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Nosotros no nos

mataremos con
pistolas.

Texto ganador
Premio Max Mejor Autoría Revelación 2016

Víctor Sánchez Rodríguez.

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It's so easy to laugh 


It's so easy to hate 


It takes guts to be gentle and kind 


Over, over 

I Know it’s over; The Smiths

“(...) Una lenta tristesa,

un amor, unes llàgrimes, una pobra nostàlgia.

He tornat. Feia temps que no havia tornat.”

Coral romput (Coral Roto); Vicent Andrés Estellés.

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Personajes

Miguel

Blanca

Marina

Elena

Sigfrido

Todos en la treintena.

La obra transcurre en casa de los padres de Blanca, una antigua casa de pescadores, el dieci-

séis de julio, día de la Virgen del Carmen.

Los personajes mirarán a recurrentemente su teléfono móvil, enviarán mensajes de Wasapp,

comprobarán si han recibido. He evitado indicar esos momentos en el texto en forma de

acotaciones para que los actores y el director(a) elijan libremente cuándo les conviene utili-

zar dicha acción física.

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*Signos de puntuación:

Cuando aparezca un “-“al final de réplica, esto indicará que la réplica del personaje se solapará con la si-

guiente.

Los puntos suspensivos (…) cumplen la función de indicar que un pensamiento se queda en suspenso o que

se omite cierta información, dependiendo del subtexto de cada escena.

La barra entre oraciones de una misma réplica “/” expresa la problemática del personaje para expresar lo

que quiere.

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El salón de una casa en un pueblo del Mediterráneo. Una típica casa de pescadores.

Una sola puerta comunica con las demás dependencias de la casa y con el exterior.

Un ventanal por el que entra la luz del día y llegan los ruidos de la calle.

En medio del salón, una mesa grande de madera con cinco sillas. Encima de la mesa, una foto en un porta-

rretratos.

Un sofá viejo.

Quizás alguna butaca de mimbre.

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Capítulo 1. La Bienvenida.

Son cerca de las tres de la tarde del dieciséis de julio. Hace mucho calor. Marina, embarazada de seis meses,

llora sentada. Blanca entra y sale dejando platos y cubiertos en la mesa, ignorando los lloros de Marina. Al

fin, Blanca no puede ignorarla más.

Blanca._ ¿Y ahora?

Marina._ Me pica mucho la planta del pie. Desde hace diez minutos. Y yo sola no puedo

quitármelo.

(Blanca le rasca)

Blanca._ ¿Estás nerviosa?

Marina._ Seguramente será por cesárea.

Blanca._ Digo por hoy.

Marina._ Hoy todo irá bien.

Blanca._ ¿Sí?

Marina._ Claro, es una fiesta.

Blanca._ Es verdad.

Blanca._ ¿Mejor?

Marina._ Sí, gracias (Blanca hace por irse pero Marina la retiene) Oye amiga, gracias por dejar

que me quede.

Blanca._ De nada (Marina vuelve a retenerla)

Marina._ Blanca.

Blanca._ ¿Qué?

Marina._ (…)

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Blanca._ Amiga, ya está bien.

Marina._ Pero es que-

Blanca._ Intenta no pensar. Es una fiesta.

Marina._ Sí, es una fiesta. Y tengo tantas ganas de verlos a todos. Tanto tiempo.

Blanca._ Por eso. No le digas nada a nadie.

Marina._ ¿De qué?

Blanca._ De tus problemas.

Marina._ Pero Blanca-

Blanca._ Ni de los míos, ni de todo lo de hoy.

Marina._ Bueno (Pausa) Amiga… Tengo miedo de morirme desangrada en el parto. Lo he

soñado.

(Entra Elena cargada con un regalo envuelto y más bolsas. Se saludan)

Blanca._ ¡Elena!-

Elena._ ¡Amigas!-

Marina._ ¡Elena! ¡Cuánto tiempo!-

Elena._ ¡Dios mío, Marina! ¡Estás horrible!

Blanca._ Elena, hija-

Elena._ ¿Cómo estás?

Marina._ Como una foca, ¡ya lo has dicho tú! Y, encima, me lo tienen que hacer todo.

Elena._ Qué miedo... Yo antes de quedarme impedida me metería un tiro.

(Silencio)

Blanca._ Tenía muchas ganas de verte (abraza a Elena demasiado fuerte)

Elena._ Blanca, no respiro.

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Blanca._ Disculpa/ ay, lo siento. Qué tonta ¿Qué tal el viaje?

Elena._ (dándole los regalos a Marina) El viaje, ¡un coñazo! ¡Tenía tantas ganas de llegar y em-

pezar la fiesta...! Madre mía la casa, se me ha caído el tiempo encima... ¿Cómo que tus pa-

dres no la vendieron?

Blanca._ No les dejó mi abuela

Elena._ Estoy harta del tren. Antes aprovechaba el viaje, hacía trabajo, pero ahora me cues-

ta mucho trabajar/ quiero decir en el tren. Me paso el viaje apretando los dientes para ver

si llegamos antes. Me aburro profundamente.

Blanca._ No hacía falta que trajeras nada.

Marina._ Tanto tiempo sin juntarnos todos.

Elena._ Sí, cinco años. ¿Y Miguel? ¿Te ha dicho que vendría?

Blanca._ Sí.

Elena._ ¿Sí?

Blanca._ Eso me ha dicho.

Elena._ ¿Te ha cogido el teléfono?

Blanca._ Sí.

Elena._ Qué raro.

Blanca._ ¿A ti no te lo coge?

Elena._ Yo ya me cansé y rara vez lo llamo. Pero me ha dicho un pajarito que nunca coge el

teléfono.

Marina._ No debe tener tiempo. Cómo me alegro por él.

Blanca._ Y yo-

Elena._ Ya, claro. ¿Y le has dicho quién venía?

Blanca._ No.

Elena._ Por eso vendrá.

Marina._ Tengo ganas de que llegue y me haga reír-

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Blanca._ La verdad es que nunca me coge el teléfono ni contesta mis correos. Es como si

se hubiera enfadado conmigo.

Elena._ ¿Pero os ha pasado algo?

Blanca._ No, qué va. Pero no me dice nunca nada. Hace ya tiempo.

Elena._ Déjalo, él es así.

Marina._ Chica, déjalo estar. No debe tener tiempo de nada.

Blanca._ Sí. Seguro que es eso.

Marina._ Es que claro… ¿Cómo va a tener tiempo?

Blanca._ Sí.

Marina._ Imagínate.

Elena._ ¿Qué me tengo que imaginar?

Marina._ Pues eso, que no debe tener tiempo de nada. La vida le ha ido bien.

Elena._ Sí, claro.

Blanca._ Desde luego.

Elena._ A mí tampoco me va mal.

Blanca._ Sí, es verdad. Aquí nadie se puede quejar.

Elena._ Y yo contesto todas las llamadas.

Marina._ Sí, Elena, pero no compares.

Elena._ ¿Que no compare?

Marina._ Sí, que no compares.

Elena._ ¿Por qué no me puedo comparar?

Blanca._ Nada, cosas de Marina.

Elena._ El caso es que me han contado algo de él-

Blanca._ Elena, hoy no. No quiero saberlo, por favor.

Elena._ Como quieras (pausa) ¿Y eso? ¿Esa foto? Sois tú y Paula de niñas, ¿verdad?

Blanca._ Sí.

Elena._ Deberías guardarla (Silencio) Qué bien, todos juntos de nuevo. Me voy a mear.

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(Silencio. Elena hace por salir y cuando pasa al lado de la foto, la coge y se la lleva consigo. Blanca se queda

ensimismada. Marina no puede abrir el regalo)

Marina._ Blanca...

Blanca._ ¿Qué?

Marina._ No puedo abrirlo.

Blanca._ Mira, voy a echar la carne a la paella. Si viene Miguel, no le digas que viene Sigfri-

do. Ni le cuentes/ Deja que te cuente él mejor.

(Blanca sale por la puerta de la cocina y deja sola a Marina intentando abrir el regalo. Entra Miguel sin

ser visto. Mira la estancia a medio preparar para la reunión de amigos y algo le hace darse la vuelta y mar-

char. Justo en ese momento, Marina se gira y lo ve)

Marina._ ¡Miguel!

Miguel._ ¡Madre mía, nena, cómo estás!

Marina._ ¡Cuánto tiempo!... ¿No lo sabías?

Miguel._ Me lo dijo Blanca. Pero vaya, no esperaba que estuvieras así de...

Marina._ De foca. Por favor, no me lo recordéis más.

Miguel._ ¿Y eso que tienes ahí?

Marina._ No lo puedo abrir. (Le da el regalo a Miquel y él intenta abrirlo) Cómo se nota que es

un regalo de Elena.

Miguel._ ¿Por qué?

Marina._ Porque es jodido de abrir.

Miguel._ Ahora... Entonces, ¿ya está aquí Elena? (le devuelve el regalo abierto)

Marina._ Sí. Lo último que sé de ti es lo del premio que te dieron.

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Miguel._ Sí. ¿Y quién más ha llegado?

Marina._ Yo. ¿Y después de eso, qué?

Miguel._ Bien.

Marina._ A mí no sabes todo lo que me ha pasado-

Miguel._ Imagino. Entonces, ¿ya estamos todos, no?-

Marina._ Sí, supongo. Hace muchísimo que no os veo. No sé nada de... Bueno, de cómo

vais... Yo estuve en México, en el D.F. Lo sabías, ¿no?

Miguel._ Hostia, ¿sí? Lo último que supe de ti es que estabas en Argentina.

Marina._ Ay, sí... Argentina... Tanto tiempo… (Pausa). Trabajaba el cuero con Matías. Vi-

víamos en una comuna en las sierras de Córdoba. Teníamos una paradita en el mercado.

Íbamos de aquí para allá, incluso a la Patagonia. Era feliz yo allá. Era una buena vida. Las

vacas son tan grandes en Argentina... Aquí no somos un país de vacas, ¿verdad? Pero lo

dejé con él. Conocí a Roberto, que era un mejicano que iba rodando por toda la América

Latina, como el Che, ya sabes... Y me fui con él al D.F. Y de allá, me volví aquí al pueblo

con él, y… mira las consecuencias (se señala la tripa) ¿Qué escribes ahora?

Miguel._ ¿Te arrepientes?

Marina._ Sí/No. No lo sé. No. No lo sé. ¿Qué hago, Miguel?

Miguel._ ¿Con qué?

Marina._ Con esto.

Miguel._ A estas alturas, tenerlo, ¿no?

Marina._ ¿Y de dónde saco el dinero? ¿Y si un día me dice que hubiera preferido no haber

nacido?

Miguel._ ¿Y el padre? ¿Dónde está?

Marina._ El padre… Tenía tantas ganas que vinieras. Dime, ¿tú qué harías?

Miguel._ Mis padres se alegrarían, creo-

Marina._ Mi madre no para de decirme que con qué dinero pienso criar a mi hijo. Se va de

casa al trabajo gritándome y vuelve, te lo juro, cinco minutos antes para seguir gritándome.

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Miguel._ Dalo en adopción.

Marina._ Seguro que luego querría verlo.

Miguel._ Tienes dos años para recuperarlo.

Marina._ ¿Y hacerle esa jugada a los padres?

Miguel._ ¿Y no tienes alguna amiga que no pueda tener hijos? Podría adoptarlo.

Marina._ Claro, y así podría verlo.

Miguel._ Claro.

Marina._ Escucha, sería la tía.

Miguel._ Estás loca.

Marina._ ¡Ay, Miguel, me siento tan mala persona! (Marina se abraza a Miguel)

(Blanca entra por la puerta de la cocina con platos vacíos en las manos)

Blanca._ He pensado que mejor si comemos directamente de la paella.

Miguel._ Vaya, con el delantal puesto, como siempre...

(Blanca vuelve a entrar en la cocina. Al momento, Blanca vuelve a salir sin los platos)

Blanca._ ¿Cómo estás, Miguel?

Miguel._ Bien (pausa) Muy bien.

Blanca._ Me alegro mucho de volver a verte, amigo.

Miguel._ Y yo.

Blanca._ Ay, perdona este desorden.

Miguel._ Blanca, da igual.

Blanca._ Qué bien que hayas venido, amigo. ¡Qué bien! ¿Qué tal todo?

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Miguel._ Pues... Bien.

Blanca._ ¿Sí?

Miguel._ Sí.

Blanca._ ¿Qué tal?

Miguel._ Bien.

Blanca._ Me alegro tanto.

Miguel._ Y yo ¿Y tú?

Blanca._ Bien también.

Blanca._ ¿Quieres ducharte o algo?

Miguel._ ¿Yo? ¿Por qué? No.

Blanca._ (a Miquel) Perdona. Marina, ¿podrías ayudarme a poner la mesa?

Marina._ ¿No hemos quedado que comemos todos de la paella?

Miguel._ ¿Y...?

Blanca._ ¿Sí?

Miguel._ ¿Estamos todos ya, no?

Blanca._ Sí

Miguel._ Bueno, un abrazo o algo ¿no?

Blanca._ Claro. Ahora vuelvo ¿eh? Creo que huele a quemado.

(Blanca entra en la cocina)

Marina._ ¿Para qué cojones sirve esto?

Miguel._ Perdona, pero yo no te he traído nada.

Marina._ No importa (Se escucha la voz de Blanca: ¡”Por favor, Marina, ve poniendo la mesa!”) Lleva

así todo el día. No me deja en paz. Parezco su esclava.

Miguel._ Está un poco rara, ¿no?

Marina._ No lo sé. Puede ser.

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Miguel._ ¿Qué crees tú?

Marina._ Puede ser que esté un poco rara. ¿Para qué servirá esto?

Miguel._ ¿Le pasa algo?

Marina._ Nada...

Miguel._ ¿Y por qué nos ha reunido hoy?

Marina._ Hombre, porque ya tocaba, ¿no?

Miguel._ Pero, ¿por qué justamente hoy?

Marina._ Yo qué sé. Porque es verano.

Miguel._ ¿Pero tú sabes qué día es hoy?

Marina._ La virgen del Carmen

Miguel._ No me jodas. Además, ¿por qué no ha venido con Gabriel?

Marina._ El trabajaría.

Miguel._ ¿Cuándo volvió de Londres?

Marina._ Una semana y pico.

Miguel._ ¿Y os habéis visto?

Marina._ Sí/ no.

Miguel._ ¿Sí o no?

Marina._ Sí, pero poco.

Miguel._ Marina, tú sabes algo...

(Miguel insiste a Marina. Marina se niega a contar nada.)

Marina._ Bueno ¡Mira! Lo pilló con otra en la cama y no era la primera vez, pero no le di-

gas que te lo he dicho. Me duele mucho todo el cuerpo. ¡Y encima no sé para qué coño sir-

ve eso que me ha regalado Elena!

Miguel._ ¿No lo pone en la caja?

Matina._ Lo pone en alemán, últimamente todo está en chino o alemán.

(Marina se levanta y camina lentamente dispuesta a poner la mesa)

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Marina._ No sé qué hacer, Miguel. No debería haber vuelto de México. Sabes, yo quería

volver aquí, después de aquello de Paula. Aquello me hizo/no sé/ siempre estoy tan lejos

de todo... A veces, cuando me quedo sola, pienso. Antes no pensaba en nada. Fumaba.

Ahora pienso y me pongo triste, y... ¿en qué me he convertido? ¿Eh? (Silencio) Sé por qué te

callas. ¿Tienes pareja?

(Miguel se levanta y pone las sillas)

Miguel._ Sí.

Marina._ ¿Sí? Qué bien. Seguro que te quiere. Tú siempre sabes qué se ha de hacer. (Silencio)

Por cierto, ¿sabes que llevas una pinta horrorosa?

Miguel._ Ya lo sé. Toda la noche trabajando...

Marina._ ¿Sí? Qué envidia. Yo me la pasé mirando significados de sueños y vídeos de par-

tos por internet (pausa). Tú serías un buen padre.

(Silencio.)

Miguel._ Hoy es la procesión. ¿Has visto las calles decoradas y con banderas? (pausa) Me ha

hecho gracia.

Marina._ Sí, los he visto. ¿Y llevas mucho con tu novio?

Miguel._ Tres años.

Marina._ ¿Y vais en serio?

Miguel._ No sé. Supongo.

Marina._ ¿Vivís juntos?

Miguel._ No/ sí, bueno, sí.

Marina._ ¿Sí o no?

Miguel._ Sí..

Marina._ ¿Y cómo es el piso? ¿Es grande? ¿Cuántas habitaciones tiene?

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Miguel._ Tres...

Marina._ Ah, bueno... ¿y habéis pensado en casaros?

Miguel._ Bueno... No nos va mucho eso.

Marina._ ¿Y el trabajo qué tal?

Miguel._ No me puedo quejar.

Marina._ Pero debes de vivir bien, ¿verdad? ¿Cuánto cobras al mes?

Miguel._ Marina, hija, pareces una portera.

Marina._ Ay, sí, sí. Perdona. En este pueblo ningún edificio tiene porterías. Al fin y al cabo,

somos nietos de gente pobre (pausa). La última vez que nos vimos fue en la plaza del mer-

cado. Era verano y habíamos quedado en vernos todos. Tú venías hacia nosotros y camina-

bas como siempre, torciendo el pie izquierdo y demasiado estirado. Me reí. Todo el mundo

se reía de ti cuando tenías catorce años. Después todos te quisimos. En fin… Miguel, qui-

zás tú y/ se me ha ocurrido que quizás, como tú y tu novio/ ¿Por qué lloras?

Miguel._ Escucha, ¿dónde está Elena?

Marina._ En el baño. Sí que tarda (Miguel ríe) ¿De qué te ríes?

Miguel._ De nada

Marina._ ¿Y te van a publicar alguna cosita nueva o qué?

Miguel._ Sí, sí, sí...

Marina._ Tú siempre haces las cosas bien. En cambio yo...

(Entra Elena)

Elena._ Deja de quejarte de una vez, Marina.

Marina._ ¡Calla, guarra!

(Elena entra al salón)

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Miguel._ Bueno, bueno... Mírala, ¿dónde está tu palestina? Con lo manifas que tú eras...

Elena._ Ay, manifas... Palestina... ¡Qué antigua! Eso es tan del 2002, 2003...

Miguel._ ¿Ni una pizca de nostalgia de la vida revolucionaria?

Elena._ Te mentiría si digo que a veces no pienso que la única solución a todo este cenagal

es el pelotón de fusilamiento. Pero luego recuerdo mi pelo grasiento de aquella época y

siento que elegí el lado adecuado cuando acabé la carrera.

Miguel._ ¿La izquierda?-

Elena._ La izquierda feliz.

Miguel._ Y aburrida.

Elena._ Pero cómoda.

Miguel._ ¿Y qué tal en el partido?

Elena._ ¿Qué partido?

Migue._ ¿Otra desencantada con la socialdemocracia?

Elena._ Ahora la pongo en práctica con mis empleados. Me decepciono menos cuando

termina el día.

Miguel._ Porque mandas tú.

Elena._ Obvio.

Miguel._ Y tu hermana.

Elena._ Sí. Las dos.

Miguel._ ¿Y bien con ella?

Elena._ Mejor que nunca.

Miguel._ Y, una cosa… ¿Tanto tiempo en el baño? Sí que te meabas, ¿no?

Elena._ (a Marina) ¿Y Blanca?

Marina._ En la cocina.

Miguel._ (a Elena) ¿Tú sabes para qué nos ha reunido?

Elena._ ¿Qué pasa? ¿Estás nervioso?

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Miguel._ ¿Yo, por qué?

Elena._ No sé... Hace mucho que no coincidimos. ¿Qué pasa, sólo te mueves por la bohe-

mia?

Miguel._ ¿Bohemia? Y soy yo la antigua.

Elena._ Va, ¿por dónde te metes? Cada vez eres más caro de ver.

Marina._ Yo pensaba que siempre estabais juntos, viviendo en la misma ciudad.

Miguel._ No sé, cada vez salgo por un sitio diferente.

Marina._ ¿Tú conoces al novio de Miguel?

Elena._ ¿Qué novio?

Miguel._ A David. Sí, mi novio.

Elena._ Ah, tu novio. Sí. Claro que lo conozco.

Marina._ ¿Y cómo es?

Elena._ ¿No te ha enseñado una foto? ¿Cómo no le has enseñado una foto?

Marina._ Eso, ¿por qué no me enseñas una foto?

Miguel._ Pues no sé. No va conmigo.

Elena._ Pues es uno de esos novios de los que se suele enseñar su foto.

Marina._ ¿Tienes alguna foto?

Elena._ Búscala en el móvil.

Miguel._ Sí. Claro (busca la foto y se la muestra a Marina)

Marina._ ¿Qué horóscopo es?

Miguel._ Sagitario.

Marina._ Sí, es de esos novios que se enseñan. ¿Llevas el móvil un poco roto, no?

Miguel._ Sí.

Marina._ Chico, ¿y por qué no te compras otro?

Elena._ Hace mucho que no os veo juntos ¿por qué no venís un día a cenar?

Miguel._ Claro/ Ya lo hablamos.

Marina._ ¿Sabes que a lo mejor a Miguel le publican una movida nueva?

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Elena._ ¿Sí?

Marina._ Que te lo cuente.

Miguel._ Otro libro, sí.

Elena._ Ah, ¿sí?

Miguel._ Sí.

Elena._ No es eso lo que tenía entendido.

Miguel._ ¿Qué tenías entendido?

Elena._ Otra cosa.

Miguel._ Pues te lo han informado mal...

(Silencio)

Elena._ (a Marina) ¿Te ha gustado mi regalo?

Marina._ ¡Eso! ¿Qué coño es?

Elena._ Una succionadora de leche materna. Para guardar la leche cuando estés trabajando

y dársela a tu hijo cuando llegues a casa...

(Marina se pone a llorar)

Marina._ Elena ¿dónde quieres que trabaje, si no hay trabajo para nadie? ¿Y quién quieres

que se quede con mi hijo mientras trabajo? Me cago en la madre que te parió.

Elena._ ¿Te ayudo en algo, Blanca? (Desde la cocina, Blanca: No, no, tranquila) Sí, sí... (Blanca:

Que no, tranquila) Que siiiiiii...

(Elena sale)

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Miguel._ Voy al baño ¿vale?

(Miguel sale. Al momento, aparece Sigfrido disfrazado de pollo y con una bolsa de deporte)

Sigfrido._ ¿Marina...?

Marina._ ¿Sigfrido?

Sigfrido._ ¿Qué te han hecho?

Marina._ ¿Qué te han hecho a ti?

Sigfrido.- ¡Hostia, menudo bombo! Oye, estás chota igual ¿eh? ¡Hola, soy el tío Sigfrido!

Marina._ ¡Qué peste que haces, Sigfrido!

Sigfrido._ ¿Han llegado todos ya?

Marina._ Sí.

Sigfrido._ ¿Sí? Qué rabia... Blanca me dijo que a las tres en la mesa. Por cierto, está muy

pesada, ¿no?

Marina._ Sí, puede ser.

Sigfrido._ Quería llegar antes que nadie pero se ha liado en el curro y no he podido salir

pronto.

Marina._ Haberte inventado algo.

Sigfrido._ Ya. ¿Y el Miguelico también ha llegado, no?-

Marina._ La diarrea a mí siempre me ha funcionado.

Sigfrido._ ¿Ha llegado?

Marina._ Sí, claro. Ahora son todos muy puntuales.

Sigfrido._ Voy al baño a cambiarme.

Marina._ Está Miguel.

Sigfrido._ Joder. Pues nada. A esperar. (Silencio)

Marina._ ¿Por qué eres un pollo?

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Sigfrido._ He venido sin cambiarme del curro para ahorrar tiempo. Como siempre llegabais

tan tarde digo, pues igual mira, tengo suerte y todo y llego antes y me puedo cambiar allí y

asearme, ponerme guapo y esas cosas…

Marina._ Ponerse guapo dice.

Sigfrido._ Esta casa/ vaya tela ¿eh?

Marina._ Sí…

(Entran Blanca y Elena con los vermuts)

Sigfrido._ ¡Amigas!

Elena._ ¡Madre mía!

Blanca._ Pero Sigfrido ¿no me habías dicho que te arreglabas en el trabajo?

Sigfrido._ Se me ha liado la cosa... Si te contara

Blanca._ Ay perdona, cariño ¡qué guapo estás!

Sigfrido._ Ay, huelo fatal.

Blanca._ No pasa nada...

Sigfrido._ ¿Te importa que vaya al baño para pegarme una ducha? (entra Miguel) Hola Mi-

guel, vaya... ¿cómo estás?

Miguel._ Hola, Sigfrido. Muy bien.

Sigfrido._ Me alegro.

(Silencio)

Elena._ Pues aquí estamos.

Blanca._ Sí.

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(Miguel se sienta. Silencio. Miradas entre ellos. Se sonríen)

Marina._ (a Sigfrido) ¿Tú, el pollo, no tenías tanta prisa en ir a ponerte guapo?

Blanca._ (a Sigfrido) Ven, que te digo-

Marina._ Va, que tengo hambre-

Sigfrido._ Tranquila, me acuerdo.

Marina._ Tanta puntualidad para luego comer a las cinco de la tarde

Elena._ (Sigfrido besa a Elena) Menos mal.

Blanca._ ¿Toalla?

Sigfrido._ Gracias Blanca, llevo una.

(Sigfrido sale)

Elena._ De pollo pero igual.

Miguel._ Creo que me voy.

Elena._ ¿Te vas? ¿Adónde?

Miguel._ No me encuentro bien...

Elena._ ¡Qué casualidad!

Blanca._ No te vayas.

Miguel._ Es que no me encuentro bien.

Blanca._ Te puedo dar un paracetamol o algo.

Elena._ Miguel, hace ya mucho.

Blanca._ Haz un esfuerzo, Miguel.

Marina._ Venga va, Miguel.

(Silencio. Marina coge un vaso de vermut para bebérselo)

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Blanca._ (a Marina) ¡Marina! Tú no...

Marina._ Por uno…

Elena._ ¡Marina!

(Los tres beben mientras Marina sale a tomar el aire)

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Capítulo 2. El vermut.

Ha pasado un rato. Todos, excepto Marina, están tomando el vermut y charlando.

Sigfrido._ (a Elena) ¿Y tú-

Elena._ No hace falta que me preguntéis a mí. Todo bien.

Blanca._ ¿Va bien la empresa?

Elena._ No tengo tiempo de nada. Ahora mi hermana y yo trabajamos más en contrata-

ción. Estamos trayendo grupos independientes de todo el mundo que comienzan a des-

puntar ¿Sabéis que vuelven a volver los 90's?

Miguel._ ¡Qué horror las discográficas!

Elena._ ¡Ya estamos! ¿La culpa es mía? A los artistas os compramos vuestras ganas deses-

peradas de explicar alguna cosa, pero parece que hace décadas que no tenéis nada nuevo

que explicar. Entonces, os tenemos que comprar vuestro aburrimiento. La vida debe conti-

nuar. Y bien, quejarme sería un pecado. Me va todo fenomenal. Y no me lo volváis a pre-

guntar que me canso de oírme. ¿Y tú qué tal, Sigfrido? ¿Te va mejor de pollo o de semen-

tal?

Blanca._ Olvidé deciros que venía directamente del el trabajo.

Elena._ ¿De la fábrica?

Sigfrido._ No. Me echaron. A mí y a ochenta más.

Elena._ No sabía nada. (Silencio) Me tienes para lo que necesites. ¿Necesitas dinero?

Sigfrido._ ¿Cómo? ¡No, no! María y yo estamos bien. Es una oportunidad, sabéis, que te

despidan. Eso me decía el psicólogo de la empresa Al principio no me lo creía. Pero ahora

sí. Un poco, sí. Ahora trabajo los fines de semana haciendo de mascota de un restaurante

de pollo frito. De estos americanos. Y bueno, como tengo más tiempo libre, me puedo

dedicar a hacer lo que realmente me gusta.

Elena._ ¿Y qué te gusta?

Sigfrido._ Bueno, ya sabéis (silencio). Bueno, el bricolaje (silencio). El diseño de interiorismo.

Puede que me ponga a estudiar.

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Blanca._ Muy bien pensado.

(Marina entra)

Marina._ Las vecinas están sobreexcitadas con la procesión.

Blanca._ Pues… y qué bien, ¿no?

Sigfrido._ Sí

Elena._ Sí

Blanca._ Sí

Sigfrido._ Desde luego

Blanca._ Tanto tiempo

Elena._ Tanto

Sigfrido._ Qué ganas.

Blanca._ Muchas

Sigfrido._ Han pasado…

Blanca._ Sí, cinco años.

Sigfrido._ ¿Y tú Miguel qué tal-

Miguel._ (a Blanca) Blanca ¿Y qué tal por Londres?

Blanca._ Todo muy bien, gracias.

Elena._ ¿Sí?

Blanca._ Sí.

Sigfrido._ Bien.

Blanca._ Sí, bien.

Elena._ ¿El trabajo?

Blanca._ Bien.

Elena._ ¿Y con Gabriel?

Blanca._ Bien también.

Miguel._ ¿Sí?

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Blanca._ Sí. Lo normal. La rutina y esas cosas. Pero bien.

Elena._ ¿Y estás aquí por?

Sigfrido._ Hacía mucho que no venías…

Blanca._ Sí es que necesitaba descansar

Sigfrido._ Bueno, que no veníais-

Elena._ ¿Y eso?

Blanca._ Por el trabajo.

Elena._ ¿Pero no te iba bien?

Blanca._ Una cosa no quita la otra, Elena.

Elena._ Bueno, depende-

Sigfrido._ Sí, claro depende...

Blanca._ Bueno, pues sí. Me va bien.

Elena._ ¿Sí?

Blanca._ Sí, es solo que...-

Elena._ ¿Qué?

Blanca._ Nada, prefiero no hablar de cosas serias-

Elena._ ¿Pero qué te pasa?

Sigfrido._ ¿Todo bien, Blanca?

Blanca._ Nada importante.

Elena._ ¿Pero qué es?

Blanca._ Nada, prefiero hablar de otra cosa ¿se puede o no se puede?

Sigfrido._ Como quieras, Blanca.

Elena._ Me estás empezando a preocupar, ¿qué pasa?

Blanca._ Nada, en serio.

Elena._ Venga, va, cuéntanos-

Blanca._ ¡Es que no es nada, Elena!

Elena._...

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Blanca._ Es sólo que en el trabajo/yo intento darles coraje, mientras están internos para

que cuando salgan del albergue no se acerquen a los lugares de antes, pero como nadie los

quiere en otro sitio, acaban volviendo. Un día dejan de venir y al tiempo mueren. Pero

bueno. Mejor hablamos de otra cosa, ¿no?

Elena._ No (silencio) Sigue… (Sigfrido se levanta y le ofrece un vaso a Blanca)

Blanca._ Luego llego a casa, enciendo la tele y pienso, pienso porque pienso pero no por-

que las noticias y toda esa miseria me hagan pensar, yo ya estoy anestesiada; el caso es que

pienso: ¿cómo van a empezar de nuevo? Este mundo es muy bruto y ellos están podridos

de compasión.

Elena._ Y de pereza.

Miguel._ A veces no es suficiente con la fuerza de voluntad.

Blanca._ En fin, mejor comemos ya ¿no?

Marina._ Sí, por favor.

Elena._ Cariño, deja que nos acabemos el vermut que no hay prisa.

Marina._ (a Elena) ¿Y tú, cuánto dinero ganas?

Elena._ ¿Yo?

Blanca._ ¿Os acordáis de cuándo nos pelábamos las clases en el instituto y nos íbamos a

jugar a vóley-playa?

Sigfrido._ Claro, claro que me acuerdo.

Marina._ (a Elena) ¿Dieciocho mil?-

Blanca._ Qué recuerdos-

Elena._ Más-

Sigfrido._ Ya te digo-

Marina._ Leí el otro día que para mantener a un hijo en el primer mundo se tienen que ga-

nar unos dieciocho mil euros al año.-

Blanca._ Tú eras muy bueno-

Miguel._ ¿Dónde leíste eso?-

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Sigfrido._ Me defendía-

Blanca._ Oye, ¿de cuándo es la última foto que nos hicimos juntos?-

Miguel._ Deja, deja estar las fotos-

Marina._ Da igual (pausa. A Elena) Tienes pinta de estar muy sola, ¿verdad, Elena?-

Sigfrido._ (a Miguel) ¿Y qué tal el trabajo en la Universidad?

Elena._ ¿Y tú dónde coño has metido al padre?

Miguel._ Bien, bien.

Elena._ (a Miguel) ¿Seguro? Me alegro

Blanca._ Poneos todos juntos que os hago la foto.

Marina._ El padre debe estar en algún punto entre Algeciras y los Urales. ¿Qué os parece?

Blanca._ Joder-

Marina._ Joder, ¿qué?

Blanca._ Joder nada, que igual estás mejor echada en la cama-

Elena._ ¿Por qué le dices eso?

Marina._ No estoy cansada-

Blanca._ Pues porque hace mala cara-

Marina._ Pues igual es de escucharte todo el día decir “qué bien”, “cuánto tiempo”, qué

alegría”, “cuánto tiempo”, “es una fiesta”, que me duele ya el oído de escucharte, Blanca.

Blanca._ Amiga, creo que te estás alterando.

Marina._ Amiga, creo que me estás alterando tú.

Blanca._ Si yo sólo quiero lo mejor para ti-

Marina._ Pues parece que sea al revés.

Blanca._ Que no te estreses-

Marina._ Blanca, que tengo un niño dentro, no el ébola.

Elena._ Si está fenomenal.

Blanca._ Pero es mejor que esté tranquila ¿No quieres que te acompañe-

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Marina._ ¡Mira, Blanca, lo único que quiero es que me dejéis beberme este puto vermut

tranquila!

(Marina coge el vaso de Miguel y se lo apura. Se levanta para buscar más. Silencio)

Elena._ (a Miguel) ¿Y cómo está nuestra joya?

Miguel._ Como vosotros.

Marina._ Yo no he visto que estés preñado.

Elena._ (a Miguel) ¿Qué quieres decir?

Miguel._ Nada, que me va todo bien.

Sigfrido._ Ay, por cierto (saca un libro de su bolsa de deporte) ¿Me lo firmas?

Miguel._ Sí, después.

Elena._ ¿Los has leído, Sigfrido?

Sigfrido._ Sí, los he leído.

Elena._ Qué sorpresa.

Blanca._ Yo también los he leído.

Miguel._ Mira tú qué bien.

Elena._ ¿Y qué tal en el trabajo?

Miguel._ Ya te he dicho que bien.

Elena._ ¿Estás escribiendo?

Miguel._ Sí

Blanca._ ¿Y de amores?

Marina._ De amores, dice.

Sigfrido._ ¿Eso, cómo te va?

Miguel._ Con David aún. Muy bien.

Elena._ Me lo encontré el otro día.

Miguel._ Muy bien.

Elena._ ¿Y no nos explicas nada más?

!29
(Silencio)

Miguel._ Pues... ahora, en la Universidad, hago pocas horas. Ya sabéis… Lo que escribo

bien, poco a poco; seguramente me lo publicarán en una editorial pequeña pero que está

bien. Y con David, bien.

Blanca._ Me alegro mucho de que la vida te vaya tan bien.

Miguel._ Bueno, me va normal.

Blanca._ Eso ya es, tal y como están las cosas.

Miguel._ Sí, ya es.

Sigfrido._ Sí…

Elena._ Tomamos una copa, David y yo.

Blanca._ Pero es que tu mundo es muy complicado, amigo.

Sigfrido._ Muy competitivo, ¿no?

Miguel._ Sí, supongo. Pero el de Elena también lo es.

Blanca._ Brindo por ti, amigo, que has conseguido lo que has querido.

Elena._ Me encontré con David y hablamos

Blanca._ Muy bien, Elena. Vamos a buscar la comida-

Miguel._ Te lo encuentras mucho ¿no?... ¿Te has mudado a su barrio?

Blanca._ Hablemos después, que el arroz se enfriará-

Elena._ Estuvimos hablando. Mucho rato.

Miguel._ ¿Y qué? ¿Qué te dijo? Va.

Elena._ Dímelo tú.

Miguel._ (…)

Elena._ Me dijo que ya no estabais juntos (pausa). Que te echaron de la Universidad (pausa).

Que te drogas demasiado (pausa). Que hace dos años que no escribes nada (pausa). Y que

estaba preocupado por tus hábitos sexuales.

(Silencio)

Blanca._ ¿Es cierto?

!30
Marina._ ¿No me jodas que estás tan hecho polvo?

Blanca._ ¿Pero por qué te tiraron de la Universidad? (Miguel no responde) ¿Qué te pasó con

David? (Miguel no responde) ¿Qué te pasa, Miguel?

Elena._ Se ve que un día le dijo que necesitaba espacio... Espacio... El chaval le prestó dos

mil euros hasta que saliera del bache y encontrara trabajo. Él todavía quiere volver contigo,

no me preguntes por qué.

Blanca._ ¿Y cómo pagas el piso?

Elena._ Se ve que se lo pagan sus padres. (A Miguel) Si no puedes pagarte la fiesta no salgas.

Sigfrido._ Bueno, aquí quien más o quien menos ha tonteado con las drogas y no pasa

nada-

Elena._ Si no puedes ganarte la vida con lo que has estudiado trabaja de lo que sea. Mira

Sigfrido.

Sigfrido._ Bueno, mi caso es diferente...

Elena._ Miguel, alguien te tendrá que ayudar.

Blanca._ ¿Es por eso que nunca me respondías? ¿Miguel…?

Elena._ ¿Por qué nos has mentido?

Sigfrido._ Todos hemos tenido una temporada un poco promiscua y no pasa nada-

Blanca._ Venga, vamos a comer –

Elena._ Y tanto que sí. Sólo que si hace cruising, por favor que se ponga un condón.

Blanca._ Elena, ¡por favor tú! Venga, vamos a buscar la comida –

Marina._ Sí, yo tengo hambre.

Elena._ Sí, será mejor.

(Elena, Marina y Blanca salen. Silencio)

Sigfrido._ ¿Estás bien? Venga, va, que ya sabes cómo es...

Miguel._ Sí.

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(Sigfrido intenta consolar a Miguel y acaba por darle un beso en la boca. Sigfrido va a la cocina. Miguel se

queda solo)

!32
Capítulo 3. La comida.

A la hora de la siesta. Los cinco están sentados en la mesa. Una botella de cava y seis copas en medio de la

mesa. Todos, menos Miguel, cantan una canción.

Marina._ Qué linda la canción.

Sigfrido._ Y aquellos días…

Blanca._ Paula empezó a cantar esta canción en el bus y-

Elena._ Y qué mal cantaba.

Blanca._ Sí, y todos la seguimos y...-

Sigfrido._ Llegamos y fuimos a un bar cerca del camping a beber. El camping estaba cerca

de la playa y… ¿Fue aquel día, verdad? ¿No, Miguel?

Marina._ ¿Qué día?

Blanca._ Sí que fue.

Sigfrido._ Sí, ¿eh?

Elena._ El día que acabamos-

Blanca._ Bañándonos.

Elena._ Ah, yo decía otro-

Sigfrido._ Sí, ese. Estábamos todos medio borrachos, gritando en el bar y la camarera nos

llamó la atención porque decía que asustábamos a los clientes. No recuerdo que decíamos.

Blanca._ Yo sí-

Sigfrido._ Porque yo... Yo nada más que bebía, os miraba y pensaba: “Tenéis tanta belleza".

Elena._ (a todos, sobre Sigfrido) Qué mono...

Sigfrido._ Y entonces... Miguel salió corriendo del bar muy deprisa. Yo fui detrás de él pero

cuando salí ya no se le veía. Miré la playa, la arena, el mar, y no te veía. Yo/yo me asusté, sí.

Y entonces salieron todas estas y Paula también, claro, y ninguno te veía, pero ellas iban

!33
borrachas y les daba igual. A mí no (bebe) Había un espigón y a lo lejos un acantilado, y ha-

bía un montón de cañas en un río seco, y no te veíamos por ningún lado. Entonces yo corrí

hacia al mar. En ese momento vi que tú corrías también, desnudo, sí, en pelota picada, co-

rriendo para no tener frío, digo yo, vaya, y vi cómo te metías en el agua y oía tus gritos,

también por el frío, o por algo más grande, o por eso que a veces tenemos en el pecho o o

qué sé yo, el vino me pone tonto… (Blanca: Sí que te pone tonto, sí...) Y yo corrí hacia allá,

desnudándome también, y me acercaba a todas esas rocas del espigón y veía el sol como se

iba escondiendo detrás del acantilado y era feliz de muchas cosas-

Elena._ Por muchas cosas, se dice

Sigfrido._ Por muchas cosas, bueno. Por muchas cosas. Pero sobre todo/ os parecerá tonto,

pero sobre todo porque estabas/ Quiero decir/ porque no se había ahogado. Y el mar es-

taba tranquilo y tibio cuando me lancé. Nadé hacia dónde estabas tú. Y me dijiste que te

abrazara porque el mar para ti estaba frío. Así que te abracé porque tenía la piel de gallina y

te di calor y-

Blanca._ Y llegamos todas también desnudas y nos bañamos ¿os acordáis? Llegamos al

camping borrachos aún y muertos de frío. Era de noche ya y no pudimos montar las tien-

das. Menos mal que pudimos hacer una hoguera. Que por cierto vosotros dos no nos ayu-

dasteis nada más llegar os pusisteis a tocar la guitarra y se nos acercaron chavales de otro

grupo (Marina: ¡ay! El Christian). Miguel y Elena discutían. Sigfrido y Paula se besaban. Ma-

rina le hacía una trenza a Miguel, que tú tenías el pelo largo ¿te acuerdas? Yo os miraba has-

ta que me quedé dormida. Por la mañana, me desperté con dolor de cabeza y no me podía

mover porque estábamos acurrucados unos encima de otros del frío que debimos pasar

aquella noche, parecíamos, una manada de osos. Esa mañana fue preciosa, hacía calor y la

luz era muy blanca. Y yo me fui caminado por la pinada todavía despertándome y pensé:

soy joven. Y llegué a la playa. Y ahí estaba Paula con su vestido blanco, y me vino el olor de

su colonia que era como de madera (Marina: Almizcle). Miguel salía del agua con un calzon-

cillo blanco que se le transparentaba todo, tiritando, como si fuera el único hombre del uni-

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verso. Paula lo miraba. Se giró y me dijo: Es un pecado estar triste, ¿verdad, Blanca? Yo no supe

qué decirle. Y me dijo: Sí que lo es, Blanca. Lo es. Y Miguel llegó a mí, me abrazó mojado y

me hizo temblar. Me besó en la boca y mojó mi pelo. Me miraste a los ojos y me dijiste: te

das cuenta, ¿Blanca?

(Silencio)

Sigfrido._ Sí, cierto que ella hacía esas preguntas. Pero es que, la acampada que digo yo/ yo

ya no estaba con Paula.

Elena._ Sí que lo estabas.

Sigfrido._ No.

Marina._ ¿Y con quién estabas? Porque tú siempre estabas con alguien.

Blanca._ Estabas con Paula.

Sigfrido._ No imposible. Estaba de puta madre.

Marina._ ¿Fue aquella acampada en que yo me caí borracha por la montaña?

Blanca._ Sí, Marina. Pero te caíste porque te habías comido unos psicotrópicos.

Marina._ ¿Yo hice eso?

Elena._ Marina, hija, para de comer ciruelas o no dejarás de cagar en una semana-

Sigfrido._ No, ¿ves cómo estáis equivocados? La acampada que digo yo no se cayó Marina.

Elena._ Es verdad. Te equivocas, Blanca.

Blanca._ No.

Elena._ La que dice Marina no fuimos a la playa. Fuimos a la sierra. Y nos comimos setas

todas. Y en esa, Sigfrido no estaba con Paula ya-

Sigfrido._ Vez-

Marina._ ¿Y con quién estabas?

Sigfrido._ No me acuerdo.

Elena._ Yo sí que me acuerdo pero mejor no lo digo.

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Blanca._ No tenéis ni idea, joder. La de la sierra fue que cayó pascuas muy pronto, en mar-

zo, y hacía mucho frío y-

Elena._ No, espera. Sigfrido, en la del camping del mar, estaba con Paula pero Marina no se

cayó rodando. Eso fue al año siguiente, en la montaña, que Sigfrido no estaba con Paula y

hacía frío. Ya está. Resuelto.

Sigfrido._ Te digo que en la de la playa yo no estaba con Paula, que me acuerdo muy bien

porque pasaron otras cosas esa acampada y no era-

Elena._ Pasó lo que pasó, pero tú estabas con Paula.

Sigfrido._ Que no tienes razón.

Miguel._ Sí que la tiene. Se debe acordar bien porque fue en esa acampada en la que no pa-

rabais de follar cuando Paula se dormía.

Elena._ Fíjate que tú también debes acordarte muy bien porque cuando no estaba con Pau-

la o follando conmigo estaba contigo en las duchas.

Marina._ Mirad: si no dejáis de hablar de Paula con tan poco respeto os juro que me clavo

este cuchillo en la tripa.

(Silencio)

Marina._ Pues estaba todo muy bueno. Muchas gracias, Blanca.

Miguel._ Estaba todo riquísimo, Blanca. Y, ¿a qué se ha debido la comida?

Miguel._ ¿Eh, Blanca?

Elena._ ¿Necesitas una razón para ver a tus amigos?-

Blanca._ Bueno, pues os he reunido/ mirad/ es que/quería deciros que me vuelvo al pue-

blo, unos meses. Bueno, no sé por cuánto. Dejo Londres.

Elena._ Oye... Pero ¿qué dices?

Blanca._ Sí-

Sigfrido._ ¿Y tu curro? -

!36
Miguel._ ¿Y tu novio?-

Elena._ ¿Pero va todo bien?

Blanca._ Sí, sí, sí, va todo bien... Pero, no sé. A veces no estás donde quieres estar,

supongo... Nosotros nos queremos pero debemos encontrar la manera.

Elena._ Y el lugar.

Blanca._ Y el lugar, sí.

Elena._ Pero es un suicidio laboral volver aquí. ¿Qué piensas hacer?

Blanca._ Bueno, de momento me quedaré en esta casa. Con el tiempo, igual me monto

algo. Quería volver a juntaros porque buen/ hacía ya cinco años, ¿eh? Pues nada/ eso. De-

ciros que vuelvo a estar aquí. Que volvemos a estar más o menos cerca. Que podríamos

vernos más a menudo, ¿no?

Sigfrido._ Y tanto que sí. Joder, yo os echo siempre un montón de menos.

Marina._ Ya. Y yo.

Sigfrido._ ¿Qué, abrimos el cava?

Blanca._ Sí. Ábrelo.

(Sigfrido abre el cava y lo sirve en las copas)

Sigfrido._ Hay una copa de más, Blanca.

Blanca._ No.

Sigfrido._ Hay seis copas y somos cinco.

Blanca._ Sí.

Sigfrido._ Entonces sobra una, ¿no?

Blanca._ No.

Sigfrido._ ¿Y quién va a beberse dos copas?

Miguel._ ¿Sabéis qué día es hoy?

Elena._ Dieciséis de julio.

!37
Miguel._ ¿Y qué más?

Marina._ Es la Virgen del Carmen.

Miguel._ ¿Y qué más?

Sigfrido._ ¿Y qué más?

Miguel._ Sí, ¿y qué más?

Blanca._ (Blanca se levanta y se dispone a hacer un brindis) Hace 5 años que murió. Por ella.

(Silencio roto porque Elena sufre un ataque de risa nerviosa. La risa se contagia a todos)

Sigfrido._ Oye, oye, oye, pues está bien pensado porque a ella le gustaba mucho el cava.

Marina._ ¿Por qué se mataría un dieciséis de julio?

Blanca._ No creo que eligiese la fecha.

Sigfrido._ A ella le encantaba el dieciséis de julio.

Blanca._ Sí.

Sigfrido._ Nos acostamos por primera vez un dieciséis de julio después de la verbena.

Elena._ ¿Tan mal lo hiciste?

Sigfrido._ Cuando acabamos vomité de lo que había bebido.

Elena._ Entonces no me extraña que se suicidara un dieciséis de julio.

Marina._ Es horrible.

Sigfrido._ Oye Marina que tampoco le vomité en la cara.

Marina._ No es eso.

Sigfrido._ Bueno, tampoco fue bonito vomitarle el suelo.

Marina._ Ninguno se acordaba de la fecha.

Miguel._ Yo sí.

Elena._ Eso no te hace mejor que nosotros.

(Silencio)

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Sigfrido._ Un día, ya estaba bastante malita, fue unos dos años antes de… eso, me llamó.

Ya casi nunca nos veíamos, ella ya no venía cuando quedábamos. Me sorprendió que me

llamara. Yo me acababa de casar y no la había invitado, supongo que por miedo a que la

liara. Me dijo que creía que ya me había perdonado y por qué no salíamos a celebrarlo. No

sé por qué acepté, supongo que por cargo de conciencia. Pero fue increíble. Ella estaba lú-

cida y divertida, de palique con todo Cristo. Total que acabó montando un after en su casa y

allí acabamos unos cuantos. En un momento, se sentó sobre una mesa de vidrio que había

en el comedor para decirle algo importante a alguien y la rompió. Se cortó el culo por un

montón de sitios. No, no riáis.

Elena._ Qué zompa que era.

Sigfrido._ Se hizo como diez cortes por todo el culo. Fue muy heavy...

Blanca._ Ay, pobre.

Marina._ Qué tía.

Elena._ Sí.

Elena._ Lo siento, pero esto es demasiado.

Blanca._ ¿Dónde vas, Elena?

Elena._ No sé en qué coño estabas pensado.

Blanca._ Si te hubiera dicho qué día era hoy ¿hubieras venido?

Elena._ No.

Miguel._ ¿Qué vas a hacerte una rayita?

Elena._ Sí. ¿Quieres una o llevas de la tuya?

Blanca._ Por favor...

(Silencio)

Blanca._ Es la primera vez que hablamos de ella todos juntos (pausa). ¿Por qué desde que

murió no nos hemos vuelto a juntar?

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Miguel._ Los muertos unen más a los que ya están unidos.

Elena._ (a Miguel) ¿No te cansas?

Miguel._ Yo estaba aquella mañana en su casa, Sigfrido. Había venido a pasar el fin de se-

mana y nos encontramos y me llevasteis con vosotros.

Sigfrido._ No lo recordaba.

Miguel._ Tampoco lo esperaba.

Sigfrido._ ¿Qué quieres decir?

Miguel._ Tampoco recordabas el día en que se mató.

Sigfrido._ No es algo agradable de recordar.

Miguel._ También te sueles olvidar de que tienes mujer casi cada sábado.

Sigfrido._ Para, Miguel.

Miguel._ A veces se te olvida hasta por qué lado de la acera caminas.

Sigfrido._ Miguel-

Miguel._ Lo que quiero reseñar es tu capacidad para recordar sólo lo que no te deja en mal

lugar.

Sigfrido._ Vete a la mierda.

Miguel._ Te voy a poner un ejemplo: después de cortarse todo el culo intentó tranquilizar a

los invitados porque todo era sangre y susto y qué ha pasado. Así que pidió silencio, se

subió las mangas de la camiseta y enseñó las cicatrices de su muñeca a todo el mundo.

Tranquilos, no pasa nada, ya estoy acostumbrada a los cortecitos. A la gente se le bajó todo, no sabía

dónde meterse. Ves, de eso, por ejemplo, ni te acuerdas.

Marina._ Chica, pues eso está muy bien. Reírse de uno mismo.

Miguel._ ¿Sabéis por qué no he querido veros en todos estos años? Porque mi vida es un

estercolero que huele tan mal que el olor de mi mierda me persigue allí donde vaya y no

porque muriera Paula. Todos os pensáis que soy un alma romántica que no puede soportar

la mala hostia del mundo. Pero es que yo la acepto, la mala hostia, y no le pido al mundo

que ponga la otra mejilla, y no necesito el buen rollo ni que la vida sea siempre un campo

!40
de hierba. Si es campo de algodón, blanco pero con espinas, ya me está bien. ¿Sabéis por

qué Paula no os quería ver? ¿Por qué se mató sin pediros permiso? Porque siempre os es-

táis poniendo perfume y ella sólo quería sentirse un poco hermana en la mierda, pero

siempre le dejabais claro que vuestra vida nada tenía que ver con la suya, que estaba enfer-

ma. Cuando os contaba un problema nunca respondíais con vuestras miserias, como si la

vida no os golpeara nunca porque vosotros elegisteis la senda del juicio. Ve a un especialis-

ta, Paula, yo no te puedo ayudar más. ¿Acaso acudía ella a pediros solución? Era un animal

capaz de hacerse sangre pero tonta no era. Ella era vuestra amiga y un amigo pide mierda

por mierda y amor por amor. Pero vosotros ni pío, aunque tenéis tanta mierda como ella o

como yo. (A Blanca) ¿Sabes Blanca por qué no te he respondido en todo este tiempo? Por-

que no te soporto. No soporto tus emails de tres páginas autoconvenciéndote de que Lon-

dres fue una buena opción, de que uno se tiene que alejar de lo que quiere para ser una per-

sona capaz. Me parece muy bien, Blanca. Que te quedes, que te vayas. Pero si eliges un ca-

mino no puedes estar dando por el culo a las personas que dejaste atrás para que sigan in-

terpretando esta pantomima de tu pasado. Eres una pesada, Blanca. Eres insufrible. Lo

quieres todo y si todo no es como tú quieres, te mientes. ¿Por qué no dejas que Marina nos

cuente lo de su novio? ¿No ves que la fiesta ya estaba jodida antes de empezar? Siempre

escondiendo la mierda bajo los muebles. ¿Por qué no nos dices que te has vuelto al pueblo

porque eres una cornuda?

Sigfrido._ No es necesario que seas tan hijo de puta.

Miguel._ Hijo de puta tú. Me cago en tus putos muertos, Sigfrido, ignorante de mierda.

Anda, ve y pídeles a los psicólogos de tu empresa que te expliquen qué oportunidad tienes

en la vida con un ciclo formativo, capullo de los cojones. ¿Le quieres volver a poner los

cuernos a tu mujer conmigo? Me gustaría saber qué se siente cuando eres el mayor error de

las personas que te han amado.

Elena._ ¿Y yo? ¿Me voy a librar?

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Miguel._ Hombre... Amiga, Elena... ¿Cómo se le puede hacer daño a una mujer tan asque-

rosamente vacía como tú? A mí con existir me basta para hacerte daño, envidiosa de mier-

da.

(Silencio)

Blanca._ ¿Qué te ha pasado, Miguel?

Miguel._ No lo sé (a todos) Parecía que teníamos el mundo entero a un tiro de piedra pero

resulta que no fue así. Resulta que ya estaba todo estaba hecho, que ya no se podía creer en

nada, salvo en el trabajo. Salvo prosperar. Así que dijimos: oye, pues tengamos la vida de

nuestros padres, total es una vida digna, una vida de cenas los sábados con amigos y buena

bebida. Oye, y estudiemos una carrera que sea creativa, porque, ¿cuál es el fin de la demo-

cracia en última instancia? Que todos seamos artistas. Y oye, nos educaron bien. Siempre

haciendo trabajos en equipo, enseñándonos ya de chavales mantras tan valiosos para el día

de mañana como: “es que los extremos se juntan”, o “más vale malo conocido que bueno

por conocer”, o “es lo que hay”. Y míranos ahora: mi trabajo es una mierda pero es lo que

hay; a mí me gustaría ser madre pero entre lo que ganamos mi novio y yo no nos llega para

mantener a un hijo, qué se le va a hacer, es lo que hay; yo quisiera vivir en una aldea real-

mente global en la que las fuerzas productivas estuvieran al servicio del conjunto de la hu-

manidad, yo quisiera vivir en una república socialista, sí, y quisiera darles el paseíllo a todos

esos trajeados de pelo perfecto que con sus decisiones macroeconómicas al servicio de una

oligarquía generan más hambre y muertes que judíos se gasearon en todos los campos de

exterminio nazi, pero, ¿ves? Es que los extremos se juntan, y eso ya no funcionó, así que

me quedo con mi democracia liberal y con toda mi precariedad porque es lo que hay. Pero

oye, un momento: es que eso no es para nada lo que nos prometieron. Porque dices: em-

piezan los treinta y, ¿dónde está mi gordura de satisfacción, mi coche, mis dos casas, mis

vacaciones? ¿Y mi pareja? Mires dónde mires sólo hay gente sola que mira y escribe por el

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móvil. Así que, amigos, esta es la vida que nos tocó. ¿Quién se la ha cargado? ¿A qué esta-

dística sumar el cuerpo roto de nuestra amiga? No es más que otra niña de clase media que

eligió el camino del medio. ¿Y ninguno de nosotros sintió esa rabia? ¿Ninguno boicoteó su

vida? ¿Qué tenía ella para seguir adelante? Porque uno crece y los hábitos van perdiendo el

sentido y uno deja de creer en ellos. Y sí, tenéis razón, a mí sólo me consuela conocer a

tanto hombre que busca que le acaricien la nuca detrás de un arbusto. ¿Qué pasará si aún

eso dejara de tener sentido y yo también paso a engrosar la lista de mártires vacíos de la

sociedad? ¿Diréis lo mismo de mí que decís de Paula reunidos tras años de silencio porque

la vida golpeó fuerte? La enfermedad, la enfermedad. En este pueblo se disparó la tasa de

cáncer desde que se instaló la planta química, pero eso no es más que una casualidad. Qui-

zás fueron las aves que lo trajeron de tanto ir de aquí para allá. ¿Quién se iba a atrever a de-

cir que no viniera la planta con la falta que hace el trabajo? Y yo me pregunto: ¿Cuántos

han aparecido colgados de sus techos desde que el deseo se convirtió en doctrina dura? Me

gustaría pensar que el asco de vivir viene de fuera, y no de dentro, que somos lienzo en

blanco, mañana clara, día que empieza sin pretensión. Quisiera pensar que todos nacemos

con tanta alegría como pena y que luego nos van dando una vida y uno elige el camino: si

uno elige el del medio, se come a sí mismo. Algo tendrá que ver la vida que nos dan, desde

luego. Pero no consiento que me miréis como al discapacitado porque en vuestra vida hay

tanta mierda como en la mía. ¿Queréis hacer algo por mí? Coged vuestros asuntos y mirad-

los a la cara por una puta vez, que seguramente encontraréis cosas de vosotros mismos

como para preocuparos.

Elena._ Mira, seré clara, trozo de mierda: coge esos asuntos que tú dices y míralos a la cara

tanto como quieras, y si consigues que te hagan alguna revelación sobre la vida, entonces,

nos invitas a una paella y nos vuelves a dar un mitin sobre cómo de difícil se ha puesto la

vida para los treinta millones de niñatos europeos rellenos de ternura que no saben qué es

el sufrimiento de verdad. Te diré una cosa: las cosas son como son y no cambian por mu-

!43
cho que las mires. ¿Y por qué dices que te tengo envidia? Yo hago cosas importantes; hago

posible que la gente haga música.

Miguel._ Tú haces dinero con la gente que quiere hacer música, que es lo único que te in-

teresa.

Elena._ No consiento que me digas eso, fracasado de mierda.

Miguel._ Ya te podías haber muerto tú.

Marina._ Bueno ya ¡Miguel! Para ya, amigo, no ves que no puedes hacerte esto. No puedes

venir aquí y soltarnos toda tu mala energía por muy dolido que estés porque no es bueno y

no nos hace bien.

Miguel._ A veces me da vergüenza, ser tu amigo, Marina.

Marina._ ¿Qué dices?…

Miguel._ ¿Cómo vas a alimentar a tu hijo? ¿Con reiki? ¡Anda ya, la puta energía de los cojo-

nes!

(Marina, tranquilamente, se levanta y abofetea a Miguel. Coge su copa e inicia un brindis)

Marina._ Por Paula.

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Capítulo 4. La sobremesa.

Es por la tarde, sobre las ocho. La luz que entra por la ventana es pesada, últimos estertores de un día de

calor que se despide pastoso.

En la mesa, vasos de cubata.

Todos están sentados: Sigfrido junto a Miguel; en otra parte, Elena y Marina. Sola y retirada permanece

Blanca.

Miguel._ Somos una generación que sobra-

Elena._ ¡Haz el puto favor de callar! (se hace una raya. A Marina) ¿Quieres una? (pausa) Ay,

perdona. Se me olvida que estás embarazada.

Marina._ ¿Cómo estás?

Elena._ Bien.

Marina._ ¿Pero qué tal te va todo?

Elena._ Me habéis hecho esta pregunta tres millones de veces. ¡Estoy bien! ¡Bien! ¡Bien!

¡Bien! Estoy tan bien que me dan ganas de tirarme una traca cada mañana para celebrar lo

bien que me va todo. ¿Os ha quedado claro ya?

Marina._ Pero debes ir siempre a tope, sin tiempo para nada. ¿No te agobia?

Elena._ A veces, un poco.

Marina._ Pero a ti te encanta ese ritmo, ¿no? Quiero decir/ una mujer como tú/ tú eres de

las que le encantan que las llamen por teléfono y decir: no tengo tiempo ni de mirarme la

cara, ¿no?

Elena._ Sí.

Marina._ Pero-

Elena._ A ver, Marina, ¿qué quieres?

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Marina._ He estado pensando... Sabes, como ahora no puedo fumar, pienso bastante, ¿qué

te parece?

Elena._ Normal.

Marina._ He pensado que Miguel tiene razón, que estás demasiado sola.

Elena._ Miguel ha dicho que soy una amargada, no que esté sola ¿no?

Miguel._ No, que estás vacía.

Elena._ Eso

Miguel._ Y que eres una envidiosa de mierda.

Marina._ Bueno, pues eso lo digo yo. ¿No te has cansado de eso? De llegar cada día del tra-

bajo, comer una ensaladita fría y ya, o comer siempre del bar con lo triste que es comer

siempre del bar, porque ¿tú qué haces cuando llegas a casa y estás sola?

Elena._ Me masturbo.

Marina._ Va, Elena ¿ves la tele?

Elena._ No, no me gusta

Marina._ ¿Y cómo desconectas? ¿Haces yoga?

Elena._ No, no tengo flexibilidad.

Marina._ ¿Qué haces?

Elena._ Nada, Marina, nada. No me desconecto nunca.

Marina._ Porque no tienes a nadie, Elena. Porque ver la tele sola es una historia, pero ver la

tele con alguien, con tu pareja, o con tu amiga pues eso es muy bonito, Elena, todo eso de

las pequeñas cosas, la felicidad y demás empieza por ahí. Tú, de pequeña, siempre decías

que querías formar una familia ¿no? Y bien, aun estás a tiempo pero no creo yo que, un

tipo de mujer como tú debería mentalizarse antes, desintoxicarte-

Elena._ ¿Adónde quieres ir a parar?

Marina._ Que necesitas tener alguien a tu lado, Elena. Un hijo, un novio.

Elena._ ¿Y qué quieres que haga?

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Marina._ Nada. Mira, a mí se me ha ocurrido, nada, así a bote pronto, que hacía mucho que

no probaba el alcohol y me he puesto imaginativa y nada, que me podría mudar contigo a

tu piso y que tú me podrías ayudar con el embarazo y con el niño hasta que yo pueda traba-

jar y eso, que seguro que allí hay más ofertas. Incluso podría trabajar en tu empresa, nada,

aunque sea limpiando, aunque yo creo que soy una persona que da mucha paz, así como

mediadora, y que podría ocuparme de algo un poco más grande, no sé yo, lo que se te ocu-

rres ¿qué dices?

Elena._ ¿Cómo?

Marina._ Mira, yo a cambio te ayudaría a dejarte toda esta mierda, me ocuparía de la casa, te

haría de caliente cada día, sería como abuela cuando estaba de interna en una casa cuando

dejó el pueblo. Y así te acostumbras a tener un niño en casa, a cambiar pañales, a que no te

dejen pegar ojo. Y cuando ya estés rehabilitada yo ya me busco un pisito.

(Silencio)

Elena._ (empieza a pintar otra raya) ¿Alguien más quiere? Pintaré más por si luego queréis.

Marina._ ¿Y?

Elena._ ¿Qué?

Marina._ De esto.

Elena._ ¿Estás hablando en serio?

Marina.- A ver, adornadito pero sí...

Elena._ Estás loca.

(Blanca se levanta y camina hacia la mesa para ponerse un gin-tonic. Después, se sienta)

Sigfrido._ El otro día hicieron en la televisión "Esplandor en la hierba"

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Miguel._ Esplendor... En la hierba.

Sigfrido._ Eso. Y mi mujer me dijo que me parecía al actor de la peli... Este... ¡Hostia!

¿Cómo se llamaba?

Miguel._ Warren Beaty.

Sigfrido._ Ese.

Miguel._ ¿En qué?

Sigfrido._ Eso le pregunté y va y me suelta ¿Sabes que Warren Beatty presume de haberse acostado

con casi trece mil mujeres? Trece mil, mujeres... Yo la miré, me reí pero a ella no le hizo ni puta

gracia. Ella también sonrió, pero sólo de medio lado (pausa). A mí el final, casi me hace

llorar y vi de refilón que ella estaba a punto también, pero yo no puedo soportar verla llorar

así que le dije, para aflojar un poco, que tenía razón, pero que me parecía más al personaje

de la película, que al Warren Beatty de verdad. Y ella me dice: ¿Tú también te casaste con la mu-

jer equivocada?; me lo dice seria y luego se ríe. Yo no supe qué decirle (ríe). La quiero dejar

desde hace tanto tiempo que, a veces, se me olvida que la quiero dejar. Es muy buena per-

sona. Siempre me está comprando zapatillas de ir por casa. Ella está enamorada de mí. No

se cansa. Quiere tener hijos, pero yo no. Quiero dejarla, pero no puedo. Sólo quiero que se

canse de mí y me deje (a Miguel) No debí decirte aquello. Podríamos volver a vernos

Sigfrido._ ¿Después de que te haya dicho más que un perro?…

Miguel._ ¿Por qué?

Sigfrido._ ¿Por qué no?

Miguel._ Porque tú no eres maricón.

Sigfrido._ Pero estaba bien, ¿no?

Miquel._ No.

Sigfrido._ Nos divertía. Venga, no digas que no nos lo pasábamos bien.

Elena._ Seguro que te lo pasabas bien. Todas nos lo pasábamos bien.

Miguel._ Sí, eso sí.

Sigfrido._ ¿Qué hay de malo?

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Miguel._ ¿Qué hay de bueno?

Sigfrido._ Las cosas han cambiado.

Miguel._ Sí, pero no a mejor. Bueno, tú no. Tú no has cambiado.

Sigfrido._ Dejaré a mi mujer.

Miguel._ Yo no puedo arreglarte la vida.

Sigfrido._ Pues igual yo a ti sí.

Marina._ El chico está convencido.

Elena._ Arréglamela a mí si él no quiere.

Miguel._ Tú no sabes arreglar nada, Sigfrido.

Elena._ Si lo estás deseando-

Sigfrido._ ¿Por qué no nos vamos los dos?-

Miguel._ No me apetece Sigfrido-

Sigfrido._ Joder ¿por qué eres tan complicado?

Miguel._ Lo complicado nos gusta

Sigfrido._ ¿Pues entonces?

Miguel._ Ya hablaremos, ya... Ya hablaremos.

(Silencio. Blanca se levanta, camina hacia la mesa y se prepara una copa. Después, se sienta)

Miguel._ Seguramente, algún día, vendrá un tsunami y se lo llevará todo. De nosotros sólo

quedarán tenedores, platos, cuchillos y alguna foto que imprimimos porque nos gustaba. La

gente que vendrá dentro de cien años, ¿qué pensará cuándo encuentren nuestras fotos? ¿De

qué nos culparán? ¿Nosotros, habremos hecho algo para cambiar las cosas alguna vez?

Elena._ No. Me afilié al partido porque a mi abuelo le hacía ilusión y mi hermana se afilió

antes. No me miréis así, a ninguno nos importó cambiar el mundo nunca. Nos estaba bien

así. Míranos: clase media decadente. Y ya que me sincero, os digo que cuando me voy a la

cama no me quita el sueño el progreso social, ni la desigualdad de clases, ni el deshielo de

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los casquetes polares, ni las matanzas indiscriminadas de focas en el ártico, ni de la foca

monje del Mediterráneo, ni la ocupación del Tíbet, ni Hezbolá, ni Hamás, ni el sionismo, ni

el yihaddismo internacional, ni el rebrote de Sendero Luminoso, ni el conflicto Mapuche, ni

la extinción de la lengua Yagán, ni la superpoblación, ni la gentrificación, ni la glocalización,

ni la descomposición del Régimen del 78, ni el auge de la extrema derecha, ni el populismo,

ni el mesianismo, ni la trata de blancas, en los países del este, ni la prostitución masculina

por las calles de Praga, ni las condiciones de vida de las mujeres Tailandesas que trabajan

tirando pelotas de ping pong con su vagina en un bar de mala muerte de Phuket. A mí, lo

único que me desvela son las ganas que tengo de pegarle un tiro a mi hermana.

Marina._ (histérica) ¿Y yo qué cojones hago con mi hijo? (Llora)

Sigfrido._ (a Marina) Ven conmigo. (Marina se sienta encima de Sigfrido y se deja abrazar. Miguel

enfila hacia la mesa para hacerse una raya) ¿Por qué no te lo quedas? Si sale tan guapo como tu

qué alegría para el mundo.

Elena._ (a Miguel) ¿Tú no tienes o qué?

Miquel._ Nos acabas de ofrecer...(esnifa)

Marina._ ¿Vosotros me podríais prestar tres mil euros para empezar de nuevo?

Elena._ He tenido que rehipotecar mi casa por culpa de las cagadas de mi hermana. Estoy

arruinada, corazón.

Marina._ ¿Y entre todos?

(Silencio)

Sigfrido._ (abre el libro de poemas de Miguel) Tranquila Marina. Nosotros te vamos a ayudar.

Yo, a pesar de todo, a pesar de que nos veamos poco. Yo, os quiero mucho. Te voy a leer un

poema:

La cagué contigo,

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Mi dulce corazón,
La jodí.
Y creo que ya jamás estaremos juntos otra vez,
Y ya no nos pertenecerán más horas
Ni más camas
Ni más cigarros de descanso

Estoy triste sentado sobre mi resaca mientras llueve


Intento dormir pero ya dormí 14 horas seguidas en las que no pude dejar de pensar
porque ahora sé que lo nuestro no fue jamás,
baby.

Te digo que he escrito poemas y canciones


sobre ti
Y me dices que preferirías que no lo hubiera hecho
Pero yo pienso que es el mejor regalo
Eso de que te regalen
El derecho a la belleza.
Sostendría por mil años tu corazón, baby
Aunque el mío esté hecho trizas
Y sea como un brasero que se apaga
Porque murió nuestra amiga
Pero tú me dijiste:
MARICÓN DE MIERDA
Y creo que nunca
he dejado de ser eso
en el fondo
para ti, baby.

Sigfrido._ Perdóname, Miguel.

Miguel._ No soporto mi vida ¿Qué hago, Elena?

Elena._ Aguantar.

Miguel._ Perdóname, amiga

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Sigfrido._ Miguel, vamos a dar una vuelta los dos.

Miguel._ Perdona Blanca por lo de antes. No tendría que haber venido. Blanca...

Elena _ Hostia, la procesión...

(Por la ventana, empieza a oírse la música de la procesión en honor a la Virgen del Carmen, que se acerca

por la calle. Elena, Sigfrido y Marina salen para ver la procesión de la Virgen pasar.)

(Miguel intenta animar a Blanca para que salga también pero ella lo empuja, enfadada. Miguel sale a ver

la procesión. Cuando Blanca se queda sola, empieza a llorar)

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Capítulo 5. Se nos ha ido de las manos.

La medianoche. Por la ventana entra la música de orquesta de las fiestas en honor a la Virgen del Car-

men. Blanca está encima de la mesa bailando con una copa en una mano y la cámara de fotos en la otra.

Hace fotos de ellos y de ella misma indiscriminadamente. Sigfrido y Miguel bailan juntos, agarrados, be-

sándose.

Todos han bebido mucho.

Sigfrido._ Iremos a Lisboa, tal y como decíamos antes... (Miguel se ríe) Cogeremos mi coche,

bueno, el de mi madre, y atravesaremos toda la península. Haremos ese viaje, ¿te acuerdas

lo que me decías?

Miguel._ Huir sólo tiene sentido si se hace en línea recta. Cualquiera-

Sigfrido._ Ves, te acuerdas. Y grabaremos un cedé, bueno, grabaremos muchos cedés, con

un montón de música y… No te rías-

Miguel._ Hoy follemos; mañana ya veremos...

Blanca._ ¡Mañana... mañana... mañana! ¡A la mierda con el mañana!

(Entra Elena en bragas y tacones negros. Lleva hecho un moño con una peineta y mantilla. Entra bailan-

do la canción que proviene del exterior. La sigue Marina y se sienta)

Marina._ ¡Visca la Mare de Déu!

Elena._ (mientras baila) ¡Blanca! Gracias por volver a reunirnos. Os quiero mucho a todos.

Blanca._ (a Elena) Déjame que te haga una foto

Elena._ (a Sigfrido y Miguel) Chica, después de habernos prometido tanto a casi todas, resulta

que eres maricón. Y tú, para no querer venir te estás poniendo fino.

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Miguel._ Cuídamelo que me meo.

Elena._ Yo te lo vigilo...

(Miguel marcha al baño. Sigfrido y Elena bailan juntos. Tontean. Elena intenta enrollarse con Sigfrido)

Sigfrido._ ¿Qué haces?

Elena._ Recordar. ¿No hemos venido a eso?

Sigfrido._ Estoy con Miguel.

Elena._ Venga va. Cuando se duerma entras a mi cama y ya está.

Sigfrido._ No. Es que yo lo quiero.

Elena._ También quieres a tu mujer.

Sigfrido._ (Elena intenta besarlo en la boca pero él lo evita) Yo… Todos estos años… Sólo fui fe-

liz con él (Elena lo sigue intentando y él sigue luchando por evitarla) Y ahora quiero hacerlo bien-

Elena._ Tú no estás enamorado de Miguel. Tú quieres volver tener veinte años.

Sigfrido._ ¿Qué te pasa; le tienes envidia?

Elena._ ¡No le mientas!

Sigfrido._ ¡Déjame en paz!

(Sigfrido empuja fuerte a Elena y ella cae. Miguel vuelve del baño. Sigfrido y él vuelven a bailar juntos.

Elena sale)

Blanca._ (ríe, de pronto, triste) Yo quería... Pufffff, vas en una dirección y, de repente, estás en

otra. Odio eso. Y yo, que estoy tan sola ahora, solo quería que todo fuera como antes de

que nadie se volara la cabeza y mira cómo ha acabado. Yo... Nunca he sabido qué hacer

cuando tengo tiempo libre, ¿no os pasa? Cuando me pasa eso, yo pongo lavadoras. Mi vida

era rígida, pero yo me sentaba en ella bien a gusto. Pero se ve que él se enamoró de una

!54
más flexible. Y lo digo en todos los sentidos ¿eh? Porque me la encontré ahí 'tota espatarrà',

en mi habitación. ¿Por qué me ha pasado esto a mí que siempre hice los deberes?

(Marina y Blanca cuchichean y ríen juntas)

Sigfrido._ (a Miguel) No te rías. Dejaré a mi mujer. Te lo prometo. Y podremos ir donde

quieras. Eso me dijeron cuando me despidieron: a partir de ahora tienes un camino abierto

delante de ti. Podemos ir los dos a tu piso.

Miguel._ Ya veremos, ya veremos... (Se besan)

Sigfrido._ O podrías volver aquí. No te rías.

Miguel._ De momento, follemos; mañana, ya veremos.

Sigfrido._ (A Miguel) Sí, ya veremos, ya veremos. ¡Ya verás tú! ¿Por qué haces así con la

boca? Mírame. Ya verás, por favor. Se acabó. Ya verás, por favor...

Marina._ Quiero hacer un brindis. Quiero brindar por vosotros, mis amigos, que sois capa-

ces de llorar por los niños de una fábrica textil de Bangladesh pero sois incapaces de ayu-

darme a mí que soy vuestra amiga. ¡Por vosotros, hijos de puta! Perdón.

(Marina apura su bebida de un trago. Parece que nadie la ha escuchado. Al momento, Marina vomita todo

el alcohol ingerido. Se sienta y parece dormirse)

Blanca._ ¿Qué hago yo ahora, Miguel? ¿Por qué ya no me quieres, amigo? Con lo que éra-

mos nosotros. Yo no tengo la culpa de que no te fueran bien las cosas. ¿Follarás con Sigfri-

do? ¡Si te viese Paula! ¡Os haré una foto y te haré chantaje, Sigfrido! ¿Ahora resulta que

después de todo os queréis? A mí Gabriel no me quiere... Madre mía, creo que mañana

todo esto me hará daño. Ay, Miguel, ¿por qué todo es tan triste?; ¡todo es horroroso! (llora).

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Bueno, ya veremos mañana. A lo mejor hoy es sólo hoy, y todo pasará. Ya veremos. Seguro

que al final encontraremos alguna salida. ¡Hostia puta, seguro que sí!

(Blanca ríe y baila sola encima de la mesa, al lado de Miguel y Sigfrido, que también bailan. La música de

la orquesta inunda el salón de la casa)

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Epílogo. La mañana.

El salón está totalmente desordenado. Marina, sentada, mira hacia algún sitio, perdida. Sigfrido entra al

salón y se dirige hacia la puerta de salida sin hacer ruido. Marina se percata de su huida.

Marina._ ¿Te vas?

Sigfrido._ ¿Eh? No, no. Iba a comprar ensaimadas.

Marina._ Ah, ensaimadas.

Sigfrido._ ¿Cómo estás?

Marina._ Bueno. Sólo espero que se me olvide algún día.

Sigfrido._ ¿El qué?

Marina._ Que he vomitado.

Sigfrido._ Eso no creo que afecte al feto.

Marina._ Yo qué sé. Pensemos que no. Es mejor no saber nada del cuerpo humano, así se

tiene menos culpa si una pierde el cabello o los dientes. ¿No crees? Yo imagino que mi

cuerpo es como el universo, yo qué sé, algo muy negro, ¿sabes? Es mejor ser un ignorante.

Sigfrido._ Totalmente.

Marina._ Totalmente.

Sigfrido._ Es un misterio.

Marina._ ¿El qué?

Sigfrido._ El cuerpo humano.

Marina._ Claro.

Sigfrido._ Porque no lo vemos por dentro.

Marina._ Totalmente.

Sigfrido._ Totalmente.

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Marina._ ¿Te acuerdas de aquella fiesta en casa de Paula que acabamos bebiéndonos unas

copas en la puerta del cementerio e intentamos entrar?

Sigfrido._ No.

Marina._ ¿Cómo que no?

Sigfrido._ Ah, sí.

Marina._ Aquel día yo también estaba tomando el aire por la mañana. Bueno, sobre la una,

¿te acuerdas?

Sigfrido._ No sé. Recuerdo que siempre te despertabas antes que todos después de las fies-

tas y que fumabas.

Marina._ Sí.

Sigfrido._ Sí.

Marina._ Sí. Y te encontré. Igual que ahora. Salías de la habitación mientras Miguel dormía.

También ibas por ensaimadas.

Sigfrido._ Ah, mira. No me acuerdo.

Marina._ Sí. Y aquella vez en casa de Miguel, también para la Virgen del Carmen, que va-

ciamos sandías y las llenamos de alcohol-

Sigfrido._ Siempre vaciábamos sandías y las llenábamos de alcohol en la Virgen del Car-

men.

Marina._ ¿Sí?

Sigfrido._ Sí.

Marina._ No lo recuerdo.

Sigfrido._ Ya. ¿Ves que cada uno recuerda lo que quiere?

Marina._ Sí.

Sigfrido._ Sí.

Marina._ Desde luego.

Sigfrido._ Desde luego.

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(Silencio)

Marina._ Yo recuerdo ese día.

Sigfrido._ Mira tú.

Marina._ Sí. Aquella mañana yo estaba limpiando la casa porque no podía dormir y tú salis-

te de la habitación de Miguel, igual que ahora, y dijiste que ibas por ensaimadas.

Sigfrido._ No sabía que me gustaran tanto las ensaimadas.

Marina._ Ya, ¿eh? Uno a veces no se da cuenta de que algo le gusta mucho.

Sigfrido._ Sí.

Marina._ Sí.

Sigfrido._ Marina.

Marina._ ¿Qué?

Sigfrido._ No tienes ni idea…

Marina._ Tienes un morro que te lo pisas...

(Blanca entra al comedor)

Marina._ ¿Qué tal Blanca?

Sigfrido._ ¿Qué tal?

Blanca._ Ufff.

(Blanca se sienta al lado de Marina)

Marina._ Qué noche.

Sigfrido._ Qué noche.

Blanca._ Sí. Qué noche.

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(Silencio. Blanca y Marina se abrazan.)

Blanca._ ¿Y Miguel?

Marina._ No sé.

Blanca._ ¿Y Miguel, Sigfrido?

Sigfrido._ Duerme.

Blanca._ Dejémosle dormir.

Blanca_ ¿Y Elena?

Marina._ Estará durmiendo. Qué hija de puta Elena.

Blanca._ Sí. Como siempre.

Marina._ Sí, como siempre. Voy a despertarla.

Sigfrido._ Déjala dormir, ¿no?

Marina._ Que se joda. ¿No, Blanca?

Blanca._ Haz lo que quieras.

Marina._ Que se joda entonces.

(Marina se dirige hacia la habitación donde duerme Elena. Sale)

Blanca._ ¿Has dormido bien?

Sigfrido._ Sí, sí. Como un tronco.

Blanca._ Qué suerte tienes.

Sigfrido._ ¿Cómo?

Blanca._ Mis padres compraron colchones nuevos.

Sigfrido._ Se nota.

Blanca._ Es un material nuevo.

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Sigfrido._ ¿Ah, sí?

Blanca._ Sí. Algo blando pero que se amolda a tu columna.

Sigfrido._ Ah, mira.

Blanca._ Qué sé yo. Yo prefiero dormir sobre una tabla, la verdad.

Sigfrido._ Yo duermo sobre una tabla casi.

Blanca._ ¿Colchón de muelles?

Sigfrido._ Sí. Está viejo.

Blanca._ Se te clavarán en la espalda.

Sigfrido._ Sí. Parezco un faquir, pero un faquir malo. Me levanto cada día con la espalda

destrozada. Es importante dormir bien, lo que pasa es que durante el día se te olvida. Pero

hay que dormir bien porque yo, al menos yo, empiezo todos los días del culo. Del culo.

Blanca._ Sí. Es importante descansar.

Sigfrido._ Sí.

Blanca._ Sigfrido… ¿y Miguel?

(Silencio)

Blanca._ ¿Y Miguel?

(Miguel entra al salón y se dirige directamente a darle un beso a Sigfrido)

Miguel._ ¿Por qué te has despertado antes? ¿Roncaba?

Sigfrido._ No, no.

Miguel._ ¿Adónde ibas?

Sigfrido._ A comprar magdalenas.

Miguel._ ¿Qué tal Blanca?

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Blanca._ Bien, bien.

Miguel._ Ay, qué ganas de desayunar.

Blanca._ Ahora hago café.

(Entra Marina y se sienta)

Marina._ Elena no responde.

Blanca._ ¿Cómo que no responde?

Marina._ Nada. La he llamado. Le he tocado una pierna y la he zarandeado un poco y no

responde.

Blanca._ ¿Cómo no responde?

Marina._ Nada. Le he dicho: Elena, levántate, dúchate, tómate una pastilla que vamos a

desayunar.

Blanca._ ¿Roncaba?

Marina._ Ella no ronca.

Blanca._ Sí que ronca pero se pone una cosa en la nariz.

Miguel._ Ella es de taparlo todo.

Blanca._ ¿Te has fijado si respiraba?

Marina._ ¿Cómo?

Miguel._ No seas tan agorera, Blanca.

Marina._ No sé si respiraba.

Sigfrido._ Estaría dormida.

Miguel._ Sí, como un tronco.

Blanca._ Raro que no se enfadara porque la despertabas.

Marina._ Sí, raro.

Blanca._ Sí.

Miguel._ Pero es que no la has despertado.

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Marina._ Claro, puede ser.

Blanca._ Voy a verla.

Miguel._ Mejor espera un poco. Seguro que no tarda.

Sigfrido._ En cuanto huela el café, como una bala.

Miguel._ Sí, como una bala.

(Marina ríe)

Miguel._ ¿Qué pasa Marina?

Marina._ Nada. Nada.

Blanca._ Va, qué te hace gracia.

Marina._ Nada.

Miguel._ Va, Marina, di.

Marina._ Nada. Es que me hace gracia nuestro idioma. Como una bala. Es muy gráfico,

¿no?

Sigfrido._ Sí.

(Silencio)

Miguel._ ¿Sabéis? He soñado algo raro.

Sigfrido._ Siempre sueñas algo raro. Aquél verano siempre te reías en sueños.

Miguel._ Era feliz.

Marina._ Cuando uno ríe en sueños es porque no está prestando atención a algo importan-

te en su vida.

Miguel._ Pues he soñado que mi madre, porque estaba con mi madre, venía a la cocina y yo

estaba en la cocina de mi antigua casa. Estaba en aquella mesa marrón que parecía que tenía

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caras pero que eran las manchas de la madera, pues estaba ahí y todo era blanco y frío a mi

alrededor y había poca luz, como una luz cenital, recortada, muy potente pero como muy

recortada porque esa luz solo alumbraba el lugar en el que yo estaba sentado, y entonces

venía mi madre y zarandeaba la mochila, y de la mochila sale una tortuga minúscula. <<

¿Qué hace esto aquí?>> Me pregunta mi madre y me mira y ella no está dentro de la luz de

mi sueño, pero sí que oigo su voz, así que yo siento los ojos de mi madre que se clavan acu-

sándome pero en realidad en su voz la que se me pega al cogote. Y bueno, la tortuga estaba

encima de una hoja donde yo estaba haciendo los deberes y de repente la tortuga empieza a

crecer y a crecer y se hace bastante grande y yo me doy cuenta que es una tortuga de agua y

no de tierra y que no se puede hacer muy grande, pero de todas maneras cojo un tupper, lo

lleno de agua y meto la tortuga. Y entonces la tortuga se atreve a sacar su cabecita, su cabe-

cita de alfiler y nos hemos mirado bajo esa luz fría y ultra potente y ahí me he despertado.

Sigfrido._ Madre mía, un tupper en un sueño,

Miguel._ ¿Qué significará, Marina?

Marina._ No lo sé.

Miguel._ ¿Pero qué crees?

Marina._ Las tortugas siempre son un buen augurio, tanto en Oriente como en Occidente.

Dios está en todo, así que tranquilo. Para bien o para mal, tranquilo. Yo creo que es bueno,

así que tranquilo. Seguro que todo va bien. Seguro que tu vida da un giro. Hazme caso. Ya

verás. Seguro que va bien. Ya verás cómo te acabas acordando de la tortuga. Son longevi-

dad, las tortugas, y se saben proteger. Todo va a ir bien (pausa) Sabéis, no he dormido y he

estado pensando. He estado pensando, ¿qué pensarán de nosotros los que vengan después?

Yo creo que lo sé. Dirán: se preguntaban todo el tiempo si eran felices mientras el mundo

se caía por los costados. He estado pensando y quiero volver a mi comuna, a la Argentina.

Mañana mismo empezaré a hacer artesanía y a venderla en las playas. Caminaré gorda y con

mi hijo acuestas y mis pies hinchados se clavarán en la arena de la playa, pero no pienso

descansar hasta poder pagarme el pasaje. Quiero criar a mi hijo allí. Quiero ser una amar-

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gada, de por vida. Quiero tener un hijo y decirle mil veces al día NO, quiero que aprenda a

no pedir nada. Quiero que sea cuidadoso, un hombre que no gaste. Quiero alejarlo de las

ciudades. Quiero que sea un hombre libre y por eso quiero criarlo en el campo y enseñarle

lo que no hay que hacer. No quiero que mi hijo conozca la luz eléctrica ni el agua corriente,

quiero que sepa lo que cuesta encontrar el agua, lo que duelen las uñas de escarbar la tierra

en su búsqueda. Me voy a la comuna a vestir de lana y franela, me voy a que me digan hip-

pie, sobaco peludo, tarada, pasada de moda, setentera, pies negros, artesanía barata, come

tripis, fuma hierba, iluminada del new age, dolida, resentida, inadaptada. Que me culpen

por reservarme una parcela tranquila en el mundo. Yo no lucharé contra el hambre en Áfri-

ca pero no me podrán culpar del derrumbe porque no compraré zapatillas cosidas por un

niño chino. Yo misma las coseré y me pincharé con las agujas. Que me acusen de impo-

nerle la amargura como quien viste un uniforme. Me da igual. Una madre es un error detrás

de otro y desde hoy voy a empezar a prepararme por si el día de mañana me toca recibir el

odio de mi hijo por mis errores, pero esto es en lo que creo después de una noche en vela.

Esto es lo que creo y criar es poner en práctica lo que una cree. No le voy a ocultar nada a

mi hijo. Aguantaré su odio y esa será mi cruz, pero quiero hacer de él una persona despier-

ta, que mire al cielo y se sorprenda. No quiero que sea como nosotros, que lo sabíamos

todo antes de empezar. Y quizás no seamos felices nunca. Mi abuela no oyó en su vida ha-

blar de la felicidad y nunca estaba triste y hasta planchaba cantando con los pies hinchados.

Quiero ser como mi abuela. Quiero que todo vuelva atrás. No quiero confiar en el futuro.

No quiero tener esperanza. No quiero evolucionar. No quiero el progreso. No quiero dejar

de ser pobre. No quiero consumir. No quiero contribuir a la extensión de los basureros. No

quiero que se fabriquen más productos Apple. En eso he estado pensando. En eso.

Blanca._ Qué buen día empieza.

(Elena entra)

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Elena._ Sí, qué buen día.

Miguel._ Sí.

Sigfrido._ Sí, parece que hará buen día.

Blanca._ ¿Estás bien Elena?

Elena._ ¿Yo? ¿Por qué iba a estar mal?

Miguel._ Oye, no se ve ni una nube.

Blanca._ Ni una hay.

Sigfrido._ Ni una.

Miguel._ Ni sopla el viento, parece.

Sigfrido._ Nada.

Elena._ Hará calor hoy.

Blanca._ Sí, hará calor.

Marina._ Ya hace calor.

(Marina se levanta)

Sigfrido._ Seguro que en unas horas hará más.

Miguel._ Sí, seguro.

Blanca._ Sí.

Elena._ Sí.

Marina._ Estamos en verano. Es lo normal.

Blanca._ Sí.

Miguel._ Sí.

Sigfrido._ Sí.

Miguel._ Podríamos ir al mar.

Blanca._ Sí, vayamos.

Marina._ Sí.

Elena._ Sí.

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Blanca._ Vamos a la playa.

Miguel._ Sí.

Elena._ Sí.

Marina._ Estaría súper bien pasar el día en la playa.

Blanca._ Sí, estaría súper bien.

Elena._ Sí, estaría genial.

Miguel._ ¿Qué dices, Sigfrido?

Sigfrido._ Sí, estaría genial.

Elena._ Podríamos comer allí.

Marina._ Sí.

Miguel._ Sí.

Blanca._ Sí, estaría genial.

Miguel._ ¿Compramos o que cada uno traiga algo?

Elena._ Compremos.

Marina._ Yo hago algo.

Miguel._ No sé.

Blanca._ Luego lo decidimos.

Elena._ Sí.

Marina._ Sí.

Miguel._ Sí.

Sigfrido._ Yo tendría que hablarlo con mi mujer.

(Se corren las cortinas)

Elena._ Qué rico un café ahora.

Marina._ Sí.

Sigfrido._ Qué bueno un café.

Blanca._ ¿Queréis todos café?

Marina._ Sí,yo descafeinado.

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Elena._ Sí.

Sigfrido._ Sí.

Miguel._ Bueno.

Elena._ Y un ibuprofeno.

Sigfrido._ También.

Miguel._ Sí.

Elena._ Sí.

Blanca._ Sí, también.

Sigfrido._ Anoche nos pasamos.

Blanca._ Sí.

Elena._ Sí.

Miguel._ Desde luego.

Marina._ Desde luego.

Elena._ Aunque las hemos hecho peores.

Sigfrido._ Sí que las hemos hecho peores.

Miguel._ Sí, las hemos hecho peores.

Blanca._ Crecimos.

Elena._ Estamos viejos.

Miguel._ Sí.

Marina._ Sí.

Sigfrido._ Sí.

Blanca._ Sí.

(Silencio)

Sigfrido._ No.

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(Silencio)

Sigfrido._ Quizás en el futuro, cuando nos fallen los órganos pensaremos: qué lástima de

aquellos días.

(Silencio)

Elena._ Sí. Vayamos a la playa.

Miguel._ Sí, desde luego. Vayamos.

Blanca._ Vayamos.

Marina._ Vamos.

Elena._ Tomamos un café y vamos.

Miguel._ Sí.

Marina._ Sí.

Blanca._ Sí.

Elena._ Sí, un café y nos vamos.

Blanca._ Y nos vamos.

Miguel._ Sí. Y nos levantamos y nos vamos.

Marina._ Sí. Vámonos.

Todos miran la pantalla del móvil. Nadie se mueve. Fin.

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