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Dejar que la mente se piense a sí misma: 1

un modelo atencional
de la interacción terapéutica
Esteban Laso O.*

REsumEn
En este texto propongo un marco de referencia para organizar la terapia en base
a la experiencia interna del terapeuta: el trabajo relacional desde y sobre los
estados mentales. Para ello, describo los dos tipos de consciencia y su naturaleza
conjetural, las nociones de foco, trasfondo y circuito recursivo patológico; ilustro la
exposición mediante un ejercicio experiencial y esbozo sus implicaciones técnicas.
Palabras clave: psicoterapia, autoconsciencia, evitación

AbstRAct:
In this paper I present an “internal” frame of reference for family therapy:
a relational work from within, and over, the states-of-mind of therapist and
client. I begin by describing the two different planes of consciousness, their
conjectural nature, and the concepts of focus, background and iatrogenic-recursive
circuit. Then, I offer an experiential exercise to illustrate these concepts and,
finally, sum up their technical implications.
Keywords: psychotherapy, self-consciousness, avoidance

* candidato a Doctor en Psicología social. Departamento de Psicología social, universitat Autònoma de


barcelona, España.

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H que su propia experiencia de la terapia


asta hace no muchos años,
los terapeutas familiares so- es crucial para propiciar el cambio.
líamos reparar sólo en lo En este texto procuro subsanar
observable y “externo”: los mensajes esta carencia proponiendo un marco
que intercambian, verbal y paraver- referencial para conducir los diálo-
balmente, los miembros de la familia. gos terapéuticos en base a la expe-
tendíamos a descuidar, ignorar o riencia interna del terapeuta: el traba-
menospreciar lo “interno” e inobser- jo relacional desde y sobre los estados
vable, la “psique” de cada individuo. mentales. Describo, para ello, los dos
siguiendo la pauta del primer equipo tipos de consciencia y su naturaleza
de milán (selvini-Palazzoli, cirillo, conjetural, las nociones de foco, tras-
selvini, & sorrentino, 1992), interpre- fondo y circuito recursivo patológi-
tábamos las manifestaciones emocio- co; ilustro la exposición mediante un
nales como estrategias para controlar a ejercicio experiencial y esbozo sus im-
los demás o preservar la homeostasis. plicaciones técnicas. La regla funda-
O bien, en una postura más moderna y mental de esta forma de trabajo es:
construccionista (Gergen, 1994; Pay- para favorecer el cambio en la expe-
ne, 2006; Jubes, Ponce, & Laso, riencia de sus consultantes, el terapeuta
2000), como “juegos de lenguaje” de- opera sobre (y desde) su propia expe-
pendientes de la cultura y que se de- riencia.
ben deconstruir y discutir. En todo
caso, no era muy frecuente que las to- Introducción: los dos tipos
másemos en serio y menos aún que de consciencia
animáramos a los consultantes a pro-
fundizarlas. La mayor parte de filósofos y neuro-
Esta orientación –que encubría, científicos coinciden en que la cons-
acaso, una carencia tanto teórica ciencia humana opera en dos planos
como técnica– comenzó a cambiar superpuestos. El más primitivo, que
gracias al trabajo de pioneros como compartimos con los primates y quizá
tom Andersen (Andersen, 1991) y el resto de mamíferos, es la conscien-
bill O’Hanlon (O’Hanlon, 2001) y a cia “primaria” (Edelman, 1987) que
la admisión de mara selvini-Palazzoli Damasio llama “consciencia básica”
de que, al menos en los casos de ano- (Damasio, 1999) y Guidano “expe-
rexia y bulimia, lo “interno” también riencia inmediata” (Guidano, 2002):
tenía que ser atendido (selivini-Pala- el flujo de sensaciones (qualia), en sí
zzoli, 1999). sin embargo, sus valien- mismas indiferenciadas, fluctuantes y
tes exploraciones no han dado pie a la proteicas, que surgen en nuestra inte-
diversidad de abordajes que siempre racción con el mundo. Por encima de
ha caracterizado a la terapia sistémica. él, como una capa que lo cubre de sig-
La mayoría de terapeutas familiares, nificado, se encuentra la consciencia
aunque acepten la importancia de la “secundaria” (Edelman) o “ampliada”
experiencia individual, no saben in- (Damasio), que Guidano llama “ex-
troducirla provechosamente en su plicación” y la teoría narrativa “pano-
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trabajo porque no disponen de las he- rama de la consciencia o la identidad”


rramientas conceptuales indispensa- (Payne, 2006) y que parece exclusiva
bles. Y, lo que es más grave, ignoran del género humano. Los filósofos

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también coinciden en que ésta existe riencia per se es esencialmente inefa- 3
gracias a la capacidad lingüística hu- ble, inaprehensible, efímera, mientras
mana: la consciencia ampliada vive en que las palabras procuran capturarla,
el lenguaje. cristalizarla y reproducirla ad libitum,
La experiencia inmediata ocurre en alterándola cada vez que parecen con-
un “eterno presente” sin cortes ni fi- seguirlo: un juego perenne de alcan-
suras. El pasado existe sólo en el ras- zar lo imposible (Laso, 2002).
tro que deja en las conductas aprendi- si bien la mayoría de escuelas tera-
das y el futuro como destino del flujo péuticas ha reconocido la duplicidad
de la acción. sin palabras que los or- de la consciencia (el psicoanálisis con-
ganicen y diferencien, el organismo trasta el “inconsciente” con la cons-
no puede evocar recuerdos ni imaginar ciencia; la terapia cognitiva, la “ima-
posibles futuros no suscitados por la ginación somática” y las emociones
situación actual (las “detached repre- con las creencias y pensamientos, etc.;
sentations” de (Gärdenfors, 2003). cf. beck, 1976), ha empleado también
Vive libre de preocupaciones, pero in- para entender la relación entre ambos
capaz de escapar de la prisión del ins- planos dos metáforas tan engañosas
tante presente. como ubicuas: el “ojo de la mente” y
El lenguaje, ese acervo del conoci- la “traducción”. según la primera, se
miento acumulado a lo largo de siglos supone que podemos “mirar dentro
de interacciones en una cultura, clasi- de” nosotros para observar el estado
fica y ordena las sensaciones; es decir, mental en que nos encontramos –del
fragmenta el flujo de la experiencia mismo modo que miramos a través de
inmediata, estableciendo principios y la ventana para comprobar si llueve.
finales que dan lugar a “escenas” o re- De aquí se sigue la segunda: seríamos

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
cuerdos individuales, los cuales son capaces de “traducir” este estado
catalogados en función de infinidad mental a palabras sin pérdida de con-
de criterios y vueltos a unir en un ni- tenido. El “ojo” de la mente “observa”
vel superior, de forma que puedan ser la sensación (quale; alternativamente,
traídos a la consciencia a través de la persona “palpa” su interior, su “sen-
nombres o símbolos específicos. Así, sación sentida”; cf. Gendlin, 1978) y
la experiencia primaria cobra el senti- le da un nombre, volcando sus pro-
do que, en el mundo de lo humano, piedades al lenguaje; en otras pala-
surge de proyectarla hacia el futuro – bras, la consciencia primaria es vista
que se crea juntando fragmentos se- directamente y traducida automática-
lectos del pasado en virtud de la tra- mente a consciencia ampliada. El pa-
yectoria que se atribuye al presente. radigma de ambas metáforas es la
sin embargo, este escape del ins- noción psicoanalítica de insight, lite-
tante nos conduce a una nueva pri- ralmente, “mirada hacia adentro”, cu-
sión que Wittgenstein llamó “la jaula yos antecesores son la “intuición”
del lenguaje” y que procede de dos he- kantiana y el cogito cartesiano. La
chos: que la relación entre experien- “cristalina esencia” del ser humano
cia y explicación nunca es inequívoca salvaría el hiato entre consciencia pri-
ni completa y que el acto de ser cons- maria y ampliada.
ciente modifica aquello de lo que se es Esta imagen del funcionamiento
consciente. Debido a éstos, la expe- de la mente es errónea. ni “observa-

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4 mos dentro” de nosotros mismos ni de experimentar el mundo y nuestros
somos capaces de “traducir” esos con- procesos mentales. Este cambio no
tenidos a palabras o símbolos que les causa su interpretación (que tampoco
hagan justicia. Por el contrario, cuan- es automática), sino que induce un es-
do creemos “mirar” lo que hacemos es tado de desequilibrio, confusión y ex-
habitar en nuestro interior, dejándo- trañamiento de uno mismo que pug-
nos imbuir por nuestras sensaciones y namos por desentrañar (un tácito
qualia, entregándonos parcialmente “¿qué me está ocurriendo? me desco-
a ellos, permitiendo que ocupen el nozco…”) Este cambio se aprecia
foco de nuestra atención. Y cuando como una ruptura en la continuidad,
creemos traducir, conjeturamos: ela- un vacío que pide ser colmado; ya de-
boramos una metáfora explicativa de cía bateson que toda percepción es
dichas sensaciones (recuerdos, esta- percepción de diferencias (bateson,
dos de ánimo, malestares…) que las 1972; Kelly, 1991). Acto seguido, ela-
vincula con nuestra perspectiva acer- boramos conjeturas para entenderlo
ca del mundo en que vivimos y de en función de los acontecimientos re-
nuestros “otros significativos” (es de- cientes y del estado de nuestras rela-
cir, con la consciencia expandida; cf. ciones con los demás. Y finalmente,
munz, 1993). nótese que yo mismo estas conjeturas se revierten sobre el
he apelado a otras metáforas, “habi- quale mismo, modificándolo y ce-
tar” o “entregarse”, que iluminan lo rrando el circuito recursivo del que
que las de “mirar” y “traducir” dejan nace la autoconsciencia.
en la sombra; pues según esta pers- En otras palabras: de repente repa-
pectiva, las teorías psicológicas no ramos en que nuestra experiencia es
son más que metáforas de la mente distinta no tanto en contenido cuan-
tomadas de objetos tan disímiles to en tonalidad: el mundo se muestra
como una máquina (conductismo), apagado y gris y nuestra mente se
una computadora (cognitivismo) o mueve con lentitud y pesadez; o las
una sociedad (psicoanálisis). ideas se suceden a toda velocidad y el
mundo parece amenazante e impre-
La mente conjetural: decible. Individualizada esta diferen-
la recursividad de la cia la categorizamos, por lo general
autoconsciencia atribuyéndola a un estado emocional
(“estoy triste”, “nervioso” o “desani-
Las metáforas tradicionales nacen de mado”), y pasamos a explicarla hur-
una observación superficial de la gando en nuestra memoria en pos de
consciencia. creen que la descripción su “causa”; la cual, una vez ubicada,
verbal que hacemos de nuestra expe- canaliza nuestra atención seleccio-
riencia es el punto final de una cadena nando ciertas porciones de la expe-
causada por la percepción (el quale): riencia primaria y descartando otras.
lo sentimos “por dentro” y sabemos El punto en que ubicamos la diferen-
automáticamente que estamos tristes, cia en nuestra experiencia y la causa
cansados, molestos o ansiosos. Lo que que le atribuimos son ambas conjetu-
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sucede más bien es que, en medio de ras pregnantes. Podríamos haber in-
nuestras actividades cotidianas, de- terpretado la diferencia experiencial
tectamos un cambio en nuestra forma de otra manera (por ejemplo, “estoy

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irritable” en vez de “estoy enfadado”); de túnel”), de forma que se vuelve 5
o bien, haberle dado otra explicación más o menos autónoma, recursiva y
(“porque acabo de discutir con mi pa- recurrente. Así estabiliza los estados
reja” en vez de “porque mi vida va de mentales que le corresponden y esta-
mal en peor”). blece un orden en la experiencia, la
como se ve, el proceso de enten- acción y los circuitos relacionales que
dernos a nosotros mismos está con- la acompañan.
ducido por el diálogo interno y satu- Este es el primer circuito recursivo
rado de conjeturas que se derivan del de la mente: entre cambio en la expe-
lenguaje y el acervo metafórico de la riencia primaria, conjetura, atención
cultura. Por tanto, nuestra relación selectiva y otra vez experiencia prima-
con nosotros mismos es siempre ten- ria. sobre él se erige otro circuito, éste
tativa y conjetural (Laso, 2009a). Ja- negativo, que sostiene los trastornos y
más sabemos exactamente cómo nos patologías porque obstaculiza la ope-
encontramos: siempre podemos pre- ración del primer y fundamental cir-
cisar o modificar nuestras conjeturas, cuito –según describo más adelante.
incluyendo más elementos, amplian-
do la perspectiva de nuestros actos, Conjeturas y cambio:
acrecentando la diferenciación entre la diferenciación
nuestros estados mentales y las rela- de la mente
ciones asociadas con ellos. La auto-
consciencia es un proceso fluctuante una persona acude a terapia porque
que busca siempre expandirse: la quiere romper una relación extrama-
mente se piensa a sí misma. rital que se ha vuelto insostenible y
Este “pensarse a sí misma”, este cir- que no ha conseguido concluir pese a

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
cuito recursivo entre consciencia todos sus esfuerzos: “estoy partida en
primaria (cambio experiencial) y dos, doctor; mi cabeza sabe que esta
consciencia ampliada (conjetura o relación me hará daño pero mi cora-
metáfora), es lo que nos capacita para zón no lo entiende. ¡Ayúdeme!” Esta
organizar nuestra acción a largo pla- persona ha observado que cada vez
zo. La experiencia de un animal sigue que ha tratado de dejar a su amante ha
al pie de la letra su entorno inmedia- experimentado un malestar que se in-
to; pero el lenguaje humano, al per- tensificaba con el tiempo y que, vol-
mitirnos seleccionar los aspectos de la viéndose intolerable, la ha urgido a
experiencia primaria en que vamos a contactarlo nuevamente. Ha conjetu-
interesarnos, la altera. En consecuen- rado, pues, que ese malestar es un “de-
cia, las metáforas que usamos para dar seo malsano” que la hace “incapaz” de
sentido a la experiencia se revierten cortar la relación; y para explicar di-
sobre ella, modificándola a través de cha incapacidad se ha metaforizado
la atención selectiva. La mente adopta como dividida en dos (retomando sin
hasta cierto punto la forma de las me- saberlo el antiquísimo símil platónico
táforas que usamos para entenderla. del auriga juicioso y el caballo concu-
Pues una vez elaborada, la conjetura piscente, Laso, 2009a; quizá en otro
orienta la atención hacia los detalles contexto cultural se hubiera metafo-
de la experiencia que la validan o refu- rizado como “poseída” o “tentada”
tan e ignora todos los demás (“visión por un demonio). De ahí en más,

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6 toda sensación, emoción o pensa- nantes y adaptativas, en función del
miento referentes a su amante o su entorno cultural; conjeturas que to-
marido se volvieron otras tantas evi- man en cuenta los estados mentales
dencias a favor de esta conjetura, de los demás, que conducen a estados
arrojando a los márgenes de su cons- mentales positivos y a circuitos rela-
ciencia los demás aspectos de su expe- cionales enriquecedores y saludables.
riencia (los “desenlaces inesperados” cuantas más conjeturas, más dife-
de la terapia narrativa) e impidiendo renciada la mente, más alternativas
de esta manera el surgimiento de con- de acción y mayor adaptabilidad.
jeturas más flexibles y feraces (como Para difuminar la recursividad pato-
“gracias a este affaire me he sentido lógica en sus consultantes, el inter-
otra vez atractiva, seductora y joven”). ventor debe ser capaz de difuminarla
cada vez que el recuerdo de su último también en su propia mente. Opera,
encuentro brota en medio de su ruti- pues, desde y sobre sus propios esta-
na diaria, esta persona confirma su dos mentales, sus propias conjeturas.
incapacidad y su ruptura interior. so- Aprende a propiciar la diferenciación
licita, pues, que el terapeuta se alíe de su propia mente para favorecer la
con su razón contra su corazón, ejer- de sus consultantes. Aprende a retirar
ciendo una suerte de “triangulación los obstáculos y dejar que la mente se
intrapsíquica” que exorcice el poder piense a sí misma.
de la pasión. Y si el terapeuta está Este marco referencial parte del
atrapado en la misma metáfora, si la modelo sistémico pero lo trasciende
considera objetivamente verdadera, al constatar que a la danza externa de
caerá en la triangulación y mantendrá las familias y sistemas humanos sub-
la homeostasis dedicándose a conven- yace una danza interior de estados
cer a su paciente de “hacer lo más ra- mentales y conjeturas (Laso, 2009b).
zonable”. si, como propone Edelman (Edel-
muchas conjeturas hoy iatrogéni- man, 2006), el sistema nervioso fun-
cas, como el “complejo de inferiori- ciona de manera “darwinista”, selec-
dad”, la “baja autoestima”, la “catarsis”, cionando de entre sus propias redes
la “sombra”, la “represión”, la “disocia- neurales la más propicia para su su-
ción”, el “niño herido”, la “codepen- pervivencia, entonces la mente realiza
dencia” o el “trauma”, se han filtrado sus procesos a través de la progresiva
del discurso psicoterapéutico a la cul- especificación y diferenciación de sus
tura popular, modificando el modo propios estados; y el objetivo del tera-
en que las personas se relacionan con- peuta es facilitar dicha diferenciación,
sigo mismas y las metáforas que usan como se explica a continuación me-
para dar sentido a su experiencia y or- diante un sencillo ejercicio.
ganizar sus acciones, cambiando la
naturaleza de las demandas que se Estados mentales: el sabor
presentan en la consulta. del caramelo
Desde esta perspectiva, la terapia
consiste en difuminar la recursividad un estado mental es la totalidad de
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patológica facilitando así la continua nuestra experiencia en un momento


creación de conjeturas cada vez más dado; dicho de otro modo, es todo
numerosas, amplias, profundas, preg- lo que ocupa nuestra mente en ese

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instante (para otras deficiones, cf. ciencia ampliada, entrelazándose con 7
(Horowitz, 1979; Dimaggio, seme- palabras que la “futurizan”).
rari, carcione, nicolò, & Procacci, Resista esa tentación; o más bien,
2007)). Al ser una totalidad siempre tome nota de ella cuando surja y coló-
en movimiento, es inagotable y en úl- quela momentáneamente a un lado
timo término inefable (Laso, 2002). mientras sigue introduciéndose en la
siempre podemos encontrar más fa- experiencia del caramelo. Por encima
cetas de una experiencia, abrirnos a de todo, no luche en su contra ni se deje
detalles cada vez más inéditos y re- llevar por ella. Ambas reacciones, lu-
cónditos. Todo estado mental es poten- char y ceder, son formas de evitar un
cialmente infinito: puede diferenciar- malestar; ambas, por ende, fortalecen
se más si se crean nuevas conjeturas las patologías.
para aprehenderlo. Descubrirá eventualmente que la
un ejercicio ayudará al lector a experiencia del caramelo se compone
comprender los alcances de esta afir- de infinidad de capas que aunque sólo
mación. tome un caramelo (o una pueden explorarse en sucesión están
fruta pequeña, como una uva) y coló- ya implícitas, difusas e imprecisas, en
quelo delante de usted. contémplelo la primera impresión global. su aten-
lenta, jugosamente, tratando de ima- ción se va volcando sobre un aspecto
ginar su sabor y anticipando la expe- tras otro, empezando por los más lla-
riencia de paladearlo. cuando lo haya mativos (en el caso del caramelo, el
logrado, abra lentamente su envoltura sabor) y pasando lentamente a los
(si la tuviere), póngaselo en la punta menos conspicuos (la textura de su
de la lengua y déjelo allí por un buen superficie, su volumen, peso, movi-
rato. saboréelo. Déjese inundar por la miento, los matices de su sabor, etc.)

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
experiencia del caramelo. Conviértase –que son, por eso, más sorpresivos y
en esa experiencia. fascinantes–. A medida que profun-
Lo más probable es que tienda a diza en ella, la experiencia del carame-
abandonarla luego de unos instantes. lo se intensifica, complejiza y expande
“Ya sé a qué sabe”, se dirá seguramen- y la experiencia del “yo” se reduce y
te, “¿para qué seguir probándolo? opaca. El “yo”, la tarea de probar el ca-
¡mejor masticarlo de una vez! O al ramelo o realizar este ejercicio, pasan
menos moverlo al centro de la len- a los márgenes de la consciencia disol-
gua”. Repare en que las palabras, en la viéndose en la experiencia en sí mis-
forma de un diálogo interno, surgen ma. En este estado, las facetas del ca-
automáticamente en su consciencia y ramelo devienen potencialmente
que tienden a apartarlo de la experien- inagotables. (Esto equivale a la “obje-
cia en sí misma, a reorientar su aten- tivación” de la terapia cognitivo-na-
ción, convirtiendo el acto autosufi- rrativa; (Gonçalves, 2002). Para más
ciente y simple de saborear en la ejercicios de esta índole, véase Kabat-
acción orientada a fines de “descubrir Zinn, (1994).
el sabor del caramelo” –o bien de “se- En esta experiencia se condensa
guir el ejercicio que propone este tex- todo lo que hay que saber de los esta-
to para comprender el concepto de dos mentales a efectos de su manejo
estado mental”–. (De esta forma, la en terapia: volveremos a ella repetidas
consciencia básica se rodea de cons- veces a lo largo de esta explicación.

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8 Indiferenciación, cuando atiende subsidiariamente a las
foco y trasfondo letras y palabras y focalmente a su sig-
nificado y asociaciones. Asimismo, la
El estado mental se presenta inicial- ira quema sobre un lienzo de sereni-
mente como un todo continuo e indife- dad o reposo; la ansiedad contrasta
renciado (la “consciencia básica”). con una tranquilidad deseada o perdi-
Prima facie, sentimos el dolor físico o da; el vacío palpita en un espacio al-
emocional como algo nebuloso y per- guna vez lleno.
turbador, que engloba infinidad de metafóricamente, el trasfondo es el
aspectos individualizables. “punto de fuga” del foco. El punto de
A poco que lo contemple el estado fuga, en dibujo, es el lugar al que con-
mental se diferencia en figura y fondo: vergen las rectas perpendiculares al
una parte ocupa el foco de la cons- observador si se proyectan hasta el in-
ciencia y otra los márgenes. En gene- finito. Paralelamente, el trasfondo es
ral, los objetivos inmediatos o urgen- el objetivo último, el “proyecto de
tes pasan al foco, los objetivos a largo vida” al que convergen todos nuestros
plazo o menos perentorios a los már- actos (presentes en el foco). El punto
genes. Así, cuando se trata de un ma- de fuga brinda perspectiva a un dibujo
lestar, el foco del estado mental es su introduciendo la tercera dimensión;
parte más llamativa: el calor de la ira, el trasfondo brinda perspectiva intro-
el vacío de la pérdida, la falta de alien- duciendo la cuarta dimensión, el
to de la ansiedad, etc. tiempo (futuro y pasado), en nuestras
En los márgenes se encuentra lo acciones cotidianas.
que llamaré trasfondo (searle, 2000): Es decir: el trasfondo define la
el conjunto de detalles sin los cuales el orientación del foco a largo plazo al en-
foco deja de tener sentido y que sólo marcar el objetivo inmediato en los ob-
operan en la medida en que no son jetivos últimos de la persona. En los
contemplados directamente sino a tra- humanos, seres sociales por antono-
vés de su contraste con el foco (lo que se masia, el trasfondo está siempre ges-
resume diciendo que el foco es subsi- tionando la identidad, el “¿quién soy
diario del trasfondo; (Polanyi, 1958; yo?”, tanto en su aspecto relacional
Laso, 2002). En este momento, el lec- (“¿quién soy yo ante los otros? ¿cómo
tor está prestando atención focal a los me ven o experimentan?”) cuanto en
conceptos vertidos en este texto y el individual (“¿en qué tipo de perso-
subsidiaria a la secuencia de caracte- na me convertiré si continúo actuan-
res y palabras. si se detiene a escudri- do de este modo? ¿A dónde llegaré
ñar la tipografía invierte esa relación, por este camino?”)* Por ejemplo,
perdiendo por fuerza el hilo de la dis- mientras en su foco el fóbico intenta
cusión. La comprensión sólo nace desesperadamente evitar el objeto o la
* El aspecto relacional, la constante preocupación de fondo por la imagen que proyectamos ante los demás,
ha sido magistralmente estudiado por Goffman (Goffman, 1967); el individual, la “futuridad” de toda
conducta por insignificante que parezca, por los logoterapeutas (Yalom, 1980). En el estado de “flow”,
cuando se está completamente absorto en una tarea fascinante, el trasfondo se difumina (csikszentmi-
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halyi, 2008). La relación entre foco y trasfondo es, en último análisis, la relación entre consciencia básica
y ampliada, presente y futuro, inmediato y distante, actual y potencial. Hay por tanto una tensión inhe-
rente entre ambos: la conducta, tanto en su contenido como en su estilo, nace del compromiso entre foco
y trasfondo, entre la meta a corto plazo y los objetivos o ideales últimos.

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situación temidos, en el trasfondo se dulce o ácido?”, etc; entretanto, por el 9
pregunta continua y más o menos tá- trasfondo, menos conspicuas pero
citamente: “¿estoy a punto de perder más trascendentes, pasaban otras pre-
el control?” o “¿se dan cuenta los de- guntas a medio formular: “¿me servi-
más de que estoy por quebrarme?” rá este ejercicio para mejorar como
Los “pensamientos automáticos” terapeuta?”, “¿lo estaré haciendo
de la terapia cognitiva estándar; la bien?”, “¿podré aprender de él?”
“imaginación somática” (el hormi- La implicación terapéutica es que
gueo que siente el aracnofóbico al ver para cambiar el foco es necesario cam-
una araña, el vértigo de quien padece biar el trasfondo. Por más que se plan-
miedo a las alturas); la “sensación sen- tee un tema diferente, si se proyecta
tida”; sensaciones físicas como el ca- sobre un mismo trasfondo, el sentido
lor en las mejillas de quien teme ha- de la conversación se mantiene. Pero
blar en público, etc., no son sino el hay que tener en cuenta un corolario
trasfondo del acto en curso –inmerso nacido de la recursividad de la cons-
en la acción global y constante de ges- ciencia: no se puede cambiar el trasfon-
tionar la identidad y la experiencia de do directamente porque abordarlo de
uno mismo–. Volviendo al ejemplo frente lo convierte en el foco. Hay que
del fóbico, gran parte de sus activida- obrar con sutileza, desplazarlo lenta y
des cotidianas están subordinadas a progresivamente. como terapeutas,
otra, global, abstracta y tácita, consis- nunca intervenimos directamente so-
tente en mantener y vigilar el control bre el mundo de nuestros consultan-
de sí mismo evitando ciertas situacio- tes, sino indirectamente sobre su for-
nes, experiencias u objetos. Lo funda- ma de entenderlo y manejarlo. sólo
mental es que este trasfondo determina podemos reorientar su atención en

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
la sintomatología pues se mantiene una dirección esperanzadora y nove-
subsidiariamente bajo cualquier con- dosa.
ducta, presto a invadir la consciencia.
Es la luz a la cual se contempla cual- Evitación y circuito
quier vicisitud. recursivo patológico
Otra forma de decir lo mismo (re-
tomando la noción batesoniana de En el ejercicio del caramelo, el primer
“deuteroaprendizaje”) es que ningún circuito recursivo se manifiesta en el
aprendizaje, experiencia o acción se paso fluido y continuo de la experien-
dan un solo nivel. toda vez que hace- cia a la conjetura y de vuelta a la expe-
mos algo constatamos también con riencia; o bien, del foco al trasfondo.
cuánta eficacia o habilidad lo hemos un aspecto de la experiencia llama la
hecho y elaboramos las implicaciones atención, invitándonos a envolverlo
de esto para nuestra identidad. siem- con palabras: “detrás del dulce hay
pre que aprendemos algo, aprende- una especie de sabor… ¿incisivo?” La
mos también sobre nosotros mismos palabra, a su vez, lo distingue y separa
en relación con ello; aquello ocupa el del trasfondo, enfocándolo y facilitan-
foco, esto el trasfondo. mientras el do una nueva y más precisa conjetura:
lector paladeaba el caramelo surgían “no, más bien como… ¿mordiente?”
en el foco de su consciencia preguntas Ésta individualiza y diferencia aún
como “¿a qué sabe? ¿me gusta? ¿Es más esta faceta del trasfondo, y así su-

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10 cesivamente. De esta forma, la mente tarlo, de neutralizar su doloroso con-
se piensa a sí misma, manteniéndose tenido.
siempre abierta a la novedad y el cam- Esta es precisamente la segunda, y
bio, complejizándose en la dirección más frecuente, opción: tratar de exor-
más prometedora. cizar el recuerdo y el dolor concomi-
mas supongamos que paladear el tante, bien sea apartándolo del foco
caramelo trae a la consciencia del lec- (escape o distracción), bien sea su-
tor una experiencia dolorosa: la vez mergiéndose en él (huida hacia ade-
en que su padre lo ridiculizó frente a lante). Ambas cosas requieren ir con-
sus amigos por su forma de masticar, tra el flujo natural de la atención, lo
por ejemplo. Dicha experiencia se se- que se experimenta como una suerte
para del trasfondo y se impone al foco de “esfuerzo” y produce fatiga. Am-
en toda su perturbadora intensidad, bas impiden a la mente pensarse a sí
desplazando al caramelo. misma, acrecentar su diferenciación,
En esta tesitura, el lector tiene dos y empeoran, por tanto, el malestar
opciones. La primera es acoger con que intentan reducir. Ambas procu-
gentileza este recuerdo como parte de ran evitar el dolor y suscitan el segun-
la experiencia global del caramelo y ha- do circuito recursivo, patógeno y alta-
bitarlo durante un momento, some- mente infeccioso: entre la evitación
tiéndolo al circuito recursivo prima- del malestar, su inevitable recrudeci-
rio y favoreciendo su diferenciación miento y la intensificación de la evita-
en base a sucesivas conjeturas que lo ción.
especifiquen y categoricen. Pues no es Pues cuando se intenta desalojar
más que un ítem de información au- algo por la fuerza del foco de la cons-
tobiográfica, un fragmento, cargado ciencia sólo se consigue empujarlo al
de sentimiento, de un ayer en perma- trasfondo, convirtiéndolo en el contex-
nente actualización. Este tipo de re- to del foco y cambiando su “punto de
cuerdos, a menudo dolorosos, tien- fuga”, aumentando su poder sobre la
den a surgir cuando nos apartamos consciencia. como para orientar nues-
por algún motivo del decurso de la tra conducta debemos prestar aten-
acción cotidiana, por ejemplo, en los ción a su objetivo, esforzarnos por
tiempos muertos en el ascensor, el co- mantener una cosa en la mente con-
che o la ducha; cuando la acción se duce sin remedio a que la mente sea
realiza automáticamente, el foco se ocupada por el esfuerzo mismo; y es-
permeabiliza a aspectos del trasfondo forzarnos por apartarla, a que la ocu-
evocados por el presente. (son tam- pe aquello que pretendemos apartar,
bién los momentos de súbita com- acarreado por el esfuerzo mismo.
prensión y experiencias “¡Eureka!”). Esta es la razón por la que los sínto-
De ahí que los síntomas de la mayoría mas tienden a ser estereotípicos (re-
de trastornos se atenúen mientras se petirse rígidamente) e invasivos (ex-
ejecuta una acción compleja. Esta op- tenderse a todos los ámbitos de la
ción requiere de una destreza que vida de la persona). Cuanto más se lu-
puede ser aprendida: entregarse par- che contra ellos más se fortalecen. no
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cialmente al recuerdo, simplemente hace falta apelar a explicaciones apa-


“habitándolo”, sin huir de ni fundirse ratosas (“perversidad inconsciente”,
con él. Pues ambas son formas de evi- “retorno de lo reprimido”, etc.): es

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una consecuencia obvia de la estruc- trasfondo en la búsqueda de evitar el 11
tura foco-trasfondo de la consciencia. dolor, impidiendo el cambio de la
Para esquivar una babosa debo mirar- mente.
la mientras camino; para evadir un
malestar debo prestarle atención –lo La mente en acción
que frustra invariablemente mis in- y la función del terapeuta
tentos de evadirlo.
La pureza del caramelo dio paso al Veamos cómo operan ambos circui-
propósito de controlar el dolor: el lec- tos en la vida cotidiana. camino ha-
tor se descubrió de repente pensando cia una reunión que será determinan-
en cualquier cosa –menos en el cara- te en mi carrera. mientras el foco de
melo–. Paralelamente, cuando el es- mi consciencia se ocupa de la tarea en
tudiante se obliga a leer una lección curso, “llegar al edificio X en la calle
aburrida repitiéndose “debo estudiar, Y”, en el trasfondo (orientado siem-
tengo que estudiar”, su mente se enfo- pre a los objetivos abstractos y a largo
ca en el esfuerzo de leer y no en el plazo) se van tejiendo los posibles
contenido de la lectura; cuando se da desenlaces de la reunión y sus impli-
cuenta de su distracción y se conmina caciones en mi identidad. Dada su
a leer nuevamente se está distrayendo importancia, éste se llena de anticipa-
en el mismo acto de impedirlo. si insis- ciones teñidas de difusa ansiedad (es-
te en su estrategia termina concluyen- cenas a medio imaginar, situaciones
do que estudiar le es imposible. Y si el vergonzosas, dudas, etc.) que cam-
fracaso se repite podrá desarrollar un bian mi forma de actuar ya que recon-
síntoma obsesivo o fóbico –en la me- textualizan la acción en curso. sin que
dida en que lo conjeture como una me dé cuenta mi andar se hace espas-

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
“incapacidad para controlar su men- módico, mi caja torácica se compri-
te”. Es la propia pretensión de contro- me, mi voz se agudiza –lo que impri-
larse lo que le hace perder el control; me a mis movimientos un estilo
es su conjetura, que atribuye el des- dubitativo y defensivo que tanto yo
control recurrente a una falla de su como mis interlocutores podemos
carácter, lo que lo hace perdurar. observar. En este punto reparo en el
Pues también en esta circularidad cambio experiencial global y lo conje-
se elaboran conjeturas para recubrir turo: “estoy nervioso”.
de sentido a la experiencia primaria Hasta aquí el primer circuito. Acto
del malestar. Pero en vez de contri- seguido, podría interesarme gentil-
buir a diferenciarlo, precisarlo y defi- mente por estos “nervios” y explorar
nirlo, tienden a comprometer negati- su trasfondo: “¿cómo son? ¿Qué es lo
vamente la identidad. En lugar de que me preocupa tanto?” A su vez, es-
buscar la respuesta al “cómo es este tas preguntas orientarían mi atención
dolor” tendemos a responder al “¿por separando del trasfondo, una a una,
qué lo siento?” (o al “¿por qué no distintas facetas de la ansiedad: la vez
puedo controlarlo?”), atribuyéndolo en que me quedé en blanco en una en-
a un “defecto de fábrica” o de carácter trevista de trabajo, cómo me veré en
(derivado, quizá, de un “trauma”). Lo un año si fracaso o tengo éxito, si es-
cual paraliza el primer circuito recur- toy vestido adecuadamente, etc., has-
sivo fijando tanto al foco como el ta dar con una conjetura más precisa y

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12 pertinente (“es casi como si tuviera mente se piense a sí misma–. mis
que dar un examen… ¡como si tuviera “nervios” siguen siendo amorfos, im-
que dar un examen sorpresa!”). como precisos, ubicuos y por ende inasibles
el malestar ha dejado de permear el –ya que se entremezclan con el tras-
trasfondo para pasar al foco, ya no es fondo de toda mi experiencia. mi in-
más una masa vaga, nebulosa, pringo- capacidad de controlar directamente
sa e incomprensible, sino un aspecto mis estados mentales no responde a
específico y claro de mi experiencia un defecto, sino a la recursividad en-
ante el cual ya puedo adoptar una tre foco y trasfondo y a que he acepta-
postura. Así, habría alterado mi tras- do la primera conjetura acerca de mi
fondo y reorientando mi conducta propio estado en vez de “habitarlo”.
hacia este nuevo “punto de fuga”. Pro- cuando los consultantes relatan
fundizando el primer circuito recursi- escenas como esta suelen hacerlo de
vo habría ganado en autoconsciencia una forma confusa e irregular, que re-
y aumentado la diferenciación de mis fleja su falta de diferenciación y su in-
estados mentales. tento de evitar el dolor. Para favorecer
Ahora bien: es más probable que el cambio, el terapeuta simplemente
intente librarme directamente de mi se sumerge en el primer circuito re-
malestar, en cuyo caso el “punto de cursivo. Es decir, facilita la narración
fuga” de “llegar al edificio X” no será de la escena enfocando su atención en
ya “sostener una reunión importante” los detalles y tratando de recrearlos ac-
sino “controlar mis nervios para que tivamente en sí mismo a medida que
la reunión no sea un fracaso”. Desen- la desentraña en diálogo con el consul-
cadeno así el segundo circuito nacido tante. De este modo, impide la evita-
de la evitación. Para librarme de mis ción sin luchar contra ella ni impo-
nervios, sin importar cómo lo intente nerse sobre el paciente y su legítimo
(distrayéndome, controlando férrea- deseo de reducir el malestar, reorien-
mente mis acciones, contrarrestándo- tando su atención en zigzag entre los
los con “pensamientos positivos”, hechos y las conjeturas, habitando
etc.), tendré que monitorear mi des- un instante ora esta faceta, ora aque-
empeño prestándoles atención, dife- lla, del campo experiencial del consul-
renciándolos e intensificándolos con- tante, invitándolo a contemplar sus
comitantemente, acentuando por propios estados con sensibilidad y
ende la evitación –y así sucesivamen- aprecio. sus preguntas, apuntes, co-
te–, hasta desembocar en una cascada mentarios, gestos, etc., no son estrate-
emocional. cada vez que el ciclo se gias para cambiar al consultante, sino
repita, mi mente se centrará más en que nacen con espontaneidad de su
desalojar la ansiedad a toda costa, vol- propia experiencia a medida que lo
viéndose más rígida e indiferenciada. escucha con interés genuino. si diri-
Pero, y esto es el quid del asunto, este gen adecuadamente el foco atencio-
segundo circuito, patológico y evita- nal del consultante es porque surgen
tivo, nace de que he dado por cierta la de que el terapeuta también está tra-
conjetura inicial, “estoy nervioso”, en tando de conducirse a sí mismo, tan-
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vez de ponerla entre paréntesis y lan- teando a ciegas los contornos de la


zarme a especificarla dejando que el experiencia.
primer circuito siga su curso –que la La función del terapeuta, pues, no

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es tanto inducir cambios en el consul- poco puedo aceptarlo. Y lo que forma 13
tante cuanto refrenar el segundo cir- parte de mi experiencia es innegable,
cuito recursivo (fundado en la evita- me guste o no. La percepción, tanto
ción) sin luchar en su contra, sino de mí como del mundo exterior, se me
obrando sobre su propia atención. Es impone y no depende de mi voluntad.
retirar los obstáculos para que tanto si una rana croa a mi lado, la escucho,
su mente como la de su consultante se quiera o no. Por más que me distraiga,
piensen a sí mismas. A medida que la ignore o incluso lo niegue, por más
dialoga, repara en la forma en que se que “no la acepte”, la escucho. Asimis-
está diferenciando su propia cons- mo, si una situación amenaza mi iden-
ciencia como reflejo de la de sus con- tidad, me pongo ansioso, lo acepte o
sultantes; seleccionando los aspectos no. más me vale indagar qué aspecto
más interesantes o prometedores de de mí está en juego que empeñarme en
su propio trasfondo y orientando hacia acallar la ansiedad.
ellos su atención, da una dirección al Los problemas y patologías no na-
diálogo y reconduce la atención de cen de “no aceptar” un malestar, sino
sus consultantes hacia los detalles su- de creer a pies juntillas en la conjetura
mergidos que contradicen sus conje- que nos hemos hecho de él en vez de
turas dominantes de sí mismos y su usarla para explorar la experiencia.
entorno. Propicia así los circuitos re- no se trata de “aceptarlo” sino de “ha-
cursivos positivos y saludables. En de- bitarlo” con gentil atención hasta que
finitiva, hace en el diálogo lo mismo comience a diferenciarse y suscitar
que en el ejercicio del caramelo. nuevas descripciones conjeturales:
aceptar es pasivo, habitar activo. Para
“Aceptación” y paradojas “aceptar” debo creer que sé lo que me

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
del control pasa: para diferenciarlo debo asumir
que no lo sé del todo y que siempre
Es necesario salir al paso de un posi- puedo entenderlo con más exactitud.
ble malentendido: “entonces, la solu- Es esta la postura del terapeuta, de
ción es que la persona acepte su do- donde nacen la insaciable curiosidad
lor”. Pues muchas teorías postulan y el reconocimiento por las varieda-
que los problemas se deben a no acep- des de la experiencia humana que des-
tar un estado mental determinado. En tilan sus intervenciones.
realidad, debajo de esa supuesta Desde luego, éste no procede pre-
“aceptación” se esconde un nuevo y guntando al consultante “pero ¿crees
más sofisticado intento de evitar o que estás ansioso de verdad?” si lo hi-
controlar el malestar: la esperanza tá- ciera, movería la atención de éste no
cita que obra en el trasfondo de que hacia el trasfondo y sus facetas, sino
“aceptándolo”, el malestar se desva- hacia el foco, la ansiedad de la que hay
nezca o alivie. Esto mantiene la aten- que escapar, fortaleciendo el circuito
ción enfocada en él con miras a que evitativo (además de descalificarlo,
desaparezca, aumentando su influen- sugiriendo implícitamente que no es
cia e impidiendo la diferenciación. capaz de reconocer sus propios esta-
Este “aceptar”, “permitir”, “no lu- dos). tampoco actúa estratégica o pa-
char”, etc., es, bien mirado, un pleo- radójicamente. Por el contrario, lo
nasmo: si no puedo negar algo, tam- hace de manera indirecta y amable,

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14 primero sobre sí mismo, recondu- ocupando el foco: aunque en el cen-
ciendo con suavidad, a través de ello, tro de mi consciencia esté empeñado,
el diálogo y por ende la consciencia por ejemplo, en llenar mi declaración
de sus interlocutores. de impuestos, en el margen me pre-
Esto se debe a que, como he señala- guntaré continuamente “¿sigo igual
do, es imposible controlar directa- de ansioso o ya estoy mejorando?”
mente los estados mentales: cuanto Así paralizo el circuito básico impi-
más se intenta, menos se controla. diendo la diferenciación y el cambio
Esta paradoja interna tiene su contra- de mi mente.
parte en la paradoja externa de la rela- El segundo circuito, evitativo, fa-
ción terapéutica: si intervengo con el vorece la repetición del malestar en
fin de que el consultante “produzca situaciones semejantes y su contagio a
material clínico” o de mejorar la rela- otros contextos de la vida de la perso-
ción, sucede todo lo contrario, ya que na. Esta repetición suele conjeturarse
la única manera de que confíe en mí como “falta de control” –que se acha-
es que mis respuestas sean auténticas ca habitualmente a un defecto en la
y genuinas. sólo puedo lograr una re- identidad (la “narrativa dominan-
lación terapéutica saludable y espe- te”)–. Dicha identidad conjetural, por
ranzadora si no lo busco deliberada- último, conduce a un nuevo circuito
mente. Asimismo, cuanto más lucho recursivo, éste interpersonal: en su
contra el síntoma más resistencia ge- afán de desmentirla y evadir su dolor,
nero –porque acentúo la evitación la persona tiende a definir las relacio-
que lo mantiene–. cuando el tera- nes con sus allegados de manera cohe-
peuta propone al consultante técni- rente con sus conjeturas y pretensio-
cas para “controlarse” su objetivo es nes evitativas. El tácito “¿sigo igual de
más bien orientar la atención en otra ansioso?” deviene en “¿no estaré en-
dirección disolviendo el círculo vicio- loqueciendo?” y en “¿no se dan cuen-
so entre foco y trasfondo. ta de que estoy perdiendo el con-
trol?” –lo que mueve a la persona a
Circuitos interpersonales atender selectivamente los indicios de
y conjeturas negativas que los otros están al tanto (o no) de
su malestar, ignorando el resto de
cuando se trata de estados dolorosos mensajes que conforman toda inte-
tenemos, pues, dos circuitos recurren- racción y reduciendo su capacidad de
tes superpuestos que se inhiben mu- diferenciarlos y responder a ellos
tuamente. En el instante en que con- adaptativamente–. Por esta razón, las
jeturo un cambio en mi experiencia personas tendemos a “fundir” nuestra
como “malestar” lo enfoco, haciéndo- identidad con los problemas; de ahí
lo más claro y diferenciado, lo cual que parte de la intervención consista
orienta mi atención hacia él, diferen- en separarlos siguiendo el lema de que
ciándolo aún más, y así sucesivamen- “la persona no es el problema, el pro-
te. cuando, acto seguido, procuro blema es el problema” (White & Eps-
evitarlo o silenciarlo lo arrojo al tras- ton, 1990). también por esto, una
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fondo, en forma de la atención subsi- vez que alguien bautiza algo como
diaria constante a dicho malestar que “problema” éste tiende a invadir las
subyace a cualquier acción que esté conversaciones de toda la red creando

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un “sistema del problema” que lo es- caricaturizando, diremos que el 15
clerotiza y mantiene (Anderson, fóbico evita el miedo, el depresivo la
1997). tristeza, el obsesivo la culpa, el border-
De aquí la rigidez que los pioneros line el vacío, el narcisista la intrascen-
de la terapia familiar detectaran en las dencia… siendo la mente un sistema
interacciones de las familias con pro- autopoiético, un pez que se muerde la
blemas graves. El “enmarañamiento” cola, cuanto más corren para dejar
(minuchin & Fishman, 1981), la atrás sus temores más pronto se los
“masa indiferenciada del ego fami- vuelven a topar delante. como reza el
liar” de bowen, la “transacción esqui- refrán: “quien teme sufrir, sufre de te-
zofrénica” del equipo de bateson, los mor”.
“juegos psicóticos” de milán, los “cir- En resumen, las patologías se ca-
cuitos inextricables” de ugazio (uga- racterizan por circuitos intrapersona-
zzio, 2001), las escaladas de las fami- les inmersos en relaciones cuyos cir-
lias del esquizofrénico en la teoría de cuitos interpersonales los fortalecen y
la Emoción Expresada (Leff, 2001), empeoran –y viceversa–. Lejos de
etc., corresponden a la falta de dife- oponerse, los circuitos intra e inter-
renciación de los estados mentales de personales son dos caras de la misma
los miembros de la familia, envueltos moneda. Ambos tienden a devenir re-
en circuitos evitativos intra e inter- cursivos: una vez iniciados se mantie-
personales, y sus concomitantes inte- nen a sí mismos –y también las “iden-
racciones crudas, repetitivas y prede- tidades” de quienes participan en
cibles. Ya que no pueden distinguir ellos–. mi suposición de que lo que
las tonalidades de sus propios estados siento es ansiedad profundiza esa sen-
mentales, tampoco pueden captar las sación; mi subsecuente suposición de

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
sutilezas en los mensajes de los demás que la ansiedad indica que soy insegu-
ni dosificar sus acciones de acuerdo a ro la aumenta, confirmando mi inse-
ellas y tienden, por tanto, a responder guridad; y así sucesivamente. mis
impulsiva y semiautomáticamente, emociones intensas suscitan en los
tropezando una y otra vez con la mis- demás paralela intensidad, que redu-
ma piedra relacional. ce su perspectiva, focaliza su atención
Este es el mecanismo por el que se y los mueve a responder rígidamente,
mantienen y encapsulan los trastor- lo que acrecienta mi intensidad, y así
nos a lo largo de los años: sucesivamente.
– la circularidad entre evitación de El cambio terapéutico nace de di-
un estado mental doloroso y fuminar estos circuitos para reducir
atención a dicho estado mental en su frecuencia e intensidad y sustituir-
el afán de evitarlo, que lo vuelve los por otros enriquecedores basados
repetitivo y engendra, en el circuito primario y generativo
– a nivel metacognitivo o “ampliado”, entre cambio experiencial y conjetu-
las explicaciones descalificadoras ra. El terapeuta no sólo explora el
del fracaso en controlar que forjan contexto del problema, sus excepcio-
una “identidad defectuosa” y nes o funciones relacionales, etc.; ni
– conducen a relaciones cuyos siquiera sólo su significado. se intere-
circuitos interpersonales las sa por su experiencia, que no es el
confirman (Dimaggio et al., 2007). “¿cómo te sientes?” (que conduce,

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16 casi siempre, a un punto muerto), barajarlas de múltiples maneras, tra-
sino el “¿cómo se siente? ¿cómo es?”, tando de anticipar las vicisitudes que
evocando conjeturas metafóricas que habremos de enfrentar. Y quinto, nos
lo enfocan, separando sus matices y capacitan para reorientar apropiada-
facetas y amplificándolas una a una, mente la atención a lo largo de dicha
diferenciando el estado mental que lo secuencia de acciones, cada una de las
enmarca. cuales requiere de un foco distinto y
específico: “ahora que he terminado
La naturaleza verbal de la de probar el caramelo –continuaré
consciencia ampliada con la lectura– mientras espero que
llegue el autobús –que me llevará a
El fundamento de este proceso es que casa”.
las palabras sirven de asidero a nues- ¿Qué sucede cuanto intentamos
tro pensamiento, de hitos en nuestra evocar algo fragmentario y huidizo
perenne exploración de la interiori- –una película, una anécdota, un ros-
dad. Primero, nos permiten diferen- tro o un lugar–? Iniciamos la tarea
ciar los aspectos de esa totalidad. Es- dándonos una orden interna más o
tablecen límites entre un momento y menos velada: “a ver, ¿cómo era esa
otro, entre una acción y la que le si- película en la que el protagonista huía
gue, requiere o engloba: “voy a pala- entre unos matorrales…?” Identifica-
dear este caramelo lo más lentamente mos, así, un detalle difuso pero incon-
que pueda –con el fin de entender fundible que amenaza con escapárse-
este texto sobre los estados mentales– nos y que, al participar de la sensación
para mejorar mi habilidad terapéuti- global de lo que tratamos de recordar,
ca”. segundo, las categorizan en fun- nos ofrece un punto de apoyo indis-
ción de sus características y no sólo su pensable. El verbalizarlo lo estabiliza:
contigüidad temporal o espacial; así, enfoca sobre él nuestra consciencia,
al tiempo que distinguen, unifican en maximizando su contraste con el tras-
un nivel superior lo que se ha distin- fondo. contemplamos el detalle cap-
guido en el subordinado: “este cara- turado, en la esperanza de que suscite
melo es ácido (como el limón), duro nuevas asociaciones que nos acerquen
(como el azúcar) y liso (como una ca- al recuerdo que anhelamos. Y cada
nica)” (Vygotsky, Rieber, & carton, asociación es, de nuevo, identificada y
1987). tercero, esta categorización embalsamada en palabras que conver-
nos da la posibilidad de enlazar entre timos en otras tantas órdenes o suge-
sí diversas experiencias y escenas que rencias: “pero ¿no eran dos protago-
son en sí mismas autárquicas, com- nistas, un chico y una chica, los que
partimentos estancos de nuestra bio- huían? Y los perseguía una multitud
grafía de otro modo inalcanzables: armada con hoces… ¿Quiénes eran?”
“recuerdo haber probado un carame- El diálogo interno también resuelve la
lo igual de ácido pero blando y rugo- ausencia de asociaciones reorientan-
so…” cuarto, nos permiten proyectar do la atención hacia detalles más fera-
un objetivo y una secuencia de accio- ces: “no, no me acuerdo… pero a ver,
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nes a largo plazo (Gärdenfors, 2003). ¿cómo era la atmósfera? ¡Ah! De no-
usamos las palabras para vincular las che, llena de niebla, creo que con luna
escenas presentes con las pasadas y llena…” El recuerdo, pues, mana de la

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alternancia entre la experiencia y su estado mental lo apartamos de todos 17
diferenciación y descripción verbal. Y los demás: “noto que la manera en que
recordar (como reflexionar, imaginar, el caramelo toca mi paladar es distinta
planear…) es una tarea, una acción, de su dureza”. Por otra, con ello la sen-
dirigida y sostenida por medio del diá- sación se separa del trasfondo de nuestra
logo interno –y, cuando es necesario, experiencia y, por ende, de nuestro ser.
por el terapeuta que participa de una Así la externalizamos, transformándo-
conversación orientada al cambio– la metafóricamente en un “objeto”
atendiendo a la diferenciación de su ante el cual podemos tomar una pos-
propia mente que refleja la de sus in- tura: “…y lo que me disgusta no es su
terlocutores. dureza, sino esa presión en el paladar
sin lenguaje, sin esta posibilidad que ahora distingo”. Este fenómeno,
de hablar con nosotros mismos, nos llamado “defusión del yo” (Hayes,
somos extraños. Privados de la capaci- strosahl, & Wilson, 2003), es el pun-
dad de bautizar lo que nos sucede vi- to de partida interno de la técnica na-
vimos a merced del instante presente, rrativa de la “externalización”. En su
incapaces de imaginar el futuro o re- dialéctica con la mente, el lenguaje es
cordar el pasado, de reconocer lo que inherentemente externalizador.
sentimos –no sólo de sentirlo–. Pues simplemente con decir “me siento
para saber lo que me sucede tengo que triste” ya acreciento la diferenciación
describírmelo y explicármelo a mí mis- de mi mente. El estado ya no medra
mo. Así, el lenguaje nos aparta de la en el trasfondo ni permea la totalidad
experiencia y al mismo tiempo nos re- de mi ser: cobra forma colocándose
concilia con ella: al sacarnos del pre- en su foco. Dándole nombre y con-
sente crea futuro y pasado, al distan- tándomelo, lo saco de la vorágine de

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
ciarnos de la sensación en sí misma mi experiencia colocándolo “delante
determina lo que sentimos y lo que de mí” para poderlo “observar” con
no. Es la urdimbre sobre la cual teje- calma y detenimiento (Gendlin,
mos la trama de nuestra biografía, un 1996) y barajar otras conjeturas sobre
tapiz cuyos hilos vinculan pasado con él. Ya no siendo la tristeza puedo tomar
presente y que arrojamos al vacío para postura ante ella y modificar los cir-
proyectar el futuro, planificar y con- cuitos relacionales que la sustentan.
ducirnos a largo plazo. una mujer cuenta que en su casa,
que comparte con su nueva pareja y,
Diferenciación: cada quince días, con el hijo adoles-
externalización y cambio cente de una anterior, se está hospe-
relacional dando una sobrina suya, dos años más
joven que este. El viernes pasado, al ir
como el estado mental es un todo in- a la habitación de invitados para des-
diferenciado, el zig-zag entre lenguaje pedirse de la chica, la mujer vio a su
y atención permite establecer diferen- hijo salir de allí y las luces apagadas:
cias a dos niveles: uno en su interior y “ya pasó algo entre ellos”, pensó. Al
otro entre él y nuestro “yo”. Por una día siguiente, se encontró extremada-
parte, cuando (siguiendo las órdenes mente irascible y violenta con su hijo:
del diálogo interno o la sugerencia del “me llevo tan mal con él que lo mal-
terapeuta) focalizamos un aspecto del trato siempre… no era para tanto, soy

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18 pésima madre”. Los continuos desen- los estados mentales que les subya-
cuentros entre ella y su hijo, en el con- cían. Esto unifica dos conceptos fun-
texto de su propia problemática damentales de la teoría sistémica y
crianza y su ambivalente relación con cognitiva (que hasta donde sé no han
su madre, la han llevado a conjeturar- sido relacionados antes): metacomu-
se como incapaz de criarlo decente- nicación y metacognición.
mente. Habitualmente, se llama metaco-
Reconstruyendo la escena, alter- municación a un mensaje que versa
nando entre experiencia y explica- sobre la comunicación misma (por
ción, recuerda un detalle que, al no ejemplo, “lo que acabo de decir era
encajar en su conjetura, se le había es- un chiste”). también es metacomu-
capado. Al volver a su habitación no nicativa cualquier información que
se encontraba molesta, sino preocu- acompañe a y, por ende, califique o
pada. El enfado sólo apareció cuando contextualice, un mensaje (el tono
su pareja actual, enterada de lo suce- despreciativo al responder “sí, sí…” a
dido, la censuró: “¡no es para tanto! una pregunta). En terapia, el con-
Déjalos en paz, ya son grandes”. Po- cepto suele aplicarse de manera más
dría pensarse, por tanto, que “en reali- restringida: un comentario acerca de
dad” estaba molesta con su pareja y la relación que engloba los mensajes
que esta ira “se desplazó” a su hijo; es metacomunicativo. se supone que
pero esta conjetura ignora que una propicia el cambio porque aclara el
nueva reconstrucción evidencia que contenido de los mensajes al esclarecer
la recriminación de la pareja confirmó la relación que los contextualiza
la duda preexistente de esta mujer (“como tu amigo, lo que quise decir
acerca de su calidad de madre y que, es…”).
por ende, está enfadada consigo mis- Paralelamente, aunque distintos
ma primariamente y con su hijo, autores proponen diversas definicio-
muestra palpable de esta supuesta ca- nes y componentes de la metacogni-
rencia, de manera refleja. Al final de ción (Fonagy, 2000; Wells, 2009), su
esta charla se conduce esta diferen- núcleo común es la capacidad de re-
ciación de sus propios estados menta- flexionar acerca de los propios procesos
les al cambio relacional sugiriéndole reflexivos –que se supone propicia el
que converse con su hijo para trans- cambio porque, parafraseando a
mitirle el mensaje: “a veces reacciono Wittgenstein, no se puede seguir ju-
mal contigo por cosas que no son tu gando al mismo juego una vez se
culpa”. comprende que es un juego.
Esta viñeta sugiere que la diferen- sin embargo, en la práctica se
ciación interna y la externa son una y constata que estas aclaraciones son
la misma cosa. cuando podemos dife- muchas veces insuficientes. Promo-
renciar entre sí los estados mentales ver la metacomunicación en terapia
vinculados a las interacciones con los no basta para inducir la mejoría
otros, podemos diferenciarnos de (como ya se admite en el clásico
ellos y redefinir nuestras relaciones Pragmática de la Comunicación Hu-
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afectivas. Asimismo, cuando redefini- mana; Watzlawick, bavelas, & Jack-


mos nuestras relaciones diferencia- son, 1967). Los interlocutores siem-
mos también las diversas facetas de pre pueden continuar con su

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altercado a nivel metacomunicativo: ción (Leff, Kuipers, & Lam, 2002). 19
“no, no quisiste decir eso, ni es lo que De este modo, se reduce la intensidad
dijiste…” De igual manera, poner en de la expresión de emociones negati-
evidencia el circuito cognitivo que vas en las interacciones (ya que tiende
sostiene un síntoma no basta para a intensificar recursivamente las emo-
que remita; si así fuera, el fóbico de- ciones del resto, sumiendo a la familia
jaría de serlo al entender la circulari- en una “visión de túnel” colectiva co-
dad entre ansiedad anticipatoria y herente con dichas emociones) susti-
confirmación de la creencia fóbica. tuyéndolas por expresiones de reco-
Volver contenido una relación no al- nocimiento y nutrición emocional
tera per se la estructura de dicha rela- (Linares, 1996).
ción –así como descubrir el “por salta a la vista que se trata del mis-
qué” de un síntoma, per se, no lo re- mo descubrimiento, alumbrado más
suelve. Para que se dé el cambio es o menos independientemente en dos
necesaria una forma alternativa, bien vertientes de la psicoterapia: que lo
de comprender un hecho, bien de ac- fundamental para inducir un cambio
tuar en una relación; es decir, es nece- no es la metacomunicación (o sea, el
sario aumentar la diferenciación de la hablar acerca de la relación) ni la me-
mente. tacognición (o sea, el pensar acerca
Los terapeutas post-cognitivos y del propio pensamiento), sino el inte-
post-sistémicos han reparado en este rrumpir la escalada distanciándose de
fenómeno. Así, para la “terapia de la vorágine de la interacción (y sus es-
Aceptación y compromiso” (Hayes tados mentales concomitantes) favore-
et al., 2003), la mejoría no se debe al ciendo la diferenciación de los propios
cambio del contenido de las creencias estados mentales. Logrado este distan-

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
(terapia cognitiva de “primera gene- ciamiento, ni la metacomunicación ni
ración”) ni de su estructura o reglas la metacognición son imprescindibles
de inferencia (“segunda generación”), –aunque puedan amplificar y solidifi-
sino de la postura de la persona ante car el cambio–. La metacomunicación
ellas: pasar de darlas por hecho colo- es comunicarse acerca de la comunica-
cándolas en los cimientos de su expe- ción misma de modo que cambie el pa-
riencia, a considerarlas meras creen- trón comunicacional –cosa que sólo
cias que forman parte de un todo puede obtenerse desde “fuera” de ese
experiencial complejo y multifacético. patrón–. La metacognición es pensar
concomitantemente, para quienes acerca del propio circuito de pensa-
trabajan en “Emoción Expresada” miento de forma que éste cambie –lo
(Leff & Vaughn, 1985) las escaladas que sólo puede practicarse desde
que disparan los síntomas no se evi- “fuera” de dicho circuito–. Ambas re-
tan metacomunicando, sino alteran- quieren de un distanciamiento previo
do la postura de los allegados ante las del círculo de la experiencia en curso:
conductas sintomáticas que, en vez de un “pararse y ver” que no se limita a
magnificarse, se abordan como una detener voluntariamente la escalada
parte más del repertorio del paciente; interpersonal o la cascada emocional
por ejemplo, a una persona que discu- interna, sino que requiere alejarse me-
te con sus “voces” se le pide que lo tafóricamente de ambas, separándolas
haga tranquilamente en otra habita- del trasfondo de la experiencia para po-

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20 derlas contemplar. Es decir, la doble charla manteniendo su ritmo y pre-
diferenciación antes aludida: entre el servando la relación terapéutica. Asi-
estado mental y el “yo” y entre las di- mismo, en vez de cortar una escalada
versas facetas del estado mental. simétrica entre marido y mujer, el te-
rapeuta presta atención a su propia
Implicaciones técnicas: tentación a imponerse sobre ambos, a
la fluidez del terapeuta amplificar la escalada en el intento de
frenarla. Al conjeturar así su propio
De este análisis de la estructura de la estado, respira sonora pero relajada-
consciencia se desprenden algunos mente; como por arte de magia, la
principios para facilitar el cambio in- pareja deja de pelear para mirarlo.
dependientemente de la orientación Quizá entonces apunte “es difícil no
teórica. En primer lugar, la atención dejarse llevar, ¿verdad?”, propiciando
prepara la acción: lo que ocupa el foco la diferenciación de los estados que
anticipa lo que va a hacerse. Por con- subyacen a esta secuencia comunica-
siguiente, para cambiar la acción hay cional ofreciendo el suyo como punto
que redirigir la atención. Es menos de partida.
brusco y violento desplazar lenta y Puesto que aquello a lo que se
progresivamente el foco atencional atiende crece, anticipando la acción,
de los consultantes en el curso del diá- el terapeuta cambia la conducta y ex-
logo que proponerles un cambio di- periencia de sus consultantes rediri-
recta e inequívocamente. Esto no giendo su foco atencional; y, a su vez,
equivale a modificar las “creencias” hace esto operando más que nada so-
con respecto a la acción (el “reenmar- bre su propia consciencia, ejecutan-
que” del modelo mRI) ni a cambiar do continuamente la dialéctica entre
de tema de conversación, cosas ambas experiencia primaria y explicación.
repentinas y ásperas: consiste en aten- Procura hacerse cargo de lo que sus
der a facetas o tonalidades presentes consultantes cuentan reconstruyén-
en la charla de manera subsidiaria y dolo activamente en su interior, casi
ampliarlas hasta ocupar el foco de la paladeándolo, lo que le sugiere conje-
consciencia. O sea, en ir enfocando turas que organizan su trabajo y que
aspectos del trasfondo. Pues aquello a comparte con ellos a través de sus in-
lo que prestamos atención tiende a cre- tervenciones. En la medida en que
cer y diferenciarse. obra a partir de su reflejo de la expe-
un “me ha dicho que su hijo no la riencia de los consultantes preserva la
respeta, ¿a qué se refiere?” interrumpe relación terapéutica, siempre y cuan-
el flujo del diálogo generando resis- do actúe de modo primariamente ge-
tencia: la persona tiene que apartar su nuino y no estratégico (esto es, con el
foco atencional de la secuencia natu- fin de diferenciar su propia mente y
ral de su relato y “moverse” a un lugar no de “cambiar” las de ellos). Pues
distinto para volver a hablar. Por con- cuando enmarca una intervención
tra, un simple “… ¿no la respeta?” o, como una “técnica”, aunque lo haga
aún mejor, un breve gesto interrogati- sólo en su fuero interno, induce resis-
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vo (girar la cabeza a un lado y ligera- tencia: cualquier evento que se apar-


mente adelante juntando las cejas) en te de lo que se supone que dicha téc-
el momento propicio reorientan la nica ha de producir será conjeturado

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como un fracaso, convenciendo al te- tando la distancia experiencial entre 21
rapeuta de la “dificultad” de esta fa- ambos. casi siempre, su reacción re-
milia y a ésta de que el terapeuta “no fleja la de algún miembro del sistema
los entiende”. ante el problema: alguien, quizá una
cuando opera de este modo, el te- parte del mismo consultante, está
rapeuta no tiene que preocuparse por igual de frustrado, agobiado, decep-
“empatizar” con sus consultantes, cionado, indignado, etc., con el ma-
“validar” su sufrimiento, otorgarles lestar que los trae a consulta, que el
reconocimiento, “normalizar” su terapeuta en ese instante. De nuevo,
conducta, “legitimar” su postura o esta conjetura permite propiciar la di-
“empoderarlos”. todo ello ocurre au- ferenciación de las mentes de los in-
tomática, naturalmente, ya que está terlocutores: el terapeuta la toma
reaccionando siempre a sus propios como punto de apoyo para su inter-
estados mentales que fluyen con la vención (desde un “debe estar harto
conversación. (Es más: si trata de ha- de intentarlo todo sin éxito, ¿no?”
cerlo a propósito fracasa sin remedio: hasta un gesto o una sonrisa, depen-
para hacer un cumplido hay que diendo del estado de la interacción).
creérselo). tampoco tiene que esfor- En esencia, obra con las historias
zarse por detectar “desenlaces inespe- que comparten sus consultantes
rados” o “excepciones al problema”: como con el caramelo: explorando su
los percibe de inmediato por los cam- consciencia, saltando de la conjetura
bios experienciales concomitantes. a la experiencia y viceversa, sin luchar
cuando la conversación no “fluye”, se contra las distracciones o malestares
atiende a sí mismo para individuali- ni tratando de evitarlas, sino habitán-
zar el obstáculo y precisarlo a través dolas hasta separar del trasfondo face-

Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
de sucesivas conjeturas: por lo gene- tas que procede a conjeturar con cre-
ral, algo en el discurso del consultante ciente precisión y claridad.
le choca, escandaliza, incomoda o Retira, en suma, los obstáculos
perturba y se ha lanzado sin percatar- para que la mente se piense a sí mis-
se a desalojarlo o aplastarlo, aumen- ma.

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