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Los modelos de lo rústico, lo salvaje y lo silvestre y la


identidad de un valle del entorno del Cadí (Alt Urgell)1
Joan FRIGOLÉ

Me propongo documentar etnográficamente los modelos y las estrategias de


producción de lo rústico, lo salvaje y lo silvestre y su papel en la remodelación de
un territorio prepirenaico en respuesta a la crisis de su economía agrícola y
ganadera y su contribución al desarrollo de una economía terciaria (cf. Frigolé y
Roigé, 2006). Las estrategias de producción de lo rústico tienen como objetivo la
recreación de lo rural, desde casas y pueblos hasta tradiciones, mientras que la
producción de lo salvaje y de lo silvestre, la recreación de lo "natural" en el paisaje
y de lo autóctono en la naturaleza. Estas estrategias están inspiradas y legitimadas
por una ideología global cuya imagen principal es la del retorno a un estado
anterior, concebido como primigenio o el de los primeros tiempos. Desde esta
perspectiva, la conservación de la cultura y de la naturaleza se concibe en buena
medida como el resultado de la reparación de los impactos y de la eliminación de
las modificaciones que el paso del tiempo causó en ellas, con el objetivo de
recuperar una forma o un estilo que se presume original y que a veces es definido
como natural o autóctono.

A partir de la década de 1980, la restauración y conservación de la cultura y de la


naturaleza en este territorio del Alt Urgell se han intensificado. ¿Por qué se inició en
este período y no en otro? La crisis de la agricultura y la ganadería de vacuno de
leche hacían necesario que para sobrevivir el territorio se dotara de un valor y de
un significado nuevo, dado que dejó de producir para convertirse él mismo en el
principal bien consumible en el contexto de unas nuevas relaciones de dependencia
entre áreas rurales y áreas urbanas. La especialización en el turismo y de forma
complementaria en la construcción ha redefinido la posición de categorías de
población existentes y ha hecho aparecer otras nuevas, como las segundas
residencias y los trabajadores de la nueva economía. Las estrategias de lo rústico,
lo salvaje y lo silvestre contribuyen a dotar al territorio de formas y valores
atractivos para el turismo.

La ideología restauradora, compartida por la administración -políticos y expertos-, y


la población local, no garantiza un consenso total en torno a la producción de lo
rústico, lo salvaje y lo silvestre. Existen distintos grados de consenso y de
discrepancia. En general, las actuaciones que afectan a elementos de la cultura son
las más susceptibles de consenso, mientras que las relativas a la recuperación y
protección de animales salvajes son las más susceptibles de discrepancia, aunque
ésta puede variar según el tipo de animal.

Estrategias de producción de lo rústico

1
Investigación financiada por el Ministerio de Educación y Ciencia y FEDER, referencia
SEJ2004 -07593/SOCI. Agradezco a Clara Arbués, Susana Narotzky, Camila del Mármol e
Ismael Vaccaro sus comentarios.
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Se trata de un conjunto de acciones cuyo fin es producir una imagen de lo rural


adaptada a la nueva posición y necesidades del territorio, es decir, hacerlo atractivo
para consumidores urbanos, nostálgicos de un mundo real o imaginario en
retroceso o desaparecido. La nueva imagen de lo rural está construida con
elementos seleccionados de acuerdo con una ideología del retorno o recuperación
de un estado anterior, atemporal, e implica también la oposición contra aquellos
elementos que el proceso histórico ha añadido, pero que se consideran contrarios al
modelo. Esta ideología asocia al movimiento de retorno al origen las ideas de
sencillez, tipismo, pureza y autenticidad.

Los ejemplos etnográficos se refieren a la restauración de casas, iglesias y a la


creación de tradiciones, entendida también como una restauración.

La huella de sucesivas crisis económicas y sociales sobre las casas es todavía


visible en los diversos pueblos del valle a pesar de un proceso acelerado de
restauración y de reconstrucción. Por ejemplo, en 2005, en uno de los pueblos del
valle, seis casas estaban habitadas por residentes fijos, veintinueve por residentes
temporales como segunda residencia y doce casas estaban deshabitadas a causa de
su estado precario o ruinoso. La totalidad de las segundas residencias habían sido
reconstruidas, al igual que la mitad de las casas habitadas todo el año.

Las casas tienen un nombre, que es parte sustancial de su identidad. Incluso


cuando son una pura ruina o sólo un solar, el nombre mantiene su identidad. Una
de las estrategias de producción de lo rústico en relación a la casa ha sido la
fijación de los nombres en las fachadas, por iniciativa individual o colectiva. La
lógica subyacente es el mantenimiento de una identidad vinculada a una sociedad
campesina en proceso de extinción o desaparecida. Se fijan nombres antiguos
asociados con familias del país de las que ya se ha perdido la memoria y se
eliminan otros, correspondientes a moradores más recientes, pero no considerados
del país. Un nombre antiguo constituye un valor añadido para compradores urbanos
y para algunos la compra de una casa antigua implica una identificación con una
historia y un compromiso de restauración de acuerdo con ella. La imposición de
nombres a las nuevas casas, es decir, no construidas sobre una casa anterior, y su
fijación en sus fachadas imita la misma lógica. La colocación de placas con los
nombres es una innovación neutralizada en parte por los materiales utilizados, que
connotan tradición y rusticidad como el hierro de forja con que se han construido
los rótulos de las casas en uno de los pueblos.

La piedra se ha convertido en un símbolo clave para esta concepción nueva de lo


rústico y, por tanto, de lo rural en este nuevo contexto. El repicado de paredes para
hacer aflorar la piedra y el revestimiento con piedra son operaciones básicas en la
reconstrucción y construcción de casas. En el pasado, las paredes exteriores de las
casas podían estar recubiertas con materiales tales como adobe, cal, cemento,
pintura. En el presente, la piedra es el elemento externo dominante en las casas y
en parte a causa de ello se las considera auténticas, típicas. Lo auténtico y lo típico
se asocian con lo primero, en este caso con lo que se halla debajo, que es también
por definición lo más sencillo y lo más rústico. Volver al origen es recuperar unas
cualidades esenciales que el paso del tiempo ha oscurecido o desvirtuado. En el
pasado la ausencia de recubrimiento sobre la piedra, o uno sencillo, solían indicar
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posición humilde y un buen recubrimiento, posición acomodada. El actual


desplazamiento simbólico al origen, a lo primero, a lo auténtico, a lo rústico, ha
invertido este significado de clase. Este movimiento no comporta una recuperación
total, sino selectiva. Con elementos seleccionados del pasado se crea o recrea un
nuevo modelo de lo rústico, distinto del modelo y significado anterior.

El retorno a lo rústico no pretende restaurar una condición pobre, sino crear valor
añadido a las casas. La construcción con piedra en sus diversas variantes exige
mucho más trabajo que con materiales de construcción estándares. La apariencia
rústica, y por ello auténtica, de la casa se ha convertido en una exhibición de
riqueza, de buen gusto de clase, que coincide con la creación de un estilo típico del
lugar, del país. El retorno al origen ha comportado la eliminación de revestimiento,
pero paradójicamente al mismo tiempo la piedra se ha convertido en el
revestimiento exterior de casas cuya estructura es de ladrillo. Una función
decorativa parecida asume la madera ya usada, que se corta para ponerla en
dinteles de puertas y ventanas y bajo el alero del tejado para aparentar los cabos
de las vigas que lo sostienen. Las casas a través de estas operaciones se convierten
en un remedo, en un simulacro de las casas consideradas originales, auténticas.

Las estrategias de producción de lo rústico en relación al interior de las casas se


basan en decorarlas con objetos obsoletos de la cultura agraria y en amueblarlas
con muebles pasados de moda o viejos trasladados desde la ciudad, y también con
otros creados por los mismos usuarios. Hay quienes buscan y compran objetos
tradicionales, pero no movidos por un amor genérico por las antigüedades, sino por
el deseo de restituirle a la casa lo que tenía o se supone que debía tener o para
mantener una línea de continuidad con lo que existía. Lo rústico es producido no
sólo mediante el reciclaje, sino también mediante el bricolaje de los propietarios de
casas. La apariencia rústica de las casas no es sólo el resultado de la intervención
de profesionales expertos en la producción de lo rústico, sino también del trabajo
manual de propietarios y moradores. Un curso de restauración de muebles
organizado en el valle ha tenido un notable éxito de inscripción. La ética del ahorro
y del trabajo, características de algunos estratos sociales y generaciones, pueden
ser factores explicativos, pero también la coherencia inspirada por la ideología de
retorno al pasado. En resumen, se trata de un proyecto de modernización que se
reviste de la apariencia de lo rústico, lo tosco y lo viejo.

Las estrategias de producción de lo rústico en la reconstrucción y restauración de


monumentos -iglesias en este caso- inspiradas por la ideología del retorno a los
primeros tiempos, han consistido básicamente en hacer emerger y potenciar el
románico original, para que llegara a tener la expresión más depurada, eliminando
elementos estilísticos posteriores, parte de ellos pertenecientes al barroco. Clara
Arbués afirma: "Las iglesias del valle son más barrocas que románicas. A pesar del
origen románico de algunos edificios, durante el siglo XIX se produjo una gran
transformación: se engrandecieron iglesias, se construyeron nuevas iglesias, etc., y
se las dotó de un programa decorativo claramente barroco, aunque se mantuvieran
los retablos de la época gótica"2. Las estrategias de potenciación del románico han

2
Agradezco a Clara Arbués su aportación a este apartado, aunque cualquier error es sólo
mío.
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consistido en la supresión de elementos estructurales o decorativos. En el valle, la


primera ha consistido básicamente en no reconstruir un edificio anexo posterior que
había formado una totalidad arquitectónica con una iglesia románica. La segunda
consistió inicialmente en el repicado del recubrimiento de la piedra del interior de
iglesias, porque la desnudez de la piedra se consideraba el nivel original, que
además permite apreciar mejor los elementos estructurales de una arquitectura
muy popular.

Al situar estas estrategias en su contexto, es decir, en un campo de relaciones de


poder y de competencias entre distintos actores sociales, se podrá apreciar mejor
los grados de consenso y de discrepancia en torno a esa ideología, las soluciones
adoptadas en nombre de la misma y por qué se han acabado imponiendo.

En el primer caso, la decisión de no reconstruir el edificio anexo a una ermita


románica se explica al parecer por la presión de los vecinos, que querían un
monumento románico, el único que existe en su término, presión que fue atendida
por razones electorales por el alcalde. Esta decisión fue contraria a una propuesta
de restauración orientada por un criterio histórico que respetara el aspecto
adquirido por la iglesia a lo largo de los siglos, defendida por el técnico de la
administración local. En el segundo caso, la fidelidad a los orígenes se resolvió de
una manera no prevista inicialmente. El repicado del interior de una iglesia
románica por iniciativa del alcalde y del arquitecto municipal fue corregido mediante
la aplicación un nuevo revestimiento de cal y pintura a la piedra. El cambio se debió
al conocimiento y la persuasión posteriores de que así era el canon del románico en
lo que refiere al interior de las iglesias. Este breve panorama se podría complicar un
poco más si se introdujera el punto de vista de la gente.

En la fase previa al acto de inauguración solemne de un conjunto de iglesias y


retablos restaurados se han puesto de manifiesto perspectivas distintas entre
especialistas y población local. Mientras para los primeros eran prioritariamente
obras de arte, para los segundos eran lugares o elementos de culto que sus
antepasados conservaron, protegieron. Para los primeros el criterio histórico
utilizado en la restauración de edificios y retablos regía también la ordenación y el
ornato del espacio interior y por ello retiraron o situaron en lugares periféricos
determinados objetos sacros. Por contra, la devoción y la identificación con las
imágenes y objetos de culto era un criterio importante para la población local. El
retorno a un estado primigenio implicó la eliminación de referentes y significados
colectivos, familiares y biográficos acumulados. En los casos siguientes se ve el
intento de introducir modificaciones a posteriori por parte de la población local. Las
mujeres de un pueblo aceptaron aparentemente los criterios de desnudez y de
sobriedad aplicados al conjunto y colocaron sólo unos pocos candelabros y jarrones
con flores artificiales en dos altares laterales, único espacio sobre el que tenían
competencia. Comentaron que cuando estuviera sólo la gente del pueblo, colocarían
todos los candelabros y jarrones disponibles, así como las velas ofrecidas, que
guardaban en una bolsa. La máxima concentración de luz correspondería al altar a
donde había sido desplazada la imagen de la patrona desde la parte central a causa
del protagonismo exclusivo del retablo restaurado. La falta de consenso puede
afectar a cualquier elemento. Por ejemplo, las mujeres citadas estaban de acuerdo
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con el mantenimiento de las baldosas antiguas de la iglesia, fabricadas en la misma


localidad, pero opinaban que al substituirse algunas baldosas rotas por otras
procedentes de una antigua era local, debían de haberse substituido también las del
pasillo central con defectos de forma o color por ser el área más visible. Aceptaban
lo rústico por fidelidad al origen, pero no por bello. Posteriormente intentaron por
su cuenta subsanar o disimular dichos defectos, aplicando cera líquida roja a las
baldosas que resultó inefectiva, porque estaban barnizadas.

La ideología global de retorno al pasado y su traducción en la producción de lo


rústico tiene su repercusión en los distintos ámbitos de la cultura. Me referiré
brevemente en la creación de alguna tradición, como la de las trementinaires,
vendedoras ambulantes de plantas medicinales que en el pasado recorrían partes
distantes del territorio catalán (Frigolé, 2005). La creación de un museo en torno a
estas figuras se puede conceptuar como la creación de una "tradición selectiva",
pero esta expresión no explicita cuál es el criterio de la selección. Puede mostrarse
el paralelismo entre su función pasada y presente de conexión entre el valle y el
resto del territorio catalán, así como hasta qué punto ésta era y es vital para el
desarrollo económico del valle, pero ello no resulta suficiente para explicar su
recuperación. Pienso que el factor necesario que lo explica es el mismo que subyace
a la fijación de los nombres antiguos de las casas, al uso de la piedra en el exterior
de las casas, a la piedra desnuda del interior de las iglesias, a la recuperación de
platos del pasado, de objetos obsoletos de la cultura campesina, etc. Las
trementinaires compendian, más que otras figuras de la sociedad y de la cultura
local del pasado, lo típico y lo exótico, asociados con lo rústico.

Se trata, en definitiva, del regreso al pasado bajo la forma de la producción de lo


rústico y de su valoración en un nuevo contexto a la vez local y global.

Estrategias de producción de lo salvaje

Son un conjunto de acciones inspiradas por una ideología de retorno a un estado


anterior de la naturaleza mediante la recuperación y la reintroducción de especies
autóctonas. Frenar o reparar la extinción de lo autóctono se complementa con la
erradicación o expulsión de lo que está fuera de lugar, es decir, las especies
consideradas forasteras o invasoras.

La administración ejerce el control sobre la producción de lo salvaje. A este fin se


crearon la Reserva Nacional de Caza del Cadí en 1966 y el Parque Natural del Cadí-
Moixeró en 1983. Sus competencias se extienden sobre un territorio de casi 87.000
ha, donde habitan unas 8.000 personas repartidas en diecisiete municipios. La
administración se atribuye el monopolio de la violencia contra los animales salvajes,
pero la población local está dispuesta siempre a tomarse la justicia por su mano, en
especial, contra los animales que considera más dañinos.

Se puede afirmar que en general la población local acepta la recuperación de


elementos pertenecientes al ámbito de la cultura, pero se muestra más reticente o
se opone a la recuperación de animales salvajes. Así como en relación a la
restauración de monumentos u objetos de arte, se enfatiza el hecho de poderlos
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contemplar como si estuvieran acabados de construir o pintar, es decir, como los


contemplaron los antepasados, y los actos de presentación de obras restauradas se
convierten también en un homenaje a los antepasados que los conservaron, sucede
lo contrario cuando se trata de la recuperación de ciertos animales salvajes, como
por ejemplo el lobo. Aunque la ideología sea la misma, viene enmarcada en
tradiciones familiares opuestas, una de conservación y otra de exterminio. El hecho
de que la oposición al retorno a un estado pasado de la naturaleza se haga en
nombre de los antepasados hace inviable simbólicamente este retorno, dado que no
se puede apelar a un estado que se niega o del que desconoce su existencia. En el
primer caso, asumir la herencia de los abuelos es asumir una herencia de
exterminio. En el segundo caso, reintroducir especies extinguidas desde hace varios
siglos, excede el tiempo de la memoria familiar.

Los animales salvajes más dañinos, los considerados sin utilidad y los que compiten
por la caza ocupan el primer puesto de una jerarquía popular de nocividad y por
ello concitan el máximo rechazo. Probablemente el lobo y la víbora ocupan esta
posición. Los relatos sobre su recuperación presentan un elemento común, la
acusación de que la administración actúa alevosamente.

Dos hermanos ganaderos aseguraban en 2005 que la administración había


introducido cuatro pares de lobos de ambos sexos en el Parque Natural, basándose
en un rumor, que consideraban cierto, de que un veterinario de la capital de la
comarca había sido requerido para anestesiarlos, una operación previa a su suelta.
A partir de esta cifra hacían cálculos sobre su incremento según el número de
partos y de crías por año, concluyendo que en diez años habría miles de lobos. Un
joven creía que habían soltado uno o más lobos con la ayuda de un helicóptero
aprovechando la conmoción causada por la noticia de que el lobo había reaparecido
en la sierra del Cadí. Otro ganadero explicó: "Una vez al año acudimos a una
reunión en la sede del parque y allí los mandatarios nos dijeron que había un lobo,
que había venido de Francia. Y uno de los asistentes les replicó que no había venido
de Francia, sino que lo habían traído en coche. Ninguno de los responsables abrió la
boca". Este silencio constituía para él una prueba. Otro ganadero exclamaba
irónicamente a propósito de este lobo originario del área alpina: "¡Pobre animal,
cuántas autopistas habrá tenido que cruzar! ¡Es inteligente! ¡Que fuera tan
inteligente para decir: 'Iré al Parque Natural [del Cadí] y allí encontraré ovejas y
rebecos!'".

En relación a las víboras, un pastor mayor, pero en activo, contó a un tercero que
había hallado una bolsa de papel cerrada que contenía dos víboras muertas. Según
él, las bolsas habían sido lanzadas desde un avión, para que al chocar con el suelo
se abrieran, dejando escapar las víboras. Aquella bolsa no abierta era la "prueba"
de lo que afirmaba. Este pastor contaba que mata las víboras, para que no piquen a
sus ovejas que andan todo el día con el morro rozando el suelo. Este
comportamiento es repetido por otros muchos habitantes del valle. Otro hombre,
que había oído contar también la historia del lanzamiento de bolsas, aseguraba que
los pastores habían encontrado víboras en las zonas más altas –en la montaña--
donde pasta el ganado, cosa que no ocurría antes, ya que las víboras se hallan en
zonas cercanas a los pueblos, porque "la gente las alimentamos". La lógica
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subyacente es: matamos las víboras y arácnidos por su efecto mortífero -"víbora,
extremaunción; escorpión hace morir; serpiente de cristal lleva duelo"3-, si no se
han extinguido y además aparecen en zonas donde antes no había, es porque la
administración los reintroduce en secreto.

El cielo se representa también en otros relatos como un lugar de donde provienen


los nuevos peligros para el territorio. Una mujer contaba que un día su perro cazó
una raposa que estaba infectada por la tiña. La tiña se propagó al perro y a la
mano de la mujer. La mujer dijo que no se trataba de un solo caso, sino que todas
las raposas tenían la tiña. Su explicación era que la había causado un pesticida para
matar las orugas de los pinos fumigado desde aviones. En el valle siempre ha
habido escorpiones, pero un año proliferaron mucho, lo que se tradujo en un
aumento de las picadas a animales domésticos. Según esta mujer, el aumento
inusitado fue debido a que habían sido tirados para servir de alimento a aves
rapaces pequeñas. Los relatos y explicaciones de estas personas se corresponden
con la pérdida de control sobre el medio propio y la transferencia de este control a
organismos externos que tienen sus propios intereses contrarios a los de la gente
local. Sin embargo, estos relatos y explicaciones no mencionan los procesos de
producción de lo silvestre que están remodelando el entorno.

El recurso a leyendas, a la exageración y a la ironía por parte de la población local


pretende poner de manifiesto el carácter artificial de la acción de la administración,
hasta el punto de que ésta para llevarla a cabo, no tiene otra opción que el
secretismo y el uso de medios extraordinarios.

La oposición a la reintroducción del lobo adopta diversas expresiones. En uno de los


pueblos, un coche exhibía una pegatina con la silueta de un lobo y el lema: "Lobo,
no te queremos ni vivo ni muerto". Un hombre mayor que fue pastor en su
juventud decía: "Aquí estuvieron muy contentos cuando mataron al último lobo,
pero esos locos de Lérida y Madrid, salvajes como son [los lobos], los quieren
volver a reintroducir". Un ganadero de vacas de fuera del valle, pero del entorno
del parque natural, afirmaba: "El lobo es el animal más cruel, el más carnívoro. En
tiempos de los abuelos, las mujeres salían de las casas llevando tizones encendidos
porque el fuego es lo único que asusta al lobo, que en invierno se acerca a los
pueblos". Explicaba que sus antepasados exterminaron al lobo envenenando a
presas y no censura su actuación. Considera al lobo como un enemigo muy grande
para el ganadero de los Pirineos, "dado que mata una oveja, pero abortan diez y la
administración sólo indemniza el animal muerto". Como cazador consideraba la
introducción del lobo como un agravio, dado que les habían prohibido cazar rebecos
durante muchos años para que aumentara su población y después de haberlo
conseguido con su sacrificio, ahora la administración pretendía controlar el número
de rebecos mediante la introducción de un animal competidor suyo. Según él: "La
gente del país por dignidad no puede admitir al lobo". Un ganadero ya mayor decía
que si su padre, que fue pastor, levantara la cabeza y oyera hablar de la
reintroducción del lobo, volvería a bajarla inmediatamente.

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La enumeración rima en catalán: "Escursó, extremaunció; escorpí fa morir; vidriol porta
dol".
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El discurso de la población local contra la reintroducción de animales salvajes


expresa no sólo el rechazo de la posición de dependencia y de la pérdida progresiva
de control sobre su territorio y los agravios reales o imaginarios que este proceso
les ha inflingido, sino que también refleja la defensa de un orden económico
doméstico. Rechazan la política de recuperación y de protección de los animales
salvajes haciendo énfasis en su naturaleza, que es conceptuada en términos de
causar daño y hacer mal, pero no en abstracto sino a sus intereses que siguen
definiendo en términos de un sistema productivo agrícola y ganadero, aunque esté
cada vez más en retroceso, y de una identidad campesina. Un campesino decía:
"Son bestias y se han de comportar como tales". Otro campesino explicaba acerca
de los jabalíes: "Como bestias que son, causan destrozos en todas las tierras. Si no
colocáramos cables eléctricos no crecería ni una planta, ni una patata. No han
dejado de 'labrar' ningún prado y, en particular, los más cercanos al río, de
naturaleza arenosa. Hunden el morro, bajan y suben; cometen verdaderos
desastres. Y no digamos de las águilas y otras rapaces. Si hay gallinas y otros
animales, hacen limpio. La gente se indigna, los pastores las hubieran acribillado
todas. Y lo que decimos tampoco se puede matar todo lo que está vivo, pero
tendría que haber unas tolerancias y ser como principal el hombre, las criaturas
humanas, y después lo otro, porque la gente lo respeta. Yo nunca he matado
nada". Una mujer recordaba que un año las águilas y otras rapaces les habían
arrebatado entre treinta y cuarenta animales de corral. Otro campesino
contaba:"Antes los animales salvajes no lo estropeaban todo como hoy; no
causaban tanto daño. Todo se cultivaba. Jabalíes había pocos. Había años que no
daban señales de vida. Una noche un jabalí causó destrozos en un campo de maíz y
mi padre le persiguió con la escopeta, le tiró de lejos y no le alcanzó. Los jabalíes
eran antes más salvajes, ahora se han visto cerca del pueblo en pleno día".

Se da paradoja que cuando la agricultura está prácticamente reducida al cultivo de


huertos para el aprovisionamiento de las casas, la percepción del daño causado es
mayor que en el pasado. Y es que el número de jabalíes no cesa de crecer. La
densidad estimada de jabalíes es de 3,1 por 100 ha en esta área protegida que
comprende cerca de 87.000 ha. Estos miles de jabalíes no sólo causan daños, sino
también son un recurso y un aliciente para los cazadores locales y foráneos tales
como muestran diversas fotos y trofeos exhibidos en restaurantes locales. En una
de estas fotos enmarcadas, treinta y ocho cazadores locales y foráneos posan con
doce jabalíes adultos abatidos durante una cacería que tuvo lugar en octubre del
2005. La caza del jabalí está rodeada de formas características de sociabilidad y
comensalismo masculinos. La caza de otros animales es más individualista, un
individualismo impuesto en parte por la administración como en el caso de la caza
del rebeco en que el cazador va acompañado por un guarda.

El rebeco "estaba casi extinguido a mediados del veinte [siglo XX] por culpa de una
caza excesiva. La protección y la regulación ofrecidas por la Reserva de Caza
primero y por el Parque Natural después, contribuyeron a la recuperación de la
especie y a fijar un sólido contingente de casi dos mil ejemplares" (Vaccaro,
2005:198). El número de rebecos siguió creciendo. Recientemente una peste les ha
diezmado y las autoridades han prohibido temporalmente su caza.
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Estoy presentando el punto de vista de la población local a las medidas de


protección de la administración. Como decía un joven: "Lo que hacen a favor de los
animales, aparece en detrimento de los humanos". Un hombre mayor expresaba su
opinión en estos términos: "Como que las reservas son para los animales, lo que
menos protegido está son las personas. La protección es de los animales".

Un joven afirmaba sobre la política del parque en relación a los rebecos: "Nosotros
los alimentamos, pero ellos hacen el negocio". El "nosotros" se refiere a la gente de
su pueblo y de otros pueblos cuyas tierras están integradas en el parque y sobre
las que han perdido el poder de decisión, y "ellos", a la dirección del parque. La
caza del rebeco proporciona importantes beneficios económicos que derivan de un
sistema de clasificación de la caza externo a las localidades y que transforma la
caza en una competición elitista. Las licencias de caza del rebeco son restrictivas y
este es un primer factor que hace subir su precio en un sistema de subasta. El
segundo factor es el establecimiento de dos categorías. Una se conoce como "caza
selectiva". Con esta caza el parque pretende eliminar aquellos animales que
presentan algún tipo de defecto físico o estético. Estas licencias se reparten entre
los pueblos que forman parte del parque y las administran por si mismos. La otra
categoría es la de "trofeo". Los animales elegidos por el parque son los ejemplares
más perfectos y bellos, por lo menos desde el punto de su cabeza y de su
cornamenta, que es la única parte que se llevará el cazador en el caso de que abata
el animal. Las cantidades que se citan que se han pagado por cazar un "trofeo" van
desde medio millón a un millón de pesetas. La caza del rebeco es uno de los
elementos que integran una imagen distintiva de lugar capaz de atraer a "gente
adecuada", es decir, gente rica o con poder. Esta imagen evoca en la gente local
una estructura de dominación tópica de otros territorios del estado: los señoritos
también forman parte de su territorio, aunque sea de forma transitoria.

Es preciso tomar en consideración las nuevas categorías de población cuyos


intereses están relacionados con el turismo. Se trata a menudo de gente joven, de
procedencia urbana, cuyas expectativas sobre el parque están condicionadas por la
naturaleza de sus intereses. La propietaria de un camping comentaba la noticia de
la reaparición del lobo: "Si hay uno y eso hace crecer el interés [de los visitantes],
bien". Las críticas no suelen ir dirigidas a la política de protección en cuanto tal,
sino en tanto que no beneficia o, no beneficia tanto como esperaba, el desarrollo
turístico de la zona. Un hombre joven, refiriéndose a una zona protegida para la
reproducción del urogallo y como ello condiciona la expansión de las pistas de
esquí, dijo: "Un día el director del parque se quedará solo con la hembra del
urogallo". Esta ironía sirve para poner de relieve que la protección de algunos
animales impide ver otra dimensión de la realidad, la precariedad de sectores de la
población local, reflejada en la frase del mismo hombre "aquí todo son
pequeñeces", refiriéndose al trabajo y a los ingresos, que puede forzarlos a irse.
Este mismo hombre criticaba la política de restricción de visitantes mediante la
colocación de barreras en muchos de los caminos y pistas de acceso al parque. Un
alcalde de un municipio de otro valle, que pertenece también al parque, declaraba:
"Se ha generado una peligrosa cohabitación con los animales salvajes, pero ésta
tiene poco impacto, porque los animales no se ven de día. Lo que necesitamos es
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una mayor inversión en atracciones turísticas efectivas" (Vaccaro, 2005:199). Un


hombre local se lamentaba: "¡Esto desgraciadamente no es Aigüestortes! [parque
nacional]". Las críticas no se dirigen tanto al parque en sí como al hecho de que no
les proporciona las mismas oportunidades de ganarse la vida que otros parques o
simplemente por el hecho de que éste tenga poca incidencia en sus formas de
ganarse la vida en el contexto de la nueva economía.

El retorno a un estado anterior de la naturaleza comporta también estrategias de


erradicación o expulsión de especies consideradas forasteras. En este caso es
también la administración la que lleva la iniciativa. Un hombre me contó que hace
poco pasó por su pueblo un agente del parque, que le pidió permiso para arrancar
una planta florecida a la entrada del pueblo. Le explicó que era "una planta africana
invasora" y le informó sobre la peligrosidad de su difusión. Una vez arrancada, la
metió en una bolsa de plástico, que ató bien, antes de depositarla en el contenedor
público de basura. Una mujer me contó que en los alrededores de la casa forestal
donde se llevaba a cabo un curso formativo-ocupacional sobre plantas aromáticas y
medicinales, crecía una planta "muy ufana y muy bonita". La profesora le explicó
que era una "planta invasora". En relación a la erradicación de animales, Vaccaro
(2005:186) explica que se eliminó el muflón del parque, que "había sido introducido
a mitad del siglo veinte para fines de caza". Esta política puede tener excepciones:
"A las marmotas, aunque no sean 'nativas', se les ha permitido permanecer en
estas montañas porque no compiten con ninguna especie local" (Vaccaro,
2005:186).

Las estrategias de producción de lo salvaje pretenden devolver a amplísimas zonas


del territorio una configuración "natural", autóctona, prístina.

Estrategias de producción de lo silvestre

En el pasado, la escasez de tierra y la presión demográfica estimularon la


roturación tierras y contribuyeron al retroceso de lo silvestre. La imagen de las
laderas "peladas" del pasado se contrapone en la memoria de los locales con la
visión de las laderas llenas de pinos. La producción de lo silvestre está relacionada
con la crisis y desmoronamiento del orden agrícola, basado en el establecimiento de
una frontera nítida entre lo cultivado y lo silvestre, y con el avance del bosque. Un
empresario de la madera de la comarca expuso en una reunión oficial su punto de
vista sobre el futuro de los bosques:"El valor de la madera ha bajado un cuarenta
por ciento. Estamos en un mercado global. Producir madera en los Pirineos es
distinto de producirla en Las Landas [Francia]. Si para cortar, aún hay que poner
dinero del bolsillo, los bosques se abandonan". Un alcalde de la comarca haciéndose
eco de esta situación decía: "Mejor que quede buena vista". Es decir, que queden y
sean apreciados por su valor paisajístico, un valor en alza en el contexto del
turismo. Lo silvestre adquiere más valor con el turismo en la medida en que éste
potencia la contemplación de la naturaleza. Así pues, a diferencia del pasado, las
casas más elevadas se valoran más porque tienen mejores vistas. Las estrategias
de producción de lo silvestre incluyen tanto acciones como omisiones, es decir, es
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el resultado tanto de cosas que se hacen a propósito como de cosas que se han
dejado de hacer.

Los puntos de vista sobre lo silvestre son radicalmente distintos entre visitantes o
turistas y locales. Un residente temporal puede exclamar contemplando el paisaje
desde el fondo del valle: "Es agreste, pero tiene encanto". Según Vaccaro, los
turistas buscan en el paisaje de montaña "una imagen de orden" asociada con "una
apariencia selvática" (2005:186). Para los locales el orden estético no está asociado
con la proliferación de lo silvestre. Un campesino todavía en activo, habitante de
una casa de campo, me decía frente al paisaje que se divisaba: "Antes era bonito,
ahora, no; ahora [está lleno de] espinos y porquería". Al decir porquería no se
refería a basura, sino a plantas silvestres. Para explicar su concepción estética del
paisaje me recitó una larga lista de cultivos: variedades de cereal, patatas, nabos,
remolachas, lentejas, garbanzos, guisantes, judías, coles, variedades de forrajes,
etc. El paisaje era bonito insistía cuando los campos artigados llegaban casi a la
cima y continuaban detrás. Lo cultivado es bonito, lo no cultivado, no. No se trata
sólo de los colores correspondientes a los diversos cultivos, sino de un orden total
donde existe una correspondencia perfecta entre forma y contenido, donde belleza
no se disocia de bienestar. Ahora que la casi totalidad de la tierra del valle está sin
cultivo, este campesino encuentra todavía un poco de belleza para sus ojos en sus
campos y en sus animales domésticos y ocasionalmente en algún campo de cereal
sembrado por algún ganadero, con el fin de que una vez crecido sea pastado por el
vacuno de carne. Un pastor retirado replicó a una alabanza sobre la vista que se
contemplaba desde su casa, que él no veía nada bonito, porque la vegetación había
invadido todo lo que antes eran campos. Una mujer de origen urbano, pero
residente desde hace más de veinte y cinco años, comentaba con otra nacida en el
valle los cambios del paisaje, y concluyó: "Ahora está descuidado, asilvestrado,
más homogéneo". El predominio casi absoluto del verde es el signo de su
homogeneidad. El dueño de un restaurante lamentaba el abandono y la destrucción
de campos y caminos a causa básicamente de la proliferación de rosales silvestres
y otros arbustos espinosos y de que las vacas para carne, que los ocupan,
desmoronan sus muros y se pierde la tierra. Estaba preocupado por lo que podría
suceder en el futuro, dado que en veinte años se había producido tal situación.
Concluyó diciendo: "Los campesinos eran los jardineros del paisaje". Otro hombre
dijo sobre las consecuencias del abandono de los campos: "Hay sitios que son
impenetrables, incluso las vacas tienen bastante trabajo para pasar".

Si los turistas ven el paisaje a través del prisma de la abundancia o


sobreabundancia de la vegetación, la población local lo mira a través del prisma de
la pérdida de los campos y cultivos. Si los visitantes pueden identificar el aumento
progresivo de la vegetación con la recuperación de la naturaleza y, por tanto, como
la vuelta a un orden primigenio, para la población local, representa sólo la vuelta a
un estado caótico.

Al haberse constituido el turismo en la principal alternativa económica, se ha


difundido un modelo urbano contrapuesto al vinculado a la tradición agrícola y
pastoril de estos pueblos. La gente que se identifica con este modelo, sobre todo
las nuevas categorías de población, rechazan la presencia de ovejas, caballos, etc.,
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en el interior de los pueblos. Estos animales son considerados fuera de lugar,


porque ensucian calles, propagan pulgas, causan malos olores, etc. Los animales
deberían estar en los lugares silvestres como las vacas para carne o en los parques
como los animales salvajes. Interesan las formas rústicas, pero sólo en la medida
en que aparecen desprovistas de sus contenidos y funciones anteriores. La nueva
economía se construye sobre la destrucción de la anterior.

Consideraciones finales

Las estrategias de producción de lo rústico, salvaje y silvestre modelan una nueva


identidad de lugar que competirá con la de otros lugares y destinos por la captación
de "capital y gente adecuada" (Harvey, 2004:326). Como señala este autor,
paradójicamente la creación de una imagen distintiva de lugar acaba generando
una "monotonía serial" de lugares.

Existe un paralelismo entre la respuesta de este territorio a la crisis de su sistema


productivo y la respuesta a crisis de producción de bienes en otros. Hewison, citado
por Harvey, afirma que en Gran Bretaña "desde la década de los setenta, la
industria del patrimonio se ha convertido súbitamente en el gran negocio. Los
museos, las casas de campo, los paisajes urbanos reconstruidos y rehabilitados
para que resulten ecos del pasado, la producción de copias de antiguas
infraestructuras urbanas han pasado a integrar una vasta transformación del
paisaje británico" (2004:106). Appadurai por el contrario relaciona el auge de la
industria del patrimonio y la creación de "una idea hegemónica de anglicidad" con
la erosión de poder del estado británico (2005:214-215).

Los modelos y estrategias de lo rústico, lo salvaje y lo silvestre son una forma de


"producción cultural que recurre al pasado" (Kirshenblatt-Gimblett, 2001:44). Este
desplazamiento metafórico encuentra su correspondencia con fenómenos como el
nacionalismo y la restauración de un estado primigenio y el ecologismo y el retorno
a la naturaleza. Mediante la referencia al pasado se crean nuevos valores para
paisajes, pueblos, edificios, objetos y costumbres, que constituyen la base de una
economía terciaria y contribuyen a su capitalización. El imaginario social asociado a
la producción cultural de lugar incide sobre las relaciones sociales de producción de
esta economía terciaria, en la medida en que características deseables atribuidas al
lugar pueden anteponerse a otras razones en la elección de trabajo o pueden
considerarse compensatorias de las condiciones de trabajo.

Las políticas de restauración de la naturaleza y de la cultura y la ideología de


retorno al pasado, que las inspira, potencian la distinción entre lo local y lo
externo4. Lo que se clasifica como del país es adecuado para expresar las ideas de
autenticidad y otras ideas asociadas. En la construcción, se distingue entre
materiales del país, que son los que deben emplearse, y los que no son del país y
que, por tanto, no deben usarse. Los materiales considerados del país forman parte
de un modelo convertido en norma constructiva- arquitectónica. El resultado final

4
Distinción que referida a la población se gradúa mediante las expresiones locales: "del
país", "nouvingut" y "foraster".
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es crear un estilo del país. En relación al medio físico, puede convertirse en la


distinción entre autóctono/invasor. La población local esta aprendiendo a reconocer
plantas "invasoras" no sólo a través de medios escritos como los boletines del
parque natural, sino también mediante la actuación directa de agentes que
combaten la difusión de estas plantas. Paradójicamente en nombre de la
restauración de lo autóctono, un animal venido del centro de Europa como el lobo,
puede ser considerado especie autóctona y, por tanto, a proteger, mientras que
una planta africana arraigada puede ser considerada una especie invasora y, por
tanto, a erradicar.

Cuando se pretende recuperar o restaurar un estado o condición original se corre el


riesgo de que el resultado sea un simulacro, una recreación, o un pastiche, pero
son los que proporcionan significado y valor nuevo a este territorio después de una
crisis profunda, porque aparecen como la quintaesencia de la autenticidad.

Las políticas más o menos explícitas de conservación en el ámbito de la cultura y de


la naturaleza están configurando un territorio como si fuera un territorio del
pasado, pero un pasado que no se corresponde con un tiempo histórico concreto
como el del pequeño campesinado que fue numeroso en el valle, sino que es más
bien un pasado más abstracto, atemporal, podría decirse. Quizás se pueda
caracterizar como un territorio de nostalgia abstracta para visitantes.

Bibliografía
APPADURAI, A. (2005) Après le colonialisme. Les conséquences culturelles de la
globalisation. París, Payot.
FRIGOLÉ, J. (2005) Dones que anaven pel món. Estudi etnogràfic de les trementinaires de la
Vall de la Vansa i Tuixent. Barcelona, Generalitat de Catalunya.
FRIGOLÉ, J.; ROIGÉ, X. (Coords.) (2006) Globalización y localidad. Perspectiva etnográfica.
Barcelona, Universitat de Barcelona.
HARVEY, D. (2004) La condición de la postmodernidad. Investigación sobre los orígenes del
cambio cultural. Buenos Aires, Amorrortu.
KIRSHENBLATT-GIMBLETT, B. (2001) "La cultura de les destinacions: teoritzar el patrimoni".
Revista d'Etnologia de Catalunya, 19:44-53.
VACCARO, I. (2005) The Polysemous Valley: Modernity and Landscape Politics in the Catalan
Pyrenees. Tesis de doctorado. Washington, University of Washington.

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