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ARQIJIl(CTURA r AUTORITARISMO

"'La libertad debiera


ya t ener su arquitectura.
Padece por no tenerla."

José MarU
RODOLFO LlVINGSTON

ARQUITECTURA
YAUTORITARISMO

IICION
a
DE LA FLOR
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Desde que enviamos a la imprenta la primera edición


hasta hoy ocurrieron varios e importantes atropellos al es-
pacio ciudadano. Citaré sólo algunos: clausura de la Costa-
nera Sur por 5 meses para realizar una exposición de autos
importados, en plena calle. Insensata demolición de una
estructura sana de hormigón armado (Albergue Warnes)
valuada en 5 millones de dólares y realojamiento de sus
habitantes en un nuevo barrio que reúne los errores de
otros casos ya estudiados (Ramón Carrillo), Intento fallido
de construir un hotel 5 estrellas en pleno bosque de Paler-
mo. Intento similar (esta vez concretado) de hotel 5 estre-
llas (Hyatt) construido con dinero del narcotráfico. Entrega
de Galerías Pacífico por treinta años, sin licitación, a un
empresario amigo del Presidente, etc. , etc.
Son tanros lo s etcéteras que me cuesta no caer en la ten-
tación de hacer un libro anillado, de tal manera que pue-
dan agregarse nuevos capítulos, con nuevos horrores, al
modo de fascículos. Pero como 10 esencial, a mi entender,
ya ha sido dicho, me detengo aquí en lo que respecta a este
tema.
La democracia que ambicionamos precisa espacio físico,
libre y oxigenado, privado y público, para poder desarro-
llarse. No bastan las elecciones cada 6 años. Celebramos la
caída del lejano muro de Berlín, sin advertir los numerosos
paredones que día a día se erigen a nuestro alrededor en
nombre de la economía libre (?) de mercado.
Pero los gobernantes y los sistemas son pasajeros. Sólo
el pueblo es inmortal y siempre llega el día en que los mu-
ros son derribados. Quisiera estar en esa fiesta con el pelo
blanco y el corazón encendido.
Agosto de 1991

El Autor
Capítulo 1
CONFESIONES
DEUN
CONTRAVENTOR
MUNICIPAL

La arquitectura se divide en dos: aquella de la cual


se habla en los centros académicos y la que buscamos
en los avisos de los diarios cuando nos queremos mu-
dar. Toda persona pasa, alguna vez por lo menos, por
este ú ltimo trance, y al cabo de dos meses cae, inva-
riablemente, en un estado de desaliento profundo que
le hace decir frente al primer arquitecto que encuen·
tra a mano: "He visto, aunque no me creas, más de
cincuenta departamentos (o casas) ... ¡no sabés los bo-
rrares que vi ... ! ¿Serd posible que todo esté mal he-
cho?",
Sin embargo, al revisar muchas de estas viviendas,
aplicando mi sistema de consultas a domicilio, com-
pruebo que muchos de estos déficits son soluciona-
bIes, pero, eso sí ... violando la ley. Un ejemplo tipico

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es la apertura de ventanas en medianeras. Durante
mi incesante actividad como contraventor municipal
he abierto más de trescientas ventanas ilegales, a
través de las cuales muchas personas pueden hoy go-
zar del cielo, de la luz, de los árboles de la plaza y aun
del amanecer sobre el río, como fue el caso de una
clienta que vivió hasta sus treinta años de edad con
luz eléctrica en pleno día y hoy ve salir el sol desde su
ventana ... ventana que a nadie perjudica. El conflicto
entre la ley y la ética profesional, en casos como éste,
es para mí muy claro y siempre me he pronunciado
por la ética, que consiste, a mi juicio, en hacer las ca-
sas más alegres y más habitables para las personas,
siempre y cuando esto no sea a cambio de la infe1ici-
dad de otras personas. No pude encontrar un artículo
semejante en el Código de ética profesional, pero ésta
es la norma que aplico en forma habitual en mi traba-
jo, y estoy seguro de que muchos colegas comparten
mi actitud.

Todo sea por el FOS

La galería, y también el quincho, son dos versiones


espaciales de esa necesidad de sombra estando afue-
ra, que caracteriza a quienes habitan un clima subtro-
pical, como es el caso de la mayor parte de la pobla-
ción argentina.
La galería de la casa chorizo responde a esa necesi-
dad, y también el quincho que todo propietario cons-
truye siempre al fondo de su terreno. Este indefectible
quincho o construcción del fondo, conforma la "binu-
clearidad" de la vivienda y permite lo mismo que la
galería, "hacer vivir" el terreno que, de otro modo,
quedaría como un resto. Así lo explica el arquitecto

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C6sar Carli en su libro Ocho grados al sur del trópico
(le Capricornio.
Muchos arquitectos comprendemos esta necesidad,
püro cuando le queremos dar una respuesta arquitec-
t6nica, para bien de nuestros clientes, D,OS encontra-
111 0S con que está prohibido. No da el FOS. Siempre
que algo es bueno ... algo pasa con el FOS. *
Si uno quiere hacer una reforma legal de una casa
chorizo, descubre que todo está prohibido, empezando
pOLO la galería. Digamos entonces que la arquitectura
nacional está prohibida. Mientras tanto, la inhabita-
bilidad, la fealdad y el despilfarro son legales. Para
comprobarlo bastaría con visitar el edificio más feo de
Buenos Aires, que es la Facultad de Arquitectura y
Urbanismo, donde debieran formarse, precisamente,
los creadores de belleza. La mole uni-forme está rode-
ada. de un parque que no se ve ni se conecta con ella
(ni una sola mesa debajo de una sombrilla), frente a
un no que no se mira ni se usa, y rodeado de venta-
nas que no se abren ni ventilan. Sus "ambientes" es-
tán enlazados por tristes pasillos grises, tapizados
por afiches rotos y apenas iluminados por lámparas
carcelarias.
Podríamos recordar también los cuartos de muca-
mas que ventilan a lavaderos, y sus baños cuyas du-
chas caen indefectiblemente sobre los inodoros, o
también los inodoros insalubres de Parque Norte, en
Buenos Aires, rodeados de aire pero sin ventilación, y
ubicados a cuatrocientos metros de las piletas, cosa
de que miles y miles de chicos concluyan por hacer
pis adentro de ellas.
En fin, tampoco es bello el paisaje predominante en
las calles de nuestras ciudades grandes, cuya caracte-
rística principal es una sucesión de absurdos paredo-
• FOS: Factor de ecupllci6n del suele, que Be encuentra reglamentado
por el Código de Plnn(~nm k nlo Urbano.

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nes, las medianeras, detrás de las cuales padecen, sin
luz, los ciud~danos respetuosos de la ley; o las ofici-
nas (donde también se vive) sin ventanas, o los inte-
riores "modernizados" de los trenes de larga distan-
cia, revestidos con laminado plástico, gris, con ve-
tas ... ¡imitación madera!
Los ejemplos serían innumerables. Creo que no es
exagerado concluir que la belleza, como parte natural
y esencial del hábitat ciudadano, es algo que ha perdi-
do su valor.
El despilfarro debería ser ilegal, pero no lo es. Cen-
tenares de edificios valiosos y durables se demuelen
día a día en nuestras ciudades, en plena crisis de vi-
vienda. Corrientes y Alero, Santa Fe y Uruguay, san
apenas dos ejemplos entre miles, de edificios valiosos
de cuatro y cinco pisos, que se tiran abajo. para cons-
truir un galpón de un piso para vender "jeans" (Uru-
guay y Santa Fe) o para hacer una playa de estacio-
namiento (Corrientes y Alero), dejando a la vista
impúdicas medianeras como saldo de la agresión ur-
bana.

El despertar
Pero ... si lo bueno es ilegal y lo legal es pésimo ...
¿estaré viviendo en un país de ciencia-ficción?, me
dije, y en ese momento vi, con horror, que Jorge
Glusberg me entregaba un premio -por este traba-
jo- como ganador mundial del concurso de Ar-
quitectura - Ficción, auspiciado por Coca-Cola. A mi
lado aplaudían JacCI,ues Bedel y Clorindo Testa, quie-
nes, ante un numerosísimo público, me colocaban una
especie de banda que decía: "El arquitecto del año,
bienal de no sé qué". Se trataba, indudablemente, de
una pesadilla. Algo me había caído mal. Al fin y al ca-
bo yo nunca he sido contraventor ...

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de las grandes medianeras permanecen cerradas du-
rante décadas enteras, expuestas a un sol inútil sobre
una de sus caras, y condenando estúpidamente a la
reclusión, en la otra, a chicos que crecen, se hacen
grandes y se van de la casa sin haber visto nunca el
mundo exterior desde el interior de su vivienda.
Centenares de esos paredones dan a plazas arbola-
das, al río y al atardecer perdido en una ciudad fuer-
temente represiva del placer. Hay casos en los que,
por la situación de lo que existe alIado (iglesia, edifi-
cio de mediana altura, terreno angosto, etcétera), ja-
más quedarían bloqueados, En Mar del Plata existen
paredones en esas condiciones que dan,., al mar,
La represión es doble porque actúa también sobre
los que circulan por la ciudad. Las medianeras no
existen en otras ciudades del mundo, pero para el pe-
atón argentino son parte del paisaje urbano habitual; '
sencillamente no las ve; existen desde que era chico y
concluyó por incorporar la fealdad a la imagen de ciu -
dad que todos tenemos adentro nuestro. Las publica-
ciones de arquitectura tampoco ven las medianeras,
Sólo publican, y elogian, la fachada, como si el resto
del volumen no existiera,
Las medianeras son una expresión fisica de la Ar-
gentina invisible; su existencia, sin embargo, atenta
mucho más contra la familia que la ley del divorcio.
Los habitantes de los departamentos condenados a
la oscuridad reaccionan con la ventana ilegal (eso sí,
muy chiquita, tipo carcelaria) o con la aceptación de
la oscuridad, Un caso atípico es el de una clienta que
abrió una ventana grande, por indicación mía (tan
ilegal como las otras), en su medianera, con canteros
con plantas y un toldo de colores. Cada vez que mira
al río, desde el cuarto de sus hijos, recuerda con estu-
por que ella llegó a los treinta años en ese mismo
cuarto utilizando luz eléchica en pleno día. Recostado

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surdas como las que se ocultan detrás de las mediane-
ras. El volumen ridículo de un edificio de propiedad
horizontal está lejos de expresar las intenciones de un
arquitecto; es tan sólo la expresión física de una ley, la
ley 13.512, cuya redacción ignoró por completo el di-
seño fillal y el tipo de vida que albergarían esos edifi-
cios. Mortunadamente la ley ha sido derogada y es de
esperar que un nuevo código de edificación más hu-
manista y más racional, la reemplace. Son muchas
las propuestas inteligentes que existen y el gobierno
democrático crea las condiciones para que puedan lle-
gar a ponerse en práctica. Pero son muchos también
los absurdos edilicios que albergan y albergarán du-
rante años la vida de numerosos argentinos. ¿Qué hao:
cer con ellos?

Propu esta a los intenden tes


Si las ventanas existen: son ilegales y están mal,
hagámoslas legales y bien, autorizando la. apertura
de ventanas, previo estudio de cada edificio en parti-
cular, bajo la supervisión de un arquitecto desi gnado
por el consorcio. Los gastos y honorarios serían pro-
rrateados, lo cual resultaría sumamente accesible pa-
ra todos. Los propietarios contraerían el compromiso
de cerrar las ventanas en el caso - por lo general po-
co probable-- de que se construya en el late lindero si
así lo permitiera el nuevo código urbano.
El estudio de las diferentes situaciones no resulta-
ría una carga para los municipios si éstos delegaran
en los profesionales y en las agrupaciones de vecinos
la responsabilidad de las decisiones, reservándose el
derecho a intervenir en caso de conflicto. Es probable
que éstos sean escasos si las propuestas parten de los
mismos interesados.
Los resultados serían beneficiosos para todos, in-

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clu yendo también a los arquitectos , para quienes se
pluntearían oportunidades modestas pero numerosas
do trabajo profesional y, sobre todo, de contacto con
utluarios que, por lo general, conocen y utilizan muy
poco a estos profesionales.
Una ventana es siempre un símbolo de comunica-
ción, de apertura hacia el viento, hacia la luz y hacia
lu vida. Las nuevas ventanas se convertirían en una
oxpresión más de la democracia que estamos tratando
du aprender a vivir.

LUCÍA LUZ
Seis años después, el doctor Plácido Bustos,
abogado especializado en arquitectura legal,
escribió el artículo que sigue, dedicado al autor de
este libro.

En esta historia vemos un caso en que aparente-


mente se enfrentan el derecho y la justicia. Ambos
conceptos pertenecen a órdenes diferentes pero, sin
ontrar en problemas filosóficos, el triunfo es la solu-
ción más razonable.
El tema crucial de este artículo es si se puede abrir
una ventana en una pared medianera y la respuesta
os, como siempre en derecho, relativa: a veces sí a ve-
ces no, depende de las circunstancias.
Cada vez que entraba a su habitación y prendía la
lu z, así fueran las diez de la mañana o las cuatro de
lo tarde, record aba la cara de orgullo del arquitecto
cuando, abriendo la puerta dijo: -Lucía, éste es tu
cuarto.

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Lucta Luz, frente a su ventana
(Ilustro: Arq. Estella Maris Garda Calvo)

Taml.>i ('1l recordaba S u respues ta, au tomática: -Pe-


ro ... , no tiene ventana.
y así era. Se habían cumplido las reglamentaciones
sobre vistas que marca el Código Civil, y se había
cumplido con el Código de Edificación y hasta se ha-
bía respetado el texto y el espíritu de la ley de propie-
dad horizontal. Todos estos reglamentos indicaban
que no podían abrirse ventanas en las paredes media-
neras.
El encargo al arquitecto había sido una remodela-
ci6n del departamento donde Lucía vivía con sus pa-
dres y dos hermanos varones. Los padres de Lucía
creyeron que necesitaba otro dormitorio y, el arqui-
tecto, en un periquete les dio la solución.
De un pasillo, un toilette inútil y dos dormitorios,

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nos de los mejores regalos de la primavera porque
desde su cueva -como ella llamaba a su cuarto-, es-
taba aislada de las mañanas al despertarse y de las
noches al acostarse. Les contó a sus amigos la histo-
ria de su habitación con lujo de detalles y se sorpren-
dió cuando R. L. -el arquitect<r- dijo que la solución
era muy simple: hacer una ventana en la medianera.
Si ella quería la podía ayudar.
El edificio donde vivía Lucía ocupaba el tercer lote
de la cuadra. En el primero había un edificio de tres
pisos, y en el segundo una casa de una sola planta,
con techo de chapa. El dormitorio de Lucía daba con-
tra la pared lindera.
Cuando R. L. vio el lugar dij o con toda seguridad~
que a pesar del Código de Edificación y del Código Ci-
vil, en la habitación de Lucía se podía hacer una ven-
tana. Y que si se presentaban problemas legales él te-
nía unos amigos, abogados, que podían defender el
caso.
La forma de hacer la ventana era "haciéndola", esto
quería decir -ante el horror y las quejas de los pa-
dres de Lucía-, no pedir permiso a nadie, sino sim-
plemente hacerla y esperar con el hecho consumado.
Tras lágrimas, encierros y desapariciones -mane-
ra femenina de conseguir muchas cosas----, Lucía lo-
gró que sus padres se resignaran a permitir la here-
jía.
El primero en llegar con la queja fue el administra-
dor del consorcio que amenazó con llevar el problema
a la asamblea de copropietarios. Tiempo más tarde, el
padre de Lucía, que luego de las primeras dudas se
había convertido en aliado incondicional de su hij a,
firmó con el presidente del consorcio un acuerdo por
el que se comprometía a mantener indemne al resto
de los copropietarios y al consorcio por cualquier re-

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clamo de terceros, y de esta forma solucionó esta par-
Le del conflicto. Se llegó a la conclusión de que la posi-
ción del administrador en contra de la ventana de
Lucía no era razonable y se basaba sólo en su forma-
li smo y estrechez mental.
El segundo planteamiento fue del vecino de la casa
lindera. Cuando no pudo conseguir que tapiaran la
ventana presionando al consorcio, trató directamente
con Lucía y sus padres; y al no obtener su propósito,
hizo una denuncia en la Municipalidad.
Llevó fotos de la ventana y de la ciclópea mediane-
'·3 con su único ojo enfocado en su casa. Para sacar
13s fotos tuvo que subirse al techo, con grave riesgo fí-
Hico, puesto que era el único lugar desde donde se
veía la ventana.
La denuncia fue forroal, con firma de abogado y to-
do el detalle de las normas infringidas. Meses más
Larde la Municipalidad resolvió que, tratándose de
problemas entre particulares y. dado que la obra ya
había sido construida, no le correspondía tomar inter-
vención alguna en el tema.
El vecino, indignado, le comunicó a su abogado que
quería hacer juicio, o sea llevar el asunto a Tribuna-
les.
El letrado le explicó pacientemente que, en primer
lugar, ten dría que explicar cuál era el daño que le
causaba la ventana, porque, si bien la norma prohibía
abrir vistas en la medianera, el origen de la prohibi-
ción era preservar la intimidad del vecino, cuestión
que en este caso no se daba porque lo único que veía
desde la ventana era un techo inaccesible. Por otro la-
do le explicó que un juicio de este tipo no tardaría me-
nos de dos años en el mejor de los casos, y que los
costos eran muy elevados dado que los adelantos de
honorarios para los abogados y peritos eran de dudo-

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~a. si no de imposible, recuperación. Otro punto fun-
damental era el del planteo que seguramente se daría
en el juicio sobre abuso de derecho que hacía vidriosa
la posibilidad de conseguir una sentencia terminante.
De esta forma consiguió que su cliente desistiera de
la idea.
El abogado, en su fuero íntimo, estaba convencido
de que el deseo de su cliente era un capricho y prefi-
rió plantearle una serie de trabas a decirle que en re-
alidad pensaba que su posición era injusta porque la
ventana no lo perjudicaba en nada.
La luz natural cambió por completo la habitación
de Lucía. Los colores son más brillantes y reales. 8ó-,.
lo se prende la luz eléctrica de noche. Ahora el am-
biente es cálido y acogedor. El olor a humedad desa-
pareció y se respira frescura.
Lucía puso el escritorio frente a la ventana y la ca-
ma a un costado, de forma tal que la entrada de luz
es el elemento que rige toda la actividad del lugar.
Ahora se siente cómoda en su casa y orgullosa de ha-
ber sido valiente y haber· seguido el consejo de R, el
arquitecto díscolo que le hizo romper las reglas.

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Capítulo 3
RECUPERAR EL PATIO
O CONSAGRAR LAS RATAS

En las ciudades argentinas los terrenos baldíos tie-


nen dos destinos posibles: playa de estacionamiento
o ... nada. Nada para nadie. Tomemos un ejemplo: el
t.erreno limitado por las calles Reconquista, Córdoba
y Viamonte, en pleno centro de Buenos Aires, comple-
tamente rodeado por un paredón. ¿Qué cosas separa
este muro?
De un lado, un grupo de chicos intenta jugar sobre
un largo fideo de 80 centímetros de ancho, entre la
pal'ed y los guardabarros de los autos estacionados
sobre Reconquista. Del otro lado del muro yacen des-
de hace años 7.000 ntetros cuadrados vacíos e inútiles
juntando basura. Es obvio que este terreno, lindante
con un monumento histórico (el convento de Catali-
nas), debiera ser convertido en plaza.

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Mientras más densa es la edificación, más necesa-
rios son los espacios vacíos, sobre todo para la expan-
sión de los chicos, a quienes la propiedad horizon tal
privó del clásico patio que conocieron sus padres y sus
abuelos. Pero a pesar de esta necesidad, los patios po-
tenciales que la ciudad ofrece son cercados por muros
infranqueables. De hecho, los propietarios de los lotes
son obligados por la Municipalidad a criar ratones,
cuya superioridad en número con respecto a los huma-
nos es, como se sabe, de cinco a uno.
También hay nidos de murciélagos en algunos ba-
rrios. En tren de sonreír frente al absurdo, que es una
buena forma de comprenderlo, podríamos mirar la
cuestión de la siguiente manera: los 15 millones de ,
ratones porteños viven sin trabajar gracias a sus 3
millones de esclavos humanos, que se afanan por con-
seguirles restos de comida, traída costosamente desde
el campo. Sus esclavos les proporcionan también am-
plios terrenos (reservaciones) para su solaz y esparci-
miento. Es cierto que también existe la represión
(gatos y empresas fumigad oras), pero todo consiste en
saber cuidarse, la prueba está en que la población ro-
edora se mantiene estable.

Propuesta a los intendentes


¿Por qué razón nuestras experiencias piloto, tan
abundantes y positivas en los más variados campos,
no dan nunca el paso siguiente, el que justificaría su
verdadera razón de ser, esto es, extender los buenos
resultados más al~ del caso único?
Un patio urbano es económico y fácil de hacer y de
man tener, siempre y cuando pueda resistirse la ten-
dencia municipal a llenarlos de mástiles, próceres y
postes de iluminación con luces de quirófano. En ese

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sentido sería bueno que fueran los vecinos de ca'da
barrio, junto con los arquitectos también del barrio,
quienes hagan las propuestas.
El piso puede ser pasto, algunos bancos cómodos o
cemento coloreado, según los casos y el espacio dispo-
nible. Hasta podría quedar el piso existente, más o
menos ordenado con el aporte de los vecinos, quienes
también tendrían a su cargo la vigilancia y el control.
A razón de 1.500 habitantes por manzana, un sistema
de turnos en el que participase solamente el 10% de
la población significaría dos guardias por año y por
persona, tarea que asumirían con gusto numerosas
amas de casa y jubilados. El cerco sería por lo general
de alambre, bastante alto, con puerta y candado, y su
construcción estaría a cargo de los propietarios de los
terrenos, que en la actualidad corren con los gastos
de construir los muros.
En síntesis, la propuesta sería una forma de resuci-
tar, actualizado. el antiguo potrero, cuyo recuerdo ju-
bi loso figura en la memoria de tantos porteños; Qui-
zás hasta el fútbol saldría beneficiado. Sería también
una forma de recuperar la soberanía nacional sobre
una pa rte valiosa del suelo patrio, an-ebatada inicial-
mente a los indios y a los españoles, y finalmente en-
tregada a los r atones.

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Capítulo 4
EL OCASO
DE LA PROPIEDAD
HORIZONTAL

La propiedad horizontal acaba de morir, legalmen-


te, a la temprana edad de treinta años. Nació y se
desarrolló en los mismos ocho metros con sesenta y
seis centímetros que marcaron los diez pasos de Juan
de Garay como un chico que crece sin cambiarse los
zapatos. Los patios con parra, cielo, flores y guitarras
de entonces se convirtieron en 105 grises y anónimos
"aire y luz" de cuatro por tres. oscuros tubos vertica-
les de treinta y hasta cuarenta metros de altura.
El tejido urbano dentro de la manzana, invariable
en su trazado y régimen legal, fue la matriz que dio
forma a la tipología edilicia conocida como propiedad
horizontal y marcó las diferencias con otros modelos
de vivienda en altura. Se perdió así la posibilidad de
ir creando gradualmente un a nueva organización del

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terreno dentro de la manzana, con espacios comunes,
juegos, etc.
La ciudad de San Juan, arrasada por un terremoto
en 1944, brindaba una extraordinaria oportunidad en
este sentido; sin embargo se volvió a dibujar el mismo
trazado que dio origen a la vivienda colonial.
La propiedad horizontal creció entonces como re-
sultado directo de tres factores: la forma del lote, la
necesidad de hacer rendir al máximo el dinero y el
código de la edificación que fijaba lúnites a la ambi-
ción de los inversores. La altura de los techos (prime-
ro tres metros, después dos con sesenta), la altura
máxima, en fin, la totalidad del edificio fue determi-
nada por estos tres factores y se llegó así al living-co-
medor de dos ochenta por cinco, el baño de uno cin-
cuenta por dos diez y los donnitorios de servicio de dos
por tres ventilados al lavadero.
Los arquitectos se limitaron a "jugar" con la facha-
da, alternando en una u otra forma los balcones y los
paños ciegos, "acusando" las losas y dejando o no el
ladrillo a la vista, asuntos estos que a nadie le impor-
taban porque un departamento es una casa sin facha-
da. La imagen ante los demás, principal función de la
fachada, quedó concentrada en el hall de entrada.
"Una buena entrada" es lo que compra la gente y no
la alternancia de los balcones en la abstracción de un
plano.
Poco a poco se fue formando una cultura de depar-
tamento reflejada en la valoración de los usuarios y
los agentes inmobiliarios; azulejos hasta el techo, ba-
ño completo, comedor diario, cerámica italiana, már-
mol en la entrada, fueron los argumentos de venta
que reemplazaron al espacio abundante, la posibili-
dad de tener animales y plantas y, sobre todo, el pa-

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tio. Porque un departamento puede ser definido como
una casa sin afuera.

El afuera y el adentro
Cuando empezó la moda de los departamentos no
se tomó verdadera conciencia de esta brutal amputa-
ción del afuera cuyas consecuencias se fueron mani-
festando después. El auge de la psicología tiene mu-
cho que ver con la presencia constante de los chicos,
siempre "encima" de los padres que se ven impedidos
de emplear el tradicional "¡chicos, vayan afuera!",
porque el saludable "afuera" de todas las épocas ha-
bía sido reemplazado por un ámbito anónimo y peli-
groso sólo atravesable de la mano de mucamas y ni-
ñeras o en las camionetas color naranja, dos nuevos e
imprescindibles accesorios de la propiedad horizontal.
La proliferación de los salones para fiestas y de las
"guarderías" de ancianos tienen también mucho que
ver con este nuevo tipo de vivienda.
La pérdida del afuera fue también la pérdida del
barrio y de los vecinos convertidos ahora en simples
letras (la señora del sexto F, el gordo del segundo B,
etc.) sin nombre ni identidad cuyas vidas transcu-
rren, paradójicamente, más cerca que nunca unos de
otros.
Sin ninguna duda la desaparición del barrio, de la
calle, de la fachada y de los 'vecinos afectó seriamente
la identidad de los argentinos criados a departamen-
to. Aparecieron no obstante personajes compensato-
1i.OS como el psicólogo, el portero (convertido en todos
los vecinos) y la animadora de fiestas infantiles.
El automóvil aumentó su importancia hasta llegar
a ser imprescindible para la fabricación del afuera se-
manal y la industria del camping se desarrolló por el
mismo motivo.

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Al llegar a este punto podríamos preguntarnos có-
mo fue posible que el público comprara viviendas que
son definidas más por sus carencias que por sus ven-
tajas. La necesidad económica no explica suficiente-
mente este hecho porque fueron numerosas las fami-
lias de clase alta, adineradas, que vendieron su casa
para mudarse a un departamento. En los comienzos
del auge de la propiedad horizontal comprar un de-
partamento era también comprar un estilo de vida
más práctico, más confortable y sobre todo más mo-
derno, es decir, más norteamericano. Los departa-
mentos llegaron a formar parte de nuestros deseos a
través de Hollywood; junto con Cary Grant, Rita Hay-
worth, Ginger Rogers, Tyrone Power, sus ropas , sus
autos y sus gestos compramos también los ámbitos
donde transcurrían sus dramas y sus comedias: los
departamentos.
La filosofía del Progreso indefinido nos hacía pen-
sar que lo último era, por definición, mejor que lo an-
terior, sin percatarnos de que ---como dice Ernesto
Sabato- a veces el progreso es reaccionario. El con-
cepto del confort fue precisamente el que nos permitió
aceptar, casi sin notarlo, la tremenda amputación del
afuera. La compactación de la planta suprimió la dis-
tancia entre el bafia y los dormitorios, característica
de la casa chorizo, y la calefacción en todos los am-
bientes reforzó el concepto de ese perpetuo adentro
que llegó a asumirse como una condición necesaria de
la vivienda, aun en climas templados como el de Bue-
nos Aires o cálidos como los de Tucumán, Chaco o
Santiago del Estero.
Cuando "compramos" los departamentos norteame-
ricanos compramos también, distraídamente, el clima
de Nueva York.
Esa negación del afuera coincidía con cierta modali-
dad característica de nuestra clase media urbana que
siempre desconfió de "la calle" a la que vio como fuen·
te de peligros, de perversiones ("ese chico todo el día
en la calle") y de movimientos populares. El temor a
las enfermedades y a las "corrientes de aire" es car ac·
terístico también entre los miembros de la clase me·
dia y fue éste otro aspecto de nuestra idiosincrasia
ciudadana que hizo posible el aberr ante sistema de
valores que involucra la propiedad horizontal.
La patológica exaltación del adentro en detrimento
del afuera se manifes tó también en la ansiosa nece-
sidad de techar los espacios vacíos. Los patios y las
terr azas suelen ser vistos bajo esta óptica no por todo
lo que son sino por lo que no son. Techar es como lle-
nar. Ocupar el espacio con objetos, el silencio con rui-
dos y palabras. La naturaleza se convirtió en un sim·
pIe fondo de las figuras que forman las cosas y el ce·
mento.

El equipamiento
En las viviendas con ambientes de amplitud nor-
mal nunca fue necesario estudiar con exactitud la
ubicación y tamaño de los muebles y mucho menos
aún en la mal llamada "arquitectura espontánea"
(que es la menos espontánea de las arquitecturas por-
que el proyectista es la tradición cultural) que man·
tiene con el equipamiento la mi sma sabia coherencia
que la vincula con el clima, los materiales y el en·
torno.
En el caso de los departamentos los ambientes se
fueron achicando poco a poco sin que los proyectistas
tuvieran en cuenta el equipamien to como no fuera en
una form a vaga e imprecisa. "La documentación" (el
proyecto) solía encararse como un mero r equisito que
cumplir, una etapa de un trámite ajeno por completo

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a cosas tan ligadas al uso y a la vida real como son los
m uebles y los objetos.
Los errores más comunes derivados de esta falencia
fueron los siguientes:
1) La mesa del comedor no puede ubicarse cómoda-
mente porque no pensaron en ella.
2) Cuarto de chicos: la ubicación de la cama en el
ángulo correcto impide la apertura completa de una
de las puertas del placard, razón por la cual no pue-
den abrirse los cajones.
Una de lás hOjas de la ventana se abre sobre la ca-
becera de la cama. En este caso la ventana debiera
ub~carse en un ángulo y no en el centro del ambiente.
3) El comedor diario no pasa de ser una leyenda en
el plano de venta. La mesa y las sillas no caben por-
que la cocina no fue correctamente distribuida.
4) El planchado de la ropa no está resuelto. Se rea-
liza sobre la mesa del comedor o en el cuarto de servi-
cio.
5) La nueva modalidad de compras, el supermerca-
do, no puede desarrollarse debido a que no está
previsto el lugar para guardar compras grandes.
6) La distribución y el equipamiento del baño no
variaron durante los treinta años de historia de la
propiedad horizontal; mientras tanto la industria
incorporó a nuestros hábitos de vida decenas de pro-
ductos de cosmética y aparatos que llegaron a consi-
derarse imprescindibles. Los botiquines no pueden
contener los frasquitos, los ruleros resbalan infinita-
mente de la tapa del depósito del watel" el secador de
pelo y la afeitadora jamáS encontraron su lugar, etc.
etc.
7) La necesidad de guardar cosas no obtuvo otra
respuesta que el placard, relacionado únicamente con
la ropa. Muy rara vez un proyectista de departamen-
tos pensó en trenes eléctricos, triciclos, ventiladores,

41
el coche y la bañadera del bebé, cosas rotas que algún
día se arreglarán, el árbol de navidad, disfraces, botes
inflables, cajas con antiguas cartas y postales familia-
res, raquetas, máquinas de coser y de tejer; fue así co-
mo el changuito para las compras se apoyó siempre
sobre el inodoro del baño de servicio, las cartas y las
fotos de los abuelos finalmente se tiraron a la basura
(cortándose la historia y la identidad familiar) y se
fueron armando las sórdidas escenas de la vida real
dentro de los departamentos.

Mi trabajo profesional me permitió conocer, foto-


grafiar y resolver muchos problemas en este tipo de
viviendas, porque a pesar de la escasez de espacio
siempre existen lugares desaprovechados en las par-
tes bajas y altas de los ambientes cuyos erroreS'P de
distribución pueden ser también corregidos ro uchas
veces con pequeñas reformas. Es notable observar có-
mo puede incrementarse el lugar para guardar cosas
sin que disminuya el espacio libre ¿Por qué entonces
no se previeron todas estas falencias que tanto afecta-
ron y afectan a la vida familiar? Porque estos "deta-
lles" no figuran entre los intereses de los' inversores,
de las firmas inmobiliarias, de los teóricos de la ar-
quitectura ni de los arquitectos en su gran mayoría.
La expresión plástica de la invisible fachada fue
siempre más importante que el lugar para el changui-
ta. ¿Acaso no los sorprende en este momento leer la
palabra ruleros en un libro de arquitectura? ¿No sue-
na poco seria? Los arquitectos están todavía empan-
tanados en la estéril solemnidad de lo plástico-formal,
alejados de la vida y de la gente de verdad. Quizá por
eso no los comprenden ni los llaman tanto como qui-
sieran. Tan cierto es esto que es posible trabajar de
arquitecto dedicado a la propiedad horizontal durante
veinte años sin hablar jamás con ninguna señora, con

42
ningún adolescente, con ninguna mucama, porque el
cliente es el inversor. Las señoras aparecerán des-
pués de entregar la obra y se las arreglarán como
puedan. Tampoco las escucharán los críticos de arqui-
tectura ni los historiadores. Sólo los psicoanalistas
atenderán sus problemas, pero ellos no entienden de
arquitectura ni conocen la casa de sus pacientes. Sin
embargo, es imposible saber cómo somos sin saber
dónde estamos, dónde habitamos. Y la afirmación va-
le tanto para la casa .como para la ciudad y el país
porque estos tres niveles del habitar son en el fondo
uno solo. Urbanismo y arquitectura son dos aspectos
de una misma realidad vital.

La arquitectura como símbolo


Las formas de los edificios y su recorte en el paisaje
de la ciudad tienen siempre un valor simbólico porque
son la expresión física de una realidad social, de la
misma manera que la ropa y los gestos expresan a los
individuos.
¿Qué representan los volúmenes de los edificios de
propiedad horizontal, destacándose entre casas bajas,
ridículamente comprimidos entre altas medianeras
apenas perforadas por tímidas ventanas ilegales, im-
pidiendo d~ran te años que llegue la luz del sol a tan-
tas habitaciones sombrías? ¿Y las azoteas a veces con
insólitos ranchitos construidos sobre ellas, aun en
pleno centro, o habitadas por mujeres trepadas a los
tanques de agua en busca del sol del verano?
Esta volumetría incoherente muestra la simple adi-
ción de intereses individuales, la falta de armonía en
el cuerpo social. Expresa también que no supimos re-
plantear nuestro pasado, representado por eIlote, to-
mando lo mejor de él para integrarlo a las necesida-
des del presente. El pasado permaneció congelado

43
como uno de e&os ejemplares del Martín Fierro en-
cuadernados en cuero de vaca, recién sacados de la
vitrina, que nuestros gobernantes suelen regalar a
los visitantes ilustres. No supimos interpretar nues-
tra tradición simplemente porque no la entendimos.
La tradición que sentimos es Europa. La historia de
nuestra arquitectura fue siempre la historia de la ar-
quitectura europea. Nosotros somos "los que no somos
europeos". Casi nos caemos del mapa. En las estacio-
nes del ferrocarril Sarmiento se pueden leer todavía
los carteles que indican "trenes para afuera", seña-
lando a los que van al interior del país porque Europa
es nuestro adentro y nuestro pasado. Y Estados Uni-
dos es nuestro futuro.
Por eso la propiedad horizontal es, en última ins-
tancia, la expresión de nuestra falta de identidad na-
cionaL

Conclusión
La propiedad horizontal fue, sin duda, una respues-
ta equivocada a la necesidad social de instrumentar
una nueva tipología de vivienda. El panorama hasta
aquí descripto refleja, a mi juicio, algo más del noven-
ta por ciento de la realidad. Existieron excepciones
sin embargo; edificios con los cuales sus proyectis-
tas respondi eron magníficamcnw a las necesidades
de los usuarios, aun dentro de las limitaciones marca-
das por el lote y el código. También es cierto que no
todos los edificios de propiedad horizontal fueron pro-
yectados por arquitectos y que muchos colegas tuvie-
ron que luchar en vano contra la obstinada estrechez
de miras de los inversores.
También es verdad que los departamentos· -en es-
pecial los de uno o dos ambientes-- suelen formar
parte de los recuerdos gratos de muchas parejas. pues
fueron el escenario entrañable de las primeras etapas
del amor.
La propiedad horizontal fue acertadamente prohi-
bida por el gobierno en 1978, pero los edificios
existentes siguen y seguirán siendo habitados, y son
una fuente permanente de aprendizaje de la cual to-
dos podemos extraer nuestra lección.
Los arquitectos podemos aprender que no somos
nosotros quienes hacemos la arquitectura, pero que
aun dentro de las limitaciones impuestas por la reali-
dad tenemos la posibilidad de ' contribuir al mejora-
miento del hábitat humano. Para que ello ocurra de-
biera modificarse seriamente la enseñanza de la ar-
quitectura, que debiera consistir en estudiar la
arquitectura cotidiana, donde vive la mayoría de la
gente, en lugar de dedicarse a los elegantes saltos de
ballet que van desde el análisis de las obras maestras
al pintoresquismo de la arquitectura "espontánea"
(por lo general extranjera), Es necesario que abando-
nemos la idea de que la década del treinta está repre-
sentada por los edificios del Automóvil Club y las ca-
sas de Wladimiro Acosta. O que la década del sesenta
es sólo la arquitectura de' los concursos y del Banco de
Londres.
Sería bueno también que la gente aprenda algo de
arquitectura y sobre todo que los arquitectos apren-
damos de la gente, de la vida real dentro de los edifi-
cios, porque el fin último de nuestra profesión no es
otro que el de con lribuir a enaltecer la vida, a hacerla
más alegre y nwtluS gris.

45
Cafuúr¡g 2340 MALARIA 1100
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" DilECt O FIJO, CO N


MCILJOJoD ES HASTA 6 "'lOS.

o
Departamento para vender por teléfono: cumple con todas las 8lJpiracio·
nes de la clase media ... en el espllCio de un ambiente. (Aparentemente el
ancho de las ~.aderllll disminuye en la telT~a.)

J\

Algo muy camlln:


El cuarto de servicio está adentro
del espacio que debiera cOrTespondcr
a la cocina.

49
ambiente
3.50 ~ 6,SO

El colmo: comedor diario y comedor Cormal ... ; en UD 1010 ambiente!

50
Capítulo 5
MAMÁ,
¿QUE ES UN BOSQUE?
Nuevos edificios, kilómetros de cercos con entra~
das pagas y costosas, luces implacables y miles
de adoquines y canteros de cemento invaden día
lras día el único bosque con que cuenta Buenos
Aires.
Están asfaltando Palermo
.Y nadie parece reaccionar.

Era lindo correr alrededor del lago más grande de


Palerma, pisando las hojas y la tierra húmeda, escu-
chando los sonidos del viento entre los árboles. Hoy el
lago está seco, rodeado de topadoras y montones de
adoquines. ¿Qué harán allf? Según el anuncio oficial
..... se incluirán canteros con adecuada parquizaci6n y
un rescate estético de los elementos naturales", lo que
en otras palabras quiere decir que se pondrá cemento
donde habia tierra y luces halógenas donde cantaban
los grillos y brillaban las esu'ellas.
Cerca del otro lago, el de los botes, se fue armando
un mercado de plantas, abarrotado de clientes, com-
pletamente cercado y con un edificio en construcción
de dos pisos de altura, todo bajo el increíble título de
Jardln japonés (donación de la colectividad japonesa).

53
Esperemos que otras colectividades no se contagien
del espíritu caritativo que aparentemente motivó es~
tas construcciones; en cualquier momento podrían
empezar a aparecer mercados de alfombras persas o"
una fábrica de televisores ...
Pero, ¿cuál es el atractivo de los bosques de Paler~ ¡
roo sino la posibilidad de encontrarse con la naturale-
za tal cual es? La naturaleza no necesita ser realzada,
sino ser respetada, amada, comprendida y gozada.
Palermo superó -cuando fue creado-- a su modelo,
el Bois de Boulogne de París, por sus especies (desco-
nocidas allá) como el lapacho rosado, las palmeras, el
ombú y también por la sabia distribución de las ma~...
sas de árboles y de agua que planeó su autor, el inge~
niero Thays. ¿Por qué, señores funcionarios, no vuel~
ven a mirar un poquito el original? No está mal co~
piar 10 que están bien. Verían entonces que los
caminos del Bois siguen siendo de tierra y de piedri-
tas, que las luces son discretas; tanto, que las ardillas
se cruzan con la gente y se escuchan las ranas en lu-
gar del rugir de los aviones. EL BOIS, EL BOSQUE,
sigue siendo nada más ni nada menos que eso, un
BOSQUE.

¿Por qué pierde el bosque frente


al cemento?
La naturaleza es percibida por estos funcionarios no
como un complemento indispensable de la vida urba~
na, sino como todo lo que falta por hacer. Es una acti~
tud prepotente basada en la ignorancia más brutal
sobre una cuestión tan esencial como es el disfrute y
la permanencia misma de la vida humana dentro de
las ciudades.
A esta actitud nefasta de los funcionarios se sumó,
durante los últimos años, el efecto equivocado que .

54
produce en el hábitat civil la concepción militar del
ospacio. Para el militar el espacio es control. Mucha
iluminación, lo más pareja posible, una sola entrada,
mucho cemento y cercos altos. Como dijo alguien,
"todo lo que está quieto se pinta y todo lo que se mue-
ve se saluda". Bajo esta óptica los árboles tienen el in-
conveniente de poder esconder a alguien detrás y
además son "automáticos", porque van eligiendo su
rorma por sí mismos (como si fueran civiles ... ) y para
colmo ... ¡no son simétricos! Aunque esto último puede
remediarse con podas que los conviertan en cilindros,
pirámides o conos truncados. Una pintada al tronco,
5.000 "wats" de iluminación y ya tenemos naturaleza
realzada. Y los árboles sin pájaros. Y el cielo sin es-
trellas. Y la Tierra, es decir, la realidad, allá abajo,
lejos de la vista y de la planta de los pies, como si se-
mejante desorden no existiera.
Algún día será todo --o casi todcr- cemento; y se-
guiremos llamando al lugar, los Bosques de Palermo.
Pero no es el nombre lo que importa, sino la Natu-
raleza. "Pues cualquier hombre puede escribir un
poema pero sólo Dios puede hacer un bosque" (Long-
fellow).

55
Palermo, seco y enfermo
Aun si n saberlo, usted es un desaprensivo
derrochón. Como persona adulta, respira
diariament.e el oxígeno producido por 150 m2
de hojas (equivalentes a un árbol medio de
gran follaje). Bien, muchos de esos árboles
han cedido gentilmente su lugar a estos edi-
ficios, construidos en los últimos años den-
tro de la zona de los bosqu es de Palermo:
instalaciones de ATC, embajada de los Esta-
dos Unidos, embajada de Chile, "Casa de Té"
y estaciones y ampliaciones varias en el Ae·
roparque. Además, se han instalado cercas
rodeando el Jard(n Japo nés, el Parque
Newbery y el Parque Norte. La superficie
utilizable gratuitamente, escasa de por sí
desde hace varios años, se redujo última-
men te de 300 hectáreas a 120.
Mientras tanto, la población se multiplicó
por tres,

56
EL LAGO MÁS GRANDE DE LA CAPITAL· \

Será habilitado mañana "el lago más grande de la'


Capital Federal". Fue construido por la Municipali
dad de la Ciudad de Buenos Aires en el Parque 3 de
Febrero, en la zona delimitada por las calles Andres,
Bello, Agustín Méndez y Olleros. Tiene una superficiel
de 130,000 metros cuadrados con una profundidad,
media de 1,80 metms. Su eje central alcanza los 1.000 ,
metros de largo y el ancho llega a tener 150 metros, '
El lago está salpicado por algunas islas y su destino
principal es el de la práctica de deportes náuticos. '
Una cosa llamativa la concurrencia del público será,
gratuita en todos los sectores. Con el fin de no afectar
los espacios verdes la Municipalidad ha dispuesto sec· 1
tores para estacionamiento que abarcan unas dos
hectáreas.
Se cumplirá el acto inaugural a las 15 con la asis-
tencia del intendente municipal doctor Jorge Del
Cioppo, el secretario de Obras y Servicios Públicos de
la Comuna, arquitecto Emilio Rodríguez Mentasti, el
secretario general de la Intendencia Carlos Mana
Martínez y otras autoridades comunales y nacionales.
Una reciente disposición municipal otorga el uso
del Lago de Regatas 3 de Febrero, como se lo ha deno-
minado, sin cargo alguno para veleros monotipos cla-
se Optimist y deslizadores a vela.

, Diario Ciar/n., 27-8-83

58
EL MISTERIO DEL LAGO
Señora Directora:
Con el título "El lago más gran de de la Capital",
Clarín (27·8-83) publica una información proporcio-
nada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires, según la cual ésta ina ugurará en el Parque 3
de Febrero un lago de 130.000 me tros cuadrados, re-
cién construido por ese organismo. Se anuncia tam-
bién que "con el fin de no afectar los espacios verdes
la Municipalidad ha dispuesto sectores para estacio-
namiento que a barcan dos hectáreas". Lo sorprenden-
te de esta noticia es que numerosos visitantes del lu-
gar asegur an que desde hace más de 50 años, existe
un lago que tiene exactamente 130.000 metros cu a-
drados, de lo que puede deducirse un a de las dos al-
tern ativas siguientes: la Municipalidad ha creído
constr uir un lago que ya estaba construi do o mi les de
porteños hemos padecido una alucin ación colectiva
durante más de medio siglo, en forma continuada, al
ver un lago allí donde solo había tierra. Resulta incre-
íble un a negación tan fuerte de la realidad. Por otr a
par te, cabe preguntarse cómo es posible evitar afectar
los espacios verdes, precisamente, mediante la cons-
trucción de una playa de estacionamiento de dos hec-
táreas, dentro de esos mi smos espacios verdes ...
Los observadores del lu gar hemos notado que la
Municipalidad agregó varios miles de adoquines en el
perímetro del lago que hasta hoy cr eímos existente y
que ocupan lo que antes era espacio verde. ¿No ha-
bría que "derivar" todo este asunto a la Dirección Na-
cional de Salud Mental para que dictamine al respec-
to?
Rodolfo L iuingston - Capital Federal

59
Capítulo 6
ELOGIO DEL VACÍO
"Treinta radios convergen en el eje
de la rueda, pero es el vacío del
medio lo que hace andar el carro."
Lao Tsé

El bosque de Palermo fue directamente inspirado en


el Bois de Boulogne,'" en París. En este caso "segundas
partes" no sólo fueron buenas, sino mejores. La copia
superó al original; tal es así que creo que solamente
cabía una cosa por hacer, con posterioridad al sabio
diseño del ingeniero Thays: conservarlo. La población
de Nueva York se ha percatado hace tiempo de esa
necesidad con respecto a su propio Palermo, el Central
Park; todas las obras que allí se realizan son de res·
tauración: el ente municipal que se encarga de los
trabajos se denomina precisamente, Oficina de con-
servaci6n del Central Park.
Entre los lugares a conservar allí figuran dos gran-
des extensiones absolutamente vacías, ubicadas en el
mismo centro de Manhattan: la Great land (Tierra

61
Grande) y el Sheep meadow, donde pastaban las ove·
jas durante el siglo pasado. Estos lugar es tienen sólo
pasto. Ni un á rbol. Ni un monumento. Desde el centro
de cualquiera de ellos se escucha el murmullo apaga·
do de la ciudad y se observa a lo lejos el perfil bruma·
so de Nueva York, desplegado en un enorme CÍrculo
completo que rodea al observador.
¿Para qué sirve ese espacio vacío? Quizá para tener
esa placentera sensación de "toma de distancia" con el
mundo cotidiano de la ciudad, algo así como la toma
de distancia con uno mismo, porque la ciudad actúa
como la máxima extensión en nuestra identidad. Pero
este e spacio vacío sirve también para que 500. 000
jóvenes se j unten para escuchar gratuitamente a sus
músicos preferidos, bajo las estrellas.
¿Para qué más sirve el vacío? Hay otras preguntas
posibles, a manera de respuestas. ¿Para qué sirve el
silencio en la música o el silencio entre las palabras?
¿Para qué sirve el intervalo del sueño? En fin, para
simplificar, digamos que el vacio es parte indispensa-
ble de la vida mism.a.
El vacío no es percibido como una presencia (preci-
samente, de vacío), sino como una carencia. Y es así
como, año tras año, gobierno tras gobierno, son ¡nva·
didos uno a uno todos los espacios vacíos de Palermo,
y tambi én de otros parques del país. La popular "Casa
de Té" (único caso conocido de casa de té japonesa de
hormigón armado y dos pisos de altura), el monu-
mento a Güemes y el gaucho que amenaza al tráfico
frente a ATe son tan solo algunos ejemplos de vaCÍos
perdidos. La lista incluye al Aeroparque, que devoró
ya kilómetros cuadrados de verde, y miles y miles de
metros cuadrados de cemento, de adoquines, de cercos
y potentes reflectores con los cuales se preten de
adornar, mejorar y modernizar (temible palabra en
boca de nuestros funcionarios) Palermo.

62
es la forma más tangible que tenemos de ejercer la so-
beranía sobre un territorio que los próceres liberaron,
en definitiva, con ese objetivo.

64
Capítulo 7
¿PRIVATIZAR O PRIVAR?

Hay una escena en Buenos Aires, cuya contempla w

ción me atr ae desde hace algunos años, una y otra


vez. Ocurre en la confitería El Ciervo, fren te al lago
de los botes, en los bosques de PaleTma. Las empresas
de turismo llevan allí a sus c1ien1:€s porque es el lugar
con mejor vista hacia el lago y hacia el verde. Los
turistas se instalan en las mesas exteriores y se
disponen a 'c ontemplar, durante un buen rato ... los
ómnibus de dos pisos en los cuales llegaron, que son
estacionados, en apretada fila, ju sto frente de ellos.
Es un ejemplo interesante acerca de cómo un obser-
vador destruye, justamente con el acto de observar, a l
objeto observado. Si cambiamos el verbo observar por
disfrutar, preservar o financiar, el ejemplo sirve para
alertar sobre algo que está empezando a ocurrir en

67
esta Argentina mutante, en relación a las privatiza·
ciones. No es fácil trazar la línea divisoria entre fi·
nanciar y destruir la esencia de lo que se pretende
mejorar. Durante el gobierno anterior, por ejemplo, se
construyeron sucursales bancarias de hormigón ar·
mado en algunas plazas y últimamente están empe-
zando a aparecer carteles de "sponsors" en los jardi-
nes de Palermo. Los carteles suelen preceder, como se
sabe, a los focos de luz que los iluminan de noche, a
los cables, la música funcional y a los avisos comer-
ciales que terminan predominando sobre la música
que deberían financiar. Es lo que pasó en los subte-
rráneos, donde ya resulta obligatorio escuchar día y.
noche, entre muchos otros, el aviso de un lubricante
que simula el rugido de un pen'o enojado, El proble-
ma se presenta también en los centros culturales y en
otras muchas áreas de la vida nacional.
La pregunta es, ¿es posible privatizar sin destruir
la finalidad de lo que se pretende mejorar? Creo que,
en realidad, éste es el tema del momento. Frases ro-
mo "dejemos que los empresarios hagan sus núme -
ros", "ellos son los que saben", "el libre juego de la
oferta y la demanda", encierran, a mi juicio, opiniones
que deben ser revisadas a tiempo. En el terreno de la
arquitectura, por ejemplo, éstos fueron los criterios
que se aplicaron en Mar del Plata, que fue la ciudad
que más creció durante la década 50-60. Mientras al-
gunos ingenuos arquitectos dibujaban el plan regula-
dor, unos cuantos empresarios sepultaron la hennosa
ciudad anterior, fundada por Peralta Ramos, bajo la
peor edificación en altura que conoció el país hasta
entonces; tan es así, que somos muchos los arquitec-
tos que vivimos de la corrección de este tipo de depar-
tamentos, a los que casi siempre les sobran paredes
interiores. Es decir, ¡que pudieron proyectarse mejor y
mds económicamente!

68
Otro ejemplo. Dicen que están a punto de privati-
zar el Club municipal de golf, en Palermo. Sin embar-
go, creo que sena mucho mejor dedicar esas 36 hectá-
reas, ubicadas en pleno centro de Buenos Aires, al
disfrute de toda la gente que los días domingo se enci-
man unos a otros en las escasas hectáreas de uso gra-
tuito que todavía quedan en Palermo. ¡Qué bien nos
vendria a los porteños una gran extensión verde sin
monumentos, ni mástiles, ni adoquines! ¡Allí sí se po-
drían juntar 200.000 jóvenes para un gran recital, sin
destruir nada!
Pero, ¿y la financiación para cuidar ese lugar?
Entraría muchísimo más dinero a la municipalidad
si ésta alquilara todo el cinturón que rodea a la
cancha de golf con confiterías mirando hacia el verde
más verde de Buenos Aires, que el ·dinero obtenible
con la privatización de ese espacio. La Reina del
Plata les regalaría a sus fieles amantes, los porteños,
treinta y seis hectáreas!! El golf es un deporte de
muy bajo factor de ocupación persona/metro cuadra-
do; no corresponde ubicar la práctica de este deporte
en el centro de una ciudad. Sus 800 socios actuales
tienen 'a uto o, al menos, están en condiciones de com-
prarlo. ¡Y son sólo 800, frente a 3.000.000 de porte-
ños!
En síntesis, es posible privatizar sin pervertir, sin
destruir, promoviendo la belleza ... y aumentando las
ganancias. Quizá no en todos los casos, pero sí en mu-
chos. La clave radica en tratar de ver algo más allá
que la calculadora. No confiar tanto en el prestigio de
la técnica fría, ni en los "expertos", que muchas veces
lo son en repetir errores, escudándose en "lo ya com-
probado". "La imaginación al poder", decían en París,
en 1968. Intentemos lograrlo h oy, 20 años después.
Porque, al fin y al cabo, bien se podrían estacionar los
ómnibus a 50 metros de distancia del Ciervo y los tu-

69'
ristas lo pasarían mejor, sin que disminuya la ganan-
cia de nadie. Y, en definitiva, turistas somos todos, en
este planeta todavía hermoso.

70
Capítulo 8
LAS ESTUPIDECES DE
HORMIGÓN ARMADO

Me encanta usar las autopistas. Pongo música y de-


voro kilómetros y kilómetros gozando de la libertad
que significa manejar un auto sin frenadas ni semáfo-
ros. El problema se me plantea cuando empiezo a ob-
servar a los demás. A los que viven en los bordes y el
cemento les pasa a tres metros de la ventana (la Ave-
nida General Paz, hecha hace 50 años, tiene cincuen-
ta kilómetros de plaza en sus bordes, que usan los
habitantes de los barrios lindantes); a los que se que-
daron sin viviendas, sin agua o sin plazas, que pudie-
ron haberse hecho con los millones de dólares inverti-
dos en autopistas, y a los que no se pueden "subir" a
ellas porque hay que pagar caro. Se abolieron la pri-
mera y la segunda en los trenes, pero ahora hay ca-
lles de primera y calles de segunda. Me encanta ir a

71
Parque Norte, y alquilar un par de reposeras frente a
las piletas azules. Pero no puedo dejar de pensar que
ésos eran espacios de uso popular que le fueron arre-
batados a la gente. Digamos que si no fuese por esta
molesta -y hasta hace poco peligrosa- sensibilidad
social que padezco, me encantarían las autopistas.
Otra cosa que dificulta mi felicidad personal es la
costumbre que tengo de pensar e interrogarme sobre
la misteriosa razón por la cual nuestros gobernantes
no p¡en..-an: sólo "hacen". En realidad, desprecian y
temen al pensamiento, al que suelen denominar "teo-
rías". "Esas son teorías", dicen nuestros "hombres
prácticos", y paladean la palabra técnica, que les en-
canta. Tal o cual obra se hace "porque es técnicamen-
te factible".
"'Se están terminando los aspectos técnicos del infor-
me sobre ... desaparecidos .. !" Hasta tienen almuerzos
"técnicos" (¿cómo será eso?: ¿habrá digestiones técni-
cas, eructos técnicos .. ?), olvidándose de que la técnica
es la aplicación de la Ciencia, de las teorías, y que és-
tas no son otra cosa que el fruto del pensamiento sis-
temático y comprobado sobre la realidad. La técnica
no plantea fines. sino medios.
El planteo de las preguntas corresponde al pensa-
miento y ya se sabe que una pregunta bien planteada
es un problema medio resuelto.
El caso de las autopistas es un ejemplo típico de es-
ta forma de poner el carro delante del caballo.
La pregunta correcta no es cómo transportar más
autos, sino por qué viaja la gente. Se descubriría muy
pronto la inmensa cantidad de "horas-hombre-viajan-
do" que se gastan en trámites burocráticos que podrí-
an ser eliminados. Personas que van y vuelven mu-
chas veces al centro de Buenos Aires desde Lomas de
Zamora o desde Palomar, por ejemplo, por un trámite
que podría requerir un solo viaje o aun ninguno si los

72
barrios absorbieran muchas de estas cuestiones. En
una de las tantas cartas de lectores que se publican a
diario sobre el tema del padecimiento producido por
trámites estúpidos, un lector sumó la distancia desde
aquí hasta Canadá, en viajes hechos por él dentro de
Buenos Aires para hacer un sencillísimo trámite.
Basta mirar la cara que tiene la gente dentro de los
autos para comprobar que casi siempre hacen viajes
inútiles.
Hace algunos años se hizo un censo para averiguar
la razón de los viajes cotidianos. Los resultados nun-
ca se publicaron, y mucho menos se relacionaron con
el tema de las autopistas. Como suelen decir nuestros
"buro-tecnócratas", "eso pertenece a otra repartici6n".
El problema de las autopistas no es el problema de las
autopistas, no es un problema de tránsito; es un pro-
blema que pertenece a todas las "otras reparticiones",
las cuales no debieran constitui r una mera sumatoria
de burócratas que quieren "hacer obra", sin importar-
les para qué ni por qué, como las autopistas o pavi-
mentar Palermo o cortar 100 árboles en la Costanera
Norte O inundar la Costanera Sur o demoler los de-
pósitos utilizables del puerto. "AlU están mis obras n
--dicen en los reportajes- "a mí no me vengan con te-
orias". "Cuando oigo la palabra cultura saco la pisto-
la n , decía Goebbels; pero, ¿a quién corresponde entre-
gar el gobierno de \lIla ciudad si no es a los cultos, a
los sabios? ¿A quién corresponde organizar el espacio
donde transcurren nuestras vidas, el núcleo mismo de
la cultura, que son las ciudades? ¿A los bw"ÚCratas
con ganas de hacer?
El gobierno de Buenos Aires, deberla ser ejercido
por hombres sabios e ilustrados, con una visión y una
filosofía (terrible palabra, ¿no?) humanista de la vida.
Sí, como dijo alguien parodiando a Clemenceau, "la
arquitectura es algo demasiado importante para ser

73
Capítulo 9
JUGUEMOS A LA CIUDAD

Cuenta un antropólogo que una vez, recorriendo


una comunidad africana, se encontró con un indíge~
na. Al ver la lapicera que llevaba en la mano le dijo:
"eso es un tembetá" (adorno que se colocan esos indí~
genas en las fosas nasales). El intentó explicarle, por
medio de ejemplos prácticos, que ese aparatito era pa-
ra escribir. Sin embargo, el nativo, después de mirar-
lo varias veces, sostuvo cOJivencido: "eso es un tero-
betá".
¿Qué tiene que ver esto con la ciudad y los niños?
Ocurre que cuando los chicos se lanzan al mundo, no
se detienen a pensar que hay espacios para jugar y
espacios para "ponerse serios".
Para ellos, cada rincón de su hábitat es un juego,
en cada pedacito de Buenos Aires encuentran una

75
nueva aventura y experimentan el irresistible placer
de divertirse. Y aquí empiezan los problemas, porque
para los funcionarios de ceño fruncido, traje y corba-
ta, esto de la ciudad "no es chiste" y así comienzan a
desparramar carteles de "prohibido" a diestra y si-
niestra. ¿Qué es eso de andar desordenando todo?
Para comprobarlo sólo hace falta salir a recorrer las
callecitas de Buenos Aires. Entonces, en una hermosa
tarde de sol decidí largarme de la mano de un loco ha-
jito (en realidad yo también soy loco, para algunos, y
más bien bajo, para todos ... ). Primera parada: el Pla-
netario. Corrimos hacia él y decidimos treparnos a
sus patas. ¡Qué lindo se ve Palermo desde arriba! Ese
gran ovni que se instaló en la ciudad nos permite des-
cubrir cosas que desde abajo no se ven. Sin embargo,
nuestra alegría se vio interrumpida por un estruen-
doso silbato que nos dio la orden de bajarnos. ¡Lásti-
ma, era divertido! Pero no nos asustamos' y seguimos
adelante. Segunda parada: el puente de la avenida
Figueroa Alcorta, ese que está frente a la Facultad de
Derecho. Él lo ve y queda extasiado ante la posibili-
dad de patinar allí. Nos ponemos los patines y arran-
camos. Pero, de pronto, tuvimos que clavar los frenos.
Un enorme cartel de "Prohibido patinar" nos detuvo
el paso. Era nuestra segunda frus tración, pero igual
decidimos no dejarnos vencer y continuamos viaje.
Tercera parada: ATC. La escalera por la que se entra
tiene una hermosa bara nda de mármol, y por allí se
deslizaban los chicos con gran peligro porque entre la
rampa y la pared hay más de 30 cm de distancia y ha-
cia abajo una profundidad lo suficientemente grande
como para que un chico se lastime seriamente. A esa
altura nuestra indignación era muy grande. ¿Qué es
lo primero que dice un funcionario?: "Eso no fue he-
cho para tobogán". ¿Qu.é digo yo?: "Redefinamos un
tobogán". ¿Qué es un tobogán? Es toda superficie en

76
pendiente por la que uno se puede deslizar. Entonces
la baranda de ATC es un tobogán, el puente de Figue-
roa Alcorta es una pista de patinaje, las patas del
Planetario son "balcones urbanos" para mirar Paler-
mo desde lo alto y, para algunos, toda lapicera es un
tembetá. Es el uso el que crea la función.
El diseño debe prever siempre las escenas que las
formas provocan.
Un gobernante no tiene que poner cadenas donde le
desordenan algo, sino entender que para los pequeños
habitantes de nuestra ciudad todo es un juego y el
juego no es otra cosa que la :rp.anifestación más clara
. de s u libertad. Por eso, en vez de reprimirlos desde
chiquitos, ¿por qué no aprender de ellos?

El reino d e lo estático

¿De dónde nos viene eso de ser tan serios y amar ga-
dos y no permitir ni permitirnos un cachito de placer?
La cosa arranca en la escuela. Ahí los chicos tienen
que hacer fila (como soldados), hacer silencio (como
momias). Son envasados con corbatas, con zapatos en
lugar de zapatillas, se los obliga a comportarse como
funcionarios, pretenden convertirlos en adultos cuan-
to más serios, mejor. Se les hace padecer uno de los
actos más aburridos que puede pasar una persona: la
fiesta (;1) patria. Con gesto adusto y cara de "impor-
tar le mucho" se les obliga a escuchar el discurso alu-
sjvo, que por lo general es un plomo.
Vivimos en una cultura donde se pondera la inmo-
vilidad frente al movimiento. La máxima exageración
de eso es un a foto de Galtieri, de Viola* o de alguno
de sus semejantes: los codos pegados al cuerpo, las
~ Gallieri y Viola: Presidenlea durante la dictadura militar (1976-1983)

77
mandíbulas rígidas, Esa es la imagen que determina
toda la estructura del espacio urbano de coacción.
Hace poco, en el Congreso de Barreras Urbanísti-
cas se dijo que la ciudad está estructurada para un
adulto medio. Yo diría que esa definición no es lo su-
ficientemente clara. Para mí la ciudad se estructura
desde el punto de vista de un adulto medio, muy abu-
rrido y muy solemne. Esto nos viene del sistema mili-
tar.
Pero los militares no llegaron de Marte, represen-
tan a un sector importante de la sociedad argentina.
Esos que ven mal que yo salga con shorts, o que apo-
ye los pies sobre la silla en un bar. Son los que están
en contra de la alegría y a favor de la solemnidad.

Barreras contra e l placer


La primera traba que frena la capacidad infantil de
gozar es la pobreza. ¿Por qué? Porque en el reparto
les tocan menos y peores espacios. El movimiento y el
espacio son CQmo el fondo y la figura: ninguno puede
existir sin el otro, Si no hay espacio no me puedo mo-
ver.
Los maestros, viendo cómo los chicos utilizan el es-
pacio de su cuaderno, se dan cuenta si son pobres o
no, si viven en un departamento o una casa. General·
mente, los pequeños de menores recursos escriben
apretadito para no malgastar páginas, Entre el cua-
derno y la ciudad se estructura todo el espacio de los
chicos.
Otra barrera es nuestro esquema de viviendas. La
propiedad horizontal tiene una forma de ubicarse en
el tejido urbano que los priva del "afuera". Muchos di-
cen que hubo que recurrir a este sistema de vida "en
vertical" para que viva más gente. Sin embargo no es

78
así. Puede vivir la misma cantidad de gente con un
centro de manzana despejado y un proyecto inteligen-
te. Un buen ejemplo de esto es Catalinas Sur, o el Ba-
rrio "Los Andes", en Chacarita, construido en 1928.
Las plazas hechas durante la dictadura militar se
supone que son de esparcimiento y juego para loS' chi-
cos pero, ¿qué tienen como piso? Adoquines. Además
de haber cambiado el verde pasto por el gris cemento,
los chicos que quieren patinar o andar en carrito no
pueden. En primer lugar porque si se caen, como ha-
bitualmente pasa, se rompen las rodillas y en segun-
do lugar porque patinar sobre adoquines es como te-
ner el mal de Parkinson desde chicos.
Toda la ciudad está dimensionada así, bajo el lema
"circule, señor, circule" y tomando como modelo "el
adulto de cara cúlica", que además mide más de 1,60
m para poder alcanzar a un teléfono público o al tim-
bre del colectivo. Un adulto que se caracteriza por una
profunda falta de identidad cultural, porque el so-
lemne es un tipo que se cree otro, que no se anima, en
medio del dólar paralelo y el oficial, a patear una pe-
lota.
¿Y quiénes son los más perjudicados con esta situa-
ción? Los niños, los ancianos, los discapacitados, la
clase popular y toda persona alegre, toda persona que
prefiera la diversión al aburrimiento, el movimiento a
la inmovilidad y, en definitiva, la vida a la muerte.

79
Capítulo 10
SERÁS LO QUE DEBAS SER,
PERO
CON SACO Y CORBATA

Es curioso lo que está pasando con algunos maes~


tras. Se preocupan previsiblemente y reclaman por
sus sueldos bajos, pero exigen que sus alumnos se
presenten ante ellos, que son pobres, disfrazados de
ricos. Esto está ocurriendo en varios colegios públicos,
entre ellos el Normal N9 8, donde prohíben los "jeans"
y las zapatillas y exigen saco y corbata a los varones.
Me consta que las autoridades del Ministerio de
Educación intentan hacer cumplir las disposiciones
que prohíben estas exigencias, pero tienen éxito a me-
dias porque chocan no sólo con la mentalidad retró-
grada de algunos maestros, sino también con la de los
padres de los alumnos, que aceptan mansamente gas-
tar lo que no tienen con tal de obedecer a los directo-
res de los colegios, quienes, por lo visto, han decidido

83
ser autoritarios sólo "hacia abajo", ya que si lo fueran
integralmente. obedecerían al ministro ...
Este tipo de situaciones nos permite comprender
que no siempre el gobierno es el causante de todos
nuestros males. Existe una mentalidad que confunde
el orden con la uniformidad y a ésta con la limpieza y
aun con la estética.
Veamos en este caso cuáles son los pretextos. El
primero es "la limpieza", que aparentemente sería
mayor mientras más forma l es la vestimenta; le sigue
. "la estética" y se concluye con el clásico temor al des-
borde: "Si empiezan con las zapatillas vaya a saber
dónde terminarán .....
"Si permito que abran una ventana en la mediane-
ra, despuéS todos los demás van a querer abrirlas
también", me decía el presidente de un consorcio de
propietarios auto-clausurados detrás de un paredón
que daba a una plaza, sin terreno lindero edificable.
No sea cosa que todos sean felices, parecía querer
decir. También mencionó la supuesta estética del pa-
redón, frente al incontrolable "desorden" que introdu-
cirían las ventanas.
La ropa y la arquitectura no son algo tan diferente
como podría parecer a primera vista. Ambos son en-
voltorios de nuestra conducta, de nuestra manera de
estar en el mundo. El saco y la corbata corresponden
al clima de Londres, pero el clima de ~uenos Aires no
se parece al de Inglaterra sino al de Africa (de hecho
estamos en la misma latitud), donde hasta el gober-
nador usa short. Ser elegante, estar cómodo, poder
moverse y disfrutar, es ser nosotros mismos, en nues-
tro país verdadero, con nuestro clima verdadero, con
nuestra situación económica verdadera. Un chico dis-
frazado de ejecutivo no es un chico.
"La cultura -dijo Cortázar- es el ejercicio pleno

84
de la identidad." Y si alguien tiene la obligación de
ser culto, son los maestros.

85
Capítulo 11
MARIANO MORENO,
LA VIZCACHA
y EL MÁRMOL
- ¿Tenés mucho que estudiar para mañana?, - le
pregunté a mi hija, que acababa de llegar del
colegio.
-No, papá, por suerte esta vez nos dieron muy
poco.
- ¿Ah, sí? ¿Qué?
- El universo.

Esta maravillosa respuesta me hizo reír, por su-


puesto. Poco después me vi armando sistemas solares
hechos con naranjas, en medio del living, y mientras
las movía de a una, rescataba de mi memoria retazos
de Carl Sagan y algunos jirones de fisiea, atrapados
alguna vez en libros de divulgación. Pero Ana no pa-
recía interesada y me remitía lacónicamente a su li-
bro de texto, al que señalaba diciéndome: "Pero, papá,
es s6lo desde acá hasta acd".
Su verdadero universo, pensé, no era éste de las na-
ranjas y los años luz que yo intentaba describirle, si-
no otro más cercano, hecho de madrugones e innume-
rables fragmentos inconexos, Que año tras año van
modelando EL COLEGIO. Para ejemplificarlo, nada
como la anécdota de Cecilia SoM, que al llegar del cO w

87
legio le dijo a la madre que tenía mucho que estudiar
para el día siguiente. "Decíme qué y yo te ayudo". se
ofreció la mamá. "¡Mariano Moreno, la vizcacha y el
mdrmoll", contestó Cecilia, angustiada.
Por supuesto que no se trataba de la vizcacha for-
mando parte de la pampa, cómo vive, qué come o có-
mo se come, sino de la parte superior del aparato di-
gestivo de la vizcacha; y de Mariano Moreno sólo la
fecha de nacimiento y el lugar de su muerte. En reali-
dad, toda la historia argentina era incomprensible en
el colegio. Los realistas eran malos, evidentemente,
pero no se sabía bien qué hacían aparte de pelearse
con San Martín (a quien jamás se le conocieron ras-
gos humanos). Y ¿por qué aparecieron los ingleses de
golpe, y sólo aquí! ¡Nunca nos dijeron que andaban
invadiendo por todo el mundo!
La historia universal se estudia en otro año distin-
to, desconectada de la nuestra, que, por esta razón,
no se comprende.
"¿Qué pasó el17 de octubre?", pregunté en la puerta
de un colegio secundario a un grupo de nueve alum-
nos. Nadie sabía. La historia termina con el insulso
Derqui y, en algunos casos, se le agregan Ortiz y Cas-
tillo, estos últimos en tres líneas, como máximo.
En muchos colegios la música es reempl azada por
la historia de la música y por el solfeo; aprueban mú-
sica sin escuchar música, de la misma manera que se
"estudia" un árbol partiendo de una lámina con cua-
dros sinópticos que se encierran unos a otros, como
las cajas chinas, hasta llegar a una lista de tipos de
hojas. El árbol, y menos todavía el bosque, no se vie-
ron jamás. La clasificación sustituye a lo vital, y lo in-
tegral, el todo, se escatima siempre.
y así transcurren once años a razón de cinco horas
por día, en la vida de los chicos, quienes angustiados
siempre por "la tarea", aprenden desde muy chiquitos

88
qué cosa es el stress y qué inútil, complicada y aburri·
da puede llegar a ser esa pesada carga llamada EL
ESTUDIO.
8ólo el jardín de infantes progresó verdaderamente,
quizá porque no tuvo que soportar una herencia de
hábitos malsanos. La incorporación del juego, es decir
del placer, a la enseñanza, lo mejoró todo. Pero un
día, de repente, todo cambia para el chico. Me parece
que "los locos bajitos", como los llama Serrat, no vie-
nen así de fábrica, sino que los enloquecemos nos-
otros, privándolos de la alegría y aun de la pasión que
despierta naturalmente el conocimiento en el ser hu-
mano. Conocer, la pasión por descubrir, por revelar lo
oculto, es uno de los estímulos más intensos del que
puede disfrutar una persona. Y enseñar es, para Al·
bert Einstein, "transmitir la alegría por el trabajo y el
conocimiento".

Los provocadores
Un buen maestro es, antes que nada, un provoca·
dar. Aquel capaz de provocar esas ganas de saber y el
placer por descubrir que acompañarán a una persona
durante toda la vida.
"Papá, no sabés, el profesor de electrotecnia ... es co-
mo si estuviéramos charlando con alguien que sabe
mucho más que nosotros, ¡no queremos que se acabe la
hora!" Y ese solo comentario define, a mi criterio, a
un maestro que no solamente conoce, sino que tam-
bién goza con su trabajo. Y de paso lo nombro (¿por
qué no?), el ingeniero Alberto Ramos, del Instituto
Luis A. Huergo, en San Telmo.
En la mayoría de los colegios hay, como 'promedio,
no más de dos o tres maestras o maestros del estilo de
Alberto Ramos. Los chicos los conocen y los recuerdan
siempre con afecto; son el hilo delgado que los \loe

89
"

con el lado positivo del a prendizaje. Algunos dejan


que ese hilo se corte y otros logran convertirlo en una
soga, con ayuda de la familia, en muchos casos. Una
soga que les permitirá avanzar en ese sector impor-
tante de la vida que es el conoc imiento.
La democracia permite que las tendencias positivas
dentro de la enseñanza avancen, y creo que, de hecho,
es lo que está ocurriendo, pero las fuerzas retrógra-
das son también importantes y vale la pena reflexio-
nar sobre ellas. El congreso pedagógico y las medidas
oficiales actúan más sobre la forma (método de clasi-
ficación, nuevos programas , etc.) que sobre el fondo.
La resistencia principal a los cambios reside en la
mentalidad, no solamente de los docentes, sino tam-
bién de los padres, es decir, de todo un sector de la so-
ciedad que todavía confunde el orden con la fila, la
limpieza con el uniforme, la disciplina con el autorita-
rismo, el aprendizaje con el sufrimiento y el respeto
con el silencio y la rigidez física.
Quizá muchas personas no sepan que en varios co-
legios del Estado sus directores están exigiendo uni-
forme, contrariando expresas disposiciones del Minis-
terio de Educación. Hace poco publiqué un artículo
sobre este tema, con el título "Serás lo que debas ser,
pero con saco y corbata» . Contestó la señora Alicia
Calzada de Hauscarriague, directora del Normal W
8, aludido por mí en el artículo, sin mencionar siquie-
ra el tema del uniforme, único motivo de la nota, a la
que calificó de "ataque a su comunidad educativa". El
razonamiento de dicha señora es así: quien critica un
método, ataca en realidad a toda la institución; y es,
por lo tanto, un enemigo de la institución.
¿A qué nos hace acordar este modo de "razonar"?
Hay padres, probablemente los menos, que están de
acuerdo con la corbata obligatoria y la prohibición de
zapatillas, pero, ¿y los que no están de acuerdo? Tie-

90
nen miedo. Aunque parezca increíble en esta época, el
miedo se convierte en hábito y ése es el mayor triunfo
de una dictadura. Miedo de que "se venguen» en sus
chicos y adhesión incondicional al "no te metás". Pre-
fieren gastar lo que no tienen en el uniforme de sus
hijos a defender lo justo, respaldados por la ley.
¿Y el Ministerio de Educación? Se declara impoten-
te para hacer cumplir las disposiciones que dicta. Es
más fácil para el gobierno imponer la ley de obedien-
cia debida a los uniformados que la ley que prohíbe
imponer uniformes a los civiles. Increíble ... pero real.
¿Cómo reaccionan los directores de estos colegios
frente a los padres o a los periodistas que los interro-
gan con relación a estos temas? Con toda tranquili-
dad niegan la exigencia del uniforme. Mientras tanto
los preceptores exigen uniforme a los chicos ("Vos, así,
mañana no venís!") y cuando algún padre se atreve a
reprocharles, contestan que ellos se limitan a cumplir
órdenes de la directora o del director.
¿A qué nos hace acordar esta forma de aduar?
Cambiemos la palabra uniforme por detenido y se
nos revelará un mecanismo mental que sobrevive,
salvando las distancias, claro está, entre una peque-
ña represión, poco importante en sí misma, y el ho-
rror de la tortura o de la muerte. Pero el ALIEN sigue
a bordo, y para que crezca sólo hace falta regarlo un
poquito ...
La punta espectacular y visible del iceberg es Aldo
Rico· y sus parientes mentales, pero sin la base su-
mergida, cotidiana e invisible, el iceberg se derretiría
inmediatamente.
Esta pequeña mentalidad cotidiana es siempre hi-
pócrita y está en contra de la libertad de aprender, de
gozar, de dudar, de pensar, de q~e los chicos puedan

* Militar 8ub l ~vado durante el gobierno democrático del Dr. Alfonsln.

91

, .
ser plenamente niños y de que los grandes manten-
gan la parte de niños que puede ayudarlos a ser un
poco felices. No se trata de un enano fascista, como se
dijo alguna vez. Un enano sería fácil de extirpar, co..
mo una muela, con. perdón de los enanos, que no tie-
nen la culpa de esta comparación poco feliz. Se trata
de un tejido intercelular fascista, que sirve de apoyo
para que surjan los fascistas de verdad, que terminan
por robarle toda la alegría a la gente y también la vi-
da.
• El primer principio de la ciencia: rehusar toda
autoridad.
Del libro Bi<Jlogía, de Villée.
• La duda es la jactancia de los intelectuales.
Aldo Rico
• Una clase debier a parecerse lo más posible a un
recreo.
Law'a Bastianini de Molina y Vedia
Profesora
• Ningún minuto de nuestra existencia deberla pa-
sarse sin algún placer.
William Shakes pe3re
• Los chicos deben acostumbrarse a usar corbata
desde chiquitos, así cuando son grandes consi-
guen mejores empleos.
Alicia Calzada de Hauscarriague
Directora de colegio secundario
• El maestro mediocre dice .
Un buen maestro e xplica.
Un maestro superior demuestra.
y un verdadero maestro inspira.
Anónimo

92
Capítulo 12
CIRCULE SEÑOR,
CIRCULE*

Un edificio de 300 metros de largo, destinado a al-


bergar 9 millones de pasajeros anuales es, sin duda,
algo muy importante para la comunidad que lo paga
y que, por lo tanto, debiera tener la posibilidad de go-
zarlo.
Vale la pena entonces preguntarse cómo es ese lu-
gar y cómo fue concebido por sus autores.
Empezaremos diciendo que es gris. Las paredes son
grises. Las veredas son grises y hasta los carteles in-
dicadores son grises. Pero no es el gris "de vuelta",
producto de la sofisticación. Es gris "de ida", Es el
gris que queda cuando el objetivo fundamental del
proyecto es "una clara lectura del criterio circulatorio

*El1 colaboración con el Arq. AHooso Corona Martínez.

95
adoptado". Y punto. Porque todas las consideraciones
que hacen los autores en la memoria descriptiva son
formas distintas de redactar un propósito único: que
la gente circule. Que los autos, los ómnibus, las perso-
nas y las valijas circulen, cada uno por su lado, para
obtener así una mayor "claridad".
Se trataría entonces de una "correcta" red circula-
toria, cuya ambientación quedó fuera de toda inten-
cionalidad en lo que se refiere a colores, iluminación y
equipamiento, hasta el punto de haber sido organiza-
da a partir de un único mosaico, seleccionado (?) para
más de 3.000 metros de pasillos, una única silla de
plástico de color marrón, una única luz cenital verdo-
sa, tipo presidio, y hasta un único arbolito, de 44 cen-
tímetros de altura, que se repite unas 400 veces en
hilera, guardando entre sí distancias exactamente
iguales. Si, arbolitos exactamente iguales, un verda-
dero milagro de la botánica, disciplinadamente some-
tida al autoritarismo y al aburrimiento. ¡Y pensar
que Zevi consideraba a la arquitectura del fascismo y
del comunismo soviético como ejemplos máximos de
pesadez y de solemnidad! Los escenarios nazis, la
Plaza Roja y los subtes de Moscú son el carnaval ca-
rioca comparados con estos ejemplos de la arquitectu-
ra de la dictadura argentina, sólo equiparables a
otros ejemplos de la misma época, como la rambla de
Punta Mogotes, en Mar del Plata.
Uno no puede dejar de preguntarse: antes de hacer
una inversión tan grande y perdurable, ¿no vaha la
pena echar una miradita siquiera a cualquiera de las
estaciones terminales del mundo, incluyendo la esta-
ción terminal de CÓ1'doba y aun los colores y la am-
bientación del Aeroparque o de Ezeiza?
Si la arquitectura es la expresión del espíritu de
una comunidad en un determinado momento de su
historia, podemos deducir, a p31·tir de edificios como

96
éste, que estamos profundamente aburridos, pobres
(de plata y de imaginación) y apáticos.
Apáticos porque nadie parece preocuparse por
nuestra estación de ómnibus. No hay debates públicos
como ocurre con el Centro Pompidou o con Les Halles.
El público ha sido entrenado para aceptar todo lo que
viene de "arriba", a lo cual se suma el respeto irracio-
nal que le ha sido inculcado con respecto a "los técni-
cos".
La arquitectura del autoritarismo no puede ser sino
triste e incómoda. Es la arquitectura de la obediencia.
La obediencia al ORDEN como finalidad principal de
la vida.
Pero, ¿cómo es ese orden, esa claridad
circulatoria?
Supongamos que un pasajero llega en colectivo, lo
cual es lógico, ya que el viaje en taxi desde Villa De-
voto, por ejemplo, le costaría lo mismo que el pasaje
en ómnibus a Dolores. El colectivo lo deja en FCN
San Martín. Trepa entonces una barranca de 200 me-
tros de largo (podemos imaginarlo con un bebé en
brazos y valijas, con lluvia o bajo el sol del verano) y
llega a la Estación; lo cual es una manera de decir,
porque en realidad recién enfrenta la punta de un co-
rredor de 300 metros de largo que debe recorrer en
una permanente posición de cuello con "vista izquier-
da", pues los carteles están dispuestos para ser leídos
por los que llegan transversalmente a la estación. es
decü', "los ricos", los que llegan en taxi o en auto par-
ticular.
Después de este oprobioso recorrido el pasajero ell-
cuentra su boletería y todo mejora. Los próximos pa-
sos obedecel'án a la memoria descriptiva del proyecto
y serán, por fin, transversales, hasta embarcarse en
el ómnibus.

97
Pero supongamos que uno tiene más suerte y llega
en auto particular. Se detiene ante una de las puer-
tas, ayuda a su suegra (por ejemplo) a bajar las vali-
jas. En ese instante suena un pito y con ademanes
enérgicos un guardián nos recuerda que debemos "cir-
cular". Allí queda entonces la pobre señora con sus
valijas, sin carritos para transportarlas ni ayuda de
ninguna clase y teniendo que despacharlas un piso
más abajo, por escalera. Porque esta estación, pensa-
da como una terminal de aviones, no tiene ninguna
de sus ventajas. La separación valijas-pasajero que
en los aeropuertos resulta lógica, aquí se presenta co-
mo un absurdo. Los pasajeros que llegan ven sus vali-
jas, al alcance de la mano, en cuanto bajan del ómni-
bus. Pero no hay nada que hacer. Los esquemas son
los esquemas. Y las valijas parten en cintas transpor-
tadoras hacia otro piso, esperando una aduana inexis-
tente.

Los ómnibus y los autos


Del otro lado del público, circulan los ómnibus. Es-
tos se mueven también ordenadamente, en fila.
Cuando uno sale los demás deben esperar, pues la ca-
lle alcanza sólo para una fila de vehículos.
¿Qué pasará cuando la Estación funcione a pleno?
Lo mismo que ocurrirá con los automóviles particula-
res que aún hoy deben hacer fila durante varios mi-
nutos para salir frente a dos únicas casillas de pago
(no se han previsto m ás).
¿Por qué n o se protegieron los autos (y a sus ocu -
pantes) del sol y de la lluvia, aprovechando como lu-
gar para estacionar los enormes espacios muertos de-
bajo de la calle de acceso?
Quizá pOl'que cuando se pensó en los autos, se olvi-

98
daron de los humanos que los tripulan. Los arquitec-
tos se olvidaron, --en aras de la "claridad" circulato-
ria- de que las personas deben juntarse con los au-
tos, con las valijas, y también con las otras personas,
como lo recordamos en el punto siguiente.

Te espero en ...
Los lugares públicos deben conta r con puntos de re-
ferencia que permitan la organización interna, psico-
lógica, del espacio en los usuarios (adelante, atrás, en
el medio, etc.), lo cual permite entre otras cosas, el en-
cuentro entre personas: ''Te espero en Retiro, en el
hall central, abajo del reloj", "en la puerta principal",
etc. etc. En este edificio tal cosa es imposible , sin con-
trariar los hábitos culturales, históricos de la gente,
especialmente de la gente del interior del país.
El único lugar de la ciudad que supera a éste en
materia de anomia espacial es la Facultad de Arqui-
tectura de la Uni versidad de Bue nos Aires, en Núñez,
ese anillo mar eante donde nadie sabe en dónde está.
Quizá no sea casual que precisamente allí se for-
men los autores de espacios tan inhumanos como el
que comentamos.
La mejor síntesis de esta desagradable sensación
de "estar perdido" la hizo Gertrud Stein, una poetisa
norteamericana, refiriéndose a una ciudad del sur de
California: "Cuando usted ll ega allí, no hay aIlf'.

El efecto vudú
Toda arquitectura descansa siempre en algunos su-
puestos tácitos, tan invisibles como los .imientos de
los edificios.

99
Capítulo 13
LA HERMOSURA PERDIDA
DE LOS EDIFICIOS
PORTEÑOS

"Si el arte no tiene la vida adentro, no conmueve a


nadie", dijo Haracio Ferrel' por radio. "Si la vida no
tiene un poco de belleza alrededor, es incompleta", po-
dría agregarse.
La belleza está incorporada en fanna natural a la
vida diaria en todas las culturas integradas: los colo-
res de las frazadas que se tejen en .Tuj uy, los cántaros
y los mates son bellos y bella es también la totalidad
del paisaje circundante, que está siempre presente en
las letras de las canciones que hablan de la vida y las
emociones de la gente del Nor te. En la letra de los
tangos, junto con los hechos nostálgicos, humorísticos
y poéticos, figura siempre el lugar: "bajo la quieta luz
de un faroL.", "vieja pared de arrabal", "Palais de
Glace", eoc., y mil etcéteras más. En realidad, nadie

101
puede evocar un momento importante de su pasado
sin recordar el lugar donde ocurrió, porque el lugar
está indisolublemente ligado a la vida. No hay vida
sin lugar, salvo para los espíritus. Y ya se sabe lo que
son los lugares sin vida.
Es notable, sin embargo, la poca importancia, casi
diría la indiferencia que sienten hoy los portei'ios ha-
cia la mínima belleza que debería exigirse a los luga-
res públicos que se construyen en Buenos Aires.
Cualquier exposición de pintura o película de cine
que permanece un mes en cartel, merece metros de
comentarios en los diarios, pero la Estación Terminal
de Omnibus en Retiro, que estará allí por no menos
de medio siglo, y por donde pasan 3 millones de per-
sonas por año, no mereció más que algún oscuro co-
mentario ''técnico'' en las páginas de arquitectura.
Los arquitectos que suelen firmarlas no acostum-
bran emplear la palabra belleza; prefieren hablar de
"zonificación", "claridad de las circulaciones", "semán-
tica espacial", y otras frialdades que terminan por
desinteresar de su propio hábitat a los verdaderos
destinatarios de los edificios, que concluyen por resig-
narse diciendo: "Claro ... yo de arquitectura no entien-
do nada". "Por algo lo habrán hecho así".
Las recientes estaciones de subterráneo, en la linea
E, son otro ejemplo de pobreza imaginativa: piso bei-
ge, paredes beige, techo beige, barandas beige y luz
beige. Todo un triunfo del "beige consorcio" que cual-
quier vidrierista de categoría hubiera podido eludir
por el mismo costo. Ni hablar de lo que hubiese podi-
do hacer alguno de nuestros excelentes diseñadores
gráficos, aun utilizando azulejos estándar ...
Otro ejemplo deplorable es el nuevo piso de la esta-
ción Retiro, del Ferrocarril Mitre, elegido para las
próximas décadas por algún ignoto burócrata, preocu-
pado por otras cosas.

102
y allí está nuestra única y supuestamente típica
Casa de Té japonesa, en Palermo, construida sobre
un parque público donado con ese fin por la Munici-
palidad, durante la dictadura militar que, en lo que a
urbanismo se refiere, ha sido superada por las actua-
les autoridades municipales, que siguen donando pla-
zas como si fueran terrenos baldíos, igual que antes.
Hoy mismo se están construyendo sucursales banca-
rias de hormigón armado en varias plazas porteñas,
ante la indiferencia general.
Volviendo a la Casa de Té, es increíble comprobar
que es de cemento a la vista, iluminada por tubos
fluorescentes, con mesas de plástico y ventanas corre-
dizas de aluminio. Lo único japonés del lugar son dos
sonrientes mozos orientales ... que quizá sean corea-
nos. El veredicto sobre este local, que bien podría es-
tar ubicado en a lgún recodo de la ruta 7, lo dio el
embajador japonés, frente al entonces intendente
Cacciatore el dia de la inauguración. "En Japón no te-
Il:emoB nada igual''., dijo, y el brigadier sonrió compla-
ddo, sir. comprender.
Por supuesto que hay en Buenos Aires ruaravillosos
lugares sobrevivientes. Pero siempre corren el riesgo
de ser demolidos debido, precisamente, a la indiferen-
cia de los porteños hacia el valor de lo que tenemos.
Es el caso, entre otros, del cine Opera, construido por
el arquitecto belga Bourdhon en 1936 con veinte colo-
res de mármol en el hall de entrada, dos laterales dis-
tintos en una sala llena de imaginación y fantasía,
bajo un cielo estrellado y en el cual hasta cada puerta
fue diseñada con audacia, calidad y humor, que tam-
bién forma parte del arte al servicio de la vida. Un
ámbito de fantasía para albergar una ilusión que es
el cine.
Por otra parte, abundan los artistas, y entre ellos
los arquitectos talentosos que proponen ideas para

103
Buenos Aires, hermosas y realizables. La Municipali-
dad los convocó a fines de 1986 y 120 profesionales
expusieron en el Centro Cultural Malvinas veinte
ideas para Buenos Aires. Se cumplió así con la "parti-
cipación". Eso sí: ninguna propuesta fue tenida en
cuenta, ni siquiera discutida en lo más mínimo.
Pero las autoridades no son las únicas culpables: en
un sistema democrático ellas son la resultante de la
actitud predominante en el ciudadano común y tam-
bién de los "comunicadores sociales", los periodistas,
que parecen creer que el hábitat cotidiano, nuestra
segunda ropa, es algo reservado a especialistas y bu-
rócratas, y que la estética fugaz de la pantalla de cine
o las galerías de arte merece siempre más atención
que el escenario donde transcurre nuestra vida en la
ciudad.
Salvo, claro está, que reemplacemos el pensamiento
de Horado Ferrer que encabeza esta nota, por el de
William Verity, el secretario de Comercio de los Esta-
dos Unidos, quien declaró el 13 de febrero de 1988 en
Página/12: "El espacio es sólo un lugar para hacer
negocios".

101
Capítulo 14
LA ESTÉTICA: UN GOCE
ANTES QUE UN JUICIO
"Ya muy pocos se preocupan del hombre de
carne y hueso, excepto los artistas,
la policía y algunos pensadores irónicamente
mirados por los científicos."

Ernesto Sabato

La ropa es el envoltorio más cercano a nuest ro


cuerpo y la biosfera la cubierta final que nos envuelve
a todos juntos.
Entre estas dos membranas están los C'.lmpos, las
ciudades y los edificios, ubicados unos dentro de
otros, como las cajas chinas. Todos tiem,:" en común
el hecho de conformar los envases de nuer.:tra conduc-
ta en el mundo. Son los envases predo:mülantemente
fisicos, aunque .todos actúan también en el campo psi-
cológico, porque se relacionan con la vida misma.
Cocó Chanel, la famosa modista, decía: "uno se mue-
ve dentro de su ropa", -y agregaba- "ser elegante es
sentirse bien con lo que se lleva puesto", eludiendo
así todo juicio sobre la ropa considerada en sí' misma
y haciendo hincapié en la relación ropa-persona.

107
Leí una vez en una revista de espectáculos que el
actor Maximilian Shell estaba filmando vestido como
oficial nazi en un lugar donde hacía mucho calor. Du-
rante un breve descanso el director le sugirió que se
quitara las botas, las correas y la chaqueta, hasta que
continuara la filmación. Shell se negó diciendo que si
lo hiciera perdería su compenetración con el papel
que estaba representando. Lo cual induce a pensar
que el hábito hace al monje, o, por lo menos, ayuda.
No esta ría mal entonces que los policías porteños fue-
ran a utorizados a abandonar las a bsurdas corbatas y
mangas largas que usan (¡sin saco!) durante el verano
porteño. Su actitud fistca se volver ía menos contrac-
tu rada y también, en consecuencia, su actitud general
hacia el público. *
Recientemente un juez recha zó el embargo de una
cómoda, en una causa por deudas, "porque ésta se re-
laciona con la ropa y resultalÍa afectada la identidad
personal del acusado".
En todos los ejércitos del mundo la ropa común es
reemplazada por el uniforme, porque la identidad de-
be quedar s ubordinada al rol , definido a su vez por el
grado.
También la fachada de los edificios es, como la ro-
pa, el apoyo visual de nuestra identidad. La familia,
la institución o la empresa, muestran a los dem ás,
con la fachada, quién es o qui én cree ser. Las facha-
da s y los lugares representati vos de nuestra ciudad
nos ayudan a sostener nuestra identidad. Es por eso
que nos afecta tanto que derriben ---como es costum-
bre entre nosotros- edificios que, aun carentes de
valor "arquitectónico" o histórico, nos sit"Ven de apoyo
para constatar que seguimos siendo los mismos du-
rante el transcurso del tiempo y a pesar de todo lo
que nos pasa .
• En l fJHfJ esto fue, finalmente, pcrmilido.

108
Creo que si un día, al amanecer, nos encontrára-
mos con el obelisco cortado al ras (proyecto utópico de
Alfredo Moffat para investigar el machismo porteño),
todos los porteños padeceríamos de una impotencia
sexual temporaria aguda, independientemente de los
juicios "estéticos" que pueda llegar a suscitar nuestro
monolito máximo.
Un barrio, o un determinado ti po de vivienda, como
la propiedad horizontal por ejemplo, influyen mucho
en la fe licidad o en la infelicidad de sus habitantes,
según la forma en que estén diseñados. Sin embargo,
cuando se dictó la ley de propiedad horizontal, en
1948, no se tuvo en cuenta para nada el tipo de vida
que ésta contribuiría a organizar, nada positiva por
cierto.
Tampoco se instituyó nunca, hasta hoy, ningún pre-
mio a los diseñadores del conjunto habitacional que
más haya contribuido a la felicidad de sus habitantes.
(Creo que el premio lo ganana, hoy, en Buenos Aires ,
el barrio Los Andes, diseñado por el arquitecto Fer-
mÍn Bereterbide en 1925 e inaugurado en 1928). Pero
sí se entregaron muchos premios de fachada.

Cuando las revistas de arquitectura publican edifi-


cios de propiedad horizontal éstos aparecen siempre
fotografiados de fre nte (como las fotos carnet). Entre
las ilustraciones de esos edificios no figuran nun-
ca las medianeras que tanto abundan en las capitales
argentinas. Estas medianeras forman parte también
de la realidad de los edificios. El hecho de no conside-
rarlas al juzgarlos representa la negación de los cos-
tados de la realidad. Y uno vive también en los costa-
dos.
Los arquitectos han premiado proyectos de barrios
que, una vez constmidos y habitados, provocaron la
infelicidad de sus habitantes, cuando con los mismos

109
recursos económicos y aun con menos, pudieron haber
sido mejores. Y los han premiado con jurados hones-
tos, elegidos democráticamente en el seno de las insti-
tuciones que los representan. .
¿Cuál es, entonces, para estos arquitectos la dife-
rencia entre lo bueno y lo malo, entre lo estético y lo
antiestético? ¿Qué clase de convicciones profundas los
movilizan cuando examinan los planos? ¿No será que
estudian sólo planos, y confunden los símbolos con la
realidad? ¿Puede ser estética, linda, la ropa que nos
aprieta y que nos hace sentir diferentes a lo que real-
mente somos?
¿No deberían abandonar ya actitudes tan vanidosas
y autoritarias como es la propuesta de convertirse en
maestros de sus clientes y "modificarles con seguri-
dad y tacto lo que éstos crean (!) saber"? (*)
¿Por qué hablan en un lenguaje tan raro o hacen
congresos internacionales para averiguar cosas tan
ridículas como "¿Es la arquitectura un lenguaje o no?"
(Buenos Aires, abril de 1980).
No debiera extrañarnos que el hombre común crea
que la arquitectura son los grandes edificios vistos
desde afuera y que los arquitectos sólo son necesarios
para hacer grandes fachadas. Casi nunca los llaman
para pedirles consejo antes de agrandar la cocina de
su casa. En realidad la mayor parte de la gente tiene
cierto temor de nuestras concepciones estéticas, un
temor hacia lo que se desconoce.

Yo de arquitectura no entiendo nada pero ...


"A mí me da pena que hayan cortado mis palmeri-
tas" -me decía un vecino de la nueva y horrorosa
(*) Extradado del "ditori a] del Bo\cifn del Consejo Prnfesional de Arqu i-
tectura y Urb n ni ~mo (a -s::! ).

110
plaza de Maldonado, en el U ruguay- "pero parece
que ahora las plazas vienen asÍ... claro, yo de arqui-
tectw-a no entiendo nada."
A ellos, a los que padecen o gozan la arquitectura y
el urbanismo, quisiera decirles que esa brumosa y so-
lemne entelequia que llamamos "La Arquitectura" no
es otra cosa que el encuentro entre los lugares y las
personas. La arquitectura y el urbanismo son buenos
cuando exaltan el placer de habitar y son malos cuan-
do impiden gozar. Es desde allí, desde el hombre co-
mún y desde ninguna otra parte como puede ser juz-
gado un arte y una técnica tan ligados a la vida como
es el diseño de su escenografía concreta: plazas, de-
partamentos, autopistas, oficinas y barrios. Porque la
estética es un goce antes que un juicio.
Al hombl-e común quisiera decirle también que es
cierto que no sabe hacer arquitectura, que sus conoci-
mientos no son suficientes, en el cambiante mundo
moderno, para proyectar un barrio o un hospital; ni
siquiera para obtener la mejor solución para ampliar
su cocina. Para eso estamos los profesionales, para
ayudar a vivir, y son muchos los colegas que pueden
hacerlo. En especial los numerosos arquitectos que vi-
ven en pueblos y ciudades pequeñas o que trabajan
en barrios de ciudades grandes, cuyas obras no figu-
ran en las revistas por ser poco novedosas. Estos cole-
gas tuvieron la suerte de trabajar siempre para clien-
tes-usuarios, a quienes conocen y saben interpretar.
Quisiera incitar también al lector a que no se deje
dominar por los especialistas, de ninguna rama: ni
médicos ni economistas ni arquitectos. En los países
democráticos la soberanía reside en la gente. Los pro-
fesionales deben ser utilizados y respetados por los
usuarios pero es siempre la gente, el hombre concre-
to, quien debe juzgar en definitiva.
Si a usted un lugar le parece incómodo, es incómo-
do. Si lo pone triste, es triste.

111
SITUACION
URBANA
J>

""""-
t1iLlTAA

/
/
Capítulo 15
PROPUESTA
PARA UNA PLAZA
(Plaza Perú, en Figueroa Alcorla y Salguero)

En el año 1986 tuve oportunidad de hacer un pro-


yecto de remodelación para una plaza ubicada en el
barrio de Palermo, en Buenos Aires. La propuesta no
se concretó posteriormente, pese a que tuvo muy bue-
na acogida por parte de los vecinos consultados.
La plaza fue proyectada por el 81'quitecto brasileño
Burle Marx, reconocido como una autoridad mundial
en arquitectura paisajística, y se inauguró en los pri-
meros años de la década del 70. Tengo entendido que
el autor -años más tarde y con motivo de un viaje a
Buenos Aires- reconoció que su proyecto no había si-
do acertado. El origen de su error estaba, muy proba-
blemente, en la falta de conocimiento del sitio, pues
proyectó a la distancia. De todas maneras, no se com-
prende la propuesta de semej ante cantidad de cemCIl-

117
to por parte de un arquitecto acostumbrado a las
plantas y al verde.

DIAGNÓSTICO DE LA PLAZA ACTUAL

Relación pasto - cemento


Fuerte predominio del cemento -en su mayor par-
te adoquines- sobre el pasto. Vista en planta, el ce-
mento es la forma protagonista del espacio, resultan-
do el pasto la figura residual.

La espiral
La espiral de hormigón armado, elemento central
de la plaza, es de por sí una configuración "atrapan-
te", un a entrada sin salida, cuya única opción es la
conquista de su propio centro, a continuación de lo
cual no queda otro remedio que desandar el camino.
Esta propuesta de uso del espacio es exactamente
lo contrario del concepto de paso, es deci r de paseo, si-
tuación esencialmente libre, con opciones de cambio.
Ese paso está actualmente marcado en forma espon-
tánea por los recorridos que hace la gente para cruzar
la plaza en diagonal.

Opiniones de usuarios
Sobre más de treinta usuarios entrevistados, la ma-
yor parte veci nos del barrio, la sensación de rechazo a
la configuración de esta plaza resultó sorprendente-
mente u nánime. Varios de ellos ni siquiera sabían
qué había detrás de "ese paredón", suponiendo en al-
gu nos casos que se trataba de un monumento "o algo
así". "Un monumento a la nada", según uno de los en-
cuestados.

118
REFORMA PROPUESTA

Concepto central
El lugar se comportará como un paseo, con fuerte
predominio del pasto, los árboles y las plantas, sobre
el cemento.
Habrá muchos lugares de sombra y algunos de sol.
El espacio no estará fragmentado en zonas aisla-
das , pero sí semiocultas, de tal manera que al reco-
rrer un sector, se vayan "adivinando" los siguientes.
Se trata de crear recorridos libres, con opciones, y
con cierto grado de sorpresa; será un "desorden con-
trolado", más propio de un parque que de una clásica
plaza con diagonales y monumento central.
En realidad se trata más de un miniparque, que de
una plaza.
Los habitantes urbanos viven la mayor parte de su
tiempo en lugares cuadrados: habitaciones, pasillos,
calles, veredas. Esta plaza propone una situación di-
ferente, basándose en el concepto de que el verdadero
placer y descanso, reside precisamente en ese cambio.

La loma
Dentro de una ciudad plana como es Buenos Aires ,
ubicada a su vez en una provincia plana, los cambios
de nivel ejercen un atractivo particular sobre la gen-
te, como puede observarse en Plaza San Martín y en
Barrancas de Belgrano. De allí surge la propuesta de
la loma de tierra cubierta con pasto, idea central del
proyecto.
Otras ventajas de la elevación son las siguientes:
a) Impide el fútbol , actividad no deseada en este
ámbito.
b) El kiosko de bebidas queda ubicado lejos de Fi-

119
gueroa ALeorta y a la altura de la eopa de grandes ár-
boles existentes en el lugar.
e) Pueden deslizarse los chicos en carritos y pati ne-
tas (se preverá un solo sen dero con ese uso posible)
d) Bajo la loma pueden esconderse baños y depó-
sitos.
e) Se evitan los costos de demolición del muro-espi-
raL existente, que quedará sepultado casi totalmente
por la loma.
(La mole de cemento será descubierta , quizá, por
los arqueólogos del año 3.000 quienes probablemente
deduzcan que los argentinos ~xóticos h abitantes de
la región- adoraban al DIU, Dios de la infertili-
dad ... )

Situaciones previstas e inducidas


por e l diseño
• La pérgola permitirá obtener sombra con rapidez
(enredadera).
Su orientación norte provocal"á zonas de sombra y
de sol en cua lquier época del año y a todas horas, pa-
ra que las madres dispongan de una zona adecuada
para observar el juego de los chicos pequeños.
• Los senderos de piedritas de ladrillo picado se
ejecutarán un mes después de la ina uguración de la
plaza, sobre los senderos trazados espontáneamente
por el público. Se prevén en principio, dos , en forma
serpenteante según se indica en la perspecl·. ;.va aérea.
Habrá bebederos y bancos clásicos de varillas de
madera y papeleros. Otras actividades previstas son:
a) Andar en bicicleta y patinar (sólo en el períme-
tro)
b) Voley
c) Tomar sol
d) Minibásquet

l 20
e) Gimnasia
O Tomar algo en el bar, etc.
g) Juego de ajedrez, dominó, etc., muy cercano al
j uego de chicos
La di agonal principal se ha ubicado sobre el sende-
ro trazado por la gente en la actualidad y que obedece
a la necesidad principal de paso. Ver croquis "'Situ a-
ción urbana".

Opiniones d e u suarios sobr e e l proyecto


Una breve encuesta de opi nión sobre el anteproyec-
to arroja resultados positivos y hasta entusiastas, con
respecto al mismo.
Más que cliticas, se hicieron observ aciones impor-
tantes par a tener en cuenta en la reglamentación de-
fin itiva de la plaza, como por ejemplo, prever la cues-
tión de los perros, res tricción de las bicicletas, preocu-
pación por el mantenimiento, etc.

121
/
,.,/

....

125
RELACIÓN
VERDE CEMENTO
Grisado: césped.

126
Capítulo 16
HUMOR Y CREATIVIDAD

Si miramos nuestra ropa nos daremos cuenta de


que los argentinos usamos unifol'me. Vaqueros azules
o trajes grises para los hombres, y las mujeres, aten-
tas siempre a las órdenes provenientes del ex.t ra njero.
"La moda argentina, ¿sigue a Estados Unidos O a Pa-
rís?" le preguntó el otro día un locutor de televisión a
una conocida modista local. "¡A París!", con testó la
"creadora", sin vacilar. Y la cosa tiene su importan-
cia, porque uno se mue ve adentro de su ropa. La ropa
envuelve la libertad de movimiento y también la
libertad de ser diferente, un tanto relegada y conde-
nada entre nosotros. Algo parecido ocurre con la
arquitectura, el tercer envase de la conducta. "Esto
que usted me propone me gusta mucho arquitecto .. .
-suelo escuchar de boca de mis clientes-, pero, la

127
verdad ... nunca lo m"", Lo que quiere decir es que no
se usa: por lo tanto, .. no se anima. También es común
que los empresarios, clientes de los publicitarios, re-
chacen una y otra vez ideas originales, con grandes
posibilidades de resultar vendedoras -con el mismo
argumento-- y es así como nos condenan, por afias, a
la repetición de avisos que fueron alguna vez origina-
les y ya resultan insoportables, como los nenes ricoto-
nes que se babean. indefinidamente con los mismos
postres. o como los más recientes modelos de autos
que alternan con toreros. bailarines o jinetes. destro-
zando sus amortiguadores en caminos sin tránsito.
Cuatro canales de televisión transmitiendo progra-
mas casi iguales, a la misma hora, y el limitado voca- ~
bulario fijo de todos los locutores ("'en instantes vamos
al obispo de San Juan", como si el obispo fuera un lu-
gar ... ), son apenas dos ejemplos más de la uniformi-
dad (uniforme: una sola forma. un solo camino) a que
estamos autosometidos.

El humor sonrisa
El humorista nos hace reír porque nos muestra las
cosas de otra manera, de un modo a veces inverso al
punto de vista rutinario y allí se enciende, precisa-
mente, la chispa que produce la sonrisa. Cuentan que
una condesa le dijo a Winston Churchill, durante
una comida protocolar: "Si yo fuera su esposa, le pon-
dría veneno en la copa que está tornando". Churchill
le respondió sin inmutarse: "'Señora, si yo fuese su
marido. lo tomaría",
No sé cómo hacer para bajar el antepecho (pared
debajo de la ventana) de la ventana y poder ver los
árboles de la plaza desde la cama -me dijo una vez
un cliente durante una consulta a domicilio--, porque

128
me prohíben modificar la fachada. "Muy fácil, le con-
testé, suba la cama".
Pero lo cierto es que el humor, entre nosotros, está
ausente en los discursos de los funcionarios. A dife-
rencia de lo que ocurre en otros países, no se com-
prende que el humor es una cosa seria y que la solem-
nidad, por el contrario, es siempre una máscara que
sirve para ocultar la falta de ideas. Tienen éxito entre
nosotros las conferencias y los libros de arquitectura
repletos de términos oscuros, "hacia una topología de
la semiótica en la metaarquitectura" y cosas así,
acompañadas siempre por expresiones graves, cuando
no aterradoras, y en un ambiente de mucho humo, de
manera que la mente se mantenga embotada.
Nos gustan los que oscurecen las aguas para hacer
creer que son profundas. ¿Quién puede negarlo? Sin
embargo, el humor oportuno puede ser un excelente
envase para un concepto, cuando no el concepto mis-
mo.

El humor y las ideas


Mirar las cosas desde otro ángulo, jugar con el ab-
surdo aparente, y también atreverse a rehusar el
principio de autoridad, son caminos ineludibles en el
progreso científico y también en la resolución de pro-
blemas cotidianos o en la creación artística. ¿Cómo
atreverse si no a negar la evidencia admitida por si-
glos, de que el sol gira alrededor de la tierra, o que el
tiempo no transcurre siempre en forma constante
(Einstein), o admitir que la inoculación de un virus
puede llegar a evitar la enfermedad que ese mismo
virus produce? (principio de la vacuna). Todos estos
descubrimientos contradicen el sentido común, la ru-
tina y la seriedad aparente.

129
Los estudiantes debieran ser educados en la duda
permanente acerca de lo que sostienen sus profesores
y sus libros de texto. Los alumnos de arquitectura,
por ejemplo, debieran preguntarse si realmente les
gusta a ellos estar en tal o cual plaza o edificio famo-
so, y no aceptarlo como excelente porque "les debe"
gustar, según la moda de turno o la corriente vigente
entre sus mismos compañeros . Recién ahora yo me
animo a decir lo que realmente me gusta y lo que no.
Cuando era estu diante, en la Facultad me acostum-
bré a rnentir, y, lo que es peor, a mentirme a mí mis-
m.o. Llegué a convencerme, por ejemplo, de que la Vi-
tie Poissy era un ejemplo máximo de arquitectura y
sólo había visto una desteñida foto en blanco y negro
de esa obra. No me animaba a decir lo que sentía,
quizá ni siqui era a sentirlo, por temor a sel' diferente.
En esta "súper -colimba"* que fue la sociedad argen-
ti na , como en la colimba verdadera, no convenía ser
distinto. Aún hoy s uele descalificarse a quien es origi-
nal, con siderándolo como alguien que "se hace el ra-
ro". Pero original es aquel que no ha perdido la acti-
tud del niño, que se atreve a p31'tir del origen, del ori-
gen de su propia mirada hacia las cosas. Y también es
alguien que se permite jugar. Y reír.

Algunas p ropuestas
Muchas personas hacen propuestas ante los despa-
chos oficiales que no suelen ser tomadas con seriedad
por aquello de "la verdad, que nunca lo vi ... " o porque
sus autores no son conocidos, ni tienen "autoridad" en
el tema. El señor Miguel Raúl Spindiak, por ejemplo,
jamás obtuvo una sola respuesta oficial para alguna
de sus numerosas ideas, como la posible utilización

~ Colim ba: servicio miMar ob li gatori o, en In tcrminologb [lrl]lUIIl T.

130
como miniusinas de las locomotoras en desuso, que se
venden como chatarra y podrían abastecer de energía
a pequeños poblados (con variados combustibles) fijas
en un sitio. Miguel Ambertín, hace unos años, y por
su fJropia iniciativa, convirtió en aula un vagón de fe-
rrocarril en un viaje a La Plata, dando una conferen-
cia gratuita sobre el tema de la niñez abandonada. La
gente aplaudió y luego se comunicó animadamente
entre sí. ¿Acaso un vagón de tren no encierra una si-
tuación muy parecida a una fiesta de casamiento?
Mucha gente apretada en ambos casos. Sólo que mu-
da e incomunicada , perdiendo horas de tiempo en el
viaje y más o menos divertida en el casamiento ...
¿Qué pasarla si en las autopistas se cobrase peaje
únicamente por asiento vacío dentro de los autos? Es
posible que aumente el número de ocupantes-prome-
dio por auto (el actual es 1,5) y mejore, en consecuen-
cia, el tránsito dentro de la ciudad, ahorrando divisas
el país.
Los desechos orgánicos de los frigoríficos , que con-
taminan nuestros ríos, podrían purificarse con un sis-
tema de zanj as en zigzag donde se criarian unas "mi-
ni-lombrices" (nombre científico: tubisex) que podrían
cxportarse crionizadas (para cría de peces), idea de
Ricardo Barbetti. En todas las plazas podrían habili-
tarse mangueras o bocas de incendio existentes, que
produzcan lluvias artificiales en las horas pico de ca-
lor para que se refresquen y jueguen chicos y gran-
des, convirtiendo así el cemento ardiente -que tanto
abunda en nuestras plazas más recientes- en luga-
res de placer. Esto ya ocurre, pero de manera semicul-
posa y semiilegal, en Parque Newbery.
Muchas de éstas y otras múltiples propuestas po-
drían no resul tar viables, pero el error consiste en no
considerarlas por el simple hecho de no haber sido
probadas antes en Estados Unidos o en Europa, o por

131
resultar demasiado originales. Pero es dificil que un
grupo de señores agobiados, con gestos graves y poco
humor, rodeando una mesa de conferencias estilo
Luis xvr, y limitados al lenguaje burocrático y los lu-
gares comunes que aquí usan hasta los futbolistas
(que tampoco juegan!!!), puedan concebir ideas origi-
nales. Las mentes libres no suelen habitar cuerpos rÍ-
gidos. Mientras se siga diciendo en la Argentina u se_
ñores, esto no es un juego", seguiremos atrancados en
la rutina, sin entender qué cosa es, en realidad, el
pensamiento creativo, por más seminarios y cursos
sobre el tema que se lleven a cabo. Hasta la deuda ex-
terna debería enfocarse de manera creativa. La ima-
ginación popular es también un capital. Un capital
utilizable. La historia lo demuestra una y otra vez.

132
Capítulo 17
QUE NOS DEJEN MIRAR

Hace algunos meses, y aprovechando mis influen-


cias como funcionario (por aquel entonces era Direc-
tor del Centro Cultural Recoleta), quise conocer el
obelisco por adentro y subir hasta la ventanita ilumi-
nada de la punta. (Acá entre nosotros, ¿quién no se
preguntó alguna vez si alguien vive allí?)
Me recibió el Sr. Alvarez, a quien para simplificar
decidí llamar "el dueño del obelisco", Entusiasmado,
me dispuse a trepar llevando mi cámara de fotos, ro-
llos y hasta una invitada a quien deseaba impresio-
nar con mi original programa, con la sana intención
de seducirla para siempre. Cuando entré al negro y
hueco interior del más porteño de los monumentos,
descubrí, con desazón, que no hay allí ninguna escale-

133
ra caracoL Sólo existe una mugrienta escalera de ma-
no de 60 metros de altura, por donde tiene que tre-
par, de tanto en tanto, un sufrido electricista (cual so-
litario espermatozoide), para cambiar la lamparita
del deshabitado cuartito de la punta.
El arquitecto Raúl Prebisch, autor del proyecto del
obelisco en 1936, había previsto un ascensor, pero
nunca fue instalado.
No solamente el obelisco, sino todos los puntos altos
de la ciudad se encuentran vacíos y desperdiciados.
Cúpulas con fa ros legendarios, como la del edificio
Barolo, en Avenida de Mayo, pináculos de todo tipo,
enormes plataformas desde donde puede divisarse la
costa uruguaya, como la torre Pirelli frente a Retiro,
están habitados únicamente por palomas y por ins-
taladores de cables clandestinos.
Nadie mira desde esos maravillosos miradores.
Nadie puede treparse a lo alto de la ciudad con la
simple intención de mirar. SaLir de ese cuerpo gigan-
te, la ciudad, para poder verlo entero, es algo así co-
mo tomar distancia frente al espejo y reconocer nues-
tra figura completa.
Los brasileños y los turistas suben de a miles todos
los días del año al Pan de Azúcar y pueden abarcar
con la mil'ada el panorama de Río de Janeiro, recorta-
da entre los morros y la bahía más hermosa del mun-
do. Los neoyorkinos no tienen morros pero sí telesco-
pios en todos los puntos a ltos de Manhattan porque
han comprendido que esa necesidad de trepar .Y de
verse enteros es un impulso ancestral.
Siempre que un chico ve una lomita se trepa y
cuando ve un balcón se asoma. Son tendencias natu-
rales en nuestra especie, como lo atestiguan los dól-
menes y los menhires, monumentos prehistóricos que
se erigían en lo alto de las montañas.
Una gran ciudad genera siempre en sus habitantes

134
la necesidad de salir del tráfico, del ruido y del ce-
mento. "Escápese por unos días", suelen decir los titu-
lares de los avisos que publican las empresas de tu-
rismo. La ilustración correspondiente muestra palme-
ras, el mar, el cielo abierto, por lo general tomados
desde un nivel más alto. Ascender a las cúspides de
los edificios, no es lo mismo, por cierto, que pasar una
semana en el Caribe, pero es una forma de salir, por
poco tiempo y menos dinero.
¿Fuimos siempre tan autorreprimidos los porteños?
Crcr que no. Los que tenemos más de 40 años recor-
damos el restaurant Comega, donde se podía comer
(¡en silenciaD contemplando el horizonte plateado del
no (porque a ciertas horas es plateado, por el reflejo),
más allá de los techos de la ciudad. Recordamos tam-
bién la vista desde el balconcito de la Torre de los In-
gleses, adonde era posible subir a cambio de unas po-
cas monedas.
Lugares como éstos están hoy clausurados.
Se trata de una forma menor de la represión, me-
nos dramática y menos dolorosa, es cierto, pero repre-
sión al fin. Represión del sencillo placer de gozar de
todas las posibilidades que nos ofrece una gran ciu-
dad, como la nuestra.
Creo que se trata de un desafío a la imaginación de
los funcionarios y de los gerentes que gobiernan estas
desperdiciadas cúspides de Buenos Aires, para que
las habiliten al público de una vez. ¿Qué cuestan un
par de empleados para el control, un telescopio (sobre
la enorme plataforma de Pirelli, por ejemplo) y algu-
nas postales de recuerdo? ¡Si hasta serían rentables,
a un dólar por persona!
Además, en esta época en que todo baja en la Ar-
gentina, no estaría mal que se eleve nuestra mirada y
apunte más lejos, aunque sólo sea por un rato y por
placer.

135
Capítulo 18
HISTORIA Y PASIÓN
DEUNPATIO

En una distancia de cuatro metros cabrían, dis-


puestos en fila, los representantes de las catorce ge-
ne raciones que nos separan de Juan de Garay.
Entre el primero y el último creció la ciudad hasta
convertirse en la gigantesca mancha de tr es patas
que, desde el Cabildo, llega a Castelar, al Tigre y casi
hasta La Plata : doce millones de personas y toda la
historia pueden leerse en sus edificios, en sus calles y
en sus esquinas porque la ciudad es la expresión de
todo lo que fuimos, de todo lo que somos los porteños.

La his toria de un patio


La construcción de las casas se fue modificando len-
tamente: el ladrillo y las tejas reemplazar on al adobe

137
a partir de 1580 y recién en 1750 aparece la azotea y
la casa "de altos". De 1800 en adelante la arquitectu-
ra empieza a incorporar el lujo, surgen las quintas de
veraneo y la ciudad desborda sus límites primitivos.
El camino a Santa Fe y el camino del bajo, fueron
marcando las líneas de su crecimiento lento. "El On-
ce" actual queda en las afueras y también Palermo, la
Boca (los saladeros) y el Barrio Norte, donde estaban
las quintas.
La ciudad se derramó y se fundó varias veces sobre
sí misma, siempre sobre un cuadrado. La cuadra (140
pasos), dividida en ocho, fue el lote, y en medio dcllo-
te se armó el patio alrededor del cual se estructuró la
vida familiar durante la colonia.
A partir de 1850 se produce el primer gran salto en
el crecimien to de la ciudad. El campo se alambra,
surgen las estancias, los estancieros, la riqueza y los
palacios afrancesados tan grandes y lujosos que mu-
chos son hoy embajadas y aun ministerios como el de
Relaciones Exteriores. El país abre sus puertas a la
inmigración y son ellos, los inmigrantes y la clase me-
dia formada por sus hijos, quienes construyen todos
los barrios de Buenos Aires.
Estamos en 1920. El patio cuadrado se partió en
dos. Los veinte pasos de Juan de Garay son ahora so-
lo "diez, de allí los tradicionales 8,66 de nuestros lotes.
Detrás de la fachada de estilo entre italiano y francés
se armaron los cuartos en fila, precedidos por el co-
medor y la sala. Había nacido la casa chorizo. El pa-
tio es más chico pero todavia tiene cielo, guitarras y
la mesa familiar de los domingos bajo la parra. Mu-
chos porteños todavía viven así.
Pero no era todo tan prolijo en la ciudad. En pleno
centro y det.rás de elegan tes fachadas afrancesadas
de tres y más pisos de altu ra se armaron patios que
parecían transportados desde el centro de Nápoles,

138
cruzados por ropa tendida, poblados por el llanto de
los chicos, por la música, las peleas y los pasos de al-
gún tango "alumbrado a kerosén". Allí nacieron, el
cocoliche y el sainete porteños y también la contradic-
ción social que la arquitectura expresaba tan clara-
mente.
Durante este período, más precisamente en el filo
de los dos siglos, la resplandeciente burguesía porte-
ña construyó sus paseos como Palermo y la Avenida
de Mayo, sus centros de diversión como el Hipódromo
y el Yacht Club.
La ciudad miró siempre hacia el centro, nunca ha-
cia el río. La costa fue su espalda y allí se ubicaron
las vías del ferrocarril, que aún hoy nos separan del
agu a.
Buenos Aires fue siem pre el punto donde se en-
cuentran los vértices de dos embudos; uno apunta ha-
cia el interior del país y absorbe las riquezas que lle-
gan por el abanico que forman las vías del ferrocarril.
El otro se abre hacia Europa, hacia allá se envía el
trigo y la carne y por él llegan los inmigrantes, las
modas, las costumbres, la arquitectura, los materia-
les para construir palacios y hasta los mismos arqui-
tectos. Europa es nuestro "adentro" y el interior del
país nuestro "afuera" percibido todavía como atrasado
y bárbaro: "Trenes para adentro y tr~nes para afue-
ra", dice aún boy un cartel en el Ferrocarril Sarmien-
to. Adentro es Buenos Aires y afuera el interior del
país.

El patio sin piso


A partir de 1930 el embudo que mira hacia el agua
se tuerce hasta quedar a puntando hacia Estados Uni-
dos. Por allí llegan los autos (fuimos el primer impor-
tador del mundo), los aparatos eléctricos, el ch alet ca-

139
liforniano y el "estilo funcional", pero sobre todo el
cme.
La propiedad horizontal se implantó sobre los mis-
mos ocho metros con sesenta y seis centímetros de la
casa chorizo. Los patios de entonces perdieron las bal-
dosas rojas, las plantas y las flores y se oonvirtieron
en los grises y anónimos "aire y luz" de cuatro por
tres .

La ciudad tubo
Durante la segunda posguerra el proceso de indus-
trialización argentina avanza oon rapidez y con él
una nueva y poderosa inmigración. Esta vez los que
llegan a la ciudad no son italianos ni españoles sino
argentinos que vienen del interior. La ciudad
desborda nuevamente sus límites y la General Paz
queda convertida en una abstracción burocrática. Si
pensamos a la ciudad como el ámbito donde transcu-
rren nuestras vidas tendríamos que hablar del colec-
tivo, del tren y del auto donde muchos porteños pasan
buena parte de su tiempo. Muchos hombres ven en el
a uto s u espacio propio, un espacio intermedio entre la
ofici na que quieren abandonar y la casa a la que no
~ i e mp re tienen deseos de llegar. La autopista, igual
nI] uí que en todas partes, con car teles iguales, con lu-
<':t'~ iguales, destructora de barrios, es la nueva prota-
gunista del espacio porteño en la década del ochenta;
en sus bordes lejanos crecen las casitas construidas
por sus dueños durante los fines de semana y tam-
bién lujosos barrios-dormitorio habitados dura nte el
dí:l sólo por silenciosos jardineros. porque allí crecie-
ron otra vez las plantas.

140
¿Existe la arquitectura argentina?
"La arquitectura argentina no existe, tenemos una
mezcla de estilos", suele decirse. Es lo mismo que de·
cir que los argentinos no existimos, que somos una
suma de inmigrantes, como si sólo tuviese identidad
lo que es puro, como si algún país tuviese un solo esti-
lo, una sola raza y no fuese una mezcla de otros. Gran
parte de la literatura argentina es una búsqueda de
nuestra inasible identidad. Por eso todavía no se ha
escrito una historia completa y profunda de la arqui-
tectura argentina y también por la concepción cosifi·
cadora de los edificios y de la ciudad que ha predomi-
nado siempre entre los arquitectos. Lo que realmente
interesa de la arquitectura no es lo 44estrictamente ar-
quitectónico", que no pasa de ser un invento de los es-
pecialistas. La arquitectura no es la fachada, ni si-
quiera el edificio en sí mismo, sino la forma en que
éstos enmarcan la vida. El patio es español y antes
fue romano. ¿Dónde está lo argentino? El patio es un
marco del cielo. Lo que importa es el cielo.
Hay una manera argentina, una manera porteña,
de vivir en un patio español"
Es curioso comprobar el trabajo que les cuesta a los
intelectuales enfocar las cuestiones más simples y
profundas vinculadas con el espacio y la"identidad del
hombre y qué fácilmente lo comprende el pueblo; qui-
zás esto se deba a que el hombre común está capaci-
tado para sentir y pensar en un gesto vital único:
"Yo soy de todos los tiempos
y vaya decir por qué.
Primero porque yo sé
lo que es un patio porteño
bajo el cielo de un panaL."
El producto cultural más auténtico de Buenos Aires
es el tango. El tango proviene de la mezcla del campo

141
con la ciudad que se produce en la orilla. La mezcla
de lo criollo con lo italiano, del bandoneón (que es
alemán) con la guitarra (que es árabe) y esa mezcla
tiene una profunda identidad propia que muestra, co-
mo ningún otro folklore del mundo, la síntesis de una
ciudad con sus habitantes; las letras de los tangos es-
tán siempre ligadas al espacio, a las calles, las esqui-
nas, los patios, los faroles, los límites ("Sur", 4'B arrio
de tango"), la inmigración y hasta los bares y los co-
ches a caballo. Siempre aparece la arquitectura en los
tangos pero tal cual se da dentro de la gente, que es lo
que realmente interesa.
El yo del hombre se extiende a sus cosas, a su casa
y a su ciudad. Por eso cuando modificamos las partes
de la ciudad que están incorporadas a nuestra memo-
ria, a nuestra historia personal, nos estamos modifi-
cando a nosotros mismos. Cuando se rompe el ámbito
se rompe algo dentro de nosotros mismos. Por eso las
letras de tantos tangos evocan siempre, junto con la
infancia perdida, el barrio perdido. Nosotros vivimos
en la ciudad pero hay también una ciudad adentro
nuestro.
Esa ciudad es la propiedad horizontal y es Palermo,
es Lavalle, es Corrientes y es una esquina del barrio.
Es la casa de nuestra infancia, aunque ya no exista, y
son también los edificios nuevos como el Planetario y
el teatro San Martín, que se van incorporando a la
historia de nuestros hijos. La ciudad es todo eso y
mucho más. La ciudad, nuestra arquitectura, es bue-
na y es mala, es triste y es alegre, es tan contradicto-
ria como su gente.
¿Y qué es entonces Buenos Aires?, me pregunto.
Quizá sea lo que siento cuando estoy lejos y digo Bue-
nos Aires.

142
Capítulo 19
LA MANO Y EL GUANTE

La gente que sale de la estación Retiro, rumbo al


centro de la ciudad, recorre UD camino que ella mis-
ma trazó, trepando en forma curva por la barranca de
la plaza San Martín. Este camino, el más directo, nos
permite gozar de la sombra y del color, siempre cam-
biante, de las copas de los árboles, en lugar de tener
que rodear la plaza por la vereda perimetral.
Durante el gobierno militar se hicieron toda clase
de intentos por impedirlo y poner a la gente "en vere-
da": pusieron nuevos panes de césped (que nunca pu-
do crecer), carteles, vallas, cadenas y hasta guardia-
nes permanentes con perros y silbatos; pero todo fue
inútil. La gente, como el agua, busca el camino más
corto, y siguió trepando por su camino. Llegó el go-
bierno democrático y hete aquí que en pleno 1985 es-

145
cuché por radio a un funcionario municipal que se
quej aba de la "falta de educación" del público y to-
maba como ejemplo el caso de la plaza San Martín,
donde la gente seguía subiendo por la barranca a pe-
sar de que "allí no hay ningún camino" -dijo--, ne-
gando la evidencia; porque lo cierto es que allí hay un
camino, le guste a él o no.
Los caminos entre los edificios, en las universidades
japonesas, se construyen recién un mes después de la
inauguración, para poder hacerlo sobre los senderos
trazados espontáneamente por la gente, sobre el pasto.
Es notable cómo arquitectos con profundas convic-
ciones democráticas dejan escapar, inadvertidamente,
por la punta de su lápiz, todo el autoritarismo absor-
bido durante su educación. Con el diseño o con los re-
glamentos -suelen pensar arquitectos y funciona-
rios-, determino la conducta de los "usuarios". Si el
resultado no es el esperado, es que no me han obedeci-
do. Si miles de chicos se divertían algunos años atrás
deslizándose en patineta sobre el puente de la aveni-
da Figueroa Alcorta, deben ser reprimidos por deso-
bedientes. y es así como hoy podemos visitar el puen-
te sin chicos, flanqueado por sendos carteles que di-
cen PROHIBIDO PATINAR.
Sin embargo, todos los lugares, plazas, calles, vere-
das, muebles urbanos (bancos, montículos, caños), ri-
beras y monumentos, debieran comportarse como pro-
puestas abiertas a la iniciativa de sus verdaderos pro-
pietarios, los ciudadanos, quienes siempre los recrea-
rán, recreándose, con sus originales y vitales propues-
tas de uso, como fue, por ejemplo, el teatro Caminito.
El único límite para el goce y la imaginación indivi-
dual o grupal debiera ser el derecho de los otros a ese
mismo goce e imaginación.
El día en que las autoridades entiendan, frente a

146
casos como el de la plaza San Martín, que en realidad
los diseñadores se olvidaron de dibujar un camino y
que, por suerte, la gente se encargó de trazarlo, habre
w

mos empezado a comprender la diferencia entre el di w

seño abierto y el diseño cerrado, entre concepción au w

toritaria y concepción democrática del espacio públi w

co.
y esto es de la mayor importancia, porque no se tra-
ta sólo de caminos, puentes y plazas, sino de barrios
nuevos con miles de habitantes, que padecen hoy en
día el diseño de sus casas, en lugar de disfrutarlo.
Hay un instante invisible y casi mágico en el traba-
jo de los arquitectos y es cuando su lápiz vacila ape-
nas antes de apoyarse en el papel. Allí está su oportu-
nidad para reflexionar desde el punto de vista de los
otros. No otra cosa es la democracia. Porque las simw
pIes líneas de nuestros planos son después caminos o
límites. Caminos de placer o de restricción, pero, en
definitiva, serán siempre los caminos de la gente.
y esto no parece fácil de lograr después de 50 años
(¿o 500 ... ?) de autoritarismo. Es probable, más bien,
que todavía esté demasiado vigente la metáfora que
pertenece a mi colega Santiago Varela: "Hay gente
que cree que la mano tiene cinco dedos porque el
guante tiene cinco dedos".

Plaza San Martín: ULTIMO MOMENTO


En momentos en que me disponía a entregar los
originales de este libro al editor, me veo obligado a
agregar un apéndice a este capítulo.
De manera prepotente e inconsulta, al mejor estilo
autoritario, el Gobierno destruyó gran parte de la ba-
rranca de la plaza San Martín para colocar allí una
explanada de cemento de 1600 metros cuadrados, a
modo de monumento y cuyo autor se desconoce.

147
En una sola tarde saqué y revelé las fotos, hice una
nota y al día siguiente la publicó el diario Clarín en la
sección Opinión. A partir de allí se produjo un alud de
opiniones coincidentes con la mía, entre ellas un
contundente articulo del Arq. Paco García Vázquez,
quien fue mi adversario en relación con otros temas,
años antes (ver Capítulo 26).
Entrevistado al día siguiente por canal 13 de televi-
sión, propuse en lugar del monumento plantar un ár-
bol por cada chico caído en la guerra, con historia al
pie, formando un bosque, en otro sitio de la ciudad.
¿Por qué razón los homenajes deben ser hechos siem-
pre con cemento? La idea le gustó a mucha gente. Pe-
ro ... ¿Se volverá atrás? El gobierno militar fue capaz
de hacerlo cuando estuvo a punto de levantarse el
edificio del Banco de Tokio frente al Palacio del Co-
rreo. ¿Tendrá suficiente autocrítica el gobierno demo-
crático del Dr. Menem como para hacer lo mismo?
De no ser así quedaría demostrado que el autorita-
rismo es una enfermedad mucho más persistente de
lo que imaginábamos y que no será fácil desterrarla
de entre nosotros.
Mi ambición consiste en que las reacciones ante he-
chos como éste contribuyan a despertar la conciencia
pública acerca de nuestro espacio ciudadano.

148
Capítulo 20
LAS PENAS
SON DE NOSOTROS,
LAS VEREDAS SON AJENAS
La vereda de mi infancia, en Mar del Plata
(Colón y Santiago del Estero), tenía dos filas de
árboles, en uno de los cuales grabé un corazón
con mi nombre y el de Perla Ricci, mi primera
amada. Hace algunos años la municipalidad
arrancó todos los árboles, para entregar el lugar
a los autos. ¿Hay derecho a quitarle a uno
el árbol donde grabó su primer amor?

Las fronteras del país miden 20.000 kilómetros y la


extensión de nuest ras fronteras interiores, las vere-
das, es de 25.000 kilómet ros, sólo dentro de la ciudad
de Buenos Aires y sus alrededores. Son 25.000
kilómetros de frontera entre las personas y los autos,
un territorio lineal donde la gente camina, instala sus
sillas para conversar con los vecinos y juegan los chi-
cos con sus amigos. Así ocurre, todavia hoy, en barrios
como Parque Patricios, Barracas, la Boca, y otros.
Hay también veredas de barro, veredas sjn cordón,
oscuras y peligrosas, y hasta pueblos-vereda, como
Don Torcuato, que es una especie de hilo entre los co-
mercios y el tránsito de la ruta 202, sin plaza central,
ni centro; es decir, un pueblo sin corazón, que creció
como una excrecencia de la ruta, ensanchada de apu-
ro para el Mundial de Fútbol del año 1978.

151
Las veredas de los barrios son destruidas , como
lugar para estar, por la irrupción de la propiedad ho-
rizontal. Me contaba un estudiante, acostumbrado a
vivir en una casa de barrio, su sorpresa cuando el
portero lo echó de la puerta de su nuevo departamen-
to, donde se había instalado con su silla, con un seco
<4aquí no se puede estar". Los muros bajos de la entra-
da tienen dientes metálicos -me decía-, como los
del Hospital Alemán, para que la gente no se siente.
' Contrariamente a lo que creen los porteros, es nota-
ble cómo en los barrios donde se usa la vereda, los ro-
bos y los asaltos son mucho más escasos que en las
calles donde predominan los departamentos. En
aquéllos una red de miradas amistosas envuelve el
lugar. Existen los vecinos. Es el tejido social, que sos-
tiene al barrio, y su sede es la vereda.
Otra cosa son las veredas del centro (o los centros)
de Buenos Aires. Es indudable que en la lucha plan-
teada entre los autos y las personas, son estas últi-
mas las que retroceden y apuran el paso en veredas
cada día más ruidosas y recortadas.
No hay en Buenos Aires -con excepción de La Bie-
la, en la Recoleta-, una sola vereda extendida y an-
cha, donde sea posible tomar un café, bajo los árboles,
sin tener que soportar un guardabarros a menos de
tres metros de la cara. Nuestra 9 de Julio, la avenida
más ancha del mundo, está muy lejos de contar con la
vereda más ancha del mundo, debido a una absurda
distribución de autos, estacionamientos en superficie
y canteros arbolados, perdidos en medio del cemento.
(Sería mejor y menos costoso reformarla que cons-
truir allí una autopista, como se pensaba ... o se pien-
sa hacer.) Nuestras únicas calles peatonales, Florida
y Lavalle, no tienen bancos, ni mesas en toda su ex -
tensión. Las veredas del centro precisan remansos ur-
banos, desde donde uno pueda tomar distancia con la

152
ciudad que pasa, única manera de verla y de estar,
por momentos, fuera de la corriente. Nuestras vere-
das tienden a convertirse en un angosto fideo de
25.000 kilómetros de largo, hecho para pasar en fila,
cuidándose siempre de los autos. Pero, como se sabe,
la cultura no floreció en los autos sino en las veredas.
Fue en veredas y plazas donde Platón y Aristóteles
conversaban con sus discípulos, donde surgieron el te-
atro, la politica y los tan necesarios encuentros casua-
les.
Para terminar, he aquí algunas propuestas para
mejorar nuestras veredas.
1) Peatonalizar más calles en los centros de las ciu-
dades, siguiendo el ejemplo de Córdoba, y ensanchar
las veredas donde sea posible creando remansos "ali-
mentados" desde el área construida y no como islas
solitarias en medio de las avenidas (como en la 9 de
Julio). Evitar nuevos recortes de veredas.
2) Mejorar el tránsito de los autos disminuyendo la
cantidad de éstos que circulan por la ciudad en lugar
de ensanchar las calles a costa de las veredas.
¿Cómo? Entre otras cosas eliminando la obligación de
la presencia personal para realizar cualquier tránli-
te, muchos de los cuales podrían hacerse por te-
léfono. ¡En la Argentina ni los precios se dan por te-
léfono! Son más baratos los cables que la nafta y las
autopistas sumados ... , sin contar con el irrecuperable
tiempo perdido.
3) No siempre es necesario hacer obra para ensan-
char una vereda. El 31 de diciembre pasado los veci-
nos de La Tablada invadieron las calles con mesas e
hicieron una fiesta en una supervereda que ellos mis-
mos crearon esa noche, porque es la función la que
crea el espacio.
Algo parecido acune en la calle Brasil, frente al
Parque Lezama, cada vez que la policía corta el trán-

153
sito, cuando hay música en el parque. Las mesas del
barcito de enfrente se orientan entonces hacia el ver-
de de la plaza, a través de la calle distendida y calma.
La gente pasea despacio y la música nos deleita a to-
dos.
Son muchas las calles de la ciudad que permanecen
sin autos los fines de semana. Las comisiones veci-
nales debieran conquistarlas con mesas, juegos y
fiestas, con el simple requisito previo de avisar a la
comisaría del barrio, que colaboraría con vallas y vigi-
lancia amistosa. Así se hace en pleno centro de Nueva
York y es posible aHí elegir en el diario, dentro de una
lista bastante extensa, la fiesta callejera a la que uno
puede concurrir. La vereda entonces se dilata y se
contrae, como el pulso de una ciudad que vive.

154
Capítulo 21
EL BRAGUETISMO,
UNA ENFERMEDAD
NACIONAL
El braguetismo y ENCOTEL

Mi amiga Nora se acercó a la ventanilla "Telegra~


mas" y entregó el suyo, pro'a un sobrinito que cumplía
años en Bahía Blanca: ''FELIZ CUMPLE", decía. El
empleado primero y el jefe después, rechazaron el te-
legrama. No hubo caso: o se escribe cumpleaiios o na-
da.
Otro caso: hace ya bastantes años viví por un tiem-
po en Resistencia y al salir del cine, por la noche, qui-
se mandarle un saludo simpático a una amiga corren-
tina que, como es muy común por esos lares, hablaba
bastante bien el guaraní. Presenté un texto breve en
ese idioma. El empleado lo entendió -porque tam-
bién hablaba guaraní-, pero me lo quiso cobrar como
"idioma extranjero".
-Extranjero quiere decir de otro país, ¿no?

157
-Así es -me contestó.
-¿Y cuál es el país cuyo idioma es el guaraní? - le
pregunté.
Desconcertado, llamó al jefe. Esta vez me tocó un
empleado "anormal", es decir con buen humor e ini-
ciativa. Lo despachó nomás corno idioma nacional, en-
cantado de descubrir que "en treinta anos es el primer
telegrama transmitido en guarani».
Después vino la respuesta de mi amiga, también en
guaraní. Pero en Comentes no hubo caso; lo tuvo que
pagar doble, como idioma extranjero de un país
imaginario, pues el guaraní no es el idioma oficial de
ningún país. Simplemente, forma parte de nuestra
cultura nacional y, paradójicamente, algunos decre-
tos, leyes y asociaciones, tratan de mantenerlo, con
muy buen criterio.
"Si, pero eso pertenece a otra repartición", nos diría
ENCOTEL. En realidad, casi todos nuestros proble-
mas "pertenecen a otra repartición", ¿no lo han nota-
do?
El braguetismo y los "Radiomensajes"
Fidias Montini es una abuela cariñosa. Su buen hu-
mor se ve, quizá, reforzado por los siete kilómetros
que corre diariamente en Palermo, llueva o truene,
ante el desconcierto de porteros y vecinos que la ven
llegar muy temprano, cuando ellos recién salen para
hacer las compras.
Días atrás se enteró de que sus nietos (11 y 7 afias),
estarían solos por unas horas en la casa de sus padres
y decidió advertirles por medio del radiomensaje al
que están abonados (no tienen teléfono), para que no
abrieran la puerta a na die. Para no asustarlos se le
ocurrió utili zar una frase de un cuento que, justa-
mente, les había narrado la noche anterior: "Chicos,

158
antes de abrir la puerta hagan que les muestre la pa-
tita" (Se trataba del lobo que, como una treta, intentó
empolvarse la pata con harina).
Fue imposible transmitir el mensaje:
"Es una clave", dijo el supervisor. "Adem.ás, no po-
dem.os tutear al abonado".
"Pero es que soy yo la que los tuteo, la que firmo el
mensaje", alegó Fidias. "¡Soy la abuela!"
Les explicó lo del cuentito, que estaban solos, etc.
No hubo caso.
El mensaje recibido por los chicos fue éste: "Ruégo-
les no abrir la puerta a extraiios por resultar peligro-
son. Firmado: Su abuela.
El censurador privado (El Radiollamado 454081/6
es una empresa privada) debe haber quedado muy sa-
tisfecho por el deber cumplido. "Son normas de EN-
COTEL", adujo.

Cómo burlar el braguetismo


del Radiollamado
El braguetismo se presenta ante mí como un desa-
fío, para burlarlo y divertirme un poquito de paso. He
aquí algunos mensajes que logré transmitir textual-
mente a una amiga estudiante de medicin a:
-"Aconsejo evitar acciones lúdicas en zona anal
durante las comidasn. Finnado: Dr. Ferguson.
-"En caso de producirse reacciones positivas en zo-
nas er6genas por vías imaginarias, llamarme inme-
diatamente". Firmado: Dr. Ferguson.
Descubrí que para el imaginario Dr. Ferguson, todo
estaba permitido, aun las mayores perversiones. ¿Có-
mo era posible? Muy fácil: los mensajes del Dr. Fergu-
son estaban envueltos en un ropaje técnico, y LA TEC-
N1CA tiene más prestigio entre nosotros que el hunwr
y la alegría.

159
No en vano nuestros gobernantes tienen almuerzos
"técnicos"; nunca almuerzos o ratos para pensar, por
ejemplo las autopistas se hicieron porque eran ''técni-
camente factibles", y "técnicamente" podemos ir todos
a parar al diablo.

160
Capítulo 22
PALERMO,
EL GARAJE EN EL LIVING

En la memoria de los porteños adultos vive un chi~


co que pasó momentos felices en el balneario El An-
cla, en Olivos, o chapoteando en el río, frente a la
Costanera Sur. Seguramente también jugó al fútbol
en el potrero de su barrio y anduvo en bicicleta bajo
las altas copas de los árboles que rodeaban al circuito
KDT, escenario de muchas competencias y lugar de
encuentro entrañable de veteranos con pelo blanco,
amigos y modelos de los jóvenes con quienes com par-
tían su viejo circuito de siempre.
Ninguno de estos placeres - todos gratuitos- es
posible hoy. Los potreros están cercados por disposi-
ción municipal y en ellos se junta basura y ratas. La
pista del KDT desapareció y detrás de un enrejado se
erige en el lugar un centro deportivo, pago. El río
quedó inutilizado por la contaminación y por un relle-

161
no que convirtió a la Costanera Sur, en la única cos-
tanera del mundo que no tiene costa. Los que insisten
en nadar al aire libre pueden hacerlo en tres magnífi-
cas piletas azules llamadas Parque Norte, donde un
sábado o un domingo, una familia tipo puede tras-
poner la entrada previo pago. Poco después deberán
alquilar una sombrilla y tomar algo para no deshi-
dratarse. Mucho dinero por una tarde de sol... y sin
alquilar reposeras ni pagar estacionamiento .. .
¿Por qué alquilar una sombrilla? Porque la empre-
sa privada que construyó Parque Norte no previó (joh
casualidad!) ningún quincho perimetral. ¿Por qué
consumir gaseosas? Porque en toda el área del parque
no existe ni un solo bebedero, por disposición expresa
del contrato con una empresa de gaseosas. Tampoco
está permitido ingresar con bebidas o alimentos al
sector de piletas. Deben comprarse allí.
Para ir al baño desde las piletas, es necesario cami-
nar 600 metros y subir dos pisos hasta los vestuarios,
induciendo de este modo a los chicos (y a más de un
adulto irresponsable) a hacer pis adentro del agua.
¿Por qué no se ubicaron baños a medio nivel, bajo
suaves elevaciones de pasto (por ejemplo, donde está
la loma central), o con divisiones de lona, sin techo?
Quizá porque hacer pis no produce ganancias y, por lo
tanto, estos detalles no le interesan demasiado a la
empresa, la cual se interesó, sí, en erigir un nuevo
cerco de un valor cercano a los 60.000 dólares ... para
que no se cuelen algunos chicos no pudientes, que el
personal (cuyo trato es excelente, dicho sea de paso),
siempre pudo controlar, por ser muy escasos. Esos
chicos se bañan hoy en el no contaminado, cerca de
alli.
Bernardo Neustadt* debería tomar nota de los re-
sultados que se obtienen con la privatización del es-
• Bernardo )\'eustadl: Periodis ta "CIIlrolla' , defensor de lodos 1116 gobicrocm.

162
pacio público. ¿O acaso lo único que hace Doña Rosa
es hablar por teléfono?
Los fines de semana Palermo es invadido por gente
que huye del cemento en busca de un poco de sombra
bajo los árboles, pero cada día disponen de meno's es-
pacio, porque "Palermo libre" se reduce año tras año.
Un aeropuerto internacional, que curiosamente sigue
llamándose "Aeroparque", creció en su interior hasta
convertir sus 300 metros iniciales en una superficie
igual al 40% de todo el parque.
Un parque es un living urbano y un aeropuerto es
un garaje. Los porteños hemos constrúido un garaje
en medio del living. Y lo aceptamos. Como aceptamos
también, adentro del parque, un club de golf, para in-
gresar al cual hay que pagar 1000 dólares; obviamen-
te sus socios tienen auto y, por lo tanto, podrían "co-
rrerse" unos 20 kilómetros para practicar un deporte
que, además de dinero, demanda una hectárea por ca-
da dos jugadores.
En la plaza Las Heras, ex penitenciaría, todos los
días aparece un nuevo recorte, con su correspondiente
valla, que es cedido gentilmente por la Municipalidad
para las más variadas funciones, la última de las cua-
les es ... una iglesia. Como se sabe, sobran parques en
Buenos Aires y es crítica la falta de iglesias. Los do-
mingos hay que sacar número para asistir a misa, y
con respecto a los bautismos es conveniente reservar
turno ante el primer síntoma de enamoramiento, o
mejor aun, ante la primera mirada concupiscente, co-
mo decían los curas del colegio El Salvador (adonde
concurri,durante 7 años seguidos ... ).
No creo, pOlO supuesto, en ninguna explicación ex-
cluyentemente psicológica de este retroceso creciente
del espacio público, pero durante el ejercicio de mi
profesión compruebo que existe una actitud mental
generalizada que le sirve de apoyo y que consiste en

163
considerar como ''vacío'' al río, terreno, parque, plaza,
patio o balcón; un "vacío" que, como tal, carece de va-
lor en sí mismo y debe ser "ganado". "Ganarle al río",
por ejemplo, en lugar de disfrutarlo, tiene su correla-
to arqui tectónico en el difundido afán porteño por te-
char el patio o el balcón para "ganar" un ambiente
más, a costa de quedar encerrado en un perpetuo "lle-
no", oscuro y tortuoso, parecido a una música aplas-
tante que estuviera compuesta sólo por sonidos, sin
silencios intermedios.
¿Queremos una casa de té?, donemos a los japone-
ses ese pedazo de Palermo ... total, allí no hay NADA.
Un mundo todo vallado, todo construido, parece ser la
imagen del Progreso, al cual se tiende. Curiosamente,
los científicos ensayan hábitat naturales, ecológica-
mente equilibrados, bajo costosísimas cúpulas artifi-
ciales, para establecer colonias humanas en mundos
lejanos ... mientras asfaltamos el nuestro.
El río, los árboles y el ecosistema de la costa, no de-
mandaron inversión inicial, ni costos de manteni-
miento, pero tal parece que no pudiera haber disfrute
sin "hacer obra".
Sentarse en algún lugar bajo la sombra de un árbol,
para ver cómo pasa la gente o cómo rompen las olas
contra el malecón mientras el. sol se pone, son situa-
ciones no contempladas en los implacables planes ur-
banísticos. Los "complejos poli deportivos" <¿cómo se
puede ir a un lugar con semejante nombre?) reempla-
zan a la rambla, a los paseos o a algún pedacito, tan
siquiera, del mundo natural.
La cosa no es pasear sino golpear algo, sobre el ce-
mento, cercado por alambradas y a tantos australes
la hora. El ocio es hacer. O ganar. Y pagar. Pagar
hasta por la sombra. En un millón de dólares de som-
bra, por mes, calculó un cronista de Clarín el alquiler
de carpas en Mar del Plata.

164
La soberanía nacional y el territorio nacional, son
conceptos abstractos para quienes prefieren hablar de
1';1... SE R NACIONAL antes que de los seres naciona·
Il!s. Porque EL SER NACIONAL no come, no ríe, no
ll ora, ni habita. Sólo los seres nacionales habitan y
merecen el verdadero territorio n acional, que justa-
mente les pertenece; un territorio compuesto por ve-
redas, hospitales, escuelas, viviendas, los parques y
las costas de nuestro país. Y ese ejercicio cotidiano de
la soberanía lo va perdiendo, día tras día, la mayor
parte de nuestro pueblo.

165
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166
Capítulo 23
CISNES,
HURONES Y GAVILANES
A MUY POCOS PASOS
DEL OBELISCO
Una reserva natural nace espontáneamente
junto a la ciudad

Una reserva natural de más de 300 hectáreas po-


blada por alrededor de 140 tipos de plantas y 300 es-
pecies animales se ha creado en forma espontánea
muy cerca del centro de la ciudad, exactamente en la
Costanera Sur. Gran parte de la flora y la fauna de la
provincia de Buenos Aires son, ahora, los nuevos ''ve-
cinos" del río y de los rascacielos.
Cuando paseo por allí me imagino que estuve en mi
estancia, que en realidad no es sólo mía sino de todos
los porteños. Está allí, a tres cuadras del Sheraton, a
pocos minutos del centro de la ciudad. En esta estan-
cia no se pagan impuestos y se diferencia de las otras
porque no tiene vacas, pero sí todas las especies de
animales autóctonos. Hay cisnes, gavilanes, más de
una docena de variedades de patos, nutrias, hurones,

169
lechuzas y lechuzones. También lagunas que se han
formado naturalmente y una cantidad increíble de
plantas y, fundamentalmente, silencio. Cuando uno
se interna se va perdiendo el ruido de la ciudad y
cuando camina tres o cuatro cuadras solamente se es-
cucha el trinar de los pájaros y el silbido del viento
entre las plantas. Es una maravilla mirar Buenos Ai-
res desde allí y observar el perfil de los edificios recor-
tado contra el cielo y contemplado desde un mundo
'como era antes, un mundo natural.
Este insólito regalo de la naturaleza es difícilmente
aceptado por los hombres. Ya existen quienes preten-
den "parquizar" la zona. Y tampoco faltan algunos cu-
riosos proyectos que proponen crear un jardín Eoológi-
ca con rinocerontes y jirafas ... Lo único que falta es
que traigan patos de Francia.
Los que piensan en importar animales parecen olvi-
darse de los actuales moradores. Se trata de un eco-
sistema perfecto.
Todo empezó con un error. El intendente Cacciato-
re, respondiendo a una típica concepción militar de
ocupar espacios vacíos, quería ganarle terreno al río.
Por eso, se comenzaron las obras de relleno para
construir edificios de oficinas.
La acción de la naturaleza combinada con la caren-
cia de recursos económicos para proseguir la urbani-
zación subsanaron el error. Las plantas y los anima-
les ocuparon el lugar naturalmente.
El "no hacer", aunque parezca contradictorio, no es
necesariamente "dejar las cosas como están". Un
grupo de naturalistas deberían ser convocados para
presentar un proyecto que contemple mejoras en el
predio. Quizá construir un pequeño restaurante, re-
[accionar los puentes de madera y crear nuevos, para
que este regalo de la naturaleza se convierta en un
paseo habitual de los porteños.

170
Entre los "funcionarios con mentalidad de aspira-
dora que donde ven tierra quieren limpiarla", el in-
tendente Julio Saguier quiere conformar a los
"románticos" ecologistas con 100 hectáreas. En mu-
chos países del mundo se han gastado fortunas para
crear reservas n aturales y nosotros rechazamos un
presente que nos cae del cielo.
El actual gobierno continúa con el propósito de
"mejorar" (léase asfaltar) el lugar y en decl araciones
recientes (4-90), el presidente de la Sociedad Central
de Arquitectos, Julio Kesselman, apoyó el criterio,
¡llegando a proponer la construcción de un audi torium
para miles de personas en el lugar, entre otras "mejo-
ras"!

Una escena
Es un viernes al mediodía. A unos pocos minutos
de allí la gente se desplaza en un paisaje de cemento.
Pero más allá de la fuente de 1.ola Mora empieza otro
mundo. Un cartel dice: "Terminantemente prohibido
pasar". El río, los hombres, las plantas, los animales
no le hacen caso. Sólo los rascacielos lejanos recuer-
dan que la ciudad existe.
A medida que se avanza, las sorpresas abundan.
Bañados, lagunas, pastizales, matorrales de chilca,
totoras, espadañas, cortaderas, juncos y bosqueciBos
forman este paisaje. Los inexpertos ojos ciudadanos
tratan inútilmente de recordar algún nombre perdido
en un olvidado manual de botánica de la escuela se-
cundaria.
"Venimos del bosque de los alisos", explica María
Cristina Turro. Como su guardapolvo blanco lo indi-
ca, ella es maestra del Instituto Ceferino Namuncurá.
Son más de treinta chicos con equipos deportivos y
zapatillas caminando por la ancha franja de pedregu-

171
llos. "Contáles Fabián", pide María Cristina. Y Fabián
de nueve años, ojos negros, explica con aire suficiente
"que los alisos son árboles que no tienen corteza, que
su tronco es totalmente frío y que también hay mu-
chos pájaros multicolores machos y que eso es muy
raro porque generalmente se cree que el colorido per-
tenece a las hembras".
Una de las particularidades que hacen que este lu-
gar sea único en el país, no es solamente la cantidad
de aves, sino que es muy fácil acercarse a ellas y ob-
servarlas. Es to se debe a que los pájaros se acostum-
braron a la frecuente presencia humana y le perdie-
ron el miedo a la gente. También influye positivamen-
te el trazado sobreelevado de los caminos que
circundan el parque rodeado de puentecitos de made-
ra.
A los porteños les cuesta entender la vida natural.
Es lógico. Recuerdo permanentemente un episodio
que ocurrió con mi hijo cuando tenía cuatro años
y 10 llevamos por primera vez al campo. Fuimos al
rancho de un puestero y pasamos por una laguna. Lo
primero que nos preguntó fue "¿d6nde está el lapón ?".
Cuando vio las plantaciones de trigo quiso saber
"dónde se fabricaba", no podía entender, pese a nues-
tras explicaciones, que crecía naturalmente en el lu-
gar; cuando llegamos a la casa del puestero y al ver
una cola de caballo colgada de la pared, dijo: "Claro,
la tiene de repuesto". A esa edad, los chicos del asfalto
tienen una concepción tecnológica de la vida. Para
ellos el mundo natural es el industrial. Eso pasa con
los funcionarios municipales. Siempre tratan de ocu-
par los espacios vacios. La falta de contacto del hom-
bre de la ciudad con la naturaleza hace que le reste
importancia a lo natural y es una verdadera pena que
los gobernantes no comprendan la significación que
puede tener la reserva ecológica que se formó casi mi-

172
lagrosamente en Buenos Aires. Espero que la reserva
se convierta en un parque natural porque no cuesta
nada y porque es un baño de salud junto a la ciudad.
Una de las mejores cosas que pueden ocurrir en la
vida es poder cambiar de situación rápidamente; pa-
sar de la noche al día, del ruido al silencio, de la som-
bra a la luz, del verano al invierno. Y finalmente, la
reserva va a tener un valor educativo para los niños
que, en lugar de tirarles piedras a los patos, entien-
dan que forman parte de un mundo natural, y que si
los tratan respetuosamente estarán capacitados para
gozar mejor la vida.

173
Capítulo 24
"LO QUE SE INUNDÓ
NO FUE UNA CIUDAD
SINO UN SISTEMA'"

Los zapatos, todavía h úmedos, dejaron su huella en


el piso machimbrado del estudio del arquitecto Rodol·
fa Livingston. Buenos Aires tenía 150.000 evacuados
y las aguas bajaban lentamente. En la ciudad, dentro
de los límites de la Capital Federal, más de tre scien-
tas familias permanecían alojadas en clubes, escuelas
y edificios oficiales. Centenares de miles de casas sin
luz, sin agua, sin teléfono eran parte del saldo de la
última tormenta. El tránsito era caótico y los h-ans-
portes aún tenían dificultades para trasladar a los ca-
torce millones de personas que diru.;amen te transitan
la ciudad. Ahora, lentamen te se trata de recuper ar el
ritmo, Buenos Aires dejó de ser por 24 horas una de

• Rcportnjc hecho por el periodista Fernando Almirón.

177
las ciudades más importantes del mundo para trans-
formarse en un extenso pueblo anegado. Dicen que
fue la lluvia más intensa del siglo. La estadística
también pretende refugiar la catástrofe en los núme-
ros esperando que todo pase; esperando, también, que
una nueva cifra se sume a la estadística: 20 muertos.
Rodolfo Livingston no vive del urbanismo, tampoco
cree que nadie le vaya a encargar construir una ciu-
dad; sin embargo, su manifiesta preocupación por el
tema y sus estudios hacen que le hayamos mojado el
machimbrado de su piso para hablar sobre urbanis-
mo.
"En realidad en la Argentina no hay expertos en
urbani smo", dice Livingston mientras juguetea con
un bastón que no necesita. "El urbanismo -agrega-
lo hacen los rematadores de terrenos. Ellos son los
que organizaron el Gran Buenos Aires que ahora está
cubierto de agua, no ·los urbanistas. Tanto la ciudad
de Buenos Aires como el Gran Buenos Aires se levan-
taron en base a la ambición y el negocio, una suma
caótica de intereses personales donde lo que menos
importó fue el bienestar de la población. Por eso creo
que lo que se inundó no fue tanto la ciudad, sino un
sistema."
-Salvo que esta vez el agua llegó a lugares donde
antes no llegaba.
- Lo que pasó con el agua es totalmente lógiCO, ya
que el agua no sólo llegó a lugares donde antes no lle-
gaba sino que, además, se encontró con gente en zo-
n as que antes no estaban pobladas. Ahora, ¿por qué
la gente se instaló en zonas inundables, por debajO de
la cota de 3,80 metros que es la aconsejada como cota
mínima?: porque la gente no tiene recursos para com-
prar una propiedad en el mercado libre, ese mercado
que proclama Alsogaray. Por ejemplo, una pareja de
recién casados no tiene la posibilidad de adquirir una

178
casa en una zona segura, entonces compra donde es
más barato o se instala donde es gratis. Pero si es
gratis, o es barato, quiere decir que el terreno es ma-
lo, es inundable.
-La improvisación ...
-Por un lado está la crisis de tUl sistema donde to-
do el espacio no ha sido organizado: ni la cuadra, ni la
ciudad, ni el país. Porque nuestro país no ha sido or-
ganizado en función del interés de sus habitantes si-
no que fue diseñado según los intereses de España,
primero, Inglaterra después, y por último los Estados
Unidos. A esto se suma el error general de la cultura
industrial. Pensemos en lo que significan las grandes
redes de gas, de electricidad ... el esfuerzo por extraer
el petróleo de allá abajo y ensuciar todos los mares
para transportarlo cuando hoy se podna utilizar per-
fectamente la energía solar. Si hace cien años se hu-
biera puesto la misma energía que se depositó en el
petróleo para estudiar el sol, actualmente las cosas
serían distintas. Tenga en cuenta que a todo lugar
donde llegue el sol, basta con tomarIo y aprovecharlo.
-Pero de esa manera no habría intermediarios.
- Exactamente. Entonces vivimos en base a un sis-
tema de redes de electricidad, gas y todo se sostiene
cada vez más en el extremo de una pirámide inverti-
da cuyo punto de apoyo es cada vez más fino: la tecno-
logía. Por ejemplo: si antes se cortaba la luz no pasa-
ba casi nada. Ahora, si se corta la energía eléctrica se
corta el tráfico, el subte, los trenes, los ascensores; las
dactilógrafas, que antes podían seguir escribiendo,
ahora ya no lo pueden hacer porque todo depende, ca-
da vez más, de un solo punto de apoyo.
- ¿Qué rol juega la tecnología en la inundación?
-Toda el agua que cae sobre las 12.000 manzanas
que tiene la ciudad de Buenos Aires debe ser trasla-
dada porque, como todo es cemento, el agua cae de las

179
azoteas al piso y del piso, que está pavimentado, hay
que sacarla mediante una red gigantesca fuera de la
ciudad. En cambio antes, donde el agua caía era ab-
sorbida por la tierra y, sin ir más lejos, mientras las
calles tenían adoquines y como éstos estaban asenta-
dos sobre arena, las calles absorbían un 25% del agua
de lluvia, que, además, servía para humedecer la tie-
rra de la que después se alimentanan los árboles e in-
finidad de ventajas más. Como si esto fuera poco tam-
bién se decidió entubar el arroyo Maldonado, lo cual
es una barbaridad, es como recetarle pañuelos a un
resfriado; no resuelve el problema porque cuando ese
arroyo explota, como ocurrió ahora, las consecuencias
son mucho peores. El arroyo tiene una relación con el
entorno que se pretende negar con el entubamiento,
se lo oculta porque es lo natural, y en un mundo que
progresa, lo natural está mal visto. Cuando los ante-
riores gobernantes metieron mano en Palermo anun-
ciaron que habían mejorado el lago. La mejora fue
meter cemento por todos lados porque la tierra es vis-
ta como lo malo, como la suciedad; de la misma mane-
ra que la ven las señoras adictas a la televisión: creen
que el planeta está sucio.
-Hay que barrerlo todos los días ...
-Esa mentalidad existe. Yo, durante mi carrera de
arquitecto, he defendido cerca de cien árboles. Parece
mentira pero cada uno tiene su argumento contra los
árboles: "Las hojas me tapan las canaletas", "me tapa
el cartel del negocio", "me trae alergia", "las raíces le-
vantan las veredas". Entonces todos quieren sacar los
árboles y no se dan cuenta de que es una actitud sui-
cida. La única fábrica de oxígeno de todo el planeta
son las hojas de los árboles, en cambio hay millares
de fábricas que lo destruyen. Entonces se altera la
naturaleza; le doy un ejemplo: en un determinado te-
rreno, donde la naturaleza es libre, hay una cantidad

180
de animales, plantas e insectos. Cuando alguno de
ellos sup'e ra el límite de reproducción permitido, apa-
recen los otros que se los comen o eliminan hasta
volver al límite del equilibrio. En cambio cuando se
planta trigo, sólo trigo, aparece la langosta que tiene
comida, sólo comida y ninguna especie que las comba-
ta porque todas han desaparecido. Entonces el
hombre, para eliminar a la langosta, inventa los pla-
guicidas que se fumigan sobre el trigo. Finalmente el
hombre deja de comer pan, come pan con plaguicida,
que no es lo mismo. Hay gente que cree que éste es
un error de los funcionarios. No es un error, es el pro-
ducto de un sistema de intereses y dirigido por los
fanáticos de la tecnología. Sin ir más lejos, con la au-
topista del Buen Ayre se crearon zonas inundables
que antes no existían, pero claro, se logró que circula-
ran tantos autos por hora ...

Un confort suicida
-En una circunstancia como la pasada, los edifi-
cios de departamentos se transformaron en una tram-
pa. Sin energía eléctrica no había ascensores ni luz en
los pasillos ni agua. A la estrechez del espacio se su-
maba un confort paralizado que se voluía en contra de
los habitantes ...
-Una cadena del error. Sin embargo, no se puede
simplificar diciendo que el edificio en altura es malo y
el edificio bajo es bueno. A la ciudad, a esta altura de
las circunstancias, sólo se la puede cuestionar desde
un punto de vista casi romántico, porque la ciudad ya
es un hecho. La ley 13.512 se redactó para regular la
construcción de estos edificios. Entonces cuando viene
un inversor - hace mucho que no hay- y quiere
construir un edificio exige el aprovechamiento máxi-
mo. Los arquitectos trabajan en base a la ley que dice

181
que habrá patios mínimos de tres por cuatro, que se
edificará hasta tal altura, etcétera. Como resultado es
la ley la que termina por dibujar ese edificio. ¿Alguien,
cuando hizo esa ley, tuvo en cuenta cómo se iba a vi-
vir ahí adentro? ¿Alguien se imaginó la escena que
hoy ofrecen esos edificios? ¿Pensó en la vida de esos
chicos? ¿La arquitectura en la que vive el 50% de los
porteños fue pensada para hacer a la gente feliz? "El
hombre es tierra que camina", decía un jefe indio en
los Estados Unidos. Quiere decir que el espacio, la na-
turaleza y el aire no son ajenos a uno. Porque el hom-
bre es su circunstancia, es todo eso al mismo tiempo.
Si a uno le restringen el movimiento le están restrin-
giendo la vida porque la vida es movimiento. La
película "Mi tío de América", de Resnais, muestra un
experimento donde a dos ratones se les está quitando
el espacio hasta reducirlos a un mínimo. Finalmente
los ratones comienzan a atacarse entre ellos. ¿El
equivalente de esto no es una vivienda de un ambien-
te para una familia entera? ¿Cómo se podrían llevar
bien? Para colmo cuando salen a la calle se encuen-
tran con una vereda de 80 centímetros, y colectivos
apretados. La libertad principal es la libertad de mo-
vimiento en todos los sentidos. Cuando hay restricción
de movimiento hay restricción de vida, por algo la
cárcel es el castigo.

"El enfermo es el país"


-Arquitecto, ¿debe seguir creciendo Buenos Aires?
-No, creo que deberían existir otros puntos de des-
arrollo y de intercambio regional. El problema nunca
es el hígado sino la persona que tiene ese hígado. El
enfermo, en este caso, es el país. Si en Buenos Aires
vive el 50% de la población del país es como conse-
cuencia de una política, y la ciudad es la expresión

182
fisica de esa política. El error es pensar que todo co-
mienza y termina en la General Paz. Vista desde el
aire, la totalidad de la ciudad es una mancha que tie-
ne unos cuarenta kilómetros de largo y que llega has-
ta Tigre, La Plata y Moreno, y si vamos más alto to-
davía veremos cómo todas las vías del ferrocarril son
como un embudo que confluye sobre el puerto. En de-
finitiva, esa forma que se ve desde el aire es la expre-
sión fisica de un país, así como la cara es la expresión
física de un individuo.
- ¿Usted hace reformas; sobre qué elementos se basa
para hacer una reform.a?
-Yo salgo con una valija a la mañana, dos o tres
días a la semana y hago consultas a domicilio sobre
cómo vivir mejor en una casa, cómo organizar el espa-
cio. Para mí las soluciones están adentro de la infor-
mación; saber tomar y seleccionar la información es
ya media solución del problema. La información en
este caso tiene dos vertientes, una es el sitio. Lo pri-
mero que hago al llegar es pedirle al paciente (lo lla-
mo paciente porque padece ]a arquitectura) que no me
hable y me muestre toda la casa. Después charlo con
él sobre su historia, sobre cómo era su casa anterior y
después le pido que en una frase me diga qué es lo
que más lo hace sufrir de toda la casa. A partir de esto
no dibujo la mejor casa que ellos podrían tener, sino
cómo, con el mínimo cambio, logro el máximo de bene-
ficio; con la ciudad habría que hacer lo mismo. La ar-
q~~tectura, para mí, más que una forma es un ser-
VICIO.
- ¿Qué solución hay para Buenos Aires?
-Si se soluciona toda la República Argentina habrá
una solución para Buenos Aires. Si una persona con
la piel amarilla, ojerosa y demacrada le pregunta al
médico qué solución hay para su cara, seguramente le
contestará que la solución es comer bien, que se le

183
vaya la depresión. Cuando mejora la relación del
cuerpo con el espacio la cara, como consecuencia,
también va a mejorar. Aristóteles decía que la política
es la organización del espacio, porque no hay política
sin espacio y todo ocurre en el espacio.

184
Capítulo 25
ARQUITECTURA Y
AUTORITARISMO

Los diarios suelen publicar los proyectos y las noti~


cias sobre la construcción de nuevos conjuntos habita-
cionales. Pero, ¿cómo es lo que sigue a la inaugura~
ción? ¿Cómo es vivir en esos nuevos barrios y cuáles
son las relaciones entre esas formas de vida y la ar-
quitectura?
Las respuestas quedan en la sombra, quizá por ha-
ber dejado de ser noticia. Tal es el caso de Ciudad Ge-
neral Belgrano (o barrio Güemes), un conjunto de
3.024 viviendas edificadas sobre 100 hectáreas ubica-
das entre la autopista que conduce a Ezeiza y la ruta
3. Fueron financiadas con crédito del BID y su objeti-
vo principal fue la erradicación de las villas de emer-
gencia del Parque Almirante Brown. Las viviendas,
un 80% de las cuales son de tipo individual, están
agrupadas en tiras de 8 a 16 unidades cada una, en-

185
lazadas por senderos peatonales. La población total
del barrio, inaugurado en 1970, es de 28.000 habitan-
tes (más que la población de Tierra del Fuego, islas
Malvinas, Antártida Argentina e islas adyacentes
juntas). El proyecto ganador fue elegido por computa-
dora (La Prensa, 25-11-68) y sus resultados merecen
ser estudiados porque este caso es representativo de
la mayor parte de los nuevos conjuntos habitacionales
que se han construido en el país.
El espacio que está delante de las viviendas, a par-
tir de la Hnea municipal, es "propiedad común" y está
destimldo a sendero. La gente no puede, por lo tanto,
sacar sus sillitas afuera, para conver sar con los veci-
nos y mucho menos plantar el clásico jardincito que
tradicionalmente hace de "fuelle" entre el espacio pri-
vado y el espacio público. En e l fondo de casa h ay un
pequeño patio de 5x3, limitado por muros altos, don-
de se supone que debe volcarse la vida exterior de la
familia. Esta concepción de vivienda individual volca-
da hacia el fondo es caracteristica de la clase alta
(Martínez, Acassuso, San Isidro), con la diferencia de
que esos fondos son amplios, con abundante verde y
pileta de natación, mientras que éstos son de cemento
y del tamaño de una habitación.
Tanto en el patio como en los techos está prohibido
no solamente construir sino también agregar cual-
quier elemento (verja, muro, adornos, etc.) que altere
la fisonomía de los frentes. Tampoco puede agregarse
nada afuera, en los terrenos comunes.
-No podemos permitirlo, esto se convertiría en un
carnaval... pero no hay nada que hacer, les cuesta
entenderlo y a cada rato les tenemos que demoler los
cercos, los quinchos yesos muritos que ponen en los te-
chos- , nos dice el responsable del barrio, un em-
pleado de la Municipalidad de Buenos Aires, quien se
niega a dar su nombre.

186
-Sabe señor, nosotros quisiéramos poner un
quincho para hacer un asadito, para todos los de este
sector, pero no nos dejan. Y, me quiere decir ¿dónde
pongo la piletita de lona para los pibes? Muera está
prohibido y sobre el techo no podemos porque no nos
dejan poner una baranda para que los chicos no se
caigan. Acá no se puede hacer nada, haga de cuenta
que la casa no es de nosotros, pero bien que se acuer-
dan de cobrarnos la cuota- confiesa uno de los pro-
pietarios consultados.
y sigue el contrapunto:
- Vea señor, esta gente es muy dificil de manejar,
con decirle que aquí hay bares clandestinos- dice el
encargado del barrio.
-¿Pero, cómo? -pregunté asombrado ante seme-
jante reaparición de l mismísimo Elliot Ness en pleno
Buenos Aires- ¿No hay bares normales?
- No, no hay ninguna----. fue la respuesta.
- ¿y hay plaza 1- interrogué.
- Tampoco hay plaza- dijo, y acto seguido desen-
rolló con orgullo un proyecto propio de plaza de ce-
mento, con diagonales, muchas luces y mástil central.
Aunque usted no lo crea, aquí no hay dónde realizar
un acto, agregó, a modo de explicación del proyecto.
Mire, en todo este asunto de los bares, el centro veci-
llal y todo eso, preferimos no hacer hincapié porque
enseguida aparece la cuestión política.
Allí comprendí claramente la unidad entre regla-
mentos, diseño arquitectónico, urbanismo y concep-
ción política. 'roda es coherente y tiende a empujar a
la gente hacia adentro de las casas, 10 cual es, por
otra parte, una característica esencial de ]a propiedad
hori zontal: son viviendas que, definidas más por sus
falencias que por sus virtudes, carecen de "adelante",
de "atrás" y de "encima" (no pueden crecer). A dife-

187
rencia de la vivienda individual norma l, que se com-
pone de adentro y de afuera (fondo, patio, vereda), la
propiedad horizontal puede ser definida como una vi-
vienda a la que se le ha amputado el afuera. Esta im-
prescindible categoría del espacio vivido, el afuera, es
reemplazado por mesitas en Palermo los fines de se-
mana (posibilidad que hoy está muy restringida por
el asfalto y las verjas), trasladadas en el baúl del au-
to, convertido así, funcionalmente . en un pasillo que
vincula un adentro (la vivienda) y un afuera (Paler-
mol que fueron desmembrados por una cultura que
entendió la arquitectura de muchos modos, pero nun-
ca como una organizadora de la vida.
Los reglamento.,> también diseñan, junto con los
planos. En este caso diseñaron una propiedad ho-
rizontal chata, compuesta por viviendas individuales
que carecen de todas las ventajas que siempre
tuvieron (entre ellas la posibilidad de crecer, al rit-
mo de la familia) y tienen en cambio todas las caren-
cias de la propiedad horizontal. Con un agravante.
sus habitan tes, por su origen social, están muy habi-
tuados a la vida exterior propia del campo, de los ba-
rrios y aun de las villas de emergencia. Por eso su
sentimiento de pérdida es fuerte.
La fa lta de lugares de sombra y de reparo (las
típicas galerías, por ejemplo) son el resultado de una
visión invernal de la arquitectura que coincide con
la de nuestra vestimenta. También Papá Noel abri-
gadísimo y la Navidad con nieve falsa son costum-
bres inocentes pero muy coherentes con esta {arma
alienada de concebir el clima. Su expresión en la
arquitect ura y en el urbanismo no es por lo tanto ex-
plicable.
Ya descubrimos en Malvinas que en materia de po-
lítica exterior no nos conviene creernos europeos; sólo
nos falta extender el descubiimiento -tan tardío pa-

188
ra muchos- al campo menos glorioso que conforma el
resto de la cultura nacional. Yel hábitat es parte fun-
damental de la cultura nacional.
Por último está el tema del control y del temor. Es
por eso que la imaginería que siempre fOTInó parte de
las viviendas (enanitos de jardín, colores, cercos, re-
jas, carteles, virgencitas, etc.), y que permite la perso-
nalización de los lugares, no es permitida en este caso
por los diseñadores ni por las autoridades, quienes la
consideran un símbolo del descontrol. La uniformi-
dad es co.nfundida con el orden. Y el orden, así enten-
dido, con la calidad estética.
¿Y el adentro?
Las paredes, de bloques de hormigón, no admiten
clavos comunes para colgar, por ejemplo, la foto
del casamiento, de Gardel, de Ceferino, de Perón
o del abuelo. Los 3.024 tableros de luz fueron ubica-
dos sobre las piletas de lavar los platos, impidiendo
colocar allí el secaplatos colgante. Las distancias en-
tre las paredes y la distri.bución de las puertas hace
muy difícil ubicar la mesa familiar y los muebles en
general. No hay dónde guardar las herramientas de
los plomeros, albañiles y carpinteros que abundan en
el barrio. Están prohibidos los techitos de lata en los
pequeños patios, donde podrían guardarse. Nada de
eso se contempló. No hay lavaderos ni lugar previsto
para ellavarropas. La cocina, de un metro y medio de
ancho, impide comer allí y está separada del comedor
por una pared cuya demolición está prohibida. Esa
pared equivale, funcionalmente, a una pared entre la
mesa de luz y la cama, porque cocinar y comer confor-
man una acción única para las familias que no cuen-
tan con servicio de mucama. Podria seguir, pero bas-
taría señalar que, en muchos aspectos, la casa pobre
de barrio y aun la villa miseria superan en habitabili-
dad a este enorme y costoso conjunto urbano, a no ser

189
que se consideren el agua corriente y el "orden" como
únicos valores del hábitat,
Tres veces estuve en el barrio; cuando se inició la
construcción, en 1968, en 1981 y en 1983. Hoy su as-
pecto es mucho mejor que en 1981 , Las autoridades
fueron cediendo a la presión de la gente y la realidad
pudo más que los reglamentos, Avanzaron finalmente
los incipientes y prohibidos jardincitos sobre las ab-
surdas veredas, aparecieron los enanitos de jardín,
las flores y las rejas, Todo lo lindo que hoy tiene el ba-
rrio lo hizo la gente en contra de los reglamentos y a
pesar del diseño, ¿Qué hubieran hecho si los hubiesen
dejado participar desde el principio?
Algunos vecinos guardan todavía unos carteles de
lona con dibujitos de colores y leyendas en verso que
les entregó la Municipalidad de Buenos Aires, junto
con las casas: "Si la cloaca se tapa, la sopapa la desta-
pa," "Si lo cuidas con primor, tu baño será una flor,"
¿Qué pensarían los plomeros, los albañiles, de seme-
jantes "instrucciones"? Evidentemente nunca pudo
pensarse en la participación de quienes eran clara-
mente subvalorados (por no decir despreciados) como
personas.
¿No da todo esto que pensar antes de iniciar las 524
viviendas en Córdoba (Cla rín, 25-3-83) y otros con-
juntos que se anuncian como de próxima realización
en el país?
¿Por qué?
Asombra y duele comprobar que cada uno de estos
"errores" se multiplica por 3.024. ¿Cómo fue posible,
con tantos técnicos, con tantos arquitectos y con tan
modernas computadoras?
No sólo fue posible sino que seguirá ocurriendo
mientras se considere el problema de la vivienda a
partir de un enfoque exclusivamente tecnológico y
económico, cuyos aspectos culturales -por lo general

190
confundidos con la estética- no van nunca más allá
de alguna "dignidad" vagamente enunciada (vivien-
das "dignas").
Seguirá siendo posible mientras se continúe igno-
rando que la arqui tectura y el urbanismo descansan
siempre sobre una determinada concepción del mun-
do y de la vida Los edificios no existen en sí mismos
como lo pretende la subcultura de los arquitectos. La
arquitectura es el punto invisible de encuentro entre
los edificios y la gente. La arquitectura es el ordena-
miento y a veces, como en este caso, el aprisionamien-
to de la conducta humana en el espacio.
La censura no se limita al teatro, al cine y a la tele-
visi6n que pueden mantener mutilada nuestra visión
del mundo. Exi.'lte una censura de la acción de habitar
con libertad esa parte del territorio nacional sobre el
cual también tenemos el derecho de ejercer nuestra so-
beranía y que es nuestra casa, el balTio y la ciudad.
La visión fragmentada, tecnológica o meramente es-
teticista de las disciplinas conduce imperceptiblemen-
te a los profesionales a ser instrumentos inconscien-
tes de una arquitectura que a menudo tiende más a
restringir la vida que a enaltecerla.

191
192
La cal"ierfa se tapa
y lo arregla la sopapa

Plano de planta de UDa calla ti po.

Bander ines que se e Dt rtgllron a 1011


pobladores.

200
Unidad en el ronjunto de
viviendas "La Pampa-.
Buenos Aires.
Paredes inncresarias, la·
berintos im1tilclI.
Caso parecido al Barrio
Gral. Bclgrano.

. 1
.'.1-1++++++

Planta de un socwr del Barrio JURto S\l~'iI'C7. en 1\btndcro~ (Buenos


Aires). Un excelente ejemplo de vivienda popular. No hay pasillos ni
pnredcs inútiles, sostenidas por prejuicios. Cocina-comedor inkgrados.

201
Capítulo 26
LOS ARQUITECTOS
TENEMOS MUCHO
QUE APRENDER

"No hay que contradecir a un arquitecto, aunque de-


fienda la densidad demográfica y no le guste ver un
árbol, nunca", La afirmación pertenece a Clorindo
Testa y figura en un reportaje en el que el conocido
arquitecto abomina de la existencia de los árboles
dentro de las ciudades, tomando como ejemplo a Ro-
ma. Bruno Zevi dijo, en su última visita a Buenos Ai-
res (Clarín, 9-5-80), que el arte no hubiera evolucio-
nado si los artistas hubiesen tenido en cuenta la opi-
nión del público, y estableció un paralelo entre la ar-
quitectura y la pintura, desconociendo el hecho cierto
de que la arquitectura se parece más a la ropa y a los
autos porque, como éstos, actúa como un envase de la
conducta humana, y debe valorarse, por lo tanto, des-
de una cierta forma de estar en el mundo.
La pintura y la escultura, por el contraeio, no se ha-

203
bitan. Sólo se miran. La ropa y los autos fueron pro-
gresando a partir de las experiencias obtenidas con el
uso y lo mismo debería ocurrir con la arquitectura.
Sin embargo, en la Facultad suele decirse que «lo ide-
al es trabajar sin clientes» y de hecho nadie vio nunca
un cliente vivo dentro de las aulas, a diferencia de los
estudiantes de medicina que ven y auscultan pacien-
tes reales. Quizá sea por eso que los arquitectos esta-
mos mucho más alejados del común de la gente que
los médicos.
Con relación al cliente, la línea que prevalece (toda-
vía) entre los arquitectos es la de educarlo para que
pueda entendernos, una vieja ambición profesional
nunca concretada.
Es cierto también que entre nosotros se han reali-
zado experiencias de participación del us uario en la
arquitectura y que hay colegas que creen íntimamen-
te en ella, pero no hay du da de que el criterio que pre-
valece dentro de la subcultura profesional es aquel
que ve al cliente con una óptica parecida a la que uti-
lizan los militares para percibir a los civiles.
El futuro arquitecto enfr enta en la Facultad a un
cliente sustituto, el ayudante de cátedra, quien lo in-
troduce en un dialecto que luego se continuará en to-
das las memorias explicativas de los proyectos. Este
dialecto no es meramente instrumental, sino que en-
cierra una concepción estética del hecho arquitectóni-
co, más profunda que la aparente variedad de los "is-
mos" con los cuales nos enfrentamos entre colegas.
Esta concepción está generada desde el subgrupo
autoritario, el cual parte de la verdad axiomática de
que es superior. Igual que los blancos durante la con-
quista, la única tarea que queda por delante de los a r-
quitectos ft-ente a los clientes es enseñarlés a los igno-
rantes.
y lo mismo que los bl an~ os conquistadores, tam-

204
bién los arquitectos pueden destruir valores y modos
de vida, en defensa de su concepción "superior".
El mismo fenómeno se da con respecto a la salud
mental. "Locos, anormales o inadaptados son aquellos
que no acatan el concepto de orden impuesto por la
minoría autoritaria que deten ta el poder del Estadon
(Delich, suplemento de Salu d Mental, Clarín, 17-11-
83).
La definición de lo que es bueno o malo, tanto en la
arquitectura como en el terreno de la salud mental
es, por lo tanto, un hecho social antes que una defini-
ción estrictamente profesional, "especializadan •

Coincidencia nefasta
El gobierno militar creó un marco donde todo mode-
lo de participación se hizo imposible. Hasta ser tera-
peuta de grupo, y aun paciente, se tomó sospechoso.
"Aprender a pensar grupalmente se hizo inseguron
(Pavlovsky).
El clima social no pudo ser mejor para que la mayor
parte de los "arquitectos que proyectaron durante esa
época (hiperconjuntos habitacionales, estación termi-
nal de ómnibus de Buenos Aires, Rambla de Punta
Mogotes -Mar del Plata-, apropiaciones privadas
diversas del espacio público en todo el país, etc.) pu-
diesen aplicar cómodamente la concepción académico-
autoritaria de la profesión en que fueron -y son-
formados .
• A los militares no les gustan los colores diferen-
tes, los caminos hechos por la gente, ni los enanitos
de jardín, porque ellos confunden el orden con la uni-
formidad .
• A los arquitectos tampoco les gustan los colores
diferentes, los caminos hechos por la gente ni los ena-
nitos de jardín porque violan los símbolos que apren-

205
dieron a amar en la fa cultad: los planos, las perspec-
tivas y las "memorias descriptivas". ("No hay nada
que hacer ... no entienden - los usuarios- ... uno les
expli ca y les explica.". pero no entienden" suelen
decir.)
En la estética de la restricción coincidieron -por
motivos diferentes- el autoritarismo del gobierno
con el autoritarismo académi co que mamamos los ar~
quitectos.
Este matrimonio ideológico se produce muchas ve-
ces sin la complicidad malévola de los arquitectos,
que vendrían a resultar algo así como las costm"eritas
inocentes" Porque h ay colegas que son, en lo personal,
sinceramente democráticos y antimilit aristas, pero
cuando se instalan frente al t.ablero de dibujo se les
escapa el arquitecto autoritario que proyecta barrios
de casas bajas donde es imposible sacar una silla a la
vereda, hacer un asado y a veces hasta lavar la ropa
de una maner a mínimamente cómoda.
Pero la cosa es peor todavía porque los grupos auto-
ritarios en los países del Tercer Mundo son alienados,
es decir, ni siquiera tratan de imponer su propia cul-
tura sin o la de los centros de poder ubicados en otros
climas, en otras culturas.
El interés por el pasado italiano que tiene Aldo
Rossi , líder del "posmodernismo", que causa furor en-
tre los arquitectos locales, se convierte en el interés
por el pasado italiano por parte de sus seguidores ar-
gentinos, no en el interés por nuestro pasado. Cuando
los militares imponen corbatas a escolares y taxistas
en el verano porteño, creen ser ingkses (o un determi-
nado Lipa de ingleses) y no sudafricanos, por ejemplo,
cuyo clima se parece mucho más al nuestro que el de
Londres.

206
Estética y usuario
La política de la restricción está empezando a ceder
en la Argentina. Bastaría con comparar las caras que
asolaron los diarios durante estos años (expresión ti-
po: aviso de "Cirulaxia") con las expresiones maravi-
llosamente normales de nuestros nuevos gobernan-
tes. Uno se sorprende al ver que mueven los brazos,
en lu gar de colgarlos rígidamente a los costados del
cuerpo; se den, conversan caminando, usan zapatillas
y tienen televisores torcidos detrás de sus asientos,
en lugar de edecanes crispados. La gente se contagia
y se sienta en el pasto o en los escalones, canta y hace
música en las plazas. El momento no puede ser más
propicio para plantear la participación de los usua-
rios en la arquitectura y en el urbanismo.
Esta participación, convenientemente instrumenta-
da, formará una nueva concepción y una nueva forma
de evaluar la arquitectura, que no partirá de lo que el
usuario pide sino de lo que éste realmente quiere, de
una verdadera interpretaci6n de sus necesidades pro-
fundas en relación con el hábitat.
No se trata entonces únicamente de lograr créditos
para hacer nuevas viviendas, sino de cómo serán esas
viviendas, plazas y lugares públicos.
Autoridades y habi tantes: no abandonen la arqui-
tectura a los arquitectos, ayúdennos a entenderlos.
Porque tenemos mucho que aprender.
y que desaprender.

207
Cartas al País
¿Qué es un arquitecto?
Señora Directora:
El arquitecto Rodolfo Livingston es el autor de un
desafortunado artículo ("Los arquitectos tenemos mu~
cho que aprender", Clarín, 6-12-83) cuya repercusión
en un órgano periodístico de gran difusión obliga a la
comisión directiva de la Sociedad Central de Arqui-
tectos -de la cual el firmante es presiden~ a efec-
tuar algunas apreciaciones. Con el fin de revalorizar
el rol positivo de consulta y participación que puedan
tener los usuarios de un edificio en la formulación del
proyecto, Liuingston hace uso de una insultante iro-
nía que agravia a la profesión en su conjunto y tra.<;-
pasa los limites de lo que podría considerarse una sa-
ludable polémica. Separando frases de su contexto,
incurre en inexactitudes y aventuradas afinnaciones
como que, valga el ejemplo, " ... en la Facultad se dijo
siempre que el ideal (de un arquitecto) es trabajar sin
clientes". Si así pudo haber sido en algún caso parti-
cular que no especifica, de ningún modo se puede ge-
neralizar. Con un encendído afán polémico asocia tal
supuesta actitud con la de "subgrupos autoritarios",
con ''la óptica que utilizan los militares para ver a los
civiles", con ''los blancos conquistadores que destru-
yen valores y modos de vida", con "la alienación deri-
vada de la dependencia cultural" y con la contraposi-
ción, en suma, de "democracia y dictadura". Toda una
verdadera cabalgata de ideas. La mayoría de los inte-
grantes de nuestra profesión han sabido demostrar
en difíciles circunstancias una firme convicción demo-
crática y un amplio compromiso social.
El arquitecto Livingston contrapone a la formación
del arquitecto la del médico "que ve y ausculta a pa-

208
cientes reales". Omite r eparar sin embargo que tanto
la medicación como las intervenciones quirúrgicas
son decisiones y técnicas totalmente alejadas de la
opinión del paciente. Por el contrario, el arquitecto
siempre se ha esforzado por hacer una cabal interpre-
tación de las demandas sociales para un usuario, la
más de las veces "inasible", ya que aun en el tema
más personal que es el de la vivienda individual, el
usuario es múltiple y cambiante a través del tiempo.
Esto se acentúa en aquellos edificios que correspon-
den al equipamiento social y que están destinados a
numerosos y variados usuarios imprevisibles y no
identificables en el momento del proyecto ni a lo largo
de la vida útil de un edificio. Por otra parte, el arqui-
teda consustanciado con su profesión continuamente
está observando el resultado obtenido con los edifi-
cios, a fin de proponer soluciones funcionalmente más
eficaces y culturalmente más significativas. cum-
pliendo así con el rol que la sociedad le asigna, y para
el cual lo prepara, que es el de ser un organizador del
espacio donde se desenvuelven las actividades huma-
nas.
Compartimos la exhortación que el arquitecto Li-
vingston formula a autoridades y habitantes para
participar en forma más activa en las poblicas orien-
tadas a una mejor conformación del hábitat. Desde
este punto de vista resultaría más constructivo que el
colega expusiera trabajos y una metodología explícita
y viable que perfeccionen la actuación del arquitecto
dentro de la sociedad y que intensifiquen las modali-
dades de participación concreta de la comunidad in-
volucrada. Pero esto no se logrará por la vía de exa-
bruptos que agravian el rol ético de la profesión.
Francisco J. Garcia Vázquez.
"Cartas de !ccwre..q", del Presidente de la Sociedad Centrn1 de Arquitec •
. tos. (Cltlr(n, 3·1·84)

209
La guerra de los arquitectos (*)
Cuando el arquitecto Rodolfo Livingston publicó su
artículo titulado "Los arquitectos tenemos mucho que
aprender", estaba dispuesto a la polémica. Lo que
nunca esperó fue despertar las iras de Francisco
García Vázquez, presidente de la Sociedad Central de
Arquitectos.
"Yo me siento como Galileo y lo veo a García
Vázquez vestido de inquisidor. Lo curioso es que 'Paco'
es un hombre con convicciones democráticas, excelen~
te como persona y como profesor. Es como si en él se
hubiese producido una dicotomía: por un lado, el
García Vázquez hombre y arquitecto; por el otro, G.
V. presidente de una entidad gremial. A mí me da la
impresión de que alguien lo hubiese inducido a firmar
esa carta; porque sé que no es ése su estilo ni su opi-
nión."
Por el 700 de Reconquista, una sombría entrada di-
simula un patio paradisíaco con todas las plantas
imaginables. A su derecha y sobre el fondo se alinean
prolijamente las viviendas. Desde una de ellas, en
donde tiene su casa y estudio, Livingston manifiesta
su asombro y hasta su estupor por la réplica de García
Vázquez .. .
"Me dicen que yo he agraviado la profesión; que yo
sepa, a lo único que se puede agraviar es a las perso~
nas. Entonces, eso de 'agravios a la profesión', a mí
me hace acordar a los que hablan de 'críticas desesta-
bilizadoras'; son frases que sirven para impe"dir la
crítica."
-Sí, pero usted acusa a los arquitectos de tener "la
óptica que los militares usan para ver a los civiles"...

(*) Reportaj e

210
-Bueno, en primer lugar , yo no estoy enterado de
que el calificativo mili tar, por más horrores qu e éstos
hayan cometido, sea considerado agraviante. En se-
gundo lugar, y esto también me asombra, en la carta
dice expresamente que se han separado "frases de su
contexto". Y en el contexto, lo que se afirmaba era que
"a algunos arquitectos totalmente democráticos se les
escapa una forma autoritaria de proyectar".
- Eso se puede decir de todas las profesiones ...
- En mayor o menor medida, sí. Pero ocurre que
entre los arquitectos existe lo que se denomina la fas-
cinación por el plano. Fíjese, si yo sobre este papel
trazo una rayita, estoy determinando que allí haya
una pared; entonces me convierto en un semidiós. Mi-
re, yo recuerdo que los médicos que trabajan en salud
mental, forman comunidades terpéuticas en las que
los propios locos intervienen a través de debates en
su curación. Yeso da mayores resultados porque la
democracia puede más que el autoritarismo. Hacien-
do un paralelo, yo diría que las casas salen mejor
cuando intervienen los usuarios .
- Mire, yo soy un asiduo lector del suplemento de
arquitectura del diario Clarín, No porque me interese
la arquitectura, sino porque durante los años pasados
era una de las pocas prosas a la vida que se publica-
ban; y tenía la idea de que los arquitectos no eran ti-
pos autoritarios.
- Bueno, voy a tratar de ser claro. Yo creo que la
mayor parte de los arquitectos no son autor itarios;
pero también creo que la mayor parte de las vivien-
das son producto de una ideología autoritaria, y ade-
más que están mal hechas, no porque se lluevan sino
porque están diseñadas sin tener en cuenta al usua-
rio. ¿Cómo se explica esto? Porque la mayor parte de
nuestros trabaj os lo hace la menor parte de los arqui-
tectos.

211
-Entonces, hahrla una minoría perversa ...
- No, no se trata de eso. Pensemos en el caso de un
arquitecto que se ha destacado y trabaja mucho. Co-
mo ha hecho grandes obras, siempre ha trabajado pa-
ra inversores y nunca habló con una señora. Y éste es
el gran drama de nuestra profesión: se puede proyec-
tar durante vein te años sin hablar nunca con un
usuario. En cambio, un médico no puede atravesar
tan extenso período sin conversar con sus pacientes,
- El gobierno nacional acaba de anunciar la cons-
trucci6n de 70.000 viviendas. ¿C6mo puede coherenti-
zarse un plan tan. vasto, urgente y costoso con su in-
quietud de dar participación al usuario?
- Yo adhiero al plan oficial de viviendas, en cuanto
está alejado de la concepción de hiperconj untos pro-
yectados por tres arquitectos; en ese caso el margen
de error es muy grande, y la realización sólo puede
ser encarada por grandes em presas. El gobierno se
propone construir las 70.000 viviendas, en varios ba-
rrios de pocas viviendas cada uno. Eso le dará trabajo
a más arquitectos y a mayor número de empresas me-
dianas. Ahora bien, si la democracia funciona más
allá de la emisión del voto, la gente, las juntas vecina-
les, deben acercarse a los que proyectan y expresades
sus necesidades.
-¿ Y en cuanto a los costos?
- Yo he estudiado varios casos en que los barrios
podrían haber tenido el mismo costo y la gente vivir
mejor. Si en lugar de poner el camino pegado a la vi·
vienda, impidiendo que el pobre vecino saque una si·
lla a la vereda para sentarse, lo hubiese corrido un
poquito, por la misma plata se hubiera construido la
misma casa sin arrasar con lo que para el usuario era
una costumbre tr adicionaL
- Esto tiene algo que ver con otra de las cosas que
irritan a Garda Vá-zquez, me refiero a su afirmación

212
acerca de que los arquitectos son como "los blancos
conquistadores que destruyen modos de vida»,
-Por supuesto, No hace mucho, en el Chaco, cons·
truyeron un barrio para indios tobas, Dejemos de lado
que en todo el barrio no había un solo árbol. Pero
quien viese las casas, aun sin sus muebles, y analiza-
ra su concepción, se daría cuenta de que quien las hi-
zo, seguramente desde alguna repartición oficial, pen·
saba en tres ti pos tomando whisky alrededor de una
mesa ratona,
Esta concepción proviene de la época en que los mi-
sioneros derribaron las chozas de los indios, distan-
ciadas una de otra por el espacio que cubría un dis·
paro de flecha, y los llevaron a vivir a los ámbitos
arquitectónicos y espaciales de las misiones, La es·
tructuraci6n del espacio es la manera como un pueblo
brganiza su cultura, Destruirla es acabar con esa cul·
tura, Desde aquellas épocas lo venimos haciendo has·
ta ahora cuando erradicamos villas miseria sin con-
sultar a sus vecinos sobre las alternativas que les
blindamos.
-Sus observaciones son lapidarias, pero García
Vázq uez dice que "sería mds constructivo que usted ex-
pusiera trabajos y explicitara una metodología viable
que perfeccione la actuación del arquitecto ... "
-Bueno, yo di tremta cursos y publiqué ochenta
artículos sobre el tema, Mis obras fueron publicadas
en revistas de arquitectura, No sé qué lee García Váz-
quez,

213
Capítulo 27
LOS ENANITOS DE JARDÍN*

Dice el arquitecto Carli que los arquitectos no debe~


mos caer en el acatamiento incondicional de la cultu·
ra popular porque esa actitud nos llevaría a aceptar
el chalet californiano, la casa mediterránea, las rue·
das de carro o los enanitos de jardín, todos ellos ''ins·
pirados en modelos menores de revistas baratas , pero
modelos al fin, y, como tales, impuestos a la concien-
cia colectiva", La aceptación de estos modelos sería,
para Carli, "una actitud negadora", indigna de una
vanguardia seria.
Estamos de acuerdo en que el acatamiento incon-
dicional a los requerimientos de los clientes haría
innecesaria nuestra intervención ... pero nos pregun-

* Escrito en colaboraci6n con el Arq. Mario Sabugo.

215
tamos: ¿qúe es eso de "modelos menores, de revistas
baratas"? ¿El retrato de Freud para los psicoanalistas,
los techos marrones y el color beige en los ambientes
durante la década del '70 deben ser aceptados porque
son modelos mayores y porque fueron publicados en
revistas caras? (¿Acaso quedan revistas baratas?). La
solución estaría, entonces, en propiciar la suscripción
a Domus o a Summa de la población de Berisso y En-
senada? Y además, ¿qué tienen de malo los enanitos
de jardín y las ruedas de carro? No se conocen casos
de conjuntos habitacionales fracasados por exceso de
enanitos y sí, en cambio, el de obras donde los pro-
hibían, junto con otras cosas, en nombre de una cul-
tura pretendidamente superior.
Aunque proviniesen de "revistas baratas", de hecho
los enanitos forman parte de la cultura popular, pero
informamos al colega que estos simpáticos personajes
provienen de los antiguos gnomos y duendes que ha-
bitaban los bosques europeos y que cumplen, además,
un papel ritual, benéfico, en la protección de los hoga-
res. En Buenos Aires pueden adquirirse dos libros
(carísimos, por otra parte), con abundantes ilustracio-
nes sobre la historia, las costumbres, la comida y has-
ta la casa de estos personajes profundamente arraiga-
dos en el folklore de muchos países, entre ellos el
nuestro.
Nosotros tenemos enanitos de jardín y nos negamos
termiI}antemente a que el arquitecto Carli haga con
ellos lo que denomina una-recta-interpretaci6n-no-
concesiua. ¿Cómo sería un enanito de jardín "no con-
cesivo": cónico, simétrico, axonométrico, beige; quizás
en otra escala, de tal manera que ya no sea enano?
Por otra parte, opinamos que los arquitectos no so-
mos "la vanguardia seria" de la gente, sino profesio-
nales entrenados para servirla. En este caso, como
ocurre siempre con el autoritarismo, la seriedad es

216
confundida con solemnidad y con ausencia de humor.
En .e ste momento "R. L. tiene un cliente que colecciona
enarutos de jardín. Su "interpretación-no-ooncesiva"
resultaría difícil de poner en práctica, incluso para un
vanguardista, porque se trata de un psiquiatra, el
doctor Claudio Rud, mucho más entrenado en estas
cuestiones.
Dice Carli que en algunos arquitectos se insinúan
desviaciones que es necesario corregir de inmediato.
¿Desviaciones de qué? ¿Acaso existe un solo camino
verdadero? Y de ser así, ¿quién lo determina? Menos
mal que la vanguardia seria no tiene poder suficiente
para expulsamos, con enanitos y todo, de nuestros
jardines.

217
El artículo que antecede, publicado en Clarín en ju-
lio de 1984, dio lugár a Wla polémica que se extendió
a lo largo del año; en la que intervinieron otros arqui-
tectos, y que, por razones obvias de espacio, no repro-
duzco aquí.
En abril del año siguiente le·escribí al Arq. Carli la
carta que transcribo a continuación. Publico también
su respuesta, a la que siguió un encuentro personal
en la ciudad de Santa Fe, adonde fui invitado por él a
·pronunciar una conferencia. Desde entonces nos une
una amistad intelectual y afectiva, que mucho valoro.

Buenos Aires, 4 de abril de 1985

Arq. César Car!i


Estimado colega:
Hace pocos días, y habiendo pasado ya varios meses
desde la época de la polémica aquella de los enanitos
de jardín, me encontré en la Librería Técnica con su
libro 8 0 al sur del trópico de Capricornio. w hojeé, me
interesó mucho, y pregunté si había algún otro libro
suyo. Fue así que volví a casa con Crónica de viaje de
un arquitecto y con el otro.
sa al sur... me pareció excelente, una auténtica
comprensión del medio ambiente y de la gente, a tra-
vés de la arquitectura. Yo viví dos años en el Chaco y
puedo comprender claramente sus propuestas. Me en-
cantaría conversar alguna vez al respecto y mostrarle
los proyectos que hacían mis alumnos de la F AC de
entonces, en Resistencia (año 1958), aunque las suyas
están mucho más desarrolladas.
Cr6nicas de viaje ... me encantó también, el conteni-
do, el estilo, todo. Creo que su lectura debiera reco-
mendarse y discutirse en las facultades de arquitec-
tura, sobre todo en este momento.

218
En resumen, me resultó sorprendente coincidir tan-
to y admirar a una persona a quien -despu~s me di
cuenta- le atribuía una forma opuesta a la mía de
ver el ro undo y la profesión, por el solo hecho de ha-
ber disentido en un asunto determinado. En otras pa-
labras, me sorprendí a mí mismo en una actitud sec-
taria , típica del clima autoritario que hemos vivido.
Me encantaría charlar con usted en algún momen-
to, a lo mejor en uno de sus viajes a ,Buenos Aires.
Espero que sea, entonces, hasta pronto.
Atentamente:
Rodolfo Livingston

Santa Fe, 27 de abril de 1985

Estimado arquitecto,
No me resulta sencillo tratar de transferirle en
unas líneas la multitud de senti mientos que su carta
produjo en mí; no es frecuente toparse con aconteci-
mientos como éstos en duras épocas como las actuales
signadas por la celosa custodia de prestigios y hono-
res, especialmente en nuestra profesión.
Por eso, tal vez el sentimiento más importante que
despertara su carta haya sido el reconocer en un cole-
ga de su nivel no sólo una reconfortante identidad
ideológica -que por otra parte ya advirtiera hace
tiempo a través de sus jugosos artículos y publicacio-
nes- sino una honestidad intelectual como aquella
que lo llevara a celebrarla generosamente, cuando es-
ta identidad ideológica es descubierta en otra perso-
na.
Yo le agradezco sinceramente su carta, tan oportu-
na como Que llegó, precisamente, en momentos en
que. designado organizador de la Nueva Facultad de
Arquitectura de la Universidad Nacional del Litoral,
me veo inesperadamente enfrentado a una realidad

219
"

en la que menudean los pequeños intereses por cele-


bridades y famas.
Pero más allá de este reconocimiento explícito a su
equidad intelectual, mi identificación con su persona
pasa también por el parecido rechazo con que ambos
enfrentamos a la dictadura pasada, que en mi caso
particular me costara largo tiempo de cárcel; aún lo
recuerdan sus alumnos de la U.N. del Noreste con ad-
miración y reconocimiento.
Probablemente muy pronto nos encontremos en Re-
sistencia en la reunión convocada por el Centro de
Estudiantes de esa Facultad; será ésa una buena
oportwtidad para profundizar nuestras coincidencias
y, en mi caso particular, para ratificarle personal-
mente mi afecto y estima.
Atentamente:
César Carli

Adjunto un ejemplar de "Escritos ... ".


Su carta recién llegó a mis manos hace s610 cuatro
dias.

220
Capítulo 28

UN CEMENTERIO
DE 40 MANZANAS

A pocos metros del punto de encuentro de las dos


diagonales con la Avenida de Mayo culmina el eje
principal de la ciudad de Buenos Aires y se despliega
el horizonte extendido del río, actualmente bloqueado
por vetjas, centinelas de la nada ... y un cementerio.
Un cementerio a sólo tres cuadras de la Casa de Go-
bierno. Un cementerio de barcos que ocupa cuarenta
manzana.'>, ubicado en el sitio más valioso de la ciu-
dad; y no pienso solamente en el valor económico, que
es altísimo, por supuesto, sino en el valor de uso, de
disfrute, actualmente desaprovechado. Me refiero a lo
que sucede en los diques 1, 2, 3 Y 4.
La situación es equiparable a utilizar el balcón te-
rraza de un departamento para depositar un auto oxi-
dado y en desuso. ¿No dudaríamos de la salud mental

221
de un propietario que organizara de este modo el es-
pacio de su casa?
Algunos de esos barcos, como los gemelos Río Gran-
de y Ushuaia, por ejemplo -inmovilizados desde ha-
ce más de 8 años-, tienen W1 futuro incierto, pero
aún no están condenados. Mientras tanto, las empre-
sas propietarias de estos buques pagan al Estado un
alquiler diario de 2 dólares por sus 3.134 toneladas de
peso (cada uno). No hay estacionamiento más barato
en todo Buenos Aires.
y en esta condición se encuentran decenas de bar-
eos más. ¡Con razón el Estado es deficitario y algunas
empresas privadas son tan eficientes!
Creo que lo que hice fue entrar a esas empresas por
la puerta de atrás y, en lugar de una recepcionista bi-
lingüe y teléfonos con música de calesita, me encontré
con la realidad. El cuerpo no miente, dicen los p sicólo-
gos; los gestos expresan a veces lo contrario de la pala-
bra, y los gestos de la sociedad real se transmiten en
la conformación y en el uso del espacio ciudadano. Es
una pena comprobar que lo que debiera ser el mds
hermoso paseo de la ciudad sea un op robioso depósito,
casi donado por el Estado a unas pocas empresas pri-
vadas. ¿Por qué no g uardar esos barcos en otra parte,
lejos de aqu{?
Soy arquitecto y no economista, pero hago estas re-
flexiones acerca del espacio porque, al fin y al cabo, el
objeto último de la. arquitectura y del urbanismo no es
la construcción ni el "diseño" considerados en st mis-
mos, sino la posesión, el uso .y el disfrute del espacio.
y el espacio es, en definitiva, lo que ocurre en él.
Algo más acá de los diques, se extiende otra franja,
también de unas 40 manzanas, parcialmente edifica-
das con la mejor arquitectura ladrillera del mundo:
los depósitos abandonados del puerto, con recovas
frente al río que están pidiendo a gritos gente que las

222
recorra y decenas de miles de metros cuadrados cu-
biertos, aptos para cualquier destino.
Hay algunos planes para estos depósitos, ambicio-
sos y probablemente buenos planes que duermen por
falta de entusiasmo de una maraña de funcionarios
invisibles, pero, mientras tanto, ¿qué costaría tirar
abajo esa verja kilométrica y eliminar' el ridículo jue-
go de la oca con el que, desde que tengo memoria, se
dificulta la entrada de quienes intentan pasear por el
puerto?
"La puerta de Belgrano está cerrada, retroceda a
Brasil señal'''. "No, Brasil no está habilitada, tiene
que entrar por Belgrano ... ", y así hasta que uno
abandona y se queda sín puerto, sin paseo y sin no.

223
UN LAGARTO DE 500 HECTÁREAS
EN PLENO CENTRO DE
BUENOS AIRES

3
===

1. Relleoo de 860 hectáreas, hecho du'Tanto la dictadura militar, en la


actu,alidad convertido en ~!lerva ecológica. En eL límite !lUperior, l. nueva
¡!:Des de coata.
2. Zona de Puerto Madero. Galpones abandonados, telTt'D08 baldfoa, vfll8
muertas. Tierra de Nadie. fuera de la jurisdicción municipal La ¡fIlea en-
tre 1 y 2 es l. ColStanera Sur, construida en 1925, uno de los pueos más
hermo808 de la ciudad.
3. Las diques abandonados y loa depósito8 que muestra la foto.
4. Casa de Gobierno y Plaza de Mayo.

Una isla de 500 hectireas abandonad8ll a sólo 300 metrotl del oentnJ de
\a ciudad. La figura podrfa Yel'1le como un logtu1(} con joroba, COII lo. boca
abitrt4, pitkndo fl"uo. ql.l~ lo dm:ubroll. .
Quizás el lugar 00 haya sido percibido hasta hoy de est. manera; ¿cómo
te explicarla, ai DO, el intento de agregarle a IU c:uel"pO una jorobll, 8i el .
mismo yada inutilizado y listo para !!eT conquistado?
La superficie total del sector equivale a laa do8 terceras partea del área
total de plaz811 y pVC[\lel en toda la ciudad y aeglin noticias reclente8 seria
entregado a la ink:latlva privada. Un nuevo loteo, en otras palabru.
Capítulo 29
CUANDO ESTOY SUCIO ME
BAÑO, NO ME SUICIDO
Comentario sobre el barrio de San Telmo,
declarado zona hist6rica

Desde hace algunos años se están redescubriendo


en el mundo cosas que antes eran obvias y que toda·
vía lo son para otras culturas. Bastaría con mencio-
nar la ecología, el aerobismo, el parto con poca luz o
el aprovechamiento de la energía solar. Estas cuestio-
nes son esenciales para que la vida valga la pena, y
entre ellas figura la constatación de que los edificios
son algo más que metros cuadrados, formas de inver-
tir dinero o pretextos para que sus autores intelectua-
les discutan sobre teorías estéticas.
Redescubrimos entonces que el pasado de las perso-
nas y de la comunidad se apoya en signos visuales:
los objetos amados, la casa, el barrio y también en al-
gunos puntos clave de la ciudad (como podrían ser pa-
ra nosotros el Zoológico, el obelisco o la Av. de Mayo)

229
que nos permiten reconocemos a nosotros mismos a
través del paso del tiempo. Es por eso que nos afectan
tanto las mudanzas y el exilio. Lo que se redescubre,
en definitiva, es la dimensión afectiva del hombre y
su relación con el espacio.
A partir de estos redescubrimientos resurgen en
muchas partes del mundo las zonas y los criterios de
preservación: Georgetown en Washington, varios
ejemplos en Inglaterra y, entre nosotros, la zona
histórica de San Telmo. Pero frente a esta tendencia
auténticamente contemporánea que es la preser·
vación inteligente, no meramente folklórica o ro-
mántica, prevalece todavía la visión cosificadora de la
arquitectura que tienen sus productores económicos y
la visión formalista que tanto parece interesar a los
arquitectos. Veamos si no la polémica sobre el
posmodernismo. ¿Alguna vez se habla de las perso-
nas? ¿No es aburridísimo ese asunto? Cuando leo las
críticas sobre arquitectura hago este ejercicio: me
imagino que ya cayó la bomba neutrónica y que, por
lo tanto, el edificio comentado no tiene más habitan·
tes. Es increíble, pero puedo seguir leyendo y nada
cambia. iCon o sin habitantes los juicios son los mis-
mos!
Con respecto a lo preexistente es interesante com·
probar que el reciclaje de edificios tiene también un
alto valor económico. Manteniendo solamente la cás-
cara (caso extremo al que no siempre es necesario lle-
gar), el reciclaje de edificios produce una economia de
hasta el 40%, como se comprobó en Inglaterra al reci-
clar barrios enteros de vivienda heredada. Yo tam-
bién comprobé en mis trabajos que la cáscara o caja
cuesta aproximadamente eso.
En realidad, evitar el despilfarro es algo cada vez
más necesario en nuestro planeta; el despilfarro de la
energía, del oxigeno, del agua y de los recursos en ge·

230
nera!. Si se reciclan los muebles, la basura 'Y hasta la
ropa (¡en EE.UU. se desinfecta y se vende por un dó-
lar y está de moda!), ¿por qué no reciclar los edificios
que son mucho más caros?
Otro redescubrimiento importante en relación con
el tema es el tejido social que interacciona con todo
tejido urbano, y que no siempre es conveniente ampu~
tar de un solo golpe como ocun'ió en Nueva J ersey
(EE.UU.), los suburbios de posguerra en París y otros
casos nacionales que aún no han sido estudiados. Los
resultados de estos ejemplos fueron catastróficos, se-
gún se comprobó en"los estudios respectivos, muy co-
nocidos ya por todos los colegas. Es por eso que en los
fundamentos de la ordenanza 31.956 de la U-24 (pre-
servación de San Telmo) se habla de preservación ar-
quitectónico-social.
En-cuanto a la necesaria integración entre lo anti-
guo y lo nuevo creo que hay suficientes ejemplos que
demuestran que es posible y que es positivo; eso sí, es
un desafio a la inteligencia sobre todo, a la imagina-
ción.
y no a todos les gusta aceptar ese desafío.
Proporcionalmente se ha construido más en San
Telmo que en el resto de la ciudad. No obstante se hi-
zo poco, pero ya se sabe cómo anda el país en materia
de construcción. Lo más importante es que se ha
construido y se ha refaccionado bien. Lo cual no es po-
co decir. Hay muchos ejemplos interesantes de cons-
trucción nueva en medio de lo antiguo y también de
reciclajes que permiten comprobar la vigencia de los
patios, la renovada posibilidad de las plantas, del si-
lencio y de los espacios frescos y amplios, aun para
destinos distintos a los que tuvieron cuando fueron
construidos.
Yo pregunto ¿qué proponen los opositores a la zona
histórica de San Telmo, por lo general agentes inmo-

231
biliarios disfrazados de "comisiones de vecinos" con
buenas intenciones? Basta con ver en los diarios los
planos de esos palomares modernos cuyas virtudes
más destacables son los "azulejos hasta el techo", los
"placards enchapados" y la "buena entrada" detrás de
la cual se extienden sórdidos pasillos con olor a comi-
-da y chicos encerrados con mucamas en dormitorios
de 2x3 ...
Existe una gran incomprensión frente a este plan-
teo nuevo en la ciudad como es el de mantener .y
transformar, el de respetar y entender a un cliente y
a un edificio en lugar de empezar de cero, topadora de
por medio. Hay muchos agentes inmobiliarios e inver-
sores que ni siquiera se han tomado la molestia de le-
er la ordenanza y, por no pensar, les dicen a los posi-
bles clientes: "allí no se puede hacer nada", lo cual es
completamente falso. Además, falta estímulo oficial.
Si se desea el reciclaje en esa zona, mantener los pa-
tios y mejorarlos, mantener el perfil del barrio y me-
jorarlo gradualmente,· no basta con la reglamenta-
ción, por mejor hecha que esté; habría que eximir de
impuestos o hacer algo equivalente para producir un
estímulo efectivo, económico, que aumente la corrien-
te de inversión hacia algo tan positivo como es lo que
se desea para la zona. ¿Por qué la municipalidad no
arregla las veredas por allí si lo hace en el resto de la
ciudad?
Cierto día estuve en una conferencia que dio un tal
Dr. Castro (en la sede de una firma inmobiliaria muy
conocida) que pasó una cantidad de diapositivas mos-
trando veredas rotas y casas abandonadas, con ratas.
Su conclusión era: demoler. Cuando llegó el momento
de las preguntas le dije: "Aparentemente su razona-
miento es que los edificios sucios, abandonados o con
ratas, deben demolerse. Sin embargo, cuando yo estoy
sucio me baño, no me suicido".

232
El estímulo del gobierno municipal es necesario
también para compensar las fuerzas de la rutina que
se oponen a la implementación de lo nuevo.
Porque para los argentinos entender y valorar
nuestro pasado es algo completamente nuevo.

233
Capítulo 30
ACHICAR LOS AUTOS

Durante los últimos años de la década del '50 se


presentó un problema en la municipalidad de Hamil-
ton, capital de las islas Bermudas. Los últimos mode·
los de autos que llevaban a la isla a los turistas norte-
americanos eraD tan largos que no podían girar en las
esquinas de las estrechas callecitas de la ciudad. Se
reunió entonces el consejo de vecinos y se resolvió ...
prohibi r los autos largos. Consideraron, sencillamen-
te, que las esquinas eran más valiosas que la cll'cula-
ci6n de autos grandes.
Imaginemos los títulos de las noticias referidas a
un caso parecido ocurrido en un pueblo cualquiera de
la Argentina: «8erdn modernizadas las esquinas de
esta ciudad, anunció el intendente», «Una vez más, la
implacable piqueta del progreso... ", o el más se nti~
mental "¡Adiós a nuestras queridas esqu inas!"

235

, '.
La ex Costanera Sur
En cierto modo,. parece obvio que si los autos largos
se inventaron después que los otros, son mej ores. Si
son mejores y las esquinas dificultan su uso, éstas se
oponen al progreso. Y el progreso es bueno para to-
dos, ¿quién podría ponerlo en duda? Por lo tanto, hay
que demoler las esquinas. Ese sería el razonamiento
sensato, para nosotros.
-Hace algunos meses visité al director de la Direc~
ci6n de Recuperación de Áreas Urbanas de la ciudad
de Buenos Aires, ingeniero Calzaretto, para pregun- .
tarle por qué razón estaban rellenando el río fren te a
la costanera sur, privando a los porteños del único pa -
seo ca,totanero que tenemos. El diálogo fue así:
Yo: - Una costanera sin costa no es más una costa-
nera. ¿Por qué hacen esto? Le aseguro que la gente
que pasea por allí está indignada.
Ingeniero: -Lo hacemos porque es mUY'barato, el
relleno se hace con material que extraemos al dragar
el río para profundizar el puerto.
Yo: - Qué curioso, a míse me ocurren en este mo-
mento como diez cosas baratas que no sirven para na~
da. ¿Sólo porque algo es barato la Municipalidad de-
bería empren der su ejecución?
Ingeniero:.- Bueno, pero además la· ciudad precisa
más áreas verdes y la zona de; relleno será un parque.
Yo: - Pero tampoco vendría mal tener un río, el
que, por' otra parte, ya estaba hecho; así que no
saldríá barato, sino gratis ... Yen cuanto a la recupe-
ración de áreas urbanas -tarea central de ese orga-
nismo a juzgar por su denominación- , se padria
empezar por el Regimiento Uno de Palermo, que se
mudará de allí, siguiendo por la manzana del arsenal
que ocupa el ejército en las puertas mismas de los
bosques de Palermo (Figueroa Aleorta al 3300, 50.00~

236
metros cuadrados) y continuando con el mal llamado
"Aeroparque", que en realidad es el aeropuerto inter·
nacional más activo del país, cuyo crecimiento gradual
"devoró" una amplia zona antes dedicada alesparci·
miento público. Eso sería una verdadera recuperación
de áreas urbanas.
En cambio, el río no lo podemos recuperar porque
nadie nos lo había quitado. En todo caso se podría in·
tentar su recuperación una vez terminado el relleno
que se está ejecutando ... pero el procedimiento no pa·
rece demasiado ingetlloso que digamos ...
Pareciera que el error reside en no revisar todo lo
que aparentemente es obvio. ¿Qué es mejor? Para
quién es mejor y qué quiere decir mejor, en términos
de vida, para la comunidad. Cuando ,e sta discrimina·
ción entre la paja y el grano no se hace claramente,
caemos en simplificaciones que nos impulsan a colo·
cal' el carro delante del caballo.

Otras obviedades, sin el ingeniero


Otra típica obviedad municipal consiste en aceptar
siempre las ' donaciones. Los gobiernos autoritarios
nos acostumbraron a pensar que los lugares públicos
no nos pertenecen y también a descreer de la ideo ~
logía (mala palabra para muchos, aún hoy), de la filo·
sofía y, en general, del pensamiento, que siempre
debelia preceder a la acción en los actos de gobierno.
Por supuesto que dentro de este estilo de "hombres
prácticos", "ordenados" y "eficientes", que condenan
"todo tipo de ideología", venía, de contrabando, toda
una ideología siniestra, de destrucción. 'Pero ciertos
mecanismos (no los contenidos) del pensamiento per·
duran. .

237
Dudas e iniciativas
La mejor forma de superar esta actitud es lubrican-
do al máximo la participación popular, recibiendo y
evaluando las iniciativas de la gente en toda clase de
cuestiones cotidianas, lo que no sucede hasta el mo-
mento. Much~E! iniciativas valiosas naufragan en los
pasillos ofiª~éS sin ser respondidas siquiera.
Los cotü:ejales, ¿obedecen a sus Partidos o a los
ciudadanos que deben representar?
¿Qué hacen los concejales? ¿Quién es mi concejal?
¿Cómo puedo comunicarme con él? ¿Cuáles son los
proyectos que presentó hasta ahora?
¿Cuántos ciudadanos están en condiciones de res-
ponder estas preguntas?
¿Se dignará algún funcionario a contestar estos jui-
cios sobre la ciudad que son fundados y compartidos
- lo sé-- por muchas personas?
¿Por qué los diarios no publican semanalmente una
especie de (ixture de concejales y diputados, mencio-
nando sus proyectos e iniciativas populares detecta-
das, de la misma manera que se publica la formación
de los equipos de fútbol o la entrada y salida de los
aviones en Aeroparque?
La democracia, para funcionar, precisa alimentarse
con iniciativas cotidianas y prácticas, que ayuden a
los gobernantes,a salir de su letargo burocrático.

238
Capítulo 31
CALLECITAS PORTEÑAS

Entre los años 1983 y 1989 se presentaron en el


Concejo Deliberante 104 proyectos para cambiar de
nombre a las calles de Buenos Aires. Hay docenas
de calles repetidas, algunos misterios como el Coronel
Díaz, a quien el Dr. Miguel Iusen, experto en calles
porteñas, no consigue identificar entre los once corow
neles con el mismo apellido que figuran en su libro
Las calles de Buenos Aires y curiosidades como la ca-
lle Chorrino, nombre de un perro policial que murió en
combate contra delincuentes, en 1983. Chorrino queda
entre Salguero y Casares.
Lejos de mejorar, la desorientación ciudadana em-
peora a medida que se suceden los gobiernos munici-
pales que, como el actual, obligan al secretario de
Cultura y al intendente a interrumpir reuniones para

239
ir a inaugurar plazoletas y ,calles, una tras otra. A ve-
ces ni los carteros logran ubicar las calles, cuyos nom-
bres también cambian por tramos (¡!), si en los sobres
no figura el consabido "ex" tal o cual. El depósito de
cartas perdidas de Puerto Madero ya no da abasto,
está repleto de cartas en las cuales 'el remítente se ol-
vidó de apuntar"el prefijo, Gral., Cnel., Dr., o U., E.,
l., etc., antes del nombre de algunas de las cinco ca-
lles Peña, cU;3.tro Sarmiento o cuatro San Martín que
. existen sólo en la Capital Federal, sin contar el co-
nurbano.
Es curioso cómo algunos conceptos fraguan para
siempre en la mente de los funcionarios, como por
ejemplo creer que el mejor homenaje es una calle.
Jorge Luis Borges advirtió claramente antes de su "
muerte que se negaba a convertirse en calle, no obs-
tante lo cual me animo a apostar que, tarde o tempra-
no, y por la fuerza, la tendrá.
Otra forma estereotipada de homenaje son las
"ofrendas florales al pie del monumento que perpetúa
BU memoria", en el caso del Gral. San Martín, cuya
estatua ostenta, día tras día, costosas coronas de flo-
res (U$S 150 elu) pudriéndose frente a su basamento,
a lo largo de las décadas. ¿No sena mejor depositar
un cheque para el Hospital de Niños, por ejemplo,
acompañado de una sola flor simbólica, y hacer un
museo vivo para recordar a nuestros próceres, con
testimonios orales grabados, registros de su vida, de
su pensamiento, de la inúsica que escuchaban o que
interpretaban, 'como es el caso de Sa'n Martín con su
guitarra?"

Se avecinan nuevos cambios


Entre los 60 proyectos que actualmente están pen-
dientes de aprobaCión para cambiar nombres de

240
calles, figuran Rosas (futura ex Monroe) y Troilo.
Dentro de algunos años, cuando la gente se acostum~
bre y pregunte por "Troilo al 1500", en medio del tra~
jín ciudadano, nadie recordará 'en ~se instante al
maestro, vinculando su imagen o su música con el
nombre de la calle, como nadie imagina al heroico ge~
neral Lavallé cuando registra la dirección de un cine,
porque el nombre se vacía de su contenido original y
pasa a ser llenado por la calle misma, produciéndose
así un efecto contrario al deseado, alejado del recuer~
do afectuoso.
Hay muchas ciudades donde se comprende que lo
urbano es parte de la cultura, y no sólo la literatura,
la pintura y la mú sica, como creen algunos; en ellas
es posible recorrer, como hace 500 años, la calle del
Pez o del Herrero (Madrid), o la calle Empedrado, o
Muralla (La Habana), nombres que, por lo aparelite~
mente insignificantes, no habrían resistido más de
dos intendentes seguidos en Buenos Aires.
La desorientación en el espacio afecta la identidad.
Aunque pueda parecer exagerado, saber quién soy es
también tener claro dónde estoy. Por esa razón es ne~
cesario conservar los edificios y las esquinas tradicio~
nales de la ciudad (incluso áreas), ya que éstos ac~
tlJan como soporte visual de la identidad social y
personal. Es por eso que. nos afectan las frecuentes
demoliciones insensatas que ocurren en las ciudades
argentinas; nos producen una indefinida pero profun~
da sensación de desazón interior y algo muy parecido
nos pasa cuando se cambian los nombres de las ca~
lles. Aunque no nos guste nuestro propio nombre, ¿lo
cambiaríamos?
Esta forma de intentar honrar a los muertos perju~
dicando a los vivos, representa una manera equivoca~
da de incorporar el pasado. El pasado, que no puede
ser olvidado, debe ayudarnos a vivir, a comprender-

241
nos y a comprender el presente, sin provocar confu-
sión. Sería interesante conocer más opiniones al res-
pecto, pero dudo que el tema se debata públicamente.
y que contesten los funcionarios. Lo más probable es
que sigan cambiando los nombres de las calles año
tras año y gobierno tras gobierno. Tan resignado es-
toy. que hasta puedo imaginar un diálogo entre dos
taxistas, de ventanilla a ventanilla, en el año 2042.
(Ambos taxistas ya nacieron y en este momento les
están cambiando los pañales):
-¿Che ... ubicás Nosiglia al 1400?
-Mirá ... pegale derecho por la Grosso* hasta el
18.500. Allí nace.
-¿Y Livingston a1100?
-Ah, sí... es una cortadita en Parque Chas. pero
no la"vas a encontrar nunca ...

• Nosiglia y Grosso son p<llfticos argentinos, ~stc último Inte ndent e de


Buenos Aires.

242
UNRESUMEN
Sé que hice muchas críticas en este libro. Todas
fueron hechas por amor a mi ciudad. Todas, o casi to-
das, fueron acompañadas por propuestas, aplicables
también a otras ciudades.
Espero que este trabajo contribuya, aunque sea un
poco, en la tarea de despertar la conciencia de la gen-
te sobre el valor de su propio hábitat cotidiano. Los
funcionarios no nacen funcionarios. Sus errores se
alimentan, precisamente, de la falta de esa conciencia
en la gente. Lo mismo ocurre con los arquitectos, a
quienes debemos exigirles que piensen siempre en la
vida antes que en los planos o en frivolidades pasaje-
ras, comprensibles s610 por sus colegas.
Si tuviera que resumir este libro en tres líneas di-
ría que 10 esencial del urbanismo reside, a mi juicio,
en la posesión y en el disfrute del espacio público. Es
únicamente así como se desarrolla la dimensión social
de la felicidad humana.
Para terminar, dejaré que sea un poeta, Nicolás
Guillén, quien lo exprese:

Tengo, vamos a ver,


tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.

243
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailaif,
no tenis y no yatch,
sino de playa en playa yola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.

244
Indice

Prólogo ................................................ ........................... VII


Confesiones de un contraventor municipal................ 9
Detrás de un absurdo muro...... ................................... 15
Recuperar el patio o consagrar las ratas ................... 31
El ocaso de la propiedad horizontaL.......................... 35
Mamá ¿que es un bosque? ........................................... 53
Elogio de] vacío ............................. ................................ 61
¿Privatizar o privar? ................................................... . 67
Las estupideces de hormigón armado ......................... 71
Juguemos a la ciudad .................................................. 75
Serás 10 que debas se r, pero con saco y corbata........ 83
Mariano Moreno, la vizcacha y el mármoL............... 87
Circule señor, circule,................. .................................. 95
La hermosura perdida de los edificios porteños ........ 101
La estética: un goce antes que un juicio .................... 107
Propuesta para una plaza............................................ 117
Humor y creatividad ................................................... . 127
Que nos dejen mirar ..................................................... 133
Historia y pasión de un patio ...................................... 137
La mano y el guante .................................................... 145
Las penas son de nosotr os las veredas son ajenas.... 151
El braguetismo, una enfermedad nacionaL............... 157
Palermo, el garaje en el living .................................... 161
Ci snes, hurones y gavilanes a rnuy pocos pasos del
obelisco .......... ....... ..... ................................................. 169
"Lo que se inW1dó no fu e una ciudad sino un sistema" 177
Arquitectura y autoritarismo ........................................ 185
Los arquitectos tenemos mucho Que aprender ... .......... 203
Los enanitos de jardín .................... ............................... 215
Un cementerio de 40 rnanzanas ................................... 221
Cuando estoy sucio me baño, no me suicido ................ 229
Achicar los autos ........................ .................... ............... 235
Callecitas porteñas ......................................... ............... 239
Un resumen ...................... ..... ................. ............ ........... 243
Algunos comentarios sobre la primera edición de este libro:

"El texto, conformado por artículos publicados durante los


anos 1978 y 1990 en distintos medios de nuestro pais, sinte-
tiza con el lenguaje sagaz, irónico y hasta humoristico - al
que el autor nos tiene acostumbrados- una aguda observa-
ción y reflexión acerca de la realidad urbana y arquitectónica
del pais".

ClARIN, Arq. Ana de Brea

" Por obra y gracia de un arquitecto de cabeza distinta, AR -


QUITECTURA Y AUTORITARISMO se convierte en un verda-
dero compendio de cosas vistas y no miradas ... livingston
no le hace caso a nada y diseña entonces su figura de defen-
sor autoriz<ldo de pobres e indefensos, recolectando la
buena bandera de democratiz<Ir la vida cotidiana" .

PAGINA 12, Claudia Zeiger

"En este país de ciudades enrejadas y cerebros con candado


las ideas sin gomina del arquitecto livingston resultan salu-
dablemente subversivas".

ACCION, luis Gruss

Un canto refrescante para recuperar los espacios de liber-


tad. libertad para abrir ventanas prohibidas, para ll enar de
verde las horribles plazas de cemento, para recuperar la ar-
quitectura y e l urbanismo como elementos que mejoren la
vida concreta de la gente.
Con gracia, livingston arremete contra sus colegas arqui-
tectos: los acusa de proyectar barrios o casas sin cante m-
plflt las necesidades reales de sus habitantes.

HUMOR, Oscar Muiño

ISBN 950 - 515 - 359 -7

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