aisladamente, Corte de Santiago, 26.10.2004, GJ 292, 17.
342
DAÑO
414 Pothier 1761 Nº 160, luego de establecer el principio de reparación de “la pérdida
que uno tiene, o la ganancia que uno deja de hacer”, expresa que “es necesario, sin embar-
go, no someter el deudor a indemnizar al acreedor de todas las pérdidas indistintamente que
le haya ocasionado el incumplimiento de la obligación, y menos todavía a todas las ganancias
que el acreedor hubiese podido hacer”, a cuyo efecto, si no se puede imputar dolo, “el deu-
dor no está obligado más que a los daños y perjuicios que se han podido prever cuando el
contrato, que el acreedor podría sufrir de la inejecución de la obligación”. Ese texto es el
antecedente del artículo 1150 del Código francés y del artículo 1558 de Código chileno.
415 Con énfasis correcto en la idea de riesgo asumido por el deudor como criterio defi-
dado respecto de sus clientes, que provocan daños a su honra (infra Nº 410). Algo análogo
vale respecto de los deberes de una compañía aérea con sus pasajeros, que quedan en si-
tuación de afección en la esfera psíquica, a consecuencia del abandono y desinformación
de que son objeto por más de diez horas, circunstancia que fue considerada como genera-
dora de un daño moral indemnizable por el Tribunal Supremo español (31.5.2000, comen-
tado por de Verda 2005 69, aludiendo a la nulidad de la cláusula de exoneración en el billete,
de conformidad a las reglas de protección de los consumidores); el daño pertenece típica-
mente al ámbito de riesgos que la compañía aérea debe enfrentar con diligencia, de modo
que mostrada su culpa, los daños morales significativos resultantes son indemnizables.
343
§ 24. DAÑO MORAL
417 Sobre estas obligaciones de seguridad, accesorias al contrato de transporte, que dan
origen a la reparación de daños morales en el derecho francés, Chabas 2000 b Nº 70, Vi-
ney/Jourdain 1998 398; en el derecho chileno, Pizarro 2003 b 166; en el derecho alemán
fueron concebidas como obligaciones complementarias, que podían dar lugar a incumpli-
miento contractual (positive Vertragsverletzungen), entre las cuales la jurisprudencia incluyó
los deberes de protección o seguridad respecto de la contraparte (Palandt/Heinrichs § 275
11); el desarrollo jurisprudencial se ha materializado en la reciente reforma al derecho de
obligaciones, que establece como categoría central del derecho de contratos el concepto
de ‘infraccion de un deber que nace de la relación obligatoria’ (BGB, § 280 I), con lo que
se alude a las obligaciones principales y complementarias y a las explícitas e implícitas.
418 Asumir que algunos contratos suponen naturalmente obligaciones de seguridad, que
el extranjero en que se demandó el daño moral proveniente del incumplimiento del pago de
comisiones del representante; la Corte Suprema concluyó que el acreedor enfrentaba el sim-
ple resultado de una situación de negocios, esencialmente incierta y eventual (CS, 3.1.2000,
RDJ, t. XCVII, sec. 1ª, 1, con comentario de R. Domínguez Á. en Rev. Concepción 207, 2000,
173). En todo caso, aunque hubiese sido previsible un daño de esta naturaleza, es necesario
que el incumplimiento contractual haya originado un perjuicio de una cierta entidad para
dar lugar a la reparación. Por ello, la decepción de un comprador a quien no fue entregada
la cosa a tiempo no puede dar lugar a reparación por ser un perjuicio moral exorbitante al
ámbito de riesgos propio del contrato y que debe ser soportado por el acreedor, quien dispo-
ne de las acciones indemnizatorias por el daño patrimonial sufrido (sin perjuicio de las cláu-
sulas penales que válidamente pueden pactarse por el retraso).
344
DAÑO
go (infra Nº 785); por el contrario, dibujar la línea divisoria más acá de ese
límite, negando la reparación de perjuicios no patrimoniales que natural-
mente pertenecen al ámbito de cuidado del deudor, supondría dejar des-
protegidos legítimos y significativos intereses no patrimoniales del acreedor,
que inequívocamente suelen formar parte del acuerdo contractual.
a. Introducción
224. Noción. a) El daño reflejo o por repercusión es el sufrido por víctimas media-
tas de un hecho que ha causado la muerte o lesiones a otra persona.420 Los efectos
de las lesiones o de la muerte sufridos por la víctima inmediata se pueden
expandir hacia terceros, que sufren personalmente un daño patrimonial o
moral a consecuencia de esa muerte o lesiones. Aunque la muerte sea
tenida por el mayor de los males, no puede conceder acción a quien la
sufre, pues se trataría de un derecho carente de un sujeto que esté legiti-
mado para alegar un interés personal;421 pero sí puede serlo para personas
que estaban ligadas patrimonial o afectivamente a ella. Algo análogo pue-
de ocurrir en casos de graves lesiones corporales de la víctima inmediata.
b) El daño reflejo o por repercusión puede ser patrimonial o moral. En
las siguientes secciones se tomará esta distinción como base del análisis, en
razón de las dificultades especiales que plantea el daño moral reflejo o
perjuicio de afección. En uno y otro caso se distinguirá entre el daño reflejo
que se sigue de la muerte y de las lesiones de la víctima directa.
420 Alessandri 1943 457 y 463 trata el daño reflejo a propósito de daño patrimonial y
moral a las personas; P. Rodríguez 1999 360 lo trata a propósito del daño que se sigue de la
muerte; otros autores siguen el camino de Alessandri; un cuidadoso análisis del daño refle-
jo en el derecho chileno en Elorriaga 1999 passim.
421 Supra Nº 156 b, con nota sobre antecedentes doctrinarios y comparados.
345
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
reserva, que invoca el sentido prudencial del juzgador, todo indica que
los perjuicios sufridos hasta la muerte de la víctima directa son un crédi-
to que se adquiere por transmisión y los posteriores dan lugar propia-
mente a daño reflejo.422
b) El mayor problema jurídico que presenta el daño reflejo es el esta-
blecimiento de sus límites: ¿qué intereses de las víctimas mediatas son pro-
tegidos por el derecho?; ¿quiénes son titulares de la acción?; ¿cómo
concurren los daños reflejos con los sufridos por la víctima directa? Éstas
son esencialmente cuestiones normativas que plantean difíciles preguntas
prácticas, lo que explica que no haya otra materia en el derecho de la
responsabilidad civil donde las respuestas del derecho comparado sean
más disímiles.
346
DAÑO
426 Este es el camino adoptado desde antiguo por la jurisprudencia francesa, en un caso
relativo a las pérdidas que provocó a un empresario lírico el accidente de un conocido te-
nor (cass. civ., 14.11.1958, Gaz. Pal. 1959 I, 31, referido en Ranieri 1999 199).
427 Viney/Jourdain 1998 135, a pesar de un antiguo precedente que dio lugar a la in-
demnización sufrida por un club de fútbol profesional por las pérdidas sufridas a causa de
un accidente de tránsito sufrido por un valioso futbolista; para el derecho alemán, Palandt/
Heinrichs § 249 109; en el common law no existe acción por muerte o lesiones a un tercero
según un antiguo precedente en cuya virtud ‘en un tribunal civil no se puede alegar como
daño la muerte de otra persona’ (Baker v. Bolton, 1 Camp. 493, 170 ER 1033, 1808), de modo
que las acciones son reconocidas por estatutos legales especiales referidos básicamente a
personas que dependían familiarmente de la víctima directa (Epstein 1999 453, Jones 2002
704). Desde una perspectiva comparada, Von Bar 1996 II 195, Ranieri 1999 155.
428 En el derecho norteamericano una preocupación importante es evitar que por
347
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
430 Así, por ejemplo en Alemania (BGB, § 844 II; Deutsch/Ahrens 2002 200) y Estados
Unidos (Prosser/Keeton et al. 1984 907).
431 Carbonnier 2000 383, Viney/Jourdain 1998 132.
432 Así en Inglaterra (Jones 2002 704) y en España (Lacruz et al. 1995 483); según el
rial por la muerte de un hijo ilegítimo que proporcionaba ayuda pecuniaria al actor; y CS,
4.8.1933, RDJ, t. XXX, sec. 1ª, 524, en un caso semejante. Entre los fallos más recientes pue-
de verse Corte de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203, que indemniza el lucro cesante sufrido
por una dueña de casa sostenida por su marido, quien falleció en un accidente laboral.
434 Infra Nº 252.
348
DAÑO
435 Rubio 2005 Nº 36 y cuadro estadístico IV 4.2, que muestra que sólo en el 2% de los
casos de sentencias condenatorias ejecutoriadas en el período 1985-2004 fue reconocido
lucro cesante por repercusión.
436 Jones 2002 705.
349
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
437 En este sentido, Ripert 1948 1, Esmein 1954 113; en el derecho chileno, J.P. Verga-
ra 2000 68.
438 Viney/Jourdain 1998 47.
439 Carbonnier 2000 385.
440 Posner 1992 191, Kötz 1991 194.
350
DAÑO
441 Von Bar 1996 II 79; expresamente asume este daño el nuevo Código holandés, que
no acepta la reparación del daño moral reflejo (Cód. hol., §§ 6.106 y 6.107).
442 Es el caso del derecho alemán, incluso después de la reforma de 2002 (BGB, §§ 253
351
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
445
Viney/Jourdain 1998 139. Así, por ejemplo, en Alemania (Palandt/Heinrichs § 249
109), aunque esta solución es criticada por la doctrina, con fundamento, especialmente, en
los fines preventivos de la responsabilidad civil (Kötz 1991 194). En Francia, fue la posición
que tuvieron varias salas de la Corte de Casación hasta los años 60 (Chabas 2000 b Nº 92).
446
Luego de vacilaciones, la jurisprudencia francesa estableció este requisito de ‘ex-
cepcional gravedad’, pero luego dejó de exigirlo, al menos formalmente (Viney/Jourdain
1998 140, Chabas 2000 b Nº 92); la persistencia implícita del criterio se muestra en que los
casos citados por la doctrina se refieren al sufrimiento que causa el grave deterioro o invali-
dez de un hijo o del cónyuge (Viney/Jourdain 1998 141); alguna jurisprudencia española
también ha exigido la excepcional gravedad, ‘que supere el simple sufrimiento de ver su-
frir al ser querido’ (Vicente 1994 258). Este criterio fue también consagrado por la resolu-
ción 75/7 del Consejo de Europa, cuyo artículo 13 dispone: “El padre, la madre, y el cónyuge
352
DAÑO
447 Como en otras materias, en este aspecto el derecho francés parece ser excepcional-
t. XLIII, sec. 1ª, 495, en que se concedió indemnización a los padres de una menor por
la amargura de verla inválida para toda la vida; Corte de San Miguel, 8.8.1989, RDJ, t.
LXXXVI, sec. 4ª, 73, que concede indemnización por el daño moral sufrido por el cón-
yuge de una víctima de un atropello que le produjo lesiones graves que necesitaron tra-
tamiento y curaciones; CS, 16.11.1998, F. del M. 480, 2334, que otorgó una indemnización
de $ 6 millones por heridas sufridas por el hijo menor de la demandante (no hay cons-
tancia de que haya demandado el hijo), aunque rechaza la indemnización del daño mo-
ral sufrido por la demandante por la muerte del padre natural de su hijo porque “no
existe vínculo alguno” entre ella y el occiso; Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, pu-
blicada también en F. del M. 493, 2822, en un caso similar al anterior; Corte de Santia-
go, 17.4.2002, GJ 262, 81, que concedió una indemnización de $ 40 millones por los
sufrimientos de una mujer producidos por la contemplación de las gravísimas lesiones
permanentes que sufrió su cónyuge a causa del accidente de un helicóptero; Corte de
Santiago, 1.7.2003, GJ 277, 149, que otorga $ 50 millones como suma global para la ma-
dre y el hijo que recibió un disparo en su pecho, resultando prácticamente inválido; Corte
de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138, que indemnizó el daño moral sufrido por el cónyu-
ge de una mujer a quien erróneamente se le diagnosticó el virus del sida.
449 CS, 27.1.1998, GJ 211, 57, que otorga $ 12 millones como suma global al padre y a
un menor que fue víctima de una violación sodomítica; CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737,
que otorga $ 500 mil al padre de la víctima de abusos deshonestos; CS, 7.10.1999, F. del M.
491, 2332, en que se reconocen $ 4 millones en conjunto a la niña víctima de abusos des-
353
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
honestos y a su padre; CS, 27.3.2003, F. del M. 508, 198, que concede $ 2 millones al padre
y $ 3 millones a cada niña víctima de abusos sexuales; Corte de Valparaíso, 5.9.2003, GJ 279,
196, que otorga $ 2 millones al padre de la víctima de sodomía (no demanda el hijo).
450 Como en otras materias, la necesidad de una razonable prudencia en esta materia
te de Concepción, 7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publi-
cada también en F. del M. 504, 4202; CS, 4.4.2001, GJ 250, 151, que concede indemnización
de $ 1.000.000 por daño moral a la hermana de la víctima; y Corte de Concepción, 25.10.2005,
354
DAÑO
rol Nº 737-2005, confirmada por CS [cas. fondo], 5.6.2005, rol Nº 6118-2005, que concede
indemnización de $ 20.000.000 a cada uno de los dos hermanos de la víctima; pueden con-
sultarse también los casos 2, 19, 32, 33, 60, 82, 100, 106 y 116 del estudio de Rubio 2005, don-
de sólo en un caso el hermano concurre en la indemnización con los hijos de la víctima (caso
116). Intuitivamente, la jurisprudencia, cuando hay varios demandantes, suele preferir a los
parientes más cercanos: Corte de Valparaíso, 20.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 95, que aplica
una especie de orden de prelación, privilegiando la familia cercana (cónyuge e hijos); Corte
de Chillán, 4.1.2001, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 12.3.2001, GJ 249, 130, que
concede indemnización a la hija de la víctima fallecida, pero no a sus nietos y a su yerno.
454
Es también la conclusión de Rubio 2005 Nº 63. Pueden consultarse, entre las innu-
merables sentencias publicadas, las siguientes:
• Por muerte del cónyuge: Corte de Santiago, 6.7.1925, confirmada por la CS [cas. fon-
do], 14.4.1928, RDJ, t. XXVI, sec. 1ª, 141; Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478,
1795; Corte de Valparaíso, 22.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 25.9.2001, F. del M.
502, 2784; y CS, 29.1.2002, GJ 259, 17, publicada también en F. del M. 498, 660.
• Por muerte del hijo: CS, 16.12.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 1053, en el fallo que generalmente
es aceptado como el caso líder en materia de indemnización del daño moral; CS, 18.12.1926,
RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 567; CS, 3.7.1930, RDJ, t. XXVIII, sec. 1ª, 117; CS, 3.8.1932, RDJ, t. XXIX,
sec. 1ª, 549; Corte de Santiago, 13.4.1939, confirmada por la CS [cas. fondo], 3.8.1940, RDJ,
t. XXXVIII, sec. 1ª, 239; Corte de Santiago, 26.5.1944, RDJ, t., XLI, sec. 2ª, 41; Corte de Santia-
go, 9.1.1946, RDJ, t. XLIV, sec. 2ª, 4; Corte de Temuco, 25.6.1963, RDJ, t. LX, sec. 4ª, 290; CS,
28.6.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 1ª, 234; CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, publicado también en F. del M.
473, 342; Corte de Talca, 21.10.1998, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.1.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 4ª, 71; Corte de Santiago, 9.6.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 46; Corte de Talca, 3.6.2000, con-
firmada por CS [cas. fondo], 19.12.2000, GJ 246, 122, publicada también en F. del M. 505, 4813;
Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; CS, 13.9.2001, GJ 255, 113, publicada también en F.
del M. 502, 2752; Corte de Santiago, 14.1.2002, confirmada por la CS [cas. fondo], 7.1.2003, GJ
271, 96; Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121; y Corte de Concepción, 25.10.2005, rol Nº 737-
2005, confirmada por CS [cas. fondo], 5.6.2006, rol Nº 6118-2005.
• Por muerte del hijo y del cónyuge: Corte de Santiago, 16.9.1931, confirmada por la CS
[cas. forma y fondo] 14.3.1933 y 16.12.1933, RDJ, t. XXXI, sec. 1ª, 144; CS, 13.4.1999, F. del
M. 485, 302; y Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 199.
• Por muerte del padre y cónyuge: CS, 24.10.1968, RDJ, t. LXV, sec. 4ª, 293; Corte de Val-
paraíso, 27.4.1998, GJ 214, 93; Corte de Santiago, 26.9.2000, GJ 243, 83; Corte de Valparaí-
so, 17.4.2002, GJ 265, 141; Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133; y Corte de Santiago,
30.5.2003, GJ 275, 97.
• Por muerte de uno o ambos padres: CS, 28.12.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 235; CS,
15.12.1983, RDJ, t. LXXX, sec. 1ª, 128; CS, 11.4.1995, F. del M. 437, 210, caso en que los
hijos de la víctima tienen tres y seis meses de edad, respectivamente; CS, 7.10.1999, F. del
M. 491, 2332; y CS, 21.8.2002, F. del M. 501, 2022.
• Por muerte de un hermano o hermana: Corte de Santiago, 22.5.1991, GJ 131, 92; Corte
de Concepción, 7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publi-
355
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
caso de muerte del ofendido y cuando éste no puede ejercer sus derechos;
a tal efecto concede acción: i) al cónyuge y a los hijos, ii) a los ascendien-
tes, iii) al conviviente, iv) a los hermanos y v) al adoptante y al adoptado,
entendiendo que entre los diversos grupos existe un orden de prelación,
de manera que las personas pertenecientes a una categoría excluyen a las
de las categorías siguientes (artículo 59 II en relación con artículo 108).
Despejada la pregunta acerca de la legitimidad del interés indemniza-
torio del conviviente (supra Nº 144), también se reconoce acción a quie-
nes no tienen relaciones fundadas en matrimonio o carecen de parentesco
legalmente establecido, si prueban una relación de hecho de la que se
pueda inferir un perjuicio afectivo serio.455
b) Concurrencia de pretensiones indemnizatorias. El enfoque jurispru-
dencial en concreto para determinar quiénes pueden tener derecho a com-
pensación por el perjuicio afectivo es especialmente relevante al momento
de dirimir la concurrencia de pretensiones indemnizatorias de diversas perso-
nas, que tienen vínculos de distinta naturaleza con la víctima directa. En
verdad, la determinación de quiénes tienen derecho a reclamar indemni-
zación por la muerte de otra persona envuelve una opción respecto de
quienes se posponen, como se ha visto en el subpárrafo anterior.
La pregunta no puede ser contestada mecánicamente, sobre la base de
asumir que cada cual que sufre un perjuicio personal debe ser indemniza-
do, con las solas exigencias de que sea cierto y relevante.456 Lo cierto es
cada también en F. del M. 504, 4202; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por la CS
[cas. fondo], 4.4.2001, GJ 250, 151; y Corte de Concepción, 25.10.2005, rol Nº 737-2005,
confirmada por CS [cas. fondo], 5.6.2006, rol Nº 6118-2005.
• Por muerte de un nieto: CS, 19.10.1981, F. del M., 275, 480.
• Por muerte de un hermano natural: Corte de Santiago, 26.12.1983, RDJ, t. LXXX,
sec. 4ª, 151.
455 Por ejemplo, CS, 15.12.1983, RDJ, t. LXXX, sec. 1ª, 128, donde se resuelve que el
daño moral causado por el sufrimiento de la víctima inmediata, puede ser demandado por
terceros “aun cuando no sean sus herederos o parientes”; Corte de Santiago, 26.6.1945, G. de
los T., 1945, 1er sem., Nº 45, 232, que resuelve la muerte de una mujer con quien el deman-
dante se encontraba unido sólo por matrimonio religioso; para el caso de la conviviente,
supra Nº 144; véase también CS, 16.4.1998, F. del M. 473, 301 y Corte de Concepción,
19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61. Por el contrario, al-
guna jurisprudencia ha rechazado la indemnización demandada por la concubina a raíz de
la muerte de su pareja sobre la base de la inexistencia de parentesco entre ambos (Corte
de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160).
456 Al respecto se podría argumentar, por ejemplo, que el artículo 2329 ordena indem-
nizar todo daño que haya sufrido cualquiera víctima, de modo que si éstas son numerosas,
como puede ocurrir en el caso de una familia extensa, cada una tendría derecho a título
personal a una indemnización total del perjuicio sufrido. Esa línea de argumentación es
contradictoria con la reticencia que el Código Civil mostró respecto de la indemnización
del daño moral y extrapola una norma, que tiene por función establecer una presunción
de responsabilidad, hacia una doctrina acerca de la extensión del daño.
356
DAÑO
incluidos los escandinavos (Von Bar 1996 II 189). El common law tradicionalmente negó toda
acción en caso de muerte de la víctima (Prosser/Keeton et al. 1984 940). Por eso, el desa-
rrollo de acciones por wrongful death pertenece esencialmente al derecho legislado; en In-
glaterra, bajo la Fatal Accidents Act de 1976, un cónyuge puede reclamar una indemnización
de £ 10.000 por la muerte del otro o los padres por la de sus hijos menores; la ley no reco-
noce acción por daños corporales de terceros (críticos Cane/Atiyah 1999 74). En Estados
Unidos la situación es difícil de comprender, porque la legislación estatal ha reconocido
acciones hereditarias (que comprenden el daño moral sufrido por la víctima), acciones di-
rectas (que se refieren al daño moral personal de las personas más cercanas) o ambas a la
vez (Prosser/Keeton et al. 1984 945); en general, los beneficiarios son quienes tienen título
de heredero y, a diferencia de Inglaterra, las indemnizaciones, por lo general, no están fija-
das por la ley, aunque a veces se fijan límites máximos (Abraham 2002 219).
460 Como es el caso español (Vicente en Reglero 2002 a 256, Pantaleón 1989 646), y
de la resolución 75/7 del Consejo de Europa, que los limita al padre, madre, cónyuge, no-
vio e hijos de la víctima (artículo 19). Criterio análogo sigue el Código Procesal Penal
(artículo 59 II en relación con artículo 108).
461 Es específicamente el caso del derecho francés, donde la jurisprudencia ha elimi-
357
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
462 Así debe entenderse la invocación a las órdenes de sucesión en CS, 29.11.2000, GJ
245, 132; con referencia expresa a la familia nuclear como beneficiarios de la reparación
por daño reflejo, Corte de Valparaíso, 22.3.2005, GJ 300, 147.
463 Código Procesal Penal, artículo 59 II en relación con artículo 108.
464 Así, Corte de Valparaíso, 20.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 95, con referencia a legis-
lación especial de las leyes Nº 16.643 y 16.744, que siguen el criterio de que debe existir un
orden de prelación entre los parientes, encontrándose en primer lugar el cónyuge y los hijos;
el fallo fue confirmado por la Corte Suprema con expresa referencia a que las indemnizacio-
nes no debían acumularse indefinidamente y que deben estimarse titulares de la acción quie-
nes conforman el círculo de vida más cercano del difunto, como la cónyuge y los hijos (CS,
29.5.2002, rol Nº 4784-2000). Un criterio similar se sigue en Corte de Concepción, 4.11.1997,
F. del M. 481, 2600. En numerosos fallos se ha establecido una indemnización por el daño
afectivo sufrido por varios demandantes en la forma de una suma global para todos ellos: CS,
27.1.1998, GJ 211, 57; Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795; Corte de Santiago,
25.9.1998, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec.4ª,
199; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195; Corte de Santiago, 17.1.2000, GJ 235, 199;
Corte de San Miguel, 3.4.2000, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 24.1.2001, GJ 247,
134; Corte de Talca, 3.6.2000, confirmada por la CS [cas. fondo], 19.12.2000, GJ 246, 122,
publicada también en F. del M. 505, 4813; Corte de Concepción, 7.8.2000, confirmada por la
CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en F. del M. 504, 4202; Corte de
Chillán, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.10.2000, GJ 244, 98, publicada tam-
bién en F. del M. 503, 3498; Corte de Santiago, 26.9.2000, GJ 243, 83; Corte de Chillán, 4.1.2001,
confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 12.3.2001, GJ 249, 130; CS, 6.1.2002, GJ 271, 186;
Corte de Valparaíso, 17.4.2002, GJ 265, 141; Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133; y Cor-
te de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183.
465 Para el sustento doctrinario de este criterio, Mazeaud et al. 1963 I Nº 243, Viney/
358
DAÑO
a menos que haya prueba en contrario.466 Todo indica que a medida que
el parentesco se distancia del primer grado, la prueba de la relación afecti-
va y existencial del demandante con la víctima directa debe sostenerse en
hechos y no en presunciones que se siguen de la mera relación de paren-
tesco. En el caso de la relación conyugal, resulta determinante para cons-
truir la presunción que esté acompañada de una convivencia efectiva. En
los demás casos, los problemas probatorios del daño afectivo son los que
han sido analizados en general respecto del daño moral (supra § 24 d).
d) Avaluación del perjuicio afectivo. En la avaluación del daño afectivo
se plantean las dificultades generales de avaluación del daño moral, que
han sido analizadas con detalle al tratar en general de los daños no patri-
moniales (supra § 24 d): la subjetividad de la avaluación, el carácter puniti-
vo de la indemnización (que se muestra en la consideración de la fortuna
del obligado y de la gravedad de la culpa) y la ausencia de criterios forma-
les o informales que permitan una comparación objetiva de las sumas asig-
nadas a título de indemnización.467
A estas dificultades se agrega, en el caso del perjuicio que se sigue de la
muerte de una persona, que la indemnización del daño moral también suele
cumplir, en la práctica, una función compensatoria de los perjuicios patrimo-
niales de la víctima de repercusión, en la medida que su valoración da amplia
libertad al juez, de conformidad con las prácticas vigentes, mientras la prueba
del lucro cesante es sometida a fuertes exigencias probatorias (supra Nº 170).
En consecuencia, no es fácil la comparación mecánica de las indemni-
zaciones que la jurisprudencia reconoce por el perjuicio afectivo que se
sigue de la muerte de una persona. Así y todo, resulta evidente que la
dispersión es comparable con la que se produce respecto del daño moral
por las lesiones corporales sufridas por la víctima directa (supra Nº 201).468
466 Para ejemplos en que el daño moral simplemente se asume del matrimonio o pa-
rentesco: CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; CS, 16.3.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 64, publi-
cada también en F. del M. 496, 284; Corte de Concepción, 7.8.2000, confirmada por la CS
[cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en F. del M. 504, 4202; Corte de
Santiago, 26.9.2000, GJ 243, 83; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por CS [cas. fon-
do], 4.4.2001, GJ 250, 151; Corte de Santiago, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24; CS,
13.9.2001, GJ 255, 113, publicada también en F. del M. 502, 2752; Corte de Santiago,
10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83; Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96;
Corte de Santiago, 1.12.2003, GJ 282, 222; y Corte de Concepción, 19.8.2003, confirmada
por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61. Incluso, se ha negado lugar a la demanda
precisamente porque no se acreditó el parentesco que permitiera presumir el daño moral
(CS, 4.8.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 120, publicado también en GJ 218, 96, y F. del M. 477,
1423; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160).
467 Una ordenación de fallos en atención a los criterios de valoración del perjuicio afec-
se han concedido indemnizaciones por el perjuicio de afección por las sumas que se indican:
• Por muerte de hijo: CS, 13.9.2001, GJ 255, 113, publicada también en F. del M. 502, 2752,
$ 2 millones en homicidio en riña en zona rural; CS, 16.3.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 64,
publicada también en F. del M. 496, 284, en una violación y homicidio de un menor se con-
359
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
dena a tres de los cuatro demandados a pagar cada uno a ambos padres $ 2 millones y al
cuarto $ 3 millones; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80, $ 5 millones en accidente del
tránsito; Corte de Santiago, 11.11.1997, confirmada por CS [cas. fondo], 16.4.1998, F. del M.
473, 324, $ 5 millones para cada uno de los padres de una mujer fallecida en un accidente
del tránsito y $ 15 millones para su cónyuge y sus dos hijos, individualmente; Corte de Con-
cepción, 3.4.2001, confirmada por la CS [cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80, $ 5 millones para
los padres de un joven muerto en un accidente y la misma suma para la madre de otra vícti-
ma; Corte de Concepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282,
61, $ 5 millones para cada uno de los padres de un joven muerto por el disparo de un carabi-
nero en una aglomeración pública, también se otorgaron $ 7 millones a su conviviente, $ 13
millones a su hija y $ 1 millón a cada uno de sus cinco hermanos; CS, 22.4.1998, GJ 214, 115,
publicado también en F. del M. 473, 342, $ 7 millones por muerte en un accidente del tránsi-
to; Corte de Chillán, 10.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 24.10.2000, GJ 244, 98, pu-
blicada también en F. del M. 503, 3498, $ 10 millones por accidente del trabajo, otorgados a
todo el grupo familiar; CS, 6.6.2002, GJ 264, 166, publicada también en F. del M. 500, 1555,
$ 10 millones en accidente de tránsito, también se otorgaron $ 2 millones a cada uno de los
dos hermanos, además se otorgó $ 1 millón a la víctima de lesiones; Corte de Santiago,
10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83, $ 10 millones a ambos padres en un caso de muerte de
un recién nacido; Corte de Talca, 21.10.1998, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.1.1999,
RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71, $ 20 millones en un caso de negligencia médica; CS, 23.12.2002,
F. del M. 505, 4452, $ 25 millones por la muerte de un hijo en un accidente de tránsito causa-
do por exceso de velocidad; Corte de Santiago, 6.5.2002, GJ 263, 194, $ 26 millones para el
padre de un joven fallecido en un accidente del trabajo; Corte de Antofagasta, 15.12.2001, GJ
273, 95, $ 30 millones en un accidente del tránsito, otorgados a ambos padres como suma
global; Corte de Santiago, 14.1.2002, confirmada por la CS [cas. fondo], 7.1.2003, GJ 271, 96,
$ 30 millones en muerte por inmersión en piscina municipal, otorgados al padre demandan-
te; Corte de Santiago, 1.12.2003, GJ 282, 222, $ 30 millones otorgados a ambos padres de un
joven asesinado; CS, 15.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 95, publicada también en F. del M. 485,
449, $ 40 millones otorgados a la madre de una mujer embarazada víctima de un homicidio;
Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121, $ 50 millones en un caso donde un carabinero
disparó en el cráneo a un detenido que se encontraba esposado e inmovilizado; Corte de Tal-
ca, 3.6.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 19.12.2000, GJ 246, 122, publicada también en
F. del M. 505, 4813, $ 100 millones en violación y homicidio de hija de cuatro años de edad,
otorgados a ambos padres como suma global; y Corte de Concepción, 25.10.2005, rol Nº 737-
2005, confirmada por CS [cas. fondo], 5.6.2006, rol Nº 6118-2005, $ 100 millones a cada uno
de los padres en accidente de tránsito ocurrido por el mal estado de un puente.
469 Especialmente relevante parece ser el primer criterio, como se muestra en que la
menor suma concedida ($ 500 mil por la muerte del padre) tiene por antecedente un ho-
micidio cometido por un trabajador manual de ingresos limitados, como expresa la propia
sentencia (CS, 19.5.1999, F. del M. 486, 730); mientras que el mayor ($ 80 millones a la
cónyuge y $ 50 millones para cada una de las dos hijas) se originó en un accidente del tra-
bajo del que se tuvo por culpable a la empresa demandada, a pesar de la expresa declara-
ción de culpa concurrente de la víctima (Corte de Valparaíso, 27.4.1998, GJ 214, 93).
360
DAÑO
• Por muerte de cónyuge: CS, 13.4.1999, F. del M. 485, 302, $ 3 millones para la cónyuge y
$ 1 millón para cada uno de los tres hijos de víctima de accidente del tránsito; CS, 3.6.2002,
GJ 264, 114, $ 5 millones en homicidio, también se otorgaron $ 3 millones a víctima de le-
siones del mismo hecho; Corte de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795, $ 8 millones
para el cónyuge demandante en un caso de accidente del tránsito; Corte de Valparaíso,
22.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 25.9.2001, F. del M. 502, 2784, $ 10 millones
para el cónyuge demandante en un caso de homicidio; CS, 29.1.2002, GJ 259, 17, publica-
da también en F. del M. 498, 660, $ 10 millones para cónyuge de víctima de una accidente;
Corte de Chillán, 10.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 24.10.2000, GJ 244, 98, publi-
cada también en F. del M. 503, 3498, $ 10 millones como suma global para la cónyuge e
hijos de víctima de accidente del trabajo; Corte de Santiago, 11.11.1997, confirmada por
CS [cas. fondo], 16.4.1998, F. del M. 473, 324, $ 15 millones para su cónyuge y cada uno de
sus dos hijos y $ 5 millones para cada uno de los padres de una mujer fallecida en acciden-
te del tránsito; Corte de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203, $ 10 millones para la cónyuge e
hijo de una víctima de accidente del trabajo; Corte de Santiago, 26.9.2000, GJ 243, 83, $ 15
millones para hijos y cónyuge de mujer fallecida por negligencia de hospital, otorgados como
suma global; Corte de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97, $ 20 millones para la cónyuge y $ 10
millones para cada uno de los tres hijos de una víctima de falta de servicio municipal; CS,
6.1.2002, GJ 271, 186, $ 30 millones en accidente del trabajo otorgados a la cónyuge e hi-
jos; Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133, $ 30 millones en infección intrahospitalaria,
otorgados a cónyuge e hijos como suma global; CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503, $ 50 mi-
llones a cónyuge en accidente de tránsito, también se otorgaron $ 20 millones a cada uno
de los tres hijos y $ 70 millones a otro hijo que sufrió lesiones en el accidente; Corte de San
Miguel, 3.4.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 24.1.2001, GJ 247, 134, $ 30 mi-
llones para el cónyuge de la víctima de un accidente del tránsito causado por exceso de
velocidad e influencia alcohólica, y $ 30 millones para los hermanos de otra víctima, como
suma global para ambos; Corte de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183, $ 50 millones para
la cónyuge y los dos hijos de un trabajador muerto en un accidente; Corte de Valparaíso,
17.4.2002, GJ 265, 141, $ 80 millones como suma global para la cónyuge y los tres hijos de
una víctima de un accidente del tránsito causado por un conductor ebrio; Corte de Con-
cepción, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38, $ 70
millones para el cónyuge y $ 40 millones para cada uno de los hijos, en un caso de respon-
sabilidad de un hospital público; Corte de Valparaíso, 27.4.1998, GJ 214, 93, $ 80 millones
para la cónyuge y $ 50 millones para cada una de las hijas de una víctima de un accidente;
Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96, 1.500 UF para cónyuge e hijos en
accidente laboral.
• Por muerte de padre: CS, 19.5.1999, F. del M. 486, 730, $ 500 mil para el hijo de una vícti-
ma de homicidio; CS, 13.4.1999, F. del M. 485, 302, $ 1 millón para cada uno de los tres hijos
y $ 3 millones para la cónyuge de la víctima de un accidente del tránsito; Corte de Santiago,
11.11.1997, confirmada por CS [cas. fondo], 16.4.1998, F. del M. 473, 324, $ 15 millones para
cada uno de los dos hijos y el cónyuge, y $ 5 millones para cada uno de los padres de una
mujer fallecida en un accidente del tránsito; Corte de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203, $ 10
millones para el hijo y la cónyuge de una víctima de un accidente del trabajo; Corte de Con-
cepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61, $ 13 millones
para la hija por disparo de un carabinero en aglomeración pública, también se otorgaron $ 7
361
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
millones para la conviviente, $ 5 millones para cada uno de sus padres, y $ 1 millón a cada
uno de sus cinco hermanos; Corte de Santiago, 26.9.2000, GJ 243 83, $ 15 millones para hijos
y cónyuge de mujer fallecida por negligencia de hospital, otorgados como suma global; Cor-
te de Santiago, 30.5.2003, GJ 275, 97, $ 10 millones para cada uno de los tres hijos y $ 20
millones para la cónyuge de una víctima de una falta de servicio municipal; CS, 6.1.2002, GJ
271, 186, $ 30 millones en accidente del trabajo otorgados a la cónyuge e hijos; Corte de Co-
piapó, 28.6.2002, GJ 268, 133, $ 30 millones en infección intrahospitalaria, otorgados a cón-
yuge e hijos como suma global; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160, $ 40 millones
en un caso de socorro; CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503, $ 20 millones a cada uno de los tres
hijos de una víctima de un accidente de tránsito, también se otorgaron $ 50 millones a la cón-
yuge y $ 70 millones a otro hijo que sufrió lesiones en el accidente; Corte de Antofagasta,
13.12.2002, GJ 270, 183, $ 50 millones para la cónyuge y los dos hijos de un trabajador muer-
to en un accidente; Corte de Valparaíso, 17.4.2002, GJ 265, 141, $ 80 millones como suma
global para la cónyuge y los tres hijos de una víctima de un accidente del tránsito causado
por un conductor ebrio; Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas. forma y
fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38, $ 40 millones para cada uno de los hijos y $ 70 millones para el
cónyuge de una mujer fallecida en un hospital público; Corte de Valparaíso, 27.4.1998, GJ
214, 93, $ 50 millones para cada una de las hijas y $ 80 millones para la cónyuge de una vícti-
ma de un accidente; Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96, 1.500 UF a cónyu-
ge e hijos en accidente laboral.
• Por muerte de hermano: Corte de Santiago, 25.9.1998, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48, $ 1 mi-
llón para la hermana de la víctima de un homicidio; Corte de Iquique, 15.11.2000, confir-
mada por la CS [cas. fondo], 4.4.2001, GJ 250, 151, $ 1 millón en homicidio; Corte de
Concepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61, $ 1 mi-
llón a cada uno de los cinco hermanos de la víctima de un disparo de un carabinero en
una aglomeración pública, también se otorgaron $ 13 millones a la hija, $ 7 millones al con-
viviente y $ 5 millones para cada uno de sus padres; CS, 6.6.2002, GJ 264, 166, publicada
también en F. del M. 500, 1555, $ 2 millones a cada uno de los dos hermanos de una vícti-
ma de un accidente de tránsito, también se otorgaron $ 10 millones a la madre, además se
dio $ 1 millón a la víctima de lesiones; Corte de Concepción, 7.8.2000, confirmada por CS
[cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en F. del M. 504, 4202, $ 4 millo-
nes en homicidio; Corte de San Miguel, 3.4.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo],
24.1.2001, GJ 247, 134, $ 30 millones como suma global para los dos hermanos de la vícti-
ma de un accidente de tránsito causado por exceso de velocidad e influencia del alcohol, y
$ 30 millones para la cónyuge de otra víctima; y Corte de Concepción, 25.10.2005, rol Nº 737-
2005, confirmada por CS [cas. fondo], 5.6.2006, rol Nº 6118-2005, $ 20 millones a cada uno
de los dos hermanos de la víctima, también se otorgaron $ 100 millones a cada uno de los
padres del fallecido.
362
DAÑO
470 Como ha ocurrido en el derecho francés, donde “¡el animal es asimilado a un miem-
to de daño moral que en las indemnizaciones reconocidas por daños a cosas corporales. Así,
se ha resuelto el caso de una persona que sufrió la destrucción de un vehículo que había com-
prado con el fruto de toda una vida de trabajo; la sentencia ordenó indemnizarlo por la de-
presión, dolor y sufrimiento en que lo sumió dicha pérdida (CS, 10.6.1969, RDJ, t. LXVI, sec.
1ª, 85). También se ha concedido indemnización por el quiebre emocional causado a la vícti-
ma, no sólo por las lesiones que sufrió a raíz de un accidente, sino “por las pérdidas materia-
les ocasionadas al vehículo que explotaba como medio de transporte de pasajeros, y que
constituía su fuente de trabajo” (Corte de Santiago, 23.8.1990, GJ, 122, 68); más justificada-
mente en razón del dolo que caracterizaba el hecho, se concedió indemnización por el daño
moral ocasionado por el embargo y posterior remate de ciertos bienes del demandante, en
un proceso iniciado en su contra con un título falsificado (Corte de San Miguel, 13.6.1991,
RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 72); y a los dueños de un predio que sufrieron una privación par-
cial de su uso y goce a consecuencia de construcciones ejecutadas indebidamente por una
empresa constructora en el predio vecino, en la medida que el acto ilícito “ha debido produ-
cir un sufrimiento de carácter sicológico a los demandantes, que sabiendo que se estaba inva-
diendo su propiedad y reclamando siempre de ese acto, han pasado años soportando este
detrimento en el uso y goce de su propiedad, hecho externo que necesariamente ha afecta-
do la integridad física y moral de aquellos”, donde pareciera que la indemnización tuvo por
objeto reparar las molestias sufridas personalmente por las víctimas, más que la mera conster-
nación producida por la lesión del derecho de propiedad (Corte de Santiago, 10.11.1998,
RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78). En definitiva, los casos en que se han reconocido efectivamente da-
ños morales por daños a las cosas son excepcionales.
363
§ 25. DAÑO REFLEJO O POR REPERCUSIÓN
por accidentes de transporte de la víctima directa están sujetas a unas mismas restricciones,
particularmente, en cuanto a los límites de indemnización (Viney/Jourdain 1998 147); en
general, esta doctrina parece correcta, porque no hay razón para que las condiciones de
responsabilidad cambien si la víctima inmediata subsiste o muere (infra Nº 502).
475 Una aplicación reciente en Corte de Valparaíso, 27.4.1998, GJ 214, 93; CS, 29.1.2002,
GJ 259, 17; Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96; Corte de Santiago,
30.5.2003, GJ 275, 97; y CS, 10.12.2003, GJ 282, 155.
364
DAÑO
365
§ 26. EXCURSO: PERJUICIO DE NACER Y PERJUICIO DE VIVIR
366
DAÑO
477 Roe v. Wade, 410 US 113, 153 (1973), confirmada con calificación en fallos posteriores.
478 Así, en el derecho francés (Viney/Jourdain 1998 16).
479 El Código Penal alemán sanciona el aborto (§ 218), pero no está sujeto a pena si es
emprendido por un médico, previo consejo recibido por la interesada y dentro de las pri-
meras doce semanas de embarazo (§ 218 a I). De ello no se sigue, sin embargo, que el aborto
practicado bajo esas condiciones de inimputabilidad penal sea civilmente lícito; sólo lo es
si, además, es “objeto de indicación médica otorgada bajo consideración de las circunstan-
cias de vida presentes y futuras de la embarazada, con el fin de evitar un peligro a la vida o
de una grave lesión del estado de salud corporal o espiritual, y ese peligro no puede ser
evitado de otra manera” (§ 218 a II).
480 Código Penal chileno, artículos 342 y siguientes; el Código Sanitario contiene una
norma aún más general, que dispone: “No podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea
provocar una aborto”. No se ha resuelto en sede constitucional si la norma que dispone
que “la ley protege la vida del que está por nacer” (artículo 19 Nº 1 II) establece una limita-
ción a la legislación penal a efectos de despenalizar ciertas formas de aborto, pero la doc-
trina mayoritariamente parece inclinarse en este sentido (entre los textos de derecho
constitucional pueden verse Evans 1999 113, Verdugo/Pfeffer/Nogueira 1994 193; una opi-
nión contraria en Bascuñán 2001 passim).
367
§ 26. EXCURSO: PERJUICIO DE NACER Y PERJUICIO DE VIVIR
238. El caso del niño sano que no era deseado. El derecho comparado
tiende a ser en extremo restrictivo en reconocer indemnización si a conse-
cuencia de la frustración del aborto (wrongful birth) nace un niño perfecta-
mente sano. Aun prescindiendo de la cuestión moral que envuelven estos
casos, surge la pregunta acerca de cómo dimensionar el daño. La evolu-
ción del derecho inglés es significativa en la materia. Luego de haberse
reconocido acción por los gastos de crianza, la Cámara de los Lores ha
negado lugar a la acción, con fundamento, entre otras razones, en que los
beneficios de disfrutar de un hijo no pueden ser descontados de los costos
de crianza; en definitiva, resulta injusto que el médico corra con los gastos
y los padres gocen de las ventajas del nacimiento del niño; de que el dere-
cho debe tratar al hijo como una bendición y no como una carga; y de que
no es razonable descargar a los padres de la carga de cuidar de su hijo.483
481 Por ejemplo, esa es la doctrina consolidada en Alemania (Lange 1990 330, Palandt/
los menores riesgos, favoreciendo por esta vía el aborto (Viney/Jourdain 1998 16).
483 McFarlane v. Tayside Health Board, 3 WLR 1301 (1999), citado por Jones 2002 188.
368
DAÑO
239. El caso del niño discapacitado. a) Los efectos más severos de la res-
ponsabilidad por nacimiento no deseado se producen en el caso de niños
que nacen discapacitados. Si el orden jurídico admite el aborto terapéuti-
co, la madre tiene derecho a tomar la decisión acerca de si va dar a luz a
un hijo que posea severas limitaciones intelectuales o sensoriales. Sin em-
bargo, la hipótesis de daño no sólo se refiere a situaciones en que podría
haberse producido un aborto terapéutico, sino también para la esteriliza-
ción y la prevención que frustradamente se ha intentado en razón del
riesgo biológico de que nazcan hijos discapacitados.
b) Para los padres el nacimiento de un niño discapacitado suele ser
fuente de angustias, de privación de agrados de la vida y de gastos signifi-
cativamente superiores a los que irroga un niño normal. En contraste, y
más allá de la concepción moral o religiosa que los padres tengan res-
pecto de esa vida, el niño discapacitado también es fuente de alegría y
de afectividad.485
El problema del nacimiento no querido se plantea a consecuencia de
una intervención médica que tiene por objeto impedir la concepción de un
niño discapacitado o bajo los supuestos de que el ordenamiento jurídico
acepte el aborto terapéutico y de que la madre decida practicárselo (en el
caso del aborto frustrado) o pueda suponerse que lo habría solicitado (en el
caso de un error de diagnóstico acerca de la constitución del embrión). En
ese entendido, el derecho comparado tiende a reconocer un derecho a re-
paración en estos casos, sobre la base de que el daño reparable no es el hijo
(¿el hijo como daño?), sino, por lo general, los costos extraordinarios de
mantención y crianza, que exceden lo que cuesta criar un hijo sano.486
240. ¿Acción del niño por haber nacido con una discapacidad? (wrongful
life). a) En un caso que provocó gran revuelo, la Corte de Casación france-
484 Así en el derecho francés (Viney/Jourdain 1998 12), español (Vicente 1994 250,
citado por Epstein 1999 283, donde se negó indemnización a los padres de un niño nacido
con síndrome de Down en juicio seguido contra el obstetra que omitió exámenes que po-
drían haber llevado a un aborto terapéutico; la Corte estimó que los padres también reci-
ben beneficios de niños discapacitados.
486 Así en el derecho francés (Viney/Jourdain 1998 16) y en el inglés (Jones 2002 189);
369
§ 26. EXCURSO: PERJUICIO DE NACER Y PERJUICIO DE VIVIR
487 Caso Perruche, cass. plen, JCP 2000, II, 10438, citado en M. Tapia 2003 c 108. El fallo
fue ratificado con posterioridad en otros casos semejantes: “el niño nacido discapacitado
puede demandar la reparación del perjuicio resultante de su incapacidad si este último está
en relación de causalidad directa con las faltas cometidas por el médico en la ejecución del
contrato formado con su madre y que han impedido a esta última ejercer su opción de in-
terrumpir el embarazo” (cass. plen., JCP 2001, II, 10601).
488 Markesinis 2001 79 resume los argumentos en contra de la indemnización reclama-
370
DAÑO
reparación que obtengan sus padres.490 Pero, aun dejando en suspenso pre-
guntas acerca de la naturaleza del daño y de la legitimidad del aborto en
estos casos, subsiste el problema jurídico consistente, por un lado, en saber
si es correcto atribuir ese costo a un médico que erró un diagnóstico, pero
no actuó causalmente en provocar la discapacidad;491 y, por otro, si el argu-
mento de la compasión no introduce una justificación que no es propia de
la responsabilidad civil, sino de la seguridad social.492
En definitiva, bajo presión de una opinión pública adversa y del au-
mento de precio que los fallos impusieron a los seguros médicos, el legisla-
dor francés determinó que “nadie se podrá prevaler de un perjuicio del
solo hecho del nacimiento”, poniendo término a la breve jurisprudencia
iniciada por el fallo Perruche.493 Así terminó el breve período ‘del camino
especial francés’ en la materia.494
b) En verdad, la tendencia generalizada del derecho comparado es a
no reconocer acción indemnizatoria por el hecho de haber llegado a te-
ner vida (wrongful life).495 Aunque la indemnización tenga por función prác-
tica compensar el costo de sobrellevar la propia incapacidad, en el trasfondo
permanece el fantasma de que ese daño es consecuencia de asumir otro
daño más inmediato, del cual aquel se deriva, como es que el descuido del
demandado haya provocado que el demandante llegara a vivir. Al derecho
civil no le corresponde dirimir disputas acerca del sentido de la vida y de
la muerte, sino atribuir los costos de una negligencia, dicen algunos; al
tomar esa distancia, uno se puede preguntar si así no terminan haciéndo-
se radicalmente difusas para el derecho las antiguas fronteras valóricas
entre el significado de la vida y la muerte.496
490 Un desarrollo de esta tesis, sostenida por ese jurista desde hace varias décadas, en
Deutsch 2000 2361; una idea semejante en Viney/Jourdain 1998 17; una crítica vehemente
a la ley que dejó sin efecto la jurisprudencia Perruche en P. Jourdain “Loi anti-Perruche: une
loi démagogique” en Recueil Le Méga Code 11, 2002, 891.
491 F. Chabas, en Droit et patrimoine, febrero 2001, 107, citado por M. Tapia 2003.
492 Vicente en Reglero 2002 a 254.
493
Ley Nº 2002-303 (M. Tapia en anotaciones a Chabas 2000 b Nº 88).
494 Así fue denominada por Winter 2002 330, desde una perspectiva comparada, la ju-
alemán (Palandt/Heinrichs § 249) y norteamericano (Epstein 1999 283, con referencia Gleit-
man v. Cosgrove, 227 A.2d 689, NJ 1967).
496 Es significativo el encuentro de opiniones que ha existido en la materia en Alema-
nia entre una sala del Tribunal Constitucional que ha declarado que ‘la vida jamás puede
ser tenida por daño’ (NJW 98, 317) y el Tribunal Supremo que ha dado lugar a la indemni-
zación a los padres por el nacimiento de un hijo discapacitado con el argumento de que
no se repara la vida, sino el costo de mantenerla (BGH 124, 136). En el caso líder norte-
americano sobre wrongful life, el jurado se vio enfrentado con la pregunta de calcular los
daños sobre la base de la diferencia entre la ventaja de estar muerto y la desventaja de estar
vivo (Gleitman v. Cosgrove, 227 A.2d 689, NJ 1967); la jurisprudencia ha seguido el camino
de un discreto rechazo de tales acciones, asumiendo, en opinión de Epstein 1999 283, el
criterio escéptico del juez Weintraub de que “el hombre, que nada conoce sobre la vida o
la nada, no está en situación de ponerle precio a la ‘no vida’”.
371
CAPÍTULO V
CAUSALIDAD1
1 El más comprensivo estudio sobre la causalidad en las perspectivas del derecho pe-
373
§ 27. FUNCIONES DE LA CAUSALIDAD
3 Así, en materia de imputación objetiva de los daños consecuenciales, véase infra § 30.
4 Larenz 1987 432, Pantaleón 1990 56, Cane/Atiyah 1999 99; la denominación ‘impu-
tación objetiva’ es usada por la doctrina para distinguirla de la imputación ‘subjetiva’ que
supone el juicio de culpabilidad: la culpa supone que el acto sea subjetivamente atribuible
como acto libre del responsable (supra Nº 36); la imputación objetiva atiende al daño re-
sultante y se exige que entre el hecho del demandado y el daño por el cual se le pretende
hacer responsable exista suficiente cercanía (esto es, en el lenguaje del Código Civil, que el
daño sea ‘directo’).
5 Alessandri 1943 241.
374
CAUSALIDAD
243. Reglas legales pertinentes. a) Las normas del Código Civil no hacen
referencia expresa al requisito de causalidad, aunque implícitamente lo
suponen.7 Así, los artículos 1437 y 2314 se refieren al hecho, constitutivo
de delito o cuasidelito, que ha inferido daño a otra persona, y el artículo
2329 señala que todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia
de otra persona, debe ser reparado por ésta. Estas normas asumen que
existe una relación natural de causalidad entre el hecho y daño (causali-
dad en sentido natural). Asimismo, permiten discurrir los requisitos pro-
piamente normativos, en la medida que para que haya responsabilidad
por un cierto daño, este tiene que ser objetivamente imputable a la ac-
ción u omisión.
b) A su vez, al tratar de los efectos generales de las obligaciones, el
artículo 1558 dispone que el deudor sólo responde de los perjuicios que
son una consecuencia inmediata y directa de no haberse cumplido una obli-
gación. Aunque la norma está formulada desde la perspectiva del derecho
de los contratos, se ha entendido que el principio que ella expresa se
aplica a materia extracontractual, porque en uno y en otro caso el daño
375
§ 28. ELEMENTO NATURAL: EL HECHO DEL DEMANDADO COMO CONDICIÓN NECESARIA DEL DAÑO
8 Alessandri 1943 234, con referencia crítica a un antiguo fallo que estimó que en sede
extracontractual se responde incluso del daño indirecto, con fundamento en una lectura literal
del artículo 2329, que, en un contexto diferente al de la causalidad, expresa que “todo daño
que pueda ser imputado a malicia o negligencia de otra persona debe ser reparado por ésta”.
9 Alessandri 1943 241, Ducci 1936 210, Abeliuk 1993 209, P. Rodríguez 1999 371, Co-
7.11.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 288; Corte de Santiago, 14.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª,
58; CS, 2.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª; CS, 25.4.2000, GJ 238, 105; Corte de Talca, 3.6.2000,
confirmada por la CS [cas. fondo], 19.12.2000, GJ 246, 122; Corte de Santiago, 21.6.2000,
confirmada por la CS [cas. fondo], 30.11.2000, GJ 245, 39; Corte de Concepción, 7.8.2000,
confirmada por la CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132; Corte de Concepción,
28.11.2001, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 4.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 77;
Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81; Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276, 176; CS,
27.11.2003, GJ 281, 64.
376
CAUSALIDAD
11 Aplicando esta doctrina, se ha fallado que “si los daños se han podido producir aun
en ausencia del delito o cuasidelito civil, éste no ha sido el origen de aquéllos y, por el con-
trario, (…) existe relación de causalidad si los perjuicios requieren como antecedente ne-
cesario el hecho culpable cometido” (CS, 16.10.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 488); la
jurisprudencia es unánime en este sentido.
12 “Respecto de la relación causal entre el hecho negligente o culpable y los daños pro-
ducidos debe dejarse dicho que corresponde evaluarlos en forma independiente de acuer-
do a los diferentes partícipes, con el objeto de precisar la causa determinante o la que sin
su concurrencia no se hubiera producido el hecho que originó el daño. Sin embargo, quien
sufrió el daño puede dirigir su pretensión contra uno o todos los posibles responsables”
(Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81, también publicado en RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31).
13 El daño moral es de naturaleza análoga al daño psiquiátrico (shock nervioso). Las
sutilezas del derecho hacen que la diferencia entre ambos sea decisiva en algunos sistemas
jurídicos, que otorgan acción amplia por el daño a la salud y una mucho más restringida
para el mero sentimiento de dolor, pena o sufrimiento espiritual (como ocurre en Alema-
nia, Italia, Inglaterra y Estados Unidos). En Chile, como en general en los países románi-
cos, se reconoce una acción general por daño moral (supra Nº 192). En consecuencia, la
pregunta por el límite de la responsabilidad se plantea al tratar la extensión de los daños
consecuentes que debe indemnizar el autor del daño inicial (daño directo). El daño psi-
quiátrico y el daño moral que se siguen de modo reflejo para personas diferentes a la vícti-
ma inmediata son tratados al analizar este tipo de daño moral (supra § 25 b).
377
§ 28. ELEMENTO NATURAL: EL HECHO DEL DEMANDADO COMO CONDICIÓN NECESARIA DEL DAÑO
378
CAUSALIDAD
379
§ 28. ELEMENTO NATURAL: EL HECHO DEL DEMANDADO COMO CONDICIÓN NECESARIA DEL DAÑO
380
CAUSALIDAD
por negligencia médica que atiende al cambio en las probabilidades de sanarse del enfer-
mo. En un caso de error médico en que las probabilidades de supervivencia bajan de un
40% a un 10% no es correcto simplemente restar una cifra de la otra (esto es, reconocien-
do a la víctima el 30% del daño total), porque así no se mide precisamente el cambio de
probabilidades de recuperación. El efecto preciso de la negligencia (bajo el supuesto de que
están correctamente determinados los porcentajes de supervivencia con culpa y con dili-
gencia) surge de i) restar al porcentaje de posibilidades de muerte que tenía el paciente
atendida la negligencia (pmn), el porcentaje de posibilidades de muerte que habría tenido
gracias un tratamiento diligente (pmd) y ii) dividir el resultado de esa resta por el porcen-
taje de posibilidades de morir que tuvo atendida la negligencia (pmn) [(pmn-pmd):pmn].
En este caso el riesgo de muerte por el cual tendría que responder quien actuó con negli-
gencia sería un tercio (33,3%) del daño efectivo provocado por la muerte del paciente, en
vez de un 30%.
26 En los derechos del common law la discusión doctrinaria es aguda, en particular des-
381
§ 28. ELEMENTO NATURAL: EL HECHO DEL DEMANDADO COMO CONDICIÓN NECESARIA DEL DAÑO
tor de probabilidad que lleva la oportunidad perdida (Viney/Jourdain 1998 74); en el de-
recho alemán se tiende a exigir una suficiente probabilidad como requisito para un esque-
ma binario de decisión, donde no cabe más alternativa que optar entre dar por establecida
o no la relación (Deutsch/Ahrens 2002 21, Kötz 1991 56).
uno entre dos o más candidatos a autores de un daño es el responsable, pero no se puede
determinar a quién atribuirlo en concreto. A este grupo pertenecen los casos de los artícu-
los 2323 y 2328; contemporáneamente es también el caso de drogas que son fabricadas por
varios laboratorios y en cuyo proceso de investigación se ha incurrido en negligencia. Des-
de un punto de vista lógico, estos casos plantean una pregunta de causa necesaria, porque
ni siquiera surgiría si se pudiera acreditar quién provocó el daño. Sin embargo, por razo-
nes prácticas, será tratada al analizar las diversas hipótesis de pluralidad de responsables
(infra Nº 277).
28 Excepcionalmente, el lucro cesante mira hacia atrás cuando se trata de ingresos que
debieron percibirse entre el hecho del demandado y la fecha de la sentencia que declara la
responsabilidad.
29 Con todo, a pesar de estas diferencias, ambos institutos presentan analogías, porque
la pregunta común se refiere a la causalidad hipotética (supra Nº 154). Por razones prácti-
cas se han tratado las cuestiones de causalidad que envuelve el lucro cesante en el capítulo
de daño (supra Nº 155).
382
CAUSALIDAD
30 Alessandri 1943 242, Abeliuk 1993 209, P. Rodríguez 1999 374; distinguiendo las dis-
tintas preguntas que las ‘teorías’ pretenden responder, Corral 2003 191. Una crítica aguda
a la confusión de las preguntas de causalidad natural y de imputación objetiva en Panta-
león 1990 1561.
31 Una discusión lógica de las debilidades de la doctrina de la equivalencia de las con-
383
§ 29. IMPUTACIÓN DEL DAÑO ATENDIENDO AL FIN DE LA NORMA
384
CAUSALIDAD
glamentaria tanto del autor como de la víctima, ha sostenido que “la norma que prohíbe
circular a una velocidad excesiva, no tiene por objeto evitar que el conductor se encuentre
en el lugar del accidente cuando éste sucede, sino impedir otras consecuencias, como la
pérdida de control de su vehículo, o la imposibilidad de detenerse frente a obstáculos pre-
visibles o, en su caso, de evitarlos o de efectuar maniobras necesarias para la seguridad de
la marcha, etc. (…) A la inversa, la norma que prohíbe irrespetar el derecho preferente de
circulación de otro vehículo, obstruyéndole inesperadamente el paso, sí tiene por objeto
evitar que el autor se encuentre donde no debía encontrarse cuando se produce la coli-
sión, ya que lo que tal prohibición pretende es precisamente que quienes circulan por la
vía con paso preferente la encuentren despejada de obstáculos de esta clase” (CS, 22.4.1998,
F. del M. 473, 342, publicada también en GJ 214, 115); el fallo aludió al fundamento legal
del artículo 171 de la Ley del tránsito.
35 Weinrib 1995 158.
36 Calabresi 1975 85.
37 Un análisis dogmático penetrante en Hart/Honoré 1985 476. La doctrina del fin de
la norma como límite a la imputación del daño al hecho culpable parece haberse generali-
zado en el derecho comparado: para España, Pantaleón 1990 1580; para Francia, Viney/
Jourdain 1998 175; para Alemania, Larenz 1987 443; en el common law se acostumbra tratar
la materia desde el punto de vista de la previsibilidad, pero también se hace referencia a
los intereses particulares y a los riesgos que cautela la norma (Cane/Atiyah 1999 104, Fle-
ming 1985 101, para el Reino Unido; Prosser/Keeton et al. 1984 289, Epstein 1999 153, para
los Estados Unidos). En Chile, Corral 2003 194 argumenta que el principio neminem laedere
consagraría un ámbito global de protección; al mismo tiempo, sin embargo, estima que tra-
tándose de ilícitos típicos la finalidad de la norma podría incidir en el juicio de responsabi-
lidad, lo que conduce necesariamente a limitar el ámbito de protección.
385
§ 29. IMPUTACIÓN DEL DAÑO ATENDIENDO AL FIN DE LA NORMA
38 Kötz 1991 60 (con referencia a una sentencia del Tribunal Supremo alemán).
39 Prosser/Keeton et al. 1984 286.
386
CAUSALIDAD
40 Argumento del célebre juez B. Cardozo en Palsgraf v. Long Island Railroad Co., 1928,
248 NY 339, 162 NE 99, citado por Prosser/Keeton et al. 1984 284.
41 Abraham 2002 128.
42 Tribunal Supremo español (1946), citado por Pantaleón 1990 1581. Por lo mismo,
la infracción a la regla que prohíbe estacionarse frente a un grifo de agua no puede ser
invocada en el juicio que tiene por antecedente el accidente provocado por un tercer con-
ductor que maneja con negligencia y en el cual el auto estacionado desempeña un rol
puramente pasivo; la infracción no aumenta el riesgo, en la medida que si no hubiese
habido grifo el accidente de igual modo se habría producido (Abraham 2002 120).
387
§ 29. IMPUTACIÓN DEL DAÑO ATENDIENDO AL FIN DE LA NORMA
que ese preciso riesgo no estaba cubierto por la norma que establecía
el deber de conducta.43
43 Gorris v. Scott (1874), LR 9 Ex. 125, citado por Fleming 1985 101. En la jurispruden-
cia nacional se ha resuelto un caso de un tren que, transitando de noche sin llevar encen-
dida la luz delantera de la locomotora y sin dar pitazo para anunciar su paso, ambas
circunstancias exigidas por el reglamento, embistió a un vehículo que pasaba por un cruce.
En relación con la falta de luz, la sentencia señaló que la exigencia reglamentaria tenía la
finalidad de advertir al maquinista de los obstáculos en la vía, y no prevenir a los automovi-
listas sobre el paso del tren. Por esta razón, se estimó que el accidente no podía imputarse
a esta infracción, no obstante lo cual, se tuvo por responsable al maquinista por la segunda
infracción (Corte de Talca, 17.9.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª, 247).
44 En el caso del permiso para manejar, por ejemplo, puede asumirse que el objetivo
de la norma es evitar que manejen menores o personas con antecedentes conductuales que
hacen presumir su peligrosidad, con prescindencia del comportamiento efectivo que ob-
serven, pero, aun así, no hay razón de principio para excluir la posibilidad de que se prue-
be diligencia (en la medida que la culpa infraccional sea construida como una presunción
de culpabilidad). En Estados Unidos la tendencia es a calificar la conducta de acuerdo con
la diligencia empleada, cualquiera sea la regulación administrativa sobre permisos para con-
ducir (Epstein 1999 153).
45 Di Caprio v. New York Central Railroad, 1921, 231 NY 94, 131 NE 746, citado por Abra-
ham 2002 121; el caso muestra que la limitación de la responsabilidad atendiendo al fin de
la norma debe restringirse a casos en que este último es inequívoco.
46 Con razón es criticable una sentencia del Tribunal Supremo español que no dio lu-
388
CAUSALIDAD
252. La conexión de ilicitud como criterio para distinguir cuáles daños son
objeto de la indemnización. La imputación conforme al fin de la norma
permite al juez distinguir cuáles daños deben ser indemnizados, porque
sólo los daños que se derivan del ilícito deben ser reparados.
En su sentido más elemental, la conexión de ilicitud exige que del
ilícito se siga precisamente el perjuicio. Así, si un director de una sociedad
anónima omite dar cuenta de un conflicto de interés y el directorio adop-
ta un acuerdo con infracción formal a las normas del artículo 44 de la Ley
de sociedades anónimas, queda por ese hecho configurado un ilícito, pero
la indemnización sólo procederá si de la negligencia se ha seguido perjui-
cio para la sociedad (infra Nº 624).
Un caso referido a los daños producidos por una inundación del río
Golgol es ilustrativo a este respecto. Una empresa contratista había remo-
vido ripio, con la debida autorización, pero sin adoptar las prevenciones
necesarias; el tribunal estimó que el daño sufrido por un predio riberano,
que a consecuencia de esa negligencia quedó expuesto a la crecida violen-
ta de las aguas, debía ser indemnizado por el contratista; pero, por el
contrario, se estimó que el gasto en reposición y estabilización de las ribe-
ras socavadas no era resultado de aquella negligencia, sino correspondía a
un costo ordinario que no se debía al hecho ilícito del demandado.50
47 Así, la Corte de Concepción ha señalado que no procede acoger la acción por da-
389
§ 29. IMPUTACIÓN DEL DAÑO ATENDIENDO AL FIN DE LA NORMA
390
CAUSALIDAD
a causa de un clavo
la herradura se perdió,
a causa de la herradura
el caballo se perdió,
a causa del caballo
el jinete se perdió,
a causa del jinete
el mensaje se perdió,
a causa del mensaje
la batalla se perdió,
a causa de la batalla
la guerra se perdió,
a causa de la guerra
el reino se perdió,
sólo por un clavo,
es todo esto lo que pasó
MOTHER GOOSE
391
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
siguiendo al Código francés y éste a Pothier 1761 (capítulo II), se denomina genéricamen-
te ‘Del efecto de las obligaciones’.
59 En este sentido se han pronunciado la doctrina y jurisprudencia francesas sobre la
base de normas análogas a las de nuestro Código; así, Carbonnier 2000 301 y 392 (invocan-
do el buen juicio y la equidad); Mazeaud/Chabas 1998 661 (asumiendo, como en esta obra,
la aplicación general del artículo 1151, equivalente a nuestro 1558, a todo tipo de respon-
sabilidad); Flour/Aubert 2003 125 y 172 (sobre la base de una exigencia ‘lógica’ vinculada
a la idea de causalidad); en igual sentido, Viney/Jourdain 1998 177.
60 Al respecto, la Corte Suprema, siguiendo a Alessandri 1943 233, ha afirmado que “si
bien es verdad que el daño indirecto, es decir, el que no deriva necesaria y forzosamente
del hecho ilícito, no es indemnizable jamás, ello no ocurre por aplicación del artículo 1558
que se invoca como infringido, y que únicamente rige en materia contractual. La razón es
diversa y consiste en que entre ese daño y el hecho ilícito no hay relación de causalidad sin
la cual ese hecho no puede engendrar para su autor responsabilidad delictual o cuasidelic-
tual civil” (CS, 14.4.1953, RDJ, t. L, sec. 4ª, 40).
61 En general, sobre los riesgos de la confusión, Pantaleón 1990 1561. Un caso ilustrativo de
392
CAUSALIDAD
lo, estalló un pequeño cajón que contenía dinamita, a cuya consecuencia resultó muerto el con-
ductor; el caso fue resuelto a favor del demandante, sin referencia alguna a si el daño era directo
(CS, 14.3.1933 y 16.12.1933, RDJ, t. XXXI, sec. 1ª, 144). En opinión doctrinaria, el fallo demostra-
ría que la jurisprudencia nacional acoge la ‘teoría de la equivalencia de las condiciones’, pues en
él se declaró responsable a la empresa de ferrocarriles, no obstante haber concurrido en la pro-
ducción del daño otras causas, además del hecho culpable del maquinista (Alessandri 1943 244).
Ocurre, sin embargo, que el razonamiento esconde el aspecto normativo de la causalidad: entre
el exceso de velocidad y el estallido del paquete debe haber una relación directa, que se da implíci-
tamente por establecida, sin incluir el fallo consideración alguna que justifique esa calificación.
62 Una lúcida mirada ‘externa’ a nuestro sistema jurídico y a la artificialidad del requi-
daño al hecho del demandado es en especial relevante respecto de los daños consecuenciales
(por lo que aquí se ha optado por tratarla a propósito del daño directo), en teoría también
puede plantearse respecto del daño inicial. En efecto, una consecuencia por completo anormal
puede no ser objetivamente imputable al acto del demandado. En la responsabilidad por cul-
pa, sin embargo, ese juicio se realiza al juzgar si se ha actuado con negligencia, pues la culpa
supone previsibilidad de la consecuencia dañosa inmediata (supra Nº 48). Por eso, así plantea-
da, la pregunta sólo parece relevante desde un punto de vista lógico en el caso de la responsabi-
lidad estricta, que, por definición, sólo cubre un preciso ámbito de riesgo (infra Nº 260).
393
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
penal. Sin embargo, la responsabilidad penal está sujeta, en general, a requisitos más es-
trictos que la responsabilidad civil. Lo que en el derecho penal exige una precisión dogmá-
tica, para saber cuándo el autor debe ser castigado por el resultado de muerte que se sigue
de un acto que provocó lesiones, deviene en el derecho civil en un juicio abierto acerca de
los límites que la relación causal impone a la obligación indemnizatoria, cuando se trata de
daños consecuenciales, en que tras el hecho ilícito han intervenido otras causas. Por eso,
conviene ser cauteloso en la aplicación de teorías dogmáticas penales sobre la causalidad
en materia civil. Con todo, en la medida que las preguntas presentan analogías, existe una
influencia recíproca entre la dogmática civil y penal en la materia.
65 Calabresi 1975 12.
66 Véase el interesante fallo de la Corte de Santiago, 27.12.1993, GJ 162, 58.
67 Carbonnier 2000 396; en el mismo sentido, Fleming 1985 116, Kötz 1991 66, Lacruz
et al. 1995 486. Para Prosser/Keeton et al. 1984 287, el verdadero problema de la imputa-
ción objetiva es de políticas públicas, de modo que los argumentos acerca de la proximi-
dad de la causa (daño directo) se ven influidos por consideraciones relativas a quiénes deben
cargar con los costos de los accidentes, en lo cual influye si éstos pueden ser cargados a
aseguradores, empresas de servicio público o al precio de los productos; críticos a este en-
foque que desnaturaliza el punto de vista del derecho privado, Cane/Atiyah 1999 103.
394
CAUSALIDAD
68 Epstein 1999 258, con referencia a The Elements of the Common Laws of England, vol. I
sostiene que el concepto de causa próxima más bien ha oscurecido el tema de la causalidad,
en especial cuando intervienen causas concurrentes (Prosser/Keeton et al. 1984 263, en es-
pecial 279). Sobre el simplismo de la idea de proximidad, Carbonnier 2000 395.
70 En el common law el concepto de daño directo se asocia a una doctrina expansiva de
la causa próxima, que hace responsable al autor del hecho por todas las consecuencias que
se siguen en secuencia ininterrumpida, en oposición a la concepción más limitativa de la
causa próxima, que restringe la responsabilidad sólo a las consecuencias previsibles (Fle-
ming 1985 115, Corral 2004 149).
71 Jones 2002 267.
72 Su formulación original pertenece al fisiólogo Von Kries, quien la desarrolló tenien-
do en vista los tipos penales calificados por el resultado. En el derecho civil fue incorpora-
da a comienzos del siglo XX, bajo la influencia de Rümelin y Träger, pero su formulación
más influyente se debe a la obra de juventud de Larenz (Hegels Zurechnungslehre und der Be-
griff der objektiven Zurechnung, 1927). La doctrina ha ejercido influencia conceptual en Espa-
ña (Reglero en Reglero 2002 a 294), en Italia (Trabucchi 1993 188) y, menos reconocida-
mente, en Francia (Carbonnier 2000 396, Viney/Jourdain 1998 173).
395
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
la Corte de Casación francesa (1993), en el caso de una víctima que contrae una enferme-
dad con posterioridad a una transfusión (Chabas 2000 b Nº 80).
78 Corte de Casación francesa (1983), citado por Chabas 2000 b Nº 80, quien, sin em-
bargo, al igual que en el caso anterior, asume indiferenciadamente las preguntas por la causa
necesaria y el criterio de limitación de la responsabilidad, estimando que resulta suficiente
el criterio de la equivalencia de las condiciones.
396
CAUSALIDAD
judicialmente valorada en CS, 28.6.2000, GJ 240, 112, publicado también en F. del M. 499,
1358, donde se usa este criterio para excluir la relación causal en un caso de negligencia
médica.
82 Tribunal Supremo alemán (1963), citado por Buchner/Roth 1984 13. Por el contra-
rio, cuando la inyección ha sido aplicada a consecuencia de la herida, el autor del primer
daño responde de los daños consecuentes, aunque la probabilidad de que éstos se produz-
can sea inferior al uno por mil, en la medida que ‘no se producen en una secuencia ex-
traordinaria respecto del daño inicial’ (Palandt/Heinrichs § 249 60).
397
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
83 Así se muestra, por ejemplo, con el robo de un auto atribuible a negligencia de su due-
ño, a cuya consecuencia se sigue un accidente provocado por el ladrón: mientras en el derecho
francés éste es precisamente un caso en que se ha declarado que no existe causalidad adecuada
entre la negligencia y el accidente (Carbonnier 2000 397), en los Estados Unidos se estima que
la relación entre ambos hechos es suficientemente próxima (Abraham 2002 124).
84 Si se adoptara consistentemente el principio de la culpa, también las consecuencias
dañosas debieran juzgarse a la luz de la previsibilidad. Sin embargo, la tendencia del dere-
cho comparado es a separar las cuestiones de culpa y causalidad (imputación objetiva), in-
cluso en el common law, donde los efectos consecuentes también son atribuidos sobre la base
de un criterio de previsibilidad. Es cierto que la doctrina de la causa adecuada esconde una
idea de previsibilidad, pero ella se hace irreconocible en el estado actual de la jurispruden-
cia comparada, como se infiere del análisis que se realiza en esta sección. Es cierto que des-
de el punto de vista económico se puede afirmar la conveniencia de que la previsibilidad
sea elemento de la imputación objetiva de las consecuencias (causa próxima en el derecho
del common law), porque “si la negligencia consiste en no tomar las precauciones contra el
tipo de accidente cuyo costo, descontado por la frecuencia en que ocurre, excede el costo
de las precauciones, hace sentido no exigir precauciones contra accidentes que ocurren tan
raramente que el beneficio de la prevención de ese accidente es cercano a cero” (Posner
1972 24). En un análisis más complejo, sin embargo, esta asimetría entre la previsibilidad
como elemento de la negligencia y de la imputación de los daños al hecho culpable puede
ser explicada por los costos que significaría la información precisa acerca de todos los ries-
gos consecuentes involucrados (Posner 1992 178). Todo indica que esta relación potencial
entre el hecho y el daño consecuente se logra más apropiadamente bajo la idea de riesgo
(infra Nº 259) que bajo la invocación de la idea de previsibilidad (no sólo en materia de
culpa, sino también de causalidad).
398
CAUSALIDAD
85 Fleming 1985 119; a ello se agrega que si sólo se responde de los daños previsibles,
399
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
lidad del conductor del primer vehículo, se estimó suficiente el hecho de que éste hubiese
llegado al cruce a una velocidad imprudente, por cuanto “eliminando mentalmente su ac-
tuar negligente y suponiéndolo diligente y cuidadoso, no se habrían producido la colisión
ni la secuela de consecuencias hasta llegar al resultado que se sanciona”. El mismo razona-
miento se siguió respecto del actuar imprudente de la víctima, señalando que ésta puso una
condición del resultado, sin llegar a excluir la condición puesta por el reo. El evidente pro-
blema de imputación objetiva en este caso, así como la insuficiencia de la teoría de la equi-
valencia de las condiciones para resolverlo, queda de manifiesto en el voto de minoría, que
estuvo por rechazar la demanda civil estimando que si bien el demandado “puso una condi-
ción física del resultado fatal, no puede considerársela causa de éste por no ser una condi-
ción adecuada para producir normalmente ese evento”. La mayoría de la sala parece haber
discurrido sobre la base de que el demandado asumió per se un riesgo que podía materiali-
zarse en el curso ordinario de los acontecimientos al manejar por la noche a velocidad su-
perior a la autorizada, porque “es posible prever un accidente del tránsito en un cruce de
calles en horas de la madrugada, si no se maneja con sumo cuidado, ya que es de ordinaria
frecuencia que a esa hora no siempre se observen las normas del tránsito por los conducto-
res” (CS, 12.8.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 120).
cedente a este libro, sostuve que la previsibilidad del daño se extendía a la sede extracon-
tractual; he revisado esta idea a la luz de los casos en que la previsibilidad establece un límite
demasiado estrecho a la responsabilidad y, sobre todo, atendiendo a la diferencia normati-
va que existe entre las preguntas por la culpa y la imputación objetiva de los daños conse-
cuentes. En contrario, véanse R. Domínguez Á. 2000 14 y Corral 2003 192.
93 Larenz 1987 439.
400
CAUSALIDAD
94
Puede entenderse que ese observador dispone de la información que tiene una per-
sona informada (como propone Larenz 1987 436), pero también puede asumirse la perspec-
tiva de un observador óptimo, como ha tendido a aceptar la jurisprudencia alemana, siguiendo
más de cerca los orígenes probabilísticos de la doctrina.
95
Un ejemplo del derecho inglés permite ilustrar esta valoración. La víctima de un acci-
dente muere mientras es transportada al hospital a consecuencia de la caída de un árbol sobre
el vehículo que la transportaba (Hogan v. Bentinck Collieries, 1949). Podría decirse que el riesgo
no es en absoluto anormal, atendida la edad del árbol, la calidad del terreno, el viento impe-
rante en la zona y la caída de otros árboles semejantes en circunstancias análogas, de modo que
el observador externo podría estimar que el hecho inicial está en una relación de causa adecua-
da con el daño consecuencial. Ello ignora, sin embargo, que una pregunta esencial al momen-
to de determinar la imputación del daño es el limitado conocimiento que tenemos acerca de
las secuencias causales (Hart/Honoré 1985 165). La valoración consiste en discriminar aquello
que puede ser tenido por ordinario y extraordinario, atendido ese supuesto.
96
Kötz/Wagner 2006 84.
97
En la jurisprudencia nacional se conoce un caso penal en que circunstancias apa-
rentemente extrañas a la acción fueron determinantes en la producción del daño. Un suje-
to, después de haber hecho un disparo al aire con una pistola en el interior de un
restaurante, fue abrazado por uno de sus contertulios, cayendo ambos al suelo por habér-
seles enredado sus espuelas. En tales circunstancias, al primero se le escapó un tiro que
hirió en la cabeza a quien con su abrazo había ocasionado la caída. A pesar de que uno de
los considerandos del fallo señala que el hecho de haber disparado el arma y mantenerla
401
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
en la mano fue imprudente, la sentencia estimó que el daño no fue previsible para el agen-
te, por lo que finalmente desestimó la culpabilidad (CS, 24.10.1963, t. LX, sec. 4ª, 459). Sin
embargo, apareciendo claramente la imprudencia del hecho inicial, la cuestión pudo plan-
tearse como un problema de imputación objetiva del daño en la medida que éste quedaba
comprendido dentro de la esfera de riesgo creado por quien inopinadamente comenzó a
disparar. Asimismo pueden verse otros casos en que se aplica la doctrina del riesgo incre-
mental en CS, 22.4.1998, F. del M. 473, 342, publicado también en GJ 214, 115; CS,
11.11.1998, F. del M. 480, 2356; CS, 12.4.1999, GJ 226, 131, publicado también en F. del M.
485, 498; y CS, 12.11.2003, GJ 281, 155.
bién criterios histórico-normativos, dados por actividades que son socialmente reconocidas
como riesgos permitidos que cada cual asume por sí.
402
CAUSALIDAD
102 Hines v. Garret, 108 SE 690 (Virginia, 1921) y Central of Georgia Railway v. Price, 32 SE
77 (Georgia, 1898), respectivamente, ambos citados por Epstein 1999 260.
103 Weinrib 1995 166.
104 Shavell 1980 113.
403
§ 30. DAÑO DIRECTO: IMPUTACIÓN NORMATIVA DE LOS DAÑOS CONSECUENTES AL HECHO…
105 La dificultad del dilema ha llevado a algún autor, en general perceptivo, a la con-
tradicción de sostener, por un lado, que el dolo se considera causa de las consecuencias
dañosas por alejadas que estén y, por otro, que los efectos del dolo y la culpa son idénticos
a efectos de la imputación de las consecuencias (Lacruz et al. 1995 489 y 502).
106 Fleming 1985 128, Lange 1990 99.
404
CAUSALIDAD
405
§ 31. ALGUNOS PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN DE DAÑOS CUANDO CONCURREN VARIAS CAUSAS
pable por condición necesaria (aunque sea una entre otras) para que haya
lugar a la responsabilidad (supra § 28), salvo que no pueda ser normativa-
mente imputado a este último, sea porque no hay una conexión de ilici-
tud entre ese daño y el fin de la norma (supra § 29), sea porque se trata de
un daño indirecto (supra § 30).
Aquí son analizadas algunas cuestiones concretas relativas a la imputa-
ción objetiva del daño al hecho del demandado en casos de concurrencia de
varias causas. No se analizan los casos de intervención causal de varias cul-
pas, que serán desarrollados por separado (infra §§ 33 y 34).
406
CAUSALIDAD
112 En materia civil hay algunos casos ocurridos en tiempos de guerra: una casa es demoli-
da por orden administrativa y luego el poblado es devastado en un bombardeo (Buchner/Roth
1984 158); una instalación industrial es destruida para evitar que caiga en poder del enemigo,
pero llega a ser evidente que eso efectivamente habría ocurrido y luego de igual modo habría
sido destruida (Cane/Atiyah 1999 96). En el derecho alemán se cita el caso de un trabajador
que es injustificadamente expulsado de su trabajo por el comisario nazi de la empresa, con quien
había entrado en conflicto; sin embargo, también habría perdido el trabajo pocos meses des-
pués a consecuencia del proceso de desnazificación (Deutsch/Ahrens 2002 36).
113 Epstein 1999 145.
114 Deutsch/Ahrens 2002 37, Pantaleón 1990 1578, 1588; la jurisprudencia extranjera
tiende a seguir un enfoque caso a caso en la materia (Pantaleón 1990 1576, MünchKom/
Grunssky § 249 89).
407
§ 31. ALGUNOS PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN DE DAÑOS CUANDO CONCURREN VARIAS CAUSAS
de la destrucción del cuerpo cierto que se debe por caso fortuito ocurrido
durante la mora del deudor, en cuyo caso el deudor no queda excusado
por la pérdida de la cosa debida, a menos que demuestre que ésta se
habría destruido también en poder del acreedor (artículo 1672 II). El prin-
cipio que se puede inferir de esa norma es que si a la culpa se agrega otra
causa, ésta resulta por lo general irrelevante a efectos de excluir la respon-
sabilidad, a menos que esta segunda causa hubiera provocado el mismo
daño aunque el demandado no hubiese incurrido en la culpa.
115 Mazeaud/Chabas 1998 659, Reglero en Reglero 2002 a 303, Larenz 1987 437, Abra-
ham 2002 129. Siguiendo la doctrina francesa ya establecida en la primera mitad del siglo
XX, en igual sentido Alessandri 1943 246. En materia de responsabilidad estricta se sigue
en el derecho norteamericano la regla inversa, de modo que, por ejemplo, si una empresa
eléctrica está sujeta a responsabilidad estricta se entiende que no responde por los efectos
que la transmisión de electricidad produce en un sistema de comunicaciones, a menos que
haya actuado con negligencia (Restatement/Torts II 524 A, comentario a). La regla es se-
mejante si se atiende al fin de la norma, porque la imputación de los daños en ese tipo de
responsabilidad atiende al ámbito preciso del riesgo que se pretende prevenir (supra Nº 249).
408
CAUSALIDAD
nes jurídicos reticentes a la reparación del daño moral, como Alemania (BGB, § 253 II, Me-
dicus 2002 310) y el common law (Jones 2002 690, Epstein 1999 273).
120 Alessandri 1943 228; asimismo la jurisprudencia es uniforme en este sentido: CS,
3.7.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 1ª, 252; CS, 23.8.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 4ª, 186; Corte de
Santiago, 9.8.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 229. Sobre la autonomía de la jerarquización penal
de las lesiones respecto de su indemnización en sede civil CS, 17.10.1933 y 7.5.1935, RDJ,
t. XXXII, sec. 1ª, 347. Véase también supra Nº 204.
409
§ 31. ALGUNOS PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN DE DAÑOS CUANDO CONCURREN VARIAS CAUSAS
121 Epstein 1999 276, Jones 2002 167. La Law Commission inglesa ha propuesto, sin em-
bargo, ampliar la responsabilidad por daños psiquiátricos sufridos por las víctimas secunda-
rias de shocks nerviosos, sobre la base de una presunción de daño respecto de personas cercanas
a las fallecidas o dañadas, respondiéndose por el daño probado respecto de las demás (Law
Commission Nº 249, Liability for Psychiatric Illness, 1998, citado por Cane/Atiyah 1999 73).
122 Veloso 2004 260.
410
CAUSALIDAD
411
§ 31. ALGUNOS PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN DE DAÑOS CUANDO CONCURREN VARIAS CAUSAS
124 Véase CS, 21.10.2002, F. del M. 503, 3182, donde un trabajador salió del lugar de
las obras en su motocicleta a asistir a un camión de una empresa proveedora que sufrió un
desperfecto mecánico siendo embestido en el trayecto por otro vehículo.
125 Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991 1985.
126 Hart/Honoré 1985 136.
127 Así, si un banco entrega negligentemente talonarios de cheques a un tercero, cuya
firma no coincide con la del titular de la cuenta corriente, permitiendo que éste gire che-
ques que luego son protestados, no es admisible la excusa de que la intervención de ese
tercero ‘interrumpe’ la responsabilidad del banco (CS, 20.10.1994, rol Nº 18.647, trascrito
por Baraona 2003 a 373). Atendiendo al fin de la norma, véase Corte de Santiago, 1.9.2003,
confirmado por la CS [cas. fondo], 13.11.2003, GJ 281, 104.
412
CAUSALIDAD
dri 1943 93, en Corte de Concepción, 20.5.2002, confirmado por la CS [cas. forma y fon-
do], 9.12.2002, GJ 270, 160.
133 Así, no puede haber temeridad del perito y abogado que llegan en helicóptero a
un predio a realizar una gestión decretada judicialmente, con posterioridad a la cual son
agredidos por los propietarios (CS, 10.1.2002, GJ 259, 114).
413
§ 31. ALGUNOS PROBLEMAS DE IMPUTACIÓN DE DAÑOS CUANDO CONCURREN VARIAS CAUSAS
134 Mazeaud/Chabas 1998 669. En Chile, en el caso de un transeúnte que resultó muerto
luego de que fuera golpeado en la cabeza por un trozo de mampostería que se desprendió
y cayó desde lo alto de un edificio, se sostuvo que “tratándose de un país como Chile, en
que son frecuentes los movimientos terrestres, no se puede decir que los temblores de me-
diana intensidad sean un imprevisto que no sea posible resistir y que constituya fuerza ma-
yor o caso fortuito. En consecuencia, la construcción y el cuidado de los edificios debe llegar
hasta tomar todas las medidas que la prudencia aconseja para evitar daños a terceros con el
deterioro de ellos” (Corte de Santiago, 10.9.1940, confirmada por la CS [cas. fondo],
26.8.1941, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª, 203).
135 Se ha fallado que el conductor no es responsable del accidente provocado por la
414
CAUSALIDAD
138 Con todo, queda abierta la pregunta acerca de si la solución debe ser de ‘todo o nada’,
esto es, si la intervención de la causa extraña sólo puede tener por efecto excluir la imputa-
ción de responsabilidad, o bien resultar por completo irrelevante. No se suscitan problemas
respecto de los daños consecuentes, en cuyo caso los criterios de imputación del daño (ade-
cuación y riesgo) parecen suficientes para discriminar los daños que son atribuibles a la cul-
pa y cuáles no. Pero también puede ocurrir que la concurrencia de culpa y caso fortuito sean
determinantes en la producción del primer daño, de modo que no parezca justo atribuir el
total de los daños al hecho culpable o al revés. La jurisprudencia francesa optó en un mo-
mento por seguir analógicamente el criterio de concurrencia de las culpas, atribuyendo una
parte de los daños a la culpa y otra al caso fortuito. Más allá de la primera intuición, esa solu-
ción debe mirarse con escepticismo, porque, como se ha visto, lo que importa en el juicio de
responsabilidad civil es si la negligencia fue significativamente determinante en el resultado,
sin consideración de la intervención de otras causas. Por eso, con razón, esa jurisprudencia
ha sido luego revisada (Carbonnier 2000 399, Mazeaud/Chabas 1998 669).
139 Supra nota a Nº 285 a.
140 La doctrina sostenida en este párrafo es similar a la que se sigue en el common law
con ayuda del criterio de causa subordinante, entendida ésta como la que interrumpe nor-
mativamente la relación entre la negligencia y sus consecuencias dañosas (sobre este insti-
tuto, Corral 2003 156).
415
§ 32. PRUEBA Y CALIFICACIÓN DE LA RELACIÓN CAUSAL
416
CAUSALIDAD
142 Así, la regla probatoria establecida por la Corte Suprema norteamericana en Kumho
Tire Co. v. Carmichael, 526 US 137 (1999), citado por Abraham 2002 102.
143 Fleming 1985 107, Prosser/Keeton et al. 1984 270, Flour/Aubert 2003 152, Kötz 1991
97, Laufs 1994 30, Pantaleón 1990 1983, Reglero en Reglero 2002 a 320.
144 Abraham 2002 102; en el derecho alemán se ha fallado que la grave negligencia
suele ser indicio de causalidad, dando lugar a una inversión del peso de la prueba (BGH,
27.4.2004, con comentario de C. Katzenmeier, en JZ 2004, 1030).
145 La regla es recogida en Restatement/Torts II 328 D (1) c; análoga en Restatement/
Torts III 3.
417
§ 32. PRUEBA Y CALIFICACIÓN DE LA RELACIÓN CAUSAL
146 Sobre el aumento de probabilidad como criterio prima facie de causalidad en el de-
norma del artículo 2329 “se anticipa a dar por establecida la concurrencia de los elementos
necesarios para imponer [la] responsabilidad cada vez que una persona sufra un daño que constitu-
ya la razonable consecuencia de haberse ejecutado un hecho o dejado de cumplir un deber y tal
acción u omisión es susceptible de perjudicar a terceros” (Corte de Valparaíso, 3.12.1948, con-
firmada por la CS [cas. fondo], 4.8.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 281; destacado del autor).
148 Es la solución del derecho francés (P. Jourdain, comentario a cass. 2001, RTDC 2001,
596).
149 Así, por ejemplo, Corte de Talca, 21.10.1998, confirmado por la CS [cas. fondo],
28.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec 4ª, 71; CS, 2.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 148, publicado tam-
bién en F. del M. 490, 1867; Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por la CS [cas.
forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38, publicada también en F. del M. 497, 370; Corte de
Copiapó, 6.8.1999, confirmado por la CS [cas. forma y fondo], 22.12.1999, GJ 234, 95, pu-
blicado también en F. del M. 493, 2822.
150 En este sentido, Corral 2003 206, quien incluso limita la presunción a la causali-
418
CAUSALIDAD
hecho, como quiera que se trata de establecer la relación lógica entre un hecho y su resul-
tado, que es otro hecho. Sólo cuando los jueces de fondo han omitido comprobar esa rela-
ción, caen bajo la censura del Tribunal de Casación”; el mismo fallo contiene, sin embargo,
un voto de minoría de dos ministros que expresan que la labor de establecer la responsabi-
lidad extracontractual “no es el resultado de la libre apreciación de los falladores, ni está
419
§ 33. PLURALIDAD DE RESPONSABLES
153 Alessandri 1943 248, Corral 2003 207; así parece entenderlo también CS, 29.12.1952,
RDJ, t. XLIX, sec. 4ª, 325; más recientemente se ha fallado que “la causalidad es una cues-
tión estrictamente de hecho en su primer aspecto –el naturalístico–, esto es, entendido como
condición necesaria de responsabilidad; pero la atribución normativa del daño al hecho
ilícito (daño directo) encierra elementos y aspectos de derecho y, como tal, susceptible de
ser revisado por la Corte Suprema mediante el presente recurso de casación en el fondo”
(CS, 26.1.2004, GJ 283, 121, también publicada en F. del M. 518, 3755); véase comentario a
este fallo de C. Pizarro en GJ 286, 25.
154 Esa es la posición adoptada por la jurisprudencia española (Baraona 2003 a 355) y
420
CAUSALIDAD
155 “Establecido que dos personas son culpables de imprudencia e infracción de regla-
mentos, ambas se constituyen en responsables, sin que la imprudencia de una pueda excu-
sar la imprudencia e infracción reglamentaria del otro” (CS, 24.7.1970, RDJ, t. LXVII, sec.
4ª, 265). Asimismo se ha dicho que “la relación causal, si bien compleja desde que se origi-
nó en acciones distintas, concurrió respecto de ambas, para generar un mismo daño, que
no se habría producido de faltar una de ellas” (CS, 3.4.2003, F. del M. 509, 387).
156 CS, 4.1.2000, F. del M. 494, 3148.
421
§ 33. PLURALIDAD DE RESPONSABLES
422
CAUSALIDAD
160 Véase CS, 3.4.2003, rol Nº 839-2002, comentado en Court 2004 91.
161 Zelaya 1997 39, con referencia jurisprudencial.
162 En el sentido de la coincidencia simultánea de culpas para configurar el hecho, en
423
§ 33. PLURALIDAD DE RESPONSABLES
dos por el total de los daños, sin perjuicio de que el límite del derecho del
demandante está dado por el monto de sus perjuicios.164
164 Véase CS, 3.4.2003, F. del M. 509, 387, que aunque hace aplicación del artículo 2317
reconoce que se trata de dos hechos distintos, no simultáneos, que originaron conjunta-
mente el daño. La Ley del tránsito establece expresamente la solidaridad en casos de con-
currencias de culpabilidades del conductor y del funcionario que le otorgó la licencia
(artículo 174 III), y del propietario o tenedor con el concesionario de un servicio de revi-
sión técnica que expide un certificado falso (artículo 174 IV).
165 Alessandri 1943 491; R. Domínguez Á. 2000 21 admiten que pueden haber inter-
pretaciones diferentes, agregando, con razón, que si se funda la acción en la causalidad equi-
valente debiera hacerse la distribución en cuotas viriles; agrega, sin embargo, que no hay
razón excluyente para que la jurisprudencia adopte esta posición.
166 La solución alternativa es que el demandado no tenga acción restitutoria en contra de
los obligados solidariamente o in solidum, bajo el supuesto de que las reglas de contribución a la
deuda sólo rigen en materia contractual según el artículo 1522. Como se expresa en el texto,
esta solución no resulta aceptable, porque produciría un empobrecimiento injusto de quien
soporta la obligación. Se ha argumentado en el sentido inverso por razones preventivas; desde
un punto de vista económico, se argumenta que la regla de contribución hace que los incenti-
vos resulten inferiores al nivel óptimo de cuidado, porque cada cual debiera considerar en sus
costos el total del daño a efectos de definir el gasto en prevención (Posner 1992 181); un inte-
resante enfoque jurídico y económico en la materia en Parisi/Frezza 1999 252.
424
CAUSALIDAD
con una aplicación analógica del artículo 1522. De acuerdo con este crite-
rio, los responsables contribuyen a la indemnización en proporción al gra-
do o intensidad de su culpa y de la participación causal en el daño
resultante.167 Incluso nada impide que alguno de los responsables deba
soportar el total de la reparación, en especial cuando concurre causalmen-
te en el daño la simple negligencia con un dolo subsiguiente.168 En casos
de coparticipación culpable resultan aplicables los criterios referidos res-
pecto a la acción del principal contra el tercero por cuyo acto responde
(infra Nº 289).
d) Desde un punto de vista técnico existe una diferencia entre la soli-
daridad y la obligación in solidum. En la primera, el responsable que paga
se subroga en la acción que tenía la víctima, con deducción de la parte que
debía soportar quien haya pagado. La segunda es una acción personal que
tiene su fundamento en el enriquecimiento sin causa de quienes son res-
ponsables y no han debido soportar la obligación indemnizatoria. Las dife-
rencias pueden ser significativas (en perjuicio de quien se subroga) en
materias de prescripción y de renuncia por la víctima de la acción contra
alguno de los responsables.169 No es justo, sin embargo, que quien está
obligado solidariamente quede en una situación más desfavorable, y no
pueda ejercer su acción personal de reembolso.
Por eso, debe entenderse que quien paga la indemnización a la que
está solidariamente obligado tiene tanto la acción personal de reembolso
(que surge de haber pagado una obligación que según la ley también per-
tenece a otro), como la acción subrogatoria (que es propia de la solidari-
dad). Por el contrario, cuando hay varios responsables por un mismo daño,
pero cuya responsabilidad deriva de hechos diferentes (como en la res-
ponsabilidad por el hecho ajeno y en los casos en que el daño se produce
a consecuencia de negligencias sucesivas), quien paga tiene una acción
personal de reembolso basada en el principio del enriquecimiento sin causa
(de quienes siendo en alguna proporción responsables no soportaron la
carga de indemnizar).
e) Un caso particular de concurrencia de diversos hechos ilícitos que
actúan como causas del daño ocurre cuando un tercero interviene ilícita-
mente en un contrato ajeno (infra § 65 b). Tanto dicho tercero como el
deudor que no cumple su obligación contractual cometen ilícitos, extra-
contractual y contractual, respectivamente; y ambos hechos generarán para
sus autores responsabilidad por el total del daño experimentado por la
2002 80).
169 Sin gozar, en contraste, con las ventajas de las preferencias y garantías que puede
tener el deudor contractual que se subroga en los derechos de su acreedor (artículos 1522
y 1612), en atención a que el crédito indemnizatorio es valista y, por su fuente, está despro-
visto de garantías convencionales.
425
§ 33. PLURALIDAD DE RESPONSABLES
otra parte del contrato. Con todo, las indemnizaciones no pueden ser acu-
muladas, porque de ello se seguiría un enriquecimiento injusto para la
víctima. La contribución a la obligación indemnizatoria debiera regirse
por los mismos principios desarrollados o referidos en este párrafo.
426
CAUSALIDAD
porque no existe una correlación exacta entre las ventas del producto y la probabilidad del
daño (Epstein 1999 228).
175 Abraham 2002 113.
176 Epstein 1999 230. Es ilustrativo de las dificultades que los ordenamientos doctrina-
427
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
a. Culpa de la víctima
donada en Estados Unidos a partir de los años 70 del siglo pasado (Abraham 2002 137).
180 La idea de una compensación de culpas fue introducida, al parecer, por Christian
Wolf, el iusnaturalista racionalista del siglo XVIII, en un texto que se refiere a la culpa de
quien entrega en depósito una cosa (citado por Zimmermann 1990 1048). Es probable que
ese sea el origen de la regla en el derecho chileno, porque Bello señala el Código prusiano
como fuente de la norma del Código chileno.
428
CAUSALIDAD
181 Un análisis dogmático del punto en Deutsch/Ahrens 2002 81; en una perspectiva éti-
co-jurídica, Simons en Owen 1995 476; un interesante desarrollo de esta idea a propósito de
la norma del artículo 669 II, en Atria 2004 24, comentado CS, 1.7.2003, rol Nº 4.487-2002.
182 En el derecho del common law, el estándar de cuidado atiende a lo que se puede
esperar de un niño, según su edad; sin embargo, la tendencia es a que la culpa de la vícti-
ma incapaz sea considerada a efectos del juicio de contributory negligence (Prosser/Keeton et
al. 1984 181, Markesinis/Deakin et al. 2003 172 y 749); en el derecho francés, la minoría de
edad es considerada al momento de fijar el estándar de cuidado, pero no puede ser usada
como excusa si el menor ha contribuido a su propio daño (Viney/Jourdain 1998 356).
183 El instituto de la culpa de la víctima se puede justificar sobre la base del principio
de igualdad (Esser/Schmidt 1977 220); asumiendo ese principio, la regla impide que el ter-
cero subsidie a la víctima reparándole la totalidad del daño, que ella contribuyó a crear
(Simons en Owen 1995 466). Por el contrario, Viney/Jourdain 1998 286 lo ven como un
mero resabio (arcaico) de justicia retributiva; me parece que esa calificación es insensible a
la lógica del derecho privado, como no es inusual en esa gran obra. La cuestión, con todo,
es relevante en un régimen de seguro obligatorio: en circunstancias que el seguro es un
sistema de distribución de riesgos, resulta opinable que la negligencia leve de la víctima le
deba privar de una indemnización completa; así, se ha propuesto que en caso de seguro
sólo quede comprendida la culpa grave como criterio de reducción de la indemnización
(Deutsch/Ahrens 2002 85). En un sistema de seguros forzosos, en definitiva, el instituto de
la culpa de la víctima hace que los únicos que terminan soportando personalmente los ries-
gos sean las víctimas (Cane/Atiyah 1999 46). Con todo, estas reflexiones pertenecen al de-
recho de seguros y a las políticas públicas que definen el alcance distributivo del seguro,
más que a la lógica interna del derecho de la responsabilidad civil (infra § 69).
184 Por lo mismo, no se puede pedir a la víctima más de lo que resulta exigible; así, el
médico que yerra en una operación de esterilización no tiene derecho a esperar que la mujer
se practique un aborto (aunque éste fuese legalmente aceptable).
429
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
dente al daño si se deja un vehículo mal estacionado con infracción a las ordenanzas del tránsi-
to (Corte de Santiago, 4.12.1969, RDJ, t. LXVI, sec. 4ª, 339); si se atraviesa un cruce de calles a
una velocidad superior a la autorizada (CS, 24.6.1980, RDJ, t. LXXVII, sec. 4ª, 95, publicada
también en F. del M. 259, 168); si se conduce bajo la influencia del alcohol, infringiendo la
Ordenanza General de Tránsito (CS, 28.4.1981, F. del M. 269, 113); si, como peatón, se cruza la
calle en un lugar no autorizado (CS, 12.1.1999, GJ 223, 120, publicada también en F. del M.
482, 3041); o con luz roja (Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276, 176); y si como peatón se
baja a la calzada descuidadamente (CS, 21.8.2003, GJ 278, 162; y CS, 10.12.2003, GJ 282, 155).
430
CAUSALIDAD
188 Así, por ejemplo, utilizando el criterio de la probabilidad del daño, se ha determi-
nando que hay culpa de la víctima “al hacer de noche su camino por una vía en repara-
ción, no pudiendo serle desconocidos los peligros que ahí existían para el tránsito público”
(Corte de Valparaíso, 20.4.1908, confirmada por la CS [cas. fondo], 21.4.1909, RDJ, t. VI,
sec. 1ª, 393). Aplicando los criterios de probabilidad e intensidad del daño, la Corte Supre-
ma ha señalado que hay culpa de la víctima (un menor de edad) que conduce su bicicleta
en forma descuidada por una avenida de mucho tránsito y llevando a otro menor en la par-
te trasera (Corte de Santiago, 17.12.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 267). Pueden verse ade-
más Corte de Concepción, 28.11.2001, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 4.4.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 77, y CS, 8.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 80, aludiendo ambos a la
intensidad y probabilidad del daño (a la vida), para afirmar la culpa de la víctima; y CS,
3.6.2002, GJ 264, 114, donde se reduce prudencialmente la indemnización considerando
el hecho de que las víctimas penetraron en un recinto agrícola cercado, de noche y en soli-
tario, a sustraer frutas. Por el contrario, en Corte de Santiago, 19.6.2003, GJ 276, 111, se
apela erróneamente, en mi opinión, a la intensidad del daño (a la vida) para excluir la cul-
pa de la víctima en una fuga provocada por ella, en circunstancias que nada permite supo-
ner que no haya habido una exposición imprudente al daño; en Corte de Santiago, 20.6.2000,
GJ 240, 178, se alude correctamente a que el daño debe ser previsible para la víctima para
que se le pueda atribuir imprudencia.
189 De la jurisprudencia parece inferirse un sesgo a favor de la víctima al momento de
431
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
mons en Owen 1995 483, con el argumento de que el tercero no tiene por qué subsidiar
las creencias de la víctima.
194 Sobre el hijo no deseado como daño, supra Nos 236 y 237.
432
CAUSALIDAD
sea por su naturaleza o por las circunstancias del accidente. Es el caso del conductor que
maneja con la licencia vencida (CS, 12.4.1978, F. del M. 233, 56); o que conduce a exceso
de velocidad, en circunstancias que de igual modo se habría producido un daño si hubie-
se conducido a la velocidad reglamentaria (CS, 16.10.1978, F. del M. 239, 307). Incluso
en caso de concurrir diversas infracciones, se ha dado por establecida la ausencia de rela-
ción causal determinante entre esos ilícitos y el daño (Corte de Santiago, 4.9.1991, RDJ,
t. LXXXVIII, 138; CS, 22.4.1998, F. del M. 473, 342, publicado también en GJ 214, 115).
Véase, en el derecho comercial, el caso de un acreditivo bancario transcrito incompleto
que no fue tenido por causa de los perjuicios sufridos en una operación de compra de
hierro (CS, 16.10.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 488). Pueden verse además: Corte de Santiago,
20.6.2000, GJ 240, 178, donde la víctima chocó a una motocicleta de Carabineros; CS,
10.1.2002, GJ 259, 114, en que un perito y un abogado llegan en helicóptero a un predio
a realizar una gestión decretada judicialmente, durante la cual son agredidos por los pro-
pietarios; y Corte de Santiago, 17.4.2002, GJ 262, 81, publicada también en RDJ, t. XCIX,
sec. 2ª, 31, donde el piloto de un helicóptero que se accidenta al despegar de un terra-
plén de aterrizaje no autorizado, que no tenía señalizados los cables de alta tensión que
lo rodeaban, no resulta responsable ya que el dueño del terreno le había indicado que
podía aterrizar en él y no le advirtió del peligro, invitándole a usarlo.
433
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
198 Alessandri 1943 617 sostiene que la exigencia de capacidad rige como en el caso del
tercero responsable; en el sentido aquí propuesto, Corral 2003 203. Puede consultarse juris-
prudencia chilena al respecto en Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada también
en F. del M. 493, 2822; Corte de Talca, 10.1.2001, GJ 260, 161; y Corte de Valdivida, 25.6.2001,
GJ 263, 120. En el derecho comparado no existen líneas constantes. En Francia, de manera
simétrica al desaparecimiento de la exigencia de capacidad respecto del tercero, se sigue el
mismo criterio respecto de la víctima (Viney/Jourdain 1998 298); en Alemania rigen, por el
contrario, las reglas de capacidad delictual, pero se acepta una disminución de la responsabi-
lidad del demandado si las circunstancias así lo exigen en justicia (Palandt/Heinrichs § 254
13); en Inglaterra se atiende al nivel de cuidado que se puede esperar de una persona como
la víctima, con lo que se establece implícitamente una regla de capacidad (Jones 2002 626).
199 La jurisprudencia asume sin mayores discusiones que la infracción por la víctima
de normas legales es una conducta culpable; así, por ejemplo, CS, 21.1.1999, F. del M. 482,
3041, publicado también en GJ 223, 120; Corte de Valdivia, 14.11.2000, GJ 259, 17, publica-
da también en F. del M. 498, 660; Corte de Concepción, 3.4.2001, confirmada por la CS
[cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80; Corte de Valdivia, 25.6.2001, confirmada por la CS [cas.
fondo], 6.5.2002, GJ 263, 120; y Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276,176.
200 La mayoría de los casos de culpa de la víctima son calificados por los jueces a partir
de la mera descripción de los hechos, con referencia al sentido común. Así, se tiene por te-
meraria la conducta de la víctima que insiste en viajar en la pisadera de un vehículo (Corte
de Iquique, 21.10.1952, RDJ, t. L, sec. 4ª, 5); que conduce por un camino de tierra, con cur-
vas y a alta velocidad (Corte de Chillán, 4.1.2001, confirmada por la CS [cas. forma y fondo],
12.3.2001, GJ 249, 130); que cae de las tribunas de un estadio debido a que estaba bajo la
434
CAUSALIDAD
influencia del alcohol (Corte de Concepción, 28.11.2001, confirmada por la CS [cas. forma y
fondo], 4.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 77); o que al enfrentarse a un desperfecto mecánico
de su vehículo, de madrugada mientras está ebrio, empuja el auto para encender el motor,
haciéndolo ingresar a la carretera a pocos metros de un camión que se aproxima (CS, 5.8.2002,
F. del M. 501, 1992). Sobre la presunción de culpa por el hecho propio, supra § 14.
201 Sobre esta obligatoriedad, Alessandri 1943 573, R. Domínguez Á. 1966 43, Diez
1997 230.
202 Así, por ejemplo, en el caso de una persona que cruzó la línea férrea de improviso,
cuando se acercaba el tranvía (CS, 28.7.1910, RDJ, t. VII, sec. 1ª, 454); de la víctima de un
atropello que se encontraba bebida (CS, 15.10.1920, RDJ, t. XIX, sec. 1ª, 378); de la vícti-
ma que trató de atravesar las líneas del ferrocarril “descuidadamente y con ligereza” (CS,
3.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª, 549); de la víctima que intentó subir a un tranvía en movi-
miento (CS, 15.4.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 544); de la víctima que viajaba en la pisadera
(Corte de Santiago, 26.5.1944, RDJ, t. XLI, sec. 2ª, 41; Corte de Iquique, 21.4.1952, RDJ,
t. L, sec. 4ª, 5; CS, 7.4.1958, RDJ, t. LV, sec. 1ª, 35); de la víctima que intentó cruzar un ca-
mino público de noche y en estado de ebriedad (CS, 9.12.1964, RDJ, t. LXI, sec. 4ª, 498); y
del menor atropellado que conducía su bicicleta por una avenida de mucho tránsito (CS,
17.12.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 267). También pueden consultarse Corte de Santiago,
5.10.1999, GJ 232, 171; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195, en que un obrero se
sube a un montacargas no destinado para el trabajo que se realiza; CS, 15.11.1999, F. del
M. 492, 2600, en que un menor ingresa a una pista de juegos de automóviles pequeños an-
tes de que éstos se detengan por completo; Corte de Chillán, 4.1.2001, confirmada por CS
[cas. forma y fondo], 12.3.2001, GJ 249, 130, donde la víctima conducía su auto por un ca-
mino de tierra con curvas y a alta velocidad; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80, en
que la víctima conducía a exceso de velocidad y con la licencia vencida; Corte de Valdivia,
25.6.2001, confirmada por la CS [cas. fondo], 6.5.2002, GJ 263, 120, en que un ciclista in-
gresó intempestivamente en la pista del conductor; y Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278,
282, donde un operario no retiró el aire de unas cañerías en reparación, que al llenarse de
agua estallaron. Aunque la mayoría de los fallos se refieren a accidentes del tránsito, la cul-
pa de la víctima puede presentarse respecto de todo tipo de ilícitos en que su conducta
imprudente tiene relevancia en la producción del daño (como ocurre con el herido que
no requiere atención y el comerciante que no cuida sus intereses de conformidad con las
máximas de diligencia de una persona prudente).
435
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
290. Culpa del demandado o de la víctima como causa excluyente del daño.
a) En virtud del principio de compensación de las responsabilidades, la
comparación entre la conducta del tercero y de la víctima no lleva a un
juicio de ‘todo o nada’, sino a una comparación de las responsabilida-
des.207 Hay casos, sin embargo, en que el daño puede ser normativamente
imputado por completo al hecho culpable de la víctima (sobre el hecho
203 CS, 24.6.1980, F. del M. 259, 168; CS, 3.6.2002, GJ 264, 114. En la doctrina nacio-
nal, inequívocamente en este sentido, Meza 1988 290. Esa es también la doctrina tradicio-
nal francesa (Flour/Aubert 2003 164).
204 Parece inclinarse por el criterio de la causalidad, aunque evita expresarlo, Alessan-
dri 1943 574; inequívocamente en ese sentido, R. Domínguez Á. 1966 45, R. Domínguez Á.
2000 24 y Diez 1997 235.
205 Larenz 1987 549.
206 Viney/Jourdain 1998 295.
207 Excepcionalmente se establece una regla de ‘negligencia determinante’ en el artículo 18 de la
Ley de cuentas corrientes: “en general, la pérdida del dinero pagado en razón de un cheque falsifica-
do, corresponderá al librador o al librado, según les sean imputables, sin perjuicio de la acción contra
el autor del delito”. En un caso, la jurisprudencia entendió que el artículo 2330 del Código Civil “sólo
autoriza la reducción”, pero no la exclusión de la indemnización (CS, 3.6.2002, GJ 264, 114).
436
CAUSALIDAD
208
CS, 16.10.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 488, donde una sociedad anónima chilena expor-
tadora de metales demandó indemnización por perjuicios a un banco chileno a causa de
que éste le comunicó de forma incompleta los términos de un crédito abierto a su favor en
un banco en Argentina, para financiar un negocio con una metalúrgica argentina, en cir-
cunstancias que los perjuicios se habrían producido por un envío espontáneo de la socie-
dad chilena a otra empresa argentina, produciendo un abarrotamiento del mercado y el
fracaso del negocio inicial; la formulación del criterio de exclusión parece equívoca, por-
que bien puede ocurrir que el hecho de la víctima no sea causa principal y, sin embargo,
de acuerdo con el artículo 2330 deba disminuirse la indemnización en la proporción que
corresponda. Más inequívoco parece el caso de una víctima de atropello que atraviesa la
calzada en lugar no autorizado y en estado de intemperancia, estimándose en el fallo que
“la mayor o menor velocidad con que el encausado puede haber conducido el vehículo en
la ocasión de autos no es un elemento de juicio que tenga relevancia en la especie” (CS,
1.12.1997, rol Nº 2.642-1997, referido por Baraona 2003 a 371, con la anotación, que com-
parto, de que no existe en este caso una relación entre la infracción a la regla legal y los
daños, según el criterio del fin de la norma); ese es también el caso del ciclista que atravie-
sa sorpresivamente la calzada (Corte de Talca, 10.1.2001, confirmada por la CS [cas. fon-
do], 12.11.2001, GJ 260, 161). Un razonamiento acerca de la culpa concurrente y excluyente
de la víctima puede encontrarse en CS, 25.4.2000, GJ 238, 105. En el derecho inglés se ha
intentado fijar un umbral de relevancia: se estima por completo irrelevante una participa-
ción estimada inferior al 10%. Además, conviene ser cauteloso cuando la exención de res-
ponsabilidad se produce por esta razón en sede penal, porque bien puede ocurrir que una
participación sea considerada insuficiente a efectos de dar por establecida la responsabili-
dad penal y, sin embargo, haya suficiente probabilidad de una contribución causal al resul-
tado para dar lugar a parte proporcional de la indemnización civil.
209
En este sentido se han pronunciado, por ejemplo, CS, 27.8.1965, RDJ, t. LXII, sec.
4ª, 374, señalando además que el demandado pudo evitar todo accidente y que su impru-
dencia fue el elemento determinante del hecho; y Corte de Concepción, 7.11.1985, RDJ,
t. LXXXII, sec. 4ª, 288, citando doctrina extractada de CS, 20.8.1970, RDJ, t. LXX, sec. 4ª,
91. En general, el rechazo de la excepción se produce si no hay relación de causa a efecto
entre la culpa infraccional de la víctima y el daño (esto es, cuando está excluida la relación
de ilicitud); véase una correcta argumentación en este sentido en Corte de Concepción,
3.4.2001, GJ 261, 80. Véase además CS, 16.10.2000, GJ 244, 61, publicada también en F. del
437
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
M. 503, 3477, en que la víctima cruzó la línea férrea cuando el tren se acercaba a la esta-
ción; Corte de Santiago, 7.9.2001, GJ 255, 229, donde un trabajador perdió el equilibrio
mientras limpiaba los vidrios de un edificio a una altura poco considerable; CS, 8.5.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 80, en que un funcionario cambió un neumático sin contar con las
herramientas precisas; CS, 5.8.2002, F. del M. 501, 1992, donde un conductor empujó su
vehículo para encender el motor hacia la carretera a pocos metros de un camión que se
aproximaba; Corte de San Miguel, 16.8.2002, GJ 266, 159, en que un ciclista conducía su
bicicleta contra el tránsito, llevándola de improviso frente a un automóvil; Corte de San
Miguel, 18.6.2003, GJ 276, 176, donde un peatón cruza la calle con luz roja; CS, 21.8.2003,
GJ 278, 162, en que un peatón bajó a la calle en forma sorpresiva y descuidada; y CS,
10.12.2003, GJ 282, 155, donde un peatón circulaba al lado de la autopista a oscuras y ebrio,
ingresando a la pista intempestivamente.
do que “el autor del delito o cuasidelito puede hacer valer su derecho a la rebaja y a la
consiguiente reparación incompleta a los herederos de la víctima imprudente, cuando és-
tos reclaman los daños morales o materiales experimentados por el causante, porque éste
sólo pudo transmitir el derecho a la indemnización parcial, del que era titular” (CS,
24.8.1972, RDJ, t. LXIX, sec. 4ª, 102).
438
CAUSALIDAD
213 Alessandri 1943 576. Siguiendo esta opinión, se ha fallado que “la indemnización
experimentado por el padre como consecuencia de la muerte de su hijo debe sujetarse a re-
ducción si se ha establecido que “no sólo no le prohibió” que circulara por las calles, sino
que además “le daba permiso sin problema alguno” (CS, 13.11.1980, F. del M. 264, 377).
215 Mazeaud/Chabas 1998 684, R. Domínguez Á. 1966 50. La jurisprudencia nacional
también parece alineada en esta posición: CS, 25.10.1979, F. del M. 251, 310; CS, 19.10.1981,
F. del M. 275, 480; CS, 8.4.1982, RDJ, t. LXXIX, sec. 4ª, 22; y CS, 3.6.2002, GJ 264, 114.
216 Una extensión injustificada de la culpa de la víctima se siguió, sin embargo, en el
caso de una víctima cuya indemnización fue reducida en consideración a la culpa del con-
ductor del vehículo donde viajaba, a pesar de que la víctima no tenía relación alguna con
ese conductor (CS, 24.6.1980, F. del M. 259, 168): lo correcto parece ser en estos casos re-
conocer la plena responsabilidad de ambos responsables, según las reglas generales, sin per-
juicio de la contribución a la deuda que proporcionalmente les corresponda. Más
problemático sería el caso de la víctima que no tiene acción en contra del conductor, en
razón de una inmunidad pasiva, en cuyo caso habría acción por el total contra el tercero,
quien no pudiendo subrogarse en la acción contra el conductor (porque la víctima carecía
de esa acción), sólo dispondría de la acción personal de reembolso contra el otro respon-
sable (supra Nº 278).
439
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
217 CS, 18.12.1926, RDJ, t. XXIV, sec. 1ª, 567; CS, 13.5.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 128.
218 Esser/Schmidt 1977 II 220, citando una antigua jurisprudencia alemana; análogo
parece ser el curso adoptado por la jurisprudencia francesa (Viney/Jourdain 1998 296).
219 Alessandri 1943 575 reduce la cuestión de derecho a la calificación de la culpa; la
440
CAUSALIDAD
441
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
221 Así, el muy comentado caso Porsche en Alemania (BGH, 1.4.2003, JZ 2004, 92).
222 Carbonnier 2000 426.
223 Ejemplos de la jurisprudencia alemana, citados por Deutsch/Ahrens 2002 86.
224 Aunque el tema fue por largo tiempo decidido en el common law en el sentido in-
442
CAUSALIDAD
de asumir el riesgo puede ser por completo racional), la idea normativa que
subyace tras esa disposición no es ajena a estos casos, porque, en definitiva,
el fin de esa norma es que el demandado no corra con (al menos todos) los
costos de decisiones de riesgo asumidas por el demandante.
e) Como se muestra en materia de riesgos médicos, para que se entien-
da asumido un riesgo, la víctima debe estar informada. En la medida que
exista asimetría entre el conocimiento de quien realiza u ofrece la activi-
dad riesgosa y de quien asume el riesgo de daño (supra Nº 81 d), pueden
surgir respecto de aquél deberes de información acerca de la entidad del
riesgo (probabilidad e intensidad del daño). No puede entenderse que
asume voluntariamente un riesgo quien no está en situación de conocerlo
y de medirlo.225
f) En definitiva, la asunción del riesgo no exime a los demás de sus deberes
de cuidado, pero desplaza el riesgo en casos de mero error de conducta y permite
definir en términos menos exigentes los deberes de diligencia de los terceros;226 asi-
mismo, hace inaplicables las presunciones de culpa que pudieren afectar al
tercero agente del daño.227 Por eso, la mejor manera de entender el institu-
to no es como una causal de justificación, sino como un hecho voluntario
de la víctima de exponerse al peligro, que debe ser sopesado con la culpa
del demandado al momento de atribuir la responsabilidad.228 En el fondo,
la asunción del riesgo es una variante de la hipótesis del artículo 2330, de la
que se diferencia porque es una ‘imprudencia’ consciente.229
En pocos casos la justicia correctiva exige una atención más sutil a la
relación entre el autor del daño y la víctima que cuando ésta participa en
una actividad o autoriza una acción de tercero que resulta riesgosa por su
naturaleza. El derecho debe buscar el equilibrio entre el acto implícito o
explícito de disposición de su seguridad que la víctima ha realizado y el
deber de cuidado que, aún en tales circunstancias, pesa sobre quien haya
producido el daño.
1998 516).
443
§ 34. CULPA O HECHO DE LA VÍCTIMA
vecino que acepta contractualmente los ruidos que se siguen de una cierta
actividad molesta), en un menor grado de diligencia (como ocurre con los
vecinos que recíprocamente convienen en que sólo responderán de incen-
dios forestales atribuibles a su culpa grave), o en un nivel mayor de riesgo
(como ocurre con quien acepta los riesgos de defectos de un producto
farmacéutico que está en etapa de desarrollo). A las convenciones sobre
responsabilidad es dedicado más adelante un apartado especial (infra § 70;
véase en particular Nº 871).
230 Así, en la jurisprudencia francesa existen decisiones en uno y otro sentido, según sea
la entidad de la impresión, la cercanía de las fechas y otros factores que resulten determinan-
tes para decidir si existe una relación de adecuación entre el hecho y el daño (Méga Code
§ 1383 147). En Inglaterra se parte del supuesto de que el suicidio es un novus actus, que no
puede ser imputado al hecho más remoto que lo provoca, a menos que se cumplan especia-
les circunstancias: así se ha estimado que se responde por el suicidio en que incurre el viudo
pocos días después de la muerte de su cónyuge en un accidente; pero lo contrario se aplica,
como regla general, cuando el suicidio puede ser considerado un acto voluntario que no está
determinado por un desorden mental provocado por el accidente (Jones 2002 263).
444
CAPÍTULO VI
a. Nociones generales
445
§ 35. LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL DERECHO CHILENO Y COMPARADO
del derecho civil, aunque no es inusual que la jurisprudencia expanda su ámbito de aplica-
ción mediante una interpretación extensiva (Von Bar 1996 II 378). En el derecho francés la
jurisprudencia ‘descubrió’ una regla de responsabilidad estricta en el artículo 1384 del Códi-
go francés que dispone: “Se es responsable no sólo del daño que se causa por su propio he-
cho, sino también del que es causado por el hecho de las personas por las cuales se debe
responder, o de las cosas que se encuentran bajo su cuidado (garde)”; esta norma, que tiene
sus orígenes en las presunciones de culpabilidad reconocidas por la doctrina anterior, ha sido
interpretada como un estatuto general de responsabilidad estricta en los dos órdenes de ma-
terias a que se refiere (supra Nº 136 b). En el derecho alemán e inglés parece consolidada la
práctica jurisprudencial de que los casos de responsabilidad estricta establecidos por la ley no
pueden extenderse analógicamente a otras materias (Kötz/Wagner 2006 197). En Chile, la
Corte Suprema ha señalado, aludiendo a la responsabilidad por culpa como responsabilidad
subjetiva, que “en nuestra legislación el sistema de responsabilidad por daños causados, es
subjetivo y deriva del dolo o culpa. La responsabilidad objetiva o por el resultado dañoso,
requiere de disposición legal expresa que la contemple” (CS, 5.9.2002, F. del M. 502, 2520).
4 Larenz/Canaris 1994 600, Deutsch/Ahrens 2002 166.
446
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
447
§ 35. LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL DERECHO CHILENO Y COMPARADO
448
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
culpa por el hecho propio). Por el contrario, les basta constatar, por ejem-
plo, que el automóvil tenía un defecto de fabricación que provocó el acci-
dente, o el alimento no estaba debidamente inmunizado. Acreditado el
defecto, es indiferente la manera cómo éste llegó a producirse, esto es, la
eventual negligencia en el proceso de fabricación (infra Nº 556).
b) Más difícil es la distinción entre la responsabilidad estricta califica-
da y la responsabilidad por culpa en el caso de la responsabilidad estatal y
municipal por falta de servicio (infra Nos 334 c y 349). Entretanto, conviene
adelantar que la falta de servicio alude a un defecto de funcionamiento
del municipio o del órgano de la Administración del Estado, más que a un
mero resultado. En consecuencia, a diferencia de lo que ocurre en el de-
recho comparado con la idea de productos defectuosos, en este caso no
existe diferencia entre la cosa (servicio) y el proceso (actividad del órgano
público al que el daño es atribuido). Lo relevante reside en que la idea de
falta de servicio no atiende a la acción incorrecta de un funcionario, sino
que considera objetivamente si se debió prestar un servicio de una calidad
tal que evitara el accidente. En verdad, se trata de una falta al deber de
cuidado que la ley establece para el servicio público, de modo que atiende
a la organización del mismo. Por eso, la idea de falta de servicio guarda
estrecha relación con la culpa en la organización, que, en el derecho pri-
vado, es característica de la responsabilidad del empresario (supra Nº 129).
10 Bajo la acción por trespass el common law conoció desde el medioevo tipos de respon-
sabilidad estricta para los injustos más obvios y peligrosos, que se distinguían del case, don-
de el ilícito no era tan evidente. El vacío dejado por la multiplicidad de torts específicos fue
llenado en el siglo XIX con la introducción de un ilícito general por negligencia, que luego
se transformó en derecho común y supletorio de responsabilidad (Zimmermann 1990 908).
449
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
11 Los orígenes coinciden con el retardo de establecer en Francia una legislación sobre
accidentes del trabajo y con el postulado correlativo de una responsabilidad estricta por el
hecho de las cosas inanimadas, propuesta como interpretación del artículo 1384 del Código
francés (Josserand 1897). Esta doctrina fue acogida por la jurisprudencia de la Corte de Ca-
sación francesa con una generalidad que no conoce paralelo en el derecho comparado: la
responsabilidad estricta se extiende a todo daño en cuya producción haya intervenido una
cosa, aunque haya sido accionada por la mano del hombre (caso Jand’heur, referido por Vi-
ney/Jourdain 1998 608). Una reseña de la temprana crítica doctrinaria a la generalización
de la doctrina del riesgo en Colin/Capitant 1921 367, Planiol/Ripert 1926 Nº 863 ter.
12 Infra Nos 307 y 310.
13 Zweigert/Kötz 1996 598.
450
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
lisis económico del derecho tienden a subsumir todas las preguntas del
derecho privado bajo un criterio de eficiencia (¿cuál es la regla que pro-
duce el resultado social más beneficioso?),14 una corriente contraria ha
procurado rescatar la tradición que entiende el derecho civil como un
ordenamiento provisto de su propia lógica interna, cuyas instituciones no
pueden ser correctamente comprendidas como instrumentos técnicos para
procurar fines públicos, porque su fin se agota en definir en términos
justos la relación concreta entre las partes (¿cuál es la regla que constituye
la solución correcta del conflicto entre el autor del daño y la víctima a la
luz de los principios de justicia correctiva?).15
Una vez analizada la responsabilidad por culpa y reseñadas las caracte-
rísticas básicas de la responsabilidad estricta, en esta sección serán analiza-
dos ambos estatutos de responsabilidad en la dimensión de esos fines de
justicia y de prevención. Para ello se asume que el derecho civil es un
ordenamiento que debe dar soluciones justas para conflictos privados y
que, dentro del marco de posibilidades que abre ese principio de justicia,
debe procurar que las reglas cumplan una función que se acerque al ópti-
mo de prevención de los accidentes.
14 Supra § 3 b.
15 Supra § 3 a.
16 La justicia correctiva es un concepto desarrollado por Aristóteles al tratar de la justi-
cia como virtud (Aristóteles Ética Nicomaquea 5.4.1131 b). El concepto es adoptado por To-
más de Aquino, con expresa referencia a Aristóteles, pero traducido como justicia conmutativa
(Suma de Teología II-II a. 61 q. 1). En este libro se ha optado, en materia de responsabilidad
extracontractual, por la denominación ‘justicia correctiva’ (que se ha hecho común en el
renacimiento contemporáneo de la tradición aristotélica), asumiendo que el término ‘jus-
ticia conmutativa’ se adapta preferentemente a las relaciones contractuales.
451
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
es declarar si una persona es responsable frente a otra por los daños atri-
buibles a su hecho. Por eso, la perspectiva de la justicia correctiva ayuda a
comprender el derecho de la responsabilidad civil desde dentro, como un
orden que aspira a resolver conflictos entre personas que interactúan en
sociedad. La justicia correctiva expresa la moral básica del deber, que es
propia del derecho privado.17
b) Sin embargo, la comprensión de la responsabilidad civil a la luz de la
justicia correctiva también cumple funciones sociales importantes.18 Un dere-
cho privado orientado a resolver conflictos entre partes, sobre la base de
considerar si es injusta la conducta del demandado, constituye la estructura
básica que dinamiza un orden social espontáneo, basado en las ideas regula-
tivas de la libertad y de la responsabilidad personal (supra Nº 20).19
En este libro se asume que el derecho de la responsabilidad civil adop-
ta, en la práctica, la perspectiva justificatoria de la justicia correctiva, por-
que ésta responde a su naturaleza de derecho privado y, además, porque su
función social de mantener un orden que garantice el bienestar es cumpli-
da en la medida en que asuma ese principio normativo, que es diferente al
característico de la técnica social típica de las regulaciones.20
c) Asumido que la justicia correctiva tiene un papel significativo en la
comprensión y desarrollo del derecho de la responsabilidad civil, aún no
está dicho de qué manera los regímenes de responsabilidad por culpa y de
responsabilidad estricta responden a ese criterio normativo. En su forma
más pura, la idea de justicia correctiva expresa la estructura del juicio de
responsabilidad, pero no proporciona criterios sustantivos para atribuirla
(supra Nº 14). En los próximos párrafos se hará una breve referencia a la
discusión respecto a los fundamentos de cada tipo de responsabilidad.
17 La idea de moral del deber, en oposición a una moral de aspiración, fue desarrolla-
que el derecho no puede ser instrumento de fines concurrentes con principios de justicia
correctiva (de justicia distributiva o de eficacia preventiva, por ejemplo); sólo afirma que el
enfoque de la justicia correctiva subyace desde el derecho romano a la práctica del derecho
privado, entendido como orden de las relaciones entre personas (en el caso de la responsa-
bilidad civil, entre el autor del daño y la víctima).
452
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
453
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
de Coleman 2001 332; desde el punto de vista de los bienes que protege el derecho, el con-
flicto aparece entre libertad (del autor del daño) y seguridad (de la víctima); agradezco
esta observación a C. Banfi.
28 Así, por ejemplo, Epstein 1987 1 (a propósito de la interferencia en contrato ajeno
454
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
las partes es objeto de reproche moral, ¿por qué usar ese criterio moral
para atribuir responsabilidad?”.29 Y, en tal caso, ¿no es más justo atribuir la
responsabilidad al autor del daño y no a la víctima?
El argumento es discutible desde diversas perspectivas.30 Lo más decisi-
vo es que una doctrina radical de responsabilidad estricta no se puede
sostener como una práctica generalizada: el derecho de la responsabilidad
civil necesariamente debe establecer criterios adicionales a la mera causali-
dad, porque no es imaginable una sociedad donde debamos responder de
todas las consecuencias dañinas que se sigan de nuestras acciones y omi-
siones (supra Nº 7). Ese es el fundamento, incluso pragmático, del princi-
pio de negligencia, que asume que los daños se radican donde caen, a
menos de haber alguna razón para atribuir responsabilidad a un tercero.31
d) El enfoque justificatorio más generalizado de la responsabilidad es-
tricta prescinde de todo juicio de valor acerca de la conducta del agente.
En tal sentido, supone agregar un grado adicional de objetividad en com-
paración con la responsabilidad por culpa, porque la responsabilidad es-
tricta es indiferente de todo juicio de valor acerca de la conducta del
demandado. Atendidas las circunstancias, el hecho puede ser tenido per se por
injusto, con prescindencia de si el demandado obró con culpa.32
La historia del pensamiento jurídico conoce innumerables argumen-
tos de justicia para establecer estatutos de responsabilidad estricta. El más
frecuente se refiere a la imposición unilateral de riesgos: si alguien desa-
rrolla una actividad en su solo provecho, del mismo modo como se apro-
vecha de sus ventajas, debe hacerse cargo de las consecuencias dañosas
que de ella se siguen para terceros.33 El problema del argumento reside en
fue tomado por Domat, Les lois civiles dans leur ordre natural (1713), ambos citados por Gor-
dley en Owen 1995 152; más recientemente ha sido refinado por Fletcher 1972 passim, so-
bre la base de distinguir situaciones de reciprocidad en la atribución de riesgos y situaciones
de unilateralidad, en que sólo el autor del daño impone el riesgo sobre las víctimas. Un
desarrollo contemporáneo de esta idea a la luz de los casos típicos de responsabilidad es-
tricta en Bälz 1992 passim.
455
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
que hace posible el derecho, expresa que en estos casos la responsabilidad se explica “por-
que los riesgos asociados [al uso de explosivos] son tales que ningún nivel de cuidado o
previsión puede evitar ocasionales daños no intencionales en la propiedad o las personas”.
456
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
los demás, debe asumir los costos de los daños, aunque haya actuado con
diligencia. Esta idea se remonta a Luis de Molina, el gran civilista de la
escolástica española, quien sostenía que uno debe ser responsable, con pres-
cindencia de la culpa, si emprende una actividad tan peligrosa que sólo
puede ejecutarse si se tiene la intención de pagar los daños que de ella
resulten.39 En esencia, este argumento es reiterado hasta nuestros días desde
las más diversas perspectivas,40 y sirve de fundamento para la introducción
de leyes que establecen regímenes de responsabilidad estricta respecto de
actividades específicas; pero, en algunos sistemas jurídicos, también ha servi-
do para establecer un principio de derecho común, que establece responsa-
bilidad estricta respecto de los daños provocados por actividades que suponen
un especial riesgo.41 El mismo argumento de la peligrosidad de la acción
también permite construir la más indiscutible de las hipótesis de presunción
de culpabilidad por el hecho propio en nuestro derecho (supra Nº 95).
b) Responsabilidad vicaria. La responsabilidad vicaria, esto es, la
responsabilidad estricta por las negligencias incurridas por los depen-
dientes, tiende a ser una regla en el derecho contemporáneo42 (supra
39 De Iustitia et Iure Tractatus (1614), citado por Gordley en Owen 1995 152.
40 Weinrib 1995 188 (en la dimensión de la justicia correctiva), Posner 1992 171 (des-
de la perspectiva de la eficiencia preventiva) y Larenz/Canaris 1994 605 (desde un punto
de vista jurídico dogmático).
41 Von Bar 1996 I 372. Así ocurre liberalmente en el derecho francés con el instituto de la
responsabilidad por el ‘hecho de las cosas’, que ha devenido en una responsabilidad estricta que
es independiente de su peligrosidad, como consecuencia de una interpretación literal del artícu-
lo 1384 del Código Civil francés (Flour/Aubert 2003 237). Más precisamente, en el derecho nor-
teamericano el riesgo excesivo da lugar a una regla general de responsabilidad estricta por
actividades anormalmente peligrosas; Restatement/Torts II 519, establece el siguiente principio:
“(1) Quien lleva a cabo una actividad anormalmente peligrosa es responsable por los daños a la
persona, a los inmuebles y demás bienes de otro, y que resulten de esa actividad, aunque haya
ejercido el mayor cuidado en prevenir el daño; (2) Esta responsabilidad estricta está limitada al
tipo de daño cuya posibilidad hace que la actividad sea anormalmente peligrosa”. Restatement/
Torts II 520 define las circunstancias que hacen una actividad excesivamente peligrosa: “alto ries-
go de causar algún daño en la persona, inmuebles o demás bienes de otro; probabilidad de que
el daño resultante sea significativo; imposibilidad de eliminar el riesgo con un razonable cuidado;
que la actividad no sea de ejercicio general; impropiedad del lugar donde la actividad es ejecuta-
da; y extensión en que el bienestar de la comunidad es superado por los peligros de la actividad”.
La peligrosidad anormal ha sido incorporada también como criterio general para dar lugar a una
responsabilidad estricta en los Principles of European Tort Law; se entiende que es anormal la peli-
grosidad si “(a) crea un riesgo de daño previsible y significativo aunque se emplee todo el cuida-
do debido en su ejercicio y b) no es una actividad de uso común” (Principles/Torts, artículo 5.101).
El mejor desarrollo de la idea de riesgo excesivo como criterio general de responsabilidad estricta
me parece que se encuentra en el nuevo Código holandés (Cód. hol., §§ 6.173 a 6.177).
42 Zweigert/Kötz 1996 639; y donde no lo es, como en el caso del derecho alemán, la
457
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
43 Kaser 1971 I 161, con referencia a que esta responsabilidad noxal se remonta a la
solidaridad del clan en el derecho primitivo; también Zimmermann 1990 1118. En el dere-
cho moderno se introdujo la idea de la responsabilidad por culpa presunta como una con-
cesión al principio de culpabilidad y en razón de una equivocada lectura de las fuentes
romanas (Zweigert/Kötz 1996 633).
44 Weinrib 1995 186, Millet 2001 195.
45 Honoré en Owen 1995 85.
46 Savatier 1951 356.
458
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
ponsabilidad estricta, Millet 2001 190; una justificación general de la responsabilidad es-
tricta desde la perspectiva del control exclusivo del riesgo en Larenz/Canaris 1994 605.
49 Owen en Owen 1995 208.
50 Ley Nº 16.744, sobre accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, artículo 69.
459
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
51 Shavell 1987 8, Epstein 1999 94, Abraham 2002 159. La demostración inicial de la
460
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
CUADRO Nº 1
60 0 50 10
60 10 20 30
60 15 10 35
60 20 8 32
60 25 7 28
52 Siguiendo la fórmula de L. Hand, se asume que el costo de los accidentes está dado
por la intensidad y por la probabilidad del daño (supra Nº 66). El cuadro asume un rendi-
miento decreciente de las medidas marginales de prevención, lo que explica que el costo
de accidentes no evolucione en la misma proporción que los gastos de prevención.
53 Posner 1992 168; por otro lado, como lo ha mostrado Coase 1960 87, descontado el
costo de transacción que supone llegar a acuerdo entre las víctimas y los autores de los da-
ños, es indiferente cual sea la regla de responsabilidad a efectos de saber cuánto está dis-
461
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
CUADRO Nº 2 55
puesto a pagar quien realiza la actividad riesgosa a quien soporta el riesgo, y cuánto está
dispuesto éste a aceptar contractualmente para que aquel sea autorizado; en otras palabras,
a falta de esos costos de transacción, el contrato es un sustituto funcional perfecto de la
responsabilidad extracontractual.
462
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
supra Nº 61. El ejemplo legal más clásico es la regla que establece una responsabilidad es-
tricta por la tenencia de animales fieros que no prestan utilidad para la guarda o servicio
de un predio (artículo 2327).
57 El nivel de actividad como criterio para valorar los regímenes de responsabilidad fue
introducido por Shavell 1980 1 (véase también Shavell 1987 21 y Shavell 2004 197); la idea
ha sido acogida por Posner, quien a pesar de sostener la ventaja económica de un régimen
de responsabilidad por culpa, acepta que el argumento habla a favor de la responsabilidad
estricta en casos en que la autorregulación de los niveles de actividad de los potenciales
causantes de daño es la mejor forma de prevenir los accidentes (Posner 1992 170). Distin-
ta, pero análoga al nivel de actividad, es la pregunta por el tipo de actividad que puede pre-
venir mejor los accidentes: la responsabilidad por negligencia considera cuál es el cuidado
debido para transportar en camiones una carga peligrosa, pero usualmente no provee el
instrumento analítico que permita preguntarse si no era socialmente más beneficioso que
el transporte se efectuara por ferrocarril (Epstein 1999 96, Abraham 2002 163).
58 La incorporación de los costos terciarios o administrativos al análisis económico de
463
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
464
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
465
§ 36. LA RESPONSABILIDAD POR CULPA Y LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA A LA LUZ DE LOS FINES…
466
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
314. Daño causado por animales fieros. El artículo 2327 del Código Civil
establece una regla de responsabilidad estricta bajo la forma de una presun-
ción de derecho, aplicable a todo aquel que tenga un animal fiero de que
no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio, por los da-
ños que éste haya ocasionado. La norma, que proviene del derecho roma-
no,66 es perfectamente explicable desde el punto de vista de la justicia
correctiva y de la racionalidad económica. En el primer sentido, no es
justo exponer a un tercero a un daño sin otro fundamento que un capri-
cho estético; en un sentido económico, lo que califica la responsabilidad
como estricta no es la sola ferocidad del animal, sino su carencia de utili-
dad, de modo que el balance de bienestar es necesariamente negativo (por-
que el riesgo es por definición superior al beneficio, supra Nº 138 b).
315. Daño ocasionado por las cosas que se arrojan o caen desde la parte
superior de un edificio. a) Según la regla del artículo 2328, que también
467
§ 37. RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL CÓDIGO CIVIL Y LEYES ESPECIALES
tiene origen romano,67 el daño causado por una cosa que cae o se arroja
desde la parte superior de un edificio, es imputable a todas las personas
que habitan la misma parte del edificio, y la indemnización se dividirá
entre todas ellas, a menos que se pruebe que el hecho se debe a la culpa o
mala intención de alguna persona exclusivamente, en cuyo caso será res-
ponsable sólo ella (supra Nº 140 c).
Se advierte que en el primer caso se trata de una responsabilidad sin
culpa o estricta, que se distribuye entre todos quienes pudieron provocar el
daño. A falta de prueba de la culpa de alguien en particular, la responsabili-
dad tiene por único requisito la relación causal entre el riesgo de que algu-
na cosa caiga y el daño provocado. A la inversa, probado por cualquiera de
los propietarios (o por la víctima) que la cosa ha caído desde algún lugar
del edificio, todo indica que la responsabilidad del ocupante está dada por
una presunción de culpa, esto es, por el juicio de reproche que se hace a
quien habita el lugar desde donde cayó el objeto.68 En tal caso, se plantea la
pregunta por las excusas que serán admisibles a quien habita el lugar desde
donde cayó o fue arrojada la cosa. Todo indica que sólo podrá invocar efi-
cazmente como excusa el caso fortuito o fuerza mayor, de modo que por
mucho que la ley funde la responsabilidad en la culpa o intención, en la
práctica, también en este caso, opera como estricta (supra Nº 140).69
b) La regla de distribución de la indemnización entre todos los candi-
datos a autores del daño es una excepción a la solidaridad establecida por
el artículo 2317; el mismo criterio es empleado por el artículo 2323 II para
los daños causados por la ruina de un edificio (pero en este caso rige
siempre el principio de responsabilidad por culpa). Se trata de casos de
causalidad difusa que justifican una regla de excepción (supra Nº 280).
67 Digesto 9.3.5.
68 Por esta razón resulta equívoca la excusa admisible a quien habita en la misma parte
del edificio en orden a que para liberarse se debe probar que el hecho se debe a culpa o
mala intención de alguna persona exclusivamente; debe entenderse que la excusa se refie-
re a la causalidad más que a la culpa o dolo de otro de los habitantes del edificio.
69 Para Alessandri 1943 442 el artículo 2328 no constituye excepción a la responsabili-
dad por culpa; acepta, sin embargo, que existe una presunción de negligencia (ídem 447).
70 El derecho comparado conoce los más diferentes sistemas en la materia; en general,
468
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
71 Las normas sobre accidentes aéreos tienen por antecedente el Tratado de Varsovia
de 1929 y el Protocolo de La Haya de 1955, que constituyen los acuerdos de derecho priva-
do uniforme en la materia y que recogen el criterio del riesgo de la empresa para estable-
cer un régimen de responsabilidad estricta (Rinaldi 1989 399).
72 Se presume que las calidades de propietario y explotador coinciden en la misma per-
sona (Código Aeronáutico, artículo 99). El propietario tiene responsabilidad solidaria por
el uso que un tercero haga de la aeronave, a menos que muestre que con la diligencia de-
bida le fue imposible impedir su uso. El Código establece que hay responsabilidad solidaria
entre el explotador y el propietario cuando son personas diferentes, a menos que éste haya
cedido la explotación de la manera que establece la ley (artículo 100). Asimismo, hay res-
ponsabilidad solidaria entre el explotador y el transportador, si son personas diferentes (ar-
tículo 174 II).
73 Asimismo, se establecen límites a la indemnización por el retardo en la ejecución del
transporte, en cuyo caso rige una mera presunción de culpa (artículo 147), por la destruc-
ción, pérdida, avería o retraso en la entrega de equipaje (artículo 148) o de mercaderías
transportadas como carga (artículo 149).
74 Sobre la responsabilidad contractual por transporte de mercaderías, Riesco 1999 953.
469
§ 37. RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL CÓDIGO CIVIL Y LEYES ESPECIALES
haya sido privado de su uso por la autoridad; ii) que los daños sean consecuencia directa
de acto de guerra o conflicto armado; iii) que hayan sido causados por sabotaje; y iv) que
ocurran con ocasión del apoderamiento ilícito de la aeronave (artículo 156).
76 Atendido el texto de la ley, debe entenderse que esta responsabilidad es vicaria (y
470
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
319. Daño ambiental. a) La ley Nº 19.300, sobre bases generales del medio
ambiente, establece acciones reparatorias del daño ambiental producido y
acciones indemnizatorias de los perjuicios que provocan los daños al me-
dio ambiente (infra § 55). La ley establece el principio de responsabilidad
por culpa (artículo 51). El mismo régimen debe estimarse aplicable a la
acción de reparación en naturaleza del daño ambiental (artículo 53). En
consecuencia, aunque en el derecho comparado la acción ambiental por
actividades particularmente peligrosas suele estar sujeta a un estatuto de
responsabilidad estricta, en el derecho chileno se rige por el estatuto ge-
neral de responsabilidad por culpa.
b) Con anterioridad a la legislación general sobre medio ambiente,
fue ratificado por Chile el tratado sobre daños provenientes de derrames
contaminantes de hidrocarburos en el mar,78 uno de los tratados interna-
cionales de más extenso ámbito territorial de aplicación en materia de
responsabilidad civil. Los principios de responsabilidad establecidos por
ese tratado fueron recogidos por la Ley de navegación,79 que establece
una regla de responsabilidad estricta por el solo hecho del derrame (ar-
tículo 144).
Siguiendo una práctica generalizada en casos de responsabilidad es-
tricta, la ley (siguiendo el convenio internacional) establece un límite al
monto por el cual se responde; como también es usual, ese límite no rige
si al propietario, armador u operador se le puede imputar culpa (artículo
145). Asimismo, la ley exige un seguro o garantía que caucione la respon-
sabilidad estricta (artículo 146).
78 Convenio Internacional sobre responsabilidad civil por daños causados por la conta-
minación de las aguas del mar por hidrocarburos, de 29.11.1969, aprobado por el DL 1.808/
1977, promulgado por DS 475/1977, del Ministerio de Relaciones Exteriores (DO 8.10.1977).
79 El DL 2.222/1978, del Ministerio de Defensa (DO 31.5.1978).
471
§ 37. RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL CÓDIGO CIVIL Y LEYES ESPECIALES
472
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
322. Accidentes del trabajo. Esta materia está regulada en la ley Nº 16.744,
sobre accidentes del trabajo y enfermedades profesionales. Siguiendo una lar-
ga tradición iniciada por la legislación social alemana del siglo XIX, cuya prác-
tica se ha generalizado en el derecho comparado, los accidentes del trabajo
no están sujetos a un régimen de responsabilidad estricta, sino a un contrato
forzoso de seguro de accidentes laborales, que se perfecciona por el solo ministe-
rio de la ley, por el hecho de la contratación del trabajador (artículos 1 y 4 I).
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros ordenamientos,
donde el seguro excluye la responsabilidad adicional del empresario de
acuerdo al derecho común,80 en el derecho chileno al seguro se puede
agregar la responsabilidad civil, según dispone expresamente la ley sobre
seguro de accidentes del trabajo, que hace responsable al empleador que
ha incurrido en culpa o dolo de los perjuicios resultantes, incluido el daño
moral (artículo 69).
En consecuencia, los accidentes del trabajo no están sujetos a un régi-
men de responsabilidad estricta en el derecho chileno. La ley combina un
régimen general de seguro por daños a terceros con una responsabilidad
por culpa o negligencia, sujeta a las reglas generales. En atención a la
importancia de la materia y a la fuente legal de la responsabilidad del
empleador, ésta será tratada sucintamente en infra § 51.
473
§ 37. RESPONSABILIDAD ESTRICTA EN EL CÓDIGO CIVIL Y LEYES ESPECIALES
líneas aéreas o subterráneas en calles, plazas, parques, caminos y otros bienes nacionales
de uso público, sólo para los fines específicos del servicio respectivo; las servidumbres que
recaen en propiedades privadas deben ser convenidas por las partes y se rigen por las
normas generales del derecho común (ley Nº 18.168, Ley general de telecomunicaciones,
artículo 18). En el caso de servicios públicos de telecomunicaciones y siempre que los
interesados no lleguen a un acuerdo directo, se entiende constituida de pleno derecho
una servidumbre legal, siempre que el Subsecretario de Telecomunicaciones, por resolu-
ción fundada, declare imprescindible el servicio. En este caso, la indemnización que co-
rresponda es fijada por los Tribunales de Justicia conforme al procedimiento sumario
(artículo 19).
84 Hay analogía entre la indemnización por una servidumbre y la obligación del Esta-
del Estado, artículo 42; ley Nº 18.695, Ley orgánica constitucional de municipalidades, ar-
tículo 141.
474
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
475
§ 38. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA
476
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
477
§ 38. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD ESTRICTA
expresa declaración de que el grupo de trabajo asumió la máxima “mientras mayor el ries-
go, menor el grado de defensas posibles”.
95 Viney/Jourdain 1998 282.
478
RESPONSABILIDAD ESTRICTA O POR RIESGO
96 Ese fue tradicionalmente el caso del derecho alemán, donde a la indemnización del
daño moral se le reconoció una función compensatoria y satisfactoria, lo que llevaba a ex-
cluirla en ámbitos de responsabilidad estricta. La reforma al derecho de obligaciones, que
entró en vigencia el año 2002, hace reparable el daño moral que se deriva de lesiones al
cuerpo, a la salud, a la libertad o a la autodeterminación sexual, con independencia de si
la responsabilidad es estricta o por culpa, lo que también debiera llevar a una revisión de la
función y criterios de valoración del daño moral (BGB, § 253 II).
97 Podría asumirse como excepción la regla del artículo 69 de la Ley sobre accidentes
del trabajo, que reconoce la indemnización del daño moral sólo en el caso de culpa del
empleador; esa ley no establece, sin embargo, un régimen de responsabilidad estricta sino
que un régimen de seguro obligatorio.
98 Larenz/Canaris II 194 603, Von Bar 1996 II 367.
99 Como es el caso de la Ley de navegación, sobre derrame de hidrocarburos en el mar
479
CAPÍTULO VII
notas al texto original de este capítulo hechos por José Miguel Valdivia, antiguo ayudante de
derecho civil, académico de la Universidad de Chile y master en droit public interne de la Uni-
versité Panthéon-Assas Paris II y candidato a doctor en derecho público en esa misma univer-
sidad. El profesor Valdivia ha contribuido con información sobre doctrina y jurisprudencia
francesa que van más allá de las referidas en los tratados generales en la materia consultados
por el autor. Asimismo, expreso mi reconocimiento a Manuel Daniel, de cuya natural sabidu-
ría aprendí mucho acerca de la forma de pensar de un administrativista sabio y prudente,
cuando compartimos funciones como abogados integrantes en la Corte Suprema.
2 En este capítulo se hará referencia a la responsabilidad de las municipalidades y de los
demás órganos de la Administración del Estado, en atención a que su actuación plantea las pre-
guntas más generales y frecuentes en la materia. En un apartado especial serán analizadas las
responsabilidades por actos legislativos y judiciales. Las municipalidades forman parte de la Ad-
ministración del Estado, según dispone el artículo 1 II de la ley Nº 18.575, sobre bases generales
de la Administración del Estado (Ley de bases), y, como se verá, la ley Nº 18.695 sobre municipa-
lidades (Ley de municipalidades) sujeta a estas corporaciones a un estatuto de responsabilidad
análogo al de los demás órganos de la Administración del Estado. En atención a que las circuns-
tancias bajo las cuales responden, así como los tipos de conductas que generan responsabilidad
no son esencialmente diferentes, en este capítulo serán tratadas conjuntamente, a menos que se
diga lo contrario. En consecuencia, cuando se alude a la ‘administración’ se entiende hecha una
referencia tanto a las municipalidades como a los otros órganos de la Administración del Estado.
481
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
3
Así, el Estado responde de acuerdo a categorías del derecho civil en Alemania (Deutsch/
Ahrens 2002 156, con referencia al § 839 del BGB, en relación con el artículo 34 de la Cons-
titución federal); en Inglaterra (Fleming 1985 66, con referencia a la British Crown Procee-
dings Act); en Estados Unidos (Prosser/Keeton et al. 1984 1034, con referencia a la Federal
Tort Claims Act de 1946, que terminó con la inmunidad de jurisdicción del antiguo common
law); en Italia (Cian/Trabuchi 1992 artículo 2043 XIX, en relación con el artículo 28 de la
Constitución italiana); información comparada adicional en Guichot 2001 126. En Francia,
tempranamente el Consejo de Estado estimó que la responsabilidad de la Administración
está sujeta a un estatuto de derecho público (arrêt Blanco), pero la práctica enseña que las
categorías centrales del derecho civil (culpa, daño, causalidad) son utilizadas en el plantea-
miento del tema; en Francia hay doctrina relevante que habla de una responsabilidad civil del
Estado y califica la culpa como un requisito general de responsabilidad. Distinto es el caso
español, donde la ley especial ha desarrollado una doctrina de la responsabilidad de las
administraciones públicas que se sustenta en la antijuridicidad del daño (García de Ente-
rría/Fernández 2002 II 378; más distanciado Busto en Reglero 2002 a 1456; ácidamente
crítico de este desarrollo, Pantaleón en Pantaleón 2001 182 y Pantaleón 2000 79); la acti-
tud crítica parece haberse generalizado en la doctrina administrativista (Mir 2002 30).
4
Así se infiere de las reglas constitucionales sobre el Estado empresario. El artículo 19
Nº 21 de la Constitución señala, en efecto, que las actividades empresariales que ejecuten
el Estado o sus organismos “estarán sometidas a la legislación común aplicable a los parti-
culares, sin perjuicio de las excepciones que por motivos justificados establezca la ley”.
5
Así, por ejemplo, CS, 15.5.2002, GJ 263, 29 y CS, 7.5.2003, F. del M. 510, 751. Sobre
la base de una errónea calificación de la responsabilidad civil como un orden retributivo,
E. Soto Kloss ha procurado desde la década de 1970 sustraer la responsabilidad del Estado
de toda conexión con el derecho civil (véanse especialmente Soto 1977 y Soto 1983); por
determinante que haya resultado su contribución doctrinaria en la consolidación del prin-
cipio de responsabilidad del Estado, estimo que esa equivocada percepción de la actual doc-
trina de la responsabilidad civil, así como un injustificado celo autonomista en el desarrollo
de una responsabilidad del Estado, que pretende construirla solamente sobre la base de las
482
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
483
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
Humanos en Nash 2004; sobre los fundamentos doctrinarios de la responsabilidad del Es-
tado bajo el derecho internacional de los derechos humanos, ídem 10; sobre las obligacio-
nes reparadoras decretadas por ese tribunal a los estados por violaciones a los derechos a la
vida y a la integridad personal, C. Medina 2003 115, 190.
10 Ferrada en Marín 2004 a 107.
11 Sobre el concepto de culpa infraccional, supra Nº 53.
484
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
12 Corte de Puerto Montt, 24.3.1999, rol Nº 8.332 (citada y comentada por Baraona en
485
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
15 Así, por ejemplo, el fallo de casación en el conocido caso Tirado con Municipalidad de La
Reina, donde se afirma, por un lado, que el municipio demandado incurrió en una acreditada
falta de servicio al mantener un hoyo destapado donde podían caer los transeúntes y, por otro,
que la ley funda la responsabilidad por falta de servicio en la mera causalidad material (CS,
24.3.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 35); más consistente y previsor del desarrollo jurispruden-
cial posterior es el fallo de primera instancia de la jueza civil de Santiago M. Antonia Morales
(14.8.1979), luego confirmado, pero que en un considerando eliminado por la Corte de San-
tiago, expresaba que si bien la víctima sólo debía “acreditar que el perjuicio se debió a un servi-
cio deficiente que la corporación edilicia debió subsanar”, el ilícito de la municipalidad también
podía ser construido a la luz de la presunción por el hecho propio del artículo 2329 del Código
Civil, en atención a que el hoyo que provocó el accidente muestra negligencia en la ejecución
de las funciones que son propias de las municipalidades (considerando 17).
16 En tal sentido, la falta de servicio presenta cercanas analogías con la culpa en la or-
ganización que se hace valer al empresario, que puede tener una fuente difusa o indeter-
minada y que se muestra en que la actuación de la empresa no corresponde objetivamente
a los estándares de cuidado que en las circunstancias resultan exigibles (supra Nº 129). En
este sentido, Eisenmann 1949 751 y Chapus 1954.
17 CS, 15.9.2003, GJ 279, 79; es sintomático que el concepto de ‘falta de servicio’ pro-
venga del derecho francés, donde falta y culpa se expresan con la misma palabra (faute);
véase infra Nº 349.
486
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
487
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
18 ‘Lo propio del soberano es imponerse a todos sin compensación’, según la conoci-
da expresión de Laferrière 1888 12 y 174.
19 CS, 11.1.1908, RDJ, t. V, sec. 1ª, 213; Corte de Santiago, 11.1.1908, RDJ, t. V, sec. 2ª,
55; CS, 22.10.1908, RDJ, t. VI, sec. 1ª, 61; CS, 22.7.1914, RDJ, t. XII, sec. 1ª, 313; y CS,
11.9.1920, RDJ, t. XIX, sec. 1ª, 292.
20 CS, 10.12.1889, G. de los T., 1889, 2º sem., Nº 5.185, 835; CS, 8.1.1930, RDJ, t. XXVII,
nistrador en el orden político chileno; entre los fallos que la acogieron pueden citarse Corte de
Santiago, 2.6.1937, confirmada por la CS [cas. fondo], 11.10.1938, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 277;
CS, 15.11.1941, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª, 343; Corte de Santiago, 8.6.1943, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 50;
488
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
y CS, 8.11.1944, RDJ, t. XLII, sec. 1ª, 392. Esta tendencia jurisprudencial comenzó a revertirse a
partir de una sentencia de la Corte Suprema que estimó que “tratándose de actos de autoridad
o poder, sólo el examen de cada caso en particular determinará si este acto produce o no res-
ponsabilidad para el Estado” (CS, 13.1.1965, RDJ, t. LXII, sec. 1ª, 6). Sin embargo, años des-
pués algunas sentencias aún la acogían (CS, 29.8.1974, RDJ, t. LXXI, sec. 4ª, 261, publicada
también en F. del M. 190, 181, y CS, 4.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206).
23 Sobre el desarrollo jurisprudencial previo a los cambios legislativos, véase la nota an-
terior. Sin perjuicio de las normas constitucionales, la concreción del principio de la res-
ponsabilidad del Estado tuvo lugar en la legislación sobre municipalidades y sobre
Administración del Estado (Ley de municipalidades, cuyo texto refundido, coordinado y
sistematizado fue fijado por el DFL 1-19.704/2001; Ley de bases, cuyo texto refundido, co-
ordinado y sistematizado fue fijado por el DFL 1-19.653/2001).
24 Véanse especialmente Pierry 1977/78, 1987, 1998 y 2000; Soto 1977, 1981 y 1996;
489
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
490
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
Estado de la aplicación de las normas del Título II de esa ley (Contraloría General de la Re-
pública, Banco Central, Fuerzas Armadas, Fuerzas de Orden y Seguridad Públicas, Gobiernos
regionales, Municipalidades, Consejo Nacional de Televisión y empresas públicas creadas por
ley); entre las normas excluidas se encuentra el referido artículo 42; sobre esta exclusión Pie-
rry 1995 a 21. Descartado el caso de las municipalidades, que están sujetas a una regla legal
análoga, cabe preguntarse si estos órganos excluidos responden de conformidad a principios
diferentes. Como se verá en el análisis jurisprudencial, los jueces someten la responsabilidad
del Estado por hechos de las Fuerzas Armadas y Carabineros a las reglas generales de la falta
de servicio. Atendida la generalidad del artículo 38 II de la Constitución y 4 de la Ley de ba-
ses, no hay razón para pensar que el legislador haya pretendido sustraer a esas instituciones o
someterlas a un régimen diferente de responsabilidad, salvo que por su propia naturaleza
(como ocurre con las empresas públicas, que quedan sujetas al régimen general del derecho
privado) o por norma legal expresa, tengan un régimen especial.
29 En sustento de esa tesis, véanse especialmente Soto 1977 y 1981. Fiamma 1989 435
491
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
30 Esta es la opinión sostenida desde temprano por E. Soto (un desarrollo tardío de su
492
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
criterio que aquí se analiza, la doctrina ha reemplazado el concepto de daño por el de le-
sión, entendiendo por tal precisamente la que no puede ser excusada sobre la base de una
causal de justificación (García de Enterría/Fernández 2002 II 379); incluso este autor, que
influyó en el establecimiento de esa doctrina, reconoce que este sistema de responsabili-
dad debe ser reconsiderado (prólogo a Mir 2002 25).
36 En contraste, véase Corte de Santiago, 1.4.1999, GJ 226, 84, donde el criterio de la
enfermedad, que los médicos optan por combatir con una intervención riesgosa, pero téc-
nicamente correcta, que sin embargo no logra salvarle la vida, resultando la administración
sanitaria obligada a pagar una indemnización por daño reflejo (Pantaleón en Pantaleón
493
§ 39. LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS ÓRGANOS PÚBLICOS
justicia correctiva que justifique aquella asimetría, que sólo se explica por
la transformación de la responsabilidad del Estado en una especie de siste-
ma previsional caro y discriminatorio (porque favorece aleatoriamente a
las víctimas de accidentes en que haya tenido alguna intervención un ser-
vicio público).
Por otra parte, desde el punto de vista del bienestar general, la defi-
nición del tipo de responsabilidad, dentro del ámbito de discreción que
abre la Constitución, es materia de políticas públicas que no pueden ser
definidas por la doctrina jurídica a espaldas de las decisiones prudenciales
adoptadas por el legislador, sobre la base de una ponderación de las potes-
tades y de los deberes de cuidado que corresponden a la Administración.
Y esa decisión legislativa ha sido adoptada en un sentido diverso a la
responsabilidad estricta u objetiva, al establecerse como condición gene-
ral de la responsabilidad que la Administración haya incurrido en una
falta de servicio, según disponen tanto la Ley de bases, como la Ley de
municipalidades.
e) La responsabilidad estricta u objetiva de la administración sólo procede
respecto de riesgos y daños específicos. Ante todo, ello ocurre respecto de
situaciones de riesgo definidas por el legislador, de modo análogo a la
forma como opera la responsabilidad estricta en el derecho privado.38
Pero también respecto de decisiones públicas lícitas que conduzcan a
resultados manifiestamente injustos, como ocurre con la imposición de
cargas desproporcionadas sobre algunas personas en procura legítima
del bien general (infra Nº 356). En definitiva, de la circunstancia de
que haya situaciones en que la actuación normal del Estado puede dar
lugar a obligaciones indemnizatorias, no se sigue la necesidad de asu-
mir un estatuto de responsabilidad estricta como principio general de
responsabilidad de la Administración.
f) La jurisprudencia nacional, siguiendo la teoría que aquí se discute,
ha declarado en varias oportunidades que la responsabilidad del Estado
sería objetiva o estricta. Pero si se analizan en detalle esos fallos, se cons-
tata que –salvo contadas excepciones– en cada uno de esos casos se acre-
ditó suficientemente en el juicio la existencia de una falta de servicio,
caracterizada por un funcionamiento deficiente del servicio público (es
2001 184, Pantaleón 2000 84). El resultado es que el régimen es extraordinariamente caro
para los órganos públicos que disponen de presupuestos limitados, distrayendo recursos es-
casos al pago de indemnizaciones por daños que razonablemente debieron ser soportados
por quienes sufren los daños (Busto en Reglero 2002 a 1458, Atiyah 1997 80). En sentido
contrario al aquí sostenido, la memoria de A. Vásquez 1999 passim.
494
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
39
Véanse, por ejemplo, las declaraciones de que se trata de una responsabilidad objetiva, en
casos donde los hechos invocados muestran la culpa o la falta de servicio en: CS, 4.11.1993, RDJ,
t. XC, sec. 5ª, 226; Corte de Santiago, 12.12.1994, GJ 174, 118; y Corte de Concepción, 10.8.2000,
RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132, todos en accidentes provocados por el mal estado de vías públicas o
por defectos de señalización atribuidos al incumplimiento de obligaciones del municipio, o de-
rechamente a una falta de servicio; Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 59, en
un accidente causado por la caída de un mástil instalado en una plaza pública, atribuible a falta
de servicio o culpa de una municipalidad; y CS, 26.1.2005, GJ 297, 58, referido a un conscripto
baleado por un cabo mientras efectuaba el servicio militar obligatorio. Es muy sintomático que
cada uno de los casos que López 1997 3 designa como ejemplares de la aceptación argumental
por la jurisprudencia de la responsabilidad objetiva en el derecho chileno, corresponden en ver-
dad a casos de falta en el servicio, entendida como inobservancia de la conducta debida o culpa
del servicio, tales como: la caída en una excavación profunda situada a menos de dos metros de
un paradero de buses (Tirado con Municipalidad de La Reina, CS, 24.3.1981, F. del. M. 268, 8, pu-
blicado también en RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 35); el uso desviado por la autoridad administrativa
de la Ley general de bancos para realizar una emisión de acciones en un banco intervenido (Banco
Continental con Fisco, Corte de Santiago, 26.1.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 2ª, 11); la actuación ilegal
del Servicio de Impuestos Internos al paralizar liquidaciones de importaciones de vehículos (Hexa-
gón con Fisco, CS, 28.7.1987, F. del M. 344, 355); la deficiente práctica médica (Quezada con Servicio
de Salud, 8º Juzg. Civ. de Valparaíso, 6.8.1992, citada en López 1997 35); el mal funcionamiento
de un hospital público al dejar al interior del cuerpo de un paciente dos compresas y haber incu-
rrido en otras negligencias (Reyes Orellana con Servicio de Salud, 3er Juzg. Civ. de Valparaíso, 30.8.1994,
citado en López 1997 35); la inoculación de sangre contaminada con sida en una transfusión
postparto, con declaración expresa de que el accidente era evitable con la debida prevención
(Uribe y otros con Fisco y otro, 3er Juzg. Civ. de Valparaíso, 28.11.1995, citado en López 1997 36); y la
intervención quirúrgica en la cadera equivocada (Béraud con Fisco, Corte de Santiago, 21.9.1995,
rol Nº 49.556-1993). Pueden verse también Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ, t. XCVI, sec.
5ª, 59; Corte de Concepción, 28.11.2001, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 4.4.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 77, que afirma que la responsabilidad de la Administración es objetiva para
luego aplicar el artículo 2320 del Código Civil, que supone la responsabilidad por culpa; Corte
de Concepción, 19.8.2003, confirmada por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61; y Corte de
Concepción, 18.12.2003, RDJ, t. C, sec. 5ª, 163. De la misma debilidad adolece el argumento de
J. Martínez en Baraona 2003 b 154, cuando expresa que la jurisprudencia asumiría una respon-
sabilidad estricta de los servicios de salud: tal responsabilidad estricta de los hospitales públicos,
además de económicamente insostenible, no resulta de los hechos de los casos que relata, sino de
la confusión conceptual que ha dominado la materia, cuya fuente está en la arrogante preten-
sión de construir una responsabilidad del Estado sin base dogmática alguna a partir de disposi-
ciones generales de la Constitución que carecen de contenido normativo. El resultado no puede
ser sino una especie de vulgarismo jurídico. El problema ha sido expresamente resuelto en mate-
ria sanitaria por la ley Nº 19.966, que establece un régimen de garantías en salud, conocido como
‘Plan AUGE’, que en su artículo 38 I dispone que “los órganos de la Administración del Estado
en materia sanitaria serán responsables de los daños que causen por falta de servicio”.
495
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
a. Naturaleza de la responsabilidad
40 Así, por ejemplo, CS, 30.4.2003, GJ 274, 59; CS, 29.9.2004, GJ 291, 80. Ciertas
sentencias de la Corte de Santiago continúan razonando sobre la base de una responsa-
bilidad ‘objetiva’, pero sin que los hechos muestren que se trate de una responsabili-
dad que tenga por fundamento la mera causalidad (Corte de Santiago, 21.3.2005, GJ
297, 77; Corte de Santiago, 21.4.2006, GJ 310, 82).
41 CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68. Es así como la jurisprudencia ha considera-
do que la obligación del Fisco de indemnizar los daños no es solidaria, sino directa (Corte
de Antofagasta, 6.6.1998, GJ 216, 85; CS, 27.4.1999, GJ 226, 56, publicado también en F. del
M. 485, 276).
496
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
42 Así, Corte de Santiago, 1.7.2003, GJ 277, 149. Con todo, no es infrecuente que los fallos,
siguiendo el planteamiento efectuado por los actores, construyan la responsabilidad sobre la base
de una presunción de culpa por el hecho ajeno (artículos 2320 y 2322); aunque ello sea técni-
camente incorrecto, no cabe duda que cumpliéndose las condiciones para dar por establecida
esa presunción, con igual razón se puede dar por acreditada la responsabilidad directa y perso-
nal del Estado. Esa cercanía entre la responsabilidad del Estado por el hecho de sus funciona-
rios y la responsabilidad por el hecho ajeno del derecho civil fue percibida tempranamente por
la jurisprudencia nacional. Pero también se utilizó para dar por establecida la responsabilidad
la presunción de responsabilidad por el hecho propio del artículo 2329. En un fallo de 1952, la
Corte Suprema confirmó una sentencia de la Corte de Valparaíso, uno de cuyos considerandos
señalaba: “Que la I. Corporación demandada no ha comprobado la imposibilidad de proveer a
las medidas de seguridad a que por la ley se encuentra obligada, y, por consiguiente, le afecta la
presunción de culpa resultante del artículo 2329 del Código Civil” (Corte de Valparaíso, 3.12.1948,
confirmada por la CS [cas. fondo], 4.8.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 281); véase infra Nº 370.
43 CS, 15.9.2003, GJ 279, 79; en esta materia acierta el fallo de la Corte de Santiago,
21.9.1995, rol Nº 46.556-93 (caso Béraud), al expresar “que no altera esa responsabilidad del
Estado la naturaleza del vínculo laboral o régimen que gobierna las relaciones laborales [del]
personal (…), pues la única condicionante legal de la responsabilidad del Estado está consti-
tuida en la especie por la exigencia de que el daño se cause actuando el órgano respectivo en
el ejercicio de sus funciones”. Sobre la responsabilidad del Estado como persona jurídica de
derecho público, Soto 1996 310. Ese razonamiento tiene su origen en la doctrina de L. Du-
guit, quien sostuvo que su naturaleza de persona jurídica de derecho público impedía juzgar
los actos del Estado con los parámetros de las personas naturales (Duguit 1930 468, Duguit
1913 222). La distinción entre el derecho público y el derecho privado también ha perdido
relevancia en esta materia, en razón del desarrollo de la idea de culpa en la organización en
la responsabilidad del empresario (supra Nº 129). En algunos fallos se habla de una responsa-
bilidad basada en la ‘teoría del órgano’ (Corte de Concepción, 10.8.2000, GJ 259, 38), pero
pareciera que esa construcción es innecesaria: la administración es responsable por la falta
de servicio, cualquiera sea la forma como llegó a producirse. Con fundamento en el princi-
pio de especialidad, se ha considerado que el Estado no responde por infracciones a la Ley
del tránsito por parte de sus funcionarios según el estatuto de derecho público, sino como
propietario del vehículo y empleador (CS, 13.7.2004, GJ 289, 68).
44 Corte de Santiago, 23.4.1980, confirmado por la CS [cas. fondo], 24.3.1981, RDJ,
para indemnizar los perjuicios que sufran uno o más usuarios de los servicios municipales
cuando éstos no funcionen debiendo hacerlo o lo hagan en forma deficiente” (DL 1289/
1975, artículo 62 II).
497
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
46 En este sentido, CS, 9.5.1991, GJ 131, 78, refiriéndose a la conducta negligente y des-
498
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
orígenes, siempre se encontrará una conducta que debió ser otra. De he-
cho, la mejor manera de probar que ha habido falta de servicio es mos-
trando cómo se debió actuar por los funcionarios de la Administración o
de la municipalidad en las precisas circunstancias.
Aunque la falta de servicio sea reconducible a la actuación de personas
concretas, esto es, al acto individualizado de uno o más funcionarios (un
disparo efectuado por un carabinero; una mala maniobra ejecutada por el
conductor de una ambulancia), cuando se reclama la responsabilidad del
Estado, la conducta del funcionario no se imputa a su persona, sino a la
función pública que ejecuta. Lo anterior no impide que la responsabilidad
del funcionario pueda ser hecha valer por la víctima o la Administración,
según se verá (infra § 42 a). Pero ese hecho puede dar lugar a una respon-
sabilidad del Estado en la medida que el acto del funcionario sea objetivamente
atribuible a la función administrativa. La responsabilidad del Estado es una
especie de garante cuya obligación indemnizatoria tiene por antecedente
un acto de agentes que lo compromete en el ejercicio de sus funciones
(Ley de bases, artículos 4 y 42); esto es, tiene que haber alguna relación
significativa, que la ley no define, entre el hecho del funcionario y las
funciones que desempeña. Por el contrario, el Estado no responde si el
funcionario ha actuado desligado de su función de servicio.47
En circunstancias que la ley no da criterios para determinar cuándo
existe una relación significativa entre el hecho del funcionario y la Admi-
47 CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68, imputa al Estado la responsabilidad según el
criterio de estar el funcionario en servicio. Así había ya ocurrido en el conocido caso Becker
con Fisco (CS, 13.1.1965, RDJ, t. LXII, sec. 1ª, 6). En Corte de Santiago, 1.7.2003, GJ 277,
149, se estimó que el Estado era responsable por los disparos que un cabo efectuó sobre un
conscripto dentro de un recinto militar; en Corte de Concepción, 19.8.2003, confirmada
por la CS [cas. fondo], 24.12.2003, GJ 282, 61, se falló que el Estado responde por la muer-
te de un individuo que recibe un disparo por parte de un policía que imprudentemente
saca su arma durante un alboroto público con ocasión de un espectáculo artístico; y en Corte
de Santiago, 1.9.2003, GJ 279, 121, se resolvió que el Estado responde por la muerte de un
detenido a causa del disparo de un policía que lo interrogaba en una comisaría. Por el con-
trario, en CS, 17.1.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 11, se declaró que si los hechos invocados
“ninguna relación tienen con los deberes y labores funcionarias pues no fueron cometidos
durante el servicio ni con ocasión de él (…) se trata de hechos jurídicos de carácter perso-
nal que se rigen enteramente, en lo que a la indemnización se refiere, por el derecho co-
mún y no por el derecho público”; en el caso no concurría ninguna relación con el servicio,
pues los funcionarios de Carabineros que incurrieron en ilícitos no se hallaban al cuidado
del servicio, actuaron en horas en que estaban de franco, sin uso alguno de sus uniformes
ni de armas fiscales; en sentido análogo, más recientemente, CS, 15.4.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 4ª, 95; un paso más allá dio la Corte de Santiago al entender que la sola circunstancia
de portar un arma proporcionada por el Fisco no constituye una relación suficiente para
comprometer la responsabilidad de este último (Corte de Santiago, 13.1.1997, GJ 199, 87).
En otros ordenamientos se ha entendido que compromete la responsabilidad del Estado
que un policía o militar utilice armas de servicio (para Francia, nota siguiente; para Espa-
ña, Busto en Reglero 2002 a 1453).
499
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
48 Este estado de cosas ha sido construido en el derecho francés a partir de los casos
Lemonnier, y Mimeur (Grands arrêts administratifs 1999 201 y 426, respectivamente). En el pri-
mero se acepta que el Estado responda si un funcionario ha cometido una falta personal
en ejercicio de sus funciones (produciéndose así un cúmulo de responsabilidades). El se-
gundo extendió la responsabilidad estatal al caso de una falta personal ‘no desprovista de
todo vínculo con el servicio’ (como ocurre, por ejemplo, cuando ha sido cometida con oca-
sión del servicio o, lo que es más discutible, ha empleado medios provistos por la adminis-
tración, tales como armas de fuego). Con posterioridad, el Consejo de Estado ha estimado
que atendida la obligación de portar el arma a la casa, el accidente producido por esa arma
fuera del servicio no puede ser considerado desligado de ese servicio (Consejo de Estado,
26.10.1973, RDP 1974, 554); luego se falló que el dolo penal en actividades privadas del
funcionario interrumpía el vínculo con el servicio, de modo que compromete sólo la res-
ponsabilidad personal del funcionario (Consejo de Estado, 12.3.75, RDP 1975, 1754).
49 García de Enterría/Fernández 2002 II 399; en el derecho español también se señala
como causal de imputación que el daño haya sido cometido ‘con ocasión de las funciones’
(Busto en Reglero 2002 a 1433).
50 Si en hipótesis de ilícitos cometidos con ocasión de funciones públicas o de utilización
de medios provistos por la administración se da lugar a la responsabilidad del Estado, este pue-
de repetir contra el funcionario, de modo que aquella responsabilidad cumple una función de
garantía frente a las víctimas (Lochak 1993 275). Respecto de la distinción entre culpa o falta
personal y falta de servicio, Chapus 1998 1272. Sobre la acción restitutoria en el derecho chileno,
Pierry 1995 b. Sobre la materia se volverá en infra Nº 365; véase también Valdivia 2005.
51 Busto en Reglero 2002 a 1447, Palandt/Thomas § 839 101 y 112.
500
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
52 CS, 7.11.2000, F. del M. 504, 4126, entendió que la acción patrimonial que surge del
501
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
343. Daño. El Estado responde de todo daño, según las reglas generales
de la responsabilidad extracontractual, de modo que su responsabilidad
puede ser tenida por integral.53 En la materia no hay norma especial ni
razón jurídica alguna para establecer discriminación entre la reparación
civil y la administrativa.54 La jurisprudencia extiende indistintamente la
reparación al daño patrimonial y al moral, en términos tales que no exis-
ten diferencias respecto de los criterios de determinación de los perjuicios
indemnizables, incluida la discutible tendencia a considerar la solvencia
del Fisco al fijar el monto de la indemnización (supra Nº 201). En circuns-
tancias que en Chile existe unidad de jurisdicción para la responsabilidad
del Estado y la responsabilidad civil propiamente tal, no es probable que
se desarrollen algunas sutiles diferencias que se conocen en otros ordena-
mientos (que en verdad tampoco alteran los aspectos esenciales de la defi-
nición del daño).55 En consecuencia, corresponde en la materia hacer
referencia extensiva a lo expresado en el capítulo sobre daño (Capítulo IV).
502
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
57 CS, 29.1.2002, GJ 259, 17, publicada también en F. del M. 498, 660; Corte de Con-
cepción, 28.11.2001, confirmada por la CS [cas. forma y fondo], 4.4.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 5ª, 77. Incluso se ha estimado que una grave exposición imprudente de la víctima pue-
de tener por efecto excluir la responsabilidad del Estado (CS, 8.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec.
1ª, 80; CS, 29.5.2003, F. del M. 510, 674); sobre la materia, supra Nº 290. En contrario, véase
la prevención del ministro Muñoz en Corte de Santiago, 19.6.2003, GJ 276, 111, en orden a
que no procedería la compensación de culpas en materia de responsabilidad del Estado;
en el caso concreto, parece que el argumento principal es que el intento de fuga no debe
tenerse por excusa para la acción policial que tiene un resultado de muerte, más aún si se
atiende a que al autor se le atribuyó dolo (supra Nº 289 c).
58 Para el Tribunal Constitucional de los artículos 6º y 7º de la Constitución “se con-
cluye que los órganos del Estado, cualquiera sea su actividad tienen responsabilidad si
infringen la Constitución. Estas normas se complementan con otras disposiciones de la
Constitución, de donde resulta que si se afectan derechos constitucionales y se causa
daño cabe responsabilidad del Estado” (Trib. Const., 2.12.1996, RDJ, t. XCIII, sec 6ª,
138). En el mismo sentido, Corte Presidente Aguirre Cerda, 16.1.1986, GJ 67, 60.
503
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
59 Paillet 2003 a y Paillet 2003 b; relacionando la falta de servicio con una obligación
504
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
63
Innumerables sentencias han acogido la responsabilidad del Estado derivada de actos ile-
gales declarados nulos. Los casos más conocidos corresponden a aquellos originados en actos de
confiscación ilegal de bienes con fundamento en el DL 77/1973: CS, 20.11.1997, RDJ, t. XCIV,
sec. 1ª, 126; Corte de Santiago, 27.4.1998, GJ 214, 78; Corte de Santiago, 26.5.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 5ª, 114; CS, 21.7.1998, GJ 217, 77; CS, 12.8.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 116; CS, 27.5.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 1ª, 139; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 69; CS, 12.8.1999, GJ 230, 57; CS, 7.11.2000,
GJ 245, 17, publicada también en F. del M. 504, 4126; CS, 27.11.2000, Rev. Consejo 3, 2001, 221;
CS, 13.12.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 185; y Corte de Santiago, 5.7.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª,
77. Si bien la jurisprudencia ha tendido a entender que las acciones indemnizatorias están pres-
critas, ello no altera las condiciones de fondo de la responsabilidad.
64
CS, 20.7.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 1ª, 90; CS, 15.10.1998, F. del M. 479, 1997; CS,
21.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 163; y CS, 5.3.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 27.
65
El respeto a la confianza ha sido reconocido por una jurisprudencia administrativa
consolidada (U. Marín 2000 57). En materia tributaria la confianza en los dictámenes del
Servicio de Impuestos Internos está amparada por el artículo 26 del Código Tributario. Sin
embargo, la idea de protección de la confianza ha recibido un apoyo mitigado en la doctri-
na y jurisprudencia francesas, que en materia de responsabilidad prefieren recurrir a las
categorías tradicionales (Calmes 2001 615).
66 CS, 28.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94; CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88; CS,
29.1.2002, GJ 259, 17; CS, 5.3.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 27, publicada también en F. del
M. 496, 1. Sobre la necesidad de criterios normativos precisos para delimitar la responsabi-
lidad de la administración, Mir 2002 287 a 308.
505
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
ponden ‘principalmente por falta de servicio’. A falta de una precisión mayor, podría en-
tenderse que el universo restante está dado por un estatuto general de responsabilidad
estricta. Sin embargo, esta inferencia resulta extravagante: ante todo, por las dificultades
antes expuestas para asumir un estatuto de ese tipo (supra Nº 337); enseguida, porque una
decisión jurídica fundamental, como es establecer un sistema de responsabilidad que no
tiene precedentes en el derecho chileno, no puede ser construida a partir de una inferen-
cia tan indirecta; finalmente, desde un punto de vista lógico, si esa inferencia fuera correc-
ta, la regla no tendría necesidad de hacer referencia a la falta de servicio como condición
de responsabilidad, porque cada vez que haya ‘falta de servicio’ también existe esa relación
causal entre el hecho de la Administración y el daño, que es el único requisito exigido bajo
un estatuto de responsabilidad estricta (u objetiva en sentido propio). Todo indica, en con-
secuencia, que la norma se refiere a las demás hipótesis concretas que determinan la res-
ponsabilidad de las administraciones públicas.
68 Es lo que demuestran las referencias a los conceptos, de origen francés, de falta de
servicio y falta personal, contenidas en el artículo 42 de la Ley de bases (el primero está reite-
rado en el artículo 141 de la Ley de municipalidades), así como la historia de la adopción
legislativa de ese precepto. Sobre este último aspecto se insiste con razón en Pierry 1995 a y
Pierry 2000.
69 La analogía entre la culpa civil y la falta de servicio se muestra con claridad cuando
se atiende al origen francés de este último concepto. La palabra francesa faute significa cul-
pa, y en materia administrativa designa la falta de servicio (faute de service). Por eso, en la doc-
trina francesa la falta de servicio suele ser identificada con la responsabilidad por culpa y, en
tal carácter, es reconocida como régimen general de responsabilidad del Estado. Así, Cha-
pus 1998 1454. Respecto de la objetivación de la falta de servicio en el derecho francés, que
sigue analógicamente a la objetivación de la culpa en el derecho civil, Waline 476 1995.
506
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
explica que muchos sistemas jurídicos hayan podido construir una doctri-
na de la responsabilidad del Estado sobre la base del concepto civil de
culpa; y que la jurisprudencia chilena haya aceptado la invocación por el
demandante de normas de derecho privado como fundamento de la ac-
ción indemnizatoria por actuaciones de las administraciones públicas.70
En definitiva, la particularidad del concepto de falta de servicio es que
pone al juez en la necesidad de precisar la conducta que debe observar la
administración a efectos de prevenir accidentes.71
b) La falta de servicio denota el incumplimiento de un deber de servicio.
Ese incumplimiento puede consistir en que no se preste un servicio que la
Administración tenía el deber de prestar, sea prestado tardíamente o sea
prestado en una forma defectuosa de conformidad con el estándar de ser-
vicio que el público tiene derecho a esperar.72
70 Así, Corte de Santiago, 28.12.1999, GJ 234, 63, que concluyó que un mismo hecho pue-
de ser constitutivo de culpa civil y de falta de servicio. En opinión de esa Corte, el diagnóstico
tardío de una enfermedad, la impericia en su tratamiento y otros errores de diagnóstico atri-
buibles a negligencia del personal de un hospital público, hacen “responsable a la demanda-
da en los términos tanto del artículo 2320 del Código Civil, según el cual, y en lo pertinente,
los empresarios responden del hecho de sus dependientes, cuanto del artículo 44 de la ley
Nº 18.575, según el cual los órganos de la Administración del Estado, como ocurre en la es-
pecie, serán responsables del daño que causan por falta de servicio”. En otros casos se ha acep-
tado la invocación exclusiva de normas de derecho privado, en el entendido que si se ha
acreditado la culpa civil, debe entenderse que el hecho también constituye una falta de servi-
cio; en este sentido: CS, 27.4.1998, F. del M. 473, 244; CS, 27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec.1ª, 68,
publicado también en GJ 226, 56, y F. del M. 485, 276; CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, 88; CS,
24.1.2002, GJ 259, 38; Corte de Copiapó, 28.6.2002, GJ 268, 133; y CS, 7.1.2003, GJ 271, 96.
71 En el derecho francés la homologación de la falta de servicio a la culpa civil fue
formulada por Ch. Eisenmann 1949 751 y establecida por la influencia de Chapus 1954.
En la doctrina chilena, por esta analogía entre la culpa y la falta de servicio, Pierry 2000
19, Oelckers 1998 351, Ferrada en Marín 2004 a 114. En el sentido indicado en este pá-
rrafo, Corte de Santiago, 14.4.2005, GJ 298, 87.
72 Tal fórmula es asumida usualmente por la jurisprudencia (así, por ejemplo, Corte de
Santiago, 13.9.1991, RDJ, t. XC, sec. 5ª, 226, publicada también en GJ 161, 21; Corte de San-
tiago, 30.10.1996, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 13; Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ, t. XCVI,
sec. 5ª, 59; Corte de Santiago, 1.4.1999, GJ 226, 84, publicada también en F. del M. 489, 1610;
Corte de Concepción, 10.8.2000, GJ 259, 38; CS, 8.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 80; CS,
30.4.2003, GJ 274, 59; CS, 15.9.2003, GJ 279, 79, publicada también en F. del M. 514, 2230;
CS, 25.4.2006, rol Nº 5.826-2005; y Corte de Santiago, 14.7.2006, GJ 313, 76). Esta tipifica-
ción tripartita fue formulada originalmente por Duez 1927 15; Paillet 1980 308 la critica por-
que, a pesar de su elegancia, carece de estructura racional (el funcionamiento defectuoso es
una categoría amplísima frente al funcionamiento tardío, que parece marginal; el funciona-
miento tardío y la ausencia de funcionamiento podrían fundirse en una sola categoría, pues
ambas consisten en que el servicio no funcionó como debía) y descuida otras distinciones
relevantes, en particular entre actividad jurídica y material. Un análisis de la noción de falta
de servicio a la luz de la jurisprudencia reciente en Valdivia 2005.
507
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
73 Esta idea sólo me ha resultado clara luego de revisar una centena de fallos sobre la
508
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
74
Busto en Reglero 2002 a 1457.
75
Atiyah 1997 79; un refinado análisis jurídico de la cuestión en Cane 1996 238. Pue-
de verse Corte de Santiago, 23.7.2002, GJ 265, 78.
76
En el mismo sentido Mir 2002 143, quien habla de la función de control y demarca-
toria de la responsabilidad patrimonial de la administración.
509
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
510
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
79 Ese parece ser el caso, sin embargo, en CS, 13.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 236, donde
RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 35); véanse también CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88, y CS,
5.3.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 27, publicada también en F. del M. 496, 1.
81 Así, sin embargo, CS, 28.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94; Corte de Concepción,
15.9.1999, confirmada por la CS [cas. fondo], 10.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132; Corte
de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª,
104; y CS, 24.11.2003, GJ 281, 80.
511
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
82 Es en este grupo de casos donde se muestran con particular agudeza los efectos de
una doctrina de la responsabilidad del Estado construida sobre la idea de antijuridicidad del
daño. Una crítica a la legislación, doctrina y jurisprudencia españolas, que permiten discrimi-
nar a efectos de responsabilidad entre ambos tipos de situaciones, en Pantaleón en Panta-
león 2001 182, Pantaleón 2000 84; entre los administrativistas españoles, Parada 1999 677.
83 Corte de Puerto Montt, 24.3.1999, rol Nº 8.332 (citada y comentada por Baraona en
27.4.1998, F. del M. 473, 244); de la caída sobre un niño del mástil ubicado en un parque
municipal, porque le faltaba un perno de sujeción (Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 5ª, 59); del disparo accidental de un policía que alcanza a un transeúnte (CS,
27.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 68); de la cirugía negligentemente ejecutada que debe ser
luego corregida varias veces (CS, 27.4.1999, GJ 226, 56, publicado también en F. del M. 485,
276); o del tablón que cubría sin señalización una acera en mal estado (CS, 28.7.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 5ª, 94); de la muerte de un menor a causa de la mantención de una piscina
pública con infracción a los reglamentos sobre la materia (Corte de Santiago, 14.1.2002, GJ
512
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
271, 96); de una infección intrahospitalaria adquirida sin relación causal presumible con la
cirugía que dio lugar al tratamiento (CS, 24.1.2002, GJ 259, 38, publicada también en F. del
M. 497, 370); de la administración descuidada de un sedante (Corte de Copiapó, 28.6.2002,
GJ 268, 133); y de la pavimentación que causa inundación de las viviendas circundantes (CS,
27.11.2003, GJ 281, 64; CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87).
513
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
por el mal estado de las vías y por falta de señalización, véase infra Nos 535 y siguiente.
87 Así, para el derecho chileno, R. Letelier 2002. Las hipótesis de responsabilidad por
514
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
89 Existen fuertes analogías entre la responsabilidad del Estado por imposición de car-
gas públicas y el instituto civil de la compensación por cargas que una persona privada tie-
ne derecho a imponer a otra, atendidas las circunstancias. Es el caso, especialmente, del
estado de necesidad: para evitar un mal mayor, se tiene derecho a intervenir en un bien
ajeno, pero no es justo que la víctima tenga que soportar las consecuencias de esa interven-
ción, una vez pasadas las circunstancias que la motivaron (supra Nº 82). En la doctrina fran-
cesa, la analogía fue expresada por Hauriou, quien llegó a considerar el enriquecimiento
sin causa como fuente de la obligación de reparar los daños causados sin culpa (Hauriou
1911 481); sin embargo, la doctrina posterior ha rechazado ese punto de vista, aun cuando
no niegue la existencia de un cierto ‘aspecto restitutorio’ de la responsabilidad administra-
tiva (Deguergue 1994 608 y 476). En el derecho alemán, el instituto de la carga excesiva
(Aufopferung) tiene un desarrollo dogmático independiente (Deutsch/Ahrens 2002 188).
90 En el derecho francés, la doctrina administrativa tradicionalmente hizo referencia a
un principio general del derecho aplicable aun a falta de texto expreso; el Consejo Consti-
tucional le ha atribuido carácter positivo, entendiendo que se trata de un caso de aplica-
ción de la garantía de igualdad ante la ley de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de 1789 (Chapus 1998 1252).
91 Ni siquiera un régimen de responsabilidad estricta del Estado escapa a esta restric-
ción, como ocurre en el derecho español. En efecto, aun cuando se proclama el derecho
del ciudadano a ser indemnizado por los daños provocados por el funcionamiento normal de
los servicios públicos, paradójicamente se entiende que los daños causados por el normal
funcionamiento de los servicios públicos son, por lo común, cargas no indemnizables que
los administrados tienen el deber jurídico de soportar a causa de su generalidad, salvo en
cuanto esa carga entrañe un sacrificio excesivo y desigual para algunos (García de Ente-
rría/Fernández 2002 II 378).
515
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
estado administrador, como el francés, la doctrina intente justificar el escaso impacto prác-
tico de esta especie de responsabilidad recurriendo a la función que cumple el interés públi-
co que legitima la imposición de la carga. Así, frente a la reducida aplicación de esta
responsabilidad en casos de medidas de orden público económico o aun policial, algunos
han entendido que si la carga ha sido impuesta para la protección de un interés general pre-
eminente, no procede reparación por parte del Estado (en este sentido, Devolvé 1969). Aná-
lisis recientes indican que la jurisprudencia estudia ante todo la intención perseguida por
la norma, pues las discriminaciones queridas por el regulador, en la medida que pertene-
cen a su ámbito de atribuciones, no debieran abrir derecho a reparación (así, Broyelle 2003).
La reparación sólo cabría tratándose de efectos anómalos, no buscados por la norma apli-
cable. Se trataría más bien, como dicen Vedel/Delvolvé 1990 639, de un ‘régimen de repa-
ración aceptado’ por el legislador o por la autoridad administrativa en cuestión. Ese
razonamiento, sin embargo, niega efecto jurídico autónomo al instituto de la reparación
por cargas públicas desproporcionadas, pues antes de distinguir entre beneficios públicos y
costos privados es preciso determinar si el fin perseguido por la reglamentación admite la
reparación. Con esas importantes reservas, que son expresivas de una específica jerarquiza-
ción de las posiciones jurídicas del Estado y del administrado en el derecho francés, se ha
desarrollado una abundante jurisprudencia, precisando las condiciones de que la carga debe
ser especial y grave para que dé lugar a reparación (Chapus 1998 1253).
94 Epstein 1999 67 ve en estos casos una analogía con el alivianamiento de la nave en
el derecho marítimo: ante un riesgo de naufragio, se bota al mar la carga menos valiosa,
con cargo a formar un pool de beneficiarios que indemnicen proporcionalmente a los per-
judicados.
516
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
95 Al respecto, un análisis desde una teoría política libertaria, en Epstein 1982. La dis-
tinción entre cargas que el propietario debe soportar en razón del interés general y las que
constituyen un gravamen que debe ser reparado, como si fuera expropiatorio, es una pre-
gunta necesariamente abierta en todo sistema jurídico. Así, a diferencia de lo fallado en los
casos que más adelante se refieren, en que se da lugar a la reparación por la imposición de
cargas excesivas y desiguales, se ha estimado que la declaración de una propiedad como
monumento nacional no da lugar a indemnización alguna, aunque de ello se siga que ella
pierda parte sustancial de su valor (CS, 22.12.1982, RDJ, t. LXXIX, sec. 5ª, 194). Por el con-
trario, se ha estimado que la obligación de los propietarios colindantes con las playas de
otorgar gratuitamente vías de acceso a éstas, constituye una limitación al dominio que da
lugar a indemnización (Trib. Const., 2.12.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 6ª, 138).
517
§ 40. RESPONSABILIDAD POR ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO Y DE LOS MUNICIPIOS
96 Juzg. de San Felipe, 5.6.1889, confirmada por la CS, 10.12.1889, G. de los T., 1889,
con la opinión unánime de todos los facultativos del departamento, que aprobaron la me-
dida como absolutamente necesaria para atenuar los efectos de la epidemia que amenaza-
ba la vida de los habitantes del lugar.
98 Fundando su decisión en las Siete Partidas de Alfonso X (Partida 3), en el artículo
1437 del Código Civil y en otras disposiciones del mismo Código, se resolvió que el Estado
debía pagar al señor Ábalos el valor del sandial destruido.
99 El señor Lapostol estableció una servidumbre en su predio para la instalación de una
cañería de abastecimiento de agua potable para el poblado de Penco. Tiempo después fue
privado de la explotación de canteras y de cortar árboles para asegurar el suministro. La
sentencia de segunda instancia señala que “se irrogó un daño individual, en beneficio de la
comunidad, protegiéndose un servicio fiscal, y el Fisco, como representante de la comuni-
dad, está obligado a indemnizarlo”. Resaltando el carácter confiscatorio de la decisión ad-
ministrativa, la Corte Suprema rechazó los recursos deducidos contra ese fallo, con
fundamento en el derecho de propiedad (Corte de Santiago, 9.11.1923, confirmada por la
CS [cas. fondo], 8.1.1930, RDJ, t. XXVII, sec. 1ª, 744).
100 Este caso se originó en una prohibición de corte y explotación de la araucaria, im-
puesta mediante un decreto supremo que declaró la especie ‘monumento natural’, afec-
tando la propiedad de la demandante, dueña de un predio de gran extensión cuyo único
giro era la explotación comercial de bosques de esa especie. La Corte Suprema señaló que
dicho decreto, aunque legal, “redunda en graves daños para los propietarios de Galletué,
que han acatado la decisión de la autoridad, no siendo equitativo que los soporten en tan
gran medida sin que sean indemnizados por el Estado, autor de la decisión, conforme a los
principios de la equidad y justicia” (CS, 7.8.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 5ª, 181). Véase tam-
bién Corte de Santiago, 21.11.2003, GJ 281, 122.
518
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
519
§ 41. RESPONSABILIDAD POR ACTOS LEGISLATIVOS Y JUDICIALES
520
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
dor tiene su origen en una ley de 1934 que, para proteger la industria lechera, prohibió
todos los productos susceptibles de reemplazar la crema natural, que tuvo por efecto impe-
dir el funcionamiento de una empresa que tenía el giro que la ley había limitado. El Con-
sejo de Estado estimó que “ni la ley, ni los trabajos preparatorios, ni el conjunto de
circunstancias del asunto permiten pensar que el legislador ha pretendido hacer soportar
al interesado una carga que normalmente no le incumbe; esta carga, creada en interés ge-
neral, debe ser soportada por la colectividad” (caso La Fleurette, 14.1.1938, Grands arrêts ad-
ministratifs 1999 325). Sobre la base de esta jurisprudencia, se hace responsable al Estado,
además, por los perjuicios provocados por la aplicación de convenciones internacionales.
Respecto del derecho español, García de Enterría 1996 131.
105 Así lo ha señalado la Corte Suprema, aunque sólo circunstancialmente: “desde ya
se puede adelantar también que existen numerosas disposiciones constitucionales que im-
ponen la responsabilidad del Estado cuando se desconozcan por las autoridades o la admi-
nistración o incluso por el propio legislador las garantías constitucionales y los derechos
fundamentales que ella asegura, entre los que se encuentra el derecho de propiedad en
sus diversas especies” (CS, 7.8.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 5ª, 181).
106 Distinto ha sido el caso del derecho comunitario europeo, en la medida que impo-
521
§ 41. RESPONSABILIDAD POR ACTOS LEGISLATIVOS Y JUDICIALES
cito, de que mantendrá el orden legal vigente.107 Sin perjuicio de los ins-
trumentos para comprometer contractualmente la responsabilidad del Es-
tado por cambios legislativos (contratos leyes),108 la regla general es que el
Estado no responde por cambios legislativos, en la medida que actúe den-
tro del marco de protección de los derechos patrimoniales del artículo 19
Nº 24 de la Constitución.109
107 Una reticencia análoga se encuentra en la jurisprudencia francesa, que antes de re-
a 1503; críticos, creo que con razón, García de Enterría/Fernández 2002 II 391).
110 El artículo 5 I de la ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Público,
dispone expresamente que “el Estado será responsable por las conductas injustificadamen-
te erróneas o arbitrarias del Ministerio Público”.
111 García de Enterría/Fernández 2002 II 394.
522
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
523
§ 41. RESPONSABILIDAD POR ACTOS LEGISLATIVOS Y JUDICIALES
114
Rige la materia, además, un auto acordado de la Corte Suprema de 10.4.1996. La
norma constitucional vigente tiene su antecedente en el artículo 20 de la Constitución de
1925, que disponía: “Todo individuo en favor de quien se dictare sentencia absolutoria o se
sobreseyere definitivamente, tendrá derecho a indemnización, en la forma que determine
la ley, por los perjuicios efectivos o meramente morales que hubiere sufrido injustamente”.
Esa disposición nunca recibió aplicación, por no haberse dictado la ley que regulara las con-
diciones de ejercicio de la acción de responsabilidad.
115
Es discutible el destino que tendrá esta regla a la luz del nuevo Código Procesal
Penal, que reduce sustancialmente la procedencia de las medidas preventivas de privación
de libertad. En todo caso, las condiciones de responsabilidad pueden extenderse como prin-
cipio general del derecho procesal penal, como se sugiere en esta sección.
116
Las expresiones que emplea la Corte Suprema para calificar una resolución como in-
justificadamente errónea o arbitraria son bastante elocuentes: i) “error inexplicable” (CS,
10.1.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 11; CS, 11.8.1989, GJ 110, 54; CS, 29.1.1993, RDJ, t. XC,
sec. 5ª, 20; CS, 7.5.1993, RDJ, t. XC, sec. 5ª, 146; CS, 2.7.1993, GJ 157, 111; CS, 27.6.1996, GJ
192, 95); ii) “resolución desprovista de toda medida que la hiciera comprensible” (CS, 20.6.1986, RDJ,
t. LXXXIII, sec. 5ª, 55); iii) resolución “falta de toda racionalidad” (CS, 31.7.1984, RDJ, t. LXXXI,
sec. 4ª, 93; CS, 11.10.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 231; CS, 22.1.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 5ª,
9); iv) “sin explicación lógica” (CS, 11.8.1989, GJ 110, 59); v) “error grave, exento de justificación
(…) sin fundamento racional, inexplicable” (CS, 29.1.1993, RDJ, t. XC, sec. 5ª, 20; CS, 7.5.1993,
RDJ, t. XC, sec. 5ª, 146; CS, 17.11.1999, GJ 233, 77, publicada también en F. del M. 492, 2544);
vi) error “craso y manifiesto, que no tenga justificación desde un punto de vista intelectual en un moti-
vo plausible” (CS, 17.7.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 5ª, 164; CS, 2.12.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 5ª,
272, publicada también en GJ 198, 109; CS, 28.8.1998, F. del M. 477, 1504); vii) resolución
adoptada “insensatamente” (CS, 17.11.1999, GJ 233, 77, publicada también en F. del M. 492,
2544; CS, 15.12.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 193, publicada también en GJ 234, 119; CS,
15.12.1999, GJ 234, 123; CS, 5.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 134, publicada también en GJ
240, 164; CS, 9.8.2000, GJ 242, 150; CS, 23.9.2000, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 172, publicada tam-
524
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
bién en GJ 250, 167; CS, 23.4.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 172; CS, 25.4.2001, GJ 250, 164); y
viii) más aún, cuando estas sentencias aluden al “capricho” judicial, sugiriendo incluso un
comportamiento cercano al dolo (CS, 31.7.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 93; CS, 11.10.1984,
RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 231; CS, 20.6.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 5ª, 55; CS, 29.1.1993, RDJ, t.
XC, sec. 5ª, 20; CS, 27.6.1996, GJ 192, 95; CS, 2.12.1996, RDJ, t. XCIII, sec. 5ª, 272, publicada
también en GJ 198, 109; CS, 17.11.1999, GJ 233, 77, publicada también en F. del M. 492, 2544;
CS, 15.12.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 193, publicada también en GJ 234, 119; CS, 5.6.2000,
RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 134, publicada también en GJ 240, 164; CS, 9.8.2000, GJ 242, 150; CS,
23.9.2000, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 172, publicada también en GJ 250, 167; CS, 23.4.2001, RDJ,
t. XCVIII, sec. 5ª, 172; CS, 25.4.2001, GJ 250, 164).
117
Cane 1996 231.
118
La tendencia jurisprudencial, incluso en los casos en que se ha dado lugar a la re-
paración por procesamiento o condena criminal errónea, es a valorar la conducta de los
jueces a tales efectos. En un considerando de estilo se alude a una “infracción de los debe-
res esenciales de un Tribunal”; tal infracción se ha estimado existir cuando “se ha atribuido
erróneamente carácter típico a hechos que sólo aparecen reprochables desde el punto de
vista administrativo o funcionario” (CS, 25.7.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 5ª, 85, publicada
también en GJ 109, 49); o cuando se ha omitido comprobar previamente la existencia de la
simple materialidad de los elementos que configuran el hecho delictuoso (CS, 5.12.1990,
RDJ, t. LXXXVII, sec. 5ª, 184), por ejemplo, en caso de haberse sometido a proceso a al-
guien por el delito de giro fraudulento de cheque, sin analizar el juez que el documento
había sido presentado a cobro transcurridos los plazos legales (CS, 14.11.1985, RDJ, t.
LXXXII, sec. 4ª, 254); un caso análogo en CS, 17.11.1999, GJ 233, 77.
525
§ 42. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
Por otro lado, la norma no tiene una función represiva respecto del
juez, sino de justicia correctiva. En consecuencia, no es la conducta de los
jueces la materia que se juzga, sino si objetivamente ha habido un someti-
miento a juicio o una condena objetivamente errónea o arbitraria. En tal
sentido, resulta de toda evidencia diferente la causa que fue sobreseída por
falta de pruebas suficientes, aunque haya habido indicios de culpabilidad,
de aquella en que se demostró que el procesado o condenado no tenía
relación alguna con los hechos, y que por un error demostrablemente injus-
tificado sufrió la persecución criminal.119 En otras palabras, la calificación de
la resolución como injustificadamente errónea o arbitraria debe entenderse
compatible con un error judicial, que no sólo puede deberse a negligencia
en el cumplimiento del deber, sino también a circunstancias del todo excu-
sables desde el punto de vista subjetivo, atendidos los antecedentes disponi-
bles y las circunstancias en que los jueces hubieron de adoptar las respectivas
decisiones.120 En el fondo, la responsabilidad por error en el procesamiento
o condena criminal errónea es la cara más extrema de las cargas públicas
desiguales, de modo que no parece apropiado resolver la materia teniendo
sólo en cuenta si ha habido una grave negligencia judicial.121
526
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
monial contra el Estado y la acción contra el funcionario, no son tratadas las relaciones de
responsabilidad propiamente administrativa (disciplinaria) que el funcionario puede tener,
según normas generales del derecho administrativo. En ese contexto más amplio, Pierry
1995 b passim.
123 La ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Público, dispone que la res-
ponsabilidad del Estado por las actuaciones del Ministerio Público “no obstará a la responsa-
bilidad que pudiese afectar al fiscal o funcionario que produjo el daño, y, cuando haya mediado
culpa grave o dolo de su parte, al derecho del Estado para repetir en su contra” (artículo 5
III). Igualmente, la Ley de garantías de salud establece que los órganos del Estado que hayan
sido condenados judicialmente “tendrán derecho a repetir en contra del funcionario que haya
actuado con imprudencia temeraria o dolo en el ejercicio de sus funciones”, señalando ade-
más un plazo de prescripción especial de dos años desde la condena judicial para la acción
de repetición (artículo 38 III).
527
§ 42. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
124 Más genéricamente, Pierry 1995 b 354 propone “la absoluta necesidad que el juez
dencia ha considerado que la obligación del Fisco de indemnizar los daños no es solidaria,
sino directa (Corte de Antofagasta, 6.6.1998, GJ 216, 85; CS, 27.4.1999, GJ 226, 56, publica-
do también en F. del M. 485, 276).
126 Pierry 1995 b 353.
528
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
127 Chapus 1998 1272. En opinión de la doctrina francesa, existiría un vínculo funcio-
nal que hace al Estado responsable de la actuación de sus agentes en el ejercicio de sus
misiones de servicio público, como si se tratase de hechos propios, careciendo, por lo ge-
neral, de una acción de repetición contra el funcionario (Paillet 1980 254). La materia pre-
senta características análogas en el caso de la responsabilidad civil del empresario (supra
Nº 125). En el derecho español, la acción restitutoria tiene por requisito que el funciona-
rio haya actuado con dolo o culpa grave (Busto en Reglero 2002 a 1488). Una regla análo-
ga se sigue en normas especiales del derecho chileno, que pueden ser objeto de una
interpretación analógica; así la ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Públi-
co, artículo 5 III y la Ley de garantías de salud, artículo 38 III.
529
§ 42. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
530
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
c. Aspectos probatorios
130 Así también Viñuela en Baraona 2003 b 135, quien estima que existe una responsa-
bilidad directa y personal del Estado, invocando que las normas constitucionales y de la Ley
de bases se imponen al legislador común.
131 CS, 19.7.1995, RDJ, t. XCII, sec. 1ª, 53, donde se da por acreditado el incumplimiento
531
§ 42. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
133 Así, por ejemplo, Corte de Concepción, 31.3.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 59, donde
ción normal’ de una obra pública por los daños causados a sus usuarios. Pero es materia de
responsabilidad hospitalaria pública donde se han desarrollado hipótesis más interesantes: se
presume la falta de servicio si un paciente, a consecuencia de una intervención benigna o de
curaciones corrientes, resulta afectado por graves secuelas que prima facie no pueden ser re-
conducidas a esa intervención; sobre la materia, G. García 1996 379 y Moreau 2002.
532
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
d. Extinción de la acción
que se trata de una presunción de falta de servicio, prefiriendo recurrir a la presunción ge-
neral de culpa consagrada en el artículo 2329 del Código Civil, que se entiende aplicable
supletoriamente en la materia (Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por la CS [cas.
fondo], 7.5.2002, RDJ t. XCIX, sec. 5ª, 104); véase infra § 52 d.
137 Se puede argumentar que la responsabilidad patrimonial de la administración por vio-
laciones a los derechos humanos no está sujeta a las mismas reglas (así, R. Jerez, SJ 138, 2003;
Corte de Santiago, 18.1.2006, GJ 313, 367; Corte de Santiago, 10.7.2006, GJ 313, 67). Esa posi-
ción suele ser erróneamente planteada en el contexto de una doctrina general acerca de la im-
prescriptibilidad de las acciones patrimoniales en contra del Estado. Mejor parece el argumento
de que mientras subsiste el estado de excepción que hace imposible el ejercicio de la acción
patrimonial, ninguna prescripción puede correr, pues acción alguna pudo ser interpuesta en
razón de las dificultades para dar por establecidos los hechos; distinto es el caso cuando el or-
den jurídico es plenamente restituido y queda judicialmente acreditada la existencia del ilícito.
A este respecto bastaría considerar los avances de la doctrina y la jurisprudencia en materia de
prescripción extintiva de la acción de responsabilidad por hechos ilícitos, donde se asume que
el plazo de prescripción no comienza a correr mientras la víctima directa o refleja no esté en
situación de ejercer la acción indemnizatoria (infra § 59 b). Para llegar a esta conclusión, en
consecuencia, me parece que no es necesario alegar la imprescriptibilidad de la acción patri-
monial, aun en estos casos extremos; sobre la acumulación de beneficios otorgados por ley a
víctimas de atentados a los derechos humanos y de acciones indemnizatorias, infra Nº 697.
533
§ 42. LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
138 Las reglas especiales existentes en la materia, sin embargo, reiteran la regla del Có-
digo Civil, así, el artículo 5 II de la ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Pú-
blico, y el artículo 40 de la Ley de garantías de salud.
139 En el derecho español, la ley sobre administraciones públicas establece un plazo de
prescripción de un año desde que se haya producido el hecho o el acto que la motive o se
manifiesten sus consecuencias lesivas (artículo 142.5); en el derecho francés rige la pres-
cripción cuadrienal aplicable en general a las acciones en contra de la Administración esta-
blecida por la ley de 31.12.1968, modificada por decreto de 11.2.1998 (Chapus 1998 439).
En los países donde se aplican supletoriamente las normas de la responsabilidad civil, la
prescripción está determinada por estas últimas (derecho alemán y common law, entre otros).
140 CS, 7.11.2000, F. del M. 504, 4126; CS, 15.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 95, publica-
da también en GJ 263, 29, y F. del M. 499, 1146; Corte de Santiago, 30.8.2002, GJ 266, 92;
Corte de Santiago, 24.10.2002, GJ 268, 111; Corte de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96; CS,
15.4.2003, GJ 274, 108, publicado también en F. del M. 509, 358; CS, 7.5.2003, RDJ, t. C,
sec. 1ª, 45, también publicada en F. del M. 510, 751; Corte de Santiago, 15.5.2003, GJ 275,
101; Corte de Valparaíso, 11.6.2003, confirmada por CS [cas. fondo], 30.9.2003, GJ 279, 95;
CS, 21.1.2004, F. del M. 518, 3712; CS, 21.2.2004, GJ 284, 47; Corte de Santiago, 1.4.2004,
GJ 286, 72; CS, 15.4.2004, RDJ, t. C, sec. 5ª, 17, con comentario del profesor E. Soto; CS,
27.4.2004, F. del M. 521, 404; Corte de Santiago, 14.5.2004, GJ 287, 59; CS, 29.9.2004, GJ
291, 80; Corte de Santiago, 16.12.2004, GJ 294, 91; y Corte de Santiago, 21.7.2006, GJ 313,
72. En apoyo de esta tendencia jurisprudencial, R. Domínguez Á. 2004 b 373. Para la juris-
prudencia anterior CS, 28.7.1987, F. del M. 344, 355 (caso Hexagón); algunos fallos anterio-
res al año 2002 consideran que la acción de responsabilidad en contra del Fisco es
imprescriptible (CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 139; CS, 12.8.1999, F. del M. 489, 1564).
534
CAPÍTULO VIII
PRIVACIDAD Y HONRA
1
El derecho de la personalidad fue reconocido por la codificación suiza del derecho
de obligaciones (Cód. suizo, artículo 49), por la doctrina civil alemana (Zweigert/Kötz 1996
695) y por el derecho civil francés desde fines del siglo XIX (Tallon 1996 Nº 1).
2
En el derecho francés, el derecho a la privacidad fue consagrado en el artículo 9 del
Código Civil, incorporado en 1970, pero ya tenía con anterioridad reconocimiento juris-
prudencial. En el derecho español, se dictó en 1982 una ley que recogió aspectos centrales
del desarrollo del derecho europeo en la materia, aunque incurrió en el error de mezclar
en una regulación confusa los diversos tipos de ilícitos (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1131).
En el derecho alemán, la articulación de una doctrina que permitiera la reparación trope-
zó por largo tiempo con el requisito de que el daño fuera antijurídico, pues la enumera-
ción de bienes protegidos del § 823 del BGB no incluye los bienes de la personalidad; la
jurisprudencia dio lugar a partir de 1954 a un derecho general de la personalidad que que-
daba subsumido bajo el concepto ‘otros derechos’ del referido § 823, dando forma civil al
reconocimiento constitucional, en el artículo 2.1 de la Constitución alemana, de una ga-
rantía de libre desarrollo de la personalidad (Deutsch/Ahrens 2002 101). En el derecho
inglés, por el contrario, “es bien conocido que no existe un derecho a la privacidad” (Kaye
v. Robertson, 1991, FSR 62, tomado de Van Gerven 1998 191), de modo que las acciones
535
§ 43. PROTECCIÓN CIVIL DEL DERECHO DE LA PERSONALIDAD
tienen que basarse en los ilícitos tradicionales de libel, malicious falsehood, trespass to the person
y passing off. En el derecho norteamericano, el reconocimiento de la privacidad y la honra
como bienes protegidos por la responsabilidad civil se produjo por vía jurisprudencial a
partir del commom law, que luego parece haber sido determinante en su incorporación, tam-
bién jurisprudencial, al derecho constitucional (Epstein 1999 491 y 519, Glendon 1999 59).
La materia también pertenece al ámbito que es propio de la jurisdicción internacional de
los derechos humanos; así, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha tenido una
orientación proclive a la libertad de expresión, aunque ello signifique riesgos de error que
afecten bienes de la personalidad (véase jurisprudencia comentada en Eva 2005 149).
536
PRIVACIDAD Y HONRA
por Chile y que se encuentran vigentes (Constitución, artículo 5 II) han reconocido los
derechos a la libertad de expresión y a la honra e intimidad de las personas: Pacto In-
ternacional de Derechos Civiles y Políticos, 16.12.1966, DS 778, 30.11.1976, DO 29.4.1989
(artículos 17 sobre intimidad y honra y 19 sobre libertad de expresión); Convención
Americana sobre Derechos Humanos, denominada Pacto de San José de Costa Rica,
22.11.1969, DS 873, 28.8.1990, DO 5.1.1991 (artículos 11 sobre intimidad y honra, 13
sobre libertad de expresión y 14 sobre derecho de rectificación); Convención sobre los
Derechos del Niño, 20.11.1989, DS 830, 14.8.1990, DO 27.9.1990 (artículos 13 sobre li-
bertad de expresión, 16 sobre intimidad y honra y 17 sobre derecho a la información).
Asimismo, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 10.12.1948 (artículos 12
sobre intimidad y honra y 19 sobre libertad de expresión) y Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre de 1948 (artículos IV sobre libertad de expresión y
V sobre intimidad y honra).
537
§ 43. PROTECCIÓN CIVIL DEL DERECHO DE LA PERSONALIDAD
otro en la jurisprudencia norteamericana, Glendon 1999 64; respecto del predominio abs-
tracto de la libertad de información en ese sistema jurídico, que sustrae de facto cualquier
hecho de ‘interés público’ del ámbito de protección de la privacidad, Abraham 2002 259 y
262, Epstein 1999 540.
8 Corte de de Santiago, 31.5.1993, F. del M. 415, 347.
9 CS, 15.6.1993, F. del M. 415, 347.
10 No es extraño que un jurista particularmente sensible a los efectos más generales de
las opciones que el derecho adopta en estas materias, sugiera que el conflicto entre la liber-
tad de expresión y la privacidad se debe resolver invocando una situación originaria, como
538
PRIVACIDAD Y HONRA
la asumida en la tradición política del contractualismo, donde se eligen las reglas funda-
mentales que rigen la convivencia tras un velo de ignorancia acerca de la posición que cada
cual tendrá en la sociedad (persona común, personalidad pública, víctima de un delito, por
ejemplo) y considerando el recíproco interés que todos comparten en que haya flujos de
información necesarios para mantener un orden democrático de libertades (Epstein 1999
528 y 539).
539
§ 43. PROTECCIÓN CIVIL DEL DERECHO DE LA PERSONALIDAD
14 El ilícito civil puede ser construido sobre la base que el demandado haya actuado
con dolo o algún tipo más o menos calificado de negligencia (como ocurre en la tradición
del derecho civil) o por el simple hecho de haber incurrido en un atentado a la honra aje-
na, a menos de haber incurrido en un error excusable, como tradicionalmente ocurrió en
el derecho inglés; sin embargo, la jurisprudencia y la legislación (Defamation Act de 1996)
han desarrollado un conjunto de excepciones (defences) que acercan los resultados a la tra-
dición civilista, donde, para dar lugar a la responsabilidad civil, es necesario construir un
ilícito de negligencia (Markesinis/Deakin et al. 2003 666).
540
PRIVACIDAD Y HONRA
§ 44. PRIVACIDAD
a. Introducción
541
§ 44. PRIVACIDAD
16 Fried 1968 482; la privacidad como control y exclusión, con referencias constitucio-
to en Prosser/Keeton et al. 1984 851, que distinguen los ilícitos de apropiación, de intrusión no
razonable, de difusión pública de hechos privados y la exhibición de hechos personales bajo
una falsa luz. El mayor problema que plantean algunas legislaciones especiales sobre privacidad
radica en la dificultad de separar los intereses en juego; es el caso, por ejemplo, de la ley espa-
ñola sobre honor, privacidad e imagen de 1982, que incluye bajo una misma regla (artículo 7)
situaciones que merecen ser tratadas diferenciadamente (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1110).
542
PRIVACIDAD Y HONRA
20 Prosser/Keeton et al. 1984 857, Epstein 1999 528; en Chile, Peña 2004 97.
21 La jurisprudencia francesa exige que se trate de una ‘intromisión intolerable’ en la
vida privada (Tallon 1996 Nº 103); el requisito de que el atentado sea ‘altamente ofensivo’
ha sido establecido por la jurisprudencia norteamericana (Epstein 1999 523); semejante es
el criterio de la jurisprudencia alemana (Palandt/Thomas § 823 200). Las razones de esta
exigencia de intensidad parecen radicar en la necesidad de garantizar los flujos de infor-
mación acerca de los demás que están autorizados por los usos, como ocurre con la mayo-
ría de los chismes, y evitar la litigación excesiva.
543
§ 44. PRIVACIDAD
544
PRIVACIDAD Y HONRA
379. ¿Por qué y con qué límites debe protegerse la privacidad? a) En sus
orígenes más remotos, el derecho a la privacidad se asoció a las libertades
del espíritu. Su objeto era que la conciencia, la fe, la opinión y el saber no
estuviesen sujetos al control público del estado de policía. La hipertrofia de
lo público produce como reacción la valoración de un ámbito interno de
privacidad. Por otra parte, las libertades en los terrenos de la conciencia,
la religión y la ciencia no se agotan en la íntima esfera privada; por su
naturaleza tienden a manifestarse en un ámbito público, de modo que las
libertades de opinión y de expresión no sólo constituyen su correlato lógi-
co, sino su condición de eficacia social.
En el otro extremo de nuestros intereses, sin embargo, la publicidad ame-
naza con exponer al público aquello que nos embaraza o avergüenza. Frente
al Estado y a los demás particulares, grados significativos de privacidad son
condición para que podamos desplegar nuestra personalidad, en un equili-
brio, por un lado, entre nuestro interés por guardar espacios de intimidad y,
por otro, por poder comunicarnos sin restricciones con los demás.22
b) La privacidad ha sido justificada invocando una mejor comprensión
de las formas calificadas de vincularnos con los demás. Las relaciones hu-
manas de mayor intensidad tienen por supuesto que lo privado llegue a
ser objeto de un don o de una renuncia y no de un derecho de los demás:
el amor, la amistad y la confianza tienen por antecedente ese capital moral
privativo de quien lo da, como es el secreto acerca de sí mismo. Abrirse a
quien se ama, se estima o se confía es un acto de disposición de lo propio
y su valor reside precisamente en que desnudemos selectivamente nuestra
intimidad a aquellos con quienes tenemos relaciones más intensas.23
Precisamente porque respetamos la intimidad ajena, en nuestras rela-
ciones recíprocas puramente funcionales no esperamos que el otro abra
hacia nosotros su yo más profundo: “la privacidad no es simplemente una
carencia por los demás de información acerca de nosotros, sino más bien
es el control que tenemos sobre la información acerca de nosotros mis-
mos”.24 Cualquier supresión radical de la privacidad conduciría a que nos
transformemos en miembros de una ‘muchedumbre solitaria’, donde el
sentido de identidad personal estaría seriamente disminuido.
Por lo demás, los diversos roles sociales autorizan e incluso suponen
que una parte de nuestra personalidad permanezca oculta. Según los dife-
rentes roles en que actuamos, también son diversas las facetas del carácter
y los hechos de la vida privada que estamos dispuestos a revelar.25 Esta
lecen del problema de recurrir a una categoría más abstracta, que difícilmente agrega ele-
mentos de juicio para decidir casos concretos; así, sin embargo, Trib. Const., 28.10.2003,
rol Nº 389, con com. de R. Correa, en Rev. D. UAI 1, 2004, 524.
23 Fried 1968 475.
24 Ídem 482.
25 Al respecto, Scheppele1988 302.
545
§ 44. PRIVACIDAD
546
PRIVACIDAD Y HONRA
sus vicios ocultos y sobre la calidad del objeto vendido, de acuerdo con las
reglas sobre vicios redhibitorios y sobre buena fe contractual.
Nada de eso ocurre cuando ‘nos vendemos a nosotros mismos’. Así,
mientras es ilícito efectuar publicidad engañosa acerca de un producto,
no parece haber límites para que hagamos publicidad maliciosa acerca de
nosotros mismos. Algunos venden lo mejor de sí para consolidarse en po-
siciones de poder o de notoriedad pública. En contraste, solemos ocultar
lo que resulta inconveniente para obtener ventajas comerciales o afectivas,
o para ganarse la confianza ajena. La privacidad aparece como un manto
que cubre nuestro yo real y deja al descubierto el yo que queremos (o
creemos conveniente) que aparezca ante los demás. Desde esta perspecti-
va, la privacidad profundiza la asimetría de información entre nosotros y
los demás respecto de nosotros mismos.
La información que cuidamos como privativa de nuestro nombre, del
concepto que queremos divulgar sobre nosotros, puede ser de valor incal-
culable para los demás: para los ciudadanos que actúan como electores,
para los alumnos, para los empleadores o los amigos con quienes nos rela-
cionamos. Desde esta perspectiva, no somos dueños de nuestra reputa-
ción, ni de los juicios que los demás tienen sobre nosotros, de la manera
que lo somos del dinero que tenemos en el bolsillo. La razón pragmática
para preferir una regla que sólo sancione los atentados groseros a la priva-
cidad es que ella nos permite actuar con información más completa en
nuestras decisiones como ciudadanos, trabajadores, empresarios o consu-
midores.
Esta versión más escéptica de la naturaleza humana evita transferir irre-
flexivamente conceptos morales al campo de las relaciones sociales gober-
nadas por el derecho. Aunque construir una propia imagen en los distintos
tipos de relaciones no sea algo perverso, como no lo es la publicidad que
resalta cualidades positivas de un producto, puede resultar un exceso en
muchas circunstancias decir que tenemos un derecho a que los demás nos
miren sólo con los decorados que nos hemos construido.
b) A ello se agrega una característica estructural de la sociedad con-
temporánea. El fraccionamiento de las relaciones de vecindad y la funcio-
nalidad de las relaciones interpersonales hacen que la información personal
respecto de quienes tratan con nosotros sea infinitamente inferior que en
épocas pasadas. El mundo de relaciones económicas y de poder estaba en
gran medida radicado en la comunidad local. Lo que ocurría era conoci-
do por transmisión oral. El desmontaje del control social en la ciudad
moderna hace que nos movamos en un mundo de desconocidos. Así se
explica la demanda social por información, especialmente respecto de quie-
nes están en posición de mostrar al público las calidades personales que
les resulten ventajosas en su vida de relación. En definitiva, tanto el voto,
la sintonía, como un ventajoso contrato pueden estar más determinados
por lo que se calla que por lo que se muestra.
c) El interés por información, que desafía el interés por la privacidad,
no sólo tiene por antecedente el deseo de ilustrarse acerca de los asuntos
públicos, sino también la necesidad de entretención en torno a las ‘figuras
547
§ 44. PRIVACIDAD
rio, todo indica que son lícitas las fotografías tomadas desde espacios públicos y sin recurso
a medios técnicos (teleobjetivos) que supongan una intromisión abusiva que afecte expec-
tativas razonables de privacidad (ídem 626).
32 Tallon 1996 Nº 129, Von Gerlach 1998 747, Epstein 1999 524; en el derecho chileno
se ha fallado que una clínica no tiene derecho a filmar una operación quirúrgica sin auto-
rización de la paciente, aunque ésta aparezca cubierta con una sábana que impida ver su
rostro (Corte de Santiago, 17.11.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 5ª, 345, con com. de E. Soto).
548
PRIVACIDAD Y HONRA
por una fuerte expectativa social de privacidad individual, Katz v. US, 389 US 347 (1967);
en Chile, invocando la práctica legal y jurisprudencial de la tradición constitucional, Peña
2004 98.
34 Ríos 2003 71, con referencias comparadas; Abraham 2002 262.
35 En Estados Unidos el caso líder es Galella v. Onassis, 487 F. 2nd. 986 (2nd. Cir. 1973),
en que se decretó que un fotógrafo que perseguía a la señora Onassis en todas sus activida-
des, no podía acercársele a menos de una cierta distancia, sin perjuicio de su derecho a
tomar fotografías en espacios públicos (Epstein 1999 529). Una solución más limitativa toma
el derecho francés, que exige que la fotografía atienda a una actividad propiamente públi-
ca, pues de lo contrario no va implícita su autorización (Tallon 1996 Nº 133). Sobre la ma-
teria, infra Nº 388.
36 Ríos 2003 81; acerca de las dificultades para definir los límites a la vigilancia me-
al caso en que los computadores hayan sido puestos a disposición del trabajador por el em-
pleador y se haya prohibido su uso para fines personales (Méga Code § 7 24). En Chile, a
un académico de una universidad se le pretendió privar del contenido informativo acumu-
lado y del acceso a su computador una vez terminada la respectiva relación laboral; se falló
que “la circunstancia de que el sistema denominado ‘correo electrónico’ sea de dominio
de la Universidad tampoco le ha permitido acceder e imponerse de las comunicaciones y
documentos privados del recurrente (…) más aún cuando el uso de dicho sistema se en-
contraba resguardado por una clave secreta sólo conocidas del recurrente y del responsa-
ble del sistema general de computación, lo que denota, por sí mismo, la privacidad de dichas
comunicaciones” (Corte de Santiago, rol Nº 3.434-1994, citado por G. Gómez 2005 417).
38 CS, 16.9.1992, rol Nº 8.132; sobre las intervenciones de teléfonos y comunicaciones,
549
§ 44. PRIVACIDAD
550
PRIVACIDAD Y HONRA
44 Líder en el derecho europeo parece ser el caso Soraya (1976), en que la antigua
mujer del monarca iraní obtuvo de la justicia italiana que se declarara ilícita la fotogra-
fía, tomada con teleobjetivo, que la mostraba besándose con un amigo en un jardín pri-
vado; de igual manera se ha fallado en casos análogos por la jurisprudencia francesa,
alemana e inglesa (Von Gerlach 1998 747 y 750). La legislación chilena ha llegado a san-
cionar penalmente ambos tipos de intrusiones (física y tecnológica): el artículo 144 del
Código Penal establece el delito de intrusión en morada ajena; el artículo 161-A sanciona
“al que en recintos particulares o en lugares que no sean de libre acceso al público, sin
autorización del afectado y por cualquier medio capte, intercepte, grabe o reproduzca
conversaciones o comunicaciones de carácter privado; sustraiga, fotografíe, fotocopie o
reproduzca documentos o instrumentos de carácter privado; o capte, grabe, filme o foto-
grafíe imágenes o hechos de carácter privado; que se produzcan, realicen, ocurran o exis-
tan en recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público”. A su vez, el
artículo 36 B letra c de la Ley general de telecomunicaciones (ley Nº 18.168), dispone
que comete delito de acción pública “el que intercepte o capte maliciosamente o grabe
sin la debida autorización, cualquier tipo de señal que se emita a través de un servicio
público de telecomunicaciones”.
45 BGH, 9.12.2003 (JZ 2004, 622).
46 Es el criterio adoptado, con fundamento constitucional, por la jurisprudencia nor-
teamericana, en Dietemann v. Time Inc., 449 F. 2d. 245 (9th Cir. 1971); igual solución en la
jurisprudencia alemana, Palandt/Thomas § 823 196 c. Una explicación económica de esa
expectativa social de no ser objeto de este tipo de investigaciones en Epstein 1999 526.
47 Epstein 1999 528.
551
§ 44. PRIVACIDAD
States v. White, 401 US 745 (1971); Kötz 1991 224 pone como ejemplo de justificación efectuar
una grabación para acreditar que un contrato es resultado de una extorsión, con referen-
cia a BVerfG, 34, 238; por el contrario, en la misma jurisdicción se ha entendido que la graba-
ción de una conversación de negocios no parece satisfacer esa justificación cuando se pretende
hacer uso de ella como elemento probatorio de obligaciones civiles (Palandt/Thomas § 823 195
b). El amplio rango que la jurisprudencia francesa otorga a la privacidad se muestra en que fue
considerada ilícita la intervención de un teléfono para identificar a quien acostumbraba efec-
tuar insultos anónimos (Zweigert/Kötz 1996 703, con referencia a cass. civ., 18.3.1955).
49 Esta distinción ha sido asumida por la jurisprudencia alemana, para la cual la mera
toma fotográfica aérea no es ilícita, porque se trata de una información demasiado abstrac-
ta acerca de la forma de vida y proviene de un espacio público; así, se ha fallado que no es
ilícita la publicación de fotos de la casa de descanso de una celebridad, pero sí lo es indicar
la precisa dirección o mostrar escenas en que se tiene una razonable expectativa de privaci-
dad (Von Gerlach 2004 625).
50 Ése es el criterio que adopta el Código del Trabajo respecto de las medidas que pue-
de adoptar el empleador para controlar a sus trabajadores (artículo 154 inciso final).
51 Kaser 1971 I 598; Zweigert/Kötz 1996 694, con referencia a BGH, 45, 170.
552
PRIVACIDAD Y HONRA
trada a lugares cerrados (artículo 205 III) y para incautar los objetos y documentos relacio-
nados con el hecho investigado que pudieren servir como medios de prueba (artículo 217);
el juez puede asimismo autorizar, por resolución fundada, la retención de cualquiera co-
rrespondencia, incluida la electrónica, dirigida al imputado, “cuando por motivos funda-
dos fuere previsible su utilidad para la investigación” (artículo 218); asimismo, el juez puede
ordenar, a petición del fiscal, que cualquier empresa de comunicaciones facilite copias de
las comunicaciones transmitidas o recibidas (artículo 219). La autorización judicial de una
irrupción en la privacidad plantea cuestiones de responsabilidad del Estado si el fiscal la
requiere sobre la base de información tendenciosa, sin que se cumplan los supuestos mate-
riales que la justifican o si ella resulta manifiestamente excesiva (un interesante análisis de
esta responsabilidad en BGH, 23.10.2003, JZ 2004, 454, con com. de Ch. Gusy). Un caso de
autorización legal es la norma del artículo 145 del Código Penal, que excluye del tipo de
entrada en morada ajena, establecido por el artículo anterior, la entrada en la morada aje-
na para evitar un mal grave a sí mismo, a los moradores o a un tercero, y al que lo hace
para prestar auxilio a la humanidad o a la justicia.
54 Yzquierdo en Reglero 2002 a 1129, con referencia a una sentencia del Tribunal Su-
553
§ 44. PRIVACIDAD
XIX y, especialmente, al caso Rolland (cass. civ., 27.11.1928), donde se falló que las cartas
podían ser publicadas, con excepción de aquellas que el tribunal calificara de íntimas.
59 Corral 2000 b 355.
60 La idea está tomada del razonamiento de la corte inglesa en A v. B plc and Another, 2
554
PRIVACIDAD Y HONRA
sino en razón de una función espiritual o del servicio profesional que impo-
ne un deber de secreto correlativo.61 El principio es tan antiguo que ya el
juramento de Hipócrates contiene una promesa de reserva.
Por la misma razón, quienes han recibido información bajo secreto
por su estado, profesión o función legal, no están obligados a declarar en
juicio en el ámbito cubierto por ese deber de reserva.62 El mismo derecho
es reconocido por la Ley de prensa a los directores, editores y periodistas
respecto de su fuente informativa, la que se extiende a los elementos que
obren en su poder y que permitan identificarla (artículo 7).
La cuestión se plantea de una manera sustancialmente diferente si la in-
vestigación compulsiva de documentos o registros en poder de quienes están
sujetos a deber de secreto se realiza en razón de una autorización otorgada
por la ley a los jueces, a la policía o a entidades fiscalizadoras; en tal caso, la
pregunta deviene en una materia constitucional, que sólo puede resolverse de
conformidad con la técnica del sopesamiento de los bienes en conflicto.63
d) En el otro extremo, también pueden ser tenidas por confidenciales
las revelaciones que un cónyuge hace a otro respecto de aspectos de su vida
privada, de modo que no puede divulgarlas, una vez rota la relación, sin
incurrir en una traición a la confianza depositada en la expectativa de que
la relación sería duradera.64
e) Diversos ordenamientos legales especiales establecen deberes de se-
creto, que hacen ilícita per se la divulgación de información. Es el caso del
secreto bancario,65 del establecido respecto de directores y gerentes de
sociedades anónimas (infra Nº 633),66 de cualquiera persona que obtenga
información privilegiada respecto de algún emisor de valores de oferta
representando una autorización judicial para que fiscales investigaran documentos y registros
existentes en un estudio jurídico y que podían incriminar a clientes. Sopesando los bienes en
juego, se ha fallado que es ilícita la conducta de un órgano administrativo que solicita a un psi-
quiatra la exhibición de las fichas clínicas de sus pacientes, con motivo de una fiscalización del
efectivo otorgamiento de prestaciones profesionales, por cuanto en ellas se contienen datos re-
levantes e íntimos de los pacientes (Corte de Valparaíso, 8.11.2005, rol Nº 465-2005).
64 Markesinis/Deakin et al. 2003 705.
65 Ley de cuentas corrientes, artículo 1 II. Especialmente clarificadora del alcance del
555
§ 44. PRIVACIDAD
te de la privacidad como secreto son los hechos que la persona tiene bajo su exclusivo con-
trol; por lo mismo, por ejemplo, un cuadro psicológico construido sobre la base de
antecedentes conocidos no constituye un atentado al secreto.
556
PRIVACIDAD Y HONRA
70 Se ha fallado que no podía haber atentado ilegítimo contra la privacidad de una per-
sona por figurar en el sitio web del Poder Judicial información acerca de las partes de un
juicio de reclamación de paternidad, porque esa información puede ser obtenida por cual-
quier persona a través de los libros de ingreso de causas a tribunales, que son públicos (Corte
de Santiago, 1.6.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 121).
71 Restatement/Torts II 652 D, Prosser/Keeton et al. 1984 856, Markesinis/Deakin et
557
§ 44. PRIVACIDAD
esfera privada de las personas los relativos a su vida sexual, conyugal, fami-
liar o doméstica, salvo que fueren constitutivos de delito (artículo 30 III).73
La difusión de hechos relativos a esta esfera íntima constituye una infrac-
ción per se al derecho a la privacidad como secreto, cualquiera sea el inte-
rés público comprometido.
Más allá de esos ámbitos estrictos de intimidad, cuya delimitación más
concreta es tarea de la jurisprudencia, la información sobre hechos priva-
dos puede estar justificada, atendidas las circunstancias del caso y la pro-
porcionalidad de los medios empleados por quien divulga el hecho
embarazoso.74 Determinante para establecer los límites entre la privacidad
como secreto y la libertad de información es un sopesamiento en concreto
de los bienes e intereses en juego; en particular, del interés que el hecho
tiene para el público.75
c) El sopesamiento de bienes no sólo es requerido cuando se disciernen los
límites de la privacidad con la libertad de información, sino también en
otras situaciones en que existen intereses legítimos contradictorios (como,
por ejemplo, cuando una compañía de seguros médicos pretende acceder a
la documentación de salud de un paciente con el fin de investigar un frau-
de).76 A efectos de este sopesamiento, como en el caso de la libertad de
información, es necesario considerar la gravedad de la lesión a la privacidad
que se pretende justificar, la entidad del bien en conflicto y el lugar que la
persona a cuyo respecto se pretende informar tiene en la sociedad (infra
Nº 388). El caso más claro en que la privacidad como secreto cede ante un
interés legítimo contrapuesto está dado por los hechos privados que son
constitutivos de delito (Ley de prensa, artículo 30 II).
73 La idea es recogida sólo analógicamente por la definición de datos sensibles dada por la
Ley de protección de datos: “aquellos datos personales que se refieren a características físicas o
morales de las personas o a hechos o circunstancias de su vida privada o intimidad, tales como
los hábitos personales, el origen racial, las ideologías y opiniones políticas, las creencias o con-
vicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos y la vida sexual” (artículo 2 letra g).
Esta definición se refiere a información que no puede estar acumulada en bases de datos (artícu-
lo 9) y parece ser más extensa que la intimidad relevante a efectos de la privacidad como secre-
to (que inequívocamente no cubre las creencias religiosas ni las afinidades políticas).
74 El caso más generalizado de desproporción en los medios se refiere a la identifica-
ción de una persona que sufre un atentado sexual, porque la información puede darse sin
agregar a la víctima una nueva turbación; en general sobre este punto, argumentando que
en el balance final de intereses debe tenerse por prevalente el de la víctima de un atentado
por que no se conozca su identidad, Epstein 1999 541; en igual sentido el Trib. Supr. espa-
ñol, 21.2.2000, ya que por muy cierta que sea la violación, una cosa es informar del suceso
y otra facilitar la identificación de la persona violada (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1127).
Por el contrario, usualmente se estima que el suicidio no forma parte del ámbito excluyen-
te de privacidad (en Chile, véase la sentencia de protección de CS, 3.11.1998, GJ 221, 32).
75 Palandt/Thomas § 823 185.
76 Un caso líder acerca de los límites de la privacidad en el derecho alemán se refiere,
558
PRIVACIDAD Y HONRA
559
§ 44. PRIVACIDAD
cesa con fundamento en el artículo 9, introducido en 1970 al Código Civil francés; un ejem-
plo se encuentra en la ilicitud atribuida a la publicación del mal estado de salud del
presidente Mitterand (Tallon 1996 Nº 82); el fallo fue declarado contrario a la Convención
Europea de Derecho Humanos (nota siguiente); un análisis comparado del derecho fran-
cés en Von Gerlach 1998 753. En Alemania, la jurisprudencia tiende a practicar un sopesa-
miento de bienes, con el límite del ilícito per se en materias que afectan la esfera de intimidad,
y no de mera privacidad (supra Nº 387); el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos
consideró que la jurisprudencia alemana, a la inversa de la francesa, hacía concesiones ex-
cesivas al interés público en materia de privacidad (nota siguiente).
80 En el derecho alemán la jurisprudencia civil practica explícita y detalladamente un
sopesamiento de bienes, con el límite del ilícito per se en materias que afectan la esfera de
intimidad (supra Nº 387); al respecto, Palandt/Thomas § 823 185 y 189, Von Gerlach 1998
753. En el derecho italiano, la situación es análoga a la alemana (Alpa 1997 24). El Tribu-
nal Europeo de los Derechos Humanos, contrariando en ambos casos las jurisdicciones na-
cionales, ha estimado que no afecta a la privacidad la información médica relativa al
presidente francés F. Mitterand, entre otras razones, en atención al interés público de una
información relativa a quien había gobernado el país por dos períodos (Plon v. Francia,
18.5.2004, rol Nº 58.148/00); en cambio, declaró que eran atentatorias a la privacidad de
Carolina de Mónaco fotografías que la mostraban en actividades cotidianas, considerando
que no eran informativamente significativas, como para que se infringieran las expectativas
de privacidad de la recurrente (Hannover v. Alemania, 24.6.2004, rol Nº 59.320/00). Este úl-
timo fallo ha sido criticado negativamente, porque deja poco espacio a la libertad de ex-
presión (D. Grimm, Frankfurter Allgemeine Zeitung, 14.7.2004, 34), y positivamente como
‘correctivo para asegurar los valores básicos de la cultura jurídica europea’ (P.J. Tettinger,
JZ 2004, 1146).
81 Von Gerlach 1998 743 y 749, con referencias comparadas; en Francia se ha falla-
560
PRIVACIDAD Y HONRA
en el marco del derecho de privacidad, sino de las excusas admisibles al imputado por inju-
rias o calumnias, de modo que el interés público sirve para calificar cuándo la excusa de
verdad es admisible. Con todo, la regla contiene algunas hipótesis que son perfectamente
aplicables en materia de privacidad (infra Nº 409).
83 Abraham 2002 261; Von Gerlach 2004 627, con referencia a un fallo del BGH de
9.12.2003, que calificó de legítima la publicación de una foto aérea de la casa de vacacio-
nes de una celebridad, porque la demandante ya había dado a conocer a un amplio públi-
co las circunstancias de su vida y de su vivienda (aunque consideró atentatorio informar
acerca del camino de llegada); en el derecho francés, la autorización, aunque implícita, debe
ser cierta (Tallon 1996 Nº 11); el artículo 2.1 de la ley española sobre honor, privacidad e
imagen establece que queda “delimitada por las leyes y por los usos sociales, atendiendo al
ámbito que, por sus propios actos, mantenga cada persona reservado para sí misma o para
su familia”, con lo que implícitamente queda abierto el camino para la autorización tácita
(Yzquierdo en Reglero 2002 a 1109); por otro lado, un ataque a la honra o a la privacidad
ajena puede tener el efecto implícito de justificar la represalia (ídem).
84 Es interesante la distinción que se ha materializado en el derecho alemán entre per-
sonas absolutas de la historia actual, a cuyo respecto la información es lícita, a menos que haya
sido obtenida por medios ilícitos, y personas relativas de la historia actual, respecto de quienes
se puede informar si hay un interés informativo del público atendida la naturaleza de su
actuación pública (Bruns 429); el criterio ha sido calificado por el Tribunal Europeo de los
Derechos Humanos (notas sobre derecho comparado en supra Nº 388 a).
85 Así, por ejemplo, en España se ha fallado que no hay derecho a publicar notas sobre
las infidelidades de un conocido entrenador de fútbol, porque nada tienen que ver con su
quehacer profesional, por lo que con independencia de la veracidad de la información, care-
ce de relevancia pública (Trib. Supr. español, 23.7.1990, citado en Yzquierdo en Reglero 2002
a 1127). Por el contrario, las cuestiones patrimoniales relativas a personalidades públicas usual-
mente no están cubiertas por el velo de la privacidad como secreto (Méga Code § 9 22, Van
Gerven 1998 186).
561
§ 44. PRIVACIDAD
El grupo más extremo de casos está dado por los personajes que devie-
nen de interés público sin intención alguna, por ejemplo, en razón de un
acto heroico o de otra acción extraordinaria: desde el punto de vista subje-
tivo su privacidad debiera responder a las mismas reglas que las personas
corrientes, porque no hay un acto propio orientado a la publicidad; desde
el punto de vista del interés público, por el contrario, la fama supone
asumir también sus cargas.
bunal de juicio oral en lo penal para restringir la publicidad de la audiencia debe ser inter-
pretada restrictivamente, resolviéndose que en su virtud no puede prohibirse la difusión
pública del nombre de los imputados, pero sí la filmación de sus rostros durante la audien-
cia (Corte de Coyhaique, 26.1.2004, rol Nº 42-2003).
562
PRIVACIDAD Y HONRA
P. 2d. 34 (Cal. 1971); de acuerdo con el principio de este fallo, Epstein 1999 539; en con-
tra, Posner 1995. El derecho al secreto de la identidad del rehabilitado ha sido acogido tam-
bién por la jurisprudencia constitucional alemana (Palandt/Thomas § 823 189 c). En el
derecho francés, por el contrario, se ha fallado que no hay un derecho general al olvido
(cass. civ., 20.11.1990; Tallon 1996 Nº 60), pero también hay decisiones que cautelan la ex-
pectativa de reinserción social (Méga Code § 9 102).
563
§ 44. PRIVACIDAD
90 Así, la ley española sobre honor, privacidad e imagen (artículo 1.3), que luego auto-
riza, sin embargo, el consentimiento como excusa (artículo 2.2); ello parece deberse a que
el legislador español incurrió en la confusión, antes referida, de tratar como un conjunto
homogéneo de derechos los de privacidad y de la honra (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1131).
91 Epstein 1999 520.
92 Abraham 2002 260. Se ha fallado que “toda persona es dueña de su imagen, como
emanación de la propia persona, de modo que nadie puede abstraerse de las consecuen-
cias jurídicas producidas por la utilización de la imagen de otra persona, por el eventual
daño que ello le pudiere significar a esta última” (Corte de Santiago, 4.6.2004, GJ 288, 65).
93 Algunos ordenamientos exigen, excepcionalmente, que la autorización sea expresa
(ley española sobre honor, privacidad e imagen, artículo 2.2); en general, se puede enten-
564
PRIVACIDAD Y HONRA
der que es suficiente la autorización por actos propios que inequívocamente la supongan
(así, la ley alemana sobre derechos de autor de las artes plásticas y de la fotografía [KUG],
artículo 22). En Chile se ha fallado que a partir del hecho que una persona se encuentre
en un lugar público de verano, como una playa, no puede presumirse ni suponerse con-
sentimiento alguno de su parte para ser fotografiada y para que su imagen sea públicamen-
te divulgada (Corte de Santiago, 8.9.1997, confirmada por CS [apelación], 17.11.1997, RDJ,
t. XCVI, sec. 5ª, 239, también publicada en GJ 209, 49); en sentido contrario, suponiendo
un consentimiento tácito en esas mismas circunstancias, Corte de Santiago, 1.8.1989, con-
firmada por CS [apelación], 16.8.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 5ª, 126; todo indica que las
circunstancias son determinantes en estos casos.
cho a la propia imagen es que ésta sea identificable y vinculable a una persona determina-
da. De este modo, se ha fallado que no afecta la privacidad y el derecho a la imagen la
inclusión de una fotografía en una crónica relativa al sobrepeso, donde aparecen varías per-
sonas no individualizadas, en la crónica ni al pie de la foto, y donde no es posible identifi-
car ningún rostro, tanto por estar lejanas y difusas en la toma cuanto por estar mirando en
sentido contrario del fotógrafo (Corte de Santiago, 26.1.2000, confirmada por CS [apela-
ción], 16.2.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 36).
565
§ 44. PRIVACIDAD
97 Enumeración tomada de la ley alemana sobre derechos de autor de las artes plásti-
cas y de la fotografía (KUG), artículo 23; aproximadamente en los mismos términos, ley
española sobre honor, privacidad e imagen, artículo 8.2.
98 Méga Code § 9 17 bis, Von Gerlach 1998 745.
99 Méga Code § 9 15 señala como ejemplos de este derecho reconocidos por la juris-
566
PRIVACIDAD Y HONRA
101 Así, la utilización para fines publicitarios de la imagen de un conocido tenista pro-
fesional, sin su consentimiento, constituye un acto de uso y aprovechamiento indebido, desde
que “la imagen corporal es un atributo de la persona y, como tal compete a la persona el
uso de su reproducción por cualquier medio con fines publicitarios o lucrativos” (CS,
29.9.2003, rol Nº 3.479-2003); en el mismo sentido, en el caso de la utilización de la ima-
gen de un conocido futbolista, Corte de Santiago, 8.5.2003, rol Nº 1.004-2003.
102 Epstein 1999 534, con referencia a casos en que se ha estimado que existe una apro-
t. XCIV, sec. 5ª, 245, donde se resuelve que atenta contra la privacidad la utilización para
fines publicitarios no convenidos de una fotografía captada con autorización del recurren-
te; y Corte de Santiago, 8.9.1997, confirmada por CS [apelación], 17.11.1997, RDJ, t. XCIV,
sec. 5ª, 239, también publicada en GJ 209, 49, donde se resuelve que atenta contra la priva-
cidad la sola publicación de la fotografía de la recurrente en traje de baño, ya que “el nom-
bre y la imagen del individuo, como atributos de la personalidad, no han podido ser
utilizados como en este caso sin el consentimiento previo y expreso de su titular, ni tampo-
co en provecho y beneficio exclusivo de un tercero no facultado por la ley para ello”. En
Alemania el BGH ha entendido que constituye una intromisión en la esfera privada la utili-
zación para fines publicitarios de la imagen de personas captadas en la calle (Von Gerlach
1998 745). En la medida que esas fotografías habrían sido lícitas en el marco de fines pura-
mente informativos, queda en evidencia la diferencia entre la privacidad como secreto y
como derecho de significado patrimonial.
104 CS, 3.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 166, también publicada en GJ 242, 65, donde se
resuelve que atenta contra el derecho de privacidad de una niña usar su imagen en una
publicidad municipal contra el maltrato infantil; Corte de Santiago, 29.1.2003, GJ 271, 82,
donde se resuelve que la exhibición de la imagen de una joven en la página web de un ca-
nal de televisión, captada sin su consentimiento y vinculada al consumo de droga, compro-
mete el respeto y protección de su vida privada, reputación y derecho a la propia imagen;
567
§ 44. PRIVACIDAD
CS, 25.11.2004, rol Nº 5.294-04, SJ 218, 2005, 6, donde se declaró que se requiere de la au-
torización del titular para incluir su imagen en un calendario, sin fines de lucro, contra el
uso de drogas; y Corte de Santiago, 4.6.2004, GJ 288, 65, donde se falló que es ilícita la
publicación de una fotografía a propósito de un reportaje sobre deficiencias sexuales, en
circunstancias que la autorización fue otorgada para aparecer en un calendario.
que demandó a un periódico francés que publicó la ‘historia de su vida’ con citas textuales
de una entrevista que jamás tuvo lugar, siendo condenada la empresa al valor estimado de
las revelaciones que ella pensaba efectuar en una autobiografía con fines comerciales (Zwei-
gert/Kötz 1996 702, con referencia a Corte de París, 27.2.1981); un desarrollo conceptual
en Deutsch/Ahrens 2002 101 y Corral 2000 a 60.
568
PRIVACIDAD Y HONRA
principios de la ley. Para un estudio acabado de la Ley de protección de datos, véanse los
trabajos recopilados en Wahl 2001. Para un análisis preciso de las disposiciones de la ley,
Vial en Wahl 2001 25.
569
§ 44. PRIVACIDAD
113 La Ley de protección de datos sólo rige el tratamiento de datos de carácter perso-
nal relativo a personas naturales y no resulta aplicable cuando se trata de datos sobre per-
sonas jurídicas (CS, 29.6.2000, GJ 240, 72).
114 Asimismo, la ley establece una regla especial de protección del consentimiento, en
cuya virtud éste debe constar por escrito; debe ser otorgado sobre la base de adecuada in-
formación acerca del propósito del almacenamiento de datos y de su posible comunicación
a terceros; y es revocable (artículo 4 II, III y IV).
570
PRIVACIDAD Y HONRA
Este principio de que sólo pueden ser objeto de tratamiento los datos
autorizados especialmente por la ley o por el titular tiene importantes ex-
cepciones. Así, la protección general prevista por la norma antes referida no
cubre los datos que:
• provengan de registros u otras fuentes de acceso público;115
• posean carácter económico, financiero, bancario o comercial;
• las empresas e instituciones utilizan para el desarrollo de sus fines
(estadísticos, de facturación o comunicación con los clientes, por ejem-
plo) o de sus propios asociados o accionistas;
• se contengan en listados de personas que indican aspectos formales y
públicos de la personalidad, como la pertenencia a una profesión o activi-
dad, sus títulos educativos, dirección y fecha de nacimiento;
• sean necesarios para comunicaciones comerciales de respuesta directa,
o comercialización o venta directa de bienes o servicios (artículo 4º V y VI).
Este listado de excepciones constituye un amplio conjunto de autorizacio-
nes para el tratamiento de datos personales. En circunstancias que algunos de
estos conceptos pueden ser equívocos, todo indica que en cada caso la autori-
zación genérica debe ser interpretada a la luz de los fines que justifican la
exclusión y de los usos comerciales tolerados como legítimos. En algunos ca-
sos, la información está regulada por la propia ley (como ocurre con la infor-
mación sobre obligaciones patrimoniales). Por otra parte, la utilización
autorizada de datos tiene precisamente por límite los fines de la autorización,
salvo que se trate de datos que constan en registros públicos (artículo 9º).116
La generalidad de las excepciones al principio de ilicitud está neutrali-
zada por una importante contraexcepción: los datos sensibles sólo pueden
ser objeto de tratamiento cuando la ley o el titular lo autorice o sean datos
necesarios para la determinación u otorgamiento de beneficios de salud
que corresponden a sus titulares (artículo 10). La ley da una definición de
datos sensibles: “aquellos datos personales que se refieren a características
físicas o morales de las personas o a hechos o circunstancias de su vida
privada o intimidad, tales como los hábitos personales, el origen racial, las
ideologías y opiniones políticas, las creencias o convicciones religiosas, los
estados de salud físicos o psíquicos y la vida sexual” (artículo 2º). Así, la
sensibilidad de los datos está determinada por el concepto general de pri-
vacidad y se extiende a cuestiones que pueden ser fuentes de discrimina-
ciones (raza, credo religioso, ideología u orientación sexual, por ejemplo).
b) Principio de titularidad exclusiva. La segunda directiva general que
rige el tratamiento de datos personales con fines generales puede ser for-
115 La ley reproduce en esta sede la idea de que, en principio, la información de libre
acceso público es incompatible con un ámbito protegido de privacidad (supra Nos 381 e y
386 b).
116 La ley establece reglas para la transmisión de datos personales, a cuyo efecto dispo-
ne que el responsable del banco o registro de datos debe establecer un procedimiento que
resguarde los derechos de los titulares y los intereses legítimos con que ellos pueden ser
utilizados (artículo 5).
571
§ 44. PRIVACIDAD
tud del titular debe hacerse gratuitamente por el operador y que si los datos cancelados o
modificados han sido transmitidos a terceros, éstos deberán ser avisados a la brevedad posi-
ble de la decisión del titular (artículo 12 V y VI).
119 Se ha fallado que no procede recurrir judicialmente para la corrección de informa-
ción contenida en una base de datos personales si antes no se han ejercido los derechos
que la ley concede ante el administrador (Corte de Concepción, 3.11.2003, rol Nº 3.309-
2003, confirmada por la CS [apelación], 20.1.2004, rol Nº 5.164-2003).
572
PRIVACIDAD Y HONRA
120 La ley define el dato caduco como “el que ha perdido actualidad por disposición de la
ley, por el cumplimiento de la condición o la expiración del plazo señalado para su vigencia
o, si no hubiese norma expresa, por el cambio de los hechos o circunstancias que consigna”
(artículo 2 letra d); debe entenderse que esta última es la regla general o de clausura.
121 Un excelente análisis acerca de la naturaleza jurídica y económica de la informa-
573
§ 44. PRIVACIDAD
122 En una norma que establece una discriminación injustificada en perjuicio de em-
presas de servicios públicos, están expresamente excluidas de toda comunicación las obli-
gaciones contraídas con empresas que prestan servicios de electricidad, agua, teléfonos y
gas (artículo 17 in fine).
123 Crítico de las restricciones legales a la información comercial que tiene un carácter
‘supraindividual’, Jara en Wahl 2001 70. Con todo, la modificación al artículo 17 de la ley
introducida por la ley Nº 19.812 agregó al listado de información comercial que puede ser
comunicada, la referida a créditos otorgados por sociedades administradoras de créditos para
compras en casas comerciales, que, con razón, echaba de menos R. Jara en esa publicación.
574
PRIVACIDAD Y HONRA
124 Crítico de esta autorización genérica, Mendoza en Wahl 2001 148. La ley entiende
por organismos públicos “las autoridades, órganos del Estado y organismos, descritos y re-
gulados por la Constitución Política de la República, y los comprendidos en el inciso se-
gundo del artículo 1º de la ley Nº 18.575 Orgánica Constitucional de Bases Generales de la
Administración del Estado” (artículo 2 letra k).
125 El registro ha sido reglamentado por el DS 779/2000 (DO 11.11.2000).
575
§ 45. HONRA
§ 45. HONRA
126 La ley establece un procedimiento especial para hacer valer esta pretensión (artícu-
los 16 y 19).
127 Prosser/Keeton et al. 1984 771.
128 Fleming 1985 196.
129 Así, se ha fallado que en caso de no haber existido actos ante la opinión pública que
hayan afectado el buen nombre, la fama o moralidad del afectado, y, además, todo ha ocurrido
en el ámbito privado, no resulta posible afirmar que se encuentra vulnerado el derecho a la
honra (Corte de Valparaíso, 29.1.1992, confirmada por CS [apelación], 6.4.1992, RDJ, t. LXXXIX,
sec. 5ª, 92, con com. de E. Soto). En el mismo sentido, destacando su interés relacional, se ha
resuelto que la honra ampara “el buen nombre y la buena fama que permiten a la persona
merecer y recibir la consideración de los demás” (CS, 2.4.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 5ª, 31).
576
PRIVACIDAD Y HONRA
404. Tipos de atentado contra la honra. La honra puede ser afectada me-
diante la injuria y la difamación. Para que haya injuria no es necesaria la
falsedad del hecho que se le imputa al demandante, porque está definida
por el insulto voluntaria y precisamente dirigido a afectar la honra ajena;
577
§ 45. HONRA
132 Las calificaciones introducidas por el artículo 30 de la Ley de prensa son consisten-
tes con la norma del artículo 420 del Código Penal, que declara inadmisible la prueba de
la verdad de las imputaciones injuriosas, a menos que se refieran a actuaciones de emplea-
dos públicos en el ejercicio de sus funciones.
578
PRIVACIDAD Y HONRA
siones injuriosas que afectan la honra de una persona, a menos que esas
expresiones sean calificables como delitos de injurias o calumnias de con-
formidad con el derecho penal y hayan sido difundidas por un medio de
comunicación (esto es, la excepción está dada por la regla del artículo 40
II de la Ley de prensa, antes referido).133
Si bien algunos fallos han seguido este último criterio,134 hay razones para
asumir que el artículo 2331 ha sido tácita u orgánicamente derogado en razón
de cambios más generales relativos a la reparación del daño moral; particular-
mente, porque carece de soporte sistemático en el ordenamiento civil contem-
poráneo.135 Ante todo, el derecho civil chileno ha seguido un desarrollo
doctrinario y jurisprudencial contra legem, que ha terminado con el principio,
desarrollado sistemáticamente por el Código de 1855, de que sólo son repara-
bles los daños patrimoniales (supra Nº 194). En segundo lugar, numerosas y
sucesivas leyes especiales, y la propia Constitución Política (artículo 19 Nº 7
letra i), hacen referencia explícita a la indemnización de daños morales por
hechos que afectan la honra ajena. Finalmente, la jurisprudencia asume sin
discusión que es susceptible de reparación el daño moral causado por atenta-
dos a la honra, no sólo bajo la Ley de prensa, sino también por otras acciones
susceptibles de afectarla, como ocurre con la información errónea acerca de
protestos bancarios u obligaciones comerciales vencidas (infra Nº 410).136
133 Esta conclusión es formalmente consistente también con la norma del artículo 39 I
de la Ley de prensa, en cuya virtud “la responsabilidad penal y civil por los delitos y abusos
que se cometan en ejercicio de las libertades que consagra el inciso primero del numero
12º del artículo 19 de la Constitución Política de la República, se determinará por las nor-
mas de esta ley y las de los Códigos respectivos”.
134 Sobre la plena vigencia del artículo 2331 como regla excluyente de la indemniza-
ción del daño moral provocado por expresiones injuriosas proferidas en público, pero no
a través de un medio de difusión, Corte de Concepción, 26.8.1998, confirmada por CS [cas.
fondo], 3.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 228. En el mismo sentido, interpretando literalmen-
te el artículo 2331 y excluyendo la indemnización del daño moral en el caso de las imputa-
ciones injuriosas contra el honor o crédito, Corte de Santiago, 26.4.1994, rol Nº 21.698-1993;
Corte de Rancagua 3.8.2000, rol Nº 182.809; y Corte de Valdivia, 2.10.2001, rol Nº 11.773-
2001, confirmada por la CS [cas. fondo], 30.1.2002, rol Nº 4.313-2001.
135 Parte de la jurisprudencia es reticente a asumir derechamente la interpretación pro-
puesta. Así, se ha fallado que la acción de perjuicios que se sigue de una información erró-
nea –y, por tanto, no injuriosa– de un periódico no estaría cubierta por la limitación del artículo
2331, que sólo limitaría la indemnización del daño moral resultante de expresiones injuriosas
(Corte de San Miguel, 2.6.2003, rol Nº 559-2000, confirmada sin analizar el fondo por CS [cas.
forma y fondo], 12.11.2003, rol Nº 2.935-2003); el fallo asume que el Código Civil incurriría en
la incoherencia axiológica de negar la reparación del daño moral proveniente de injurias, acep-
tándola, sin embargo, en el caso de que el daño sea atribuible a simple negligencia.
136 Una argumentación general para una interpretación restrictiva del artículo 2331, por
ejemplo, en Corte de Santiago, 16.4.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 29. Se ha fallado que “el
artículo 2331 del Código Civil se refiere a la indemnización pecuniaria por daño emergente
o lucro cesante, a la que hace alusión expresa, pero no a la indemnización del daño moral,
cuya fuente para impetrarla emana del artículo 2314 del Código Civil que obliga al que ha
cometido un delito o cuasidelito a una indemnización, sin limitar los alcances de la misma”
(CS, 2.4.1996, rol Nº 32.610-1995).
579
§ 45. HONRA
137 Zweigert/Kötz 1996 693; un caso ejemplar de desfiguración del concepto penal de
dolo y del tipo penal de la injuria, a efectos de dar lugar a una acción civil dependiente, en
CS, 1.6.1993, RDJ, t. XC, sec. 4ª, 66, donde se dio lugar a la acción contra un periódico que
informó erróneamente que una joven que habría tenido relaciones con diversas personas
en Villarrica era portadora de sida.
138 Así, la citada sentencia de CS, 1.6.1993, RDJ, t. XC, sec. 4ª, 66, donde se imputó a
580
PRIVACIDAD Y HONRA
254 (1964) por no incentivar un nivel óptimo de información verdadera (Epstein 1999 526),
hacer que la litigación sea más costosa y complicada, y orientarse en una línea divergente a
la evolución de la responsabilidad del empresario (Abraham 2002 259).
142 En España se ha estimado por el Tribunal Constitucional que “si se exigiese la ver-
dad como condición para el ejercicio de la libertad de información, ni habría libre desen-
volvimiento de la tarea del periodista ni, lo que es peor, libre acceso del ciudadano a la
información veraz; la única garantía de la seguridad jurídica sería el silencio” (Yzquierdo
en Reglero 2002 a 1120, con referencia a sentencia del Trib. Const. español, 21.1.1988).
143 Abraham 2002 256.
581
§ 45. HONRA
establecen derechos más limitados si se trata de una mera restitución que tiene su antece-
dente en la posesión de buena fe, que si se trata de una indemnización por mala fe (Códi-
go Civil, artículos 904 y siguientes).
148 Es el caso del derecho inglés, donde la jurisprudencia admite las excusas de retrac-
tación y las disculpas como forma de escapar al antiguo (y actualmente debilitado) estatuto
de responsabilidad estricta (Fleming 1985 200). El criterio ha sido seguido por la Defama-
tion Act de 1996, con el correctivo de que la retractación puede estar acompañada de una
oferta de compensación económica (artículo 2.4).
582
PRIVACIDAD Y HONRA
difamatorias está oscurecida, sin embargo, porque la difamación no está reconocida como
tipo penal específico y porque por largo tiempo la responsabilidad civil por expresiones ha
sido definida como un efecto colateral de la responsabilidad penal. Así se explica que casos
típicos de difamación civil sean calificados por los jueces como injurias, a efectos de tener-
los por comprendidos en los ilícitos penales a que hacían referencia las distintas versiones
de la ley Nº 16.643, sobre abusos de publicidad, y, actualmente, la Ley de prensa. Así, por
ejemplo, Corte de San Miguel, 2.6.2003, rol Nº 559-2000, confirmada por CS [cas. forma y
fondo], 12.11.2003, rol Nº 2.935-2003; el fallo de segunda instancia, confirmatorio de la sen-
tencia de primera instancia; asume que no ha habido dolo en la imputación de hechos fal-
sos a un ex juez, pero se ve llevado a calificar (impropiamente) como injuriosas las
expresiones, para que la decisión sea subsumible bajo los ilícitos de los artículos 29 y 30 de
la Ley de prensa. Como se ha mostrado en el párrafo precedente, este rodeo parece inne-
cesario, porque el ilícito civil de difamación no responde a un tipo penal equivalente; por
otra parte, el propio legislador ha introducido el equívoco, al tratar excusas típicas de la
difamación bajo el concepto de injuria (supra Nº 405 b).
150 Yzquierdo en Reglero 2002 a 1136. En cumplimiento de estas condiciones resulta de-
terminante el ‘espíritu del tiempo’, pues lo que en una sociedad más recatada puede resultar
insultante, con el correr del tiempo puede ser considerado un juicio de disvalor tolerable. Ana-
lícese, por ejemplo, la argumentación en CS, 19.4.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 29, donde se
condena a indemnizar el daño moral provocado por expresiones injuriosas referidas a un per-
sonaje público, que el demandado había calificado de cobarde, insoportable y ‘huevón’; en
contraste, véase CS, 31.1.2000, F. del M. 494, 3176, también publicada en GJ 235, 118, donde
se estimó que no era injuriosa la expresión ‘huevón’ proferida por un concejal respecto del
director de un consultorio, dado que la expresión “según los usos y costumbres actualmente
en boga, ha perdido la fuerza ofensiva o de menosprecio que antiguamente tenía”.
583
§ 45. HONRA
151 Así, BGH, 139, 95 (NJW 1998, 3047); así también Fleming 1985 196, Medicus 2003
b 380.
152 Véase, por ejemplo, CS, 31.1.2000, F. del M. 494, 3176.
153 BGH, 30.5.2000 (NJW 2000, 3421).
154 Para este tipo de atentados: Corte de Santiago, 21.6.1993, RDJ, t. XC, sec. 4ª, 110;
Corte de Valdivia, 30.3.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 7.6.2000, RDJ, t. XCVII,
sec. 5ª, 105; Corte de Santiago, 8.11.2001, rol Nº 7.448-1997, confirmada por CS [cas. fon-
do], 21.1.2002, rol Nº 30-2002; Corte de Antofagasta, 10.10.2002, GJ 268, 115; y Corte de
Santiago, 19.7.2004, GJ 292, 131.
155 Yzquierdo en Reglero 2002 a 1122.
156 Un interesante análisis de la dimensión objetiva del injusto en la injuria penal, que
excluye una exigencia de animus injurandi, entendido como calificativo especial del dolo
(sin perjuicio de que no se responda del dolo eventual), en com. de J. P. Mañalich, a CS,
21.10.2003, rol Nº 871-02 (confirmatoria de Corte de Temuco, 21.1.2002, rol Nº 4.267-01),
Rev. D. UAI 1, 2004, 285; con mayor razón, esta calificación es aplicable en materia civil.
157 Así, BGH, 30.5.2000 (NJW 2000, 3421, con com. de H. Ehmann) en el caso Babycaust,
referido a manifestantes que frente a una clínica abortiva desplegaron carteles y entregaron
volantes que la acusaban de ‘especialista en matar’ y señalaban, entre otras expresiones con-
trarias al aborto, ‘ayer, holocausto; hoy, bebé-causto’; el Tribunal Supremo estimó que el sig-
nificado de estas expresiones estaba dado por el contexto lingüístico y circunstancial en que
fueron manifestadas, que muestran que el propósito era protestar contra una legislación que,
en opinión de los manifestantes, ‘autoriza la muerte de no nacidos, priva de fundamento a
los derechos fundamentales y pone en cuestión la democracia, porque excluye de la protec-
ción jurídico-penal a un grupo humano determinado’, con la consecuencia de que se trata
de ‘una contribución a la formación de voluntad política, en una pregunta que plantea una
discusión particularmente sensible ante la opinión pública, y que debe ser tolerada aunque
584
PRIVACIDAD Y HONRA
sea expresada en términos extremos, porque la libertad de expresión tiene significado consti-
tutivo para la democracia’. El criterio se aplica en análogos términos a la actividad profesio-
nal y empresarial (Palandt/Thomas § 823 196 a). Por el contrario, una expresión tendrá
significado injurioso si constituye un insulto carente de referencia sustantiva a una materia
de discusión pública (Ollero 2000 68, con referencia a la jurisprudencia española).
gle 1997 34, con referencia a Corte de Santiago, 8.4.1954, RDJ, t. LI, sec. 4ª, 11; CS, 5.6.1959,
RDJ, t. LVI, sec. 4ª, 141; Corte de Santiago, 23.8.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 181); en contraste,
a falta de toda referencia objetiva, los insultos han sido tenidos por injuriosos (ídem, con re-
ferencia a CS, 2.5.1957, RDJ, t. LIV, sec. 4ª, 53). Un interesante caso de aplicación de estos
principios es una sentencia del juez de garantía de Talca, que absolvió al director y periodis-
tas del diario El Centro, querellados por injurias consistentes en haber atribuido diversas con-
ductas irregulares a un médico del hospital de Constitución; el fallo argumentó que el dolo
de la injuria está caracterizado por el animus injurandi, pero, en contraste, señaló que éste se
oponía a los propósitos de criticar, controlar, narrar o simplemente de informar (Juzgado de
585
§ 45. HONRA
conviene comparar las sentencias antes referidas (supra nota a Nº 388 a) del Tribunal Euro-
peo de Derechos Humanos que estiman, respectivamente, que el derecho francés es dema-
siado estricto con la libertad de información (Plon v. Francia, 18.5.2004, rol Nº 58.148/00)
y que el alemán fue muy débil en la protección de la privacidad (Hannover v. Alemania,
24.6.2004, rol Nº 59.320/00).
586
PRIVACIDAD Y HONRA
166 La norma incurre también en el error técnico de confundir excusas referidas a la pri-
vacidad (actividades de libre acceso público, hechos captados o difundidos con consentimiento
del interesado, actuaciones de que se haya dejado testimonio en registros públicos), con otras
que propiamente se refieren a atentados a la honra (comisión de delitos, juicios referidos al
desempeño de funciones públicas y de profesiones que suscitan interés general).
587
§ 45. HONRA
nas, 1.6.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 5ª, 217; CS, 11.7.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 116; CS,
12.9.2000, GJ 243, 55; CS, 24.3.2004, GJ 285, 138; y CS, 10.11.2004, GJ 293, 110; y CS,
31.7.2006, GJ 313, 92.
168
Para casos en que existe discrepancia entre la información recibida y la divulgada,
Corte de Concepción, 7.3.1988, confirmada por CS [apelación], 22.3.1988, RDJ, t. LXXXV,
sec. 5ª, 65; y CS, 13.12.1993, RDJ, t. XC, sec. 5ª, 235. Extremando los deberes de cuidado
de quien divulga información comercial se ha resuelto que no resulta razonable que una
empresa dedicada a proporcionar antecedentes comerciales sobre las personas, comerciali-
ce la información contenida en su base de datos, sin antes revisar lo que se le envíe y sin
advertir la inconsistencia entre el nombre del aceptante de una letra de cambio protestada
y el rol único tributario del mismo, a resultas de lo cual divulga información equivocada
(CS, 27.8.1998, RDJ, t. XCV, sec. 5ª, 190).
169 Corte de Santiago, 1.9.2003, rol Nº 7.633-1998, que condenó al pago de $ 50 millo-
nes por daño moral. Véase también un caso en que debido a la premura con que operó el
funcionario de un banco se utilizó el nombre del demandante, quien días antes había ex-
traviado su cédula de identidad, para engañar al banco y obtener el otorgamiento de un
contrato de apertura de crédito en moneda nacional y afiliación al sistema y uso de tarjeta
de crédito, efectuándose gastos que al quedar impagos derivaron en que las deudas se co-
municaran al público, perjudicándose el prestigio del actor (CS, 10.11.2004, GJ 293, 110).
170 CS, 24.3.2004, GJ 285, 138, donde la determinación de la especie y monto de los
588
PRIVACIDAD Y HONRA
171 Véanse, por ejemplo, Corte de Santiago, 27.12.1996, GJ 198, 55, que reconoció in-
589
§ 45. HONRA
difunde (la empresa conocida como Dicom, por lo general) es indicio sufi-
ciente de culpa, de modo que corresponde al demandado probar los funda-
mentos de una justificación razonable.174
e) Además del error en la fuente, puede haber un acto de autotutela
del tenedor de un título de crédito o de una factura impaga, quien comu-
nica a un proveedor de información comercial acerca de una morosidad,
sin que medie protesto formal; en este caso el ilícito puede ser incurrido
tanto por quien provee la información como por quien la divulga sin los
debidos resguardos de que la fuente de la información sea fidedigna (títu-
lo de crédito no protestado, por ejemplo).175
174 En este sentido, véase, por ejemplo, CS, 24.3.2004, GJ 285, 138, y CS, 10.11.2004,
GJ 293, 110.
175 En este sentido, por ejemplo, Corte de Puerto Montt, 18.3.1997, confirmada por
CS [apelación], 16.7.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 5ª, 193, con com. y reseña jurisprudencial de
E. Soto; Corte de Valparaíso, 5.6.2000, confirmada con declaración por CS [apelación],
11.7.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 116; y Corte de Concepción, 31.8.2005, rol Nº 1.744-2005,
confirmada por CS [apelación], 26.9.2005, rol Nº 4.676-2005.
176 Es interesante la jurisprudencia francesa desarrollada a partir del artículo 9-1 del Có-
digo, que consagra la presunción de inocencia: por un lado, se entendió violatoria del princi-
pio la atribución sin calificaciones de un delito efectuada por el presidente de la Comisión
de Operaciones de Bolsa (cass. com., 1.12.1998, Méga Code § 9-1 5); pero, en contraste, la
divulgación del nombre de una persona mayor de edad inculpada o sometida a investigación
no está prohibida, como tampoco informar acerca de asuntos judiciales, bajo la sola condi-
ción de que la crónica sea suficientemente neutral y no prejuzgue sobre la culpabilidad (TGI
Paris, 7.7.1993, Méga Code § 9-1 5). La jurisprudencia alemana también exige que se distinga
la sospecha fundada de la atribución de responsabilidad (Palandt/Thomas § 823 189 c).
177 Palandt/Thomas § 823 189 c, con referencia a jurisprudencia alemana en ese senti-
do. En Chile se ha fallado que estando en pugna la libertad de informar con la presunción
de inocencia no puede darse preferencia a ésta para así fundar la prohibición de difundir
la identidad de los imputados, y que, además, la presunción de inocencia dice relación con
el trato que debe darse a los imputados en el transcurso del juicio, pero no con mantener
en secreto su identidad (Corte de Coyhaique, 26.1.2004, rol Nº 42-2003).
590
PRIVACIDAD Y HONRA
§ 46. ACCIONES
a. Tipos de acciones
178 Sintomático de esta pluralidad de acciones es el artículo 9.2 de la ley española: “La
tutela judicial comprende todas las medidas para poner fin a la intrusión ilegítima, resta-
blecer al perjudicado en el pleno disfrute de sus derechos, así como para prevenir o impe-
dir intromisiones ulteriores. Entre estas medidas podrán incluirse las cautelares encaminadas
al cese inmediato de la intromisión ilegítima, así como el reconocimiento del derecho a
replicar, la difusión de la sentencia y la condena a indemnizar los perjuicios causados”.
179 Sobre la prevalencia de la reparación en naturaleza (injuctive relief) en un análisis
591
§ 46. ACCIONES
181 Medicus 2003 b 448, con referencia a BVerfG, NJW 1997, 2589.
182 Sobre los orígenes de esta acción de naturaleza restitutoria, en analogía con la actio
negatoria del derecho romano, Kötz 1991 229; sobre las diferencias en las condiciones de
admisibilidad entre la acción de reparación en naturaleza y la acción indemnizatoria, Yz-
quierdo en Reglero 2002 a 1155.
183 Viney/Jourdain 2001 73; sobre el desarrollo jurisprudencial de estas acciones de re-
592
PRIVACIDAD Y HONRA
aquellos que el demandante tiene que soportar, como puede ser una
opinión desfavorable).185
d) Por otra parte, aunque en principio corresponde a la víctima elegir
entre la reparación en naturaleza o por equivalencia (infra Nº 659), la re-
paración en naturaleza de los derechos de la personalidad es prioritaria
respecto de la indemnización en dinero. En verdad, la protección judicial
de los derechos de la personalidad presenta ciertas analogías con las accio-
nes restitutorias en el derecho de bienes (reivindicatoria, posesorias, pre-
cario), donde la indemnización en dinero tiene condiciones de procedencia
más estrictas, porque su objeto es el daño remanente, que no pudo ser
reparado en naturaleza; así, sólo cuando esa restauración resulta insufi-
ciente puede completarse con indemnizaciones.186
Esta analogía con las acciones propietarias y posesorias se extiende, como
se ha visto, a los requisitos que tienen las acciones de protección en natura-
leza de los derechos de la personalidad. La acción para obtener una vindica-
ción del honor mediante una retractación o la publicación de una sentencia
por el ofensor es independiente de la culpa con que haya actuado;187 a dife-
rencia de lo que ocurre con la acción indemnizatoria, basta la antijuridici-
dad del daño, esto es, que no se trate de una turbación que el demandante
deba soportar, atendidas las circunstancias. Lo determinante, en consecuen-
cia, para que surja el deber de restauración por parte de quien causó el
daño no es la negligencia, como se verá en las secciones siguientes.
e) La distinción es también importante al momento de juzgar el ordena-
miento protector de la privacidad y de la honra a la luz del derecho consti-
tucional, pues las limitaciones que se establecen a la indemnización con
fundamentos constitucionales no rigen con la misma intensidad respecto de
las reparaciones en naturaleza (infra Nº 424).188 De hecho, el principal pro-
pósito de las limitaciones jurisprudenciales a la reparación de daños mora-
les provenientes de una difamación inocente (carente de dolo) es
precisamente prevenir el riesgo de que la atribución de indemnizaciones
elevadas pueda inhibir el flujo de informaciones y opiniones (supra Nº 403).189
185 La naturaleza de este deber jurídico, que es excepcional en el derecho civil, ha sido
objeto de largas discusiones por la doctrina jurídica (Larenz/Canaris 1994 672). La materia
presenta analogías con las acciones posesorias y con ciertos desarrollos jurisprudenciales de
la acción de protección entre particulares (que, a diferencia de la acción preventiva del artícu-
lo 2333, no exige imprudencia o negligencia). A diferencia de lo que ocurre con las acciones
para poner término a una conducta que está actualmente produciendo daño, todo indica que
no es posible establecer un principio general que dirima en abstracto la procedencia de un
deber de reparación en naturaleza de un daño causado en el pasado (infra Nº 649).
186 Yzquierdo en Reglero 2002 a 1155.
187 Kötz 1991 229, Yzquierdo en Reglero 2002 a 1156.
188 Sobre las dificultades de la jurisdicción constitucional para discernir la diferencia en-
418 US 323 (1974); en Alemania se ha fallado que el monto de la indemnización no puede signi-
ficar una limitación desproporcionada de la libertad de expresión (Palandt/Thomas § 823 200).
593
§ 46. ACCIONES
190 Kötz/Wagner 2006 166, aludiendo a que la indemnización en dinero es una ultima
ratio; Jones 2002 556, Markesinis/Deakin et al. 2003 667, con referencia a Defamation Act de
1996, 2.4; Yzquierdo en Reglero 2002 a 1146, para el derecho español; Prosser/Keeton et
al. 1984 845, para el derecho norteamericano; en el derecho francés no está establecida
esta precedencia, pero la jurisprudencia (y luego el legislador) ha autorizado al juez para
ordenar las medidas de restitución que estime necesarias (Tallon 1996 Nº 123). Con razón,
por los motivos expuestos arriba, la jurisprudencia de la Corte de Casación francesa ha es-
tablecido que pertenece a los jueces declarar la medidas de reparación más apropiadas a
cada daño, autorizándolos incluso para decretar medidas que no han sido solicitadas direc-
tamente por las partes, entre las cuales usualmente se establece una indemnización pura-
mente simbólica y moralmente restitutoria en favor de la víctima (Viney/Jourdain 2001 87).
191 Yzquierdo en Reglero 2002 a 1146 y 1155.
192 Con especial referencia a la acción de protección como cautela de la privacidad,
594
PRIVACIDAD Y HONRA
193 En el derecho francés se autoriza la medida preventiva en référé en caso de una tur-
bación manifiestamente ilícita (Tallon 1996 Nos 16 y 99); para el derecho español, Yzquier-
do en Reglero 2002 a 1149, con referencia a la crítica de F. Pantaleón a las objeciones
doctrinarias a estas medidas, porque la cautela judicial preventiva del daño a bienes de la
personalidad ‘no es censura previa ni exhumación de cierto militar ferrolano de alta gra-
duación’ (Pantaleón 1996 215); la protección preventiva de los derechos de la personali-
dad es admitida por el derecho alemán sobre la base de una expansión de la actio negatoria,
cuyos orígenes provienen del derecho romano, bajo el supuesto de una adecuada conside-
ración comparativa de los bienes en juego (Medicus 2003 b 386, 446); en Estados Unidos,
por el contrario, aunque tímidamente se ha planteado la aplicación del procedimiento ci-
vil preventivo de las injunctions (Franklin/Rabin 2001 528), parece haber primado en defi-
nitiva el principio de que ese control preventivo es inadmisible, sin perjuicio de lo que luego
se resuelva en materia de responsabilidad.
194 Véase también la ley Nº 17.336, de propiedad intelectual, artículo 82, que establece
las medidas de protección del perjudicado con la apropiación por terceros de obras prote-
gidas por ese derecho (que incluyen la destrucción e incautación del material ilícitamente
producido o comercializado).
195 En la jurisprudencia francesa, aun después de entrada en vigencia la norma del
artículo 9 del Código Civil francés (introducido en 1970), que autoriza al juez para de-
cretar cualesquiera medidas preventivas (siguiendo un criterio jurisprudencial anterior),
se exige que haya una ‘intromisión intolerable’ en la vida privada para que se adopten
las medidas preventivas o de cesación del daño, con consideración de su excepcionali-
dad y en atención a la lesión irreversible que pueda sufrir la libertad de expresión (Ta-
llon 1996 Nos 99 a 105).
595
§ 46. ACCIONES
415, 347 (caso Martorell, referido en cuanto al fondo en supra Nº 373 b); para la privacidad
como irrupción en ámbitos privados, supra Nº 381, con referencias jurisprudenciales (espe-
cialmente interesante, Corte de Santiago, 17.11.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 5ª, 345, con com.
de E. Soto, caso Bohme con Clínica Alemana, donde se decretó la retención y destrucción de
una grabación que afectaba la intimidad del paciente recurrente de protección).
197 CS, 2.11.1982, revocando Corte de Iquique, 16.10.1982, RDJ, t. LXXIX, sec. 5ª, 178,
conocido como caso Los Tres Chanchitos, con una muy discutible confusión, en el análisis de
fondo, entre afirmaciones de hecho y opiniones.
198 Así, Corte de Concepción, 28.12.2002, rol Nº 1.909-2001, confirmada por CS [ape-
5ª, 20.
200 CS, 29.1.2003, GJ 271, 82.
201 Son múltiples los sujetos que actúan en internet con diversas funciones y que resul-
tan candidatos a ser civilmente responsables de los daños a la honra o privacidad ajena. En
primer lugar, la acción puede dirigirse contra el proveedor de acceso a la red, quien permite al
usuario la comunicación interactiva en virtud de un contrato de prestación continua de ser-
vicios; el proveedor de acceso a la red cumple una función análoga al impresor de un pe-
riódico o el propietario de una red telefónica, por cuyo intermedio se pueden cometer ilícitos
que causan daño a terceros; no es editor y no tiene deber de cuidado alguno respecto de
las comunicaciones que resultan posibles por los medios técnicos que pone a disposición
de los usuarios. Sin embargo, el proveedor de acceso tiene el deber de disponer de los me-
dios técnicos necesarios para identificar a los usuarios que cometan ilícitos y para ponerles
término. Por lo mismo, resulta razonable la precaución que adoptan las compañías de re-
servarse contractualmente el derecho a desconectar al usuario, poniendo término unilate-
ralmente al contrato, aun sin necesidad de resolución judicial, lo que les permite reaccionar
prontamente ante un ilícito presente o potencial. En otras palabras, el proveedor de acce-
so amenaza su responsabilidad si en conocimiento del ilícito no está en condiciones de po-
ner término a la conducta lesiva. En seguida se encuentra el proveedor de servicios de alojamiento
(hosting) de sitios o portales. A su respecto se presentan riesgos de responsabilidad por in-
cumplimiento de deberes de vigilancia. La pregunta que se debe contestar es si este pro-
veedor tiene el control editorial de lo que se comunica con su auxilio técnico. La
jurisprudencia, conociendo de un recurso de protección por un aviso aparecido en un sitio
abierto al efecto por un servidor, estimó que la responsabilidad del proveedor de servicios
de alojamiento no exige el conocimiento efectivo del acto ilícito, bastando que haya podi-
do conocerla, instruyendo a la parte recurrida a que, en su papel de proveedor de aloja-
miento, adopte todas las medidas necesarias para que los proveedores de contenidos en los
596
PRIVACIDAD Y HONRA
sitios que hospeda se abstengan de publicar avisos contrarios a la ley, al orden público y a
las buenas costumbres, procediendo el administrador del sitio respectivo a eliminar, a lo
menos dos veces por semana, todos los avisos contrarios a esas normas y principios (Corte
de Concepción, 6.12.1999, GJ 239, 221). En tercer lugar, puede resultar responsable el ope-
rador de un sitio cuya tarea se limita a recibir comunicaciones y permitir la realización de
actos y contratos de terceros. Es en el operador del sitio donde se radica una función aná-
loga a la de editor de un periódico, teniendo, en consecuencia, deberes de cuidado equiva-
lentes a los de este último. Finalmente, está el proveedor directo de contenido, sobre quien no
recaen deberes de vigilancia, sino de actuación personal diligente, según las reglas genera-
les del derecho de la responsabilidad civil de acuerdo con los principios generales de la
responsabilidad por expresiones.
202 Entre los numerosos fallos concordantes pueden verse, por ejemplo: Corte de Con-
cepción, 7.3.1988, confirmada por CS [apelación], 22.3.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 5ª, 65;
CS, 13.12.1993, RDJ, t. XC, sec. 5ª, 235; CS, 3.12.1996, GJ 198, 52; CS, 31.12.1996, GJ 198,
48; Corte de Puerto Montt, 18.3.1997, confirmada CS [apelación], 16.7.1997, RDJ, t. XCIV,
sec. 5ª, 193, con com. de E. Soto, donde se ordenó en sede de protección la eliminación
del registro de deudores morosos en razón de que el documento entregado a la empresa
procesadora de datos por el supuesto acreedor era una fotocopia de una letra de cambio;
Corte de Santiago, 20.5.1998, GJ 215, 67; CS, 27.8.1998, RDJ, t. XCV, sec. 5ª, 190; CS,
1.10.1998, GJ 229, 55; CS, 11.7.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 116; y Corte de Concepción,
31.8.2005, rol Nº 1.744-2005, confirmada por CS [apelación], 26.9.2005, rol Nº 4.676-2005.
203 Kötz 1991 230.
597
§ 46. ACCIONES
204 La Ley de prensa, artículo 21, limita el derecho de rectificación a los hechos, exclu-
yendo la crítica política, literaria, histórica, artística, técnica y deportiva; sobre los funda-
mentos jurídicos de esta distinción, Larenz/Canaris 1994 708.
205 Kötz/Wagner 2006 160; tanto la Ley de prensa como la norma constitucional del artí-
culo 19 Nº 12 III, no establecen requisitos de prueba para que se tenga derecho a réplica.
206 Ley de prensa, artículo 19 V.
207 En el derecho francés, por ejemplo, la protección en naturaleza de los derechos de
la personalidad fue objeto de un desarrollo jurisprudencial, que sólo con posterioridad tuvo
consagración legal, en materia de privacidad, con la introducción en 1970 del nuevo artículo
9 del Código Civil; en Alemania la evolución es del todo similar, sin que haya sido necesaria
la dictación de una ley especial.
598
PRIVACIDAD Y HONRA
208 Larenz/Canaris 1994 711; en el derecho del common law, que tradicionalmente es-
tablecía un régimen de responsabilidad estricta por difamación, la verdad era concebida
como una excepción, cuyos fundamentos de hecho debían ser probados por el demanda-
do (Fleming 1985 201).
209 Larenz/Canaris 1994 711, con referencia a BGH, NJW 1974, 1710 y BGH, NJW 1975,
1882.
210 Kötz 1991 231 y Larenz/Canaris 1994 709, coincidiendo con jurisprudencia del BGH
599
§ 46. ACCIONES
rectificación han sido presentadas y las demás circunstancias del caso (in-
fra Nos 419 y 429).
Por otro lado, aunque menos directa y eficaz, es más generalizado que
a manera de restitución en naturaleza se ordene la publicación de la sen-
tencia que declara injustas las expresiones (sea completa o de sus partes
esenciales). El efecto está especialmente establecido por la ley como san-
ción colateral a la condena penal por injurias o calumnias;212 sin necesidad
de texto expreso, resulta evidente su aplicación como una forma de repa-
ración en naturaleza en el proceso civil.213
d. Acciones indemnizatorias
1. Criterios generales
419. Principios que rigen la avaluación del daño a los derechos de la per-
sonalidad. a) La indemnización de perjuicios por daños a la personalidad
es determinada según los criterios generales de apreciación del daño. En
consecuencia, el daño patrimonial es indemnizado de acuerdo con el prin-
cipio de reparación integral (supra Nº 163) y el moral según el de equitati-
va compensación (supra Nº 200).
b) Cualquiera sea el tipo de daño, la indemnización debe ser neutrali-
zada o disminuida en la proporción en que haya operado una reparación
en naturaleza, si ésta fuere posible. En consecuencia, la indemnización
cubre el daño remanente, que no pudo ser restituido en naturaleza.214 Como se
ha visto, hay razones de derecho civil y constitucional para que la repara-
ción en naturaleza sea preferida a la indemnizatoria en la medida que sea
adecuada para eliminar o disminuir el mal efectivamente causado (supra
413 f, con anotaciones de derecho comparado). Precisamente en razón de
este principio reparatorio, la indemnización del daño moral suele asumir
en algunas jurisdicciones un carácter simbólico, que tiene precisamente el
fin de completar la reparación en naturaleza.
t. LXXIX, sec. 5ª, 178; la publicación de la sentencia es tenida por medio reparador en sede
civil en la mayoría de las jurisdicciones (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1146, para España;
Larenz/Canaris 1994 713, para Alemania, con indicación de que su efecto reparador es me-
nor que la retractación; Tallon 1996 Nº 98, para el derecho francés).
214 En el derecho francés, la reparación en naturaleza mediante la publicación de la
sentencia puede ser la única sanción, en particular cuando está acompañada de una indem-
nización puramente simbólica, que contribuye a completar la restitución (Viney/Jourdain
2001 74).
600
PRIVACIDAD Y HONRA
2. Daños patrimoniales
601
§ 46. ACCIONES
3. Daño moral
que tiende a dar lugar a la relación causal en tales casos. Por otro lado, la información, una
vez divulgada, no es susceptible de apropiación: una vez divulgado un hecho, nada impide
que sea repetido de buena fe por otro medio, con la sola limitación, a menudo de carácter
puramente ético, de indicar la fuente (a menos que el acto de divulgación sea per se ilícito,
como suele ocurrir con los atentados a la privacidad).
217 Así, BGH, JZ 1993, 190.
218 La ley española sobre honor, privacidad e imagen de 1982 establece que la indem-
nización del daño moral que se sigue de un atentado a derechos de la privacidad puede
calcularse en atención al beneficio obtenido por el autor del daño (artículo 9.3); en Chile,
la idea ha sido recogida en los proyectos de ley en discusión parlamentaria (Boletín Nº 2.370-
07). El beneficio obtenido por el autor del daño da lugar a acciones restitutorias, según el
principio de enriquecimiento sin causa, o a acciones indemnizatorias, si el beneficio obte-
nido por el responsable es mayor que el daño (Yzquierdo en Reglero 2002 a 1151). La ju-
risprudencia alemana ha reconocido acción por una suma equivalente a la ganancia obtenida
por quien se apropia de un bien de la personalidad, pero sobre la base de una apreciación
en concreto, en oposición a una mera especulación acerca del aumento no cuantificable
de la circulación de un impreso (Palandt/Thomas § 823 200).
602
PRIVACIDAD Y HONRA
423. Prueba del daño moral. En los capítulos anteriores de este libro se ha
visto que el daño moral no es susceptible de prueba directa, pero sí puede
ser mostrado mediante inferencias o presunciones (supra § 24 h). A veces,
se tiende a asumir que no sería necesaria la prueba del daño moral causa-
do por expresiones que atentan contra la privacidad o la honra ajena.220
Lo anterior debe ser considerado con reticencia, porque los hechos son
por lo general determinantes al momento de avaluar el daño moral por
expresiones, como se muestra en el párrafo siguiente. En consecuencia,
de la circunstancia que el daño moral por lesión a los bienes de la perso-
nalidad no pueda ser directamente cuantificado, en atención a que es in-
conmensurable en dinero en términos absolutos, no se excluye el deber
de apreciarlo en concreto de conformidad con las circunstancias y estable-
cerlo en términos que sea observado un principio de proporcionalidad
(supra Nº 191).
La prueba consiste esencialmente en presunciones relativas al daño no
patrimonial efectivo que ha sufrido y habrá de sufrir el demandante, tanto
en razón de la pérdida de relaciones sociales ventajosas como desde el
punto de vista del disfrute de la vida (supra Nº 215).221
219 Así, por ejemplo, en el derecho alemán, donde luego de la reforma del derecho de
nor, privacidad e imagen de 1982, que dispone que “la existencia del perjuicio se presumi-
rá siempre que se acredite la intromisión ilegítima” (crítico al respecto Yzquierdo en Reglero
2002 a 1150); la jurisprudencia francesa ha asumido la misma posición (cass. civ., 5.11.1996,
25.2.1997, citados por Tallon 1996 Nº 66 [anexo de actualización]).
221 Prosser/Keeton et al. 1984 843.
603
§ 46. ACCIONES
valorar los daños. Sin embargo, en la práctica, en todos los sistemas jurídi-
cos la gravedad de la culpa no sólo juega un rol determinante, especial-
mente en atentados contra el honor, al momento de determinar el umbral
de descuido a partir del cual se responde, sino también al de la aprecia-
ción del quantum indemnizatorio. 222 Así, en la determinación del monto
de la reparación por daño moral, suele reaparecer como relevante el jui-
cio de reproche subjetivo, que en el juicio de culpabilidad ha dejado de
ser un elemento definitorio de la responsabilidad civil, amenazando tras-
pasar la frontera de la reparación civil del daño y entrando en el peligroso
terreno fronterizo con el derecho penal (supra Nº 198).
b) Como ha sido discutido al comienzo de este parágrafo (supra
Nº 413 e), en materia de daños derivados de expresiones rige el princi-
pio de la más completa reparación en naturaleza que resulte posible, de modo
que la indemnización sólo cubre el daño remanente luego de efectua-
dos esos actos de restauración. A esos efectos, el tribunal debe tomar
en consideración lo apropiado de la rectificación, la naturaleza de las
excusas y la manera en que fueron presentadas, porque el demandado
debe mostrar cómo ha disminuido el daño sufrido por el demandante
a consecuencia de la rectificación o retractación. Para ello, algunas ju-
risdicciones exigen una retractación explícita por parte del medio que
realizó la publicación difamatoria, no bastando una mera crónica ex-
plicativa que exponga los hechos verdaderos.223
c) En circunstancias que el daño debe ser valorado en concreto, es
necesario considerar todos los criterios que resulten determinantes en el
caso. Ante todo, son relevantes las circunstancias del demandante, inclui-
da su conducta anterior, porque forma parte de la prueba que debe pres-
tar este último la intensidad del daño sufrido, que es dependiente del
prestigio de que objetivamente gozaba ex ante. Enseguida, son también
relevantes las circunstancias en que la ofensa fue proferida, porque la ré-
plica a una agresión anterior, aunque desproporcionada, puede disminuir
el efecto ofensivo del hecho. Lo anterior es sin perjuicio de cualesquiera
otros antecedentes que permitan valorar la gravedad del daño efectiva-
mente sufrido.224
e. Legitimidad activa
mente a la honra), Yzquierdo en Reglero 2002 a 1152, Tallon 1996 Nº 97, Palandt/Thomas
§ 823 200, Prosser/Keeton et al. 1984 847. Sobre el control jurídico de los criterios de valo-
ración, Yzquierdo en Reglero 2002 a 1153 y supra Nº 203.
604
PRIVACIDAD Y HONRA
exclusivamente al titular, sin perjuicio de que pueda ser sucedido por cau-
sa de muerte en los derechos de reparación que en vida le correspondían.
Si el ilícito ha afectado la privacidad de la vida familiar, debe entenderse
que la acción corresponde al cónyuge y a quienes tienen el cuidado de los
menores afectados, en representación de estos últimos.
b) A la transmisibilidad del derecho se le aplican las reglas generales,
atendiendo a si la pretensión indemnizatoria se refiere al daño moral o al
patrimonial (infra § 61 b).
605
§ 46. ACCIONES
228 Puede entenderse que el derecho a la privacidad es reconocido post mortem en res-
guardo de los intereses de la familia en la memoria del titular fallecido; un desarrollo de
esta idea en Corral 1999 c 75.
229 La ley española sobre honor, privacidad e imagen de 1982 establece los titulares de
esta acción con independencia de los derechos sucesorios establecidos por el derecho co-
mún (aunque coinciden, en esencia), dando preferencia a quien haya señalado el testador
y atribuyendo luego la acción al cónyuge, ascendientes, descendientes y hermanos, pudien-
do actuar cualquiera de ellos (artículos 4 a 6).
230 La utilización de cadáveres o parte de ellos con fines científicos o terapéuticos y el
606
PRIVACIDAD Y HONRA
f. Legitimidad pasiva
428. Inmunidades. a) La Constitución Política establece una inmunidad
en favor de los diputados y senadores “por las opiniones que manifiesten y
los votos que emitan en el desempeño de sus cargos, en sesiones de sala o
en comisión” (artículo 58 I).236 Esta inmunidad de carácter constitucional
que todos los miembros del Congreso tienen una inmunidad absoluta para expresarse res-
pecto de terceros en el ejercicio de sus funciones legislativas, sin que puedan ser acusados
de difamación (Restatement/Torts II 590).
607
§ 46. ACCIONES
608
PRIVACIDAD Y HONRA
g. Extinción de la acción
239 Markesinis/Deakin et al. 2003 665 y 722, con referencias, respectivamente, a los de-
prescripción de tres meses para las acciones civiles y penales provenientes de delitos previs-
tos por ese ordenamiento (CS, 30.7.2002, rol Nº 1.125-2001).
241 Auto Acordado de la Corte Suprema sobre tramitación y fallo del recurso de pro-
609
CAPÍTULO IX
ABUSO DE DERECHO1
el sentido de representar una manera, entre otras, de concebir el derecho, lo que se mani-
fiesta en la pretensión de que los derechos subjetivos comprenderían un ámbito de autode-
terminación que antecedería al derecho objetivo, que sólo lo reconocería.
611
§ 47. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS PRIVADOS
6 Coing 1985 I 173, con referencia a Luis de Molina, De iustitia et iure opera omnia (1611),
612
ABUSO DE DERECHO
10 Coing 1985 I 172, con referencia a Luis de Molina, De iustitia et iure opera omnia (1611),
tract. II, disp. I.
11 El Código Civil francés define la propiedad como “el derecho de gozar y disponer
de las cosas de la manera más absoluta, siempre que no se haga de ellos un uso prohibido
por la ley o por los reglamentos” (artículo 544).
12 Kant Metafísica de las Costumbres Ak. VI 230 (A 33); un magnífico desarrollo del con-
cepto de derecho privado como forma de la libertad en Kant en Weinrib 1995 84.
13 Estas características provienen del magnífico análisis lógico del concepto de derecho
613
§ 47. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS PRIVADOS
614
ABUSO DE DERECHO
bien general; desde esta perspectiva instrumental, la utilidad general es la justificación de ex-
tensos ámbitos de autonomía privada; en consecuencia, no es el concepto moral de autono-
mía, sino el económico de bienestar, lo que resulta determinante al momento de reconocer
amplias potestades a las personas. Véase Epstein 1997 y, especialmente, Epstein 1982; una jus-
tificación libertaria radical desde una perspectiva no instrumental, en Nozick 1974 passim.
615
§ 47. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS PRIVADOS
616
ABUSO DE DERECHO
22 Barros 1984 24, con referencia a J. R. Searle, Speach Acts, Cambridge: University Press,
617
§ 47. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS PRIVADOS
618
ABUSO DE DERECHO
619
§ 47. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA DE LOS DERECHOS SUBJETIVOS PRIVADOS
620
ABUSO DE DERECHO
621
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
622
ABUSO DE DERECHO
441. El abuso como ejercicio contrario a los fines del derecho subjetivo.
a) En contraste con la doctrina que niega la posibilidad de un abuso de
derecho, la más extrema doctrina en el sentido inverso asume que los
derechos subjetivos son reconocidos por la ley para satisfacer intereses co-
lectivos, de modo que su ejercicio concreto debe ser consistente con esos
fines. Desde esta perspectiva, el derecho subjetivo no debe ser concebido
como un poder de actuación, que garantiza al titular un ámbito de auto-
nomía y discreción para el desarrollo de su personalidad y de su actividad
económica. A las personas se les reconocen derechos como un medio para
satisfacer la función social que corresponde al derecho objetivo. En conse-
cuencia, su ejercicio debe responder a los intereses generales que el res-
pectivo ordenamiento legal propende a satisfacer.
Desde esta perspectiva, el reconocimiento de derechos es un instru-
mento técnico que la sociedad utiliza para cautelar el interés general. Es-
tas ideas fueron formuladas a comienzos del siglo XX por Josserand: “los
derechos, productos sociales, como el mismo derecho objetivo, derivan su
origen de la comunidad y de ella reciben su espíritu y finalidad; cada uno
se encamina a un fin, del cual no puede el titular desviarlo; están hechos
para la sociedad y no la sociedad para ellos; su finalidad está fuera y por
encima de ellos mismos; son, pues, no absolutos, sino relativos; deben ejer-
cerse en el plano de la institución, con arreglo a su espíritu, o de lo con-
trario seguirán una dirección falsa, y el titular que de ellos haya no usado,
sino abusado, verá comprometida su responsabilidad para con la víctima
de esa desviación culpada”.28
En consecuencia, se incurriría en abuso del derecho subjetivo si los
motivos concretos del titular no están conformes al fin o a la función que el derecho
623
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
624
ABUSO DE DERECHO
625
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
tar la eficacia del derecho.32 Por eso, por atrayente que pueda aparecer
bajo una mirada superficial la doctrina extrema del abuso de derecho,
surgida en el primer tercio del siglo XX, no ha logrado apoyo relevante
entre los juristas ni en la práctica jurisprudencial.
qué en toda época las propiedades colectivas han sido tan mal respetadas, a tal extremo
que en los países socialistas su protección devino un problema jurídico mayor, y que hizo
necesario para defenderla un derecho penal particularmente riguroso? Ocurre que la pro-
piedad colectiva se presenta como una estructura de puro derecho objetivo, bajo la cual no
hay derechos subjetivos donde palpite el corazón” (ídem 163).
33 Trabucchi 1993 47.
34 En este sentido, se ha fallado que “a nadie ofende quien hace uso legítimo de un
626
ABUSO DE DERECHO
35 Por eso, se ha resuelto que la aplicación de la teoría del abuso de derecho se justifi-
627
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
40 Para las buenas costumbres, Digesto 22.1.5 (donde el concepto aparece como un
caso de aplicación del principio de buena fe) e Inst. Just. 2.3.30.3; sobre la buena fe con-
tractual como correctivo flexible al formalismo, Guzmán 1996 II 104.
41 Las cláusulas generales de la buena fe y de las buenas costumbres han sido especial-
mativo de buena fe, respecto al de buenas costumbres como criterio de abuso de derecho.
628
ABUSO DE DERECHO
doli, especialmente como fue entendida en el derecho romano tardío (Inst. Just. 8.27.1) y
en la tradición del derecho común (Coing 1985 I 471).
46 Al respecto, A. Guzmán en comentario crítico a ponencia de A. Ortúzar en Ortúzar
2003 321.
47 Así, sin embargo, Ortúzar 2003 passim y especialmente 201.
48 Una referencia crítica a la inflación constitucional en el derecho privado, supra § 22.
629
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
inevitable recurrir a conceptos normativos del propio derecho privado. Sólo así se
pueden cubrir situaciones que no han sido previstas o que no pueden ser
cubiertas por una regla precisa, pero que resultan intolerables a la sensibi-
lidad jurídica.49 Por eso, los códigos más recientes y la doctrina contempo-
ránea tienden a aludir a estos conceptos normativos y generales,
especialmente el de buena fe, al momento de señalar un criterio que indi-
que el límite interno de los derechos.50
mano clásico; bajo influencia retórica y filosófica, y luego que la moral cristiana lograra ma-
yor asentamiento, el instituto adquiere el carácter de principio general en el período
postclásico (Kaser 1971 I 222 y Kaser 1971 II 63).
50 La prohibición de ejecutar un derecho con el solo propósito de dañar a otro fue ya
formulada por el BGB, § 226; sin embargo, el abuso de derecho ha sido desarrollado doctri-
naria y jurisprudencialmente a partir de los conceptos romanísticos de buenas costumbres
(BGB, §§ 138 y 826) y especialmente de buena fe (BGB, § 242, análogo a nuestro artículo
1546). El Código Civil suizo exige la calificación de ‘manifiesto’ al abuso de derecho que no
esté protegido por la ley (Cód. suizo, artículo 2 II). El Código italiano de 1942 establece que
“el deudor y el acreedor deben comportarse según las reglas de la corrección” (Cód. ital.,
artículo 1175). El título preliminar del Código español incorporado por la reforma de 1978,
establece que “los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe” (Cód.
esp., artículo 7 I), para luego expresar, con discutible amplitud: “La Ley no ampara el abuso
del derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión que por la intención de
su autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente
los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la co-
rrespondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o administrativas que
impidan la persistencia en el abuso” (Cód. esp., artículo 7 II). El Código Civil de Québec de
1992, un importante aporte al desarrollo de la codificación de influencia francesa, expresa
que “toda persona está obligada a ejercer sus derechos conforme a la buena fe” (Cód. queb.,
artículo 6) y que “ningún derecho puede ser ejercido con el propósito de dañar a otro o de
una manera excesiva y no razonable, de un modo que resulte contrario a la buena fe” (Cód.
queb., artículo 7). Finalmente, el reciente Código holandés, luego de referirse a la buena fe,
lo hace respecto del abuso, disponiendo que “de un derecho puede abusarse, entre otros ca-
sos, por ejercitarlo con ninguna otra finalidad que hacer daño a otro o con otra finalidad
que para la cual fue concedido o, en el caso de que no resulte razonable el ejercicio del dere-
cho habida consideración de la desproporción entre el interés en el ejercicio del mismo y el
interés que se daña por ello” (Cód. hol., § 3.13.2). Una reforma del año 1968 introdujo en el
Código argentino una regla que se aleja de los criterios más bien restrictivos antes reseñados:
“La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considerará tal al que contraríe los
fines que aquella tuvo en mira al reconocerlos o al que exceda los límites impuestos por la
buena fe, la moral y las buenas costumbres” (Cód. arg., artículo 1071 II). En el derecho fran-
cés, la doctrina del abuso de derecho ha sido desarrollada jurisprudencialmente, sin base le-
gal explícita (Ghestin/Goubeaux 1983 642); en el common law cumple una función análoga
la doctrina jurisprudencial del equitable estoppel, aunque su función no tiene la generalidad de
la doctrina del abuso de derecho en la tradición del derecho civil (Beatson 1998 110).
630
ABUSO DE DERECHO
51 Esa crítica podría efectuarse a una sentencia recaída en una acción de protección, en
que el asunto fue resuelto con referencia al abuso de derecho, en circunstancias que pudo re-
solverse del mismo modo por la vía de dirimir interpretativamente el concurso de derechos. En
esencia, se trataba de la concurrencia, por un lado, del derecho del Banco Central de Chile a
que los bancos que recibieron apoyo financiero de esa institución con ocasión de la crisis finan-
ciera del año 1983 destinaran parte de sus utilidades a pagar las obligaciones correlativas y, por
el otro, del derecho de los accionistas a capitalizar las utilidades y postergar, en consecuencia, el
pago de aquella obligación. El fallo aceptó la demanda del Banco Central de Chile sobre la
base de que el banco demandado habría incurrido en abuso de derecho al capitalizar las utili-
dades del respectivo ejercicio, postergando de ese modo la deuda subordinada que el banco
recurrido mantenía con el Banco Central de Chile (Corte de Santiago, 22.9.1995, confirmada
por la CS [apelación], 22.4.1996, F. del M. 449, 523); el caso pudo ser resuelto del mismo modo
resolviendo el conflicto entre dos normas sobre la base de la primacía de la obligación que el
banco recurrido tenía con el Banco Central; en concreto, pareciera que la alegación de abuso
de derecho parece estar determinada por los límites de procedencia que impone el recurso de
protección, lo cual muestra la función procesal y no sustantiva que posee esa acción en el ámbi-
to de las relaciones privadas (Ortúzar 2003 89).
52 Corte Presidente Aguirre Cerda, 23.1.1985, GJ 55, 73.
631
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
verdad, es preferible que los casos de vecindad sean resueltos como situa-
ciones de conflicto de derechos, en que se sopesan en abstracto y en con-
creto los bienes e intereses cautelados por la propiedad de cada vecino,
atendiendo a la anormalidad o exceso en el ejercicio del derecho (infra
Nº 447 c).53 Por lo demás, entre los tópicos relevantes para determinar el
alcance recíproco de los derechos en conflicto, figuran precisamente aque-
llas circunstancias que permiten inferir si es abusivo el ejercicio de alguno
de tales derechos (como ocurrió en el caso del club de tiro).
53 Una muy fina distinción entre el abuso de derecho y la atribución de cargas excesi-
vas, que atiende al sopesamiento de derechos de propiedad, en Carbonnier 1992 292 y 302.
54 En este capítulo sólo se pueden proponer situaciones de cierta generalidad; en el
derecho francés, por ejemplo, existe una tendencia hacia la tipificación del abuso de dere-
cho; una exposición muy ilustrativa en Cadiet/Le Tourneau 2002, 3151.
55 Este proceso de desarrollo del derecho con recurso a la analogía, a los principios y a
632
ABUSO DE DERECHO
56 Así concluye B. Von Feldmann en su comentario a los casi cien años de jurispruden-
cia del § 226 del BGB, que consagra este tipo de abuso de derecho (MünchKom/Von Feld-
mann § 226 1583).
57 Citado por Medicus 1992 56.
58 Kaser 1977 136 y 138.
633
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
59 Es interesante constatar cómo la Corte Presidente Aguirre Cerda alude a las normas
de los artículos 941 y 945 del Código Civil (hoy Código de Aguas, artículo 56) para calificar
de ilegítima, arbitraria e ilegal la actividad del club de tiro que causaba ruidos y otros ries-
gos conexos a sus vecinos; aunque no hace referencia expresa a la idea de proporcionali-
dad, resulta evidente que es tenida en consideración al referirse a esas normas como
expresivas del principio del abuso de derecho en el orden jurídico chileno (Corte Presi-
dente Aguirre Cerda, 23.1.1985, GJ 55, 73).
60 El artículo 941 tiene por antecedente las Siete Partidas 3.32.19; las acciones por vi-
cios redhibitorios provienen del derecho romano clásico (Kaser 1971 I 559).
634
ABUSO DE DERECHO
a un cumplimiento parcial o imperfecto en Elgueta 1981 passim, López 1998 556, Ramos
2004 168, Lecaros 1991 179; un análisis jurisprudencial por E. Alcalde en comentario a CS,
31.3.2003, en RChD 30, 2003, 387.
62 Carbonnier 1992 293.
63 Alessandri 1943 274.
64 Sobre el recurso a la costumbre como criterio limitante del uso normal, Carbonnier
1992 295.
65 Es interesante que en el common law la vecindad haya llegado a ser el modelo para
establecer por analogía un deber general de diligencia, entendida como el deber justo y
razonable de cuidado que unos nos debemos a los otros (Jones 2002 32). En el derecho
alemán, a partir de diversas cargas que el BGB impone al propietario (§§ 904, 906 II, 912
II, 917 II, 962), se ha inferido por la jurisprudencia un principio general que el vecino no
debe ser sometido a sacrificios excesivos (Palandt/Bassenge § 903 11).
635
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
66 Castán 1984 70, con cita completa de la sentencia, redactada en 1944 por el propio
J. Castán. Siguiendo la doctrina de ese fallo, el título preliminar del Código Civil español,
incorporado por la reforma de 1974, hace referencia como uno de los criterios de abuso
de derecho a “todo acto u omisión que (…) por las circunstancias en que se realice sobre-
pase manifiestamente los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para ter-
cero, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales
o administrativas que impidan la persistencia en el abuso” (Cód. esp., artículo 7 II). La idea
de desproporción es un criterio particular del abuso en el derecho alemán (Medicus 1992
61) e italiano (Busnelli et al. 1987 372). En Francia, la jurisprudencia parece ser particular-
mente exigente para estimar abusiva la conducta (Ghestin/Goubeaux 1983 650).
67 Larenz/Wolf 1997 325.
68 Ghestin/Goubeaux 1983 645.
636
ABUSO DE DERECHO
formalismo jurídico tradicional, y que se funda en el “principio, según el cual las partes de
un contrato que han conducido sus negociaciones en confianza o bajo el supuesto implíci-
to acerca de un estado de cosas presente, pasado o futuro, o de una promesa o declaración
expresa o tácita en el sentido de que un derecho reconocido por el orden jurídico no será
ejercido, no podrán desdecirse de ese supuesto, promesa o declaración si resulta injusto o
incorrecto hacerlo” (Beatson 1998 110). Un lúcido planteamiento en español de la doctri-
na, con referencias comparadas, en L. Díez-Picazo 1963 passim.
637
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
638
ABUSO DE DERECHO
pios: la apariencia da lugar a abuso de derecho cuando ha sido creada o tolerada por quien
luego invoca una razón legal formal para pretender negarle eficacia, defraudando la con-
fianza de un tercero. Una referencia al estado actual de la doctrina de la apariencia en Fran-
cia, en Ghestin/Goubeaux 1983 695; para Chile, exhaustivamente Peñailillo 2002 passim.
Sobre los poderes aparentes y los poderes que emanan de un acto jurídico tácito, Prado
1991 passim.
639
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
tal renuncia tácita, ésta deberá tener, por lo general, una fuente legal o
contractual y, a falta de norma expresa, el acto no puede tener otro senti-
do posible que el de renunciar al derecho.
Análoga a la renuncia tácita es la preclusión de un derecho. La preclusión es
una institución de derecho estricto, esto es, requiere norma legal o disposi-
ción contractual expresa que la contemple como efecto. Por eso, la preclu-
sión no es de plano asimilable a la doctrina de los actos propios, entendida
como límite al ejercicio de un derecho. Como la renuncia, la preclusión
supone la extinción del derecho. Así ocurre, por ejemplo, en materia proce-
sal si una de las partes omite plantear un incidente en la oportunidad que
tuvo conocimiento del hecho que lo motiva; si conocido el hecho, hace una
gestión posterior en el juicio, que no sea plantear el incidente (la nulidad
de una notificación, por ejemplo), se extingue el derecho potestativo a ha-
cerlo con posterioridad (Código de Procedimiento Civil, artículo 85).
Tanto la preclusión como la renuncia se vinculan funcionalmente al prin-
cipio de buena fe, pero operan de un modo más drástico que el abuso de
derecho. Este último se aplica respecto de derechos que están vigentes y
cuyo ejercicio debe entenderse limitado por los actos anteriores del titular,
que han comprometido la confianza ajena en términos que resulta desleal
actuar luego de una manera contradictoria; por el contrario, la renuncia y
la preclusión producen el efecto más drástico de extinguir el derecho.
h) En suma, se puede comprobar que la doctrina de los actos propios
es un importante correctivo de justicia material al formalismo jurídico, que ope-
ra en diversos planos: como límite al ejercicio de los derechos, en la doc-
trina del abuso de derecho; como antecedente de la extinción de un
derecho, en la renuncia tácita y en la preclusión; y, finalmente, como cau-
sal de justificación, para excluir la responsabilidad civil extracontractual
(supra Nos 81 y 294).
Desde el punto de vista del abuso de derecho, es conveniente reiterar
que no toda contradicción con el actuar previo resulta abusiva per se. El
titular de un derecho puede cambiar de opinión acerca de si lo ejercerá o
no, o acerca de la forma de ejercerlo, de modo que nadie puede exigir de
otros que en el futuro se comporten del mismo modo en que lo hayan
hecho con anterioridad. A menos que con su conducta se haya creado la
legítima confianza de que en el futuro actuará de un cierto modo, en térmi-
nos que otra conducta resulte desleal y contraria a la buena fe. En conse-
cuencia, el ilícito de actuación contra actos propios supone que a la
expectativa creada en el otro por la propia conducta, se agregue que resul-
ta incorrecto o contrario a la decencia, atendidas las circunstancias, de-
fraudar la confianza creada.
640
ABUSO DE DERECHO
nández 2002 I 469, Chapus 1998 964. La Ley de bases reconoce el principio: “Todo abuso o
exceso en el ejercicio de sus potestades [por los órganos a que la ley se refiere] dará lugar
a las acciones y recursos correspondientes” (Ley de bases, artículo 2). Sobre el ejercicio de
potestades en el derecho administrativo chileno, Soto 1996 II 53.
641
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
642
ABUSO DE DERECHO
va reforma (ley Nº 19.955, DO 14.7.2004); en general sobre las cláusulas abusivas, Bambach
1991 passim.
643
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
los intereses de los demás socios o con el fin de apropiarse de una ganan-
cia de la sociedad (artículos 2110 y 2111). El mandatario, por su parte,
también puede renunciar al encargo, pero debe continuar ocupándose de
los asuntos encomendados por el mandante por un tiempo razonable para
que éste pueda proveer a los negocios encomendados (artículo 2167). En
el derecho del trabajo, un capítulo importantísimo es precisamente la ter-
minación unilateral de la relación laboral por desahucio del empleador
(Código del Trabajo, artículos 155 y siguientes).
Más allá de las disposiciones legales especiales, rige el principio gene-
ral de que no se puede abusar del derecho potestativo a poner término a una
relación jurídica de larga duración.78 El principio se aplica, por ejemplo, a la
relación continua de suministro de un insumo esencial por un proveedor
a un empresario industrial. El derecho potestativo a poner término a una
relación de larga duración tiene por fin cautelar la libertad futura de las
partes (lo cual resulta congruente con la garantía constitucional de la li-
bertad personal, al menos en casos extremos). Sin embargo, esa facultad
es desviada de su función si se la utiliza de manera desleal, con negligente
o dolosa desconsideración de la confianza de la contraparte en una rela-
ción contractual indefinida. En tales casos, el aviso razonablemente antici-
pado, como la ley exige en la sociedad o el mandato, resulta ser una
condición necesaria que debe cumplir el acto potestativo de terminación.
e) Finalmente, el abuso de un derecho potestativo puede estar dado
por el propósito de limitar la competencia comercial de un tercero. Los casos
más típicos son los de competencia desleal, en que un empresario registra
la marca de un competidor, sea con fines de apropiarse en el país del
prestigio de que goza internacionalmente o de impedir que sea usada en
competencia con marcas propias. Las antiguas comisiones antimonopolios
desarrollaron una amplia jurisprudencia sobre la materia79 (sobre los ilíci-
tos contra la libre competencia y la competencia desleal, infra § 67).
ción de las decisiones que estiman abusivo el ejercicio de acciones judiciales, no bastando
fórmulas estereotipadas como que ‘la demanda carece de base objetiva’, la ‘acción es abusi-
va’ u otros semejantes (Cadiet/Le Tourneau 2002 23).
644
ABUSO DE DERECHO
preparar la vía ejecutiva con el objeto de que reconociera una deuda por sí y en represen-
tación de una sociedad; aunque la citada negó las firmas, se siguió una ejecución en su con-
tra, provocándole daños hasta que el procedimiento fue invalidado; la corte estimó abusiva
la conducta de la parte ejecutante porque resultaba evidente que la ejecutada no formaba
parte de la sociedad cuya representación se le atribuía y no era socia de ella (Corte de Co-
yhaique, 9.5.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57).
83 Para el ejercicio abusivo de acciones penales, Corte de Santiago, 21.11.1942, RDJ,
t. XLII, sec. 2ª, 29, y CS, 6.9.1952, RDJ, t. IL, sec. 1ª, 305; el Código Penal sanciona los deli-
tos de querella o denuncia calumniosa (artículo 211); las antiguas comisiones de la libre
competencia entendieron que una denuncia de hechos ilícitos podía tener por fin limitar
la competencia y estimaron abusiva esa actuación (Comisión Preventiva Central, 7.10.1996,
dictamen Nº 986/526, confirmada por Comisión Resolutiva [reclamación], 12.11.1996, re-
solución Nº 473, RDJ, t. XCIII, sec. 6ª, 181).
84 Una reseña de la responsabilidad por conducta abusiva con ocasión de actuaciones
645
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
t. XCV, sec. 1ª, 57. En el mismo sentido, se ha fallado que “las faltas de ganado que se orde-
na restituir al actual demandante, son imputables a la negligencia del ejecutante que con-
sintió el embargo después de habérsele dado a conocer con insistencia la verdadera
propiedad de los animales y, por lo tanto, debe reparar el daño que se causó con dicho
embargo” (CS, 24.7.1905, RDJ, t. III, sec. 1ª, 60); y que “el tercerista cuyo dominio a las
mercaderías embargadas ha sido reconocido en el respectivo juicio, tiene derecho a exigir
indemnización de perjuicios al ejecutante si este embargó las mercaderías a sabiendas de
que no pertenecían al deudor, ó no debió ignorarlo sin negligencia grave ó malicia de su
parte” (Corte de La Serena, 21.10.1907, RDJ, t. VI, sec. 2ª, 3); también se ha estimado que
“en nuestro ordenamiento procesal tiene aplicación el principio de probidad o de buena
fe, que exige a los contendientes una actuación leal en el uso de expedientes dilatorios o
pretensiones infundadas” (Corte de Santiago, 9.11.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 2ª, 179). En
general, en atención al valor implícito en el ejercicio de los derechos, los tribunales tien-
den a ser estrictos al calificarlo como abusivo. Así, se ha fallado que “los tribunales, atendi-
do el interés público vinculado a la persecución y castigo de los delitos, y la gravedad de las
causales que, según el Código de Procedimiento Penal, acarrean responsabilidad por el ejer-
cicio abusivo del derecho a entablar la acción penal pública, deben aplicar un criterio par-
ticularmente estricto al estudiar y ponderar las actuaciones procesales en que se hace consistir
el cuasidelito civil a que pudiera dar origen el ejercicio [de la acción] que confiere el artí-
culo 15 del mencionado Código” (CS, 6.9.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 305).
646
ABUSO DE DERECHO
647
§ 48. RESPONSABILIDAD POR ABUSO DE DERECHO
glas de la responsabilidad civil y exigir dolo o culpa para que se genere la obligación indem-
nizatoria; en este sentido, véanse: CS, 24.7.1905, RDJ, t. III, sec. 1ª, 60; CS, 24.6.1907, RDJ,
t. V, sec. 2ª, 85; Corte de La Serena, 21.10.1907, RDJ, t. VI, sec. 2ª, 3; CS, 16.9.1912, RDJ, t. XI,
sec. 1ª, 7; CS, 10.11.1926 y 15.11.1927, RDJ, t. XXV, sec. 1ª, 501; CS, 3.3.1927, RDJ, t. XXV,
sec. 1ª, 117; Corte de Santiago, 21.8.1940, RDJ, t. XXXIX, sec. 2ª, 55; Corte de Santiago,
27.7.1943, RDJ, t. XLI, sec. 2ª, 1; CS, 6.9.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 305; Corte de Santiago,
9.11.1992, GJ 149, 58; CS, 9.11.2004, GJ 293, 114; y CS, 22.11.2004, rol Nº 521-2004.
648
ABUSO DE DERECHO
del derecho con la intención de causar daño a otro, aun cuando ése no
haya sido el único propósito perseguido por el agente.94 De este modo, es
posible asumir que se ha incurrido en el ejercicio doloso de un derecho
cuando éste se ejerce con la intención de satisfacer el propio interés, pero
aceptando el perjuicio ajeno como una consecuencia de la propia conduc-
ta (supra § 15 a).
b) La responsabilidad requiere, en esta hipótesis, de la prueba del dolo
de acuerdo a las reglas generales (supra Nº 84). La excepción está dada por
los supuestos legales en que el dolo se presume. El ejemplo típico se refiere
al solicitante de una medida prejudicial precautoria que tiene la carga de
presentar una demanda civil dentro del plazo de diez días y de pedir que se
mantengan las medidas decretadas. Si el solicitante no cumple con estas
cargas o el tribunal decide no mantener las medidas precautorias solicita-
das, “por este solo hecho quedará responsable el que las haya solicitado de
los perjuicios causados, considerándose doloso su procedimiento” (Código
de Procedimiento Civil, artículo 280). Se trata de una presunción de dolo
por el ejercicio de un derecho potestativo que, al causar daño a otro, da
lugar a responsabilidad civil.95 Fuera de estos casos excepcionales, las dificul-
tades probatorias del dolo, que exigen penetrar en la subjetividad del autor,
unidas a la alternatividad del dolo y la culpa como condiciones equivalentes
de responsabilidad civil, llevan a que sea una hipótesis más bien extraña en
la práctica. Además, cualquiera relevancia práctica de la distinción entre
dolo y culpa se ve morigerada por la equiparación de los efectos del dolo y
la culpa grave en materia civil (supra Nº 99).
649
§ 49. FRAUDE A LA LEY
subjetivo de intencionalidad; ello es evidente en el caso del fraude a la ley, pero en otras
situaciones debe ser suficiente la culpa grave, que se muestra en el acto contrario a la bue-
na fe o a las buenas costumbres; una discusión del derecho europeo en la materia en Fleis-
cher 2003 872; en Corte de Santiago, 9.11.1992, GJ 149, 58, se estimó que el abuso de
derecho exige “un ánimo manifiesto de perjudicar o una evidente falta de interés o necesi-
dad de lo que promueva o un actuar motivado por el afán de causar un perjuicio a su con-
traparte”.
97 CS, 16.9.1912, RDJ, t. XI, sec. 1ª, 7.
98 Explícitamente en este sentido, Corte de Santiago, 21.11.1942, RDJ, t. XLII, sec. 2ª,
29, con referencia a que la víctima que ocurre a la vía criminal no debe indemnizar perjui-
cios al denunciado o querellado, por cuanto las acciones contempladas constituyen un de-
recho que sólo puede dar lugar a responsabilidad civil si la denuncia “se hubiera formalizado
de mala fe o con imprudencia o ligereza grave”.
99 Las relaciones entre las instituciones del derecho privado y el orden de una econo-
mía de mercado es el aporte de la antigua tradición que se remonta a Adam Smith; al res-
pecto Mestmäcker 1986 passim. Sobre los desafíos conceptuales que plantea la consideración
de los aspectos institucionales de la economía de mercado en el concepto jurídico de dere-
cho subjetivo, se sigue a Raiser 1961 y, especialmente, Raiser 1963 b.
650
ABUSO DE DERECHO
híbe; en fraude de ella el que respetando las palabras de la ley, elude su sentido” (Digesto
1.3.29, tomado de Paulo).
103 Véase, por ejemplo, Corte de Concepción, 4.12.2002, rol Nº 2.775-2002, confirmada por
rio se plantearían problemas de constitucionalidad, al dejar sin aplicación una norma le-
gal, Teichmann 2003 765; el juez debe determinar la norma aplicable (y la que no lo es,
aunque formalmente parezca relevante) a la luz de una interpretación en cuya virtud conoz-
ca el sentido y fin de ambas normas; en ese sentido la jurisprudencia del Tribunal Supremo
alemán (ídem 766).
105 Ghestin/Goubeaux 1983 680.
651
§ 49. FRAUDE A LA LEY
sonalidad jurídica: “La personalidad jurídica no puede ser invocada respecto de una perso-
na de buena fe, en la medida que se invoque para ocultar el fraude, el abuso de derecho o
una contravención a una norma de orden público” (Cód. queb., artículo 317). Al respecto,
el clásico ejemplo de R. Serick sobre la instrumentalización de la persona jurídica para eva-
dir el cumplimiento de la obligación contractual: “El supuesto de hecho fundamental de
tal fraude al contrato es sencillo: A y B se obligan frente a C a no realizar determinado acto.
Pero resulta que el mismo acto lo realiza la sociedad X, cuyos socios son A y B. La sociedad
X, una persona jurídica, ha sido creada con la finalidad de burlar el contrato celebrado
con C” (Serick 1958 44).
652
ABUSO DE DERECHO
acción pauliana (artículo 2468), que tiene por objeto hacer inoponibles al
acreedor los actos fraudulentos de disposición efectuados por el deudor, es
un ejemplo legal de este aspecto privado del principio del fraude. Al mismo
principio responde la regla que protege a los terceros frente a separaciones
de bienes que efectúen los cónyuges que estaban casados bajo sociedad con-
yugal (artículo 1723 II): la liquidación de la sociedad no puede ser un ins-
trumento para que los terceros vean afectadas las acciones personales que
tenían contra el marido.109 En general, puede inferirse un criterio de inopo-
nibilidad respecto de actos que una persona realice con el efecto (querido o
aceptado) de sustraerse a la observancia de un deber (generalmente una
obligación) que se tiene para con otra.110 El principio que subyace a estos
casos es el de buena fe, porque se trata de actos que resultan contradictorios
con los deberes de lealtad que se tienen respecto de determinadas personas,
especialmente de los acreedores (como lo muestra el hecho que da lugar a
la acción pauliana). La sanción específica en estos casos es la inoponibilidad
del acto en fraude a la ley; si él ya ha producido efectos respecto de terceros,
que no pueden ser retrotraídos, habrá lugar a una acción de responsabili-
dad civil (usualmente contractual).
sa: “se reputa asimismo ilícita la causa si el contrato constituye un medio para eludir la apli-
cación de una norma imperativa” (Cód. ital., artículo 1344).
112 En verdad, la primera y más importante pregunta que debe enfrentar la interpreta-
ción de una norma se refiere a si ésta debe ser aplicada estrictamente según sus términos
(esto es, haciendo prevalecer criterios estrictamente formales de interpretación) o si debe
ser entendida como una directiva de sentido (Barros 1984 62).
653
§ 49. FRAUDE A LA LEY
113 Así, por ejemplo, el artículo 478 del Código del Trabajo sanciona a quien “utilice
654
CAPÍTULO X
655
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
656
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
657
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
es un mandato de garantía de resultados, implica sólo una obligación de hacer que debe
cumplirse conforme lo previenen los artículos 2131 y siguientes del Código Civil en lo que
resulte aplicable. Dicha característica reviste especial importancia si se tiene en considera-
ción el carácter esencialmente aleatorio de los juicios, circunstancia que es indispensable
tomar en consideración al momento de analizar el cumplimiento del encargo por parte del
abogado mandatario” (Corte de Valparaíso, 1.4.2003, rol Nº 2.362-2000, confirmada por CS
[cas. fondo], 29.12.2003, rol Nº 1.900-2003).
658
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
bas 1998 13, Viney/Jourdain 1998 440. No es este el lugar para desarrollar las condiciones
de la responsabilidad contractual en el derecho chileno, y la relevancia que a ese efecto
tiene la distinción entre obligaciones de medios y de resultado. El origen doctrinario de la
distinción en el derecho francés se remonta a Demogue 1923/31 V Nº 1237 y VI Nº 599, y
ha sido aceptada por la jurisprudencia (Carbonnier 2000 298). En referencia comparada
con el derecho chileno, conviene destacar que las normas del Código francés sobre respon-
sabilidad contractual también están construidas teniendo en vista las obligaciones de resul-
tado (Cód., fr., artículos 1147 y 1148). Tan ilustrativa como la distinción que atiende a la
naturaleza de la obligación es la que atiende al grado de determinación de la obligación del
deudor contractual: las obligaciones de medios son indeterminadas, porque no compren-
den una prestación precisa, sino que exigen aplicar genéricamente el cuidado debido, de
modo que para probarlas es necesario mostrar la diligencia exigible del deudor; por el con-
trario, las obligaciones determinadas son de resultado porque lo debido es por completo
inequívoco (Mazeaud/Chabas 1998 369).
659
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
660
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
661
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
deberes de cuidado es relativa al riesgo probatorio, pero existen diferencias respecto de los
efectos: mientras la obligación de resultado es una categoría abstracta, que sólo puede ser
desvirtuada alegando caso fortuito y eventualmente diligencia, las presunciones de culpa
por el hecho propio son más vaporosas y tienden a operar como prueba prima facie, que el
demandado puede desvirtuar mostrando que los hechos en que la presunción se funda son
rebatibles (supra Nº 97).
13 Palandt/Thomas § 823 58, con referencia a la jurisprudencia del BGH.
662
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
quienes actúan en esa condición.14 Por eso, aunque, por lo general, los
profesionales no garanticen el resultado deseado por el tercero, se en-
tiende que tienen el deber de actuar de acuerdo con la lex artis de su
actividad, esto es, de conformidad con los estándares de buen ejercicio
profesional (supra Nos 56 y 57).
b) Siguiendo los criterios generales, en la determinación del estándar
no resultan indiferentes las circunstancias en que el profesional actúa, por-
que, en los extremos, no se puede esperar lo mismo del médico especialis-
ta, que actúa con el respaldo de un equipamiento de alta tecnología, que
respecto del médico generalista que debe atender una situación de emer-
gencia (supra Nº 46). Por eso, el estándar de cuidado se aprecia en concre-
to respecto de cada profesión y para las distintas circunstancias en que
ellas se ejercen.15
crito proporcionado al autor por Mauricio Tapia; sus ideas están publicadas en M. Tapia
2003 c.
663
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
1996 145, M. Tapia 2003 c 80. No hay estadísticas desagregadas de ingresos judiciales por
demandas de responsabilidad civil de médicos y de hospitales.
18 Una reseña de las causas en M. Tapia 2003 c 76.
19 Carbonnier 2000 374.
20 Rabin en Rabin 1983 63, explica que tradicionalmente la mayor dificultad en el com-
mon law para construir casos de responsabilidad médica residía precisamente en las dificul-
tades para acreditar la negligencia; en parte, en razón de privilegios profesionales, pero
también por las dificultades del sistema probatorio.
21 Zelaya 1997 12; M. Foucault deploraba el hecho de que “somos únicamente clientes
Nacional de Salud y las Instituciones de Salud Previsional están obligadas a prestar ciertas
garantías explícitas en salud, referidas al acceso, calidad, protección financiera y oportuni-
dad en que deben ser otorgadas las respectivas prestaciones (artículo 2); los órganos de la
Administración del Estado son responsables por los daños causados por falta de servicio
(artículo 38) y las Instituciones de Salud Previsional por el incumplimiento negligente de
su obligación de asegurar las garantías explícitas de salud (artículo 42).
23 Cooter/Ullen 1997 463.
664
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
24 En CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95, también publicado en F. del M. 476, 1141,
se reconoció que la carencia de medios y de personal calificado puede ser un factor rele-
vante al momento de juzgar la responsabilidad, aceptando implícitamente que esa carencia
puede justificar que alumnos de medicina cumplan las funciones de anestesista.
665
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
25 G. Ripert sostenía que quien sin discutir otorga su adhesión está decidido a contra-
tar; podría agregarse que quien contrata participa de una práctica que está recogida por el
derecho dispositivo y los usos normativos (artículo 1546).
26 Una reseña de las razones de esta calificación en L. de la Maza 1989 2.
27 Alessandri 1943 77.
28 Corte de San Miguel, 15.4.1992, GJ 143, 75, también publicada en RDJ, t. LXXXIX, sec.
666
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
vale para los afectados de modo reflejo por el daño sufrido por la víctima
directa.29
c) Definitivamente extracontractual es el estatuto aplicable a los servi-
cios sociales de medicina preventiva o curativa. Usualmente el estatuto
aplicable es el de responsabilidad por falta de servicio (Ley de garantías
de salud, artículo 38 I). De especial interés a este respecto es la definición
ex ante de las prestaciones de salud garantizadas de conformidad a esa ley y
que el Estado se obliga a satisfacer, y el establecimiento de un procedi-
miento obligatorio de mediación a ese respecto (infra § 50 g).
29 Sobre esta estipulación en favor de otro, utilizada sobre todo para beneficiar a terce-
ros de una obligación de seguridad (que de acuerdo con la jurisprudencia francesa se entien-
de inserta en algunos contratos, como los de transporte y médico), Chabas 2000 b Nº 70.
30 En el derecho chileno pueden consultarse Acosta 1990, Carreño s/f, Court 1998,
L. de la Maza 1988 y 1989, Paillas 1997, R. Palma 1939, M. Tapia 2003 c, Tomasello 1994,
R. Vásquez 1996, Vidal 2002 y Zelaya 1997.
31 Precisamente sobre la indiferencia de la calificación a efectos de determinar los debe-
res de cuidado, Deutsch 2002 b 588; sobre la aproximación de ambos estatutos en materia de
responsabilidad médica, Viney 1995 445, Pizarro 2003 a 203; por lo mismo, carece de sentido
material la pregunta retórica de Malaurie/Aynès 1995 317, “¿cuál es la consciencia y la liber-
tad del ‘sí doctor’ otorgado por un inexperto, un desposeído o un enfermo crónico?”, por-
que, en definitiva, la calificación es indiferente en la medida que usualmente los deberes del
médico están definidos por el derecho (y no por la convención), sea que se dé por estableci-
da una relación contractual o una extracontractual. En Chile se ha fallado que “la negligen-
cia médica y hospitalaria con daños al paciente puede incluirse indistintamente en el supuesto
de hecho de la normativa contractual (arts. 1547 y siguientes del Código Civil) y extracon-
tractual (arts. 2314 y siguientes del mismo Código)” y que “la línea divisora entre los deberes
de cuidado emanados del contrato y aquellos que emanan del deber general de no causar
culpablemente daños a terceros, es muy borrosa en ciertos ámbitos del quehacer humano, y,
sobre todo, en los servicios de atención médica empresarialmente organizada” (Corte de Con-
cepción, 10.8.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38).
32 En el derecho francés tal conclusión parece asentada en la jurisprudencia desde la
década de 1950 (Viney 1997 309). Para el derecho chileno, Zelaya 1997 40. Sobre las obli-
gaciones in solidum en casos de concurrencia de varias negligencias, supra Nº 278.
667
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
incumplimiento contractual en materia médica: así, en un caso en que se efectúo una trans-
fusión de sangre incompatible (Corte de Santiago, 28.4.2000, GJ 238, 79); en un caso de
diagnóstico errado de sida por un laboratorio (CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 234,
también publicada en GJ 257, 39); y en otro en que fue amputada una pierna del paciente
producto de una infección contraída en el hospital (Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268,
93, confirmada por CS [cas. fondo], 12.6.2003, rol Nº 2.174-2002).
668
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
vil médica.35 A pesar de que existe un acuerdo más bien amplio de que la
responsabilidad médica es predominantemente contractual,36 los casos son
resueltos con frecuencia en sede extracontractual.37 Ello se debe a algunas
ventajas de este estatuto: se evita la discusión, hasta hace poco latente en
el derecho chileno, acerca de la procedencia de reparación del daño mo-
ral en materia contractual; favorece la acción por daño reflejo, sin necesi-
dad de recurrir a la figura, frecuentemente artificiosa, de la estipulación
por otro; y permite plantear la responsabilidad civil en sede penal, donde
tradicionalmente se interpone accesoriamente la acción civil de indemni-
zación de perjuicios.38
el derecho chileno, concluyendo que ello ha llevado a que la responsabilidad médica sea
eminentemente extracontractual; dos fallos de la Corte de Concepción se refieren a la po-
sibilidad de opción en materia médica, citando a P. Zelaya: Corte de Concepción, 10.8.2000,
GJ 259, 38; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268, 93. La misma opción fue previamente
reconocida por Corte de Santiago, 28.1.1993, GJ 151, 54. Sobre la reticencia a la opción en
el derecho francés y los caminos jurisprudenciales para acercar los deberes contractuales
de cuidado a los deberes generales de la responsabilidad extracontractual, Mazeaud/Cha-
bas 1998 404; en el derecho español Asúa en Reglero 2002 a 972 critica la liberalidad doc-
trinaria de la jurisprudencia de ese país al admitir una doble calificación, pero acepta que
la solución tiene explicaciones prácticas, especialmente por las dificultades para deslindar
los planos contractual y extracontractual respecto de cada uno de los sujetos de responsabi-
lidad. En este libro la materia es discutida en infra § 68.
36 La doctrina chilena reconoce casi unánimemente este carácter (Acosta 1990, Ales-
sandri 1943, Carreño s/f, Court 1998, L. de la Maza 1988 y 1989, Paillas 1997, R. Palma
1939, M. Tapia 2003 c, Tomasello 1994, R. Vásquez 1996, Vidal 2002 y Zelaya 1997); sobre
la materia puede consultarse un fallo de la Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268, 93,
que cita en apoyo de la naturaleza contractual de esta responsabilidad los estudios de Ales-
sandri y Court; sobre la naturaleza contractual de la responsabilidad de hospitales y clíni-
cas, Pizarro 2003 a 196.
37 Acosta 1990 3, Court 1998 282, M. Tapia 2003 c 85. Esta práctica tiene un grado de
artificialidad: en una conocida decisión del año 1995 contra los médicos que operaron por
error la cadera izquierda y no la derecha del paciente, se concluyó, retóricamente y para
extraer los hechos del ámbito contractual, que la víctima sólo había prestado consentimiento
para la operación de la cadera con problemas y no de la erróneamente operada (Corte de
Santiago, 28.3.1995, rol Nº 43.556-1993, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 20.6.1996,
F. del M. 451, 1228); sobre esta sentencia, Court 1998 281.
38 Por eso, se ha sostenido que la responsabilidad civil aparece en el derecho chileno
actual como un apéndice de la jurisprudencia penal (R. Domínguez Á. 1989 Nº 107). Para
casos de responsabilidad civil extracontractual médica resueltos en sede penal: CS, 4.10.1984,
RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 206; CS, 16.5.1985, F. del M. 318, 245; Corte de Santiago, 5.6.1985,
RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 166; CS, 20.5.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 4ª, 53; CS, 25.10.1991, RDJ,
t. LXXXVIII, sec. 4ª, 14; Corte de Santiago, 31.7.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 90; Corte de
Santiago, 23.10.1991, RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 159; CS, 2.6.1993, RDJ, t. XC, sec. 4ª, 70; Cor-
te de Santiago, 28.3.1995, rol Nº 43.556-93, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 20.6.1996,
F. del M. 451, 1228; CS, 15.12.1997, RDJ, t. XCIV, sec. 4ª, 192; CS, 16.3.1998, GJ 213, 112; CS,
2.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 4ª, 95, publicada también en GJ 217, 113 y F. del M. 476, 1141; CS,
28.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71; Corte de Iquique, 9.1.2002, confirmada por CS [cas. fon-
do], 2.4.2003, GJ 274, 194; Corte de Copiapó, 25.3.2002, GJ 265, 127; Corte de Santiago,
669
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83; CS, 2.6.2004, GJ 288, 177; y CS, 19.1.2005, rol Nº 9-2003.
Es probable que en esta práctica haya influido la opinión tradicional de la doctrina que esti-
maba que en el juicio penal sólo podía acumularse la acción de responsabilidad civil extra-
contractual (Court 1998 283). Por otra parte, no deberían despreciarse las diferencias que
plantean los requisitos más estrictos para dar por establecida la existencia de un cuasidelito
penal (en comparación con la negligencia civil), lo que debería alejar la disputa de la sede
más exigente, como resulta ser la penal (por mucho que la absolución en materia penal no
signifique pronunciamiento sobre la eventual negligencia civil).
39 Código Procesal Penal, artículo 59 III; sobre estas restricciones, Horvitz/López 2002/
04 II 610, de la Fuente 2002 111, Pfeffer 2001 495.
40 Aun en conciencia de que los deberes médicos pueden asumir una dimensión con-
670
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
ción de medios por culpa probada del médico, al concluir que no se puede dar por esta-
blecida la negligencia si no se acredita que una agravación del estado inicial del paciente
se debió a una deficiencia de la atención médica recibida (CS, 28.9.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª,
157); o si no se prueba que la anestesia haya sido mal administrada (CS, 2.7.1998, RDJ,
t. XCV, sec. 4ª, 95, publicada también en GJ 217, 113, y F. del M. 476, 1141).
671
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
ge la infracción de la lex artis y que debe ser acreditada en el juicio. Sobre la culpa médica se
ha fallado que “este tipo de negligencia culpable se halla ejemplificado por la conducta del
médico que apartándose de las precauciones aconsejadas para la ciencia que él profesa, para
el caso de que se trata, ocasiona un daño a la salud de su paciente, que el facultativo no de-
seaba, pero que no pudo menos que prever y que estaba en su mano evitar” (CS, 15.12.1997,
RDJ, t. XCIV, sec. 4ª, 192). En el mismo sentido, se ha resuelto que “los médicos deben ac-
tuar conforme a las técnicas, a los procedimientos y a las reglas generales de la profesión,
acudiendo a los exámenes y análisis para diagnosticar el mal y a los medios terapéuticos en
uso para tratar de curarlo. En otra forma, el acto médico tiene como presupuesto que se rea-
liza de modo debido, de la manera como se indica según la lex artis. El médico no debe olvi-
darse de la norma de cuidado que pesa sobre su acción y, por tanto, la infracción de la lex
artis es el fundamento de la culpa médica” (CS, 19.1.2005, rol Nº 9-2003).
50 Epstein 1999 140.
51 Argumento del juez McNair en el caso líder inglés sobre la materia (Bolam v. Friern
672
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
médica.52 La referencia a la lex artis resulta ser con frecuencia el único cami-
no eficaz para la prueba de la negligencia; especialmente si se toma en
consideración las dificultades probatorias que suelen tener las víctimas, aten-
dida la protección corporativa que dificulta obtener testimonios de otros
médicos acerca de aspectos técnicos más sutiles de la negligencia incurrida.
Por otro lado, la lex artis puede ser probada con referencia a la literatura
médica que puede ser tenida por estándar de desempeño profesional.53
Las prácticas que el médico debe observar no sólo se refieren a la cali-
dad del diagnóstico y a la destreza en la operación o tratamiento, sino tam-
bién a la oportunidad y a los deberes presenciales cuando se trata de riesgos
típicos (que hacen exigible la disponibilidad del anestesista durante la ope-
ración y hasta que el paciente recupere la conciencia, por ejemplo).54
b) Sin embargo, nada obsta a que los jueces puedan calificar como insu-
ficientes las prácticas profesionales convencionales (supra Nº 57). Aunque
en la mayoría de los casos la observancia de una práctica profesional estable-
cida es prueba suficiente de la diligencia, si se demuestra que esa conven-
ción no soporta un análisis mínimo de razonabilidad, porque no constituye
un resguardo suficiente de los intereses de la víctima, el juez puede estimar
que la misma no puede ser tenida por estándar de conducta debida55 (supra
Nº 56). Sin embargo, por mucho que las prácticas aceptadas no cubran to-
dos los casos de negligencia, ellas son determinantes para establecer un piso
normativo de base sólida y son de extrema utilidad probatoria para poner al
descubierto la notoria incompetencia o descuido.56
Asimismo, el recurso a la lex artis supone excluir como estándar de
cuidado innovaciones recientes, aún no asentadas como prácticas usuales,
porque los tribunales definitivamente no son el lugar para discutir acerca
de avances científicos y de problemas conexos a la innovación.57
finitivo de diligencia; sin embargo, los jueces pueden revisar su razonabilidad a partir de
Bolitho v. City and Hackney Health Authority (1997), 4 All. ER 771 (Markesinis/Deakin et al.
2003 318 y Jones 2002 205, con la advertencia de que es raro que los jueces desatiendan
prácticas profesionales establecidas).
56 Epstein 1999 140.
57 Ídem 143.
673
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
médicos por sus errores (Viney/Jourdain 2001 374), pero una jurisprudencia posterior ha
desplazado el llamado riesgo terapéutico del ámbito de la responsabilidad de los médicos, ale-
jando en sede civil el fantasma de la responsabilidad por hechos que pudieren ser técnica-
mente calificables de fuerza mayor (cass. civ., 8.11.2000); a ello se agrega una ley de 2002,
que atribuyó al seguro social la indemnización por accidentes médicos que producen con-
secuencias graves para el paciente, como muerte o incapacidad (M. Tapia 2003 a 26).
63 Deutsch 2002 b 591; Tunc 1989 114; Le Tourneau/Cadiet 2002/03 Nos 41 y 1199.
64 Un análisis de la deformación de la culpa en el derecho chileno, por su confusión
con el error de conducta, en R. Domínguez Á. 1989 Nº 107. Corral 2003 278 alude a esta
confusión entre la culpa y estos errores médicos imprevisibles; sin embargo, la imprevisibi-
lidad no parece ser el criterio determinante, pues se trata de errores que son normal y esta-
dísticamente previsibles por todo buen profesional; lo determinante en sede de culpa es
que al médico no resulte posible evitarlos, usando el grado de diligencia exigido por la ley.
674
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
65 Chabas 2000 a 99; sobre el error excusable, Palandt/Thomas § 823 170, Jones 2002
208, Prosser/Keeton et al. 1984 186. En Chile se ha fallado que la circunstancia de que la
encargada de un niño recién nacido prematuramente puncionara por error la arteria hu-
meral en vez de la vena humeral, no puede considerarse culpable si se considera que “no
es posible dar cifras exactas acerca de la posibilidad de puncionar erróneamente una arte-
ria en un adulto, un recién nacido normal y un prematuro, y que si bien en todos esos ca-
sos ello puede ocurrir, es muchísimo más probable que suceda en el caso de un prematuro”
(Corte de Santiago, 5.6.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 166).
66 Deutsch/Ahrens 2002 67.
67 J. Penneau, Faute et erreur en matière de responsabilité médicale, Paris: LGDJ, 1973, 204,
675
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
69 Así, en un caso en que con ocasión de una operación quirúrgica se realizó por error
una transfusión de sangre incompatible, la que fue enviada por el banco de sangre y se en-
tregó al anestesista que se encontraba en el pabellón, se falló que “de los antecedentes re-
unidos en autos es posible concluir que el anestesista realizó su labor en buena forma y
que después de haberse realizado una primera transfusión al ordenarse una segunda en
medio de la operación, hubo de estar a la lógica de que la segunda remesa de sangre, que
venía a nombre de la paciente, debía corresponder a la adecuada. No es posible que en
medio de una intervención quirúrgica complicada en la que la labor del anestesista debe
estar dirigida no sólo a suministrar la anestesia sino también a vigilar los índices vitales del
paciente, su trabajo también deba ser de supervigilancia de cada uno de los actos de las
demás personas que intervengan en el proceso médico que se lleva a cabo. En esta situa-
ción concreta no ha podido ser previsible para el encausado que desde la unidad de sangre
del hospital se haya enviado bajo los rótulos de la paciente, sangre no compatible” (CS,
19.1.2005, rol Nº 9-2003).
70 Es el caso de la pabellonera que con ocasión de una operación quirúrgica incurre
676
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
2. Prueba de la culpa
de medios por culpa probada del médico, al concluirse que no resulta establecida la negli-
gencia si no se acredita que una agravación del estado inicial del paciente se debía a la de-
ficiente atención médica recibida (CS, 28.9.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 157); o si no se probó
que la anestesia haya sido administrada en contravención a la lex artis (CS, 2.7.1998, RDJ,
t. XCV, sec. 4ª, 95, publicada también en GJ 217, 113, y F. del M. 476, 1141).
73 Así expresamente el tribunal supremo alemán, citado por Kötz 1991 38.
74 El criterio ha sido desarrollado explícitamente por la jurisprudencia alemana, que, en
677
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
dad contractual por el hecho de auxiliares, ella está asentada en la tradición comparada
del derecho civil y puede ser inferida de la norma del artículo 1679; otras normas de la
parte especial del derecho de contratos observan el mismo principio (artículos 1925, 1926,
1941, 2014 y 2015); en el mismo sentido, P. Rodríguez 1999 29.
77 Así, el médico tratante es tenido presuntamente por culpable de la negligencia incu-
rrida por la partera que lo auxilia; de igual modo, responde de las torpezas incurridas por el
reemplazante que haya designado (Méga Code § 1147, 229, Palandt/Thomas § 823 70 a).
78 Palandt/Thomas § 823 70.
678
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
679
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
muestran prima facie que el daño puede ser atribuido a la negligencia mé-
dica. Fuera de estas hipótesis, el derecho comparado es reticente a dar por
establecida una presunción de culpa.
81 Méga Code § 1147 221, Penneau 1996 10, Asúa en Reglero 2002 a 989; sobre la con-
taminación de la sangre, infra Nº 481.
82 Palandt/Thomas § 823 71, con indicación de que el médico debe comprobar el de-
680
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
83 Chabas 2000 b Nos 57 y 76. En un ámbito cercano al médico, luego de los contagios
por sangre contaminada con VIH, en Francia se hace responsable a los centros de transfu-
sión sanguínea de una obligación de resultado en cuanto a la inocuidad de la sangre que
suministran; aunque las clínicas, imposibilitadas de controlar la calidad de la sangre que reci-
ben de terceros proveedores, siguen sujetas a una obligación de medios (cass. civ., 12.4.1995,
Droit et patrimoine, enero 1996, 96, con nota de F. Chabas, referido en Chabas 2000 77).
84 Restatement/Torts III 2 a).
85 Méga Code § 1147 243.
86 Asúa en Reglero 2002 a 983.
681
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
87 CS, 5.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 234, también publicada en GJ 257, 39, comen-
tada en Jana/Tapia 2004, donde se condena a un laboratorio médico a indemnizar a un
cliente que contrató sus servicios para efectuarse un test de sida y a quien se informó erró-
neamente que su sangre estaba contaminada con el VIH, en circunstancias que tres años
más tarde se comprobó que nunca lo había portado. La sentencia de instancia había decla-
rado que por tratarse del sida, el laboratorio debió extremar los cuidados en la identifica-
ción de la muestra, exigiendo incluso gestiones que iban más allá de los deberes legales
vigentes a esa fecha, lo que es consistente con los criterios de determinación del estándar
de cuidado cuando se trata de daños potencialmente graves (supra Nos 59 y 88). En igual
sentido, en sede extracontractual se ha resuelto que “un errado diagnóstico del síndrome
de inmunodeficiencia adquirida, sin haber agotado los procedimientos necesarios para rec-
tificar tal diagnóstico y que dio origen a los daños que sufrió la actora, hacen también res-
ponsable a la demandada” (Corte de Santiago, 28.12.1999, GJ 234, 63). En general, la
obligación de tomar y etiquetar correctamente una muestra de sangre es también una obli-
gación de resultado; sobre la responsabilidad por exámenes, Penneau 1996 10.
88 Cass. civ., 11.10.1988 (Méga Code § 1147 2).
89 Epstein 1999 143.
682
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
ha estimado que “un médico debe dar a su paciente una información real, ilustrativa y apro-
piada sobre los riesgos graves relacionados con los tratamientos propuestos y no está dis-
pensado de este deber si los riesgos son excepcionales” (cass. civ., 7.12.1999, referido en
Méga Code § 1147, 210; sobre la doctrina francesa en la materia M. Tapia 2003 c 94, con
referencia a Penneau 1996 17 y Castelletta 2002 77; en un sentido análogo, la jurispruden-
cia alemana (Medicus 2002 157).
93 Prosser/Keeton et al. 1984 191.
94 La Corte de Casación francesa ha expresado estas ideas en la exigencia de que “fue-
683
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
ción, pero más recientemente ha puesto límites, tanto en materia de determinación del de-
ber, como de causalidad; en el primer sentido, se ha fallado que no hay infracción al deber
de información si no se ha advertido al paciente acerca del riesgo muy extraño de que la
ablación de un nódulo en la glándula tiroidea derivara en una lesión, por causa desconoci-
da, de un nervio recurrente (cass. civ., 13.11.2002, con nota de P. Jourdain, RTDC, 2003,
98); sobre las preguntas de causalidad que envuelve la infracción a deberes de información,
infra § 50 g.
97 Palandt/Thomas § 823 47 y 56.
98 Sobre los riesgos de exigir en exceso, F. Chabas, L’obligation médicale d’information en
danger, en JCP La Semaine juridique, G 2000, 212, citado por M. Tapia 2003 c 95; acerca del
riesgo de que el deber de información se transforme en un trámite formulario, Kötz 1991
38. En la medida que puedan ser entendidas como elemento de un contrato de adhesión,
a la información formularia se le aplican las reglas sobre condiciones generales de contra-
tación con consumidores (ley Nº 19.496, artículos 2 letra f y 16 y siguientes).
99 Medicus 2003 b 157, con expresa preferencia por una información verbal de la que
de medios agravada, en cuya virtud el obligado tiene la carga probatoria de haberla entrega-
do (cass. civ., 25.2.1997, RTDC, 1997, 494, con nota P. Jourdain); la ley Nº 2002-303, sobre
los derechos de los enfermos y la calidad del sistema de salud, confirmó esta regla, autori-
zando al médico probar por cualesquiera medios el cumplimiento del deber (lo que tiene
por evidente objeto evitar que se transforme en un trámite burocrático).
684
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
g. Daño y causalidad
685
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
cuidado del médico y el daño: CS, 16.5.1985, F. del M. 318, 245; Corte de Santiago, 31.7.1991,
RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 90; Corte de San Miguel, 15.4.1993, GJ 143, 75, también publicada
en RDJ, t. LXXXIX, sec. 2ª, 39; CS, 20.6.1996, F. del M. 451, 1228; CS, 2.7.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 4ª, 95, publicada también en GJ 217, 113, y F. del M. 476, 1141; CS, 16.3.1998, GJ 213,
112; CS, 28.1.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 71; y Corte de Copiapó, 25.3.2002, GJ 265, 127.
105 Kötz 1991 56, Markesinis/Deakin et al. 2003 319.
106
Asúa en Reglero 2002 a 992, Palandt/Thomas § 823 51, Böcker 2005 925 (con refe-
rencia a que el ‘consentimiento hipotético’ excluye el nexo causal entre el defecto de in-
formación y el daño), Prosser/Keeton et al. 1984 191, Epstein 1999 145.
107 Sobre los riesgos de que la falta de información se transforme en el criterio princi-
686
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
687
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
113 CS, 28.9.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 157; asimismo, se ha fallado que no puede darse
por probada la supuesta negligencia médica de olvidar unas pinzas en la zona abdominal,
si ese hecho podía atribuirse a otras intervenciones anteriores que había sufrido la víctima
(CS, 16.3.1998, GJ 213, 112).
114 Palandt/Thomas § 823 170; C. Katzenmeier, en JZ 2004, 1030.
115 Las bases para el análisis de la responsabilidad de hospitales y clínicas a la luz de los
vancia por la clínica demandada del Reglamento de hospitales y clínicas privadas, con lo
que se da por acreditada la negligencia.
688
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
dico personal del establecimiento, porque un hospital público puede actuar bajo relacio-
nes de derecho privado (CS, 24.1.2002, GJ 259, 38).
119 Un panorama de los diversos tipos de relaciones que pueden surgir a propósito de
un tratamiento médico en Zelaya 1997 13. Sobre la influencia de los seguros de institucio-
nes de salud previsional (Isapres) en la contratación de médicos y de servicios médicos in-
tegrales con las clínicas asociadas al sistema respectivo, con referencia a la responsabilidad
de aquéllas, R. Vásquez 1995 154, quien cita Corte de Santiago, 28.1.1993, GJ 151, 54.
689
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
por los productos defectuosos; de los servicios médicos que sean prestados
sin intermediación del médico tratante, de acuerdo con los principios de la
responsabilidad por el hecho ajeno, o bien de la responsabilidad del empre-
sario o de los servicios públicos, según sea el caso.120
c) A lo anterior se agrega que la relación con el paciente, en una o
varias de las funciones que asuma el hospital, puede tener naturaleza con-
tractual o extracontractual, dependiendo de si se puede dar por establecida
una convención (a la que le resultan aplicables los principios de buena fe
contractual y, especialmente, las reglas de la Ley de consumidores),121 o si la
recepción del paciente se produce de acuerdo con las obligaciones genera-
les de servicio público o de cualquier otro modo que excluya una conven-
ción entre el establecimiento hospitalario y el paciente. Así, por ejemplo,
ocurre con frecuencia que la relación contractual sólo puede ser construida
a partir de una estipulación en favor del paciente que el médico tratante
hace con el hospital o clínica donde efectúa la operación o tratamiento.122
d) De lo anterior se sigue la dificultad para subsumir la responsabili-
dad de hospitales y clínicas bajo un régimen especial y unívoco de respon-
sabilidad. En efecto, en esta materia convergen, como en pocas otras, los
más diversos institutos generales de la responsabilidad civil; además de las
reglas aplicables a la responsabilidad médica, que resultan pertinentes en
razón de su objeto, son especialmente relevantes las reglas y principios
que rigen la responsabilidad del empresario y de los órganos de la Admi-
nistración del Estado (según sea el caso, atendido el tipo de relación del
paciente con el establecimiento).
de los daños causados por la negligencia de los médicos que son dependientes de la orga-
nización, pero la tendencia doctrinaria y jurisprudencial tiende a ser extensiva en el reco-
nocimiento de esa dependencia, entendiendo que ella existe, por ejemplo, respecto de los
profesionales que trabajan a honorarios (Zelaya 1997 47); por el contrario, la responsabili-
dad contractual de esos establecimientos por el hecho de cualesquiera personas en quienes
deleguen la ejecución de prestaciones es estricta o vicaria, bajo el supuesto, como es obvio,
de que el auxiliar haya incurrido en negligencia (supra Nº 477, infra Nº 782 b).
121 De acuerdo con el artículo 2 letra f de la Ley de consumidores, quedan sujetos a
ese ordenamiento protector los actos celebrados o ejecutados con ocasión de la contrata-
ción de servicios de salud, con exclusión de las prestaciones de salud; de las materias relati-
vas a la calidad de éstas y su financiamiento a través de fondos o seguros de salud; de la
acreditación y certificación de los prestadores, sean estos públicos o privados, individuales
o institucionales y, en general, de cualquiera otra materia que se encuentre regulada en
leyes especiales. En particular resultan relevantes, al menos, los siguientes estatutos: DL 2763/
1979, que reorganiza el Ministerio de Salud y crea los Servicios de Salud, el Fondo Nacio-
nal de Salud, el Instituto de Salud Pública de Chile y la Central de Abastecimiento del Sis-
tema Nacional de Servicios de Salud; ley Nº 18.469, que regula el ejercicio del derecho
constitucional a la protección de la salud y crea un régimen de prestaciones de salud; ley
Nº 18.933 que crea la Superintendencia de Instituciones de Salud Previsional, dicta normas
para el otorgamiento de prestaciones por Isapres; y ley Nº 19.966, que establece un régi-
men de garantías en salud (Ley de garantías de salud).
122 Alessandri 1943 77, Zelaya 1997 20.
690
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
clamar la prestación de los servicios garantizados (Ley de garantías de salud, artículo 29).
La naturaleza política de las decisiones presupuestarias vinculadas a la seguridad médica y
social se muestra en el porcentaje que éstas representan en el gasto de un país; en Estados
Unidos se estima que en 2030 esos gastos representarán el 14% del producto geográfico
bruto (D. Brooks, The New York Times, 19.3.2005).
124 Es interesante la evolución del derecho francés, donde se ha reconocido que la res-
ponsabilidad civil no puede ser una forma de enfrentar la fatalidad médica y se ha estableci-
do un fondo público de garantía por accidentes, incluyendo las infecciones intrahospitalarias
(M. Tapia 2003 c 98, citando a F. Chabas, La réparation des conséquences de l’aléa thérapeutique, en
JPC, 2001, 2, 10493).
691
§ 50. RESPONSABILIDAD MÉDICA
GJ 288, 177.
129 Corte de Santiago, 28.12.1999, GJ 234, 63.
130 En verdad, la concurrencia de responsabilidades puede adoptar formas muy diver-
sas; así, por ejemplo, el médico tratante puede ser responsable conjuntamente con la clíni-
ca si un auxiliar dependiente de esta última incurre en una negligencia, que también es
atribuible a la falta de cuidado que debe emplear el médico responsable de la intervención
(Méga Code § 1147, 229).
131 En Estados Unidos se estima que 90 mil personas murieron el 2002 de infecciones
692
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
132 Corte de Concepción, 10.8.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002,
693
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
i. Procedimiento de mediación
a. Introducción
495. Evolución del régimen legal de los accidentes del trabajo. a) Bajo un
régimen de responsabilidad por culpa probada el riesgo de accidentes del
137 Se entienden referidas las instituciones de salud indicadas en el artículo 16 bis del
694
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
trabajo corre por cuenta del trabajador, a menos que se acredite la negli-
gencia del empleador. Atendida la relación de dependencia entre las par-
tes y el trasfondo social de un accidente del trabajo, no debe extrañar que
el régimen general de responsabilidad por culpa haya sido puesto a prue-
ba en la fase de consolidación de la revolución industrial. Las principales
razones que justifican el establecimiento de seguros obligatorios o de esta-
tutos de responsabilidad estricta se presentan con absoluta nitidez en el
caso de los accidentes del trabajo: se trata de peligros graves para las vícti-
mas, que no pueden quedar sujetos a un infalible control preventivo y en
cuya materialización se presenta una asimetría estratégica en la posición
del empleador y de la víctima (supra Nº 308).
b) Los regímenes especiales de responsabilidad por accidentes del tra-
bajo tuvieron generalmente por fuente la legislación social que estableció
sistemas de seguro obligatorio o de responsabilidad estricta; donde ello no
ocurrió oportunamente, la interpretación del derecho vigente tendió a
expandir la responsabilidad por la vía de acoger presunciones de culpa o
de establecer derechamente ámbitos de responsabilidad estricta.139 Con el
correr del tiempo, se ha tendido a imponer un sistema de seguro obligato-
rio de accidentes del trabajo y de enfermedades profesionales, que resulta
preferible a un régimen de responsabilidad estricta, porque no afecta la
relación entre el trabajador y el empleador y evita los riesgos que acarrea
la insolvencia de este último.140
139 El caso más clásico es la jurisprudencia francesa que a fines del siglo XIX ‘descu-
brió’ una responsabilidad estricta por el hecho de las cosas en la norma del artículo 1384
del Código Civil francés, precisamente en caso de accidentes industriales. El contraste está
dado por alguna jurisprudencia norteamericana anterior a la Primera Guerra Mundial, que
declaró inconstitucional la legislación que estableció la responsabilidad estricta respecto de
los accidentes del trabajo, en atención a que “esa legislación sólo invierte las leyes de la
naturaleza, porque en cada cosa que caiga dentro de la esfera de la actividad humana, los
riesgos inherentes e inevitables deben recaer sobre quienes están expuestos a ellos” (Ives v.
South Buffalo Railway Co., 201 NY 271 (1911), citado por Zweigert/Kötz 1996 652).
140 La primera ley de seguro obligatorio por accidentes del trabajo fue establecida en
o a otra ley especial, cada vez que en este título se mencione un artículo, la referencia se enten-
derá hecha a la ley Nº 16.744, sobre accidentes del trabajo y enfermedades profesionales.
695
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
organismo asegurador que haya pagado las prestaciones legales, para recu-
perar los desembolsos realizados; además, al trabajador y a las demás per-
sonas a quienes el accidente cause daño (víctimas de daño reflejo, supra
Nº 156), por los perjuicios que no quedan cubiertos por el seguro social,
como el daño moral, el daño a las cosas o los gastos extraordinarios de
cuidado (artículo 69).
En consecuencia, los efectos de un accidente del trabajo o enfermedad
profesional quedan regidos por un seguro que cubre en todo evento el
riesgo de accidente y, en caso que éste se deba a negligencia, por el estatu-
to común y general de la responsabilidad civil.
696
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
142 Lo que se justifica porque, si bien la víctima se accidenta por circunstancias que no
697
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
145 Véase al respecto el DL 1.548/1976 que precisó las facultades del Presidente de la
bajador en caso de invalidez total (lo que, a su vez, corresponde al 70% del sueldo base);
cada hijo menor de edad o estudiante menor de 24 años tiene derecho a percibir un 20%
de la pensión básica; la madre de los hijos no matrimoniales, un 30%.
698
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
147 La definición está tomada de una antigua sentencia de la Corte de Casación france-
sa, recaída precisamente en un caso de exclusión de cobertura del régimen protector por
accidentes del trabajo (cass. plen., 15.7.1941, citada por Mazeaud/Chabas 1998 468).
699
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
148 En este libro se omite tratar otro aspecto importante de la responsabilidad que nace
700
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
151 Diez 2003 66, con referencia a Corte de Punta Arenas, 22.10.2002, confirmada por
175; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicada también en F. del M. 486, 851; CS,
22.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 147, publicada también en F. del M. 488, 1523; Corte de
Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Santiago, 11.3.2002, GJ 273, 229; Corte de San-
tiago, 2.7.2002, GJ 265, 85; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Concep-
ción, 28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Concepción, 27.9.2002, GJ 270, 146; Corte de
Concepción, 26.8.2003, rol Nº 679-2003, confirmada por CS [cas forma y fondo], 2.12.2003,
rol Nº 4.142-2003.
153 Diez 2003 77, advirtiendo que las obligaciones de seguridad del empleador son de
orden público y que también la acción del tercero tiene por antecedente la infracción de
esos deberes.
154 Sobre el artículo 184 del Código del Trabajo se ha fallado que se trata de una “nor-
701
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
de los jueces en los juicios del trabajo, específicamente por accidentes del trabajo, que “en
tal actividad ejercida conforme a las reglas de la sana crítica, dichos jueces son soberanos”,
CS, 6.1.2003, GJ 271, 186 (infra Nº 510).
156 CS, 2.10.2003, rol Nº 124-2003.
157 Corte de Santiago, 13.12.1999, GJ 234, 203; Corte de Santiago, 17.1.2000, GJ 235,
199; CS, 14.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 3ª, 91; CS, 11.7.2000, RDJ, t. XCVII, sec 3ª, 119, tam-
bién publicada en GJ 241, 160; y Corte de Santiago, 6.5.2002, GJ 263, 194. En los acciden-
tes con resultado fatal, cuando los actores eran sucesores del trabajador fallecido y actúan
en calidad de herederos, se ha estimado que las reglas aplicables son igualmente las de la
responsabilidad contractual (CS, 25.3.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 63; CS, 8.8.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 3ª, 152, también publicada en GJ 242, 168 y F. del M. 501, 2427; y Corte de
Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183).
158 CS, 19.8.2003, GJ 278, 252; CS, 26.8.2003, F. del M. 513, 2155; Corte de Santiago,
11.9.2003, Rev. Fueyo 1, 2004, 307; CS, 30.6.2004, Rev. Fueyo 3, 2004, las dos últimas con co-
mentario de C. Pizarro; CS, 2.10.2003, F. del M. 515, 2956; CS, 11.5.2004, GJ 287, 247; CS,
7.10.2004, GJ 292, 220; y CS, 24.8.2005, SJ 256, 7. En todos estos fallos se hace una referencia
explícita a que la responsabilidad es extracontractual si los demandantes actúan a título perso-
nal y no en calidad de sucesores del trabajador fallecido, de lo que se deduce que resultan apli-
cables las reglas de la responsabilidad contractual para el evento que los mismos demandantes
accionen en calidad de sucesores; el efecto práctico de esta doctrina es otorgar una opción a la
víctima indirecta que tiene la calidad de sucesor del trabajador fallecido. La jurisprudencia que
afirma la naturaleza extracontractual de la responsabilidad por daño reflejo, en caso de muerte
del trabajador, se funda en que la extensión de la competencia de los tribunales laborales a
materias de responsabilidad derivada de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales,
dejó excluida la responsabilidad extracontractual referida en el artículo 69 de la Ley de acci-
dentes del trabajo (Código del Trabajo, artículo 420 letra f); véase nota subsiguiente.
702
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
703
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
161 Explicando esta idea y, por lo mismo, afirmando la irresponsabilidad del emplea-
dor por los accidentes de trayecto, la Corte Suprema ha fallado que “en este tipo de acci-
dentes, es decir, de trayecto, el empleador no puede ejecutar, ya sea por imposibilidad física
y material, el deber de protección de sus asalariados, razón por la cual el artículo 184 del
Texto Laboral sólo le impone al ente patronal tal carga de cuidado, de sus asalariados, en
las obras o faenas y, en consecuencia, por regla general, no puede asumir responsabilidad
en este tipo de imprevistos laborales” (CS, 8.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 3ª, 101); véase tam-
bién CS, 13.5.2003, GJ 275, 222.
162 Sobre la idea de obligación de seguridad en el derecho francés, Mazeaud/Chabas
704
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
ben confundirse con las de garantía, ni con la responsabilidad estricta u objetiva, CS,
5.9.2002, F. del M. 502, 2520.
164 Alguna jurisprudencia ha tendido de lege ferenda a derivar hacia una forma de res-
705
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
505. Culpa de la cual se responde. De acuerdo con las reglas generales del
derecho común, el empleador responde de culpa leve (artículo 1547 del
Código Civil). Ello no significa que deba emplearse en la seguridad de los
trabajadores el mismo nivel relativo de cuidado que el exigido para prote-
ger, por ejemplo, la integridad de las cosas. De acuerdo con las reglas
generales, el nivel de cuidado exigible depende del valor de los bienes
jurídicos amenazados por la conducta del responsable. El estándar de dili-
gencia del empresario prudente y diligente asume que éste adopta las pre-
venciones en consideración de la entidad de los bienes comprometidos
(supra Nº 58).165
706
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
166 En la ordenación de los deberes de cuidado del empleador sigo una tipificación de
Markesinis/Deakin et al. 2003 567; en el derecho inglés existe en materia laboral un régi-
men análogo al chileno, esto es, de seguridad social complementada por un estatuto gene-
ral de responsabilidad civil (torts).
167 Se ha fallado que hay responsabilidad de la empresa si en una operación destinada a
707
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
jo se muestra en un fallo que condenó a una empresa frutícola porque no contaba con una
plataforma estable, ni con otras protecciones que ordenaba la experiencia para que el opera-
dor de una máquina no corriera el riesgo de sufrir un accidente (Corte de Rancagua, 7.3.2002,
rol Nº 18.105, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, rol Nº 1.187-2002); aplicando el mis-
mo criterio se ha fallado que el empleador infringe su obligación de seguridad si carecía de
sitios adecuados para lavar fondos de casino, disponiendo que dichas labores se efectuaran en
un sector destinado a la descarga de camiones, donde, a su vez impropiamente, se encontraba
un camión que era objeto de revisión mecánica, que se deslizó hacia una muralla de conten-
ción, aprisionando al trabajador que allí efectuaba labores de aseo, el que a causa de ello sufrió
la amputación de una pierna (Corte de Concepción, 13.7.1998, confirmado por la CS [cas. for-
ma y fondo], 6.9.1998, GJ 219, 168); se ha resuelto que hay culpa por falta de seguridad del
lugar físico en que se trabaja si se dispone de manera permanente que trasvasijes de bencina se
realicen en los vestidores, cerca de una resistencia eléctrica y de equipos de calefacción hechi-
zos, a resultas de lo cual se produce un incendio que causa quemaduras severas a un trabajador
(CS 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicado también en F. del M. 486, 851); incurre en
negligencia la empleadora que autoriza que labores de soldadura y esmerilado se efectúen en
un espacio contiguo a un galpón donde se efectúan operaciones que implican la manipulación
de productos químicos altamente inflamables, produciéndose un accidente de trabajo debido a
que una chispa salta de un lugar a otro (Corte de Santiago, 30.12.1999, GJ 234, 203); no ofrece
seguridad el lugar de trabajo cuya cortina metálica de acceso se encuentra en mal estado, a me-
dia altura, obstruyendo la circulación de los trabajadores, lo que termina por causar un acci-
dente (Corte de Santiago, 8.9.2004, GJ 291, 238).
708
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
709
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
710
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
179 CS, 21.10.2002, F. del M. 503, 3182, pronunciado respecto de un accidente del trán-
sito sufrido por un trabajador en cumplimiento de sus deberes, pero causado exclusivamente
por la conducta imprudente de un tercero ajeno al ámbito de control del empleador.
180 Corte de Concepción, 27.9.2002, GJ 270, 146. En concordancia con la doctrina que
afirma que la responsabilidad del empleador es contractual, se ha fallado que el orden jurídi-
co “pone el peso de la prueba de cargo del empleador –del demandado, para el caso– quien
de acuerdo con las reglas de la responsabilidad civil (artículo 1547 del Código Civil) está gra-
vado con una presunción de culpa que debe desvirtuar” (Corte de Concepción, 26.8.2003,
rol Nº 679-2003, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 2.12.2003, rol Nº 4.142-2003.
181 En un caso en que la presunción de culpa resultaba evidente (tanto por la peligro-
sidad de la acción, como por una máxima de la experiencia), se estimó negligente haber
admitido faenas en el lugar donde el mismo día se había limpiado un pozo con gran canti-
dad de ácido sulfúrico (Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85).
182 Como expresamente se exige en Corte de Concepción, 13.7.1998, GJ 219, 168; Cor-
711
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
183 En un caso referido a la acción de un trabajador que sufrió la fractura del quinto
metatarso del pie derecho y otras lesiones a consecuencia de un accidente en el taller del
demandado, la Corte estimó que el empleador había cumplido los deberes de seguridad
en la medida que “dispuso de todas las medidas necesarias para la prevención de acciden-
tes, implementando todos los mecanismos necesarios para desarrollar una faena de alto ries-
go, con la mayor precisión y seguridad”, a lo que se agregaba una correcta instrucción y
equipamiento del personal, de modo que el accidente era atribuible exclusivamente a la
conducta desaprensiva del trabajador (Corte de Concepción, 27.9.2002, GJ 270, 146).
184 Como expresamente se exige en CS, 30.11.2000, GJ 245, 39, publicada también en
712
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
187 Se ha fallado que hay responsabilidad del empleador si uno de sus trabajadores su-
fre un accidente debido a la negligencia de una empresa externa, contratada para el mon-
taje e instalación de un neumático que posteriormente explota (Corte de Antofagasta,
13.12.2002, GJ 270, 183); en sentido análogo, Corte de Santiago, 31.1.2001, GJ 248, 211;
CS, 2.1.2004, rol Nº 676-2004; CS, 31.5.2004, rol Nº 756-2003 (citados estos últimos por Ze-
laya en Baraona/Zelaya 2005 111).
188 Exigiendo algún grado de control del dueño de la obra o faena como condición
para imponerle responsabilidad por accidentes del trabajo, CS, 8.5.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 3ª, 101; Zelaya en Baraona/Zelaya 2005 112 entiende que los fallos que dan lugar a la
responsabilidad del principal generalmente asumen que éste ha incurrido en negligencia.
189 Sobre la subsidiariedad de esta responsabilidad, se ha fallado que “conforme a la
713
§ 51. ACCIDENTES DEL TRABAJO
del trabajo, extiende a veces de modo exorbitante el criterio protector del derecho laboral,
como se muestra en situaciones que podrían ser consideradas de exclusiva responsabilidad
de la víctima; así, por ejemplo, en el caso de un accidente provocado por la caída de un
ascensor en un pique minero, en circunstancias que la víctima ordenó una reparación he-
chiza, sin esperar la llegada del personal especializado (CS, 30.9.2002, rol Nº 1.733-2001).
En contraste, se ha entendido que no hay lugar a responsabilidad civil respecto del trabaja-
dor que sufre un accidente por no emplear la ropa de protección provista y prescrita por la
empresa (Cerda 1999 26).
191 Véase, por ejemplo, Corte de Puerto Montt, 26.5.1999, rol Nº 7.721, confirmada por
CS [cas. fondo], 22.6.2002, rol Nº 2.439-99; Corte de Santiago, 28.10.1999, GJ 232, 195; CS,
29.1.2001, GJ 247, 199; Corte de Santiago, 7.8.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 96; Corte de San-
tiago, 27.9.2002, GJ 270, 146; CS, 15.10.2002, F. del M. 503, 3258; Corte de Concepción,
26.8.2003, rol Nº 679-2003, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 2.12.2003, rol Nº 4.142-
2003; y Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282.
714
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
192 Así CS, 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M. 503, 3659; CS,
validó una sentencia por infracción a las exigencias argumentativas que impone la sana cri-
tica en CS, 28.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 3ª, 113, publicada también en GJ 263, 170.
194 Sin embargo, es especialmente destacable la fructífera producción jurisprudencial
715
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
a. Introducción
195 Calabresi 1985 1 muestra la aceptación del riesgo a partir de una hipótesis moral
de los accidentes del tránsito en Tunc 1981 passim, con informes de juristas europeos y re-
ferencias a la ley neozelandesa de 1978 que estableció un seguro general de accidentes, pres-
cindiendo de su causa.
716
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
717
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
199 Las referencias legales de este apartado se entienden hechas a la Ley del tránsito, a
718
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
200 Así, la ley prescribe que ninguna persona podrá conducir un vehículo cuando se
719
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
201 La Corte Suprema ha sentenciado que “habrá culpa por el solo hecho de que el
sujeto activo haya ejecutado el acto prohibido o no haya realizado el ordenado por la ley o
el reglamento, pues significa que omitió las medidas de prudencia necesarias para evitar
un daño” (CS, 10.11.2005, GJ 305, 177; CS, 14.3.2006, rol Nº 3.132-2003); enumerando las
reglas legales y asumiendo que su infracción supone culpa: Corte de Santiago, 24.5.1999,
GJ 227, 138; Corte de San Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66, también publicada
en GJ 229, 153; CS, 24.1.2001, GJ 247, 134; Corte de Valdivia, 25.6.2001, confirmada por CS
[cas. fondo], 6.5.2002, GJ 263, 120; y Corte de Antofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95.
720
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
721
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
se el conductor bajo la influencia del alcohol, deberá considerar todos los medios de prue-
ba, evaluando especialmente el estado general del imputado en relación con el control de
sus sentidos, como también el nivel de alcohol presente en el flujo sanguíneo, que conste
en el informe de alcoholemia o en el resultado de la prueba respiratoria que haya sido prac-
ticada por Carabineros (artículo 115 B). Se entiende que hay desempeño bajo la influencia
del alcohol cuando el informe o prueba arroje una dosificación superior a 0,5 e inferior a
1,0 gramo por mil de alcohol en la sangre o en el organismo. Si el informe o prueba arroja
una dosificación igual o superior a 1,0 gramo por mil, se entiende que se trata de una hi-
pótesis de manejo en estado de ebriedad.
203 Se ha resuelto que en un accidente del tránsito no resulta posible dictar sentencia
de condena si no se llega a la conclusión de que los daños están en relación causal segura e
inequívoca con la conducción culpable de un vehículo motorizado en estado de embria-
guez por parte su chofer (Corte de San Miguel, 16.8.2002, GJ 266, 159).
722
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
el hecho del demandado sea una condición necesaria del daño y que las
consecuencias del hecho puedan serle normativamente imputadas. La cir-
cunstancia de que el hecho del demandado sea una condición necesaria
del daño es constatada en los accidentes del tránsito según el principio de
la equivalencia de condiciones (supra § 28).204 A su vez, el requisito de que
el daño sea directo no plantea preguntas especiales en materia de acciden-
tes del tránsito, de modo que la imputación objetiva de las consecuencias
dañinas mediatas se rige por los criterios generales (supra § 30).
El requisito de que exista una conexión de sentido entre el ilícito y el
daño se encuentra expresamente señalado en la Ley del tránsito, que dis-
pone que el mero hecho de la infracción no determina necesariamente la
responsabilidad del infractor, si no existe una relación de causa a efecto
entre la infracción y el daño producido por el accidente (artículo 171).205
En definitiva, el daño debe haberse producido como una consecuencia de
la infracción. De lo contrario no resulta posible atribuir responsabilidad en
razón del ilícito.206
b) En general, la relación de causalidad no suele plantear problemas
conceptuales significativos y da lugar a complejidades sólo en casos excep-
cionales. El problema que se plantea con más frecuencia se refiere a la
concurrencia de infracciones de la víctima y del demandado, lo que devie-
ne en una comparación de la relevancia relativa de las conductas de las
partes en la producción del accidente. En esas situaciones, la causalidad
suele tornarse en el elemento decisivo para atribuir responsabilidad (infra
Nos 524 y 525).
c) En los juicios de responsabilidad civil por accidentes del tránsito
suele plantear dificultades la prueba de la causalidad. Por lo mismo, es
204 CS, 29.12.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª, 325; CS, 11.1.1960, RDJ, t. LVII, sec. 4ª, 7; Corte
de Concepción, 7.11.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 288; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2356;
CS, 25.4.2000, GJ 238, 105, también publicada en F. del M. 497, 527; y Corte de Concep-
ción, 3.4.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80.
205 “En consecuencia, si una persona infringe alguna disposición y tal contravención
de perjuicios fundada en que el demandado fue multado por conducir sin la licencia res-
pectiva, si dicha infracción está completamente desligada de la colisión (Corte de Concep-
ción, 5.8.1980, RDJ, t. LXXVII, sec. 2ª, 105); también se ha entendido que la circunstancia
de manejar una persona en estado de ebriedad y a exceso de velocidad resulta irrelevante
si el accidente se debe a que otro conductor pierde el control de su vehículo y traspasando
el eje central invade la pista de circulación contraria, ya que “dichas circunstancias no in-
fluyeron en el hecho en sí, no tuvieron relación de causa a efecto, pues como se ha de-
mostrado, el accidente ocurrió por haberse desplazado el conductor de la camioneta a la
pista contraria” (CS, 17.11.1998, F. del M. 480, 2334); y que la circunstancia de haber con-
ducido un camionero con una licencia inadecuada y a exceso de velocidad es irrelevante,
ya que de comportarse correctamente “la colisión se habría producido de todas maneras”
(Corte de Concepción, 3.4.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80).
723
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
724
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
207 Así, en un caso en que un motociclista que conducía a exceso de velocidad impac-
tó el costado de una camioneta que circulaba por la misma vía y realizó un viraje prohibido
para ingresar a un servicentro, se falló, entendiendo correctamente el fin de la norma como
una cuestión de causalidad, que “la norma que prohíbe circular a una velocidad excesiva
no tiene por objeto evitar que el conductor se encuentre en el lugar del accidente cuando
éste sucede, sino impedir otras consecuencias, como la pérdida de control de su vehículo,
o la imposibilidad de detenerse frente a obstáculos previsibles o, en su caso, de evitarlos o
de efectuar maniobras necesarias para la seguridad de la marcha, etc. Por ello, en un caso
como el que nos ocupa, el riesgo creado por el occiso al imprimir una velocidad excesiva a
su vehículo no se realiza en el lamentable accidente que le costó la vida, pues ese resulta-
do, tal como se presenta en el caso concreto, yace ‘fuera del ámbito de protección de la
norma que (él) ha vulnerado’ (…). A la inversa, la norma que prohíbe irrespetar el dere-
cho preferente de circulación de otro vehículo, obstruyéndole inesperadamente el paso, sí
tiene por objeto evitar que el autor se encuentre donde no debía encontrarse cuando se
produce la colisión, ya que lo que tal prohibición pretende es, precisamente, que quienes
circulan por la vía con paso preferente la encuentren despejada de obstáculos de esa clase”
(CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, también publicada en F. del M. 473, 342); véase también CS,
25.4.2000, GJ 238, 105.
725
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
208 Así, se ha fallado que “ha de tenerse en cuenta, que la imprudencia con infracción
de reglamentos atribuida al [demandado] explica el resultado alcanzado; toda vez que éste
creó un riesgo superior al permitido dada las condiciones del tránsito existentes, y cuya pres-
cindencia, de acatar lo que razonablemente le era por lo demás exigible, habría variado el
curso de los acontecimientos, evitándose así el desenlace que se le ha reprochado” (CS,
11.11.1998, F. del M. 480, 2356).
209 En este sentido, en una colisión de camiones en que uno de los conductores tras-
pasó el eje central de la calzada, mientras que el otro conducía con una licencia inadecua-
da y a exceso de velocidad, se resolvió que “si por un momento hacemos abstracción de lo
sucedido y suponemos que este último conducía con la licencia adecuada y a una veloci-
dad prudente, la colisión se habría producido de todas maneras” (Corte de Concepción,
3.4.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 27.3.2002, GJ 261, 80).
210 Corte de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 103; CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, también publi-
cada en F. del M. 473, 342; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2356; CS, 12.1.1999, GJ 223, 120,
publicada también en F. del M. 482, 3041; CS, 12.4.1999, GJ 226, 131, publicada también
en F. del M. 485, 498; CS, 14.10.1999, GJ 232, 118, también publicada en F. del M. 491,
2325; CS, 25.4.2000, GJ 238, 105, también publicada en F. del M. 497, 527; Corte de San
Miguel, 16.8.2002, GJ 266, 159; Corte de Santiago, 3.11.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 153;
Corte de San Miguel, 18.6.2003, GJ 276, 176; CS, 10.12.2003, GJ 282, 155; y CS, 10.11. 2005,
GJ 305, 177.
726
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
211
Se ha fallado que “el concepto de causa basal –quizás algo impreciso, pero que ha
adquirido carta de ciudadanía en la jurisprudencia y parte de la doctrina nacionales– es-
conde la idea de que, en casos como los de estos autos, en los que concurren a la produc-
ción del resultado dos conductas equivalentemente causales y ambas creadoras de un riesgo
que supera al permitido (es decir, imprudentes), hay, sin embargo, a veces, sólo una de ellas
que se realiza en tal resultado y determina por lo tanto que éste sea objetivamente imputa-
ble a su autor, al paso que la otra no” (CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, también publicada en F.
del M. 473, 342).
212
CS, 12.4.1999, GJ 226, 131; Corte de San Miguel 18.6.2003, GJ 276, 176.
213
En verdad, la pregunta relevante se refiere a si un cierto ilícito probado en el pro-
ceso puede ser tenido por determinante en la producción del resultado. Así, en el caso
de un conductor de microbús que circulaba a exceso de velocidad, pero que atravesó con
luz verde un cruce, impactando a un peatón que en ese momento cruzaba la calle con
luz roja, se falló, recurriendo innecesariamente al concepto de causa basal: “El mérito de
la prueba reunida (…) permite concluir inequívocamente que el peatón, enfrentando luz
roja de semáforo, obstruyó inesperadamente la vía de circulación del microbús, que in-
gresaba al cruce con luz verde favorable y era titular del derecho preferente de paso (…).
En tal virtud, el accidente materia de autos no resulta razonablemente explicable si se
prescinde de la contravención reglamentaria efectuada por la infortunada víctima y la im-
prudencia manifiesta en que incurrió, ya que de haberse ella detenido en su camino, a la
espera de tener la autorización de la luz verde del semáforo, puede concluirse (…) que
el accidente no habría ocurrido (…). En cambio, no sucede igual cosa con la infracción
reglamentaria e imprudencia atribuibles al conductor del bus, por conducir a sesenta ki-
lómetros por hora, es decir, superando en diez (…) el límite máximo permitido en sec-
tor urbano, como norma general, ya que los antecedentes probatorios disponibles y la
727
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
214 Se ha fallado que no es basal la infracción del conductor que maneja a exceso de
velocidad y que a consecuencia de ser encandilado por otro vehículo impacta a un camión
que en ese momento se encuentra detenido, ocupando parte de la berma y de la calzada,
porque “la finalidad de protección de la norma del artículo 154, inciso 1º, de la ley Nº 18.290,
que la sentencia entiende infringida por el reo, no tiene por objeto impedir que otros ve-
hículos que se desplacen a velocidad inmoderada, como es el caso, se estrellen contra aquél
estacionado antirreglamentariamente, de modo que el resultado producido no es imputa-
ble a la infracción cometida por el procesado. Al ser una condición del accidente, puede
ser estimada como una causal concurrente, pero no basal del mismo” (CS, 25.4.2000, GJ
238, 105, también publicada en F. del M. 497, 527). La pregunta que subyace tras este aná-
lisis es qué habría ocurrido si el conductor hubiese marchado a la velocidad máxima auto-
rizada; si igualmente se hubiese producido el accidente, éste no puede ser atribuido a su
culpa, en razón de que aun en ese evento el daño se habría producido. Si, por el contrario,
el daño hubiese sido menor, no es una hipótesis que excluye la causalidad, sino de reduc-
ción de la reparación indemnizatoria. En el caso se muestra que la idea de causa basal con-
tribuye a confundir ambas cuestiones.
728
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
215 No cabe aquí pronunciarse sobre el concepto de causa basal en el derecho penal; sólo
cabe anotar que éste es más estricto en las condiciones de responsabilidad; sin embargo, existe
una cierta coincidencia en que los casos en que se hace referencia a una causa basal, que exclu-
ye de significancia jurídica a las demás causas del daño, hayan sido dictados en acciones civiles
ejercidas en sede penal; en este sentido, Corte de San Miguel, 16.8.2002, GJ 266, 159.
216 CS, 12.1.1999, GJ 223, 120, también publicada en F. del M. 482, 3041; Corte de San
729
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
526. El daño en los accidentes del tránsito. En los accidentes del tránsito
el daño no plantea preguntas diferentes de las que surgen en la responsa-
bilidad civil en general. En la gran mayoría de los casos los accidentes del
tránsito ocasionan daños tanto patrimoniales (supra § 23), como morales
(supra § 24).
En la generalidad de los casos se ocasionan daños al vehículo y a las
personas, suelen ser especialmente significativos los perjuicios que se si-
guen de los daños causados a las cosas corporales (supra § 23 e) y los efec-
producido y si bien esa contribución es de naturaleza objetiva, debe ser imputable a quien
sufre el daño y no a quien lo causa” (CS, 18.1.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 4ª, 3).
219 Por ser la culpa de la víctima la única causa relevante en la producción de un acci-
dente de tránsito, se ha excluido la responsabilidad del conductor que atropella a dos pea-
tones que cruzan la calzada en un lugar prohibido (CS, 12.1.1999, GJ 223, 120, también
publicada en F. del M. 482, 3041); del conductor que luego de efectuar una maniobra de
adelantamiento impacta a un ciclista que sorpresivamente se interpone en su trayectoria,
sin previamente cerciorarse que tras él se aproximaba un automóvil (Corte de Talca,
10.1.2001, confirmada por CS [cas. fondo], 12.11.2001, GJ 260, 161); y, en el extremo, en
el caso del peatón que, en manifiesto estado de ebriedad, se aparece de improviso en una
carretera oscura y de mala visibilidad sin adoptar ninguna medida de seguridad (CS,
10.12.2003, GJ 282, 155).
730
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
220 Una completa reseña comparada e histórica en Zelaya en Martinic 2004 373 (para
nedor del vehículo, corrigiendo la situación legal anterior, que la excluía respecto de quien
gozaba efectivamente del vehículo y de quien lo recibía en uso de un tercero; sobre la anti-
gua exclusión de responsabilidad del mero tenedor, CS, 13.4.1999, F. del M. 485, 302.
222 El texto actual de la norma, incorporado por la ley Nº 20.068 (DO 10.12.2005), ad-
mite la excusa de que el vehículo fue usado ‘contra la voluntad’ del propietario o tenedor
que se pretende hacer responsable; en la versión inmediatamente anterior, incorporada por
la ley Nº 19.495 (DO 8.3.1997), se establecía la responsabilidad solidaria del propietario,
pero se admitía la excusa de haber sido utilizado el vehículo sin su conocimiento o autoriza-
ción expresa o tácita; la anterior Ley del tránsito (DO 7.2.1984) establecía que la responsa-
bilidad del propietario quedaba excluida si éste probaba ‘que el vehículo le ha sido tomado
sin su conocimiento o autorización expresa o tácita’; estas excusas dieron lugar a una abun-
dante jurisprudencia acerca del alcance de los términos ‘utlizado’ y ‘tomado’ y respecto de
las circunstancias en que se podía dar por establecida una ‘autorización’ (una exhaustiva
revisión jurisprudencial y doctrinaria en Zelaya en Martinic 2004 404).
223 Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 199.
731
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
224 Un análisis de los diferentes sistemas, con preferencia por un régimen amplio de
de la ley 18.290 al propietario de un vehículo que ocasiona daños en una colisión tiene un
carácter objetivo, ya que se aparta de la teoría de la responsabilidad civil contenida en los
artículos 2314 y siguientes del Código Civil, que exige concurrencia de dolo o culpa” (Cor-
te de San Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66, también publicada en GJ 229, 153); y
que “la ley hace responsable objetivamente a quien detenta la titularidad del derecho de
dominio de un vehículo, porque no puede permanecer ajeno a la responsabilidad de su
conductor” (Corte de Antofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95); en el mismo sentido: Corte de
Santiago, 8.9.2003, GJ 279, 188, y Corte de Santiago, 22.4.2005, GJ 298, 298.
732
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
226 Así, a propósito de la responsabilidad del propietario se ha resuelto que “dicha res-
ponsabilidad legal objetiva supone, para poder ser establecida en sede jurisdiccional, la com-
probación de la responsabilidad personal del conductor del vehículo, cuando es un individuo
distinto del propietario, responsabilidad subjetiva referida a la infracción de las normas que
regulan el tránsito público, supuesto que el hecho lesivo se haya producido en ese entor-
no” (Corte de San Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66, también publicada en GJ
229, 153). Revisadas decenas de sentencias publicadas sobre la responsabilidad del propie-
tario entre los años 1998 y 2005, el autor no ha advertido ninguna en que ésta haya sido
establecida como una forma de responsabilidad estricta u objetiva en el sentido más fuerte,
en orden a que no sólo sería independiente de la culpa del propietario o tenedor, sino tam-
bién de que el conductor haya cometido un ilícito.
227 Por lo mismo, se ha fallado que esta garantía legal no puede ser dejada sin efecto por
acuerdo entre el propietario y el usuario, para lo cual “basta tener presente que el artículo
1545 del Código Civil se refiere al valor que los contratos tienen para sus celebrantes, pero lo
convenido en ellos no afecta o compromete a terceros, además, de que sus términos, en este
caso, no pueden modificar, sustituir o eliminar lo que la ley dispone en materia de responsa-
bilidad civil respecto del propietario de un vehículo, de ser responsable solidariamente con
el conductor de los daños causados a terceros” (CS, 13.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec 1ª, 60).
733
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
el régimen legal vigente antes de la reforma de la ley Nº 20.068 (DO 10.12.2005), CS,
30.1.2001, GJ 247, 150.
734
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
229 Corte de Santiago, 28.5.1992, GJ 143, 99, en un fallo que Zelaya en Martinic 2004
735
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
230 Corte de Temuco, 29.6.1972, RDJ, t. LXIX, sec. 4ª, 66; CS, 22.11.1976, RDJ, t. LXXIII,
736
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
737
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
232 Así es la interpretación de tenedor (Halter) en la ley alemana sobre accidentes del
ción a su dependiente– está obligado a vigilar su conducta para evitar que ocasione daños
a otro. Es natural, por tanto, suponer que si el daño se ha producido es porque la vigilan-
cia no fue eficaz o no se tomaron las medidas para impedirlo. Producido un acto ilícito del
dependiente (chofer del camión), la ley presume la responsabilidad del empleador, la que
se basa en una omisión, descuido o negligencia de su parte, ya que ella hizo posible el ac-
tuar reprochable” (Corte de Concepción, 7.11.1995, RDJ. t. LXXXII, sec. 4ª, 280); véase
también: CS, 14.7.1937, RDJ, t. XXXIV, sec. 1ª, 389; CS, 15.4.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª,
544; CS, 23.8.1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 4ª, 186; Corte de Iquique, 21.10.1952, RDJ, t. L, sec.
4ª, 5; CS, 19.6.1954, RDJ, t. LI, sec. 1ª, 216; CS, 11.12.1958, RDJ, t. LV, sec. 4ª, 209; Corte de
Santiago, 28.12.1961, RDJ, t. LVIII, sec. 4ª, 374; y CS, 13.11.1980, F. del M. 264, 337.
738
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
234 CS, 28.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94; CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88; CS,
29.1.2002, GJ 259, 17; CS, 5.3.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 27, publicada también en F. del
M. 496, 1.
739
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
235 En este sentido, se ha fallado que “establecido el deber del municipio de mantener
las aceras en estado de transitar por ellas o al menos señalizar debidamente los peligros, no
es necesaria prueba alguna de las razones que llevaron al municipio a incurrir en esa falta
de servicio, pues es característico de este tipo de responsabilidad que baste que un acciden-
te se haya producido a consecuencia de no haberse cumplido la función que la ley asigna
al órgano público respectivo, para que la responsabilidad quede configurada” (CS, 7.5.2001,
RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88).
236 Por eso, resulta excesivo el deber de cuidado establecido en CS, 13.9.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 236, publicada también en F. del M. 490, 2041, en que se condenó a la Mu-
nicipalidad de Viña del Mar en circunstancias que un automovilista viró sin respetar el de-
recho preferente de paso, atropellando a un menor y causándole la muerte, porque se estimó
que la municipalidad era responsable de que faltase en ese lugar un semáforo de cuatro
tiempos, que habría podido evitar el accidente; el equilibrio entre el nivel de seguridad po-
sible y el alcanzable es usualmente una tarea política, que corresponde a los órganos públi-
cos que deben distribuir porciones presupuestarias, de modo que es en extremo delicada
la tarea judicial de definir el umbral jurídico en que la ausencia de un dispositivo o medida
de seguridad es fuente de responsabilidad por daños.
237 Corte de Concepción, 15.9.1999, confirmada por CS [cas. fondo], 10.8.2000, RDJ,
740
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
240 Excepcionalmente, las empresas de ferrocarriles responden de los daños que se cau-
sen en accidentes ocurridos en cruces ferroviarios mal señalizados, según dispone a contra-
rio sensu el artículo 107 de la Ley del tránsito.
241 Se ha estimado que existe responsabilidad municipal por falta de señalización y mal
741
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
del riesgo que corren.242 Como en el caso de las vías del tránsito, la respon-
sabilidad está sujeta a los criterios de exigibilidad del servicio, atendidas
las circunstancias (supra Nos 348 b y 349).
La jurisprudencia ha entendido a estos efectos que resulta aplicable la
regla del artículo 174 V de la Ley del tránsito a los accidentes de peatones
en las aceras mal conservadas, pues esa norma debe ser aplicada indistin-
tamente al desplazamiento de vehículos y peatones por vías de uso públi-
co, según resulta del uso general de las palabras, y, además, de las
definiciones extensivas que el artículo 2º de la referida Ley del tránsito
hace de los vocablos ‘tránsito’ y ‘vía’.243
b) Si las obras son emprendidas por el Servicio de Vivienda y Urbanis-
mo, por la Dirección de Vialidad u otro órgano de la Administración del
Estado, la responsabilidad corresponde al Fisco, de conformidad con el
artículo 174 V de la Ley del tránsito y las reglas generales sobre responsa-
bilidad patrimonial de las administraciones públicas (supra § 40).
242 En este sentido: CS, 28.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94, en que se declaró la res-
ponsabilidad municipal por un accidente experimentado por una transeúnte que sufrió le-
siones al pasar sobre un tablón de madera, colocado a raíz del mal estado de la acera para
el paso peatonal, sin señalización, cayendo al suelo sobre su extremidad superior derecha;
CS, 5.3.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 27, publicada también en F. del M. 496, 1, en que se
declara la responsabilidad municipal por la caída mortal de dos señoras a un desagüe mal
señalizado; y CS, 24.11.2003, GJ 281, 80, publicada también en F. del M. 516, 3034, en que
se da por correctamente establecida la responsabilidad por la torcedura seria de un tobillo
sufrido por una transeúnte a consecuencia del mal estado de la vereda, que no estaba seña-
lizada; en el mismo sentido, Corte de Concepción, 15.9.1999, confirmada por CS [cas. fon-
do], 10.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132; CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88; y CS,
7.5.2002 RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104.
243 En CS, 7.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 88, se sostuvo que el antiguo inciso final
(hoy quinto) del artículo 174 de la Ley del tránsito debe ser indistintamente aplicado al
desplazamiento de vehículos y peatones por vías de uso público, según resulta del uso ge-
neral de las palabras y, además, de las definiciones extensivas que el artículo 2º de la Ley
del tránsito hace de los vocablos ‘tránsito’ y ‘vía’.
742
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
blecido la culpa del conductor (esto es, probada esta última, no se admite
la excusa de que la entrega irregular de la licencia no fue causalmente
determinante en el perjuicio sufrido por el demandante).
b) Además del funcionario, puede resultar responsable la municipali-
dad que haya otorgado irregularmente la licencia. Pero en este caso no se
aplica la regla del artículo 174 III, sino las reglas generales de responsabili-
dad municipal por falta de servicio (supra § 40).
743
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
244
Así, también, Viñuela en Baraona 2003 b 135.
744
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
745
§ 52. ACCIDENTES DEL TRÁNSITO
246 En esta sección toda referencia legal debe entenderse hecha a la ley Nº 18.490, que
746
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
249 La ley establece, asimismo, límites para los gastos diarios por concepto de hospitali-
zación y remite a la póliza a efectos de los montos máximos de la indemnización por gastos
de atención médica y quirúrgica (artículo 25 IV y V).
250 La ley Nº 16.426 (DO 4.2.1966) establecía un seguro obligatorio de accidentes de
locomoción colectiva y taxis colectivos. Su último texto fue dado por el artículo 39 de la ley
Nº 18.490, pero luego la norma fue derogada por la ley Nº 18.679 (artículo 13 IV). Actual-
mente, el seguro obligatorio de buses y taxis de locomoción colectiva se rige por la ley
Nº 18.490, que establece un régimen común de seguro obligatorio por accidentes persona-
les causados por circulación de vehículos motorizados; la ley Nº 19.887 (DO 18.8.2003) in-
trodujo importantes modificaciones en la materia, algunas precisamente orientadas a derogar
las normas especiales de cobertura en el caso de accidentes causados por buses de locomo-
ción colectiva.
251 La ley establece conceptos de incapacidades y señala un procedimiento para su es-
747
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
culpa del conductor, bastando la sola demostración del accidente y las conse-
cuencias de muerte o lesiones que aquél haya causado (artículo 6º). Final-
mente, las víctimas y sus beneficiarios tienen una acción directa en contra del
asegurador, no resultándoles oponibles las excepciones que éste pueda ale-
gar contra el tomador del seguro (infra Nº 867).
Si en un accidente participan dos o más vehículos, cada asegurador es
responsable de las indemnizaciones a que tienen derecho las personas res-
pectivamente transportadas en los vehículos asegurados (artículo 12).
e) El seguro obligatorio de accidentes de vehículos motorizados es com-
patible con la acción de responsabilidad civil extracontractual, de acuerdo
con las reglas generales analizadas en esta sección (artículo 15). Atendidos
los montos reducidos de la cobertura obligatoria, no se plantea en el dere-
cho chileno la pregunta de otros sistemas más comprensivos, en orden a si
el seguro es acumulable a la indemnización de perjuicios de fundamento
extracontractual. Con todo, se establece que las sumas pagadas por el ase-
gurador se imputan a los pagos que deban realizar el conductor o el pro-
pietario de conformidad con el régimen general de responsabilidad
(artículo 15 III).
f) Siguiendo las reglas generales del seguro de responsabilidad civil
(infra Nº 868), el asegurador no tiene acción contra el asegurado, salvo
que haya actuado dolosamente, pero sí la posee en contra de los demás
responsables del accidente (artículo 16). Aunque la ley dice que es una
acción para recuperar lo pagado, debe entenderse que se trata de una
subrogación en las acciones que corresponden al asegurado (Código de
Comercio, artículo 553 I).
252 Este apartado tiene por antecedente el comentario a un trabajo de Hernán Corral
sobre productos defectuosos preparado en el marco del Proyecto sobre Modificaciones al
Código Civil y Código de Comercio, patrocinado por diversas facultades de derecho chile-
nas y la Fundación Fernando Fueyo Laneri (2003).
748
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
749
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
750
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
253 Aunque la expresión técnica de culpa difusa es posterior, el criterio ya aparece im-
plícito en la jurisprudencia de principios del siglo pasado; así, CS, 30.11.1923, RDJ, t. XXII,
sec. 1ª, 681, y CS, 11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 91; véanse también, CS, 30.12.1953, RDJ,
t. L, sec. 1ª, 511, y CS, 11.12.1958, RDJ, t. LV, sec. 4ª, 209.
751
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
254 Véanse, por ejemplo, las tempranas sentencias de la Corte Suprema sobre presun-
ción de culpa por el hecho propio: CS, 12.10.1909, RDJ, t. IX, sec. 2ª, 25; CS, 11.1.1924,
RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912; y CS, 10.4.1929, RDJ, t. XXVII, sec. 1ª, 240.
255 Sobre las condiciones de esta excusa, supra Nº 97 para la presunción de culpa por
el hecho propio, y supra Nº 116 para la presunción de culpa por el hecho ajeno.
256 Un análisis comparado de la responsabilidad por productos puede consultarse en
Zweigert/Kötz 1996 676, Von Bar 1996 II 417; una breve reseña comparada con referencias
al derecho chileno, incluida la Ley de consumidores, en López 2002 149.
752
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
753
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
754
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
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§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
zo 1999 144; en Francia, por ley del año 1998 se introdujeron los artículos 1386-1 a 1386-18
al Código Civil de ese país; en Alemania, la materia fue regulada por una ley especial sobre
responsabilidad por productos defectuosos dictada el año 1989; en el Reino Unido, el año
1987 se dictó la UK Consumer Protection Act; y en Italia, la Ley 224/1988, que tempranamen-
te observó la directiva europea de 1985 (al respecto, véase Visintini 1996 II 424).
756
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
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§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
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ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
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§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
273 Así, Restatement/Torts III § 2 b), con referencia al defecto que da lugar a responsa-
760
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
d) Por último, debieran estar sujetos a una regla de culpa probada los
accidentes debidos a errores u omisiones en instrucciones y advertencias. Como
lo ha entendido la jurisprudencia francesa, las obligaciones de informa-
ción se asimilan a las obligaciones contractuales de medios (infra Nº 815).
El grado de información y la forma precisa de la advertencia están sujetos
a una regla de razón, típica de la negligencia, incluso en los sistemas jurí-
dicos que han adoptado un régimen de responsabilidad estricta calificada.
Debe entenderse que también quedan sujetos a las reglas anteriores
los productores y comercializadores de un producto que, en conocimiento
ex post de su peligrosidad, no informan a quienes los hayan adquirido con
anterioridad acerca de la forma de evitar el riesgo asociado u ordenan las
otras medidas preventivas que las circunstancias exijan.
553. Determinación del defecto: ¿a qué se atiende para dar por estableci-
do un defecto? a) La determinación del defecto de elaboración puede
efectuarse desde dos perspectivas. Ante todo, se puede asumir la posición
del consumidor, esto es, las expectativas legítimas de seguridad que tiene
un consumidor medio y razonable.274 Alternativamente, el defecto puede
ser valorado mediante una regla de razón construida para el caso, atendi-
dos los estándares exigibles a la industria respectiva de acuerdo a las cir-
cunstancias.
b) La regla que atiende a las expectativas para definir lo que se habrá
de tener por defecto suele ser muy vaga, especialmente tratándose de de-
fectos de diseño, donde están envueltas complejas cuestiones técnicas y de
costos. El recurso a las expectativas del consumidor adolece de un proble-
ma que precisamente justifica un régimen de presunción de culpa (o de
responsabilidad estricta calificada, donde ha sido introducida), como es la
información asimétrica respecto de aquélla con la que cuenta el fabrican-
te. Así, puede ocurrir que un resguardo de seguridad que el consumidor
ni siquiera pueda sospechar, resulte, sin embargo, exigible para el especia-
lista de acuerdo con una regla de razón.
Por eso, todo indica que las expectativas del consumidor, que tienen
un componente marcadamente sociológico, deben ser confrontadas con
una regla de razonabilidad práctica (que se juzga desde la perspectiva del
fabricante) para que adquieran una forma normativa más precisa, a efec-
tos de tener al producto por defectuoso (y dar lugar, en consecuencia, a
una presunción de culpa).
274 Así, la regla del artículo 1386-4 del Código Civil francés: “Un producto es defectuo-
761
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
275 Directiva 85/374/CCE § 2. Surge la pregunta de si existe alguna razón más profun-
da que los orígenes de la responsabilidad por productos, que estuvo centrada en la indus-
tria, para excluir a los productos agrícolas y animales. Si una fruta ha sido tratada con un
insecticida dañoso o un pollo alimentado con hormonas que producen efectos nocivos en
la salud humana, no parece haber razones para excluirlos de la regla de responsabilidad.
Por lo demás, de no existir legislación especial y bajo el estatuto general de responsabili-
dad, es probable que los casos referidos a estos productos no serían distinguidos de los pro-
vocados por defectos de productos industriales.
276 Ley española sobre responsabilidad por productos defectuosos, artículo 2º; ley ale-
762
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
763
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
287 En Francia, la acción contra el proveedor también se rige por el estatuto de los pro-
ductos defectuosos (Cód. fr., artículo 1386-7 II).
288 Restatement/Torts III § 1.
289 Ídem § 1 comentario e).
290 Directiva 85/374/CCE, artículo 3º. En el mismo sentido, ley española, artículo 4º
(2) y (3); ley alemana, artículo 4º; y ley italiana, artículo 4º. Por el contrario, el derecho
francés ha extendido la responsabilidad hasta el comerciante profesional (esto es, no oca-
sional), pero lo ha dotado de una acción contra el productor que se rige por los mismos
principios de responsabilidad estricta (Cód. fr., artículo 1386-7).
764
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
que se infieren del artículo 2329, no hay duda que ello ocurre respecto
del fabricante o productor que puso el bien en el comercio. A éste corres-
ponde probar que la culpa puede ser atribuida a un proveedor intermedio
o caso fortuito.
A falta de norma legal en contrario, distinto es el caso respecto del
importador, distribuidor o comerciante. A falta de texto legal que les atri-
buya una responsabilidad estricta, habrá que buscar si hay razón suficiente
para estimar que han incurrido en culpa presunta de conformidad con el
artículo 2329. Lo anterior no obsta a que deba mostrar en el juicio de
responsabilidad que actuó diligentemente en la selección del proveedor.
291 Directiva 85/374/CCE, artículo 4º; ley alemana sobre responsabilidad por produc-
tos defectuosos, artículo 1º (4); ley española, artículo 5º; Cód. fr., artículo 1386-9. En el Li-
bro Verde sobre productos defectuosos 3.2, que recoge casi quince años de experiencia de
aplicación de la directiva, se expresa la conveniencia de revisar las modalidades que podría
tener la carga de la prueba, que hasta ahora ha residido en la víctima. Aceptado que el solo
hecho del accidente no puede ser antecedente per se de la responsabilidad del productor
(en la medida que la mera participación de un ‘producto’ en un accidente no es siquiera
indicio de responsabilidad), se sigue que la prueba del defecto es crucial para que el de-
mandante pueda tener éxito en el juicio indemnizatorio. Pero esta prueba puede resultar
desproporcionadamente difícil y onerosa, atendidas las asimetrías de información y de re-
cursos del consumidor respecto del productor. Esta dificultad debe ser sopesada con el prin-
cipio de que la responsabilidad tiene su justificación en el defecto y no en el mero ‘hecho
de la cosa’, de modo que a falta de prueba acerca del vicio la acción no puede prosperar.
292 Libro Verde sobre productos defectuosos 3.2.
765
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
766
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
296 Directiva 85/374/CCE, artículos 10.1 y 11. El criterio se encuentra en el BGB, §§ 195
y 199, con plazos de tres años para el ejercicio de la acción, contados desde que nace la
pretensión y los hechos en que ésta se funda son conocidos o debieron ser conocidos por
el acreedor; y de treinta años, contados desde el hecho que provoca la responsabilidad para
que ésta se extinga sin consideración a otras circunstancias.
297 Ley española sobre responsabilidad por productos defectuosos, artículos 12 y 13;
767
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
298 Directiva 85/374/CCE, artículo 12. En el mismo sentido los derechos nacionales
europeos: ley española, artículo 14; Cód. fr., artículo 1386-15, que establece la reserva de
validez de las convenciones estipuladas entre profesionales y referidas a bienes cuyo uso prin-
cipal por la víctima no sea el uso o consumo privado; ley alemana sobre responsabilidad
por productos defectuosos, artículo 14; ley británica, artículo 7.
299 Restatement/Torts III § 18.
768
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
300 Tapia/Valdivia 2002 31; un análisis muy fértil para el derecho de contratos, que con-
trasta al homo oeconomicus con el contratante real que asume ciertos elementos de la rela-
ción como dados, de acuerdo con los principios de la psicología del comportamiento, en
Eidenmüller 2005 a passim.
301 Epstein 1999 432.
769
§ 53. RESPONSABILIDAD CIVIL POR PRODUCTOS DEFECTUOSOS
770
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
a. Tipos de responsabilidad
302 Los principales ordenamientos especiales en la materia son la Ley general de urba-
1943 435; las diferencias que ve Alessandri en materia de prueba han sido en parte supera-
das por la actual legislación.
771
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
304 Urrejola 2004 50, Corral 1995 76 y Corral 1996 c 69, quien en un trabajo posterior
entiende que debe otorgarse una opción a la víctima (Corral 1999 b 41).
305 La jurisprudencia ha recogido este criterio y resuelto que “cuando no se está en pre-
sencia de la ruina de un edificio, sino de defectos de construcción –que es el caso que nos ocu-
pa–, y que no alcanzan el calificativo de ruinógeno, deben aplicarse de preferencia las normas
de la Ley General de Urbanismo y Construcciones” (Corte de Santiago, 1.9.2004, GJ 291, 129).
306 Corral 1999 b 41; en el mismo sentido, manifestándose por otorgar una opción a la
772
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
773
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
Figueroa 2006 255, Urrejola 2004 8; sin asumir la calificación, en el mismo sentido, Ales-
sandri 1943 436; a favor de calificar como objetiva la responsabilidad del constructor de
conformidad a la Ley de urbanismo y construcciones, Figueroa/Figueroa 2006 265.
308 Alessandri 1943 423.
774
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
309 Sobre el concepto de ruina, el ilustrado estudio de Corral 1995 56; el autor, en opo-
sición a Alessandri 1943 423, hace referencia a lo que en el derecho comparado se ha lla-
mado ruina funcional, para incluir en el concepto graves inadecuaciones de la obra al fin
para la que fue construida; cita en soporte de su tesis una sentencia que califica de ruina
los defectos de construcción que provocan filtraciones desde un edificio al colindante (Corte
de Valparaíso, 25.6.1932, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 8.4.1933 y 11.5.1934, RDJ,
t. XXXI, sec. 1ª, 394); no se podría sino compartir la conveniencia de esta interpretación
extensiva del concepto de ruina, si en el derecho vigente la Ley de urbanismo y construc-
ciones no estableciera una regla de responsabilidad, que cubre las otras hipótesis de daño
provocado por los constructores, estableciendo condiciones de procedencia y de extinción
de la acción distintas a las del Código Civil; por eso, resulta preferible delimitar, siguiendo
a la tradición, el ámbito de aplicación material de las normas del Código Civil y de la Ley
de urbanismo y construcciones, entendiendo el concepto de ruina en un sentido estricto.
Por otro lado, determinar el estatuto aplicable en función de la magnitud del vicio, hacien-
do aplicable las normas del Código Civil a las hipótesis de ruina, y las de la ley especial a los
demás defectos, supondría incurrir en una inconsistencia axiológica, porque los vicios más
graves quedarían sometidos a un estatuto de responsabilidad menos exigente, como es el
del Código Civil, mientras que los vicios menos severos quedarían sometidos a un estatuto
más riguroso, como es la legislación especial sobre urbanismo y construcciones. En un tra-
bajo posterior, el mismo Corral entiende que la víctima puede optar por el estatuto que le
resulte más favorable (Corral 1999 b 41); esta solución es coherente, además, con la remi-
sión que el artículo 18 III de la Ley de urbanismo y construcciones hace a la norma del
artículo 2003 regla 3ª del Código Civil, con lo cual implícitamente acepta que la acción contra
el constructor por ruina del edificio se puede fundar en ambos ordenamientos.
775
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
776
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
dad por todo riesgo, sino simplemente imponer responsabilidad por de-
fectos que sean atribuibles a su propio hecho, de modo que la fuerza ma-
yor debiera ser tenida por excusa suficiente (supra Nº 329).
c) El afectado tiene las acciones de reparación en naturaleza e indem-
nizatorias, de acuerdo con las reglas generales (infra §§ 57 y 59). Si se trata
de defectos de construcción, el afectado puede exigir que le sean repara-
dos por el constructor o por un tercero a su costa, según los principios
aplicables a las obligaciones de hacer (artículo 1553).
310 El Código de Hamurabi establecía que “si un albañil ha edificado una casa para un
777
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
311 Figueroa/Figueroa 2006 255. Es usual que la jurisprudencia recurra a las doctrinas
generales de responsabilidad por negligencia en materia profesional, pero dé lugar a pre-
sunciones de responsabilidad por el hecho ajeno y por el propio, cuando se causan daños a
terceros con ocasión de la ejecución de obras de construcción; véanse, Corte de Santiago,
10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78, publicada también en F. del M. 492, 2480; y Corte de
Santiago, 7.9.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 65, publicada también en GJ 243, 74.
312 Ordenanza de urbanismo y construcciones, artículos 1.2.5 II y 1.2.8 I. La Ordenan-
778
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
779
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
315 En este sentido, P. Rodríguez 1999 236 y C. Pizarro en com. a CS, 12.7.2004, rol Nº 4.450-
2003, Rev. Fueyo 3, 2004, 146, quien muestra la incoherencia de tratar el instituto entre las pre-
sunciones de culpa y de exigir la prueba de la falta de cuidado en Alessandri 1943 425.
316 CS, 1.8.1932, RDJ, t. XXIX, sec. 1ª, 542.
317 Ídem.
318 CS, 26.8.1941, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª, 203.
319 A veces, la interpretación ha sido en extremo restrictiva, como cuando se falló que
fallado que procede acoger la denuncia de obra ruinosa por el mal estado de la terraza de
un edificio de uso exclusivo del denunciado, que ha ocasionado perjuicios a los locales de
los pisos inferiores por escurrimiento de aguas lluvias, ordenándose la realización de obras
destinadas al aseo e impermeabilización dentro de un breve plazo (Corte de Santiago,
16.3.1998, GJ 213, 102); sobre el objeto y alcance general de las acciones preventivas e inte-
rruptivas de daño, infra § 57 b y c.
780
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
781
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
782
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
323
Una síntesis del alcance de la función que se entregaba a las direcciones de obras
municipales puede verse en CS, 19.7.1995, RDJ, t. XCII, sec. 1ª, 53, donde se razonó que
“las normas antes transcritas [de la ley entonces vigente] y las correspondientes a la Orde-
nanza General por cuyo cumplimiento la Dirección de Obras debía velar, establecen obli-
gaciones de ésta tales como el estudio de los antecedentes presentados para obtener el
Permiso de Obra Nueva, el inspeccionar su ejecución en forma que concuerde con los pla-
nos, especificaciones y demás antecedentes aprobados, efectuar inspecciones dejando cons-
tancia de ellas en la Libreta de la Obra, como de las observaciones que le merezca su
ejecución, comprobar las anotaciones de los conformes parciales que estampe el responsa-
ble de la obra y dejar constancia de la inspección final”.
324
El artículo 24 letra a de la Ley de municipalidades dispone que a la unidad encargada
de obras municipales, a cargo de un director de obras municipales, corresponde velar por el
cumplimiento de la Ley de urbanismo y construcciones, el plan regulador comunal y las orde-
nanzas correspondientes, para cuyo efecto goza, entre otras, de la facultad de aprobar los pro-
783
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
yectos de construcción, otorgar los permisos de edificación, fiscalizar la ejecución de las obras
hasta el momento de su recepción, recibir las obras y autorizar su uso, y fiscalizar las obras en
uso, a fin de verificar el cumplimiento de las disposiciones legales y técnicas que las rijan. Las
condiciones de las solicitudes, las facultades específicas del municipio y los requisitos de las au-
torizaciones son regulados en detalle por la Ley y la Ordenanza de urbanismo y construcciones.
784
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
326 En virtud de la ley Nº 20.016 (DO 27.5.2005) se introdujo una significativa modifi-
Lecaros 1998 305, Urrejola 2004 57 y Figueroa/Figueroa 2006 259. En su curso de derecho
civil sobre contratos, A. Alessandri se manifestaba expresamente partidario de esta doctri-
na, y sostenía que “el plazo del Art. 2003, es pues, un plazo de garantía y no un plazo de
prescripción” (Alessandri 1936 182). Sin embargo, después afirma la tesis contraria y con-
cluye que “este plazo no es sólo para que acaezca la ruina, sino también para ejercitar la
acción” (Alessandri 1943 436).
785
§ 54. RESPONSABILIDAD POR DEFECTOS Y RUINA DE EDIFICIOS
786
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
marco legal autónomo que intenta alcanzar niveles de contaminación razonables” (Banfi
2004 20).
787
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
que el derecho privado no sea el medio más eficaz para definir los están-
dares ambientales; en verdad, no hay camino alternativo a la regulación
por la autoridad.
Con una finalidad reguladora, la Administración puede también utili-
zar instrumentos de mercado, incorporando los costos ambientales al pre-
cio de los servicios públicos. Así ocurría ya con los principales daños
ambientales tipificados por los romanos, que se evitaban con sistemas obli-
gatorios de depuración del agua y de tratamiento de aguas servidas, cuyo
costo recaía en los usuarios.331 También un sistema de contratos puede
favorecer una óptima asignación de los permisos de emanación que la
autoridad ha estimado tolerables, hacia quienes pueden hacer un mejor
uso económico de ellas.
c) Como ocurre con todos los bienes que se encuentran en situación
de concurrencia recíproca (la honra y privacidad respecto de la libertad
de expresión, por ejemplo), la protección del medio ambiente supone
una ponderación relativa de los bienes afectados. La pretensión de una socie-
dad no es eliminar toda contaminación ambiental, sino fijar un nivel acep-
table que se acerque a un equilibrio razonable de los bienes en juego. El
mayor cambio que ha ocurrido en poco más de una generación ha sido
precisamente la irrupción del bien del medio ambiente sustentable, sano y
amigable en el juego recíproco de los bienes relevantes en las políticas
públicas. La reducción de la contaminación supone costos sociales, en los
cuales sólo se justifica incurrir en la medida que a ellos vayan asociados
mayores beneficios correlativos para la comunidad.
En general, las políticas públicas en la materia asumen los costos socia-
les de eliminar el daño ambiental más intenso (como el que afecta grave-
mente a la salud o sustentabilidad esencial del patrimonio natural). Por el
contrario, la reducción de los niveles más tenues de contaminación suele
imponer costos sociales mayores, mientras que el beneficio ambiental co-
rrelativo tiende a ser decreciente.332 En estas circunstancias, en que el cos-
to marginal de reducir la contaminación tiende a ser creciente y su beneficio
marginal decreciente, en algún punto la reducción deja de estar social-
mente justificada. A partir de ese preciso umbral, continuar invirtiendo en
reducir la contaminación deviene socialmente ineficiente.
Aunque matemáticamente el punto de equilibrio se produce cuando
el costo marginal iguala al beneficio marginal de las medidas mitigadoras
de efectos ambientales negativos, la dificultad está en la ponderación de
bienes que responden necesariamente a diferentes mecanismos de medi-
331 Kaser I 407 con referencia a que el propietario debía tolerar las inmisiones norma-
les que provienen de los vecinos (olores, humo, agua), pero que gozaba de un interdicto utis
possidetis y de una actio negatoria si la molestia excedía ese umbral.
332 El concepto de costos no está aquí referido sólo a los que se pueden expresar en
dinero, de acuerdo con un patrón de cambio validado por el mercado, sino que es com-
prensivo de cualesquiera costos que afectan a bienes que no pueden ser objetos de contra-
tos (como suele ser la calidad del aire o la sustentabilidad ambiental de largo plazo).
788
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
del Consejo señale que la definición de las medidas preventivas y reparadoras en materia
ambiental corresponden a la autoridad competente, que es la encargada de desempeñar
los cometidos previstos en la directiva (artículo 11.1, en relación con los artículos 5, 6 y 7).
Una explicación de la racionalidad económica de los niveles de contaminación socialmen-
te tolerables en Cooter/Ulen 1997 38; en la literatura chilena, este enfoque es adoptado
por Banfi 2004 passim.
789
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
334 Sobre la lógica de las regulaciones en derecho, en contraste con el derecho priva-
do, Barros 2001 9.
335 Sobre esta discusión Banfi 2001 21.
336 Cane 2000 829.
790
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
337 En general, tanto en Chile como en el derecho comparado el catalizador del desa-
tos industriales (DO 7.9.1916) fue motivada por una grave contaminación de las aguas del
río Cachapoal, a consecuencia de graves derrames ocurridos en la planta de la actual mina
El Teniente; mucho después, esta regulación fue complementada por el DS 351/1992, del
Ministerio de Obras Públicas (DO 23.2.1993), que contuvo su reglamento. Actualmente la
ley Nº 3.133 y su reglamento se encuentran derogados por la ley Nº 19.821 (DO 24.8.2002),
que creó la Superintendencia de Servicios Sanitarios, y que, además, introdujo modifica-
ciones a la ley Nº 18.902 sobre residuos industriales (DO 27.1.1990).
791
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
580. Interdictos del derecho civil como forma de prevenir o poner térmi-
no al daño ambiental. a) El derecho civil ha reconocido desde antiguo
acciones para impedir el daño temido. Históricamente, las acciones pose-
sorias especiales, provenientes de los interdictos del derecho romano, fue-
ron las únicas que cumplieron esa función con el suficiente grado de
urgencia. No es casual que la norma sobre obras que corrompen el aire y lo
hacen conocidamente dañoso esté precisamente entre las normas que tienen
su antecedente en esos interdictos. De hecho, dentro de su limitado alcan-
ce, la acción concedida por el artículo 937 sigue siendo un instrumento
para hacer cesar cierto tipo de daños ambientales que se manifiestan en
obras que corrompen el aire y lo hacen manifiestamente dañino.340
339 A la legislación especial, corre en paralelo un desarrollo bastante caótico de las ins-
recho a hacerlo en el futuro. La escasa doctrina que ha escrito sobre este artículo ha enten-
dido que la razón de esa imprescriptibilidad radica en el interés público comprometido.
Así, tempranamente se sostuvo que “no hai prescripción alguna que pueda autorizar la sub-
sistencia de obras que corrompan el aire i lo hagan conocidamente dañoso, porque la con-
servación de la vida de los asociados es uno de los fines de la sociedad i un deber del Estado.
792
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
No hai, pues, plazo o prescripción alguna que cree un derecho para la subsistencia de obras
que dañen la salud pública, i en todo tiempo habrá acción popular, en conformidad al art.
948, para hacer que tales obras se destruyan o modifiquen” (Chacón 1881 579); y que “si
las aguas, a causa de las obras hechas, tuercen su curso acostumbrado, se estancan y se co-
rrompen, despiden emanaciones pútridas y sirven a la propagación de insectos molestos,
hay un interés público en eliminar la causa de este mal, y por eso no hay prescripción que
pueda autorizar su mantenimiento” (Claro Solar 1935 582).
341 De conformidad con los artículos 571 y siguiente del Código de Procedimiento Ci-
vil, el interdicto permite que la mera inspección personal del tribunal, con la participación
de un perito nombrado por el juez, resulte suficiente para que se dicte de inmediato sen-
tencia en el asunto.
342 Delgado en Martinic/Tapia 2005 924, con fundamento en un excepcional estudio
793
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
sión se debe asumir que la enumeración de los bienes de uso público que
efectúa el artículo 948 no es exhaustiva, de modo que pueda entenderse
comprensiva de recursos naturales y de todo tipo de espacios públicos.344
Por mucho que la tesis se apoye en una espléndida fundamentación
histórico-dogmática de las acciones populares desde el punto de vista inter-
no del Código Civil, estimo que no se aviene sistemáticamente con el orde-
namiento vigente de acciones ambientales; particularmente por la manera
como interactúan en la materia el derecho civil y el administrativo (supra
Nº 578). Como se verá, la Ley del medio ambiente ha sido muy cuidadosa al
definir la titularidad de las acciones de reparación del daño ambiental, esto
es, del daño que no afecta intereses del actor;345 y, desde luego, ha rechaza-
do la idea de una acción popular en la materia (infra Nº 595).
De ello se sigue que introducir una interpretación extensiva de la norma
del artículo 948, que tradicionalmente ha sido entendida como un caso de
aplicación de la denuncia de obra ruinosa,346 resulta contradictoria, en vir-
tud del principio de especialidad, con el ordenamiento legal establecido
precisamente en materia ambiental. La misma idea subyace tras la norma
constitucional que limita la acción de protección por daño al medio am-
biente a las conductas ilegales, de modo que no es suficiente cualquier daño
para que proceda la acción cautelar. Además, debe entenderse que la nor-
ma del artículo 948 asume, como en el caso del artículo 937, que la antijuri-
dicidad del daño es pública y notoria, lo que es consistente con el
procedimiento extraordinariamente abreviado que la rige;347 sin embargo,
las cuestiones de hecho suelen no ser pacíficas en materia ambiental. Final-
mente, conviene tener presente que el reconocimiento de acciones popula-
res es particularmente delicado en materias ambientales, en razón del cruce
de intereses y bienes en juego, de modo que su establecimiento debiera ser
objeto de una decisión política del legislador (infra Nº 596).348
proceden si el legislador expresamente las concede para materias específicas; asimismo, tiene
presente los riesgos que ellas envuelven, como son el ejercicio inescrupuloso en colusión
con el propio recurrido, o su empleo con fines de extorsión a fin de presionar a negocia-
ciones con las empresas recurridas. A favor de una acción colectiva más amplia, en analo-
gía a las concedidas por la Ley de consumidores, Montenegro 2004 310.
794
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
795
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
351 Sobre la materia, véanse las siguientes sentencias: i) Malos Olores: Corte de Santiago,
31.1.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 5ª, 25; CS, 4.3.1987, F. del M. 340, 3; CS, 17.12.1991, F. del M.
397, 732; CS, 11.10.1995, GJ 184, 61; CS, 8.10.1997, GJ 208, 17; CS, 30.3.1998, GJ 213, 50; Cor-
te de Rancagua, 1.10.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 399; ii) Ruidos molestos: Corte de Santiago,
13.7.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 5ª, 124, también publicada en GJ 109, 38; CS, 6.9.1990, F. del
M. 382, 471; CS, 26.3.1991, F. del M. 389, 65; CS, 4.6.1992, F. del M. 403, 311; CS, 1.4.1993, F.
del M. 413, 135; CS, 28.9.1993, F. del M. 418, 746, también publicada en GJ 159, 52; CS, 5.4.1994,
F. del M. 425, 163, también publicada en GJ 166, 35; CS, 20.4.1994, F. del M. 425, 138; CS,
21.7.1994, GJ 169, 52; CS, 19.10.1994, F. del M. 431, 707; Corte de Santiago, 2.5.1996, GJ 191,
98; CS, 19.1.1998, GJ 211, 48; CS, 19.1.1999, GJ 223, 80; CS, 15.12.1999, GJ 234, 21; Corte de
Puerto Montt, 7.6.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 158; CS, 8.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 171;
Corte de Rancagua, 8.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 293; Corte de Talca, 30.9.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 5ª, 404; CS, 10.9.2004, GJ 290, 35; CS, 10.7.2006, GJ 313, 62; iii) Humos, gases, vapores y
polvos: CS, 4.3.1987, F. del M. 340, 3; CS, 26.3.1991, F. del M. 389, 65; Corte de Copiapó,
22.6.1992, RDJ, t. LXXXIX, sec. 5ª, 354; CS, 11.10.1995, GJ 184, 68; Corte de Antofagasta,
4.3.1998, RDJ, t. XCV, sec. 5ª, 130; Corte de Concepción, 21.9.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 250;
CS, 10.9.2004, GJ 290, 35; iv) Vaciado de líquidos y desechos: Corte de Temuco, 15.9.1992,
RDJ, t. LXXXIX, sec. 5ª, 391; CS, 15.4.1998, GJ 214, 36; y CS, 28.7.1998, GJ 217, 35.
352 Es interesante comparar la acción de protección con las acciones judiciales preventivas
796
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
353 Así fundamentó el tribunal supremo holandés (Hoge Raad) el otorgamiento de una
medida precautoria presentada por una asociación privada en protección de daños ambien-
tales (27.6.1986, citado por Van Gerven 1998 333); sobre la función de acción popular de
la acción de protección, Montenegro 2004 304.
354 CS, 19.12.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 5ª, 261, también publicada en GJ 66 21, y F. del
M. 325, 826; de igual modo, ordenando la paralización de una empresa extractora de ári-
dos, CS, 10.9.2004, GJ 290, 35.
355 Corte de Santiago, 13.7.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 5ª, 124, también publicada en
797
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
d. Acción indemnizatoria
1. Principio
359 Todo indica que progresivamente la cautela del medio ambiente mediante acciones
798
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
360 A este respecto el derecho chileno es coincidente con la Directiva 2004/35/CE, que
no concede acción indemnizatoria a los particulares por daño ambiental, sin perjuicio de
lo que establezcan los derechos nacionales (artículo 3 Nº 3).
361 Ese principio fue establecido conscientemente por el legislador de la Ley del medio
que propugnan un estatuto de responsabilidad estricta, parece ser Bergkamp 2001 86; por
una responsabilidad estricta limitada a ciertas fuentes de especial peligrosidad, en el senti-
do luego adoptado por la Directiva 2004/35/CE, Hager 2002 904.
364 Una referencia a la legislación y a los convenios internacionales que establecen re-
799
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
800
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
367 De esta forma, los jueces al adjudicar responsabilidad civil contribuyen a la determi-
801
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
368 Sobre la doctrina del fin de la norma en materia de responsabilidad civil, supra Nº 53
y § 29.
369 Hager 2002 904; Directiva 2004/35/CE, artículo 4.1. Sobre la concurrencia de cul-
pa y fuerza mayor, supra Nº 270; sobre la excusa de fuerza mayor en casos de responsabili-
dad estricta, supra Nº 329.
370 Así se expresa también en el Libro Verde sobre reparación del daño ecológico,
802
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
803
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
375 A inicios del siglo pasado, en 1906, la Revista de Derecho y Jurisprudencia (t. III)
publicó un artículo, aparecido el mismo año en una revista francesa de derecho civil, en
que se sostenía la doctrina que la responsabilidad por vecindad tenía su origen precisamente
en imponer a los vecinos cargas intolerables (Appert 1906 117). En Chile la idea fue luego
desarrollada por Alessandri 1943 273.
804
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
del derecho es dar forma y desarrollar en sus nuevas fronteras un viejo prin-
cipio, carente de fundamento en un texto legal expreso, pero que, sin em-
bargo, constituye ‘una costumbre sabia autoproclamada’: que nadie puede
causar a otro una turbación anormal en sus relaciones de vecindad.376 La
determinación de si un daño es significativo obliga a distinguir entre lo que
es una molestia que debe ser soportada como condición general de la vida
en común y lo que es propiamente un daño indemnizable.377
No en vano el derecho del medio ambiente tiene su origen histórico
precisamente en el ámbito de la vecindad, como lo muestra el lugar siste-
mático entre las acciones posesorias especiales de la norma sobre emana-
ciones del artículo 937 del Código Civil.378 Así, para resolver las preguntas
que plantea la responsabilidad por daño ambiental es necesario recurrir a
criterios de discriminación entre turbaciones significativas y aquellas que
no lo son; esa tarea supone un sopesamiento de bienes a la luz de lo que
tenemos por exigible en nuestras relaciones de vecindad.
Con todo, subsiste una importante diferencia con el derecho de vecin-
dad: en este ámbito, la esencialidad del daño es condición suficiente para
la acción, porque no se trata estrictamente de una acción de responsabili-
dad, sino de una acción propietaria, relacionada con los límites internos al
ejercicio del dominio. En materia ambiental, por el contrario, la ley da
lugar a una acción de responsabilidad, de modo que siempre será posible
alegar que el daño se produjo por una causa o por un acontecimiento que
no puede ser atribuido a negligencia del demandado.379
376 Carbonnier 1992 301; sobre los orígenes romanos de esta regla, supra Nº 577 b.
377 En Corte de Puerto Montt, 2.4.2004, rol Nº 11.652-2003, en un caso en que con mo-
tivo de la ejecución de un proyecto empresarial se descubrió y alteró un sitio arqueológico,
se falló que constituía un daño significativo la alteración de elementos irreemplazables con
valor intrínseco para el estudio, análisis y comprensión de los elementos socioculturales de
asentamientos humanos de carácter arcaico; también se ha considerado significativo el daño
consistente en la tala no autorizada de bosque nativo con infracción al respectivo plan de
manejo (Corte de Temuco, 7.8.2003, rol Nº 1405-2000); y el emplazamiento de una antena
de telecomunicaciones cuyo estilo y envergadura nada tiene que ver con el entorno de una
zona histórica o típica (CS, 30.12.2003, F. del M. 517, 3400).
378 Algo semejante ocurrió en el common law, donde el derecho ambiental encuentra su
de cuidado. Así, en el caso de una acción por daño ambiental que tuvo por antecedente el des-
peje de una franja de terreno para construir un camino, causando daños a un rodal de robles,
se falló que “la pérdida de los árboles, en especial robles, ocasionada tanto con la construcción
del camino como por la acumulación de desmonte en la quebrada, constituye una falta de dili-
gencia y cuidado por parte del demandado, que lo obliga a reparar el medio ambiente daña-
do” (16º Juzg. Civ. de Santiago, 6.5.2002, rol Nº 65-1999); en la sentencia resulta evidente que
de la existencia de un daño ambiental significativo se infirió la culpa del demandado.
805
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
806
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
cipaciones de mercado para atribuir responsabilidad a las empresas candidatas a ser cau-
santes del daño (Sindell v. Abbott Laboratories, 26 Cal. 3d 588, 163 Cal. Rptr. 132, 607 P. 2d
924, 1980); también se suele recurrir a los criterios de probabilidad estadística empleados
en caso de emanaciones dañinas (supra Nº 246). Los resultados, con todo, no parecen ser
auspiciosos: se ha aumentado exponencialmente el riesgo de enfrentar acciones ambienta-
les respecto de personas remotamente vinculadas al daño (incluso bancos y entes financie-
ros) y se han aumentado los costos de transacción de modo exorbitante. Un comentario
crítico acerca de la Comprehensive Environmental Response, Compensation and Liability Act nor-
teamericana en el anexo II del Libro Verde, que fue el primer documento preparatorio para
la directiva europea de 2004. En definitiva, la Directiva 2004/35/CE resulta aplicable en
caso de daños causados por una contaminación de carácter difuso sólo “cuando sea posible
establecer un vínculo causal entre los daños y las actividades de operadores concretos” (ar-
tículo 4 Nº 5).
807
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
5. Extinción de la acción
instalación es apropiada en atención a las circunstancias del caso particular para producir
el daño, entonces se presume que el daño ha sido causado por esa instalación. La disposi-
ción de una instalación para producir el daño se valora de acuerdo con el funcionamiento
del establecimiento, los dispositivos utilizados, la clase y concentración de las materias em-
pleadas y emanadas, las circunstancias meteorológicas, atendido el tiempo y lugar de pro-
ducción del daño, y los aspectos generales del daño, así como en consideración de todas
las otras circunstancias que resulten relevantes en favor y en contra de dar por establecida
la causalidad” (artículo 6.1). La presunción no opera si se muestra que la instalación fun-
ciona de acuerdo con las reglas especiales de funcionamiento que le han sido impuestas en
las autorizaciones administrativas respectivas (artículo 6.2).
385 Con fundamento en el artículo 52 de la Ley del medio ambiente, y entendiendo
808
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
plazo que fije un límite dentro del cual definitivamente se extinga la acción (Valenzuela
1998 71). En el derecho chileno, salvo una modificación legal que establezca un término
especial, este plazo no podría ser sino el de prescripción extraordinaria de diez años. Con
todo, el largo espacio de tiempo que demora el daño ambiental en manifestarse y su grave-
dad llevan a pensar que se trata de una interpretación demasiado favorable al contamina-
dor (Valenzuela 1998 66).
387 La jurisprudencia es constante en exigir culpa o dolo en la acción de reparación
809
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
388 Así ocurre típicamente en el derecho francés, en razón del principio jurispruden-
cial de responsabilidad estricta por el hecho de las cosas (Viney/Jourdain 1998 608, Zwei-
gert/Kötz 1996 665); sin embargo, los daños ambientales que afectan a personas
determinadas son tratados en el derecho francés como turbaciones de vecindad, que están
típicamente caracterizadas por el principio de que deben ser tolerados los problemas que
normalmente se siguen de la convivencia (supra Nº 447 c).
389 La Directiva 2004/35/CE del Parlamento Europeo y del Consejo establece que “la
mente 86.
810
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
391 Conviene hacer presente que por regla general en el derecho comparado no se con-
cede a las organizaciones ciudadanas una acción reparatoria, sino más bien una acción cau-
telar para evitar la producción del daño, como ocurre en Chile con la acción de protección
(supra Nº 582).
392 En diversas jurisdicciones se puede hacer valer un interés general por el defensor
811
§ 55. RESPONSABILIDAD POR DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE
plearse para reparar el daño ambiental, pero se dejó expresa constancia de que la reparación
procedía ‘en la medida de lo posible’ (Diario de Sesiones del Senado, Sesión 14, 3.8.1993, 2283).
En general, la forma de reparación es variable en función de las características del daño, lo que
deviene en la imposición de obligaciones cuya complejidad es también variable. En un caso de
emplazamiento de una antena de telecomunicaciones en una zona típica del centro histórico
de La Serena, se condenó a la parte demandada a restaurar y reparar materialmente el medio
ambiente afectado, mediante el retiro de la antena y a un estudio del daño e impacto causado,
todo dentro de un plazo de 10 días (CS, 30.12.2003, F. del M. 517 3400); en sentido análogo,
Corte de La Serena, 21.1.2003, rol Nº 26.922-2002; en otro caso, se condenó a los demandados
a reparar el daño ambiental causado, mediante la reconstrucción de una edificación emplaza-
da en un barrio histórico, previamente declarado zona típica (CS, 30.8.2006, rol Nº 1.911-2004).
396 La Directiva 2004/35/CE establece en un anexo las medidas reparadoras respecto
812
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
a. Delimitaciones 399
397 Las municipalidades y el Consejo de Defensa del Estado asumen una función caute-
lar del medio ambiente mediante el ejercicio de esta acción; es particularmente significati-
va la proporción de juicios que terminan con una transacción, cuyo contenido dista poco
de una regulación específica. En este sentido, véanse las transacciones acompañadas y apro-
badas en: 1er Juzg. Civ. de Viña del Mar, rol Nº 1.705-2002; 1 er Juzg. Civ. de Santiago, rol
Nº 3.516-2000; 2º Juzg. Civ. de Puerto Montt, rol Nº 2.674-2000; 2º Juzg. de La Serena, rol
Nº 1.253-2000; y 3er Juzg. de San Bernardo, rol Nº 5.790-1999.
398 Libro Verde sobre daño ecológico 2.1.11.
399 En la materia de esta sección quisiera hacer referencia a la memoria de prueba de
813
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
400 Las designaciones de artículos de una ley se entienden efectuadas en este apartado
a la Ley de sociedades anónimas, a menos que del contexto aparezca algo diferente; asimis-
mo, las referencias a la ley, sin otra calificación, deben entenderse hechas a ese ordenamiento
legal. Las referencias a la Superintendencia se entienden hechas a la Superintendencia de
Valores y Seguros; y las que se hacen al Superintendente, a quien la dirige.
814
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
815
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
402 Lyon 2003 145, 159; Von Bar 1996 I 182, con referencias a la generalizada acepta-
816
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
817
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
1. Responsabilidad externa
404 La distinción entre responsabilidad interna y externa ha sido tomada del derecho
818
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
406 Por una responsabilidad para con terceros de conformidad con las reglas generales
de la responsabilidad civil, esto es, sin entrar a calificar si quienes actúan por la persona jurí-
dica tienen un deber de cuidado con los terceros, Lyon 2003 158; con reservas Vidal en Va-
ras/Turner 2005 735. La tendencia a aceptar la responsabilidad extracontractual personal de
los administradores por los daños que sean imputables a sus ilícitos personales en el gobier-
no o administración de sociedades parece ser característica de la tradición del derecho civil
(así, Parra en Reglero 2002 a 1277, para el derecho español; Thümmel 2003 155, para el de-
recho alemán; Van Empel en Pinto/Visentini 1998 156, para el derecho holandés).
407 Parra en Reglero 2002 a 1277.
819
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
que los directores o gerentes puedan hacer que la sociedad soporte las
consecuencias indemnizatorias de sus propios actos ilegales que han cau-
sado perjuicio a terceros, hay razones para afirmar que el administrador
puede pretender restitución, argumentando haber actuado ilegalmente,
pero en el mejor interés de la sociedad (supra Nº 131). Con todo, parecie-
ra que el seguro, más que una acción restitutoria, es el mejor camino para
delimitar los riesgos de gestión.408
d) Hay al menos dos grupos de situaciones en que la responsabilidad
personal de directores y gerentes frente a terceros es inequívocamente
reconocida. Por una parte, si la acción persigue hacer valer su responsabi-
lidad por infracciones a las leyes de sociedades anónimas y de valores, que
otorgan indistintamente acción contra la sociedad y los administradores
por los perjuicios sufridos no sólo por accionistas, sino también por cual-
quier otra persona, a consecuencia de los ilícitos infraccionales que les son
atribuibles (Ley de sociedades anónimas, artículo 133 II; Ley de valores,
artículo 55 II); a pesar de las remisiones legales genéricas, estos ilícitos
infraccionales deben ser juzgados en atención al fin de la norma, según lo
expresado precedentemente y de conformidad con los principios genera-
les. Por otra parte, también son responsables los administradores que ha-
yan incurrido en ilícitos que afecten los intereses de los acreedores en la
quiebra de la sociedad (Ley de quiebras, artículo 132; Ley de sociedades
anónimas, artículos 45 Nº 3, 78, 79, 101 I, 102). Estas dos situaciones serán
analizadas en los párrafos siguientes.
408 El instrumento técnico para evitar que los directores y gerentes soporten el riesgo
la censura; multas de hasta 15.000 unidades de fomento (que en caso de reincidencia pue-
den llegar hasta tres veces ese monto) o de hasta el 30% del valor de la operación ilícita; y,
la revocación de la autorización de existencia de la sociedad, cuando proceda, como es el
caso, por ejemplo, de las compañías de seguros (Ley SVS, artículos 27, 28 y 29).
820
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
821
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
incentivo para que terceros hagan valer una acción contra otros candida-
tos a ser responsables. Antes han sido sucintamente analizadas las restricti-
vas condiciones para accionar en contra de los controladores de la sociedad
insolvente, alegando la doctrina del levantamiento del velo societario (su-
pra Nº 134). Pero también son candidatos a ser responsables los directores
y gerentes de la sociedad.
b) La insolvencia de la sociedad no es per se siquiera un indicio de la
comisión de ilícitos. Los acreedores contractuales tuvieron la posibilidad
de exigir garantías para evitar el riesgo de que sus créditos quedaran impa-
gos. A su vez, aunque los acreedores por ilícitos civiles no estuvieron en
situación de negociar garantías, carecen usualmente de acción contra los
administradores (supra Nº 601), a menos que la insolvencia sea atribuible
a ilícitos.
En consecuencia, los administradores de sociedades no son responsa-
bles de las obligaciones de la sociedad para con terceros (salvo el caso, hoy
excepcional, de la sociedad colectiva simple). Sin embargo, la insolvencia
puede ser consecuencia de actos u omisiones ilícitas de los administrado-
res. En este caso, no es el mal juicio en los negocios lo que constituye la
ilicitud, sino la actuación ilícita que daña el interés de los acreedores como
titulares del derecho de prenda general. Por eso, en la generalidad de los
sistemas jurídicos el derecho civil somete a los directores y gerentes a de-
beres de cuidado en protección de los acreedores.411
c) Determinar deberes de cuidado específicos en la materia, sobre la
base de la cláusula general del artículo 2314 es una tarea en extremo deli-
cada. Todo parece indicar que en ausencia de una infracción a la legisla-
ción sobre quiebras, el director no debiera verse afecto a responsabilidad
si ha actuado en la honesta creencia de que aún hay luz al final del tú-
nel.412 Pero también es posible asumir una regla más estricta, que establez-
ca la responsabilidad de los directores si, atendidas las circunstancias,
debieron concluir que no había expectativas razonables de evitar la quie-
bra y no adoptaron las medidas que podrían haber evitado un daño margi-
nal a los acreedores.413 Sin embargo, una regla tan exigente e imprecisa
puede resultar excesiva: ante todo, porque los propios acreedores tienen
la posibilidad de incluir en sus contratos deberes precisos acerca de la
conducta de los administradores (como usualmente ocurre en contratos
de crédito); además, porque los directores no suelen ser los mejores can-
didatos a soportar el riesgo de insolvencia; y finalmente porque, a falta de
ilícitos precisos, no resulta justo que quienes han actuado de buena fe
queden sujetos a una regla que deja entregada la responsabilidad a conje-
de 1985 (§ 241.2).
822
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
823
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
415 El artículo 102 de la Ley de sociedades anónimas hace referencia al antiguo artícu-
lo 203 de la Ley de quiebras, que hoy regula una materia que resulta impertinente.
824
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
2. Responsabilidad interna
416 Una referencia doctrinaria en Lyon 2003 151; la materia es discutible, porque el
acuerdo de la junta de accionistas puede ser tenido por un acto que está condicionado a la
aceptación (Carey 1992 100); parece primar, sin embargo, el acto corporativo de designa-
ción, que no presenta la forma de una oferta contractual, a pesar de que la asunción del
cargo suponga aceptación; en igual sentido Vidal en Varas/Turner 2005 740).
825
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
826
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
419 Para efectos prácticos, nada debiera impedir que el juez efectúe la calificación con
independencia de lo pedido por las partes, porque ella es irrelevante para la discusión jurí-
dica y para la prueba en casos de responsabilidad de directores y gerentes, de modo que
rigen plenamente los supuestos de aplicación del principio iura novit curia (infra Nº 848).
420 Principles of Corporate Governance, OECD, 1999, § V A.
827
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
421 Corte de Santiago, 8.7.2004, rol Nº 7.534-2002, considerando 33, confirmada por
CS [cas. forma y fondo], 7.7.2005, rol Nº 4.261-2004, conocido como caso Chispas.
828
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
607. Estándar general de cuidado: culpa leve. La ley dispone que “los di-
rectores deberán emplear en el ejercicio de sus funciones el cuidado y
diligencia que los hombres emplean ordinariamente en sus propios nego-
cios” (artículo 41 I). De esta norma se sigue que el estándar de cuidado es
el de la persona diligente que se encuentra en la posición de dirigir, desde
un directorio, negocios en los que tiene comprometido un interés perso-
nal. De la definición se colige que los directores responden por culpa leve.
Según las reglas generales de la responsabilidad civil, el estándar es objeti-
vo, esto es, atiende a las calificaciones intelectuales y profesionales que se
pueden esperar en abstracto de quien tiene la tarea de participar en la
dirección superior de una sociedad anónima (supra Nos 44 y 47).
El estándar de cuidado nada indica acerca de los deberes concretos
que supone el ejercicio del cargo de manera diligente y en el mejor inte-
rés de la sociedad (supra Nº 46 d). Por eso, en los párrafos siguientes se
intentará precisar esos deberes de cuidado en el ejercicio de la función de
dirección de los negocios sociales, con referencias al derecho comparado,
especialmente anglosajón (donde se ha desarrollado la más completa doc-
trina del buen gobierno societario y que fue la más importante fuente
material de la legislación chilena y comparada).
829
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
423 Clark 1986 108, Klein/Coffee 2002 128, aludiendo a una tendencia legal dominan-
te en Estados Unidos, recogida por la Model Business Corporation Act de 1984, § 8.04 a.
424 Un análisis de la función del directorio como órgano de dirección superior de la
830
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
426 Easterbrook/Fischel 1991 90 y 93, con insistencia en que los controles jurídicos son
las leyes estatales, incluyendo Delaware, donde están registradas buena parte de las compa-
ñías abiertas, autoricen que los estatutos excluyan la responsabilidad de los directores por
faltas de cuidado en su gestión y, de hecho, ésa es una práctica muy generalizada (Hertig/
Kanda en Kraakman et al. 2004 89); el principio de que los directores sólo responden por
831
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
actuaciones de mala fe, si los estatutos excluyen la responsabilidad por cualquier tipo de
culpa (incluida negligencia grave) ha sido reafirmado en el importante caso contra The Walt
Disney Company y miembros de su directorio, con ocasión de las compensaciones económi-
cas exorbitantes acordadas al contratar a un nuevo Presidente de la compañía (Corte Su-
prema de Delaware, 25.1.2006, rol Nº 411-2005).
1283). Lo anterior lleva a juzgar la razonabilidad de la decisión a la luz de los deberes fidu-
ciarios que los directores tienen con la compañía.
832
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
833
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
434 La Ley general de bancos establece una sanción precisa a este respecto: cesa en su
cargo el miembro del directorio que sin permiso de éste, dejare de concurrir a sesiones
durante un lapso de tres meses (artículo 49 Nº 9).
435 En esencia, ése es el listado de materias que los jueces norteamericanos consideran
para determinar si los directores han cumplido con su deber de cuidada dirección (Clark
1986 125, especialmente nota 9).
436 El Cadbury Report, antes citado, va más allá y recomienda específicamente que los
directores deben tener la autoridad para encargar por cuenta de la sociedad informes lega-
les o económicos externos sobre las materias que deben decidir (§ 4.18). Sin embargo, este
derecho no constituye estrictamente un deber, porque pertenece al ámbito de discreción
en la apreciación de negocios que el propio director evalúe cuál es la información requeri-
da para adoptar una decisión razonada (Easterbrook/Fischel 1991 107).
437 Klein/Coffee 2002 154; la completa falta de racionalidad económica de un contra-
834
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
438 La revisión en detalle de las sentencias de segunda instancia y de casación del caso Chis-
pas muestra que el principal ilícito atribuido a quienes detentaban simultáneamente la calidad
de accionistas preferentes y de directores y ejecutivos de Enersis fue el haber dispuesto como
propio del control que detentaban sobre la operación de la compañía en su calidad de directo-
res, sometiendo en un contrato esa actuación en directorio a la decisión de un tercero (Corte
de Santiago, 8.7.2004, rol Nº 7.534-2002; CS, 7.5.2005, rol Nº 4.261-2004, considerando 241).
Un importante caso europeo sirve para ilustrar este aspecto. Con ocasión de una oferta de com-
pra de acciones que permitiría a Vodafone Airtouch plc la adquisición del control de la empresa
alemana Mannesmann AG, miembros del directorio (Vorstand) de esta última intentaron neu-
tralizar el cambio de control, que los hacía perder sus posiciones, a pesar de que la mayoría de
los accionistas estaban dispuestos a aceptar la oferta. Luego, los miembros del directorio de-
mandados acordaron indemnizaciones por varios millones de euros en su favor (con el acuer-
do de la adquirente), como recompensa por el aumento de valor que habían generado en la
compañía. El acuerdo facilitó ostensiblemente que Vodafone pudiera tomar control de Man-
nesmann. El Tribunal Supremo alemán estimó que los directores habían incurrido en el delito
de apropiación indebida, porque el acuerdo no fue adoptado en interés alguno de la compa-
ñía, en la medida que no tenía por objeto otorgar estímulos al rendimiento futuro de los nego-
cios y carecía de otra justificación legítima, de modo que sólo podía ser calificada como un acto
doloso, contrario a la lealtad que los directores deben a la sociedad. En los fundamentos del
fallo se declara que no es legítimo que los directores reclamen compensación para facilitar la
toma de control por parte de un tercero, porque ésa no es una decisión que pueda ser tomada
en el mejor interés de la compañía (BGH, 21.12.2005, 3 StR 470/04).
439 Es el caso del artículo 26 II b del DL 211/1973 sobre libre competencia.
440 Como ocurre con las compañías de seguros según dispone el artículo 41 I Nº 5 del
DFL 251/1931.
835
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
1. Planteamiento
441 La ley les hace también aplicables los artículos 35, 36, 37, que no son relevantes a
efectos de responsabilidad.
836
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
837
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
tos de interés que puede haber entre la administradora y el fondo (DL 3.500/1980, Título
XIV).
838
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
450 Hertig/Kanda en Kraakman et al. 2004 116, como conclusión general del derecho
obras de caridad; aunque se estime que son un aporte al bien público que no está en coli-
sión con el interés de la compañía, superados ciertos límites se plantean preguntas acerca
de si son consistentes con el mejor interés de todos los accionistas; un detenido análisis en
Clark 1986 675.
839
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
840
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
454 Aunque el artículo 50 hace indiferentemente aplicables a los gerentes las restricciones
de procedimiento y de fondo del artículo 44, debería entenderse, atendiendo al fin de la nor-
ma, que ello resulta aplicable respecto del gerente general, pero que respecto de los demás ge-
rentes sólo lo es en la medida que hayan tenido alguna participación en la negociación.
455 Alessandri 1931 29; en el mismo sentido Stitchkin 1950 395, con relación al mandato.
456 Es la doctrina de Alessandri 1931.
457 Así, Alessandri 1931 62, 105, con referencias a las normas del Reglamento de socie-
dades anónimas Nº 3.030 de 23.12.1920 y del DFL 251/1931, respectivamente; ya esta últi-
ma norma exigía como requisito de admisibilidad de la operación que el director divulgara
su interés y que fuera aprobada por el directorio con la abstención del interesado. El mejor
desarrollo de las analogías entre los deberes fiduciarios conexos a la autocontratación y la
actuación de directores en conflicto de interés, en Pardow 2006 (con referencia a que si la
relación es fiduciaria no solo se exige simple honestidad, sino que ésta debe ser evaluada
de manera más estricta e inflexible).
841
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
458 Sobre las razones que explica el surgimiento de la regla ‘sí (…) pero’ en materia
de contratos en conflicto de interés, Clark 1986 148 y 160, Klein/Coffee 2002 165.
459 Hertig/Kanda en Kraakman et al. 2004 102, concluyen en un estudio comparado
que sólo los préstamos de la compañía a los directores son prohibidos en algunas jurisdic-
ciones, estableciéndose respecto de las demás requisitos de admisibilidad; en el derecho
chileno en la materia, los préstamos a los directores están sometidos a los requisitos gene-
rales de las operaciones en que el director tiene interés (artículo 42 Nº 5).
460 La ley entiende que una persona no actúa como representante de otra en el caso
de directores de sociedades filiales designadas por la matriz (sin perjuicio de que el contra-
to deba ser equitativo, en los términos del artículo 89), ni los que representen al Estado, a
los organismos de administración autónoma, empresas fiscales, semifiscales o de adminis-
tración autónoma, que, conforme a la ley, deban tener representantes en la administración
de la sociedad o ser accionistas mayoritarios de ésta. La segunda parte de esta norma ha
perdido relevancia en la medida que se han derogado los estatutos legales que le daban
sentido. La primera parte debe ser interpretada con cuidado, porque es evidente que pue-
de existir un conflicto de interés entre el controlador (matriz) y la sociedad controlada (fi-
lial), que debe ser resuelto de conformidad con las reglas de los artículos 44 y 89.
842
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
designadas en ii) sea director o dueño directo o indirecto de 10% o más del
capital; y vi) las personas de las cuales actúe como representante.
Esta regla se limita a establecer casos en que se presume de derecho el
conflicto de interés, de modo que no puede ser tenida por una enumera-
ción exhaustiva, excluyente de otras hipótesis de aplicación del principio;
sólo que en los casos no previstos por la ley deben ser probadas por el
demandante las circunstancias de hecho que dan lugar al interés personal
del director o gerente, a consecuencias de su relación con el tercero que
contrata con la sociedad.461
461 Los números 6 y 7 del artículo 42, que establecen dos situaciones muy importantes
843
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
exigía aprobación por las tres cuartas partes de los directores en acuerdo adoptado sin pre-
sencia de los directores o gerentes implicados; DFL 251/1931, que estableció que la delibe-
ración sobre la operación debía efectuarse con prescindencia del director implicado y que
el acuerdo aprobatorio debía comunicarse a la junta de accionistas.
464 En Oficio Nº 4.099/1990 la Superintendencia señaló que la facultad que la norma
del artículo 44 confiere a una sociedad anónima de celebrar actos y contratos en los que
uno o más de sus directores tengan interés por sí o como representantes de otra persona
puede ejercerse “sólo cuando las respectivas operaciones, además de ajustarse a condicio-
nes de equidad similares a las que habitualmente prevalecen en el mercado, sean conoci-
das y aprobadas por el directorio de la sociedad en forma previa a la celebración de los
correspondientes actos y contratos”.
465 La competencia del comité de directores se extiende a la supervisión de otro factor
de conflicto de intereses, como pueden llegar a serlo los sistemas de remuneraciones y pla-
nes de compensación de gerentes y ejecutivos principales.
844
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
466 Hertig/Kanda en Kraakman et al. 2004 115, con referencias al derecho norteameri-
cano, japonés y europeo, que parecen coincidir en este respecto; en el derecho norteame-
ricano, la Model Business Corporation Act de 1950 establece que las operaciones no son
impugnables si han sido autorizadas o son equitativas; sin embargo, la mayoría de los tribu-
nales sólo aceptan, como efecto de la autorización del directorio, la inversión del peso de
la prueba acerca de esa equitatividad (en el sentido de que el demandante debe probar
que no es equitativa); la prueba es en extremo exigente si en la aprobación han participa-
do directores independientes (Klein/Coffee 2002 166).
467 Clark 1986 148.
468 Se ha fallado que lo contrario ocurre con la responsabilidad infraccional adminis-
trativa (supra Nº 141); en el caso Chispas se entendió que la resciliación del contrato im-
pugnado no producía el efecto de extinguir la acción de la Superintendencia, que se fundaba
en sus facultades fiscalizadoras (CS, 7.7.2005, rol Nº 4.161-2004, considerando 216).
469 Clark 1986 169.
845
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
846
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
623. Validez de los actos en conflicto de interés realizados sin cumplir con
los requisitos de admisibilidad. Los conflictos de interés en los acuerdos
de directorio de sociedades anónimas plantearon inicialmente preguntas
relativas a la eficacia de los contratos respectivos.471 La ley ha resuelto ex-
presamente la materia al disponer que la infracción a las disposiciones del
artículo 44 no afectará la validez del acto (debe entenderse que tampoco
su oponibilidad), sin perjuicio de las sanciones penales y administrativas y
de la acción de responsabilidad civil que corresponda a la sociedad, a los
accionistas o a terceros interesados. La norma debe entenderse en el senti-
do preciso de su formulación: la sola infracción a los requisitos formales
de admisibilidad no es constitutiva de una causal de nulidad, pero nada
impide entablarla si se alega dolo o error, de conformidad con las reglas
generales del derecho de contratos.
471 Alessandri 1931 63 concluye que los contratos celebrados en conflicto de interés acor-
dados sin la aprobación del directorio son nulos relativamente, por faltar la formalidad habi-
litante de autorización del directorio. En el derecho norteamericano se les tuvo inicialmente
por nulos; con posterioridad se desarrolló la doctrina de que eran válidos, pero sujetos a re-
quisitos procedimentales de aprobación y sustantivos de equidad (Clark 1986 160).
847
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
848
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
A ello se agrega que si se puede imputar mala fe o culpa grave a los admi-
nistradores que han incurrido en el ilícito, la víctima puede interponer en
contra de los controladores beneficiados una acción de restitución de los
beneficios que se siguen del ilícito ajeno (supra Nº 101), sin perjuicio de la
acción de responsabilidad que proceda contra los personalmente respon-
sables de haber participado en el ilícito.
473 Klein/Coffee 2002 168, Clark 1986 143 y 571; para un abuso extremo en este senti-
849
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
627. Apropiación, goce o uso de bienes sociales. Tomar dinero o bienes socia-
les en préstamo o usar en beneficio propio o de personas relacionadas los
bienes, servicios y créditos de la sociedad es típicamente una operación en
que existe conflicto de interés y que debe ser informada por el director y
aprobada por el directorio de conformidad con la regla del artículo 44 de la
ley (supra Nº 621). La regla tiene antigua filiación en el derecho de socieda-
des (Código Civil, artículo 2081 regla 2ª; Código de Comercio, artículo 404
Nº 2); está reiterada entre las prohibiciones a que están sujetos los directores
de acuerdo con la Ley de sociedades anónimas (artículo 42 Nº 5). Técnica-
mente, sin embargo, no es una prohibición, sino una norma imperativa que
exige las formalidades habilitantes del artículo 44 para realizar tales actos.
474 Corte de Santiago, 8.7.2004, rol Nº 7.534-2002, considerando 34; CS, 7.5.2005, rol
850
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
Pero esa regla no rige con la misma intensidad respecto de los directo-
res y gerentes (en especial estos últimos, que tienen por cláusula contrac-
tual explícita o implícita una dedicación exclusiva con la sociedad). La
diferencia se justifica en razón de la particular relación fiduciaria que los
administradores tienen con la sociedad, que intensifica sus deberes de leal-
tad para con ella.
Sobre la base de estas premisas, conviene analizar la importante norma
de la Ley de sociedades anónimas que establece la prohibición a los directores
de apropiarse para sí o para terceros relacionados de oportunidades de negocios a las
que hayan accedido en razón de su cargo (artículo 42 Nº 6).
b) El ilícito del artículo 42 Nº 6 de la ley tiene dos partes: primero, el
director tiene que haber usado para sí o en beneficio de personas relacio-
nadas las oportunidades comerciales de las que haya tomado conocimien-
to en razón del cargo; segundo, de ello se debe seguir perjuicio para la
sociedad. Desde el punto de vista de la responsabilidad civil es particular-
mente relevante la definición de la conducta ilícita, como acto de usurpa-
ción de lo que naturalmente pertenece a la sociedad, porque la segunda
parte se limita a reiterar el principio general de que sin daño nada hay
que indemnizar (supra § 20 a).
En consecuencia, la pregunta que plantea este ilícito se puede expre-
sar así: ¿cuándo se apropia el director o gerente, a favor propio o de una
persona relacionada, de una oportunidad que ha conocido en razón de su
cargo? Así formulada, la pregunta parece comprender varias cuestiones
diferentes: la primera se refiere a las circunstancias que muestran que el
director tuvo conocimiento de esa oportunidad en razón de su cargo (subpá-
rrafo c); la segunda, a lo que puede entenderse como una oportunidad que
pertenecía a la sociedad para la sociedad (subpárrafo d); la tercera, a las cir-
cunstancias que autorizan a los directores y gerentes para tomar para sí y
sus personas relacionadas una oportunidad de negocios que, en principio,
pertenece a la sociedad (subpárrafo e); la cuarta, a la exigencia de que la
apropiación de la oportunidad haya causado perjuicio a la sociedad (subpá-
rrafo f); la quinta, finalmente, a quienes deben haberse aprovechado ilíci-
tamente de la oportunidad de negocios para que haya lugar a la
responsabilidad (subpárrafo g).476
interesado recurrir a esa fuente principal, porque éste no es el lugar para analizar todos los
aspectos económicos y jurídicos relevantes que naturalmente pertenecen al derecho de so-
ciedades; asimismo, se han seguido textos más generales que tratan estas cuestiones desde
un punto de vista jurídico y económico (Easterbrook/Fischel 1991 140, Klein/Coffee 2002
167, Thümmel 2003 99 y 136); la literatura más significativa es la norteamericana, que tam-
bién en materia de deberes relativos a la apropiación de oportunidades de negocios es la
fuente doctrinal que se ha tendido a adoptar en las jurisdicciones más diversas; véase Her-
tig/Kanda en Kraakman et al. 2004 116, con referencias a las similitudes del derecho ale-
mán (Ley de sociedades anónimas alemana § 116), francés (Código de Comercio francés,
artículo 242-6), así como del británico y japonés.
851
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
852
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
mania que era ilícito que una sociedad, en cuya propiedad participaba el gerente de una
sociedad dedicada al desarrollo de espacios de utilidad pública, comprara terrenos que le
eran ofrecidos en tal carácter, para luego ofrecerlos a mayor valor a la compañía que admi-
nistraba (BGH, BB 1989, 1637, citado por Thümmel 2003 100).
481 Klein/Coffee 2002 167.
482 Thümmel 2003 99.
483 Clark 1986 225; es interesante el contenido que la Corte Suprema de Delaware ha
dado a esta idea en un caso líder en la materia: “puede ser dicho con toda propiedad que
la oportunidad está en la línea de los negocios de la sociedad si ésta participa en un cierto
negocio, y le es presentada una oportunidad respecto de la cual posee el conocimiento fun-
damental, la experiencia práctica y la capacidad para llevarla a cabo, y la cual es lógica y
naturalmente adaptable a sus negocios teniendo en cuenta su posición financiera, y es con-
sistente con sus razonables necesidades y aspiraciones de expansión” (Guth v. Loft Inc, 5 A.2d.
503, 1939, citado por Clark 1986 227).
484 Easterbrook/Fischel 1991 140.
853
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
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ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
485 Corte de Santiago, 8.7.2004, rol Nº 7.534-2002, considerando 34; CS, 7.5.2005, rol
855
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
487 En las sociedades donde se ha constituido un comité de directores, sus miembros tie-
nen tareas específicas que anteceden y son más fuertes que las de los otros miembros del
directorio. La tarea del comité no está limitada a la cautela del deber de lealtad, sino tam-
bién debe revisar previamente los informes de los inspectores de cuentas o de los auditores
externos respecto del balance y de los estados financieros de la sociedad (Ley de socieda-
des anónimas, artículo 50 bis III Nº 1).
488 Este deber es completado por la prohibición que pesa sobre el directorio de presentar
856
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
857
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
491 Los deberes de información que recaen sobre los emisores de valores de oferta pú-
blica, incluidas las acciones de sociedades anónimas abiertas, están reglamentados en la Nor-
ma General Nº 30 de la Superintendencia, que establece deberes generales de información
(sección II) y deberes especiales para los emisores de acciones (sección III 8, 9), de bonos
(sección IV 4, 5) y de efectos de comercio (sección V 4, 5).
858
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
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§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
1. Generalidades
860
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
861
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
862
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
al efecto expansivo de las acciones derivadas que tuvieron cambios procesales marginales
en una sociedad más bien reticente al litigio como es Japón (con referencia a Mark West,
Why Shareholders sue?: The evidence from Japan, en Journal of Legal Studies 2001, 351).
497 Easterbrook/Fischel 1991 106. Así se explican las restricciones que en el derecho
razón de los costos administrativos que estas suponen, Clark 1986 289.
863
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
Romero/Díaz 2002 55, con referencia a los problemas eventuales de litisconsorcio que ge-
nera la acción y a los de cosa juzgada que plantea la sustitución procesal de la sociedad por
los accionistas o directores que ejercen la acción derivada (incluidos los riesgos de colu-
sión, en perjuicio de la sociedad, entre quien ejerce la acción derivada y los demandados).
864
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
642. Función de las regulaciones. a) Sin perjuicio del desarrollo que pue-
dan tener en el futuro las acciones derivadas de responsabilidad civil, par-
ticularmente en casos de especial significación económica, el principal
instrumento de resguardo de los accionistas minoritarios frente a la admi-
nistración de las sociedades es la fiscalización administrativa de la Superin-
tendencia. La naturaleza difusa o fraccionada de los intereses afectados
hace necesaria la existencia de órganos administrativos que cuiden el co-
rrecto funcionamiento del mercado de valores en protección de los inver-
sionistas (y, de este modo, indirectamente de los accionistas de sociedades
anónimas abiertas).501
b) El problema de toda regulación radica en la dificultad para encon-
trar el punto de equilibrio entre los beneficios preventivos y de ordena-
ción de los mercados, por un lado, y, por otro, los costos que irroga desde
el punto de vista de los gastos impuestos a las compañías, así como de los
efectos colaterales indeseados que se suelen producir. Este juego de exter-
nalidades positivas y negativas pertenece típicamente al análisis económico
de las regulaciones.
Desde el punto de vista civil, las regulaciones son particularmente rele-
vantes, porque la infracción a una norma legal o administrativa suele ser
esencial para dar por constituido el ilícito a efectos de la responsabilidad
(supra Nº 53); a ello se agrega que la sentencia condenatoria por ilícitos
infraccionales produce cosa juzgada a efectos de dar por establecido el
requisito de culpa en materia civil (infra § 63 a). Si no se ha reclamado la
decisión administrativa sancionatoria, ella técnicamente no produce efec-
to de cosa juzgada (que es privativo de resoluciones judiciales); pero en tal
caso, pocas dudas caben acerca de la facultad del juez para dar por acredi-
tada una presunción de culpa con fundamento en la resolución sanciona-
toria no impugnada de la autoridad administrativa.
501 El rol crítico de los órganos reguladores y fiscalizadores ha sido desde largo tiempo
ponsabilidad de los accionistas reside en determinar si el daño sufrido es directo, esto es, ob-
jetivamente imputable al hecho ilícito de los directores o gerentes (Parra en Reglero 2002 a
1278); en mi opinión, se trata de daño directo, porque cualquiera sea el criterio para definir-
lo, está dentro de las consecuencias de la acción que deben ser soportadas por quien incu-
rrió en el ilícito (supra § 30); la pregunta más bien se plantea en el common law, donde la
responsabilidad supone que se tenga un deber de cuidado respecto de la víctima (supra Nº 63)
865
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
866
ALGUNOS REGÍMENES ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
867
CAPÍTULO XI
TÍTULO I
TIPOS DE ACCIONES
869
§ 56. RESPONSABILIDAD DE DIRECTORES Y GERENTES DE SOCIEDADES
870
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
647. Plan de este capítulo. En este capítulo se hará referencia, ante todo, a
la acción de reparación en naturaleza (infra § 57), luego a la de indemni-
zación de perjuicios (infra § 58) y, finalmente, a la de restitución de bene-
ficios que se siguen de un ilícito (infra § 60).
Respecto de la acción indemnizatoria se hace presente que aquí se
analizarán preguntas que no han sido desarrolladas en el capítulo dedica-
do a daño (Capítulo IV), y que se refieren preferentemente a aspectos téc-
nicos de la acción y de concurrencia de esa pretensión con otros derechos
de la víctima que también tienen por antecedente el daño sufrido (segu-
ros, prestaciones del derecho social).
Por lo general, lo que se expresa en este capítulo se aplica a los estatutos
de responsabilidad estricta u objetiva, salvo que por su naturaleza se infiera
que sólo resulta pertinente respecto de la responsabilidad por culpa.
Los aspectos procesales de las acciones de responsabilidad y su extin-
ción serán tratados en el Título II de este capítulo.
a. Planteamiento
871
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA
civil; desde un punto de vista económico, del mismo modo como se ha argumentado que
no debe haber acción de cumplimiento forzado del contrato, porque puede ser socialmen-
te más eficiente que el acreedor se conforme con la indemnización (doctrina del incumpli-
miento contractual eficiente), así también se ha argumentado que la propiedad y la
responsabilidad son mecanismos alternativos para proteger un derecho. Así, mientras la pro-
piedad permite excluir al invasor del derecho por medio de una acción restitutoria, la res-
ponsabilidad transforma el daño en indemnización, de modo que salvo que el derecho esté
cautelado por reglas de propiedad (o análogas), el derecho no debería reconocer una ac-
ción de reparación en naturaleza (un desarrollo de estas ideas en Calabresi/Melamed 1972).
2 Funcionalmente, la indemnización de perjuicios también puede estar dirigida a fi-
nanciar los costos de la reparación en naturaleza (supra Nos 172 y 196); en tales casos, sin
embargo, el objeto de la acción no es el actus contrarius al que provova el daño (como sería,
por ejemplo, remover escombros depositados en la propiedad ajena o rectificar una infor-
mación errónea), sino una indemnización que se calcula sobre la base del costo de restitu-
ción; la diferencia es relevante especialmente a efectos de determinar la procedencia de
acciones restitutorias de derecho estricto, que prescinden de la culpa, como ocurre con las
acciones del propietario (Larenz/Canaris 1994 698).
3 Larenz/Canaris 1994 675, con referencias bibliográficas.
872
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
873
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA
b. Acciones preventivas
651. Acciones civiles preventivas del daño. a) El derecho civil otorga desde
el derecho romano acciones para prevenir la producción del daño. Es el
caso de las acciones que se dirigen a impedir el daño temido, esto es, “el
daño aún no causado, que tememos se va a producir”.6 Las acciones pose-
sorias de denuncia de obra nueva y de denuncia de obra ruinosa siguen
cumpliendo en el derecho moderno esta finalidad, en la medida que cau-
telan preventivamente el goce de un derecho real o el acaecimiento de un
daño a las personas o las cosas (artículos 930, 932, 937, 948). Sin embargo,
con el correr del tiempo, han surgido nuevos riesgos, de modo que su
ámbito de protección es limitado.
b) En el título XXXV del libro IV, de los delitos y cuasidelitos civiles, “se
concede una acción popular en todos los casos de daño contingente que
por imprudencia o negligencia de alguien amenace a personas indetermi-
nadas; pero si el daño amenazare solamente a personas determinadas, sólo
alguna de éstas podrá intentar la acción” (artículo 2333). A diferencia de las
acciones posesorias, la acción tiene por supuesto que el daño temido tenga
su fuente en la negligencia o imprudencia. En consecuencia, esta acción no
cubre las hipótesis en que el daño se debe a los riesgos que debemos tolerar
por el hecho de vivir en sociedad. En atención al interés público compro-
metido, se compensa al denunciante el empobrecimiento que sufre en ra-
zón de la acción, sin perjuicio de las remuneraciones que otorguen leyes
especiales (artículo 2334). La seriedad del peligro es evaluada por el juez e
inequívocamente se trata de una cuestión de hecho.
Por cierto que si el daño se materializa antes de que el peligro sea
removido, habrá lugar a la responsabilidad si al demandado se le puede
imputar negligencia. Con todo, si el daño se hubiera producido de igual
modo sin el defecto denunciado, no hay lugar a la responsabilidad, según
las reglas generales.7
c) A diferencia de las acciones posesorias, la acción preventiva del
artículo 2333 no lleva aparejado un procedimiento especial por la ley pro-
cesal. Usualmente será aplicable el procedimiento sumario en razón de la
regla general que lo establece respecto de las acciones que requieren de
tramitación rápida para que sean eficaces (Código de Procedimiento Civil,
artículo 680 I). Sin embargo, en atención a que este procedimiento tam-
poco asegura la urgencia requerida, la práctica procesal tiende a recurrir
a la acción de protección o a las medidas cautelares anticipatorias, como
se verá sucintamente en los párrafos siguientes.
874
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
653. Medidas precautorias en juicio civil. El medio que abre el derecho proce-
sal civil para obtener una medida preventiva frente a un daño de los referidos
en el artículo 2333 es que el juez decrete una medida precautoria, en la for-
ma de una cautela anticipatoria del derecho pretendido.10 En circunstancias
8 Están cauteladas las garantías del artículo 19 Nos 1º (vida, e integridad física y psíqui-
policía local, lo que es de importancia práctica en las disputas de vecindad que éstos conocen
cuando se han infringido ordenanzas u otras regulaciones municipales (ley Nº 18.287, que esta-
blece procedimiento ante los juzgados de policía local, artículo 30; en relación con el artículo
13 letra b de la ley Nº 15.231, sobre organización y atribuciones de los juzgados de policía local).
875
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA
pietario de un piso inferior, se falló que la denuncia de obra ruinosa del artículo 932 también
se puede extender a la reparación de la causa del daño, estableciéndose un plazo al denun-
ciado para realizar los actos necesarios para evitar la turbación a la posesión ajena, bajo aper-
cibimiento de que el denunciante los emprenda con cargo al denunciado (Corte de Santiago,
16.3.1998, GJ 213, 102).
876
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
877
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA
878
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
18
Viney/Jourdain 2001 26.
19
R. Domínguez Á. 1990 134; Deutsch/Ahrens 2002 213.
20
Así es el caso del BGB, § 251 II, que autoriza pasar por alto la reparación en naturale-
za cuando ella sólo se puede materializar a un costo desproporcionado; y del artículo 2058 II
del Cód. ital., que permite excluirla cuando es excesivamente onerosa para el deudor (para
la desproporción en el daño a las cosas, supra Nº 163). El artículo 6.109.1 del Cód. hol. (como
otros códigos del norte de Europa) contiene una disposición general de moderación del daño
cuando el principio de la reparación integral conduce a resultados inaceptables (infra Nº 683).
21
Es el caso de España (Vicente en Reglero 2002 a 220, con referencia a Llamas 2000
1853). En el derecho francés alguna doctrina se ha manifestado partidaria de emplear el
instituto del abuso de derecho como correctivo, pero la jurisprudencia se ha mostrado reti-
cente (Viney/Jourdain 2001 45), pero si el conflicto es entre la reparación de la cosa o su
879
§ 57. ACCIÓN DE REPARACIÓN EN NATURALEZA
sustitución, hay jurisprudencia que estima que debe haber una especial justificación para
que proceda la primera si es significativamente más costosa que adquirir un bien de reem-
plazo (Viney/Jourdain 2001 187).
do, con referencia a los límites al ejercicio de la acción en naturaleza, en Medicus 1992 36.
880
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
881
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
664. Mora del obligado. a) La mora plantea una pregunta previa en mate-
ria de responsabilidad extracontractual. Mientras en la responsabilidad con-
tractual no es discutible que los perjuicios por el retardo se cuentan desde
la mora (artículo 1557), la cuestión no está expresamente resuelta en el
ámbito de la responsabilidad extracontractual.
b) Como es usual respecto de las normas del título sobre los efectos de
las obligaciones (Libro IV, Título XII), surge la duda acerca de si la consti-
tución en mora es requisito para que se devengue la indemnización por el
retardo en materia extracontractual. Como se ha insistido a lo largo de
este libro, el derecho de obligaciones se desarrolló a partir de la doctrina
del contrato, de modo que no debe extrañar que algunas de esas normas
sean aplicables específicamente a la responsabilidad contractual (los artícu-
los 1545 y 1546 son evidentes en ese sentido). Pero otras reglas plantean
cuestiones que son comunes a los efectos de todo tipo de obligaciones
(como expresa el título respectivo), aunque sus orígenes históricos y siste-
máticos se vinculen al derecho de los contratos (infra Nº 775).
Por eso, para no establecer diferencias artificiosas entre la responsabili-
dad contractual y la extracontractual debe asumirse como principio que
las normas sobre efectos de las obligaciones son de aplicación general, a menos que
por su naturaleza aparezca que sólo son aplicables a los contratos.
Si se acepta ese principio, que permite mirar desde una perspectiva
más reflexiva los efectos comunes a todo tipo de responsabilidad civil, la
pregunta en materia de mora se refiere a si existe una razón suficiente-
mente fuerte como para que en materia de responsabilidad extracontrac-
tual no se aplique la regla del artículo 1551 (y los efectos que de ella se
siguen, según los artículos 1557 y 1559).
c) En verdad, no parece haber razón para que no se aplique esa regla
sobre la constitución en mora en la responsabilidad extracontractual. Mien-
tras la víctima del daño no requiera al deudor el pago de la indemniza-
ción, el responsable no puede ser tenido por incumplidor. Incluso puede
ocurrir que el responsable aún no tenga noticia de la producción del daño.
23 Sin embargo, hay fallos que se inclinan por la fecha de comisión del hecho ilícito
como fecha de nacimiento de la obligación indemnizatoria: CS, 6.1.1919, RDJ, t. XVI, sec.
1ª, 569; CS, 7.12.1966, RDJ, t. LXIII, sec. 4ª, 359; Corte de Santiago, 18.4.1980, RDJ,
t. LXXVII, sec. 2ª, 28; CS, 9.5.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 67; Corte de Valparaíso,
10.8.1998, F. del M. 478, 1795; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 13.5.1999, F. del
M. 486, 750; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicado también en F. del M. 486,
851; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41; en general, en estos casos se trata de casos en que el
daño es contemporáneo al ilícito.
882
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
24 Alessandri 1943 560 va más allá y sostiene que la mora en sede extracontractual se
produce por el solo hecho del ilícito, pero deja a la discreción del juez el momento a partir
del cual se devengan los intereses; véase Diez 1997 176 con referencias jurisprudenciales
apoyando esa interpretación. En efecto, hay jurisprudencia que ha estimado que las nor-
mas del título sobre los efectos de las obligaciones sólo se aplican a materia contractual, de
modo que no habiendo una referencia a la constitución en mora en el título sobre delitos
y cuasidelitos, debe entenderse que la mora se produce desde que ocurrió el hecho; así,
CS, 4.11.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 4ª, 270; entre los fallos más recientes que han declarado
la inaplicabilidad por principio de las reglas sobre efectos de las obligaciones del Código
Civil en materia extracontractual puede verse CS, 27.3.2002, GJ 261, 80.
25 Véase, por ejemplo, Alessandri 1943 568, en una época en que aún no se introducía
883
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
26
Alessandri 1943 568, siguiendo a los hermanos Mazeaud, sostiene que si el valor del
daño aumenta o disminuye durante el juicio, por cualquiera razón, el juez debe hacerse
cargo de esta diferencia en la sentencia, porque esa es la única manera de reconocerle a la
víctima una reparación completa (infra Nº 678).
27
Diez 1997 186; Alessandri 1943 566 alude al momento del ilícito, criterio que resul-
ta menos pertinente que el daño.
28
No es extraño, en consecuencia, que la jurisprudencia adopte los criterios más disí-
miles para determinar la fecha de inicio de los reajustes. Los principales criterios, sin dis-
tinción de daño moral y patrimonial, son los siguientes:
• Época del ilícito o del daño: CS, 9.5.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 67, que sostiene que
debe aplicarse el reajuste desde la fecha del ilícito hasta el entero pago de la indemniza-
ción, más intereses corrientes para operaciones reajustables calculados por igual período;
CS, 10.1.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 4; CS, 10.10.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 4ª, 240; Corte
de Valparaíso, 10.8.1998, F. del M. 478, 1795; CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS,
13.5.1999, F. del M. 486, 750; CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª, 89, publicado también en
F. del M. 486, 851; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41.
884
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
Por eso, el juez debe tener la flexibilidad de criterio suficiente para determi-
nar ese momento, bajo la sola exigencia que éste sea consistente con la época que
se ha tenido en consideración para la valoración de los daños.29 El juez puede
llevar a valores monetarios reales al momento de la sentencia las estima-
ciones que tienen por antecedentes hechos anteriores al fallo (como ocu-
rre con los gastos de hospital o con los gastos de reparación de cosas
• Presentación o notificación de la demanda: CS, 8.10.1974, F. del M. 192, 248; CS, 20.6.1975,
F. del M. 199, 72; CS, 13.1.1977, F. del M. 218, 363; CS, 28.12.1981 y 28.1.1982, F. del M.
277, 581; Corte de Santiago, 21.3.1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 4ª, 35; Corte de Santiago,
10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78; Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78,
publicada también en F. del M. 492, 2480; Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec.
5ª, 94; Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada también en F. del M. 493, 2822,
que ordena pagar reajustes desde la fecha de notificación de la demanda respecto del daño
material y desde la fecha de la sentencia respecto del daño moral; Corte de Santiago,
11.7.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en
F. del M. 503, 3659; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Valparaíso,
17.4.2002, GJ 265, 141; y Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138.
• Dictación de la sentencia: CS, 23.5.1977, F. del M. 222, 116; Corte de Santiago, 15.4.1981,
RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 33; Corte de Santiago, 26.5.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 2ª, 67; Cor-
te de Santiago, 23.5.1983, RDJ, t. LXXX, sec. 2ª, 11, que además niega lugar al pago de
intereses; CS, 3.10.1985, RDJ, t. LXXXII, sec. 1ª, 80; Corte de Santiago, 30.12.1985, RDJ,
t. LXXXII, sec. 2ª, 129; y CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503.
• Dictación del fallo de la instancia: CS, 6.10.1976, F. del M. 215, 254.
• Dictación de la sentencia de primera instancia: Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV,
sec. 2ª, 78; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268, publicada también en F. del M. 490,
2028; CS, 29.1.2002, F. del M. 498, 676; y Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160.
• Dictación del fallo de alzada: Corte de Santiago, 3.6.1973, RDJ, t. LXX, sec. 4ª, 65; Corte
de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 103, publicada también en RDJ, t. LXXXVIII, sec. 4ª, 141; Cor-
te de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada también en F. del M. 493, 2822, que ordena
pagar reajustes desde la fecha de la sentencia respecto del daño moral y desde la fecha de
notificación de la demanda respecto del daño material; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 199; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santia-
go, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 83; y Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270.
• Fecha en que la sentencia queda ejecutoriada: Corte Presidente Aguirre Cerda, 16.3.1981,
RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 50; Corte de Santiago, 22.8.1990, GJ 122, 72, caso en el que se
señala además que no procede aplicar intereses por ser improcedentes tratándose del daño
moral; Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 48; Corte de Santiago, 25.9.1998,
RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48; Corte de San Miguel, 19.7.1999, GJ 229, 153; Corte de Santiago,
5.10.1999, GJ 232, 171; Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Concepción,
7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en
F. del M. 504, 4202; Corte de Copiapó, 21.3.2001, confirmada por CS [cas. fondo],
12.11.2001, GJ 257, 121, publicada también en F. del M. 504, 4090; Corte de Concepción,
3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Valparaíso, 15.5.2001, confirmada por CS [cas. fondo],
9.10.2001, GJ 256, 144; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago,
1.7.2003, GJ 277, 149; y CS, 27.11.2003, GJ 281, 64.
29 Por ejemplo, no hay razón para asumir que la reajustabilidad corre desde que la senten-
cia está ejecutoriada o desde la notificación de la demanda (sin embargo, ver nota anterior).
885
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
473, 324; CS, 22.4.1998, GJ 214, 115, publicado también en F. del M. 473, 342; Corte de
Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78, publicada también en F. del M. 492, 2480;
CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737; Corte de Santiago, 8.4.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 94;
CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; Corte de Copiapó, 6.8.1999, GJ 234, 95, publicada tam-
bién en F. del M. 493, 2822; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 199; CS,
15.12.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 5ª, 193, publicado también en GJ 234, 119 y F. del M. 493,
2840; Corte de Temuco, 10.8.2000, RDJ, t. XCVIII, sec. 4ª, 27 publicado también en GJ 249,
123; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santiago, 11.7.2000,
confirmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M.
503, 3659; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 4.4.2001, GJ 250,
151; Corte de Chillán, 4.1.2001, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 12.3.2001, GJ 249,
130; CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Santiago, 31.1.2001, GJ 248, 211; Corte de Santia-
go, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 2ª, 24; Corte de San Miguel, 23.5.2001, RDJ, t. XCVIII,
886
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
correcta percepción del valor en dinero que está reconociendo como in-
demnización y puede recurrir a los criterios de valoración que la práctica
jurisprudencial haya establecido.
sec. 3ª, 103; Corte de Valdivida, 25.6.2001, GJ 263, 120; Corte de Santiago, 14.1.2002, GJ
271, 96; Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción, 6.3.2002, GJ 274, 59; Corte de Copiapó, 28.6.2002,
GJ 268, 133; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ,
t. XCIX, sec. 2ª, 83; Corte de Santiago, 18.11.2002, GJ 269, 90; Corte de Santiago, 16.12.2002,
GJ 270, 96; Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279,
115; Corte de Santiago, 30.9.2003, GJ 279, 270; y CS, 9.10.2003, GJ 280, 147. Véase comen-
tario de R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. a CS, 29.10.1992, rol Nº 6.602, en Rev. Con-
cepción 191, 1992, 175; y otra jurisprudencia en Diez 1997 259.
33 En este aspecto pone énfasis la primera sentencia de la Corte Suprema que acogió la
doctrina de la reajustabilidad del daño patrimonial (CS, 16.10.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 4ª, 424).
34 Un excelente resumen de la evolución jurisprudencial, en Diez 1997 195, con refe-
887
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
d. Intereses
104, que alude directamente al principio de reparación integral del daño para otorgar in-
tereses y reajustes; erradamente se ha fallado, ocasionalmente, que no corresponde otorgar
reajustes e intereses por cuanto en el caso no se trataba de una operación de crédito de
dinero (CS, 5.6.2000, F. del M. 499, 1405).
37 La jurisprudencia reconoce intereses corrientes en los casos que más adelante se ci-
888
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
Nº 18.010, sobre operaciones de crédito de dinero; el interés legal, al que especialmente fa-
llos antiguos hacen referencia, es equivalente en el derecho vigente al interés corriente, se-
gún dispone el artículo 19 de esa ley, en relación con el artículo 1559 Nº 1 del Código Civil.
39 La jurisprudencia mayoritaria ha ordenado aplicar intereses corrientes para opera-
ciones reajustables. Entre los fallos que hablan explícitamente de esta clase de operaciones
pueden mencionarse: CS, 13.5.1999, F. del M. 486, 750; Corte de Santiago, 11.7.2000, con-
firmada por CS [cas. fondo], 16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M. 503,
3659; Corte de Concepción, 25.1.2002, confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002 RDJ,
t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160; CS, 3.6.2002, GJ 264,
114; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago, 1.9.2003, GJ 279, 115;
sin embargo, excepcionalmente se han aplicado intereses corrientes para operaciones no
reajustables en CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 24.1.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 23,
publicada también en F. del M. 499, 1081; Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121. Véase
el voto de los ministros E. Cury y M. Juica en CS, 11.12.2001, rol Nº 1.705-2001.
40 Jurisprudencia acerca de estos criterios disímiles en Alessandri 1943 559 y Diez 1997
221. Fallos más recientes han confirmado esta dispersión de opiniones: así, se ha fallado
que los intereses corren desde:
• La comisión del ilícito: CS, 11.11.1998, F. del M. 480, 2347; CS, 13.5.1999, F. del M. 486,
750; y CS, 15.1.2001, GJ 247, 41.
• La notificación de la demanda: Corte de Santiago, 10.11.1998, RDJ, t. XCV, sec. 2ª, 78,
publicada también en F. del M. 492, 2480; Corte de Antofagasta, 15.12.2001, GJ 273, 95; y
Corte de Santiago, 8.1.2004, GJ 283, 196;
• La fecha de la sentencia de primera instancia: Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada
por CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; y CS, 11.5.1999 F. del M. 486, 765.
• La fecha de la sentencia de alzada: Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ, t. XCVI, sec.4ª, 199.
• La fecha en que la sentencia quede ejecutoriada: Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 48; CS, 14.4.1999, F. del M. 485, 503; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 2ª, 79;
CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; CS, 29.1.2002, F. del M.
498, 676; CS, 2.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 67; y Corte de Santiago, 23.9.2003, GJ 279, 121.
• Sólo desde que el responsable esté en mora de cumplir la sentencia condenatoria: Corte de San
Miguel, 19.7.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 2ª, 66.
889
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
41 CS, 24.6.1980, RDJ, t. LXXVII, sec. 4ª, 95; Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada
por CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 57; y CS, 11.5.1999, F. del M. 486, 765.
42 Es el caso español y francés, donde se entiende que la iliquidez es un obstáculo para
el reconocimiento de intereses moratorios (Bonet 1993 artículo 1100, Méga Code § 1153 19).
43 En el derecho alemán e italiano, sobre la base de normas análogas al artículo 1551
(BGB, §§ 286 y 288; Cód. ital., artículo 1219), se ha dejado de observar el antiguo adagio in
illiquidis non fit mora y se reconocen intereses aunque la obligación indemnizatoria no sea lí-
quida, de modo que los intereses se deben desde que el deudor es requerido (Palandt/Hein-
richs § 286 19, Cian/Trabuchi 1992 artículo 1219, I.7). Por lo demás, la experiencia comparada
muestra que la mayoría de los juicios de responsabilidad pueden terminar en transacciones
cuando hay estímulos para ello (Fleming 1988 174); eso no ocurre cuando el responsable
sólo pierde si adelanta el pago de una suma de dinero, en circunstancias que puede esperar
hasta que se dicte sentencia sin asumir los costos financieros de la demora. En general, pare-
ciera que las víctimas son más aversas al riesgo de perder el pleito que los aseguradores y em-
presarios (ídem), de modo que poner a éstos en posición de ventaja adicional, porque ‘el
tiempo corre a favor’, puede ser un incentivo a la litigiosidad o al poder de extorsión de los
890
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
673. Fecha desde la cual se conceden intereses por el daño moral. A diferen-
cia de lo que ocurre en materia de daño patrimonial, el período de pago de
intereses para las indemnizaciones por daño moral plantea menos dificulta-
des conceptuales, lo que explica la progresiva formación de una corriente
jurisprudencial más homogénea que en materia de daño patrimonial.44 En
el caso del daño moral no ocurre que la víctima haya debido soportar el
costo del dinero durante el tiempo del atraso. En definitiva, también en este
aspecto se muestra que el daño moral no es conmensurable en dinero, sino
representa una compensación equitativa (supra Nº 191).
Así se explica que la tendencia jurisprudencial y doctrinaria a este
respecto sea la de mirar desde la sentencia de instancia hacia adelante
en materia de intereses. Por lo general, los intereses son reconocidos
desde la fecha en que se dicta el fallo de primera o segunda instancia
que fija el monto definitivo de la indemnización (coincidiendo así el
período de reajustes con el de intereses)45 o desde que el fallo queda
demandados (Cane/Atiyah 1999 222). Esta es una de las razones que explican que en Ingla-
terra y otras jurisdicciones del common law los jueces reconozcan intereses desde la materiali-
zación del daño, aunque la suma debida aún no esté liquidada (Fleming 1988 179).
44
La apreciación no es resultado de una investigación estadística, sino que ha surgido
de la revisión de fallos dictados en la última década. En esta evolución puede haber contri-
buido la tendencia abrumadoramente dominante a que el daño moral se valorice al mo-
mento del fallo. Antecedentes de fallos más antiguos tienden a establecer criterios mucho
más dispersos (R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. en comentario a CS, 29.10.1992, rol
Nº 6.602, en Rev. Concepción 191, 1992, 174).
45
Corte de Coyhaique, 9.5.1997, confirmada por la CS [cas. fondo], 28.5.1998, RDJ,
t. XCV, sec. 1ª, 57; CS, 2.12.1998, F. del M. 481, 2737; Corte de Concepción, 23.8.1999, RDJ,
t. XCVI, sec. 4ª, 199; Corte de Concepción, 15.9.1999, confirmada por CS [cas. fondo],
10.8.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 5ª, 132; CS, 30.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 268, publicada
también en F. del M. 490, 2028; Corte de Iquique, 15.11.2000, confirmada por CS [cas. fon-
891
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
do], 4.4.2001, GJ 250, 151; Corte de Valdivia, 25.6.2001, GJ 263, 120; CS, 3.6.2002, GJ 264,
114; Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227; Corte de Santiago, 10.7.2002, RDJ, t. XCIX,
sec. 2ª, 83; y Corte de Santiago, 29.8.2003, GJ 278, 282. Excepcionalmente, se han recono-
cido intereses desde otras fechas tales como la del ilícito (CS, 27.5.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 3ª,
89, publicado también en F. del M. 486, 851) o la fecha en que el deudor ha sido constitui-
do en mora (Corte de Santiago, 25.9.1998, RDJ, t. XCVI, sec. 4ª, 48; Corte de Chillán,
10.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 24.10.2000, GJ 244, 98, publicada también en
F. del M. 503, 3498; Corte de Santiago, 14.1.2002, GJ 271, 96; Corte de Santiago, 17.4.2002,
RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81). Es la posición que asumen Fue-
yo 1990 119; R. Domínguez Á. y R. Domínguez B. en comentario a CS, 29.10.1992, rol
Nº 6.602, en Rev. Concepción 191, 1992, 175; y Diez 1997 266.
473, 324; Corte de Santiago, 10.3.2000, GJ 237, 159; Corte de Santiago, 5.10.2000, RDJ,
t. XCVII, sec. 2ª, 79; Corte de Santiago, 11.7.2000, confirmada por CS [cas. fondo],
16.10.2000, GJ 244, 163, publicada también en F. del M. 503, 3659; Corte de Concepción,
7.8.2000, confirmada por CS [cas. fondo], 29.11.2000, GJ 245, 132, publicada también en
F. del M. 504, 4202; CS, 30.1.2001, GJ 247, 150; Corte de Santiago, 23.3.2001, RDJ, t. XCVIII,
sec. 2ª, 24; Corte de Concepción, 3.4.2001, GJ 261, 80; Corte de Concepción, 25.1.2002,
confirmada por CS [cas. fondo], 7.5.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 5ª, 104; Corte de Concepción,
6.3.2002, GJ 274, 59; Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 270, 160; Corte de Santiago,
18.11.2002, GJ 269, 90; Corte de Santiago, 31.12.2002, GJ 274, 212; Corte de Santiago,
1.9.2003, GJ 279, 115; y Corte de Santiago, 2.10.2003, GJ 280, 138.
47 En esencia, estos son también los argumentos y conclusiones de R. Domínguez Á. y
dencia mayoritaria ordena aplicarlos hasta la fecha del pago efectivo: Corte Presidente Agui-
rre Cerda, 16.3.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 4ª, 50; Corte de Santiago, 15.4.1981, RDJ,
t. LXXVIII, sec. 4ª, 33; Corte de Santiago, 4.9.1991, GJ 135, 103, también publicada en RDJ,
t. LXXXVIII, sec. 4ª, 138. Sin embargo, algunos fallos han estimado que deben pagarse re-
ajustes e intereses hasta la liquidación del crédito: CS, 23.5.1977, F. del M. 222, 116; y CS,
6.10.1976, F. del M. 215, 254.
892
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
son por sí mismos obligaciones pendientes, de modo que no percibirlos en tiempo tiene un
costo de oportunidad para el acreedor (constituido, precisamente, por el valor de uso del
dinero no percibido oportunamente). Por eso, en materia de obligaciones convencionales
emanadas de operaciones de crédito de dinero, la ley establece que una vez vencida la obliga-
ción, los intereses acumulados se capitalizan a efectos de continuar con el cálculo (ley
Nº 18.010, artículo 9º III). Diez 1997 212 sostiene esta posición (con referencia a López 1980
119 y a Gesche 1969); en general, el derecho comparado es reticente a la capitalización de
intereses (referencias en Viney/Jourdain 2001 630), pero en el derecho francés el juez pue-
de prudencialmente decretarlos si así le es solicitado, con la limitación de que la capitaliza-
ción sólo puede ser anual (Cód. fr., artículo 1154); en el derecho chileno, según se ha mostrado
en esta nota, puede argumentarse que la capitalización (esto es, el reconocimiento de intere-
ses compuestos) es el mejor resguardo del principio de reparación integral del daño.
50 Diez 1997 222, siguiendo a López 1980 150, propone que los intereses se calculen
sobre un promedio del capital inicial no reajustado y del capital reajustado; la fórmula hace
poco sentido económico, porque el reajuste no es más que un medio para determinar el
valor de la obligación al momento de la liquidación del crédito indemnizatorio, de modo
que si los intereses se calculan sobre una base inferior al total del reajuste, el obligado está
pagando intereses sobre sumas depreciadas (esto es, menos de lo que corresponde para
dejar indemne al demandante). Por eso, la ley Nº 18.010, sobre operaciones de crédito de
dinero, establece una tasa de interés para operaciones reajustables y otro para las no re-
ajustables, sin considerar situaciones intermedias, como la que resulta de la fórmula referi-
da promedio (artículo 6º I).
893
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
falla en ultra petita.51 Sin embargo, hay buenas razones para que en el
futuro se entienda lo contrario, porque el reajuste no es más que la garan-
tía del valor reconocido como indemnización en la sentencia y los intere-
ses son frutos civiles que naturalmente acceden a la obligación indemnizato-
ria. En consecuencia, cuando el demandante pide que se le indemnicen
los perjuicios sufridos en cierta suma, propuesta por él mismo o la que
determine el juez, puede entenderse que la pretensión incorpora tácita-
mente los reajustes e intereses sin necesidad de expresarlo.
51 Véase CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87; CS, 6.6.2002, GJ 264, 166, publicada
también en F. del M. 500, 1555; Corte de San Miguel, 14.4.2003, GJ 274, 140. Así también
Alessandri 1943 558 y Corral 2003 343.
52 Alessandri 1943 567. Todo indica, sin embargo, que la ley procesal debiera incluir
correctivos posibles para evitar los costos de un nuevo juicio (por ejemplo, que tratándose
de hechos nuevos, que tienen la misma causa de pedir, se pudiera generar un incidente
probatorio en cualquier momento del juicio).
53 En el derecho francés y alemán se sigue precisamente esta doctrina: si el daño res-
pectivo no ha podido ser incluido en la demanda original, nada obsta para que sea objeto
de una nueva demanda (Viney/Jourdain 2001 159, MünchKom/Grunsky § 249 127); en la
doctrina chilena, en igual sentido, Diez 1997 190.
894
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
678. Aumento en el valor de los daños. a) Los daños pueden haber au-
mentado de valor en el tiempo intermedio entre la fecha de la demanda y
la fecha de la sentencia o con posterioridad a la sentencia. Conviene anali-
zar por separado estas dos hipótesis.
b) Si los daños incluidos en la demanda aumentan de valor durante la
tramitación del pleito, se puede entender que forman parte de la relación
procesal y que el juez debe valorarlos según la magnitud que adquieren al
momento de la sentencia definitiva, según el principio que la indemniza-
ción debe ser completa.54 La regla subyacente expresa que para la valora-
ción resulta relevante toda evidencia que produzcan las partes para apreciar
los daños que el actor refiere en su demanda.55
c) Por el contrario, parece existir acuerdo en que si el cambio de valor
se produce con posterioridad a la sentencia definitiva de segunda instan-
cia, el monto de la indemnización no puede ser revisado en virtud del
principio de cosa juzgada. Aunque resulte en cierto sentido caprichoso,
hay una diferencia entre el daño que se produce después de la sentencia
(supra Nº 677) y el mero cambio de valor del daño sobre el cual ya hubo
pronunciamiento judicial: en el primer caso, se solicita una decisión sobre
una petición que no ha sido resuelta con anterioridad (lo que es compati-
ble con el principio de cosa juzgada); en el segundo, se pide al tribunal
que revise el valor de la indemnización reconocida por una sentencia que
ya se pronunció sobre ese daño (lo que no es aceptable de conformidad
con ese mismo principio).56
159).
895
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
896
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
59 Especialmente para el caso de lesiones corporales, los jueces ingleses suelen recono-
cer indemnización sólo en el evento que los daños esperados lleguen a ocurrir; ese puede
ser el caso, por ejemplo, de una invalidez total que se tiene por posible al momento de la
sentencia (Burrows 1994 101).
60 En materia contractual, el artículo 1933 I establece una limitación al daño emergen-
te sufrido por el arrendatario de una cosa que tiene un vicio que ha impedido su goce, a
condición de que no haya habido dolo; la regla parece guardar relación con el artículo 1558
que limita los perjuicios contractuales reparables a los previsibles, si el deudor sólo ha incu-
rrido en negligencia (para el arrendador el lucro cesante será usualmente imprevisible).
61 A veces, el límite sólo se aplica a la responsabilidad estricta, de modo que si se prue-
ba culpa se restablece el principio de reparación integral del daño (así, la Ley de acciden-
tes del trabajo, artículo 69).
897
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
vehículos de motor, que establece múltiples baremos atendiendo a la naturaleza de los da-
ños. Una norma específica de la ley, que establecía un baremo respecto del lucro cesante,
fue declarada inconstitucional para el caso en que la responsabilidad tenga por anteceden-
te la culpa del responsable, pero la norma no fue objetada respecto de los daños morales
(Trib. Const. español, 181/2000, citado por Vicente en Reglero 2002 a 273).
63 Revisando las dificultades probatorias con que tropieza en el derecho chileno la prue-
ba del lucro cesante (supra Nº 181), el baremo indemnizatorio puede ser una buena garan-
tía para la víctima, especialmente si carece de recursos para enfrentar una prueba exigente:
la inconstitucionalidad del baremo (nota anterior) puede jugar sólo en beneficio de quie-
nes están en situación de enfrentar una prueba exigente. Es interesante que en la jurispru-
dencia chilena se hayan reconocido por analogía baremos indemnizatorios mínimos de base
legal para el lucro cesante (supra Nº 170).
64 Cane/Atiyah 1999 143 citan un fallo inglés que reconoció £ 9 millones por lucro cesan-
898
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
899
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
900
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
Corte de Punta Arenas estima ese umbral en la base de cálculo del subsidio de cesantía
(Corte de Punta Arenas, 7.4.1993, rol Nº 7.263, con comentario favorable de R. Domínguez
Á. y R. Domínguez B. en Rev. Concepción 192, 1992, 214).
901
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
ción de beneficios, que ataca la doctrina de la diferencia como criterio de definición del
daño en la responsabilidad civil (Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991 1998); en general, sobre
la doctrina de valoración del daño, supra Nº 166. En Pantaleón 1981 se argumenta en con-
tra de la deducción de beneficios sobre la base de la norma del derecho de sociedades que
obliga al socio que incurre en culpa a indemnizar a los demás, sin que le sea posible opo-
ner en compensación los beneficios que con su trabajo ha aportado a la sociedad (artículo
2093; Cód. esp., artículo 1686).
902
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
903
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
nexión interna indisoluble’ entre el daño y el beneficio proviene del BGH (NJW 82, 326);
de manera consistente con los criterios expuestos, en el derecho inglés se rechaza la de-
ducción cuando las ventajas compensatorias del daño son ‘indirectas’ (Burrows 1994 121).
904
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
Más difícil resulta la pregunta por la deducción del mayor valor que tiene
la cosa nueva que reemplaza a la antigua. Por mucho que intuitivamente
se tienda a aceptar la deducción de ese mayor valor, de modo que sea de
cargo de quien recibe la reparación, en el derecho comparado la pregun-
ta es contestada sobre la base de ciertas calificaciones especiales, o simple-
mente la deducción no es aceptada (supra Nº 177).
85 Supra Nº 145.
86 Palandt/Heinrichs § 249 144.
87 En Inglaterra se calcula ese porcentaje en un 6% (Markesinis/Deakin et al. 2003 795).
905
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
906
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
907
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
89 Así O. Tapia 1941 171, Alessandri 1943 554, Elorriaga 1995 108 (extendiendo, sin
embargo, la solución a cualesquiera seguros). Corral 2003 145 estima, por el contrario, que
la regla de subrogación del artículo 553 del Código de Comercio es de aplicación general;
esa opinión no analiza, sin embargo, la función económica de los seguros que aseguran un
capital o una renta y los asimila al seguro de daños. En Francia, los seguros de vida están
comprendidos en la antigua regla general que los seguros de personas no dan lugar a dis-
minución de la indemnización y que el asegurado tiene derecho a recibir ambas (la indem-
nización y la renta o capital); esa regla ha sido con los años objeto de numerosas excepciones,
que persiguen que el asegurador recupere lo pagado, precisamente si al seguro se le atri-
buye carácter indemnizatorio (Viney/Jourdain 1998 87, Viney/Jourdain 2001 300); en Ale-
mania, existe acuerdo en que los seguros privados de vida, en cualesquiera de sus formas,
así como los seguros de accidentes pactados sobre la base de una suma global o de una
renta, son un beneficio previsional que se funda en el ahorro, de modo que no dan lugar a
disminución de la indemnización, ni a acción de restitución por parte del asegurado (La-
renz 1987 532 y 534, Palandt/Heinrichs § 249 133); en España, se ha fallado del mismo
modo en una excelente sentencia del Trib. Supr. de 19.1.1967, comentada favorablemente
por Pantaleón: “si bien el contrato de seguro, en sus orígenes, concretó su finalidad a re-
mediar siniestros (…) posteriormente se fue ensanchando el concepto de riesgo, y sepa-
rándose del daño, para admitirse también como objeto de seguro la simple amenaza de
que ocurra un hecho que provoque una necesidad pecuniaria”, con la consecuencia de que
“la prestación del asegurador es independiente del daño sobrevenido (…) y realmente [el
asegurado] compra ese capital o esa pensión” (Pantaleón 1981 671); en el common law tam-
poco hay discusión de que los seguros contratados privadamente no son deducibles, de modo
que son acumulables a la indemnización (Burrows 1994 126, Abraham 2002 213).
908
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
90 A este respecto, sin embargo, las soluciones del derecho comparado difieren entre
sí. En el common law los contratos privados de seguro de personas no dan lugar a restitu-
ción al asegurador, haciendo prevalecer el principio de que quien ha pagado por un segu-
ro de daños personales no tiene que compartir la indemnización proveniente de la
responsabilidad civil; en cambio, lo inverso vale para los beneficios provenientes de la segu-
ridad social (Markesinis/Deakin et al. 2003 803); por el contrario, la ley francesa de 1985
sobre seguro de accidentes corporales establece una regla análoga a la subrogación y en-
tiende que el asegurador realiza meros adelantos contra la indemnización (Viney/Jourdain
1998 87, Viney/Jourdain 2001 285); en Alemania, la jurisprudencia sigue el criterio de la
naturaleza del pago realizado por el asegurador: si compensa los daños, se entiende que es
indemnizatorio y el asegurador se subroga en los derechos de la víctima, a diferencia de lo
que ocurre cuando la obligación es de pagar una suma o una renta, caso en el cual la pres-
tación es tenida por previsional, de modo que la víctima acumula la indemnización y la suma
asegurada (Palandt/Heinrichs § 249 132).
909
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
valorar la prueba del daño patrimonial; por el contrario, tienden a otorgar una indemniza-
ción global complementaria a título de daño moral, que se acumule a la prestación del orga-
nismo asegurador (véase, por ejemplo, Corte de Santiago, 2.11.2001, GJ 257, 172; Corte de
Santiago, 17.4.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 2ª, 31, publicada también en GJ 262, 81; Corte de
Concepción, 28.8.2002, GJ 266, 210; Corte de Antofagasta, 13.12.2002, GJ 270, 183; Corte
de Santiago, 11.3.2003, GJ 273, 229; Corte de Santiago, 1.7.2003, GJ 277, 149). También
hay casos en que se reconoce reparación concurrente por concepto de lucro cesante; así, en
Corte de Santiago, 22.4.2003, rol Nº 2.490-02, se reconoció que a pesar de los subsidios per-
cibidos por el actor, éste vio considerablemente reducidos los ingresos que percibía en acti-
vidad. En contraste, también hay decisiones que optan por reducir la indemnización que
debe pagar el demandado en razón de los beneficios obtenidos por el demandante a través
del seguro de accidentes del trabajo, Corte de Santiago, 9.7.2002, GJ 275, 227. Sobre la ten-
dencia a sustituir la indemnización por lucro cesante por una suma global reconocida a
título de daño moral, supra Nº 170 d.
92 De acuerdo con la Ley de accidentes del trabajo, el asegurador es un ‘organismo
administrador del sistema’, para lo cual la ley abre diversas alternativas, entre las cuales las
mutualidades de empleadores han llegado a ser las más relevantes (ley Nº 16.744, Título
III; supra Nº 497).
910
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
93 El régimen general de prestaciones de salud es público, está a cargo del Fondo Na-
cional de Salud (Fonasa) y su ejecución corresponde a los organismos que integran el Sis-
tema Nacional de Servicios de Salud; sin embargo, su financiamiento es mixto, proviniendo
de las cotizaciones obligatorias de salud de los trabajadores y pensionados, de tarifas por
servicios y aportes estatales (ley Nº 18.469, en relación con el DL 3.500/1980, artículo 84 II
y ley Nº 18.754). Alternativamente, se puede optar por un seguro de salud otorgado por
una Institución de Salud Previsional (Isapre), que son compañías de seguros especializadas
y cuyos planes son financiados con cargo a las cotizaciones obligatorias de los trabajadores
y pensionados y por contribuciones adicionales de los asegurados (ley Nº 18.933). Además
resultan relevantes el DL 2.763/1979, que reorganiza el Ministerio de Salud y crea los Ser-
vicios de Salud, el Fondo Nacional de Salud, el Instituto de Salud Pública de Chile y la Cen-
tral de Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud; la ley Nº 18.933 que crea
la Superintendencia de Instituciones de Salud Previsional, dicta normas para el otorgamiento
de prestaciones por Isapres; y la ley Nº 19.966, que establece un régimen de garantías en
salud (Ley de garantías de salud).
94 Con la excepción de los riesgos cubiertos por la Ley de accidentes del trabajo, las
911
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
96
Es sintomático que en Inglaterra se haya establecido, por esta razón, un umbral de
£ 2.500 para que haya lugar a la acción de reembolso del Servicio Social (Markesinis/Deakin
et al. 2003 801). El derecho francés muestra desde la década del 50 una progresiva fragmen-
tación del daño moral, provocada esencialmente por el concurso de la seguridad social. Ha-
cia 1950 la jurisprudencia concedía a las cajas de seguridad social, que otorgan ciertas
prestaciones a las víctimas, una acción ‘global’ sobre el monto total de indemnización debida
por el responsable, dejando a las víctimas una acción muy reducida contra este último. El
legislador, para beneficiar a las víctimas, precisó en 1973 que estos organismos no podían per-
seguir el reembolso de la indemnización de ‘carácter personal’ de la víctima: sufrimientos
físicos o morales, perjuicio estético y de agrado. Esto llevó a los tribunales a desglosar en sus
sentencias la avaluación del perjuicio, determinando la parte sobre la cual los organismos so-
ciales podían perseguir el reembolso (perjuicio no personal) y la parte conservada a las vícti-
mas (perjuicio personal, esto es, pretium doloris, perjuicio estético, etc.). La ley de 1985, sobre
accidentes de la circulación, precisó que la acción de los organismos sociales tiene carácter
subrogatorio y la jurisprudencia ha ido progresivamente extendiendo la noción de perjuicio
de agrado para conceder derechos indemnizatorios a las víctimas que son acumulables a las
prestaciones del asegurador (Viney/Jourdain 2001 202; véase también Chabas 2000 b Nº 85).
97 En un caso la Corte Suprema estimó que lo pagado en razón de indemnizaciones le-
gales debe deducirse de la indemnización que debe el Estado por atentados contra las perso-
nas con posterioridad a septiembre de 1973, según dispone la ley Nº 19.123 (CS, 3.9.2003, rol
Nº 4.938-2001, con comentario de E. Court en Rev. D. UAI 1, 2004, 86); es discutible que esa
sentencia pueda estimarse como regla general en la materia, porque se trata de indemniza-
ciones que el Fisco paga por ambos conceptos, y que tienen por antecedente los mismos he-
chos, de modo que la deducción tiene por antecedente una compensación (que evita pagar
dos veces el mismo daño).
912
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
98 Así, Alessandri 1943 586; por el contrario, la jurisprudencia chilena más antigua se
inclinaba por entender que estos beneficios ceden a favor del responsable civil, porque son
deducidos del daño indemnizable (CS, 12.1.1918, RDJ, t. XV, sec. 1ª, 514).
99 Burrows 1994 125 y 128, Viney/Jourdain 2001 285, Larenz 1987 536; en España se
beneficios por arrendamiento o pérdidas por paralización conexa a un incendio, por ejem-
plo (Contreras 2002 167).
913
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
101 La solución responde a un principio análogo al que inspira la regla del artículo 1741,
referida al precio de venta de un bien propio. No existe en el derecho chileno una norma
que disponga la subrogación real del bien afectado por la correspondiente indemnización
(como ocurre con el artículo 1406 del Cód. fr.), de modo que se aplica la regla general res-
pecto a los bienes muebles aportados o adquiridos a título que no sea oneroso durante la
sociedad conyugal.
914
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
102 En Francia se ha modificado el Código para que la indemnización por daño corpo-
ral o moral, así como todo bien que tenga un carácter personal (típicamente, los derechos
de la personalidad) sean calificados como bienes propios (artículo 1404 I).
103 Así ha sido considerada la pretensión por daño moral por el BGH, sobre la base de
915
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
106 La solución es análoga en otros sistemas jurídicos (Deutsch/Ahrens 2002 205, Vi-
que exclusivamente aprecian y regulan las indemnizaciones a que dan lugar los delitos y
cuasidelitos civiles conforme a las disposiciones del artículo 2314 del Código Civil, sin que
las resoluciones que pronuncien sobre los indicados particulares en uso de las facultades
de que están investidos privativamente, puedan ser sometidas a la crítica y rectificación propia
del recurso de casación en el fondo” (CS, 11.1.1924, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 912). Más recien-
916
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
temente se ha fallado que “la regulación del monto de la indemnización es facultativa para
el tribunal, de ahí que su fijación no puede ser motivo de error de derecho” (CS, 7.5.1998,
RDJ, t. XCV, sec. 1ª, 38). En el mismo sentido, CS, 3.5.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 5ª, 87; CS,
27.3.2002, GJ 261, 80; y CS, 7.1.2003, GJ 271, 96.
a la voz ‘daño’ como perjuicio o injuria: 267, 378, 539, 809, 843, 856, 921, 928, 932, 938,
940, 943, 946, 948, 950, 1437, 1556, 1590, 1728, 1930, 1933, 1947, 2015, 2018, 2242, 2243,
2244, 2253, 2308, 2314, 2315, 2316, 2318, 2319, 2323, 2324, 2325, 2326, 2327, 2328, 2329,
2330, 2331, 2332, 2333 y 2474. Es interesante el amplio catálogo de situaciones y contextos
en que el concepto es empleado, sin que jamás sea definido (más allá de la clasificación
del daño patrimonial del artículo 1556).
111 Viney/Jourdain 2001 135.
917
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
112 Viney/Jourdain 2001 129. En un sentido inverso, CS, 2.11.1972, RDJ, t. LXIX, sec.
4ª, 173: “la facultad perteneciente a los jueces de apreciar soberanamente la indemnización
debida a la víctima de un delito o cuasidelito, comprende la de fijar una cantidad alzada
que abarque todos los daños o cantidades parciales relativas a cada daño o grupo de daños,
según su especie”; aunque la sentencia expresa que lo anterior debe ejercerse “siempre con
una limitación importante, cual es la de compensar íntegramente los daños”; resulta claro
que ese postulado es ilusorio si los jueces no hacen la avaluación en concreto.
113 Así el Trib. Const. español, 13.6.1986, citado por Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1993.
918
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
919
§ 58. REPARACIÓN INDEMNIZATORIA
CS, 15.9.1999, RDJ, t. XCVI, sec. 1ª, 158, Corte de Santiago, 2.7.2002, GJ 265, 85, con refe-
rencia a la posibilidad de postergar la avaluación del daño reflejo. En un sentido contrario,
argumentando que los perjuicios extracontractuales, por su naturaleza, escapan a un ava-
lúo precisamente comprobado, por lo que su apreciación debe quedar entregada al buen
criterio de los jueces del fondo, CS, 24.1.2002, RDJ, t. XCIX, sec. 1ª, 23, también publicada
en F. del M. 499, 1081.
920
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
119 Alessandri 1943 518, O. Tapia 1941 255, Corral 2003 348.
921
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
b. Prescripción de la acción
120 Así ocurre típicamente en casos de responsabilidad por ruina de edificios, donde
concurren normas del contrato de obra material (por remisión del artículo 2324 al artícu-
lo 2003 regla tercera), con las de la Ley de urbanismo y construcciones (supra § 54 g). En
otras secciones de este libro han sido tratadas preguntas de prescripción en otras materias
especiales (para atentados a la honra y privacidad, Nº 430; para productos defectuosos,
Nº 557; para daños ambientales, Nº 592; para accidentes del trabajo, Nº 502, con referencia
a la importancia que tiene en la materia la calificación de la responsabilidad como contrac-
tual o extracontractual; en general, sobre las diferencias en la materia entre ambos tipos de
responsabilidad, infra Nº 789).
121 Alessandri 1943 522, O. Tapia 1941 250, Somarriva 1939 305, Ríoseco 1996 105, Es-
que a la época de redacción del Código Civil se suscitara en la doctrina francesa la contro-
versia en torno al momento desde el cual debía comenzar a contarse el plazo de prescrip-
ción, por lo que no sería admisible el argumento histórico hecho valer por Alessandri.
922
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
tesis; aun en tiempos más recientes, algunos fallos entienden que de acuerdo
al artículo 2332 “resulta claro que el plazo de prescripción se inicia desde
la fecha en que se comete el acto ilícito generador de los perjuicios y no
cuando éstos se producen”.123
Sin embargo, esta doctrina plantea severas dudas en cuanto a su expli-
cación histórica,124 a la interpretación literal en que se apoya y a su justifi-
cación a la luz de los fines de la prescripción extintiva. La jurisprudencia
tiende a alinearse en el mismo sentido.
c) La responsabilidad civil tiene por requisito fundamental el daño pro-
ducido por el hecho del cual se pretende hacer responsable al demandado
(supra Nº 141). En circunstancias que el perjuicio sólo puede ser contempo-
ráneo o posterior (y nunca anterior) al hecho que lo provoca, el daño es
siempre el elemento que determina el momento en que se consuma la per-
petración del delito o cuasidelito civil y nace la obligación indemnizatoria.
En efecto, si el daño es contemporáneo al hecho que genera la responsabili-
dad, concurren simultáneamente todos los elementos que la condicionan; si
es posterior, sólo desde entonces habrá lugar a la acción indemnizatoria,
porque la sola ilicitud de la conducta no da lugar a responsabilidad civil.
Por eso, la prescripción sólo puede correr desde que la acción está
disponible, o más precisamente, como decía Pothier, “desde el día en que
el acreedor ha podido entablar su demanda”.125 En ese sentido, debe en-
tenderse que la idea de perpetración del acto no sólo hace referencia a la materiali-
dad de la acción, sino a su efecto dañoso en la víctima.126 Carece de sentido que
la acción se extinga por prescripción aun antes que se hayan dado las
condiciones para su ejercicio.
Por otro lado, la interpretación contraria carece de sentido a la luz de
las funciones de la prescripción extintiva, que tiene por antecedente la
123 Corte de Santiago, 18.4.1980, RDJ, t. LXVII, sec. 2ª, 29. En el mismo sentido: CS,
9.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 501; CS, 23.9.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 538; CS, 25.5.1948,
RDJ, t. XLV, sec. 1ª, 581; Corte de Santiago, 1.7.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 4ª, 157; y CS,
15.4.2003, GJ 274, 108.
124 R. Domínguez Á. 2004 b 375.
125 Citado por Planiol/Ripert 1926 Nº 650, en apoyo de la idea que el término dado
suya esta interpretación señaló que cuando el artículo 2332 expresa que el plazo de prescrip-
ción se cuenta desde la perpetración del acto, “ha aludido al acto dañoso”; en el mismo fallo
se completa la argumentación expresándose que “no se puede suponer una absurda inconse-
cuencia de la ley en orden a exigir, para el nacimiento de la obligación de indemnizar, la
producción de un daño, y, en cambio, prescindir de ese elemento fundamental para que em-
piece a correr el plazo especial de prescripción, pues –como bien se sostiene en el recurso–
ello implicaría que comenzara el término de la extinción de la obligación antes de que ella
hubiere nacido” (CS, 1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265). Más recientemente, Corte de San-
tiago, 1.9.2004, GJ 291, 129, ha entendido que esta interpretación “evita el absurdo de que la
acción resulte prescrita antes de nacer, porque es requisito de la indemnización la existencia
del daño que puede manifestarse con posterioridad al acto culposo o doloso”.
923
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
reticencia del acreedor en hacer valer sus derechos. Nada se puede repro-
char a quien omite ejercer una acción que aún no nace, como ocurre si el
plazo es contado desde el hecho que da lugar a la responsabilidad. La
jurisprudencia ha puesto también énfasis en el aspecto sancionador que
tiene el instituto de la prescripción extintiva, porque de la inactividad del
acreedor se infiere el abandono o la satisfacción de su derecho; esta aso-
ciación basada en la experiencia no puede ser realizada tratándose de un
derecho que aún no nace.127
En estas circunstancias, lo correcto es contar el plazo de prescripción
desde que ocurra el daño, ya que desde ese instante surge el delito civil y el
derecho a la reparación, como ha tendido a afirmar también la doctrina.128
d) Una aplicación más refinada del principio exige que el plazo de
prescripción se cuente desde que el daño se manifiesta y pueda ser conocido por
el responsable, porque sólo entonces la interpretación es coherente con el
carácter sancionador que se atribuye a la prescripción extintiva. Siguiendo
este razonamiento, que es consistente con la evolución del derecho com-
parado,129 si la víctima, por circunstancias que no sean atribuibles a su
descuido, no ha estado en condiciones de conocer el daño o a su autor, y,
por consiguiente, no ha podido ejercer la acción, no hay razón para en-
tender que el plazo de prescripción haya comenzado a correr en su con-
tra. Este sería el caso de quien ha sido víctima de un fraude, que se descubre
tiempo después de acaecido el daño patrimonial efectivo.
e) A la interpretación referida parece prudente agregar una limitación
general dada por el plazo de prescripción extraordinaria, que de acuerdo a una
tradición ya asentada establece el plazo máximo dentro del cual todas las
relaciones jurídicas deben estabilizarse. Este plazo se contaría, de confor-
midad con esta interpretación, desde que haya cesado la intervención cau-
sal. La limitación referida tiene la virtud de cumplir con la función
estabilizadora y de certeza atribuida a la prescripción.130
f) En síntesis, el plazo de prescripción de la acción de responsabilidad
es de cuatro años contados desde la manifestación del daño; siguiendo
principios generales en materia de prescripción, resulta razonable asumir
como límite el plazo máximo de prescripción extraordinaria, esto es, diez
años contados desde la comisión del hecho.131
127 CS,1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265; CS, 19.7.1995, RDJ, t. XCII, sec. 1ª, 53.
128 En este sentido se pronuncian también Corral 2003 350, R. Domínguez Á. 2004 b
374, Abeliuk 1993 245, P. Rodríguez 1999 483.
129 Carbonnier 2000 623, Deutsch/Ahrens 2002 240; Reglero en Reglero 2002 a 533,
con referencias a las Siete Partidas y a la historia del derecho español en la materia.
130 Esta interpretación sistemática es coherente con la calificación de la prescripción
como “una institución de orden público cuyo fundamento se vincula con consideraciones
de utilidad y seguridad jurídica, entre ellas la certeza, consistencia y estabilidad de los dere-
chos” (CS, 26.4.2005, rol Nº 4.727-03).
131 Es el principio que se sigue en el derecho alemán (Deutsch/Ahrens 2002 240, con
924
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
712. Daños diferidos, daños futuros, daño continuado, agravación del daño
y daños nuevos. a) Son daños diferidos aquellos que se manifiestan con
posterioridad a la comisión del hecho culpable o doloso.132 De acuerdo a
la interpretación sostenida, el plazo de prescripción se debe contar en este
tipo de casos desde que el daño se hace conocido o se manifiesta a la
víctima, con un límite de diez años desde que concluye la ejecución del
hecho que lo genera.
b) La comisión de un hecho ilícito se puede prolongar indeterminada-
mente en el tiempo. En este caso el delito se renueva de manera perma-
nente. La comisión de un delito que subsiste en el tiempo genera un daño
continuado. En este supuesto, en tanto subsiste la comisión del delito, él
se continúa ejecutando. Sólo una vez que el delito se haya dejado de reno-
var y sus efectos dañinos se hayan consumado, es posible sostener que el
acto ya se ha perpetrado.133
En consecuencia, si la consumación del hecho es coetánea a la produc-
ción del daño, desde ese momento debe comenzar a computarse el plazo
de prescripción. Si el hecho es instantáneo, pero el daño continuado, la
prescripción sólo comienza a correr cuando cesa el daño (aunque pueda
ir extinguiéndose progresivamente la acción respecto de daños ocurridos
con más de cuatro años de anticipación).
La misma regla resulta aplicable cuando se trata de un hecho ilícito
complejo, compuesto por un conjunto de actos autónomos, pero normati-
vamente vinculados entre sí y que causan daño. En este evento, el último
de dichos actos es el que resulta relevante a efectos del cómputo de la
prescripción. Con todo, esta hipótesis no se debe confundir con el daño
que por su naturaleza persiste de manera indefinida, como típicamente
puede ocurrir con el daño moral o con el lucro cesante que se sigue del
daño corporal. En este caso, el momento determinante es cuando ocurre
el daño. Así, se ha fallado que muy distinta a una secuencia de hechos
dañosos es la secuela que se sigue del daño moral, susceptible de prolon-
garse “tal vez, por toda la vida”.134
c) La circunstancia de que un daño devenga en más intenso o se agra-
ve puede tener efectos en la responsabilidad (supra § 58 g); pero en nada
132 Para un caso de daños diferidos, CS, 26.4.1998, F. del M. 473, 244.
133 Se ha fallado que tratándose de un acto ilícito configurado por acciones u omisio-
nes mantenidas durante un extenso período, procede computar el plazo de prescripción
sólo desde que cesa la actividad que se venía prolongando en el tiempo (CS, 4.1.1996,
F. del M. 446, 1899); y que para determinar el momento a partir del cual debe contarse el
plazo de prescripción cuando concurren ilícitos continuados debe estarse al instante en que
ellos cesan de producirse (CS, 6.11.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 326).
134 Corte de La Serena, 27.4.2004, rol Nº 29.688-2003, confirmada por CS [cas. fondo],
19.4.2005, rol Nº 2.297-2004. De igual modo, se ha resuelto que “todo acto ilícito puede
provocar daños morales actuales e indefinidos, sin que por ello deje de configurar un mis-
mo hecho en lo que hace al cómputo del plazo de prescripción” (Corte de Santiago, 1.4.2004,
GJ 286, 72).
925
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
refiere forzosamente a una demanda civil en términos procesales estrictos, sino a cualquier ges-
tión que demuestre de forma inequívoca que el acreedor pone en juego la función jurisdiccio-
nal para obtener o proteger su derecho” (CS, 28.3.2005, rol Nº 3.074-2003); y que “la más reciente
corriente de opinión sostiene que el término ‘demanda judicial’ no debe ser tomado en un
estricto sentido procesal, sino en uno más amplio, bastando que el acreedor recurra a los tribu-
nales en demanda de protección, ya sea para cobrar directamente su crédito, ya sea para efec-
tuar las gestiones previas necesarias para hacerlo” (Corte de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96);
véase también CS, 20.3.2006, rol Nº 5.489-2003. Sobre la discusión en torno al sentido y alcance
de la ‘demanda judicial’ que interrumpe la prescripción, R. Domínguez Á. 2004 b 234.
926
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
138 Alessandri 1943 528, O. Tapia 1941 252, Abeliuk 1993 245, Rioseco 1996 77. P. Ro-
dríguez 1999 485 estima que si bien la prescripción de la acción de responsabilidad corre
contra toda clase de personas, se suspende entre cónyuges en razón de que “la prescrip-
ción se suspende siempre entre cónyuges” (artículo 2509, inciso final).
139 CS, 7.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 245. En el mismo sentido: CS, 25.5.1948, RDJ,
t. XLV, sec. 1ª, 581; CS, 10.10.1978, RDJ, t. LXXV, sec. 4ª, 583; Corte de Santiago, 7.7.1988,
RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 63; y CS, 31.1.1989, F. del M. 362, 893.
140 R. Domínguez Á. 2004 b 369.
927
§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
141 Corte de Santiago, 12.1.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 1. En el mismo sentido se ha
fallado que “los delitos o cuasidelitos son hechos voluntarios y que pueden causar efectos
jurídicos y obligaciones, pero cuya finalidad está dirigida a una meta distinta, por cuya ra-
zón no son actos jurídicos” y que, en consecuencia, “la prescripción de 4 años contempla-
da en el artículo 2332 no es una prescripción de corto tiempo a que alude el artículo 2524,
ambos del mismo cuerpo legal” (CS, 13.4.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 1ª, 49, también publi-
cada en F. del M. 365, 120).
928
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
929
§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS
143
En contra de aceptar una acción restitutoria que no encuadre en los requisitos ge-
nerales del enriquecimiento sin causa, Diez 1997 170; en el mismo sentido, pero sólo aten-
diendo a la imposibilidad de considerar los beneficios como objeto de indemnización (sin
pronunciarse sobre una acción restitutoria), Alessandri 1943 553. En verdad, la acción res-
titutoria que aquí se analiza tiene su fundamento en el ilícito civil y no en el mero hecho
del empobrecimiento que tiene por contrapartida un enriquecimiento. Una discusión de
que esta obligación restitutoria de ganancias injustificadas tenga su fundamento en razo-
nes de justicia correctiva, en Gordley en Owen 1995 138; afirmando esa relación, Weinrib
1980 47.
144
Birks 1985 9, Weinrib 1980 50.
930
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
145 MünchKom/Grunsky § 252 16, Viney/Jourdain 2001 181, Cane 1996 112.
146 Así la opinión de Lord Slade en My Kinda Town Ltd v. Soll, FSR 159 (1982), citado
por Burrows 1994 304.
147 CS, 2.11.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 1ª, 212. Puede verse también CS, 15.9.1999, RDJ,
931
§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS
932
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
puesta al vecino no tiene que ser soportada por éste. Una vez cesada la
situación, quien ha actuado en estado de necesidad debe compensar al
afectado por el daño sufrido en su bien (supra Nº 82 c).
En el derecho de bienes se plantea con frecuencia el conflicto. Por lo
general, es resuelto en favor de la propiedad; ello vale especialmente en
el caso de las más arcaicas formas de ocupación (artículos 609 II, 610,
617 II y 620). En otros casos, sin embargo, el sopesamiento de bienes
lleva a que sea el propietario quien soporte la carga. Así ocurre típica-
mente con las servidumbres legales (artículo 847) y con ciertas formas
de accesión (artículos 668, I sobre edificación en terreno propio con
materiales ajenos; 668 III, sobre plantación de semillas o plantas ajenas;
658, sobre accesión por mezcla o especificación).
b) Más allá de los casos regulados expresamente por la ley, puede asu-
mirse un principio general del derecho que da lugar a obligaciones restituto-
rias en casos de imposición privada de cargas excesivas pero lícitas.
Siguiendo el principio de que el daño debe ser significativo, el entorpeci-
miento debe exceder del límite de las turbaciones que debemos soportar
en razón de la convivencia (supra Nº 145 y § 24 g).
c) El principio encuentra aplicación también en el ámbito del derecho
público, pues puede ocurrir que la Administración del Estado imponga car-
gas a ciertas personas, que resultan exorbitantes y desiguales, aunque el acto
administrativo sea legítimo, tanto desde el punto de vista de su legalidad
como de su finalidad. Ese puede ser el caso, por ejemplo, de las medidas
preventivas adoptadas a consecuencia de epidemias, y resoluciones de pro-
tección ambiental o patrimonial. La materia plantea importantes preguntas
relativas a la distribución de cargas públicas y a los límites a la imposición de
cargas privadas en beneficio público (supra Nº 334 e y § 40 f).
933
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
TÍTULO II
a. El demandado
150 Es interesante el contraste que la norma referida plantea con la del inciso siguien-
te, que se rige plenamente por las normas de la responsabilidad extracontractual, que obli-
gan a reparar todo perjuicio.
934
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
724. Autor del daño. a) Con las solas excepciones que establece el artículo
2319, todas las personas son capaces de delito o cuasidelito civil (supra Nº 30),
de modo que la acción de responsabilidad se dirige, ante todo, contra quien
por su hecho negligente (en la responsabilidad por culpa) o por su posición
generadora de un riesgo (en la responsabilidad estricta) ha causado el daño
que da lugar a la pretensión reparatoria (artículo 2316 I).
Se tiene por autor del daño a quien materialmente lo ha producido,
pero la responsabilidad también se extiende a quienes han actuado como
cómplices o encubridores del hecho, en la medida que su conducta ilícita resulta
determinante en la materialización de los perjuicios.151 A estos efectos, las
reglas generales sobre causalidad son suficientes para determinar la exten-
sión pasiva de la acción de responsabilidad; ésta se dirige por igual contra
cualquiera persona cuya conducta ilícita haya sido condición necesaria del
daño (supra Nos 244 y 278).
b) La autoría plantea particulares preguntas en el caso de la responsa-
bilidad de personas jurídicas y especialmente del empresario. Uno de los
aspectos evolutivos más evidentes de la responsabilidad de la persona jurí-
dica es la creciente aceptación de la responsabilidad por el hecho propio,
sobre la base de la construcción de un ilícito organizacional, que se mani-
fiesta en el incorrecto funcionamiento de la organización, y que no re-
quiere la identificación de las personas naturales a quienes resulte atribuible
en concreto la negligencia (supra Nos 34 y 129).
c) En los casos de responsabilidad estricta, el antecedente determinan-
te de la responsabilidad es usualmente la calidad (por ejemplo, la de tene-
dor de la cosa riesgosa) o el desarrollo de la actividad. Corresponde a la
ley definir quién será tenido en cada caso por responsable, en la medida
que no es la conducta, sino el riesgo el elemento que resulta determinante
(supra Nº 325).
725. Herederos del autor del daño. a) La acción también puede ser ejerci-
da en contra de los herederos del autor del daño, en virtud del principio
de continuidad patrimonial activa y pasiva del causante en sus sucesores
universales (artículo 951 II). Por lo demás, la legitimidad pasiva de los
herederos está expresamente reconocida en el título sobre delitos y cuasi-
delitos civiles (artículo 2316 I).
b) Si el causante ha fallecido en el accidente ocurrido por su culpa y
que ha provocado daño a terceros, debe entenderse que la sucesión asu-
me igualmente la obligación reparatoria, porque el ilícito fue cometido en
vida del causante; por eso, carece de relevancia el orden temporal en que
151 Alessandri 1943 490, Corral 2003 324; en la medida en que el derecho civil sólo
atiende a la relación causal entre el hecho ilícito y el daño, no discrimina, en general, los
tipos de circunstancias que dan lugar a esa participación; todo indica, sin embargo, que las
definiciones de los artículos 14 y siguientes del Código Penal son aplicables a los delitos
civiles, con la sola reserva de que la responsabilidad civil tiene por condición que esa parti-
cipación sea causalmente determinante del daño sufrido por la víctima.
935
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
936
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
b. El demandante
937
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
154 La ley Nº 19.620 establece respecto del adoptado el estado civil de hijo de los adop-
tantes (artículo 37 I), sin perjuicio de la ultraactividad de la legislación anterior que creaba
un estado civil específico de adoptados (artículo 45 II).
155 Alessandri 1943 457.
938
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
939
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
157
La jurisprudencia francesa es reticente a reconocer acciones colectivas, a menos que
haya autorización legal; la ley procesal civil española reconoce ampliamente una acción cor-
porativa a las asociaciones de consumidores y usuarios (artículo 11; al respecto, Reglero en
Reglero 2002 a 148); en el derecho inglés se conocieron desde el Medioevo acciones de gru-
pos específicos, y leyes especiales han continuado con esta práctica, sin perjuicio de una ac-
ción general que es reconocida por la ley procesal; la ley holandesa autoriza las acciones de
grupos corporativos, salvo respecto de la acción indemnizatoria; éstas son reconocidas den-
940
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
158 Sobre esta particularidad del Código chileno, Delgado en Martinic/Tapia 2005 912.
159 En este sentido, Montenegro 2004 304.
941
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
942
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
163
La legislación procesal penal, por otra parte, autoriza estos acuerdos reparatorios,
que deben entenderse comprensivos de todo tipo de daños (Código Procesal Penal, artícu-
lo 241), atribuyéndoles efectos extintivos incluso respecto de la acción penal (artículo 242);
sobre los efectos extintivos de la acción civil, Horvitz/López 2002/04 II 572. En el derecho
civil francés también se acepta la licitud de la transacción (Viney/Jourdain 2001 323).
164
Alessandri 1943 467, Corral 2003 320, Mazeaud/Chabas 1998 703.
165
Alessandri 1943 467.
943
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
(en especial a Luis de Molina) y a su continuación en la escuela del derecho natural racio-
nalista (Grocio, Pufendorf). El propio De Castro sostiene, en ese admirable texto, que esta
es la correcta doctrina, que, a su vez, atribuye a la jurisprudencia española de su época (ídem
498). La actual jurisprudencia española parece asumir, por el contrario, que las acciones
por daño moral que se sigue de la muerte son personales y no pretensiones iure hereditatis
(Pantaleón 1989 639).
944
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
169 Prosser/Keeton et al. 1984 945 refieren el argumento de que en jurisdicciones que
no reconocen el daño moral reflejo, si no se reconociera la transmisibilidad del daño sufrido
por quien ha fallecido, resultaría más barato para el responsable que la víctima muera a que
quede lesionada; asimismo, muestran que la evolución en el commom law se produjo en la di-
rección de favorecer a las personas sobrevivientes que más inmediatamente han sufrido un
perjuicio (personal) a consecuencia de la muerte, como son los herederos (ídem 946).
170 Viney/Jourdain 2001 325.
171 Una espléndida reseña de los argumentos para negar la transmisibilidad en R. Do-
945
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
a la muerte no es indemnizable como daño moral de la víctima, porque debe entenderse in-
cluida en esta última (Hicks v. Chief Constable of South Yorkshire Police, 1992, 2 All ER 65); en Esta-
dos Unidos, la materia está entregada a la legislación estatal, que es muy disímil, pero que en
general reconoce acción hereditaria por los daños morales sufridos por la persona fallecida,
pero no acepta el daño moral reflejo (Prosser/Keeton et al. 1984 950, Abraham 2002 219).
176 R. Domínguez Á. 2004 a 506 y 513, con referencias al derecho argentino y holan-
dés (Cód. hol., artículo 6.106); para el derecho español, Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1999, Gómez en Reglero 2002 a 397; en el derecho alemán no se reconoce acción alguna a
este respecto (Deutsch/Ahrens 2002 227; BGB, §§ 253 y 847).
946
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
con la víctima directa, la indemnización que aquél reciba por el daño moral
que personalmente ha sufrido incluye de manera necesaria el pesar por el
sufrimiento de la víctima. Así se explica que en el derecho comparado exista
la tendencia antes anotada a reconocer alternativamente un derecho iure here-
ditatis (si no se reconoce acción por daño reflejo) o una acción iure propio
por el daño reflejo, pero no ambos a la vez.
e) Resultando inconveniente la acumulación, es preferible optar por la
indemnización del daño reflejo, negando lugar a la transmisión. La prueba del
daño reflejo atiende de mejor manera a los vínculos reales de afecto y
dependencia espiritual que existen entre los demandantes y la víctima fa-
llecida. Asimismo, permite hacerse cargo razonablemente del daño moral
sufrido por la víctima inmediata, que repercute en quienes le eran más
cercanos (pero evitándose la doble indemnización). Por otro lado, las re-
glas del derecho hereditario pueden excluir a quienes tenían un consor-
cio de vida que no esté reconocido por el derecho sucesorio (el conviviente,
por ejemplo), y pueden favorecer a quienes carecen de esa relación afecti-
va (parientes con los que el fallecido no tenía trato alguno y, en el extre-
mo, el Estado).177
f) Las razones para negar lugar a la transmisibilidad de las pretensio-
nes indemnizatorias por el daño moral sufrido por la víctima fallecida no
se extienden a las acciones de reparación en naturaleza. Todo indica que las
personas más cercanas al menos no deben tener restricciones en su inte-
rés de interponerlas en protección de la memoria del fallecido. Este inte-
rés es especialmente intenso en la protección de la privacidad y la honra
de este último (supra Nº 426).
a. Introducción
indemnizatoria al momento de fallecer. En tal caso, existe una razón especial para esti-
mar que se sucede por los herederos en la relación procesal ya constituida (Código de
Procedimiento Civil, artículo 5º); la doctrina francesa que es contraria a la transmisibili-
dad entiende que en este caso debe entenderse que el derecho adquirió un carácter pa-
trimonial antes de la muerte de la víctima directa (Viney/Jourdain 2001 326). De aceptarse
la transmisibilidad en esta situación, debiera entenderse que la prosecución de la acción
iure hereditatis excluye o neutraliza los efectos de la acción iure propio, por las razones plan-
teadas en esta sección.
178 Este apartado toma como base una contribución de J. C. Marín; el texto de esa con-
947
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
ponsabilidad penal han llegado a ser distintas entre entre sí por sus fines y
por las condiciones de su imposición.179
La tendencia a la separación se ha acentuado en épocas recientes. Por
una parte, se ha llegado a construir una teoría del delito extremadamente
refinada, que se ha caracterizado por la definición rigurosa de los requisi-
tos para hacer procedente la sanción penal, con el resultado de que la
doctrina del delito actúa como un límite a la imposición de la pena, mien-
tras que en la responsabilidad civil, por el contrario, la tendencia ha sido a
la expansión. Por otra parte, la predilección a separar las esferas de lo
público y de lo privado y a relegar a esta última amplios ámbitos de la
moral, la religión y las costumbres, ha hecho que conductas que antes
estaban sujetas a la regulación estatal bajo sanción penal, hayan quedado
entregadas al juicio individual.180
179 Sobre los fines de la responsabilidad civil, supra § 3; sobre los fines de la responsa-
bilidad penal y más precisamente, de la pena, Roxin 1994 39, Jakobs 1991 3, Bustos 1989
18, Cury 2005 64.
180 En general, las diferencias entre la responsabilidad civil y la penal se expresan en las
mayores exigencias que el derecho plantea para dar lugar a esta última. Para una enumera-
ción de las diferencias, Alessandri 1943 29, Horvitz/López 2002/04 II 602, Corral 2003 461.
181 Horvitz/López 2002/04 II 604. En esta práctica habría tenido especial inciden-
cia el positivismo criminológico que entendía que la reparación del daño ocasionado
por el hecho punible formaba parte de la pena (ídem). En este sentido, Rafael Fonteci-
lla sostenía que el Código Penal cometía un ‘grave error’ al entregar la acción de repa-
ración del daño al ofendido por el delito, desde que no se trataba de un cuestión de
derecho privado, sino de una de derecho público, razón por la cual la acción para la
indemnización del daño proveniente del delito debía ejercerse de oficio conjuntamen-
te con la acción penal por el ministerio público (Fontecilla 1978 292). Esta concepción
se encuentra hoy superada por la aceptación de diferencias esenciales entre ambos es-
tatutos de responsabilidad y, por cierto, no es esa la razón para autorizar el ejercicio de
la acción civil en el proceso penal.
182 Así, la Corte Suprema ha entendido que “la responsabilidad civil debe hacerse valer
en los tribunales con jurisdicción en lo civil, pero se admite, por razones de economía proce-
sal, que la acción respectiva se deduzca también ante quien conoce del delito o cuasidelito
penal que genera adicionalmente responsabilidad civil” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003).
948
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
183 La circunstancia que un mismo hecho produzca efectos penales y civiles en ningún
caso confunde ambos estatutos de responsabilidad; así, se ha fallado que “aun cuando de
un mismo hecho puede generarse responsabilidades penal y civil de naturaleza extracon-
tractual, ellas son distintas e independientes entre sí” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003); y
que “la responsabilidad penal y civil derivadas de un mismo hecho, pueden coexistir pero
son distintas e independientes” (CS, 28.7.2005, GJ 301, 120).
184 En este sentido, respecto del ejercicio de la acción civil en el proceso penal, se ha
fallado que “es evidente que la acción civil que se está analizando es de orden privado o
patrimonial, por lo que las normas que regulan el proceso miran al exclusivo interés parti-
cular de los litigantes, sin que su trasgresión vulnere el orden social” (Corte de Valparaíso,
27.7.2005, rol Nº 1.285-2004).
185 El Código Procesal Penal no permite el ejercicio de demandas civiles en el procedi-
miento simplificado, salvo aquella que tuviere por objeto la restitución de la cosa o su valor
(Código Procesal Penal, artículo 393 II); la referencia al valor de la cosa puede ser entendi-
da como un error legislativo (infra Nº 747); en el procedimiento abreviado, el juez no tiene
competencia para pronunciarse sobre las acciones civiles deducidas (Código Procesal Pe-
nal, artículo 412 inciso final).
949
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
b. Acción restitutoria
950
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
186 El artículo 470 del Código Procesal Penal, por su parte, permite a los legítimos intere-
sados reclamar las cosas corporales muebles retenidas y no decomisadas dentro de los seis me-
ses siguientes contados desde la fecha de la resolución que hubiere puesto término al juicio, o
dentro del año desde que se hubiere decretado el sobreseimiento temporal o la suspensión con-
dicional del procedimiento. En caso contrario, el tribunal procederá a la venta de estos bienes
en pública subasta. El producto del remate, así como los dineros o valores retenidos y no deco-
misados, se destinarán a la Corporación Administrativa del Poder Judicial.
187 Código Procesal Penal, artículo 59 I; en igual sentido, Código Orgánico de Tribu-
951
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
750. Otras acciones restitutorias. No todas las acciones que de acuerdo con
el derecho civil tienen naturaleza restitutoria están señaladas en las normas
que se han analizado en esta sección. No lo están, por ejemplo, la acción
contra el poseedor por la restitución de frutos y deterioros, o las que tienen
por objeto el valor de la cosa destruida. En circunstancias que las reglas del
artículo 189 del Código Procesal Penal (en relación con los artículos 83
letra c, 187 y 188) sólo se refieren a las cosas que hayan podido servir para la
comisión del delito, a sus efectos o a los que pudieren ser utilizados como
952
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
medios de prueba, así como a las hurtadas, robadas o estafadas, debe enten-
derse que se trata de disposiciones especiales. Cualesquiera otras acciones
restitutorias, especialmente las que tienen por objeto el valor en dinero de
una cosa, deben entenderse comprendidas en la acción civil reconocida por
el artículo 59 II del Código Procesal Penal (infra Nº 752).
953
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
Código Penal que señala: “El que para defraudar a otro le obligare con violencia o intimi-
dación a suscribir, otorgar o entregar un instrumento público o privado que importe una
obligación estimable en dinero, será castigado como culpable de robo, con las penas res-
pectivamente señaladas en este párrafo”. En este caso, la forma razonable de restaurar el
orden jurídico perturbado, y de pronunciarse sobre las responsabilidades civiles que ema-
nan de la defraudación, sería declarando la ineficacia del instrumento público o privado
suscrito bajo violencia o intimidación.
954
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
mente con el sujeto pasivo del delito. Es lo que sucede, por ejemplo, con el delito de hurto
en que el bien es sustraído a una persona distinta de su propietario, caso en el cual la con-
dición de víctima es detentada por el propietario y no por aquel a quien el bien le es sus-
traído. Existen también delitos pluriofensivos en que la conducta punible afecta distintos
bienes jurídicos cuyos titulares pueden ser personas también distintas. Así por ejemplo, un
delito de robo con intimidación en que el sujeto coaccionado difiere del propietario del
bien sustraído; en este caso ambos tendrán la condición de víctima y podrán ejercer la ac-
ción civil en el proceso penal (Horvitz/López 2002/04 II 614).
955
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
prueba antes reseñada que la querellante, quien se encuentra legitimada para deducir esta
acción civil de conformidad con lo que dispone el artículo 108 del Código Procesal Penal,
sufrió y sufre actualmente un gran dolor y aflicción por la pérdida de su padre, y por el
dolor que han experimentado sus hijos menores, este tribunal acoge la demanda civil in-
terpuesta, sólo a su favor, toda vez que por mandato expreso de la norma legal antes citada,
sus hijos y nietos del occiso, no son sujetos titulares de esta acción” (Tribunal de juicio oral
en lo penal de Valparaíso, 3.5.2004, ruc Nº 0400020450-7, con comentario de A. Aguad y
C. Pizarro en Rev. Fueyo 3, 2004, 155).
956
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
d. Reglas de procedimiento
su momento se dicte. En este sentido, las medidas cautelares reales tienen por misión asegu-
rar un conjunto de bienes, en los cuales posteriormente se hará efectiva la responsabilidad
pecuniaria que se derive del delito. Esta responsabilidad puede tener una naturaleza mera-
mente civil y también penal (pena de multa), sin perjuicio de que puede surgir, además, una
responsabilidad pecuniaria por el pago de las costas y gastos ocasionados durante el proceso.
Para un detallado estudio de las medidas cautelares reales, J. C. Marín 2004 a 77.
957
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
958
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
201 ¿Puede la víctima que no ha subsanado los vicios acudir al juez civil competente y
presentar nuevamente su demanda civil? La redacción del artículo 59 II del Código Proce-
sal Penal parece oponerse a ello, aunque todo indica que es una consecuencia demasiado
severa para quien no ha subsanado cuestiones de forma. Lo razonable es entender que la
víctima no puede continuar con su demanda en el procedimiento penal y permitirle acu-
dir ante el juez civil competente, en la medida que su pretensión no haya prescrito.
202 La regulación de la prueba de la acción civil en el proceso penal puede generar
959
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
mismos hechos pueden ser valorados de manera diversa por el juzgador penal y por el civil.
Atendida la relación que existe en materia probatoria entre las normas sustantivas y proce-
sales, todo indica que en materia civil debe procederse de conformidad con los estándares
probatorios que rigen en esa materia.
960
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
204
Se ha fallado que “con arreglo al artículo 150 del Código de Procedimiento Civil, la
sentencia que acepta el desistimiento extingue las acciones a que él se refiere, con relación a
las partes litigantes y a todas las personas a quienes habría afectado la sentencia del juicio a
que pone fin. De este modo, la resolución firme que acoge el desistimiento semeja en sus
efectos a una sentencia de término denegatoria de la demanda, puesto que pone fin al juicio
de que se trata, extinguiendo las acciones como si hubieren sido rechazadas, de forma que si
961
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
el demandante las renueva con un nuevo juicio, el demandado estará habilitado para opo-
nerle válidamente la excepción de cosa juzgada” (CS, 19.4.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 1ª, 59).
962
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
205 Se ha fallado que “en términos generales, debe entenderse que la disposición al re-
ferirse al juicio civil, lo hace en el sentido amplio de todo lo que no es penal, y al señalar
que debe condenar al reo, igualmente debe interpretarse en forma genérica, aunque no
exista reo sino infractor a una norma de carácter contravencional” (Corte de San Miguel,
10.9.1992, rol Nº 97-1992). La ley sobre libre competencia ha establecido el principio refe-
rido, al establecer que el juez civil al resolver sobre la acción de responsabilidad patrimo-
nial fundará su fallo en las conductas, hechos y calificación jurídica establecidos por el
Tribunal de defensa de la libre competencia (artículo 30 II).
206 Existe consenso en torno a la fuerte analogía entre el derecho penal y el derecho
administrativo sancionador, en el sentido de que ambos son una manifestación del poder
punitivo del Estado, siendo la diferencia entre ambos exclusivamente cuantitativa (el mejor
desarrollo en Cury 2005 100, con referencias comparadas).
207 Se ha fallado que la sentencia del juzgado de policía local que impone una pena de
multa al chofer culpable de un accidente de tránsito por haber infringido los reglamentos
“es una sentencia condenatoria en juicio criminal y produce plena prueba en el presente
juicio civil sobre la infracción reglamentaria a que ella se refiere” (Corte de Santiago,
3.10.1958, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 12.5.1959, RDJ, t. LVI, sec. 1ª, 133); y
que “la sentencia condenatoria en lo infraccional dictada en sede de Policía Local una vez
firme, produce el efecto de cosa juzgada en cuanto a la existencia de la infracción y a la
culpabilidad del infractor sancionado” (Corte de Santiago, 6.7.2005, GJ 301, 149).
208 CS, 7.5.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347.
209 En este sentido se ha fallado que “atendido que la acción indemnizatoria de estos
963
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
210 Se ha entendido que “es perfectamente concebible y armónico que un mismo he-
cho pueda calificarse como no constitutivo de cuasidelito criminal y ser, sin embargo, cons-
titutivo de cuasidelito civil” (Corte de Chillán, 10.8.2000, confirmado por CS [cas. fondo],
24.10.2000, GJ 244, 98). En relación con la extinción de la responsabilidad penal en virtud
de la amnistía, se ha fallado desde antiguo que ésta “sólo produce efectos en la esfera de tal
responsabilidad, sin que alcance a operar en el campo de la responsabilidad civil; la prime-
ra tiene su origen en el hecho punible, que la ley reprime en resguardo del interés de la
colectividad; la segunda nace como consecuencia de aquel hecho, desde que ocasiona al
ofendido un daño que le confiere el derecho de la reparación. Por consiguiente, la obliga-
ción que genera este derecho no se extingue por la amnistía” (Corte de Santiago, 14.1.1963,
RDJ, t. LX, sec. 4ª, 47); en igual sentido: CS, 30.3.1962, RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 25; y CS, 1.9.1967,
RDJ, t. LXIV, sec. 4ª, 243.
211 La equiparación en sus efectos del sobreseimiento definitivo a la sentencia absolu-
toria se encuentra en el artículo 251 del Código Procesal Penal, según el cual el sobresei-
miento definitivo pone término al procedimiento y produce efecto de cosa juzgada.
964
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
212 La jurisprudencia es constante en este sentido, así se ha fallado que “las sentencias
absolutorias o que sobresean definitivamente en materia penal, sólo producen cosa juzga-
da en materia civil en casos calificados y excepcionales” (CS, 18.1.1989, rol Nº 18.313); que
“la regla general es que las sentencias condenatorias dictadas en materia criminal produ-
cen cosa juzgada en lo civil; pero respecto de los fallos absolutorios dicha regla general es
que no producen cosa juzgada en materia civil, salvo las excepciones expresamente con-
templadas en la ley” (CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211); que “la sentencia absoluto-
ria en materia criminal no tiene los mismos efectos que la condenatoria, estando reservado
a esta última producir siempre los efectos de la cosa juzgada y a la primera producir tales
efectos únicamente en los casos expresamente señalados en el artículo 179 (202) del Códi-
go de Procedimiento Civil” (CS, 20.3.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 98); y que “en los juicios
civiles pueden hacerse valer las sentencias dictadas en un proceso criminal siempre que con-
denen al reo, lo que es natural y obvio; pero cuando absuelven u ordenan el sobreseimien-
to definitivo se les concede la fuerza de la cosa juzgada por excepción, en los casos
taxativamente enumerados en el artículo 202 [actual artículo 179] del Código de Procedi-
miento Civil” (CS, 8.1.1938, RDJ, t. XXXV, sec. 1ª, 343).
213 CS, 29.8.1917, RDJ, t. XV, sec. 1ª, 131. En este orden de ideas, se ha dicho que el
abandono de la acción constituye una razón de orden procesal, “que si bien produce efec-
tos similares al sobreseimiento definitivo, no puede significar un pronunciamiento de inexis-
tencia del delito, por lo que no concurre en la especie la excepción contemplada en el
artículo 179 Nº 1 del Código de Procedimiento Civil. Por ello, no concurre en la especie la
cosa juzgada” (CS, 11.5.1995, rol Nº 20.841).
965
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
214 Tempranamente se resolvió que “de la historia fidedigna del precepto legal que se
supone infringido aparece que se dio a la circunstancia primera del artículo 202 [actual
artículo 179] del Código de Procedimiento Civil la redacción que tiene por ser más com-
prensiva que la que se pretendió darle diciendo en vez de delito o cuasidelito ‘del hecho’,
dejándose establecido que la no existencia del hecho equivale a decir la no existencia del
delito o cuasidelito” (CS, 20.10.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 113); en el mismo sentido, se
ha fallado que la sentencia penal absolutoria o el sobreseimiento definitivo producen cosa
juzgada en material civil cuando “el tribunal ha adquirido la convicción de no haberse per-
petrado el hecho punible que dio origen a la causa” (CS, 13.6.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª,
168). La sentencia penal que establece que los hechos existen pero fueron fortuitos produ-
ce también cosa juzgada en sede civil bajo esta regla; así, se ha resuelto que la sentencia
penal absolutoria o que sobresee definitivamente la causa produce cosa juzgada en materia
civil “cuando el hecho material que dio motivo a formar la causa no existió, o en que ese
hecho, si bien existe y está probado, ha sido fortuito o casual o en que ese hecho es impu-
table exclusivamente a culpa o imprudencia de la víctima” (Corte de Santiago, 8.8.1958,
RDJ, t. LV, sec. 1ª, 84); la conclusión anterior supone que lo fortuito se juzga de igual ma-
nera en materia civil y penal, de modo que parece recomendable que la apreciación se haga
en concreto; asimismo se debe tener en consideración que esa inferencia en caso alguno es
aplicable si el tipo de accidente está sujeto a un régimen de responsabilidad estricta.
215 CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211.
216 Corte de Concepción, 23.7.1993, rol Nº 1.472-1992; también se ha fallado que “no
966
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
967
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
219
En CS, 5.11.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 1ª, 503, sentencia absolutoria por estimarse
que los hechos se debieron a un caso fortuito, se señaló que “por no mediar dolo o culpa
en el suceso que motivó el fallo absolutorio que se expidió en el proceso criminal referido,
forzoso es aceptar como conclusión que en tal evento no hubo hecho punible que origina-
ra obligaciones basadas en esa fuente de responsabilidad; que, asimismo, aquel fallo debe
producir efectos de cosa juzgada en materia civil, porque no es aceptable –en este caso–
una revisión de tal pronunciamiento; y que, por último, esta consecuencia afecta no sólo a
quienes fueron partes en la gestión criminal, sino que a toda clase de personas, porque sus
efectos son de proyección general”; respecto al caso fortuito como eximente de responsabi-
lidad civil, véase también nota siguiente; también se ha fallado que “toda sentencia conde-
natoria en materia criminal produce cosa juzgada para el juicio civil en que se cobran
indemnizaciones por los perjuicios causados por el delito o cuasidelito que ha sido objeto
de ese fallo. Esa cosa juzgada es de aplicación universal en cuanto obra respecto de todos y
no solamente de los que han litigado en lo penal, pues ella existe, no en virtud de la con-
currencia de las tres identidades requeridas por el artículo 200 [actual artículo 177] del
Código de Procedimiento Civil, que no serían posibles en estos casos, sino por mandato
expreso de las leyes que se inspiran en la necesidad superior de evitar que la decisión en lo
civil contradiga lo resuelto por la justicia criminal” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394); y
que “los artículos 201 y 202 [actuales artículos 178 y 179] del Código de Procedimiento
Civil, que determinan la influencia de lo penal en lo civil, son reglas de excepción a lo dis-
puesto en el artículo 200 [actual artículo 177] del mismo Código, y por lo tanto, no puede
exigirse que entre el juicio criminal y el juicio civil posterior existan las tres identidades a
que se refiere el citado artículo 200, puesto que jamás pueden existir entre uno y otro jui-
cio, que tienen siempre distintos objetos y distintas causas legales, y exigirlas sería lo mismo
que negar la influencia de lo criminal en lo civil, influencia que expresamente reconocen
nuestras leyes” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923,
968
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 432). En el mismo sentido, Corte de Santiago, 14.11.1922, confirmada
por CS [cas. fondo], 22.9.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 494; CS, 23.11.1936, RDJ, t. XXXIV,
sec. 1ª, 62; CS, 13.1.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 478; CS, 1.6.1956, RDJ, t. LIII, sec. 1ª, 89;
y Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84.
220 Se ha fallado que en el juicio civil “no puede ponerse en duda la existencia del he-
cho que constituye el delito, ni sostenerse la inculpabilidad del condenado” (CS, 7.5.1935,
RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347); y que “en el juicio civil es obligatorio respetar las conclusiones
establecidas en lo criminal y los hechos o antecedentes que han servido al juez para llegar
a esas conclusiones” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394). Así, si en sede penal se deter-
mina que un accidente se debió a caso fortuito, no puede el tribunal civil tomar en consi-
deración pruebas o alegaciones tendientes a establecer que “el accidente no se produjo por
un acto imprevisible y que, por el contrario, fue la consecuencia directa de la imprudencia,
la negligencia o el simple descuido” (Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84);
en el mismo sentido “no puede reexaminarse la culpabilidad del infractor en el nuevo jui-
cio, ni la existencia de la infracción que motivó la sanción” (Corte de Santiago, 6.7.2005,
GJ 301, 149).
221 Se ha fallado que precisamente “la esencia de la cosa juzgada es impedir que se
produzca contradicción entre dos fallos” (Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 48).
969
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
225
Se ha fallado que “según las reglas generales la cosa juzgada en lo civil es relativa a
las partes y la penal es absoluta: de tal manera que fallada en un sentido una cuestión civil,
sólo las partes favorecidas pueden aprovechar la cosa juzgada ya sea como acción o como
excepción” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923, RDJ,
t. XXII, sec. 1ª, 432).
971
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
972
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
973
CAPÍTULO XII
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y
EXTRACONTRACTUAL
1 Inst. Gayo III 88; la distinción ya aparece en el desarrollo que Aristóteles hace de la
justicia correctiva, que es referida a los “tratos mutuos, tanto voluntarios como involunta-
rios” (Ética Nicomaquea V 4 1131b).
2 Kaser 1971 I 522.
3 Ídem 523.
4 Así, en Digesto 44.7.1 se pasa a decir que “las obligaciones nacen sea de un contrato,
sea de un maleficio, sea de cierto derecho por distintos tipos de causa”. En las Instituciones
de Justiniano, a su vez, aparece claramente la división adoptada por la civilística moderna
que “distingue en cuatro especies, porque nacen de un contrato o de un cuasicontrato; o
de un delito o de un cuasidelito” (Inst. Just. III 13.2).
975
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
tes), que se aleja de la ordenación de Pothier, quien trató los efectos de las obligaciones
luego de desarrollar las fuentes. Una estructura semejante siguen el Código español y el
alemán, el más romanista de los Códigos modernos. Esa estructura ha sido alterada en al-
gunos de los principales Códigos europeos del siglo XX; así, el Libro IV del Código italiano
y el Libro VI del nuevo Código holandés, que desarrollan una parte general del derecho
de obligaciones de modo más independiente del contrato.
6 Alessandri 1943 42 y 46.
976
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
977
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
ya han sido analizados, como la capacidad (supra § 7) o que serán posteriormente analiza-
dos, como las convenciones modificatorias de responsabilidad (infra § 70), así como aque-
llos institutos propios de la responsabilidad contractual que carecen de correlato en sede
extracontractual (como la avaluación convencional de los perjuicios y los efectos de la mora
del acreedor).
11 Clásico en este sentido resulta H. Mazeaud 1930 passim.
12 Me parece que en este punto reside la debilidad estructural de la ingeniosa tesis de
978
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
979
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
13 Es cierto que a veces la ley establece extensamente para una parte la obligación de
contratar y regula aspectos esenciales de las prestaciones de las partes (como ocurre, en
general, en mercados regulados de servicios públicos ofrecidos en condiciones de mono-
polio natural). En estos casos de ‘contratos forzosos heterodoxos’, en que existe una obli-
gación de ofrecer el servicio a quien lo solicita y en que la ley también fija las condiciones
de precio y calidad de la prestación, puede ser un sinsentido semántico seguir hablando de
‘contrato’ (un análisis de la calificación en López 1998 173).
14 Flume 1992 7.
15 Fried 1981 128.
980
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
981
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
que esta regla no es consistente con la idea general de cuidado que nos
debemos en nuestras relaciones recíprocas y es contradictoria con el es-
tándar de cuidado que los mismos autores exigen como condición de res-
ponsabilidad (supra Nº 44). Por otra parte, la gratuidad es también relevante
al momento de determinar nuestros deberes extracontractuales de cuida-
do. Por eso, si alguien disfruta unilateralmente de las ventajas de una ac-
ción riesgosa, se le puede exigir un cuidado mayor que si la actividad cede
en beneficio general; y si, por el contrario, se ha actuado en rescate de un
tercero y se le causa un daño en esa acción, el patrón normativo con que
debe ser juzgada la conducta es más benigno (supra Nº 61).
982
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
16 En este párrafo sólo son considerados los estatutos de responsabilidad estricta basa-
dos en la sola causalidad; no se consideran las formas más moderadas de responsabilidad es-
tricta calificada (supra Nº 302).
983
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
por el contrario, la desarrolla de un modo análogo al aquí planteado. La omisión parece te-
ner su antecedente en el derecho francés, donde por largo tiempo se tendió a aplicar la pre-
sunción de culpa extracontractual por el hecho ajeno a la relación contractual entre el acreedor
y el deudor de una obligación contractual (Viney 1995 293, Viney/Jourdain 1998 907).
984
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
hace el artículo 1245 del Código francés a la pérdida de la cosa que se debe. A pesar de la
confusión con la responsabilidad extracontractual que dominó por mucho tiempo en el de-
recho francés, la jurisprudencia más reciente ha entendido que el deudor responde por he-
cho o culpa de sus auxiliares de la manera que se ha expuesto en este párrafo (Viney/Jourdain
1998 915). Ésa es la regla general en el derecho comparado: en el derecho alemán existe
completa claridad en la materia, porque el § 278 del BGB dispone que “el deudor responde
como si se tratare de culpa personal de la culpa de su representante legal y de las personas
de quienes se sirve para la ejecución de su obligación”; una norma semejante contiene el Có-
digo italiano (artículo 1228); el mismo principio es asumido por la doctrina española (Jorda-
no 1987 561, Badosa 1987 769, Pantaleón 1991 1058); y, sin restricciones, por el common law,
donde es estricta la responsabilidad del deudor por el hecho de terceros que participan en la
ejecución, como ocurre con el incumplimiento de proveedores o la culpa del banco en ha-
cer oportunamente la transferencia de fondos (Treitel 1995 299).
985
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
783. Acciones que nacen del contrato y del hecho ilícito extracontractual.
a) En razón de la diferente estructura de la relación contractual y de la
que nace del hecho ilícito, el sistema de acciones es diferente. En el caso
del contrato se dispone, ante todo, de la acción para obtener el cumpli-
miento en naturaleza de lo debido; alternativa o subsidiariamente, el acree-
dor dispone, además, de la acción para solicitar la indemnización
compensatoria, según sea la naturaleza de la obligación. En el caso de la
responsabilidad extracontractual no existe una obligación preexistente, de
modo que las acciones tienen por objeto directo la reparación del daño.
b) En materia contractual, la ley reconoce al acreedor el derecho a
demandar lo que se le debe distinguiendo tres situaciones:
• si la obligación es de dar, la ejecución recae sobre la especie o cuer-
po cierto que está en poder del deudor, sobre el valor de esa especie o
cuerpo cierto si no está en poder del deudor, o sobre la cantidad líquida
de dinero o el valor del otro género determinado que se deba (Código de
Procedimiento Civil, artículo 438);
• si la obligación es de hacer, el propio Código Civil establece la op-
ción de que se apremie al deudor para su ejecución, que se faculte al
acreedor para realizarla a costa del deudor, o se requiera directamente
indemnización de perjuicios (artículo 1553); y
• si la obligación es de no hacer, y ha sido contravenida, el acreedor
puede demandar que se deshaga lo hecho si ello es necesario para el fin
que se tuvo en mira (en cuyo caso deviene en obligación de hacer), o que se
le indemnice si ello no es posible, con la reserva de que el deudor puede ser
oído si se allana a cumplir la obligación por otros medios (artículo 1555).
Salvo el caso excepcional del artículo 1555, en que el acreedor se pue-
de ver obligado a aceptar en pago algo diferente a lo debido, el acreedor
de una obligación contractual siempre tiene la acción para obtener ejecu-
tivamente el pago de lo que se le debe. En el caso de la obligación de dar
sólo puede reclamar la ejecución forzada (además de los perjuicios mora-
torios), a menos que demande la resolución del contrato (artículo 1489).
En el caso de la obligación de hacer (y, extensivamente, de la obligación
de no hacer), el acreedor tiene la opción de demandar directamente la
indemnización de perjuicios, pero también puede ejercer la acción ejecu-
tiva dirigida al apremio o al embargo de los bienes necesarios para finan-
986
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
ción y el common law, donde, por regla general, no se reconocen al acreedor acciones de
ejecución en naturaleza de las obligaciones contractuales (Zweigert/Kötz 1996 482). Las
reglas de Unidroit/Principios para contratos comerciales internacionales sí la autorizan (ar-
tículo 7.2.2).
25 Es interesante constatar que sólo la imposibilidad absoluta está admitida como ex-
987
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
988
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
989
§ 64. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL...
786. Reparación del daño moral. La reparación del daño moral en sede
extracontractual está asentada en el derecho chileno desde el primer ter-
cio del siglo XX (supra § 24 b). En sede contractual, la evolución ha sido
explicablemente más cautelosa. La lógica de la relación contractual referi-
da en el párrafo anterior lleva a concluir que el daño moral sólo es indem-
nizable en esa sede si su producción pertenece al ámbito de riesgo asumido
natural o convencionalmente por el deudor. En el fondo, no hay razones
de texto ni conceptuales para negar lugar a la reparación del daño moral
en materia contractual, pero el límite tiene que estar dado por la relación
contractual: en la medida que la obligación del deudor contenga deberes
de seguridad respecto del acreedor, el daño moral derivado de la infrac-
ción de esos deberes será previsible y debe ser reparado (supra § 24 i). En
consecuencia, la diferencia entre ambos estatutos de responsabilidad no
es categorial (esto es, que se indemniza el daño moral en sede extracon-
tractual y no en materia contractual), sino está dada por las condiciones
para la reparación del daño moral, que son más estrictas en el ámbito
contractual.
990
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
30 Ramos 2004 111, con referencia a CS, 10.7.1953, RDJ, t. L, sec. 1ª, 231.
31 Carbonnier 2000 607.
32 Es el caso, por ejemplo, del derecho español, donde la acción de responsabilidad
991
§ 65. LAS FRONTERAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y LA EXTRACONTRACTUAL
992
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
36 Chabas 2000 b Nº 70, Mazeaud/Chabas 1998 394; Larenz 1987 225, con referencia a
la expansión en el derecho alemán de la figura del contrato con efecto protector en terce-
ros al transporte, al arrendamiento, a los servicios médicos; la reforma al derecho alemán
de obligaciones de 2002 asumió el desarrollo jurisprudencial al establecerse: i) “La relación
obligatoria puede, según sea su contenido, obligar a cada parte a la consideración de los
derechos, bienes jurídicos e intereses de la otra parte” (BGB, § 241 II); ii) “Un contrato
con obligaciones de las referidas en el artículo 241 II también puede tener lugar respecto
de personas que por sí mismas no sean tenidas por parte” (BGB, § 311 III 1).
37 En materia laboral, la jurisprudencia ha tendido a entender que la acción de las per-
sonas más cercanas a la víctima no tiene fundamento en el contrato de trabajo, sino en las
reglas generales de la responsabilidad extracontractual (supra Nº 502); sobre la calificación
de contractual del daño reflejo en materia de responsabilidad médica, supra Nº 469.
38 En el derecho chileno es frecuente que la jurisprudencia construya la responsabilidad
médica indirectamente bajo un estatuto contractual, asumiendo una estipulación por otro; en
este sentido, Corte de San Miguel, 15.4.1992, GJ 143, 75, también publicada en RDJ, t. LXXXIX,
sec. 2ª, 39; Corte de Santiago, 28.4.2000, GJ 238, 79; y Corte de Concepción, 20.5.2002, GJ 268,
93; en general, para la calificación de la responsabilidad médica, supra § 50 c.
39 En el derecho chileno, un esquema analítico del ilícito en F. González 1995 passim,
pide a la contraparte del demandante cumplir una obligación contractual vigente (como
ocurriría, por ejemplo, si una convención válida de no competencia es infringida mediante
un contrato que el obligado celebra con un tercero), para facilitar la exposición, en el su-
993
§ 65. LAS FRONTERAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y LA EXTRACONTRACTUAL
cinto desarrollo que sigue sólo se hará referencia a esa hipótesis más usual. Sin embargo
conviene tener presente que también se puede interferir en un contrato ajeno mediante
otras acciones que impidan al obligado a cumplir su prestación.
41 En la doctrina económica del derecho existe una corriente que propugna tratar como
derechos de propiedad cualesquiera titularidades jurídicas que una persona pueda tener
reconocida por el derecho; sobre esta base, los actos que afectan esas titularidades son ilíci-
tos comparables a los que se realizan respecto de personas y cosas; un muy lúcido desarro-
llo de estas ideas en Epstein 1997 2114.
42 Medicus 1997 267.
43 Así, el BGH en el caso líder de la jurisprudencia alemana (NJW 1981, 2184, referido
por Medicus 1997 267). En el caso, la empresa estatal de ferrocarriles había intervenido en
la venta que un propietario de tierra agrícola había celebrado con el operador de un aero-
puerto, en cuya virtud éste adquiría la propiedad necesaria para la operación; la empresa
de ferrocarriles se hizo cargo de las indemnizaciones contractuales que el vendedor podía
994
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
deber a su contraparte en razón del incumplimiento del contrato; aunque la Corte negó
que hubiera un deber general de protección de los créditos ajenos, estimó que la opera-
ción atentaba contra las buenas costumbres, porque había sido incitada por la empresa de
ferrocarriles y mostraba una completa desconsideración respecto del afectado, siendo ex-
presiva de una inaceptable falta de lealtad en el tráfico económico, de modo que la invoca-
ción por el demandado de la relatividad de la relación contractual expresaba una abusiva
tensión del orden jurídico a favor de los propios intereses. En un fallo posterior, el mismo
tribunal estimó que la acción de perjuicios contra el tercero sólo podía ser concedida si a
la luz del ‘cuadro de conjunto de la operación’ se podían tener por contravenidas ‘percep-
ciones fundamentales (Grundanschaungen) del tráfico leal entre personas que conviven bajo
el mismo derecho’ (BGH, NJW 1988, 902).
995
§ 65. LAS FRONTERAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y LA EXTRACONTRACTUAL
valor económico de la confianza en las relaciones contractuales, Posner 1992 416, Cooter/
Ullen 1997 249; en el texto se siguen los argumentos de Epstein 1999 581 y Epstein 1987
passim.
48 Viney 1995 382, para el derecho francés; Larenz/Canaris 1994 452, para el alemán;
Markesinis/Deakin et al. 2003 510, para el inglés; Prosser/Keeton et al. 1984 982, para el
norteamericano.
996
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
tal del ilícito es el conocimiento por parte del tercero del vínculo contrac-
tual que su contraparte contraviene al contratar. Por eso, la intervención
en contrato ajeno supone mala fe por parte del demandado.49
pósito de las exigentes condiciones que el derecho privado tiende a establecer para la in-
demnización de los daños puramente económicos (supra Nos 188 y 189).
50 En el derecho francés se exige mala fe, entendida como conocimiento efectivo del
contrato cuya violación se provoca por el acto del tercero (Viney 1995 382); sin embargo,
la jurisprudencia parece ser más diferenciada, atendiendo a los distintos tipos de relacio-
nes afectadas; así, por ejemplo, se ha estimado que no es per se ilícito comercializar produc-
tos o servicios amparados por un contrato válido de distribución exclusiva (Viney 1995 378),
lo que muestra la necesidad de juzgar el ilícito de conformidad a los bienes en juego (en
contratos que limitan la competencia, por válidos que sean entre las partes, sólo dan lugar
a responsabilidad cuando los medios empleados por el tercero son ilícitos).
997
§ 65. LAS FRONTERAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y LA EXTRACONTRACTUAL
51
Los comparativistas suelen radicar los orígenes de la doctrina de la responsabilidad
por participar en un incumplimiento contractual en el caso inglés Lumley v. Gye, 118 ER
749, 1853 (Von Bar 1996 I 319): el arrendatario y administrador de un teatro en Londres
había celebrado un contrato en exclusividad con una cantante alemana, quien además era
sobrina de R. Wagner; el operador de un teatro rival, en conocimiento del contrato, indujo
a la cantante a que se obligara a no actuar en el teatro del demandante y que, en cambio,
lo hiciera en el propio; se falló que “quien maliciosamente procura el daño puede ser he-
cho precisamente responsable más allá de la responsabilidad del contratante” (citado por
Markesinis/Deakin et al. 2003 510); se comprueba que el caso es típicamente uno de in-
ducción a incumplir un contrato.
52
L. BeVier, Reconsidering Unducement, en Virginia Law Review 76 (1990), 885, citado por
Epstein 1999 578.
53
Von Bar 1996 I 319, sobre el derecho europeo; Prosser/Keeton et al. 1984 982, para
el norteamericano; aun en esta forma restringida, que es aceptada por la jurisprudencia, el
ilícito sigue siendo objeto de juicios críticos por parte de la doctrina, principalmente desde
la perspectiva económica de que los incumplimientos contractuales pueden ser socialmen-
te eficientes (Abraham 2002 274); el punto de vista inverso adopta la doctrina económica
que privilegia la expansión de los derechos de propiedad (Epstein 1999 581) y que valora
la contribución de la institución del contrato al bienestar general (lo que es incompatible
con aceptar oportunistamente incumplimientos contractuales ‘eficientes’).
54
Es el caso del derecho alemán, donde la inducción al incumplimiento contractual
es construida a partir del ilícito general de actuación contraria a las buenas costumbres del
§ 826 del BGB, de modo que el mero conocimiento de que la contraparte está ligada a un
998
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
contrato no da lugar a responsabilidad (Larenz/Canaris 1994 452); del derecho inglés, tanto
respecto del ilícito de inducción al incumplimiento contractual como de otros ilícitos in-
tencionales fronterizos, como la interferencia dolosa en el cumplimiento de una obligación
contractual o la inducción al incumplimiento de obligaciones legales en perjuicio del ter-
cero beneficiario (Markesinis/Deakin et al. 2003 510, 514); y, esencialmente, del derecho
norteamericano, donde la interferencia negligente no da lugar a responsabilidad, sino que
se exige que el demandado haya realizado actos inductivos al incumplimiento, aunque en
algunos casos se da lugar a la responsabilidad respecto de quien interfiere de mala fe el
contrato ajeno, aunque no haya certeza acerca de que fue él quien inició la negociación
(Epstein 1999 586).
55 Es muy ilustrativo a este respecto el Restatement/Torts II, que contiene como nor-
ma de clausura del título dedicado a la interferencia en contrato ajeno distintos factores
que el juez debe considerar para determinar si el demandado ha actuado de manera ilícita
(improper) al interferir en un contrato ajeno: a) la naturaleza de la conducta del demanda-
do, b) los motivos del demandado, c) el interés del demandante que es afectado por la con-
ducta del demandado, d) el interés perseguido por el demandado, e) el interés social en
proteger la libertad de acción del demandado y los intereses contractuales del demandan-
te, f) la cercanía o lejanía de la conducta del demandado con la interferencia, g) las rela-
ciones entre las partes (§ 767, cuyos comentarios precisan el alcance de estos criterios).
999
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
a. Introducción
contractual, Medicus 1997 267, Viney 1995 384, Epstein 1999 582 y 589.
1000
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
Whittaker 2000 7, 236, 258 y 281; Beatson/Friedmann 1995 25 y 99; para el derecho chile-
no, López 1998 398.
1001
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
1002
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
trañas: lo son respecto del contrato en cuya virtud el informe fue emitido y también respec-
to del contrato en que aquéllas intervienen.
1003
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
to, porque, cumplidos los requisitos del artículo 1545, da acción para exigir la celebración
del contrato prometido; otros contratos preliminares suelen tener efectos más limitados,
como establecer deberes recíprocos de exclusividad en la negociación o de confidenciali-
dad, convenir un procedimiento para la negociación, atribuir a una de las partes la carga
de las expensas de la negociación si ésta se frustrare o formalizar acuerdos intermedios en-
tre las partes.
65 Siguiendo la calificación de R. Von Jhering (Von Jhering 1861), en algunos sistemas
1004
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
66 De hecho, el common law no conoció acción por garantías implícitas del vendedor;
en el derecho inglés esta situación perduró hasta la Misrepresentation Act de 1967 (Fleming
1985 58); la evolución doctrinal y jurisprudencial había comenzado mucho antes en Esta-
dos Unidos (Prosser/Keeton et al. 1984 737).
67 L. Díez-Picazo 1993 I 271.
1005
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
Por cierto que estos deberes son tanto más fuertes cuanto menos in-
tensa sea la fase de negociación del contrato. En contratos de larga discu-
sión, cada parte puede cautelar su interés mediante acuerdos intermedios
(como, por ejemplo, acuerdos de negociación exclusiva o de confidencia-
lidad); o puede negociar cláusulas precisas por las que la contraparte ga-
rantiza ciertos hechos que están bajo su control (como ocurre con las
declaraciones que el vendedor de una empresa realiza acerca del estado
de los bienes que son objeto del contrato o de las contingencias laborales,
ambientales o de otras naturalezas). Distinto es el caso de los contratos
estandarizados o masificados, especialmente donde existen posiciones asi-
métricas de información, que no pueden ser razonablemente remontadas
por quien se encuentra en desventaja. Por eso, los deberes precontractua-
les no pueden ser definidos en abstracto. Así, esos deberes tienden a ser
más intensos respecto de quien adquiere una pequeña participación ac-
cionaria en comparación con aquel que negocia la adquisición del control
de una empresa importante y que está en mejor posición para exigir infor-
mación circunstanciada y garantías acerca de los aspectos más diversos del
negocio.68
1006
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
listas, efectuar viajes y, en general, realizar las más diversas acciones condu-
centes a tomar una decisión de negocios. Enseguida, puede ocurrir que
una de las partes, en la confianza de que la negociación resultará exitosa,
adopte decisiones de inversión, deje un trabajo o deseche otras oportuni-
dades de negocio. Finalmente, que el contrato no se llegue a celebrar
supone usualmente que alguna de las partes vea afectado su interés en el
negocio que se frustra.
En otras palabras, en una negociación contractual están comprome-
tidos intereses que tienen distintos sustentos: los costos que natural-
mente supone la negociación, los gastos y demás perjuicios que se siguen
de haber confiado una parte en que el contrato en definitiva se perfec-
cionaría y el interés económico representado por el contrato que se
negocia.
b) Para discriminar los perjuicios indemnizables en razón de infraccio-
nes de deberes precontractuales es necesario atender al fin de las normas
de cuidado que el derecho impone a las partes de una negociación (supra
§ 29): el ilícito precontractual no consiste en haberse resistido a celebrar
el contrato, sino haber negociado de mala fe o con grave desaprensión
respecto de los intereses de la otra parte, sea con ocasión de la de la ruptu-
ra de negociaciones o de la celebración del contrato (como ocurre en
caso de dolo por acción o reticencia). En consecuencia, el perjuicio está
dado por los efectos que se siguen de haber puesto la confianza en la
diligencia y buena fe de la contraparte, de modo que la pretensión indem-
nizatoria tiene por finalidad que el demandado ponga al actor en la situa-
ción en que se encontraría si esos específicos ilícitos no se hubiesen
realizado.
Por eso, la regla general será que el interés protegido no es el benefi-
cio que el contrato habría reportado al demandante si hubiese llegado a
celebrarse o si hubiese sido válido (esto es, la frustración del propósito
contractual),69 sino los daños que se siguen del ilícito, como son los costos
de negociación y los que se derivan de la confianza creada en la contrapar-
te y contrariada de mala fe por el demandado. Así, por ejemplo, si se ha
negociado de mala fe una asociación, el demandado deberá indemnizar
los gastos incurridos en la negociación, la pérdida de oportunidades cier-
tas de negocios y la diferencia de precio de adquisición de un bien en
razón de haber confiado en la seriedad de la negociación, pero no los
1007
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
de una sucesión, que luego de formular una oferta de venta de un inmueble y de reno-
varla verbalmente sin obtener la aceptación formal de la destinataria, se negó a suscri-
bir la matriz de escritura que había sido finalmente firmada por la compradora después
de varios días; la Corte de Santiago estimó que los demandados (la sucesión), al negar-
se a celebrar el contrato de compraventa proyectado, no ejecutaron un hecho ilícito
culpable, estimando que la negativa podía entenderse como el ejercicio del derecho a
no perseverar en las gestiones tendientes a celebrar el contrato (Corte de Santiago,
25.8.1948, RDJ, t. XLVI, sec. 2ª, 48).
72 Un informado estudio de la ruptura de negociaciones como fuente de responsabili-
1008
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
2004 29; en general, sobre la reticencia del common law a establecer deberes contractuales
implícitos, basados en la buena fe, Zimmermann/Whittaker 2000 39.
74 Viney 1995 357, L. Díez-Picazo 1993 I 278; Medicus 2002 61, con referencia al § 311
II 1 del BGB; esta norma, introducida con ocasión de la reforma al derecho de obligacio-
nes de 2002, expresa, recogiendo una evolución jurisprudencial anterior, que la iniciación
de negociaciones contractuales da lugar a una relación obligatoria que genera deberes de
respeto y consideración de los derechos, bienes jurídicos e intereses de la otra parte.
75 Véase, en este sentido, Corte de Concepción, 5.6.1996, rol Nº 374-1993, con com.
sin, 1965, 26 Wis. 2d. 683, 133 NW 2d. 267 (tomado de Barnett 1999 800), donde una cade-
na de supermercados fue condenada a reparar los perjuicios de confianza sufridos por su
contraparte, quien en la seguridad de que le sería concedida una franquicia, y con conoci-
miento y asistencia del demandado, realizó diversas operaciones, incluyendo la venta de su
local comercial, e incurrió en diversos gastos para hacer frente a su nueva posición, que no
llegó a concretarse en atención a las siempre crecientes exigencias del demandado.
1009
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
1010
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
conducta de una empresa que pone término abruptamente a negociaciones de larga duración
para la compra de predios forestales, luego de que se revisaron los títulos y los terrenos, se pre-
pararon e intercambiaron borradores de contratos de promesa y de mandato, se acordaron los
elementos esenciales del contrato e incluso se convino en una fecha para la suscripción de una
promesa de compraventa, después de todo lo cual, en el día fijado a ese efecto, el vendedor
comunicó que había aceptado la oferta de un tercero que ofrecía una suma superior (Corte de
Concepción, 5.6.1996, rol Nº 374-1993, con com. de R. Domínguez Á., R. Domínguez B. y C.
Domínguez, en Rev. Concepción 199, 1996, 179); en la sentencia se asume que lo abusivo de la
conducta del demandado radica en no haber informado de las tratativas simultáneas y en ha-
ber creado la confianza de que se negociaba un contrato cierto, lo que justificaba los gastos
incurridos, que fueron los perjuicios que el demandado fue condenado a reparar. El caso plan-
tea la duda de que el riesgo pudo evitarse mediante un acuerdo de negociación exclusiva; aun-
que ninguna convención existía en la materia, todo indica que los jueces del fondo, en una
sentencia bien fundada, estimaron que el avance y las demás circunstancias de la negociación
daban lugar al deber de lealtad de informar de una negociación paralela.
81 Medicus 2002 61, con referencia a la jurisprudencia alemana.
82 Cass. com, 20.3.1972, citado por Kötz/Flessner 1992 39; véase también cass. com,
1011
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
1012
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
86 Pertenece a la doctrina del contrato definir en qué casos la inexcusabilidad del error
priva a quien lo sufre de la acción rescisoria; todo indica, sin embargo, que la nulidad por
error en la formación del consentimiento puede prosperar aunque haya habido alguna ne-
gligencia de quien lo sufre, en cuyo caso éste se expone a la acción reconvencional de res-
ponsabilidad.
87 Alessandri 1943 58, A. Alessandri B. 1949 1127.
88 O. Tapia 1941 410, Alessandri 1943 57, A. Alessandri B. 1949 1128, Corral 2003 44;
1013
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
1014
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
homo oeconomicus en el derecho civil y comercial, aunque se le acepte como el mejor criterio
interpretativo de las relaciones privadas; una excelente síntesis en Eidenmüller 2005 b 216;
desde una perspectiva comparada, Kötz/Flessner 1992 81.
95 Para un análisis dogmático de los deberes de información anteriores y simultáneos a
la celebración del contrato, en parte diferente del esbozado en este párrafo, Fabre-Magnan
1992 228.
96 Un análisis de los deberes de información desde la perspectiva conjunta de los vi-
1015
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
97 Es interesante a este respecto el análisis económico de la información, que intenta dar con
criterios para distinguir la información apropiable, a cuyo respecto no hay deber de comunicar-
la a la otra parte, e información que debe ser compartida con la contraparte. El más influyente
ensayo en la materia es Kronman 1978 1, quien discrimina la información que ha significado
costo económico proveerse y la que ha sido adquirida en razón de la simple relación con la
cosa o por azar (que, a diferencia de la anterior, debe ser compartida). La elaboración de un
criterio general tiende a ser sustituida por el análisis de grupos de casos en que existe el deber
de informar; así, Shavell 2004 332 distingue tres preguntas críticas para dar por establecido un
deber de informar: i) si la información es poseída por el comprador o el vendedor (o provee-
dor), recayendo esencialmente el deber en este último y no en el adquirente (como ocurre
con los vicios redhibitorios desde el derecho romano); ii) si la regla que obliga a revelar infor-
mación reduciría, con efectos indeseables, la información económicamente relevante que se
encuentra disponible (como ocurriría si se obligara a difundir información sobre investigacio-
nes geológicas realizadas por el comprador, lo que desincentivaría los estudios para fines agrí-
colas o mineros); y iii) si la información tiene valor social o meramente individual, lo que explica
el extendido deber de información relevante en los agentes de los mercados en que participan
consumidores e inversionistas en valores. Un sintético análisis de los deberes de información al
momento de contratar a la luz del análisis económico, en I. de la Maza en Varas/Turner 2005
146. Los desarrollos más completos en la tradición del derecho civil, con un estudio de los fun-
damentos morales y económicos de los deberes de información, en Fabre-Magnan 1992 38 y
49, y, con un análisis detallado de los aportes de la economía de la información e intentando
una teoría de la información contractual en el contexto más general de las relaciones entre
derecho y economía, en Fleischer 2001 93 y 178.
1016
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1017
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
1018
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
clarar la enfermedad crónica que afecta su columna vertebral con mucha anterioridad a la
suscripción de un contrato de salud e incurre en falsedad al afirmar que no ha sido tratado
de enfermedad crónica alguna, “infringiendo así gravemente el deber de información a su
1019
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
y del deber que recae sobre quien recibe dinero en préstamo de informar
completa y verazmente acerca de su identidad, actividades o estados de
situación o patrimonio (Ley general de bancos, artículo 160). En ambos
casos, el contratante debe informar a su contraparte acerca de hechos
esenciales relativos a cosas de su propiedad o a su patrimonio, y a cuyo
respecto tiene una ventaja de información que la otra parte sólo podría
remontar con un esfuerzo que resulta inexigible desde el punto de vista
económico y de la confianza que supone la negociación.
c) El principio que se infiere de estas normas puede ser generalizado
por analogía: la parte que tiene un estrecho conocimiento de la cosa o
actividad objeto del contrato en razón de estar bajo su propia esfera de
control, está obligada a informar sobre hechos esenciales para la decisión
de la contraparte, a menos que a esta última le resulte exigible, por razo-
nes de equidad o de utilidad, que iguale por sus propios medios esta asi-
metría de información. Desde el punto de vista de la buena fe, la
contraparte tiene la expectativa normativa de que será informada de as-
pectos esenciales de la cosa o del servicio que puede esperarse sean cono-
cidos del vendedor o proveedor; desde un punto de vista económico, el
deber de información se justifica porque quienes la poseen son las fuentes
menos costosas y a la mano para proveerla. Bajo estas circunstancias, la
omisión por quien conocía o debía conocer la información relevante cons-
tituye dolo por reticencia, que da lugar a la acción de responsabilidad por los
daños provocados.
Por el contrario, la parte que no tiene ese conocimiento inmediato de la
cosa puede aprovechar la información que ha obtenido y que es desconocida
del vendedor; así ocurre, por ejemplo, con quien ha investigado las propieda-
des agrícolas de un suelo hasta entonces mediocremente explotado y negocia
su compra guardando legítimamente silencio de esos estudios;108 en la medi-
1020
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
(no compartida por el comprador) acerca de atributos de la cosa que son determinantes
de su valor; así el experto que efectúa un descubrimiento en un anticuario o el violinista
que descubre un Stradivarius tiene derecho a aprovechar para sí sus conocimientos; la au-
tora es crítica, con razón, de la jurisprudencia francesa tradicional (ídem 115).
1021
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
112
Bydlinski 2004 361.
113
Shavell 2004 332, para las razones económicas; Viney/Jourdain 1998 429, para las
de justicia conmutativa; en general, sobre las justificaciones morales y económicas de los
deberes de información, el espléndido estudio de Fabre-Magnan 1992 24, 49 y 216.
114
Este aspecto de la confianza es esencial para establecer los límites de los deberes de
información de los expertos; por eso, si el experto no actúa en calidad de tal frente a su
contraparte, ésta no tiene depositada confianza en que le ilustrará; es el caso de la firma
que ha descubierto la particular ventaja vinícola de una tierra y la compra sin informar, en
cuyo caso se da la circunstancia adicional de no ser el experto el proveedor del servicio o el
vendedor de la cosa.
115
Así, en el derecho francés las recopilaciones jurisprudenciales relativas a la respon-
sabilidad contractual contienen un análisis por separado de los deberes de información de
los expertos en las más diversas actividades: médicos, laboratorios farmacéuticos y estableci-
mientos de salud, profesionales de la construcción, garajes, fabricante y vendedores, agen-
cias de publicidad, agencias de viaje, abogados, aseguradores, bancos, auditores, notarios
(Méga Code § 1147 30-64bis); muy semejante es la situación en el derecho alemán (Palandt/
Heinrichs §§ 123 7, 261 14, 311 16).
1022
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1023
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
den a las condiciones generales de contratación (como condición de validez) y a los bie-
nes o servicios ofrecidos (artículos 3 letra b, 20, 28, 28 A, 32, 33, 35, 37, 45 y 46). La Ley
de valores establece un deber general de información: “La inscripción en el Registro de
Valores obliga al emisor a divulgar en forma veraz, suficiente y oportuna toda informa-
ción esencial respecto de sí mismo, de los valores ofrecidos y de la oferta” (artículo 9 I).
La disposición es completada por otras normas que la precisan (artículo 10) y comple-
mentan (artículo 12) y extienden esos deberes a personas que están en una posición de
tener información respecto de la sociedad emisora de valores (véanse especialmente los
artículos 12, 54, 54 A y 203); también regulan deberes de información los artículos 43
letra b, 65, 101, 102, 104 A, 131, 164 y 165; asimismo, la ley establece expresamente la
responsabilidad civil por incumplimiento de las normas legales y administrativas, tanto
respecto de la sociedad emisora de valores como de las demás personas obligadas (artícu-
lo 55); al respecto, véase supra Nº 632.
1024
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
poder para describir estos casos (Ghestin 1993 625); pareciera que los enfoques más férti-
les atienden más bien a los desproporcionados costos de proveerse información y al con-
trol de la información relevante por la otra parte, lo que justifica que el derecho los trate
como bienes públicos (Clark 1986 756), y, por otro lado, a los deberes de lealtad y coopera-
ción que se puedan construir de acuerdo con el principio de buena fe negocial.
120 Así, por ejemplo, Ley de sociedades anónimas, artículo 133 bis, que autoriza a ac-
1025
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
121 Por lo mismo, es difícil formular una doctrina demasiado general respecto de los
1026
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
122
En esta sección sólo se analizan los ilícitos de falsedad que dan lugar a responsabili-
dad por haber influido en decisiones de negocio de la víctima; en consecuencia, no se ana-
lizan cuestiones de causalidad (al respecto, Núñez 2006 Capítulo I § 3 D); de especial interés
resultan en la materia los aspectos relativos al fin de la norma que establece el deber de
informar verazmente (supra § 29); sobre el daño provocado por informaciones falsas (Núñez
2006 Capítulo I § 3 E).
123
Prosser/Keeton et al. 1984 728, Abraham 2002 265, Epstein 1999 546. La entrega
de información maliciosamente falsa da lugar a los delitos penales tipificados por el artícu-
lo 59 de la Ley de valores.
1027
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
124
Prosser/Keeton et al. 1984 737.
125
Digesto 4.3.1.2, con cita de Labeón referida por Ulpiano.
126
En general, sobre las formas de manifestación del dolo precontractual, Núñez 2006
Capítulo I § 3 B.
1028
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
(supra Nº 248), de modo que los perjuicios indemnizables son los causa-
dos por la confianza que la contraparte puso en la declaración o en el
hecho del demandado, bajo el supuesto de que el curso conductual del
demandante haya estado determinado por ese engaño.127
127Restatement/Torts II 548 A.
Por completo distinta es la situación en el plano de los vicios del consentimiento,
128
1029
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
129 Abraham 2002 271; en el derecho inglés se entiende que si una persona hace una
declaración falsa resulta responsable, a menos que pruebe que tomó el cuidado razonable
para evitar el error (Markesinis/Deakin et al. 2003 117, con referencia al caso líder Hedley
Byrne & Co. Ltd. v. Heller & Partners Ltd., 1964, AC 465).
1030
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
cisamente para que les sirviera de antecedente para contratar. Para deter-
minar el alcance de la responsabilidad parece necesario atender a si la
información se ha emitido en cumplimiento de un deber de informar es-
tablecido a favor de terceros o si ha sido proporcionada para que terceros
adopten una decisión ilustrada de contratar (supra § 29).
c) Si el error se comete en informes u opiniones dirigidos al público en
general, se puede asumir que el estándar de veracidad debe ser la culpa
grave, que rige en general en materia de expresiones. Ello debido a que la
información carece de un destinatario determinado y, además, porque im-
poner una responsabilidad por error supone atribuir riesgos inconmensu-
rables a quien emite los informes u opiniones, pudiéndose afectar
negativamente el flujo de información acerca de negocios (supra Nos 189 b
y 406 d).
Distinto es el caso de informes que se han preparado por encargo de
una persona determinada y que son entregados a terceros, quienes toman
decisiones de negocios confiando en su corrección (como puede ser un
informe privado de auditoría o un informe jurídico acerca de los títulos
de propiedad o acerca de la correcta constitución de una sociedad). Por
lo general, el deber de cuidado sujeto a culpa leve se agota en estos casos
en la esfera contractual del encargo, a menos que haya sido preparado
con el fin preciso de ser entregado a terceros determinados. En este últi-
mo caso, el informe ha sido elaborado inequívocamente por cuenta e inte-
rés del mandante, pero con el fin de influir en la decisión de esos terceros.
Por el contrario, si el informe ejerce influencia en decisiones de terceros
indeterminados, todo indica que la responsabilidad está sujeta a la condi-
ción de que se haya actuado con dolo o culpa grave, porque de lo contra-
rio la responsabilidad excedería los límites previsibles, atendido el origen
contractual del encargo (artículo 1558 I).
d) El derecho comparado dista de ser uniforme en la materia. Al res-
pecto, conviene tener especialmente presentes las líneas de desarrollo en
el common law, por su particular sensibilidad al derecho de los negocios.
En el derecho inglés se ha entendido que los auditores sólo son responsa-
bles frente a personas determinadas, en cuyo favor el informe ha sido eva-
cuado, pero en ningún caso respecto de un amplio número de receptores,
de los cuales sólo uno o algunos realizan efectivamente operaciones con-
fiando en que no contiene errores.130 En el derecho norteamericano la res-
130
En Caparo Industries Plc v. Dickman (1990) 2 AC 605, se estimó que un informe de au-
ditoría erróneo, que llevó a un accionista a hacer una oferta de compra de acciones de una
sociedad cuyo valor efectivo era nulo, no daba lugar a responsabilidad en la medida que no
se podía hacer distinción alguna entre un accionista y un tercero interesado en adquirir ac-
ciones o bonos emitidos por una sociedad, porque el fin de la norma no es proteger a accio-
nistas individuales en sus decisiones de inversión, sino resguardar el interés colectivo de que
la compañía sea debidamente administrada, con la consecuencia de que la acción pertenece-
ría sólo a la sociedad; por el contrario, en Candler v. Crane Christmas & Co. (1951) 2 KB 164,
se había estimado que si el informe de auditoría fue preparado teniendo en vista un negocio
en particular, los auditores pueden resultar responsables frente a una clase definida de inte-
1031
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
resados, como son los adquirentes que confiaron en la declaración (Van Gerven 1998 260;
Markesinis/Deakin et al. 2003 118, críticos respecto de la limitación de responsabilidad fren-
te al público; un espléndido desarrollo, con igual orientación crítica, en Cane 1996 176). Más
allá de la manera como se juzguen los fundamentos de las decisiones referidas, éstas mues-
tran las dificultades que plantea la responsabilidad por errores atribuibles a mera negligencia
en la información, en el doble sentido de la determinación del deber de cuidado exigible y
de las personas que la regla de cuidado persigue proteger (supra § 29).
1032
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
132 Jones 2002 114, 141, con referencia a la exigencia de que el demandado sepa que
1033
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
133
Van Gerven 1998 288.
134
Ése es el principio general en el common law (Prosser/Keeton et al. 1984 745, Abra-
ham 2002 271, Epstein 1999 569, Fleming 1985 61, Jones 2002 101); en el derecho alemán,
el límite proviene del requisito de antijuridicidad de la responsabilidad por negligencia,
que excluye los daños puramente patrimoniales (supra § 23 g), a menos que el acto sea aten-
tatorio a las buenas costumbres, lo que excede por definición el ámbito de la mera negli-
gencia (BGB, §§ 823 y 826); en el derecho francés, de un modo concordante con lo
expresado en los párrafos precedentes, se alude en estas materias a los deberes precontrac-
tuales de información (Viney/Jourdain 1998 412) y, en general, a los deberes especiales de
conducta de dar un consejo o una información, como ocurre con un banco, que, además,
es tenido por garante de un consejo jurídico (Méga Code § 1383 28).
135
Así el caso líder ingles Hedley Byrne & Co. Ltd. v. Heller & Partners Ltd. (1964) AC
465, citado por Van Gerven 1998 262.
136
En Chile, en un antiguo caso, se falló que no puede haber responsabilidad por la
recomendación, sin intención de dañar, que se hace a otro para entrar a un negocio que se
cree conveniente, estimándose que la responsabilidad exige en este caso que se haya actua-
do con dolo, entendido como “una voluntad concreta o demostrada en hechos precisos que
sin lugar a dudas establezcan la intención dañada del objeto en algún acto encaminado cla-
ramente a perjudicar al demandante” (Corte de Iquique, 8.11.1926, confirmada por la CS
[cas. forma y fondo], 5.7.1927 y 26.7.1929, RDJ, t. XXVII, sec. 1ª, 440).
1034
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
137
En principio, existen tres hipótesis de información privilegiada que no ha sido
divulgada al público. Primero, en el caso de la información esencial proporcionada en
calidad de reservada (Ley de valores, artículo 10 III); segundo, si se ha infrigido el deber
de publicidad, caso en el cual existe un concurso de ilícitos infraccionales, que se tradu-
ce en un concurso propio de acciones de responsabilidad civil, porque se podrá deman-
dar indemnización con fundamento en haberse ocultado información esencial y en haber
infringido el deber de reserva respecto de esa misma información que aún no es pública
(infra Nº 838); finalmente, hay situaciones en que no existe deber de informar (ni siquie-
ra reservadamente) y en que, sin embargo, se trata de información privilegiada; esta últi-
ma hipótesis se puede dar cuando existen indicios para los insiders de ganancias o pérdidas,
que se basan en información que aún no tiene carácter de un hecho esencial (cifras pro-
visorias anteriores a los estados financieros, tendencias del mercado, resultados de expe-
rimentos de marketing de un producto importante, intercambios preliminares de opiniones
acerca de una asociación u otras semejantes); la distancia entre la información capaz de
influir en la cotización de valores (artículo 164) e información esencial que un hombre
juicioso consideraría importante para sus decisiones de inversión (artículo 90) es concep-
tualmente imperceptible; sin embargo, desde un punto de vista funcional todo parece in-
dicar que puede haber información que aún no está ‘madura’ para ser considerada hecho
esencial y que, sin embargo, es información privilegiada. Sobre la materia se volverá en
el párrafo siguiente.
1035
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
138
La regla de la Ley de valores es completada con el deber de reserva que la Ley de
sociedades anónimas impone a directores y gerentes respecto de la información que co-
nozcan en ejercicio de su cargo y que no haya sido divulgada oficialmente por la compa-
ñía, a menos que la reserva lesione el interés social o se refiera a la comisión de ilícitos
(artículo 43). La Ley de valores establece un tipo penal que sanciona a quienes revelen in-
formación privilegiada con objeto de obtener un beneficio pecuniario o evitar una pérdida
para sí o terceros (artículo 60 letra h).
139
En el análisis conceptual y el desarrollo del instituto de la información privilegiada
desde un punto de vista jurídico, aquí se sigue esencialmente a Clark 1986 263 y Klein/Cof-
fee 2002 153; para el derecho chileno, en una perspectiva comparada, Salah 2004 29 y 143.
140
Clark 1986 281, Klein/Coffee 2002 161.
141
La Corte de Santiago ha estimado que la información privilegiada puede provenir
de cualquier fuente de conocimiento de los negocios del emisor de valores, incluidos he-
chos propios de quien hace uso de esa información, como ocurre cuando quien negocia
los valores ha celebrado un contrato con el emisor, que no es conocido por el público y
que puede resultar determinante en el precio de las acciones u otros valores (Corte de San-
tiago, 6.6.2006, rol Nº 8.201-2001, caso Elesur).
1036
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
142 Este criterio fue establecido en el derecho norteamericano en Basic Inc. v. Levinson,
485 US 224 (1988), citado por Klein/Coffe 2002 158; el abuso de información privilegiada
se muestra en la ventaja injusta que tiene quien dispone de ella respecto del inversionista
que compra o vende valores en desconocimiento de esos hechos relevantes, de modo que
tiene un carácter público, en cuanto afecta al mercado en su conjunto, pero muy especial-
mente uno privado (Cox/Hazen 2003 279).
143 CS, 27.10.2005, rol Nº 4.930-2004, conocido como caso Banco de Chile, en que se es-
timó que la información obtenida informalmente acerca del propósito de un grupo econó-
mico de tomar control de una sociedad es privilegiada porque supuso valerse y servirse
indebidamente del conocimiento privado que tenían y la influencia que esa información
tenía sobre dichos valores (considerando 23º).
144 Particularmente importante en este sentido, CS, 27.10.2005, rol Nº 4.930-2004, que re-
1037
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
145
Es ilustrativa a este respecto que la definición legal de información privilegiada (Ley
de valores, artículo 164) no haga referencia a la información esencial que debe ser divulga-
da (Ley de valores, artículo 9 II). Aquélla comprende, además, la información esencial re-
servada (Ley de valores, artículo 10 III) y en general, cualquier información “no divulgada
al mercado y cuyo conocimiento, por su naturaleza, sea capaz de influir en la cotización de
los valores emitidos”. En otras palabras, aunque no se haya traspasado la frontera de la esen-
cialidad, según es definida en el artículo 10 II, una información puede ser privilegiada.
146
El extremo de ilicitud en razón de información privilegiada está dado por el concur-
so de esta última con información incorrecta entregada al público, sea en forma oficial o como
trascendidos, situación que luego es aprovechada por quienes conocen la realidad para com-
prar o vender valores (supra Nº 821; véase también Klein/Coffee 2002 158, con referencia a
una decisión de 1968 de la Securities and Exchange Comisión norteamericana, que incluyó entre
los ilícitos la inducción a los accionistas a vender mediante informes de prensa incorrectos).
1038
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
la conocida regla 10b-5 dictada urgentemente en 1942 por la Securities and Exchange Com-
mission norteamericana luego de que el presidente de una compañía recorriera a los prin-
cipales accionistas para ofrecerles la compra de sus acciones después de tomar conocimiento
de que la empresa había recibido un importante contrato de suministro militar (Klein/Cof-
fee 2002 157).
148 Informe Interno Fiscalía de Valores, 14-10, 1997, en Dictámenes Mercado de Valores 1981-
1039
§ 66. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS PRECONTRACTUALES
149 Las personas cubiertas por la presunción también están expuestas a sanciones pe-
nales (Ley de valores, artículo 60 letra e); éstas se extienden a quienes maliciosamente se
valgan o revelen información privilegiada con provecho económico personal (artículo 60
letras g y h).
150 Véase a este respecto Corte de Santiago, 6.6.2006, rol Nº 8.201-2001 (caso Elesur).
151 El ilícito de contratar con información privilegiada sólo está en relación causal con
quienes contratan con el infractor y no con el conjunto de personas que desconocían los
hechos relevantes; ello es una consecuencia de la distinción entre este ilícito y el oculta-
miento de información esencial (en extenso, Clark 1986 329).
1040
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
152
Sobre el concepto y efectos de los monopolios naturales, infra Nº 830 b.
153
Véanse, por ejemplo, sobre el mercado telefónico, Comisión Resolutiva, 22.3.1998,
resolución Nº 515; Comisión Resolutiva, 11.7.2001, resolución Nº 611; y Comisión Resoluti-
va, 20.5.2003, resolución Nº 686.
154
Ley de consumidores, artículo 13; para la jurisprudencia sobre negativa injustifica-
da de venta, véanse, entre otras, las siguientes resoluciones: Comisión Resolutiva, 6.7.1977,
resolución Nº 30; Comisión Resolutiva, 27.9.1978, resolución Nº 48; Comisión Resolutiva,
16.5.1979, resolución Nº 60; Comisión Resolutiva, 31.10.1979, resolución Nº 66; Comisión
Resolutiva, 31.10.1979, resolución Nº 68; Comisión Resolutiva, 24.8.1982, resolución Nº 128;
Comisión Resolutiva, 4.7.1986, resolución Nº 230; Comisión Resolutiva, 19.8.1986, resolu-
ción Nº 238; Comisión Resolutiva, 13.1.1987, resolución Nº 246; Comisión Resolutiva,
28.6.1988, resolución Nº 287; Comisión Resolutiva, 6.9.1988, resolución Nº 292; Comisión
Resolutiva, 17.5.1993, resolución Nº 392 bis; Comisión Resolutiva, 31.5.2000, resolución
Nº 574; y Comisión Resolutiva, 7.5.2003, resolución Nº 685.
1041
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
RDJ, t. XCII, sec. 2ª, 79, conocido como caso Sauna Mund; sobre los fundamentos constitu-
cionales que puede adoptar el principio de no discriminación arbitraria en las relaciones
privadas, supra Nº 162 d.
1042
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
a. Libre competencia
1043
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
156
Una reseña sistemática de estas ideas en Barros 2001 17; sobre sus orígenes en la tra-
dición económica, desde A. Smith, Mestmäcker 1986 59; un análisis de los ilícitos contra la
libre competencia y de los daños resarcibles en De la Vega 2001 181 y 279, respectivamente.
1044
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1045
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
159 E. Vergara 2006 64 muestra que la jurisprudencia chilena sobre ilícitos competiti-
vos usualmente se refiere a los aspectos objetivos del tipo legal general, en la medida que
los fallos aluden a los efectos anticompetitivos de la conducta para dar por constituido el
ilícito contra la libre competencia; sin embargo, debe entenderse plenamente extensible a
los ilícitos infraccionales del DL 211/1973 el principio asentado por la doctrina penal que
ordena “huir de la suposición de que la realización de un tipo objetivo sea ya una parte del
injusto” porque “si al tipo objetivo le falta el correlato subjetivo, no es cualitativamente in-
justo” (Jakobs 1991 224); en consecuencia, el dolo, aunque sea eventual, es condición para
dar por establecido el ilícito. Distinto, como se ha visto, es el problema probatorio general
del derecho de que el juzgador sólo puede acceder a las intenciones por vía de inferencias;
con énfasis en la aplicación de principios del derecho punitivo en materia de sanciones por
atentados a la libre competencia, Valdés 2006 47, con referencias jurisprudenciales.
1046
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
b. Competencia desleal
1047
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
160 Epstein 1999 576; lo que se tiene por contrario a las buenas costumbres puede ser
objetivamente considerado, esto es, sin referencia a la intención efectiva del demandado
(Emerich 2004 84).
161 A modo de ejemplo, la ley alemana sobre competencia desleal establecía un ilícito
general, en cuya virtud podía ser condenado a indemnizar y a omitir una conducta quien,
“en el desarrollo de una actividad y con fines competitivos, realiza acciones que son contra-
rias a las buenas costumbres” (Gesetz gegen unlautere Wettbewerb, artículo 1 de la ley de 1906);
una jurisprudencia diferenciada fue precisando el alcance de la cláusula general, haciéndola
comprensiva del engaño, la mentira a las autoridades (incluidos los tribunales), la fuerza, la
infracción de deberes de lealtad con los socios, el abuso de poder de hecho o de derecho, la
infracción de deberes fiduciarios, la inducción a incumplimiento de contrato, el soborno de
empleados y la infracción de los deberes del mandato en perjuicio de un competidor (Weir
1997 48). La ley introducida en 2004, que es resultado de un siglo de evolución legislativa y
jurisprudencial, establece como cláusula general la prohibición de “actos de competencia des-
leal que son apropiados para afectar de una manera significativa la competencia en perjuicio
de los competidores” (artículo 3). A falta de tipos más precisos, internalizados por una prácti-
ca jurisprudencial, la idea matriz de la competencia desleal se expresa en la actuación de mala
fe y abusiva (contraria a las buenas costumbres del comercio). En el derecho chileno, a la
fecha de publicación de este libro, debería encontrarse ya aprobada una ley sobre la mate-
ria que recoge gran parte de las ideas aquí expuestas (Proyecto de ley para regular la com-
1048
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
petencia desleal, Boletín Nº 3.356-03); desarrollando a partir de una cláusula general una
serie de ilícitos específicos que precisan el sentido y alcance de la conducta competitiva-
mente desleal.
diante golpes u otras perturbaciones impidiera el acceso al mercado del demandante (Res-
tatement/Torts II 766, com. b).
1049
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
166
Epstein 1999 594; desde el siglo XVII se conoce en el common law una acción contra
quien maliciosamente siembra dudas acerca de los títulos de propiedad de otro, lo que se
traduce en su imposibilidad para vender o arrendar la tierra (Earl of Northumberland v. Byrt,
1606, 79 ER 143, tomado de Moore 2002 227).
167
La Ley de consumidores contiene una regla muy completa sobre publicidad enga-
ñosa, que comprende los ilícitos de inducir a error o engaño acerca de los componentes
de un producto, su idoneidad, sus características relevantes, su precio, las condiciones de
la garantía y su calidad ambiental (artículo 28). En materia de competencia desleal, los mis-
mos ilícitos se extienden a la descripción de los productos de la competencia.
168
En un antiguo caso, provocado por el descrédito público que un distribuidor hizo
de los automóviles vendidos por un competidor (el auto Paige es un engaño para sus com-
pradores), la Corte Suprema entendió que se trataba de una imputación en modo alguno
justificada y estimó debidamente fundada en las normas generales sobre responsabilidad
extracontractual la acción indemnizatoria por los perjuicios patrimoniales provocados (CS,
15.11.1927, RDJ, t. XXV, sec. 1ª, 501). En un sentido análogo, la doctrina alemana estima
1050
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1051
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
chaza la denuncia, pero describe las condiciones de este atentado específico a la compe-
tencia leal).
174 Por ejemplo, Comisión Preventiva Central, 12.4.2001, dictamen Nº 1.153.
175 Por ejemplo, Comisión Resolutiva 6.10.1992, resolución Nº 381.
176 Así se sostiene, por ejemplo, en Comisión Preventiva Central, 12.4.2001, dictamen
Nº 1.153.
177 Tribunal de defensa de la libre competencia, 20.5.2005, sentencia Nº 17/2005.
178 Tribunal de defensa de la libre competencia, 20.12.2004, sentencia Nº 12/2004.
1052
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
179
Tribunal de defensa de la libre competencia, 24.11.2004, sentencia Nº 10/2004.
180
Tribunal de defensa de la libre competencia, 22.9.2004, sentencia Nº 8/2004.
181
Los consumidores están directamente protegidos por el estatuto protector de la Ley
de consumidores, que establece: i) acciones contra la publicidad engañosa (artículos 28 y
siguientes); ii) acciones colectivas que hacen viable el ejercicio judicial de sus derechos (ar-
tículos 51 y siguientes); y iii) una instancia administrativa de protección (Servicio Nacional
del Consumidor (artículos 57 y siguientes). Por otro lado, la ley también reconoce las ac-
ciones colectivas y los instrumentos administrativos de protección antes referidos.
182
Epstein 1999 600.
1053
§ 67. RESPONSABILIDAD POR ILÍCITOS CONTRA EL ORDEN DE LA COMPETENCIA
que eran perjudicados por el engaño (sin perjuicio de las acciones que
concede a estos la Ley de consumidores).
b) El concurso de normas puede ser propio, en la medida que de la
infracción surjan para la víctima acciones de la misma naturaleza (como
ocurre con la acción indemnizatoria que se puede entablar con funda-
mento en actos de competencia desleal y por infracción a normas sobre
propiedad industrial), o puede ser impropio, si las acciones contienen pre-
tensiones diversas (como ocurre con el ilícito de competencia desleal en
que concurren perjuicios indemnizables al competidor afectado y a los
consumidores engañados).
Como se verá enseguida (infra Nº 838), el concurso propio de acciones
debiera ser resuelto a favor de la opción, especialmente si se atiende a que en
este caso no existe una concurrencia de distintos ordenamientos de respon-
sabilidad (contractual y extracontractual), sino de normas legales concu-
rrentes que dan lugar a una acción de responsabilidad extracontractual.
En el caso de un concurso impropio, nada debiera obstar a que las accio-
nes se acumulen, de modo que puedan ser ejercidas simultáneamente o
ante los tribunales que respectivamente resulten competentes, porque si
bien los ilícitos en que se fundan son diferentes, todas las pretensiones
tienen por antecedente el mismo hecho (Código de Procedimiento Civil,
artículo 18). Si los hechos dan lugar a diferentes ilícitos penales o infrac-
cionales, se aplican las reglas y principios sobre concurso ideal de delitos
del derecho penal.183
c) Además de sostenerse en la ratio iuris, las soluciones anteriores
tienen el efecto práctico de evitar que los juicios deriven inevitablemen-
te en conflictos de competencia, en la medida que los diversos ordena-
mientos establecen procedimientos y jurisdicciones diferentes. En efecto,
en el caso del concurso propio, el actor puede elegir el ordenamiento
más conveniente para hacer valer su pretensión indemnizatoria, o plan-
tearla con fundamento subsidiario en uno u otro ilícito, si son conocidas
por el mismo tribunal y de acuerdo con el mismo procedimiento, según
las reglas generales.
1054
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
184 Emmerich 2004 515 con referencia a que la ley alemana en la materia abre la posibi-
lidad de que se dicte una resolución provisoria (einstweilige Vertügung) para ordenar la suspen-
sión de la turbación competitiva, presumiéndose legalmente la urgencia (artículo 12 II).
1055
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
185
Larenz/Wolf 1997 352.
186
Cabanillas/Tapia 1993 187 (esta excelente obra ha sido la más importante fuente
doctrinaria para el análisis que sigue). La doctrina, bajo influencia de A. Georgiades (Die
Anspruchskonkurrenz im Zivilrecht und Zivilprozessrecht, München: Beck, 1968), distingue el con-
curso de pretensiones y de normas que conceden acciones. En el caso de la responsabili-
dad civil, las pretensiones son idénticas, se ejerza la acción con fundamento contractual o
extracontractual, de modo que existiría un concurso de normas y no de acciones; aunque
esta doctrina puede contribuir a tratar conjuntamente los aspectos procesales y sustantivos
del concurso, tiende a oscurecer la cuestión desde un punto de vista civil, porque lo rele-
vante no es que en ambos casos se plantee una pretensión indemnizatoria, sino el alcance
material de la responsabilidad (como, por ejemplo, respecto de los daños por los que se
responde y de la prescripción), que puede ser diferente según sea la acción entablada (así,
Medicus 2002 174); esta posición se adopta en los párrafos que siguen.
187
Alessandri 1943 80, siguiendo una denominación de la doctrina francesa que se pro-
longa hasta hoy (Viney 1995 403).
1056
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1057
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1058
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
190
Hoy parece haberse unificado la jurisprudencia francesa en que la opción debe ser
denegada, prevaleciendo, en caso de que haya convención, las reglas de la responsabilidad
contractual (Mazeaud/Chabas 1998 403). Las excepciones al principio de que no procede
el cúmulo u opción están acotadas a los casos de dolo del deudor, de ilícitos que también
constituyen delito penal, a las víctimas por rebote de daños corporales causados con oca-
sión de un contrato de transporte y de las acciones del dueño de la obra contra el cons-
tructor (Viney 1995 407).
191
Alessandri 1943 84 y 91.
1059
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
192
Cabanillas/Tapia 1993 66.
193
Larenz/Canaris 1994 596, Medicus 2002 175; sobre esta doctrina en los derechos
italiano y español, Cabanillas/Tapia 1993 72 y 136. Para una revisión de la jurisprudencia
chilena, Donoso 2006 526.
194
Cabanillas/Tapia 1993 134.
195
Se asume aquí un concepto civil de acción, equivalente a la pretensión que el actor
tiene derecho a hacer valer en juicio y cuyo fundamento es la norma de derecho sustanti-
vo; la cuestión se presenta en un sentido diferente desde el punto de vista del concepto
procesal de acción, donde los bienes en juego atienden al debido proceso, especialmente a
la exigencia de que ninguna de las partes quede en situación de indefensión (infra Nº 848).
196
Sobre la infertilidad práctica de la discusión puramente conceptual en la materia,
MünchKom/Mertens § 852 38.
1060
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
197 Cabanillas/Tapia 1993 76, con referencia a P.G. Monateri, Cumulo di responsabilità
1061
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
el estatuto extracontractual en un caso como el referido (BGH, 16.9.1987, citado por Ca-
banillas/Tapia 1993 72).
1062
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
201
De este modo, se ha fallado que en circunstancias que la negligencia médica y hospi-
talaria puede incluirse indistintamente en el supuesto de hecho de la normativa contractual y
extracontractual “es preferible otorgar a la víctima la opción de elegir la vía extracontractual,
aunque el demandado pruebe que existía un vínculo contractual previo al daño” (Corte de
Concepción, 10.8.2000, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 24.1.2002, GJ 259, 38); en
el mismo sentido, Corte de Santiago, 28.1.1993, GJ 151, 54, y 17º Juzg. Civ. de Santiago,
5.1.2005, rol Nº 174-2003, con com. de C. Pizarro en Rev. Fueyo 6, 2006, 149.
202
Así, CS, 13.12.1920, G. de los T., 1920, 2º sem., Nº 67, 357; CS, 21.9.1923, RDJ, t. XXII,
sec. 1ª, 481.
203
Al respecto, como en todas las materias tratadas en esta sección, véase el excelente
estudio de I. Tapia en Cabanillas/Tapia 1993 170.
1063
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
204
Larenz/Canaris 1994 597.
205
Medicus 2002 175.
206
La limitación se explica en razón del principio de primacía del contrato, que es mo-
derada pero no excluida por la opción de pretensiones.
1064
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
207 Cabanillas/Tapia 1993 205; en el derecho chileno se ha fallado que resuelve una ac-
1065
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
209 En el derecho francés, la Corte de Casación estima que el juez no puede cambiar
1066
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
210 Cabanillas/Tapia 1993 292; un detallado análisis de los efectos que tiene en el segundo
relativo al efecto de las obligaciones está tratado en el título relativo a los contratos u obli-
gaciones convencionales en general (Libro III, Título III, Capítulo III); de hecho, sin em-
1067
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
bargo, el Código chileno sigue en la materia una estructura muy similar al francés (y, en
consecuencia, a Pothier), porque los efectos de las obligaciones son tratados en el contexto
de la doctrina jurídica del contrato (supra Nº 777).
212 Alessandri 1943 54, Claro 1937 522, Abeliuk 1993 761.
213 En el mismo sentido, Corral 2003 41.
214 Ducci 1936 8, Corral 2003 41.
1068
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1069
§ 68. CONCURSO DE RESPONSABILIDADES CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
1070
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
Por eso, desde el punto de vista interno, estas relaciones dan lugar a
deberes de cuidado que se entrecruzan con las figuras contractuales afines.
Para definir, por ejemplo, el cuidado del representante legal o del agente
oficioso es necesario mirar hacia las obligaciones fiduciarias del mandatario,
que han sido objeto de un desarrollo jurídico más refinado; y así sucesiva-
mente. El mismo criterio resultará aplicable en materia de constitución en
mora y de prescripción, precisamente porque los deberes de cuidado son
homologables, en el sentido indicado, a una relación contractual.215
La pregunta más relevante se plantea respecto de los demás aspectos
de la responsabilidad civil, una vez que se da por acreditada la infracción a
un deber de cuidado. Pareciera que la mejor solución en estos casos es
extender la analogía contractual, precisamente porque ésta resulta deter-
minante al momento de dar por establecido el ilícito.216
215 Es en este sentido, de modo especialmente claro, que el artículo 2287 establece que
“las obligaciones del agente oficioso o gerente son las mismas que las del mandatario”.
216 En el mismo sentido, tentativamente como aquí, Corral 2003 41.
1071
CAPÍTULO XIII
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD
CIVIL
855. Plan de exposición. El análisis que sigue no tiene por objeto un estudio
de los elementos y tipos de contrato de seguro de responsabilidad civil. El
propósito es analizar las relaciones entre ese contrato y la responsabilidad
civil, tanto desde el punto de vista de su función como de las influencias
recíprocas en sus respectivos desarrollos. Asimismo, se hace referencia a al-
gunas preguntas especialmente importantes respecto de las condiciones de
validez, los riesgos asegurados y las exclusiones de cobertura. La concurren-
cia de pretensiones indemnizatorias y provenientes del seguro de responsa-
bilidad ha sido ya referida al tratar de las acciones (supra Nº 699).
a. Delimitaciones conceptuales
1073
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
El seguro de daños tiene por objeto cubrir los daños sufridos por el
beneficiario, que puede ser el contratante o un tercero; en consecuencia,
la obligación del asegurador depende simplemente de que se materialice
el riesgo de daño a la persona o las cosas. Por el contrario, que el daño
acaezca en un cierto ámbito de actividad es sólo uno de los requisitos de la
cobertura del seguro de responsabilidad civil, porque se requiere, además,
que éste provenga de un hecho del asegurado o de un tercero que dé
lugar a responsabilidad, según sea el estatuto aplicable (de responsabili-
dad estricta o por negligencia). De ahí que el seguro de responsabilidad
civil sea necesariamente residual, porque sólo una proporción menor de
los daños que estamos expuestos a sufrir provienen de un hecho ilícito o
de eventos que generan la responsabilidad civil de terceros.3
b) El seguro de daños puede asumir dos formas, según quien sea el
beneficiario. La primera consiste en el seguro que cubre los daños del pro-
pio asegurado suscriptor de la póliza o de terceros individualizados (even-
tualmente de su núcleo familiar), en cuyo caso, el mero hecho del daño
da lugar a la obligación del asegurador (first party insurance). Una segunda
variante está constituida por el seguro de daños en favor de terceros, que agre-
ga como requisito de cobertura que el daño sea la consecuencia de un
hecho de quien contrata la póliza, o que el accidente se produzca dentro
del ámbito de una relación de quien contrata el seguro con la víctima del
accidente. Típicos del seguro del primer tipo son los seguros médicos o de
vida, así como los seguros de incendio o daño a bienes propios; al segun-
do tipo pertenecen algunos seguros obligatorios, que la ley establece en
protección de ciertas víctimas, con independencia de que se haya incurri-
do en negligencia, como ocurre con el seguro obligatorio por daños cor-
porales causados por vehículos motorizados (ley Nº 18.490, artículo 6)4 y
con el seguro por accidentes del trabajo (ley Nº 16.744, artículo 5);5 el
seguro de daños también puede proteger bienes de terceros, como ocurre
típicamente con el seguro contratado por el transportista para cubrir los
riesgos de las cosas transportadas, cualquiera sea la causa del accidente.6
El segundo grupo de seguros de daños, que cubre daños sufridos en la
persona o bienes de un tercero, presenta cierta analogía con el seguro de
responsabilidad civil. La semejanza radica en que ambos tienen por objeto
indemnizar a terceros, distintos de quien lo contrata. La diferencia está
limitado de riesgos, es precisamente la razón para no confundirlo con los sistemas de segu-
ridad social, cuya función es simplemente asegurar frente a riesgos de la vida, con indepen-
dencia de su fuente (infra Nº 848).
4 Supra § 52 g.
5 Supra § 51 b.
6 A veces se ignora que el seguro de daños a terceros, que es por completo indepen-
diente del juicio de responsabilidad civil, puede ser un sustituto funcional a las interferen-
cias conceptuales que tanto perturban en el seguro obligatorio de responsabilidad civil; en
este sentido, con énfasis precisamente en los seguros más generales, como son los de acci-
dentes del tránsito y del trabajo, Chabas 1993 87.
1074
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
7 De hecho, sin embargo, el seguro de daños a terceros tiende a coincidir con los re-
quisitos que imponen los estatutos de responsabilidad estricta para dar lugar a la responsa-
bilidad, pues, en ambos casos, la obligación indemnizatoria depende del hecho de que el
accidente haya ocurrido en el respectivo ámbito de riesgo; la diferencia práctica reside en
que el asegurador de daños no puede excusarse argumentando que no se cumplen los re-
quisitos de la responsabilidad, obligando a que ésta sea declarada judicialmente. Por otra
parte, en el derecho chileno el seguro obligatorio de daños no suele estar asociado a un
estatuto de responsabilidad estricta, como ocurre en materia de accidentes del tránsito y
del trabajo (donde la responsabilidad civil es por negligencia, mientras el seguro es de da-
ños a terceros).
8 Varela 1959 113.
9 Atiyah/Cane 2002 204.
10 Cane 1996 422.
1075
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
1076
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
responsabilidad personal, como han mostrado los críticos al concepto objetivo de culpa;
véase, sin embargo, supra Nº 43.
15 La constatación de que la responsabilidad civil ha tenido un progresivo desarrollo
hacia su propia expansión, debe ser mirada con la reserva que plantea Chabas 1993 84, en
orden a que también desde dentro está amenazada por una especie de desmesura que la
desvía de sus fines esencialmente correctivos y preventivos (supra § 3).
16 Prosser/Keeton et al. 1984 589; particularmente intensa ha sido esa influencia en el
derecho francés, donde sin embargo han aparecido, especialmente en los últimos años, sig-
nificativas voces de alerta (sobre la evolución jurisprudencial, legal y doctrinaria en el dere-
cho francés, M. Tapia 2006 18).
1077
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
1078
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
860. Plan de esta sección. Escapa al objeto de este libro analizar el contrato
de seguro en general, o intentar una exposición exhaustiva del contrato de
seguro de responsabilidad civil. Por eso, en los párrafos siguientes sólo se
analizarán algunos aspectos de este tipo de seguro en el derecho chileno,
con referencias comparadas en cuanto sean funcionales a ese objetivo.20
cho chileno Varela 1959, Baeza 1992, Sandoval 2001 187, Contreras 2002 y Achurra 2005 I;
en general sobre el seguro de responsabilidad civil es muy didáctico y comprensivo Corral
2003 365; pueden también consultarse los ensayos de Achurra 2005 II; sobre las relaciones
entre el seguro y la responsabilidad civil, R. Domínguez Á. 2001 y M. Tapia 2006. Entre las
obras generales comparadas, el enfoque más comprensivo de las relaciones entre la respon-
sabilidad civil y otros instrumentos jurídicos y políticos de compensación daños, incluido el
seguro de responsabilidad, me parece Atiyah/Cane 2002 passim, en especial 182; las demás
referencias comparadas utilizadas en esta sección están tomadas esencialmente de Reglero
en Reglero 2002 a 603, para el derecho español, con análisis de las directivas europeas so-
bre seguros obligatorios; Viney/Jourdain 2001 639, para el derecho francés; Fleming 1992
395 para el common law de influencia inglesa; Prosser/Keeton et al. 1985 584, para el dere-
cho norteamericano.
21 Prosser/Keeton et al. 1985 585.
1079
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
gurado o del hecho ajeno que afecte la responsabilidad civil de aquél (Có-
digo de Comercio, artículo 552).
Lo cierto es que no hay evidencia de que la generalización del seguro de
responsabilidad civil haya producido los efectos adversos que justifican esas
limitaciones.22 A ello se agrega que la responsabilidad civil no puede ser
concebida como un juicio subjetivo de reproche (supra § 10 a), de modo
que el trasfondo moral de esa doctrina ha tendido a diluirse.23 Por lo demás,
la información acerca del comportamiento de los asegurados a lo largo del
tiempo permite crear incentivos de mercado al correcto comportamiento,
en la medida que las propias compañías aseguradoras pueden graduar sus
primas en atención al riesgo específico que plantea cada asegurado.
b) Hoy no existen en el derecho comparado disputas acerca de la licitud
del seguro de responsabilidad civil estricta o por negligencia. A pesar de las
normas referidas, el derecho chileno ha entendido de lege ferenda que el segu-
ro de responsabilidad civil es válido; ello ha sido confirmado por las normas
legales que lo imponen como requisito para desarrollar ciertas actividades
(infra Nº 869) y por las numerosas pólizas registradas en la Superintendencia
de Valores y Seguros para garantizar diversos ámbitos de responsabilidad.
por el cual una persona natural o jurídica toma sobre sí por un tiempo determinado todos
o algunos de los riesgos de pérdida o deterioro que corren ciertos objetos pertenecientes a
otra persona, obligándose, mediante una retribución convenida, a indemnizarle la pérdida
o cualquier otro daño estimable que sufran los objetos asegurados” (Código de Comercio,
artículo 512). Este concepto legal no comprende el seguro de responsabilidad civil, porque
sólo hace referencia a la cobertura de daño a las cosas corporales; sin embargo, el riesgo
asegurable ha sido ampliado por la Ley de seguros, que señala que las compañías de segu-
ros generales pueden garantizar las pérdidas a las cosas o al patrimonio, como típicamente
ocurre con el seguro de responsabilidad civil (artículo 8).
1080
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1081
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
1082
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1083
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
865. Hechos del responsable que son objeto del seguro. Culpa grave y dolo
del asegurado. a) Por lo general, la responsabilidad civil tiene lugar en los
mismos términos, haya dolo o culpa del obligado a reparar los daños causa-
dos (supra Nº 102). El contrato de seguro de responsabilidad, por el contra-
rio, además de definir el ámbito de actividad cuyos riesgos quedan cubiertos,
suele establecer ciertos hechos del deudor que excluyen la responsabilidad
30 En este sentido, Achurra 2005 II 123. El derecho alemán e italiano establecen el he-
cho que da lugar a la responsabilidad como criterio de fijación de la fecha del siniestro; en
el derecho español la doctrina y la jurisprudencia tienden a adoptar la misma regla (Regle-
ro en Reglero 2002 a 626 y 628); en el derecho francés se ha optado tradicionalmente por
exigir, además, algún tipo de reclamación del tercero, amistosa o judicial; sin embargo, la
jurisprudencia ha tendido a limitar la eficacia de las cláusulas que exigen la reclamación
de la víctima dentro del período de vigencia del seguro (un detallado análisis de la juris-
prudencia y de su evaluación por la doctrina en Viney/Jourdain 2001 699).
31 Por eso, aunque la póliza establezca la necesidad de dar aviso dentro de la vigencia
de la póliza como requisito de cobertura (pólizas claim made), puede entenderse que este
aviso no es constitutivo a efectos de dar por establecido el siniestro, sino que se trata de un
acto que permite acreditar que el riesgo asegurado se materializó dentro del plazo de co-
bertura (sobre la jurisprudencia española en este sentido, en un estado normativo de cosas
análogo al existente en Chile a la fecha de este libro, Reglero en Reglero 2002 a 645, con
referencia a sentencias del Trib. Supr. español de 20.3.1991 y 23.4.1992).
1084
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
del asegurador. Esas exclusiones son válidas a condición de que sean expre-
sas y precisas, salvo en el caso de los seguros obligatorios, que sólo admiten
las limitaciones autorizadas por los estatutos legales respectivos.
b) Una de las cuestiones de más ardua discusión en materia de seguro
de responsabilidad civil se refiere a las conductas que no pueden ser asegura-
das. No hay duda que el mero hecho del asegurado, así como su culpa leve
o levísima pueden ser objeto de cobertura. Por el contrario, se entiende
que el dolo no puede ser asegurado, porque ello atentaría contra las bue-
nas costumbres, dando lugar a un objeto ilícito (artículos 1461 y 1467). De
ello surgen dos cuestiones: la primera se refiere a si la asimilación del dolo
y la culpa grave en materia de responsabilidad se extiende al seguro de
responsabilidad, con la consecuencia de que la culpa grave no podría ser
asegurada; la segunda, a la extensión que debe darse a la culpa intencio-
nal o dolo a efectos de excluir la posibilidad de asegurarla.
c) Tradicionalmente se ha sostenido en Chile que no puede ser objeto
de seguro de responsabilidad la obligación indemnizatoria que tiene por
antecedente el dolo o la culpa grave.32 Sin embargo, en ambos respectos el
derecho comparado tiende a ser muy restrictivo al analizar las exclusiones
de cobertura y muy amplio al establecer los hechos que pueden ser asegura-
dos. Así, en el derecho norteamericano sólo se excluye de la posibilidad de
cobertura el daño producido intencionalmente y, excepcionalmente, cuan-
do se ha incurrido en una conducta tan flagrante y extrema que sería con-
trario al orden público dar lugar a la indemnización.33 De igual modo, en el
derecho francés se acepta la eficacia del seguro si el asegurado ha actuado
con grave negligencia e incluso intencionalmente, a menos que la intención
recaiga precisamente en producir el daño que es objeto de la cobertura.34
Hay buenas razones para apoyar estos desarrollos jurisprudenciales com-
parados. No se debe confundir el contrato de seguro con las convenciones
sobre responsabilidad (infra Nº 876), porque mientras éstas alteran la posi-
ción jurídica de la víctima, el seguro persigue asegurar el riesgo patrimo-
nial asociado a una obligación indemnizatoria; y la garantía tiende
progresivamente a jugar en el doble sentido de favorecer al asegurado y a
la víctima del accidente (infra Nº 867). Por otro lado, el contrato de segu-
ro persigue cubrir al asegurado un riesgo de daño que debe ser indemni-
zado a un tercero, de modo que las excusas del asegurador deben estar
limitadas para que el contrato pueda razonablemente cumplir su función,
evitándose así que cada denuncia de un siniestro termine en una larga
disputa acerca de la calificación de la culpa. Tampoco, desde un punto de
vista preventivo, parece haber objeciones a que la culpa grave sea objeto
de seguro; en complejas situaciones de hecho, en que pudiere calificarse
de culpa grave la conducta del asegurado en relación con la víctima, pue-
de no haber razón alguna para excluir la cobertura del seguro, porque se
1085
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
1086
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1087
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
de quienes sufren los daños. Por el contrario, la acción directa tiende a ser
resistida por los aseguradores, para quienes resulta incluso inconveniente
que la víctima conozca la existencia del seguro, porque ello puede aumen-
tar sus expectativas de obtener una completa reparación, elevando de paso
el umbral en que se está dispuesto a aceptar una transacción.40
b) En principio, podría asumirse que el seguro de responsabilidad civil
incluye una estipulación en favor de otro, en cuya virtud la víctima tendría
acción contractual directa en contra del asegurador. Sin embargo, el inte-
rés que persigue el asegurado al contratar el seguro es proteger su propio
patrimonio y no cautelar a un tercero, de modo que la construcción de
una relación personal fundada en el artículo 1449 en contratos volunta-
rios de seguro resulta por completo artificiosa.41
Por otra parte, ocurre frecuentemente que el asegurador no tiene inte-
rés en que el tercero siquiera tome conocimiento de la existencia del segu-
ro, a cuyo efecto el instrumento más efectivo es incluir en las pólizas
cláusulas de decaimiento si el asegurado informa de la existencia del segu-
ro. Estas cláusulas son coherentes con el principio tradicional de que el
contrato de seguro cede en exclusivo beneficio del asegurado, quien ob-
tiene mejores condiciones en la prima, porque la ignorancia de la víctima
acerca del seguro permite a la compañía negociar desde la sombra, sin
que el demandante tenga conocimiento del patrimonio finalmente afecta-
do por la responsabilidad.42
c) Sin embargo, existe una evolución jurisprudencial y legal en el dere-
cho comparado que favorece que el contrato de seguro sea entendido
como generador de relaciones directas entre la víctima del accidente y el
asegurador de quien resulta responsable.
Un primer correctivo es la facultad o el deber que la ley o la jurispru-
dencia han establecido de informar a la víctima de la existencia del seguro, de
modo de favorecer la negociación directa entre esta última y la compañía
aseguradora.43 Pero el paso más esencial en la dirección anotada es el re-
el derecho del asegurado a informar a la víctima de la existencia del seguro; así, la legislación
española ha introducido una regla que obliga al asegurador a informar de la existencia del
seguro, con el efecto de que ningún ilícito puede cometer el asegurado que lo hace, incluso
en contra de una disposición de la póliza (Ley española sobre seguros, artículo 76 in fine).
1088
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
44
Así, en el derecho francés (Viney/Jourdain 2001 749), español y europeo en gene-
ral (Reglero en Reglero 2002 a 663, con referencia a Joaquín Garrigues, El contrato de seguro
terrestre, Madrid, 2ª edición, 1983, 385). Es interesante que en España el reconocimiento
legal de la acción directa (Ley española sobre seguros, artículo 76) haya seguido a su reco-
nocimiento jurisprudencial.
45
“Aunque la acción de la víctima de un accidente contra el asegurador está subordi-
nada a la existencia de una convención de este último con el autor del accidente, y no pue-
de ejercerse sino dentro de sus límites, ella encuentra su fundamento, en virtud de la ley,
en el derecho a la reparación” (cass. civ., 28.3.1939, citada por Viney/Jourdain 2001 751).
Aún hoy se discute si la acción directa tiene su fundamento en una subrogación de lege fe-
renda de la víctima en los derechos del asegurado o si ello ocurre en virtud de una especie
de penetración del derecho social en la relación de seguro privado, lo que permitiría esti-
mar que la acción nace directamente para la víctima (ídem 767). En otras jurisdicciones,
ante la reticencia de la jurisprudencia a crear una doctrina ad hoc que autorice una acción
directa, ha sido el legislador quien ha intervenido, reconociendo acciones sujetas a ciertas
condiciones (especialmente la insolvencia del asegurado) o simplemente reconociendo una
acción directa de la víctima (Prosser/Keeton et al. 1984 587).
46
Reglero en Reglero 2002 a 663, con referencia a sentencias del Trib. Supr. español
de 18.2.1967 y 26.3.1977.
47
La calificación jurídica de la acción directa es extremadamente importante a efectos
de determinar las excepciones que puede oponer el asegurador, quien tiene una obliga-
ción contractual que, en tal caso, es hecha valer por un tercero. En principio, en razón de
1089
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
48 En el derecho chileno, Alessandri 1943 596 y Corral 2003 388, este último siguiendo
a Achurra 2005 II 124, estiman que la relatividad del contrato de seguro impone una seve-
ra limitación al reconocimiento de una acción directa.
49 La jurisprudencia francesa ha entendido que no pueden ser opuestas a la víctima
las causales de decaimiento del seguro que tienen por antecedente omisiones o acciones
prohibidas del asegurado con posterioridad al siniestro, como pueden ser omitir el aviso
del siniestro, el falseamiento de los daños o la intervención en el juicio de responsabilidad
de una manera contraria a lo convenido en la póliza (Viney/Jourdain 2001 684); las reglas
legales españolas son análogas a las desarrolladas por la jurisprudencia francesa (Reglero
en Reglero 2002 a 671).
1090
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
sabilidad otorgan una acción directa a la víctima del accidente: ley Nº 18.490, que establece
seguro obligatorio de accidentes personales causados por vehículos motorizados, artículo
10; DL 2.222/1978, ley de navegación, artículo 146 III; ley Nº 16.744, sobre accidentes del
trabajo y enfermedades profesionales, que da lugar a pretensiones directas contra la enti-
dad aseguradora, sin perjuicio de que se apliquen las reglas generales respecto de la res-
ponsabilidad civil no cubierta por el seguro (artículo 69).
51 I. Lambert-Faivre, Le sinistre dans l’assurance de responsabilité et la garantie de
l’indemnisation des victimes, en Revue générale des assurances terrestres, 1987, 205, citado por M.
Tapia 2003 6.
1091
§ 69. SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL
52 La mayor limitación que tiene esta acción en el derecho comparado, sobre una base
legal o jurisprudencial, es la acción contra los familiares de la víctima que sean responsa-
bles del accidente, porque se entiende que el seguro cubre a la familia; con mayores califi-
caciones, una regla análoga rige para las acciones en contra del trabajador del empleador
asegurado (Kötz/Wagner 2006 296).
1092
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
cas de este tipo de seguros. Ante todo, el seguro rige ipso iure y no se resuelve
por el no pago de la prima u otros incumplimientos del asegurado (como es
el caso de la Ley de accidentes del trabajo, artículo 4º; y de la ley Nº 18.490,
artículo 5º). En segundo lugar, si se trata de un seguro de daños a terceros, y
no de responsabilidad civil, no es necesario acreditar culpa del asegurado,
como ocurre en esos mismos ordenamientos, de modo que basta la sola de-
mostración del accidente y de las consecuencias dañosas que éste haya causa-
do. Finalmente, las víctimas y sus beneficiarios tienen una acción directa en
contra del asegurador, no resultándoles usualmente oponibles las excepcio-
nes que éste pueda alegar contra el tomador del seguro (supra Nº 867).
d) Por regla general, los seguros obligatorios son compatibles con la
acción de responsabilidad civil extracontractual de acuerdo con las reglas
generales. Con todo, las sumas pagadas por el asegurador se imputan a los
pagos que deba realizar el asegurado de conformidad con este sistema de
responsabilidad (supra Nº 696).
e) Siguiendo las reglas generales del seguro de responsabilidad civil, el
asegurador no tiene acción contra el asegurado, salvo que haya actuado
dolosamente, pero sí la posee en contra de los demás responsables del
accidente, en razón del derecho de subrogación que le confiere el artículo
553 I del Código de Comercio (supra Nº 868).
partes deben incurrir para convenir un contrato), las reglas sobre responsabilidad civil se
limitan a asignar los derechos iniciales a partir de los cuales opera un sistema de contratos,
en que las partes negocian un correcto equilibrio de valor entre el daño o el riesgo que se
está dispuesto a soportar y lo que el agente está dispuesto a pagar por ese daño o riesgo;
para ello, basta que el derecho reconozca ‘derechos de propiedad’ o ‘titularidades’ inicia-
les (esto es, derechos a ser indemnizados o a dañar bajo ciertas circunstancias), sea en la
forma de una responsabilidad por culpa, responsabilidad estricta o de una total ausencia
de responsabilidad, sobre cuya base se realizarían las negociaciones. En este escenario, la
forma en que se asigna la titularidad inicial es completamente irrelevante, ya que si los cos-
tos de transacción efectivamente son nulos, la asignación óptima desde la perspectiva del
bienestar social proviene de la asignación contractual de las partes. Ésa parece ser la esen-
cia del llamado teorema de Coase (véase Coase 1960 91).
1093
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
1094
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1095
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
por convención, cualesquiera sean los bienes sobre los cuales recaen y el
tipo de diligencia al cual se refieran.55
En el derecho comparado, la jurisprudencia francesa parece estar justi-
ficadamente aislada en esta materia. En los más diversos sistemas jurídicos
la pregunta no es si son válidas estas convenciones, sino cuáles son los
límites de esa validez.56 No hay razón para pensar que un principio distin-
to debe regir en el derecho chileno.57
55 Carbonnier 2000 504, Mazeaud/Chabas 1998 769, con una crítica a ese criterio ju-
risprudencial que sustrae la materia de los límites razonables de autonomía privada que ri-
gen en materia contractual.
56 Reglero en Reglero 2002 a 107, Palandt/Heinrichs § 276 35, Markesinis/Deakin et
til respecto de las convenciones sobre responsabilidad contractual, en De Verda 2005 pas-
sim; con especial énfasis en la asimilación de la culpa grave al dolo, Banfi 2003 passim.
1096
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
dad física o la salud?” Enseguida, entra en juego el orden protector de los consu-
midores, tanto en materia de condiciones generales de contratación propues-
tas por el proveedor de bienes o servicios (como típicamente ocurre con las
cláusulas que establecen descargos o límites a su responsabilidad) como, en
general, respecto del orden público de protección que rige las relaciones
entre profesionales o expertos y quienes no lo son.
59 Sobre los actos naturalmente ilícitos a los que el contrato transforma en lícitos, O.
futuro y de la culpa grave con la ineficacia del contrato contraído bajo una condición me-
ramente potestativa del deudor, Mazeaud/Chabas 1998 765.
1097
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
Nº 872), entre la aceptación del daño (que envuelve una convención exoneratoria) y la acep-
tación de un riesgo (como ocurre con el consentimiento para ser objeto de una interven-
ción quirúrgica o en una cláusula modificatoria de la responsabilidad): mientras la
aceptación del daño constituye inequívocamente un acto de disposición del bien compro-
metido, la aceptación de un riesgo no necesariamente debe ser entendida de esa manera
(infra Nº 876 c).
1098
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
63 Alessandri 1943 636, quien con buenas razones asume que la limitación no se ex-
tiende a la responsabilidad por el hecho ajeno. El principio es de valor universal en el de-
recho privado (De Verda 2005 36, con referencia a Cód. esp. 1102, Larenz 1987 279, con
referencia a BGB, § 276 II).
1099
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
64 Tunkl v. Regents of the University of California, 383 P.2d 441, 445-446 (Cal. 1963), cita-
1100
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
cláusula penal extracontractual, que consiste en una avaluación anticipada de los perjui-
cios, establecida en beneficio del actor; no se ve, sin embargo, el interés que podría tener
para el eventual responsable convenir una cláusula penal de esta naturaleza, salvo que la
realización de la actividad requiera del consentimiento de quien asume el riesgo de daño.
1101
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
1102
CONTRATOS RELATIVOS A LA RESPONSABILIDAD CIVIL
69 La Ley del consumidor señala que se presumen ajustadas a la buena fe las cláusulas
de contratos que han sido revisados y autorizados por un órgano administrativo en ejecu-
ción de sus facultades legales (artículo 16 letra g in fine); como se ha señalado, la Superin-
tendencia de Valores y Seguros tiene la facultad, pero no el deber, de revisar las pólizas de
seguro, de modo que no puede entenderse cumplida esta excepción por el solo hecho del
registro (supra Nº 862).
70 Estos principios son reconocidos por el documento jurídico más desarrollado en la
materia, que parece ser la Directiva Europea 93/13/CEE, 5.4.1993, sobre las cláusulas abu-
sivas en los contratos celebrados con consumidores y, muy especialmente, por los §§ 305 y
siguientes del BGB (introducidos con ocasión de la reforma del derecho de obligaciones
de 2002); la Ley de consumidores, al introducir la cláusula general del artículo 16 letra g),
ha incorporado estos principios en el derecho chileno.
71 En general, sobre el tema de la información en las convenciones modificatorias de
responsabilidad, Carbonnier 2000 332; sobre los sentidos del consentimiento como justifi-
cación de irresponsabilidad, Prosser/Keeton et al. 1984 112; con particular atención a la
exclusión de responsabilidad en materia de servicios médicos, Epstein 1999 200.
1103
§ 70. CONVENCIONES SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
72 Mazeaud/Chabas 1998 767, con referencia a materia contractual; Epstein 1999 203,
Markesinis/Deakin et al. 2003 761; y Jones 2002 599, con referencia a la exigente Unfair
Contracts Terms de 1977.
73 En esencia, estas mismas soluciones en Alessandri 1943 642; es también el principio
1104
BIBLIOGRAFÍA
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