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AVISO:

ESTE DOCUMENTO ES UNA RECOPILACION DE VARIOS FRAGMENTOS TRADUCIDO POR


AMANTES LECTORES A LA OBRA DE GEORGE R. R. MARTIN

OTRO DETALLE A TOMAR EN CUENTA ES QUE LA PRINCESA Y LA REINA SE PUBLICO


ANTES QUE EL PRINCIPE PICARO, PERO EN ESTE DOCUMENTO ESTAN EN ORDEN
CRONOLOGICO. AMBAS HISTORIAS FORMAN PARTE DEL SIGUIENTE LIBRO A
PUBLICAR POR GEORGE R R MARTIN: EL MUNDO DE HIELO Y FUEGO.

EL PRÍNCIPE PÍCARO, o, el HERMANO del REY

Cita:

Una consideración sobre la juventud, aventuras, fechorías, y matrimonios del Príncipe


Daemon Targaryen, como fue narrado por Archmaester Gyldayn de la Ciudadela de
Antigua. Por George R. R. Martin.

Era el nieto de un rey, hermano de un rey, marido de una reina. Dos de sus hijos y tres
de sus nietos se sentarían en el Trono de Hierro, pero la única corona que Daemon
Targaryen llevó nunca, era la corona de Peldaños de Piedra, un reino magro él hizo con
sangre y acero, y fuego de dragón, y que pronto abandonó.

Durante siglos, la Casa Targaryen ha producido a grandes hombres y monstruos. El


Príncipe Daemon era ambos. En sus tiempos, no había un hombre tan admirado, tan
querido, y tan odiado en todo Westeros. Él era hecho de luz y oscuridad en partes
iguales. Para algunos era un héroe, para otros el más negro de los villanos. No es
posible verdaderamente entender la más trágica masacre conocida como la Danza de
Dragones, sin considerar el papel crucial jugado antes y durante el conflicto por este
príncipe pícaro.

Las semillas del gran conflicto fueron sembradas durante los últimos años del
prolongado reino del Rey Viejo, Jaehaerys I Targaryen. Del propio Jaehaerys, no es
necesario comentar aquí, salvo que después de la muerte de su amada esposa, La
Buena Reina Alysanne, y de su hijo Baelon, Príncipe de Rocadragon, —La mano del
Rey, y evidente heredero del Trono de Hierro— Su Gracia era solo una cáscara del
hombre que había sido. Después de la muerte del Príncipe Baelon, el Rey Viejo tuvo
que buscar en otra parte un compañero para sus labores.

Designó a Ser Otto Hightower como su nueva Mano, el hermano más joven de Lord
Hightower de Antigua. Ser Otto trajo a la corte a su esposa e hijos, y sirvió fielmente
al Rey Jaehaerys durante todos los años que permaneció con él. Cuando las fuerzas y
la mente del rey empezaron a fallar, a menudo fue confinado a su lecho. Alicent, la hija
de quince años de Ser Otto, fue la compañera constante de Su Gracia, llevándole la
comida, leyéndole, ayudándole a bañarse y vestirse. El Rey Viejo a veces la confundía
con una de sus hijas, llamándola por sus nombres; y cerca del fin, creyó que ella era su
hija Saera, que había retornado desde más allá del Mar Angosto.
Por el año 103 CA el Rey Jaehaerys I Targaryen murió en su lecho, mientras Lady
Alicent le leía la Historia Antinatural de Septon Barth. Su Gracia tenía sesenta y nueve
años, y había reinado los Siete Reinos en el Trono de Hierro desde los catorce años.

Sus restos fueron incinerados en el Monte Dragón, sus cenizas enterradas con los de la
Buena Reina bajo la Fortaleza Roja. Todo Poniente lamentó su muerte. Incluso en
Dorne, dónde su regencia no se había extendido, los hombres lloraron y las mujeres
rasgaron sus vestidos.

De acuerdo con sus propios deseos, y la decisión del Gran Concilio de 101, le sucedió
su nieto Viserys, subiendo al Trono de Hierro como Rey Viserys I Targaryen.

En el momento de su ascensión, Rey Viserys tenía veintiséis años. Durante una década
había estado casado con su prima, Lady Aemma Arryn, una nieta del Rey Viejo y la
Buena Reina Alysanne a través de su madre, la difunta Princesa Daella (82 CA). Lady
Aemma había sufrido varios abortos y la muerte de un hijo en la cuna, pero también
había parido una hija saludable, Rhaenyra (nacida en 97 CA). El nuevo rey y su reina
chocheaban con la niña, su única hija viviente.

Viserys I Targaryen tenía una naturaleza generosa, amable y era querido por sus
señores y pueblo llano por igual. El reino del Rey Joven, como lo llamaron en su
ascensión, sería pacífico y próspero. La mente abierta de su Gracia era legendaria, y la
Fortaleza Roja se tornó un lugar de canciones y esplendor. Rey Viserys y Reina Aemma
organizaron muchos banquetes y torneos, y despilfarraron oros, títulos, y honores en
sus muchos favoritos.

El centro de la alegría, apreciada y adorada por todos, era la Princesa Rhaenyra, la


chiquilla que los bardos reales pronto llamaron el Deleite del Reino. Aunque de sólo
seis años, cuando su padre subió al Trono de Hierro, Rhaenyra era una niña precoz,
brillante intrépida y bonita como solamente una de la sangre de dragón puede serlo. A
la edad de siete, fue jinete de dragón, elevándose en el cielo sobre el joven dragón al
que llamó Syrax, el nombre de una diosa de Antigua Valyria. A las ocho, como muchas
otras doncellas nobles, la princesa sirvió como escanciadora… pero para su propio
padre, el rey. Después de esto, en la mesa, torneos y en la corte, Rey Viserys
raramente se vio sin su hija a su lado.

Entretanto, el aburrimiento de la regencia afectaba al Pequeño Concilio del rey y su


Mano. Ser Otto Hightower había continuado en ese cargo, sirviendo al nieto igual que
al padre; un hombre capaz, era el consenso general, aunque muchos lo encontraban
orgulloso, brusco, y altanero. Se comentaba que Ser Otto se había vuelto más
autoritario, y muchos grandes señores y príncipes resentían su comportamiento y
envidiaban su acceso al Trono de Hierro.

El más grande de sus rivales era nuestro príncipe pícaro: Daemon Targaryen, el
hermano más joven del rey, ambicioso e impetuoso.
Tan encantador como arrebatado, el Príncipe Daemon había ganado sus espuelas de
caballero a los dieciséis, y el rey Viejo le había dado la Hermana Oscura en
reconocimiento a su proeza. Aunque contrajo nupcias con Lady de Piedra de las Runas
en 97 CA, durante el reino del Viejo Rey, el matrimonio no había sido un éxito. El Príncipe
Daemon consideró aburrido el Valle de Arryn (“En el Valle los hombres se follan a las
ovejas,” escribió. “No puedes culparlos. Sus ovejas son más bonitas que sus mujeres.”), y
pronto provocó el disgusto de su esposa a quien llamó mi perra de bronce, después de
que ver la armadura de bronce con runas de los señores de la Casa Royce. Luego del
ascenso de su hermano al Trono de Hierro, el príncipe solicitó el divorcio. Viserys rechazó
la petición, pero le permitió a Daemon volver a la corte, otorgándole un asiento en el
Pequeño Concilio, con el cargo de Consejero de la Moneda de 103 a 104, y Consejero de
Leyes durante seis meses del año 104.

Sin embargo, la gobernación aburría a este príncipe guerrero. Lo hizo mejor cuando el
Rey Viserys le nombró Comandante de la Guardia de la Ciudad. Al descubrir que los
guardias estaban mal armados y vestidos en harapos, Daemon equipó a cada hombre
con un puñal, espada corta, y porra, los acorazó en negra malla de anillos (con petos para
los oficiales), y les dio largas capas doradas que podrían llevar con orgullo. Desde
entonces, los hombres de la Guardia de la Ciudad fueron conocidos como los Capas
Doradas.
El Príncipe Daemon asió ávidamente las actividades de los Capas Doradas, y a menudo
rondaba por las callejas de Desembarco del Rey con sus hombres. Que hizo la ciudad
más ordenada, ningún hombre podría negar, pero su disciplina era brutal. Se complacía
cortando las manos de los rateros, capando a los violadores, y cortando las narices de los
ladrones, y mató a tres hombres en reyertas callejeras durante su primer año como
comandante. Pronto, el príncipe era conocido en todos los bajos suburbios de la ciudad.
Se volvió una cara familiar en las tabernas (donde bebía gratis) y jugando en las casas de
apuestas (donde siempre salía con más monedas que cuando entraba). Aunque se folló a
innumerables prostitutas en los burdeles de la ciudad, se decía que tenía una afición
especial por desflorar a las doncellas, y pronto una bailarina de Lys se volvió su favorita.
Mysaria era su nombre, aunque sus rivales y enemigos la llamaban Miseria, el Gusano
Blanco.
Como el Rey Viserys no tenía ningún hijo, Daemon se consideró el heredero justo al
Trono de Hierro y codició el título de Príncipe de Rocadragon que Su Gracia se negó a
concederle… pero a finales del año 105 CA, fue llamado por sus amigos el Príncipe de la
Ciudad, y por los ciudadanos el Señor del Lecho de Pulgas. Aunque el rey no deseaba
que Daemon le sucediese, seguía encariñado con su hermano más joven y rápidamente
perdonaba sus muchas ofensas. La Princesa Rhaenyra también estaba enamorada de su
tío, a pesar de que Daemon jamás le prestó atención.

Siempre que cruzaba el Mar Angosto en su dragón, a su regreso traía algún regalo
exótico. El Rey Viserys nunca exigió otro dragón después de la muerte de Balerion, ni era
aficionado a las justas, caza, o esgrima, considerando que el Príncipe Daemon le
aventajaba en estas esferas, y éste aparentaba todo lo que su hermano no era: delgado y
fuerte, guerrero experto, enérgico, atrevido, un poco más peligroso.

Aunque los orígenes de su enemistad son muy discutidos, todos están de acuerdo que
Ser Otto Hightower, la Mano del Rey, profesaba gran antipatía al hermano del rey.
(Champiñón, el bufón del rey, afirmó que la riña empezó cuando el Príncipe Daemon
desfloró a Alicent, la joven hija de Ser Otto, la futura reina, pero este cuento no tiene
apoyo de ninguna otra fuente). Ser Otto había convencido a Viserys de que le quitara el
cargo de Consejero de la Moneda al Príncipe Daemon, y luego el de Consejero de Leyes:
acciones que pronto lamentó. Como Comandante de la Guardia de la Ciudad, con dos mil
hombres a sus órdenes, Daemon se volvió más poderoso que nunca.

“Bajo ningún concepto se debe permitir que el Príncipe Daemon suba al Trono de Hierro,”
la Mano le escribió a su hermano, Lord de Antigua. “Él sería un segundo Maegor el Cruel,
o peor.”
Era el deseo de Ser Otto (entonces) que la Princesa Rhaenyra suceda a su padre. “Mejor
el Deleite del Reino que el Señor del Lecho de Pulgas,” escribió. No era el único que
opinaba de esta manera. No obstante, su facción enfrentó un obstáculo formidable. Si se
seguía el precedente puesto por el Gran Concilio de 101, un heredero masculino debía
prevalecer sobre uno femenino. Debido a la ausencia de un hijo de nacimiento legítimo, el
hermano del rey estaba por delante de la hija del rey, como Baelon estuvo por delante de
Rhaenys en 92 CA.

En cuanto a las propias opiniones del rey, todas las crónicas coinciden en que el
Rey Viserys odiaba la discordia. Aunque estaba lejos de ignorar las fallas de su hermano,
prefería recordar al muchacho de libre espíritu, aventurero que Daemon había sido. A
menudo dijo que su hija era la gran alegría de su vida, pero un hermano es un hermano.
En varias ocasiones trató de promover la paz entre el Príncipe Daemon y Ser Otto, pero la
eterna enemistad entre ambos hombres se ocultaba debajo de las sonrisas falsas que
llevaban en la corte. Cuando fue importunado en ese asunto, Rey Viserys sólo dijo que
estaba seguro que su reina pronto le daría un hijo. Y en 105 CA, él anunció al Pequeño
Concilio y a la corte que la Reina Aemma estaba embarazada una vez más.

Durante ese mismo año fatal, Ser Criston Cole fue designado a la Guardia Real para
llenar el puesto que dejó el fallecido legendario Ser Ryam Redwyn. Ser Criston, hijo de un
mayordomo al servicio de Lord Dondarrion de Refugionegro, era un apuesto joven
caballero de veintitrés años. Llamó la atención de la corte cuando ganó la justa en Poza
Doncella en honor al Rey Viserys. En los últimos momentos de la lucha, Ser Criston logró
quitar la Hermana Oscura de la mano del Príncipe Daemon con su Estrella de la Mañana
(morningstar) para el deleite de Su Gracia y la furia del príncipe. Después, recibió el laurel
de vencedor de la mano de la Princesa Rhaenyra de siete años, y rogó su favor para
llevarlo en la justa. En las justas, derrotó al Príncipe Daemon una vez más, y descabalgó
a los dos famosos mellizos Cargyll, Ser Arryk y Ser Erryk de la Guardia Real, antes de ser
derrotado por Lord Lymond Mallister.

Con sus pálidos ojos verdes, pelo negro como el carbón, y fácil encanto, pronto Cole se
volvió el favorito de todas las señoras en la corte… y de Rhaenyra Targaryen.
Impresionada por los encantos del hombre, al que llamó su caballero blanco, Rhaenyra le
pidió a su padre que nombrara a Ser Criston su propio escudo personal y protector. Su
Gracia la complació en esto, como de costumbre. Después de esto Ser Criston siempre
llevó su favor en las listas y se instaló a su lado durante las fiestas y juegos.

No mucho después de que Ser Criston se pusiera la capa blanca, el Rey Viserys invitó a
Lyonel Strong, Lord de Harrenhal, a unirse al Pequeño Concilio como Consejero de
Leyes. Un hombre grande, corpulento y calvo, Lord Strong disfrutaba de una reputación
formidable como guerrero. Aquéllos que no lo conocían a menudo lo tomaron por un
bruto, confundiendo sus silencios y lentitud de discurso por estupidez. Esto estaba lejos
de ser verdad.
Lord Lyonel había estudiado en la Ciudadela en su juventud, ganando seis eslabones de
su cadena, antes de decidir que la vida de un maestre no era para él. Era instruido y
sabio, con exhaustivos conocimientos de las leyes de los Siete Reinos. Tres veces
casado y tres veces viudo, el Lord de Harrenhal trajo a la corte dos hijas solteras y dos
hijos. Las chicas se volvieron las criadas de la Princesa Rhaenyra, y su hermano mayor,
Ser Harwin Strong, llamado Rompehuesos, fue designado capitán en los Capas Doradas.
El hermano más joven, Larys el Patizambo, se unió a los espías del rey.

Así estaban los asuntos en Desembarco del Rey a finales del año 105 CA, cuando la
Reina Aemma murió en su lecho en el Torreón de Maegor, dando nacimiento al hijo que
Viserys Targaryen había deseado durante tanto tiempo. El niño (llamado Baelon, como el
padre del rey) la sobrevivió solo por un día, dejando al rey y la corte desconsolados…
salvo quizás al Príncipe Daemon que fue visto en un burdel en la Calle de Seda, ebrio y
bromeando con sus camaradas nobles sobre “el heredero por un día.” Cuando eso llegó a
los oídos del rey (la leyenda dice que fue la prostituta que estaba sentada en el regazo de
Daemon quien lo comentó, pero la evidencia sugiere que realmente fue uno de sus ebrios
compañeros, el capitán en los Capas Doradas ávido por el ascenso), Viserys se puso
lívido. Su Gracia finalmente se había hartado de este hermano ingrato y sus
ambiciones.

Una vez terminado el periodo de su luto, el rey decidió rápidamente resolver el problema
de la sucesión largamente postergado. Desatendiendo los precedentes establecidos por
el Rey Jaehaerys en 92 y el Gran Concilio en 101, el Rey Viserys I declaró que su hija
Rhaenyra era su heredera justa, y la nombró Princesa de Rocadragon. En la fastuosa
ceremonia en Desembarco del Rey, cientos de señores homenajearon a Rhaenyra,
cuando ella se sentó a los pies de su padre en la base del Trono de Hierro, jurando honrar
y defender su derecho a la sucesión.
El Príncipe Daemon no estaba entre ellos, sin embargo. Furioso con el decreto del rey, el
príncipe dejó Desembarco del Rey, renunciando a su cargo en la Guardia de la Ciudad.
Primero fue a Rocadragon, llevando a su amante Mysaria con él en el lomo de su dragón
Caraxes, la enjuta bestia roja que la gente llamaba Blood Wyrm. Allí permaneció durante
seis meses hasta que Mysaria parió a un niño.
Cuando comprendió que su concubina estaba embarazada, el Príncipe Daemon le regaló
un huevo de dragón, pero fue demasiado lejos. El Rey Viserys le ordenó devolver el
huevo y regresar a su esposa legal o sería considerado traidor. El príncipe obedeció,
aunque de mala gana, despachando a Mysaria (sin el huevo) de regreso a Lys, mientras
volaba a Puerta de las Runas en el Valle y hacia la indeseable compañía de su “perra de
bronce.” Pero Mysaria perdió a su hijo durante una tormenta en el Mar Angosto. Cuando
el Príncipe Daemon se enteró, no dijo nada respecto de su pena, pero su corazón se
endureció contra su hermano, el rey. Después de esto sólo habló del Rey Viserys con
desdén y empezó a pensar día y noche en la sucesión.

Aunque la Princesa Rhaenyra había sido proclamada la sucesora de su padre, muchos en


el reino todavía esperaban que Viserys podría engendrar un heredero masculino, porque
el Joven Rey todavía no había cumplido treinta años. Gran Maestre Runciter fue el
primero en instar a Su Gracia de volver a casarse, incluso presentó una opción
conveniente: Lady Laena Velaryon de doce años. Una bella doncella joven, recién
florecida, Lady Laena había heredado la belleza de una verdadera Targaryen de su madre
Rhaenys y un valiente espíritu aventurero de su padre la Serpiente del Mar. Mientras él
amaba navegar, Laena amaba volar, y había exigido para ella nada menos que montar al
poderoso Vhagar, el más viejo y grande de los dragones Targaryen desde la muerte de
Terror Negro en 94 CA. Tomando a la muchacha por esposa, el rey podría sanar la grieta
que se había ensanchado entre el Trono de Hierro y Marcaderiva, Runciter señaló. Y
Laena sería una reina espléndida ciertamente.

Viserys I Targaryen no era un rey de firmes determinaciones, debe decirse; siempre


amable y ansioso por agradar, confiaba en el consejo de los hombres que le rodeaban y a
menudo procedía según sus consejos. En este caso, sin embargo, Su Gracia tenía su
propia opinión, y ningún argumento lo oscilaría de su curso. Él se casaría de nuevo, sí…
pero no con una chica de doce años, y no por razones de estado. Otra mujer había cogido
su ojo. Él anunció su intención de casarse con Lady Alicent Hightower, la inteligente y
encantadora hija de dieciocho años de la Mano del Rey, la misma que había leído al Rey
Jaehaerys cuando se estaba muriendo.

Los Hightower de Antigua eran una antigua y noble familia, de estirpe impecable; no
podría haber ninguna posible objeción a la elección del rey de su novia. Aun así hubo
quienes murmuraron, que la Mano deseaba encumbrarse, que había traído a su hija a la
corte con esta perspectiva. Unos dudaron de la virtud de Lady Alicent, sugiriendo ella
había dado su virginidad al Príncipe Daemon y después también había dado la bienvenida
al Rey Viserys en su cama, incluso antes de la muerte de la Reina Aemma.

En el Valle, el Príncipe Daemon azotó al sirviente que le dio las noticias hasta casi
matarlo, según informes recibidos. Tampoco agradó a la Serpiente del Mar. La Casa
Velaryon había sido pasada por encima una vez más, su hija Laena fue despreciada, igual
que su hijo Laenor por el Gran Concilio en 101, y su esposa por el Viejo Rey en 92 CA.
(Lady Laena se veía tranquila. “La Lady muestra mucho más interés en volar que en los
muchachos,” su maestre observó).
Cuando el Rey Viserys tomó a Alicent Hightower por esposa en 106 CA, fue notable la
ausencia de la Casa Velaryon. La Princesa Rhaenyra supervisó el banquete para su
madrastra, y la Reina Alicent la besó y la llamó “hija.” La princesa estaba entre las
mujeres que desvistieron al rey y lo acompañaron a la alcoba de su novia. Risas y amor
imperaron en la Fortaleza Roja esa noche… aunque en la Bahía de Aguasnegras, Lord
Corlys, la Serpiente de Mar dio la bienvenida al hermano del rey, el Príncipe Daemon a un
concilio de guerra. El príncipe había soportado todo lo que podía resistir del Valle de
Arryn, Piedra de las Runas, y su esposa.

“La Hermana Oscura fue hecha para las tareas más nobles que matar ovejas,” se informó
que le había dicho al Señor de las Mareas. “Ella tiene sed de sangre.” Pero no era
rebelión, lo que el príncipe pícaro tenía en la mente; él vio otro camino hacia el poder.

Los Peldaños de Piedra, la cadena de islas rocosas entre Dorne y las Tierras de la
Discordia de Essos, había sido durante mucho tiempo una guarida de bandidos,
desterrados y piratas. Las islas eran de poco valor, salvo por su situación, controlaban las
sendas marítimas hacia el Mar Angosto, y los buques mercantes que atravesaban esas
aguas eran, a menudo, presas de sus habitantes. Todavía, durante siglos tales
depredaciones habían permanecido sin inconvenientes.

Diez años antes, sin embargo, las Ciudades Libres de Lys, Myr, y Tyrosh habían apartado
sus antiguas enemistades para hacer causa común en una guerra contra Volantis.
Después de derrotar a los Volantenes, las tres ciudades victoriosas habían entrado en
una “alianza eterna” y formaron un nuevo poder fuerte: el Triarchy, mejor conocido en
Poniente como el Reino de las Tres Hijas, o, más rudamente, las Tres Prostitutas (ese
“reino” no tenía rey, gobernándose por un concilio de treinta y tres magistrados). Una vez
que Volantis se retiró de las Tierras de la Discordia, las Tres Hijas habían vuelto su
mirada hacia el oeste. Sus ejércitos, liderados por el príncipe-almirante de Myr, Craghas
Drahar que se ganó el apodo de Craghas Crabfeeder, barrieron los Peldaños de Piedra
estacando a centenares de piratas en las arenas húmedas para que se ahoguen en la
marea creciente.

La anexión de Peldaños de Piedra por el Triarchy encontró, al principio, la aprobación de


los señores de Poniente. El orden había reemplazado el caos, y si las Tres Hijas exigían
un peaje de cualquier barco que atravesaba sus aguas, parecía un precio pequeño.

No obstante, la avaricia de Craghas Crabfeeder y sus compañeros de la conquista pronto


cambió los sentimientos en su contra; el peaje fue elevado una y otra vez, poniéndose tan
ruinoso, que pronto los mercaderes que habían pagado una vez alegremente, ahora
buscaron resbalarse más allá de las galeras de Triarchy, como una vez lo hicieran de los
piratas. Drahar y sus co-almirantes de Lys y Tyroshi parecían estar rivalizando entre sí
para ver quién podría demostrar la mayor avaricia. Los de Lys fueron los más aborrecidos,
porque exigieron más que monedas de los barcos de paso, tomando a las mujeres,
chicas, y jóvenes apuestos para servir en sus jardines de placer y casas de almohadas.
(Entre aquéllos esclavizados estaba Lady Johanna Swann, una sobrina de quince años de
Lord de Timón de Piedra. Cuando su infame y mezquino tío se negó a pagar el rescate,
ella se vendió a una casa de almohadas, dónde se elevó para volverse una cortesana
famosa, conocida como el Cisne Negro, y gobernante de Lys en todo, menos de nombre.
Ay, su historia, a pesar de ser fascinante, no tiene ninguna relevancia en nuestra presente
historia).

De todos los señores de Poniente, ninguno sufrió tanto de estas prácticas como Corlys
Velaryon, Señor de las Mareas, cuyas flotas le habían hecho tan adinerado y poderoso
como cualquier hombre en los Siete Reinos. La Serpiente del Mar estaba determinada
para acabar con la regencia de Triarchy sobre Los Peldaños de Piedra, y en Daemon
Targaryen encontró a un compañero dispuesto, ávido por el oro y la gloría que le traería la
victoria en la guerra. Eludiendo la boda del rey, pusieron sus planes en Pleamar en la isla
Marcaderiva. Lord Velaryon lideraría la flota, el Príncipe Daemon el ejército.
Las fuerzas de las Tres Hijas los excederían en gran número… pero el príncipe también
traería a la batalla a su dragón Caraxes, el Blood Wyrm, y sus fuegos.

La batalla empezó en 106 CA. El Príncipe Daemon no tuvo dificultades en congregar un


ejército de aventureros sin tierras y segundos hijos, y ganó muchas victorias durante los
primeros dos años del conflicto. En 108 CA, cuando por fin se vio cara a cara con
Craghas Crabfeeder, lo mató de un solo tajo y lo decapitó con la Hermana Oscura.

Rey Viserys, indudablemente complacido por haberse librado de su molesto hermano,


apoyó sus empeños con regulares infusiones de oro, y por 109 CA Daemon Targaryen y
su ejército de mercenarios y asesinos controlaron todo, salvo dos de las islas, y las flotas
de la Serpiente del Mar habían tomado firme control de las aguas entre ellas. Durante
este breve momento de victoria, el Príncipe Daemon se declaró Rey de Peldaños de
Piedra y el Mar Angosto, y Lord Corlys puso una corona en su cabeza… pero su “el reino”
estaba lejos de afianzarse.

Al siguiente año, el Reino de las Tres Hijas despachó una nueva fuerza de invasión
comandada por un capitán errante Tyroshi de nombre Racallio Ryndoon, ciertamente uno
de los pícaros más curiosos y extravagantes en los anales de historia, y Dorne se metió
en la guerra aliándose con Triarchy. La batalla se reanudó.

Rey Viserys y su corte seguían imperturbables. Según consta en las crónicas, Su Gracia
dijo: “Dejaré a Daemon jugar a la guerra.” Lo aleja de los problemas.”
Viserys era un hombre de paz, y durante estos años en Desembarco del Rey había una
ronda interminable de fiestas, bailes, y torneos, dónde los bufones y cantantes anunciaron
el nacimiento de cada nuevo príncipe Targaryen. La Reina Alicent había demostrado ser
tan fecunda como bonita.
En 107 CA, dio a luz un hijo saludable, nombrándolo Aegon, como el Conquistador. Dos
años después, regaló una hija para el rey, Helaena; en 110 CA, presentó a Su Gracia un
segundo hijo, Aemond, que se decía era la mitad del tamaño de su hermano mayor, pero
dos veces más feroz.

Todavía la Princesa Rhaenyra continuó sentándose al pie del Trono de Hierro cuando su
padre presidia la corte, y Su Gracia empezó a traerla también a las reuniones del
Pequeño Concilio. Aunque muchos señores y caballeros buscaron su favor, la princesa
sólo tenía los ojos para Ser Criston Cole, su joven galán el escudo jurado.
“Ser Criston protege a la princesa de sus enemigos, ¿pero quién protege a la princesa de
Ser Criston?” La Reina Alicent preguntó un día en la corte.

La amistad entre Su Gracia y su hijastra había demostrado ser efímera, para ambas,
Rhaenyra y Alicent aspiraban a ser la primera dama del reino… y aunque la reina le había
dado no uno, sino dos herederos masculinos al rey, Viserys no había hecho nada para
cambiar el orden de la sucesión. La Princesa de Rocadragon seguía siendo su heredera,
con la mitad los señores de Poniente juramentados para defender sus derechos. Aquéllos
que preguntaron, “¿Qué de la decisión del Gran Concilio de 101?”, vieron que sus
palabras caían en oídos sordos. El asunto había sido decidido, por lo menos hasta donde
concernía al Rey Viserys; no era un problema que Su Gracia deseaba volver a tratar.

Todavía, las preguntas persistieron, incluso de la misma Reina Alicent. El más insistente
entre sus partidarios era su padre, Ser Otto Hightower, la Mano del Rey. Presionado
demasiado lejos respecto del tema, en 109 CA Rey Viserys despojó a Ser Otto de su
cargo y nombró en su lugar al taciturno Lord de Harrenhal, Lyonel Strong. “Esta Mano no
me intimidará con bravatas,” proclamó Su Gracia.

Incluso después de que Ser Otto había regresado a Antigua, el “grupo de la reina” todavía
existía en la corte; un grupo de poderosos señores amigos de la Reina Alicent y a favor de
los derechos de sus hijos. Contra ellos había el “grupo de la princesa.”
El Rey Viserys amaba a su esposa e hija y odiaba el conflicto y la disputa. Trataba todos
los días de mantener la paz entre sus mujeres y favoreciendo a ambas con regalos y oro y
honores. Durante el tiempo que gobernó, mantuvo el equilibrio, los banquetes y
torneos como antes, y la paz prevaleció a lo largo del reino… aunque había algunos, de
vista aguda, quiénes observaron a los dragones de una parte chasqueando y escupiendo
llamas a los dragones de la otra parte.

En el año 111 AC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto
aniversario de bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un
vestido verde, mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de
los Targaryen. Esto no pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en
costumbre referirse a los “verdes” y los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la
princesa, respectivamente. En el propio torneo, los negros salieron bastante mejor
parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba el favor de la princesa Rhaenyra, derrotó a
todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de sus primos y a su hermano pequeño,
Ser Gwayne Hightower.

Todavía había un hombre allí quién no vestía de verde, ni negro, sino oro y plata. El
Príncipe Daemon había vuelto a la corte finalmente. Llevando una corona y llamándose el
Rey del Mar Angosto, apareció sin ser anunciado en el cielo sobre Desembarco del Rey
en su dragón, rodeando tres veces las tierras del torneo… pero cuando por fin aterrizó, se
arrodilló ante su hermano y ofreció a su corona como prueba de amor y lealtad. Viserys le
devolvió la corona y besó Daemon en ambas mejillas, otorgándole la bienvenida a casa, y
los señores y el pueblo llano saludaron alegre y estrepitosamente, cuando los hijos de
Príncipe Baelon Targaryen se reconciliaron. Entre esas ovaciones la más alborozada era
la de la Princesa Rhaenyra que se emocionó por el retorno de su tío favorito y le pidió que
se quedara un rato.

El Príncipe Daemon permaneció en la ciudad durante seis meses, e incluso reasumió su


asiento en el Pequeño Concilio, pero ni la edad, ni el destierro habían cambiado su
naturaleza. Pronto Daemon se unió de nuevo con sus antiguos compañeros los Capas
Doradas y retornó a los establecimientos a lo largo de la Calle de Seda, dónde había sido
un patrocinador estimado. Aunque trató a la Reina Alicent con toda la cortesía debido su
posición, no existía ni rastro de calidez entre ellos, y se dijo que el príncipe era
notablemente indiferente con sus niños, sobre todo con sus sobrinos Aegon y Aemond,
cuyos nacimientos lo había empujado aún más abajo en la línea de sucesión.

La Princesa Rhaenyra era una cuestión diferente. Daemon se pasó largas horas en su
compañía, esclavizándola con cuentos de sus aventuras y batallas. Le regaló perlas y
sedas y libros y una tiara de jade, diciendo que había pertenecido a la Emperatriz de
Leng; le leía poemas, cenaba con ella, navegada con ella; la entretuvo imitando a los
verdes en la corte, burlándose de la Reina Alicent y sus niños. Alabó su belleza,
declarando que era la doncella más hermosa en todos los Siete Reinos. Tío y la sobrina
empezaron a volar casi a diario con Syrax y Caraxes, en carreras hacia Rocadragon.

Aquí nuestras fuentes divergen. Gran Maester Runciter dice que los hermanos riñeron de
nuevo, y el Príncipe Daemon partió de Desembarco del Rey para regresar a los Peldaños
de Piedra y sus guerras. No menciona la causa de la riña. Otros afirman que fue la Reina
Alicent quien instó a Viserys de alejar a Daemon. Pero Septon Eustace y Champiñón
relatan otro cuento… o más bien, dos cuentos. Eustace, el menos lúbrico de los dos,
escribió que el Príncipe Daemon sedujo a su sobrina, la princesa, y tomó su virginidad.
Cuando los amantes fueron descubiertos en la cama juntos y conducidos ante el rey,
Rhaenyra insistió que ella estaba enamorada de su tío y solicitó a su padre la licencia
para contraer matrimonio. El Rey Viserys no quiso oír hablar de esto, sin embargo, y
recordó a su hija que el Príncipe Daemon ya tenía una esposa. En su furia, mandó
confinar a su hija en sus aposentos, y ordenó a su hermano que partiera, y que ambos
jamás deberían hablar de lo que había pasado.

El cuento relatado por Champiñón es mucho más depravado. Según el enano, era a Ser
Criston Cole a quien la princesa anhelaba, no al Príncipe Daemon, pero Ser Criston era
un verdadero caballero, noble y casto y atento a sus votos, y aunque él estaba en
su compañía día y noche, nunca hizo algo más que besarla, incluso nunca dijo que la
amaba.
“Cuando te mira, ve a la chica pequeña que eras, no a la mujer que te has vuelto,” le dijo
Daemon a su sobrina, “pero yo puedo enseñarte cómo hacer que te vea como una
mujer.”

Empezó dándole lecciones de besos, afirma Champiñón. De allí el príncipe siguió


mostrándole a su sobrina donde era mejor tocar a un hombre para producirle placer: un
ejercicio que a veces involucró al mismo Champiñón y supuestamente enorme miembro.
Daemon instruyó a la chica en cómo debía desvestirse de manera incitante, amasando
sus tetas para hacerlas más sensibles, y voló con ella en el lomo del dragón a las
desoladas rocas en la Bahía de Aguasnegras, dónde - sin ser inadvertidos - se
desnudaban y la princesa podría practicar el arte de darle placer a un hombre con su
boca. Por la noche él la sacaba de contrabando de sus cuartos vestida como un escudero
y la conducía a los burdeles en la Calle de Seda, dónde la princesa podría observar a los
hombres y mujeres en el acto de amor, y aprender “las artes femeninas” de las rameras
de Desembarco del Rey.
Champiñón no dice cuánto tiempo continuaron estas lecciones, pero Septon Eustace
difiere, él insiste que la Princesa Rhaenyra seguía siendo doncella, porque ella deseaba
conservar su inocencia como un regalo para su amado. Pero cuando por fin ella se acercó
al “caballero blanco,” usando todo lo que había aprendido, Ser Criston se horrorizó y la
rechazó con desprecio.

La historia completa se difundió pronto, gracias a Champiñón. El Rey Viserys se negó a


creer una palabra al principio, hasta que el propio Príncipe Daemon confirmara que la
historia era cierta. “Dame a la chica por esposa,” supuestamente le dijo a su hermano.
“¿Quién la tomaría ahora?” En cambio el Rey Viserys lo envió al destierro, decretando
que nunca debería retornar a los Siete Reinos so pena de muerte. (Lord Strong, la Mano
del Rey, argumentó que el príncipe debía ser inmediatamente asesinado como traidor,
pero el Septon Eustace recordó a Su Gracia que ningún hombre es tan maldito como el
que asesina a los de su propia sangre).

En consecuencia, estas cosas son ciertas. Daemon Targaryen regresó a los Peldaños de
Piedra y reasumió su lucha por esas rocas yermas barridas por las tormentas. Gran
Maester Runciter y Ser Harrold Westerling, Lord Comandante de la Guardia Real,
ambos murieron en 112 CA. Ser Criston Cole fue nombrado Lord Comandante de la
Guardia Real en el lugar de Ser Harrold, y los archimaestres de la Ciudadela enviaron al
Maester Mellos a la Fortaleza Roja para asumir la cadena del Gran Maestre y deberes. De
todos modos, Desembarco del Rey volvió a su tranquilidad de costumbre durante dos
años… hasta 113 CA, cuando la Princesa Rhaenyra cumplió dieciséis, tomó posesión de
Rocadragon como su propia sede, y se casó.

Mucho antes de que cualquier hombre tuviera algún motivo para dudar de su inocencia, la
cuestión de elegir a un consorte conveniente para Rhaenyra había sido la preocupación
del Rey Viserys y su concilio. Grandes señores y briosos caballeros aleteaban alrededor
de ella, como polillas alrededor de la llama, rivalizando por su favor. Cuando Rhaenyra
visitó el Tridente en 112, los hijos de Lord Bracken y Lord Blackwood se batieron en duelo
por ella, y el hijo más joven de la Casa Frey fue aún más osado pidiendo su mano
abiertamente (Frey el Tonto, fue llamado después de esto). En el oeste, Ser Jason
Lannister y su gemelo Ser Tyland rivalizaron por ella durante un banquete en Roca
Casterly. Los hijos de Lord Tully de Aguasdulces, Lord Tyrell de Altojardin, Lord Oakheart
de Roble Viejo, y Lord Tarly de Colina Cuerno cortejaron a la princesa, igual que el hijo
mayor de la Mano, Ser Harwin Strong. Su apodo era Breakbones, era el heredero de
Harrenhal y afirmaba ser el hombre más fuerte en los Siete Reinos. Viserys incluso
mencionó la boda de Rhaenyra con el Príncipe de Dorne, como una manera de atraer a
los dornienses al reino.

La Reina Alicent tenía su propio candidato: su mayor hijo, el Príncipe Aegon, el medio
hermano de Rhaenyra. Pero Aegon era un niño, la princesa diez años mayor. Es más,
ambos medios hermanos nunca se habían llevado bien. “Razón de más para unirlos en
matrimonio,” la reina argumentó. Viserys no estaba de acuerdo. “El muchacho lleva la
sangre de Alicent,” le dijo a Señor Strong. “Ella lo quiere en el trono.”

La mejor opción, finalmente convenida entre el rey y el Pequeño Concilio, sería el primo
de Rhaenyra, Laenor Velaryon. Aunque el Gran Concilio de 101 se había decretado en
contra de su reclamación, el chico Velaryon seguía siendo el nieto del Príncipe Aemon
Targaryen, bendita su memoria, y el bisnieto del Viejo Rey, con sangre de dragón en
ambos lados de su progenie. Tal pareja uniría y fortalecería la sangre real y recobraría la
amistad de la Serpiente del Mar con su poderosa flota con el Trono de Hierro. Una
objeción fue elevada: Laenor Velaryon, de diecinueve años nunca había mostrado algún
interés en las mujeres. En cambio se rodeaba de guapos escuderos de su propia edad y
se decía que prefería su compañía. Pero Gran Maester Mellos alejó esa preocupación con
la mano. “¿Y qué?” se supone que ha dicho. “No me agrada el pescado, pero cuando es
servido, me lo como.” Así fue decidido.

El rey y concilio habían omitido consultar a la princesa, sin embargo, y Rhaenyra


demostrado ser la hija de su padre, con sus propias nociones sobre con quien deseaba
casarse. La princesa sabía mucho y más sobre Laenor Velaryon y no deseaba ser su
novia.
“Mis medio hermanos serían más apropiados para él,” le dijo al rey (la princesa siempre
se cuidó de referirse a los hijos de la reina Alicent como medio hermanos, nunca como
hermanos). Y aunque Su Gracia razonó con ella, le imploró, le gritó, y la llamó hija ingrata,
ninguna palabra suya logró convencerla… hasta que el rey planteara la cuestión de la
sucesión. Lo que un rey había hecho, un rey podría deshacer, señaló Viserys. Ella se
casaría tal como ordenó, o nombraría como su heredero a su medio hermano Aegon en
su lugar. Entonces la princesa dio su aquiescencia.
Septon Eustace dice ella se arrodilló y rogó por su perdón, Champiñón afirma que ella
discutió con su padre. Pero ambos están de acuerdo que al final ella consintió casarse.

Y aquí de nuevo nuestras fuentes difieren. Esa noche, Septon Eustace informa, que Ser
Criston Cole se introdujo en la alcoba de la princesa para confesarle su amor. Le dijo a
Rhaenyra que él tenía un barco aguardando en la bahía y le pidió que huyera con él al
otro lado del Mar Angosto. Se casarían en Pentos o Tyrosh o Antigua Volantis, dónde no
incumbían las órdenes de su padre, y a nadie importaría que él hubiera traicionado sus
votos como un miembro de la Guardia Real. Su proeza con la espada y daga eran tales,
que no dudaba que pudiera entrar en servicio de algún príncipe mercantil. Pero Rhaenyra
se negó. Era la sangre de dragón, le recordó, y nació para mucho más que vivir como la
esposa de un vulgar mercenario. ¿Y si podía despreciar sus votos como Guardia Real,
por qué los votos matrimoniales significarían más para él?

Champiñón relata un cuento muy diferente. En su versión, era la Princesa Rhaenyra quien
fue a Ser Criston, no él a ella. Lo encontró en la Torre de la Espada Blanca, cerró la
puerta, y se quitó su capa para revelar su desnudez. “Conservé mi virginidad para ti,” le
dijo. “Tómala, como prueba de mi amor, ahora. Significará poco o nada para mi novio, y
quizás cuando él comprenda que no soy casta podría rechazarme.”

Todavía, a pesar de toda su belleza, sus súplicas cayeron en oídos sordos de Ser Criston,
un hombre de honor y fiel a sus votos. Desdeñada y furiosa, la princesa se puso su capa y
salió afuera, en la noche… donde por casualidad se encontró con Ser Harwin Strong, que
volvía de una noche de juerga en los guisados de la ciudad. Breakbones había deseado a
la princesa durante mucho tiempo y no había tenido ninguno de los escrúpulos de Ser
Criston. Así que fue él quien tomó la inocencia de Rhaenyra, derramando su sangre de
doncella en la espada de su masculinidad… según Champiñón que afirma haberlos
encontrado en la cama por la mañana.

Como quiera que pasara, desde ese día en adelante, el amor que Rhaenyra Targaryen
había sentido por Ser Criston Cole se volvió aborrecimiento, y el hombre que había sido
hasta entonces el compañero constante de la princesa y su campeón, se volvió el más
amargo de sus enemigos.

No mucho tiempo después de esto, Rhaenyra navegó hacia Marcaderiva, acompañada


por sus criadas (dos de ellas eran las hijas de la Mano y hermanas de Ser Harwin); el
bufón Champiñón y su nuevo campeón, el mismísimo Breakbones.
En 114 CA, Rhaenyra Targayen, Princesa de Rocadragon, tomó por esposo a Ser Laenor
Velaryon (armado caballero una quincena antes de la boda, ya que se juzgó necesario
que el príncipe consorte sea un caballero). La novia contaba diecisiete años, el novio
veinte, y todos estaban de acuerdo que formaban una guapa pareja. El banquete de boda
se celebró durante siete días de fiestas y justas.
Entre los competidores se encontraban los hermanos de la Reina Alicent, cinco Hermanos
Jurados de la Guardia Real, Breakbones, y el favorito del novio, Ser Joffrey Lonmouth,
conocido como el Caballero de Besos. Cuando Rhaenyra otorgó su lazo a Ser Harwin, su
nuevo marido se rió y dio uno de suyos propios a Ser Joffrey.

Ser Criston Cole se cambió al bando de la Reina Alicent. A su Gracia le complació


concederle su favor. Llevando su símbolo, el joven Lord Comandante de la Guardia Real
derrotó a todos los retadores, luchando con furia negra. Dejó a Breakbones con una
clavícula rota y un codo destrozado (lo que indujo a Champiñón llamarle Brokenbones
después de esto), pero fue el Caballero de Besos quien sintió la parte más plena de su
furia. El arma favorita de Cole era el morningstar, y los golpes que llovió sobre el campeón
de Ser Laenor hicieron crujir su yelmo y lo dejaron inconsciente en el barro. Llevado
ensangrentado del campo, Ser Joffrey murió seis días después sin recuperar la
conciencia. Champiñón relató que Ser Laenor pasó todas las horas de esos días al lado
de su cama y lloró amargamente cuando se murió.

El Rey Viserys también estaba bastante furioso; una celebración alegre se había vuelto la
ocasión de pesar y recriminación. Se dice que la Reina Alicent no compartió su disgusto,
sin embargo; poco después, ella le pidió a Ser Criston Cole ser su protector personal. La
frialdad entre la esposa del rey y la hija del rey era muy visible; incluso los invitados de
Las Ciudades Libres tomaron nota de ello en las cartas enviadas a Pentos, Braavos, y
Antigua Volantis.

Después de esto, Ser Laenor regresó a Driftmark, dejando muchas preguntar de si su


matrimonio habría sido consumado alguna vez. La princesa permaneció en la corte,
rodeada por sus amigos y admiradores.
Ser Criston Cole no estaba entre ellos, después de haberse integrado completamente al
grupo de la reina, los verdes; pero el voluminoso y temible Breakbones (o Brokenbones,
como lo llamaba Champiñón) ocupó su lugar, volviéndose la cabeza de los negros,
siempre al lado de Rhaenyra en los banquetes y bailes y caza. Su marido no elevó
ninguna objeción. Ser Laenor prefirió las comodidades de Pleamar, dónde pronto
encontró un nuevo favorito en un caballero de la casa llamado Ser Qarl Correy.

Después de esto, aunque se unía con su esposa en los importantes eventos de la corte,
dónde su presencia era esperada, Ser Laenor pasó la mayoría de sus días lejos de la
princesa. Septon Eustace dice que ellos compartieron la cama no más de una docena de
veces. Champiñón concuerda, pero agrega que menudo Qarl Correy compartió esa cama
también; despertando a la princesa para observar a los hombres retozando entre sí – él
cuenta – y de vez en cuando ambos la incluían en sus placeres. Todavía Champiñón se
contradice, pues en otra parte afirma que la princesa dejaba a su marido con su amante
en esas noches y buscaba su propio solaz en los brazos de Harwin Strong. Cualquiera
sea la verdad de estos cuentos, pronto fue anunciado que la princesa estaba
embarazada.

Nacido en 114 CA, el niño era grande, fuerte, con el pelo marrón, ojos castaños, y una
nariz respingona (Ser Laenor tenía la nariz aguileña, pelo blanco plateado, y ojos
purpúreos que denotaban su sangre de Valyria). Laenor quería nombrar al niño Joffrey,
pero su padre, Lord Corlys, se opuso. En cambio al niño se le dio el nombre tradicional de
Velaryon: Jacaerys (los amigos y hermanos lo llamarían Jace).

La corte todavía estaba regocijándose con el nacimiento del niño de la princesa, cuando
su madrastra, la Reina Alicent, también entró en la labor, entregando a Viserys su tercer
hijo, Daeron… cuyos colores, al contrario de Jace, testificaron su sangre de dragón.
Por la orden real, los infantes Jacaerys Velaryon y Daeron Targaryen compartieron una
nodriza hasta que fueron destetados. Fue dicho que el rey esperaba prevenir cualquier
enemistad entre los dos chavales volviéndolos hermanos de leche. En ese caso, sus
esperanzas demostraron ser tristemente infundadas.

Un año después, en 115 CA, sobrevino un evento trágico, de la clase que forma el destino
de los reinos: “la perra de bronce” de Piedra de las Runas, Lady Rhea Royce, se cayó de
su caballo mientras practicaba cetrería y estrelló su cráneo en una roca. Tardó nueve días
antes de sentirse bastante mejor para finalmente dejar su cama… sólo para derrumbarse
y morir en una hora. Un cuervo se envió debidamente al Bastión de Tormentas, y Lord
Baratheon despachó a un mensajero por barco a Roca de Sangre, dónde el Príncipe
Daemon todavía estaba tratando de defender su magro reino contra los hombres de
Triarchy y sus aliados de Dorne.

Daemon voló en seguida al Valle. “Para poner a mi esposa en su reposo,” dijo, aunque
pareciera que abrigaba la esperanza de reclamar sus tierras, castillos, e ingresos. En eso
falló; La Puerta de Runas pasó en cambio al sobrino de Lady Rhea, y cuando Daemon
apeló en el Nido de Águilas, no sólo su demanda fue rechazada, sino que Lady Jeyne le
advirtió que su presencia en el Valle no era bienvenida.
Después, volando de regreso hacia los Peldaños de Piedra, el Príncipe Daemon aterrizó
en Marcaderiva para hacer una visita de cortesía a su antiguo compañero en la conquista,
la Serpiente del Mar, y la Princesa Rhaenys.

Pleamar era uno de los pocos lugares en los Siete Reinos dónde el hermano del rey
podría estar seguro de no ser rechazado. Allí su mirada cayó en Laena, la hija de Lord
Corlys, doncella de veintidós años, alta, esbelta, y absolutamente encantadora (incluso
Champiñón se deleitó con su belleza, escribiendo que ella “era casi tan bonita como su
hermano”), con una gran melena con anillos de plata y oro cayendo más allá de su
cintura. Laena había sido la prometida a la edad de doce a un hijo del Señor de Mar de
Braavos… pero el padre había muerto antes de que ellos pudieran casarse, y el hijo
pronto demostró ser manirroto y necio, malgastando la riqueza y poder de su familia antes
de ir a Marcaderiva. A falta de un medio elegante para librarse del compromiso, pero
reacio a proseguir con el matrimonio, Lord Corlys había pospuesto la boda
repetidamente.

Los juglares nos harían creer que el Príncipe Daemon se enamoró de Laena. Los
hombres con una inclinación más cínica creen que el príncipe la vio como una manera de
controlar su propio descenso. Una vez considerado como el heredero de su hermano,
había bajado en la línea de sucesión, y ni los verdes, ni los negros tenían un lugar para
él… pero la Casa Velaryon era bastante poderosa como para desafiar ambas partes con
impunidad. Cansado de los Peldaños de Piedra, y libre por fin de su “perra de bronce,”
Daemon Targaryen le pidió la mano de su hija a Lord Corlys en matrimonio.

El desterrado novio de Braavos seguía siendo un impedimento, pero no por mucho


tiempo; Daemon se burló de él tan salvajemente en su cara, que el chico no tuvo otra
alternativa que retarlo para que defienda sus palabras con acero. Armado con Hermana
Oscura, el príncipe hizo una breve faena con su rival, y se casó con Lady Laena Velaryon
una quincena después, abandonando su reino y la dura tarea de escarbar en los
Peldaños de Piedra. (Otros cinco hombres le siguieron como los Reyes del Mar Angosto,
hasta la breve y sangrienta historia de ese salvaje “reino” mercenario, que acabó para el
bien de todos).

El Príncipe Daemon supo que a su hermano no le placería oír de su nuevo matrimonio.


Prudentemente, el príncipe y su nueva novia se alejaron de Poniente poco después de la
boda, cruzando el Mar Angosto en sus dragones. Algunos dijeron que volaron a Valyria,
desafiando la maldición que colgaba encima de ese baldío humeante, para descubrir los
secretos de los señores dragón del Antiguo Feudo Franco. La verdad era menos
romántica. El Príncipe Daemon y Lady Laena volaron primero a Pentos, dónde fueron
agasajados por el príncipe de la ciudad. El Pentoshi temía el creciente poder de Triarchy
al sur y vio en Daemon un valioso aliado contra las Tres Hijas. De allí, el príncipe y su
novia cruzaron hacia Antigua Volantis, dónde disfrutaron de la cálida bienvenida similar.
Luego volaron a Rhoyne, a Qohor y Norvos. En esas ciudades, muy distantes de las
penas de Poniente y el poder de Triarchy, su bienvenida era menos arrebatada. Sin
embargo, en todas partes, grandes muchedumbres volteaban al vislumbrar a Vhagar y
Caraxes.
Los jinetes de dragones estaban una vez más en Pentos, cuando Lady Laena supo que
esperaba un hijo. Evitando el extenso vuelo, el Príncipe Daemon y su esposa se
establecieron en una casa fuera de los muros de la ciudad como invitados de un
magistrado de Pentos, hasta el nacimiento del bebé.

Entretanto, en Poniente, la Princesa Rhaenyra había dado a luz al segundo hijo por el año
115 CA. El niño se nombró Lucerys (Luke). Septon Eustace nos dice que Ser Laenor y
Ser Harwin estaban al lado de la cama de Rhaenyra esperando el nacimiento. Como su
hermano Jace, Luke tenía ojos castaños y el pelo marrón, en lugar del plateado de los
príncipes Targaryen, pero era un niño grande y lozano, y el Rey Viserys estaba encantado
con él, cuando el niño fue presentado en la corte. Estos sentimientos no eran compartidos
por su reina.
“Siga intentando,” le dijo la Reina Alicent a Ser Laenor. “Quizás puede conseguir que uno
se le parezca.”

Y la rivalidad entre los verdes y negros se acrecentó, alcanzando el punto finalmente,


cuando reina y princesa escasamente podían soportarse. Después de esto la Reina
Alicent permaneció en la Fortaleza Roja de Desembarco del Rey, mientras la princesa
pasaba sus días en Rocadragon con su campeón, Ser Harwin Strong. Se decía que su
marido, Ser Laenor, la visitaba “frecuentemente.”

En 116 CA, en la Ciudad Libre de Pentos, Lady Laena dio nacimiento a gemelas, las
primeras hijas legítimas de Daemon Targaryen. El príncipe nombró a las niñas Baela
(como su padre) y Rhaena (como su madre). Cuando ellas cumplieron seis meses, las
niñas y su madre navegaron a Marcaderiva, mientras Daemon voló al frente con ambos
dragones.
De Pleamar, envió un cuervo a Desembarco del Rey, informando al rey del nacimiento de
sus sobrinas y solicitando la licencia para presentar a las niñas en la corte y recibir una
bendición real. Aunque su Mano y el Pequeño Concilio argumentaron acaloradamente en
contra, Viserys consintió, porque el rey todavía amaba al hermano, que había sido el
compañero de su juventud. “Daemon ahora es un padre,” le dijo a Gran Maester Mellos.
“Él habrá cambiado.”
Así fue como los hijos de Baelon Targaryen se reconciliados por segunda vez.

En 117 CA, en Rocadragon, la Princesa Rhaenyra parió otro hijo. Por fin, a Ser Laenor se
le permitió darle el nombre de su amigo caído, Ser Joffrey Lonmouth. Joffrey Velaryon era
tan grande y saludable, de cara roja, como sus hermanos, igual que ellos, tenía el pelo
marrón, ojos castaños, y rasgos que algunos en la corte llamaron ordinarios. Los susurros
empezaron de nuevo. Los verdes creían firmemente que el padre de los hijos de
Rhaenyra no era su marido Laenor, sino su campeón, Harwin Strong.

Cualquiera sea la verdad de estas alegaciones, no existía nunca ninguna duda de que el
Rey Viserys todavía consideraba que su hija le seguiría en el Trono de Hierro, y sus hijos
la seguirían a su vez. Por el decreto real, cada uno de los chicos Velaryon recibió un
huevo de dragón en la cuna. Aquéllos que dudaron de la paternidad de los hijos de
Rhaenyra susurraron que los huevos nunca saldrían del cascarón, pero el nacimiento a su
vez de tres los jóvenes dragones, desmintieron sus palabras. Los pequeños dragones se
nombraron Vermax, Arrax, y Tyraxes.
Y Septon Eustace nos dice que Su Gracia sentaba a Jace en sus rodillas en el Trono
Férrico, mientas presidia la corte, y se oyó cuando dijo, “Un día éste será tu asiento,
chaval.”

El parto exigió su precio en la princesa; el peso que Rhaenyra acrecentó durante


sus embarazos, nunca la dejó completamente, y cuando nació el niño más joven, ella se
había vuelto robusta y gruesa de cintura; la belleza de su niñez de fue marchitando,
aunque solo contaba con veinte años. Según Champiñón, esto sólo sirvió para ahondar su
resentimiento contra su madrastra, pues la Reina Alicent permanecía delgada y elegante
con casi el doble de su edad.

Los pecados de los padres a menudo se transfieren a los hijos, los hombres sabios han
dicho; y para el caso, también los pecados de las madres. La enemistad entre la Reina
Alicent y la Princesa Rhaenyra pasó a sus hijos, y los tres hijos de la reina, los Príncipes
Aegon, Aemond, y Daeron, crecieron siendo amargos rivales de sus sobrinos Velaryon,
resentidos por haberles robado lo que consideraban su primogenitura: el propio Trono de
Hierro. Aunque los seis muchachos asistían a las mismas fiestas, bailes, y juegos, y a
veces entrenaban juntos en el patio con los mismos maestros de armas y estudiaban con
los mismos maestres, el encierro sólo sirvió para alimentar su antipatía mutua en lugar de
ligarlos como hermanos.

Aunque la Princesa Rhaenyra sentía antipatía por su madrastra la Reina Alicent, se


encariñó más y más con su cuñada Lady Laena. Así que con Marcaderiva y Rocadragon
tan cercanos, Daemon y Laena visitaron a menudo a la princesa, y ella a ellos. Muchas
veces volaban juntos en sus dragones, y Syrax, ella-dragón de la princesa, produjo varias
nidadas de huevos. Rhaenyra anunció los esponsales de sus dos mayores hijos con las
hijas del Príncipe Daemon y Lady Laena en 118 CA, con la bendición del Rey Viserys.
Jacaerys tenía cuatro y Lucerys tres, las chicas dos. Y en 119 CA, cuando Laena anunció
que esperaba de nuevo un hijo, Rhaenyra voló a Marcaderiva para asistirla durante el
parto.

Y entonces la princesa estaba al lado de su cuñada en el tercer día de ese maldito año
120 CA, el año de la Primavera Roja. Después de un día y una noche de labor de Laena
Velaryon se tornó pálida y débil, pero finalmente nació el hijo que el Príncipe Daemon
tanto deseaba; pero el bebé era torcido y malformado, y murió dentro de una hora. Su
madre no le sobrevivió durante mucho tiempo. Su fatigosa labor había agotado todas las
fuerzas de Lady Laena, y la congoja la debilitó aún más, debilitándola, antes del ataque
de fiebre de postparto.
Como su condición se empeoraba firmemente, a pesar de los mejores esfuerzos del joven
maestre de Marcaderiva, el Príncipe Daemon voló a Rocadragon y regresó con el maestre
de la Princesa Rhaenyra, un hombre mayor y experimentado, famoso por sus habilidades
como sanador. Tristemente, el Maester Gerardys vino demasiado tarde. Después de tres
días de delirio, Lady Laena murió a la edad de veintisiete. En su hora final – se
comentó – Lady Laena bajó de su cama y salió del cuarto, e intentó localizar a Vhagar
para poder volar una última vez antes de morir. No obstante, sus fuerzas le fallaron en la
escalera de la torre, y fue allí donde se derrumbó y murió. Su marido, el Príncipe Daemon,
la llevó de regreso a su cama. Después, la Princesa Rhaenyra se sentó con él durante la
vigilia junto al cadáver de Lady Laena y lo confortó en su dolor.
La muerte de Lady Laena fue la primera tragedia de 120 CA, pero no sería la última. Sería
el año cuando muchas de las tensiones y celos largamente fermentados a fuego lento,
que habían plagado los Siete Reinos, finalmente llegaron al punto de hervor; un año
cuando muchos tendrían motivos para lamentarse y rasgarse las vestiduras… aunque
ninguno más que la Serpiente del Mar, Lord Corlys Velaryon, y su noble esposa, la
Princesa Rhaenys, quién podría haber sido una reina.

El Señor de las Mareas y su señora todavía estaban lamentando la pérdida de su querida


hija, cuando el Desconocido vino de nuevo, para llevarse a su hijo. Ser Laenor Velaryon,
el marido de la Princesa Rhaenyra y el padre putativo de sus niños, fue asesinado
mientras asistía a una feria en Spicetown, apuñalado a muerte por su amigo y compañero
Ser Qarl Correy. Los dos hombres habían estado riñendo antes de que aparecieran las
dagas, le dijeron los mercaderes de la feria a Lord Velaryon cuando vino para recoger el
cuerpo de su hijo. Por entonces Correy había huido, hiriendo a varios hombres que
intentaron impedirlo. Algunos afirmaron que en la costa un barco había estado esperando
a por él. Nunca fue visto de nuevo.

Las circunstancias del asesinato siguen siendo un misterio hasta el momento. Gran
Maester Mellos sólo escribió que Ser Laenor fue asesinado por uno de sus propios
caballeros de la casa después de una pelea. Septon Eustace nos proporciona el nombre
del asesino, y declara que los celos eran el motivo del asesinato; Laenor Velaryon se
había cansado del compañerismo de Ser Qarl y se había enamorado de un nuevo
favorito, un joven y guapo escudero de dieciséis. Aparecieron y se desarrollaron
rápidamente, como siempre, teorías más siniestras, sugiriendo que el Príncipe Daemon le
pagó a Qarl Correy para disponer del marido de la Princesa Rhaenyra, lo subió a un barco
para llevarlo lejos, entonces le cortó la garganta y lo arrojó al mar.
Un caballero de la casa de nacimiento relativamente bajo, Correy fue conocido por tener
apetencias de un lord y la bolsa de un campesino, y se dijo que era despilfarrador
además, apostando sumas extravagantes, que presta una cierta creencia a la necia
versión de los eventos. No había ninguna prueba, ni entonces, ni ahora, aunque la
Serpiente del Mar ofreció un premio de diez mil dragones de oro para cualquier hombre
que podría llevarlo a Ser Qarl Correy, o podría entregar al asesino para la venganza de un
padre.

Ni siquiera éste era el fin de las tragedias que marcarían ese año terrible. La siguiente
ocurrió en Pleamar después del entierro de Ser Laenor, cuando el rey y su corte llegaron
a Driftmark para la pira fúnebre, muchos en la espalda de sus dragones. (Tantos
dragones estaban presentes, que Septon Eustace escribió que Marcaderiva se había
vuelto la nueva Valyria).

Todos conocen la crueldad de niños. El Príncipe Aegon Targaryen tenía trece años, la
Princesa Helaena doce, el Príncipe Aemond diez, y el Príncipe Daeron seis. Aegon y
Helaena eran jinetes de dragones. Helaena voló en Dreamfyre, ella-dragón que había
llevado a Rhaena una vez, “la novia negra” de Maegor el Cruel, mientras que su hermano
Aegon montaba al joven Sunfyre, que era el dragón más bonito sobre la tierra. Incluso el
Príncipe Daeron tenía un dragón, el bonito ella-dragón azul llamado Tessarion, aunque
tenía que montarlo todavía. Sólo el Príncipe Aemond, permanecía sin dragón, pero Su
Gracia tenía esperanzas de rectificar eso, y esperaba que quizás la corte pudiera
permanecer en Rocadragon después de los entierros. Podría encontrarse una abundancia
de huevos de dragón debajo del Monte Dragón, y varios dragones recién nacidos
también. El Príncipe Aemond podría tener su oportunidad “si el muchacho es bastante
valiente.”
Aemond Targaryen, incluso a los diez, no carecía de valentía. La burla del rey picó, y él
resolvió no esperar a por Rocadragon. ¿Para qué querría algún endeble dragoncillo, o
algún tonto huevo?

Justo allí en Pleamar había un dragón digno de él: Vhagar, el dragón más viejo, más
grande, más terrible del mundo. Incluso para un hijo de la Casa Targaryen, siempre
existe el peligro de acercarse a un dragón extraño, particularmente un dragón viejo, de
mal genio, que habia perdido a su jinete recientemente. Su padre y madre nunca le
permitirían acercarse a Vhagar, Aemond lo sabía. Así que se aseguró de que no lo
supieran, bajando de su cama al alba, mientras todavía dormían y bajó al gran patio
exterior, adónde alimentaban a Vhagar y los otros dragones en los establos. El príncipe
había esperado montar a Vhagar en secreto, pero cuando se deslizó hacia el dragón, la
voz de un chico sonó. “¡Apártate de ella!”
La voz pertenecía al más joven de sus medios sobrinos, Joffrey Velaryon, un muchacho
de tres. Siempre inquieto, Joff había salido furtivamente de su cama para ver a su propio
joven dragón Tyraxes. Asustado que el muchacho levantara la alarma, el Príncipe
Aemond lo abofeteó, gritando que debía callarse, entonces lo empujó hacia atrás en un
montón de mierda de dragón. Cuando Joff empezó a gritar, Aemond corrió hacia Vhagar y
trepó en su espalda.

Después él diría que tuvo tanto miedo de ser cogido, que se olvidó de asustarse de ser
quemado y comido.
Llámelo intrepidez, llámelo locura, llámelo suerte o la voluntad de los dioses, o el capricho
de los dragones. ¿Quién puede conocer a la mente de tal bestia? Nosotros sabemos esto:
Vhagar rugió, se alzó tambaleándose en sus pies, se agitó violentamente… entonces
destrozó sus cadenas, y voló. Y el chico, el príncipe Aemond Targaryen, se volvió jinete
de dragón, volando dos veces alrededor de las torres de Pleamar antes de bajar.
Pero cuando aterrizó, los hijos de Rhaenyra estaban esperando a por él.

Joffrey había corrido para llamar a sus hermanos cuando Aemond tomó el cielo, y Jace y
Luke habían acudido a su llamada. Los príncipes Velaryon eran jóvenes—Jace de seis,
Luke de cinco, Joff de tres—pero eran tres, y se habían armado con las espadas de
madera del patio de entrenamiento. Ahora cayeron sobre él con furia. Aemond luchó,
rompiendo la nariz de Luke con un golpe, le quitó la espada a Joff, crujiéndola en la nuca
de Jace, poniéndolo de rodillas. Cuando los muchachos más jóvenes corrieron alejándose
de él, ensangrentados y machucados, el príncipe empezó a burlarse de ellos, llamándolos
Strong.
Jace era bastante mayor para asir el insulto. Él voló de nuevo hacia Aemond, pero el
muchacho mayor empezó a aporrearlo salvajemente… hasta que Luke, viniendo al
rescate de su hermano, sacó su daga y acuchilló la cara de Aemond, extrayéndole el ojo
derecho. Cuando llegaron los caballerizos para separar a los combatientes, el príncipe se
retorcía en la tierra, aullando de dolor, y Vhagar también estaba rugiendo.

Después, el Rey Viserys intentó establecer la paz, requiriendo que cada uno de los chicos
ofreciera una disculpa formal a sus rivales, pero estas cortesías no aplacaron a sus
madres.
La Reina Alicent exigió que debiera extirparse uno de los ojos de Lucerys por el ojo que le
había costado a Aemond. Rhaenyra no permitiría eso, pero insistió que el Príncipe
Aemond debería ser interrogado “firmemente”, hasta que revelara donde había oído que a
sus hijos llamaban “Strong.” Porque llamarlos así, evidente, era equivalente a decir que
eran bastardos, sin derechos de sucesión… y que ella era culpable de alta traición.
Presionado por el rey, el Príncipe Aemond dijo que era su hermano Aegon, quien le había
dicho que ellos eran Strong, y el Príncipe Aegon sólo dijo, “Todos lo sabemos.
Simplemente míralos.”
El Rey Viserys acabó finalmente con el interrogatorio, declarando que no oiría nada más.
Ningún ojo se quitaría, decretó… pero si alguien—“hombre o mujer o niño, noble o
plebeyo, o de la realeza”— nuevamente se mofase de sus nietos como “Strong”, sus
lenguas se arrancarían con pinzas calientes. Su Gracia ordenó que su esposa e hija se
besen e intercambien votos de amor y afecto, pero sus sonrisas falsas y palabras vacías
no engañaron a nadie, salvo al rey.
En cuanto a los chicos, el Príncipe Aemond dijo después, que ese día perdió un ojo y
ganó un dragón, y lo consideraba un intercambio justo.

Para prevenir que el conflicto se extendiese, y acabar con éstos “viles rumores y bajas
calumnias,” el Rey Viserys decretó que la Reina Alicent y sus hijos regresarían a la corte,
mientras que la Princesa Rhaenyra debería confinarse en Rocadragon con sus hijos. De
aquí en adelante, Ser Erryk Cargyll de la Guardia Real serviría como su escudo jurado, y
Breakbones regresaría a Harrenhal.

Estas decisiones agradaron a nadie, escribe Septon Eustace.


Champiñón objetó: por lo menos un hombre se entusiasmó por los decretos: Daemon
Targaryen, pues Rocadragon y Marcaderiva se encontraban muy cerca, y esta proximidad
le daría la gran oportunidad de confortar a su sobrina, la Princesa Rhaenyra, con el
desconocimiento del rey.
Aunque Viserys I reinaría durante nueve más años, las sangrientas semillas de Danza de
Dragones ya se habían plantado, y en 120 CA era el año cuando empezaron a
germinar.

Los siguientes en perecer fueron los dos mayores Strong. Lyonel Strong, Lord de
Harrenhal y Mano del Rey, acompañó a Ser Harwin, su hijo y heredero en su retorno al
gran, a medias destruido castillo en la orilla del lago. Poco después de su llegada, se
incendió la torre dónde dormían, y ambos murieron, padre e hijo, junto con tres de sus
guardias y una docena de sirvientes.
La causa del fuego nunca fue determinada. Algunos lo achacaron a la simple, fatalidad,
aunque otros murmuraron que la sede de Harren el Negro era maldita, y sólo traía la
maldición a cualquier hombre que la poseía. Muchos sospecharon que el fuego era
intencional. Champiñón sugiere que la Serpiente del Mar estuvo detrás de eso, como un
acto de venganza contra el hombre que había hecho cornudo a su hijo.
Septon Eustace, con más verosimilitud, sospechaba del Príncipe Daemon, quitando a un
rival en los afectos de la Princesa Rhaenyra. Otros apuntan a que Larys Patizambo podría
haber sido el responsable; con su padre y hermano mayor muertos, Larys Strong se volvió
Lord de Harrenhal.

La peor posible reflexión fue promovida por ningún otro que el Gran Maester Mellos,
pensando que el mismo rey podría haber dado la orden. Si Viserys hubiera pensado que
los rumores sobre el linaje de los hijos de Rhaenyra eran ciertos, podría haber deseado
quitar del medio al hombre que había deshonrado a su hija, para que no revelarse la
bastardía de sus hijos.
Entonces, la muerte de Lyonel Srong era un accidente infortunado, ya que la decisión de
su señoría de acompañar a su hijo de regreso a Harrenhal había sido imprevista.

Lord Strong había sido la Mano del Rey, y Viserys había confiado en su fuerza y consejo.
Su Gracia había alcanzado la edad de cuarenta y tres, y se había vuelto bastante robusto.
Ya no tenía el vigor de la juventud y sufría de gota, articulaciones doloridas, dolores de
espalda y pecho, que iban y venían y a menudo le dejaban con el rostro enrojecido y sin
aliento. La gobernación del reino era una tarea desalentadora; el rey necesitaba de una
Mano fuerte, capaz de echarse sobre las espaldas algunas de sus cargas.
Brevemente consideró enviar a por la Princesa Rhaenyra. ¿Quién mejor para gobernar
con él que la hija que él quiso le sucediera en el Trono de Hierro? Pero eso significaba
que la princesa y sus hijos deberían regresar a Desembarco del Rey, dónde más
conflictos con la reina y su propia cría habrían sido inevitables. Consideró a su hermano
también, hasta recordar los problemas anteriores del Príncipe Daemon en el Pequeño
Concilio. Gran Maester Mellos le hizo pensar en traer a algún hombre más joven, y sugirió
varios nombres, pero Su Gracia escogió a alguien conocido, y llamó a la corte a Ser Otto
Hightower, el padre de la reina que había llenado ese cargo antes para Viserys y el Viejo
Rey.

Apenas Ser Otto llegó a la Fortaleza Roja para asumir el cargo, una noticia llegó a la
corte: la Princesa Rhaenyra había vuelto a casarse, esta vez con su tío, Daemon
Targaryen. La princesa contaba veintitrés, el Príncipe Daemon treinta y nueve. El rey,
corte, y el pueblo llano, todos se sintieron ultrajados por la noticia. La esposa de Daemon,
y el marido de Rhaenyra habían muerto escasamente seis meses; casarse de nuevo, tan
pronto, era un insulto a sus memorias, Su Gracia declaró enojado. El matrimonio se había
realizado en Rocadragon, de repente y en secreto. Septon Eustace afirma que Rhaenyra
supo que su padre nunca aprobaría el matrimonio, por eso se casó de prisa, para hacer
que él no podría prevenir la boda. Champiñón pone un motivo diferente: la princesa
estaba nuevamente embarazada, y no deseaba el nacimiento de un bastardo.

Y así, este terrible año 120 CA acabó como había empezado, con una mujer en labores
de parto. El embarazo de la princesa Rhaenyra tuvo un resultado más feliz que el de Lady
Laena. Parió a un pequeño, pero robusto príncipe, con ojos de un púrpura oscuro y de
pelo pálido plateado. Lo nombró Aegon. El Príncipe Daemon tenía un hijo viviente de su
propia sangre por fin… y este nuevo príncipe, diferente de sus tres medio hermanos, era
sin ninguna duda un Targaryen.
En Desembarco del Rey, la Reina Alicent tuvo un ataque de furia, cuando supo que el
bebé había sido llamado Aegon, tomándolo como un desaire contra su propio Aegon…
qué lo era ciertamente.

(De ahora en adelante, nos referiremos al hijo de la Reina Alicent como Aegon el Mayor y
el hijo de la Princesa Rhaenyra como Aegon el Joven).

Verdaderamente, el año 122 CA debería haber sido uno año feliz para la Casa Targaryen.
Pronto, la Princesa Rhaenyra le dio a su tío y esposo un segundo hijo, al que llamaron
Viserys, como su señoría. El niño era más pequeño y menos robusto que su hermano
Aegon y sus medio hermanos Velaryon, pero demostró ser un niño precoz… sin embargo,
surgió un detalle un poco ominoso: el huevo de dragón que se puso en su cuna, nunca
salió del cascarón. Los verdes creyeron que era un mal agüero y no eran tímidos al
comentarlo.

Después ese mismo año, en Desembarco del Rey también se celebró una boda.
Siguiendo la antigua tradición de la Casa Targaryen, el Rey Viserys casó a su hijo Aegon
el Mayor con su hija Helaena. El novio contaba quince años de edad, un chico perezoso y
algo enfurruñado, nos cuenta Septon Eustace, pero poseedor de saludables apetitos; un
glotón en la mesa, bebedor de cerveza y vino, que se complacía en pellizcar y acariciar a
todas las sirvientas a su alcance. La novia, su hermana, de trece años. Aunque más
gorda y menos guapa que la mayoría de los Targaryen, Helaena era una muchacha
agradable, feliz, y todos estaban de acuerdo en que sería una excelente madre.
Y lo fue, y rápidamente. Apenas un año después, en 123 CA, la princesa de catorce años
dio nacimiento a gemelos, un niño que nombró Jaehaerys y una niña llamada Jaehaera.
El Príncipe Aegon tenía herederos propios ahora, proclamaron alegremente los verdes en
la corte. El huevo de dragón se puso en la cuna de cada niño, y pronto nacieron dos crías.
Todavía no todo estaba bien con estos nuevos gemelos. Jaehaera era diminuta y de lento
crecimiento. Ella no lloraba, no sonreía, no hizo ninguna de las cosas que un bebé
debería hacer. Su hermano, aunque más grande y más robusto, también era menos
perfecto de lo que se esperaba de un principe Targaryen, con seis dedos en su mano
izquierda, y seis dedos en cada pie.

Una esposa e hijos hicieron poco para refrenar los apetitos carnales del Príncipe Aegon el
Mayor, que engendró a dos niños bastardos en el mismo año, junto con sus gemelos
legítimos: un niño con una chica, cuya virginidad compró en la Calle de Seda, y una niña
con una de las criadas de su madre.
Y en 127 CA, la Princesa Helaena dio nacimiento a su segundo hijo, a quien se le dio el
huevo de dragón y el nombre Maelor.

Los otros hijos de reina Alicent se habían convertido en hombres. El Príncipe Aemond, a
pesar de la pérdida de su ojo, se había vuelto un espadachín hábil y peligroso bajo el
tutelaje de Ser Criston Cole, pero seguía siendo un mozo salvaje y rebelde, impulsivo y
rencoroso. Su pequeño hermano, el Príncipe Daeron era el más popular de los hijos de la
reina, tan listo, como cortes y más apuesto. Cuando cumplió doce años en 126 CA,
Daeron fue enviado a Antigua para servir como escanciador y escoltar a Lord
Hightower.

Ese mismo año, en la Bahía de Aguasnegras, la Serpiente del Mar estaba herida por una
fiebre súbita. Cuando cayó en cama, rodeado por los maestres, se presentó el problema
acerca de quién debería sucederle como Señor de las Mareas y Amo de Marcaderiva si la
enfermedad se lo llevaba. Con sus legítimos hijos muertos, legalmente sus tierras y títulos
deberían pasar a su nieto Jacaerys… pero desde que Jace, probablemente, ascendería al
Trono de Hierro después de su madre, la Princesa Rhaenyra instó a su suegro nombrar,
en cambio, a su segundo hijo Lucerys. Lord Corlys también tenía seis sobrinos, sin
embargo, y el mayor de ellos, Ser Vaemond Velaryon, protestó, alegando que la herencia
por derecho debería pasar a él… en razón de que los hijos de Rhaenyra eran los
bastardos de Harwin Strong. La princesa no tardó en contestar esta acusación. Envió a
Príncipe Daemon para asir a Ser Vaemond, decapitarlo, y entregar su cadáver a su
dragón.

No obstante, ni siquiera esto acabó con el asunto. Los hermanos más jóvenes de Ser
Vaemond huyeron a Desembarco del Rey con sus esposas e hijos y allí lloraron por
justicia y pusieron sus reclamos ante el rey y la reina. El Rey Viserys se había vuelto
sumamente obeso, con rostro encarnado, y apenas tenía la fuerza necesaria para subir
los escalones del Trono de Hierro. Su Gracia los oyó en absoluto silencio, luego pidió
quitarles las lenguas, a cada uno. “Fueron advertidos,” declaró, cuando se alejaban
arrastrándose. “No oiré más estas mentiras.”
Todavía, cuando estaba descendiendo, Su Gracia tropezó y extendió la mano para asirse,
y una hoja dentada, que se destacaba del trono, le rebanó la mano izquierda abriéndola
hasta el hueso. Aunque Gran Maestre Mellos lavó el corte con el vino hirviendo, y envolvió
la mano con tiras de lino empapadas en ungüentos curativos, pronto le sobrevino la fiebre,
y muchos temieron que el rey pudiera morir. Sólo la llegada de la Princesa Rhaenyra de
Rocadragon cambió el curso, trayendo a su propio sanador, Maester Gerardys, quien
actuó rápidamente, amputando dos dedos de la mano de Su Gracia para salvar su vida.

Aunque muy debilitado por su sufrimiento, el Rey Viserys pronto reasumió la regencia.
Para celebrar su recuperación, se celebró un banquete el primer día de 127 CA. El Rey
ordenó que la princesa y la reina debieran asistir, con todos sus niños. Como muestra de
amistad, cada mujer lució el otro color y se pronunciaron muchas declaraciones de amor,
para gran placer del rey. El Príncipe Daemon brindó con Ser Otto Hightower, y le
agradeció su leal servicio como la Mano, y Ser Otto, a su vez, alabó el valor del príncipe,
mientras los niños de Alicent y Rhaenyra se saludaron entre sí con besos y cortaron
juntos el pan en la mesa. O es lo que relatan las crónicas de la corte.

Por la tarde, después de que el Rey Viserys había salido (Su Gracia todavía se agotaba
fácilmente), Champiñón cuenta que Aemond Uno-ojo brindó con sus primos Velaryon,
hablando con falsa admiración de su pelo marrón, los ojos castaños… y fuerza [en inglés:
Strong]. “Yo nunca he conocido a nadie tan fuerte como mis dulces primos,” declaró.
“Brindemos por estos tres muchachos fuertes.”

Todavía después, según los informes del bufón, Aegon el Mayor se sintió ofendido
cuando Jacaerys le pidió un baile a su esposa Helaena. Se intercambiaron palabras
furiosas, y los dos príncipes podrían haber llegado a los puñetazos, si no fuese por la
intervención de la Guardia del Rey. Si el Rey Viserys estuvo al tanto de estos incidentes,
no lo sabemos, pero, a la mañana siguiente, la Princesa Rhaenyra y sus hijos regresaron
a su propio asiento en Rocadragon.

Después de la pérdida de sus dedos, Viserys I ya no se sentó nunca más en el Trono de


Hierro. Después de esto rehuía el salón del trono, prefiriendo atender la corte en su solar,
y luego en su alcoba, rodeado por los maestres, septones, y su fiel bufón Champiñón, el
único hombre que todavía podría hacerle reír (dice Champiñón). Su Gracia recuperó algo
de su viejo vigor, cuando Gran Maester Mellos falleció y fue reemplazado por Gran
Maester Gerardys, cuyas pócimas y tinturas demostraron ser más eficaces que las
sanguijuelas que Mellos había preferido. Pero tales recuperaciones demostraron ser
efímeras, y la gota, el dolor de pecho, y la falta de aliento continuaron preocupando al rey.
Con su salud fallando, Viserys dejó - cada vez más - la gobernación del reino en su Mano
y el Pequeño Concilio.

Cuando los Siete Reinos dieron la bienvenida al año 129 después de la Conquista de
Aegon con hogueras, fiestas, y bacanales, Rey Viserys I Targaryen estaba muy débil. Sus
dolores de pecho se habían vuelto tan severos, que ya no podía subir un tramo de
escalones y debía ser llevado a la Fortaleza Roja en una silla. Por el segundo mes del
año, Su Gracia había perdido el apetito y había estado gobernando el reino desde su
cama… cuando se sentía bastante bien para gobernar. En Rocadragon, entretanto, la
Princesa Rhaenyra estaba, una vez más, esperando un nuevo hijo. Ella también tomó
reposo, con su marido, el príncipe pícaro, a su lado.

En el tercer día del tercer mes de 129 CA, la Princesa Helaena llevó a los tres niños para
visitar al rey en sus aposentos. Los gemelos Jaehaerys y Jaehaera tenían seis años, su
hermano Maelor sólo dos. Su Gracia se quitó un anillo con perlas de su dedo pulgar y se
lo dio al bebé, y a los gemelos les contó la historia de cómo su bisabuelo y homónimo
Jaehaerys el Viejo Rey había volado en su dragón al norte del Muro para derrotar a un
inmenso ejército de salvajes, gigantes, y wargs. Los niños escucharon atentamente.
Después el rey los despidió, alegando fatiga. Entonces Viserys de la Casa Targaryen, el
Primero de Su Nombre, el Rey del Andalos, los Rhoynar, y los Primeros Hombres, Señor
de los Siete Reinos y Protector del Reino, cerró sus ojos y se durmió.

Nunca despertó. Su Gracia había cumplido cincuenta y dos años y había reinado sobre la
mayor parte de Poniente durante veintiséis años.
La historia sobre las osadas acciones del Príncipe Daemon Targaryen, negros crímenes,
y muerte heroica en la carnicería que siguió, es bien conocida por todos, por lo que
acabaremos nuestra historia aquí.
Después estalló la tormenta, y los dragones bailaron y murieron.

LA PRINCESA Y LA REINA, o LOS NEGROS Y LOS VERDES

La historia de las causas, orígenes, batallas y traiciones de la trágica masacre conocida


como la Danza de los Dragones, relatada por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de
Antigua.

La Danza de los Dragones es el altisonante nombre que se confiere a la salvaje lucha


interna por el Trono de Hierro de Poniente que enfrentó a dos ramas rivales de la Casa
Targaryen desde el año 129 al 131 AC. Describir los oscuros, turbulentos y sangrientos
eventos de este período como “danza” nos resulta grotescamente inapropiado; sin duda,
la frase tiene su origen en algún bardo. “La Muerte de los Dragones” sería desde luego
más adecuado, pero la tradición y el tiempo han grabado a fuego la denominación más
poética en las páginas de la Historia, así que tendremos que seguirles la corriente al
resto.
Había dos principales aspirantes al Trono de Hierro tras la muerte del Rey Viserys I
Targaryen: su hija Rhaenyra, la única descendiente viva de su primer matrimonio; y
Aegon, el mayor de los hijos que le dio su segunda esposa. En medio del caos y la
carnicería causada por su enfrentamiento, otros aspirantes a reyes reivindicarían también
sus derechos, pavoneándose como titiriteros en un escenario durante una quincena o una
luna, sólo para caer tan rápidamente como se habían alzado.

La Danza dividió los Siete Reinos en dos, ya que los señores, caballeros y el pueblo llano
se manifestaron a favor de uno u otro bando y tomaron las armas contra el contrario.
Incluso la propia Casa Targaryen acabó dividida cuando los parientes, amigos y
descendientes de cada aspirante se vieron implicados en la pelea. Durante los dos años
de lucha, los grandes señores de Poniente sufrieron terribles pérdidas y daños, como
también sus banderizos, caballeros y el pueblo llano. Pese a que la dinastía sobrevivió, al
final del conflicto el poder de los Targaryen había disminuido mucho, y el número de
dragones que quedaban en el mundo se había visto radicalmente reducido.

La Danza fue una guerra distinta de cualquier otra jamás librada en la larga Historia de los
Siete Reinos. Aunque hubo marchas y cruentas batallas entre ejércitos, gran parte de la
masacre tuvo lugar en el agua, y… especialmente… en el aire, ya que hubo
enfrentamientos de dragón contra dragón, con diente, garra y llama. Fue también una
guerra marcada por el sigilo, el asesinato y la traición, una guerra luchada en las sombras
y los rincones de las escaleras, las cámaras del Consejo y los patios de los castillos con
cuchillos, mentiras, y veneno.

El conflicto, que hacía tiempo que permanecía latente, estalló abiertamente al tercer día
de la tercera luna de 129 AC, cuando el rey Viserys, que estaba enfermo y postrado en su
cama, cerró los ojos para echar una siesta y murió sin volverse a despertar. Su cuerpo fue
descubierto por un sirviente a la hora del murciélago, cuando era costumbre del rey beber
una copa de hidromiel. El sirviente corrió a informar a la reina Alicent, cuyos aposentos se
encontraban un piso por debajo de los del rey.

El sirviente reveló la terrible noticia directamente a la reina y sólo a ella, sin levantar la
alarma general: la muerte del rey llevaba tiempo esperándose, y la reina Alicent y sus
partidarios, los llamados “verdes”*, se habían ocupado de dar instrucciones a los guardias
y sirvientes de Viserys sobre lo que tenían que hacer cuando llegase el día.

* En el año 111 AC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto
aniversario de bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un
vestido verde, mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de
los Targaryen. Esto no pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en
costumbre referirse a los “verdes” y los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la
princesa, respectivamente. En el propio torneo, los negros salieron bastante mejor
parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba el favor de la princesa Rhaenyra, derrotó a
todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de sus primos y a su hermano pequeño,
Ser Gwayne Hightower.

La reina Alicent acudió enseguida a los aposentos del rey, acompañada por Ser Criston
Cole, Lord Comandante de la Guardia Real. Una vez que hubieron confirmado que
Viserys estaba muerto, Su Alteza ordenó que su habitación fuese sellada y que se
apostasen guardias en su puerta. El sirviente que había encontrado el cadáver del rey fue
hecho preso, para asegurarse de que no extendiese la noticia. Ser Criston regresó a la
Torre de la Espada Blanca y envió a sus hermanos de la Guardia Real a buscar los
miembros del Consejo Privado del rey. Era la hora del búho.

En aquel entonces, al igual que ahora, la Hermandad Juramentada de la Guardia Real


estaba formada por siete caballeros, hombres de probada lealtad e indudable destreza
que habían jurado solemnemente dedicar su vida a defender la persona y la familia del
rey. Sólo cinco de los Capas Blancas se encontrabam en Desembarco del Rey en el
momento de la muerte de Viserys: el propio Ser Criston, Ser Arryk Cargyll, Ser Rickard
Thorne, Ser Steffon Darklyn y Ser Willis Fell. Ser Erryk Cargyll (el gemelo de Ser Arryk) y
Ser Lorent Marbrand, en Rocadragón con la princesa Rhaenyra, continuaban al margen
de todo, sin saber nada, mientras sus hermanos se adentraban en la noche para sacar a
los miembros del Consejo Privado de sus camas.

Reunidos en los aposentos de la reina, mientras el cuerpo de su marido se enfriaba en el


piso superior, estaban: la misma reina Alicent; su padre Ser Otto Hightower, Mano del
Rey; Ser Criston Cole, Lord Comandante de la Guardia Real; el Gran Maestre Orwyle;
Lord Lyman Beesbury, el octogenario Consejero de la Moneda; Ser Tyland Lannister,
Consejero de Barcos y hermano del Señor de Roca Casterly; Larys Strong, apodado
Larys el Patizambo, Señor de Harrenhal y Consejero de los Rumores; y Lord Jasper
Wylde, apodado Barra de Hierro, Consejero de Leyes.

El Gran Maestre Orwyle comenzó la reunión repasando los acostumbrados


procedimientos y trámites necesarios a la muerte de un rey. Dijo: “El Septón Eustace debe
ser convocado para que lleve a cabo los últimos ritos y rece por el alma del rey. Se debe
enviar un cuervo a Rocadragón enseguida para informar a la princesa Rhaenyra del
fallecimiento de su padre. Tal vez, ¿Su Alteza la reina querría escribir el mensaje, para
suavizar estas tristes noticias con algunas palabras de condolencia? Las campanas
siempre suenan para anunciar la muerte de un rey, alguien debería encargarse de ello; y,
por supuesto, tenemos que comenzar los preparativos para la coronación de la reina
Rhaenyra…”

Ser Otto Hightower lo interrumpió. “Todo esto debe esperar”, declaró, “hasta que el asunto
de la sucesión se aclare”. Como Mano del Rey, estaba autorizado a hablar con la voz del
rey, e incluso a sentarse en el Trono de Hierro en ausencia del rey. Viserys le había
otorgado la autoridad de gobernar los Siete Reinos, y “hasta el momento en el que
nuestro nuevo rey sea coronado”, ese gobierno continuaría.
“Hasta que nuestra nueva reina sea coronada” dijo Lord Beesbury, con tono mordaz.

“Rey”, insistió la reina Alicent. “El Trono de Hierro por derecho debe pasar al hijo varón
legítimo de mayor edad de Su Alteza”.

La discusión que siguió duró casi hasta el amanecer. Lord Beesbury habló en favor de la
princesa Rhaennyra. El anciano Consejero de la Moneda, que había servido al rey Viserys
durante todo su reinado, y a su padre Jaehaerys el Viejo Rey previamente, recordó al
Consejo que Rhaenyra era mayor que sus hermanos y tenía más sangre Targaryen, que
el difunto rey la había escogido como su sucesora, que se había negado repetidamente a
alterar el orden de sucesión pese a las súplicas de la reina Alicent y sus verdes, que
cientos de señores y caballeros habían prometido obediencia a la princesa en el año 105
AC, y jurado solemnemente defender sus derechos.
Pero estas palabras cayeron en oídos de piedra.

Muchos cuervos fueron enviados a las principales casas de Poniente, esperando que
brinden su apoyo a Aegon. Se juzgó que el mayor peligro representaba el Bastión de
Tormentas de la Casa Baratheon que había sido siempre firme en apoyar los derechos de
la Princesa Rhaenys (La Reina Que Nunca Fue) y sus niños. Aunque el anciano Lord
Boremund había muerto, su hijo Borros era aun más beligerante que su padre.

Al amanecer la Reina Alicent despachó a la Guardia Real para traer a sus hijos al
concilio.
Al principio, el príncipe Aegon se negó a participar en los planes de su madre. “Mi
hermana es la heredera, no yo,” dijo. “¿Qué clase de hermano robaría la primogenitura de
su hermana?” Sólo cuándo Ser Criston le convenció de que ciertamente la princesa lo
ejecutaría y a sus hermanos para ponerse la corona, Aegon accedió.

El segundo hijo, el Príncipe Aemond Un-Ojo Targaryen voló hacia el Bastión de


Tormentas montando a Vhagar, el más viejo y más grande de los dragones de Westeros.
“Tu propósito es ganar la mano de una de las hijas de Lord Baratheon,” le dijo su abuelo
Ser Otto.
Entretanto, se dieron prisa con los preparativos para la coronación.
Ser Criston Cole puso la corona de hierro-y-rubíes de Aegon el Conquistador en la frente
de Aegon, el hijo mayor del Rey Viserys y la Reina Alicent.
Después de la coronación, los miembros restantes de la Guardia Real (algunos estaban
en Rocadragon con Rhaenyra) escoltaron a Aegon a su montura, una espléndida criatura
con brillantes escamas doradas y pálidas membranas de las alas de un suave color
rosado. Sunfyre era el nombre de éste dragón de dorado amanecer.

En Rocadragon, no se oyó ningún grito de alegría. En cambio, los gritos hicieron eco a
través de los salones y escaleras de la Torre del Dragón Marino, hacia los apartamentos
de la reina dónde la fatigada Rhaenyra Targaryen se estremecía en su tercer día de labor.
El niño no debería nacer hasta el mes siguiente, pero la noticias de Desembarco de Rey
le habían provocado una furia negra, y su cólera parecía apurar el nacimiento, como si el
bebé dentro de ella también estuviera furioso y luchando por salir. La princesa chilló todas
las maldiciones a través de su labor, rogando caer la maldición de los dioses en sus
hermanastros y su madre la reina, y detallando los tormentos que les infligiría antes de
matarlos. Ella maldijo al niño en su interior también. “¡Fuera!,” gritó, arañando su hinchado
vientre cuando su maestre y partera intentaron contenerla. “¡Monstruo, monstruo, fuera,
fuera, fuera, FUERA!”
Cuando la niña nació demostró ser un monstruo de hecho: una criatura muerta, torcida y
malformada, con un agujero en su pecho dónde deba estar su corazón y un descascarado
rabo de cerdo. “Era mi única hija, y ellos la mataron. Robaron mi corona y asesinaron a mi
hija, y responderán por eso.”

Y así la danza comenzó, cuando la princesa reunió a su propio concilio. “El concilio
negro,” oponiéndolo al “concilio verde” de Desembarco del R

Rhaenyra presidió el concilio, con su tío y marido el Príncipe Daemon. Sus tres hijos
estaban presentes, (Jace tenía quince, Luke catorce, Joffrey doce). Dos Guardias Reales
estaba con ellos: Ser Erryk Cargyll, gemelo de Ser Arryk; y un hombre de oeste, Ser
Lorent Marbrand.
Una docena de señores menores y vasallos de Dragonstone, también estaban sentados
en el concilio negro: Celtigar de Claw Isle, Staunton de Rook’s Res, Massey de
Stonedance, Bar Emmon de Punta Aguda, y Darklyn de Duskendale. Pero el señor más
importante que empeño su fuerza a favor de la princesa era Corlys Velaryon de
Marcaderiva. Aunque la Serpiente del Mar había envejecido, le gustaba decir que estaba
aferrándose a la vida “como un marinero ahogándose que se aferra a los restos de un
barco hundido. Quizás los Siete me han conservado para esta última batalla.” Con Lord
Corlys vino su esposa la Princesa Rhaenys, de cincuenta años, todavía feroz e intrépida
como había sido a veintidós, una mujer a veces conocida entre el pueblo llano como “La
Reina Que Nunca Fue.”

Aquellos que se sentaban en el concilio negro se consideraban leales, pero sabían


perfectamente bien que el Rey Aegon II los llamaría traidores. Cada uno ya había recibido
una citación de Desembarco del Rey, exigiendo que se presentasen en la Fortaleza Roja
para jurar su lealtad al nuevo rey. Todos sus ejércitos combinados no podrían igualar el
poder que podría presentar Hightower en el campo de batalla. Los verdes de Aegon
también disfrutaban de otras ventajas. Antigua, Desembarco del Rey y Lannisport eran las
ciudades más grandes y más ricas del reino; y los tres se proclamaron por los verdes.
Cada símbolo visible de legitimidad pertenecía a Aegon. Él estaba sentado en el Trono de
Hierro. Él vivía en la Fortaleza Roja. Él llevaba la corona del Conquistador, tenía la
espada del Conquistador, y había sido ungido por un septon de la Fe ante los ojos de
docenas de miles. El Gran Maestre Orwyle se sentaba en sus concilios, y Lord
Comandante de la Guardia Real había puesto la corona en su cabeza. Y él era un
hombre, que a los ojos de muchos lo ponía como el rey justo, y su media hermana era la
usurpadora.
Contra todo eso, las ventajas de Rhaenyra eran pocas. Fue nombrada la heredera de su
padre y tenía a su disposición la riqueza de la Casa Velaryon, y las flotas de la Serpiente
del Mar con más experiencia de guerra que todos sus enemigos combinados. Por último
Rhaenyra tenía más dragones. La Princesa Rhaenys, la Reina Que Nunca Fue, quién
había sido jinete de dragón por más tiempo que todos los demás, enumeró a los
dragones.
El Rey Aegon tenía a su Sunfyre. Una bestia espléndida, aunque joven.
Un-Ojo Aemond montaba a Vhagar.
La montura de la reina Helaena era Dreamfyre, ella-dragón que había llevado a Rhaena,
la hermana del Viejo Rey.
El dragón de príncipe Daeron era Tessarion.
“Eso hace cuatro dragones con el tamaño para luchar,” dijo Rhaenys. Los gemelos de la
reina Helaena tenían sus propios dragones también, pero recién salidos del cascarón; el
hijo más joven del usurpador, Maelor, sólo poseía un huevo.

Contra estos, el Príncipe Daemon tenía a Caraxes y la Princesa Rhaenyra a Syrax,


bestias grandes y formidables. Caraxes era sobre todo terrorífico, y no le eran
desconocidas la sangre y fuego después de Stepstones.
Los tres hijos de Rhaenyra y Laenor Velaryon eran jinetes de dragones; Vermax, Arrax, y
Tyraxes estaban creciendo cada vez más grandes. Aegon el Joven, el mayor de los dos
hijos de Rhaenyra y el Príncipe Daemon, comandaba a Stormcloud un dragón joven,
aunque tenía que montarlo todavía; su pequeño hermano Viserys iba por todas partes con
su huevo. El propio ella-dragón de Rhaenys, Meleys la Reina Roja, se había vuelto
perezosa, pero seguía siendo fiera cuando despertaba. Los gemelos del príncipe Daemon
y Laena Velaryon también podrían ser jinetes de dragones. Moondancer, el dragón de
Baela, pronto sería lo bastante grande como para llevar a la chica en su lomo… y aunque
el dragón de su hermana Rhaena había salido del cascarón, era una cosa rota que se
murió a las pocas horas de surgir del huevo, Syrax había producido otra nidada
recientemente. Rhaena recibió uno de sus huevos y se comentaba que la chica dormía
con el todas las noches, y oraba por un dragón para igualar a su hermana.

Es más, otros seis dragones hicieron sus nidos en las cavernas humeantes del Monte
Dragón sobre el castillo. Estaba Silverwing, la antigua montura de la Buena Reina
Alysanne; Seasmoke, la pálida bestia gris que había sido el orgullo y la pasión de Ser
Laenor Velaryon; y el viejo canoso Vermithor, sin jinete desde la muerte del Rey
Jaehaerys. Y detrás de la montaña moraban tres dragones salvajes, nunca reclamados, ni
montados por ningun hombre, vivo o muerto. Los campesinos los habían nombrado
Sheepstealer, Fantasma Gris, y Caníbal.

El príncipe Daemon propuso sus propias estrategias. Rhaenyra debería tener una
coronación propia, para responder a Aegon. Después enviarían a los cuervos, llamando a
los señores de los Siete Reinos para que declaren su lealtad a su verdadera
reina. “Debemos luchar esta guerra con palabras antes de ir a batallar,” declaró el
príncipe. Los señores de las Grandes Casas sujetan la llave de la victoria, insistió
Daemon; sus hombres y vasallos los seguirían. Aegon el Usurpador había ganado la
obediencia de los Lannister de Roca Casterly, y Lord Tyrell de Altojardin era un
lloriqueante chaval oculto tras las faldas de su madre, quien actuaba como su regente y
quizás la mayoría del Dominio se habían aliado con sus vasallos, los Hightowers… pero el
resto de los grandes señores del reino todavía tenían que declararse.
“El Bastión de Tormentas estará con nosotros,” declaró la Princesa Rhaenys. Ella tenía la
misma sangre por el lado de su madre y el difunto Lord Boremund siempre había sido el
más fiel de sus amigos.
Esperaban que la Doncella del Valle también podría traer el Nido de Águilas a su lado.
Aegon buscaría el apoyo de Pyke ciertamente; sólo las Islas de Hierro podrían emparejar
la fuerza de la Casa Velaryon en el mar. Pero los hombres de hierro eran notoriamente
inconstantes, y Dalton Greyjoy amaba la sangre y batalla; él podría ser persuadido para
apoyar a la princesa. El norte era demasiado remoto para ser de mucha importancia en la
lucha, juzgó el concilio; cuando los Starks recogieran sus estandartes y marchasen al sur,
la guerra podría haber terminado.

“Tenemos amigos en las Tierras de los Ríos,” dijo el príncipe, “aunque no todos se
atreven a mostrar todavía sus colores. Necesitamos un lugar dónde ellos pueden reunirse,
un lugar en el continente lo bastante grande como para alojar a un ejército de tamaño
regular, y bastante fuerte para responder cualquier ataque que el usurpador pudiese
enviar contra nosotros.” Él les mostró un mapa a los señores. “Aquí. Harrenhal.”

Y fue decidido. El Príncipe Daemon conduciría el ataque desde Harrenhal, montando a


Caraxes. La Princesa Rhaenyra permanecería en Rocadragón hasta recuperar sus
fuerzas. La flota de Velaryon cerraría Gullet, saliendo de Rocadragón y Driftmark para
bloquear todo el transporte entrando o saliendo de la Bahía de Aguasnegras. “No
tenemos la fuerza para tomar el Desembarco del Rey por asalto,” dijo el Príncipe
Daemon, “no más de lo que nuestros enemigos esperarían capturar Rocadragón. La
Serpiente del Mar comandaría la flota, mientras la Princesa Rhaenys volaría sobre la flota
para impedir que sus enemigos ataquen sus barcos con los dragones. Entretanto, los
cuervos volarían a Aguasdulces, Nido de Águilas, Pyke, y Bastión de Tormentas para
ganar la obediencia de sus señores.
Entonces habló Jacaerys, el hijo mayor de la reina. “Nosotros debemos llevar esos
mensajes,” dijo. “Los dragones ganarían a esos señores más rápido que los cuervos.” Su
hermano Lucerys estuvo de acuerdo, insistiendo que él y Jace ya eran hombres. “Nuestro
tío nos llama Strongs, y afirma que somos bastardos, pero cuando los señores nos vean
en el lomo del dragón, sabrán que es una mentira. Sólo los Targaryen montan los
dragones.”

Fue decidido que Jace, siendo el mayor, tomaría la tarea más larga y más peligrosa,
volando primero al Nido de Águilas para tratar con la Señora del Valle, luego al Puerto
Blanco para atraer a Lord Manderly, y por último a Winterfell para encontrarse con Lord
Stark. La misión de Luke sería más corta y más segura; él volaría al Bastión de
Tormentas, dónde - era de esperar - Borros Baratheon le daría una cálida bienvenida.
Al día siguiente se llevó a cabo una apresurada coronación. Lord Steffon Darklyn y sus
leales compañeros habían traído la corona robada del Rey Jaehaerys el Conciliador.
Trescientos pares de ojos observaron al Príncipe Daemon Targaryen colocando la corona
del Viejo Rey en la cabeza de su esposa, proclamándola Rhaenyra de la Casa Targaryen,
Primera de Su Nombre, Reina del Ándalos, Rhoynar, y los Primeros Hombres.
Su primero acto como reina fue declarar a Ser Otto Hightower y a la Reina Alicent
traidores y rebeldes. La noticia de la coronación de Rhaenyra alcanzó la Fortaleza Roja al
día siguiente, para el gran disgusto de Aegon II.
“Mi media hermana y mi tío son culpables de alta traición,” declaró el rey joven. “Los
quiero capturados y arrestados, y los quiero muertos.”
Las cabezas más serenas en el concilio verde deseaban parlamentar.
El Gran Maestre Orwyle fue despachado por la Bahía de Aguasnegras bajo el estandarte
de paz. Rhaenyra oyó las condiciones en sepulcral silencio, entonces le recordó a Orwyle
que su padre, el Rey Viserys, la nombró su heredera y sucesora. Rechazó de plano la
propuestas de su medio e envió a los mensajeros de regreso.
Aegon II de veintidós años, era rápido para encolerizarse y lento para perdonar.“Yo le
ofrecí una paz honorable, y la puta la escupió en mi cara,” declaró. “Lo que pasará ahora
será por su culpa.”

Y así como él dijo, la Danza principió.


En Marcaderiva, los barcos de la Serpiente del Mar pusieron velas desde Hull y Spicetown
para cerrar el Gaznate, ahogando el comercio hacia y desde el Desembarco del Rey.
Poco después, Jacaerys Velaryon volaba al norte en su dragón, Vermax, y su hermano
Lucerys al sur en Arrax, mientras el Príncipe Daemon montó a Caraxes hacia el
Tridente.
Entretanto, el Príncipe Jacaerys voló al norte en su dragón, invocando a Lady Arryn del
Valle, a Lord Manderly del Puerto Blanco, a Lord Borrell y Lord Sunderland de Tres
Hermanas, y Cregan Stark de Invernalia. Tan encantador era el príncipe, y tan terrorífico
su dragón, que cada uno de los señores que él visitó declaró su apoyo a su madre.
La tragedia que ocurrió con Lucerys Velaryon en Bastión de Tormentas nunca fue
planeada. Se lucharon las primeras batallas en la Danza de Dragones con plumas y
cuervos, con amenazas y promesas, decretos y lisonjas. La perversa oportunidad reunió a
los dos príncipes en Bastión de Tormentas, cuando el dragón Arrax se encontró con
Vhagar, ella-dragón poderoso del príncipe Aemond. Lucerys Velaryon sólo se dirigió a
Lord Baratheon. “Lord Borros, yo le he traído un mensaje de mi madre, la reina.” Luego
Lord Borros le peguntó a cual de sus hijas elegiría Lucerys por esposa. Ofuscado, el chico
le respondió que estaba comprometido con su prima Rhaena.
“Es lo que pensé,” dijo Lord Borros. “Vete a casa, cachorro, y dile a la perra de tu madre
que Lord del Bastión de Tormentas no es un perro al que puede silbar cuando necesita
ponerlo contra sus enemigos.”
Cuando Lucerys salió al patio, y trató de alejarse, fue perseguido por Aemond, y los
jinetes y sus dragones se trenzaron en una batalla aérea.
Arrax cayó, roto, para ser tragado por las turbulentas y tormentosas aguas de la bahía. Su
cabeza y cuello aparecieron después en los precipicios debajo del Bastión de Tormentas
tres días después. También apareció el cadáver del príncipe Lucerys.

Y con su muerte, la guerra de cuervos y mensajeros y pactos de matrimonio se acabó, y


la guerra de fuego y sangre comenzó en serio.
En Rocadragón, la Reina Rhaenyra se derrumbó cuando oyó de la muerte de Luke.
Cuando el concilio negro se sentó para considerar cómo devolver el golpe, un cuervo
llegó de Harrenhal.
“Ojo por ojo, hijo por hijo,” escribió el Príncipe Daemon. “Lucerys será vengado.”

En su juventud, el rostro de Daemon Targaryen y su risa eran conocidos por cada ladrón,
puta y mercenario en el Fondo de la Pulga. El príncipe todavía tenía amigos en los bajos
fondos de Desembarco del Rey, y seguidores entre los Capas Doradas. El Rey Aegon, la
Mano y la Reina Viuda, desconocían que él también tenía aliados en la corte; incluso en el
concilio verde… y a un intermediario, un amigo personal en quien confiaba
absolutamente, quién conocía los sumideros de vino y los agujeros de ratas que se
ocultaban en la sombra de la Fortaleza Roja.
Entre los guisados del Fondo de la Pulga, el intermediario del Príncipe Daemon encontró
los instrumentos convenientes. Uno había sido un sargento de la Guardia de la Ciudad;
grande y brutal, había perdido su Capa Dorada por golpear a una prostituta hasta la
muerte en una furia ebria. El otro era un cazador de ratas en la Fortaleza Roja. Sus
verdaderos nombres se perdieron en la historia. Son recordados como “Sangre” y
“Queso”.
Usando un pasadizo olvidado, Queso llevó a Sangre al corazón del castillo, ambos
inadvertidos por los guardias, y entraron en los aposentos de la reina Alicent. Queso la ató
y amordazó, mientras Sangre estrangulaba a su doncella. Entonces se instalaron para
esperar, porque sabían que era la costumbre de la Reina Helaena traer a sus niños para
ver a su abuela todas las tardes antes de ir a la cama. Helaena llegó con Jaehaerys y
Jaehaera de seis y Maelor de dos años. Queso le dijo que eran “Los recaudadores de la
deuda”. “Ojo por ojo, hijo por hijo. Sólo queremos uno, para igualar las cosas.”
La Reina Helaena suplicó a los hombres que la maten en cambio.
“Una esposa no es un hijo,” dijo Sangre. “Tiene que ser un chico.”
Queso advirtió a la reina que debía hacer su elección rápidamente, antes de que Sangre
se aburriera y violara a su pequeña hija. “Elija,” dijo, “o los matamos a todos.”
Arrodillada, llorando, Helaena nombró al más joven, Maelor. Quizás ella pensó que el niño
era demasiado joven para entender lo que estaba sucediendo; o quizás porque
Jaehaerys, el hijo mayor, era el primogénito del Rey Aegon y su heredero, siguiente en la
línea al Trono de Hierro.
“¿Oiste eso, pequeño?” Le susurró Queso a Maelor. “Tu mamá te quiere muerto.”
Entonces hizo una mueca a Sangre, y el tosco espadachín mató al Príncipe Jaehaerys,
tajando la cabeza del chico con un solo golpe.
Después de eso Helaena no comía, ni se bañaba, ni dejaba sus aposentos, y ya no podía
mirar a su hijo Maelor, sabiendo que lo había elegido para morir. La Reina Helaena se
hundió más, y más profundamente en la locura.

La caída de Harrenhal fue un gran sobresalto para Aegon II. Y en otras partes del sur,
otros señores estaban declarándose por Rhaenyra, entre ellos Lord Costayne de Tres
Torres, Lord Mullendore de Tierras Altas, Lord Tarly de Colina del Cuerno, Lord Rowan de
Sotodeoro, y Lord Grimm de Escudo Gris.
Siguieron otros sobresaltos: el Valle, el Puerto Blanco, Invernalia. Los Blackwood y los
otros señores del río fueron hacia Harrenhal y los estandartes del Príncipe Daemon. Las
flotas de la Serpiente del Mar cerraron la Bahía de Aguasnegras, y todas las mañanas el
Rey Aegon tenía que recibir a gimoteantes comerciantes.
Las demoras no le sentaban bien al joven rey. Aegon II tenía poca paciencia con las
precauciones de su abuelo, Ser Otto Hightower. El convocó a Ser Otto al Salón del Trono,
rasgó la cadena de su cuello y se la echó a Ser Criston Cole.
“Mi nueva Mano es un puño de acero,” alardeó. “Hemos terminado con eso de escribir
cartas.”

Ser Criston no tardó en demostrar su temple. Lord Celtigar y Lord Velaryon tenían sus
sedes en las islas; ya que Aegon II no tenía la fuerza en el mar, ellos estaban más allá del
alcance de su ira. Sin embargo, aquellos señores “negros”, cuyas tierras estaban en el
continente, no disfrutaban de tal protección.
Duskendale cayó fácilmente, tomado por sorpresa por las fuerzas del Rey; el pueblo fue
saqueado, quemaron los barcos en el puerto, y Lord Darklyn fue decapitado. El Grajal fue
el siguiente objetivo de Ser Criston. Prevenido de su venida, Lord Staunton cerró sus
puertas y desafió a los asaltantes. Detrás sus muros, su señoría sólo podría mirar como
sus campos y bosques y pueblos fueron quemados; su ovejas y ganado y campesinos
pasados por la espada. Cuando las provisiones dentro del castillo empezaron a escasear,
él despachó un cuervo a Rocadragón, suplicando ayuda.

Nueve días después de que Lord Staunton despachó su súplica, el sonido de alas
correosas se oyó por el mar, y el dragón Meleys apareció sobre el Grajal. La Reina Roja,
se llamaba, por las escamas de color escarlata que la cubrían. Las membranas de sus
alas eran rosadas, su cresta, cuernos, y garras refulgentes como el cobre. Y en su
espalda, en armadura de acero y cobre, resplandeciente en el sol, montaba Rhaenys
Targaryen, la Reina Que Nunca Fue.
Ser Criston Cole no se desanimó. La Mano de Aegon había esperado esto, contado con
esto. Los tambores pegaron una orden, y salieron los arqueros, y hombres con lanzas,
llenando el aire con flechas y lanzas. Meleys voló hacia abajo, escupiendo fuego. Los
caballeros fueron quemados en sus sillas de montar y el pelo y piel y guarniciones de sus
caballos subieron en llamas. Los hombres armados dejaron caer sus lanzas y se
esparcieron.
Entonces vino un rugido en respuesta. Aparecieron dos formas aladas más: el rey a
horcajadas sobre Sunfyre la Dorada, y su hermano Aemond en Vhagar. Criston Cole
había preparado su trampa, y Rhaenys había caído en ella. La Princesa Rhaenys no hizo
ningún esfuerzo por huir. Con un alegre grito y un crujido de su látigo, ella dirigió a Meleys
hacia el enemigo. Los dragones se enfrentaron violentamente a mil pies sobre el campo
de batalla; las bolas de fuego estallaron y florecieron, tan brillantes, que los hombres
juraron después que el cielo estaba lleno de soles. Las mandíbulas carmesíes de Meleys
se cerraron alrededor del cuello dorado de Sunfyre por un momento, hasta que Vhagar
cayó sobre ellos desde arriba. Las tres bestias fueron hilando hacia la tierra. Cayeron tan
duramente, que las piedras saltaron a media legua de las almenas de Grajal.

Los mas cercanos a los dragones no vivieron para contar el cuento. Los que estaban más
lejos no podían ver, por las llamas y el humo. Pasaron horas antes de que se apagaran
las llamas. Pero de las cenizas, sólo Vhagar subió ileso. Meleys estaba muerto, roto en
pedazos por la caída. Y Sunfyre, la espléndida bestia dorada, tenía la mitad de un ala
colgando de su cuerpo, aunque su real jinete había sufrido algunas costillas rotas, una
cadera rota, y quemaduras que cubrían la mitad de su cuerpo. Su brazo izquierdo era el
peor. Las llamas de dragones habían sido tan ardientes que la armadura del rey se había
fundido en su carne.

Un cuerpo, que creían había sido de Rhaenys Targaryen, se encontró después al lado del
cadáver de su dragón, pero tan carbonizado, que nadie podía estar seguro de que era
ella. La amada hija de Lady Jocelyn Baratheon y el Príncipe Aemon Targaryen, la fiel
esposa de Lord Corlys Velaryon, madre y abuela, la Reina Que Nunca Fue vivió
intrépidamente, y murió entre sangre y fuego. Ella tenía cincuenta y cinco años.

El Rey Aegon que II sufrió tales quemaduras que oró por la muerte. Los maestres lo
asistieron con pociones y leche de amapola, pero Aegon durmió nueve de cada diez
horas. Sunfyre, el dragón del rey, permaneció en los campos más allá de Grajal,
arrastrándose a través de las cenizas. Al principio, se alimentó con los cadáveres
quemados, luego los hombres de Criston Cole le traían terneros y ovejas. Criston Cole
persuade a Aemond de tomar el trono, hasta que su hermano, el rey, recupere la salud.
No necesitó decirlo dos veces. Un-ojo Aemond se puso la corona de hierro y rubíes de
Aegon el Conquistador.

Entretanto, los hombres del norte estaban reuniéndose en Puerto Blanco, Invernalia,
Fuerte Túmulo, Tres Hermanas, Puerto Gaviota y las Puertas de la Luna. Atento a la
promesa que había hecho a la Doncella del Valle, Jace pidió que el Príncipe Joffrey volara
a Puerto Gaviota con Tyraxes. Rhaena, la hija de trece años del Príncipe Daemon y
Laena Velaryon, fue escogida para acompañarlo. Conocida como Rhaena de Pentos, por
la ciudad de su nacimiento, ella no era un jinete de dragón, su pequeño dragón se había
muerto algunos años antes, pero ella llevó tres huevos de dragón al Valle, dónde oraba
por las noches por su incubación. Su padre el Príncipe Daemon había hecho muchos
amigos en la Ciudad Libre de Pentos durante sus visitas, por lo que Jacaerys se comunicó
al otro lado del Mar Angosto con el príncipe de esa ciudad que estuvo de acuerdo en criar
a los dos chavales hasta que Rhaenyra se hubiera afianzado en el Trono de Hierro.
En los días finales de 129 CA, los jóvenes príncipes abordaron el barco Gay Abandon —
Aegon con Stormcloud, Viserys asiendo su huevo — navegando hacia Essos. La
Serpiente del Mar (Corlys Velaryon) envió siete de sus buques de guerra como escolta,
para asegurarse que llegaran a Pentos a salvo.
Jace también consideraba de que manera podría agregar más dragones a la batalla.
La casa Targaryen había gobernado Rocadragón por más de doscientos años y los
hombre buscaban sus placeres entre las hijas (e incluso las esposas) de sus súbditos, los
pueblerinos que vivían en los pueblos debajo del Monte Dragón, labradores y pescadores.
De hecho, hasta el reino del Rey Jaehaerys y la Reina Alysanne, la antigua ley de la
primera noche había prevalecido en Rocadragón, igual que a lo largo de Poniente, que
era el derecho de un señor acostarse con cualquier doncella en su territorio en su noche
de bodas.
En Rocadragón la gente consideraba a los Targaryen como seres más cercanos a los
dioses que el común de los hombres. Aquí, las desposadas así bendecidas en su noche
de bodas eran envidiadas, y los niños nacidos de tales uniones se valoraban sobre todos
los demás, por lo que los Señores de Rocadragón a menudo celebraban el nacimiento
con abundantes regalos en oro y seda y tierras para la madre. Se decía que estos
afortunados bastardos habían “nacido de la semilla de dragón,” y eran conocidos
como “las semillas.” El Príncipe Jacaerys juró que a cualquier hombre, que podría
dominar un dragón, se le concederían tierras y riquezas y se le otorgaría el título de
caballero.
Vermithor, Silverwing y Seasmoke eran los dragones salvajes que necesitaban ser
domados. Los dragones no son caballos y no aceptan fácilmente a los hombres en sus
espaldas, y cuando se encolerizan o se sienten amenazados, ellos atacan. Dieciséis
hombres perdieron sus vidas durante el intento por volverse jinetes de dragones.
Finalmente, Vermithor, el dragón del Viejo Rey, inclinó su cuello al bastardo de un herrero,
un hombre muy alto llamado Hugh el Martillo, o Hugh el Duro, mientras que un hombre de
cabello pálido llamado Ulf el Blanco (por su pelo) o Ulf el Sot (por su bebida) montó a
Silverwing, el dragón de la Reina Alysanne. Y Seasmoke que había llevado una vez a
Laenor Velaryon, aceptó en su lomo a un Addam de Hull de quince años. Addam
demostró tal pericia, que Lord Corlys Velaryon sugirió a la reina quitarle la mancha de la
bastardía a él y su hermano Alyn. Addam de Hull se volvió Addam Velaryon, el heredero
de Marcaderiva.

Otros jinetes trataban de domar a los tres dragones salvajes que anidaban más allá de
Rocadragon: Sheepstealer, un feo dragón marrón había nacido cuando el Viejo Rey
todavía era joven y era aficionado a la carne de carnero. Fantasma Gris, un dragón muy
tímido, tenía su nido en una alta grieta humeante en la ladera oriental del Monte Dragón, y
prefería los peces. El más grande y viejo era Caníbal, que se alimentaba de los cadáveres
de los dragones muertos, dragones recién nacidos y huevos. Ninguno de las semillas de
dragónpudo montar a Caníbal, ni a Fantasma Gris; pero una “pequeña chica de piel
oscura” de dieciséis años, llamada Netty, logró domar a Sheepstealer, ofreciéndole una
oveja todos los días, hasta que Sheepstealer aprendió a aceptarla y esperarla. Ella tenía
el cabello negro, ojos marrones, piel oscura, flaca, malhablada, sucia, e intrépida… y el
primer y último jinete del dragón Sheepstealer.
Y así fue como el Príncipe Jacaerys logró su meta y planeaba atacar Desembarco del
Rey.

Todavía los planes de los hombres no son sino juguetes para los dioses. Los esquemas
de Otto Hightower habían dado frutos; en la asamblea en Tyrosh, el Alto Concilio de los
Triarcas había aceptado su oferta de alianza. Noventa buques de guerra salieron de
Peldaños de Piedra … y como la oportunidad y los dioses lo quisieron, el barco de Pentos
el Gay Abandon, llevando a dos príncipes Targaryen, navegó directamente a sus dientes.
Las escoltas enviadas para proteger el barco se ahogaron, o fueron capturados, y el Gay
Abandon fue capturado. El Príncipe Aegon, logro huir aferrándose desesperadamente al
cuello de su dragón, Stormcloud. De sólo nueve años, él nunca había volado antes y su
dragón, muy malherido murió en una hora. El hermano más joven, el Príncipe Viserys, no
tenía ninguna posibilidad de escapar del barco. Un muchacho inteligente, él escondió el
huevo de su dragón y cambió sus prendas por la ropa rotosa y manchada de sal,
pretendiendo ser el grumete del barco, pero uno de los chicos de la nave real lo traicionó,
y él fue apresado. El Príncipe Jacaerys voló sobre la flota de galeras de Lys sobre
Vermax, pero fue atacado por una lluvia de lanzas y flechas. Cuatro dragones más
volaban hacia la flota. Una cosa es enfrentar a un dragón, otra es enfrentar a cinco. La
línea de buques de guerra fue destruida galera por galera. Los dragones cayeron como
rayos, escupiendo bolas de fuego, azul y naranja, rojo y oro, cada una más brillante que
la anterior. Un buque detrás del otro estalló o fue consumido por las llamas.
Lamentablemente Vermax voló demasiado bajo y chocó contra el agua, humeando y
chillando. Jacaerys Velaryon brincó de Vermax y se aferró, por unos instantes, a un trozo
de los restos humeantes, hasta que algún arquero en un barco de Myr más cercano
empezó a lanzarle flechas. Finalmente una le atravesó el cuello, y Jace fue tragado por el
mar.

Una quincena después, en el Dominio, Ormund Hightower se encontró cogido entre dos
ejércitos. Thaddeus Rowan, Lord de Sotodeoro, y Tom Flores, el Bastardo de
Puenteamargo, estaban presionándolo desde el nordeste con un gran ejército de
caballeros montados; mientras Ser Alan Beesbury, Lord Alan Tarly, y Lord Owen
Costayne habían unido sus poderíos para cortar su retirada a Antigua. Cuando sus
ejércitos se cerraron a su alrededor en las orillas del río Honeywine, Lord Hightower
pensó que la derrota era inminente… hasta que una sombra barrió el campo de batalla y
un rugido terrible resonó sobre las cabezas. Un dragón había venido.
El dragón era Tessarion, la Reina Azul, cobalto y cobre. Lo montaba Daeron Targaryen, el
más joven de los tres hijos de la Reina Alicent, de quince años, y escudero de Lord
Ormund.

La llegada del Príncipe Daeron y su dragón invirtió la marea de la batalla. Ahora estaban
atacando los hombres de Lord Ormond. Al final del día, Lord Rowan estaba retirándose al
norte con los remanentes de su ejército, Tom Flores estaba muerto y quemado entre las
cañas; ambos Alans habían sido tomados prisioneros, y Lord Costayne estaba
agonizando de una herida dada por la negra espada Orphan-Maker de Jon Roxton.
Mientras los lobos y cuervos se alimentaban de los cadáveres, Lord Hightower agasajó al
Príncipe Daeron, contando la historia de un caballero con la espada "Vigilance" de acero
valryio.
En Rocadragón, se vivía un aire de desaliento y derrota. Ahora, Lord Bar Emmon incluso
llegó a sugerir que quizás había llegado el momento de doblar sus rodillas a Aegon II. No
obstante, la reina no quería saber nada de eso.
Sólo los dioses conocen realmente los corazones de los hombres, y los de las mujeres
están llenas de misterio. La pérdida de sus dos hijos la endureció, quemando sus miedos,
dejando sólo su furia y su odio. Todavía poseía más dragones que su medio hermano y
resolvió usarlos ahora, sin importar el costo. Haría llover fuego y muerte sobre Aegon y
todos aquellos que lo apoyaron; lo quitaría del Trono de Hierro, o moriría en el intento.

Una resolución similar se arraigó en el pecho de Aemond Targaryen, gobernando en


nombre de su hermano. Uno-ojo Aemond se veía amenazado por su tío, el Príncipe
Daemon, y el gran ejército que él había reunido en Harrenhal. El príncipe anunció su
intento de llevar la batalla hacia su tío y castigar a los rebeldes señores del río. Aemond
tenía el apoyo de Ser Criston Cole, la Mano, y de Ser Tyland Lannister, pero el Gran
Maester Orwyle le instó enviar un mensaje al Bastión de Tormentas y añadir el poder de
la Casa Baratheon; e Ironrod, Lord Jasper Wylde, declaró que debería convocar a Lord
Hightower y al Príncipe Daeron desde el sur, ya que “dos dragones son mejores que uno.”
No obstante, el Príncipe Aemond no tenía intenciones de aplazar las cosas. Él
no necesitaba de sus hermanos, o sus dragones; estaba determinado en que ésta debía
ser su victoria; la regencia y gobierno eran de Aemond. Quince días después, el príncipe
montó desde la Puerta de los Dioses a la cabeza de un ejército de cuatro mil hombres.

Daemon Targaryen era demasiado viejo y experimentado en las batallas como para
permanecer dentro de los muros de Harrenhal. El príncipe todavía tenía amigos en
Desembarco del Rey, y las noticias sobre los planes de su sobrino lo había localizado
incluso antes de que Aemond hubiera partido. Cuando se enteró que Aemond y Ser
Criston Cole habían salido de Desembarco del Rey, se dice que el Príncipe Daemon se
rió y dijo, “Llegó el momento,” porque él había anticipado este momento hace mucho
tiempo. Un bandada de cuervos voló desde las torcidas torres de Harrenhal.

En otra parte del reino, Lord Walys Mooton lideraba a cien caballeros desde Poza de
Doncella para unirse con los semi-salvajes Crabbs y Brunes de Punta Zarpa Rota y los
Celtigar de la Isla Zarpa. A través de los bosques del pinos y colinas amortajadas por la
niebla, se acercaron al Grajal, dónde su súbita aparición tomó por sorpresa a la
guarnición. Después de volver a tomar el castillo, Lord Mooton llevó a sus hombres más
valientes al campo en cenizas al oeste del castillo, para acabar con el dragón Sunfyre.
Sunfyre demostró ser más formidable de lo esperado. Los dragones son criaturas torpes
en tierra, y el ala rasgada del gran dragón dorado le impedía volar. Los atacantes
esperaban encontrar a la bestia agonizando. En cambio, la encontraron durmiendo, pero
el ruido de espadas y el trueno de los caballos la despertó, y la primera lanza que la
golpeó la enfureció. El dragón mato a muchos y entre los muertos se encontraba Walys
Mooton, Lord de Poza de Doncella. Cuando su hermano Manfyrd encontró su cadáver
una quincena después, no quedaba nada, salvo la carne carbonizada dentro de la
armadura fundida, repleta de gusanos. No obstante, Lord Manfyrd no pudo encontrar al
dragón. Sunfyre se había ido. Al parecer, Sunfyre el Dorado había volado de nuevo…
pero a dónde, ningún hombre viviente podría decirlo.

Entretanto, el Príncipe Daemon Targaryen voló al sur en su dragón, Caraxes. Volando


sobre la orilla occidental del Ojo de Dioses, lejos de la línea del ejército de Ser Criston,
cruzó el río Aguasnegras, luego giró al este, siguiendo el río hacia Desembarco del Rey.
Y en Rocadragón, Rhaenyra Targaryen se puso una armadura de fulgurantes escamas
negras, montó a Syrax, y voló igual una tempestad azotando las aguas de la Bahía de
Agusasnegras.
A una gran altura sobre la ciudad, la reina y su príncipe consorte llegaron juntos, dando
vueltas encima de la Colina Alta de Aegon, aterrorizando a los ciudadanos en las calles,
que rápidamente comprendieron que el ataque sería espantoso.

Miles de habitantes corrieron hacia las puertas de la ciudad acarreando a sus niños y
posesiones mundanas en sus espaldas, buscando la seguridad en el campo. Otros
excavaron hoyos y túneles debajo de sus cabañas, esperando esconderse aunque la
ciudad fuese quemada. Los pendencieros brotaron del Fondo de la Pulga. Cuando se
vieron las velas de los barcos de la Serpiente del Mar al este en la Bahía de
Aguasnegras, las campanas de cada septo en la ciudad empezaron a sonar, y las
chusmas surgieron a través de las calles, saqueando cuanto podían.
Con el Lord Protector y la Mano del Rey ausente, y el propio Rey Aegon quemado,
postrado, y perdido en los sueños de opio, recayó en su madre, la Reina Viuda, velar por
las defensas de la ciudad. La Reina Alicent ordenó cerrar las puertas del castillo y de la
ciudad, enviando los Capas Dorados a los muros, y despachando a los jinetes más
veloces para encontrar al Príncipe Aemond y traerlo de regreso. También ordenó al Gran
Maestre Orwyle enviar a los cuervos a los señores leales, convocándolos a defender a su
verdadero rey. Sin embargo, cuando Orywle regresó a sus aposentos, se encontró con
cuatro Capas Doradas. Con una bolsa puesta sobre su cabeza, el gran maestre fue
escoltado abajo a las celdas negras.
Los jinetes de la reina Alicent solo consiguieron llegar hasta las puertas, dónde fueron
apresados por mas Capas Doradas.
En ese momento apareció Caraxes en el cielo sobre la Fortaleza Roja… y debido a su
jerarquía y legajo, la Guardia de la Ciudad todavía amaba a Daemon Targaryen quien los
había comandado antiguamente. Ser Gwayne Hightower, el hermano de la reina, segundo
a cargo de los Capas Doradas, corrió hacia los establos con la intención de hacer sonar la
alarma; pero fue asido, desarmado, y arrastrado ante su comandante, Luthor Largent.
“Daemon nos dio estas capas,” dijo. Entonces clavó su espada en el vientre de Ser
Gwayne y ordenó abrir las puertas de la ciudad a los hombres que bajaban de los barcos
de la Serpiente del Mar.
A pesar de toda la preciada firmeza de sus muros, el Desembarco del Rey se desplomó
en menos de un día. La vista de los dragones de la reina en el cielo quitó el valor a la
oposición, y los restantes miembros leales del Rey Aegon se ocultaron, o huyeron, o
doblaron la rodilla.

Uno por uno, los dragones hicieron su descenso. Sheepstealer descendió encima de la
Colina de Visenya, Silverwing y Vermithor en la Colina de Rhaenys, cerca del Pozo
Dragón. El príncipe Daemon rodeó las torres de la Fortaleza Roja antes de derrumbar a
Caraxes en el patio exterior. Sólo cuando estuvo seguro que los defensores no ofrecerían
ningún daño, hizo una señal a su esposa, la reina, para que descendiera en Syrax.
Addam Velaryon permanecía arriba sobre Seasmoke, volando alrededor de los muros de
la ciudad.

Comprendiendo ya que la resistencia era inútil, la Reina Viuda Alicent salió del Torreón de
Maegor con su padre, Ser Otto Hightower, Ser Tyland Lannister, y Lord Jasper Wylde el
Ironrod. (Lord Larys Strong no estaba con ellos. El Consejero de los Rumores había
ideado un plan para desaparecer de algún modo.) La reina Alicent intentó negociar con su
hijastra.
“Juntas deberíamos convocar un gran concilio, como lo hizo el Viejo Rey antaño,” dijo la
Reina Viuda, “y exponer el asunto de la sucesión ante los señores del reino.”
Pero la Reina Rhaenyra rechazó la propuesta con desdén.
“Ambas sabemos qué decidiría este concilio.” Entonces ofreció a su madrastra escoger:
rendirse, o ser quemada.
Inclinando su cabeza y reconociendo su derrota, la Reina Alicent rindió las llaves del
castillo, y pidió a sus caballeros y hombres de armas bajar sus espadas.
“La ciudad es tuya, princesa,” se informa que había dicho, “pero no la sostendrás por
mucho tiempo. Las ratas juegan cuando el gato se ha ido, pero mi hijo Aemond volverá
con fuego y sangre.”

Todavía el triunfo de Rhaenyra estaba lejos de ser completo. Sus hombres encontraron a
la esposa de su rival, la Reina Helaena completamente loca, encerrada con llave en su
alcoba… pero cuando abrieron las puertas de los apartamentos del rey, sólo descubrieron
“su cama, vacía, y su bacinilla llena.” El Rey Aegon II había huido. Tampoco encontraron
a sus niños, la Princesa Jaehaera de seis años y el Príncipe Maelor de dos, junto con los
caballeros Willis Fell y Rickard Thorne de la Guardia Real. Ni siquiera la Reina Viuda
parecía saber adónde habían ido, y Luthor Largent juró que ninguno había atravesado las
puertas de la ciudad.

La Reina Rhaenyra subió los escalones férricos y se sentó en el Trono de Hierro y recibió
a cada hombre y mujer en la Fortaleza Roja quienes se arrodillaron a sus pies, suplicando
su perdón y le juraron sus vidas y espadas y honor como su reina.
La ceremonia siguió durante toda esa noche. Rhaenyra Targaryen se levantó bajó del
trono. Y cuando su señor esposo, el Príncipe Daemon la escoltó por el salón, se vieron los
cortes en las piernas de Su Gracia y en la palma de su mano izquierda. Las gotas de
sangre cayeron al suelo mientras ella caminaba, y los hombres sabios se miraron entre si,
aunque ninguno se atrevió a decir la verdad en voz alta: el Trono de Hierro la había
rechazado con desprecio, y sus días sobre el serían muy pocos.
Todo esto estaba ocurriendo cuando el Príncipe Aemond y Ser Criston Cole se
adentraban en las tierras de los ríos. Localizaron Harrenhal después de diecinueve días
de marcha… y encontraron las puertas del castillo abiertas, y el Príncipe Daemon y toda
su gente desaparecidos. Cuando llegó la noticia de la caída de Desembarco del Rey, el
príncipe se sintió tres veces necio. Su furia fue terrible.

Hacia el oeste de Harrenhal, la lucha continuaba en las tierras de los ríos, cuando avanzó
el ejército de los Lannister. La edad y enfermedad de su comandante, Lord Lefford, había
retardado su marcha, pero cuando se acercaron a las orillas occidentales del Ojo de
Dioses, se encontraron un nuevo gran ejército.
Roddy la Ruina (Lord Dustin)y sus Lobos Invernales se habían unido con Forrest Frey,
Lord del Cruce, y Robb Rojo Ríos, conocido como Bowman de Árbol de Cuervos. El
número de los norteños era de dos mil; Frey lideraba a doscientos caballeros y
seiscientos soldados; Ríos trajo a trescientos arqueros a la batalla. Y mientras Lord
Lefford se detuvo por un breve lapso para confrontar al enemigo, aparecieron más al
frente y al sur dónde Longleaf, el Asesino de Leones, y una andrajosa banda de
sobrevivientes de las batallas anteriores se habían unido a Lord Bigglestone, Chambers, y
Perryn. Cogido entre estos dos enemigos, Lefford dudó en marchar contra cualquiera de
ellos.
Más hombres de los ríos se vieron al día siguiente, liderados por Ser Garibald Grey, Lord
Jon Charlton, y el nuevo Lord de Árbol de Cuervos, Benjicot Blackwood de once años.
Con sus filas acrecentadas por estos frescos reclutas, los hombres de la reina estaban de
acuerdo que había llegado el tiempo de atacar.
“Es mejor acabar con estos leones antes de que lleguen los dragones,” dijo Roddy la
Ruina.
La batalla terrestre más sangrienta de la Danza de Dragones empezó al día siguiente, al
amanecer.
En los anales de la Ciudadela es conocida como "La Batalla de Lakeshore", pero para
aquellos hombres que vivieron para contarlo, siempre fue "Fishfeed". (¿Alimento de
peces?)
Atacado desde tres flancos, los hombres de oeste retrocedieron paso a paso hacia las
aguas de Ojo de Dioses. Centenares murieron allí, tajados y luchando entre los juncos;
cientos más se ahogaron cuando intentaron huir. Por el anochecer, dos mil hombres
estaban muertos, entre ellos muchos notables, incluyendo a Lord Frey, Lord Lefford, Lord
Bigglestone, Lord Charlton, Lord Swyft, Lord Reyne, Ser Clarent Crakehall, y Ser Tyler
Colina, el Bastardo de Lannisport. El ejército de Lannister estaba destruido. Las pérdidas
más dolorosas fueron sufridas por los norteños, pues los Lobos Invernales habían
solicitado el honor de liderar el ataque, y habían cargado cinco veces contra las líneas de
lanzas de los Lannister. Más de dos tercios de los hombres que habían montado al sur
con Lord Dustin estaban muertos o heridos.

En Harrenhal, Aemond Targaryen y Criston Cole debatieron respecto del mejor plan para
responder los ataques de la reina. Ser Criston insistió en un retiro al sur, dónde el
respaldo al rey Aegon era más fuerte, y unir sus fuerzas con las de Lord Hightower, pero
el príncipe se negó, diciendo, “Sólo un cobarde huye de los traidores.” Ser Criston y el
Príncipe Aemond decidieron partir por diferentes caminos. Cole comandaría su ejército y
los llevaría al sur para unirse con Ormund Hightower y el Príncipe Daeron, pero el
Príncipe Regente no los acompañaría. En cambio él quiso luchar su propia guerra,
haciendo llover el fuego sobre los traidores desde el aire. Y así fue como el Hacedor de
Reyes y el Matarreyes partieron, cada uno hacia su propio destino.

La Reina Rhaenyra Targaryen recompensó a sus amigos e infligió salvajes castigos a


aquellos que habían servido a su medio hermano. La Reina Alicent fue encadenada de la
muñeca y tobillo, aunque su hijastra le perdonó la vida “por nuestro padre que la amó una
vez.” Su propio padre fue menos afortunado. Ser Otto Hightower, quien había servido a
tres reyes como Mano, fue el primer traidor en ser decapitado. En cambio, Ser Tyland
Lannister fue entregado a los verdugos para ser torturado, con la esperanza de recuperar
algo del tesoro de la corona.
Ni Aegon, ni su hermano Aemond habían sido amados por la gente de la ciudad, y
muchos ciudadanos habían dado la bienvenida al retorno de la reina… pero el amor y el
odio son dos caras de la misma moneda, y cuando más cabezas frescas empezaron
a aparecer a diario en las púas sobre las puertas de la ciudad, acompañadas por cada
vez más exigentes impuestos, la moneda se volteó.
Con la ciudad, castillo, y trono en su posesión, defendido por no menos que seis
dragones, Rhaenyra se sintió bastante segura como para enviar a por sus hijos, Aegon el
Joven y el Príncipe Joffrey, el último de los tres hijos de la reina y Laenor Velaryon, junto
con su dragón Tyraxes.

En las tierras de los ríos, Ser Criston Cole marchaba al sur a lo largo de la orilla occidental
del Ojo de Dioses con ciento treinta y seis hombres (la muerte, enfermedades y deserción
habían enrarecido las filas de los que habían montado en Desembarco del Rey). El
Príncipe Aemond, volando sobre Vhagar, creó su propia guerra con fuego de dragón,
haciendo que Vhagar descendiera del cielo una y otra vez sobre las desiertas tierras y
pueblos y castillos de los señores del río. La Casa Darry fue la primera en conocer la
cólera del príncipe. El Castillo de Darry se consumió en una torbellino de fuego. Lady
Darry y sus hijos más jóvenes lograron sobrevivir resguardándose en las bóvedas debajo
del castillo, pero su esposo y su heredero murieron en las almenas. Tres días después
dejó humeantes Lord’s Mill, Blackbuckle, Buckle, Claypool, Swynford, Spiderwood... hasta
que la mitad las tierras de los ríos estaban ardiendo.
Ser Criston Cole también enfrentó los fuegos. Cada pueblo, al que llegaba, encontraba
quemado y abandonado. Su columna se movió a través de los bosques de árboles
muertos. En cada arroyo, estanque y pueblo él encontró la muerte: los caballos muertos,
las vacas muertas, los hombres muertos, hinchados y hediendo, aguas fétidas. En otra
parte sus exploradores se encontraron con un cuadro horrible: los cadáveres acorazados
estaban sentados bajo los árboles en podridas prendas de vestir, en una burla grotesca
de un banquete. Eran hombres que se habían caído en la batalla, cráneos sonrientes
debajo de los timones oxidados y su verde y podrida carne desprendida de sus huesos.

Cuatro días después de abandonar Harrenhall, empezaron los ataques. Arqueros


escondidos entre los árboles, escogiendo a los jinetes rezagados y rastreadores. Más
hombres se murieron. Los hombres huyeron, abandonando sus escudos y lanzas para
desaparecer en los bosques. Los hombres se pasaron al enemigo. En el pueblo de los
Olmos Cruzados encontraron otro de los horribles banquetes. Familiarizados con cosas
así, los jinetes de Ser Criston hicieron muecas y siguieron marchando, sin prestar
atención a los muertos pudriéndose… hasta que los cadáveres saltaron y cayeron sobre
ellos. Una docena se murió antes de que comprendieran que todo había sido una táctica.

Pronto Ser Criston se encontró con los señores del Tridente; trescientos caballeros
montados y tres mil arqueros, tres mil rudos hombres de los ríos con lanzas, cientos de
norteños blandiendo hachas, mazos, mazas con clavos y antiguas espadas de hierro. La
batalla que siguió era tan unilateral como cualquiera en la Danza. Lord Roderick Dustin
levantó un cuerno de guerra a sus labios y sonó el ataque, y los hombres atacaron,
bajando del cerro y gritando, liderados por los Lobos Invernales en sus lanudos caballos
norteños y los caballeros en sus corceles blindados. Cuando Ser Criston fue atacado y
cayó muerto, los hombres que lo habían seguido desde Harrenhal perdieron el valor. Se
desmadraron y huyeron, arrojando sus escudos y fueron perseguidos y asesinados.

En el Día de la Doncella por el año 130 CA, la Ciudadela de Antigua envió a trescientos
cuervos blancos anunciando la llegada del invierno, pero éste era el gran verano para la
Reina Rhaenyra Targaryen. A pesar del descontento de los ciudadanos de Desembarco
del Rey, la ciudad y corona eran suyas. Por el Mar Angosto, los Triarchy habían
empezado a despedazarse. Las aguas pertenecían a la Casa Velaryon. Aunque la nieve
había cerrado los caminos a través de las Montañas de la Luna, la Doncella del Valle
había demostrado ser fiel a su palabra, enviando a los hombres por el mar para unirse a
los ejércitos de la reina. Otras flotas trajeron a los guerreros del Puerto Blanco, liderados
por los hijos de Lord Manderly, Medrick y Torrhen. El poder de la Reina Rhaenyra
aumentaba, mientras el del Rey Aegon había menguado.

El Príncipe Aemond se había vuelto el terror del Tridente, descendiendo del cielo para
hacer llover fuego y muerte en las tierras de los ríos. Lord Mooton de Poza de Doncella,
Lord Darklyn de Duskendale, y Lord Blackwood de Raventree enviaron mensajes
urgentes a la reina, pidiéndole que envíe a sus dragones para defender sus pertenencias.
No obstante, la más grande amenaza al reino de Rhaenyra no era Uno-ojo Aemond, si no
su hermano más joven, el Príncipe Daeron y el gran ejército sureño liderado por Lord
Ormund Hightower.
El ejército de Hightower había cruzado el Mander, y estaba avanzando lentamente hacia
Desembarco del Rey, aplastando a los leales de la reina dondequiera que estuviesen
tratando de impedir su avance, y forzando a cada señor a doblar la rodilla y adicionar su
propia hueste. Volando sobre Tessarion por delante de la columna principal, el Príncipe
Daeron había demostrado ser inestimable como explorador, advirtiendo a Lord Ormund
de los movimientos enemigos. A menudo, los hombres de la reina desaparecían al
vislumbrar las alas de la Reina Azul en vez de enfrentar el fuego del dragón en la
batalla.

Enterado de todas estas amenazas, la Mano de la Reina Rhaenyra, el anciano Lord


Corlys Velaryon, sugirió a Su Gracia que había llegado el tiempo de hablar. Él instó a la
reina a ofrecer perdones a Lord Baratheon, Hightower y Lannister, si ellos doblaban sus
rodillas, juraban su lealtad, y ofrecían rehenes al Trono de Hierro. La Serpiente del Mar
propuso permitir que la Fe se encargara de las acusaciones contra la Reina Alicent y la
Reina Helaena, para que ellas pudieran pasar el resto de sus vidas en la oración y
contemplación. Ella podría tomar a Jaehaera, la hija de Helaena como su pupila, y a su
debido tiempo casarla con el Príncipe Aegon el Joven, ligando las dos mitades de la Casa
Targaryen juntas una vez más.
“¿Qué de este falso rey Aegon, y el matarreyes Aemond? ¿Me harías perdonarlos
también?”
“Perdónalos, y envíalos al Muro,” contestó Lord Corlys. “Déjalos tomar el negro y que
vivan sus vidas como los hombres de la Guardia de la Noche, ligados por los sagrados
votos.”
El Príncipe Daemon apoyó los recelos de la reina.
“Los perdones a los rebeldes y traidores sólo sembrarían las semillas de las futuras
rebeliones,” afirmó. “La guerra acabará cuando las cabezas de los traidores estarán
montadas en las púas sobre la Puerta del Rey, y no antes. Deben destruirse los Lannister
y Baratheon también, para poder entregar sus tierras y castillos a hombres que habían
demostrado más lealtad. Otorgaríamos Bastión de Tormentas a Ulf Blanco y Roca
Casterly a Hugh el Martillo,” propuso el príncipe … para el horror de la Serpiente del Mar.
“La mitad de los señores de Poniente se volverán contra nosotros si somos tan crueles
como para destruir a dos antiguas y nobles casas,” dijo Lord Corlys.
La reina decidió enviar mensajeros al Bastión de Tormentas y Roca Casterly, ofreciendo
“condiciones justas” y perdones… después de haber acabado con los hermanos del
usurpador.
La Reina Rhaenyra permanecería en la ciudad con Syrax; Joffrey, de trece años, con
Tyraxes y Addam Velaryon, el heredero de la Serpiente del Mar, con Seasmoke. Tres
dragones eran suficientes para defender Desembarco del Rey; los demás entrarían en la
batalla.
El príncipe Daemon llevaría a Caraxes al Tridente, junto con la chica Nettles y
Sheepstealer, encontraría al Príncipe Aemond y Vhagar y acabaría con él. Ulf Blanco y
Hugh Martillo volarían a Tumbleton, a unas cincuenta leguas al sudoeste de Desembarco
del Rey, la última fortaleza leal entre Lord Hightower y la ciudad, para ayudar en la
defensa del pueblo y castillo y destruir al Príncipe Daeron y Tessarion.

El Príncipe Daemon Targaryen, y la pequeña chica oscura llamada Nettles, intentaron


cazar a Uno-ojo Aemond sin éxito. Se habían situado en Poza de Doncella, debido a la
invitación de Lord Manfryd Mooton que vivía aterrorizado de que Vhagar descendiera en
su pueblo.
Cada amanecer Caraxes y Sheepstealer volaban de Pozo de Doncella esperando
descubrir a Vhagar. Vhagar era el último de los tres dragones que habían venido a
Poniente con Aegon el Conquistador y sus hermanas. Aunque era más lenta de lo que
había sido un siglo antes, había crecido tan grande como el Terror Negro. Sus fuegos
eran bastante calientes para fundir la piedra, y ni Caraxes, ni Sheepstealer podrían igualar
su ferocidad. Sólo juntos podían esperar combatirla. Y por eso él cuidó de tener a la
muchacha Nettles a su lado, día y noche, en el cielo y en el castillo.

Entretanto, al sur, la batalla llegó a Tumbleton en el río Mander, un prospero pueblo


dedicado al comercio.
El castillo en lo alto del pueblo era robusto pero pequeño, guarnecido por no más de
cuarenta hombres, pero miles más habían venido de Puenteamargo, Granmesa, y del sur
más lejano. La llegada de un fuerte ejército de señores de los ríos aumentó sus tropas, y
atiesó su resolución. Todos relataban que las fuerzas reunidas bajo los estandartes de la
Reina Rhaenyra en Tumbleton sumaban cerca de nueve mil hombres. Los hombres de la
reina eran fuertemente excedidos en números por Lord Hightower. Sin ninguna duda, la
llegada de los dragones Vermithor y Silverwing con sus jinetes eran muy bienvenidos por
los defensores de Tumbleton. Poco pudieron ellos saber sobre los horrores que les
esperaban.

Cómo y cuándo y por qué se ha vuelto conocido como las Traiciones de Tumbleton sigue
siendo un tema de mucha discusión, y la verdad de todo lo que pasó probablemente se
conocerá nunca. Al parecer, es cierto de aquellos que inundaron el pueblo, huyeron antes
de la llegada del ejército de Lord Hightower, pero en realidad era una parte de ese
ejército, una avanzada para infiltrar las filas de los defensores. Aun así, sus traiciones
habrían sido contadas como nimias, si no fuese por Ser Ulf Blanco y Ser Hugh Martillo,
quienes escogieron este momento para cambiar su fidelidad.
Como ningún hombre podía leer ni escribir, nunca sabremos qué movió a los Dos
Traidores (como la historia los ha llamado) para hacer lo que hicieron. De la Batalla de
Tumbleton sabemos mucho más, sin embargo.

Seis mil hombres se formaron para enfrentar a Lord Hightower en el campo, y lucharon
valientemente durante un tiempo, pero una lluvia de flechas de los arqueros de Lord
Ormund aguó sus filas, y un ataque ensordecedor por su caballo de guerra los fracturó,
enviando a los sobrevivientes a correr de regreso hacia los muros del pueblo. Cuando la
mayoría de los sobrevivientes estaban seguros dentro de las puertas, Roddy la Ruina y
sus Lobos Invernales salieron de la puerta de la poterna, vociferando el terrorífico alarido
norteño de guerra cuando barrieron en torno al flanco izquierdo de los asaltantes. En el
caos que siguió, los norteños se abrieron camino a través de diez veces su propio número
hacia dónde Lord Ormund Hightower estaba sentado en su caballo de guerra debajo del
dragón dorado del Rey Aegon y los estandartes de Antigua y Hightower. Como los
cantantes lo cuentan, Lord Roderick estaba ensangrentado de la cabeza a los pies,
cuando llegó con el escudo astillado y el yelmo resquebrajado, todavía tan ebrio de la
batalla, que ni siquiera parecía sentir sus heridas. Ser Bryndon Hightower, el primo de
Lord Ormund, se situó entre el norteño y su soberano, cercenándole el brazo del escudo
de la Ruina desde el hombro con un terrible tajo de su espada… todavía el salvaje Lord
del Fuerte Túmulo siguió luchando, matando a Ser Bryndon y Lord Ormund, antes de
morir. Los estandartes de Lord Hightower fueron derribados, y los pueblerinos gritaron en
su gran alegría, pensando que la marea de la batalla había virado. Ni siquiera la aparición
de Tessarion por el campo los desanimó, porque sabían que tenían dos dragones
propios… pero cuando Vermithor y Silverwing subieron en el cielo y soltaron sus fuegos
sobre Tumbleton, esa alegría se transformó en alaridos.
Tumbleton fue envuelto en llamas: las tiendas, casas, septos, la gente, todo. Los hombres
se desplomaban quemados desde la caseta del guardabarrera y almenas, o tropezaban
chillando a través de las calles igual antorchas vivientes. Los Dos Traidores azotaron el
pueblo con látigos de llamas de un extremo al otro. El saqueo que siguió era tan salvaje
como cualquiera en la historia de Poniente. Tumbleton, el próspero pueblo de
mercaderes, fue reducido a cenizas y ascuas, para nunca ser reconstruido. Miles se
quemaron, y otros tantos murieron ahogados, cuando intentaron nadar en el río.
Algunos dirían después, que eran los afortunados, pues no hubo piedad para los
sobrevivientes. Los hombres de Lord Footly arrojaron sus espadas y se rindieron, sólo
para ser amarrados y decapitados. Las mujeres del pueblo, que sobrevivieron los fuegos,
fueron violadas repetidamente, incluso las chicas jóvenes de ocho y diez años. Pasaron a
los ancianos y a los chicos por la espada, mientras los dragones se alimentaron con los
retorcidos cadáveres humeantes de sus víctimas.

Aproximadamente en este momento llegó una maltrecha barcaza mercantil de nombre


Nessaria, cojeando al puerto de Rocadragón para efectuar las reparaciones y cargar
provisiones y los marineros vieron a dos dragones luchando, sus rugidos retumbando
desde los empinados negros precipicios de las humeantes laderas orientales de la
montaña. A la mañana siguiente algunos pescadores locales llevaron sus barcazas
alrededor del Monte Dragón, y volvieron para informar sobre señales de los restos
quemados y rotos de un dragón muerto al pie de la montaña. Por el color de sus alas y
escamas, era el cadáver de Fantasma Gris. El dragón estaba rasgado en dos pedazos y
había sido devorado parcialmente.
Al oír estas noticias, Ser Robert Quince, el obeso, amable y afamado caballero, a quien la
reina había nombrado castellano de Rocadragón a su partida, fue rápido en acusar a
Caníbal como el asesino. “Si no lo molestamos, el Caníbal no nos molestará,” declaró.
Para asegurarse, prohibió pescar en las aguas debajo la ladera oriental del Monte
Dragón dónde yacía el putrefacto cadáver del dragón.

Entretanto, en la orilla occidental de la Bahía de Aguasnegras, la noticia de la batalla y


traición en Tumbleton había alcanzado Desembarco del Rey. Se dijo que la Reina Viuda
Alicent se rió cuando la oyó.
“Todo lo que han sembrado, ahora van a cosechar,” ella prometió.
En el Trono de Hierro, la Reina Rhaenyra empalideció y se desmayó, y ordenó cerrar y
trabar las puertas de la ciudad; de aquí en adelante, a nadie le sería permitido entrar o
dejar Desembarco del Rey.
“No permitié a ningún cambiacapas en mi ciudad abrir mis puertas a los rebeldes,”
proclamó.
El ejército de Lord Ormund podría estar fuera de sus muros al día siguiente, o el día
después; los traidores, semillas de dragón, podrían llegar incluso antes.

Seis dragones permanecían en Desembarco del Rey, pero el único dentro de las paredes
de la Fortaleza Roja era su propio ella-dragón de la reina, Syrax. Un establo en el patio
exterior fue vaciado de los caballos y entregado para su uso.
Todos los otros dragones estaban contenidos en Pozo Dragón, la colosal estructura que
el Rey Maegor el Cruel había construido estrictamente para ese propósito. Bajo su gran
domo, se habían tallado cuarenta enormes bóvedas subterráneas debajo de la Colina de
Rhaenys en forma de un gran anillo. Las gruesas puertas férricas cerraban estas cuevas
artificiales por ambos lados; las puertas internas enfrentando las arenas del hoyo, la
apertura exterior enfrentaban la ladera.
Ahora moraban cinco dragones: Tyraxes del príncipe Joffrey, Seasmoke el gris pálido de
Addam Velaryon; los dragones jóvenes Morghul y Shrykos, ligados a Princesa Jaehaera
(huida) y a su gemelo el Príncipe Jaehaerys (muerto)… y Dreamfyre, el amado de la
Reina Helaena.
Desde hace mucho tiempo existía la costumbre de que por lo menos un jinete de dragón
resida en el hoyo, para ser capaz de subir en defensa de la ciudad en caso de
presentarse esa necesidad. Cuando la Reina Rhaenyrs prefirió mantener a sus hijos a su
lado, ese deber recayó en Addam Velaryon.
Pero ahora se elevaron voces en el concilio negro cuestionando la lealtad de Ser Addam.
Las semillas de dragón Ulf el Blanco y Hugh el Martillo se habían deslizado al lado
enemigo… ¿pero eran los únicos traidores entre ellos? ¿Qué de Addam de Hull y la chica
Nettles? Ellos también habían nacido bastardos. ¿Podrían confiar en ellos? Lord Bartimos
Celtigar pensó que no.
“Los bastardos son traicioneros por naturaleza,” dijo.
“Es mejor no darles ninguna oportunidad,” dijo Ser Torrhen Manderly de Puerto Blanco.
“Si el enemigo gana dos dragones más, estamos perdidos.”
Sólo Lord Corlys habló en defensa de las semillas de dragón, declarando que Ser Addam
y su hermano Alyn eran “verdaderos Velaryon,” dignos herederos de Marcaderiva. En
cuanto a la chica, aunque podría ser fea y estar sucia, había luchado valientemente en la
Batalla de Gaznate.
Las apasionadas protestas de la Mano habían sido en vano. Se habían despertado todos
los miedos y sospechas de la reina. Ella había sido traicionada tan a menudo, por tantos,
que era rápida en creer lo peor de cualquier hombre. La Reina Rhaenyra ordenó a Ser
Luthor Largent conducir a veinte Capas Doradas al Pozo Dragón y arrestar a Ser Addam
Velaryon.
Y de este modo hizo que la traición engendrase más traición, para la destrucción de la
reina. Cuando Ser Luthor Largent y sus Capas Doradas montaron a la Colina de Rhaenys
con la orden de aprehensión, las puertas del Pozo Dragón se abrieron sobre ellos, y
Seasmoke extendió sus pálidas alas grises y tomó vuelo, con el humo subiendo de sus
orificios nasales. Ser Addam Velaryon había sido prevenido a tiempo para poder
escapar.
Frustrado y furioso, Ser Luthor regresó en seguida a la Fortaleza Roja, dónde irrumpió en
la Torre de Mano y puso sus ásperas manos sobre el anciano Lord Corlys, acusándolo de
alevosía. El anciano no lo negó. Amarrado y abatido, pero todavía silencioso, él fue
bajado a los calabozos y arrojado en una celda negra para esperar el juicio y la
ejecución.

Mientras tanto, las historias de la matanza en Tumbleton estaban extendiéndose a través


de la ciudad… y con ellas el terror. Desembarco del Rey podría ser el siguiente.
Una clase diferente de caos reinaba en Tumbleton, a sesenta leguas al sudoeste. Los
leales del Rey Aegon se encontraban sin dirigentes, asediados por la división, conflicto y
duda. Ormund Hightower estaba muerto, junto con su primo Ser Bryndon, el principal
caballero de Antigua. Sus hijos permanecían lejos en Hightower a mil leguas, y, además,
eran chicos verdes. Y aunque Lord Ormund había llamado a Daeron Targaryen “Daeron el
Osado” y alabó su valor en la batalla, el príncipe todavía era un muchacho. Siendo el más
joven de los hijos del Rey Aegon, él había crecido a la sombra de sus hermanos mayores,
y valía más siguiendo las órdenes, que dándolas. El mayor de los Hightower, que
permanecía con el ejército, era Ser Hobert, otro de los primos de Lord Ormund, a quien se
le asignó el cuidado de la caravana del equipaje. Un hombre “tan robusto como lento,”
Hobert Hightower había vivido sesenta años sin distinguirse, no obstante ahora él
presumió de comandar el ejército por el derecho de su parentesco con la Reina Alicent.

Los peores crímenes eran aquellos cometidos por los Dos Traidores, Hugh el Martillo y Ulf
el Blanco. Ser Ulf se entregó completamente a la embriaguez. Aquellos que no le
agradaron fueron entregados a su dragón. El título de caballero que la Reina Rhaenyra le
había conferido, ya no le bastaba. Ni tampoco cuando el Príncipe Daemon lo nombró Lord
de Puenteamargo. White tenía un premio mayor en la mente: él deseaba nada menos que
una sede en Altojardin, declarando que los Tyrell no habían tomado ninguna parte en la
Danza, y por consiguiente deberían ser tratados como traidores.
Las ambiciones de Ser Ulf deben considerarse modestas, comparadas con aquéllas de su
compañero cambiacapas, Hugh el Martillo. El hijo de un herrero, Hammer era un hombre
grande, con las manos tan fuertes, que se decía que era capaz de torcer las barras de
acero de las antorchas. Aunque principalmente inexperto en el arte de la guerra, su
tamaño y fuerza le hicieron un enemigo temerario. Su arma predilecta era el un martillo de
guerra con el que daba golpes aplastantes, mortales. En la batalla él montó a Vermithor,
una vez la montura del Viejo Rey; de todos los dragones en Poniente, sólo Vhagar era
más viejo, o más grande. Por todas estas razones, Lord Hammer (como se llamaba ahora
a sí mismo) empezó a soñar con coronas.
“¿Por qué soy un lord, cuándo puedo ser un rey?” le dijo a los hombres que empezaron a
reunirse a su alrededor

Manfryd Mooton, Lord de Poza de Doncella recibió un mensaje de la reina: debía entregar
la cabeza de Nettles, la chica bastarda, que se decía se había vuelto la amante del
Príncipe Daemon y a quién, por consiguiente, la reina había juzgado culpable de alta
traición. “Ningún daño se le hará a mi señor esposo, el Príncipe Daemon de la Casa
Targaryen,” Su Gracia ordenó.
Cuando su señoría leyó la carta de la reina, temblaba tanto, que perdió la voz. No retornó
hasta que hubiera bebido tres jarras de vino. Entones Lord Mooton envió a por el capitán
de su guardia, su hermano, y su campeón, Ser Florian Greysteel. Les leyó la carta y pidió
su consejo.
“Esto se resuelve fácilmente,” dijo el capitán de su guardia. “El príncipe duerme al lado de
ella, pero ha envejecido. Tres hombres deberían ser suficientes para dominarlo si él
intentara interferir, pero yo llevaré a seis para asegurarme. ¿Mi señor desea que esto se
haga esta noche?”
“Seis hombres, o sesenta, él todavía es Daemon Targaryen,” objetó el hermano de Lord
Mooton. “Un trago con somníferos en su vino de la tarde sería el curso más sabio.
Cuando despierte, la encontrará muerta.” “El Viejo Rey nunca habría pedido esto a
ningún hombre honorable”, dijo Ser Florian, el anciano caballero, gris y duro.
“Éstos son tiempos inmundos,” Lord Mooton dijo, “y esta es una opción inmunda que esta
reina me ha dado. La chica es una invitada bajo mi techo. Si obedezco, Poza de Doncella
será maldecida para siempre. Si me niego, nosotros seremos los traidores y
destruidos.” Desearía nunca haber leído esta carta.”
Y el Maester Norren, dijo, “Quizás nunca lo hizo.”

Esa noche, el maestre se encontró con el Príncipe Daemon y la chica Nettles y le mostró
la carta de la reina. Después de leerla el Príncipe Daemon dijo, “las palabras de una reina,
la obra de una puta.” Entonces sacó su espada y preguntó si los hombres de Lord
Mooton estaban esperando detrás de la puerta para aprehenderlos. Cuando el maestre le
dijo que había venido solo y en secreto, el Príncipe Daemon envainó su espada, diciendo,
“Usted es un mal maestre, pero un buen hombre,” y entonces pidió que los dejara a solas,
ordenándole que “no diga una palabra de esto al señor, ni a nadie hasta el día
siguiente.”
Cómo el príncipe y su chica bastarda pasaron la noche bajo el techo de Lord Mooton no
fue registrado, pero cuando llegó el alba, aparecieron juntos en el patio, y el Príncipe
Daemon ayudó a Nettles a ensillar a Sheepstealer por última vez. Era su costumbre
alimentarlo cada día antes de volar. Esa mañana ella le alimentó con un carnero negro, el
más grande de Poza de Donclla, embutiendo la carne en su garganta. Cuando montó
sobre su dragón, sus prendas de cuero estaban manchadas con sangre, recordó Maestre
Norren, y “sus mejillas estaban manchadas con lágrimas.” Ninguna palabra de adiós se
dijo entre el hombre y la doncella, pero cuando Sheepstealer plegó sus coriáceas alas
castañas y subió en el cielo del alba, Caraxes levantó su cabeza y pegó tal bramido, que
estrelló cada ventana en la Torre de Junquillo. Desde una gran altura sobre el pueblo,
Nettles dirigió a su dragón hacia la Bahía de Cangrejos, y desapareció en las neblinas de
la mañana, para nunca ser vista de nuevo en la corte o el castillo.
Daemon Targaryen simplemente regresó al castillo el tiempo suficiente para tomar el
desayuno con Lord Mooton.
“Ésta es la última vez que me verá,” le dijo a su señoría. Agradeció su hospitalidad y dijo
que volaría hacia Harrenhal. “Si mi sobrino Aemond se atreve a enfrentarme, él me
encontrará allí, solo.”
Y así, el Príncipe Daemon partió de Poza de Doncella por última vez. El Maestre Norren le
dijo a su señor que lo entregue a la reina, pues cuando le advirtió a un traidor y le permitió
escapar, se volvió un traidor también. Lord Mooton se negó. “Todos somos traidores
aquí.” Y esa noche, los estandartes de la Reina Rhaenyra, que volaban sobre las puertas
de Poza de Doncella, fueron descolgados y los dragones dorados del Rey Aegon II
ocuparon su lugar.

Ningún estandarte volaba sobre las oscuras torres de Harrenhal, cuando el Príncipe
Daemon descendió del cielo para tomar el castillo. Daemon Targaryen paseó solitario por
los cavernosos salones del asiento de Harren, sin más compañero que su dragón. Cada
noche, al crepúsculo, él apuñalaba el árbol corazón en el bosque de dioses marcando el
paso de otro día. Todavía podrían verse trece marcas en ese árbol de azud; heridas
viejas, profundas y oscuras, y todavía, los señores que han gobernado Harrenhal desde
los días de Daemon, dicen que vuelven a sangran todas las primaveras.
En el decimocuarto día de la vigilia del príncipe, una sombra apareció sobre del castillo,
más negra que cualquier nube de paso. Vhagar había venido por fin, y en su lomo
montaba el príncipe Un-Ojo Aemond Targaryen, en armadura negra como la noche y
ribeteada en oro.
Él no había venido solo. Alys Ríos volaba con él, su largo cabello negro vertiéndose
detrás, su vientre inflado con el niño. El Príncipe Aemond rodeó dos veces las torres de
Harrenhal, entonces Vhagar bajó en el patio exterior a cien yardas de Caraxes. Los
dragones se miraron ominosamente, y Caraxes extendió sus alas y siseó, las llamas
bailando en sus dientes.
El príncipe ayudó a su mujer bajar del lomo de Vhagar, entonces se volvió para enfrentar
a su tío.
“Tío, he oído que has estado buscándonos.”
“Sólo a ti,” respondió Daemon. “¿Quién te dijo dónde encontrarme?”
“Mi señora,” contestó Aemond. “Ella te vio en una nube de tormenta, en un charco
montañoso al crepúsculo, en el fuego que encendimos para cocinar nuestra cena. Ella ve
mucho y más, mi Alys. Eres un necio al venir solo.”
“Si no estuviera solo, tú no habrías venido,” dijo Daemon.
“Aun así aquí estas, y aquí estoy. Has vivido demasiado tiempo, tío.”
“En eso estamos de acuerdo,” Daemon contestó.
Entonces el príncipe mayor indicó a Caraxes doblar su cuello y subió firmemente en su
lomo, mientras el príncipe más joven besó a su mujer y se acercó a Vhagar, teniendo
cuidado de sujetar las cuatro cortas cadenas entre el cinturón y silla de montar. Daemon
dejó que sus propias cadenas se balanceen en el aire. Caraxes siseó nuevamente,
llenando el aire de llamas, y Vhagar contestó con un rugido. Como uno, ambos dragones
brincaron al cielo.
El Príncipe Daemon subió a Caraxes rápidamente, azotándolo con un látigo con puntas
de acero, hasta que ambos desaparecieran en un banco de nubes. Vhagar, más viejo y
mucho más grande, también era más lento por su mismo tamaño, y ascendió más
gradualmente, ensanchando los círculos elevándose encima de las aguas de el Ojo de
Dioses. Era el atardecer, el sol estaba cerca de cenit, y el lago estaba tranquilo, su
superficie brillando como una hoja de cobre pulido. Arriba y arriba ella voló, buscando a
Caraxes, cuando Alys Ríos, situada sobre la Torre de la Pira del Rey en Harrenhal, miró
hacia abajo.
El ataque llegó súbito como un rayo. Caraxes se zambulló sobre Vhagar con un chillido
penetrante, cubierto por la luz intensa de la puesta del sol, y por el lado ciego del Príncipe
Aemond. El Blood Wyrm atacó al dragón más viejo con una fuerza terrible. Sus rugidos
resonaron por el Ojo de Dioses, cuando ambos se trenzaron y rasgaron entre sí, oscuros
contra el cielo rojo como sangre. Así de brillantes eras sus llamas que los pescadores
debajo temieron que las nubes habían cogido el fuego. Enroscados, los dragones fueron
cayendo hacia el lago. Las mandíbulas de Blood Wyrm se cerraron sobre el cuello de
Vhagar, sus negros dientes hundidos profundamente en la carne del dragón más grande.
Mientas las garras de Vhagar le abrían su barriga, y los dientes de Vhagar le arrancaban
un ala, Caraxes mordió más y más profundamente en la herida, mientras el lago se
acercaba debajo de ellos a una velocidad terrible.

Y fue entonces, los cuentos nos dicen, que el Príncipe Daemon Targaryen giró una pierna
por encima de su silla de montar y brincó de un dragón a otro. En su mano tenía la
Hermana Oscura, la espada de la Reina Visenya. Cuando Uno-ojo Aemond lo miró
aterrorizado, manoseando las cadenas que lo ataban a su silla de montar, Daemon
arrancó el yelmo de su sobrino y clavó la espada en su ojo ciego, tan duramente, que la
punta salió por la parte de atrás de la garganta del joven príncipe. Instantes después, los
dragones golpearon el lago, enviando una ola de agua tan alta, que se decía que había
sido tan alta como la Torre de la Pira del Rey.
Ni el jinete, ni el dragón podrían sobrevivir tal impacto, dijeron los pescadores que lo
habían presenciado. Ni lo hicieron.

Caraxes vivió el tiempo suficiente para arrastrarse hacia la tierra. Destripado, con un ala
colgando de su cuerpo y las humeantes aguas del lago envolviéndole, Blood Wyrm
encontró la fuerza para arrastrarse hacia la orilla del lago, expirando bajo los muros de
Harrenhal. El cadáver de Vhagar se zambulló al fondo del lago; la sangre caliente de la
herida abierta en su cuello hizo hervir el agua en su último lugar de descanso. Cuando fue
encontrado algunos años después de finalizar la Danza de Dragones, los huesos
acorazados del Príncipe Aemond aun permanecían encadenados a su silla de montar,
con el puño de la Hermana Oscura clavado profundamente a través de la cuenca de su
ojo.
El Príncipe Daemon murió también, de eso no podemos dudar. Nunca se encontraron sus
restos, pero hay corrientes raras en ese lago, y también peces hambrientos. Los juglares
nos dicen que el príncipe mayor sobrevivió a la caída y después regresó con la chica
Nettles, y pasó el resto de sus días a su lado.
Tales historias crean canciones encantadoras, pero una historia pobre.

Era el día veintidoseno de la quinta luna del año 130 CA, cuando los dragones bailaron y
murieron sobre el Ojo de Dioses. Daemon Targaryen tenía cuarenta y nueve años el día
de su muerte; el Príncipe Aemond sólo veinte. Vhagar, el más grande de los dragones de
los Targaryen desde la muerte de Balerion el Terror Negro, había contado ciento ochenta
y un años sobre la tierra. Así había muerto la última criatura viviente desde los días de la
Conquista de Aegon, que habían tragado el crepúsculo y la oscuridad de la maldita sede
de Harren Negro.

En Desembarco del Rey, la Reina Rhaenyra se encontraba más aislada que nunca con
cada nueva traición. Addam Velaryon, sospechoso de ser un cambiacapas, había huido
antes de que pudiera ser interrogado. Ordenando el arresto de Addam Velaryon, ella
había perdido no sólo un dragón y un jinete, si no la Mano de la Reina también… y más
de la mitad del ejército que había navegado desde Rocadragon para apoderarse del
Trono de Hierro eran, de hecho, los hombres juramentados a la Casa Velaryon. Cuando
se conoció que Lord Corlys languidecía en un calabozo bajo la Fortaleza Roja, ellos
empezaron a abandonar su causa por centenares. Algunos se dirigieron a la Plaza de
Cobble para unirse las multitudes reunidas allí; aunque otros se resbalaron a través de las
puertas de la poterna, o encima de los muros, intentando regresar a Marcaderiva. Ni
podía confiar en aquellos que se quedaron a su lado.

Ese mismo día, no mucho tiempo después del ocaso, otro horror visitó la corte de la reina.
Helaena Targaryen, hermana, esposa, y reina del Rey Aegon II y madre de sus hijos, se
arrojó de su ventana en el Torreón de Maegor, muriendo empalada en las púas férricas
debajo que bordeaban el foso seco. Ella tenía veintiún años.
Por el anochecer, en las calles y callejas de Desembarco del Rey, en las posadas y
burdeles y comercios, incluso en los septos santos se murmuraba que la Reina había
ordenado matar a su joven rival. Ni la gente común de la ciudad se había olvidado del
cruel asesinato del Príncipe Jaehaerys por Sangre y Queso. Esa fue la noche en la que
Desembarco del Rey se alzó en un sangriento tumulto.

El alboroto empezó en las callejas y callejones de Fondo de la Pulga, cuando los hombres
y mujeres fluyeron de las tabernas, los hoyos de ratas, y tiendas de comida por
centenares, furiosos, ebrios y asustados. De allí los alborotadores se extendieron a lo
largo de la ciudad, reclamando justicia para los príncipes muertos y su madre asesinada.
Se volcaron carretas y carros, las tiendas y casas se saquearon y quemaron. Los Capas
Doradas, que intentaron sofocar las rebeliones, fueron abatidos y golpeados
salvajemente. Nadie fue perdonado, de nacimiento alto o bajo. Arrojaron basura a los
señores y los caballeros fueron jalados de sus sillas de montar. Lady Darla Deddings vio a
su hermano Davos apuñalado en un ojo cuando él intentó defenderla de tres ebrios que
intentaron violarla. Marineros impedidos de regresar a sus barcos atacaron la Puerta del
Río y lucharon con la Guardia de la Ciudad. Le tomó a Ser Luthor Largent y cuatrocientas
lanzas poder dispersarlos. Por entonces la mitad de la puerta había sido tajada en
pedazos y cien hombres estaban muertos o agonizando.

En la Plaza Cobbler se oían los sonidos del alboroto desde cada distrito. La Guardia de la
Ciudad había llegado con todo su poder de quinientos hombres ataviados en negras cotas
de malla, gorras de acero, y largas capas doradas, armados con espadas cortas, lanzas y
garrotes con clavos. Se formaron en el lateral sur de la plaza, detrás de una pared de
escudos y lanzas. A la cabeza montaba Ser Luthor Largent en un caballo de guerra
blindado, con una larga espada en su mano. La vista de él fue suficiente para enviar a
centenares de regreso a los callejones y callejas y calles laterales. Cientos más huyeron
cuando Ser Luthor ordenó avanzar a los Capas Doradas. Algunos comentaron después,
que el primer hombre que murió era un panadero que gruñó de sorpresa cuando una
punta de lanza agujereó su carne y vio que su delantal se ponía rojo. Otros afirman que
era una pequeña chica, pisada por el caballo de guerra de Ser Luthor. Una piedra voló de
la muchedumbre, golpeando a un lancero en la frente. Se oyeron gritos y maldiciones,
llovieron palos y piedras y orinales desde las azoteas; un arquero en la plaza empezó a
soltar sus flechas. Una antorcha fue arrojada a un guardia, y rápidamente su capa dorada
estaba ardiendo.
Los Capas Doradas eran hombres grandes, jóvenes, fuertes, disciplinados, bien armados
y bien acorazados. Por veinte yardas o más, su pared de escudos los sostuvo, y ellos
cortaron un camino sangriento a través de la muchedumbre, dejando muertos y
agonizantes a su alrededor. Pero eran sólo quinientos, y se habían reunido docenas de
miles de revoltosos. Un guardia cayó, luego otro. De repente los alborotadores estaban
pasando a través de los huecos en las filas, atacando con cuchillos y piedras, incluso con
los dientes, pululando encima de la Guardia de la Ciudad y alrededor de sus flancos,
atacando desde atrás, arrojando tejas desde los techos y balcones.

La batalla se volvió galimatías, se volvió matanza. Rodeados por todos lados, los Capas
Doradas se encontraron desbordados y derribados, sin el espacio para manejar sus
armas. Muchos se murieron por las puntas de sus propias espadas. Otros fueron rasgaron
en pedazos, pateados hasta la muerte, pisoteados, tajados con las azadas y hachas de
carnicero. Ni siquiera el terrorífico Ser Luthor Largent logró escapar de la carnicería.
Empuñando su espada, Largent fue jalado de su silla de montar, apuñalado en los
intestinos, y apaleado hasta la muerte; su yelmo y cabeza estaban tan aplastados, que
fue reconocido sólo por el tamaño de su cuerpo, cuando los carros de los cadáveres
vinieron al día siguiente.
Durante esa noche larga, el caos siguió en la mitad de la ciudad, aunque señores y reyes
extraños, en medio del desorden, reñían por el liderazgo. Un caballero errante llamado
Ser Perkin del Fondo de la Pulga coronó a su propio escudero Trystane, un jovencito de
dieciséis años, declarando que era un hijo natural del difunto Rey Viserys. Cualquier
caballero puede hacer a un caballero, y cuando Ser Perkin empezó a nombrar caballeros
a cada mercenario, ladrón, e hijo de carnicero que se reunieron bajo el astroso estandarte
de Trystane, aparecieron centenares de hombres y chicos para plegarse a su causa.

Al repuntar el alba, los fuegos estaban ardiendo a lo largo de la ciudad, la Plaza Cobbler
estaba repleta de cadáveres, y las bandas de hombres sin ley recorrían el Fondo de la
Pulga, irrumpiendo en los comercios y casas y atacando a cada persona honrada que
encontraban. Los sobrevivientes Capas Doradas se habían retirado a sus cuarteles,
aunque los caballeros callejeros, reyes bufones, y dementes profetas. gobernaban las
calles. Se asemejaban a las cucarachas; los peores huían antes de la primera luz del día,
retirándose a los agujeros y sótanos para dormir sus borracheras, distribuir sus pillajes, y
lavar la sangre de sus manos.
Cuando Ser Torrhen Manderly llevó a sus norteños a Hook, encontraron la Plaza de
Fishermonger y River Row repleta de caballeros callejeros de Ser Perkin. En la Puerta del
Río, el harapiento estandarte “del Rey” Trystane volaba sobre los almenas, y los
cadáveres del capitán y tres de su sargentos colgaban de la caseta del guardabarrera. La
restante guarnición del “Mudfoot” se había ido con Ser Perkin. Ser Torrhen perdió un
cuarto de sus hombres abriéndose camino de regreso a la Fortaleza Roja… todavía la
sacó barata, comparado con Ser Lorent Marbrand, quien llevó a cien caballeros y
hombres armados al Fondo de la Pulga. Dieciséis volvieron. Ser Lorent, Lord Comandante
de la Guardia de la Reina, no se encontraba entre ellos.
Por el atardecer, Rhaenyra Targaryen se encontró dolorosamente asediada; su reino en
ruinas. La reina se había enfurecido cuando supo que Poza de Doncella se había unido al
enemigo; que la chica Nettles había huido y que su propio amado consorte la había
traicionado, y ella tembló cuando Lady Mysaria le advirtió de la llegada de la oscuridad,
que esta noche sería peor que la anterior.

Con la puesta del sol, los bichos del Desembarco del Rey salieron más una vez de sus
agujeros de ratas, boquetes ocultos y sótanos, en cantidades aun mayores que la noche
anterior.
En la Puerta del Río, Ser Perkin festejaba con sus caballeros callejeros con la comida
robada y luego los llevó por la orilla del río, saqueando los muelles y almacenes y
cualquier barco que estuviese amarrado.
Por el anochecer, otra muchedumbre se había reunido en la Plaza Cobbler, dos veces
más populosa y tres veces más terrible que la noche anterior. Igual que la reina, la
chusma estaba observando el cielo con miedo, temiendo que los dragones del Rey Aegon
llegarían antes del amanecer, con un ejército detrás. Ya no creían que la reina pudiera
protegerlos.

Cuando un manco profeta loco, llamado el Pastor, empezó a delirar en contra de los
dragones, no sólo contra los que estaban viniendo a atacarlos, sino contra todos los
dragones por todas partes, la muchedumbre, medio enloquecida también, lo escuchó.
“Cuando los dragones lleguen,” él chilló, “sus carnes serán quemadas y ampolladas y se
volverán cenizas. Sus esposas bailarán en prendas de fuego, chillando cuando arderán. Y
verán llorar a sus niños pequeños, llorando hasta que sus ojos se derretirán y resbalarán
como jalea por sus caras; hasta que sus carnes rosadas se vuelvan negras y crepitarán
en sus huesos. El Extraño viene, él viene, él viene, para flagelarnos por nuestros
pecados. Las oraciones no pueden frenar su furia, no más que las llamas de dragones
pueden apagar las lágrimas. Sólo la sangre puede hacerlo. Su sangre, mi sangre, tu
sangre.” Entonces él levantó el muñón de su brazo derecho, y apuntó hacia la Colina de
Rhaenys detrás de él, al Pozo Dragón, negro contra las estrellas. “Allí moran los
demonios, allí. Ésta es su ciudad. ¡Para hacerla suya, primero deben destruirlos! ¡Para
limpiarse de pecado, primero deben bañarse en la sangre de dragón! ¡Sólo con la sangre
los fuegos del infierno se apagaran!”
De diez mil gargantas subió un grito. “¡Matarlos! Matarlos!” Y como alguna inmensa bestia
con diez mil piernas, los corderos del Pastor empezaron a moverse, empujando y
avanzando, ondeando las antorchas, blandiendo espadas y cuchillos y otras armas más
rudimentarias, caminando y corriendo a través de las calles y callejas hacia el Pozo
Dragón.

Rhaenyra envió a los jinetes hacia Ser Balon en la Puerta Vieja y hacia Ser Garth en la
Puerta del Dragón, ordenándoles dispersar la chusma y defender a los dragones reales.
Cuando el Príncipe Joffrey suplicó a su madre permitirle montar con sus propios
caballeros y los del Puerto Blanco, la reina se negó.
“Si ellos toman esa colina, esta será la siguiente,” dijo. “Necesitaremos cada espada aquí
para defender el castillo.”
“Ellos matarán a los dragones,” dijo el Príncipe Joffrey, angustiado.
“O los dragones los matarán,” su madre dijo, impasible. “Déjalos quemarse. El reino no los
extrañará por mucho tiempo.”
“Madre, ¿qué si ellos matan a Tyraxes?” dijo el príncipe joven.
La reina no lo creyó. “Ellos son bichos. Borrachos y necios y ratas del canal. Una poco de
fuego de dragón y ellos correrán.”
A lo que Champiñón, el bufón de la corte respondió, diciendo, “Borrachos pueden ser,
pero un hombre ebrio no conoce el miedo. Necios, sí, pero un necio puede matar a un rey.
Ratas también, pero mil ratas pueden derrumbar un oso. Yo lo vi pasar una vez, allí en el
Fondo de la Pulga.”

Sólo cuando los guardias en el techo oyeron el rugido de Syrax, no habían reparado en
que el príncipe se había escabullido.
“Detrás de él,” Rhaenyra gritó, “todos ustedes, cada hombre, cada muchacho, a los
caballos, a los caballos, persíganlo. Devuélvanlo, devuélvanlo, él no sabe. Mi hijo, mi
dulce, mi hijo…”
Pero era demasiado tarde.

No pretenderemos comprender la atadura entre el dragón y su jinete; las cabezas más


sabias han ponderado ese misterio durante siglos. Sabemos, sin embargo, que los
dragones no son caballos, para ser montados por cualquier hombre que arroja una silla de
montar en su lomo. Syrax era el dragón de la reina. Ella nunca había conocido a otro
jinete. Aunque conocía al Príncipe Joffrey por la vista y olor, una presencia familiar
manoseando sus cadenas no provocó ninguna alarma, sin embargo, el gran ella-dragón
amarillo no quería sentirlo a horcajadas sobre ella. En su prisa por estar lejos antes de
ser detenido, el príncipe había subido en Syrax sin el beneficio de la silla de montar, o
látigo. Su intento, debemos presumir, o era volar con Syrax a la batalla o, más
probablemente, cruzar la ciudad hasta Pozo Dragón y soltar a su propio Tyraxes.
También, quizás él quiso soltar a los otros dragones del pozo.

Joffrey nunca alcanzó la Colina de Rhaenys. Una vez en el aire, Syrax se retorció debajo
de él, luchando por liberarse de este jinete poco familiar. Y desde abajo, las piedras y
lanzas y flechas volaron hacia él de las manos de los alborotadores, incluso
enloqueciendo aún más al dragón. A doscientos pies sobre el Fondo de la Pulga, el
Príncipe Joffrey se resbaló del lomo del dragón y se zambulló a la tierra.
Cerca de una juntura de cinco callejas, el príncipe tuvo un sangriento final. En primer
lugar, él chocó contra un techo empinado, antes de rodar y caer otros cuarenta pies entre
una lluvia de tejas rotas. Nos dicen que su caída le rompió la espalda; los fragmentos de
tablas llovieron sobre él como cuchillos; que su espada se soltó de su mano y agujereó su
vientre. En el Fondo de la Pulga, los hombres hablan todavía de la hija de un fabricante
de velas llamada Robin, que acunó al destrozado príncipe en sus brazos y le dio consuelo
cuando él se murió; pero hay más de leyenda, que de historia en ese cuento. “Madre,
perdóname,” Joffrey dijo supuestamente, con su último aliento… aunque los hombres
todavía discuten de si él estaba hablando de su madre la reina, u orando a la Madre.
Y así pereció Joffrey Velaryon, el Príncipe de Rocadragón y heredero al Trono de Hierro,
el último de los hijos de Reina Rhaenyra y Laenor Velaryon… o el último de sus bastardos
por Ser Harwin Strong, dependiendo en que verdad uno escoge creer.

El Champiñón no estaba equivocado: de hecho, los enjambres de ratas hambrientas


derrumban toros y osos y leones, cuando son suficientes. No importa a cuántos el toro, o
el oso pudieran matar, siempre hay más, mordiendo las patas de la gran bestia,
aferrándose a su barriga, corriendo por su espalda. Y eso ocurrió esa noche.
Estas ratas humanas estaban armadas con lanzas, hachas, garrotes con clavos, y con
cincuenta clases de otras armas, incluyendo arcos y ballestas. El Pozo Dragón tenía su
propio contingente de guardias, pero eran pocos y pronto fueron sobrepasados y
asesinados cuando la chusma acometió a través de las puertas (las puertas principales
muy altas, reforzadas con hierro y bronce eran demasiado sólidas; pero el edificio tenía
algunas entradas menores) y entraron, trepando por las ventanas.
Quizás los amotinados esperaban matar a los dragones mientras dormían, pero el
estruendo del ataque lo hizo imposible. Aquellos que vivieron para contarlo después,
relataron los gritos, el olor de sangre en el aire, el ruido de las puertas de roble y hierro
astilladas bajo los golpes de bastos espolones e innumerables hachas. “Raramente tantos
hombres corren tan ávidamente hacia sus piras fúnebres,” escribió después Gran Maester
Munkun, “pero una locura se apoderó de ellos.”
Había cuatro dragones alojados dentro del Pozo Dragón. Cuando entró el primero de los
agresores, saltando en las arenas, los cuatro se despertaron, despiertos, e irritados.

Ninguna de las dos crónicas está de acuerdo en cuántos hombres y mujeres murieron esa
noche bajo el gran domo del Pozo Dragón: doscientos o dos mil. Por cada hombre que
pereció, diez sufrieron quemaduras y aun así, algunos sobrevivieron. Entrampados dentro
del hoyo, cercados por los muros y cúpula, y sujetos con gruesas cadenas, los dragones
no podían volar lejos, o usar sus alas para evadir los ataques y atacar a sus enemigos. En
cambio, lucharon con los cuernos y garras y dientes, girando igual toros en un agujero de
ratas del Fondo de la Pulga… pero estos toros podían respirar fuego. El Pozo Dragón se
transformó en un infierno ardiente, dónde los hombres ardientes se tambaleaban gritando
a través del humo, la carne desprendiéndose de sus huesos ennegrecidos; pero por cada
hombre que se moría, aparecían diez más, gritando que los dragones debían morir. Y los
mataron, uno por uno.

Shrykos fue el primer dragón en sucumbir, matado por un guardabosques conocido como
Hobb el Picapedrero.
Según los relatos, Morghul fue asesinado por el Caballero Ardiente, un enorme bruto en
pesada armadura, quien corrió precipitadamente hacia la llama del dragón con lanza en la
mano, empujando repetidamente la punta en el ojo de la bestia, incluso mientras el fuego
del dragón había fundido su armadura de acero que lo encajonó y devoró la carne en su
interior.
Tyraxes, del príncipe Joffrey se retiró a su yacija, asando a tantos asesinos de dragones,
que corrieron hacia él, que su entrada pronto fue intransitable por sus cadáveres. Media
docena de hombres (y una mujer) afirmaron después haber impartido el golpe mortal al
dragón.

El último de los cuatro dragones del pozo no murió tan fácilmente. La leyenda dice que
Dreamfyre había roto dos de sus cadenas despajes de la muerte de la Reina Helaena.
Ahora hizo estallar las ataduras restantes, arrancando los postes de los muros, cuando la
chusma se le acercó, arremetiendo con dientes y garras, rasgando a los hombres en
pedazos, mientras soltaba sus terribles fuegos. Tyraxes, Shrykos, y Morghul mataron a
muchos, sin duda, pero Dreamfyre mató a más, que los tres juntos. Incapaz de huir, casi
ciega y enloquecida por una docena las heridas menores, Dreamfyre extendió sus alas y
voló rectamente hacia la cima del gran domo en un último desesperado intento de irrumpir
en el cielo abierto. Ya debilitado por las explosiones del fuego del dragón, el domo crujió
bajo la fuerza de impacto, y un momento después la mitad se derrumbó, aplastando al
dragón y a los asesinos de dragones bajo toneladas de piedras y cascotes.

El Ataque a Pozo Dragón fue concluido. Cuatro de los dragones de los Targaryen estaban
muertos, aunque con un costo horroroso. Todavía, el propio dragón de la reina seguía
vivo y libre… y cuando los quemados y ensangrentados sobrevivientes de la carnicería en
el hoyo salieron tropezando de las ruinas humeantes, Syrax descendió sobre ellos
exhalando una corona de fuego amarillo, ardiendo tan luminoso, como el sol.
Desencadenada y sin jinete, Syrax podría haber volado fácilmente lejos de la locura. El
cielo era suyo. Ella podría regresar a la Fortaleza Roja, o abandonar la ciudad
completamente, o volar hacia Rocadragón. ¿Era el ruido y fuego que la atrajeron a la
Colina de Rhaenys, los rugidos y gritos de los dragones agonizantes, el olor de la carne
ardiente? No podemos saberlo, no más del porqué Syrax escogió descender sobre las
chusmas, rasgándolas con dientes y garras y devorar docenas, cuando ella pudo
fácilmente hacer llover el fuego sobre ellos desde arriba, pues en el cielo ningún hombre
podría dañarla. Sólo podemos informar lo que pasó. La verdad del asunto nadie nunca lo
sabrá, excepto Syrax que murió esa noche.

La pérdida de su dragón y de su hijo dejó a Rhaenyra Targaryen cenicienta e


inconsolable. Ella se retiró a sus aposentos aunque sus consejeros siguieron
conferenciando. Todos estaban de acuerdo en que el Desembarco de Rey estaba
perdido; necesitaban abandonar la ciudad. Renuentemente, Su Gracia fue persuadida de
abandonarla al amanecer.
Con la Puerta de Barro en las manos de sus enemigos, y todos los barcos a lo largo del
río quemados o hundidos, Rhaenyra, y un pequeño sequito de seguidores, salieron a
través de la Puerta del Dragón, pensando ir hacia la costa de Duskendale. Con ella
montaban los hermanos Manderly; cuatro Guardias de la Reina; Ser Balon Byrch y veinte
Capas Doradas; cuatro damas de compañía de la reina, y su último hijo sobreviviente,
Aegon el Joven.

Cuando la noticia de la insurrección en Desembarco del Rey alcanzó al ejército del


Príncipe Daeron en Tumbleton, y supieron sobre la muerte de Aemond Targaryen en
Harrenhal, muchos señores quisieron avanzar enseguida hacia la ciudad. Sus jefes eran
Ser Jon Roxton, Ser Roger Corne, y Lord Unwin Peake… pero Ser Hobert Hightower
aconsejó cautela, y los Dos Traidores se negaron a unirse a cualquier ataque, a menos
que fueran consideradas sus propias demandas. Ulf el Blanco, se recordará, deseaba que
le fuese concedido el gran castillo de Altojardin con todas sus tierras e ingresos, aunque
Hard Hugh Martillo no deseaba nada menos que una corona. Los verdes se encontraron
sin reyes y sin líderes. El Príncipe Daeron era en siguiente en la línea de sucesión. Lord
Peake declaró que el muchacho debería proclamarse en seguida como el Príncipe de
Rocadragón; otros, creyendo muerto a Aegon II, deseaban coronarlo. Los Dos Traidores
sentían la necesidad de un rey también… pero Daeron Targaryen no era el rey que ellos
quisieron.
“Necesitamos a un hombre fuerte para liderarnos, no a un chico,” declaró Hard Hugh
Martillo. “El trono debe ser mío.”
Cuando Jon Roxton el Intrépido exigió saber con qué derecho presumía llamarse a sí
mismo un rey, Lord Martillo contestó, “El mismo derecho que el Conquistador. Un
dragón.”
Y de verdad, muerto Vhagar, el dragón viviente más viejo y más grande en todo Poniente
era Vermithor, una vez la montura del Viejo Rey, ahora de Hugh el Duro, un bastardo.
Vermithor era tres veces más grande que Tessarion, ella-dragón del Príncipe Daeron.
Ningún hombre que los vio juntos pudo negar que Vermithor era la bestia más
terrorífica.
Los Dos Traidores se alejaron juntos, y empezaron a hacer planes para la coronación del
Martillo. Al día siguiente, cuando Hugh el Duro apareció llevando una corona de hierro
negro, provocó la furia del Príncipe Daeron y sus señores de nobles cunas y
caballeros. Uno de ellos, Ser Roger Corne, hizo una broma derribando la corona de la
cabeza del Martillo.
“Una corona no hace a un hombre un rey,” dijo. “Debes llevar una herradura en tu cabeza,
herrero.”
Los hombres de Martillo derribaron a Ser Roger, después de lo cual el bastardo del
herrero clavó no una, sino tres herraduras en el cráneo del caballero.
Cuando los amigos de Corne intentaron intervenir, las dagas y las espadas fueron
desenfundadas, dejando tres muertos una docena de heridos.
Eso estaba más allá de lo que los señores leales del Príncipe Daeron estaban dispuestos
a soportar. Decidieron que era imprescindible matar a ambos traidores. John Roxton dijo:
“Mataremos a los bastardos ahora,” dijo. Después, que los más valientes de nosotros
reclamen a sus dragones y los hagan volar en la batalla.”

Por la mañana, fuera de los muros Tumbleton los campamentos estaban ardiendo.
Columnas de caballeros acorazados habían llegado del norte y el oeste, provocando
matanzas; estaban lloviendo nubes de flechas, y un dragón estaba atacando, terrible y
feroz.
Así empezado la Segunda Batalla de Tumbleton.
El dragón era Seasmoke, su jinete Ser Addam Velaryon, determinado a demostrar que no
todos los bastardos eran cambiacapas. Los bardos dicen que Ser Addam había volado
desde Desembarco del Rey hasta el Ojo de Dioses, dónde aterrizó en la sagrada Isla de
los Rostros y fue aconsejado por el Hombre Verde. Los eruditos no se ponen de acuerde
sobre ese hecho, y lo que sabemos es que Ser Addam voló lejos y rápido, descendiendo
sobre los castillos grandes y pequeños cuyos señores eran fieles a la reina, para reunir un
ejército.

Muchas batallas y escaramuzas ya se habían luchado en las tierras regadas por el


Tridente, y había escasos castillos y pueblos que no habían pagado su deuda de
sangre… pero Addam Velaryon era implacable, determinado y locuaz, y los señores del
río supieron más de los horrores que habían ocurrido en Tumbleton. Cuando Ser Addam
estuvo listo para descender en Tumbleton, él tenía a casi cuatro mil hombres detrás.
El gran ejército acampado alrededor de los muros de Tumbleton excedía en número al de
los asaltantes, pero había estado demasiado tiempo en ese lugar. Su disciplina se había
vuelto laxa, y las enfermedades habían hecho estragos también; la muerte de Lord
Ormund Hightower los había dejado sin un líder, y los señores que desearon comandar en
su lugar no se ponían de acuerdo. Así que insertos en sus propios conflictos y rivalidades
se habían olvidado de sus verdaderos enemigos. El ataque nocturno de Ser Addam los
tomó completamente desprevenidos. Incluso antes de que los hombres del ejército del
Príncipe Daeron supieran que estaban en una batalla, el enemigo ya estaba atacando,
reduciéndolos cuando salían tambaleándose de sus tiendas, tratando de ensillar sus
caballos y ponerse su armadura, abrochando sus cinturones de las espadas.
La mayor devastación produjo el dragón. Seasmoke bajaba atacando una y otra
vez, lanzando llamas. Pronto cien tiendas estaban ardiendo, incluso los espléndidos
pabellones de seda de Ser Hobart Hightower, Lord Unwin Peake, y del propio Príncipe
Daeron. Ni siquiera el pueblo de Tumbleton fue perdonado. Las tiendas y casas y septos
que se habían salvado la primera vez eran engullidas por el fuego del dragón.
Daeron Targaryen estaba durmiendo en su tienda cuando el ataque empezó. Ulf Blanco
estaba dentro de Tumbleton, durmiendo la borrachera en una posada llamada el Tejón
Obsceno que él había tomado para sí mismo. Hugh Martillo también estaba dentro de los
muros del pueblo, en la cama con la viuda de un caballero muerto durante la primera
batalla. Los tres dragones estaban fuera del pueblo, en los campos más allá de los
campamentos.
Fue imposible despertar a Ulf Blanco de su ebrio letargo, pero Hugh Martillo acudió
rápidamente yendo hacia su dragón. Pero Lord Jon Roxton ya estaba en el patio. Cuando
vio a Hugh Duro, Roxton vio su oportunidad y dijo, “lord Hammer, reciba mi pésame.”
Martillo se volvió, mirándolo ceñudo. “¿Por qué?” exigió.
“Moriste en la batalla,” contestó Jon blandiendo a Orphan-Maker y empujándola
profundamente en la barriga de Martillo, antes de abrir al bastardo desde la ingle hasta la
garganta.
Una docena de los hombres de Hugh Duro vinieron corriendo para verle morir. Incluso
una espada de acero Valyrio como Orphan-Maker es poco útil para un hombre cuando se
enfrenta con diez hombres. Jon Roxton el Intrépido mató a tres antes de ser asesinado.

Existen relatos contradictorios acerca de la manera en que murió el Príncipe Daeron


Targaryen. Las mejores afirmaciones relatan que el príncipe salió tropezando de su
pabellón con sus prendas ardiendo, sólo para ser reducido por el mercenario Trombo el
Negro de Myr quien clavó su daga en su cara. O que Daeron el Emprendedor no fue
asesinado, sino que murió cuando su pabellón ardiente se derrumbó encima de él.
Desde el cielo, Addam Velaryon podía ver que la batalla se convierta en su victoria.

Los dragones son criaturas de fuego y sangre y los tres despertaron cuando la batalla
floreció a su alrededor. Un arquero hizo volar una saeta hacia Silverwing y dos docenas
de caballeros a caballo atacaron a Vermithor con las espadas, lanzas y hachas,
esperando matar a la bestia mientras estaba medio dormida y sobre la tierra. Ellos
pagaron esa tontería con sus vidas. En otra parte en el campo, Tessarion se arrojó al aire,
chillando y escupiendo fuego, y Addam Velaryon giró a Seasmoke para encontrársela.
Cuando dos dragones se encuentran en el combate mortal, a menudo emplearán otras
armas que su fuego: las negras garras igual hierro, largas igual espadas y filosas igual
navajas de afeitar; mandíbulas tan poderosas, que podían cortar a través de la armadura
de acero; los rabos igual látigos cuyos azotes reducían los carros a astillas, quebraban
espaldas, y enviaban a los hombres a cincuenta pies volando por el aire.
La batalla entre Tessarion y Seasmoke era diferente. La historia llama la disputa entre
Rey Aegon II y su hermana Rhaenyra la Danza de Dragones, pero sólo en Tumbleton los
dragones danzaron realmente. Tessarion y Seasmoke eran dragones jóvenes, más ágiles
en el aire de lo que habían sido sus hermanos más viejos. Una y otra vez se acercaron
entre sí, sólo para que uno u otro virara alejándose en el último momento. Volando igual
águilas, inclinándose igual halcones, se rodeaban, chasqueando y rugiendo, escupiendo
fuego, pero nunca de cerca. Una vez la Reina Azul desapareció en un banco de nubes,
sólo para reaparecer un momento después, detrás de Seasmoke chamuscando su cola
con un estallido de llamas cobalto. Entretanto, Seasmoke rodaba y giraba. En un
momento estaba debajo de su enemiga, y de repente giraba en el cielo y volaba detrás de
ella. Más y más alto volaron los dos dragones, mientras centenares de hombres los
observaban desde los techos de Tumbleton. Una que las cosas que se comentaron
después, era que el vuelo de Tessarion y Seasmoke parecía más una danza de
apareamiento que una batalla. Quizás lo era.
La danza se acabó cuando Vermithor subió rugiendo en el cielo.

Casi cien años más viejo y tan grande como los dos dragones jóvenes juntos, el dragón
de bronce estaba furioso cuando tomó el vuelo, con la sangre humeando de una docena
de heridas. Sin jinete, él no distinguía entre amigos o enemigos, así que soltó su furia en
todos, escupiendo fuego a ambos lados, quemando a cualquier hombre que se atrevió a
echar una lanza en su dirección.
Un momento después, Seasmoke cayó sobre él. De los cuatro dragones en el campo ese
día, sólo Seasmoke tenía un jinete. Ser Addam Velaryon había venido a demostrar su
lealtad destruyendo los Dos Traidores y sus dragones, y aquí estaba uno debajo de él,
atacando a los hombres que se le habían unido para esta batalla. Él debió de haber
sentido que era su deber protegerlos, aunque ciertamente supo en su corazón que su
Seasmoke no podría igualar al dragón más viejo.
Ésta no fue ninguna danza, sino una lucha a muerte. Vermithor había estado volando no
más de veinte pies sobre la batalla cuando Seasmoke lo golpeó chillando desde arriba
derribándolo al barro.
Los hombres y chicos corrieron aterrorizados o fueron aplastados cuando los dos
dragones rodaron y se rasgaron entre sí. Los rabos chasquearon y lanzaron golpes al
aire, pero las bestias se enredaron, así que ninguno pudo liberarse.
Benjicot Blackwood observó el forcejeo desde lejos sobre su caballo. El tamaño y peso de
Vermithor eran demasiado para que Seasmoke pudiera competir, dijo Lord Blackwood
muchos años después, y habría rasgado al dragón gris en pedazos… si Tessarion no
hubiera caído del cielo en ese mismo momento para unirse a la lucha.

¿Quién puede conocer el corazón de un dragón? ¿Era simplemente la avidez por la


sangre que hizo atacar a la Reina Azul? ¿Ella-dragón vino a ayudar a uno de los
combatientes? En ese caso, ¿a cuál? Algunos afirman que la atadura entre un dragón y el
jinete es tan profunda, que la bestia comparte los amores y odios de su amo. ¿Pero quién
era el aliado aquí, y quién el enemigo? ¿Un dragón sin jinete distingue el amigo del
enemigo?
Nunca tendremos las respuestas a esas preguntas. De toda esa historia lo que sabemos
es que tres dragones lucharon entre el barro y sangre y humo del Segundo Tumbleton.
Seasmoke fue el primero en morir, cuando Vermithor clavó sus dientes en su cuello y
rasgó su cabeza. Después el dragón de bronce intentó volar con su premio en sus
mandíbulas, pero sus alas rasgadas no pudieron alzar su peso. Después de un momento
él se derrumbó y murió. Tessarion, la Reina Azul, duró hasta el ocaso. Parecía estar tan
dolorida, que Lord Blackwood convocó a su mejor arquero quien se situó a cien yardas
(más allá del rango de los fuegos del dragón agonizante) y envió tres flechas a su ojo,
cuando ella cayó desvalida en la tierra.
Al crepúsculo, la lucha finalizó.

A la mañana después de la batalla, los conquistadores de Tumbleton fueron vistos fuera


de las paredes del pueblo buscando a más enemigos. Los cadáveres estaban sembrados
alrededor de la ciudad y entre ellos yacían los cadáveres de los tres dragones. Uno
permanecía aun: Silverwing, el dragón de Reina Alysanne había subido al cielo cuando
empezó la carnicería, rodeando el campo de batalla durante horas, volando en los vientos
calientes que subían desde los fuegos debajo. Descendió al anochecer, aterrizando al
lado de sus primos muertos.

Ocho de los trece Abrojos conspiradores habían muerto, entre ellos Lord Owen
Fossoway, Marq Ambrose y Jon Roxton el Intrépido. Richard Rodden, con una herida de
flecha en el cuello moriría al día siguiente. Quedaban cuatro, entre ellos Ser Hobert
Hightower y Lord Unwin Peake. Y aunque Hugh Martillo había muerto, y sus sueños de
majestad con él, aun quedaba el segundo Traidor. Ulf Blanco había despertado de su
sueño ebrio para descubrir que era el último jinete de dragón, y el amo del último dragón.
“El Martillo murió, y tu chico también,” le dijo, supuestamente, a Lord Peake. “Todo lo que
te queda soy yo.”
Cuando Lord Peake le preguntó por sus intenciones, Blanco contestó, “Nosotros
marcharemos, justo cómo querías. Tú tomas la ciudad, y yo tomaré el maldito trono, ¿qué
te parece?”
A la mañana siguiente Ser Hobert Hightower lo llamó para ajustar los detalles del ataque a
Desembarco del Rey. Él trajo dos cubas de vino como regalo, uno rojo de Dorne y uno de
oro de Árbor. Ulf era conocido por tener una inclinación por las más dulces vendimias.
Todavía, algo sobre el comportamiento de Hightower—estaba sudando y tartamudeando
y era demasiado cordial, testificó después el escudero que los sirvió —encendieron las
sospechas de Blanco. Cauto, insistió que Ser Hobert comparta con él el oro de Árbor.

La historia tiene pocas cosas buenas que contar sobre Ser Hobert Hightower, pero ningún
hombre puede poner en duda de cómo murió. En lugar de traicionar a sus compañeros
Abrojos, él permitió al escudero llenar su jarra, bebió y pidió más. Ulf vació tres jarras
antes de empezar a bostezar. El veneno en el vino eran suaves. Cuando Señor Ulf se
durmió para nunca despertar, Ser Hobert se levantó tambaleándose e intentó vomitar,
pero era demasiado tarde. Su corazón se detuvo una hora después.
Luego Señor Unwin Peake ofreció mil dragones de oro a cualquier caballero de
nacimiento noble que pudiera domar a Silverwing. Tres hombres aceptaron. Cuando el
primero se quedó sin un brazo y el segundo murió quemado, el tercer hombre lo
reconsideró. Por entonces el gran ejército que el Príncipe Daeron y Lord Ormund
Hightower habían liderado desde Antigua, estaba cayéndose a pedazos cuando los
desertores huyeron de Tumbleton con todo el pillaje que pudieron llevar. Asumiendo la
derrota, Señor Unwin convocó a los señores y sargentos y ordenó la retirada.
Addam Velaryon, nacido como Addam de Hull, acusado de ser un cambiacapas, había
salvado Desembarco del Rey de los enemigos de la reina… al costo de su propia vida.

Todavía la reina no supo nada sobre su valentía. El vuelo de Rhaenyra desde


Desembarco del Rey había sido asediado por obstáculos. Las puertas del castillo de
Rosby se cerraron antes de su llegada. El joven castellano de Lord Stokeworth le
concedió su hospitalidad, pero sólo durante una noche. La mitad de los Capas Doradas
desertó por el camino, y una noche su campamento fue atacado por los hombres rotos.
La reina siguió hacia Duskendale.
La Casa Darklyn había estado entre los partidarios más firmes de Rhaenyra, pero el costo
de esa lealtad había sido alto. Sólo la intercesión del Ser Harrold Darke persuadió a Lady
Meredyth Darklyn de permitirle el ingreso a la reina dentro de sus muros (Darke era un
pariente distante de los Darklyn, y Ser Harrold había servido una vez como escudero del
difunto Ser Steffon), y sólo con la condición de que ella no se quedaría por mucho
tiempo.
La Reina Rhaenyra no tenía oro ni barcos. Cuando había enviado a Señor Corlys a los
calabozos, ella había perdido su flota, y había huido de Desembarco del Rey aterrorizada
por su vida, sin más que unas monedas.
Desesperada y temerosa, Su Gracia se tornó más gris y macilenta que nunca. Ella no
podía dormir y no comía. Ni podía soportar estar separada del Príncipe Aegon su último
hijo viviente; día y noche, el muchacho permanecía a su lado, “como una pequeña sombra
pálida.”

Rhaenyra fue obligada a vender su corona para poder comprar el pasaje en un buque
mercante de Braavos, el Violande. Ser Harrold Darke le aconsejó buscar refugio con Lady
Arryn en el Valle; aunque Ser Medrick Manderly intentó persuadirla de acompañarlo y a su
hermano Ser Torrhen al Puerto Blanco, pero Su Gracia se negó. Era inexorable en
regresar a Rocadragon. Allí encontraría los huevos de dragón, les dijo a sus leales; debía
tener otro dragón, o todos estaban perdidos.
Estaba lloviendo cuando la partida de la reina desembarcó, y había poca gente en el
puerto. Incluso los burdeles del muelle parecían oscuros y abandonados, pero Su Gracia
no prestó atención. Enferma de cuerpo y espíritu, destrozada por la traición, Rhaenyra
Targaryen sólo quería regresar a su propia sede, dónde imaginó que ella y su hijo
estarían seguros. Nada hizo sospechar a la reina de que estaba a punto de sufrir
la última y más dolorosa alevosía.

Cuando Rhaenyra preguntó por qué el castellano Lord Quince no había venido a recibirla,
le respondieron que vería al “gordo amigo” en el castillo. Y ella lo hizo… aunque el
cadáver carbonizado de Quince estaba quemado más allá del reconocimiento, colgando
de las almenas de la caseta del guardabarrera junto al Maestro de Armas y el capitán de
los guardias. Se dice que la sangre desapareció de las mejillas de la reina cuando vio los
cuerpos, pero el joven Príncipe Aegon fue el primero en comprender lo que eso
significaba.
“¡Madre, huya!” gritó, pero era demasiado tarde. Los hombres se abalanzaron sobre los
protectores de la reina. Un hacha le cortó la cabeza de Ser Harrold Darke antes de que su
espada pudiera salir de la vaina, y Ser Adrián Redfort fue apuñalado por la espalda con
una lanza. Sólo Ser Loreth Lansdale se movió bastante rápidamente para atacar en
defensa de la reina, reduciendo a los dos primeros hombres antes de ser matado. Y así
murió el último hombre de la Guardia de la Reina.
El chico, la reina, y sus señoras marcharon a punta de lanzas a través de las puertas de
Rocadragón al patio del castillo. Allí se encontraron cara a cara con un hombre muerto y
un dragón agonizante. Las escamas de Sunfyre todavía brillaban como oro batido en la
luz del sol, yaciendo desparramado sobre las fundidas piedras negras de Valyria del patio,
y se veía claramente que era una cosa rota, el que había sido alguna vez el dragón más
magnífico que había volado los cielos de Westeros.

Uno preguntaría, como Rhaenyra ciertamente lo hizo, cómo todo esto pudo haber
pasado.
Nosotros sabemos mucho más ahora que la reina. Fue Lord Larys Strong, el Patizambo,
quien sacó al rey y sus niños fuera de la ciudad cuando el primero de los dragones de la
reina apareció en el cielo sobre Desembarco del Rey. Para no atravesar ninguna de las
puertas de la ciudad, dónde podrían ser vistos y recordados, Lord Larys los llevó a través
de algún pasaje secreto de Maegor I el Cruel que sólo él conocía.
Era Señor Larys quien también decretó que el grupo de los fugitivos debía dividirse,
pues aun cuando uno fuese cogido, los otros pudieran lograr salir. Se le ordenó a Ser
Rickard Thorne entregar al Príncipe Maelor de dos años a Lord Hightower. La Princesa
Jaehaera, una dulce chica de seis, fue puesta a cargo de Ser Willis Fell, quién juró llevarla
a salvo al Bastión de Tormentas. Ninguno sabía adónde estaba destinado el otro, y de
este modo no podría traicionar al otro si fuese capturado.
Y sólo el propio Larys supo que el rey, despojado de su galas y envuelto en una capa de
pescador manchada de sal, había estado oculto entre una carga de bacalao en un esquife
de pesca al cuidado de un caballero bastardo con familiares en Rocadragón. Una vez que
ella comprendiera que el rey había huido, razonó Patizambo, Rhaenyra seguramente
enviaría a sus hombres a buscarlo… excepto en un barco que no deja ninguna estela en
las olas, y los pocos cazadores pensarían en buscar a Aegon en la propia isla de su
hermana, en la misma sombra de su fortaleza.
Y allí Aegon había permanecido, escondido e indemne, embotando su dolor con vino y
ocultando sus cicatrices de las quemaduras bajo una pesada capa.

Después de que el nefasto ataque de Lord Walys Mooton lo llevó del campo de cenizas y
huesos fuera del Grajal, la historia pierde de vista a Sunfyre por más de medio año.
(Ciertos cuentos en los salones de los Crabb y Brune sugieren que el dragón pudo
haberse refugiado en los oscuros bosques del pino y cuevas de Punta Zarpa Rota por
algún tiempo.) Aunque su ala rora se había remendado bastante para que él pudiera
volar, había sanado a un ángulo feo, y seguía débil. Sunfyre ya no podía volar, no podía
permanecer en el aire durante mucho tiempo, y podría, por necesidad, esforzarse a volar
distancias cortas. Todavía, de algún modo, él había cruzado las aguas de Bahía de
Aguasnegras… pues era Sunfyre al que vieron los marineros en el Nessaria atacando al
Fantasma Gris. Ser Robert Quince había culpado al Caníbal… pero Tom Tangletongue,
un tartamudo que oía más de lo que decía, había recorrido Volantis, tomando nota de las
veces que mencionaron las escamas doradas del atacante. El Caníbal, como sabía bien,
era negro como carbón.

El rey quemado y el dragón mutilado, cada uno encontró un nuevo designio en el otro.
Desde una yacija oculta en las cuestas orientales desoladas del Monte Dragón, Aegon se
aventuró cada día al alba, volando de nuevo por primera vez desde el Grajal, mientras los
Dos Toms y su primo Marston Aguas habían regresado al otro lado de la isla para buscar
a los hombres dispuestos a tomar el castillo. Incluso en Rocadragón, por mucho tiempo la
sede y fortaleza de la Reina Rhaenyra, ellos encontraron a muchos desconformes con la
reina por razones buenas y malas. Algunos estaban afligidos por sus hermanos, hijos, y
padres matados durante el Sembradio, o durante la Batalla del Gaznate; algunos
esperaban conseguir un botín o promoción, aunque otros creían que un hijo debía venir
antes que una hija, otorgándole el justo derecho a Aegon.

Ser Alfred Broome demostró ser el más deseoso de traicionar a su reina a cambio de una
promesa de señoría, tierras, y oro una vez que Aegon II recobrara el trono. Su largo
servicio en la guarnición le permitió aconsejar a los hombres del rey sobre las fuerzas y
debilidades de Rocadragón; los guardias que podrían sobornarse, o persuadirse, y a
quienes debían matar, o encarcelar

Finalmente, la caída de Rocadragón duró menos de una hora. Los infames hombres de
Boome abrieron una puerta de la poterna durante la hora de fantasmas para permitir a sus
hombres resbalarse en el castillo inadvertidamente. Mientras una banda tomó la armería,
la otra capturó a los guardias leales de Rocadragón y al Maestro de Armas; Ser Marston
sorprendió al Maestre Hunnimore en su colonia de grajos, para que ninguna noticia del
ataque pudiera escapar con el cuervo. El propio Ser Alfred lideró a los hombres que
irrumpieron en las recámaras del castellano para sorprender a Ser Robert Quince.
Cuando Quince trató de bajar de su cama, Broome insertó una lanza en su pálida barriga
con un empujón tan fuerte, que la lanza salió por la espalda de Ser Robert, a través del
colchón de plumas y paja.

Sólo en un aspecto el plan falló. Cuando Tom Tangletongue y sus rufianes tiraron abajo la
puerta de la alcoba de Lady Baela para tomarla prisionera, la chica se resbaló fuera de su
ventana, corriendo por las azoteas y bajó por los muros, hasta que llegó al patio. Los
hombres del rey habían tenido el cuidado de enviar a los guardias a custodiar el establo,
dónde los dragones del castillo habían sido guardados, pero Baela había crecido en
Rocadragón y conocía los pasillos en el interior y exterior. Cuando sus perseguidores la
alcanzaron, ella ya había soltado las cadenas de Moondancer y atado una silla de montar.
Cuando el Rey Aegon II voló con Sunfyre encima de la humeante cresta del Monte
Dragón e hizo su descenso, seguramente esperando hacer una entrada triunfante en un
castillo en manos de sus propios hombres, con los leales de la reina matados o
capturados, se encontró con Baela Targaryen, la hija del Príncipe Daemon y Lady Laena,
e intrépida como su padre.
Moondancer era un dragón joven, verde pálido, con los cuernos, cresta y membranas de
sus alas perladas. Aparte de sus grandes alas, no era más grande que un caballo de
guerra, y pesaba menos. Sin embargo era muy rápida y Sunfyre, aunque mucho más
grande, todavía se esforzaba con un ala malformada, y tenía heridas frescas de su lucha
con el Fantasma Gris.

Se encontraron en la oscuridad que viene antes del alba, sombras en el cielo iluminando
la noche con sus fuegos. Moondancer eludió las llamas de Sunfyre, eludió sus
mandíbulas y sus garras, entonces giró alrededor y rasgó al dragón más grande desde
arriba, abriendo una larga herida humeante en su lomo y rasgando su ala herida. Los
observadores debajo habían relatado que Sunfyre estuvo tambaleándose en el aire,
luchando para conservar la altura, mientras Moondancer giró y regresó a por él,
escupiendo fuego. Sunfyre contestó con una explosión de llamas doradas tan brillante,
que iluminó el patio debajo como un segundo sol, una explosión que tomó a Moondancer
justo en los ojos. En ese momento el dragón joven quedó ciego, no obstante siguió
volando, cayendo de golpe sobre Sunfyre en un enredo de alas y garras. Cuando ambos
cayeron, Moondancer atacó repetidamente el cuello de Sunfyre, rasgando bocados de
carne, aunque el dragón mayor hundió sus garras en su bajo vientre. Cubierta en fuego y
humo, ciega y sangrando, las alas de Moondancer pegaron desesperadamente cuando
ella intentó separarse, pero a pesar de todos sus esfuerzos fue cayendo lentamente. Los
observadores en el patio corrieron por su seguridad, cuando los dragones cayeron de
golpe en la dura piedra, todavía luchando. En la tierra, la agilidad de Moondancer era
poco útil contra el tamaño y peso de Sunfyre. El dragón verde pronto quedó inmóvil. El
dragón dorado gritó su victoria e intentó subir de nuevo, sólo para derrumbarse con sus
heridas vertiendo sangre caliente.
El Rey Aegon saltó de la silla de montar cuando los dragones todavía estaban a veinte
pies de la tierra, rompiéndose ambas piernas. Lady Baela se quedó con Moondancer todo
el tiempo. Quemada y maltrecha, la muchacha todavía encontró la fuerza para deshacer
las cadenas de la silla de montar y arrastrarse lejos, cuando su dragón se enroscó en los
estertores de la muerte. Cuando Alfred Broome blandió su espada para matarla, Martson
Aguas le quitó la hoja de su mano. Tom Tangletongue la llevó al maestre.

Y así el victorioso el Rey Aegon II ocupó el sitial hereditario de la Casa Targaryen, pero el
precio que pagó era horrible. Sunfyre nunca volaría de nuevo. Permaneció en el patio
dónde había caído, alimentándose del cadáver de Moondancer, y después de ovejas. Y
Aegon II vivió el resto de su vida sufriendo grandes dolores… aunque en su honor, Su
Gracia se negó a beber la leche de amapola.
“No recorreré ese camino de nuevo,” dijo.

No mucho tiempo después, cuando el rey estaba en el gran salón del Tambor de Piedra
csus piernas rotas vendadas y entablilladas, el primero de los cuervos de la Reina
Rhaenyra llegó de Duskendale. Cuando Aegon supo que su media hermana estaría
volviendo en el Violande, ordenó a Ser Alfred Broome que organice una “bienvenida
conveniente” para su regreso al hogar.

Todo esto ya lo conocemos. Nada de esto lo sabía la reina cuando bajó a tierra, cayendo
en la trampa de su hermano.

“Hermana,” llamó el Rey desde un balcón. Incapaz de caminar, o incluso estar de pie,
había sido llevado en una silla. La cadera fracturada en Grajal había vuelto a Aegon
encorvado y dislocado; sus rasgos -una vez guapos- se habían vuelto hinchados por la
leche de amapola y las cicatrices de las quemaduras cubrían la mitad de su cuerpo. Sin
embargo Rhaenyra lo reconoció en seguida y dijo, “Estimado hermano. Yo había
esperado que estuvieras muerto.”
“Después de ti,” Aegon contestó. “Eres la mayor.”
“Me agrada saber que recuerdas eso,” contestó Rhaenyra. “Al parecer somos tus
prisioneros… pero no pienses que nos retendrás por mucho tiempo. Mis señores leales
me encontrarán.”
“Si exploran los siete infiernos, quizás,” respondió el Rey, cuando sus hombres alejaron a
Rhaenyra de los brazos de su hijo.
Algunas historias dicen que era Ser Alfred Broome quien la sostenía de su brazo; otros
nombran a los dos Toms, Tanglebeard padre y Tangletongue hijo. Ser Marston Aguas era
un testigo también, vestido en la capa blanca, pues el Rey Aegon lo había incluido a su
Guardia Real por su valor.

No obstante ni Aguas, ni ninguno de los otros caballeros y señores presentes en el patio


dijo una palabra de protesta cuando el Rey Aegon II entregó a su media hermana a su
dragón. Al principio Sunfyre parecía no mostrar ningún interés por la ofrenda, hasta que
Broome pinchara el pecho de la reina con su daga. El olor de la sangre despertó entonces
al dragón, que olfateó a Su Gracia y la bañó con una explosión de llamas, tan de repente,
que la capa de Ser Alfred cogió el fuego y tuvo que brincar para alejarse. Rhaenyra
Targaryen tuvo tiempo para levantar la cabeza hacia el cielo y chillar una última maldición
a su medio hermano antes de que las mandíbulas de Sunfyre se cerraran a su alrededor,
rasgando su brazo y hombro.
El dragón dorado devoró a la reina en seis mordiscos, dejando sólo su pierna izquierda
debajo de la espinilla “para el Extraño.”
El hijo de la reina miraba horrorizado, incapaz de moverse. Rhaenyra Targaryen, el
Deleite del Reino y Reina por Medio año, pasó por este velo de lágrimas el día
veintidoseno de décima luna del año130 después de la Conquista de Aegon. Ella tenía
treinta y tres años de edad.

Ser Alfred Broome sugirió que también asesinaran al Príncipe Aegon, pero el Rey Aegon
lo prohibió declarando que el chico de diez años todavía podría ser valioso como rehén.
Aunque su media hermana estaba muerta, ella todavía tenía partidarios con los que
debería negociar, antes de poder sentarse en el Trono de Hierro de nuevo. Así que el
Príncipe Aegon fue esposado por el cuello, muñeca y tobillo y llevado a los calabozos
debajo de Rocadragón. Las damas de compañía de la difunta reina de noble nacimiento
fueron encerradas en las celdas de la Torre del Dragón Marino a la espera del rescate.
“Se acabó el tiempo de la ocultación,” declaró el Rey Aegon II. “Que vuelen los cuervos
para que el reino se entere de que la impostora está muerta, y su verdadero rey llegó a
casa para reclamar el trono de su padre.”

Todavía incluso los verdaderos reyes pueden proclamar algunas cosas más fácilmente
que cumplirlas. En los días que siguieron a la muerte de su media hermana el rey se
aferró a la esperanza de que Sunfyre se recuperara lo suficiente para volar de nuevo. En
cambio, el dragón sólo parecía debilitarse más y más, y pronto las heridas en su cuello
empezaron a heder. Incluso el humo que exhalaba tenía un hedor nauseabundo y hacia el
final ya no comía. En el noveno día de la duodécima luna de 130 CA, el magnífico dragón
dorado - que había sido la gloria del Rey Aegon - murió en el patio de Rocadragón dónde
había caído. Su Gracia lloró.

Cuando su pesar había pasado, el Rey Aegon II convocó a sus leales e hizo planes para
su retorno a Desembarco del Rey para reclamar el Trono de Hierro y reunirse una vez
más con su señora madre, la Reina Viuda, quien había surgido triunfante por fin sobre su
gran rival y sobreviviéndola.

“Rhaenyra nunca fue una reina,” declaró el rey, insistiendo que de aquí en adelante, en
todas las crónicas y archivos de la corte, su media hermana será nombrada únicamente
como “princesa” y el título de reina era reservado sólo para su madre Alicent y su finada
esposa y hermana Helaena, “las verdaderas reinas.” Y así fue decretado.

Todavía el triunfo de Aegon demostraría ser tan efímero como agridulce. Rhaenyra estaba
muerta, pero su causa no había muerto con ella, y nuevos ejércitos de los “negros”
estaban en marcha, incluso luego de que el rey había vuelto a la Fortaleza Roja. Aegon II
se sentaría en el Trono de Hierro nuevamente, pero nunca se recuperaría de sus heridas;
no tendría ni alegría, ni paz. Su restablecimiento duraría sólo seis meses.

La historia de cómo cayó el Segundo Aegon y fue sucedido por el Tercero, será contada
en otro momento, sin embargo. La guerra por el trono seguiría, pero la rivalidad que
empezó en un baile en la corte, cuando una princesa vistió de negro y una reina de verde
se ha acabado, y con esto concluye esta parte de nuestra historia.

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