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El Alma Del Yoga. Yama y Niyama Aquí y Ahora PDF
El Alma Del Yoga. Yama y Niyama Aquí y Ahora PDF
NO PUEDES ENTRAR POR LA PUERTA DEL YOGA SIN AMABILIDAD Y COMPASIÓN POR LOS DEMÁS
(Changya Rolpai Dorje)1
1
Maestro de yoga del Emperador de China y de Su Santidad el Séptimo Dalai Lama. Vivió entre 1717 y
1786. La imagen de su retrato está tomada de la página http://www.himalayanart.org y es un fragmento de
un tapiz chino del XVIII dedicado a la diosa Kukurulla.
2
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
I.
INTRODUCCIÓN
3
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Aunque tuviera el don de profecía, penetrara todos los misterios, poseyera toda la ciencia y mi
fe fuera tan grande como para cambiar de sitio las montañas, si no tengo amor, nada soy.2
Estas palabras del fariseo Saúl, de la tribu de Benjamín, que ha pasado a la historia
como Saulo de Tarso y a las hagiografías como San Pablo, ilustran mejor que cualquier
otra cosa el propósito de este trabajo. Hace aproximadamente cincuenta años que se
practica el yoga en occidente y poco más de cien que los eruditos occidentales
comenzaron a “descubrir” el sánscrito (un idioma que llevaba miles de años de feliz
existencia ajena a su interés) y, con él, las fuentes del pensamiento hindú. Eran los
últimos años del siglo XIX, y los Vedas fascinaron a una sociedad ya con los primeros
síntomas de una neurosis que, de momento, va a más. Desde entonces, el yoga de India
se ha diversificado, desarrollado, adaptado, innovado y modificado de innumerables
maneras para encajar en las diferentes (y variables) demandas de las personas que han
acudido a él con una lista de expectativas en las que la propia realización ocupa, en el
mejor de los casos, un lugar secundario. En una de sus clases, Arjuna Peragón nos
mostraba la diferencia entre un “alumno de yoga” y un “cliente de yoga”. Y si tuviera
que plasmar con una imagen la diferencia entre el yoga anterior y posterior a su
occidentalización3 sería justamente esta: el antiguo estudiante de yoga se ha convertido
en un cliente del yoga. Del alumno que (independientemente de que pague al profesor
su tarifa) acude a la sala con un propósito de aprendizaje que luego él se ocupa de
integrar en su vida como crecimiento personal hemos pasado al cliente que acude a la
sala para “sentirse mejor” con la práctica que el profesor le dirige en un paréntesis de lo
que en muchos casos llama “su vida real”. Este cliente o “paciente” tiene un par de
horas a la semana reservadas para “relajarse” con su práctica, que realiza únicamente en
2
San Pablo, Primera epístola a los corintios (1 Cor 13 2).
3
Utilizo esta expresión en lugar de decir “diferencias entre el yoga de India y el de occidente” porque
considero que la occidentalización del yoga está sucediendo también en India, como lo indican los cursos
para occidentales y las numerosas ofertas de turismo de ashrams. Aprovecho para aclarar que ni hago una
dicotomía entre Oriente y Occidente (imposible, por otra parte, cuando en ambos lugares hay seres de la
misma especie humana) ni trato de encontrar “culpables” de un proceso tan natural e inevitable como
comprensible y hasta legítimo. Creo que la deseable conjunción entre Oriente y Occidente tiene que
empezar por dar este tipo de situaciones y que estas no son ni buenas ni malas, sino una gran oportunidad
de aprendizaje, autoconocimiento y, por supuesto, diversión. Lo que venga después, ya se verá…
4
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
la sala porque fuera de ella “no tiene tiempo” o “le da pereza hacerlo solo”. En muchos
casos, además, la práctica consiste en una serie invariable de posturas que garantizan
justo aquello que el cliente ha venido a buscar, ya sea flexibilidad, fuerza, equilibrio,
desbloqueos de la energía, incremento de salud, mejora de la condición física o de
determinadas patologías, tranquilidad mental o simplemente estar a la moda. Por eso
nos encontramos a veces con forofos de su respectivo yoga, que nos preguntan con un
interés teñido de suspicacia “qué yoga” hacemos nosotros para a continuación explicar,
demostrar o “hacer ver” (según su grado de sofisticación o sutileza) por qué el suyo es
mejor.
Por supuesto, este tipo de practicante es fruto de una manera de enseñar que se
reduce a la práctica de âsana o, como mucho, a la práctica de âsana y prânâyâma y que
considera que la meditación, en cualquiera de sus tres pasos (pratyâhâra, dhâranâ y
dhyâna) es algo con lo que “hay que tener cuidado”, pensamiento muy afortunado, por
otra parte, si tenemos en cuenta la escasa preparación que indica todo lo anterior. En
cuanto a yama y niyama, las actitudes hacia los demás y hacia nosotros mismos que
necesariamente acompañan a y florecen desde la práctica, sencillamente no se tocan en
la sala. El revisionismo que a partir de los años sesenta han sufrido los valores éticos y
religiosos establecidos y el resquemor hacia ellos que ha caracterizado justamente a la
generación que inició la práctica del yoga en occidente hacen que se desconfíe tanto de
todo lo que suponga “normas” o “principios” morales que, en el mejor de los casos, se
transmite una versión ligera de ellos o “adaptada” a la ideología o a la filosofía del
grupo, una visión que no “asuste” al alumno (potencial cliente) o que aleje la idea de
“secta” asociada a veces a la práctica de yoga. Por eso, y por la laguna legal que existe
en cuanto a la formación adecuada y a los requisitos exigidos para impartir yoga, el
llamado profesor4 de yoga es, muchas veces, un monitor5 es decir, alguien que nos
ayuda o corrige en la práctica y puede continuar haciéndolo durante años y años como
parte de una agradable, higiénica e inamovible rutina. Como decía antes, se trata de que
el yoga “encaje”, como otro bien de consumo, en la complicada vida del Primer Mundo.
Ahora bien, si partimos de la base que el yoga es una herramienta de transformación tan
sutil como potente, tan estructurada como profunda y tan progresiva como radical, nos
4
Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte (DRAE).
5
Persona que guía el aprendizaje deportivo, cultural, etc…/ El que amonesta o avisa/ En el Ejército,
ayudante de los profesores de educación física (DRAE).
5
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
daremos cuenta de que pretender que “encaje” en una demanda prediseñada es inútil, y
que lo único que conseguimos al intentarlo es dar el inadecuado nombre de “yoga” a la
criatura fruto de nuestros esfuerzos; o, por mejor decirlo, utilizar una reconocida
“imagen de marca” para prestigiar una serie de bienintencionadas actividades
terapéuticas o para ganarnos la vida sin demasiada inversión en nuestra preparación o
formación para ello6.
Por otra parte, incluso entre quienes han avanzado más en la práctica se da la íntima
convicción de que, siendo el yoga un sistema para conseguir un fin (una “barca para
atravesar a la otra orilla” diríamos en términos budistas)7, este fin se ve como
inalcanzable, improbable o lejano. La sujeción de los sentidos o la capacidad de dirigir
la mente se consideran cosas “razonables” y “normales” entre los practicantes
avanzados. Pero la absorción en el objeto, el samâdhi, con su elemento indispensable de
abandono, apertura a lo que suceda e integración en algo superior a nosotros entra
dentro de lo que, con evidente desconfianza, se denomina “misticismo”. Y resulta
tranquilizador pensar que, al fin y al cabo, a nosotros no tiene por qué pasarnos.
El fin último del yoga es kaivalya, la libertad. Ese estado en que ““Lo que percibe”
se presenta sin ninguna coloración de la mente”, del que se habla en el último aforismo
del último libro del Yoga Sûtra8 (que precisamente se llama Kaivaliapâdah). Esto puede
coincidir o no con nuestros deseos, aspiraciones, expectativas o fantasías, pero ninguna
de ellas va a cambiarlo. Lo que sucede es que a medida que avanzamos hacia esa
libertad, encontramos algunos resultados beneficiosos; por eso el punto de vista de una
6
No hay que confundir esta actitud de “encajar” el yoga en un molde con el principio del “viniyoga” que
considera que hay que partir del nivel de cada alumno y que hay un yoga para cada persona y para cada
momento vital. En el primero de los casos, el yoga se vuelve rígido, se autodefine y excluye todo lo que
no entra en esa definición; en el segundo, el yoga se adapta, de forma siempre cambiante, a la siempre
cambiante peripecia humana, pero conserva un corazón integral que subyace a cualquier forma que
adopte.
7
“Pocos entre los seres humanos son los que cruzan a la otra orilla. La mayoría solamente suben y bajan
por la misma orilla”. Aforismo 85 de Dhammapada, la enseñanza del Buda. Versión de Narada Thera.
Editorial Edaf (Madrid, 1995). En adelante, Dhammapada.
8
purusârthashûnyanâm gunânâm pratiprasahva kaivalyam svarûpapratist hâ vâ citishaktiriti (“Cuando
se ha conseguido el objetivo supremo de la vida, las tres cualidades fundamentales ya no incitan nunca
más a la mente a reaccionar. Es la libertad. En otras palabras, “Lo que percibe” se presenta sin ninguna
coloración de la mente”) Aforismo 34 del libro IV del Yoga Sûtra, Patanjali. Versión y comentarios de
T.K.V. Desikachar. Editorial Edaf (Madrid, 2005, 9º edición). En adelante, Yoga Sûtra.
6
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
persona que practica yoga con regularidad suele ser más ecuánime que el de la media, y
eso hace que su vida y su entorno se conviertan en más simples y agradables. Hay una
evidente evolución, a nivel humano y social, que gratifica la práctica continuada. Sin
embargo, este no es, en sí mismo, el objetivo del yoga, sino unos “efectos colaterales”,
muy lógicos, que nos hacen más agradable pasear por esta orilla e incluso nos permiten
alejarnos de ella de vez en cuando con nuestra barca amarrada al muelle con una larga
cuerda de la que podemos tirar para volver. Esto nos gusta bastante más que avanzar
hacia lo desconocido, el lugar donde están los budas (los que han despertado, pero
también “los que no retornan”)9. Para decirlo más justamente, esto es lo que prefiere
nuestro ego, que sabe que la otra orilla, la orilla de la libertad, no es para él.
Ahora bien, si hay algo que ha sido diseñado, precisamente, para gestionar
adecuadamente a ese ego, ese constructo mental con el que nos identificamos por
ignorancia y que reforzamos cada día por una educación incorrecta, son las actitudes
que forman yama y niyama. Por eso es útil concebir el yoga como un sistema integral,
que no deja aparte ninguno de los aspectos que conforman al ser humano: cuerpo,
energía, emociones, mente y espíritu. Y en ese yoga, todos los aspectos tienen un peso
específico insustituible. En este trabajo quisiera compartir y transmitir la idea de que la
exclusión de yama y niyama tanto de la práctica como de la enseñanza del yoga tiene
mucho que ver con el hecho inexplicable de que a pesar del tiempo, esfuerzo, dinero y
energía dedicados al yoga en occidente, este navegue entre la gimnasia y la terapia y se
trate como una actividad grupal y localizada en lo físico mucho más que como una
opción particular e integral; los logros que podemos conseguir con la práctica
continuada de âsana y prânâyâma y con el adiestramiento de la mente y los sentidos,
aunque puedan llevarnos a adquirir facultades extraordinarias no van liberarnos de
nuestra percepción equivocada si a la vez no hemos conseguido adiestrar de igual modo
nuestra capacidad de respuesta a la vida cotidiana, a ese Kurukshetra10 donde libramos
nuestra particular batalla para alcanzar la libertad.
9
“El que ha desarrollado el anhelo por lo Incondicionado, tiene la mente motivada y no condicionada por
los placeres materiales es denominado uno que No-retorna”. Dhammapada, aforismo 218.
10
En sánscrito, kshetra significa “campo”, y Kurukshetra o Campo de la Ley o del rey Kuru es el nombre
del campo de batalla donde Arjuna, asistido por Krishna, tuvo que enfrentarse al dilema de cumplir o no
su destino de guerrero.
7
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Desikachar, en su libro “El corazón del yoga”, dice: “Nadie puede cambiar en un
día, pero las prácticas del yoga nos ayudan a modificar nuestras actitudes, nuestro
yama y niyama. Y nunca al revés”.11 Yo añadiría que ambas cosas se ayudan
mutuamente, es decir, el desarrollo de yama y niyama ayuda a y a la vez es ayudado por
la práctica de los otros aspectos del yoga. No se trata de aislar estas actitudes para
cultivarlas (o intentarlo) una por una antes de cualquier otra cosa. Además de absurdo,
esto sería inútil. Para que estas actitudes florezcan es necesario que los obstáculos que
las impiden florecer vayan apareciendo con claridad ante nuestro entendimiento y a esto
ayuda la práctica de âsana, prânâyâma y de una adecuada meditación; y, a la vez, el
desarrollo de estas actitudes dota de sentido a la práctica y nos ayuda a abordarla de una
manera positiva e incluso entusiástica, motivándonos en los momentos de inercia que
siempre aparecen.
A lo largo de este trabajo analizaré cada una de estas diez actitudes haciendo
especial hincapié en su utilidad para liberarnos de las “nubes que oscurecen nuestra
percepción correcta”, en palabras de Desikachar. Y trataré de relacionar su adopción
desinteresada con la conquista de una libertad que va más allá del momentáneo alivio de
nuestro sufrimiento o la adquisición de capacidades extraordinarias. Me guiaré por el
Yoga Sûtra de Patanjali, especialmente en su libro segundo, Sâdhanapâdah, por los
comentarios que de él han hecho Desikachar y Claude Maréchal12 y por mi propia
experiencia. La transcripción de las palabras en sánscrito sigue la de la edición del Yoga
Sûtra de la editorial Edaf (Madrid 2005, 9º edición).
Mi intención es la de invitar a los practicantes y a los profesores de yoga a que
incorporen a su práctica o a sus clases yama y niyama, siempre en la medida de lo
posible y tan gradualmente como sea necesario, para honrar en su totalidad a un sistema
tan antiguo como actual y agradecer, de esta forma, la fortuna de ser testigos y
beneficiarios del encuentro entre Oriente y Occidente.
11
Pág. 97 de El corazón del Yoga. Desarrollando una práctica personal. T.S.K. Desikachar. Editorial
Lasser Press Mexicana (México, 2003). En adelante, El corazón del Yoga.
12
Ver bibliografía, al final.
8
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
II
YAMA
9
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
ahimsâsatyâsteyabramacaryâparigrahâ yamâh
(Yoga Sûtra II.30)
13
No matar, no mentir, no robar, no adoptar una conducta sexual incorrecta y no consumir
indiscriminadamente.
10
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
hermano. Es conocido en los ambientes de meditación el dicho: “Si crees que estás
iluminado, ve a pasar una semana con tus padres”. Sartre decía, bastante
dramáticamente por cierto, “el infierno son los otros”14. Y es cierto que “los otros” son
un espejo donde suele reflejarse lo que no queremos ver de nosotros mismos. Y aunque
siempre existe la opción de “matar al mensajero”, de romper el espejo o darle la
espalda, antes o después nos daremos cuenta de que el único camino es reconocernos en
esa imagen que no nos gusta, aceptarla y, si así lo decidimos, trabajar con ella para
adecuarla a una nueva realidad. Por eso son tan importantes las relaciones con los
demás cuando nos internamos en el viaje a la otra orilla. No sólo nos enseñan a vernos
como somos en lugar de como nos gustaría ser sino que nos recuerdan que formamos
parte de un todo, y con ello nos proporcionan una base, una raíz desde la que crecer. Lo
que hacemos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos y cuando vamos
interiorizando ese convencimiento, las restricciones de nuestras antiguas actitudes dejan
de ser una represión para convertirse en una higiene. Los otros, cumplida su misión de
espejo (o de infierno) se convierten en compañeros y en maestros; en los momentos más
difíciles, en entrenadores progresivos de nuestra voluntad. Llegará un momento en que
ya no la necesitaremos; en que hayamos comprendido que no es una cuestión de
obligación, sino de elección. También aquí sucede lo que ya decía en la introducción:
las cinco actitudes que componen yama se complementan y ayudan entre si y se
desarrollan simultáneamente: por ejemplo, una mayor consideración hacia los demás
nos hará ser más veraces y auténticos con ellos, o si avanzamos en nuestro propósito de
sobriedad y moderación, tenderemos naturalmente a respetar la voluntad o las
propiedades ajenas.
Desikachar, en su comentario del aforismo 31 de Sâdhanapâdah nos advierte del
peligro que supone empeñarse en hacer nuestras estas actitudes de forma rígida: “No
podemos comenzar con tales actitudes. Si las adoptamos brutalmente no podremos
sostenerlas. Siempre nos excusamos por no mantenerlas. Pero si intentamos identificar
las razones que nos empujan a mantener criterios contrarios a ellas, si aislamos los
obstáculos que fomentan dichos criterios, nuestras actitudes cambiarán gradualmente.
Los obstáculos cederán, nuestro comportamiento frente a los demás y frente a nuestro
14
Huis Clos, escena final.
11
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
entorno mejorará”15 También aquí, por tanto, aparece ese sthira-sukha16 que define la
práctica: ser tolerantes pero no permisivos. Tener una actitud inteligente y compasiva,
pero de rigor exquisito hacia nuestro comportamiento. Tratarnos (usando la propiedad
conmutativa de la Regla de Oro) como trataríamos a nuestro mejor amigo: con fe,
esperanza y caridad.
Por otra parte, los aforismos 33 y 34 de Sâdhanapâdah nos dan un consejo para
cuando tengamos dudas o nos sintamos débiles acerca de la adopción de estas actitudes:
Desikachar traduce así el 33: “Cuando estas actitudes son cuestionadas, puede ser útil
la reflexión acerca de las posibles consecuencias de otras actitudes alternativas”.
Aparece aquí el concepto “pratipaksabhâvanam”17, que viene a significar la “actitud
opuesta” y que supone un ejercicio de imaginación para avanzar las consecuencias de
nuestros actos. Requiere, esta actitud, un momento de tranquilidad que ya por sí mismo
resultaría útil. Pero si además valoramos cuál puede ser nuestra influencia en el entorno
antes de que esa influencia pueda resultar irremediable, adquirimos el poder de ser
auténticos dueños de nuestro futuro, al menos en lo que de nosotros depende. En el
aforismo 34, Desikachar amplía este concepto: “Por ejemplo, un deseo súbito de actuar
con rudeza, de apoyar o aprobar acciones duras puede ser frenado reflexionando sobre
sus consecuencias nocivas. Actos de este tipo provienen a menudo de instintos
inferiores como la cólera, la posesividad o un juicio deficiente. Sea cual sea la
importancia de estas acciones, la reflexión en una atmósfera favorable puede frenar
nuestros deseos de actuar de esta manera”. Un aforismo que, en su aparente
simplicidad, pertenece a esas verdades que nunca se dicen lo suficiente. En efecto,
detenerse, tomar conciencia e identificar lo que nos está pasando, por qué nos está
15
Págs. 83 y 84 de Yoga Sûtra. El aforismo 31, que dice literalmente: jâtideshakâlasamayânavacchinnâh
sârvabhaumâ mahâvratam es interpretado literalmente por Maréchal en las págs. 22 y 72 de “La
transformación. Libro II”, el segundo número monográfico que los Cuadernos de Viniyoga -(Barcelona,
1984), en adelante Viniyoga II- dedican a la traducción y comentario de los aforismos sobre el Yoga
Sûtra: “Libre de las características, lugar tiempo circunstancias, universalmente respetadas: el gran voto”.
Me parece más comprensible la interpretación de Desikachar: “Cuando la adopción de estas actitudes
frente al mundo que nos rodea ya no es un mero compromiso, sea cual sea la situación social, cultural,
intelectual e individual, es que se acerca a la irreversibilidad.”
16
Atención-relajación.
17
vitarkabâdhane pratipaksabhâvanam (Yoga Sûtra, II, 33).
12
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
pasando, qué queremos conseguir realmente y qué conseguiremos con una u otra
reacción es la base de la práctica de cualquiera de los aspectos del yoga. Pero, además,
es lo que define nuestra responsabilidad, que, como nos dijo Víctor Morera en una de
sus clases, es nuestra “capacidad de dar respuesta” a las cosas que la vida nos va
presentando.
Abordaremos ahora los cinco yamas: en primer lugar, haciendo una breve
descripción de cada uno de ellos según el Yoga Sûtra; en segundo lugar, encontrando su
equivalente en la tradición cristiana, que he elegido entre todas no sólo por ser la que
conozco mejor sino porque es en ella en la que hemos sido educados la gran mayoría de
las personas a las que va destinado este trabajo; en tercer lugar, reflexionando sobre las
dificultades para su correcta comprensión y adopción; en cuarto lugar, sugiriendo cómo
puede ayudarnos la práctica del yoga; y en quinto y último lugar, hablaremos de sus
frutos.
13
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
AHIMSÂ
ahimsâpratist hâyâm tatsannidhau vairatyâgah
(Yoga Sûtra, II.35)
18
Yoga Sûtra, pág. 82.
19
Viniyoga II, pág. 21.
14
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
condescendencia o la superioridad, o para servir de ese “opio del pueblo” que impedía
pedir justicia o dignidad. Sin embargo, el concepto de “amar al prójimo como a uno
mismo” sigue teniendo una indestructible validez, como también la tienen todos los que,
dentro de la tradición cristiana, han puesto el amor por encima de todo, ganándose
muchas veces la desconfianza de la propia Institución: Giovanni di Bernardone
(“Hazme, Señor, instrumento de tu paz”) Juan de Yepes (“Al atardecer de la vida nos
examinarán de amor”), Aurelius Augustinus (“Ama y haz lo que quieras”) o Teresa de
Cepeda (“Lo que os haga amar, eso haced”) fueron elevados a los altares como San
Francesco de Asissi, San Juan de la Cruz, San Agustín de Hipona y Santa Teresa de
Jesús, pero en vida tuvieron que sufrir persecuciones más o menos encubiertas y, en el
caso de San Juan de la Cruz, torturas por parte de sus propios hermanos de religión. Sin
embargo, supieron trascender las formas y fundirse con la esencia de un mensaje que
constituyó su vocación y su fuerza. La cuestión es que esa máxima, “amar al prójimo
como a uno mismo” tendría que ser el resultado de un proceso de evolución espiritual y
no algo impuesto o imitado. Ese “poner la otra mejilla” que nos han vendido desde
niños como cristianismo básico no es algo que uno pueda ni deba practicar en el patio
del colegio para ser el preferido de los curas, sino el final de un largo camino y el
síntoma de que estamos a punto de un salto cualitativo en nuestra evolución. Lo que nos
lleva al punto siguiente.
Dificultades para la correcta adopción de ahimsâ: Porque a veces, la “bondad”
envuelta en creencias, deberes o devociones, chirría un poco. A veces no sabemos
distinguir, ni en nosotros ni en los demás, donde acaba la “no violencia” y aparece la
sumisión, la cobardía, el conformismo o la inercia. Ser bueno no es lo mismo que ser
apocado. La diferencia suele venir marcada por el orgullo que subyace a las acciones de
falsa bondad y la naturalidad que rodea a las otras. La falsa bondad es interesada y
condicional. La auténtica, desinteresada e incondicional. Y ante la falsa bondad se
produce, en los que lo perciben, una reacción de rechazo: un cinismo que aunque
tampoco satisface, libera de una opresión difícil de explicar. Sin embargo, en nuestro
interior todos deseamos un mundo no violento, todos aspiramos a una felicidad que
lleva implícita la bondad y el amor recíprocos. Es como si escuchásemos un tono
sostenido y no supiéramos hacia dónde dirigirnos para llegar hasta el instrumento que lo
emite. Porque ahimsâ es un concepto radical. La bondad, la consideración hacia el otro
es incompatible con la exclusión de algo o alguien. Y en esto podemos distinguir la
16
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
21
El corazón del Yoga, Pág. 87.
17
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
18
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pequeño paso. Ya, aunque sea por un momento, hemos mirado cara a cara a una
pequeña parte de nuestra sombra y, al amarla, hemos amado en ella todo lo que
rechazamos de los demás. Queda mucho por hacer; pero ya nos hemos puesto en
camino.
Los frutos de ahimsâ: La cita que encabeza este capítulo, el aforismo 35 de
Sâdhanapâdah, habla de los frutos de ahimsâ. Su traducción literal es: “Bondad
firmemente establecida: en su presencia, de toda enemistad el abandono”, lo que es
interpretado por Maréchal como: “En presencia de este yogui con una bondad
firmemente establecida, cualquier violencia desparece, lo que crea un clima de
benevolencia favorable a la paz y a la reconciliación”22. Según la versión de
Desikachar, “A más considerado se es más se estimulan sentimientos amigables en
todos aquellos que se encuentran en nuestra presencia.”23 Y Shankara Bhagavatpâda,
un comentarista del siglo XIV, al que debemos el Yoga Bhâshya Vivarana Shankara nos
ofrece un curioso comentario que merece ser citado: “Cuando el establecimiento es
firme y (el yogui) permanece libre de ideas nocivas, incluso enemigos naturales como
la serpiente y la mangosta renuncian a su antagonismo en presencia de quien lo
practica.” Vemos, pues, que la bondad es contagiosa hasta para la serpiente y la
mangosta, como contagiosos son el odio y la violencia. La actitud serena, ecuánime y
benevolente, la consideración a los demás suele tener como resultado una
correspondencia o un flujo de bondad y consideración. Pero no siempre lo parece. Hay
episodios en los que se diría que la bondad y la no violencia son machacadas sin que
nada parezca impedirlo. Son la excusa de los más débiles para abandonar o poner en
ridículo tales actitudes y a quienes las practican. Una vez más, el cinismo asomando
como máscara del miedo y de la desesperanza. Y es verdad que una de las pruebas más
difíciles de pasar es la de cultivar la no violencia sin perder la dignidad. Dice el
Dhammapada que “…los mejores entrenados entre los hombres son los que resisten el
abuso”24. Y, según Robert Thurman25, “Gandhi aseguraba que existen tres respuestas
posibles ante el mal. La inferior y menos recomendable consiste en plegarse ante él,
22
Viniyoga II, págs. 24 y 78-79.
23
Yoga Sûtra, pág. 87.
24
Dhammapada, aforismo 321.
25
Págs. 259 y 260 de La revolución interior. Una propuesta para el tercer milenio. Robert Thurman.
Editorial Urano (Barcelona, 2000).
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El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
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SATYA
satyapratist hâyâm kriyâphalâshrayatvam
(Yoga Sûtra, II.36)
Definición de satya: La raíz de satya, SAT, significa “ser”, “aquello que existe”, de
donde satya se traduce como “lo real” y “lo verdadero”. Desikachar interpreta satya en
el aforismo 30 de Sâdhanapâdah como “la comunicación adecuada por medio de
lenguaje, escritos, gestos y acciones.”26; y Maréchal dice: “La verdad y su expresión -la
veracidad- combinan sinceridad y autenticidad con palabras u otro medio de expresión.
De la forma más adecuada y en el momento más oportuno posible se transmite a la
persona apropiada la verdad que, sin herir, es buena, útil y favorable para la evolución
armoniosa de la relación. ”27
Satya en la tradición cristiana: El mandato de “no mentir” se sitúa en el octavo
lugar del decálogo cristiano: “No dirás falso testimonio ni mentirás”. En el evangelio
de San Mateo hay una referencia no ya a la veracidad, sino a esa “comunicación
adecuada” de la que habla Desikachar. Una referencia, si se me permite la expresión,
“sin pelos en la lengua”: “¡Raza de víboras! ¿Cómo podéis vosotros decir cosas buenas
siendo malos? Porque la boca dice lo que brota del corazón. Del hombre bueno, como
atesora bondad, salen cosas buenas; en cambio del hombre malo, como atesora
maldad, salen cosas malas. Y yo os digo que en el día del Juicio tendréis que dar cuenta
de las palabras vacías que hayáis dicho. Por tus palabras serás absuelto y por tus
palabras serás condenado.”28 Dejando aparte la intransigencia que impregna todo
aquello que tiene que ver con el judaísmo y que ha inclinado a tantos bautizados y
circuncidados hacia las filosofías orientales, encuentro en la frase dos temas muy
interesantes; el primero es: “la boca dice lo que brota del corazón”, una frase que indica
26
Yoga Sûtra, pág.82.
27
Viniyoga II, pág. 21.
28
Mt 12 34.
21
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
que las raíces de la verdad son mucho más profundas que una simple palabra, y un
ataque frontal (“¡Raza de víboras!”) a una hipocresía presente y abundante en la
sociedad donde se forjó el cristianismo y que, a pesar de todo, ha subsistido también en
este a lo largo de sus dos mil años de vida; el segundo tema es la referencia a las
“palabras vacías”, un tema de permanente actualidad, pues las palabras vacías son el
arma favorita de los impostores ya sea dentro de la religión como de la política y, más
recientemente, de los medios de comunicación y del mundo de la publicidad. Vacío, en
este caso, significa para mí sin conexión alguna con lo auténtico, con ese Sat, ese Ser
verdadero del que formamos parte y del que provenimos. Palabras que, despojadas de su
razón de ser, confunden más que aclaran y sirven a pequeños fines inmediatos y
egocéntricos. Y, si nos analizamos, nos daremos cuenta de cuántas veces usamos
también nosotros palabras vacías en nuestros pequeños ámbitos de influencia o de
poder. En este tema hay en la tradición cristiana dos tendencias divergentes: la mística,
que recoge el mensaje esotérico del Cristo, y la “oficial”, sancionada por la jerarquía
eclesiástica, y que es en la que se educa a la mayoría de los cristianos. En el evangelio
de San Juan, por ejemplo, aparece una referencia a la verdad como valor absoluto: “Si
os mantenéis fieles a mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres.”29, que fue más tarde recogida por San Pablo, de tal
modo que la frase: “Sólo la verdad os hará libres” está ligada a él. En este caso estamos
hablando de una Verdad con mayúsculas, ligada a la Palabra también con mayúsculas,
que, para los judíos (y Jesús lo era) significaba el Origen, lo que en otras tradiciones se
llama Tao, Vacío o Ser (Sat). De ahí la relación entre lo que se expresa y la conexión
que se tiene con ese Origen, casi siempre olvidado y siempre añorado lo sepamos o no.
Por desgracia, la tradición cristiana ha dejado el evangelio de San Juan para sus místicos
y se ha basado más bien, para elaborar su doctrina y sus costumbres, en otros escritos en
la línea del párrafo de San Mateo antes citado: buenos y malos, premio y castigo. Y es
difícil no ya decir sino saber cuál es realmente la verdad que sienten nuestros corazones
cuando estamos amenazados por el fuego eterno; la solución de supervivencia inmediata
es adoptar la verdad que otros deciden (sin pararnos a pensar si son o no “palabras
vacías”) y, hecho esto, sentirnos legítimamente autorizados para atacar a quien la
cuestiona. Tal vez por eso mi idea de la verdad en la tradición cristiana (que no en el
29
Jn 8 32.
22
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
mensaje de Cristo) es que es una virtud, normalmente encaminada a confesar las propias
faltas, que se exige en la niñez y adolescencia, y se olvida cuando se llega a un cierto
grado de autoridad o poder. Esas mentiras en las que todos hemos descubierto a
nuestros mayores y que ellos llamaban “mentiras piadosas” escondían una doble moral
cuyo fin no era tanto no dañar al otro sino no pasar vergüenza o mantener la propia
imagen. Y en cuanto a la palabra como medio de transmitir ideas o impresiones, esa
división entre premio y castigo, entre la verdad permitida y la no permitida, ha
legitimado demasiadas veces la exclusión o la crítica estéril de los demás. Para no
alargarme, citaré la carta que, ya en los primeros tiempos, dirigía a los cristianos
Santiago, el hermano de Jesús y jefe de la iglesia de Jerusalén30: “(…)Pero nadie es
capaz de domar la lengua de los hombres, que es malvada e irreductible y está cargada
de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor Padre y con ella maldecimos a los
hombres, hechos a semejanza de Dios. De la misma boca salen bendición y maldición.
No tiene que ser así, hermanos míos. ¿Acaso en la fuente mana por el mismo caño agua
dulce y amarga?”31. Como se ve, ya desde entonces los cristianos tenían que enfrentarse
a la incompatibilidad existente entre la tradición judaica, en la que era lícito lapidar a los
que incumplían las normas, y la buena nueva de Jesús de Nazaret, para el que la verdad
era inseparable del amor que se debían unos a otros los hombres (sin excepciones) como
hijos del mismo Dios. Una contradicción que nos ha acompañado hasta ahora y que no
podrá resolverse sin cuestionar las muchas verdades que separan hasta encontrar, en el
origen del mensaje, la verdad que une.
Dificultades para la correcta adopción de satya: Hemos visto que “ser verdadero”
no significa sólo no mentir, aunque esto es básico, sino personalizar la “verdad
verdadera” (vamos a llamarla así, como cuando éramos niños), es decir, aquella que no
sólo no daña ni perjudica sino que beneficia y salva. Esto, naturalmente, hace que
tengamos que distinguir entre “mi verdad” y “la verdad”, es decir, entre el discurso del
30
Aparte de Santiago, hijo de Zebedeo, llamado “el mayor” y también, junto con su hermano Juan, “hijo
del trueno” (que es nuestro muy políticamente incorrecto “Santiago matamoros”) y de Santiago, hijo de
Alfeo, llamado “el menor” (Mc, 3 16-19), existió otro Santiago, hijo de María y hermano, por tanto, de
Jesús, como se dice en varios pasajes del Nuevo Testamento (Mc, 6 3; 15 40; Gal, 1 19; 2 12), que parece
que estuvo al frente de la comunidad cristiana de Jerusalén (la más antigua de todas) por lo que se
desprende de los Hechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo (Gal, 2 12 ; Hch, 12 17; 15 13; 21 17-
18).
31
Sant, 3 8-12.
23
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
ego y el del Ser, entre una verdad en la que sólo quepo yo y mis intereses o una verdad
en la que cabemos todos. Habría que preguntarse qué nos impide ser veraces con
nuestra palabra y con nuestra vida. Satya tiene mucho que ver con la idea de nosotros
mismos que necesitamos dar a los demás, y, consecuentemente, con el reconocimiento o
la ignorancia de nuestra dignidad esencial, de ese poder personal ligado a Manipura, el
tercer chakra, que se convierte en expresión en el quinto, Vishuddhi.
Independientemente de las palabras que usemos, nos expresamos continuamente con
nuestras acciones o nuestros gestos, más allá, a veces, de lo que nos gustaría. Y es esa
disonancia entre la expresión voluntaria y la involuntaria la que causa el conflicto tanto
interno como relacional. Para ser veraces con los demás hay que afrontar la verdad en
nuestro interior. Y, a medida que tomamos conciencia de nuestra conexión con el Ser,
no sólo somos capaces de ver la verdad en nosotros sino que comprendemos que todos
los demás, sea cual sea la forma circunstancial que tienen de manifestarse, son
esencialmente “verdaderos”. Entonces resulta más sencillo dirigirse a ellos, no tanto por
lo que digamos, ni siquiera por “cómo” lo digamos sino por “desde dónde” lo decimos.
Es como tener línea directa en lugar de interferencias. O como si dos personas que
tratan de encontrarse una con la otra en medio de las olas, bucean hasta abrazarse en el
fondo del mar. Pero mientras llega ese momento, existen muchas formas que hemos de
aprender para no herir a los demás. Normas de convivencia necesarias, siempre que no
las sustituyamos por la autenticidad que estamos buscando y nos quedemos en ellas,
olvidando que no son un fin sino un medio. Desechar esas formas sin más, basándonos
en la búsqueda de una autenticidad sin tapujos, puede crear situaciones que compliquen
y retrasen, precisamente, la consecución de ese fin. La psicoterapeuta Laura Palomares
me enseñó hace años la diferencia entre “sinceridad” y “sincericidio”, una palabra, creo,
suficientemente expresiva. Y, de nuevo en este caso, la diferencia estriba en que el
mensaje que estamos emitiendo se encuentre libre de ego o, por el contrario, invadido
por él. Desikachar advierte que satya no debe, nunca, entrar en conflicto con ahimsa.32
Y para esto existe algo que, convenientemente aplicado, puede ser muy útil: el silencio.
Igual que en una partitura musical, también en la comunicación los silencios son
32
El corazón del Yoga, pág. 99: “Satya nunca debe entrar en conflicto con nuestros esfuerzos para
comportarnos de acuerdo con ahimsâ. El Mahâbhârata, la gran épica hindú dice: “Di la verdad que es
agradable. No digas verdades desagradables. No mientas, aunque esas mentiras sean gratas al oído. Es la
ley eterna, el dharma.””
24
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
33
Sintiendo la paz. Thich Nhat Hanh. Editorial Oniro (Barcelona, 1999), pág. 110. En adelante, Sintiendo
la paz.
34
Id. pág. 109.
25
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
romper ese cuerpo con tal de “apuntarse el tanto” de aguantar más que ayer o más que
el compañero. Âsana nos permite, por tanto, ir tomando la medida de nuestra mente tal
y como es, de conocer sus trucos, sus contradicciones y por supuesto sus mentiras. No
es que haya que reprocharle nada: no sería una mente si no fuera así. Pero está claro que
no hay que tomársela muy en serio. Si nos mentimos tanto a nosotros mismos, ¿cómo
no vamos a mentir a los demás? Por otra parte, âsana nos ayuda a ensayar esa
“comunicación adecuada” en el laboratorio de nuestro cuerpo; si nos tratamos con
desconsideración y con malos modos, si nos despreciamos por nuestra torpeza y nos
exigimos más de lo que podemos, nos haremos daño; si nos decimos mentiras y nos
creemos nuestras propias excusas para no esforzarnos ni practicar, nos perderemos en
un marasmo de inercia y descontento. Si, por el contrario, abordamos la práctica con
simpatía hacia nosotros mismos y comprensión hacia nuestras debilidades; si
enfrentamos nuestros fallos con humor y con paciencia, avanzaremos de una manera
que a veces resulta asombrosa. Casi da miedo trasladar estas reflexiones al trato con los
demás, ¿verdad? Y, sin embargo, así es.
Frutos de satya: El aforismo 36 de Sâdhanapâdah, que encabeza este capítulo, dice
literalmente: “Verdad firmemente establecida: la acción y su fruto concordancia
perfecta”35. Y dice Maréchal, en su comentario: “Para un yogui con una verdad
firmemente establecida, las motivaciones, palabras, acciones y sus resultados
constituyen un todo armonioso y solidario. La claridad, la simplicidad, la sinceridad, la
autenticidad y la eficacia se asocian de forma natural.”36 Para Desikachar, “la
capacidad de ser honesto en la comunicación, de comunicar con sensibilidad, sin herir
a nadie, sin mentir, con la necesaria reflexión requiere un estado de ser muy puro.
Tales personas ya no pueden equivocarse en sus actos.” 37 Parece desprenderse de estas
interpretaciones que el principal fruto de satya es el acto impecable. Fruto, y a la vez
constatación de que la persona ha alcanzado un determinado nivel en su proceso. Y el
fruto de este fruto es el beneficio de nuestro entorno. Precisamente en los últimos
tiempos hay cada vez más personas conscientes de la importancia de lo que decimos.
Libros como “Mensajes del agua” de Masaru Emoto, independientemente de su
espectacularidad o de la credibilidad que susciten, nos están explicando, de una nueva y
35
Viniyoga II, pág. 80.
36
Viniyoga II, pág. 24.
37
Yoga Sûtra, pág. 87.
26
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
original manera, algo que siempre hemos sabido: la forma en que nos manifestamos
influye extraordinariamente en nuestro entorno. Y al comprender esto, comprendemos
también la responsabilidad que tenemos acerca de nuestras palabras, escritos, gestos y
acciones. Como ahimsâ, también satya se contagia cuando está “firmemente
establecida”. Hay palabras que dan la vida (de la misma manera que hay palabras que
la quitan); y, del mismo modo que hay expresiones destructivas que causan dolor y
miedo, hay otras que abren puertas, nos aportan coraje y nos ayudan a ver la belleza del
mundo. “El regalo de la Verdad es más excelso que cualquier otro regalo”, dice el
Dhammapada38. Seguramente todos hemos recibido alguna vez ese regalo y es muy
posible que todos guardemos agradecimiento eterno a esa persona que un día, como sin
importancia, nos dio la clave para enfocar mejor nuestra vida.
Hace quince siglos, el galés Cadoc de Gwynllwg, hoy venerado como santo por las
iglesias católica y anglicana, dijo: “Antes de hablar, considera primero lo que tú dices;
segundo, por qué lo dices; tercero, a quién lo dices; cuarto, quién te lo ha dicho; quinto,
las consecuencias de tus palabras; sexto, qué provecho resultará de estas; séptimo, quién
escuchará lo que digas. Luego, pon tus palabras en la punta de tu dedo hazlas girar de
estas siete maneras antes de pronunciarlas; y de tus palabras no se seguirá nunca daño
alguno”39
38
Aforismo 354.
39
Les dictons du sage Cadoc, recogido en Palabras Celtas, seleccionadas y presentadas por Jean
Markale. Ediciones B (Barcelona, 1999), pág. 17.
27
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
ASTEYA
asteyapratisthâyâm sarvaratnopasthânam
(Yoga Sûtra, II. 37)
40
Yoga Sûtra, pág. 82.
41
Viniyoga II, pág.21
42
Dt, 5 21.
28
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Carencia: ese sentirnos separados que el yoga (que significa precisamente “unión”)
puede ayudarnos a afrontar.
Una de las cosas que más envenenan las relaciones es la envidia, que es un pecado
capital del cristianismo y una de las nueve pasiones del Eneagrama y que consiste,
precisamente, en ese “deseo de lo que no nos pertenece”, un deseo que puede llegar a
causarnos tristeza por la prosperidad ajena. Por eso, resulta asombroso que la sociedad
que inventó el capitalismo y el colonialismo se siga llamando cristiana. Tal vez todo
estribe en la idea que tenemos de lo que nos pertenece. A lo largo de los años hemos
visto que el hombre europeo ha considerado que le pertenecía el resto del mundo en la
medida en que este tenía pautas diferentes de civilización, una de las cuales era la
distinta religión que profesaba. Las iglesias cristianas, convertidas en un poder
temporal, han justificado metafísicamente y legitimado espiritualmente los abusos de
unas naciones contra otras y de las clases sociales más favorecidas contra las más
indefensas. Sólo ha habido otras dos religiones que hayan errado tanto el camino y estas
son, curiosamente, las otras dos religiones del Libro. Mientras tanto, los siglos están
jalonados de grupos de cristianos que, escandalizados con el comportamiento ávido y
ostentoso de la jerarquía, han denunciado la degradación del mensaje y han propuesto
reformas que, a base de grandes esfuerzos y muchas veces persecuciones han ido
sirviendo de contrapeso a la entropía general aunque no han conseguido evitarla. En el
siglo XX las figuras de Juan XXIII y de Juan Pablo I llenaron de esperanza a quienes
buscaban en el Papa un auténtico guía espiritual. Pero sus intentos quedaron
interrumpidos por la muerte, aunque la luz que encendieron continúa alentando la
esperanza de muchos cristianos. Muchos otros se han apartado no ya de la iglesia sino
de cualquier tipo de espiritualidad y, huyendo del materialismo que han observado en la
jerarquía, han caído en su propio y desesperanzador egocentrismo. Sin embargo, hace
falta una idea trascendente de la vida para tener eso que Almaas llama “confianza
básica”, esa sensación de que, de alguna manera, alguien cuida de nosotros, de que “lo
que sucede es lo mejor que puede suceder”43, y por tanto tenemos lo adecuado y en
consecuencia no sentimos necesidad de apoderarnos de lo que no nos ha sido dado.
Nuestra sociedad occidental oscila entre la fe en nuestro Padre celestial que proclaman a
bombo y platillo las Iglesias y un “sálvese quien pueda” de los desencantados, a lo que
43
Facetas de la unidad. El eneagrama de las ideas Santas. A.H. Almaas. Editorial La liebre de Marzo
(Barcelona, 2002), pág. 40.
29
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
hay que sumar la rapiña demostrada día a día por gobernantes, financieros y, también
por todos nosotros en alguna medida, con el pretexto de que “así es el sistema”, como si
el sistema fuese algo diferente de quienes lo formamos.
Dificultades para la correcta adopción de asteya: El mandato de no robar
constituye en nuestra sociedad no sólo una norma moral sino también jurídica. El robo
es un delito que puede castigarse con privación de libertad, y eso ha hecho que el
“ladrón” juzgado y condenado como tal, sea también rechazado por una gran parte de la
sociedad. Pero sucede a menudo que la mayor parte de los ladrones atrapados por la
policía pertenecen a clases sociales previamente marginadas, mientras que otros
ladrones, que ostentan un cierto grado de poder y cuyas apropiaciones se disfrazan
detrás de operaciones financieras, consiguen burlar la ley, de la que muchas veces son
ellos mismos firmes puntales. Así, hemos aprendido a identificar “ladrón” con ladrón de
poca monta y “robar” con quitar por la fuerza el dinero u otros objetos a los demás. Por
lo que, si no cometemos este delito, consideramos que no estamos robando ni
apropiándonos de lo que no nos pertenece. Sin embargo, asteya, la honestidad, es una
actitud más exigente, que pasa por cuestionar otros comportamientos con los que
quitamos algo a los demás sin que se nos pueda acusar de ladrones. Por ejemplo, al
fomentar, disculpar o apoyar los abusos económicos y las desigualdades sociales
estamos apoderándonos de lo que no es nuestro. Vivimos en un sistema cerrado, y eso
significa que lo que yo tengo de más, alguien lo tiene de menos. No es el tipo de cosas
que hay que decir si uno quiere ser popular en una fiesta. Pero así es. Y aunque en este
mundo globalizado, cada vez es más difícil seguirle la pista al origen del botín (es decir,
cada vez podemos parapetarnos mejor tras nuestra cada vez mayor ignorancia), la
verdad sigue siendo que lo que yo tengo de más alguien lo tiene de menos. Exasperante
pero cierto.
Otra manera de dejarnos llevar por la codicia es abusar del tiempo o la energía de los
demás. En ocasiones disponemos de ellos como si estuvieran a nuestro servicio, pero sin
embargo nos indignamos cuando alguien trata de disponer de nosotros de la misma
manera. Menospreciar, por envidia o por celos, los méritos o la labor de alguien que
consideramos nuestro rival, o apoderarnos de ellos para medrar supone también robar a
nuestros semejantes.
Como siempre, se trata de analizar los obstáculos que nos impiden ver por qué es
equitativo no quitar a los demás lo que no quisiéramos que los demás nos quitaran. Ya
30
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
44
Viniyoga II, pág. 47.
45
Yoga Sûtra, aforismo II, 7. Pág. 67.
31
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
han ido ligados siempre a instantes de gran simplicidad, sentiremos menos deseo de
apoderarnos de lo que otros poseen.
Asteya y la práctica: Si hay algo que nos alivia del tormento del deseo es vivir el
momento. Estar presentes plenamente en cada instante supone habitar en una eternidad
vertical (es decir no en un tiempo largo si no en un no-tiempo) en la que no caben ni
ansiedad ni nostalgia, ni temores ni estrategias. El presente y el ego son incompatibles y
puesto que la mayoría de la humanidad ha estado encaminada desde hace miles de años
a cultivar el ego, resulta muy difícil y parece realmente imposible cultivar la capacidad
de vivir en el momento presente. El prânâyâma es un aspecto del yoga que nos ayuda a
experimentar esta posibilidad. “La práctica regular de prânâyâma reduce los obstáculos
que inhiben la clara percepción”, dice el aforismo 52 de Sâdhanapâdah. El sumirnos en
nuestra respiración no sólo nos aporta un conocimiento inmediato de nuestro estado
físico y psíquico en ese preciso momento, sino que también nos ayuda a valorar algo tan
esencial para nuestra vida como el aire que nos alimenta y que, sin embargo, damos por
hecho. De la misma forma, hay muchas otras cosas de las que disfrutamos cada día y
que no valoramos, prendidos de lo que “no nos pertenece”, cosas esenciales, que si nos
faltaran supondrían un problema mucho más grave que el no tener lo que deseamos en
los demás. En la comunidad de Plum Village, creada por Thich Nhat Hanh en Francia,
existe la costumbre de parar cualquier cosa que se esté haciendo y respirar
conscientemente cada vez que suene la campana, lo que sucede cada quince minutos.
Aunque esta práctica no se puede llamar prânâyâma, está al alcance de cualquier tipo de
visitante y, con el paso de los días, da como fruto un sosiego y un centramiento
extraordinarios que aparecen, además, como un reflejo condicionado una vez que,
acabada la estancia en Plum Village y de vuelta a la vida cotidiana, se oye el tañir de
una campana o incluso un reloj dando las horas. En palabras del maestro, “no es una
cuestión de fe, sino de práctica”. La práctica del prânâyâma potencia este efecto de vivir
el momento, de tomar contacto con lo esencial y, por tanto, ver el verdadero rostro de lo
accesorio. Y nos ayuda, por tanto, no ya a “resistir al deseo de lo que no nos pertenece”
sino a iluminar su inconsistencia. Sometidos como estamos al cambio constante, las
cosas vienen y van sin que nada de lo que hagamos pueda evitarlo en realidad; nuestra
única oportunidad es aprender de ello, experimentar, disfrutarlo y dejarlo ir para recibir
lo siguiente. Difícil tarea, pero imprescindible; tal vez el aire, entrando y saliendo de
nuestros pulmones para dejar sitio libre a una nueva bocanada, nos dé la clave.
32
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
46
Viniyoga II, págs. 81 y 82.
47
Id., pág. 25.
48
Ver nota 71, en el capítulo dedicado a Aparigraha
49
Yoga Sûtra, págs. 87 y 88.
33
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
cantidad de cosas que cada día tenemos y no valoramos, comenzando, como dije antes,
por el hecho de respirar y de estar vivos. Cuando, cubiertas nuestras necesidades
básicas, experimentemos que lo más importante de la vida es gratis, nos sentiremos
saciados con mucho menos de lo que la publicidad nos dice que necesitamos para ser
felices.
Cuentan que un pobre mendigo se sentaba cada día a la puerta de un hombre
inmensamente rico. Desde allí le veía salir con su familia y meterse en un fastuoso
coche; y desde allí le veía llegar, lleno de compras y regalos y entrar en su palacio. Un
viandante que habitualmente pasaba por allí, quiso mostrar su simpatía al mendigo y le
dijo: “Cada día, al pasar por aquí, sufro al ver tu situación de miseria frente a la
opulencia de ese otro hombre”. El mendigo contestó, sonriendo: “Tú sufres al ver mi
situación, pero yo soy feliz cada día al ver disfrutar a ese hombre de la suya”.
34
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
BRAHMACARYA
Brahmacaryapratisthâyâm vîryalâbhah
(Yoga Sûtra, II. 38)
50
Viniyoga II, págs. 25 y 82.
51
Yoga Sûtra, pág. 82.
52
Los estados de la vida (varna ashrâma) eran cuatro: bramacarya ashrâma, ya descrito, grihasta
ashrâma, o vida de casado y padre de familia, que solía concluir a los cincuenta años, en los que, una vez
atendidas las necesidades de los hijos y de la casa, se pasaba al tercer estado, vanaprasta ashrâma, o vida
de retiro, en la que se peregrinaba a los lugares santos y se visitaba a los maestros; y, por último, el cuarto
estado, sannyasa ashrâma, era el de la renuncia de todos los bienes materiales y la preparación del
espíritu para la trascendencia.
35
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
imaginación (…) En la vida de pareja, la castidad es una actitud positiva que consiste
en respetar honrar y satisfacer las aspiraciones y deseos del cónyuge.”53 Y en “El
corazón del Yoga”, Desikachar aclara: “Más específicamente, brahmacarya sugiere que
debemos formar relaciones que fomenten nuestro entendimiento de verdades más
elevadas. Si los placeres sensuales son parte de estas relaciones, debemos tener
cuidado de conservar nuestra dirección para no perdernos. En el camino de una
búsqueda constante de la verdad, existen varias maneras para controlar los sentidos de
percepción y deseos sexuales. Sin embargo, este control no se identifica con la total
abstinencia.”54 Vemos pues que brahmacarya es un yama que admite matices que
dependerán de las circunstancias del practicante. Pero en todo caso, nos habla de una
responsabilidad, de una consciencia y una atención exquisitas en la relación con
nuestros sentidos e instintos.
Brahmacarya en la tradición cristiana: La tradicionalmente atormentada relación
entre cristianismo y castidad también requiere una mirada a la Historia. La fuerte
represión en todo lo referente a la sexualidad que va asociada al cristianismo, tiene su
origen en el judaísmo, una religión que, por razones de supervivencia, se formó en torno
a un decálogo tan riguroso como lo requería la precaria situación de una nación errante
y fugitiva55. Esa visión culpabilizadora de la sexualidad se transmitió al cristianismo,
que nació en la sociedad judía y, como no podía ser menos, originó una doble moral que
se ha mantenido hasta nuestros días. Sin embargo, nada de esto puede ser atribuido a
Jesús de Nazaret, que impide la lapidación legal de una mujer sorprendida en
adulterio56 y no desdeña los regalos y atenciones de otra, reconocidamente pecadora,
53
Viniyoga II, pág. 21.
54
El corazón del yoga, pág. 99.
55
El libro del Éxodo, uno de los más reveladores de la psicología del “pueblo elegido” nos presenta el
nacimiento de la nación de Israel a partir de la alianza de Yahveh con unas tribus extremadamente
anárquicas y con una tendencia importante a las peores costumbres, hasta el punto de que el propio
Yahveh dice: “Me estoy dando cuenta de que ese pueblo es un pueblo obcecado. Déjame, voy a
desahogar mi furor contra ellos y los aniquilaré” (Ex, 32 9-10). Y, aunque no llegó a tanto, los trató con
mano de hierro, tradición que continuaron los hijos de Leví, la tribu de los sacerdotes, y después los
rabinos.
56
“(…) Jesús se incorporó y le preguntó: -¿Dónde están? ¿Ninguno de ellos se ha atrevido a condenarte?
Ella le contestó: -Ninguno, Señor. Entonces Jesús añadió: -Tampoco yo te condeno. Puedes irte y no
vuelvas a pecar.” (Jn, 8 10-11).
36
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
cuando todos los demás la rechazan; en ninguno de estos casos Jesús trivializa el
adulterio ni aprueba la vida licenciosa sino que, simplemente, “no condena” en el
primer caso y perdona en el segundo en vista del amor que la mujer le demuestra.57
En el decálogo judío, el mandamiento “no cometerás adulterio”, ha pasado a los
catecismos católicos en el sexto lugar como “no cometerás actos impuros”, causando la
perplejidad de sucesivas generaciones de niños de seis años. A este se le añadió
posteriormente otro mandamiento referente a la sexualidad, el noveno, que dice: “no
consentirás pensamientos ni deseos impuros”, un mandamiento que, en origen, no
aparece en el decálogo judío. De la misma manera que el evangelio es categórico en
cuanto al adulterio, no define exactamente dónde está la línea, qué es lo que hace puro o
impuro a un acto además, claro está, de los ojos que lo miran. A lo largo del tiempo y de
la geografía esa apreciación ha variado bastante, pero cuando el intérprete de la palabra
de Dios ha tendido al comportamiento de Jesús: “No te condeno. Vete y no peques
más”, su influencia ha resultado ser más benéfica y más eficaz que cuando se ha
investido de esa severidad inflexible que suele ocultar más frustración que rectitud y
más confusión que luz.
Brahmacarya tal y como se contempla en la tradición brahmánica es una condición
que también se exige a los sacerdotes católicos, precisamente para que puedan dedicarse
a su ministerio. Pero no se tiene en cuenta que hay personas con auténtica vocación
sacerdotal que sin embargo no la tienen de célibes; y para ellas, el celibato obligado
perjudica más que beneficia a su ministerio, mientras que una armoniosa y fructífera
relación de pareja puede potenciarlo; el resto de las Iglesias cristianas así lo han
entendido, con mejores resultados y vidas más felices. En cuanto a la interpretación de
“moderación en todos nuestros actos”, la Iglesia considera la gula y la lujuria como
pecados capitales, es decir, como obstáculos básicos para el progreso espiritual, junto
con la soberbia, la envidia, la ira, la pereza y la avaricia, en lo que coincide totalmente
con la doctrina del Eneagrama. Pero mientras en el Eneagrama son igualmente
lamentables las pasiones de la ira y de la gula o de la envidia y de la lujuria, entre las
personas educadas en la tradición cristiana proliferan los chistes y chascarrillos, la
57
“(…) Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón: -¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste
agua para lavarme los pies, pero ella ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus
cabellos (…) Te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados
(…) Pero Jesús dijo a la mujer: -Tu fe te ha salvado; vete en paz.” (Lc, 7 44-50).
37
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
mayor parte de las veces bastante pueriles, sobre lujuria y gula, los dos “pecados”
relacionados con el cuerpo y los sentidos, como si en lugar de estar hablando de serios
impedimentos para la libertad estuviéramos hablando de picardías58. La falta de
naturalidad con la que la tradición cristiana trata las relaciones con el propio cuerpo y el
de los demás, que ha llevado en muchas ocasiones a confundir la moderación con la
abstinencia, ha dado como resultado que el pagano que hay en nosotros no haya sido
convertido a una fe más madura y consciente, sino reprimido con prisa y malos modos
con el único escape de una irreverencia bastante trivial. No es de extrañar que muchas
de las dificultades que trataremos en el epígrafe siguiente provengan de esta situación.
Dificultades para la correcta adopción de brahmacarya: Como en el caso de
ahimsâ, a los occidentales educados en el catolicismo nos cuesta separar los muchos
errores observados en nuestros educadores del mensaje que, torpemente, trataban de
transmitirnos. Y, al revelarnos contra los primeros, no hemos concedido al segundo su
auténtica dimensión. En España la moral sexual fue monopolizada por el sector más
integrista de la Iglesia católica, que ejerció un considerable poder temporal durante la
mayor parte de la dictadura del general Franco, de cuya educación fueron herederos las
primeras personas que, buscando ansiosamente alternativas, se interesaron por el yoga
en nuestro país. Por otra parte, la llamada “revolución sexual” de los años sesenta del
pasado siglo nació a la vez que occidente se interesaba por las filosofías orientales y el
chamanismo, y en los cerebros de los que escapaban de una moral burguesa que les
agobiaba, pero que habían interiorizado más de lo que creían, se mezclaron conceptos
que no estaban hechos para ser mezclados59. Si a esto añadimos las particulares odiseas
de respetables maestros hindúes que vieron puestas a prueba (y derrotadas) sus ascéticas
costumbres al tomar contacto con un occidente tan inmaduro como próspero, no nos
extrañaremos de que brahmacarya no resulte ser el yama más popular, ni el mejor
comprendido ni el más claramente explicado. Sin embargo, a la hora de la práctica es
esencial. El yoga, como todo camino evolutivo y todo arte, es el paso de lo burdo a lo
sutil. Y mal llegaremos a lo sutil si no sabemos qué hacer con lo burdo. La relación con
58
Hay un dicho popular, muy celebrado, que es un paradigma de este modo de pensar: “Si en el sexto no
hay moratoria, quién es el guapo que entra en la Gloria”.
59
El de tantra y promiscuidad (no, maituna no es una cita a ciegas) o el de drogas y expansión de la
conciencia (y no, una buena experiencia con el peyote no te convierte necesariamente en un ser
iluminado) son algunos de estos conceptos, pero no todos.
38
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
el propio cuerpo y con los instintos más primarios de este va a marcar la calidad y la
sinceridad de nuestra evolución espiritual. Pero además, esos instintos son un regalo
inapreciable para descubrirnos cómo somos realmente, con independencia de cómo nos
gustaría ser o cómo nos gustaría parecer a los demás. Una vez más el espejo, ese gran
amigo. Cualquier instinto que neguemos, rechacemos o reprimamos, aparecerá en
nuestro camino tanto más monstruoso e ingobernable cuanto más reprimido y
rechazado. Y aparecerá, por cierto, en el momento menos oportuno, como burlándose de
nuestra absurda aspiración de haberlo vencido. Por otra parte, cualquier instinto al que
cedamos se hará dueño de nosotros y nos esclavizará de manera que vivamos por y para
él y veamos sólo a través de su óptica. Hay muy pocas personas, en nuestra sociedad,
que tienen clara esta realidad al inicio de su vida, y menos aún las que tienen la fortuna
de encontrar un maestro sabio y compasivo que les acompañe en el largo y
complicadísimo camino de la amistad con nuestro ser más primario. La mayoría de
nosotros, sobre todo los que pertenecemos a esa generación desencantada nacida entre
los cincuenta y los setenta, vamos dando tumbos con la única arma del sistema acierto-
error. Está claro, en todo caso, que para una persona que viva en pareja y opte por el
camino del yoga, la fidelidad es una virtud a cultivar; es importante reconocer esto en
una sociedad en la que se trivializan tanto las relaciones y en la que la criminalización
del adulterio ha dado paso, por reacción, a la idea de que “todo está permitido”. Tal vez
sea esa la conclusión que nuestra generación podría aportar a partir de su experiencia:
Que aunque todo puede hacerse, no todo debe hacerse; porque, aunque realmente
necesitábamos sacudirnos los estrechos y represivos moldes en los que habíamos sido
educados, hemos de reconocer que tampoco en el otro extremo nos esperaba la
felicidad. Hoy por hoy, hay quien se refugia en la castidad para no enfrentar sus
complejos o frustraciones; y hay quien se refugia en la promiscuidad para evadirse de
esos mismos problemas. Pero tanto en un caso como en el otro continuamos dando
vueltas en torno a un vórtice que nos atrae y nos da miedo porque en él reside una
fuerza que, puesta de nuestro lado, nos transformaría poderosamente: la correcta
comprensión de nuestros instintos, el pacto de amistad con ellos nos da una libertad
extraordinaria para adentrarnos en el siguiente nivel; y además nos proporciona la
ocasión de experimentar una forma particular de belleza, de exuberancia y de alegría, a
la que nuestro espíritu únicamente tendrá acceso mientras habite en un cuerpo humano y
pueda gozar a través de los sentidos.
39
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
60
Yoga Sutra, I.30.
61
Pág. 22 del libro que Claude Maréchal dedica a la traducción y comentario de los aforismos sobre el
Yoga Sûtra de Patanjali con el nombre de “La integración. Libro I”. Cuadernos de Viniyoga, número
monográfico (Barcelona, 1984), en adelante Viniyoga I.
62
Revista digital conciencia sin fronteras, nº 29
(http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/9obstaculos.html).
40
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
realmente una ínfima parte de lo que hemos consumido. Así nos pasa también cada vez
que cosificamos a las personas y las hacemos formar parte de una lista de relaciones
insatisfactorias, con independencia de lo extensa o reducida que esa lista pueda ser.
Vivimos en el recuerdo y en la espera, algo que por sí solo bastaría para desencadenar
una ansiedad crónica. Estar atentos a lo que hacemos significa, además de vivir el
presente como dijimos hablando de asteya, calibrar en su exacta dimensión todo aquello
con lo que nos relacionamos, disfrutarlo plenamente y ser conscientes de los beneficios
o perjuicios que puede aportarnos a nosotros mismos y a los demás. La práctica de
pratyâhâra, la sujeción de los sentidos, puede ser útil. Es cierto que este aspecto (uno de
los más olvidados) no supone una técnica como âsana o prânâyâma, sino que se produce
cuando, como consecuencia de las anteriores, la mente está preparada para ser
dirigida63. Y entonces nuestros sentidos colaboran con nosotros para nuestro disfrute en
lugar de arrastrarnos a una saciedad que disfrace carencias más profundas que cualquier
apetito físico. Un conocido mío, que sabe bien de lo que habla, tiene una frase para
ilustrar la relación del yoga y las adicciones que puede ampliarse a todo tipo de excesos:
“No hay que preocuparse por si uno debe o no debe tomar drogas cuando practica; al
cabo de un tiempo, o dejas el yoga o dejas las drogas”. Una práctica cuidadosa nos
enseñará a estar atentos a las necesidades reales de nuestro cuerpo y no confundirlas con
la ansiedad mental. Tanto si vamos a relacionarnos con nuestro propio cuerpo como con
otra persona, la atención plena que obtenemos en pratyâhâra nos permite liberarnos de
la ilusión de los sentidos y por tanto, abordar esa relación desde el respeto a nosotros
mismos y al otro.
Frutos de brahmacarya: La cita que encabeza este capítulo, el aforismo 38 de
Sâdhanapâdah, dice literalmente: “Castidad firmemente establecida, de la fuerza la
adquisición”.64 Desikachar interpreta el aforismo como: “A su más alto nivel, la
moderación produce la más alta vitalidad individual. Si queremos desarrollar la
moderación en toda cosa, nada se desperdicia. Demasiado de cualquier cosa engendra
problemas; no poseer suficiente puede ser igualmente inadecuado.”65 Desikachar
63
“La sujeción de los sentidos se produce cuando la mente es capaz de permanecer en la dirección elegida
y los sentidos, que se desvían de los diversos objetos del entorno, siguen fielmente la orientación de la
mente” (Yoga Sûtra, II. 54)
64
Viniyoga II , pág. 82.
65
Yoga Sûtra, pág. 88.
41
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
66
Viniyoga II, pág. 25.
67
Aforismo 179.
42
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
APARIGRAHA
aparihrahasthairye janmakathamtâsambodhah
(Yoga Sûtra, II.39)
68
Viniyoga II, pág. 83.
69
Id. Pág. 22
70
Yoga Sûtra, pág. 82.
43
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
71
“Fijaos cómo crecen los lirios; no se afanan ni hilan, pero os digo que ni Salomón en todo su esplendor
se vistió como uno de ellos” (Lc, 12 27).
44
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
espiritualmente. Dejarse guiar por una u otra faceta de la misma realidad depende a
veces de la propia resistencia al desapego y de las ganas de escudar nuestra debilidad
detrás de quienes “deberían darnos ejemplo”, una postura algo inmadura pero bastante
común. Pero sea como sea, decidamos escandalizarnos por la opulencia de los
cardenales o conmovernos por la penuria de las Misioneras de la Caridad, el mensaje de
Jesús de Nazaret es absolutamente radical en este punto: “Nadie puede servir a dos
amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso.
No podéis servir a Dios y al dinero.”72. Está claro que la evolución espiritual, sea cual
sea el camino elegido para ella, es incompatible con un exceso de equipaje.
Dificultades para la correcta adopción de aparigraha: Existen dos pretextos muy
comunes para eludir la práctica de aparigraha: el primero es considerar que nuestro
nivel de vida es “normal”; el segundo, que aunque lo redujésemos, eso “no aprovecharía
a nadie” porque “la cosa está montada así”. En cuanto al primero, convengo en que
todo es relativo y que siempre podemos encontrar a alguien que acapare mucho más
que nosotros. Hay un pequeño libro, que recomiendo73, en el que leí una frase que
amenaza con cambiar mi vida: “Siempre encontrarás difícil saber cuándo “tienes
suficiente”. Haz que la pregunta “¿necesito realmente más?” pase a formar parte de tu
manera de vivir.” El segundo pretexto se resume en la pregunta: “¿Y qué puedo hacer
yo? Aunque renuncie, nadie lo aprovecharía. La cosa está montada así”. Es curioso que
la generación heredera de aquel famoso “Dios ha muerto” nos haya enseñado a creer tan
ciegamente en El Sistema como algo inmutable e independiente de nosotros. La Cosa.
Es evidente que en el instante en el que renuncio a comprarme el enésimo par de
zapatos no va a aparecer ante mis ojos la felicidad de una familia que ha visto caer del
cielo su sustento gracias a mi renuncia. Esa iconografía del Domund debería ser dejada
atrás. Estamos hablando de una actitud vital de desprendimiento, un compromiso nacido
de la convicción (íntimamente relacionada con la práctica de asteya) de que vivir con
más de lo necesario supone privar de ello a alguien en algún lugar. El sistema lo
hacemos nosotros y por lo tanto podemos variarlo en nuestra medida, siempre mayor de
72
Mt, 6 24
73
Elogio de la vida sencilla. Linus Mundy, con ilustraciones de R.W.Alley. Editorial San Pablo (Madrid
1996). Pág. 7
45
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
la que pensamos. Como decía Helen Keller, “soy sólo una; más aun así, soy una.”74Y,
de la misma manera que hemos llegado aquí por una actitud continuada de avidez,
podemos salir de aquí por una actitud continuada de equidad.
Por otra parte, aparigraha comienza a ser realmente necesaria en el momento en que
nuestra vida se orienta decididamente hacia una trascendencia. Cumplidas las
necesidades básicas, el exceso de cosas nos estorba y sólo la inercia de seguir viviendo
entre ellas o el temor de la precariedad o de la opinión ajena nos impiden ceder a ese
impulso y comenzar a desprendernos de lo que ya no tiene sentido para nosotros. Como
en todos los preceptos que implican renuncia, es importante abordar aparigraha con
humildad y con una visión real de nuestro verdadero nivel. Es decir, es importante no
reprimirse, pretendiendo adoptar una actitud ascética para la que tal vez aún no estamos
preparados. Como dice el Tao, “hay un tiempo para estar delante y un tiempo para estar
detrás.”75 En nuestro camino espiritual hemos de recorrer todas las etapas, y acelerarlas
para vernos o que nos vean de una determinada manera nos conducirá antes o después a
un retroceso. Igual que ahimsâ, aparigraha es el resultado de un previo estado de
evolución. Y también como ahimsâ, puede fingirse durante un tiempo buscando
prestigio y buena fama. Además, de la misma forma que una exhibición de bondad
puede ocultar apocamiento o timidez o una exhibición de castidad puede ocultar
problemas relacionales, una exhibición de desprendimiento puede servir para disimular
carencias que nos avergüenzan ante los demás. Disfrutar conscientemente de las cosas
que tenemos o aspirar a disfrutar legítimamente de las que podemos tener, sin
complejos ni culpabilidades, en tanto que avanzamos en nuestro desarrollo espiritual,
nos llevará antes o después a darnos cuenta que la mayor parte de las cosas que tenemos
o de las que presumimos son absolutamente prescindibles; que ninguna de ellas sirve
para satisfacer mucho tiempo el vacío que nos impulsa a acumularlas; que las
preocupaciones que implica tenerlas nos esclavizan; y que sentimos más placer
regalándolas que atesorándolas. Así, aparigraha brotará naturalmente y nuestra renuncia
será alegre y definitiva. Sin embargo, un radicalismo excesivo puede crear una fijación
74
La cita completa es: “Sólo soy una; más aún así soy una. No puedo hacer todo, pero aún así puedo
hacer algo; y justo porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo que sí puedo."
75
Verso 29 del Tao Te Ching de Lao Tzu (versión de Stephen Mitchell). Editorial Gaia (Madrid, 1999),
en adelante, Tao
46
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
por aquello a lo que hemos renunciado antes de tiempo y dificultar nuestro camino hacia
la libertad.
Aparigraha y la práctica: Maréchal considera que aparigraha “se cita en último
lugar (de los yamas) porque es el fruto natural de las otras cuatro disciplinas
relacionales y de una actitud interior en armonía con las cinco disciplinas personales
que se exponen a continuación (los cinco niyamas).76 Efectivamente, la práctica
cuidadosa de la consideración hacia los demás, la sinceridad y coherencia entre palabras
y acciones, la conformidad con lo que se tiene y la moderación de los sentidos dan
como resultado (a la vez que implican) un desapego de lo material y un enfoque vital
hacia lo espiritual. En ese sentido, la práctica de dhâranâ puede fortalecer la cualidad de
aparigraha. Dhâranâ, la concentración, es definida por Maréchal como “la aptitud de
dirigir la mente hacia un solo objeto escogido deliberadamente”77. Cuando este objeto
es la libertad absoluta, fin último del yoga, la práctica de dhâranâ nos hará ver con
claridad hasta qué punto nuestras posesiones materiales nos sirven de lastre para
alcanzarla. Absortos en la libertad, podremos ver claramente el alto precio personal que
pagamos por conseguir y mantener un estilo de vida que ya no necesitamos. Y a partir
de aquí será más sencillo que esas cosas se desprendan de nosotros para ir a parar a
otros cuyo momento de poseerlas y disfrutarlas no haya pasado aún. Lejos de juzgar o
calificar de bueno o malo el lujo o la sobriedad, consideraremos ambas cosas como las
dos caras de una moneda y nos adecuaremos al que nos corresponde jugar. De nuevo
Linus Mundy con su pragmatismo anglosajón: “No olvides que el anhelo de la sencillez
es un anhelo espiritual. Pretender que las cosas materiales satisfagan las necesidades
espirituales no funciona.”78
Frutos de asteya: La cita que encabeza este capítulo, el aforismo 38 de
Sâdhanapâdah, dice literalmente: “Sobriedad estabilizada: el conocimiento del cómo y
el por qué del nacimiento”. Maréchal lo comenta diciendo: “Por último, cuando la
sobriedad llega a ser también una disciplina bien establecida, el yogui posee una fuerza
natural de introspección que le permite emprender una búsqueda interior hacia el
descubrimiento de su verdadera fuente en lo más profundo de sí mismo.”79
76
Viniyoga, II, pág. 22
77
Viniyoga II, pág. 69.
78
Elogio de la vida sencilla, pág. 32
79
Viniyoga II, págs. 28 y 82.
47
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
80
Yoga Sûtra, pág. 88
81
Este comentario está tomado de la página www.abserver.es/yogadarshana (en adelante Yogadarshana),
que recomiendo porque contiene los principales comentarios al Yoga Sûtra, entre ellos el de Vyâsa, que
sigue siendo considerado el fundamental, además de etimología de los términos sánscritos y valiosas
interpretaciones.
82
El poder del ahora. Eckart Tolle. Editorial Gaia (Madrid, 2001), pág. 64.
48
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma echan a perder las cosas, y
donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro, allí está también tu
corazón.” 83
83
Mt, 6 19-21.
49
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
III.
NIYAMA
Uno mismo es su propio protector; uno mismo es su propio refugio. Por lo tanto, que
uno mismo se cuide de la misma forma que el vendedor de caballos cuidará al buen
caballo.
(Dhammapada, aforismo 380)
50
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Shaucasantosatapahsvâdhyâyeshvarapranidhânâni niyamâh
(Yoga Sûtra, II. 32)
84
Creo que en este punto es importante aclarar la relación entre moral: “ciencia que trata del bien en
general y de las acciones humanas en orden a su bondad o su malicia” y ética: “parte de la filosofía que
trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Ambas definiciones son las del DRAE, una fuente
absolutamente neutral. Digo esto porque ética y moral se manejan a menudo como conceptos sinónimos
pero referidos a diferentes campos, entendiéndose que la moral es un concepto asociado a la religión o a
las costumbres más conservadoras mientras que la ética responde a un laicismo filantrópico y progresista.
Nada más lejos de la verdad. Independientemente del significado que nos guste darle a ambas palabras, la
ética consiste en el estudio de la moral humana y la moral consiste en la evaluación positiva o negativa de
las acciones humanas. Así pues, la ética analiza los diferentes sistemas morales, pero no es, en sí misma,
un sistema moral. En el tema que nos ocupa, pues, la palabra adecuada es “moral”.
85
El corazón del Yoga, pág. 101
51
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
86
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II.32.
87
Viniyoga II, pág. 22
52
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
88
Yoga Sûtra, págs. 84 y 85
89
No hay que confundir este tipo de acción purificadora, de autodisciplina, estudio y devoción (kriya)
con el karma yoga, también llamado yoga de la acción refiriéndose a la acción altruista y desinteresada.
Evidentemente, ambos caminos son compatibles y, juntos o por separado, llevan al mismo fin, pero
utilizan medios diferentes.
90
tapahsvâdhyâyeshvarapranidhânâni kriyâyogah: “La práctica del Yoga debe reducir las impurezas tanto
físicas como mentales, debe desarrollar nuestra capacidad de examinarnos a nosotros mismos y debe
ayudarnos a reconocer que, al fin y al cabo, no somos los dueños de todo lo que hacemos”. Este aforismo
(II.1), uno de los principales del Yoga Sûtra viene a constituir una fórmula de carácter práctico para
conseguir un estado óptimo a partir del cual avanzar en nuestra práctica. He utilizado la traducción de
Desikachar.
91
shraddavîryasmrtisamâdhiprajñapûrvakaitaresam. El aforismo I.21 cita la fe, el coraje y el recuerdo
constante de la práctica como medios para alcanzar la integración (samâdhi) y el más alto conocimiento
(prajña)
53
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
54
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
SHAUCA
shaucâtsvângajugupsâ parairasamsargah
(Yoga Sûtra, II.40)
sattvashuddisaumanasyaikâgryendriyajayâtmadarshanayogyatvâni ca
(Yoga Sûtra, II.41)
92
Yoga Sûtra, pág. 84.
93
El corazón del Yoga, pág. 101.
94
Viniyoga II, pág. 22.
55
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
sino que también nos indica el respeto que sentimos por él. Hacer orden, disponer
nuestro entorno con cuidado, ocuparnos de que nada falte ni sobre es una manera de
honrar lo que vamos a abordar a continuación. Una vez más, se trata de estar atento.
Shauca aquí y ahora: En este niyama se pone especialmente de manifiesto el
diferente concepto de limpieza que tienen Oriente y Occidente95. Cuando en Occidente
hablamos de limpieza solemos referirnos a la limpieza exterior de nuestras ropas y
cuerpo, considerando que el límite del cuerpo es la piel; asimismo, a pesar de que
nuestro cuerpo es una unidad, somos realmente discriminatorios en cuanto a las partes
que lo componen. Dejando aparte los tabúes sexuales, que varían de época en época o
de lugar en lugar, los occidentales tenemos otro tabú, el tabú de la suciedad, hacia
algunas partes del cuerpo que consideramos “innobles” por las funciones que realizan y
no por la suciedad real que pueden tener en un momento dado. Habitualmente tocamos,
sin sentir asco, picaportes, barandillas, interruptores o monedas que han tocado miles de
manos de las que cabe suponer que no todas estarán limpias, pero sin embargo
evitaremos sentarnos desnudos o tocar el lugar donde otra persona también se ha
sentado desnuda, aunque esa persona esté recién bañada. Esto, que es así en lo exterior,
se acentúa cuando hablamos de lo interior. La ducha nasal o la limpieza de intestinos
son prácticas no sólo casi desconocidas en occidente sino miradas con asco por muchas
personas y con desconfianza por bastantes médicos, que recomiendan “no abusar” del
agua con sal para lavar las fosas nasales o los intestinos mientras recetan
antihistamínicos o laxantes sin hacer uso de la misma prudencia.
La práctica del yoga incluye los shatkarmas o acciones purificadoras, que ponen
especial hincapié en esas cosas que en occidente llamamos “porquerías”. Equilibrar la
bilis, las mucosidades y los gases96 es algo fundamental para la buena salud y algún día
se incorporará a la medicina preventiva. Mientras tanto, resulta muy instructivo analizar
algunos de ellos, hoy en día casi en desuso pero que nos dan una curiosa perspectiva de
95
En esta ocasión, al hablar de Occidente me refiero al ámbito cultural de las tres religiones del Libro,
que abarca lo que geopolíticamente se considera Occidente y también el Oriente medio. A pesar de las
diferencias culturales entre nosotros, tanto unos como otros somos herederos de una visión de nuestro
cuerpo que difiere básicamente de la que se tiene en las tradiciones orientales.
96
Pitta (bilis), kapha (mucus) y vata (aire), los tres humores o doshas del cuerpo que constituyen la base
de la medicina ayurvédica, son elementos que nos componen, aunque los menospreciemos, y de cuyo
equilibrio depende nuestra salud, razón por la que deberíamos tener con ellos una relación más cercana y
amistosa de la que nos han enseñado a tener.
56
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
la excelente relación que mantenían con su organismo los yoguis cuando en occidente
apenas alcanzábamos a lavarnos por partes.97 Los shatkarmas incluyen la limpieza física
de nuestro interior (fosas nasales, senos frontales, ojos y oídos, y aparato digestivo
desde los dientes hasta el ano), y también la purificación energética y mental (nauli,
kapalabhati, y trataka). En la actualidad, la práctica de yoga en occidente ha incorporado
de forma habitual el jala neti o ducha nasal y kapalabhati (expiraciones forzadas
98
dirigidas a despejar el cráneo) como ejercicio previo, muchas veces, al prânâyâma.
Trataka, que consiste en mirar fijamente la luz de una vela u otro punto y mantener la
mirada durante un tiempo prolongado para purificar los ojos y concentrar la mente, y
nauli, o movimiento de los músculos rectos del abdomen para desbloquear las energías
del centro digestivo, son practicados como parte del Hatha Yoga, pero nos resultan
difíciles de abordar, sobre todo el segundo, y sólo una práctica constante y atenta puede
hacer que los dominemos.
Por otra parte, mientras que en Occidente la limpieza del cuerpo suele ser a la vez
origen y consecuencia de nuestra complacencia por él, en la tradición del yoga el efecto
que parece producir es el contrario. El aforismo 40 del Sâdhanapadâh, que encabeza
este capítulo, nos dice, literalmente que la limpieza (shauca) lleva al rechazo (jugupsa)
del propio cuerpo (svanga) y al aislamiento (asamsarga) de los demás (parair). Según
Vyâsa, “Cuando (el yogui) siente desagrado por su propio cuerpo, comienza
resueltamente a practicar la limpieza; al darse cuenta de sus defectos físicos desarrolla
un intenso desapego por el propio cuerpo y se convierte en un asceta desprendido.”
Asimismo, “surge un desinterés por relacionarse con otros, porque se contempla la
auténtica naturaleza corporal e incluso se llega a desear el abandono del propio
cuerpo al comprender que no puede purificarse (totalmente) incluso tras lavarlo con
agua, tierra u otros productos; ¿cómo podría relacionarse con los cuerpos impuros de
los demás?”99 Si, después de leer estas palabras, contemplamos durante unos momentos
las vallas publicitarias, una revista cualquiera o la televisión, nos asombrará la aparente
97
Por ser un tema extenso, me remito al estudio que hace Danilo Hernández de los seis shatkarmas en su
libro Claves del Yoga. Teoría y práctica. Editorial La liebre de Marzo (Barcelona, 2006). Séptima
edición. Págs. 36 a 39.
98
Kapâlabhâtî significa literalmente lo que trae ligereza (labhâtî) al cráneo (kapâ)
99
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II.40.
57
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
distancia que hay entre ellas y nuestra mentalidad actual. Precisamente estamos
asistiendo a una época en la que proliferan los productos de limpieza corporal (algo más
sofisticados, también hay que decirlo, que el agua y la tierra con la que se pulían en
tiempos de Vyâsa). Y esa limpieza se vende con el señuelo, precisamente, de
relacionarnos con otros cuerpos tan fantásticos (o sea, tan irreales) como el que
podremos conseguir si utilizamos esos productos. El rechazo que el yogui del siglo V
siente por su cuerpo al darse cuenta de sus defectos físicos se soluciona en el siglo XXI
con desodorantes, gimnasios o cirugía, hasta el punto de tener la ilusión de que es
posible eliminar esa “auténtica naturaleza” tan corruptible. Los cuerpos actuales tienden
inevitablemente a convertirse en plásticos musculosos, atemporales, inodoros por sí
mismos y perfumados artificialmente. Sin embargo, en esto también se pone de
manifiesto la falta de aceptación por el propio cuerpo; lo que pasa es que mientras en el
Yoga Sûtra ese rechazo se muestra en el desapego del mismo, aquí y ahora se muestra
en el afán por modificarlo hasta su desnaturalización. Está claro que, como sociedad,
estamos muy lejos de relacionar la limpieza de nuestro cuerpo con la percepción de su
carácter impermanente, porque, como sociedad, tememos cada vez más la enfermedad,
la vejez y la muerte. Sin embargo, la práctica de shauca asociada a una reflexión
adecuada, podría ayudar a familiarizarnos con nuestras facetas más perecederas y, de
paso, a poner nuestra energía en las imperecederas.
Shauca, pues, puede convertirse en una vía excelente para, además de conservarnos
limpios exterior e interiormente, irnos acostumbrando a vernos como realmente somos,
ponernos en contacto con naturalidad con todo lo que nos compone por burdo que sea y
asumir que, de la misma manera que lo corruptible se corrompe en otros, también lo
hará en nosotros, con independencia de que queramos o no queramos verlo. Nuestro
vehículo material, ese cuerpo con el que estamos tan identificados, se quedará aquí, y
eso incluye no sólo la carne, los órganos internos y los huesos, sino también el cerebro,
con sus pensamientos y emociones. No somos ninguna de esas cosas, y la constatación
cotidiana de esa verdad puede causarnos una dolorosa sensación de pérdida, pero
también puede dirigirnos hacia la búsqueda de lo que permanece. Desikachar dice,
refiriéndose a shauca: “La limpieza, al desarrollarse, señala lo que debe ser
constantemente cuidado y lo que es eternamente limpio. Lo que se deteriora es exterior.
Lo que no se deteriora está, profundamente, en nuestro interior. ”100
100
Yoga Sûtra , pág. 89.
58
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Disfunciones de shauca: Como todas las claves potentes para nuestro desarrollo
espiritual, la comprensión de shauca ha de ser cuidadosamente ajustada para que sirva a
su propósito en lugar de al contrario. Está muy claro, por visible, lo que la ausencia de
shauca trae consigo: el abandono y la dejadez, esa torpeza tamásica que nos sume en el
sopor de la infelicidad y de la inercia. Pero a veces, los perjuicios que ocasiona un
exceso de shauca pasan desapercibidos y son, al menos en mi opinión, mucho peores.
Un exceso de shauca, una obsesión por la purificación, aparte de ser un síntoma de que
algo en nosotros debe ser analizado, puede reforzar el ego con la coartada de una
espiritualidad y una pureza que son sólo aparentes, ya que también hemos de
purificarnos del apego a nuestras propias actitudes, por admirables que parezcan. Nada
hay más peligroso que el “ego espiritual”, el que considera que ha llegado a la
perfección y por tanto no tiene capacidad de mejorar. Dice Lao Tse que “las personas
son difíciles de guiar cuando creen que saben las respuestas.”101 Confundir la
purificación necesaria para separar lo esencial de lo superfluo con el rechazo de una
parte de nosotros, la que es susceptible de ensuciarse, la perecedera, es aumentar la
dualidad en lugar de trabajar por la unión que el yoga requiere. Por eso creo que ese
“jugupsa” que era hace siglos un rechazo o desagrado del propio cuerpo, ha de ser
reinterpretado según la sociedad actual, en la que el yoga no es sólo cosa de ermitaños.
Actualmente, en los umbrales de una nueva era de espiritualidad a la que va a tener
acceso un rango mucho mayor de seres humanos de diferentes características, es más
importante integrar que rechazar, comenzando por todo lo que forma parte de nosotros.
Shauca, en este contexto, supone diferenciar lo esencial de lo superfluo y arrojar luz
sobre la oscuridad para, precisamente, adquirir una conciencia más plena de lo que ha
de morir en nosotros y de lo que va a continuar viviendo. Pretender que antes de que
llegue ese momento carecemos de cosas que hayan de ser “constantemente cuidadas”,
descuidar el amor incondicional que debemos a cualquier parte del universo y también
de nosotros mismos está más cerca de la enfermedad que de la salud. Y nos aleja de la
compasión por todo lo creado, sin lo cual no hay disciplina que tenga sentido.
Frutos de shauca: Maréchal, en su interpretación del aforismo II.40 nos devuelve
cierto optimismo: “La pureza del cuerpo y los sentidos modifica profundamente la
mirada que el yogui dirige hacia sí mismo y hacia los otros. Todas las formas de
complacencia narcisista, de autoindulgencia y de atracciones desordenadas, así como
101
Verso 65 del Tao
59
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
los fantasmas que se les asocian, desaparecen. Esto favorece una observación igual,
clara, respetuosa y tranquila de todos los seres, sin importar su sexo, edad o
apariencia. ”102 Esta claro, de nuevo, que shauca debe hacerse con una clara intención
de purificación, y que no basta tener una serie de “costumbres higiénicas”, que
producirían el efecto contrario (tal vez por eso en otras tradiciones occidentales el
ascetismo y la limpieza no han estado demasiado cercanos). Por otra parte, todos hemos
tenido alguna vez la experiencia ser mirados con inocencia, es decir, prescindiendo de
lo que nuestra apariencia pueda contar acerca de nosotros. Y también hemos tenido, por
desgracia, la experiencia contraria: tener la sensación de que no es a nosotros a quien se
dirigían sino a nuestra ropa, a nuestro cuerpo o a nuestra condición sexual. La idea que
nos hemos hecho, a nuestra vez, de la persona que nos miraba de una u otra manera nos
da la medida, seguramente, de lo que nos gustaría llegar a ser: si ese ser humano con el
que de inmediato ha brotado una corriente de simpatía o ese otro por el que de
inmediato hemos sentido temor o rechazo. El aforismo II.41 que, junto con el anterior,
encabeza este capítulo, nos dice que la perfecta purificación, produce además un espíritu
abierto y concentrado, el dominio de los sentidos y una clara visión de uno
mismo.103Shauca tiene mucho que ver con lo auténtico que hay en nosotros mismos, con
lo que persiste cuando todas las demás cosas cambian. Shauca nos lleva a satya, la
verdad, una verdad propia tan al alcance de la mano como ignorada por la mayoría de
nosotros. Y shauca también tiene ecos de aparigraha, que nos hace aceptar sólo lo
apropiado y de esta forma discriminar lo que no lo es; y la inocencia que da como fruto
nos conecta también con brahmacarya, porque, como hemos dicho antes, yamas y
niyamas están íntimamente relacionados entre sí y a su vez relacionados con el resto de
los aspectos del yoga recordándonos que cuando avanzamos en uno de ellos estamos
poniendo las bases para avanzar en los demás.
Pero además, shauca es un instrumento eficacísimo, por básico, para asumir que
nuestro cuerpo hecho de carne y sangre perecerá un día liberando “lo que es
eternamente limpio”, es decir, “lo que no se deteriora”. Una forma de decir que, aunque
aparentemente nuestras vidas se extingan, la Vida nunca muere. Hacia el año 1100 de
102
Viniyoga II, pág. 25.
103
“Además, llegamos a ser capaces de reflexionar sobre la muy profunda naturaleza de nuestra propia
individualidad incluyendo la fuente de la percepción, sin sufrir la distracción de los sentidos y libres de la
comprensión defectuosa acumulada en el pasado.” Desikachar, Yoga Sûtra, págs. 89 y 90.
60
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
nuestra era existió en Persia un hombre que pasó la suya debatiéndose entre la nostalgia
de lo que algún día dejaría atrás y el goce exquisito del momento que no vuelve. Como
era radicalmente sincero, pudo elevar a la categoría de gran literatura una forma de
versificar que hasta entonces pertenecía al acervo popular y que él utilizó para plasmar
sus momentos de desesperación y también el nacimiento de una intuición de eternidad.
Omar Khayam, a base de dolor, purificó su alma de todo lo que su cultura, su época y su
religión habían cargado sobre ella y por eso sus rubaiyats nos cantan la canción de la
vida eterna. Una de ellas dice:
104
Rubaiyat, Omar Khayam (versión de Jesús Lizano). Ediciones Marte (Barcelona, 1972
61
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
SANTOSA
santosâdanuttamah sukhalâbhah
(Yoga Sûtra, II.42)
105
Viniyoga II, págs. 73, 74 y 87
106
Yoga Sûtra, pág. 84
107
Viniyoga II, pág.73
108
Ver nota 102
109
Las diez paramitas, o cualidades trascendentes que los budistas invocan en un mantra que Carlos Fiel
nos enseñó, son: dâna (generosidad), sîla (honradez), nekkhamma (capacidad de renuncia), panya
(sabiduría), vîrya (fuerza), khanti (paciencia), sacca (integridad), adhittana (perseverancia), metta (amor
incondicional) y upeksâ (ecuanimidad). A las que habría que añadir karunâ (compasión) y muditâ
(simpatía por el bien ajeno), que van asociadas a las dos últimas (metta y upeksâ). Todo un programa.
62
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
110
Viniyoga II, pág. 23
111
El corazón del Yoga, pág.101
63
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
siempre son efímeros. Nuestro sistema económico se basa en que compremos; y, pasado
el tiempo de comprar bienes o servicios, ahora estamos comprando emociones. Nunca
como ahora, por ejemplo, se habla del turismo de aventura, sin caer en la antinomia que
eso supone. Porque decididamente hemos apostado a favor del exoterismo, de buscar
fuera y pagar con dinero una parodia de lo que ya tenemos dentro gratis. Y hasta el
esoterismo con tarifa es exotérico. El gozo intenso y permanente que supone santosa
exige desprenderse de lastre hasta quedarse en la esencia (de nuevo los ecos de shauca,
de satya, de aparigraha…) Esa esencia es, en realidad, distinta para cada uno de
nosotros en cada momento de nuestra evolución. Mirando a nuestro alrededor, a
nuestros compromisos “ineludibles”, a nuestras necesidades “irrenunciables”, mirando a
todo ese lío en el que hemos convertido nuestra vida, parece “absolutamente imposible”
parar esa rueda de la fortuna que a veces nos mantiene en alto y a veces nos arrolla.
Pero precisamente esa imposibilidad nos tendría que hacer sospechar que en algún sitio
hay una trampa; que algo no estamos viendo claro. Porque hubo otros que lo hicieron,
hubo otros, y los hay, que van soltando el lastre como el que no quiere la cosa. Tal vez
lo primero que haya que hacer sea mínimo, tan mínimo como una intención: como un
pequeño y tímido “yo también quiero”; y tal vez, andando el tiempo, ese “quiero”
persistente en medio de la vorágine sea el comienzo de un “yo también puedo”, un viaje
inolvidable hacia la fuente de la alegría que brota en el interior de cada uno de nosotros;
un viaje que, antes o después, se convierte en algo tan querido como la propia meta.
Disfunciones de santosa: Para ilustrar las dos posibles disfunciones de santosa
propongo una mirada al Eneagrama113, y, más concretamente, a los puntos Nueve y
Cuatro del mismo. El punto Cuatro, cuya pasión es la envidia, considera que todo lo que
tienen los demás es mejor que lo que tiene él. Se ha identificado con una sensación de
tristeza permanente, dentro de la que se siente protegido. El Cuatro vive para anhelar y
la vida, sin ese continuo afán, se le antoja roma y carente de emociones, por lo que
cuando satisface algún deseo no tarda en encontrar un motivo para minusvalorar lo que
ha conseguido. La Idea Santa del Cuatro es el Santo Origen, y es la desconexión de él la
que produce ese eterno descontento. Curiosamente, la virtud asociada al Cuatro es la
ecuanimidad, una cualidad sepultada bajo su profunda sensación de desamparo y que
113
Para el estudio de esta visión del Eneagrama sugiero dos libros: El eneagrama de las relaciones de
Sandra Maitri y Facetas de la unidad. El eneagrama de las Ideas Santas, de Almaas, ambos citados con
sus fichas correspondientes en la Bibliografía.
65
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
114
“Dijo Arjuna: Késva (Krishna), ¿qué es lo que caracteriza a aquel que está establecido en la verdad y
unido al Ser?, ¿cómo habla, como camina, cómo se sienta quien permanece en la sabiduría?
Krishna dijo: Partha (Arjuna), se dice que está establecida en la sabiduría aquella persona que ha
renunciado a todos los deseos de su corazón y permanece feliz en su ser y por su Ser.” ( Bhagavad Gita,
II 54,55)
66
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
115
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II.42.
116
Yoga Sûtra, pág. 90
117
Viniyoga II, pág. 23
118
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II.42.
67
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
tantas veces desapercibido, el de quienes no juzgan sino que confían, construye redes
tan sutiles como indestructibles.
Dice el Tao: “Conténtate con lo que tienes; regocíjate en que las cosas son como son.
Cuando comprendes que nada te falta, el mundo entero te pertenece.”119
119
Esta es la última parte del verso 44 del Tao Te Ching, que dice: “Fama o integridad: ¿Qué es más
importante? Dinero o felicidad: ¿Qué es más valioso? Éxito o fracaso: ¿Qué es más destructivo? Si miras
a otros en busca de plenitud nunca alcanzarás la auténtica plenitud. Si tu felicidad depende de posesiones
nunca estarás feliz contigo mismo. Conténtate con lo que tienes; regocíjate en que las cosas son como
son. Cuando comprendes que nada te falta, el mundo entero te pertenece.”
68
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
TAPAS
kâyendriyasddhirashuddhiksayâttapasah
(Yoga Sûtra, II.43)
Definición de tapas: Este tercer niyama, que es, a la vez, el primero de los tres
aspectos del kriya yoga que Patanjali propone en Sâdhanapadâh, el segundo libro del
Yoga Sûtra120, suele traducirse como “disciplina”. Su traducción literal, sin embargo es
“calor” o ardor”, de la raíz TAP, que significa “quemar”, “calentar”, “consumir” y en
segunda instancia “practicar penitencia”, “entregarse al ascetismo”, de lo que se puede
deducir el significado de consumirse en el fuego de la práctica, donde quemaremos
nuestras impurezas y de donde saldremos transformados. Arjuna Peragón, en sus clases,
nos habla de tapas como de esa pasión por la práctica que la mantiene viva a través del
tiempo e impide que vaya haciéndose rutinaria y sin sentido. Tapas es definido por
Desikachar como “la eliminación de las impurezas que hay en nuestro organismo físico
y mental por la práctica de hábitos correctos de sueño, ejercicio, nutrición, trabajo y
relajación”121, y Maréchal la traduce como “austeridad” y la considera como “la
disciplina de base del yoga.”122También él coincide con Desikachar en que “consiste
principalmente en controlar la cantidad y cualidad y la cantidad de alimento, la forma,
la intensidad y la regularidad de las ascesis corporal, respiratoria y espiritual.”123
Tapas nos conecta con una práctica regular y adecuada de otros aspectos del yoga como
son âsana, prânâyâma y dhyâna, así como con tomar conciencia de lo que comemos y
bebemos y por extensión de todo aquello con lo que entramos en contacto, ya sean
lecturas, entretenimientos o relaciones. Correctamente realizada, nos ayuda a
interiorizar brahmacarya y aparigraha y a practicar shauca con regularidad y eficacia. Y,
120
Ver nota 86
121
Yoga Sûtra, pág. 84
122
Viniyoga II. pág. 23
123
Id.
69
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
70
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
espontánea, torpe o rudimentaria. Justo en los años sesenta del pasado siglo, Shunryu
Suzuki, un sacerdote zen de la escuela Soto llegó a San Francisco para transmitir el
budismo a los estadounidenses. Uno de sus alumnos y discípulos, el escritor David
Chadwick, describe muy bien lo que podría aplicarse también a la época actual respecto
a muchos de nosotros: “El credo contracultural de la época era: “Haz lo tuyo”, y, de
forma vaga pero apasionada, incluía ideas de amor y libertad que estaban en el aire.
La mayoría de los estudiantes de Suzuki habían cabalgado las olas de hippielandia
hasta en Centro Zen, rechazando en distinto grado las costumbres del americano
medio. Otros se habían resistido a la autoridad del gobierno civil, desobedeciendo, o
habían infringido la ley consumiendo psicodélicos. Se habían quitado de encima
algunos pesos de la sociedad y estaban buscando la liberación. Constituían una
sorprendente mezcla de individualismo y excentricidad que nunca hubieran acabado
juntos, siguiendo esta vida disciplinada, si no hubiera sido por Suzuki. Ahora se
levantaban en la oscuridad, practicando zazen en la postura del loto, media o completa,
cantando juntos en un lenguaje antiguo y desconocido, portando hábitos, comiendo en
silencio, trabajando duro, e intentando llevar una vida mucho más estructurada de la
que habían rechazado.”124 En el caso de una comunidad Soto, tanto la presencia del
Maestro como la propia shanga constituyen una ayuda inapreciable; pero cuando se trata
de la adopción de una práctica personal inteligente y adecuada, en el contexto de una
sociedad plural como en la que vivimos, hay que cavar muy hondo para plantar las
raíces de una disciplina que no se hiele al primer frío ni se consuma en seguida por un
abono excesivo. Y aquí más que nunca es necesario una evaluación realista del punto de
partida para, a partir de él, ir avanzando paso a paso con un objetivo a la vista: es decir,
ya sólo abordar tapas es, en sí mismo, pura práctica. Desde el alimento hasta el ejercicio
adecuado, pasando por las horas de sueño y lo que eso implica en cuanto a nuestra
organización diaria, tendremos que recordar que, como dice Arjuna Peragón, la época
del monje ha pasado. Nuestra práctica es en este aquí y en este ahora, desempeñando
nuestra profesión, conviviendo con nuestra familia, relacionándonos con nuestros
amigos, que la mayoría de las veces tienen poco en común con una shanga soto.
Encontrar y mantener una disciplina adecuada en este contexto puede resultar una tarea
heroica, y, por lo mismo, un desafío apasionante. No hay reglas para aprender a seguir
124
Vida y enseñanzas zen de Shunryu Suzuki, Pepino Torcido, David Chadwick. Editorial La Liebre de
Marzo. Pág. 322.
71
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
las reglas, tal vez por aquello de “no hay senda en el cielo; debe el Santo andar la suya”
125
. Abordar tapas cada mañana con la carga y el estímulo de anteriores fracasos y
ocasionales logros; saber que cada minuto es una nueva oportunidad pero que lo que
hagamos en él nos refuerza o debilita hacia la consecución de lo que pretendemos, nos
enseña más cosas acerca de nuestra fuerza interior, nuestra paciencia y nuestras
debilidades de las que probablemente aprenderíamos en años de vida monástica.
Disfunciones de tapas: Uno de los nueve obstáculos hacia el desarrollo de la
claridad mental de los que nos habla Patanjali es la indolencia, âlasya, entendida como
una falta profunda de entusiasmo. Creo que todos lo hemos sentido más de una vez a lo
largo de la práctica. Y aunque en sí misma esta indolencia o pereza es natural, tiene el
peligro de desanimarnos, de hacernos sentir “indignos” de continuar con la práctica una
vez que la hemos descuidado. Sin embargo, creo que tapas es uno de los niyamas que
más corrientemente es incumplido por los practicantes de yoga que no estamos
inmersos en una comunidad. Y eso, además de tener su explicación (de la que hemos
hablado en el párrafo anterior) debería hacernos poner un plus de imaginación y
creatividad a la hora de enfrentarlo. Arjuna Peragón, en su artículo “Los 9 obstáculos en
el camino del yoga” nos dice: “Cuando uno se resigna a una realidad dada, a lo que ya
se ha conseguido y se deja llevar por la inercia pierde fuerza en su camino. Es cierto
que muchas veces aflora la fatiga tras un desmedido esfuerzo pues uno no ha calculado
bien sus fuerzas y tira la toalla en el primer round. El entusiasmo es un pozo inagotable
de energía, es una curiosidad sana por el florecimiento que conlleva una práctica, una
disciplina. De alguna manera es ponerle un cachito de corazón a eso que uno quiere
hacer, a su compromiso” 126.
Cuando sentimos que dejamos de lado nuestra práctica tal vez sea bueno parar, tomar
aliento y recordar qué nos hizo elegirla. Mucho mejor que sentirnos culpables, intentar
justificarnos con lo mucho que tenemos que hacer o lo muy presionados que estamos o
hacernos propósitos que seguramente no vamos a cumplir, es una buena idea retroceder
sobre nuestros pasos hasta encontrar el momento exacto en el que decidimos practicar.
Tal vez nuestras motivaciones hayan cambiado o se hayan matizado, pero sin duda
podremos conectar con ese momento en el que parecía que un nuevo mundo estaba por
estrenar. El entusiasmo al que Arjuna hace referencia me parece una expresión mucho
125
Dhammapada, verso 255.
126
http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/9obstaculos.html
72
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
mejor que la de “recuperar la ilusión”, que mucha gente emplea en estos casos. Ilusión
viene de la palabra latina “illusio” que significa “engaño”; entusiasmo, de la palabra
griega “enthousiasmos” que significa “inspiración divina” (literalmente, “que lleva un
dios dentro”). A veces parar, simplemente parar para examinarnos sin culpabilidad ni
justificaciones, aceptar que todo cambia, que, como dice Patanjali, “la profundidad de
la fe varía inevitablemente de una persona a otra, y en una misma persona varía con el
tiempo”127 puede abrir el espacio necesario para que vuelva a despertar ese dios, hoy
dormido por cansancio o aburrimiento, que un día nos poseyó.
En cuanto a un exceso de celo a la hora de abordar tapas, lo ilustraré, como en el
caso de santosa, basándome en el Eneagrama, en esta ocasión en el Punto Uno. La idea
Santa del Uno es la Santa Perfección. Su pérdida le sume en un mundo que se disgrega
constantemente en torno suyo y al que el Uno considera su obligación volver a
reestructurar y dotar de sentido. Para ello, el Uno elabora un sistema de valores al que
hay que ceñirse con una férrea disciplina. Tanto una cosa como la otra serán más o
menos rudimentarias, inteligentes o sofisticadas según lo sea el propio Uno. Pero en la
medida en que a él o ella le sirvan para atenuar su angustia, las considerará indiscutibles
e irrenunciables. Así, la disciplina, que comenzó siendo un medio para sujetar los
pedazos en los que el mundo del Uno se disgregaba, se acabará convirtiendo en un fin a
medida que se le revele la angustiosa imposibilidad de que ese mundo pueda funcionar
sin su vigilancia. Esa angustia de “tener que mantener” a toda costa una tensión y una
responsabilidad que nadie más que él parece advertir acaba expresándose en ira, la
pasión del Uno. Ira contra los demás, que “no entienden nada”, pero ira sobre todo
contra sí mismo, contra su incapacidad para enterrar satisfactoriamente su gran dolor
por sentirse huérfano y vulnerable en un inmenso universo caótico e indiferente;
vergüenza de no ser ese Dios que desapareció no entiende por qué y al que prefiere
suplantar torpemente antes que llorar su muerte o su abandono. La ira del Uno explota a
veces contra los demás, pero es constante contra sí mismo, en forma de exigencia sin fin
para ser “cada vez mejor”. Aquí, tapas deja de ser una actitud a la que llegar para
convertirse en un castigo que cumplir y hacer cumplir. Deja de ser un medio de
purificarse y mejorar la práctica, para convertirse en un fin en sí mismo donde nunca se
llega demasiado lejos ni se es demasiado perfecto. Y los logros que se consiguen con
127
El aforismo I.22 del Yoga Sûtra dice: mrdumadhyâdimâtratvâttato ‘pi vishesah, lo que viene a
significar que según la fe sea débil mediana o intensa, así se manifestarán los resultados.
73
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
tapas de esa manera, por espectaculares que sean, carecen del espíritu adecuado para
constituir una auténtica práctica de yoga; porque están construidos desde el ego y, por lo
tanto, son sus aliados. Si, por suerte para él, el Uno llega a quebrarse en su proceso, si se
cae de ese caballo a donde se subió impelido por el miedo, si supera el terror a perderse
en la locura, es posible que vea que hay muchas maneras de abordar la vida y que, como
la suya, todas nacen de un mismo error básico y por lo tanto no sirven tanto para
arreglar el mundo sino para proteger a las personas del mismo dolor que a él le aflige.
Porque, el mundo, ajeno a ese dolor, sigue su curso y cuando no se mira a través de la
lupa del sufrimiento, es bellísimo y perfecto. Y frente a esa belleza y perfección
espontáneas e inviolables, cualquier logro, cualquier austeridad o disciplina que no esté
construida desde la compasión más profunda por las debilidades propias y las ajenas es
sólo un ridículo remedo de lo que podría ser. La virtud del Uno es la serenidad y va
asociada al momento en el que deja de querer ser Dios y aprende a verlo en todo lo que
le rodea.
Frutos de tapas: La cita que encabeza este capítulo dice literalmente: “sobre el
cuerpo y los sentidos el poder, por la purificación fruto de la austeridad”128, lo que
Desikachar traduce como: “La eliminación de las impurezas produce un funcionamiento
más eficaz del cuerpo. La enfermedades e incapacidades físicas y psíquicas son
dominadas.”129 No hay que confundir esta “purificación”, fruto de las austeridades que
conforman tapas, con shauca. Digamos que shauca es el acto físico de limpiar y cuidar y
tapas consiste en una serie de rutinas que procuran que el organismo se vaya
desprendiendo de lo que le es perjudicial. Según Maréchal, “por su acción correctiva,
tonificante, unificante y purificante, la austeridad proporciona de modo natural una
excelente salud. En efecto, esta disciplina ascética ralentiza el proceso de degeneración
del cuerpo y de los sentidos, y alarga la vida preservando un potencial energético
intacto durante mucho tiempo.” Asimismo, “se pueden manifestar algunas
realizaciones prodigiosas en el ámbito fisiológico y psicosensorial. A continuación
serán reveladas como posibles trampas en la busca de la paz interior.”130 Y así
llegamos a un punto que ha concitado recelos y polémicas dentro del yoga: los siddhis,
128
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II. 43.
129
Yoga Sûtra, pág.91.
130
Viniyoga II, pág. 26.
74
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
132
Dhammapada, verso 311.
76
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
SVÂDHYÂYA
svâdhyâyâdistadevatâsamprayogah
(Yoga Sûtra, II.44)
133
Yoga Sûtra, pág. 63.
134
Viniyoga II, págs. 22 y 23.
135
Yoga Sûtra, pág. 84.
136
Viniyoga II, pág. 23.
77
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
actuales. Sea como fuere, este niyama nos habla de una vuelta hacia dentro, de una
escucha profunda facilitada por la purificación de shauca y por la disciplina de tapas, y a
partir de la cual pueden surgir de manera natural no solo dhyâna, la meditación, sino las
cualidades morales que se engloban en yama, ya que al examinarnos a nosotros mismos
estamos eliminando la sombra que impide que nuestra luz se manifieste. El
contentamiento, santosa, será una consecuencia y a la vez una prueba de que no hemos
errado en este proceso, un proceso que, si permanece incontaminado, nos llevará antes o
después a Îshvarapranidhâna, el abandono ante lo Superior, conocido como devoción.
Svâdhyâya aquí y ahora: Tengo asociada la interiorización al contacto con la
naturaleza, aunque en realidad el impulso de recogimiento o, por mejor decirlo, el don,
puede suceder en todos los ámbitos. Sin embargo, todas las tradiciones místicas han
hecho hincapié en la soledad y el aislamiento que proporciona la naturaleza como una
buena ocasión para encontrarnos con lo más auténtico de nosotros. Los monjes taoístas
de la antigüedad se ganaron el sobrenombre popular de “vagabundos de las nubes” por
su costumbre de errar por las montañas, lo que contribuyó, además de a su realización,
al descubrimiento de gran cantidad de hierbas alimenticias. Salvo en algunos casos, los
monasterios se han erigido en parajes solitarios, y los ascetas se han retirado a las
montañas y a los bosques para habitar en soledad. Como en tapas, para el practicante o
estudiante de yoga la forma de abordar svâdhyâya aquí y ahora dependerá mucho de la
medida en la que esté muy integrado o no en el actual sistema de consumo. Porque aquí
y ahora nos encontramos con un sistema de vida en el que vivir cerca de la naturaleza
es, en la mayoría de los casos, una opción de ocio, mientras que la vida cotidiana
transcurre en ciudades más o menos ruidosas, más o menos agresivas y más o menos
alienantes para el individuo. Si a esto añadimos el enorme grado de consumo en el que
un habitante de la ciudad incurre sin darse cuenta, comprenderemos por qué tanta gente
paga por acudir a lugares o a talleres donde se les ofrece ese momento de sosiego que
ellos no han sido capaces de preservar. La dificultad que estriba en estos intercambios
de fin de semana, cuyos anuncios proliferan en revistas, tiendas y restaurantes, es que el
dinero pagado no garantiza el éxito, como en otro tipo de servicios. Es cierto que la
interiorización requiere paz exterior; pero si no hay dentro de uno mismo un cierto nivel
de consciencia, el silencio y la soledad pueden poblar de monstruos nuestra mente y
hacer que ese retiro, tan buscado, se convierta en un infierno. El secreto no sería, por
tanto, “comprarse” un retiro o unas vacaciones, sino acudir a él o a ellas con una actitud
78
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
de humilde indagación y con una gran apertura para experimentar lo que quiera que sea,
sin ideas de éxito o fracaso y sin juzgar desde el primer resultado o reacción. La
capacidad de interiorización está relacionada con la capacidad de asumir, sin asustarnos,
lo que vamos a ver en nuestro interior. Y también con la capacidad de dar la espalda a
las innumerables ofertas de evasión que nos proporciona la sociedad actual. De estas,
hay algunas más evidentes y otras más sutiles, como pueden ser las que nos ofrecen
precisamente esa paz o ese conocimiento que nosotros buscamos, prometiéndonos unos
fáciles resultados, sin tener en cuenta de todo camino interior requiere un considerable
sacrificio y esfuerzo personal. También ahora más que nunca proliferan los cursos, las
aproximaciones a un conocimiento para el que no se nos exige “revisar y evaluar
nuestros progresos” sino sólo pagarlos y que, por lo tanto, no pasa de ser superficial. Y
es fácil ir de uno a otro, picando aquí y allá para poder hablar de todo sin tener nada
totalmente asimilado. En último término, la interiorización y el estudio son un medio,
no un fin en sí mismo. En varios aforismos del tercer libro del Yoga Sûtra,
Vibhûtipadâh, en concreto el 37, el 50 y el 51 Patanjali nos previene acerca de la
tentación de quedarnos fascinados por los conocimientos adquiridos con el estudio o por
esa mejora de nuestra vida personal que suele ir pareja a una mejora en el
autoconocimiento.137 Una forma de evadirse de una interiorización completa es dar por
bueno el punto al que se ha llegado y quedarse ahí “a mitad de camino”, como dice
Mariana Caplan en su magnífico libro138. Esta evasión es, por oculta, más difícil de
combatir y en esta época de apariencias y de consumo es particularmente frecuente.
Disfunciones de svâdhyâya: De acuerdo con lo dicho anteriormente, svâdhyâya por
defecto supone una dificultad a la hora de profundizar tanto en el estudio como en la
137
La traducción que hace Desikachar de parte de estos aforismos es: (…) Pero para alguien que busca
únicamente un estado continuo de Yoga, los resultados del samyama son obstáculos en sí mismos”
(III.37). “La libertad, fin último del Yoga, solo se alcanza si se abandona el deseo de adquirir
conocimientos extraordinarios (…)” (III.50). “La tentación de aceptar la consideración social,
consecuencia de los conocimientos adquiridos por samyama debe ser superada. De otro modo uno se
enfrenta a las mismas consecuencias desagradables que proceden de todos los obstáculos que se levantan
a lo largo de la vía que conduce al estado de Yoga” (III. 51). El samyama, que se define en el aforismo 4
del libro III del Yoga Sûtra, es práctica de concentrarse totalmente en un objeto, de forma continua y
exclusiva, hasta la integración en él o samâdhi.
138
A mitad de camino. La falacia de la iluminación prematura, Mariana Caplan. Editorial Kairós
(Barcelona, 2004). En adelante, A mitad de camino.
79
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
139
Yoga Sûtra, I.30.
140
http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/9obstaculos.html
80
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
lo que somos en el contacto con los demás. Una vez más propongo el Eneagrama para
ilustrar esta disfunción, en este caso el eneatipo Cinco, cuya pasión es la avaricia como
consecuencia de su pérdida de contacto con la Santa Omnisciencia. El Cinco siente que
para reconstruir su mundo ha de recluirse en un lugar donde acumule todo el
conocimiento posible y donde no quepa nadie más que él. En su gruta de ermitaño que
ha escapado a una catástrofe, controlará por medio del saber el caos exterior, en el que
se aventurará lo menos posible. Naturalmente, el eneatipo Cinco siente una gran
aversión por compartir ese saber que ha acumulado, ya que con él compartiría también
el control de un mundo que se le antoja terrorífico. En este caso, el ermitaño no es
alguien que avance hacia una mayor comprensión del entorno, sino alguien que huye de
él y que atesora el conocimiento como un poder defensivo. En la medida en que lo
posee se siente superior a los demás y de ahí que no quiera “privarse” de él para
“dárselo” a los otros, ya que entonces disminuiría esa diferencia que a él le resulta tan
segura y reconfortante. La virtud asociada al eneatipo Cinco es la generosidad, que
brota naturalmente cuando en el camino hacia su interior aprende a asumir y a aceptar
su miedo a los demás y comprende que si el conocimiento no se comparte, se pudre y
pudre a quien lo retiene. No hay conocimiento más completo que el del amor y este
será el arma más eficaz para superar esa sensación de orgulloso aislamiento que oculta
una dolorosa sensación de no ser capaces de relacionarse con el otro. A la hora de
abordar svâdhyâya hemos de tener presente que cualquier indagación o estudio, aunque
se refiera a las cosas más altas, ha de estar refrendada por su puesta en escena en nuestra
vida cotidiana: Si no, esa disciplina, que está hecha para ampliar nuestros horizontes,
nos encerrará en los límites de nuestro egoísmo.
Frutos de svâdhyâya: La cita que encabeza este capítulo dice literalmente: “a través
del estudio de uno mismo con la deidad personal unión.”141 Desikachar lo interpreta
como: “El estudio, llevado a su más alto grado, nos acerca a fuerza superiores que
ayudan a comprender lo más complejo. A más eficaz es nuestro estudio, mejor
comprendemos nuestras debilidades y nuestras fuerzas. Debemos aprender a acabar
con nuestras debilidades y a hacer el mejor uso de nuestras fuerzas. Entonces no hay
límite para nuestra comprensión.”142 Podríamos decir entonces que el verdadero premio
al svâdhyâya es el conocimiento de uno mismo. La interiorización cuidadosa y con un
141
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II. 44.
142
Yoga Sûtra, pág. 91.
81
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
propósito de claridad nos revela una realidad sobre nosotros mismos que podemos
ampliar al resto de las cosas. Dice el libro del Tao: “Sin salir de casa se conoce el
mundo”143, y alguien que emprende con resolución y con pureza de intenciones su
aventura interior está preparado para emprender cualquier otra aventura, pues el mundo
exterior no es más que un reflejo de nuestro propio mundo. He notado que en
svâdhyâya, el niyama más próximo a Îshvarapranidhâna, los comentarios tienden a
interpretar ese encuentro con uno mismo de forma especialmente imaginativa. Así, en el
Yoga Bhâsya, (s. V) se dice: “Dioses, sabios y seres celestiales aparecen ante quien
lleva a cabo el estudio de sí mismo y le prestan su ayuda.”144Más ajustado a la
iconografía actual, dice Maréchal: “La interioridad, cuando es ajustada y sacada
adelante con todos sus componentes, hace descubrir el camino personal que ilumina la
vida interior. El mismo Señor penetra en la intimidad del yogui con una forma singular,
la que conviene más. Lo acompaña personalmente e ilumina su camino.”145 Un
comentario que podría plantear alguna dificultad al practicante de yoga que no comparte
la creencia de la existencia de Dios o de los dioses. Georg Feuerstein hace la diferencia
entre lo que el practicante puede percibir en una experiencia meditativa y el auténtico
samâdhi: “A través del estudio de sí mismo o penetración intelectual en los niveles del
significado más profundo de una escritura concreta y su deidad escogida, el yogui toma
contacto con tal dios o diosa. Esto sucede bajo la experiencia meditativa. Obviamente
esto no debe tomarse erróneamente como significado de unión con īśvara. Tal noción
es extraña al yoga clásico.”146 Digamos que, independientemente de esta forma de
expresarlo, los frutos de svâdhyâya pasan por una nueva manera de percibirse a uno
mismo y esa nueva percepción podría asimilarse al descubrimiento de algo maravilloso
que nos renueva y mejora y hace que nada nos resulte imposible. De nuevo Maréchal:
“El conocimiento de sí mismo, una confianza total, la paz, la estabilidad y una certeza
humilde y sin fallo embargan ahora el corazón de quien ha realizado este encuentro
luminoso y maravilloso.”147
143
Verso 47 del Tao Te King, en la versión de Richard Wilhelm. Edicomunicación S.A. (Barcelona,
1994).
144
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II. 44.
145
Viniyoga II, pág. 26.
146
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II. 44.
147
Viniyoga II, pág. 26.
82
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
En todo caso, el conocimiento de uno mismo pasa por una etapa de recogimiento en
la que descubrimos la propia sombra. La aceptación amorosa de esta es condición
indispensable para que se transforme en luz. La sombra desconocida y rechazada está en
el origen de las dificultades para realizar las cualidades que componen yama. Su
conocimiento y aceptación nos ponen en contacto con istadevatâ ese “dios personal”
que es nuestra auténtica naturaleza de luz.
Lao Tse, de quien se sabe tan poco que su biografía ha pasado a la leyenda, nos habla
continuamente de la vida eterna, lo cual ha hecho que muchas personas temerosas de
morir identificasen ese concepto con el de inmortalidad. En el verso 33 del “Libro del
Camino y de la Virtud” que es la traducción que más me gusta de “Tao Te King”, el
Viejo Maestro nos da una imagen bellísima, que he subrayado, para vencer el miedo a la
oscuridad, esa otra mitad de la que estamos compuestos:
Conocer a los otros es inteligencia;
conocerse a sí mismo es verdadera sabiduría.
Ser maestro de otros es fuerza;
ser maestro de sí mismo es verdadero poder.
Si comprendes que tienes suficiente,
eres auténticamente rico.
Si permaneces en el centro
y abrazas la muerte de todo corazón,
perdurarás siempre.148
148
Versión de Stephen Mitchell.
83
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
ÎSHVARAPRANIDHÂNA
samâdhisiddhirîshvarapranidhânât
(Yoga Sûtra, II.45)
149
Yoga Sutra, II. 32.
150
Viniyoga II, pág. 23.
151
Yogadarshana, textos en pdf, Yoga Sûtra, II. 45.
84
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
152
Yoga Sûtra I, pág. 56.
153
Yoga Sûtra I, pág. 20.
85
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
defectuosa.”154 Esta desidentificación del Ser Supremo con una manifestación concreta
ha permitido al yoga figurar dentro de la sabiduría perenne, sin ninguna asociación con
una determinada creencia. El yoga no es una religión, aunque es evidente su sentido de
trascendencia. Cristianos, budistas, musulmanes, judíos e hinduistas practican yoga sin
entrar en conflicto con sus particulares devociones. También quienes no se inclinan por
un ritual en particular pero tienen una idea de trascendencia. Algo más difícil es adecuar
ese inequívoco Îshvarapranidhâna a alguien que no la posea, cosa que no ha sido
necesaria hasta que el yoga ha penetrado en Occidente.
Las escasas o nulas referencias a yama y niyama en las clases colectivas de hatha
yoga aquí y ahora han hecho que muchos practicantes desconozcan ese último niyama o
que lo pasen por alto. El resto de los niyamas y los cinco yamas son perfectamente
compatibles con un ateísmo filantrópico que encuentra en los demás el combustible
espiritual necesario para abordar el crecimiento interior. Sin embargo, al profundizar en
la práctica, algunas personas se han visto sorprendidas por Îshvarapranidhâna, que les
ha remitido a su propia y rechazada tradición. Es a partir de ahí que las palabras
“piedad” o “devoción” se han ajustado en escuelas occidentales como “abandono de los
frutos de la acción” o “entrega al transcurso de la vida”, dos características que
difícilmente pueden darse sin esa piedad y devoción que se intenta reinterpretar. El
problema, tal y como yo lo veo, está en confundir la devoción a una Inteligencia
Superior con nuestra religión concreta, olvidando que la religión, cualquiera que sea, es
una forma de devoción, pero no la devoción en sí misma. En el curso de cualquier
camino hay un momento en el que nos encontramos con un límite infranqueable, el de
nuestra propia naturaleza humana. Somos mortales, somos vulnerables y hay cosas que
escapan a la comprensión de nuestra mente pensante. El camino espiritual pasa siempre
por esa “caída del caballo”155 que es una gran oportunidad para darnos cuenta de nuestra
pequeñez. A partir de ahí, se abre como alternativa el camino de la devoción, es decir, el
reconocimiento de que, por encima, por debajo y dentro de lo que estamos viendo de
154
Esta es la traducción de Desikachar. El aforismo I. 24 en sánscrito dice:
kleshakarmavipâkâshayairaparâmrstah purusavishesa îshvarah (Yoga Sûtra, pág. 48). Maréchal, de
forma literal, lo traduce como: “Aflicciones, acciones, su fructificación e impresiones por ellas
absolutamente inalterado, El Ser Supremo” (Viniyoga I, pág. 20).
155
El doctor Miquel María Samarra Stehle, del Centre Mèdic Matterhorn, me dijo una vez que quien se
cae del caballo es porque no se ha bajado a tiempo. Fue una valiosa ayuda por la que le estaré siempre
agradecida.
86
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
nosotros mismos, hay una fuerza con la que, si conectamos, nos sostendrá para llegar a
donde nuestra parte más burda nunca nos llevaría. A partir de ese momento cambia el
concepto de logro y el de esfuerzo y lo que antes “hacíamos nosotros” ahora es esa
fuerza la que lo hace a través de nosotros. Ese cambio de contexto implica un abandono
confiado en el transcurso de la vida, una confianza básica en lo que nos sostiene. Pasar
de ser actor a ser canal es, posiblemente, uno de los pasos más importantes hacia la
madurez del espíritu. Es ese “no soy yo, es Cristo quien vive en mí”156 que pronunció el
fariseo Saúl, llamado Saulo de Tarso cuando, años después de su propia caída, era el
cristiano Pablo. El hecho de que la palabra “Cristo” nos remita a una religión que
podemos no compartir o incluso con la que podamos sentirnos incómodos por nuestra
historia personal o por otras razones, no disminuye ni la importancia ni la belleza del
mensaje. Por otra parte, tampoco la palabra “Cristo” es ni exclusiva ni excluyente.
Encuadrado en una religión o alejado de todas, el ser humano busca la conexión con un
origen olvidado que se le aparece en el subconsciente con la forma nostálgica de un
paraíso perdido. Lo siguiente que hizo Nietzsche después de decidir unilateralmente que
Dios había muerto, fue vitorear al “superhombre”.157 La saga cinematográfica de
George Lucas, “La guerra de las Galaxias” (1977 en adelante) tradujo a la mentalidad
estadounidense de los años 80 lo más accesible del taoísmo, y la frase “Que la Fuerza te
acompañe” se convirtió en un lema para miles de adolescentes que consideraban
obsoleta la de “Vaya usted con Dios”. Todo esto parece indicar que la devoción es algo
incluido en el equipaje que los seres humanos traemos al nacer, una devoción que es una
contemplación respetuosa de todo lo que nos hace posibles y que todavía podemos
encontrar en pueblos a los que no ha llegado el progreso económico o tecnológico.
Entre nosotros, el progreso ha ido banalizando ese respeto profundo por lo más esencial
del ser humano y las religiones han monopolizado, normalizado y legalizado nuestro
originario concepto sagrado de la vida. La sociedad moderna divide perfectamente lo
“religioso” de lo “social” y el “progreso” de lo “espiritual”. Y así, las religiones se han
convertido en poderes paralelos. La consecuencia ha sido que, en la actualidad, un gran
número de personas han abandonado esas religiones buscando una autenticidad que no
156
…y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (…).(Gal. 2 20)
157
“¡Ea! ¡Arriba, hombres superiores! Sólo ahora está de parto la montaña del porvenir humano. Dios
ha muerto; viva el superhombre, tal es nuestra voluntad.” Así hablaba Zaratustra, Friedrich Nietzsche.
Editorial Longseller, 2003. Pág. 241.
87
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
158
El corazón del yoga, pág.133.
88
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
159
llevamos dentro (purusa).” Por eso, creo que una de las peores formas de abordar
Îshvarapranidhâna es identificar a ese Ser Supremo con alguna figura arquetípica o
confundirlo con nuestros sentimientos y emociones, desarrollando el tipo de devoción
intelectual, emocional o visceral que ha dado origen a tantas confusiones a lo largo de
los siglos. Cuando hablamos de Îshvara estamos hablando de la realidad última y de la
claridad perfecta, pero eso sólo son palabras que utilizamos porque no lo sabemos hacer
de otra manera. En realidad, toda palabra sobra ante este concepto, y además es fuente
de confusión. Aquí más que nunca se trata de actitud en lugar de acción, de intención en
lugar de voluntad. Îshvarapranidhâna tiene mucho que ver con estar presentes en cada
instante para conectar con una presencia de orden espiritual que está más allá de la
carne, energía, pensamientos y emociones de los que nos componemos, pero que los
penetra, los rodea y los sostiene. Todos los aspectos del yoga nos llevan, paso a paso, al
umbral de una puerta cuya apertura no depende ya de nosotros. Las actitudes de yama y
niyama, la regulación de cuerpo y energía de âsana y prânâyâma, la sujeción de los
sentidos de pratyâhâra, la concentración mental de dharâna, la interacción con el objeto
de dhyâna e incluso la integración que se produce en los primeros estadíos de samâdhi
nos dan la mejor preparación posible para cuando surja el encuentro. Más allá de él nada
puede decirse. Îshvarapranidhâna, en este contexto, es un catalizador de todo aquello de
lo que venimos hablando en este trabajo. Pero siempre pasa por una actitud humilde,
por la conciencia absoluta de que sea lo que sea lo que sintamos o pensemos, no es más
que un paso en el camino. Alardear de devoción o de experiencias, considerar que una
práctica mística nos sitúa por encima de los demás es inflar de aire nuestro ego. Para
ilustrar esta disfunción de Îshvarapranidhâna puede ser útil el séptimo de los nueve
obstáculos, bhrântidarshana,160 traducido por Desikachar como “las ilusiones sobre el
verdadero estado mental de uno mismo” y considerado por él como el más peligroso de
los obstáculos: “Imaginamos que hemos visto la verdad y alcanzado el cenit cuando en
realidad lo que hemos experimentado es sólo un periodo de calma que nos hace decir:
“¡Esto es los que estaba buscando! ¡Al fin lo encontré! ¡Ya lo hice!” Pero el
sentimiento de haber alcanzado el más alto de los peldaños es sólo una ilusión.
Quimeras como esta son muy comunes. No son otra cosa que ignorancia y arrogancia,
159
Id., pág. 129.
160
Yoga Sûtra, I. 30. Bhrântidarshana se traduce literalmente como “punto de vista equivocado”.
89
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
bhrântidarshana.”161 No hay que olvidar que fue en el suelo al que caímos desde el
caballo de nuestro orgullo, y no flotando sobre las nubes, donde recibimos la llamada a
la devoción. Como dice Arjuna Peragón al hablar de este obstáculo: “Nos imaginamos
en un pedestal cuando en realidad estamos atados a la noria del deseo persiguiendo
una vulgar zanahoria.”162
Para combatir esta visión equivocada resulta muy útil no perder de vista nuestras
pequeñas miserias, cosa muy fácil en cuanto entramos en contacto con los demás.
Mariana Caplan habla de la “adicción espiritual” como una vía de huir de una realidad
cotidiana que no queremos afrontar: “Los aspirantes espirituales curtidos saben (…)
que si un estado místico les impide servir a sus familias y a quienes les rodean, la
sospecha está garantizada.”163 Y Lee Sanella, autor de The Kundalini Experience y
citado por Caplan en su libro A mitad de camino, nos da la clave cuando dice: “No se
puede trascender lo que no se reconoce y se comprende.”164
Lejos de toda esa agitación egoica, Îshvarapranidhâna supone una ofrenda de todos
nuestros esfuerzos, una entrega total a una voluntad superior, supone la actitud inocente
y confiada con la que El Loco del tarot emprende un camino del que lo único que no
ignora es que es el suyo.
Frutos de Îshvarapranidhâna: La cita que encabeza este capítulo dice literalmente:
“De la integración el logro a través de la devoción al Señor”. Desikachar lo traduce
como: “Venerar a Dios proporciona la capacidad de comprender completamente
cualquier objeto que se elija. Venerar a la Inteligencia Suprema da un sentimiento de
confianza. Entonces no es difícil dirigir la mente hacia un objeto, por más complejo que
sea.”165 Hablábamos antes de la confianza de El Loco, un ser que es tenido por marginal
porque no participa de los temores comunes. Cuando esa confianza viene dada por un
estrecho contacto con ese algo superior a nosotros mismos pero de lo que formamos
parte, se convierte en una fuente inagotable de posibilidades. La energía que genera la
devoción a Dios, el contacto con la esencia es la que hace posible lo imposible.
Maréchal, interpretando este aforismo, dice: “Mediante su ofrenda sincera y constante
161
El corazón del yoga, pág.126.
162
http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/9obstaculos.html
163
A mitad de camino, pág. 113.
164
Id.
165
Yoga Sûtra, págs. 91 y 92.
90
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
de todas las cosas depositadas a los pies del Señor, el yogui goza de una protección
especial que refuerza la vigilancia de su mente y profundiza la paz de su corazón.”166
Es ese dicho de “La fe mueve montañas” o ese “Sólo Dios basta” de Teresa de Cepeda.
En el orden material, sólo la fe explica que personas tan desamparadas como Francisco
de Asís, Teresa de Calcuta o la propia Teresa de Jesús, por poner ejemplos de nuestra
tradición, hayan realizado obras que permanecen a lo largo del tiempo. O que Gandhi
consiguiera la independencia de India frente a un Imperio Británico en su mejor
momento. En el Eneagrama, la idea de Santa Fe acompaña a la idea de Santa Fuerza y
corresponde al Punto Seis, cuya pasión, originada por la pérdida de estas ideas santas, es
la del miedo. Todos vivimos en el miedo, un miedo que, independientemente de sus
muchas caras, está generado por avidyâ, la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza.
La devoción a Îshvara, cuando llega, nos genera la confianza de quien es llevado en la
palma de la mano. Y una vez allí, dejamos de sentir aprensión por lo que nos puede
pasar y nos abrimos a lo que tenga que suceder a través de nosotros. Copartícipes de la
Fuente, comprendemos que todo es adecuado. Se considera a este niyama como colofón
de todos los demás, ya que en él están englobadas las actitudes de shauca, santosa, tapas
y svâdhyâya que, convenientemente abordadas, nos llevan a él. Yo creo que algunas,
como shauca, tapas y svâdhyâya, pueden facilitar el camino hacia la devoción y a su vez
îshvarapranidhâna sirve para orientar adecuadamente a estas. Santosa me parece un
fruto de îshvarapranidhâna, la constatación de que esta actitud es correctamente
abordada. En todo caso, cuando la práctica del yoga en cualquiera de sus aspectos o en
todos ellos es una práctica perseverante, inteligente y humilde, va poco a poco
apartando las nubes de la ignorancia y como consecuencia de eso, antes o después
aparece una intuición de trascendencia que nos hace emprender, confiados, el camino de
regreso a casa.
En palabras de Lao Tse:
Si no conoces la fuente,
tropiezas con la confusión y la pena.
Cuando conoces de donde provienes,
de modo natural te vuelves tolerante,
desinteresado, divertido,
de corazón cálido como una abuela,
166
Viniyoga II, pág. 26.
91
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167
Verso 16 del Tao, versión de Stephen Mitchell.
92
El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Yama, el perezoso
Había elegido esta ilustración en dura competencia con la fotografía de Eckhart Tolle
para ilustrar santosa, pero mi profesor, Arjuna Peragón, me indicó que era más
adecuado continuar con la sucesión de ilustraciones del Tarot. El perezoso, llamado así
porque se toma la vida con calma, es un mamífero que vive en los árboles de las selvas
húmedas de América Central y Sudamérica. La expresión del perezoso nos recuerda a
una placentera y ecuánime sonrisa humana, esa herramienta infalible que supera
opiniones, formas de vida, creencias, posesiones y todo lo que nos impide reconocernos
en el otro. Los cinco yamas son cinco propuestas para salvar esa diferencia y quedarnos
con lo esencial. Como en el apartado de niyama, he querido ilustrar este con un
elemento de la naturaleza, tan olvidada pero a la que antes o después tendremos que
volver.
93
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integrado los opuestos, algo que sólo puede hacerse desde el amor incondicional al que
nos remite ahimsâ.
Satya, El Juicio del Tarot de Marsella
O “la hora de la verdad”, en la que sale a la luz todo lo que somos, tanto lo que
mostrábamos como lo que ocultábamos. La figura que emerge desnuda del sepulcro
entre lo masculino y lo femenino, la juventud y la vejez, la sensualidad y la austeridad,
es nuestro verdadero ser, que ha sido despertado por la trompeta que rasga el velo de la
apariencia.
En la que rodamos, como las tres grotescas figuras, igualmente grotescas por cierto, o
más aún, cuando se adornan con los mentirosos signos de gloria y poder. Si nos
sumergimos en esa rueda estaremos en pos de la corona, temerosos de perderla o
fracasados por haberla perdido en un rodar sin fin del que sólo es posible salir
“renunciando al deseo de lo que no nos pertenece”.
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necesariamente por integrar instinto y espiritualidad. La mujer abre sin esfuerzo la boca
(antes temible) de su amigo el león. Todo está en su sitio por fin y sólo desde ahí
nuestro poder merece ese nombre.
Puede que esta sea la elección más evidente, pues es casi literal. La “capacidad de
aceptar sólo lo apropiado” proporciona una templanza bien reflejada en la figura del
ángel equilibrando el contenido de las dos jarras, pero sobre todo despliega nuestras
olvidadas alas para alcanzar la libertad.
Niyama, el ciprés
He elegido el ciprés como símbolo de niyama, cinco actitudes hacia nosotros mismos
que van encaminadas a elevarnos desde la tierra, donde nos enraizamos, hacia el cielo, a
donde tendemos, donde tierra y cielo son símbolos de lo manifestado y lo
inmanifestado, o, como decimos en otras ocasiones, prakrtti y purusha, materia y
espíritu, cuerpo y alma. Las cinco disciplinas de niyama, pueden ser identificadas con
esa tensión entre el asentamiento y la verticalidad que resume la postura del yogui, con
el compromiso entre la atención y la relajación de sthira-sukha, la dinámica del yoga.
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El alma del yoga: yama y niyama aquí y ahora Luisa Cuerda
Cuya luz todo lo penetra, revelándonos “lo que debe ser constantemente cuidado y lo
que es eternamente limpio”. A falta de otros recursos, los médicos antiguos
recomendaban a los enfermos lugares claros y soleados, una práctica por desgracia
sepultada ahora por la abundancia de otras opciones más caras. Ante la luz se
manifiestan las impurezas acumuladas o escondidas, poniéndonos en la ineludible
situación de conocerlas, lo que nos suele llevar a limpiarlas. Los gemelos unidos bajo el
sol nos advierten de la diferencia entre optar por la luz y rechazar la oscuridad. Lo
primero supone iluminar los rincones para integrarlos en la conciencia; lo segundo, dar
la espalda a lo oscuro y permitir que crezca.
Santosa, La Estrella
La Estrella es la carta más positiva del Tarot, ya que ilustra tanto la esperanza como el
optimismo, esa confianza básica de la que nos habla santosa, que se refleja en la
tranquila desnudez de la figura que hace brotar agua a la luz de los astros que la guían.
El Emperador, con su cetro y su hierática postura, nos habla de la necesidad del rigor a
la hora de abordar la práctica. En el Tarot, esta carta significa la autoridad del Padre
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BIBLIOGRAFÍA
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