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LA PRODUCCION HISTORIOGRAFICA RESPECTO DE LA ARGENTINA DEL PERIODO 1930-

1955. TEMAS, PROBLEMAS Y ENFOQUES RECIENTES

María Inés Barbero - Marcelo Rougier

Algunas consideraciones sobre la historiografía argentina reciente

La historiografía argentina ha realizado prodigiosos avances en los últimos quince años,


tanto en la cantidad como en la calidad de los trabajos, en los que se advierte una creciente
profesionalización. La reorganización del campo intelectual ha pasado por diversos planos: por
una parte el de la renovación universitaria y de los centros de investigación; por otra, la
reconstrucción de los lazos académicos entre distintos grupos ha contribuido a establecer
principios de legitimación propios de una comunidad académica. A ello se agrega el número de
publicaciones periódicas y de colecciones editoriales especializadas en historia, que se han
sumado a una significativa inserción de la historiografía argentina en circuitos internacionales de
especialistas. Este último proceso reconoce una doble naturaleza: la formación de jóvenes
investigadores en centros del exterior y los intercambios académicos entre historiadores
argentinos y de otros países (uno de cuyos subproductos es la significativa presencia de trabajos
de estudiosos argentinos en publicaciones periódicas internacionales).
La renovación ¿ha sido también de temas y problemas? Es más difícil dar una convincente
respuesta en este punto. Buena parte de las líneas de investigación y de los debates conciemen
a cuestiones puestas en el tapete por la generación de los años sesenta. Si, en algunos casos, se
siguen hipótesis o líneas de investigación formuladas en aquellos años, en otras lo que se hace es
polemizar con aquéllas. Pero como alguna vez dijera el gran Amaldo Momigliano, los adversarios
y los maestros se parecen. Lo que sugiere cuán dependiente se está en una polémica de las
líneas establecidas por aquéllos a quienes se busca refutar.
Esa incertidumbre acerca de los reales avances interpretativos y problemáticos en la
historiografía argentina es aún más visible si nos detenemos a observar el campo de la historia
contemporánea. Es decir aquella que convencionalmente se abre a partir de 1930. En este
sentido, dos han sido las líneas de trabajo que han suscitado mayor interés y una producción más
vasta (pero en las cuales se hace más visible aquella dependencia crítica de los años sesenta):
1)La cuestión de la revalorización del período de la economía primaria exportadora y la
consecuente crítica del modelo de sustitución de importaciones que conllevó una verdadera
inversión valorativa de las posibilidades y resultados de la economía argentina antes y después de
1930. Ello dio lugar a una larga saga crítica de la lectura cepalina y dependentista.
2)La revisión de los orígenes del peronismo que se centró en dos puntos: a) la crítica a la idea de
ruptura, de un antes y un después del surgimiento del movimiento popular que llevó a buscar las
continuidades del mismo con fenómenos de los años treinta -sea en la cuestión sindical, sea en el
plano de las ideas económicas y más recientemente en el papel del catolicismo y de la Iglesia,
cuya expansión en los treinta habría posibilitado el triunfo del populismo. b) La discusión de las
antiguas caracterizaciones del peronismo como fascismo o como populismo de corte tradicional
que en oposición a la precedente había formulado sobre todo Gino Germani. En realidad, la
crítica ha girado en tomo a las interpretaciones y la metodología de análisis impuesta por Germani
acerca del surgimiento del peronismo y de la naturaleza de su régimen.
Otros temas que han concitado interés, aunque menor cantidad de trabajos y menos
virulencia polémica han sido la recaracterización del régimen uriburista en lo político (cuyo
"fascismo" es también cuestión en discusión) y la redefinición de la llamada “década infame” en un
conjunto de líneas políticas más heterogéneas de lo que se había supuesto y menos ligadas
automáticamente a potencias hegemónicas o a las políticas implementadas por la Argentina
conservadora preyrigoyenista, sea en sus políticas económicas, sea en sus políticas sociales. En
este sentido, la lectura del treinta como una pura restauración o como una pura subaltemidad a los
intereses británicos ha sido seriamente puesta en cuestión. En estos puntos, con todo, existe
también una relación crítica con cuanto había sido propuesto en los años sesenta sobre todo por
el revisionismo histórico, cuyos ejes analíticos han dejado de despertar la preocupación de los
historiadores profesionales.
¿Que puntos oscuros hay en todo esto? En primer lugar la falta de comunicación entre las
distintas innovaciones historiográficas que impide una verdadera complejización del período 1930-
1955. Más aún, falta una buena discusión acerca de los preconceptos implícitos en esa misma
pedodización. En tercer lugar, parece necesaria una complejización del problema que supere la
lectura iluminista progresiva de un proceso histórico caracterizado por etapas entre sí
encadenadas necesariamente y en las cuales la sucesiva implica una ampliación de las fronteras
sociales y políticas con respecto a la precedente. Estas lecturas teleológicas deben ser al menos
puestas en discusión. Aunque no se fundamenten ya en la idea del paso a nuevas formas
superiores de la civilización ligadas a nuevas relaciones con los medios de producción, aunque la
dualidad tradicional-modema esté puesta también seriamente en cuestión, siguen sosteniéndose
en ideas de expansión de la ciudadanía, de fases sucesivas de integración de nuevos actores
sociales, de diversificación y complejización económica, etc.
Tres parecen ser los puntos que requieren mayores discusiones. En primer lugar, la
búsqueda de explicaciones contextuales que dejen de ver el proceso desde los resultados que
porque fueron tales fueron inevitables (o estaban inevitablemente inscriptos en el proceso
histórico). En este sentido, particularmente útil es la rediscusión acerca de los momentos de 1931
y 1946 que permiten reintroducír un marco de incertidumbre y de no necesidades de las etapas
políticas abiertas a partir de esos resultados electorales. Ello invita a ver a fenómenos como el
peronismo como una de las alternativas posibles de la Argentina de la posguerra y no como la
única (es claro que la disolución de las relaciones causales entre distintos pasados sucesivos
rompe también la relación necesaria entre pasado-presente y entre presente y futuro).
En segundo lugar una complejización de cada época histórica y de los actores políticos en
cada una de ellas involucrados, en el sentido de que no existe un conjunto de rasgos mínimos que
los caractericen ni en relación con su "esencia" ni en relación con la idea de progreso. No se sabe
bien porqué el peronismo sería un fenómeno atípico (¿atípico con relación a qué movimiento que
expresaría una forma pura necesaria derivable de un modelo ideal?) ni porqué tendría una
esencia que revelase su "naturaleza". En este punto son los prejuicios de los investigadores o su
limitada formación los que llevan a buscar esos rasgos definitorios o esas patologías respecto a
un estado de salud presupuesto. Del mismo modo que para los años treinta es interesante
preguntarse acerca de los distintos actores políticos que confluyen en el peronismo, su
heterogeneidad ideológica y política y los conflictos por los espacios de poder más allá de un
liderazgo político que también podría ser visto como mediador de equilibrios entre estas
fracciones. Por supuesto que se conoce bastante bien la situación en el momento fundador del
peronismo y hasta 1947. Permanecen más en la oscuridad las nuevas formas en que los actores
políticos operaban luego. Ello parece imprescindible para comprender mejor la complejidad y la
contradictoriedad de las políticas del peronismo, por ejemplo en relación con las migraciones.
Por supuesto que muchos de esos temas llevan a problemas no planteados o
insuficientemente planteados por la historiografía y ello parecería contradictorio con la idea de un
ensayo bibliográfico. Sin embargo, percibir algunas de las cuestiones pendientes puede ayudar a
iluminar lo ya producido y percibir si aquella expansión cuantitativa y cualitativa aludida al
comienzo a significado una mejor, más problemática y más comprensiva percepción de la
Argentina contemporánea.
En el marco de las consideraciones expuestas, un ensayo bibliográfico sobre la producción
historiográfica reciente acerca del período 1930-1955 tiene como objetivo ofrecer una
actualización en tres campos: el de los temas y problemas en discusión, el de las interpretaciones
y debates en curso y el de los nuevos enfoques y nuevas fuentes desde donde se ha llevado a
cabo la investigación.
No hemos realizado un elenco exhaustivo de temas ni de publicaciones, sino seleccionado
algunos problemas generales a partir de los cuales ofrecer un panorama sobre la producción
reciente y sobre cuestiones en debate.
1) Nuevas interpretaciones sobre el proceso de industrialización antes y después de 1930

Desde comienzos de los años setenta los estudios sobre los orígenes del proceso de
industrialización en la Argentina han sido escenario de una reacción contra las interpretaciones
vigentes en las décadas previas. De una imagen de una industrialización obstaculizada por el
predominio de la producción agropecuaria destinada a la exportación se ha ido girando a una
visión mucho más matizada, en la que de la idea de la contraposición entre sector agrario y sector
industrial se ha pasado a la de la posible complementación entre ambos sectores.
En realidad, este giro no ha sido ni exclusivo de la Argentina ni aceptado en forma
unánime por los estudiosos de la historia de la industria. La revisión de las interpretaciones que
enfatizaban el efecto benéfico de la depresión de los años treinta sobre el desarrollo de una
industria sustitutiva ha sido común a las historiografías latinoamericanas. Por una parte se ha
revalorizado el crecimiento industrial previo a 1930, y por la otra se ha puesto en duda el axioma
de que el desarrollo de la industria haya sido inversamente proporcional a la apertura de las
economías.
Ello ha llevado a repensar la imagen de 1930 como un momento de ruptura, y a enfatizar
las continuidades entre el "modelo agroexportador” y el "modelo de sustitución de importaciones".
Puede afirmarse que hoy existe un amplio consenso acerca de la no contraposición entre
intereses agrarios e industriales en la etapa de "crecimiento hacia afuera". Se discute en cambio -
en forma explícita o implícita- sobre el efecto que ello tuvo sobre la industrialización y en general
sobre el desarrollo económico de la Argentina.
Mientras que una visión "optimista" enfatiza los logros del crecimiento industrial previo a
1930, una interpretación "pesimista" encuentra en él las raíces de los límites de nuestro desarrollo
industrial, que atribuye esencialmente a las características del sector empresario.
Lo que aparece por otra parte como un tema recurrente, en forma más o menos explítica,
es lo que Juan Carlos Korol e Hilda Sábato denominaron la "obsesión por la industrialización
trunca”1. Las lecturas del pasado buscan la clave de las dificultades del presente, y lo que varía
son las interpretaciones y los responsables de las frustraciones de hoy.
Los estudios sobre el proceso de industrialización en la Argentina tuvieron como punto de
partida la publicación de las obras del ingeniero Adolfo Dorfman. La Evolución industrial argentina
y la Historia de la industria argentina, ambas editadas al iniciarse la década de 1940, constituyeron
la primera aproximación sistemática al tema. Reeditadas en 1970 en una nueva versión con el
título de Historia de la industria argentina, fueron, hasta hace muy poco, la única obra de síntesis
disponible.
La profundidad del trabajo de Dorfman y la amplísima evidencia empírica en la que se
fundamentó son dos de las razones que hacen que siga siendo hoy una obra de consulta
obligada, sin que el paso de los años le haya quitado actualidad y vigor. En cierta forma la obra
de Dorfman inauguró también lo que, con cierta permisividad, podemos llamar "interpretación
clásica" u "ortodoxa" del proceso de industrialización en la Argentina.
Aunque con muchos matices, derivados de un conocimiento muy amplio del tema,
Dorfman enunció una serie de hipótesis -retomadas más tarde por otros estudiosos- que
constituyeron el punto de partida para las interpretaciones predominantes hasta comienzos de la
década de 1970.
Desde este punto de vista, podemos señalar en primer lugar la afirmación de que el hecho
de que la Argentina comenzara a industrializarse a la par de su inserción en el mercado mundial
como país exportador de productos agropecuarios significaba un obstáculo para alcanzar un
desarollo industrial plenamente satisfactorio. En palabras del mismo Dorfman, "hay Estados,
como Inglaterra y Bélgica, por ejemplo, que estructuran su poderío económico en forma casi
exclusiva sobre la elaboración de materias primas que no extraen de su suelo; allí la industria
constituye el rasgo general y característico, mientras la agricultura y la ganadería ocupan lugares
secundarios. No acontece lo propio en otras naciones, entre las que se halla nuestro país, donde

1
J.C.Korol and Hilda Sábato, incomplete Industrialization: an Argentine Obsession, "Latin American Research
Review", XXV, 1, 1990
la riqueza agropecuaria es la esencial pues constituye el basamento económico de la sociedad y
el caudal preferido en sus relaciones comerciales con el resto del mundo”2.
Para Dorfman el carácter predominantemente agropecuario de la economía argentina no
sólo atentaba contra las posibilidades de que se convirtiera en un país industrial, sino que creaba
serias dificultades para el desarrollo de la actividad manufacturera. En primer lugar, porque la
supervivencia de rémoras latifundistas en el campo, por lo menos hasta la primera guerra mundial,
"elevaban una valla infranqueable para el desarrollo fabril manufacturero nacional", al restringir la
capacidad adquisitiva de la gran mayoría de los habitantes rurales3. En segundo término, porque
los industriales argentinos, "social y políticamente en minoría, carecen de la fuerza suficiente para
imponer al sector gobernante un punto de vista que responda a sus propias necesidades... (la
industria argentina) es un niño que crece entre adultos, un niño nacido fuera de época”4.En parte
como consecuencia de esta situación surgía un tercer obstáculo: la falta de una acción estatal
adecuada que protegiera a la industria naciente, sobre todo a través de la elevación de los
aranceles a la importación, pero también por medio del crédito y de la política impositiva.
Dorfman enunciaba así una sede de factores -rasgos arcaicos del sector agrario, debilidad
de los empresarios industriales, falta de acción estatal- que aparecían como las claves de los
límites de la industrialización argentina. Todos ellos se ligaban a la preeminencia del modelo
agroexportador hasta la década de 1930 y en general a los momentos en que la economía
argentina había estado más abierta. Señalaba al mismo tiempo que en aquellos períodos en que
el intercambio se había visto limitado, como durante la crisis de 1890 y sobre todo a lo largo de la
Primera Guerra Mundial, la industria se había visto favorecida por la reducción de las
importaciones y la consecuente posibilidad de acceder a una cuota mayor del mercado interno.
En su libro Cincuenta años de industrialización en la Argentina. 1930-1980, publicado en
1983, Dorfman continuó la obra iniciada con sus trabajos anteriores, y en los primeros capítulos,
dedicados al desarrollo histórico de las industrias, ofreció una reseña sobre el desarrollo
manufacturero hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. En términos generales retorna la idea
de que el principal elemento dinamizador de la industria local fue la protección forzosa generada
por aquellas coyunturas que dificultaron el comercio exterior, generando una industria sustitutiva:
las dos guerras mundiales y la crisis de los años treinta. Considera al período que se extiende
hasta fines de los años veinte como preindustrial o de incipiente industrialización", y ubica al inicio
de la sustitución de importaciones en la etapa sucesiva5.
Desde fines de la década de 1950 se fue incrementando el interés por el estudio de la
industrialización en una perspectiva histórica. Ello puede atribuirse a una serie de razones. Entre
ellas podemos señalar en primer lugar al proceso de renovación historiográfica que orientó
crecientemente la investigación hacia la historia económica y social, en el que hasta entonces el
interés de los historiadores había sido muy limitado. Al mismo tiempo, la inquietud por el
problema del subdesarrollo llevó a los economistas a indagar en la historia en busca de claves
para el presente, fenómeno que no fue en ningún modo privativo de la Argentina pero que en
nuestro país dio origen a algunos de los trabajos clásicos en el campo de la historia económica,
como los de Di Tella y Zymelman y Ferrer.
Si bien los marcos conceptuales que guiaron las investigaciones fueron heterogéneos, las
influencias más destacadas fueron la de la teoría de la modernización, la de la teoría del
desarrollo y la del estructuralismo latinoamericano, signado por el pensamiento de Raúl Prebisch.
No siempre dichas influencias fueron excluyentes o claramente explicitadas, y en general en el
caso de los historiadores fueron más heterogéneas que en el de los economistas.
Un elemento común que caracteriza a las obras publicadas en los años sesenta es la
visión del crecimiento industrial en el período 1880-1930 como limitado e insatisfactorio. Más allá
de los matices, que no deben ser subestimados, los diversos autores enfatizaban los obstáculos
que debió enfrentar la industria en la etapa de especialización en la producción agropecuaria
destinada a la exportación.

2
A.Dorfman, Historia dc la Industria argentina, Buenos Aires, Solar, 1970
3
id., p.249
4
id., p.234
5
A.Dorfman, Cincuenta años de industrialización en la Argentina. 1930-1980. Desarrollo y perspectivas,
Buenos Aires, Solar, 19831, p.60
Ello puede observarse tanto en las obras de síntesis sobre el desarrollo económico
argentino en el largo plazo como en una serie de trabajos que analizan aspectos sectoriales de
dicho proceso.
Nos referiremos en primer término a dos trabajos de síntesis -La economía argentina de
Aldo Ferrer (publicado por primera vez en 1963) y Las etapas del desarrollo económico argentino
de Guido Di Tella y Manuel Zymelman (cuya primera edición data de 1967)- que nos permiten
observar respectivamente la perspectiva del estructuralismo cepalino y la de la teoría del
desarrollo6.
La obra de Ferrer parte de la premisa de que "es imposible lograr una comprensión
adecuada de las causas del estancamiento" de la economía argentina "sin analizar las raíces
históricas de la presente situación y los cambios producidos en la economía mundial que,
tradicionalmente, han jugado un papel preponderante en el desarrollo argentino”7.
Siguiendo el modelo de la obra de Celso Furtado para el caso de Brasil, establece una
serie de etapas en la evolución económica de la Argentina desde el siglo XVI en adelante. Para la
época que nos ocupa contrapone el período de "economía primaria exportadora" (1860-1930) al
de "economía industrial no integrada", a partir de 1930. En su análisis es fuertemente crítico hacia
la inserción de la Argentina en el mercado mundial desde mediados del siglo XIX, ya que si bien
ve a la etapa 1860-1930 como la de modernización económica del país, enfatiza los aspectos
negativos de dicha inserción, entre los que incluye la vulnerabilidad exterior de la economía
basada en la exportación de bienes primarios, con un alto nivel de endeudamiento externo, y la
desigual distribución del ingreso, cuya causa principal atribuye a la concentración de la propiedad
de la tierra.
Para Ferrer, el crecimiento económico del período 1860-1930 tuvo un carácter endeble y
dependiente. Considera que durante esa etapa el desarrollo industrial se vio limitado por la
composición de las importaciones y la ausencia total de una política de fomento de la actividad
manufacturera, que se vio reducida a las industrias de menor densidad de capital y complejidad
técnica. Sostiene también que la desigualdad en la distribución del ingreso gravitó en el aumento
de las importaciones de bienes de consumo e inversión suntuaria y desestimuló el desarrollo de
actividades orientadas al mercado interno8.
En este marco, la crisis de 1930 aparece como el punto de inflexión en el que se inaugura
la etapa de "economía industrial no integrada", en la cual el sector manufacturero ocupa un papel
clave en cuanto al empleo de mano de obra y al carácter dinámico de su comportamiento. Para
Ferrer fueron las nuevas condiciones de la economía mundial las que impulsaron el proceso de
industrialización, al limitar las posibilidades de crecimiento dentro del modelo agroexportador.
"Bajo el estímulo de la caída de la capacidad de importar, del encarecimiento de las
importaciones, del crecimiento y diversificación de la demanda interna y, finalmente, de las
innovaciones técnicas, la industria experimentó un sostenido desarrollo desde 1930 hasta fines de
la década de 1940"9. No me detendré en el análisis que realiza Ferrer del período siguiente, ya
que queda fuera del período considerado. En él enfatiza los límites del modelo de sustitución de
importaciones con un crecimiento industrial no integrado, con la consecuente vulnerabilidad a los
factores externos en la medida en que el desarrollo de la industria manufacturera depende de la
capacidad importadora del país.
El trabajo de Di Tella y Zymelman parte de la misma necesidad que el de Ferrer:
comprender la situación actual a partir de "un rastreo de los antecedentes históricos". Partiendo
del modelo de las etapas del desarrollo de Rostow, introducen entre el período de
preacondicionamiento (1880-1914) y el del crecimiento autogenerado (1933-1952)una etapa
intermedia a la que denominan "la demora", caracterizada por una contracción de la inversión y
"una detención en la evolución de la posición relativa entre la agricultura y la industria"10.
Consideran que recién a partir de 1933 comenzó el proceso de crecimiento autogenerado, "como
resultado directo de la gran crisis, el deterioro de los términos del intercambio y la carencia de

6
A.Ferrer, La economía argentina, México, Fondo de Cultura Económica, 1963 (las citas que aparecen en el texto están
tomadas de la quinta reimpresión de la segunda edición, Buenos Aires, 1972)-, G. Di Tella y M.Zymelman, Las etapas
del desarrollo económico argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1967.
7
A.Ferrer, opcit., p.9.
8
ibid.. pp. 143-145
9
ibid.,p.190
10
G.Di Tella y M.Zymelman, op cit., p.27
divisas extranjeras". En él la industria sustitutiva pasó a liderar el proceso de crecimiento,
favorecida no sólo por las nuevas condiciones internacionales sino también por las políticas
públicas11.
La hipótesis de la demora, que había sido ya formulada por Alejandro Bunge, generó una
intensa polémica, en la cual no nos detendremos12. Lo que interesa subrayar es que Di Tella y
Zymelman consideran que si bien para 1914 el país parecía reunir todos los requisitos
económicos previos para la industrialización y el desarrollo autogenerado, ello no se concretó
fundamentalmente a causa de la falta de visión de los sectores sociales y económicos dirigentes,
ilusionados con un "retomo a la normalidad" durante la década del veinte e incapaces de generar
una política activa de promoción a la industria.
Esta visión muy negativa de la relación entre el modelo agroexportador y el desarrollo
industrial se repite en casi todos los trabajos de los años sesenta, desde una multiplicidad de
perspectivas. Los temas recurrentes son la ausencia de políticas públicas favorables a la industria
-en particular la falta de protección arancelaria-, la falta de crédito para la actividad industrial, la
debilidad de los empresarios industriales (mayoritariamente inmigrantes), o la falta de un espíritu
de empresa favorable a la inversión en la industria, debido al predominio de valores aristocráticos.
En general todos ellos se vinculan con la hegemonía política de los grandes terratenientes, cuyos
intereses son presentados como contradictorios con el desarrollo de actividades industriales, salvo
aquellas directamente vinculadas con el sector agropecuario.
La "visión clásica" comenzó a cuestionarse desde principios de la década de 1970, en
parte por la disponibilidad de evidencia empírica que relativizaba sus afirmaciones, y en parte por
efecto de un cambio de perspectiva que implicó analizar el proceso de industrialización desde
nuevos marcos conceptuales. Como ya señalamos, este proceso de revisión no se limitó al caso
argentino, y fue común a las diversas historiografías latinoamericanas13.
En términos generales la visión "revisionista" discutió el presupuesto de que el crecimiento
del sector industrial se haya visto penalizado durante la etapa de expansión agropecuaria en el
marco de una economía abierta, enfatizando en cambio que el proceso de modernización de la
economía y de la sociedad que tuvo lugar entre 1880 y 1930 creó condiciones favorables para el
desarrollo de la industria14.
Desde este punto de vista se enumeran diversos factores que habrían contribuido al
crecimiento industrial, entre los que se destacan el marco institucional (con una legislación que
garantizaba la propiedad privada y fomentaba la inversión extranjera), el proceso de
eslabonamientos hacia atrás y hacia adelante generado por la expansión agropecuaria y la política
arancelaria que garantizó un nivel bastante elevado de protección. Por otra parte, se ofrece una
nueva visión de los actores sociales y sus intereses, señalando la falta de contraposición entre
empresarios agrados e industriales. Las principales contribuciones que dieron origen a la visión
"revisionista" han sido las de historiadores y economistas nucleados en el Instituto Di Tella, entre
los que se destacan Roberto Cortés Conde, Ezequiel Gallo y Javier Villanueva15. También debe
incluirse la obra de Carlos Díaz Alejandro -estrechamente vinculado con el Instituto desde 1963-,
cuyos Ensayos sobre la historia económica argentina, publicados en inglés en 1970, ofrecieron
una relectura de nuestro pasado fuertemente contrastante con las de los años sesenta.
Desde el punto de vista de los marcos conceptuales que guían a esta nueva interpretación,
hay en primer lugar una postura muy crítica hacia el estructuralismo cepalino, con un viraje hacia

11
ibid., p.29
12
Véase J.Llach (selección e introducción), La Argentina que no fue. Tomo 1: Las fragilidades de la Argentina
agroexportadora (1918 - 1930),Buenos Aires, IDES, 1985
13
Un panorama de conjunto puede verse en C.Lewis, La industria en América Latina antes de 1930 en L.Bethell
(ed.),Historia de América Latina. 7. América Latina: economía y sociedad, c. 1870-1930, Cambridge Universiy Press-
Ed.Crítica, Barcelona, 1991
14
El número 13 del Anuario del IEHS (1998) dedica una sección a las "Perspectivas sobre la historia de la
industrialización argentina", que incluye entre otros artículos los de E.Gallo y R.Cortés Conde citados en la nota
siguiente.
15
Trabajos paradigmáticos de la visión revisionista son: E.Gallo, Agrarian expansion and industrial development in
Argentina, mimeo, Documento de Trabajo del Instituto Di Tella, 1970; J.Villanueva, El origen de la industrialización
argentina, en "Desarrollo Económico", vol. 12, nº47, 1972;R.Cortés Conde, The export economy of Argentina. 1880-
1920, en R.Cortés Conde y S.Hunt (eds), The Latin American Economies, New York, Homes and Meyer, 1985
posiciones neoclásicas o institucionalistas. Una influencia muy visible es la de Albert Hirschmann,
y en el caso de Ezequiel Gallo la de la teoría del bien primado exportable.
A diferencia de los trabajos de los sesenta, confían más en el mercado como mecanismo
de asignación de factores que en la acción del Estado. Coinciden en señalar que el período de
mayor crecimiento de la economía argentina coincidió con el de menor intervención estatal, y en
ese marco resaltan el desarrollo industrial previo a 1930.
Proponen una visión mucho más gradualista del proceso de industrialización, que puede
ser leída en parte como un rechazo al modelo rupturista de Rostow, y explícita o implícitamente
rechazan la periodización cepalina que inicia la "sustitución de importaciones" en los años treinta.
El primer trabajo que discutió la visión "ortodoxa" fue el de Ezequíel Gallo, Agrarian
expansion and industrial development in Argentina, publicado originalmente como Documento del
Trabajo del Instituto Di Tella en 1970.
Su hipótesis es que, a diferencia de lo que sostenía la interpretación "ortodoxa", la
expansión de la etapa agroexportadora habría benefíciado no sólo al sector primario sino a la
economía en su conjunto, y que no habría existido una relación conflictiva entre sector agrario y
sector industrial. Desde la perspectiva de la teoría del bien primario exportable, analiza en qué
medida el crecimiento de la producción agropecuaria puede, a través de los eslabonamientos,
propasarse hacia otras ramas de la actividad económica, y cómo este proceso no fue
característico sólo de la Argentina, sino también de otros países.
En su trabajo Gallo discute también las interpretaciones "sociológicas" que hacían hincapié
ya sea en la hostilidad de los terratenientes hacia el desarrollo industrial o en la debilidad de los
empresarios industriales para convertirse en un factor de presión exitoso.
En 1972, en su artículo titulado "El origen de la industrialización argentina", Javier
Villanueva opone explícitamente lo que considera una versión "olímpica" acerca de la
industrialización argentina -la que veía a 1930 como un momento de ruptura- a una nueva
interpretación mucho más gradualista del desarrollo industrial.
La principal contribución de Villanueva era la de insistir sobre la importancia del proceso de
industrialización antes de la crisis de 1929 y de la depresión de los años treinta, al que veía como
una condición para el desarrollo industrial de las décadas sucesivas.
Para fundamentar su afirmación acerca del crecimiento industrial anterior a 1930 ofrece
abundante evidencia empírica, utilizando las estadísticas de la CEPAL, los datos sobre año de
fundación de los establecimientos industriales del Censo Industrial de 1935 e información sobre
inversión directa extranjera. Señala que después de 1930 la tasa de crecimiento industrial no fue
mayor que en la etapa previa, sino que hubo sobre todo cambios en la composición del sector
manufacturero, con el retroceso de la industria alimenticia y el avance de los textiles y la
metalurgia.
Otra línea de trabajos que contribuyeron a relativizar las afirmaciones de la interpretación
ortodoxa fue la de las investigaciones sobre las tarifas aduaneras y la protección arancelaria, entre
los que fue pionero el de Díaz Alejandro, que en uno de sus ensayos había señalado que el nivel
de protección de la Argentina entre 1906 y 1940 había sido relativamente elevado en términos
internacionales -similar al de Australia y mayor que el de Canadá, Francia, Alemania e Italia-, y
que a pesar de las oscilaciones en los precios las tarifas se mantuvieron a niveles que
suministraban protección eficaz para muchas actividades16. Esta línea de investigación fue
retomada más tarde por Carl Solberg y Donna Guy17, que para distintos momentos estudiaron el
apoyo de los sectores agropecuarios a las medidas de protección aduanera, y por Colin Lewis18,
que enfatizó la capacidad de los empresarios industriales para presionar a favor de la implantación
de tarifas proteccionistas.

16
C.A.Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1975
17
C.Solberg, The Tariff and Politics in Arpentina, 1916-1930, en "Hispanic American Historical Review", vol.53, n.2,
may 1973; D.Guy, La política de Carlos Pellegrini en los comienzos de la industrialización argentina, 1873-1906, en
"Desarrollo Económico", vol. 19, n.73, abril-junio 1979.
18
C.Lewis, Inmigran Entrepreneurs, Manufacturing and Industrial Policy in the Argentine, 1922-281 en "The Joumal of
Imperial and Commonwealth History", vol.XVI, n. 1, october 1987.
En un trabajo sobre la economía exportadora argentina entre 1880 y 1920 publicado por
Roberto Cortés Conde en 198519, el autor retorna el problema de la relación entre el sector
externo y el proceso de industrialización, enfatizando la importancia del crecimiento de la
demanda como motor de la industria sustitutivo. En particular, discute la afirmación de que sea el
carácter de economía primaria o exportadora el que defina si la economía va a ser de enclave, y
otorga un papel relevante al proceso de eslabonamientos generado por la producción
agropecuaria. Considera que las variables clave para estudiar el proceso de industrialización son
las condiciones tecnológicas de producción, la asignación de recursos, las condiciones
institucionales y sociales y las características de la población.
El impacto de la visión "revisionista" fue muy significativo, en la medida en que la mayor
parte de los estudiosos coinciden en que el crecimiento industrial en la Argentina fue un proceso
gradual que se inició ya a fines del siglo XIX. Ello se comprueba en las publicaciones de los
ochenta y los noventa, tanto en los trabajos de síntesis como en los estudios sectoriales y de
casos. Incluso los trabajos más recientes de los economistas vinculados a la CEPAL incluyen
como primera etapa de la industrialización la del período agroexportador20.
Desde esta perspectiva podría afirmarse que, salvo algunos casos aislados, ha ido
reemplazando a la visión ortodoxa. Ello se debe sin duda al peso de la evidencia empírica
ofrecida por los "revisionistas", y también al debilitamiento de las posiciones teóricas que habían
sustentado a los estudios de los años sesenta21. A la crisis del estructuralismo, del dependentismo
y de la teoría del desarrollo, debemos agregar que en general en los estudios de los procesos de
industrialización se han ido afirmando las posiciones gradualistas, que han cuestionado tanto la
visión de las etapas de Rostow como el mismo concepto de “revolución industrial”22.
Más allá del consenso acerca de los orígenes de la industrialización en la Argentina, las
conclusiones que se derivan de la constatación de la importancia del desarrollo industrial previo a
1930 son fuertemente divergentes.
Para los historiadores y economistas de orientación neoclásica o institucionalísta, el hecho
de que la industria haya comenzado a crecer a la par de la expansión agropecuaria es
considerado como un indicador más de las ventajas que implicó para la Argentina el insertarse en
el mercado internacional como país exportador de bienes primarios. La clave para explicar los
problemas del presente la encuentran no en la etapa de crecimiento hacia afuera, sino en el
período siguiente, con una visión fuertemente crítica del modelo de sustitución de importaciones.
Ello es muy evidente en los Ensayos sobre la historia económica argentina de Carlos Díaz
Alejandro, que contienen una evaluación muy negativa sobre todo del período 1943-955 y de lo
que el autor considera las "respuestas tardías a la Gran Depresión". Sostiene que las políticas
adoptadas entre 1930 y 1943, generadas por un equipo de técnicos competentes, permitieron
crecer a una tasa razonable a pesar de las desfavorables condiciones externas, favoreciendo la
industrialización sin que ello implicara descuidar las exportaciones ni excluir por completo la
competencia extranjera. En contraste, se muestra muy crítico hacia las políticas implementadas
por los gobiernos posteriores a 1943, sobre todo por el peronismo, al que responsabiliza de no
haber aprovechado las condiciones favorables que ofrecía el mercado mundial después de la

19
R.Cortés Conde, The export economy of Argentina, 1880-1920, en R.Cortés Conde and S.Hunt (eds.), The Latin
American Economies, New York, Homes and Meier, 1985.
20
B.Kosacoff, La industria argentina. Un proceso de reestructuración desarticulada, en B.Kosacoff y otros, El desafío
de la competitívidad. La industria argentina en transforción Buenos Aires, Alianza/Cepal, 1993. En un trabajo sobre
las etapas de la industrialización argentina publicado en 1989, Jorge Katz y Bemardo Kosacoff tenían todavía una
visión mucho más rupturista, enfatizando que si bien había habido un cierto crecimiento industrial antes de 1930, recién
a partir de entonces éste había tomado una dimensión significativa, gracias a las nuevas condiciones de la economía
internacional y a la puesta en marcha de políticas activas de industrialización por parte del Estado. Véase J.Katz y
B.Kosacoff, Las etapas de la industrialización argentina en id., El proceso de industrialización en la Argentina.
Evolución, retroceso y prospectiva, Buenos Aires, CEAL, 1989
21
De todos modos la aceptación de la nueva visión no es unánime. A modo de ejemplo, cito un artículo reciente de
Aldo Ferrer en el que contrapone el "consenso prebischiano" al "consenso de Washington". A.Ferrer, Raúl Prebisch y
los problemas actuales de América Latina, en "Ciclos", nº10, 1996.
22
Veáse por ejemplo D.Landes, The Fable of the Dead Horse or The Industrial Revolution Revisited, en J.Mokyr (ed.),
The British Industrial Revolution. An Economic Perspective, Boulder-San Francisco-Oxford, Westview Press, 1993;
M.Berg y P.Hudson, Rehabilitating the Industrial Revolution, "Economic History Review", XLV, 1, 1992
guerra. Reprueba en particular el énfasis puesto en la sustitución de importaciones y en un
modelo de economía cerrada, con políticas adversas al comercio exterior y la inversión extranjera,
al que hace responsable de las bajas tasas de crecimiento del PBI y del estrangulamiento de
divisas. También censura el énfasis puesto por el peronismo en la redistribución del ingreso y el
aumento del consumo popular, a expensas de la formación de capital y de la capacidad de
transformación de la economía, así como la creciente regulación de la economía por parte del
Estado.
En una línea similar, Roberto Cortés Conde destaca en una de sus obras más recientes
que mientras que en las primeras décadas de este siglo la industria se desarrolló en aquellos
rubros en los que el país contaba con ventajas comparativas, el desarrollo industrial posterior a los
años treinta, orientado al mercado interno, generó una industria dependiente de importaciones,
que sólo pudo sostenerse con altos niveles de protección. Para Cortés Conde ya para mediados
de la década de 1930 estaban planteados los principales problemas del desarrollo industrial
argentino, y atribuye al modelo sustitutivo la responsabilidad de las frustraciones presentes23. Más
en general considera que "las políticas elaboradas después de la Segunda Guerra Mundial para
aislar a la Argentina de los shocks externos desfavorables (...) produjeron distorsiones enormes en
la economía que se tradujeron en el pobre comportamiento observado en la segunda mitad del
Siglo”24.
A esta visión crítica del modelo sustitutivo podemos contraponer la de los autores que aún
reconociendo la importancia del crecimiento industrial previo a 1930 rescatan las políticas de
industrialización posteriores y buscan otras claves para explicar los problemas estructurales de la
economía argentina. Para Jorge Federico Sábato y Jorge Schvarzer dicha clave se encuentra
sobre todo en las características de los empresarios, a los que atribuyen un comportamiento
especulativo que se habría originado en el período anterior a 193025.
Lo que aparece como paradójico es que mientras para Gallo la no contraposición de
intereses entre empresarios agrarios e industriales habría resultado un factor positivo para el
desarrollo industrial, para Sábato y Schvarzer constituyó en cambio un elemento negativo, en la
medida en que habría condicionado a los empresarios hacia actitudes de corte especulativo.
El tema del papel de los empresarios en los procesos de desarrollo ha sido fuertemente
debatido en las ciencias sociales. En este debate podemos incluir desde las discusiones entre los
economistas sobre la teoría del empresario hasta las polémicas entre historiadores sobre casos
históricos de industrialización.
En la Argentina el tema ocupó un lugar muy destacado en las investigaciones y
discusiones desde los años sesenta, en los que el estudio del factor empresarial apareció muy
ligado a las teorías de la modernización y del desarrollo. A partir de la hipótesis de que la
existencia de empresarios innovadores era una condición necesaria para garantizar un desarrollo
industrial sostenido, distintos estudios comenzaron a enfocar el problema desde una perspectiva
histórica.
En los trabajos publicados en los sesenta aparece como una constante la idea de que la
Argentina no habría contado, en los inicios de su industrialización, con un empresariado capaz de
liderar eficazmente un proceso de desarrollo sostenido. Aquí encontramos dos líneas de
interpretación diversas: mientras una de ellas ve a los empresarios industriales como un grupo
relativamente débil, incapaz de conformar una élite alternativa, la otra atribuye esta capacidad no
a su debilidad sino a su identificación con los intereses de los terratenientes agroexportadores.
José Luis de lmaz, en los dos capítulos que dedica a los empresarios del comercio y la
industria en su obra sobre la élite dirigente, atribuye su debilidad como grupo tanto a su
segmentación como a la incorporación de pautas de comportamiento de los sectores
tradicionales26. Otros autores, como Roberto Cortés Conde y Oscar Comblit, ponen el énfasis en
la alta proporción de inmigrantes y de pequeños empresarios entre los industriales, lo cual reducía

23
R.Cortés Conde, La economía argentina en el largo plazo, Buenos Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés,
1997. Véase el cap. VII, "Los comienzos de la industrialización en la Argentina".
24
Ibid., p.43
25
J.Schvarzer, La industria que supimos conseguir, Buenos Aires, Planeta, 1996; J.F.Sábato, La clase dominante en la
Argentina moderna. Formación y características, Buenos Aires, CISEA, 1988. Una primera versión mimeografiada fue
publicada en 1979, con el título de Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina moderna (1880-
1914)
26
J.L.de Imaz, Los que mandan, Buenos Aires, Eudeba, 1964
sus posibilidades de transformarse en un factor de presión o de establecer vínculos con las
fuerzas políticas27.
La otra interpretación, en cambio, pone el acento en que los empresarios industriales, o al
menos el sector más poderoso de ellos, habrían sido incapaces de liderar un proceso de
industrialización exitoso debido a sus lazos con los sectores terratenientes. Dardo Cúneo
presenta a los empresarios de la Unión Industrial Argentina como vinculados al sistema
agroexportador, más especuladores que empresarios, sin interés por desarrollar una “producción
moderna”28.
Si durante los años sesenta predominó la primera interpretación, que enfatizaba la
contraposición entre empresarios agrarios e industriales, los términos se invirtieron en la década
siguiente. En el trabajo ya citado Ezequiel Gallo discutía explícitamente las hipótesis de Cortés
Conde y Comblit acerca de un conflicto entre el sector agrado exportador y el sector industrial, y
sostenía que ambos tenían intereses comunes, lo cual habría contribuido, entre otros factores, al
crecimiento de la industria durante la etapa agroexportadora29.
Otro autor que en los años setenta puso énfasis en los lazos entre terratenientes e
industriales fue Milcíades30 Peña, aunque las conclusiones que sacaba de esta constatación eran
opuestas a las de Gallo, en la medida en que consideraba que ello había obstaculizado
decisivamente el desarrollo industrial.
En realidad para Milcíades Peña la burguesía industrial habría nacido del seno de la clase
terrateniente, y no habría constituido un sector diferenciado. Así como los empresarios
agropecuarios estaban acostumbrados a obtener altas tasas de ganancia, “en Argentina la
elevada cuota de ganancia de empresas especulativas y la mentalidad burguesa habituada a
obtener grandes ganancias en poco tiempo se trasladan a la industria. Y ésta se convierte en una
actividad especulativa más en la que ningún capitalista invierte sin la seguridad de elevados
porcentajes de ganancia en un plazo perentorio”31.
Al negar la existencia de una burguesía nacional modernizadora discutía, desde el
trostkismo, acerca de las posibilidades de una revolución democrático burguesa, polemizando con
otros sectores de la izquierda.
La discusión sobre el papel de los empresarios en el proceso de industrialización cobró
nuevo vigor en los años ochenta a partir de la publicación de la obra de Jorge Sábato acerca de la
clase dominante en la Argentina32.
La tesis de Sábato se centra en la afirmación de que la clase dominante argentina en el
periodo de la expansión agropecuaria no estaba constituida por una burguesía terrateniente que
se beneficiaba con la renta diferencial de la tierra pampeana, sino por una clase dominante que
ejercía diversas actividades económicas: explotación agropecuaria, actividades comerciales y
actividades financieras. En vez de acentuar los rasgos tradicionales de los empresarios
agropecuarios pampeanos, según el molde del gran propietario rural latinoamericano o de las
áreas no pampeanas de la Argentina, los presenta como empresarios capitalistas que buscan la
maximización del beneficio mediante la diversificación de inversiones en distintas actividades
económicas.
Retornando la idea de Milcíades Peña de una clase dominante en la que no se distinguen,
empresarios rurales e industriales, ve a los empresarios como racionales y maximizadores, pero a
la vez como especuladores, interesados en la ganancia fácil y resistentes a la inversión de largo
plazo. Para Sábato estas características se derivarían de la diversificación de las inversiones: en
parte de prácticas características de la actividad agraria, comercial y financiera, y en parte de la
necesidad de contar con capital disponible para poder desviar la inversión de una actividad a otra.
Jorge Sábato atribuye los problemas del desarrollo argentino en el largo plazo a la
preeminencia de la mentalidad especulativa entre los empresarios, derivada de su práctica

27
R.Cortés Conde, Problemas del crecimiento industrial (1870-1914), en T.Di Tella, G.Gernani y J.Graciarena
(comps.), Argentina, sociedad de masas Buenos Aires, Eudeba, 1965; O.Cornblit, Imnigrantes y emipresarios en la
política argentina, en T.Halperín Donghi y T.Di Tella (comps.), Los fragmentos del poder, Buenos Aires, Jorge
Alvarez, 1969.
28
D.Cúneo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, Buenos Aires, Pleamar, 1967
29
E.Gallo, op.cit.
30
M.Peña, Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986
31
ibid., p.203
32
J.Sábato, op.cit.
concreta de inversión en actividades diversificadas y de ciertos rasgos del contexto argentino.
Sostiene que la especulación constituyó en Argentina un fenómeno prolongado, con lo cual se
convirtió en un dato más o menos permanente de los comportamientos económicos básicos.
Encuentra las raíces de esta situación en el siglo XIX, con la sucesión de diversos booms, la
escasez de capitales, la valorización de la tierra y la rápida expansión de una gama variada de
actividades. Ello habría contribuido a generar una cierta psicología y la formación de mecanismos
y comportamientos adaptados a funcionar en condiciones de riesgo.
Jorge Schvarzer en su reciente trabajo de síntesis sobre la historia de la industria
argentina33 atribuye los mismos rasgos especulativos a los empresarios nacionales y extranjeros,
pero señala también que el Estado no cumplió, hasta los años sesenta, el papel de impulsor del
desarrollo industrial.
La polémica sobre los orígenes de la industrialización trasciende largamente su punto de
partida, y es sólo un aspecto de la confrontación entre interpretaciones alternativas sobre el
pasado argentino.
En lo que hace en particular al período 1930-1955 implica una revisión acerca del modelo
de economía cerrada y de la sustitución de importaciones como un camino hacia el crecimiento
sostenido, así como la discusión sobre el papel del Estado y el mercado en los procesos de
desarrollo.

2. La Historiografía económica y de las políticas económicas del período 1930-1955

Una parte importante de las contribuciones a la historia económica ha provenido de


economistas, lo cual seguramente imprimió características particulares a la producción
historiográfica en este campo. Durante estas últimas tres décadas han sido muy diversas las
preocupaciones de quienes indagaban en el pasado y, naturalmente, ello provocó distintas
búsquedas y vías de análisis de lo sucedido. Sin embargo, básicamente, la historiografía
económica se centró en el estudio de problemas del pasado de forma tal que permitiera “rastrear”
las posibilidades de resolver problemas presentes. La reinterpretación de nuestra historia
económica con el fin de establecer las causas del no desarrollo de la economía argentina,
señalando eventuales “desvíos”, ha sido sin duda uno de los caminos más transitados.34
En términos globales, el análisis de la estructura económica y de las políticas económicas
aplicadas entre 1930 y 1955 ha sido un tanto descuidado por la producción historiográfica de los
últimos años.35 Sin embargo, algunos temas específicos notan cierto desarrollo. Por ejemplo, un
tema reconsiderado últimamente en el estudio de la política económica ha estado ligado al sector
público. Estos trabajos pese a abarcar períodos de largo plazo sin profundizar en la etapa

33
J. Schvarzer, op.cit.
34
Carlos Carballo; "La historia del presente: un cuarto de siglo de reflexión sobre nuestra historia económica cercana",
en Historiografía Argentina (1958-1988) Una evaluación crítica de la producción histórica argentina.Comité
Internacional de Ciencias Históricas, 1988.
Un texto que resume cabalmente desde su título esta concepción y búsqueda es el de Juan José Llach; La Argentina que
no fue. Las fragilidades de la argentina agroexportadora (1918-1930), IDES, 1985. El autor plantea allí que la
Argentina es el resultado de "modelos irrealizados". "La Argentina es una sociedad frustrada en la que tal proliferación
de modelos propuestos e incumplidos contrasta crudamente con la realidad; ... en cada una de las encrucijadas de
nuestra historia podrán encontrarse las claves borrosas de diversas “argentinas que no fueron” según la óptica del
presente". Otros títulos sugerentes de obras importantes realizadas por economistas se ubican en la misma dirección:
Aldo Ferrer, El devenir de una ilusión. La industria argentina desde 1930 hasta nuestros días, Sudamericana, 1989;
Daniel Azpiazu y Hugo Notcheff, El desarrollo ausente; Pablo Gerchunoff y Lucas Llach; El ciclo de la ilusión y el
desencanto. Un siglo de política económica argentina. Ariel, 1998, etc.
35
Los estudios generales más importantes son los de: Carlos Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica
argentina, Amorrortu, 1975 (1970); Richard Mallon y Juan Sourrouille; La política económica en una sociedad
conflictiva, el caso argentino, Amorrortu, 1976; Ferruci, Ricardo; Política económica argentina contemporánea Macchi,
1991; P. H. Lewis, La crisis del capitalismo argentino, F.C.E., 1993 y Pablo Gerchunoff y Lucas Llach; El ciclo de la
ilusión y el desencanto. Un siglo de política económica argentina. Ariel, 1998. Una compilación de documentos sobre
el Estado y la economía para el período específicamente abordado puede verse en Malgesini, G. y Alvarez, N.; El
Estado y la economía, 1930-1955, CEAL, 1983
considerada han permitido aportes específicos. En efecto, se han estudiado los incentivos
tributados, el gasto público y la vinculación entre el déficit fiscal y la economía monetaria.36
Por su parte, la historia del sector monetario y financiero37 y los diversos aspectos del
sector externo: balanza de pagos,38 tipos de cambio,39 relación entre balanza comercial y
sustitución de importaciones,40 endeudamiento externo41 y el grado de participación argentina en
el comercio mundial han sido también relativamente analizados con distintos resultados en
trabajos que abordan procesos de largo plazo. Sin embargo, muy pocos trabajos han realizado
nuevas interpretaciones desde el ámbito de la historia económica sobre el período 1930-1955 y,
menos aún se han abordado investigaciones de archivo.
Un estudio que se ha destacado en los últimos años y que presenta una visión de conjunto
más propiamente histórica y novedosa sobre la política económica de los años treinta es el de
Arturo O'Connell.42 El trabajo parte de un análisis crítico de las posturas tradicionales sobre los
efectos de la crisis del treinta sobre la economía y la política económica argentina. Para
O'Connell los años treinta fueron "normales" y continuación de las inestabilidades propias de los
años veinte, poco prósperos y escasamente armoniosos.43 El ciclo económico de los años treinta
se inició con el éxodo de capitales hacia 1928 y con la disminución de los empréstitos públicos y la
caída de la inversión extranjera y de los precios del trigo el año siguiente. Este profundo shock
externo desfavorable produjo una caída particularmente grave de las importaciones y del ingreso
nacional.

36
Véanse entre otros, Horacio Nuñez Miñana y Alberto Porto, "Análisis de la evolución de precios de empresas
públicas en la Argentina", Desarrollo Económico, Nº63, 1976; Domingo Cavallo y Angel Peña, 'Déficit fiscal,
endeudamiento del gobierno y tasa de inflación: Argentina, 1940-1982", IEERAL, Estudios, Nº 26, 1983; Jorge Macon,
Las finanzas públicas en la Argentina, Macchi, 1985; Ricardo Ferrucci, La promoción industrial en la Argentina,
Eudeba, 1986 y Guillermo Vitelli; Cuarenta años de inflación en la Argentina: 1945-1985, Legasa, 1986
37
Un estudio ya clásico y quizás el más importantes sobre el sector monetario y financiero es el de Raúl Olarra Jiménez,
Evolución monetaria argentina, Eudeba, 1971. También pueden verse otros trabajos más recientes Aldo Arnaudo;
Cincuenta años de política financiera argentina (1934-1983), El Ateneo, 1987 y Domingo Cavallo; "Los efectos
recesivos e inflacionarios iniciales de las políticas monetaristas de estabilización, 19451976", IEERAL ' Estudios, N' 20,
1981. Dos interesantes trabajos abarcan más específicamente el período considerado: Elías Salama, "Política monetaria
e independencia del B.C.R-A. 1935-1944", Instituto y Universidad Torcuato Di Tella, 1996 y para la época peronista
María Elena Deligiannis y Stella Maris Martínez; Política Bancaria y Financiera (1946-1955), Fundación para el
Estudio de los Problemas Argentinos, 1979
38
Manuel Balboa, "La evolución del Balance de pagos de la República Argentina: 1913-1950", en Desarrollo
Económico, Nº 45, 1972
39
Véanse entre otros los trabajos de Carlos Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica Argentina, Amorrortu,
1975 y "Tipos de cambio y términos de intercambio en la República Argentina: 1913-1976", Centro de Estudios
Macroeconómicos, documento Nº 22, 1980
40
Pueden verse entre otros, Juan Llach y Pablo Gerchunoff, “La industrialización sustitutiva de importaciones en la
Argentina: un intento de evaluación”, en Anales de la XIII Reunión Anual de la AAEP, Río Tercero, 1978 y Cortés
Conde, Roberto; La economía argentina en el larpo plazo, Sudamericana, /Universidad de San Andrés, 1997
41
Este es quizás el tema más descuidado de todos. No existen trabajos novedosos sobre la deuda externa argentina
entre 1930 y 1955. Poco se ha agregado al ya clásico trabajo de Walter Beveraggi Allende; El servicio del capital
extranjero y el control de cambios, FCE, 1954
42
O'Connel, Arturo; "Argentina en la depresión, los problemas de una economía abierta", en Desarrollo Económico, vol
231, Nº 92, Enero-marzo de 1984
43
El análisis de los años veinte se inserta en la discusión sobre la "gran demora", teoría elaborada por Guido Di Tella y
Manuel Zymelman, Las etapas del desarrollo económico argentino, Eudeba, 1967, quienes con renovados fundamentos
teóricos y sobre la base de la información suministrada por Alejandro Bunge desde la Revista de Economía Argentina,
señalaron la existencia de un estancamiento de la economía entre 1914 y 1935, antes de su "despegue" industrial. Esta
"demora" habría sido producto fundamentalmente de -obstáculos institucionales". Del debate posterior participaron
Carlos Díaz Alejandro, "La desaceleración del crecimiento entre 1914 y 1929: ¿Una gran demora?", en Marcos
Giménez Zapiola, El régimen oligárquico. Materiales para el estudio de la realidad social argentina (hasta 1930),
Amorrortu, 1975; Lucio Geller, El crecimiento industrial argentino hasta 1914 y la teoría del bien primario exportable",
en El trimestre Económico año I, Nº 148, octubre diciembre de 1970; Vicente Vazquez Presedo, Crisis y retraso.
Argentia y la economía internacional ente las dos guerras, Eudeba, 1978; Roberto Cortés Conde, El progreso argentino,
Sudamericana, 1979 y Arturo O'Connell, "Free trade in one (primary producing contry; the case of argentine in the
1920's', Instituto Torcuato Di talla, 1984. Allí O'Connel sostiene que las vulnerabilidades de la economía argentina en
los años veinte eran muy fuertes y que el ciclo era lo determinante, las posibilidades alternativas de política económica
eran muy escasas. En definitiva, si los funcionarios "veían" los problemas, poco podían hacer para resolverlos.
Los condicionantes estructurales son revitalizados en la interpretación del autor.44 Tanto es
así que, según O'Connell, la recuperación no fue principalmente producto de la política económica
aplicada sino resultado en el cambio de las condiciones externas (shock externo positivo) dado el
aumento de los precios internacionales de los productos agrícolas y la llegada de capitales de
corto plazo, aspectos que permitieron un incremento de las importaciones y cumplir con los
servicios de la deuda externa.
En este sentido O'Connell examina las dos cuestiones globales objeto de controversia en
relación con la política económica de los años treinta: la intervención estatal y las características
de la política económica. Es indudable, señala, que el grado de intervención estatal en la
economía se extendió considerablemente y una vez superada la situación de emergencia que dió
origen a esta intervención, el aparato estatal intervencionista no se desmanteló. Esto llevó a que
'los partidarios de la no intervención en la economía, por lo tanto, acusasen a los responsables de
la política económica de los años '30 por todos los problemas posteriores de la economía
argentina".
Ahora bien, aquellos que cuestionan la intervención estatal destacan que la misma tuvo un
sesgo definidamente a favor de los intereses británicos en la Argentina. "Según éstos, las
reformas económicas de los años '30, en lugar de transformar aquellos aspectos que hacían al
país vulnerable a la inestabilidad externa y víctima de un sistema injusto de relaciones exteriores,
no hicieron sin reforzarlo". Sin introducirse en estas cuestiones generales, O'Connell centra la
atención en los instrumentos ortodoxos y heterodoxos de la política económica adoptada en la
prima parte de la década del '30.45
Para el autor, tanto la caída como la recuperación económica a mediados de los años
treinta se debió al "ciclo" y no a la política económica, la que se encontraba subordinada a los
condicionantes de¡ ciclo económico. Esta escasa autonomía para contrarrestar los factores
cíclicos orientó la política económica a asegurar a Gran Bretaña la repatriación de ganancias y de
importaciones. El control de cambios, las Juntas Reguladoras, el bilateralismo (en especial el
Pacto Roca-Runciman),46 la política fiscal y monetaria, señalan que las respuestas fueron
ambiguas y favorecieron a Gran Bretaña, incrementando la vulnerabilidad del país.

44
Esta posición invalida en algún sentido a aquella línea de pensamiento que señaló que las políticas económicas
aplicadas en los treinta y, más aún, en los cuarenta, marcaron el origen de la debilidad del crecimiento económico.
45
Un estudio interesante en el análisis de la política económica de los años '30 es el de Norberto González y David
Pollock, "Del ortodoxo al conservador ilustrado. Raúl Prebisch en la Argentina, 1923-1943", en Desarrollo Económico
v. 30, nº 120, enero-marzo de 1991. En este trabajo, basado en minuciosas entrevistas, los autores indagan sobre la
evolución intelectual de Prebisch en función de las experiencias concretas surgidas de su actuación pública: en la
Conferencia Económica Mundial, en las negociaciones del pacto Roca-Runciman, en el Programa de Recuperación
Económica Nacional y en el Banco Central. A partir de este análisis puede verse como los hacedores de la política
económica abandonan posiciones ortodoxas por otras más heterodoxo en funcción de las exigencias de la nueva
situación económica y de la aceptación de que la recuperación del modelo agroexportador no estaba “a la vuelta de la
esquina”
46
El Pacto Roca-Runciman es un tema que ha sido "abandonado" en la historiografía de los últimos años. Sólo
aparecen esporádicamente "nuevas" interpretaciones en las que subyace cierta polémica. Existe un interesante trabajo
historiográfico sobre el Pacto Roca-Runciman de Peter Alhadeff-, "Dependencia, historiografía y objeciones al Pacto
Roca", Desarrollo Económico, v. 25, Nº 99, 1985. Este autor señala la existencia de una interpretación contemporánea
dependentista sobre el tema (constituida por los trabajos de J. Fodor y Arturo 0 Connel; "La Argentina y la economía
atlántica en la primera mitad del siglo XX", Desarrollo Económico, vol 13, Nº 49, abril-junio 1973 y Roger Gravil y T.
Rooth; “A time of acute dependence: Argentina in the 1930´s” Journal of European Economic History, VII, 2-3, 1978)
Según el autor, esta línea interpretativa descuidó la 'importancia que tuvo el convenio en la formulación de la política
económica en los años 20'. Para Alhadeff, el Pacto no sólo benefició a los ganaderos sino a la mayoría de los argentinos
y la "hostilidad contra la coalición conservadora merece ser atenuada". Una respuesta crítica a esta concepción puede
verse en Jorge Fodor y A.rturo 0´Connel, "Dependencia, historiografía y objeciones al Pacto Roca. Un comentario",
Desarrollo Económico, v. 25, Nº 99, octubre-diciembre 1985. Por otra parte, en el reciente "ensayo" de Pablo
Gerchunoff y Lucas Llach (ob.cit.) los autores señalaron que "no había muchos otros caminos diferentes" al pacto Roca-
Runciman. "En un mundo en que los acuerdos bilaterales eran casi el único instrumento para mantener vivo el
comercio, no es extraño que la Argentina se recostara sobre su socio más importante. No había, en el corto plazo,
muchos otros caminos". Jorge Schvarzer ha criticado este análisis (Clarín 30-8-98). En defensa de la postura de
Gerchunoff y Llach, el economista Carlos Winograd ha destacado que no se encuentra en la literatura sobre el tema
"reflexiones convincentes sobre alternativas radicalmente diferentes en el contexto económico y político de los 30" Mas
aún, advierte que algunos historidadores sostienen que dada la estructura del comercio exterior de la Argentina y el rol
En síntesis, la depresión resultó ser, en opinión del autor, un caso más, anormalmente
grave" del ciclo económico argentino y la Argentina, por tener una economía abierta, soportó sin
atenuantes los efectos de la crisis.
La carencia de estudios específicos novedosos respecto al sector agropecuario -en
especial a la política agraria- y al mercado de traba o en la etapa considerada es significativa
desde hace unos años y, más aún la escasez de trabajos regionales sobre estos temas.47 En
cambio, muchos estudios se han referido a diversas problemáticas vinculadas al sector industrial,
base del modelo de acumulación que se consolida por esos años. Estas han sido abordadas en
detallé desde diferentes perspectivas realizando aportes significativos. En términos generales
estos trabajos critican la particular conformación de¡ proceso de industrialización sustitutivo y la
falta de integración de la economía nacional.48
En este sentido, el libro de Jorge Schvarzer - como señalamos, un trabajo de síntesis
interpretativa muy actualizado- presenta una visión global de la evolución del sector. La etapa
1930-1955 es analizada en dos capítulos,49 organizados -como todas las secciones del trabajo- en
apartados que examinan algunas cuestiones generales de la economía y de la política económica
argentina primero, para pasar luego a un análisis de conjunto del sector industrial, las ramas
dinámicas y básicas, los empresarios y las políticas frente al movimiento obrero.
El estudio específico del sector industrial en los años treinta parte de analizar los
reacomodamientos de las industrias clásicas frente a las nuevas condíciones generadas por la
crisis. Allí se destacan ciertos rasgos que habrían de repetirse en épocas posteriores. Los
propietarios azucareros, los frigoríficas, las empresas forestales, etc. redujeron sus inversiones
notablemente. “La opción natural de los propietarios consistía en maximizar sus beneficios
personales; para ello, retiraban de las empresas la mayor cantidad posible de ganancias al mismo
tiempo que reducían al mínimo las nuevas inversiones. Lentamente, esas plantas tendían a
convertirse en mastodontes antediluvianos cuya presencia agobiaría durante décadas a la
economía nacional”.
Otros sectores comenzaron a expandirse rápidamente a partir de la caída del comercio
importador, lo que de alguna manera reflejaba las posibilidades potenciales no desplegadas antes
de 1930 por la lógica de la política económica aplicada. Schvarzer destaca algunos sectores con
fuerte dinamismo y, a la vez, concentrados desde sus inicios: las empresas de cemento, las
papeleras, algunas empresas productoras de maquinarias y de productos durables, cuya
capacidad de expansión estaba limitada por la escasez de divisas, a la vez que esta imposibilidad
de importar le reservaba el mercado interno. El rol de la inversión extranjera es también analizado

del Reino Unido, la negociación obtenida fue excelente... ¿Se podría haber negociado mejor ? Quizás, un poco, pero la
relación de fuerzas era muy desfavorable al país" ("El desencanto", Clarín, 20-9-98)
47
Véanse para el sector agropecuario: Mario Lattuada; La política agraria peronista (1943-1983), 2 tomos,
CEAL, 1986; Humberto Mascali, Desocupación y conflictos laborales en el campo argentino (1940-1965), CEAL,
1986; Graciela Malgesini, "¿Subsidio o sustracción? El control de cambios y los productores cerealeros en los años
'30", en Anuario IEHS, Tandil, 1987; Silvia Lázzaro; Estado y arrendamientos rurales en los años 50", en Ciclos, Vol.
11, Nº 12, 1997 y Oscar Barsky y M. Cirio; La agricultura pampeana, Transformaciones productivas y sociales, F.C.E.,
1988. Para el estudio del mercado laboral, véase Juan Llach y Carlos Sánchez; "Los determinantes del salario en la
Argentina. Un diagnóstico de largo plazo y propuestas de políticas", en Estudios, Nº 29, enero-marzo de 1984.
48
Véanse Eduardo Jorge; Industria y concentración económica), Siglo XXI, 1975; Arturo Goetz, "Concentración y
desconcentración en la industria argentina desde la década de 1930 a la de 1960", en Desarrollo Económico, Nº 60,
1976; Javier Lindenboim, Distribución espacial de la industria argentina entre 1935 y 1964, CEUR, 1979; Daniel
Heymann, Las fluctuaciones de la industria manufacturera Argentina, 1950-1978, cuadernos de la CEPAL, 1980;
Adolfo Dorfman, Cincuenta años de industrialización argentina 1930-1980, Solar, 1983; Tulio Ceconi, "Una hipótesis
acerca de la ideología del desarrollo prevaleciente en la Argentina a partir de 1930", Anales de la XXII Reunión Anual
de la AAEP, 1987; Víctor Elías, "Productividad en el sector industrial argentino 1935-1985", en Anales de la XXII
Reunión anual de la AAEP, 1987; Bemardo Kosacoff y Daniel Azpiazu, La industria argentina: desarrollo y cambios
estructurales CEAL-CEPAL, 1989; Jorge Katz y Bemardo Kosacoff, El proceso de industrialización en la Argentina:
evolución, retroceso y perspectivas. CEPAL-CEAL, 1989; Aldo Ferrer, El devenir de una ilusión. La industria
argentina desde 1930 hasta nuestros días, Sudamericana, 1989; Daniel Aspiazu y Hugo Notcheff, El desarrollo usente,
Flacso/Tesis, 1994 y los trabajos de Jorge Schvarzer, entre muchos otros, Promoción industrial en la Argentina, CISEA,
1987 y La industria que supimos conseguir, Planeta, 1996
49
El capítulo 5, "Avances y vacilaciones durante la crisis y la guerra" abarca el período 1930-1945 y el capítulo 6, "Las
ilusiones y la realidad, ironías de la posguerra", la etapa 1940-1953. Más adelante retomaremos de acuerdo a los temas
desarrollados las interpretaciones que sobre los mismos tiene el autor.
en detalle. Para el autor, "la llamada sustitución de importaciones que se vivió desde entonces
resultó el reverso de la activa sustitución de exportaciones por esas empresas (extranjeras) para
seguir vendiendo" Entre ellas se encuentran las fábricas norteamericanas de neumáticos y textiles
y las empresas alemanas instaladas en el sector eléctrico, mecánico y químico.
El análisis del sector industrial a partir de los censos revela que hacia 1935 existía una alta
concentración económica y espacial, donde las sociedades anónimas aportaban la mitad de la
producción fabril nacional. Además, una cuarta parte de la producción se realizaba en
establecimientos fundados en el siglo XIX y un 40 % se producía en plantas instaladas entre 1900
y 1920. Esta situación, destaca Schvarzer, se mantuvo aún en los años cuarenta.50 El censo de
1946 señaló que la industria aportaba un valor superior al agropecuario y que el avance se
fundamentaba en buena medida en las plantas existentes -dada la dificultad para importar
equipos- fundadas antes de 1935. Estas empresas y empresarios -un grupo relativamente
reducido- son considerados por el autor como el núcleo del sector.
En el análisis de los años cuarenta Schvarzer incursiona primero en el Plan Pinedo a fin de
demostrar como numerosos sectores sociales y políticos continuaban sujetos a trabas ideológicas
o a intereses concretos que impedían todo idea de cambio. "Su percepción del sector pampeano
como 'rueda maestra' de la economía nacional apenas les permitió aceptar que ciertas áreas
fabriles se acoplaran, en un rol de 'ruedas menores', a esa fuerza mayor". En este punto, sin
desarrollar en extenso la problemática, es importante plantear los principales análisis sobre el Plan
de Pinedo de 1940, ya que el mismo constituye un núcleo temático abierto en los últimos años.
Sin duda, Juan José Llach -en un trabajo inteligente- es quien ha abordado con mayor profundidad
el tema.51 Este autor sostiene que el periodo de entreguerras debe considerarse una unidad de
análisis puesto que los principales temas de discusión fueron invariables: las relaciones
económicas triangulares, el grado de apertura de la economía y el desarrollo del mercado interno,
el papel de la industria y de la intervención del Estado en la economía. Esto es, la estrategia de
desarrollo económico en su conjunto. En este sentido, la Segunda Guerra Mundial constituyó un
duro revés para quienes esperaban la vuelta a la normalidad" que se avizoraba cada vez más
lejana.
Con la depresión de 1937-38 y el estallido de la guerra se profundizó el viejo debate en
tomo a la estrategia de crecimiento del sector industrial y aumentaron las presiones de industriales
y militares sobre el Estado. Naturalmente, se temía que a la salida de la guerra, muchas de las
empresas y ramas que habían crecido bajo su amparo sufrieran una crisis. Es por ello que el Plan
de Reactivación Nacional propuesto en 1940 por el Ministro de Economía Federico Pinedo, aun
cuando mantenía el sistema de control de cambios vigente, concedía al Estado una nueva serie

50
Un pionero estudio en este sentido fue presentado por Milcíades Peiña en los años sesenta, luego retomado por Javier
Villanueva. Véanse Milcíades Peña Industrialización y Clases sociales en la Argentina, Hyspamérica, 1986 (libro que
reúne varios artículos publicados originalmente en los números 1, 2, 3 y 4 de la revista Fichas de Investigación
Económica y Social, entre abril y diciembre de 1964), especialmente "Crecimiento (19351946) y estancamiento (1947-
1963) de la producción industrial argentina", publicado bajo el seudónimo de Victor Testa. Y, Javier Villanueva, "El
origen de la industrialización argentina", en Desarrollo Económico, Nº 47, octubre-diciembre de 1972. En este trabajo,
el autor cuestiona profundamente la versión "olímpica" del desarrollo industrial. La misma sugiere una ruptura en
materia de crecimiento industrial a partir de la crisis del treinta (entre otros muchos trabajos puede citarse como ejemplo
el libro de Guido Di Tella y Manuel Zymelman, Las etapas del crecimiento económico en la Argentina, Eudeba, 1967,
basado en la periodización del desarrollo económico de Rostow). En cambio, Villanueva sostiene que se produjo en
esos años un "efecto reajuste' de expansión, basado en la existencia de capacidad ociosa creada en las décadas
anteriores, lo cual indicaría que la inversión en el sector industrial ya se había producido antes de la década del treinta.
Por lo tanto, para este autor la industria "moderna" en la Argentina se inicia en los años veinte, mientras que en los
treinta, especialmente en la segunda mitad de la década, el crecimiento industrial mantiene las pautas y tendencias de
los años anteriores, crecimiento basado en la inversión previa y acrecentado por las medidas anticíclicas aplicadas.
51
Juan José Llach, "El Plan económico de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía política del
peronismo", Desarrollo económico, Nº 92 (enero- marzo 1984). Este análisis reconoce varios antecedentes. A
comienzos de los años setenta, en un trabajo preliminar sobre el tema Llach polemizaba con los análisis de Eduardo
Jorge, Industria y Concentración Económica, Hyspamérica, 1986 y Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios
sobre los orígenes del peronismo, Siglo XXI, 1972. Posteriormente, se publicó el artículo de Horacio Pereyra, "Pinedo
y el Plan económico de 1940", Todo es historia, 113 (abril 1978), que junto con el de Juan Llach son en la actualidad
los más significativos que se han escrito específicamente sobre este tema. Sobre Federico Pinedo pueden consultarse
Antonio Cirigliano, Federico Pinedo, teoría y práctica de un liberal, CEAL, 1984 y más recientemente, la biografía de
Roberto Azaretto, Federico Pinedo, político y economista, Emecé, 1998
de funciones e incorporaba tres mecanismos: la compra de los excedentes de cosechas
invendibles; la construcción de viviendas populares y el financiamiento de algunas actividades
industriales. El “Programa de reactivación de la economía nacional” de 1940, conocido como
"Plan Pinedo" tiene, según el autor, el "significado especial de ser el primer documento del Estado
en el que se considera la posibilidad de modificar parcialmente la estrategia de desarrollo
económico vigente". De manera tal que pudiera conciliarse la industrialización con la economía
abierta (al incentivar las exportaciones industriales), fomentar las relaciones comerciales con los
Estados Unidos y crear un mercado de capitales para el financiamiento industrial.
El plan no fue aprobado. Sin embargo, la tendencia hacia la ejecución de un nuevo papel
de la esfera estatal en todos los ámbitos económicos cobró cada vez mayor importancia. Asi lo
manifestaron algunos militares preocupados por la industria: el Estado debía proteger
selectivamente los sectores vinculados al desarrollo nacional (siderúrgico, metalúrgico, químico,
etc.) necesarios para atender los requerimientos estratégicos.52
El cumplimiento de estas tareas exigiría una nueva forma de administración estatal y la
ampliación del conjunto de instituciones e instrumentos de control, regulación y promoción. Es
decir que, independientemente del "fracaso político' del plan, su debate generó un consenso
enorme sobre la estrategia industrial y del rol que en ella debería asumir el Estado. Es que el
abandono del Plan no significó el abandono de la necesidad de la promoción industrial y, entre
1940 y 1943, se adoptaron una gran cantidad de medidas industrialistas, a la par que se
reafirmaba una tendencia hacia el mercadointernismo. En opinión de Llach la economía política
del peronismo señaló el fin de una etapa de discusión sobre estrategias industriales y la
industrialización argentina entre 1946 y 1955 se desarrolló “dentro de la normalidad” esperable de
la primera etapa de la sustitución de importaciones, dejando de lado el camino exportador abierto
por la Segunda Guerra. Para el autor uno puede saberse qué hubiera pasado con este camino en
el caso de haberse seguido políticas diferentes".
Polemizando con la interpretación de Juan José Llach, Schvarzer señala que el Plan
Pinedo no era ni un proyecto industrialista ni keynesiano, sino sólo una propuesta coyuntural para
superar la emergencia que vivía el país al iniciarse la Segunda Guerra. Por su parte, José
Villarruel infiere que la estrategia pinedista no sólo apuntaba al desarrollo de las exportaciones
industriales sino que también consideraba las potencialidades del mercado interno.53
Otro punto en discusión se sitúa en tomo las posiciones de la U.l.A. frente a las posibles
“estrategias” de desarrollo del sector. La nueva etapa de industrialización sustitutiva y el
incremento productivo desde mediados de la década del treinta tuvo un gran impacto en la
composición y características del sector industrial, tanto en lo que se refiere a diversificación de
actividades como en el número, rol e intereses de los empresarios fabriles. El incremento de la
agremiación empresaria debe entenderse entonces no sólo como una medida frente al poder de
los sindicatos, sino también frente al estado para satisfacer demandas más estructurales.

52
En setiembre de 1942, el coronel Manuel N. Savío, señalaría ante la UIA que "hay que salir de la atmósfera de dudas
y proyectos, de estudios puramente teóricos, hay que acelerar sus solución en el campo práctico. Es la hora de actuar"
Manuel Savio, Obras, Buenos Aires, 1973, (p.) 367. Respecto de la estrategia militar sobre la industrialización y las
empresas militares, véanse los apartados relacionados al tema en los trabajos de Schvarzer y Llach ya citados.
Específicamente, véanse Marta Panaia y Ricardo Lesser; "Las estrategias militares frente al proceso de
industrialización, 1943-1947, en Marta Panaia, Ricardo Lesser y Pedro Skupch (Eds.), Estudios sobre los orígenes del
peronismo, II, Siglo XXI, 1975, María del Carmen Angueira y Alicia Tonini; Capitalismo de Estado (1927-1956),
CEAL, 1986, Alberto De Paula, María Martín y Ramón Gutiérrez; Los ingenieros militares y sus precursores en el
desarrollo argentino Fabricaciones Militares, 1980, 2 tomos y María del Carmen Angueira y Emilce Tirre; Las Fábricas
Militares v la industria argentina en el período de entreguerras, CEAL, 1995
53
José C. Villarruel; "El Estado, las clases sociales y la política de ingresos en los gobiernos peronistas, 1945-1955", en
M. Rapoport, comp.; Economía e Historia - Contribuciones a la historia económica argentina, Editorial Tesis, 1988.
Este autor sostiene en sintonía con la interpretación de Llach y Pereyra que el Estado Liberal-intervencionista había
entrado en crisis hacia 1940 y que la única alternativa desde los aparatos del Estado de intento de cambio fue vetada en
el parlamento. Para Villarruel el Plan de Pinedo no era sólo un programa de corto plazo sino el propósito de largo plazo
de corregir los desajustes estructurales de la economía argentina. En este contexto, según el autor, el plan tiene
también, aunque como objetivo subsidiario, el desarrollo de la capacidad potencial del mercado nacional, puesto que se
propone incentivar el poder de "compre nacional". También puede consultarse resspecto a esta última temática Graciela
Swiderski; "La U.l.A.: ¿Sustitución de importaciones o mercado externo?", en Ansaldi; Pucciarelli y Villarruel (Edit.);
Argentina en la paz de dos guerras. 1914-1945, Biblos, 1993
Según Llach, a lo largo de la década del treinta, la UIA llevó a cabo una política
institucional "universalista" con el fin de promover todas las ramas industriales existentes. De
todas maneras, no se debe sobredímensionar el peso de las posiciones “industrialistas” del sector.
Como sugiere Schvarzer, aún a comienzos de la década del cuarenta, la UIA seguía dirigida por
grupos tradicionales ampliamente diversificados y cuyos principales intereses no siempre eran
industriales; todos ellos tenían en gran medida, paralelamente, inversiones financieras,
comerciales y agropecuarias. Para Aníbal Jáuregui, el crecimiento de la inversión y de la
participación del sector industrial en la economía nacional iniciada en la década del veinte provocó
hacía los años treinta un cambio paulatino del discurso de los industriales.
“Aquello que antes había sido el reclamo esporádico de apoyo aduanero para algunas o
todas las actividades industriales devino en una apuesta por una mayor autarquía económica:
'Bastarse a sí mismo en todos los consumos que le sea posible para depender en lo mínimo del
extranjero'. Este nuevo matiz programático se insertaba en una nueva estrategia para acceder a
la escena pública: 'hasta ahora la UIA pudo contener el peligro que amenaza nuestra industria...
manteniéndose a la defensiva... al presente es necesario reaccionar e iniciar la ofensiva
abiertamente”.54
Además, el grado de concentración manufacturera era considerable55 y a ello contribuía
cada vez más la presencia del capital extranjero asociado al capital financiero local.56 Adolfo
Dorfman señaló hace tiempo en qué medida se habían reforzado aceleradamente los vínculos
entre las grandes empresas industriales y los grupos financieros que podían atender a sus
necesidades.57 Por consiguiente, la entidad industrial no sólo representaba al capital industrial sino
también y, fundamentalmente, al gran capital. Para la UIA la “industria no era un objetivo a lograr,
sino una realidad a defender; un dato y no un proyecto de futuro. En el espectro de actitudes
posibles, sus posiciones se acercaban más al polo conservador que a cualquier gradualismo
reformista, y nunca plantearon cambios estructurales”58.
En los años 40, la expansión del crecimiento industrial sustitutivo y las perspectivas de la
guerra llevaron a la entidad manufacturera a definir más claramente sus posiciones. Al mismo
tiempo la entidad participó en mayor medida de las políticas de los gobiernos.
La U.l.A. fue articulando un “programa” de acción con mayor “centralidad” en el sector
industrial, cuyo principal escollo para la expansión era la escasez de inversión interna (producto
de una mala política financiera e impositiva, de la legislación obrera y del consumo improductivo
del sector rural).59
La creciente intervención del estado y el surgimiento del "Estado empresario" han sido
analizados con relativa profundidad.60 En cambio, la política económica peronista ha sido

54
Jáuregui, Aníbal, "El despegue de los industriales argentinos", en Ansaldi, Waldo; Pueciarelli, Alfredo y Villarruel,
José (Editores); Argentina en la paz de dos guerras. 1914-1945, Biblos, 1993, p. 183
55
Como señalamos, la concentración/desconcentración industrial ha sido también foco de debate en estos años. aunque
el tema aparece con mayor frecuencia como un supuesto para el desarrollo de otras problemáticas. Al respecto Llach en
el trabajo que analizamos cuestiona la existencia de una fuerte concentración industrial en los años treinta y cuarenta en
función de explicar el crecimiento de un empresariado nuevo, menos representado en la U.I.A.; para ello se apoya en los
trabajos de Eduardo Jorge y de Arturo Goetz ya citados. Por el contrario, la existencia de una fuerte concentración
industrial ha sido sostenida por Jorge Schvarzer en la obra que analizamos y en trabajos anteriores, por ejemplo, Jorge
Schvarzer; "Estrategia industrial y grandes empresas; el caso argentino, en Desarrollo Económico, Nº 71, 1978. Pueden
verse estudios pioneros en este sentido en Adolfo Dorfman y, Milcíades Peña, obras citadas.
56
Schvarzer, Jorge; Empresarios del pasado. La Unión Industrial Argentina, CISEA/Imago Mundi, 1991
57
Adolfo Dorfman, Historia de la industria argentina, Losada, 1940.
58
Jorge Schvarzer; Empresarios del pasado .... p. 82
59
Esta es una de las hipótesis del trabajo de José Villarruel; "El futuro como incertidumbre: los industrialistas y la tutela
del Estado", en W. Ansaldi, A. Pucciarelli y J. Villarruel; Argentina en la paz de dos guerras, 1914-1945, Biblos, 1993.
"Destacar esa centralidad (presente en el discurso de la UIA según el autor ya a fines de los años veinte) implica señalar
que ... el problema del desarrollo industrial ocupaba un lugar estratégico en la transformación global de la economía y
de las relaciones con el mercado mundial. En cambio, la respuesta diseñada frente a la Gran Depresión, si bien
contemplaba prácticas políticas monetarias, fiscales y financieras, la regulación de la producción, el control de los
cambios internacionales y la reestructuración del comercio con Inglaterra, definía la industrialización más en su función
sustitutivo y en dirección al ahorro de divisas".
60
A algunos trabajos pioneros sobre el tema como por ejemplo el de Marcos Kaplan; Desarrollo Económico y Empresa
pública, Macchi, 1965, se agregaron en los últimos años entre otros: Roger Gravil "La intervención estatal en cl
comercio de exportación argentino entre las dos guerras", en Desarrollo Económico, Nº 39-40, 1974, Jorge Schvarzer;
abordada en detalle en varios trabajos. Como resultado de estos avances histodográficos hoy se
sabe que, en líneas generales, esta política acentuó las pujas por la distribución del ingreso
nacional (asalariados vs. empresarios e industriales vs. grupos agroexportadores) y que en su
evolución pueden marcarse claramente por lo menos tres etapas: la política inicial y los "años
dorados" de 1946 a 1948; la etapa del debilitamiento del esquema distributivo ante el surgimiento
de desequilibrios en la balanza comercial y el problema inflacionario, desde 1949 hasta el "ajuste"
de 1952; y finalmente, la modificación del esquema vigente con el Segundo Plan Quinquenal
aplicado a partir de 1953. ¿Cuáles fueron las falencias de la política económica del peronismo?,
¿En qué medida y por qué sus objetivos no secumplimentaron ?. En esta línea también se han
realizado aportes significativos.61
Sin dudas un trabajo de gran impacto en este sentido ha sido el de Aldo Ferrer.62 La obra,
de gran claridad de exposición y con equilibrada visión crítica, está dividida en cuatro capítulos (la
economía política del peronismo, la economía política del liberalismo, hiperinflación con receso,
alternativas frente a la crisis y el círculo vicioso del liberalismo-populismo). En Crisis y
alternativas..., Ferrer expone las limitaciones del populismo y el liberalismo que han conducido -
cada uno a su manera- a un círculo vicioso de difícil superación. Sólo analizamos aquí la primera
parte del capítulo "La economía política del peronismo" dedicado a la vida económica de la
Argentina en el período 1946-1955.
El capítulo se inicia con un interrogante básico: "¿Es legítimo concluir que un régimen
pluralista, nacionalista y popular es incapaz, por los objetivos que se propone y las expectativas
que moviliza, de promover un crecimiento acelerado en condiciones razonables de estabilidad de
precios, equilibrio del balance de pagos y disciplina social ?, o por el contrario, ¿Los problemas
emergentes de la conducción peronista son consecuencia de las inconsistencias entre los
objetivos perseguidos y la estrategia aplicada.?"
La respuesta a la primer pregunta que se desprende del trabajo sostiene que no
necesariamente debió ser así. Sin embargo, se afirma que, el curso de los acontecimientos puede
explicarse por las "inconsistencias entre los objetivos perseguidos y las estrategias e instrumentos
de política económica aplicados". Según Ferrer, otros cursos de acción fueron factibles de ser
tomados y la crisis que abatió a la economía peronista fue resultado directo de la instrumentación
de políticas "no viables".

"Empresas Públicas y Desarrollo Industrial', Economía de América Latina (Méjico), Nro. 3, 1979, pp. 45-68; María
Cristina Dirie; El Estado intervencionista en la Argentina, Flacso, 1982, (mimeo), Juan Llach, "El Plan Pinedo de 1940;
su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo", en Desarrollo Económico, Nº 92, 1984;
Susana Novick, IAPI: auge y decadencia, CEAL, 1986; María C. Angueria y A. Tonini, Capitalismo de Estado (1927-
1956) CEAL, 1986, Scott Maingwarin; “The State and the Industrial Bourgeois in Perón's Argentina, 1945-1955”,
Studies in Comparative Intemational Development, Fall, 1986 y M. C. Angueira y Emilce Tirre, Las Fábricas Mlitares y
la industria argentina en el período de entreguerras, CEAL, 1995. Para una reciente revisión crítica de la participación
del Estado en la economía véase Juan Llach, Otro siglo, otra Argentina, 1997.
61
A los estudios ya clásicos de Eshag, Eprime y Thorp, Rosemary ; "Las políticas económicas de Perón a Guido, 1953-
1963. Consecuencias económicas y sociales", en A. Ferrer, M. Brodersohn, R. Eshag y R. Thorp, Los planes de
estabilización en la Argentina, Paidós, 1969 y Aldo Ferrer; Crisis y alternativas en la política económica argentina,
Fondo de Cultura Económica, 1977, pueden agregarse entre otros: José César Villarruel, "El estado.. las clases
sociales y la política de ingresos de los gobiernos peronistas, 1946-1955", en Mario Rapoport (Comp.); Economía e
Historia, Tesis, 1990; Pablo Gerchunoff, "Peronist Economic Politics, 1946-1955", en Guido Di Tella y Rudiger
Dornbusch, The Political Economy of Argentina, 1946-1983, University of Pittsburgh Press, 1989; Carlos Waisrnan,
Reversal of Development in Argentina - Postwar Counterrevolutionay Policies and Their Structural Consequences,
Princeton University Press, 1986 y Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, Los desafíos económicos argentinos, Mercado,
1998.
62
Luego de algunas actualizaciones de su clásica obra La economía Argentina, publicada por primera vez en 1963,
Ferrer emprendió el estudio de la política económica de la Argentina correspondiente al período 19461976 en un libro
separado. El resultado fue, Crisis y Alternativas en la política económica argentina, Fondo de Cultura Económica,
1977. Respecto a un primer impacto "directo" de esta obra sobre el pensamiento académico, puede consultarse la
polémica que generó al poco tiempo de su publicación en las páginas de la revista Desarrollo Económico. Véanse, entre
otros, las notas y comentarios de Juan Carlos de Pablo, "Aldo Ferrer y, la política económica en la Argentina de
posguerra", Roberto Lavagna. "Aldo Ferrer y la política económica de la Argentina de posguerra (I y II), Ezequiel
Gallo y Manuel Mora y Araujo, "Sobre los ensayos académicos y un artículo de Aldo Ferrer", Carlos Abalo. "Aldo
Ferrer y el dilema económico de la Argentina" (artículo que seguimos para la descripción del modelo) y las respuestas
del propio Ferrer publicadas en dicha revista entre 1977 y 1979.
El peronismo -según el autor, expresión máxima del populismo argentino- dirigió su política
económica a ciertos objetivos básicos: redistribución de ingresos en favor de los asalariados,
expansión del empleo, ampliación de la esfera de influencia del Estado sobre el sistema
productivo y desplazamiento del capital extranjero. Los instrumentos para lograr el cumplimiento
de dichos objetivos fueron la política salarial y los controles de precios y de cambios., apoyados
por otros de menor importancia: los subsidios, las tasas de interés negativas y el congelamiento
de las rentas urbanas y rurales. Planteados los objetivos, el autor describe a partir de la teoría
“poskeynesíana” un “modelo de comportamiento” de la economía argentina bajo el peronismo,
aplicable a todas sus experiencias históricas. El mismo puede sintetizarse como sigue: El aumento
del ingreso real de los asalariados expande la demanda sin estimular la inversión, porque la
disminución de la rentabilidad reduce la capacidad de inversión, efecto no compensado por las
tasas de interés negativas y los bajos tipos de cambio. En efecto, luego de un período de
expansión de la demanda, se estanca el empleo en el sector privado. Al principio, la tendencia
puede compensarse con el aumento de la ocupación en el sector público, aunque el mayor gasto
no de lugar al incremento de la recaudación tributaría ni de los ingresos por la venta de bienes y
servicios proporcionados por el Estado. Como resultado se deteriora la posición financiera del
Estado y el déficit se financia por el Banco Central con la consiguiente expansión de los medios de
pago.
Desde el punto de vista cambiaría, la política peronista se basa en la sobrevaluación de la
moneda nacional, lo cual promueve una redistribución de ingresos desde el sector agropecuario
exportador hacia la industria y los asalariados, dado que el tipo de cambio efectivo de exportación
determina el nivel de los precios internos de la producción agropecuaria de la región pampeana.
Los bajos precios internos desalientan la producción agropecuaria que alimenta los principales
rubros de exportación. Los saldos exportables del agro declinan mientras se reduce también la
exportación industrial debido a los tipos de cambio sobrevaluados no compensados por los
subsidios. A la par la sobrevaluación del peso alienta las importaciones y se instala un creciente
déficit externo que provoca el incremento de la deuda externa y la reducción de las reservas
internacionales.
La disminución de la productividad media de la fuerza de trabajo -por el aumento del
empleo improductivo del Estado-, la caída de las inversiones y la restricción de las importaciones
por la crisis del sector externo, conducen a una disminución de la oferta de bienes y servicios,
pero el gasto monetario se mantiene elevado por el aumento de los salarios y por la expansión
monetaria destinada a enjugar el déficit del presupuesto. En consecuencia los precios reciben un
fuerte impulso alcista. La aceleración de la inflación genera una dura lucha entre los distintos
sectores por mantener o acrecentar su posición relativa en la distribución del ingreso y las
tensiones sociales se agudizan.
La inflación se combina con la recesión cuando las autoridades, para hacer frente al
aumento de los precios, restringen la liquidez frenando el crédito privado. Los precios aumentan
con mayor rapidez que los medios de pago y el gasto de los consumidores se deprime. Cuando
las empresas liquidan sus existencias para aliviar su situación financiera se retrae el ritmo de la
producción y crece el desempleo. El proceso recesivo se agrava por la contracción de la inversión
pública. En esa etapa, las grandes empresas están en mejores condiciones para obtener créditos
y absorver el congelamiento de precios y el aumento de los costos, por lo que se produce una
mayor concentración. A la par, como consecuencia de la aceleración inflacionario y de la
retracción de la inversión, se fortalecen las actividades especulativas.
Presentado el modelo, Ferrer examina primero la situación económica durante el
peronismo clásico entre 1946 y 1951.63 Es indudable que en los inicios del nuevo gobierno las
condiciones económicas eran muy favorables, sólo atenuadas por la obsolescencia de la
estructura industrial, producto las restricciones a las posibilidades de importar bienes de equipo y

63
Ferrer sólo señala dos etapas en la política económica del peronismo, sin embargo, como dijimos anteriormente
existen trabajos que visualizan por lo menos tres. Véanse Richard Mallon y Juan Sourrouille, La política económica en
una sociedad conflictiva, Amorrortu, 1973; el corte temporal que realizan Emprime Eshag y Rosemery Thorp en el
trabajo ya citado y, más recientemente, Pablo Gerchunoff y Lucas Llach; El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo
de política económica argentina. Ariel, 1998. En este trabajo los autores plantean la existencia de una época de "vacas
flacas" a partir de 1949 y luego de un inicial trienio "dorado". Si bien no plantean claramente una etapa 1949-52 ella es
sugerida al definir un drástico "ajuste de cuentas" hacia este último año que llevó a que "el gobierno lanzara un
programa de austeridad que contrastaba, a todas luces., con las políticas iníciales de los primeros años".
maquinaria presentes desde 1930. El autor distingue cuatro áreas con buenas perspectivas,. la
posición del sector externo, el horizonte de¡ proceso redistributivo de ingresos, el nivel alcanzado
por el sistema industrial y las potencialidades de expansión del empleo. Como resultado de estas
posibilidades la política económica alcanzó los objetivos perseguidos. Así, la participación de los
asalariados en el ingreso nacional se incremento y la economía funcionó con pleno empleo. El
sector público se expandió rápidamente y el gasto público también. Entre 1945 y 1948, el volumen
de las importaciones se cuadruplicó y el producto interno aumentó un 28 %. La disponibilidad real
de bienes y servicios creció, durante el mismo período de tres años, en una cifra aun más
impresionante: 45 %, favorecida por el mejoramiento en los términos del intercambio con el
exterior y la reducción en los servicios de los préstamos e inversiones extranjeros.64
El éxito de la política económica inicial del peronismo se vio facilitado por la sólida posición
del balance de pagos del país al finalizar la Segunda Guerra Mundial y por las posibilidades de un
rápido crecimiento de la economía en el período posbélico. Las políticas expansivas que
caracterizaron al peronismo en sus primeros años provocaron un incremento constante de los
precios instalando en un corto plazo el problema de la inflación.65 Durante los años de la guerra,
los problemas de escasez general y el incremento del precio de los bienes importados provocaron
un aumento del 11 % anual en los precios mayoristas.
Hasta el año 1948 se tuvo la idea de que la inflación era consecuencia del comportamiento
mundial, a partir de entonces, y ante la evidencia de la cada vez mayor divergencia entre las tasas
intemas y externas se comenzaron a considerar en profundidad las causas domésticas del
problema.66
En el segundo semestre de 1948 se presentaron los primeros síntomas de las
modificaciones operadas en los mercados internacionales de materias primas y alimentos, lo que
provocó restricciones en el sector externo. En efecto, los países europeos, avanzados en su
reconstrucción, se acercaban para entonces a los niveles de producción de preguerra, incluido el
desarrollo de la producción de alimentos para su propio consumo. Paralelamente, intervenía
Estados Unidos en el comercio internacional con considerables excedentes exportables colocados
mediante el sistema de préstamos del Plan Marshall y del cual la Argentina estaba excluida. El
fenómeno se manifestó en un descenso del precio de los alimentos junto con una drástica caída
de la demanda para exportación. Para enfrentar esta situación la economía argentina no disponía
ahora de las reservas monetarias acumuladas en los años de la guerra, puesto que se habían
utilizado, entre otros fines, en la repatriación de la deuda y en el proceso de nacionalizaciones.
Para los últimos meses de 1948 se hizo evidente que la situación estaba fuera de control,
lo cual se evidenció en el deterioro de los términos del intercambio y en una inflación en constante
aumento.67 Las causas de este fenómeno son complejas y variadas. Entre ellas deben destacarse
los efectos monetarios producidos por la reforma financiera de 1946. Las modificaciones por ella
impuestas no permitían a los bancos emitir dinero directamente, aunque sí conservar cierto control
64
Estos datos están tomados de Richard Mallon y Sourrouille, La política económica en una sociedad conflictiva,
Amorrortu, 1973, p. 2 1, trabajo que Ferrer destaca como "un análisis comprensivo de la política económica en esas
(últimas) tres décadas". En este trabajo los autores exploraron las interrelaciones entre los distintos intereses sectoriales
y la conflictividad surgida de la puja por la distribución del ingreso entre 1946 y 1970. El resultado es una enriquecida
visión de las dificultades para implementar determinadas políticas económicas y de la interrelación ajustada entre lo
social. lo económico y lo político.
65
No existen trabajos importantes sobre la inflación en el período peronista, sólo comentarios marginales en los
principales análisis de la política económica. Quienes más han indagado en los problemas monetarios de este período
en los últimos años han sido Guillermo Vitelli; Cuarenta años de inflación en la Argentina: 1945-1985, Legasa, 1986 y
Pablo Gerchunoff y Lucas Llach; El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de política económica argentina. Ariel,
1998
66
Pablo Gerchunoff y Lucas Llach- El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de política económica argentina.
Ariel, 1998. Para una visión de la época del problema inflacionario y para las distintas medidas aplicadas entre 1939 y
1945 con el objeto de contener los precios, ver J. Prados Arrarte, La inflación y otros problemas monetarios, Selección
Contable, 1947, pp. 139-160. En este trabajo no se consideró los efectos de la expansión crediticia al sector industrial,
lo cual constituyó en el corto plazo un tema de debate.
67
Guillermo Vitelli ha destacado un período de relativa estabilidad del proceso inflacionario entre 1946 y 1948, pero
sufrió una ruptura hacia setiembre de ese último año, cuando los precios se dispararon. La estabilidad del período está
dada, según el autor, por las políticas adversas al comercio exterior Y a las inversiones extranjeras y por las mejoras
salariales como forma de apoyo al mercado interno. Guillermo Vitelli, Cuarenta años de inflación en la Argentina:
1945-1985, Legasa, 1986
sobre la creación secundaria de dinero a través de su política de préstamos. Una parte de los
préstamos retomaba al sistema bancario en forma de depósitos. Sin embargo, tal como lo han
señalado en un trabajo reciente Pablo Gerchunoff y Lucas Llach:
“el aumento en los créditos fue siempre mayor al crecimiento de los depósitos, y eso no era ni más
ni menos que una expansión del dinero circulante, siempre proclive a generar inflación. Pero la
teoría cuantitativa, según la cual los aumentos en la cantidad de dinero llevan a la larga a
aumentos en los precios, no contaba con la adhesión de las autoridades económicas argentinas.
Predominaba, en cambio, una suerte de Teoría cualitativa del dinero según la cual las
expansiones monetarias bien dirigidas generaban aumentos en el nivel de actividad económica
más que en los precios”.68
A la expansión crediticio provocada por el sostenimiento de la actividad industrial le siguió
la que recibía el Estado Nacional para cubrir su cada vez mayor déficit presupuestado.69 Ferrer
señala como entre 1948 y 1952 el gobierno mantuvo, a pesar de los indicadores negativos, su
política expansiva del gasto público y la redistribución de ingresos.70 El aumento del consumo
frente a las restricciones de oferta contrajo los niveles de ahorro e inversión y repercutió en el nivel
de precios. De acuerdo con Ferrer, “la sequía de 1951-52 y la drástica caída de las exportaciones
agudizó hasta límites intolerables la crisis externa. A partir de allí, el gobierno introdujo
rectificaciones importantes en su política económica.”
En la segunda presidencia de Perón, interrumpida por el golpe militar de 1955, el gobierno
encaró una política de austeridad y de corrección del déficit externo, aunque sin modificar
sustancialmente los fundamentos más generales del populismo. Es que hacia 1952 el contexto
económico presentaba modificaciones importantes respecto a la situación existente en los
primeros años: el sector externo estaba desequilibrado y las reservas internacionales habían
bajado considerablemente. Las exportaciones, deprimidas por las políticas adversas al sector y
por el incremento del consumo interno, tenían grandes dificultades para su colocación en el
exterior. Además, el proceso de sustitución de importaciones basado en la industria liviana ya se
había completado. Para Ferrer, “de allí en más, el crecimiento interno implicaba aumentar
simultáneamente la capacidad de pagos externos... La débil posición financiera y el contexto
internacional del desarrollo argentino en la época planteaban, entonces, agudas dificultades. Esto
debilitaba la posición negociadora externa del país. Se restringía, así, severamente, la posibilidad
de mantener el sesgo nacionalista de la política económica que el peronismo había seguido en los
primeros años de su gestión.”
También la redistribución de ingresos en favor de los asalariados había llegado a su límite.
La participación de los trabajadores en el ingreso nacional había alcanzado ya un alto nivel y la
legislación social no podía concederles nuevas ventajas sin repercutir en los costos o deteriorar
severamente las relaciones laborales. Todo aumento en los costos unitarios del trabajo debían
trasladarse necesariamente a los precios.

68
Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, Los desafíos Económicos Argentinos, Tomo IV, p. 28
69
El auge Económico de 1946-48 había permitido al gobierno nacional "aumentar el total de sus gastos, de alrededor
del 16 % del producto interno bruto en 1945, a casi el 29 % en 1948, y a la vez ampliar el crédito bancario al sector
privado en más del 250 %, sin provocar serias repercusiones inflacionarias inmediatas, Sin embargo, en este último año
se hizo evidente que esa política en extremo expansivo había estado basada en extraordinarias condiciones de corto
plazo, con respecto a las cuales no podía esperarse que continuaran" Richard Mallon y, Sourrouille, La política
económica en una sociedad.... p.21
70
En realidad, a partir de fines de 1948 el gobierno tomó conciencia de la gravedad de la situación y encaró algunas
medidas tendientes a resolver el extrangulamiento externo y a contener la escalada inflacionario. Sin embargo estas
acciones fueron poco rígidas y rápidamente se dejaron de lado. En consecuencia, las medidas moderadoras que
pretendían detener la escalada inflacionaria resultaron un fracaso absoluto, puesto que la inflación se aceleró
notablemente desde 1949 hasta 1952, momento en que se adoptó un plan de estabilización más drástico, que cambié la
estrategia económica posbélica. Los intentos estabilizadores y tal como lo sugieren Pablo Gerchunoff ;- Lucas Llach en
la obra citada, las políticas aplicadas en tal sentido que acompañaron el recambio en la conducción económica no fueron
más allá de una débil disminución de la creación de dinero que continuó su ritmo expansivo y en un freno relativo de la
expansión crediticio. Las metas fijadas en relación con la política económica y social en el escenario de posguerra
demostraron ser incompatibles con las nuevas condiciones presentes a partir de 1948. Como destacamos, el límite de la
expansión económica tuvo como síntoma el incremento de los precios. Las medidas tomadas para resolver este
problema no fueron sistemáticas. Los nuevos conductores de la política económica aún no veían en la inflación un
peligro incontrolable. Existía un manifiesto consenso en aplicar cierta moderación crediticia aunque sin variar
sustancialmente la política económica desarrollada hasta el momento.
En síntesis, según Ferrer, los cambios en el contexto económico del país, impedían
mantener los objetivos básicos de la política peronista: redistribución de ingresos, expansión del
empleo y crecimiento del sector público, por lo cual el gobierno se "embarcó en un nuevo
esquema de política económica", diferente por cierto al “paradigma peronista”. En pocas
palabras, la nueva política económica aplicada significó, primero, la modificación de la política de
distribución de ingresos, la reversión del proceso de transferencia de ingresos entre el sector rural
y el industrial y las crecientes pérdidas de comercialización del IAPI. Lo que permitió al gobierno
compatibilizar con éxito sus objetivos de mantenimiento del salario real, mayores ingresos para los
productos rurales y márgenes de ganancia aceptables para las empresas industriales. En
segundo lugar, se tendió a la solución del estrangulamiento externo a través del apoyo a la
producción y exportación de productos agropecuarios y a un tratamiento mucho más benévolo al
capital extranjero. Finalmente, el gasto público se contuvo y el Estado se retrajo en su expansión
sobre el sistema económico.
Pero si bien, según Ferrer, la nueva orientación económica resultó exitosa, considerando la
gravedad de la situación hacia 1952, esta política, que había ganado respeto en la conducción
económica argentina antes del gobierno peronista, "no era un esquema que pudiese mantener por
mucho tiempo la alianza de sectores que respaldó el ascenso del peronismo al poder."
El esquema propuesto por Ferrer bien puede completarse con el análisis de aquellos
elementos importantes y otros considerados menores en la política de redistribución de ingresos.
En este sentido el funcionamiento de algunas instituciones de posguerra arroja algo de luz sobre
su utilización con fines redistributivos.71 En el Capítulo 6 de La índustria que supímos
conseguir, Schvarzer analiza dos instituciones básicas del peronismo: El Banco de Crédito
Industrial Argentino y el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio. Según este autor,
el Banco se caracterizó por la facilidad con la que otorgaba créditos a pequeños y medianos
empresarios, que así podían operar en mejores condiciones, mientras sostenía a grandes
empresas con financiación de más largo plazo. De esta manera, el Banco se convirtió en el
"partero" de muchas de las grandes empresas dinámicas del período (Acindar, Siderca, etc.). Los
créditos concedidos a tasas negativas reales significaron un subsidio directo a los empresarios
industriales y un instrumento para el mantenimiento del sector. Sin embargo, de acuerdo con el
autor, las “interferencias políticas” obligaron al Banco a conceder créditos a empresas
tradicionales (ingenios azucareros, frigoríficos, etc.) con escasa o nula relación con proyectos de
inversión. Además, las demandas de organismos públicos tendieron a desnaturalizar la función
del Banco -medido en términos de sus propios objetivos y su persistencia formó parte de un hábito
que redujo su potencial como instrumento de desarrollo.72

71
"Lamentablemente no hay trabajos importantes en los últimos años sobre estos temas más allá de los casos puntuales
que describimos a continuación. Un trabajo destacado para el caso de los organismos creados con el fin de promover el
desarrollo industrial es el de Altimir, Oscar; Santamaría, Horacio y, Sourrouille, Juan; "Los instrumentos de Promoción
Industrial en la Posguerra", Desarrollo Económico, Vol. 5 y 6, Nros. 21 a 27. Enero-Marzo 1967. Sobre otras
instituciones creadas durante el peronismo existe un vacío sorprendente. Tal es el caso, por ejemplo del Instituto Mixto
de Inversiones Mobiliarias (IMIM), creado en 1947 con el fin de regular el mercado de valores y liquidado en 1957.
Tampoco se a avanzado mucho en el terreno de la promoción industrial de estos años, habida cuenta que en 1944 se
estableció un régimen de promoción especial para las industrias consideradas de "interés nacional". Al respecto pueden
consultarse los trabajos de Félix Herrero; Aspectos legales de la promoción industrial en la Argentina, Instituto
Torcuato Di Tella, 1962, Ricardo Ferrucci, La promoción industrial en Argentina, Editorial Universitaria de Buenos
Aires, 1986; Jorge Schvarzer Promoción industrial en Argentina. Características, Evolución y Resultados. Centro de
Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración, 1986 y de Jorge Katz y Bernardo Kosacoff, El proceso de
industrialización en la Argentina: evolución, retroceso y perpectivas, CEPAL-CEAL, 1989. Estos trabajos no abordan
específícamente la etapa considerada pero incluyen análisis sobre la promoción industrial a partir de 1944.
72
Los créditos a la producción y en especial el accionar crediticio del Banco Industrial en estos años es un campo de
estudio reciente. Véanse en este sentido los trabajos de Noemí Girbal de Blacha. "Reforma financiera y crédito a la
producción: el caso del Banco de la Provincia de Buenos Aires. 1946-1950", en Ciclos en la Historia, la Economía y la
Sociedad, Vol.II, Nº 3, 1992; "Dichos y hechos del gobierno peronista (1946-55). Lo fáctico y lo simbólico en el
análisis histórico", en Entrepasados, año VI, nº 13, fines de 1997; "Estado, crédito e industria en la Argentina peronista
(1946-1955)", en XVI Jornadas de Historia Económica, Universidad Nacional de Quilmes, 1999 y Marcelo Rougier,
"El financiamiento bancario a las empresas industriales en la Argentina. Antecedentes y orígenes del Banco de Crédito
Industrial Argentino. 1880-1946", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina, vol 10, Nº 2, segundo semestre de
1999. Respecto a estos temas sólo existía como antecedente un trabajo específico de Jorge Schvarzer; El Banco
Otra institución clave dentro de la política económica del peronismo fue el IAPI., organismo
que tenía asignadas muy diversas actividades, básicamente comerciales.73 Según Schvarzer, el
IAPI "intentó" asumir las operaciones directas de¡ comercio exterior, a través de la venta de carne
y cereales y la compra de diversos materiales en el extranjero. Sin embargo, la amplitud de sus
objetivos, mezclada con interferencias políticas y presiones de grupos de interés lo llevaron a
magros resultados en el largo plazo. Las ganancias iniciales se transformaron en pérdidas
cuando la crisis externa a partir de 1949 obligó al organismo a pagar más en el mercado interno
por los productos exportables que el precio obtenido en el exterior.
Las nacionalizaciones han constituido otro punto de debate importante. Sin embargo, en
los últimos años no existen prácticamente trabajos específicos sobre el tema.74 Las
interpretaciones más tradicionales y "nacionalistas" argumentaron que la importancia de la compra
de, por ejemplo, los ferrocarriles estaba dada por la eliminación de un factor que siempre había
especulado contra el desarrollo industrial argentino y sobre todo del interior, el problema del precio
pagado según estas visones era secundario puesto que, en definitiva, se habría comprado
"soberanía".75 Otros autores, en cambio, han destacado que esta compra se hizo en condiciones
muy desfavorables, pagando un precio excesivo y dando un uso inadecuado a las libras
bloqueadas en Londres; en síntesis, se habría comprado ”hierro viejo”76.Según la interpretación de
Jorge Schvarzer en La industria... 77 el gobierno peronista no estuvo decidido a comprar las
empresas extranjeras de servicios desde el inicio y no disponía de un programa de objetivos
concretos para su manejo futuro. Las nacionalizaciones, nacidas de la urgencia de venta por
parte de los antiguos propietarios estuvieron sujetas a regulaciones ambiguas y objetivos poco
claros. En el caso de los ferrocarriles la empresa fue utilizada como instrumento de política
económica (se mantuvieron las tarifas bajas, se incremento la dotación de personal y los salarios
pagados) de modo que la empresa registro déficit desde el primer año de la estatización,
bloqueando las posibilidades de inversiones a largo plazo. Queda claro que, en este sentido, no
hubo una "nacionalización sistemática" durante el período peronista y la dependencia del
abastecimiento externo de materias primas y equipos constituyó un rasgo persistente.

Nacional de Desarrollo y el desarrollo tecnolórico en la Industria Argentina. Centro de Investigaciones Sociales sobre
el Estado y la Administración, mimeo, 1981 y un trabajo más general de Hugh Schwartz, The Argentine Experience
with Industrial Credit and Protection Incentives, 1943-1958, tesis de Yale University, 1967.
73
El I.A.P.I fue creado en mayo de 1946. Sobre el accionar del Instituto, instrumento clave de la política económica
peronista, no existen trabajos de investigación salvo la modesta obra de Susana Novick, I.A.P.I, auge y decadencia,
CEAL, 1986. De ahí en más con la escasa información disponible otros autores han realizado variadas interpretaciones
sobre su funcionamiento.
74
El último artículo destacable sobre el tema es el de Pedro Skupck "Nacionalización, libras bloqueadas y sustitución de
importaciones, Desarrollo Económico, Nº 47, octubre -diciembre de 1972. De este análisis se infiere que la
nacionalización de los ferrocarriles no puede examinarse sin considerar los distintos aspectos que determinaban la
política económica británica con la argentina y viceversa. Por lo que la utilización de las libras bloqueadas respondió a
una línea de política económica cuyo fin era asegurar el máximo posible de divisas convertibles a dólares y así asegurar
el abastecimiento y la expansión de la industria local. Según Skupch, quien escribía en el contexto de posibilidad de
que el peronismo retomara el poder, "la nacionalización es una medida de defensa de la industria nacional surgida
durante la guerra sobre la base de la sustitución de importaciones, en gran medida británicas, dentro de una estrategia de
industrialización."
75
Esta línea interpretativa se reconoce en los trabajos de Rodolfo Puiggros, Libre empresa o nacionalización de la
industria de la carne, Argumentos, 1957, Raúl Scalabrini Ortiz, Historia de los ferrocarriles argentinos, Reconquista.,
1940 y Los ferrocarriles deben ser del pueblo argentino, Unión Revolucionaria, 1946 y Ricardo Ortiz; Historia de los
ferrocarriles argentinos, Problemas, 1956, entre otros. Estas obras pioneras sobre empresas nacionalizadas fueron
publicadas al calor del debate provocado por el fracaso de la política económica del peronismo. En particular el trabajo
de Ortiz (una edición actualizada de la obra de 1946 con la que reclamó la nacionalización de los ferrocarriles) criticó la
política económica peronista al mismo tiempo que insistió en que sólo bajo el control estatal estas empresas serían una
herramienta de transformación de la economía nacional. Véase al respecto el trabajo historiográfico de Raúl García
Heras, "La historiografía de empresas en la Argentina: Estado del conocimiento", en Carlos Dávila L. de
Guevara (comp.), Empresas e historia en América Latina. Un balance historiográfico, TM Editores, 1996
76
Esta ha sido la postura de los estudiosos críticos del peronismo, entre otros Guido Di Tella-Manuel Zymelman y E.
Eshag y R. Thorp, obras citadas.
77
Este economista tiene además un trabajo previo donde Examina la intervención del Estado en las distintas etapas de la
economía argentina, las causas de dicha intervención y el aporte de las empresas estatales a la economía nacional. En
un apartado específico trataba el caso de las empresas nacionalizadas. Jorge Schvarzer "Empresa públicas y desarrollo
industrial en Argentina", en Economía de América Latina, 3, México, 1979, pp. 45-68.
Otro paso en el proceso de nacionalización fue dado con la expropiación de las empresas
de capitales alemanes y con la creación de un holding público, la Dirección Nacional de Industrias
del Estado (DINIE). La DINIE llegó a controlar casi cuarenta empresas de muy diverso tipo
aunque, según Schvarzer, no existió una dirección coordinada. Estas empresas comenzaron a
devolverse hacia el final del período peronista, puesto que su mantenimiento era incompatible con
el nuevo tratamiento que se intentaba dispensar al capital extranjero.78 Menos estudiada en estos
años ha sido la política económica del peronismo en el sector agrario, un descuido historiográfico
del sector que, como señalamos, no sólo se circunscribe a la etapa peronista.79 De todas maneras
existen algunos trabajos relevantes. Un buen análisis de la política económica hacia el agro del
peronismo puede encontrarse en Mario Lattuada; La polítíca agraría peronísta 1943-1983, CEAL,
1986, T.1 y en Silvia Lázzaro, Estado y arrendamientos rurales en los años '50, en Cíclos Nº 12,
1997.80 El primer autor ha destacado cambios importantes en la política agraria a partir de que
Perón se hace cargo del gobierno en 1946, relegando las reivindicaciones socioeconómicas y el
cambio social que habían sido alentados hasta las elecciones. El propósito de la política agraria
desde el control del Estado ya no se redujo a las reivindicaciones sociales sino que fue ampliada a
fin de responder a "las exigencias de un aumento sostenido de la producción agropecuaria y a una
minimización del conflicto social que posibilite la estabilidad política necesaria para mantener en el
poder a los nuevos sectores y grupos que habían accedido a los aparatos del estado" Por su
parte, el documentado trabajo de Silvia Lázzaro señala como la producción agraria pampeana
creció sin interrupciones desde mediados de la década de 1920 y hasta el comienzo de la del '40,
alcanzando su punto máximo durante los años de las Segunda Guerra Mundial. En la etapa
peronista, incluida en un período más amplio considerado como de “estancamiento agrario”, se
produjo una marcada disminución de la producción agrícola, pero un aumento significativo de la
ganadera. Este pasaje a la ganadería como proceso compensador de la caída de la agricultura en
la zona pampeana, condujo a la supresión casi definitiva de los arrendamientos tradicionales
como forma de tenencia. Aspecto que, según la autora, debe considerarse como la manifestación
de un especial dinamismo y transformación del ámbito rural, tanto a nivel productivo como social.
El proceso industrializador del peronismo modificó la composición de la demanda de mano de
obra y la estructura del empleo, lo cual generó una importante reducción de la oferta de mano de
obra en el ámbito rural. Lázzaro señala que una "evaluación general de la política agraria...
autoriza a considerar como el principal objetivo explícito de la misma el aumento creciente de la
producción, en tanto no se plasman propuestas distribucionistas, orientadas a transformar
estructuralmente la tenencia de la tierra. No obstante, detrás de este propósito subyace el conflicto
político-institucional entre los propietarios rurales pampeanos, interesados en una propuesta de
corte 'agrarista' y aquellos cuyo intento pasa por un proyecto 'populista industñalízador'."

78
Tampoco existen en este caso trabajos de investigación novedosos, sólo interpretaciones. El más importante es el de
Juan Carlos Esteban y Luis Tassara, Valor industrial y enajenación de DINIE, Ediciones Cátedra Lisandro de la Torre,
1958, escrito hace ya más de cuatro décadas. Estos autores, imbuidos de las ideas provenientes de la "izquierda
nacional" examinaron la trayectoria de la DINIE y reivindicaron el rol del Estado como empresario, criticando
duramente la decisión del gobierno peronista de devolver las empresas a sus antiguos propietarios.
79
Mario Lattuada en el trabajo que citamos a continuación señaló la existencia de un amplio campo de investigación a
abordar por los estudiosos del sector: "quiénes formulan las políticas agrarias, para quiénes se formulan, qué proponen
las mismas, qué se lleva a la práctica de esas propuestas, por qué determinadas propuestas son implementadas y otras
no, cuáles han sido las consecuencias de las medidas implementadas y no implementadas, y, en última instancia cuáles
son, si existen, los parámetros constantes de esas políticas agrarias y, en qué medidas permiten prever situaciones
futuras".
80
También existe un muy buen trabajo acotado al ámbito bonaerense. Véase Ignacio Llovet, "Tenencia de la tierra y
estructura social en la provincia de Buenos Aires 1960-80", en VV.AA, La agricultura pampeana. Transfomiaciones
productivas y sociales, F.C.E-IICA-CISEA, 1988. Si bien este trabajo no aborda puntualmente el período que aquí
consideramos, brinda infomiación y análisis sobre el período intercensal 1947-1960, señalando la tendencia al
incremento del número de propietarios y la disnúnución marcada de arrendatarios. Este autor desecha la suposición de
un proceso lineal entre la desaparición de arrendatarios y la emergencia de propietarios. Su estudio considera la
declinación de los arrendamientos producto del contexto de recesión agrícola, de los cambios en la estructura
económica nacional y de las políticas estatales y producto de la crisis más general de las explotaciones de tipo fanúliar.
De esta manera el autor cuestiona la existencia de una "farmerización" derivada de la política peronista, tesis sostenida
por Guillermo Flichman ("Notas sobre el desarrollo agropecuario en la región pampeana (o por qué Perganmino no es
Iowa", CEDES vol. I, Nº 4, 1978)
También se han analizado con relativa profundidad los vínculos que establecieron los
diferentes gobiernos con los principales grupos económicos nucleados en la Sociedad Rural
Argentina y la Unión Industrial Argentina. En efecto, con estos trabajos de investigación se ha
avanzado en el estudio de las demandas y reacciones corporativas ante las políticas agrarias,
crediticias, de distribución del ingreso y de nacionalización del comercio exterior de esos años,
superando parcialmente el terreno de las conjeturas propio de los análisis anteriores.81 Además,
estos trabajos han dado cuenta de que el componente burgués de la alianza peronista no se
limitaba al sostén que brindaba una nueva clase industrial, sino que se basaba también en el
apoyo de importantes sectores agrarios y comerciales, en los "hombres de negocios". Esta
interpretación ha revitalizado las investigaciones de forma tal que ha sido superada la visión que
consideraba -como contraparte de las interpretaciones sobre el sector obrero- que el apoyo al
peronismo surgió de la lucha entre viejos y nuevos industriales.
Entre los enfoques más novedosos en el campo de la historia económica merece
destacarse el de la historia de empresas, que ha recibido un creciente impulso desde mediados de
la década de 1980. Aunque la producción es todavía reducida, los trabajos publicados han
permitido renovar el debate sobre las estrategias empresariales y sobre la articulación entre las
firmas y el contexto macroeconómico.82

3. El peronismo: oríqenes, actores sociales y prácticas políticas

Una mirada de conjunto sobre la historia política argentina desde comienzos de la década
de 1980 revela algunos cambios significativos con respecto a la producción de los treinta años
previos83.
Uno de ellos es el retroceso de la historia "militante" y el consecuente avance de la historia
"académica" o "profesional", fenómeno ligado tanto al reflujo político y al nuevo clima de ideas
imperante desde fines de los setenta como a la profesionalización de la historia a partir del retorno
de la democracia.
Como en otros campos de la labor histórica, se ha producido una declinación de la teoría
de la dependencia y del análisis de clases inspirado en la tradición marxista, con un
desplazamiento hacia nuevas formas de la ciencia social donde se acentúan los valores políticos,
la cultura y las instituciones.
Desde el punto de vista temático, el peronismo ha continuado siendo uno de los ejes
centrales de la investigación de historiadores, sociólogos y politólogos. En el estudio de este
período vemos aparecer una serie de rasgos característicos de la producción reciente: discusión
de los modelos interpretativos vigentes en los sesenta y los setenta, ampliación del campo
temático y presencia de nuevos enfoques.
Un problema que ha dominado buena parte de la producción reciente es el de los orígenes
del peronismo, que ha llevado a ahondar en la investigación sobre el movimiento sindical en las
décadas de 1920 y 1930.

81
Véanse Mirta Palomino; Tradición y Poder. La Sociedad Rural Argentina, CISEA, 1988; Jorge Schvarzer,
Empresarios del pasado. La Unión Industrial Argentina, CISEA/Imago Mundi, 1991; Aníbal Jaúregui; "El despegue de
los industriales argentinos"; José C. Villarruel, "El futuro como incertidumbre: los industrialistas y la tutela del Estado";
Graciela Swiderski, "La UIA: ¿sustitución de importaciones o mercado externo?", los tres trabajos en Waldo Ansaldi y
otros (Edit.) Argentina en la paz de dos guerras, 1914-1945; Biblos, 1993. Para el caso específico de la relación entre
industriales y el peronismo véanse Cristina Lucchini; Apoyo empresarial en los orígenes del peronismo, CEAL, 1990 y
especialmente, James Brenan; "Industriales y 'bolicheros': La actividad económica y la alianza populista peronista,
1943-1976", en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". Tercera serie, núm.
15, ler. semestre de 1997.
82
Pueden citarse entre otros los siguientes trabajos: M.1.Barbero y M.Ceva, "El catolicismo social como estrategia
empresarial", Anuario IEHSI nº12, 1997; R.García Heras, Transportes, negocios y política. La Compañía Anglo
Argentina de Tranvías .1876-1981, Buenos Aires, Sudamericana, 1994; L.Gutiérrez y J.C.Korol, 'Historia de empresas
y crecimiento industrial en la Argentina. El caso de la Fábrica Argentina de Alpargatas", Desarrollo Económico, vol.28,
nº 111, 1988; J.Schvarzer, Bunge y Born: crecimiento diversificación de un grupo economico, Buenos Aires, GEL,
1989
83
Como trabajo de síntesis sobre las tendencias historiográficas ver María Estela Spinelli, La historia PoIítica del siglo
XX en la Argentina. Tendencias e innovaciones a partir de 1980, en S.Bianchi y M.E.Spinelli (comps.), Actores, ideas y
proyectos políticos en la Argentina contemporánea, Tandil, IEHS, 1997
El eje del debate ha sido el cuestionamiento a la interpretación germaniana, que desde la
teoría de la modernización veía al peronismo como un emergente de la Argentina tradicional, y
que postulaba una ruptura entre la clase obrera pre-peronista y la nueva clase obrera, formada a
partir de la industrialización posterior a 1930 y de las migraciones internas.
Para Gino Germani el problema central consistía en explicar la transición de la sociedad
tradicional a la sociedad moderna en la Argentina contemporánea, y cuál había sido el lugar del
peronismo en dicho proceso. En su análisis de la estructura social estableció una distinción entre
trabajadores “viejos” y “nuevos”. Según el autor, los obreros “nuevos”, provenientes de las
migraciones de zonas rurales, carecían de experiencias laborales en el proceso industrial y de
actuación política. Los trabajadores “viejos” serían aquellos formados en la cultura clasista de los
partidos de izquierda, con una historia propia de luchas y de movilizaciones obreras. Según
Germani, en esta etapa de industrialización caracterizada por la sustitución de importaciones, un
sector de la élite, que plantea una reforma social representada por un sector de las fuerzas
armadas y por el empresariado industrial, se personifica en Perón. Así, el peronismo, en su lucha
contra la élite tradicional, habría impedido el proceso de democratización del sistema político, lo
cual se consiguió apartando a los trabajadores de sus verdaderos “intereses de clase” 84 a cambio
de una sensación ficticia de participación y de conquistas de derechos. Esto permitió la
“manipulación” desde el poder de las masas trabajadoras que se encontraban “disponibles”. Para
la consolidación de este modelo de poder, era necesaria la colaboración, subordinación o falta de
autonomía de las organizaciones obreras. “El Estado defiende a los trabajadores, se apoya en
ellos, a la vez que los mantiene bajo su tutela.” 85
La interpretación de Germani fue discutida a comienzos de la década de 1970 por Miguel
Murmis y Juan Carlos Portantiero, quienes insistieron en particular en dos puntos: la intensa y
activa participación de los obreros "viejos" en el surgimiento del peronismo y la interpretación del
peronismo como una forma compleja de alianza de clases, que reflejaba una tendencia con
importantes antecedentes en el sindicalismo anterior a 194386.
Murmis y Portantiero destacan la existencia de sectores del radicalismo, socialismo y
comunismo que, aún proveniendo de estructuras políticas históricas, adhieren al nuevo
movimiento. Sostienen que el peronismo incluyó a los trabajadores industriales, a la pequeña
clase media, a un sector de la burguesía que deseaba la ampliación de los mercados internos, a
los campesinos y peones rurales y al Estado. El ingreso del movimiento obrero en esta alianza es
entendido como parte de una estrategia política con plena conciencia de sus implicancias, es
decir, son los obreros quienes “utilizan” a conciencia la coyuntura socio política para maximizar
sus intereses históricos.
La confrontación entre la posición de Germani y otras visiones sobre los orígenes y la base
social del peronismo continuó en una polémica publicada en su mayor parte en la revista
Desarrollo Económico entre 1973 y 1975, y que fue luego editada en 1980 en un volumen
compilado por Manuel Mora y Araujo e Ignacio Llorente87.
Dicha polémica se inició con la publicación de un artículo de Peter Smith que, a partir de
un análisis ecológico del voto en las elecciones de 1946, cuestionaba la interpretación de Germani
en varios puntos cruciales. Entre otras afirmaciones, Smith remarcaba el apoyo de la vieja clase
obrera en las áreas urbanas, así como el carácter policlasista del peronismo, insistiendo además
en la necesidad de considerar como determinantes de los resultados electorales no sólo a las
cuestiones socioeconómicas sino también a las lealtades personales.
Desde la polémica se fueron delineando las que pasaron a denominarse interpretación
"ortodoxa" e intrepretación "revisionista" de los orígenes del peronismo. La primera sigue la tesis
de Germani, con su énfasis en el papel decisivo de los obreros nuevos, y la segunda engloba a las
visiones críticas de la interpretación germaniana, que tienen sus raíces en el trabajo de Murmis y
Portantiero. Mientras que las interpretaciones ortodoxas tienden a enfatizar el carácter disponible
de la masa migrante, pasiva y objeto de manipulación por parte de Perón, las revisionistas
consideran la adhesión obrera como una decisión autónoma y a los trabajadores como un factor
activo en la construcción del peronismo.
84
El autor utiliza este concepto teniendo en cuenta la ubicación en el mercado de los trabajadores
85
Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Paidós, 1962.
86
M.Murmis y J.C.Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo/1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971
87
M.Mora y Araujo e I.Llorente (comps.), El voto peronista. Ensayos de sociología electoral argentina, Buenos Aires,
Sudamericana, 1980
Entre las interpretaciones revisionistas merece destacarse la de Juan Carlos Torre, en la
que se revela la voluntad por rescatar el papel de las estrategias de los actores sociales y
políticos, analizando el apoyo de la vieja guardia sindical a Perón "no como tributaria de un
fenómeno de anomia colectiva o de un síndrome clientelista, sino como resultado de un proceso
de deliberación racional"88. En diversos trabajos ha contribuido a la discusión del papel de la vieja
guardia sindical en la construcción del peronismo y de la problemática de la autonomía política
obrera dentro de un proceso de cambio lanzado desde el Estado y comandado por un fuerte
liderazgo plebiscitario. El autor remarca que mientras que la reflexión de Murmis y Portantiero
expresaba el clima de una época -los sesenta y la revalorización del peronismo desde la
izquierda- las preguntas que él mismo se ha formulado se gestaron en otra etapa, tras el retorno
del peronismo en el 73 y la crisis institucional y de violencia que le siguió. En ese nuevo clima
intenta destacar otra dimensión de la historia, desde "una preocupación relativa a las condiciones
en las que es posible combinar un movimiento de reformas políticas y sociales con la preservación
de un espacio pluralista y democrático"89
Otros autores revisionistas han centrado su atención en otros temas. Hugo del Campo90 ha
estudiado la transición del sindicalismo pre-peronista al sindicalismo peronista, enfatizando las
continuidades entre uno y otro, a partir de los elementos comunes entre el reformismo pragmático
de la tradición sindicalista y las modalidades adoptadas por el movimiento peronista en sus
comienzos. Hiroshi Matsushita91, al estudiar las causas de la adhesión a Perón por parte de los
obreros viejos, o con experiencia sindical anterior a 1943, centra su atención en las que denomina
causas subjetivas, en particular las ideológicas, la "orientación y mentalidad de los obreros",
destacando la politización de los dirigentes obreros en los años 30-43 y su creciente conciencia
nacional, que a su criterio facilitó la vinculación con Perón.
Julio Godio, en sus trabajos sobre el movimiento obrero argentino plantea la existencia de
una fuerte división entre los trabajadores de acuerdo a su vinculación o no con el modelo
agroexportador en proceso de descomposición, sosteniendo que las posturas más revolucionarias
eran aquellas más alejadas del modelo económico de extraversión92.
La compilación realizada por Juan Carlos Torre sobre la formación del sindicalismo
peronista incluye diversos trabajos de Walter Little, Louise Doyon. Ricardo Gaudio y Jorge Pilone,
Joel Horowitz y el propio Torre, en los que se analiza la conformación del movimiento obrero y su
relación con el Estado revalorizando los elementos de continuidad entre los años treinta y los
cuarenta93.
Más allá de la polémica sobre los orígenes y la base social del peronismo, un repaso de la
producción reciente sobre el período 1945-55 permite reflexionar acerca de la presencia de
nuevos temas y nuevos enfoques, que revelan rasgos más generales de las orientaciones de la
historiografía y de las ciencias sociales en los últimos veinte años.
Cabe destacar la ausencia de trabajos de síntesis, salvo el de Peter Waldmann, publicado
por primera vez en 1974, el de Cristian Buchrucker sobre Nacionalismo y Peronismo, y las
reflexiones más generales de Tulio Halperín Donghi94. Como contrapartida, se ha ampliando
notablemente el arco de temas en estudio y se han introducido enfoques novedosos.
El libro de Waldmann intenta explicar al peronismo desde las respuestas que ofreció a las
diversas crisis por las que atravesaba la Argentina desde los años treinta. Utilizando el esquema
de Almond y Pye señala la convergencia de las crisis de identidad, de dependencia, de
88
J.C.Torre, La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana,1990. P.14. Otros trabajos de Torre sobre
este tema son "Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo", Desarrollo Económico, col.28, n°112, 1989 y
la compilación de La formación del sindicalismo peronista, Buenos Aires, Legasa, 1988 y El 17 de octubre de 1945,
Buenos Aires, Ariel, 1995.
89
.C.Torre, La vieja guardia sindical..., p.18
90
H.del Campo, Sindicalismo y peronismo, Buenos Aires, Clacso, 1983
91
H.Matsushita, Movimiento obrero argentino. 1930-1945, Buenos Aires, Siglo XX, 1983
92
J.Godio, El movimiento obrero argentino. 1930-1943, Buenos Aires, Legasa, 1988; J.Godio, H.Palomino y
A.Wachendorfer, El movimiento sindical argentino. 1880-1987,Buenos Aires, Puntosur, 1988
93
ver nota n° 87
94
P.Waldmann, El peronismo,Buenos Aires, Sudamericana, 1981; C.Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo, Buenos
Aires, Sudamericana, 1987; T. Halperín Donghi, Argentina. La democracia de masas,Buenos Aires, Paidós, 1972;id. La
Argentina en el callejón,, Montevideo, Arca, 1964; id. La larga agonía de la Argentina peronista,Buenos Aires, Ariel,
1994. Como trabajo general de síntesis para la etapa 1916-1993, véase L.A.Romero, Breve Historia Contemporánea de
Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994
distribución, de participación y de legitimidad. A partir de su constatación estudia los rasgos
fundamentales de la estrategia y el estilo político de Perón y las relaciones entre el gobierno y los
principales factores de poder -las fuerzas armadas, los sindicatos y las organizaciones
empresariales. Analiza también las diferentes fases del gobierno peronista, enfatizando sus
contradicciones y limitaciones que encuentra como causales de su derrota. La obra de Waldmann
refleja el clima intelectual de principios de los setenta en la medida en que el autor se pregunta por
qué el peronismo no constituyó un movimiento auténticamente revolucionario, enfatizando y
censurando su carácter reformista. Pero al mismo tiempo constituye, como ya dijimos, una de las
pocas obras de síntesis recientes sobre el período 1945-55.
El libro de Buchrucker es una obra de historia de las ideas en el período 1927-1955, que el
autor analiza como el de gestación de nuevas ideas y nuevos movimientos políticos, destacando
como los más significativos, en uno y otro campo, al nacionalismo y el peronismo. Estudia las
distintas vertientes y expresiones del nacionalismo, confrontándolas con las matrices europeas y
con el contexto nacional e internacional, preguntándose qué influencia ejerció sobre el peronismo.
A partir de una investigación exhaustiva y profunda, el autor examina coincidencias y
divergencias entre uno y otro, remarcando las diferencias ideológicas y estructurales. El trabajo de
Buchrucker se propone sobre todo "un análisis preciso de los impulsos ideológicos que integraron
el peronismo", y desde ese punto de vista es una contribución a la línea de trabajos interesada en
el problema de la "naturaleza del peronismo". El autor relativiza la influencia del nacionalismo
(fundamentalmente del nacionalismo más conservador) sobre el peronismo, enfatizando asimismo
las diferencias entre peronismo y fascismo y entre peronismo y franquismo.
La crisis de la dictadura y la transición hacia la democracia desde comienzos de los
ochenta reavivaron el interés por el estudio de la ecuación autoritarismo/democracia. Entre las
obras de conjunto que incluyen el período anterior a 1955 se destacan la del historiador
norteamericano Robert Potash y la del politólogo francés Alain Rouquié.
R.Potash había publicado a fines de la década de 1960 el primer tomo de su obra El
ejército y la política en la Argentina. 1928-1945, y editó un segundo, sobre el período 1945-62 a
comienzos de la de 198095. Potash estudia la actividad política del ejército analizando las
características y evolución de la institución y de sus cuadros así como la interacción entre civiles y
militares a lo largo de los distintos gobiernos que se sucedieron. Frente a las interpretaciones
generalizantes y de corte teórico esbozadas para explicar el militarismo latinoamericano propone
un enfoque centrado en el estudio del desarrollo institucional de la Argentina contemporánea96.
Un enfoque similar propone Rouquié en su obra Poder militar y sociedad política en la
Argentina97 en la que trata de establecer las causas de la inestabilidad política y de la sucesión de
regímenes militares desde la década de 1930. Rouquié rechaza las interpretaciones generales
que atribuyen dicha inestabilidad al subdesarrollo o a razones de índole cultural, enfatizando las
singularidades del caso argentino. Analiza a los golpes de Estado como la expresión de una larga
crisis política, como una respuesta militarista a una situación nacional particular, en los que se
combinan las condiciones del contexto con ciertos rasgos específicos de la "sociedad militar".
Un tema que ha despertado un creciente interés en los últimos años es el de la relación
entre la Iglesia católica y el peronismo. En una línea de interpretación novedosa, Loris Zanatta
estudia el papel de la Iglesia y el Ejército en la génesis del peronismo98. Partiendo del análisis de
la crisis del proyecto liberal en 1930, analiza el rol de la Iglesia en la articulación de las tendencias
antiliberales que surgieron en diversos planos, ofreciéndoles solidez institucional y coherencia
doctrinaria. Según Zanatta la Iglesia y el catolicismo consiguieron cohesionar la oposición al
liberalismo y al socialismo, promoviendo un proyecto político, social e ideológico alternativo, en
cuyo núcleo se encontraban el confesionalismo, el nacionalismo, el hispanismo y el
corporativismo. El autor se refiere al proyecto de construcción de una "nueva cristiandad",
compartido por Iglesia y Ejército, que incluía la voluntad de integrar al pueblo a través de una

95
Robert Potash, El ejército y la política en la Argentina.1928-1945. De Yrigoyen a Perón, Buenos Aires,
Sudamericana, 1971; id., El ejército y la política enla Argentina.1945-1962. De Perón a Frondizi, Buenos Aires,
Sudamericana, 1981
96
R.Potash ha publicado también Perón y el GOU. Los documentos de una logia secreta, Buenos Aires, Sudamericana,
1984
97
A.Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argenitna, BuenosAires, Emecé, 1981 y 1982 .
98
L.Zanatta, Del Estado liberal a la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943, U.N.de
Quilmes, 1996
política de reformas sociales de rasgos populistas. Considera que la influencia de hombres e ideas
del catolicismo populista fue clave en la elaboración del proyecto y la doctrina peronistas y sobre
la evolución intelectual del mismo Perón en los años precedentes a su ascenso al poder. Por
último, sostiene que más allá del fracaso de la construcción de un nuevo orden cristiano en la
Argentina, el hecho de que el peronismo haya recogido muchas de sus banderas significó el
ocaso del proyecto liberal y la incorporación de las masas en la vida política y social en el más
antiliberal de los contextos.
Otros trabajos, como los de Susana Bianchi y Lila Caimari, han colocado el acento en la
conflictiva relación entre el peronismo y la Iglesia, derivando algunos de ellos en investigaciones
sobre la Iglesia como actor político99.
Entre los temas que se investigaron en la década de 1980 sobre el peronismo en la etapa
1946-55 cabe mencionar los de la cultura política y el análisis del discurso, que reflejan tanto el
creciente interés por lo cultural como la influencia de líneas de investigación novedosas. El libro de
Alberto Ciria sobre política y cultura popular se centra en particular en el tema de la cultura
política, pero al mismo tiempo presenta como novedad un interés sobre los rituales que será
característico de obras más recientes con una clara orientación antropológica. Con respecto al
análisis del discurso, se destacan los trabajos de Emilio de Ipola y de Eliseo Verón y Silvia Sigal,
habiendo recibido este último un balance crítico de parte de Tulio Halperín Donghi100.
Entre las contribuciones más recientes acerca del peronismo deben mencionarse los
trabajos de Daniel James, que ofrecen una visión renovadora desde la perspectiva de la nueva
historia social inglesa y de la denominada "historia desde abajo". Con esta base metodológica
analiza las experiencias vividas, las percepciones, los elementos del discurso y del contradiscurso,
lo vivido y lo sentido, antes y durante el gobierno peronista y su resignificación posterior.
El artículo sobre el 17 de octubre en Berisso y Ensenada101 ofrece una alternativa al
debate sobre los orígenes del peronismo, sosteniendo que más que el papel desempeñado por la
organización formal de la clase obrera debe considerarse las formas concretas de movilización y
de protesta social que adoptaron los acontecimientos de octubre. Insiste asimismo en la
necesidad de considerar la dimensión social y cultural de la participación de la clase obrera en el
peronismo, y desde esta perspectiva estudia la movilización del 17 y el 18 de octubre, a la que ve
como la expresión de un cuestionamiento a las formas aceptadas de jerarquía social y a los
símbolos de autoridad. En su libro Resistencia e Integración102 retoma el tema de la relación entre
el peronismo y la clase trabajadora argentina discutiendo las interpretaciones preexistentes por su
elevado nivel de abstracción y rescatando la especificidad de una experiencia histórica y de
movimientos sociales concretos. Allí polemiza con la sociología de la modernización, el marxismo
y la izquierda peronista por su incapacidad de captar adecuadamente la complejidad de la
experiencia de la clase trabajadora. Otros temas que desarrolla son la redefinición de la noción de
ciudadanía y el "impacto herético" del peronismo que generó una fuerte polarización en la
sociedad entre peronistas y antiperonistas103.
El enfoque de James incluye una revalorización de los testimonios orales, "de este modo la
relación entre los relatos personales y la historia es compleja y problemática [...]. Tenemos que
aprender a leer estas historias y los símbolos y la lógica ensamblados en ellos, debemos ser

99
L. Caimari. Perón y la Iglesia Católica, Buenos Aires, Ariel, 1995; S.Bianchi, "La Iglesia catóica en los orígenes del
peronismo", Anuario IEHS, V, 1990"; J:O.Frigerio, El síndrome de la "Revolución Libertadora": la Iglesia contra el
Justicialismo, Bs.As., CEAL, 1990
100
A.Ciria, Política y cultura popular, Buenos Aires, De la Flor, 1983; E.De Ipola, Ideología y discurso populista,
Buenos Aires, Folios, 1983; E.Verón y S.Sigal, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista,
Buenos Aires, Legasa, 1986; T.Halperín Donghi, Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, en id., Ensayos
de historiografía, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1996
101
D.James, 17 y 18 de Octubre de 1945: "El peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina", Desarrollo
Económico, n°107, vol.27, 1987
102
D.James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946-1976, Buenos Aires,
Sudamericana, 1990
103
En una línea similar a la de James pueden citarse los trabajos de Ernesto Salas, "Cultura popular y conciencia de
clase en la resistencia peronista", Ciclos, n° 7 , 1994 , y de Danilo Martucelli y Maristella Svampa, La plaza vacía,
Losada, 1997
cuidadosos de su profundo significado y hacer justicia a la complejidad encontrada en las vidas y
las experiencias históricas de aquellos que nos las cuentan"104.
Entre los trabajos más recientes el de Mariano Plotkin105 estudia la construcción del
aparato propagandístico del peronismo, enfatizando el papel del Estado en la construcción de una
identidad y los rasgos autoritarios del régimen. Los trabajadores son presentados sólo como
receptores de lo ideado y ejecutado por los aparatos ideológicos del Estado. Analiza en particular
la educación y los libros de lectura, así como los rituales y la construcción de una liturgia política y
un imaginario, desde una visión antropológica. Plotkin sostiene que a partir de un discurso
apoyado en la Iglesia y el Ejército, Perón intentó construir un consenso político-social, dirigiéndose
a los trabajadores, al sector industrial y a la clase media. Indica que el éxito o fracaso en el logro
de dicho consenso determinó los apoyos y el grado de polarización en torno a su proyecto. Para
Plotkin Perón sólo fue plenamente exitoso en la relación espontánea y directa que estableció con
las masas106.
Otros autores han contribuido al enfoque cultural a través del abordaje de problemas más
puntuales, como la educación, la arquitectura, la familia y las mujeres peronistas107. Una sección
del Anuario del IEHS de 1993 estuvo dedicado a estudios sobre el peronismo, y una reciente
compilación de M.E.Spinelli y S.Bianchi, sobre Actores, ideas y proyectos políticos en la Argentina
contemporánea, publicada por el mismo Instituto, recoge nuevas contribuciones, entre ellas un
artículo de M.E.Spinelli sobre la historia política del siglo XX en la Argentina108. Otra línea de
investigación que se ha desarrollado es la de los trabajos que examinan situaciones regionales,
tanto en lo que se refiere a la historia de los trabajadores como a la de la actuación de las diversas
fuerzas políticas.
Emilio De Ipola y Federico Neigburg han publicado dos balances sobre las interpretaciones
del peronismo109. De Ipola estudia el problema de la "naturaleza" del peronismo desde distintas
interpretaciones globales ofrecidas por los científicos sociales, centrando su análisis en la
problemática de la continuidad y la ruptura entre el peronismo y su pasado. Neigburg propone, a
través del estudio de las relaciones entre la invenciónd el peronismo y la constitución de la
sociología en la Argentina, revisar las interpretaciones sobre los orígenes y la naturaleza del
peronismo, trasladando el eje desde las características de su base social hacia la producción de
significados de parte de agentes sociales ubicados en las clases medias y altas.
Merecen destacarse, por último, dos contribuciones de Tulio Halperín Donghi110. Una de
ellas, El lugar del peronismo en la política argentina, busca explorar las raíces entre el peronismo
y su pasado, encontrando similitudes entre Perón y tres generales que lo precedieron: Mitre,
Roca y Justo. Halperín señala que la posición dirigente de todos ellos tenía sus raíces fuera de la
esfera de la política de los partidos (en contraste con el caso de Yrigoyen), ejerciendo un liderazgo
de raíz dual, en el que la autoridad que emana del Estado complementa o suple en la esfera
política la que se cimenta en cualquier solidaridad partidaria. El autor encuentra en esta compleja
experiencia histórica (que remonta hasta la época de Rosas) una clave para entender mejor la
relación entre Perón y su séquito político, remarcando la continuidad entre el peronismo y la
tradición política argentina. Observa al mismo tiempo otra continuidad en la idea de estructurar un
orden político capaz de armonizar las exigencias de todos los sectores sociales, ya presente en
104
D.James, "Historias contadas en los márgenes. La vida de Doña María: historia oral y problemática de género",
Entrepasados, n°3, 1992, p.10
105
M.Plotkin, Mañana es San Perón, Buenos Aires, Ariel, 1993
106
Esta afirmación ha sido cuestionada recientemente por Raanan Rein en Peronismo, populismo y política, Buenos
Aires, Ed. de Belgrano, 1998. Rein sostiene que en la relación entre Perón y las masas fue fundamental la participación
de mediadores, la "segunda línea" del liderazgo peronista, integrada por dirigentes políticos y sindicales.
107
S.Bianchi, "Las mujeres en el peronismo (Argentina, 1945-55), en Historia de las mujeres. El siglo XX, bajo la
dirección de Francoise Thebaud, Taurus, vol.V, 1993; id. "Catolicismo y peronismo. La educación como campo de
conflicto (1946-1955)", Anuario IEHS,. 11, 1996 A.Ballent, "Arquitectura y ciudad como estéticas de la política. El
peronismo en Buenos Aires, 1946-1955", Anuario IEHS, 8, 1993
108
S.Bianchi y M.E.Spinelli (comps.), op.cit.
109
E.De Ipola, "Ruptura y continuidad. Claves parciales para un balance de las interpretaciones del Peronismo",
Desarrollo Económico, v.29, n°115, 1989; F.Neigburg, "Ciencias Sociales y mitologías nacionales. La constitución de
la sociología en la Argentina y la invención del peronismo", Desarrollo Económico, n°136, 1995
110
T.Halperín Donghi, El lugar del peronismo en la tradición política argentina, en S.Amaral y M.Plotkin (comps),
Perón, del exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993; T.Halperín Donghi, La larga agonía de la Argentina peronista,
Buenos Aires, Ariel, 1994
Echeverría, pero señala que, en la medida en que el peronismo se identificó más estrechamente
con algunos sectores sociales y sus reivindicaciones, generó condiciones que hacían imposible
dicha armonía y que llevaban en cambio al combate entre adversarios. Para Halperín, "la
continuidad con la más antigua y sólida de nuestras tradiciones políticas vino a acentuar, antes
que a atenuar, la ruptura que el peronismo introdujo en la vida argentina [...]".
En otro ensayo reciente, La larga agonía de la Argentina peronista, Halperín retoma las
reflexiones de una obra precedente -La Argentina en el callejón-, publicada por primera vez en
Montevideo en 1964, treinta años antes. El tema central es el análisis de la crisis argentina que
alcanzó su etapa decisiva entre el cordobazo y la hiperinflación, en la que el autor ve el
entrelazamiento de tres procesos: el agravamiento del conflicto sociopolítico, la agonía de la
sociedad perfilada bajo la égida del peronismo y la huella duradera de las modalidades que tuvo el
ingreso de la democracia electoral en la Argentina, signado por la denegación de legitimidad de
las fuerzas en pugna. Aunque la reflexión del Halperín se centra en la etapa post 1995, contiene
una serie de referencias al peronismo "clasico" de 1945-55, entre las que se destaca la idea del
peronismo como una revolución social y su continuidad hasta fines de la década de 1980.

4.Nacionalismo y nacionalistas

El nacionalismo ha sido considerado un movimiento enormemente influyente en la


evolución de la política argentina. Ello explica la cantidad de estudios que se le han dedicado al
tema. En general esa posición ha sido sostenida sobre todo por los estudiosos extranjeros - como
David Rock, Marisa Navarro Gerassi o Sandra Mc.Gee Deutsch111-que han enfatizado ese
componente autoritario en la cultura política argentina y su influencia directa o indirecta en la
inestabilidad política. Otros trabajos, en especial los de Enrique Zuleta Alvarez, han limitado esa
influencia, viéndolo, en conjunto, como subalterno a otras tradiciones políticas112. Todo ello remite
a varios problemas. En primer lugar, al de las raíces del nacionalismo y la cronología más
adecuada para estudiarlo, y en segundo, a las relaciones identitarias o no del mismo con el
peronismo.
Existen tres posibilidades en cuanto a la cronología. La que se ha convertido en más
común es comenzar con el momento de principios del siglo XX. El trabajo citado de Zuleta Alvarez
presenta las supuestas continuidades entre el nacionalismo cultural del Centenario y el
nacionalismo político posterior. La misma cronología utilizan María Inés Barbero y Fernando
Devoto113 y luego tambíen David Rock. Otra alternativa era la propuesta por historiadores
norteamericanos menos ligados a la noción de nacionalismo como movimiento antiliberal de
derecha o de extrema derecha. Esta línea había sido seguida por Samuel Baily y sobre todo por
Carl Solberg, en un libro cuya importancia retrospectivamente debe destacarse114.
Efectivamente, no siempre es sencillo escindir nacionalismos políticos de aquellos otros
que los norteamericanos llaman nativismo, es decir estrategias para construir una identidad
homogénea entre los ciudadanos de un Estado. Al incorporar los problemas de construcción de la
identidad nacional la cronología se corre hacia atrás, hacia el siglo XIX, sea a la década de 1880,
abierta con las reflexiones críticas de Sarmiento en Condición del extranjero en América, sea a la
década de 1850 y Mitre y la formulación de un relato histórico identitario desde el "mito de los
orígenes".
En realidad esa revitalización del tiempo largo está vinculada a la difusión de trabajos
producidos en la historiografía europea acerca del problema de la construcción o "invención" de la
identidad nacional en el siglo XIX. Al acortarse la cronología de las naciones europeas, vistas
ahora como fenómenos producidos no desde remotas esencias sino desde la voluntad política de
las élites de construirlas, el denominar a esos intentos nacionalismos emerge inmediatamente. En

111
David Rock, La Argentina autoritaria, Buenos Aires, Ariel, 1993; Marisa Navarro Gerassi, Los nacionalistas, Buenos
Aires, Jorge Alvarez, 1969; S. McGee Deutsch, Counterrevolution in Argentina, 1900-1932: The Argentine Patriotic
League, The University of Nebraska Press, Lincoln, NE, 1986
112
E.Zuleta Alvarez, El nacionalismo argentino, BuenosAires, La Bastilla, 1975, id. "El nacionalismo argentino y la
historiografía contemporánea", en Academia Nacional de la Historia, Noveno Congreso Nacional y Regional de
Historia Argentina, Buenos Aires, 1996
113
M.I.Barbero y F.Devoto, Los nacionalistas, Buenos Aires, CEAL, 1983
114
S.Baily, Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 1984; C.Solberg,
Inmigration and Nationalism. Argentina and Chile, 1890-1914, University of Texas Press, Austin & London, 1970
este sentido los estudios de los fenómenos de construcción de la nacionalidad comienzan a entrar
en una historia del nacionalismo. Es aquí evidente la influencia de autores, por otra parte muy
distintos entre sí, como Eric Hobsbawm, Benedict Anderson, Maurice Agulhon o Pierre Nora.
Para1000 la Argentina han utilizado esta perspectiva los trabajos de Liliana Bertoni, Fernando
Devoto y Nicolás Shumway115. Aunque en este último caso la necsidad de ligar esa lectura
(influida por Anderson) con una reconstrucción de las dos líneas históricas planteadas por el
revisionismo da un curioso tono anacrónico a la propuesta de su libro. En cualquier caso, lo que
emerge con claridad de una lectura de más largo plazo es que el momento del centenario no
presenta ninguna originalidad y que buena parte de las ideas de los jóvenes de la nueva
generación están ya en los intelectuales del ocaso conservador. Lo que hay de nuevo es el
énfasis en los tonos y la voluntad más explícita de fundar una nueva tradición en torno a un mito
literario como el "Martín Fierro" de Hernández.
Si el nacionalismo cultural de los jóvenes antipositivistas del centenario se articula
profundamente con el momento y la generación precedentes, la búsqueda de los elementos
novedosos debe desplazarse nuevamente al momento político abierto con el advenimiento del
radicalismo al poder. Aunque también el nacionalismo de derecha antidemocrático puede también
(al igual que el cultural) ser indagado en relación con los momentos precedentes y, como enseña
el ejemplo europeo, con el nacionalismo liberal, radical e identitario que, heredero de la revolución
francesa, estaba asociado con el uso excluyente de este término a lo largo del siglo XIX.
Desde luego que la conformación de un pensamiento sistemático antiliberal y
antidemocrático es más lento de lo que se ha supuesto. Es necesario rever sobre todo las lecturas
del momento posterior a la primera guerra mundial, desarmando lo que parece ser un frente
demasiado homogéneo. En especial las lecturas de la Liga Patriótica (Mc.Gee Deutsch, entre
otras), no evidencian suficientemente bien el carácter conservador y sustancialmente apolítico del
movimiento. En este sentido, con los límites de presentarse como un alegato justificatorio y
exculpatorio, el libro de Caterina brinda elementos empíricos para ver a la liga como una
agrupación no fascista o en el mejor de los casos como un potencial fascismo que no fue. La
soledad de la propuesta política de Lugones y su final recaída en la solución militar, buscando en
ella una élite alternativa a la fala de una base de masas para una propuesta fascista, exhibe mejor
que nada cuánto el clima argentino era distinto del de la inmediata posguerra europea.En este
sentido el caso argentino puede compararse más con la España de Primo de Rivera que con la
Italia mussoliniana, ya que al igual que en aquélla faltan las bases para una solución de tipo
fascista y la élite militar proveerá la solución alternativa. En la Argentina, contra lo que sostiene
una pertinaz tradición historiográfica, era difícil soldar en uno solo a los dos enemigos de los
tradicionalismos: el populismo de Yrigoyen, a su modo permeado de nacionalismo, y la agitación
izquierdista, es decir octubre de 1916 y enero de 1919. Ello impedía la consolidación de un
movimiento de derechas con amplio séquito que se confrontase claramente con el gobierno y
pudiese delinear en términos precisos el rostro de su enemigo.
Los años veinte son pues los años de lenta preparación de un movimiento reaccionario
cuyo punto de partida es la relectura en una clave no democrática de la tradición liberal
decimonónica y una opción política que no se distingue sin dificultad de los sectores
conservadores. Son de utilidad los textos reunidos por Mario Nascimbene sobre Benjamín
Villafañe116, que muestran la equivalencia de tonos entre el conservador jujeño y los nacionalistas,
o la admiración reiterada de los hombres de "La nueva república" no sólo por la constitución de
1853 sino incluso por una figura como Rodolfo Rivarola. Ello lleva a la necesidad de no ver un
movimiento continuo desde el primer nacionalismo hasta el terror militar, como sugieren trabajos
como el de McGee Deutsch o el Shumway.
El nacionalismo de los veinte culmina en un golpe ambiguo como el de Uriburu que es
menos corporativo que lo que a primera vista parecía. No sólo menos corporativo, por la
existencia de dos líneas dentro del uriburismo mismo (y no sólo entre uriburismo y justismo) sino
que globalmente considerado muy débil, como lo exhibe la pronta débacle de los proyectos de
modificación constitucional del presidente.

115
N.Shumway, La invención de la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1993
116
M.Nascimbene, El nacionalismo liberal y tradicionalista y la Argentina inmigratoria: Benjamín Villafañe (h.),
Buenos Aires, Biblos-Fundación Simón Rodríguez, 1997
En general, las interpretaciones de la revolución de 1930 estaban dominadas por la
perspectiva de las fuentes justistas o que reflejaban ese punto de vista (Sarobe, Perón, Pinedo).
La publicación reciente de parte del archivo Uriburu117 permite percibir imágenes diferentes. De
igual importancia para ver las relaciones del uriburismo con el mundo político es la publicación
reciente de dos de los volúmenes de la correspondencia de Alvear118.
En este punto puede decirse que hay un nuevo consenso en la historiografía en el sentido
de redimensionar la importancia del fenómeno corporativo del uriburismo, tnato como su
homogeneidad. Hacia allí se orientan D.Rock, L.Zanatta y más en general Cristian Buchrucker119.
También el libro de C.Mayo y F.García Molina sobre la revolución de 1930 y el petróleo, que más
allá de su título plantea un análisis bastante más matizado del problema. Matices que aparecen
pese a algunas caídas de tono ideológico tmabién en el libro de María Dolores Bejar Uriburu,
Justo y el auge conservador120.
La debilidad numérica e ideológica del nacionalismo en 1930, su extracción social casi
equivalente a la del patriciado conservador121, su escasa voluntad de movilización política -más
allá de los debates periodísticos y de las conjuras de salón- si es comparada con la fortaleza que
tiene en 1943, con su plebeyización, con su conflictividad en las calles, etc., obliga a plantearse el
problema en otros términos. Ellos son los de una auténtica ruptura en el nacionalismo entre la
década de 1920 y la de 1930. Enn estos años el nacionalismo cambiará significativamente. En
realidad quizás convenga utilizar la idea del pasaje de un tradicionalismo conservador a un
nacionalismo muy permeado de elementos católicos y fascistas y d una apertura en la extracción
de sus miembros. Entre los elementos novedosos se encuentra un más fuerte antisemitismo. Este
es, más allá de su presencia ocasional, poco relevante en el conjunto de la temática de los años
veinte y sus hombres, pero sí lo será en los treinta122.
Se necesitaría un mejor estudio de las figuras más relevantes del nacionalismo entre los
veinte y los treinta, aunque disponemos de algunos estudios nuevos sobre Ricardo Rojas,
Lugones y los hermanos Irazusta123. Lamentablemente estas transformaciones del ideario
nacionalista son poco conocidas en sus matices. En especial ha sido poco indagada su relación
con el movimiento católico, y con los cambios que se producen en éste124. Disponemos de
bastantes trabajos sobre el momento inicial de "Criterio", que no perciben cuánto la situación sea
ambigua en el seno del mismo. En especial, son de interés las pervivencias de la relación entre
los católicos y la tradición liberal a la Estrada-Goyena o su vinculación con las vanguardias
estéticas y literarias, aunque sean minimizadas o no consideradas por autores como M.E.Rapallo
y L.Zanatta. El trbajo de Carlos Floria y Marcelo Monserrat es útil para ver algunos rasgos del
movimiento católico en los años treinta a través de la revista y sobre todo la admiración, en
personas como Franceschi, no a los fascismos estatalistas o paganizantes sino al salazarismo

117
C.Mayo y F.García Molina, Archivo del General Uriburu: autoritarismo y ejército.1, Buenos Aires, CEAL, 1986
118
Instituto Di Tella, Serie Archivo Alvear, Buenos Aires, 1997
119
D.Rock, op.cit., L.Zanatta, op.cit., Ch.Buchrucker, Nacionalismo y peronismo, Buenos Aires, Sudamericana, 1987
120
C.Mayo y F.García Molina, La Revolución de 1930 y el petróleo, Buenos Aires, CEAL, 1985; M.D.Béjar, Uriburu,
Justo y el auge conservador, Buenos Aires, CEAL, 1986
121
S.McGee Deutsch, The Right under Radicalism, 1916-1930, en S.McGee Deutsch and Ronald Dolkart (eds.), The
Argentine Right, SR Books, Wilmington, DE, 1993
122
L.Senkman (comp.), El antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, CEAL, 1989
123
Ricardo Rojas, tesis de doctorado en el Insituto Universitario Ortega y Gasset. Aunque sobre Lugones la mayor parte
de lo publicado concierne a su poética en sí o en relación con sus ideas políticas, disponemos ahora de una buena
biografía del conjunto de los aspectos de su vida, equilibrada y erudita, escrita por Alberto Conil Paz, Buenos Aires,
Huemul. Sobre Rodolfo Irazusta se ha publicado un volumen de homenaje que reúne pequeñas intervenciones y
también algunos textos (Rodolfo Irazusta, 1897-1967, Testimonios, Buenos Aires, Huemul, 1980) Sobre Julio Irazusta
disponemos de una biografía intelectual realizada como tesis de doctorado por Juan Segovia, dirigida por E.Zuleta
Alvarez (J.Segovia, Julio Irazusta. Conservatismo y nacionalismo, Mendoza, EDUIM, 1992), y de un volumen de
homenaje del grupo de discípulos mendocinos (E.Díaz Araujo, M.G.García Saraví y E.Zuleta Alvarez, Homenaje a
Julio Irazusta, Mendoza, 1984). Sobre José Féliz Uriburu hay un fragmento de tipo periodístico que forma parte de la
biografía colectiva de los Uriburu, de Fernández Lalanne. Sobre Gálvez no se dispone de nada mejor que la tesis de
Monica Quijada, Manuel Galvez. 60 años de pensamiento nacionalista, Buenos Aires, CEAL, 1985
124
M.E.Rapallo, "La Iglesia católica argentina y el autoritarismo político: la revista Criterio", Anuario IEHS, 5, 1990;
Loris Zanatta, op.cit., C. Floria y M. Monserrat, El pensamiento de Gustavo Franceschi y la revista Criterio en la cultura
política argentina, en M.Monserrat (comp.), Usos de la memoria. Razón, ideología e imaginación históricas, Buenos
Aires, Sudamericana-San Andrés, 1996
portugués. En cualquier caso, es evidente la emergencia de un nacionalismo católico en figuras
como Meinvielle y Castellani. Un balance de conjunto del movimiento católico aparece en las
tesis de F.Mallimacci y A.Ivereigh.
Entre otros elementos nuevos se encuentra la difusión de las ideas de Carl Schmitt, tema
indagado en una vasta investigación por Jorge Dotti, de la que ha aparecido un pequeño anticipo -
centrado en la compleja figura de Saúl Taborda- en la revista "Prismas" de la Universidad de
Quilmes. Quizás a falta de más trabajos sobre corrientes menores, la mejor síntesis disponible a
nivel informativo siga siendo la de Cristian Buchrucker. Desde un punto de vista político se dispone
de un mejor conocimiento sobre todo del partido conservador de la Provincia de Buenos Aires, y ello
permite entrever las estrechas relaciones que los "nacionalistas" entretejieron con los conservadores
durante los gobiernos de Martínez de Hoz y Fresco125
Un tema que ha recibido una nueva atención es el que concierne a los nacionalismos y
fascismos en el seno de los grupos migratorios. En especial se dispone de trabajos de Ronald
Newton y Mario Nascimbene sobre los italianos y de Ronald Newton comparando el fascismo en la
comunidad italiana con el nazismo en la alemana126. Falta en cambio reconstruir los lazos entre esos
nacionalismos y los que operaban sobre la sociedad argentina tout court.
Otro tema del que se conocen mejor las etapas y las líneas de acción es el del revisionismo
histórico. Predomina la idea de una cronología corta que ve al revisionismo como una respuesta a la
crisis de 1930, en especial en Tulio Halperín Donghi127. Una lectura que recoge elementos de
continuidad mayor, desde el clima abierto durante el radicalismo, es la de Diana Quattrocchi128. Sin
embargo, la identificación del radicalismo con el rosismo, y/o la profesión de fe rosista de militantes
radicales, generaba un rechazo de los tradicionalistas tipo "La Nueva República", alejándolos de
iniciar una auténtica revisión del pasado argentino. Los estudios de Aurora Ravina y Noemí Girbal-
Blacha en la obra colectiva acerca de la Junta de Historia y Numismática muestran que, desde un
punto de vista interpretativo, todos los elementos que componen el revisionismo están ya presentes
hacia el centenario129. Lo que ocurre es que ellos no se han soldado con una lectura reaccionaria y
antidemocrática del presente. Cuando ello ocurra nacerá el revisionismo130.

5.Temas y problemas de la historiografía de las relaciones internacionales (1930-1955)

En los años ochenta y noventa asistimos a un crecimiento en la cantidad y calidad de


trabajos vinculados a las relaciones internacionales de la Argentina que no se agota en el período
estudiado y se inscribe en el proceso más amplio de renovación historiográfica coincidente con la
recuperación democrática.
En el caso concreto del período estudiado los aportes son desparejos. Por un lado el estudio
de una coyuntura crítica como la segunda guerra mundial concentra la mayor parte de los trabajos.
Este hecho ha oscurecido la trayectoria de la política exterior argentina durante la década del treinta,
que no ha recibido un tratamiento similar. Estudios posteriores podrían establecer las hipotéticas
continuidades o no entre las dos épocas.
Existen también discontinuidades en los estudios de la relación entre la Argentina con las
grandes potencias: la posibilidad de consulta de archivos norteamericanos amplió el campo de los
investigadores. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo en el caso de las relaciones con la Unión
Soviética y los países del bloque oriental.

125
J.Melón Pirro y E.Pastoriza (comps.), Los caminos de la democracia. Alternativas y prácticas políticas. 1900-1943,
Univ. de Mar del Plata-Biblos, 1996
126
M.Nascimbene, Fascismo y antifascismo en la Argentina (1920-1945), en AA.VV., C'era una volta la Merica.
Immigrati piemontesi in Argentina, Cuneo, L'Arciere, 1990; R.Newton, "¿Patria? ¿Cuál Patria? Italo-argentinos y
Germano-argentinos en la era de la renovación nacional fascista, 1922-1945", Estudios Migratorios Latinoamericanos,
22, 1992; id., German Buenos Aires, Texas U.Press, Austin y Londres, 1976
127
T.Halperín Donghi, El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional, en id.,
Ensayos de historiografía, cit.
128
D.Quattrocchi, Los males de la memoria, Buenos Aires, Emecé,
129
A.Ravinas, Junta de Historia y Numismática Americana (1893-1938). Una expresión institucional de la cultura
histórica de élite, en AA.VV., La Junta de Historia y Numismática y el movimiento historiográfico en la Argentina,
Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1996, T.1
130
Monserrat, Cattaruzza
La mayoría de los trabajos de la historiografía de las relaciones internacionales reciente
responden a lo que Tulio Halperín Donghi ha denominado la ausencia de debates ideológicos de
fondo en la sociedad argentina que estimulen la producción. 131 Si los estudios actuales en el campo
de las relaciones internacionales responden a esta premisa, deberíamos hacer una salvedad: la
cuestión de los nazis y su relación con los sucesivos gobiernos argentinos.
Por último, muchos de los estudios relacionados con el gobierno peronista constituyen
trabajos valiosos pero "contaminados" por la fragmentación característica de los últimos años en las
ciencias sociales. Incorporar estos aportes en una visión más global, permitirá una imagen más
exacta de la política exterior argentina en el período 1946-1955. Interpretación que bien puede
completarse con un estudio comparado de la política exterior de los principales países
latinoamericanos, estudio prácticamente ausente en la historiografía reciente.
Pueden distinguirse por lo menos tres etapas en la historiografía de las relaciones
internacionales de la Argentina. La más tradicional de ellas o bien se encontraba circunscripta al
derecho internacional o bien se reducía a los avatares de la diplomacia argentina.132
Los años sesenta y setenta dieron lugar a la aparición de otras líneas de trabajo con
temáticas y preocupaciones diferentes. Esto se debió, fundamentalmente, por un lado, a la
consolidación de una disciplina específica de las relaciones internacionales y, por otro, al aporte de
autores provenientes de las distintas ramas de las ciencias sociales en especial de la historia, la
sociología, la economía y las ciencias políticas. No obstante, estos nuevos enfoques no
reconocieron causas exclusivamente académicas: la teoría de la dependencia, en auge en ese
momento, cuestionó el orden económico mundial vigente y, dentro de ello, la relación histórica de
Argentina con las grandes potencias, especialmente con Gran Bretaña y los E.EE.UU.U. A su vez,
este conjunto de preocupaciones se entroncó con un fuerte debate de esos años: la revisión del
fenómeno peronista.
En un sentido amplio, el denominador común de las diferentes interpretaciones resultó ser la
búsqueda de un marco conceptual, que, otorgado por aquellas ramas de las ciencias mencionadas,
pudiera ofrecer una interpretación racional de la política exterior argentina.
En efecto, los trabajos de Juan C. Puig, Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari introdujeron
novedades a la forma de interpretar las relaciones internacionales argentinas. 133 Desde ópticas
diferentes, aunque todos ellos con una sólida formación jurídica, estos estudiosos identificaron
ciertas constantes en la historia de la política argentina hacia los demás países y “las diferentes
etapas por las que atravesó esa política exterior en función de la forma y los grados de inserción de
la argentina en el mundo”. 134
Sin embargo, es a principios de los años ’80 que la historia de las relaciones internacionales
se transforma en uno de los campos de mayor interés entre los historiadores. Un conjunto de
novedosos estudios de autores vinculados al campo académico, representó un viraje decisivo en la
forma de abordaje metodológico y empírico de la historia de las relaciones internacionales para el
período 1930-1955. 135

131
Tulio Halperín Donghi, en Roy Hora y Javier Trímboli; Pensar la Argentina, los historiadores hablan sobre historia y
política, El cielo por asalto, 1994.
132
En esta línea historiográfica se destacan los textos de Miguel Angel Cárcano, La política internacional en la Historia
Argentina, Eudeba, Bs.As., 1972-1977 e Isidoro Ruiz Moreno, Historia de las relaciones exteriores argentinas,1810-
1955, Ed. Perrot, Bs.As., 1961.
133
Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, Política exterior argentina, 1930-1962, 1971; Gustavo Ferrari, Esquema de la
política exterior argentina, Eudeba, 1981 y Juan C. Puig, “La Política Exterior Argentina: Incongruencia Epidérmica y
Coherencia Estructural”, en Juan C. Puig (Comp.) América Latina: Políticas Exteriores Comparadas , CEL, Bs.As.,
1984
134
Mario Rapoport, “Problemas y etapas en la historia de las relaciones internacionales de la Argentina”, en
Historiografía argentina (1958-1988) Una evaluación crítica de la producción histórica argentina, Comité Internacional
de Ciencias Históricas, Bs.As.,1990, p. 564
135
Nos referimos principalmente a los trabajos de Mario Rapoport, Gran Bretaña, Estados Unidos y las Clases
Dirigentes Argentinas 1930-1945, Ed. de Belgrano, Bs.As., 1988; Diplomacia en la Argentina , las relaciones con los
EEUU y la URSS, Ed. Tesis, Inst. Di Tella, Bs.As.,1987 y El Laberinto Argentino, Eudeba, Bs.As.,1998; y a los
trabajos de Carlos Escudé, en particular 1942-1949. Gran Bretaña, EEUU y La declinación Argentina, Ed de Belgrano,
Bs.As, 1996, 2da. edición. Pueden incluirse también dentro de esta nueva corriente los estudios pioneros de Jorge
Fodor, Arturo O´Connell y Juan Archibaldo Lanús.
Variados son los aspectos que los diferencian de las interpretaciones anteriores. En primer
lugar, estos autores explicitan claramente el marco teórico con el que trabajan. En segundo lugar, los
temas centrales que subyacen en sus trabajos son: la existencia de un orden mundial y el análisis de
la política exterior argentina como parte integrante del mismo y el considerar clave la dimensión
económica y su relación con los factores políticos y estratégicos. El partir de esta concepción, ha
permitido ampliar notablemente el espectro de actores involucrados en las relaciones
internacionales: ya no sólo el Estado ocupa un lugar dinámico, sino que la relación entre éste y los
partidos o “fuerzas sociales” internas otorga mayor complejidad a los procesos que relatan. Por otro
lado, el procedimiento de toma de decisiones del Estado es visto no como la arena del libre albedrío
de los gobiernos sino inserto, en ocasiones, en una compleja trama burocrática.
Finalmente, las potencias internacionales intervienen desde un lugar de privilegio y en forma
activa en las relaciones que se establecen entre los países. En efecto, el rol de estas últimas es
revalorizado por las interpretaciones recientes que consideran los factores de poder y de interés al
interior de cada una de ellas.
Desde el punto de vista metodológico, debe destacarse la utilización de fuentes primarias: los
archivos diplomáticos argentinos y extranjeros, de escasa utilización hasta el momento de aparición
de estas obras, son ahora las fuentes principales.
La historiografía de las relaciones internacionales de los últimos años se centró en dos
conjuntos de problemas: la neutralidad argentina durante la segunda guerra mundial y las políticas
internacionales del peronismo en el poder.

5.1 La neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial:

Las últimas décadas han sido testigos de la aparición de estudios que ponen de manifiesto la
importancia de los años treinta y cuarenta tanto desde el punto de vista económico, social y político,
como en la relación de la Argentina con el resto del mundo. Estos trabajos permitieron revertir la
imagen “congelada” que sobre el período se tenía a principios de los años setenta.
En el plano de las relaciones internacionales varios autores señalaron la relevancia de los vínculos
entablados por nuestro país con las principales potencias occidentales, Estados Unidos y Gran
Bretaña, con el fin de comprender e interpretar la posición de nuestro país en el contexto de la
segunda guerra.
Mario Rapoport, en una serie de trabajos que abarcan un período de publicación de casi veinte años,
es quien en forma más sistemática ha abordado esta problemática.
Rapoport y otros autores han señalado cómo el funcionamiento del modelo agroexportador se
asentó a partir de una fuerte relación complementaria entre Argentina y Gran Bretaña. La
bilateralidad establecida se basaba en la producción de bienes primarios de la primera y su
intercambio por productos manufacturados de la segunda. Por su parte, la presencia de los Estados
Unidos en la Argentina antes de 1914 era particularmente modesta. Pero, en los años veinte se
radicó un gran número de empresas y compañías de seguros, bancos, etc. que presionaron las
exportaciones de ese país (hierro, acero, autos, etc.) desplazando a los artículos británicos en esos
rubros. Además, la presencia norteamericana en el mercado de capitales resultó muy importante en
los años inmediatos posteriores a la guerra mundial, particularmente en préstamos a corto plazo. 136
Es este incremento del comercio argentino-norteamericano al término de la primera guerra mundial
y, en particular, la llegada de capitales norteamericanos (inversiones directas o de corto plazo) el
que afectará el predominio británico creando un esquema triangular de relaciones que se mantendrá
hasta la segunda posguerra.
Este comercio triangular (Argentina tenía un excedente de exportaciones con el Reino Unido y un
excedente de importaciones con Estados Unidos, basado en el hecho de que ambas economías
eran competitivas y no complementarias) es el que permite a Rapoport explicar los diferentes
posicionamientos de las clases dirigentes en la política internacional.
Para la Argentina, la participación en el “triángulo” significaba supeditar su estructura productiva y,
en particular, su estructura industrial a las manufacturas y bienes de capital norteamericano, pero,

136
En realidad, la creciente importancia industrial norteamericana provocará cambios de magnitud en la economía
mundial a partir de la década del veinte, lo que forzará necesariamente a una reubicación de los intereses
norteamericanos y británicos en el contexto mundial.
era evidente que en la década del veinte la dependencia excesiva de Gran Bretaña no traería
resultados favorables a su desarrollo.137
Sin embargo, señala Rapoport,
“los Estados Unidos no concretaron sus ventajas económicas en el plano político; incluso, la
oposición de los intereses agrícola-ganaderos de ese país a la entrada de productos argentinos en el
mercado estadounidense, terminó por favorecer un nuevo ajuste de la relación anglo-argentina. Esto
se tradujo en el frustrado Convenio D’Abernon, de 1929, ... y especialmente, en el Pacto Roca-
Runciman, de 1933...” 138
Es en este sentido que el autor sugiere el comienzo de una relación triangular no deseada
por quienes eran los gestores del modelo de acumulación: los terratenientes. Y será esta la clave
que permitirá, en última instancia, explicar la neutralidad argentina en la segunda guerra. 139
Desde la crisis del ’30 hasta la segunda guerra mundial la relación triangular se modifica. La
restricción del comercio internacional provocó que buena parte de los productos manufacturados
anteriormente importados de Gran Bretaña pasaran a producirse en la Argentina, mientras que
numerosas empresas de origen norteamericano se radicaban en nuestro país en competencia, en
algún caso, con los capitales británicos. El conflicto mundial no hizo sino manifestar a través de las
armas el cambio de hegemonía en occidente: los británicos se transformaron gradualmente en una
potencia de segundo orden mientras EE.UU. se afirmaba en los campos de batalla y en la economía
mundial. En esta compleja y traumática coyuntura internacional actúan “las clases dirigentes”
argentinas. La actitud de los sectores dirigentes, constituye uno de los temas sobresalientes de toda
la obra de Rapoport. Para él, el término hace referencia, en forma indistinta, a aquellos sectores que
forman parte de la denominada “oligarquía tradicional” y sus representantes, los políticos
conservadores en el poder. 140
La actitud anacrónica de los gobiernos conservadores consistió en un reforzamiento del
vínculo con su antiguo socio en momentos en que se encontraba en un lento pero inexorable
declive. Rapoport ha señalado dos razones principales para comprender la conducta de las clases
dirigentes locales hasta por lo menos 1943:
“Por un lado, las conflictivas relaciones con los Estados Unidos, consecuencia del problema creado
por las barreras proteccionistas existentes en el mercado estadounidense y de la fuerte controversia
entre ambos países en torno a la constitución de un sistema panamericano. Por otro, la necesidad
de conservar los viejos vínculos con Gran Bretaña, que poseía cuantiosos intereses en la Argentina
y constituía su mercado más importante.”141
A la vez, la presencia norteamericana en la Argentina continuó siendo seriamente resistida.
Es que la otra dimensión del triángulo, la diplomática, parecía marchar por distintas vías a las
pretendidas desde lo económico por funcionarios y empresarios argentinos. Es decir, la guerra
generó una paradoja singular: los sectores más lúcidos de las clases dirigentes argentinas
pretendían el acercamiento económico con EE.UU. pero, los gobiernos estaban en malas relaciones
diplomáticas. A la vez, veían como indispensable alejarse de Inglaterra desde el punto de vista

137
Esta situación fue visualizada claramente por Alejandro Bunge, quien desde la Revista de Economía Argentina
pregonaba por un acercamiento a los Estados Unidos, portadores de capital y tecnología necesarios para impulsar el
mercado interno y regional (particularmente en rubros como transporte, automotor, petroleo, caminos, etc.) Juan José
Llach; La Argentina que no fue. Las fragilidades de la argentina agroexportadora (1918-1930), Buenos Aires, IDES,
1985
138
Mario Rapoport; ¿Aliados o Neutrales ?..., p. 13
139
Para esta temática Veánse; J. Fodor y A. O´Connell; “La Argentina y la Economía atlántica en la primera mitad del
siglo XX”, en Desarrollo Económico, Nº 49, abril-junio 1973; V.Vázquez Presedo; Crisis y retraso. Argentina y la
economía internacional entre las dos guerras, Eudeba, 1978; Pedro Skupch, “El deterioro y fin de la hegemonía
británica sobre la economía argentina, 1914-1947”, en M. Panaia, R. Lesser y P. Skupch, Estudios sobre los orígenes
del peronismo, Vol. 2, Buenos Aires, 1975 y el trabajo de Mario Rapoport, “El triángulo argentino: las relaciones con
EE.UU y Gran Bretaña, 1914-1943”, en Mario Rapoport (comp.); Economía e Historia, Tesis, 1990
140
No obstante, en su primer ensayo, no se advierte una clara distinción entre los sectores que poseen el control de las
actividades económicas y aquellos que se encuentran en la gestión del Estado. En el análisis de la década del ’30 esta
diferencia desaparece decididamente: el Estado intervencionista argentino no es más que la expresión de una burguesía
amenazada por la crisis, idea bastante presente por esos años en las Ciencias Sociales.
141
Rapoport, Mario; Política y Diplomacia en la Argentina. Las relaciones con EE.UU y la URSS, Edit. Tesis, 1987
económico, pero ésta resultaba ser un muy buen socio comercial durante el conflicto y un apoyo
político casi incondicional frente a las ambiciones hegemónicas norteamericanas. 142
Durante un tiempo, las clases dirigentes argentinas mantuvieron un cierto margen de maniobra
debido la necesidad de productos argentinos por parte de los británicos. Sin embargo, la provisión
de bienes y capitales que requería la economía nacional sólo podía lograrse desde los EE.UU.,
como reveló el comienzo de la segunda guerra.
La escisión de la clase dirigente entre aliadófilos y neutralistas, nos dice Rapoport, responde
a determinantes estructurales muy concretos: lo que se ponía en juego, más que la elección entre
los países aliados y los países del eje, era la alternativa entre los EE.UU. y Gran Bretaña. El
gobierno militar surgido de la revolución de junio de 1943 constituiría, a la postre, una bisagra en la
historia argentina, sin embargo las opciones en materia de política exterior resultaban similares a las
de los gobiernos de la “oligarquía”. De ello derivó el mantenimiento de la neutralidad, que sólo la
presión del Departamento de Estado norteamericano podía doblegar.
Otro de los aportes centrales de la obra de Rapoport es el análisis de la política de las
grandes potencias con respecto a la Argentina para el período 1940-1945. La utilización profusa de
documentación tanto de las cancillerías como de las embajadas y de los intercambios entre ellas es
muy importante y novedosa. Esta documentación pone de manifiesto la percepción que los actores
tenían de los acontecimientos y su relación con las grandes líneas de política exterior.
El autor realiza una distinción entre la visión de las diferentes cancillerías y los intereses económicos
privados pertenecientes a las potencias en Argentina, lo que permite observar la realidad desde
diferentes posiciones. Si bien entre unos y otros existían coincidencias significativas, la
diferenciación como actores se advierte en tanto que los responsables directos de la política exterior
debían tomar en consideración la relación con otras potencias, mientras que los actores económicos
no se encontraban directamente afectados por los compromisos asumidos por su gobierno. Esto se
percibe especialmente en el caso británico, donde el Foreign Office no desdeñó la política neutralista
argentina, en tanto favorecía el suministro de guerra, pero debió actuar al “filo de la navaja” dado el
compromiso con su aliado a nivel mundial: los EE.UU. Por el contrario, las empresas británicas,
liberadas de ese lastre, estaban posibilitadas de llegar a un arreglo más rápido con las sucesivas
administraciones. 143
La competencia entre los dos aliados a nivel mundial por la hegemonía sobre la Argentina es otro de
los temas claves del trabajo de Rapoport. Esta situación provocó que todo el accionar del F.O.
estuviera destinado a contrarrestar o, al menos, a neutralizar el accionar norteamericano. El F.O.
desarrolló una actitud tendiente a observar con equilibrio y pragmatismo la situación argentina y
dispuesto, en todos los casos, a ver con benevolencia la neutralidad. Los análisis y el accionar de la
cancillería británica, advierte Rapoport, deben ser mirados con ese prisma.
Por el contrario, el accionar de los EEUU con respecto a la Argentina siguió líneas diferentes,
hasta opuestas. El surgimiento de la política del “buen vecino” implicó una serie de principios que
contemplaban el “panamericanismo” en el campo político, la cooperación en el campo económico y
la defensa hemisférica en lo militar. Desde un principio, el Departamento de Estado hizo gala de una
interpretación “ideologizada” de los gobiernos argentinos de ese período, calificándolos de “pro-
nazis” o “pro-fascistas” e incluso interviniendo en la política interna argentina a través de su
embajador, Spruille Braden. La pregunta que se hace el autor es cuál era el fundamento de esta
política, esto es, si respondía a cuestiones meramente idealistas o a razones de índole económico
social. La respuesta deriva del análisis de los sectores económicos norteamericanos, sus intereses
y su capacidad para influir en el diseño de las políticas exteriores. Los poderosos sectores agrarios y
ganaderos norteamericanos no sólo deseaban impedir el ingreso de los productos argentinos a
Estados Unidos, sino también desplazar a nuestro país como abastecedor de los mercados

142
Así, las sanciones económicas aplicadas por Estados Unidos en el contexto de la guerra no contaron con la
participación activa de los ingleses que miraban con recelo los propósitos de ese país. Es que el aporte argentino a la
causa aliada resultó muy importante desde el punto de vista económico. “Una de las causas principales de la polémica
entre Churchill y Roosevelt acerca de la política a seguir hacia el gobierno de Buenos Aires (Inglaterra se oponía a las
sanciones económicas y políticas propiciadas por EE.UU) era que la Argentina constituía una fuente crucial de
abastecimientos para las islas británicas, llegado a representar incluso el 40 % del consumo británico de carnes” Mario
Rapoport, Aliados o Neutrales...
Las libras bloqueadas derivadas de esta situación resultarían un elemento clave para el manejo de la política de
“independencia económica” peronista en la posguerra.
143
Mario Rapoport, Gran Bretaña, EEUU..., p. 297
europeos. Una parte de la administración del presidente Roosevelt se apoyó sobre este sector, en
especial quien manejó el Departamento de Estado, Corder Hull, entre 1933 y 1944.
Así, por ejemplo, la política adoptada por Corder Hull a partir de agosto de 1943 se basaba
en la idea de que el régimen militar nacido del golpe de junio era absolutamente pro-nazi y propenso
a formar un bloque antinorteamericano en Latinoamérica. A partir de este momento la política
exterior norteamericana hacia la Argentina se dejó sentir con especial crudeza: sanciones
económicas, 144 coerciones diplomáticas, aislamiento político, intentos de desvincular a Gran
Bretaña, etc.
En 1944 cuando el gobierno militar rompió relaciones diplomáticas con el Eje, subsistió la
idea de que la Argentina no era todo lo “sincera” que el Departamento de Estado norteamericano
deseaba. Con la llegada de Farrell al poder la campaña antiargentina se intensificó, aunque no pudo
sumar a Gran Bretaña a la presión pues ésta veía las cosas de manera muy distinta.145
La renuncia de Hull y el advenimiento de Welles como secretario de Estado a fines de 1944, señaló
un cambio de posiciones más favorables para la Argentina y los intereses económicos
norteamericanos. Críticos de la política de hostigamiento, tendrán en Rockefeller -nuevo Secretario
de Asuntos Latinoamericanos- un propulsor del reconocimiento político de Argentina.
Es que dentro del gobierno norteamericano otros sectores económicos hicieron sentir su
influencia: aquellos vinculados al sector industrial y financiero. Estos no veían como un obstáculo el
desarrollo industrial argentino, en tanto podían beneficiarse con exportaciones de bienes de alta
tecnología.
De esta manera el autor postula la coexistencia de dos líneas divergentes de políticas
norteamericanas con respecto a la Argentina a partir de tener intereses económicos contrapuestos.
Para Rapoport, la política exterior argentina mostró rasgos de conflictividad durante toda la etapa.
Esta conflictividad se reveló tanto en el plano interno como en el externo y tuvo como eje el viejo
triángulo (incluyendo las tendencias a su desintegración) más que la confrontación aliados-Eje. Y,
tanto es así que, cuando estalló la guerra, el conflicto diplomático entre la Argentina y los Estados
Unidos era notoriamente antiguo y derivado de las particulares relaciones establecidas entre nuestra
clase dirigente, Gran Bretaña y los Estados Unidos durante años. La nueva situación bélica no hizo,
entonces, más que agravar las tensiones preexistentes. Norteamérica vislumbró que la Argentina era
un estorbo para su política hemisférica -casi independientemente de lo que sucediera con la guerra-
y la sometió, prácticamente, a una constante desestabilización política y a un boicot económico (uno
de sus objetivos era reequilibrar el poder militar sudamericano en beneficio del Brasil).
Sin embargo, Rapoport ha demostrado que junto a la línea dura existieron otras, basadas
principalmente en los intereses sectoriales presentes y factibles de presionar tanto en los Estados
Unidos como en la Argentina (que, necesariamente, entendían debía vincularse a los EE.UU a la
salida de la guerra). También el neutralismo debe analizarse a la luz de los conflictos e intereses
políticos internos de los países integrantes del Triángulo. 146
En suma, la política de los países predominantes en el contexto de la Segunda Guerra
Mundial explica tan sólo una parte de la política adoptada por los distintos gobiernos argentinos.
Tanto en la neutralidad, en la ruptura de relaciones como en la declaración de guerra los factores
externos se encarnaron (y confundieron) en los factores internos.147
Rapoport encuentra así, coherentemente con el marco teórico desplegado, en lo economico-
social los fundamentos de la política internacional.
144
Morgenthau, -Secretario del Tesoro en 1944- fue el artífice de una particular sanción económica: hizo congelar las
reservas de oro de la Argentina en los Estados Unidos. Ciria, Alberto; Partidos y Poder en la Argentina Moderna (1930-
1946), p. 135
145
Si bien reconocía el carácter nacionalista del régimen, este se mostraba bien dispuesto hacia Gran Bretaña. Mario
Rapoport, ¿Aliados o Neutrales ?..., p. 19
146
En el caso argentino, la guerra mundial modificó sensiblemente la situación política, reubicó los distintos grupos
internos -por ejemplo acercó radicales, conservadores y comunistas- y planteó diferentes alternativas. Sin embargo, la
neutralidad, además de una tradición era una medida lógica, pues permitió seguir comerciando con nuestros clientes (y
en principio no fue objetada por los Estados Unidos). De todas maneras, creemos que ésta era una política de corto
plazo (tanto como durara la guerra) y en realidad se proyectaba una acercamiento económico con los Estados Unidos tal
como lo realizó finalmente el mismo Perón (en este sentido existe un eje vinculante importante entre Pinedo -y el
proyecto tardío conservador- y el peronismo, siendo éste su resultante natural y a la vez su anulación.
147
“...el eje fascismo-antifascismo tuvo más que ver con el surgimiento de Perón y el peronismo y la actitud de los
sectores de oposición en contra de éstos que con la política exterior del país.” Mario Rapoport, Argentina y la Segundo
Guerra Mundial..., p. 15
En este primer trabajo, el peso de sus argumentaciones y de la documentación utilizada recae casi
exclusivamente sobre las potencias internacionales. El lugar de los partidos políticos y, en general,
de la política interna y su influencia en la coyuntura de las relaciones internacionales de la Argentina,
ocupan un espacio breve que desarrolló con amplitud en otros tres trabajos, a los que consideró
como continuación y complemento de su obra anterior. 148
El primero de ellos, “Diplomacia, Comercio y factores Internos”, se concentra en la
problemática interna de los conservadores en el gobierno hasta 1943 y de los partidos políticos que,
con el tiempo, conformarían la coalición denominada “Unión Democrática” para enfrentar a Perón en
1946.
Rapoport observa que la política exterior argentina no fue en absoluto lineal, sino que siguió
una secuencia extremadamente cambiante entre 1940 y 1945, donde la neutralidad aparece como el
principal tema de debate en la sociedad argentina hasta los comienzos del régimen militar. Cuando
éste declaró la ruptura de relaciones diplomáticas con las potencias del Eje a principios de 1944 y
luego la guerra en marzo de 1945, la discusión se trasladará al grado de infiltración nazi en el
gobierno militar.
Por su parte, la internalización del conflicto por parte de los diferentes sectores de la vida
nacional siguió los acontecimientos de la escalada bélica a escala internacional: un primer
subperíodo llega hasta 1941. Hasta ese momento, la localización del conflicto en Europa y la no
beligerancia de la URSS y los EE.UU., coinciden con el mayor margen de maniobra del gobierno
conservador de Ortiz-Castillo. El escaso eco del Plan Pinedo (sobre el que el autor va a contar con
bibliografía actualizada)149 revela que la situación aún no estaba “madura” para un acercamiento a
los EE.UU. Luego del ingreso al conflicto de las futuras superpotencias en 1941 se conforma
paulatinamente el campo “pro-aliado”, producto, especialmente, del accionar de los comunistas
partidarios de un “Frente de Unidad Nacional”, antecedente cercano de la “Unión Democrática”. Esta
coalición de partidos comenzó a perfilarse para enfrentar a la Concordancia en 1943, en vísperas de
la Revolución de Junio. Con el golpe, el panorama político se hizo aún más enrarecido: al problema
político-institucional y la discusión del ingreso de la Argentina a la guerra se le agregó un tercero, la
discusión de las políticas económicas y sociales.
La aparición de Perón, que el autor entiende como el resultado de una alianza de las nuevas
clases surgidas de laS transformaciones sociales-económicas recientes, no hizo más que catalizar la
compleja situación interna. Sin embargo, la Unión Democrática finalmente adquirió forma cuando la
embajada norteamericana, representada por el ala más dura del Departamento de Estado, nombró a
Braden como embajador a principios de 1945.
Pero, ¿cuál es el significado que el autor da a estas alianzas desde el punto de vista de la
política internacional?. Rapoport señala que la conformación de la Unión Democrática constituyó una
manifestación tardía de la alianza soviético-norteamericana que perduró durante toda la guerra y que
señalaba que Alemania y la amenaza totalitaria en todo el mundo era el enemigo principal. Tanto en
el Argentina, como en los EE.UU. y la U.S. había representantes de esta línea “internacionalista” de
cooperación y que se regía por los acuerdos de Teherán y Yalta. Esta tendencia perdería fuerza
progresivamente y una de sus últimas manifestaciones fue el accionar de Braden en argentina.
La línea internacionalista coexistió con otra, encabezada por el presidente Roosevelt, quien
veía con creciente desconfianza a la Unión Soviética y la visualizaba como la principal adversaria de
la postguerra. Rockefeller y Massermith (sucesor de Braden) fueron los representantes de esta
última tendencia en América Latina. Interpretaban la importancia que, a través de la figura de Perón,
podía tener la Argentina en la contención del comunismo en el hemisferio occidental.
Como vemos, las consignas “Braden o Perón” o bien “Nazismo o democracia”, esconden en el
análisis de Rapoport un significado mucho más profundo.

148
Dos de ellos, fueron publicados en Mario Rapoport, Política y diplomacia..., el otro es Los partidos de izquierda, el
movimiento obrero y la política internacional (1930-1946), CEAL, Bs.As.,1988
149
Nos referimos a los artículos de Horacio Pereyra, “Pinedo y el Plan económico de 1940”, Todo es Historia, 113
(abril 1978) y Juan José Llach, “El Plan económico de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía
política del peronismo”, Desarrollo económico, Nº 92 (enero- marzo 1984). En la actualidad siguen siendo los artículos
más significativos sobre el tema.
El estudio de las relaciones con la URSS 150 constituye otro trabajo pionero en la
historiografía argentina y es uno de los primeros en el que se utilizan fuentes primarias, en particular
archivos diplomáticos argentinos.
El objetivo central del autor es despejar ciertas incógnitas sobre la política de la URSS en
América Latina. El principal obstáculo señalado, lo constituye la inaccesibilidad de los archivos
soviéticos (al menos en el momento de formulación del artículo). De tal manera que mucha
información que recoge Rapoport es indirecta (a través de la cancillería británica y del Departamento
de Estado). Por otro lado, quizás resulte un tanto cuestionable la importancia otorgada al papel del
Partido Comunista en tanto filtro exclusivo de la visión soviética de lo que ocurría en Argentina.
Finalmente, en otro trabajo, Rapoport revela la relación entre el movimiento obrero, los
partidos de izquierda y las cuestiones internacionales para el período estudiado. 151
En este caso el autor retoma las principales interpretaciones existentes sobre el movimiento obrero,
principalmente las formuladas por Hugo del Campo, para construir sus hipótesis. 152 Tomando como
base aquellas premisas, Rapoport argumenta que tanto el Partido Comunista como el Partido
Socialista se transformaron a principios de los años cuarenta en fuerzas políticas considerables,
hipótesis que años después fueron fuertemente discutidas, entre otros, por Daniel James. 153
Según Rapoport, el fracaso político de los partidos de izquierda se debió, en medida
importante, a una cuestión “de línea”: la alianza que integraron en la Unión Democrática, reflejo de la
“gran alianza” en disolución a nivel mundial, constituyó un error capital basado en una equivocada
lectura del movimiento militar originado en junio de 1943. Hecho que enajenó la confianza de buena
parte de las clases obrera en los partidos de “izquierda” y comprometió su futuro político.
Si bien la obra de Rapoport ha dinamizado el estudio de las relaciones internacionales con la
incorporación de factores internos, ciertos actores se encuentran ausentes o han sido poco tratados
en sus trabajos. Entre ellos los grupos corporativos tales como la Unión Industrial Argentina y La
Sociedad Rural. Un estudio detallado de estas corporaciones permitiría completar el panorama de
actores con influencia en la política internacional argentina.
Por último, cabe destacar la labor del autor en la recopilación documental de archivo de la
Argentina, Gran Bretaña y de los Estados Unidos relativa a la posición de nuestro país durante la
segunda guerra mundial. 154 Una buena parte de estos documentos fue utilizada en los libros y
artículos mencionados, otra tiene un alto valor para futuras investigaciones. Entre ellos, deben
destacarse, los referidos a la relación argentino-alemana, fruto de testimonios de ex funcionarios
alemanes que revelan, en particular, las iniciativas de la Embajada alemana para con los gobiernos
argentinos y el grado de influencia nazi en el país.
Por su parte, Carlos Escudé, autor de varias obras, ha estudiado la inserción argentina en el
sistema internacional en el mismo período clave: la segunda guerra y los años posteriormente
inmediatos, destacando “la política de las grandes potencias en el país”. 155 El objetivo central del
autor es, en este caso, explicar el “milagro del sub-desarrollo argentino” de postguerra, es decir,
aquello que juzga como el tobogán descendente del crecimiento económico argentino desde
mediados de los años cuarenta.
Escudé, al igual que Rapoport, señala la existencia de la relación triangular que caracteriza la
posición externa de argentina desde la primera guerra mundial. Sin embargo, para examinar dicha
“triangularidad” la somete al análisis de una serie de variables que considera vitales para su análisis:
el “eine prestige-frage”, el “imperialismo moral”, el “síndrome de irrelevancia de la racionalidad” y los
150
“El origen de las relaciones entre la Argentina, y la Unión Soviética 1917-1955”, en Mario Rapoport, Política y
Diplomacia...
151
Rapoport, Mario, Los partidos de izquierda, el movimiento obrero y la política internacional(1930-1946), CEAL,
Bs.As.,1988
152
Hugo Del Campo, Sindicalismo y peronismo, Clacso, Bs.As.,1983 y también Hiroshi Matsushita, Movimiento
obrero argentino, 1930-1945, Hispamérica,1986. Del Campo sostiene que en la segunda mitad de la década del ´30,
superada la fase más crítica de la depresión, se asiste a un florecer del movimiento obrero y de los principales partidos
de izquierda.
153
Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Sudamericana,
1990
154
Mario Rapoport, ¿Aliados o neutrales?, Eudeba,1988.
155
Carlos Escudé, 1942-1949. Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, Ed. de Belgrano, 1996, 2da.
Edición. En otros textos del autor se desarrollan ideas conexas con las expresadas aquí. Véase Carlos Escude, Patología
del nacionalismo. El caso argentino, Buenos Aires, Tesis, 1987; Argentina vs. Las grandes potencias, Ed. de Belgrano,
1986
conflictos burocráticos. Así, la rivalidad diplomática-norteamericana, la competencia comercial
anglo-norteamericana, la estrecha asociación anglo-argentina y un creciente nacionalismo argentino
constituyen otros elementos que son considerados pero subordinados a los primeros.
Para Escudé, históricamente, los EEUU estuvieron enfrentados con la Argentina dado que
cada uno de estos países intentó incrementar su prestigio a expensas del otro, generando fuertes
resentimientos. Tradicionalmente nuestro país se sintió íntimamente ligado a Europa y capaz de
liderar al resto de los países de América Latina. Esto chocaba inexorablemente con el papel que
luego de la primera guerra mundial, estaría en condiciones de ocupar EEUU. Las cuestiones de
prestigio imposibilitaron así todo tipo de relación “normal” o racional y tiñeron durante el período las
relaciones entre ambos países.
El imperialismo moral constituye otra de las variables utilizadas para explicar las relaciones
argentino-norteamericanas. El mismo consiste, básicamente, en una arma ideológica utilizada por
los norteamericanos con el fin de exportar sus instituciones y pautas de comportamiento político. Las
diferentes políticas, sobre todo de los “liberales” o “halcones” de las administraciones Roosevelt y
Truman, adquieren para Escudé la forma de verdaderas cruzadas ideológicas destinadas a la
implantación de instituciones democráticas en la Argentina bajo el pretexto de la influencia nazi-
fascista.
Por otra parte, según este autor, en las postrimerías de la segunda guerra mundial, Argentina
habría dejado de jugar un papel relevante para los intereses estratégicos de los EEUU, por lo que la
toma de decisiones de su política exterior se vio afectada por el “síndrome norteamericano de
irrelevancia de la racionalidad”: si el interés nacional norteamericano no estaba en juego, sus
políticas hacia el país en cuestión pueden ser calificadas directamente de irracionales o carentes de
coherencia. En ese marco de irracionalidad, la libertad de acción de los funcionarios
norteamericanos para con la Argentina era muy grande. La utilización de esta variable le permite a
Escudé explicar una serie de fases cambiantes: de “escalada” (ofensiva hacia las posiciones
argentinas) y “acercamiento” (menos belicosas): Wells (de compromiso), Hull (escalada), Rockefeller
(acercamiento), Braden (escalada), Massersmith (acercamiento).
La irrelevancia de la racionalidad en las actitudes norteamericanas adquiere así directa
relación con la desestabilización de los gobiernos argentinos y el acercamiento de estos hacia el
“autoritarismo”.
Sin embargo, debe aclararse que la relevancia de la Argentina es tomada por Escudé tal
como se presenta en la agenda del Departamento de Estado, por lo que su interpretación es
deudora de un escaso análisis crítico de los documentos. Debe dudarse de la no relevancia de la
Argentina para la diplomacia norteamericana si se considera que nuestro país ocupaba hasta 1940
el cuarto puesto en las inversiones directas de los EE.UU., era un mercado importante para sus
exportaciones y tenía significativo interés geopolítico debido al Estrecho de Magallanes. 156
Por otra parte, como ha señalado Rapoport, en polémica con Escudé, 157 el concepto que
enmarca todo su trabajo es el de “política burocrática”, es decir, entender la toma de decisiones de la
política exterior norteamericana no como el resultado de un actor determinado (el gobierno
americano) con objetivos determinados y criterios racionales, sino, por el contrario, como el
resultado de la competencia entre organismos gubernamentales y funcionarios (donde se destacan
las ambiciones personales) manteniendo un nivel de coherencia final decididamente bajo. El ejemplo
más claro que aporta es el enfrentamiento referido “al caso argentino” entre el Departamento de
Estado y la E.C.A. En este caso, Escudé no vincula las diversas corrientes dentro de la política
exterior del gobierno norteamericano con fuerzas económicas y sociales, sino que las motivaciones
o motor de dichas políticas las encuentra en las variables señaladas anteriormente.
La perfomance de la diplomacia argentina es explicada sin recurrir tampoco a determinantes
estructurales de fondo. La neutralidad histórica de la Argentina se entiende sólo a la luz de nuestra
tradición política que puede remontarse a la primera guerra, donde los gobiernos de diversas
corrientes políticas la mantuvieron. De tal forma que la oposición entre pro-aliados y pro-neutralistas
se explica a partir de la propia dinámica de la política argentina.

156
Contrariamente a lo que afirma Escudé, puede argumentarse que por ser Argentina tan “relevante”, los Estados
Unidos hicieron una apuesta política fuerte con el accionar del embajador S. Braden.
157
Veansé, Mario Rapoport, “El factor político en las relaciones internacionales. Política internacional vs. Teoría de la
dependencia. Un comentario” y Carlos Escudé, “Réplica al comentario sobre ´La declinación argentina´, ambos
artículos en Desarrollo económico, v.23, Nº 92, enero- marzo 1984
A la hora de entender las ostensibles diferencias de trato de los EEUU con respecto a otros
países que se mantuvieron neutrales (el caso de España por ejemplo), Escudé menciona ciertas
variables económicas, como por ejemplo la rivalidad comercial anglo-norteamericana en el Río de la
Plata o la estrecha relación anglo-argentina. Sin embargo, estos factores siempre mantienen un
papel subordinado. “Extenso y polémico, provocativo en ocasiones, el libro de Escudé aparece
sujeto a la tensión que impone la articulación de los esquemas teóricos con la realidad de las fuentes
primarias”.158
Otro conjunto de problemas han comenzado a ser tratados en los últimos años por la
historiografía de las relaciones internacionales sobre el período. Quizás un aspecto significativo ha
sido someter a una más rigurosa investigación antiguas afirmaciones que se tenían por verdades
incontrastables. Una de ellas, por ejemplo, es la real influencia nazi en la Argentina en la década del
’30 y, en particular, durante el período bélico.
Es que la disputa que enfrentó a mediados de los ’40 a buena parte de la sociedad argentina
en dos bandos irreconciliables, resumida en la fórmula peronismo-antiperonismo, dejó como saldo-
entre otras cosas- la acusación de nazi-fascista al régimen nacido de la revolución de junio de 1943
y, sobre todo, de uno de sus principales inspiradores, el entonces Coronel Perón.
Ignacio Klich, 159 en concordancia con la postura de Rapoport, también ha inscripto la
caracterización de nazi del gobierno militar y el peronismo en el marco de las relaciones triangulares
entre la Argentina, los EE.UU. y Gran Bretaña.
Indudablemente, desde el ingreso a la guerra de los EE.UU., en 1941, los esfuerzos por
englobar a nuestro país dentro de su línea política fueron redoblados. La negativa argentina provocó
el comienzo de las acusaciones acerca de las inclinaciones pro-Eje de su dirigencia política. Con el
advenimiento de la revolución militar y la continuación de la política neutralista, las críticas
recrudecieron. La campaña acusatoria se reforzó a partir de la existencia de un grupo de
nacionalistas que acompañaron a Perón en su primera etapa, para pasar luego al extremo de las
acusaciones de Braden de “nazi megalómano”.
Sin embargo, señala el autor, es igualmente cierto que a medida que el poder del Coronel fue
en aumento se separó progresivamente de aquellos nacionalistas que calificaba de “piantavotos”.
Asimismo, la segura derrota del Eje hacia 1944, provocó en Perón un intento de acercamiento a los
EE.UU. y a reconsiderar sus posiciones.
Como advierte Klich, La documentación alemana no comprueba la supuesta defensa de los
intereses nazis en la Argentina por parte de Perón o bien la propagación de tal ideología. Esta
afirmación se refuerza por los documentos de la cancillería británica, quien desde un principio señaló
la falta de interés de Perón en el nazismo.
La inexistencia de datos empíricos que confirmen las acusaciones norteamericanas se ve
ratificada por la predisposición temprana de Perón de resolver favorablemente la cuestión del
antisemitismo en nuestro país y por el hecho que ninguna fuerza bélica aliada fue perjudicada por
informaciones salidas de la Argentina. Sin embargo, la imagen de nazi que la opinión pública
norteamericana comenzó a forjarse (donde el papel de la prensa y la comunidad judeo-
norteamericana no fue menor) se cristalizó durante un largo período de tiempo. De hecho el autor
encuentra una sólida conexión entre el embajador Braden y un sector de la prensa americana para
forjar esta visión.
Es en este marco que Klich destaca la falta de ecuanimidad por parte de Estados Unidos en
el trato con Argentina en comparación con otros países no alineados con aquél. Así, señala
especialmente el caso de España, nación que no sólo no declaró la guerra al Eje sino que colaboró
activamente con Alemania en suministros esenciales para su esfuerzo bélico.
Dentro de los trabajos de un grupo de historiadores extranjeros que realizaron aportes al
estudio de las relaciones internacionales se encuentran los de Roger Gravil, Joseph Tulchin y
Ronald Newton.
Roger Gravil 160 desmiente la hostilidad británica al ascenso del peronismo al poder. Si la
incursión norteamericana en la política argentina en las postrimerías del conflicto bélico fue agresiva,

158
Mario Rapoport, “Problemas y etapas...”, p. 569
159
Ignacio Klich, “Perón, Braden y el antisemitismo: opinión pública e imagen internacional”, en Ciclos, Vol. II, Nº 2,
1992
160
Roger Gravil, “Gran Bretaña y el ascenso político de Peron: un nuevo enfoque”, en Ciclos, Año I, vol. I, Nº 1, 2do.
Semestre de 1991
la cancillería británica resultó “la discreción personificada”. 161 En ese marco el autor encuentra una
serie de coincidencias globales entre los intereses británicos y el ascenso de Perón al poder. En
primer lugar destaca, en sintonía con la mayoría de los estudiosos, que los británicos consideraban
vital para su esfuerzo bélico mantener los suministros de materia prima provenientes de la Argentina.
Por lo tanto declarar la guerra al Eje pondría en peligro dicho abastecimiento. La política seguida
entonces por la Concordancia y luego por el gobierno militar no afectaba los intereses británicos.
Esa racionalidad básica es la que guió el accionar del Foreign Office.
Por otra parte, y es esta quizás la hipótesis más original del trabajo, existió un interés
manifiesto por parte del Gobierno británico en la victoria de Perón en las elecciones de 1946. Es
que de un lado, según intuían los funcionarios británicos, una victoria del candidato opositor hubiera
significado una alineación automática de la Argentina con los EE.UU. Por otro, los cambios sensibles
en la conducción del estado británico en 1945, con la victoria del laborista de Attlee, quien llevó al
sindicalista Ernest Bevin a manejar las relaciones exteriores de su país posibilitaron una injerencia
fuerte en la política nacional. 162
Por su parte, Tulchin 163 también ha analizado la relación establecida entre la Argentina y los
EE.UU. Desde el punto de vista teórico destaca tres factores de relevancia que definen una política
exterior: la experiencia histórica, la geografía y las aspiraciones nacionales.
De esta manera, a la hora de mirar en perspectiva la relación entre los dos países observa una
larga historia de desencuentros diplomáticos. Las experiencias históricas disímiles son las que
provocaron inserciones diferentes en el sistema mundial y las que permiten explicar en parte
“visiones del mundo opuestas”. Los roles que a cada uno de los países les tocó jugar en las
diferentes etapas resultaron decisivos para la relación establecida. La Argentina, desde fines de siglo
XIX hasta las primeras décadas del Siglo XX, se insertó ventajosamente en el sistema internacional
a partir de su vinculación con Gran Bretaña. Sin embargo, hacia mediados de la década del ’40,
nuestro país ya no disponía de un rol significativo, lo que constituyó, según el autor, “un serio
problema de identidad nacional”.
Para los EEUU, la Argentina desde los años ’40 tuvo un papel decididamente marginal en su
agenda diplomática, puesto que se encontraba subordinada a las políticas establecidas con otros
países considerados prioritarios, como por ejemplo con la Unión Soviética.
Las preocupaciones y los intereses argentinos no ocuparon un rol relevante para los
norteamericanos, ni la Argentina desde el punto de vista geopolítico poseía trascendencia,
“simplemente se encontraba demasiado lejos para darle mucha importancia”. El comienzo de la
Segunda Guerra lo demostró claramente: las iniciativas de los funcionarios argentinos destinadas a
zanjar las diferencias con los norteamericanos fueron ignoradas una tras otra. El autor destaca como
ejemplo, el rechazo de las iniciativas de Cantilo de cambiar la neutralidad por la “no beligerancia” y el
de Storni sobre colaboración militar.
En forma adicional, en términos económicos los EEUU y la Argentina se transformaron en
competidores. Un elemento más de fricción entre los dos países.
Finalmente, Tulchin destaca otro factor: la experiencia histórica, la que marcó a fuego las
conductas de las clases dirigentes encargadas de las relaciones internacionales. En el caso
argentino, el desarrollo exitoso del modelo agroexportador habría dado una cierta suficiencia y
autoconfianza para el manejo de las relaciones exteriores que favoreció la aparición de una cierta
“visión de túnel”. Esto es, el éxito inicial en las relaciones argentino-británicas en el campo comercial
perfiló una política exterior propia: separar las cuestiones comerciales de las estrictamente políticas
dándole primacía a las primeras. Esta particular visión llevó a la Argentina a rechazar cada una de
las iniciativas norteamericanas de panamericanismo. Una vez que el modelo económico reconoció
sus límites, estas actitudes se mostraron prácticamente suicidas.
Por otro lado, dentro de esta explicación y en coincidencia con el trabajo de Escudé, las
clases y grupos sociales de cada uno de los países en la determinación de las políticas juegan un

161
En otro artículo posterior del autor se refuerza la idea de la moderación del Foreign Office en la evaluación del
gobierno argentino y su distancia con respecto al accionar del Departamento de Estado norteamericano. En particular
con motivo de la aparición del denominado “Libro Azul”. Para más detalles, véase, Roger Gravil, “El Foreign Office vs.
El Departamento de Estado: reacciones británicas frente al Libro Azul”, en Ciclos, año V, vol. V, nº 9, 2do. Semestre de
1995
162
Gravil otorga un papel esencial a Bevin en la elección de la fecha del comicio, la que, según el autor, resultó central
para que Perón triunfase. El laborismo contribuyó así en forma significativa al surgimiento del peronismo.
163
Joseph Tulchin, La Argentina y los Estados Unidos. Historia de una desconfianza, Planeta, Bs,As.,1990
papel decididamente modesto en comparación a los factores antes mencionados y de, por ejemplo,
la conducta irracional de varios personajes en pugna en el seno del gobierno norteamericano. Es
decir las diferentes líneas dentro del gobierno no responden a intereses económicos. Lo mismo
ocurre en el análisis desde la Argentina. Durante la coyuntura de la Segunda Guerra las posturas
pro-aliadas o pro-eje no son vinculadas a determinantes de tipo socio-económicos.
Como subtema dentro de la problemática que trabajamos se encuentran aquellos estudios
que hacen énfasis en la relación de la Argentina (o de algunos de sus sectores internos) con los
países gobernados por tendencias de ultraderecha y sectores de su comunidad: Alemania, Italia y
España.
Existe una interesante investigación sobre la penetración nazi en la Argentina proveniente de
un autor canadiense, Ronald Newton. 164 La hipótesis más fuerte de su trabajo es aquella que señala
el carácter de mito de la amenaza que habría constituido el nazismo en la Argentina. Mito creado
principalmente por parte del Departamento de Estado norteamericano y la prensa de ese país en el
período bélico.
El autor analiza, básicamente, tres aspectos: las características de la comunidad alemana en
la Argentina y su relación con el surgimiento del fenómeno nazi en Alemania, la actividad concreta
de los nazis en nuestro país y los resultados obtenidos.
Según el autor, lejos de existir una identidad absoluta, la actitud de la comunidad fue cauta y
oportunista. Si bien era innegable la atracción que ejercía la “nueva Alemania” entre los emigrados
más representativos, la adhesión al nacional-socialismo sólo era superficial. Más éxito tuvieron, en
cambio, los nazis en reclutar adeptos entre los miembros menos prominentes de la comunidad.
Dentro de la sociedad argentina, los nazis cosecharon cierta atracción entre la ultraderecha
uriburista. Sin embargo, Newton encuentra dos obstáculos para que dicha asociación entablara un
peligro más que potencial. Por un lado, la influencia de los ultraderechistas en la política nacional fue
debilitándose a medida que progresaba la década. Por el otro, desde el punto de vista estrictamente
ideológico, el marcado ateísmo y cierta vocación plebeya del nazismo no hacía sino crear una
barrera entre unos y otros. Por su parte, los adeptos entre los militares argentinos fueron
decididamente pocos.
Según el autor, los resultados generales de los esfuerzos alemanes para reclutar
simpatizantes bien pueden considerarse un fiasco en proporción al dinero invertido.
Existen escasos estudios sobre los antecedentes de las relaciones económicas entre la
Alemania nazi y la Argentina. Uno de los pocos que puede destacarse es el artículo de Andrés
Musacchio. 165
El tratado Roca–Runciman condicionó en forma muy precisa las vinculaciones comerciales
de Argentina con el mundo. El privilegio otorgado al mercado británico provocó una disminución
significativa del intercambio con otras partes del mundo, entre ellas Alemania. Como agravante, a la
firma del Pacto, Alemania atravesaba severas consecuencias producto de la crisis mundial. Este
panorama se modificó en la segunda mitad de la década del ’30, cuando el comercio entre las dos
naciones creció en grandes proporciones.
Desde el lado alemán la reactivación del aparato productivo, provocó una inmediata
demanda de bienes primarios. Aquellos que juzgaban una declinación de la influencia británica en la
Argentina se mostraron prestos a reemplazarla calcando su conducta comercial, es decir,
ofreciéndose como vendedora de productos manufacturados. Los Estados Unidos también notaron
el declive británico y, si bien con diferentes estrategias, desplegaron sus políticas hegemónicas
panamericanistas cuya última ratio, descubre el autor, sería más económica que propiamente
política al menos hasta 1941.
De esta manera, nuestro país se transformó en un “campo de batallas” no sólo entre Gran
Bretaña y los EEUU sino también entre éste último y la Alemania nazi. La Argentina, por su parte,
intentaba reabrir mercados que le permitieran colocar parte de su producción primaria, en particular
las carnes congeladas desplazadas del tratado anglo-argentino. Cuando ésto se concretó, no sólo le
permitió reposicionarse en el mercado mundial sino moderar los conflictos en el seno de los sectores
ganaderos que el tratado había generado. Hacia 1939, el comercio había llegado a un límite. Por un
lado, a la Argentina le resultaba difícil incrementar sus exportaciones de carne de manera tal que

164
Ronald Newton, El cuarto lado del triángulo. La amenaza nazi en la Argentina (1931-1947), Sudamericana, 1995
165
Andrés Musachio, “La Alemania nazi y la Argentina en los años ’30: crisis económica, bilateralismo y grupos de
interés”, en Ciclos, Vol.II, Nº 2, 1993
respondiera a los incrementos de la demanda alemana. Por otro, los avances del proceso sustitutivo
de importaciones habían llegado a tal punto que generaba una nueva demanda de manufacturas e
insumos que la industria de Alemania no estaba en condiciones de abastecer, en comparación con
los EE.UU. De todos modos, señala el autor, las retracciones del comercio argentino–alemán
provinieron, especialmente, del campo político, esto es del estallido del conflicto bélico.
Raanan Rein por su parte, describe el impacto que tuvieron entre diferentes sectores de la
comunidad argentina los acontecimientos de la guerra civil española. 166 La mayor parte de la
denominada “opinión pública”, los partidos políticos y el movimiento obrero se manifestaron en favor
de la causa republicana. En general, los sucesivos gobiernos argentinos y los sectores nacionalistas
se encontraban más cercanos a la causa fraquista. La segunda guerra, señala el autor, encontrará a
las dos naciones en posiciones similares de neutralidad, aunque con diferentes orientaciones:
España más cercana al Eje durante buena parte del conflicto y la Argentina con un acercamiento
mucho más ostensible a uno de los aliados: Inglaterra.
Ronald Newton 167 señala el grado de adhesión que el régimen de Mussolini tuvo entre los
miembros de la colectividad ítalo-argentina a través del análisis de sus principales líderes
comunitarios. La adhesión al fascismo es vinculada por el autor al éxito de Mussolini en alcanzar la
prosperidad de Italia. Esto permitía a la comunidad italiana asumir con orgullo su condición de
italianos ante la élite argentina. Sin embargo, la aceptación de Mussolini como líder no era
generalizada en la comunidad. En estos elementos, Newton encuentra los motivos centrales de los
conflictos entre fascistas y no fascistas.

5.2. Las Relaciones Internacionales de la Argentina durante el peronismo

Destacaremos dos conjuntos de preocupaciones que los historiadores pusieron de manifiesto


en el tratamiento de las relaciones internacionales durante el decenio peronista. Por un lado, la
relación con las grandes potencias durante la denominada “guerra fría” concentró buena parte de
sus esfuerzos. Por el otro, los trabajos más recientes abordaron las decisiones tomadas por el
Estado con respecto a temas puntuales que involucraran definiciones ideológicas precisas del
régimen. Ambos temas están atravesados por una única preocupación: hasta qué punto la
denominada “tercera posición” constituyó el eje vertebral de la política exterior peronista o,
simplemente, fue una postura independentista para consumo interno. Cabe destacar que en el
segundo conjunto de cuestiones analizadas no se producen grandes polémicas ni confrontaciones,
sino una frondoza y enriquecedora "acumulación" de aportes.

a) Políticas Internacionales del Peronismo

Las relaciones argentino-norteamericanas durante el período 1946-1955 fueron analizadas


en al historiografía reciente a partir de los aportes de Mario Rapoport y Claudio Spiguel, Carlos
Escudé y Joseph A. Tulchin. 168
Según la interpretación de Rapoport y Spiguel, a poco de llegar Perón a la primera
magistratura argentina las relaciones entre ambos países comenzaron una gradual mejoría. Desde
el punto de vista de los EEUU, la Argentina tenía una posición estratégica líder dentro de América
Latina y poseía el mayor de los mercados del continente. Sin embargo hasta fines de la década del
’40 las relaciones no se habían recompuesto del todo, pese a la amistad Perón-Massermith.

166
Raanan Rein; “Otro escenario de lucha: franquistas y antifranquistas en la Argentina, 1936-1939”, en Ciclos, año V,
vol. V, nº 9, 2do. Semestre de 1995. Existen otros trabajos sobre la repercusión de la guerra civil en la Argentina:
Mónica Quijada; Aires de república, aires de cruzada: la guerra civil española en la Argentina, Barcelona, 1991; V.
Trifone y G. Svarzman; La repercusión de la guerra civil española en la Argentina, Buenos Aires, 1993 y Ernesto
Goldar; Los argentinos y la guerra civil española, 1936-1939, Bs.As., 1993
167
Ronald Newton; “El fascismo y la colectividad ítalo-argentina, 1922-1945”, en Ciclos, año V, vol. V, 2do. Semestre
de 1995.
168
Mario Rapoport y Claudio Spiguel; Estados Unidos y el peronismo. La política norteamericana en la Argentina,
1949-1955, G.E.L. Bs.As., 1994; Carlos Escudé; La declinación...., Parte III y “La traición a los derechos humanos,
1950-1955”, en Silvia Jalabe (comp.); La política exterior argentina y sus protagonistas 1880-1995, G.E.L., 1996 y J.
Tulchin, La Argentina...., cap. IX.
Hacia el fin del primer mandato peronista estos autores descubren intenciones de
acercamiento mutuo entre los gobiernos. Desde los EEUU, el desarrollo de la guerra fría a partir del
conflicto de Corea y el inminente fin del Plan Marshall, hizo reconsiderar aún más su posición hacia
la Argentina y estos dos factores comenzaron a tener un peso decisivo dentro de la política
norteamericana (pese a los reparos que el gobierno argentino provocaba al Departamento de
Estado).
Desde la posición argentina, la economía comenzaba a experimentar los primeros síntomas
de agotamiento que habrían de provocar el inicio de un viraje en las políticas económicas. La
búsqueda de capitales foráneos y nuevos mercados para oxigenar las finanzas de nuestro país
orientaban a los sectores dirigentes “naturalmante” hacia los EEUU, dada la decadencia ya
manifiesta de la relación con Gran Bretaña. Por otro lado, la polarización del poder mundial reducía
significativamente el juego abierto que Perón proponía de su política exterior a través de la “Tercera
Posición”. Pese a estos puntos de conexión, fuerzas sociales internas, percepciones e intereses
contradictorios entre ambos países -sostienen los autores- conspiraban para el mejoramiento de las
relaciones. En efecto, la falta de complementariedad de ambas economías constituía una seria
limitación para alcanzar acuerdos de fondo. Por otro lado los viejos antagonismos eran alimentados
por diversos sectores. La opinión pública norteamericana, manifiestamente en contra de Perón,
sumada a las tendencias anti-norteamericanas de buena parte del espectro político y del pueblo
argentino condicionaron y le imprimieron un carácter ambiguo a la relación entre ambos países
durante todo el período. Esta actitud persistió incluso cuando en 1953 asumió Eisenhower la primera
magistratura. A partir de este momento, desde el Departamento de Estado se implementó una
política más agresiva de acercamiento al continente con el fin de incrementar la influencia política,
militar y económica. En este marco, el gobierno peronista aparecía a los ojos norteamericanos como
“un mal menor” que había que aceptar dada su solidez política. A la vez, su debilidad en el campo
económico propiciaba una mayor influencia norteamericana en esa área. Esta situación se
amalgamaba bastante bien con las perspectivas del gobierno argentino, puesto que en esos años
inició una política favorable a la radicación de capitales extranjeros. Esta nueva orientación no lo
transformaba, empero, en un “socio” seguro para los intereses norteamericanos: algunos indicios
reflejaban que la Argentina seguía sustentando una posición “tercerista” (como la posición tomada
por el gobierno argentino ante la intervención norteamericana en Guatemala, las relaciones con la
URSS, las críticas a la política comercial norteamericana, o el acercamiento a diversos países
europeos).
En definitiva, para hacer intelegibles los cambios en la política exterior de los gobiernos
peronistas estos deben comprenderse en el “contexto de la evolución de una determinada
correlación de fuerzas externas e internas”. 169 En ese marco e intimamente relacionados con ellos
se desenvolvieron los objetivos propios del proyecto peronista. Descartada de antemano la
subordinación total a los EEUU y la confrontación extrema, los gobiernos peronistas pendularon
hacia uno u otro polo de acuerdo al desarrollo de la economía, la política interna y los márgenes que
la coyuntura internacional les permitía.
El principal contrapunto con esta interpretación lo constituye el trabajo de Carlos Escudé.170
Este autor menciona tres problemáticas relevantes sobre las relaciones externas argentinas para el
período: el boicot a la economía argentina por parte de los EEUU, las negociaciones anglo-
argentinas y las políticas agropecuarias llevadas a cabo por el peronismo. Estos tres conjuntos de
factores operan de manera simultánea a la hora de entender el objetivo central del autor: explicar la
declinación económica argentina en esos años. Nos concentraremos en el primer y segundo punto.
El resultado de la segunda guerra, que “terminó de la peor forma posible” para nuestro país,
confirmó la hegemonía norteamericana a nivel mundial, país que históricamente se había enfrentado
a la Argentina. Desde el año 1942 hasta 1949 los norteamericanos desarrollaron un “boicot”
compuesto de sanciones económicas contra la Argentina, que consistía sobre todo en evitar exportar
a nuestro país insumos y productos claves para el desarrollo económico que afectaron a sectores
críticos de la economía argentina.
La falta de relevancia estratégica de la Argentina para los EEUU provocó que los funcionarios
del Departamento de Estado gozaran de una libertad considerable para implementar políticas
carentes de racionalidad, utilizaran el caso argentino para incrementar los conflictos burocráticos con

169
Mario Rapoport y Claudio Spiguel, Estados Unidos y el peronismo..., p. 227
170
Carlos Escudé, La declinación argentina...
otras áreas o en su defecto para aumentar su “prestigio”. Según el autor, estos elementos se tornan
centrales a fin de entender el proceso de toma de decisiones por parte de los norteamericanos hasta
1949. Durante el decenio peronista, el creciente nacionalismo político de los diversos actores
argentinos fue consecuencia directa del boicot norteamericano. Como resultado, se agudizaron las
tendencias autárquicas que se trasladaron al ámbito de la política económica (originando una
“industrialización a cualquier precio”) y a la política exterior.
Escudé encuentra también una conexión lógica entre el creciente nacionalismo argentino y la
finalización de la conexión anglo-argentina. Desde este punto de vista, la restricción voluntaria de
importaciones por parte de la Argentina sumada a las provocadas por el boicot y la política de
nacionalizaciones puso fin a la relación casi centenaria con el Imperio Británico. No estuvieron
ajenas a esta ruptura las presiones norteamericanas sobre las posiciones británicas, dada la nueva
posición de los EEUU.
En un artículo posterior, 171 Escudé profundiza algunos de sus argumentos. La lógica de la
política exterior norteamericana en el período más áspero de su disputa con el gobierno peronista,
es decir 1946-1949, recae casi exclusivamente en las controversias entre diferentes niveles de su
gobierno. En este caso, los enfrentamientos entre S.Braden (en ese momento ex-embajador pero
aún con posiciones relevantes) y Massersmith, con perspectivas opuestas de lo que ocurría en
nuestro país, son las fuentes explicativas más fuertes. De hecho, estas son características que se
mantienen en todo el período y que “subraya este elemento personal y por cierto visceral de la
política de EEUU hacia países que, como la Argentina, son irrelevantes para sus propios intereses”.
De esa forma, los objetivos simbólico-ideológicos quedarían en primer plano por sobre los
estrictamente pragmáticos para el diseño de políticas, dando por resultado una menor coherencia
del conjunto. Desde la perspectiva argentina, el autor, vincula el desarrollo de la política exterior a
partir de los vaivenes del gobierno peronista. Incluso muchas de las fluctuaciones y ambigüedades
en sus relaciones con la gran potencia son relacionados en forma directa con los deseos personales
de Perón: la tirantez en sus relaciones con los EEUU en los años 1951-1952 pueden ser entendidas
a partir del resentimiento de Perón por los ataques de la prensa, así como su súbito mejoramiento
durante la administración Eisenhower se hacen intelegibles a partir del “halago” y la “seducción” que
la visita de su hermano a la Argentina provocó en el orgullo de Perón. De tal forma que, Escudé,
desliga de la explicación del diseño de políticas exteriores la existencia de fuerzas económico-
sociales que pudieran orientarla en un sentido o en otro.
Las líneas directrices de la interpretacción de Joseph Tulchin recorren caminos parcialmente
convergentes con Escudé. América Latina y en particular la Argentina fueron consideradas regiones
de importancia relativa para el Departamento de Estado norteamericano luego de la segunda guerra
mundial. Desde el punto de vista estratégico, no era percibida como una región peligrosa por una
hipotética influencia soviética como sí lo era Europa Occidental. Por lo cual, buena parte de las
actitudes de la política norteamericana deben, según este autor, ser miradas con este prisma. Las
contradicciones en la línea de la política norteamericana también pueden ser observadas en virtud
de las actitudes obstruccionistas de algunos funcionarios en contraposición a otras dependencias
más proclives al acuerdo o a la política de “buena voluntad”.
Desde la perspectiva argentina, la postulación de la denominada “tercera posición” peronista
era el corolario lógico resultante de su plataforma política. La misma, también resultaba coherente
con la tradición de principismo y nacionalismo en la política exterior argentina (vinculada con la
búsqueda de prestigio). Sin embargo, no son dejados de lado los determinantes estructurales para
explicar las políticas exteriores tal como lo demuestra la actitud del gobierno peronista ante la crisis
de la economía argentina a principios de la década del ’50. El diagnóstico realizado por el gobierno
acerca de la crisis del modelo económico es relacionado directamente con el viraje en la orientación
de la política exterior argentina que duraría hasta la caída de Perón en 1955.
La relación entre la Argentina en el decenio peronista y la URSS es tratada en forma casi
exclusiva por Rapoport en uno de sus artículos ya mencionados. 172Tradicionalmente, la
interpretación de la relación entre ambos países estuvo basada en la supuesta posición fuertemente
anticomunista del peronismo sumado al carácter refractario que hacia ese movimiento mantuvo el
Partido Comunista local. Estos dos factores habrían determinado una relación de fuerte hostilidad.
Pese a la justeza de algunos de esos argumentos, los aportes del autor matizan fuertemente esta

171
Carlos Escudé, La traición a los derechos humanos...
172
Mario Rapoport, Diplomacia, comercio y finanzas internas...
imagen. Por un lado, la actitud de Perón distó de ser monolítica: si bien ejercitó un discurso de tono
fuertemente anticomunista esto no constituyó un obstáculo para entablar relaciones formales con la
URSS a poco de iniciado su primer gobierno, en consonancia con el típico contrapeso de poderes
que buscó el peronismo en la formulación de su política exterior. La política implementada y los
análisis vertidos por el Partido Comunista argentino acerca del peronismo -que de acuerdo al autor
servían como referencia directa para las autoridades soviéticas- tampoco llegaron a una hostilidad
tal como se había presentado en el período de la Unión Democrática. Los cambios más profundos
se manifestaron recién en las postrimerías del régimen y el autor los vincula no sólo con
acontecimientos específicamente internos sino con procesos ocurridos en la misma Unión Soviética.
Es que, aún en vida de Stalin, la URSS realizó un viraje de apertura comercial hacia buena parte de
los países de occidente, modificación que rompió con la política de aislamiento que venía
practicando hasta ese momento. Este proceso coincide temporalmente con la búsqueda por parte
del gobierno argentino de nuevas fuentes de abastecimiento y capitales. Según el autor, lo que
complejiza la visión de la política exterior peronista es el hecho de que en vísperas de su
derrocamiento “[...] se experimentaba [...] una sensible mejoría con los dos países con los que
existían mayores conflictos antes de la llegada de Perón a la Presidencia: EEUU y la URSS” 173

b) El peronismo y el resto del mundo

Entre los escasos trabajos acerca de las relaciones exteriores de la Argentina con España,
dos fueron los temas principales que concentraron la atención de los historiadores: La guerra civil
española y los primeros años de gobierno del bando triunfante encabezado por Francisco Franco.
En cuanto a este último tema son pocos los autores que han trabajado acerca de la relación
entre el gobierno peronista y el franquismo. Entre ellos se encuentra Raanan Rein. 174
Una de las iniciativas más destacadas del primer gobierno de Perón fue entablar un apoyo
explícito al régimen franquista tanto en los foros internacionales como en el terreno de la
colaboración económica. El resultado concreto de dicha acción se trasladó a numerosas acciones
de solidaridad recíproca y muestras de amistad, entre ellas la visita de Eva Perón a la madre patria
y la firma en 1948 del Protocolo Perón-Franco. Como resultado de este último, la Argentina proveyó
de bienes primarios indispensables a España, lo cual le permitió sobrellevar una durísima coyuntura
económica- común a la mayoría de las economías europeas de la inmediata postguerra- al tiempo
que la sacó de su aislamiento internacional.
La historiografía tradicional explicó estas actitudes del gobierno argentino, a partir de cierta
afinidad entre ambos presidentes que representaban, en la práctica, regímenes de igual carácter. El
carácter tiránico y dictatorial de los régimenes franquistas y peronistas habría sido el motivo central
de confluencia entre ambos países.
Rein aborda la cuestión desde una perspectiva más amplia. En primer término, sin
desconocer los aspectos que los acercan- como el carácter de jefes militares a cargo de gobiernos
de carácter autoritario o la retórica nacionalista- el autor señala los aspectos disímiles de ambos
regímenes, mayores aún que sus similitudes. Tanto desde el punto de vista de sus apoyos sociales
como de la coyuntura política en la cual tuvieron origen, el peronismo y el franquismo presentan
diferencias fundamentales y la supuesta identidad de ambos regímenes, pertenece más a una visión
de los apasionados observadores de la época que a la realidad.
Raanan Rein distingue consideraciones básicamente pragmáticas en las actitudes del
gobierno peronista para explicar su relación con España. En ese sentido, el autor se ubica junto con
aquellos investigadores que sostienen que las relaciones internacionales del peronismo no se
contruyeron a partir de principios ideológicos inflexibles, sino de una política construida a partir la
búsqueda de ventajas muy concretas, combinadas con principios de carácter más abstracto.
Entre los motivos políticos y diplomáticos, Rein señala que el acercamiento entre ambos
países posee una base objetiva a partir del aislamiento que ellos tenían en los foros internacionales:
habían sido excluidos del Plan Marshall durante el fin de la guerra y el comienzo de la postguerra.
De este modo, fueron las circunstancias internacionales las que atrajeron a ambas naciones. Por
173
Mario Rapoport, Diplomacia, comercio y finanzas internas..., p. 70
174
Raanan Rein, “Un salvavidas para Franco: la ayuda económica argentina a la España Franquista (1946-1949)”, en
Anuario del Instituto de Estudios Histórico-Sociales (Tandil), Vol. 8, 1993, págs. 199- 214 y La salvación de una
dictadura: la alianza Perón-Franco, 1946-1955, Madrid, 1995. Los argumentos de los textos citados están contemplados
en el más reciente libro del autor, Peronismo, Populismo y política. Argentina 1943-1955, Editorial de Belgrano, 1998.
otro lado, desde el punto de vista argentino, el apoyo a España no es más que un gesto de
devolución por el apoyo que ésta brindara a los revolucionarios de junio de 1943. El gobierno de
Franco había apoyado a los militares argentinos hacia 1944-45 en momentos en que su aislamiento
había sido muy fuerte. Ahora Perón no hacía más que devolver el guiño.
La no intervención en los asuntos internos de los países fue uno de los principios que fue
respetado firmemente en los foros internacionales por las sucesivas representaciones diplomáticas
peronistas. Estos entroncaban, en parte, con la tradición diplomática argentina, pero más aún con lo
que se denominó “la tercera posición peronista”, es decir un lugar equidistante entre las grandes
potencias que se disputaban el poder a nivel mundial. Apoyar a España constituía una demostración
práctica de esos postulados: el boicot a Franco era uno de los pocos puntos de vista sobre el que
estaban de acuerdo tanto los EEUU como la URSS, al menos en estos primeros años posguerra. El
Protocolo firmado entre ambos países reforzó la idea del desafío argentino a la política
norteamericana, que constituía en sí una especie de “batalla por el prestigio” entre ambos países.
Según el autor, mas allá del desafío aparente por parte de Perón (más para consumo interno que
externo), el gobierno argentino estimulaba el acercamiento a España sirviendo a los intereses
norteamericanos en función de la estrategia anticomunista que la gestión de Truman comenzaba a
desarrollar. En ese contexto, razonaban los funcionarios peronistas en el exterior, la ayuda a España
salvaba los intereses de todo Occidente amenazados por el comunismo.
Finalmente, otra de las cuestiones candentes de la política internacional de la inmediata
posguerra la constituyó la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, en tanto la
cuestión del holocausto comenzó a ser considerada como una “cuestión occidental”. En el trabajo ya
citado, Raanan Rein, 175 explica la abstención argentina focalizando su estudio en función del
diagnóstico del pasado peronista y los conflictos burocráticos internos de la cancillería. 176 El intento
de mantener el equilibrio entre la presión de los árabes y el “lobby sionista” es la clave básica de la
explicación del autor. Por un lado, el apoyo de los países árabes fue casi el único sostén
internacional del sospechado gobierno argentino. Al mismo tiempo, Perón deseaba rehabilitarse ante
la comunidad internacional y los Estados Unidos y deseaba quitarse el mote de “antisemita”, razones
que inhibían un apoyo decidido a la causa árabe. Dentro de la cancillería, los conflictos personales
derivaban en posturas antagónicas que le quitaban coherencia a la política exterior, si bien en el
caso puntual de la partición la solución fué la buscada. Resulta válido y novedoso el intento del autor
de rastrear estos conflictos a partir de los heterogéneos apoyos ideológicos-políticos que
conformaron la coalición peronista.
Por su parte, loas trabajos de Ignacio Klich han tratado de explicar porqué si Perón era en
apariencia en decidido antisemita se vinculó tempranamente al Estado de Israel. Según el autor, fue
la política de acercamiento a los Estados Unidos que impulsaba el peronismo la que llevó al
gobierno a adoptar medidas tendientes a mejorar su imagen negativa. También ha examinado el
acuerdo comercial firmado entre la Argentina e Israel en 1950177

5.3 Políticas migratorias, exilados y refugiados

Dentro de la temática de las relaciones internacionales las políticas migratorias y las


actitudes de los gobiernos hacia los inmigrantes y refugiados constituyen un campo específico y
polémico, sobre todo en la etapa 1930-1955.

175
Raanan Rein, Peronismo, Populismo y política...
176
Para una visión alternativa, véase Ignacio Klich; “Peronistas y radicales ante las aspiraciones sionistas en la
Argentina”, en Desarrollo Económico, abril-junio de 1994
177
Ignacio Klich,”El primer acuerdo comercial Argetnino-Israelí: consideraciones políticas y económicas”, Desarrollo
Económico vol. 37, nº145 abril –junio 1997. En otro artículo el autor examina las complicadas negociaciones
entabladas para que la Argentina vendiese armas en Medio oriente: Ignacio Klich; “Arms for the Middle East and
Argentina´s Efforts at a Balanced Aproach to th Arab World and Israel”, Diplomacy & Statecraft, vol. 7, nº3, november
1996. También el establecimiento de relaciones diplomáticas con Jordania fue analizado por Igancio Klich: “Towards
an Arab-Latin American Bloc? The Genesis of Argentine-Middle East Relations: Jordan, 1945 – 1954” Middle East
Studies, vol. 31, nº3, July 1995.
Desde comienzos de los años ochenta los estudios sobre la inmigración han sido uno de las
áreas en mayor expansión en la historiografía argentina, pero la producción se ha orientado sobre
todo al terreno de la historia social y al período que precede a la crisis de 1929. Sobre las políticas
públicas existen algunos trabajos generales178 y una bibliografía bastante abundante para el período
1945-55179.
Entre los principales temas en debate se destacan el de las políticas restrictivas a la
inmigración a partir de 1930, el de las actitudes de los diversos gobiernos hacia los refugiados
europeos (en particular los refugiados judíos y republicanos españoles) y el del ingrso de nasis en el
país al finalizar la guerra.
Mónica Quijada ha llamado la atención sobre, por un lado, la persistencia de ciertos
estereotipos de los actores que condicionan loas análisis sobre sus acciones y percepciones y, por
otro, ha señalado la “preocupación casi obsesiva” por la “veracidad” del dato histórico muy
pormenorizado.180
Leonardo Senkman181 ha estudiado la recepción otorgada por los diferentes gobiernos
argentinos hacia los refugiados españoles y en particular hacia los judíos perseguidos en Europa.
Según Senkman, la Argentina era el país que se encontraba en condiciones más ventajosas para
recibir a los refugiados judíos, pero a pesar de ello observa una posición “antirefugiados”, que, desde
la perspectiva del autor, deriva de motivaciones de índole política y étnica. Según el autor, de todos
los contingentes de refugiados, los conservadores fueron especialmente refractarios ante los judíos
que pedían asilo en el país. Esto es vinculado con el menor aprecio que la tragedia judía durante la
segunda guerra tenía entre la sociedad argentina, no obstante el considerable peso corporativo de
alguna de sus instituciones. Caso contrario ocurría con la causa republicana, la que gozaba de
amplia popularidad.
La visión de Senkman es compartida por otros autores como Haim Avni182, pero ha sido
cuestionada por otros investigadores, como Ignacio Klich183, que ha estudiado entre otros temas las
actitudes de Perón acerca del antisemitismo y los refugiados judíos, con una visión mucha más
matizada acerca de las posiciones de los gobiernos argentinos. Los estudios de Klich han
contribuído a dimensionar la situación de los judíos al ponerlos en contraposición con los inmigrantes
de lengua árabe, otro grupo no cristiano y considerado como indeseable por la sociedad argentina.
Klich ha sostenido que Perón no sólo condenó abiertamente al antisemitismo sino que adoptó
una serie de medidas para aislar a los componentes más reaccionarios de su gobierno y a favorecer
a la comunidad judía. También analiza cómo el nuevo embajador Massersmith representa un intento
de acercamiento entre los dos países al menos desde una parte del Departamento de Estado. En

178
S.Novick, "Las políticas inmigratorias argentinas en su expresión jurídica. Una perspectiva secular", Estudios
Migratorios Latinoamericanos, 2, 1986; M.Olivieri,..... N.Pérez Vicich, "Las políticas migratorias en la legislación
argentina", Estudios Migratorios Latinoamericanos, 10, 19881
179
M.I.Barbero y M.C.Cacopardo, "La inmigración europea a la Argentina en la segunda posguerra, Viejos mitos y
nuevas condiciones", Estudios migratorios latinoamericanos, 19, 1991; I.Klich, "La pericia científica alemana en el
amanecer del proyecto nuclear argentino y el papel de los inmigrantes judíos", Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana "E.Ravignani", 10, 1994; Mónica Quijada; Política inmigratoria del primer peronismo. Las
negociaciones con España, en Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 47, 1989; G.Rosoli, La
politica migratoria italo-argentina nell'immediato dopoguerra(1946-1949)en id., Identitá degli italiani in Argentina.Reti
sociali, famiglia, lavoro, Roma, Studium, 1993
180
Mónica Quijada “El peronismo y la cuestión judía: una revisión crítica de su historiografía”, Canadian Journal of
Latin American and Caribbean Studies, vol. 20, nº39-40, esta autora en un excelente balance historiográfico sobre el
tema, ha destado la existencia de una “Peronjundeología” donde los “productores son también consumidores de su
propio producto; ellos forman el campo científico”
181
Leonardo Senkman; “La Argentina neutral de 1940 ante los refugiados españoles y judíos”, en Ciclos, año V, vol. V,
nº 9, 2do. Semestre de 1995, id., Argentina, la Segunda Guerra Mundial y los refugiados indeseables, Buenos Aires,
GEL, 1991; id., "Las relaciones EE.UU.-Argentina y la cuestión de los refugiados de la posguerra", Judaica
latinoamericana, Jersualén, 1988; id., "Etnicidad e inmigración durante el primer peronismo", Estudios
interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, 1992
182
H.Avni, Argentina y la historia de la inmigración judía. 1810-1950, Buenoa Aires, AMIA, 1983
183
Ignacio Klich,; "Arabes, judíos y árabes judíos en la Argentina de la primera mitad del novecientos", Estudios
interdisciplianrios de América Latina y el Caribe, 6,2, 1995; id."La inmigración judía a la Argentina: una perspectiva
jerosolimitana", Estudios Migratorios Latinoamericanos, 30, 1995; id., “Perón, Braden y el antisemitismo: opinión
pública e imagen internacional”, en Ciclos, vol. II, Nº 2, 1er. semestre de 1992, id., "Peronistas y radicales ante las
aspiraciones sionistas en Palestina", Desarrollo Económico, n°133, 1994.
cierta medida esta situación refleja la nueva agenda de prioridades de la Casa Blanca, que ubica la
estrategia anticomunista en primer lugar. Este cambio de política se dió, sin embargo, sin que Perón
pudiera tener éxito completo en cambiar su imagen ante la poderosa comunidad judeo-
norteamericana.
En esta polémica se reflejan no sólo dos visiones acerca de los gobiernos argentinos y la
inmigración judía, sino también distintas aproximaciones al tema y a las fuentes. Mientras que
Senkman enfatiza el rol de la legislación y de las políticas restrictivas, Klich pone el acento en ciertas
prácticas del Estado y de la sociedad que contrapesaban a aquéllas184.
Dentro del tema de los refugiados judíos deben mencionarse también los estudios sobre la
inmigración de científicos y técnicos alemanes e italianos, en el marco de las políticas globales de
atracción de hombres de ciencia por parte de los gobiernos argentinos185.
Con respecto a los refugiados de la Guerra Civil Española, los aportes recientes más
significativos han sido los de Dora Schwarzstein, que ha recurrido a las técnicas de la historia oral
para reconstruir las experiencias de los protagonistas y el contraste entre la rígida legislación
migratoria y una actitud más abierta por parte de la sociedad186.
El tema de los nazis en Argentina continúa siendo un punto altamente predispuesto para
vertir preconceptos y congelar imágenes forjadas en la década del cuarenta. 187 Pasaremos revista a
algunos trabajos recientes, teniendo en cuenta que un estudio detenido sobre el tema deberá en el
futuro inmediato considerar las investigaciones llevadas a cabo en el marco de la Comisión de
Esclarecimiento de las actividades del nazismo en la Argentina.
En el libro ya citado de Newton 188 se describe la vinculación del régimen peronista con los
refugiados nazis en Argentina y la denominada “línea de ratas” (es decir, la red montada para
favorecer el escape de ex-jerarcas del Tercer Reich luego de la finalización de la guerra). El aporte
del investigador canadiense consiste en despejar los mitos que se forjaron alrededor de Perón y su
gobierno en la década del ‘40, haciendo una distinción efectiva entre los argumentos políticos
esgrimidos por la oposición política y la verdad histórica. Siguiendo esa línea de análisis, Newton
demuestra la complicidad de funcionarios de la cancillería y las embajadas en Europa favoreciendo
el ingreso de refugiados nazis, pero en mucho mayor medida de jerarcas provenientes de los países
de Europa oriental. Las intenciones de Perón consistían en reclutar técnicos y trabajadores
calificados provenientes de esa zona aunque los resultados fueron decididamente magros. El autor
vincula esta política de reclutamiento con procedimientos similares llevados a cabo por las grandes
potencias, quienes deseaban contar con la colaboración de técnicos y jerarcas militares nazis en
función de las nuevas prioridades que marcaba la guerra fría. Por otro lado, la poca voluntad del
régimen peronista de deportar a los refugiados más importantes del eje luego de la guerra (como
parte de las exigencias de la comunidad internacional hacia la Argentina), se complementa con las
escasas intenciones de los ex–aliados en proseguir con esta política en el mediano plazo. El autor
sostiene que antes de endilgar culpas o emitir juicios de valor definitivos,189 debe intentarse

184
Para un balance historiografico sobre estos temas véase M.Quijada, "El peronismo y la cuestión judía: una revisión
crítica de su historiografía", Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies, n°39-40, 1995
185
I.Klich, "La pericia científica alemana en el amanecer del proyecto nuclear argentino y el papel de los inmigrates
judíos", Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr.Emilio Ravignani, 10, 1994; E.Smolensky, "El
exilio de científicos y académicos italianos judíos y los orígenes de la colectividad italiano judía en la Argentina (1938-
1948) ", IberoAmerikanisches Archiv 21, 1-2, 1995
186
D.Schwarzstein, "Historia oral y memoria del exilio. Los republicanos españoles en la Argentina",Anuario de la
Escuela de Historia, Rosario, 2° época, n°13, 1988; id., "The experience of exile: the process of identity construction
among the Spanish Republicans in Argentina", IX International Oral History Conference, I.Migration and Ethnic
Identity, Gottemburgo, 1996; "Actores sociales y política inmigratoria en la Argentina. La llegada de los republicanos
españoles", Estudios Migrtorios Latinoamericanos, n°37, 1997
187
Así lo señala Klich en sus prevenciones acerca de muchos estudios sobre el tema. Ignacio Klich; “Los nazis en la
Argentina: revisando algunos mitos”, en Ciclos, año V, vol. V, nº 9, Segundo semestre de 1995. En este ensayo
bibliográfico, el autor realiza una valoración de los aportes de Jorge Camarasa; Los nazis en la Argentina. Legasa, 1992,
Emilio Corbiere; Estaban entre nosostros, Letra Buena, 1992; Holger Meding, Flucht vor Nurenberg? Deutsche und
osterreichische Einwanderung in Argentinien 1945-1955, Bohlau Verlag, 1992 y Ronald Newton, The "Nazi Menace"
in Argentina, 1931-1947, Stanford University Presss, 1992.
188
R. Newton, El cuarto lado del triángulo...
189
Como sugiere un texto de reciente aparición: Uki Goñi; Perón y los alemanes. La verdad sobre el espionaje nazi y los
fugitivos del Reich, Sudamericana, 1998, Ubicado fuera del campo académico, el periodista realiza una crónica que
desliga la política del Estado referida a los nazis de toda referencia internacional y de fuerzas económico-sociales.
comprender este aspecto de la política exterior durante el peronismo en función del complejo juego
de fuerzas e intereses que la posguerra propone.
El debate sobre la vinculación entre Perón y el nazismo se reavivó a partir de la apertura de
los archivos de la Secretaria Técnica de la Presidencia, que revelaron la existencia en dicho
organismo de una red de protección al ingreso de criminales de guerra. A partir de dicha
documentación Leonardo Senkman ha estudiado el rol de las instituciones y agencias estatales
intervinientes en la política inmigratoria del peronismo y su práctica frente a alemanes y
colaboracionistas que huían de Europa y a refugiados sobrevivientes judíos del Holocausto,
enfatizando la discriminación hacia estos últimos hasta 1949190.

En síntesis, en los años ochenta y noventa asistimos a un crecimiento en la cantidad y


calidad de trabajos vinculados a las relaciones internacionales de la Argentina que no se agota en el
período que examinamos y se inscribe en el proceso más amplio de renovación historiográfica
concidente con la recuperación democrática. Como vimos, para el periodo 1930-1955 los aportes
son desparejos. Por un lado el estudio de una coyuntura crítica como la Segunda Guerra Mundial
concentra la mayor parte de los trabajos. Este hecho ha oscurecido la trayectoria de la política
exteriior argentina durante la década del treinta, que na ha recibido un tratamiento similar. Estudios
posteriores podrían establecer las hipotéticas continuidades o no entre las dos épocas. Existen
discontinuidades en los estudios de la relación entre la Argentina con las grandes potencias: la
posibilidad de consulta de archivos norteamericanos amplió el campo de los investigadores. Sin
embargo, no ha ocurrido lo mismo en el caso de las relaciones con la Unión Sovietica y los países
del bloque oriental.

La mayoría de los trabajos de la historiografía de las relaciones internacionales reciente


responden a lo que Tulio Halperín Donghi ha denominado la ausencia de debates ideológicos de
fondo en la sociedad argetina que estimulen la producción.191Si los estudios actuales en el campo de
las relaciones internacionales responden a esta premisa, deberíamos hacer una salvedad: la
cuestión de los nazis y su relación con los sucesivos gobiernos argentinos.
Por último, muchos de los estudios relacionados con el gobierno peronista constituyen
trabajos valiosos pero “contaminados” por la fragmentación característica de los últimos años en las
ciencias sociales.

“El debate queda así restringido a un universo muy detallado de conocimiento (y en eso
reside su indudable riqueza), pero limitado aen su capacidad de proyección porque conlleva una
ausencia de visiones globales y la no integración del objeto de estudio en contextos más amplios.
Supones también una gran homegeneidad formal, ya que las diferencias –aunque enconadas- se
dirimen en el detalle”192.

Incorporar estos aportes en una visión más global, permitirá una imagen más exacta de la
política exterior argentina en el período 1946 – 1955, interpretación que bien puede complementarse
con un análisis comparado de la política exterior de los principales países latinoamericanos, estudio
prácticamente ausente en la historiografía reciente.

190
L.Senkman, "Perón y la entrada de técnicos alemanes y colaboracionistas con los nazis, 1947-1949:un caso de
cadena migratoria", Estudios Migratorios Latinoamericanos, 31, 1995 Una posición similar a la de Senkman sostiene
Beatriz Gurevich, "Etnicidad, ideología y movimiento migratorio", en Proyecto Testimonio. Revelaciones de los
archivos argentinos sobre la política oficial en la era nazi-fascista, Buenos Aires, Planeta, 1998
191
Tulio Halperín Donghi, en Roy Hotra y Javier Trímboli; Pensar la Argentina, los historiadores hablan sobre historia
y política, El cielo por asalto, 1994
192
Monica Quijada; “El peronismo y la cuestión judía...”p. 240

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