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Acerca de La Posesion - Posesion Tenedor Rioja
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ACERCA DE
EL TITULO POSESORIO EN EL DERECHO CIVIL
PERUANO
14 octubre, 2010 Alexander Rioja Bermudez Un comentario
EL TITULO POSESORIO EN EL DERECHO CIVIL PERUANO
El autor analiza la importancia del derecho posesorio, sus connotaciones, clases, los
cambios en el título posesorio y su
finalidad práctica, con los alcances sociales y económicos que la doctrina especializada le
reconoce.
Héctor Enrique Lama More[1]
Si tienes una manzana para consumirla, o tienes un vehiculo –por ejemplo automóvil,
bicicleta, etc.- y lo conduces
desplazándote de un lugar a otro con fines laborales o de simple esparcimiento; cuando se
accede a un inmueble para
vivir en él o para instalar un negocio o realizar alguna actividad de tu interés o entregándolo
a otro obtienes un
provecho; o tienes un par de zapatos y con ellos en tus pies realizas tus cotidianas
actividades; y en general cuando
tomas cualquier bien o “cosa” respecto del cual tienes algún interés, y con él satisfaces
alguna de tus
necesidades –incluidas las mas elementales o naturales, extrañas o inverosímiles, las mas
simples o complejas,
las de orden material o espiritual, las de naturaleza científica o esotérica, etc.-, ejerces –de
hecho- sobre dicho
bien un poder que el sistema jurídico le reconoce al propietario; y sin interesar si eres o no
el dueño de tales bienes, tal
ejercicio desplegado fácticamente, expresa un derecho real que nuestro sistema jurídico
reconoce como posesión; tal
evento, que constituye señorío fáctico sobre bienes -aunque en algunos casos se presente
como algo extraño o
paradójico- es objeto de protección por el derecho. El ejercicio de éste derecho –posesorio-
tiene una clara
connotación social y económica, y tiene obvia incidencia en la vida misma de las personas.
De ahí la importancia de su
estudio y la de su correcta regulación por el derecho.
Diversos autores han comentado sobre la importancia de la posesión; así, desde argentina,
Ricardo José Papaño y
otros[2], señalan que la posesión es el contenido de los derechos reales, pues en la mayoría
de éstos sin ella no sería
posible el ejercicio de las facultades que otorgan a sus titulares.
Se trata, en realidad, del ejercicio de un poder sobre bienes que para ser considerada como
tal, es decir como posesión
en el sentido estricto, se requiere de cierta cualidad, la que debe tenerse en cuenta para
distinguirla de otras figuras,
algunas de las cuales son reconocidas por el derecho. Por ello se debe tener presente que,
salvo que la ley regule lo
contrario, la posesión debe ser considerada como la potestad o señorío fáctico que, con
interés propio, ejerce una
persona sobre un bien para su aprovechamiento económico y la satisfacción de sus
necesidades; debiendo considerarse
poseedor aquel que, aun cuando reconozca en otro la propiedad, en los hechos obra o se
conduce como propietario
usando o disfrutando el bien[6].
El concepto antes referido –compatible con nuestro sistema jurídico- permite una rápida
diferenciación del que le
corresponde a la tenencia. Pues si la persona tiene el bien en su poder pero en interés ajeno,
es decir, por encargo o
siguiendo instrucciones de otro, estaremos frente a la tenencia. La doctrina la identifica
como servidor de la posesión[7];
algunos autores la identifican como tenencia relativa, en razón de que se tiene el bien, no
obstante no se posee por la
relación de dependencia -o de autoridad y subordinación-, que tiene con determinada
persona, que es precisamente el
poseedor; es el caso de la relación generada por el arma entregada al soldado, el inmueble
entregado al guardián, el
negocio entregado al administrador, etc;
Sin embargo existen otros supuestos de tenencia distintos al servidor de la posesión, como
es el caso de aquellos que
tienen el mero contacto con los bienes o que obran en su poder por razones de naturaleza
accidental o pasajera, a los
que se les conoce como tenencia absoluta, en razón de que tienen contacto físico sobre los
bienes sin que los haya
recibido en virtud de una relación de subordinación con persona alguna; es el caso de los
grilletes que tiene el preso, o la
butaca que se tiene en el teatro o cine; el campus universitario cuando el alumno camina en
él; o la revista que el fue
prestada al pasajero por su compañero de viaje para ser leída y devuelta de inmediato; etc.
Siendo que tenedor y poseedor se presentan ante terceros como personas que tienen en su
poder bienes, resulta
necesaria una idónea regulación de ambas instituciones jurídicas. En la tenencia quien tiene
el bien pero no lo posee. En la
posesión se tiene el bien en virtud de un título o sin título alguno
Una apreciación rápida de nuestro Código Civil en materia referida al derecho posesorio
permite una inmediata, sencilla e
importante conclusión: no existe un adecuado e idóneo tratamiento normativo sobre el
titulo en la posesión de bienes; ello
pese a la relevante incidencia que este elemento tiene en la calificación sobre la licitud,
validez o legitimidad del señorío
fáctico sobre bienes o del ejercicio que –de hecho- llevan adelante las personas de los
poderes jurídicos que el
sistema reconoce al propietario.
Diversos autores, nacionales como extranjeros, han señalado que el título, en torno al cual
gira la posesión, no es
necesariamente un documento, sino el acto jurídico que dio origen a la posesión; con ello se
incide, predominantemente,
en la autonomía de la voluntad; concentrando la atención en el título posesorio adquirido
bajo la forma derivativa, es decir
obtenido de otra persona; así, por ejemplo, el profesor sanmarquino Max Arias-
Schreiber[8], al comentar sobre la
necesaria existencia del título como uno de los elementos de la posesión ilegítima de buena
fe, refiere que éste no es otra
cosa que el acto jurídico por el cual se transmite la posesión de un bien, ya sea en
propiedad, usufructo, arrendamiento o
comodato, entre otros; aun cuando al final establece, de modo genérico, que el título viene a
ser la causa generadora
del derecho, en estricto su atención se encuentra centrada en la manifestación de la
voluntad.
Salvat[9] nos refiere que la palabra título se emplea en derecho para designar, sea al acto
jurídico que ha dado
nacimiento al derecho, la causa de él, sea el documento que lo constata y sirve de prueba de
su existencia; pero aclara
que cuando se refiere a la posesión ilegítima –regulada en el artículo 2355 del CC de su
país- la palabra título esta
empleada en el primero de los dos sentidos indicados, es decir, el que lo considera como
acto jurídico, que constituye la
causa de su derecho.
En nuestro país, el profesor Jorge Avendaño[10] sigue, en esto, la idea expuesta por el
citado jurista argentino
–Raymundo Salvat- al precisar que la palabra título –en la posesión ilegítima- esta
empleada en términos
del acto jurídico que ha dado nacimiento al derecho, es decir, la causa de la posesión; el
profesor Avendaño insiste es
esta calificación al precisar que la posesión será ilegítima cuando falta el título, cuando hay
ausencia del acto jurídico que
da lugar a la posesión legítima. No obstante, el citado jurista peruano, al igual que Salvat,
aclara que puede ocurrir que el
título siendo perfectamente válido haya sido otorgado por quien carezca de derecho; es el
caso de un contrato de
arrendamiento extendido por un no propietario; concluye señalando que a pesar de la
existencia de un título válido, el
arrendatario sería un poseedor ilegítimo, pues estaría derivando su derecho de una persona
carente de facultad para
otorgarlo.
Si bien es correcto afirmar que el título de la posesión puede estar referido al acto jurídico
que constituye la causa del
derecho posesorio, como lo han expuesto los autores antes citados; es también válido
afirmar que ello es sólo una de
las expresiones que puede tener el título posesorio; debemos entender, como así lo ha hecho
nuestra jurisprudencia, que
el título que da sustento a la posesión y que la justifica jurídicamente, puede estar referido
no a la manifestación de voluntad
de determinada persona –acto jurídico-, sino a fuente distinta, como la ley o un hecho o
acontecimiento jurídico
que de modo válido justifica prima facie – en algunos caso de modo temporal- el ejercicio
del derecho posesorio
de una persona.
Previamente, es preciso establecer que en la idea que se tiene sobre la posesión de bienes
muchas veces se prescinde
de la existencia del título; así, como bien lo precisa Messineo[11], aun sin título, la
posesión tiene relevancia para el
derecho; pero, agrega algo muy importante, no se excluye tampoco que además del hecho
de la posesión, exista un
título como fundamento de la posesión misma; en tal caso la posesión es manifestación
derivada de otro poder; así,
concluye, que la posesión, con título, frente a un eventual juicio petitorio se encuentra en
una situación mejor que el
poseedor sin título.
Como se puede apreciar, para este autor, el título es la causa que da justificación jurídica a
la posesión; no obstante, aclara,
que si el título de la posesión deriva del título del derecho subjetivo, no forma un todo
único con él, pues si se posee por
ser arrendatario o inquilino, el título de la posesión está en el arrendamiento o en el
alquiler; cosa distinta es que sea
arrendatario o inquilino; pues tal posibilidad puede existir, aun sin que se tenga la posesión,
o sea, antes de comenzar a
poseer.
En esta misma línea se enmarca la definición hecha por el jurista Julio Verdugo, en su obra
“Del título en la
posesión” –citado por el profesor chileno Victorio Pescio[13]-, quien al referirse a las
diversas
significaciones asignadas por el Derecho al vocablo “titulo”, centrándose a la posesión
sostiene que es la
causa jurídica de la posesión, esto es, aquel hecho o conjunto de hechos de los cuales se
deriva la posesión como una
consecuencia jurídica.
2.3.- Titulo posesorio concebido como el derecho que la ley reconoce al poseedor.
Hace unos meses tuve la oportunidad de tener a la vista los actuados judiciales de un
proceso de desalojo, en el que
consta la CASACION Nº 3135-99 – Lima, de fecha 13 de Junio del año 2000, expedida por
la Sala Civil Permanente de
la Corte Suprema de la República[14]. Se trata de un proceso iniciado por ante el vigésimo
Juzgado Civil de Lima
donde el demandante pretende la restitución de un inmueble de su propiedad, indicando
como fundamento que éste se
encuentra ocupado por la demandada con quien no le une vínculo contractual, que no
cuenta con título alguno y que por
ello tiene la condición de precaria; en autos se acredita que la demandada residía en dicho
inmueble con su menor hijo
tenido con el demandante fruto de relaciones de convivencia; El Juzgado ampara la
demanda –teniendo en
cuenta el estado procesal de rebeldía de la demandada- y dispone la restitución del bien;
apelada la sentencia la Sala
Superior la confirma, con el argumento que el menor hijo de la demandada viene
percibiendo del demandante una
asignación anticipada de alimentos y que en ella se incluye lo indispensable para el
sustento, habitación, vestido y
asistencia médica. Interpuesto el recurso de casación la Sala Civil Suprema declara fundado
dicho recurso, casa la
sentencia de vista, y –actuando en sede de instancia- revoca la sentencia del juzgado y
reformándola declara
infundada la demanda; en dicha ejecutoria se establece que “la posesión ejercida por el hijo
menor de edad sobre
los bienes de propiedad del padre, nunca va a ser una posesión precaria, pues su titulo
posesorio es justamente su
calidad de hijo” (resaltado nuestro); agrega el colegiado supremo que “el solo hecho de
acudir a los hijos
con una pensión alimenticia, no exime al padre de la obligación de proporcionarles
vivienda, pues este hecho, debe ser
tomado en cuenta a efectos de fijar la pensión, y no tiene efecto alguno en la calidad
posesoria del hijo”; finaliza
precisando que de obtenerse el desalojo de la madre, que ejerce la tenencia del menor, se
estaría obteniendo de forma
indirecta el desalojo del hijo, quien no tiene la calidad de precario.
a.- El título posesorio que es la causa o fundamento de la posesión es el derecho que la ley
reconoce al poseedor. En tal
supuesto el título no es un acto jurídico.
b.- En el presente caso, la ley impone al padre la obligación de proporcionar habitación o
vivienda a sus menores hijos
–dentro del concepto de alimentos-; tal derecho del menor es el título posesorio respecto del
bien, de propiedad
del padre, donde reside.
c.- La madre que ejerce la tenencia del menor, cuenta también con título posesorio, en la
medida que ejerza la tenencia
de su menor hijo y resida con él en el mismo inmueble. A diferencia del menor, su título
posesorio no es el derecho a
vivienda –como sucede en el caso del menor- es, en estricto, un derecho distinto, es el que
emana de su
condición de madre y de la propia tenencia que ejerce respecto del menor, el que a su vez
concurre con el derecho del
menor de no ser separado de quien le provee los cuidados, en este caso, su progenitora.
Tiene titulo posesorio justificativo quien construyó edificación en terreno ajeno, en tanto no
se decida en sede judicial el
destino de la edificación bajo las reglas de la accesión. La CASACIÓN Nº 1763 -
Lambayeque[15], estableció que no tiene la
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condición de precario –según el artículo 911 del CC, es poseedor precario quien posee un
bien sin título algunoquien
es dueño de la edificación construida sobre el terreno de la demandante.
El título putativo y el justo título, adquiridos de buena fe por el poseedor, aun cuando
constituyen una variedad de posesión
ilegítima, constituyen títulos posesorios que pueden justificar válidamente la posesión de
bienes, en tanto, según las
circunstancias, no se desvirtúe por completo la buena fe, o en su caso no se declaren –por el
órgano
jurisdiccional- su invalidez o ineficacia.
Salvat[16], comentando el artículo 2357 del Cc. de su país, refiere que en el derecho
argentino el título putativo es aquel
que solo existe en la creencia del poseedor, y que puede presentarse en dos supuestos: 1º
cuando el título falta de modo
absoluto; y 2º cuando el título existe pero no se aplica a la cosa poseída; para explicar el
primer supuesto, se refiere el
caso del legatario que ha entrado en posesión de la cosa legada, ignorando que el
testamento había sido revocado; y si
después aparece un nuevo testamento donde consta que la cosa ha sido legada a otro, que la
reivindica, resulta
necesario saber si existía o no buena fe; agrega el jurista argentino que para resolver esta
cuestión se debe tener en
cuenta si existía o no justo título y la ley resuelve que cuando el título existía solo en
apariencia o para emplear la fórmula
legal, en la creencia del poseedor, el título es eficaz; con relación al segundo supuesto se
expone el caso de un apersona
que entra en posesión de los bienes que, según él, son de la herencia, pero que luego toma
conocimiento que no era así.
En principio diremos que el primero de ellos es insuficiente para adquirir bienes por la
prescripción ordinaria, así lo
reconoce Salvat[17] en el derecho argentino, y el maestro sanmarquino Jorge Eugenio
Castañeda[18] en nuestro país;
éste último refiere que si bien el título putativo no sirve para la usucapión, dicho título no
transforma al poseedor en
poseedor de mala fe, ya que para la posesión de buena fe –aunque ilegítima- sólo se
requiere título, “aun
cuando éste sea rematadamente malo” (sic).
Por otro lado, la posesión puede estar sustentada en el denominado justo título. A diferencia
del título putativo, el justo
título que es en esencia un acto traslativo de dominio –adquirido de buena fe de quien no es
propietario- permite
al poseedor adquirir por prescripción corta –u ordinaria- el bien que tiene en su poder. Aun
cuando nuestro Código
Civil no ha establecido las características que debe tener tal título posesorio, la doctrina,
nacional y la que se expone en
el derecho comparado, es uniforme al considerar que se trata de un título suficiente para
adquirir el dominio del bien que
se posee, según los modos o formas prescripta en la ley; así, por ejemplo si una apersona
recibe en posesión un bien en
virtud de una compra venta, pensando que quien le vendió era el propietario y en realidad
no lo era, ni se encontraba
autorizado para enajenar el bien; o cuando se posee en virtud a una donación hecha a favor
del poseedor, cumpliendo
las formalidades establecidas en la ley para tal acto jurídico –por escritura pública si se trata
de inmueble-, pero
el donante no se encontraba habilitado para efectuar tal transferencia.
En el derecho civil español se considera justo título como el que legalmente baste para
transferir el dominio o derecho
real de cuya prescripción se trate; Albaladejo[20] refiere que ello significa acto transmisivo,
como compraventa, donación,
transacción, permuta etc., apto para –en abstracto- haber producido la adquisición del
derecho -de propiedad u otrode
que se trate, y que en el caso concreto no la produjo, por cualquier razón externa a él –como
por ejemplo que
la cosa que compramos, se nos donó o concedió en transacción no era del vendedor o
donante o transigente-.
Históricamente se han identificado diversos títulos posesorios que han pretendido ser
considerados como “justo
título” para justificar la adquisición de la propiedad por usucapión; así tenemos el título de
heredero conocido como
título pro haerede; se trata del título posesorio que tendría quien creyéndose heredero
accede a la posesión de bienes de
la herencia, cuando en realidad no tiene tal condición; o quien siendo heredero accede a la
posesión de bienes creyendo
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que son de la herencia, cuando en realidad no lo son; es evidente, como lo reconocen
Albaladejo[21] y Castañeda[22],
que ambos supuestos de títulos pro haerede no son justo título en razón de que no
constituyen actos traslativos de
dominio y no son suficientes para adquirir los bienes objeto de posesión por prescripción
ordinaria –o corta-.
En términos generales, el justo título debe ser trasmisivo o traslativo, no debe ser
originario; así por ejemplo no
constituye justo título el que se tiene por poseer cosa abandonada, conocida en la doctrina
como título pro derelicto. Si el
bien abandonado es mueble, se trataría de una res nullius es decir una cosa sin dueño; podrá
adquirirse la propiedad
por apropiación; si el bien abandonado es inmueble será siempre del Estado.
Tampoco es justo título el título pro legato[23]; se trata del título que tiene quien como
legatario recibe un bien que no era
propiedad del causante pero que éste estaba usucapiendo en virtud de cualquier título; aquel
continuará como sucesor
de la usucapión basada en dicho título.
El título putativo y el justo título –adquiridos de buena fe por el poseedor- son títulos
posesorios que expresan una
variedad de posesión ilegítima de buena fe; no obstante, dejarán de ser títulos justificativos
de la posesión en la medida
que desaparezca la buena fe; en tal caso, estaremos frente a un poseedor ilegítimo de mala
fe y su situación jurídica es la
que equivale a la de posesión sin título.
Una antigua regla de origen romano establecía que: nadie puede cambiar por si mismo, ni
por el transcurso del tiempo,
la causa de su posesión.
La figura de la interversión del título de posesión es aplicable tanto a los sistemas jurídicos
que se adscriben a la teoría
subjetiva de la posesión –impulsada por savigny- como a aquellos que se han adherido a la
teoría objetiva de la
posesión, sostenida por Ihering y otros juristas; en los primeros se consideran poseedores a
aquellos que cuentan con
animus domini, es decir a quienes tienen el bien sin reconocer en otro la propiedad, y
tenedores a aquellos que tienen el
bien en “interés ajeno”, es decir reconociendo en otro la propiedad, ubicándose en éste
último el
arrendatario, el comodatario, el usufructuario, el precario clásico, etc; en los sistemas que
se adscriben a la segunda de
las citadas teorías –entre los que se ubican el peruano, brasilero y mexicano- se identifica al
poseedor a aquel
que tiene el bien ejerciendo sobre él un señorío fáctico o un poder de hecho similar a la que
se le reconoce al
propietario, pero en interés propio, entendido éste como aquel que satisface su propia
necesidad, aun cuando se
reconozca en otro la propiedad del bien que se tiene en su poder, en este sistema es
poseedor el arrendatario, el
comodatario, el usufructuario, el precario –tanto el se conoce en el sentido clásico, como el
que se identifica en
el artículo 911 del actual Cc. Peruano-; identificándose como tenedor a aquel que tiene el
bien por encargo o siguiendo
instrucciones de otro; se ubican en este grupo, por ejemplo al guardián, al depositario, etc.
Pues bien, en materia de interversión del título posesorio, Pescio[24], que sigue al sistema
savigniano de la posesión,
vigente en el derecho civil chileno de Andrés Bello, sostiene que en los dos tipos de
interversión –la transformación
del poseedor en mero detentador o a la inversa, transformación del mero detentador en
poseedor- subsiste inalterable el
elemento físico o material de la posesión, es decir la tenencia de la cosa; lo que varía –
según refiere- es el
elemento psíquico o intelectual; así en transformación de poseedor en tenedor, el bien sigue
en poder del que poseía pero
a partir de un momento dado la retiene reconociendo en otro el dominio; en el segundo tipo
de interversión el mero
detentador que tiene la cosa nomine alieno, es decir, reconociendo el dominio ajeno,
cambia de disposición de ánimo y,
en lo sucesivo la retiene con ánimo de señor: el nomine alieno a sido sustituido por el
animus domini.
Ihering, citado por Salvat[25], refiere que la célebre regla de origen romano –mencionada
líneas arriba- no puede
considerarse aplicable solamente a los casos de transformación de una tenencia en posesión
o viceversa, como parecería
denominarlo la palabra Mutare de la máxima romana, sino que debe aplicarse también al
hecho mismo del nacimiento
de la relación posesoria; así ella nacerá como simple tenencia o como posesión, según sea
la causa que la origina con
prescindencia absoluta de la voluntad individual del adquiriente, impotente para modificar
por si sola los efectos de
aquella.
Castañeda[26], bajo la vigencia del Cc. Peruano de 1936 –adscrito a la teoría objetiva de la
posesión-, señala que
la interversión del título no se produce por el simple cambio en la voluntad del poseedor
inmediato, sino por causa que
provenga de un tercero o por la contradicción que oponga al derecho del propietario.
Diversos tratadistas –entre
ellos Butera- agregan que si no se prueba el cambio de la causa o de título se presumirá que
continúa la mera
tenencia, porque es perpetua e indeleble.
En todos los casos citados en el párrafo precedente, para que se considere producida la
interversión del título debe
tenerse en cuenta, como lo señala Musto[27], que no bastan las simples manifestaciones de
la voluntad, sino que la
actitud debe consistir en hechos exteriores que impliquen una verdadera contradicción a los
derechos del propietario, un
verdadero alzamiento contra su derecho, o actos de fuerza que impidan al propietario el
ejercicio de su derecho.
No existe en nuestro país una regulación idónea sobre esta materia; en realidad no se ha
legislado nada relacionado a los
alcances jurídicos de la mutación del titulo posesorio, pese a la gran importancia que reviste
esta figura.
4.1.- La traditio brevi manu, el constituto posesorio y los efectos del cambio del título
posesorio.
Lo único que existe regulado en el actual Cc. civil peruano, con relación al cambio del
título posesorio se encuentra
ubicado normativamente en los llamados sucedáneos de la tradición, previstos en el artículo
902[28]. Se trata de
supuestos donde la relación posesoria cambia, produciéndose una mutación del título de la
posesión, cuyo efecto inmediato
es el haberse producido o no la tradición o entrega del bien a quien debe recibirlo. Se trata
de las figuras de origen
romano conocidas como la traditio brevi manu y el constituto posesorio, las que, como es
obvio se encuentran
vinculadas a los efectos de la interversión –o transformación- del título posesorio.
Aplicadas las mismas figuras –de origen romano- a nuestro país, que sigue las reglas de la
teoría objetiva de la
posesión, tendremos que el supuesto conocido como traditio brevi manu, se presenta
cuando, por ejemplo, quien posee
un bien en virtud de un arrendamiento –titulo posesorio de arrendatario- adquiere la
propiedad de dicho bien; en
este caso el título posesorio muta del de arrendatario al de propietario; como adquiriente
tiene derecho a que se le
entregue el bien, sin embargo se entiende entregado en bien al poseedor –ahora propietario-
por haber cambiado
su titulo posesorio, lo que se logrará reteniendo el bien que ya se encontraba en su poder.
Hay también traditio brevi
manu, cuando el guardián –tenedor no poseedor- empieza a pagar renta, convirtiéndose por
ello en poseedor
arrendatario; y teniendo derecho a recibir el bien, se entiende entregado por haber mutado
el titulo posesorio, lo que
sucederá reteniendo el bien en su poder.
En el constituto posesorio la mutación del título se presenta en descenso; así por ejemplo si
alguien que posee un bien de
su propiedad y lo transfiere, y acto seguido celebra con el adquiriente un arrendamiento, de
tal manera que continúa en
uso del bien vendido, sigue siendo poseedor, no obstante el título posesorio se transformó
produciéndose una disminución
de la calidad del mismo, pues ahora posee el bien ya no como propietario, sino como un
simple arrendatario. Por otro
lado, es aplicable también a esta figura –constituto posesorio- la tradición originada en la
mutación de la relación
posesoria que existía entre la persona que poseía el bien como arrendatario y el propietario
arrendador, producida
cuando aquel deja de pagar la renta y conviene con el propietario en dar el servicio de
guardianía del bien que ocupa,
recibiendo por tal servicio una contraprestación económica; en este supuesto quien tenía el
bien como poseedor, lo tendrá
en adelante como detentador; puede, en este caso, objetarse el hecho de que en este
supuesto el detentador no tiene
título posesorio y que por ello no se habría producido mutación del titulo sino su
desaparición; sin embargo, para los fines
materia de este estudio, tal objeción resultaría irrelevante, pues, lo que importa en esta
figura es el hecho que el bien
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continuó en poder de quien era poseedor no requiriéndose actos materiales adicionales para
la entrega del mismo; y
además tal situación se produjo como consecuencia de una disminución de la calidad del
poder que ejercía sobre el bien,
que es lo que caracteriza al constituto posesorio.
Las figuras antes referidas se encuadran dentro de los alcances del inciso 1 del artículo 902
del actual Código Civil,
referidos a los sucedáneos de la tradición; los ejemplos consignados en los párrafos
precedentes son solo una parte de
lo que puede suceder en esta materia. A continuación analizaremos otros supuestos.
Nuestro sistema admite la posibilidad de la posesión aun sin el contacto físico con el bien;
la doctrina la reconoce como
una posesión como derecho o espiritualizada; se trata de un poseedor que no tiene
físicamente el bien, pero que, pese a
ello ejerce uno de los atributos de la propiedad; es el caso, por ejemplo del poseedor
mediato que entregó el bien otra
persona –poseedor inmediato- en virtud a un título[30]. Hernandez Gil[31] refiere que se
trata de un fenómeno
conocido como la “concurrencia horizontal de posesiones” ; intentando una definición, el
citado autor refiere
que posesión mediata es la que se ostenta o tiene a través de otra posesión, correspondiente
a persona distinta con la
que el poseedor mediato mantiene una relación, de donde surge la dualidad posesoria.
Es del caso precisar que la relación entre el poseedor mediato y el poseedor inmediato no
tiene que ser válida; Arias-
Schreiber[33] señala que así a quedado claramente establecido en la doctrina germánica;
efectivamente
Enneccerus[34] sostiene que el poseedor mediato es únicamente el que tenga una
pretensión válida de entrega. No
hace falta –agrega- que dicha pretensión sea incondicional ni que este exenta de
excepciones; ni tampoco
necesaria, finalmente, la validez de la relación de arrendamiento, usufructo, porque la ley
no presupone que el mediador
sea arrendatario, usufructuario, sino sólo que posea como arrendatario o como
usufructuario.
Como se sabe, este fenómeno posesorio fue incorporado a nuestro sistema de derechos
reales en el Código Civil de 1936;
el artículo 825 de dicha norma señaló: “El poseedor temporal, en virtud a un derecho es
poseedor inmediato,
correspondiendo la posesión mediata a quien le confirió el derecho”. Tal definición de la
mediación posesoria se
prestaba a confusión, pues podría pensarse que la relación jurídica existente entre ambos
poseedores –mediato e
inmediato- tendría que ser, necesariamente, arreglada a derecho; es decir una relación
válida; cuando la doctrina mas
autorizada sobre esta materia reconoce que dicha relación podría no ser válida, como se ha
indicado líneas arriba; por
ello con la entrada en vigencia del actual Código Civil peruano –vigente desde 1984- se
reemplazó la palabra
“derecho” por la de “titulo” ; en realidad no se trata de un problema semántico, sino de una
precisión normativa en la cualidad de la posesión.
Cosa distinta sucede con los que integran la relación jurídica de la transferencia, es decir
entre el transferente y el
adquiriente del bien –ocupado por un tercero-; en este caso se presenta el desplazamiento
de la mediación
posesoria, de tal manera que el original poseedor mediato traslada su condición al
adquiriente quien en adelante será el
nuevo poseedor mediato, quien adquiere además –con la transferencia- la pretensión de
entrega que podrá
dirigirla al tercero –mediador posesorio-. Este desplazamiento posesorio espiritualizado
produce sus efectos entre
las partes –transferente y adquirente-, independientemente de la comunicación al tercero.
Con relación al primer inciso del mencionado Art. 902, se puede apreciar que su texto tiene
una leve pero significativa
modificación respecto del que tenía su similar en Código Civil anterior; como se ha
indicado el inciso 1 del artículo 845 del
CC del 36, señalaba: “La tradición se considera realizada cuando: 1º para quien esta
poseyendo el bien por título
distinto”; por su parte el inciso 1º del artículo 902 del actual CC. peruano, señala: “la
tradición también se
considera realizada cuando: 1º cambia el título posesorio de quien está poseyendo” . Si bien
la norma anterior
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entiende realizada la tradición para quien esta poseyendo, tal limitación no aparece del
nuevo texto normativo, que no
precisa respecto de quien se habría producido la entrega, pudiendo entenderse que la
mencionada tradición se entiende
realizada respecto del que no tiene el bien físicamente, como es el caso del constituto
posesorio que se presenta cuando
el cambio de título posesorio proporciona el derecho de entrega a quien no tiene el bien
físicamente; es el caso, por
ejemplo, del que vende el inmueble de su propiedad que al mismo tiempo posee, y que no
lo entrega físicamente al
comprador o nuevo dueño; en tal caso, en virtud de lo previsto en el inciso 1º del numeral
902 antes citado, se ha
producido la entrega o tradición al adquiriente, quien habría adquirido la posesión de modo
espiritualizado, pasando el
nuevo dueño a tener la calidad de poseedor mediato, mientras que el anterior dueño pasa a
ser el mediador posesorio;
por ello, tiene en este caso el adquiriente un derecho de entrega que puede hacerlo valer en
la vía restitutoria del
desalojo.
Nuestra norma sustantiva carece de una regulación que contenga el concepto de la posesión
legítima, como sucede en el
derecho civil argentino[35]. Sin embargo tratándose de un tipo de posesión por su origen,
es fácil advertir la posesión
legítima no es otra –como refiere el profesor Avendaño- que una posesión arreglada a
derecho.
Implícitamente nuestro Código Civil identifica en los artículos 900 y 901 a la posesión
legítima, al señalar que la posesión se
adquiere por la tradición –salvo los casos de adquisición originaria-, y luego establece que
la tradición es la entrega
del bien a quien debe recibirlo o a la persona designada por él o por la ley y con las
formalidades que ésta establece;
sin embargo en esta definición no se prevé un elemento importante, pues nada se dice
respecto de la persona que
entrega el bien; pues, como es obvio para que la posesión sea legítima, debe ser entregada
por la persona autorizada
para ello, sea por el propietario o por la ley.
Por su parte la posesión será ilegítima cuando no se encuentre arreglada a derecho. El
Código Civil no dice nada sobre
este tema y se limita a establecer el supuesto de posesión ilegítima de buena fe,
calificándola como aquella en la que el
poseedor cree en su legitimidad, por ignorancia o error de hecho o de derecho sobre el vicio
que invalida su título;
según la citada norma, para que exista posesión ilegitima de buena fe se requiere –
necesariamente- de la
existencia de un título posesorio, y que el poseedor considera válido o legítimo, cuando en
realidad no lo es.
No existe en la norma sustantiva definición alguna sobre la posesión ilegítima de mala fe;
no obstante se infiere que se
trata de la posesión que se ejerce por quien conoce perfectamente de la ilegitimidad o
invalidez de su título posesorio o
que es perfectamente conciente que posee el bien sin título alguno, o con un título
manifiestamente invalido o inoponible
al que cuenta con derecho inscrito. Dentro de este grupo se ubica precisamente al poseedor
precario, quien según el
artículo 911 de la norma sustantiva civil, es quien ejerce posesión de un bien sin contar con
título posesorio alguno, sea
por que nunca lo tuvo o porque el que tenía feneció.
7.- CONCLUSIONES.-
1.- Con relación a la regulación sobre la posesión, debe incluirse en el texto normativo el
siguiente texto sobre la posesión:
a.- La posesión es la potestad o señorío fáctico que, con interés propio, ejerce una persona
sobre un bien para su
aprovechamiento económico y la satisfacción de sus necesidades; aún cuando reconozca en
otro la propiedad, el
poseedor de un bien es aquel que, en los hechos, se conduce como propietario, usando o
disfrutando el bien.
b.- La posesión, cualquiera que ésta fuera, no puede ser privada o perturbada al poseedor
por acto de particulares;
corresponde al órgano jurisdiccional declarar el derecho posesorio a quien corresponda.
c.- La posesión será legítima cuando se ejerce con arreglo a derecho, en virtud de un título
válido.
d.- La posesión será ilegítima cuando se ejerza con título inválido o sin título alguno. Ésta
será de buena fe cuando el
poseedor, por cualquier causa, crea en la legitimidad de su título. Será de mala fe cuando
conozca de la ilegitimidad de
su título, carezca de título o éste sea manifiestamente ilegítimo.
e.- La posesión precaria es la que se ejerce con título manifiestamente ilegítimo o inválido,
o sin título alguno, sea por que
nunca lo tuvo o porque el que tenía feneció.
2.- En materia de mutación –interversión- del título posesorio debe incluirse en el texto
normativo lo siguiente:
a.- Se presume, salvo prueba en contrario, que la posesión se mantiene con el mismo
carácter con el que fue adquirida.
a.- La posesión ilegítima de mala fe, que se ejerce en virtud de un título manifiestamente
inválido o ineficaz respecto del
propietario, equivale a ausencia de título.
[2] PAPAÑO, Ricardo José; KIPER, Claudio Marcelo; DILLON, Gregorio Alberto y
CAUSSE, Jorge Raúl.
“Derechos Reales” Tomo I. Ediciones Desalma. Buenos Aires. 1989. Pág. 59.
[3] MESSINEO, Francesco. “Manual de Derecho Civil y Comercial”. Tomo III. Ediciones
jurídicas Europa-
América. Buenos Aires. Edición argentina. 1954. Pág. 203. El mencionado profesor italiano
agrega que el ius possidendi
está ligado –y la presupone- a la cualidad de titular del respectivo derecho, de ordinario de
propiedad.
[5] PEÑA GUZMAN, Luis Alberto. “Derecho Civil. Derechos Reales”. Primera
Reimpresión de la primera
edición. Tipografía Editora Argentina, Buenos Aires. 1975. Tomo I. Pág. 187; refiriéndose
a la complejidad del tema, este
autor argentino señala: “Doctrinariamente se considera que es opinión casi unánime que
desde la crítica que
Ihering hizo a la teoría de la posesión de Savigny se ha enseñoreado en la doctrina la mas
horrible confusión y el más
agudo desconcierto, no existiendo sobre los problemas fundamentales soluciones
consagradas ni aun admitidas por una
razonable mayoría, ya que puede asegurarse sin incurrir en la exageración que, en materia
posesoria, no hay una sola
idea que expresa o implícitamente no aparezca negada o desvirtuada, a veces hasta por sus
mas ardientes
defensores.”
[8] ARIAS-SCHREIBER PESET, Max. “Exegesis del Código Civil Peruano de 1984”.
Segunda Edición.
Gaceta Jurídica Editores. Febrero de 1998.Pág. 142.
[9] SALVAT, Raymundo. “Derecho Civil argentino” (Derechos reales). Tomo I. Librería y
Casa Editora de
Jesús Menéndez. Buenos aires. 1927. Pág. 33 y 34.
[12] PACHECO, Toribio. “Tratado de Derecho Civil”. Segunda edición. III. Imprenta de
Estado Calle de la
Rifa N. 58. Lima. 1872. Pág. 71
[15] Publicada en el diario Oficial “El peruano” el 30 de junio del 2004, en el Boletín de
Sentencias de
Casación, Pág. 12177
[16] SALVAT, Raymundo. Op cit. Pág 39. Refiere el autor que en ambos casos para que el
título putativo equivalga a un
título realmente existente, se requiere que el poseedor tenga razones suficientes para creer
en la existencia de él o para
extender a la totalidad de la cosa poseída. Se debe tratar de un error verdaderamente
excusable, lo que será siempre
una cuestión de hecho, librada a la apreciación de los jueces en cada caso especial..
[18] CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. “Los Derechos Reales”. Tomo I. Cuarta Edición.
Talleres Gráficos P.L.
Villanueva. Lima-Perú. 1973. Pág. 367. El profesor Castañeda precisa que son títulos
putativos, por ejemplo: Si se
concede posesión en base a un testamente que después aparece revocado; cuando
erróneamente se señala un lote de
urbanización cuando en realidad es otro; cuando se entra en posesión de un bien que no
estaba comprendido dentro de la
masa hereditaria a la que se tiene derecho a poseer; si el área poseída es mayor que la
vendida, no habrá justo título
en el exceso, sino título putativo.
[22] CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Op cit. Pág. 367.para este autor no son justos títulos el
falsificado, pues no fue
otorgado por la persona que se dice; tampoco lo es el otorgado por el falso mandatario; no
lo es el título radicalmente
nulo; tampoco las sentencias judiciales, pues el juez define los derechos, no los transfiere;
refiere que no son justo título
los títulos supletorios de dominio pues no son traslativos de propiedad.
[27] MUSTO, Nestor Jorge. “Derechos Reales” Tomo I. Rubinzal y Culzoni SCC Editores.
Pág. 213.
2.- Cuando se transfiere el bien que está en poder de un tercero. En este caso, la tradición
produce efecto en cuanto al
tercero solo desde que es comunicada por escrito.
[29] VALENCIA ZEA, Arturo. “La posesión” Editorial Temis Bogotá. 1968. Pág. 270-271
[30] Art. 905 del CC – 84: Es poseedor inmediato el poseedor temporal en virtud de un
título. Corresponde la
posesión mediata a quien confirió el título.
[31] HERNANDEZ GIL, Antonio. “La posesióin”. Primera edición. Editorial Civitas S.A.
Madrid 1980. Pág.
134.
[32] ENNECCERUS, Ludwing; KIPP, Theodor; WOLFF, Martin. Op Cit. Pág. 55; este
autor refiere que en el derecho
alemán al que posee sin mediador posesorio se denomina poseedor inmediato
[35] Artículo 2355 del CC argentino: “La posesión será legítima, cuando sea el ejercicio de
un derecho real,
constituida en conformidad con las disposiciones de éste código. Ilegítima cuando se tenga
sin título, o por un título nulo, o
fuere adquirida por un modo insuficiente para adquirir derechos reales, o cuando se
adquiera de que tenía derecho a
poseer la cosa y no para trasmitirla”. Por ley 17711 se agregó el siguiente párrafo: “Se
considera legítima la
adquisición de la posesión de inmuebles de buena fe, mediante boleto de compra-venta”