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54 112 1 SM
54 112 1 SM
un modelo atencional
de la interacción terapéutica
Esteban Laso O.*
REsumEn
En este texto propongo un marco de referencia para organizar la terapia en base
a la experiencia interna del terapeuta: el trabajo relacional desde y sobre los
estados mentales. Para ello, describo los dos tipos de consciencia y su naturaleza
conjetural, las nociones de foco, trasfondo y circuito recursivo patológico; ilustro la
exposición mediante un ejercicio experiencial y esbozo sus implicaciones técnicas.
Palabras clave: psicoterapia, autoconsciencia, evitación
AbstRAct:
In this paper I present an “internal” frame of reference for family therapy:
a relational work from within, and over, the states-of-mind of therapist and
client. I begin by describing the two different planes of consciousness, their
conjectural nature, and the concepts of focus, background and iatrogenic-recursive
circuit. Then, I offer an experiential exercise to illustrate these concepts and,
finally, sum up their technical implications.
Keywords: psychotherapy, self-consciousness, avoidance
Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
cuerdos individuales, los cuales son capaces de “traducir” este estado
catalogados en función de infinidad mental a palabras sin pérdida de con-
de criterios y vueltos a unir en un ni- tenido. El “ojo” de la mente “observa”
vel superior, de forma que puedan ser la sensación (quale; alternativamente,
traídos a la consciencia a través de la persona “palpa” su interior, su “sen-
nombres o símbolos específicos. Así, sación sentida”; cf. Gendlin, 1978) y
la experiencia primaria cobra el senti- le da un nombre, volcando sus pro-
do que, en el mundo de lo humano, piedades al lenguaje; en otras pala-
surge de proyectarla hacia el futuro – bras, la consciencia primaria es vista
que se crea juntando fragmentos se- directamente y traducida automática-
lectos del pasado en virtud de la tra- mente a consciencia ampliada. El pa-
yectoria que se atribuye al presente. radigma de ambas metáforas es la
sin embargo, este escape del ins- noción psicoanalítica de insight, lite-
tante nos conduce a una nueva pri- ralmente, “mirada hacia adentro”, cu-
sión que Wittgenstein llamó “la jaula yos antecesores son la “intuición”
del lenguaje” y que procede de dos he- kantiana y el cogito cartesiano. La
chos: que la relación entre experien- “cristalina esencia” del ser humano
cia y explicación nunca es inequívoca salvaría el hiato entre consciencia pri-
ni completa y que el acto de ser cons- maria y ampliada.
ciente modifica aquello de lo que se es Esta imagen del funcionamiento
consciente. Debido a éstos, la expe- de la mente es errónea. ni “observa-
sucede más bien es que, en medio de ras pregnantes. Podríamos haber in-
nuestras actividades cotidianas, de- terpretado la diferencia experiencial
tectamos un cambio en nuestra forma de otra manera (por ejemplo, “estoy
Esteban Laso O. Dejar que la mente se piense a sí misma: un modelo atencional de la interacción terapéutica.
cuito recursivo entre consciencia todos sus esfuerzos: “estoy partida en
primaria (cambio experiencial) y dos, doctor; mi cabeza sabe que esta
consciencia ampliada (conjetura o relación me hará daño pero mi cora-
metáfora), es lo que nos capacita para zón no lo entiende. ¡Ayúdeme!” Esta
organizar nuestra acción a largo pla- persona ha observado que cada vez
zo. La experiencia de un animal sigue que ha tratado de dejar a su amante ha
al pie de la letra su entorno inmedia- experimentado un malestar que se in-
to; pero el lenguaje humano, al per- tensificaba con el tiempo y que, vol-
mitirnos seleccionar los aspectos de la viéndose intolerable, la ha urgido a
experiencia primaria en que vamos a contactarlo nuevamente. Ha conjetu-
interesarnos, la altera. En consecuen- rado, pues, que ese malestar es un “de-
cia, las metáforas que usamos para dar seo malsano” que la hace “incapaz” de
sentido a la experiencia se revierten cortar la relación; y para explicar di-
sobre ella, modificándola a través de cha incapacidad se ha metaforizado
la atención selectiva. La mente adopta como dividida en dos (retomando sin
hasta cierto punto la forma de las me- saberlo el antiquísimo símil platónico
táforas que usamos para entenderla. del auriga juicioso y el caballo concu-
Pues una vez elaborada, la conjetura piscente, Laso, 2009a; quizá en otro
orienta la atención hacia los detalles contexto cultural se hubiera metafo-
de la experiencia que la validan o refu- rizado como “poseída” o “tentada”
tan e ignora todos los demás (“visión por un demonio). De ahí en más,
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experiencia del caramelo. Conviértase –que son, por eso, más sorpresivos y
en esa experiencia. fascinantes–. A medida que profun-
Lo más probable es que tienda a diza en ella, la experiencia del carame-
abandonarla luego de unos instantes. lo se intensifica, complejiza y expande
“Ya sé a qué sabe”, se dirá seguramen- y la experiencia del “yo” se reduce y
te, “¿para qué seguir probándolo? opaca. El “yo”, la tarea de probar el ca-
¡mejor masticarlo de una vez! O al ramelo o realizar este ejercicio, pasan
menos moverlo al centro de la len- a los márgenes de la consciencia disol-
gua”. Repare en que las palabras, en la viéndose en la experiencia en sí mis-
forma de un diálogo interno, surgen ma. En este estado, las facetas del ca-
automáticamente en su consciencia y ramelo devienen potencialmente
que tienden a apartarlo de la experien- inagotables. (Esto equivale a la “obje-
cia en sí misma, a reorientar su aten- tivación” de la terapia cognitivo-na-
ción, convirtiendo el acto autosufi- rrativa; (Gonçalves, 2002). Para más
ciente y simple de saborear en la ejercicios de esta índole, véase Kabat-
acción orientada a fines de “descubrir Zinn, (1994).
el sabor del caramelo” –o bien de “se- En esta experiencia se condensa
guir el ejercicio que propone este tex- todo lo que hay que saber de los esta-
to para comprender el concepto de dos mentales a efectos de su manejo
estado mental”–. (De esta forma, la en terapia: volveremos a ella repetidas
consciencia básica se rodea de cons- veces a lo largo de esta explicación.
halyi, 2008). La relación entre foco y trasfondo es, en último análisis, la relación entre consciencia básica
y ampliada, presente y futuro, inmediato y distante, actual y potencial. Hay por tanto una tensión inhe-
rente entre ambos: la conducta, tanto en su contenido como en su estilo, nace del compromiso entre foco
y trasfondo, entre la meta a corto plazo y los objetivos o ideales últimos.
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la sintomatología pues se mantiene una dirección esperanzadora y nove-
subsidiariamente bajo cualquier con- dosa.
ducta, presto a invadir la consciencia.
Es la luz a la cual se contempla cual- Evitación y circuito
quier vicisitud. recursivo patológico
Otra forma de decir lo mismo (re-
tomando la noción batesoniana de En el ejercicio del caramelo, el primer
“deuteroaprendizaje”) es que ningún circuito recursivo se manifiesta en el
aprendizaje, experiencia o acción se paso fluido y continuo de la experien-
dan un solo nivel. toda vez que hace- cia a la conjetura y de vuelta a la expe-
mos algo constatamos también con riencia; o bien, del foco al trasfondo.
cuánta eficacia o habilidad lo hemos un aspecto de la experiencia llama la
hecho y elaboramos las implicaciones atención, invitándonos a envolverlo
de esto para nuestra identidad. siem- con palabras: “detrás del dulce hay
pre que aprendemos algo, aprende- una especie de sabor… ¿incisivo?” La
mos también sobre nosotros mismos palabra, a su vez, lo distingue y separa
en relación con ello; aquello ocupa el del trasfondo, enfocándolo y facilitan-
foco, esto el trasfondo. mientras el do una nueva y más precisa conjetura:
lector paladeaba el caramelo surgían “no, más bien como… ¿mordiente?”
en el foco de su consciencia preguntas Ésta individualiza y diferencia aún
como “¿a qué sabe? ¿me gusta? ¿Es más esta faceta del trasfondo, y así su-
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“incapacidad para controlar su men- módico, mi caja torácica se compri-
te”. Es la propia pretensión de contro- me, mi voz se agudiza –lo que impri-
larse lo que le hace perder el control; me a mis movimientos un estilo
es su conjetura, que atribuye el des- dubitativo y defensivo que tanto yo
control recurrente a una falla de su como mis interlocutores podemos
carácter, lo que lo hace perdurar. observar. En este punto reparo en el
Pues también en esta circularidad cambio experiencial global y lo conje-
se elaboran conjeturas para recubrir turo: “estoy nervioso”.
de sentido a la experiencia primaria Hasta aquí el primer circuito. Acto
del malestar. Pero en vez de contri- seguido, podría interesarme gentil-
buir a diferenciarlo, precisarlo y defi- mente por estos “nervios” y explorar
nirlo, tienden a comprometer negati- su trasfondo: “¿cómo son? ¿Qué es lo
vamente la identidad. En lugar de que me preocupa tanto?” A su vez, es-
buscar la respuesta al “cómo es este tas preguntas orientarían mi atención
dolor” tendemos a responder al “¿por separando del trasfondo, una a una,
qué lo siento?” (o al “¿por qué no distintas facetas de la ansiedad: la vez
puedo controlarlo?”), atribuyéndolo en que me quedé en blanco en una en-
a un “defecto de fábrica” o de carácter trevista de trabajo, cómo me veré en
(derivado, quizá, de un “trauma”). Lo un año si fracaso o tengo éxito, si es-
cual paraliza el primer circuito recur- toy vestido adecuadamente, etc., has-
sivo fijando tanto al foco como el ta dar con una conjetura más precisa y
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del control pasa: para diferenciarlo debo asumir
que no lo sé del todo y que siempre
Es necesario salir al paso de un posi- puedo entenderlo con más exactitud.
ble malentendido: “entonces, la solu- Es esta la postura del terapeuta, de
ción es que la persona acepte su do- donde nacen la insaciable curiosidad
lor”. Pues muchas teorías postulan y el reconocimiento por las varieda-
que los problemas se deben a no acep- des de la experiencia humana que des-
tar un estado mental determinado. En tilan sus intervenciones.
realidad, debajo de esa supuesta Desde luego, éste no procede pre-
“aceptación” se esconde un nuevo y guntando al consultante “pero ¿crees
más sofisticado intento de evitar o que estás ansioso de verdad?” si lo hi-
controlar el malestar: la esperanza tá- ciera, movería la atención de éste no
cita que obra en el trasfondo de que hacia el trasfondo y sus facetas, sino
“aceptándolo”, el malestar se desva- hacia el foco, la ansiedad de la que hay
nezca o alivie. Esto mantiene la aten- que escapar, fortaleciendo el circuito
ción enfocada en él con miras a que evitativo (además de descalificarlo,
desaparezca, aumentando su influen- sugiriendo implícitamente que no es
cia e impidiendo la diferenciación. capaz de reconocer sus propios esta-
Este “aceptar”, “permitir”, “no lu- dos). tampoco actúa estratégica o pa-
char”, etc., es, bien mirado, un pleo- radójicamente. Por el contrario, lo
nasmo: si no puedo negar algo, tam- hace de manera indirecta y amable,
fondo, en forma de la atención subsi- vez que alguien bautiza algo como
diaria constante a dicho malestar que “problema” éste tiende a invadir las
subyace a cualquier acción que esté conversaciones de toda la red creando
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sutilezas en los mensajes de los demás que la ansiedad indica que soy insegu-
ni dosificar sus acciones de acuerdo a ro la aumenta, confirmando mi inse-
ellas y tienden, por tanto, a responder guridad; y así sucesivamente. mis
impulsiva y semiautomáticamente, emociones intensas suscitan en los
tropezando una y otra vez con la mis- demás paralela intensidad, que redu-
ma piedra relacional. ce su perspectiva, focaliza su atención
Este es el mecanismo por el que se y los mueve a responder rígidamente,
mantienen y encapsulan los trastor- lo que acrecienta mi intensidad, y así
nos a lo largo de los años: sucesivamente.
– la circularidad entre evitación de El cambio terapéutico nace de di-
un estado mental doloroso y fuminar estos circuitos para reducir
atención a dicho estado mental en su frecuencia e intensidad y sustituir-
el afán de evitarlo, que lo vuelve los por otros enriquecedores basados
repetitivo y engendra, en el circuito primario y generativo
– a nivel metacognitivo o “ampliado”, entre cambio experiencial y conjetu-
las explicaciones descalificadoras ra. El terapeuta no sólo explora el
del fracaso en controlar que forjan contexto del problema, sus excepcio-
una “identidad defectuosa” y nes o funciones relacionales, etc.; ni
– conducen a relaciones cuyos siquiera sólo su significado. se intere-
circuitos interpersonales las sa por su experiencia, que no es el
confirman (Dimaggio et al., 2007). “¿cómo te sientes?” (que conduce,
nes a largo plazo (Gärdenfors, 2003). ¿cómo era la atmósfera? ¡Ah! De no-
usamos las palabras para vincular las che, llena de niebla, creo que con luna
escenas presentes con las pasadas y llena…” El recuerdo, pues, mana de la
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ciarnos de la sensación en sí misma mi experiencia colocándolo “delante
determina lo que sentimos y lo que de mí” para poderlo “observar” con
no. Es la urdimbre sobre la cual teje- calma y detenimiento (Gendlin,
mos la trama de nuestra biografía, un 1996) y barajar otras conjeturas sobre
tapiz cuyos hilos vinculan pasado con él. Ya no siendo la tristeza puedo tomar
presente y que arrojamos al vacío para postura ante ella y modificar los cir-
proyectar el futuro, planificar y con- cuitos relacionales que la sustentan.
ducirnos a largo plazo. una mujer cuenta que en su casa,
que comparte con su nueva pareja y,
Diferenciación: cada quince días, con el hijo adoles-
externalización y cambio cente de una anterior, se está hospe-
relacional dando una sobrina suya, dos años más
joven que este. El viernes pasado, al ir
como el estado mental es un todo in- a la habitación de invitados para des-
diferenciado, el zig-zag entre lenguaje pedirse de la chica, la mujer vio a su
y atención permite establecer diferen- hijo salir de allí y las luces apagadas:
cias a dos niveles: uno en su interior y “ya pasó algo entre ellos”, pensó. Al
otro entre él y nuestro “yo”. Por una día siguiente, se encontró extremada-
parte, cuando (siguiendo las órdenes mente irascible y violenta con su hijo:
del diálogo interno o la sugerencia del “me llevo tan mal con él que lo mal-
terapeuta) focalizamos un aspecto del trato siempre… no era para tanto, soy
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(terapia cognitiva de “primera gene- ciamiento, ni la metacomunicación ni
ración”) ni de su estructura o reglas la metacognición son imprescindibles
de inferencia (“segunda generación”), –aunque puedan amplificar y solidifi-
sino de la postura de la persona ante car el cambio–. La metacomunicación
ellas: pasar de darlas por hecho colo- es comunicarse acerca de la comunica-
cándolas en los cimientos de su expe- ción misma de modo que cambie el pa-
riencia, a considerarlas meras creen- trón comunicacional –cosa que sólo
cias que forman parte de un todo puede obtenerse desde “fuera” de ese
experiencial complejo y multifacético. patrón–. La metacognición es pensar
concomitantemente, para quienes acerca del propio circuito de pensa-
trabajan en “Emoción Expresada” miento de forma que éste cambie –lo
(Leff & Vaughn, 1985) las escaladas que sólo puede practicarse desde
que disparan los síntomas no se evi- “fuera” de dicho circuito–. Ambas re-
tan metacomunicando, sino alteran- quieren de un distanciamiento previo
do la postura de los allegados ante las del círculo de la experiencia en curso:
conductas sintomáticas que, en vez de un “pararse y ver” que no se limita a
magnificarse, se abordan como una detener voluntariamente la escalada
parte más del repertorio del paciente; interpersonal o la cascada emocional
por ejemplo, a una persona que discu- interna, sino que requiere alejarse me-
te con sus “voces” se le pide que lo tafóricamente de ambas, separándolas
haga tranquilamente en otra habita- del trasfondo de la experiencia para po-
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de sucesivas conjeturas: por lo gene- tas que procede a conjeturar con cre-
ral, algo en el discurso del consultante ciente precisión y claridad.
le choca, escandaliza, incomoda o Retira, en suma, los obstáculos
perturba y se ha lanzado sin percatar- para que la mente se piense a sí mis-
se a desalojarlo o aplastarlo, aumen- ma.
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