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El orden frági

de la arquitectura
JOAQUIM ESPAÑOL


Joaquim Español

Joaquim Español Llorens es arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura


de Barcelona. Fue miembro del Istituto di Progettazione de la Facultad de Arquitectura de
Roma, dirigido por Ludovico Quaroni, con quien inició su actividad investigadora, en la que ha
explorado campos como el de los lenguajes formales (Premio Nacional de Arquitectura 1973),
las relaciones entre métrica poética, música y arquitectura, el paisaje de la difusión urbana y las
técnicas de la composición arquitectónica (Premio Extraordinario de Doctorado 1996). Ha
impartido cursos, seminarios y másters en diversas universidades europeas y americanas, y ha
publicado artículos, monografías y algunos libros, entre los cuales dos volúmenes de poesía,
ambos premiados. Su ejercicio profesional con Francesc Hereu ha sido reconocido en diversas
publicaciones, exposiciones y premios. Actualmente es Director de Planes y Proyectos del
Ayuntamiento de Barcelona.
El orden frágil
de la arquitectura
JOAQUIM ESPAÑOL
Colección Arquíthesis núm. 9

El orden frágil
de la arquitectura
JOAQUIM ESPAÑOL

O
QA^A P5 ARQi·ilT^ÇTÇ)?
FUNDACION
El orden frágil
de la arquitectura
JOAQUIM ESPAÑOL

Colección Arquíthesis, núm. 9

DIRECTOR DE LA COLECCIÓN PATRONATO F U N D A C I Ó N


Carlos Martí Arís C A J A DE A R Q U I T E C T O S

EDICIÓN PRESIDENTE
F U N D A C I Ó N C A J A DE A R Q U I T E C T O S Javier Marquet Artola
Ares, 1, 08002 BARCELONA
Fax: 93 482 68 01 VICEPRESIDENTE
e-mail: fundacion@arquired.es Gerardo García-Ventosa López

EDITOR SECRETARIO
Maurici Pla Antonio Ortiz Leyba

DISEÑO G R Á F I C O PATRONOS
Estudio Rosa Lázaro Javier Navarro Martínez
José Álvarez Guerra
IMPRESIÓN Javier Díaz-Llanos La Roche
Grup 3, S.L. Marta Cervelló Casanova
Covadonga Alonso Landeta
FOTOMECÁNICA Sol Candela Alcover
Jeba Federico Orellana Ortega
Carlos Gónnez Agustí
A S E S O R A M I E N T O LINGÜÍSTICO José Argudín González
Joaquina Bailarín Blanca Lleó Fernández
Manuel Ramírez Navarro
D.L. B-19604-2001
ISBN: 84-931388-5-1 PATRONO DELEGADO
Antonio Ferrer Vega
© de esta edición, Fundación Caja de
Arquitectos, 2001. DIRECTORA
Queralt Garriga Gimeno
© Ludwig Mies Van der Rohe,
Le Corbusier, Frank Lloyd Wright,
Josef Albers, Adolf Loos, VEGAP,
Barcelona, 2001.

Portada:
Francesc Hereu, Arquitectures fràgils, 1999
INDICE

7 INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: LOS INSTRUMENTOS DE CONSTRUCCIÓN DEL ORDEN


15 La g e o m e t r í a e u c l i d í a n a
esquemas formales / g e o m e t r í a s i n t e m p o r a l e s / m e d i o g e o m é t r i c o y f i n a l i d a d g e o m é t r i c a / la d i m e n s i ó n
simbólica / arquitectura y selección g e o m é t r i c a / el o r d e n de la g e o m e t r í a / una manera de mirar / las fuerzas
de las f o r m a s / estructura m a t e m á t i c a y perceptiva / hacia la irregularidad g e o m é t r i c a
51 La s i m e t r í a b i l a t e r a l y c e n t r a l
Sum-metron: un c o n c e p t o a m b i g u o / imágenes simétricas / la simetría repudiada / simetría y estructura /
la simetría de los animales superiores / el delfín y la g ó n d o l a / los equívocos de la m e t á f o r a a n t r o p o m ò r f i c a
73 Las recurrencias f o r m a l e s
periodicidades t e m p o r a l e s y espaciales / r i t m o y o r d e n a r q u i t e c t ó n i c o / imágenes recursivas / esquemas
rítmicos / h o m o t e c i a interna y cascada escalar / condiciones del r i t m o regular / la belleza de las ciudades
lentas / el orden no a u t o c o n s c i e n t e / recurrencias irregulares en la a r q u i t e c t u r a culta
97 Inflexión, articulación y masa
el capitel c o m o p a r a d i g m a / aberraciones sintácticas / la inflexión / la t e m i b l e d u a l i d a d / el espacio
tenso / articulaciones / la h o m o g e n e i d a d / el proyecto global

SEGUNDA PARTE: EL ORDEN IMPLÍCITO


127 Estructura y o r g a n i s m o
Struere / la forma buena de la psicología / desorden y orden en la termodinámica / anabolismo / el orden
generativo / los órdenes ficticios y la pertinencia / caligramas en arquitectura / los números equívocos / las falacias
de la proporción áurea / las formas de la vida
157 La p r o g r e s i ó n hacia la c o m p l e j i d a d
el manifiesto suave / apertura del espacio y geometrías difíciles / la irrupción de la irregularidad /
intersecciones / entre el aburrimiento y la confusión / en las proximidades del desorden / el scaling / los límites
de un proceso / la monotonía de la diferencia / la unidad de la fragmentación
185 La i m p l o s i ó n a r q u i t e c t ó n i c a
el orden como reactivo / la búsqueda de la autonomía / la estructura ilimitada / el salto de nivel: de la respuesta al
problema / invención y selección / contra la incontinencia formal: el principio de parsimonia / el orden de la sobriedad
/ la complejidad implícita

205 EN SÍNTESIS

209 BIBLIOGRAFÍA CITADA


212 BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
214 ÍNDICE ONOMÁSTICO
216 CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES
A Quim y Diana.
A mis padres.
INTRODUCCION

La mayoría de los arquitectos trabajamos fundamentalmente con la intuición y la


memoria, poderosos utensilios de la invención arquitectónica, mientras activamos nues-
tra sensibilidad, teóricamente evolucionada, como filtro evaluador que nos permite des-
cartar y seleccionar, momentos también claves del proceso proyectual. Y es esta misma
sensibilidad la que nos permite percibir la belleza o el disgusto de los edificios. Pocas
veces aparece, por tanto, la reflexión o el conocimiento racional en nuestro contacto con
esta parte de la arquitectura que va más allá de sus dimensiones técnicas y que más se ase-
meja a la acción creadora o a la pura fruición. Parece, pues, que "no necesitamos una her-
menéutica, sino una erótica del arte" (S. Sontag). Es más, hay motivos para creer que las
actitudes radicalmente cognoscitivas pueden bloquear los mecanismos intuitivos, que tan
eficaces se muestran en la resolución de los complejos problemas de la arquitectura.
N o obstante, comparto la opinión de quienes no perciben antítesis insalvables entre
la intuición y la reflexión, antítesis que suelen proceder de confiandir conocimiento con
conocimiento científico, y que casi siempre lleva aparejada tanto la acütud idealista de
concebir la creación arquitectónica como una experiencia parficular no generalizable,
como el enfoque positivista de no admitir otros conocimientos que los derivados de los
métodos de la ciencia. Mi propia experiencia como arquitecto me demuestra que en un
m o m e n t o u otro de nuestro trabajo la inteligencia racional se mezcla con la intuición y
el gusto, y que esta sinergia es especialmente fructífera. Pero además, la reflexión lleva en
sí su propia sensibilidad. Borges elogió a Paul Valéry con esta frase: "Fue un hombre que,
en un siglo que adora los caódcos ídolos de la sangre, de la fierra y de la pasión, prefirió
los lúcidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden".
Es precisamente de las aventuras del orden de lo que trata este libro, aunque no con
el pensamiento desarraigado, sino con la reflexión sobre la experiencia de la belleza encar-
nada. ¿Por qué hablar del orden, un concepto tan desgastado? En parte por esas aventu-
ras que esconde, desconocidas desde la alegre acfitud de los idólatras de lo nuevo; y en
parte porque en este siglo de la pasión, sobre todo en sus úlfimas décadas, parece que nos
hemos olvidado de él, quizá sin sospechar su persistencia imperecedera oculta bajo las
poéticas de la fractura y la infracción.
El método utilizado es simple. Nace de la propensión a conocer las cosas que afec-
tan a nuestra sensibihdad. Y en la actividad de observar, comparar y seleccionar las arqui-
tecturas que despiertan nuestras emociones, así como en el propio ejercicio de proyectar,
detectamos recurrencias, paralelismos entre formas y sintaxis, aspectos de la arquitectura
más allá de las formas precisas que parecen extrañamente intemporales. Se trata, por
tanto, de un ensayo personal y pasional sobre la arquitectura o, más concretamente, sobre
aquel núcleo de la arquitectura que emerge de la observación de invariantes en los varia-
dos ejemplos del patrimonio arquitectónico más reconocido, y de explicitar en lo
posible determinadas deducciones sedimentadas a lo largo de años de experiencia
proyectual. Los análisis se centran en uno de los planos ingénitos de la arquitec-
tura: el de las formas, su lógica interna y su combinatoria.
Este procedimiento comparativo utiliza parte del instrumental de la vieja
metodología estructuralista, pero no con la pretensión de deslizarse hacia la búsque-
da de certezas cada vez más generales o "ur-códigos" (C. Lévi-Strauss), como pro-
pugnaba el estructuralismo ontológico, sino confiando en la probada eficacia de
dicho método para la obtención de conclusiones a partir de la observación de para-
lelismos y semejanzas. De estas observaciones surge la idea de que el orden formal
ha gobernado siempre la operación de arquitectar, y que los mecanismos capaces de
construirlo son recursivos y relativamente independientes de los condicionantes cul-
turales. Sin embargo, pone también de manifiesto la perpetua vulneración tanto de
los lenguajes constructores de orden como del orden interno de cada obra, de modo
que los nuevos sistemas de ordenación van siendo cada vez más abiertos y las estruc-
turas formales cada vez más azarosas, aunque incluso en estos casos el orden sub-
yace bajo las apariencias del caos. La voluntad ordenadora, recóndita o explícita,
es una componente más de las ideas motrices de un proyecto. La naturaleza sinté-
tica de dichas ideas, y su concreción flexible o imperfecta, explican las disconti-
nuidades que se producen en los sistemas de orden, así como la creciente
complejidad de las relaciones formales y la fragilidad de las formas, una fragilidad
compatible con el rigor y la economía de recursos expresivos, que son los atribu-
tos persistentes de la mejor arquitectura.
Naturalmente, un estudio con unos objetivos tan genéricos se ve sometido a
muchos riesgos. Mencionaré algunos:
Si lo más distintivo de la arquitectura es la síntesis afortunada e inextricable
de sus variados componentes -desde los estructurales hasta los compositivos,
desde los simbólicos hasta los funcionales-, ¿es pertinente hablar de la forma y de
su orden al margen de los demás factores de esta síntesis? El aislamiento de los
componentes formales y compositivos ¿no conlleva un reduccionismo tan equí-
voco como el del funcionalismo simplista?
En la hipótesis de que fuera correcto deslindar y aislar esta fibra de la arqui-
tectura - l a que nos conduce de las formas a los instrumentos ordenadores, a la
idea del orden, a su vulneración en la búsqueda de estructuras más complejas, y a
la inscripción de dicha noción en las ideas motrices del proyecto—, nos encontra-
mos con que dicho aislamiento es extremadamente precario. El hilo del discurso
se ramifica constantemente en una variada constelación de temas generales y de
disciplinas múltiples, de modo que cualquier corte que desvincule estas disciplinas
del razonamiento troncal afecta sensiblemente al mismo núcleo de la tesis, mien-
tras que la inclusión de estas ramificaciones profusas implica casi inevitablemente
un tratamiento trivializador.
Por otra parte, entrar en el campo de las elecciones formales de la arquitec-
tura significa entrar en la región más oscura de la proyectación, en la cual se mez-
clan referentes culturales, cuestiones de gusto, imágenes heterónomas o pulsiones
que tienen sus raíces en ciertos aspectos innatos de la percepción. Pero sobre todo
implica entrar en un campo donde actúa la intuición creadora, esa capacidad inde-
finible - a u n q u e su proceso pueda ser descrito parcialmente- que permite crear,
entre otras cosas, formas capaces de resolver problemas que no habían podido for-
mularse previamente (R Hein). La "comunicación de complejidades ininteligibles"
(J. Wagensberg), que es un atributo del arte y de la mejor arquitectura, ¿no impli-
ca precisamente que los instrumentos racionales - l o s únicos posibles en una tesis-
son por naturaleza inadecuados para poder acercarnos a los aspectos más sustan-
ciales de la arquitectura?
La pretensión de proseguir con este enfoque a pesar de las reservas mencio-
nadas se mantiene, pues, con una clara conciencia de las limitaciones del trabajo.
Sin embargo, es necesario señalar los motivos de esta pertinacia y apuntar algunos
correctivos a la banalización.
El conflicto de las elecciones formales realizadas más allá de los condicio-
nantes funcionales y técnicos es un conflicto turbador. La idea funcionalista según
la cual no hay espacio entre la definición de los problemas y la construcción de la
forma es simplemente ilusoria, y cualquier arquitecto de nuestra época lo sabe níti-
damente. Aplacamos esta turbación proyectando: la invención, la selección y la
elaboración de una forma feliz calma en gran medida nuestra inquietud; pero no
del todo: a m e n u d o nuestro intelecto también quiere entender, también necesita su
propia cura homeopática (X. Rubert de Ventós), con el fin de aplacar, mediante la
explicación, tanto el conflicto que genera la necesidad de la forma como el placer
- t a m b i é n inquietante, puesto que es inicialmente inexplicable- que provoca la
forma afortunada. El propósito de racionalizar es una necesidad espontánea que
no requiere jusfificaciones.
Aun así, las herramientas del intelecto no parecen ser, como ya se ha comen-
tado, las específicas de los procesos artísficos, y entre éstos los de la mejor arqui-
tectura. Sabemos por experiencia que muy a menudo la intuición funciona mejor
que la racionalización cartesiana en la resolución de determinados problemas. En
la proyectación arquitectónica, los procesos intuitivos y sintédcos -procesos en
caja negra, en el argot de los metodólogos del diseño- suelen ser más efectivos que
los procesos en caja de cristal propios de la resolución de los problemas definidos y
susceptibles de ser descompuestos, bien distintos de los problemas mal definidos pro-
pios de la arquitectura. Se ha insinuado que incluso la autoconsciència puede ser
paralizadora en determinadas actividades, cómo aprendió muy bien el ciempiés del
cuento de V. SWowskij, quien, infatuado por las adulaciones de la tortuga - " m e
admira tu inteligencia para saber como pones tu pie número 99 cuando avanzas el
quinto"-, quiso saber, recogió datos, instauró un complejo sistema burocráfico de
información y acabó inmovilizado. A menudo tenemos que prescindir de la razón
para aquellos segmentos del proceso de proyectación más ligados a la imaginación
creadora, y probablemente también tenemos que prescindir de la razón para expli-
carnos en su totalidad los resultados de dicha actividad.
De todos modos, el instrumento del intelecto posee la rara cualidad de la
autoconsciència de sus límites -"el sabio sabe poner límites al conocimiento", dice
Nietzsche-, cualidad que le otorga el derecho de intervenir en muchos aspectos
del proceso proyectual que suelen atribuirse precipitadamente a las regiones oscu-
ras de la imaginación o de la inspiración, "otra de estas ideas perezosas que han
colaborado aportando un campo semántico que ha causado estragos en la historia
de la actividad creadora" (J. A. Marina). Los límites son imprecisos e inestables.
"Muchos pensadores que han reflexionado sobre el arte y la ciencia, como Gombrich,
Hafner o Kuhn, firmarían la siguiente conclusión: cuanto más cuidadosamente
tratamos de distinguir al artista del científico, tanto más difícil se tornará nuestra
labor" (J. Wagensberg). Y, ciertamente, pueden ser tan imprescindibles la lógica en
el arte como la imaginación crítica y la intuición en la ciencia. De hecho, el cono-
cimiento constituye una actividad muy compleja, y "puede surgir tanto en el terri-
torio del Logos como en el de la Poiésis". Y es precisamente en el ámbito de la
poiésis donde se inscribe en gran medida el proyecto arquitectónico. "Se trata de
un campo del saber humano que reivindica el valor cognoscitivo de la acción y
que, a través de la razón del hacer, alcanza resultados distintos de los de la razón
especulativa" (C. Martí Arís).
No obstante, este trabajo sólo se dirige a los núcleos más intuitivos de la cre-
ación arquitectónica de manera parcial. Es más bien una reflexión fuertemente
teñida por mi experiencia personal, aunque también por la seguridad de que la
elección de las formas en la proyectación arquitectónica se sostiene sobre unos
conocimientos que, aun interiorizados hasta el punto de parecer puramente intui-
tivos, pueden ser racionalizados en cierta medida, facilitando de este modo la
transmisión de una parte importante de la competencia arquitectónica.
En una cultura como la nuestra, en la que no hay estilos sedimentados por
el tiempo ni lenguajes arquitectónicos codificados, pero en la cual los medios de
transmisión de formas son hiperactivos y universales, es más necesario que nunca
que la adhesión rápida y epidérmica a los estilemas del momento se equilibre con
la reflexión Hneal sobre las persistencias -que se manifiestan precisamente a través
de la mecánica interna de estos lenguajes lábiles-, y con la reflexión transversal
sobre la integración de los diversos componentes de la síntesis arquitectónica.
El aislamiento de una parte del material propio de la arquitectura con el fin
de hacerlo inteligible tiene otra legitimación. La hipótesis que este libro parece
confirmar presupone que las formas utilizadas por la arquitectura poseen, en abs-
tracto, unos atributos que en cierta medida las hacen autónomas; y no solamente
autónomas de los condicionantes técnicos y de uso, sino también de las opciones

10
culturales. Sin embargo, hay que añadir que la elección de las formas de un pro-
yecto no se realiza exclusivamente en función de dichos atributos, del mismo
m o d o que la buena arquitectura no se limita a deducir las formas exclusivamente
a partir de las leyes de la estática que determinan la estructura resistente de un edi-
ficio. La autonomía de las formas abstractas es una hipótesis razonable que facili-
ta nuestro discurso, aunque es evidente que la encarnación de una forma abstracta
en una forma arquitectónica implica un proceso de síntesis en el que intervienen
diversos factores, los cuales, como en un proceso de reacción química, pierden
parte de su entidad para conformar una nueva substancia.
Por tanto, hay que distinguir la forma abstracta de la forma arquitectónica.
El orden, la complejidad y la economía expresiva, tal como se comentan en este
libro, son categorías de la forma inmaterial que se transparentan veladamente en
las encarnaciones arquitectónicas. Sin embargo, las formas finales de la arquitec-
tura están fuertemente condicionadas por otros factores, y pretender determinarlas
o explicarlas al margen de dichos factores, es decir, seccionando las digresiones del
discurso central, equivaldría a seccionar una arteria en un organismo vivo: el aná-
lisis puede destruir la materia analizada.
Este es el p u n t o donde el hilo del discurso se vuelve más vulnerable, puesto
que no se pretende hablar tan sólo de formas en abstracto, sino también de arqui-
tectura. Existe por tanto un cúmulo de dificultades que reside en la falta de fron-
teras del trabajo, y que sólo en parte han podido ser superadas. Algunas veces se
han realizado incursiones inevitablemente reductivas en campos tangentes. Otras
veces se han cortado nervios gruesos del discurso para soslayar algunas materias
demasiado desconocidas para mí, o bien demasiado habladas. Con todo, estas
insuficiencias no parecen invalidar las deducciones fundamentales. Y en último
término, desearía que los inevitables errores de una tesis indefinida se vieran com-
pensados por la capacidad de sugerencia de algunas reflexiones que no requieren
certezas para resultar incitantes.

J. E.

11
í-
P R I M E R A PARTE

LOS I N S T R U M E N T O S
DE C O N S T R U C C I Ó N DEL O R D E N
CAPÍTULO I

LA G E O M E T R Í A EUCLIDIANA

ESQUEMAS FORMALES

La belleza es una propiedad huidiza para la mente, hasta tal punto que pocos
pensadores rigurosos se han arriesgado a definirla. Platón, en sus numerosos diá-
logos, bordea a menudo la idea sin afi-ontarla directamente, con una excepción: en
el Filebo precisa el concepto, y de una manera que nos puede parecer sorprenden-
te; dice Sócrates: "La belleza es la resultante de las relaciones que se encuentran en
las figuras geométricas simples. Lo que debe entenderse por belleza de las formas
no es lo que generalmente se entiende, por ejemplo la de los seres vivos y la de sus
representaciones, sino que es lo rectilíneo, lo circular y la superficie y los cuerpos
compuestos con las rectas y el círculo por medio del compás y de la escuadra, ya
que estas formas no son, como las otras, hermosas en ciertos aspectos, sino siem-
pre bellas en sí mismas"^. Más de dos mil trescientos años después. Le Corbusier
afirmaba con su habitual contundencia: "Los cubos, los conos, las esferas, los cilin- 1. Fragmento de la ciudad medieval de S.Gimignano, Toscana.

dros o las pirámides son las grandes formas primarias que la luz revela bien; su
imagen es clara y tangible, sin ambigüedad. Por esta razón son formas bellas, las
más bellas. Todo el mundo está de acuerdo: el niño, el salvaje, el metafísico"^.
Si el aplomo de Platón y Le Corbusier al establecer esta relación es para
muchos desconcertante, no lo es menos, aunque no pensemos en ello, la avasa-
lladora presencia de las formas geométricas simples en la arquitectura y en los
modelos de construcción de ciudades. Y no sólo en nuestra historia occidental,
sino probablemente en la mayoría de las civilizaciones del planeta. El patrón for-
mal que configuró gran parte de una ciudad tan antigua como Mohenjo Daro,
construida en los albores de la civilización urbana en el valle del Indo, se encuen-
tra en muchos ensanches de las ciudades mediterráneas del siglo XIX; edificios
neoclásicos de planta cuadrada podrían encajarse, como en un rompecabezas,
para formar el conjunto de palacios visibles en las ruinas de Persépolis. Los esque-
mas ortogonales de algunas ciudades de la Jonia, antes incluso de los planes urba-
nísdcos de Hipódamo de Mileto, no son tan distintos de los trazados de fundación
romanos o de las nuevas colonias americanas configuradas según la Ley de Indias. Página opuesta: L. Kahn: Croquis de la planta baja del convento
dominicano de Delaware County, 1967.
El círculo ha sido la base de piezas clave de la arquitectura romana, bizantina o
renacentista, y ha servido de patrón para construir una ciudad tan remota como
1 PLATÓN: Philebus, Penguin Books, Harmonds Worth 1982, 51-c.
Senschirli, un kibutz en un desierto de Oriente Próximo o una colonia gigante en 2 LE CORBUSIER: Hacia una arquitectura, Ed. Poseidón, Barcelona,
la Amazonia. 1977.

15
Evidentemente, en la mayoría de los casos estos parecidos solamente pueden
establecerse en la región de los esquemas formales más abstractos y, por tanto, no
en el plano de la arquitectura o del urbanismo, que implican otras dimensiones,
/íL·m como las constructivas, las estrictamente funcionales y las simbólicas. Bajo los
aspectos puramente morfológicos, tampoco es comparable una planta libre, como
la del pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe, con una planta cerrada de
Durand, por ejemplo, aunque ambas obras se basen en la geometría del ángulo
recto. Los paralelismos en proporciones, dimensiones y formas geométricas que
han pretendido establecerse entre la villa paladiana de la Malcontenta y la cor-
busieriana de Carches^ tienen aspectos curiosos, pero resultan excesivos. La apa-
rente exactitud de ambas plantas no puede velar - a l margen de las diferencias
estilísticas que podríamos considerar secundarias- las diferencias estructurales,
que son sustanciales, y, sobre todo, las respectivas concepciones del espacio, que
son radicalmente divergentes.
Incluso cuando ha habido, por parte de algunos arquitectos, la voluntad
explícita de referirse o copiar con exactitud arquitecturas antiguas, con sus medi-
das y geometría, los resultados son distintos. Brunelleschi, con su amigo Donato,
pasó mucho tiempo desenterrando capiteles y columnas de la antigua Roma,
midiéndolos, dibujándolos y comparándolos con el afán de hallar las proporcio-
nes ideales de los antiguos. Ciertamente, hizo renacer una arquitectura dormida,
bien distinta de la arquitectura de su tiempo, a la que calificaba con desprecio de
goda y bárbara, pero nunca encontró el modelo perfecto que respondiese a la
visión ideal que se había construido de los clásicos, y su personalidad desbordó
las referencias estilísticas de las ruinas descubiertas, que pasaron a ser, ciertamen-
te, fuente de sugerencias formales pero, en cualquier caso, para reinventar una
2. Planta de la catedral de Chantres.
arquitectura distinta. Como escribió Vasari, el secreto de la belleza arquitectóni-
ca que tenían los antiguos "no estaba escrito, y si lo hubiese estado, no era com-
prensible, pero el ingenio de Brunelleschi y su sutileza lo reencontraron, o lo
inventaron"'^.
Las historias de la arquitectura, casi sin excepciones, han hecho hincapié
en estas diferencias de estilo, de formas o de concepción del espacio, en los cam-
bios de valores y de sensibilidad que la historia ha impreso en cada cultura. Aquí
procederemos a la inversa; a pesar de las dificultades en la comparación de arqui-
tecturas alejadas, intentaremos mostrar las semejanzas entre los patrones forma-
les abstractos que las han configurado y que parecen trascender el tiempo y el
espacio, y procuraremos investigar las posibles causas de estas afinidades.
La recta, el plano, los ángulos y diedros de 90°, las tramas ortogonales, los
3 R O W E , C.: "Las matemáticas de la vivienda ideal", en Manierismo paralelepípedos regulares y, con menos abundancia, el círculo, la esfera, el tetra-
y arquitectura moderna y otros ensayos, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, edro o las pirámides de base cuadrada son figuras geométricas de una inusitada
1978.
persistencia. Son instrumentos poderosos para concretar en formas perceptibles
4 VAS ARI, G.: Le vite de' piú eccellenti pittori, scultori e architettori,
vol. I, Salani Ed., Vicenza, 1963. las ideas arquitectónicas, y nuestra actividad de arquitectos modernos con para-

16
lex y escuadra, o con ordenador y tableta digitalizadora, se encuentra inmersa de
lleno en el ámbito de esta geometría ostensible. Estamos tan habituados a ella que
probablemente la percibamos como un medio natural evidente. Sin embargo,
cuando nos preguntamos por sus razones caemos en la cuenta de que son com-
plejas, numerosas y pocas veces patentes, como tendremos ocasión de comprobar.
Consideremos un solo aspecto: quienes tenemos la responsabilidad de
construir formas somos conscientes de que las figuras geométricas tienen su vida
propia, su lógica interna, sus leyes recónditas que es necesario conocer de mane-
ra racional o intuitiva. La eficacia arquitectónica radica en gran medida en este
conocimiento que requiere sutileza. Un edificio cilindrico, pongamos por caso,
tiene unos atributos geométricos que hay que saber tratar. ¿Cómo acceder, por
ejemplo, a su interior? Muy a m e n u d o hemos visto las entradas en forma de tala- 3. Ciudad de S.Giovanni Valdarno, fundada a finales del siglo XIII.
dros rectangulares que r o m p e n con indiferencia la tersura de su piel curvada,
mostrando un clamoroso desconocimiento de las cualidades del cilindro. Más
adelante mostraremos cómo resuelve el problema un maestro de la arquitectura.
Dejémoslo ahora c o m o un simple ejemplo de uno de los poliédricos problemas
que presenta el uso de la geometría.

GEOMETRIAS INTEMPORALES

La mayoría de las ciudades europeas que habitamos se han originado en la


Edad Media o sobre núcleos romanos de los cuales prácticamente se han perdi-
do las trazas. Los centros medievales que estamos acostumbrados a reconocer
dentro de estas ciudades tienen generalmente una estructura de plazas y calles
aparentemente confusa, difícil de comprender a primera vista, hasta que una
mirada más atenta nos muestra una formación y un crecimiento del tejido urba-
no hechos de ajustes graduales al lugar, con la perfección de un organismo vivo
que evoluciona lentamente para adaptarse a su medio (FIG. 1).
También reconocemos, en los pocos edificios que quedan de los antiguos teji-
dos residenciales, unas tipologías bien definidas, pero sin un patrón geométrico
exacto. Por el contrario, los viejos monumentos de la misma época que concentra-
ban el esfuerzo y la vida colectiva de las comunidades medievales se construían con
el rigor propio de la geometría (FIG. 2), que sólo en casos excepcionales se aplicará
al organismo urbano de algunas fundaciones en territorios de conquista, las cuales,
como ocurre tantas veces en la historia de las ciudades de colonización, responde-
rán a patrones ortogonales elementales (FIG. 3).
Esta dualidad entre modelos urbanos y arquitectónicos no es específica de
la ciudad medieval, sino que parece existir en las más variadas civilizaciones que
hemos tenido ocasión de conocer. Una cultura urbana tan distante como la de
las ciudades-estado de Mesopotamia, en disdntos milenios a. C., generó casi siem-

17
pre -así se deduce de los múltiples estratos descubiertos por los arqueólogos-,
ciudades espontáneas sin trazados rectilíneos, como Ur, Arbela o parte de Babilonia,
y algunas ciudades excepcionales de esquema ortogonal, como Khorsabad o el
barrio occidental de Babilonia. Los edificios religiosos, los palacios o los zigurats
rescatados responden a geometrías rigurosas que a veces trascienden el ámbito del
monumento para abarcar conjuntos de notable complejidad - c o m o en la ciudad
aqueménida de Persépolis (FIG. 4)—, mientras que los restos que nos han quedado
de los barrios de viviendas, si bien parecen surgir siempre de una misma tipología
en un mismo estrato, no presentan regularidad geométrica, aunque se trasluce
siempre cierta voluntad de los constructores de aproximarse a esquemas ortogona-
les. Lo mismo cabe decir del Antiguo Egipto, donde se conoce bien la exactitud
matemática de la arquitectura monumental en épocas muy distantes de su larga
historia, una exacdtud que a veces se traslada a escala urbana, como en Kahum o
en parte de Tell-el-Amarna (FIG. 5), y que coexiste con numerosos núcleos urbanos
de calles y viviendas irregulares.
Es pues evidente el uso muy temprano de geometrías complejas en los edi-
ficios monumentales de las más primitivas civilizaciones urbanas. Los esquemas
geométricos a la escala de la ciudad también aparecen en estas sociedades anti-
guas, aunque son más esporádicos y simples.
La admirada perfección geométrica de los templos y los edificios públicos
de la Grecia clásica, tan extensamente estudiados, llega desde luego a un grado de
evolución mucho más avanzado que el de la ciudad, a pesar de que en ella se
generalizan los esquemas regulares. En efecto, algunas colonias griegas, ya antes
de la época de Hipódamo, presentaban trazados de calles perpendiculares y
viviendas de planta regular. A parfir del siglo V a. C., y al margen de los proyec-
tos del mismo Hipódamo (FIG. 6), el modelo geométrico de planta ortogonal y
manzanas rectangulares se aphcó cada vez más y en regiones más extensas, desde
la Magna Grecia hasta las ciudades helenísticas de Oriente, y a m e n u d o incluso
en unos emplazamientos relativamente accidentados (FIG. 7) que no facilitaban el
establecimiento de un esquema tan neutro e indiferente a la topografía, si bien
en algunos casos límite, como en Pérgamo (FIG. 8), la rugosidad del lugar se impu-
4. Ciudad aqueménida de Persépolis, Mesopotamia.
so a cualquier voluntad regularizadora.
5. Barrio del palacio real de Tell-el-Amarna, Egipto, II milenio a.C. No obstante, es significativo que en otras regiones de la Hélade, ciudades
implantadas en sitios sin grandes condicionantes orográficos, como Délos (FIG. 9)
o la misma Atenas de Pericles (FIG. 10), tuvieran una trama de calles y plazas que
no fue la de la cuadrícula y, como consecuencia casi inevitable, tampoco pre-
sentaban plantas ortogonales las casas inseridas en estas ínsulas irregulares, aun-
que el rigor geométrico se aplicaba siempre a los templos y a las construcciones
públicas que han sido objeto de culto arquitectónico.
Podría parecer que estas irregularidades de la ciudad eran el resultado de su
crecimiento lento en el tiempo y de la falta de planificación previa y, por tanto.

18
de una dificultad lógica que impedía aplicar a escala urbana el gusto por la pre-
cisión geométrica que los griegos exhibían en la arquitectura. Pero probable-
mente no fue la única causa. Aristóteles resume la ambivalente actitud de los
habitantes de la polis respecto de la geometría a escala urbana: "Por lo que res-
pecta a la disposición de las casas, parecen más agradables y generalmente más
cómodas si están alineadas a la moderna, de acuerdo con el sistema de Hipódamo.
El antiguo m é t o d o tenía, sin embargo, la ventaja de ser más seguro en caso de
guerra: una vez dentro de la ciudad, los extranjeros difícilmente podían salir des-
pués de que la entrada les costase no menos trabajo. Es preciso combinar ambos
sistemas, y será m u y o p o r t u n o imitar lo que nuestros campesinos llaman 'plan-
tación al tresbolillo' en el cultivo de la vid. Se alineará, por tanto, la ciudad sólo
en algunas partes y en algunas manzanas, y no en toda su superficie, y de esta
manera se unirá la elegancia con la seguridad''^.
Aristóteles identifica geometría con elegancia, y propone parcialmente la
planta errática antigua por exigencias de defensa. Pero no eran estos motivos los
que impulsaron a Fidias a disponer, por encargo de Pericles, los templos de la
Acrópolis - p r o d i g i o s de exactitud- de una manera tan errante y poco geométri-
ca (FIG. 11). Aún en 1834, Schinkel intentará enmendar la disposición existente, a
pesar de su manifiesta voluntad de ser respetuoso con las ruinas, en un curioso
proyecto para el palacio de Maximiliano de Baviera (FIG. 12), proyecto que inva-
de la plataforma de la colina con unas dependencias palatinas compuestas a par-
tir de la ortogonalidad y la alternancia de ejes de simetría.
No conocemos los móviles de la ordenación - o de la aparente falta de orde-
n a c i ó n - propuesta por Fidias en la Acrópolis, si bien sabemos que el carácter
sagrado que tenían ciertos lugares de la colina condicionaron parcialmente la elec-
ción del emplazamiento de algunos templos y su orientación. Pero no cabe duda
de que también una sutil intuición compositiva gobernó sus decisiones, aunque no
se vean de manera manifiesta sus razones, y aunque algunos estudiosos, como W.
M. Ivins, las nieguen, llegando a afirmar que los edificios están colocados igual que
tarros en una estantería desordenada, y argumentando la absoluta falta de un orden
visual interrelacionado y organizado en el ámbito de la cultura griega^.
Con todo, la extraordinaria impresión del conjunto no puede derivar sola-
mente de la excepcionalidad de cada uno de los monumentos, sino que parece sur- 6. Ensanche de Olinto, 432 a. C.
gir también de cierto orden subterráneo, poco evidente, pero no por eso menos
7. Planta de la ciudad de Priene, 350 a. C.
interesante, que muchos historiadores del arte, desde Choisy hasta Lurçat o Doxiadis,
han intentado desvelar, como tendremos ocasión de comentar más adelante.
En cualquier caso, la geometría fue uno de los mecanismos formales más
utilizados por los arquitectos clásicos y helenísficos. Cada uno de los elementos
de los órdenes ya tenía un patrón geométrico, y su situación se inscribía también 5 ARISTÓTELES: La Política, Libro IV: Teoría general de la ciudad
perfecta, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1978.
en las conocidas figuras derivadas de la recta, el plano, el ángulo recto y los cuer-
6 IVINS, W. M.: Art ^geometry. A Study in Space Intuitions,
pos regulares. Las ligeras deformaciones, las sufiles irregularidades tan comenta- Dover Publ. Inc., Nueva York, 1946.

19
das por los historiadores del arte, no invalidan el hecho de que la geometría siga
dominando la forma de los templos, por m u c h o que las plantas, casi siempre rec-
tangulares, no tengan unos lados con medidas proporcionales.
A escala urbana, la pretensión de geometrizar no es común, pero se aplica
a m e n u d o en las ciudades de nueva fundación, aunque, como ya hemos comen-
tado, se limita a unos esquemas elementales, m u c h o menos elaborados que los
de la arquitectura. En efecto, la mera construcción de un capitel dórico implica-
ba la resolución de problemas geométricos con una cierta complicación, como
la formación de superficies de revolución y sus intersecciones con paralelepípe-
dos, mientras que las plantas de las ciudades ordenadas llegan únicamente al
modelo de la trama ortogonal, con algunas singularidades geométricas en las ágo-
ras y en las plazas (FIG. 13).
La incorporación a la arquitectura de nuevas formas geométricas, especial-
mente las de las bóvedas de medio p u n t o y las de los casquetes esféricos de las
cúpulas (FIG. 14), fue una de las aportaciones de los constructores romanos que
más han trascendido. La bóveda y la cúpula n o son solamente fruto de una revo-
lución técnica que tiene su base en el ágil uso del ladrillo, sino la superación de
una concepción puramente arquitrabada de la arquitectura, así como la inven-
ción de una nueva concepción del espacio interior, que puede ser más dilatado,
y más poderosas sus connotaciones simbólicas.
De este modo la esfera se incorpora a la historia de las formas arquitectó-
nicas —los griegos y las culturas orientales habían utilizado la cúpula de manera
esporádica y poco estructural, quizá con la única excepción de las cúpulas de sec-
8. Planta de la ciudad de Pérgamo, Jonia. ción elíptica de la arquitectura a q u e m é n i d a - , esta figura geométrica que consti-
9. Planta general de Délos, siglo II a. C. tuye para muchos antiguos y modernos "la imagen de la perfección, porque en
ella la simetría más perfecta deriva de la variedad más infinita", en palabras de
Boullée^, quien la aplicará en su extraordinario proyecto de cenotafio para
Newton (FIG. 46), emparentado con el lejano precedente del Panteón de Roma.
Los ntuales fundacionales de las colonias romanas eran también rituales
geométricos (FIG. 15) en los que el nuevo establecimiento se armaba sobre la cruz
de las calles principales, el perímetro regular de las murallas y la retícula de las
calles secundarias. Pero, como sucede a m e n u d o a la escala de la ciudad, la per-
fección del organismo urbano constituye sólo un ideal fundacional. La misma
vitalidad urbana, llena de complejidades insospechadas, acaba casi siempre des-
bordando las previsiones, y la exacfitud geométrica sufre numerosas e interesan-
tes alteraciones (FIG. 16), aunque algunas colonias, como Timgad (FIG. 17), en el
norte de África, muertas prematuramente y momificadas más tarde, hayan sido
descubiertas con la extraña integridad del modelo. Sin embargo, en otros casos,
como en Pompeya (FIG. 18), no hay ni siquiera la pretensión de una ordenación
morfológica geométrica, y la trama errática de calles domina la ciudad. Pese a ello
7 B O U L L É E , E. L.: Arquitectura. Ensayo sobre el arte,
Ed. G u s t a v o Gili, B a r c e l o n a , 1985. adivinamos los esfuerzos por regularizar los espacios más singulares, como el del

20
foro, y algunas conocidas casas (FIG. 19). Los dos modelos urbanos coexisten, pues,
tanto en Roma como en Grecia, aunque podemos afirmar que la generalización de
ciertas técnicas constructivas más evolucionadas permite construir no sólo la arqui-
tectura pública y religiosa, sino también las domus y las Ínsulas, con la precisión de
la escuadra y el compás. Y lo mismo ocurre en el campo: también la parcelación
agraria seguirá tramas ortogonales de geometría simple y precisa (FIG. 20).
Cuando un millar de años más tarde los arquitectos del Renacimiento des-
cubrieron esta ingente herencia, su posición profesional había cambiado en rela-
ción con la de sus predecesores de un modo que afectó al uso de los instrumentos
proyectuales. Su progresiva autonomía respecto a las corporaciones medievales, y
su identificación como artistas liberales suscitan un cambio en sus métodos de tra-
bajo, en los que se sanciona definitivamente la distinción entre proyecto y ejecu-
ción de la obra, y se incorpora al proyecto el rigor de un modelo a escala y los
conocimientos geométricos de la perspectiva cónica.
N o obstante, los numerosos tratados sobre construcción y proporciones
que proliferaron durante este periodo, de los cuales se alimentaban ávidamente
los arquitectos, constituyen en gran medida la explicitación pública de un patri-
m o n i o de conocimientos que los maestros de obra y los talladores de piedra
medievales transmitían bajo la forma de secretos de<famiha o de corporación.
Esta tradición, teñida de tintes esotéricos, fue extremadamente persistente. Tiene
sus orígenes en los colegios de la Antigüedad pagana, y se encuentra en las cor-
poraciones de albañiles bizantinos y en las numerosas cofradías medievales de
toda Europa. La inusitada continuidad de esta pericia se manifiesta incluso en
los signos lapidarios, muchos de los cuales, encontrados en las tumbas de arqui-
10. La ciudad de Atenas en la época clásica.
tectos de la época romana, aparecen en las lápidas de los maestros de obra de los
11. La Acrópolis de Atenas en el siglo V a. C.
siglos XIV y XV, y en los símbolos de los francmasones especulativos^. Estos sig-
nos denotan refinados conocimientos matemáticos y, en opinión de F. Rziha, tie-
nen un carácter diagramático, es decir, expresan la "red fundamental" que dirigía
el esquema de un edificio^.
Sin embargo, si las técnicas geométricas derivan en gran medida de la tradi-
ción medieval, los sistemas compositivos serán los de los órdenes de la Antigüedad
clásica, ya que parecen contener de manera implícita el secreto de la belleza, no
tanto en sus formas precisas —muy heterogéneas- como en las relaciones ideales
- s i e m p r e esquivas-. El hecho de que uno de los principios arquitectónicos de
este nuevo lenguaje sea el de la concepción del edificio como un organismo aca-
bado y cerrado, con una lógica formal interna, refuerza poderosamente el uso de
los esquemas geométricos más elementales y estáticos (FIGS. 21,57,58). Luca
Pacioli decía que la línea recta era símbolo de casfidad, simplicidad y moralidad, 8 GHYKA, M. C.: El número de oro, vol. II: Los ritos,
en oposición a las extravagancias del gófico tardío, donde el virtuosismo de la Ed. Poseidón, Buenos Aires, 1968.
9 RZIHA, F.: Studien über Steinmetz-Zeichen, Viena, 1883.
curva era símbolo de exhibición lujuriosa de riquezas. Las iglesias de planta cen- 10 W I T T K O W E R , R.: Principi architettonici neïï'età delVurnanesimo,
tral, estudiadas por R. Wittkowerio (FIG. 22), serán exponentes de este principio y Einaudi Ed., Turín, 1964.

21
tendrán su reflejo en los modelos de ciudades estelares, basadas casi siempre en
polígonos regulares de tal rigidez que será imposible convertirlos en ciudades
reales con toda su complejidad funcional, a pesar de que, según G. Simoncini, se
trate substancialmente de racionalizaciones geométricas de las ciudades nuclea-
res medievales^i. Algunas escasísimas excepciones —como Palmanova (FIG. 59) o
Granmichele- confirmarán esta impotencia.
No obstante, la planta central no es la única concepción espacial del
Renacimiento. Brunelleschi había explorado un mecanismo de control del espa-
cio basado en la trama reticular, generatriz de un continuo espacial neutro, poco
enfático, muy coherente con la extremada delicadeza de las composiciones de
fachada. Esta concepción tendrá escasa influencia. Pero interesa resaltar que
12. K. F. Schinkel: proyecto para el palacio
de Maximiliano de Baviera en la Acrópolis de Atenas. también el módulo repetitivo de la arquitectura brunelleschiana se remite a la
geometría elemental del cubo y sus agregaciones, visibles, por ejemplo, en el pór-
tico y en el claustro del Hospital de los Inocentes (FIG. 85) y en la planta de la
iglesia de San Lorenzo, ambos en Florencia.
El gusto por la regularidad geométrica cala m u y rápidamente y las calles
trazadas a cordel, los ensanches ortogonales, las formas en tridente - f r a g m e n t o
extraído de la ciudad estelar- y la atención a la geometría del espacio vacío - q u e ,
según E. Bacon, se inicia en la plaza de la Annunziata de Florencia (FIG. 84), si
bien se desarrollará especialmente en el espacio escenográfico del barroco-, serán
ya adquisiciones irreversibles de la cultura urbana y arquitectónica. Es cierto que
muchas ciudades y pueblos no dispondrán de plazas regulares hasta el siglo XIX,
y serán fruto del racionalismo iluminista, pero tendrán su modelo lejano en los
ideales renacentistas cristalizados en algunas plazas barrocas.
Entretanto, las nuevas ciudades de colonización en América, fundadas
según la Ley de Indias promulgada por Felipe II, también adoptarán un patrón
ortogonal (FIG. 23) que se desplegará a partir de una plaza central rectangular, en
la cual se sitúan los edificios públicos. La persistencia de la cuadrícula durante
milenios de historia de las ciudades de fundación y en civilizaciones tan distan-
tes - d e Mohenjo Daro a la cosmópolis de Changan (FIG. 24), de Heiankyo (FIG. 25)
a los mandalas h i n d ú e s - no deja de tener aspectos sorprendentes, tanto si somos
partidarios de la teoría de la difusión —según la cual existió un antiguo crisol en el
que cristalizó el modelo que luego se exportaría a civilizaciones lejanas a través
de sucesivas migraciones- como si lo somos de la teoría del desarrollo paralelo,
según la cual el parecido entre esquemas derivaría de la misma estructura psí-
quica del hombre, y se manifestaría también en su estructura mítica^^. Tal vez,
como dice A.García y Bellido secundando esta segunda teoría, "[la concepción
11 S I M O N C I N I , G.: Città e società nel Rinascimento,
Giulio Einaudi Ed., Turín, 1974. ortogonal] es en sí tan simple, tan obvia, que p u d o nacer, y nació, de hecho,
12 SICA, R: La imagen de la ciudad. De Esparta a Las Vegas, espontáneamente allí donde se pretendiese ordenar y regularizar un plan urbano
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1977.
cualquiera"i3.
13 GARCÍA Y BELLIDO, A.: Urbanística de las grandes ciudades
del mundo antiguo, C S I C , Madrid, 1966. Miguel Ángel construyó en Florencia la Biblioteca Laurenziana (FIG. 26). En

22
el vestíbulo, una escalera de tres tramos paralelos invade prácticamente la totali-
dad del espacio de planta cuadrada que tiene, en cambio, una altura considera-
ble. La tensión que se crea entre el continente y la escalinata es una novedad que
los artistas del primer Renacimiento no hubieran comprendido. La tensión del
espacio es un efecto fascinante de la arquitectura barroca en Italia, que pronto se
traslada a escala urbana, c o m o comentaremos en otro capítulo. Pero ya antes, el
mismo Miguel Ángel la aplica en la construcción de la plaza del Campidoglio
(FIG. 27) en Roma, donde se percibe el equilibrio tenso de fuerzas que provocan,
dentro del espacio, los edificios y elementos urbanos: el Capitolio al fondo; el
palacio del Conservatorio y los Museos Capitolinos que lo flanquean según una
alineación angulada que cierra la plaza parcialmente; las estatuas de los Dioscuri
colocadas sobre el lado abierto, un balcón sobre la ciudad; el pavimento ligera-
mente convexo y la estatua central de Marco Aurelio. Esta concepción tensa del
espacio implica una planta que no responde ya a los modelos sencillos y disten-
didos del cuadrado o del rectángulo, sino a modelos geométricos menos eviden-
tes, como el trapecio regular y la elipse inscrita en él.
Miguel Ángel será, para Borromini, el artista más admirado, pero, a dife-
rencia de Bernini y de otros artistas barrocos, Borromini no buscará la solución
de los problemas de la arquitectura en los modelos del maestro, sino en su acti-
tud. Y es su actitud crítica y sin prejuicios la que le permite asumir patrones geo-
métricos difíciles. Si comparamos la planta de S.Andrea al Quirinale (FIG. 28) de
Bernini y la borrominiana de S.Carlino alie Quattro Fontane (FIG. 29), o la cúpu-
la de S. Cario ai Catinari de Gherardi (FIG. 30) con la bóveda de S. Carlino (FIG. 31),
percibiremos el contraste entre la nítida elipse de Bernini y Gherardi, y la impre-
cisa geometría de S. Carlino, donde parece que una elipse inicial se haya defor- 13. Zona del ágora de Mileto, Jonia, en el siglo V a. C.
m a d o como resultado de poderosas compresiones.
En S. Ivo alia Sapienza ( F I G S . 32, 33), la planta se construye sobre un trián-
gulo con arcos cóncavos en los lados y convexos en los vértices. Borromini
cubrirá esta planta con una cúpula sin tambor que no tiene una corresponden-
cia precisa con el exterior, y la rematará con una linterna que tiene la forma de
una espiral explosiva (FIG. 180). Los modelos ya no se limitarán a los de la geo-
metría métrica o prospectiva, sino a los de las geometrías orgánicas, como las de
las conchas y caracolas marinas que el arquitecto coleccionaba con tanto interés.
La visión de un universo con unas bases geométricas se fue afirmando con
el pensamiento de los científicos de los siglos XVII y XVIII. Galileo, Kepler,
Desargues y Pascal, entre otros, revolucionaron la geometría como ciencia, y al
mismo fiempo cerificaron científicamente el orden matemádco del cosmos, que
había sido un postulado de la edad del humanismo puesto parcialmente en crisis.
Aun así, los arquitectos más significativos del iluminismo y del neoclasicis-
m o no tenían motivos para conocer profundamente la cosmología, ni siquiera la
alta geometría, entre otras causas porque no necesitaban trazar parábolas ni hipér-

23
boles conjugadas de la manera práctica que Kepler ingenió para dibujarlas, ni
mucho menos preocuparse por el enigmático quinto postulado de Euclides que
tanto inquietaba a los matemáticos, puesto que las formas geométricas que les
eran útiles eran bastante más simples: de nuevo las de las figuras elementales. La
preocupación por los fundamentos naturales de la arquitectura se evidencia en
algunos tratadistas de la época, y en concreto en Boullée, aunque sus intentos
de demostrar la síntesis naturaleza-geometría queden siempre encerrados en
argumentos tautológicos, hecho que n o es óbice para que sea capaz de elaborar
proyectos donde los paralelepípedos, los cilindros, las esferas y los conos, fuer-
temente vertebrados por la idea de centralidad, adquieren una formidable
potencia.
Su discípulo Durand posee una mentalidad m u c h o menos especulativa y
más interesada en encontrar un método proyectual simple y eficaz que solucio-
ne al mismo tiempo los problemas funcionales y los compositivos. Las preocu-
paciones sociales de los iluministas debían tener su traducción en un especial
énfasis en los componentes estructurales y funcionales de los edificios, lo que a
su vez provocaba un rechazo, que ya se manifiesta en Lodoli y que comparten
los arquitectos neoclásicos, del ornamento decorativo.
En una de sus conocidas láminas (FIG. 34), Durand dibuja en un lado la
planta de San Pedro del Vadcano con la columnata de Bernini, y en el otro, una
planta "racionalizada", simple y ortogonal, del mismo conjunto. Entre ambos
dibujos hay un cuadrado, módulo ideal y base del nuevo sistema compositivo, y
la inscripción: "Manera general, rápida y correcta de dibujar la arquitectura, cuya
adopción hubiese evitado a las tres cuartas partes de Europa siglos de calamida-
des"i4. Durand reconoce que existen unas formas específicas para cada material
constructivo: las formas de la materia. También se refiere a las formas de los órde-
14. Cúpula del Panteón de Roma, según Palladio.
nes, que califica de formas de compromiso o históricas. Y finalmente describe las
formas perfectas, que para él son los sólidos platónicos y, más específicamente, el
cubo y la esfera. Las láminas de Durand muestran la aplicación sistemádca a
diversas tipologías arquitectónicas de estas figuras perfectas. El método de com-
posición podría parecer puramente agregativo, puesto que parte siempre de una
cuadrícula en la cual se insertan los cubos que forman las celdas primarias del edi-
ficio. Pero el conjunto responde también a una figura geométrica reconocible y
jerarquizada, con la nifidez estructural, la claridad formal y la falta de tensión
caracterísficas del neoclasicismo arquitectónico.
Una vez más, parece confirmarse la oscilación wolffiiniana desde lo simple
hacia lo complejo y desde lo complejo hacia lo simple en la evolución del arte
en general y de la arquitectura en particular, aunque, como intentaremos mos-
trar, los niveles de complejidad aumentan en cada balanceo.
14 D U R A N D , J. N. L.: Compendio de Lecciones de Arquitectura.
La predilección de este periodo por los cuerpos geométricos más escuetos
Parte Gráfica délos Cursos de Arquitectura, Ed. Pronaos, Madrid, 1981. va acompañada por la tendencia a dar más autonomía a las partes, rechazando la

24
unidad orgánica del barroco. Este proceso hacia una arquitectura de partes autó- MOENÍVM INTRA
VTABJEAR TLATEABc
nomas - l a "arquitectura de pabellones", en palabras de E. K a u f m a n n - otorga a AN61PORTWM AD QyAMC^
NEM DIRECTIONES DIRICEtV
la geometría u n sentido distinto en la composición. E. Bru lo ha detectado cuan- VT VENTOBc NOXH F;
VITENTVR-ECjyARTA-
do afirma: "Se podría convenir que, si en el barroco el trabajo directo con figu- AMVSSII INDICATIONI
PERFIGVmSTlO-*»
ras geométricas es quizá un mecanismo de proyecto, en el neoclasicismo es su
último objetivo, del cual obtiene su a p a r i e n c i a ' ' ^ ^ .
Sin entrar en la polémica sobre la continuidad subterránea entre la arqui-
tectura iluminista y la del Movimiento Moderno, cabe decir que la identidad de
algunos postulados entre la arquitectura de la Revolución y la revolución arqui-
tectónica moderna no implica necesariamente la pervivencia de estos postulados
durante el siglo XIX y su eclosión posterior. La continuidad de algunos criterios
formales básicos podría existir bajo las vestiduras de los esfilos historicistas reu-
tilizados en la segunda mitad de aquel siglo, pero no es razonable pensar que
persistan en u n movimiento c o m o el Modernismo, en el cual no tiene cabida ni
el puritanismo formal de los iluministas ni la noción, básica para su arquitectu-
ra, de la autonomía de las partes.
Tampoco la geometría elemental será el soporte de los proyectos moder-
nistas. Ciertamente, muchas obras de principios de siglo son aún paralelepípedos
regulares revestidos de profusas decoraciones florales. Pero este hecho no mino-
ra la importancia de las invenciones de Horta, y sobre todo de Gaudí, cuando
aplican sistemas estructurales y formales inéditos, pues por primera vez se incor-
poran a la construcción geometrías cónicas, como la de las parábolas de los polí-
gonos funiculares de fuerzas (FIGS. 35,36). Se trata de nuevas formas y de nuevas
geometrías, alejadas ya de los cuerpos platónicos, que afectan a la misma estruc-
tura del edificio y no a sus aditamentos externos, rompiendo de nuevo, como ya
lo habían hecho los constructores góticos, la larga tradición de la arquitectura
arquitrabada y estática, p u n t o firme también de la sensibilidad iluminista y neo-
clásica.
Posiblemente u n o de los aspectos más sorprendentes de las nuevas arqui-
tecturas del Movimiento M o d e r n o sea su ambigüedad en la delimitación del
espacio arquitectónico. Le Corbusier y P. Jeanneret, en dos de los Cinco puntos de 16

la nueva arquitectura, se refieren a la planta libre, posible gracias a la técnica del 15. Fundación romana. Interpretación de Vitruvio realizada por
C. Cesariano.
hormigón armado y de los pies derechos de acero y, como consecuencia, a la
fachada libre, independiente de los soportes estructurales. Los límites del espa- 16. Ciudad romana de Silchester, en Bretaña.

cio interior pueden abrirse, dilatarse y hacerse indefinidos y, en consecuencia,


estos espacios pueden fluir e interferirse de una manera que era inconcebible en
la construcción tradicional con muros y dinteles estructurales.
Observemos el comentado Pabellón Alemán de Barcelona del año 1929
(FIG. 37), proyectado por Mies van der Rohe. Los muros, los pavimentos, los cris-
tales, el agua y las cubiertas definen espacios intersecados que no son ni coinci-
dentes ni cerrados. Las largas visuales, las transparencias insólitas, la incorporación 15 BRU, E.: Sis idees de Vordre, tesis doctoral, Barcelona, 1987.

25
del exterior al interior, la rica serie de espacios intermedios..., todos ellos son
temas inéditos en la historia de la arquitectura (FIG. 188). Mies ha descompuesto
los cuerpos geométricos en sus elementos primarios: los planos y los diedros; y
los ha recompuesto según una sintaxis abierta que n o tiene por objeto la con-
formación de volúmenes. Algunas obras de Le Corbusier investigan en el mismo
sentido (FIG. 38). Su pasión por la pintura y su adhesión al cubismo analítico de
Braque son significativos de esta manera de entender el espacio.
Pero si seguimos observando, también se nos hace evidente que tanto en
Mies como en Le Corbusier la disposición de los planos generadores de sus obras
sigue con pertinacia las directrices ortogonales. La geometría más elemental con-
tinúa imponiéndose más allá de la c o n m o c i ó n que ha experimentado la noción
de espacio arquitectónico. La glorificación de la geometría como herramienta de
proyecto es constante en los escritos de Le Corbusier. U n a de sus Sugerencias a
los señores arquitectos^^ es la de que la arquitectura se someta al control de los tra-
zados reguladores. En 1929 dibuja cuatro apuntes referidos a cuatro sistemas
compositivos (FIG. 39). En tres de ellos habla de composición cúbica, y dibuja un
paralelepípedo cerrado, una estructura regular de pilares formando un paralele-
pípedo virtual dentro del cual los muros de cerramiento siguen un perímetro
errático, y u n esquema de fachadas que conforman un prisma perfecto, en cuyo
interior se disponen volúmenes y vacíos. En todos los casos se trasluce una fas-
cinación por el "prisma puro" que se intenta compatibilizar con la ambigüedad
y la libertad de los espacios interiores. El diedro recto es primordial, en concor-
dancia con su aseveración de que "el ángulo recto es lícito; más aún, forma parte
de nuestro determinismo. Es obligatorio''^^.
La concordancia no es, sin embargo, tan absoluta. Los escritos son tan con-
tundentes como vulnerados, y no sólo en la Capilla de Ronchamp (FIG. 40) o en
el Plan Obús para Argel (FIG. 145), sino en numerosas obras de todas las etapas de
su producción. Y si Le Corbusier se permite este desbordamiento radical de sus
17. Ciudad romana de Timgad, en el norte de África.
propias premisas - l a s comentaremos en el Capítulo V I - , qué no harán otros
18. Foro de la ciudad de Pompeya. maestros menos imperativos. Wright investigará sobre el módulo hexagonal, la
espiral cónica y la interferencia de directrices anguladas. Mendelsohn modelará
la Torre de Postdam como si actuase sobre materia plástica, investigando las posi-
bilidades expresivas del hormigón. Aalto superpondrá sobre geometrías ortogo-
nales espacios explosivos hechos de poligonales erráticas, o bien desplegará bloques
de edificios según las directrices de un abanico o según líneas sinusoidales. Los
constructivistas rusos inventarán disposiciones en el límite de la identificación for-
mal, que años más tarde encontrarán eco en el deconstructivismo, aparentemente
fuera ya de toda órbita geométrica.
16 LE C O R B U S I E R : "Tres advertencias a los señores arquitectos" Sin embargo, el deslumbramiento por los cuerpos platónicos parece impe-
en Hacia una arquitectura, op. cit.
17 LE C O R B U S I E R : La ciudad del futuro, Ed. Infinito, Buenos
recedero. N o hablemos ya de la arquitectura cúbica de Kahn (FIGS. 41,42,43) o de
Aires, 1962. la insistencia de Mies en componer edificios mediante módulos de planta cua-

26
drada (FIG. 93) durante su etapa americana. C o m o tendremos ocasión de com-
probar, incluso Eisenman utilizará el cubo holiano de n geometrías en su arquitectura
difícil, y la malla cúbica en su método del scaling. Y en el mismo decenio en que i m - ,
se desarrollaba la obra de Gehry, Libeskind y Coop Himmelblau, la arquitectura
más emblemática de París volvía a utilizar el cubo, la pirámide y la esfera, por
mucho que ni el cubo del Arco de la Defensa ni la Pirámide del Louvre sean obras
que se ajusten a la elementalidad de los modelos platónicos, que, no obstante,
vuelven a imperar, con una atención cuidadosa hacia la sutileza de las texturas y la
luz, en la arquitectura dominante de este cambio de siglo (FIGS. 44,45).
Las posibilidades de reinterpretar las geometrías básicas son inagotables.

M E D I O G E O M É T R I C O Y FINALIDAD GEOMÉTRICA

Es incuestionable que la geometría se relaciona con los procedimientos


racionales de construcción de los edificios y de la ciudad. Aparece sistemática-
mente cuando hay una construcción mental previa a la construcción física de la
forma y, por tanto, cuando se distingue el proyecto de la ejecución.
La geometría es una herramienta de gran efectividad para trasladar a la obra
los modelos dibujados a escala, pero constituye también un mecanismo potente
para traducir en dibujos las ideas previas sobre la forma de los espacios, hasta el
p u n t o de que es fácil convertir el instrumento en finalidad. La considerable fle-
xibilidad de la geometría simple y la comodidad de su aplicación acaban con-
virtiéndola a m e n u d o en el único ámbito en el cual se piensa la arquitectura y,
por tanto, en un límite para la propia imaginación espacial. "Se puede verificar,
como a m e n u d o se verifica, que el medio geométrico del diseño se mezcla y se con-
funde, hasta el p u n t o de sustituirlo, con la finalidad geométrica del proceso pro-
yectual. Es necesario que el arquitecto se guarde bien de convertirse en esclavo
de la fascinación p r o f u n d a de la geometría en sí misma, que es cosa distinta de
la arquitectura.''^^
Sin embargo, la facilidad para pasar de la idea al proyecto y del proyecto a
la obra no es la única ventaja - c o n sus riesgos- de la geometría. Los planos ver-
ficales y horizontales, los ángulos de 90°, los paralelismos y la regularidad facili-
tan considerablemente la labor de levantar edificios arquitrabados y la resolución
de los problemas constructivos. Por tanto, también el principio de economía
constructiva nos impele al uso de los componentes más elementales de la geo-
metría. En cambio, esta facilidad no explicaría la universahdad de los esquemas
ortogonales en las ciudades de fundación, si bien, grosso modo, la regularidad del 19. Casa de las bodas de plata en Pompeya.

edificio induce a la regularidad urbana, y viceversa. 20. Centuriatio romana cerca de ímola.
Se ha afirmado a m e n u d o que las tramas ortogonales podrían tener una
explicación funcionalista. La etimología de la palabra geo-metría ya nos da una 18 QUARONI, L.: Progettare un edificio, Marzota Ed., Milán, 1977.

27
definición catastral que nos informa del carácter eminentemente funcional de
esta disciplina en sus orígenes. Herodoto comenta que la ciencia de la geometría
nace en Egipto con los trabajos de los harpedonautas, consistentes en dividir en
parcelas iguales las tierras fértiles del Nilo con la finalidad de distribuirlas entre los
clanes familiares. Las centuriatio romanas (FIG. 20), realizadas con parecido objetivo,
adoptan también la regularidad de la cuadrícula, un procedimiento no m u y dis-
tinto del que se utilizaba para establecer los campamentos militares y, por exten-
sión, las nuevas colonias del imperio, también semejante al determinado por la
Ley de Indias para las fundaciones hispanoamericanas.
Aunque es posible que la mayoría de los trazados de las ciudades de fun-
dación tengan un origen similar surgido de aquella concepción obvia de la que
hablaba García y Bellido, en cada cultura urbana la regularidad geométrica quizá
no sea tan obvia, y las numerosas ciudades irregulares, "espontáneas", son prue-
ba de ello. Le Corbusier acierta cuando afirma que "no se crean rectas delibera-
damente. Se llega a la recta cuando se tiene fuerza suficiente, firmeza suficiente,
armas suficientes y lucidez suficiente para querer y poder trazar rectas''^^.
Los escritos de los filósofos y los tratadistas a lo largo de siglos otorgan a
la geometría un alcance distinto. De hecho, la ciencia de la geometría tal como la
entendemos ahora es diferente del arte del trazado o de la técnica exacta del dibu-
jo a la manera de la métrica propia de los egipcios y de las primitivas culturas
orientales. Ya los griegos superaron esta idea de la geometría como "estrategia de
21. F. di Giorgio Martini: representación de una iglesia de la medida" para converfirla, a través de un insólito proceso de abstracción, en un
planta central en el retablo de Baltimore. lenguaje sistemádco de números, razonamientos y axiomas. M. Serres comenta que
las matemádcas no denen nada que ver con la exactitud. La física o las ciencias
aplicadas son exactas o inexactas. Las matemádcas, en cambio, son anexactas, y
Serres precisa: "La geometría en el senddo griego, o sea, en el verdadero senddo,
no necesita en absoluto de las formas perfectas en el arte o en la Naturaleza: razo-
na, como se dice, con rigor sobre cualquier trazado. C o n necesidad, no con preci-
sión. Platón dene razón cuando rechaza el término geo-metríd'^^.

LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA

Tanto esta directnz abstracta de la geometría matemádca que "lanza la cien-


cia y la historia de la ciencia", como la técnica de la medida y de la reproducción
a escala no excluyen otras facetas que afectan vigorosamente la inteligencia y la
sensibilidad. Para muchos pensadores, los cuerpos geométricos reconocibles cons-
tituyen el soporte de unos símbolos poderosos que tienen hondas raíces psicoló-
gicas. "Las características formales específicas intrínsecas de las figuras geométricas
19 LE C O R B U S I E R : La ciudad ddfuturo, op. at.
20 SERRES, M.: El paso del Nordeste, Ed. Debate, Madrid, 1991.
simples son tan fuertes que generan en el hombre, sea cual sea el grado de evolu-
21 Q U A R O N I , L.: Progettare un edificio, op. cit. ción al que pertenece, referencias simbólicas inmediatas e instintivas."2i

28
En Mesopotamia y en Egipto, así como en otras culturas orientales, los cál-
culos geométricos, que se reflejan en los edificios representativos, adquieren con-
notaciones místicas o dimensiones religiosas, y su conocimiento se reserva a las
castas sacerdotales. El mismo Pitágoras, influido por estas concepciones, otorga
al número una dimensión sincrética y trascendental. Platón afirmaba que "Dios
geometriza", y reserva en su mundo de las ideas un espacio privilegiado a las figu-
ras geométricas. En La República, los dioses geométricos son los dioses de la aris-
tocracia, en clara contraposición a los dioses antropomórficos del pueblo crédulo.
Los neoplatónicos influirán en los humanistas del Renacimiento, y no es extra-
ño que Alberti vea en el círculo y en la cúpula una metáfora del Universo y una
imagen de la divinidad; un neoplatonismo que tiene su resonancia en Le
Corbusier cuando habla de la geometría como "soporte de los símbolos que
representan lo d i v i n o " ^ ^ .
En cualquier caso, parece cierto que siempre que en la evolución de la cul-
tura nos encontramos en una época de refundación de los principios arquitectó-
nicos se produce una utilización de la geometría prístina como soporte de dicha
refundación. Alberti y la mayoría de los arquitectos del Renacimiento inicial, más
22. D. Bramante: planta de San Pedro del Vaticano, Roma.
tarde Ledoux y los arquitectos del fluminismo, y posteriormente Le Corbusier y
otros maestros del Movimiento Moderno son ejemplos de ello.
El idealismo arquitectónico que está en la base de estas actitudes encontra-
ría en las figuras platónicas su soporte simbólico y, al mismo tiempo, una pode-
rosa capacidad de comunicación. En opinión de O. Stonorov y W. Boesiger, se
trataría de "alguna cosa de alcance muy superior a la gran victoria de las líneas rec-
tas", o bien del retorno "de la gran arquitectura a los elementos básicos, que son
la esfera, el prisma y el c i l i n d r o " 2 3 . Como afirma H. Damisch cuando habla de
Ledoux, "es como si se hubiese propuesto en este momento fundacional conec-
tar con el primer conocimiento (...) del que nació la geometría"24. Este funda-
mentalismo suele buscar en la metáfora moral una jusfificación de las opciones
arquitectónicas, y encuentra en las "formas puras" su expresión más vigorosa.
Estas formas puras poseen unas connotaciones simbólicas diferenciadas.
Como hemos comentado repetidas veces, el círculo o los hemisferios han sido
considerados como figuras que reflejan el cosmos y que condenen las resonan-
cias más instintivas y arcaicas. "Para comenzar a proteger su persona, el hombre
traza, como réplica a la circunferencia del horizonte, el círculo, límite de su refu-
22 LE C O R B U S I E R : La ciudad delfuturo, op. cit.
gio y del entorno anexo... La cúpula con que se cubre, a veces estirada en punta 23 STONOROV, O. y BOESIGER, W., cit. en KAUFMANN, E.:
cónica por comodidades técnicas, no hace otra cosa que materializar sobre el De Ledoux a Le Corbusier. Origen y desarrollo de la arquitectura autóno-
ma, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1982.
plano terrestre la imagen de la esfera que construye mentalmente a su alrede-
24 DAMISCH, H.: Ledoux con Kant. Prólogo de KAUFMANN, E.:
d o r . " 2 5 El círculo es la imagen del "poder del centro", el foco del cual emanan y De Ledoux a Le Corbusier Origen y desarrollo de la arquitectura autóno-
al que convergen las f u e r z a s ^ ^ . Es la forma del modelo concéntrico del espacio. ma, op. cit.
25 HUYGHE, R.: Formes etforces. De Talóme à Rembrandt, Flammarion
Su configuración, totalmente simétrica y herméticamente aislada de su entorno, Ed., París 1971.
ha sido entendida en culturas muy diversas como la imagen de la perfección. 26 ARNHEIM, R.: El poder del centro. Alianza Ed., Madrid, 1984.

29
En el simbolismo tradicional, en cambio, el cuadrado, el c u b o y los para-
lelepípedos son imágenes de la tierra en contraposición a la esfera celeste, imá-
genes del intelecto en oposición a la intuición. " C o n la civilización el cálculo ha
sustituido al instinto; la línea recta ha impuesto su preponderancia. El cubo y el
paralelepípedo han sustituido la esfera... El cuadrilátero aparece c o m o una
invención del cerebro"^^. Desde las primeras sociedades organizadas, la voluntad
de clarificación y simplificación i m p o n e el imperio del rectángulo y el cuadrado.
A diferencia del círculo, gobernado p o r u n esquema estructural propio desco-
nectado del entorno y sin posición fija, el cuadrado obedece a las leyes de la cua-
drícula vertical-horizontal, por tanto, a las leyes de la trama cartesiana, el otro
sistema de referencia espacial complementario del círculo.
A estas connotaciones abstractas cabe añadir las denotaciones directas sur-
gidas de las leyes internas de cada forma, unas leyes que condicionan también la
w.P l ^Bll sintaxis entre ellas, c o m o comentaremos al final de este capítulo. En cualquier
••••••i^B
ÍL P caso, n o podemos ceñir las explicaciones del uso generalizado de la geometría en

HLEÍTEf
• la arquitectura a sus atributos funcionales. Pero t a m p o c o p o d e m o s limitarlas a
sus atributos simbólicos. Es necesario prestar atención a las teorías que han rela-
cionado la geometría con la belleza.
Hemos iniciado este capítulo con una frase de Sócrates en el Filebo de Platón:
"La belleza es el resultado de las relaciones que se encuentran en las figuras geo-
métricas simples". Ya comentamos que, si tenemos en cuenta que m u y pocas veces
los filósofos se han atrevido a definir la belleza, esta afirmación adquiere especial
relevancia. La geometría ha impresionado directamente la sensibilidad de los hom-
23. Plano fundacional la ciudad de Mendoza,
Argentina, siglo XVI. bres de todas las culturas. A. Riegl ya nos mostró que el esfilo geométrico, c o m ú n
a todas las civilizaciones primitivas, existe desde la más remota Antigüedad, y pare-
ce provenir de una progresiva abstracción, estilización y embellecimiento de los
motivos vegetales^». El hecho de que abunde precisamente en los patrones deco-
rativos, sin implicaciones funcionales ni connotaciones simbóhcas, corrobora la
dimensión estéfica que siempre se ha atribuido a las conformaciones geométricas.
O. Jones publicó en 1856 un m o n u m e n t a l trabajo sobre las artes decorativas en el
cual también demuestra que, entre la superficial variedad de las apariencias, existe
el placer del reconocimiento de la lógica invariable de la geometría, una teoría que
impresionó a Wright y a Le Corbusier, c o m o ellos mismos manifestaron.
De hecho, quienes practicamos el ejercicio de la arquitectura somos ple-
n a m e n t e conscientes de la fuerza de atracción de las configuraciones elementa-
les de la geometría, más allá de sus ventajas funcionales y estructurales. Aun
sabiendo que la relación entre la belleza arquitectónica y la geometría n o es ni
inmediata ni imprescindible, la satisfacción del o r d e n nífido que genera nos
lleva a ufilizar, posiblemente con demasiada frecuencia, sus poderosos servicios.
27 H U Y G H E , R.: Formes etforces. De Vatóme à Remhrandt, op. cit.
28 RIEGL, A.: Problemas de estilo, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1980. Es fácil comprender que se haya convertido en "el m e d i o que nos h e m o s otor-
29 LE C O R B U S I E R : La ciudad delfuturo, op. cit. gado para percibir nuestro entorno y para e x p r e s a r n o s " 2 9 .

30
A R Q U I T E C T U R A Y SELECCIÓN GEOMÉTRICA Changán

Desde la experiencia proyectual es perfectamente comprensible la aplica-


ción sistemática de la geometría, como también el hecho de que sólo determi-
nados patrones geométricos hayan tenido éxito en la arquitectura.
Si tenemos presente que la arquitectura es una actividad de síntesis en la
cual las dimensiones funcionales, estructurales, simbólicas y compositivas se
amalgaman en una nueva entidad que tiene una magnitud distinta de la de la
simple adición, nos daremos cuenta de que la geometría sencilla parece un refle-
jo especular de la multiplicidad arquitectónica. En efecto, también la geometría
contiene en sus formas reconocibles atributos de orden funcional, constructivo,
simbólico y compositivo, por lo que no solamente nos ayuda a pensar, a enten-
der y a formalizar el espacio, sino también a facilitar la solución integrada del
c o n j u n t o de problemas heterogéneos - o de una parte importante de ellos- que
se plantean en la síntesis arquitectónica. Por tanto, las figuras geométricas no son
sólo un repertorio de formas bellas, sino un sistema de resolución unitaria y fle- 24
xible de la pluralidad de solicitaciones arquitectónicas.
fchiio 120
Sin embargo, no todos los modelos geométricos son capaces de actuar con Oqimachl 40
Tsuchl-MUcado 100
Talcatsukasa 40
la misma eficacia. De ahí que los arquitectos hayamos seleccionado espontánea- Konoe
Kadenokoli
100
40
Naka-no-Mikado 100
mente las formas, decantándonos por las que han optimizado los resultados Kasuga 40
Ol-no-Mikado 100
arquitectónicos. El distinto desarrollo que han tenido los cuerpos platónicos en
la arquitectura es una muestra de esta selección.
Efectivamente, de los cinco sólidos platónicos (de hecho los tres descritos
por Pitágoras - e l cubo, la pirámide y el dodecaedro-, y los dos definidos en el
Teeteto - e l octaedro y el icosaedro-, a los que hay que añadir la esfera), el cubo
y sus variantes (los paralelepípedos regulares) son, con mucha diferencia, los más
utilizados en la construcción, a los cuales siguen las variantes de la esfera, espe-
cialmente los casquetes esféricos, y, a mucha distancia, los cuerpos piramidales,
m u c h o más los de base cuadrada que el tetraedro. Si nos resulta difícil distinguir,
e incluso plantear, diferencias de "belleza" entre los diversos sólidos, no cabe
duda de que el cubo y los prismas ortogonales, tanto en la definición de volú-
menes como de espacios, añaden a su claridad formal la capacidad para combi-
narse o para dividir el espacio sin dejar residuos, generando tramas regulares que
facilitan la resolución sencilla de pórticos ortogonales y ofrecen flexibilidad para
adaptarse a múltiples disposiciones funcionales. 25
Es por tanto su valor sintético, es decir, arquitectónico, el que ha conver- 24. Ciudad-capital de Changan, China. Esquema fundacional
del siglo VI d. C.
tido a esta figura en el patrón por excelencia de la arquitectura, figura fácilmen-
25. Esquema fundacional de Heiankyo, actual Kyoto, Japón.
te combinable con los casquetes esféricos y los cilindros, que implican otros
sistemas estructurales menos habituales, pero también factibles con técnicas sim-
ples y compatibles con los sistemas arquitrabados. Por otra parte, la reducción
del cubo a la escueta sintaxis de los planos ortogonales, que es su ley más pri-

31
maria, permite un despliegue ilimitado de figuras complejas, abiertas y flexibles,
todas ellas coherentes entre sí y construidas con economía compositiva, una sín-
tesis de atributos difícil de encontrar en otras formas geométricas.
Los otros cuerpos platónicos están lejos de poseer estas cualidades, de ahí
que en la construcción hayan quedado relegados a poco más que curiosidades
formales. Las formas más puras, autónomas y cerradas n o admiten las vulnera-
ciones necesarias para los ajustes funcionales y constructivos, porque a m e n u d o
14 83 estas transgresiones contradicen su propia razón formal. Tenemos un significati-
vo ejemplo de ello en el problema del abordaje de estas formas desde el exterior.
Un espacio esfénco como el de Boullée en el cenotafio de Newton (FIG. 46) no es
subdivisible, y su penetración desde abajo es posiblemente la más aceptable, si
tenemos en cuenta que el arquitecto introdujo en el interior una clara directriz
vertical al querer mimefizar con su esfera la bóveda celeste. En cambio, Ledoux
no fue capaz de manipular esta figura cuando la utilizó en su Albergue para
Guardias Rurales (FIG. 47). Ni el uso, ni las subdivisiones, ni el acceso, ni las dimen-
siones surgen de una buena comprensión de las aceradas leyes de la esfera.
C o m o planteamos en el primer punto, un espacio interior cilindrico pre-
senta también dificultades de acceso, puesto que cualquier perforación en su
tensa superficie curvada es contradictoria con las vocaciones de dicha forma.
Cuando Asplund se planteó este problema en la Biblioteca Pública de Estocolmo
(FIG. 48), encontró la solución óptima: el acceso debía producirse por debajo del
cilindro. La razón formal de la figura se conservaba, pero además acentuaba el
impulso vertical del espacio, que Asplund deseaba cuando alzó considerable-
mente la altura del tambor —una inspirada desproporción—, introduciendo el
26.a Miguel Ángel: sección y planta del vestíbulo de la
efecto sorpresa en el descubrimiento de este espacio singular. En cambio, Pei no
Biblioteca Laurenziana, Florencia. logra resolver el problema del acceso a la Pirámide del Louvre, pues se limita a
pracficar un ojal rectangular en uno de sus lados, una solución bien poco sutil si
se la compara con el delicado tratamiento de la piel transparente.
Esta selección de las figuras geométricas en función de su flexibilidad fun-
cional, formal o constructiva se ha producido también con los polígonos regula-
res. El pentágono ha fascinado a mulfitud de artistas y geómetras por su relación
con el número de oro y la proporción áurea. Durero, Cardano, Tartaglia y Galileo,
por ejemplo, mostraron un singular interés hacia él, aunque casi nunca ha sido
utilizado por los arquitectos, probablemente a causa de su rigidez y su dificultad
de combinación y despliegue. El hexágono, si bien de manera limitada, ha teni-
do más éxito, debido a sus propiedades aditivas y divisorias, y por tanto a la posi-
bilidad de construir redes planas abiertas y flexibles, más adecuadas a las
complejidades funcionales de la arquitectura y la ciudad.
También las curvas que surgen de las secciones cónicas han tenido una
aplicación desigual. La elipse se ha usado de manera secundaria, limitada casi
siempre a las cúpulas. Las parábolas y las hipérboles, que al igual que las otras

32
curvas ya eran conocidas desde el siglo III a. C. por el tratado de Apolonio de
Pérgamo, prácticamente n o han existido en la arquitectura.
En el caso de la parábola cabría preguntarse el motivo de su falta de tradi-
ción arquitectónica, puesto que precisamente los arcos de descarga y los polígo-
nos funiculares de fuerza tienen forma parabólica. De hecho esta virtud, que
hermana la forma geométrica con la solución constructiva en estructuras a com-
presión, no fue aplicada hasta Gaudí, y sólo se generalizará en la ingeniería
moderna cuando se trata de construir piezas singulares, como puentes o estruc-
turas de cubierta. También la ingeniería actual utiliza curvas complejas, como las
epicicloides o las clotoides, algunas conocidas ya por los clásicos, y la mayoría
m u y utilizadas en la investigación geométrica de los siglos XVII y XVIII, puesto
que servían de modelos para los nuevos métodos de la geometría analítica y el
cálculo diferencial, pero su aplicación se limita a casos muy particulares.
Este hecho es sintomático de un fenómeno que debemos reconocer: la evo-
lución de la geometría como ciencia y la aplicación de la geometría a la arquitec-
tura no siguen caminos paralelos. Ni la revolución de Descartes, ni la invención
por parte de Desargues —a pesar de ser arquitecto— de la geometría proyectiva, ni
la formulación, trascendental para la ciencia, de una geometría no euclidiana a
principios del siglo XIX tuvieron efectos apreciables en un cambio visible de la
geometría aplicada a la arquitectura.
Incluso la geometría más ligada a la percepción no tiene una correspon-
dencia precisa en la concepción del espacio. A pesar de que en la Óptica Euclides
describe el sistema visual de la pirámide con el vértice en el ojo, ningún geóme-
tra o artista utilizó este teorema para tratar el problema de la representación pros- 26.b Miguel Ángel: croquis del vestíbulo de la Biblioteca
pectiva hasta que Brunelleschi ideó la intersección de la pirámide de la visión Laurenziana, Florencia.

con un plano. Sin embargo, esta nueva teoría de la perspectiva, que tanta tras-
cendencia tuvo en la pintura, no parece tener ninguna relación directa con los
nuevos lenguajes arquitectónicos del Renacimiento. Argan ha comentado que las
distribuciones espaciales en simetría bilateral y tipología longitudinal, y las de
planta central y simetría radial, responden a dos concepciones de la perspectiva:
la perspectiva artificialis (las paralelas que se encuentran en el infinito) y la pers-
pectiva comunis (la imagen proyectada sobre la curvatura óptica)^^. Sin embargo,
durante el Renacimiento se utilizan indistintamente ambas tipologías, si bien es
más específica la de planta central, del mismo m o d o que en la arquitectura góti-
ca y barroca abundará, sin ser exclusiva, la simetría bilateral que, paradójica-
mente, es la que teóricamente correspondería a la perspectiva artificialis
descubierta en el siglo XIV y precisada geométricamente por Brunelleschi.

30 ARGAN, G. C.: El concepto del espacio arquitectónico desde el


barroco a nuestros días, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973.

33
EL ORDEN DE LA G E O M E T R Í A

Las causas por las cuales las configuraciones geométricas básicas poseen el
especial poder de seducción y comunicación que les otorgamos no son simples,
como demostraron los psicólogos de la percepción posgestálticos. La naturaleza
de la percepción es poliédrica, con muchos componentes y reflejos, algunos de
los cuales intentaremos observar más tarde. En una primera aproximación nos
basta con preguntarnos qué percibimos c u a n d o observamos cuerpos geométri-
cos como un cubo o un paralelepípedo regular. Hay que advertir desde el prin-
cipio que los tipos de sensación cambian radicalmente en fianción del p u n t o de
vista: si observamos desde el interior un espacio cúbico notaremos una envol-
vente cóncava, y por tanto un espacio delimitado que nos producirá una impre-
sión muy distinta de la visión exterior del mismo cubo, donde el espacio es
envolvente y el cubo es un objeto convexo cerrado.
Estas diferencias en la percepción de la convexidad y la concavidad obli-
gan a m e n u d o a modelar los límites de los espacios interiores de manera dife-
rente a las pieles exteriores del mismo edificio. El arquitecto J.Watterson
construyó con yeso una maqueta insólita: el espacio interior de Santa Sofía de
Constandnopla como un volumen macizo. " C o m o sólido, es una forma abe-
rrante y bulbosa, que ningún arquitecto sensato hubiera concebido nunca para
la masa del edificio''^!: un volumen deforme m u y distinto de la visión externa
del m o n u m e n t o , espléndida puesto que, pensada también desde el exterior, no
tiene una piel miméfica respecto del interior.
N o obstante, tanto si observamos desde el interior una plaza regular de
perímetro y fachadas cuadradas como si contemplamos desde fuera un edificio
cúbico, notaremos, a pesar de las deformaciones de la perspectiva que nuestra
maquinaria cerebral se encarga de corregir, los paralelismos entre los planos de
fachada, la identidad de las superficies, la igualdad de las aristas, la ortogonali-
dad de los diedros, y otras entidades geométricas virtuales, como los planos, los
ejes y los centros de simetría. En ambos casos percibimos un conjunto de ele-
28 mentos que no se encuentran aislados ni son indiferentes entre sí, sino que se
27. Miguel Ángel: plaza del Campidoglio, Roma.
presentan relacionados visualmente. Es decir, en ambos casos podemos estable-
28. G. L. Bernini: planta de S. Andrea al Quirinale, Roma. cer un sistema de relaciones formales y, en consecuencia, estas configuraciones se
nos presentan como una estructura formal o, dicho genéricamente, como un con-
junto dotado de orden. Un orden escasamente emocionante si los elementos per-
cibidos son puras enfidades abstractas, pero un orden que se vuelve vivido
cuando captamos estos elementos con la textura y la luz de los materiales visibles.
La introducción de la palabra estructura en este p u n t o exige un m í n i m o
comentario terminológico, pero por razones de continuidad discursiva dejare-
31 WATTERSON, J.: "Inside and Outside in Architecture:
mos para más tarde estas aclaraciones, limitándonos a asumir de m o m e n t o una
A Symposium", Journal Aesth. Art Crit, vol. 25, 1966. definición amplia y abierta de estructura c o m o un c o n j u n t o constituido por uni-

34
dades, autónomas o no, relacionadas formalmente entre sí. Es una definición que
tiene paralelismos en las múltiples concepciones de la palabra que se han desa-
rrollado, sobre todo, en el campo de la lingüística, y que tienen en L. Hjelmslev
la proposición más sintética: "Estructura es una entidad esencialmente autónoma
de dependencias internas"32.
En este p u n t o es razonable deducir que, en realidad, la fascinación de las
formas geométricas n o es más que un aspecto de una fascinación más general: la
que ejerce la estructura u orden formal. Y es precisamente esta atracción por el
orden la que captamos en la arquitectura que tiene sus bases en la geometría. La
deducción puede parecer obvia, pero no por ello deja de ser importante. De
hecho, el orden formal visible es una extraordinaria excepción en un m u n d o fun-
damentalmente entrópico, y el sentido del orden y, sobre todo, la adquisición de
los instrumentos capaces de crearlo no son ni innatos ni palmarios, sino que
requieren un proceso de aprendizaje y desarrollo de la sensibilidad que no es
contradictorio con el hecho de que las teorías de la psicología de la percepción
nos indiquen una preferencia, en las sensibilidades más evolucionadas, por aque-
llas configuraciones en las que el orden es más crípdco y menos flagrante. 29,a

Los procedimientos mediante los cuales tomamos conciencia de las rela- ir:
ciones que se establecen en el interior de una estructura formal pueden ser diver-
sos. En el ejemplo comentado las relaciones son de igualdad, de paralehsmo, de
congruencia y de ortogonalidad, fenómenos innatos de nuestro sistema percep-
tivo. Sabemos que la actividad visual depende a la vez de fenómenos fisiológi-
cos y culturales, y que la percepción es una construcción compleja de visiones
y
parciales de carácter prognóstico, es decir, capaces de extrapolar y de deducir aun-
que la información visual sea fragmentaria. Esta capacidad proviene de la expe- >
riencia y es, por tanto, adquirida, pero desarrolla una competencia innata.
C o m o tendremos ocasión de comprobar en la Segunda Parte, la universal
atracción por las configuraciones estereométricas primarias proviene del hecho 29.b
29.a/b F. Borromini: planta y detalle de S. Carlino alie Quattro
de que determinados componentes innatos de la percepción, como la concien-
Fontane, Roma.
cia de la planitud, de la igualdad, de la congruencia, del paralelismo e incluso de
la ortogonalidad, que es un caso parficular de igualdad, han intervenido pode-
rosamente en la construcción de las formas de cualquier época, e impregnan los
componentes culturales a través de los cuales la forma abstracta se convierte en
arquitectura.

32 H J E L M S L E V , L.: Rev. Acta lingüística IV, fase 3.

35
UNA MANERA DE MIRAR

La geometria tiene otra vertiente: es una manera de ver y de tratar con cla-
ridad la realidad externa. Las formas cristalinas de la geometría esconden unas
relaciones más complejas que las que la imagen de la retina nos ofrece. La bús-
queda de estas relaciones, que está en la base del progreso de la geometría como
ciencia, se convierte en una manera de analizar la realidad, en un m é t o d o deduc-
tivo de investigación del mundo.
Es posible que a la belleza de los cuerpos matemáticos elementales se añada
el embrión de un potente placer especulativo ligado al conocimiento deductivo.
J. Gray lo sugería cuando, refiriéndose a los orígenes de la ciencia geométrica, afir-
maba: "(...) De ninguna manera puedo creer que los griegos estuvieran interesa-
dos en sus círculos y triángulos por ellos mismos, por muy fascinantes que
pudieran ser. Si los teoremas son, como yo sugiero, parte de un programa que
hace que las operaciones realizadas con números sean inteligibles, y en cuyos
métodos existe la esperanza de explicar las cosas, entonces es realmente excitan-
te. Plantea la posibilidad de obtener un conocimiento deductivo del m u n d o , un
conocimiento que parte de premisas innegables y que conduce a describir la rea-
lidad a través de un proceso irrefutable. Entonces podríamos conocer la naturale-
za de las cosas"33.
30. A.Gherardi: cúpula de S. Cario ai Catinari, Roma.
Desde este ángulo, la belleza y la racionalidad siguen caminos entrelaza-
dos, a diferencia de otras teorías que plantean precisamente una clara contrapo-
sición entre ambos términos. E. Gombrich precisa que "fue Ruskin quien nos
legó esta oposición entre la indómita exuberancia de la vida y la muerta perfec-
ción de la ingeniería", y confinúa diciendo que, a pesar de que la preferencia por
las líneas rectas y las formas regulares es una cuestión de conveniencia más que
de creatividad, cree que "el contraste entre la racionalidad y la creatividad es, en
el fondo, falso"34.
Aun así, el placer especulativo del matemático y el del artista empiezan a
divergir en un determinado momento. La pura satisfacción visual apela directa-
mente a los senddos, mientras que el afán inductivo del matemático, a partir de
un determinado umbral, implica un proceso de abstracción incompatible con el
placer perceptivo.
Luca Pacioli, amigo de Leonardo y de Bramante, vive en una época en la que
el arte y el conocimiento matemádco se relacionan estrechamente, y aun así, cuan-
do empieza a adjetivar las cualidades matemáticas de la proporción áurea—"inefa-
ble", "admirable", "inestimable", "suprema"- y describe que el efecto "más excelso"
consiste en el hecho de que "si en un círculo se forma un pentágono equilátero y
33 GRAY,J.: Ideas de espacio. Biblioteca Mondadori, Madrid, 1992. en dos ángulos adyacentes se trazan dos líneas rectas desde los extremos de los
34 G O M B R I C H , E.: El sentido del orden, Ed. Gustavo Gili,
lados, éstos necesariamente se dividen entre sí según la proporción áurea"35, nos
Barcelona, 1980.
35 PACIOLI, L.: La divina proporción, Akal Ed., Madrid, 1987. damos cuenta de que la emoción del matemático ya no es la del artista, pues éste

36
difícilmente puede percibir hermosura en estos áridos segmentos.
La naturaleza no exhibe un despliegue abundante de formas geométricas
visibles. Las formas organizadas perceptibles se limitan al territorio de los seres
vivos, que presenta un sorprendente nivel de orden complejo, pero casi nunca
geométrico, y a pequeñas islas de estructura cristalina en la materia inerte. Los
cuerpos geométricos perfectos se muestran ante nuestros sentidos como elemen-
tos insólitos en relación con la naturaleza, y los consideramos más como frutos de
la creación mental que de la imitación de fenómenos naturales. Sin embargo,
también la naturaleza ha dejado entrever órdenes secretos traducibles en núme-
ros, que han supuesto un constante acicate para la inteligencia.
El orden de la geometría n o niega el orden de la naturaleza, pero es de otra
índole y pertenece a otro universo. "Mientras el resto de los artistas se apresuran
a tratar la naturaleza, los geómetras la sustituyen por una naturaleza más o
menos extraída de la primera, pero cuya forma y ser no son al final sino actos
del espíritu", dice Sócrates en el falso diálogo platónico de Paul Valéry Eupalinos
o el arquitecto. El constructor parte del orden de la naturaleza para continuarlo,
porque "no conviene que las masas de mármol permanezcan como muertas en
la tierra forjando una sólida n o c h e " 3 6 .
La aparente oposición entre geometría y natura no fiene una traducción
inmediata en una oposición entre arquitectura y naturaleza. Ya hemos observa-
do que algunos arquitectos han utilizado referentes de formas orgánicas que
31. F. Borromini: bóveda de S.Carlino.
muestran leyes de formación comprensibles. Tendremos ocasión de ver cómo la
simetría bilateral de los animales superiores ha sido plagiada en infinidad de edi-
ficios y, más genéricamente, cómo la metáfora orgánica ha sido un modelo, a
veces sugerente, otras equívoco, para la arquitectura de muchos periodos.
La arquitectura ha extraído reglas formales tanto de los esquemas geomé-
tricos mentales c o m o de las estructuras de los seres vivos. Se ha encontrado así
en el centro de muchas teorías que han intentado sintetizar unos términos en
principio antitéticos e irreconciliables, como geometría y organismo, número y
mimesis, artificio y naturaleza. Es lógico que pocas veces los tratadistas hayan
conseguido razonar esta síntesis. Vitruvio prácticamente no lo intenta. Los arqui-
tectos del Renacimiento esgrimen el símil antropomórfico para la arquitectura,
pero asocian, sobre todo, naturaleza con Antigüedad clásica, y trasladan la teo-
ría de la mimesis a una mimesis directa de aquella arquitectura que, a su parecer,
se había configurado con un conocimiento mucho más exhaustivo de la natura-
leza que el que ellos poseían. Después se concluye que la naturaleza no debe ser
representada por sus apariencias, siempre cambiantes, sino por sus leyes inmuta-
bles, que intentan encontrar en las proporciones del cuerpo, en las armonías
musicales o en las relaciones entre determinadas series numéricas.
La creencia en una armonía cósmica traducible en números simples o en
36 VALÉRY, R: Eupalinos o l'arquitecte, Quaderns Crema,
esquemas geométricos perdurará prácdcamente hasta el siglo XVIII, por mucho Barcelona 1982.

37
que ya en el siglo XVI algunos pensadores heterodoxos, extrañamente actuales,
como G. Cardano, verán la naturaleza c o m o una constante interacción entre el
azar y la necesidad, que se reflejará "en la infinita variedad de las cosas y en la
irreductible singularidad de los individuos y de los fenómenos"^^.
Los puntos de contacto natura-geometría se restablecerán posteriormente
en otros planos. La búsqueda de estructuras subyacentes recurrentes que puedan
servir de modelos matemáticos para explicar fenómenos naturales será una cons-
tante en las investigaciones científicas del siglo XIX. R. J . H a ü y y Ch.S.Weiss lo
intentaron en la cristalografía. A. P. de Condolle, J.W. Goethe, y sobre todo A. de
Geoffrey lo harán en botánica, y E. Haeckel en la morfología animal. Pero el espí-
ritu de los investigadores ya ha cambiado. Los racionalistas de los siglos XVIII y
XIX reemplazan su fe en las verdades indiscutibles por una fe en las reglas y en
el método para encontrar leyes parciales, u n proceso que permitirá el acelerado
desarrollo técnico y científico moderno.
La ciencia se vuelve más fragmentaria, y esta atomización también dene
consecuencias en las orientaciones estéticas, que ya no pretenderán referirse a
postulados universales. Las actitudes eclécticas de los arquitectos del siglo XIX,
su visión del patrimonio histórico de la arquitectura como catálogo tipológico,
no son ajenas a esta evolución de la ciencia.
Los matemáficos, a pardr de Gauss y Poincaré, se han dado cuenta de que
nuestras representaciones están ordenadas antes de que tomemos conciencia de
ello. Los números, al igual que las formas estructuradas, parecen pertenecer al
mismo tiempo al sistema constitutivo del universo y al de nuestros esquemas
perceptivos, de m o d o que, como comenta R. Huyghe, parece existir "una cone-
xión tangible entre ambos dominios: el de la materia y el de la psique". En el
Capítulo VI comentaremos de qué m o d o la moderna psicología ha demostrado
también que las formas y sus significados n o se reciben como un mensaje del
m u n d o exterior, sino que a menudo son todo lo contrario: formas nacidas en
nosotros y proyectadas autoritariamente sobre los simples pretextos que nos pro-
ponen nuestras sensaciones. Y las formas geométricas parecen precisamente las
más inherentes a la facultad organizativa propia del cerebro h u m a n o .
Ya a principios del siglo XX H. Poincaré vio en el concepto geométrico una
convención del espíritu. H. Helmholtz, en cambio, pensaba que la geometría no
es una proyección del pensamiento sobre el m u n d o , sino un atributo descifrable
33 en este mundo. Probablemente ambas perspectivas son igualmente válidas. "Sin
32. F. Borromini: planta del proyecto inicial de S.lvo alia
Sapienza, Roma.
duda debemos ver [en la forma estructurada] u n o de los nexos más estrechos que
unen dos realidades tan distintas: aquella, ciega, de las cosas, y la otra, lúcida, de
33. Esquema geométrico de la planta de S.lvo alia Sapienza
según L Benevolo. la conciencia... Así, la geometría en el espíritu y la geometría en la realidad man-
tienen una especie de complicidad íntima y terminan reencontrándose en sus écarts
37 CARD A N O , G., cit. en CALVINO, I.: Por qué leer los clásicos,
Tusquets Ed., Barcelona, 1992.
más aparentes, como si obedeciesen a una fatalidad común y participasen de una
38 H U Y G H E , R.: Formes etforces. De l'atome à Rembrandt, op. cit. misteriosa u n i d a d . ' ' ^ »

38
Esta convicción parece habitual entre los científicos conterñporáneos. Sus-
tituyendo el concepto de geometría por el más general de orden, D. Bohm afirma:
"Intentar atribuir el orden sólo al objeto o al sujeto resulta demasiado limitado. Es a
ambos o a ninguno, o incluso a alguna cosa que va más allá de todo esto: un proce-
so dinámico en el que se ven implicados el sujeto, el objeto y el ciclo percepción-
comunicación que los une y relaciona"^^.
Esta sustancial unidad entre el orden de la mente y el orden externo es un
aspecto más de aquellas teorías que no ven, en los sistemas físicos, contraposi-
ción entre orden y caos, sino u n espectro de órdenes de distinto grado. La geo-
metría euclidiana se encontraría en el extremo de los órdenes de bajo grado,
' kí
perceptibles y comprensibles, en contraposición a la amorfía de la naturaleza,
que surgiría de la interrelación entre muchos órdenes de grado infínito. 34. Planta de S. Pedro del Vaticano racionalizada por J. N. L Durand.

LAS FUERZAS DE LAS FORMAS

La psicología moderna ha insistido en el hecho de que las formas geomé-


tricas - a l igual que todas las formas estructuradas-, tanto en el universo mental
c o m o en el físico, han sido concebidas bajo el efecto de determinadas fuerzas
actuantes que han alcanzado un mínimo equilibrio. Simultáneamente, las for-
mas manifíestan de manera más o menos explícita este campo de fuerzas bajo el
que han cristalizado. Forma y fuerza constituyen así dos entes indisolublemente
asociados.
En las estructuras complejas - c o m o en los organismos evolucionados-, la
manifestación de las fuerzas n o es inmediata ni unívoca. En las fíguras geomé-
tricas primarias, en cambio, es posible percibir con cierta claridad la constelación
de fuerzas subyacentes. C u a n d o estas fíguras se utilizan en proyectos articulados,
el juego de estas fuerzas permite captar las características dinámicas del objeto,
unas características que informan más del "comportamiento" de aquel objeto
que de su propia forma. R. Arnheim dice precisamente que "las propiedades
expresivas son adverbiales, no adjetivas", puesto que explican más la acción de
las cosas que las mismas cosas^o.
El conocimiento de las reglas internas según las cuales se disponen los cam-
pos de fuerzas es útil para el control de los efectos perceptivos de las formas geo-
métricas. El análisis de estas formas aplicadas a la arquitectura requeriría observar
la conjunción entre las fuerzas y las formas desplegadas en las tres dimensiones
del espacio. Aquí intentaremos un examen más abstracto y limitado: el de las
entidades geométricas simples de dos dimensiones.
La recta despliega una única línea de fuerza en una directriz del espacio. Si 39 B O H M , D. & PEAT, D.: Ciencia, ordeny creatividad. Las raíces
creativas de la ciencia y la vida, Ed. Kairós, Barcelona, 1988.
esta recta parte de un origen, la línea de fuerza tomará un único senfído dentro
40 ARNHEIM, R.: "De la función a la expresión", en: Hacia una
de esta directriz. Estas características elementales del campo de fuerzas imponen psicología del arte. Alianza Ed., Madrid, 1980.

39
ya unas condiciones a la combinación de la recta c o n otros elementos geométri-
cos: rectas paralelas o largos segmentos de rectas sucesivas que tienen la misma
directriz, o que presentan sólo una p e q u e ñ a angulación con respecto a dicha
directriz (FIG. 49-A), m a n t e n d r á n la energía que da la línea de fuerza. En cambio,
los segmentos de recta relativamente parecidos en d i m e n s i ó n , situados en ángu-
los de 90° o aproximados (FIG. 49-B), generan líneas de fuerza que se neutralizan,
de m o d o que la forma resultante tendrá que buscar su p o d e r visual en el des-
pliegue de otros elementos geométricos.
Otra consecuencia de las fuerzas internas de la recta es su difícil compati-
bilidad con u n centro. Entre el p u n t o y la línea existe tal contradicción de cam-
pos de fuerzas que el resultado de su superposición (FIG. 49-C) es u n c o n j u n t o sin
vigor, al margen de su ambigüedad formal, que podría resultar incitante. La com-
patibilidad entre la recta y el p u n t o es posible m e d i a n t e una sintaxis más elabo-
rada: por ejemplo, por medio de u n desplazamiento del centro o p u n t o respecto
de la recta (FIG. 49-D), con el fin de n o anular la energía de la linealidad, y simul-
táneamente una ligera rotura de la recta para denotar la presencia del p u n t o , una
rotura que n o reduce la fuerza de la directriz.
Las combinaciones más habituales son las de rectas perpendiculares (FIG. 49-E).
La articulación responde así a una fuerte ley estructuradora, la de la ortogonali-
dad, que posee también los atributos de la flexibilidad y la e c o n o m í a composi-
tiva ya comentados. Sin embargo, a pesar de la fuerte estructuración de la retícula,
el c a m p o de fuerzas es débil y h o m o g é n e o d e b i d o a la neutralización de las
directrices. N o existe, por tanto, proporcionalidad entre el grado de estructura-
ción y la intensidad del campo de fuerzas, a u n q u e también es cierto que esta
intensidad requiere una mínima coherencia formal, puesto que la disgregación
también tiende a contrarrestar las líneas de energía.
Las curvas de gran radio expresan u n a tensión que n o se p r o d u c e en las cur-
vaturas pronunciadas, porque su ligero desplazamiento respecto a la recta mani-
fiesta, al mismo d e m p o , la fuerza que la ha obligado a curvarse y la resistencia
que la recta ha ofrecido a esta fuerza. Las curvas c o n t i e n e n ya unas directrices
virtuales perceptibles, aunque n o constituyan imágenes refinianas, que son las
radiales de la curva (FIG. 49-F), unas líneas en las q u e se manifiesta el equilibrio
entre las fuerzas centrífugas y centrípetas de la f o r m a . Desde el p u n t o de vista
perceptivo, n o es imprescindible que las radiales sean m a t e m á t i c a m e n t e unas
rectas que pasen por el centro de curvatura. Las rectas p u e d e n converger en u n
centro desplazado (FIG. 49-G) sin perder su coherencia formal, h e c h o que dota a
36 la forma de cierta tensión dinámica.
Las tangentes expresan también las líneas de fuerza de la curva. Sin embar-
35. A. Gaudí: vista de los arcos del viaducto del parque Güell,
Barcelona. go, c o m o ocurre en el caso anterior, u n a p e q u e ñ a angulación de la línea respec-
to a la curva n o destruye aquella fuerza. Diversas rectas equiangulares en relación
36. A. Gaudí: esquema parabólico de fuerzas de un arco
del viaducto. con la curva (FIG. 49-H) serán coherentes entre sí y con la citada curva directriz.

40
Aun así, el p u n t o de contacto de la tangente con la curva es conflictivo, ya que la
misma continuidad de la línea n o permite ver con precisión el p u n t o de transición
entre la curva y la recta y, p o r tanto, aparece un pequeño segmento que presenta
cierta indefinición visual. Separar ligeramente ambas entidades geométricas o arti-
cularlas mediante u n breve segmento transversal (FIG. 49-I) son maneras de clarifi-
car ambas formas sin perder ni organización ni energía.
Las c o m b i n a c i o n e s más elementales y estructuradas de segmentos rectilíne-
siiíl
os para f o r m a r figuras cerradas requieren otros comentarios. En un triángulo, el 37
grado de estructuración es lógicamente mayor si se comprende la ley de combi-
nación de los segmentos. Los triángulos equiláteros e isósceles presentan unas
entidades virtuales - e j e s de simetría y centro (FIG. 49-J)- que desaparecen en los
triángulos irregulares, en los cuales n o es perceptible t a m p o c o la ley matemáfica
de la suma constante de los ángulos interiores en la geometría euclidiana. El
triángulo equilátero genera u n c a m p o de fuerzas estáfico y nuclear, que se vuel-
ve ligeramente más d i n á m i c o en los otros triángulos, si bien la energía dinámica
es casi siempre escasa, p u e s t o que queda minorada por el carácter cerrado de la
38
figura.
El p a t r ó n del ángulo recto y la igualdad entre sus lados son los factores que
confieren al c u a d r a d o su extraordinaria fuerza (FIG.49-K). Las correspondencias
entre los segmentos, los ángulos y las simetrías son parecidas a las del triángulo
equilátero, pero el h e c h o de que todos los ángulos sean rectos le otorga un grado
superior de estructuración, puesto que la ortogonahdad posee una potente clari-
dad matemática y perceptiva que n o se da en los otros ángulos. También en este
caso la centralidad es intensa, si bien cabe precisar que la figura despliega unas
líneas de fuerza a lo largo de los cuatro ejes de simetría y unos centros secunda-
rios en los p u n t o s medios de los lados. Tanto los triángulos equiláteros e isósce-
les c o m o los cuadrados presentan la pardcularidad de combinarse fácilmente
O
f o r m a n d o redes planas (FIG. 49-L,S), es decir, de dividir el espacio de dos dimen-
siones sin dejar residuos. Las mallas más regulares surgen de la combinación de
figuras iguales, a u n q u e es posible configurar mallas más complejas con figuras de
disfinto t a m a ñ o . Las mallas regulares son isótropas, y por tanto fienen un campo
de fuerzas débil. Las mallas irregulares, a pesar de que tienden también a la iso-
tropía, admiten "cristalizaciones" o puntos más densos d o n d e el c a m p o de fuer-
zas se vuelve más intenso (FIG. 49-L).
Las c o m b i n a c i o n e s de triángulos y cuadrados que n o tienen el objetivo de
formar mallas se p u e d e n generar mediante la inscripción de una figura en la otra,
uffk m fotm
o mediante la intersección entre ambas. Si las figuras fienen las mismas directrices
39
la regla combinatoria es evidente, y los conjuntos resultantes continúan poseyen- 37. L. Mies van der Rohe: Pabellón Alemán de la
Exposición de Barcelona de 1929.
do un alto grado de estructuración debido a la aparición de figuras complementa-
rias compatibles: r o m b o s en la conjunción de tnángulos, y rectángulos en la 38. Le Corbusier: Museo de Tokio.

conjunción de cuadrados (FIG. 49-M). 39. Le Corbusier: los "cuatro sistemas compositivos", 1929.

41
C u a n d o las intersecciones o las inscripciones son de figuras que n o tienen las
mismas directrices las relaciones entre ellas se debilitan, ya que n o responden a una
ley combinatoria de orden superior. El grado de estructuración del c o n j u n t o es
inferior, ya que se limita a la percepción de dos figuras que resuenan por semejan-
za y, en consecuencia, la autonomía e integridad de cada forma son más altas. Las
intersecciones producen nuevos triángulos, pero también trapecios irregulares
(FIG.49-N), unas formas de reducida organización y de escasa energía, dado que
poseen leyes de formación contradictorias y líneas de fuerza que se neutralizan.
La compatibilidad entre los cuadrados y los triángulos rectángulos es más
forzada, aunque viable (FIG. 49-L). Las posibilidades combinatorias son más abier-
tas y suelen generar tramas disconfinuas. Probablemente las que más interesan
40. Le Corbusier: Capilla de Notre-Dame-du-Haut, Ronchamp.
son las que tienen una directriz o una pareja de directrices dominantes que ver-
tebran con más fuerza el agregado. Las directrices contradictorias con las domi-
nantes, si son débiles, introducen factores de complejidad sin minorar la estructura
del entramado principal.
El rectángulo despliega una considerable cantidad de posibilidades forma-
les. Mantiene un alto grado de estructuración, compatible con una notable fle-
xibilidad. N o tiene el rigor absoluto ni el carácter perfectamente estático del
cuadrado, y pierde por tanto las connotaciones ligadas a estos atributos. Sin
embargo, adquiere cierto dinamismo y, sobre todo, admite múltiples proporcio-
nes y potencialidades sintácticas (FIG. 49-O). U n o de los temas recurrentes de la
teoría armónica y de la psicología de la percepción se ha referido precisamente
a la relación entre las dos dimensiones de u n rectángulo. Efectivamente, deter-
minadas relaciones numéricas entre los lados p u e d e n ser perceptibles, y desde
luego somos capaces de apreciar las relaciones 1:2 y 2:3, que otorgan al rectán-
gulo un grado de organización más elevado que las relaciones imprecisas a la
vista. Más difícil resulta captar la relación 1:3 y las sucesivas. Algunos psicólogos
han insisfido en el elevado nivel de "agrado" de la proporción armónica 1:1,618,
y otros, en las proporciones de los n ú m e r o s irracionales más elementales, 1:V2 y
1:V3. Sin embargo, tales experimentos son m u y discutibles y casi siempre enga-
ñosos, c o m o intentaremos exponer en el C a p í t u l o V.

ESTRUCTURA MATEMÁTICA Y PERCEPTIVA

Este f e n ó m e n o nos obliga a precisar más qué e n t e n d e m o s por nivel de


estructuración de una forma. Las figuras geométricas simples tienen unas leyes
matemáticas de formación que son también leyes perceptibles. Sin embargo, ya
hemos observado que en la simple c o n j u n c i ó n de u n haz de rectas con una curva
se podían seguir las radiales - l a percepción de la estructura equivaldría a la per-
cepción de entidades m a t e m á f i c a s - o se podía seguir u n haz de líneas conver-

42
gentes en un p u n t o n o coincidente con el centro de curvatura, de m o d o que en
este caso c o n t i n u á b a m o s percibiendo un c o n j u n t o fuertemente cohesionado sin f , / . .x -
una regla matemática simple que le diera soporte. Las leyes según las cuales
e n t e n d e m o s la estructura de una forma no coinciden necesariamente con las
leyes geométricas de dicha forma, puesto que la percepción selecciona las reglas
matemáticas más visibles, e incorpora además reglas analógicas que n o poseen
exactitud geométrica.
Esta ligera divergencia explica que determinadas relaciones, c o m o la del
n ú m e r o O o la de los n ú m e r o s irracionales más simples, doten por ejemplo a un
rectángulo de un nivel de estructuración matemática que n o tiene correspon-
dencia con la percepción de una forma igualmente estructurada. Aun así, los atri-
butos matemáticos n o directamente visibles se manifiestan a m e n u d o en otros
aspectos. El rectángulo 1:<Ï> (FIG. 169), por ejemplo, presenta unas propiedades
agregativas que describiremos más adelante, y que se relacionan con las series de
Fibonacci y con la espiral logarítmica de m ó d u l o O. La relación 1:V2 (FIG. 168)
posee también la virtud de posibilitar la división sucesiva del rectángulo en otros
dos que m a n t i e n e n la misma proporción. Esta homotecia es la que se ha utiliza-
do precisamente en las conocidas medidas D I N - A .
El elemental principio sintáctico de la ortogonalidad entre segmentos,
c u a n d o se aplica a la formación de figuras abiertas, despliega una extensa fami-
lia de formas coherentes entre sí que poseen las cualidades de la flexibilidad y la
complejidad, obtenidas a partir de una regla económica (FIG.49-P). En efecto, los
segmentos incompletos se prolongan visualmente cerrando rectángulos y cua-
drados virtuales que p u e d e n intersecarse, generando conjuntos de considerable
riqueza. Las directrices cortadas en ángulo recto aseguran una sólida estructura-
ción, a u n q u e los segmentos rectilíneos n o contacten. La intensidad del campo
de fuerzas dependerá de otros factores, c o m o la presencia de focos o de directri-
ces dominantes.
El p e n t á g o n o regular, construible a partir del número de oro (FIG. 49-Q), es
otra de estas formas que, a pesar de sus complejas virtudes geométricas, que lo
convirtieron en el símbolo secreto de las sectas pitagóricas, no tiene atributos
visuales equivalentes. Su regularidad y su centralidad son perfectamente visibles,
pero los ángulos n o son perceptivamente relevantes. C o m o ya hemos comenta-
do en u n p u n t o anterior, el p e n t á g o n o presenta una considerable dificultad para
establecer relaciones con otros pentágonos y con otras figuras. N o es posible, por
ejemplo, formar redes planas con pentágonos, aunque es la figura que constru- 41. L. Kahn: Instituto Biológico Salk, California.

ye el dodecaedro regular en el espacio. Su hermefismo y su rigidez se parecen a 42. L. Kahn: Biblioteca y refectorio de la Acadennia Ph.Exeter,
los del círculo, y se alejan m u c h o de los triángulos y de los cuadrados. Es una New Hampshire.

forma única, con vocación misantrópica, una entidad geométrica de una rara
singularidad, saturada de relaciones matemáficas que denen escasa o nula tra-
ducción perceptiva.

43
El hexágono regular es una figura m e n o s enigmática. C o m o otras formas
que se han asociado a la materia inerte, es capaz de formar redes planas y admite
su subdivisión en triángulos equiláteros (FIG. 49-R). Las mallas hexagonales tienen
cierta rigidez debido a la falta de continuidad lineal de sus directrices - u n hecho
que las diferencia de las mallas triangulares, cuadradas o rectangulares-, pero su
subdivisión en triángulos induce una segunda trama compatible con la hexagonal
que posibilita la formación de múltiples figuras regulares e irregulares perfecta-
mente conciliables, puesto que están construidas sobre el mismo ángulo. La com-
binación de segmentos diferentes que siguen las directrices de dicha malla para
conformar figuras abiertas (FIG. 49-S) abre un abanico todavía más amplio de for-
mas coherentes, ya que adoptan el mismo principio estructural, aunque n o lle-
guen a la elasücidad y la facilidad combinatoria de las figuras abiertas de base
ortogonal, ya que el ángulo de 60° o de 120° es más inflexible.
Estas figuras abiertas nos conducen hacia otras familias formales caracteriza-
das por cierto debilitamiento de las reglas sintácficas, o bien por la introducción de
criterios estructuradores surgidos de geometrías más complejas. Las posibilidades
43. L. Kahn: proyecto para la sinagoga Hurba, Jerusalén. que se abren crecen progresivamente, incluso parfiendo de enddades elementales,
como los segmentos recfilíneos. Por ejemplo, el simple procedimiento de conectar
segmentos según ángulos disdntos del recto en figuras abiertas (FIG. 49-X) genera una
formidable profusión de formas libres difícilmente definibles en términos matemá-
ticos, pero perfectamente coherentes en términos visuales, aunque emancipadas ya
del rigor de la geometría más conocida. La flexibilidad puede llegar hasta niveles
insospechados, lo que facilita la densificación del campo de fuerzas en determina-
dos focos o directrices. Son formas que parficipan de una geometría de la comple-
jidad que será objeto de comentarios posteriores.
44. Herzog & De Meuron: centro deportivo en Basilea. El círculo es la expresión más económica y poderosa de la idea de centro.
Presenta, por tanto, incompatibilidades con las rectas dominantes que hacen
cristalizar las fuerzas a lo largo de una línea, y también con las mallas regulares,
que se caracterizan precisamente por la h o m o g e n e i d a d del c a m p o de fuerzas. La
dificultad para establecer nexos entre círculos que n o sean concéntricos es tam-
bién una consecuencia de este "poder del centro" que tiene esta figura geomé-
trica hermética por excelencia (FIG. 4 9 - T ) . N O obstante, n o es una forma
totalmente impenetrable. Ya hemos visto que el círculo acepta las radiales y las
tangentes, y que es posible, aunque difícil, combinarlo con otros círculos y cóni-
cas (FIG. 49-V), si bien el carácter enfático de cada forma c o n n o t a u n abuso expre-
sivo que tiene su origen en la rotundidad de cada figura.
Hasta cierto punto, el círculo es también compatible con los polígonos
regulares, que se caracterizan por su centralidad. La inscripción de un círculo en
un cuadrado o en un hexágono es un tema académico de composición que
requiere la resolución de problemas delicados, c o m o los triángulos de transición
45. MVRDV: disposición geométrica de edificios en el barrio
Horn Quadran, Deift. con un lado curvado (FIG. 49-U), figuras de escasa claridad formal, generalmente

44
vistas c o m o residuos. La inscripción conserva pues la energía del campo central
de fuerzas, pero presenta conflictos de encaje que hay que resolver.
La deformación regular del círculo en una elipse expresa la "tensión de
deformación". Implica el debilitamiento del centro y la aparición de unas radia-
les privilegiadas - l o s dos e j e s - que estabilizan y anclan la figura. El dinamismo
del eje mayor depende del grado de deformación, pero es generalmente escaso,
puesto que el c a m p o lineal de fuerzas entra en conflicto con el carácter cerrado
de la forma.
Las deformaciones irregulares del círculo que no aplastan la figura pueden
tener la virtud de flexibilizarla y dotarla de tensión sin perder una mínima cen-
tralidad. La estructura puede mantenerse a niveles perceptibles si los c o m p o n e n -
tes geométricos de la forma resultan discernibles, como en el caso de una figura
formada por unos pocos arcos de círculo tangentes y de diferente radio. La pro-
fusión de arcos de distinta curvatura, a pesar de conservar la ley de la tangencia,
corre el riesgo de generar formas complicadas sin ser complejas, es decir, formas
amaneradas, con u n bajo nivel de estructuración y con escasa energía.
La claridad formal y la complejidad podrán aumentar si la figura se abre.
Este procedimiento la vuelve más dúcfil y más compatible con otras figuras. El
difícil encaje entre la recta y el centro, por ejemplo, es más inteligible si el cen-
tro viene representado por un círculo abierto, con una deformación que haga
más fluida la transición hacia la recta.
Dentro de las curvas regulares, las otras cónicas - p a r á b o l a s e h i p é r b o l e s - 46.b

tienen una geometría más oscura, ya que la ley que genera la curvatura resulta 46.a/b E. L. Boullée: alzado y sección del proyecto de cenotafio
para Newton.
difícilmente perceptible, a pesar de tener una clara formulación matemádca. En
cambio los ejes son nítidos, y también es vigorosa su tensión dinámica.

HACIA LA I R R E G U L A R I D A D GEOMÉTRICA

Otras curvas regulares, c o m o las sinusoides, las clotoides, las espirales aritmé-
ficas y especialmente las espirales logarítmicas, que tanto se han relacionado con
algunos organismos vivos, forman familias con otro nivel de complejidad estruc-
tural y perceptiva, que trataremos postenormente. Habrá que añadirles las curvas
irregulares, casi imposibles de definir matemáficamente, pero que pueden respon-
der a patrones perceptivos comprensibles. A m o d o de ejemplo podemos citar la
línea sinuosa irregular del coup de fuet (FIG. 49-W). A cada concavidad le sucede una
convexidad, es decir, está formada por unas curvaturas que cambian alternativa-
mente de polaridad, aunque la amplitud de la onda y la curvatura de cada mean-
dro sean siempre distintas. La línea, a pesar de su escasa estructuración, expresará
con potencia tensiones de deformación si las curvaturas son lo bastante suaves
c o m o para manifestar la resistencia que la línea ha presentado a dicha deformación.

45
En realidad, estos grupos formales - t a n t o los basados en las curvas como los
comentados anteriormente, formados por segmentos rectilíneos ( f i g s . 4 9 - x , y , z ) - ,
caracterizados por un debilitamiento de las leyes geométricas más rígidas, aunque
se perciben con una coherencia formal notable, pueden ser comprendidos, según
las teorías del orden generativo que veremos más adelante, como figuras con un
orden de grado elevado. Las figuras geométricas elementales requieren para su
definición escasos fragmentos de información. Así, si entendemos estas figuras
como conjuntos de diferencias parecidas, en la formación de un cuadrado, por
ejemplo, basta con conocer la longitud de un segmento, la posición de origen del
segundo segmento que se agrega al primero y el ángulo que forman. Una espiral
47.a
compuesta de segmentos requiere un grado más de información: la relación cons-
tante de las longitudes entre dos segmentos sucesivos.
Así pues, estas familias formales más libres responderían a órdenes más refi-
nados. Siguiendo con el mismo ejemplo, el criterio de agregación de segmentos
podría cambiar de segmento en segmento según una pauta más general, o según
una alternancia de pautas basada en una ley más general, y así sucesivamente. En
estos casos, la visión parece capaz de captar un orden implícito que, sin embar-
go, es muy difícil de describir matemáticamente. De nuevo se demuestra nuestra
afirmación anterior: no hay una correspondencia perfecta entre el grado de
estructuración matemáfica y el grado de estructuración perceptiva.
En todos estos comentarios se ha simplificado drásticamente la multiplici-
47.b
dad de factores que configuran nuestra visión. Las formas geométricas que se uti-
47.a/b C. N. Ledoux: vista y sección del albergue para guardias
rurales de Maupertuis. lizan como mecanismos de composición arquitectónica son, en primer lugar,
formas de tres dimensiones. Pero además no se presentan en abstracto, sino
encarnadas en unas materias, unas texturas y unas luces que presentan una fuer-
te evidencia perceptiva capaz de imponerse, a veces, a las mismas figuras geo-
métricas inmateriales. La forma encarnada arrastra unas connotaciones culturales
que pueden ser lo bastante vehementes como para abolir o enterrar tanto la com-
prensión de las relaciones geométricas abstractas c o m o los campos de fuerzas.
Cabe preguntarse, pues, si es correcta tal reducción. Nuestra experiencia perso-
nal nos hace pensar que el carácter plural de la percepción y el hecho de que
actúe sintéficamente no implican necesariamente la imposibilidad de un análisis
autónomo de determinados rasgos formales que apelan a un plano de la percep-
ción, siempre que, naturalmente, seamos conscientes de que este plano interac-
túa con los otros del esquema perceptivo, y por tanto no es posible evaluar la
forma física exclusivamente a través de un único nivel.
Una vez conscientes, pues, de su carácter limitado, consideramos proce-
dente el ejercicio realizado en estos comentarios. Menos justificable parece, no
obstante, la exclusión de otros factores perceptivos, c o m o el factor innato e ine-
luctable de la conciencia de la verticalidad y la horizontalidad, que actúa en el
mismo nivel en que se perciben las fuerzas y la estructura. Las figuras vistas en

46
un plano vertical pueden cambiar sus atributos si el plano es horizontal. En el
plano vertical, por ejemplo, un cuadrado tiene un grado distinto de estructura-
ción si sus directrices encajan o no con las directrices vertical-horizontal. El
grado de estructuración aumenta si los ejes coinciden, y adquiere más tensión
si las directrices se apartan ligeramente de la plomada. Las propiedades estáticas
de estas coordenadas nos hacen percibir de manera muy diferente una parábo-
la con el eje horizontal o con el eje vertical, incluso al margen de los diferentes
problemas estático-constructivos que las imágenes puedan construir. Es necesa-
rio, por tanto, relativizar el alcance de las categorías utilizadas y de las propie-
dades atribuidas en estos análisis.

48. E.G. Asplund: planta y sección de la Biblioteca Pública de


Estocolmo.

47
J, K

LL

48
m
Q, R W

49. Esquemas geométricos.

49
^17 l·/ Vf fiíi^id
CAPÍTULO

LA S I M E T R Í A BILATERAL Y CENTRAL

SUM-METRON: UN CONCEPTO AMBIGUO

Si la ingente profusión de esquemas geométricos en la arquitectura podría


sorprender, no menos sorprendente resulta la excepcional abundancia de cons-
trucciones realizadas según simetrías bilaterales y, en menor medida, centrales. La
utilización de formas geométricas implica ya la aparición de ejes de simetría, de tal
m o d o que muy a m e n u d o se produce identidad entre geometría y simetría. Sin
embargo, desde el p u n t o de vista de la percepción arquitectónica y de sus conno-
taciones morfológicas, podemos distinguir casi siempre si el trazado director del
proyecto se ha basado en la geometría o en los planos o ejes de simetría.
Cabe aclarar que de m o m e n t o nos limitaremos a hablar de la simetría espe-
cular y central. La precisión terminológica es necesaria, ya que la palabra simetría
ha sido, a lo largo de la historia de la cultura, el soporte de construcciones con-
ceptuales muy diversas, y también la definición matemática del término desborda
la limitada idea que de él ofreceremos aquí.
La etimología griega de la palabra -sum-metron, "con medida"— informa de
la noción de simetría como una manera de construir cuerpos con un único siste-
ma de relaciones, un concepto que ya Policleto identificaba con la idea de belleza.
Es notorio también que en el tratado de Vitruvio la simetría se identifique con la
proporción, y se defina como "la concordancia uniforme entre la obra entera y sus
miembros, y la correspondencia de cada una de las partes separadamente con toda
la obra", estableciendo a continuación la analogía con el cuerpo humano^.
Vitruvio no siempre se expresaba de manera clara y rigurosa cuando escribía
sobre conceptos abstractos. C o m o él mismo afirma dirigiéndose al César, no es "ni
un filósofo, ni un elocuente orador, ni un excelente gramático, sino un modesto
arquitecto", aunque muchas de las oscuridades del libro se deban al poco conoci-
miento de los términos técnicos que tenían los copistas medievales a través de los
cuales nos ha llegado su tratado. Alberfi no tenía demasiada consideración hacia Página opuesta: J.Hejduk: Croquis para "The Geneticist'
el esdlo del arquitecto romano: "Vitruvio escribió de una manera tan poco ele- Vladivostok, 1989.

gante que los latinos lo acusarían de parecer griego, y los griegos de hablar latín;
pero en realidad su prosa no parece ni latín ni griego, ni ciertamente escribió para 1 VITRUVIO, M. L.: Los diez libros de arquitectura. Iberia D. L.,
nosotros, ya que no lo entendemos"^. Quizá por este motivo Alberti redefinió los Barcelona, 1985.
2 ALBERTI, L. B.: De Re Aedificatoria o Los Diez Libros de
términos y los conceptos, pero recogió la noción vitruviana de simetría, si bien con Arquitectura, Col. Arquitectos Técnicos de Oviedo, Oviedo, 1975.
el nombre de gradación, su idea compositiva central y jusdficativa de la belleza, que (Ed. facsímil de la edición de 1582.)

51
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50. March & Steadman: los 17 grupos simétricos


regulares en el plano.

53
implica correspondencia entre las partes y jerarquía entre ellas, y que supone uni-
dad, centralidad, clausura y delimitación. Esta concepción se repetirá insistente-
mente en los tratadistas del Renacimiento, desde Durero hasta Palladlo, y se reflejará
más en los modelos de simetría central que en los de simetría bilateral.
Palladlo - q u e , por otra parte, llega más lejos que Alberti en la definición del
cuadrado y el círculo con simetrías centrales fiaertes como formas perfectas- es
quien asume también con más claridad los sistemas compositivos en simetría espe-
cular de la arquitectura romana, que traslada sistemáticamente a todas sus obras -
con la extraordinaria excepción de la Villa R o t o n d a - , y que defiende también en su
tratado IQuattro Libri deU'Architettura: "Y hay que adverdr que aquellas habitaciones
de la parte derecha deben responder y ser iguales a aquellas de la mano izquierda,
de manera que la obra sea igual tanto en un lado como en el otro"^.
Esta limitación de la antigua concepción de la simetría a la correspondencia
por reflexión respecto de un plano vertical se acentuará a lo largo del barroco y de
la arquitectura Beaux Arts, con el paréntesis de algunos proyectos visionarios de los
arquitectos iluministas.
El concepto de simetría asumido científicamente fue explicitado por el cris-
talógrafo inglés J. D. Bernal en 1938: "Los conceptos básicos de simetría tridi-
mensional son los de rotación, por ejemplo, la simetría de las flores; los de
inversión, como en las diferencias entre las manos derecha e izquierda; y los de
combinación entre ellos y con los movimientos directos en el espacio. Esto sólo
es posible en un número limitado de posiciones: 230 para tres dimensiones, 17
51. Palacio septentrional de Tell-el-Amarna, en Egipto,
para dos; pero esto únicamente para las figuras regulares. Alterando la escala pue-
hacia 1370 a. C.
den introducirse una larga serie de armonías internas dependientes esencialmente
de la simetría"!
H. Weyl, en su definitivo libro sobre la simetría, aparte de certificar las preci-
sas 17 posibilidades de la simetría regular en el plano, comenta sus variados atri-
butos y el uso que los grafistas han hecho de sus posibilidades: "Difícilmente se
puede subestimar la profundidad de la imaginación geométrica y la inventiva refle-
jada en estos patrones. Su construcción está lejos de ser matemáficamente trivial.
El arte del ornamento condene de manera implícita las más bellas piezas de la alta
matemática conocidas por nosotros''^.
La concepción matemáfica, por tanto, identifica la simetría con el procedi-
miento y el resultado de aplicar a formas simples los tres movimientos fundamen-
tales de traslación, rotación y reflexión. Las combinaciones generan giroides
3 PALLADIO, A.: IQuattro Libri deirArchitettura, Ulrico Hoepli Ed., (rotaciones más reflexiones), helicogiros (rotaciones más traslaciones) y transreflexio-
Milán, 1980. nes (traslaciones más reflexiones). L.March y Ph.Steadman muestran en unos dibu-
4 BERNAL,]. D.: "Art and scientists, a Circle", InternationalReview
ofConstructiveArt,E. Weghe, Nueva York, 1938. jos explicativos los 17 grupos simétricos en el plano^ (FIG. 50). La visión conjunta
5 WEYL, H.: La simetria, Ed. Promoción Cultural, Barcelona 1975. de estas posibilidades regulares nos manifiesta que los esquemas arquitectónicos y
6 MARCH, L. & STEADMAN, Ph.: Thegeometry of environment. An
urbanos han utilizado sólo algunos de estos 17 grupos. Se han dado los tres movi-
introduction to spatial organization in design, Londres, RIBA Publ. Ltd.,
Londres, 1972. mientos simples: la traslación o repetición rítmica, las rotaciones de las simetrías

54
centrales y las reflexiones propias de la simetría bilateral. También se han dado
combinaciones de rotaciones y reflexiones, pero sólo en algunos casos singulares
encontramos helicogiros y transreflexiones.
Para nuestro propósito, sin embargo, incluso las combinaciones simples
deben ser tratadas de m o d o diferente. El concepto de simetría de traslación será
analizado en el próximo capítulo con el nombre de "repetición rítmica", y procu-
raremos distinguir también las distintas connotaciones de las simetrías de rotación
o centrales y las de reflexión o bilaterales.

IMÁGENES SIMÉTRICAS

Tanto la simetría como la geometría se han apHcado en todos los periodos de


la historia, trascendiendo culturas y épocas, de tal modo que no es posible identi-
ficarlas con un estilo específico, ni otorgarles lecturas precisas que las harían aptas
para determinadas concepciones arquitectónicas y estériles o rechazables para
otras. A pesar de su aparente rigidez, las aplicaciones de la simetría han tenido con-
notaciones diversas e incluso opuestas, vehiculando ideas arquitectónicas dispares.
La simetría bilateral era una herramienta de proyecto conocida ya en las cultu-
ras antiguas, especialmente aplicada en los monumentos religiosos y colectivos. Los
palacios de Tell-el-Amarna (FIGS. 51, 78), los templos de Karnak o las ciudades fline-
ranas de Ramsés II y Ramsés III (FIG. 52) en Egipto son ejemplos en los cuales es inte-
resante observar un fenómeno que se repeürá casi siempre: son escasísimos los casos
de simetrías bilaterales puras, mientras que abundan las concreciones flexibles de este 52. Ciudad funeraria de Ramsés III, hacia 1200 a. C.

procedimiento compositivo y, en consecuencia, las perturbaciones de la simetría


especular exacta. Los palacios de Tell-el-Amarna se engarzan entre sí a través de un
conjunto complejo de ejes ortogonales de simetría que rompen parcialmente la
correspondencia exacta según cada eje. Los templos de Karnak, al igual que los de
Ramsés III, son simétricos en sus esquemas generales, pero no en las divisiones inte-
nores ni en las celdas secundarias, y a menudo encontramos también pequeños tem-
plos laterales armados sobre ejes transversales al eje principal. La pluralidad de
funciones que cualquier organismo arquitectónico de ciertas dimensiones debe
satisfacer es dificilmente compatible con la elementalidad de la simetría de un solo
eje, en cambio la combinación de ejes o las alteraciones parciales de la correspon-
dencia bilateral poseen una considerable eficacia arquitectónica.
No encontramos esta flexibilidad ni en el Partenón ni en la mayoría de los
templos, estoas, teatros y otros edificios públicos griegos. El Erecteion (FIG. 53), con
sus tres ejes, es una curiosa excepción en una arquitectura culta de simetrías sim-
ples, que parece contradictoria con la concepción democrádca de la sociedad pro-
pia de los habitantes de la polis. Cabe señalar, sin embargo, que las dimensiones
de estas arquitecturas no son casi nunca colosales, y que su posición respecto a las

55
directrices de los recorridos es casi siempre escorzada y lateral, en un claro inten-
to de reducir la monumentalidad del edificio. C o m o hemos tenido ocasión de
comentar antes, la sensibilidad moderada de los griegos de la época clásica recha-
zaba las composiciones simétricas, tanto simples como complejas, a escala urbana,
m^'^'^wïw m m que aparecerán sólo de manera esporádica en la época helenística.
Esta elementalidad de la simetría griega es excepcional en la evolución de la
arquitectura. Las grandes simetrías bilaterales y centrales se darán especialmente en
los foros de las ciudades romanas (FIG. 54), así como en numerosas villas aisladas.
El gran conjunto de la Villa Adriana (FIG. 55) en Tívoli es un buen ejemplo del
eclecticismo de la arquitectura romana del siglo II, pero también un caso extremo
de un sistema de composición basado en la profusión a gran escala de ejes de sime-
tría articulados.
A pesar de que la versatilidad de la simetría plural permite su adaptación a
una notable disparidad de usos, no hay duda de que imprime a las obras unas con-
notaciones culturales que se han explotado copiosamente en edificios institucio-
nales, y menos en los domésdcos y residenciales. A menudo, y ya en estas épocas,
encontramos edificios de viviendas construidos según geometrías rigurosas, pero
pocas veces los esquemas simétricos se aplican a estas tipologías aunque se perci-
ban los esfuerzos para acercarse a ellos (FIG. 19). La célula de la vivienda condene
una diversidad funcional que se ajusta mal a un simple eje de simetría. Además, las
dimensiones del edificio no suelen permitir la multiplicación de dichos ejes, aun-
ÜuiLAJii® « ^ · d que más adelante veremos algunos ejemplos de esta posibilidad. Sin embargo, en
las fachadas de muchos edificios residenciales se observa ya la voluntad de sime-
trizar, como si la simetría otorgara a la construcción unos objetivos de orden supe-
rior que la rescatasen de su dimensión exclusivamente funcional.
53.a Planta del Partenón en la Acrópolis de Atenas. Esta pretensión no es propia de las casas de la ciudad medieval, ni siquiera
de los palacios o edificios civiles de esta época. Sin embargo, la simetría sigue uti-
lizándose en las iglesias y en las catedrales, si bien de la manera articulada y male-
able propia de las construcciones prolongadas en el tiempo, fruto de procesos
lentos de agregación, transformación y superposición (FIG. 56) y, por tanto, con una
diversidad de ejes y unas alteraciones que dotan de riqueza y de ambigüedad a la
simetría.
R. Wittkower sosdene, como ya hemos comentado en el pnmer capítulo, que
la arquitectura del Renacimiento se asienta sobre una escala de valores que culmi-
na en la arquitectura sacra, y en concreto en las iglesias de planta central, es decir,
con un eje verdcal de simetría. En efecto, Alberd, Filarete, Francesco di Giorgio,
Leonardo (FIG. 57), Bramante, Peruzzi y otros coincidirán en manifestar que en las
iglesias de planta central - y sólo por extensión en otros edificios y en la misma ciu-
dad perfecta- se condensan los ideales estéticos de la época. Ciertamente, los cuer-
pos geométricos simples de simetría central, en pardcular el círculo, el cuadrado,
los demás polígonos regulares o la cruz griega, consdtuyen la plasmación de los

56
ideales de centralidad, unidad, clausura y armonía propios de la época. Todos estos
artistas se encuentran inmersos en las corrientes neoplatónicas que, a través de
Plotino y de los teólogos místicos medievales, se expandieron a lo largo del siglo
• • • •
XV, y estas corrientes implican la asunción de la estructura matemática y armóni-
ca del universo, y la identificación de los ideales religiosos con las figuras geomé-
tricas simples. Las iglesias de simetría central tendrían, pues, sus raíces en la iiai;,!'!.
cosmología platónica, y serían auténticas construcciones simbólicas a las cuales se
subordinarían incluso las exigencias del culto. I4 - f .
A pesar de esta general coincidencia (con la excepción ya comentada de
Brunelleschi), los arquitectos de la época no justifican sus preferencias de la misma
manera. Alberti pretende legitimar sus elecciones por medio de la imitación de la
-IR
fí:
naturaleza —el círculo, para él, es la forma más perfecta que encontramos en ella—,
por medio de la historia -insistiendo en la importancia de los templos circulares 7.
r o m a n o s - y por su concepción de la belleza en tanto que integración racional de
proporciones armónicas, que es la que debe suscitar la piedad religiosa. Filarete
habla de la geometría del círculo desde un punto de vista psicológico. Francesco 53.b Planta del Erecteion en la Acrópolis de Atenas.

di Giorgio justifica su interés por las plantas centrales a parfir de datos empíricos.
Bramante, Leonardo y Luca Pacioli consideran que los templos deben ser reflejos
del cuerpo humano, y pretenden, conceptuosa e ingenuamente, que su armonía
deriva de su relación con el círculo y el cuadrado. Palladio sigue las ideas funda-
mentales de Alberti, pero va más allá cuando vindica para los templos la forma cir-
cular o cuadrada, basándose en la correspondencia entre lugar del culto y carácter
de la divinidad.
A pesar de esta convergencia de formas desde ópticas distintas, las construc-
ciones de planta central no abundan durante el Renacimiento. Los proyectos serán
numerosos, pero pocas veces se llevarán a la prácfica, y casi siempre en bapdste-
rios y pequeños templos, de entre los cuales el más conocido es, probablemente,
el de San Pietro in Montorio (FIG. 58), de Bramante. Sólo en estas pequeñas cons-
trucciones, y de manera limitada, se podrá plasmar uno de los anhelos más vigo-
rosos de la arquitectura del Humanismo. Y una frustración semejante, como ya se
ha comentado, se producirá en la concreción de la ciudad ideal (FIG. 59).
La arquitectura y la construcción de la ciudad se resisten a ser utilizadas
como artificios puramente simbólicos, sobre todo cuando estos valores se contra-
dicen con las exigencias prácdcas. La simetría central es mucho más rígida que la
simetría bilateral. N o admite fácilmente ni la combinación de ejes ni la ruptura,
aun puntual, de la exacta correspondencia de las partes con el omnipresente cen-
tro. Es significativo que Palladio, acérrimo defensor de la simetría central para los
espacios destinados al culto, utilizase la simetría bilateral en las tres iglesias que
construyó en Venecià (FIG. 60) y, paradójicamente, sólo aplicase la planta central en
un edificio civil: la conocida Villa Rotonda, en Vicenza (FIG. 61). Sin embargo, los
opulentos patricios venecianos que le encargaban sus villas no le permifieron repe-

57
tir la experiencia de la Villa Rotonda. Palladlo erigirá sus palacios urbanos (FIG. 62) y
sus grandes villas agrícolas (FIG. 63) de acuerdo con la simetría especular, anticipando
lo que más tarde será un tema clásico de la arquitectura barroca de toda Europa.
A mediados del siglo XVII, el arquitecto Le Vau y el jardinero Le Notre pro-
yectaron en Vaux-le-Vicomte una villa de considerables dimensiones insertada en
un paisaje artificializado todavía más enorme. La conjunción entre el edificio, los
jardines y los canales se realizó a través de un gran eje de simetría bilateral, que
sólo en los jardines admitía las conocidas variaciones mediante ordenaciones tam-
bién axiales perpendiculares a la directriz principal. Vaux-le-Vicomte tiene la rigi-
dez de las simetrías palladianas, pero sus dimensiones son mucho mayores, y se
pierden definitivamente las amables proporciones renacentistas.
Le Vau y Le Notre pasaron luego a Versalles (FIG. 64), donde se iniciaron las
obras de lo que sería el modelo de residencia real o aristocráfica en todo el cond-
54. Conjunto de los foros de Roma.
nente (FIG. 65). Los ejes de simetría se dilataron todavía más, como si su crecimien-
to fiiese proporcional a la progresión del poder absoluto de las monarquías
europeas. En este caso, la simetría se presentaba como una herramienta idónea
para denotar la potestad de los monarcas, y de hecho en todas las capitales euro-
peas se construyeron las residencias reales y las de la nobleza siguiendo siempre los
esquemas de la simetría de reflexión. Pero también en casi todos estos casos las
grandes villas se construyeron en campo abierto, como si la pretensión de centra-
lizar y ordenar sólo pudiera desplegarse en todo su esplendor allí donde no había
ni hombres ni ciudades.
Es cierto que también se produjeron notables operaciones de reforma y
extensión en muchos núcleos urbanos, especialmente en las capitales. El modelo
del tridente viario (FIG. 66) —un fragmento de la ciudad estelar renacentista trans-
formado según el canon de la axialidad especular— se implantó en muchos perí-
metros urbanos liberados por la demolición de las murallas y los baluartes. Sin
embargo, en el interior de la ciudad los grandes ejes ordenadores pocas veces eran
posibles, y los sistemas compositivos se basaron más en la geometría regular de las
plazas y en la repetición uniforme de las fachadas.
A mediados del siglo XVIII De Sanctis y Specchi proyectaron en Roma la
escalinata de la Trinità dei Mond (FIG. 67). C o m o ya hemos dicho, una de las carac-
terísdcas específicas del barroco romano era la tensión espacial surgida de la inser-
ción, de manera tangencial y escorzada, de unos monumentos de cierta magnitud
en el interior de unos espacios urbanos reducidos. La escalinata de la Trinità dei
Monti representa un intento de insertar un gran artefacto simétrico en un p u n t o
de la ciudad con una topografia difícil y unas condiciones urbanas imprecisas. El
centro de la fachada de la Tnnitá coincide con el eje de Via Condotd, pero ni la
directriz de la plaza de España, desde la que arranca la escalinata, ni la de la facha-
da de la iglesia son perpendiculares a dicho eje. El artefacto proyectado por De
Sanctis y Specchi constituye un ejemplo insólito de simetría bilateral, ya que para

58
57

60

55. Villa Adriana en Tívoli, siglo II d. C.

56. Iglesia de Mont-Saint-Michel.

57. L d a Vinci: estudio de iglesia de planta central, 1488.


58. Alzado y sección de S. Pietro in Montorio según
Palladio.

59. Vista de la ciudad de Palmanova, Veneto.

60. A.Palladio: planta de la iglesia de S.Giorgio


56 Maggiore, Venecià.

59
adaptarse a este contexto la correspondencia entre una parte y otra del plano de
simetría no se realiza mediante rectas perpendiculares a dicho plano, sino median-
te rectas ligeramente anguladas. Desde este extraño eje, la fachada de la iglesia y la
directriz de las gradas no pueden verse frontalmente, sino al bies. El conjunto
posee desde luego otras cualidades, pero no hay duda de que la especial tensión
que adquiere surge en gran medida de esta singular utilización de la simetría, y
muestra otra posibiUdad de un mecanismo compositivo aparentemente primario.
La simetría de reflexión propia del barroco fue también una norma compo-
sitiva de los arquitectos Beaux Arts. El método es distinto del utilizado por los
arquitectos del iluminismo, pero el principio de la simetría permanece inviolable.
Boullée escribe que "los principios constitutivos de la arquitectura nacen de la
simetría, la imagen del orden, ya que toda disparidad es indignante en un arte fun-
damentado en el principio de la paridad"^. Sin embargo, los dibujos de este ilu-
minado, al igual que los de Ledoux, nos muestran unos proyectos que son más
vigorosos por su geometría contundente que por su simetría bilateral (FIG. 46). La
composición por pabellones propia de los arquitectos de la Revolución, según los
comentarios de E. Kaufmann ya citados, implica una relativa autonomía de las par-
tes y, por tanto, una geometría rigurosa y cerrada de las diversas unidades que con-
figuran el organismo arquitectónico. Cada una de estas piezas suele levantarse
sobre simetrías centrales, y también el conjunto se articula a partir de un centro.
Como es habitual en una época de refundación arquitectónica, se recurre de nuevo
a la unidad y a la clausura de aquellas geometrías simples que suelen tener sime-
trías centrales. Sin embargo, los proyectos de Boullée son más unitarios y hermé-
ticos que los de Ledoux. Para Boullée no tenía sentido la composición por
unidades autónomas. Por tanto, la fuerza geométrica y la simetría central serán más
61. A.Palladio: planta y sección de la Villa Capra, "La Rotonda'
Vicenza.
decisivas (y también más impracdcables) en su arquitectura que en la de los demás
arquitectos de la época.
En el método compositivo de Durand, basado en el entramado de módulo
cuadrado, los ejes bilaterales y centrales juegan también un papel clave en el arma-
do de las unidades modulares (FIG. 68). No obstante, la eficacia de la simetría bila-
teral como método compositivo se manifiesta mejor en una de sus láminas
aparentemente secundarias. Durand demuestra la posibilidad de distribuir una
vivienda en un solar irregular encajando las diversas dependencias por medio de
una multiplicidad de simetrías cruzadas (FIG. 69), que permiten ajustar la organiza-
ción interna tanto a las dificultades del perímetro como a la disparidad de usos de
la vivienda. No se trata de un caso singular, y muestra la versafilidad de un instru-
mento ordenador asociado normalmente a la arquitectura monumental. Sin
embargo, este uso dúcfil de la simetría bilateral constituye una habilidad de Durand
que no poseerán muchos arquitectos academicistas. La aplicación, tanto a los edi-
ficios públicos como a las viviendas, de ejes de simetría será muy a menudo pri-
7 BOULLÉE, E. L.: Arquitectura. Ensayo sobre el arte,
Ed. Gustavo Gilí, Barcelona, 1985. maria, y provocará las airadas invectivas de los expertos más sensibles.

60
LA SIMETRÍA REPUDIADA

"Simetría, una infeliz idea por la cual sacrificamos en nuestras casas nuestro
confort, a veces nuestro sentido común, y siempre mucho dinero."^ Esta frase de
Viollet-le-Duc ejemplifica la actitud de unos pocos arquitectos y teóricos del siglo
XIX, que se dan cuenta de la banalización de un sistema de orden de larga tradi-
ción que en el pasado había tenido connotaciones más ricas: "Simetría significa
hoy, en el lenguaje de los arquitectos, no un equilibrio, una relación armoniosa de
las partes con el todo, sino una semejanza de partes opuestas, la reproducción exac-
ta a la izquierda de un eje de aquello que está a la derecha"^. Contra esta idea de
pura correspondencia bilateral, Viollet-le-Duc reivindica la antigua acepción vitru-
viana y renacentista de la simetría. Argumenta que la simetría, tal como sucedía
con el referente a la naturaleza, no equivale a una forma, sino que es el principio
que gobierna su crecimiento, su formación y su desarrollo. Este principio implica
una unidad de patrón y unas leyes que dirigen sus combinaciones. Precisamente
su defensa de la ojiva no nace tanto de una imitación romántica del esplendoroso
gótico francés como de la idea de que su forma puede convertirse en generatriz de
todo un sistema estructural y al mismo tiempo formal: la unidad de patrón que
despliega la simetría vitruviana de todas las partes en un proceso inverso al propio
del Renacimiento.
También J. Ruskin, a pesar de su interés por las formas de los cristales —for-
mas en simetría-, que concretó en una serie de lecciones sobre los elementos de
cristalizaciónio, fue un crítico feroz de la banalización de la simetría, para él, el
"signo de un trabajo completamente nefasto, inútil y vulgar", con la diferencia, res-
pecto a Viollet-le-Duc, de que su reputación como teóñco del arte perduró hasta
proyectarse sobre la arquitectura moderna. "El estigma de Ruskin de la simetría for-
mal se convirtió en grito de batalla de los protagonistas y polemistas del
62. A. Palladio: planta y fachada del palacio Valmarana, Vicenza.
Movimiento Moderno en arquitectura, sobre todo, de los miembros de De Stijl, de
algunos teóricos de la Bauhaus y de los constructivistas rusos."ii
En realidad, el rechazo frontal de la arquitectura académica por parte de los
arquitectos modernos implicaba también el rechazo del método compositivo que
mejor caracterizaba la tradición Beaux Arts, y es evidente que los inéditos paráme-
tros con los que se evaluará la bondad de la nueva arquitectura no tienen nada que
ver con los mecanismos de la simetría. Los referentes formales, a menudo empla-
zados en el campo de la pintura cubista, neoplástica o suprematista, la nueva con-
cepción del espacio derivada de la planta libre y los aforismos funcionalistas dan
lugar a formas externas de una flexibilidad compositiva sin precedentes que choca
8 VIOLLET-LE-DUC, E. E.: L'architecture raisonnée. Extraits du
con el anquilosamiento de la simetría elemental beauxarfiana. Dictionaire de l'architecturefrançaise, Hermann Ed., París, 1978.
Sin embargo, pocas veces los arquitectos del Movimiento Moderno explici- 9 VIOLLET-LE-DUC, E. E.: L'architecture raisonnée, op. cit.
10 RUSKIN,].: The Ethis ofDust, Londres 1866.
tarán y razonarán su rechazo a la simetría. Zevi lo resumió más tarde para ellos con 11 MARCH, L. & STEADMAN, Ph.: Uegeometry of environment,
la ferocidad verbal que le caracterizaba: "La simetría es una invariante del clasicis- op. cit.

61
mo. Por tanto, la asimetría lo es del lenguaje moderno. Extirpar el fetiche de la
simetría significa recorrer un largo tramo del camino que conduce a la arquitectu-
ra contemporánea. Simetría = despilfarro económico + cinismo intelectual (...) Es
un síntoma de pasividad y de pereza mental (...) La simetría es un síntoma parti-
cular, macroscópico, de un tumor proliferado capilarmente, cuyas metástasis son
infinitas: la geometría" 12.
A pesar de ello, el rechazo de la simetría bilateral y central en las diversas
corrientes del Movimiento Moderno no queda claro ni es absoluto. C o m o hemos
comentado, la simetría puede ser utilizada de múltiples maneras y admite aplica-
ciones flexibles que no fienen por qué manifestar los siniestros significados que le
atribuye Zevi. Los arquitectos más capaces han sabido escapar siempre de la rigi-
dez inanimada que puede connotar, c o m o ya hemos mostrado extensamente.
Y podemos seguir mostrándolo con Lutyens, por ejemplo. En sus country houses, la
simetría es capaz de establecer órdenes maleables en edificios intrincados. En
Folly Farm (FIG. 70), al igual que en muchas otras obras, cada dependencia se con-
figura mediante un eje de simetría, pero los diversos ejes no se articulan por medio
de un eje central, sino a lo largo de unos recorridos que casi siempre son transver-
sales a los ejes. Los accesos a los diversos espacios no son casi nunca centrales, y la
percepción de la bilateralidad es transversal y dinámica. Los recorridos, por otra
parte, no tienen una única directriz rectilínea mediante la cual resultaría obvia, per-
ceptible con un solo vistazo, la disposición general del edificio, sino que se desa-
rrollan en un entramado de pasos articulados de un m o d o nada evidente. En
Marshcourt y en Homewood (FIG. 71), el procedimiento no es tan radical: la facha-
da principal presenta un eje de simetría que coincide con el acceso, pero una vez
dentro, las simetrías y los recorridos se vuelven a desdoblar en dos sistemas autó-
nomos que sólo coinciden en algunos casos.
La manera como Wright utiliza los ejes de simetría en sus prarie houses se pare-
ce a los procedimientos de Lutyens. Si tomamos como ejemplo la Casa Martin
(FIG. 72), observaremos también una disposición de ejes cruzados, más acentuados
aún que en las country houses, que vertebran en un orden complejo unos grupos de
dependencias relativamente autónomos. E. Bru ha comparado cuidadosamente los
métodos de aplicación de la simetría en ambos arquitectos para extraer de ellos
diferencias relevantes. En Lutyens, el volumen del edificio se manfiene compacto,
y sus espacios interiores son recintos cerrados. En Wright, los ejes secundarios son
capaces de arrastrar algunas partes de la construcción que emergerán y se segrega-
63. A.Palladio: Villa Zeno, Cesalto. rán del volumen principal. Por este motivo la manera de concebir el espacio se ha
identificado con la fluencia de la primera época miesiana. Sin embargo, como
64. Le Vau, Le Nòtre, Hardouin-Mansart: planta del palacio y los
jardines de Versalles a finales del reinado de Luis XIV. advierte Bru, "en Wright, la organización básica de la planta desde dos ejes ortogo-
nales, su interrupción en el punto virtual de cruce, y el mismo despliegue de la plan-
12 ZEVI, B.: Illinguaggio moderno delVarchitenura. Guida al códice anti-
ta desde ejes secundarios, provocan que el espacio gire alrededor de aquel centro
classico, Einaudi Ed., Turín, 1973.
13 BRU, E.: Sis idees deVordre, tesis doctoral, Barcelona, 1987. opaco y a veces desplazado (...) Sólo en este senfido se puede hablar de fluencia"i3.

62
Desde luego, no es habitual la simetría en las obras de aquellos maestros del
Movimiento Moderno que, como Le Corbusier, se alimentan de las sugerencias
formales del cubismo y del neoplasticismo. En sus escritos hay una enardecida vin-
dicación de la geometría, pero no hay referencias a la simetría bilateral, aunque elo-
gie a Luis XIV, el "rey urbanista", por su robusta concepción de Versalles. Su
arquitectura más emblemática adopta el rigor del prisma único o el de los prismas
articulados, pero casi nunca el de la simetría.
Sin embargo, sus propuestas urbanas son bien distintas. Tanto el Plan Voisin
para París como su esquema de Ciudad para tres millones de habitantes (FIG. 73) son pro-
yectos construidos sobre un único y pavoroso eje de simetría. Precisamente allí
donde la complejidad funcional, la variedad y la fragmentación son más necesarias,
el instrumento compositivo utilizado es el más elemental y reductivo. De nuevo el
mesianismo urbano, al igual que en la mayoría de las ciudades utópicas, se vehicu-
la a través de los sistemas de orden más primarios. La claridad y la fuerza del men-
saje que Le Corbusier quería transmitir son, efectivamente, proporcionales a la
elementahdad de la composición, y no cabe duda de que el arquitecto las necesita-
ba para emitir propuestas tan radicalmente opuestas a la imagen urbana de la ciu-
dad histórica. Sin embargo, el carácter primario del mensaje revela también una
reticencia a admitir los aspectos más extraordinarios y propios de la ciudad: su infi-
nita pluralidad y su resistencia a amoldarse a formas cerradas prefiguradas.
No obstante, los proyectos específicos de Le Corbusier para algunas ciudades
son muy diferentes. Sin renunciar a la gran magnitud, a la idea vigorosa, a la mega-
estructura potente. Le Corbusier es capaz de inventar formas imaginativas inéditas
que son también flexibles y dialogantes con el lugar. El Plan Ohus (FIG. 145) para Argel
o los breves croquis para Río de Janeiro y Montevideo (FIG. 229) son ejemplos de
esta inteligencia para imaginar insólitas ciudades con unas dimensiones geográfi-
cas comprometidas con el territorio. Y en estos casos no será precisamente la sime-
tría la herramienta formalizadora del proyecto.
Wright y Le Corbusier no son los únicos arquitectos influyentes que utilizan
la simetría. Mies van der Rohe, en su etapa americana, tiende cada vez más a la 65. Planta de Blanheim Palace, Mariborough, Oxfordshire.
regularidad y la claridad geométricas, reaccionando contra las composiciones espa-
66. Tridente de la plaza del Popolo, Roma.
ciales demasiado elaboradas y entretejidas. La simetría neta surge de manera natu-
ral como consecuencia de esta opción, y se hará visible tanto en la ordenación del
campus del IIT de Chicago (FIG. 74) como en el Crown Hall (FIG. 75), el edificio más
emblemádco del lugar. Las obras de Mies tendrán suficiente influencia como para
que en América se hable, durante la década de los cincuenta, de un neopaladia-
nismo moderno. En realidad, la simetría es un instrumento secundario dentro del
método reticular de Mies, pero lo bastante significativo como para desmentir las
invectivas de Zevi.
De Kahn a Ando, de Stirling a Siza o a Perrault, la prácdca totalidad de los
arquitectos contemporáneos han utilizado la simetría en un momento u otro, a pesar

63
de que no sea un procedimiento compositivo habitual y de que haya dado lugar, por
otra parte, a inspiradas sutilezas, como las ingeniadas por Viaplana y Piñón en el
Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, donde el juego con la prohibida
dualidad y la falsa simetría lo convierten en una obra perturbadora.

SIMETRÍA Y ESTRUCTURA

La percepción de un objeto o conjunto simétrico implica la percepción de una


correspondencia de formas y posiciones respecto a un eje o un centro. Por tanto,
percibimos virtualmente este centro o este eje, pero sobre todo vemos la relación
que se establece entre cada punto o elemento y su homólogo. Comprendemos el
conjunto como un sistema de relaciones, es decir, como una estructura formal.
Desde esta óptica la simetría tiene, pues, una función parecida a la de la geometría:
la de crear conjuntos estructurados o, más genéricamente, conjuntos dotados de
orden formal. Así, cabe entender la simetría más como una herramienta construc-
tora de orden que como un objetivo en sí de la composición. Conviene hacer hin-
capié en esta afirmación, ya que explica qué tienen en común la geometría y la
simetría. El orden formal se perfila como el objetivo de la composición, mientras
que la geometría y la simetría serían eficaces procedimientos para alcanzarlo.
El orden de la simetría posee sin embargo unas connotaciones distintas del
orden de la geometría. En la simetría, la percepción de la relación entre los ele-
mentos es simultánea a la percepción del equilibrio entre los mismos, un fenóme-
no que no existe necesariamente en la geometría. Dicho equilibrio puede ser
67.a A.Specchi, F. de Sanctis: vista de la escalinata de la Trinità dei estático en el caso de la simetría central, donde el conjunto queda fuertemente
Monti, Roma.
anclado por el centro, o bien dinámico en el caso de la simetría axial, puesto que
nos invita a recorrer con la vista el eje de equivalencia.
En cuanto a las composiciones más complejas basadas en ejes articulados, se
producen en ellas roturas parciales del equilibrio que suelen compensarse con la apa-
rición de nuevos ejes. La estabilidad es más precaria, y el conjunto se dota de cierta
tensión dinámica, de unas pulsaciones en las que la percepción ligeramente ansiosa
del desequilibrio se aplaca enseguida con el descubrimiento de una nueva simetría.
A pesar de esta elasticidad, no cabe duda de que la denotación de equilibrio
específica de la simetría conlleva, más o menos explícita, una connotación de rigi-
dez y de elementalidad que por lo general no tiene la geometría. Por ello no es
extraño, aun con las numerosas excepciones citadas, que la arquitectura moderna,
que ha logrado cotas impensables de libertad compositiva, vea la simetría con la
reticencia con que se mira un instrumento restrictivo de resonancias académicas.
Ni las capacidades ni las limitaciones de la simetría parecen explicar la extra-
ordinaria universalidad de su aplicación. Desde luego, el sentido del equilibrio es
una apetencia innata de nuestra percepción que se ve colmada al observar una dis-

64
posición simétrica. Cualquier persona sin una educación específica de la sensibili-
dad tiende a situar los objetos en equilibrio estático, ya sea un jarrón en el centro
de una mesa o una serie de bibelots en una estantería. No cabe duda de que esta efi-
cacia de la simetría para conseguir un equilibrio inmediato ha condicionado nues-
tro trabajo de arquitectos. Sin embargo, siempre hemos sabido que el equilibrio no
es el único atributo (ni siquiera tiene por qué serlo) de la arquitectura, y que, por
otra parte, la estabilidad compositiva puede conseguirse de manera más sutil por
medio de otros métodos. ¿Por qué, pues, su uso es tan uñiversal? Quizá obtenga-
mos la respuesta en una incursión a la morfología de los seres vivos.

LA S I M E T R Í A DE LOS A N I M A L E S SUPERIORES

La naturaleza nos ofrece una sorprendente semejanza en las formas de los


animales superiores. Parece prodigioso que la casi totalidad de los animales pre-
senten simetría bilateral, aunque unas pocas especies respondan a la simetría cen-
tral. Es posible que la visión de estas criaturas y de nuestra propia morfología haya
condicionado nuestra percepción y nuestro sentido de la belleza. De hecho, las vie-
jas - p e r o persistentes- teorías sobre la mimesis de la naturaleza, con la analogía
67.b A.Specchi, F. de Sanctis: planta de la escalinata de la Trinità
antropomòrfica como ideal estético, parecen confirmarlo, y la arquitectura se ha dei Monti, Roma.
alimentado de ellas permanentemente. La formación de un amplio patrimonio de
edificios hechos a la manera de los organismos vivos, es decir, mediante simetría
bilateral, üende por otra parte a reproducirse, puesto que en mayor o menor grado
las arquitecturas nuevas toman las viejas como referentes formales. Ya hemos
comentado antes que Argan explicaba cómo la mimesis fue interpretada durante
el Renacimiento, no tanto como imitación de la naturaleza, sino como imitación
de los clásicos, construyendo lenguajes que conllevaban la utilización de los mis-
mos sistemas compositivos. La simetría bilateral se multiplica así en progresión
geométrica.
Sin embargo, a diferencia de los organismos vivos, la simetría bilateral o cen-
tral en arquitectura casi nunca parece plenamente justificada. ¿Por qué la simetría
es tan sistemáfica y universal en los animales? Es una lásfima que el morfólogo
D'Arcy W. Thompson no respondiera directamente a esta pregunta en su monu-
mental obra sobre el crecimiento y la forma^^, aunque indirectamente sí nos ofre-
ce preciosas indicaciones a través de sus rigurosos análisis de algunas excepciones
a la regla. Sin embargo, entre los biólogos no caben dudas acerca de la eficacia de
la simetría bilateral en la evolución, una invención morfológica que da lugar a la
gran manifestación creativa de la historia de la vida conocida como "explosión
cámbrica", de la cual deriva toda la complejidad de la vida animal. El éxito de esta
línea evolutiva va ligado al movimiento. Por tanto no parece dificil deducir que la
14 D'ARCY W. T H O M P S O N : Sobre el crecimiento y la forma,
simetría bilateral en los animales es el resultado del operativo equilibrio entre las Blume Ed., Madrid, 1980.

65
exigencias internas, el movimiento y las solicitaciones externas.
Las funciones internas de los animales evolucionados y del hombre son casi
siempre disimétricas, y tienen su reflejo en una disposición también disimétrica, si
bien compensada, de los órganos interiores. La forma periférica, en cambio, debe
responder a las exigencias externas del animal —especialmente al desplazamiento—
y a las fuerzas exógenas: la de la gravedad y las del contexto. Aunque las fuerzas del
contexto son siempre asimétricas -desde la orientación solar hasta las rugosidades
topográficas-, el movimiento del animal, con sus cambios continuos de posición,
hace que se neutralicen. Por consiguiente, el ambiente pasa a ser homogéneo, y sólo
la gravedad (fuerza vertical) y el movimiento (directriz horizontal), que se sintetizan
en un plano vertical de simetría, inciden en la morfología externa de los animales.
68
Cuando el movimiento es secundario o no existe - c o m o en las estrellas o los eri-
zos de mar-, el componente horizontal del desplazamiento desaparece, y las soli-
citaciones externas se reducen a una fuerza vertical cuya traducción es un eje central
de simetría. Resulta lógico, tal como ocurre realmente, que la respuesta morfológi-
ca sea en este caso el eje vertical y no el plano de simetría, si bien cuando se da una
falta absoluta de movimiento dicha respuesta sólo es válida en un medio relativa-
mente homogéneo, donde las fuerzas del contexto, que en este caso no se neutrali-
zan, pierden importancia.
En arquitectura, los funcionalistas estrictos tienen en las criaturas vivientes
un excelente ejemplo, aunque no siempre impecable, de adecuación de la forma a
las solicitaciones funcionales internas y externas. La analogía orgánica, como
hemos dicho, ha sido vindicada por los funcionalistas de todas las épocas, pero la
traslación a la arquitectura del modelo de ajuste de los organismos vivos implica-
ría casi siempre una negación de la simetría, al menos de la simetría simple de un
solo eje, por la sencilla razón de que, a diferencia de los animales, los edificios son
inmóviles, y por tanto las fuerzas contextúales no se neutralizan. La posición del
sol, la pendiente del terreno, la ubicación urbana, los accesos, etc., son circuns-
tancias externas que afectan necesariamente al edificio, y si somos estrictos, en
escasísimos casos estas fuerzas pueden sintetizarse en una única directriz que jus-
fifique un plano de simetría, o en una neutralización absoluta que legitime un eje
central.
Habría que ver también si las necesidades funcionales internas de los edifi-
cios son inscribibles en una estructura simétrica y, aunque algunas funciones
emblemáticas se adaptan a ella perfectamente, otras, como la simple vivienda, se
69
resisten con fuerza. De hecho, la morfología animal nos enseña que las distintas
68. Ejes de cristalización de las unidades modulares, según el exigencias de las funciones internas y externas fienen, o pueden tener, respuestas
método de J. N. L Durand.
diferentes. Un edificio con simetría interior no fiene por qué tenerla en el exterior,
69. J. N.L. Durand: simetrías en la distribución de una vivienda
y viceversa. Aun así, en determinados niveles debe producirse un encaje entre la
en un solar irregular.
forma interior y la exterior si queremos evitar que la construcción compositiva se
fracture. Hay que precisar que, si bien la simetría externa de los animales esconde

66
disimetrías interiores, éstas son secundarias y quedan compensadas —con alguna
notable excepción, como veremos-. Asimismo, algunas partes sustanciales de la
estructura interna - c o m o el esqueleto de los vertebrados- presentan una articula-
ción simétrica. N o obstante, la correspondencia interior-exterior en los animales
superiores plantea aspectos problemáticos que comentaremos más adelante.
En cualquier caso, el funcionalismo riguroso, que explica razonablemente la
considerable cantidad de seres vivos simétricos, no justifica, por las mismas causas,
la abundancia de edificios que también lo son. Naturalmente, no vamos a poner
reparos a la simetría simple del Partenón, aunque sea equívoca respecto a su con-
texto. Nuestra reflexión es una extrapolación de una actitud que no debe ser terca.
A menudo, en ámbitos poco sugerentes, o debido a causas singulares, puede resul-
tar interesante introducir formas con una férrea lógica autónoma. No obstante, no
parece conveniente generalizar esta actitud, y el dinamismo y la vivacidad que
adquieren las asimetrías y las disimetrías nos demuestran que la conversación, pací-
fica o tensa, con un contexto respetable consütuye un emocionante atributo de la
arquitectura.

EL DELFÍN Y LA G Ó N D O L A

En las escasas excepciones a la regla de la simetría se explica con más clari-


dad la interacción entre fijerzas internas y externas que conforman los organismos.
Una de las pocas especies que presentan curiosas anomalías respecto a la
simetría bilateral es la de los cetáceos. Los delfines son una de las familias que las
tienen: una ligera curvatura de la cola y una pequeña asimetría del cráneo. W.
Shuleikini5 realizó cuidadosos estudios sobre la cinemática del delfín. A diferencia
de los peces, cuya onda de penetración en el agua se mandene en un plano - e l
movimiento del cuerpo y las aletas dorsales y ventrales lo permiten-, en el delfín
la onda de penetración se puede descomponer en dos ondas situadas en planos
perpendiculares. En definitiva, el desplazamiento se produce por la torsión del
70. E.Lutyens: Folly Farm, Suihampstead.
cuerpo y el movimiento circular de la cola, de una manera parecida a como avan-
za un torpedo con hélice. D'Arcy W. Thompson^^ observa que este modelo de des- 71. E.Lutyens: Homewood, Knebworth.

plazamiento implica cierto gasto de energía debido al "momento deformante", que


fiende a hacer girar el cuerpo alrededor de un eje, es decir, a retorcer al animal. La
ligera curvatura de la cola, por una parte, y la disimetría del cráneo, que actúa
como amortiguador del componente helicoidal, por otra, contribuyen a corregir
esta tendencia, hasta el p u n t o de que la eficacia dinámica del sistema es conside-
rable: el delfín es notablemente más veloz que cualquier pez. DArcy W. Thompson
puntualiza los análisis de Shuleikin sugiriendo que la contraespiralización del crá-
neo es precisamente el resultado directo del componente espiral de la locomoción.
15 SHULEIKIN, W.: Kinematks of a Dolphin, B.A.S., URSS, 1935.
Así pues, las alteraciones de la bilateraUdad en los cetáceos son el resultado 16 D'ARCY W. T H O M P S O N : Sohre el crecimiento y la forma, op. cit.

67
de un sistema de propulsión inédito. Sería imposible encontrar este sistema en los
animales superiores terrestres, que viven en un medio donde la influencia de la gra-
vedad es dominante, a diferencia de los animales marinos, en los cuales la grave-
dad queda casi anulada por el impulso vertical de la inmersión.
Las máquinas inventadas para desplazarnos tienen también casi siempre una
configuración simétrica (FIG.76). En un coche o en un avión la simetría es una con-
dición ineludible, puesto que su estabilidad al movimiento depende, entre otros
factores, del equilibrio de las fuerzas de rozamiento con el aire respecto al eje de
desplazamiento. Sin embargo, esta condición no tiene sentido, por ejemplo, en los
carruajes que, a pesar de ello, se han construido casi siempre con simetría. Segura-
mente el símil de los seres vivos que se mueven, junto con la percepción del equi-
librio que generan, ha actuado en el acto mental de proyectar un vehículo, más allá
de las estrictas exigencias funcionales.
El perfecto diseño de la góndola, que se depuró a lo largo de siglos, es un
ejemplo singular. Esta embarcación tiene un plano de simetría que, visto en plan-
ta, presenta cierta torsión, y en vertical, una posición ligeramente desplomada
(FIG.77). La asimetría deriva, como ei^ el caso del delfín, de su sistema de propul-
sión. El gondolero, que mueve un único remo, ha encontrado una posición
cómoda en una plataforma lateral de la popa, mientras fija el remo en un punto
también lateral de la borda. El impulso que el remo da en su movimiento de tor-
sión y el peso del gondolero no se equilibrarían si no fuera por esta ligera incli-
72. F. LI. Wright: Casa Martin, Buffalo. nación y disimetría del casco, pensadas para compensar las dos fuerzas asimétricas
del peso y la propulsión.
Sin embargo, la arquitectura no sigue los lentos procesos de perfecciona-
miento constante de una forma ajustada a una función relativamente simple, c o m o
ha sucedido con la góndola, ni sigue tampoco el imperfecto principio de la biolo-
gía darwinista según el cual la función crea el órgano. Es lógico que la considerable
eficacia mecánica de los organismos vivos haya sido percibida c o m o un sorpren-
dente paradigma de las aspiraciones de aquellos arquitectos que han reivindicado la
exacta correspondencia forma-función. No obstante, la analogía orgánica tiene
muchas limitaciones y aspectos falaces, empezando por las contradicciones del
mismo modelo.

68
75.a

73,a

73.a/b Le Corbusier: planta y perspectiva de una pro-


puesta de Ciudad para tres millones de habitantes.

74. L. Mies van der Rohe: Cannpus del IIT, Chicago.

75.a/b L. Mies van der Rohe: vista y planta del Crown


Hall, IIT, Chicago.
73.b 75.b

69
LOS EQUÍVOCOS DE LA M E T Á F O R A
ANTROPOMÒRFICA
El principio de la transparencia de la naturaleza, según el cual la morfología de
los seres vivos transparenta o manifiesta sus funciones, un principio muy aprecia-
do por los funcionalistas, es notablemente ambiguo. Sin duda, la morfología de los
organismos responde a las mismas fuerzas que los constituyen, y los condicionan-
tes físicos se reflejan en su aspecto externo. Siguiendo este principio hemos expli-
cado la simetría externa de los animales superiores. Es lógico que la simetría
externa esconda disimetrías internas que, como la posición del corazón o del híga-
do en los animales superiores y en el hombre, no tienen incidencia exterior. Sin
76. Carrocería del Adier diseñada por W . Gropius en 1930. embargo, otras disimetrías internas, como la de las funciones cerebrales, trascien-
den fuera, al menos en la especie humana, como pasa con la distinción entre dere-
cha e izquierda y con las diferentes funciones y fuerzas que, como consecuencia,
tienen las manos y los pies. ¿Es lógico que la simetría externa encubra también una
asimetría que ya no es sólo interna? La bilateralidad causada por el movimiento y
por la gravedad debería tener, en este caso, una relativa excepción debida a la inter-
vención de una tercera fuerza derivada de la desigualdad de funciones, o debería
llegar a un equilibrio, de manera que los condicionantes externos fuesen borrando
la diferencia funcional del cerebro entre derecha e izquierda, un proceso que no
parecen seguir los organismos vivos en su evolución.
En realidad, la naturaleza no es transparente. C o m o máximo es translúcida, y
se va volviendo opaca en los animales superiores y especialmente en el hombre. La
morfología de estos seres informa poco acerca de su enorme complejidad funcional.
Wright aconsejaba a sus estudiantes que extrajesen lecciones no de la forma de las
personas, los caballos o los perros, sino de los animales inferiores, como las conchas
o las caracolas, cuyas formas son, efectivamente, más transparentes.
En algunos fenómenos de la naturaleza inanimada resulta más fácil observar
el reflejo de las fuerzas que los han creado. Sin embargo, en este caso el orden sólo
es visible en ínfimas partes de un universo sustancialmente amorfo que puede
ocultar infinitos órdenes secretos. En cualquier caso, los objetos artificiales - l a
arquitectura entre ellos- han sido creados por complicadas fuerzas externas que no
mandenen una relación evidente con la forma de dichos objetos. "El artesano
humano debe prever la forma que creará, y debe juzgar la forma obtenida a la luz de
las propiedades deseadas y, de acuerdo con eso, aplicar las manos y las herramientas.
Cuando lo hace, descubre que la fianción por ella misma no determina la forma, y
en este instante crucial la analogía con la naturaleza deja de servirle de guía.''^^
La pretensión de Ch. Alexander de que "una vez trazado el diagrama de fuer-
17 ARNHEIM, R.: "De la función a la expresión", en Hacia una psi- zas en sentido literal (una vez descrito el 'campo del contexto'), éste describirá tam-
cología del arte. Alianza Ed., Madrid, 1980.
18 ALEXANDER, Ch.: Note sulla sintesi dellaforma, II Saggiatore Ed.,
bién el elemento constitutivo de la forma como diagrama complementario de
Milán, 1967 fuerzas"!^ es ilusoria, porque el campo del contexto en la arquitectura está consti-

70
tuido por un conjunto de problemas "mal definidos", en expresión de los teóricos
de la metodología del diseño; y a menudo "inherentemente ambiguos", como afir-
ma R. Venturii9, es decir, que no son traducibles a diagramas de fiierzas precisos.
Es cierto que en algunos casos - c o m o en la arquitectura no autoconsciente de
muchas sociedades primitivas- la evolución lenta ha permitido un proceso de —1 --
^--r . I u-i r
adaptación gradual de la forma a las necesidades que puede tener semejanzas con -Tí i ' jO c :
..„.'.,1_J0'
los procesos biológicos. Pero en la arquitectura culta no se dan estas condiciones.
La introducción de una dimensión cultural en la proyectación no permite plante-
arla como un simple problema de ajuste entre formas y funciones, no sólo porque
muchas funciones son indeterminadas, sino porque la mecánica de la adaptación
funcional es sustancialmente falaz.
En esta mecánica está implícito lo que O. Bohigas llamó "el equívoco de la
predeterminación funcional", que implicaba un proceso causal fuertemente reduc-
cionista de la complejidad arquitectónica, anclado en una mentalidad neoposid-
vista acrítica. Se trata de una metodología que no sólo tiende a eliminar del
proceso proyectual los factores no cuandficables, sino que obvia algunos aspectos
clave de este proceso, como la carga simbólica de las formas, el papel de la memo-
ria y de la intuición formal - e n t r e otros motivos porque no hay posibilidad de 77. Disimetría de la góndola.
definir funciones si no existen intuiciones formales simultáneas-, la expresión de
contradicciones y ambigüedades, o el planteamiento de la obra no como un ajus-
te al contexto, sino como una propuesta activa contra un contexto, fisico o fun-
cional, indeseado. "¿No sería oportuno preguntarnos si es lícito mantener la
analogía biológica de la adaptación? ¿Por qué la forma, ahora que puede ser una
invención sin represiones de la biología elemental, debe seguir respetando un con-
texto, adaptándose a él, en vez de revelarse como instauradora de un nuevo con-
texto? ¿No podríamos pensar en la validez de una forma que, en lugar de ajustarse
a unas funciones, fuese precisamente su c o n t r a d i c c i ó n ? " 2 0
Sin renunciar a la razón crítica y a la falsación, es sustancial introducir inter-
valos de intuición sintética en el proceso de diseño. P. Hein dijo que la intuición
creadora funciona a veces resolviendo problemas que no podían formularse antes
de ser resueltos. En los mejores proyectos, a menudo la definición del problema
forma parte de la respuesta. Y esta idea, aguda y precisa, arrasa cualquier concep-
ción del funcionalismo simpUsta.

19 VENTURI, R.: Complejidad y contradicción en la arquitectura, Ed.


Gustavo Gili, Barcelona, 1972.
20 B O H I G A S , O.: Proceso y erótica del diseño. La Gaya Ciencia,
Barcelona, 1972.

71
LD^- ^
CAPITULO

LAS RECURRENCIAS FORMALES

PERIODICIDADES T E M P O R A L E S Y ESPACIALES

La recurrencia formal, ritmo o periodicidad percibida se ha identificado con las


artes temporales y es, desde luego, consubstancial a la música, la danza y la poe-
sía. Es usual encontrar en los tratados sobre dichas artes expresiones como "al prin-
cipio había el ritmo''^, o "la superposición de dos sistemas, pensamiento y ritmo,
es el primer elemento de la complejidad ordenada, es decir, de la belleza"^.
El ritmo supone la percepción de un mismo elemento o grupo formal en inter-
valos regulares de tiempo. Pero cabe distinguir entre diferentes niveles de recurren-
cia: desde las periodicidades isócronas elementales que conforman una urdimbre
neutra de fondo, hasta las frecuencias más complejas propias de los ritmos dinámi-
cos. Los elementos repetidos cambian, naturalmente, en función del material de
cada arte. En la música, los componentes repetibles propios del sonido varían desde
la intensidad o el timbre hasta la altura o las unidades melódico-armónicas, y en poe-
sía, el material de la lengua hablada permite reiteraciones de unidades silábicas, acen-
tos, sones vocálicos y consonánticos, palabras, estructuras sintácticas o grupos
semánticos.
La transposición del concepto de ritmo a las artes visuales no es puramente
metafórica. La repetición regular puede producirse en el espacio, y los materiales
repetibles pueden ser las formas perceptibles propias de estas artes. El ritmo espa-
cial, en su expresión más primaria, implica equimetría de elementos iguales a lo
largo de una directriz o, más genéricamente, recurrencia isométrica de componen-
tes visibles.
C o m o observadores de la arquitectura y usuarios de la ciudad, la experiencia
de la repetición regular se nos presenta con considerable frecuencia. Podemos 78. Sala hipóstila del palacio real de Tell-el-Amarna, II milenio a. C.
advertirla a múltiples escalas y en lenguajes arquitectónicos dispares, desde las
columnas de un templo clásico a la disposición de los bloques de una Siedlung;
desde la estructura de una iglesia gótica hasta las fachadas de una calle barroca o
los pórticos de una plaza neoclásica.
C o m o hemos dicho antes, los matemáticos identifican la repetición rítmica Página opuesta: Le Corbusier: Croquis de estudio para el
con la simetría de traslación. De los 17 grupos de simetría regular en el plano, el Hospital de Venecià.

ritmo forma parte de aquellos en los que las figuras son invariantes después de apli-
1 C O O P E R , G. & MEYER, L.B.: Ue rhythmic estructure ofmusic,
carles un desplazamiento regular en una o más direcciones; alcanzan, pues, tanto la The University of Chicago Press, Chicago, 1963.
traslación simple como la combinación de traslaciones con giros y reflexiones. 2 PROUST, M.: Le Cóté de Guermantes, Ed. Flammarion, París, 1987.

73
Para explicar esta misma noción se han utilizado a menudo otras expresio-
nes, como la de proporción cerrada, basada en la repetición de elementos simples
según una razón numérica o razón de proporción, o el rapport infinit de los estu-
diosos del ornamento.
En estos niveles abstractos no existen diferencias conceptuales entre la sime-
tría de traslación y la simetría de rotación (que nosotros hemos identificado con la
simetría central). También la simetría bilateral implica una repetición por reflexión
y, en último término, los patrones geométricos suelen consistir en repeticiones de
componentes iguales u homotéticos según determinadas reglas espaciales. Por
tanto, todos los instrumentos compositivos podrían ser inscritos dentro del con-
cepto general de recurrencia espacial de elementos iguales o equivalentes. Si esta-
blecemos distinciones entre geometría, simetría y repetición rítmica es debido a
que la aplicación de estos procedimientos a la arquitectura implica connotaciones
distintas, y también distintos problemas en la manipulación de las formas. Los
79. Columnas dóricas de la fachada lateral del Partenón.
arquitectos conocemos por intuición y por experiencia las diferencias de flexibili-
dad, pongamos por caso, entre la geometría y la simetría central, o los contenidos
culturales divergentes que arrastran las formas en simetría bilateral y las formas
construidas según ritmos regulares: mientras que la simetría de reflexión implica la
presencia, más o menos matizada, de unos elementos virtuales dominantes, como
los ejes, que comportan jerarquía, diferenciación espacial, centralidad, equilibrio
estático, etc., el ritmo regular connota neutralidad, unidad sin jerarquía, homoge-
neidad, apertura y economía expresiva.
Esta distinción no supone ninguna incompatibilidad entre mecanismos. Es
más, su fusión en una misma obra resulta a veces inseparable: podemos repetir rít-
micamente los mismos elementos a lo largo de un eje de simetría, o podemos orga-
nizar transreflexiones mediante una reiteración de parejas de elementos simétricos.
A menudo, la repetición de un mismo componente conforma espacios de geome-
tría precisa, o bien los elementos repetidos ya poseen una forma geométrica reco-
nocible. Sin embargo, cuando se produce una mezcla de sistemas ordenadores,
éstos actúan por lo general en escalas y planos distintos que evitan las interferen-
cias. Cuando la superposición se produce a la misma escala, la forma suele resul-
tar vacilante y debilitada, por lo que es acertada la precaución de establecer una
jerarquía clara entre el mecanismo compositivo dominante y el que contradice el
orden, precisamente para manifestarlo más que para diluirlo.

RITMO Y ORDEN ARQUITECTÓNICO

Es obvio que la repetición rítmica es otra manera de construir estructuras for-


males. Si entendemos dichas estructuras como sistemas de elementos interdepen-
dientes relacionados visualmente, los conjuntos de componentes iguales o parecidos

74
dispuestos según regularidades perceptibles constituyen estructuras formales. La
interdependencia entre las partes puede ser más o menos fuerte, y es manifiesto que,
en las estructuras ritmadas, el número de elementos repetidos no suele ser relevan-
te para la forma general, de tal m o d o que esta herramienta compositiva es propia
de las formas abiertas, es decir, de aquellas estructuras formales que no presentan
la unidad por clausura característica de otros instrumentos ordenadores. De todos
modos, esto no es obstáculo para percibir los conjuntos ritmados como estructu-
ras claras y económicas, diferenciadas nítidamente de la materia amorfa, y que
posibilitan su re-conocimiento, una de las fuentes de placer en la percepción de las
artes temporales.
Gombrich afirma que la naturaleza palpita en ritmos complejos, y que en el
hombre las reacciones corporales más primitivas van asociadas a dichos ritmos^. La
resonancia entre los ritmos cósmicos y los biológicos, así como la cadencia de estos
úldmos, es una experiencia tan universal y poderosa que hablar de ella parece una
obviedad. Que este hecho ha impreso señales perennes en nuestros patrones per-
ceptivos constituye también una certeza que los psicólogos de la percepción han
manifestado exhaustivamente.
No son tan evidentes, en cambio, algunas manifestaciones periféricas del
ritmo, como las delicadas posibilidades de la métrica poética, o incluso el poder
curativo de la repetición en determinadas enfermedades mentales^. Ha sido larga- so
mente estudiado el fenómeno de la recurrencia en los juegos de los niños, quienes
obfienen placer de la repetición cadenciosa de actos sin senddo, o de la gimnasia
lingüísfica que ejercitan construyendo aliteraciones y todo tipo de efectos retóri-
nin
cos basados en la recursividad. En los adultos, "los juegos de palabras son una per-
vivencia de la infancia o una regresión a ella, en opinión de los psicoanalistas. Las
repedciones, que tan deliciosos efectos consiguen en la poesía, son una de estas
lejanas huellas"^.
El reconocimiento de un fenómeno percibido anteriormente provoca la apa-
rición de una estructura que emerge del continuum temporal, es decir, que rescata
los hechos percibidos del curso neutro del fiempo. "(El ritmo) actúa en la medida
en que la periodicidad deforma en nosotros el curso habitual del dempo... Así,
todo fenómeno periódico perceptible (...) se destaca del conjunto de fenómenos
80. Sistema constructivo y estructural del gótico.
irregulares para actuar por sí solo sobre nuestros senddos, e impresionarlos de una
81. Planta de la catedral de Salisbury.
manera absolutamente desproporcionada en relación a la debilidad de cada ele-
mento actuante"^
No resulta fácil deducir si los patrones perceptivos del ritmo espacial denen
sus orígenes en una transposición de los esquemas perceptivos temporales o si
3 G O M B R I C H , E.: El sentido del orden, Ed. Gustavo Gili,
poseen esquemas propios. Posiblemente, el ntmo espacial no tenga la fuerza del Barcelona, 1980.
ritmo temporal para impresionar nuestra sensibilidad, pero no cabe duda de que 4 SACKS, O.: Despertares, Ed. Muchnik, Barcelona, 1988.
5 WEIR, R. H : Language in the Crib, Mouton & Co., La Haya, 1962.
el efecto que provoca en el observador es de parecida naturaleza. También el ritmo
6 SERVIEN, R: Les Rythmes come introduction physique à l'esthétique,
espacial, en tanto que generador de estructura, consdtuye un fenómeno que impre- Bolvin Ed., París, 1930.

75
siona a nuestros sentidos, destacando del conjunto de los fenómenos irregulares
que constituyen el espacio amorfo dominante.
La eficacia del ritmo en arquitectura radica probablemente en el hecho de que
la repetición regular se adapta especialmente bien a otros factores que confluyen en
la síntesis arquitectónica. La arquitectura implica casi siempre una manipulación y
disposición de unidades o módulos. La repetición de pórticos estructurales, de vací-
os en una fachada, de viviendas iguales en una calle o de bloques en un barrio, son
maneras económicas de construir un edificio o un fragmento de ciudad. Realmente,
la repetición a base de regularidades simples de elementos arquitectónicos o urbanos
iguales puede ser inapropiada para fiinciones complejas, para las construcciones
situadas en contextos singulares y para aquellos edificios que deben admitir una
fuerte interrelación de usos dispares. Sin embargo, este hecho no disminuye su efi-
cacia, dado el amplio abanico de arquitecturas que presentan cierta homogeneidad
tipológica, o el número de construcciones singulares con usos simples, fácilmente
adaptables a estructuras ritmadas.
La eficacia del ritmo espacial no es, pues, puramente compositiva, sino que
a menudo es estructural y funcional simultáneamente; es decir, es eficacia arqui-
tectónica.

I M Á G E N E S RECURSIVAS

La arquitectura de las sociedades urbanas más antiguas estaba condicionada


por limitaciones técnicas que no permitían luces de excesiva dimensión. Para conse-
guir espacios cubiertos de gran superficie en las construcciones arquitrabadas era
necesario multiplicar el número de soportes estructurales, ya fuesen muros o colum-
nas. La mayoría de los templos egipcios o de las anfiguas culturas orientales están
consfituidos por salas hipósfilas (FIG. 78), y es lógico que el protagonismo estructural
que tenía la columna ftiese objeto de un especiál tratamiento compositivo. Dicho
82. Ritmos verticales en las catedrales góticas, según A. Lurçat.
tratamiento dio lugar al sistema de los órdenes de la arquitectura griega, somefida
83. Ritmos verticales en la arquitectura renacentista, según también a la mayoría de las limitaciones técnicas de las construcciones anfiguas.
A. Lurçat.
Se ha insisfido mucho en el hecho de que los órdenes estaban reglados por
sistemas de proporciones basados en la repetición de una determinada medida o
módulo. Es cierto que la modulación de los elementos estructurales primordiales
- l a anchura y la altura de la columna, las medidas del capitel, el grueso del enta-
blamento, la dimensión de los intercolumnios- otorga a la construcción las tópi-
cas connotaciones de solidez, elegancia, gracilidad, etc., que los estudiosos del lenguaje
clásico han explicitado repefidas veces. Pero esta modulación no es todavía un sis-
tema de orden formal. El hecho de que las relaciones de medida sean relaciones
aritméficas simples no garanfiza al observador la percepción de la repetición del
módulo en las diversas partes del edificio. La unidad de medida es una entidad

76
j^üribf:^
1 ¿I. "..•.-v·.-.'Mf^.·

84. Planta de la plaza de la Annunziata, Florencia.

85. F. Brunelleschi: Hospital de los Inocentes en la


plaza de la Annunziata, Florencia.

fij 86. G. Vasari: Galeria de los Uffizi, Florencia.

87. M. Coducci: Procurantie Vecchie en la plaza San


Marcos, Venecià.

88. Servidumbre Especial de Arquitectura de la Rue


Rivoli, París.

89. Planta del Royal Crescent, del Greus y del


Landsdown Crescent de Bath.

90. J. Wood: fachadas tipo de Bath.


90

77
demasiado abstracta como para ser percibida como un factor que estructura la
forma. Pequeños cambios de medida romperían radicalmente las relaciones arit-
méticas simples sin que este hecho supusiera un cambio sustancial en los atributos
arquitectónicos de la obra.
En realidad, la "armonía de las partes susceptible de demostración", que ha
„ ' ' IjhíL
sido definida como el distintivo del lenguaje clásico de la arquitectura^, no tiene
probablemente tanta relevancia como el hecho, mucho más palmario y efectivo,
ÏÏS t I I ilfl ll^lllll I g • de la repetición simple y regular de este elemento estructural y formal por exce-
lencia que es la columna (FIG. 79). El ritmo se convierte en un mecanismo de orden
de primera importancia, asociado casi siempre a otros factores estructuradores,
como la geometría de las plantas y la simetría bilateral.
La tendencia de algunos ensayistas de la arquitectura clásica a despreciar los
elementos visibles de los órdenes en favor de una teoría modular metaformal no
parece corresponderse con la realidad, o al menos no parece expUcar la enorme
vitalidad de la arquitectura clásica. Aunque podemos hablar de clasicismo en aque-
llos lenguajes arquitectónicos que se encuentran fuera de los órdenes, aquí nos
interesa resaltar que la extraordinaria pervivencia del sistema fuste-capitel-entabla-
mento radica en la eficacia de un metalenguaje simple y flexible, basado en unos
pocos elementos que se combinan en una sintaxis perfecta, y que pueden repro-
ducirse por repefición rítmica. Este sistema posee una inusitada capacidad para
adaptarse a diversos condicionantes y para resolver simultáneamente los proble-
mas estructurales, constructivos y visuales.
La falta de una concepción globalizadora del edificio, propia de la cultura
arquitectónica griega, facilitó en cambio la aplicación y extensión de los órdenes,
los cuales no imponían reglas a las dimensiones del conjunto. La repetición rítmi-
TSCrx-n rT-r-í-t'|-¡--| ca asociada a los órdenes será así uno de los procedimientos compositivos más
generalizados y de más larga pervivencia, y constituirá un lenguaje de enorme
91. Fachadas tipo del Canal de los Señores según un grabado
del siglo XVIII. Amsterdam.
potencia. La arquitectura mural de los romanos y de las iglesias de la Baja Edad
Media no se prestaba tanto al uso de la repetición rítmica, que adquirió de nuevo
92. J.N.L Durand: sistema modular.
importancia con la revolución técnica del gótico (FIG. 80), una revolución que se
produjo tanto en la arquitectura doméstica como en los edificios civiles y reli-
giosos, y que se basó en un uso constructivo inédito de la piedra y el ladrillo.
También aquí son los factores estructurales los que condicionan el instrumento
compositivo. Las nervaduras góticas y las ligeras plementerías que sustituyen a
las vigas y a los arquitrabes exigen, para su estabilidad, una disposición regular
de los soportes que sustituyen a los muros de carga (FIG. 81). Las columnas se
ordenan siempre con isometría, y a pesar de que no toman el protagonismo que
adquirieron en la arquitectura clásica, serán elementos clave del orden del con-
junto (FIG. 82). La repetición, a veces regular, a m e n u d o arrítmica, del arco ojival
en los muros de cierre conformará una segunda trama estructuradora, si bien con
7 S U M M E R S O N , J.: Illinguaggio classico deU'architettura,
Einaudi Ed., Turín, 1970. efectos menos decisivos en el orden general de la obra.

78
A pesar de la atención de los arquitectos de la Edad del Humanismo a la
arquitectura clásica y hacia el sistema de los órdenes, la regularidad rítmica no será
el procedimiento ordenador distintivo de la época, como ya hemos tenido ocasión
de comentar. Sin embargo, la iteración uniforme de columnas, arcos, pórticos y
sedianas aparecerá sistemáticamente en la nueva arquitectura de los siglos XV y XVI
(FIG. 83). En la misma plaza de la Annunziata (FIG. 84) de Florencia, que ya hemos
citado, la repetición regular de los pórticos será el tema principal de los tres edifi-
cios que, construidos a lo largo de un siglo, configurarán el espacio: el Hospital de
31
los Inocentes (FIG. 85), de Brunelleschi, de 1427; el pórfico de la Annunziata, de 93.a
Michelozzo, de 1454; y el edificio opuesto de Sangallo, de principios del siglo
XVI. Es más, Brunelleschi ensaya en el Hospital un sistema de control espacial
basado en la trama reticular y, por tanto, en el principio de repetición modular que
encontraremos en arquitecturas posteriores.
Alberti, Bramante, Serlio y Palladlo utilizarán a menudo el mismo método.
Aun así, los principios más específicos de la arquitectura del Renacimiento se
basan en las ideas de centralidad, clausura y jerarquía que ya hemos comentado,
unas ideas que difícilmente se ajustan a las configuraciones neutras y homogéneas
derivadas de la recurrencia y de la trama.
No obstante, ya hemos hablado también del desajuste existente entre la tra-
tadística, que nos informa de las ideas arquitectónicas dominantes, y las obras, 93.b
sometidas a exigencias más complicadas y heterogéneas que las de los atributos 93.a/b L.Mies van der Rohe: casa con patio y casa con tres
patios. Retícula modular de las plantas según E.Bru.
simbólicos preponderantes en los escritos. Los numerosos tratados hablarán de
simetría, de armonía entre el todo y las partes, de sistemas proporcionales antro-
pomórficos o musicales, de los atributos simbólicos de los polígonos regulares. Y
casi nunca hablarán de la repetición regular. A pesar de ello, ya en las primeras eta-
pas de la nueva arquitectura, pero especialmente en el siglo XVI, la repetición regu-
lar será, en la práctica, una herramienta compositiva extensamente aplicada, no
sólo a la escala del edificio, sino también en dimensiones urbanas. Bramante en la
plaza Ducal de Vigevano, Vasari en la Galería de los Uffizi de Florencia (FIG. 86), y
Coducci en las Procurantie Vecchie de Venecià (FIG. 87), prefiguran el orden a esca-
la de la ciudad que será propio del barroco.
Los elementos objeto de repetición pueden ser diversos y de dimensiones
muy distintas: desde los balaustres de una barandilla hasta las columnas de una
estructura o las fachadas de una calle. El afán regularizador a gran escala propio del
barroco tuvo su expresión en las grandes villas versallescas, pero también en la con-
formación rigurosa de los vacíos de la ciudad a través de las fachadas de las vivien-
das. Las actuaciones sobre los tejidos residenciales se concretaron en la repetición
textual de una misma fachada y, a veces, de un mismo edificio a lo largo de las ali-
neaciones de una calle o de una plaza.
En París, el procedimiento cristalizó en unas ordenanzas específicas, las ser-
vidumbres especiales de arquitectura, que conformaron muchas áreas de crecimiento de

79
la ciudad durante los siglos XVII, XVIII y XIX. La Place des Vosges, la Rué de la
Ferronnerie, las plazas Vendóme, Dauphine y Victoire, y más tarde la Rué Rivoli
(FIG. 88), son los ejemplos más conocidos. Sin embargo, el método se aplicó en
Q:
muchas otras ciudades y perduró en toda Europa hasta las ordenanzas del siglo
XIX que configuraron las plazas neoclásicas.
Un caso singular de unidad urbana por repetición del mismo modelo edifi-
catorio es la ciudad-balnerario de Bath (FIG. 89). El encanto que despliega la ciudad
deriva indudablemente de su extraordinaria cohesión formal, aunque los mecanis-
mos urbanos utilizados no fueran los de las servidumbres especiales de la arqui-
tectura. Esta cohesión radica en el hecho insólito de que la ciudad se configuró en
pocos años -desde 1728 hasta finales de aquel siglo-, y gracias a la actuación de
unos pocos arquitectos-promotores (la familia Wood, J. Palmer y J. Eveleigh, fun-
damentalmente), quienes, en una época de inusitada demanda de viviendas, repi-
^TÇSZl 1
fieron a gran escala unos pocos modelos de casas (FIG. 90) en un paraje prácticamente
virgen, al exterior del pequeño núcleo medieval, y sin importantes problemas de

^^ ET
propiedad. Al margen de su habilidad en tanto que promotores, su talento y su
experiencia como arquitectos les permifió conformar unas piezas urbanas espe-

a
r j pffl cialmente fehces: el Circus de J. Wood padre, el Royal Crescent de J. Wood hijo y,
s sobre todo, el Landsdown Crescent (FIG. 144) de J. Palmer.
La repetición de un mismo edificio fue un mecanismo extremadamente efec-
tivo para generar órdenes rigurosos a gran escala, tal como sucedió también en los
tres canales de Amsterdam (FIG. 91) proyectados a finales del siglo XVII, que cir-
cundan el núcleo más antiguo de la ciudad. Aquí la unidad dene más vivacidad,
94. LKahn: Instituto Hindú de Cuadros, Ahmedabad.
ya que los modelos repetidos son más variados y acentúan la individualidad de
cada edificio, resaltando la simetría de la fachada y enfatizando su coronamiento,
aunque todos los modelos se remiten a un único tipo que garantiza un orden supe-
rior más velado y complejo.
El método modular de Durand, expuesto en su Compendio de lecciones de arqui-
tectura, constituye otro ejemplo de las posibihdades estructuradoras de la repedción
regular (FIG. 92). Durand susfituye el papel del tipo en la construcción arquitectó-
nica por una "buena disposición" de unos módulos funcionales y estructurales que
se ajustan a una cuadrícula, aunque la agregación se produce a lo largo de unos ejes
de simetría que son los responsables del "gobierno del edificio". El orden deriva,
en consecuencia, tanto de la simetría, que atiende a la escala más global, como de
la aplicación de la repefición rigurosa de unidades geométricas a una escala más
parficular. Sin embargo, a diferencia de los módulos en el sistema de los órdenes,
aquí las unidades repefidas no son medidas abstractas imperceptibles, sino que son
soportes, muros, aberturas, bóvedas, techos, etc., dispuestos según la geometría del
cuadrado, que se despliega mediante tramas ortogonales regulares. Con todo,
E.Bru, al comparar los métodos de Durand con los sistemas reticulares de
Brunelleschi y de Mies van der Rohe, afirma que en Durand "la rerícula es un pro-

80
l i l i l í
C=3

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I I I I I Ull •
••III

95. Esquemas rítmicos.

81
cedimiento de control dimensional, sin la ambición de organización virtual del

A**
espacio que vemos en aquellas arquitecturas. Se descarta cuando, en determinadas
dificultades de la planta, mantenerla supondría situarla como un propósito sus-
tantivo del proyecto"^.
Esta distinción es muy sutil, y da pie a Bru para diferenciar la retícula del
entramado. Es cierto que la retícula se abandona en los casos en los que la encar-
nación del proyecto debe asumir condicionantes contextúales fuertes —como en el
ejemplo expuesto en el capítulo anterior—. Sin embargo, resulta difícil sostener que
la trama se limita a un procedimiento de control dimensional, cuando en sus pro-
puestas ideales los módulos son siempre unidades estructurales.
Es significativo que Durand insista en justificar su método por motivos eco-
nómicos y constructivos, desde la facilidad del cálculo de los costos hasta la igual-
dad de cargas en cada columna. De nuevo se confirma que, a diferencia de las artes
temporales, pocas veces en la historia de la arquitectura se ha valorado el procedi-
miento de la repetición como un método de control formal. A pesar de ello, su efi-
cacia ordenadora es incuesdonable. La insistencia de Durand en las cuesdones
técnicas y prácficas añade a esta eficacia rentabilidad constructiva, lo que explica
en parte su considerable aceptación.
Dentro del eclecticismo imperante en la arquitectura de los últimos decenios
no se pueden determinar métodos de construcción formal que sean distintivos y
específicos. Aun así, los lenguajes que toman como referencia los principios del
Movimiento Moderno presentan algunos rasgos comunes, entre los cuales cabe
recordar el matizado rechazo de la simetría y la clara vindicación de la geometría,
primero elemental, después más compleja. El ritmo no juega un papel primordial
en la mayoría de las obras emblemáticas, pero tampoco tiene las connotaciones
96.a
historicistas que provocaron tantos recelos hacia la simetría bilateral.
96.a Fractales regulares: curva de Von Koch. El principio de la planta libre suele engendrar encajes volumétricos o espacia-
les singulares y poco seriables. Los referentes pictóricos del Movimiento Moderno
sugieren composiciones neoplásficas o volumétricas errádcas, que no surgen de la
repedción ritmada. En cambio, la racionalidad constructiva impone a menudo,
incluso en aquellos edificios singulares en los que no se repiten unidades fianciona-
les, una estructura regular precisa. No siempre dicha regularidad posee el valor expre-
sivo suficiente como para dirigir la forma entera. En uno de los cuatro modelos de
planta libre (FIG. 39), Le Corbusier dispone una estructura muy visible de pilares en
trama ortogonal uniforme, dentro de la cual los muros de cierre se plantean con fle-
xibilidad con el fin de ajustarse a las plurales fianciones del edificio. La estructura
tiene, en este caso, una fijnción de control formal que ha sido reproducida algunas
veces, pero que no ha sido ni es una manera de proyectar generalizada.
No obstante, en las villas de Mies van der Rohe de la etapa americana, la retí-
cula modular de base cuadrada juega un papel cada vez más preponderante en la
8 BRU, E.: Sis idees de l'ordre, tesis doctoral, Barcelona, 1987. organización del espacio. La retícula se dispone a diferentes escalas, desde las pie-

82
zas del pavimento hasta el volumen general, pero no presenta la evidencia de los
esquemas de Durand. E. Bru ha ido desvelando la urdimbre regular emboscada en
estas obras miesianas, que a veces organiza las divisiones interiores, otras veces las
paredes de cierre y otras la disposición de los pilares estructurales (FIG. 93). En algu-
nas obras tardías la organización de estos elementos arquitectónicos fundamenta-
les responde a la superposición de tres sistemas reticulares coordinados según
relaciones numéricas simples.
En la arquitectura moderna industrializada, la lógica constructiva ha dado
lugar a la prefabricación de elementos modulares, por ejemplo unidades estructu-
rales de mallas espaciales, ventanas, paredes o incluso viviendas enteras en la pre-
fabricación pesada. C o m o afirma L.Quaroni: "La repetición de los órdenes,
expulsada por la puerta principal, vuelve a entrar por la de servicio, ya que la indus-
trialización provoca una fabricación por componentes"^. Al margen del dudoso 96.b
éxito de la prefabricación, especialmente la de grandes componentes complejos, la
importancia constructiva que algunas veces ha adquirido no tiene corresponden-
cia en la estructura de la forma. Las unidades, a diferencia de las columnas de los
órdenes, de las retículas brunelleschianas o de las tramas de Durand, no están pen-
sadas como elementos significativos del edificio, arficulados con una sintaxis que
tome en consideración los problemas visuales y expresivos. Ciertamente da la impre-
sión de que los prefabricados se han quedado en la puerta de servicio de la arqui-
tectura culta.
La repefición se da a menudo a escala urbana, y también por motivos de eco-
lito*
nomía constructiva y expresiva. El crecimiento por polígonos - u n a de las formas
específicas de construcción de la ciudad moderna- se realiza casi siempre, ya desde
las Siedlungen alemanas de los años veinte, repifiendo regularmente en el espacio
un mismo edificio, ya sea el bloque lineal, el bloque torre o la hilera de viviendas 96.C
96.b Fractales regulares: fractal árbol.
unifamiliares. El orden del conjunto es, en este caso, el orden de la repefición de
los volúmenes. En la mayoría de los casos dicha repefición ha sido ideada exclusi- 96.c Fractales regulares: esponja de Menger.

vamente desde el orden funcional sugerido por los nuevos criterios de la urbanís-
fica racional, con su énfasis en las circulaciones, las vistas, las venfilaciones y el
asoleamiento, y pocas veces desde el orden de los espacios intersficiales, que son
generalmente residuales.
A pesar de lo comentado, podremos comprobar de hecho que la repefición
consfituye también un instrumento recurrente, y a menudo disfintivo, de algunos
lenguajes arquitectónicos actuales (FIG. 94). Sin embargo, quizá será la repefición irre-
gular en el espacio de elementos similares, no exactamente iguales, el rasgo más espe-
cífico del uso del ritmo en la arquitectura contemporánea, aunque no es un rasgo
inédito, sino la ufilización culta de un procedimiento propio de las arquitecturas sin
proyecto. En este caso ya no podemos hablar de ritmos simples, sino de una herra-
mienta compositiva distinta que analizaremos más adelante.
9 Q U A R O N I , L.: Progettare un edificio, Marzota Ed., Milán, 1977.

83
E S Q U E M A S RÍTMICOS

La recurrencia de elementos n o tiene por qué ser necesariamente elemental.


Las leyes propias del ritmo en el espacio admiten múltiples variaciones y comple-
jidades. En los esquemas rítmicos aplicados a la arquitectura, la razón de la pro-
gresión es generalmente aritmética, p u d i e n d o ser simple o compuesta, y por tanto
los ritmos pueden ser binarios (FIG. 95-A), ternarios (FIG. 95-B) O de m ó d u l o más ele-
vado. Es usual encontrar ritmos superpuestos (FIG. 95-C), si bien en este caso las
razones de los diferentes ritmos deben ser múltiples, puesto que de lo contrario el
choque de elementos de series distintas provocaría arritmias difíciles de compren-
der. C o n todo, la anomalía rítmica (FIG. 95-D) puede ser u n factor expresivo intere-
sante, que procuraremos observar en algunas obras singulares.
El ritmo espacial, a diferencia del ritmo temporal unidireccional, admite la
repetición a lo largo de diversas directrices en el espacio. Estas directrices suelen
ser, en los casos reales, rectilíneas y ortogonales (FIGS. 95-E,F,G), pero también pue-
den ser poligonales erráticas (FIG. 95-H), curvas simples (FIG. 95-I) O bien líneas que
poseen unas leyes de formación más complejas.
La recurrencia regular puede producirse a distintas escalas o niveles de la
estructura de la forma. El ritmo puede ser el esqueleto de la obra total y, simultá-
neamente, afectar a algunas partes secundarias de esta obra a través de frecuencias
más pequeñas a escala menor. La estructura del c o n j u n t o se produciría por agre-
gación de subestructuras más pequeñas, cada una de ellas armada por unos esque-
mas rítmicos parecidos. La unidad a pequeña escala garantiza la coherencia del
conjunto, aunque sean débiles los enlaces entre las subestructuras ritmadas.
La idea de la repetición homotética a distintas escalas es la base sobre la que
97. Fractales irregulares: modelo de relieve terrestre, se han construido los modelos matemáticos de los fractales, ligados a una concep-
según Mandelbrot.
ción de la geometría que parece explicar estructuras de la naturaleza consideradas
hasta ahora como amorfas.

HOMOTECIA INTERNA Y CASCADA ESCALAR

Los fractales son entidades matemáticas que tienen el atributo de contener


infinitos grados de orden. El orden de los fractales implica, c o m o ya hemos men-
cionado, unas diferencias parecidas, que incluyen cambios de escala y cambios de
otras categorías. Los ejemplos más simples, expuestos por B. B. Mandelbrot^o,
construyen un orden generativo a partir de unas figuras sencillas formadas por par-
tes a las que se aplica un generador, que puede ser la misma figura a escala más redu-
cida. A las nuevas figuras, homotéficas respecto a la inicial, se les aphca de nuevo
el mismo generador con la correspondiente reducción de escala, procediendo suce-
10 MANDELBROT, B. B.: Ue Fractal Geometry o/Nature, Freeman
Press, Nueva York, 1983. sivamente hasta el infinito (FIG. 96). El fractal resultante tiene, a cualquier escala, la

84
misma forma, y por tanto un alto grado de estructuración y de complejidad. Esta
complejidad puede aumentarse si se aplica a la figura inicial más de un generador,
o bien generadores alternativos según una regla fija, o según unas reglas cambian-
tes que resultan de una nueva ley, y así sucesivamente.
Las particularidades matemáticas de los fractales son singulares. Una de ellas
es su dimensión; en efecto, si se parte de una figura de una dimensión - p o r ejem-
plo, de una línea-, el fractal supera esta dimensión sin llegar a las dos dimensio-
nes de la superficie. En el proceso de aplicación hasta el infinito del generador a
escalas descendientes, cualquier punto muy cercano a la línea inicial tiene muchas
probabilidades de quedar absorbido por la borrosa línea fractal, por lo que se le ha
atribuido una dimensión entre 1 y 2, es decir, una dimensión fraccional. Cuando
el generador fractal se aplica según una ley que admite variaciones o según el recur-
so de un azar controlado, las formas resultantes son coherentes, aunque irregulares.
En este caso los fractales parecen explicar estructuras de la naturaleza aparentemen-
te amorfas, o matemáficamente indescriptibles hasta ahora, y que, sin embargo, pue-
den ser comprendidas como la cristalización de un orden o de unos sistemas de
órdenes de grado infinito (FIG. 97). La identidad entre algunas formas naturales y algu-
nos modelos fractales así parece confirmarlo (FIG. 98). 98. Reproducción fractal de turbulencias en un líquido viscoso.

A nuestros efectos, interesa resaltar la noción de orden generativo implícita


en la geometría fractal, ya que puede, por una parte, explicar algunas propiedades
de los lenguajes arquitectónicos que funcionan como sistemas generadores de for-
mas coherentes y, por otra, permite entender algunos ejemplos concretos de arqui-
tecturas recientes basadas en la recursividad a distintas escalas, que comentaremos
en el Capítulo VI.

CONDICIONES DEL RITMO REGULAR

Volviendo a las recurrencias simples, cabe observar que la lógica interna del
ritmo requiere algunas condiciones iniciales, como el número de elementos repe-
ddos que, como mínimo, deben ser tres. El ritmo implica la percepción de la igual-
dad o la semejanza de los intervalos tanto como de los elementos. Así, un mínimo
de dos intervalos, necesarios para captar su igualdad, requiere tres elementos. Por la
misma razón, si los intervalos son entidades formales destacadas, la comprensión de
su ritmo exige un mínimo de tres y, por tanto, de cuatro elementos.
Los grupos de dos elementos iguales generan dualidades, con las cuales es
más difícil la construcción de una estructura. Un elemento o un conjunto de ele-
mentos puede tener el atributo de la unidad. La dualidad irreductible no posee este
atributo, como tendremos ocasión de analizar en el próximo capítulo. Para con-
vertir dos elementos en un conjunto hay que recurrir a un tercer elemento capaz
de soldarlos, como una simetría o una arficulación, o a la deformación de un ele-

85
mento o de ambos para establecer relaciones entre ellos: es la técnica de la infle-
xión, que comentaremos posteriormente.
Las reglas del ritmo imponen límites a las alteraciones. Determinadas mani-
pulaciones destruyen la capacidad ordenadora de la repetición regular. Una de ellas
es la rotura, en un punto no singular, de la equidistancia entre elementos iguales,
que equivaldría, por ejemplo, a introducir un solo compás de 3 x 4 en una com-
posición musical de 4 X 4. El ritmo se restablece, en cambio, si la perturbación de
la distancia se reproduce según una razón de orden superior (FIG. 95-J). ES lógico,
por tanto, que las singularidades arquitectónicas en un conjunto ritmado no se
introduzcan en el espacio ocupado por los elementos repetidos y por sus interva-
los, sino en los puntos singulares del conjunto, c o m o los extremos de la serie o la
parte de la directriz no afectada por la repetición (FIG. 95-A,B).
Los arquitectos provocamos a veces rupturas del ritmo para debilitar la pre-
sencia excesiva de orden, pero hay que distinguir las vulneraciones que mantienen
intacto el ritmo subterráneo - c o m o las interferencias de formas que esconden algu-
nos elementos repetidos sin alterar la frecuencia o la equidistancia (FIG. 95-K)- de
aquellas que vulneran la misma lógica rítmica, y que tienen como consecuencia, no
tanto un deliberado debilitamiento del orden, sino un desmayo del vigor formal.
Las posibilidades del ritmo se multiplican cuando el elemento sufre alteracio-
nes regulares en cada repetición (FIG. 95-L). También en este caso dichas alteraciones
deben someterse a una determinada regla si queremos mantener la lógica rítmica y
el nervio del conjunto. Las posibilidades de la repetición se abren extraordinaria-
mente cuando la estructura surge de las recurrencias irregulares de elementos igua-
les o parecidos. Pero incluso sin esta apertura, la exploración de variaciones en las
series rítmicas regulares nos muestra complejas y hermosas posibilidades, como las
desplegadas por Josef Albers (FIG. 99) y Richard P. Lohse (FIG. 100), más allá de las más
conocidas de Mondrian o Van Doesburg.
C o m o ya hemos señalado, el ritmo, a pesar de sus posibilidades jerárquicas,
es un instrumento débil para transferir concepciones arquitectónicas potentes,
pues éstas requieren unos procedimientos más unitarios, no basados en la itera-
ción. En cambio, es útil para connotar homogeneidad, neutralidad y apertura en
edificios y tejidos urbanos no singulares. En cualquier caso, la comprensión de la
dinámica interna del ritmo despliega inagotables potencialidades.

lOO.b
99. J. Albers: series rítmicas.
LA BELLEZA DE LAS CIUDADES LENTAS
100.a/b R. P. Lohse: estudios rítmicos.

Los instrumentos racionales de la geometría, la simetría o la repetición regu-


lar no expHcan la belleza de la arquitectura y la ciudad de evolución lenta no pla-
nificada. Las plazas medievales admiradas por C. Sitte, los centros históricos de las
ciudades góticas, la arquitectura de las casonas rurales y los pueblos de las socie-

86
103

101.a/b Fachadas tipo del tejido medieval de Siena.

102. Vista del palacio Comunal de Siena.

103. Alzados de los edificios de la plaza del Campo,


Siena.

104. Planta del sector de la plaza del Campo, Siena.

105. Barrio del Campo de Santa Marina, Venecià.

106. Núcleo antiguo de Trípoli.

107. Fragmento del tejido medieval de la ciudad de


Wàlàtà.
101.b 104

87
dades agrarias poseen atributos especiales, entre los cuales resalta una vigorosa
cohesión formal, que es la manifestación de un orden inexplicable con los meca-
nismos estructuradores comentados hasta ahora.
La arquitectura no autoconsciente tiene propiedades horneostáticas que la
vuelven autoorganizante. Su evolución lenta ha permitido el perfeccionamiento
de un sistema de ajuste a los cambios funcionales y contextúales que ha generado
tipos constructivos de una rara perfección, más semejantes a organismos vivos que
a productos de la cultura^i. En estas formas las irregularidades son constantes. ¿De
dónde nace, pues, su orden?
Observemos como ejemplo las fachadas de las casas medievales de Siena.
Josep Pla nos las describe: "Las casas de piedra y ladrillo tienen vientres e hincha-
zones de gran ancianidad; las verticales caen de pura fatiga, las paredes son altas y
desnudas, picadas de ventanas pequeñas y asimétricas. Algunas tienen el párpado
de la cornisa muy salido; otras están rematadas con aleros y bastiones como si fue-
sen fortificaciones. El tono general es violento y cerrado, pero este gótico -sobre
todo para nosotros, que llevamos el gótico en la masa de la sangre- es tan huma-
no, su severidad tiene una tal belleza desnuda y directa, su rigidez es tan noble y diá-
fana, que es inimaginable en este ambiente, una gravedad más ingrávida y hermosa,
una más exacta caída en la gracia del aire, de la tierra y del c i e l o " i 2 .
Las ventanas son ciertamente pequeñas y asimétricas, y aunque casi nunca
son exactamente iguales, siempre son parecidas. Las más anchas suelen tener arcos
góticos de descarga que aparecen aquí y allá, a veces cerca de la cornisa, a veces en
los porches achaparrados (FIG. 101). El material es siempre el mismo: un ladrillo
108. Los Propileos y el templo de Atenea Nike en la Acrópolis
terroso tocado de carmín que da color y textura uniforme a las paredes planas y
de Atenas.
macizas, a veces ligeramente desplomadas, que configuran estos volúmenes de
"una gravedad tan ingrávida". El orden que captamos ya en la fachada deriva en
gran medida de esta homogeneidad del material, que está presente con insistencia
cuando observamos el edificio, pero también es consecuencia de la repetición desor-
denada de los accidentes de este muro casi opaco: las ventanas y las arcuaciones, casi
nunca iguales, siempre parecidas. En la calle y en el barrio percibimos también esta
repetición irregular -que no sigue alineaciones geométricas ni ritmos equimétri-
cos— de un mismo tipo edificatorio, es decir, unos edificios siempre diferentes pero
que fienen un común modelo abstracto de referencia, una disposición funcional
parecida, la misma estructura y sistema constructivo que da anchuras de fachada
aproximadas, la misma cubierta, los cerramientos del mismo material, etc. Con
esta redundancia del tipo arrastramos las reiteraciones irregulares a la escala más
pequeña de los arcos ojivales y de las ventanas. La ciudad medieval resulta de
este modo confusa pero homogénea, a pesar de la carencia de instrumentos
11 ALEXANDER, Ch.: Note sulla sintesi dellaforma, II Saggiatore Ed., racionales de orden aplicados a escala general. Es la "unidad en el detalle y el
Milán, 1967.
tumulto en el conjunto" de la conocida frase de Laugier.
12 PLA, J.: "Cartes d'Itàlia", en Les escales de llevant, vol. 13, Ed.
Destino, Barcelona, 1969. La uniformidad del tipo que está en la base de este orden espontáneo sólo es
posible en aquellas sociedades que disponen de una tecnología simple y de un alto
grado de homogeneidad cultural. Si además la evolución de estas sociedades es
parsimoniosa, la selección y la decantación de los tipos es ineluctable, y nos pro-
porciona al mismo tiempo una impecable adaptación al medio: al clima, a la topo-
grafía, a los otros edificios. Las inflexiones y articulaciones de las formas, realizadas
para ajustarse a este contexto, son otras expresiones de orden -las comentaremos
más adelante- que refuerzan esta imagen tan compacta y tan sólida de los edifi-
cios y los tejidos urbanos espontáneos.
Los monumentos emergentes y los vacíos singulares - c o m o el Palacio
Comunal (FIGS. 102,103) y la plaza del Campo (FIGS. 104,143) de la misma Siena-
introducen cierto grado de diversidad, y también de claridad, en la comprensión
de la ciudad. La jerarquía del espacio urbano es una guía visual para la compren-
sión de ciertas correlaciones funcionales, que son relativamente nítidas en las ciu-
dades de crecimiento lento - a pesar de la aparente confusión formal- y, por el
contrario, suelen ser equívocas o inextricables en las ciudades aceleradas, aunque
dispongan de sistemas ordenadores a gran escala.
Desde el punto de vista puramente perceptivo, los edificios singulares - l o s
elementos primarios en la terminología de Rossi— no representan una rotura de la
estructura formal. En el caso de Siena, por ejemplo, el palacio Comunal tiene
desde luego una volumetría distinta de la de los otros edificios, una forma especí-
fica que no responde al tipo residencial del tejido, y también un sistema de orden
regular en las ventanas que no existe en las otras construcciones, a excepción de
los edificios nobles de la misma plaza y de las reconstrucciones posteriores de los
originarios edificios gódcos. Aun así, el palacio fiene los mismos materiales, las
mismas proporciones de las ventanas, la misma relación vacío-lleno y la misma
forma de los arcos que encontramos en las casas de la ciudad. Las emergencias
parecen así cristalizaciones formales y funcionales de la materia de que está hecha
la masa urbana.

EL ORDEN NO AUTOCONSCIENTE

La repedción irregular de elementos parecidos es, pues, otro procedimiento


creador de orden. Las relaciones visuales entre los elementos de un conjunto sólo
son posibles si estos elementos son parecidos, derivan de la misma matriz, y por
tanto los reconocemos como individuos de una misma familia. El orden nace del
detalle y se proyecta al conjunto. La falta de otros instrumentos estructuradores a
escala más global le otorga este carácter tumultuoso, aparentemente desconcertan-
te, que empieza a hacerse inteligible cuando descubrimos las formas abstractas del 109. Le Corbusier: croquis de los edificios de la Acrópolis en uno
tipo y las singularidades que jerarquizan su estructura formal. de sus cuadernos de viaje.

En este sentido, no es posible hablar rigurosamente de ciudad espontánea, o 110. Vista del Erecteion.
de ciudad natural, en expresión de García y Bellido, sino más bien de ciudades que
son fruto de una inteligencia colectiva. Rossi sostiene que "para nosotros, la belle-
za de la ciudad gótica aparece precisamente allá d o n d e esta ciudad se muestra
como un hecho extraordinario en el cual la individualidad de la obra se puede reco-
nocer claramente en sus componentes. Es precisamente a través de las investiga-
ciones llevadas a cabo sobre esta ciudad c o m o nosotros captamos su belleza que,
n o obstante, participa de un sistema, y n o hay nada que sea más falso que definir-
la c o m o orgánica o espontánea''^^.
En todas las civilizaciones urbanas que h a n tenido tiempo para una cierta
sedimentación tipológica se observa la misma extremada cohesión de la ciudad,
cristalizada, no obstante, en formas m u y diversificadas fruto de los condicionan-
tes geográficos, de su desdno territorial, de sus usos y de las complejas y sofisdca-
das diferencias culturales. La morfología del tejido residencial de Siena es distinta
de la de Venecià (FIG. 105), pero también aquí apreciamos la cohesión surgida de la
unidad tipológica. El barrio viejo de TrípoH (FIG. 106) es u n ejemplo de u n m o d e l o
urbano y tipológico característico del Magreb. Al otro lado del Sahara, la ciudad
medieval de Wàlàtà (FIG. 107), que persistió hasta finales del siglo XIX, es la con-
creción de un modelo m u y preciso que c o n f o r m ó las ciudades de las caravanas del
confín sur del desierto. Y encontramos la misma h o m o g e n e i d a d morfológica en
todas las regiones de cualquier continente colonizadas por una civilización de
transformación lenta.

RECURRENCIAS IRREGULARES EN LA
ARQUITECTURA CULTA

El sistema de orden de la recurrencia irregular puede aclarar también la cohe-


rencia formal de algunos conjuntos singulares de la arquitectura culta, c o m o el de
la Acrópolis de Atenas (FIG. 11). Habíamos c o m e n t a d o que n o resultaba explicable
113
111. El templo de Atenea Nike y los Propileos sobre la muralla con criterios de orden racional la disposición de los templos planteada por Fidias.
de la Acrópolis. C o m o dijimos, no hay en esta disposición ni las simetrías, ni las geometrías, ni la
112. Sección longitudinal del acceso a la Acrópolis, según A.Lurçat. regularidad rítmica que muestra la arquitectura de cada u n o de los templos. Sin
113. Organización radial de los edificios de la Acrópolis, según
embargo, el orden del conjunto es igualmente perceptible, porque los elementos
Doxiadis. arquitectónicos surgen de un mismo patrón: los edificios se van construyendo con
pocos años de diferencia, y todos se remiten al sistema de los órdenes - a l g u n o s al
dórico y otros al j ó n i c o - que implica elementos parecidos y sintaxis casi idénticas.
Entre las columnas de los Propileos (FIGS. 108, 109-A) p o d e m o s ver, en escorzo
y c o m o en un reflejo distante, las del Partenón (FIG. 109-B), y más allá las del
Erecteion. Los muros ciegos de este templo (FIG. 110) tienen su resonancia en los
muros laterales del pequeño templo de Atenea Nike y la c o n t u n d e n t e muralla que
13 R O S S I , A.: Autobiografía científica, Ed. G u s t a v o Gili,
Barcelona, 1984. lo soporta (FIG. 111). Nuevamente percibimos la resonancia entre las columnas

90
114

114. Ciudad-santuario de Madura, Tamil (India).

115. Detalle del lateral de la fachada de S.Maria


delia Pace, Roma.

116. A. Gaudí: maqueta invertida de los polígonos


funiculares para el trazado de los arcos de la cripta
de la Colonia Güell, Sta. Coloma de Cervelló.

117. A. Gaudí: interior de la cripta de la Colonia


Güell.

118. Le Corbusier: ventanas de una pared de la


Capilla de Ronchamp.

115

91
jónicas de este templo y las de los Propileos, aunque tienen otra proporción y otro
orden. Las molduras, los acanalamientos de los fustes y los pliegues de la ropa de
los bajorrelieves constituyen otro conjunto de temas formales parecidos, pero a
una escala menor, que hacen vibrar aquí y allá las masas de mármol de Pentélico.
Esta uniformidad del material -seguramente más visible ahora que cuando
los templos estaban pintados- refuerza la telaraña de relaciones visuales que da la
sutil consistencia de la Acrópolis. El orden no es coercitivo ni avasallador. Es el
orden tenue que se corresponde con la frase de Pericles: "Amamos la belleza, pero
con mesura". Es la "máquina de la emoción" de la que hablaba Le Corbusier.
También es cierto que la resonancia entre los edificios es desigual y a menu-
do débil. La distancia entre los Propileos y el Partenón es grande en relación con
119. C. Scarpa: Panteón Brion del cementerio de S. Vito. Detalle.
sus dimensiones. La singularidad del Partenón es coherente con su posición exclu-
siva y un poco distante, pero el Erecteion parece perdido encima de la extensa pla-
taforma, aunque posiblemente no fuese así cuando había la estatua de Atenea en
una posición más o menos central. En cambio, los Propileos forman, junto con la
muralla y el templo de Atenea Nike, un conjunto fuertemente trabado en una solu-
ción especialmente feliz.
A. Choisy habla de un eje de equilibrio de volúmenes coincidentes con el eje
de simetría (relativa) de los Propileos, según el cual la masa del Partenón, más gran-
de y más alejada de dicho eje, se compensaría con la del Erecteion, más pequeña
y cercanai4. El criterio de Choisy correspondería al concepto, explicitado poste-
riormente por Lurçat, de ponderación de masas, un concepto emparentado con la
idea vitruviana de simetría. La simetría ponderada supone un justo equilibrio de
volúmenes y de formas que pueden tener elementos parciales de simetría en un
conjunto fundamentalmente dinámico pero contrabalanceado, o bien elementos
asimétricos dentro de un conjunto estático.
No obstante, la simetría ponderada de Lurçat, discernible en conjuntos
relativamente compactos cuando el ojo es capaz de captar el centro o el eje de
ponderación, es una propiedad muy relativa en los conjuntos urbanos, ya que la
comprensión del equilibrio depende mucho más de la posición del espectador
que de las relaciones entre los edificios. Es cierto que algunos puntos privilegia-
dos permiten una visión más sintética y equilibrada del conjunto. En la
Acrópolis, sin embargo, las cualidades urbanísticas se perciben multiphcando los
puntos de vista, y desde la mayoría de estos puntos no es posible distinguir el eje
de equilibrio de masas, un equilibrio que, por otra parte, no tiene por qué ser
necesariamente una virtud cardinal.
Más interesante resulta el despliegue de diversos efectos visuales a lo largo
del recorrido prioritario, efectos comentados, entre otros, por el mismo Lurçat,
y visibles en la sección longitudinal (FIG. 112). En la ascensión hacia la entrada del
recinto, las vistas laterales quedan cerradas por la muralla. Pero en la directriz de
14 CHOISY, A.: Historia de la arquitectura, vol. I, Ed. Víctor Lerú,
Buenos Aires, 1970. la subida se ve, entre las columnas de los Propileos, el espacio abierto y vasto que

92
se insinúa detrás y que invita a entrar, si bien la inclinación de la visual no per-
mite todavía descubrir los templos de la plataforma. La estudiada sección de los
Propileos, con u n desnivel interior y una altura más elevada del arquitrabe que
da al recinto, refuerza la invitación a la ascensión y permite la fuga de las visua-
les en esta directriz. Al llegar a la entrada se entrevé en escorzo el Partenón y el
Erecteion entre el filtro, aún espeso, de las columnas de los Propileos. Al atrave-
sarlos, se descubre la plataforma sagrada en todo su esplendor. El recorrido está
salpicado de invitaciones a la ascensión, de sugerencias, filtros y sorpresas, con
espacios c o m p r i m i d o s y dinámicos, diafragmas y espacios extensos y estáficos,
que van a c o m p a ñ a n d o la percepción del orden mesurado, pero cada vez más
magnífico, del c o n j u n t o .
Desde la plataforma, los Propileos ofrecen otro efecto excepcional: la dilata-
da vista del paisaje lejano filtrado por el primer término de las columnas dóricas
de esta construcción (FIG. 109-C). "El senfido del lugar está allí vastamente explota-
120. H e r z o g & De M e u r o n : f a c h a d a d e l a l m a c é n d e la f á b r i c a
do, y su entorno ufilizado c o m o una extensión; la arquitectura, además, está estre- Ricola, L a u f e n .
chamente incorporada a esta extensión, aun conservando en cada uno de sus puntos
la presencia de imágenes limitadas o esperadas en las cuales se ha buscado y obte-
nido una conjunción perfecta de la arquitectura con el p a i s a j e .
Doxiadis plantea la tesis de una organización radial de los edificios en los
conjuntos urbanos aparentemente desordenados de la época jónica^^. Según este
criterio, los templos de la Acrópolis se dispondrían alrededor del punto de salida
de los Propileos en unos arcos de 30 ó 36 grados que irían cerrando las visuales,
con la excepción de algunos segmentos que dejarían entrever el paisaje (FIG. 113).
La teoría de Doxiadis sólo dene senfido si añadimos a los templos griegos los tem-
plos construidos en la época romana, pero incluso así dicha tesis parece conside-
rablemente forzada y poco relevante para el entendimiento del orden secreto de la
Acrópolis. C o m o opina C h . M o o r e , "tal vez, más importante que la cuesfión de si
éste era o n o el procedimiento que ufilizaban los gnegos, es la capacidad del hom-
bre m o d e r n o para imaginar tal sistema"
El ejemplo de la Acrópolis de Atenas fiene paralelos en muchos otros con-
juntos urbanos en los que n o se han aplicado sistemas ordenadores, pero que se
han configurado con arquitecturas construidas a parfir del mismo lenguaje.
C o m o en el caso de la ciudad gófica, la persistencia de un esfilo garantiza la uni-
dad urbana, y la ausencia de un orden a gran escala otorga diversidad e imprevi-
sibilidad. La invitación a los recorridos múlfiples y a los efectos sorpresa es
característica de este m o d e l o de orden.
Las ciudades fundadas que participan de civilizaciones relativamente estáti-
15 LURÇAT, A.: Formes, Composition etlois d'armonie, Vincent Fréal
cas suelen mostrar una superposición de órdenes a disfintas escalas que les otorga et Cíe Ed., París, 1953.
un especial interés. La ciudad-santuario de Madura (FIG. 114), en el Estado indio de 16 DOXIADIS, C. A.: ArchitecturalSpace in Ancient Greece, The MIT
Press, Cambridge, Mass., 1972.
Tamil, fue fundada c o m o un gran templo brahmánico, y presenta una estructura
17 MOORE, Ch.: Dimensiones de la arquitectura, Ed. Gustavo Gili,
general basada en un c o n j u n t o de murallas inscritas en caja china, y unas elabora- Barcelona, 1978.

93
das puertas - l o s gopurams- dispuestas según diversos ejes, en el cruce de los cua-
les se sitúan el templo principal y el secundario. El orden del conjunto es muy
notable y nada elemental, porque los ejes no forman simetrías y las murallas siguen
unas disposiciones geométricas irregulares. Se trata de una estructura que obtiene
su cohesión de la repetición, según determinadas pautas generales, de unos pocos
elementos arquitectónicos: las murallas, los gopurams y los templos. Sin embargo,
inscrito dentro de este orden hay un conjunto de salas hipóstilas, de templos y de
edificios secundarios con algunas emergencias, como la piscina de las abluciones,
construidos a lo largo de siglos y dispuestos irregularmente en los espacios inters-
ticiales de las murallas. Este segundo tejido posee también una fuerte coherencia,
ya que los sistemas constructivos y las formas se inscriben en el mismo estilo dra-
vídico y sus derivaciones. Por tanto hay en Madura, como en otras ciudades-tem-
plo o ciudades-palacio, una sugerente intersección de un orden a escala global que
afecta a unos pocos elementos, y un orden más confuso que gobierna las cons-
trucciones secundarias.
La arquitectura culta ha utilizado también de manera explícita o indirecta la
recurrencia irregular en el espacio. Una de las constantes de la arquitectura de
Borromini es la de modelar volúmenes y espacios doblegando las paredes en curva
y contracurva. Así, en S.Ivo alia Sapienza (FIG. 32, 33) opone la convexidad del falso
tambor-cúpula a la concavidad de la fachada del patio, y la planta se configura tam-
bién a pardr de la oposición de curvaturas. La fachada de S. Cario alie Quattro
Fontane se doblega furiosamente de la misma manera, y en los ángulos del peque-
ño claustro interior podemos ver una confluencia de curvas en las tres directrices del
espacio. Se trata de un tema clásico de la arquitectura barroca, como se percibe, por
ejemplo, en Sta. Maria delia Pace (FIG. 115), pero muy especialmente de Borromini
y sus seguidores. La extrema unidad formal de esta arquitectura deriva de la geo-
metría compleja, de las simetrías, de la continuidad de determinados elementos,
pero también de esta repedción de curvas opuestas. N o se repite, por tanto, un
determinado elemento, como ocurre en las columnas de los órdenes, sino un tema
formal, y dicha repetición dene una lógica dentro del espacio que no suele ser la
del n t m o regular.
Hemos dicho antenormente que Viollet-le-Duc, en su Diccionario razonado de
la arquitecturafrancesa^^, habla de una "unidad de patrón" y de las leyes que dirigen
sus combinaciones de una manera parecida a como lo habían hecho los tratadistas
clásicos cuando escribían sobre la simetría y la modularidad. Sin embargo, ya
hemos observado en el capítulo precedente que la unidad de patrón es, en este
caso, un tema formal, el del arco ojival, generador del sistema estructural que ori-
121. E. Miralles y C. Pinós: Instalaciones para el tiro con arco, gina "la correspondencia de todas las partes". En las obras más singulares de Gaudí,
Barcelona.
el tema generador, formal y estructural al mismo dempo, será el de las parábolas
de los polígonos funiculares dispuestos y conformados en función de las cargas
18 VIOLLET-LE-DUC, E. E.: L'architecture raisonnée. Extraits du
Dictionaire de rarchitecturefrançaise, Hermann Ed., París, 1978. que deben soportar (FIG. 116). Las formas resultantes son insólitas en la tradición

94
arquitectónica, y presentan, en algunos casos, una inédita irregularidad que no es
gratuita, sino que es consecuencia de las exigencias estructurales que otorgan a la
arquitectura un rigor y un vigor alejados de la futilidad de mucha arquitectura
ornamentada de su época (FIG. 117).
mmr
La suspicacia de muchos arquitectos del Movimiento Moderno hacia las
simetrías y la regularidad, debido a las resonancias académicas que connotaban,
así como los nuevos referentes formales de los que ya hemos hablado, favorecieron
la utilización de nuevas formas y de sintaxis más libres entre las mismas. En las
fachadas de la Villa Stein en Carches, de la Maison Ozenfant o de la Capilla de
Ronchamp (FIG. 118), las ventanas son rectángulos desiguales dispuestos irregular-
mente. La ortogonalidad sigue presente, pero el orden metódico de la igualdad y el
ritmo han desaparecido en favor de un orden menos evidente, surgido de la recu-
rrència de unas formas que poseen el mismo molde geométrico. Las formas y los 122. K. Sejima: exploración de tipos residenciales.
temas repetibles se multiplican a medida que se debilita el rigor del orden general.
Scharoun utilizará muy a menudo en su arquitectura la repetición de poligo-
nales irregulares dispuestas de manera arrítmica, siguiendo unos criterios composi-
tivos que ya había explorado Aalto. Ensayará el mismo procedimiento a escala
urbana en el barrio Charlottenburg Norte de Berlín, donde las unidades urbanas
repetidas, alejadas de las geometrías usuales, tienen la apariencia de una disposi-
ción espontánea. En el nuevo panteón Brion del cementerio de San Vito (FIG. 119),
proyectado por Scarpa, la unidad de la intervención se manifiesta, al margen de las
geometrías generales, en el hecho de que todas las aristas de los diversos volúme-
nes tienen el mismo tema formal: un recursivo escalonamiento muy ostensible (y
por otra parte muy retórico). En los lenguajes más recientes, la recursividad dis-
continua generará elevados grados de complejidad formal, como ya comentaremos
e n el C a p í t u l o V I (FIGS. 120, 121, 122).

95
m
C A P Í T U L O IV

INFLEXIÓN, ARTICULACIÓN Y MASA

EL CAPITEL COMO PARADIGMA

En la construcción arquitrabada, la columna soporta una jácena que es a


la vez el soporte de un envigado. El paso de una columna cilindrica a un arqui-
trabe de sección rectangular presenta unos problemas estructurales y visuales
que las arquitecturas clásicas resolvieron con eficacia. En efecto, una columna
debe ensancharse para aumentar la superficie de apoyo de la jácena y reducir de
este m o d o tanto su esfiierzo cortante como su momento fiector, una reducción
particularmente necesaria cuando el material es la piedra, que, como sabemos,
resiste poco a la flexión. El capitel realiza esta fianción en casi todos los siste-
mas constructivos. Pero el capitel implica también la resolución del contacto
visual entre la columna y la jácena.
En un capitel dórico, por ejemplo (FIG. 123), el paso del fiaste al arquitrabe
se realiza a través de unas formas intermedias que van solucionando el engarce.
El hipotraquelio o astrágalo es la primera deformación del fuste: una pequeña
moldura que expresa a la vez el estribo que evita la quebradura de la cabeza del
fuste, y el anuncio de las deformaciones que vendrán más arriba. Después del
astrágalo el fuste prosigue hasta el collarín, un pequeño bocel cuya forma es la ade-
cuada para arrancar la curva del equino. Esta pieza puede interpretarse como una
deformación progresiva del fuste, que va ensanchándose hasta adquirir el diáme-
tro adecuado para aumentar la superficie de apoyo. La sección verücal del equino
fiene un perfil que no es nunca circular, sino elípüco o parabólico, ya que estas
formas expresan mejor la transmisión de fuerzas que desde el arquitrabe se van
concentrando hacia el fuste. La parte superior del equino, que sigue siendo circu-
lar, al igual que el fuste, se acopla perfectamente con el ábaco, un prisma de base
123. Capitel dórico del Partenón.
cuadrada que a su vez se arficula bien con la sección rectangular del arquitrabe.
Al margen de los añadidos decorativos, las formas de todos los elementos
están m u y ajustadas a sus funciones estructurales, a la expresión visual de dichas
funciones y a la resolución del problema de la relación formal entre dos ele-
mentos, el fuste y la jácena, de geometría y directrices disdntas.
El capitel - o al menos la parte del capitel correspondiente al astrágalo, al
collarín y al e q u i n o - se percibe como una inflexión del fuste destinada a resol-
ver el contacto formal con el arquitrabe. La inflexión de un elemento arquitec-
Página opuesta: A. Aalto: primer croquis del Centro Cultural de
tónico bajo la presencia de otro es, por tanto, un factor estructurador, ya que, al Siena, 1966.

97
igual que la geometría, la simetría o las repeticiones, constituye una manera de
establecer determinadas relaciones visuales dentro de un conjunto.
La arquitectura de los órdenes abunda en inflexiones: la sucesión bocel-

V ú
Ky
escocia-bocel en una basa ática (FIG. 124), las molduras de un entablamento, las
pequeñas deformaciones en los intercolumnios extremos de un templo clásico,
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constituyen continuas y sucesivas alteraciones de una forma básica con el fin
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11
S :
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\ de enlazarse con otra. El éntasis (engrosamiento del tercio inferior de las colum-
nas clásicas) puede ser entendido también como una deformación del fuste
• i"i I bajo el peso del arquitrabe, y por tanto como una inflexión, absurda desde el
punto de vista físico cuando la columna es pétrea, pero no tanto desde el punto
de vista de la expresión visual de las fuerzas.
En sus escritos sobre arquitectura, Hegel da una interpretación distinta del
capitel. Establece primero las diferencias entre "portar" y "soportar", y en base
a ello distingue entre el muro, el pilar y la columna, otorgando a la columna
cierta autonomía estructural y formal que implica la necesidad de límites: "El
principio y el fin son determinaciones inherentes a la columna, y por tal moti-
vo hay que ponerlos en evidencia como momentos que le son propios. Por esta
causa la columna creada por la bella arquitectura que ha llegado a su plena
madurez tiene basa y capitel (...). Atribuyendo un carácter intencional al prin-
cipio y al final nos damos cuenta del verdadero significado de la basa y el capi-
tel. Tienen el mismo significado que la cadencia en música, que precisa de una
conclusión firme"i.
La idea de Hegel según la cual las formas que tienen enddad arquitectó-
nica deben tener límites resaltados visualmente es habitual en la arquitectura
clásica, y se relaciona con la concepción unitaria y cerrada del edificio enten-
124.a Capitel y basa del orden dórico, según Palladlo.
dido como un organismo. Como el propio Hegel evidencia, las formas orgáni-
cas "denen su principio y su fin en sus contornos libres porque el organismo
está dotado de una razón inmanente que delimita la forma por el interior". La
columna, al igual que otros elementos arquitectónicos, no tiene, en cambio,
una razón interna que delimite sus extremos, por lo que corresponde al arte, en
opinión de Hegel, explicitarlos y darles forma.
Esta idea, por cierto nada dialéctica, es, desde luego, aberrante, y, como
se ha dicho, un residuo de aquella concepción clásica de la arquitectura que
insistía en la autonomía formal de cada elemento. Es evidente que la razón de
ser del capitel es precisamente la de realizar la transición entre fuste y arquitra-
be, y sólo puede entenderse cabalmente como un fruto de la interacción entre
estas dos piezas estructurales, ya sea como elemento articulante, ya sea como
inflexión del fuste bajo la presencia del arquitrabe. De nuevo el símil orgánico
induce a error al no comprender la función estructural y visual de determina-
das arquitecturas adinteladas.
1 HEGEL, G. W. R: La Arquitectura, Barcelona, Ed. Kairós,
Barcelona, 1981. Aun así, las deformaciones que señalan los límites de una obra o de un

98
elemento pueden ser interpretadas también como inflexiones. La columna con
capitel y basa n o es un buen ejemplo, pero las fachadas de los edificios clásicos
presentan con fi-ecuencia estas deformaciones extremas. Tomemos dos edificios
de Palladio. En la basílica de Vicenza (FIG. 125) el orden del magnífico pórdco
que circunda el palacio de la Ragione se construye por medio de la repetición
rítmica de serlianas entre las columnas estructurales, pero en los intercolumnios
extremos se produce una variación del tema: las serlianas cambian de ritmo y pier-
den el óculo, y en las aristas aparecen dos semicolumnas en vez de una (FIG. 126).
Estas inflexiones en las esquinas anuncian el final de la fachada, delimitan con
claridad el edificio y acentúan su autonomía.
En la famosa fachada del palacio Valmarana (FIG. 127), también en Vicenza,
proyectado veinte años más tarde, se produce un fenómeno parecido pero de
sentido opuesto. La fachada también se ordena por medio de una repetición rít-
mica de pilastras gigantes, a la manera de Miguel Ángel. También aquí las pilas-
tras extremas cambian, y son sustituidas por unas pilastras más pequeñas en la
planta baja y unas esculturas adosadas a la pared en la planta piso. Hay por
tanto una inflexión en los límites de la fachada, pero es una inflexión que debi-
lita la potencia del orden gigante y que parece dejar indefinidos los contornos,
de tal m o d o que el edificio, lejos de proclamar su autosuficiencia, parece humi-
llarse con el fin de adaptarse al contexto. Por este motivo algunos críticos han
proclamado la obra c o m o un "auténtico acontecimiento de integración urba-
na"2, y le han atribuido (con cierta desmesura a nuestro parecer) el mérito de
romper por primera vez con la concepción renacenfista del edificio en tanto
que cuerpo aislado y hermético. Por otra parte, resulta curioso que el palacio
Valmarana fuera proyectado pocos meses antes que la Villa Rotonda (FIG. 61), el
símbolo más luminoso y extremo de esta concepción. 124.b Capitel y basa del orden dórico, según Palladio.
La inusitada vitalidad de los órdenes clásicos no es ajena a la perfección
del sistema fuste-capitel-arquitrabe. El capitel se ha converfido en un paradig-
ma de orden, y sus múltiples formas en signos de identificación de los estilos.
Sin embargo, la eficacia del sistema se manifiesta en el hecho de que el capitel
es un elemento habitual en la gran mayoría de los lenguajes arquitectónicos, y
no sólo de los conocidos como clásicos. Las columnas de los templos egipcios
tenían capiteles lotiformes o campaniformes. La arquitectura mesopotàmica
desarrolló en épocas primitivas ciertas formas rudimentarias de capiteles que
siglos más tarde fueron reelaboradas por los aqueménidas. Modelos parecidos
se encuentran en la arquitectura india de diversos periodos. Los órdenes helé-
nicos se expandieron por doquier, y podemos encontrar algunos estilemas de sus
capiteles en remotas culturas orientales, en las obras de algunos periodos de la
arquitectura árabe, en las iglesias bizandnas y en los claustros románicos.
La facilidad de propagación de estos modelos no es proporcional a la fuer-
za expansiva de la cultura griega. En realidad, la difusión esdlísdca del capitel 2 PUPPI, L.: Andrea Palladlo, Electa Ed., Milán, 1973.

99
representa un aspecto secundario de la necesidad primaria de resolver cons-
tructiva y visualmente la articulación de dos elementos fundamentales de los

TTFWÍ''
I I I i ^I \ \ \ \ \
pórticos ortogonales.
El escaso desarrollo del capitel en la arquitectura gótica es sintomático de
lo que acabamos de enunciar. El sistema estructural del gótico más significati-
vo se caracteriza por unas bóvedas de crucería que descargan las fuerzas a tra-
vés de los nervios de arista hasta los pilares. Las nervaduras, que a m e n u d o
tienen forma de bocel, se adhieren al pilar, h e c h o que hace innecesario u n ele-
m e n t o de transición como el capitel. A pesar de ello, si desde el p u n t o de vista
constructivo no resulta imprescindible, el paso del bocel vertical adherido al
pilar al arco o nervio presenta unas ambigüedades visuales que hay que resol-
ver, ya sea mediante un molduraje que recuerda a los capiteles (FIG. 128), ya sea
por medio de cartelas.

ABERRACIONES SINTÁCTICAS

C o m o ocurre tan a m e n u d o en arquitectura, el rigor sintético - e s t r u c t u -


ral, compositivo, f u n c i o n a l - de una forma queda desbordado por exigencias de
otro orden, generalmente simbólicas o representativas, de origen oscuro. Ya lo
hemos observado en Hegel. Pero hay otros equívocos. En los capiteles sor-
prende la abundancia de temas vegetales y zoomórficos. En el arte aqueméni-
da la columna se coronaba generalmente con dos medias figuras animales; en
los capiteles románicos se esculpe una extensa gama de bestias monstruosas.
Pero las referencias al m u n d o vegetal son más numerosas: los diferentes capite-
125. A. Palladio: Basílica de Vicenza. Ritmo de las serlianas.
les egipcios son representaciones del loto, el papiro y otras plantas del valle del
Nilo (FIG. 129-A). El orden corintio, con sus hojas de acanto (FIG. 130), es el más
reproducido de la civilización helénica. Los motivos vegetales, cuidadosamen-
te esculpidos con trépano, son característicos de la arquitectura bizantina, y
aparecen también, mezclados con o r n a m e n t o s geométricos, en la arquitectura
árabe (FIG. 129-B). De nuevo la naturaleza deja sentir su poderosa influencia
sobre la arquitectura, y el arte del capitel c o m o arte de la mimesis directa apa-
rece n o ya como una concepción específica del m u n d o griego exportada a otras
culturas, sino c o m o una concepción de raíces más p r o f u n d a s y universales.
Esta desmesurada necesidad de referirse a la naturaleza viva es incluso
capaz de invertir la representación visual del esquema estructural. A diferencia
del capitel dórico, el capitel con hojas de acanto o de loto n o es la imagen más
adecuada para connotar "capacidad de soporte". Es probable, c o m o ya se ha
declarado muchas veces, que la c o l u m n a con basa y capitel fuese para los anti-
guos la encarnación arquitectónica del árbol, con sus raíces y su ramaje. N o hay
duda de que la referencia al árbol, que n o debe soportar cargas, se ajusta mal a

100
las funciones estructurales de la columna, pero con todo la idea ancestral del
árbol tiene muchas posibilidades de ser cierta, y explicaría parcialmente el
hecho de que la columna haya sufrido tan a menudo la perversión de ser con-
siderada como un miembro autónomo.
La columna exenta, la columna votiva, las columnas-estatua... (FIG. 131),
suponen la utilización descontextualizada de una pieza arquitectónica que
tiene su origen en otra lógica. Este tipo de inversión es habitual en la historia
de la arquitectura, y ciertamente puede llevar a resultados sutiles, como la metá-
fora literaria de la columna del Chicago Tribune (FIG. 132) de Loos, aunque más a
m e n u d o se haya llegado, en mucha arquitectura posmoderna, a un reduccio-
nismo depauperado que destruye la perfección sintáctica y los significados de
los órdenes clásicos sin conseguir cargar las formas con nuevas denotaciones.
Sin duda, estos referentes simbólicos, vivos en épocas remotas, resultan
ahora difícilmente comprensibles. R. Neutra explicitó esta perplejidad: "Resulta
inexplicable el hecho de que una columna caliza sometida a una carga axial
parezca demostrar un engrosamiento elástico muy perceptible y que, mediante
acanaladuras, presente una estructura nervada semejante al m u n d o vegetal. Si,
con todo, esta lectura de los materiales ufilizados hace dos mil años podría ser,
a su manera, expresión de un simbolismo estático, a nosotros, con el interés
puesto en otra parte, se nos ha escapado esta posibilidad"^.
El desdén de la arquitectura moderna hacia el sistema de los órdenes clá-
sicos n o excluye el problema estructural y compositivo de la articulación de los
pórticos ortogonales de la construcción actual. En los forjados reticulares, el
capitel de hormigón, que absorbe el punzonamiento y parte de la flexión, se
construye casi siempre embebido en el mismo forjado, de m o d o que no hay
expresión visual del contacto. Los pórticos con jácenas de canto se resuelven 126. A. Palladio: Basílica de Vicenza. Detalle de la esquina.

generalmente mediante pilares o columnas que contactan también sin inflexio-


nes, reduciendo así la expresividad, pero también el riesgo de amaneramiento
de una arquitectura excesivamente inflexionada.

LA INFLEXIÓN

El concepto de inflexión fue expuesto, probablemente por primera vez,


por A. Trystan Edwards en Architectural Style^, que lo definió como un fenóme-
no propio de aquellas composiciones complejas en las cuales un compromiso
especial con el todo refuerza las partes. Dicho de otro modo, las partes de un
todo se modifican o se deforman en función del conjunto. Más tarde, en un 3 NEUTRA, R.J.: Wie baut Amenka 2, Berlín 1927.
singular y anacrónico libro^, Trystan Edwards precisa este concepto convirtién- 4 TRYSTAN EDWARDS, A.: ArchitecturalStyle, Faber & Gwyer,
dolo en u n o de los cánones de \di gramática del diseño, comentando lo siguiente: Londres, 1926.
5 TRYSTAN EDWARDS, A.: Towards Tomorrow's Architecture,
" C u a n d o una cosa se inflexiona para tener en cuenta a otra, se manifiesta cier- Phoenix House, Londres, 1968.

101
ta sensibilidad que tiene la preciosa cualidad de la vida misma". Los m o d o s a
través de los cuales la inflexión se presenta en la naturaleza animada son infi-
nitos, y Trystan Edwards ejemplifica algunos de ellos referidos a la disimetría de
los animales respecto de sus planos transversales, en contraste con las inflexio-
nes que presentan en sus planos de simetría. O t r o s dibujos ilustran de qué
m o d o en los seres vivos la inflexión resuelve sistemáticamente el p r o b l e m a de
la dualidad, que en caso de persistir generaría criaturas monstruosas (FIG.133).
Venturi exploró la idea de inflexión en el ú l t i m o capítulo ("El c o m p r o m i -
so con el difícil conjunto") de su c o n o c i d a obra Complejidad y contradicción en la
arquitectura: "Mediante la inflexión hacia alguna cosa fiiera de ellas mismas, las
partes consiguen sus propios lazos de u n i ó n : las partes inflexionadas están más
integradas al c o n j u n t o que las partes n o inflexionadas... En términos de per-
cepción, [el elemento inflexionado] d e p e n d e de alguna cosa que está fiaera de
él m i s m o y en la dirección de la cual se inflexiona. Es u n a forma orientada que
corresponde al espacio orientado"^. R. A r n h e i m se refiere también a la inflexión
con el n o m b r e de "declinación", un t é r m i n o especialmente adecuado, según él,
porque describe un proceso similar en el lenguaje verbal: la d e f o r m a c i ó n de
una palabra, especialmente de un verbo, dentro de su p r o p i o cuerpo, con el fin
de expresar su f u n c i ó n en la frase, su d e p e n d e n c i a de otra palabra. A r n h e i m
continúa: "A manera de sugerencia diríamos que estas formas d e b e n cumplir las
siguientes condiciones perceptivas. D e b e n ser vistas c o m o deformaciones de
formas modélicas más simples, y las d e f o r m a c i o n e s deben considerarse c o m o
causadas p o r la tracción y por los impulsos de la constelación circundante.
También el desequilibrio resultante de la d e f o r m a c i ó n tiene que ser compensa-
do dentro del patrón equilibrado del conjunto"^.
127. A. Palladio: Palacio Valmarana, Vicenza. Detalle
Venturi comenta algunos ejemplos de inflexión a diversas escalas. La
de la fachada.
mayoría son ejemplos de movimientos estilísticos complejos, desde los muebles
rococó o modernistas hasta las grandes construcciones barrocas. Para él, la igle-
sia de las Peregrinaciones de Birnau, en Baviera, es u n exponente de composi-
ción por inflexión que cumpliría las condiciones sugeridas por A r n h e i m . En
efecto, la ornamentación, la posición de las estatuas, las curvas de las bóvedas,
las distorsiones de los capiteles, sólo se e n t i e n d e n c u a n d o se perciben en f u n -
ción del centro de composición que es el altar principal, y el desequilibrio entre
las partes se compensa con la simetría bilateral de la iglesia.
Blenheim Palace (FIG.65), cerca de O x f o r d , el Royal Naval Hospital de
Wren en Greenwich y las iglesias apareadas del tridente de la plaza del Popolo
en Roma son otros ejemplos de c o m p o s i c i ó n barroca axial en los que algunos
elementos arquitectónicos pierden parcialmente su a u t o n o m í a formal d e b i d o a
6 V E N T U R I , R.: Complejidad y contradicción en la arquitectura, que se deforman en f u n c i ó n del eje principal de simetría. K a u f m a n n , en una
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1972. afirmación citada en u n capítulo anterior, nos dice que esta característica es dis-
7 A R N H E I M , R.: La forma visual de la arquitectura,
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1978.
tintiva de la arquitectura barroca en oposición a las obras de los iluministas.

102
ïí 1

i i á
128

129.a

129.b

128. Transición entre la nervadura y el pilar en el


sistema gótico, según A. Lurçat.

129.a/b/c Temas vegetales en los capiteles egipcios,


bizantinos y árabes.

130. Capitel corintio, según Palladlo.


129.C

103
quienes resaltan la a u t o n o m í a de las partes. Verdaderamente, la arquitectura
barroca abunda en inflexiones, y n o sólo a escala del gran eje de simetría que
justifica el todo. U n detalle casi insignificante c o m o es el e n c u e n t r o de la jamba
de una puerta con el dintel puede resolverse p o r m e d i o de u n contacto direc-
to, o bien, c o m o hace Borromini en San Carlino, p o r m e d i o de una ligera
deformación de la parte superior de la jamba, que realiza así la fiinción visual
de una ménsula perfectamente ajustada al dintel (FIG.134).

LA TEMIBLE DUALIDAD

La afirmación de Trystan Edwards según la cual la inflexión es u n méto-


do para resolver dualidades va a c o m p a ñ a d a de la reflexión sobre u n enigmáti-
co problema compositivo, poco analizado en la mayoría de los tratados: el
rechazo de la dualidad.
Trystan Edwards resume su gramática del diseño en tres conceptos: la
p u n t u a c i ó n , el n ú m e r o y la inflexión. Al referirse al n ú m e r o nos dice que se
puede proyectar el uno, también el tres o cualquier n ú m e r o superior, p o r q u e
p u e d e n tratarse c o m o un conjunto, es decir, se p u e d e converdr la pluralidad en
unidad. Sin embargo, n o es posible proyectar el dos, p o r q u e n o es posible con-
seguir la unidad de dos elementos que tienen su propia lógica interna indife-
rente a la del otro. La idea se entiende claramente c u a n d o , c o m o ya h e m o s
mostrado anteriormente, se observa c ó m o la naturaleza rechaza las dualidades,
y Trystan Edwards lo ejempUfica en los dibujos de la figura 133: la c o r n a m e n t a
del ciervo de la figura A es la que se da en la naturaleza, mientras que la de la
figura B sería monstruosa, puesto que cada c u e r n o fiene su p r o p i o eje, su pro-
131.a Columna descontextualizada.
pia enfidad indiferente al plano de simetría del animal. De ahí nace la necesi-
dad de la inflexión - l a deformación de cada c u e r n o con el fin de reconocer el
eje de s i m e t r í a - en tanto que resolución de la dualidad: los dos cuernos infle-
xionados (los de la figura A) ya n o c o r r e s p o n d e n al n ú m e r o dos, p o r q u e hay u n
tercer elemento, el eje de simetría, que convierte la dualidad en u n a tríada.
El curioso excurso de Trystan Edwards tiene u n f u n d a m e n t o real: en
tanto que proyectistas tendemos, inconsciente o c o n s c i e n t e m e n t e , a evitar las
dualidades, rechazándolas o c o n v i r t i é n d o l a s en simetrías, y esta t e n d e n c i a n o
es más que otra manifestación de n u e s t r o s e n t i d o del o r d e n , ya q u e u n a dua-
lidad irreductible n o genera una estructura, n o f o r m a un sistema d o t a d o de
orden. La historia de la arquitectura casi nunca nos muestra dualidades. Cualquier
templo hipóstilo, por ejemplo, siempre tiene u n n ú m e r o par de columnas en
su frontal, ya que de lo contrario aparecería u n a c o l u m n a en el eje que nos
sugeriría dos puertas y dos espacios interiores iguales y separados por el eje.
Siendo el espacio interior el protagonista de la arquitectura, esta dualidad difí-

104
Gilmente podría ser comprendendida ni se ajustaría a unas elementales condi-
ciones funcionales. Lo mismo cabe decir de las iglesias, los palacios, los teatros
y las viviendas. Ciertamente conocemos algunas excepciones, como el Palacio
C o m u n a l de Siena, que sin embargo resuelve bien esta rareza mediante el des-
plazamiento y el énfasis de la puerta principal. La extraña iglesia de los albi-
genses de Toulouse es otro ejemplo de una dualidad mucho más radical.
N o obstante, hay que matizar la sugestiva idea de Trystan Edwards: la
resolución de una dualidad n o tiene por qué producirse necesariamente por
medio de la simetría. Esta inflexión por simetría sólo tiene sentido si partimos
de dos elementos iguales, c o m o en el caso de los cuernos de la figura B. Pero
ésta, además, no es la única solución de la dualidad de elementos iguales. Y, por
otra parte, la dualidad puede darse con dos elementos distintos si tienen pare-
cido peso en la composición, en cuyo caso tampoco tiene sentido la inflexión
por simetría. Consideramos más preciso el concepto general de inflexión
expuesto anteriormente, pues nos explica un mecanismo compositivo capaz de
resolver tanto las duahdades de elementos iguales como las dualidades de ele-
mentos distintos.
Hay que añadir, además, que el desafío a las reglas - a u n q u e sean reglas
no escritas, incluso oscuras y puramente intuitivas— es también un aspecto fas-
cinante de la proyectación. Pocas veces se ha dado en un buen proyecto el man-
tenimiento consciente de la dualidad, pero existen excepciones interesantes.
Tomemos c o m o ejemplo el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona
(FIG. 135), proyectado por Viaplana y Piñón. El nuevo edificio y la reforma del
patio de la Casa de la Caritat, donde se insiere el proyecto, es un ejercicio de
manejo sutil de la dualidad. La nueva fachada acristalada preside un lado del 131.b Columnas descontextualizadas.
patio interior, y está dividida de arriba abajo justo por el centro. Aparecen así
dos fachadas casi iguales: una de ellas está ligeramente retranqueada respecto a
la otra, y los colores de los cristales son también ligeramente distintos. Esta
división se prolonga en el suelo del patio, de m o d o que en los pavimentos con-
tinúa la leve diferencia: granito gris a un lado y granito gris-rosado en el otro.
La dualidad se acentúa con otros detalles del mobiliario: un largo banco que se
ajusta a u n o de los dos hemiplanos, y una alargada lámpara de luz rasante que
se ajusta al otro. La voluntad de provocar una dualidad aparentemente irreso-
luble es muy clara, ya que, a pesar de la igualdad entre las superficies a cada
lado de la línea central, se evita cuidadosamente que ésta se convierta en un eje
de simetría: la diferencia de coloración a cada lado y el pequeño retranqueo
entre ambas fachadas lo impiden. El juego con la dualidad prohibida otorga al
proyecto un raro embeleso. Sin embargo, ¿es esta dualidad tan irreductible? En
realidad, pese a n o introducir ni inflexiones ni simetrías resolutorias, el con-
junto se percibe como una unidad in extremis. La cohesión viene proporciona-
da, sobre todo, por la semejanza entre los materiales que hay a cada lado del

105
plano de corte. No existe riesgo de una dualidad de elementos indiferentes, ya
que esta semejanza es tanto o más fuerte que la diferencia de coloraciones y que
el retranqueo. No sería así, por ejemplo, si una de las fachadas fuera opaca y
pétrea y la otra de cristal: en este caso la dualidad n o habría sido resuelta, y el
conjunto no habría sido ni tan unitario ni tan refinado como el que nos han
ofrecido los autores de esta obra singular.

EL ESPACIO TENSO

En las ciudades de crecimiento lento, las inflexiones surgen como meca-


nismos espontáneos de ajuste de los edificios a su contexto topográfico y urba-
no. La inserción de los edificios singulares en el tejido residencial es significativa
de este ajuste. Las catedrales, los palacios comunales y las iglesias de barrio no
tienen casi nunca una posición privilegiada y dominante proyectada previa-
mente. Su encaje en el tejido edificado es a m e n u d o difícil, pero a lo largo del
lento proceso de construcción de estos m o n u m e n t o s , paralelo al proceso de nue-
vas cristalizaciones urbanas en su entorno, se va produciendo un diálogo largo,
no siempre pacífico, que termina inevitablemente en mutuas deformaciones:
retranqueos de las alineaciones de las calles, aperturas de pequeñas plazas y,
simultáneamente, naves laterales inacabadas, añadidos disimétricos, campana-
rios desplazados en el cuerpo de los edificios singulares. En estos casos se evi-
dencia que el recurso de la inflexión supera el limitado alcance de la simetría.
En la plaza Mayor de Faenza (FIG. 136), tanto la torre que hay en un extre-
mo de la plaza como el campanario situado en el otro han provocado la infle-
xión de las alineaciones de los porches, que se han retirado ligeramente para
dejar respirar a los elementos emergentes. Las torres del palacio del Popolo y
del palacio dei Priori de Todi (FIG. 137) están inflexionadas en función de las dos
plazas del núcleo medieval. En los alrededores de Santa Maria dei Fiori, en
Florencia, las alineaciones de las calles se han deformado bajo el impacto del
campanario y del ábside. Y no cabe duda de que en la plaza del C a m p o de
Siena, al margen de la unidad formal del c o n j u n t o ya comentada en el capítu-
lo anterior, aparece un nuevo nivel de orden cuando se observa la correspon-
dencia entre la posición del Palacio C o m u n a l , con su torre, y la forma cóncava
de la plaza.
El equilibrio tenso es fruto de estas inflexiones, que denotan un laborio-
so pero fructífero proceso de mutua adaptación. La reivindicación por parte de
132. A.Loos: Columna del Chicago Tribune.
C. Sitte de las plazas medievales es una reivindicación de la inflexión, paralela
al rechazo que manifiesta por los órdenes elementales de la geometría y la
simetría bilateral primaria, incapaces de construir espacios urbanos de esta
complejidad.

106
La inflexión ha sido identificada especialmente con las arquitecturas barro-
cas, de tal m o d o que la palabra participa del archipiélago semántico que define
dichas arquitecturas. Algunos temas formales disfintivos del barroco, como la
oposición de curvaturas, quieren ser la expresión de poderosas ftierzas capaces
de flexionar y doblar las masas, pero su aplicación concreta suele responder a la
C5r>
necesidad de resolver ciertos conflictos de enlace entre los miembros arquitec-
tónicos, es decir, se emplean casi siempre como utensilios compositivos basados
en la inflexión.
A pesar de que la mayoría de los ejemplos urbanos expuestos por Venturi
se refieren a composiciones barrocas emplazadas en grandes ejes de simetría,
hay un grupo específico de intervenciones - l a citada inserción de nuevos arte-
133,a
factos arquitectónicos en el interior de tejidos medievales, especialmente en las
ciudades italianas (FIG. 138)-, que son testimonios incitantes de inflexiones no
referidas a la simetría. Se trata de intervenciones que suelen imprimir a los con-
juntos la enérgica tensión del espacio ya comentada en el primer capítulo.
A la iglesia de Santa Maria delia Pace (FIG. 139), en Roma, se le añadió, ya
entrado el siglo XVII, un pórtico semicircular proyectado por P. di Cortona. La
iglesia se encontraba en la bifurcación de dos estrechas calles que el pórfico
prácticamente habría obstruido. La operación de P. di Cortona se completó con
una ligera inflexión de las alineaciones de las calles destinada a formar una
minúscula plaza. Esta plaza está cargada de la tensión derivada de la despro-
porción entre el pórfico y el espacio libre. En la misma Roma, bajo el Quirinale,
el tejido medieval se deformó limitadamente para dar cabida a la enorme 133.b
Fontana de Trevi (FIG. 140), proyectada por N. Salvi a mediados del siglo XVIII.
La brevedad del espacio y la voluminosa fuente que lo invade casi por com-
pleto son también ejemplos de inflexiones con tensión espacial, una rara cualidad
urbanísfica que suele ir acompañada de potentes efectos sorpresa. Arquitectos
como Valadier, ya de otra época, no podían entender este atributo (FIG. 141).
La extraña escalinata de la Trinità dei Monfi (FIG. 67), que enlaza la plaza de
España con la iglesia de este nombre, ha sido comentada ya en el segundo capí- B
tulo. La curiosa deformación de la simetría bilateral nace también de la necesi-
dad de ajustar las directrices de las gradas a las alineaciones de la plaza y de la 133.C
iglesia, que no cortan ortogonalmente el eje de simetría. Hay que interpretarla, 133.a/b/c Inflexiones (A) que resuelven dualidades (B), según
A. Trystan Edwards.
por tanto, c o m o una inflexión, y también en este caso, a pesar de que la esca-
linata no queda completamente cerrada por los edificios laterales, su desmesu-
ra en relación con la reducida profundidad de la plaza de España que le da
frente, carga el espacio de esta tensión tan específica de la Roma de los siglos
XVII y XVIII, tensión que, c o m o hemos visto en el primer capítulo, tiene pre-
cedentes en las obras de Miguel Ángel.
La concepción escenográfica del espacio propia del barroco ha modelado a
menudo la arquitectura según un proceso inédito por el cual los edificios se con-

107
figuran prioritariamente desde fuera hacia adentro, es decir, inflexionándose bajo
la presión del espacio urbano que incide a veces en deformaciones importantes
del espacio interno de los edificios circundantes. U n testimonio explícito lo
encontramos en la catedral que preside la plaza ducal de Vigevano (FIG. 142). La
fachada, construida por el obispo y matemático), de Caramuel en 1680, da prio-
ridad al espacio de la plaza con respecto al espacio interior. En efecto, la facha-
da de la catedral es en realidad un cerramiento del espacio exterior. La
concavidad da a la plaza siguiendo su eje y menospreciando el eje de la cate-
dral. El muro se alarga hasta cubrir toda la anchura de la plaza, abarcando inclu-
so la embocadura de la calle adyacente a la catedral, calle que tiene su acceso a
través de u n o de los arcos de la fachada. Su forma, teatral y exacta percibida
desde el orden de la plaza, tiene en cambio un difícil encaje en las directrices
interiores de la catedral, lo que genera espacios residuales de transición.
Casi todos los casos comentados de inflexión a escala urbana pueden leer-
se como una constelación de campos de fuerza en equilibrio tenso. C o m o suge-
ría S. E. Rasmussen», los objetos manifiestan las fuerzas que los han creado. Esta
idea, que ya hemos desarrollado al final del primer capítulo, implica también
la comprensión de que las formas tienen sus particulares líneas de fuerza. En
las composiciones urbanas inflexionadas se percibe el juego de acciones y reac-
ciones provocado por los edificios, así c o m o el precario equilibrio que suele
resultar de ello.
La comentada plaza del Campo, en Siena (FIG. 143), puede ser revisitada
desde esta óptica, y entonces es posible comprender que la posición y la forma
de los edificios tiene aún otra lógica. El palacio Comunal, y especialmente su
torre, son el origen de un haz de fuerzas centrífugas que encuentran su equili-
134. F. Borromini: enlace entre jamba y capitel en una puerta de brio en el campo de fuerzas convergentes provocadas por la fachada cóncava
S. Carlino alie Quattro Fontane, Roma.
del lado opuesto de la plaza, y por la ligera concavidad del pavimento. Este
delicado equilibrio desaparecería si, por ejemplo, el palacio C o m u n a l estuviera
situado en la fachada cóncava, ya que en este caso n o habría el contrapeso de
fuerzas, con lo cual la estructura de las correspondencias visuales se arruinaría
de la misma manera que el orden frágil de la inflexión.
Hay que señalar que ni la correlación de formas ni la compensación de
fuerzas son mecánicas y evidentes. La fachada del Palacio C o m u n a l fiene una
composición desequilibrada (FIG. 103). El cuerpo central está planteado con una
fachada simétrica, pero con la singularidad de que el eje n o coincide con las
aberturas sino con los pilares, hecho que en la planta baja se traduce en una
posición asimétrica de la puerta de acceso. Las alas laterales tienen la misma
composición rítmica de aberturas que el cuerpo central, pero aquéllas siguen
unas alineaciones ligeramente desviadas, y las perturbaciones continúan en las
aberturas de la planta baja. Finalmente, el ala izquierda dene en su extremo la
8 RASMUSSEN, S. E.: Experiencia de la arquitectura,
Ed. Labor, Barcelona, 1974. extraordinaria prominencia del campanile, que en la planta baja se remata con

108
un pórtico. El notable volumen y la altura de este elemento desequilibran la
tímida simetría del conjunto, que adquiere de este m o d o una notable tensión.
Dentro de la plaza, como es habitual en un conjunto medieval, el cam-
panile n o ocupa una posición geométrica exacta respecto a las radiales de la
fachada cóncava, la cual, por otra parte, tampoco responde a un semicírculo
trazado a compás. C o n todo, ocupa la posición correcta para compensar las
fuerzas que hemos comentado, una compensación precaria y dinámica que
otorga al c o n j u n t o una infrecuente vivacidad.
La tensión espacial, mensurable a partir de la intensidad de las fuerzas que
vibran en el espacio, deriva de la dimensión y la proximidad de los volúmenes
que lo configuran. Es fácil imaginar que si la plaza fuera mucho mayor, el
campo de fuerzas de la torre y del palacio llegaría debilitado al otro lado, y vice-
135.a
versa, también la distancia amortiguaría las fuerzas convergentes de la fachada
cóncava. En este caso la plaza sería mucho más distendida. La tensión, en cam-
bio, aumentaría con la proximidad, en perjuicio ciertamente de la percepción
de la grandeza. Esto es lo que hemos observado en los pequeños espacios barro-
cos de Roma, donde las poderosas líneas de fuerza de los grandes artificios que-
dan comprimidas dentro de reducidas plazas.
Estas observaciones se constriñen a los aspectos estrictamente morfológi-
cos del espacio, aunque mantienen el propósito de establecer correspondencias
entre la construcción del orden formal y la belleza de la ciudad y de su arqui-
tectura. P. G. Rowe ha analizado exhaustivamente la organización de la socie-
dad sienense durante esta etapa de su historia para profundizar en las causas
que permitieron la formación de estas afortunadas piezas urbanas^. El autor
deduce que es en la equilibrada articulación entre una sociedad civil vertebra-
da y robusta y el poder del Estado donde se dan las condiciones óptimas para
la aparición de estos modelos urbanos ejemplares. La comparación con otras
ciudades afortunadas construidas en otros periodos parece confirmar esta inte-
resante tesis, en la que n o insistimos porque desborda el marco limitado de
nuestro trabajo.
135.b
Una arquitectura de unidades autosuficientes como la del iluminismo no 135.a/b A. Viaplana y H. Piñón: Centro de Cultura
Contemporánea, Barcelona. Croquis y fachada.
udliza métodos compositivos como la inflexión. La autonomía de las partes y
la discreción formal n o invitan a la deformación de unas unidades con el fin de
adaptarse a otras. Los conjuntos neoclásicos no fienen esta voluntad de orden
jerarquizado a gran escala que preside las composiciones barrocas, y con la
desaparición de la inflexión desaparece también la tensión espacial de los edi-
ficios y de los espacios urbanos en favor de una arquitectura que recupera el
equilibrio destensado y estático del Renacimiento.
N o obstante, la inflexión es un mecanismo vivaz que puede concretarse
de maneras y a escalas m u y distintas. La ciudad de Bath ha sido brevemente
9 ROWE, P. G.: Civic Realism, The MIT Press, Cambridge,
comentada en el capítulo anterior. Una de las úldmas operaciones urbanas que Mass., 1997.

109
136.b 139.a 139.C

110
\
142.b

136.a/b Vista aérea y planta de la Plaza Mayor de Faenza.

137. Conjunto de plazas y palacios de Toddi.

138. Tejido urbano del centro de Roma. Fragmento del


plano de G. Nolli.

139.a/b/c P. di Cortona: vistas del pórtico y planta de


S. Maria delia Pace, Roma.

140.a/b N. Salvi: vistas de la Fontana de Trevi, Roma.

141. G. Valadier: proyecto para el ensanchamiento de la


plaza de la Fontana de Trevi.

142.a/b Vista y planta de la plaza Ducal de Vigevano.


140.b 142,a

111
se realizaron antes de que la ciudad entrase en una larga etapa de estancamien-
to fue la del Lansdown Crescent (FIG. 144), proyectado por J. Palmer. La impo-
nente "S" de esta hilera de casas georgianas responde a la necesidad de ajustar
la construcción a la topografía de las colinas que rodean la ciudad. La calle de
acceso sigue sensiblemente la curva de nivel y traslada la forma de dicha curva,
levemente modificada con el fin de adoptar una geometría más comprensible,
a la alineación del conjunto construido. La forma es, por tanto, el resultado de
una inflexión, de un ajuste a las condiciones topográficas del lugar. Es una forma
que recuerda un proyecto ya citado de Le Corbusier: el Plan Obús para la ciudad
de Argel (FIG. 145). Allí, el kilométrico e inédito edificio-autopista también se
inflexiona, recorriendo la línea de la costa mediante una figura de una magnitud
y un vigor extraordinarios.
La excepcional sensibilidad de Aalto para engarzar su arquitectura en el
lugar es otra manifestación del uso moderno de la inflexión, que encontramos
también en el equilibrio del campo de fuerzas de algunos de sus proyectos urba-
nos. En el Centro administrativo y cultural de Jyvásl<ylá (FIG. 146) podemos ver
una reverberación lejana de las inflexiones medievales. Al igual que en Siena, la
torre de usos administrativos, que avanza como una proa hacia el centro del espa-
cio libre de la manzana, fiene su correspondencia en la alineación cóncava que
forman el teatro y el cuartel de la policía, así como en las curvas de nivel del espa-
cio libre, que parecen una extrapolación lejana del perímetro de poligonales irre-
gulares de un costado de la torre, mientras que la parte de la torre que enlaza con
el viejo Ayuntamiento sigue las formas ortogonales de este edificio.
143.a Vista de la plaza del Campo de Siena. Sin embargo, la inflexión no será una herramienta privilegiada de los
arquitectos del Movimiento Moderno. En cualquier proyecto determinados
problemas de contacto entre los elementos requieren inflexiones. Sin embargo,
en la arquitectura moderna generalmente no se utilizan de manera sistemática
y expresiva, ni a todas las escalas de la obra. Esta actitud responde a una acu-
sada postura en contra del amaneramiento que suelen desprender las arquitec-
turas muy inflexionadas. La economía expresiva, que fue una vindicación de los
polemistas de la arquitectura moderna, se relaciona con una sensibilidad que
rechaza un orden total (del detalle y del conjunto) hecho por medio de un
esfuerzo confinuado por resolver sistemática y explícitamente todas las tangen-
cias entre los elementos arquitectónicos.
La arquitectura académica había abusado de este recurso, imitando las for-
mas derivadas de las inflexiones en unas situaciones en las que no estaban
justificadas. Las gratuidades formales de esta arquitectura denotaban una falta de
ligereza que se asociaba al instrumento de la inflexión, y el poderoso proceso de
abstracción desatado por la arquitectura moderna borró tanto los órdenes
académicos como los instrumentos compositivos - l a simetría y la inflexión-
que más se identificaban con ellos.

112
El rechazo de la inflexión, por otra parte, no implica un rechazo de las
arquitecturas complejas. U n a de las fuentes de complejidad más específica de
la arquitectura de estos últimos decenios consiste en la intersección, sin infle-
xiones, de diversos patrones geométricos, como reflejo de la asunción de las
contradicciones del orden interno del proyecto.
La multiplicidad y la fluidez del espacio son, pues, compatibles con la
aparente connotación de naturalidad de los conjuntos intersecados.

ARTICULACIONES

Usualmente aplicamos la expresión articulado a aquellos conjuntos for-


mados por muchas partes diferenciadas más o menos relacionadas entre sí. Por
tanto, utilizamos la palabra para denotar un concepto opuesto al de homoge-
neidad o uniformidad formal. La fachada de una iglesia barroca, la planta de un
edificio de Lutyens o un complejo urbano como el proyectado por R. Krier en
Stuttgart serían conjuntos articulados, mientras que no lo serían, por ejemplo,
la arquitectura de Boullée, la de Mies van der Rohe o la de Rossi.
Los espacios articulados son, en principio, más variados, y según E. N.
Bacon^o, quien los identifica con los espacios históricos, transportan más volu-
men simbólico.
Desde el discurso de este trabajo definimos la arficulación como un recur-
so compositivo consistente en proyectar unos elementos arquitectónicos o
urbanos que denen, por un lado, una lógica formal propia, y por otro, la capa-
cidad de enlazar dos o más elementos dispares. Son, por tanto, piezas que en 143.b Planta de la plaza del Campo de Siena.

el ejercicio proyectual juegan el papel de goznes o bisagras entre miembros


diferentes, irreducibles o difícilmente inflexionables. Las articulaciones son
utensilios de la arquitectura de todos los tiempos, y el recurso de un tercer ele-
m e n t o capaz de engarzar otros dos ha sido comentado numerosas veces en las
teorías del arte, desde Platón en su Timeo hasta Venturi en su libro más conoci-
do.
Los autores clásicos identifican generalmente el tercer elemento con el
módulo-patrón, la medida mágica capaz de acordar en diferentes estratos las
partes de una obra. Venturi habla del nexo dominante como "un tercer elemen-
to que relaciona una dualidad", una manera más fácil, en su opinión, de resol-
ver dicha dualidad que mediante la inflexión.
En cualquier caso, la articulación es otra manera de establecer relaciones
formales en un c o n j u n t o y, por tanto, es un nuevo medio de construcción de
orden, generalmente aplicado a los miembros más pequeños de una estructura
formal, pero que puede plantearse también a la escala global de un proyecto.
10 B A C O N , E. N.: Design of cittes, Thames & Hudson,
C o m o ocurre con todos los mecanismos estructuradores, a m e n u d o resulta difí- Londres, 1978.

113
cil - s i bien poco relevante- distinguir entre la articulación y la inflexión, o bien
entre la articulación, la geometría y la simetría. Se ha hablado del capitel dórico
como ejemplo de inflexión, pero hasta cierto punto podría atribuírsele una lógica
formal propia que nos permitiría considerarlo como una articulación entre el fuste
y el arquitrabe. Desde luego, el collarín y el equino son más comprensibles como
deformaciones del fuste, pero el ábaco es una pieza formalmente autónoma que
también funciona eficazmente como forma de transición y, en consecuencia,
como articulación. Venturi considera que también los ejes del urbanismo barroco
constituyen nexos dominantes, es decir, articulaciones a gran escala.
Una de las grandes simetrías barrocas que con más efectividad realiza una
función articulante es el conjunto de las tres plazas de Nancy (FIG. 147) proyec-
tadas por Héré de Corny a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, esta función
no la realiza substancialmente del m o d o c o m o la interpreta Venturi - c o m o la
capacidad de poner en relación las piezas arquitectónicas situadas a derecha e
izquierda del eje—, sino de una manera distinta: relacionando los tejidos urba-
nos de los dos extremos del eje (FIG. 148).
El palacio Municipal y la plaza Stanislas constituyen el centro del ensanche
barroco proyectado más allá de las murallas del núcleo medieval. La forma rec-
tangular de la plaza es el origen de la trama viaria ortogonal que vertebra dicho
ensanche. La calle que parte de la plaza y conforma con el palacio el eje de
simetría - l a Rué H é r é - se dirige hacia la ciudad vieja. En la frontera, un arco
de triunfo, también enhebrado sobre el eje, sustituye a la antigua muralla y hace
de diafragma entre las dos partes de la composición y de la ciudad. Más allá del
arco, la plaza de la Carrière es un paseo dehmitado por edificios unitarios que
se alarga hasta el palacio del Gobierno, tocando ya el núcleo medieval. Frente
al palacio, una placita transversal delimitada por pórticos semicirculares - e l
hemiciclo- despliega directrices radiales, más adecuadas que las ortogonales a
los espacios irregulares del tejido medieval.
La composición de las tres plazas funciona como una gran articulación
urbana, con la lógica formal interna que le otorga la simetría, y con la capaci-
dad de unir la villa medieval con el ensanche barroco (FIGS. 149, 150). En el inte-
rior del eje aparecen otras articulaciones, como el arco de triunfo que define
claramente el espacio de la plaza de la Carrière y a la vez permite la conexión
visual de dicha plaza con el espacio del otro extremo del eje; o el mismo hemi-
ciclo, un artificio con su propia forma que se c o n f u n d e con el pórtico del pala-
cio del Gobierno y con la columnata de las primeras casas del paseo.
145,c
El complejo tiene sus contradicciones, c o m o la dualidad que se establece
144. J. Palmer: Landsdown Crescent, Bath. entre el hemiciclo, que actúa como nuevo centro urbano, y el viejo centro, muy
145.a/b/c Le Corbusier: Vista, planta y perspectiva del Plan Obus
próximo, de la catedral con su plaza; o imperfecciones menores, como el difí-
para Argel. cil enlace del pórfico exento con las casas del paseo, un enlace pensado para
conformar un espacio regular hacia el interior, pero que deja espacios residua-

114
les al otro lado del pórtico. C o n todo, Héré de Corny, aunque excesivamente
atrapado por la simetría de un solo eje, intuyó claramente la manera de dar
formas y respuestas desiguales en ambos extremos de la composición, en fun-
ción de las diferencias del contexto. Si tenemos en cuenta la delicada textura de
las fachadas, las proporciones y el tratamiento' del paseo, además de la calidad
de los palacios, hay que reconocer el conjunto como uno de los más logrados
de la urbanística barroca.
El hábito barroco de percibir el espacio como una figura se prolonga
durante el siglo XIX en la formación de las plazas neoclásicas. La inserción de
estos espacios en los viejos tejidos provoca roces, resueltos muchas veces por
medio de articulaciones: piezas arquitectónicas que forman parte de los edifi-
cios de la plaza, y al mismo tiempo, a través de su forma singular, se ajustan a
las calles irregulares adyacentes.
La tradición urbanística ya había solucionado de esta manera los conflic-
tos entre los espacios geométricos grandes y las tramas erráticas de las ciudades
espontáneas. Podemos ver estas articulaciones, por ejemplo, en la torre del reloj
de la plaza de San Marcos de Venecià, en las variaciones tipológicas de los edi-
ficios de la Place des Vosges en París, en la plaza Mayor de Salamanca o en los
edificios-torre de numerosas plazas neoclásicas (FIG. 151).
U n caso singular es el de la plaza Real de Barcelona (FIG. 152). Su proxi-
midad a la Rambla y a la calle de Ferran indujo al arquitecto Daniel y Molina
a plantearse la manera de formalizar los nexos. La conexión con la Rambla se
limitó a un corto pasaje (la calle de Colom) situado sobre el eje transversal del
espacio, con las fachadas compuestas según el ritmo regular de las fachadas de
146.b
la plaza, de tal m o d o que el orden interior se manifiesta delicadamente en la 146.a/b A. Aalto: planta y maqueta del Centro Administrativo
Rambla. Desde la plaza, unos pequeños cambios de alineación en las esquinas de Jyváskylá.

que flanquean la calle denotan la presencia de un nexo importante.


El engarce con la calle de Ferran, construido pocos años antes, es más sutil.
Las fachadas regulares de dicha calle, proyectadas por J. Mas a la manera de las
servidumbres especiales de arquitectura de París, sufren una ligera variación: sin que
se pierdan su planitud y su regularidad, se abren en planta baja unos porches a
través de los cuales se percibe un pequeño espacio, y luego otros porches y la
mancha de luz que denota la presencia de la plaza grande. Cruzando el primer
porche nos encontramos en una placita rectangular, el pasaje de Madoz (FIG. 153),
de escasas dimensiones en planta y de notable altura. La poca luz cenital se com-
pensa con las transparencias de los porches que, por un lado, conectan con la
calle, y por otro con la plaza, otorgando a este desproporcionado espacio una rara
cualidad lumínica. El pasaje de Madoz funciona así como una magnífica articu-
lación, con su propia entidad espacial y con capacidad para conectar funcional y
formalmente dos de las intervenciones neoclásicas más significativas de Barcelona.
La articulación tiene, en este caso, una notable eficacia urbana, ya que

15
confiere a los vaciados de la primera mitad del siglo XIX una escala superior a
la simple suma de las operaciones, induciendo un sistema sugerente de recorri-
dos. En efecto, desde las calles irregulares del barrio gótico hasta el espacio flu-
vial de la Rambla, el itinerario plaza de Sant Jaume - calle de Ferran - pasaje de
Madoz - plaza Reial - calle de Colom nos ofrece una sucesión de espacios diná-
micos y estáticos, con diafragmas y aperturas, con espacios oscuros y lumino-
sos, con singularidades y efectos sorpresa configurados dentro del orden sereno
y cadencioso de una arquitectura que es eficaz sin ser excepcional.
Al ser la articulación un instrumento estructurador, es lógico encontrarlo
en todas las escalas donde es posible construir un orden, desde la unión de
pequeños componentes arquitectónicos hasta la proyectación urbana de gran-
des dimensiones, aunque es lógico también que abunden más a pequeña esca-
la. Sin embargo, el uso de la articulación depende especialmente del lenguaje
arquitectónico utilizado.
La arquitectura del primer Movimiento Moderno, parcialmente caracteri-
zada por su rechazo de la inflexión, acepta más la articulación. "Además de espe-
cializar las formas de acuerdo con los materiales y con la estructura, la arquitectura
moderna separa y articula los elementos. La arquitectura moderna no es nunca
implícita"!!. Esta frase de Venturi debe matizarse, aunque no se puede negar la
tendencia a la especialización y a la separación de elementos arquitectónicos en
los procedimientos más usuales del Movimiento Moderno. C o n todo, las arti-
culaciones a diversas escalas del proyecto no son artificios disdntivos de este len-
guaje. La voluntad de orden, basada sobre todo en la geometría y en la
repedción, preocupa a escala global del proyecto, pero dicha preocupación no
va acompañada de la necesidad de manifestar expresivamente los enlaces entre
las partes. El rechazo de la inflexión es un síntoma de ello. El limitado uso de la
arficulación es otro.
Los elementos arquitectónicos poco compatibles quedarán a m e n u d o
como elementos tangentes. Le Corbusier, por ejemplo, no se entretendrá en resol-
ver la difícil contigüidad entre la trama regular de pilares de la Villa Savoye y
la pared curvada de la planta baja; o entre la estructura ortogonal del palacio
de la Asamblea de Chandigarh (FIG.193) y la forma en hiperboloide de revolu-
ción truncado de la sala principal insertada en su interior. Estas tangencias sin
147. H. de Corny: proyecto para las tres plazas de Nancy, transición, o estas intersecciones sin inflexiones ni articulaciones, pueden
siglo XVIÍI.
encontrarse muy a menudo, como se encarga de mostrarnos el propio Venturi,
pero casi nunca son el resultado deseado del proyecto. En las arquitecturas del
Movimiento Moderno aparecen de manera más explícita, anunciando una acfi-
tud que se acentuará en los múltiples dialectos de la arquitectura más reciente.

11 VENTURI, R.: Complejidady contradicción en la arquitectura, op. cit.

116
L3

>
i £
150

148. Plano general de Nancy con la situación de las


tres plazas de H. de Corny.

149. Esquema de las directrices del conjunto barroco


de Nancy, según A. Lurçat.

150. Esquenna de los ejes y las directrices del conjunto


de Nancy, según Norberg-Schulz.

151 Vista axonométrica de la plaza Mayor de Oviedo.

149

117
LA HOMOGENEIDAD

Existe un procedimiento primario y efectivo para conseguir la cohesión


formal basado en la acentuación de la homogeneidad, es decir, en el predomi-
nio de una misma condición, imagen o material en cualquier p u n t o del con-
junto arquitectónico.
La homogeneidad total sería un caso límite de orden identificable con el
estado amorfo, el polo opuesto de una estructura articulada. Desde la termodi-
námica, la amorfía es un estado de desorden, el estado final de un proceso
entrópico. Pero desde el p u n t o de vista de la psicología de la percepción, la
homogeneidad amorfa garantiza la unidad y, por extrapolación, el orden, si
bien, como manifiesta R. Arnheim, "es el nivel más bajo posible y menos fruc-
tífero de orden" 12.
En la arquitectura, la uniformidad puede presentarse sólo como una ten-
dencia del proyecto que se manifiesta de maneras muy distintas y, al igual que
los otros medios compositivos, a escalas contrastantes.
U n o de estos medios consiste en el uso de elementos lineales, que, a tra-
vés de su confinuidad, fienen la capacidad de trabar miembros aislados de la
composición. Las molduras y las cornisas en la arquitectura de los órdenes ejercen
esta función, aparte de ser la expresión visual del contacto entre piezas estructu-
rales distintas. El estilóbato y los arquitrabes de los templos dóricos, por ejemplo,
enlazan horizontalmente la composición en ritmo vertical dominante de las
columnas. En el orden gigante esta necesidad se vuelve más imperiosa, y las cor-
nisas son más potentes; o bien aparecen molduras en los niveles intermedios,
como ocurre en la fachada de la Villa Palomba de Nápoles, que Venturi pone
acertadamente como ejemplo de contradicción yuxtapuesta entre el orden de la
fachada y el orden interior.
Los elementos-correa son habituales en otros lenguajes. H o f f m a n n los uti-
liza con prodigalidad. En el pabellón austríaco de la Exposición de Colonia de
1914 (FIG. 154), compone la fachada con un ritmo muy acentuado de grandes
pilares con acanaladuras verficales, los cuales contrastan violentamente con una
delgada y larga cornisa que los ata sin inflexiones ni articulaciones. La despro-
porción provoca una vigorosa tensión, que otorga a la cornisa un papel com-
152. Vista aérea del conjunto de la calle de Ferran,
pasaje de Madoz y plaza Real de Barcelona. positivo preponderante. En la Villa Primavesi, en Viena, también la continuidad
de la cornisa es un factor unificador de los diversos cuerpos en los que se arfi-
153. F. Daniel y Molina: pasaje de Madoz, entre la calle de Ferran
y la plaza Real, Barcelona. cula la villa. En cambio, en el palacio Stoclet, en Bruselas (FIG. 155), el recurso
del elemento continuo adquiere características y funciones inusuales. Los volú-
menes, compuestos según un conjunto de simetrías parciales, se recubren con
mármol blanco, y cada paramento se enmarca con un bastidor de bronce, de tal
m o d o que la línea metálica recorre todas las aristas de los diversos cuerpos del
12 A R N H E I M , R.: La forma visual de la arquitectura, op. cit. edificio, y se convierte en un factor unificador de primera magnitud (FIG. 156). Es

118
un ejemplo de cómo un elemento secundario, el marco de bronce - q u e además
tiende a disgregar el volumen en planos-, se transmuta en uno de los componen-
tes ordenadores más ostensibles del palacio, y crea unidad a través de su continui-
dad. Naturalmente, esta coherencia se refiere a la piel y no implica un orden
interno, que, en todo caso, surge de otros métodos compositivos.
A escala urbana, la continuidad de los planos de fachada de las calles de
la ciudad histórica es otra manifestación de la homogeneidad. La unidad tipo-
lógica, que suele implicar el uso de un mismo material, es un factor de unifor-
midad, aunque probablemente el motivo más influyente es la planitud. Una
fachada plana posee importantes atributos. U n o de ellos es su capacidad para
definir el espacio con claridad; otro, la posibilidad de establecer un orden a una
escala superior a la del edificio mediante la continuidad del plano.
Dicha continuidad es más evidente en las calles que responden a alinea-
ciones rectas - l a mencionada calle de Ferran en Barcelona es un ejemplo de ello
derivado de la tradición francesa-, pero también es visible en las calles irregula-
res de los centros medievales, y más expresiva en las alineaciones curvadas. El
Landsdown Crescent de Bath, citado como ejemplo de inflexión en relación con
la topografía, obfiene su unidad formal a partir de la conünuidad de la fachada.
Es esta unidad la que permite ver la intensidad expresiva de la sinusoide.
N o siempre la planitud de la fachada y la repefición de un mismo tipo son
factores suficientes para formar un plano homogéneo. En los tres canales de
Amsterdam (FIG. 91) comentados en el capítulo precedente, la repefición de 154. J. Hoffmann: Pabellón austríaco en el Werkbund de 1914,
Colonia.
modelos sobre alineaciones rectilíneas es la causa de la unidad formal que aún
ahora es perfectamente visible. Pero el acento en la autonomía de cada casa, con
unos tipos que p o n e n énfasis en la simetría y en el remate de cada fachada, no
permite ver la confinuidad como un factor unificador relevante. El orden es evi-
dente, pero nace más de la repetición que de la homogeneidad.
La unidad del material es, sin duda, un recurso muy efectivo en las com-
posiciones extensas construidas con elementos variados. Al referirnos a la
Acrópolis de Atenas ya sugerimos que las irregularidades en la disposición de
los edificios n o respondían sólo al factor unificador de la repefición de unos
mismos esfilemas, sino que había que tener en cuenta la unidad del material,
no por evidente menos efectiva. El recurso es tan elemental que ha sido utili-
zado siempre y sistemáticamente, y sus efectos sobre la coherencia formal son
en algunos casos especialmente activos.
En el cementerio de San Vito, la unidad de la intervención es también
potente porque el hormigón es el material exclusivo del proyecto. La Plaça dels
Països Catalans (FIG. 203) tiene las caracterísficas de un conjunto de elementos
dispuestos de m o d o informal, pero su coherencia es en realidad muy vigorosa
y permite entender el espacio como un lugar definido, en gran medida debido
a que es el resultado de la utilización sistemática de elementos simples y seme-

119
jantes en forma y material, pero también de la uniformidad del pavimento, cuya
capacidad unificadora es tal que puede sufrir ligeras perturbaciones - p e q u e ñ a s
convexidades, rampas muy suaves, algunos escalones- sin perder su función
homogeneizadora.
Existe una tipología de proyectos que extreman la homogeneidad como
técnica de orden mediante la acentuación de la masa. Son proyectos en los que
no existen prácticamente partes desiguales articuladas o conectadas por medio
de elementos continuos, sino que se presentan con la contundencia de un volu-
men modelado con la misma materia, y deformado en función de las demás
exigencias proyectuales. La Casa Milà (FIG.157) de Gaudí, en Barcelona, es ilus-
trativa de esta manera de concebir la unidad. El apodo de "La Pedrera" denota
una construcción tectónica que se presenta c o m o un inmenso bloque pétreo
sin discontinuidades, pero en el cual la masa se ha deformado en unas sinuosi-
dades que connotan fuerzas colosales. En el banco del Pare Güell (FIG. 158) tam-
bién la homogeneidad y la continuidad son los factores que otorgan cohesión
a la plaza elevada, pero ni el material de su superficie - l o s fragmentos de cerá-
mica vidriada, por otra parte extraordinarios-, ni su volumen, ni su forma,
mucho más inflexionada, poseen, lógicamente, el sentido de la masa y de la
fuerza de "La Pedrera", aunque hay que matizar aquí que este efecto se trunca
parcialmente cuando descubrimos la fachada más débil del patio de manzana.
Pocos edificios del patrimonio arquitectónico llegan al caso límite de la casa
Milà. En la torre Einstein de Postdam (FIGS. 159, 160) Mendelsohn se aproxima a
la idea gaudiniana explorando las posibilidades del hormigón, teóricamente ade-
cuado para proyectos basados en el sentido de la masa. El edificio de
Mendelsohn posee los atributos de los proyectos excepcionales, aunque la impo-
sibilidad de construirlo con el material previsto - s e susdtuyó el hormigón por el
ladrillo- haya supuesto ciertas discordancias entre su forma y su estructura.

156
155. J. Hoffmann: Palacio Stoclet, Bruselas.

156. J. Hoffmann: Palacio Stoclet, Bruselas. Detalle.

120
159

157. A.Gaudí: Casa Milà, "La Pedrera", Barcelona.

158. A. Gaudí: banco del Park Güell, Barcelona.

159. E. Mendelsohn: Torre-observatorio de Einstein,


Postdam. Croquis.

160. E. Mendelsohn: Torre-observatorio de Einstein,


Postdam. Vista lateral.

161. A. Viaplana y H. Piñón: baranda de la rampa del


Centre d'Art Santa Mònica, Barcelona.

121
EL PROYECTO GLOBAL

"La Pedrera" y la torre de Postdam son casos extremos de una concepción


del proyecto arquitectónico que podemos llamar proyecto global, para expresar su
fuerte capacidad integradora. Los proyectos globales, basados generalmente en
la acentuación de la masa y, más genéricamente, en la homogeneidad o la con-
tinuidad, tienen connotaciones de economía compositiva que parecen objetiva-
mente positivas. Los proyectos globales, en el sentido que iremos precisando, no
son habituales en la arquitectura del Movimiento Moderno, que, como afirma
Venturi, tiende a especializar las formas y a separar y articular los elementos. Sin
embargo, las excepciones son suficientemente numerosas como para relativizar
estas generalizaciones. En cualquier caso, la tendencia de los proyectos globales
sería la de reducir el número de componentes del c o n j u n t o en favor de unas for-
mas sintédcas capaces de asumir diversas funciones. U n ejemplo a pequeña esca-
la: uno de los problemas recurrentes con el que los arquitectos nos encontramos
es el diseño de las barandillas de las rampas y escaleras. Las soluciones tradicio-
nales suelen basarse en la pesada repetición de cualquier tipo de barrotes, y más
modernamente en la repefición de unos montantes que soportan el pasamano y
diversos travesaños. En cualquiera de estos casos, un problema elemental pare-
ce requerir una cantidad desproporcionada de elementos diversos, a m e n u d o
dificilmente arficulables, de modo que siempre queda la vaga inquietud del
162.a E. Miralles y C. Pinós: Centro de Gimnasia Rítmica,
Alicante. Maqueta. exceso, que parece motivar perpetuos intentos de nuevas soluciones. En el
Centre d'Art Santa Mònica (FIG. 161), en las Ramblas de Barcelona, Viaplana y
Piñón y resolvieron el problema de la barandilla de la rampa exterior de una
manera singular y económica: un único perfil metálico de gran canto realiza la
función de protección, borrando la engorrosa presencia de múldples elementos,
ya que la notable altura del perfil sirve de peto y al mismo tiempo resiste gran-
des flexiones que reducen el número de soportes. Es un ejemplo de solución
integradora que ha requerido la imaginación necesaria para subvertir el uso habi-
tual de una viga metálica estructural.
La arquitectura de volúmenes integradores es típica de las sociedades de
evolución lenta. Los caseríos rurales son un ejemplo de ello, no sólo por la cla-
ridad y la potencia de sus volúmenes homogéneos, sino porque sintedzan fun-
ciones y sistemas estructurales. En efecto, el mismo volumen engloba a m e n u d o
la vivienda, el granero, los establos, etc., y ya no existe la segregación entre la
estructura portante y los cerramientos que los constructores góticos inventaron
para las catedrales, y que en la arquitectura moderna, con un sistema estructural
distinto, también se da hasta las últimas consecuencias. Las casas de las ciuda-
des medievales que hemos ejemplificado en Siena tienen también una volume-
tría integradora que permite usos plurales -talleres artesanales y cocina en la
planta baja, dormitorios en las plantas p i s o - y un sistema estructural sintético.

122
Sin embargo, no es necesario recurrir a ejemplos de arqueología tecnoló-
gica. Le Corbusier da una singular lección de proyecto global en el Plan Obús
para Argel. La continuidad a lo largo del edificio-autopista y la inclusión en una
forma unitaria de distintas funciones urbanas otorgan una especial potencia a
esta propuesta irrealizada. C o m o veremos en el último capítulo, los proyectos
globales no requieren necesariamente el uso de la continuidad o de la homoge-
neidad, sino que pueden construirse con cualquier mecanismo de orden.
Incluso los proyectos con formas plurales y dispersas pueden adquirir el atribu-
to de la globalidad cuando dichas formas están inscritas dentro de una forma
integradora que responda a una idea sintética (FIG.162). Sin embargo, no cabe
duda de que los proyectos fundados en la idea de masa o vertebrados sobre la
uniformidad lineal poseen más a menudo el atributo de la economía expresiva
que caracteriza la mejor arquitectura, sea cual sea su complejidad formal.

162.b E. Miralles y C. Pinós: Centro de Gimnasia Rítmica,


Alicante. Maqueta.

123
-

, li'
S E G U N D A PARTE

EL O R D E N IMPLÍCITO
CAPITULO V

ESTRUCTURA Y ORGANISMO

STRUERE

Las observaciones de los capítulos anteriores nos inducen a formular dos ase-
veraciones en principio evidentes, pero que consideramos provisionales:
1^) Que el orden, entendido como una estructura de relaciones formales, es
una constante en la historia de la arquitectura, especialmente en el patrimonio de
las obras más reconocidas.
2^) Que los procedimientos generadores de orden son limitados y recurren-
tes, y pueden inscribirse generalmente en la geometría, la simetría, las repeticiones
regulares o irregulares, la inflexión, la articulación y la homogeneidad.
Hemos comprobado que estos instrumentos estructuradores se superponen a
m e n u d o en una misma obra, y que algunos de ellos implican la presencia de otros.
C o n todo, por un principio todavía poco estudiado de parquedad compositiva, las
mejores obras exhiben un único instrumento dominante vertebrador del conjun-
to, que se articula a veces con otras herramientas ordenadoras de algunos aspectos
secundarios de la obra.
Aunque en los capítulos precedentes hemos hablado poco de ello, cabe pun-
tualizar que los mecanismos ordenadores actúan generalmente a través de sistemas
formalizadores precisos (estilos o lenguajes arquitectónicos) que incorporan, ade-
más de estos mecanismos, un repertorio de formas o de estilemas con carga con-
notativa, unos procedimientos constructivos y, casi siempre, un sistema de
referentes heterónomos o extraarquitectónicos propios de cada época y de cada
cultura. Dentro de un determinado estilo suelen decantarse unos pocos utensilios
estructuradores, y es sensato inducir que, si clasificamos los movimientos estilísti-
cos según la teoría de Wolfflini, aquellos que se caracterizan por la forma cerrada,
el dominio de la claridad, la superficie y la línea utilizan preferentemente la geo-
metría simple, la simetría central, las repeticiones regulares y las articulaciones,
mientras que los estilos de formas abiertas, con sentido de la profundidad y de lo
pictórico, recurren más a las simetrías bilaterales complejas, las repeticiones irre-
gulares, las inflexiones o la preponderancia de la masa. Sin embargo, la atribución
de determinados instrumentos a cada lenguaje sólo puede ser aproximada, puesto Página opuesta: P. Smithson: dibujo realizado en Upper Lawn.
que las excepciones son suficientemente numerosas como para invalidar cualquier
relación unívoca.
1 WÒLFFLIN, H.: Conceptos fundamentales de la historia del arte, Ed.
Las obras vistas como estructuras formales presentan disüntas relaciones de Espasa Calpe, Madrid, 1979.

127
intensidad entre sus elementos. El grado de vertebración varía, y en los extremos
encontramos casos de unidad en el detalle y tumulto en el conjunto, y conjuntos de
signo opuesto, donde el orden a gran escala contiene una multitud de opciones
estilísticas heterogéneas. Y entre estos dos polos hallamos todavía ejemplos, como
algunas grandes intervenciones barrocas, donde el orden sistemático del conjunto
IT IrfT TfT TtT Í W ?!T W i i también incluye la obsesión ordenadora para el detalle.
\
A las parejas de conceptos opuestos de Wolfflin podría incorporarse otra
oposición: en las arquitecturas clásicas, la construcción del orden formal se realiza
Í; a partir de unidades que ya poseen una estructura propia, mientras que las arqui-
i-i—
tecturas barrocas se componen de fragmentos sin autonomía formal. Esta distin-
^-ir f - * -A -A
ción ha sido resaltada insistentemente por los estudiosos del iluminismo y, grosso
163. Medidas del templo de Neptuno en Paestum, modo, es una distinción cierta, si bien poco relevante, ya que se limita a una dife-
según Aurès y Choisy.
rencia de escala: en una composición de elementos que ya poseen estructura, estos
elementos están formados por unidades más pequeñas que no la tienen, mientras
que los conjuntos configurados por elementos sin autonomía formal constituyen
a menudo unidades arquitectónicas de conjuntos más amplios. La distinción se
reduce a un problema de doble articulación a niveles distintos. N o obstante, es un
matiz que tiene unas connotaciones de más alcance: la arquitectura construida a
partir de unidades estructuradas tiende a reducir la intensidad de la relación entre
dichas unidades y, en consecuencia, introduce un principio de relajación del orden
a una escala más general que se acentuará en la arquitectura del Movimiento
Moderno, y que seguirá un proceso progresivo en los últimos decenios hasta extre-
mos que parecen dejar en suspenso la misma idea de estructura formal.
Así pues, la primera afirmación sobre la constancia del orden en la arquitec-
tura no es tan obvia, y será necesario constatarla en los próximos capítulos. En
cualquier caso, ha habido siempre una profunda identidad entre estructura y arqui-
tectura que ya es rastreable en los orígenes de la palabra.
El término "estructura" proviene del latín struere, utilizado de manera docta
con el significado de "construir". Después de que su uso se perdiera durante siglos,
cuando se recupera en Francia en el siglo XVIII, "estructura" continúa definiéndo-
se en el campo de la arquitectura como "la manera como se construye un edificio"^.
Sin embargo, una sutil generalización permite aplicarlo a las ciencias naturales,
como si la lengua sospechara que es la naturaleza la que imita a la arquitectura. La
palabra salta también al campo de la lengua para designar "la disposición de las
palabras en un razonamiento", y en el siglo XIX se extiende a la sociología, la antro-
pología y la geografía física. Durante el siglo XX el campo semántico del término se
amplía considerablemente, incorporando un método de análisis, el estructuralismo,
gestado en los laboratorios de la lingüística, pero que se ha aplicado a las ciencias
humanas y sociales, al arte y, de nuevo, a la arquitectura, si bien a través de dudo-
sos estudios sobre semiología arquitectónica que poco han tenido que ver con aná-
2 DICTIONNAIRE DE TREVOUX, ed. de 1771. lisis estructurales.

128
Entre la estructura entendida como un sistema de relaciones formales y la
estructura constructiva existen, pues, analogías y conexiones primigenias que reve-
lan parcialmente una identificación histórica entre estructura formal y arquitectu-
ra, expresada por los tratadistas a través de conceptos como el de simetría, que
perdura desde Vitruvio hasta los arquitectos del siglo XIX, si bien con distintas
connotaciones, o el de la concinitas albertiana, o a través de la larga tradición de las
teorías sobre la modularidad y la proporción.
C o n todo, cabe señalar que, pese a la identidad entre la estructura formal y
la estructura constructiva, fruto de la afortunada síntesis que muestra la arquitec-
tura más apreciada, los orígenes, la sintaxis y los efectos perceptivos de cada estruc-
tura son distintos, y tienen su lógica interna y sus propios métodos de enlace. Con
el mismo criterio, hay que diferenciar cuidadosamente entre estructura formal y
estructura de relaciones funcionales. Ciertamente, el orden perceptible de las
estructuras formales tiende a comprenderse como el reflejo de un orden subya-
B
cente de otra naturaleza - o r d e n social, funcional y cognitivo-. Es más, como
manifiesta R. Arnheim, "el orden es una condición necesaria para hacer funcionar
una estructura. U n mecanismo físico, ya sea un equipo de trabajadores, el cuerpo
de un animal o una máquina, sólo puede funcionar si tiene un orden físico". Y
añade: "El orden es un requisito de la supervivencia"^.
En los organismos de la naturaleza, en las organizaciones sociales o en el
diseño de maquinaria, es cierto que el orden funcional es un determinante unívo-
co de la forma física, si bien nunca, ni tan sólo en los seres animados, la corres-
pondencia es matemática. También en la arquitectura el orden funcional es casi
siempre el móvil, el agente o el origen del orden físico. N o obstante, la estructura
funcional es de naturaleza distinta de la estructura formal, y las dimensiones que
apreciamos en la arquitectura, más allá de la utilidad, no nos permiten confundir
ambas estructuras. El orden formal tiene sus propias leyes, con sus propios efectos
perceptivos. Las conexiones funcionales no denen necesariamente su traducción
en unas relaciones formales perceptibles. Es pues posible proyectar estructuras fun-
164. Evolución de las proporciones del orden dórico,
cionales que no son, en cambio, estructuras formales en el senddo que les hemos según A. Lurçat.

dado en los capítulos precedentes. El verbo arquitectar denota esta disfinción den-
tro del área semántica del construir.
El concepto de estructura formal no ha sido precisado en la Primera Parte.
Pero cualquier definición extraída de la lingüística nos puede ser úfil - s e g ú n
Brondal y Lalande: "un todo formado por elementos solidarios tales que cada
u n o depende de los otros y no puede ser lo que es sino en virtud de las relacio-
nes con los otros""^; para Hjelmslev: "entidad esencialmente autónoma de depen-
3 A R N H E I M , R.: "Arte y e n t r o p í a . E n s a y o sobre el d e s o r d e n y el
dencias internas"^-. Sin embargo, tampoco se puede pretender exactitud en las orden", en Hacia una psicología del arte. Alianza Ed., M a d r i d , 1980.
definiciones, puesto que los significados sólo adquieren cierta precisión en el 4 VOCABULAIRE DE PHILOSOPHIE LALANDE,
Presses Universitaires de France, París, 1968.
interior de una teoría general. O, situándonos en una acfitud todavía más rigu- 5 H J E L M S L E V , L.: "Acta Lingüística", en Revue Internationale de
rosa, deberíamos decir, c o m o A. Korzybski, que cualquier cosa que digamos que Linguistique Structurale, vol. 4-81, fase 3.

129
alguna cosa es, no lo es, porque no hay analogía que equivalga al mismo objeto.
Sin embargo, es conveniente mencionar que los estudiosos del estructuralis-
m o distinguen dos sentidos en la palabra estructura: el que la identifica como una
definición del objeto y el que la entiende como un modelo que permite interpretar
fenómenos diversos desde un único punto de vista. Esta ambivalencia es la que dio
eficacia al estructuralismo en tanto que método. Lévi-Strauss sintetizó los dos sig-
nificados en unas frases que muestran el núcleo metodológico del estructuralismo:
"La estructura es únicamente el conjunto que responde a dos condiciones: es un
sistema dotado de cohesión interna; y esta cohesión, inaccesible al observador de
un sistema aislado, se revela en el estudio de las transformaciones gracias a las cua-
les se encuentran propiedades parecidas en sistemas aparentemente distintos"^. El
concepto de estructura como modelo se emparenta pues con el de sistema, y éste
con el de código, un término rico para entender los lenguajes arquitectónicos, que
contiene al menos dos ideas: la de sistema capaz de generar estructuras y la de sis-
165. Proporciones de las plantas de los templos griegos, según tema de carácter intersubjetivo y apto para comunicar.
Perrot y Chipiez.
La espectacular irrupción del método estructuralista en todos los campos de
la ciencia y del arte tuvo aspectos sorprendentes y unas resonancias que parecían
trascender la metodología científica. L. Millet y M. Varin d'Ainvelle apuntaban una
explicación: "El conocimiento científico se ha visto confrontado con una realidad
cada vez más compleja... Esta complejidad creciente ha comportado una mutación
del conocimiento, que ha renunciado a la unidad de la esencia para buscar en otra
parte una unidad supletoria. Y esta búsqueda, esta aspiración es la que refleja la
palabra estructura cuando auscultamos su senfido latente. De esta forma la noción
de estructura lleva el sueño de una nueva unidad finalmente comprendida, asegu-
rada, garantizada"^. Ciertamente, esta aspiración ontològica parece confirmarse
debido a la constante tendencia de los estudiosos estructuralistas a desplazarse
desde el método hacia la filosofía o la ideología ahistórica.
Reveladora de esta acfitud y de la de sus detractores fue la larga polémica
sobre la música serial suscitada a partir de los Rencontres Musicals de 1958, en los
cuales intervinieron especialmente H. Pousseur, N. Ruwet, C. Lévi-Strauss y U.
Eco. La investigación por parte de Lévi-Strauss de metalenguajes musicales que
tendrían sus orígenes en las propiedades biológicas de nuestra percepción corre el
riesgo de confundir estos "ur-códigos" con lenguajes históricamente datados, debi-
do a la incapacidad del propio investigador de alejarse de sus particulares hábitos
comunicativos. Es esta limitación la que U. Eco reprocha con encarnizamiento a
Lévi-Strauss^. Pero aun así, los justificados recelos ante estas acdtudes ontológicas,
más culturales que científicas, no han invalidado un método que ya se ha mostra-
6 LÉVI-STRAUSS, C.: Razza o storia. Elogio delVantropologia, do eficaz en muchos campos de las ciencias humanas.
Ed. Einaudi, Turín, 1967. La indagación de fenómenos arquitectónicos recurrentes, que hemos ensa-
7 MILLET, L. y VARIN D'AINVELLE, M.: "El estructuralisme
yado en la Primera Parte, fiene aspectos propios de este método. Pero en nuestro
como método", Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1972.
8 E C O , U.: La struttura assente, Bompiani Ed., Milán, 1962. caso las constataciones, más que conducirnos al descubrimiento de metalenguajes

130
o "ur-códigos" arquitectónicos capaces de explicar los distintos estilgs de largas eta-
pas de la historia de la arquitectura, nos han llevado a encontrar invariantes en los
procedimientos utilizados por cada estilo. Una de las cosas que tienen en común
los diversos lenguajes arquitectónicos es su pretensión, explícita o no, de construir
orden. Sin embargo, quizá la invariante más significativa es la inevitable aparición
de los mismos mecanismos ordenadores en la mayoría de los lenguajes, ya que su
repertorio es limitado.

LA FORMA BUENA DE LA PSICOLOGÍA

Los psicólogos de la percepción elaboraron una teoría de la forma (la teoría


166. Los cinco órdenes de la arquitectura, según Durand.
de la Gestalt) basada en la metodología estructuralista. También en este caso los
fenómenos se consideraban, no como una suma de elementos que había que ais-
lar, analizar y seccionar, sino como un conjunto constituido por unidades autó-
nomas que manifiestan una solidaridad interna y que responden a unas leyes
propias. Es, por tanto, una visión de los conjuntos desde la óptica de la estructura
y de las leyes que la gobiernan.
Las aportaciones posteriores de la psicología han puesto de manifiesto que
las proposiciones de la Gestalttheorie, a pesar de sus pretensiones científicas y uni-
versales, tenían en realidad un fuerte contenido histórico y cultural que las ataba
a variaciones del gusto y a los programas de determinadas poéticas que se han
demostrado efímeras. Sin embargo, algunas cuesfiones planteadas, como la de los
patrones biológicos determinantes de ciertos aspectos de nuestra percepción, no
están cerradas, ya que las conclusiones excesivamente taxativas de los psicólogos
de la Gestalt provocaron un rechazo igualmente taxativo, pero no más razonado,
por parte de muchos críticos posteriores.
De hecho, fueron los teóricos de la Gestalt quienes introdujeron la psicología
de la percepción en el ámbito de una disciplina científica. Los principios de Spencer
y los estudios experimentales de Fechner ya planteaban los temas que serán recu-
rrentes en la psicología posterior, como el principio de acción mínima o el principio
de estabilidad. De todos modos, las herramientas conceptuales son aún rudimenta-
rias y, en el caso de Fechner, están marcadas por una obsesiva necesidad de exacd-
tud cuanfitativa que ha tenido efectos contraproducentes en la comprensión de los
fenómenos relacionados con las artes.
Será M. Wertheimer quien planteará con rigor las intuiciones de Spencer y
Fechner, sustituyendo los métodos analíticos y atomísticos propios de las ciencias
descriptivas de finales del siglo XIX por estudios que se refieren a la estructura de
los fenómenos contemplados en su globalidad. Una de sus formulaciones tendrá
larga vigencia en la evolución de la psicología de la percepción: la ley de la forma
buena, según la cual, en la organización de los estímulos visuales, existe la tenden-

131
t- eia a crear la forma más regular, más simple y más estable posible. Las formas bien
organizadas y sencillas serían así formas buenas, es decir, formas favorables a nues-
tra organización perceptiva.
Este principio parecía tener claras justificaciones en la homeostasis fisiológi-
ca del organismo^, de tal modo que la forma visual bien organizada produciría en
las áreas de proyección visual del cerebro una organización igualmente equilibra-
da^o. La ley de la forma buena explicaría la apetencia hacia las formas geométricas
simples, que tiene manifestaciones muy diversas, desde la representación pictórica
primitiva más abstracta hasta el arte del ornamento y los patrones más usuales de
la arquitectura.
La ley de Wertheimer se ha asociado así tanto al principio físico de la dismi-
nución de la energía potencial como al impulso de los organismos hacia la reduc-
ción de la tensión, que Freud calificaba de tendencia no sólo dominante, sino
genuinamente primaria de los organismos. W. Kohler la definió como el principio de
la dirección dindmica^^, por el que la disminución de la tensión no se producía disi-
pando o degradando energía, sino organizándola de acuerdo con la estructura más
j——-e—H--G—!—e---t simple y más equilibrada que un sistema era capaz de conseguir. La reducción de la
j — — 1 — A — H - A — H - A — ^
tensión se relacionaba así con la economía psicofisica de los organismos.
167. Relaciones modulares del orden dórico, según Vignola. Los postulados de la Gestalt derivaron hacia principios de apreciación estéfi-
ca, en parte por la misma confusión que provocaba el término forma buena, ya que
un concepto puramente descriptivo se desplazó con facilidad hacia un juicio de
valor. La disminución de la tensión se asoció al principio del placer. En 1942,
H. J. Eysenk propuso una ley de estimación estética según la cual el placer derivado
de un percepto era directamente proporcional a la disminución de la energía capaz
de realizar trabajo en el sistema nervioso total, en comparación con el estado ori-
ginal de todo el sistema^^.
No obstante, estas formulaciones no podían explicar las preferencias por la
complejidad que se detectaban en todos los campos del arte. En realidad, la com-
probada tendencia al equilibrio y al orden elemental, asociada a la reducción de la
tensión, es compatible con la apetencia por la complejidad, ya que ambos princi-
pios actúan en planos y en momentos distintos. La homeostasis fisiológica, por
ejemplo, es fundamental para la supervivencia del organismo, pero precisamente
por ello se limita a la regulación automáfica de los niveles vitales con el fin de
atender a las necesidades rufinarias de la vida; en cambio, la actividad de los nive-
9 CANNON, W. B.: Ue Wtsdom oftheBody, Norton Ed., Nueva York,
les superiores del sistema nervioso no puede explicarse, de momento, por medio
1932.
10 GOLDSTEIN, K.: Human Nature, Harvard University Press, de simples reacciones homeostádcas. Como afirma Ch.O.Weber, "el equilibrio
Cambridge (Mass.), 1940. homeostáfico posibilita vivir, pero contribuye poco a vivir bien"i3. Por otra parte,
11 KÒHLER, W.: Ue place of value in a world of facts, New Am.
Library, Nueva York, 1966.
las mismas estructuras económicas y ordenadas que permiten la reducción de la
12 EYSENK, H.J.: "The experimental study of the good gestalt. A tensión consciente en el organismo son el fruto de una evolución extremada-
new approach", Psychol. Review, Vol. 49, 1942.
mente compleja, del mismo modo que las formas simples y económicas en el
13 WEBER, Ch. O.: "Homeostasis and servo-mechanisms for
what?", Psychol. Revtew, vol. 56, 1949. arte - c o m o las formas geométricas elementales- no son espontáneas y directas, sino

32
el laborioso resultado de una actividad mental evolucionada.
C o n todo, muchas preguntas simples que como estudiosos de la forma nos 1
hacemos no tienen todavía respuestas concluyentes. ¿Hasta qué punto, por ejem-
plo, el sentido del orden es innato e inmediato? Popper escribía que "fue primero en vi
los animales y en los niños, pero más tarde también en los adultos donde observé
la inmensa, poderosa, necesidad de regularidad, la necesidad que los mueve a bus- V2
car r e g u l a r i d a d e s " i 4 . La regularidad es, desde luego, un principio de orden, y la afir-
mación de Popper la hemos comprobado y experimentado todos. El mismo
instinto del conocimiento, universal en los humanos, sólo es posible a través de la per-
cepción de recurrencias.
El sentido del orden en estadios elementales puede ser apreciado constante- 168 169
mente en el comportamiento y en el gusto, pero su traslación al campo del arte y
168. Rectángulo 1 :V2, y progresión geométrica de razón V2.
de la arquitectura no es directa. Nuestra experiencia didáctica nos muestra que la
mayoría de los estudiantes poseen un claro sentido de la percepción del orden, 169. Construcción y descomposiciones del rectángulo 1 :0
y espiral logarítmica de pulsación O.
pero esta tendencia no se traduce en un sentido igualmente vivo de la construcción
del orden. Esta habilidad es, en todo caso, el fruto de una conquista trabajosa que,
con pocas excepciones, empieza con proyectos desestructurados o con órdenes
muy sencillos. Una tendencia tanto o más fuerte que la del orden es la de plante-
ar, por ejemplo, una forma primaria para cada necesidad, estableciendo después las
conexiones funcionales mediante la pura contigüidad, es decir, sin un sentido de
la estructura formal del conjunto. Es una actitud que no se puede confundir con
el fenómeno cultural de la asunción de una poética deconstructiva, sino que es
reflejo de un estadio todavía poco evolucionado de la sensibilidad arquitectónica.
De todos modos, incluso en estos estadios, el uso de la geometría más simple para
las unidades pequeñas es sintomático de la primitiva tendencia al orden, no sólo
funcional o social, sino también formal, de los individuos y de las colectividades.

DESORDEN Y ORDEN EN LA TERMODINÁMICA

Las resonancias subterráneas entre ciencia y arte se manifestaron de una


manera singular con los imprevistos efectos que tuvo, fuera de la ciencia, la for-
mulación de los principios de la termodinámica. El enunciado de R. J. E. Clausius
y W. Th. Kelvin, aparentemente neutro, del segundo principio, según el cual los
sistemas aislados evolucionan espontáneamente hacia un estado de equilibrio que
corresponde a la máxima entropía, fue justamente interpretado por L. Boltzmann
cuando definió la entropía como una medida de desorden molecular, y por tanto
leyó la ley de la entropía como una ley de desorganización irreversible y progresi-
va de la materia, que ya tiene raíces en su desorden elemental.
El principio de la entropía implicaba así una crisis radical de la ancestral idea
de la estabilidad de la materia, pero sobre todo era un principio que chocaba fron- 14 P O P P E R , K.: El coneixement objectiu, Edicions 62, Barcelona, 1985.

133
talmente con la tendencia psicológica hacia el orden característica de los seres
humanos, y visible en la evolución y conducta de los organismos en general. La
inquietud que este segundo principio provocó más allá de la ciencia perduró con
la confirmación de su rigor. L. L. Whyte lo expresaba con la pregunta "¿Cuál es la
relación entre las dos tendencias cósmicas: hacia el desorden mecánico (principio
de la entropía) y hacia el orden geométrico (en los cristales, las moléculas, los orga-
nismos, etc.)?"i5. La ley de la dirección dinámica significó la interpretación particular
de la psicología de la Gestalt del principio de la entropía.
C o m o tendremos ocasión de comentar, la psicología actual ha revisado los
conceptos de los teóricos de la Gestalt, pero la idea de Kohler, todavía persistente,
según la cual la reducción de la tensión o tendencia hacia el equilibrio pueden rea-
lizarse, no disipando o degradando energía, sino organizándola de acuerdo con la
estructura más simple y más equilibrada, es expresiva de la profunda tendencia
hacia el orden que se da en la morfología y la conducta de los seres humanos y de
los organismos en general.
El equilibrio parcial de fuerzas para configurar una forma estable y simple
sólo es posible en la medida en que existen constricciones que congelen esta cons-
telación de fuerzas. Si estas constricciones desaparecen, la tendencia entrópica
desarrolla un progresivo proceso hacia formas más elementales, hasta llegar a la
homogeneidad. Ya hemos visto que, para los psicólogos, la distribución homogé-
nea no es el estado de máximo desorden que formulan los físicos, sino un estado
límite de orden, pero en cualquier caso de un orden de grado ínfimo. La reducción
de la tensión y la simplificación no explican, por tanto, la tendencia opuesta del
orden biológico hacia una progresiva complejidad y diferenciación.
En términos de probabilidad, la existencia de este orden es extremadamente
inaudita, pero, en oposición a la entropía, "existen ciertos minúsculos rincones del
universo que se empeñan en nadar contracorriente. La materia viva, el arte, la pro-
pia acción de - d i g a m o s - crear, consiste en la conquista de estructuras improba-
bles, en su preservación e incluso su p e r f e c c i o n a m i e n t o " E n el balance entrópico,
la diferenciación entre los organismos se consigue robando orden al ambiente por
medio de un flujo negativo de entropía o neguentropta, en expresión de L. Brillouin.

ANABOLISMO

R. Arnheim incorporó la idea de entropía negativa de la física a la psicología


con el concepto de anabolismo. Sin embargo, su visión de las relaciones entre la
entropía y el orden son complejas y articuladas. Enfiende la entropía como el
15 W H Y T E , L. L.: "Atomism, structure and form", en Structure in art resultado de dos procesos fundamentalmente distintos: uno es el principio de
andscience, Braziller Ed., Nueva York, 1965.
reducción de la tensión de los psicólogos de la Gestalt, cuyo resultado son las for-
16 W A G E N S B E R G , J . : Ideas sobre la complejidad del mundo, Tusquets
Ed., Barcelona, 1985. mas simples que tienden a la homogeneidad, en la medida en que los sistemas van

134
consiguiendo estados de más equilibrio. El otro es el efecto catabólico de la des-
trucción fortuita de esquemas que no se pueden reconstruir por mero azar. Iden-
tificando orden con orden entrópico, deduce que dicho orden no es suficiente para
explicar la naturaleza de los sistemas organizados en general, ni la de los creados por
el hombre en particular. "Se necesita un principio opuesto, al que hay que subor-
dinar el orden y que proporciona aquello que debe ser ordenado", y describe este
170. Formación espiral de una concha de foraminífero.
principio como "tendencia anabólica"!^, un principio cósmico que inicia cualquier
existencia articulada creando esquemas de fuerzas. Sin embargo, Arnheim no niega
la importancia de la ley de Kohler de la reducción de la tensión, y define la forma
organizada - e l orden estructural- como la interacción del tema estructural, apor-
tado por la tendencia anabólica, con la tendencia cósmica de la reducción de la
tensión.
En cualquier caso, parece justificada la sospecha de que la segunda ley de la
termodinámica y el concepto de orden entrópico de Boltzmann no son suficien-
tes para explicar la complejidad funcional y el grado de organización de los siste-
mas biológicos. Aún en 1945, E. Schrodinger resaltaba la paradoja de los seres
vivos que no parecen obedecer al segundo principio termodinámico. El anabolis-
m o no tiene demostración desde la termodinámica clásica. Sin embargo, los físi-
cos reconocen que la termodinámica postula leyes de una validez extremadamente
general para sistemas de partículas en interacción débil y, por lo que se conoce acer-
ca de la constitución física y química de los seres vivos, tanto las interacciones inter-
nas de las células como las interacciones entre células son débiles y análogas a las
de los sistemas en equilibrio de la física. Así pues, la termodinámica debería poder
explicar también la organización de la materia orgánica, y de hecho los estudios más
recientes - l a termodinámica generalizada de I. Prigogine y P. Glansdorff— apuntan
hacia una explicación física de los fenómenos vitales y del orden biológico.
Prigogine distingue entre sistemas aislados (que no intercambian materia ni
energía con el m u n d o exterior), sistemas cerrados (que sólo pueden intercambiar
energía) y sistemas abiertos (que intercambian materia y energía). En los sistemas
aislados y cerrados, el segundo principio de la termodinámica implica la ten-
dencia hacia un estado permanente de equilibrio. Los sistemas abiertos pueden
tender hacia un régimen constante distinto del equilibrio, que va asociado a lo
que se ha llamado "estructuras disipadoras", a las cuales ya no es aplicable el
principio de orden de Boltzmann, sino un principio denominado "orden por
fluctuaciones".
Un sistema abierto alejado de su estado de equilibrio termodinámico y capaz
de importantes intercambios de energía con el mundo exterior puede generar fluc-
tuaciones que tienen un umbral crítico, por debajo del cual remiten hacia el equi-
librio, pero por encima del cual se amplifican en fluctuaciones gigantes. Dichas
fluctuaciones tienen un orden macroscópico visible y relativamente estable si con-
17 A R N H E I M , R.: "Arte y entropía", en Hacia una nueva psicología
tinúa el intercambio de energía, consdtuyendo así una estructura disipativa. Los sis- del arte, op. cit.

35
temas con fluctuaciones inferiores al valor crítico quedan gobernados por el prin-
cipio de orden de Boltzmann, pero más allá del valor crítico ya no existen leyes
lineales entre las corrientes y las fuerzas en el interior del sistema y, por tanto, ya
no es válida la ley de Boltzmann. El régimen evoluciona hacia estructuras ordena-
das, cuya existencia, deducida previamente de los modelos físicos, ha sido ya com-
probada en estudios de laboratorio.
La generación de orden en las estructuras disipativas se realiza consumiendo
orden del contexto con el que se produce el intercambio. Por tanto, el balance
entrópico de todo el sistema no sufre modificaciones y, a escala general, continúa
vigente el segundo principio de la termodinámica clásica. Es más, E. Morin ha
puesto de relieve la paradoja de que es la entropía precisamente la que contribuye
a la organización biológica. Partiendo de la distinción de Yon Neumann entre la
171. Caracola del Nautilus Pompilius.
autoorganización de la materia viviente y la máquina-artefacto simplemente orga-
nizada, infiere que en los sistemas autoorganizantes de la materia viva "hay un lazo
consubstancial entre la desorganización y la organización compleja, porque el
fenómeno de la desorganización (entropía) prosigue su curso en lo viviente, más
rápidamente aún que en la máquina artificial; pero, de manera inseparable, está el
fenómeno de reorganización (neguentropía). Allí está el lazo fundamental entre la
entropía y la neguentropía, que no fiene nada de oposición maniquea entre dos
entidades contrarias; dicho de otro modo, el lazo entre vida y muerte es mucho
más estrecho, profundo, que lo que hubiéramos alguna vez podido, metafísica-
mente, imaginar. La entropía, en un senddo, contribuye a la organización que fien-
de a arruinar, y (...) el orden autoorganizado no puede complejizarse más que a
partir del desorden''^^.
Las estructuras disipativas pueden aparecer en la materia inerte bajo específi-
cas condiciones, y explican los escasos ejemplos de estructuras formales en la natu-
raleza. Sin embargo, la importancia de la nueva termodinámica generalizada radica
en la posibilidad de explicar el orden biológico. U n sistema biológico que meta-
boliza y que se reproduce funciona como un sistema abierto, y su crecimiento y
su relativa estabilidad dependen de unos procesos complejos no lineales. Por otra
parte, la aportación de energía o de materia se efectúa en unas condiciones alta-
mente inestables, por lo que parecen cumplirse las condiciones necesarias para que
aparezcan las estructuras disipativas, verificables experimentalmente.
Las estructuras disipativas pueden haber actuado también en los estadios
prebióficos. M. Eigen ha aplicado los conceptos de la nueva termodinámica a la
evolución de las poblaciones moleculares de interés biológico, y ha deducido que
determinadas interacciones entre proteínas y polinucleófidos pueden llegar a un
estadio final caracterizado por un código genéfico que fiene una notable estabili-
18 M O R I N , E.: Introducción al pensamiento complejo, Ed. Gedisa, dad en relación con los "errores" de la cinéfica^^.
Barcelona, 1994.
Prigogine manifiesta que "si se confirma la teoría de Eigen, tendríamos indu-
19 E I G E N , M.: "Selforganitzation of Matter and the Evolution of
biological Macromolecules", Naturwimmchaten, n ú m . 56 (1971). dablemente un terreno de invesfigación fundamental, ya que por primera vez un

136
estado altamente organizado, correspondiente a un código genético, emergería de
forma concreta a partir de unas leyes físicas. Es posible que el problema del origen
de las fluctuaciones más nobles de nuestro cerebro, como la del lenguaje, pueda
formularse en la misma línea que la teoría de Eigen. Este resultado constituiría una
síntesis inesperada entre el p u n t o de vista estático estructuralista, que suele ser el
de la biología molecular, y el punto de vista histórico, que es el de la termodiná-
mica"20.
Los fenómenos vitales siguen, por tanto, las leyes físicas, si bien con una plas-
ticidad particular que requiere el recurso del azar. La vieja intuición de G. Cardano,
quien veía la vida como una constante interacción entre el azar y la necesidad que
se reflejaba en la infinita variedad de las cosas y en la irreductible singularidad de
los individuos, tiene, siglos después, una curiosa confirmación científica. En efec-
to, sólo el azar puede generar las fluctuaciones que permiten a un sistema abando-
nar los estados cercanos al equilibrio termodinámico. Pero es necesario también
otro recurso: la inestabilidad del medio, que permite que esta fluctuación aumente.
Los fenómenos vitales serían, pues, el resultado del elemento aleatorio y del ele-
mento necesario.
Esta breve incursión en la nueva termodinámica parece indicar que la ten-
dencia anabólica formulada intuitivamente por los psicólogos puede tener su con-
firmación en la nueva fisica de los equilibrios. El orden, excepcional en la naturaleza
inerte, es en cambio inherente a los seres vivos, y se manifiesta en unos órdenes
funcionales progresivamente complejos, y en unas organizaciones muy refinadas
de la materia que actúan como soporte de este orden funcional. No es aventurado
extrapolar que las organizaciones, las creaciones y el senfido del orden de los hom- 172. Simetrías pentagonales en algunos animales inferiores,
según E. Haeckel.
bres, culminación de la evolución biológica, denen también sus raíces profundas
en la misma constitución biológica. Por tanto, esta proclividad al orden que los
psicólogos descubren en las apetencias y en los comportamientos humanos -para-
lela y compatible con las tendencias catabólicas que también existen en los seres
vivos, como reflejo de los procesos entrópicos del universo- dene muchas proba-
bilidades de ser un factor de raíces biológicas más que culturales, que ha tenido
manifestaciones extremadamente vanadas.
Cabe añadir asimismo que la termodinámica generalizada y los estudios rea-
lizados en otros campos de la física aportan una visión de la materia y del univer-
so radicalmente opuesta a la del orden inmutable que había alimentado la ciencia
desde Galileo hasta el siglo XX. Los procesos reversibles y deterministas que cons-
dtuyen la columna vertebral de la ciencia clásica se nos presentan ahora como ide-
alizaciones desmesuradas, desmenddas por la inestabilidad de las partículas
elementales, por la progresiva complejidad de la cosmología, por el descubrimien-
to de la importancia del azar y por la irreversibilidad en la química, la biología y
la hidrodinámica. "Ha quedado muy atrás la tranquila naturaleza, económica y
20 P R I G O G I N E , I.: ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al
bien ordenada... Podemos decir que buscábamos esquemas globales, simetrías. orden, Tusquets Ed., Barcelona, 1983.

137
leyes generales inmutables, y hemos descubierto lo mudable, temporal y comple-
jo."2i El interés de las teorías clásicas por descubrir un orden universal primigenio
se ve sustituido ahora por el descubrimiento de continuas y minúsculas transicio-
nes desde el caos al orden, en un proceso de autoorganización de la materia que
nace del concurso del azar y la necesidad.
Los hombres contemporáneos percibimos de un m o d o especial la contradic-
ción entre las tendencias anabólicas internas y la percepción de la precariedad del
universo. Es una contradicción que no nos permite representar el orden cósmico en
las formas de la arquitectura, una metáfora de notable eficacia en otras épocas de
la historia cultural. El poderoso sentido del orden que habita en los niveles pro-
fundos de nuestra conciencia y de nuestra sensibilidad tiene que entrar ahora en
juego con otras imágenes y otros conceptos que informan nuestra percepción del
mundo, como la fragmentación, el azar y la complejidad.

EL ORDEN GENERATIVO

Las recientes teorías sobre el caos han sugerido una manera distinta de ver
tanto la tendencia entrópica de la termodinámica como las transiciones del caos al
orden de la termodinámica generalizada. En efecto, partiendo del principio según
el cual "cualquier cosa que pase debe tener lugar dentro de un determinado orden",
es posible plantear la hipótesis de que los procesos aleatorios, el azar o el desorden
entrópico no son más que manifestaciones de un orden extremadamente comple-
jo, oculto de momento dentro de un determinado contexto de conocimientos.
El orden, en su expresión más primaria, puede entenderse en términos de
diferencias parecidas y semejanzas diferentes. El orden percibido es una actividad diná-
mica que pasa por captar diferencias, y después crear semejanzas a partir de dichas
diferencias, mediante una acción mental de selección y clasificación en función de
categorías cambiantes. En términos más precisos, una forma dotada de orden visi-
ble fiene unas reglas internas comprensibles que necesitan unos pocos fragmentos
de información para ser formuladas.
Esquemáticamente podríamos decir que si la construcción de esta forma nece-
173. Disposición en doble espiral logarítmica de las pepitas del sita dos fragmentos de información, el orden será de segundo grado. Siguiendo el
girasol.
ejemplo que ya hemos expuesto, una forma que surge de la agregación en un
ángulo determinado de segmentos proporcionales necesitará, para definirse, la
concreción del punto donde se produce la agregación (supongamos el final del
otro segmento) y la regla que determina la diferencia constante entre los seg-
mentos. El orden sería de tercer grado si estas diferencias cambiasen en cada agre-
gación según una regla fija, y de cuarto grado si las reglas de estos cambios fuesen
también distintas si bien somefidas a una regla más general, y así sucesivamente.
21 P R I G O G I N E , I.: éTan sólo una tlusión?, op. cit. Los órdenes perceptibles son de bajo grado, pero se puede inferir que muchos

138
fenómenos que se entienden como desordenados responden en realidad a órde-
nes de alto grado o a interrelaciones de órdenes de grado infinito.
El azar, desde esta perspectiva, sería un caso límite de orden de grado infini-
to, el extremo de un espectro en cuyo polo opuesto estaría el orden del determi-
nismo estricto. En realidad, no siempre el orden es una categoría objetiva de un
determinado sistema, sino que depende del contexto desde el cual se observa. D.
Bohm y D. Peat22 ponen un ejemplo simple: los números aleatorios generados por
un ordenador siguiendo las instrucciones random son en realidad el fruto de pro-
gramas muy simples de bajo grado de orden. Los números son fácilmente deduci-
bles desde el contexto de dicho programa, pero en el contexto de otros programas
su imprevisibilidad es total y, por tanto, funcionan perfectamente como aleatorios.
Ahora bien, no todos los órdenes de grado infinito frenen las mismas carac-
terísfrcas. El lenguaje hablado puede considerarse de grado infrnito, ya que sus
posibilidades para generar signifrcados diferentes son infinitas, pero posee atribu-
tos sustancialmente disfrntos de los del orden aleatono. Dichos atributos radican
en el hecho de que el orden del lenguaje fiene subórdenes de bajo grado com-
prensibles y manipulables, mientras que el orden azaroso no los frene.
Las transformaciones del azar en orden mediante las estructuras disipativas
descubiertas por Prigogine y Glandsdorff son transformaciones de órdenes de
grado infinito en órdenes de bajo grado, mientras que la entropía supondría el pro-
ceso inverso. Según anuncian algunos físicos, probablemente uno de los retos
clave de la ciencia actual consiste en establecer enlaces entre los órdenes de grado
infinito y los de bajo grado, puesto que en los sistemas físicos - a diferencia del len-
guaje hablado o de los lenguajes del arte- suele haber una ruptura en la comuni-
cación y en la continuidad entre estos dos polos del orden que no permite
descubrir los órdenes complejos y sutiles intermedios. La famosa disociación entre
la teoría cuánfrca y la teoría de la relatividad deriva, en opinión de algunos cientí-
ficos, de una concepción radicalmente disfruta del concepto de azar, que para los
teóricos cuánfrcos sería una caracterísfrca básica y no analizable de la naturaleza,
mientras que para los segundos sería un caso de orden de grado infinito en un
determinado contexto.
174. Transformaciones topológicas binarias en espiral según
La teoría de los fractales de B. B. Mandelbrot, ya comentada en el Capítulo A. Hermant, y su reflejo en la organización de algunas plantas.
III, permite construir formas de dimensión fraccional - e n t r e el punto y la línea,
entre la línea y la superficie o entre la superficie y el volumen o el frempo- que
incorporan un escalado de órdenes que va desde los de bajo grado hasta los de
grado infinito. Realiza, pues, esta función de puente que hemos observado en los
lenguajes, y que pocos sistemas de la naturaleza poseen. Los fractales son ejemplos
de orden generativo, a la manera de algunas otras enfrdades matemáfrcas, como las
series de Fourier. De hecho, el orden generativo ya había sido intuido hace siglos.
J. W. Goethe lo formula en sus estudios sobre la filotaxis de las plantas, en las cua-
22 B O H M , D. y PEAT, D.: Ciencia, orden y creatividad. Las raíces cre-
les veía las manipulaciones precisas de unos patrones generales abstractos que diri- ativas de la ciencia y la vida, Ed. Kairós, Barcelona, 1988.

139
gían todas las posibilidades de desarrollo. "Conociendo estos patrones [había escri-
to a Herder] uno podría ir inventando interminablemente plantas que, aunque n o
existieran, podrían existir sin ser precisamente una fantasía artística, porque ten-
drían una razón y una necesidad internas." La intuición de Goethe no fue explo-
rada en su momento por la ciencia. En cambio, el arte ha desarrollado en todos
sus campos sistemas estructuradores que recorren muchos grados del espectro del
orden.
D . B o h m ha expuesto recientemente una concepción del orden - e l orden
implicado^^- que amplía la noción de orden generativo de los fractales. U n orden
implicado no puede hacerse explícito como un todo, sino que sólo puede mani-
festarse mediante la aparición de grados de desarrollo sucesivos, de m o d o que cual-
quier orden visible y explícito no sería más que la cristalización puntual de este
orden implicado de alto grado, que quedaría oculto en gran medida.
Tanto la percepción como el conocimiento tienden a extraer, aislar y analizar
los órdenes explícitos y relativamente estáticos. El entendimiento de estos fenó-
menos como emergencias de un orden subterráneo más vasto, complejo y diná-
mico permite aproximarnos más, no sólo a algunos problemas abiertos de la física
- e l orden implicado funciona eficazmente como analogía del movimiento de las
partículas elementales de la teoría cuántica-, sino que también nos permite enten-
der mejor la compleja dinámica del conocimiento y, en parte, la de los lenguajes
del arte, aunque en estos campos la transmisión de complejidades, sean inteligibles
o no, se mueve siempre en los límites que imponen los órganos sensoriales.

LOS Ó R D E N E S FICTICIOS Y LA P E R T I N E N C I A

En cada campo del arte, la creación de orden requiere el conocimiento vivo,


intuitivo o racional de los materiales que hay que estructurar. Las múltiples dimen-
siones de la arquitectura hacen que sus materiales tengan naturalezas heterogéne-
as, y que también sean múltiples (funcionales, constructivas, formales, simbólicas)
las estructuras que deben soldarse en un proyecto arquitectónico. La tendencia a
reducir la pluralidad de componentes es permanente y, junto a esta tendencia, aflo-
ra constantemente la de considerar las arquitecturas pasadas como el resultado de un
proceso heterónomo, en el cual la organización de las formas no responde a los crite-
rios intrínsecos del arte de arquitectar. La evolución de los estilos desde el
Renacimiento puede leerse en clave de un persistente rechazo de la heteronomía, o
de indagación sobre la substancia genuina que da autonomía a la arquitectura. Aquí
nos limitaremos exclusivamente a la autonomía o heteronomía formal.
Ya hemos comentado que la idea de que la substancia de la arquitectura se
encuentra fundamentalmente en la síntesis es compatible con la conjetura según
23 B O H M , D.: La totalidad y el orden implicado, Ed. Kairós,
Barcelona, 1988. la cual la forma puede ser entendida desde sus propias leyes internas y desde sus

140
efectos perceptivos, los cuales derivan de su constitución y de su misma presencia.
En la Primera Parte hemos constatado que las obras arquitectónicas se pre-
sentan como estructuras formales y no sólo como estructuras funcionales o cons-
tructivas, y hemos individualizado los procedimientos a través de los cuales se
arman dichas estructuras. Hay que especificar cuáles son los materiales que han sido
objeto de una ordenación formal: los espacios y los volúmenes, con sus texturas y
su luz; los campos defuerzas, que son intrínsecos a estas formas; y el contexto físico,
que es un componente más de la estructura formal. Los métodos estructuradores
basados en la geometría, la simetría, la repetición regular e irregular, la inflexión, la
articulación y la continuidad afectan plenamente a los materiales con los cuales se
constituye la forma, y tienen en cuenta la manera como su organización afecta a
nuestra percepción. Hay que considerados, por tanto, como instrumentos perti-
nentes, comprobados largamente en la práctica del buen arquitectar. 175. Poliedros irregulares empaquetables de base pentagonal,
según D'arcy Thompson.
Paradójicamente, estos procedimientos no suelen formar parte de muchas
teorías arquitectónicas que, sin embargo, han desarrollado un conjunto de méto-
dos modulares, de leyes compositivas y de trazados armónicos que no siempre tie-
nen en cuenta la naturaleza de los materiales de la forma y los límites de nuestro
sistema perceptivo, y que han postulado, en consecuencia, órdenes periféricos,
imperceptibles o equívocos.
La cuestión de la pertinencia o de la heteronomía es común a todas las artes,
y es conveniente plantearla en términos de técnicas de estructuración. El ejemplo
de las heteronomías en la poesía puede ser esclarecedor: la organización habitual
de la lengua presenta unas estructuras (las propias de la sintaxis gramatical) plan-
teadas en función del significado - l a función referencial, en la terminología de R.
J a k o b s o n 2 4 — , punteadas de estructuras secundarias en el mismo discurso que ape-

lan al destinatario (función conativa), al canal o al código (función fdtica o metalin-


güística). Ahora bien, hay una función del lenguaje, la función poética, que se dirige
al mismo mensaje, no solamente como transmisor referencial, sino como entidad
formalmente constituida de materia sonora. El material sonoro está articulado en
cantidades silábicas, acentos de diversa intensidad y cualidades tímbricas del soni-
do hablado.
La poesía ha explorado todas las posibilidades que ofrece este material sono-
ro, construyendo estructuras formales basadas en el sonido, superpuestas a la
estructura básica referencial. Así, se han construido estructuras enarboladas sobre
recurrencias en el número de sílabas -métrica silábica-, en la organización rítmi-
ca de los acentos de intensidad —métrica acentual—, en las repeticiones regulares o
irregulares de los timbres —rimas y aliteraciones-, en la cadencia de grupos sintác-
ticos que son al mismo tiempo unidades sonoras y significantes, como las anáfo-
ras o los paralelismos conceptuales, y en construcciones más sudles hechas de 24 J A K O B S O N , R.: "Lingüística y poética", en
Ensayos de lingüística general, Ed. Seix y Barral, Barcelona, 1975.
iteraciones y oposiciones de significados - e l nivel del poema-, superpuestas a la
25 OLIVA, S.: "Per a una millor lectura de la poesía de
estructura puramente referencial - e l nivel delpretexto^^-. Josep Carner", en: LAvenç (Barcelona), núm. 68 (1984).

14'
Entre la organización de la materia sonora y la organización referencial no
hay, en realidad, solución de continuidad, pero en cualquier caso las estructuras
gestadas por medio de estos procedimientos se basan en propiedades intrínsecas y
perceptibles de la lengua. La propensión a estructurar el material sonoro es, por
otra parte, tan intensa que, como muestra S. Oliva, en la prosa leída tendemos ine-
ludiblemente a una organización rítmica de las sílabas, alterando si es preciso la
posición del acento en las palabras^^.
Los caligramas de Apollinaire son, en cambio, un curioso ejemplo de no per-
tinencia. Los caligramas son ciertamente estructuras formales, pero organizadas a
partir de una disposición en dibujo de la tipografía. El material estructurado (la
letra impresa) no es intrínseco a la lengua, sino que es un mero vehículo, y por
tanto el poema es insustancial, en el sentido de que el orden formal es vasallo del
dibujo y no de la substancia de la lengua. Naturalmente, el carácter insólito y joco-
so de los caligramas no es menospreciable, pero se mantendrían en la categoría de
la pura anécdota insignificante si la ordenación tipográfica fuese la única estructu-
ra del poema.

C A L I G R A M A S EN A R Q U I T E C T U R A

En las teorías sobre arquitectura aparecen a m e n u d o caligramas arquitectónicos,


es decir, organizaciones formales que no se basan en los materiales arquitectónicos
ni en los límites de nuestros sentidos para percibirlos. Nos referimos especialmen-
te a las teorías modulares, que han sido asociadas con frecuencia al sistema de los
órdenes, a las numerosas propuestas de trazados armónicos, y en partircular a la
teoría de las proporciones, con sus promontorios más visibles: las proporciones
musicales y la proporción áurea.
La arquitectura de los órdenes se desarrolló en Grecia sin una codificación
176. Esqueletos hexagonales del Reticulum plasmatique y de la explícita. La capacidad estructuradora del sistema se confiaba a la precisa defini-
Aulonia hexagona.
ción formal de los constituyentes arquitectónicos y a su organización según los cri-
terios de la geometría y de la simetría de las plantas, de la repetición regular de las
columnas y de las inflexiones y arficulaciones menores en los contactos entre los
miembros. Pero no había referencias a ninguna norma que estabilizase un sistema
rígido o flexible de medidas.
Este hecho no implicaba que para cada obra no se instaurasen algunas rela-
ciones singulares de dimensiones, basadas generalmente en proporciones de núme-
ros enteros simples. Las medidas del templo de Neptuno en Paestum (FIG. 163),
tomadas por M. Aurès y comentadas por A. Choisy, nos informan, por ejemplo, de
que la altura de las columnas es exactamente el doble de la distancia entre sus ejes.
En cambio, las otras magnitudes, como la altura del entablamento o la relación de
26 OLIVA, S.: La métrica i el ritme de la prosa. Quaderns Crema,
Barcelona, 1992. las dimensiones de la planta, ya no son reconducibles a una proporción visible. El

142
hecho de que el arquitrabe más el friso sumen una altura B que se relaciona con el
intercolumnio A porque 3A = 4B no es una relación perceptible. Es cierto que este
tipo de modulado lo practicamos muchas veces quienes nos dedicamos a proyec-
tar, porque suele facilitar el encaje de los diversos elementos en juego, pero más a
m e n u d o porque es una manera - c a b e decir que más aparente que rigurosa- de
huir de la gratuidad.
Las proporciones de Paestum no son las de Sunion, ni éstas son las mismas
del Partenón. Cada obra se reglaba en función de un sistema propio, y precisa-
mente uno de los rasgos más sobresalientes de la evolución de la arquitectura
representativa griega es el contraste entre la persistencia de los órdenes y el cambio
constante de las relaciones de medida. A. Lurçat muestra en unos dibujos esque-
máticos la evolución de las proporciones de las columnas y del entablamento del
orden dórico (FIG. 164). La tendencia a la esbeltez de la columna y a la reducción
del grueso del entablamento es tan pronunciada que hubiese convertido en inútil
o muy efímera cualquier reglamentación de medidas proporcionales. Los estudios
de G. Perrot y C. Chipiez sobre las proporciones en planta (FIG. 165) también indi-
can una absoluta ausencia de codificación, una ausencia que deja perplejo al
mismo Lurçat, quien precisa: "Esta constatación, que surge en todas nuestras con-
frontaciones, es, no obstante, inexplicable si consideramos que el mejor punto de
vista para la percepción de un templo debe situarse obligatoriamente sobre el
ángulo"27.
La reglamentación de las medidas se produjo durante el periodo helenísti-
177. Los sólidos platónicos en las formas de los radiolarios,
co, y tiene su expresión más conocida en el tratado posterior de Vitruvio, quien según E. Haeckel.
se remite a los maestros griegos. De todos modos, las reglas proporcionales de
Vitruvio son también indicativas de la precariedad y el escaso significado de estos
métodos.
Vitruvio establece algunas medidas rígidas para las proporciones en planta de
los templos y para la disposición de los elementos de las fachadas. Pero, curiosa-
mente, establece un módulo para las columnas - e l diámetro de la b a s e - y otro
para el entablamento - l a altura del arquitrabe-, sin instaurar ninguna relación
entre ellos, con la excepción de las columnas jónicas de nueve diámetros, para las
cuales sí determina una unidad de medida global. Por tanto, sólo en un caso pos-
tula un módulo común para todo el templo, convirtiendo en normativo su mismo
precepto de "correspondencia de cada una de las partes con toda la obra". No obs-
tante, las relaciones de medida son múltiplos altos o fracciones pequeñas del
módulo, imposibles de ser entendidas como unidades visibles que se repiten. Por
ejemplo, la relación entre la altura de la columna y el intercolumnio en el orden
jónico es, según los casos, de 8 : 4 1/2 ; 8 1/2 : 4 ; 9 1/2 : 3 y 10 : 2 1/2.
C o m o ya hemos manifestado, la modularidad no es un sistema de orden en
el sentido que hemos dado a esta expresión, porque las relaciones que justifican la
27 LURÇAT, A.: Formes, composition et bis d'harmonie, vol. V, Ed.
presencia del orden son relaciones formales perceptibles y no relaciones de medi- Vincent Fréal, París, 1957

143
da, como las que establecen las teorías modulares. Sólo en los casos de proporcio-
nes muy simples es posible ver las dimensiones de los elementos en una relación
formal reconocible, e incluso en este caso las posibilidades de este reconocimien-
to dependen de las formas a las que se aplican las medidas concordantes. Los
parámetros clásicos de los órdenes a los cuales se aplica el módulo - e l diámetro de
la columna, su altura, la altura del entablamento y la dimensión del intercolumnio
( F I G S . 166, 167)- son demasiado distintas y distantes como para que podamos apre-

ciar la relación de medidas que los rige.


Los sistemas modulares aplicados a los órdenes, más que instrumentos estruc-
turadores, son herramientas para fijar unas dimensiones que intuitivamente se con-
sideran proporcionadas y, por tanto, son sistemas que inciden adjetivando la
arquitectura, pero no sustantivándola. La calidad arquitectónica no depende de las
proporciones, inestables y lábiles; y hay que afirmar que la desproporción puede
ser un valor tan lícito como lo que entendemos por proporción. Aunque hay que
mafizar: en primer lugar, la desproporción, que puede ser enorme cuando intere-
sa expresar tensión o dinamismo, fiene en determinados casos unos límites ligados
a la percepción de la resistencia o de la estabilidad. Los elementos portantes de una
estructura no solamente fienen que soportar las cargas, sino que fienen que con-
notar que las soportan. Podemos jugar con estructuras increíbles, pero tenemos
que ser conscientes de que la percepción de la inestabilidad o la precariedad for-
178. Fachada de la Cancillería de Roma.
mal pueden destruir incluso la percepción de la misma tensión de la desmesura.
En segundo lugar, el senddo de la armonía, entendido como el sentido de una pro-
porción feliz, no parece una invariante psicofisica. La evolución de las proporcio-
nes del orden dórico nos sugiere más bien que el sentido de la proporción es un
fenómeno variable, ligado a las parficularidades de cada sociedad y de cada perio-
do, y asumido de modo disfinto por cada individuo.
No obstante, se constata una tradicional creencia profunda en el carácter
objetivo de esta armonía única y secreta que hay que revelar. Vitruvio intenta pre-
cisarla. Los arquitectos del primer Renacimiento la anuncian, pero no se atreven a
formularla, entre otros motivos porque las medidas que Brunelleschi y Alberti
tomaban de los monumentos anfiguos, que pretendían adoptar como modelos,
nunca cuadraban, como tampoco cuadraban las medidas de los monumentos grie-
gos que había recogido Vitruvio y que lo habían conducido a esta vacilación mani-
festada en la duplicidad de módulos. Serlio volvió a intentarlo, y más tarde
Vignola, Palladio, Scamozzi y otros. Sin embargo, la sensación de que las medidas
ideales son huidizas planea también sobre estos tratadistas.
Vignola, quien establece el sistema de calibrado más acabado y preciso, se
permite vulnerarlo en sus obras. Palladio es todavía más escéptico y, aparte de
aportar pocas indicaciones, la mayoría de las que señala incidentalmente sólo son
aproximadas. "Las columnas simples sin pilastras deben tener siete diámetros y
28 P A L L A D I O , A.: lQiiattro Libri delVArchitetlura, U l r i c o H o e p l i Ed.
M i l á n , 1980.
medio u ocho de altura. Los intercolumnios tendrán algo menos de tres." 28 C o m o

144
afirma Lurçat, no cabe duda de que el establecimiento de estas relaciones no había
sido la principal preocupación del autor.
Sin embargo, tampoco podemos menospreciar una codificación de este tipo,
a pesar de su relativa ambigüedad. Son reglas inúfiles para los arquitectos compe-
tentes, pero probablemente resultaban beneficiosas para conjurar las posibles obras
execrables que surgen cuando la inepdtud se conjuga con el atrevimiento. Las
reglas de Vignola ejercieron este efecto saludable, aunque su increíble pervivencia
las convirfiera, siglos más tarde, en un cadáver viviente. Con razón exclamaba Le
Corbusier: "¡Este Vignola! ¿Por qué Vignola? ¿Cuál es el pacto infernal que uniría
las sociedades modernas con V i g n o l a ? " 2 9 .

LOS N Ú M E R O S EQUÍVOCOS

La codificación de sistemas modulares ha sido relacionada con las numero-


sas teorías sobre las proporciones armónicas, otros caligramas arquitectónicos que
han provocado una voluminosa literatura de escasísimos efectos sobre la arquitec-
tura realizada.
La teoría de las proporciones armónicas radica en la creencia, ya manifestada
en las teorías modulares, de que determinadas relaciones numéricas aplicadas a las
superficies o a los volúmenes son relaciones privilegiadas que despiertan fenóme-
nos de empatia con nuestra percepción. Algunos teóricos disfinguen entre la pro- 178. Medidas de las supuestas proporciones áureas de la
Cancillería de Roma, según A. Lurçat.
porción simple (relación numérica de medida entre dos o tres dimensiones de un
elemento) y la puesta en proporción (confrontación o concordancia en un conjunto
de diversas aplicaciones de una misma proporción simple), que se establece por
medio de los trazados armónicos.
Las pretendidas proporciones armónicas se manifiestan por medio de rela-
ciones numéricas que tienen, desde el punto de vista matemáfico, algunos atribu-
tos singulares. De ahí que la mayoría de estas teorías hayan tenido su origen en el
campo de la aritméfica y la geometría elemental, y que se hayan alimentado de esta
creencia en una armonía cósmica traducible en números tan arraigada en las cul-
turas orientales, y extendida por Occidente desde Pitágoras.
Las relaciones numéricas pueden expresarse por medio de series. Las más
sencillas son las aritméticas, que pueden traducirse gráficamente en puntos equi-
distantes situados sobre una recta, o en una sucesión de igualdades. En dos di-
mensiones generarían tramas cuadriculadas. Las relaciones de medida son en este
caso tan primarias que no han merecido la consideración de las teorías armónicas.
No obstante, son éstas las más aplicadas a la arquitectura: la repefición regular del
mismo elemento según un módulo constante es, como ya hemos comentado en el
Capítulo III, u n o de los recursos estructuradores más utilizados, que da lugar cier-
29 LE C O R B U S I E R : Mensaje a los estudiantes de Arquitectura, Ed.
tamente a arquitecturas de ritmos muy simples, aunque efectivas, ya que la igual- Infinito, Buenos Aires, 1961.

145
dad de la equidistancia es perfectamente visible y asegura un orden claro y económi-
• i. . , rfí'
co. Y ya hemos tenido ocasión de comprobar también la eficacia ordenadora de
métodos como el de Durand, en el que el módulo, más que una unidad de medi-
da es la unidad geométrica del cuadrado.
No obstante, la aplicación de medidas aritmédcas de números enteros bajos
en las dos o tres dimensiones de una superficie, volumen o espacio sí que ha teni-
do una amplia resonancia en el campo de las teorías armónicas, sobre todo por-
que, juntamente con las series geométricas de módulo 2 y 3, han sido relacionadas
con las consonancias musicales. Desde que Pitágoras descubrió que los sonidos
179.a
provocados por cuerdas de la misma tensión y de longitudes múltiples en relacio-
nes numéricas simples eran percibidos como sonidos armónicos, se desplegó una
extensa serie de teorías basadas en la creencia esotérica y mística de los fiinda-
mentos matemáticos de la música y, por extensión, de la armonía musical y numé-
rica del universo.
La serie mágica de Pitágoras (9 :18 :27) condene las relaciones musicales de la
octava (9 :18 = 1 :2) y de la quinta (18 :27 = 2 :3). En el Timeo, Platón ingenia dos
series geométricas (1 :2 :4 :8 y 1 :3 :9 :27) que superpone de un m o d o insólito (1 :2
179.b :3 :4 :9 :8 :27), pero que contienen también las relaciones de los intervalos musica-
179.a/b Fachada y proporciones áureas del pórtico
les armónicos utilizados por los griegos. El conocimiento de dichas relaciones se
del Hospital de Pistola, según A. Lurçat.
generaliza durante el Renacimiento. Es significativo el siguiente firagmento de
Alberü: "(•••) y de hecho cada día estoy más convencido de la verdad del adagio pita-
górico que dice que la naturaleza nunca deja de actuar de manera consciente y con
una analogía constante de todas sus operaciones, de lo cual deduzco que los núme-
ros por medio de los cuales los sonidos afectan con placer a nuestros oídos son exac-
tamente los mismos que agradan a nuestros ojos y a nuestra mente"30. A pesar de
ello Alberd utiliza las senes armónicas 4 :6 :9 y 9 :12 :16, que no son musicalmente
consonantes. Las referencias alberdanas a la música son constantes, y habla de ella
en una carta a Mateo de Pasd acerca de la iglesia de San Francesco de Rimini, donde
utiliza en realidad una proporción elemental (1 :2) que tiene realmente escaso inte-
rés musical, pero clara geometría.
Francesco di Giorgio, Leonardo, Vignola, Scamozzi en su reaccionario trata-
do, todos insisten en esta idendficación entre el orden arquitectónico y el orden
musical. También Palladio, siempre distante seguidor de Alberti, escribe referencias
a la música. En la memona del proyecto de la catedral de Brescia insiste: "(•••) de la
misma manera que las proporciones de las voces son armónicas al oído, así también
las de las medidas son armónicas a nuestros ojos (...)". Palladio incluye proporciones
inéditas derivadas de las relaciones de consonancia más complejas, que fueron incor-
poradas a la música durante el siglo XVI por L. Fogliano y G. Zadino. Pero mande-
3 O ALB ERTI, De Re Aedificatoria o Los Diez Libros de Arquitectura, ne siempre aquel relativismo anddogmádco que ya manifestaba en las proporciones
Colegio de Arquitectos Técnicos de Oviedo, 1975 (edición facsímil de
de los órdenes, y que anuncia la progresiva disipación de estas teonas. Después de
P edición de 1582).
31 PALLADIO, A.: IQuattro Libri deU'Architettura, op. cit. establecer una muldtud de proporciones correctas para las medidas de una habita-

146
ción, acaba escribiendo: "Hay aún otras alturas de bóveda que no caen bajo la regla,
y de ellas se servirá el arquitecto según su criterio y según sus necesidades"3i.
Con la progresiva desintegración, a partir del siglo XVII, del mito del uni-
verso armónico, las proporciones musicales se desvanecen de la teoría y la prácti-
ca de la arquitectura. Es sintomático que Bertotti Scamozzi descubra principios
proporcionales en la arquitectura de Palladio. A mediados del siglo XVIII, W.
Hogarth desaprueba a los tratadistas "que no solamente han confundido el uni-
verso con una multitud de divisiones minúsculas e innecesarias, sino también con
un extraño concepto según el cual estas divisiones están gobernadas por las leyes
de la música". Y D. H u m e sentenciará más tarde que "la belleza no es inherente
a los objetos (...), sino que deriva de cualidades pertenecientes enteramente a la
sensibilidad" 32. La consideración de la proporción como un hecho relacionado
con la sensibilidad individual persiste en gran medida hasta hoy.
De hecho, la identificación de las proporciones musicales con las proporcio-
nes geométricas tiene una razón que ahora nos parece elemental y en absoluto
metafísica. La consonancia de los sonidos deriva de cuerdas de longitudes relacio-
nadas según números enteros simples porque estas longitudes generan unas longi-
tudes de onda - y por tanto unas fi-ecuencias- que son múltiples o tienen mínimos
comunes múltiples. Este hecho permite el encaje de las ondas en una nueva onda
de frecuencia múltiple y, por consiguiente, la percepción de los sonidos conso-
nantes como un nuevo sonido integrado armónico.
Esta ley elemental de la acústica, conocida experimentalmente en muchas
civilizaciones, es la que se ha desarrollado en Occidente en la música tonal. La
confusión con la armonía geométrica radica en el hecho de que estas proporciones
de números enteros simples de las frecuencias musicales son visibles y comprensi-
bles en las formas cuando estos números son realmente bajos.
La relación 1 :1 en el plano genera cuadrados. La relación 1 :2 es perceptible
como un rectángulo susceptible de ser descompuesto en dos cuadrados. La relación
2 :3 es también geométricamente visible, pero ya son más difíciles de percibir pro-
porciones como la 4 :5 o la 1 :4, aunque sigan intervalos musicales conocidos, si
no es con la ayuda de unas líneas secundarias que manifiesten las relaciones mate-
máticas internas. Esta simple coincidencia ya había sido intuida por G. Cardano,
quien, en oposición a las creencias generalizadas de su época, veía en las propor- 180. F. Borromini: remate de la cúpula de S. Ivo alia Sapienza,
ciones de los números enteros simples una aceptación que derivaba de su pura inte- Roma.

ligibilidad.

LAS FALACIAS DE LA PROPORCIÓN Á U R E A

A partir del siglo XIX, en el campo de la historia del arte proliferaron estu-
dios que intentaban encontraren los monumentos antiguos unas relaciones armó- 32 H U M E , D . : La regola del gusto, Laterza Ed., Bari, 1973.

147
nicas más misteriosas. J. Hambidge propuso un sistema de cánones proporcionales
para descifrar la arquitectura griega y la gótica basado en la serie de raíces cuadra-
das de números enteros simples y, por tanto, en una serie de números irracionales,
inédita en la historia de los estudios sobre las proporciones. Hambidge califica
estos trazados armónicos como trazados en simetría dinámica, e intenta justificarlos
teóricamente partiendo del Teeteto de Platón, donde se habla de números "con-
mensurables en potencia", es decir, irracionales pero posibles de deducir a través
de la progresión geométrica en la que están inscritos.
Las escasas y fantasiosas comprobaciones prácticas son significativas del
carácter ilusorio del sistema de Hambidge. Las proporciones irracionales de algu-
nas medidas del Partenón, de una tumba egipcia, de ciertos bibelots arqueológicos
y del cuerpo humano no fienen una base científica creíble, pero, aunque las com-
probaciones hubiesen dado resultados precisos, no sería lícito derivar de ello cua-
lidades arquitectónicas. Sólo la relación 1 :V2 (FIG. 168) dene atributos destacables,
ya que despliega dimensiones que son coherentes con el cuadrado 1 :1, y porque,
como hemos comentado en el primer capítulo, el rectángulo puede subdividirse
en otros dos rectángulos proporcionales al primero, motivo por el cual ha sido ufi-
lizado en las series DIN-A aplicadas a numerosos objetos paralelepipédicos con el
fin de facilitar su apilamiento.
Sin embargo, la relación armónica por excelencia ha sido la conocida pro-
porción áurea, una de las ficciones arquitectónicas de más larga tradición. La sec-
181. V. Tatlin: Monumento a la III Internacional. ción áurea es la relación que aparece cuando dividimos un segmento en otros dos
desiguales, de modo que la proporción entre el segmento pequeño y el segmento
mayor sea la misma que la proporción entre el segmento mayor y la suma de
ambos. La resolución aritméfica de este sencillo problema da una ecuación de segun-
do grado, con un valor de la relación de (l-hV5)/2 = 1,61803..., número 0 o núme-
ro de oro.
Este número es aparentemente anodino, pero tiene una singular serie de atri-
butos geométricos que han fascinado a los matemáticos y a los estetas durante
siglos. La sección áurea y algunas de sus propiedades eran conocidas por los pita-
góricos, quienes probablemente ya le debieron atribuir una especial significación,
ya que el pentagrama - l a estrella pentagonal regular construible a partir de la sec-
ción áurea- era el símbolo del reconocimiento de los miembros de las sectas pita-
góricas. Platón describe detalladamente la sección áurea en el Timeo, y Euclides la
divulga en el Libro VI de los Elementos, junto con el método geométrico de cons-
trucción del pentágono, el dodecaedro y el icosaedro regulares, ambos de caras
pentagonales.
Los constructores góficos conocían también la sección áurea, descrita por
algunos matemáücos de la época, como C a m p a n o di Novara. Ya hemos visto ante-
riormente que Luca Pacioli, un personaje singular, loa con toda parafernalia de
33 PACIOLI, L : La divina proporción, Akal Ed., Madrid, 1987. adjetivos 13 atributos aritméficos y geométricos de la proporción áurea, a la que

148
califica de divina proporción^^. Olvidada posteriormente, se redescubre en el siglo
XIX a través de diversas teorías estéticas sobre trazados armónicos que inducirán
más tarde algunas propuestas de interpretación, como las ya citadas de Hambidge,
o las de T. M. Lund y E. Moessel. Dos psicólogos, Ch. Lalo y G. T. Fechner, inten-
taran demostrar los especiales efectos que sobre la percepción ejerce la proporción
áurea.
Una serie geométrica de razón O genera unos elementos que tienen la parti-
cularidad de ser iguales a la suma de los dos precedentes. Es la única progresión
geométrica que posee estas propiedades aditivas. Por este motivo se la ha califica-
do de progresión geométrica condnua, en la cual la obtención de los elementos de
la serie puede realizarse por medio de métodos muy simples. Esta cualidad empa-
renta la serie de módulo O con la serie F de Fibonacci, descubierta por Leonardo
182. F. Ll. Wright: Guggenheim Museum, Nueva York.
de Pisa en 1202, aunque formulada matemáticamente por Kepler cuatro siglos más
tarde. En esta serie también los elementos se obüenen por adición de los dos pre-
cedentes. Las potencias de 0 forman una serie F de origen 1 : 1, <ï>, O^, cï)3^
ya que = l-hO, <í>3 = 0 4 = <ï)2-f03...
Trasladando <E> a la escala geométrica de dos dimensiones (FIG. 169) podemos
construir con los elementos de la serie unos rectángulos 1 : <I>, <í> : 02, • (j)3 ^^^
que son lógicamente semejantes, puesto que denen en común un lado. Pero fie-
nen aún otra particularidad: un rectángulo <I> es divisible en un cuadrado y otro
rectángulo <!>, el cual al mismo tiempo es divisible en otro cuadrado y otro rec-
tángulo <I>; procediendo a la inversa, un rectángulo <ï> agregado a un cuadrado de
lado O genera un nuevo rectángulo O. La serie F de potencias de <I> son las áreas
de estos cuadrados, los cuales, dispuestos en el interior de los rectángulos O suce-
sivos, definen los centros de construcción de una espiral logarítmica de módulo
La espiral logarítmica fue descrita por primera vez por Descartes con el nom-
bre de "espiral equiangular", ya que los ángulos que forman los vectores con las
tangentes a la curva son siempre iguales. Pero fiene un parficular atributo que es el
de la semejanza constante de forma sea cual sea la escala a la que se observa.
Precisamente este atributo es el que rige el crecimiento de determinados seres
vivos, que aumentan de dimensión sin cambiar sustancialmente de forma (FIGS.
170, 171), por lo que es posible establecer cierta razón matemáfica del crecimiento
biológico, que D'Arcy W. Thompson comenta puntualizando: "Esta notable pro-
piedad de aumentar por crecimiento terminal sin modificación de la forma total
es característica de la espiral logarítmica y de ninguna otra curva matemática...
Toda curva plana que partiendo de un polo fijo y de tal naturaleza que el área polar
de un sector sea siempre un gnomon (número o figura que agregado a otro núme-
ro o figura no cambia la forma anterior) respecto del área precedente, es una espi-
ral logarítmica..."34. La reciente geometría fractal ha descubierto también familias
de formas que poseen esta misma propiedad.
34 D'ARCY W. T H O M P S O N : Sohre el crecimiento y la forma,
Blume Ed., Madrid, 1980.

149
LAS F O R M A S DE LA V I D A

Toda esta orquesta de atributos excepcionales que se sintetizan en el núme-


ro ^ o número de oro están en la base de un conjunto de hermosas construccio-
nes mentales que relacionan las formas surgidas de la sección áurea con las formas
de la vida, de modo que habría una contraposición entre las formas de la materia
inerte, basadas en el cubo, el hexágono y las figuras que generan mallas espaciales
planas, y las formas de la materia orgánica, que serían de base pentagonal y que se
manifestarían en el dodecaedro regular y en la espiral logarítmica de módulo O.
M. C. Ghyka intenta demostrar que los estados de la materia orgánica dero-
gan el principio de mínima acción, o la tendencia hacia los estados más probables,
propios de los sistemas inorgánicos que siguen el principio de la termodinámica.
Responderían en cambio al comentado principio anabólico, que genera formas
fundadas en la asimetría de la sección áurea^s. La diferencia de patrones formales
entre los sistemas orgánicos y los inorgánicos derivaría del modelo de formación,
que en la naturaleza inerte es por aglutinación (como en los cristales), mientras que
en los seres vivos es por imbibición o turgencia. La simetría pentagonal de los orga-
nismos vivos introduciría, tanto en el plano como en el espacio, una "pulsación
en progresión geométrica, una periodicidad dinámica, un crecimiento homotético.
Toda pulsación de razón geométrica puede ser considerada como la huella esque-
mática de una espiral logarítmica, curva ideal del crecimiento homotético"^^.
La simetría pentagonal de la mayoría de las flores y de algunos animales infe-
riores (FIG. 172), o las espirales logarítmicas de las formas de las caracolas y las con-
chas, o de la disposición de las semillas en los girasoles (FIG. 173) han entusiasmado
a algunos biólogos, quienes, como A. Lartigues, afirmaron: "Veremos cómo la cien-
cia de las conchas aportará una magnífica contribución a la estereodinámica de la
espiral de la vida"^^.
A. Hermant estableció un modelo topológico que relacionaba el desdobla-
miento ramificado en espiral y la sección áurea (FIG. 174). El modelo responde con
exacdtud a la disposición de las ramas de determinados vegetales, y fiene el inte-
rés de ser un precedente de los procedimientos generativos fractales.
En realidad, estas teorías son tan pulcras como irreales. Ya D'Arcy W.
Thompson, a quien hay que reconocer competencia y rigor en el análisis de las for-
mas de la materia orgánica, calificaba de místicas las ideas que relacionan directa-
mente la espiral logarítmica con la vida. Precisamente se constata que las escasas
espirales que exhibe la naturaleza -conchas, caracolas, cuernos- se forman con
materia no viva, aunque son, ciertamente, secreciones de materia orgánica. Pero
35 GHYKA, M. C.: Estética de las proporciones en la Naturaleza y en las incluso en estos casos los módulos de las espirales son muy variados y difícilmen-
Artes, Ed. Poseidón, Buenos Aires, 1953. te mensurables, por lo cual es gratuito reconducirlos al módulo (E>.
36 GHYKA, M. C.: El número de oro, vol. I, Los ritmos, Ed. Poseidón,
No es posible establecer tampoco una relación comprobada entre las formas
Buenos Aires, 1968.
37 LARTIGUES, A.: Biodinamiquegénérale, París, 1930. orgánicas y el pentágono. Es cierto que la materia inerte nunca cristaliza en polie-

150
dros regulares de base pentagonal, porque no son empaquetables, es decir, dejan
intersticios vacíos. En cambio, sí tienden a formar mallas cúbicas y hexagonales.
Pero también son habituales las cristalizaciones en poliedros irregulares de caras
mayoritariamente pentagonales (FIG. 175). Y, contrariamente, muchos organismos
vivos se organizan en estructuras de base hexagonal.
E. Haeckel estudió las formas de una notable cantidad de radiolarios que pre-
sentaban una sorprendente gama de figuras geométricas elementales. Los esquele-
tos espiculares de los radiolarios son casi siempre hexagonales. Es cierto que
matemáticamente es imposible que ningún sistema hexagonal sea capaz de cerrar
un espacio, de ahí que esta bella estructura externa de los radiolarios tenga algunas

\L
células pentagonales o heptagonales, suficientes para dar volumen al organismo
(FIG. 176). En los radiolarios más elementales sorprende encontrar todas las formas
de los cinco sólidos platónicos, tanto el cubo, el tetraedro y el octaedro de la cris-
talografía como el icosaedro y el dodecaedro, que no subdividen el espacio. La
materia orgánica, pues, se alimenta de todas las formas simples de la geometría,
incluidas las propias de la naturaleza inerte (FIG. 177).
En realidad, las formas de los seres vivientes, que funcionan como sistemas
autoorganizantes, poseen una increíble complejidad, imposible de reducir a esque-
mas, números o formas privilegiadas. Desde luego se distinguen de la materia iner-
te, pero su distinción más relevante es la que J. Von Neumann pone de manifiesto
V y\
al diferenciar la máquina viviente autoorganizadora de la máquina artefacto sim-
plemente organizada. En efecto, ésta está constituida por unos elementos fiables
183. Le Corbusier: esquemas espirales previos para el proyecto de
que sin embargo se ensamblan en un conjunto mucho menos fiable, pues una lige- Museo de Crecimiento Ilimitado.
ra alteración en uno de los consdtuyentes inutiliza todo el conjunto, que sólo
puede ser reparado mediante una intervención exterior. Lo extraordinario de la
máquina viviente es que sus componentes son muy poco fiables - l a s moléculas y
las células se degradan muy rápidamente-, pero se renuevan constantemente de
m o d o que el organismo no cambia, lo cual da una gran confianza al conjunto,
aunque debamos confiar muy débilmente en sus constituyentes. Este carácter
autoorganizante de los seres vivos les otorga una perturbadora complejidad, y es
precisamente Von N e u m a n n quien por primera vez relaciona el concepto de com-
plejidad con el de autoorganización, un concepto al que E. Morin añadirá los de
incertidumbre y azar.
Los intentos de encontrar en la arquitectura sistemas armónicos basados en
el número de oro tienen la misma inverosimilitud que observamos en las teorías
sobre la forma áurea de la vida.
En realidad, el número de oro ha fascinado mucho más a los matemáticos y
a los teóricos del arte que a los arquitectos. Ya es sintomáfico que a pesar del
amplio conocimiento que los artistas del Renacimiento tenían de la sección áurea,
especialmente a pardr del libro de Luca Pacioli, no se haya encontrado ni un solo
tratado de la época que proponga la aplicación de la proporción áurea a la arqui-

151
tectura. Ni siquiera el mismo Pacioli, quien en la edición veneciana de La Divina
Proporción incluye unos capítulos dedicados a la arquitectura, propone ningún sis-
tema proporcional, sino que se limita a hacer referencias a las habituales concep-
ciones antropomórficas de la arquitectura, y a defender las formas geométricas
elementales: la recta, el círculo y el cuadrado.
A pesar de repetidos intentos, pocas veces se ha podido comprobar la pre-
sencia de proporciones áureas en la arquitectura. Las escasas referencias aportadas
por M.C. Ghyka - c o m o la de la cámara del faraón de la Gran Pirámide- son más
bien lúgubres.
A. Lurçat pone dos ejemplos cuestionables: la fachada de la Cancillería de
Bramante, en Roma (FIG. 178), y el pórtico del Hospital de Pistoia de G.della
184. Le Corbusier: vista de la fachada de la Villa Stein, Carches. Robbia (FIG. 179), construido en 1514. Vale la pena comentar brevemente estos
dos ejemplos puesto que son significativos del riesgo que implica hacer cuadrar
las medidas en unas preconcebidas proporciones. La cantidad de medidas dife-
rentes que podemos tomar en una fachada de cierta dimensión es ya lo bastante
grande como para que tarde o temprano nos encontremos con la relación 1 :1,61,
sobre todo en las fachadas clásicas, donde las molduras, las pilastras, las jambas
estriadas, etc., dan una gama numerosa de líneas que pueden servir de referencia
para la medida.
En la fachada de la Cancillería, Lurçat encuentra relaciones áureas en las dis-
tancias entre los ejes de las pilastras de las plantas primera y segunda, entre la altu-
ra de la barandilla, la del balcón y la de la cornisa de la segunda planta, y en el
primer piso, entre la distancia barandilla-cornisa y diversas anchuras entre pilastras,
a veces medidas en una arista, a veces en la opuesta.
Hay que señalar que en estas relaciones no se manifiesta prácticamente nin-
guno de los atributos geométricos de la sección áurea que hemos comentado,
como no sea el de la simple proporcionalidad entre dos medidas. Pero en realidad
estas medidas ni siquiera dan exactamente la relación <I>, sino unas proporciones
que se le acercan. Por otra parte, son medidas tomadas a partir de unas líneas que
a menudo fienen muy poca significación compositiva.
En el caso del Hospital de Pistoia esta escasa rigurosidad es todavía más
manifiesta. A pesar de las afirmaciones de Lurçat, ni las proporciones entre el
suelo, la moldura de la primera planta y la cornisa, ni las proporciones de la altu-
ra y la anchura de los arcos, corresponden exactamente a la proporción áurea. Si
tuviéramos que buscar medidas secretas, éstas se acercarían más a 1 :V3 que a 1 : 0 .
Pero ni <í> ni V3 nos informarían de las cualidades de esta fachada, inspirada en
los pórticos brunelleschianos. Su ingravidez, su equilibrio etéreo y su vibración
dentro de la simplicidad radican en otros factores, como el orden económico y
simple del ritmo, el orden de las delicadas inflexiones de los capiteles, las basas y
las cornisas, el orden geométrico del conjunto y el de cada elemento.
También hay factores derivados de la proporción, y aquí precisamente es el

152
juego de las proporciones el que adjetiva mejor la fachada. Su longitud en relación
\
con su escasa altura le da estabilidad, una estabilidad que se vuelve delicada cuan- 1
do se abre la planta baja en unos arcos anchos con respecto al reducido diámetro
de las columnas. La proporción entre la altura de los arcos y su anchura es, cierta-
mente, importante, ya que expresa la intención del arquitecto de evitar un excesi-
vo impulso vertical que no tendría compensación en el peso de la planta superior.
Pero tan importante como esta relación es la que se establece entre los gruesos de
las columnas y la anchura del arco, pues es la que da la proporción de los vacíos
de la planta baja, muy elevada en este caso, pero precisamente por ello compen-
sada por la planitud y por la frágil textura, con un friso esgrafiado, del muro de la
planta superior y el delgado saledizo de la cubierta, factores que relacionan nece-
sariamente las proporciones con los materiales y sus texturas. 184. Le Corbusier: proporción áurea de la fachada de la Villa
El equilibrio es exacto, pero está hecho de elementos tan frágiles que son Stein, Carches.

necesarias las pilastras de refuerzo de las esquinas de la fachada para impedir que
el ligero empuje lateral de los arcos extremos derrumbe la estructura resistente y
visual del edificio.
En estas consideraciones no entran las relaciones numéricas privilegiadas,
pero sí el orden y el equilibrio precisos de las fuerzas que desprenden las formas,
y que dependen de las proporciones del conjunto y de las partes, que no tienen
por qué tener ningún referente común. En realidad, en las obras más significativas
del patrimonio arquitectónico no se encuentran más proporciones áureas que las
que se quieren encontrar.
Naturalmente, tampoco se han manifestado en la arquitectura las espirales
logarítmicas de módulo O. Borromini ufiliza una espiral, inspirada en las caraco-
las que coleccionaba, en el remate de S. Ivo alia Sapienza (FIG. 180). El monumen-
to a la Tercera Internacional (FIG. 181) de Tatlin es también una conocida espiral,
como lo son el Guggenheim Museum (FIG. 182) de Wright y la capilla de
Thanksgiving Square de Dallas, proyectada por Johnson y Burgee. Todos estos
ejemplos son, en realidad, espirales aritméficas, y no logarítmicas, desarrolladas en
tres dimensiones. El último ejemplo muestra además que la espiral, sea aritmédca
o geométrica, no es capaz de redimir ningún mal proyecto.
Las teorías estéficas sobre la sección áurea no hubiesen tenido el alcance que
adquirieron a partir del siglo pasado si no se hubieran dado a conocer los citados
estudios de Ch. Lalo y G. T. Fechner sobre la estéfica de las formas simples que
incorporaban los resultados de una encuesta experimental sobre el grado de agra-
dabilidad de un conjunto de figuras geométricas. Éstas eran el cuadrado y los rec-
tángulos de proporciones 1 :V2 ; 1 :1,5 ; 1 :<í> ; 1 :2 y 1 :V7. Los resultados los
resume Ch. Lalo de las siguiente manera: "Aprobación mitigada del cuadrado, mar-
cada repulsión del cuadrado ligeramente alargado, cierto desdén por los rectángu-
los demasiado alargados y una mayoría de las preferencias por la relación llamada
sección de oro". N o sabemos el rigor con el que fue realizada la encuesta, aunque

153
sabemos que se hizo a 120 personas. Sin embargo, la misma pregunta ya es una
pregunta equívoca, porque un rectángulo en un papel difícilmente puede ser agra-
dable o desagradable, y es fácil que la perplejidad del interrogado induzca a res-
puestas hacia las formas más arquetípicas, que descartan los casos extremos y
ambiguos - e l cuadrado, el rectángulo 1 :V2, que se aproxima demasiado al cua-
drado, y los rectángulos más alargados- en favor de los más representativos del
concepto de rectángulo, como el 1 :1,5 y el 1 :1,618.
Los experimentos de Lalo y Fechner están marcados por una avasalladora
necesidad de exactitud cuantitativa, que continuará posteriormente en la formula-
ción de leyes de apreciación estética. W. Kohler dirá más tarde: "Hoy día ya no
tenemos ninguna duda de que millares de experimentos psicofísicos cuantitativos
fueron realizados en vano. Ninguno de ellos sabía con exactitud qué deseaba medir.
Ninguno estudió los procesos mentales sobre los que se basaba el entero procedi-
miento"38.
La utilización del número de oro por parte de Le Corbusier parece una curio-
sa anomalía dentro de un movimiento, como el de la arquitectura moderna, tan
empecinado en propugnar la estricta racionalidad de los proyectos. Le Corbusier,
aparte de estudiar la espiral en su proyecto de Museo de Crecimiento Ilimitado
(FIG. 183), utiliza la sección áurea en el M u n d a n e u m (Centro Mundial de Estudios
y Coordinación Artística), en la fachada de la Villa Stein en Carches (FIG. 184) y en
el Modulor (FIG. 185), una propuesta de doble escala de medidas proporcionales
áureas que parten de una altura estándar - n a t u r a l m e n t e arbitraria- del cuerpo
humano. La proporción áurea en ambos proyectos se limita en realidad a las medi-
das generales del rectángulo de la planta y de la fachada, y no es más que una anec-
dótica particularidad dentro de los componentes que inciden realmente en la
arquitectura.
Estas actitudes de Le Corbusier son, de hecho, coherentes con el idealismo
metafísico que impregna muchos de sus escritos. Le Corbusier replantea de nuevo
la pregunta: ¿Existen, aunque no sean reconocibles para nuestra conciencia, unas
proporciones felices con unos fundamentos objetivos intemporales? Y responde:
"Las proporciones se sienten armoniosas porque provocan en aquella parte más
íntima de nosotros, por encima de nuestros sentidos, una resonancia, una especie
de tabla armónica que se pone a vibrar. Vestigio de lo absoluto indefinible pree-
xistente en el fondo de nuestro ser", y añade que esta tabla armónica es el eje entor-
no al cual el hombre se organiza en perfecto acuerdo con la naturaleza, "el eje que
nos lleva a suponer una unidad de gestión en el universo, a reconocer una volun-
tad única en el o r i g e n " 3 9 .
El neoplatonismo de Le Corbusier no puede sostenerse en la segunda mitad
185. Le Corbusier: El Modulor.
del siglo XX, y menos en este cambio de siglo. Pero la emoción de esta resonancia
la hemos experimentado suficientes veces como para creer en una tabla armónica
personal. La evolución de los esfilos, con esta perpetua oscilación entre el equili-

154
brío estático y la tensión dinámica, nos sugiere que la tabla armónica puede ser
colectiva y estar ligada a cada periodo y a cada sociedad, pero que es fundamen-
talmente una cuestión de sensibilidad personal. Y ya no cabe duda de que el sen-
tido de la armonía, e n t e n d i d o como el sentido de una proporción fausta y
providencial fija, no es una invariante ni biológica ni cósmica.
En cualquier caso, la existencia de un sistema proporcional de medidas en
una obra no garantiza la integración de las partes en un todo coherente. Las herra-
mientas capaces de lograr esta integración son las descritas en la Primera Parte, y el
sentido de la proporción se limita a conferir a estos conjuntos integrados determi-
nadas cualidades cambiantes, puesto que están relacionadas con la sensibilidad
individual y colectiva de cada época. Identificar los sistemas proporcionales con
instrumentos integradores o estructuradores es un equívoco que aparece ya en
Vitruvio y que persiste en la tratadísüca hasta algunos textos actuales, como el de
38 K Ò H L E R , W.: Psicología de la configuración, Ed. Morata, Madrid,
Giedion cuando afirma que "la arquitectura se compone tanto de formas inme- 1967.
diatamente visibles como de interrelaciones entre los elementos que la componen. 39 LE C O R B U S I E R : "Arquitectura: pura creación del espíritu", en
La arquitectura crea, a partir de un cierto número de partes aisladas, un todo inte- Hacia una arquitectura, Ed. Poseidón, Buenos Aires, 1964.
40 G I E D I O N , S.: L'eternopresente. Le origini dell'Architettura, Feltrinelli
grado. Ésta es la función de las p r o p o r c i o n e s " 4 0 . Ésta no es, precisamente, la fun- Ed., Milán, 1969.
ción de las proporciones.

155
C A P Í T U L O VI

LA PROGRESIÓN HACIA LA COMPLEJIDAD

EL MANIFIESTO SUAVE

La mayoría de las corrientes arquitectónicas que en la segunda mitad del


siglo XX han querido marcar distancias con los postulados más prominentes
del Movimiento Moderno han coincidido en la vindicación de la complejidad
funcional y formal. Esta actitud tuvo en la obra escrita de Venturi su manifestación
más explícita. Venturi hizo una lectura rápida, epidérmica pero sugerente, de una
multitud de obras de desigual interés con el fm de valorar el orden confuso o vul-
nerado, que contraponía al orden íntegro e intransigente de la arquitectura moder-
na. En su Manifiesto suave en favor de una arquitectura equívoca proclama: "Me gusta
la complejidad y la contradicción en arquitectura. Pero me desagrada la incohe-
rencia y la arbitrariedad de la arquitectura incompetente y las complicaciones
rebuscadas del pintoresquismo o del expresionismo. Hablo de una arquitectura
compleja y contradictoria basada en la riqueza y la ambigüedad de la experiencia
moderna, incluida la experiencia que es intrínseca al arte... Doy la bienvenida a los
problemas y exploro las incertezas. Aceptando la contradicción y la complejidad
defiendo tanto la vitalidad como la validez. Los arquitectos no podemos permitir
que nos intimide el lenguaje puritano moral de la arquitectura moderna"i. El libro
muestra luego una notable mezcla heterogénea de ejemplos de arquitectura com-
pleja, referidos sobre todo a la ciudad histórica.
Al margen de otras consideraciones sobre el amable manifiesto, dos supues-
tos de Venturi - q u e la arquitectura del pasado es fundamentalmente compleja, y
que la arquitectura del Movimiento Moderno es fundamentalmente puritana-
requieren algunas precisiones.
Ante el Partenón o la Villa Rotonda sería equivocado afirmar llanamente que
la arquitectura del pasado es compleja y contradictoria. Sin embargo, aunque cual-
quier generalización es intrínsecamente falsa, es posible encontrar en la mejor 186. Nave del crucero de la catedral de Gloucester.
arquitectura anterior al Movimiento Moderno más recurrencias de las que hemos
constatado en los primeros capítulos. Los edificios o espacios persistentes, los ele-
mentos primarios de la ciudad, son generalmente integradores e inclusivos, capaces
de soportar cambios funcionales, de sugerir nuevos usos y de asumir su pluralidad. Página opuesta: A. Siza: Interior berlinés, 1981.
Son funcionalmente complejos y ambiguos porque el tiempo ha concentrado e
integrado en ellos un cúmulo de valores de uso. Sin embargo, este hecho sólo es
1 VENTURI, R.: Complejidad y contradicción en la arquitectura,
posible cuando la forma es lo bastante robusta y dúctil como para permitido. Este Ed. Gustavo Gili, Barcelona 1972.

157
proceso supone que el orden inicial, estricto o complicado, debe sufrir alteracio-

F nes y violencias que lo vuelven más complejo y ambiguo.


La persistencia en el tiempo de una obra es un factor clave de su compleji-
dad, pero en cambio se puede afirmar que, para la inmensa mayoría de las arqui-
tecturas más valoradas del pasado, hay, en cada obra, un único patrón ordenador,
legible y claro. Es habitual que las variaciones sobre el orden básico, consecuen-
cia de la pluralidad de exigencias que debe asumir cualquier proyecto, formen
parte de la misma concepción inicial de la obra, pero no las alteraciones, aunque
sean puntuales, que rompen con radicalidad este orden básico, atribuibles exclu-
. r sivamente a los cambios funcionales y a las presiones contextúales que se pro-
ducen posteriormente, cuando el edificio tiene que acomodarse a nuevas
187. Vignola: pórtico del pabellón de la Villa Bomarzo. realidades.
Si udlizamos la misma terminología que Venturi, podemos afirmar que cual-
quier obra adapta ya inicialmente contradicciones que alteran la regularidad, aun-
que inscribe estas alteraciones en la concepción ordenadora global, mientras que
en la tradición arquitectónica anterior al Movimiento Moderno nunca forman
parte de un proyecto o de una idea arquitectónica las yuxtaposiciones o supercon-
tigüidades, si entendemos por tales las superposiciones contrastantes de patrones
ordenadores distintos.
Esta puntualización es necesaria porque Venturi es ambiguo con respecto a
las diferencias entre adaptación y yuxtaposición de contradicciones. Los contrastes
de escala, la tensión, la superposición de elementos, que pone insistentemente
como ejemplos de contradicción, pueden ser creados a partir de un mismo sis-
tema de orden, y por tanto no son pertinentes para distinguir entre un orden
variado y una multiplicidad de órdenes. Si reservamos los términos superconti-
güidad o contradicción yuxtapuesta para designar el choque o la superposición de
formas surgidas a partir de matrices ordenadoras dispares, podemos afirmar que
tales contradicciones no se dan en los proyectos iniciales, sino en todo caso en
las obras perdurables, como consecuencia de la superposición de unos proyectos
de transformación que suelen tener una sana visión desacralizada de la arquitec-
tura que quiebran.
La mayoría de las supercontigüidades irreducübles que Venturi nos muestra en
las arquitecturas del pasado son, en realidad, palimpsestos de proyectos dispares
superpuestos en el tiempo. Pero también es cierto que algunos escasos monumen-
tos son intrínsecamente contradictorios. En la catedral de Gloucester (FIG.186), el
delicado orden de los arcos gódcos del crucero queda dramáticamente interferido
por los contrafuertes diagonales de la nave principal. El cruce de las directrices es
violento, sólo suavizado y parcialmente integrado por el hecho de que la diagonal
forma parte del sistema estructural del gófico - s i bien siempre dispuesta según otra
sintaxis-, el material es el mismo, y los boceles y las escocias de las nervaduras se
repiten tanto en el entramado de los elementos verticales como en el contrafuerte.

158
C o n todo, el caso de Gloucester es notable y excepcional, como lo es tam-
bién el pórtico del pabellón de Bomarzo (FIG. 187). Vignola, teórico administra-
dor de órdenes ideales, utiliza en Bomarzo el orden de una forma brutal, más
parecida a las aberraciones posmodernas que a las obras de la tradición clásica o
manierista que él quería estabilizar. En el mismo plano de un pórtico de espesas
columnas dóricas, el arquitecto interfiere una puerta con jambas, entablamento
y frontón - u n a puerta dentro de una puerta-, de m o d o que las columnas cen-
trales del pórtico se apoyan sobre el plano inclinado del frontón de la puerta. Las
dislocaciones estructurales, funcionales y simbólicas son de considerable magni-
tud, y sólo pueden ser comprendidas en la atmósfera de un parque de esculturas
monstruosas, realizado al gusto de la mentalidad torturada y singular del conde
de Bomarzo.
En la gran mayoría de los buenos ejemplos de la tradición clásica, incluidos
los de la arquitectura barroca más temeraria, no se dan contradicciones irresolu-
bles. Las excepciones del orden están pensadas desde el orden. La estructura for-
mal se puede doblegar o perturbar, pero nunca fracturar o destruir.
Por otra parte, sólo en un manifiesto (suave o agresivo) se puede afirmar que
la arquitectura de la vanguardia moderna es puritana y moral, del mismo modo
que sólo en sus manifiestos y proclamas (agresivos o suaves) los polemistas del
Movimiento Moderno defienden la pureza formal y la moralidad arquitectónica,
aunque ciertamente no se puede eludir el hecho de que, dentro de la dispersión de
opciones estilísticas del Movimiento Moderno, hay suficientes rasgos comunes
como para hablar de un mismo "ur-código" formal.
188.b
Tanto Le Corbusier como los pioneros de la Bauhaus asumen las primeras
experiencias de los teóricos de la Gestalt que definen la forma buena como aquella
que presenta más simplicidad y más regularidad. La apasionada defensa de la recta
y del ángulo recto por parte de Le Corbusier - " l a recta está en toda la historia
humana, en toda intención humana, en todo acto humano... La cultura es un esta-
do de espíritu ortogonal"^—; las invectivas contra el historicismo urbano de C.
Sitte - " s e acaba de crear la religión del camino de los asnos. El movimiento par-
fió de Alemania como consecuencia de una obra de Camilo Sitte sobre urbanis-
mo, llena de arbitrariedad: glorificación de la línea curva y demostración de sus
bellezas incomparables... La calle curva es el camino de los asnos, la calle recta es
el camino de los hombres"^—; la fascinación gestáltica por los volúmenes ele-
mentales - " l o s cubos, los conos, las esferas, los cilindros o las pirámides son las
188.C
grandes formas primarias que la luz revela bien; su imagen es clara y tangible, sin 188.a/b/c L Mies van der Rohe: Pabellón Alemán de la
ambigüedad. Por esta razón son formas bellas, las más bellas. Todo el m u n d o está Exposición de Barcelona, 1929.

de acuerdo: el niño, el salvaje y el metafisico. Es la condición esencial de las artes 2 LE C O R B U S I E R : La ciudad delfuturo, Ed. Infinito,
plásticas""^—; la metáfora moral de la sinceridad arquitectónica que actúa como ana- Buenos Aires 1962.
3 LE C O R B U S I E R : La ciudad del futuro, op. cit.
logía compositiva..., todas ellas son manifestaciones extremas de una acfitud gene- 4 LE C O R B U S I E R : Hacia una arquitectura, Ed. Poseidón,
ralizada, si bien a veces matizada y llena de contradicciones. Barcelona, 1977.

159
También es cierto que en el Movimiento Moderno se detecta una tendencia
hacia una arquitectura explícita, y por tanto menos compleja que las arquitecturas
fundamentalmente implícitas de la tradición clásico-barroca. Una serie de opcio-
nes de la práctica arquitectónica así lo manifiesta, como el aforismo de "una forma
para cada uso" y, como consecuencia, la segregación funcional y la desaparición
de los elementos de doble función o de los elementos versádles. También la dife-
renciación entre la estructura de soporte y el cerramiento, o las relaciones unívo-
cas y simples entre el interior y el exterior para cumplir los preceptos de la
sinceridad estructural, o el rechazo de las referencias históricas y de la memoria...
son elecciones reductivas, tendentes a la simplificación y a la evidencia de las rela-
ciones formales propias de las estructuras primarias.
Sin embargo, son arquitecturas explícitas sólo en un determinado sentido,
porque el mismo proceso de abstracción que da soporte a estas opciones, y las sub-
189. F. LI. Wright: Planta de la Paul Hanna house, Palo Alto.
versiones funcionales que las acompañan, destruyen los viejos modelos tipológicos
y, con ellos, la lectura relativamente clara de la identificación entre la morfología y
el uso que presentaban la arquitectura y la ciudad históricas. Contrariamente a las
pretensiones teóricas, las nuevas formas velan, más que revelan, las funciones. La
falta de homogeneidad cultural y la rápida evolución no permiten una nueva sedi-
mentación dpológica, con lo cual la arquitectura se hace en realidad implícita.
No siempre esta opacidad es la base de una ambigüedad de significados. A
menudo hay que reconocer que es la base de una confusión insignificante. En cual-
quier caso, la relación forma-función presenta, a partir del Movimiento Moderno,
unas incertezas y unos equívocos muy distantes de los simples aforismos funciona-
listas.
Sin embargo, aquí hay que dar cuenta de un proceso más radical: la cons-
tatación de que algunas arquitecturas del Movimiento M o d e r n o son el p u n t o de
partida de una escalada hacia la complejidad formal que n o tiene precedentes en
la historia de la arquitectura. En la constante alternancia wolffliniana entre la
unidad y la mulfiplicidad, la planitud y la profundidad, lo lineal y lo pictórico,
la claridad y la confusión, el polo de la complejidad sigue, a partir de la arqui-
tectura de la vanguardia, una progresión en la concepción de espacios ambiguos
y en el uso de formas problemáticas con sintaxis difíciles, que llega hasta límites
inéditos en la evolución de la arquitectura. El eclecticismo de las últimas etapas
de esta evolución muestra la coexistencia de arquitecturas mínimas de geometría
nítida con proyectos elaborados en las proximidades del caos que tienen, sin
embargo, precedentes en las obras de los ortodoxos y los heterodoxos modernos.

160
APERTURA DEL ESPACIO Y GEOMETRÍAS DIFÍCILES

U n o de los primeros episodios de este proceso es el tantas veces comentado


de la conquista de una concepción original del espacio basado en la apertura, la
fluidez y la imprecisión de sus límites. Son ya conocidas las transformaciones téc-
nicas que permite la planta libre. Los efectos de estos cambios suponen una autén-
rica mutación de la idea del espacio, ya que por primera vez los ámbitos interiores
no están necesariamente cerrados por los planos reales de los muros de carga o por
los planos virtuales de las columnatas con jácenas, o por las aberturas con dintel,
como era habitual en la construcción antigua. Los planos de delimitación del espa-
cio no rienen por qué seguir las servidumbres estructurales, y el espacio resultante
puede tener unos límites inconcretos e intersecados. Así, es posible interferir dos 190

o más ámbitos delimitados ambiguamente, y un punto interior puede parricipar


simultáneamente de dos o más espacios (FIG. 188).
Es una exploración en la dirección de la complejidad y la apertura, con trans-
parencias, prolongación de visuales, pluralidad de recorridos, etc., que pueden
tener las cualidades de un laberinto de luz calculada, sin precedentes en la tradi-
ción arquitectónica, si exceptuamos las fantásricas cárceles de Piranesi, la cara
siniestra del mismo laberinto. Por mucho que la arquitectura moderna haya queri-
do disdnguir una cosa y la otra, no es acertada la observación de Venturi de que
"incluso el espacio fluido ha dado a entender que estás dentro cuando estás fuera
191
y que estás fuera cuando estás dentro, en vez de estar en ambos lugares a la vez"5. 190. F. Ll. Wright: Russell Kraus house, Kirkwood, Missouri.
Por otra parte, los maestros del Movimiento Moderno iniciaron la explora- 191. F. Ll. Wright: HC Price Company tower, Bartiesville,
ción de unos patrones geométricos intrincados que no habían sido urilizados Oklahoma.

nunca previamente.
Wright udlizó el módulo hexagonal, y sus triángulos equiláteros inscritos, en
las plantas de la Hanna House (FIG. 189), de la Russell Kraus House (FIG. 190) o de
la H. C. Price C o m p a n y Tower (FIG. 191), por citar tres ejemplos entre los numero-
sos edificios que construyó con estos patrones durante los años cuarenta y cin-
cuenta. El hexágono había sido aplicado a la arquitectura en escasos ejemplos, y
siempre en edificios emblemáricos levantados sobre un muro que seguía la forma
de un único polígono hexagonal regular. El uso que de éste hace Wright es muy
disrinto, ya que el módulo es una unidad pequeña que permite plantas abiertas y
flexibles, donde se pierde la rigidez del polígono para conservar tan sólo los ángu-
los de 60° y 120°. Ch. Moore lanza una cáusfica observación sobre la Hanna House,
donde "todo lo que no se acomoda a la geometría orgánica del hexágono se recha-
za, y podríamos decir que incluso las sábanas están dobladas según esta forma", y
conrinúa: "Si podemos suponer que la finalidad del orden orgánico es la de hacer
algo con una vida que de alguna manera crece, se reproduce y se extiende a otros
aspectos de la vida, entonces tenemos que admifir tristemente que la Hanna House 5 VENTURI, R.: Complejidad y contradicción en la arquitectura, op. cit.
6 M O O R E , Ch.: "Inclusivo y exclusivo", en Dimensiones de la arqui-
no ha engendrado prole"^. Es un comentario que pone de manifiesto que la geo- tectura, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1978.

161
metría del hexágono - p o r cierto, una geometría de la materia inerte y no de la
materia orgánica-, a pesar de sus posibilidades de formar redes planas, es notable-
mente más rígida que la del ángulo recto, y tiende a ser excluyente y no inclusiva.
En el último capítulo observaremos que estas formas, relativamente insólitas en la
memoria de la arquitectura, y repetidas exhaustivamente, suponen un abuso de
recursos expresivos que tiene connotaciones amaneradas.
Pero la crítica de Moore no es ecuánime. La insistencia en el m ó d u l o no obs-
taculiza las opciones arquitectónicas fundamentales. La rica relación entre el inte-
rior y el exterior, el profuso juego de transparencias, la variedad y la articulación
de los espacios son atributos manifiestos del proyecto. En cualquier caso, la incor-
poración de la malla hexagonal al patrimonio de la arquitectura es un hecho iné-
dito, como lo será más tarde el zigurat en espiral del Guggenheim Museum de

' ll.'J-J-rM! Nueva York que, como ya hemos visto, tiene un digno precedente - r e m o t o y dis-
tinto, ya que no configura el espacio interior- en el remate de S. Ivo alia Sapienza.
Le Corbusier, siempre tan exuberante y variado, es quien muestra con más
vehemencia el contraste entre la adhesión al orden puro en los escritos y la profu-
sión formal en sus proyectos, que en muchos casos desborda cualquier inscripción
en la geometría sencilla. Ya en su dibujo de 1929 sobre los Cuatro tipos de composi-
ción para viviendas aisladas, el prisma puro de sus anotaciones al margen sólo es
aplicable a un tipo. La intersección de un perímetro irregular de cierre en el inte-
rior de una trama regular de pilares o el modelo de un perímetro regular virtual en
cuyo interior se articulan de manera libre espacios abiertos y cerrados, implican un
uso singular de la geometría que genera espacios de notable complejidad.
Sin embargo, la invención de formas desconocidas en la tradición arqui-
tectónica, cada vez más atrevidas y alejadas de los patrones regulares, es una de
las aportaciones más notables de Le Corbusier. Citemos tres ejemplos distantes:
193.a en el Pabellón Suizo de París (FIG.192), de 1930, la biblioteca, el hally\2i escale-
ra, de plantas inicialmente rectangulares, se deforman con el f m de ensanchar el
espacio como si fueran de materia plástica. Las curvas irregulares transmiten la
tensión de la deformación, y la geometría resultante no sigue patrones reconoci-
bles, a pesar de que deja entrever la regularidad previa a la deformación. La
forma se aparta de su punto de equilibrio matemático y el orden se torna más
precario y tirante. La sala de la Asamblea de Chandigarh (FIG.193) se construye
193.b con una forma especial que tiene la apariencia aproximada de un cono trunca-
192. Le Corbusier: planta del Pabellón Suizo en la Ciudad do, pero que en realidad es una superficie de revolución más compleja que inter-
Universitaria de París.
fiere de manera rudimentaria en la regularidad ortogonal de los pilares del resto
193.a/b Le Corbusier: planta y sección del Palacio y la Sala de la
Asamblea de Chandigarh.
del edificio, una supercontigüidad que n o pasa desapercibida a Venturi y que
es privativa del proyecto moderno. La capilla de Ronchamp (FIG. 194), con una
planta imposible de ser remitida a una geometría comprensible, pero con la
extremada coherencia que otorga la utilización de unas curvas sometidas a una
misma ley de deformación, es otra muestra de esta agitación plástica, que se

162
manifiesta también en el muro tectónico inclinado y en la inaudita cubierta.
Todas ellas son formas singulares aplicables sólo a usos singulares, que exhi-
ben una unidad formal aún vigorosa, pero al mismo tiempo tensa. Es este hecho
lo que las hace especialmente incitantes, ya que muestran la posibilidad de cons-
truir órdenes inéditos por medio de un uso insólito de conocidos mecanismos
estructuradores.
Aalto utiliza geometrías todavía más infrecuentes. La planta de la torre de
apartamentos de Bremen (FIG. 195) resume dos de sus aportaciones más repetidas:
el despliegue en abanico de unos elementos lineales, y los cerramientos en forma
de poligonales erráticas de muchos de sus edificios singulares. Ambos patrones for-
males son coherentes entre sí, ya que se remiten a una misma matriz - l a torre de
Bremen lo demuestra-, pero Aalto los usará a menudo separadamente. Muchas de
sus torres de oficinas, por ejemplo (FIG. 196), presentan también el característico cie-
rre poligonal irregular sin divisiones internas en abanico, mientras que éste gober-
nará la disposición de los bloques de viviendas de Porvoo (FIG. 197), donde deja
abierto el espacio intersticial. Estas dos geometrías difíciles aparecerán de manera
clara o subterránea en muchos proyectos aaldanos, desde la simple vivienda, como
la Villa Erica (FIG. 198), cerca de Turín, hasta la ordenación urbana a escala inter-
media, como el conjunto de viviendas y restaurante de Lucerna.
En el proyecto irrealizado de un barrio residencial en Pavía (FIG. 234), Aalto
aplica a la planta de los bloques la forma sinusoidal, inexistente en la tradición
194. Le Corbusier: planta de la Capilla de Notre-Dame-du-Haut,
urbanística y arquitectónica. También aquí combina la sinusoide (a veces íntegra, Ronchamp.
a veces descantillada) con las radiales en abanico, perfectamente coherentes con la
curvatura, que permiten debilitar el orden excesivo de la curva-contracurva.
Algunas fachadas barrocas o la larga ondulación del Landsdown Crescent de Bath
podrían ser entendidas como precedentes lejanos, aunque el uso matemático y
repedtivo que de ello hace Aalto es sustancialmente distinto.

LA IRRUPCIÓN DE LA IRREGULARIDAD

Desde el análisis de la estructura formal, esta irrupción de nuevos patrones


organizadores considerablemente abiertos tiene dos vías que es necesario distin-
guir. Por una parte, se produce la incorporación de unas formas que tienen una
geometría rigurosa, si bien compleja e inédita, como es el caso de los módulos
hexagonales o de la espiral aritmética del Guggenheim, la sinusoide del proyecto
de Pavía, o la superficie de revolución de la sala de la Asamblea de Chandigarh,
matemáticamente trazada aunque quede cortada por un plano inclinado. Por otra,
los arquitectos del Movimiento Moderno generan una nueva fuente de compleji-
dad que posibilita una formidable profusión de formas: se trata de los grupos for-
males que no fienen una geometría rigurosa - y que por tanto no son descripfibles

163
matemáticamente-, pero que son coherentes a nuestra percepción. Los perímetros
irregulares de las torres de Aalto, o las formas curvadas de los muros de la Capilla
de Ronchamp son ejemplos de ello. En efecto, no es posible identificar la geome-
tría de la planta de Ronchamp, ya que no está sometida a unos trazados regulado-
res matemáticos, pero no por ello deja de percibirse como un conjunto
cohesionado, pues entendemos que todas las curvas forman parte de una misma
familia, es decir, responden a una misma ley de deformación, difícil de definir pero
perfectamente perceptible. Un fenómeno parecido se experimenta en las torres de
Aalto antes citadas. Los polígonos de cerramiento de las plantas son irregulares, pero
no arbitrarios. Es posible ver en ellos unas reglas de desarrollo que dan lugar a un
mismo modelo de sintaxis de los segmentos rectilíneos del polígono de clausura.
En rigor, estos procedimientos no son recientes ni atribuibles a la arquitec-
tura moderna. Los ejemplos comentados se parecen a los expuestos en el Capítulo
195
III, cuando hablábamos de la repetición irregular de temas formales como herra-
' / /
/ mienta de construcción del orden. Las recurrencias erráticas son características del
orden de la ciudad espontánea, pero ya citábamos que la arquitectura culta utili-
zaba, de forma explícita o implícita, este mismo sistema de control formal. La repe-
\ dción del tema curva-contracurva en la arquitectura de Borromini era un ejemplo
\ ^ \
de ello.
n rs^y jTi I i MI No obstante, hay un factor de diferenciación entre las obras de la arquitec-
T'í tura clásico-barroca y las de la arquitectura moderna. La repetición irregular de cur-
vaturas opuestas se inscribe, en la arquitectura de Borromini por ejemplo, dentro
de otro conjunto de sistemas reguladores rígidos, como la simetría bilateral o las
geometrías más o menos complejas. Lo que sorprende en los casos de Aalto y Le
ínmrT Corbusier es el hecho de que la repetición imprecisa y discontinua de un mismo
tema o forma prominente es el único (o al menos el más aparente) instrumento de
orden en los casos comentados, y este hecho da lugar a unas arquitecturas en las
cuales la percepción de la coherencia es simultánea a la percepción de una fuerte
irregularidad. Hay en estas nuevas arquitecturas un debilitamiento de los lazos
estructurales respecto de la férrea cohesión de la tradición clásica, que despliega una
copiosa gama de posibihdades formales, generalmente complejas y equívocas, aun-
que también sometidas al permanente riesgo de la gratuidad y el exceso expresivo.
Las obras de Scharoun, desde la Casa Baensch (FIG. 199), de 1935, hasta la
Filarmónica de Berlín (FIG. 200), de 1963, proyectadas con estos procedimientos,
muestran esta complejidad y este riesgo. Sin embargo, los lenguajes más recientes
que usan mecanismos compositivos parecidos han sabido compatibilizar a menu-
195. A. Aalto: croquis de la planta y el alzado de la torre de
do la complejidad y la economía expresiva. Tenemos un ejemplo de ello en el difí-
apartamentos de Bremen. cil proyecto de la plaza deis Països Catalans (FIGS. 201, 202, 203) de Barcelona, de
196. A. Aalto: torres del Ayuntamiento de Rovaniemi, del Viaplana y Piñón. La espinosa operación de dar entidad a un vacío urbano residual
complejo de Castrop-Rauxel y del Centro Administrativo de y sin perímetro se resuelve por medio de un salto de nivel, de un giro conceptual
Jyvàskylà.
que es propio de los proyectos afortunados: no hay el empeño de cerrar artificiosa-

164
mente este espacio, sino el de reinventarlo -crear un lugar- a través de las piezas
que se proyectan en su interior. El procedimiento vuelve a ser el de la repetición
errática, si bien casi siempre sobre una trama ortogonal tenue, de elementos pareci-
dos y muy neutros: mástiles, soportes, fuentes, farolas, etc., todos del mismo mate-
rial y con formas simples emparentadas, que configuran una vaporosa telaraña de
relaciones que retienen la visión y la abstraen de la amorfía exterior sin negarla.
La unidad es, como en los casos anteriores, la propia de la repetición de for-
mas consonantes, reforzada por la homogeneidad del pavimento, tan categórica
que admite las pequeñas deformaciones ya comentadas - l a convexidad bajo el
baldaquino, la depresión que forma la lámina de agua de la fuente, los escalones
de la pérgola-, de efectos pronunciados. Desde luego éstos son sólo los elemen-
tos primarios que dan identidad y cohesión al lugar. Otros factores clave se sitú-
an a un nivel distinto: el del lenguaje y el del trazado. I. de Solà-Morales ha
puesto de manifiesto las facetas principales de este lenguaje basado en "la evo-
cación de una geometría abstracta. Líneas rectas, superficies planas, limpias y
nítidas, estructuras metálicas o minerales representan una evidente elección poé-
tica a algunos materiales y formas...". En este proyecto, por otra parte, "el trazado
asume especial importancia; aparece como una pauta, un recurso convencional,
un dato a priori a partir del cual se crea un primer esquema ordenador sobre el
que se establecen después las sucesivas operaciones de diseño y construcción.
Pero el trazado es algo que permanecerá en el proyecto una vez construido y que
contribuirá de alguna manera a mostrar el proceso y las razones que han permiti-
do llegar a la forma final''^.
El conjunto destila ciertamente este acentuado gusto por una geometría abs-
tracta de líneas delicadas. Es esta delicadeza, esta simplicidad de los elementos pri-
marios lo que rescata airosamente la plaza del riesgo de amaneramiento, latente en 199
197. A. Aalto: maqueta del grupo residencial de Porvoo.
las obras que udlizan la repedción profusa. También aquí hay que reconocer que
el proyecto roza los límites de la gratuidad. Pero la habilidad de ufilizar soportes, 198. A. Aalto: planta de la Villa Erica, cerca de Turín.

astas y báculos que vemos insistentemente en el mobiliario urbano elimina cual- 199. H. Scharoun: Casa Baensch, Berlín-Spandau.
quier connotación de desmesura, y permite el ligero desplazamiento funcional y la
descontextualización apenas percibida que se han pensado para cada elemento. El
espacio se convierte de este m o d o en un lugar señalado, no solamente por su difí-
cil cohesión, sino también por sus velados efectos sorpresa.

INTERSECCIONES

Los arquitectos modernos han explotado también las variaciones del orden
básico de una forma, variaciones características de la arquitectura que adapta con-
7 S O L À - M O R A L E S , L D E : "Architettura minimale a Barcellona.
tradicciones. Pero lo que distingue algunas obras modernas es la violenta rotura Costruire sulla città costruita", en Quaderni di Lotus, Electa Ed.,
de la pauta ordenadora principal del proyecto, o la intersección en una misma Milán, 1986.

165
obra de dos o más patrones formales incompatibles, dos escalones más en la
ascensión hacia una azarosa arquitectura de la complejidad. En estos casos sí que
es posible hablar de supercontigüidades que dan estructuras formales precarias e
híbridas.
La biblioteca de Rovaniemi (FIG. 204), proyectada por Aalto en 1963, puede
ser considerada como el modelo preciso de una serie de obras suyas que tienen
las mismas pautas proyectuales (FIG. 205). El cuerpo principal del edificio, que
contiene las salas de trabajo, la administración, la cafetería, la sala de exposicio-
nes y otras dependencias complementarias, se organiza con flexibilidad en una
trama ortogonal alzada sobre una directriz dominante. Sin embargo, la gran sala
200 de lectura fiene en planta el aspecto de los efectos de una explosión. Las directri-
ces ya no son ortogonales, sino líneas radiales y poligonales irregulares que
siguen, no obstante, una deformación orientada y dinámica. Hay una fuerte
incompatibilidad entre ambos patrones, que tienen elementos primarios y sinta-
xis muy distintos. Aquí ya no se puede hablar de variaciones o de alteraciones,
sino de una ruptura de un orden básico - s u p o n i e n d o que éste sea el de la orto-
gonalidad del cuerpo de más d i m e n s i ó n - , o bien de una dualidad. Y aun así,
¿puede hablarse de una dualidad irreductible, es decir, de dos proyectos disjuntos
y no de un proyecto global?
La rotura del orden es evidente y violenta, pero no cabe duda de que esta-
mos hablando de un único proyecto, de una obra que fiene todavía una frágil uni-
dad. Los mecanismos de dicha unidad se aprecian cuando observamos que la
prominencia de la sala de lectura no es indiferente al resto del edificio. El cuerpo
de directrices ortogonales se inflexiona bajo la presencia de la sala de lectura,
retranqueando sus alineaciones. Las directrices extremas del abanico de esta sala se
ajustan a dichas alineaciones, y su espacio se insiere y se arficula con los espacios
ortogonales sin dejar residuos. Pero hay que añadir otro factor: el bloque ortogo-
nal tiene una directriz dominante, una línea de fuerza que cuando choca con la
sala modifica su originaria vocación de espacio centrado para introducir en ella la
deformación dinámica que hemos comentado. La posición desplazada de la sala
grande respecto del cuerpo ortogonal colabora y es coherente con este dinamismo
controlado. No es necesario añadir que estas inflexiones, arficulaciones y enlaces
de líneas de fuerza son débiles respecto de la contundencia de cada uno de los dos
órdenes, pero el precario equilibrio que de ello resulta es precisamente uno de los
factores que hacen excitante y notable la obra.
200. H. Scharoun: Filarmónica de Berlín, Kulturforum.
Hemos comprobado que en la mayoría de los proyectos que han explorado
201. A. Viaplana y H. Piñón: planta de la plaza dels Països las yuxtaposiciones de órdenes dispares, especialmente en los más valorados, los
Catalans, Barcelona.
órdenes duales son inclusivos e intersecados, y no disjuntos. Existe una sustancial
diferencia entre estos dos conceptos; la misma diferencia que separa la existencia
o no de estructura formal, y con ella la diferencia que separa la expresión del con-
flicto, el compromiso y la complejidad, de la indiferencia y el tedio.

166
204

207

205

202. A. Viaplana y H. Piñón: vista de la plaza deis


Països Catalans, Barcelona.

203. A. Viaplana y H. Piñón: soportes y mástiles de la


jaLieílN M/05T, ^^oUsJáLe, Mz^, m6 a
plaza deis Països Catalans, Barcelona.
>U5dma fto Àe BírMbr. 204. A. Aalto: planta de la biblioteca de Rovaniemi.
rílatíwí la ^me'tfía áe

205. A. Aalto: Biblioteca del Colegio Benedictino de


Mount Angel, Oregon.

206. F. Ll. Wright: Taliesin West, Scottsdale.


Planta y diagrama.

207. R. Meier: planta del Museo de Artes Aplicadas,


Frankfurt.
203 206

167
Hemos hablado de rupturas inclementes del orden o de yuxtaposiciones de
sistemas de orden discordantes. Pocas veces podemos distinguir entre estas dos
mecánicas, ya que las roturas del orden, las violencias que fragmentan la forma ori-
ginaria, tienen tendencia a seguir determinadas constricciones, están sometidas, en
defmitiva, a pautas suficientes como para establecer casi siempre un mínimo orden
de rotura. El ejemplo de la sala de lectura de la biblioteca de Aalto es habitual. No
cabe duda de que existe una barrera mental que nos impide a los arquitectos pro-
yectar conscientemente el desorden. En cualquier caso, el desbarajuste es fruto de
la incompetencia, pero no de una voluntad expresa y refinada de expresar contra-
dicciones insalvables.
Las intersecciones de patrones estructuradores se han manifestado a través de
un amplio repertorio de posibilidades. En Taliesin West (FIG. 206), Wright ya pro-
yectó un edificio basado en la intersección de dos tramas ortogonales giradas que
no parece tener precedentes. Aquí no podemos hablar todavía de un choque entre
dos órdenes, porque las dos tramas yuxtapuestas se remiten a un mismo código
formal. Pero los conflictos de la intersección son notables, porque ambas directri-
ces fienen un peso compositivo parecido. Wright convierte los espacios problemá-
ücos en espacios expresivos, pero esta pericia del arquitecto no es tan habitual: no
Leyenda:
siempre se consigue obtener atributos a partir de las directrices en fricción, como
1: I R D : se manifiesta por ejemplo en el Museo de Artes Aplicadas de Frankfurt (FIG. 207),
3. Comedor fí^
4. Cocina proyectado por R. Meier, donde también se superponen dos tramas ortogonales
5. Ala invitados
6. Habit. del ser- ligeramente giradas, surgidas de las directrices de las calles adyacentes, pero donde
vicio
7. Dormit, princ. los espacios de roce, que deberían ser precisamente los más expresivos, pocas veces
8. Invernadero denen interés.
9. Terraza al sol
10. Dormitorio La arquitectura eclécüca de los últimos decenios abunda en intersecciones de
208. R. Stern: Residencia en Westchester County.
órdenes que fienen generatnces geométricas distintas. La residencia Westchester
(FIG. 208) de R. Stern ejemplifica, por una parte, la interferencia de un sistema de
directrices ortogonales con un conjunto de curvas - d e hecho, cuidadosamente dis-
puestas con el fm de evitar espacios residuales-, pero también manifiesta otras
contradicciones propias de la esquizofrenia posmoderna, como la ambivalencia
entre el espacio fluido de composición neoplásfica y el espacio cerrado y disjunto
de la tradición premoderna, o la mezcla de temas formales propios de la arquitec-
tura de vanguardia con algunos esfilemas de la tradición clásica dudosamente
manipulados.
La resolución de los conflictos surgidos de unos órdenes que no fienen la
misma matriz se simplifica si se establece una clara jerarquía entre ellos, con un
orden dominante capaz de soportar el impacto de una forma ajena. La diagonal,
que se ha converfido en el recurso habitual - y a m e n u d o b a n a l - de mucha arqui-
tectura reciente, es la expresión generalizada de este método, que parece hecho a
medida de la recomendación de Ventun: "El significado puede reforzarse si se
rompe el orden; las excepciones indican la presencia de la regla. U n edificio sin

168
ninguna parte 'imperfecta' puede no tener ninguna parte perfecta, porque el con-
traste realza el significado. Una discordancia ingeniosa da vitalidad a la arquitec-
tura"8. Es ciertamente un recurso eficaz, ya que a m e n u d o los efectos de una
interferencia puntual en un orden claro son más expresivos que la colisión de dos
órdenes de parecida magnitud.
Si, como comentábamos anteriormente, existe una sustancial diferencia entre
la disposición disjunta de dos órdenes y su intersección, también se percibe dife-
rencia entre la intersección gratuita y la que fiene una legidmación enraizada en la
misma naturaleza de la arquitectura. La forma equívoca atrapada en un sistema de
orden adquiere toda su potencia formal cuando también sugiere una función equí-
voca en el interior de una trama funcional neutra. Pero no necesariamente hay que
buscar justificaciones en la estricta área del funcionalismo. Un ejemplo diminuto:
el sinuoso banco de la plaza deis Països Catalans (FIG. 209) no fiene una forma sur-
gida de la estricta funcionalidad, pero sí juega un papel, más insinuado que explí-
cito, de inclusión urbana. El banco se coloca en el lado ligeramente curvado que
bisela la plaza y corta sus directrices ortogonales. Ya existe inicialmente una exclu-
sión entre el orden geométrico intenor y el perímetro de este lado. Y el banco, que
parece un reflejo inflexionado de dicho perímetro, introducido dentro de la trama
casi imperceptible del pavimento, realiza una función inclusiva al margen de su
vocación de "discordancia que da vitalidad".
En el camino hacia los confines del caos, las rupturas y las dislocaciones de
las formas primigenias encontrarán un relativo punto de estabilidad en el lengua-
je deconstructivista que comentaremos más adelante. Antes tendremos que refe-
rirnos a las bases psicoperceptivas que parecen explicar esta progresión.

209. A. Viaplana y H. Piñón: banco de la plaza deis Països


Catalans, Barcelona.
ENTRE EL ABURRIMIENTO Y LA CONFUSIÓN

La psicología de la percepción posgestáltica ha sido sensible a esta progresión


hacia la complejidad caracterísfica del arte contemporáneo y de la arquitectura en
parficular, y ha intentado elaborar interpretaciones psicofisiológicas de dicha ten-
dencia, difícil de explicar desde el restringido marco de la teoría de la Gestalt.
Las concepciones estáficas y unilaterales de los fenómenos ardsficos que fue-
ron consecuencia de la mecánica traducción del principio gestáltico de la mínima
tensión ya fueron revisadas por el mismo W. Kohler, quien afirmaba que el orga-
nismo parficipa de un sistema abierto, absorbiendo continuamente energía con el
fin de evitar el estado de inmovilidad. De hecho, la apetencia por la complejidad
está implícita en la tendencia anabólica comentada en el capítulo anterior, que se
manifiesta tanto en la progresiva diferenciación de los organismos como en la pro-
gresiva sofisficación de las actividades humanas. "Una increíble complejidad es,
ciertamente, caracterísfica de la forma orgánica. Las artes, como reflejo de la exis- 8 VENTURI, R.: Complejidad y contradicción en la arquitectura, op. cit.

169
tencia humana en su expresión más elevada, siempre han satisfecho espontánea-
mente esta exigencia de plenitud. Ningún estilo maduro del arte, en ninguna cul-
tura, ha sido nunca simple.
Es suficientemente conocido que el desarrollo psíquico requiere continuados
y renovados estímulos, hasta el punto de que la novedad y la variedad se disfrutan
por sí mismas. El arte ha explorado esta apetencia m u t a n d o permanentemente los
órdenes habituales e introduciendo la ambigüedad polisémica y la complejidad
formal. Sin embargo, el grado de aceptación de esta complejidad no es lógica-
mente estandarizable, ya que se relaciona con la evolución de la sensibilidad indi-
vidual y colectiva. A. Hechscher observa que "el paso de una visión simple a una
visión compleja e irónica es una experiencia propia de la madurez"io, y los estu-
dios de M. Dellas y E. L. Gaier concluyen que "un rasgo distintivo de las personas
creadoras es una preferencia cognoscitiva por la complejidad (la riqueza, el dina-
mismo, la asimetría) en oposición a la simplicidad"!i. Son trabajos experimentales
que coinciden con anteriores estudios de W. Kessen, E. Benet y F. Barren, formu-
lados en términos parecidos. A. Rappoport y R. E. Kantor precisan luego que "la
u preferencia por la complejidad y la ambigüedad no es ilimitada (...); los estímulos
demasiado simples conducen rápidamente al aburrimiento; y aquéllos que son
210. F. Gehry: axonométrica del estudio Ron Davis en Malibú.
excesivamente complejos crean confusión y evasión. Esto sugiere la idea de que
existe una tasa perceptual óptima para cada p e r s o n a " i 2 .
Con todo, la ley de la reducción de la tensión demuestra una notable solidez
y persistencia en la evolución de la psicología, filtrándose en formulaciones para-
lelas en campos tangentes. X. Rubert de Ventós habla de la teorización como un
intento de comprender el malestar que nos produce el medio, ya que al formular
este malestar lo neutralizamos. Por tanto, somos expulsados a las ideas más que
atraídos por ellas. Las teorías funcionan así como curas homeopáticas capaces de
aplacar o de disolver en la expresión las impresiones demasiado fuertes, desajusta-
das o inquietantes^^.
En el origen y el objeto de todo conocimiento hay una incesante lucha con-
tra la angustia que nos producen los fenómenos inexplicables, puesto que son vis-
tos con cierto contenido de amenaza. Su comprensión aplaca nuestra tensión. J.
Wagensberg opina que "el conocimiento científico combate el miedo hacia ciertas
9 A R N H E I M , R.: "Arte y entropía", en Hacia una psicología del arte,
Alianza Ed., Madrid, 1980. complejidades porque las hace inteligibles, tal como pretende su principio parfi-
10 H E C H S C H E R , A.: The Public Happiness, A t h e n e u m Publishers, cular", pero continúa: "Idénfico efecto consigue el arte, ya que transmitir una com-
Nueva York, 1962.
11 DELLAS, M. y GAIER, E.L:. "Identification of creativity",
plejidad, aunque sea con su ininteligibilidad intacta, tal como asegura su único
PsychoL Bull, vol.73, 1970. principio, también es una buena terapia contra el miedo''^^^
12 RAPPOPORT, A. y K A N T O R , R. E.: Complejidad y ambigüedad en
El arte funcionaría así como una sublimación del instinto de conocimiento.
el diseño ambiental. Publicacions del Departament d ' U r b a n i s m e de
l'ETSAB, Barcelona, 1980. El proceso de esta terapia implica, por parte del artista, la formación mental de una
13 RUBERT D E V E N T O S , X.: De la Modernidad, Ed. Península, imagen de la complejidad y su transposición a un soporte con el fin de hacerla trans-
Barcelona, 1980.
14 W A G E N S B E R G , ].-.Ideas sobre la complejidad del mundo, Tusquets
misible. Ambas operaciones susdtuyen la inicial complejidad, inquietante no sólo
Ed., Barcelona, 1985. porque es ininteligible, sino porque es informe, por una complejidad igualmente

170
ininteligible pero formalizada. N o se reduce así la capacidad de contener evoca-
ciones plurales y profundas de aquello que inquieta, pero dicha inquietud queda
apaciguada por un placer insólito derivado de la formalización comunicable, cum-
pliéndose de nuevo la ley de la reducción de la tensión, que ha requerido, sin
embargo, un laborioso esfuerzo, una acumulación de energía potencial, como dicen
algunos psicólogos del arte.
Ahora bien, ¿cómo se produce la imagen de una complejidad en el campo
de la creación de formas? La capacidad del hombre para orientarse en su medio
tiene lugar, al principio, a un nivel perceptivo. Las ideas de las fuerzas que gobier-
nan la naturaleza y la vida derivan de observaciones sensoriales, pero la psicología
reciente, corroborando parcialmente las tesis de los matemáticos Gauss y Poincaré,
quienes ven en la geometría una proyección del pensamiento sobre el mundo, for-
mula que "la comprensión perceptiva sólo es posible en la medida en que unos
esquemas de categorías perceptuales filtran el material estimular. Cuanto más simples
son estos esquemas, más fácil será la comprensión. Esto indica que las representa-
ciones de formas simples son intentos de la mente joven de hacer comprensible el
entorno sensorial, presentándolo como una forma bien organizada''^^. De ser así
resultaría que el arte, que ha utilizado vastamente esta representación de las formas
básicas, al menos en las sociedades primitivas, no sería un lujo, sino una herra-
mienta biológicamente esencial. Las formas con una estructura elemental son
esquemas perceptuales proyectados sobre los datos visuales, con el fin de conver-
tir el temible caos de la naturaleza en un territorio domesticado. Son estos esque-
mas los que gobiernan después las actuaciones y los productos del hombre. Ahora
bien, ¿por qué estos esquemas son precisamente los de las formas prístinas?
C o m o hemos visto en los primeros capítulos, es posible que su elaboración
sea el resultado de una selección primigenia de algunas escasas formas o esquemas
de la naturaleza que presentan estructuras visibles, sorprendentes e improbables, 211.b
211.a F. Gehry: planta de la Casa Wagner.
que destacan sobre la amorfía general; o de algunos fenómenos recursivos que
emergen del caos temporal. Tanto estas formas organizadas - l a s de los seres vivos, 211.b F. Gehry: maqueta de la Casa Wagner.

las de los cristales, la verticalidad y la horizontalidad- como estos fenómenos —las


sucesiones estacionales, los ritmos biológicos y cósmicos- tienen la pardcularidad
de poseer una estructura, es decir, ofrecen la posibilidad de ser comprendidos
como conjuntos de elementos o de funciones relacionados. Es otra vez la estruc-
tura formal - e n el espacio o en el t i e m p o - la que rescata del caos determinados
fragmentos de la naturaleza, los que más interesan a la mente.
Los instrumentos ordenadores descritos en la Primera Parte, las formas dota-
das de una estructura simple que de ellos derivan y el mismo concepto de estruc-
turación, actúan como arquetipos de nuestra percepción, son los referentes y los
instrumentos primarios para la construcción de estructuras más evolucionadas que
destacan sobre el desorden espacial o temporal. Ciertamente, esta construcción se 15 A R N H E I M , R.: "La abstracción perceptual y el arte",
realiza a través de los estilos o de los lenguajes formales, pero ello es posible por- en Hacia una psicología del arte, op. cit.

171
que estos lenguajes contienen en su nivel profundo los mecanismos estructurado-
res intemporales de la geometría, la simetría, el ritmo, la inflexión y la articulación,
que tienen su raíz en la interacción entre los fenómenos de la naturaleza y los
patrones biológicos de nuestra percepción, en parte moldeados por aquéllos. Es
este carácter invariante y universal lo que permite identificarlos como arquetipos,
como ya hizo C. G. Jung con la simetría cuando estudiaba las imágenes primige-
nias que construían el inconsciente colectivo común. Desde luego, los estilos y los
lenguajes culturales, así como su uso particularizado, reelaboran y adaptan estos
arquetipos, pero su potencial en tanto que instrumentos de comunicación radica
en su profunda cimentación en los procedimientos primarios de construcción de
orden, ya que éstos garantizan la resonancia o la empatia entre el objeto y nuestro
sistema perceptivo. A diferencia de los lenguajes referenciales, que, al igual que las
lenguas, necesitan el conocimiento previo de un código convencional para ser
comprendidos, los lenguajes formales disfrutan de un sistema universal de comu-
nicación, aunque hay que insistir en que un estilo o un lenguaje arquitectónico no
se limita a este estrato profundo: sus reelaboraciones culturales sí que requieren
una empatia distinta, una participación en la cultura que mediatiza esta parte pro-
funda e intemporal del lenguaje.
212. F. Gehry: axonométrica de la Casa Gehry en Malibú. El arte en general, y la arquitectura como producción artística en particular,
son, pues, frutos de estos lenguajes, y aunque no estén sometidos al principio de
objetivación de la ciencia que la hace comprensible, tienen componentes objeti-
vos y universales, que, como hemos afirmado, hacen posible su comunicación.
Siguiendo a J. Wagensberg diremos que los temas, los lenguajes y las técnicas son
el como del arte. La complejidad es el qué. Pero si bien las técnicas, los lenguajes y
los temas son siempre cambiantes y permanentemente reinventados con el fin de
comunicar complejidades nuevas de mayor o menor grado, están sometidos a unas
restricciones que los hacen interpersonales y que posibilitan - s i bien no aseguran-
la consunción del acto artístico. Estas restricciones no son únicamente las que
imponen nuestros órganos receptores. Otra condición de la comunicación es la de
que el soporte de cualquier obra tenga una estructura formal, es decir, se constru-
ya sobre el nivel profundo del lenguaje formal.
La arquitectura, entre la ciencia y el arte, entre la función y la expresión,
explora todos los registros de la estructura formal. Las sensibilidades evoluciona-
das prefieren estructuras en las que sea posible descubrir mulüplicidad de relacio-
nes entre sus miembros, unas relaciones a veces recónditas, y por esto mismo
sorprendentes. Sin embargo, esta apetencia coexiste con el gusto por las estructu-
ras simples y perfectas, donde las relaciones son claras e intensas, donde la per-
cepción encuentra el reposo del ajuste; no un reposo inerte, sino el que resulta de
un laborioso equilibrio, el que consigue una resonancia especial entre la forma y
nuestros patrones perceptivos más ancestrales.
La invención de territorios artificiales donde las cosas manifiesten este feliz

172
ajuste entre lo sensible y lo inteligible es otra manera de conjurar la inquietud de
un contexto complejo e incomprensible. La arquitectura ha tendido más hacia
estas regiones de la percepción que hacia la expresión de angustiosas complejida-
des. Sin embargo, no se puede olvidar sistemáticamente el contexto. Es en este
m o m e n t o cuando la complejidad y la precariedad de una forma encuentran, en el
contraste con la simplicidad y la integridad de su arquetipo, su expresión más
intensa. De ahí que ambas tendencias coexistan a menudo, no sólo en un mismo
lenguaje, sino en una misma obra. Gombrich afirma que un hecho básico de la
experiencia estética consiste en que "el placer se encuentra en algún lugar entre el
aburrimiento y la c o n f u s i ó n " e l aburrimiento de las formas excesivamente sim-
ples, la confusión de una complejidad igualmente excesiva.
La psicología actual no explica, sin embargo, el diferencial de complejidad espe-
cífico de nuestra época, puesto que nunca en ninguna otra cultura, helenística, fla- 213. F. Gehry: maqueta de la Casa Familian, Santa Monica.
mígera o barroca, se había dado un grado tan elevado de insurrección formal. R.
Arnheim es consciente de ello, y lo anuncia en una expresión de perplejidad:
"Recientemente (...) existe un resentimiento contra la pulcritud del orden puro"
Si entendemos el arte como una salida del instinto de conocimiento, es posi-
ble que la ciencia ejerza una acción retroactiva sobre el mismo arte. Los conoci-
mientos científicos netamente establecidos dejan en gran medida de inquietar y,
por tanto, de ser temas recurrentes en el arte, si son claramente comprensibles. Y
viceversa: los nuevos interrogantes de la ciencia pueden tener su indirecta resonan-
cia en los temas, en las formas y en los lenguajes artísticos. En las últimas décadas
parecen haber calado en la conciencia de los individuos las inseguridades derivadas
de la inestabilidad y la mutabilidad del universo que la ciencia ha puesto de mani-
fiesto. "Se constata una tendencia incuestionable hacia lo múltiple, temporal y
complejo. Este profundo cambio de aspecto no es consecuencia de una decisión
preconcebida ni de una moda. Nos viene impuesto por toda una serie de descubri-
mientos i n e s p e r a d o s . " i 8 La percepción de este universo azaroso, aunque difícil-
mente se traduzca en experiencia directa, influye en la historia del hombre.
De hecho, los lenguajes de la arquitectura no tienen una articulación ade-
cuada para vehicular la gama de inquietudes personalizadas que otros lenguajes,
como los referenciales, son capaces de comunicar. Su objeto y su fuerza radican en
otro lugar. A pesar de que no se puede dar mucho crédito a lo que los arquitectos
decimos de nuestras propias obras, es sintomática la insistencia de los partidarios
de la arquitectura intrincada en la experiencia de la extrañeza y de la fractura, que
se asocia a las revelaciones inquietantes de la ciencia, fenómenos que tienen sus
reflejos en las dislocaciones culturales. "La evolución del arte tiene que seguir los 16 G O M B R I C H , E.: El sentido del orden, Ed. Gustavo Gili,
Barcelona, 1980.
latidos de la evolución del hombre y el pulso de la evolución de la sociedad. 17 A R N H E I M , R.: La forma visual en la arquitectura, Ed. Gustavo
Mientras haya cambios en el hombre habrá cambios en el arte... La ciencia cam- Gilí, Barcelona, 1978.
18 P R I G O G I N E , I.: ¿Tan sólo una ilusión^ Una exploración del caos al
bia la historia del hombre y en este sentido indirecto cambia el arte."i9
orden, Tusquets Ed., Barcelona, 1983.
19 WAGENSBERG, J.: Ideas sobre la complejidad del mundo, op. cit.

173
EN LAS PROXIMIDADES DEL DESORDEN

El "contraste entre perfección y perfección violada"20, que ha marcado el des-


pliegue de algunas arquitecturas recientes, tiene en esta confluencia de sensibilida-
des que se ha llamado deconstructivismo unas maneras especiales de manifestarse,
algunas de las cuales parecen abandonar definitivamente la misma idea de orden,
p o n i e n d o en crisis lo que ha sido un principio inmutable de la historia de la arqui-
tectura. Sin embargo, hay que observar el f e n ó m e n o para ver su alcance real.
En las obras de este grupo heterogéneo de arquitectos hay, desde luego, u n
desafío c o m ú n a los atributos de armonía, estabilidad y unidad propios de la tra-
dición arquitectónica, incluida la de gran parte de la arquitectura moderna, si bien
se observa también el mismo gusto por los estilemas simples y abstractos de dicha
arquitectura. Sin embargo, las estrategias formales, derivadas o n o del constructi-
vismo ruso, son diversas, y muchas de sus radicalidades tienen, de hecho, prece-
dentes en las maquinaciones contra el sueño de la forma pura que ya observamos
incluso en los maestros del Movimiento M o d e r n o .
En 1972, Gehry construye el estudio Ron Davis (fig.210) en Malibú. Tanto la
planta c o m o los alzados abandonan las directrices ortogonales. La visión interior
es un tumulto de planos trapezoidales n o reconducibles a la geometría del ángulo
recto, pero lo bastante próximas a este ángulo c o m o para que se manifieste con
inquietud la inestabilidad formal expresada en deformaciones equívocas de la pers-
pectiva. Las deformaciones n o suponen dislocaciones o torturas formales impor-
í{
tantes, pero sí constituyen u n o de los escasos ejemplos modernos de engaño
r • r-V
prospectivo, u n recurso de la arquitectura de la complejidad ufilizado por los
arquitectos barrocos (recordemos la Scala Reggia de Bernini en el Vaficano o la
Gallería Spada de Borromini), pero prácücamente inexistente en la arquitectura
moderna. La Casa Wagner (fig.211), que en planta se limitaría al conocido juego
215
214. P. Eisenman: maqueta del Pittsburg Technology Center,
de la intersección de dos directrices anguladas, c o n d e n e también una falacia ópfi-
Carnegie Melon University. ca semejante, ya que Gehry proyecta en la dimensión real la visión de u n parale-
215. P. Eisenman: planta y alzado de un módulo de tres cubos lepípedo visto en perspectiva axonométrica.
del Pittsburg Technology Center. N i n g u n o de estos ejemplos rompe la estructura formal de la obra, que man-
fiene - y ello es perfectamente visible en la Casa W a g n e r - una fuerte cohesión.
Pero sí que significan una alteración de los códigos perceptivos habituales en aquel
m o m e n t o , c o m o lo es el uso culto y descontextualizado de los materiales "vulga-
res" que interesan a Gehry: la plancha ondulada, el contrachapado o la tela metá-
lica. N o se trata de una elección gratuita. El rescate de estos materiales permite u n
cierto juego de ironías sobre el high-tech y el bricolaje, pero sobre t o d o otorga a la
arquitectura unas connotaciones de provisionalidad, de cosa inacabada y frag-
mentada, que subyace en la poéfica de la complejidad de estos movimientos.
En su casa de Santa Monica (fig.212), en California, Gehry soporta una pared
20 J O H N S O N , Ph.: "Prefacio", en Arquitectura deconstructivista,
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1988. por m e d i o de puntales inclinados, c o m o si la casa estuviera todavía en obras.

174
C o m e n t a n d o el proyecto de la Casa Familian, el arquitecto dice: "Me cautivaba la
instantaneidad de la estructura antes de revestida; ofrecía aquella cualidad de los
cuadros en el m o m e n t o que reciben una pincelada"2i. Gehry expresa un fenóme-
no que los arquitectos sentimos especialmente: el punto dulce de una obra no lo
encontramos en su terminación, sino un poco antes; o después, cuando la obra ya
ha iniciado cierto proceso de envejecimiento. La obra consumada parece también
una obra agotada, y su perfección denota más que sugiere. La obra inacabada, la
arquitectura esbozada, muestra sus interioridades y despliega un abanico de insi-
nuaciones formales abiertas que la hacen más pictórica y más ambigua, dos cuali-
dades específicas del arte que, como dice J. A. Marina, "guarda amorosamente los
esbozos fallidos por diversos motivos. Unas veces para comprender la génesis de
la obra. Otras, por mera incapacidad para distinguir los esbozos de la obra com-
pleta, al tener todos ellos un valor semejante, como afirmaba V a l é r y " 2 2 .
El gusto por el fragmento, que tanto se generalizó en la arquitectura y en la
urbanística del penúltimo decenio del siglo XX, y que perdura todavía en algunos
lenguajes, es una manifestación más del mismo fenómeno. W. Wenders, entusias-
ta de las ciudades interrumpidas, opinaba que "lo roto o fragmentado se graba
mucho mejor en la memoria que lo entero. Lo roto tiene una superficie rugosa
donde se puede agarrar la memoria, que resbala, en cambio, por las superficies
pulidas de lo entero". N o es extraño que Berlín y Tokio fascinen a muchos arqui-
tectos, y que las periferias urbanas quebradas y atópicas no solamente sean consi-
deradas como ámbitos ideales de la experimentación, sino también como nuevas
fuentes de sugerencias formales.
En la Casa Familian (FIG. 213), Gehry utiliza, a diferencia de la mayoría de los
proyectos anteriores, los prismas ortogonales como elementos primarios. En este
caso, es la manera de intersecar los volúmenes lo que introduce la precariedad y la 216. P. Eisenman: maqueta del edificio Koizumi Sangyo, Tokio.

complejidad espacial, ya que cada uno de estos prismas tiene directrices distintas.
Las intersecciones son más elocuentes precisamente porque se parte de formas que
ya tienen cierta integridad, a las que se aplica una sintaxis inusual. Los prismas se
dislocan, a pesar de que dejan entrever su entereza virtual. Pero la estructura del
conjunto no se disgrega, sino que se construye sobre procedimientos que ya hemos
observado muchas veces: la presencia irregular y discontinua en el espacio de for-
mas geométricas simples de la misma familia, macladas siempre con el mismo cri-
terio, formas que en este caso se concretan en dos subgrupos: los paralelepípedos
opacos de los cerramientos, y los transparentes -siempre con el mismo tipo de car-
pintería- de las aberturas.
Esta compleja sintaxis de volúmenes que virtualmente conservan su forma
inicial es una técnica proyectual que se encuentra a menudo en las obras de Eisenman.
El Pittsburg Technology Center (FIG. 214), en la Carengie Mellon University, es un 21 GEHRY, F.: La arquitectura de Frank Gehry, Ed. Gustavo Gili,
Barcelona, 1988.
buen ejemplo de las posibilidades de la repetición. La unidad (lo que él llama el 22 M A R I N A , J.A.: Elogio y refutación del ingenio, Ed. Anagrama,
cubo hooliano de n geometrías) se agrega en dos series de tres, a las que se aplican sepa- Barcelona, 1992.

175
raciones progresivas, desplazamientos, disposiciones en curvas asintóticas, inter-
secciones, etc. (FIG.215). Las conexiones resultantes se desdoblan, y las posibilida-
des de aglutinación se multiplican geométricamente. La exageración metafórica de
la terminología utilizada por Eisenman oculta, en realidad, un recurso estructura-
dor antiguo, como es la repetición regular o irregular de unidades idénticas o pare-
cidas. Pero las leyes que despliegan estas unidades -leyes múltiples y estudiadas
con una lógica geométrica particular- provocan tensiones, choques y maclas pro-
blemáticas de una complejidad poco habitual.

EL SCALING

En el proyecto para el edificio de oficinas Koizumi Sangyo (FIGS. 216, 217) de


Tokio, el método estructurador no es esencialmente distinto, a pesar de que las cua-
lidades estructurales del conjunto lo sean. Mientras que en el Centro Tecnológico de
Pittsburg las unidades fienen idénfica volumetría y su desarrollo en el espacio se
produce según unas directrices lineales que se interpelan y se superponen, en el
Koizumi Sangyo las unidades repefidas son cubos de dimensiones muy contrasta-
das, y la intersección se produce por maclas sucesivas a diferentes escalas, de m o d o
217. P. Eisenman: alzado del edificio Koizumi Sangyo, Tokio. que diversos cubos se insieren en, o configuran, un cubo más grande, y a su vez
algunos de ellos condenen una trama menor dentro de la cual se acoplan cubos
más pequeños.
Esta interpolación de figuras homotéticas no es estática ni pacífica, ya que en
algunos cambios de escala se producen leves modificaciones de las directrices del
cubo que provocan dificultades en su inserción. Y tampoco es homogénea, ya que
los cambios de escala son discontinuos y se intensifican en un centro de tensión.
Eisenman ufiliza la palabra scaling para referirse a este proceso, "otro discur-
so caracterizado por la recursividad, la autosemejanza y la discontinuidad, que pro-
duce un nuevo modo de intervención arquitectónica con el potencial de
desestabilizar el actual centrismo intransigente de la a r q u i t e c t u r a " 2 3 .
El crecimiento por elementos homotéticos a partir de un p u n t o es caracte-
rístico de los organismos vivos, y de hecho la densificación de cambios de escala
en un punto del Koizumi Sangyo le da la lejana apariencia de un ser vivo cuyo pro-
ceso de crecimiento hubiese cristalizado geométricamente. La recursividad de ele-
mentos homotéticos a distintas escalas constituye, en realidad, un caso particular
de los métodos estructuradores basados en las recurrencias que hemos comentado
en el Capítulo III con el nombre de "recurrencia fractal", ya que se aproxima a las
precisiones matemáticas que B.B. Mandelbrot da del concepto.
Al margen del pretendido "potencial desestabilizador" contra el "centrismo
23 EISENMAN, R: "L'Inizio, la Fine e ancora l'Inizio", en La fine del
intransigente", hay que observar que el método del scaling o de las recurrencias
Classico, CLUVA Ed., Venecia, 1987. fractales nunca se había aplicado a la arquitectura de la manera sistemática y flexi-

76
ble, sin quedar atrapada por la rigurosidad matemática, que muestra Eisenman,
con unos resultados en los cuales la complejidad se sostiene sobre una vigorosa
estructura formal.
La estrategia deconstructiva de Coop Himmelblau es, en cambio, de otra
naturaleza. C o m o en los casos anteriores, hay también un enérgico intento de des-
tituir las referencias simbólicas, y una utilización del repertorio formal de la abs-
tracción. Pero la estructura interna de estas formas geométricas abstractas se
desarma para extraer de ellas sus componentes primarios: líneas simples y planos
sin perímetros definidos. El proceso de reconstrucción a partir de estos elementos
parece caótico, y sin embargo está someüdo a una sólida sintaxis, simple y abier-
ta, porque parte de unas pocas prohibiciones -evitar las intersecciones en ángulos
rectos, las referencias a la vertical, las formas reconocibles y geométricamente des-
criptibles, los espacios cerrados-, pero rigurosa, ya que no admite excepciones a
estas interdicciones.
En las obras menos sometidas a requerimientos funcionales precisos, como
en el proyecto de la Offenes House (FIG.218) de Malibú (en realidad un contene-
dor para una casa), o en las esculturas, éste es el único mecanismo utilizado, y no
produce fracturas de formas puras o conflictos virulentos entre geometrías recono-
cibles, porque la geometría irregular surge del mismo interior de las formas. El 218.a

grado de complejidad es elevado, pero hay también una reconstrucción de la


estructura formal que no se refiere a ningún precedente y que resulta precaria si la
miramos con los patrones de la memoria, pero fuerte a la percepción, ya que cier-
tamente pronto nos damos cuenta de las precisas reglas que le dan cohesión y
homogeneidad interna. Con razón dice M. Wigley que "la forma es en sí misma
distorsionante. N o obstante, esta distorsión interna no destruye la forma (...). Lo
que en última instancia es más inquietante de esta clase de obras es el hecho de que
la forma no solamente sobrevive a la tortura, sino que parece salir r e f o r z a d a " 2 4 .
Sin embargo, en la mayoría de los proyectos implicados los conflictos son
218.b
más vehementes, puesto que se produce una confluencia de dos familias de formas 218.a/b Coop Himmelblau: planta, sección y maqueta
y de dos sistemas sintácticos irreducübles. Las exigencias constructivas y las con- de la Offenes House, Malibú.

diciones de uso imponen a menudo planos horizontales y verdcales, así como


espacios configurados según una geometría ortogonal. Dentro de este patrón, se
imbrican unas estructuras casi informes basadas en los elementos descompuestos
y en las sintaxis anguladas que hemos comentado.
Aquí el cruce entre ambos sistemas pocas veces es total. Generalmente ambos
órdenes son tangentes. Las formas tumultuosas o bien se concentran en el perí-
metro del edificio - a l g u n o s paramentos exteriores, las cubiertas, la arista rota de
un paralelepípedo, como en el complejo residencial de Viena (FIG. 219), la rehabili-
tación del Ronachertheater (FIG. 220) o la fábrica cerca de Viena (FIG. 221)-, o bien
se acumulan en él interior de unos espacios regulares tradicionales cuyos cerra-
24 WIGLEY, M.: Arquitectura deconstructivista, Ed. Gustavo Gili
mientos apenas sufren la presión, como en el estudio Baumann. "En el caso que Barcelona, 1988.

177
nos ocupa, orden y distorsión permanecen reconocibles y su interacción es la que
r crea las condiciones esenciales de espaciamiento y temporalidad. El orden redun-
dante por sí mismo sería arquitectura manierista tardomoderna o mera construc-
ción; el orden distorsionado (la pureza violada) sería un experimento expresionista,

"zr^
surrealista o tardoconstructivista en clave formal tardomoderna. La conjunción de
ambos es lo que constituye la identidad conceptual y estilística de las propuestas
219
deconstructivistas."25
El encuentro entre órdenes incompatibles ya lo habíamos observado en Aalto
y en el mismo Le Corbusier, pero también hemos advertido que ciertas inflexiones
y articulaciones permitían el ajuste de los grupos formales surgidos de cada orden,
manteniéndose in extremis el orden del conjunto. En las obras de Coop Himmeiblau
da la impresión de que el caos es más cercano, ya que al choque entre ambos órde-
nes se añade la precariedad y la aparente confiisión que genera uno de los sistemas
ordenadores, y porque los contactos entre órdenes son, en algunos casos, relativa-
mente excluyentes.
Sin embargo, es innegable que todavía subsisten, si bien frágiles, unos últimos
recursos unificadores. El más elemental, pero no por ello menos eficaz, consiste en
el hecho de que tanto el sistema de orden de los paralelepípedos ortogonales como
el de los planos que se cortan según múltiples directrices en ángulos agudos se encar-
220
219. Coop Himmeiblau: complejo residencial en Viena. nan en unos paramentos de materiales y texturas parecidos, referidos a los estile-
220. Coop Himmeiblau: rehabilitación del Ronacherstheater,
mas de la arquitectura abstracta. Sin embargo, también ambos sistemas sintácticos
Viena. se influyen y se contagian a menudo. En el complejo residencial de Viena, por
ejemplo, a pesar de que las perturbaciones fuertes están en la cubierta, también los
forjados horizontales de las viviendas se inscriben dentro de un paralelepípedo
ortogonal colocado con una ligera inclinación, de modo que el orden de la orto-
gonalidad se dispone en el espacio según unas directrices que son propias del orden
tumultuoso. La tenue cohesión del conjunto persiste en la mayoría de los casos, aun-
que la dualidad incompatible es, a menudo, más visible.

LOS LÍMITES DE UN PROCESO

En algunos proyectos de Eisenman estas dualidades son todavía más exclu-


yentes, y a veces se producen entre la obra proyectada y su contexto inmediato. La
obsesión de Eisenman por la dialéctica entre el topos y la utopia lo ha conducido a
conceptuosas elaboraciones de la relación obra-lugar, que van desde la frontal opo-
sición hasta la producción artificial del contexto. En el Wexner Center for the
Visual Arts (FIG.222) de la Ohio State University, el nuevo complejo se proyecta
sobre dos sistemas de directrices anguladas (FIG.223): uno de ellos siguiendo la
trama del campus; el otro, la lejana retícula urbana de la ciudad de Columbus. Los
25 G O N Z Á L E Z C O B E L O , J . L.: "El juego de la deconstrucción'
El Croquis, núm. 40 (Madrid 1989). edificios existentes que se interponen en el extenso proyecto quedan absorbidos

178
por una de las tramas, mientras que la otra, que tiene un peso parecido en la com-
posición, provoca los característicos conflictos que producen numerosos espacios
de planta trapezoidal, a veces fluidos, a veces residuales. Pero lo más llamativo de
la obra es probablemente el mecanismo del scaling, que se aplica a ambas tramas
en una sucesión de tres escalas, y en algunos sectores hasta de cuatro, y que afecta
tanto a la planta como a los alzados (FIGS. 224, 225). Hay que observar que la casca-
da escalar se produce por medio de elementos geométricos muy simples - l a trama
cuadrada-, lejos de lo que se entiende comúnmente por fractal, más identificado
con lo irregular porque es usual la aplicación de generadores donde interviene el
azar controlado, que permiten mimar el orden oculto de las formas erráticas de la
221. Coop Himmelbiau: fábrica cerca de Viene.
naturaleza.
En cualquier caso, los poderosos efectos estructuradores del scaling son evi-
dentes. Moneo observa que "el visitante llega a quedar materialmente atrapado por
la atmósfera generada por el uso apropiado de los materiales y los mecanismos, vir-
tud que conduce a que se hagan sentir en el Wexner Center dos de los atributos que
más han caracterizado a la arquitectura clásica, consistencia y c o h e r e n c i a " 2 6 . No
obstante, esta coherencia no se manifiesta en todo el conjunto. Eisenman proyec-
ta una torre en un p u n t o singular: el más cercano al Oval, el centro del sistema
urbano del campus. A diferencia de toda la arquitectura de Eisenman, que evita
cuidadosamente cualquier referencia figurativa, la torre se proyecta con una forma
y un material que parece querer copiar, más que arquitecturas reales, versiones
arquetípicas convenientemente simplificadas de viejas torres de defensa. Parece un
intento, lícito pero fracasado, de inventar una ruina de un pasado inexistente. En
el proyecto, la torre era entera. En el momento de la realización fue seccionada
siguiendo una de las directrices de la retícula, como un desesperado intento de evi-
tar su absoluto aislamiento figurativo (FIG. 226).
El Wexner Center suscita muldtud de cuesfiones, algunas de las cuales pue-
den plantearse en la mayoría de los proyectos que parecen oscilar entre la fascina-
ción del orden y la llamada del caos: ¿No es el conflicto entre tramas, en este caso,
un procedimiento excesivamente arfificioso, demasiado explícitamente dirigido a
crear tensión? La justificación de ambas retículas, y especialmente la referencia a la
cuadrícula de la ciudad, ¿no es el característico pretexto pensado más para provo-
car interferencias a priori que para establecer unos sistemas de relación, reales o vir-
tuales, con el contexto? La falta de interés formal de los espacios de fricción entre
ambas tramas, en contraste con la calidad de los espacios que no sufren esta ten-
sión, como el teatro experimental negro (FIG. 227), ¿no plantea serias dudas sobre
la rigidez voluntarista de la intersección de directrices anguladas? Por el contrario,
¿no resulta después excesivo el afán ordenador cuando el scaling se aplica incluso
a cuatro niveles, y se ve forzado cuando se percibe en unas estructuras reticuladas
que no tienen una jusdficación funcional? En cambio, la presencia de la torre, con
26 M O N E O , R.: "Inesperadas coincidencias". El Croquis núm. 41
un sistema formal, un material y unas referencias figurativas ajenas al resto del (Madrid 1989).

179
complejo, ¿no supone, a pesar de su acertada posición, la presencia de un ele-
mento radicalmente excluido del conjunto, que ya no crea tensión, sino pura indi-
ferencia? La voluntad de independencia funcional que el programa otorga a esta
torre, ¿justifica su absoluto autismo, su apatía en relación con el resto del conjun-
to? El recurso extremo de seccionar la torre según una de las directrices de las tra-
mas, ¿no es ya un método amanerado que, más que inserir el artefacto en el
sistema de la retícula, expresa de m o d o insistente y redundante una voluntad de
fragmentación demasiado explícita?
Con todo, tanto la fragmentación como el potente orden del scaling parecen
instrumentos complementarios idóneos para un programa extenso como el del
Wexner Center. En efecto, la difícil conjunción de ambas herramientas permite
una serie de secuencias plurales y una riqueza de episodios espaciales a lo largo de
un complejo sistema de recorridos que no son ni habituales ni posibles en los limi-
tados perímetros de los edificios únicos. Una de las insinuaciones de la arquitec-
tura del Movimiento Moderno - l a incorporación de temas urbanos en el interior
del edificio- tiene en esta obra una particular manera de realizarse. Moneo sugie-
re que "la idea de un edificio único desaparece y en su lugar hace acto de presen-
cia una compleja realidad, más cercana a la percepción que tenemos de nuestras
ciudades que a la manera en que consideramos y utilizamos los edificios tradicio-
222. P. Eisenman: planta general del Wexner Center for the nales. La inestabilidad que fienen hoy día las ciudades parece quedar reflejada en
Visuals Arts, Columbus, Ohio.
el Ohio State University Wexner Center"27.
Probablemente sea éste el aspecto más notable de la obra, aparte del uso de
la cascada escalar. Y no sólo porque se presente como la metáfora de una ciudad
confusa, sino porque se diluyen las fronteras que tradicionalmente han distingui-
do el espacio público del espacio privado. Eisenman parece haber intuido las posi-
bilidades de lo que M. de Solà-Morales ha llamado los "lugares intermedios, ni
públicos ni privados, sino todo lo contrario", que concentran la actividad colectiva
y que empiezan a ser ya los protagonistas y los motores de la ciudad. "El espacio
colectivo es mucho más y mucho menos que el espacio público, si éste se hmita a
la propiedad administrativa. La riqueza civil y arquitectónica, urbanísfica y morfo-
lógica de una ciudad es la de sus espacios colectivos, la de todos los lugares donde
la vida cofidiana se desarrolla, se representa y se recuerda. Y quizá, cada vez más,
son espacios que no son ni públicos ni privados, sino ambas cosas a la v e z . " 2 8
La ambigüedad inclusiva de estos lugares plurales es otra dimensión de la
complejidad que se manifiesta tanto en la intersección de usos como en las arqui-
tecturas articuladas a escalas urbanas intermedias. Es posible que el Wexner Center
no tenga suficiente diversidad y multiplicidad funcional, pero esto no invalida el
valor de la propuesta, entre otros motivos porque la forma, casi siempre más per-
sistente que las funciones, puede inducir esta pluralidad de usos.
27 M O N E O , R.: "Inesperadas coincidencias", op. cit.
28 SOLÀ-MORALES, M. de: "Espacio publico y espacio colectivo"
Las dislocaciones de la estructura de la forma, los injertos o las inoculaciones
La Vanguardia (12 mayo 1992). - " c o m o una inserción genéfica de un cuerpo extraño dentro de un cuerpo que lo

180
hospeda para activar un resultado n u e v o " 2 9 - , las repetidas fragmentaciones, las dis-
continuidades y las múltiples manipulaciones están dirigidas por métodos ordena-
dores a distintas escalas. N o es posible percibir, ni en la obra de Eisenman ni en la
de los arquitectos que suelen asociarse al deconstructivismo, una real deconstruc-
ción de la forma que no vaya ligada a un proceso de reconstrucción de la estruc-
tura formal. C o m o ya hemos dicho, a los arquitectos no nos es posible proyectar
conscientemente el desorden. El orden precario puede ser un objetivo difícil. La
falta de orden es, en todo caso, fruto de la incompetencia.

LA MONOTONÍA DE LA DIFERENCIA

La poética de la transgresión nerviosa del orden propia del deconstructivis-


m o trae consigo, de manera latente, el riesgo del abuso expresivo y del amanera-
miento que ya se han manifestado pesadamente en mucha pseudoarquitectura
posmoderna. En cambio, en las obras comentadas no se pone en crisis la necesi-
dad de una estructura formal que dé soporte al orden, a pesar de que algunas veces
se confunda la diferencia -categoría de la complejidad- con la indiferencia -cate-
goría del desorden-.
Venturi ya advertía que "se pueden permitir contingencias por todas partes,
pero no pueden prevalecer por todas partes"30. Decenios más tarde, Eisenman, 223. P. Eisenman: trama del scaling del Wexner Center.
quien ha propugnado una arquitectura sin motivaciones externas y, en este senti-
do, aparentemente arbitraria, defiende la autonomía arquitectónica precisamente a
partir de su lógica interna: "La motivación (de mis propuestas arquitectónicas) tiene
algo de arbitrario, alguna cosa en su estado artificial que no obedece a una estruc-
tura externa de valores, e implica una acción y un movimiento con una estructura
interna dotada de un orden propio y de una nueva lógica"3i. Los arquitectos intuimos
perfectamente lo que afirman algunos psicólogos: que el polo opuesto de la com-
plejidad en la percepción no es la simplicidad, sino la imposibilidad de establecer
ninguna relación entre los elementos de un determinado campo y, por tanto, que
"el enemigo de la complejidad es la incompatibilidad, es decir, el d e s o r d e n " 3 2 .
Con todo, esta arquitectura de la complejidad explícita lleva implícita la ten-
dencia hacia la neutralización de los mismos efectos que quiere conseguir. En cier-
tos aspectos se manifiesta demasiado tributaria de algunas tendencias del arte
contemporáneo sometidas a la esclavitud de la temporalidad, que es fruto de esta
paradoja según la cual "el único valor permanente es la novedad que no es per-
manente". Toda originalidad lleva así una rápida fecha de caducidad a pardr de la
cual, como observa E. Trías, "lo nuevo se torna fácilmente en siniestro".
La arquitectura tiene la enorme ventaja de su implicación, que la rescata par- 29 EISENMAN, R: La fine del Classtco, op. cü.
30 VENTURI, R.: Complejidady contradicción en la arquitectura, op. cit.
cialmente de la compulsión de la novedad. Pero se encuentra inmersa en una igual-
31 EISENMAN, R: La fine del Cías sico, op. cit.
mente compulsiva poética de la fragmentación cada vez más fatigosa y homogénea. 32 ARNHEIM, R.: La forma visual en la arquitectura, op. cit.

181
"La nueva concepción de la cultura repudia el concepto de totalidad en nombre
de la diferencia, la heterogeneidad y la fluidez. De nuevo me sorprende el paradó-
jico fenómeno de la unanimidad al reclamar la heterogeneidad. Es la monotonía
de la diferencia, la tumba que el ingenio cava para sí mismo."^^ N o sólo el inge-
nio, cabe añadir, sino el arte en general y la arquitectura en particular.

LA UNIDAD DE LA FRAGMENTACIÓN

El "paradójico fenómeno" del que habla J. A. Marina suscita a mi parecer


Í Z E otra paradoja. Ciertamente, la "monotonía de la diferencia" puede tener efectos
devastadores sobre el arte y la invención arquitectónica. Pero la misma frase "mono-
tonía de la diferencia" nos descubre una posibilidad inesperada y aparentemente
contradictoria: la de obtener orden a partir de la heterogeneidad. Habíamos dicho
que la homogeneidad era uno de los procedimientos para conseguir la cohesión
formal, aunque, según el punto de vista de la psicología de la percepción, este
orden de la homogeneidad amorfa sea poco fructífero. Pues bien, si la prolifera-
ción de diferencias tiende a la monotonía, es posible inferir que la fragmentación
prolija tiende a la homogeneidad amorfa, es decir, a un cierto grado elemental de
224
orden. Pongamos un ejemplo: si observamos con una lupa un bloque de granito,
percibiremos el contraste de forma, textura, tamaño y color de los granos de cuar-
zo, mica y feldespato; veremos fundamentalmente diferencias irreductibles. A una
cierta distancia, sin embargo, la visión de tantas diferencias nos induce a percibir
la piedra como un material único texturado, o sea, con un atisbo de orden prima-
rio, y, desde lejos, ya la divisaremos como un bloque homogéneo. La percepción
de la diferencia o de la unidad depende en este caso de la escala.
Aunque este particular ejemplo no es aplicable claramente a la arquitectura,
sí nos puede ayudar a entender el papel de la fragmentación en la cohesión de los
tejidos urbanos. En los tejidos de la ciudad actual, las diversas parcelas suelen
soportar arquitecturas muy distintas porque, como ya se ha comentado, la cultura
contemporánea evoluciona demasiado rápidamente para permitir la sedimenta-
225
224. P. Eisenman: alzados del Wexner Center. Detalle.
ción de tipos y lenguajes arquitectónicos, que son, en consecuencia, heterogéneos.
Sea cual sea el tamaño de la parcelación o la unidad de arquitectura, advertiremos
225. P. Eisenman: Wexner Center. Detalle del recorrido principal.
sobre todo las diferencias, pero cuanto más pequeña sea la parcelación y más dila-
tada la visión, más posibilidades tendremos de percibir la unidad del tejido, aun-
que sea una unidad precaria. En cambio, esta posibilidad prácticamente desaparecerá
si la ciudad se construye con unas pocas megaestructuras singulares, que se enten-
derán en su conjunto como el caótico choque de formas irreductibles.
Sin embargo, el ejemplo del bloque de granito tampoco aquí es un símil del
todo pertinente, porque al aumentar la distancia de visión percibimos en esta pie-
33 MARINA, J.A.: Elogio y refutación del ingenio, op. cit. dra el parecido de los granos de cuarzo o feldespato y el brillo de las escamas de

182
la mica, que van reapareciendo aquí y allá en repetición errática, un hecho que difí-
cilmente se da en la ciudad actual donde es casi imposible que se observe este pare-
cido en arquitecturas tercamente dispares que casi nunca se repiten. Aun así, si se
aprecia una cierta "regla de la disparidad", se percibirá también una cierta unidad
subterránea beneficiosa. De aquí que, además del grano de la parcelación o uni-
dad arquitectónica, adquieran mucha importancia las "semejanzas de las diferen-
cias" y, en consecuencia, las reglamentaciones que regulen los contrastes; por ejemplo:
establecimiento de parcelas de tamaño parecido, normas de distancia entre edificios
—sobre todo, si limitan la distancia máxima y no la mínima como suele ser habi-
tual-, regulación de las diferencias de altura, etcétera. Las antiguas ordenanzas uni-
formadoras pueden así revitalizarse como ordenanzas de las diferencias.
En este mismo sentido, pero a otra escala, algunas teorías modernas entien-
den la ciudad como un mosaico irregular. Los fragmentos y los intersficios serían,
por tanto, los protagonistas de la nueva forma urbana. Siendo conscientes de que
los fragmentos son esencialmente diferentes entre sí o incluso indiferentes, los
intersficios adquieren especial relevancia para la estructura morfológica de la ciu-
dad porque pueden consfituir el espacio arficulante capaz de dotar de forma al
magma informe que supone la pura tangencia de fragmentos, especialmente si
éstos fienen dimensiones de gran escala. Para esta función clave, los espacios inters-
ticiales deben poseer ciertos atributos, entre los cuales el de la propia cohesión. Un
intersticio residual, es decir, sin entidad formal, no tendrá el protagonismo nece-
sario para cohesionar las piezas del mosaico. Esta necesaria entidad formal se
cimenta en el orden, que deberá construirse con cualquiera de los instrumentos
tantas veces repetidos, y en el vigor de las ideas motrices que dan soporte al pro-
yecto del intersticio, un vigor que debe ser compatible con la fiexibiUdad para ajus-
tar el espacio intersficial a las piezas del mosaico, dando al mismo fiempo la
necesaria complejidad al despliegue de la idea proyectual.
En cualquier caso, en la ciudad actual, ciudad de las diferencias cuando no
de las discrepancias, la coherencia morfológica es aún posible, aunque sea en el
límite, y esta coherencia puede tener sus fundamentos en el grano de la fragmen-
tación, la regulación de los contrastes y el poder ordenador de los intersticios.
227
226. P. Eisenman: torre seccionada del Wexner Center.

227. P. Eisenman: teatro experimental negro del Wexner Center.

183
•i »

m^n^ EESiiiililiiUíàiiUi

IMIIIIIIMIIIII
C A P Í T U L O VII

LA IMPLOSIÓN ARQUITECTÓNICA

EL ORDEN COMO REACTIVO

Hasta este momento casi siempre hemos hablado de orden abstracto y de for-
mas desencarnadas. Pocas veces, por tanto, hemos hablado de arquitectura, que no
es reducible al orden o a la forma virtual. En un proyecto, el orden sólo es imagina-
ble a través de los otros componentes de la arquitectura: la estructura resistente, la
materia, la luz, las maneras de utilizar o de colonizar la forma, los referentes cultu-
rales, las connotaciones simbólicas, etcétera. Su naturaleza radica en esta especie de
reacción química entre patrones abstractos, materiales físicos, funciones imaginadas
o evocaciones concebidas. Reacción química porque la substancia que deriva de ella
es de naturaleza distinta a la de sus componentes, incluso conservando muchas de
sus propiedades. El orden es un catalizador o acelerador de dicha reacción.
Esta síntesis es especialmente sólida en la mejor arquitectura. La imaginación 228. A. Aalto: croquis para el Museo de Shiraz, Teherán.

creadora es simultáneamente imaginación espacial, funcional y técnica, y se concre-


ta en unas ideas que son motrices del proyecto y vertebradoras de la obra. El inte-
rés y la energía de la arquitectura dependen del vigor de estas ideas, tanto si se trata
de una obra tectónica como de un edificio frágil.
Los arquitectos sabemos bien que la síntesis arquitectónica es una operación
difícil, puesto que obliga a nuestra imaginación a moverse simultánea y vertigino-
samente en diversos planos que interactúan constantemente. Es natural, pues, la ten-
dencia a tomar opciones reductivas en las que se establecen unas prioridades, y se
consideran subsidiarios algunos de los componentes de la síntesis, que suelen resul-
tar de este m o d o convencionales o forzados, ya que no han participado en el pro-
ceso de reacción y, por tanto, no han transformado los demás componentes ni han
sufrido su propia mutación. Por ello el funcionalismo simplista no sólo induce a la
banalidad formal, sino también al esquematismo funcional, del mismo modo que
la indiferencia hacia los problemas constructivos y de uso que a menudo exhiben
las arquitecturas hiperformalizadas las convierte fácilmente en arquitecturas de cli-
ché, inconsistentes y fugaces.
El proyecto reductivo conduce a arquitecturas minoradas opuestas a la com-
plejidad; son arquitecturas en las que se multiplican los elementos retóricos, antó-
nimos de los elementos versátiles implicados o de los elementos de doble función.
Resulta muy contradictorio que Venturi, vindicador de la complejidad, defienda la
Página opuesta: R. Koolhaas: concurso para el Parque de La
presencia de estos objetos retóricos desangelados, tan abundantes en los ejercicios Villette, layer.

185
de los estudiantes poco dotados y tan escasos en la mejor arquitectura.
No obstante, los componentes y los criterios de la síntesis han sido siempre
objeto de polémica. En la evolución de la cultura occidental, la tríada vitruviana
- l a firmitas, la utilitas y la venustas- ha servido de referente para esta síntesis, pero la
venustas ha sido el término ideal para ocultar las divergencias entre los valores atri-
buidos a la arquitectura. A pesar de que el orden es una constante, tiene que cali-
brarse más desde el punto de vista instrumental - y aquí radica precisamente su
excelencia- que desde las opciones culturales. Desde la diversidad de dichas opcio-
nes se ha planteado repetidamente qué es intrínseco y qué es heterónomo en la
arquitectura. Ya hemos hablado de que su evolución durante los últimos siglos
229. Le Corbusier: croquis-estudio para la ciudad de Montevideo.
puede leerse en clave de un perpetuo rechazo de la heteronomía, o de una indaga-
ción constante sobre su esencia.

LA BÚSQUEDA DE LA AUTONOMIA

Más significativas que las teorías de Alberti, las frases de Vasari contra las cons-
trucciones del gótico tardío, que calificaba de monstruosas y bárbaras porque tení-
an "el aspecto de estar construidas con papel más que con piedra o mármol", son
una críüca contra la pretendida heteronomía de la arquitectura "goda", que no res-
pondería ni a la firmitas de la arquitectura auténdca -"las columnas, muy delgadas,
todas en forma de caracol, no pueden tener fuerza para aguantar el peso, tan ligero
como se quiera"- ni al orden puro de la venustas -"esta ornamentación hecha de
una maldición de tabernáculos, uno encima de otro, con tantas pirámides y puertas
y hojas que no deben estar y que parece imposible que puedan sostenerse"^-.
La concepción objetiva del m u n d o y de la historia da soporte a esta arqui-
tectura de la claridad y de la reconciliación con los clásicos que defiende Vasari.
Sin embargo, un siglo después, Borromini y sus contemporáneos desconfiarán de
esta visión sistemática del universo y sustituirán el principio de autoridad por el
de experiencia. Argan opina que a mediados del siglo XVII la arquitectura ya no
se piensa como representación de unas realidades objetivas externas que hay que
manifestar, sino como determinación del e s p a c i o 2 . Borromini, el arquitecto más
sensible a estos cambios, elabora con rigor y pasión una arquitectura basada en la
práctica constructiva y en la experiencia directa que le otorga la observación de
los monumentos romanos, y no en la tratadística clásica ni en las premisas teóri-
cas del manierismo. El análisis, la crítica, la invención y la selección serán los
componentes de su método proyectual, como lo serán en la mayoría de los arqui-
tectos del Movimiento Moderno.
1 VASARI, G.: Le vite de'piú eccellentipittori, scultori e architetton, vol. I, Se da, por tanto, un nuevo rechazo de los valores externos de la tratadísfica clá-
Salani Ed., Vicenza, 1963.
sica y manierista, en favor de los valores intrínsecos de la arquitectura, liberada de
2 A R G A N , G. C . : El concepto del espacio arquitectónico desde el barroco a
nuestros días, Ed. N u e v a Visión, B u e n o s Aires, 1973. su misión representativa. En este abandono de las seguridades externas debía ser

186
angustiosa, a la vez que excitante, la exploración de lo interno, cuando el mismo
Borromini exclamaba: "Y yo, ciertamente, no me hubiera metido en esta profesión
con la finalidad de ser sólo un copista, aunque sepa que inventando cosas nuevas
no se recibe el fruto de la fatiga hasta bien tarde"^.
En cambio, para los arquitectos del iluminismo, las obras del patrimonio
clásico y barroco son vistas de una manera uniformadora, según la cual la com-
posición de aquellas obras se regía, de nuevo, por principios impropios. Se ha
magnificado a Ledoux c o m o el iniciador de la arquitectura autónoma que, en
oposición a la heterónoma de la tradición barroca, estaría en los orígenes de la
arquitectura moderna. E. Kaufmann basa su argumentación en el hecho de que
muchos proyectos de Ledoux tienen un sistema de organización que no se sopor-
ta ya sobre los principios ajenos del antropomorfismo o del símil orgánico de los
edificios barrocos, ni en la inflexión, por la cual el valor de las partes está en fun-
ción del valor del conjunto, sino, como ya hemos dicho, en una arquitectura de
pabellones, es decir, de unidades formales que tienen su propia autonomía y su
propia ley interna. De este m o d o la forma se determina mediante un proceso pro-
gresivo en el cual, finalmente, ya no se puede hablar de las partes de un todo, sino
de unidades independientes.
Naturalmente, éstos son los vértices de un proceso oscilante y plural en el que
los nuevos lenguajes se afirman a través de la negación, no tanto de los lenguajes
precedentes como de los valores que les daban soporte. Sabemos bien que hay una
transición continua de las formas y de los sistemas compositivos que pocas veces
permite hablar de auténficas cesuras. Pero este hecho no invalida que las teorías que
230. Herzog & De Meuron: Bodegas Dominus en Napa Valley,
soportan las nuevas irrupciones de estilos inéditos intenten afirmarse a través del Yountville, California.
achatamiento histórico y el rechazo sistemático.
En el caso del Movimiento Moderno, como en toda concepción fundamenta-
lista, esta acfitud se acentúa parficularmente, si bien los actuales estudiosos son pro-
clives a descubrir, cada vez más, continuidades con las arquitecturas precedentes, y
se habla del neoclasicismo de Le Corbusier, del paladianismo de Mies van der Rohe
o, a la inversa, del proceso hacia la abstracción de la arquitectura Beaux Arts. Con
todo, la refundación arquitectónica a partir de los valores esenciales de la funciona-
lidad, la técnica y la ciencia, la sinceridad estructural o la simplicidad formal, para-
lela al entierro de los órdenes —"eso no es arquitectura, son estilos. Vivientes y
magníficos en su origen, ahora no son más que cadáveres", proclama Le Corbusier
bajo un dibujo de Précisions-, no pone fin a este proceso. El mismo Malevich, quien
utiliza una terminología truculenta para referirse a la "arquitectura de las hojas
de acanto", que imagina como un "ridículo e insignificante Lázaro resucitado,
cubierto con el sudario, en medio de la furiosa aceleración de las máquinas",
considera heterónoma la función, y reclama una arquitectura absoluta, liberada 3 B O R R O M I N I , R: Opus architettonicum, a cura di S. Giannini,
Roma, 1725.
de la utilidad, "forma pura, proa metafísica"^, que naturalmente sólo podrá plas- 4 L L O R E N T E , M.: La memoria de la abstracción, tesis doctoral,
mar en los dibujos y maquetas de sus planeidades y arquitectonas. Barcelona, 199L

187
En el reflujo de las ideas esencialistas suele haber la preocupación por algu-
nos atributos suprimidos por la impetuosidad simplificadora de los pioneros,
como ha ocurrido con la reclamación del derecho a la figuración de algunas
corrientes arquitectónicas de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el pro-
ceso de reducción, achatamiento y unificación del pasado como referente al que
contraponer una nueva esencia finalmente descubierta puede confinuar indefini-
damente. Por ejemplo, para Eisenman, la arquitectura, desde el siglo XV hasta
ahora, ha venido determinada por tres ficciones: la Representación, la Razón y la
Historia. "A causa de la persistencia de estas categorías, será necesario considerar
este periodo como la manifestación de una condnuidad en el pensamiento arqui-
tectónico. Se puede definir esta modalidad ininterrumpida de pensamiento como
lo clásico", que incluye la arquitectura moderna, porque "a pesar de la proclama-
da ruptura, ya sea en la ideología o en el estilo, asociada al Movimiento Moderno,
las tres ficciones no se han puesto nunca en discusión, y por ello han quedado
intactas." Eisenman no quiere proponer un nuevo modelo para otra teoría de la
arquitectura (su aparente modesfia es en realidad muy ambiciosa), pero es signifi-
cativo que proponga "una expansión más allá de los límites presentados por el
modelo clásico, para la realización de una arquitectura como discurso indepen-
diente, liberado de valores externos (clásicos o no): es la intersección del signifi-
cado de lo arbitrario y de lo eterno en lo artificial"^.
Probablemente el esfuerzo más titánico realizado en la búsqueda de la pureza
es el de la arquitectura de la abstracción, que ha seguido planteando su radical recha-
231.a Herzog & De Meuron: particular del muro de las Bodegas
Dominus en Napa Valley, Yountville, California.
zo de lo que la arquitectura moderna ha considerado las dos heteronomías por exce-
lencia: la mimesis de la naturaleza y la mimesis de la historia. Ya hemos podido
apreciar la fiierza con que el mundo natural, especialmente el orgánico, se ha filtra-
do en la arquitectura, a pesar de la aparente contradicción entre natura y artificio.
La hemos comprobado en la representación directa de los motivos vegetales y zoo-
mórficos, en la visión de determinados elementos arquitectónicos como imágenes
arquetípicas de la naturaleza - l a columna como un árbol-, en la abundancia de
simetrías bilaterales que parecen proyecciones de la morfología animal, en la asun-
ción por parte de la arquitectura de las inflexiones características de los seres vivos,
en el común rechazo de las dualidades, en la fascinación por la geometría de los
cristales, en las múltiples manifestaciones de la metáfora antropomòrfica, desde la
simetría vitruviana hasta el símil entre la fachada y el rostro de Vasari, y en las
proporciones armónicas fundadas en las relaciones métricas del cuerpo, desde
Leonardo hasta Le Corbusier.
Y las imágenes del mundo natural siguen rezumando en la arquitectura más
desnuda. La analogía orgánica se consfituye en uno de los referentes más consisten-
tes del Movimiento Moderno. En el cénit de la abstracción, Malevich jusfifica su
arquitectura liberada de la función - e l arte suprematista del volumen-construcción-,
5 E I S E N M A N , R: LafmeddClassico, CLUVA Ed., Venecià, 1987. aunque apta para ser colonizada, con este símil: "(...) De esta manera enfiendo la

188
naturaleza y todas sus construcciones. El árbol, la montaña, la roca están configura-
das por estructuras que no tienen una intención utilitaria... y no porque el pájaro
construya su nido en un árbol significa que el árbol haya crecido para él"6. Las recu-
rrencias fi-actales, que la física moderna ha idenüficado en algunos sistemas de la
naturaleza, sirve de referente para algunos métodos estructuradores en arquitecturas
recientes, como hemos visto en el caso del scaling de Eisenman, del cual, por otra
parte, ya hemos comentado cómo explica una de sus propuestas proyectuales a tra-
vés de la metáfora orgánica de la inoculación genética.
Probablemente las omnipresentes imágenes y leyes de la naturaleza seguirán
excitando la imaginación espacial y consfituyendo una fuente de métodos estructu-
radores. Pensamos que hay causas lo bastante insondables como para creedo así. Sin
embargo, también vale la pena recordar los límites de la analogía orgánica y la sim-
plificación equívoca del funcionalismo basado en dicha analogía, que ya hemos
mencionado en el Capítulo II.

LA ESTRUCTURA ILIMITADA

Un organismo vivo tiene una unidad nacida de un principio conformador


interno que lo configura como una estructura cerrada, capaz desde luego de inter-
cambios funcionales, aunque no formales, con el contexto. La conformación de la 231.b Herzog & De Meuron: particular del muro de las Bodegas
arquitectura, en cambio, al igual que las formas estructuradas de la materia inerte, se Dominus en Napa Valley, Yountville, California.

realiza por aglutinación y no por imbibición. La arquitectura puede ser de ese modo
una estructura abierta, capaz de incorporar el contexto físico. Si tenemos en cuenta
que dicho contexto es un componente más de la síntesis arquitectónica, pronto per-
cibiremos que el modelo de intercambio forma-contexto de los organismos vivos es
radicalmente distinto del que hemos considerado fructífero para la arquitectura.
La idea de que el contexto físico es un factor más de la síntesis deriva en nues-
tro caso de la valoración de la estructura formal como una invariante imprescindi-
ble de la arquitectura. Si el sistema de relaciones formales perceptibles en el interior
de una obra es una de las condiciones de la mejor arquitectura, por el mismo moti-
vo lo es el de las relaciones que se establecen entre dicha obra y su perímetro exte-
rior. Es decir, una estructura abierta que instaura enlaces con el medio se percibe
como una estructura a una escala superior. El edificio, que puede tener una dimen-
sión real escasa, posee una dimensión virtual mayor, del mismo modo que un pro-
yecto desestructurado, subdividido en órdenes parciales disjuntos, es un proyecto
mezquino, ya que posee una dimensión virtual más pequeña.
La inclusión del contexto en el proyecto no debe interpretarse como una pura
adaptación de la forma al medio -recordemos el comentario de Bohigas citado al 6 M A L E V I C H , K., cit. en L L O R E N T E , M.: La memoria de la abs-
tracción, op. cit.
final del Capítulo II, y su frase: "Diseñar para un público o contra un público"^-.
7 B O H I G A S , O.: Contra una arquitectura adjetivada, Ed. Seix y Barral,
Las relaciones entre la obra proyectada y el lugar pueden ser pacíficas o tensas, pue- Barcelona, 1973.

189
den ser de ajuste o de contraposición, y en algunos casos el mismo contexto puede
ser reinventado, como ya hemos visto en el Wexner Center, o como ya había inten-
tado Bramante en su templete de S. Pietro in Montorio.
El croquis de Aalto para el museo de Shiraz (FIG. 228), en Irán, es un ejemplo
exacto de ajuste a las vocaciones formales del lugar. En este croquis las cubiertas del
edificio se despliegan como una continuación acelerada de las terrazas que configu-
ran la colina. En cambio el estudio para la ciudad de Montevideo (FIG. 229) de Le
Corbusier muestra una acdtud diferente: el edificio-autopista se coloca como una
regla de geometría rígida que corta la colina del puerto. La confrontación es dura,
pero el proyecto es vigoroso precisamente porque no hay ninguna indiferencia entre
ambas formas. El edificio-autopista que enlaza con el territorio corta la colina jus-
tamente por su eje y se derrama después sobre la bahía, como una agresiva proa que
tiene su respuesta en la concavidad de dicha bahía.
Las actitudes que valoran la absoluta segregación de la obra respecto de su con-
texto son contrarias al principio clave de la estructura formal de la arquitectura, y
claramente minoradoras de su alcance e interés. Persiste a menudo la confusión
entre la diferencia y la indiferencia, que ya hemos comentado en el capítulo prece-
dente. Un buen proyecto puede ser, como el de Le Corbusier, radicalmente distin-
to del contexto, pero nunca indiferente. Los intentos de representar la atopía o el no
lugar a través de formas audstas son reductivos, y sólo están justificados si, junto a
la negación del contexto, existe la pretensión de generar un proceso de readaptación
del lugar a la obra, que es otra forma de plantear una relación fructífera.
Los diálogos entre el artificio y el medio tienen a veces la ambivalencia de una
conversación inteligente. En la comentada plaza deis Països Catalans de Barcelona
232. Herzog & De Meuron: detalle de la sección del muro de las (FIGS. 201, 202, 203), la difícil construcción de un lugar con su propia entidad no se
Bodegas Dominus.
realiza ni excluyendo el contexto ni adaptándose a él. La plaza no se cierra, y su perí-
metro es indefinido, perdiéndose entre el desorden de los bloques adyacentes, pero
define un espacio propio configurado por las relaciones entre los elementos que se
proyectan allí. Sin embargo, estos elementos no son ajenos al contexto. C o m o ya
hemos comentado, son elementos extraídos del mobiliario urbano de la ciudad, de
modo que no hay solución de continuidad entre la plaza y el barrio, pero son ele-
mentos ligeramente deformados y funcionalmente descontextualizados, precisa-
mente para indicar la sutil diferencia que transfigura el lugar. La forma sinuosa del
banco de madera ya mencionado (FIG. 209) consdtuye un ínfimo detalle más de este
proceso inclusivo, que sabe crear un espacio singular a partir de la digesdón de los
ingredientes triviales de la ciudad.
Los buenos ejemplos de arquitectura son, de este modo, ligeras emergencias de
un continuo urbano o topográfico indefinido, estructuras condensadas de este con-
dnuo, cnstalizaciones de una estructura ilimitada.

190
EL SALTO DE NIVEL: DE LA RESPUESTA AL PROBLEMA

La interdependencia entre las diversas estructuras que confluyen en la arqui-


tectura vuelve conflictiva la elaboración de la síntesis. Sabemos que la forma no
sigue necesariamente a la función, ni tampoco la función se adapta estrictamente
a la forma. Son más ajustadas las afirmaciones intermedias, como "la función
transforma la forma" o "la forma sugiere la función". Sin embargo, en los mejo-
res proyectos lo que realmente se plantea es una relación distinta e inesperada
entre ambos factores.
La invención arquitectónica es, ciertamente, invención espacial, invención de
sistemas constructivos, de nuevas formas de plantear los usos, de diálogos sorpren-
dentes con el contexto, pero sobre todo es la invención de nuevas correspondencias
entre estos factores, lo que implica romper el proceso lineal que va del plantea-
miento del problema (generalmente exigencias de uso) a la respuesta (forma cons-
truida). Las mejores obras solucionan problemas que no habían sido planteados
previamente, porque, como observa agudamente P. Hein, en estas obras el proble-
ma forma parte de la respuesta. El hecho de que el motivo primario que origina el
proyecto sea de orden funcional no reduce la validez de esta afirmación. No obs-
tante, la simple corrección arquitectónica, no sólo necesaria sino conveniente en 233
determinado tipo de proyectos, no requiere necesariamente la imaginación de una
síntesis original, sino el buen uso de un patrimonio arquitectónico decantado.
En las épocas de evolución lenta de la arquitectura, el ajuste afortunado de
todos sus componentes cristalizaba en unas tipologías perfectas, unos modelos
que durante largos periodos podían ser reproducidos con la seguridad de repro-
ducir también un sistema óptimo de correspondencias internas. Los cambios en
las técnicas constructivas, en los usos, en la posición topográfica o urbana, gene-
ralmente leves, se resolvían mediante reajustes casi automáticos. Ésta era la pauta
de la construcción en las sociedades primitivas, agrarias o cerradas. La estabiliza-
ción del tipo, ligada en la arquitectura culta a determinados estilos, ha sido posi-
ble también en aquellos periodos de la historia en los cuales estos lenguajes
tuvieron tiempo de afirmarse y de generalizarse.
En la arquitectura actual esta sedimentación es casi imposible. La producción
masiva de construcción estandarizada se resiente de ello, porque no hay suficiente
morosidad para comprobar, seleccionar y perfeccionar los modelos inéditos.
Algunos patrones son relativamente estables - c o m o el de los organigramas funcio-
nales de las viviendas, aunque recientemente se detecta una mayor pluralidad de exi-
gencias derivada de la progresiva desaparición de la familia estándar—, pero los
cambios en las técnicas, en los materiales, en los referentes simbólicos, en los usos
234
públicos y en los territorios urbanos son notablemente rápidos. 233. Le Corbusier: planta del Carpenter Center, Harvard
University.
Estas circunstancias nos otorgan a los arquitectos contemporáneos un margen
desorbitado de decisiones que nos acerca a los extraviados artistas de nuestro tiem- 234. A. Aalto: proyecto de barrio residencial en Pavía. Maqueta.

191
po. Cada vez tiene menos vigencia la afirmación de Gombrich según la cual "no
somos libres ante las formas del pasado ni ante su validez como modelos tipológi-
cos, pero si nos creemos libres habremos perdido el control sobre cada sector ver-
daderamente activo de nuestra imaginación y de nuestro poder de comunicación
con los demás". En cambio, cada vez es más sentida aquella otra constatación suya
que aludía a los pintores abstractos: "Es una evidencia de la psicología que lo más
difícil de soportar es la completa libertad de toda restricción"^.
La invención de un nuevo sistema de relaciones estructurales en la síntesis es
normalmente el fruto de unos procesos intuitivos en los cuales la imaginación se
enciende a partir de imágenes de la memoria. En este sentido, la primera frase de
Gombrich sigue siendo cierta, pero no parece igualmente cierto que las imágenes
más activas sean las de los modelos tipológicos cercanos más o menos válidos. Esta
proximidad constituye una limitación para superarlos, y es fácil encallar en la res-
puesta mimètica a un organigrama funcional o en el empecinamiento en una pre-
concebida solución constructiva.
Las situaciones en cul-de-sac son las que en las mejores obras se resuelven con
un salto de nivel, con una superación de la dinámica problema-respuesta, planteando
los problemas en otros términos. Entonces uno se da cuenta - u n momento extra-
ñ o - de que puede haberse superado una dialéctica infructuosa, y de que la respuesta
ha cambiado la pregunta. A menudo los gérmenes que facilitan este cambio de
plano son imágenes inesperadas de la memoria que tienen una remota relación con
el tema proyectual porque, precisamente debido a esto, están menos atrapadas en
una relación fuerte y estable entre los componentes arquitectónicos.
El comentado Plan Obús (FIG. 145) de Le Corbusier es un buen ejemplo de
invención tipológica, en el cual se han alterado todos los sistemas de relaciones. La
235. A. Aalto: diagrama de la trama sinusoidal del barrio de Pavía.
enorme fuerza del proyecto deriva de esta inusual capacidad de inventar, no sólo un
nuevo modelo de vivienda, un nuevo modelo de infraestructura viaria, una aplica-
ción diferente de las técnicas constructivas, una nueva concepción del crecimiento
urbano, una nueva relación ciudad-territorio, etc., sino una manera inédita, sor-
prendente y al mismo tiempo intensa de relacionar todos estos componentes en un
único proyecto (lo que hemos llamado un proyecto global, económico e inclusivo)
fuertemente trabado. El hecho de que no se realizara es, desde luego, un síntoma de
desajustes o de rigideces importantes, o de una resistencia a admitir a gran escala
unos cambios extremos, sobre todo cuando éstos afectan al m o d o de vivir en
comunidad, pero no reducen el interés del proyecto en tanto que ejemplo límite
de imaginación tipológica, precedente de los edificios multifuncionales y de las
macroestructuras posteriores. Naturalmente, la invención tipológica a través de un
salto de nivel puede aplicarse con el mismo ingenio a pequeña escala y a elementos
parciales de la arquitectura. Herzog & De Meuron idearon un nuevo tipo de muro
en las Bodegas Dominus de Napa Valley, California (FIG. 230). No era sencillo dar res-
8 G O M B R I C H , E.: Meditaciones sobre un caballo de juguete, Ed. Seix y
Barral, Barcelona, 1968. puesta a la necesidad de un cerramiento que tuviera una alta inercia térmica, que

192
dejara pasar la luz y, en ocasiones, el aire. Los referentes tipológicos conducen a
muros con ventanas y persianas, a muros perforados o a porches más o menos pro-
tegidos. Los arquitectos tomaron un referente lejano: el muro de gavión de las obras
hidráulicas, que aquí rellenaron con piedra basáltica del lugar y con densidades dis-
tintas según el grado de luz y de aire requerido en el interior (FIGS. 231,232). Esta des-
contextualización del uso habitual del gavión les permitió una solución óptima: al
control térmico natural se añadió una refinada adaptación al lugar, una luz interior
insólita y graduada, y una ventilación conveniente. La textura es sutil, y la luz noc-
turna vista desde el exterior es sorprendente. Una sola idea, un único elemento resuel-
ve solicitaciones funcionales diversas, se adapta al lugar y genera unos espacios con
una luz prodigiosa. Aunque no todo es tan perfecto: el gavión no cumple funcio-
nes estructurales, y debe adosarse a veces a un muro resistente que contiene abertu-
ras acristaladas cuando el espacio interior debe cerrarse. Pero aun así, la invención
mantiene una considerable potencia.
Las ideas vigorosas, muy sintéticas, que están en el origen de las arquitectu-
ras más valiosas, otorgan a la obra un determinado sistema de orden, pero sobre
todo una energía particular que pueden tener tanto los edificios más delicados
como los más rotundos. N o existe una correspondencia clara entre el orden y la
energía. Pero un proyecto desestructurado no posee nunca el atributo de la fuer-
236. A. Aalto: detalle del proyecto de barrio residencial en Pavía.
za, y en cambio un único sistema ordenador no sólo es más económico, sino que
generalmente tiene más capacidad para inducir aquel atributo. Aun así, esta afir-
mación es relativa. Existen otros factores de naturaleza formal que confieren ner-
vio al proyecto, y de los cuales hemos hablado en los Capítulos I y IV: los campos
de fuerzas de las formas.
Un proyecto lineal, por ejemplo, montado sobre una directriz larga, está ini-
cialmente dotado de una energía que se potencia si el desarrollo del proyecto se va
ardculando en líneas que tienen la misma directriz o una semejante, y que por tanto
intensifican este campo de fuerzas. Los elementos puntuales o transversales interfe-
ridos pueden incluso, si denen una dimensión reducida, manifestar mejor este flujo
de energía. Lo mismo cabe decir de un proyecto armado sobre un centro que jerar-
quiza el espacio a su alrededor, sea cual sea el sistema de orden utilizado. Por el con-
trario, un proyecto en malla, levantado sobre dos directrices contrapuestas de
parecida intensidad, a pesar de poseer una fuerte cohesión - e l orden formal puede
ser muy nítido-, es un proyecto neutro que fiende a la homogeneidad, lo que no
significa que no pueda tener sumo interés. Por el mismo motivo, es difícil conferir
vigor a proyectos duales o policéntricos, sobre todo si los centros no están jerarqui-
zados, o a los que se organizan simultáneamente sobre campos de fuerzas inicial-
mente incompatibles, como las lineales y las centrales.
Por supuesto que esta dificultad no implica imposibilidad. La pluralidad de
campos de fuerza, que no tiene nada que ver con la complejidad formal y poco con
el orden, representa un riesgo importante de neutralización de vectores, que tiende

193
a producir proyectos sin aliento. El conocimiento de este riesgo permite el control
y la articulación de estas líneas de energía, que sólo inicialmente son discordantes y
debilitadoras. Es más, es en la resolución de las incompatibilidades fuertes - c o m o
las dualidades- donde radica el interés de los proyectos más atrevidos. U n buen
ejemplo lo tenemos en la dualidad resuelta del Carpenter Center (FIG. 233) de Le
Corbusier, o en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (FIG. 135), ya
comentado en el Capítulo IV.
Hay que aclarar que al hablar de campos de fuerza nos hemos situado de
nuevo en el plano de la forma abstracta y de su energía formal, y no en el plano
sintético de la arquitectura. Desde este otro nivel más amplio se puede hablar de
energía cuando los proyectos son fuertemente inclusivos, es decir, cuando gene-
ran combinaciones de gran consistencia entre los factores de la síntesis proyec-
tual. Pese a todo, no hay que olvidar los efectos del vigor del esquema formal
sobre dicha síntesis.

INVENCIÓN Y SELECCIÓN

Cuando las ideas previas, motrices del proyecto, son suficientemente sintéti-
cas, se manifiestan en embriones arquitectónicos que tienen una estructura interna
propia y unas leyes de desarrollo también propias. Si la invención de las ideas ger-
minales es un momento clave del proyecto, no lo es menos el momento de la selec-
ción. El instante inventivo de la inteligencia es sólo "una etapa deslumbrante y
magnífica, pero inicial. Para crear necesitamos esta proliferación de ocurrencias que
237. R. Moneo: planta del Museo de Arte Ronnano de Mérida.
nos impide enclaustrarnos en la repefición estéril. Necesitamos también no quedar-
nos en estas ocurrencias, sino prolongarlas en el momento creador. Sabiendo que
contradigo las más ancladas creencias del artista moderno, tengo que afirmar que el
instante decisivo de la actividad creadora no es la ocurrencia, la invención, sino la
selección... Es el acto más genuino del artista"^. En arquitectura, esta afirmación de
J. A. Marina es parücularmente cierta.
La selección requiere el previo reconocimiento, en la idea germinal, de una
concordancia feliz de los componentes arquitectónicos, que en los mejores casos
será el resultado de un salto de nivel o de una inversión del problema, pero, en cual-
quier caso, una concordancia donde las formas de uso convencionales o transfor-
madas, los patrones ordenadores, las relaciones contextúales, la estructura resistente,
las técnicas constructivas, los materiales y los referentes formales directos, plantea-
dos de momento en sus estadios más primarios, no se perciben forzados ni emba-
razosos, y las relaciones entre ellos son fluidas.
La selección requiere también una especie de exploración acelerada del desa-
rrollo del proyecto para intuir sus potencialidades y descubrir sus rigideces. Los
9 M A R I N A , ] . A.: Elogio y refutación del ingenio,
Ed. Anagrama, Barcelona, 1992. embriones arquitectónicos fienen ya una incipiente estructura que relaciona los

194
diversos componentes, y esta estructura marca las pautas de su evolución. En este
momento proyectual se percibe claramente que el embrión gobierna en parte el pro-
yecto, ofreciendo resistencia a determinadas concreciones, incluso pequeñas, si son
contrarias a la idea motriz, y permitiendo, en cambio, expansiones profusas en la vía
abierta por esta idea. Y es dentro de esta vía donde pueden manifestarse las contra-
dicciones inevitables de cualquier concreción; precisamente la adaptación o yuxta-
posición de contradicciones que realiza el proyecto es lo que lo enriquece y le da la
necesaria complejidad.
Las ideas embrionarias que no tienen flexibilidad, es decir, que se disuelven o
se destruyen en la concreción proyectual, son ideas no pertinentes que derrumban
la estructura de relaciones y dan obras desfallecidas. Una buena idea motriz induce,
en cambio, un amplio despliegue formal. 238. R. Moneo: alzado del muro del Museo de Arte Romano
de Mérida.
En el proyecto de Aalto para un barrio residencial en Pavía (FIG. 234) se aprecia
especialmente la cualidad de la flexibilidad, precisamente porque el planteo inicial
es, en apariencia, muy rígido. El embrión del proyecto sintetiza una específica serie
de requisitos funcionales —evitar las vistas sobre la autopista, optimar la orientación
solar, conformar espacios mancomunados, etc.- con una precisa idea de orden basa-
da en una malla regular de bloques sinusoidales.
De entrada, tanto la forma sinuosa geométricamente trazada como su disposi-
ción en la malla son opciones formales de una inflexibilidad poco apta para un desa-
rrollo del proyecto que admita la pluralidad funcional -edificios públicos,
aparcamientos, viviendas unifamiliares, parques, etc.— y el reconocimiento del lugar
- l a autopista Roma-Milán, el río Ticino en el límite sur y el afluente que cruza el
centro del barrio-. Pero Aalto demuestra que el embrión produce una diversifica-
ción de formas adecuadas a estos requisitos que no debilitan en absoluto la idea
motriz. Aalto realiza una serie de operaciones que desbloquean la rigidez inicial: las
distintas alturas de los bloques en función de la orientación, sus discontinuidades
dentro de la continuidad virtual de la malla, el ligero desplazamiento de las sinu-
soides para que los vértices no siempre coincidan, pero, sobre todo, el trazado de un
nuevo haz de directrices radiales ligadas con las curvaturas (FIG. 235), haces que a la
vez sufren desplazamientos y deformaciones sin patrones geométricos claros, pero
perceptivamente muy coherentes.
A escala más detallada (FIG. 236) observamos cómo a veces el final de un blo-
que se transforma en un edificio singular que sigue la alineación sinusoidal, pero
con alteraciones, cambios de ritmo y directrices internas radiales; o cómo las radia-
les con centro desplazado, que son aristas de terrazas, soportan las viviendas unifa-
miliares que se van extendiendo hacia la orilla del Ticino. De esta manera es posible
la diversidad tipológica, la adherencia a las ligeras irregularidades de la topografía y
la conformación de espacios distintos en dimensión, tratamiento y apertura; algu-
nos de ellos contienen aparcamientos y pasos semisubterráneos que, ciertamente,
siguen directrices ortogonales ajenas al sistema - e l único patrón formal de difícil

195
encaje en el conjunto-, si bien la directriz dominante es tangente a la parte rectilí-
nea de la sinuosidad.
El Museo de Arte Romano de Mérida (FIG. 237), proyectado por Moneo, es
otro ejemplo de síntesis afortunada, generadora de una tipología museística poco
habitual y con capacidad para desarrollarse de manera flexible. En efecto, la idea
sintética engloba un sistema estructural (los grandes muros de ladrillo con los
correspondientes arcos y contrafuertes) que es una rememoración del orden sólido
de la arquitectura mural romana (los muros se realizaron con parecida técnica)
coherente con la función del museo (FIG. 238). Con su textura delicada y neutra,
los muros son, a la vez, perfectos lienzos de pared para la exposición de piezas,
soportan una cubierta de claraboyas proyectoras de una luz cenital óptima y se
disponen según un claro sistema ordenador basado en la uniformidad del material
y en la repetición regular del muro (FIG. 239), repetición que, a su vez, permite un
gran desarrollo de la superficie de exposición. La idea germinal cristaliza en una
estructura compleja donde no se han excluido los elementos de la síntesis, y
donde las interrelaciones y las correspondencias entre factores son vigorosas.
Pero esta estructura embrionaria no es inflexible. Los espacios amplios, que no
se pueden formar entre los muros, relativamente cercanos, surgen como espacios
transversales abiertos en los muros a través de grandes arcos. La repetición regular
de los muros obliga a la equimetría de las crujías, pero permite que aquéllos tengan
longitudes distintas para seguir la alineación inclinada de la calle. La interrupción
del ritmo favorece la formación de patios interiores, y la unidad del material asegu-
ra la integración del cuerpo destinado a administración y pequeñas dependencias,
así como la sala de actos, ajustada al ángulo este y configurada con otros criterios
compositivos, aunque el ritmo vuelva a aparecer en la división de las dependencias,
239.a R. Moneo: ritmo de los muros de ladrillo del Museo de y en los soportes estructurales de la sala, cuya equidistancia es la misma que la de
Arte Romano.
los muros del cuerpo principal.
Las pautas de desarrollo del embrión arquitectónico han permitido, pues, una
concreción del proyecto en volúmenes y formas variadas, sometidas sin embargo al
ritmo y la ortogonalidad. No es imprescindible que la flexibilidad sea ilimitada ni la
adaptación a los requisitos contextúales mimètica y blanda. Precisamente la obra se
implanta sobre el lugar con una cierta rigidez, claramente voluntaria, tanto en rela-
ción con los barrios actuales de la ciudad como en relación con las ruinas sobre las
que se asienta el edificio. La planta subterránea manifiesta el contraste entre la trama
excavada de la ciudad romana y la trama regular de los muros del museo, que siguen
directrices disüntas, como si la obra, que con sus referencias a la arquitectura roma-
na quiere sugerir o recrear el viejo contexto, quisiera también manifestar, como en
un palimpsesto, la superposición de estratos que los arqueólogos descubren en las
ruinas urbanas; una superposición que se hace explícita en la visión de la vía roma-
na atravesando diagonalmente los pafios interiores.

196
CONTRA LA INCONTINENCIA FORMAL:
EL PRINCIPIO DE PARSIMONIA
La Casa Papanice (FIG.240), construida en 1970 cerca de Roma, es reveladora,
c o m o muchas otras obras, de un problema compositivo c o m ú n a todas las artes que
es pertinente comentar aquí.
La planta del edificio, con la proyección de las molduras circulares del techo,
manifiesta claramente que la obra tiene el atributo del orden - e n este caso en grado
e x t r e m o - que hemos identificado en la mejor arquitectura. Posiblemente fiene una
organización del espacio que, a pesar de su singularidad, se ajusta bien a las exigen-
cias fiincionales, y parece desarrollar, con una cierta flexibilidad, las ideas generado-
ras básicas que el m i s m o autor explica en un plano analífico (FIG. 241), donde se
presta especial atención a la luz, los recorridos, las visuales, etcétera. Podemos creer
también, aunque esto sea más dificil, que es fluida la relación entre la estructura de
la forma y la estructura constructiva. La visita al interior confirma estos atributos
(FIG. 242), a pesar de que la visión se distraiga por la abundante gama de materiales,
colores y referencias enfáticas. Así pues, parece que la obra despliega las virtudes del
239.b R. Moneo: ritmo de los muros de ladrillo del Museo de
orden comentadas aquí, y, sin embargo, pocos podrán rehuir una sensación abru- Arte Romano.
madora que se traduce rápidamente en disgusto. Y no tanto por las fastidiosas estri-
dencias más o menos triviales de los recubrimientos interiores c o m o por la misma
concepción del edificio. ¿Cuál puede ser la causa?
Hay en la ciencia u n precepto poco discutido según el cual, si dos teorías dis-
tintas explican el mismo fenómeno, es más probable que sea correcta la más senci-
lla. Este precepto, llamado principio de parsimonia - e n parte derivado del de la navaja
de Occam-, se ha considerado también un sólido principio artístico que algunos psi-
cólogos del arte resumen en el enunciado: "una obra debe ser tan simple c o m o su
tema lo permita". N o es, ciertamente, una idea moderna, si tenemos en cuenta que
ya Aristóteles la expresó, cuando se refería a la fábula episódica, con la frase "lo que
n o es necesario, n o es bueno"io.
Probablemente el principio de parsimonia se endende mejor a través de su
antagónico: el abuso de recursos expresivos, que se manifiesta fundamentalmente
mediante la repetición desmesurada de un mismo elemento sorprendente o enfáfi-
co, o por la acumulación, igualmente excesiva, de distintos elementos inesperados
o exagerados. En el lenguaje, este abuso es caracterísfico de los literatos incipientes,
a los cuales ya advertía Aristóteles: "Lo inesperado es sorprendente y por eso agra-
dable... N o obstante, si el estilo consistiera exclusivamente en términos sorprenden-
tes, al principio parecería digno de respeto, pero inmediatamente lo consideraríamos
enigmádco y bárbaro"!i. E. Kant generaliza la misma idea cuando afirma: "En la
belleza nada cansa tanto c o m o el arte trabajoso adverfido detrás. El esfuerzo para 10 ARISTÓTELES: El arte poética, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1979.
11 ARISTÓTELES: El arte poética, op. cit.
impresionar resulta penoso y produce sensación de fatiga"i2 sensación de fafiga
12 KANT, E.: Lo bello y lo sublime. La paz perpetua, Ed. Espasa Calpe,
que experimentamos en la Casa Papanice. Madrid, 1979.

197
El principio de parsimonia, por el contrario, respondería con exactitud al con-
cepto de aforismo de Nietzsche: "Comprimido, riguroso, con la máxima substancia
en el fondo, su fría malicia contra la palabra bella... Es un minimum en la extensión
y el número de signos y un máximum en la energía de estos s i g n o s "
En arquitectura, el sentido de la economía de medios expresivos se presenta
de manera alusiva en los tratados de Alberti y Palladio, y de manera más directa en
los escritos de los arquitectos del iluminismo (Ledoux: "Todo lo que no es indis-
pensable fatiga a los ojos, nubla el pensamiento y no añade nada al c o n j u n t o ' ' ^ ^
Lodoli: "Nada sirve para decorar si no sirve también para construir"). El rechazo
de la ornamentación suele estar en la base de esta idea de la parquedad composi-
tiva, como lo está en los escritos de Loos y de otros polemistas del Movimiento
Moderno. Y, de hecho, el aforismo moderno del menos es más se ha identificado
generalmente con la arquitectura desnuda, abstracta, estrictamente necesaria y apa-
rentemente simple de Mies.
Esta identificación la ha converfido en objeto de las desaprobaciones posmo-
dernas. El less is more se ha apostillado con el less is bored, y algunas corrientes arqui-
tectónicas de estos últimos decenios han considerado que el ornamento debe
prosperar una vez expiada su relación con el delito y otras culpas. "Cuando los
modernos suprimieron el ornamento de la dieta arquitectónica, purgaron con ello
mucho más de lo que el mal gusto había m e r e c i d o . " 1 5 Venturi insiste en que más no
es menos, y que "la doctnna del menos es más deplora la complejidad y jusfifica la
240. P. Portoghesi: planta de la Casa Papanice, Roma. exclusión por razones expresivas".
Esta afirmación pone de manifiesto la confusión que produce el axioma con
su rica ambigüedad, porque puede interpretarse justamente en el sentido contra-
rio al de Venturi, es decir, como un principio que sugiere la inclusión y deplora
la reducción.
Efectivamente, menos no es necesariamente más, pero la expresión es fructífe-
ra si la redefinimos como un proceso, afirmando que es positivo cualquier movi-
miento que vaya de menos en los medios a más en los resultados. De hecho éste es
el significado que muchos analistas han dado ya al aserto, basándose en aquella otra
frase de Mies escrita en 1923: "El efecto más grande en los medios más concisos".
J. M. Montaner se expresa en este senfido cuando plantea el aforismo como "el desa-
fío de conseguir emocionar sin la necesidad de recurrir a una gran densidad de ele-
mentos decorativos y simbólicos", o "la búsqueda de una máxima tensión formal y
conceptual con un uso restringido de formas geométricas". Planteado de esta forma,
13 N I E T Z S C H E , R: Elgay saber, Narcea Ed., Madrid, 1973. podemos afirmar con Montaner que "el eslogan menos es más no se refiere a una
14 LEDOUX, C. N.: L'architecture de Ledoux inèditspour une tome, pré-
moda o nueva tendencia, sino a una posición que, junto a otras corrientes muy
cédésduntextedeMichelGallet, Paris du Demi-Cercle, D. L., París, 1991.
15 JENKS, Ch.: El lenguaje de la arquitecturaposmoderna, Ed. Gustavo diversas, ha sido recurrente a lo largo de este s i g l o " . D e hecho, no sólo de este siglo.
Gili, Barcelona, 1981. Entender esta máxima atribuida a Mies como un proceso equivale a entenderia
16 M O N T A N E R , J. M.: "Taxonomía de minimalismos", en SAVI,
como una versión del principio de parsimonia que permite afirmar que determina-
V. y M O N T A N E R , J. M.: Less is more. Minimalismos en arquitectura y
otras artes, Ed. C O A C y ACTAR, Barcelona, 1996. da arquitectura barroca, como la de Borromini, por ejemplo, puede ser también eco-

198
nómica, porque la potencia de los espacios, la enérgica tensión, la dramática unidad,
los efectos-sorpresa, los contrastes de luz, etc., son suficientemente intensos como
para justificar los recursos singulares utilizados, como las vulneraciones de los está-
ticos códigos clásicos o el uso de formas desmesuradas. Es cierto que estas arquitec-
turas hiperbólicas son arriesgadas porque están siempre a un paso de invertir el
movimiento y descender del más al menos, pero no es menos cierto que mucha
arquitectura mínima se transforma en banal siguiendo un proceso que va de poco a
nada, aunque en este caso no se aprecie tanto aquel penoso esfuerzo para impresio-
nar del que hablaba Kant.
Las obras excelentes del patrimonio arquitectónico, incluso las que exhiben
una considerable exuberancia, siempre siguen esta ley del movimiento ascendente que,
como veremos, es posible también encontrar en la arquitectura de la complejidad
de algunas tendencias recientes.
El abuso de recursos expresivos (el movimiento descendente) se manifiesta de
maneras diversas, y tanto en proyectos dotados de un fuerte orden como en pro-
yectos de precaria estructura. En la Casa Papanice, el abuso radica en la repefición
inmoderada de una forma o tema compositivo, el círculo y sus variantes, no com-
pensado por los efectos conseguidos: ni las dimensiones del edificio y de los espa-
cios, ni su uso, ni los pequeños efectos de luz, ni el orden excluyente, monótono y
poco complejo, justifican esta desmesura.
Habría que precisar qué se enfiende por forma enfática. El círculo lo es, a pesar
de ser una forma de la geometría elemental, porque sus características internas lo
hacen único, exclusivo, difícilmente combinable con otros y, por tanto, singular.
Reforzar el círculo con círculos concéntricos sucesivos, introducir variantes que son
deformaciones de este círculo, curvar las paredes en arcos de círculo... son procedi-
mientos que hacen aún más ampulosa la forma matriz y más pretenciosa la arqui-
241. Diagrama espacial de la Casa Papanice, según P. Portoghesi.
tectura resultante.
242. P. Portoghesi: interior de la Casa Papanice, Roma.
La percepción del movimiento descendiente se produce igualmente en los
proyectos que tienden a la acumulación desmesurada de formas singulares dispa-
res. N o es necesario hablar de los almacenes de formas decorativas hipertrofiadas,
pretendidamente clásicas, de demasiada arquitectura posmoderna. Algunos pro-
yectos urbanos de los hermanos Krier üenen también este riesgo, no tanto por la
elocuencia de los edificios como por el exceso de espacios urbanos hiperdiseñados
en formas rotundas, dispuestos uno al lado del otro con abundancia de arficula-
ciones e inflexiones (FIG. 243).
Las vulneraciones sistemáticas de la norma ordenadora del proyecto suelen
producir también movimientos descendentes. El recurso de la vulneración es, por
definición, anómalo, como lo es la forma resultante de este recurso. Por tanto, su
uso redundante y el cúmulo de formas singulares que de ello deriva se perciben con
la sensación del amaneramiento propia de los procesos descendentes.

199
EL ORDEN DE LA SOBRIEDAD

El orden tiene, pues, una relación ambigua con la economía compositiva.


Tanto el orden sólido de la Casa Papanice como las infracciones abundantes de
un orden primario pueden ser abusivas; pero también lo pueden ser - o , mejor
dicho, siempre lo s o n - los proyectos desestructurados y los proyectos de órdenes
disjuntos. En los proyectos desestructurados, porque la pura agregación de ele-
mentos arquitectónicos que no permite establecer relaciones entre ellos se perci-
be como un conjunto sin interés formal, sin misterio y sin complejidad, a pesar
de la abundancia de formas, y por tanto, se evalúa con la conciencia de la pesa-
dez de un proceso que va de mucho a poco. En los proyectos de órdenes disjun-
tos, porque se advierte el trabajoso y explícito procedimiento por el cual se ha
otorgado una forma a cada problema, en vez de conseguir que un único orden
inicial, flexible y rico, sea capaz de resolver los diversos problemas. Una variante
de este planteo amanerado se manifiesta en la invención de formas totalmente aje-
nas a su contexto. No debe ser fácil superar esta compulsión cuando sucumben a
ella incluso algunos de los arquitectos más apreciados. En la propuesta de Eisenman
para el Centro Cultural de Tours (FIG. 244) se suman el desasosiego de una forma
desaforada con el tedio de un conjunto construido por dos órdenes indiferentes y
excluyentes: el de la forma y el de su contexto.
Es justamente por este motivo por lo que los proyectos inclusivos son más
económicos. Hemos hablado repetidamente de inclusión sin precisar el término.
No es necesario, sin embargo, recurrir a definiciones, a pesar de que cabe citar el
conocido artículo de Ch. Moore sobre el tema ya mencionado en la primera
parteix. Para nosotros, un orden es inclusivo cuando admite, sin disiparse, plura-
243. R. Krier: proyectos para la Charlottenplatz y la Schiossplatz
de Stuttgart. hdad de concreciones que pueden ajustarse a solicitaciones variadas. Y u n o de los
casos es el del orden que incluye el contexto, porque éste se convierte en un ele-
mento más de la estructura formal de la obra, tanto si ésta es provocadora como
si es amable con este contexto.
Si hablamos en el plano de la arquitectura y no exclusivamente en el del
orden, la inclusión se manifiesta en la capacidad de los proyectos de realizar pode-
rosas síntesis de diversos componentes arquitectónicos, síntesis que ya están pre-
sentes en las ideas germinales motrices del proyecto. C o m o vimos en el Plan Obús y
en el Museo de Arte Romano de Mérida, una sola idea incluye la resolución o la
reinvención de diversos problemas arquitectónicos que se plantean en disfintos pla-
nos. Un proyecto inclusivo, por tanto, parte de una idea y se desphega en concre-
ciones complejas en varios niveles. En el Museo de Mérida, el muro repefido
rítmicamente es a la vez estructura, método constructivo, propuesta funcional, refe-
rente simbólico, enlace contextual, etcétera. Es decir, el proyecto que desarrolla la
idea sigue una flecha ascendente de menos a más.
17 M O O R E , Ch.: "Inclusivo y exclusivo", en
Dimensiones de la arquitectura, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1978. En cambio, los proyectos excluyentes y reductivos no son económicos porque

200
multiplican la cantidad de medios para conseguir los mismos fines, o eliminan fac-
tores de la síntesis arquitectónica reduciendo la complejidad del resultado. Desde
esta perspectiva pueden entenderse los elementos retóricos -elementos no sinté-
ticos, exclusivamente funcionales o estructurales o compositivos- como elemen-
tos reducidos, desangelados, perjudiciales para el proyecto porque su proliferación
implica complejidad de medios y, en cambio, carencia de complejidad en el resul-
tado. Cabe observar que u n o de los factores que más induce a la proyectación
retórica es el horror vacui, el horror al vacío, habitual en las sensibilidades poco
evolucionadas, pero persistente en algunas obras de madurez, un prejuicio que
induce a confundir el atributo de la complejidad con el vicio de la complicación
innecesaria.
El menos es más entendido como proceso ascendente es, pues, muy distinto 244. P. Eisenman: propuesta para el Centro Cultural de Tours.

de la interpretación venturiana. Ni deplora la complejidad ni justifica la exclusión,


sino que, al contrario, rechaza la exclusión por empobrecedora y defiende la com-
plejidad sintética en cualquier grado de exuberancia formal.
La economía de medios es, por tanto, compatible con la complejidad. Ya
hemos sugerido esta compatibilidad en el capítulo precedente hablando de algu-
nas obras de complejidad explícita. Pongamos otro ejemplo: el proyecto de límite
urbano en Berlín (FIG. 245) de Libeskind.
A pesar de que el proyecto tiene la caracterísfica indefinición y pirotecnia for-
mal de muchos concursos, manifiesta bien la idea germinal y los criterios composi-
tivos. Este conjunto residencial y de oficinas en el barrio de Tiergarten se concreta
en un macroprisma inclinado de considerable longitud, elevado sobre el terreno, y
tres prismas menores entrecruzados concentrados en un extremo del solar. En el
interior de estos paralelepípedos se disponen las dependencias de manera confusa,
pero sin alterar, más que secundariamente, la piel neutra de los prismas. Sus direc-
trices no siguen los criterios de la ortogonalidad, ni responden a las alineaciones
poco consolidadas del barrio, pero no son indiferentes al lugar. Los espacios urba-
245. D. Libeskind: proyecto de concurso para un límite urbano
nos resultantes no tienen ninguna referencia a los espacios tradicionales de las en Berlín.
calles, las plazas y los patios interiores de manzana y, sin embargo, son complejos,
fluidos y jerarquizados.
El esquemático proyecto de Libeskind (en una fase en la cual no es posible
aún intuir sus posibilidades de desarrollo) muestra, con todo, algunos de los meca-
nismos compositivos habituales en las arquitecturas deconstructivistas: la udliza-
ción de elementos primarios muy simples - e n este caso los prismas alargados,
prácticamente segmentos lineales- a los que se aplica una dificil sintaxis, libre pero
con algunas férreas prohibiciones, como la del paralelismo, la ortogonalidad y la
horizontalidad, con un cierto sentido de la jerarquía que densifica el espacio en
algunos puntos, y con un control de los campos de fuerzas que da proyectos de una
cierta energía - e n este caso basada en la fuerte linealidad del gran bloque, inclusi-
vo respecto del lugar—.

201
A pesar de la simplicidad de formas, si nos atenemos a los resultados, percibi-
remos una notable complejidad de los espacios urbanos, de las relaciones entre blo-
ques y de las relaciones con los edificios y las calles del barrio. De nuevo una idea
sintética -que incorpora también toda una serie de referencias, ahora obsoletas, al
muro de Berlín-, expresada con elementos primarios simples, puede conseguir,
mediante una sintaxis inusual, un conjunto plural y enigmático que sigue la direc-
r triz ascendente de los proyectos económicos.
r
1 Estos comentarios favorables referidos exclusivamente al método compositivo
deberían matizarse si hablásemos de construcción de la ciudad. Confiar el desarro-
kiiinnir r--^^..-
kmwiü' llo urbano a estos macroedificos tiene muchos riesgos. Uno de ellos es el difícil
engarce con el tejido preexistente cristalizado por medio de la agregación de edifi-
cios más o menos parecidos. Otro es la inflexibilidad: la aparente libertad composi-
tiva es, en realidad, muy rígida. Exige construirse como un proyecto único, como
un acto y no como un proceso, y esta exclusión del tiempo en proyectos grandes
que conforman ciudad suele ser reductora y simplista.

LA COMPLEJIDAD IMPLÍCITA
246. A. Siza: planta, alzados y sección del proyecto para
las oficinas DOM, Colonia. La complejidad y la ambigüedad no tienen por qué ser necesariamente explí-
citas, como en las obras deconstruidas saturadas de formas diversas, espacios tor-
turados y relaciones difíciles, aunque estén conformadas a partir de elementos
simples. La complejidad y la ambigüedad pueden agazaparse en obras de apa-
riencia sencilla, espacios íntegros y volúmenes que no han sufrido ninguna acción
destructora.
En el Capítulo IV hemos hablado de una particular familia de proyectos que
llamamos proyectos globales caracterizados por su capacidad integradora y una acen-
tuación de la masa o la homogeneidad. La idea proyectual sintética tiene, en estos
casos, una expresión formal también sintética, donde una única forma, modulada,
ligeramente alterada o inflexionada, es capaz de responder a exigencias plurales,
como en el proyecto irrealizado de Siza para las oficinas de la Fábrica D O M en
Colonia (FIG.246). Ésta sería la arquitectura que con más propiedad tendríamos que
llamar económica y que, con más precisión, coincide con aquella idea prestada de
Nietszche: "Un minimum en la extensión y el número de signos y un máximum en
la energía de estos signos". Los proyectos globales pueden referirse tanto a arquitec-
turas agitadas -como el ejemplo de la Casa Milà comentado en el Capítulo I V -
como a arquitecturas minimalistas que se remiten a la abstracción moderna, pasan-
do por obras inclasificables, como las de Siza. Lo que las hermana y disüngue es el
hecho de ser "comprimidas, rigurosas, con la máxima substancia en el fondo".
La máxima substancia en el fondo y la máxima energía de las formas son cate-
gorías no sólo de la economía, sino también de la complejidad. A la manera del len-

202
guaje hablado, que permite expresar ideas con contenido poético -complejas y
ambiguas— sin los recursos literarios basados en un uso excesivamente insólito de la
lengua - c o m o la adjetivación abundante o la profusión de metáforas, por ejem-
p l o - , estas obras singulares ocultan relaciones misteriosas y perturbadoras bajo la
apariencia de formas sencillas y enteras que, sin embargo, han sufrido impercepti-
bles desplazamientos.
La Villa Snellman (FIG.247) en Djursholm, construida en 1919 por Asplund,-
tiene la fachada del jardín que parece provocadoramente insípida: absolutamente
plana y sin textura, con seis ventanas cuadradas equidistantes en la planta piso y
otras seis rectangulares equidistantes en la planta baja, todas colocadas en el plomo
exterior de la pared, y unas minúsculas guirnaldas pompeyanas que vibran bajo el
alero uniforme. Pero pronto nos percatamos de que esta fachada tiene una extraña
vivacidad dentro de la absoluta contención, y percibimos, perplejos, que, desafian-
do cualquier norma de corrección compositiva, las verticales de las ventanas supe-
riores no coinciden con las inferiores. Hay dos ritmos distintos en las dos plantas
que provocan un ligero desplazamiento de las aperturas. Un arco muy rebajado a
ras de suelo, casi invisible, en un extremo de la fachada, y una increíble ventanilla
de medio punto sobre una de las ventanas de la planta piso - l a que indica la pre-
sencia de la sala— compensan este desequilibrio.
248
El método compositivo de Asplund se resiste a cualquier análisis y hace pen-
247. E. G. Asplund: Villa Snellman, Djursholm. Fachada al jardín.
sar, de entrada, en una desarmante naturalidad, o en una extraña despreocupación
si uno no se diera cuenta de que estas ínfimas perturbaciones afectan también a la 248. E. G. Asplund: planta del proyecto inicial para la Villa
Snellman.
planta de la villa (FIG. 248), y son el fruto de un proceso de diseño laborioso que con-
firman los croquis previos: en efecto, el paralelepípedo exterior del cuerpo princi-
pal es absolutamente estricto, pero en el interior una de las paredes del distribuidor
es ligeramente oblicua, dispuesta así para aprovechar el espacio sobrante para los
armarios y la escalera de la buhardilla, pero pensando en los efectos de la deforma-
ción; la pared de separación de las dos crujías tampoco es paralela a la fachada, sino
que se inflexiona imperceptiblemente -casi parece un error— hacia la entrada de la
sala de la planta piso; esta sala tiene una planta singular en forma de ovoide com-
primido, con posiciones asimétricas de la ventana y el hogar, a pesar de estar con-
tenida dentro de la batería regular de dependencias de este piso. Dentro de la
extrema mesura de los volúmenes y de la sobriedad de las fachadas se ocultan alte-
raciones conmovedoras. El orden aún perdura, pero es el orden desconcertante de
las obras excelentes.

203
EN SÍNTESIS
Quizá la conclusión más inmediata de este ensayo sea la de que, en la mejor arqui-
tectura, el orden no es tan frágil como el título sugiere. En la mayoría de las obras de nues-
tro patrimonio clásico el vigor del orden puede parecer obvio, pero el orden pertenece
también a las categorías esenciales de las arquitecturas complejas del siglo XX que han
explorado vulneraciones de las normas ordenadoras y han tanteado los efectos de pro-
yectar en los límites del caos. En realidad estas experiencias de la infracción suelen ser par-
ciales o aparentes, y casi siempre planteadas desde otro nivel de orden, que resurge así
imperecedero. C o m o se intenta mostrar en el desarrollo de la tesis, no puede ser de otro
modo, ya que el orden es intrínseco al arte de proyectar y, aunque parezca paradójico,
más necesario cuanto más complejas son las arquitecturas imaginadas. Sólo la incompe-
tencia proyectual propia de la mala arquitectura presenta el síndrome del desorden, fatí-
dicamente abundante en la arquitectura contemporánea, porque la aptitud para ordenar
no es una conquista fácil, y se hace más difícil cuantos más elementos entran en juego y
cuanta más dispersión existe en los lenguajes formales, dos factores propios de nuestro
tiempo que explican en parte esa profusión de construcciones zafias y ese autismo de la
buena arquitectura que tan a menudo naufraga en el nuevo magma urbano.
No obstante, el orden no es garantía de excelencia arquitectónica porque otros fac-
tores intervienen en este complejo proceso de síntesis que es la arquitectura. Aun así, debe
reconocerse al orden un papel singular en nuestro sistema perceptivo; sus raíces profun-
das lo hacen intemporal y capaz de vertebrar los componentes dispersos del proyecto y,
en consecuencia, erigirse en el más poderoso catalizador de la síntesis proyectual. En este
punto ya no sabríamos distinguir si el orden es un medio o un fm del proyecto; quizá
esta distinción sea fútil o imposible, pero esta misma dificultad nos informa, una vez más,
de la identificación entre "arquitectar" y "ordenar", los dos verbos que presiden este tra-
bajo. Cuando dominamos el arte de la arquitectura podemos, incluso, olvidarnos de este
atributo esencial del proyecto, porque, una vez adquirida, la competencia ordenadora se
interioriza de tal m o d o que llega a formar parte, en gran medida, de los procesos intuifi-
vos desgajados de la reflexión. Esta capacidad da una notable facilidad y seguridad a la
hora de realizar la obra correcta, pero la arquitectura de investigación requiere, en mi opi-
nión, repensar constantemente la aplicación de los sistemas ordenadores para evitar con-
vertir los lenguajes formales adquiridos, que condenen estos sistemas, en fines del
proyecto, que resulta así amanerado, en vez de reconstruirlos como instrumentos aptos
para explorar constantemente la arquitectura cambiante de nuestra época.
Estas conclusiones son el resultado de un cierto despliegue analítico centrado en las
invariantes persistentes de la arquitectura y, más específicamente, en los esquemas for-
males. En estos análisis pueden detectarse las intrincadas facetas de la idea de orden y su
función central, compleja y a menudo inesperada, en la mejor arquitectura. A modo de
guía, el ensayo puede resumirse en estos episodios:

205
1. De la exploración de las formas más recurrentes en la arquitectura se deduce: 1°)
que el orden formal es una constante en las obras más apreciadas del patrimonio arqui-
tectónico, histórico o reciente; y 2°) que los mecanismos capaces de construir este orden
son limitados y recursivos, y pueden inscribirse, grosso modo, en la geometría, la simetría
bilateral y central, la repetición regular o irregular, la inflexión, la articulación y la homo-
geneidad. Estas deducciones constatan, de hecho, las premisas de la tratadística arquitec-
tónica más conocida, si bien pocas veces estos tratados o sus versiones modernas se han
centrado en la estructura formal ni en la mecánica de su construcción.
Pero la tesis, en esta primera parte, procura también hacer algunas aportaciones
específicas. En el estudio de la geometría como procedimiento de orden, el estudio de las
relaciones entre formas y fuerzas intenta desvelar las correspondencias difíciles entre nivel
de estructuración y vigor formal, y entre grado de estructuración geométrica y grado de
estructuración perceptiva. En la simetría bilateral, el interrogante de su extraña universa-
lidad nos conduce a la morfología de los seres vivos y a la precaria ley de la transparencia
de la naturaleza. A través de los poderosos efectos de las repeticiones irregulares se inten-
ta explicar el orden tumultuoso de las arquitecturas y las ciudades espontáneas, y la curio-
sa apropiación de este instrumento estructurante por parte de la arquitectura culta de este
siglo. Las inflexiones sugieren una cierta formulación de la tensión espacial; mientras que
la homogeneidad y la continuidad dan pie para comentar los atributos de los proyectos glo-
bales inclusivos.

2. El nervio principal del discurso nos lleva, en la segunda parte, a realizar una
incursión en las teorías de la física relacionadas con el desorden termodinámico y el
orden biológico. Ambos pueden explicar tanto la progresiva diferenciación de las formas
vivas superiores como los patrones biológicos que han impreso nuestra propensión al
orden -la tendencia anabólica-, así como la proyección del orden interno del hombre,
por mimesis de la naturaleza o por turgencia interna, al orden funcional y formal de las
creaciones humanas.
Sin embargo, el orden tiene expresiones distintas, y el de la arquitectura cristaliza
en la manipulación de sus materiales específicos. El problema de la no pertinencia, común
a todas las artes, se manifiesta en la arquitectura en lo que la tesis denomina caligramas
arquitectónicos, una serie de teorías de órdenes falaces o periféricos - c o m o el de los traza-
dos armónicos, las teorías modulares, las pretendidas proporciones armónicas y los núme-
ros fantásficos- que bien poco afectan a la sustancia de la arquitectura.

3. El orden es una constante, pero sus manifestaciones tienen una específica flecha
del tiempo. En la oscilación incesante de los lenguajes formales entre el orden simple del
equilibrio y el orden complejo de la tensión, la complejidad es creciente y progresiva.
C o m o un reflejo de la evolución de la conciencia en la percepción de las confusas inte-
rioridades de la naturaleza, la estructura de las formas arquitectónicas ha seguido una pro-
gresión que va desde las variaciones sobre las normas ordenadoras a su vulneración

206
puntual, a la incorporación de geometrías difíciles nunca aplicadas anteriormente, a la
intersección de diversos sistemas ordenadores en una misma obra, al gusto por las estruc-
turas fragmentadas o dislocadas, montadas según sintaxis más libres que actúan en las pro-
ximidades del caos. Pero también se constata que la presencia explícita o subterránea del
orden continúa siendo el límite de esta progresión, puesto que condiciona la percepción
de la misma complejidad que se persigue.
Las antiguas teorías gestálticas no explican estas exigencias de complejidad eviden-
ciadas en la evolución del arte, exigencias que detecta, en cambio, la actual psicología de
la percepción. Pero la vieja formulación de la Gestalt de la ley de la disminución de la ten-
sión, o ley de la dirección dinámica, tiene una notable persistencia y se muestra aún efec-
tiva para explicar este constante retorno a los arquetipos, esta apetencia por las geometrías
profundas que están presentes también, como un referente inmutable, en el arte y la
arquitectura de la complejidad. Incluso el conocimiento científico entendido como com-
bate contra el miedo a los fenómenos incomprensibles, la teorización como cura homeo-
pática capaz de apaciguar los desajustes demasiado inquietantes de nuestra conciencia, o
el mismo arte entendido como transmisión de complejidades ininteligibles son manifestacio-
nes paralelas del postulado gestáltico.

4. El orden es un atributo más de los que integran la arquitectura. La concepción


de un buen proyecto implica la elaboración previa de ideas motrices de carácter sintético
en las que el orden se imagina con el perímetro o la materia de otras estructuras, aún
embrionarias, de carácter constructivo, funcional y simbólico. Cuando esta síntesis es
afortunada - y es más fácil percibirlo en el acto de proyectar que explicarlo- el orden
fecundado genera embriones arquitectónicos que tienen ya una cierta autonomía y diri-
gen el desarrollo del proyecto, imponiéndose al proyectista. Rechazan las concreciones
del proyecto que afectan al vigor de la idea y, en cambio, si la idea motriz es acertada,
reaccionan con flexibilidad ante las diversas perturbaciones que cualquier proyecto sufre,
permitiendo, en la encarnación de esta idea, el despliegue de complejidades justificadas.

5. El orden, finalmente, puede ser económico o amanerado. La repefición inmode-


rada de formas singulares, la insistente ruptura de los patrones ordenadores de la obra, la
tangencia excluyente de sistemas de orden en el mismo proyecto, el horror vacui que
impulsa a cargar el espacio de objetos de dudosas motivaciones o la presencia de ele-
mentos retóricos —elementos no sintéticos- son manifestaciones de abuso de recursos
expresivos, una tendencia irrefrenable de los sistemas de intercambio simbólico de efec-
tos letales en la arquitectura y el diseño de espacios urbanos. Una formulación más mati-
zada del aforismo menos es más, que aquí se relaciona con la ley de la parsimonia, nos
permite ver la compatibilidad entre la economía de medios expresivos y la exigencia de
complejidad, porque es posible parfir de formas o elementos simples - p o c o inflexiona-
dos o articulados, por ejemplo- y aplicarles sintaxis abiertas —poco elaboradas— para
desencadenar familias de estructuras formales frágiles y complejas en los límites de la

207
identificación formal, pero aún coherentes y preservadas del gravamen de este amanera-
miento que hizo escribir a Kant: "En la belleza nada cansa tanto como el arte trabajoso
advertido detrás. El esfiaerzo para impresionar resulta penoso y produce sensación de fatiga".
De hecho, en las arquitecturas excelentes, la complejidad no es equivalente a la
extraordinaria profusión o a la extraordinaria distorsión de la norma ordenadora - d o s
mecánicas que conducen a una paradoja: la monotonía de la diferencia—. Ligerísimas vulne-
raciones de un orden elemental son suficientes para construir obras de complejidad implí-
cita, formas turbadoras dentro de la sobriedad compositiva. Estas arquitecturas dejan
perplejo cuando son el fruto de una imaginación espacial capaz de dar un salto de nivel
ante un conflicto paralizador, cuando subvierten imperceptiblemente los tipos funciona-
les o estructurales acostumbrados, cuando inventan respuestas a problemas que aún no se
habían formulado, porque son éstos algunos de los atributos que identifican el orden mis-
terioso de la belleza.

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213
GIORGIO MARTINI, F. di 28, 56, 57, 146
ÍNDICE A A L T O , A . 26, 95, 1 12, 1 15, 163,
164, 165, 166, 167, 168, 178, 185,
C L A U S I U S , R.J.E. 133
CODUCCI, M. 77, 79 G L A N S D O R F F , P. 135, 139
ONOMÁSTICO 190, 191, 192, 193, 195 C O O P E R , G. 73 G O E T H E , J . W . 140
G O L D S T E I N , K. 132
A L B E R S , J. 85 C O O P H I M M E L B L A U 27, 177, 178,
A L B E R T I , L.B. 29, 51, 54, 56, 57, 179 G O M B R I C H , E. 10, 36, 75, 173, 192
79, 144, 146, 186, 198 CORNY, H. de 114, 115, 116, 117 G O N Z Á L E Z C O B E J O , J. L. 178
A L E X A N D E R , Ch. 70, 88 C O R T O N A , P. di 107, 111 G R A Y , J. 36
A N D O , T. 64 G R O P I U S , W . 70
A P O L O N I O DE P E R G A M O 33 CHIPIEZ, CH. 130, 143
A R G A N , G.C. 33, 65, 186 C H O I S Y , A . 19, 92, 127, 142 H A E C K E L , E. 38, 137, 143, 151
A R I S T Ó T E L E S 19, 197 H A F N E R . M . N. 10
A R N H E I M , R. 30, 39, 70, 102, 1 18, D A M I S C H , H. 29 H A M B I D G E , J. 148, 149
129, 134, 135, 170, 171, 173, 181 D A N I E L Y M O L I N A , F. 115, 118 H A R D O U I N - M A N S A R T , T. 62
A S P L U N D , E.G. 32, 47, 203 D E L L A S , M . 170 H E C H S C H E R , A. 170
A U R È S , M . 127, 142 D E S A R G U E S , G. 33 H E G E L , G.W.F. 98, 100
D E S C A R T E S , R. 33, 149 H E I N , P. 9, 71, 191
B A C O N , E.N. 22, 113 D O E S B U R G , T. v a n 86 H E J D U K , J. 51
B A R R E N , F. 170 D O X I A D I S , C.A. 19, 90, 93 H E L M H O L T Z , H. 38
B E N E T , E. 170 D U R A N D , J.N.L. 16, 24, 39, 60, 66, H E R D E R , J . G . 140
B E N E V O L O , L 38 78, 80, 82, 83, 131, 146 H E R M A N T , A . 139, 140, 150
B E R N A L , J.D. 54 D U R E R O , A. 32, 54 H E R O D O T O 28
B E R N I N I , G.L. 23, 24, 34, 174 H E R Z O G , J. 44, 93, 187, 188, 189,
B E R T O T T I S C A M O Z Z I , O. 147 ECO, U. 130 190, 192
B O E S I G E R , W . 29 E I G E N , M . 136, 137 H I P O D A M O DE M I L E T O 15, 18, 19
B O H I G A S , O. 71, 189 E I S E N M A N , P. 27, 173, 174, 175, H J E L M S L E V , L. 35, 129
B O H M , D. 39, 139, 140 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, H O F F M A N N , J. 118, 119, 120, 121
B O L T Z M A N N , L. 133, 135, 136 183, 188, 189, 200, 201 H O G A R T H , W . 147
B O M A R Z O , C o n d e de 159 E U C L I D E S 24, 33, 148 H O R T A , V. 25
B O R G E S , J.L. 7 E V E L E I G H , J. 80 H U M E , D. 147
B O R R O M I N I , F. 23, 35, 37, 38, 94, E Y S E N K , H.J. 132 H U Y G H E , R. 30, 38
104, 108, 147, 153, 164, 174, 186,
187, 199 F E C H N E R , G.T. 131, 149, 153, 154 I V I N S , W . M . 19
B O U L L É E , E.L. 20, 24, 32, 45, 60, FELIPE II 22
113 F I B O N A C C I , 43, 149 J A K O B S O N , R. 141
B R A M A N T E , D. 29, 36, 56, 57, 79, F I D I A S 19, 90 J E A N N E R E T , P. 25
152,190 F I L A R E T E , A . 56, 57 J E N K S , Ch. 198
B R A Q U E , G. 26 F O G L I A N O , L. 146 J O H N S O N . Ph. 153, 174
B R I L L O U I N , L. 134 F O U R I E R , J. 139 J O N E S , O. 30
B R U , E. 25, 62, 63, 79, 80, 82, 83 F R E U D , S. 132 J U N G , C.G. 172
B R U N E L L E S C H I , F. 16, 22, 33, 34,
57, 77, 79, 82, 144 G A I E R , E.L. 170 K A H N . L. 15, 26, 42, 43, 44, 64, 80
B U O N A R R O T T I . M . 22, 23, 32, 33, G A L I L E I , G. 23, 32, 137 K A N T , E. 197, 199, 208
34, 99, 108 G A R C Í A Y B E L L I D O , A. 22, 28, 90 K A N T O R , R.E. 170
B U R G E E , J. 153 G A U D Í , A . 25, 33, 39, 40, 91, 94, K A U F M A N N , E. 25, 29, 60, 102,
120, 121 187
C A M P A N O DI N O V A R A , 148 G A U S S , C.F. 38, 171 K E L V I N , W.T. 133
C A R A M U E L , J. DE 108 G E H R Y , F. 27, 170, 171, 172, 173, K E P L E R , J. 23, 24, 149
C A R D A N O , G. 32, 38, 137, 147 174, 175 K E S S E N , W . 170
C A L V I N O , I. 38 G H E R A R D I , A. 23, 36 K O C H , H. V O N 82
C A N N O N , W . B . 132 G H Y K A , M.C. 21, 150, 152 KÒHLER, W . 132, 134, 135, 154, 169
C E S A R I A N O , C. 25 G I E D I O N , S. 155 K O O L H A A S , R. 185

214
KORZYBSKI, A. 130 MIRALLES, E. 94, 122, 123 TARTAGLIA, N. 32
KRIER, L. 199 MOESSEL, E. 149 QUARONI, L. 27, 29, 83 THOMPSON. D'ARCY W. 65, 67, 68,
KRIER, R. 1 13, 199, 200 MONDRIAN, P. 86 149, 150
KUHN, T. S. 10 MONEO, R. 179, 180, 194, 195, R A M S É S II 55 TRÍAS. E. 181
196, 197 R A M S É S III 55 TRYSTAN EDWARDS, A. 101, 102,
LALO, CH. 149, 153, 154 MONTANER, J.M. 198 RAPPOPORT, A. 170 104, 105, 107
LARTIGUES, A. 150 MOORE, Ch. 93, 161, 162, 200 R A S M U S S E N , S.E. 108
LAUGIER. M. A. 88 MORIN, E. 136, 151 RIEGL, A. 30 VALADIER, G. 197, 111
LE CORBUSIER 15, 25, 26, 28, 29, MVRDV 45 ROBBIA, G. delia 152 VALÉRY, P. 7, 37, 175
30, 31, 41, 42, 63, 69, 82, 89, 91, ROSSI, A. 73, 89, 90, 1 13 VARIN D'AINVELLE, M. 130
92, 97, 1 12, 1 14, 1 16, 123, 145, N E W M A N N , J. VON 136, 151 R O W E , C. 16 VASARI, G. 16, 77, 79, 186, 188
151, 152, 153, 154, 1 55, 159, 162, NEUTRA. R. 101 R O W E , P.G. 190 VENTURI, R. 71, 102, 107, 1 13,
163, 164, 178, 186, 187, 188, 190, NEWTON, I. 20, 32, 45 RUBERT DE VENTÓS, X. 9, 170 1 14, 1 16, 1 18, 122, 157, 158, 161,
191, 192 NIETZSCHE, F. 10, 198, 202 RUSKIN, J. 61 162, 168, 169, 181, 185, 198
LEDOUX, C.N. 29, 32, 46, 60, 187, NOLLI, G. 111 RUWET, N. 130 VIAPLANA, A. 64, 105, 109, 122,
198 RZIHA, F. 21 164, 167, 169
LE NÒTRE, A. 58, 62 NORBERG-SCHULZ, Ch. 117 VIGNOLA, I. 132, 144, 145, 146,
LEONARDO DE PISA 149 SACKS, O. 75 158, 159
LE VAU, L 58, 62 OLIVA, S. 142 SALVI, N. 107, 111 VINCI, L. da 36, 56, 57, 59, 146,
LÉVI-STRAUSS, C. 8, 130 PACIOLI, L. 21, 36, 57, 98,148, 149, SANCTIS, F. de 58, 60, 64, 65 188
LIBESKIND, D. 27, 201 152 SANGALLO, G. da 79 VIOLLET-LE-DUC, E.E. 61, 94
LLORENTE, M. 187, 189 PALLADIO, A. 24, 54, 57, 58, 59, SAVI, V. 198 VITRUVIO, M.P. 25, 37, 51, 143,
LODOLI, C. 24, 198 60, 61, 62, 79, 98, 99, 100, 101, SCAMOZZI, V. 144, 146 144, 155
LOHSE, R.P. 86 102, 144, 146, 147, 198 SCARPA, C. 92, 95
LOOS, A. 101, 106, 198 PALMER. J. 80, 112, 114 SCHAROUN, H. 95, 164, 165, 166 W A G E N S B E R G , J. 9, 10, 134, 170,
LUIS XIV, 62, 63 PASCAL, B. 23 SCHINKEL, K.F. 19, 22 172, 173
LUND, T.M. 149 PASTI, M. de 146 SCHRÒDINGER, E. 135 WATTERSON J. 134
LURÇAT, A. 19, 76, 90, 92, 93, 103, PEAT, D. 39, 139 S E J I M A , K. 95 W E B E R , Ch. O. 132
117, 129, 143, 144, 145, 146, 152 PEI, I.M. 32 SERLIO, S. 19, 144 W E I R , R.H. 75
LUTYENS, E. 62, 67, 1 13 PERICLES 18, 19, 92 SERRES, M. 28 W E N D E R S , W. 175
PERUZZI, B. 56 SERVIEN, P. 75 W E R T H E I M E R , M. 131, 132
MALEVICH, K. 187, 188, 189 PERRAULT, D. 64 SHULEIKIN, W. 67, 68 W E Y L , H. 54
MANDELBROT, B.B. 84, 139, 176 PERROT, G. 130, 143 SICA, P. 22 W H Y T E , L. L. 134
MARCH, L. 53, 54, 61 PINÓS. C. 94, 122, 123 SIMONCINI, G. 22 WIGLEY, M. 177
MARCO A U R E L I O 23 PIÑÓN, H. 64, 105, 109, 122, 164, SITTE, C. 86, 106, 159 W I T T K O W E R , R. 21, 22, 56
M A R I N A , J.A. 10, 175, 182. 194 166, 167, 169 SIZA, A. 64, 157, 202 WÒLFFLIN, H. 127, 128
MARTÍ ARÍS, C. 10 PIRANESI, G. 161 S K L O W S K I J , V. 9 W O O D , J. (hijo) 77, 80
M A S , J. 115 PITÁGORAS 29, 31, 146 SMITHSON, P. 127 W O O D , J. (padre) 80
M A X I M I L I A N O DE BAVIERA 19, 22 PLA, J. 88 SÓCRATES 15, 30, 37 W R E N , Ch. 192
MEIER, R. 167 PLATÓN 15, 28, 29, 30, 1 13, 146, SOLÀ-MORALES, I. de 165 WRIGHT, F.LI. 26, 30, 62, 63, 68,
M E N D E L S O H N , E. 26, 120, 121 148 SOLÀ-MORALES, M. de 180 70, 149, 153, 160, 161, 167, 169
M E N G E R , K. 83 PLOTINO 57 SONTAG, S. 7
M E U R O N , P. de 44, 93, 187, 188, POINCARÉ, H. 38, 171 SPECCHI, A. 58, 60, 64, 65 ZARLINO, G. 146
189, 190, 192 POLICLETO 51 SPENCER, H. 131 ZEVI, B. 62, 64
MEIER, R. 168 POPPER, K. 133 STEADMAN, Ph. 53, 54, 61
M E Y E R , L.B. 73 PORTOGHESI, P. 198, 199 STERN, R. 168
MICHELOZZO 79 POUSSEUR, H. 130 STIRLING, J. 64
MIES VAN DER ROHE, L. 16, 25, 26, PRIGOGINE, I. 135, 137, 138, 139, STONOROV, O. 29
40, 63, 64, 69, 79, 82, 1 13, 159, 173 S U M M E R S O N , J. 78
187, 198 PROUST, M. 73
MILLET, L. 130 PUPPI, L. 99 TATLIN, V. 148,153

215
1 6 2 / b El Croquis SA 2 0 5 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
RECONOCIMIENTOS 59 Istituto Geográfico de Agostini S.p.A.
Novara 1975
121 El Croquis SA
122 El Croquis SA 163 Vincent, Fréal & Cié, Paris Zürich u n d M ü n c h e n
6 0 Neri Pozza Editore, Vicenza 1966. 123 Gius. Laterza & Figli spa 164 Vincent, Fréal & Cié, Paris 2 0 6 1 9 7 9 Litton Educational Publishing,
1 Gius. Laterza & Figli spa Dibujo: G. Zorzi 1 2 4 / a Ulrico Hoepli Editore s.p.a 165 Vincent, Fréal & Cié, Paris Inc. Diagrama: Bernhard Hoesli
2 Gius. Laterza & Figli spa 61 Ulrico Hoepli Editore s.p.a 1 2 4 / b Ulrico Hoepli Editore s.p.a 166 Ediciones Pronaos 2 0 7 1 9 8 4 Richard Meier
3 Gius. Laterza & Figli spa 6 2 Ulrico Hoepli Editore s.p.a 125 Fotografía del autor 167 Vincent, Fréal & Cié, Paris 2 0 8 Charles Jenks & M a g g i e Keswick
4 Marsilio Editori, Padova 1967 63 Ulrico Hoepli Editore s.p.a 126 Fotografía del autor 168 1980 H. Blume Ediciones. 2 0 9 A j u n t a m e n t de Barcelona 1983
5 Gius. Laterza & Figli spa 6 4 Gius. Laterza & Figli spa 127 Fotografía del autor Ilustración: D'Arcy T h o m p s o n 2 1 0 W a l k e r A r t Center
6 Gius. Laterza & Figli spa 65 Gius. Laterza & Figli spa 1 2 8 Vincent, Fréal & Cíe, Paris 169 1980 H. Blume Ediciones. 2 1 1 / a W a l k e r A r t Center
7 Gius. Laterza & Figli spa 66 Istituto Geográfico de Agostini S.p.A. 1 2 9 / a Editorial Moll. Gráficos: Miquel Ilustración: D'Arcy T h o m p s o n 2 1 1 / b W a l k e r A r t Center.
8 Edmund N. Bacon 1 9 7 4 Novara 1975 Fullana 170 1980 H. Blume Ediciones. Fotografía: M a r k Schwartz
9 Gius. Laterza & Figli spa 6 7 / b Planta: Gius Laterza & Figli, Ban 1 2 9 / b Editorial Moll. Gráficos: M i q u e l Ilustración: P Grassé 2 1 2 W a l k e r A r t Center
10 Gius. Laterza & Figli spa 68 Ediciones Pronaos Fullana 171 Flammarion-SPADEM-ADAGP, 2 1 3 Walker A r t Center. Fotografía: T i m
11 Gius. Laterza & Figli spa 69 Ediciones Pronaos 1 3 0 Ulrico Hoepli Editore s.p.a París 1971 Street-Porter
12 Marsilio Editori spa. Venezia 1989 7 0 1980 Daniel O'Neil 1 3 1 / a Charles Jenks & M a g g i e Keswick 172 Nueva Visión S.R.L. 2 1 4 El Croquis SA
13 E d m u n d N. Bacon 1974. Dibujo : 71 1980 Daniel O'Neil 1 3 1 / b Charles Jenks & M a g g i e Keswick Buenos Aires 1 9 5 8 2 1 5 El Croquis SA
William L. Bale Jr. 7 2 The Massachusetts Institute of 132 Charles Jenks & M a g g i e Keswick 173 F l a m m a r i o n - S P A D E M - A D A G P 2 1 6 El Croquis SA
14 Ulrico Hoepli Editore s.p.a. Technology, C a m b r i d g e 1976. 133 A. Tristan Edwards 1968 París 1971 2 1 7 El Croquis SA
15 Einaudi ed. Figura: H.R.Hitchcoch 134 Fotografía del autor 174/a Flammarion-SPADEM-ADAGP 2 1 8 / a Planta y sección : El Croquis SA
16 Gius. Laterza & Figli spa 73 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s Zürich 1 3 5 / a Croquis: A. Viaplana. París 1971 2 1 8 / b M a q u e t a : El Croquis SA
17 Gius. Laterza & Figli spa und München 1 3 5 / b Fotografía: L. Jansana 174/b Flammarion-SPADEM-ADAGP 2 1 9 El Croquis SA
18 Gius. Laterza & Figli spa 7 4 Gius. Laterza & Figli spa 1 3 6 / a Istituto Geográfico de Agostini París 1971 2 2 0 El Croquis SA
19 Gius. Laterza & Figli spa 7 5 / a Vista: A l d o Loris Rossi S.p.A. Novara 1975 175 1980 H. Blume Ediciones. 2 2 1 El Croquis SA
20 Gius. Laterza & Figli spa 7 5 / b Planta: Gius. Laterza & Figli spa 1 3 6 / b Istituto Geográfico de Agostini Ilustración: FT Lewis 2 2 2 El Croquis SA
21 Istituto Geográfico de Agostini S.p.A. 76 Gius. Laterza & Figli spa S.p.A. Novara 1975 176 1980 H. Blume Ediciones. 2 2 3 El Croquis SA
Novara 1975 77 Renzo Salvadori, Canal Libri, 137 Istituto Geográfico de Agostini Ilustraciónes: C a r n o y y Haeckel 2 2 4 El Croquis SA
2 2 Gius. Laterza & Figli spa Venice 1 9 9 0 S.p.A. Novara 1975 177 Nueva Visión S.R.L. 2 2 5 El Croquis SA
23 Gius. Laterza & Figli spa 7 8 Gius. Laterza & Figli spa 138 Charles Jenks & M a g g i e Keswick Buenos Aires 1 9 5 8 2 2 6 El Croquis SA
2 4 A d a p t a c i ó n mapa publicado en 79 Rizzoli Editore. Fotografía: Riccianini- 1 3 9 / a Planta: Gius. Laterza & Figli, Spa, 1 7 8 / a Vincent, Fréal & Cié, Pans 2 2 7 El Croquis SA
" K ' a o - K u n° 11, 1963 Tomsich, Roma-Bari 1973 1 7 8 / b Vincent, Fréal & Cié, Paris 2 2 8 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
25 Marsilio Editori, Padova 1967 8 0 Gius. Laterza & Figli spa 1 3 9 / b Vista aérea: Gius. Laterza & Figli, 1 7 9 / a Vincent, Fréal & Cié, Paris Zürich u n d M ü n c h e n
26 A. Z w e m m e r Ltd., L o n d o n 81 Gius. Laterza & Figli spa Spa, Roma-Bari 1973 1 7 9 / b Vincent, Fréal & Cié, Pans 2 2 9 Casa Editrice Gius. Laterza & Figli
27 Marsilio Editori, Padova 1967 8 2 Vincent, Fréal & Cié, Paris 1 3 9 / c Fotografía del autor 180 G r u p p o editoriale Electa s.p.a.. Spa, Roma-Bari, 1 9 7 5
28 The M u s e u m of M o d e r n A r t , n. 4 83 Vincent, Fréal & Cié, Paris 1 4 0 / a Istituto Geográfico de Agostini M i l a n o 1977 2 3 0 El Croquis SA
29 Planta :Reelaboración de una planta 8 4 Istituto Geográfico de Agostini S.p.A. S.p.A. Novara 1975 181 Casa Editnce Gius. Laterza & Figli 2 3 1 / a El Croquis SA
del G r u p p o editoriale Electa s.p.a. Novara 1975 1 4 0 / b Società editrice II Mulino, Bologna Spa, Roma-Ban, 1975 2 3 1 / b El Croquis SA
Detalle : G r u p p o editoriale Electa s.p.a., 85 Fotografía del autor 1985. Fot.: Folco Quilici 182 Fotografía del a u t o r 2 3 2 El Croquis SA
Milano 1977 86 Fotografía del autor 141 Gius. Laterza & Figli, Bari 1969 183 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s 2 3 3 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
3 0 Società editrice II M u l i n o , Bologna 87 Fotografía del autor 1 4 2 / a Istituto Geográfico de Agostini Zürich und M ü n c h e n Zürich u n d M ü n c h e n
1985. Fot.: Folco Quilici 88 Fotografía del autor S.p.A. Novara 1975 1 8 4 / a 1967 by Fratelli Fabri Editon, 2 3 4 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
31 Società editrice II M u l i n o , Bologna 8 9 Ernest F Tew, 1 9 6 6 1 4 2 / b Istituto Geográfico de Agostini Milano Zürich u n d M ü n c h e n
1985. Fot.: Folco Quilici 9 0 Walter Ison S.p.A. Novara 1975 1 8 4 / b 1967 by Fratelli Fabn Editon, 2 3 5 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
3 2 Gius. Laterza & Figli, Spa Roma-Bari 91 Gius. Laterza & Figli spa 1 4 3 / a Publikationsreihe der Hochshule Milano Zürich u n d M ü n c h e n
1973 9 2 Ediciones Pronaos für a n g e w a n d t e Kunst in Wien. Norber 185 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s 2 3 6 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
33 Universitetsforlaget, Oslo 1967 93 E. Bru Thaler, WS 1 9 8 5 - 8 6 Zürich und M ü n c h e n Zürich u n d M ü n c h e n
3 4 Ediciones Pronaos. 9 4 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s Zürich 1 4 3 / b Istituto Geográfico de Agostini 186 The M u s e u m of M o d e r n Art, N.Y. 2 3 7 El Croquis SA 1 9 8 9
35 Alinea editnce, Firenze 1999. A u t o r : und München S.p.A. Novara 1975 187 The M u s e u m of M o d e r n Art, N.Y. 2 3 8 El Croquis SA 1 9 8 9
Claudio Renato Fantone 95 Elaboración del autor 144 E d m u n d N. Bacon 1 9 7 4 1 8 8 / a Fotografía del a u t o r 2 3 9 / a Ministerio de Cultura 1991
36 Sadea /Sansoni, Firenze 96 Flammarion ISBN 1 4 5 / a Verlag f ü r Architektur Artemis 1 8 8 / b Fotografía del a u t o r 2 3 9 / b Ministerio de Cultura 1991
37 Editorial Gustavo Gili SA, 97 Benoít M a n d e l b r o t , 1989 Zürich u n d M ü n c h e n 188/c Fotografía del a u t o r 2 4 0 Charles Jenks & M a g g i e Keswick
Barcelona 1990 9 8 Flammarion-SPADEM-ADAGP 1 4 5 / b Verlag f ü r Architektur Artemis 189 Architectural Record Books, 2 4 1 Charles Jenks & M a g g i e Keswick
3 8 Verlag für Architektur A r t e m i s Zürich París 1971 Zürich u n d M ü n c h e n Nueva York 1 9 7 6 2 4 2 Charles Jenks & M a g g i e Keswick
und München 99 George Braziller, Inc. 1966 1 4 6 / a Verlag f ü r Architektur Artemis 190 The Frank Lloyd W n g h t F o u n d a t i o n 2 4 3 Rob Kner, S t u t t g a r t 1975
39 Verlag für A r c l i i t e k t u r A r t e m i s Zürich 100 George Braziller, Inc. 1966 Zürich u n d M ü n c h e n 191 The Frank Lloyd W n g h t F o u n d a t i o n 2 4 4 El Croquis SA
und München 101 Fotografía del autor 1 4 6 / b Verlag f ü r Architektur Artemis 192 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s 2 4 5 The M u s e u m o f M o d e r n Art, Nueva
4 0 Charles Jenl<s & M a g g i e Keswick 102 Fotografía del autor Zürich u n d M ü n c h e n Zürich und M ü n c h e n York 1 9 8 8
4 1 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s Zürich 103 Publikationsreihe der Hochshule für 147 E d m u n d N. Bacon 1 9 7 4 1 9 3 / a The M u s e u m of M o d e r n A r t , 2 4 6 Edizioni Electa, M i l á n 1 9 8 6
und München a n g e w a n d t e Kunst in W i e n . Norber 148 E d m u n d N. Bacon 1974. Dibujo : N e w York 247 Arkitektur forlag and the Authors.
4 2 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s Zürich Thaler, WS 1 9 8 5 - 8 6 W i l l i a m L. Bale Jr. 1 9 3 / b The M u s e u m o f M o d e r n A r t , Fotografía : Fabio Galli
und München 104 Bramante Editrice, M i l a n o 1972 149 Vincent, Fréal & Cíe, Paris N e w York 248 Arkitektur forlag and the Authors.
4 3 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s Zürich 105 Gius. Laterza & Figli spa 1 5 1 / a José Luís García Fernández 194 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s Arkitekturmuseet
und München 106 Gius. Laterza & Figli spa 152 Xavier Miserachs 1987 Zürich u n d M ü n c h e n
4 4 El Croquis 107 1985 José Corral Jam 153 Fotografía del autor 195 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s
4 5 El Croquis 1 0 8 Rizzoli Editore. Fotografía: Tomsich 1 5 4 Fratelli Fabbn ed. Zürich und M ü n c h e n
4 6 Academy Editions and Helen Rosenau 109 Gius. Laterza & Figli spa, y 155 Fratelli Fabbri ed. 196 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s
4 7 Fernán Hazan, Paris Spadem-París 156 Casa Editnce Gius. Laterza & Figli Zürich und M ü n c h e n P á g . 1 4 The A r c h i t e c t u r a l Archives
4 8 Arkitektur forlag and t h e authors, 1 1 0 Fotografía del autor Spa, Roma-Bari, 1975 197 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s University of Pennsylvania a n d The
Arkitekturmuseet 111 Fotografía del autor 157 Salvat Editores SA 1984.Fotografía: Zürich u n d M ü n c h e n Pennsylvania Historical a n d M u s e u m
4 9 Elaboración del autor 112 Vincent, Fréal & Cié, Paris René Roland 198 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s C o m m i s s i o n , PA
50 Lionel March and Philip Steadman 113 C.A. Doxiadis 1 5 8 Salvat Editores SA 1984.Fotografía: Zürich und M ü n c h e n P á g . 5 0 John Hejduk
51 Gius. Laterza & Figli spa 114 Marsilio Editori, Padova 1967 René Roland 199 Giulio Einaudi Editore spa P á g . 7 2 Birkháuser, Basel - Fondation Le
52 Gius. Laterza & Figli spa 115 Fotografía del autor 159 Casa Editrice Gius. Laterza & Figli 2 0 0 The M u s e u m of M o d e r n A r t , N.Y. Corbusier, Paris
53 Alberto Berengo Gardin 116 A l d o Loris Rossi Spa, Roma-Bari, 1975 2 0 1 A j u n t a m e n t de Barcelona 1983 P á g . 9 6 Verlag f ü r A r c h i t e k t u r A r t e m i s
55 Edmund N. Bacon 1 9 7 4 117 A l d o Loris Rossi 1 6 0 Casa Editnce Gius. Laterza & Figli 2 0 2 Ed. G. Gili SA, Barcelona 1990. Zürich - Editorial Gustavo Gili, Barcelona
56 Gius. Laterza & Figli spa 118 Spadem-París, fotografía: R. Bencini, Spa, Roma-Bari, 1975 Fotógrafía: Francesc Català Roca P á g . 1 2 6 Sagep Editrice, Genova
57 G r u p p o Edditore Electa s.p.a. F Borromeo, B. Korab, L. Perugi 161 Ed. G. Gili. Fotografía: Francesc 2 0 3 Fotografía del a u t o r P á g . 1 5 6 Alvaro Siza - Edicions UPC
W i n d s o r n° 19134v 119 Fotografía del autor Català Roca 2 0 4 Verlag für A r c h i t e k t u r A r t e m i s P á g . 1 8 4 Rem Koolhaas a n d The
58 Ulrico Hoepli Editore s.p.a 120 El Croquis SA 1 6 2 / a El Croquis SA Zürich und M ü n c h e n Monacelli Press
ARQUÍTHESIS

La F u n d a c i ó n Caja de A r q u i t e c t o s se c o n s t i t u y e en 1990 con el o b j e t o de p r o m o v e r y


fomentar actividades de carácter cultural en el c a m p o de la arquitectura. U n o d e los ejes de
la tarea editorial q u e la F u n d a c i ó n se ha p r o p u e s t o desarrollar, lo constituye la colección
Arquíthesis, orientada a la publicación de algunas de las tesis doctorales más relevantes que
se hayan realizado en las escuelas de arquitectura, revisadas y adaptadas al f o r m a t o de libro
por sus respectivos autores.

Estos textos surgen de la destilación de un largo t r a b a j o de investigación / contienen


aportaciones originales sobre los t e m a s que afrontan: trascienden el á m b i t o d e su estricta
especialidad y adquieren un interés general para la disciplina arquitectónica. La colección
Arquíthesis pretende, así, poner al a l c a n c e del público interesado en los e s t u d i o s sobre
arquitectura un valioso material que, de otro modo, resultaría difícilmente accesible.

OTRAS EDICIONES
Arte Civil, W e r n e r H e g e m a n n y Elbert Peets

Guía de Arquitectura de España 1929/1996, Carlos Flores y Xavier Güell

Colección Arquíthemas:
Las casas del alma, maquetas arquitectónicas de la antigüedad, AA.VV., Arquíthemas 1
La imagen supuesta, Jorge Gorostiza, Arquíthemas 2
La Ciudad Lineal de Madrid, José Ramón Alonso Pereira, Arquíthemas 3
Viaje por la obra finlandesa de Alvar Aalto, Jordi Garcia Vilaplana, Arquíthemas 4
Coderch, fotógrafo, Caries Fochs, Arquíthemas 5
Rehacer paisajes/ Remaking landscapes, A A . V V , Arquíthemas 6
Diseño (industrial) en Andalucía, A A . V V , Arquíthemas 7
ArneJacobsen (1926-1949), Félix Solaguren, Arquíthemas 8

Colección Arquíthesis:
La lección de las Ruinas, Alberto Ustárroz, Arquíthesis 1
Nuevas Poblaciones en la España de la Ilustración, Jordi Oliveras, Arquíthesis 2
Sueño de habitar, Blanca Lleó, Arquíthesis 3
El Proyecto de la calle sin nombre, Joaquín Sabaté, Arquíthesis 4
El claro en el bosque, Fernando Espuelas, Arquíthesis 5
Las unités d'habitation de Le Corbusier, Eduard Calafell, Arquíthesis 6
Berlín-Potsdamer Platz, Carlos García Vázquez, Arquíthesis 7
La columna y el muro, M a n u e l Iñiguez, Arquíthesis 8

En preparación:
Apuntes de viaje al interior del tiempo, Luís M o r e n o Mansilla, Arquíthesis 10
Es éste un libro infrecuente sobre arquitectura porque habla de sus interioridades, de aquel-
los aspectos -como el de la invención y selección de las formas en el proyecto- que general-
mente dejamos en el territorio oscuro de la intuición. Ciertamente, estos desafíos entran en
la categoría de los problemas mal definidos, cuya resolución eficaz radica muchas veces en
procesos mentales en caja negra, sintéticos e intuitivos; pero demasiado a menudo este
hecho es un pretexto para abandonarnos a los automatismos banales de los lenguajes arqui-
tectónicos. Este libro, sin pretender agotar todo el recorrido del proceso proyectual, ilumina
muchos de sus aspectos arcanos.

Es éste también un libro a contracorriente del gusto por la fractura y la diferencia de mucha
arquitectura actual, porque centra su atención precisamente en las permanencias y las seme-
janzas, en lo que el mismo autor llama, parafraseando a Borges, "las secretas aventuras del
orden". Percibe este orden en el sustrato común de los esquemas formales de la mejor arqui-
tectura, analiza las herramientas ordenadoras y explora las causas de esta apetencia profun-
da que persiste bajo las apariencias externas de la reciente arquitectura de la complejidad.
Las reflexiones entran luego en zonas más nucleares: el papel del orden en la síntesis proyec-
tual, la economía compositiva -cuestión clave de la excelencia arquitectónica-, y una matiza-
da vindicación del orden y la complejidad implícitos.

El discurso no es lineal. "Más al fondo de estas 'variaciones sobre el orden' que constituyen
el entramado del estudio", comenta X. Rubert de Ventós, "hay un grupo de tesis latentes
que van más allá del plano descriptivo donde parecen moverse. Tesis, por ejemplo, sobre los
principios limitados y recursivos con los que opera, desde la naturaleza, que opra dal centro,
hasta la arquitectura que lo hace desde fuera..., principios de los que depende no sólo la
consistencia y coherencia de la obra -integritas- sino su propia expresividad -claritas-. Tesis
propiamente estética también, ya que el tono aparentemente descriptivo y neutro de
Joaquim Español no deja de cargar unos parámetros valorativos bien precisos: las buenas
obras son aquellas que traducen un orden a la vez implícito y complejo, equilibrado y tenso".

ISBN 84-931388-3-5

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