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Fr. Gregorio Chávez Suyo, O.P.

Fr. GREGORIO Chávez Suyo, nació el 09 de mayo de 1919 en el distrito de Quinches,


Provincia de Yauyos, Departamento de Lima. Sus padres fueron don Manuel de los
Reyes Chávez y doña Tiburcia Suyo Basurto, quienes tuvieron 7 hijos, de los cuales, el
Padre Gregorio ocupó el 4° lugar.

Siendo muy niño, salió de Quinches y fue llevado a Lima por el Párroco de la ciudad y
padrino suyo, el P. Manuel Espíritu Bonifacio Martinelli, para que pueda terminar sus
estudios de Primaria y Secundaria y luego pueda ingresar al Convento de San Francisco,
sin embargo, luego de un tiempo él mismo decidió ir al Convento de Santo Domingo, en
Lima.

En el año 1937 ingresó a la Orden de Predicadores, posteriormente fue admitido al


noviciado en la ciudad de Cusco en el año 1939, luego realizó su primera profesión el 06
de mayo de 1942, como hijo de la Provincia San Juan Bautista del Perú. Hizo su
profesión solemne el 07 de mayo de 1945 y recibió el orden Presbiteral el 11 de enero de
1948, en Cusco.

Dentro de sus primeros años como Sacerdote, le fue encargado el ministerio de Párroco
en el Distrito de Quequeña, en donde llegaba a los pueblos y caseríos más necesitados,
entre ellos: Polobaya Chico, Totorani, Bellavista, El Morro, San José de Usuriña, en los
cuales no solamente celebraba las misas dominicales y las festividades en honor al
Patrón del pueblo, sino también preparó la catequesis para los niños y adultos y
asimismo les suministró los principales sacramentos como el Bautismo, penitencia y la
unción de los enfermos.

Fray Gregorio Chávez, el Padre Chávez, como era conocido por sus fieles y hermanos de
habito, siempre fue alguien despreocupado, sobrio y alegre; despreocupado no porque no
le importaran las cosas, sino por que tenía puesta su confianza en Dios. Vivía su
sacerdocio y vida religiosa, siempre al servicio de los demás, asiduo al confesionario, en
las mañanas y las tardes, porque era de imperiosa necesidad el conseguir almas para
Dios; siendo fiel a nuestro carisma “la predicación para la salvación de las gentes”, ya
que sus confesiones no se limitaban solo a escuchar los pecados, sino eran muestras
vivas de poner en práctica el evangelio.

No faltaba a su misa dominical de 6 de la mañana, aun ya cuando su salud no lo


acompañaba. Dispuesto a dar su bendición a quien lo pidiera y necesitara; tenía palabras
exactas para momentos exactos. Querido y recordado, los fieles del Convento San Pablo
apóstol de Arequipa, donde paso sus últimos años, lo recuerdan con alegría y mucho
afecto, pero sobre todo lo extrañan por el gran corazón que tenía.

Últimamente, cuando ya no viajaba en su cumpleaños, invitaba a los trabajadores del


convento a compartir el almuerzo, después a la sobremesa para tomar un café plus y a
cada uno les entregaba un librito pequeño devocionario, para que aprendan las
oraciones del Cristiano. Conocí muy poco al Padre Chávez, aunque alguna vez recibí
consejo de el, aun si pedirlo, y aunque poco lo conocí, concuerdo con la mayoría de
aquellos que compartieron con él, era alguien sencillo, de corazón alegre, que vivió su
vida religiosa y sacerdotal compartiendo la alegría del evangelio y lo mejor de todo que
no fue tan solo de palabra, sino con su vida misma.

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