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Marlon Ernesto Pupiro García nació el 19 de Enero de 1971 en el hospital San Antonio de
Masaya; el último de cuatro hermanos. Sus padres eran don Pablo Ernesto Pupiro Moraga y
doña María Mercedes García de Pupiro, un matrimonio muy católico que había engendrado
también a quienes compartirían la mayor parte de la infancia de Pupiro, sus hermanos:
Pablo Augusto, María Lesbia y Holman de Jesús Pupiro García.
Sus primeros años de estudios los realizó hasta tercer grado en la escuelita local del mismo
nombre que la comunidad donde habitaba; luego completó sus estudios de primaria en el
colegio “San Pedro Claver” de Masaya. Los estudios Básicos de secundaria transcurrieron
en el Instituto de Ticuantepe hasta el tercer año. Sus dos últimos años para alcanzar el
bachillerato los cursó como seminarista en el colegio Calazans de Managua. En sus años
de estudio siempre se caracterizó por ser de los mejores alumnos, a tal punto que solía
aparecer en los cuadros de honor de los colegios donde estudió; como alumno sabía
entablar buenas relaciones con los profesores así como a su vez con sus compañeros; era de
los muchachos detonado por su capacidad de sociabilizar con los que le rodeaban y por su
servicialidad para con los demás.
¿Cuál fue la respuesta de su familia ante aquellas inquietudes que el joven Marlon Pupiro
con apenas 17 años de edad les manifestaba? Como sería natural en una familia
comprometida en la vida de la Iglesia, la alegría invadió sus corazones; las manifestaciones
de apoyo a su decisión no se hicieron esperar, y aconsejándolo debidamente, haciéndole ver
que las cosas de Dios son serias y no se deben jugar con ellas, le llevaron a hablar con el
párroco del lugar que en ese entonces era el presbítero José Luis Montoya.
Como Marlon no había culminado sus estudios de secundaria, ya que solo contaba con
tercer año aprobado, no pudo ingresar directamente en el seminario mayor para realizar los
estudios competentes a la formación sacerdotal, sino que primeramente ingresó en el
seminario menor “Emaús” de la Arquidiócesis de Managua en 1989, siendo rector en ese
entonces Monseñor Bosco Vivas, actual Obispo de la Diócesis de León.
Sería en el Seminario Emaús donde Pupiro culminaría su cuarto y quinto año de secundaria
en el colegio Calazans, para luego ser trasladado al Seminario Ineterdiocesano Nuestra
Señora de Fátima. Cuando Marlon cursaba su Quinto año de Secundaria en 1990, conoció a
quien sería su mejor amigo durante sus años de formación así como en el presbiterado, se
trata del Presbítero Luis Herrera, actual Párroco de la Iglesia San Juan Bautista en el
municipio de Masatepe, Masaya; quien ese año entraba también al seminario menor a
terminar su quinto año de secundaria y a discernir su vocación.
El Padre Herrera, cuanta de los años de formación que compartieron juntos, que siempre
Pupiro estaba alegre, tratando de dar ánimos a todos los compañeros, que se caracterizaba
por su sociabilidad, por su espíritu de servicio y por dar buenos consejos cuando se
necesitaban, así también por su devoción profunda de adoración a Jesús Sacramentado y el
amor especial que sentía hacia la Virgen. La amistad que ambos cultivaron marcaría la vida
del padre Luis Herrera, quien también compartía que habitualmente se confesaba con el
Padre Pupiro y de igual manera el Padre Pupiro se confesaba con él.
Durante sus años de formación fue viviendo los distintos pasos que se van dando de manera
sucesivas antes de la ordenación sacerdotal en la vida del seminario; así, cuando cursaba el
tercer año de filosofía se consagró a la Santísima Virgen María en una solemne Eucaristía
presidida por el sacerdote jesuita Pbro. Raúl Enrique; en 1994 cuando cursaba primer año
de Teología fue admitido a las Ordenes Sagradas y estando en su tercer año recibió los
ministerios del lectorado y acolitado a la vez. Fue ordenado diacono el 19 de Abril de 1997
mientras aun cursaba el cuarto año de teología, por consiguiente su ministerio diaconal lo
desempeñó sobre todo en el seminario; “como diáconos, cada Jueves predicaba uno de
nosotros en la Eucaristía del día” –comenta el padre Herrera-. Durante la primera semana
de Diciembre vivió en Masatepe el retiro de preparación para la ordenación sacerdotal
predicado por el presbítero Jaime Valdivia; y así, finalmente, Marlon Ernesto Pupiro García
fue ordenado sacerdote a las diez de la mañana del día jueves 18 de Diciembre de ese
mismo año en la Catedral Metropolitana Inmaculada Concepción de María de la
Arquidiócesis de Managua por manos de su Eminencia Reverendísima, Cardenal Miguel
Obando Bravo, junto con sus compañeros de curso: Pbro. Eduardo Miranda, Pbro. Oscar
Cerda; Pbro. Juan Calero; Pbro. Edgar Hernández; Pbro. Luis Herrera; Pbro. Jacinto
Carbajal y Pbro. José Ángel Lanzas.
Vida Ministerial
Como sacerdote el Pbro. Marlon Pupiro, inició su ministerio como párroco de la Iglesia San
José de Sabana Grande, Managua; parroquia en la cual ya estaba sirviendo desde que era
diácono. Tanto feligreses como sacerdotes aseguran que el Padre Pupiro dejó allí su vida;
se entregó de lleno a su vida ministerial, la gente siempre se sintió identificada con él,
puesto que era un hombre sencillo, humilde, de mucha oración. El actual templo parroquial
se debe al esfuerzo que junto a sus feligreses realizó el padre Pupiro. Literalmente el padre
se entregó en ese proyectó, adquirió deudas enormes para comprar el material necesario
para dicha construcción, de ellas fue saliendo poco a poco realizando diversas actividades
con sus fieles tales como rifas de camionetas, venta de comida, tómbolas, y otras
actividades frutos de su gran iniciativa; también viajó a la ciudad de New York en Estados
Unidos; acto que repetiría a lo largo de su ministerio; con el fin de poder “trabajar”,
sirviendo en la catedral de San Patricio a la comunidad de fieles que ahí se reúnen con el
objetivo de recaudar fondos para sus diversos proyectos pastorales.
Su ministerio pastoral durante los nueve años que estuvo en la parroquia fue fructífero, la
gente del lugar se sintió identificada con un verdadero padre y pastor, pues siempre que le
buscaron o necesitaron de él, el padre Pupiro estuvo siempre para ellos; “nunca nos negó
nada, más bien se ofrecía a ayudarnos cuando nos miraba en necesidades o teníamos algún
problema, era un padre muy atento con nosotros”, expresó una feligrés de esa parroquia.
Era tanto el aprecio que sentían por el los fieles de la parroquia San José que cuando el
padre fue trasladado a su segunda parroquia, los fieles lloraron por él y la gente relata que
hasta desmallados hubieron al enterarse de la noticia de su cambio pues no querían que su
“padrecito” los dejara.
Fue un sacerdote caracterizado por su gran sentido de fraternidad sacerdotal, las parroquias
donde ejercía su ministerio eran como pequeños punto de reunión para los seminaristas y
sacerdotes del clero, que miraban en él la figura de un buen hermano y amigo; incluso con
sus obispos mantenía estrechas relaciones de amistad como se hacían notar en las
constantes visitas que estos realizaban a sus parroquias, ciertamente, se mostraba bastante
atento con ellos.
Estando en Masaya, fue electo a mediados del año 2009 para ocupar por el plazo de tres
años el cargo como representante de la zona pastoral de Masaya ante el consejo presbiteral
de la Arquidiócesis; su elección fue de manera unánime, ya que cuando los sacerdotes de
la zona de Masaya fueron consultados para proponer a los candidatos para dicho cargo,
todos concordaron en que el padre Marlon era el ideal para ocuparlo por su espíritu de
servicio y las relaciones fraternas que mantenían con el resto del clero; lamentablemente no
pudo concluir su período como miembro del consejo presbiteral.
La situación se agravó cuando llegado el día Domingo, abiertas las puertas de la Iglesia,
dispuesto el altar para la celebración litúrgica y habiendo sonado las campanas del templo,
el padre no aparecía por ningún lado; por lo cual la secretaria procedió a contactar a los
obispos para saber si conocían algo sobre el paradero de su párroco. El tono preocupante de
la voz de María Luisa y la información que esta les había transmitido hicieron que los
obispos respondieran de inmediato, siendo así, que Monseñor Silvio José Báez, Obispo
auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, quien se encontraba celebrando la Eucaristía con
los fieles de la parroquia la Asunción en Masaya se trasladara después de la misa hacia la
Concepción para observar más de cerca la situación y tratar de tranquilizar a los fieles que
se habían reunido en torno a la parroquia del padre Pupiro.
Inmediatamente se procedió a informar a la policía nacional para que realizara las debidas
investigaciones; mientras los pobladores se planteaban varias hipótesis de lo que pudo
haberle sucedido a su pastor. Se contempló la posibilidad de que el padre pudo haber
sufrido un accidente de tránsito debido a un “bajón de azúcar”, puesto que padecía de
diábetes, mientras conducía por las peligrosas carreteras que llevaban a las distintas
comunidades de la parroquia, por lo cual la misma población tomó la iniciativa de realizar
búsquedas por todas las carreteras para descartar la posibilidad de ese hecho, pero a la vez
con la esperanza de encontrarlo pronto y con vida.
La familia del Padre fue informada hasta el Lunes 22 acerca de su desaparición; el padre
nunca se alejó de ellos, pese a su vida ministerial, siempre trataba de llegar los lunes a
visitarlos por lo cual estos no se habían percatado del hecho y también trataron de apoyar
en todo lo posible a las investigaciones policiales las cuales contaban únicamente con la
información de un vigilante que trabajaba cerca de la parroquia el cual había dicho que vio
salir la camioneta del Padre Pupiro entre las 2 y las 3:30 de la madrugada del día sábado 20,
sin precisar si el conductor del vehículo era el sacerdote u otra persona.
Como el cuerpo estaba envuelto en una colchoneta y bolsas de basura, con indicios de
haber sido quemado, tuvo que esperarse a que fuera trasladado al instituto de medicina
legal para su debida identificación. Fue en el instituto donde los sacerdotes que asistieron al
lugar confirmaron que se trataba del cuerpo del padre Marlon Pupiro, y que las condiciones
en que este se encontraba eran reflejo de un horrendo crimen, un asesinato brutal que dejó
perplejo a todos. La noticia corrió rápidamente por los medios de comunicación social;
aquellas palabras se convirtieron en el mensaje cuasi macabro que los pobladores de la
Concepción hubieran deseado jamás tener que escuchar. Naturalmente el pueblo reaccionó
con llantos y lagrimas ante el anuncio oficial de la muerte del padre que el obispo auxiliar
hizo a la feligresía desde el balcón de la casa cural.
Un padre se había ido, un pastor había muerto, el amigo de muchos, el sacerdote hermano y
ejemplo de generaciones había partido a la presencia del Padre de la manera menos
esperada; el cuerpo del padre fue trasladado en horas de la tarde hacia la parroquia en la
que desgastó los últimos años de su vida. La multitud de personas que comenzaron a llegar
al municipio para hacer sentir su presencia y el cariño que sentían por el padre así como
también la profunda indignación que sentía por la manera en que fue asesinado, fue poco a
poco llenando las calles del lugar; todos los habitantes aguardaban a la entrada del
municipio para recibir con el corazón partido el cuerpo sin vida de su párroco.
Esa misma tarde fue presidida por el Arzobispo, mons. Leopoldo Brenes, junto con su
obispo auxiliar mons. Silvio Báez, así como también por los sacerdotes del clero
arquidiocesano y muchos más venidos de distintas diócesis del país; la misa de cuerpo
presente en la parroquia de la Concepción; las lagrimas no se hicieron esperar; el corazón
de los obispos estaba herido, la gente veía y proclamaba desde ese momento la figura de un
mártir en el padre Pupiro. Al día siguiente fue el entierro de su cuerpo en el cementerio de
la comunidad de donde el padre era originario, al acto fúnebre asistieron cientos de fieles
católicos y muchos hermanos de distintas confesiones los cuales sentían un profundo
respeto por la persona del padre, el cual había tratado con varios de ellos en muchas
ocasiones.
Las investigaciones policiales continuaron dando como resultado la captura del sospechoso
y presunto autor del hecho criminal Yasker Blandón Torrez, quien trabajaba como mesero
en el centro recreativo la Borgoña ubicado en la comunidad de Ticuantepe, lugar donde
presuntamente se dirigió la camioneta del padre la madrugada del sábado 20 de Agosto;
después de su captura, el presunto asesino relató el macabro hecho al mejor estilo de los
asesinos en serie de las películas de Hollywood. Las investigaciones siguieron arrojando
más resultados y pistas que en vez de aclarar el hecho rodeaban de intrigas el lamentable
asesinato del padre.
A raíz de dichas investigaciones y como muestra del profundo dolor que sentían, los
obispos junto al consejo presbiteral emitieron un comunicado sobre la violenta muerte del
padre Marlon Pupiro, en el séptimo punto de la cual se pone de manifiesto el sentir de los
pastores de la Iglesia que recogen también en sus palabras el sentir de todo el pueblo de
Dios dolido por el terrible suceso, cito textualmente: “Como Obispos de la Arquidiócesis
de Managua, fieles a nuestra misión de pastores, servidores de Cristo y del Evangelio y en
plena comunión con el dolor y la indignación del pueblo de Dios, condenamos el vil
asesinato del P. Marlon Pupiro y exigimos de la Policía Nacional y de la Fiscalía General
de la República que se esclarezca la verdad de este atroz crimen. El móvil del mismo, las
evidencias mostradas y la reconstrucción de los hechos ofrecidos en la versión oficial,
presentan elementos inconsistentes e inverosímiles que no nos convencen ni a nosotros
como Obispos, ni al pueblo de Dios que clama justicia. Todo se ha fundamentado casi
exclusivamente en la declaración de un criminal, que fue dejando huellas y evidencias de su
crimen por todas partes de forma inexplicable y en un recorrido macabro de tonos
novelescos”.
Los motivos de la muerte del padre aun no están del todo claro, el episcopado
arquidiocesano al igual que el clero y el pueblo santo de Dios no están satisfechos con las
declaraciones oficiales de la policía, “solo sabemos que nuestro párroco es un mártir de
Cristo, pues con su ejemplo supo ser reflejo del amor paternal de Dios, hombre fiel a su
ministerio y entregado totalmente al servicio de la Iglesia, no merecía morir de esa
manera”, expresaba un feligrés de su ultima parroquia. El padre siempre será recordado con
cariño por todos, tanto sacerdotes como laicos; los fieles mes a mes visitan la tumba del
padre para orar y pedirle que interceda por ellos y sus necesidades como lo hacía en vida.
Su vida es un testimonio vivo del amor de Dios que nunca podrá borrarse de los corazones
y de la mente de los nicaragüenses.