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La Virtud de La Justicia
La Virtud de La Justicia
2Esta definición, que en su espíritu se remonta a los griegos, fue dada por Ulpiano, Digestorum, I,
1, 10, y retomada en STh II-II, 58, 1.
otras virtudes, como la caridad, puede ser más vinculante —más
grave— que la de la justicia.
3 A veces se le llama también justicia legal; preferimos evitar esta expresión (correcta en sí misma)
para no dar cabida, ni siquiera en las palabras, a una interpretación legalista de la virtud de la
justicia.
mismo nivel que la justicia particular, sino por encima, dirigiéndola
y guiándola hacia el bien común. Por eso se puede decir de algún
modo que la justicia particular es como una manifestación parcial
de la justicia general: de hecho, no basta que un intercambio entre
privados se realice equitativamente para que sea justo, es
necesario también que favorezca el bien común respetando la
justicia general. Esta última es una «virtud superior» (STh II-II, 58,
6 ad 4), posee una preeminencia en cuanto el bien común es
superior al bien. A veces se le llama también justicia legal,
preferimos evitar esta expresión (correcta en sí misma) para no
dar cabida, ni siquiera en las palabras, a una interpretación
legalista de la virtud de la justicia individual, y ha sido llamada la
virtud suprema entre las virtudes morales (STh II-II, 58, l2)4. El
olvido de tal preeminencia ha llevado a teñir la justicia de un cierto
individualismo: se ha llegado a considerar la justicia conmutativa
—desligada de la general— como la forma más plena de justicia.
Sin embargo, cuando la justicia conmutativa se aísla de la general,
fácilmente se crean situaciones de injusticia, aunque parezca
salvaguardada la equidad5: los problemas interpersonales de
justicia no pueden ser resueltos adecuadamente sin el empeño
por el bien común del conjunto de la sociedad.
3. La justicia social
La justicia en sus diversos aspectos es, por naturaleza, una virtud social:
«dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las
relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las
personas y al bien común” (CEC 1807). Incluso, como se ha dicho, los
contratos entre privados inciden en el conjunto de la sociedad: la justicia
tiene siempre un carácter social. A partir de San Pío X, y especialmente
con Pío XI en la Quadragesimo anno, ha sido frecuente el uso de la
expresión «justicia social» por parte del Magisterio; es un concepto
5 Así, por ejemplo, León XIII alertaba contra los contratos suscritos libremente por ambas partes sin
tener en cuenta criterios de orden superior regulados por otras formas de justicia (RN: MSI 30); y
Pablo VI enseñaba que «el libre intercambio solo es equitativo si está sometido a las exigencias de
la justicia social» PP 59.
frecuentemente acompañado de una gran carga emotiva y a la vez de
una relativa imprecisión de significado.
7 A cada uno «debe dársele lo suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que la partición
de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social»
QA: MSI 73. «Consideramos oportuno llamar la atención de todos sobre un precepto gravísimo de
la justicia social (...) de forma que todas las categorías sociales tengan participación adecuada en el
aumento de la riqueza de la nación» MM: MSI 188.
9 «La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las
asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación. La
justicia social está ligada al bien común y al ejercicio de la autoridad» CEC 1928.
10JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, n. 12; cfr. J. M. YANGUAS, «Dives in
misericordia», el amor misericordioso, fuente y perfección de la justicia, en «Scripta Theologica» 14
(1982) 601-614.
amor, tema que ha interesado no solo a los cristianos, sino también a
algunos pensadores paganos11.
11 Por lo que se refiere al mundo antiguo resultará útil consultar: R. PizZORNI, Giustizia e «cariti» nel
pensiero greco-romano, en «Sapienza» 45 (1992) 233-278 y 46 (1993) 12 1-179; L. PIZZOLATO,
L’idea di amicizia nel mondo antico classico e cristiano, Einaudi, Torno 1993.
de la justicia12: “no basta con tender hacia la unidad entre personas por
la comunicación y el amor; el carácter inviolable de cada persona, su
singularidad, exigen ser respetados. La dialéctica de unión (asegurada
por el amor natural y la caridad) supone una dialéctica de distinción, de
alteridad, de lo contrario quedaría saldada por el aniquilamiento y
disolución de las personas”13. El amor, que es identificación
comunicativa, es inseparable del respeto de la alteridad y de la
singularidad de cada persona; no de una alteridad que rompa la unión,
sino que la hace posible a través de la distinción de personas. Así
resulta evidente que la dialéctica de la unión y la dialéctica de la
alteridad no se refieren a dos campos morales extraños entre sí: la
amistad no es un añadido facultativo, que se construye con
independencia de la justicia. Tal vez se encuentra aquí la explicación de
los malentendidos que existen sobre la caridad: quien piensa vivir la
virtud sobrenatural sin vivir su correspondiente fundamento natural
(amistad y justicia) se engaña a sí mismo, ya que, no amando al prójimo
como Dios lo ama, tampoco vive la virtud de la caridad.
12
Es más, “son los justos los que son más capaces de amistad” ARISTOTELES, Ética Nicomáquea,
VIII, 1, 1155 a 29, Gredos, Madrid 1985, P.323.
13
J. M. AUBERT, Moral social para nuestro tiempo, Herder, Barcelona 19822, p. 109.
14
BEATO JOSE MARIA Escrivá, Es Cristo que pasa, Rialp, Madrid l99430, n. 52.
los demás es una exteriorización necesaria del amor, y toda injusticia
es, al menos indirectamente, una falta de caridad (CA 58).
15
tal identidad de objetos, si bien se trate de virtudes separadas por la infinita gratuidad entre lo
natural y lo sobrenatural, hace que la amistad no sea una virtud estudiada sistemáticamente por los
teólogos católicos, en cuanto considerada como parte del amor al prójimo.
un intercambio comunicativo, que supera la polaridad sujeto-objeto,
para inscribirse en la reciprocidad sujeto-sujeto. La justicia descarnada
—conviene no olvidarlo— comporta rigor y despego, y obra
independientemente de la inclinación del ánimo: “la caridad, desde
luego, de ninguna manera puede considerarse como un sucedáneo de
la justicia, debida por la obligación e inicuamente dejada de cumplir.
Pero, aun dado por supuesto que cada cual acabara obteniendo todo
aquello a que tiene derecho, el campo de la caridad es mucho más
amplio: la sola justicia, en efecto, por fielmente que se la aplique, no
cabe duda alguna que podrá remover las causas de litigio en materia
social, pero no llegará jamás a unir los corazones y las alma” (QA: MSI
106). Nunca las instituciones sociales podrán hacer que la caridad
resulte superada u obsoleta (MM: MSI 203; PP 23; CEC 1889).