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cambio, los recursos lingiiísticos nos obligan a contarlo entre los políticos
de inferior rango, precisamente aquellos con quienes comienza la degenera-
ción política de Atenas.
La Ringconlposition ocupa el cap.8, donde se nos dan numerosos ejem-
plos de tal recurso estilístico; el cap.9 está dedicado,a su vez, al quiasmo, fi-
gura estilística de la que se nos ofrece una lista completa en la obra en cues-
tión, comprendiendo la estructura léxica y la sintáctica.
El contraste entre las figuras de Solóii y Pisistrato ocupa los cap.10 y
11. Por su lado, la relación de Aristóteles con la obra de Teopompo así co-
mo la crítica de fuentes a la hora de la evaluación política de Terámenes
vienen comprendidas en los cap.13 y 14. Interesante es el cap.16, consagra-
d o al estudio de los términos dSníos, plt?thos ypólis. La fórmula utilizada
para fechar (un año expresado mediante un cardinal u ordinal, más una
referencia a algún suceso precedente, más una indicación relativa a un ar-
conte) la tenemos en cap.17.
El libro acaba con sendos capítulos dedicados a la bouI& y a las otras
constituciones. Bibliografía e índices (de nombres antiguos y de pasajes)
cierran el volumen. En suma, un instrumento importante para la lectura
comprensiva del dificil tratado aristotélico.

PLUTARCO,11 desiderio e l7aff7izionesono affezioni del corpo o dell'ani-


ma? (De libidine et aegritudine), introduzione, traduzione e note a cura
di Emidio Pattine, Salerno 199 1, 160 pp.
Dentro del ámbito de los estudios plutarqueos (ampliados y profundi-
zados en los últimos decenios gracias a un renovado interés por la figura y
la obra de este autor entre los estudiosos de la literatura y la filosofía clási-
cas), el trabajo de Pettine que aqui reseñamos tiene el innegable mérito de
dedicarse a un opúsculo que tanto por el problema de su filiación como por
su temática adquiere una importancia destacada.
El libro se abre con una «Introduzione» (pp.5-18) que, además de apor-
tar una inteligente exposición del argumento de la obra y un conciso y cla-
ro resumen, tiene como principal objetivo demostrar la paternidad plutar-
quea del opúsculo. Probablemente, el hecho de que dos de los tres manus-
critos que nos han conservado el De libidine et aegritudine transmitan jun-
to a éste el Parsne an facultas animis affectibu subiecta sit, que pertenece
claramente al siglo 111 o IV d.C. y cuyo estilo está bastante lejos del plutar-
queo, unido a que en uno de ellos precedan al título las palabras IiXou-
~ á p x o u<poXooó<pou, hizo que autores como Volkmann y Treu lo atri-
buyeran a Plutarco de Atenas, que vivió entre los siglos IV y V d.C. y fun-
dó en esta ciudad una escuela neoplatónica. Posteriormente, Pohlenz no
sólo aceptó las tesis de estos autores, sino que, basándose en la opinión de
Wilamowitz de que el autor de la obra habría usado cláusulas acentuativas
según la «Ley de Meyern, dató el opúsculo en torno al 400 d.C. Pettine re-

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futa limpiamente estas ideas y, adoptando la postura de Ziegler, Hartman y


Sandbach, que se inclinan decididamente por la filiación plutaquea, la co-
rrobora y sustenta con un extenso acopio de pasajes paralelos rastreados a
lo largo de la obra del Queronense; como el mismo autor afirma: ((Esistono
nel De lib. et aegr. numerosi Ioci paralleli con I'autentico Plutarco, oltre a
temi ed espressioni che ne richiamano con certezza gli scritti genuini» (p.9).
Pettine concuerda con Ziegler también en pensar que no se trata de una
obra completa p ~ ~ b l i c a dpor
a el propio Plutarco, sino de un U n ó p v q p u ,
un esbozo incompleto que vio la luz posteriormente.
El texto griego que presenta el libro (pp.21-29) reproduce el editado por
Ziegler y Pohlenz para Teubner, con algunas variantes, todas ellas total-
mente plausibles, que se señalan en las notas correspondientes. Por su par-
te, la traducción (pp.31-36) es clara y correcta; solamente echamos en falta
cierta univocidad en la traducción del término n á e o s , para la que unas
veces se emplea «affezione» y otras en cambio ((passionen, sin motivo apa-
rente o explícito.
Pero la parte más importante y densa de este libro la constituyen sus
notas. A lo largo de casi 120 páginas (37-154), el autor despliega una gran
erudición y un profundo conocimiento no sólo de la obra de Plutarco, sino
también de toda la tradición filosófica antigua sobre el tema de la naturale-
za humana y el problema de las pasiones. Encontramos aqui multitud de
referencias y jugosos juicios sobre las teorías platónica, peripatética, estoica
(con sus diversas variantes), neoplatónica, sin olvidar las ideas hipocráticas
y de escritores médicos posteriores acerca del cuerpo y el alma y su interre-
lación en el ser humano. Un elemento bastante original y acertado nos pa-
rece la confontación que hace Pettine de estas ideas con las teorías contem-
poráneas sobre el origen y manifestación de las emociones, sobre la fisiolo-
gía de las sensaciones o la comunicación entre la mente y el cuerpo, en una
palabra, lo que la psicología moderna llama «psicobiologia» o ((psicobio-
quimica», tema en el que el autor se maneja con evidente pericia y aporta
abundante bibliografía actualizada. Por otra parte, las numerosas referen-
cias a los locishliles y la revisión de los usos de determinadas palabras cla-
ve en la restante obra de Plutarco no hacen más que reafirmar el profundo
conocimiento de ésta por parte del reseñado.
Con todo, no podemos pasar por alto ciertos puntos endebles a nuestro
juicio, como es el hecho de que algunas citas extensas o traducciones de frag-
mentos se repitan literal y exactamente hasta cuatro o cinco veces; nos pare-
ce excesivo, y creemos que se podría haber puesto simplemente la referencia o
en todo caso haber reducido el contexto y haber dejado sólo lo que en cada
ocasión fuera esencial. Echamos en falta también un tratamiento más por-
menorizado de las distintas pasiones (placer y dolor, deseo y miedo) en la
tradición filosófica antigua y sobre todo en Plutarco: el tema del opúsculo
evidentemente lo permite, y esta carencia contrasta en nuestra opinión con la
amplitud de conocimientos y la erudición que se maneja a un nivel más gene-
ral. Otra grave carencia nos parece el hecho de que el índice de nombres
con que concluye el libro (pp.155-157) se limite a los autores modernos.

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Sí nos parece oportuna, en cambio, la incidencia dcl autor en subrayar


lo que se ha dado en llamar el ~posibilismognoseológico» del Queronense,
su profundidad de conocimientos, tanto a nivel científico como a nivel éti-
co y su consiguiente plasmación en una moral práctica, y su hondo y since-
ro Iiumanismo, características todas que han hecho de Plutarco siempre, y
aiin más hoy día, una figura admirable.
N o escasual ese resurgir de los estudios plutarqueos que n~eilcionába-
mos al inicio. Y este libro, que sigue la misma línea cualitativa de otras tra-
ducciones y comentarios de obras plutarqueas realizadas anteriormente por
E. Pettine, es buena muestra de ello.

ANTONIORUIZCASTELLANOS, La Ley de las Doce TnbJas, Madrid, Edi-


ciones Clásicas, 1992, 147 pp.
La Lex doudecin~tabuJarun1, fue la única legislación que existió en Ro-
ma hasta la época de Justiniano, que reformó la joven Repi~blicaRomana
y cuyo objetivo era aequare Jeges omnibus.
Desde 1663, en que Jacobo Godofredo reconstruyera tan valioso docu-
mento histórico, no se había llevado a cabo ninguna otra edición en espa-
ñol. Ediciones Clásicas ha recogido y publicado el trabajo de A. Ruiz Cas-
tellanos, labor que, como el propio autor afirma, lo ha realizado pensando
en los especialistas de Historia Antigua, Instituciones, Derecho Romano,
Cultura y Filología Clásica, es decir, un trabajo totalmente interdisciplinar.
El profesor Ruiz Castellanos, tras una presentación de objetivos y una in-
troducción general, entra de lleno en una introducción histórica en la que
hace un recorrido por la Ley de las doce tablas, desde su elaboración y orí-
genes (461 a.c.), basándose en las fuentes más antiguas aportadas por Ci-
cerón, T. Livio, Dionisio de Halicarnaso, Valerio Máximo y Floro, entre
otros. Después de un breve estudio sobre la autenticidad e interpretación
del texto, si recogia, o si era, como decía Livio: h s omnispubJicipriuati-
que iuris, pasa directamente al texto y contenido del mismo.
Ruiz Castellanos completa su trabajo como valioso comentario a ca-
d a una de las Tablas, n o sólo a nivel jurídico, social, político y económi-
co, sino también filológico, hecho que apoya el criterio de F. José Lo-
mas Salmonte, a cuya autoria se debe la presentación de la obra, que de-
sea que el profesor Ruiz Castellanos nos ofrezca nuevas ediciones de la
riquísima documentación jurídica de la Historia Romana para consulta
de historiadores, filólogos, romanistas, estudiosos de la Antigüedad, y
ávidos lectores.
ROSARIO
DELICADO M ÉNDEZ

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