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Luis Ayhllón
La haine de la musique
PERSONAJES
BERTA, 30 años
HÉCTOR, 30 años
DARÍO, 45 años
UN SOLDADO.
LUGAR
MOMENTO ÚNICO
1
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
Un silencio.
Entra Héctor.
Héctor lo golpea.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
Un silencio.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
Un silencio.
Salen Héctor y Berta. Comienzan a hacer el amor en el baño. Sus jadeos se confunden con
los lamentos del soldado.
DARÍO: ¿Qué hacen? ¡Mierda! Lo que me faltaba. ¡Ya terminen de una puta vez!
Lleno de rabia, Darío sale. Después de un momento entran Héctor y Berta arrastrando al
soldado. Queda un rastro de sangre en el suelo.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
Entra Darío.
6
Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
BERTA: Ya desfalleció.
HÉCTOR: Tanto para que se muera el pendejo.
BERTA: ¿Te puedes callar?
HÉCTOR: Ah, ¿eso es lo que quieres?
BERTA: Quiero que te pongas a transcribir las partichelas. Necesita otra curación Arranca
un pedazo de allá.
DARÍO: Todavía respira. Sólo es un desmayo. Te ayudo, déjame amarrar.
BERTA: Darío.
DARÍO: Dime.
BERTA: Si descubrimos que es un soldado lo dejamos afuera.
DARÍO: Está bien.
BERTA: Necesitamos agua.
DARÍO: Voy a buscar.
Sale Darío.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
BERTA: Mi mano seguirá sangrando tu espalda. Mi coño seguirá por siempre restregando
en los resto de ti…
HÉCTOR: Mis manos seguirán amasando la carne de tu trasero…
BERTA: Nuestros muñones carbonizados buscarán su ceniza; tu semen y mis líquidos se
derramarán por siempre en la puta tierra…
HÉCTOR: En La Puta Tierra…
BERTA: Así, así, así…
HÉCTOR: ¡Puta, puta puta puta puta!
Dos silencios.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
DARÍO: Había a menos de un kilómetro una casa con una familia muerta.
HÉCTOR: ¿Estará bien el agua?
DARÍO: Ya la probé.
SOLDADO: Dame.
DARÍO: Primero ella.
BERTA: Sólo un trago. Gracias.
HÉCTOR: Gracias.
SOLDADO: Más.
DARÍO: Es para todos.
SOLDADO: ¿Qué vamos a hacer?
DARÍO: A morir.
SOLDADO: Me han dicho que hay un refugio cerca de la frontera, podemos ir ahí.
DARÍO: No vamos a ir a ningún lado.
SOLDADO: Vámonos.
DARÍO: Nos hemos reunido para tocar una partitura de Carlo Guzmán.
SOLDADO: ¿Quién es Carlo Guzmán?
HÉCTOR: Un compositor. ¿Entiende esa palabra?
SOLDADO: Sí.
HÉCTOR: ¿Qué es?
SOLDADO: Hacen… canciones.
HÉCTOR: Canciones.
SOLDADO: Sí, canciones. ¿Para qué quieren tocar?
HÉCTOR: Para morir bien. Carlo murió a los diecinueve años. Componía desde los seis. Su
primera melodía era para piano. ¿Sabes lo que pasó en su casa?
SOLDADO: No.
HÉCTOR: Cuando interpretó por primera vez la melodía era de noche. Tenía un jardín lleno
de flores. Al terminar sus padres estaban sorprendidos de que todas esas flores
apuntaban a la ventana donde se encontraba el piano.
SOLDADO: Ah.
HÉCTOR: ¿No entiendes? ¡Todas la malitas flores voltearon! Y eso que había variedad en
el jardín. Dicen que lo mismo hicieron las gardenias y los alcatraces, dicen incuso que
los dientes de león volaron por el aire y cientos de pistilos escupieron su polen.
¿Entiendes?
SOLDADO: Sí.
HÉCTOR: ¡Explícalo!
SOLDADO: A las flores les gustó su música.
HÉCTOR: ¿No se te hace extraordinario?
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
SOLDADO: SÍ.
HÉCTOR: ¿Cómo se te va a hacer extraordinario? Ni siquiera sabes de lo que hablamos.
¿Tienes alguna puta idea de lo que es la música?
SOLDADO: Sí, he escuchado música.
HÉCTOR: ¿Qué tipo de música?
SOLDADO: No sé.
HÉCTOR: Dime.
SOLDADO: Éxitos del momento.
HÉCTOR: ¿Cuáles éxitos del momento? ¿De qué carajos hablas?
SOLDADO: Sí, tú sabes. Canciones bonitas…
HÉCTOR: ¿Bonitas? ¿Dijiste bonitas?
SOLDADO: Sí, eso dije.
HÉCTOR: No seas pendejo. La música no es bonita. Y menos la música de Carlo. A lo mejor,
mientras interpretamos su última melodía, algo grande te pasa a ti.
SOLDADO: ¿Algo como qué?
HÉCTOR: No sé. A lo mejor se te quita lo pendejo.
SOLDADO: No quiero morir.
HÉCTOR: Todos vamos a morir imbécil.
SOLDADO: No quiero morir con música.
HÉCTOR: Es mejor morir con música.
DARÍO: Déjalo que se vaya. Ándale. Arrástrate en medio de la ciudad con tu estómago por
fuera, a la deriva de cualquiera.
SOLDADO: Quiero ir a la frontera.
BERTA: Vete.
SOLDADO: No puedo solo.
BERTA: Si no puedes solo, quédate quieto. Callado. De vez en cuando te daremos un sorbo
de agua si no hablas. Te cambiamos la curación si no hablas. Te ayudamos a morir
mejor.
SOLDADO: ¡No quiero morir!
HÉCTOR: ¿Quieres que te saque entonces?
SOLDADO: No.
DARÍO: Ya me estoy arrepintiendo de haberte ayudado.
SOLDADO: ¡Ayúdenme!
DARÍO: O te callas, o no respondo.
SOLDADO: ¡No quiero morir!
DARÍO: ¿Por qué? ¿Qué problema hay en que muera alguien como tú?
SOLDADO: ¡No quiero morir! ¡No quiero morir!
BERTA: ¡Cállate si no quiere que entierre este clavo en tu maldita herida! ¡Guarda silencio!
SOLDADO: Pero…
BERTA: Estoy hablando enserio. No digas ni una puta palabra. Eso, calladito.
HÉCTOR: Ya casi está.
BERTA: No es posible.
HÉCTOR: El primer movimiento. Listo. Aquí está.
DARÍO: ¿No nos esperamos al final?
BERTA: Es mejor parte por parte. No hay tiempo para esperar. No lo puedo creer.
DARÍO: Afinemos.
HÉCTOR: Así, bien.
BERTA: Espérense, se me subió la presión.
HÉTOR: ¿Lista?
BERTA: Lista.
DARÍO: 1-2-3, 4-5-6…
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
BERTA: Acabo de recordarlo. Tú y yo tuvimos un hijo. Un hijo que murió a los cinco años.
DARÍO: ¿No lo recordabas?
BERTA: Acabo de recordar que lo concebimos dentro de un salón del conservatorio.
DARÍO: Tus manos se apoyaban sobre un piano…
BERTA: Subiste mis piernas a tus hombros…
HÉCTOR: Berta…
BERTA: Y entraste poco a poco…
DARÍO: Me acuerdo que te besaba los brazos sin parar…
HÉCTOR: Es suficiente…
BERTA: No es suficiente. No lo recordaba.
DARÍO: ¿Recuerdas que teníamos restos de manzana en la boca?
BERTA: Sí, y también que me besaste todo el rostro, así…
HÉCTOR: ¿Qué te pasa?
BERTA: Déjame…
DARÍO: No la toques. Aléjate.
HÉCTOR: ¿Quieres que me vaya?
BERTA: Como quieras.
DARÍO: Dame esa boca…
Un silencio.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
Hay una fuerte detonación. El soldado tapa sus oídos con desesperación. Héctor aprovecha
para derribarlo. Lo golpea. Le coloca la pistola en la cabeza.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
HÉCTOR: Entiendo que hayas tenido un hijo, pero eso fue hace mucho tiempo.
BERTA: No sé, de pronto recordé.
HÉCTOR: Bonitos recuerdos se te vienen.
BERTA: Héctor, el mundo de afuera se está muriendo. No seas ridículo con tus celos.
HÉCTOR: Antes de tocar ese movimiento me amabas.
BERTA: Te amo.
HÉCTOR: Algo está mal.
DARÍO: ¿Qué sientes por mí ahora?
HÉCTOR: No te pongas de nostálgico pendejo.
SOLDADO: Lo que yo creo…
HÉCTOR: Cállate imbécil, no te estoy preguntando nada.
DARÍO: No es nostalgia gratuita. Quiero sabes qué siente por mí, porque me acuerdo que
hace algunos minutos no sentía nada.
BERTA: De pronto recordé por qué estuve contigo.
DARÍO: Dijiste que eso no era amor.
BERTA: Lo sé, pero de todas formas lo recordé. Recordé también a nuestro hijo.
HÉCTOR: ¿Qué hago entonces? ¿Lo mato o qué?
SOLDADO: No lo hagas.
HÉCTOR: Si entiendo bien, esa música te ayudó a recordar. Y a esta mierda le curó sus
heridas. Pero ni a Darío ni a mí nos hizo nada.
DARÍO: No hables por mí.
HÉCTOR: No te pasó nada.
DARÍO: ¿Tú qué sabes?
HÉCTOR: ¿Qué te pasó? Tu nariz está igual.
DARÍO: No es eso.
HÉCTOR: ¿Entonces?
DARÍO: Es algo más sutil.
HÉCTOR: No mames. ¿Cómo que algo más sutil?
DARÍO: Siempre estaba cansado.
HÉCTOR: ¿De qué hablas?
DARÍO: Espérame. Es como si… De pronto me sentí, joven.
HÉCTOR: ¿Y eso qué?
DARÍO: ¿No me entiendes o qué?
HÉCTOR: No estamos para sutilezas.
DARÍO: Es como si ya no tuviera diabetes.
HÉCTOR: No estoy para bromas.
DARÍO: ¡No estoy jugando! Me siento bien, sin pesar ni cansancio.
SOLDADO: ¿Lo ves?
HÉCTOR: Cállate.
BERTA: ¿Es en serio?
DARÍO: Lo juro. Algo pasó con la música.
HÉCTOR: No estoy para tolerarte. Ya me tienes harto.
DARÍO: Tranquilízate, no estoy mintiendo.
BERTA: ¿Qué haces?
HÉCTOR: Voy a volarle la cabeza.
SOLDADO: No lo hagas.
BERTA: Hay que aclarar qué está pasando.
HÉCTOR: Es un maldito soldado.
SOLDADO: No sé quién soy.
HÉCTOR: Quería violarte.
SOLDADO: Porque de pronto sentí que el mundo se iba a acabar.
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
al carro que se aproximaba. Te aseguro que ese amigo hasta su muerte estuvo metido
en esa música.
SOLDADO: Que horror.
BERTA: No. Horror es vivir para morir sin música. Eso es horror. Desde que inició la guerra
todos vivimos para morir. Carlo le regaló a mi amigo una redención. Aunque se haya
quedado como imbécil, él estaba en el paraíso ¿entiendes? Su imaginación estaba
perdida en la agógica, la dinámica, la melodía y los silencios. Nosotros somos
privilegiados. Podemos morir con música dentro de nosotros. Música que nunca va dejar
de fluir. Nunca. Aun cuando no quede de nuestra carne más que puros gusanos
radiactivos.
DARÍO: Tienes qué hacer un esfuerzo. ¿Qué es lo que sientes?
HÉCTOR: No me ha pasado nada.
DARÍO: Piénsalo bien.
HÉCTOR: Ya lo hice.
DARÍO: ¿Alguna sutileza?
HÉCTOR: Ah, sí, fíjate que se me quitó un quiste. No seas idiota. Ya te dije que no me pasó
nada.
BERTA: Cuando escuché la pieza terminé mojada.
HÉCTOR: Te escuché pendeja.
BERTA: ¿Cómo me dijiste?
HÉCTOR: Pendeja.
BERTA: Lárgate.
DARÍO: Esto no lo puedo tolerar. Lárgate Héctor.
HÉCTOR: Oblígame.
DARÍO: Suelta el arma. No seas cobarde.
HÉCTOR: Eres una pendeja. ¿Qué carajos te pasa? A cualquiera le confiesas tus hábitos
sexuales.
BERTA: Es el fin del mundo Héctor, lo sabes. Si no entiendes de qué se trata el fin, lárgate.
HÉCTOR: Según recuerdo, se trataba de amarnos.
BERTA: Tú lo has dicho. De amarnos.
HÉCTOR: ¿Entonces?
BERTA: Quiero que te vayas.
HÉCTOR: No te voy a dejar sola. El fin se trata de nosotros.
BERTA: El fin se trata de estar en paz con los demás.
HÉCTOR: Yo no traje a ninguna otra mujer. No seas egoísta. Hace rato ibas a coger con
Darío.
BERTA: Y si no hubieras estado lo habría hecho.
DARÍO: ¿En serio?
HÉCTOR: ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué me dices eso?
BERTA: Hay poco tiempo.
HÉCTOR: ¿Para qué?
BERTA: Para decirnos todo.
HÉCTOR: Dímelo todo pues. Pero sólo a mí.
BERTA: Ya te dije todo lo que despiertas en mí, pero no puedo estar todo el tiempo contigo.
HÉCTOR: Y yo mientras qué. ¿Cómo debo pasar este final?
BERTA: Amándome.
HÉCTOR: No puedo estar aquí.
BERTA: ¿Entonces?, ya te dije que te fueras.
DARÍO: Lo mejor será que se vaya.
HÉCTOR: No pueden tocar sin mí.
BERTA: ¿Puedes recordar cómo tocaba el violín?
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Música para el fin del mundo Luis Ayhllón
SOLDADO: No creo.
HÉCTOR: Esto es ridículo.
BERTA: En apariencia, cruzar la ciudad en plena guerra por una partitura suena igual de
ridículo y no lo es. Para mí no lo es.
SOLDADO: Creo que nació hace veintidós años. Lo primero que recordaba es que dos meses
antes de nacer, su madre tocaba el piano.
BERTA: ¿Lo ves?
HÉCTOR: Voy a matarlo.
SOLDADO: Eran sonidos distorsionados y acuosos…
BERTA: Hazlo pues.
HÉCTOR: ¿Hacer qué?
BERTA: Dispárale.
DARÍO: Eres igual a todos los de afuera.
HÉCTOR: No te metas.
DARÍO: Mátame a mí.
HÉCTOR: No lo voy a hacer. Quítate.
DARÍO: Si lo matas, matas a Carlo.
HÉCTOR: ¡Él ya está muerto! ¡Estaba desangrado!
DARÍO: Es mejor que te vayas.
SOLDADO: Cuándo tenía cuatro años, fue por primera vez a un concierto. Cuando terminó,
era tanta su emoción que su madre tardó un par de horas en sacarlo de la sala.
DARÍO: Voy a seguir transcribiendo.
SOLDADO: No sé qué hacer. No sé quién soy.
BERTA: Eres parte de Carlo.
SOLDADO: Pero soy alguien más.
DARÍO: Pero te aseguro que alguien menos interesante. Se la pasaba llorando por su vida.
BERTA: Era hostigante.
DARÍO: No cualquiera tiene la oportunidad de convertirse en una persona nueva.
BERTA: En una mejor persona nueva.
SOLDADO: No puedo ser Carlo. Sólo me llagan algunos recuerdos. Siento como si ya te
conociera.
BERTA: Cuando escuché esa melodía para piano a los quince años, tuve varios orgasmos.
Soñaba con los pasajes musicales, con las manos del pianista. Después de la melodía
seguía imaginando las manos. Las imaginaba escondidas dentro del piano de mi casa.
Aguardaba hasta que todos en casa dormían, salían sigilosas y se metían bajo mis
sábanas. Me acariciaban todo el cuerpo. Mientras una de ellas me rozaba los pezones,
la otra metía un par de dedos en mi vagina y hacía un trino allegro molto e vivace. Hasta
que terminaba dos o tres veces.
SOLDADO: ¿Eran las manos de Carlo?
BERTA: Sí, pero yo no lo conocía, cuando por fin lo conocí, era todavía un niño y dejé de
tener fantasías con sus manos.
SOLDADO: No puedo creer lo que está pasando.
BERTA: Cosas así, siempre pasan con su música.
SOLDADO: Mis manos son grandes.
DARÍO: ¿Quieren que me vaya un rato?
BERTA: No Darío, no quiero que te vayas.
DARÍO: ¿Van a hacer el amor?
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El soldado agarra el violín de Héctor. Intenta tocar, apenas articula una frase.
Sale Darío.
Soldado le entrega una partitura imaginaria. Ella toca una pieza breve.
SOLDADO: Este pasaje es un valle. ¿Lo imaginaste? Ahí hay una nueva ciudad con pocos
habitantes. Este puente es la piel de una mujer. Esos silencios los escribí mientras te
imaginaba. Son silencios llenos. ¿Qué sientes?
BERTA: Siento ganas de besarte, pero eres un niño.
Berta y el soldado se besan largamente. Entra Héctor herido, ayudado por Darío.
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BERTA: Yo sé qué te pasó con la música: te dio miedo. Eso tienes, miedo. ¿Por qué lo
ibas a hacer?
SOLDADO: ¿Por qué?
HÉCTOR: Nadie está hablando contigo. Cierra el puto hocico.
SOLDADO: Me interesa.
HÉCTOR: Mira pendejo, no estés jugando conmigo.
BERTA: Contesta.
HÉCTOR: No te voy a decir nada.
BERTA: ¿Te ibas a matar?
DARÍO: Se estaba cortando las venas.
BERTA: Que imagen tan poética. Un músico cortándose las venas en medio de una ciudad
en ruinas. ¿Te quieres cortar las venas? ¿De veras? Mira, es más efectivo que te
vueles la cabeza con esto. Tenla. Vamos. Tenla.
DARÍO: ¿Qué haces?
BERTA: Deja lo que se vuele la cabeza. No creas que con tus putas actitudes me vas a
chantajear.
HÉCTOR: ¿Eso es lo que quieres?
BERTA: No. Y lo sabes. Lo que quiero es amarte hasta el fin. Eso es lo que quiero. Pero si
tú quieres matarte, lo único que puedo hacer es recomendarte una muerte rápida y
segura. Y que dejes de hacerte el pendejo.
HÉCTOR: No es posible lo que estás haciéndome.
BERTA: Yo no te estoy haciendo nada.
HÉCTOR: Hace un rato morías por estar conmigo.
BERTA: No estoy sola.
HÉCTOR: Esa maldita música te está volviendo loca.
BERTA: No es cierto. No me estoy volviendo loca.
HÉCTOR: Entonces explícame qué te pasó.
BERTA: No sé bien. Lo que sentí... es como si me cayera una capa de piel.
HÉCTOR: No puedo verte con otro. Entiende. No puedo.
DARÍO: No va estar con otro Héctor. Por lo menos no conmigo.
BERTA: Es un terceto para cuerdas.
HÉCTOR: No sé para qué vine.
DARÍO: Al principio creí que realmente querías interpretar la pieza. Cruzarse toda la ciudad
para traerla.
HÉCTOR: Para mí, en este momento la ciudad era un puente que al cruzarlo me llevaría a
ti con todo y música. Pero era sólo música.
DARÍO: Sigue siendo la música.
HÉCTOR: No, no es sólo la música .Es un fantasma, es algo que se te mete a la carne y te
hace ser diferente, yo no quiero cambiar. Yo estaba bien. Yo sólo quería estar dentro
del cuerpo de Berta y tocar un terceto para cuerdas. Eso sí quería. Morir en el cuerpo
de ella mientras tocábamos una pieza musical. No espero que nada cure mis vicios, no
espero que alguien o algo se meta a mi cabeza. Ya no quiero tocar.
BERTA: ¿Qué quieres hacer entonces? ¿Desangrarte?
HÉCTOR: No sé. No sé nada.
DARÍO: ¿Te duele?
HÉCTOR: Casi no.
DARÍO: Creo que tiene razón.
BERTA: ¿De qué?
DARÍO: No es sólo música.
BERTA: Sigue transcribiendo.
DARÍO: Escucha. No es sólo música.
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BERTA: Sí lo sabes.
SOLDADO: Juro que no.
DARÍO: Hay que terminar de transcribir. Préstame la partitura. Estoy seguro que al tocar el
segundo movimiento, tus heridas se van a cerrar.
BERTA: Tienes razón.
HÉCTOR: Siento que no voy a aguantar.
DARÍO: Vas a poder, espera un momento. Sólo termino de transcribir tu parte. Ella y yo
leemos sobre el original. Espera un momento.
SOLDADO: Es inútil.
BERTA: ¿Qué es lo que te pasa?
SOLDADO: Ya sé cómo tocar. Dame el violín.
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HÉCTOR: ¿Qué?
BERTA: Ven para acá.
HÉCTOR: ¿Qué?
BERTA: Tengo ganas de comerte.
HÉCTOR: ¿Ahora sí?
BERTA: No me entiendes.
HÉCTOR: No, no te entiendo.
BERTA: Literalmente. Tengo ganas de desmembrarte. ¿No lo entiendes?
DARÍO: Concéntrate.
SOLDADO: ¿Qué es lo que quieres?
DARÍO: Concéntrate en esos recuerdos.
SOLDADO: Es imposible.
DARÍO: Inténtalo.
SOLDADO: No puedo.
DARÍO: Es importante.
SOLDADO: ¿Para qué?
DARÍO: Para tener un control sobre lo que sucede.
BERTA: Te arrancaría los labios. Te lo juro. Me los comería. Después los brazos. Te comería
poco a poco. Me llenaría de tu sangre todo el cuerpo. Te bebería. Me gustaría desollarte
vivo. Me tragaría toda tu piel. Me comería cada músculo. Te llevaría conmigo siempre.
SOLDADO: Recuerdo que la primera vez que escuché una viola fue días antes de la primera
guerra. Era un niño. Estaba recolectando arañas en un frasco, cuando escuché a lo lejos.
Me acerqué a ese sonido. A través de una ventana había una niña...
DARÍO: ¿Qué haces?
SOLDADO: Es un recuerdo.
DARÍO: ¿Cómo sabes eso?
SOLDADO: ¿A qué te refieres?
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Varios silencios.
SOLDADO: No pueden dejarse morir así. ¿Me oyen? Tienen que reaccionar
DARÍO: Si tocamos el tercer movimiento, te vas a seguir robando nuestra vida.
Varios silencios.
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BERTA: Cuando llegué abrí el maletero, estaban todas. Incluso si te asomas al maletero, te
darás cuenta que no tiene fondo. Toda la música estaba ahí.
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DARÍO: No es verdad.
BERTA: ¿Qué les pasa?
DARÍO: Por eso estás así. Por eso hablas esas incoherencias de Bach. Por eso.
HÉCTOR: Por eso crees que ese maletero estaba lleno de música. Esa herida debe de ser
profunda. ¿Dónde te la hiciste?
BERTA: ¡Ya se los dije! Desperté, creí que estaba muerta. Estaba rodeada de polvo.
HÉCTOR: Es una mentirosa. Nos quiere confundir.
DARÍO: ¿Cómo sabes lo de Bach? Nos has estado engañando.
BERTA: ¿Qué les pasa?
DARÍO: ¿Cómo sabes lo de Bach?
BERTA: No lo sé. Vi un manuscrito para laúd, lo leí y después imaginé la música. Creí que
él la había soñado.
DARÍO: No se puede imaginar esas cosas así nada más.
BERTA: Tenía su sello.
DARÍO: Si tenía su sello, entonces era su pieza, ¿de dónde sacas que jamás la escribió?
BERTA: La edición no pertenecía a nadie. Estaba escrita a mano.
HÉCTOR: Ya n sigas, sólo está loca.
DARÍO: Espérate, ¿quieres? Esto no puede seguir así. Si estaba escrita a mano, ¿por qué
carajos dices que nunca la escribió?
BERTA: Lo imaginé.
DARÍO: Y porque lo imaginaste…
HÉCTOR: Espera…
DARÍO: Y porque lo imaginaste…
HÉCTOR: Espera, mierda…
DARÍO: …tenemos que hacerte caso. Tenemos que creerte. Tenemos que conformarnos
con tus alucinaciones.
HÉCTOR: Es una pérdida pendeja de tiempo discutir eso. Las hojas estaban en blanco ¿ya?
Es una puta mentirosa.
BERTA: No me hables así, imbécil.
HÉCTOR: Sólo has jugado con nosotros.
BERTA: Estaba haciendo plática.
HÉCTOR: Y para hacer plática tienes que imaginar pendejadas.
BERTA: Sí, al final…
HÉCTOR: No quiero que hables.
DARÍO: Por eso quería estar en silencio.
BERTA: ¿Para qué?
DARÍO: Para no imaginar pendejadas. Para morir.
BERTA: Se están quedando sin memoria.
HÉCTOR: Hacer plática no es inventar mentiras.
DARÍO: Hacer plática en estas circunstancias no sirve de nada. Es como tirar las palabras
por una coladera.
BERTA: No pueden quedarse así. Están perdiendo la memoria.
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BERTA: ¿Qué?
DARÍO: Esa partitura. ¿No la estás imaginando?
BERTA: No, aquí está.
DARÍO: Déjame verla.
BERTA: Ahí está.
DARÍO: Es cierto, es una partitura.
HÉCTOR: ¿Es en serio?
DARÍO: Sí, creo que no miente.
HÉCTOR: ¿Esa música no la estás inventando?
BERTA: No, estoy transcribiendo la viola. Al terminar tú y yo leemos del original.
HÉCTOR: ¿Es música? Bien, música. Sólo música.
DARÍO: ¿Qué clase de música? Déjame leerla.
BERTA: Después. Voy a transcribir primero.
DARÍO: Háblanos de esa música.
BERTA: Es una música para morir. Pero es sólo eso: música.
DARÍO: Yo sé de música para morir. Y no me gusta. En los campos de trabajo la ponían
todo el tiempo. Estaba diseña para mover los cuerpos sin alma, como el viento a las
hojas secas. Vi morir seres asfixiados que incluso seguían moviéndose como si se
resistieran a dejar de escuchar. No tiene que ver con la voluntad de vivir. Nadie tiene
deseos de vivir en estos tiempos. Cuando no se tiene alma, la voluntad no existe, pero
sí el condicionamiento. Un cuerpo humano puede condicionarse a la música, y resistirse
al silencio. Espero que no sea de esas melodías para morir sin alma.
BERTA: No, ésta es diferente.
HÉCTOR: ¿Diferente cómo?
BERTA: Diferente, nunca la he escuchado. Pero imagino…
HÉCTOR: No hablemos de imaginación. Ya quedamos.
BERTA: Bueno, ésta bien. No es para morir condicionados. Es sólo música.
HÉCTOR: Música. Suena bien.
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Varios silencios.
Berta se incorpora. Juntos interpretan el tercer movimiento. Al finalizar por primera vez se
escucha un silencio total en el exterior, como si el tiempo se hubiera detenido.
HÉCTOR: Lo hicimos.
DARÍO: Por fin.
HÉCTOR: ¿Sanó tu herida?
BERTA: No, pero estoy bien.
HÉCTOR: Tú ¿cómo estás?
DARÍO: Bien.
HÉCTOR: ¿Seguro?
DARÍO: Bien.
BERTA: ¿Cómo están sus recuerdos?
HÉCTOR: ¿A qué te refieres?
BERTA: ¿Están todos sus recuerdos?
DARÍO: ¿Estás bien?
BERTA: Contesten…
HÉCTOR: No entiendo.
BERTA: Carajo, contesten.
HÉCTOR: Sí amor, están todos los recuerdos.
DARÍO: ¿De qué estás hablando?
BERTA: ¿Recuerdas nuestra historia?
DARÍO: Sí. ¿Qué te pasa?
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Salen los dos. Berta se ha quedado sola. Después de varios silencios, entra Héctor y Darío
arrastrando al soldado.
Oscuro final.
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