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María José Piancatelli

CONSIGNA:
Topónimos: Descripción del lugar. PUERTO LIMÓN

Puerto Limón

Era el momento justo en que cae la tarde. Estábamos en la playa,


los pies descalzos hundiéndose en arena blanca todavía tibia. Un hilo
de espuma besaba el borde del territorio para adentrarse al mar
turquesa, mientras una brisa de verano nos despeinaba. Meditábamos
y nos sentíamos felices. Estábamos en Puerto Limón.
Habíamos llegado a esa localidad costera costarricense luego de
armar un itinerario que nos permitiera recorrer la costa de América
Central bañada por el Mar Caribe. Arribamos por la carretera que
conecta a la ciudad con el aeropuerto. Nos recibió la combinación de
una moderna infraestructura turístico-portuaria y las marcas que la
conquista española y los procesos poblacionales muestran en algunas
construcciones. Barrios de casas bajas con techos de tejas rojas,
emprendimientos turísticos como un cinturón hacia el norte, las
modernas instalaciones que hacen de Limón uno de los principales
puertos agroexportadores de frutas y granos, y el sabor de la
inmigración africana en los colores y disposiciones de comercios.
Antes de llegar, poco sabíamos de este lugar: que era la cabecera
de una provincia con su mismo nombre, que Colón en su cuarto viaje
desembarcó en una de las islas que se alzan frente a la costa
quedándose maravillado por los frutos tropicales y que, gracias al
turismo la ciudad estaba muy bien posicionada ofreciendo
interesantes paquetes recreativos. Pero Limón nos sorprendió con sus
maravillas.
Lo primero que visitamos fueron las playas. Un contraste
luminoso entre la arena blanquísima y el mar azul celeste en el que
penetran lenguas esmeralda producto de las algas y los arrecifes
coralinos. Protegiendo la playa se extienden frondosas palmeras que
brindan sombra y el refugio ideal para una buena lectura. Muchas de
las cadenas hoteleras internacionales instalaron sus resorts a lo largo
de la costa norte de la provincia, ofreciendo actividades deportivas
(pesca deportiva y surf), e instalaciones que imitan las construcciones
de los habitantes primitivos: chozas de palma sobre rugosos pilotes
que se adentran en la costa.

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María José Piancatelli

El clima caribeño responde a un tropical húmedo, con una


marcada época de lluvias en el mes de octubre, fecha que los
lugareños aprovechan para la realización de festivales y celebraciones
en la ciudad, de manera que el turista encuentre otro atractivo en
lugar de los días de playa.
La ciudad de Limón desplegó ante nuestros ojos un colorido
inusual solo superado por la calidez de su gente. Algunos lo atribuyen
al tejido imbricado que urdió la colonización: españoles, tribus
originarias, inmigrantes africanos y aborígenes jamaiquinos. Lo
cierto es que los habitantes del lugar aman y promocionan su tierra.
Así nos enteramos de los circuitos de turismo ecológico que se han
vuelto populares entre el ambiente conservacionista y científico.
En nuestra recorrida por varios de los numerosos parques
nacionales y reservas naturales aprendimos sobre las especies de flora
y fauna en peligro de extinción, las más de trescientas especies de
aves, el desove de las tortugas marinas y el bosque tropical húmedo
protegido de los avances de la propia civilización.
Dejamos para el final de nuestra recorrida el circuito
económico, que también nos sorprendió. Una gran lengua de cemento
es el muelle del puerto. En él se desarrolla una fuerte actividad de
carga de los productos de exportación: bananas, frutas tropicales, café
y frutos secos, principalmente. Un sector del puerto permanece
reservado todo el año para recibir a los cruceros que hacen escala en
la localidad. Los habitantes parecen moverse al compás de estas
actividades que son la principal fuente de ingresos.
Cuando iniciamos nuestro recorrido lo hicimos buscando
imágenes que atesorar en nuestra memoria. Pero la visita a Puerto
Limón nos dio otro tipo de recuerdos: los olores del agua salada
rompiendo contra el arrecife, el susurro de las palmeras
bamboleándose al compás del viento cálido, las risas blancas de los
pobladores, la fiesta de colores estridentes, el jugo fresco de la fruta
madura. No son solo postales, son pequeñas marcas en la memoria
que invitan a volver.

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