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Las promesas rotas de blockchain

Jan 26, 2018 | NOURIEL ROUBINI

NUEVA YORK – La industria de servicios financieros viene atravesando una


revolución. Pero la fuerza motriz no son las aplicaciones sobrevaloradas de
blockchain como el Bitcoin. Es una revolución creada en base a inteligencia artificial,
grandes bases de datos y la Internet de las Cosas.
Ya hay miles de negocios reales que están utilizando estas tecnologías para alterar
cada aspecto de la intermediación financiera. Decenas de servicios de pago
electrónico -PayPal, Alipay, WeChat Pay, Venmo y demás- tienen cientos de millones
de usuarios diarios. Y las instituciones financieras están tomando decisiones precisas
de préstamo en segundos en vez de semanas, gracias a una riqueza de datos online
sobre individuos y empresas. Con el tiempo, estas mejoras en la asignación de
créditos impulsadas por los datos hasta podrían eliminar las alzas y caídas cíclicas
impulsadas por el crédito.

De la misma manera, la suscripción de seguros, la evaluación y gestión de reclamos y


el control del fraude se han vuelto más rápidos y más precisos. Y las carteras
gestionadas de manera activa cada vez más están siendo reemplazadas por robo-
asesores pasivos, que pueden tener el mismo desempeño o inclusive mejor que los
asesores financieros súper costosos.

Ahora, comparemos esta revolución real y en curso de las finanzas y la tecnología


(fintech) con el historial del blockchain, que existe desde hace casi diez años, y que
todavía sigue teniendo una sola aplicación: las criptomonedas. Los impulsores del
blockchain dirían que sus primeros días se asemejan a los primeros días de Internet,
antes de tener aplicaciones comerciales. Pero esa comparación es absolutamente
falsa. Mientras que Internet rápidamente dio lugar al correo electrónico, a la World
Wide Web y a millones de emprendimientos comerciales viables utilizados por miles
de millones de personas, las criptomonedas como el Bitcoin ni siquiera cumplen el
objetivo que se propusieron.
Como moneda, el Bitcoin debería ser una unidad de cuenta, un medio de pago y una
reserva de valor estable y útil. No es nada de esas cosas. Nadie cotiza nada en
Bitcoin. Pocos comerciantes lo aceptan. Y es una reserva de valor pobre, porque su
precio puede fluctuar un 20-30% en un solo día.

Peor aún, las criptomonedas en general están basadas en una premisa falsa. Según
sus promotores, el Bitcoin tiene una oferta estable de 21 millones de unidades, de
manera que no se lo puede devaluar como a las monedas fiduciarias. Pero ese
argumento es a las claras fraudulento, considerando que ya se ha dividido en tres
ramas: Bitcoin Cash, Litecoin y Bitcoin Gold. Además, cientos de otras criptomonedas
se inventan cada día, junto con estafas conocidas como "ofertas iniciales de
monedas", que están principalmente destinadas a eludir las leyes bursátiles. De
manera que las criptomonedas "estables" están creando una oferta monetaria y
devaluándola a un ritmo mucho más rápido que cualquier banco central importante
hasta la fecha.
Como es típico de una burbuja financiera, los inversores están comprando
criptomonedas no para usarlas en transacciones, sino porque esperan que aumenten
su valor. Por cierto, si alguien efectivamente quisiera utilizar el Bitcoin, le costaría
muchísimo hacerlo. Producirlo implica un consumo enorme de energía (con lo que
resulta ambientalmente tóxico), y conlleva costos de transacción tan elevados, que
hasta las conferencias sobre el Bitcoin no lo aceptan como una forma válida de pago.

Hasta ahora, el único uso real del Bitcoin ha sido facilitar actividades ilegales como
transacciones relacionadas a las drogas, evasión impositiva, evasión de controles de
capital o lavado de dinero. No sorprende que los estados miembros del G20 hoy
estén trabajando en conjunto para regular las criptomonedas y eliminar el
anonimato que supuestamente otorgan, al exigir que todas las transacciones que
generan ingresos o ganancias de capital sean reportadas.

Después de una campaña de parte de los reguladores asiáticos este mes, los valores
de las criptomonedas cayeron un 50% respecto de su pico de diciembre. Se habrían
desmoronado mucho más si no se hubiera implementado rápidamente un plan
amplio para sostener su precio mediante una manipulación directa. Pero, al igual
que en el caso de la burbuja de las hipotecas de alto riesgo, la mayoría de los
reguladores de Estados Unidos todavía están dormidos al volante.

Desde la invención del dinero hace miles de años, nunca existió un sistema
monetario con cientos de monedas diferentes que operen en paralelo. El sentido del
dinero es que permite que las partes hagan transacciones sin tener que negociar.
Pero para que el dinero tenga valor, y genere economías de escala, sólo una cantidad
de monedas pueden operar al mismo tiempo.

En Estados Unidos, la razón por la que no usamos euros o yenes además de dólares
es obvia: hacerlo no tendría sentido y haría que la economía fuera mucho menos
eficiente. La idea de que cientos de criptomonedas pudieran operar juntas de una
manera viable no sólo contradice el propio concepto del dinero; también es
absolutamente estúpida.

Pero también lo es la idea de que hasta una criptomoneda única podría sustituir al
dinero fiduciario. Las criptomonedas no tienen un valor intrínseco, mientras que las
monedas fiduciarias sí lo tienen, porque se pueden utilizar para pagar impuestos.
Las monedas fiduciarias también están protegidas de la devaluación de los bancos
centrales comprometidos con la estabilidad de precios; y si una moneda fiduciaria
pierde credibilidad, como en algunos sistemas monetarios débiles con alta inflación,
será cambiada por monedas fiduciarias extranjeras más estables o por activos
reales.

Sin ir más lejos, la supuesta ventaja del Bitcoin también es su talón de Aquiles,
porque aunque en verdad tuviera una oferta estable de 21 millones de unidades, eso
lo descalificaría como una moneda viable. A menos que la oferta de una moneda esté
alineada con el potencial PIB nominal, los precios sufrirán deflación.

Eso significa que si una oferta estable de Bitcoin realmente reemplazara


gradualmente una moneda fiduciaria, el índice de precios de todos los bienes y
servicios caería continuamente. Por extensión, cualquier contrato de deuda nominal
denominado en Bitcoin aumentaría su valor real con el tiempo, lo que llevaría al tipo
de deflación de deuda que, para el economista Irving Fisher, precipitó la Gran
Depresión. Al mismo tiempo, los salarios nominales en Bitcoin aumentarían
eternamente en términos reales, sin importar el crecimiento de la productividad, lo
que incrementaría la probabilidad de un desastre económico.

Claramente, el Bitcoin y otras criptomonedas representan la madre de todas las


burbujas, lo que explica por qué cada ser humano con el que hablé entre el Día de
Acción de Gracias y Navidad de 2017 me preguntó si debía comprarlas. Estafadores,
defraudadores, embusteros y charlatanes de feria (todas personas con información
privilegiada) han apelado al FOMO (sigla en inglés correspondiente a "miedo a
perderse algo") de inversores minoristas desinformados, y los han embaucado.

En lo que concierne a la tecnología de blockchain subyacente, todavía hay enormes


obstáculos en su camino, aunque tenga más potencial que las criptomonedas. El
principal es que carece del tipo de protocolos comunes y universales básicos que
hicieron que Internet fuera universalmente accesible (TCP-IP, HTML y demás). Más
importante, su promesa de transacciones descentralizadas sin ninguna autoridad
intermediaria no es más que una quimera sin ensayar y utópica. No en vano el
blockchain está posicionado cerca del pico del ciclo de sobreexpectación de
tecnologías con expectativas infladas.
Así, olvidémonos del blockchain, del Bitcoin y de otras criptomonedas, y empecemos
a invertir en firmas de fintech con modelos de negocios reales, que estén intentando
revolucionar la industria de los servicios financieros. No nos volveremos ricos de la
noche a la mañana; pero habremos hecho una inversión más inteligente.

NOURIEL ROUBINI
Writing for PS since 2007
116 Commentaries

Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and CEO of Roubini Macro Associates,
was Senior Economist for International Affairs in the White House's Council of Economic Advisers
during the Clinton Administration. He has worked for the International Monetary Fund, the US
Federal Reserve, and the World Bank.

http://prosyn.org/bp58d65/es;

© Project Syndicate - 2018

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