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EL CERDITO DE COLOR VERDE

Había una vez una bonita granja en la que convivía una gran familia de cerdos muy
feliz.

La causa de tal felicidad radicaba en que en la granja tenían todo cuanto necesitaban
para vivir plenamente como cerdos. No les faltaba el pienso ni ningún otro alimento,
así como tampoco el agua y el barro que necesitaban para revolcarse y divertirse de
lo lindo.

Sin embargo, esa armonía se rompió un día por un suceso que nunca nadie pudo
explicar. De una de las cerdas más bellas salió una camada de cerditos, todos muy
bonitos pero uno misteriosamente verde, igual de lindo pero con ese color nada
habitual para un ejemplar de la especie.

Todos reaccionaron de inmediato de la misma manera. Rechazaban al cerdito por su


color verde, que lo hacía diferente a todos, y en tal sentido lo marginaban de todas
las rutinas que normalmente desarrollaban.

Al principio esto no preocupó al cerdito verde. Consideraba que era normal que lo
dejasen de lado por ser el más chiquito y aunque no participaba en las actividades
del resto de la familia, se las arreglaba para hacer sus días divertidos en la granja.

Para ello se encaramaba en árboles y en el tejado de la casa, se dejaba caer sobre


pilas de paja, entraba al granero a jugar con las gallinas y hacía un sinfín de
actividades más, nada comunes para un cerdo.

No es que no le gustara revolcarse en el barro, es que no podían porque la familia


no lo dejaba.

Así pasaron unos meses y el cerdito se volvió uno de los pequeños más grandes y
fuertes de la familia.

A pesar de esto siguió siendo marginado, con lo que comprendió que el rechazo
hacia él se debía a su diferencia, que para él era leve y nada extravagante, y no al
hecho de que hubiese sido el menor de sus hermanos.

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