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con un Manuel como usted. En esa campaña todo fue improvisado menos la
estuvimos. No comparto nada de lo que usted piensa, pero nos jugamos la vida
juntos por esta tierra y nuestras sangre tuvo el mismo color cuando se derramó en
el combate. Sólo ahora lo comprendo. Los aristócratas del dinero. Los soldados de
levita y galera negra, cuyo honor se vende al mejor postor. Envenenaron la mente
Usted sabe cómo es, vanidoso, soberbio, no tiene cabeza y hoy cuando se negó a
compadre, gaucho ladino que quiere ser rey. Mire las casualidades, también se
llama Manuel y son tres en esta historia. Usted era el mayor obstáculo en su
camino, manejó las cosas para sacarle del medio, le mandó un montón de
paisanos y de indios mal armados. No eran rivales para nosotros. Usted fue un alfil
-Todos mienten Goyo, nadie quiere el bien de la patria, nadie quiere la unión
verdadera. A ninguno le conviene educar al gauchaje, para ellos valen menos que
una vaca. La avaricia y la vanidad los ciegan. Se creen superiores a todos y con
derechos sobre todos. Sólo les importa el poder y los negocios del poder. Tener el
poder absoluto. El cielo sabe que lo intenté, el cielo sabe que eso despertó su furia
y los hizo actuar. Van a comenzar un baño de sangre y no les importa. Muchos
sufrirán con esta locura. Que caigan mil o diez mil inocentes les da igual, son
números. Ustedes serán los nuevas piezas y seguirá la partida. Mientras, esos
-Goyo le pido que cuide de mi familia, a ningún otro se lo puedo pedir. Tan
poco les di, solo fui un ausente, un egoísta. Dele la casaca a mi mujer para que
recuerde a su infortunado esposo y los tiradores a mi pobre niña que los bordó con
tanto amor. Dígales que son lo que más quiero, ya lo escribí en las cartas que les
-Así será compadre, me ocuparé que nadie las toque. Mientras este cerca
estarán seguras. Pero usted sabe como son las vueltas en esta tierra. No sé si
veces tuvo miedo de lo que podía pasar, pero ahora el miedo lo aprieta porque
El calor de ese viernes trece de diciembre era agobiante, para colmo el viento
soplaba fuerte del norte. Sucio, con mugre de días, la ropa áspera de polvo y la
-Se imagina compadre si nos viera el general con las botas sucias. A usted
Nos dimos un fuerte abrazo y me fui. Eran ocho que esperaban la orden,
lloraban, sabían que el cuero que se jugaría de ahora en adelante era el de ellos.
Porque no entendiste razones Juan, porque fuiste tan necio, porque te creíste
todas las mentiras. No pude mas y delante de toda la tropa, yo, Gregorio Araoz de
Escuché ocho truenos, el pecho de Manuel había parido ocho flores rojas.
rechazaron sus pies. Los pájaros dejaron de volar sobre su cabeza y los perros
que esta tierra nunca aceptaría recibir su carne. Se había convertido en una
Manuel Dorrego mojó los campos de Navarro, Juan Galo de Lavalle comprendió