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Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 Agradecimientos
Capítulo 16 Sobre el autor
Capítulo 17
Traducido por CrisCras
Corregido por Melii

El problema con los cuentos de hadas es que la mayoría empiezan


con una tragedia. Entiendo el razonamiento detrás de ello. A nadie la
gusta una heroína mimada. Un gran personaje necesita adversidades
que superar —experiencias que les den profundidad, que les hagan
vulnerables, cercanos y agradables. Los buenos personajes necesitan
sufrimientos que les hagan fuertes. La idea tiene sentido, pero aun así
apesta si tú eres la heroína.
Mi vida nunca había sido nada parecido a un cuento de hadas.
No tenía deseos mágicos que se hicieran realidad, pero tampoco
tragedia real. Mi padre tuvo una aventura y nos dejó a mamá y a mí
cuando yo tenía ocho años, pero aparte de eso, lo había tenido bastante
bien.
Soy algo linda —cabello negro largo y ondulado, y piel de un
marrón dorado suave, gracias a la herencia chilena del lado de mi
madre. Pero tengo los grandes ojos azul brillante de mi padre. Soy algo
lista —en su mayoría A sin tener que estudiar mucho. Y soy algo
popular —no exactamente la reina del baile de promoción, pero
tampoco estoy nunca sin amigos o sin una cita un sábado por la noche.
Puedo haber crecido sin un padre, pero mi madre era mi mejor
amiga y eso era lo suficientemente bueno para mí. La vida, en general,
era lo suficientemente buena. Luego, el pasado noviembre, mi madre
decidió sorprenderme con un viaje de esquí de fin de semana a Vermont
por mi cumpleaños, y recibí mi primera dosis real de tragedia que
construye personajes.
—Nos reservé el paquete completo de spa, así podemos
descongelarnos en el jacuzzi y tener masajes cuando estemos adoloridas
por esquiar todo el día —confesó mamá mientras dejábamos la ciudad
de Boston detrás de nosotras durante los próximos cuatro días.
—¡Guau, mamá! No es que no esté agradecida, ¿pero podemos
permitirnos eso?
Mamá se rio de mí. Me encantaba el sonido de su risa. Era un
sonido ligero y oscilante que me hacía sentir como si pudiera alejarme
flotando sobre él. Ella siempre se reía. Era la persona más exuberante
que había conocido jamás. Para ella, la vida simplemente no podía ser
mejor.
—Escúchate, Ella. Vas a cumplir dieciocho, no cuarenta.
Sonreí. —¿Cómo tú el mes que viene?
—¡Cállate!1 Ese es nuestro secreto. Si alguien pregunta, tendré
treinta y nueve durante el resto de mi vida.
—Claro que lo harás. Espera… ¿esas son… patas de gallo?
—¡Ellamara Valentina Rodríguez! —jadeó mi madre—. Esas son
líneas por sonreír, y estoy extremadamente orgullosa de ellas. —Me
miró, y sus brillantes ojos se arrugaron en las líneas de sonreír de
alrededor de los bordes—. Contigo como hija he tenido que trabajar
muy duro para conseguir estas en vez de pelo gris.
Bufando, cogí mi teléfono, el cual estaba avisándome de la llegada
de mensajes instantáneos.
—Tienes que ser buena con tu mamá o te avergonzaré
horriblemente enfrente de todos los chicos lindos este fin de semana.
Tenía una réplica ingeniosa lista, pero la olvidé cuando vi el
mensaje en mi teléfono.
Cinder458: El blogaversario es pronto, ¿verdad?
Cinder458, o solo Cinder para mí, es mi mejor amigo en todo el
mundo además de mi madre, incluso aunque nunca lo he conocido. Ni
siquiera he hablado con él nunca por teléfono. Hemos estado
enviándonos emails sin parar desde que él tropezó con mi
blog, Ellamara’s Words Of Wisdom, hace alrededor de dos años.
Mi blog es un blog de reseñas de libros y películas. Lo empecé
cuando tenía quince años, y de hecho, el tercer blogaversario se
acercaba.
El nombre de Ellamara es en honor a mi personaje favorito de mi
serie de libros favorita, Las Crónicas de Cinder. Es una serie de fantasía
escrita en los sesenta y que ha llegado a ser una de las series más
queridas de la literatura moderna. Hollywood finalmente va a convertir
el primer libro, El Príncipe Druida, en una película.
Ellamara también es mi nombre. Mi madre leyó los libros cuando
era una niña y le gustaron tanto que me puso el nombre por la
misteriosa sacerdotisa druida. Yo estaba orgullosa del nombre, y de mi
madre por preferir a Ellamara en vez de a la princesa guerrera Ratana
como todo el mundo. Ellamara era un personaje mucho mejor.
Cinder obviamente también es un fan de la serie. Fue el nombre
de Ellamara y mi publicación sobre por qué ella era el personaje más
subestimado en el libro, lo que atrajo a Cinder a mi blog en primer
lugar. Él ama los libros tanto como yo, así que me gustó al instante —

1 Español en el original
incluso si escribió para argumentar que la Princesa Ratana era más
apropiada para el Príncipe Cinder. Él ha estado en desacuerdo con la
mayoría de mis críticas desde entonces.
EllaTheRealHero: ¿Saben todos esos amigos tuyos de Hollywood
que usas palabras como blogaversario?
Cinder458: Por supuesto que no. Necesito tu dirección. Te
conseguí un regalo de blogaversario.
¿Cinder me compró un regalo?
Mi corazón dio un salto.
No es que estuviera enamorada de mi mejor amigo de internet ni
nada de eso. Eso sería completamente ridículo. El chico era arrogante y
terco, y discutía con todo lo que yo decía solo para ser exasperante. Él
también tenía mucho dinero, salía con modelos —lo cual significaba que
tenía que ser sexy— y era un nerd de libros en el armario.
Divertido, rico, sexy, seguro, amante de los libros. Definitivamente
no mi tipo. Nop. En absoluto.
Sí, está bien, así que no era mi tipo por culpa de que él vivía en
California y yo en Massachusetts. Lo que sea.
Cinder458: ¿Hola? ¿¿Ella?? ¿¿Dirección??
EllaTheRealHero: No doy mi dirección a espeluznantes
acosadores de internet.
Cinder458: Entonces supongo que no quieres esta primera
edición de tapa dura del Príncipe Druida autografiada. Lástima. La
conseguí firmada para Ellamara cuando conocí a L.P. Morgan en la
FantasyCon la semana pasada, así que no puedo intentar impresionar a
otras chicas con él.
No me di cuenta que estaba chillando hasta que el coche se
desvió.
—¡Por el amor de todo lo sagrado, Ellamara! 2 No asustes a tu
pobre mamá de esa manera. Estamos en medio de una tormenta de
nieve. Las carreteras ya son lo suficientemente peligrosas sin que tú
estés gritando como una banshee.
—Lo siento, mamá. Pero Cinder dijo…
—Híjole, muñeca3, ese chico otra vez no. —Reconocí la voz
cansada. Estaba a punto de recibir otra de las charlas favoritas de mi
madre—. Te das cuenta de que es un completo extraño, ¿verdad?
Negué con la cabeza. —No lo es. Lo conozco mejor de lo que
conozco a nadie.

2 En español en el original.
3 En español en el original.
—Nunca le has conocido en persona. Por todo lo que sabes, todo
lo que dice podría ser mentira.
Yo seré la primera en admitir que me había preguntado eso antes
porque la vida de Cinder sonaba un poco como la de una estrella del
rock, pero le había conocido durante el tiempo suficiente como para
creer que no era un mentiroso. —De verdad no lo creo, mamá. Es
posible que lo embellezca un poco, pero ¿quién no lo hace? ¿Y qué
importa? Solo es un amigo de internet. Vive en California.
—Exactamente. Así que, ¿por qué pierdes tanto tiempo con él?
—Porque me gusta. Puedo hablar con él. Es mi mejor amigo.
Mamá suspiró otra vez, pero me sonrió y su voz se suavizó. —Solo
me preocupa que te enamores de él, muñeca, ¿y entonces qué?
Esa era una buena pregunta. La cual era exactamente la razón
por la que Cinder no era mi tipo.
No mi tipo.
No.Mi.Tipo.
Cinder458: Dirección. Nombre. La localización en la cual una
organización particular o persona puede ser encontrada o alcanzada. (O
se le puede enviar por correo increíbles regalos).
EllaTheRealHero: ¿Tu coche te dijo eso?
Cinder conduce un Ferrari 458. Me dijo eso una vez cuando le
pregunté por el significado de los números de su nick. Miré el coche.
Cuesta más de lo que mi madre gana en cinco años. Me gusta
molestarle por sus costumbres demasiado indulgentes. Y sí, el coche en
verdad le habla.
Cinder458: No estoy conduciendo, así que lo hizo mi teléfono.
Dirección, mujer. ¡Ahora! O no te diré quién firmó un contrato para
interpretar a Cinder en la película.
Casi grité otra vez. La película tenía luz verde, pero el elenco no
había sido anunciado. El padre de Cinder es algún pez gordo en la
industria del cine, así que Cinder sabe cosas de antemano.
EllaTheRealHero: ¡De ninguna manera! ¡Dímelo! ¡¡¡Me estoy
muriendo!!!
Nunca llegué a saber qué actor iba a inmortalizar uno de los
personajes más amados de todos los tiempos porque un camión
maderero golpeó un trozo de hielo en el pavimento y se deslizó a través
de la carretera de dos carriles directo hacia mamá y yo. Yo había estado
con la mirada baja hacia mi teléfono cuando sucedió y nunca lo vi
venir. Solo recuerdo oír el grito de mi madre y ser lanzada contra mi
cinturón de seguridad mientras el air-bag explotaba en mi cara. Hubo
un rápido momento de dolor tan intenso que literalmente me arrebato
la respiración, y luego no hubo nada.
Me desperté tres semanas después en un centro de quemados en
Boston cuando los doctores me sacaron de un coma médicamente
inducido. Tenía quemaduras de segundo y tercer grado cubriendo el
setenta por ciento de mi cuerpo.
Mi madre estaba muerta.
Traducido por Jadasa Youngblood & Lorena
Corregido por Marie.Ang

No puedo recordar muchos detalles específicos del accidente, pero


el miedo que sentí ese día todavía está muy claro en mi memoria. Tengo
pesadillas todo el tiempo. Siempre son las mismas… algunas imágenes
borrosas y un conjunto de sonidos caóticos, pero estoy paralizada de
terror tan fuerte que no puedo respirar hasta que despierto gritando. El
miedo en sí es el centro principal del sueño.
Si el sol no fuera tan brusco en mi cara, y mi cuerpo no se
encontrara adolorido por las cinco horas y media de vuelo desde
Boston, habría pensado que estaba de vuelta en mi sueño. Me
encontraba así de aterrorizada cuando me senté en la calzada mirando
lo que iba a ser mi nuevo hogar.
Hasta ahora, solo vi la vista desde el auto entre el aeropuerto y la
casa de mi padre en las sinuosas colinas por encima de Los Ángeles.
Era suficiente para saber que no era para nada como Boston, apesar de
lo que el tráfico en la autopista me haría creer.
Deseaba que fuera solo el cambio de escenario lo que me daba
miedo. Pasé ocho semanas en terapia intensiva, y luego otros seis
meses en un centro de rehabilitación. Ocho meses en total de
hospitalización, y ahora estaba siendo liberada bajo el cuidado del
hombre que salió de mi vida hace diez años, él y la mujer por quien me
dejó, junto con las dos hijas con las que me había reemplazado.
—Debería advertirte que Jennifer probablemente cocinó una
especie de cena de bienvenida a casa sorpresa.
—¿No es una fiesta? —Jadeé, mi terror explotando en algo que
finalmente podría matarme. Nunca pensé que viviría a través de un
infierno que la mayoría de la gente ni siquiera podía imaginar, solo para
irme en mi primer día fuera del hospital con un grupo de extraños al
azar que quieren darme la bienvenida a casa.
—No, por supuesto que no —me aseguró mi padre—. No es nada
como eso. Tu nuevo equipo de rehabilitación pasó la semana pasada y
preparó a toda la familia. Jennifer sabe que reunirse con una gran
cantidad de personas nuevas será demasiado abrumador al principio.
Estoy seguro de que serán solo ella y las chicas, pero es probable que
haya una buena cena esperándote junto con regalos de bienvenida, y
posiblemente decoraciones. Ella está muy emocionada por conocerte.
No podía decir lo mismo.
Cuando no respondí, papá me miró con esa mirada de impotencia
con la que me estuvo observando desde que salí de mi estado de coma y
lo encontré sentado al lado de mi cama de hospital. Es una mirada en
la que el setenta por ciento es piedad, veinte por ciento miedo, y diez
por ciento torpeza. Es como que no tiene ni idea de qué decir o cómo
actuar conmigo, probablemente porque no me ha visto ni hablado
conmigo desde que tenía ocho años.
Se aclaró la garganta, y dijo—: Peque, ¿estás lista?
Nunca estaré lista.
—Por favor, no me llames así —susurré, trabajando duro para
hablar alrededor de la masa que de repente me obstruía la garganta.
Dejó escapar una larga bocanada de aire e intento sonreír. —
¿Demasiado mayor para eso?
—Algo así.
En verdad, odiaba el apodo porque me recordaba a mamá. Ella
siempre me llamaba su pequeña muñeca4, o muñeca. Cuando tenía seis
años, mi papá comenzó a llamarme peque. Dijo que era porque también
necesitaba un apodo americano, pero creo que fue porque se sentía
celoso de la relación que tenía con mamá incluso en aquel entonces.
—Lo siento —dijo papá.
—Está bien.
Abrí la puerta del coche antes de que la torpeza nos dejara mudos
como muertos. Papá dio la vuelta alrededor del auto para ayudarme a
salir, pero lo rechacé. —Se supone que tengo que hacerlo.
—Bien, lo siento. Aquí.
Mientras movía las piernas, una a la vez, me entregó mi bastón y
esperó mientras lentamente me empujaba para ponerme de pie.
Tomó esfuerzo, y no fue agradable, pero finalmente otra vez podía
caminar por mi cuenta. Estaba orgullosa de eso. Los médicos no
siempre pensaron que sería posible, pero me empujé a través del dolor y
recobré gran parte de mi rango de movimiento. Las cicatrices eran
bastante malas. Tampoco quería estar confinada a una silla de ruedas
por el resto de mi vida.
Me alegré por el lento paseo por el camino de entrada. Me dio el
tiempo que necesitaba para prepararme para lo que me esperaba en el
interior.
Papá hizo un gesto con su mano para mostrar la casa frente a
nosotros. —Sé que no parece mucho desde el frente, pero es más

4 En el original, en español.
grande de lo que parece, y la vista desde la parte de atrás es
espectacular.
¿No parecía mucho? ¿Qué esperaba que pensara de la casa
postmoderna de dos pisos de varios millones de dólares frente a mí? Él
había visto el pequeño apartamento de dos habitaciones en el que vivía
antes con mamá, en Boston. Había sido el que vació el lugar después
del funeral de mamá.
Sin saber qué decir, me encogí de hombros.
—Instalamos tu habitación en la planta baja de modo que no
tendrás que usar las escaleras, salvo para llegar a la sala de estar
principal, lo cual es solo por un corto tramo de escaleras. También
tienes tu propio cuarto de baño y lo hemos transformado, así que ahora
es accesible para discapacitados. Todo debería estar listo para ti, pero si
resulta que la casa no funciona, Jennifer y yo ya hemos hablado sobre
encontrar algo nuevo, quizás por la colina en Bel-Air, donde podemos
conseguir una linda casa estilo ranchero.
Cerré los ojos y respiré profundo en un intento de no mirarlo con
furia o decir algo grosero. Habló como si fuera a estar aquí para
siempre, pero iba a irme tan pronto como fuera capaz.
Tuve un momento de debilidad en un punto bajo en mi
rehabilitación e intenté quitarme la vida. En ese momento, había estado
en el hospital durante tres meses, sin un final a la vista. Aún apenas
podía moverme, acababa de tener mi decimoséptima cirugía, habían
dicho que nunca volvería a caminar, perdí a mi madre, y sentía tanto
dolor físico que solo quería que todo terminara.
Nadie me culpó por mis acciones, pero ahora todos creían que era
una amenaza para mí misma. Planeaba quedarme en Boston, terminar
por internet la escuela que me perdí, y luego ir a la Universidad de
Boston cuando estuviera lista. Tenía dieciocho años y tenía el dinero
ahorrado, pero cuando mi padre se dio cuenta de lo que estaba
planeando, me declaró mentalmente incompetente de forma legal y me
obligó a venir a California con él.
No era fácil para mí ser civilizada con el hombre. —Estoy segura
de que la casa está muy bien —refunfuñe—. ¿Podemos, por favor,
simplemente terminar con esto para que pueda irme a la cama? Me
siento exhausta y muy adolorida después de viajar todo el día.
Me sentí mal por ser cortante con él cuando vi destellar la
decepción en sus ojos. Creo que esperaba impresionarme, pero él no
entendía que nunca tuve un montón de dinero y que nunca lo necesité.
Estaba contenta con el estilo de vida humilde que tenía con mamá.
Nunca usé los cheques que enviaba todos los meses. Mamá los colocó
en una cuenta bancaria por años. Ahí tenía suficiente para pagar la
universidad, otra razón por la que habría estado bien por mi cuenta.
—Claro, cariño… —Hizo una pausa y se avergonzó—. Lo siento.
Supongo que ese nombre también está fuera de la lista de apodos
aprobados, ¿eh?
Hice una mueca. —¿Qué tal si solo lo dejamos en Ella?
En el interior, la casa era tan inmaculada como el centro de
quemados. Probablemente las alarmas sonaban cuando una mota de
polvo aterrizaba en cualquier lugar. Mi equipo de rehabilitación estaría
emocionado. El lugar era elegante y todo el mobiliario parecía muy
incómodo. No había forma de que esta casa alguna vez se sintiera como
un hogar.
La nueva señora Coleman se encontraba de pie en una cocina
enorme, colocando una bandeja de plata con fruta y salsa sobre una
encimera de granito cuando giramos alrededor de la esquina. Creo que
la bandeja podría ser plata de verdad. Cuando nos notó, todo su rostro
se iluminó en la sonrisa más enorme y más brillante que jamás había
visto en nadie. —¡Ellamara! ¡Bienvenida a nuestra casa, cariño!
Jennifer Coleman tenía que ser la mujer más hermosa de todos
Los Ángeles. Cabello tan dorado como el sol, ojos tan azules como el
cielo, y pestañas que tenían forma de luna. Sus piernas eran largas, su
cintura era diminuta, y sus tetas gigantes eran perfectamente redondas
y firmes. Bombón fue la única palabra que me vino a la mente.
No sé por qué su belleza me pareció sorprendente. Sabía que era
una modelo profesional de publicidad y comerciales, no de moda. Hizo
cosas como comerciales de champú y crema para la piel, por lo que en
realidad se veía saludable y no tan flaca como una adicta al crack.
A juzgar por el tamaño de su casa, debe haberlo hecho bastante
bien por sí misma porque mi papá podía ser un gran abogado, pero los
abogados de Estados Unidos no tienen sueldos escandalosos. Antes,
cuando vivía con nosotros, teníamos una casa regular en los suburbios,
pero desde luego no estábamos conduciendo un Mercedes y viviendo en
una casa sobre una colina con su propia puerta.
Jennifer dio un paso adelante y me dio un abrazo cuidadoso,
besando el aire al lado de mi mejilla. —Estamos muy emocionados por
conseguir finalmente tenerte aquí con nosotros. Rich nos ha hablado
tanto de ti durante tanto tiempo que siento como si ya fueras parte de
la familia. Debe de ser un alivio estar de nuevo en una casa de verdad.
En realidad, dejar el centro de rehabilitación fue una de las cosas
más difíciles que he tenido que hacer, y estar aquí era lo contrario a un
alivio. Pero, por supuesto, no dije eso. Intenté pensar en algo que fuera
cierto y no demasiado insultante. —Es un alivio estar fuera del avión.
La sonrisa de Jennifer se volvió simpática. —Pobrecita, debes
estar muy cansada.
Me tragué la molestia y forcé una sonrisa. Odiaba la lástima de la
gente tanto como odiaba sus miradas, si no más. Antes de que tuviera
que averiguar algo que decir, mis dos nuevas hermanastras irrumpieron
por la puerta principal.
—Chicas, llegan tarde. —Jennifer sonaba irritada, pero de nuevo
tenía una enorme sonrisa falsa en su rostro—. ¡Miren quien está en
casa!
Las dos hermanas se estrellaron entre sí deteniéndose
abruptamente. Eran gemelas. No idénticas, no creía, pero se veían tan
parecidas, que si no fuera por los cortes de cabello, apostaba que las
confundirían. Sabía por las fotos que papá me mostró que Juliette era
la que tenía el largo cabello rubio cayendo en ondas sedosas hasta la
mitad de su espalda, mientras que Anastasia tenía una melena lisa que
se extendía por su cara y se detenía en su mentón. Estaba tan
perfectamente peinada que se veía como si hubiera salido directamente
de una revista de estilos de peinados.
Ambas eran tan guapas como su madre —el mismo pelo rubio,
ojos azules, y figuras perfectas. ¡Y ambas eran muy altas! Mido uno
setenta, y las dos me superaban. Por supuesto, ambas llevaban tacones
que les daban al menos doce centímetros extras, pero apuesto a que
superaban el metro setenta y siete sin los zapatos. Eran más de un año
más pequeñas que yo, pero podían pasar fácilmente por veintiuno.
Sin molestarse con cualquier tipo de saludo, Anastasia se llevó
una mano al pecho. —Oh, hombre, estoy muy contenta de que tu cara
no esté en mal estado.
Juliette asintió con ojos muy abiertos. —Totalmente. Buscamos
en internet fotos de victimas de quemaduras, y, como todos tenían
horribles cicatrices en sus caras. Era repugnante.
Mi padre y Jennifer dejaron salir risas nerviosas a juego y se
pusieron al lado de las gemelas. —Chicas —regañó Jennifer
suavemente—, no es educado hablar sobre las deformidades de la
gente.
Me estremecí ante el término. ¿Era eso lo que pensaba de mí?
¿Qué estaba deforme? Mi cara pudo haber tenido suerte, pero la parte
derecha de mi cuerpo por debajo de mi hombro y todo desde mi cintura
hacia abajo estaba cubierto por espesas y elevadas cicatrices rosas que
hacían contraste con mi piel bronceada natural.
Mi padre atrajo a las niñas a sus costados, metiendo a cada una
bajo un brazo. Con sus tacones estaban casi a la altura de su metro
ochenta. Lo recordaba siendo un hombre de aspecto decente, pero era
realmente guapo al lado de su familia perfecta. Todavía tenía la cabeza
llena de espeso pelo marrón, y por supuesto, mis brillantes ojos azules.
—Cariño, estas son mis hijas, Anastasia y Juliette. Niñas, esta es su
nueva hermanastra, Ellamara.
Sonrió con orgullo, mostrando su perfecta sonrisa de abogado
mientras las apretaba a ambas. Las arrugas alrededor de sus ojos
dañaron mi corazón. Líneas de sonrisa. Obviamente había pasado su
vida riendo un montón. También me di cuenta de que llamó a las
gemelas sus hijas. No hijastras.
Ignorando las ganas de acurrucarme en una bola y llorar, levanté
una mano en señal de saludo. —Es solo Ella. Ella Rodríguez.
Ninguna cogió mi mano. —¿Rodríguez? —se burló Juliette—. ¿No
debería ser Coleman?
Dejando caer la mano a mi costado, me encogí de hombros. —Lo
cambié por el apellido de soltera de mi madre cuando tenía doce.
—¿Por qué?
—Porque soy una Rodríguez.
Mis dos hermanastras parecían como si de alguna manera las
hubiese ofendido. Tuve que apretar la mandíbula para evitar escupirles
obscenidades en español. Mi mirada se deslizó a mi padre. —¿Dónde
está mi bolsa? Tengo que tomarme la medicina, y luego necesito
descansar. Mis piernas se sienten hinchadas.

***

Jennifer discutió con sus niñas en calientes susurros mientras mi


padre me llevaba al otro lado de la planta principal hacia mi habitación.
No me preocupó que estuviesen discutiendo sobre mí. Sólo me alegraba
de haber acabado con las presentaciones. Ahora esperaba poder
evitarlas lo máximo posible.
Me senté en mi cama de estilo de hospital que elevaría tanto la
cabeza como los pies, y me tragué un par de pastillas antes de mirar mi
nueva habitación. Las paredes eran de un suave amarillo —sin duda
intencionadamente, ya que algunos doctores le habían dicho a mi padre
que el amarillo era un alegre color relajante. Honestamente, no era tan
malo, pero los muebles eran un horrible conjunto blanco con volantes
que me hizo sentir como si tuviese seis años otra vez. Era espantoso.
—¿Te gusta? —preguntó Jennifer esperanzada. Había entrado en
la habitación y tomó su lugar al lado de mi padre. Él envolvió el brazo
alrededor de su cintura y la besó en la mejilla. Me tomó un serio
esfuerzo el no sentirme avergonzada de ellos.
Una vez más, elegí mis palabras cuidadosamente. —Nunca he
tenido cosas así de bonitas antes.
Papá cogió algún tipo de mando con pantalla táctil. —Tienes que
ver la mejor parte. —Sonrió cuando empezó a apretar botones—. Puedo
enseñarte a utilizarlo más tarde. Controla la televisión, radio, luces,
ventilador y ventanas.
—¿Las ventanas? —¿Mis ventanas se controlaban por el mando?
Papá hinchó el pecho, y con un último toque en la pantalla, las
finas cortinas blancas que iban del suelo al techo en la pared más
lejana se abrieron, revelando una pared entera de ventanas con una
puerta corredera en medio. Luego, con otro toque en un botón, los
toldos se levantaron, dejando que un torrente de luz engullese la
habitación.
Papá abrió la puerta y salió hacia la puesta de sol en un balcón
de madera que daba a toda la ciudad de Los Ángeles tan lejos como se
podía ver. Más allá del balcón, la tierra no estaba a la vista.
Aparentemente, la casa se situaba al lado de un acantilado.
—Tienes la mejor vista de la casa. Tendrás que venir aquí y mirar
las luces cuando anochezca. Es realmente algo que ver.
Dada la reputación de California para los terremotos, encontré la
perspectiva de estar en ese balcón un poco inquietante.
Papá entró y una vez que los toldos y las cortinas se hallaban en
su lugar, se volvió hacia mí con una expresión esperanzada. Me pilló
mirando el portátil en la mesa con inquietud. Era plateado y parecía tan
delgado como una tortita. Siempre había querido uno de esos, pero de
alguna manera ya no parecía tan atractivo.
Papá caminó y abrió el portátil. —Espero que no te importe el
cambio. El ordenador que tenías en tu apartamento era muy antiguo.
Pensé que este te gustaría más. Conseguí que alguien hiciese una copia
del disco duro antes de deshacerme de él. También te conseguí un
nuevo teléfono ya que el tuyo se quemó. —Cogió lo que parecía un
iPhone en una funda rosa fuerte y me lo dio—. Te hemos añadido al
plan familiar —todo ilimitado, así que no te preocupes por llamar a tus
amigos en Massachusetts. No es un problema.
Me encogí. No me había puesto en contacto con ninguno de mis
amigos desde el accidente. Para cuando fui capaz de llamar a la gente,
pasó tanto tiempo que imaginé que la gente siguió adelante. Me iba a
casa con mi padre y no volvería, así que nunca vi el punto de mantener
el contacto. Ahora que estaba a miles de kilómetros, realmente no veía
el punto.
Mi padre también debió de haber notado eso, porque forzó una
sonrisa frágil y se frotó la parte posterior del cuello como si se sintiese
de repente extremadamente incómodo.
—Gracias —dije—. Así que, um, ¿dónde están mis cosas?
El rostro de papá se relajó, como si le acabara de hacer una
pegunta fácil de un tema más seguro. —Todo lo de tu habitación,
excepto los muebles, obviamente, se encuentra guardado en cajas en tu
armario.
¿En mi armario? —¿Cómo de grande es el armario?
Jennifer encontró esto divertido. —No tan grande como el mío,
pero dudo que tengas el problema de zapatos que tengo yo.
No quise decirle que mi madre y yo habíamos tenido un problema
de zapatos. Teníamos el mismo número de pie y debía de haber habido
una carga de camión entre las dos. No es que fuese a usar alguno de
ellos otra vez. Nada de sandalias abiertas o tacones de cualquier tipo
para mi ahora —sólo zapatos especiales que aguantasen
terapéuticamente mis pies quemados y gritasen “abuela.” Habían
arreglado mi mano, dándome el suficiente movimiento para que fuese
capaz de volver a escribir —en cierto modo. Seguía trabajando en hacer
mi escritura legible, pero no pudieron salvar completamente los dedos
de mis pies.
—Dejamos todo en cajas porque pensamos que querrías
desempacar y colocar las cosas tú —dijo papá—. Pero si quieres ayuda,
estaremos felices de hacer cualquier cosa que necesites.
—No. Puedo manejarlo. ¿Qué pasa con las cosas de mamá, y el
resto del apartamento?
—Guardé todo lo que parecía significativo. Fotos y cosas, y
algunas de las pertenencias de tu madre que pensé que podrías querer.
No había mucho, solo un par de cajas que valían la pena. Están con tus
cosas. Me deshice de todo lo demás.
—¿Qué hay de los libros? —Mi corazón empezó a latir con fuerza
en mi pecho. Mis estanterías no se hallaban en esta habitación, y
dudaba seriamente que estuviesen en mi armario—. ¿Qué hiciste con
todos mis libros?
—¿Todos los libros del salón? Los he donado.
—¿Tú qué?
Mi padre se estremeció cuando grité, y tuvo esa expresión de
pánico de vuelta en sus ojos. —Los siento, cariño. No me di cuenta…
—¿Regalaste todos mis libros?
Quizás fue una cosa estúpida el perder el control después de todo
el estrés emocional por el que había pasado ese día, pero simplemente
no podía manejar el pensamiento de mis libros habiéndose ido. Los
coleccioné durante años.
Desde que aprendí a leer, fue mi cosa favorita. Mamá me regaló
libros por mi cumpleaños y Navidad —y algunas veces porque le
apetecía— durante tanto tiempo, que se convirtió en una tradición.
Había ido a firmas de libros y convenciones por todo el noroeste y
tenía docenas de libros firmados por mis autores favoritos. Cada vez
que me acercaba a mamá con esa mirada en los ojos, ella se reiría y
diría—: ¿A dónde esta vez? —En cada firma, conseguía que alguien nos
tomara a mamá y a mí una foto con el autor y pegaba la foto en la
cubierta interior del libro con el que fui.
Ahora, los libros, las fotos, y los recuerdos… se habían ido. Al
igual que mamá. Nunca los recuperaría, y nunca podría reemplazar lo
que había perdido. Era como perderla otra vez.
Mi corazón se rompió en un millón de pedazos diminutos,
destrozados sin reparación. Estallé en sollozos incontrolables, me di la
vuelta en la cama, y me acurruqué en una bola apretada, deseando
poder bloquear el dolor de alguna manera.
—Lo siento, Ellamara. No tenía ni idea. No estabas despierta para
poder preguntarte. Sin embargo, puedo conseguirte nuevos libros.
Iremos esta semana y podrás conseguir todo lo que quieras.
El pensamiento de él tratando de reemplazar esa colección me
revolvió el estómago. —¡No lo entiendes! —grité—. Por favor,
simplemente vete.
Nunca escuché cerrarse la puerta, pero nadie me molestó después
de eso hasta la mañana siguiente. Lloré durante horas hasta que me
desmayé de cansancio.
Traducido por Niki & Val_17
Corregido por AriannysG

Lo único que voy a decir de California es que aquí todo el mundo


es bastante atractivo. Por un lado, es una mierda, ya que solo hará que
mis cicatrices destaquen más cuando todo el mundo a mí alrededor se
ve tan perfecto todo el tiempo. Por otro lado, no obstante, me gusta
pasar tiempo con chicos lindos tanto como a la chica de al lado, y todo
mi nuevo equipo de rehabilitación son una preciosidad. Esto es bueno
porque hace que todo el tiempo que tengo para estar con cada uno de
ellos sea mucho más agradable.
Mi dietista y mi enfermero son dos chicos sexis en sus treinta. Mi
nutricionista también es un entrenador personal a tiempo parcial.
Nunca he sido muy deportista, pero el tipo me hace querer ir a un
gimnasio. Mi terapeuta físico tiene solo veintiocho años y es
francamente delicioso. En serio, parece que pertenece a la televisión y
no a mi sala de estar, me obliga a ejercitarme hasta que siento ganas de
llorar. La fisioterapia estas dos últimas semanas ha sido algo que casi
espero con interés. Casi.
Di un grito ahogado en un aumento inesperado de dolor y contuve
la respiración para no gritar.
—Vamos, Ella, solo uno más. Sé que puedes hacerlo. Hasta tus
zapatos en esta ocasión.
Quería llorar, pero me toqué el dedo del pie una vez más porque
Daniel me sonrió con tanta confianza que no lo podía decepcionar. Y
juro que sacudió sus pestañas. Empujé mis dedos hacia el piso,
estirando mi nueva piel en algunos de los lugares más estrechos. Sabía
que la terapia física se supone que es dura —lleva la frase "sin dolor no
hay ganancia", literalmente—, pero no podía hacer que mis dedos
llegaran a mis zapatos. Todo mi cuerpo ardía. Las lágrimas pincharon
mis ojos y me enderecé.
—Lo siento. No puedo. Siento como si mi cuerpo se fuera a
desgarrar en cualquier segundo.
Daniel frunció el ceño, no en frustración o decepción, sino debido
a su preocupación por mí. La acción era merecedora de un suspiro.
—Llegaste a tus zapatos una vez el lunes. ¿Está haciendo tus
ejercicios todos los días como lo hablamos?
—Sí, pero creo que mi piel odia el aire de California. Ha estado
irritada durante toda la semana.
—Déjame ver —exigió Daniel. Me levanté la camisa un poco para
que pudiera inspeccionar mi espalda, y levanté las piernas de mi
pantalón para que consiguiera un buen vistazo detrás de mis rodillas—.
¿Por qué no dijiste algo antes? No debería haber estado presionándote
tan fuerte. No te rascas, ¿verdad?
—Trato de no hacerlo.
—¿Y la exposición al sol? ¿Nada de tomar el sol en el patio
trasero? ¿Algún viaje a la playa?
—Sí —me burlé—. Desfilar en público en un traje de baño se
encuentra en la parte superior de mi lista de tareas pendientes. No he
salido de la casa ni una vez desde que llegué aquí. Soy prácticamente
un vampiro ahora.
Daniel dejó de inspeccionar mi piel y frunció el ceño de nuevo.
Esta vez estaba en problemas.
—En primer lugar, la playa es increíble y te encantaría. El
próximo verano, cuando tu piel sea más fuerte, te voy a llevar allí yo
mismo. —¿Delicioso Daniel, en nada más que un par de pantalones
cortos de baño? Eso casi valdría la pena las miradas—. Y en segundo
lugar, ¿cuándo vendrá tu enfermero?
—No hasta el lunes.
—Eso no es lo suficientemente pronto. Estás demasiado
deshidratada. Tu piel todavía está ajustándose al cambio climático. Cali
es mucho más seco que la costa este.
—Mi cabello coincidiría contigo.
Daniel se rio y comenzó a hurgar en su mochila, aparentemente
en una misión.
—¡Ajá! Tengo alguno conmigo. —Sacó una botella de aceite
mineral y sonrió—. Ve a cambiarte y te voy a dar un masaje. Tu madre
tiene una mesa de masaje, ¿no? Pensé que dijo eso la última vez que
estuve aquí.
No me di cuenta de que me había congelado hasta que la sonrisa
juguetona en el rostro de Daniel cayó.
—Ella no es mi mamá —dije, aunque eso no era lo que tenía a mi
estómago hecho nudos de repente—. Y sí, tiene una, pero no tienes que
hacer eso. Estoy segura de que voy a estar bien hasta el lunes.
Ya había visto mis cicatrices, pero un brazo o una pierna aquí y
allá era diferente a presenciar todo el cuadro a la vez.
Daniel me miró directamente a los ojos, como si supiera
exactamente cuál era mi vacilación.
—Ella —Su voz era suave pero severa—, tu piel se agrietará y vas
a estar sangrando para el lunes. No podemos correr el riesgo de que tus
injertos se arranquen. No quieres otra cirugía, ¿verdad?
—No. —Mi voz tembló mientras luchaba con mis emociones.
—Si te sientes tan incómoda conmigo, puedo llamar a Cody, o
hacer que uno de tus padres lo haga, pero tiene que hacerse hoy.
Como si fuera a dejar que mi papá o Jennifer hicieran algo.
Odiaba cuando mi enfermero tenía que verme tanto como odiaría
que me viera Daniel, así que no sentí la necesidad de pedirle que
llamara a Cody. Tomé una respiración profunda y asentí.
—Lo siento. Tienes razón. Está bien. Iré a cambiarme.
—Buena chica. —Daniel me sonrió tan sinceramente lleno de
orgullo que tiró de mis entrañas—. Eres una de mis pacientes más
valientes, ¿lo sabías?
Me las arreglé para reír.
—Apuesto a que le dices eso a todos tus pacientes.
Daniel sonrió.
—Lo hago, pero lo digo en serio contigo.
—Apuesto a que también le dices eso a todas. —Rodando los ojos,
me dirigí a mi habitación para ponerme un temido bikini.
Cuando finalmente me armé de valor para salir de mi dormitorio,
Daniel ya había establecido la mesa de masaje en la sala de estar.
Contuve la respiración, pero cuando levantó la vista, sonrió como si
nada fuera diferente. No hubo ni un segundo de vacilación. Ni siquiera
un estremecimiento. Simplemente palmeó la mesa.
Es por eso que me encantaban los médicos. El personal en el
centro de quemados en Boston era exactamente igual que Daniel. Para
ellos, yo era otra persona más. Durante mi estancia allí, incluso me
engañé con el pensamiento de que la vida no sería tan mala.
En mi viaje desde Boston a Los Ángeles llevaba puestos zapatos,
pantalones y una camiseta de manga larga. Las únicas cicatrices que
eran visibles se hallaban en mi mano derecha, y por supuesto tenía mi
cojera. La gente me miraba como si fuera un extraterrestre con tres
cabezas. Murmuraban, señalaban y se estremecían. No me podía
imaginar lo que sería salir de la casa en una camiseta sin mangas y
pantalones cortos.
Tomando un poco más de coraje, me dirigí hacia él, pero cuando
entré en la habitación, Jennifer me vio. Ella llevaba un par de vasos
llenos de limonada. Cuando me vio con todas mis cicatrices expuestas,
se quedó sin aliento y sus ojos brillaron por las lágrimas. Tuvo que
poner los vasos sobre la mesa y sentarse.
—Lo siento —susurró—. Rich dijo que era malo, pero no tenía ni
idea… Lo siento mucho, Ella. —Levantó la mirada y se encogió de
nuevo—. Perdonen —dijo, y entonces subió corriendo a su habitación.
Cerré los ojos y respiré profundo. Daniel me dio un minuto para
serenarme y luego suavemente me tomó la mano.
—¿Necesita ayuda para subirte?
Normalmente habría intentado hacerlo por mi cuenta, pero esta
vez dejé que me levantara sobre la mesa. Me acosté sobre mi estómago
en primer lugar porque no estaba lista para mirarlo. No podía después
de hacer que mi madrastra huyera de la habitación.
—No sé por qué mi papá pagó por el cuidado en el hogar —me
quejé cuando Daniel comenzó a empapar mi piel sensible en aceite
mineral—. El centro de quemados no está tan lejos. Hubiera preferido ir
allá más en vez de tener que hacer todas estas cosas.
Daniel estuvo en silencio por un momento, y luego dijo—: Me
gustaría poder decir que esto va a mejorar. Nunca va a ser fácil, Ella. La
gente siempre va a reaccionar, algunos peor que otros.
—Por lo menos las brujastras no están en casa. A Jennifer le
puede faltar tacto, pero por lo menos trata de ser agradable. La Bruja
uno y la Bruja dos hacen que el diablo parezca un gatito.
Daniel suspiró.
—Mira el lado bueno. Siempre serás capaz de decir quiénes son
tus verdaderos amigos. Algún día, cuando decidas sentar cabeza y
casarte, vas a conseguir absolutamente la mejor crema de la cosecha
por marido.
Solté un bufido. Como si hubiera alguna posibilidad de que
alguien fuera a salir conmigo ahora, mucho menos elegir quedarse
atascado conmigo por el resto de su vida.
—No te atrevas a reír ante la idea de que alguien te ame, Ella.
Date la vuelta —exigió. Cuando me di la vuelta sobre mi espalda,
intentó ponerme una cara enojada. No era muy bueno en eso—. Eres
inteligente, ingeniosa y fuerte. Y eres hermosa.
—Una vez más, eres mi médico. Tienes que decir eso.
Daniel no se rio. Me miró directamente, más serio de lo que lo vi
nunca.
—Impresionantemente hermosa —insistió—. Tienes ojos que
podrían rondar los sueños de un hombre.
Quise hacer una broma, pero algo en el rostro de Daniel lo hizo
imposible, por lo que solo susurré—: Gracias. —Y mi rostro se volvió
rojo brillante.
—Hay gente por ahí que va a ser capaz de ver más allá de tus
cicatrices a la chica que hay en el interior —dijo Daniel—, pero no vas a
encontrarlo si te escondes en esta casa todo el día. No creas que me
olvidé de eso, señorita. Te lo advierto, ahora totalmente te voy a delatar
con la Dra. Parish para que salgas.
Gemí. Mis sesiones con mi psiquiatra eran casi más dolorosas
que mi terapia física.
—No me vengas con esa cara. Es por tu propio bien. Sentarte en
casa todo el día no es lo que deberías estar haciendo, y lo sabes. Puede
producir una digresión, Ella. No quieres que todos tus últimos meses de
duro trabajo se vayan a la basura.
—Pero estoy haciendo mis ejercicios todos los días. Te lo juro.
—No es lo mismo. Tienes que ser activa. Necesitas variedad en tus
movimientos. Tienes que estar haciendo todas esas cosas que solías
hacer sin tener que pensar en ello. Además, te deprimirás, y entonces
dejarás de trabajar tan duro. Luego voy a quedar mal y tu papá me va a
disparar. Es posible que desees deshacerte de mí, pero te prometo que
cualquier reemplazo que encuentre te torturará igual que yo pero no
será tan genial.
El hombre tenía un punto. Si todo el mundo fuera tan solo la
mitad de genial que Daniel.
Mi padre entró en la habitación entonces y en silencio examinó mi
piel mientras Daniel terminaba de hidratarla. Sus cejas cayeron sobre
sus ojos y señaló mi piel.
—¿Por qué está así? —Había estado allí para presenciar muchos
masajes cuando estuve en el hospital en Boston, así que podía notar la
diferencia.
Mi padre miraba a Daniel, por lo tanto dejé que él respondiera la
pregunta.
—Ella está acostumbrada a la humedad de Boston. Es posible
que quiera hacer que su enfermero la revise con más frecuencia hasta
que su cuerpo se adapte al clima de California.
Papá asintió.
—Llamaré a Cody hoy. ¿Está bien como para dejar la casa así?
Tengo que llevarla a inscribirse en la escuela.
Puf. Terapia física, horrorizar a mi madrastra hasta las lágrimas,
piel seca, visitas extras de mi enfermero, y aun así, mi día
milagrosamente se hizo mucho peor. Increíble.
Daniel —que era lo bastante autoconsciente como para darse
cuenta que hablar de la gente como si no estuvieran en la habitación
cuando en realidad se encontraban allí era más allá de grosero— me
habló cuando le contestó a mi padre. Me guiñó un ojo, y dijo—: El aire
fresco será bueno para ti.

***
Mi padre me matriculó en la misma lujosa escuela privada a la
que iban las gemelas. Lo más cerca que alguna vez estuve de una
escuela privada era viendo dramas adolescentes en la televisión. La
escuela afirmaba tener un índice de éxito del noventa y ocho por ciento
para su programa de inserción en la universidad. Mi secundaria en
Boston tenía detectores de metales y se jactaba de un índice de
graduación del sesenta y tres por ciento.
Como si eso no fuera lo bastante malo, la escuela requería
uniformes. Iban con tradicionales camisas blancas, o de cuello tortuga
en el invierno, y faldas plisadas azul marino. Pasé el verano encerrada
en la casa, y las pocas ocasiones en que mi padre y Jennifer me
obligaron a salir en público, me cubrí de la cabeza a los pies. ¿Ahora
esperaban que fuera a la escuela usando manga corta y una falda hasta
la rodilla? ¿No entendían cómo eran los adolescentes promedios?
Mi padre era todo sonrisas cuando volvimos al auto después de
nuestra reunión con el director.
—¿Y? —preguntó—. ¿Qué piensas? ¿Estás emocionada? Es
agradable, ¿no?
Era demasiado agradable. La escuela estaba enjaulada detrás de
enormes puertas de hierro y una caseta de seguridad, y se alzaba sobre
un extenso jardín. Se componía de un número de edificios más
pequeños que se conectaban por arcos cubiertos, recordándome a una
antigua mansión. Casi no podía creer que el lugar fuera una escuela
secundaria.
Mientras papá nos sacaba de la zona de estacionamiento, mi
corazón empezó a revolotear de esa forma tan familiar que llegué a
reconocer como un ataque de pánico. Me giré completamente de lado en
mi asiento y agarré su brazo.
—Papá, por favor, no me hagas ir allí.
Se sorprendió por mi repentina intensidad.
—¿Por qué, qué pasa?
—La escuela ya va a ser lo bastante difícil. Por favor, por favor,
por favor, no lo empeores para mí. Ese lugar es una locura. Por lo
menos en la escuela pública sabré en lo que me estoy metiendo: la
misma mierda, diferente escuela. Los doctores dijeron que necesitaba lo
“familiar”. Eso —hice un gesto con mi mano hacia la escuela detrás de
nosotros—, no es familiar. No puedo hacerlo. No me hagas ir allí.
Mi pánico era cien por ciento sincero, pero mi padre tuvo el
descaro de reírse de mí. Desdeñó mi ansiedad como si no fuera nada.
—No seas ridícula. Estarás bien allí, ya verás.
—¿Por qué no puedo hacer lo de la escuela en línea?
Probablemente podría recuperar el tiempo que perdí y obtener mí
diploma en un par de semanas, en lugar de repetir todo mi último año.
—Sabes por qué no puedes hacer la escuela en línea. Tus
doctores han hablado todos sobre la importancia de volver a una rutina
normal lo más pronto posible. Cuanto más tiempo permanezcas
encerrada, más difícil será para ti volver a vivir una vida normal.
Me burlé de eso.
—¿Crees que viviré una vida normal de nuevo?
—¿Qué quieres que haga, Ella? Solo trato de seguir las órdenes de
los doctores. Estoy tratando de hacer lo que es mejor para ti.
Quería gritar. Él no tenía ni idea de lo que era mejor para mí.
—Está bien. ¿Puedo al menos ir a una escuela pública?
Mi papá pareció horrorizado por la sugerencia.
—¿Por qué en la Tierra querrías hacer eso?
—Uh, no hay uniformes, para empezar, y porque a los chicos se
les permite expresarse allí y ser individuales. Habrá un montón de
raritos. Tendría una oportunidad mucho mejor de mezclarme.
—Tú no eres rarita.
Le disparé a mi papá una mirada incrédula, desafiándolo a decir
eso de nuevo. No lo hizo.
—Incluso si no estuviera lisiada y con cicatrices, no querría ir a
esa escuela. No soy como las hijas de Jennifer. No pertenezco a alguna
lujosa escuela snob para niños ricos privilegiados.
—Estás siendo muy prejuiciosa, Ella. Por lo menos dale una
oportunidad antes de decidir que la odias.
—Pero…
—Además, ninguna hija mía va a ir a una escuela pública cuando
puedo proporcionarle una educación mejor.
Encontré eso totalmente ofensivo, considerando que toda mi
educación hasta el momento fue en la escuela pública.
—No parecía molestarte el año pasado —espeté—. Por otro lado,
supongo que en realidad no era tu hija el año pasado, ¿verdad? O todos
los años que asistí a la escuela pública antes de eso.
Mi padre se congeló, su expresión deslizándose a una severa cara
de póquer. Solo podía significar que realmente lo había molestado o
herido sus sentimientos. Probablemente ambas, pero eso no importaba
en este punto. Estaba demasiado enojada, demasiado asustada, y
extrañaba demasiado a mi mamá como para preocuparme por lo que
pensaba el hombre que nos dejó.
—Ya estás matriculada. No te voy a mandar a la escuela pública.
Fin de la discusión.
Cerré la boca y me dejé caer de vuelta en mi asiento, optando por
permanecer en silencio y mirar por la ventana el resto del camino a
casa. ¿Fin de la discusión? Bien. No me importaba si esa era la última
discusión que teníamos.
Traducido por *~ Vero ~* & Val_17
Corregido por Fany Stgo.

Me dejé caer en mi silla y conecté los auriculares a mi teléfono.


Quizás el último álbum de Katy Perry me ayudaría a no morir de
aburrimiento. Odiaba estas reuniones.
Una vez que la música llenó mis oídos, respiré un pequeño
suspiro. Mucho mejor. Nada calmaba mi alma como la voz sexy de Katy.
Y era tan hermosa. Dejé que mis ojos se cerraran y la imaginé cantando
suavemente para mí en mi propia serenata privada. Tal vez saldría
conmigo. Uno de los idiotas en esta sala tenía que saber cómo ponerse
en contacto con su agente. Tan pronto como dejaran de hablar, si es
que alguna vez se detenían, preguntaría. Con suerte podrían hacer algo
útil por una vez.
Un dedo me tocó en el hombro, pero lo ignoré.
—¡Brian!
Suspirando, tiré de los auriculares de mis oídos. Esos momentos
de respiro no duraban el tiempo suficiente. Abrí los ojos para encontrar
la mayor parte de mi equipo de gestión mirándome. Mi padre, el popular
director de cine Max Oliver, se encontraba sentado justo enfrente de mí
al otro lado de la mesa de conferencias, viéndose como si quisiera
estrangularme. Bien.
Esta sería la última vez que trabajaría con mi padre. Si no
hubiera sido Las Crónicas de Cinder, nunca hubiera tomado el trabajo
en primer lugar. Familia y negocio nunca se deben mezclar,
especialmente no cuando era mi jodida familia.
Mi nuevo asistente, Scott, puso un papel delante de mí y luego
llegó a mí alrededor para pasar la pila a mi co-estrella, Kaylee
Summers. Me quejé de la lista de las fechas impresas en el papel.
Arrugando el horario en una bola pequeña, me incliné hacia atrás en la
silla, miré el objetivo, y tiré. El balón de baloncesto improvisado se dejó
caer en el cesto de basura a través de la habitación sin tocar un solo
lado del cesto —elegante. —¡Ja! ¡Dos puntos!
Levantando una mano para chocar los cinco, me volví hacia
Kaylee. —¿Viste eso? Tal vez me apresuré al elegir mi camino en la vida.
Creo que voy a probar para la próxima temporada de los Lakers.
Kaylee me dedicó su mirada desdeñosa de costumbre y me dejó
colgando. Lo que sea. Scott sería bueno para algo. Me volví hacia él.
Miró nerviosamente por la habitación, pero en última instancia, fue
demasiado cobarde para hacer caso omiso de mi petición y dio una
palmada en mi mano.
Me reí de los nervios del chico. —Relájate, Scotty. Soy el único en
esta sala que puede despedirte, por lo que en caso de duda, hazme feliz,
no a ellos. No te van a culpar.
—¿Has terminado de perder todo nuestro tiempo? explotó mi
papá.
La rabia se extendió a través de mí, lo que hacía a menudo
cuando mi padre se encontraba cerca. Robé la copia de Scott de la
programación y la agité. —Esta estúpida reunión es una pérdida de
tiempo para todos.
Todo mi equipo directivo se ofendió mucho por mi declaración,
pero fue mi agente, Joseph, el que tomó la palabra. —Ese es el esquema
para la gira publicitaria de El Príncipe Druida. Necesitas prestarle
atención.
—¿Por qué? Para eso está Scotty. —Eché mi brazo sobre el
hombro de mi asistente—. Este chico tiene unas habilidades de locos
para coordinar, por eso lo contraté. Probablemente ya tiene ocho copias
de seguridad diferentes de estas listas impresas escondidas en caso de
emergencia. No hay manera de que dejaría que me olvidara de una
reunión alguna vez. Créeme, he intentado con todas mis fuerzas
perderme esta.
Joseph suspiró. —Estás aquí porque tu asistente no puede
aprobar el calendario por ti.
—¿Necesitas mi aprobación? —me burlé—. ¿Como si yo tuviera
algún tipo de voz en todo esto?
—Por supuesto que sí.
Me entraron ganas de reír, excepto que realmente no era
divertido. No había tenido nada que decir respecto a cualquier cosa
desde que mi primera película adolescentes alcanzó el número uno en
la taquilla. Agentes, administradores, publicistas, abogados, asesores
de imagen, entrenadores personales, un millón de otros… Ellos
controlaban mi vida ahora, lo que podía y no podía usar, lo que podía y
no podía comer, a qué funciones podía y no podía asistir, lo que podía
y no podía decir. Infiernos, habían previsto toda esta gira publicitaria
sin consultarme ni una vez. Lo que me habían entregado hace un
momento era un itinerario que ya estaba escrito en piedra.
Escaneando la lista, vi que había semanas de entrevistas,
sesiones de fotos, apariciones públicas, estrenos de cine, apariciones
especiales en dos programas de entrevistas de radio y televisión. Los
Ángeles, Nueva York, Chicago…
Miré a los ojos a Joseph y levanté una ceja en un arco desafiante.
—Estoy seguro de que ya tienes los vuelos y habitaciones de hotel
reservadas, así que, ¿qué diablos importa si yo apruebo nada de esto o
no? ¿Qué pasa si no apruebo nada de eso? ¿The Kenneth Long Show?
Ese tipo es un total idiota. Definitivamente no apruebo eso.
Joseph hizo una mueca, pero en su rostro se instaló una mirada
de determinación. —The Kenneth Long Show está en televisión en
horario estelar. Es el programa de entrevistas más popular que existe.
Tiene millones de espectadores. No puedes dejar pasar una entrevista
con él porque no te gusta.
—Está bien, ¿pero qué es esta mierda de Celebrity Gossip? Son un
maldito tabloide.
Mi publicista, también un idiota, se aclaró la garganta y saltó en
defensa de la programación. —Son el tabloide más grande del mundo.
Si les gustas, te pueden hacer la persona más famosa en el mundo, y si
no lo hacen, te pueden convertir en el mayor chiste que ha salido nunca
de Hollywood.
—Ya te están observando, Brian —añadió mi manager, Gary,
frunciendo el ceño hacia mí—. Es mejor trabajar con ellos y
mantenernos en su lado bueno, que tenerlos publicando historias como
esta en todo los medios de comunicación cada semana.
Gary lanzó la última copia de Celebrity Gossip en la mesa y la
deslizó hacia mí. Leí el título y sonreí. Conseguir que Adrianna Pascal
viniera a casa conmigo la semana pasada había sido la cosa más valiosa
que había hecho durante todo el año.
—Saliste con la novia de la estrella del rock de fama mundial,
Kyle Hamilton, en su propia fiesta de cumpleaños.
Je. Hicimos mucho más que eso esa noche. Miré alrededor de la
habitación con grandes ojos inocentes. —¿Todavía estaban juntos?
—Rompiste su maldita boda.
Me encogí de hombros. —El tipo es un imbécil egoísta. Además, si
ella realmente lo amara, no habría estado sobre mí toda la noche.
Mi padre finalmente lo perdió. —¡Este no es el tipo de prensa que
necesitas ahora mismo! —rugió—. ¿Crees que eres la primera estrella
adolescente sexy que intenta correr con los chicos grandes? ¡No lo eres!
Hollywood ve nuevos idiotas como tú todos los años. Si no puedes
conseguir calmarte, tu próxima actuación va a ser en algún reality show
de “donde están ahora” dentro de veinte años.
Miré a mi padre con más odio de lo que pensaba que era
físicamente posible. Mi papá nunca me había respetado, nunca tuvo fe
en mí. Se burló de todas las películas que he hecho. Constantemente
me dijo que no podía manejar "jugar con los grandes" desde que le dije
que quería hacer mi propio camino en la industria del cine, en lugar de
simplemente dejar que me metiera en sus películas. Ahora sólo estaba
esperando a que fallara para poder tirármelo a la cara.
—Ya he tenido suficiente de esta mierda. —Empujé mi silla de la
mesa de conferencias, arrugando el segundo horario en otra bola. Esta
vez me sentía demasiado enojado para concentrarme, y mi tiro erró bote
de basura.
Antes de que pudiera salir en tromba de la reunión, Lisa, la
productora ejecutiva de la película y la única persona en la habitación,
además de Scott, con los que en realidad podía estar, me recibió en la
puerta y me cerró el camino.
—Brian —dijo, tomando mi mano. Su sonrisa era completamente
condescendiente, pero todavía se suavizó más—. Sabemos que estás
frustrado. Has tenido un poco de mala suerte con los paparazzi en el
último año, pero esta gira de prensa es importante.
¿Un poco de mala suerte? Desde que me dieron el papel para
Cinder, me había convertido en el nuevo chico de oro de los paparazzi
para todo el mercado femenino. Se habían pegado a mí constantemente
con el fin de vender millones de revistas para todas las mujeres en el
país entre las edades de doce y sesenta. Me seguían a todas partes. No
podía limpiarme el culo sin terminar pegado en cada portada de las
revistas de Estados Unidos. No había tenido un momento de paz en
más de un año.
—Es importante para todos nosotros, Brian, pero especialmente
para ti —dijo Lisa—. Te han entregado un regalo con este papel. Cinder
es el papel de tu vida y lo hiciste genial. Todo el mundo, los críticos y los
espectadores promedio por igual, van a enamorarse con tu rendimiento.
Si juegas bien tus cartas, podrías tener una oportunidad de una
nominación al Premio de la Academia.
Eso me hizo pensar. Joseph saltó sobre mi vacilación. —Ella tiene
razón, Brian. Ha habido algo de ruido.
Cabezas se balanceaban de acuerdo alrededor de la mesa de
conferencias. Todo el mundo sonrió a excepción de Kaylee, que
probablemente no podría soportar que la eclipsara completamente en
esta película. Definitivamente no había ningún rumor de Oscar en torno
a su nombre.
Sin poder detenerme, miré a mi padre. El tipo era uno de los
nombres más grandes de Hollywood. Por mucho que odiara al hombre,
nunca podría ganarme su aprobación.
Papá encontró mi mirada con una expresión seria. —Lo has
hecho muy bien.
El elogio me sorprendió tanto que me volví a mi asiento. —
Gracias.
Mi padre asintió. —Esta película podría ganarte un gran respeto
por la ciudad. Con ello puedes pasar de estatus de ídolo adolescente y
convertirte en un jugador serio de la lista A. —Tomó la revista de la
mesa y añadió—: Pero a la elite de Hollywood no le gusta dejar entrar a
las personas que traen este tipo de drama con ellos. No importa lo buen
actor que seas, si no te respetan o piensan que vas a causarles
problemas, no van a seguir trabajando contigo.
Por desgracia, tenía razón. Si mi equipo hablaba en serio respecto
a la cantidad de rumores que estaba consiguiendo por esta actuación,
entonces iba a tener que intensificar mi juego un poco. Iba a tener que
encontrar una manera de hacer que la gente me tomara en serio. Eso
no era fácil de hacer cuando el mundo me consideraba nada más que
un delicioso pedazo de caramelo visual.
—¿Qué se supone que debo hacer? —El antagonismo se había ido
de mi voz, pero no la amargura—. No puedo hacer nada si las personas
que me entrevistan de lo único que quieren hablar es de mis
abdominales y de si alguna vez he considero salir con una fan. No es
culpa mía que sea demasiado condenadamente guapo para ser tomado
en serio.
—¿Qué pasa si llegamos a participar en una obra de caridad? —
preguntó alguien.
—Demasiado efectista —respondió alguien—. Se ha hecho
demasiado. Las personas verían a través de ello.
—¿Qué te parece matricularte en la universidad? —sugirió otra
persona.
¡Sí! Podría mostrarme de acuerdo con eso. Siempre había querido
ir a la universidad. Había sido educado en casa con un tutor privado
durante toda mi vida. Lo más cercano que llegué alguna vez a estar en
una verdadera escuela fue interpretando a un estudiante de secundaria
en las películas.
—Oye, sí, podría hacer eso. Podría ir a UCLA, ¡vamos Bruins! Me
gustaría estudiar literatura inglesa.
Joseph negó con la cabeza, enviándome una sonrisa simpática. —
Esa es una muy buena idea, pero no tendrías el tiempo.
—Pero hemos terminado con El Príncipe Druida —discutí—. No
tengo nada que hacer en este momento. Podría hacerlo totalmente.
Puedo tomarme un par de años e ir a la escuela. Me mantendría fuera
de problemas.
Todos en la habitación negaron con sus cabezas colectivamente.
—¿Por qué no? —Me molestó que desestimaran la idea tan
rápidamente—. ¿Qué demostraría que soy responsable más que obtener
un título universitario? Soy lo bastante inteligente. Obtendría buenas
calificaciones.
Lisa sonrió, pero estaba llena de lástima. —Por supuesto que sí,
pero hay cinco libros de la serie Las Crónicas de Cinder. Cuando El
Príncipe Druida llegue a los cines y rompa los registros de taquilla —lo
cual hará— el estudio le dará luz verde a las otras cuatro películas. Ya
están trabajando en el próximo guion. Estarás filmando de nuevo para
la primavera.
Mi corazón se hundió. Debería haber sabido que no se me
permitiría hacer algo tan normal como ir a la universidad. Alcancé mis
auriculares de nuevo. Mi opinión claramente no era necesaria en esta
conversación, y sea cual sea el esquema que se les ocurriera, estaba
seguro de que necesitaría a Katy para animarme.
—¿Y si él se comprometiera?
Dejé caer mi teléfono antes de que la música tuviera la
oportunidad de reproducirse. —¿Disculpa? —Miré boquiabierto por el
horror a mi publicista, y esperé que alguien se riera, pero nadie se
opuso—. No puedes estar hablando en serio. ¿Comprometido?
—¡En realidad, es brillante! —dijo Joseph—. Esta nación vive por
un gran romance. Satisface a las fans adolescentes y le demuestra al
mundo que Brian Oliver está creciendo. Que está listo para dejar su
estilo de chico-malo y empezar a tomarse la vida en serio.
Traté de no ofenderme por eso. Siempre había sido serio acerca de
mi carrera. Trabajaba desde que era un niño, y nunca tuve la
oportunidad de ser un adolescente normal porque había estado
demasiado ocupado tomándome la vida en serio.
—Soy demasiado joven.
—Es más romántico de esa manera, y nadie te culpará cuando
rompas la relación después.
—¿Y con quién demonios sugieres que me comprometa? ¿Se
supone que consiga a una chica al azar en la calle y le dé un anillo?
—Yo lo haré.
Toda la habitación se quedó en silencio. Kaylee enviaba mensajes
en su teléfono y no levantó la vista para encontrar la mirada de nadie,
pero se encogió de hombros, sabiendo que tenía la atención de toda la
habitación. —Esta es mi primera película. Podría utilizar la publicidad.
Luchando contra mi reflejo nauseoso, me encogí. Si alguna vez la
genética había defraudado a la raza humana, fue en la creación de
Kaylee Summers. Ella era como esos conejitos de chocolate que venden
en Pascua —deliciosa en el exterior, completamente hueca por dentro, y
gran parte de ella estaba destinada a hacer que te enfermaras del
estómago. Ya era bastante malo que tuviera que actuar con ella en el
trabajo. De ninguna manera en el infierno podría seguir fingiendo fuera
del set.
—¡Me encanta! —declaró Joseph.
—¡Genial! —concordó Gary.
Incluso mi padre sonrió con entusiasmo, y dijo—: Es perfecto.
—¡Demonios, no! Si tengo que comprometerme, es con Katy Perry
o con nadie.
Kaylee levantó la vista de su teléfono el tiempo suficiente para
reírse. —Más quisieras.
—La única que sueña aquí, nena, eres tú.
La ira brilló en los ojos de Kaylee, pero su sonrisa se volvió
depredadora. —¿Cuál es el problema, cariño? Conectamos una vez
antes, y no te recuerdo quejándote entonces. Vamos, haz esto conmigo.
Podríamos divertirnos con ello.
Me estremecí. —De ninguna manera.
Varias personas en la habitación suspiraron, y de nuevo quedó en
manos de Lisa convencerme de obedecer. —Brian, piénsalo —instó—.
Un romance en la vida real entre ambos generaría millones en
publicidad gratuita. Tus fans lo devorarían. Sería muy bueno para la
película y para tu carrera.
—¿Un romance en la vida real con ella? —repetí—. Creo que
subestimas mis habilidades de actuación, Lisa.
Eso eliminó la sonrisa presumida de la cara de Kaylee. —Imbécil.
Regresé el sentimiento sin vergüenza. —Perra.
—Actúa como un hombre, Brian —interrumpió mi papá—. Esto
no es sólo sobre ti. Todos necesitamos esto. Esta es mi primera
inmersión en películas más serias. Si mi actor principal puede ganar
una nominación a los Premios de la Academia, podría conseguir
cualquier tipo de trabajo que quisiera después de esto y no sólo en
películas de acción.
—No tiene que ser real —añadió Gary—. Y no durará para
siempre. Sólo un par de meses de ser vistos juntos en público, y luego
después del estreno de la película pueden romper la relación. Sin
ningún daño hecho. Podrían comprometerse bastante rápido, y
simplemente decirle a la gente que salieron en secreto durante el rodaje.
Los romances secretos son emocionantes. El mundo enloquecerá con
eso.
Mirando alrededor de la habitación, sentí la necesidad de golpear
algo. No había manera de que saliera de esta reunión como un hombre
soltero. Kaylee sonrió ante la derrota en mis ojos. —Nos haré una
reserva en algún lugar agradable. Ah, mi anillo mejor que sea de platino
y de por lo menos tres quilates.
Traducido por Issel
Corregido por Laurita PI

La única mujer en mi equipo de rehabilitación era mi terapeuta


psicológica, pero incluso ella era aún joven y atractiva. Aunque que
fuera una mujer en verdad era lo mejor, porque en realidad requería
que pudiera hablar con coherencia en mis sesiones, y eso me parecía
bastante imposible de hacer alrededor del Delicioso Daniel.
La Dra. Parish comenzó con la Inquisición antes de que siquiera
me hubiese acomodado en la gran silla de cuero en su oficina. —¿Cómo
estuvo tu semana, Ella? ¿Algún progreso que reportar?
Amaba la silla, pero odiaba mis sesiones de terapia semanales. En
el mejor de los casos, eran incómodas y siempre salía de ellas
sintiéndome terrible. —Finalmente me puse al día con todos los
episodios que me perdí de Once Upon A Time. —Ese fue el único
progreso en el que podía pensar. Era básicamente lo único que había
hecho en toda la semana.
—Sabes que me refería a tu familia.
—Ellos no son mi familia.
La Dra. Parish me sonrió. —Entiendo por qué te sientes de esa
manera. De cualquier forma, son tu familia y necesitas aceptarlo.
Necesitas encontrar una manera de construir una relación con ellos.
—No puedo construir una relación con personas a las que no les
gusto y que no me quieren cerca. La única vez que hablo con las
gemelas es cuando me llaman para asegurarse de que me esconda en
mi habitación antes de que traigan a sus amigos a casa, y me dicen que
me escribirán cuando sea seguro para que salga.
Lo positivo sobre la Dra. Parish es que nunca perdía su
compostura. Sé que debe frustrarse, pero de alguna manera siempre
luce y suena genuinamente simpática. —Estoy segura que estás
malinterpretando sus intenciones. Quizás cuando te llaman para
decirte que van a traer amigos a casa, es su manera de tratar de
incluirte.
Bufé ante esto. La Dra. Parish es una mujer inteligente, pero tiene
demasiado optimismo. —Las palabras exactas de Anastasia cuando me
llamó ayer fueron: "Oye, medio-monstruo, voy a llevar a algunos amigos
a casa, y todos tienen una especie de temor a los perros, así que
asegúrate de encerrarte en tu habitación esta noche. Te escribiré
cuando sea seguro salir". Llámeme pesimista, pero no creo que haya
malinterpretado eso.
La Dra. Parish estrechó sus ojos, pero no dijo nada.
—La mejor parte —continué—, fue toda la risa de fondo. Estaba
con sus amigos cuando me llamó para decirme esto. Esperó hasta tener
una audiencia a propósito.
—¿Hablaste con tus padres sobre el comportamiento de tus
hermanastras?
De nuevo me reí sin humor. —Me ha dicho cosas peores a la cara
con mi papá y Jennifer parados allí. Siempre se limitan a forzar
sonrisas nerviosas como: "oh, que dulce, las chicas están bromeando
las unas con las otras". Nunca dicen nada. Están en completa negación.
Les dan a esas chicas lo que sea que quieran y las dejan hacer lo que
quieran. Juliette al menos tiene la decencia de sólo pretender que no
existo si me mantengo alejada de su camino, pero Ana es una cruel y
podrida princesa malcriada. No sería su amiga aunque tuviera la
oportunidad. No es la clase de persona que es saludable para ser amiga
de nadie. Es una chica mala por excelencia, como el tipo sobre el que
hacen películas.
La Dra. Parish suspiró. Bajó el bolígrafo con el que siempre toma
notas durante nuestras sesiones y se quitó los lentes para frotarse los
ojos. Obviamente cansada de ir en círculos, cambió de tema. —
Hablemos más sobre tu intento de suicidio.
Gruñí, pero aun así tiré de las mangas de mi camisa. Tenía
cicatrices por todo mi cuerpo, pero las de mis muñecas eran diferentes.
Esas cicatrices eran culpa mía. Ese momento en mi vida era una
decisión de la que en verdad me arrepentía. Algo que me avergonzaba.
—Eso fue un error —susurré—. Ni siquiera fue tan en serio.
—He leído los informes, Ella, y he visto un número de casos de
intentos de suicidios. Si hubieses tenido algo más que un cuchillo de
carne disponible, hubieses tenido éxito. Casi lo tuviste. No estabas
jugando.
—Bien, quizás fue en serio, en ese momento, pero no pensaba con
claridad. Fue una etapa bastante mala para mí, pero he mejorado
muchísimo.
La Dra. Parish no me creía.
—¡Puedo caminar de nuevo! ¡Estoy aprendiendo cómo escribir con
mi mano mala de nuevo! Los doctores en Boston me dijeron que eso no
se suponía que fuera posible. ¿Cree que habría trabajado tanto y me
hubiera expuesto a tanto dolor tratando de conseguir esas cosas si aún
pensar en terminar con mi propia vida? Me encontraba abrumada
después de mi accidente y perdí la cabeza por un tiempo, pero, ¡ya no
soy suicida! ¿Por qué nadie me cree?
La Dra. Parish se levantó de su escritorio y caminó con una caja
de pañuelos hacia mí. Después de que tomara uno a regañadientes, se
sentó en la otra silla a mi lado. —Te creo, Ella —dijo—. Tienes mucho
trabajo por delante aún, pero sé que has transitado un largo camino
desde ese oscuro lugar. Lo que no entiendes es que hasta que tu vida
sea mucho más estable, sería muy fácil que cayeras de nuevo ahí. Al
menos viviendo en la casa de tu padre, te sientas cómoda o no, hay
alguien que te ama vigilándote y tiene tus mejores intereses en mente.
Eso me molestó tanto que comencé a temblar. —¿Usted piensa
que ese hombre me ama? ¿Piensa que tiene mis intereses en mente? ¡Ni
siquiera me conoce! El otro día me inscribió en la misma escuela a la
que van sus hijas. Es una costosa escuela privada como la que ve en los
programas de televisión sobre niños ricos con vidas jodidas.
—Probablemente es una gran escuela, Ella.
—A lo mejor, pero eso no significa que sea la adecuada para mí.
Me llevó a ver el lugar cuando me inscribió, y me sentí como si hubiese
ido a algún planeta alienígena. Crecí yendo a una escuela pública en el
interior de la ciudad de Boston. Teníamos detectores de metales, no
puestos de sushi. No voy a encajar ahí. Ni siquiera voy a saber cómo
interactuar con los otros chicos. No tendremos nada en común. Todos
serán como Anastasia y Juliette. Además, tenemos que usar uniformes:
¡faldas cortas y camisas de manga corta! Será un infierno para mí.
Cuando la Dra. Parish suspiró, traté de defenderme de una
manera que no sonara como que sólo me estaba quejando. —La escuela
pública sería mucho más familiar. Sería mucho más diversa. Podría
usar lo que sea que quisiese para así no tener que tener siempre mis
cicatrices expuestas como algún tipo de espectáculo anormal. Podría
mezclarme más. Además, allí incluso podría haber otros chicos en un
plan de cinco años. ¿Cree que los chicos que van a escuelas como
Beverly Hills Prep Academy quedan retenidos? Como si no tuviera ya
suficiente con que lidiar, voy a ser un año mayor que todos los demás
estudiantes de último año. Además, ya tengo una archienemiga que no
quiere que vaya y ha prometido hacer mi vida un infierno si me cruzo
en su camino.
Esperé que la Dra. Parish me dijera que de nuevo malinterpretaba
las amenazas de Anastasia, pero no lo hizo. Regresó a su escritorio y
comenzó a tomar más notas. —¿Le has expresado algunas de estas
preocupaciones a tu padre?
Le di otra risa sin humor. —Tuve un gran ataque de pánico
cuando vi el lugar. Entiendo por qué no quiere que haga la escuela en
casa, así que le pedí si al menos podía enviarme a una escuela pública.
Le di todas las razones que le di a usted. Le dije que pensaba que me
ayudaría a ajustarme mejor si me encontraba en un espacio más
familiar y menos ansioso. Le supliqué. ¿Y sabe qué hizo? ¡Se rio! Estaba
en medio de un ataque de pánico legítimo. Le rogué que me entendiera.
Estaba llorando, y se rio. Me dijo que era ridícula y que iba a amar ese
lugar. Me dijo que ninguna hija suya iba a ir a una escuela pública
cuando él podía proveerle una mejor educación.
Como era común durante mis sesiones de terapia, comencé a
llorar y tuve que tomar otro pañuelo. —El hombre no puede tener
presente mis intereses, porque no tiene ni idea de cuáles son. No sabe
nada sobre mí, o lo que necesito. Es sólo un snob que ahora se ve
atrapado con una chica anormal de una parte de su pasado que trató
de enterrar. Soy su profundo, oscuro y desagradable secreto. Está más
preocupado por salvar las apariencias con sus amigos que lo que está
de mí.
Me soplé la nariz y controlé las lágrimas. Una vez que pude hablar
de nuevo de una manera racional, dije—: Mire, sé que está tratando de
ayudarme, pero el hecho es que la casa de mi papá no es un ambiente
saludable. Es incómodo y estresante, y está haciendo todo más difícil
para mí. Todo mi proceso de rehabilitación sería mucho más fácil si
pudiera mudarme sola.
La Dra. Parish se sentó allí por un minuto, contemplando
silenciosamente lo que dije. —Si pudieras irte tú sola —preguntó por
fin—. ¿A dónde irías? ¿De regreso a Boston?
Finalmente, un tema que no era depresivo. —No lo sé —dije
honestamente—. Perdí mi lugar en la universidad de Boston, y todos
mis amigos se han mudado. Las cosas no serían las mismas si tratara
de regresar, así que probablemente escogería algún otro lugar.
—Así que, ¿a dónde irías? —preguntó de nuevo la Dra. Parish—.
¿Qué harías con tu vida?
—Primero, terminaría la escuela en algún programa online. Si
hiciera eso, podría comenzar ahora y terminar en un par de meses en
vez de tener que repetir por completo el último año. Luego, aún iría a la
universidad. Sé que quiero estudiar periodismo. Creo que sólo tendría
que decidir dónde querría ir. Podría ir a cualquier lugar ahora, pero
quiero ser una reseñadora/escritora de entretenimiento, así que
probablemente aquí o en Nueva York. Probablemente Nueva York,
porque tengo debilidad por la costa este.
Supe que había dicho lo incorrecto cuando los ojos de la Dra.
Parish se estrecharon. —Te irías, ¿simplemente así? ¿Irías a alguna
universidad tú sola en alguna ciudad dónde no conoces a nadie?
¿Dónde no tienes amigos?
—Muchos chicos lo hacen. —Me golpeé por sonar tan defensiva.
Sabía que eso funcionaría en mi contra, pero no podía evitarlo. Odiaba
la forma en que las personas siempre señalaban que no me quedaba
nadie.
—Muchos chicos no se están recuperando de una experiencia tan
traumática como tú, e incluso así, la mayoría de esos chicos tienen un
fuerte sistema de apoyo en casa.
Fruncí el ceño. —¿Y cree que tengo eso aquí? ¿Cree que mi papá y
su familia son mi sistema de apoyo?
—No, no lo creo —dijo simplemente.
Me sorprendí por su respuesta. Todos a quienes había conocido
desde el momento en que me desperté de mi accidente trataron de
empujar a mi papá y a su familia hacia mí como si el hecho de que mi
padre y yo compartiéramos la misma sangre significara que todos
íbamos a amarnos automáticamente y a ser súper mejores amigos.
—Quizás estás en lo correcto en que vivir con tu padre y su
familia no es lo mejor para ti —dijo lentamente.
Mi corazón se animó ante este pequeño rayo de esperanza, pero
traté de exprimirlo. Debía de haber alguna trampa en algún lugar. Ella
no iba a firmar para liberarme en lo que a mi salud metal se refiere, que
era lo que necesitaba si quería estar libre de la supervisión de mi padre
y vivir por mi cuenta.
La Dra. Parish deslizó su libreta hacia abajo y se inclinó hacia
atrás en su silla. —Ella, sé que me ves como a tu guardiana de prisión,
pero espero que entiendas que lo que en verdad quiero es lo mejor para
ti. Es mi trabajo ayudarte a descubrir qué es eso, y ayudarte a llegar a
un lugar donde mentalmente puedas lograrlo. Quiero verte triunfar.
Quiero ser capaz de firmar tus papeles del alta, pero tienes que
probarme que estás lista para eso.
Así que no iba a liberarme de la casa de mi padre. Mi esperanza
fue apropiadamente extinguida. —¿Qué significa eso? —gruñí.
—Significa que si conseguir un lugar para que vivas sola es lo
mejor para ti, entonces es hacia lo que vamos a trabajar. Pero no voy a
dejarte hacerlo hasta que puedas probarme que no vas a estar
completamente sola. No creo que estés lista para vivir por tu cuenta.
Creo que eso te pondría en peligro de caer en otra depresión severa.
Necesitas amigos. Un sistema sólido de apoyo. Si no crees que tu
familia hará eso por ti, entonces encuentra nuevos. Haz algunos
amigos. Únete a algún grupo de apoyo. Trata de ponerte en contacto de
nuevo con algunos de tus antiguos amigos en Boston. Incluso si se han
mudado y no vives cerca de ellos, aún necesitas personas con las que
puedas hablar. Si puedes construirte un sistema de apoyo verdadero,
Ella, entonces te llevaré a comprar un apartamento yo misma.
La promesa de la Dra. Parish se quedó conmigo el resto del día.
Necesitaba un sistema de apoyo, y había solo un lugar en el que podía
pensar para comenzar.
Traducido por Prim & Ivy Walker
Corregido por Helena Blake

Tiré del cuello de mi camisa y entré en el restaurante. Por


supuesto que Kaylee había elegido The Ivy para nuestra “primera cita”.
Era únicamente uno de los lugares para cazar celebridades más
conocidos de Los Ángeles. Los fotógrafos siempre acampaban por las
noches en la acera y hoy no era la excepción. Los flashes comenzaron
una media cuadra antes de llegar porque los paparazzi ya conocían mi
auto. Se volverían locos cuando vieran que iba a cenar con Kaylee
Summers.
—¿Estás listo para esto, bebé? —se burló Kaylee desde el asiento
del pasajero.
Mi estómago se revolvió. Kaylee había estado medio ansiosa con
todo esto de la farsa. Se me tiró encima la primera vez que nos
conocimos, y yo cometí el error de llevarla a casa. Me tomó solo un par
de días darme cuenta de lo estúpido que fui. No parecía entender que
fue una noche de diversión y no tendría que haber tensión mientras
filmábamos, porque era eso, una noche de diversión. Me llevó un par de
semanas convencerla de que no estaba interesado en nadie más, y tuve
que pasar de un montón de chicas para hacerla entender.
La volví a mirar. Se puso en los labios algo brillante y rio. —Luces
como si te fueran a condenar a prisión.
Casi sonreí. Esa aclaración fue sorprendentemente precisa.
—No sé por qué eres tan cascarrabias sobre esto. La mayoría de
los hombres matarían por salir conmigo.
Aunque Kaylee no fuera falsa, costosa, o una perra egocéntrica
que es más tonta que un pececito, no saldría con ella por mi cuenta. No
saldría con nadie, al menos no más de una vez. —No suelo tener
relaciones amorosas.
—¿Por qué no? Para mí son divertidas.
Para poder estar en una relación real, se necesita el corazón, y el
mío ya no funcionaba. No desde hace más de ocho meses, pero no era
algo que le diría a Kaylee. —Simplemente no.
Kaylee dejó de prepararse y se volteó para mirarme con ojos
entrecerrados. Un momento después sus labios se curvaron en una
sonrisa. —¡Qué irónico! El mayor rompecorazones de Hollywood no sale
con chicas porque una se lo rompió.
Con la mandíbula tensa, volví la mirada hacia el parabrisas. No
hablaba sobre Ella con nadie, menos con Kaylee.
Kaylee volvió a reír. —Quien quiera que fuera, te afectó mucho.
La miré. —Esa conversación está fuera de los límites. Déjalo, o
dejaré tu trasero en la acera y encontraré a otra chica más sexy para
que finja conmigo.
Su sonrisa desapareció y sus ojos brillaron con malicia. —Esta
relación es mi viaje a la luna de mi popularidad. No dejaré que lo
arruines solo porque alguien te botó. Si haces eso, arruinaré tu carrera.
Y para cuando termine contigo, tendrás que irte al Polo Norte para
escapar del drama que será tu vida.
Por mucho que odiara admitirlo, la amenaza de Kaylee era real.
Esta podía haber sido su primera película, pero sus padres eran
personas poderosas y sus amigos aún más, ahí la razón por la que
consiguió un papel para el que no era lo suficientemente buena en
primer lugar. Su padre era el jefe del estudio que le dio luz verde a El
Príncipe Druida.
Tenía algo de poder de estrella respaldándome y mi talento en la
actuación no podía ser ignorado, así que tenía un poco de espacio para
respirar y enfrentarme a Kaylee aquí y allí, pero si la enojaba lo
suficiente, no dudaba que le haría un daño significativo en mi carrera.
Estaba varado en esta pesadilla, por lo menos hasta la votación de los
premios de la temporada. Si pudiera simplemente conseguir mi
nominación y demostrarle a todo el mundo que lo merecía, botaría a
Kaylee y me felicitaría por tomar tan buena decisión.
Me recosté en el asiento, cerré los ojos y suspiré. —A veces me
sorprendes. No conozco a nadie que sea una perra de forma tan
naturalmente como tú.
—No tengo por qué serlo, Brian.
Abrí un ojo desconfiado y Kaylee me sonrió sensualmente. Se
inclinó hacia mi oído, y dijo suavemente—: Puedo hacer de los próximos
meses un infierno para ti, o pueden ser muy, muy placenteros.
Comenzó a trazar besos a lo largo de mi cuello mientras su mano
tocaba peligrosamente mi muslo interno. Sus uñas largas recorrieron
mi pantalón con el toque justo de placer para volverme loco.
Dejé de respirar. No quería estar ante ella, pero esta Kaylee era
más agradable que la versión llorona y malvada que me hubiera
castigado por no seguirle el juego. Cuidadosamente, intentando no
molestarla, saqué su mano de mis piernas. —Dos segundos más y no
soy capaz de salir de este auto. A menos que quieras saltarte la cena e
ir directo al postre, te sugiero que mantengas las manos para ti misma.
Kaylee sonrió mientras volvía a su asiento y continuaba
maquillándose. —Tentador. Pero necesitamos aparecer en público antes
de hacer las cosas divertidas. Además, estoy hambrienta.
—Bien. —Como si no fuéramos a cenar un poco de agua y un par
de pedazos de lechuga—. Como sea.
Volví a suspirar y abrí la puerta, adoptando inmediatamente mi
sonrisa “pública” cuando la gente empezó a gritar por mi atención.
Todos mis pensamientos y sentimientos se apagaron. El
entumecimiento me ayudó el año pasado para tomar el control. Le di la
bienvenida, lo acepté.
El caos se desvaneció mientras sonreía para la multitud. Actuar
era algo que hacía bien, un juego que me encantaba. Esta cita con
Kaylee era solo otra actuación, así que actuaría, y haría un trabajo
malditamente bueno en ello.
Rodeé el auto y, como un perfecto caballero, le abrí la puerta.
Cuando terminé de ayudarla a bajarse, rodeé su cintura con mi brazo.
—Sonríe para las cámaras, princesa —dije lo suficientemente alto como
para que la audiencia escuchara y besé el punto sensible detrás de su
oreja.
Kaylee suspiró de placer. Mientras caminábamos hacia el
restaurante, murmuró cerca de mi hombro. —Um, quizá te mereces un
premio. Casi me creo que me deseas ahora mismo. —¿Ven?
Definitivamente merezco un Oscar.
Veinte minutos después, estaba tan aburrido como para llorar
cuando mi teléfono sonó con un nuevo e-mail. Seguramente era Scott
cambiando algo de mi horario, pero eso era incluso mejor que escuchar
a Kaylee sobre algún próximo compromiso. Tenía todo organizado,
desde el lugar y la hora, hasta las cosas que iba a decirle. Dispárame
ahora, pensé cuando dijo algo sobre una fiesta de compromiso.
Alcancé mi bebida al mismo tiempo que saqué mi teléfono móvil
de mi bolsillo y me helé al ver de quién era el mensaje.
Tienes un nuevo mensaje.
De: Ellamara.
Asunto: ¿Cinder?
—¡Santa mierda!
El vaso cayó de mi mano hacia el plato, manchándonos de vino a
Kaylee y a mí. El personal del restaurante vino corriendo cuando Kaylee
soltó un grito.
—¡Jodida santa mierda!
—¡Brian! —chilló Kaylee—. ¿Qué mierda está mal contigo?
La ignoré, y, con la mano temblorosa, abrí el mensaje, rogando
que no fuera alguna clase de broma enferma.
Para: Cinder48@gmail.com
De: EllaTheRealHero@yahoo.com
Asunto: ¿Cinder?
Querido Cinder, me ha llevado semanas tomar el coraje para
escribir este e-mail. No tengo ni idea de cómo saludar después de tanto
tiempo. Nunca te respondí ese día porque tuve un accidente de tráfico.
Estuve en coma por un tiempo y luego me quedé algo más en el
hospital.
No pude contener un jadeo. Ya me había imaginado algo así, pero
confirmarlo hizo real la pesadilla de una forma que nunca me había
pasado.
Ellamara y yo habíamos sido solo amigos anónimos por mensajes,
pero la última vez que le había hablado, le pregunté su dirección para
poder enviarle algo. Era un paso enorme en nuestra relación, pero me
encontraba en un punto donde me animaba a correr el riesgo.
Necesitaba más de ella. Necesitaba ser más para ella.
Me arriesgué, le compré algo bonito para poder ganarme su
corazón, y le pregunté dónde vivía. Me dijo que era un escalofriante
acosador virtual, pero estaba seguro de que era una broma hasta que
nunca más contestó. Al principio pensé que se le había roto el teléfono,
y luego cuando siguió sin responderme temí haberla asustado. Pero
entonces no publicó en su blog y supe que algo le había pasado.
Le escribí e-mail tras e-mail, y esperé a que ella me contestara, o
que al menos volviera a postear, pero después de unas semanas me di
por vencido. Sabía que, a pesar de haberla asustado, hacer que no
quisiera hablar más con su acosador espeluznante, Ella nunca hubiera
dejado el blog. Nunca. No a menos que estuviera muerta. Lo que fue la
conclusión que saqué después del mes entero sin saber nada de ella.
Por meses lamenté la pérdida de mi mejor amiga y la chica de la que me
había enamorado, y estuve así hasta hacía seis segundos, cuando recibí
el mensaje.
Tragándome el nudo que se había formado en mi garganta, seguí
con el mensaje.
Mi madre murió en el accidente, por lo que me tuve que mudar
con mi padre y su familia. Él empacó todas mis cosas y las llevó a su
casa mientras estaba en el hospital. Nunca volví a casa. Nunca he
vuelto a ver a ninguno de mis viejos amigos. No me despedí de nadie. Ni
de mi madre. Me perdí su funeral. Lamento haber tardado tanto tiempo,
y aun no estoy segura de ser capaz de darle click a ENVIAR. Es solo que
ahora todo es tan diferente, y pensar en el pasado duele tanto que no
puedo enfrentarlo. No he tenido contacto con nadie de mi vieja vida. He
pensado en retomar mi blog, pero mi padre se deshizo de mis libros
mientras estaba en coma y ya no tengo corazón para seguir haciéndolo.
Lamento haber desaparecido. Lamento si te lastimé. No era mi
intención. Espero que puedas perdonarme. Solo quiero que sepas que
nuestra amistad siempre significó mucho para mí. (Aún lo hace). Pienso
en ti todo el tiempo.
Te extraña, Ella.
Me senté en mi silla mirando el mensaje mientras mi entorno
giraba. Ella estaba viva. Ella me envió un mensaje. Y me extraña. Era
demasiado bueno como para creerlo.
Tragué de nuevo, pero esta vez por las náuseas de tantas
emociones. ¿Me sentía emocionado por el hecho de que estuviera viva,
pero también de que estuviera pasando por algo feo? Perdió a su madre
y se fue a vivir con el hombre que la abandonó hace años. Pensar en
que estaba pasando por todo eso era agonizante.
Las emociones en mi interior eran tan fuertes que se me hacía
imposible ocultarlas. No podía evitar la euforia que sentía, el alivio y la
alegría de saber que estaba viva, pero al mismo tiempo, mi corazón
volvía a estar roto. Me sentía enfermo de preocupación por ella. Se debió
de haber sentido tan sola todo ese tiempo.
—¡Brian! —La voz chillona de Kaylee me sacó del shock. Luego de
un par de pestañeos, me la encontré observándome con preguntas
implícitas.
Otra persona interrumpió—: ¿Señor Oliver? ¿Está todo bien?
Sacudí la cabeza intentando despejar mi aturdimiento mientas la
gerente del restaurante daba vueltas a nuestro alrededor. Una mujer
me tendía un trapo. No fue hasta que me lo dio que noté que me había
manchado con vino. Lo tomé y me disculpé. —Lo siento por el desastre.
—No se preocupe por eso —dijo—. Estoy más preocupada por
usted. Se ve tan pálido. ¿Se siente mal? ¿Necesita asistencia?
¿Deberíamos llamar a los paramédicos?
—¿Qué? Oh, no. Estoy bien. Solo estoy sorprendido. Lo siento
tanto. —Saqué el pase del estacionamiento y se lo entregué al gerente—.
¿Podría decirle al valet que busque mi auto, por favor? Me temo que
tendremos que irnos. Y es urgente, así que…
Él asintió, pero la duda en sus ojos se intensificó. —Por supuesto,
señor Oliver. ¿Pero está seguro de que se encuentra bien?
¿Estaba bien? Si esta mujer supiera. Me siento mejor de lo que
he estado durante ocho meses. ¡Ella me había escrito! Y yo aún no le
respondía…
—¿Señor Oliver?
Eludiendo la preocupación de la mujer, presioné “Responder”.
Para: EllaTheRealHero@yahoo.com
De: Cinder458@gmail.com
Asunto: RE: ¿Cinder?
¡¡¡¡Ella!!!!! ¡ESTOY CONMOCIONADO! Salí a cenar con una amiga.
Dame diez minutos. ¡¡¡¡¡¡¡NO te vayas a ningún lado!!!!!!!
Tan pronto como pulsé enviar, me puse de pie y le di a la gerente
un poco de dinero y una tarjeta. —Este es el número de mi asistente
personal. ¿Podría por favor ponerse en contacto con él respecto a la
cuenta de la cena y por cualquier problema que causé? Gracias por
todo, y de nuevo lo siento por las molestias.
No esperé una respuesta. Salí del restaurante lo más rápido que
pude y ya me subía a mi coche cuando Kaylee salió del restaurante
detrás de mí.
—¡Brian! —dijo entre dientes. Forzó una sonrisa hacia todos los
curiosos paparazzi y suavizó su voz—. Cariño, ¿estás seguro de que te
sientes bien? ¿Necesitas que conduzca?
Oh, sí. Eso.
Me había olvidado de Kaylee, pero la mirada que me dedicó desde
la parte superior del Ferrari me hizo recordar la actuación que se
suponía que debía estar representando en público. A decir verdad, no
me importaría nada si Kaylee tuviera una rabieta y tratara de
destruirme. Lo único que importaba era que Ella estaba viva y que me
estaba esperando para hablar con ella. Pero comenzar una pelea
tomaría más tiempo que mantener a Kaylee feliz, así que le lancé una
sonrisa baja bragas. —Estoy bien, nena. Me siento terrible por arruinar
un vestido tan sexy, y creo que es importante que te lo quite lo más
rápido posible.
Sorpresa brilló en los ojos de Kaylee, pero toda su cara se iluminó
y me miró. —Eres tan malo.
Se rio, y luego se volvió para decirles algo a los hombres con sus
cámaras, pero no esperé alrededor para escuchar lo que era. Me subí en
el coche, abroché el cinturón de seguridad y bajé la ventanilla del
pasajero. —Nena, deja de coquetear con las cámaras y mete tu sexy
trasero en el coche ahora. ¡No puedo esperar más!
Kaylee les lanzó otra sonrisa a los paparazzi y se metió en el
coche. Cuando aceleré alejándome del restaurante, desató la diatriba
que había estado reteniendo mientras se hallaba en público. —¿Has
perdido el juicio? ¿Qué diablos fue todo eso? ¡Nos hiciste parecer
completamente estúpidos, y arruinaste mi vestido! ¡Esos fotógrafos
acaban de sacarme fotos con vino en el frente!
—No me importa una mierda tu estúpido vestido. Ella me envió
un correo electrónico y tengo que llegar a casa para poder hablar con
ella.
Kaylee se quedó sin aliento.
Estaba conduciendo demasiado rápido como para quitar los ojos
de la carretera, pero sentí el calor de su mirada. Era lo suficientemente
caliente como para que temiera que ella pudiera sufrir una combustión
espontánea. Si explotaba en llamas y arruinaba mis asientos de cuero,
iba a molestarme.
—¿Todo esto debido a que una chica te envió un correo
electrónico?
—Ella no es sólo una chica. Es la chica. La única chica.
—¿QUÉ?
—Esto es un maldito truco publicitario, Kaylee. Nuestra relación
es falsa. No te olvides de eso.
—Tal vez, pero si crees que voy a dejarte andar por ahí con alguna
sucia puta mientras se supone que debes estar saliendo conmigo…
—¡Esto no es acerca de ti! —espeté—. Me acabo de enterar que la
persona más importante en mi vida no murió hace ocho meses. ¡Ha
estado en un maldito coma y me acaba de enviar un correo electrónico
para decirme que todavía está viva! ¡Estoy un poco asustado en este
momento, así que no me des ninguna mierda! Necesito hablar con ella.
Milagro de milagros, me las arreglé para dejar a Kaylee sin habla.
Cinco minutos más tarde, entré por la puerta de seguridad de mi
casa en Hollywood Hills. Cuando apagué el coche y empecé a salir,
Kaylee me miró boquiabierta. —¿Solo vas a entrar y a llamar a esta
tal Ella? —Escupió el nombre con repugnancia—. ¿Qué se supone que
debo hacer?
¿Como si me importara? Me encogí de hombros. —Llama un taxi.
—¿Un taxi? —Kaylee gritó con horror—. ¿Esperas que tome
un taxi a casa? Esta fue nuestra primera salida en público juntos.
Sabes que fuimos seguidos después de que dejáramos el restaurante.
De ninguna maldita manera voy a ser fotografiada dejando tu casa justo
después de que llegamos aquí, sola y en un maldito taxi.
Kaylee estaba echando humo y claramente en busca de una
pelea, pero no quería tomarme el tiempo para entrar en ella. —Entonces
entra. Quédate por la noche, no importa, y te llevaré a casa en la
mañana.
Kaylee me siguió a la casa, todavía furiosa. —Malditamente
seguro me vas a llevar a casa en la mañana. Después de que me lleves a
un buen desayuno para compensar por esta mierda, y me darás una
camisa para usar como haría un novio de verdad.
La irritación me atravesó. Todo lo que quería hacer era hablar con
Ella, y Kaylee estaba preocupada por algún estúpido truco publicitario.
Me quité la chaqueta y me arranqué por encima de la cabeza la camisa
que llevaba debajo. —Disfrútala, princesa —me quejé mientras se la
tiraba—. Es lo más cerca que vas a llegar a mí esta noche. La
habitación de huéspedes está al final del pasillo a la derecha.
Salí enfurecido hacia mi dormitorio, cerrando de golpe y
bloqueando la puerta detrás de mí.

Traducido por Mary Haynes


Corregido por Amélie.

Lo hice. Le envié un correo electrónico a Cinder. Y menos de cinco


minutos más tarde, recibí una respuesta. Al segundo que leí su correo
electrónico, todo mi cuerpo se relajó. Estaba tan aliviada. ¡Era Cinder!
¡Había hablado con Cinder! Sonaba igual que siempre y parecía ansioso
por hablar conmigo. Tal vez sí me quedaba un amigo en el mundo.
Un pequeño pedazo de mi corazón muerto volvió a la vida y tomé
lo que sentía como mi primer aliento real desde el accidente. Mis manos
temblaban con anticipación cuando me conecté a mi correo instantáneo
y esperé. Mi estómago era una mezcla de todo tipo de mariposas —
nerviosas, excitadas, temerosas, felices…
Los minutos pasaban sucesivamente. Pasaron diez minutos, luego
quince, y finalmente veinte. Pensaba que iba a volverme loca. Pensé que
podría atravesar la computadora y estrangularlo por tardar demasiado
si me hacía esperar un minuto más. Y entonces estaba allí.
Cinder458: Lo siento. Me tomó más tiempo de lo que pensé para
llegar a casa.
EllaTheRealHero: ¿Casa? ¿Dejaste a tu amiga? No tienes que
hacer eso.
Cinder458: ¿Estás bromeando? Ella, pensé que habías muerto.
EllaTheRealHero: ¿Hablas en serio?
Mi corazón cayó hasta mi estómago. ¿Pensó que estaba muerta?
Me pregunté si todos mis amigos de casa también pensaron eso. Me
preguntaba si debería hacerles saber que no lo estaba. No creo que
pueda manejar las preguntas.
Cinder458: ¿Qué se supone que debía pensar? ¡Desapareciste en
medio de la conversación! Te escribí un millón de correos electrónicos.
Revisé tu blog y tu Twitter todos los días durante meses. No podía
pensar en ninguna otra razón por la que dejarías de repente de
bloguear.
Sé que realmente no puedes escuchar la emoción en un e-mail,
pero Cinder sonaba tan molesto. Me sentí muy mal de que tuviera que
pasar por todo eso. Sé que si el zapato hubiera estado en el otro pie, me
hubiera vuelto loca por la preocupación.
EllaTheRealHero: Lo siento mucho. No debería haber dejado que
te preocuparas de esa manera durante tanto tiempo.
Cinder458: No te disculpes conmigo, Ellamara. No tienes nada
que lamentar. Me alegro de que estés bien. Todavía no puedo creer que
esté hablando contigo. Casi me caigo de la silla cuando me llegó tu e-
mail.
Cinder458: Mi cita pensó que estaba loco, por cierto.
Definitivamente ahora no voy a conseguir nada de ella y es muy sexy.
Totalmente culpa tuya.
Por un segundo, me eché a reír. Era el mismo viejo Cinder.
Entonces me di cuenta de lo que dijo y mi corazón se saltó un latido.
EllaTheRealHero: ¿¿¿¿Estabas en una cita???? ¡Cinder! No
puedo creer que la abandonaras. Qué idiota.
Cinder458: Eh, de cualquier forma era de alto mantenimiento.
EllaTheRealHero: ¡¡¡Cinder!!!
Cinder458: Supéralo, mujer. Era una cita estúpida. Tú eras más
importante. Ese correo electrónico casi me hizo llorar. ¡Estúpidas
lágrimas, Ella! ¿Por qué aún estamos hablando de mí? No me puedo
imaginar lo que has pasado. Sé lo cercana que eras con tu mamá. ¿Y
tuviste que irte a vivir con tu papá? ¡¡¡No lo has visto en años!!! ¿Cómo
estás? ¿Hay algo que pueda hacer? ¿Quieres que vuele hacia allí y te
secuestre para alejarte de él? ¿O por lo menos que le dé un puñetazo en
la cara? No puedo creer que se deshizo de tus libros.
Ya el mundo parecía más brillante. La vida no era tan mala como
lo había sido hace media hora. Mi soledad abrumadora se había ido.
Todavía no había realmente una luz al final del túnel, pero al menos no
estaba a solas en la oscuridad nunca más.
Debería haber sabido que Cinder no habría cambiado. Debería
haberle enviado un correo electrónico hace meses en el centro de
rehabilitación una vez que podía moverme de nuevo. Oh, bueno. No
sirve vivir en el pasado. Lo tenía de nuevo ahora y eso era todo lo que
importaba.
EllaTheRealHero: Nada de pegar. Mi papá es un gran y malvado
abogado estadounidense. Te enterraría en la corte, te metería en la
cárcel y probablemente incluso te quitaría tu sofisticado auto parlante.
Cinder458: Espera, espera, espera, ¡no mi precioso! Vale, vale,
así que sin puñetazos ni secuestrarte. Pero en serio, Ella, ¿qué puedo
hacer? Me siento impotente aquí chica5. Habla conmigo.

5 En español original.
EllaTheRealHero: No quiero hablar. Estoy tan harta de hablar.
Con las únicas personas con las que hablo son doctores y lo único que
hacen es hacerme hablar. No necesito otro médico. Necesito un amigo.
Necesito a alguien que me haga reír y que me ayude sacar mi mente de
todo. No me trates como si me fuera a romper. Gritarme y no me dejes
salirme con la mía cuando empiece a actuar como una niña mimada.
Cinder458: ¿Alguna vez me he perdido la oportunidad de
llamarte niña mimada?
EllaTheRealHero: No. Por eso te necesito. Mi vida está al revés en
este momento, y realmente necesito algo familiar. Necesito algo normal.
Cinder458: Puedo hacerlo normal.
Me reí con una alegre risa genuinamente real y feliz. Era la
primera risa real que logré desde mi accidente. No había nada forzado o
incómodo al respecto. No lo había hecho porque me sentía nerviosa por
algo o trataba de ocultar mis verdaderos sentimientos. Me reí porque
estaba en un buen estado de ánimo (y porque lo que Cinder dijo era
ridículo).
La Dra. Parish iba a estar feliz. Tal vez, si tenía suerte, dejaría de
acosarme para que pasara tiempo con mi papá y las brujastras, pero lo
dudaba.
EllaTheRealHero: Claro que puedes, estrella de rock. No sabrías
hacer algo normal aunque te mordiera en tu ridículamente hermosa
cara.
Cinder458: Nunca has visto mi cara. ¿Cómo sabes que es
hermosa?
EllaTheRealHero: Debido a que ninguna persona fea podría tener
un ego tan grande como el tuyo.
Cinder458: Tienes razón. Soy hermoso. También probablemente
soy demasiado increíble para lograr algo normal, pero definitivamente
puedo manejar lo familiar. Ya has visto el elenco de El Príncipe Druida,
¿no? Me he vuelto loco por no poder hablar contigo acerca de él.
Me reí de nuevo. Esto era familiar. Mi mente se dirigió de nuevo a
los primeros meses en el hospital. Los médicos me mantuvieron en un
coma inducido durante tres semanas porque mi dolor era demasiado y
estaba teniendo muchas cirugías. Después de que me sacaron de él,
aún hubo varias semanas donde estaba aturdida e incoherente, dentro
y fuera de la consciencia. El personal del hospital me dijo que durante
semanas preguntaba por mi mamá y Cinder.
Un día, una de mis enfermeras reconoció el nombre Cinder y me
trajo una revista de entretenimiento. La cubierta se jactaba con un
artículo acerca de que el chico dorado de Hollywood aterrizaba en el
papel del príncipe de fantasía más preciado. Supongo que la idea de la
sensación adolescente Brian Oliver como el Príncipe Cinder era tan
horrible que me sacó de mi estupor y me produjo un estado de
nerviosismo, como lo llamó mi enfermera. Y eso fue antes de que me
enterara de quién la iba a dirigir.
EllaTheRealHero: ¡Uf! ¡No me lo recuerdes!
Cinder458: ¿?
EllaTheRealHero: ¿Por qué Hollywood siempre tiene que
arruinarlo todo?
Cinder458: ¿Crees que va a apestar?
EllaTheRealHero: ¿Kaylee Summers como la Princesa Ratana?
¡Ni siquiera es una actriz! ¡Es una supermodelo!
Cinder458: Quién sabe, tal vez la actuación sea lo suyo.
EllaTheRealHero: Y tal vez Max Oliver simplemente pensó que
era muy caliente. Ni siquiera la tienen en un vestido en la película. Está
cubierta con un atuendo de cuero vulgar y apretado como el de Xena: la
princesa guerrera. Es una vergüenza. Y olvídate de cualquier
posibilidad de que sigan la historia. Con Max Oliver dirigiendo, sabes
que va a ser nada más que un montón de acción sin sentido.
Cinder458: Guau. Así que realmente no eres un fan de Max
Oliver, desde luego. Pensé que estabas bromeando todas esas veces que
escribiste críticas mordaces de sus películas en tu blog.
EllaTheRealHero: Pensé que tú estabas bromeando cada vez que
lo defendiste. Max Oliver es el director al que debes acudir si quieres
persecuciones de coches llamativas, grandes explosiones y mujeres
semidesnudas, que sé que es tu tipo favorito de la película, pero incluso
tú tienes que admitir que es equivocado para El Príncipe Druida. Y, por
supuesto, él sólo tenía que ir ¡y traer a su hijo para hacer de Cinder!
¿¿¿Por qué??? ¿¿¿Por qué me están haciendo esto???
Cinder458: ¡¡¡Qué!!! Pensé que estarías feliz por eso. Brian Oliver
hará un excelente Cinder. Ese tipo es increíble.
EllaTheRealHero: ¡LOL! Nunca supe que tenías un enorme
enamoramiento gay por Brian Oliver.
Cinder458: ¿¿Recuerdas lo que dijimos acerca de que eres una
niña mimada?? No es un flechazo. Sólo creo que es perfecto para el
papel.
EllaTheRealHero: Claro, se ve como el papel, pero sólo ha hecho
películas cursis de adolescentes. ¿Quién sabe si puede interpretar el
drama? No es que habrá ninguno, con su padre dirigiendo.
Cinder458: Debo admitir que Max Oliver es malo para la película
y que Kaylee Summers definitivamente tiene aire en el cerebro, pero no
creo que la película vaya a apestar. Tienen al Ganador del Premio de la
Academia, Jason Cohen, para adaptar el guion, y te equivocas acerca de
Brian. Él puede hacerlo. Incluso hay algunos rumores acerca de un
Oscar en la ciudad justo ahora.
EllaTheRealHero: Rumores acerca de un Teen Choice Award, tal
vez. Mejor Beso y mejores abdominales, sin duda, pero ¿mejor actor? Lo
creeré cuando lo vea.
Cinder458: Lo que sea, mocosa. Él por lo menos va a ser
nominado. Apuesto por ello. Hizo un drama independiente, The Long
Road Home. Míralo y te prometo que te dejaré que ruegues perdón una
vez que te des cuenta de lo equivocada que estás con él.
EllaTheRealHero: ¡Ja! Bueno. La voy a mirar. Aunque ahora
debo irme.
Cinder458: No te vayas todavía.
EllaTheRealHero: ¿Por qué?
Cinder458: No lo sé. Simplemente no quiero que lo hagas.
Cinder podría ser tan dulce cuando quería, pero esa no es la
razón por la que esa pequeña confesión hizo que mi pecho se
estrechara. Nadie me había querido a su alrededor desde mi accidente.
Mi padre me trajo a casa, y él y Jennifer intentaban ser agradables,
pero era obvio que en realidad no era parte de la familia.
A veces salía de mi habitación y a Jennifer le tomaba un segundo
demasiado largo forzar una sonrisa en su rostro. ¿Y por qué no? Yo era
el pasado olvidado de mi papá. Era una interrupción en su mundo
perfecto y hermoso y venía con un montón de equipaje. Me soportaba y
no creo que me odiara, pero tampoco le gustaba. Las brujastras
definitivamente no me querían cerca. Había estado tan segura de que
nadie me querría de nuevo.
EllaTheRealHero: ¿Tienes miedo de que vaya a desaparecer de
nuevo?
Cinder458: Eso no es gracioso. ¡¡¡Me asustaste demasiado,
mujer!!! Pensé que te había perdido para siempre. ¿Seguro que estás
bien?
Bien era un término relativo.
EllaTheRealHero: Estoy mucho mejor ahora que estoy hablando
contigo. Realmente te extrañaba.
Cinder458: Te extrañé más. No puedes desaparecerte nunca otra
vez. Te necesito, Ellamara, oh, sabia y hermosa sacerdotisa mística del
Reino. Necesito tu orientación y consejos.
EllaTheRealHero: Como si alguna vez escucharas una palabra de
lo que digo.
Cinder458: Siempre escucho. Sólo raramente estoy de acuerdo.
EllaTheRealHero: Eso es porque eres tonto y superficial, joven
príncipe druida.
Cinder458: Te olvidaste de guapo.
EllaTheRealHero: Y engreído.
Cinder458: Oh, cómo extrañé tu constante tala de mi ego.
EllaTheRealHero: Es una tarea casi imposible, ya que está tan
inflado, pero hago mi mejor esfuerzo.
Cinder458: Supongo que debo dejarte ir ahora. Si es tarde aquí,
debe ser casi de mañana para ti.
Dudé al responder. Una parte de mí estaba desesperada por
decirle la verdad, para decirle que vivía en LA ahora y pedirle
conocernos en persona. Deseaba demasiado tener una cara para
ponerla con su nombre. Quería oír la risa detrás de todos los LOL‟s que
escribía. Quería saber cómo sonaba su voz cuando me llamaba mujer
cada vez que se sentía frustrado conmigo.
El problema era que sabía que una vez que lo conociera me
gustaría mucho más que eso. Mamá tenía miedo de que me enamorara
de él algún día, pero ya me había enamorado de él. De hecho, estaba
segura de que estaba perdidamente enamorada de él. Siempre lo había
estado.
Cinder no me querría. ¿Qué chico lo haría cuando podría tener a
cualquier chica hermosa que quisiera? Estaba bastante segura de que
Cinder seguiría siendo mi amigo si viera mis cicatrices, pero ¿hasta qué
punto? ¿Se sentiría avergonzado de mí? ¿Sería igual que mis
hermanastras y no querría presentarme a sus amigos de apariencia
perfecta? ¿Sería como Jennifer y tendría miedo de mirarme? O ¿cómo
mi padre, pegado a un conocido incómodo porque se sentía obligado?
Si nos conociéramos, nunca podríamos volver de eso. Eso, sin
duda, lo cambiaría todo. No podía correr ese riesgo cuando era todo lo
que tenía, así que no dije nada.
EllaTheRealHero: Gracias por abandonar a tu cita para hablar
conmigo esta noche.
Cinder458: En cualquier momento. ¿Hablamos de nuevo pronto?
¿No vas a desaparecerte de mi vida otra vez?
EllaTheRealHero: No si puedo evitarlo. Voy a ver esa película y
ponerme en contacto contigo. Buenas noches, Cinder.
Cinder458: Buenas noches, Ella. Gracias por escribirme. Estoy
muy contento de que estés bien.
Se desconectó y la culpa se hinchó dentro de mí. El no habérselo
dicho se sentía como una mentira. —Tal vez algún día —me susurré
cuando cerré la computadora portátil. Tenía la esperanza de que fuera
verdad. Tenía la esperanza de que algún día fuera a encontrar el coraje
para enfrentarme a él.
Traducido por Amélie. & sashas4
Corregido por AmpaЯo

Mi primer día de clases fue más o menos como yo había esperado


que fuera. Todo el mundo se quedó mirando. Llevaba mi uniforme de
invierno, apesar de que todavía hacía calor fuera, porque cubría mi piel,
pero no importaba, porque así la gente no podía ver mis cicatrices. Ellos
me veían cojear con mi bastón y se quedaban mirando mis mangas
largas y mis medias, sabiendo exactamente quién era yo y lo que
escondía debajo de mi ropa.
Algunas personas trataron de ser discretas, o trataban de no
mirar, pero sus ojos se dirigían de nuevo a mí de todos modos. Esos
eran los chicos que se veían obligados a forzar una sonrisa en mi
dirección o hablarme por cortesía cuando tenían que hacerlo. Otros
miraban abiertamente, se reían, señalaban y se burlaban de mí en un
intento de hacer que los otros a su alrededor se rieran.
Nadie hizo un esfuerzo por hacerse amigo mío. Nadie me defendió
cuando se burlaron de mí. Algunos miraban como si se sintieran mal
por mí, pero estaban demasiado asustados para intervenir. Supuse que
eran probablemente los chicos que habían sido el blanco de los matones
hasta que llegué a la escuela y tomé sus lugares. Ni siquiera esos chicos
me invitaron a sentarme con ellos en el almuerzo. Eran demasiado
miedosos para ser amables conmigo.
Hice todo lo que pude para ignorarlo todo, pero me iba a tomar
tiempo llegar al punto en el que no me haría daño, si es que eso era
posible.
Mis hermanastras no me ayudaban en absoluto. Tuve al menos
una clase con las dos y teníamos el mismo almuerzo, pero como yo
había sospechado que sucedería, ellas habían asumido la táctica de
fingir que Ella no existe. La única vez que hablamos en todo el día fue
en el estacionamiento después de la escuela. Anastasia me saludó con
una mirada desagradable mientras abría la puerta del copiloto de su
pequeño descapotable de dos puertas.
—Estacionar en la sección de discapacitados es tan embarazoso.
Juliette arrojó su mochila en el asiento trasero y se subió al
volante. —Lo que sea. Es el mejor espacio en todo el estacionamiento.
Está tan cerca que estaremos fuera de aquí antes que el tráfico de
verdad empiece.
Anastasia se burló de su hermana y sacó el asiento del pasajero
delantero, haciendo un gesto para que me subiera al asiento trasero.
¿Estaba bromeando?
—Sabes que no puedo subir ahí, ¿verdad?
Anastasia se encogió de hombros. —Entonces camina hasta casa.
Yo no iré en la parte trasera todo el año.
Cerré los ojos contra la repentina punzada de lágrimas de
frustración. Este había sido un día horrible y sólo quería llegar a casa.
—No estoy tratando de ser difícil. Físicamente no puedo subir ahí
atrás.
—¡Ana! —silbó Juliette—. ¿Quieres meterte ya?
—No. Este es nuestro coche. No deberíamos tener que ser
castigadas porque el monstruo no puede usar sus piernas.
Había levantado su voz lo suficiente como para ganarse la
atención de la mitad de los chicos que había en el estacionamiento. Si
ella se sentía verdaderamente avergonzada de mí, estaba manejando la
situación definitivamente por el camino equivocado. Juliette obviamente
pensaba lo mismo. Miró a su hermana y rodeó el coche para dejar las
llaves en la mano de Anastasia.
—Gracias —murmuré cuando Juliette se subió a la parte de atrás
y sacó el asiento de atrás para que pudiera sentarse.
—Lo que sea.
Anastasia nos miró a las dos, luego sacudió la cabeza con
disgusto. Después de caer en el asiento del conductor, le dio un tirón a
su pelo y miró a su hermana por el espejo retrovisor. —No puedo creer
que le hayas dado lo que quiere. ¿Vas a sentarte allí todos los días
durante el resto del año?
—¿Podemos irnos ya de una vez? —espetó Juliette—. La gente
está mirando.
El viaje a casa fue en silencio, salvo por el Top 40 del pop en la
radio. Jennifer estaba en casa esperando para saludarnos con enormes
sonrisas y un millón de preguntas. Yo quería irme directamente a mi
habitación y permanecer allí hasta mañana, pero mi estómago ganó la
batalla contra mi voluntad. No había comido el desayuno ni el
almuerzo, e iba a ponerme enferma si no tenía un poco de comida
dentro de mí.
—¿Cómo les fue en su primer día? —nos preguntó Jennifer
mientras nos dirigíamos a la cocina.
Decidiendo que en realidad sólo se preocupaba por sus hijas, les
dejé el campo para las preguntas y me dirigí directa a la nevera.
—Fue una pesadilla —se quejó Anastasia detrás de mí—. Mamá,
Ella simplemente caminó por ahí como un zombi, apesar de que la
gente seguía riendo y señalándola, y a sus cosas. Era como si tuviera
alguna enfermedad desagradable. Se sentó en la cafetería durante el
almuerzo, y los chicos en su mesa se dispersaron como las cucarachas.
El lugar estaba lleno, como que cada asiento estaba tomado, pero nadie
se sentó a su lado. Tenía toda la mesa para ella sola. Fue tan
vergonzoso.
Incapaz de contener mi temperamento más, cerré de golpe la
nevera y me di la vuelta. —¿Fue embarazoso para ti?
—Mmmm, sí —se burló Anastasia—. Todo el mundo sabe que
vives con nosotros. Siguieron preguntando todo el día por qué nuestra
hermanastra era un monstruo. Tardas cien años en llegar a donde sea,
y llevabas manga larga y medias a pesar de que hacía como veintiocho
grados fuera.
Juliette se burló. —¿Qué más se suponía que debía hacer? Le has
visto las piernas.
No podría decir si ella me estaba defendiendo o insultando, pero
Jennifer parecía pensar que era lo primero, porque asintió como si
estuviera de acuerdo. —Anna, muestra un poco de compasión. ¿Cómo
te sentirías si tuvieras que caminar por la escuela con una cojera y lucir
de la forma en que lo hace ella?
Mi mandíbula cayó. Si esta era su idea de defenderme, prefería
que no lo hiciera. Pero estaba tan desorientada que ni siquiera podía
decir nada o enojarme con ella. ¿Cuál sería el punto?
Jennifer me dedicó su sonrisa más simpática. —Está bien usar
manga larga y medias si te hace sentir más cómoda, Ella.
Dios, me sentía mucho mejor ahora que tenía su aprobación.
—¡Oh! Eso me recuerda. —El rostro de Jennifer se iluminó con
entusiasmo y me señaló con el dedo—. Te compré algo mientras estaba
de compras hoy.
Tanto Anastasia como Juliette se sobresaltaron, cuestionándose
mientras Jennifer desaparecía en la planta de arriba hacia su
habitación, pero solo me encogí de hombros hacia ellas. No tenía ni idea
de lo que estaba hablando. Agarré un jugo V8 y un queso de la nevera y
me senté en la encimera.
Jennifer estaba de vuelta antes de que terminara mi merienda, y
tenía varias bolsas pequeñas en sus manos. —He estado pensando
mucho acerca de tus cicatrices —dijo mientras dejaba caer un océano
de productos cosméticos enfrente de mí—. Estoy en el negocio del
modelaje, ya sabes, por lo que la belleza y el cuidado de la piel son
como mi fuerte. Hablé un montón con mis amigos y te traje algunas
cremas, aceites e hidratantes que se suponen servirán para ayudar a
reducir la formación de cicatrices.
No estaba segura de cómo reaccionar. El gesto fue considerado de
una manera extraña. Era casi dulce, incluso, hasta que Ana se burló. —
Odio tener que decírtelo, mamá, pero la crema no va a arreglarla.
Yo pensaba lo mismo, pero todavía no se sentía bien señalarlo.
Jennifer le frunció el ceño a Anastasia, y luego a mi mano llena de
cicatrices. —Bueno, obviamente no es una cura ni nada. Tienes tantas
cicatrices que realmente nunca desaparecerán, pero algunos de estos
pueden ayudar con todos los parches de manchas extrañas y tal vez a
suavizar muchas de las protuberancias. Esas son las que realmente
destacan tanto. Si pudiéramos suavizar una y emparejar el tono de la
piel, las cicatrices pueden no parecer tan sorprendentes.
Oh, Dios mío, pensaba que era horrible.
—Siempre habrá cirugía plástica, también.
—¿Cirugía plástica? —¿De verdad creía que lucía tan terrible que
necesitaba cirugía?
Jennifer omitió por completo el horror en mi voz, asintiendo con
entusiasmo. —Oh, totalmente. Hablé con un médico amigo mío acerca
de ti. Le mostré algunas de tus fotos médicas y dijo…
—¿Hablaste con alguien sin preguntarme? —Di un grito
ahogado—. ¿Le mostraste mis fotos?
Jennifer se estremeció, sorprendida por mi arrebato. —No quería
decirte nada hasta saber si podía ayudarte. No quería que te hicieras
ilusiones. Pero Ella, dijo que definitivamente hay cosas que puede hacer
para ayudarte. No siempre tendrás que lucir tan mal como ahora.
Y eso fue todo. No podía soportar ni un segundo más de esta
conversación. —No puedo creer que hicieras eso.
—Sólo estaba tratando de ayudarte.
—¿Diciéndome que soy tan fea que es sorprendente y que necesito
cirugía plástica?
Anastasia se atragantó con una carcajada, y murmuró—: Bueno,
es la verdad.
—¡Anastasia! —gritó Jennifer, horrorizada—. Nunca digas algo tan
grosero de nuevo. —después de mirar a su hija, fijó su mirada frustrada
en mí—. Eso no es justo, Ella. Sabes que no era lo que quería decir.
Sólo quiero ayudarte a verte mejor, y si hay cosas que podemos hacer…
—He tenido suficientes cirugías, gracias.
Jennifer cerró los ojos y levantó la mano para frotarse la sien. Me
hizo sentir como una idiota. Fue tan indiscreta, pero a su retorcida
manera insensible, ella realmente estaba tratando de ayudarme.
Demasiado agotada después de mi día de pesadilla como para luchar
con ella, traté de calmarme. Me deslicé del taburete y agarré la bolsa de
productos que ella me había dado. —Le preguntaré a mi equipo de
rehabilitación sobre estas cosas, ¿de acuerdo? Tengo que pedir permiso
antes de poner cualquier cosa en mi piel.
Jennifer también se calmó y asintió. Mientras me alejaba, me
llamó en una voz más suave. —Realmente sólo estaba tratando de
ayudarte, Ella.
Pff. Y ahora tenía que sentirme culpable por encima de todo lo
demás. Me detuve y me giré para mirarla. —Lo sé. Lo siento. Sólo he
tenido un día horrible y necesito un descanso. Voy a bañarme por un
rato.
—Prueba con un poco de aceite de lavanda en la bañera. Hay
algunos en esa bolsa. Es muy relajante para los nervios.

***

Me quedé en el baño hasta que el agua se volvió fría y lloré por un


buen tiempo. No fue tanto las miradas de los otros chicos o estar siendo
tratada como alguien insignificante lo que me llevó a las lágrimas una
vez que estaba por fin a solas, era más el saber que esto iba a ser mi
vida de ahora en adelante. Ana estaba en lo cierto; nada iba a arreglar
nunca mi cojera o mis cicatrices. El día horrible que había tenido hoy
iba a repetirse por siempre.
Con el tiempo, mi padre llamó a la puerta de mi habitación y
luego asomó la cabeza en el cuarto después de que respondí. —Ella.
Vamos a cenar en quince minutos. ¿Puedes estar lista para…? —Mis
ojos debían de mostrar todavía la evidencia del llanto, porque palideció
y se sentó en el borde de mi cama—. ¿Estás bien, cariño?
No me sentía con ganas de contarle mi día, así que me encogí de
hombros. —Bien. Sólo no me siento con ganas de ir a cenar.
—Por supuesto que no, Ella. —dijo Jennifer, uniéndosenos—.
Puedes quedarte en casa si es necesario.
Mi padre miró hacia atrás y hacia adelante entre Jennifer y yo un
par de veces, y su ceño se profundizó. —No, no puedes —me dijo—.
Estar sentada aquí sola no va a hacerte sentir mejor. Tienes que venir
con nosotros.
Antes de que pudiera contestarle, Jennifer puso su mano sobre la
de él, y dijo—: Podría ser mejor dejarla quedarse. La escuela no fue
bien. Las chicas han tenido un día duro y están un poco emocionales
ahora mismo.
Como si fueran las noticias más chocantes, mi padre me echó
una mirada espantada. —¿Fue de veras así de mal?
Lo miré. —¡Claro que lo fue! ¿Cómo pensabas que iba a ser?
Mientras yo alcanzaba un pañuelo, Jennifer se inclinó más cerca
de mi padre y bajo la voz. —Parecía horroroso, por lo que Juliette y
Anastasia me contaron. Rich, quizás deberíamos dejar que se quede en
casa y haga la escuela online.
—Si, por favor —rogó Anastasia, entrando en mi habitación con
Juliette, como si hubiera convocado algún tipo de reunión.
Juliette asintió de acuerdo. —Creo que eso sería lo mejor para
todos nosotros.
Papá se fijó en todas nuestras expresiones y luego nos sorprendió
con un arrebato furioso. —!No!
—Pero, Rich…
—No, Jennifer. Sabes por qué no podemos hacer eso. Así es como
va a ser su vida desde ahora. Tiene que acostumbrase a ello.
Mi estómago cayó vacío en mis entrañas. No es que quisiera ser
mimada, pero no había absolutamente ninguna empatía. Ni
reconocimiento de cómo de duro debía de haber sido mi día para mí.
Ningún intento de consolarme de alguna manera.
—Escuchaste lo que nos dijo el doctor. Ella tiene que aprender
cómo interactuar con gente. No puede aislarse, o solo se pondrá peor.
—Pero ella nunca va a hacer ningún amigo —argumentó
Jennifer—. Quedará marcada de por vida. —Jennifer, dándose cuenta
de que ya estaba marcada de por vida, se encogió—. Emocionalmente,
quiero decir.
Su fe en mi era asombrosa. Pensaba que era cada pedacito de
rara igual que hacían sus hijas. Que estaba tan mal que necesitaba
cirugía, y que nunca tendría ningún amigo. No podía decir que no me
preocupara por las mismas cosas, pero como la figura parental era ella,
se suponía que tenía al menos que pretender que era posible. Un poco
de optimismo por parte de alguien hubiera estado bien.
—Quizás podríamos encontrarle una escuela especial, para otros
chicos como ella —sugirió Jennifer—. Tienen escuelas para chicos con
discapacidades. Quizás sería más feliz si estuviera con sus iguales.
Mi mandíbula golpeó el suelo. ¿Mis iguales? Como si ser lisiada y
estar llena de cicatrices de alguna manera me hiciera a mí y a otros
chicos con problemas, ¿menos personas? Mi padre abogado debería
haberse echado encima de ese comentario ignorante y discriminatorio,
pero en vez de eso la miró con interés. —Quizás tienes razón. Le
preguntaré a su equipo sobre la posibilidad.
Estaba aplastada. Sabía que me había dejado por estas personas
hace mucho tiempo, pero aun así me sentí traicionada en ese momento.
Era mi padre. Debería haber estado defendiéndome. Debería de haber
estado preocupándose por mis sentimientos al menos. —¡Hola! —grité—
. ¡Estoy justo aquí! Si vais a discutir sobre mí como si no tuviera una
mente o sentimientos por mí misma, ¿podríais hacerlo al menos a mis
espaldas?
Jennifer palideció y mi padre se colocó la mano sobre los ojos,
frotándose las sienes con el dedo y el pulgar como si le doliera la
cabeza. —Tienes razón, Ella. Lo siento. ¿Por qué no nos vamos tú y yo
esta noche a cenar y así podemos discutir esto solos?
—¿Qué? —gritó Juliette. —¡Papá! ¡Eso no es justo! ¡Tenemos
reserva esta noche!
—Lo sé, cariño, pero Ella ha tenido un día muy malo. Creo que
ambos podríamos usar el tiempo a solas.
—¡Todos nosotros hemos tenido un mal día! ¿Qué pasa con
nosotras? ¡Ahora todo es siempre sobre ella! La cena de la vuelta a la
escuela es una tradición familiar. No puedes olvidarte de tu familia real
solo porque su vida apesta.
No podía aguantar un segundo más de esto. —Tranquila, Juliette.
No quiero robarte tu noche. —Estaba demasiado cansada como para
seguir furiosa con mi padre—. No tenéis que romper la tradición
familiar por mí. Id a tener vuestra cena familiar o lo que sea. Estoy
bien.
—Ella. —Papá suspiró—. Tú también vienes. Eres parte de la
familia.
Me equivocaba respecto a lo de estar demasiado cansa como para
estar enfadada. La rabia brotó de mí, dándome aire por segunda vez. —
No. Yo era parte de tu familia. Me dejaste por esta.
—Cariño, eso no es…
—No, papá —lo interrumpí antes de que pudiera empezar a darme
excusas—. Ambos sabemos que si mamá no hubiera muerto, yo aún no
sería nada excepto un recuerdo distante para ti, así que no pretendas
que te preocupas por mí.
Por un momento mi padre se veía como si lo hubiera abofeteado,
y luego perdió la paciencia. —¡No puedo cambiar el pasado, Ella! Estoy
haciéndolo lo mejor que puedo y eso tendrá que ser lo suficientemente
bueno. Más vale que encuentres una manera de superar tu ira, porque,
te guste o no, nosotros somos tu familia ahora. Estás pegada a
nosotros, así que arréglate y entra en el coche.
Quería decir que no. Quería plantarme y hacer que tuviera que
arrastrarme, pataleando y gritando. Me había hecho daño durante diez
años. No podía volver a entrar en mi vida y esperar obtener
simplemente mi perdón. Ni siquiera se había disculpado. Pero cuanto
menos alboroto hiciera, más pronto sería capaz de salir de esta casa.
—Bien, lo que sea.
Mi padre tomó otra profunda respiración y se forzó a calmarse.
—Gracias. Date prisa y cámbiate. Tenemos que irnos en diez
minutos.
Fruncí en ceño hacia mis vaqueros y mi camiseta de manga larga.
Me veía lo suficientemente normal. —¿Por qué tengo que cambiarme?
—Providence es simplemente uno de los más bonitos restaurantes
de Los Ángeles —se jactó Anastasia—. No te dejaran entrar si pareces
un anuncio de Walmart.
No fue hasta ese momento que noté que las gemelas iban ambas
vestidas para matar. Mi papá y Jennifer también estaban arreglados.
Genial. La gran presencia de mi padre imponía respeto, y Jennifer
pertenecía a su brazo como la esposa trofeo perfecta. Anastasia y
Juliette completaban la imagen, con el aspecto de un par de herederas
mimadas. Esta familia merecía su propio reality show.
Después de que papá hiciera salir a todos de mi habitación de
forma que pudiera cambiarme, me quedé en mi armario por una
eternidad, sabiendo que nunca encontraría nada que pudiera hacerme
encajar con los Coleman. Mientras deslizaba la ropa colgada de un
extremo a otro, me encontré el pequeño vestido de cóctel amarillo de mi
madre. Mamá y yo no teníamos la oportunidad de arreglarnos a
menudo. Nunca fuimos exactamente pobres, pero teníamos que vigilar
lo que gastábamos y teníamos que ahorrar si queríamos hacer algo
extravagante. Una vez, sin embargo, cuando yo tenía trece, salió con
este bailarín de salsa profesional durante unos cuantos meses, y a él le
encantaba llevarla a bailar, así que ella derrochó y compró el vestido.
Abracé el vestido contra mi cara y tomé una respiración profunda.
Ya no olía a ella, pero eso no importaba. Era mi cosa favorita de ella que
se puso alguna vez. Se veía tan hermosa en él. Había llorado de alivio
cuando busqué entre las cajas que mi padre había embalado y vi que lo
había guardado.
—Te echo mucho de menos, mamá —susurré—. No es justo que
tenga que hacer esto sola. Te necesito.
Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, había pasado
el vestido por mi cabeza. Se ajustaba a mí tan bien, que se sentía como
si fuera el destino. El vestido tenía tirantes finos y terminaba en la
rodilla. El pensamiento de dejar la casa con mis cicatrices mostrándose
me puso físicamente enferma, pero las personas se me quedarían
mirando de todas formas, así que ¿por qué no llevar una parte de mi
madre conmigo? Iba a necesitarla si quería sobrevivir a esta cena.
Me puse el collar de perlas que mi madre siempre llevaba con el
vestido y retorcí mi pelo de la misma manera en que solía hacerlo ella,
luego me miré en el espejo por un buen rato. Si ignoraba las cicatrices,
casi me sentía un ser humano de nuevo. Podía ver a mi madre mirarme
de vuelta desde el otro lado del espejo. Me veía igual que ella, excepto
por los ojos.
—Te quiero, mamá —susurré mientras agarraba mi bastón y me
dirigía hacia fuera para encarar al pelotón de fusilamiento.
Lentamente, hice mi camino hasta el frente de la entrada donde
todos estaban esperándome. Cuando aparecí por la esquina, todos me
vieron y se congelaron.
—Oh, no. ¡No vas a llevar eso puesto! —lloró Anastasia.
No pude evitar sentirme a la defensiva. Me encantaba este
vestido. —¿Qué problema hay con esto? Todas vosotras lleváis vestidos.
—¡Mamá! —Anastasia le envió a Jennifer una mirada suplicante.
—Es un vestido precioso, Ella —dijo Jennifer rápidamente. Su voz
era tan condescendiente que yo bien podría haber tenido cinco años—.
¿Pero estás segura de que quieres llevarlo?
—¿Por qué no querría?
Jennifer se congeló por un momento y luego forzó una sonrisa
dolorosa en su cara. —Bueno, cariño, simplemente es un poco
revelador.
Eso fue otra bofetada en la cara. Miré a Anastasia y Juliette y
crucé los brazos sobre mi pecho. —Es más largo que cualquiera de sus
vestidos, y mi escote no está sobresaliendo para que todo el mundo
pueda verlo.
—No, no, no me refería a eso. —Jennifer retrocedió—. Sé que el
vestido no es inapropiado. Eso no es lo que quiero decir.
Era una idiota. No podía creer que me tomara tanto tiempo
entender cuál era el problema de todos. —Quieres decir que no quieres
que lleve el vestido porque enseña mis cicatrices. Te sientes tan
avergonzada de mí como ellas.
Jennifer negó con la cabeza frenéticamente hasta que sus ojos se
llenaron de lágrimas. Metió la cabeza en el hombro de mi padre,
llorando. Él lanzó sus brazos alrededor de ella y me miró por encima de
su cabeza. —Eso es suficiente, Ellamara. Sólo porque estás teniendo un
momento difícil no significa que puedas pisotear los sentimientos de
esta familia. Has probado tu punto. Ahora para de ser difícil y
simplemente cámbiate de ropa.
No sabía que mi corazón podría romperse más de lo que ya
estaba. Incluso mi padre, mi propia carne y sangre, no quería ser visto
conmigo si enseñaba mis cicatrices. —¡No me lo puse para probar
ningún tipo de punto! Este era el vestido de mi madre. Solo quería tener
a mi familia presente en esta cena familiar. No debería tener que
cambiarme sólo porque vosotros estáis tan avergonzados de ser vistos
conmigo. No es culpa mía que yo os disguste a todos.
Mi padre maldijo entre dientes cuando se dio cuenta de su error.
Toda la sangre se drenó de su cara, dejándolo pálido como un
fantasma. Se le rompió la voz mientras susurraba. —Ellamara, lo
siento. Pensé…
—¡Sé lo que pensaste! —Su disculpa era demasiado poco,
demasiado tarde—. Sigues diciéndome que vosotros sois mi familia,
pero no lo sois. Si mi madre me hubiera visto en este vestido, me habría
abrazado y dicho que estaba orgullosa de mí por intentar ser valiente,
no me habría pedido que me cambie de ropa. Eso es enfermo. Ella no se
sentiría avergonzada de mis cicatrices. No se preocuparía por ellas para
nada porque me quería. Ella era mi familia.
Me di la vuelta y me dirigí a mi habitación, deseando más que
nada poder correr hasta ahí. No iba a ir a ningún lado con ninguno de
ellos ahora. Mi padre tendría que tirarme sobre su hombro y cargarme
si quería que dejara la casa.
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Jane

Sabía que nunca debí entregarle las llaves de mi casa a Scott.


¿Cómo diablos se suponía que evitaría a las personas cuando no podía
evadir a la única persona determinada a no permitir que me saltara mis
citas?
—¿Brian? —gritó Scott mientras entraba en la casa. Me encontró
sentado en la sala de estar tres segundos después—. Se suponía que
estarías allí hace una hora. Kaylee amenazó con arrancarme mis partes
masculinas si no llegabas allí en veinte minutos.
Miré mi bandeja de entrada en la computadora y suspiré.
Cinder458: Por mucho que esté disfrutando de esta servil
conversación, tengo que irme.
EllaTheRealHero: Sí, sí, el viernes espera por ti, Señor Popular.
Ve a divertirte.
Sonreí. Suponía que podría divertirme un poco.
Ella finalmente había visto mi película, The Long Road Home,
como le pedí. Estuvo tan sorprendida que escribió una divertida reseña
titulada “Mis más sinceras disculpas para el señor Brian Oliver”. Era
como las reseñas de películas que solía escribir para su blog antes del
accidente, excepto que estaba escrita como una carta personal para mí,
disculpándose por pensar que iba a arruinar a Cinder. Estuvo brillante.
Después de que me enviara su reseña de The Long Road Home, le
escribí inmediatamente e insistí en que comenzara a escribir de nuevo.
Sabía lo mucho que Ella amaba su blog, y casi morí cuando dijo que ya
no iba a continuar con él. Tomó semanas de ruegos, pero Ella
finalmente posteó su reseña hoy. Dio una breve explicación aclarando
que tuvo un accidente y que fue incapaz de seguir con su blog, pero
gracias al argumento de ciertas fans obsesionadas con ella, regresó y
comenzó con lo que pensaba sobre el elenco de El Príncipe Druida.
Comenzando con su carta de disculpa hacia Brian Oliver.
Cuando descubrí el post esta tarde, me inscribí para darle la
bienvenida a la blogosfera una vez más, y terminamos discutiendo en la
sección de comentarios de su post sobre el traje de la Princesa Ratana.
Varias lectoras de Ella ya habían descubierto su post y se metieron en
el debate. Me sentía contento al ver que mi lado iba ganando, apesar de
la amorosa fiesta de bienvenida que Ella recibía por parte de sus fans.
Cinder458: Haré lo que mi sabia sacerdotisa pide. La verdad es
que no pensaba salir esta tarde, pero te prometo que me divertiré un
montón en honor a tu regreso al mundo del blog.
EllaTheRealHero: Eres un rarito.
Cinder458: Claro que no. Me amas.
EllaTheRealHero: Sí que lo eres, y sí, te amo. Buenas noches,
Cinder.
Un violento deseo me llenó mientras miraba la respuesta de Ella.
Esperaba que me dijera algo sobre mi enorme ego, y en su lugar,
admitió que me amaba. Nunca me había dicho algo así antes. Sabía que
no podía ser de la misma forma en la que yo me preocupaba por ella,
porque sólo yo estaba lo suficientemente loco como para enamorarme
de una completa extraña en internet. Pero al menos me amaba de
alguna manera.
Cinder458: Buenas noches, Ella.
Vacilé y luego escribí un último mensaje.
Cinder458: Yo también te amo.
Dejé escapar una respiración mientras daba al botón de enviar.
Tal vez le llegó de inmediato, y tal vez nunca conocería a Ella en
persona, y probablemente ella pensaba que bromeaba, pero nunca le
había dicho esas palabras a una mujer antes. Para mí, este momento
era enorme.
Un largo silbido me sacó de mi epifanía. Levanté la mirada para
ver a Scott de pie detrás de mí, leyendo por encima de mi hombro con
los ojos abiertos de par en par.
Ugh. Era hora de regresar a la realidad.
Después de estirarme, cerré la computadora. Antes de que Scott
pudiera preguntar sobre Ella y lo que acababa de escribirle, dije—: Tú
ganas. Iré. No podemos permitir que pierdas tus partes por mi culpa.

***

—Ten cuidado —me advirtió Scott mientras entrabamos al club—.


Kaylee está enojada porque no te presentaste a tiempo.
Sonreí. Por supuesto que estaba enojada. Era su cumpleaños
número veintiuno, y de acuerdo a ella, era la noche en la que se
suponía que nos comprometeríamos. Había arrendado el club más
exclusivo de Los Ángeles para su fiesta e invitado a cada VIP que
conocía. Y, por lo que parecía, a cada tabloide en el estado de
California.
Si Scott pensaba que Kaylee lucía enojada hace un rato, debería
esperar hasta que rompiera nuestra ficticia relación en lugar de darle el
anillo que se suponía que tenía que haber comprado y que no compré.
—Un consejo, Scotty: huye mientras puedas.
Scott no fue lo suficientemente rápido. Kaylee se abalanzó sobre
nosotros al segundo en que atravesamos la puerta. —¡Cariño! —chilló,
aplastándose contra mí—. ¿Qué les tomó tanto tiempo?
Su voz sonaba feliz, pero el fuego en sus ojos decía exactamente lo
enojada que estaba. Había traído a un séquito de amigos y admiradores
con ella, y después de saludarlos educadamente, tomé a Kaylee por la
mano, y dije—: ¿Podemos hablar en privado por un minuto?
Todo el rostro de Kaylee se iluminó. —¡Claro!
Le hizo una seña a la multitud que sugería que creía que iba a
recibir una sorpresa de cumpleaños, y luego me llevó a una mesa
privada.
No desperdicié el tiempo. Tan pronto como estuve seguro que
nadie podía oírnos, dije—: No quiero hacer esto.
Kaylee rodó los ojos. —Sí, lo has dejado bastante claro desde el
momento en que fue sugerido en esa reunión.
—Déjame decirlo de otra forma. —Mi paciencia ya fallaba—. No
voy a hacer esto.
Los ojos de Kaylee se estrecharon en delgadas hendiduras. —
Claro que lo harás.
—Kaylee. —Me acaricié las sienes y tomé una respiración. No iba
a discutir con ella si podía evitarlo—. Dame un descanso, ¿sí? Las cosas
han cambiado desde esa reunión.
Si Kaylee fuera un gato habría arqueado la espalda y encrespado
la cola. Como no lo era, se tensó y cruzó los brazos por encima de su
pecho. —¿Lo dices por esa chica?
¿Esa chica? Ella era mucho más que esa chica. —Sí, lo digo por
Ella. Si hubiera sabido que estaba viva, nunca hubiera permitido que
alguien me convenciera de participar en este estúpido plan en primer
lugar. Ahora que la he recuperado, no voy a arruinar las cosas con ella
por fingir estar comprometido contigo.
Kaylee comenzó a temblar ligeramente por la ira construyéndose
en su interior. Iba a explotar en cualquier minuto. —Así que, ¿sólo vas
a dejarme por ella? ¿Vas a pedirle que sea tu prometida falsa en su
lugar?
Me sentí tan horrorizado por el pensamiento que perdí el
temperamento. —¡Ya no voy a seguir fingiendo! Tenemos que terminar
con esto ahora mismo. Voy a ir a Boston para encontrarme con Ella. Le
diré quién soy, y no quiero que piense que tengo novia cuando lo haga.
Quiero salir con ella, y me rehúso a mantenerla en secreto o hacerla
esperar por mí mientras me paseo por Los Ángeles con mi falsa
prometida delante de las cámaras.
No había creído que los ojos de Kaylee pudieran ampliarse más,
pero me equivocaba. Se agrandaron tanto que casi salían de su cabeza.
Su boca también se abrió, y se inclinó sobre la mesa que nos separaba.
—Espera un minuto. —Levantó una mano, como si fuera a sacudir un
dedo hacia mí—. ¿Ella no sabe quién eres? ¿Nunca la has conocido?
Mis mejillas ardieron de vergüenza. Sabía que sonaba loco, pero
también sabía cómo me sentí. —Mi relación con Ella es… complicada.
—Define “complicada”.
No quería hablar de Ella con Kaylee. Kaylee nunca lo entendería.
Ella era lo mejor de mi vida, y Kaylee sólo querría destruirla. Kaylee era
como el veneno. No iba a dejar que envenenara lo que tenía con Ella. —
No tengo por qué darte explicaciones.
—¡Claro que sí! —siseó Kaylee—. Estás rompiendo conmigo.
Merezco una explicación.
Apreté la mandíbula y una vez más traté de mantener mi
temperamento a raya. —La verdad es que no estamos rompiendo.
Nunca estuvimos juntos.
—Lo estamos. Es lo que todos piensan. ¿Qué pasa con la
publicidad? ¿Con nuestras carreras? ¿Qué pasa con lo de probar que en
realidad no eres algún arrogante jugador? ¿Qué pasa con nuestro plan,
Brian?
—Si lo hacemos de la forma amigable, diciendo que es mutuo y
que estamos mejor como amigos, no será tan malo. Todavía tendrás un
montón de publicidad para cuando salga la película, y yo sólo me
quedaré fuera de los problemas. Estaremos bien.
—Claro que estaremos bien —concordó Kaylee, escupiendo la
palabra bien como si le dejara un mal sabor en la boca—. Pero piensa
en lo mucho que podríamos sacar de esto si seguimos el plan.
¡Podríamos ser los siguientes Kanye y Kim, los siguientes Brad y
Angelina! Entre tu padre y el mío, y la forma en la que toda la nación
nos ama, podríamos poseer esta ciudad. La fama es sólo una
competición por la popularidad, y somos como el rey y la reina del baile.
Estamos destinados a estar juntos.
Su ira desapareció un poco y su voz se suavizó. —Podríamos ser
geniales juntos. Si dejaras de luchar contra la corriente y lo hiciéramos
real, ya verías. Podría hacerte feliz, Brian.
No había forma de que Kaylee pudiera hacerme feliz alguna vez,
pero me las arreglé para mantener ese pensamiento para mí mismo. —
No puedo hacerlo. Estoy enamorado de Ella.
La fuerza de mi respuesta nos sorprendió a ambos. Inhalé una
respiración y la solté justo después de esa admisión, pero se sintió tan
bien admitirlo en voz alta que lo dije de nuevo. —La amo, Kay. No puedo
estar contigo, ya ni siquiera puedo fingirlo, cuando todo lo que quiero es
a ella.
Kaylee se desplomó contra su asiento y permaneció en silencio,
sorprendiéndome con la cantidad de dolor en sus ojos. Esperaba que
estuviera enojada por no haberse salido con la suya, pero nunca soñé
que saldría lastimada con mi rechazo.
Alargué el brazo por encima de la mesa y puse una mano sobre la
suya. —Lo siento.
Después de un minuto, Kaylee levantó la mirada como si
estuviera contemplando una nueva estrategia. Sacó algo pequeño de su
cartera, un anillo de compromiso, y lo alzó para que lo viera. Lo deslizó
en su dedo, como si sólo quisiera ver cómo lucía, y suspiró tristemente.
—Es hermoso, ¿no?
Oh, mierda. Se suponía que yo tenía que comprar el anillo. ¿Qué
diablos hacía con él? —¿Por qué tienes eso?
Kaylee apartó los ojos del diamante. La mirada que me dio hizo
que se me retorciera el estómago. —No soy idiota, Brian. Sabía que ibas
a tratar de terminar con esto esta noche.
En un instante, toda su expresión cambió y se convirtió en la
despiadada mujer que podría devorar a mi asistente. —Me importa una
mierda a quién ames. No voy a permitir que me arruines esto. Es más,
te arruinaré si no cumples con el plan. También arruinaré a tu padre.
Va a haber cuatro películas más de Las Crónicas de Cinder, y los
directores pueden ser fácilmente reemplazados. Mi padre es dueño de
ustedes dos, y siempre me da lo que sea que le pida. Me aseguraré de
que nunca consigan un trabajo de verdad de nuevo. Y entonces, cuando
estés acabado en Hollywood, y cuando finalmente vayas llorando con tu
preciada Ella, voy a destruirla a ella también.
Mi corazón dejó de latir ante la amenaza, y toda mi sangre se
convirtió en hielo. Kaylee en definitiva podría hacerle algo de daño tanto
a la carrera de mi padre como a la mía, pero dudaba que pudiera
arruinarlas en su totalidad. Pero sí que podría destruir a Ella. No
importaba que no supiera quién era Ella; al segundo en que conociera a
Ella, el mundo lo sabría, siempre sabían todo lo que hacía. Una vez que
cambiara mi estado como amigo anónimo suyo, nunca sería capaz de
mantenerla en secreto.
Kaylee era cruel, y Ella había pasado por mucho. Si Kaylee lo
quisiera, podría encontrar cada grieta en la armadura de Ella y usar
sus tragedias para destruirla sin siquiera conocerla. No dudaba que si
menospreciaba a Kaylee ahora, haría exactamente eso.
—Ah —dijo Kaylee con satisfacción—. Veo que finalmente nos
entendemos, ¿no?
—Si incluso piensas en meter a Ella en esto…
—Oh, no, tú ya te has encargado de eso, y si quieres que me
quede lejos de ella, entonces seguirás con el plan. Ya no más
apariciones mediocres y malas actitudes. Vas a tomar todo ese lindo y
patético amor que hay en tu corazón y harás que el mundo crea que es
todo por mí. Haz que yo me lo crea, Brian.
Kaylee se levantó sin ninguna advertencia, chillando y saltando
con una descontrolada y loca emoción. —¡Sí! —gritó—. ¡Sí, sí, con todo
mi corazón, sí! ¡Por supuesto que me casaré contigo!
Bordeó la pequeña mesa y saltó sobre mí antes de que incluso
pudiera saber qué sucedía. Plantó un beso en mi boca mientras todos
en la habitación se reunían alrededor, aplaudiendo y gritando.
Tan pronto como pude librarme del beso, tomé unas cuantas
respiraciones y atraje a Kaylee más cerca, así podía susurrarle al oído.
—No tienes corazón, perra.
—Claro que lo tengo, cariño, y sólo late por ti. —Alzó su
recientemente anillada mano para que la multitud pudiera verla, y
gritó—: ¡Vamos a casarnos! ¡Este es el mejor regalo de cumpleaños!
Kaylee me dedicó otra de sus malvadas sonrisas y batió las
pestañas, diciendo—: Te amo tanto.
Esperó a que lo dijera en respuesta, pero no lo haría. Nunca le
diría esas palabras a ella, tanto si en realidad quería decirlas como si
no. —Bien —fue todo lo que respondí en su lugar, ganándome una
abundante risa por parte de la multitud.
La ira destelló en los ojos de Kaylee, pero no podía decir nada con
todos mirando. Se forzó a sonreír un poco más brillante y me besó de
nuevo. Lo odiaba, pero no tenía otra opción más que devolverle el beso.
No podía permitir que lastimara a Ella. Ni siquiera le permitiría
descubrir cómo conocía a Ella. Sólo tendría que esperar hasta que
Kaylee hubiera terminado conmigo para contarle a Ella la verdad. Sólo
podía rezar para que los planes de Kaylee no incluyeran un viaje a Las
Vegas y un certificado legítimo de matrimonio.
Traducido por Ivy Walker
Corregido por Paltonika

Las semanas avanzaban. Cada día mezclado con en el siguiente, y


nada cambió. Lo odiaba, pero aprendí a lidiar con ello. En su mayoría,
dejé a la gente en paz y me dejaron en paz. Cuando los chicos de la
escuela se burlaban de mí, nunca eran externamente agresivos. Se
burlaban de mí desde la distancia. Lo ignoré lo mejor que pude.
Mantuve mi cabeza baja, hice mi trabajo, y nunca lloré. Al menos, no en
la escuela.
Siempre me las arreglé para guardar las lágrimas hasta que me
encerraba en mi habitación. Lo sacaba de mi sistema, y luego le enviaba
un e-mail a Cinder. Él me contaría alguna ridícula historia, o diría algo
completamente estúpido acerca de un libro o una película, y estaría
obligada a discutir. De cualquier manera, siempre hacía que todo fuera
mejor.
Cinder preguntaba acerca de mi accidente, mi madre, y sobre
vivir con mi nueva familia de vez en cuando. Sabía que se sentía
preocupado por mí, pero no podía hablar de ello con él. Era mi rayo de
sol. Era la única cosa que me mantenía cuerda. No podía hacer nada
para cambiar eso. Cuando preguntaba, le decía que todo iba bien, y eso
era todo. Nunca presionaba por más. Cuando le decía que no quería
hablar de temas tristes, respondía que estaba bien y luego me distraía
con cosas que sabía que me harían reír.
También me convenció para bloggear de nuevo. Vi esa película de
Brian Oliver de la cual me comentó y me sorprendió gratamente. Cinder
estaba en lo cierto. Había más de Brian Oliver que una cara bonita.
Tenía un poco de profundidad, y existía una posibilidad, una ligera
posibilidad, de que fuera capaz de salvar El Príncipe Druida de ser una
total basura de Hollywood. Cuando le envié mi opinión a Cinder, le
gustó tanto que insistió en que la posteara. Tomó un poco de
persuasión, pero finalmente lo hice. Después de eso, escribir otras
críticas fue fácil. Mis seguidores me dieron la bienvenida con los brazos
abiertos, y otro pequeño pedazo de mi corazón roto se fusionó de nuevo.
La primera vez que una caja de libros llegó a mi casa por parte de
un editor, me vi obligada a explicárselo a mi padre. Se sintió aliviado de
que tuviera un hobby, además de esconderme en mi habitación. Salió
inmediatamente y me consiguió un conjunto de estanterías llenas de
libros, y un nuevo lector electrónico. Incluso me consiguió algún tipo de
lista de prensa para que pudiera ir a proyecciones de películas para los
medios de forma gratuita. Todavía no me agradaba el tipo, pero incluso
podía admitir que era agradable de su parte.
Entre mi blog y Cinder, la vida se convirtió en algo soportable.
Pasó el tiempo de esta manera hasta Halloween, y entonces mi mundo
dio otro giro. Me encontraba en la segunda clase del día, y mi maestra,
la señora Teague, nos dio los últimos diez minutos de clase como
tiempo libre. No fue ni un minuto después de que saqué un libro que
sentí a alguien cerniéndose sobre mi hombro.
Jason Malone, uno de los interminables juguetes de Anastasia,
estaba sonriéndome. —¿Qué pasa, Ella? —preguntó cuando finalmente
me di por vencida y lo miré.
—Nada. —Sabía que no era un gesto amigable. Jason era uno de
mis torturadores más desagradables de este año—. ¿Qué deseas?
Se echó a reír y se acercó al lado de mi escritorio. —Me
preguntaba qué harás esta noche para Halloween. ¿Estás pensando en
ir al baile?
—No.
Volví mi atención al libro, esperando que se fuera. Por supuesto,
no lo hizo. —Que mal —dijo—. Van a hacer un concurso para ver quién
puede ir como el monstruo más horrible. Tu hermana piensa que
podrías ganar.
Sabía a dónde iba esto, así que no jugué su juego. Simplemente
dije—: No es mi hermana.
—Dijo que ni siquiera necesitas un traje. Comentó que podrías
venir en pantalones cortos con una camiseta sin mangas y simplemente
te entregarían la corona. Sólo con eso la gente saldría corriendo y
gritando a la vista de ti.
—Sí, eso suena como ella.
Escaneé la habitación para comprobar el tiempo y vi a Juliette
sentada unos asientos más adelante, mirándonos a Jason y a mí con
un ceño fruncido en su rostro. La miré a los ojos y rápidamente miró
hacia otro lado, tratando todo lo posible para fingir que no existía.
No me sorprendí al percatarme que no haría nada para detener a
Jason, apesar de que era la única mujer en la clase que probablemente
podría hacerlo. Ella y yo teníamos dos clases diferentes juntas, y me
había visto aguantar este tipo de acoso durante todo el año sin decir
nada. Pero al menos, no permanecía de pie sobre el hombro de Jason,
riendo y provocándolo en la manera que haría Anastasia si estuviera
aquí.
La clase se hallaba casi terminada en este momento, por suerte,
así que cogí mi mochila. Supongo que a Jason no le gustó el hecho de
que no me había molestado, porque tomó el libro de mis manos antes
de que pudiera deslizarlo en mi bolsa.
—Tengo curiosidad, Ella. ¿Eres realmente tan horrible como dice
que eres?
—Devuélveme mi libro.
—¿Lo quieres? Muéstrame tus cicatrices.
Me había convertido en una profesional en no reaccionar a las
cosas que la gente decía, pero eso fue tan impactante que me quedé sin
aliento. —¿Discúlpame?
Jason sonrió, emocionado de ver que por fin había golpeado un
nervio. —Siempre usas esas camisas de manga larga y medias. Toda la
escuela sabe lo que estás tratando de cubrir. Sólo déjame ver. Te
prometo no salir corriendo y gritando. —Se rio—. A menos que sea
cierto.
Elegí enojarme porque cuando me sentía enojada era mucho más
fácil controlar mis lágrimas, y no iba a llorar enfrente de este idiota. —
Vete al infierno. —Mi voz titubeó, pero no se rompió.
—¿Es ahí a donde fuiste para conseguir esas quemaduras? ¿Por
qué te mandaron de vuelta? ¿Eres tal monstruosa que ni siquiera el
infierno te quiso?
Todo mi cuerpo empezó a temblar. Tuve que apoyar mi mano
mala en mi escritorio para no empuñarla y hacerme daño. Jason vio la
acción, y luego dijo—: Vamos, Ella, muéstramelas.
Extendió la mano, rápida como un relámpago, tiró de mi brazo
hacia arriba, estirándome para empujar la manga. No tiró tan fuerte.
Nunca habría dañado a una persona normal, pero nunca recuperé la
movilidad completa en mi brazo derecho. No era capaz de extenderlo por
completo. Cuando Jason tiró de él, sentí el desgarro de la piel cerca de
mi codo.
Grité cuando el ardor se disparó por mi brazo y a través de todo
mi cuerpo. Jason me soltó como si hubiera agarrado fuego en mí.
Coloqué mi mano buena sobre mi brazo, pero no detuvo el dolor. Por
primera vez desde que empecé la escuela, lloré delante de mis
compañeros de clase.
Juliette llegó hasta Jason y yo al mismo tiempo que lo hizo la
señora Teague. Vi la furia en los ojos de Juliette, pero me sentía
demasiado adolorida como para sorprenderme cuando alejó a Jason de
mí y le gritó—: ¡Estúpido idiota!
—¿Qué está pasando aquí? —exigió la señora Teague.
Juliette apartó a Jason y a la señora Teague de en medio y se
arrodilló al lado de mi escritorio. —¿Estás bien?
—No. —Quité la mano de mi brazo y le mostré las manchas de
color rojo brillante que se filtraban a través de mi suéter de cuello de
tortuga—. Arrancó el injerto de piel.
Juliette juró.
Jason lucía como si estuviera a punto de desmayarse, y el resto
de la clase estaban volviéndose locos. Hasta la señora Teague me miró
boquiabierta con amplios ojos aterrados. Juliette fue la única que no
perdió la calma nunca. —Tenemos que llamar a tu enfermero. ¿Dónde
está tu teléfono?
—En la mochila —dije sin aliento—. La enfermera escolar debe
tener medicamentos para el dolor. Duele de verdad.
Juliette asintió. —Vamos. —Me ayudó a levantarme de la silla. En
lugar de entregarme mi bastón, tiró mi brazo bueno por encima de sus
hombros.
La señora Teague recogió nuestras mochilas y mi bastón. —Voy a
llevar esto a la oficina —dijo, y luego le chasqueó los dedos a Jason—.
¡Tú, ven conmigo ahora!
Traducido por Clara Markov & Yure8
Corregido por Valentine Rose

Mi padre estaba hecho una furia. Después de todo, el tipo era un


fiscal. Vivía para intimidar. Se encontraba en la oficina del director con
la puerta cerrada, y yo estaba bajando el pasillo hacia la enfermería,
pero aún podía escuchar sus gritos apagados. Hasta ahora amenazó a
Jason con meterlo a la cárcel, demandar a su familia, a la escuela, y
que despidieran a la señora Teague.
Después de otro rugido, me estremecí. —Si debo tener otra
cirugía, va a acabar con esta escuela.
Mi enfermero, Cody, me lanzó una sonrisa triste en lo que
terminaba de vendando mi brazo. —No me sorprendería que necesitaras
una. Tu brazo no debería romperse tan fácilmente. La cicatriz es
demasiado gruesa dentro del codo. Quiero que pidas una cita con tu
cirujano cuando llegues a casa hoy, y tienes que tomártelo con calma
por un tiempo durante tu terapia física.
Cuando Juliette llamó a mi papá y le explicó lo que ocurrió, él le
marcó a mi enfermero y psiquiatra, y les pidió que vinieran a la escuela.
No podía decidir si fue un movimiento paranoico, o si sólo quería hacer
un espectáculo en beneficio del pobre personal al que aterrorizaba.
En primer lugar, me sentía bastante idiota por lastimarme tan
fácilmente. Luego ahí iba el espectáculo que estaba haciendo mi papá.
Agregando los médicos especialistas que vinieron a la escuela sólo por
mí, ahora era incluso más rara que nunca. Pero al menos Cody era
genial. Era agradable tener una cara familiar en medio de este caos.
—Tendrás que darle el mensaje acerca de tomarlo con calma en la
terapia física a Daniel —le dije a Cody—. Nunca me cree. Ama
torturarme.
—Lo sé —se burló Cody—. He visto algunas de sus sesiones. El
chico es un enfermo y precursor del dolor.
Cody y yo reíamos cuando mi papá entró en la habitación con la
Dra. Parish. —¿Se está riendo? —preguntó papá, sorprendido. Una
sonrisa cruzó su rostro—. Eres un trabajador milagroso, Cody.
—No, nada más le di un montón de buenos analgésicos.
—Entonces, ¿ese es tu secreto? —preguntó la Dra. Parish—. Yo ni
siquiera puedo conseguir una sonrisa suya.
—Eso es porque absorbes toda la diversión de todo —me quejé. La
Dra. Parish era una mujer bastante agradable, pero odiaba nuestras
sesiones—. Siempre eres tan seria.
—Tu bienestar mental es serio, Ella. Desearía que pudieras
tomarte nuestras sesiones más seriamente.
—¿Está bien? —le preguntó mi papá a Cody, luego me miró—.
¿Estás bien?
—Estoy bien.
—Necesitaré venir cada día para revisarla hasta que la herida
cierre, pero debería encontrarse bien en una semana más o menos.
Necesita que un cirujano la revise, nada más para asegurarnos.
—Ya lo programé para esta tarde. ¿Está bien para hablar ahora?
Al director y la policía les gustaría hablar con ella.
—Le di algunos analgésicos muy fuertes, pero no debería dañar
su juicio.
—Ojalá lo hiciera —murmuré mientras seguía a mi papá por el
pasillo.
—Por aquí. —Papá sostuvo la puerta abierta hacia una pequeña
sala de conferencias—. ¡Juliette, tú también!
Miré hacia atrás a medida que Juliette se levantaba del asiento
que había frente a la recepción. Todavía no podía creer que me hubiera
ayudado. Me encontré con sus ojos mientras me pasaba para entrar en
la habitación, pero alejó la mirada con rapidez. Obviamente, el
ayudarme en una emergencia no nos hacía amigas.
Antes de entrar a la sala de conferencias, la puerta de la oficina
del director se abrió. Dos oficiales de la policía escoltaron a un Jason
abatido en esposas. Seguido por un par de padres muy enojados. Traté
de apurarme a entrar en la sala, pero su mamá me vio y me detuvo. —
¿Señorita Coleman?
Suprimí un suspiro y me giré. —Mi apellido es Rodríguez, no
Coleman.
La mamá de Jasón frunció el ceño, pero no me cuestionó. —Mi
hijo tiene algo que le gustaría decirle.
Miró a Jason hasta que él murmuró una disculpa. Su "Lo siento"
fue tan sincero como mi "Está bien".
No podía apartar sus ojos de mi brazo vendado. Cody tuvo que
cortar la manga por encima de mi codo para examinar la herida, así que
las cicatrices se encontraban ahora expuestas por completo. El hecho
de que Jason las viera me hizo sentir violada. —Parece que conseguiste
lo que querías después de todo —le dije. Le tendí el brazo para que
pudiera obtener un buen vistazo—. Así que ¿es cierto? ¿En serio soy lo
bastante horrible para ganar una corona?
Me sentía tan enojada que me olvidé de las otras cicatrices en mi
muñeca hasta que Jason jadeó. Seguí su mirada con los ojos muy
abiertos hasta las marcas dejadas por mi intento de suicidio, al igual
que sus padres. Todos repitieron un jadeo.
Quería desaparecer. Quería correr y esconderme y llorar hasta
secarme y dejar de existir, pero no podía. No podía mostrar debilidad
ahora que sabía este secreto sobre mí. En lugar de encogerme de
horror, levanté la manga de mi otro brazo y le permití a Jason ver toda
la extensión de la vergüenza.
—Asegúrate de verlo bien así tendrás montones de detalles que
contarles a tus amigos mañana. No puedo esperar para escuchar todas
las cosas ingeniosas que se les ocurrirá por esto.
Empujé mis muñecas un poco más cerca, y se echó para atrás. —
Mierda, Ella. Lo siento, ¿de acuerdo?
Esta disculpa parecía un poco más sincera, pero en realidad no
me hizo sentir mejor. —¿Quieres saber por qué nunca has sido capaz de
hacerme llorar? —le pregunté—. Porque tratas de derribar a alguien que
ya está tocando fondo. No puedes hacerme sentir peor sobre mí de lo
que ya me siento. Eres patético, Jason, tú y todos los otros idiotas en
esta escuela que no tienen nada mejor que hacer con sus vidas que
meterse con una lisiada.
Me di cuenta que podría haber ido demasiado lejos cuando la
madre de Jason jadeó de nuevo y rompió a llorar. Me sorprendió que mi
padre no tratara de detenerme, pero cuando levanté la mirada, él
miraba a Jason con tanta dureza que supuse que no le importaba lo
grosera que fuera. Encontró mis ojos y puso su mano suavemente en mi
hombro. —Ellamara, vamos, cariño.
Mi papá me dirigió hasta la sala de conferencia en lo que los
policías empujaban a Jason hacia la salida. Ahí se hallaban otro par de
policías sentados en la mesa de conferencias con el director Johnson y
la señorita Teague. La Dra. Parish y Cody también se encontraban ahí,
junto con Jennifer y Juliette.
Una vez que me senté, las preguntas comenzaron a volar. Se
suponía que toda esta gente estaba a mi lado, mi "sistema de apoyo",
como a la Dra. Parish le gustaba llamarlos, pero me sentí como en la
Inquisición Española. Con el tiempo consiguieron cada detalle de mi
encuentro con Jason. Dejé el nombre de Anastasia fuera de la
conversación, pero cuando mi padre se enteró del concurso de
disfraces, se levantó soltando más amenazas.
—¡Pensé que había cero tolerancia sobre la intimidación en esta
escuela! ¡Creí que los estudiantes tenían que firmar un código de
conducta personal para venir aquí! Debería poner a toda esta
institución bajo investigación.
Mi padre se dio la vuelta y se inclinó sobre mi silla, invadiendo mi
espacio personal como si fuera uno de sus crimíneles. —Quiero los
nombres de todos los que te han estado molestando.
Accidentalmente resoplé una carcajada, y los ojos de mi padre
destellaron. —¡Esto no es broma! —Empujó un papel y lápiz hacia mí—.
¡Quiero sus nombre, Ella! ¡Todos!
—No puedo posiblemente nombrar a todos los que han sido malos
conmigo desde que llegué aquí. Es la mitad de la escuela. Ni siquiera
conozco a la mayoría.
—¿La mitad de la escuela? —Su rostro se volvió aterradoramente
de color rojo—. Entonces dame a los cabecillas. Los tendré a todos
expulsados.
Suspiré. —Si hago eso, empeorarás las cosas.
—Tiene razón —dijo Juliette, hablando en voz alta por primera
vez—. Si metes a gente en problemas por burlarse de Ella, todos ellos la
odiaran por ser una soplona.
—Estos chicos tienen que rendir cuentas, ¡o nunca pararán!
—Bien, ¿quieres un nombre? —Juliette se rompió—. Anastasia
Coleman.
La habitación entera se congeló. Lentamente, papá se puso de pie
y giró su rostro hacia Juliette. —¿Qué?
Ella se encogió de hombros, desafiante. —Preguntaste quién era
el cabecilla. Anastasia le gana a cualquiera en esta escuela con las
manos abajo.
La voz de mi padre era inquietantemente tranquila cuando dijo—:
¿Es verdad, Ella?
Miré mi regazo y no dije nada.
—¿Quieres saber por qué Jason hizo lo que hizo hoy? —preguntó
Juliette.
—Juliette, no. También comenzará a hacer mi vida un infierno en
casa.
Juliette se recargó y cerró la boca, pero era demasiado tarde.
Papá nos miró de ida y vuelta, dejando muy claro que le diríamos todo
lo que él quisiera saber, y se lo diríamos ahora. —¿Qué tiene que ver tu
hermana con lo que ocurrió hoy?
Juliette se rompió primero. —¿Sabes que Anastasia dejó a Jason
la semana pasada? Bueno, él le preguntó si podían regresar e ir al baile
de Halloween como pareja, y ella le dijo que sólo lo haría si conseguía
que Ella les mostrara sus cicatrices a todos.
Me quedé sin respiración. No sabía eso.
Papá pareció contar hasta diez en su mente de tal manera que no
explotaría. Después de un minuto, preguntó—: ¿Cuánto tiempo han
ocurrido este tipo de cosas?
Otra vez, me preguntaron a mí, pero fue Juliette quien respondió.
—Desde que Ella llegó aquí, pero ha ido empeorando en las últimas
semanas.
Todos en la sala estaban callados. Me sentí como si estuviéramos
esperando a que cayera un hacha, sólo que no tenía ni idea de sobre
qué cabeza caería. Fue uno de los policías el que finalmente rompió el
silencio. —Bueno. —Se aclaró la garganta y se puso de pie—, creo que
tenemos toda la información que necesitamos ahora.
Su compañero le siguió la pista y agregó—: Estaremos en
contacto, señor Coleman.
—No quiero presentar cargos en contra de Jason —espeté antes
de que los policías abandonaran la habitación.
Se giraron y esperaron a que dijera más.
—¿A qué te refieres con que no quieres presentar cargos? —
preguntó papá—. Ese chico te asaltó. —Miró a los policías que
esperaban, y dijo—: No retiraremos los cargos.
—Señor, su hija tiene más de dieciocho. Si ella elige no…
—Tengo la custodia ordenada de Ellamara en este momento —
interrumpió mi papá—. Tengo todo el derecho de tomar esa decisión, y
maldita sea si quiero presentar cargos.
Ambos policías lanzaron miradas sobresaltadas en mi dirección, y
la habitación cayó en un silencio más incómodo todavía. El mejor de los
dos policías intentó mostrarme una sonrisa simpática al tiempo que
decía—: Si tiene la custodia legal, entonces tengo que ir con su decisión.
Lo siento.
Comenzaron a salir y me entró el pánico. Perdí mi temperamento
y le grité a mi padre. —¡Maldita sea, papá! Deja de preocuparte por tu
maldito orgullo por dos segundos, y por favor, confía en mí por primera
vez. ¡Por favor!
La ira de mi padre desapareció y se me quedó mirando,
estupefacto.
—Jason me agarró del brazo, eso es todo —continué
desesperadamente—. Sé que fue malo por su parte, y sé que te enojaste
por eso, pero no sabía lo que podía ocurrirme. No quería herirme. Sé
con seguridad que lo suspendieron, o lo que sea. Eso es suficiente
castigo. Si lo envías a la cárcel o demandas a su familia, en verdad
harás las cosas más difíciles para mí. Por favor, no me causes
problemas.
Mi padre se recuperó de su sorpresa y un ceño apareció en su
rostro. Le lanzó una mirada fulminante a Juliette y esta asintió
energéticamente. —Tiene razón. Vas a empeorar las cosas.
Me dolió un poco que papá siguiera necesitando la confirmación
de Juliette y no pudiera simplemente aceptar mis palabras, pero me
alegré de que Juliette intercediera por mí.
Mi padre apretó la mandíbula y respiró profundo a través de su
nariz.
—Está bien —gruñó—. Vamos a retirar los cargos. Pero será
mejor que me cuentes si alguna vez te da algún problema, Ellamara. —
Miró a Juliette, y dijo—: Eso también va para ti.
Las dos asentimos.
—Necesitaremos que firmes algunos papeles —dijo uno de los
policías.
—Pararemos por la estación después de que acabemos aquí.
Mi padre estrechó la mano de los tipos y, después de que salieron,
el director Johnson me miró. —Así que la pregunta que queda por
contestar ahora es: ¿qué hacemos contigo, Ellamara?
—¿Qué quiere decir?
—No estoy seguro de que esta escuela sea el mejor lugar para ti —
dijo con lentitud el director Johnson.
Mis defensas saltaron de golpe. Odiaba esta escuela con pasión,
pero me molestaba que me quisieran echar de ella. —¿Quiere echarme?
Pero no hice nada. No es como si animara a la gente. Ni siquiera me
defiendo.
—Lo sabemos, Ella —dijo con rapidez la Dra. Parish—. No estás
en problemas. Creo que el director Johnson sólo está preocupado por ti.
Es obvio que algo no funciona aquí, y tenemos que averiguar qué es lo
mejor para ti.
El director Johnson asintió. —Tus padres y yo creemos que una
escuela para niños con discapacidad física podría ser más adecuado
para ti.
—¿Una escuela especial? —exclamó Juliette, tan horrorizada por
la idea como yo.
Jennifer le sugirió esto a mi papá una vez. Al parecer, lo habían
discutido más seriamente de lo que pensaba. Odiaba la idea entonces, y
la odiaba ahora.
—¿De qué manera me ayudaría encerrarme en una escuela como
esa?
—No creo que lo hiciera —dijo la Dra. Parish—. Estoy en
desacuerdo con tus padres y tu director sobre este asunto.
—Sólo queremos que estés más cómoda —insistió Jennifer—. No
serías objeto de burla en una escuela así. No serías la única con
discapacidad. Tendrías algo de tiempo para acostumbrarte a tu cuerpo,
y tal vez incluso hacer algunos amigos.
La Dra. Parish negó con la cabeza. —Eso no la ayudará. —Me
miró a los ojos, y dijo—: Te manejas bastante bien físicamente, y
mentalmente no hay nada malo contigo. Enviándote a una escuela
especializada sólo estaríamos complaciendo tu ansiedad social y
autodesprecio. Tal vez encuentres un año de respiro, pero no haría
nada para ayudarte a largo plazo. En todo caso, sólo tendrás más
dificultades ajustándote después de graduarte.
—Pero tampoco puede seguir adelante así como está argumentó
en respuesta mi padre—. Dijo que hacerla ir a la escuela la ayudaría a
mejorar, pero no está mejorando.
—Estoy de acuerdo con el señor Coleman —agregó el director
Johnson—. Ella no está adaptándose aquí. No hace ningún esfuerzo por
encajar. No habla con sus compañeros. No participa en ningún club de
la escuela ni actividades extracurriculares. En los dos meses que ha
estado aquí, sólo se ha vuelto más retraída.
La Dra. Parish suspiró. —¿Podrían, por favor, dirigirse
directamente a Ella, y dejar de atacarla verbalmente? Entiendo que esté
frustrado, pero lo que pasó hoy no fue culpa suya de ninguna manera.
Recuerde que ella es una víctima aquí. Necesita su ayuda, no su ira.
Mis ojos se abrieron. ¡Vamos, doctora! Nunca he visto a nadie
hablar así a mi padre. Sonreí ante las miradas avergonzadas en las
caras de los dos hombres mientras recibían la ira de la Dra. Parish por
primera vez. La mujer era formidable. Tal vez mi padre entendería un
poco más ahora por qué odiaba tanto mis sesiones.
Era dura, pero efectiva. Tanto mi padre como el director Johnson
se disculparon conmigo, y el director Johnson me mostró una mirada
suplicante. —Sé que has sido acosada por algunos, pero no puedes
estar sufriéndolo por parte de todos los estudiantes. ¿Has intentado
hablar con alguien? ¿Te has acercado a alguien en absoluto?
No lo había hecho, y todo el mundo lo sabía. Apreté los dientes,
odiando que tuviera un punto. —Está bien. No he estado haciendo
suficientes esfuerzos, pero eso no es una razón para echarme de la
escuela.
—Ella, me prometiste que intentarías crear un sistema de apoyo,
y no lo estás haciendo —dijo la Dra. Parish—. No estás recuperándote
socialmente.
—Usted tampoco lo haría si tuviera que lidiar con la basura que
aguanto aquí.
Como siempre, la Dra. Parish ni se inmutó por mi sarcasmo. —Si
eres tan infeliz aquí, entonces tal vez deberíamos transferirte a otro
sitio. Creo que tienes razón acerca de que la escuela pública sería un
entorno más adecuado.
Lástima que la Dra. Parish no estuvo allí en el registro. —Es
demasiado tarde para eso. No quiero transferirme de nuevo. No me
gusta estar aquí, pero por lo menos ahora lo sé. ¿Qué pasa si me
cambio de escuelas y el plan de estudios es diferente? Ya voy un año
atrasada.
—Entonces, ¿cómo podemos ayudarte? Tu depresión está
empeorando. Lo has dicho muchas veces en tus sesiones.
Todos en la sala fruncieron el ceño. Se veían decepcionados de
mí, como si estuviera fallándoles a propósito. Eso me enfadó tanto. —
¡Por supuesto que estoy deprimida! —grité—. ¡También lo estaría si
tuviera que vivir mi apestosa vida! ¡Ya es bastante difícil el simple hecho
de salir de la cama cada mañana!
Eso era algo malo para decir. Los adultos en la habitación
intercambiaron tantas miradas cómplices, que era como si tuvieran una
conversación entera en sus mentes. —Richard —declaró Jennifer en voz
baja—, es el momento.
—¿Momento para qué? —preguntó el director Johnson. Me alegré
de que lo hiciera porque quería saber de lo que hablaba, pero estaba
demasiado asustada para preguntar.
Mi padre me miró con una expresión abatida. —Ella, cariño,
hemos estado preocupados por ti por un tiempo. No estás mejorando, ni
adaptándote, y no sé qué más puedo hacer por ti. Creo que tal vez es
mejor si te enviamos a un lugar donde puedes conseguir la ayuda que
necesitas.
Me quedé mirándolo, desconcertada. No creí que fuera posible
que este hombre pudiera lastimarme más de lo que ya lo había hecho,
pero sus palabras hirieron mi corazón con un dolor tan fuerte que me
tomó un minuto sentirlo. —¿Quieres enviarme lejos?
—Solo quiero ayudarte.
Miré de él hacia Jennifer. Ella había sido la que lo sugirió. Su voz
había sonado desesperada. Negué con la cabeza. —Quieres deshacerte
de mí. Ambos quieren. Nunca me han querido.
Mi padre tragó saliva. —Estás enferma, cariño. Necesitas ayuda
antes de que hagas algo para lastimarte de nuevo.
Suspiré. Siempre volvía a esto. Nadie iba a dejarme olvidarlo
nunca.
—No voy a hacerme daño. Y no quiero ir a un hospital. No lo haré.
No puedes obligarme.
La cara de mi padre se llenó de lástima. —Puedo obligarte, Ella, y
lo haré si es lo mejor.
—¡Pero no soy una suicida! ¡Te lo juro! —Le envié una mirada
acusadora a la Dra. Parish—. ¡Sabe que no lo soy! ¡Dígale que no voy a
suicidarme!
—Sé que no lo eres —dijo la Dra. Parish, y luego se lo repitió a mi
padre—. No creo que Ella se encuentre en peligro de hacerse daño a sí
misma. —Di un suspiro de alivio, agradecida porque me respaldó, pero
luego me inmovilizó con una mirada seria—. Sé que no eres una
suicida, pero estoy de acuerdo en que algún tiempo en un hospital
podría ser una buena idea para ti.
—¿Qué?
—Ella, no es algo malo. Te sorprendería lo que un poco de tiempo
en un entorno controlado puede hacer por ti. ¿No te gustaría la ayuda?
¿No quieres sentirte mejor?
Para mi horror, empecé a llorar. —No quiero ir a un hospital
mental y tener una cosa más para que la gente se burle de mí. No
quiero estar aislada del mundo otra vez. No quiero quedarme aún más
atrasada en la escuela. Por favor, no me obligues.
La habitación se encontraba tranquila excepto por el sonido de
mis sollozos. El director Johnson me entregó una caja de pañuelos. No
esperaba que nadie me diera una oportunidad, mi esperanza ya se
había ahogado, pero mi padre decidió hablar—: Está bien, cariño. Si
piensas que no es una buena idea, entonces confío en ti.
Alejé el pañuelo de mis ojos y parpadeé hacia mi padre. —¿L-lo
haces? —Era la última persona que hubiera esperado que me
defendiera.
Mi padre se encontró con mi mirada con una disculpa silenciosa.
—Sí, lo hago. —Dirigió su atención a la Dra. Parish y al director
Johnson—. Mucho de esto es culpa mía. Tengo que confiar más en su
juicio. Si sólo la hubiera escuchado en primer lugar acerca de asistir a
la escuela pública, probablemente no estaríamos teniendo estos
problemas. —Mi padre regresó su atención a los demás—. ¿Hay algo
que podamos hacer para mantenerla en la escuela y fuera del hospital?
Respiré profundo, pero mis pulmones se negaron a soltarlo
mientras esperaba que mi destino fuera decidido.
—Me sentiría mejor si Ella se compromete a empezar a reunirse
conmigo cada dos días en lugar de una vez a la semana, por ahora. —
dijo la Dra. Parish. Me lanzó una mirada severa, y añadió—: Y no
queremos que tu depresión empeore, así que por el momento, no debes
estar sola. Tu habitación tiene que estar prohibida excepto para dormir,
e incluso entonces tienes que mantener la puerta abierta en todo
momento. También tienes que hacer un intento por integrarte más con
tu familia política y los chicos aquí en la escuela. No más reservarte
para ti misma. Encuentra a alguien con quien almorzar. Haz amigos.
—Podrías unirte a un club —añadió el director Johnson
esperanzado—. Los otros estudiantes necesitan ver que haces un
esfuerzo para ser social. Tal vez te sorprenda cuántos chicos
simplemente se sienten intimidados por la situación. Estoy seguro de
que hay algunos que serían agradables si rompes el hielo en primer
lugar.
—Tal vez si Ana les dejara —gruñó Juliette en voz baja.
Lo dudaba, pero si unirme a un club me mantendría fuera de una
clínica de depresión, entonces pensaría en algo. Tal vez tenían un club
de libros o algo, o podría escribir para el periódico de la escuela. Eso no
estaría tan mal. Sin embargo, el asunto sin dormitorio iba a apestar.
Después de unas semanas de eso, podría estar rogando que me
encierren.
—¿Tenemos un trato, Ella? —preguntó la Dra. Parish.
—¿Qué pasa si no puedo? ¿Qué sucede si nada cambia?
Di un salto cuando una mano se extendió hasta la mía. Miré
hacia arriba para encontrar a mi padre sonriéndome. —Cambiará —
prometió—. Vamos a salir de esto juntos, ¿de acuerdo?
Sonaba tan cálido y lleno de confianza que no supe cómo
responder. Me quedé mirándolo como una idiota.
—Sé que no me crees, Ellamara —dijo, hablando ahora en voz
baja—, pero sí te amo. Quiero que seas feliz. Quiero que te sientas
cómoda en mi casa y con mi familia. Lamento que mi hija estuviera
haciendo esto difícil para ti. Nos aseguraremos de que se detenga, y tal
vez por ahora simplemente podrías empezar a pasar un poco de tiempo
conmigo antes de preocuparte por Jennifer y las niñas. Eres mi hija,
cariño. Me gustaría tener la oportunidad de llegar a conocerte un poco.
Me sonrió de nuevo, y fue la primera vez desde nuestro
reencuentro que sentí que me miraba como un padre. Pude ver la
preocupación, pero también orgullo. Me miraba como si me conociera,
como si no fuera una extraña o alguien a quien temiera, sino alguien
que realmente le importaba.
Saqué mi mano de su agarre y cogí otro pañuelo.
Siempre había querido que mi padre me mirara de esa manera,
pero ahora que lo hizo, me asustó. Por supuesto que una parte de mí
quería construir una relación con mi padre, pero la mitad del corazón
roto no estaba seguro de que me encontrara lista para confiar en él. No
estaba segura que pudiera perdonarle por abandonarme.
—No estaba ahí para ti cuando debería haberlo estado —dijo mi
padre—, pero me gustaría estar ahí para ti ahora. Si me lo permites.
—Está bien —grazné. Sentí mis mejillas calentarse, por lo que
miré al director Johnson con rapidez y luego a la Dra. Parish—. Lo
intentaré, ¿de acuerdo?
Traducido por Beatrix & Anna ♥
Corregido por Anakaren

No tuve que volver a clase ese día, pero Juliette y Anastasia igual
llegaron antes que yo a casa. Fui a la comisaría a retirar oficialmente
los cargos contra Jason, y luego mi papá me llevó al centro de
quemados para reunirme con mi cirujano. Para cuando llegamos a
casa, era después de las cuatro.
Tuve un día horrible, y estaba agotada. Me dirigí directamente a
mi habitación cuando entramos por la puerta, pero al parecer mi papá
tenía la intención de seguir hasta el final con las órdenes de la Dra.
Parish de mantener un ojo sobre mí en todo momento. —Cariño,
recuerda lo que dijo la Dra. Parish hoy. —Su voz era forzada con
delicadeza.
—Solo iba a cambiarme y a coger mi computadora.
Dejando pasar la mentira, bajó la mirada hacia la sala principal,
donde los suaves sonidos de la TV rebotaban por las escaleras. —
¿Quieres que les pida a Jennifer y a las chicas que vengan a pasar el
rato aquí arriba?
Negué con la cabeza. —Puedo bajar por las escaleras.
Me tomé mi tiempo intercambiando mi uniforme por un par de
pantalones ligeros de yoga y una camiseta de manga larga suelta, pero
mi papá todavía esperaba por mí cuando salí de mi habitación. Si iba a
merodear así todo el tiempo, no pasaría ni una semana antes de que me
encontrara en un centro para adolescentes suicidas. Por lo menos fue
útil y llevó abajo mi portátil y mi mochila.
Las gemelas estaban descansando en el largo sofá modular
haciendo las tareas mientras veían Access Hollywood y Jennifer se
encontraba en la esquina de la sala matándose a sí misma en una
elíptica. Con la cara roja y chorreando sudor en un sujetador deportivo
y pantalones cortos, se veía como un anuncio de una revista de
equipamiento de ejercicio. Su rostro se iluminó cuando papá entró en la
habitación. —¿Y? —preguntó esperanzada—. ¿Buenas noticias?
Su voz atrajo la atención de las gemelas. Juliette miró brevemente
y luego volvió a su libro de matemáticas, pero la mirada que recibí de
Anastasia me dijo que ya recibió un sermón. A juzgar por la severidad
de su mirada, un grave castigo había sido dictado.
—La buena noticia es que la rotura no fue tan mala —dijo papá—.
La mala noticia es que todavía va a tener que someterse a una
operación en la cara interior del codo. Nos dijeron que podríamos
esperar hasta después de las vacaciones.
Jennifer me envió una mirada de simpatía que ignoré mientras
me sentaba en el pequeño escritorio en el rincón más alejado de la
habitación.
—Hay espacio en el sofá, Ella —dijo mi papá, colocando la
computadora para mí.
—Estoy bien aquí.
Cuando Jennifer se aclaró la garganta, miré, pero su mirada
estaba dirigida a Anastasia. Ana rodó los ojos y lanzó un suspiro
dramático mientras miraba por encima del hombro hacia mí. —Lo
siento.
Sí, claro que sí.
No era la única desconfiada. —Ana —advirtió Jennifer.
Otro giro de ojos. Otro suspiro. —Lo siento, Ella.
Sí, todavía no era convincente, pero Jennifer no la presionó. Es
más, cambió de tema. —Ella, ¿te gustaría ir al baile de Halloween esta
noche? Puedes tener el boleto de Ana, ya que no irá esta noche.
No es que no me entusiasmara el hecho de que Anastasia
estuviera castigada, pero ir al baile sonaba casi tan divertido como
pasar otros seis meses en rehabilitación. —No, está bien. No pensaba ir
de todos modos. Nunca he sido una fan de los bailes. —No era
exactamente cierto, me encantaba ir a los bailes, pero teniendo en
cuenta que ahora no podía bailar, la solicitud era una especie de
revuelo para mí.
—No es un problema —insistió Jennifer—. Todavía tenemos un
par de horas para encontrar un disfraz, y estoy segura de que a Juliette
no le importaría llevarte.
Bueno, si ella no iba a darse por aludida… —Mira, aprecio el
gesto, Jennifer, pero ¿qué voy a hacer allí? No podría bailar con nadie.
No podría estar de pie mucho tiempo. No tengo una cita, o amigos para
hacerme compañía, y no me gustaría arruinar la noche de Juliette
haciéndola sentarse conmigo. Me temo que los bailes realmente ya no
están en mi futuro. Está bien, sin embargo. Pude ir al baile de
penúltimo año y al de bienvenida de último año antes de mi accidente.
Incluso fui una princesa de la corte real, así que no estoy perdiéndome
nada.
—¿Fuiste una princesa en el de bienvenida? —preguntó mi papá.
Hubiera estado más ofendida por su sorpresa si no hubiera habido
también una pizca de orgullo en su voz.
Ana, Juliette y Jennifer todas parecían igual de aturdidas. Idiotas.
—Impactante, lo sé, pero lo hice, de hecho, solía ser normal. Tenía
amigos, íbamos a citas, tenía una vida… A algunas personas realmente
les gustaba.
Maté oficialmente la conversación y todos caímos en un silencio
incómodo. El único sonido en la habitación era Billy Bush cotilleando
acerca de Brian Oliver y Kaylee Summers prometiéndose en su fiesta de
cumpleaños el pasado fin de semana. Por supuesto que sí.
Tenía un día entero de trabajo escolar perdido en la parte
superior de mi tarea, pero me di cuenta de que Cinder se conectó en su
correo instantáneo y no pude resistir la tentación de enviarle un
mensaje rápido.
EllaTheRealHero: Y la ficción se convierte en realidad…
Cinder458: ¿Me atrevo a preguntar?
EllaTheRealHero: Brian Oliver y Kaylee Summers se
comprometieron. Una vez más, el príncipe se enamora de la princesa
guerrera, sólo que esto es peor. Por lo menos la princesa Ratana podía
luchar. ¿Para qué es buena Kaylee Summers?
Cinder458: ¿Sexo?
Resoplé, pero rápidamente sofoqué mi sonrisa cuando me gané la
atención de todos en la sala.
—¿Algo gracioso? —preguntó mi papá con curiosidad.
Miré mi chat y rodé los ojos. —Más bien como trágico y típico.
EllaTheRealHero: Probablemente eso es todo por lo que Brian
Oliver sale con ella. Me retracto de lo que dije de él siendo profundo. Es,
obviamente, como mucho un idiota superficial como cualquier otro
chico del planeta.
Cinder458: No incluyéndome, ¿no?
EllaTheRealHero: ¿Estás bromeando? Eres el peor de todos.
Cinder458: Ouch. Alguien está de mal humor hoy.
Dejé escapar un suspiro. Tenía razón. No debería de desfogar mi
enojo con él. No era su culpa que se viera indefenso ante el cuerpo
perfecto de modelo en traje de baño de Kaylee Summers más de lo que
se veía Brian Oliver. Quiero decir, si tuviera la oportunidad de besar a
alguien tan caliente como Brian Oliver, dudo que lo rechazara.
EllaTheRealHero: Lo siento. Tienes razón. Acabo de tener el peor
día de mi vida y ahora estoy de mal humor. Fui castigada a abandonar
mi habitación y estoy siendo forzada a vivir entre gente de paso.
Cinder458: ¿No querrás decir castigada a tú habitación?
EllaTheReal Hero: Nop. Abandonar. No se me permite estar sola
en este momento, lo que significa que no hay escondite de las
brujastras en mi habitación. Los poderes fácticos han conspirado
contra mí y se me obliga a "integrarme" con mi familia o SI NO…
Cinder458: ¿Qué significa eso exactamente?
Me senté allí, mirando el cursor en mi ordenador. Por primera vez,
sentí que quería decirle a Cinder lo que pasaba conmigo. No sabía por
qué. Nunca fui del tipo que necesitaba llorar para llamar la atención,
pero mis dedos se cernían sobre las teclas con ganas de descargar mis
problemas. La cosa es que me sentía realmente molesta, y sabía que
Cinder escucharía.
De repente, empecé a escribir.
EllaTheRealHero: Si no puedo empezar a llevarme bien con la
familia de mi padre y a hacer amigos en la escuela, van a meterme en
un hospital psiquiátrico.
Esto era el equivalente de teclear soltando algo al azar.
Cinder458: ¿Qué? ¡Eso es ridículo! ¿Por qué harían eso?
EllaTheRealHero: Larga historia.
Cinder458: Estoy esperando…
Sofoqué un gemido, lamentando ya mi momento de debilidad.
Cinder siempre trataba sutilmente de hacerme hablar. Por supuesto
que saltaría sobre esta diminuta pepita de información que acababa de
darle. Eso fue suficiente para darle la excusa para empujarme de la
manera que él quería.
EllaTheRealHero: Había un tipo hoy molestándome en la escuela
y se le fue un poco de las manos.
Cinder458: ¿Qué pasó??? ¡¡¡¡LO MATARÉ!!!!
EllaTheRealHero: Nada. Fue un accidente. Pero mi padre y el
director se enteraron de que he estado siendo intimidada y llamaron a
mi terapeuta. Ahora a todos les preocupa que vaya a intentar matarme
de nuevo, pero de verdad, no fue nada con lo que no haya estado
tratando desde que empezó la escuela. La única diferencia es que ahora
saben acerca de ello.
Cinder458: ¿¿¿¿Qué quieres decir con tratar de matarte
de nuevo????
Solté una maldición y me di una palmada en la cara. ¿Cómo
había dejado escaparse eso?
No podía creer todo lo que le había admitido. Acababa de decirle
al tipo más seguro del mundo, que era hermoso y popular y tenía una
vida perfecta, que era una suicida fracasada a quien molestaban en la
escuela. No iba a hablarme nunca de nuevo.
Hice un pobre intento de control de daños, pero fue
probablemente demasiado tarde.
EllaTheRealHero: Después de mi accidente, las cosas se
pusieron muy mal durante un tiempo. Pero he aprendido la lección.
Está bien, de verdad. Estoy mucho mejor ahora. Todo el mundo está
paranoico, y exageran.
Cinder458: ¿Lo están? No tienes ese tipo de pensamientos ya,
¿verdad?
EllaTheRealHero: ¡¡¡No!!!
Cinder458: Lo digo en serio. Sé que nunca quieres hablar de
todas tus cosas de familia, pero prométeme que no estás pensando en
eso. ¡Júralo!
EllaTheRealHero: Te lo prometo, Cinder. Te juro que ya no es tan
malo. Mi vida no es un picnic, pero ¿cómo iba a querer acabar con ella
cuando te tengo para hablar cada día?
Cinder458: Esto no es una broma, Ella.
EllaTheRealHero: No estoy bromeando. Eres en verdad la mejor
parte de mi día todos los días. Estoy tan contenta de tenerte para
hablar.
Cinder458: Entonces ¿qué tal si hablamos de verdad de una vez?
¿Me llamas? (310) 555-4992.
Respiré profundamente. Me llamas. Esas dos pequeñas palabras
prácticamente detuvieron mi corazón. Leí el número de diez dígitos una
y otra vez. La vista de ello aterrorizándome y entusiasmándome al
mismo tiempo. Antes del accidente había fantaseado a menudo con
hablar por teléfono con él a todas horas de la noche, pero nunca tuve el
valor de pedirle su número, y él nunca me pidió el mío. Ahora, aquí
estaba yo, mirando las teclas para finalmente escuchar su voz.
¿Podría hacerlo? ¿Podría hablar con Cinder por teléfono?
Cinder458: ¿Ella?
EllaTheRealHero: No lo sé…
Cinder458: Nos conocemos desde hace casi tres años. Creo que
es seguro pasar a la etapa de llamadas en nuestra relación.
Una simple llamada telefónica no parecía mucho, pero en realidad
era enorme. Había un cierto nivel de intimidad que venía con hablar
con alguien por teléfono, de escuchar su voz. Haría a Cinder mucho
más que sólo un amigo de internet sin rostro.
EllaTheRealHero: Simplemente parece diferente de alguna
manera. Más íntimo o algo así.
Sabía que no podía verme, pero me sonrojé mientras escribía esa
última frase.
Cinder458: Lo es. Es por eso que tienes que llamarme. Necesito
saber que estás bien, o voy a volverme loco. Necesito escuchar tu voz.
Llámame ahora mismo, mujer. ¿¿Por favor???
Parecía desesperado. ¿Necesitaba oír mi voz? ¿Podría realmente
significar esto?
—¿Ella? —Jennifer me sorprendió tanto que dejé escapar un
pequeño chillido y salté en mi silla—. ¿Estás bien? Te ves como si
hubieras visto un fantasma.
Me encontraba tan absorta en la conversación que me olvidé que
me encontraba en la habitación con los demás. Todos me miraban
ahora. Las gemelas pensaban claramente que era un monstruo, papá y
Jennifer me observaban ambos como si tuvieran miedo de que fuera a
hacer una carrera a por los cuchillos de la cocina en cualquier segundo.
—No es nada —murmuré, sonrojándome bajo su escrutinio.
Cinder458: Ella, mi teléfono no está sonando. ¿Por qué no está
sonando mi teléfono?
Miré hacia atrás, a mi padre, que me observaba de cerca. Él tenía
esa mirada de sinceridad que tuvo en la escuela esta mañana, como si
estuviera realmente preocupado por mí. Le prometí que me esforzaría
más. Le prometí que haría más esfuerzo para ser social. Estaba
bastante segura que llamar Cinder cumpliría los requisitos.
Decidiendo ser valiente, esperé hasta que mi familia dejó de
prestarme atención, entonces tomé mi teléfono y marqué su número
con las manos temblorosas. Contestó al primer timbrazo. —¿Hola?
Su voz era más profunda de lo que esperaba. Sólo esa palabra
envió escalofríos a través de mí. Pero sonaba… confundido. ¿Por qué
sonaba confuso? Estaba, literalmente, esperando mi llamada.
―¿Cinder? ―Quería patearme a mí misma por lo pequeña que se
escuchaba mi voz.
―¡Ellamara! Eres tú. Mi hermosa y sabia sacerdotisa mística del
reino nos habla al fin.
―!Santa mierda, tu voz es sexy!
Me puse la mano sobre la boca. No era mi intención dejar salir
eso. Es sólo que sonaba como si pudiera derretir mantequilla —o
romper corazones— con solo hablar. Su voz era profunda, fuerte e
hipnótica. El chico no hablaba, ronroneaba.
―Sí, eso me han dicho ―bromeó, riéndose… un sonido bajo, rico,
diez veces más peligroso que su voz al hablar.
Para mi absoluta mortificación, una vez más llamé la atención de
todos en la sala. Todos estaban boquiabiertos, y ¿quién podría culparlos
después de lo que acababa de soltar? Cada uno con expresiones
sorprendidas ligeramente diferentes. Mi padre me miraba horrorizado,
mientras que Jennifer tenía algo parecido a un brillo emocionado en sus
grandes ojos. Juliette sonreía, y Anastasia me miraba de la forma en
que siempre lo hacía —con odio disimulado y desprecio.
Me sonrojé y cerré mi ordenador portátil mientras decía―: Uh,
oye, Cinder, ¿puedes esperar un segundo? ―Le lancé a mi padre una
mirada suplicante―. ¿Puedo atender esto en mi habitación?
Antes de que mi padre pudiera responder, Juliette me frunció el
ceño. ―¿Qué clase de nombre es Cinder?
―¡Oh, Dios mío, es el chico que siempre le deja comentarios en su
blog! ―gritó de repente Anastasia―. ¡Ella tiene un ciber novio! ¡Qué rara!
Lo dijo tan fuerte que estaba segura que Cinder la oyó.
―¡Ana! ―gruñó papá.
―¿Qué? ¡Las citas online son tan asquerosas! ―Ella se giró hacia
mí y añadió―: Espero sepas que los enredos de internet no cuentan
como novios reales, incluso si hablas con ellos por teléfono.
―¡Anastasia, ya es suficiente! ―rugió mi padre―. Acabas de añadir
otra semana más a tu castigo, ¡ve a tu cuarto! ¡Ahora!.
―¡Con mucho gusto! ―gritó de regreso―. ¡De todas maneras solo
estaba aquí porque tú me obligaste a cuidar de la loca suicida!
Me quería morir cuando vi a Anastasia subir por las escaleras.
Cinder sin duda oyó todo eso. No podía verlo, porque mi cara enrojeció
tanto que me dolía. ¿Cómo iba a hablar con él ahora? Estaba tan
nerviosa que vomitaría.
―¿Ella? ―preguntó Cinder cuando las cosas se tranquilizaron―.
¿Estás ahí? ―Parecía dudoso.
―Bienvenido a mi vida ―le dije con un suspiro de derrota―.
Lamento eso.
―Está bien.
Definitivamente no estaba bien. Me sentía tan humillada. Fue un
milagro que no estuviera llorando. Creo que sólo porque aún me
encontraba en estado de shock. ―Mira, gracias por darme tu número de
teléfono, pero tal vez este es un mal momento.
Mi papá se puso de pie, haciéndome ademanes con las manos.
―¡No! No tienes por qué terminar tu llamada. Nosotros te daremos un
poco de privacidad. ―Miró a Jennifer y a Juliette―. ¿No es así,
señoritas?
Su desesperación era evidente para mí, para que hablara con
alguien —incluso si ese alguien era un extraño de Internet— era tan
embarazoso como el berrinche de Anastasia. Lo que era peor, Jennifer
era malvada. ―¡Por supuesto! Adelante, habla con tu novio, Ella
―chilló―. Podemos mantener un ojo en ti desde la cocina. Tengo que ir a
comenzar a hacer la cena, de todos modos.
Mientras estaba ocupada muriéndome porque usé la
palabra novio, ella se bajó de la máquina de ejercicios. Se apresuró a
alcanzar a mi papá, y parecía más que feliz por terminar su
entrenamiento temprano. Cuando empezaron a subir los escalones, los
dos se volvieron hacia Juliette, que se había tumbado en el sofá en
lugar de levantarse.
―Yo llegué primero ―dijo Juliette en respuesta a sus miradas
expectantes―. No hay manera de que vaya a otra parte cerca del piso de
arriba con Ana en el estado de ánimo que está, y realmente no me
interesa la vida amorosa de Ella. Además, se supone que no debe estar
sola, de todos modos. ¿Y si trata de arrojarse por el balcón o algo así?
¿Había alguien en el mundo que no sintiera la necesidad de
humillarme? Miré a Juliette, y ella sólo movió un par de auriculares
hacia mí y se los metió en sus oídos. ―Voy a subir el volumen.
Mi papá y Jennifer me dieron esas miradas esperanzadas de que
no discutiera más. Rodé los ojos y me dirigí hacia el sillón en el que mi
papá había estado descansando.
Una vez que papá y Jennifer desaparecieron, miré el sofá. Juliette
ya estaba haciendo lo que mejor sabía hacer: ignorarme. Ella movía su
cabeza al ritmo de la música mientras leía un libro de texto. Dudaba
que pudiera oírme, pero hablé en voz baja de todos modos, por si acaso.
―¿Cinder? ¿Sigues ahí?
―No sabía que elevar nuestra relación a amigos telefónicos
vendría con un título de novio. ¿Significa que si alguna vez nos
encontramos en persona, tenemos que casarnos?
Sorprendida, me eché a reír. Juliette me miró con una ceja
levantada, pero volvió a su libro de texto sin decir nada.
―Lo siento, no le hago a la poligamia, y estoy bastante segura de
que ya estás casado con tu auto.
―Graciosa.
El tono plano de su voz hizo que me partiera de risa de nuevo, y
luego suspiré. ―Hombre, que bien se siente reír. Realmente he tenido el
peor día de mi vida. Gracias por hacer que te llamara. No puedo creer
que estemos hablando finalmente. Siempre me he preguntado cómo
suenas.
―Yo también. Incluso busqué videos de personas con acentos de
Boston una vez.
Me reí de nuevo. ―Cállate. No lo hiciste.
―Lo hice, y no me decepcionó. Di auto para mi otra vez.
―Eres un idiota ―le contesté, pero luego cedi y dije―: auto.
Salió autho, y Cinder se echó a reír. ―Me encanta ―dijo―.
Hablando de Boston… no me llamaste desde allí.
Me las arreglé para no jadear, pero mi estómago cayó. Me había
olvidado por completo del identificador de llamadas. ¿Cómo iba a
explicar que teníamos el mismo código de área? ―Um, sí… no. Lo sé. Es
porque mi papá vive en Los Ángeles. He estado aquí desde que salí del
hospital.
Esperé que enloqueciera y demandara que nos encontráramos,
pero la línea se quedó en silencio durante un minuto, y luego
tranquilamente preguntó―: ¿Por qué nunca dijiste nada?
Me sorprendió lo cauteloso que sonaba. Tal vez lastimé sus
sentimientos por no haberle dicho que me mudaba. Ojalá pudiera
explicarlo sin tener que contarle lo de mi accidente. ―No lo sé. Me tomó
un tiempo antes de volverme lo suficientemente valiente como para
enviarte un correo electrónico siquiera. Luego todo regresó a la
normalidad tan rápido entre nosotros que nunca pensé en eso. Siempre
has sido sólo un amigo de internet, ¿sabes? Creo que podría haber
tenido miedo de arruinar eso.
Él dejó escapar un suspiro que sonó sospechosamente de alivio.
Tal vez estaba tan asustado de conocerme en persona como yo. La idea
era tan decepcionante, que aliviaba. ―Sí, sé a qué te refieres. El hecho
de que nunca nos hemos visto siempre ha sido mi parte favorita de
nuestra relación.
―¿Por qué?
―Creo que para la gente es difícil ver más allá de mi exterior en
persona —las miradas, el dinero, los coches, las conexiones— pero
como tú no puedes ver esas cosas, sólo ves al verdadero yo. Eso es
bueno.
―Guau, Cinder. ―Solté un bufido. Sabía que estaba hablando en
serio, pero eso es lo que lo hizo divertido―. Eso fue tan increíblemente
profundo. Estoy impresionada.
―¿Lo ves? ―Rio Cinder―. Me estás haciendo pasar un mal rato en
estos momentos. Nadie que me conozca en persona haría eso jamás. La
mayoría de la gente actúa de manera falsa conmigo. Dicen lo que
piensan que quiero oír, y hacen cualquier cosa que quiero.
―Bueno, no es de extrañar porque eres tan egoísta. Tal vez tienes
razón con el anonimato. No sé si sería capaz de decirte cómo de
obstinado, discutidor y superficial eres cara a cara. O que tienes un
gusto horrible en películas. Sobre todo si eres tan digno de
desmayo como dices ser. Entonces, ¿quién quedaría para evitar que te
conviertas en un verdadero idiota egocéntrico?
Cinder se rio de nuevo, una enorme, profunda y escandalosa risa.
Podía imaginarlo echando su cabeza hacia atrás, y toda su barriga
contrayéndose por la acción. No es que pensara que tenía barriga, por
supuesto. Cualquier cosa menos que un abdomen perfecto, no parecía
ser su estilo.
Cinder suspiró cuando termino su ataque de risa. ―Oh, Ellamara.
Tú eres la única chica en el mundo que nunca dice cosas que te gustan
de mí. Por eso —aunque seas irritante, santurrona, obstinada y
desagradable—, eres mi persona favorita en el mundo entero.
Mis pulmones se paralizaron, por lo que me era imposible
respirar. Pero de alguna manera esa sensación de ardor en mi pecho
era la mejor en el mundo entero, como voltear la cara hacia la luz del
sol o beber chocolate caliente después de estar en la nieve.
Oré para que Cinder no fuera capaz de adivinar que lloraba, pero
parecía que la suerte me abandonó para siempre cuando mi mamá
murió. ―¿Ella? ―Su voz pasó de tranquilo y relajado a alerta máxima―.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué lloras?
―Estoy bien. ―No estaba segura de que me creyera con todo mi
lloriqueo―. Es sólo que, es bueno tener a alguien que se preocupe.
También eres mi persona favorita. Eres mi mejor amigo.
Cinder se quedó callado por un momento. Cuando volvió a hablar,
dejó caer todos los indicios del chico seguro, sexy y divertido que
conocía tan bien. ―¿Estás segura de que estás realmente bien? Quiero
decir, me lo dirías si no fuera así, ¿no? ―Hubo cierta vulnerabilidad en
su voz―. Tenía un amigo que cometió suicidio una vez. Ella, la idea de
perderte así…
Paró tan bruscamente que pensé que la línea se cortó, excepto
que lo oí aclararse la garganta, como si estuviera tratando de poner su
voz de nuevo bajo control. ―Tienes a alguien que se preocupe ―dijo en
voz baja―. No importa qué tan mal estén las cosas en casa o en la
escuela o lo que sea, me tienes a mí. También eres mi mejor amiga.
Tienes mi número ahora. Guárdalo en tu teléfono y llama en cualquier
momento, día, noche, la hora de las brujas, no importa. ¿De acuerdo?
Me tomó un momento —y una serie de profundas respiraciones—
antes de que pudiera responder. ―De acuerdo.
―¿Lo prometes?
―Lo prometo. Mientras siempre te tenga a ti, voy a estar bien.
―Me di una patada internamente y me reí―. Guau, eso sonó muy cursi.
¿Lo ves? Es por eso que no quería llamarte. Puedo filtrar mi estúpida
boca mucho mejor cuando tengo que escribir mis pensamientos.
Cinder se rio otra vez. ―Ah, pero entonces te perderías todas las
palabras de amor que planeo susúrrate al oído, ahora que sé que te
gusta mucho mi voz ultra sexy.
Me sonrojé, pero me negué a dejarle saber que su coqueteo me
hizo temblar. ―Nunca dije que fuera ultra, ególatra. Pero
definitivamente debes considerar la grabación de audio libros para vivir.
―Hmm. Eso no es una mala idea. ―La voz de Cinder se redujo a
un lento y seductor ronroneo, y preguntó―: ¿Quieres que lea para ti,
Ellamara?
Me emocioné solo de pensarlo y no pude ocultar mi emoción.
―¿En serio?
―¿Por qué no? Antes de que me llamaras, me estaba preparando
para tener un maratón de Top Gear en solitario.
―Eres un mentiroso. Es viernes por la noche, y es Halloween. No
hay manera de que no tengas planes.
―No son importantes. Es sólo una estúpida fiesta a la que mi
especie de novia quiere que vaya.
―¿Tu “especie” de novia?
―Sí. ―Cinder estiró la palabra en un largo suspiro―. Es una larga
historia, pero no voy a ir. Prefiero quedarme en casa y leer contigo.
Además, no puedo abandonarte cuando has tenido el peor día de tu
vida. ¿En qué clase de mejor amigo me convertiría eso?
Casi lloré de nuevo. La oferta era tan dulce. Y reflexiva. La lectura
era una pasión que Cinder y yo compartíamos. Leíamos libros y los
discutíamos todo el tiempo. Incluso antes habíamos decidido leer el
mismo libro, al mismo tiempo, pero nunca habíamos leído uno juntos.
Cinder tenía que saber lo mucho que significaba para mí.
―Tiene que ser el de El Príncipe Druida ―le dije.
Traducido Por Lilizita15 & Sandry
Corregido por Dannygonzal

Cuando regresé el lunes a la escuela, los susurros y las miradas


eran tan malos como lo habían sido en mi primer día. No era nada
nuevo. Mantuve la cabeza baja como hacía siempre, y recé por que las
cosas no fueran peores porque la gente me culpaba de la suspensión de
Jason.
Hasta el momento nada traumático había pasado, pero mientras
me sentaba en mi lugar normal para el almuerzo en una pequeña mesa
en la esquina de la cafetería, un silencio completo cayó sobre la
habitación. Noté la tranquilidad innatural cuando sentí a alguien
parado detrás de mí.
Lentamente, preparándome para cualquier tortura que pudiera
suceder, me giré para darle la cara a quien fuera que estuviera detrás
de mí. Me sorprendí al ver a Juliette allí parada. A su lado se
encontraba una chica que había visto por la escuela, pero no estaba en
ninguna de mis clases. Tenía los ojos violetas, obviamente lentes de
contacto, un brillante cabello rojo con mechones rubios platinados en
él. Una combinación que nunca antes había visto, pero en realidad le
quedaba muy bien.
Su cabello se hallaba recogido en un moño y ajustado en su lugar
con pinzas para el cabello, haciendo que los brillantes colores fueran
horizontales. Sus zapatos, mochila y uñas de las manos eran obras de
arte, de la misma forma que su cabello. Imaginé que ella podría ser algo
para contemplar si no estuviera restringida por las limitaciones de
nuestro uniforme escolar.
Era bonita, pero no del mismo tipo de belleza sensacional de
Juliette. Era salvaje en una forma que demandaba respeto. Era la clase
de chica a la que no podías evitar seguir con la mirada. La chica a la
que los chicos temían, pero que al mismo tiempo querían en secreto.
Y estaba sonriéndome.
—Ella, esta es Vivian Euling —dijo Juliette con voz aburrida—.
Vivian, mi hermanastra Ella.
Aún no tenía ni idea de qué pasaba, pero estaba muy segura de
que Juliette no era la autora de este plan vicioso, y Vivian me tendía su
mano, así que la tomé. Mientras nosotras le decíamos hola a la otra,
Juliette volvió a aplicarse brillo labial y dijo—: Mi trabajo aquí está
hecho. —Ella se alejó sin otra mirada.
Volví a mirar a Vivian y ella me dio otra sonrisa cálida mientras se
sentaba a mi lado y sacaba una bolsa de almuerzo de su mochila. —
Espero que no te importe. —Sacudí la cabeza y Vivian sonrió de
nuevo—. Creo que Juliette está jugando a la casamentera con nosotras.
—¿Ella que?
Me giré y vi a Juliette sentándose en su mesa habitual con todos
los chicos más populares de la escuela. Estaba riendo y bromeando con
ellos, sin prestarme la menor atención, como siempre. Nunca habrías
sabido que pasó algo si no fuera por la forma en la que Anastasia aún la
miraba boquiabierta en conmoción.
—Tengo danza con Juliette —dijo Vivian—. No somos amigas ni
nada, así que me sorprendió cuando vino esta mañana y me preguntó si
podía presentarnos.
—¿Lo hizo?
Sabía lo incrédula que sonaba. Podía sentir mi rostro torcerse en
confusión, por lo que no me sorprendió cuando Vivian se rio. —Ella dijo
que pensaba que teníamos mucho en común —me explicó rodando los
ojos—. Considerando que no sabe nada acerca de mí, y dudo que
tampoco haga un esfuerzo por saber algo de ti, incluso cuando eres su
hermanastra, solo puedo asumir que estaba emparejando a una
rechazada con otra.
Eso me sorprendió. No que Juliette pensara que siendo dos
rechazadas nos haríamos automáticamente amigas, pero no podía
imaginar por qué una chica como Vivian no tendría amigos. —No me
das la impresión de ser del tipo solitaria. Luces tan confiada y
agradable, y eres muy bonita.
—También crecí con dos padres.
Aún estaba confundida. —¿Eso qué importa?
Vivian me miró de nuevo.
Imaginando que era del tipo que podía aceptar una broma, sonreí
con suficiencia. —Massachusetts fue el primer estado en permitir los
matrimonios del mismo sexo, entonces, no te ofendas, pero eso hace
que sea una noticia vieja para mí. Tengo la esperanza de que no estés
esperando un trato especial o algo.
Los ojos de Vivian brillaron, sorprendidos, y una amplia sonrisa
se expandió por su rostro. —Me agradas.
Reí, pero murió rápidamente mientras miraba alrededor de la
cafetería. —Dándome cuenta entiendo, considerando que esta es la
ciudad donde la imagen lo es todo, pero pensarías que la gente sería de
mente más abierta acerca de tu situación.
—Lo pensarías —acordó Vivian—. Estoy segura que en la
preparatoria Hollywood podría encajar bien, pero en una pretenciosa
escuela privada como esta soy un blanco fácil. Y a eso no le ayuda que
esté aquí con una beca. Mis padres son unos diseñadores humildes.
Ganan lo suficiente para alquilar nuestro apartamento de dos
habitaciones en West Hollywood, pero eso es todo.
Ahora eso tenía mucho sentido. —Y la imagen se vuelve incluso
más clara. Crecí con una madre soltera.
Vivian rodó los ojos de nuevo. —Entonces estás diciendo que no
solo somos rechazadas, sino que también somos pobres.
—Exacto. —Me uní a ella rodando los ojos, pero luego suspiré y
miré fijamente a Juliette—. Debió haber sido una percepción frívola y
moralista, pero aun así fue un intento considerado por su parte el tratar
de ayudar.
—Cierto. —Vivian siguió mi mirada hasta la mesa de mi
hermanastra. Juliette reía con una amiga, mientras Anastasia se
hallaba sentada en el regazo de algún chico, algún chico que sin duda
no era Jason—. Aun así, Juliette siempre ha sido la menor de dos
demonios.
Asentí de acuerdo. —Algunas veces pienso que ella podría no ser
tan mala si no tuviera a su hermana envenenando su mente, y una
madre completamente despistada que le enseña lo que en realidad es
importante en la vida.
Por la mirada de duda de Vivian, dije—: Ropa de diseñador y una
dieta de ochocientas calorías al día.
Vivian se rio de nuevo. —Creo que Juliette estaba pensando en
algo. Debes ser un espíritu afín.

***

El camino a casa desde la escuela fue tenso, gracias a la rabia


burbujeante tras la apariencia de la piel con aroma a Daisy de Marc
Jacobs de Anastasia. Cuando llegamos a casa, ella entró zapateando,
cerrando la puerta de golpe en la cara de Juliette. Para el momento en
que salí del auto y entré en la casa, estaban peleando la una con la
otra.
—¡…humillarnos de esa manera! —gritaba Anastasia.
—Todo lo que hacía era limpiar el desastre que tú provocaste. Tú
fuiste quien nos avergonzó.
—No es lo suficientemente malo que tengamos que ser asociadas
con ella. ¿Ahora es la mejor amiga de Caridad?
—¿Y qué? Dejémoslas ser raras juntas. No lastiman a nadie.
—¿No lastiman a nadie? ¿Y si comienzan a besarse en la cafetería
y eso? ¡Seremos hermanas de la rara lesbiana lisiada!
—Hum, su nombre es Vivian, no Caridad —dije, dejando mi
mochila en la encimera mientras iba hacia la cocina pasándolas.
Juliette rodó los ojos. —La gente la llama así porque ella es el
caso de caridad de la escuela.
—Lindo —me burlé—. Sabes, Anastasia, solo porque sus padres
son homosexuales no significa que ella lo sea. Incluso si lo fuera, ¿por
qué te importa? No tiene nada que ver contigo.
Anastasia me miró fijamente, tan fuerte que sus ojos se
inyectaron de sangre. —Mantente alejada de mí —siseó, yéndose
enojada a su cuarto.
Una vez que escuchamos su puerta cerrarse de un portazo,
Juliette sacudió la cabeza como disgustada con su hermana. —Se
calmará en algunas semanas.
La miré después mientras iba hacia la sala y comenzaba con su
tarea. Fue un día tan extraño. No entendía del todo a Juliette. En los
pocos meses que había vivido aquí, pasaba de grosera a simplemente
ignorar el hecho de que yo existía, para venir a rescatarme el viernes.
Luego, esa mañana se arriesgó a la ira de su hermana para ayudarme a
encontrar una amiga. Era algo muy dulce. No podía descifrar por qué lo
hizo, especialmente porque, mientras que ella ya no era completamente
hostil hacia mí, evidentemente aún no le agradaba.
Después de atacar el refrigerador y no encontrar nada apetitoso,
agarré un par de mis usuales jugos de fruta V8 e hice mi camino hacia
la sala. En lugar de ir hacia el escritorio de la esquina, me senté en el
sofá y le tendí una de las bebidas a Juliette. —¿Quieres uno?
Me frunció el ceño, pero con cautela aceptó el jugo. —Gracias.
Hicimos nuestra tarea en silencio con la televisión de nuevo sin
sonido en algún programa de noticias y entretenimiento. Finalmente,
Juliette suspiró. —Algunas chicas tienen tanta suerte. ¿Puedes
imaginarte comprometida con esa perfección?
Sobresaltada desde mi trabajo, miré la televisión justo a tiempo
para ver a Brian Oliver en pantalla, entrando en algún club con una
escasamente vestida Kaylee Summers colgando de él.
Hubo otro suspiro soñador de Juliette. —Él tiene que ser el chico
más sexy que ha habido en la Tierra.
No podía estar en desacuerdo. Medía un metro ochenta y seis,
tenía el cabello negro, ojos color chocolate con leche, y un cuerpo tan
perfecto que dolía verlo. Era uno de esos actores que podía hacer
cualquier papel, el del chico bonito, o el del sexy chico malo,
dependiendo de cómo estuviera vestido. En ese momento, usaba una
chaqueta deportiva de cuero y la barba de un día que hacía que
quisieras desafiar a tus padres, saltar a la parte de atrás de su
motocicleta, y dejar que él te llevara hacia el atardecer después de
haber tatuado su nombre por todo tu cuerpo.
Siempre sonreía como si el mundo fuera suyo, y aun así tuviera
esa cosa latente debajo de él. Incontables chicas habían caído victimas
de esa mirada. Era lo que más me gustaba de él, aunque lo hacía
parecer muy sarcástico. En cada entrevista lo veía hacerlo, era juguetón
y arrogante, pero ingenioso. Bromeaba con los presentadores de los
programas como si ellos fueran los que estuvieran en la mira. El chico
tenía muy escondida su inteligencia detrás de esa cara bonita.
Me uní a la nostalgia de Juliette y dije—: Definitivamente tendría
sus bebés si me diera la oportunidad. —Era evidente que últimamente
había pasado demasiado tiempo hablando con Cinder.
Juliette bufó pero paró de reír cuando se dio cuenta de que era
conmigo con quien estaba bromeando. Las cosas se volvieron incómodas
demasiado rápido. Ambas volvimos a nuestro trabajo, pero esta vez no
pude quedarme callada. —Gracias por ayudarme ayer en clase y por
hablar con Vivian.
Juliette se encogió de hombros como si no le importara lo que
estaba diciendo, pero no lo podía dejar ir. —¿Por qué lo hiciste?
Juliette consideró no responder mi pregunta, pero luego dijo—:
Más que nada porque Ana ha sido demasiado grosera. Al principio yo
estaba enfadada porque estuvieras aquí, pero en realidad no es tan
malo. No te cruzas en nuestro camino y mantienes un perfil bajo en la
escuela. Ella es quien lo empeora constantemente tratando de poner a
toda la escuela en tu contra, o al menos asustándolos lo suficiente
como para que sean agradables contigo. Estoy enferma del drama.
Todas nuestras vidas serían más fáciles si tú no fueras tan
extrañamente solitaria, y tendrías muchos más amigos si Ana solo
pudiera retroceder.
Una vez más ella volvió a su trabajo. También regresé al mío, pero
fue después de diez minutos o algo así que tuve otra pregunta que
necesitaba respuesta. —¿Qué fue exactamente lo que hice? ¿Por qué me
odian tanto?
Sabía que Juliette no podría negarse a la implicación de que me
odiaba. Ella era una persona muy directa. La mayoría del tiempo las
cosas que decía eran superficiales, sentenciadoras, o solo planas e
ignorantes, pero al menos siempre te decía lo que realmente pensaba.
No le asustaba decir lo que había en su mente, y admiraba eso de ella.
—Diferentes razones —dijo—. Ana se siente amenazada por ti.
—¿Qué? —Reí incrédula—. Eso es ridículo.
—En realidad no. En primer lugar, eres la hija real de papá. A ella
le preocupa que él vaya a tener favoritismos. —Después de una corta
pausa, dijo—: Estaría mintiendo si dijera que no me siento celosa por
eso.
Estaba sorprendida. ¿Juliette y Anastasia se sentían celosas de
que Rich fuera mi papá? ¿Como si eso hiciera alguna clase de
diferencia? Eso nunca le impidió amarlas más que a mí.
«Segundo, tienes cicatrices y cojeas, pero en realidad, fuera de
eso, eres muy bonita. Algunos de nuestros amigos lo han dicho.
Además, todos piensan que en serio eres divertida.
—¿Qué? ¿Cómo puede pensar eso la gente? Nadie sabe nada
sobre mí.
—Cuando nos enteramos de tu blog, Ana le hablo acerca de ello a
todos en la escuela tratando de mostrarles lo empollona que eres. —
Juliette sonrió—. Su plan fue totalmente contraproducente porque a
todo el mundo le encantó. Ahora la mitad de nuestros amigos te siguen.
¿Los chicos de la escuela seguían mi blog? No sabía qué decir
ante eso. Parecía imposible. Juliette vio la mirada en mi cara y sacudió
la cabeza. —No eres tan odiada como piensas. Sí, hay algunas personas
que han sido realmente malas contigo, pero todos los demás te
respetan.
—¿Me respetan? —No había manera de que ella lograra que me lo
creyera.
—Te torturan en la escuela, pero nunca dejas que te afecte.
Nunca te quejas, y nunca metes a nadie en problemas. Cualquiera
podría hablar hoy de lo genial que fue que dejaras caer todas las
acusaciones a Jason.
«Además, te mantienes como eres, misteriosa. Las personas se
sienten intrigadas por ti. Les estás empezando a gustar. Incluso Rob
Loxley está interesado en ti. Ese es el porqué Ana se puso tan loca e
hizo que Jason hiciera lo que hizo. Ella pensó que Rob iba preguntarle
si quería ir al baile, y en su lugar le preguntó si creía que tú irías al
baile con él.
Me quedé muy sorprendida. No veía cómo podía ser posible lo que
estaba diciendo, pero ella no inventaría una historia como esta sólo
para ser cruel. Anastasia lo haría, pero no Juliette. Ella tenía un
montón de cosas, pero no era una mentirosa.
Juliette volvió a su tarea, y me dio la oportunidad de procesar
todo lo que me dijo. Después de un minuto, ella no levantó la vista de
su trabajo, pero dijo—: Si quieres que le dé a Rob tu número, lo haré.
Es un chico bastante decente. Demasiado callado para mí gusto, pero
ustedes pueden congeniar.
No respondí de inmediato, y a Juliette no parecía importarle si yo
le contestaba o no. No sabía cómo sentirme al tener a alguien
interesado en mí. No estaba preparada para estar en una relación. No
podía salir a la calle con camisetas de manga corta, mucho menos tener
a algún chico con ganas de verme o tocarme. Un novio ni siquiera
podría sostener mi mano cuando caminara porque tenía que usar el
bastón con mi mano buena, y no creo que pudiera dejar que alguien
sostuviera mi mano llena de cicatrices.
—No lo sé —respondí finalmente—. Voy a pensar en ello.
—Como quieras.
Ese fue el final de nuestra conversación hasta que Jennifer nos
llamó para la cena. Juliette apagó la televisión y comenzó a recoger sus
cosas. No quería correr el riesgo de molestarla, pero siempre y cuando
ella estuviera de cierta manera hablando conmigo, yo necesitaba una
última respuesta.
—¿Oye, Juliette? Sé que nunca vamos a ser como hermanas
reales ni nada así, pero tampoco quiero que seamos enemigas para
siempre. Me dijiste por qué me odia Anastasia, pero ¿cuál
es tu problema conmigo?
Juliette dejó de meter los libros en su mochila y me miró. Toda su
habitual indiferencia se había ido, y podía ver la ira en sus ojos. —Yo no
tendría ningún problema contigo si no hubieras sido siempre tan mala
con papá y mamá. Son buenos padres. Se han salido de su camino para
hacer todo lo posible por ti. Papá casi perdió su trabajo porque pasó
demasiado tiempo en Boston mientras te encontrabas en el hospital.
Renovaron tu habitación. Te dan todo lo que necesitas. Siempre hacen
cosas buenas por ti, con la esperanza de poder hacerte feliz. Intentan
ayudarte demasiado y tú se lo echas en cara todo el tiempo.
Sus palabras me cubrieron de hielo como si un balde de agua
helada me salpicara en la cara. De todas las cosas que pude haber
imaginado, nunca hubiera pensado que sólo estaba siendo protectora
con mi papá y con Jennifer. Y la cosa es que, después de que dijo eso,
me di cuenta de que no solo había ira en sus ojos, también dolor.
«Tratas a nuestros padres tan mal como Ana te trata a ti —dijo—.
Especialmente a papá, y él no se lo merece. Es un buen hombre. Puede
que no sea mi padre biológico, pero es mi papá. Me crio desde que tenía
siete años, y nunca me ha tratado como si no fuera su verdadera hija.
Me amó como si fuera suya.
Todas las emociones en conflicto dentro de mí eran tan confusas.
Me sorprendió por una cosa: nunca me di cuenta de que actuara tan
horriblemente. Ni siquiera estaba segura de si realmente lo hacía, o si
Juliette simplemente se hallaba a la defensiva y exageraba. Pero si lo
hacía… Yo no era esa persona. No trataba a la gente así. Siempre me
había considerado amable. No me gustaba ser comparada con alguien
como Anastasia.
Al mismo tiempo, también me sentía enfadada. Una parte de mí
creía que Juliette no tenía derecho de pensar nada en absoluto acerca
de la relación con mi padre. No era asunto suyo. Pero más que nada,
estaba herida porque ella tenía la relación que yo debería haber tenido
con él, y ella actuaba como si no hubiera nada malo en ello.
—Eso no es cierto —susurré—. Él te ha amado mucho más que si
fueras su propia hija, porque yo lo soy y no me quiso en absoluto.
¿Sabías que ni siquiera me dijo adiós cuando se fue? Tenía ocho años.
Un día llegué a casa de la escuela, y simplemente se había ido. No hubo
ninguna nota, ninguna llamada telefónica ni nada. Nunca lo vi de
nuevo.
«Yo crecí sin padre, porque mi papá se encontraba aquí dándote
abrazos, metiéndote en la cama por la noche, y queriéndote como a una
hija real en lugar de a mí. Hablando de tener algo que echarte en la cara
todo el tiempo. ¿Cómo crees que me hace sentir el tener que vivir aquí y
ver lo feliz que son todos juntos? ¿Tienes alguna idea de lo mucho que
duele cada vez que te escucho a ti y a Anastasia llamarlo papá? ¿Saber
que él te quiere, que realmente te quiere? Yo soy su hija, y sólo me
aceptó porque tenía que hacerlo.
Tomé aire y puse mis libros en la mochila. No podía aguantar esta
conversación durante más tiempo.
—No estoy diciendo que no tengas una razón para estar enfadada
—dijo Juliette—, pero tú preguntaste cuál era mi problema contigo, y
eso es todo. Éramos felices antes de que vinieras. Ahora mis padres
pelean mucho más, y Ana y yo apenas hablamos, excepto para gritarnos
la una a la otra. Entiendo que tengas problemas, y entiendo que esto
sea una mierda para ti, pero eso no cambia el hecho de que tú estás
haciendo miserable a todo el mundo en esta casa. Estás arruinando a
mi familia.
Me disculpé mientras me ponía la mochila en el hombro y me
levantaba. —Lo siento. —Traté de no sonar resentida, porque realmente
lo sentía—. Si tuviera alguna idea de cómo cambiar eso, lo haría.
Me giré para salir y vi a Jennifer de pie sobre las escaleras,
mirándonos a Juliette y mí con una expresión de pánico. Por la
hinchazón de sus ojos, estaba segura de que había oído toda la
conversación. —Lo siento —murmuré de nuevo mientras me iba
pasándola.
Traducido por Annabelle & Mel Markham
Corregido por Esperanza

Cuando los Patriots anotaron otro touchdown, decidí que


necesitaba otro trago. Mientras entraba a la cocina y destapaba otra
cerveza, pensé en Ella. Era de Nueva Inglaterra. Era más una fan del
béisbol —aparentemente ser de Boston significa que naciste con el
orgullo de los Red Sox en la sangre—, pero si seguía el fútbol siquiera,
probablemente estaría riéndose en este momento. Tomé un largo y
refrescante trago de la helada Corona y le envíe un mensaje rápido.
Si eres fan de los Patriots, puede que tenga que desheredarte.
Su respuesta fue casi inmediata.
¡Jaja! Estas a salvo. No soy muy fan del fútbol. Pero si me
llego a enterar que estás de lado de los Dodgers, no podemos
seguir siendo amigos.
Un segundo mensaje le siguió a ese, diciendo: ¿Por qué? ¿A
quién le están ganando ahora?
Sonreí ante la pregunta. A Ella no le importaba el fútbol, pero aun
así estaba dispuesta a hablar de eso conmigo. Comencé a responderle,
pero luego me di cuenta que después de tres años, finalmente tenía su
número y podía hablarle. —Los Packers van perdiendo por tres
touchdowns y un gol de campo —dije cuando contestó mi llamada—. Es
muy desmoralizador.
—¿Green Bay? ¿En verdad usas esos sombreros de queso?
Se rio y sonreí de nuevo. Su risa era mi nuevo sonido favorito en
todo el mundo. —Nunca he tenido, ni tendré, la urgencia de usar un
sombrero de gomaespuma, pero sí, soy fan de Green Bay.
—¿Por qué? —preguntó Ella—. ¿Eres de Wisconsin? Oh, por Dios,
por favor di que sí. Eso sería demasiado gracioso. Por favor, dime que
todo ese acto del playboy californiano es una farsa y que en secreto eres
el hijo de un granjero productor de leche.
Me reí. —Lamento decepcionarte pero en verdad soy de Los
Ángeles, nacido y criado. Sin embargo, mi madre vive en Green Bay. Se
casó con un fanático muy entusiasta de los Packers, así que con el paso
de los años, y debido a que LA no tiene equipo de fútbol, adopté a los
Green Bay como míos.
—Eso es un poco decepcionante. Aunque lamento que tu equipo
esté perdiendo. Te mandaré vibras de buena suerte.
—Las aprecio.
Sonreí de nuevo y tomé otro sorbo de mi cerveza. Unos gritos de
celebración hicieron erupción desde la sala, donde un grupo de mis
amigos estaban viendo el partido. Con suerte, eso significaba que Green
Bay por fin había anotado, pero ahora no estaba tan interesado en ir y
averiguarlo.
Salí al patio trasero y cerré la puerta tras de mí. Ella se
encontraba callada al otro lado de la línea, y de pronto no tenía ni idea
de qué decirle.
Nunca antes estuve en la zona de “amistad” con una chica;
pensar que una chica no me quisiera de esa manera era absurdo, pero
me preocupaba que ahí fuera donde me encontraba en el radar de Ella.
Ella no tenía problema en decirme que le importaba, y bromeaba
conmigo todo el tiempo, pero nunca coqueteaba, incluso cuando yo lo
hacía primero.
Me sorprendió cuando me enteré que se mudó a Los Ángeles y no
me lo dijo, y que hubiera dudado tanto en llamarme cuando le di mi
número. Era casi como si no quisiera ser nada más que amigos por
internet. Pasaron tres años y ni siquiera me había preguntado mi
verdadero nombre. Seguro, yo tampoco le pregunté el suyo, pero eso era
solo porque no tenía ni idea de cómo manejaría todo eso de “Soy Brian
Oliver” cuando finalmente saliera a la luz.
Hablar por teléfono cambiaba un poco nuestra relación, y no
estaba completamente seguro de cómo manejar las aguas ahora. Me
sentía nervioso y un poco estúpido. Los sentimientos se sentían tan
extraños para mí que casi no los reconocía como inseguridad. Nunca
antes me sentí cohibido con una chica.
—Entonces… —Tuve que aclararme la garganta cuando mi voz no
quiso producir sonidos correctamente—. ¿Qué estás haciendo? ¿Está
bien que haya llamado? ¿No es raro ni nada?
—No, no es raro. Me gusta. Me puedes llamar cuando quieras.
Incluso si es sólo para quejarte de que los Packers estén perdiendo el
fútbol del lunes por la noche.
La diversión en su voz derritió mis nervios. No los extrañaría. —
¿Cómo van las cosas? ¿Mejor que el viernes? ¿Estás sobreviviendo a la
familia adoptiva?
—Supongo. Las cosas están medio raras, pero no en una mala
manera. Una de mis hermanastras aún es Freddy Krueger, pero
conversé con la otra y en verdad no es tan horrible como pensé. Al
menos, llegamos a un acuerdo. Creo. De todas maneras, hablemos de
cosas más felices. Hazme reír. Tú eres el único que siempre lo hace.
Mi corazón se hundió un poco ante esa petición. ¿Por qué Ella se
rehusaba a dejarme entrar? Toda esa charla sobre institutos mentales y
suicidio del otro día en verdad me asustó un poco. Sabía que le estaba
costando adaptarse a la nueva vida con su papá, pero no tenía ni idea
de que su depresión era algo tan serio. No podía evitar preocuparme.
Desearía que hubiese algo más que pudiera hacer para ayudarla,
más que sólo hacerla reír, pero si eso era lo que decía que necesitaba,
entonces no podía defraudarla. Rebusqué en mi cerebro en busca de
algo que pudiera encontrar divertido, pero no era fácil ya que en
realidad ya no estaba de humor para risas. No cuando ella se
encontraba ahí afuera, necesitando alguien que la amara, y la única
persona con la que se me permitía estar en este momento era el jodido
engendro de Satanás.
Y de pronto me sentí inspirado. —¿Alguna vez has leído La
Fierecilla Domada?
—No he leído la obra, pero si he visto la película vieja con
Elizabeth Taylor.
—Mi novia es la fierecilla, sólo que no hay manera de domarla.
Ella se rio. Me alegraba haberla animado con éxito, pero desearía
estar bromeando. —Es en serio. Creo que puede que en verdad sea la
reencarnación del diablo.
—Suena muy parecida a mi hermanastra.
—Es peor. Te lo juro. Mucho, mucho peor.
—Entonces, ¿por qué estás saliendo con ella?
—¿Porque es muy caliente y el sexo es bueno?
Sabía que eso funcionaría. El gruñido asqueado de Ella hizo que
mi sonrisa regresara. —Muy lindo, Cinder. Que superficial eres.
Estaba bromeando, pero también me creía. En serio pensaba que
no era más que un playboy superficial con un enorme ego. Sí, en parte
lo era, pero sólo porque todas las chicas que conocía eran como Kaylee
y ninguna valía la pena como para entregarles mi corazón.
Odiaba que mi reputación pudiera decepcionar a Ella. No le
interesaban los playboys como yo. Me sentía orgulloso de eso, pero al
mismo tiempo me molestaba, ya que esa probablemente fuera la razón
por la que para ella era solo un amigo. No podía decirle todo, pero de
pronto me sentía desesperado por hacerle entender que había más de
mí que solo el chico que creía que era. —Honestamente, no es por su
aspecto físico. Es más complicado que eso. Ella es más como una chica
de alto perfil.
—¿Celebridad o supermodelo?
Sonreí.
—¿Heredera?
Si tan solo supiera que tenía razón. Kaylee era todas esas cosas,
pero no podía decirle eso. En estos momentos, Kaylee y yo estábamos
mucho en los tabloides, y no quería que Ella averiguara quién era por
su cuenta. Eso no sería nada fácil de absorber. Quería estar allí, cara a
cara, cuando se lo explicara. —Sin comentarios —dije, y se echó reír.
—¡Ja! —gritó—. ¡Lo sabía! Sr. VIP con sus mujeres lujosas.
Deberías intentar salir con una linda y callada bibliotecaria, o algo. Así
puede que no tengas que llamar arpía a tu novia.
—En realidad, eso podría ser ardiente… ¿Cabello en un moño que
grita por ser soltado, unas lindas y gruesas gafas, una falda ajustada y
una blusa de seda con muchos botones que arrancaría al abrirla?
Definitivamente le haría el amor contra los estantes en la sección de
Literatura Clásica.
Hubo un sonido de ahogo, y luego Ella dijo—: Um, de acuerdo,
eso definitivamente es demasiada información.
Sonreí ante su desconcierto y bajé la voz a un bajo y dulce tono
que sabía que le gustaba. —¿Te estás sonrojando en estos momentos,
Ellamara?
—Estoy muy segura que incluso mi abuela se está sonrojando en
su tumba después de esa visión, Cinder.
¿Esa visión? Mi sonrisa se hizo aún más grande. ¿Acaso acababa
de imaginarse a sí misma como la bibliotecaria de mis fantasías? Zona
de amistad, mi trasero. Brian Oliver no es amigo de las mujeres. Tenía
que sacarle provecho a esta oportunidad.
—¿Alguna vez has pensado en convertirte en bibliotecaria, Ella?
Probablemente llegues a ser muy buena, con todo ese amor que le
tienes a la lectura y toda tu indignación altanera. O en serio podría
imaginarte enseñando en un internado, entregando pases de detención
y dándoles nalgadas a todos los chicos malos con una regla.
—¿Darles nalgas a chicos malos con una regla? —Su voz era tan
plana que me eché a reír—. No tienes remedio, Cinder. Qué tal si nos
alejamos del cursi diálogo porno y regresamos a la arpía complicada
“sin comentarios” que mencionaste. Dime la verdadera razón por la que
estás saliendo con ella, si no es sólo por el sexo.
—No eres divertida. —Hice un puchero, pero luego suspiré en
serio. Kaylee le bajaba el ánimo a cualquiera—. Está bien, de acuerdo.
Bueno, ella básicamente es la Hija del Jefe. Y por supuesto, está muy
enamorada de mí.
—Oh, por supuesto.
—Sí, por supuesto. Deja de interrumpirme, mujer.
—Deja de darme razones para hacerlo.
¡Qué chica tan exasperante! Tuve la súbita urgencia de sacudir mi
teléfono. —De todas maneras… Tiene mucha influencia, así que mi
papá y otro montón de gente están presionándome para mantenerla
feliz.
—¡Eso es terrible! —La voz de Ella sonaba tan divertida como
horrorizada—. ¿Cómo puedes permitirles que te digan con quién salir?
—Es complicado.
Haciendo una mueca, me bebí el resto de mi cerveza. Sabía que
sonaba ridículo, pero ¿cómo podía hacerla entender? —Mi vida es
complicada. Hay mucha gente que se cree dueña de ella. Especialmente
mi papá. En verdad no tengo mucho control sobre nada.
—¿Alguna vez te defiendes?
—Cuando puedo.
—¿Y no crees que la elección de con quién sales es uno de esos
momentos?
—No esta vez. Esta chica es muy importante. Si lo rompo y ella
tiene una rabieta, lo cual definitivamente tendrá, podría arruinar
muchas cosas para muchas personas. Para mí, más que nadie. Estoy
atorado por ahora. Espero que sí puedo ser un gran idiota, ella se canse
de mí y me deje.
—Esto en verdad es una locura, Cinder. Eso lo sabes, ¿no?
—Lo sé. —Sacudiéndome de todos los pensamientos depresivos,
volví a entrar en la casa y lancé la lata vacía de cerveza a la basura—.
Pero no es la cosa más horrible del mundo. —Sólo era temporal,
después de todo, y tenía a Ella para que me mantuviera cuerdo hasta
que terminara.
—¿Porque al menos es súper caliente y el sexo es genial?
Me reí por el sarcasmo de Ella. —Cierto. Aunque, tal vez no tan
genial como pensaba. Realmente me tienes loco con esta idea de la
bibliotecaria. Apuesto que podría…
—Vale, aquí es donde cuelgo —interrumpió Ella.
Riéndome de nuevo, abrí el refrigerador. Toda esta charla sobre
bibliotecarias calientes, Ella caliente como una bibliotecaria, me dio
hambre. —¿Por qué? —pregunté mientras encontraba unas fresas
frescas. Mi cerebro inmediatamente fue a alimentar a Ella con ellas, y
luego pensé en otras cosas que podría hacer con Ella—. ¿Quieres
cumplir alguna fantasía sucia conmigo? Es tu culpa que las esté
teniendo. De todas formas, ¿qué llevas puesto?
—¡JA! —Se rio Ella—. ¡No! No vamos a ir allí. Jamás, Cinder.
—¿Por qué no?
—¡Simplemente no, pervertido!
Ella intentaba esconderlo, pero la tenía completamente aturdida y
me encantaba. Pedirle que me llamara fue la mejor decisión que pude
haber tomado. —Tú te lo pierdes —bromeé—, hubiera sacudido tu
mundo.
—¿Qué rayos estás haciendo? —chilló Kaylee de repente,
asustándome tanto que tiré las fresas por todo el suelo.
Cerrando el refrigerador, me di la vuelta para encontrar a Kaylee
con la cara tan roja que estaba seguro de que había escuchado mucho
más de esa conversación que sólo la última parte. Por alguna razón, eso
me hizo querer reír. Tuve que morderme el interior de la mejilla para
evitar hacerlo. —Me tengo que ir —dije en el teléfono—. Fui totalmente
atrapado por la arpía.
—¿La qué? —gritó Kaylee.
Del otro lado de la línea, Ella se rio. —Felicitaciones. Cruzaré los
dedos para que te deje.
Al escuchar eso ya no pude retener mi risa. —Eres la mejor. Te
llamo más tarde.
Colgué el teléfono y encontré la mirada de Kaylee con ojos
grandes e inocentes. —¿Algún problema? —No esperé a que respondiera
antes de agacharme a limpiar el desastre de fruta tirada.
Los tacones de Kaylee resonaron por el suelo de baldosas
mientras cruzaba la cocina. Se detuvieron delante de mi cara, y el
derecho comenzó a golpetear de forma repulsiva. —¿Qué crees? —
espetó.
—Creo que no estamos en público, Kay, así que puedo hacer lo
que yo quiera.
—Allá hay una habitación llena de personas. Cualquiera de ellos
podría haberte escuchado.
—Pero no lo hicieron.
—Yo sí.
Saqué la última fresa desaparecida de debajo del refrigerador y
me puse de pie. Después de arrojar el recipiente a la basura, noté que
Kaylee seguí allí de pie, esperando una respuesta. La única en la que
podía pensar era—: Bien. —Ella odió tanto esa respuesta cuando se la
di en el club frente a todos sus amigos que más tarde la adopté como mi
respuesta número uno.
—¿Por qué insistes en ser difícil?
Resoplando, la inmovilicé con una mirada obstinada. —¿Tal vez
porque estoy siendo chantajeado para comprometerme falsamente con
la Malvada Bruja de Hollywood?
Kaylee me miró de nuevo, y luego pisó con fuerza mientras bufaba
con molestia. —Tu padre está aquí, y trajo a Zachary Goldberg con él —
dijo, yéndose hecha una furia de la habitación.
De ninguna manera. La seguí fuera de la cocina y, como era de
esperar, allí se hallaba mi padre y uno de los más prestigiosos
directores de LA de pie detrás del sofá con cervezas en la mano,
animando a los Green Bay Packers.
—Hola, papá. ¿Qué estás haciendo aquí?
Incluso más sorprendente que la presencia de mi padre era la
sonrisa enorme y feliz con la que me saludó. —¡Ahí está el hombre del
momento! —Intenté esconder mi asombro mientras él envolvía el brazo
alrededor de mis hombros jovialmente—. Hijo, conoces a Zachary
Goldberg, ¿no?
Todavía aturdido, estreché la mano de mi ídolo. —Nunca nos
conocimos, pero es un honor. Sigo su trabajo desde que era un niño.
Una mano se deslizó alrededor de mi cintura y forcé una sonrisa
mientras presentaba a Kaylee. —Ah, sí —dijo Zachary, inclinándose
para besar la mejilla de Kaylee, el saludo habitual en LA para alguien
del sexo opuesto—. Mis felicitaciones para la pareja feliz. Entre la
sorpresa del compromiso y su próxima película juntos, son de lo que
habla toda la ciudad.
Kaylee apretó sutilmente el brazo que tenía a mí alrededor de una
manera muy "Te lo dije". —Cosas buenas, espero —dijo, como si fuera
la primera persona en salir con esa respuesta, “oh, tan inteligente”.
Intenté no rodar los ojos ante el cliché. Si Kaylee pudiera ser la
mitad de inteligente de lo que era de malvada, sería un genio.
Zachary fue lo suficientemente educado como para reírse con ella.
—Son todas muy buenas —prometió, cambiando la mirada hacia mí—.
Especialmente en lo concerniente a ti, Brian. He escuchado todo tipo de
rumores acerca de tu actuación en El Príncipe Druida. Tu padre me
mostró algunas partes de la grabación esta tarde. Muy impresionante.
Intenté contener mi sorpresa, pero mi cabeza daba vueltas.
Zachary Goldberg era uno de mis directores favoritos de todos los
tiempos. Tenía verdadero talento para el drama y había sido nominado
para más Premios de la Academia que Steven Spielberg. Su elogio fue
bien ganado. —Gracias, señor.
—Llámame Zachary, Brian. Por favor.
—De acuerdo, Zachary. Bueno, bienvenido. Siéntete como en
casa. Espero que te gusten los Packers, porque cualquier fan de los
Patriots tendrá que mirar el juego desde afuera, y sólo obtienen la
cerveza barata.
Zachary se rio con ganas mientras negaba con la cabeza. —
Desearía poder quedarme, pero tengo una esposa en casa esperándome.
Sabes cómo es. —Zachary miró entre Kaylee y yo, sonriendo—. Bueno,
tal vez todavía no, pero lo descubrirás pronto.
Forzando una risa, empujé mis habilidades de actuación al límite.
—Lo estoy esperando.
Zachary se creyó la mentira. —Sólo quería pasar un rato y
conocerte en persona. Me encantaría programar una reunión contigo
pronto. Tengo en las manos una brillante adaptación de La Pimpinela
Escarlata, y creo que si te tengo a ti adjunto, podría tener luz verde.
Mi mandíbula casi cayó al suelo, pero esta vez no me molesté en
ocultar mi emoción. —¿Tú harás La Pimpinela Escarlata?
Las cejas de Zachary subieron hasta su frente. —¿Estás
familiarizado con la historia?
¿Si estaba familiarizado con la historia? —Amo esa historia. Leí
todos los libros. Y mataría por tener el papel de Sir Percy.
Zachary se rio entre dientes. —Sabía que eras el hombre con el
que quería hablar. ¿Estás disponible para que nos reunamos esta
semana?
—Yo… espera. —Me giré hacia donde se hallaban mis amigos
todavía absortos en el juego—. ¡Oye, Scotty!
Invité a mi asistente, y el pobre chico eran tan Boy Scout que los
pocos compañeros presentes seguían atacándolo. No se había dejado de
ruborizar desde que llegó, y se veía realmente aliviado de que lo
necesitaran en ese momento. —¿Qué pasa, Brian?
—¿Tenemos tiempo para reunirnos con el señor Goldberg esta
semana?
—Haremos tiempo.
—¡Yo también iré! —saltó Kaylee—. Puedo llevar a mi padre —le
dijo a Zachary—. Él es un gran fan de Brian, ¿sabes? Apuesto a que los
tres podemos convencerlo de que se una.
Zachary se lamió los labios y le dedicó a Kaylee la sonrisa más
grande que alguna vez vi en un hombre adulto. —Eso sería fantástico,
Kaylee.
Por la forma en que se iluminaron los ojos de Zachary, me
pregunté si eso no era parte de sus intenciones. Todo en Hollywood
siempre era un juego de poder. Recibir los millones sobre millones de
dólares que se necesitan para sustentar una gran película nunca era
fácil, sin importar quién fueras, y tener la aprobación para una pieza
del período clásico como La Pimpinela Escarlata era casi imposible.
—No estoy familiarizada con la historia —dijo Kaylee—, pero
suena bastante emocionante.
—Oh, lo es. Y tú lucirás espléndida en un disfraz del siglo
dieciocho. Estoy seguro que podemos encontrarte un lugar en la
película, si te interesa.
—Que oferta tan generosa, Zachary. Gracias.
Observé a los dos codearse el uno al otro con gran asombro.
Puede que odiara a Kaylee, pero incluso yo tenía que admitir el poder
que yo, como el próximo actor más caliente de Hollywood, y Kaylee, la
heredera del estudio de películas más grande de la ciudad, teníamos
juntos.
Kaylee tenía razón. Podríamos ser dueños de esta ciudad si
realmente quisiéramos. El problema era que yo no quería. No si Kaylee
y yo teníamos que ser una pareja para hacerlo. Tan halagado y
emocionado como me sentía por posiblemente trabajar con mi director
favorito interpretando a otro de mis personajes favoritos, me
preocupaba que a Kaylee fuera a gustarle un poco demasiado el poder
que teníamos y no quisiera dejarme ir después de que terminara la
época de premiación. De alguna forma, me estaba llevando más y más
profundo.
Traducido por Mary & rihano
Corregido por Vane hearts

Mi pequeña charla corazón a corazón con Juliette no cambió nada


entre nosotras, pero me quedé eternamente agradecida con ella por
presentarme a Vivian. Vivian y yo no teníamos mucho en común; ella
era una bailarina, obsesionada con cualquier cosa relacionada con la
moda, mientras yo me contentaba leyendo libros y no había ido a un
centro comercial en un año, pero aun nos llevábamos bien, como
hermanas que habían sido reunidas de repente después de estar
separadas desde el nacimiento.
Almorzó conmigo de nuevo el día siguiente e insistió para que
fuera a su casa después de la escuela e hiciera mi tarea allí. Sabiendo lo
que me esperaba en mi casa, estuve complacida por la oferta.
Vivía en un pequeño apartamento en West Hollywood. Era viejo,
estrecho, un poco desorganizado; de hecho, parecía como si una tienda
de artesanía hubiese explotado dentro, pero se sentía más como un
hogar después de estar durante tres segundos de lo que probablemente
se sentiría la casa de mi padre alguna vez.
—Ignora el caos —dijo Vivian mientras recogía un montón de
herramientas color rosa eléctrico de la entrada y las colgaba en el
respaldo de una silla—. He tratado de explicarles a mis padres que los
hombres gay se supone que sean fanáticos del aseo, pero se rehúsan a
escucharme.
Sus papás se hallaban en el comedor, perdidos en un mar de
telas de colores brillantes, lentejuelas, encajes y plumas. Uno se
sentaba detrás de una máquina de coser mientras que el otro se
encontraba de pie, fijando una manga a un hermoso vestido en un
maniquí de costura. Ambos levantaron la vista y sonrieron cuando
entramos, sus sonrisas tan brillantes como el vestido en el que
trabajaban.
El que se encontraba de pie se sacó un alfiler de la boca y dijo—:
Cariño, si quisiéramos ser estereotipos, nos hubiésemos convertido en
peluqueros.
—Lo dice el hombre que lleva una bufanda de plumas verde
azulado. —Vivian rio, y ondeando una mano hacia el hombre, dijo—:
Stefan Euling, también conocido como papá. Papá, esta es Ella. —A
continuación, señaló al hombre en la máquina de coser—. Y ese es Glen
Euling. También responde a papá.
Después de decir hola, observé a Stefan trabajar por un
momento. El mechón de plumas alrededor de su cuello coincidía con las
lentejuelas del vestido. —Es para el dobladillo del vestido, ¿cierto? —
pregunté—. ¿Están haciendo un vestido de baile de salón?
El hombre me sonrió como si nunca hubiera estado más orgulloso
de alguien en su vida. —¡Buen ojo!
—Mi madre salió con un bailarín de salsa una vez. Nunca fui lo
suficientemente elegante para el deporte, pero amaba los vestidos.
—Son los diseñadores principales del vestuario para ese reality
show, Celebrity Dance Off —explicó Vivian—. Como puedes ver, les
gusta traerse el trabajo a casa con ellos.
—¡De ninguna manera! —chillé—. ¡Los amo, chicos! ¡Los vestidos
son la única razón por la veo ese programa! ¿Ese vestido es para uno de
los bailarines? ¿Es para Aria? Luce como un vestido de Aria.
Vivian me rodó los ojos. —Acabas de hacer dos nuevos amigos de
por vida.
—Es para Aria —dijo Stefan—. Realmente eres una fan, ¿no? —
Sus ojos vagaron sobre mí, de pies a cabeza, con una mirada crítica, y
luego dijo—: Talla de vestido 1-2, ¿cierto?
Miré mi uniforme de la escuela, un poco sorprendida de que
hubiera acertado. El atuendo no era realmente de corte ceñido para
empezar, y me había sacado la camisa por fuera del pantalón en el
momento en que me subí en el coche de Vivian. —Para consternación
de mi nutricionista —respondí, asintiendo—. Siempre está tratando de
conseguir que gane más peso. ¿Cómo lo supiste?
Glen rio. —Siempre lo sabe. El hombre tiene un don para medir a
las personas. Si la mayoría de nuestros clientes no fueran mujeres,
estaría loco de celos.
—Un poco de celos es saludable para un hombre —bromeó
Stefan—. Te mantiene en línea. —Antes de que Glen tuviera la
oportunidad de argumentar, Stefan me sonrió y dijo—: ¿Te gustaría
probarte el vestido? Necesito hacer un par de ajustes, y eres
exactamente de la talla de Aria. Serias la sustituta perfecta.
Una oleada de emoción se precipitó a través de mí al pensar en
ponerme el vestido, pero pronto fue reemplazada con horror mientras
me imaginaba en el vestido sin mangas ni espalda.
—Prometo no pincharte —insistió Stefan.
—Oh, no es eso. —Tragué saliva y sentí como si me hubiera
tragado una de las agujas con las que prometió no pincharme—. Es solo
que, uhm, estuve en un accidente de auto y yo… uhm…
—Ella, nadie aquí se va a preocupar por tus cicatrices, lo prometo
—interrumpió Vivian. Sonó firme pero amable, y la mirada en sus ojos
decía que no me iba a dejar decir no.
—Pero este es un vestido hermoso. Solo estropearía el efecto.
—¡Tonterías! —Glen levantó la vista de su costura con el ceño
fruncido en desaprobación—. Tienes el rostro de un ángel. Esos ojos
son maravillosos. En todo caso, ese vestido no merece que tú lo uses.
Me sonrojé ante la sonrisa que me dedicó.
—Ella —dijo Vivian suavemente—, la verdadera belleza viene
desde el interior de las personas. Si te sientes hermosa, entonces
lucirás hermosa para los otros sin importar lo que hay en la superficie.
—Señaló al vestido que colgaba del maniquí—. Ese vestido haría sentir
a cualquiera hermosa. Simplemente pruébatelo, ¿por favor? ¿Por mí?
Porque si no te paras allí para ellos, me harán hacerlo a mí, y tengo una
tarea mucho más importante a la que hacer frente en este momento.
—¿Qué tarea? —pregunté, distraída de mi ataque de pánico.
Levantó un puñado de retazos de tela y algo que se parecía
sospechosamente a una pistola para pegar joyas, un brillo perverso en
sus ojos. —Voy a darle a tu bastón un poco de cirugía estética.
Diez minutos después, salí de detrás de un probador en un
vestido hecho para una reina. La falda fluía hasta suelo, cubriendo mis
piernas, pero toda mi espalda, hombro y brazo derecho estaban
expuestos. Me aclaré la garganta para atraer la atención de todo el
mundo, luego aguanté la respiración y traté de no temblar demasiado
mientras me apreciaban.
Todos miraron mis cicatrices, no podía culparlos; habría sido
imposible para alguien no mirar, pero ninguno de ellos miró demasiado
tiempo antes de mover sus ojos al resto de mí.
Glen se levantó de su asiento en la mesa del comedor-barra-de
coser y se paró frente a mí con los brazos cruzados sobre el pecho.
Stefan se le unió, y los dos empezaron lentamente a dar vueltas a mi
alrededor como una pareja de leones acechando a una presa.
—Oh, somos buenos —dijo Glen finalmente, sonriendo
ampliamente.
Glen giró el dedo como si quisiera que me diera la vuelta. Lo hice,
y me encontré cara a cara con un espejo de cuerpo entero. Jadeé ante lo
que observé en el reflejo. Glen me recogió el cabello y lo retorció sobre
mi cabeza, tirando de algunos de mis rizos negros hacia abajo alrededor
de mi rostro. —¿Qué te dije? —preguntó—. Un ángel.
Tenía razón. Me veía sorprendente, y no usaba nada de
maquillaje. El vestido, junto con la forma en que Glen y Stefan se
pararon detrás de mí, sonriendo casi reverentemente a la chica en el
espejo, me hizo sentir hermosa por primera vez desde mi accidente.
Mis ojos brillaron y me giré, sonriéndole a Vivian por todo lo que
valía la pena. —Amo a tus padres.
—No estarás diciendo eso en algunas horas cuando te duelan los
pies y tengas que hacer pis y no puedas porque estás cubierta de
alfileres —bromeó, pero la sonrisa en su cara delataba lo mucho que
amaba y se sentía orgullosa de sus padres.
—¿Horas? —pregunté mientras Stefan me ayudaba a subirme a
un taburete.
Stefan ondeó la mano como si fuéramos ridículas. —Un pequeño
precio que pagar por tal pieza de arte —dijo, empujando un manojo de
alfileres en su boca.
Él y Glen se doblaron sobre sus rodillas a mis pies. Mientras que
Glen extendía la parte inferior del vestido y tiraba del apretado material,
Stefan desenvolvió la bufanda de plumas verde azulado de su cuello y
agarró un alfiler. Tomó especial cuidado en encontrar el lugar adecuado
antes de colocar cuidadosamente las plumas en el dobladillo del
vestido. Eran como un par de cirujanos operando a un paciente.
Realmente podría estar aquí de pie durante horas.
—No están emparentados con mi fisioterapeuta, ¿no? —
pregunté—. A él también le gusta encontrar maneras únicas de
torturarme.
Eso provocó que los tres rieran a carcajadas. Glen me miró con
los ojos brillantes y señaló a Stefan. —No lo haría reír así si fuera tú.
Mentía sobre sus habilidades para no pincharte.
Todos reímos de nuevo, pero apesar de la advertencia de Glen, no
sentí puñaladas de dolor. Después de eso, Stefan y Glen fueron a
trabajar en el vestido mientras Vivian comenzaba a pegar piezas de tela
al eje de metal de mi bastón. O bien iba a parecer un hermoso trabajo
hecho con retazos, o algo salido de una película de Tim Burton. Después
de un minuto de cómodo silencio, Vivian dijo—: Así que, me siento
junto a Rob Loxlet en el séptimo periodo…
Me sonrojé, reconociendo el nombre como el del chico que Juliette
dijo que tenía un enamoramiento por mí. Vivian no lo notó. Su
concentración se enfocó solemnemente en el proyecto frente a ella.
—Es un chico realmente agradable —dijo—. Lindo, también.
Tranquilo, sin embargo. No me ha dicho mucho en todo el año y
entonces, de repente, de la nada ayer y hoy se convirtió en el señor
hablador.
Mi cara realmente ardía ahora. —Uhmm. Raro.
Vivian me miró por un segundo, entonces regresó a trabajar
cortando y pegando. —Traté de pensar en lo que podría haber pasado
posiblemente en los últimos dos días para hacer que de repente se
interesara en mí, pero nada ha cambiado. Nada excepto que me convertí
en tu amiga.
Finalmente detuvo lo que hacía y me lanzó una mirada que decía
que ambas sabíamos a lo que se refería. No había sentido en negarlo. —
Juliette dijo que le gusto. Se ofreció a darle mi número. Le dije que
pensaría en ello.
—¿Pensarías en eso? ¿Por qué?
—No lo sé.
—Es un chico decente, Ella. No se preocupara por las cicatrices o
el bastón. Especialmente después de que lo haga lucir tan lindo.
—Tal vez, pero ese no es el único problema. No estoy mentalmente
bien ahora mismo. No sé si una relación sería una buena idea.
Vivian frunció el ceño. —Eso suena sospechosamente como una
excusa. ¿Estás segura que no solo estás asustada?
—Estoy aterrorizada —admití.
Vivian consideró esto y luego sacudió la cabeza. —Bueno, ¿quién
dijo que tendrías que estar en una relación? Tal vez pueden ser solo
amigos. Eres la única que me dijo que estás bajo las órdenes del doctor
para hacer más amigos.
—Sí, supongo. Tal vez.
—Podrías invitarlo a venir aquí para una noche de películas este
viernes por la noche junto con algunos de los chicos de tu estudio de
baile —sugirió Glen. Mi cara se puso de un color escarlata más
profundo cuando me di cuenta que trataba de ayudar jugando al
casamentero—. Eso nos forzaría a tu padre y a mí a limpiar finalmente
por aquí.
Vivian se levantó de un salto, como si pudiera arrebatar la idea
del aire y hacer que sucediera. —¡Ooh! ¡Me gusta! —No estaba segura
de sí se sentía más emocionada por juntarme con Rob o por la idea de
que sus padres limpiaran un poquito—. ¿Qué piensas? —me preguntó.
Fui salvada de tener que dar una respuesta inmediata, incluso
aunque sabía que eventualmente se saldría con la suya, porque mi
teléfono sonó.
—¡Yo voy a atenderlo! —dijo Vivian, feliz de alcanzar mi mochila.
—Está bien, estoy segura de que solo es Cinder. Puede dejar un
mensaje.
—¿Cinder? ¿Ese es el chico que no es tu novio, pero te escribe
como una niña de doce años de edad experimentando su primer amor?
Me eché a reír. Era una comparación justa. —Le he recomendado
que busque ayuda para su adicción al teléfono muchas veces, pero
nunca me escucha acerca de nada.
—Bueno, entonces no podemos dejarlo ir al correo de voz, porque
sólo seguirá llamando hasta que contestes.
—¡Vivian! —advertí, pero ya había cogido mi teléfono.
—Relájate. Lo pondré en altavoz. Puedes odiarme en cualquier
momento. —Respondió el teléfono, haciendo su mejor imitación de una
secretaria alegre—. Gracias por llamar al teléfono de Ellamara. Me temo
que la sacerdotisa está actualmente ocupada prestando su cuerpo a un
par de robustos y guapos hombres y es incapaz de tomar tu llamada.
¿Te importaría dejar un mensaje con su siempre tan servicial asistente-
barra-mejor amiga?
Contuve la risa, pero Cinder no perdió el ritmo. ― Gran inflexión
de voz y declaración, pero hubo dos cosas equivocadas con ese pequeño
discurso. En primer lugar, yo soy el mejor amigo de Ellamara. Yo. No
tú, quién quiera que seas. Yo, yo, yo.
Vivian me dedicó una mirada interrogante, divertida con el tono
de rabia en la voz de Cinder. Rodé los ojos, pero sonreía como una
idiota.
—Y viendo que soy Cinder, príncipe patea culos del reino —
continuó Cinder como un idiota—, es mi derecho disciplinar a
cualquiera que trate de robármela. Te advierto ahora, el castigo para
tan atroz crimen es la muerte por los gusanos devoradores de carne.
Solté una risotada, pero Cinder no me oyó porque Vivian soltó
una carcajada más fuerte. —¿Gusanos devoradores de carne?
Cinder se mantuvo al cien por ciento serio. —Demonios, sí,
gusanos que comen carne. Es una forma de morir muy lenta, dolorosa y
grotesca. Muy poco digna. No la recomendaría. Si fuera tú, simplemente
me quedaría con el título de asistente, y tal vez, si demuestras ser
digna, puedes ser la segunda mejor amiga de Ellamara. —Se detuvo un
segundo, y luego añadió—: Distante segunda amiga.
Vivian se rio de nuevo. —Vaya, gracias. ¿Terminaste?
—Ni siquiera cerca. Todavía queda la cuestión de los dos
hombres, a punto de morir, que mencionaste manoseando a mi mujer.
Las cejas de Vivian se alzaron y su sonrisa se volvió malvada. —
¿Qué te pasa, príncipe Cinder? ¿Estás celoso?
—Por supuesto que lo estoy. Los príncipes no comparten. Pero
además de eso, quienes sean ellos, no son lo suficientemente buenos
para Ella.
—¿Cómo lo sabes? —dije en voz alta, sin poder contenerme más.
—Ah, ahí está mi chica.
La voz de Cinder se calentó de una manera que hizo que Vivian se
voltease hacia mí con los ojos muy abiertos. Intenté lo mejor posible no
ruborizarme, pero sabía que estaría teniendo una larga conversación
con ella tan pronto como esta llamada telefónica terminara.
—¿Cómo sabes que no son lo suficientemente buenos para mí? —
exigí de nuevo, sólo para alejar la atención de Vivian de mí.
—Debido a que ningún hombre es digno de ti, Ella. Todos los
hombres son perros. Absolutamente no compartiré tu cuerpo con
ninguno de ellos. Nunca. Lo prohíbo. Bueno, excepto por Brian Oliver.
Tienes mi permiso para dejarlo violarte de la forma más poco
caballerosa imaginable.
Vivian me dedicó una mirada extraña, e incluso Glen y Stefan
parpadearon hacia mí después de ese brillante comentario. Todo lo que
podía hacer era reír y sacudir la cabeza de vergüenza. —Tu
enamoramiento con el Chico Maravilla de Hollywood es inquietante,
Cinder. Realmente lo es.
—Sabes que te gustaría. Admítelo.
—Sé que a ti te gustaría.
—A mí sin duda lo haría —ofreció Vivian.
—¡A mí también! —gritó Glen, dándole un guiño a Stefan.
—Fantaseo con eso con regularidad —añadió Stefan, y todos
estallamos en carcajadas.
Curiosamente, Cinder no pareció apreciar el festival de amor
hacia Brian Oliver. —Espera un minuto. ¿Quién era ese? —exigió―. ¿De
verdad hay chicos manoseándote en este momento?
—Por supuesto que no. —Reí. Entonces, porque simplemente no
pude resistirme, añadí―: Están siendo muy gentiles. Stefan ni siquiera
me ha pinchado aún.
—¡Ellamara!
Su terror era tan genuino que me doblé de la risa hasta que tuve
tanto a Stefan como a Glen gritándome que permaneciera inmóvil. —¡Lo
siento! —grité, aún perdida en las risitas—. Voy a parar las burlas.
Sabes que eres el único hombre en mi vida.
—Tal como debería ser.
—En realidad, eso no es del todo cierto —dijo Vivian. La seriedad
repentina en su voz me puso nerviosa—. Dices que eres su mejor amigo,
¿verdad?
—Lo soy —prometió Cinder con vehemencia.
—Entonces tal vez puedas ayudarme a convencerla para salir en
una cita con este tipo de nuestra escuela. Es muy dulce y está colado
por Ella, pero ella tiene demasiado miedo para darle una oportunidad.
Sentí que la sangre se drenaba de mi cara. No quería escuchar su
respuesta. Me mataría que declarara que se alegraba por mí y me
animara a ir por ello. Qué era lo que, podía asegurar, haría. Y, por
supuesto, lo hizo. Más o menos. Creo.
—Ella… —Su voz se suavizó de esa manera en que lo hacía a
veces, como si estuviera abrazándome fuerte entre sus brazos en ese
momento, como si estuviera en todo su poder para hacerlo—. ¿De qué
podrías tener miedo? Cualquier hombre tendría que estar fuera de sus
cabales para no enamorarse perdidamente de ti.
Stefan suspiró y Glen colocó una mano sobre su corazón. Vivian
prácticamente se derritió en su silla. ¿Yo? Hice la cosa más vergonzosa:
lloré. No como sollozos notables o algo, pero mis ojos se empañaron lo
suficiente para que Vivian me trajera un pañuelo de papel.
—Sabes, no tiene que ser Rob con el que salga —dijo Vivian en el
teléfono. Mi instinto casi explotó de estrés cuando me di cuenta de lo
que iba a hacer, pero antes de que pudiera detenerla, dijo―: Ella y yo
vamos a tener una noche de películas en mi casa este viernes. Podrías
venir en lugar de Rob.
Mi corazón se detuvo. ¿Cómo no vi venir eso desde el segundo en
que Vivian respondió el teléfono? ¿Cómo pude dejar que esto pasara?
Cinder nunca me había pedido conocernos en persona. Ni una
sola vez. Ni siquiera había insinuado que le gustaría. La única vez que
el tema salió fue cuando se enteró de que me mudé a Los Ángeles, y
luego dijo lo mucho que le gustaba que no nos hubiéramos conocido.
Sé que dije que no quería encontrarme con él tampoco, pero por
supuesto que quería. Lo amaba tanto. Deseaba todos los días que
pudiéramos encontrarnos en persona algún día y nos enamoráramos
locamente. Tenía miedo de que no me quisiera a causa de que mi
cuerpo estaba roto y lleno de cicatrices. Eso, o que empezaría a
tratarme como lo hacían mi papá y Jennifer: como si pensara
que yo estaba rota y no sólo mi cuerpo.
Si Cinder alguna vez empezara a tratarme como si estuviera
hecha de cristal, eso me mataría. Pero desde luego, Vivian no caminaba
sobre cáscaras de huevo a mi alrededor, y si este tipo Rob podía tener
un flechazo conmigo tal y como soy, entonces tal vez Cinder también
podría. Por supuesto, no era una de las supermodelos de Cinder, pero
se preocupaba por mí. Eso tenía que contar para algo. Tal vez esto era
una buena cosa. Quizás Vivian nos dio el empujón que tanto
necesitábamos.
Contuve la respiración mientras esperaba la respuesta de Cinder.
No dijo nada durante tanto tiempo que Vivian comprobó el teléfono para
asegurarse de que no había cortado la llamada. —¿Hola?
—No puedo.
Cerré los ojos para evitar que las lágrimas se deslizaran por mis
mejillas. No quería conocerme. En el fondo, ya lo había sabido.
Habíamos andado sigilosamente alrededor del tema antes, pero ninguno
de nosotros fue y dijo algo al respecto. Me dije a mí misma que solo se
sentía nervioso como yo y que llegaríamos allí eventualmente, pero su
“no puedo” sonó tan definitivo. Estaba segura de que escuchó el temblor
en mi voz cuando finalmente respondí—: Está bien.
—Tengo que salir con la bruja el viernes —explicó, casi como una
ocurrencia tardía―. Vamos a cenar con su padre y otras personas. No
puedo salir de esto.
Vivian, tratando de ser útil, pero perdida completamente con lo
que realmente pasaba, dijo—: Entonces lo haremos el sábado en su
lugar. ¿Estás ocupado ese día?
—Yo… —La voz de Cinder se quebró y dejó escapar un suspiro de
frustración—. ¡Mierda! Ella… Yo… yo no puedo.
Sonaba francamente torturado, y de repente estuve aterrorizada.
—Está bien —dije rápidamente. No quería que esto pusiera las cosas
incómodas entre nosotros para siempre—. No te preocupes por eso. Lo
entiendo totalmente.
—Lo siento.
—Está bien.
Un pesado silencio se instaló en la habitación. Vivian y sus papás
no se atrevían a moverse. No tenían ni idea de lo que sucedía, pero
sabían lo suficiente como para esperar en silencio. Cinder fue el primero
en hablar. Se aclaró la garganta y preguntó—: ¿Está bien si leemos esta
noche?
Sonaba extraño. Vacilante. Se encontraba muy lejos de su
acostumbrado lugar seguro.
Apesar de que sabía la respuesta, me tomó un minuto decir que
sí. Me molesté mucho más de lo que quería que supiera. Mi corazón se
rompía, pero sabía que nunca sería capaz de defraudarlo incluso si esto
iba a lastimarme cada vez que hablara con él de ahora en adelante. —
Por supuesto.
Dejó escapar un suspiro de alivio. —Encontré un nuevo libro que
creo que nos gustará. Es por eso que llamé. Pensé que podríamos darle
una oportunidad juntos.
—Suena divertido.
—Bueno. ¿Me llamarás más tarde? —Todavía sonaba inseguro.
—No me lo perdería.
Le hice un gesto a Vivian para que colgara antes de que mi voz se
quebrara. Tan pronto como el teléfono se apagó, Vivian me miró en
estado de pánico. —Metí la pata. No sé cómo, pero sé que fue malo.
—Es una larga historia.
Mi cuerpo se hundió tan drásticamente que Stefan tuvo que
saltar y sostenerme. Me ayudó a levantarme del taburete, declarando mi
trabajo terminado por el día. Vivian se ofreció a llevarme a casa después
de eso. Todos pudieron ver que mi conversación con Cinder, su rechazo
oficial, me había agotado.
Traducido por Geraluh & Adriana Tate
Corregido por Yani B

Cuando llegué a mi casa de la de Vivian eran sólo un poco


después de las cuatro, por lo que me sorprendió escuchar la voz jovial
de mi papá viniendo de la cocina. —¡Eso no es divertido! —declaró, pero
estaba riéndose mientras lo decía.
En respuesta, escuché a Anastasia y Juliette estallar en salvajes
carcajadas. El estado de ánimo era ligero y alegre. Al principio me hizo
sonreír —como lo haría cualquiera, porque el buen humor generalmente
es contagioso— pero la sonrisa rápidamente se desvaneció cuando me
di cuenta de que no los había escuchado a ninguno actuar de forma tan
natural desde que llegué. Estaban disfrutando juntos como lo haría una
familia feliz. Obviamente también era un tono familiar para ellos,
gastándose bromas entre sí y disfrutando de la presencia del otro. Era
así ahora que yo no había estado allí. Juliette tenía razón. Estaba
arruinando su familia.
Me quedé congelada en la puerta, sin poder entrar en la cocina y
hacer conocida mi presencia. No quería ser la espina en el costado de
todos, no quería ser la trituradora de estado de ánimo. No quería
arruinar esta familia. Aparte de Anastasia, no eran malas personas.
Merecían ser felices. En el segundo que se dieran cuenta de que estaba
en casa, todo el juego se detendría. Esa gruesa y pesada manta de
torpeza volvería y se apoderaría de todos nosotros de nuevo como el
destino inevitable e ineludible que era.
Decidí no entrar. No tenía a donde ir, pero imaginé que podría por
lo menos hacer mi tarea en el porche o cualquier cosa durante un rato y
darles un pequeño descanso de mí. Obviamente lo necesitaban.
Antes de que pudiera hacer mi escape, Jennifer giró la esquina y
me vio. Sus ojos destellaron, y le tomó un segundo demasiado largo
poner una sonrisa en su cara. —¿Ya volviste de la casa de tu amiga?
—Ocurrió algo.
—¿Todo está bien?
—Sí, todo bien.
Dudó, pero no preguntó nada más.
—Puedo salir de nuevo si quieres que lo haga.
Jennifer se estremeció cuando registró mis palabras. —¿Qué?
Señalé con el pulgar por encima de mi hombro hacia la puerta. —
Si quieres que me quede afuera por un rato, darle a las chicas algo de
tiempo, puedo hacer mi tarea en el porche o cualquier cosa.
De hecho pareció confundida por un momento antes de sacudir la
cabeza. —¿Por qué dirías algo tan ridículo?
Suspiró cuando elevé una ceja hacia ella, desafiante. —Lo siento,
Ella. No es por ti. Sólo odio ver a Anastasia tener un momento difícil. Ha
sido una chica diferente desde que llegaste.
Jennifer sonaba como si estuviese pidiendo simpatía, pero Ana se
estaba comportando como un bebé. Todos en esta casa tenían que
luchar con este arreglo. Ana necesitaba aguantarse al igual que
hacíamos el resto de nosotros. —No intento provocarla.
Jennifer dejó escapar un suspiro y se sentó en un banco junto a
la puerta. Me sorprendió cuando palmeó el espacio a su lado.
Cautelosamente, me senté a su lado y esperé a que hablara. —Mi ex no
fue un buen hombre. Era abusivo con las chicas y conmigo. Conocí a
Rich cuando estaba haciendo algo de voluntariado en Boston para un
albergue de mujeres maltratadas donde estaba viviendo con las chicas,
ocultándonos, de hecho, de su padre.
Esta noticia fue sorprendente. Todos estos años no había tenido
ni idea de cómo conoció mi papá a Jennifer. Por la manera en que mi
mamá hablaba de ella, siempre pensé que era una camarera en
Hooters6 o algo así.
Pero la historia sonaba muy propia de mi papá. Siempre estaba
intentando ser el héroe, siempre salvando a alguien. Era tan inteligente
y tenía las mejores calificaciones en una de las mejores universidades
de derecho del país. Podría haber sido un increíble y muy bien pagado
abogado corporativo, pero siempre quería ayudar a las personas. Era un
defensor público antes de conseguir trabajo como fiscal del distrito
designado por el Estado. Al escuchar la historia de Jennifer, finalmente
podía ver por qué estaban juntos. Él era su heroico caballero de
brillante armadura, y ella era su hermosa damisela en apuros.
Papá era una versión moderna de Hércules, y sólo hizo que su
abandono doliera mucho más. Siempre me había preguntado cómo tal
héroe, que pasaba mucho tiempo ayudando a otros, podía ser el villano
de mi historia. ¿Cómo podía un hombre alejarse simplemente así,
dejándonos a mamá y a mí por nuestra cuenta?
—Rich descendió en nuestras vidas como un ángel guardián —
dijo Jennifer, sacándome de mis pensamientos—. Nos salvó, y estamos
enamoradas de él. Ana, especialmente, ha llegado a ser muy cercana a
él. Siempre ha sido la pequeña niña de papá. Creo que tiene miedo de
que te vayas a llevar a su papá lejos de ella.

6 Cadena de restaurantes estadounidenses donde las camareras se caracterizan por


llevar poca ropa.
—No creo que tenga que preocuparse por eso —murmuré,
poniéndome de pie. No quería escuchar más de esto. Era sal en mis
heridas. Él había elegido jugar al héroe y ser el mejor papá en el mundo
entero. Sólo que había elegido hacerlo por la familia de otra persona.
Tuve que tragarme una sensación de malestar en mi estómago.
Jennifer se levantó conmigo y puso su mano en mi brazo. —No,
no tiene que hacerlo. —Estuvo de acuerdo—. Rich tiene espacio en su
corazón para ustedes dos, pero Ana no sabe eso todavía.
Yo también lo dudaba.
—Lo siento si ha sido mala contigo, Ella, y estamos poniendo fin a
eso, pero ¿podrías por lo menos tratar de ser amable con ella, o hablar
con ella alguna vez?
Eso me molestó y me aparté de su agarre. —Puedo defenderme
cuando me obliga a hacerlo, pero nunca soy mala con ella.
—Tampoco eres amable nunca. —Me congelé, sorprendida por la
franqueza. La cara de Jennifer se suavizó en algo desesperado—. Sé que
no lo merece, pero una de ustedes va a tener que ser la mejor persona y
ser amable primero. Odio admitirlo, pero por lo que he visto, eres la
más fuerte en lo que a eso respecta. —Me dedicó una sonrisa acuosa
que era igual de triste que orgullosa, e incluso posiblemente un poco
celosa—. Eres igual que tu padre en eso.
No tenía ni idea de qué decir a eso. Ni siquiera sabía cómo
sentirme por eso. ¿Me gustaba ser comparada con mi padre, o ser
elogiada por Jennifer, incluso si el elogio venía con un grano de mala
gana?
Volví a sentarme de nuevo. Toda esta conversación me tomó por
sorpresa y necesitaba un minuto para recuperarme. Creo que Jennifer
podía ver eso porque me palmeó el hombro y fue a unirse con su familia
después de decir—: Cuando estés lista, todos en la cocina intentan
decidir los planes para la cena. Noche especial, así que estamos
celebrando. Sería mejor que no esperaras demasiado si te gustaría tener
algo que decir en el asunto.
Mi corazón se hundió. Después de esa conversación, y lo que pasó
con Cinder más temprano, no creía que tuviese la energía para
sobrevivir a otra desastrosa cena familiar como la última. Estaba
tratando de averiguar si la excusa de un calambre funcionaría en esta
casa cuando llegué a la cocina.
Como era de esperar, las caras de las chicas cayeron y las risas se
detuvieron de inmediato. Mi papá pareció sorprendido, pero verme no
mató su estado de ánimo. —Estás temprano en casa.
—Tú también.
—El tribunal levantó la sesión. Decidí tomarme el resto del día
libre para celebrar.
—¿Lo tomo como que tu caso terminó bien?
Mi papá sacó el pecho y su sonrisa se hizo incluso más amplia. —
Clavamos al bastardo.
Conseguí mostrar una sonrisa para él. Era pequeña, pero por lo
menos era sincera. —Me alegro.
Mi papá había estado en este caso particular desde antes de mi
accidente, y su equipo había luchado gracias a que mi papá tuvo que
pasar tanto tiempo en Boston conmigo. Me sentía muy aliviada por que
hubiera ganado su caso, y no porque hubiera estado procesando a un
hombre acusado de secuestro y asesinato de tres niñas.
—Así que, cariño, vamos a ir a cenar para celebrar, y estamos
teniendo algunos problemas para ponernos de acuerdo.
—¡Providence! —insistió Juliette.
—No —gimió Anastasia. Creo que era la primera vez que
coincidiría con ella en cualquier cosa—. Fue sushi la última vez.
—¿Qué hay de comida italiana? —sugirió papá.
—¡No! —lloró Jennifer, horrorizada—. ¡Ningún lugar con palitos
de pan y salsa de crema blanca el día antes de una sesión! ¡Me matarás!
La risita de mi papá me hizo pensar que sólo había sugerido la
comida por la cual Jennifer sentía más debilidad para sacarla de quicio.
—Quiero comida mexicana —dijo Anastasia—. Nunca llegamos a
comer mexicana.
—Eso es porque no hay lugares mexicanos decentes por aquí —
argumentó Juliette.
—En Gloria —respondió Anastasia, como si todo estuviera
resuelto.
—Dije por aquí. Gloria se encuentra en Culver City. Nos tomaría
dos horas para llegar allí a esta hora del día.
—La comida mexicana suena bien —intervino papá, frotando su
barriga. Me sonrió en una especie de manera conspiratoria—. Aunque
jamás habrá restaurante que se compare a la cocina de tu madre.
Mi sangre se congeló en mis venas con la mención de mamá. Papá
no pareció darse cuenta de que me había causado un ataque al
corazón. Les sonreía a Anastasia y Juliette. —La mamá de Ella era la
cocinera más increíble del mundo. Si hay una cosa que extrañaba
después de que nos separamos, eran las enchiladas de chiles verdes de
Lucinda.
Bien pudo haber metido un cuchillo carnicero en mi corazón. De
hecho, eso probablemente sería menos doloroso y sanaría más rápido.
Aspiré una respiración dolorosa justo al mismo tiempo que Anastasia
rio, y dijo—: ¡Oh, quema!
—¡Papá! —siseó Juliette.
Le tomó un minuto entender. Lo vi retroceder en la conversación
en su cabeza, y entonces toda la sangre se drenó de su rostro. —¡Oh,
no! ¡Cariño, no! Eso salió mal. Por supuesto que también te extrañé.
Eso tenía que ser una mentira. No podría haber pensado en mí
todos estos años, porque incluso ahora, conmigo parada justo aquí,
todavía no era nada más que una idea de último momento. Juliette
había tenido que deletreárselo.
Estaba a punto de correr a mi cuarto —a la mierda las reglas de
la Dra. Parish— pero cuando me di la vuelta, mis ojos se encontraron
con los de Juliette y no pude irme. Juliette no estaba poniendo ningún
tipo de mala cara —en todo caso, se sentía mal por mí— pero sólo verla
me hizo recordar lo que había dicho, no podía huir.
Después de una profunda respiración, me di la vuelta y me forcé
a mí misma a hablar. No podía decir que todo estaba bien o que yo
estaba bien, porque cualquiera habría escuchado las mentiras en mi
voz, por lo que elegí cambiar completamente de tema. —¿Les gustaría
que hiciera enchiladas para ustedes?
El conejo de pascua podría haber bajado por la chimenea armado
con ametralladoras y abrir fuego sobre la casa, y todos habrían estado
menos sorprendidos. Papá tiró de su oreja como si lo estuviera
engañando. —¿Qué?
—Realmente solía disfrutar cocinando —expliqué torpemente—.
Mamá me enseñó cómo hacer sus enchiladas suizas cuando tenía doce
años. Si les gustaría para la cena, puedo hacerlas.
La familia completa todavía estaba tan impactada que me sentí
estúpida por hacer la oferta. Mi rostro se enrojeció de vergüenza y
rápidamente intenté retractarme—: Quiero decir, si ustedes quieren
salir a cenar, está bien. Hagan lo que quieran. Probablemente no
tenemos todo lo que necesitamos para hacerlas, de todos modos. Me voy
a cambiar.
Mi retractación puso a mi papá y a Jennifer en movimiento
nuevamente. —Puedo ir a la tienda y comprar lo que necesites —espetó
Jennifer al segundo en que me moví para irme. Su cuerpo completo
temblaba, como si estuviera pasando un momento difícil conteniendo
su emoción—. El negocio de Joe está justo bajando la colina.
Miré a mi papá, esperando a que tomara la decisión. Se mordió el
labio y dudó un segundo, pero luego preguntó en voz baja—:
¿Realmente harías las enchiladas de tu madre para nosotros?
Asentí, pero luego bajé la mirada a mi mano derecha y me encogí
de hombros. —O sea, uno de ustedes tendrá que hacer la mayor parte
de la comida, no seré capaz de cortar mucho ni nada, pero puedo
guiarte.
Mi papá comenzó a sonreír, luego contuvo sus emociones en una
máscara neutra. Tal vez tenía miedo de hacer un gran asunto de esto y
que yo cambiara de idea. —Me encantaría eso —dijo, tragando saliva
fuertemente—. Realmente me gustaría muchísimo.
Veinte minutos más tarde, mi papá y yo nos encontrábamos
parados en la cocina usando delantales a juego con puntos rosados y
blancos. Papá sacó todos los diferentes ingredientes de las bolsas del
supermercado y los extendió en la encimera como si estuviéramos
protagonizando nuestro propio programa de Food Network. Él sostenía
en alto una cuchara de sopa y una cuchara de postre de la gaveta de
utensilios con un gran ceño en su rostro, cuando Jennifer levantó su
teléfono y dijo—: ¡Sonrían!
Papá se paró junto a mí, infló su pecho vestido con el delantal, y
sonrió con orgullo. Sonreí también, pero probablemente me veía
realmente nerviosa porque esta era la primera foto que nos tomábamos
juntos en aproximadamente nueve años. Me sorprendió después de que
Jennifer tomara la foto lo mucho que quería una copia de ella. Sin
embargo, me sentía muy tímida como para pedirle a Jennifer que me la
enviara por mensaje de texto, y esperaba que lo hiciera sin que le dijera
nada.
Al instante que acabamos de posar, papá regresó a mirar sus
cucharas. —¿Cómo sabes cuál de estas es una cucharilla?
Miré a Jennifer, y ella se rio. —No. Me temo que no bromea.
—La clave para unas buenas enchiladas suizas —dije, tomando
las cucharas de mi padre y colocando una cebolla y un cuchillo en sus
manos en su lugar—, es preparar la salsa bien. Es un delicado
equilibrio de crema y chiles, la cual es la razón por la que yo mediré los
ingredientes y tú cortarás. Si recuerdo correctamente, la única cosa que
cocinaste alguna vez fue cereal.
Papá se resignó a su lugar en la tabla de cortar y suspiró. —Sí,
pero tienes que admitir que tenía ese plato dominado.
—Todavía lo hace. —Juliette se montó en un taburete de la barra
y vio la escena en la cocina sin una pizca de curiosidad. Le sonrió con
suficiencia a mi papá—. Sólo tiene que esconder la evidencia de mamá.
Ella no permite cereal “dulce” en la casa, así que él guarda el cereal
azucarado y el cereal con malvavisco en la alacena encima de la
secadora en la despensa, y sólo se los come cuando se ha ido.
—¿Qué? —jadeó papá—. ¡No lo hago! ¿Cómo sabes de eso?
Juliette y yo nos miramos y ambas nos echamos a reír. Jennifer
besó la mueca en el rostro de papá. —Todos sabemos sobre eso, cariño
—bromeó, uniéndose a Juliette y a mí en el estallido de risa. Pronto,
papá también se reía. Se rio tanto que las lágrimas que corrieron por
sus mejillas podrían haber sido de llorar, y no sólo por la cebolla que
cortaba.
El humor se mantuvo ligero mientras continuábamos cocinando,
y eventualmente Juliette preguntó qué podía hacer para ayudar. Se
asustó ante la idea de cocinar el pollo o freír las tortillas —
aparentemente tan precavida con la estufa como mi papá— así que la
puse a trabajar gratinando el queso.
Jennifer se quedó sentada en la encimera durante todo el tiempo,
pero se rehusó a levantar un dedo, dijo algo sobre tener demasiados
cocineros en la cocina. Obviamente disfrutaba de tener a alguien más
cocinando por una vez, sin embargo vigiló la mantequilla, la crema
doble y el queso con una inquietud que me hizo reír.
La cena resultó ser un éxito. La comida estuvo genial y la
atmósfera fue más ligera de lo que había sido desde que llegué a la casa
Coleman. Incluso Anastasia se comió su cena sin decir un sólo insulto
en mi dirección.
Mi padre raspó el último bocado de su plato, luego se echó hacia
atrás en su silla y gimió. —Ellamara, eres increíble. Creo que éstas
estuvieron mejores que las de tu madre.
Algo en mi interior se calentó ante el primer cumplido genuino
que recibía de mi papá. Sin embargo, tenía que negarlo. —Ni de cerca.
Pero la abuela me enseñó el secreto para sus sopaipillas antes de morir,
y esas sí logro cocinarlas mejor que mamá. Tal vez esta Navidad
podríamos… —Mi voz se apagó cuando me golpeó una enorme punzada
de dolor. Me llevé la servilleta, una de tela real, hacia mis ojos y
murmuré una incómoda disculpa.
—¿Qué está mal con ella? —murmuró Anastasia.
Juliette intentó desviar la pregunta de Anastasia preguntando—:
¿Qué es una sopaipilla?
Papá saltó a la vida con la balsa que Juliette le tiró. —Por la
forma en que su madre solía hacerlas, eran como donas de calabaza
fritas en abundante aceite bañadas en sirope de arce. Eran deliciosas.
Solíamos comerlas en el desayuno todas las mañanas de Navidad con
chocolate caliente. Ella siempre se emocionaba más por las sopaipillas
que por sus regalos.
—Era una tradición —susurré, cayendo en una vida de
recuerdos—. El año pasado fue la primera Navidad que me las perdí.
—Bueno, tendrás que comer el doble esta Navidad para
compensarlo —dijo papá.
Mi cabeza se levantó de golpe y me sentí ridícula cuando mis ojos
se llenaron de lágrimas. —¿En serio? ¿Podríamos hacerlas en Navidad?
¿Eso estaría bien?
—Por supuesto.
—Sí, eso definitivamente suena como una tradición que podría
seguir —dijo Juliette—. Normalmente todo lo que comemos para el
desayuno en la mañana de Navidad es cualquier chocolate que
encontramos en nuestros calcetines navideños.
El humor fue salvado, pero todavía parecía frágil de alguna
manera. Probablemente tenía algo que ver con la forma en que
Anastasia le fruncía el ceño a su regazo. Todos lo notamos, y hacíamos
nuestro mejor esfuerzo para ignorarla, con la esperanza de que no
explotara.
Papá intentó seguir la conversación. —¿La abuela realmente te
contó el secreto?
Sonreí. —Tienes que usar chancaca en lugar de azúcar moreno
común. Es difícil de encontrar, pero marca toda la diferencia en el
mundo. Nunca le dije a mamá qué era. La abuela me hizo hacerle un
juramento de meñiques. Era nuestro secreto. Volvía loca a mamá.
Papá se rio, y yo también sonreí. Era tan irreal estar sentada aquí
recordando a mamá con él. Cuando murió, sentí como si no pudiera
hablar de ella debido a que no tenía a nadie con quien hablar sobre ella.
No había nadie más en mi vida que la conociera. Pero papá estuvo
casado con ella durante ocho años. Pasó tanto tiempo que difícilmente
alguna vez haga la conexión mental de que él era el hombre de los
recuerdos de mi infancia.
—Abuela… —dijo Juliette, sacándome de mi ensueño—. Eso
significa abuela7, ¿cierto? Ella es la mamá de tu mamá.
Asentí.
—¿Vive en Boston?
Liberé un pesado suspiro. —Murió cuando yo tenía catorce años.
Mi abuelo murió cuando tenía once y mamá era hija única, así que sólo
éramos nosotras dos después de que la abuela murió. No tenía ningún
otro familiar.
—Sí, sí tenías —espetó Anastasia—. Tenías un papá.
Mi papá extendió la mano para tomar su copa y falló, derramando
vino por todo el mantel. Anastasia se encontraba muy ocupada
mirándome fijamente para darse cuenta. —No eres una huérfana, Ella.
—Nunca dije que lo fuera —murmuré.
El buen humor oficialmente desapareció. No habría salvación. La
única pregunta era, exactamente ¿qué tan mal iba a ser el choque de
trenes que se aproximaba? Nunca se sabía con Anastasia.
—¿Cómo es que nunca nos hablaste de ella? —le preguntó
Anastasia de repente a papá—. Ni siquiera sabíamos que existía hasta
que la policía llamó después de su accidente.
No sabía eso. Levanté la mirada en busca de algún tipo de
confirmación. Mi papá no encontraría mis ojos, así que miré a Juliette.
Su mueca me dijo todo lo que necesitaba saber. Anastasia decía la
verdad. Nunca les dijo que tenía una hija. Realmente era nada para él.

7 En el original, Ella dice abuela en español.


No me di cuenta que lloraba hasta que sollocé, y de repente todos
los ojos se encontraban fijos en mí. —Yo sabía sobre ti —susurró
Jennifer en voz baja—. Él solía contarme historias acerca de ti cuando
comenzamos a salir.
—¿Te dijo que todavía estaba casado cuando comenzaron a salir?
—Le hice la pregunta con sinceridad. No porque quisiera herir los
sentimientos de alguien, y no porque quisiera lanzarle sus errores a la
cara, sino porque necesitaba saberlo.
Jennifer debió haber visto la desesperación en mi rostro, porque
cerró los ojos y asintió. —Sí.
—¿Cómo es que nunca nos dijiste sobre ella? —exigió Anastasia
de nuevo—. Si tanto la amabas y tenías todos esos divertidos recuerdos
de ella, se podría pensar que la habrías mencionado de vez en cuando,
o mantenido una foto de ella aquí en alguna parte.
Mi papá no pudo responder, así que Anastasia descargó su ira en
mí. —¿Por qué nunca lo llamaste o le enviaste tus fotos de la escuela, o
algo?
—Ana —suplicó papá.
Su súplica no importaba. No para Anastasia, y no para mí. No
necesitaba que luchara mis batallas por mí. Me sentía tan enferma y
cansada de Ana retorciendo el cuchillo en una herida que era lo
suficientemente dolorosa sin su ayuda. Me enderecé tanto como mi
cuerpo me lo permitió, cuadré mis hombros, y la miré a los ojos.
—Le envié fotos, dibujos, tarjetas y cartas diciéndole lo mucho
que lo amaba y lo extrañaba, y le rogué que me visitara durante años.
Él fue el que nunca me respondió ni me llamó. Durante los primeros
años todo lo que recibí fueron tarjetas de cumpleaños al azar o tarjetas
de Navidad, pero incluso esas dejaron de llegar después de un tiempo,
así que me di por vencida. Sólo hay una determinada cantidad de
rechazo que una chica puede manejar antes de que su orgullo tome el
control.
Anastasia me miró, pero no tenía una respuesta sarcástica. Fue
mi papá quien rompió el silencio. —Lo siento tanto, bebé.
Su voz era apenas audible. Fingí no escucharla y miré a Jennifer.
—¿Puedo retirarme, por favor?
Lágrimas se derramaban de los ojos de Jennifer y rodaban por
sus pálidas mejillas cuando asintió.
La última cosa que escuché antes de que escapara hacia mi
habitación fue a Juliette gritando—: ¿Estás contenta ahora, Ana?
¡Arruinaste todo! —Y luego subí pisando fuerte las escaleras.
Traducido por Julieyrr & florbarbero
Corregido por Alessandra Wilde

Rompí la regla de la Dra. Parrish y me retiré a mi habitación para


esconderme. Hubo varios golpes en mi puerta esa noche, pero cuando
no respondí, la gente tomó la indirecta y me dejaron sola. Cinder era al
parecer más denso que mi segunda familia. Llamó, y cuando no
respondí, llamó de nuevo. Y luego otra vez. Luego se puso en línea e
hizo que mi computadora comenzara a sonar con mensajes
instantáneos mientras mi teléfono seguía sonando.
EllaTheRealHero: Lo siento, Cinder. No estoy de humor para leer
esta noche.
Cinder458: No tenemos que leer. Podemos solo hablar. Llámame.
EllaTheRealHero: No puedo. No esta noche.
Cinder458: ¿Esto se debe a lo de antes?
Me quedé mirando la pantalla con los dedos posados sobre las
teclas para escribir una respuesta, pero no tenía ni idea de qué decir.
No me encontraba en posición para hacerle frente a Cinder en el
momento. Este día me había destrozado por completo. Había tomado un
gran paso para tratar de ser parte de la familia de mi padre esta noche.
Les había ofrecido un pedazo de mí misma a ellos, y a su vez abrí la
tapa de todos los recuerdos que había estado reprimiendo durante
años.
Durante un rato, había funcionado. Durante unos minutos tenía
a mi padre de vuelta —al papá que recordaba de mi pasado. La
pregunta de Anastasia se lo había llevado de nuevo. Había abierto esas
viejas heridas mientras yo estaba en medio de revivir los recuerdos
felices, así que dolía como un corte fresco. Normalmente dejaría a
Cinder animarme, pero ni siquiera lo tenía esta noche. También me
había rechazado esta tarde, justo igual que mi papá hace tantos años.
Cinder458: ¿Ella?
Cinder458: Lo siento mucho.
Cinder458: Ella, por favor, habla conmigo. Déjame explicártelo.
EllaTheRealHero: No necesitas dar explicaciones. Soy quien
debería disculparse. Lamento que Vivian te pusiera en un lugar así.
Acabo de conocerla hace un par de días. No habíamos tenido la
conversación “sobre Cinder” aún. Ella no sabía lo que hacía cuando te
pidió que fueras el viernes. Si hubiera sabido que lo haría, la habría
detenido. Lo siento.
Cinder458: No tienes nada que lamentar. Soy yo, Ella, no tú. Sé
cómo suena, pero es la verdad. Ya sabes lo mucho que me preocupo por
ti, ¿verdad? No tienes ni idea de lo mucho que quería aceptar la invitación
de tu amiga. Yo solo…
Mi teléfono sonó de nuevo, pero no lo tomé. No quería que me
escuchara llorar.
Cinder458: ¿Podemos, por favor, no hacer esto por internet?
EllaTheRealHero: ¿Hacer qué?
Cinder458: Tener esta conversación.
EllaTheRealHero: No tenemos nada que hablar. Entiendo. Está
bien.
Me llamó de nuevo y lo ignoré otra vez.
Cinder458: No, no lo entiendes. No es que no quiera conocerte;
simplemente no puedo. Mi vida es realmente complicada. No quiero que
salgas lastimada por ello.
EllaTheRealHero: ¿Estás diciendo eso debido a que tienes una
novia “falsa” que odias, pero a la no puedes dejar?
Cinder458: Eso es una gran parte de ello.
EllaTheRealHero: Pero Cinder, no me importa eso. Bueno, quiero
decir, por supuesto que me importa, y quiero que rompas con ella porque
te hace miserable y te mereces algo mejor y quiero que seas feliz. Pero no
me importa que tengas una novia. Eso no me haría daño. No estoy
pidiendo salir contigo. Solo creo que puede ser bueno finalmente conocer
a mi mejor amigo.
Cinder458: Pero eso es todo. También eres mi mejor amiga, y si
nos encontramos todo cambiaría. Podría arruinar nuestra relación. No
estoy dispuesto a correr ese riesgo. Mi vida está muy loca en este
momento y te necesito demasiado. Necesito nuestra amistad. Eres la cosa
más importante para mí en este momento. La única cosa que me
mantiene conectado a tierra. No te puedo perder.
EllaTheRealHero: No me vas a perder. Las cosas iban a cambiar
entre nosotros un poco, estoy segura, pero solo nos haría mejores amigos.
No hay manera de que pudiera arruinar nuestra amistad. Nada podría
hacerlo.
Cinder458: Sé que piensas eso, pero no lo entiendes. Eres tan
dulce, Ella. Todavía eres muy joven e ingenua, y mi estilo de vida es tan
diferente al tuyo. No podrías manejarlo.
Justo entonces era un muy mal momento para tener esta
conversación. Ya me había puesto emocional gracias a Anastasia, y
Cinder podía ser muy exasperante. Perdí mi temperamento y marqué su
número. Lo tomó casi al instante y sonaba aliviado. —¡Oye!
—Me estás tomando el pelo con esto, ¿verdad? Sabes lo arrogante
que te hace sonar, ¿no? Tienes qué, ¿veinte? ¿Veintiuno?
De acuerdo, había sonado aliviado hasta que se dio cuenta de que
solo llamé para gritarle. —No es arrogancia. Es simplemente la realidad.
Y tengo veintidós años, para tu información.
—Oh, veintidós, perdón. Eres tan viejo y sabio. Esos tres años y
medio, o lo que sea que tienes sobre mí, deben de ser vitales si sigo
siendo tan joven e ingenua en comparación contigo.
—No lo quise decir como un insulto —dijo con un suspiro
cansado—. No eres inmadura, demonios, eres mucho más madura que
yo, por mucho, pero eres tan inocente en algunos aspectos. Serías como
un pez de colores en un tanque de tiburones en mi mundo. Te comerían
viva. La gente como mi propia maldita novia te rasgaría en pedazos.
Apenas puedo soportar a la perra y yo soy un maestro en el juego.
—¡Qué te jodan, Cinder! No soy un bebé. He pasado por más de lo
que puedes imaginar y he sobrevivido hasta ahora.
Me encontraba de pie, con pies descalzos y paseando por mi
dormitorio. Eso hacía que me dolieran los dedos de los pies, así que le
hice frente a los riesgos de terremoto y salí a mi terraza. Me apoyé en la
barandilla, tomando la mayor parte del peso de mis pies, con la
esperanza de que la vista y el aire fresco me calmaran.
La línea quedó en silencio por un largo rato, y luego Cinder dijo
tranquilamente—: Eso es diferente, Ella. Sé que has pasado por mucho.
Y tienes razón, no tengo ni idea de lo que debe haber sido para ti. Estoy
seguro de que eres más dura que la mayoría de la gente en algunos
aspectos, pero confía en mí, si te sumerjo en mi mierda, te aplastaría. Y
si nos conocemos en persona, te dejarías atrapar. Sería inevitable.
—Gracias por la fe, idiota.
Cinder suspiró de nuevo. —Lo siento. Sé que estás frustrada. Sé
que sueno como un idiota, pero te juro que si hubiera alguna manera
de que pudiera hacer que funcione, lo haría. Mi vida es demasiado loca
y realmente no tengo ningún control sobre ella. Terminarías herida y
acabarías odiándome por ello. ¿Confiarías en mí en esto, por favor? ¿No
puedes dejar que lo que ahora tenemos sea suficiente? ¿Por favor?
Ugh. Sonaba realmente desesperado. No había manera de que
fuera capaz de decirle que no, pero tampoco podía ceder y permitirle
tener lo que quisiera. —Bien. Lo que sea. Me tengo que ir.
Le colgué.
Me volvió a llamar.
Apagué mi teléfono.
Al momento en que volví dentro y me metí en la cama, Cinder
había vuelto a la mensajería instantánea.
Cinder458: Vamos, Ella. No seas así.
Cinder458: No trato de ser un idiota.
Cinder458: ¿¿¿Hola???
Cinder458: ¡Ella!
Cinder458: ¡¡¡Deja de ignorarme, mujer!!!
Debería haberme desconectado y alejado mi portátil. En su lugar,
le respondí.
EllaTheRealHero: Lo siento, pero estoy tan enojada contigo ahora.
Cinder458: Lo sé y lo siento. Entiendo que necesitas algo de
tiempo. Solo no estés enojada para siempre, ¿está bien? Te voy a
extrañar demasiado. Te necesito, Ellamara. Necesito esta amistad.
Leí su mensaje y puse mi almohada sobre mi cara para poder
gritar en ella.
EllaTheRealHEro: ¡Uf! ¡Odio como haces eso!
Cinder458: ¿Hacer qué?
EllaTheRealHero: ¡¡¡¡¡¡Hacerme amarte incluso cuando estoy tan
enojada contigo!!!!!!
Cinder458: Yo también te amo, Ella. Más que a nadie en el mundo
entero. Lamento que estés enojada conmigo.
EllaTheRealHero: Estoy segura de que lo superaré.
Eventualmente.
Cinder458: Lo sé. Es por eso que no estoy preocupado. Ve y ten tu
enloquecimiento femenino y llámame cuando me ames de nuevo.
EllaTheRealHero: Te odio.
Cinder458: No, no lo haces. Buenas noches, Ella.
EllaTheRealHero: Buenas noches, Cinder.

***

Estaba devastada por que Cinder no quisiera que nos


conociéramos, pero de algún modo también me sentí aliviada después
de nuestra charla. Por un lado, ya no tenía que estresarme sobre los “Y
si”. Fue agradable entender lo que pensaba, el porqué nunca me había
pedido que nos viéramos.
Su razonamiento era estúpido, pero al menos no me estaba
rechazando. No realmente. Tenía miedo de perderme. Lo cual, si
pensabas en ello, era muy dulce. También pasó a ser exactamente el
porqué me daba miedo reunirme con él en este momento. Por mí parte,
no entender su vacilación me haría la mayor hipócrita del mundo.
La otra cosa que hizo mi conversación con Cinder fue liberarme
de esa pequeña esperanza que había tenido de que algún día
tendríamos un felices para siempre. Me decía a mí misma todo el tiempo
que Cinder y yo nunca seríamos nada más que amigos. Me recordaba a
mí misma cada vez que hablaba con él que tenía citas con otras chicas
todo el tiempo. Pero, por supuesto, como haría cualquier chica normal
en mi posición, esperaba que él me amara en secreto y contenía la
respiración esperando el día en que finalmente lo admitiera. Ahora
podía dejar de esperar y empezar a tratar de superarlo. Al menos eso es
lo que me dije a mí misma que haría cuando finalmente me encontré a
Rob Loxley después de la escuela al día siguiente.
Vivian había vuelto a casa conmigo porque nunca había tenido un
amigo que viviera en las colinas antes y quería ver la casa. Alucinó
cuando le mostré las ventanas a control remoto.
—Ridículo, ¿cierto? Sin embargo la vista es bastante
sorprendente.
—¡Guau! —Vivian irrumpió por mi patio y se dio la vuelta—. ¿Esto
es real?
Me reí de su reacción. No podía culparla. Mi balcón privado era
grande y tenía una vista de todo el camino hasta el océano. No era tan
grande como la cubierta de la sala familiar, donde se encontraban la
fogata y el jacuzzi en el lado del acantilado, pero había espacio para una
mesa de patio redonda con cuatro sillas y una hamaca.
—¡Esto es impresionante! Viviría aquí todo el tiempo.
—No salgo ahí afuera mucho —admití, riendo—. Con mi suerte,
tendríamos un terremoto y caería en picado por el acantilado y viviría
después de eso.
Vivian me frunció el ceño cuando dejó caer su bolso en la
pequeña mesa del patio. —Criminal.
Levantó la cara al sol y respiró profundo. La visión me hizo
sonreír. Si había una cosa que amaba de Carolina del Sur, era el
tiempo. Podríamos estar en noviembre, pero aun así hacía diecisiete
grados en el exterior. Sería extraño tener navidad sin nieve, pero no
tenía ninguna duda de que me acostumbraría a ello rápidamente y sin
queja.
—Trae tu trasero aquí, Ella.
Me senté en el asiento frente a ella, pero dejé las puertas
francesas abiertas de par en par para poder encontrar un lugar seguro
a la primera señal de cualquier evento. Acabábamos de sacar nuestra
tarea cuando Juliette irrumpió en mi habitación y se arrojó en la
hamaca. —¿Qué pasa? —espetó, mirando con todas sus fuerzas a la
casa que se divisaba frente a la puerta abierta de mi habitación.
Vivian y yo seguimos su mirada. No podíamos ver nada pero
podíamos oír las risas de varias personas en la cocina. Como era
bastante común, un puñado de groupies de las gemelas las habían
seguido a casa hoy. La voz enrejada de Anastasia destacaba por encima
de las demás. No podía entender lo que decía, pero el enojo en su voz
era inconfundible.
—¿Acabas de involucrarnos en algún tipo de guerra entre
hermanas que sin duda nos comerá vivas como daño colateral? —le
preguntó Vivian a Juliette.
Juliette resopló. —No me importa. No voy a salir con ella mientras
esté siendo una idiota. Está enojada conmigo porque la reprendieron
después de lo que pasó en la cena de anoche. ¡Como si algo de eso fuera
culpa mía!
—Bueno —dije, volviendo a mis deberes—, eres bienvenida a
quedarte, siempre y cuando no tengamos que escuchar cualquier
drama.
Juliette me miró, sorprendida, y me las arreglé con una sonrisa.
—Vivian y yo estábamos discutiendo la posibilidad de una maratón de
Brian Oliver este viernes por la noche en su casa. Esa nueva comedia
que salió en DVD la semana pasada y la película de V is for Virgin que
ya está en Netflix ahora. No la he visto, pero se supone que debe ser
divertida.
—Estoy dentro —dijo Juliette sin dudarlo justo cuando Dylan
Traxler, la última aventura de Juliette, se convirtió en nuestra próxima
visita sorpresa.
Dylan era hermoso y popular, pero no hizo ningún pestañeo en
dirección a Juliette respecto con quién había elegido pasar el rato. Vio el
espacio vacío en la hamaca junto a ella y aterrizó como una mosca en
papel pegajoso. —¿En qué estamos dentro? —preguntó mientras se
relajaba y tiraba a Juliette con él.
—Noche de cine en casa de Vivian este viernes. —Miró a Vivian en
busca de su aprobación—. ¿O esto es una cosa solo de chicas?
—Ambos sexos está bien —respondió Vivian, haciendo un trabajo
decente en ocultar su sorpresa—. Pero pequeño. Mi lugar es pequeño.
—Genial —dijo Dylan. Lo tomé como que eso significaba que
también estaba “dentro”.
Aparte de una mirada compartida, Vivian y yo nos las arreglamos
para actuar como si tuviéramos fiestas de pijama que involucraran a
personas populares todo el tiempo. Antes de que alguno de nosotros
tuviera que averiguar qué decir a continuación, el amigo de Dylan,
Lucas, apareció en mi habitación.
—Cambiándola, ¿eh, Jules? —preguntó uniéndose a nosotros en
el patio—. Personalmente, me esperaba una pelea de gatas de las
gemelas Coleman, pero me conformo con un poco de amor de la
hermanastra elusiva.
Sacó la silla a mi derecha y se sentó a horcajadas. Sonriendo,
asintió hacia mí en una especie de rápido saludo de fraternidad. —
¿Cómo estás, Ella? Por ahí se dice que eres una chica genial. ¿Por qué
estás tan sola?
Decidí olvidar el hecho de que Luke se burló de mí por mi cojera
cuando llegué por primera vez a la escuela. —Bueno, ya sabes, tener un
club de fans es algo molesto por lo que…
Luke empezó a reír, y luego su mirada se detuvo en algo en la
casa detrás de mí y levantó la mano. —¡Oye, Rob! La fiesta está aquí
afuera, hermano.
Tuve el tiempo justo para compartir otra mirada con Vivian, que
parecía igual de desconcertada que yo porque nuestro tiempo de estudio
hubiese sido alterado, antes de que Rob Loxley saliera a mi terraza, con
una mano en su bolsillo y la otra sosteniendo una bebida energética.
No sabía muy bien qué hacer con Rob. No era un bombón estremecedor
como los chicos con los que tenían citas Juliette y Anastasia, pero era
bastante lindo. Era un poco bajo, teniendo en cuenta que era un
hombre, solo un par de centímetros más alto que mi metro sesenta y
siete. Pero como nunca usaría zapatos de tacón alto de nuevo, no veía
su estatura como un problema. Tenía el cabello castaño muy corto, ojos
verdes y una tez clara. Todavía llevaba su uniforme escolar, pero se
había aflojado la corbata y su camisa se encontraba fuera del pantalón.
Se veía bien. Lucía casual, parecía como si él fuese el que inventó el
concepto.
Había oído que lo describían como tranquilo y agradable, pero
había algo en él que sugería que esas dos cosas no equivalían a que
fuera tímido. Tal vez era la nariz un poco torcida en su rostro, como si
se la hubiera roto, o las venas que sobresalían de sus brazos cuando los
apoyaba. El chico era bajito, pero apuesto a que tenía los músculos
muy bien definidos debajo de su camisa. Fortachón parecía una palabra
que podría describirlo exactamente. También tenía un aire de confianza
que no podía ser fingido. Se sentía cómodo consigo mismo. Era
tranquilo y agradable, pero también muy intimidante.
Rob se sentó junto a mí y continuó bebiendo su bebida
energética. Dejó que sus ojos se desviaran sobre la baranda del balcón
hacia la ciudad por debajo de nosotros, claramente disfrutando de la
vista. No habló, y me dejó aturdida. No tenía ni idea de qué hacer o
decir. Cuando miré a Vivian en busca de ayuda, Luke empezó a reír. —
Mi amigo Rob es un hombre de pocas palabras, pero el tipo es en serio
impresionante. Es un jugador de fútbol superestrella. Capitán del
equipo de nuestra escuela, y está siendo reclutado por una tonelada de
universidades.
Rob rodó los ojos ante las fanfarronadas de Luke, pero las
comisuras de sus labios se torcieron formando una sonrisa. Era
modesto, pero aun así amaba la atención. Me gustaba eso.
—Entonces, ¿cómo va todo, Ella? —Luke continuó cuando ni Rob
ni yo dijimos nada—. ¿Estás saliendo con alguien? Jules dijo que
pensaba que podrías tener un chico.
No podía estar segura, porque me hallaba demasiado ocupada
sonrojándome, pero creo que Rob pateó a Luke por debajo de la mesa.
—No hay ningún chico. —No sabía si me sentía más avergonzada
por la pregunta, la respuesta, o por el hecho de que mi cara se
encontraba en llamas y todo el mundo podía verlo.
—¿Qué pasa con Cinder? —preguntó de repente Juliette.
No pensé que ella estuviese prestando atención a nuestra
conversación, pero sus ojos se encontraban en mí ahora, junto con
todos los demás. Muchas gracias, Juliette. Si hubiera sido Ana la que
preguntó, habría sabido que ella nombraba a Cinder para torturarme,
pero Juliette parecía honestamente confundida.
—Cinder es solo un amigo —murmuré—. Jamás nos conocimos
en persona. Es alguien que conocí por mi blog.
Vivian, como la amiga increíble que es, trató de apartar la
atención de encima de mí. —Vamos a tener una noche de cine en mi
casa el viernes, Luke. —Respondí a su sonrisa simpática con una
mirada de agradecimiento. Me guiñó un ojo y luego le sonrió a Luke—.
Nada especial, solo un puñado de personas, algo de comida, y la última
película de Brian Oliver. ¿Quieren venir…?
Ahora era mi turno de patear a mi amiga por debajo de la mesa.
Traté de retirar mi mirada de agradecimiento, dedicándole una mirada
furiosa, pero me guiñó un ojo de nuevo. Me arriesgué a mirar a Rob,
horrorizada por que él pudiera haber visto su guiño y pensara que le
pedí que los invitara. Él encontró mi mirada y me mostró una sonrisa
irónica. —Soy yo, ¿o estamos siendo juntados?
No estaba segura de si él le pidió que lo hicieran o si sus amigos
simplemente notaron su interés en mí, pero de cualquier manera
esperaba que le respondiera—: Parece que sí —murmuré, sintiendo mi
cara alcanzar nuevos niveles de rojo.
Los ojos de Rob nunca se alejaron de mi cara en tanto tomaba
otro sorbo de su bebida. Después de un momento, dijo—: Estoy bien
con eso.
Una vez más, no tenía ni idea de cómo responder… a menos que
mis ojos duplicando su tamaño contaran como una respuesta.
—¿Estaría bien si voy a tu fiesta el viernes?
Me sonrojé de nuevo. —En realidad no es una fiesta. Solo un par
de amigos pasando el rato y viendo películas.
—Esas son mi tipo favorito de fiestas.
No me iba a dejar ignorar la pregunta. Tomé una respiración
profunda, obligándome a no perder la cabeza. Traté de parecer mucho
más relajada de lo que me sentía cuando me encogí de hombros. —
Entonces supongo que será genial que vengas.
Sonrió y su rostro se iluminó, haciéndome notar que era mucho
más lindo del crédito que le daba. —Bien. Es una cita.
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Val_17

No había esperado que Juliette y su club de chicos populares de


repente se convirtieran en mis mejores amigos —y por supuesto, no lo
eran— pero Dylan y Luke asentían y saludaban cuando nos
cruzábamos en los pasillos, e incluso Rob empezó a sentarse conmigo
en una de las clases que compartíamos, y a veces, se nos unía a Vivian
y a mí en el almuerzo.
Aún era ignorada la mayoría del tiempo, pero la hostilidad hacia
mí parecía haberse acabado, con la excepción de Anastasia y la mayoría
de sus amigos más leales. Hizo la vida en la escuela un poco más
cómoda. Desgraciadamente, la tensión en casa empeoró. Anastasia
odiaba que Juliette y yo fuéramos más amigables con la otra. Mientras
más insoportable se ponía, Juliette menos quería estar a su alrededor, y
de repente, en lugar de ser yo, Ana era la que se escondía en su
habitación todo el tiempo.
Era agradable tener a Vivian y a Juliette, e incluso a Rob, para
conversar, pero extrañaba a Cinder. Para el viernes por la noche,
todavía no había hablado con él. Sólo habían sido tres días desde
nuestra discusión, pero se sentía como una eternidad. No tenía la
certeza de por qué todavía no contactaba con él. En su mayoría, por ser
orgullosa. Quería que fuera él quien cediera. A pesar de que dijo que se
preocupaba por mí, me dolía que no quisiera conocerme.
Sabía que tenía que superarlo, por lo que intenté olvidarme de él
y disfrutar del tiempo que me encontraba en casa de Vivian. Nuestra
noche de películas fue un éxito. Todos parecían relajados y de buen
ánimo. Mantuvimos nuestro plan de rentar una película de Brian
Oliver. Dado que era una comedia adolescente, los chicos también la
disfrutaron. Hubo un montón de risas y palomitas tiradas.
Todo era perfecto, excepto por el hecho que no podía hacer que
Rob me gustara. Realmente era un buen chico. Era lindo, interesante,
inteligente —y podía asegurar que yo le gustaba mucho— pero no había
nada ahí para mí. Me agradaba, y podría amarlo como un amigo, pero
no había mariposas cuando lo miraba. Se sentó junto a mí durante la
película con la mano descansando en su muslo como si estuviera
esperando que la tomara, o le diera alguna señal de que quería que
tomara la mía. Acuné el recipiente de palomitas y fingí no darme
cuenta.
Me las arreglé para ocultar mi tristeza lo bastante bien, porque a
pesar de que no quería coquetear con Rob, parecía de buen humor
cuando se fue, y de camino a casa, Juliette habló sobre lo emocionada
que se sentía por mí.
El próximo viernes cumplía diecinueve. No le había hablado a
nadie sobre ello, esperando que el día llegara y se fuera sin que nadie se
enterara. Le temía por muchas razones. La primera, y la más obvia, era
que caía en el aniversario de la muerte de mi madre. La mañana de mi
decimoctavo cumpleaños, mamá me despertó con una desafinada
serenata de la canción “Feliz Cumpleaños”, y anunció que me iba a
dejar faltar a la escuela durante los últimos dos días esa semana. Me
iba a llevar a un viaje de fin de semana a Vermont. Me prometió una
cena elegante, y una vela en el postre de mi elección una vez que
llegáramos al restaurante, pero nunca conseguí pedir mi deseo.
Por otro lado, también le temía por el hecho de que mi padre o
bien se había olvidado o simplemente ignoró mis cumpleaños por los
últimos cuatro o cinco años. La primera vez que lo olvidó, tenía once
años. La última vez que lo recordó, tenía catorce. Sin importar lo duro
que lo intenté, nunca dejé de sentirme decepcionada cada año que lo
olvidaba, por lo que mamá se decidió a hacerlo el día más especial del
año para mí… sin importar lo que costara.
Desde entonces mi cumpleaños había sido un asunto importante.
Este año sería diferente. Este año no había nadie para asegurarse de
hacerlo especial. Ni siquiera estaba segura de sí mi papá sabía cuándo
era, y no pensaba preguntarle. Las cosas ya eran lo suficientemente
raras entre nosotros.
Me dije que podría superar el día. Estaba decidida a tratarlo como
cualquier otro, pero para el momento en que salí de mi habitación
vestida para la escuela estaba tan preocupada que sentía como si no
pudiera respirar. Cuando entré en la cocina y encontré un ramo de
rosas amarillas tan grandes que tenía su propio centro de gravedad
situado en la encimera con mi nombre en él, casi me puse a llorar.
Mientras miraba las flores, un pesado brazo cayó sobre mis hombros. —
¿Cómo te sientes esta mañana? —preguntó papá solemnemente.
No podría haber hablado incluso si supiera cómo expresarme. Me
encogí de hombros bajo el peso de su brazo.
De repente, mi padre me tiró contra su pecho en un abrazo que
era tanto para su beneficio como para el mío. Por un momento, me
quedé congelada por la impresión, pero rápidamente me derretí contra
él y lo abracé de vuelta con toda mi fuerza.
—Feliz cumpleaños, niña —susurró, su voz llena de emoción.
—No pensé que lo recordarías.
—Me he perdido muchos de tus cumpleaños.
Mi papá me apretó más fuerte, y lo dejé. Los segundos
comenzaron a pasar. Ninguno de nosotros habló, y ninguno se soltó. La
sensación de sus brazos a mí alrededor, su preocupación, y el calor y
amor en su abrazo me abrumó por completo. Enterré mi rostro en su
pecho y le permití sostenerme mientras lloraba.
Después de unos minutos de arruinar la camisa de papá, por fin
me alejé lo suficiente para mirarlo. Sus ojos brillaban con lágrimas sin
derramar mientras forzaba una desgarradora sonrisa hacia mí. —Pensé
que no querrías un montón de atención hoy, así que no planeamos una
fiesta. Sin sorpresas, lo prometo, pero por lo menos espero que nos
dejes llevarte a una cena de cumpleaños a algún lugar. También
podrías llevar a tu amiga Vivian, si quieres.
—¿Puedo dejarlo para otro momento? Ni siquiera estoy segura
que pueda soportar este día ahora mismo.
Mi papá tragó un bulto en su garganta y luego asintió cuando no
pudo hablar.
—¿Te gustaría quedarte en casa hoy?
Salté ante la voz de Jennifer y me alejé de mi padre como si
hubiera sido atrapada haciendo algo que no debería. El dolor pasó por
el rostro de papá, pero lo disimuló con rapidez. Miró a Jennifer, y luego
volvió a mirarme. —Ella tiene razón. Si no quieres ir a clases hoy, no
tienes que ir.
Encontré los ojos de papá, luego eché un vistazo por la cocina.
Jennifer y Juliette estaban de pie ahí con pequeñas y comprensivas
sonrisas. Supongo que el secreto se supo. Claramente sabían que este
día no era sólo por mi cumpleaños. Incluso Anastasia se sentó en el
taburete con una expresión moderada. Secando mis mejillas, sacudí la
cabeza en respuesta a mi papá y la sugerencia de Jennifer. —Creo que
deprimirme aquí sola lo empeorará.
—Lamento que no podamos visitar la tumba de tu mamá. Quizá
podríamos ir de viaje a Boston para el receso de Acción de Gracias la
otra semana, si quieres. Por ahora, podría tomarme el día libre e
iríamos a hacer algo, sólo nosotros dos.
—No es necesario. Creo que ayudará si me mantengo ocupada. La
escuela será una buena distracción.
Papá parecía decepcionado otra vez, por lo que agregué—: Aunque
sería genial ir a visitar a mamá y a mis abuelos alguna vez. No tiene que
ser para Acción de Gracias, sino cuando sea que haya un buen fin de
semana.
—Me gustaría ir contigo —dijo Juliette.
La miré, sorprendida y conmovida. Me sonrió tímidamente. —
Podrías mostrarme Boston, tal vez visitar a algunos de tus viejos
amigos. —Su sonrisa se transformó en una maliciosa—. Podría
conseguir que me contaran sus mejores historias sobre ti. Una hermana
necesita material de chantaje, ¿sabes? Incluso una hermanastra.
Entonces lo hice. Me reí. Juliette me sorprendió incluso más al
darme un ligero abrazo. —Feliz cumpleaños.
—Gracias —dije, y respondí al abrazo con timidez—. Un viaje a
Boston suena genial. Si esperamos hasta el verano, podemos ir a la isla
Nantucket, y puedo enseñarte como son las playas en la Costa Este. Y
te llevaré a un partido de los Red Sox en el Parque Fenway.
Juliette sonrió. —Me aseguraré de usar mi jersey de los Dodgers.
Los ojos acuosos de papá fueron de ida y vuelta entre Juliette y
yo. —Reservaré un hotel hoy. Pasaremos todas las vacaciones allá.
Anastasia rompió el momento con un suspiro antes de que
pudiera ponerse incómodo. Esperé cualquier comentario sarcástico que
hubiera preparado, pero todo lo que dijo fue—: ¿Están listas? No quiero
llegar tarde.

***

Cuando llegamos a la escuela, Rob nos esperaba en el


estacionamiento estudiantil con una sola rosa roja. Cuando la acepté,
plantó un suave beso en mi mejilla y susurró—: Feliz cumpleaños.
—Gracias.
Llevé la rosa a mi nariz, deseando que pudiera esconder mi
sonrojo mientras Rob tomaba mi mochila y la deslizaba sobre su
hombro con su propio bolso. Mientras nos dirigíamos hacia la escuela,
me echó un vistazo. —No ibas a decírselo a nadie, ¿verdad?
—No. ¿Cómo lo supiste?
—Yo se lo dije. —Juliette rodó los ojos ante mi ceño fruncido—.
No puedes permitir que lo que ocurrió el año pasado se apodere de tu
cumpleaños por el resto de tu vida. Necesitas algo bueno para equilibrar
lo malo.
Olfateé la rosa otra vez, y una sonrisa se deslizó por mi rostro.
Estaba sorprendida por cuánta razón tenía Juliette. —Gracias.
Cuando entramos al pasillo principal y nos mezclamos con la
multitud de estudiantes, pudimos asegurar de inmediato que algo no
era normal. Había una especie de zumbido en el aire. Me tomó un
minuto darme cuenta que yo era el centro de la emoción. Era la
combinación más rara de emociones, yendo de la fascinación a la
confusión y al completo desprecio. La gente miraba y susurraba;
algunos emocionados, otros incapaces de detener su disgusto. Mientras
nos acercábamos a mi casillero, comencé a descifrar algunos de los
susurros.
—¡Es ella!
—No puedo creer que lo conozca.
—No es tan bonita.
—¿Qué ve en ella, de todos modos?
No tenía ni idea de lo que pasaba. Eché un vistazo a un grupo de
chicas que lucían tan emocionadas que apenas podían contener su
aturdimiento. Una de ellas atrapó mi mirada, y esa energía finalmente
estalló. —¡Hola, Ella!
Una vez que el primer saludo salió, un coro de otros lo siguió.
—¡Hola, Ella!
—¡Feliz cumpleaños, Ella!
—¡Eres tan afortunada, Ella!
—¿No te encanta Brian Oliver, Ella?
—¡Feliz cumpleaños!
Observé a Rob primero, pero estaba tan desconcertado como yo,
por lo que me volteé hacia Juliette por una explicación. Levantó sus
manos en señal de rendición. —No me mires a mí. Sólo le dije a Rob y a
Vivian. No tengo ni idea de lo que está pasando.
En serio, era como si hubiéramos abandonado Los Ángeles y
aterrizado en una dimensión alternativa. —¿Brian Oliver? ¿Puedo creer
qué? ¿Qué sucede? ¿De qué está hablando todo el mundo? —pregunté,
apesar de que sabía que ni Juliette ni Rob tenían ninguna respuesta.
Mitchell Drayton, el chico más guapo de la escuela, que también
pasaba a ser el más engreído porque tenía un agente y había tenido
unos pocos papeles en un par de programas de televisión, caminó justo
hacia nosotros. —Hola, Jules —le dijo a Juliette, y luego dirigió su
abrumadora sonrisa hacia mí—. Hola, Ella. ¿Tendrás una fiesta o algo
por tu cumpleaños? ¿Necesitas una cita?
Rob se acercó un poco más a mi lado y lo miró fijamente. Mitchell
miró la rosa en mi mano, y luego le echó un vistazo a Rob. Retrocedió
un paso, riéndose—. Lo siento, hermano. No me di cuenta que entraba
en territorio de otro. —Mirándome, dijo—: Haré una fiesta mañana con
algunos de mis amigos actores. Deberías venir. Trae a Rob, y también a
Jules, si quieres. A las ocho de la noche. Jules sabe dónde vivo.
Me quedé boquiabierta y mi corazón latía como loco mientras lo
observaba alejarse. Cada película adolescente que era digna de ver
comenzaba así: todos eran inusualmente agradables con la pobre y
desprevenida marginada antes de que ella fuera humillada frente a
todos. —¿Crees que Ana intenta jugarme algún tipo de broma? —
susurré.
—De ninguna manera. —Juliette sonó confiada, pero yo no estaba
tan segura. Notó mi escepticismo y sacudió la cabeza—. En serio. ¿No
notaste la escasez de arrogancia esta mañana? Mamá nos leyó la
sentencia anoche y nos dijo que si una de nosotras te fruncía el ceño
hoy, estaríamos castigadas hasta que tuviéramos treinta años.
Genial. No es que no apreciara el gesto, pero eso debió haber
enfadado a Anastasia más que nada. Tenía suerte de que no hubiera
explotado todavía.
—No es Ana —insistió Juliette.
—Bueno, definitivamente es algo —murmuró Rob, frunciéndole el
ceño a un par de chicos que me miraban.
—Averiguaré qué pasa —dijo Juliette mientras nos acercábamos a
su sala—. ¿Almorzamos juntos hoy?
—Sabes dónde encontrarme.
Juliette desapareció en su sala, y Rob les frunció el ceño a todos
los que pasábamos mientras me acompañaba a mi clase. Era tan
escéptico como yo sobre mi hermanastra, porque dijo—: Tiene que ser
Ana. Vivian no habría dicho nada. Descubriré qué sucede.
Nos detuvo en la puerta de mi salón y agarró mi mano para que
no pudiera alejarme. Una chica, cuyo nombre no recordaba, chocó por
accidente con mi hombro mientras entraba en la sala. —¡Ten cuidado!
—espetó. Cuando se dio cuenta que era yo en su camino, sus ojos se
estrecharon—. ¿Te crees muy especial ahora? Bueno, no lo eres.
Otro chico entró detrás de ella, sonriendo con malicia. —Apuesto
a que le pagó para que lo hiciera.
Caminaron a sus asientos, riéndose.
Más confundida que nunca, miré a Rob otra vez. —¿Vas a estar
bien hasta el almuerzo? —preguntó.
La preocupación en sus ojos me hizo sonreír. —Supongo que no
recuerdas como era para mí cuando llegué aquí por primera vez —
bromeé.
Su rostro se endureció, una tormenta de emociones inundaron
sus ojos. Me sentí terrible cuando me di cuenta que sabía exactamente
por lo que había pasado estos últimos meses, y cuánto lo enfadaba. —
Oye —Le di un apretón a su mano—, todo está bien. Estoy bien. Gracias
por mi flor.
Finalmente sonrió. —De nada.
Traducido por Vani & Sandry
Corregido por Itxi

Vivian rebosaba energía cuando entró en la cafetería durante el


almuerzo. —¡Brian Oliver te deseó feliz cumpleaños en Twitter! —
chilló—. ¿Qué demonios?
—Lo sé. Juliette me lo dijo en el segundo periodo y “¿qué
demonios?” fue exactamente mi pensamiento. No lo entiendo.
Las miradas y los saludos de todos tenían sentido después de que
me enteré de la noticia. Brian Oliver me hizo el centro de atención
cuando me deseó públicamente feliz cumpleaños por la mañana. La
emoción y los celos, e incluso la invitación de Mitchell, todo tenía
sentido ahora. Pero eso fue todo lo que entendí.
—¿Cómo sabía que era mi cumpleaños? ¿Cómo sabe siquiera que
existo?
—Porque eres brillante —dijo Rob, sentándose junto a mí.
—¿Qué?
—Es un fan de tu blog.
—¡No! —chilló Vivian—. ¡Déjame! ¿Por favor? ¡He estado muriendo
todo el día por mostrárselo!
Rob se rio y movió la mano en un gesto “se mi invitada”,
iluminando la cara de Vivian. Tenía miedo de que fuera desgarrarse un
músculo cuando sonreía porque su boca se extendía por toda su cara.
—Todo comenzó con esto.
Vivian realmente había estado esperando para contarme la
historia. Puso un post específico en la página de Facebook de Brian
Oliver. —¡Feliz cumpleaños a mi blogger favorita y fan número uno,
Ellamara! —leyó Vivian en voz alta—. “Sus palabras de sabiduría son
incomparables” ¡Y mira! —chilló—. Publicó un enlace a tu crítica de una
película en la que él participó.
Miré, y efectivamente había un enlace a mi crítica de la película
The Long Road Home —la carta de disculpa que escribí para Brian
Oliver.
—Eso no es todo —dijo Vivian. Comenzó a desplazarse hasta la
página de Brian Oliver en Facebook. Había post tras post de él
compartiendo Las Palabras de Sabiduría de Ellamara.
—¿Me ha estado citando en Facebook?
Vivian asintió con tanto entusiasmo que parecía una de esas
muñecas con la cabeza más grande que el cuerpo. —¡Todo el día!
También ha estado haciéndolo en Twitter, y ahora otras personas lo
están haciendo. “Las Palabras de Sabiduría de Ellamara” es trending en
este momento.
Esto tenía que verlo. Abrí mi Twitter en mi teléfono y casi me dio
un ataque al corazón. —¡De ninguna manera!
—¿Qué? —Rob y Vivian se inclinaron y leyeron por encima de mi
hombro.
—Ayer tenía poco más de seis mil seguidores en Twitter. ¡Hoy
tengo más de veinticinco mil!
Rob rio. —Eso es lo que sucede cuando el niño de Oro de
Hollywood le dice al mundo que te escuche. Espero que tu información
personal no esté conectada a cualquier parte de tu blog.
—No. Tengo un e-mail para Twitter y Facebook, otro para las
cosas de mi blog, y un apartado de correos para los editores de libros.
Debería estar segura, ¡pero esto es una locura!
—¿Verdad? —dijo Juliette cuando finalmente se unió a nosotros.
Con Juliette allí, empezamos desde el principio. Trajo un séquito
con ella para obtener la primicia —Dylan y Luke y algunos otros amigos
se sentían lo suficientemente curiosos sobre la historia como para ser
vistos hablando conmigo en el almuerzo— pero simplemente no tenía
una historia que contar. No conocía a Brian Oliver. No tenía ni idea de
cómo descubrió mi blog.
—Tengo una pregunta —dijo Rob, finalmente uniéndose a la
sesión improvisada de Preguntas y Respuestas—. ¿Cómo sabía Brian
Oliver que era tu cumpleaños? Podría haber llegado a tu crítica por su
cuenta, pero ¿cómo sabía que hoy era tu cumpleaños? He leído tu blog.
Sé que no lo has mencionado.
Me preguntaba eso. De hecho, esa era la parte más alucinante de
todo este suplicio. —No lo sé. Sinceramente, me sorprendió que alguien
supiera mi cumpleaños. Ni siquiera creí que mi papá se acordaría. La
única persona a la que le he hablado sobre eso fue…
Y de repente, todo tenía sentido. Toda la mesa quedó en silencio,
esperando a que revelara el gran secreto, pero lo único que podía hacer
era sonreír. —Por supuesto. Debería haberlo sabido.
—¿Fue quién? —demandó Vivian.
Suspiré. —Fue Cinder.
—¿El tipo de internet? —preguntó Rob.
Asentí.
Mi corazón se hundió y se elevó a la vez. Cinder y yo no habíamos
hablado desde que le dije que estaba enojada y le colgué, pero sabía que
todavía se preocupaba por mí. Sabía qué día era hoy. Fue él quien sacó
el tema hace unas semanas.
Él recordó el día porque me había estado enviando mensajes de
texto en el momento del accidente. Dijo que temía el día, y que a medida
que se acercaba se sentía como si lo estuviera atormentando. Me
sorprendió hasta que se explicó. Para él, ese fue el día en que me
perdió. Cuando hablamos de ello, confesé que fue mi cumpleaños.
Prometió que iba a encontrar una manera de distraerme hoy y
asegurarse de que disfrutara de mi cumpleaños y no sólo pensara en el
accidente.
—Cumplió su promesa —me susurré a mí misma, luchando por
contener las repentinas lágrimas.
Vivian hizo un gesto con la mano delante de mi cara, tratando de
recuperar mi atención. —¿Qué promesa?
—Sabía qué día era. Quiero decir, además de mi cumpleaños.
Prometió que me distraería para que no pensara en ello. Apesar de que
le grité y no he hablado con él, todavía mantuvo su promesa.
Vivian suspiró. —Eso es tan romántico. Tienes que perdonarlo,
Ella. —Me había estado instando a hacer eso desde que le di los detalles
de nuestra discusión—. Tienes que llamarlo.
Rob no parecía estar de acuerdo. —¿Cómo sabes que él hizo esto?
—Es el único que podría. Es el único que sabía que era mi
cumpleaños, y su padre es alguien importante en la industria del cine,
por lo que podría haber conseguido contactarse con Brian de alguna
manera. Siempre he sabido que Cinder tiene conexiones en el mundo
del espectáculo. Debería haberme dado cuenta antes.
—¿Cómo lo sabes? Ni siquiera lo conoces. El tipo probablemente
sea un mentiroso.
Negué. —Me ha estado alimentando de información privilegiada
de Hollywood desde que nos conocimos. Siempre sabe cosas antes de
que llegue a la industria. Debe haberle pedido a su padre un favor o
algo así.
—Tal vez conoce a Brian —dijo Vivian—. Quiero decir, si fueran
amigos, eso explicaría por qué le gusta tanto el chico.
—Es cierto —acordé—. Mencionó conocer a algunas celebridades,
aunque no dijo nombres, y nunca he preguntado cuáles. Supongo que
podrían ser amigos. Conociendo a Cinder, no me sorprendería.
Eso hizo que todo el mundo que nos rodeaba susurrara o soltara
una risa. Una chica incluso dijo—: ¡No puedo creer que conozcas a
alguien que es amigo de Brian Oliver!
—En realidad no lo hago. No estoy segura de cómo lo hizo Cinder.
Podría conocer a Brian, o su papá simplemente podría conocer a un tipo
que conoce a un tipo que lo conoce.
—Sin embargo, eso fue una cosa muy buena que hacer —dijo
Rob. Me tomó un minuto darme cuenta de que se refería a Cinder
asegurándose de que estuviera distraída hoy.
Una sonrisa apareció en mi cara. —Sí. —Iba a tener que llamarlo
más tarde y pedirle disculpas por no hablarle durante toda la semana.
—¿Qué tan cercana eres con este tipo? —preguntó Rob. La
sospecha en su voz era vergonzosa.
—Es mi mejor amigo.
—Pero nunca lo ha conocido en persona ¿verdad? Solo son, como,
¿amigos por correspondencia o algo así?
Finalmente entendí el razonamiento detrás de la línea de
preguntas de Rob, y mi corazón se hundió un poco. Me quedé mirando
mi almuerzo, sin tener ni idea de qué decirle. Pareció entenderlo porque
dijo—: Esta es la parte donde me mandas a la mierda, ¿verdad?
Me obligué a mirar a Rob. No parecía cabizbajo ni nada, lo cual
esperaba que demostrara que su interés en mí no era tan fuerte como
todos los demás creían. No quería hacerle daño.
—Lo siento. No estoy en condiciones de salir con nadie en este
momento. Técnicamente, estoy sola. No hay nada entre Cinder y yo, y
nunca lo habrá, pero lo amo de todos modos. Odio amarlo, y trato de no
hacerlo, pero fallo miserablemente.
Rob me estudió por un momento de esa manera tranquila e
intensa, y preguntó—: ¿Seguro que no hay nada entre ustedes? ¿Estás
segura que no le gustas también?
Asentí. —Tiene una novia y me dijo específicamente que no quiere
conocerme en persona. A él le gusta que no nos conozcamos.
El rostro de Rob se arrugó ligeramente como si la petición de
Cinder le molestara, pero no dijo más. —Entonces tenemos que
conseguir que lo superes. ¿Ayudaría si tuvieras otra persona —un
novio— para sacarlo de tu mente?
Me sonrojé cuando me di cuenta de lo que decía Rob
exactamente, lo que me ofrecía, pero inmediatamente negué con la
cabeza. —Eso es muy dulce, pero no creo que fuera justo para ti.
—¿Te gusto? —preguntó Rob.
Asentí de mala gana. —Lo haces, pero…
Rob no me dejó terminar la frase. —¿Te sientes atraída por mí?
Mi cara ardió ante la pregunta. Dejé caer los ojos a mi regazo y
me mordí el labio inferior tan fuerte que dolió, pero me las arreglé para
hacer una pequeña inclinación de cabeza.
—Entonces eso es suficiente.
Cuando levanté la vista confundida, sonrió. —No tienes que estar
enamorada para salir con alguien. No tenemos que ser serios. Ni
siquiera tenemos que ser exclusivos, si no quieres. Podrías darle una
oportunidad. Salir conmigo y ver si algo despierta.
Consideré su oferta. Rob realmente me gustaba. Parecía un chico
relajado. Tal vez tampoco buscaba algo serio. No parecía justo, pero
necesitaba intentar superar a Cinder, y cuantas más personas pudiera
mostrarle a la Dra. Parish que tenía en mi “sistema de apoyo”, más
pronto ganaría mi independencia. Aun así… —No lo sé. Creo que me
sentiría como si te estuviera usando.
Rob agarró una rebanada de pizza de su bandeja del almuerzo y
me sonrió. —Úsame. Tal vez no vaya a funcionar, tal vez lo hará. De
cualquier manera lo intentaste, y podemos conseguir un poco de
diversión.
Mordió su pizza y sus ojos brillaron con picardía mientras
masticaba. Una vez que su boca estaba limpia, dijo—: Parece que te
vendría bien un buen rebote, y sólo quiero dejar muy claro, en este
momento, que estoy siempre a favor de ser el rebote de una chica
bonita.
Finalmente logré una sonrisa que llegó a mis ojos. —Es bueno
saberlo.
—Entonces ¿qué dices?
Sería una idiota si dijera que no sin intentarlo. —Supongo que
podríamos darle una oportunidad. Mi papá quiere salir por mi
cumpleaños esta noche. Él ya me pidió que invitara a Vivian. —Le eché
un vistazo a Juliette—. ¿Crees que le importaría si también viniera Rob?
Juliette negó. —Va a estar bien. Es mi madre por la que tienes
que preocuparte. Se emociona locamente cuando Ana o yo salimos con
alguien. Va a enloquecer gracias a que tienes novio.
Palidecí ante el término, y Rob rio. —No hay títulos, entonces.
Vivian resopló. —Aparte de Chico Rebote, de cualquier modos.
Hice una mueca, pero Rob rio de nuevo. —Eso suena bien.

***

Cuando llegué a casa de la escuela, me encontraba mentalmente


exhausta. No quería nada más que relajarme con el sonido de la voz
profunda y retumbante de Cinder. Sabía que tenía que llamarle. Le
echaba de menos, y se merecía mi agradecimiento. Mi padre levantó
recientemente la prohibición de mi habitación, así que escapé al
santuario tan pronto como llegué a casa de la escuela. Mientras cerraba
la puerta, oí a Anastasia hablar por primera vez en todo el día. Ella
permaneció en silencio cuando íbamos a la escuela, obviamente
optando por el método más radical para no meterse en problemas —si
no puedes decir nada bueno, no digas nada en absoluto.
Tan pronto como me encontraba fuera de vista, se abalanzó sobre
Juliette como un león hambriento. Se hallaban en la cocina —Juliette
hurgando en la nevera en busca de su merienda después de la
escuela— y sus voces se oían fácilmente en mi dormitorio a través de la
planta principal y del salón.
—¿Cómo lo hizo? —exigió Anastasia.
Ya que hablaba de mí, dejé la puerta de mi dormitorio abierta un
trozo y espié descaradamente la conversación.
—Ella no lo hizo —respondió Juliette—. Estaba tan sorprendida
como el resto de nosotros. Cinder lo hizo. Fue su regalo de cumpleaños
para ella.
—¿Cinder? —Ana se quedó sin aliento—. ¿El tipo espeluznante de
internet?
Oí la nevera cerrarse y el sonido de la abertura de una lata. —Él
no es espeluznante —insistió Juliette—. En realidad es algo genial.
—¿Cómo lo sabes? ¿Has hablado con él?
—No, pero la he oído hablar con él todo el tiempo y sus
conversaciones son completamente normales. Además, he leído sus
mensajes una vez, cuando fue al baño y dejó su portátil abierto en el
sofá.
—¡No! ¿Leíste algo bueno?
Me sorprendió la confesión, pero me resultaba difícil estar
enfadada por la invasión de privacidad debido a la sonrisa que escuché
en su voz. —Era muy entretenida. Esos dos bromeaban entre ellos como
la heroína de una novela romántica y su vil captor pirata.
Hubo silencio durante un minuto, y luego Juliette dijo—: Es
ingeniosa, Ana. Divertida, inteligente, agradable, y en general muy
genial. Probablemente te gustaría si simplemente le dieras una
oportunidad.
Me quedé muy sorprendida por que me defendiera. Sabía que
Juliette ya no tenía un problema conmigo, pero en ese mismo momento,
sonaba como si ella fuera realmente mi amiga. Anastasia no estaba en
absoluto conmovida por su discurso. —¿Por qué habría de hacerlo?
Nunca me ha dado la oportunidad.
—¿Cómo podría? Has sido horrible con ella desde el segundo en
que llegó aquí. Si me preguntas, te tolera mucho mejor de lo que te
mereces.
La burla de Anastasia sonó viciosa. No necesitaba ver su cara
para imaginarme las dagas que le lanzaba a Juliette con los ojos. Sabía
que sus garras estaban totalmente extendidas ahora. —No puedo creer
cuánto me has apartado. ¡No es parte de esta familia, y estás de su lado
en vez del de tu propia gemela! ¡Yo soy tu hermana! ¡No ella!
—Es parte de esta familia, Ana. Tienes que aceptarlo.
—¡No voy a aceptar a ninguna persona que esté intentando
adueñarse de mi vida!
Juliette debía de sentirse tan confundida como yo, porque no
hubo respuesta inmediata. ¿Qué quiso decir Anastasia? ¿Que en
realidad intentaba apropiarme de su vida? Porque con seguridad, no era
eso.
—¡Ya se ha llevado mi habitación, a mi hermana, y al chico que
me gusta! ¡Ni siquiera quiere a Rob, y él la sigue a todas partes como un
perrito enfermo de amor! ¡Mamá y papá no paran de adularla, y ahora el
Jodido Brian Oliver le desea un feliz cumpleaños!
—¡Nada de eso es culpa de Ella! —gritó Juliette—. No pudo
quedarse con el dormitorio del piso de arriba porque tiene una maldita
discapacidad. ¿Te gustaría estar coja como ella? ¿Alguna vez la has
visto hacer su terapia física? Le duele tanto que llora. Caminar por las
escaleras todos los días para llegar a su habitación sería cruel.
—Bien, pero Rob…
—Ella no puede evitar cómo se siente Rob. Ha sido sincera con él
acerca de sus sentimientos por Cinder. Él es el que insiste en tratar de
conquistarla de todos modos. Creo que hizo lo correcto aceptando salir
con él.
Ana se burló de nuevo.
—Tampoco me va a robar —continuó Juliette—. Simplemente no
puedo soportar estar a tu alrededor porque todo lo que haces es
quejarte de ella. Y papá debe adularla. La abandonó. Si alguien le robó
algo a alguien, nosotras le robamos a su padre. ¡Es un milagro que nos
pueda perdonar!
Juliette se detuvo, probablemente para tomar un respiro. Se
quedó callada durante un minuto. Me pregunté si Anastasia
respondería, pero no lo hizo. Era Juliette quien rompió el silencio. Su
voz era mucho más tranquila ahora, pero todavía podía oír la intensidad
en la misma.
—No todo tiene que ser sobre ti todo el tiempo. Me alegro de que
Cinder lograra sacar la cosa de Brian Oliver, ya que le dio a Ella algo en
que pensar que no sea el hecho de que hoy es el primer aniversario de
los peores días de su vida. ¿No puedes ser feliz con el hecho de que algo
bueno le pasó a alguien que lo necesitaba?
Una vez más, Anastasia no dijo nada. No es que yo lo esperara.
Juliette debió de haber terminado de descargar toda su frustración
porque escuché la televisión abajo haciendo clic y oí un portazo en
algún lugar en el suelo por encima de mí.
No pude evitar sentir un poco de lástima por Anastasia. Era una
troll egocéntrica, pero todavía tenía sentimientos. Ni siquiera intenté ver
las cosas desde su punto de vista antes. Juliette y Jennifer
mencionaron que Anastasia se sentía amenazada por mí. No las creí,
pero obviamente tenían razón.
Yo no iba a ser una arpía y ponerme al día con la mierda de
Anastasia —nuestra situación no era culpa mía y no merecía ser
castigada por ello, pero era agradable entender de dónde provenía su
animosidad. Supuse que podía intentar ser un poco más sensible con
sus sentimientos.
Finalmente cerré la puerta y decidí sumergirme en un baño
caliente.
Traducido por Annie D
Corregido por Jasiel Odair

FantasyCon era la convención de fantasía más grande del mundo,


la Comic-Con para los fanáticos del Señor de los Anillos y el juego de
fantasía Dragones y Mazmorras. Se llevaba a cabo anualmente en el
Centro de Convenciones de Los Ángeles en noviembre y era la primera
de muchas apariciones publicitarias que debería hacer para
promocionar el estreno de El Príncipe Druida.
Me encantaba el FantasyCon. Venía cada año desde que tenía
dieciséis, y este año pude estar más involucrado que siendo
simplemente un espectador. Era la única parada en el tour publicitario
de El Príncipe Druida que estaba esperando, pero resultó ser uno de los
peores días de mi vida.
Hoy era el cumpleaños de Ella y el primer año de su accidente.
Todo el día tuve una sonrisa, saludé a los fanáticos y exageré mi falso
romance con Kaylee cuando todo lo que podía pensar era en Ella y en lo
que debía estar pasando ahora mismo. Ni siquiera podía estar allí para
consolarla porque todavía no me hablaba.
No podía culparla por estar molesta. La herí profundamente
cuando me rehusé a verla, pero no tenía otra opción. Supuse que ella se
tomaría un par de días para calmarse y luego la llamaría y me
perdonaría, pero ese par de días resulto ser casi dos semanas.
Revisé mi mensajería instantánea por millonésima vez. Aún no se
encontraba en línea así que hice la única cosa que pude pensar en
hacer y envié otro tweet de Palabras de Sabiduría de Ellamara a mis
fanáticos. Esta vez cité algo que ella había dicho hace casi tres años
acerca de la brillantez de Margaret Weis y Tracy Hickman en la serie
Dragonlance.
Me prometí que mantendría a Ella distraída hoy, pero debido a
que no hablaba conmigo, esta era la única forma en que pude pensar
para hacer eso. Con suerte, funcionaría para ella como una distracción
porque todo lo que hacía por mí era recordarme lo mucho que le
encantaría estar aquí. Odiaba que se lo estuviera perdiendo.
—¿Alejarías esa maldita cosa? —murmuró Kaylee cuando notó mi
teléfono en mis manos—. Es grosero.
Guardé el teléfono. Kaylee no estaba molesta porque enviara
mensajes, solo era por lo que escribía. Su rabia me hacía sonreír. Eran
las pequeñas cosas en la vida las que contaban.
De repente, con un ligero mejor humor, saludé a una joven
adolescente y a su madre que ahora se encontraban de pie frente a mí.
—Kaylee tiene razón. Perdónenme. Tienen mi completa atención ahora.
—¡Oh, está bien! —prometió la chica cuando me entregó una foto
para firmar—. Escribías otra cita de Palabras de Sabiduría de Ellamara,
¿cierto?
Sonreí. La última vez que revisé el twitter de Ella, había subido a
veinte mil seguidores hasta el día de hoy. Enloquecería cuando lo viera.
—Lo hacía. ¿Los has estado leyendo?
—¡Oh, sí! —gritó la niña—. ¡Ella es tan graciosa! Puedo ver porque
es tu blogger favorita. También comencé a seguirla esta mañana. Creo
que es tan dulce lo que estás haciendo. Moriría si consiguiera un regalo
de cumpleaños como ese. Estoy segura que le encantará.
—Eso espero. —Reí de nuevo—. ¿Cuál es tu nombre, cariño?
—Nancy.
—Bueno, Nancy —dije, mientras firmaba su foto y se la
entregaba—. ¿Te gustaría ayudarme a desearle un feliz cumpleaños de
nuevo? —Dirigí mi atención a la madre de la niña—. ¿Estaría bien si
tomo una foto con Nancy y la subo a mi Instagram?
—¡Oh! —Nancy se volvió hacia su madre y tiró de su manga—.
¡Por favor, mamá! ¿Puedo? ¿Por favor, por favor, por favor?
Cuando la madre de Nancy rio y asintió, le hice señas a la niña
para que viniera a mi lado de la mesa. Mi día se puso un poco mejor
cuando le pedí a la madre de Nancy que tomara la foto para que Kaylee
también pudiera estar en ella. Kaylee no tuvo otra opción más que
sonreír amablemente.
Le lancé un guiño a Kaylee y leí la leyenda en voz alta mientras la
subía. —¡Kaylee, Nancy y yo deseándole a Ellamara el mejor
cumpleaños de todos desde el FantasyCon 2014! ¡Únetenos a la
diversión! ¡Feliz Cumpleaños, Ella!
La mirada en el rostro de Kaylee cuando subí la foto a internet
casi hizo que mi falso compromiso valiera la pena.

***

Después de que la sesión de autógrafos terminó, se suponía que


Kaylee y yo fuéramos directo a nuestro próximo evento. Era el torneo de
caballeros de celebridades. Un montón de otros actores y otras películas
de fantasía y de programas de televisión se encontraban vestidos como
nuestros personajes y competíamos en una competición de peleas de
espadas NERF para ganar un beso de nuestra princesa Ratana.
El evento era la idea más genial de todas, e iba a lucirme. Había
pateado traseros en mis lecciones de manejo de espada antes de filmar
El Príncipe Druida. Solo deseaba que Ella también pudiera estar aquí
para disfrutarlo. Ella era la fanática más grande de Merlín, y competía
contra el Príncipe Arturo en la primera ronda.
Después de cambiarme a mi vestimenta de Cinder, revisé el
teléfono de nuevo. Le acababa de dedicar mi primer combate a Ella y
vinculé su reseña llamada Merlin y Arturo: El Mejor Bromance en la
Televisión, cuando finalmente obtuve un mensaje de ella.
Mantuviste tu promesa.
El mensaje quitó un peso de mi pecho. Sabía que yo me
encontraba detrás de los posts de Brian Oliver. Sabía que pensaba en
ella, y finalmente me hablaba de nuevo.
Mirando alrededor de la lujosa suite del hotel en la que Kaylee y
yo quedábamos durante la convención, me derrumbé en la cama. Ya me
encontraba un poco retrasado, pero mi duelo no era el primero y no
podía irme a ninguna parte sin hablar con Ella.
Hice mi mejor esfuerzo, le respondí. ¿Funcionó?
Sí.
Me alegra. Ella, lo lamento tanto. Por favor, perdóname.
Estás perdonado. Sabes que nunca puedo estar molesta
contigo.
Bueno. Entonces, ¿tengo tu permiso para llamar y desearte
un feliz cumpleaños?
Solo si me cantas.
Se formó una sonrisa e inmediatamente comencé una semi-
decente versión de “Feliz Cumpleaños” cuando Ella respondió su
teléfono. —Definitivamente deberías quedarte con la lectura —bromeó
cuando terminé, apesar de que me mantuve afinado todo el tiempo.
No podía reír con ella. —Ella… —Me aclaré la garganta. Mi voz se
escuchaba sorprendentemente entrecortada—. ¿Cómo estás hoy?
Su respuesta fue calmada, pero no tan débil como temí que seria.
—Sobreviviendo mejor de lo que esperé. —Hubo una pausa y el sonido
de agua, y luego Ella dejó salir un suave suspiro—. La bañera está
ayudando —dijo, revolviendo de forma efectiva todos los pensamientos
en mi cerebro.
—¿Dijiste que estás en la bañera?
—Mmhm. Sumergida en lavanda. Mi madrastra jura que es
terapéutico y nunca se lo admitiré, pero tiene razón. Estoy tan relajada
ahora mismo.
Contuve una tos de sobresalto. —Maldición, Ellamara, ¿qué estás
intentando hacerme, mujer?
—¿De qué estás hablando…? Oh. —Rio—. Pervertido. ¿Cómo
puedes estar excitado? Ni siquiera sabes cómo luzco. Podría pesar cien
kilos, ser peluda y estar cubierta de verrugas, por todo lo que sabes.
Sí, claro. —No lo estás. Vi tu foto en tu blog cuando solías postear
sobre esos viajes con tu mamá. Eres caliente. Tienes esa cosa sexy de
mitad latina.
Esperé que hubiera respondido a mi coqueteo por una vez, pero
solo dijo—: Estás tan lleno de mierda. Esas fotos de mí en toda mi gloria
con cara de frenillos eran horrorosas. Soy más que nada del promedio.
Al menos, lo era antes. Ahora no hay muchos chicos que me mirarían
dos veces, no por las razones adecuadas.
Me senté. ¿A qué se refería con antes? ¿Antes de su accidente?
¿Le había pasado algo que nunca antes me había contado? Ella estuvo
en el hospital por mucho tiempo, pero nunca me había explicado sus
heridas. Siempre dijo que no quería hablar sobre eso. —Ella, ¿a qué te
refieres?
—Nada. No es importante.
Como el infierno no lo era. —Ella…
—Lo que estoy intentando decir —interrumpió—, es que dejes de
fantasear conmigo y déjame disfrutar de mi baño. Lo necesito después
del día que tuve. Tu pequeña hazaña hizo que todo el mundo que
estuvo ignorándome por meses de repente o quisiera ser mi mejor amigo
o quisiera sacarme los ojos con una rabia envidiosa. Pensé que Rob
comenzaría a herir a las personas en mi nombre.
Me olvidé de las heridas de Ella. —¿Rob? ¿Es ese el tipo que
mencionó tu amiga? ¿Están saliendo ahora?
—Algo así, supongo. Es decir, no somos exclusivos ni oficiales, ni
nada así, pero finalmente me invitó a salir. Viene a mi cena de
cumpleaños esta noche.
Apreté mi teléfono tan fuerte que casi partí la pantalla. ¿Algún
chico punk de la secundaria la iba a llevar a cenar en su cumpleaños y
no pensaba que era serio? Pura mierda. Los cumpleaños eran la gran
cosa. Los chicos temían los cumpleaños de las mujeres. Siempre. Ya sea
que Ella lo pensara o no, este chico Rob definitivamente tenía grandes
intenciones si estaba dispuesto a pasar su cumpleaños con ella. Pero al
menos no había sonado tan entusiasmada. —Puedo notar que estás
saltando de alegría. ¿Realmente quieres salir con este chico?
Ella suspiró. —No lo sé. No he salido con nadie desde antes de mi
accidente. No estoy segura de si estoy lista, pero debo empezar a vivir
de nuevo alguna vez, ¿cierto? Al menos, Rob merece una oportunidad.
Requerí de todas mis habilidades actorales para sonar como un
amigo educado en vez del idiota celoso que era. —No te atrevas a
conformarte con el segundo mejor, Ella.
—No es eso. Él es guapo y realmente dulce. Es uno de los chicos
más populares en la escuela porque es algo así como un súper jugador
de fútbol, pero no le molesta para nada que sea una paria social.
Prometo que es un buen chico.
¿Un atleta? ¿Mi pequeña nerd amante de los libros de fantasía iba
a salir con un deportista? Eso estaba tan mal. —Bueno, no es genial —
dije, un pequeño gruñido escapándose—. No eres una chica de la lista
B.
De repente hubo un golpe en la puerta del hotel y Kaylee gritó mi
nombre. Cuando comenzó a manipular la cerradura, la maldije por
tener una llave y me apresuré a entrar en el baño. No había terminado
aún con esta conversación, y estaba seguro como el infierno que no la
iba a terminar por Kaylee.
Odiaba que tuviéramos que compartir una habitación esta
semana, pero nuestro equipo directivo se encontraba paranoico acerca
de que saliera a la luz el secreto de que nuestra relación era una farsa,
así que insistieron. Cerré la puerta del baño y la bloqueé cuando Kaylee
entraba a la suite. —¡Sé que estás aquí! —gritó, golpeando la puerta del
baño—. ¿Qué demonios estás haciendo?
Era lo suficientemente malo tener que escuchar acerca del Sr.
Fantástico Jugador de Fútbol. Tratar con Kaylee encima de esa notica
era demasiado pedir para mi temperamento. —¿Qué crees que estoy
haciendo? ¡Me estoy escondiendo de ti!
—¡Divertidísimo! —Kaylee giró el pomo y golpeó la puerta de
nuevo cuando no se abrió—. ¡Trae tu culo aquí ahora mismo! ¡Vamos
con retraso!
—¡Tú vas con retraso! No tengo que estar allí en otros quince
minutos.
—¡No voy a aparecer allí en esa estúpida cosa sola! ¡Deja el
maldito teléfono y ven aquí ahora!
Nunca me dejaría en paz. Murmurando una cadena de
maldiciones, suspiré en el teléfono. —La caballería finalmente me
encontró. Debo irme. Estoy en esta cosa loca de trabajo este fin de
semana. De hecho estoy encerrado en un baño porque se supone que
esté en otra parte, pero cuando vi tu mensaje, no pude esperar para
hablar contigo.
—Está bien. Puedes llamarme más tarde.
Me alivió escuchar una sonrisa en la voz de Ella, e incluso mucho
más agradecido de que estuviera pidiéndome que la llamara más tarde.
Significaba que ya no estaba molesta. En verdad me perdonó. Estas dos
últimas semanas sin ella habían sido las más largas de mi vida.
—¿Tal vez podemos leer esta noche por mi cumpleaños? —sugirió.
Gruñí. Nada me hubiera gustado más que acurrucarme en la
cama esta noche y leer con Ella por su cumpleaños, pero había tantas
personas en la ciudad por la convención que había una gran fiesta
abajo esta noche y no tenía oportunidad en el infierno de que Kaylee me
dejara perdérmela. —Eso suena al cielo, pero estoy en esta conferencia
el domingo, y las noches han sido muy largas. No creo que sea capaz de
salirme. ¿Podemos hablar el lunes?
—Seguro.
Escuché la decepción e intenté tragarme la mía. —Bien. No puedo
esperar. De verdad te he extrañado, mujer. No tienes ni idea de cuánto.
Después de solo un día había borrado tu número de mi teléfono, así no
perdería toda la dignidad al llamarte un billón de veces para rogarte
perdón.
Se rio al mismo tiempo que Kaylee golpeaba la puerta de nuevo.
Me tiré del cabello con frustración. —Realmente debo irme. Te
quiero, Ella. No más tratamiento silencioso, ¿está bien? Estas últimas
semanas fueron el infierno. Feliz cumpleaños. Te llamaré el lunes.
—Gracias. También te quiero, Cinder. Esperaré junto al teléfono
el lunes, conteniendo la respiración por tu llamada.
Sus palabras de despedida calentaron mi corazón. Esas serían
suficientes para ayudarme a sobrevivir al resto del fin de semana. Con
una sonrisa de regreso, fui a enfrentar a la fiera y con suerte a patear el
trasero del Príncipe Arturo de Camelot en una pelea de espadas de
NERF.
Traducido por Snow Q & florbarbero
Corregido por Meliizza

Después de hablar con Cinder, me sentí llena de energía para


salir a la cena de cumpleaños. Mi padre tenía reservaciones en el Chart
House, un restaurante de carnes en la zona costera de Malibu. Los
filetes de carne no eran mis favoritos, pero mi nutriólogo se sentiría
complacido porque había perdido un poco de peso recientemente por el
estrés, y me ordenó que iniciara una dieta con más calorías y proteínas.
De hecho, probablemente era el responsable de la decisión de mi padre
en cuanto al restaurante. De cualquier modo, al menos no era sushi.
Iugh. Por el lado bueno, el restaurante era hermoso. Solo ver la puesta
de sol sobre el océano hacía que valiera la pena el viaje.
La cena fue agradable; el ver cómo mi padre adoraba a Vivian,
todavía se hallaba sorprendido por la nueva camaradería entre Juliette
y yo, y no le hizo a Rob ninguna pregunta horrible del tipo “estás
saliendo con mi hija”. Incluso Anastasia no se quejó demasiado.
El único momento embarazoso fue cuando Jennifer se puso
efusiva con Rob porque retiró la silla para mí. Pobre Rob, se volvió rojo
brillante. Tenía la certeza de que me veía igual. Ambas, Juliette y
Anastasia, le susurraron a su madre, con idénticas miradas de alarma.
Afortunadamente, Jennifer entendió la indirecta y trató de no actuar
demasiado maternal desde entonces.
Después de la cena todos se sentían satisfechos, pero papá
insistió en ordenar un par de su reconocido pastel de lava ardiente —
era una fiesta de cumpleaños después de todo. Nadie dijo que no a la
delicia azucarada, felizmente dije que sí. Mientras esperábamos que el
postre llegara, Juliette comenzó a balancearse en su silla. —¿Podemos
entregar los regalos ahora?
—¿Hay regalos? —Mis mejillas se encendieron de nuevo. No
esperaba ningún regalo.
—Bastante buenos —dijo Juliette—. Vas a amarlos. ¿Puedo
entregárselos ahora? Por favor, por favor, ¿por favor?
Era como observar un jardín de niños en la mañana de navidad.
Todos dejamos escapar una carcajada por ella. —Muy bien —le
concedió mi padre y me entregó un gran sobre que había retirado del
bolsillo interior de la chaqueta de su traje—. Este es de la familia. Fue
una sugerencia de Juliette, así que si no te gusta, cúlpala.
Juliette puso los ojos en blanco, pero su sonrisa fue tan grande
que parecía a punto de estallar. —¡Solo ábrelo!
Su emoción era contagiosa, y rasgué el sobre tan rápido como mis
dedos lastimados me lo permitieron. Casi grité de emoción cuando vi lo
que me esperaba. De algún modo, chillé un poco, provocando que varios
encargados del restaurante nos fruncieran el ceño. Sostenía entradas
para el FantasyCon de este año en mis manos. En serio no podía
creerlo.
—¿Estás bromeando? Sé que esto me hace una gran tonta, pero
he querido ir cada año desde que tenía como, ¡doce! Oh, Dios mío, ¡no
puedo creer que finalmente vaya a ir! ¡Gracias! ¡Lo amo!
La convención duraba cinco días, pero el mejor día era el último,
el domingo. Tenía, en mis manos, cinco pases para el domingo.
El día después de mañana, lograría pasar todo el día inmersa en
los mundos de mis películas y libros favoritos. Podría conocer a una
tonelada de mis autores y actores favoritos, compraría secuelas de
libros que todavía no habían salido, escucharía discursos de los
invitados, y adelantos de un par de películas venideras. Incluso existía
un rumor de que iban a pasar diez minutos completos de ¡El príncipe
Druida!
—Esas no son solo entradas para el FantasyCon —dijo Juliette—.
Te conseguimos asientos para el panel de discusión de El Príncipe
Druida. Lo revisé. ¡El escritor de los libros y el director, productor,
escritor, y el elenco de la película van a estar ahí! Tendrán un
encuentro privado para los que asistan al panel, así que vas a conocer a
tu mejor amigo Brian Olivar, ¿puedes creerlo?
Ahora Juliette chillaba lo suficiente para que papá le dijera que se
tranquilizara. Yo misma me encontraba en shock. Tan pronto como mi
cerebro comenzó a funcionar de nuevo, me di cuenta de cuantas
entradas tenía. —¿Me compraste cinco entradas? ¿Saben cuánto debe
costar esto?
Juliette hizo un ademán con desdén. —Como sea. Papá te lo
debía.
Decidí no pensar en eso e hice otra pregunta antes de que las
cosas se pusieran incomodas. —¿Pero por qué tantas?
Juliette dejó escapar una sonrisa retorcida. —Bueno, obviamente
no querías ir sola, y pensé que sería grosero regalarte solo dos entregas
y hacerte escoger entre tus amigos.
—Quieres decir que temías que podría no escogerte —bromeé.
Juliette no lo negó. —¡Hola! ¡Brian Oliver!
Reí de nuevo. —Bien, ¿pero por qué cinco? ¿Tienes una lista
específica de invitados en mente?
—Bueno, obviamente tú, yo, Vivian y Rob, y pensé… —Juliette
dudó, mordisqueándose el labio nerviosamente.
—¿Quién? —pregunté. Honestamente no tenía ni idea de otra
persona a la que pudiera referirse.
—Creí que podrías invitar a Cinder. —Juliette se sonrojó, y
apresuró el resto de su explicación—. Quiero decir, El Príncipe Druida es
complemente algo de ustedes. Creí que sería la excusa perfecta para
que se conocieran finalmente.
Estaba sorprendida. Juliette no solo trataba de hacer posible una
de mis pasiones más grandes —o de la suyas— con su regalo; hacía
mucho más que eso. Trataba de darme a mi mejor amigo. Era una de
las cosas más consideradas que había hecho nunca nadie por mí. Me
sentía tan abrumada por el gesto que no podía hablar.
—¿Qué opinas? —preguntó Juliette nerviosamente.
—Este regalo es maravilloso, Juliette. Muchísimas gracias por
pensar en Cinder. Eso significa mucho para mí. Me encantaría poder
asistir a esto con él, pero se encuentra fuera de la ciudad el fin de
semana en alguna cosa del trabajo. Me llamó para desearme un feliz
cumpleaños y solo pudimos hablar por un par de minutos. Se
encontraba tan ocupado que dijo que no tendría tiempo para hablar
hasta el lunes.
—Que mal. —La cara de Juliette decayó en un puchero durante
solo un segundo antes de curvarse de nuevo en otra sonrisa—. Como
sea. Contactaremos con él cuando la película se estrene. Quiero decir,
no hay forma de que no vayan a verla juntos.
Me dolió el corazón ante la idea, porque sabía que era una causa
sin esperanza. Cinder y yo nunca nos conoceríamos. No conseguiría ir a
ver la película con él, aunque no había nadie en el mundo con quien
prefiriera hacerlo.
Necesitaba cambiar de tema antes de que comenzara a llorar. —
Bueno, como sea, Cinder no puede venir. —Dirigí mi mirada hacia mi
otra hermanastra, que nos ignoraba cuidadosamente a todos jugando
con su teléfono—. ¿Por qué no vienes cono nosotros, Ana?
Todos en la mesa se congelaron. Vivian, Rob y Juliette jadearon
con incredulidad, con los rostros atónitos. Mi papá y Jennifer
estuvieron igual de sorprendidos, pero ambos observaron a Anastasia
conteniendo el aliento y con expresiones esperanzadas en el rostro.
Anastasia se encontraba tan sorprendida como todos los demás. —¿Yo?
Ignoré su hostilidad y me encogí. —Seguro. ¿Por qué no?
La mirada que me envió fue sorprendente, incluso para ella. —No
necesito una invitación por lástima. ¿Qué te hace pensar siquiera que
quiero ir a una repulsiva convención llena de frikis contigo y tus
amigos?
La mirada de decepción en el rostro de mi padre y de Jennifer me
enojó más que el insulto de Anastasia. Quería responderle algo grosero,
pero cuando miré a mi nueva familia en la mesa, ni siquiera tuve el
corazón para empeorar la situación.
—No es una invitación por lástima —dije, forzando toda la
despreocupación que pude en mi voz—. Considéralo más como una
tregua. Una ofrenda de paz.
Los ojos de Anastasia se estrecharon mientras esperaba una
explicación.
—Juliette y Rob también son tus amigos, y sé que te gusta Brian
Oliver. Ven con nosotros y pásalo bien. No voy pedir agradarte y no
quiero que vengas porque siento lástima por ti. Te estoy invitando como
una manera de disculparme. No puedo evitar haberme inmiscuido en tu
vida y no puedo sacarme de ella. Lo que puedo hacer es tratar de
recompensártelo al darte la oportunidad de robarla a Brian Oliver a
Kaylee Summers. Por mucho que me duele decirlo, creo que eres más
bonita que ella; si alguien pudiera robárselo, serías tú.
Papá y Jennifer todavía permanecían estáticos en su lugar,
incapaces de creer lo que sucedía, pero Juliette, Vivian y Rob todos
rieron.
—Definitivamente es lo suficientemente agresiva —concordó
Juliette. Le sonrió a su hermana y dijo—: Eres como una barracuda.
Anastasia resopló, pero pude decir que trataba de no sonreír. —
No importa. Estoy castigada hasta navidad.
—Si te gustaría ir con tus hermanas a la convención, supongo
que podría levantarte el castigo —dijo papá—. Asumiendo que puedas
comportarte.
Ana parecía estar rechinando los dientes tanto como yo ante la
referencia de nosotras como hermanas, pero ninguna lo corrigió. Ana
estrechó los ojos y preguntó—: ¿No castigada solo por ese día?
Mi papá y Jennifer compartieron una mirada. Papá se encogió y
Jennifer asintió en dirección a Ana. —Te levantaré el castigo antes. No
estarás castigada siempre y cuando tu comportamiento permanezca
aceptable.
Tenía el presentimiento de que cosas como estas no ocurrían con
frecuencia en esta familia por la mirada de shock en los ojos de Juliette
y Ana. Ana se recuperó más rápido que Juliette y se encogió en mi
dirección, fingiendo indiferencia. —Bien, como sea. Iré a tu estúpida
cosa.
El servicio llegó con nuestro pastel, y mientras todos se
encontraban distraídos, mi padre se extendió y apretó mi mano. —
Gracias —gesticuló.
—Gracias por mi regalo —dije en respuesta—. Me encanta.
Todos comimos el postre, afortunadamente no hubo ningún canto
involucrado, y después de un par de minutos de un silencio cómodo,
Rob se giró hacia mí. —Así que ¿no te interesa ganarte a Brian Oliver
para ti misma? —Bromeaba, pero había verdadera curiosidad en su
voz—. Él ya es tu fan. Todo lo que tienes que decirle es que es tu blog el
que ha estado citando todo el día.
—¡Oh, no! —Reí—. Eso no va suceder. Ya tengo a un rico y
arrogante mujeriego torturando mi corazón. No necesito otro. Es todo
tuyo, Anastasia, a menos de que Juliette quiera luchar por él.
—Oh, tengo la intención de hacerlo —dijo Juliette, haciéndonos
reír de nuevo.
—Muy bien, muy bien, suficiente —interrumpió Vivian—. Es mi
turno de darte mi regalo.
Vivian colocó una larga bolsa de regalo rebosante de un papel
colorido delante de mí.
—¿Me compraste un regalo? No tenías que hacerlo.
—Oh, por supuesto que sí. Apresúrate y ábrelo antes de que te
diga lo que es.
Cuando retiré el papel de regalo y vi los pliegues de un hermoso
encaje blanco, jadeé. —¿Tus padres me hicieron un vestido?
Empujé mi silla hacia atrás y me puse de pie mientras retiraba el
vestido de la bolsa y lo sostenía contra mi cuerpo. ¡Era hermoso! Era un
vestido que llegaba al suelo hecho de chiffon y encaje blanco. Era el
vestido más elegante que hubiera visto. Más que eso, lo reconocí. —
Espera, ¿este es…?
Vivian asintió. —No soy buena con lo secretos; pregúntale a
cualquiera. Estuve a punto de contarte tantas veces la verdad acerca
del domingo, pero Juliette me habría asesinado. Cuando me dijo lo que
tu papá iba a comprarte, fui directa hacia mis padres para que me
ayudaran con tu vestido. Estuvieron emocionados por ayudar.
—¡Esto es increíble! —Esperaba que mis ojos expresaran toda mi
gratitud, aunque sentía que entraba en pánico. El vestido era precioso,
pero no tenía mangas ni espalda. Mostraría tantas cicatrices. Sabía que
me sentiría hermosa cuando me probara ese vestido en casa, pero no
creía que pudiera mostrar mis cicatrices en la convención sin importar
lo mucho que quisiera vestirme como mi personaje favorito.
—Mira en la bolsa —dijo Vivian, leyendo mi mente.
Jadeé cuando saqué un hermoso manto blanco que combinaba
con el vestido, y un par de largos guante de satén blanco. —Sé que los
guantes no son una parte oficial del vestido de Ellamara —dijo Vivan—,
pero combinan, y cubrirán las cicatrices perfectamente. ¡Y listo!
Repentinamente, una de las encargadas se detuvo detrás de mí,
apesar de que nunca noté a nadie llamarla. La chica sostenía un
hermoso bastón. Tenía cerca de dos metros de alto, hecho de madera, y
estaba tallado para parecer ramas de árbol entrelazadas. En la cima,
una gran esfera azul pálida semejante a un cristal se hallaba atrapada
entre las ramas. Una réplica exacta del bastón mágico de Ellamara.
Acepté el regalo de manos de la encargada con cuidado, quien me deseó
un feliz cumpleaños y regresó a su puesto. —Es hermoso.
Vivian apuntó en dirección al fondo de bastón. —También es
funcional.
Tenía una base de goma gruesa en la parte inferior, como las que
encuentras en las muletas… o mi bastón. Jadeé de nuevo y probé mi
peso contra él. Funcionaría perfectamente.
—Por mucho que me guste el bastón Candy —dijo Vivian, que
llamaba a mi bastón Candy desde que fue renovado y le dije que me
recordaba al juego de mesa Candy Land—, este va mucho mejor con tu
atuendo.
Di unos pasos para probarlo y luego me gire para hacer frente a
una mesa llena de caras sonrientes. —¡Esto es increíble, Vivian!
¡Gracias! ¡Gracias a tus papás, también!
—El domingo no sólo serás Ellamara Rodríguez; podrás ser
Ellamara, la hermosa y misteriosa sacerdotisa mística.
—Hay un concurso de disfraces —añadió Juliette—, y nosotras
ganaremos.
—¿Nosotras?
—Sí. Vivian también me ayudó con mi traje. Iré como la Princesa
Ratana.
—Y yo iré como la malvada Reina Nesona —dijo Vivian—. Mi
vestido rockea. ¡Luciremos fabulosas!
Chillé de nuevo. Esto sería tan impresionante. Era como un
sueño hecho realidad para una geek de la fantasía como yo.
—Les diré a mis padres acerca de Ana cuando llegue a casa esta
noche. Ellos no tendrán problemas para terminar otro traje de Princesa
Ratana para el domingo.
Solté un bufido. —Sí, no debería ser demasiado difícil. En
realidad ese traje no lleva demasiada tela.
Juliette me sacó la lengua. —Creo que es caliente. —Ella ya había
oído antes mi discurso sobre la escasez de ropa de la chica—. Las
Princesas gemelas Ratanas sin duda atraerán la atención de los jueces.
Por no hablar de Brian Oliver.
Rob rio. —¿Tengo que pasar todo el día solo con cuatro chicas
increíblemente calientes vestidas como princesas medievales? Dulce.
Vivian miró a Rob con un brillo travieso en sus ojos que lo hizo
erguirse en su silla. —¿Qué?
Ella le dedicó una sonrisa dulce que parecía demasiado inocente.
—Tener el honor de escoltarnos a la convención tiene un precio.
Rob frunció el ceño. —¿Qué precio?
—No es nada malo —dijo Juliette—. Sólo deberás llevar una
túnica.
—¿Una qué?
—Y medias. —Ella rio.
Rob procesó esto y su rostro palideció. —¡Oh, no! ¡De ninguna
manera!
Todos reímos, incluso Anastasia.
—Sí, lo harás —dijo Vivian—. No pensarías que la Sacerdotisa
Mística, las Hermosas Damas Ratanas, y la Más Querida Mamá
Malvada aparecerían sin su campeón, el príncipe druida, ¿verdad,
querido Cinder?
—Um, sí, lo hacía.
En cierto modo me sentí mal por él, pero no lo suficiente como
para dejar que no llevara un traje. —Si te ayuda, puedes tener una
espada —ofrecí.
—No puedes tener un traje listo para mí —argumentó—. ¿Cómo
sabrías cuáles son mis medidas para hacerlo?
Vivian rio. —Mi papá tiene un don para conocer las medidas de
las personas. Lo conociste la noche que viniste a ver películas. Por no
hablar de que hay muchas imágenes tuyas en Facebook.
Ante la expresión confundida de Rob, Vivian sonrió. —Nunca
llevas camiseta en las prácticas después de la escuela, lo que ha
demostrado ser demasiado tentador para las chicas en la escuela.
Guau. Realmente tenía que hacerme amiga de algunas de las
chicas de nuestra escuela. O tal vez empezar a ver algunas de las
prácticas de fútbol.
Vivian ronroneó con aprecio, por lo que Rob se ruborizó con tanta
fuerza que estaba segura de que su rostro nunca volvería a ser de un
tono normal de nuevo.
—Lo siento —susurré, ofreciéndole mi mano por debajo de la
mesa en señal de apoyo. Él la tomó como si pudiera hacerlo invisible, y
me lanzó una sonrisa de agradecimiento.
—Sólo piensa en el traje como un uniforme, y todo irá bien —
bromeó Juliette.
—El traje te quedará bien —prometió Vivian—, pero debes venir a
mi casa temprano la mañana del domingo, sólo en caso de que
necesitemos hacer alguna rápida modificación. En realidad, todos
tienen que venir temprano porque mis papás les pidieron a sus amigos
del espectáculo que vinieran para arreglar nuestro cabello y maquillaje.
—¡De ninguna manera! —gritamos al unísono Juliette, Anastasia
y yo.
Mi padre y Jennifer estallaron en carcajadas. —No hay nada como
un cambio de imagen para conseguir emocionar a una chica, ¿eh? —
bromeó papá, enviándole una sonrisa simpática a Rob.
Rob suspiró y me apretó la mano de nuevo. —Bien. Dado que es
el cumpleaños de Ella, seré su príncipe azul por el día.
—Mi príncipe Cinder. —Me incliné y besé la mejilla de Rob—. Eres
el mejor.
Me mostró una sonrisa que intentaba aparentar arrepentimiento
con una mirada que decía que ahora tenía una deuda con él, entonces
me giré hacia Vivian. —Trazaré la línea del maquillaje.
Traducido por Dunadae & Jane
Corregido por ElyCasdel

La FantasyCon era todo lo que soñé que sería, y mis amigos y yo


lucíamos geniales. Los padres de Vivian eran tan buenos que no parecía
que hubiéramos salido del set de rodaje, parecía que encontramos una
forma de trascender entre mundos y salir directo del mismo Realm.
Ninguno de mis amigos era fan real de la fantasía como yo. No se
encontraban familiarizados con las referencias, los autores, los artistas
conceptuales que conocimos, como yo, y no estuvieron a punto de
desmayarse cuando conocieron a Richard y Kahlan, de The Legend of
Sleeker como casi hice yo, pero no importaba. Destacaron por encima
de todas las demás personas disfrazadas y disfrutaron riéndose de mi
rareza. Eso iba bien. Todavía era uno de los días más increíbles de mi
vida.
El panel de discusión de El Príncipe Druida fue toda una
experiencia en sí mismo. Me entusiasmó tanto por la película, que creí
que no sería capaz de esperar a que se estrenara en Navidad. Después
de que terminara, la gente con los boletos para el encuentro hicieron
fila para conseguir los autógrafos de los miembros del panel.
Vivian, Juliette y Anastasia apenas respiraron desde que
entramos en la habitación y vieron a Brian Oliver sentado a escasos
metros de nosotros, y el pobre Rob se redujo a un desastre babeante al
ver a Kaylee Summers. Sin embargo, mis “estrellados” amigos tuvieron
paciencia y esperaron a que primero conociera al autor de El Príncipe
Druida, L.P. Morgan.
Se hallaba emparejado en la mesa con el guionista de la película,
el ganador de un Oscar, Jason Cohen, y casi muero cuando me vi
envuelta en una discusión con ellos y otros fans acérrimos de Las
Crónicas de Cinder sobre el proceso de adaptación y cómo se
manejarían las secuelas. Conseguí hacerme una foto con ambos e
incluso me dejaron grabar nuestra discusión con mi teléfono para mi
blog. ¡Era seriamente un sueño hecho realidad! Me hallaba en el
séptimo cielo cuando finalmente fui separada de ellos y guiada para
conocer a Brian Oliver y Kaylee Summers.
—No puedo creer que te pongas toda fan con esos viejos vulgares
cuando Brian Oliver está justo allí —dijo Anastasia mientras
esperábamos en fila nuestro turno para conocer a los invitados de
honor.
Ni siquiera su actitud podía acabar con mi estado de ánimo hoy.
—Brian Oliver es guapo, pero L.P. Morgan es mi héroe. El hombre es un
genio. —Abracé la tapa dura del libro que traje conmigo para que me
firmara. Deseé que pudiera haber sido la copia de cuando mi madre era
una niña, pero aun así atesoraría el nuevo libro. Lo apreté de nuevo,
lanzando un suspiro soñador—. No puedo creer que finalmente lo
conocí.
Anastasia negó con la cabeza. —Eres tan rara.
Vivian lanzó un brazo sobre mi hombro. —Sí, pero la queremos
de todos modos.
—Así que, Ella, ¿vas a darle las gracias a Brian Oliver por tu
regalo de cumpleaños? —preguntó Juliette.
—No. —Cuando todo el mundo me miró como si estuviera loca,
repetí—: No. No quiero que sepa quién soy.
—¿Por qué no?
Porque probablemente conoce a Cinder, y luego le dirá que me
conoció. —Simplemente no quiero, ¿vale? Por favor, no digan nada.
—Probablemente conoce a Cinder —dijo Vivian, dándole voz a mis
mismos pensamientos, excepto que lo hizo sonar como si fuera algo
bueno—. Podrías conseguir que te dijera el nombre de Cinder, y
después podríamos encontrarlo en Facebook y ver si es tan caliente
como suena.
—No necesito confirmación de eso. Cinder no quiere conocerme.
Nunca. No quiero saber guapo que es.
Vivan y Juliette me fruncieron el ceño, pero Rob vino en mi
rescate—: Chicas, déjenla en paz. Cinder es un idiota, de todos modos,
por no querer conocerla. Deberíamos ayudarla a superarlo, no
animarla.
Anastasia se mofó, pero no estaba segura de si se hallaba
enfadada por lo que él dijo u ofendida por que hubiera deslizado su
brazo alrededor de mi cintura. Ella continuó mirándome hasta que
alcanzamos el principio de la fila y estuvimos cara a cara con Brian
Oliver.
Brian Oliver era caliente en televisión. En persona era
simplemente fascinante. Esos ojos que de alguna manera ardían
mientras brillaban… y esa sonrisa…
—¡Ustedes cinco están increíbles! —dijo Brian, rompiendo el
silencio por nosotros cuando su presencia física nos dejó sin palabras—
. Por mucho, los mejores disfraces que he visto este año. Espero que
participen en el concurso. —Sus ojos se movieron hacia Anastasia y
Juliette, e inmediatamente recorrieron la longitud de sus cuerpos—.
Gemelas —ronroneó cuando terminó de comérselas con los ojos—.
Ustedes, doncellas, son las más hermosas Ratanas que he visto desde
que empezó esta convención.
No pude evitar el resoplido que se me escapó. Si realmente era
amigo de Cinder, no había duda del porqué. Eran como dos gotas de
agua.
Me sonrojé cuando Brian me miró con curiosidad, pero yo me
encontraba más preocupada por la mirada herida en la cara de Juliette
y la mirada de Ana. Rápidamente me tragué mi risa. —Lo siento.
Juliette me lanzó una mirada de “qué demonios” y me encogí.
Tuve un día de bastante progreso con Anastasia hasta ahora, pero
insultarla enfrente de Brian Oliver no iba a congraciarme con ella. —Lo
siento —dije otra vez, más arrepentida—. Por supuesto que tiene razón.
Saben que son preciosas. Solamente me reía de la frase cursi.
—¿Frase cursi? —preguntó Brian. Su voz sugería que se sentía
ofendido, pero sus labios temblorosos y ojos risueños contaban una
historia diferente.
No tenía intención de insultarlo, pero era demasiado tarde para
retirarlo, así que tuve que defenderme. —Sí. Fue cursi. Y estoy segura
de que probablemente le dijiste esa misma cosa a cada chica que has
conocido esta semana. Me parece asombroso que aún puedas decirla
con cara seria.
Brian parpadeó sorprendido. A su lado, Kaylee Summers se rio. —
¿Qué crees, bebé? —Condescendencia rebosaba en su tono espeso como
la melaza—. Otra persona que no está impresionada con tus mentiras.
Tuve miedo de haberlo ofendido realmente esta vez, pero sonrió
como si le hubiera presentado un delicioso desafío. —No iría vestida
como Ellamara si fuera fácilmente susceptible al encanto —le dijo a
Kaylee, sin apartar sus cálidos ojos marrones de mí—. Sin embargo,
quise decir el cumplido. Tus amigas realmente son dos de las más
hermosas Princesas Ratanas que he visto este fin de semana. —Lanzó
un guiño rápido a Ana y Juliette, haciendo que las dos se sonrojaran—.
Así como tú eres la Ellamara más hermosa que he conocido hasta
ahora.
Resoplé de nuevo. —Probablemente soy la única Ellamara que has
conocido.
La sonrisa de Brian se amplió a una de infarto. —Aun así eres
encantadora. Esos ojos… —Se detuvo un momento, mirándome
fijamente a los ojos, y frunció el ceño—. ¿Nos conocemos?
—¡Ja! No. No nos conocemos.
—¿Estás segura? Me pareces familiar. Juraría que he visto esos
ojos antes.
Tragué saliva. Era posible que hubiera visto una foto mía en el
blog. No había subido una desde la última vez que fui a un viaje
literario con mi madre. Eso fue meses antes de mi accidente. Era muy
diferente ahora, mayor y sin frenos, pero los ojos azules, la piel castaña
y el pelo oscuro eran inconfundibles.
Me forcé a sonreír. —Estoy bastante segura de que recordaría
haber conocido a una famosa estrella de cine. —Todavía parecía
escéptico, así que añadí—: Especialmente uno que usa frases cursis
para ligar.
Finalmente, Brian se rio. Apuntó la punta brillante de un Sharpie
sobre una foto brillante, listo para firmarme un autógrafo. —Bien. Me
rindo. ¿Cómo te llamas, hermosa?
Mis mejillas ardían apesar de mis mejores esfuerzos. Apunté a su
foto y negué. —Está bien. No necesito una de esas. Solo quería traerte
esto.
Le pasé una copia de El Príncipe Druida. A diferencia de la bonita
versión de tapa dura que hice que L.P. Morgan firmara, esa era una de
las versiones baratas vendidas en masa que reemplazaron la portada
original por una con el casting de la película. Brian aceptó felizmente el
libro y luego me miró. —¿Y a quien se lo dedico?
Evité poner los ojos en blanco. —No quiero que me lo firmes.
Quiero que lo leas.
Brian entrecerró los ojos. —¿Dilo otra vez?
Suspiré. —Estás representando uno de los personajes más
queridos de todos los tiempos. No me importa cuántos Oscar tenga
Jason Cohen por sus guiones, no hay forma de que el guion pueda
hacerle justicia al libro. Sé que es muy tarde para ayudarte con la
primera película, pero hay otras cuatro todavía. Realmente, realmente
quiero que entiendas quién es Cinder, así que, te lo ruego. Por favor.
Lee los libros. Lo juro, valen la pena.
Todo extraño al alcance del oído se quedó boquiabierto
mirándome como si fuera una rara total, excepto los otros fans
acérrimos, quienes aplaudieron y vitorearon. Juliette y Anastasia lucían
idénticas expresiones horrorizadas. Incluso Rob y Vivian parecían
desconcertados.
La expresión de Brian Oliver era difícil de describir. Parecía estar
teniendo el mejor momento de su vida. Su sonrisa se hizo, de alguna
forma, imposiblemente más amplia, pero también parecía
desconcertado, mirándome con algo parecido a la sospecha en los ojos.
—¿Crees que no he leído los libros?
Eso es exactamente lo que pensaba. —¿Quieres decir que lo
hiciste?
Se rio. —¿Por qué crees que pedí el papel? Estoy de acuerdo de
todo corazón con que Cinder es uno de los más queridos personajes de
todos los tiempos. No podía dejar que nadie más lo representara. No
puedo esperar a grabar Reino de Gloria. Ese fue mi libro favorito de la
saga.
Cerré la boca, sin saber cuándo se abrió, y mis labios
rápidamente se curvaron en una enorme sonrisa. —Reino de Gloria fue
bueno —concordé—. Pero El Príncipe Druida sigue siendo mi favorito.
Me quedo con las buenas historias originales. La de Cinder es tan
trágica y conmovedora, y aun así trae un sentimiento de esperanza a un
reino desesperado. Sin mencionar la maestría con la que está hecho el
misterio sobre quién es.
—Sin duda —concordó Brian—. El Príncipe Druida es mi segundo
favorito. Pero me encanta cuando Cinder finalmente consigue volver a
casa, no como un inútil granjero, sino como un guerrero druida patea
culos. El chico lanza los golpes bajos como un maestro. La acción en
Reino de Gloria es épica.
Ahora puse los ojos en blanco. —Escenas de batalla. Eres tan
chico. Apuesto a que también adoras lo que los productores de la
película hicieron con el traje de la Princesa Ratana.
Algo cambió entonces en Brian. El fuego llenó sus ojos, una
pasión verdaderamente ardiente que no sabía muy bien cómo explicar.
Su sospecha se fundió en una sonrisa de complicidad y movió su
mirada hacia Ana y Juliette antes de dedicarme una sonrisa libertina.
—Definitivamente no me quejé.
Cuando gruñí, Brian se sentó y cruzó los brazos sobre su pecho,
evaluándome con diversión. —Dime algo. ¿Por qué te vistes como
Ellamara? ¿Fue porque está cubierta de pies a cabeza? ¿Eres una
especie de mojigata?
Me burlé, y Juliette se palmeó la frente con la mano. —¡Oh,
genial! Bien hecho. Va a quejarse de esto durante semanas.
Mientras Brian consideraba las palabras de Juliette, apreté mi
bastón y resistí el impulso de golpearlo en la cabeza con este. —No soy
una mojigata. Solo no aprecio que Hollywood sacrifique la integridad de
algo solo para conseguir que chicos pervertidos como tú compren
entradas. En los libros, la Princesa Ratana era una guerrera, pero
todavía una princesa. Tu padre convirtió su personaje en una inútil
muñeca cachonda. ¡Es tan degradante para las mujeres! Podemos ser
hermosas con la ropa puesta, ya sabes.
—Como lo veo —bromeó Brian, observándome descaradamente.
Juro que sentí sus ojos recorrerme entera, como una caricia.
Luché por esconder un escalofrío.
—Entonces, ¿por qué Ellamara? —preguntó de nuevo.
—Porque es el mejor personaje en los libros.
Juliette reconoció que venía una de mis diatribas y trató de
hacerme a un lado antes de que empezara. —Está bien, Ella, todavía
hay otras personas esperando. No queremos ocupar todo el tiempo de
Brian.
—Tiene razón, Brian —dijo Kaylee, sin intentar ocultar su
molestia—. Solo dale un autógrafo y despídete.
Brian ignoró a su novia. —¿Crees que Ellamara es el mejor
personaje en los libros? ¿Qué pasa con Cinder? Es el héroe. Salva a
todo el reino.
La pregunta era claramente una burla. Me irritaba a propósito.
Por más que traté de no dejar que me molestara, no pude resistirme a
discutir. —Claro que sí, porque tenía a Ellamara para guiarlo. Sin ella,
no habría sido nada.
—¿Nada? —se burló Brian—. Tenía su magia. Todavía sería el
mejor.
—Sí, pero se regodearía de su poder y se convertiría en otro
estirado y auto-considerado príncipe idiota, borracho de su propio
poder. —No muy diferente al tipo sentado frente a mí.
Por la expresión de su rostro, Brian sabía lo que pensaba. —Como
era —continué antes de que pudiera enfrentarme—, todavía eligió
casarse con la chica sexy cuando estaba verdaderamente enamorado de
Ellamara.
—Pero Ellamara se convirtió en sacerdotisa. Tomó un voto de
celibato.
Gemí. Tuve esta misma discusión con Cinder como un millón de
veces. De hecho, fue la primera que tuvimos. La primera vez que dejó
un comentario en mi blog, fue para defender la decisión de Cinder de
casarse con Ratana, incluso cuando era a Ellamara a quien realmente
amaba.
—Se convirtió en sacerdotisa porque Cinder la rechazó. ¡Rompió
su corazón!
—¡No tenía otra opción! —gritó Brian, volviéndose tan apasionado
por nuestra discusión como yo, claramente un verdadero fan—. Pudo
amar a Ellamara, pero era una plebeya. Ratana era Princesa de las
Llanuras. Su unión creó la paz entre los dos reinos. Cinder hizo lo
noble, poniendo sus propios sentimientos a un lado por el bien del
reino.
—¿Noble? —Volví a gruñir—. Lo que hizo no fue noble en
absoluto. Fue un acto de cobardía. Hizo lo que se esperaba de él porque
era más fácil. Un hombre de verdad habría luchado para estar con la
mujer que amaba, condenando la clase social.
Brian se echó hacia atrás en su silla, aturdido por lo que dije,
pero no lo retiraría. Sin embargo, su aturdimiento desapareció
rápidamente, y esa sonrisa satisfecha volvió a su rostro. No entendí la
broma, pero fuera lo que fuera, Brian Oliver claramente la disfrutaba.
Arqueó una ceja hacia mí y cruzó los brazos sobre su pecho con rigidez.
—Creo que dijiste que Cinder era uno de los más grandes personajes de
todos los tiempos.
Correspondí a su terquedad. —Todo gran personaje comete
errores. Cinder fue sabio al final y capaz de gobernar a su pueblo solo
porque Ellamara le enseñó a pensar más allá de sí mismo. Era un gran
personaje, pero…
—Lo sé, lo sé —interrumpió Brian con un suspiro exagerado—.
Ellamara era el verdadero héroe.
Me quedé helada. Mientras miraba a los ojos de Brian, me
devolvió la mirada con una sonrisa de complicidad, esperando a que yo
lo entendiera. Entendido. El mensaje se escuchó fuerte y claro, y mi
corazón dejó de latir. ¡No había manera! ¡No era posible!
—¿Qué te hizo pensar eso? —Fui apenas capaz de hablar lo
suficientemente fuerte para ser escuchada.
El rostro de Brian se suavizó y se encogió de hombros. —Era lo
que ibas a decir.
—Sí, pero ¿cómo lo sabías? ¿Por qué dijiste esas palabras en
particular?
Los dos sabíamos que ya conocía la respuesta. Brian se inclinó
hacia adelante en su silla, mirándome con una nueva intensidad. Su
sonrisa se volvió positivamente mala y susurró—: Di auto para mí.
A mi lado, alguien se quedó sin aliento. Pensé que tal vez era
Juliette, pero no podía estar segura. Todavía me hallaba demasiado
aturdida para pensar con claridad.
¡Cinder! ¡Hablaba con Cinder! Cinder no conocía a Brian Oliver.
¡Cinder era Brian Oliver!
Sentí como si un rayo me hubiera golpeado. La conmoción fue tan
grande que me tiró hacia atrás unos pasos. Me tropecé con Rob, que me
agarró cuando mis rodillas trataron de ceder. Me abrazó por la cintura
para estabilizarme, lo cual fue bueno porque no estaba segura de poder
hacerlo sola.
Entonces, me quedé mirando, incrédula, como el famoso galán de
Hollywood, Brian Oliver, observaba celosamente los brazos de Rob
deslizarse alrededor de mi cintura. El toque de malicia en su expresión
era tan sutil que dudaba que alguien aparte de mí se diera cuenta.
Bueno, tal vez Rob, porque su control sobre mí se tensó un poco, y
prácticamente gruñó mientras decía—: ¿Estás bien, Ella?
—Estoy bien. —Las cosas estaban tan, tan mal. ¡Brian era Cinder!
¡Hablaba con Cinder! ¡Estaba mirando a Cinder!
Los ojos de Cinder volvieron a los míos. —¿Ella?
Para cualquier otra persona, estoy segura de que sonaba como si
estuviera simplemente preguntando para poder firmar un autógrafo,
pero oí su sorpresa. Nunca nos preguntamos cuáles eran nuestros
verdaderos nombres. Probablemente asumió que Ella era solo un
nombre falso, como Cinder.
Asentí, aturdida. —Ellamara —susurré. Mi boca se había
secado—. Mi mamá realmente amaba los libros, también.
Toda la cara de Brian brilló de alegría al saber mi nombre real.
—¡Brian! —siseó una voz chillona en un susurro enojado—.
Cariño, estás empezando a causar una escena. Deja de coquetear con
ella y firma un maldito autógrafo ya.
Rompí mi mirada con Brian para encontrar a Kaylee Summers
dándome una mirada tan desagradable que podría haber hecho llorar a
Anastasia. Tantas cosas encajaron. Cinder se quejaba tantas veces
acerca de su vida siendo una locura, complicada, y fuera de su control,
porque era una famosa estrella de cine. Y la chica con la que era
presionado a salir: la arpía, era su co-estrella, Kaylee Summers. Su
prometida.
La comprensión me sorprendió de nuevo. —Felicitaciones por tu
compromiso —le murmuré a ella, conteniendo la bilis—. Estoy segura
de que serás una hermosa novia.
No me di cuenta de que temblaba hasta que Rob me aplastó
contra su pecho. —¿Estás bien?
Enterré mi cara en su hombro y sacudí la cabeza. Definitivamente
no me encontraba bien. Mi corazón se rompía. Se había roto antes,
cuando mi papá se fue, y de nuevo cuando me enteré de que mi madre
murió. Incluso se rompió una tercera vez cuando Cinder se negó a
conocerme. Pero nunca se había roto de esta manera. —Tengo que salir
de aquí.
Rob no hizo preguntas.
Cuando nos dimos la vuelta para irnos, Cinder me llamó en
estado de pánico. Miré hacia atrás y deseé no haberlo hecho. Sus ojos
se clavaron en mí, pidiendo comprensión. Su dolor y frustración se
exhibían tan claramente que los sentí hasta mi alma. O tal vez esa era
mi propia agonía.
Después de un momento notable de los dos mirándonos, Cinder
apartó los ojos de mí para garabatear su nombre en una foto. Cuando
me la dio, no la soltó de inmediato. Bajó los ojos a la imagen que los dos
sosteníamos, como si quisiera que la mirara. Mis ojos cayeron y casi
jadeé de nuevo. En lugar de un autógrafo, escribió:
Puedo explicarlo.
Nos vemos en Dragon’s Roost. Seis PM
—Cinder
—Fue realmente un placer conocerte, Ella.
Salté ante el sonido de su voz. Cuando levanté la mirada de
nuevo, pronunció las palabras por favor, y dejó ir la foto.
—Gracias —murmuré, y luego dejé que Rob me quitara del
camino para que todo el mundo pudiera tener la oportunidad de
conseguir autógrafos de Brian y Kaylee.
De alguna manera, sentí como si me hubiera atropellado un tren.
Traducido por Nats & CrisCras
Corregido por Miry GPE

Ellamara era la mujer más increíble que había conocido jamás.


Era ingeniosa, alegre y no se sentía intimidada en lo más mínimo por
mi fama. ¡Y era tan hermosa! La noté incluso antes de que la
conferencia comenzara. Aparte del hecho de que ella y sus amigos
realmente destacaban entre la multitud con sus impresionantes
disfraces, vi millones de Ratanas y Cinders durante los últimos cinco
días —e incluso un par de Reinas Nesonas— pero Ella era la primera
persona que veía vestida como la infame sacerdotisa druida.
Me intrigó de inmediato, y mantuve un ojo en ella durante toda la
conferencia. Me di cuenta que era una gran fanática y estaba
impaciente por que se acercara a hablarme después de la conferencia,
cuando se dirigió directamente a L.P. Morgan primero y se quedó allí
durante unos veinte minutos, teniendo la que claramente era la
discusión de su vida con él y Jason Cohen. Me mataba no ser parte de
esa conversación.
Una vez que finalmente estuvo de pie frente a mí, vi por primera
vez lo verdaderamente sorprendente que era. Las otras chicas a su lado
eran bonitas, pero Ella era tan diferente, con su suave piel morena y
esos enormes y brillantes ojos bajo la capucha de la capa que te hacían
estallar.
No sé por qué nunca consideré la posibilidad de que mi Ellamara
viniera a FantasyCon ahora que ella vivía en Los Ángeles, o que esta
misteriosa y exótica belleza pudiera ser ella, pero no me tomó mucho
tiempo averiguarlo. La idea cruzó mi mente cuando las primeras
palabras que salieron de su boca fueron un insulto. Era tan de Ella no
sentirse impresionada con mi inofensivo coqueteo. Entonces dejó caer
ese maldito libro en mi regazo e insistió en que lo leyera. ¡Sólo Ella! Y,
por supuesto, su comentario sobre el disfraz de Ratana lo confirmó.
Era brillante, increíble, todo lo que siempre soñé que sería… y se
encontraba en los brazos de otro chico. Ahora entendía por qué Kaylee
estaba tan malhumorada conmigo todo el tiempo. Cuando ese bastardo
jugador de fútbol escuálido puso sus manos sobre Ella, quise saltar
sobre la mesa y estrangularlo. Aquí me hallaba, finalmente en la
situación que soñé durante años, y todo en lo que podía pensar era en
la forma en que ese chico abrazaba a Ella como si le perteneciera. ¡Y
ella lo dejaba! Cuando Ella finalmente salió de su asombro y
comprendió que yo era su Cinder y que estaba “comprometido” con
Kaylee, se lanzó a los brazos de ese afortunado imbécil y le pidió que
fuera su caballero de brillante armadura. El idiota incluso iba
disfrazado de Cinder.
¡Se suponía que yo debía ser su Cinder! ¡Se suponía que Ella era
mía!
Le pedí que nos encontráramos, pero vi la mirada en su rostro —
el horror en sus ojos— y no estuve seguro de que se presentara. Si no lo
hacía seguiría su rastro, incluso si tenía que romper cada maldita
puerta de cada maldita casa de Los Ángeles.
Kaylee estaba sobre mí al segundo de encontrarnos de regreso en
nuestra suite después de que el encuentro con los fans terminara. —
Brian —Comenzó con esa enfermiza dulce voz que rallaba mis nervios
hasta dejarlos en carne viva—, déjame explicarte algo sobre el hecho de
estar en una relación. Cuando supuestamente estás enamorado de
alguien, ¡no flirteas con cada maldito par de ojos que se te antojen! ¿Qué
demonios fue eso de ahí?
Quitándome la camisa, me dirigí al cuarto de baño para examinar
mi rostro en el espejo. ¿Afeitarme de nuevo o no? Sabía que Ella
encontraba sexy una sombra de barba. Lo dijo tantas veces durante su
fase de Prison Break. Pero si terminábamos acercándonos —y estaba
muy esperanzado de que eso sucediera—, suave sería probablemente lo
mejor.
—Eso ahí fuera fue el final de esta farsa publicitaria —dije
después de que Kaylee me siguiera al baño, esperando una explicación.
Encontré brevemente los ojos de Kaylee en el espejo, luego cogí la
cuchilla y empecé a trabajar en hacer de mi cara algo besable. —
Terminé, Kaylee. —Mi mente se aclaró en el momento que reconocí a
Ella, y una vez que supe que este juego terminó, me llené de
serenidad—. Podemos terminarlo como te apetezca. Puedes decirle a la
gente que fuiste tú, o que te dejé e interpretar el papel de víctima; no
me importa. Lo que quieras, pero se acabó. No lo haré más.
—¿Perdona?
Lavé la cuchilla en el lavabo, y mientras la llevaba de regreso a mi
cara me pregunté si tener objetos filosos alrededor, mientras teníamos
esta conversación, era la mejor idea. —No era una mujer cualquiera; era
Ella.
Kaylee no dijo nada por un momento, pero sus ojos se
estrecharon y sus labios se fruncieron con fuerza. Rememorando el
encuentro con los fans y viendo mi interacción con Ella con una nueva
luz.
—¿Esa era Ella? No puedes decirlo en serio. —Soltó una
carcajada seca y sin humor—. ¿La pequeña perra sarcástica de la que
te has quejado todo este tiempo?
Dejé la cuchilla y me giré hacia Kaylee, apoyándola contra la
pared detrás de nosotros. —No hables así de ella. Terminé contigo
Kaylee, y voy tras ella. Puedes hacer esto fácil o complicado, pero si
intentas cualquier mierda, confesaré que toda la relación fue una farsa
desde el principio. Les diré a todos cómo la princesita malcriada hizo
una rabieta al estilo Lindsay Lohan y me chantajeó para conseguir un
compromiso falso. Cómo me amenazaste con arruinar mi carrera,
despedir a mi padre y sabotear la película, todo porque estás loca y
obsesionada conmigo.
—¿Obsesionada contigo? —Se burló Kaylee—. No eres digno de tal
drama. Hay cientos de chicos ahí fuera, más guapos y ricos que tú, que
agradecerían la oportunidad de estar conmigo.
—Bien. Ve a torturar a alguno de ellos.
Ignorando la mirada de Kaylee, terminé de afeitarme la cara, me
rocié un poco de colonia que esperaba que Ella encontrara irresistible, y
fui a buscar algo limpio que ponerme.
—Nadie te creerá, sabes —argumentó Kaylee, siguiéndome hacia
el dormitorio—. No con tu reputación de mujeriego.
Vaya broma. —Confía en mí, Kay, todo el mundo en la ciudad ya
sabe que eres una perra insensible. Diva mentalmente inestable no
estaría demasiado lejos de la realidad.
Rebusqué entre mis cosas y encontré un suéter gris oscuro de
cuello en V, el cual siempre parecía gustarle a las mujeres. Con suerte a
Ella también.
—¿Qué pasa con la película de Zachary Goldberg? Los contratos
siguen en negociaciones. No se ha firmado nada todavía. Aún puedo
hacer que mi padre se eche atrás.
—Sobreestimas tu importancia, nena —dije mientras me ponía el
suéter—. Tal vez hayas persuadido a tu padre de escuchar la propuesta,
pero también estuve en esa reunión. Le encantó el guion, ya tiene
establecidos al director más prestigioso y al actor más caliente y
prometedor. El proyecto es oro.
Me alisé mi ropa y me miré al espejo una última vez. Satisfecho
con lo que vi, deslicé la billetera y el móvil en el bolsillo. Ya eran las
seis, así que llamé al restaurante para decirles que llegaría un poco
tarde y que no dejaran que Ella se fuera a ninguna parte.
—Todavía puedo arruinar tu carrera —dijo Kaylee
sombríamente—. Puedo arrastrar tu reputación por el barro. Tener a los
paparazzi tan metidos en tu culo que necesitarás una cirugía para
librarte de ellos.
Su ira se incrementaba cuanto más desesperada se volvía, pero
ya no tenía ningún efecto en mí. Me encontraba más allá de la
preocupación. —Haz lo peor que se te ocurra. Cualquiera que sea el
daño que hagas, no será permanente.
—Perderás tu Oscar.
Hace un par de meses eso podría haberme molestado, ¿pero de
qué serviría una maldita estatua si eso significaba perder a Ella? Me
encogí de hombros. —Quizás. Pero incluso si arruinas mis posibilidades
este año, tengo tiempo para demostrarle a la gente que voy en serio.
Tengo cuatro películas más de Las Crónicas de Cinder y un proyecto en
ciernes con Zachary Goldberg que bien podría llamarse Brian Oliver es
el Hombre. Sólo necesitaba que me hicieras quedar bien al principio
porque era un idiota inmaduro, pero ya no soy así. Ahora tengo a Ella, y
no sólo me hará parecer más serio. Con ella, es real.
Kaylee se quedó allí, viéndose completamente atónita, como si
finalmente se diera cuenta que perdió esta discusión. En un último y
desesperado intento por conseguir lo que quería, cruzó la habitación y
colocó sus manos delicadamente en mi pecho. —Brian… —Me miró con
ojos llenos de lujuria mientras deslizaba los brazos sobre mis hombros
y apretaba su cuerpo contra mí—. Cariño, por favor, no te vayas.
Cuando Kaylee rozó mi recién afeitada mandíbula con sus labios,
me pregunté cómo es que alguna vez pude encontrarla tentadora.
Aparté sus brazos de mis hombros y me desenredé de su agarre. —Lo
siento, Kay. Sólo hay una mujer para mí ahora, y no eres tú. Ni siquiera
te le acercas.
Por primera vez desde que la conocí, las verdaderas emociones de
Kaylee se abrieron paso hasta la superficie, y fue incapaz de ocultar el
dolor que mi rechazo le causó. Me sentí mal durante exactamente dos
segundos. Luego, un golpe en la puerta hizo que mi estómago explotara
con mariposas. —Ese debe ser Scotty.
—¡Brian, no puedes hacer esto!
Ignorando a Kaylee, abrí la puerta, de repente en el mayor apuro
de mi vida. Scott se encontraba ahí de pie, con una sonrisa emocionada
en su rostro, sosteniendo el libro que le pedí que consiguiera y una gran
capa verde. —Tengo las cosas que me pediste.
—¡Mi héroe!
—Buena suerte, hombre.
—¡Brian! —gritó Kaylee de nuevo.
—Lo siento, Kay, tengo que irme. —Envolví la capa sobre mis
hombros y me puse la capucha. La capa era más el estilo de El Señor de
los Anillos que de Las Crónicas de Cinder, pero por suerte, el disfraz me
bastaría para pasar a través del centro de convenciones hasta el
restaurante sin ser notado—. Scotty empacará mis cosas por mí y
registrará mi salida de la habitación. Sé buena y deja sus partes
masculinas intactas.
Kaylee me miró con todo lo que tenía y le lancé un beso en
respuesta, mareado por mi nueva libertad. —Te veo en el set de la
secuela, princesa.

***

El Dragon‟s Roost era un restaurant dentro del centro de


convenciones. Me paré al otro lado del pasillo de la entrada, escaneando
la escena. Deseé elegir un lugar más privado para encontrarnos, pero
entré en pánico cuando Ella empezó a alejarse de mí, y el único lugar
que vino a mi mente fue el café en donde almorcé esa tarde.
Considerando que el evento se encontraba abarrotado, las
opciones para comer eran limitadas, y era la primera hora de la cena,
así que el restaurante estaba lleno. Había una cola de veinte personas
de largo ante el puesto de la anfitriona. Al menos reservé una cabina en
la parte de atrás antes de tiempo, y hasta ahora, mi capa élfica de
invisibilidad hizo su trabajo. Me mezclé entre la multitud de amantes de
la fantasía. Nadie en el mundo, además de Ella y Scott, tenía ni idea de
que vendría, así que mientras Ella y yo no causáramos una escena,
deberíamos estar bien.
Llegaba quince minutos tarde, pero no era el único. Justo cuando
estaba a punto de dirigirme al interior, cinco personas con disfraces
increíbles a los que reconocí al instante, se acercaron al puesto de la
anfitriona y se detuvieron.
—No creo que pueda hacer esto —dijo Ella mientras echaba un
vistazo con nerviosismo al interior del restaurante.
Mi estómago dio un salto. Se encontraba a apenas un metro de
mí. Demasiado tentado de obtener un vistazo de sus sentimientos hacia
mí, me apoyé contra la pared delantera del restaurante y tiré de mi
capucha solo un poco más hacia abajo sobre mi rostro. Mantuve la
cabeza baja, y pretendí encontrarme muy interesado en escribirle un
mensaje a alguien, mientras lanzaba tantas miradas robadas hacia ella
como podía.
—Por supuesto que puedes —dijo la chica pelirroja con el disfraz
de Reina Nesona.
La rubia con el pelo largo solamente le frunció el ceño. —¿Por qué
no?
Era una muy buena pregunta.
Una risa loca escapó de la garganta de Ella. —¿Por qué no?
Porque él es Brian Oliver. Es el chico malo favorito de América. ¡Sale con
Kaylee Summers, por amor de Dios!
La pelirroja soltó un bufido. —Sí, porque esa era una relación
sana.
Contuve una carcajada. Aparentemente Kaylee y yo no éramos
tan buenos actuando como pensábamos.
—Chicos como él no pasan el rato con chicas como yo, Vivian.
La feroz declaración de Ella fue sorprendente. ¿Cómo podía
pensar eso?
—Pero él es Cinder. Es tu mejor amigo —discutió la rubia.
Quería abrazarla por señalar eso, pero la respuesta de Ella fue
desesperada. —¡Porque él no me conoce realmente! Es diferente en
línea. Si me reúno con él ahora, todo cambia. ¿Qué pasa si se siente
decepcionado y termino perdiendo a mi mejor amigo?
Imposible. Encontraba irónico que ahora fuera ella la preocupada
por perderme cuando fue lo contrario el día que me negué a conocerla.
—No hay forma que se sienta decepcionado —prometió Vivian, la
pelirroja—, pero si lo está, entonces seré tu nueva mejor amiga y
podemos alimentar a los gusanos devoradores de carne con él.
Sonreí ante eso. Era fácil ver por qué a Ella le gustaba Vivian.
La Ratana con el pelo largo puso su brazo alrededor de Ella. Tenía
que ser una de las hermanastras de Ella —mencionó que eran
gemelas— y ella obviamente era la buena. La malvada se encontraba de
pie por detrás de los otros, llevando un ceño muy al estilo de Kaylee.
—El chico claramente está loco por ti —dijo la hermana buena—.
Coqueteaba como loco contigo incluso antes que descubriera quién
eras. ¡Enfrente de su prometida!
Bien. Al menos alguien apreciaba mi encanto. Sin embargo,
obviamente Ella no, porque gimió y dijo—: Él coquetea con todo el
mundo. Es su trabajo ser amigable con los fans.
Su enojo era divertido, pero mi atención se vio atraída por un
fuerte bufido del Señor Fantástico. Por suerte, ya no se encontraba
pegado al costado de Ella, pero todavía permanecía parado lo
suficientemente cerca como para volverme loco de celos.
—Eso fue más que amistoso, Ella. El tipo estaba a segundos de
saltar por encima de la mesa y darme un puñetazo en la cara solo por
estar de pie a tu lado.
El Chico Futbolista era realmente perceptivo. Estuve cerca de
hacer exactamente eso, pero no porque se encontrara de pie a su lado.
La hermana malvada estuvo de acuerdo conmigo. —Querrás decir
sosteniéndola —murmuró—. Bien pudiste mear sobre ella.
Fue divertido —y completamente cierto— pero Ella palideció y su
otra hermanastra se enojó. —¡Ana, no seas mezquina!
—Es culpa de Ella —discutió Ana—. Ha decepcionado a Rob
durante semanas debido a su precioso Cinder, y ahora ni siquiera
quiere conocerlo. ¡Menuda tomadura de pelo!
Antes de que tuviera tiempo de intentar descifrar lo que
significaba eso, Ella espetó—: ¡Por supuesto que quiero conocerlo!
—¿Entonces cuál es tu problema? Obviamente él también quiere
conocerte, o no te habría pedido que vinieras.
—Odio estar de acuerdo con Ana —dijo Vivian—, pero te pidió que
te reunieras con él, y no tenía que hacer eso. Si no hablas con él, sabes
que te arrepentirás durante el resto de tu vida.
—Pero no sabe acerca de mí —balbuceó Ella de repente—, nunca
he entrado en detalles sobre mi accidente. No sabe que… que yo…
Alcé la mirada tan bruscamente que habría sido descubierto si
todos los amigos de Ella no se encontraran demasiado conmocionados
por su confesión como para notarme. Las miradas en sus rostros
pasaban de la lástima, la tristeza, a la simpatía, y, por supuesto, una
mirada muy satisfecha por parte de Kaylee junior.
—¿Nunca se lo has dicho? —preguntó Vivian en voz baja—.
¿Incluso después de todo este tiempo?
Ella parecía como si quisiera llorar mientras negaba con la
cabeza. Iba a volverme loco si no descubría de qué hablaban. Ella
necesitaba entrar ya, así podía hablar con ella por mí mismo.
—Cinder era la única persona con la que nunca había hablado
sobre mi condición, así que no lo hice. No pensé que importaría. No
pensé que fuera a conocerlo alguna vez.
La hermana buena sacudió la cabeza. —No importará. Va a
amarte de cualquier manera.
Bien. Y esa era la verdad.
Ana se rio y salió como un cacareo. —¡Claro, lo hará! —gritó—. Va
a renunciar a Kaylee Summers por ti. ¡Será la versión en la vida real de
la Bella y la Bestia, solo que al revés!
Casi dejé caer mi teléfono por lo fuerte que lo apretaba. Ella no
bromeaba cuando dijo que su hermanastra tenía mucho en común con
mi novia. Me encontraba malditamente cerca de romper mi cubierta y
decirle lo que pensaba, pero Rob se me adelantó. —¡Cállate, Ana! ¡Estoy
tan harto de tu actitud!
Ana pareció tan sorprendida por que le gritaran de esa manera,
que me pregunté si algún tipo se atrevió a hacerlo alguna vez antes.
Probablemente no. Solo que Rob no se detuvo ahí. —¿Quieres saber por
qué no te pedí ir al baile? Es porque no importa lo sexy que seas; cada
vez que te miro, todo lo que veo es a una perra cruel y egoísta.
Todo el grupo se hallaba estúpidamente sorprendido por el
arrebato de Rob. Incluso yo. Maldito hombre por ganarse algo de mi
respeto.
Los ojos de Ana se llenaron de lágrimas y se marchó sin otra
palabra. Casi me sentí mal por ella, pero rápidamente la olvidé porque
al segundo en que se marchó, Rob tomó el rostro de Ella en sus manos
y le dio un apasionado beso. Si no hubiera dicho lo que dijo después, lo
habría derribado de un golpe. —Eres hermosa, Ellamara —prometió—.
Y estoy bastante celoso ahora mismo porque entrarás ahí y harás que
Brian Oliver se enamore locamente de ti. No tengo ninguna duda.
Demasiado tarde, pensé, sonriendo para mí mismo. Decidí que no
podía envidiar a Rob por el beso ya que el tipo parecía preocuparse
realmente por Ella, y era el único que iba a conseguir alguna vez.
—Ve a buscarlo —le dijo Rob, y luego le dio un delicado empujón
hacia la puerta principal.
Tiré de mi capucha hacia abajo otra vez y me alejé cuando el
grupo se acercó a mí. Esperé unos pocos minutos, porque parecía como
si Ella pudiera necesitar un momento para recomponerse después de
todo el drama, pero luego entré, determinado a reclamar finalmente a
mi sacerdotisa druida.
Traducido por ElyCasdel
Corregido por Daniela Agrafojo

Me sentí un poco enferma del estómago mientras entraba al


restaurante. Sabía lo que todos mis amigos pensaban, pero la idea de
alguien como Brian Oliver queriendo a alguien como yo era demasiado
loca para aceptar, incluso si pudiera hacerme entender que él era el
chico que había conocido por años.
Me encontraba tan perdida en pensamientos que no vi a nadie
acercarse a mí hasta que el hombre dijo—: ¿Señorita Ella?
Retrocedí un paso, sobresaltada. —Sí. Soy yo.
—Bienvenida. Su mesa está lista. —El chico me lanzó una
brillante sonrisa—. Por aquí, por favor.
Me sentía un poco desconcertada por el trato especial. Pero otra
vez, tuvo sentido cuando el hombre dijo—: El señor Oliver también
viene unos minutos tarde. Pidió que le comunicara sus sinceras
disculpas, pero debería estar aquí en solo unos minutos.
—De acuerdo. Gracias.
El restaurante era un gran comedor de un piso con mesas en
medio y cabinas alineadas en los bordes exteriores. No era el mejor
lugar para la privacidad, pero podía decir que el administrador había
hecho su mejor esfuerzo porque me dirigió a una cabina en la esquina
trasera. No estábamos completamente apartados, pero tampoco
estaríamos en medio de todo. Me sentí agradecida por el esfuerzo.
El administrador se desvivió un momento, encendiendo una velita
en medio de la mesa. Antes de que se fuera, tuve que preguntar—:
Disculpe, pero ¿cómo supo quién era yo?
El hombre me sonrió de nuevo. —Cuando el señor Oliver llamó
por la mesa, describió lo que usted llevaría puesto. También dijo que
sabría de seguro que sería usted por sus “deslumbrantes ojos”. —El
hombre no movió las manos, pero las comillas definitivamente se
encontraban en su tono.
—¿Y no tenía razón? —preguntó una voz baja. Una voz que me
causaba escalofríos.
Cinder se deslizó elegantemente al otro lado de la cabina y sonrió
por debajo de la capucha de una pesada capa, una que se parecía
mucho a la mía blanca, excepto por su color oscuro. Su cara se hallaba
ensombrecida, pero el brillo de la vela en nuestra mesa causaba que
sus ojos brillaran con la suave luz. Esos ojos nunca dejaron mi rostro
mientras le daba las gracias al gerente por reservarnos una mesa y
ordenaba la cena. Me quemaban como láseres.
El gerente se apresuró a traernos nuestras órdenes de la cocina,
dejándome sola —bueno, tan sola como dos personas podían estar en
un restaurante lleno— con mi mejor amigo, que resultaba ser una
famosa estrella de cine. Por un momento, todo lo que pudimos hacer
fue mirarnos el uno al otro.
—Ella.
Dijo mi nombre con reverencia y profunda satisfacción. Mi
respuesta sonó nerviosa e insegura. —¿Cinder?
—Llámame Brian, Ella. Por favor.
Se detuvo, esperando mi respuesta.
—De acuerdo… Brian.
Se rio, y el efecto fue devastador. —Siempre deseé poder decirte
mi nombre. Cada vez que me llamabas Cinder, se sentía como una
mentira. Odiaba que no me conocieras.
Finalmente, la sorpresa se aclaró de mi cabeza. Sus palabras
causaron que la realidad se estrellara contra mí con venganza. —
Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —Era incapaz de mantener mis
emociones en espiral a raya—. ¿Cómo pudiste no decirme esto?
Su sonrisa se desvaneció un poco. —Si te lo hubiera dicho no me
habrías creído.
—Tal vez no hace tres años, ¿pero hace dos semanas cuándo
dijiste que no nos podíamos conocer? Pudiste simplemente decirme que
eras famoso y te encontrabas demasiado ocupado con tu enorme
película y tu loca prometida para pasar tiempo conmigo.
Cinder se estremeció como si lo hubiera golpeado. Parecía
sorprendido por mi enojo, pero ¿qué esperaba? Su rostro se contrajo
con remordimiento. —Ella, no fue así. No entiendes.
—No, finalmente lo entiendo. —Mi cabeza daba vueltas mientras
todo caía en su lugar con perfecta claridad—. Ahora tiene mucho
sentido. Todo. Es la última pieza del rompecabezas que me he estado
perdiendo todo este tiempo. Tu relación con Kaylee es una estafa. Es
una cosa de publicidad, ¿no?
Brian hizo una mueca. —No quería ser parte de ello, pero estaba
en una posición vulnerable y todos insistieron en que eso resolvería mi
problema. Además, había mucha gente que tenía mucho que ganar si
Kaylee y yo nos juntábamos. En ese momento, no tenía excusa para
decir que no. No te tenía de regreso todavía.
Su confesión me sorprendió. No sabía a qué se refería, pero era
muy difícil no leer entre eso y ver las cosas que yo quería ver. Cosas
imposibles.
Estiró ambas manos sobre la mesa, pidiendo las mías con un
gesto. Cuando no le di mis manos, se recargó hacia atrás y comenzó a
jugar con su vaso de agua.
—Cuando tú y yo comenzamos a hablar, había hecho ya unos
pocos programas de televisión y una película de Disney. Era bastante
desconocido. Cuando salté a las comedias adolescentes, todo cambió.
La fama era una locura. Aterrizar en El Príncipe Druida llevó mi estatus
de estrella de loco a totalmente loco. No podía ir a ningún lado sin ser
mutilado. No tenía amigos verdaderos. Ya nadie sabía tratarme como a
una persona normal, y lo odiaba.
Cerró los ojos y respiró profundamente antes de continuar.
—Desapareciste justo cuando mi vida comenzaba a salirse de
control. No lo manejé bien. De pronto tenía todo un mundo de amigos,
pero ninguna relación importaba. Me cerré. Dejé de preocuparme. Para
el momento en que contactaste conmigo de nuevo, toda mi vida era
superficial. Básicamente morí por dentro, era el idiota más grande del
mundo. Esa primera noche que hablamos de nuevo me sentí despertar
de un sueño borroso. Te llevaste el entumecimiento. Me hiciste recordar
cómo sentir, cómo preocuparme por alguien más que yo mismo.
Su discurso me robó el aliento. La idea de que yo pudiera
significar tanto para alguien, que pudiera afectar a alguien de tal
manera, no era solo impactante, sino abrumadora. Mi corazón golpeaba
en mi pecho, y las mariposas rebotaron alrededor de mi estómago como
bolas de lotería. Tuve que alejar la mirada para poder recuperar la
habilidad de hablar.
—¿Todos los actores son tan… apasionados todo el tiempo? —Me
enfoqué en mi vaso de agua mientras mi cara ardía con vergüenza.
Esperaba que se riera de mí, pero no. Su voz sonó tan seria como
siempre. —Cuando se trata de las cosas que amamos, lo somos.
Sorprendida, levanté la mirada a sus ojos de nuevo. La emoción
que vi ahí era indescriptible.
—Además de mi madre, tú eres la única persona en mi vida que
me importa —insistió, intentando penetrar en mi alma con su mirada—.
Cuando descubrí que seguías vivía, intenté terminar todo con Kaylee. Le
dije que no iba a seguir con ello. Que iba a volar a Boston y a decirte
quién era yo realmente.
—¿En serio?
Brian asintió. —Pero Kaylee ya tenía el anillo, y causó esta
enorme escena, actuando como si le hubiera pedido matrimonio. Había
gente en todos lados, gente con la que tengo que trabajar y reporteros.
Me encontraba atrapado. Después de eso, me chantajeó para seguir el
juego. Amenazó con arruinar mi carrera y despedir a mi padre de las
secuelas de Las Crónicas de Cinder. Es mala, Ella, despiadada, y
especialmente odiaba la idea de ti. No quería involucrarte, pero siempre
planeé explicarte todo tan pronto como pudiera. Se suponía que
“romperíamos” después de que la temporada de premios terminara. Solo
intentaba esperar hasta entonces para tenerte fuera de toda esta
locura, lejos de Kaylee. No quería que te hiriera.
—Um… —Ni siquiera me molesté en ocultar lo nerviosa que me
sentía—. Entonces supongo que estás perdonado.
Cinder dejó salir un sonoro suspiro. Todo su cuerpo se hundió
mientras el alivio lo inundaba de pies a cabeza. Estiró sus manos hacia
mí otra vez, curvando sus dedos en una clara señal de “dame”. Había
algo tan vulnerable en él que no pude negarme esta vez. Le di mi mano
izquierda, sabiendo que no sería capaz de estirar la derecha lo
suficiente para alcanzarlo. No pareció notarlo. Simplemente tomó mi
mano entre las dos suyas. Su toque se sintió como fuego, incluso a
través de mi guante de satín.
—Estoy feliz de que nos conociéramos —prometió—. Feliz de que
el destino entrara e hiciera lo que yo no fui lo suficientemente valiente
para hacer.
De nuevo, no tenía ni idea de cómo responderle. ¿De verdad fue el
destino? ¿Realmente creía él en el destino? Y la forma en que me
miraba…
Dejó ir mi mano y se echó hacia atrás cuando notó lo abrumada
que me sentía. En un parpadeo, recuperó su calmado ser casual y
juguetón.
—Tengo algo para ti.
Le tomó un minuto a mi cerebro cambiar engranajes con él. Para
el momento en que comprendí, empujaba un libro a través de la mesa
hacia mí. Jadeé, reconociéndolo al instante incluso cuando nunca antes
lo había visto. Era una copia de la primera edición de El Príncipe Druida.
Tomando el libro con cuidado, pasé mi mano reverentemente por
la portada. Estaba en buenas condiciones y bastante usado al mismo
tiempo, como si su poseedor anterior lo hubiera atesorado, leído una y
otra vez mientras tenía cuidado de no dañarlo. Sabía que si abría la
portada delantera lo encontraría firmado para mí por L. P. Morgan. Era
perfecto.
—Tan pronto como me encontré contigo más temprano, mandé a
mi asistente que condujera hasta casa para traerlo —dijo Cinder
mientras yo estudiaba mi nuevo tesoro—. Es la razón por la que llegué
tarde. Esperaba que regresara.
Abrí el libro e inhalé su rica esencia, sin importarme si la acción
me hacía parecer rara. Siempre amé el olor de los libros.
—¿Recuerdas ese día? —La voz de Cinder, nada más que un
pequeño susurro ahora, sonaba obsesionada.
Yo tampoco podía hablar más que en un susurro. —Solo pedazos
y piezas, pero recuerdo esto.
Abrí la portada y toqué la inscripción. Aun cuando acababa de
conocer a L. P. Morgan esta tarde y tenía otro libro con su firma en él,
este era diferente. Definitivamente más especial. Me tragué las
emociones que de pronto amenazaban con salir de mí en una explosión.
—Me preocupaba que dártelo te recordara ese día, pero en verdad
quería que lo tuvieras.
Encontré su mirada solemne con ojos brillantes. —Me encanta.
Gracias.
El momento entre nosotros fue roto cuando una joven mesera
apareció con nuestra comida. Mientras bajaba nuestros platos, notó
quién se hallaba sentado ahí, escondido bajo su capa de invisibilidad
élfica. Jadeó y casi dejó caer el plato de Cinder en su regazo. Se deslizó
en la mesa con un gran estruendo, vergonzoso, pero afortunadamente
inofensivo ya que nada se derramó. La chica se veía mortificada.
—¡Lo siento tanto, señor Oliver! ¿Se encuentra bien?
Cinder no perdió el ritmo. Le lanzó una sonrisa con la que
seguramente soñaría el resto de su vida, y dijo—: Ah, no te preocupes.
Si una chica tan bonita como tú me tomara por sorpresa, hubiera
hecho lo mismo.
Suprimí un gruñido por el bien de nuestra mesera. Ella comió de
la atención como un niño hambriento, y se sonrojó de un atractivo rosa.
—G-gracias, señor Oliver. ¿Hay algo más que les pueda ofrecer?
¿Cómo de raro sería que todos supieran tu nombre y reducir a la
gente a tal torpeza haciendo líos tartamudos todo el tiempo? Podía
entender por qué siempre le gustó el anonimato de nuestra relación, si
así era como lo trataban todos. Solo había estado con él quince minutos
y ya odiaba la fama.
Cinder miró la comida en nuestra mesa y comenzó a negar con la
cabeza, pero luego me miró y cambió de opinión. —De hecho, ¿nos
tomarías una foto?
Por la forma en que el rostro de la chica se iluminó, pensarías que
le acababa de ofrecer llevarla a casa en su Ferrari. —¡Seguro!
Intenté no reírme de cómo temblaban las manos de la chica
mientras aceptaba el teléfono. Debí fallar en ocultar mi diversión porque
Cinder me dedicó un guiño sutil. No había duda de que el chico tenía
un ego más grande que la luna.
La chica retrocedió para tenernos a Cinder y a mí en la toma, pero
antes de poder tomar la foto, Cinder se levantó de su asiento y se
deslizó dentro de la cabina a mi lado. Dejó caer su brazo a mí alrededor
y me metió cómodamente a su lado.
Dejé de respirar.
No, me deshice totalmente.
¡Cielos! ¡Era peor que la mesera!
Todo en él inundaba mis sentidos. El olor de su colonia —una
picante esencia almizclada que era cien por ciento deliciosa, sexy y
masculina— guiaba el asalto, seguido de la sensación de él. Ya no era
una persona de internet. Ya no era solo el rostro de una película,
tampoco. Era real. Era cálido, y fuerte, y muy muy tocable. Golpeé mi
regazo con mis manos para que no pudieran traicionarme de una forma
vergonzosa.
—Espera. —Cinder se quitó la capucha de la cabeza, y luego miró
la mía—. ¿Te importa si solo…? —No terminó la oración antes de
estirarse para quitarme la capucha de la cabeza—. No quiero esa
hermosa cara tuya escondida en esta foto.
Prestó atención a mi cabello un minuto, alisándolo. Las puntas de
sus dedos acariciaron mi mejilla mientras metía una hebra al azar
detrás de mí oreja. Tomó todo de mí no jadear. —Así. —Podía escuchar
el orgullo en su voz—. Estás lista para tu acercamiento, señorita
DeMille.
El juego de la línea de la famosa Gloria Swanson apenas se
registró en mi mente. Mi piel seguía cosquilleando en donde me tocó.
Levanté la mirada hacia él, aturdida.
Sonrió arrogantemente, como si supiera exactamente lo que me
hacía y le gustara el efecto que tenía en mí. —No parecías muy
asustada de mí antes cuando te divertías con mis líneas elegidas y
llamabas cobarde a mi personaje.
—Solo eras Brian Oliver entonces, y había una mesa entre
nosotros —murmuré, parpadeando una y otra vez como si haciéndolo
fuera a aclararse mágicamente la neblina de mi cerebro. Sin suerte.
—¿Solo era Brian Oliver? —Agitando la cabeza, Cinder se rio, una
profunda risa gutural que prometía problemas—. Sólo tú, Ella.
De pronto inclinó la cabeza y puso sus labios en mi oído. Cuando
habló, su aliento cubrió mi cuello, cálido y sensual. Envió escalofríos
por todo mi cuerpo y me provocó piel de gallina en los brazos.
—Sonríe para la cámara, Ellamara —susurró—. Prometo que no
morderé. —Pero incluso mientras lo prometía, sus dientes mordieron
suavemente mi oreja.
Ahora sí jadeé, y él se rio de nuevo. —No fuerte, de todas formas
—corrigió.
Retrocedió de nuevo y me guiñó un ojo antes de girar su brillante
sonrisa hacia la chica que esperaba para tomarnos la foto. Sus ojos
eran tan grandes como platos. No estaba segura de quién tenía el rostro
más rojo, ella o yo.
—Um, ¿ya están listos, chicos?
—Sonríe bonito, Ella —dijo Cinder, dándome un apretón
amable—. Este va a ser el nuevo fondo de pantalla de mi computadora.
La mesera esperó amablemente hasta que salí de mi estupor y
logré sonreír para tomar la foto. Luego le devolvió el teléfono a Cinder y
se apresuró a ir a la cocina para contarle la historia al resto del
personal del restaurante. Sus mejillas se encontraban todavía
sonrojadas mientras desaparecía de nuestra vista.
Traducido por Daniela Young
Corregido por Julieyrr

Tan pronto como nuestra camarera se marchó, le di un codazo a


Cinder. Fuerte. —¡Idiota! ¡No puedo creer que hayas hecho eso!
Él se dobló, pero solo porque se estaba partiendo de la risa.
—¡No soy uno de tus pequeños juguetes, pervertido! Deja de
invadir mi espacio personal y regresa a tu sitio. Tu cena se está
enfriando.
Lo empuje y se rio aún más. Estiró su brazo sobre la mesa y
atrajo su plato hacia él —sin irse a ninguna parte. Es más, su agarre
sobre mí se apretó.
—No te había creído tímida, pero me gusta. Eres absolutamente
irresistible cuanto te sonrojas. ¿Ves? —Sonriendo, sostuvo su teléfono
para que ambos pudiéramos estudiar la foto. Efectivamente, parecía un
tomate—. Mira lo adorable que somos juntos. Es la imagen perfecta
para tu primer artículo de Cinder & Ella.
—¿Mi qué?
—En tu blog —Cinder suspiró exageradamente—. ¿Recuerdas
cuando solías hacer publicaciones de “Íntimo y Personal” cuando tú y
tu mamá conocían a un nuevo autor?
Por un breve momento, mis pulmones se paralizaron en los
recuerdos, pero Cinder me atrajo firmemente hacia él y descubrí que
podía respirar de nuevo. Su voz se suavizó, cambiando con nuestro
estado de ánimo. —Tengo una idea desde hace un tiempo. Pensé que si
alguna vez nos conocíamos en persona, podríamos comenzar un nuevo
artículo en tu blog, sería algo parecido a los tuyos, excepto que en vez
de coleccionar libros autografiados de autores, podríamos recopilar
fotografías de nosotros con diferentes celebridades.
Impresionada por la seriedad de su idea, lo miré. El encontró mi
mirada con una sonrisa triste. —Sé que no reemplazaría todos los libros
que perdiste, nada podría reemplazarlos, y no querría ni intentarlo, pero
pensé que tal vez podrías comenzar una nueva colección. —Tragó
nerviosamente, y añadió—: Conmigo.
No sabía qué decir.
—Podría llevarte a diferentes eventos o sets de películas alrededor
del mundo y presentarte a los actores de las películas de las cuales
quisieras escribir una reseña. Podríamos llamarlo „„Las Aventuras de
Cinder y Ella”. Hasta podríamos conseguir a un artista que nos dibuje
como personajes de un comic, nuestro propio comic. Eso sería tan
genial.
Cuando no respondí, se movió en su asiento y se pasó la mano
por sus oscuros cabellos. Me sentí mal por ponerlo nervioso, pero me
sentía tan conmocionada que lo único que podía hacer era mirarlo.
—¿Qué dices?
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto.
Dejé escapar una risa nerviosa. —No seas ridículo. Eso suena
increíble, pero no podría dejarte hacer todo eso por mí.
Por alguna razón, sus nervios desaparecieron. Su expresión se
suavizó en algo que hizo que mi corazón saltara dentro de mi pecho. La
sonrisa en su rostro no era de diversión o de alegría; era algo más que
eso. Era como si, de alguna manera, al decir no, hubiera hecho todos
sus sueños realidad. —Pero de eso se trata —dijo—. Puedes dejarme
hacer esto por ti. Cualquier otra chica me dejaría. Demonios, la mayoría
de ellas esperarían que lo haga. Pero por ti, quiero hacerlo.
Deshizo su agarre sobre mí de modo que pudiera girarse y
mirarme completamente a la cara. Tomó mis dos manos entre las
suyas. —¿Tienes alguna idea de lo mucho que me importas?
Mi estómago dio un vuelco en mi pecho mientras llevaba mis
manos a sus labios y besaba mis nudillos enguantados. —Te llevaría a
donde sea, Ella, te daría cualquier cosa que quisieras. Lo único que
tienes que hacer es permitírmelo.
Era mi más salvaje fantasía hecha realidad. No, era la fantasía
más salvaje de toda chica en el mundo. Excepto que era demasiado
bueno para ser real. Sabía que lo era. Lo hizo sonar tan fácil, pero nada
en nuestras vidas era así de simple.
Saqué mis manos de su agarre y puse unos preciados centímetros
de espacio entre nosotros. —¿Qué hay de Kaylee? ¿Hace falta
recordarte, real o no, que tienes una prometida en este momento?
Él negó con la cabeza. —Eso está acabado. Lo terminé al segundo
en que el encuentro con fans hubo acabado. Quiero decir, la prensa
aún no lo sabe, pero Kaylee definitivamente lo hace —dijo sonriendo
ante el recuerdo—. Estaba cabreada nivel 1 en DEFCON8
No podía creerlo. Había dejado a su novia supermodelo por mí. Mi
corazón estaba listo para rendirse, pero mi mente me gritaba todo tipo
de alertas. Hablando sobre DEFCON 1. Me encontraba en tal estado de
alerta que los pelos en la parte trasera de mi cuello estaban en posición

8Estado de alerta máximo jamás alcanzado en lo que respecta al sistema de defensa


de los Estados Unidos, reservado para utilizarse contra una posible guerra nuclear.
de firmes, atentos. Tenía que mantener esto lógico. —¿Qué hay de tu
carrera? Dijiste que Kaylee amenazó con destruirte.
Cinder se encogió de hombros. —Lo intentará. Puede que cause
un poco de daño, pero nada de lo que no pueda recuperarme. Nada que
no valga la pena por estar contigo.
Mi corazón se agitó de nuevo. Iba ganando el combate de lucha
contra mi cabeza por el momento. Mi determinación se desmoronaba en
pedazos. —¿Y los jefes de los que me hablaste?
—Agentes, gerentes, publicistas, abogados… Hay toda una lista
de personas que controlan mi vida.
Eso es lo que pensé. —¿Y piensas que todas esas personas van a
sentirse felices cuando se enteren de que rompiste con tu co-estrella por
mí?
Cinder dudó el tiempo suficiente para que yo viera la verdad que
él trataba de negar. Bajó la mirada a su plato. —Estaremos bien. —
Sonó como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo—. Solo
querían que Kaylee y yo estuviéramos juntos porque generaría algo de
prensa gratis para nosotros y apagaría algunas llamas en mi
reputación.
Levanté una ceja hacia Cinder y él sonrió tímidamente. —En mi
defensa, sólo estuve con tantas chicas porque ninguna de ellas llegó a
acercarse a la única persona que realmente quería. —Besó mi mano de
nuevo—. Como el mundo pronto descubrirá.
Hablando de necesitar apagar algunas llamas, tuve la tentación
de volcar mi agua helada sobre mi cara para enfriar el calor que venía
de ella.
Brian rio entre dientes. —La ruptura será una mala noticia
porque Kaylee no será elegante al respecto, pero al público le gustará la
idea de que esté saliendo con una chica normal. Los fans enloquecerán.
Nuestra historia obtendría una tonelada de prensa. Mi equipo
administrativo tendrá que estar de acuerdo con eso.
Dejando de lado el pánico que la idea de “obtener una tonelada de
prensa” me ocasionaba, sabía que su grupo de personas —los
ominosos— nunca me aprobarían. El tipo de prensa que le daría a
Cinder solo lo haría sufrir. No quería dañar su carrera más de lo que
quería exponerme al mundo. Era la última persona que debería estar en
el centro de atención.
Cinder empezó a parecer emocionado, pero yo no podía compartir
su optimismo. —No lo creo, Cinder… eh, Brian. Soy la última persona
que tu gente —especialmente tus admiradores— aceptarían.
Abrió la boca para discutir, pero no le dejé decir una palabra.
Tenía que contárselo antes que perdiera los nervios, porque él
necesitaba saberlo. Merecía saberlo. —También hay cosas que no sabes
sobre mí. Cosas que nunca te he contado porque, así como tú con tu
fama, tenía miedo de que me trataras de forma diferente.
Cautela y determinación lucharon en su rostro mientras esperaba
a que yo me explicase mejor. Realmente, realmente no quería hacerlo.
Después de tenerlo tan cerca de mí, diciendo todas las cosas que
siempre soñé que me diría, me mataría cuando decidiera que ya no me
quería más. Y tampoco me sentía esperanzada de que lo hiciera. ¿Cómo
podría? Al menos, no en la manera de besar mis nudillos y mordisquear
mi oreja.
—Desde mi accidente, todo el mundo me trata diferente, también.
De repente soy esa chica. A la que todos se quedan mirando y de la que
todos susurran. Soy la chica con todo ese equipaje. La chica cuya
madre murió. La chica minusválida con cicatrices.
—¿Minusválida? —Cinder saltó en sorpresa. Sus ojos recorrieron
mi longitud y frunció el ceño. No podía ver nada malo.
—¿No lo notaste cuando me aleje de ti después de conocernos en
el encuentro para fans?
Sus cejas se arrugaron en su frente, mientras trataba de recordar
nuestro encuentro anterior. —Las cosas estuvieron un poco agitadas en
ese entonces. Estaba sorprendido por haberte conocido en persona, y
trataba de prestarte atención a ti y a mis fans al mismo tiempo. Aparte,
¿cómo se suponía que iba a notar algo excepto cómo ese chico con el
que ibas estaba todo encima de ti?
Casi me reí. Si no fuera porque me encontraba en medio de algo
tan doloroso como revelar la verdad acerca de mí misma, le hubiera
dado un discurso sobre la estupidez de los chicos celosos llenos de
testosterona. En vez de eso, cerré los ojos y respiré hondo. —Mi cetro no
es solo un accesorio del disfraz. Hoy en día, es además mi bastón. Mi
amiga hizo uno especial para que pudiera dejar mi bastón habitual en
casa.
—¿Usas un bastón cuando caminas?
Asentí. —Los doctores me dijeron que fue un milagro que
aprendiera a caminar de nuevo después de mi accidente. Estoy
agradecida de poder hacerlo, pero la acción no es muy agradable. Mi
cojera es muy pronunciada y me causa una buena cantidad de dolor. Y
soy lenta. Es por eso que venía tan retrasada como tú esta noche. Me
tomó mucho tiempo caminar desde el encuentro hasta llegar aquí. Soy
minusválida, Brian.
Su rostro cayó a medida que mis noticias empezaron a hundirse.
Sus ojos me recorrieron de nuevo, concentrándose en mi regazo, pero
por supuesto no había nada qué ver. Aún. —Dijiste que estabas herida,
pero nunca mencionaste… —Su voz se apagó, vencido por la emoción.
Supuse que mi condición le molestaría, pero no había esperado la
cantidad de devastación que mostró en ese momento. Aún no sabía lo
peor de todo. —Brian… —Tragué saliva, odiando ver su tristeza—. Si no
puedes lidiar con esto, entonces no hay manera de que puedas manejar
el resto.
Su cabeza se levantó. —¿El resto? —preguntó, horrorizado—.
¿Hay más?
Apesar de mis mejores esfuerzos, las lágrimas finalmente se
acumularon en mis ojos. —Hay mucho más.
Cerré los ojos otra vez porque no pude soportar la mirada en su
rostro. Y sentí un pulgar limpiar una lagrima de mi mejilla. La acción
amable, tan sincera y cariñosa, solo ocasionó que cayeran más
lágrimas.
—¿Qué más hay? —preguntó Cinder en una voz tan suave como
su toque.
Sacudí la cabeza, negándome a abrir los ojos. —No quiero
decírtelo.
Cinder me envolvió en la seguridad de sus brazos. Abrazándome
fuerte, apoyó su cabeza sobre la mía. —Sea lo que sea, Ella, no va
suponer una diferencia para mí. No pensaré menos de ti.
Su promesa hirió mi corazón. Sabía que lo decía en serio, pero no
tenía ni idea de lo que enfrentaba. —Sí, lo harás.
Incapaz de soportar más, saqué cuidadosamente el largo guante
blanco de mi brazo quemado. —Las apariencias son importantes para ti
—dije mientras quitaba el material de mis dedos—. Siempre sales con
las chicas más bellas del mundo.
De un tirón final, el guante se deslizó y extendí mi mano para
exponerla para que viera. Brian intentó contener su grito de asombro,
pero su inhalación brusca fue inconfundible.
—No soy hermosa —dije, alejándome, anticipando su rechazo—.
Tal vez lo fui una vez, pero ya no.
—Ella. —Se ahogó en un intento estrangulado por hablar.
Cuidadosamente, tomó mis dedos dañados y acarició la piel con
cicatrices. Me puse rígida cuando recogió mi mano, pero no me alejé. Él
era la primera persona además de mis doctores al que dejaba que
tocara mis cicatrices. No sabía cómo sentirme respecto a eso. El
momento fue una tortura —buena, pero a la vez mala. La sensación era
increíble, pero me dolía el corazón.
Mantuvo mi mano ligeramente en una de las suyas mientras su
otra mano se desviaba por mi brazo, notando que las cicatrices seguían
su camino. Cuando finalmente habló, su voz temblaba. —¿Qué te pasó?
—El auto ardió en llamas. Más del setenta por ciento de mi
cuerpo se quemó.
—Setenta por ciento…
Nuestros ojos se encontraron y de repente estaba desesperada por
hacer algo que nunca había hecho antes. Quería mostrarle mis
cicatrices a Cinder —tanto como pudiera, de cualquier forma. Ahora
que sabía su verdadera identidad, quería que también supiera todo
sobre mí. Ya no quería más secretos entre nosotros.
Estábamos metidos en la cabina en la parte trasera del
restaurante, y ya que se deslizó a mi lado, me bloqueaba del resto de la
habitación. Me encontraba bastante protegida y nadie nos prestaba
atención, así que cogí el lazo en la base de mi garganta que mantenía la
capa en su lugar. Con las manos temblorosas y mis ojos pegados a mi
regazo, saqué el manto de mis hombros desnudos y lo dejé caer en el
asiento detrás de mí.
Cinder no dijo nada. Me pregunte en qué estaba pensando, pero
me opuse a mirarlo. Era un chico muy dramático, y todo lo que no
podía decir se reflejaba en su expresión. No estaba preparada para ver
eso. Estaba muy dolida.
Levanté mi cabello y me giré para que pudiera ver mi espalda,
sabiendo que el corte bajo de mi vestido le permitiría hacerse una idea
del tipo de daño que había sufrido. —Va todo el camino hacia abajo por
mi costado derecho y cubre todo desde mi cintura para abajo. Mis pies
están tan quemados que mis dedos están deformes.
—Ella. —Su voz hizo más que temblar ahora. Sabía que si
miraba, lo vería llorar.
Me di la vuelta, pero aun así no pude mirarlo. No pude
enfrentarlo. —Nunca le he mostrado esto a nadie aparte de mis doctores
y Vivian —murmuré—. Siempre mantengo mis cicatrices cubiertas. Las
personas son crueles conmigo. Me miran fijamente, se ríen, y dicen
cosas horribles. Soy acosada en la escuela, y esos chicos nunca han
visto nada más que mi mano y la forma en que camino. ¿Y lo que es
peor…?
Tomé aire y giré los brazos, exponiendo mis muñecas y el
conjunto de diferentes cicatrices que tenía ahí. Cinder se atragantó con
otro suspiro y tomó mis muñecas en sus manos temblorosas.
—¿Estás…? —Tragó fuerte—. ¿Estás bien?
No tenía sentido ser deshonesta. Él ya sabía la respuesta. Aun
así, lo tranquilicé lo mejor que pude. —Ya no soy una suicida. Te
prometí eso, y lo dije en serio. No estoy en peligro de hacerme daño a mí
misma, pero no siempre estoy bien, tampoco.
Finalmente alcé la mirada y quedé deshecha por el dolor que vi en
la cara de Cinder. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin pudor. Mis
propios ojos se inundaron para igualar a los suyos. —No puedo ocultar
esto. Tus admiradores —y todas las personas que se hacen cargo de tu
carrera— lo descubrirían, y nunca lo aceptarían. Nunca me aceptarían.
Incluso si lo hicieran, no estoy segura de poder manejar toda la
atención. No podría lidiar con el mundo entero sabiendo todo por lo que
he pasado —todo lo que he hecho.
Brian cerró los ojos y apretó mis muñecas suavemente mientras
respiraba profundamente. —Nadie podría culparte por esto. Pasaste por
algo horrible. Perdiste todo lo que era preciado para ti, incluyendo tu
propio cuerpo. —Pasó sus pulgares lentamente sobre mis cicatrices—.
Esto no es nada por lo que avergonzarse. Lo que importa es que
sobreviviste y mejoraste. Mira lo lejos que has llegado.
Saqué mis manos de las suyas, incapaz de soportar más su
toque; era demasiado abrumador. Brian me observó con atención
mientras usaba mi servilleta para limpiarme las lágrimas que habían
resbalado por mi cara. Había algo diferente en él ahora, algo en la forma
en que me miraba. Su inocencia se había esfumado. Sabía la verdad, y
ahora me veía de la manera en que todos los demás lo hacían, como si
esperara que me rompiera en cualquier momento. Finalmente me veía
como una criatura frágil y dañada que tendría que manejar con
cuidado.
Todo había cambiado. Supe por la mirada en sus ojos que las
cosas ya no serían las mismas entre nosotros de nuevo.
Traducido por Laura Delilah & CamShaaw
Corregido por Elizabeth Duran

Cinder empujó su plato, su apetito ido. Habíamos estado


comiendo en silencio por unos diez minutos, pero ninguno de nosotros
llegó a tomar más de un par de mordiscos. Me miró, tratando de
averiguar algo que decir. Su pena rasgó mi alma en pedazos. ―Por
favor, no me mires así.
―No puedo evitarlo. ¿Cómo se supone que voy a reaccionar a
esto? No puedo creer que nunca me hayas explicado todo esto. ¿No
confías en mí? ¿No pensaste que me gustaría ayudarte a pasar por
esto? ¿Prefieres hacerlo tú sola?
El dolor en su voz me hizo sentir avergonzada. Mi pánico aumentó
con mi necesidad de hacerlo sentir mejor. ―Por supuesto que confío en
ti. Tú me has ayudado más que cualquier otro.
―Eso no es lo mismo. ―La rabia nublaba su voz mientras
luchaba para mantener sus emociones en espiral. Sabía exactamente
cómo se sentía.
―Por favor, entiende ―le rogué―. No quería que me trataras
diferente. Sé que tú sabes cómo es eso. ―Brian le frunció el ceño a su
plato―. Brian, no tenía a nadie, sin familia, ni amigos. Todo lo que
tenía era a un hombre que me abandonó hace diez años, y a su familia,
a los que no les gustaba porque yo era su profundo y oscuro secreto. La
única cosa que me ha mantenido durante los últimos meses has sido
tú. No me trataste como si estuviera loca o fuera frágil. Tú no tenías
miedo de bromear conmigo y hacerme reír. No podía perder eso.
Lo miré a los ojos de nuevo y perdí la paciencia completamente.
Su horror y su compasión me hicieron enojar. ―¡Sabía que si te decía la
verdad cambiaría todo! ¡Sabía que me mirarías exactamente como lo
haces ahora!
―¡Ella, es mucho que asimilar! Tienes que darme tiempo para
procesarlo. Mi corazón se está rompiendo ahora mismo.
Mis ojos comenzaron a arder de nuevo. ―No quería herirte.
Cinder colocó sus manos en mis hombros. Su agarre era
extremadamente suave apesar de que parecía como si quisiera
sacudirme. ―No, Ella, se está rompiendo por ti. Sabía que perder a tu
mamá tuvo que ser duro, pero esto… No puedo ni siquiera imaginar…
―Por favor, no. ―Alejé la cara de él―. No quiero tu compasión.
Cinder soltó mis hombros y colocó una mano debajo de mi
barbilla. Volvió mi cara hacia la suya, y me sorprendió por lo cerca que
se hallaba de repente. ―No es compasión ―prometió con toda la
ferocidad del poderoso príncipe druida que desempeñaba en la película.
Colocó mi cabello hacia atrás y secó mis lágrimas de nuevo. ―No
sé cómo me siento ahora mismo ―dijo―, estoy abrumado.
Tomó mis manos y las levantó entre nosotros. Tan lentamente
que sentí como si el tiempo se hubiera deslizado a un punto muerto,
pasó sus labios por el dorso de mi mano buena, y luego en la mala.
Jadeé por la sensación de sus labios en mis cicatrices. El toque
era más íntimo que nada que hubiera experimentado alguna vez. Mis
ojos se cerraron con un revoloteo, haciendo que mis lágrimas se
enredasen en mis pestañas.
―Me gustaría que hubiera alguna manera de poder tomar todo
esto lejos de ti.
Presionó sus labios firmemente contra cada uno de mis nudillos,
uno por uno, como si estuviera tratando de hacerlos mejorar a besos.
Un sollozo violento atormentó mi pecho y escapó en forma de gemido.
―Ella. ―Mientras Cinder susurraba mi nombre con una nueva
clase de desesperación, sus manos llegaron hasta mi cara. Sabía que
iba a besarme, y aunque sentía una agonía emocional, no iba a
detenerlo. Este era Cinder, mi mejor amigo en todo el mundo, el chico
del cual he estado enamorada durante años. Quería este beso más de lo
que quería nada en mi vida.
Sus labios bajaron a los míos suavemente, como si estuviera
saboreando cada segundo de este momento, tomando cada sensación y
archivándola en su cerebro para su custodia. Su boca se movió de ida y
vuelta sobre la mía, explorando y buscando permiso. Se lo di,
abriéndome a él con un suave suspiro que lo despojó de toda
restricción.
La pasión lo abrumó e hizo chocar nuestras bocas en un beso
digno del cine. Sus dedos se hundieron en mi pelo mientras su lengua
se hacía íntima con la mía en un baile acalorado. Mis manos,
descansando suavemente sobre su pecho, se elevaron de arriba a abajo
con su respiración salvaje. Su corazón golpeaba con fuerza debajo de
mis palmas, y el mío golpeaba igual de fuerte.
El momento fue mágico. Un cuento de hadas. Y justo como un
cuento de hadas, terminó demasiado pronto. El reloj en nuestra
felicidad marcó las doce cuando un brillante destello explotó en
nuestras caras. Le siguió una sucesión interminable de flashes y
chillidos.
Brian y yo nos separamos para encontrar nuestra cabina rodeada
por varios hombres con cámaras. Detrás de ellos se reunía una
multitud de fanáticos, creando un muro impenetrable de cuerpos. El
restaurante era en caos. Chicas gritaban, y la gente nos grababa con
sus teléfonos. Los hombres que bloqueaban nuestra cabina,
grabándonos y tomando fotos sin fin, le gritaban todo tipo de preguntas
a Cinder.
No. A Cinder no. A Brian Oliver.
Fue en ese momento que “Cinder” se desvaneció y finalmente vi al
chico al que había estado besando como el rompecorazones de
Hollywood Brian Oliver. El calor que me envolvía completamente sólo
unos momentos antes se convirtió en hielo. Rompí en un sudor frío
cuando asimilé a nuestra audiencia.
Brian debía de estar acostumbrado a este tipo de cosas porque no
se asustó hasta que vio el pánico en mi cara. Entonces, finalmente miró
hacia el caos. Sus ojos oscilaron de ida y vuelta varias veces desde mi
expresión asustada hastaa la multitud de personas, y la sangre
abandonó su rostro. ―Ella, lo siento. No debería haberte besado aquí…
No pensaba.
Con otro vistazo a la multitud, maldijo entre dientes y sacó su
celular. ―Scott ―dijo urgentemente al teléfono―, ¿todavía andas por
aquí? Bien. ¿Puedes mandar a la seguridad del centro de convenciones
para The Dragon‟s Roost? Ella y yo vamos a necesitar un escolta. Sí. Y
rápido, va a ponerse feo. Gracias, hombre.
No podía respirar y empecé a temblar. Sabía que empezaba a
hiperventilar mientras la ansiedad se hacía cargo, pero no me di cuenta
de cómo de asustada me encontraba hasta que Brian me agarró por los
hombros y clavó sus ojos en los míos. ―Todo va a estar bien, Ella. ―me
arrulló en ese bajo y calmante vibrato que normalmente reservaba para
nuestras sesiones de lectura.
Mis ojos se desviaron hacia la multitud y tomó mi barbilla en su
mano, forzando mi mirada hacia él. ―Oye, mírame. Aquí. Directo a mis
ojos.
Traté de hacer lo que dijo. Traté de concentrarme en nada más
que en esos hermosos ojos oscuros, pero no podía empujar los sonidos
fuera de mis oídos.
―¿Quién es la chica, Brian?
―¿Qué pasa con Kaylee?
―¿Has estado engañándola?
―¡Díganos su nombre!
―¿Estás enamorado?
―¿Cómo la conoces?
―¡Brian!
―¡Brian!
Brian hizo caso omiso a todos. Su atención era para mí sola. ―
Ella, estás bien. Esto es normal. He pasado por lo mismo cientos de
veces. Vamos a estar bien, ¿de acuerdo?
Sus manos se deslizaron desde mis hombros a lo largo de mis
brazos, y llevó mis manos en las suyas otra vez.
―¡Tú, chica! ¿De dónde sacaste esas cicatrices?
―¿Qué te pasó?
―Brian, ¿qué pasa con tu nueva novia?
Ante la mención de mis cicatrices, un nuevo horror apareció en
mi mente. No llevaba mi manto ni mis guantes. Tiré de mi capa sobre
mis hombros, pero no hizo nada para hacerme sentir mejor. Era
demasiado tarde. Justo en este momento se grababan imágenes de mí y
podrían estar por todas las noticias antes de que llegara siquiera a casa.
Mi peor pesadilla se había hecho realidad.
Brian tuvo que atar mi capa por mí, porque mis manos temblaban
demasiado. Después de eso, me levantó en sus brazos como si me
protegiera de los buitres que destrozaban mi alma.
Enterré mi cara en su pecho y sollocé hasta que escuché los
gritos de personas tratando de hacer retroceder a la multitud. Empecé a
levantar la cabeza, pero Brian me sostuvo y acarició mi cabello. ―Ella,
espera. Está por terminar. Va a estar bien en un momento.
Sabía lo que quería decir, pero sus palabras sonaban como una
mentira para mis oídos. Esto no iba a estar bien en un minuto. No
estaba segura de sí estaría bien otra vez.
Intenté obligarme a parar de llorar mientras escuchaba el
alboroto. La mayoría de las protestas ya venía del gerente del
restaurante que me ayudó cuando llegué, pero podía escuchar otras
profundas voces distintas gritando para que las personas desalojaran el
lugar.
―¡Brian!
―¡Scott! ―resopló Brian―. Gracias por traerlos aquí tan rápido.
¿Te quedarías y hablarías con el gerente? Aclara las cuentas y diles que
los llamaré más tarde para asegurarme de que todo ha sido atendido.
―Lo tienes. Incluso les daré tus disculpas.
―¿Cómo pude vivir sin ti?
―Muy desorganizado.
Brian se rio, y entonces una profunda voz dijo―: ¿Señor Oliver?
Le llevaremos a la oficina de seguridad, pero me temo que está al otro
lado de la sala principal.
Brian suspiró y sacó mi cara de su pecho. ―¿Lista para una
carrera?
Definitivamente no estaba lista, pero asentí de todos modos.
―Ella, estaremos bien.
Brian se puso de pie y me tendió la mano. Poco a poco me
levanté. Alcanzando mi bastón, di un paso en dirección al guardia de
seguridad gigante como una torre que me acompañaba y me congelé. La
seguridad del centro de convenciones obligó a todos los clientes del
lugar a que regresaran a sus mesas, y lograron despejar el restaurante
de todos los demás, pero una gran multitud se reunía afuera,
esperándonos.
―Brian ―susurré con horror―. No puedo hacer esto. ¿Qué pasa
si simplemente te vas? Podría esperar aquí y llamar a Juliette después
de que el caos pase.
―Ni en sueños.
―Pero…
―No voy a dejar que lidies con esto sola. ―Me miró, pero su ira
realmente no tenía nada que ver conmigo. Miró las cámaras que todavía
brillaban y sacudió la cabeza con amargura―. No funcionaría, de todos
modos. Supuestamente soy un hombre comprometido. Tú y yo
acabamos de crear uno de los mayores escándalos de Hollywood que se
ha visto en un tiempo.
Trató de sonreírme, pero no tuvo éxito. ―En una conversación
con muchas celebridades, todos los paparazzi en LA están aquí.
Aquellos fotógrafos quieren saber quién eres. Si me voy, algunos de ellos
me seguirán, pero el resto te esperarían. Esperarían tanto como les
tome, y luego te seguirían. Seguirían tu auto, y luego todo el camino
hasta tu casa y acamparían en tu jardín frontal.
Mis ojos se abrieron mucho cuando la realidad de lo que sucedía
me golpeó. Me gustara o no, mi vida nunca sería la misma otra vez.
―Bienvenida a la fama, Ella ―murmuró Brian, el remordimiento
pesando en su voz―. Siento que haya sucedido así, pero vamos a salir
de esto juntos, ¿de acuerdo?
Me tendió la mano, pero no podía soportarlo. Miré a la multitud
que parecía haberse duplicado desde que me puse de pie.
―Señor Oliver ―interrumpió el guardia de seguridad―, cuanto
más esperemos, más grande se hará la multitud. Hoy hay miles de
personas en este centro de convenciones.
Brian me tendió nuevamente su mano.
Negué con la cabeza, tratando de no entrar en pánico. ―No
puedo.
―Ella, realmente lo siento, pero no tienes elección. Tenemos que
irnos.
―¿Tú no lo entiendes? ―espeté―. Me refiero a que físicamente no
puedo. Apenas puedo caminar. Nunca seré capaz de abrirme paso a
través de esa multitud.
Parpadeó como si sólo ahora estuviera recordando que había algo
malo en mí. Observó la manera en la que sostenía mi peso sobre mi
bastón, y su rostro palideció. Esa expresión desconsolada llena de dolor
reapareció. No podía soportar verla, así que me aparté de él y se dio
cuenta de que me había ganado la atención de todos en el restaurante.
Mi estallido emocional los tenía congelados con sus tenedores a medio
camino de sus rostros.
Mirando alrededor, vi un centenar de diferentes pares de ojos,
todos centrados en mí, juzgando. Cerré los ojos y tomé una profunda
respiración, obligándome a no llorar de nuevo, pero mis lágrimas
regresaron de todos modos. ―Tampoco puedo extender completamente
el brazo ―murmuré, con la cara ardiendo de vergüenza―. Si me caigo,
o alguien me agarra, podría rasgar los injertos de piel. Ha sucedido
recientemente. Tengo programada otra cirugía en enero a causa de ello.
No abrí los ojos hasta que sentí el tierno toque de Brian mientras
limpiaba las manchas de humedad de mis mejillas. ―Lo siento mucho,
Ella. No sé cómo supieron que estábamos aquí. Nunca debí haberte
besado en público. Esto es culpa mía. Simplemente no pensé.
―Ahora no importa. Vamos a salir de aquí. ―No podía mirarlo a
los ojos cuando añadí―: Alguien va a tener que llevarme.
Era tan humillante. Brian era un hombre tan perfecto, tan amado
y adorado por muchos, que literalmente había cientos de personas
reunidas afuera para ver con quién estaba, y yo ni siquiera podía salir
caminando de aquí a su lado.
―Eso no es un problema, señorita, yo puedo…
Brian le gruñó al guardia de seguridad que habló. ―Yo puedo
hacer eso. ―Me tomó en sus brazos como si no pesara nada, y me
sostuvo fuertemente contra su pecho.
Dos hombres que parecía que podían jugar fácilmente como
defensas para los amados Green Bay Packers de Brian, se encontraban
a cada uno de nuestros lados. ―¿Listo, señor Oliver?
―¿Mis cosas? ―pregunté.
―¿Scott? ―llamó Brian.
―Ya las tengo.
Brian me dedicó una pequeña sonrisa. ―Él es realmente
impresionante.
Cuando no pude devolverle la sonrisa, bajó la cabeza y me besó
en la sien. ― Ella, lo siento mucho.
Asintió con la cabeza en dirección a los hombres de seguridad y
luego se dirigió hacia la sala de convenciones. Una multitud de
personas con cámaras nos invadieron en el momento en que entramos
por la puerta. Gritaban y disparaban con sus cámaras, ya que todos
competían por mejores posiciones en busca de imágenes más claras.
Enterré mi cara en el hombro de Brian tratando de rechazarlos, pero un
grito ahogado me llamó la atención. ―¡Ella! ―gritó Juliette―. ¡Ella!
¡Déjame pasar, tú, grandísimo patán! ¡Esa es mi hermana! ¡Ella!
―¿Juliette?
No podía verla, pero Brian asintió hacia uno de los escoltas, y le
dijo―: Aquellos cuatro.
Segundos después, Juliette, Vivian, Rob y Anastasia fueron
atraídos hacia el pelotón que había detrás de mí. ―¿Están todos bien?
―gritó Rob por encima del ruido.
―¡Esto es una locura! ―gritó Juliette.
Asentí en respuesta a los dos, y luego enterré nuevamente mi cara
en el hombro de Brian. No levanté la mirada hasta que me encontraba
escondida y segura en la oficina de seguridad del centro de
convenciones.
Traducido por Nikky
Corregido por Alex Phai

En el segundo en que Brian me dejó sobre un sofá en la oficina de


seguridad, Juliette lanzó sus brazos a mí alrededor en un feroz abrazo.
—¿Estás bien?
—No. —Mis lágrimas volvieron con su abrazo—. Quiero ir a casa.
¿Cómo se supone que alguna vez saldremos de aquí?
Un hombre que se presentó como el jefe de seguridad del edificio
se puso delante de nosotros. —¿Condujeron hasta aquí?
Juliette asintió. —Dejamos el coche en el estacionamiento.
—Vamos a tener que conducir su coche hasta la entrada trasera,
donde descargan los camiones de reparto. No está lejos de aquí y toda
esa zona está bloqueada para el público. Deben ser capaces de irse de
forma inadvertida, pero enviaremos una patrulla de policía con ustedes
solo para estar seguros.
Di un suspiro de alivio. Si pudiéramos irnos hoy sin ser seguidos,
entonces no sería demasiado tarde para mantener alguna muestra de
privacidad. Nadie sabía quién era yo. Ni siquiera Brian sabía mi apellido
ni donde vivía.
Rob le entregó nuestro boleto del estacionamiento al hombre y
este leyó el número en una radio de mano. Después de una rápida
respuesta, nos sonrió de nuevo. —Estará aquí en unos diez minutos.
Me hundí de nuevo en el sofá tan lejos como lo permitían los
cojines, agotada ahora que la adrenalina había dejado mi sistema. Mis
nervios estaban tan exhaustos que no estaba segura de sí me
recuperaría.
Brian se sentó a mi lado y tomó mi mano en la suya. No dijo
nada, pero se inclinó y besó mi mejilla. Unos minutos más tarde llegó
su asistente Scott. —Todo en el Dragon's Roost esta atendido —informó
a Brian mientras dejaba mis guantes, libro y bastón para caminar, que
había dejado atrás en el restaurante—. El gerente se sentía bastante
mortificado por que ustedes hubieran sido interrumpidos así y se negó
a dejar que pagaran por su comida. Él envía sus más sinceras
disculpas.
Brian asintió. Se veía tan cansado como me sentía yo cuando se
puso de pie y le entregó a Scott un juego de llaves. —Un último favor, y
entonces exijo que te tomes unos días de descanso. ¿Te importaría
llevar a Preciosa segura a casa?
Me encantó el asombro que se apoderó de la cara de Scott. Me
imaginaba que yo me vería igual si Brian me preguntara eso alguna vez.
—¿Preciosa? —preguntó Vivian, confundida.
Ella me miró para ver si yo sabía lo que quería decir, y sonreí, mi
primera sonrisa en lo que parecieron horas. —Su Ferrari. Lo nombró
Preciosa. —Suspiré cuando nadie lo comprendió—. Igual que "mi
precioso"… Gollum… ¿El Anillo Único…?
Todavía nada. Eché la cabeza hacia atrás y gemí. —¿Cómo puedo
ser amiga de tantas personas que no entienden esa referencia?
Brian se rio.
—Él es un gran nerd de El Señor de los Anillos —les expliqué a
mis amigos desconocedores de Tolkien.
—Admirador —corrigió Brian, su sonrisa disolviéndose a un
puchero—. No nerd. Y como si tú pudieras hablar, Señorita vi-la-
película-doce-veces-en-el-cine.
Todo el mundo se echó a reír, y Brian me guiño un ojo antes de
volver su atención a Scott. —¿Intercambiarías de coches conmigo?
¿Conduces a Preciosa a casa y pasas el rato hasta que pueda llevar tu
coche de vuelta? Hay un bono dentro para ti.
—Claro.
—Por supuesto, hazle un rasguño y estás totalmente despedido.
Scott tragó saliva mientras bajaba la mirada hacia las llaves en la
palma de su mano. —Correcto. No hay problema.
Brian se rio y golpeó el hombro de Scott levemente. —Estoy
jugando contigo, hombre. Sabes que nunca sería capaz de funcionar sin
ti. Solo cuida de mi bebé. No voy a tardar demasiado. Solo quiero llevar
a Ella a casa y asegurarme de que está bien, pero los paparazzi están
demasiado familiarizados con mi coche.
Cuando me di cuenta de lo que decía, mi corazón dio un vuelco y
mi estado de ánimo juguetón desapareció. —Preferiría que no lo hicieras
—grazne con una voz temblorosa.
Todos en la habitación se congelaron, y entonces Vivian y Juliette
llegaron a mi lado mientras que Brian me fruncía el ceño, confundido.
Tragué, esperando ser capaz de hacer lo que había que hacer sin herirlo
demasiado. —Lo siento, Brian. —La declaración fue pesada y todos en
la sala entendieron su significado completo.
—¿Estás segura de esto? —susurró Juliette.
No era lo que quería, pero estaba segura de que era lo que tenía
que suceder. ¿Qué diría la gente cuando los periodistas sacaran fotos
de mis horribles cicatrices por todos los medios de comunicación para
que todo el mundo pudiera verlas? ¿Qué pasaría cuando descubrieran
mi identidad? Mi dolor y sufrimiento, mi accidente, la pérdida de mi
madre, y mi intento de suicidio serían expuestos ante todo el mundo
como nada más que chismes y entretenimiento barato. No creía que
pudiera vivir con eso.
—Estoy segura. —Tomé unas cuantas respiraciones y luego me
obligué a encontrarme con la mirada de Brian. Se merecía eso por lo
menos—. Podría haber tratado con casi cualquier cosa, pero esto… —
Sacudí la cabeza—. Tenías razón cuando dijiste que no podía manejar
tu mundo. No puedo. Lo siento, Brian. No soy la chica adecuada para ti.
Los ojos de Brian se abrieron de par en par. Cruzó la habitación
hasta mí en dos zancadas, y tanto Juliette como Vivian se levantaron
rápidamente para que pudiera sentarse a mi lado. Me tomó la mano de
nuevo, y suplicó—: No hagas esto —con toda la pasión que lo hizo
famoso.
Su emoción retorció mis entrañas. Entendí exactamente por qué
se había convertido en actor. Sus ojos decían mucho más de lo que
nunca podrían las palabras. Ahora mismo me decían lo confundido,
herido, e incluso asustado que se sentía. No podía soportarlo. En algún
lugar bajo el Brian Oliver exterior se hallaba mi mejor amigo, la persona
más importante de mi vida. Nunca quise causarle preocupación, y sobre
todo nunca quise lastimarlo.
La presa detrás de mis ojos amenazó con romperse de nuevo. —
Dos semanas atrás, eras tú el que mendigaba para que lo que teníamos
fuera suficiente —dije—. Ahora tengo que pedirte lo mismo.
Brian sacudió su cabeza con furia. —¿Crees que hay alguna
manera de que podamos retroceder después de hoy? No podemos, Ella.
Pertenecemos al otro, y tú lo sabes.
Él no estaba haciendo esto fácil, pero cuadre los hombros,
determinada. —No sería así de simple.
Brian se pasó una mano por el cabello con tanta violencia que
temía que dejara una calva en su rastro. —Sé que la fama es demasiado
para hacerle frente; sé que es mucho pedirte, pero te juro que me
gustaría hacer que valga la pena para ti.
Creía que lo intentaría, pero sabía que realmente no tendría el
control de la situación. Se quejaba todo el tiempo por no tener ningún
control sobre su vida. Sabía a ciencia cierta que con quién salía
importaba, de ahí la razón por la que había estado con Kaylee
Summers.
Salir con una chica como yo podría arruinar por completo su
imagen. Ya lo había hecho. Simplemente destruí todo lo que estaba
tratando lograr con su relación falsa cuando él la "engañó" conmigo en
público. Las personas no me iban a perdonar por eso. Su mundo nunca
me aprobaría. Era una don nade. Era peor que una don nadie. Era
lisiada y deforme, con cicatrices y fea.
Realmente éramos Cinder y Ella. Era la plebeya, y él un príncipe.
Incluso si me amaba, con el tiempo tomaría la decisión que se esperaba
de él, la noble elección, como tantas veces me dijo. Él escogería a
Ratana. Quizás no sería Kaylee Summers, pero sería alguien famosa.
Alguien hermosa. Alguien digna de él.
—No puedo hacerlo. Las personas hacen pedazos incluso a las
más bellas actrices de Hollywood por tener una nariz menos que
perfecta, o un kilo extra de grasa. Incluso si tú puedes pasar por alto
mis defectos, el resto del mundo nunca lo hará. No puedo manejar las
cosas que van a decir de mí. No soy como tú. Soy demasiado consciente
de mí misma. Demasiado inútil. Demasiado débil.
—Ellamara, no eres débil. Tal vez no sea fácil, pero vamos a lidiar
con ello juntos. Danos una oportunidad. Por favor.
Cerré los ojos otra vez y luché contra más lágrimas. Lo que
necesitaba decir serían las palabras más duras que jamás había dicho,
pero tenían que decirse. —Sigues siendo mi mejor amigo. Sabes que te
quiero más que a nada. Siempre voy a estar allí para Cinder, pero no
puedo ser parte de la vida de Brian Oliver. Lo siento.
Me tragué de nuevo mis emociones y miré a mis otros amigos. —
¿Vivian?
Vivian sabía lo que quería. Me trajo mi bastón y me ayudo a
levantarme. Brian me detuvo antes de llegar a la puerta. —Sé que estás
un poco asustada sobre la cosa de la fama, pero…
—No estoy un poco asustada, Brian. —Mi última pizca de control
finalmente se rompió y le grité—: ¡Estoy aterrorizada! Estoy en periodo
de prueba con mi terapeuta en este momento. Estoy a un ataque de
ansiedad de ser encerrada en un hospital psiquiátrico. A un ataque de
abuso escolar de ser expulsada de la escuela, y ya voy un año completo
retrasada por pasar ocho meses en el hospital.
—¿Ocho meses? —susurró Brian en horrorizada sorpresa.
Dejé de gritar y la desesperanza que sentía se filtró en mi voz. —
Sí. Y todavía tengo años de recuperación por delante de mí. Tengo
mi trigésima séptima cirugía programada para enero. Estoy todavía de
duelo por la pérdida de mi madre, todavía luchando por aceptar todo lo
que me ha pasado. Estoy apenas sobreviviendo. No creo que pueda
manejar el tipo de presión que me estas pidiendo que asuma.
Cuando Brian contestó, su voz era pequeña. Era la primera vez
que lo había oído sonar inseguro. —No siempre es así. Lo que pasó hoy
fue desafortunado, pero…
—¿Desafortunado? —Me atraganté con un sollozo que me tomó
por sorpresa—. Hoy ha sido mucho más que desafortunado. Solo mi
familia y Vivian han visto mis cicatrices así, y nadie aparte de mis
médicos las han tocado nunca. ¿Sabes el paso emocional tan enorme
que fue eso para mí? ¿Tienes alguna idea de lo vulnerable que me
sentía contigo hoy? Destrozaste toda defensa emocional que tenía. Me
rompiste de par en par, así que estaba más expuesta de lo que nunca
he estado.
—No me refiero a… —Brian luchó por encontrar las palabras—.
Me sentía tan abrumado por todo. No me di… —Se detuvo un minuto
para estabilizar su voz—. Ella, lo siento mucho.
Me sentí muy mal por hacerlo sentir culpable. —Por favor, no te
disculpes, Brian. Esta noche me hiciste sentir hermosa, especial y
amada cuando no creía que alguna vez me sentiría así de nuevo. Te lo
agradezco por eso.
—Solo estoy molesta porque justo cuando sentí el primer rayo real
de esperanza desde mi accidente, esos tipos de las cámaras vinieron y
se lo llevaron. La primera cosa que preguntaron fue por qué estabas
conmigo, y qué estaba mal conmigo. Ese momento entre nosotros fue
uno de los momentos más bellos y especiales de toda mi vida.
Brian se acercó y envolvió sus brazos a mí alrededor. —El mío
también, Ella.
Finalmente me rompí en un desastre gritón. —Pero ese momento
está a punto de ser retransmitido a todo el mundo para que las
personas se burlen, juzguen y hablen sobre ello. Mi dolor y sufrimiento
está a punto de convertirse en el entretenimiento de la nación. No
puedo manejar eso, Brian. No sé cómo tratar con ello. Lo siento.
Me liberé de su agarre y miré al tipo de seguridad. —¿Está listo
nuestro coche?
El hombre miró nerviosamente de un lado para otro entre Brian y
yo, y entonces asintió.
—Ella, espera. Por favor.
Brian trató de discutir, pero dejé de escuchar. No podía
soportarlo. Juliette pareció entender mi necesidad de escapar. —Aquí
no, ¿de acuerdo? —le dijo a Brian—. Ustedes pueden resolver esto, pero
no ahora. Deja que ella te llame después de que se tranquilice.
—Pero…
—Déjala ir —dijo con severidad, e hizo un gesto hacia el hombre
de seguridad para que nos mostrara nuestro auto.
Traducido por Mire & Jeyly Carstairs
Corregido por Adriana Tate

Finalmente me las arreglé para dejar de llorar, pero todavía


sollocé todo el camino a casa. Fue el único sonido en el auto durante
todo el camino. Cuando llegamos a mi camino de entrada, Anastasia se
encontraba fuera del auto y cerrando la puerta antes de que incluso el
resto de nosotros se quitara el cinturón de seguridad. No la escuché
decir una palabra desde que Rob la regañó. No tenía la certeza de si
todavía estaba enojada por eso, o realmente odió el discurso de “no me
dejes, debemos estar juntos” de Brian. Supuse que era todo lo anterior
y dudaba que me volviera a hablar de nuevo.
Antes de que Vivian o Juliette pudieran entregarme mi bastón del
maletero, Rob me cargó en brazos y me llevó hasta la acera. Me sentía
tan desconsolada y agotada que no discutí. En el momento en que
llegamos a la puerta, mi papá y Jennifer se encontraban allí,
aferrándose el uno al otro en un abrazo preocupado.
—¿Qué pasó? —jadeó Jennifer.
Yo no podía explicarlo.
Rob miró a Juliette. —Por qué no se lo explican ustedes dos. Voy
a llevar a Ella a su habitación.
Rob empujó de un codazo la puerta, cerrándola detrás de él
mientras me llevaba a mi habitación y me ponía en mi cama, lo cual
pensé que rompía una regla de la casa, pero no lo mencioné. Se sentó a
mi lado y no dijo nada. El silencio era cómodo, pero aun así lo rompí. —
Gracias.
Rob buscó mi mano. Dudó un segundo cuando se dio cuenta de
lo cerca que se encontraba de mi mano llena de cicatrices, pero luego la
levantó de todos modos. —¿Estás bien? —me preguntó a la vez que
empezaba a pasar los dedos sobre el dorso de mi mano y luego mi
palma, explorando la sensación de mi piel.
Por alguna razón, me sentí aliviada por sus acciones. No sentía
repulsión por él, y ahora ya no sentía miedo de que me tocara. Era
como si hubiéramos llegado a un nuevo nivel de confianza y aceptación.
Si podíamos compartir este momento sin ninguna incomodidad entre
nosotros, entonces realmente era mi amigo.
Me quedé allí un minuto, mirando sus dedos en mi piel y
disfrutando de la paz en la atmósfera. —Eres un buen amigo para mí,
Rob. No me lo merezco.
Rob entrelazó sus dedos con los míos y sonrió. —Sí te lo mereces.
Su respuesta llegó tan fácilmente y fue tan sincera que me dolió el
corazón. —Rob… Realmente aprecio que trates de ayudarme a olvidar a
Cinder, y tal vez algún día voy a estar lista para hacer eso, pero no creo
que pueda salir contigo en estos momentos. Lo lamento.
—No lo lamentes. —Rob suspiró, pero aún me sonría—. No es tu
culpa. Yo no lo entendía, Ella. Pensé que sólo tenías un enamoramiento
con el chico porque el misterio era emocionante. Pensé que
eventualmente decidirías que un novio real, de carne y hueso, era mejor
que un compañero de teléfono, pero lo que vi hoy no fue un
enamoramiento. No para ninguno de ustedes.
Rob puso su otra mano en la cima de nuestros dedos
entrelazados. —No importa cuánto tiempo te espere. Podría esperar
para siempre y no me haría ningún bien. Tú le perteneces a él.
Me sonrojé y me atraganté con otra disculpa. Él se rio esta vez. —
Está bien, Ella. Puedo ser sólo tu amigo. Y como un amigo, creo que
tengo que decirte que no renuncies a él.
Levanté la mirada, sorprendida, y me sonrió. —Ustedes, chicos,
están enamorados. No renuncies a eso porque tienes miedo. Será difícil,
pero cualquier cosa que vale la pena siempre lo es, y tendrás a tus
amigos para ayudarte.
—Tiene razón, sabes. —Vivian sonrió desde la entrada de mi
dormitorio. No escuché la puerta abrirse—. Siempre nos tendrás.
Juliette se encontraba a su lado, con su rostro radiante con una
sonrisa brillante. —También tendrás a tu familia. —Agarró el control
remoto de la televisión, y ella y Vivian se subieron a la cama—. Vamos;
todos comprobaremos el daño juntos.
Tomó diez minutos de ver las noticias antes de que apareciera la
historia. Un presentador y una mujer se encontraban sentados detrás
de un escritorio y la imagen mostrada en la pantalla detrás de ellos era
una de Brian y yo besándonos. Además de hacerme sonrojar delante de
mis amigos, ver esa foto dolió. Se burlaba de mí con el recuerdo del
beso de Brian. Me hizo recordar lo maravilloso que fue todo por un
momento, y al mismo tiempo me recordó que nunca podría tenerlo.
—En noticias de entretenimiento —dijo la joven mujer de buena
apariencia—. La estrella de El Príncipe Druida, Brian Oliver, causó un
poco de alboroto en FantasyCon esta tarde cuando fue visto besando a
una mujer que no era su prometida, La co-estrella en El Príncipe Druida,
Kaylee Summers.
Como si una foto no fuera suficientemente mala, se dio un corte
de pantalla a un video sin editar de alguien de mi beso con Brian. A mi
lado en la cama, tanto Juliette como Vivian suspiraron. Rob suspiró en
respuesta a sus suspiros.
En el televisor, Brian y yo nos apartamos. Mi cara de pánico le
parpadeó a la cámara, como una niña asustada. Me veía tan joven y
patética, aterrada mientras Brian trataba de consolarme. La imagen se
hizo aún más triste cuando me puse a cubrir mis cicatrices con mi capa
y luego comencé a sollozar en el pecho de Brian.
La imagen en la pantalla cambió a una de nosotros dejando el
restaurante —yo en los brazos de Brian— bajo la protección de nuestros
descomunales guardias de seguridad.
—Los tortolitos no hicieron declaraciones —dijo la presentadora—
, pero más tarde, el equipo directivo de Brian emitió un comunicado
diciendo: “No fue lo que pareció. Brian trabajaba con una organización
de caridad que concede deseos. La chica era una fan que casi se quemó
hasta morir en un terrible accidente y se le concedió un deseo: Un beso
de Brian Oliver. La señorita Summers se encontraba al tanto de la
situación y la apoyó plenamente. Los dos, aunque todavía no han fijado
una fecha para su boda, están más felices que nunca y emocionados
por el estreno de El Príncipe Druida el próximo mes”.
Todo el aire abandonó mis pulmones y mis ojos ardieron. ¿Le
dijeron a las personas que yo era un caso de caridad?
—¿Qué? —jadeó Juliette.
Miró fijamente la televisión con los ojos muy abiertos. Vivian
también se hallaba boquiabierta mirando a la pantalla, sacudiendo la
cabeza con incredulidad. —Tiene que haber una explicación.
—La hay —murmuré—. Control de daños.
—Pero nosotros los vimos juntos. Ella, la forma en que te
miraba… no creo que haya…
La interrumpí antes de que pudiera defenderlo. —Estoy segura de
que no quería, pero él hace lo que se le dice. Salió con Kaylee en primer
lugar porque su equipo directivo se lo dijo. Su gente obviamente pensó
que dejar a Kaylee por una fea desconocida era malo para su carrera.
—Ella. —Rob frunció el ceño.
Negué con la cabeza, no queriendo dejar que Rob me contradijera.
—Simplemente apágalo.
Juliette extendió la mano en busca del control remoto, pero se
detuvo cuando la presentadora dijo—: Brian pudo haber sido un poco
tímido ante las cámaras, pero nos las arreglamos para alcanzar a
Kaylee y ella tenía mucho que decir sobre el tema.
—Estoy seguro de que así fue —bromeó el hombre mayor a su
lado con una risita que me puso furiosa.
—Esto no puede ser bueno —murmuró Vivian.
La pantalla cambió a una imagen de una mujer sosteniéndole un
micrófono a Kaylee. Kaylee se encontraba serena y perfecta para las
cámaras. —Oh, por favor —dijo cuando se le preguntó acerca de Brian
besándome—. ¿Realmente crees que Brian me engañaría con una niñita
de esa manera? —Hizo un gesto de desdén con la mano—. La conoció
por una de esas cosas de caridad que concede deseos. La chica es una
gran fan suya. Él estuvo de acuerdo con eso porque ella tiene un blog
que le gusta. Se pasó todo el viernes twitteando sobre ello.
—Entonces, ¿estuviste de acuerdo con que la besara? —preguntó
la reportera.
La mirada feroz de Kaylee hizo que la reportera diera un paso
atrás. Tan pronto como pudo enterrar su molestia, plantó una sonrisa
en su rostro. —Obviamente no estuve muy contenta con eso —dijo—,
pero lo perdoné. Estoy segura de que sentía lástima por ella. Quiero
decir, viste cómo lucía, con todas esas cicatrices. Y ni siquiera puede
caminar. Es por eso que tuvo que cargarla para sacarla de allí. Créeme,
no estoy preocupada.
—¡No dijo eso! —gritó Vivian indignada.
—¡Es cruel! —concordó Juliette.
Los dedos de Rob se deslizaron entre los míos mientras la cara de
Kaylee Summers aparecía en la pantalla con una sonrisa de suficiencia.
Le apreté la mano que me ofrecía con todas mis fuerzas.
En la pantalla, Kaylee continuó su falso discurso. —Brian
simplemente es un buen tipo. Se le hace difícil decir que no,
especialmente a sus fans. Siempre está tratando de complacer a todos.
—Suspiró como si pensara que Brian fuera un niño tonto—. Siempre
está tratando de ser el héroe.
—Suena como si fuera la opción perfecta para interpretar al
heroico Príncipe Cinder, entonces —dijo la periodista.
—Así es —concordó Kaylee. Luego, de repente, la sonrisa de
suficiencia desapareció de su rostro y fulminó con la mirada a la
reportera—. Y si esa acosadora alguna vez intenta ir a cualquier lugar
cerca de mi prometido de nuevo, aprenderá por qué yo fui la mujer
perfecta para interpretar a la feroz princesa guerrera Ratana. Brian es
mío.
Juliette finalmente apagó el televisor.
Rob, Vivian y Juliette me sumergieron en un abrazo grupal. Yo
me sentía agradecida con ellos, pero cuando trataron de consolarme
con palabras, les pedí que se fueran. Había tenido un largo día, y sólo
quería que terminara.

***
La mentira de Brian pudo haber salvado su reputación, pero
destruyó mi vida. Me desperté a la mañana siguiente con la bandeja de
entrada llena de correos de odio. Los fans de Brian y Kaylee por igual no
tomaron amablemente a la acosadora psicópata que casi terminó con la
pareja “perfecta”. Mi blog, Twitter y Facebook se encontraban llenos de
comentarios profanos e hirientes.
En la escuela fue peor porque no era sólo una acosadora. Para
mis compañeros de clase, era una patética mentirosa. Todo el mundo
me acusó de mentir sobre mi amistad con él. No importó el hecho de
que nunca aseguré conocerlo en absoluto.
Rob y Vivian se encontraban esperando por Juliette y por mí en el
estacionamiento cuando llegamos a la escuela. Sus rostros sombríos me
dijeron todo lo que necesitaba saber acerca de cómo iba a ser este día,
no es que no lo hubiera imaginado. Los tres caminaron conmigo a
través del pasillo, mirando con furia y gritándole a cualquier persona
que se me acercara. Su presencia no impidió que las personas más
valientes se rieran y me gritaran cosas horribles, pero al menos
mantuvieron la distancia.
Juliette fue la primera en llegar a mi casillero y, con un grito
ahogado de sorpresa, se dio la vuelta y se lanzó contra él, cubriendo el
frente de mi vista. —¿Por qué simplemente no vamos a clase? ¿Quién
necesita libros?
—Aprecio el gesto, Juliette, pero tengo que llegar allí, así que voy
a verlo sea lo que sea, de todos modos.
Juliette negó con la cabeza.
—Jules, sea lo que sea voy a oír hablar de ello en algún momento
hoy.
Cuando Juliette finalmente se hizo a un lado, Vivian se hizo eco
de su grito de asombro y Rob hizo un ruido que sonó muy parecido a un
gruñido. Mis encantadores compañeros de clase fueron tan amables
como para decorar mi casillero con marcador permanente con palabras
como psicópata, acosadora, puta, perdedora, fea, fenómeno y lisiada.
Me dije que sólo eran palabras y que no eran ciertas. Me dije que
mis compañeros de clase se sentían celosos y que no sabían la verdad.
Me dije que tenía tres amigos de mi lado quienes me apoyaban, y que
eso era todo lo que realmente importaba. Aun así, no importaba lo que
me dijera a mí misma, ver mi casillero así dolió.
Cuando cerré los ojos contra el ardor de las lágrimas y tomé aire
profundamente por la nariz, una mano cayó sobre mi hombro. —Vamos
a llamar a mamá y a papá —dijo Juliette—. Ellos te dejaran ir a casa
hoy.
—¿Cuál sería el punto? —le pregunté. Con mi voz temblando
mientras luchaba para mantener el control de mis emociones, abrí mi
casillero y saqué los libros que necesitaba para mi primera clase—. Si
no estoy aquí hoy, van a esperar hasta mañana para atormentarme, o el
siguiente día, o el día después de ese.
Cuando cerré de un portazo el casillero, Rob me rodeó con un
brazo. Me recosté contra él, dejando que su presencia me consolara. Me
besó en la frente y luego comenzó a acompañarme a mi primera clase.
—Estamos aquí contigo, Ella.
Le devolví el abrazo y tomé otra respiración. —Gracias.
Si tan sólo los tres pudieran haber estado conmigo todo el día.
Juliette estaba en mi segunda clase, pero ninguno de ellos estaba en la
primera. Me encontraba sola para caminar desde el primer periodo al
segundo.
Mantuve la cabeza baja para evitar las miradas desagradables
mientras caminaba por el pasillo. No vi al grupo de chicos
persiguiéndome para buscar problemas como su propósito hasta que
fue demasiado tarde. —Hola, fenómeno —me saludó uno de ellos. Esa
fue la única advertencia que recibí antes de que pateara mi bastón.
Caí al suelo en medio de un estallido de carcajadas. Por suerte,
amortigüé la caída con mi brazo bueno, logrando al menos no hacerle
más daño a mis injertos de piel. Mi cadera reconstruida, que causaba la
mayor parte de mi cojera, se estrelló contra el suelo, enviando un dolor
tan intenso que mis ojos se llenaron de lágrimas a través de mi cuerpo.
Una chica de mi primera hora de clase que había sido
particularmente cruel todo el año se envolvió alrededor del chico que
acababa de patear mi bastón y se rio. —¿Dónde está Brian Oliver para
llevarte a un lugar seguro ahora, Ella? Oh, cierto, está con su verdadera
novia, porque realmente no se preocupa por ti. Sólo eres una patética
acosadora.
Me estiré para alcanzar mi bastón, así podía levantarme, y otro
imbécil lo pateó hacia el otro lado del pasillo, fuera de mi alcance. —
¡Ups, lo siento!
No podía levantarme sin algo sobre lo que apoyarme, así que
literalmente me hallaba atrapada allí hasta que alguien decidiera
apiadarse de mí. Era completamente degradante, y la cosa más
miserable que me había sucedido en toda la vida.
Con la excepción de cuando Jason rasgó mi injerto de piel, nunca
lloré en la escuela y no quería empezar ahora. Eso era lo que querían
estas personas, reducirme a las lágrimas. No quería darles el placer,
pero me sentía tan humillada que no pude evitar que mis ojos se
llenaran de lágrimas.
—Oh, no —se burló la chica mala—. ¿La pobre Ella va a llorar de
nuevo, como lo hizo anoche en la televisión?
Incapaz de aguantar más, finalmente les di lo que esperaban.
Enterré mi cara en mis manos y comencé a sollozar.
Una chica parada cerca, que presenció la escena, tomó mi bastón
y trató de entregármelo, pero otro imbécil se lo arrancó de las manos y
empezaron a jugar para mantenerlo lejos. —¡Chicos, basta! —La chica
se agachó, y después de preguntar si me encontraba bien, me informó
que su amigo había ido a buscar al director. Fue amable de su parte
defenderme, pero todavía no podía dejar de llorar.
—¿Qué diablos está pasando?
El alivio se apoderó de mí al oír el sonido de la voz de Rob. Se dejó
caer al suelo y envolvió sus brazos a mí alrededor. —Ella, ¿qué paso?
—No sé por qué te tomas la molestia con ella, Rob. —No miré para
ver quién hablaba. Me imaginé que era mejor si no lo sabía—. ¿Has
visto sus cicatrices, amigo? Asqueroso. He escuchado que cubren todo
su cuerpo. ¿De verdad quieres ir por eso?
Los brazos que me rodeaban desaparecieron y segundos más
tarde se produjo un fuerte crujido y un montón de gritos. La conmoción
sólo duró treinta segundos como lo mucho antes de que varios
profesores disolvieran la pelea, pero fue suficiente para que Rob hiciera
sangrar la nariz y el labio del chico que pateó mi bastón haciéndome
caer.
En lugar de tratar de averiguar lo que ocurrió allí mismo, los
profesores nos enviaron a todos los presentes —once en total— a la
oficina del director.
La chica que me defendió y otras dos personas trataron de
ayudarme a levantarme, pero Rob los alejó y no dejó que nadie se me
acercara. Me ayudó a levantarme y me entregó el bastón, pero me dolía
tanto la cadera que no podía poner ningún peso sobre la pierna. Por
segunda vez en dos días, tuve que dejarme cargar.

***

Los cuatro chicos que participaron en el juego de mantener lejos


mi bastón y las tres chicas que los incitaron, se rieron y dijeron cosas
groseras, fueron suspendidos durante tres días. A Rob y al chico que
pateó mi bastón haciéndome caer los suspendieron por una semana por
la pelea, y estaban discutiendo la posibilidad de la expulsión para mí
“agresor”, ya que sus intenciones habían sido maliciosas y terminaron
conmigo lastimada. Mi destino aún no se había determinado.
Cuando mi padre apareció en la oficina, con Jennifer, Daniel,
Cody y la Dra. Parish acompañándolo, me lancé a sus brazos y empapé
su camisa de lágrimas. —Papá, sácame de esta escuela. Ni siquiera me
importa si no me gradúo nunca. Estoy harta.
Mi papá me abrazó con fuerza y pasó una mano por mi cabeza. —
Está bien, nena. Encontraremos otra manera para que puedas
terminar.
Le gritó a alguien por encima de mi cabeza, probablemente al
director Johnson—: ¡Voy a sacar a mi hija de esta escuela! ¡Espero un
reembolso completo de su matrícula, y voy a hacer que inspeccionen
este lugar!
—Señor Coleman, lo que pasó hoy fue inexcusable —dijo el
director Johnson—, pero ¿no cree que eso es un poco extremo?
Mi padre me soltó y se giró hacia el hombre. —¡¿Extremo?! ¡Esta
es la segunda vez que mi hija ha sido agredida en este campus durante
el horario escolar! ¿Dónde demonios se encontraba su personal? ¿Y por
qué no pueden mantener a sus alumnos bajo control?
El director Johnson balbuceó y dio un paso hacia papá con las
mejillas sonrojadas. —Le ruego que me disculpe, señor Coleman, pero
esta es una excelente escuela y mi personal es muy capaz. Hasta que su
hija llego aquí, nuestro historial de altercados estudiantiles era casi
impecable.
—¿Está diciendo que esto fue culpa de Ella?
—Estoy diciendo que los problemas parecen encontrar a su hija.
Usted no puede culpar de eso a esta institución.
—¡Un infierno que no puedo! Usted es responsable de lo que pasa
aquí, y voy a asegurarme de que tenga que responsabilizarse por esto.
Mientras continuaban discutiendo sobre esto, Cody y Daniel me
bombardearon con preguntas y me obligaron a hacer todo tipo de
movimientos y estiramientos. Después de su breve examen, decidieron
que tenía una cadera magullada y que tendría algo de rigidez extra que
tendría que trabajar con Daniel en la terapia física. Aparte de eso, me
encontraba bien.
Físicamente, de cualquier modo. Mentalmente, me encontraba
destrozada, y no tomó mucho esfuerzo por parte de la Dra. Parish para
sacarme esa verdad. —Ella, habla conmigo. ¿Cómo te sientes en este
momento?
Esa simple pregunta me hizo estallar en otra ronda de sollozos. —
¿Cómo se supone que me sienta en este momento? ¿Cómo las personas
pueden ser tan crueles? ¿Y por qué? ¿Por qué alguien me trataría de
esa manera? ¿Qué les he hecho a esas personas para merecer esto?
—Nada, Ella. No te mereces esto. Nadie podría merecer esto.
El consuelo de la doctora no me ayudó. Me sentía como si mi
pecho hubiera reventado y hubiera derramado todas las piezas de mi
corazón roto sobre el suelo. —Las cosas estaban mejorando aquí, pero
al segundo en que ellos tuvieron algo de material nuevo para burlarse
de mí, toda la tortura comenzó de nuevo, ¡sólo que peor! ¿Así va a ser
mi vida de ahora en adelante? ¿Siempre voy a ser torturada por ser
diferente?
Mi pregunta silenció a toda la habitación. Todo el mundo me miró
en silencio mientras me quebraba. Y no sólo me quebré un poco: me
quebré completamente. Lo que quedaba de mí —de mi corazón, mi
mente, mi alma— se quebrantó. Estaba siendo tragada por un océano
de desesperación.
—No puedo seguir con esto —sollocé—. ¿Por qué seguir
intentándolo siquiera cuando no tiene sentido? Estoy tan cansada del
dolor. Cansada de luchar. Cansada de intentarlo. Nada de lo que hago
es bueno. Ojalá hubiera muerto en ese accidente con mamá.
Mi padre se hallaba a mi lado otra vez, y me colocó de vuelta en
sus brazos. —Ella, no digas eso.
—Pero es la verdad.
La habitación se quedó en silencio nuevamente, con nada más
que el sonido de mis sollozos rompiendo el silencio. Cuando la Dra.
Parish recomendó que fuera hospitalizada unos minutos después, me
sentía tan desconsolada que no discutí. Cualquier cosa tenía que ser
mejor que esto.
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Alessa Masllentyle

Había un fuerte golpeteo que simplemente no se detenía. Rodé


sobre mi espalda, gruñendo. Después de limpiar la saliva de mi rostro,
me arriesgué a abrir los ojos. Estaba oscuro. La oscuridad era buena. Si
tan sólo ahora pudiera deshacerme del sonido.
—¡Brian!
Fruncí el ceño. ¿Desde cuándo mi monólogo interno sonaba como
mi asistente?
—¡Brian, no me obligues a conseguir que el personal del hotel
abra la puerta!
Parpadeé de nuevo y eché un vistazo alrededor. Estaba solo en
una oscura habitación de un hotel en… ¿Las Vegas? Mi cerebro
comenzó a despertar y conectar los puntos. Después de que Ella me
rechazó, conduje a Las Vegas y me emborraché. ¿Hace cuánto fue eso?
¿Unas horas atrás?, ¿un día?
—¡Brian!
Bueno. Cualquiera que fuera el tiempo que había estado aquí, fue
el suficiente para que Scotty viniese a buscarme. Maldito fuera mi
asistente demasiado apasionado. —¡Creí que te dije que te tomaras
unos días libres!
Con otro gruñido, salí de la cama y tropecé hasta la puerta. Cerré
los ojos de inmediato ante la violenta oleada de luz que entró en la
habitación desde el pasillo. —¿Por qué no mejor entras en la habitación
y me golpeas con un mazo hasta matarme? Ya fue suficiente con ese
maldito golpeteo.
Abriendo la puerta por completo para que Scott entrara,
refunfuñé caminando de vuelta a la cama.
—Ten. —Scott me arrojó una botella de aspirinas cuando me
instalé en la cama—. Eso debería ayudar.
—Lo haría si lo tomara con una botella de whiskey. No tendrás
algo en ese mágico bolso tuyo, ¿o sí?
—Alguien es un ebrio gruñón. —Scott sacó una botella de su
bolso y me la arrojó. Agua. Demonios.
Me bebí el agua junto con un puñado de pastillas, y luego le
fruncí el ceño a Scott. —Soy un ebrio adorable, muchas gracias. Sólo
soy terrible a la mañana después.
—Prueba con dos mañanas.
¿Dos días? Intenté recordar, y provocó que me doliera la cabeza.
—¿Ha pasado ese tiempo? —Rodé sobre mi estómago y me acurruqué
con mi adorada almohada—. ¿Qué he estado haciendo durante dos días
completos?
—No contestar tu teléfono.
—Ni siquiera recuerdo haber dejado esta habitación desde que
llegué aquí.
—Estoy seguro —respondió Scott—. De haberlo hecho, habrías
visto las noticias y dudo que hubieras sabido que pasaba mientras
vivías tu propia secuela de ¿Qué pasó ayer? 9
—Eso suena fatal. —Subí las cubiertas hasta mi cabeza. Tal vez si
no pudiera ver más a Scott, el Asistente Preocupado desaparecería y me
dejaría volver a dormir—. ¿Así que Kaylee se volvió loca, entonces? ¿Mi
vida ya está arruinada? ¿Ahora soy la persona más odiada de Estados
Unidos?
Scott tiró mis cubiertas hasta el suelo. —Tú no. —Hubo tanta
irritación en su voz que por fin noté la sensación de urgencia—. Ella.
Me senté tan rápido que me dolió la cabeza. —¿De qué hablas?,
¿qué pasó?
Sin esperar la respuesta, tomé mi teléfono de la mesilla de noche
y marqué el número de Ella. —Eso no funcionará —dijo Scott, justo
cuando la operadora me informó que el número de Ella ya no era un
número disponible.
El miedo provocó que la adrenalina bombeara por mi cuerpo,
alejando en el instante la confusión de mi cerebro. —¿Qué sucede? ¿Por
qué el teléfono de Ella no funciona? ¿Está bien?
—No lo sé. No he podido contactar con ella. Probé el número de
teléfono, el e-mail y la mensajería instantánea que tienes alistada en tus
contactos, todas están fuera de servicio.
Me encontraba listo para sacarle las respuestas a la fuerza si no
me explicaba todo con claridad en este maldito segundo. Me sentía tan
molesto por que Ella se negara a ser parte de mi vida que olvidé que la

9 The Hangover en inglés, y Resacón en Las Vegas en España.


había convertido en una celebridad por una noche. ¿Su identidad fue
descubierta? ¿La acosaban? ¿Kaylee había hecho algo?
—Háblame, Scott. Sé que es malo si me seguiste hasta Las Vegas
en tu Toyota de mierda.
—De hecho, volé hasta aquí. Pensé que querrías ir directo a casa,
y no tenía la certeza de que estuvieras en condiciones para conducir.
A juzgar por la mirada que Scott me dedicó cuando evaluó mi mal
estado, lo más probable es que tuviera razón. —Bien pensado.
Scott sonrió con suficiencia. —Supongo. También usé tu tarjeta
de crédito para reservar un vuelo y alistarme en primera clase.
Incluso en medio de mi pánico, tuve que sonreír ante eso. —En
serio le estás agarrando el ritmo a este trabajo.
Scott sacó su portátil y palmeó la mesa junto a él. —Aprendo
rápido. Trae una silla. Vas a tener que sentarte para esto.

***

Había estado paseándome en la habitación durante diez minutos,


aún muy enfadado para hablar. Esto era una pesadilla.
Sabía que iba a haber un frenesí mediático por el incidente del
domingo, pero creí que Ella estaría a salvo. Nadie conocía su verdadera
identidad. Ni siquiera yo la conocía. Pero sabía que algo iba a pasar.
¿Cómo pude irme y no esperar a ver las consecuencias?
La identidad personal de Ella no había sido descubierta, pero,
gracias a Kaylee, su identidad online sí. Su Facebook y Twitter habían
sido eliminados y su email ya no era válido. Su blog seguí ahí, gracias a
Dios por el milagro. Hubiera estado herido si todas sus publicaciones de
los últimos diez años hubieran sido borradas para siempre, pero la
función de comentar fue deshabilitada, y no había publicado nada
desde el sábado.
No tenía que imaginarme los tipos de comentarios que la gente
publicaba sobre ella en las redes sociales para que terminase por
eliminar todo, pues había un montón de lugares en internet para que
los leyera. ¿Un caso de caridad? ¿Una fan obsesionada? ¿Una
acosadora loca? Y eso era lo más considerado. No repetiría lo
desagradable.
Y fue mi maldita propia gente los que iniciaron los rumores. Ella
debía odiarme. De hecho, sabía que lo hacía, porque incluso si eliminó
la persona que era en internet, el público no sabía su número telefónico
y su cuenta de mensajes instantáneos. No necesitaba deshacerse de
ellos, pero lo hizo. Me había dificultado que contactara con ella.
No sólo eliminó su presencia online, sino que me eliminó a mí de
su vida. Era inaceptable. Tenía que hacer algo. No podía permitirle que
me ignorara sin darme la oportunidad de explicarme. Necesitaba un
plan, pero no planearía con los que me ayudaban normalmente.
Dejé de pasearme y me giré hacia Scott, que todavía se sentaba
en la mesa frente a su portátil, esperando que volviera de mi bronca
interna. —Tengo un abogado, ¿verdad? Debo tenerlo. Es probable que
tenga un equipo de abogados, ¿cierto?
Scott asintió. —Candice Regan y Asociados.
—Candice Regan —repetí el nombre para recordarlo—. Ponme a
Candice Regan en el teléfono.
Scott escribió en su iPad durante un minuto, luego marcó en mi
teléfono. —Sí, tengo a Brian Oliver en espera por Candice Regan.
Entonces sugiero que la interrumpa. En verdad no creo que el señor
Oliver esté de ánimo para esperar. Sí, esperaré, gracias.
Scott me tendió el teléfono justo cuando sonó la alegre voz de una
mujer mayor. —¡Brian! Qué agradable sorpresa. No he hablado contigo
en específico en años. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Mi equipo completo de dirección —dije con lentitud, intentando
controlar el enojo que aún me dominaba—. Los quiero despedidos para
el final del día, y no quiero ser demandado por eso.
—¡Despedidos!, ¡vaya! —Candice balbuceó un segundo, y luego
dijo—: Pero están con contratos, Brian.
—Lo cual es por lo que te llamé a ti. ¿Estás enterada de la historia
que inventaron el domingo por la noche?
—¿La del caso de caridad por el deseo de un beso?
Gruñí entre dientes. No era culpa de esta mujer. No debería
gritarle. Aun así, cuando hablé, soné bastante peligroso. —Fue mentira.
Toda la historia. Ella no es una fan. No trabajaba con ninguna
organización de caridad, y ni siquiera estaba comprometido con Kaylee
cuando besé a Ella. Mi tan confiable equipo se inventó la historia junto
con Kaylee en una reunión en la que no estuve presente. Lo
orquestaron sin mi consentimiento ni aprobación, contra las protestas
de mi asistente personal, que les dijo que nunca lo aprobaría. —Candice
estaba demasiado conmocionada como para hablar—. Debe haber un
incumplimiento de contrato en alguna parte.
—Estoy segura que podemos encontrar algo, pero ¿qué pasa si
no?
—Todavía serán despedidos —dije con firmeza—. Simplemente
costará más.
—Si en verdad actuaban sin tu permiso, no debería ser un
problema.
—No he estado disponible. Me enteré de esto hace quince
minutos.
—En ese caso, dame un par de horas y te haré saber lo que
encontré.
—Gracias. Esperaré para dar las noticias hasta que me llames.
Colgué, y Scott sonrió. —Debió haberse sentido genial.
—No tan bien como cuando estén despedidos.
—Entonces, ¿qué sigue?
Pensé por un minuto. —He estado con mi agencia desde que
comencé. Mi carrera ha recorrido un largo camino desde entonces. Creo
que estoy listo para un cambio a mejor, ¿no crees?
—Definitivamente. ¿Llamo a CAA, ICM o WME 10?
—A las tres. —Comencé a pasearme otra vez, intentando
concentrarme, apesar de que mis pensamientos siguieran dirigiéndose a
Ella—. Infórmales de la situación, toda la situación, y diles que si me
quieren, tienen hasta mañana por la mañana para venir con un plan de
cómo arreglar este desastre. Diles que firmaré con la primera que tenga
la mejor idea. Y, ¿Scotty? —Scott levantó la mirada ante mi pausa—.
Asegúrate de que entiendan que Ella es mi mayor prioridad aquí, y no
mi maldita carrera.
Scott asimiló la declaración y sacudió la cabeza como si pensara
que había perdido la cabeza. —Esto debería ser interesante —murmuró
cuando comenzó a teclear en su tablet otra vez—. Lo tendré listo para el
momento que salgas de la ducha.
Bajé la mirada al pantalón de pijama que llevé puesto, al parecer,
durante dos noches y me pasé una mano por mi desordenado cabello.
—Tomaré eso como una indirecta.
—Más como una petición de amigos —dijo Scott, nunca
levantando la mirada de la pantalla iluminada frente a él—. Apestas,
jefe.
Me reí mientras me dirigía al baño.

10 Agencias de representación de famosos.


Traducido por evanescita & CamShaaw
Corregido por LucindaMaddox

Mi centro de rehabilitación en Beverly Hills era tranquilo, lujoso y


sorprendentemente pacifico. Había sólo un puñado de "invitados", como
nos llamaban, incluyendo a alguien cuya música tenía almacenada en
mi iPod. Si no fuera por las sesiones de terapia obligatorias, habría
pensado que me habían enviado a un balneario de vacaciones.
Tuve visitas diarias de la Dra. Parish y me unía a los otros
pacientes para una sesión de terapia de grupo cada dos días. Mi dietista
vino antes de que hubiera llegado y mantuvo una reunión con el
personal de la cocina de la clínica acerca de mi dieta, y mi enfermero,
Cody, llegó en sus visitas semanales regulares.
Delicioso Daniel vino a trabajar conmigo todos los días al igual
que la Dra. Parish. Aunque me había golpeado la cadera, no era
necesario —teníamos un horario de tres días a la semana antes, pero
creo que se compadeció de mí y quería hacerme compañía. Era así de
impresionante. Por supuesto, creo que también tenía un poco que ver
con esa hermosa estrella del pop que he mencionado que se alojaba en
el centro, sí, a la que le gustaba pasar el rato en el gimnasio donde
Daniel y yo hacíamos nuestras sesiones de terapia. Daniel negó esta
acusación, pero siempre se sonrojaba cuando le señalaba que estaba
mirando de nuevo.
Estaba contenta por la compañía de Daniel porque, aparte de mis
médicos, no se me permitía ningún contacto con nadie del exterior. El
punto de estar allí, me informó la Dra. Parish, era conseguir algo de
descanso y relajación en un ambiente libre de estrés. La regla de no
tener visitantes era porque mi familia era un punto de tensión
importante para mí, y la de sin amigos, ni teléfono, ni televisión, ni
internet estaban destinadas a ser un escudo de toda la debacle Brian
Oliver. Si bien extrañaba a mis amigos y estaba mentalmente aburrida,
no podría decir que odiara perderme toda la atención de los medios de
comunicación.
El aislamiento total tenía que terminar en algún momento, sin
embargo, y sucedió alrededor de una semana después de que me
registrara. La Dra. Parish permitió que mi padre y Jennifer me visitaran
con la condición de que nuestro tiempo juntos fuera supervisado.
Básicamente era una visita de asesoramiento familiar que La Dra.
Parish nos recomendó empezar a hacer regularmente a mi padre y a mí.
Me sorprendió que mi padre accediera sin dudarlo.
—Si eso es lo que necesitamos hacer para arreglar las cosas entre
nosotros, entonces por supuesto que lo haré. —Cuando vio mi sorpresa,
dijo—: Yo te amo, Ella. Amé tenerte de vuelta en mi vida el año pasado.
Sé que una disculpa no es suficiente, pero lo siento por haberte dejado.
—Entiendo que la gente se divorcia —le susurré—, pero nunca
llegaste a despedirte. Nunca llamaste. Nunca viniste a visitarme. ¿Por
qué me abandonaste?
Había ido muy bien con no llorar desde que llegué a la clínica,
pero mis ojos comenzaron a arder.
Mi padre suspiró en derrota, y luego comenzó su explicación con
una advertencia. —Realmente me gustaría tener una buena excusa
para que lo que hice estuviera bien, pero simplemente no la hay. La
verdad no es bonita, cariño. No quiero lastimarte más de lo que ya lo
hice.
Podía oír la desesperada súplica silenciosa para que lo dejara
pasar, pero necesitaba saber. —No entenderlo es lo que más me duele.
—Sin entenderlo, Ella no será capaz de perdonarlo, señor
Coleman —dijo La Dra. Parish suavemente—. Es lo que le impide ser
capaz de seguir adelante. Si no puede ser honesto con su hija, nunca
será capaz de construir una verdadera relación con ella.
El cuerpo de mi padre pareció derrumbarse sobre sí mismo. Si
Jennifer no hubiera estado sentada con él, abrazándolo con tanta
fuerza, podría haber colapsado por la desesperación. —He cometido
muchos errores en mi vida, Ella, y todo empezó cuando conocí a tu
madre. Nunca debí haberme casado con ella.
Me balanceé en mi silla. La Dra. Parish tuvo que conseguirme un
vaso de agua antes de que pudiera hablar. Me temblaban las manos con
tanta fuerza que derramé un poco mientras bebía. —¿Qu…qué? —
tartamudeé una vez que finalmente pude pensar de nuevo—. ¿Cómo
puedes decir eso? ¿La amaste?
—Llegué a amarla en algunos aspectos, pero no de la forma en
que preguntas, y tampoco creo que ella me amara alguna vez.
Comencé a engullir el agua, y mi padre se volvió hacia la Dra.
Parish con una mirada de crudo miedo. —¿Está segura de que esto es
una buena idea? ¿Está segura de que podrá manejar esto ahora? Su
madre era su héroe, su mejor amiga. Esto no será fácil para ella.
—Sólo dímelo. —Si no me lo explicaba pronto, perdería mi mente.
La Dra. Parish nos observó con calma y luego dirigió su mirada a
mi padre con gentil severidad, esa que sólo los médicos y las madres
son capaces de hacer. —Sea lo que sea, señor Coleman, usted y yo
estamos aquí para ayudarla a hacerle frente.
Mi papá tragó, y luego se volvió hacia mí. Todo su cuerpo se
hundió al segundo en que me miró. —Yo estaba en mi último año de
escuela en una de las mejores universidades de derecho del país. Era
un programa brutal y competitivo. Estudiaba casi cada segundo que no
me encontraba en clase. Mi vida era tan estresante. Conocer a tu madre
fue como un soplo de aire fresco. Era tan divertida y exótica. Salimos
alguna que otra vez, cuando pudimos encontrar tiempo, y nos lo
pasábamos muy bien juntos, pero las cosas nunca fueron serias entre
nosotros. Nunca estuvimos enamorados. Ni siquiera fuimos pareja
nunca.
Mi papá se estremeció cuando mis ojos se ensancharon, pero
siguió adelante. —Me sorprendió cuando tu madre me dijo que estaba
embarazada. La última cosa que quería en ese momento era un hijo. Me
estaba preparando para presentar mi examen. Si pasaba, tendría un
trabajo a la par, sabía que mis pasantías serían muy exigentes con mi
tiempo.
Mi estómago se revolvió, provocándome arcadas repentinas. —¿Le
dijiste que abortara?
Mi padre miró su regazo. Escuché a una golondrina del lado
opuesto de la habitación. Después de un minuto, se encontró con mis
ojos y susurró—: Sí.
Sentí la sangre congelarse en mis venas y tuve que recordarme a
mí misma respirar. No fue fácil de hacer. Mi corazón latía con fuerza en
mi pecho y el agua que bebí parecía que no iba a quedarse en mi
estómago. Nunca me quiso. Nunca.
—Tu madre fue criada religiosamente. Se negó rotundamente a
interrumpir su embarazo y me pidió casarme con ella en su lugar. Me
ofrecí a pagar por todo, y ayudar sin embargo en lo que pudiera, pero
no quería casarme. Tu mamá y yo no éramos buenos juntos. Éramos
demasiado diferentes. No estábamos enamorados. Pero tu madre
insistió.
—Tu abuela y abuelo eran fanáticos religiosos. Estaban
indignados por todo el asunto del bebé fuera del matrimonio. Dijeron
que si no nos casábamos repudiarían tu madre. Sabes lo cercana que
era con sus padres. Estaba histérica. Además, habría estado sola, e iba
a tener un bebé. Mi bebé. Puede que no haya sido criado
religiosamente, pero me enseñaron a asumir la responsabilidad de mis
actos.
—Entonces te casaste con ella.
Mi padre dejó escapar un suspiro y asintió. —Sí, me casé con ella.
Era un embarazo no deseado y un casamiento a la fuerza. Mis
padres nunca se quisieron.
Mi padre leyó la expresión de mi cara y se sobresaltó. —Fue malo
desde el principio. Le molestaba atraparme, me molestaba sentirme
atrapado, y culpé al bebé. —Papá volvió a tragar saliva y se corrigió a sí
mismo—. Te culpé por mi infelicidad.
Cerré los ojos contra mis lágrimas, pero se escaparon por mis
mejillas de todos modos.
—Me equivoqué al sentirme de esa manera, Ella. Tu madre y yo
fuimos los culpables de lo que pasó, no tú. Siento que me tomara tanto
tiempo darme cuenta de eso.
Mi padre y la Dra. Parish me dieron un minuto para serenarme.
Una vez que pude hablar le hice una pregunta de la que no estaba
segura que quisiera una respuesta, pero, no obstante, tenía que saber.
—¿Alguna vez me quisiste, papá? Sé que era pequeña, pero no recuerdo
que las cosas fueran tan malas. Te recuerdo riendo y jugando conmigo
a veces. ¿Todo fue sólo una mentira?
—Cariño, la vida no es blanco y negro —respondió Papá—. Te
amaba, pero nunca pude superar mis problemas, y tu madre tampoco
pudo. Sostuvo el asunto del aborto sobre mi cabeza todo el tiempo que
estuvimos casados. Nunca me perdonó por no quererte, y nunca dejó
que lo olvidara. Siempre se enojaba cuando tú y yo nos acercábamos.
Decía que no te merecía. Abrió una brecha entre tú y yo a propósito, y
también con ella, por lo que fue más difícil, por lo tanto fue más fácil
para mí alejarme. Trabajaba tanto como podía y dejé que tú y tu madre
hicieran sus propia cosas. Me quedé fuera de su camino.
—¿Qué tipo de brecha? —pregunté, completamente incapaz de
imaginar a mi madre haciendo algo tan malo.
—Te crio como si fueras solamente chilena. Ignoró por completo el
hecho de que eras mitad blanca y mitad mi hija. Te sumergió en una
cultura que no entendía, te enseñó un idioma que no sabía.
Prácticamente te crio como tus abuelos, e ignoró todas las tradiciones
familiares a las que yo estaba acostumbrado. Solo visitamos a mi
familia dos veces durante todo el tiempo que estuvimos casados. Era
difícil porque vivían al oeste, pero tu madre tampoco hizo exactamente
ningún esfuerzo para verlos. La mayoría del tiempo fui a visitarlos por
mí cuenta. Ella no quería que fueras parte de mi familia. No los has
visto desde que tenías tres años.
—¿Tu familia? —pregunté, confundida.
Mi padre suspiró. —Tienes abuelos vivos, Ella, mis padres. Una
tía, un tío y tres primos.
Di un grito ahogado. Esto era nuevo para mí. —¿Los tengo?
Todo tenía sentido, por supuesto mi papá tenía padres y un
hermano y todo eso, pero en todos estos años no podía recordarlos, no
podía recordar haber escuchado acerca de ellos. Mi madre
definitivamente nunca los mencionó. Después de que mi padre se fue,
casi nunca dijo más de dos palabras acerca de él, excepto culparlo por
las cosas que hizo o maldecirlo en español.
—Supongo que debería haber pensado en decírtelo antes, pero sí.
Mis padres y mi hermano menor Jack, todos viven en el área de la
bahía a las afueras de San Francisco. Fueron a visitarte no hace mucho
tiempo, cuando estabas en el centro de rehabilitación en Boston.
Cuando estés lista, puedo llevarte a visitarlos, o haré que vengan a Los
Ángeles. Están curiosos y emocionados por conocerte, igual que lo
estaba yo cuando llamaron del hospital.
Me estremecí ante la confesión, insegura de cómo me sentía al
respecto. —¿Te sentías emocionado por verme cuando llamaron del
hospital?
La incredulidad en mi voz hizo que los hombros de mi padre se
encorvaran, agobiado por la culpa. —Sí, Ella. Eres mi hija. Puede que
no hayamos tenido una gran relación, pero te crie hasta hace ocho
años. Eso no es algo que una persona simplemente pueda olvidar. He
pensado en ti durante años. Sabía que eras probablemente feliz, porque
sabía lo mucho que tu madre te amaba, pero me preguntaba cómo eras
y cómo resultaste.
—Cuando llegué a Boston, tenía mucha curiosidad por ver en qué
tipo de joven te habías convertido, y me aterrorizaba que no fueras a
sobrevivir y nunca llegaría a encontrarte. Esto va a sonar terrible, pero
estaba muy emocionado por la oportunidad de pasar tiempo contigo sin
tu madre alrededor de ti para ponerte en mi contra. Cuando te llevé,
tenía la esperanza de que pudiera ser una oportunidad para empezar de
nuevo.
Algún comienzo habíamos tenido.
—Me seguiría gustando eso —dijo en voz baja—, si me das una
oportunidad.
En ese momento, sus palabras me golpearon con fuerza. Oí la
súplica en su voz y me di cuenta de que la difícil relación que tenía con
mi padre era sobre todo culpa mía. Sabía que él lo intentaba, pero yo no
le estaba dando la oportunidad de acercarse a mí. Era extraño. Quería
que él me amara, me quisiera, y me conociera, pero nunca lo dejé
entrar.
—También me gustaría —admití—. Voy a tratar de ser mejor, pero
creo que me va a tomar tiempo.
Papá asintió. —Entiendo.
—¿Lo haces? —pregunté, incapaz de mantener todo el
antagonismo fuera de mi voz—. Estoy tan enojada, papá. Y estoy herida.
Me dejaste. Crecí sin un padre. Cuando llegué aquí y vi lo feliz que
estabas con Jennifer, Juliette y Anastasia, me destrozó. Te llaman papá
mientras que yo siento como si debiera llamarte señor Coleman. ¿Tienes
alguna idea de lo que eso me hace sentir? Quiero construir una relación
contigo, pero odio vivir en tu casa porque estoy tan celosa de tu familia.
La Dra. Parish se levantó y me alcanzó la caja de pañuelos. Tomé
uno, y luego tomé tres más para una buena medida. Estaba a punto de
arrebatarle la caja entera, pero entonces la Dra. Parish se lo ofreció a mi
padre y a Jennifer.
Me sorprendí al ver los ojos de mi padre brillantes. Nunca lo
había visto llorar antes. —Lo siento, Ella. No puedo dejar de amar a mi
familia. Cuando conocí a Jennifer… —Su voz falló y se tomó un minuto
para recobrar la compostura—. Cuando conocí a Jennifer, me enamoré
por primera vez en mi vida. No sabía lo que me faltaba, lo infeliz que era
realmente, hasta que Jennifer llenó el agujero en mi corazón.
Jennifer alejó sus lágrimas y apretó la mano de mi padre. Quería
estar enojada con ella. Quería odiarlos a ambos, pero cualquier idiota
podía ver lo enamorados que estaban. ¿Cómo podría envidiar eso?
¿Cómo no podría querer que mi padre fuera feliz? No se merecía ser
miserable de por vida más de lo que lo hacía yo.
—Mis años en Boston tuvieron un montón de recuerdos dolorosos
—dijo papá—. Jennifer y las chicas estaban muy contentas de tenerme
en sus vidas. Se sentía tan agradable ser necesario y querido para
variar, que simplemente decidí que era mejor empezar con mi vida. Tu
madre no había querido que yo fuera parte de tu vida, aun cuando
estábamos casados. No había manera de que ella me dejara ser parte de
eso después del divorcio. Sé que estuvo mal, pero después de eso, fue
tan fácil para mí dejarlas y ponerlas detrás de mí. Lo siento, Ella. He
cometido un error. He cometido un montón de errores. Es demasiado
tarde para enmendar cualquiera de ellos, pero quiero hacer las paces,
así que dime cómo puedo hacer eso. ¿Qué necesitas de mí?
Tomé una respiración profunda. Si estábamos siendo honestos
con el otro, entonces sólo había una cosa que necesitaba de él. —
Necesito que me dejes ir.
El rostro de papá se frunció, y la Dra. Parish comenzó a tomar
nota. —¿Puedes explicar lo que quieres decir, Ella? —preguntó ella.
—Quiero decir que necesito mi libertad. Cuando esté lista para
salir de aquí, me liberaré de la custodia de mi papá. Soy una adulta,
pero no estoy autorizada para tomar mis propias decisiones. En cambio,
alguien que es prácticamente un desconocido para mí las está tomando
por mí. Sé que hace todo lo posible, pero lo que podría ser lo mejor para
él y para su familia, no es necesariamente lo mejor para mí. Necesito
que la gente confíe en mí.
La Dra. Parish me animó con una sonrisa para que siguiera
adelante, pero asintió con la cabeza hacia mi padre. Ella ya sabía cómo
me sentía. Quería que yo se lo dijera a él.
Mi papá no apartó la mirada cuando lo miré. Incluso trató de
reflejar la sonrisa alentadora de la Dra. Parish, pero podía ver que esto
era difícil para él. Vi su decepción.
—Estoy tratando de mejorar —dije—, pero estar con tu familia me
está dejando atrás. Siento que no puedo respirar en tu casa. Me siento
como una extraña, una intrusa. Me siento como si estuviera creando
todos los problemas, y que no que quieren aquí.
—Ella, por supuesto ha sido un cambio, pero te quiero.
—Tú —coincidí—. Pero, ¿lo hace Anastasia? ¿Lo hace Jennifer?
Papá se quedó perplejo cuando le dije el nombre de Jennifer, y se
volvió hacia su esposa. No dijo automáticamente que sí, y eso
sorprendió a papá. —Lo estoy intentando —prometió—. No es que no
me gustes. Creo que eres una chica maravillosa. No esperaba… ha sido
tan duro para mis niñas… —Alcanzó los pañuelos. La caja iba a quedar
vacía antes de que la sesión de una hora se hubiera terminado—. Lo
siento, Ella. Nunca quise hacerte sentir inoportuna.
—Está bien —dije—. Lo entiendo. Lo hago. Honestamente, no te
culpo. Ninguno de nosotros pidió que esto sucediera. Es por eso que
creo que sería mejor que me mudara. Vivian dijo que podía quedarme
con ella hasta que encuentre mi propio lugar, y Juliette ha mencionado
mudarnos juntas el próximo año si me permites salir de tu casa para la
universidad.
—Cariño…
Miré a mi padre de nuevo, y traté de mostrarle una sonrisa
alentadora. —Si realmente quieres construir una relación conmigo, es
genial. Vamos a llegar a conocernos el uno al otro. Vamos a ir a cenar a
veces, o a ver películas. Vamos a hablar. Pero, por favor, no me hagas lo
que mamá te hizo. No me atrapes. No me obligues a ser parte de una
familia que, seamos sinceros, no es mía. Si quieres que te quiera,
entonces no hagas que me moleste contigo.
Todos se quedaron en silencio durante un minuto. Incluso la Dra.
Parish, que hacía garabatos con su pluma, se quedó inmóvil. Entonces
mi papá dejó escapar un suspiro tan grande que observé su cuerpo
desinflarse. —¿Estás segura de que es realmente lo que necesitas? —
preguntó.
No dudé. Lo necesitaba. Lo sabía. —Sí. Es lo que necesito.
También es lo que necesita Ana.
Contuve el aliento y lo dejé escapar cuando vi la decisión de mi
padre en sus ojos. —Bien. Vamos a concentrarnos en mejorar mientras
estás aquí, y cuando estés lista para irte, vamos a resolverlo. ¿Es
demasiado pedir que me dejes ayudarte a llegar a un plan? Me sentiría
más cómodo si me dejaras al menos ser parte del proceso de tomar
decisiones.
Sentí el enorme alivio en mi pecho. Esta vez, cuando sonreí hacia
mi papá, lo sentí llegar a mis ojos. —Creo que eso suena como un
compromiso razonable.
Traducido por Miry GPE
Corregido por SammyD

Siempre hice todo lo posible para odiar mis citas con la Dra.
Parish, pero hoy tenía una sonrisa en mi rostro. Después de todo un
mes, enfrentaba a la Dra. Parish para mi última sesión en el centro de
rehabilitación. Sería liberada esta tarde.
—La sonrisa se ve bien en ti, Ella —dijo la Dra. Parish cuando me
senté frente a ella.
El comentario me hizo sonreír más ampliamente. —Se siente bien.
La Dra. Parish igualó mi sonrisa. —¿Te sientes emocionada,
entonces? ¿Ninguna ansiedad por salir del centro?
Mentiría si dijera que no, así que no lo hice. En las últimas cuatro
semanas, aprendí que conseguía mucho más con la Dra. Parish cuando
no peleaba con ella. Sus preguntas y pensamientos nunca estaban
destinados a ser acusaciones. Realmente quería ayudarme, pero no
podía hacerlo cuando nunca era completamente honesta con ella sobre
cómo me sentía.
Necesité ser honesta con mi padre para aprender eso. Después de
nuestra primera sesión de terapia juntos, algo cambió entre nosotros.
Aún teníamos un largo camino por recorrer, y no sería fácil, pero ahora
cooperábamos para tratar de hacer que las cosas funcionaran. Había
cambiado completamente nuestra relación.
También trabajaba con la Dra. Parish, y hacia progreso. Bastante
progreso. Soy una persona más fuerte de lo que era.
—Por supuesto que me siento nerviosa por tener que volver al
mundo real. Mi accidente, mis cicatrices, la pérdida de mi madre y mi
inestable relación con mi padre aún se encuentran ahí. Sé que será más
difícil tratar con ellos una vez que me vaya, pero creo que soy capaz de
hacer frente a esas cosas ahora. Me encuentro lista para enfrentarlos.
Por una vez, la pluma de la Dra. Parish no se movió después de
que hablé. En cambio, sonrió de nuevo. —¿Y estás segura de querer
dejar la casa de tu padre? No puedes huir de tus problemas, Ella, sé
que lo sabes. Sólo quiero asegurarme de que mudarte con Vivian no es
un intento de escapar de una situación difícil.
Eché los hombros hacia atrás y la miré a los ojos. —No lo es. —
Me sentía segura de mí misma—. No huyo de nada; corro hacia algo. Ha
dicho que necesito un sistema de apoyo. Vivian y sus papás quieren ser
eso para mí. Quiero estar ahí, y se sienten emocionados por que vaya.
No huyo de mi padre o de su familia; sólo nos doy a cada uno de
nosotros nuestro muy necesario espacio.
La Dra. Parish me dedicó una mirada ante la cual tuve que rodar
los ojos. —Bien, tal vez huyo de Anastasia un poco, pero aún tendré
sesiones de asesoramiento con mi papá, y Juliette es una de mis amigas
más cercanas. Aún seré parte de su familia. Accedí a quedarme hasta
Navidad, e iré a visitar a mis parientes. Mis abuelos, mi tío y su familia
vendrán a Los Ángeles para las vacaciones, así podremos llegar a
conocernos los unos a los otros.
La cara de la Dra. Parish se iluminó. —Eso es bueno. Creo que
será una cosa muy buena para ti. —Se tomó un momento para
evaluarme, luego dejó su libreta y se sentó en su silla—. Bueno, Ella,
eso suena como si tuvieras un buen sistema de apoyo construido y un
plan sólido; al menos para el futuro inmediato.
—Lo hago. Lo prometo, estoy lista.
—Creo que lo estás. Sólo hay una última cuestión que quiero
abordar hoy.
Me encogí. Siempre que decía eso, nunca era una noticia feliz.
—Hablemos de Brian. —Mi corazón se hundió—. Ese es un
problema del que aún huyes.
No traté de negarlo. Hui tan lejos y tan rápido como pude de
Brian. No había hablado con él desde la FantasyCon. Después de que
mi padre me dejó aquí, se encargó de borrar todo. Mi Facebook, correo
electrónico, mensajería instantánea, Twitter, e incluso el apartado
postal de mi blog, todo se fue. No podía soportar que eliminara mi blog,
así que lo dejó, pero borró todos los comentarios horribles y cambió los
ajustes para no permitir ningún comentario futuro. Incluso cambió mi
número de teléfono móvil, porque le preocupaba que los chicos de la
escuela lo distribuyeran como una broma cruel.
Juliette me dijo que él fue a la escuela y habló con todo el cuerpo
estudiantil en una asamblea, explicando lo que le pasaría a cualquiera
que decidiera hacer saber mi identidad a los medios de comunicación.
Llevó a uno de sus buenos amigos del FBI para explicar la forma en que
sería capaz de averiguar quién lo hizo si sucediera, y qué tipo de acción
legal sería tomada. Sabiendo lo Gran-Papá-Fiscal-Aterrador que puede
ser, probablemente tuvo a la mitad de la escuela meándose en sus
pantalones.
Hasta ahora, mi identidad no se había filtrado.
Si lo pretendía o no, mi padre hizo que Brian no tuviera forma de
ponerse en contacto conmigo nunca más. Aún sabía el correo
electrónico de Brian, su número de teléfono y su nombre de mensajería
instantánea, por lo que podría encontrarlo si quería, pero no estaba
segura de que fuera la mejor idea.
—¿Ya descubriste lo que planeas hacer respecto a él? —preguntó
la Dra. Parish—. ¿Planeas ponerte en contacto con él?
Me dolía el corazón sólo de pensar en él. ¿Cómo seré siquiera
capaz de mantener una amistad con él? —No creo que pueda.
—Es tu amigo más cercano, Ella, y el vínculo más fuerte en tu
nuevo sistema de apoyo. Lo necesitas.
—Pero ahora que lo vi en persona, no creo que pueda volver a la
relación que teníamos antes.
—No la tendrán —dijo la Dra. Parish simplemente—. Deja que
evolucione.
—Pero no puedo tener una relación real con él.
La Dra. Parish frunció el ceño por primera vez en todo el día. Sin
embargo, no podía quejarme; nunca llegamos tan lejos en una sesión
sin un ceño antes. —Puedes tener una relación con él. Solo tienes
miedo.
—¿Es tan malo querer protegerme? Brian me advirtió que su
mundo me haría daño, y tenía razón. Estuve con él durante una hora, y
mire lo que pasó. Me convertí en el mayor hazmerreír de la nación. La
gente me odiaba tanto que Brian tuvo que mentir sobre nuestra relación
con el fin de salvar su carrera. Tuvo que fingir que no significaba nada
para él; que ni siquiera me conocía. Eso no va a cambiar. No quiero
arruinar su carrera más de lo que quiero escuchar a la gente decir lo fea
y patética que piensan que soy por el resto de mi vida.
La Dra. Parish frunció los labios mientras pensaba.
Eventualmente, suspiró. —No, tienes razón. Eso sería una situación
muy poco saludable y estresante para ti. Pero ¿y si ese no fuera el caso?
¿Qué pasa si tu relación con Brian podría ser algo positivo? ¿Y si
pudieras ser buena para su imagen en lugar de mala para él? ¿Lo
considerarías entonces?
Aspiré, lo que provocó que la Dra. Parish me frunciera el ceño de
nuevo. —Bien —gemí—. Si por algún milagro la gente me aceptara y
pudiera estar con Brian, entonces lo perdonaría en un instante, me
gustaría correr directamente a sus brazos y nunca dejarlo ir.
—¿La fama no te molestaría?
Aspiré de nuevo. —¿Bromea? Sería una pesadilla. La odiaría. Pero
me gustaría encontrar una manera de hacerle frente porque Brian
valdría la pena. —Me burlé, y añadí—: Eso suponiendo que aún me
quiere, lo cual probablemente no hace. Vio mis cicatrices, se enteró de
la verdad acerca de mí, y entonces fui yo la que no pudo aceptar quién
era él. Fui la que escapó. Ni siquiera puedo culparlo por dejar que sus
representantes sacaran esa historia sobre mí. Quiero decir, que fue
justo como con su compromiso con Kaylee; lo rechacé, así que no tenía
una buena razón para decir que no.
Conseguí otra mirada sin sentido de la Dra. Parish. —
¿Honestamente crees eso? ¿Que ya no te amaría porque te asustaste
después de pasar por una terrible experiencia traumática la primera vez
que se conocieron? ¿Realmente crees que no entendió que te sentiste
abrumada?
La verdad, no sabía lo que creía. Pero tenía el miedo suficiente de
eso como para sentirme demasiado asustada para llamarlo. Estaba
totalmente asustada de eso. Me pidió que le diera una oportunidad, y le
dije que nunca podría ser parte de su vida. Probablemente me odiaba
ahora.
Empezaba a pensar que la Dra. Parish era un poco lectora de
mentes, porque siempre veía a través de mí. Este momento no fue la
excepción. Suspiró y se levantó. —¿Quieres venir conmigo, Ella?
Me sentí un poco sorprendida cuando se acercó a la puerta y la
abrió para mí. Sólo estuvimos hablando durante quince minutos y
nunca me dejó salir de una sesión antes de tiempo. —¿A dónde vamos?
—Hay algo que creo que necesitas ver. Te hemos mantenido lejos
de todos los medios de comunicación este mes, y después de hoy ya no
seremos capaces de esconderte de ellos. Creo que lo mejor es darte un
aviso de lo que enfrentarás antes de salir del centro.
Tragué algunos trozos que trataron de salir de mi estómago. Sabía
que sería malo, pero si era lo suficientemente malo como para que la
Dra. Parish me lo quisiera mostrar antes de irme, eso significaba que
era tan malo que le preocupaba que pudiera hacerme recaer.
No quería hacer esto, pero tenía razón. Mejor sacarlo del camino
ahora. La seguí hasta el exterior de la pequeña habitación de visitantes
que utilizábamos para nuestras sesiones, y fuimos por el pasillo hacia
la sala de recreo. Cuando llegamos ahí, me quedé muy sorprendida al
ver la sala llena de todos los que me importaban: mi papá, Jennifer,
Juliette, Rob, Vivian, sus padres, e incluso el resto de mi equipo de
rehabilitación.
Estuve a punto de llorar. Mi papá y Jennifer llegaban
semanalmente para nuestras sesiones de asesoramiento, Vivian y sus
padres fueron autorizados a visitarme en una ocasión con mi padre
cuando discutimos la posibilidad de que me quedara con ellos. Pero
aparte de eso, no había visto a ninguno en un mes.
Miré a la Dra. Parish con una mirada inquisitiva, y su ceño
fruncido se convirtió en una sonrisa. —Son tu sistema de apoyo, Ella.
Querían estar aquí para ti para atravesar esto.
Genial. Esto sería peor de lo que pensaba. Alejé mi ansiedad
porque si perdía el control antes de que viera nada, era probable que la
Dra. Parish me enviara de vuelta a mi habitación y me encerrara
durante otras pocas semanas.
Entramos en la habitación, y Juliette fue la primera en verme. Se
abalanzó como un gatito enloquecido, chillando, llorando, abrazándome
y riendo hasta que Cody me la sacó de encima, alegando que me iba a
romper.
Primero, hubo una ronda de abrazos y de ponerse al día.
Hablamos, reímos, lloramos. Daniel trató de obligarme a hacer unos
cuantos estiramientos, a lo cual le dije que podía tomar sus
estiramientos y metérselos por algún lugar muy inadecuado hasta mi
próxima sesión de terapia física; y luego, finalmente, nos sentamos
frente a la televisión y la Dra. Parish colocó un menú DVR.
Cuando me senté en el sofá pude sentir la anticipación de todos,
pero no coincidía con la mía. Existía un trasfondo de emoción en la sala
que no podía explicar. —¿Qué sucede? —pregunté, incapaz de controlar
los nervios que comenzaban a revolotear en mi estómago como una red
llena de mariposas—. ¿Qué tipo de video es este?
Juliette me dedicó una sonrisa críptica mientras reclamaba el
lugar en el sofá junto a mí. —Ya verás.
Vivian venció a Rob por el espacio abierto al otro lado de mí, pero
colocó sus pies debajo de ella para que Rob pudiera sentarse en el suelo
a mi lado con la espalda contra el sofá. Se sentó al lado de mis piernas
y pasó el brazo por encima de mi regazo mientras Vivian y Juliette
descansaban la cabeza sobre mis hombros.
Les sonreí a mis tres amigos más cercanos, que obviamente
necesitaban tocarme. Se sentían tan consolados por tenerme de regreso
como yo por tenerlos. Después de todo lo que sucedió, los cuatro
formamos un vínculo especial. Éramos tan cercanos como podían ser
los amigos, y sabía que sería para el resto de nuestras vidas. Parecía un
milagro que pudiera tener a mi padre de regreso, salir con dos amigos
increíbles y con la mejor hermanastra que alguien pudiera pedir jamás.
Mi buen humor se evaporó cuando la Dra. Parish buscó en el
menú DVR del televisor y seleccionó un episodio pregrabado de un
programa de entrevistas en horario estelar con el popular comediante
Kenneth Long. El resumen decía: invitado especial Brian Oliver. En el
segundo que vi su nombre, mi corazón empezó a latir con fuerza y mi
respiración se volvió superficial.
La Dra. Parish me lanzó una última sonrisa de apoyo y después
pulsó reproducir. Inmediatamente, el hermoso rostro de Brian apareció
en la pantalla. Era la primera vez que lo veía desde el FantasyCon, y
estaba llena de mucha más emoción de la que esperaba. Literalmente,
mi corazón latía con anhelo.
Debí comenzar a temblar o algo porque Vivian apretó mi brazo y
dijo—: Está bien. —Juliette la siguió, diciendo—: Confía en nosotros. —
Incluso Rob apretó mi pierna, me sonrió y me pidió en su habitual
manera callada que simplemente soportara esto.
Tomé una respiración profunda y la contuve mientras veía a
Brian caminar hacia el escenario y estrechar la mano de Kenneth Long.
Después de esperar que los gritos de la audiencia se silenciaran,
cayeron en una fácil discusión acerca de la próxima película de Brian:
El Príncipe Druida.
Ver esta entrevista desgarraba mi corazón. No podía entender por
qué todo el mundo se hallaba tan decidido a hacerme pasar por esta
tortura hasta que la conversación se volvió hacia mí. —Escuché que
exigiste interpretar el papel de Cinder tan pronto como se anunció la
película —le dijo Kenneth a Brian.
Sin actuar alguna vez con humildad, Brian levantó la barbilla y
sacó pecho. —Puedes apostar que lo hice. Nací para interpretar ese
papel. Cinder es uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos.
—¿Así que es cierto que eres el mayor fan del libro?
La atención de Brian se desvaneció por un momento. Su sonrisa
se volvió triste y distante. —Creo que hay sólo una persona que ama el
libro más que yo.
Por la forma en que Kenneth saltó sobre la declaración, estaba
segura de que recibió instrucciones de no tocar el tema sobre mí. Pero
ya que Brian abrió primero la lata de los gusanos, era juego limpio. —
¿Sería ella la fan con la que te encontraste el mes pasado en la
FantasyCon? ¿Aquella cuyo deseo era un beso de Brian Oliver?
Mi garganta se secó, pero sentí la mano de Rob dándole otro
apretón tranquilizador a mi pierna.
Brian se sacó a sí mismo de su propia cabeza y forzó una sonrisa.
—A ella exactamente me refiero. En realidad, si no te importa, me
gustaría hablar de ella por un minuto. ¿Está bien si cuento bien la
historia?
Brian obviamente se desvió del guion. Un conmocionado Kenneth
Long vaciló en su respuesta. —Uh… ¡p-por supuesto! Creo que a los
espectadores les encantaría saber lo que sucedió realmente. Todos nos
sentimos muy curiosos después de ver ese beso y, a continuación, al
escuchar acerca de tu ruptura con Kaylee y la abrupta sustitución de tu
equipo representante. Ese fue un gran escándalo, Brian… Incluso para
ti.
No importaba qué tanto no lo quisiera, mi corazón respondió a la
noticia. —¿Ruptura? ¿Qué ruptura? ¿Ya no se está con Kaylee?
Tanto Vivian como Juliette me callaron y señalaron hacia el
televisor.
—¡Solo observa!
En la pantalla, Brian sacó su amado teléfono y se lo entregó a
Kenneth.
Kenneth lo sostuvo en alto. —¿Podemos conseguir colocar esto en
la pantalla?
Un técnico del escenario tomó el teléfono, y unos segundos
después la foto de Brian y yo en el restaurante fue puesta en una
pantalla gigante. El público arrulló lo adorable de la imagen y mi rostro
se puso tan rojo como en la foto en el televisor.
—Es hermosa —dijo Kenneth.
Brian asintió, mirando mi rostro en la pantalla detrás de él. —
Muy hermosa. —Su voz gruñó un poco cuando dijo—: No es una fan
que conocí a través de una organización de caridad. Su nombre es Ella,
y es mi mejor amiga.
Traducido por Dannygonzal & Jasiel Odair
Corregido por florbarbero

Sentí como si el tiempo se hubiera detenido. O al menos, mi


corazón lo hizo. Brian le anunció a todo el mundo que yo era su mejor
amiga. Le dijo al mundo la verdad. Parte de ella, de todos modos. Me
encontraba conmocionada y al instante me sentí llena de esperanza.
¿Sería por esto que la Dra. Parich me hizo preguntas raras sobre Brian?
¿Ayudé a su reputación en vez de dañarla?
Sentía que todos los ojos se hallaban sobre mí, pero no podía
apartar la mirada de la pantalla. Obviamente la confesión de Brian era
la primera que el mundo escuchaba de esta historia porque la audiencia
jadeó, y Kenneth también se quedó sin palabras.
La energía de Brian estaba elevada cuando finalmente se adentró
en la historia. —Conocí a Ella a través de su blog hace más de tres
años, después de que me encontré con una publicación que escribió
sobre mi serie de libros favorita. —Lanzó una sonrisa devastadora hacia
la audiencia—. Ustedes chicos debieron haber escuchado sobre ella,
Las Crónicas de Cinder, de L.P Morgan.
Las aclamaciones estallaron, después el ruido murió y Brian
continuó—: Ella tenía la descabellada teoría de que el Príncipe Cinder
debió haber escogido a Ellamara y no a la Princesa Ratana, lo que por
supuesto tenía que discutir. Escribí una muy linda y educada carta al
editor explicándole cómo su teoría era completamente errónea.
Brian se rio, pero yo me burlé. —¿Linda y educada? ¡Me llamó
testaruda, ingenua y romántica feminista!
Todos en la habitación rieron e incluso yo tuve que sonreír por la
sonrisa secreta de suficiencia en el rostro de Brian. Sin duda recordaba
lo mismo que yo.
—Cuando me respondió, fue amor en la primera pelea ―dijo,
ganándose otro jadeo de la multitud.
El mío fue más alto, y todos en la habitación conmigo se rieron de
nuevo. Mi cara a duras penas se recuperaba del último sonrojo, pero
eso no me detuvo de ponerme de un rojo brillante otra vez.
—¡Amor! —exclamó Kenneth.
Brian se rio y asintió. —Lo fue para mí. Comenzamos a enviarnos
correos electrónicos de un lado para otro y rápidamente se convirtió en
mi mejor amiga, apesar de que nunca nos conocimos en persona. Ella
sabía todo de mí, excepto mi verdadera identidad.
Kenneth se inclinó tanto sobre su escritorio hacia Brian que temí
se cayera de la silla. —Entonces, ¿conociste a esta chica durante tres
años y nunca se conocieron? —preguntó incrédulo—. ¿Ella no tenía ni
idea de que eras una famosa estrella de cine?
Brian sacudió la cabeza. —Solo nos conocíamos por nuestros
nombres de usuario. —Sonrió para sí mismo de nuevo—. Cinder y Ella.
La forma en la que la audiencia canturreó me dio ganas de morir,
así eso podría reponerme de esta vergüenza.
—Ella, siendo la gran fan del libro que es, vino al panel de
discusión de El Príncipe Druida de la FantasyCon. Había un encuentro y
un saludo después del panel. Ella y yo no teníamos ni idea de que
ambos íbamos a estar allí. Cuando nos encontramos, ella pensó que
hablaba con Brian Oliver, y yo pensé que estaba conociendo a una fan
al azar. Nos dimos cuenta de quién era el otro en el momento en que
comenzamos a discutir sobre el libro y caímos en nuestra vieja
discusión. —Él sacudió la cabeza mientras al mismo tiempo se reía—.
Solo logramos hablar por un minuto, pero estaba jodido. Terminé con
Kaylee justo después del evento. No era justo para ella, y siento haberla
herido, pero no tenía ninguna opción. No podía estar con ella cuando
estaba enamorado de otra persona.
La sonrisa de Brian desapareció y fue reemplazada por una ira a
duras penas disimulada. »Fuí yo quien le pidió a Ella que fuera a cenar
conmigo esa noche. La besé porque no pude evitarlo. Estuve enamorado
de ella durante años. Trataba de convencerla de que saliera conmigo
cuando las cámaras nos interrumpieron. Kaylee mintió acerca de que
nosotros aún estábamos juntos porque se encontraba furiosa conmigo.
Quería lastimar a Ella. Despedí a mi equipo de trabajo porque las
declaraciones que emitieron diciendo que Ella era una fan con un deseo
eran una mentira total, y lo hicieron sin mi aprobación.
Hubo otra ronda de jadeos desde la audiencia de Brian, e incluso
algunos chillidos de indignación. La boca de Kenneth Long se abrió. Yo
sabía cómo se sentían todos. Me sentía tan conmocionada como ellos.
—¿Él no lo sabía? —Parecía imposible—. Todo este tiempo, pensé que él
los había dejado hacerlo. Todo este tiempo. Estaba tan herida. —No
podía creerlo—. ¡Fui tan estúpida! Si solo hubiera hablado con él, si lo
hubiera dejado explicarse.
—Ella, nunca tuviste la oportunidad —dijo Vivian—. Te fuiste a la
cama después de las noticias y viniste directa aquí al día siguiente.
Tenía razón, pero aún se sentía horrible. —Tengo que llamarlo,
seré dada de alta hoy; eso significa que ya puedo usar mi teléfono,
¿verdad? Necesito hablar con él.
—¡Espera! —dijo Juliette—. Primero mira el resto.
—La extraño como un loco —decía Brian—. Entre Kaylee y mi
antiguo equipo de trabajo, convirtieron a Ella en un chiste. Las
personas han sido muy crueles con ella. Han dicho cosas horribles. Hay
sitios de internet de completo odio dedicados a ella. Ha habido
amenazas de muerte.
—¡Amenazas de muerte! —jadeé.
—Está bien, Ella —prometió mi papá—. Todo ellos eran
injustificados, solo personas despotricando. Tu identidad nunca se
filtró.
—El blog era importante para ella y fue arruinado. No ha
publicado en él desde que se emitieron las declaraciones. También
cambió su número de teléfono, la dirección de su correo electrónico y el
usuario de mensajería instantánea. Eliminó sus cuentas de Facebook y
Twitter. Tuvo que desaparecer. —Se pasó una mano por su cabello y se
movió en su silla mientras murmuraba—: La perdí de nuevo.
Toda la audiencia se quedó en silencio.
—¿Qué quieres decir con que la perdiste de nuevo? —preguntó
Kenneth.
Brian, ahora incapaz de permanecer sentado, alcanzó la infame
taza de café que siempre les dan a los invitados en todos esos
programas de entrevistas. Por la forma en la que dio tragos, me
pregunté si estaba lleno de whisky.
—Hace poco más de un año, Ella tuvo un terrible accidente —
explicó Brian—. Para ser exactos, me encontraba enviando mensajes
instantáneos con ella al mismo tiempo del accidente, y no, no iba
manejando. Nunca manejen y envíen mensajes, gente. Estábamos
hablando, y un minuto se encontraba ahí y al siguiente se había ido. Al
principio pensé que su teléfono había muerto, pero entonces nunca
contactó conmigo de nuevo. Simplemente… desapareció.
Mi pecho se oprimió viendo a Brian caer en un recuerdo y en un
estremecimiento. Cuando volvió a hablar, su voz era demasiado baja,
pero no importaba porque la audiencia se hallaba en silencio. Se
encontraban completamente cautivados por su historia. »Nunca supe
qué le pasó. Asumí que estaba muerta.
La audiencia murmuró ante eso, y Kenneth finalmente retomó la
conversación. —¿Asumiste? ¿Nunca lo descubriste?
Brian sacudió la cabeza. —No tenía ni idea de quién era. No sabía
su verdadero nombre. No tenía ni idea de cómo encontrarla. Pasaron
casi diez meses antes de que me enterara del accidente. Estuvo en coma
y pasó un poco más de ocho meses en el hospital recuperándose de sus
cirugías.
Brian esperó a que los jadeos de la multitud se acabaran antes de
continuar: »Cuando me escribió el primer correo electrónico, fue como si
hubiera regresado de la muerte. Me volví completamente loco. Debí
haber terminado con Kaylee justo en ese momento. Sabía que nunca la
querría por la forma en la que me sentía por Ella, pero no estaba seguro
de cómo se sentía Ella por mí. Nunca hablamos sobre conocernos en
persona.
»Además, estaba todo el asunto de mi verdadera identidad. No
sabía cómo sacar el tema cuando ella atravesaba por una tragedia
horrible. Perdió a su madre en ese accidente, recibió cirugías y le
quedaron cicatrices permanentes. No estaba seguro de si quería una
relación, especialmente no una que sería tan complicada como salir con
una estrella de cine. Pero cuando nos encontramos cara a cara en
FantasyCon…
Brian apretó su mano en un puño y se golpeó el pecho como si le
hubieran atravesado el corazón. La audiencia se extasió por el gesto
juguetón. Yo también me extasié.
»En este momento sólo existen dos tipos de mujeres en el mundo
para mí, Kenneth: Ella y no Ella. Nunca seré capaz de fijarme en nadie
aparte de ella, y ahora la he perdido de nuevo.
Otro murmullo se extendió por la audiencia y Kenneth hizo la
pregunta obvia—: ¿Qué quieres decir? ¿Por qué la perdiste de nuevo?
Brian se estiró otra vez por su taza. En ese momento la estúpida
cosa tenía que estar vacía. Él tomo un sorbo de la bebida misteriosa y
susurró—: Cree que yo lo hice. —Se aclaró la garganta y habló más
alto—. ¿Por qué no debería? Fue mi equipo de trabajo el que dijo esa
mentira de que era una fan con un deseo. Mi gente la que dijo que había
estado trabajando con una organización benéfica. Mi prometida la que
lo confirmó y dijo que todavía estábamos juntos. Su vida fue arruinada,
y cree que lo hice para salvar mi propia reputación.
Mi pecho se desplomó. Pensaba eso, pero después de escuchar lo
que salía de su boca, me di cuenta de lo absurdo que era. De lo gran
idiota que fui por siquiera pensarlo. —¡Chicos, tengo que llamarlo!
—¡Shh!
Todos en la habitación me callaron.
—¿No pudiste simplemente llamarla y explicárselo? —preguntó
Kenneth.
Brian suspiró. —Estaba molesto porque Ella me rechazó. Apagué
mi teléfono y manejé hasta Las Vegas; necesitaba aclarar mi cabeza. Me
tomó dos días darme cuenta de lo que pasaba, y para el momento en el
que lo descubrí, era demasiado tarde. Ya había desaparecido.
Kenneth digería eso mientras Brian iba de nuevo por su taza.
Esta vez, cuando se la llevó a la boca, realmente se encontraba vacía. La
sostuvo al revés y la sacudió como si pudiera hacer aparecer más café o
agua, o lo que sea que hubiera ahí. Tan pronto como la colocó sobre la
mesa, Kenneth gritó a la pantalla para que alguien le llevara a Brian
otra.
Mientras tragaba su segunda taza, Kenneth los llevó de nuevo al
tema. —¿Podemos regresar un segundo —preguntó— a la parte en la
que dijiste que Ella te rechazó?
Mi corazón comenzó a golpear tan fuerte que me pregunté si todos
en la habitación podían oírlo. —Está bien, Ella —susurró Vivian—. Lo
prometo.
—Mi fama era un problema —explicó Brian—. Tenía miedo de que
las personas no la aceptaran por su discapacidad y sus cicatrices. La
gente ha sido tan terrible desde su accidente que ya no cree que sea
hermosa. No se da cuenta de que para mí sus cicatrices la hacen
incluso más hermosa. Muestran su fuerza.
»Ha pasado por mucho, sobrevivió a mucho, perdió demasiado, y
sin embargo, cuando le pedí que saliéramos, ella se preocupó por mí. No
pensó en que las personas la aceptaran. Le preocupaba dañar mi
imagen, ser un mal para mi carrera. Tenía miedo de no ser lo
suficientemente buena para mí, pero en realidad, es al revés. No la
merezco. Es la mujer más fuerte y más increíble que he conocido.
La mano de Rob encontró la mía y la apretó. —Apoyo eso —
murmuró.
—Yo también —susurró Vivian.
Juliette asintió y me sonrió con ojos brillantes.
Mi garganta se cerró, y no estaba segura de sí era por Brian o por
mis amigos, o ambos. Alguien se estiró por encima de mi hombro y me
entregó un pañuelo. Era Jennifer. Mi papá y ella se encontraban de pie
detrás del sofá con sus brazos envueltos alrededor del otro. Ambos me
sonreían con ojos húmedos.
—Vaya —dijo Kenneth después de un momento—. En serio no
bromeabas antes. Esto es amor con a mayúscula.
Brian se removió como si estuviera haciendo un gran esfuerzo
para no levantarse y empezar a caminar de un lado a otro. Se inclinó
hacia delante en el borde del sofá y sacudió la cabeza con firmeza. —Es
más que amor, Kenneth. Creo que es mi alma gemela.
Me alegré de que este comentario enviara a la audiencia a un
frenesí, porque sus gritos y vítores cubrieron la mayor parte de mi grito
de sorpresa.
—La necesito —dijo Brian—. Pero no puedo encontrarla. Aún no
sé su apellido. No sé dónde vive. Fuimos interrumpidos antes de que
llegáramos tan lejos.
Vivian me dio un codazo, y dijo—: Sólo porque se saltaron las
presentaciones y fueron directamente a hacerlo.
—Vivian. —Jadeé, y todo el mundo se rio de mí.
—No es que te culpemos —añadió Juliette con un suspiro de
ensueño.
Cuando volví a mirar la pantalla, Brian se pasaba los dedos por el
pelo otra vez. El chico parecía un manojo de nervios. —Se ha alejado de
mi vida, y no puedo aceptar eso. Ella debe estar conmigo.
Brian apartó su atención de Kenneth y miró directamente a la
cámara. Reconocí la pasión que lo llenaba. Lucía de la misma forma que
en el centro de convenciones cuando me suplicó que nos diera una
oportunidad. —Ella, estés donde estés, si estás escuchando, te amo.
Eres mi mundo entero. Siempre has dicho que pensabas que Cinder era
un cobarde por hacer lo que la gente esperaba en lugar de seguir a su
corazón. Bueno, no soy un cobarde. Este príncipe Cinder elige a su
Ellamara. Te elijo a ti, Ella, y tampoco voy a dejar que seas una
cobarde. No voy a dejar que mi fama te asuste. ¡Somos Cinder y Ella,
mujer! ¡Se supone que debemos conseguir nuestro final de cuento de
hadas!
El público estalló en aplausos salvajes.
Mientras mi mente corría y mi corazón latía de manera irregular,
Brian sacó algo del bolsillo interior de su chaqueta. No lo podía creer
cuando levantó los largos guantes blancos que me quité delante de él
ese día. Ni siquiera me había dado cuenta de que se los dejé.
—No son zapatos de cristal —dijo Brian, colgando los guantes en
el aire—, pero si tengo que probárselos a cada chica de Los Ángeles
para encontrar a mi princesa, lo haré.
La multitud enloqueció tanto que tomó un muy, muy largo tiempo
para que se callaran. Kenneth incluso tuvo que ponerse de pie y silbar
en voz alta. Por supuesto, una vez que estuvo lo suficientemente
tranquilo, todavía estaba riendo tan fuerte que tardó unos segundos
más antes de recuperar la compostura. —Creo que tienes tu primer
grupo de candidatas dispuestas aquí —bromeó, haciendo un gesto
hacia el público, que hizo que las mujeres gritaran de nuevo—. ¿Formo
una fila por ti?
Brian sonrió de nuevo y sacudió la cabeza. —Esperemos que no
llegue a eso. Tengo un plan.
Kenneth se frotó las manos con entusiasmo. —Esto suena
emocionante.
Brian tomó una respiración profunda. Instintivamente inhalé con
él y contuve el aire esperando oír el loco plan que Brian intentaría
realizar. —Todavía necesito una cita para el estreno de El Príncipe
Druida —dijo, haciendo una pausa para dejar que sus fans sacaran los
chillidos de sus sistemas—. Quiero ir con Ella. Esta es nuestra película,
nuestra historia. Tomé el papel por ella tanto como lo hice por mí
mismo. El Príncipe Druida es la única razón por la que nos conocimos.
Sería un crimen ir a ver esta película con alguien más.
Brian comenzó a inquietarse de nuevo, pero esta vez su inquietud
era de excitación en lugar de estrés. —Incluso si Ella no viene conmigo,
tengo que encontrarla, así que voy a aceptar como mi cita a cualquiera
que me pueda decir cómo ponerme en contacto con ella.
—¿Cómo puedes hacer eso? —preguntó Kenneth sobre los
murmullos excitados de la audiencia—. Tendrás un millón de personas
reclamando que la conocen.
Brian sacudió la cabeza. —Dejó algo en el café esa noche, además
de los guantes. Algo muy importante para los dos. Algo que le di. Estoy
seguro de que cualquier persona que sepa cuál es el regalo sabría cómo
ponerse en contacto con Ella. Incluso si no quiere venir por sí misma,
incluso si no quiere tener nada que ver conmigo nunca más, me quiero
asegurar de que reciba este regalo de vuelta.
—Mi libro —susurré. La primera edición autografiada de El
Príncipe Druida—. No puedo creer que me fui sin mi libro.
—¡Sabía que era un libro! —chilló Juliette—. ¿Cuáles son los dos
regalos? ¡Me muero por saber!
—¿Regalos? —pregunté, confusa.
Vivian nos hizo callar. —Cállate, Juliette. Nos lo dirá en un
minuto. Déjala mirar.
Brian sacó algo de su bolsillo y lo sostuvo hacia la cámara. —Este
es un boleto para el asiento junto al mío en el estreno de El Príncipe
Druida. Voy a dejarlo en la recepción de la oficina principal del estudio
para la primera persona que me pueda decir exactamente qué artículo
dejó atrás Ella la noche que nos conocimos. Tiene que ser específico.
Necesita saber dos detalles muy importantes para poder recibir este
boleto.
Envió una mirada afilada a la cámara de nuevo, y yo sabía que la
mirada era para mí incluso antes de que hablara. —O podrías dejar de
ser terca y llamarme, mujer. Mi correo, mensajería instantánea, y
número de teléfono siguen siendo los mismos de siempre. —Uno de los
lados de su boca se curvó hacia arriba en una exasperante sonrisa
irresistible—. Perdóname, Ellamara, oh, sabia, sacerdotisa mística del
Reino, y te voy a dar el final que siempre has querido.
El público perdió la calma de nuevo y cortaron para mostrar
comerciales. Eso debe haber sido el final de la entrevista, o al menos la
parte más emocionante de la misma, porque la Dra. Parish apagó el
televisor y de repente todo había terminado.
La sala quedó en silencio mientras todo el mundo esperaba mi
reacción, pero no podía darles una. Necesitaba tiempo para
convencerme de que no era un sueño. Él no había mentido. Dijo que
mis cicatrices me hacían aún más hermosa. ¡Me llamó su alma gemela!
Mi corazón se encontraba a punto de estallar.
—¡Irás a ese estreno! —exigió Juliette, confundiendo mi silencio
con vacilación.
Antes de que pudiera decir una sola palabra, todos en la sala la
animaron. Incluso la Dra. Parish asintió. Señaló la televisión oscura en
donde Brian acababa de confesar públicamente su amor por mí. —Ese
hombre te aprecia y te ama. Hará más por tu autoestima de lo que yo
jamás podría. —Suspiró entonces, muy extrañamente, y dijo—: Además,
es demasiado hermoso para ser rechazado.
Me quedé muy sorprendida. Era lo menos profesional que oí decir
alguna vez a la Dra. Parish. —¡Ja! —chilló de repente, señalándome—.
¡Una sonrisa! ¡Finalmente la hice sonreír!
El resto de mi equipo de rehabilitación se echó a reír. —No sé si
esa cuenta —se burló Daniel—. Creo que fue la idea de Brian Oliver la
que la hizo sonreír, no usted.
Ahora no sonreía. Me ruboricé de nuevo.
—Vas a ir, ¿verdad? —preguntó Vivian.
Por supuesto que iría. Me encontraba aterrorizada de compartir
su fama, pero él estaba en lo cierto, alejarme me haría una cobarde.
Después de lo que hizo en esa entrevista frente a todo el mundo por mí
—y después de todas las veces que llamé cobarde a Cinder— tenía que
ir a esa cita con Brian porque él nunca me dejaría vivir si no lo hacía.
Nunca más me dejaría ganar otra discusión, y eso era algo que no
sucedería.
—¿Cuándo se emitió eso? Es casi Navidad. ¿Me lo perdí?
—Se emitió hace dos semanas. El estreno es en tres días.
—¿Dos semanas? —pregunté, horrorizada—. ¿Lo hizo hace dos
semanas y piensa que simplemente lo ignoré todo este tiempo? ¡Debe
odiarme!
Juliette rodó los ojos. —Ese hombre nunca podría odiarte y lo
sabes. Toma. —Me dio mi teléfono. El número de Brian ya se
encontraba en la pantalla.
Cuando comenzó a presionar el botón de llamada, grité y se lo
arrebaté. —¡No, no lo hagas!
Todo el mundo se quedó perplejo. Juliette y Vivian
intercambiaron una mirada, y luego la expresión de Juliette se
desesperó. —Pero Ella, ¡tienes que ir con él!
—Oh, definitivamente iré. —Me reí—. Pero será mucho más
divertido sorprenderlo en el estreno, ¿no te parece?
—Eso es cruel —dijo Rob.
—No, es dramático. Brian es un actor. Vive para el drama.
—Definitivamente es más romántico —convino Juliette—. ¿Cuáles
son los dos regalos?
—Una primera edición de tapa dura de El Príncipe Druida firmado
para mí por el autor.
—Aww, eso es tan dulce. —Juliette se rio—. Nerd, pero dulce. Y
perfecto. Podemos enviar a papá a recoger el boleto mañana mientras
vamos a comprar un vestido.
Stefan gritó de horror. —¿Comprar un vestido? ¡Ellamara, no te
atrevas!
—¡Ooh! ¡Ooh! ¡Sí! —Vivian se levantó del sofá y empezó a saltar
arriba y abajo—. ¡Deja a mis papás hacer tu vestido!
Si no estuviera discapacitada, me hubiese unido a Vivian en su
baile vertiginoso ante la idea de tener otro vestido hecho por sus papás.
Me encantaba mi traje de Ellamara, pero me emocionaba la idea de ver
lo que me harían teniéndome presente.
Miré a Stefan y Glen esperanzada. —¿Creen que tendrán tiempo?
Stefan y Glen parecieron ofendidos por la pregunta, pero antes de
que pudieran contestar, Jennifer dijo—: No necesitan tiempo. —Cuando
ella ganó la atención de toda la habitación, me sonrió y dijo—: Ya tienes
el vestido perfecto.
Sólo había un vestido que podría serlo, pero seguramente no
hablaba sobre el vestido de mi madre.
—Se ve hermoso en ti —dijo ella, sabiendo que la entendía—. Y en
una noche que es tan importante para ti, ¿qué sería más apropiado que
llevar algo que pertenecía a tu madre?
No estuve sorprendida cuando Juliette y mi padre asintieron en
aprobación, pero no entendía por qué Jennifer lo sugeriría. —¿Quieres
que me ponga el vestido de mi madre? ¿Frente a cientos de personas y
cámaras de televisión? —pregunté—. Es revelador, ¿recuerdas? La
gente verá mis cicatrices.
La sonrisa de Jennifer se volvió triste. —Ella, nunca me he
sentido avergonzada de ti. Lamento que entendieras mal mi
preocupación. Solo me preocupaban tus sentimientos. Sé cómo es la
gente de cruel. Soy una modelo. He estado en cientos de audiciones
donde fui criticada por mis imperfecciones, mis muslos y nalgas no eran
lo suficientemente firmes, mi nariz demasiado grande, mis pechos
demasiado pequeños, los ojos demasiado separados, necesitaba bajar
unos pocos kilos más… siempre había algo.
El mundo era realmente injusto si Jennifer no parecía lo
suficientemente buena. Tenía que ser la mujer más hermosa que había
visto alguna vez. No me podía imaginar a la gente criticándola por cómo
se veía. No podía ver un solo defecto.
—Cuando empecé, era difícil no tomarme mal cada comentario.
Me obsesioné con lo que todo el mundo decía de mí. Me deprimí.
Desarrollé un desorden alimenticio. Me autodestruía porque me sentía
insegura sobre mi aspecto.
Sus ojos se empañaron. »Simplemente no quiero que te sientas de
esa manera. No quiero que la gente sea cruel contigo. Tratabas con
tanto ya, la pérdida de tu madre y tener que adaptarte a una nueva
familia. No quería que te hirieran personas mirando o diciendo cosas
malas. Trataba de protegerte. Siento haber herido tus sentimientos.
—Está bien. —La miré de nuevo y me pregunté si se veía diferente
ahora de cuando comenzó a modelar. Obviamente el comentario "tetas
demasiado pequeñas" la habían llevado al perfecto pecho poco natural
que tenía ahora, pero me pregunté qué más había cambiado. No pensé
que fuera mucho—. Todavía modelas —dije—, pero estás perfectamente
segura ahora.
—La gente todavía me critica a veces, pero no los tengo que
escuchar nunca más. —Jennifer le sonrió a mi papá con más amor y
sinceridad de lo que yo jamás había visto en nadie—. Tu padre me hace
sentir hermosa, y eso es suficiente. —Volvió la sonrisa de nuevo a mí—.
Tal vez Brian Oliver será el que lo haga por ti.
Lo que decía Jennifer tenía sentido. Me acordé de la noche en que
Brian y yo nos conocimos, cómo me robó el aliento cuando besó mis
nudillos llenos de cicatrices. Me había dicho que yo era hermosa
entonces, y le creí.
—Si te hace sonreír de esa manera —dijo Rob de repente—,
entonces es digno de ti.
No me había dado cuenta de que estaba sonriendo, pero mis
mejillas se calentaron de nuevo bajo las miradas de todos.
—Bueno, está bien —dijo Vivian—. Ya que no puedo ayudar con
el vestido, entonces por lo menos déjame arreglar tu cabello.
—Y yo te llevaré a la manicura —ofreció Juliette—. Si no te
sientes cómoda yendo a un salón, la haré yo misma. Soy bastante
práctica con un esmalte de uñas.
Traducido por Alysse Volkov & Mel Cipriano
Corregido por Michelle♡

Todo mi cuerpo temblaba mientras me paraba frente al espejo de


cuerpo entero en mi dormitorio. Mis nervios no me habían dado un solo
momento de indulto en tres días. Algunas veces estaba tan emocionada
que pensé que la espera podría matarme, y otras veces estaba segura
que era el miedo de lo que venía lo que me mataría.
Había cogido un poco de las noticias en los últimos días. La
ciudad de Los Ángeles anticipaba el estreno de esta noche. Todo el
mundo especulaba acerca de si la Ella del Príncipe Cinder se mostraría.
Presentadores de noticias locales, anfitriones de programas de
entrevistas, DJ‟s de radio… todo el mundo.
La parte más loca es que todos estaban
emocionados. Querían que yo apareciera. La entrevista de Brian había
sido un golpe de genio. Nos volvió una versión moderna de los cuentos
de hadas —el último romance. Había pasado de ser la mujer más
odiada en Estados Unidos a ser una sensación nacional de la noche a la
mañana. Ya no era una loca acosadora obsesionada, sino una hermosa,
inteligente, divertida y fuerte sobreviviente. El público me amaba ahora.
Por supuesto, también era genial por parte de Brian porque le
garantizó conseguir lo que quería. Si no me presentaba en el estreno,
toda la nación me odiaría de nuevo un millón de veces más de lo que
me había odiado antes. Así de voluble era el pueblo estadounidense. Y
entusiasta. Tal era la multitud que se había reunido fuera del teatro en
Westwood, donde se celebraba el estreno, que la policía cerró el tráfico
en dos manzanas de la ciudad. Todas esas personas me esperaban.
—Creo que voy a vomitar.
—¿Y arruinar mi lápiz labial? —preguntó Vivian desde donde se
encontraba tumbada en mi cama, hojeando una revista—. Te mataré.
Juliette sonrió mientras metía en mi cabello el nuevo peine de
plata y perlas que mi padre me había dado. —Brian va a arruinar tu
lápiz labial cuando la vea, de todos modos.
Vivian resopló y me sonrojé. Como por vigésima vez este día. Uno
pensaría que después de los cientos de chistes que se habían hecho a
mi costa en los últimos tres días, podría ser insensible a ellos por
ahora, pero no. Cualquier referencia a Brian y todavía era una colegiala
completamente tímida.
Vivian le sonrió a Juliette en el espejo con un brillo malvado en
sus ojos. —Brian tiene permitido arruinar el lápiz labial. Ella no. —
Estudió mi rostro por un momento, luego frunció el ceño—. Te odio
totalmente por lucir tan bien en ese tono de rojo. Mataría por tu
bronceado.
Miré mis labios. El rojo brillante con el que me había pintado
resultaba asesino contra mi piel caramelo, y parecía incluso mejor junto
con el amarillo brillante de mi vestido. Añade a eso la forma de mis ojos
azules saltones, y lucía exótica. Misteriosa. Perfecta para una
sacerdotisa mística.
Mi cabello suavizaba la imagen. Juliette decidió dejarme el cabello
suelto y solamente darle a mis rizos naturales algún
“umph”. Umph resultó ser, como, cien litros de productos. Mis rizos de
color chocolate caían alrededor de mis hombros y mi espalda desnuda
con una pequeña sección delicadamente alejada de mi cara por mi
peine.
Mi nuevo peine era precioso y muy elegante emparejado con el
collar de perlas de mi madre. Mi padre me sorprendió con él esta
mañana diciendo que también quería estar allí en espíritu conmigo esta
noche, como estaría mamá. Lloré como un bebé, y tanto Juliette como
Vivian enloquecieron por los ojos hinchados. Pensarías que era el día de
mi boda y no sólo una primera cita.
Así es, era realmente una gran primera cita.
—¿Sabes? —dijo Vivian pensativamente mientras me miraba—.
Lo más extraño de esto es lo perfectamente que Candy Cane completa el
conjunto.
Sonreí. —Te dije que iba a funcionar.
Después de que estuve de acuerdo en ir al estreno el otro día, lo
primero que hizo Vivian fue exigir ver mi vestido. Ella se ofreció a darle
a Candy Cane otra cirugía estética y convertirlo en amarillo, pero yo no
se lo permitiría. Me gustaba la forma en que el arco iris de color añadía
personalidad al vestido. A mi espiritual mamá le habría encantado.
—¡Niñas! —rugió papá desde el otro lado de la casa—. ¡El auto
está aquí!
Un terror puro tenía a mis rodillas inmovilizadas en un instante.
También dejé de respirar.
—Vas a estar bien —dijo Vivian—. Es sólo Cinder. Sólo vas a ver
una película con tu mejor amigo. Eso es todo.
—Sí. —Juliette rio y giré la cabeza, de forma que quedé mirando
un enorme cartel de un Brian sin camisa que había clavado en la parte
posterior de la puerta de mi dormitorio—. Y Cinder tiene ese aspecto y
quiere ser el padre de tus bebés.
—No ayudas —suspiré.
Anastasia apareció en la puerta y suspiró. —Brian Oliver está tan
desaprovechado contigo.
Tanto Juliette y Vivian miraron ferozmente, pero me negué a
enojarme. Anastasia no iba a arruinar esta noche para mí. —Eso es
probablemente cierto —coincidí, sorprendiéndola con mi alegría—. Aun
así, a caballo regalado no se le ve colmillo.
Podría haber sido mi imaginación, pero te juro que los labios de
Ana temblaron una vez. Pasó sus ojos de arriba a abajo por mi cuerpo,
y esperaba el desagradable comentario sarcástico, pero esta vez me
sorprendió. Se encogió de hombros, se apoyó en el marco de la puerta,
cerniéndose en el umbral de mi habitación como si no quisiera irse ni
quisiera entrar al mismo tiempo. El silencio se volvió incómodo bastante
rápido.
Estaba realmente sorprendida de verla. No había dicho ni una
palabra desde que llegué a casa. Hizo un buen trabajo para no estar
nunca en la misma habitación que yo. No parecía feliz en este momento,
pero por primera vez desde que la conocí, no había hostilidad. Estaba
tratando de hacer un esfuerzo por una vez. Probablemente fue obra de
la Dra. Parish. Mi papá y Jennifer habían estado haciendo a Ana ver a
mi psicóloga desde hace unas semanas ya. Ya era hora, si me lo
preguntas. La chica tenía tantos problemas como yo, si no más.
—Te ves bien —dijo Ana de repente.
Traté de hacer como si no me importaba y fracasé
miserablemente. Nunca había tenido una cara de póquer decente, sin
embargo. —¿Um, gracias?
—Sabes —añadió—, para ser un monstruo.
Sabía que bromeaba, pero ni a Vivian ni a Juliette les gustó el
humor. —¿Necesitabas algo? —espetó Juliette.
Ana miró a su hermana, pero luego me miró a los ojos y una
mirada de determinación se apoderó de su rostro. No podía decir lo que
significaba la mirada, pero no era ira. Su determinación no era un
desafío. Era otra cosa. Resolución.
—Fui yo quien reveló su ubicación ese día —dijo—.Tomé una foto
de ustedes con mi teléfono en la cena y la envié a un par de sitios de
chismes de celebridades. Es culpa mía que fueran emboscados.
No me sorprendía que hubiera sido ella —siempre tuve mis
sospechas. Lo que me sorprendió fue la confesión. No me lanzaba la
información a la cara; se disculpaba. Se veía tan cómoda en su piel en
el momento como me sentía yo en la mía. Era como si sentir
remordimiento y admitir su fechoría fuera una experiencia nueva para
ella.
Me alegré de que nadie saltara a su garganta. Si alguien lo hacía,
estoy bastante segura de que se hubiera puesto a la defensiva y el
momento se habría arruinado. Ella y yo necesitábamos superar
nuestros problemas.
—No pretendía que pasara todo lo que pasó —dijo.
Me encogí de hombros con lo que esperaba fuera
despreocupación. —La mentira que dijo la gente de Brian no fue culpa
tuya.
Negó con la cabeza. —Pero ellos no lo habrían dicho si esos
paparazzis no se hubieran presentado en la cena.
—Tal vez no esa noche —concordé—, pero habría sucedido con el
tiempo si seguía saliendo con Brian.
Vivian resopló. —Uh, ustedes no estaban pasando el rato,
estaban liándose.
Juliette se echó a reír. —¡Un buen ligue!
Golpeé a ambas y volví a mirar a Anastasia, sorprendida al ver
que sonreía. —De todos modos, lo siento —dijo, tratando de borrar la
sonrisa de su rostro.
—Gracias.
Se volvió para salir y la detuve. —¿Vas a venir con nosotros al
teatro esta noche?
Se encogió de hombros otra vez, logrando mantener una mirada
aburrida en su rostro, pero me di cuenta de que estaba conmovida por
la invitación. —¿Por qué no? No tengo nada mejor que hacer esta noche.
Sonreí y le dije gracias de nuevo.
—Lo que sea —respondió. Comenzó a alejarse, pero luego se
detuvo y dijo—: Cuando paren para tomar aire esta noche, pregúntale a
Brian si puede liarme con Logan Lerman.
—Quieres decir si paran a tomar aire —bromeó Juliette.
—¡Ustedes! ¡Cállense ya! ¡En serio!
No bromeaba, pero por alguna razón las tres se rieron de mí.
Salimos de mi habitación para encontrar a papá y a Jennifer
esperando en la cocina. Para mi sorpresa, Rob se encontraba sentado
en la barra. Sus ojos se posaron en mí y se irguió tan rápido que casi se
cayó de su taburete. Por la forma en que se balanceó su nuez de Adán,
parecía como si acabara de intentar tragarse una pelota de béisbol. —Te
ves increíble —dijo con voz áspera.
Apunten otro sonrojo para el día. —Gracias. —Me acerqué y le di
un abrazo. Le tomó un poco más de lo normal dejarlo ir—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
—Tenía que venir a verte. No podía dejar pasar tu gran cita sin
desearte suerte.
Lo abracé de nuevo, esta vez con mucho más sentimiento. Rob
tenía una manera de calmar mis nervios. Era toda su fresca confianza y
tranquilidad ante todo. Me había preocupado que las cosas se volvieran
incómodas entre nosotros, pero Rob siempre fue tan tolerante. Se
instaló en el papel de “sólo amigos” con facilidad después de que se dio
cuenta de cuánto nos queríamos Brian y yo realmente. Me sentía tan
agradecida de poder conservarlo como amigo. Iba a tener que encontrar
a una chica para él algún día.
—¿Quieres venir en el auto con nosotros? —preguntó Juliette—.
Papá alquiló una limusina para que todos pudiéramos llevarla allí.
—Hay cierta preocupación de que ella podría secuestrar el auto y
salir corriendo si la dejamos ir sola —agregó Vivian.
Le rodé los ojos, pero ella podría haber tenido un pequeño punto.
La única respuesta de Rob fue una sonrisa y ofrecerme un brazo.
Lo acepté e hice mi mejor esfuerzo para no hiperventilar mientras todos
nos amontonamos en la limusina.
Nos llevó más de una hora llegar a través del tráfico, ya que
tuvimos que esperar tras una larga fila de autos que iban hacia el
estreno. Entonces, de pronto, demasiado pronto, el coche se detuvo y la
puerta se abrió dando lugar a un rugido interminable de ruidos y luces
parpadeantes. Miré hacia afuera y lo primero que vi fue rojo.
—¡Es la alfombra roja! —chilló Juliette, saltando de emoción
después de notar lo mismo que yo—. ¡Estás a punto de caminar por la
alfombra roja!
Había un hombre vestido de traje esperando para ayudarme a
salir del coche. Era ahora o nunca. Di una rápida ronda de abrazos,
guardando a mi padre para el final. —Buena suerte, pequeña —susurró
con voz empañada por la emoción. La disimuló, cambiándola a un tono
machista—: Recuerda, jovencita, en casa a la una.
Juliette gimió. —¿Un toque de queda? ¿En serio? Papá, ¿puedo
recordarte que ella tiene diecinueve y desde ayer, legalmente, ya no está
bajo tu custodia?
No me había importado, pero me encantó que Juliette sintiera la
necesidad de argumentar en mi nombre.
Papá suspiró. —Puedes darme un descanso esta vez, ¿eh?
Todavía no he podido jugar al gran padre exigente con Ella, y ni siquiera
voy a poder conocer a su cita.
Riendo, le di una palmadita en el hombro. —Vas a tener la
oportunidad de amenazarlo muy pronto, estoy segura. —Les sonreí a
las chicas—. Mi plan es pedirle que venga a ayudarme a cargar cajas el
día de la mudanza.
Vivian, Juliette, Ana, e incluso Jennifer, todas se desmayaron un
poco.
—A ver si puedes conseguir que lo haga sin camisa —dijo Juliette.
—Juliette. —Mi padre hizo un ruido ahogado en su garganta y
luego dejó escapar un suspiro—. Esta cosa de Brian Oliver me va a
volver prematuramente canoso.
Me reí y le di a mi padre un abrazo, sorprendiéndonos a ambos
cuando lo besé en la mejilla. —Lo amarás —le prometí—. Y voy a estar
en casa a la una.
Mi papá me abrazó de nuevo y tuvo que aclararse la garganta
antes de responder. —Te quiero, pequeña. Sal a matar.
Con eso, tomé una respiración profunda y luego bajé del coche. El
hombre que esperaba para ayudarme pasó sus ojos sobre mí, haciendo
una pausa por un momento en mis cicatrices y mi bastón. Su rostro se
iluminó con una amplia sonrisa cuando la comprensión lo golpeó. —
Espero que esté lista para esto —murmuró, agitando la mano en la
dirección en que tenía que caminar.
—No, en absoluto —le aseguré mientras daba mi primer paso
hacia una nueva vida.
La alfombra roja se extendía por toda la cuadra que conducía
hasta la entrada del teatro. Alineada con luces brillantes, cuerdas de
terciopelo grueso y lámparas de calor. Sonreí cuando vi las lámparas.
Había intentado salir de la limusina con el abrigo puesto, era la semana
antes de Navidad, después de todo, pero Ana hizo un berrinche. Tomó el
abrigo, insistiendo en que nadie caminaba por la alfombra roja
ocultando sus trajes. Resultó que tenía razón.
Había fotógrafos y reporteros con cámaras de video y micrófonos
de pie a lo largo de la parte exterior de las cuerdas de terciopelo, y
detrás de ellos, un grupo de gente tan grande que sentí como si me
encontrara de pie en el montículo del lanzador en el Fenway Park 11.
Una gran cantidad de personas caminaban por la alfombra
delante de mí. Reconocí a algunos de ellos y a otros no. Kaylee
Summers sonreía bastante para el público, aferrándose odiosamente a
un actor que reconocí de una popular película de vampiros. De alguna
manera, parecía apropiado.
No vi a Brian por ningún lado.
Mi estómago se revolvió ante la idea de tener que llegar a las
puertas del teatro desde donde estaba parada, a lo que parecían
kilómetros de distancia. No estaba segura de sí podía hacerlo, pero ya
no tenía otra opción. Las personas más cercanas a mí ya me habían
notado y empezaban a susurrar.
Di un paso, y luego, lentamente, otro. Mis articulaciones no
estaban encantadas con el frío, así que mi andar era un poco más lento
de lo normal. Mi cojera llamó la atención de la gente y los murmullos se
convirtieron en aplausos. —¡Es ella! —gritó alguien—. ¡Es Ella! ¡Vino!
Al mismo tiempo, una ola de ruido ensordecedor estalló y se abrió
camino desde donde me encontraba hasta la entrada del teatro y al otro

11Fenway Park es un parque de béisbol cerca de la Plaza Kenmore de Boston,


Massachusetts.
lado de la calle. Fue lo suficientemente fuerte para que pudiera haberse
oído en Boston.
La gente gritaba y chillaba. Estiraban sus manos como si
quisieran tocarme. Las cámaras destellaban en mi rostro, cegándome.
El frenesí era mucho más de lo que podía haber imaginado. Abrumada,
me encontré detrás de las cuerdas. Un hombre de dos veces el tamaño
de mi padre, vestido con un traje caro y algún tipo de auricular, me
atrapó. —¿Está bien, señorita?
Yo miraba a la multitud, incapaz de pensar. —Esto es una locura.
El hombre se echó a reír y me puso de vuelta sobre mis pies. —
Nadie va a cruzar a este lado de las cuerdas. Estará a salvo.
Todos en la alfombra delante de mí se detuvieron para ver de qué
se trataba tanta conmoción. Me observaban con ojos curiosos. Algunos
de ellos sonrieron mientras que otros no parecían apreciar que les
hubiera robado la atención. Kaylee me miró como si quisiera triturarme
en pedazos con sus manos desnudas.
—Será mejor que empiece a moverse, señorita —dijo el guardia de
seguridad, y me dio un empujoncito—. El espectáculo comienza en
quince minutos.
Asentí y comencé a caminar de nuevo, pero cuando lo hice los
vítores se hicieron imposiblemente más fuertes, y me sentí como si el
caos me hubiera tragado. Tenía miedo de entrar en pánico, pero luego vi
una conmoción en la alfombra delante de mí que hizo que todo a mí
alrededor se desvaneciera.
Brian se abría paso entre la multitud de celebridades para
alcanzarme. Me di cuenta de que estaba diciendo mi nombre, aunque
no podía oírlo por encima del ruido. Sus movimientos eran frenéticos; lo
que se correspondía con el sentimiento dentro de mi pecho. Pensé que
iba a estallar si no tenía mis brazos a su alrededor en los próximos
cinco segundos. Y entonces él estaba allí, parándose a unos metros
delante de mí. No entendía la distancia que mantenía entre nosotros. Yo
quería cerrarla. Necesitaba cerrarla. Necesitaba sentirlo y olerlo, y
perderme en sus ojos.
—Viniste. —Dejó escapar una respiración. Cuando habló, un
silencio cayó sobre la multitud. La gente estaba desesperada por
escuchar lo que decíamos. Mi enfoque se desvió hacia el público por un
momento, pero luego regresó a Brian cuando dijo—: Después del
espectáculo, cuando no me llamaste, pensé…
Pensó que nunca tendría noticias mías de nuevo.
Él no podía decir las palabras, y yo no lo obligaría. —Yo… me
fui… por un tiempo… después de lo que pasó.
No estaba segura de sí Brian sabía exactamente lo que quería
decir, pero la mirada de culpabilidad y la devastación en su rostro
sugería que sus pensamientos estaban en el camino correcto, o lo sabía
con exactitud. Esperaba que mi sonrisa pudiera asegurarle que yo
estaba bien. Tendría esa conversación con él, pero no en ese momento.
—Regresé a casa hace sólo tres días —le dije. Mi sonrisa se volvió
irónica—. Mi terapeuta me mostró la entrevista delante de todos los que
conozco. Yo era la única que no la había visto. No tenía ni idea de lo que
estaba pasando y todo el mundo me miraba todo el tiempo. Tuve que
ver esa entrevista con mi padre de pie por encima de mi hombro. Fue
tan vergonzoso.
Brian cruzó los brazos sobre su pecho y levantó una ceja. —¿Mi
amor por ti es vergonzoso?
Milagro de milagros, me las arreglé para mantener una cara seria.
—No conoces nada como la sutileza, Brian. Podrías beneficiarte con
unas cuantas lecciones sobre el tema.
Lo había estado haciendo bien, pero cuando el rostro de Brian
cayó en un puchero me eché a reír.
—Me encantó.
Brian finalmente dio un paso hacia adelante y me tomó en sus
brazos. —Eres una mocosa. No puedo creer que me hicieras sudar
hasta el último segundo posible.
Me encogí de hombros. —Después de ver esa entrevista, pensé
que estábamos peleando por el premio al dramatismo. Me sorprendió el
hecho de que parecías querer ir por ese camino.
Brian se rio entre dientes y exploró el casi motín que había
causado mi llegada. —Definitivamente era eso. Te las arreglaste para
causar una pequeña escena. —Me sonrió de una manera que derritió mi
corazón—. Apuesto a que puedo hacerlo mejor.
Sonreí. —Por supuesto que sí.
El brillo malicioso en sus ojos fue la única advertencia que me dio
antes de que me sumergiera de nuevo en un profundo beso.
Nuestro primer beso había sido tierno. Había sido un beso en el
que se llega a conocer al otro. Este beso era totalmente diferente. Este
beso era hambriento. Brian me besaba como si estuviera tratando de
fundir nuestras almas por toda la eternidad. Él no estaba haciendo esto
para mostrarse. No tenía nada que ver con los cientos de personas
viendo y volviéndose locos a nuestro alrededor. Tampoco era posesivo.
Él no estaba haciendo ver su derecho sobre mí. Ni siquiera estaba
tratando de demostrar sus sentimientos hacia mí. Estaba simplemente
tomando lo que necesitaba.
Podía sentir su anhelo, su dolor por mí, y eso me convirtió en un
charco de papilla. Lo que él necesitara, podía tenerlo. Con mucho gusto
se lo daría. Él podría tener todo de mí. De hecho, en el momento en que
me separó y terminó el beso, él tenía todo de mí.
—Te amo tanto, Ella —susurró.
No sabía qué era más lindo: su expresión enamorada o el lápiz
labial rojo brillante esparcido por todo su rostro. —Yo también te amo,
Cinder.
Él me dio otro beso rápido y luego deslizó su brazo alrededor de
mi cintura y me llevó hacia las puertas del teatro. Cuando llegamos allí,
se detuvo y nos volvió hacia la multitud. —Di whisky, Ella —bromeó.
Me quedé allí y sonreí hasta que comenzó a dolerme el rostro,
pero no fue difícil de hacer desde que era tan delirantemente feliz. Podía
decir que Brian también lo era, porque cada vez que miraba hacia él se
echaba a reír como si fuera la cosa más divertida del mundo.
Debo haber perdido la señal, pero con el tiempo Brian decidió que
era hora de seguir adelante. Cuando dimos la vuelta para irnos, un
hombre al otro lado de las cuerdas de terciopelo extendió un micrófono
hacia nosotros. —¡Brian! ¡Brian! ¿No te gustaría darnos una declaración
antes de entrar?
Brian dejó de caminar.
Un silencio cayó sobre la multitud. La atmósfera se volvió casi
reverente mientras el mundo esperaba para oír lo que Brian Oliver tenía
que decir. Esperaba, por su bien, que todo lo que se le ocurriera fuera
bueno. Tenía la sensación de que este momento nuestro iba a pasar a la
historia de Hollywood.
Brian miró al hombre y luego a mí. Su sonrisa se extendió a toda
la longitud de su rostro, y dijo—: ¿Qué tal, “Y vivieron felices para
siempre”?
Muchas gracias, como siempre, a Josh por tu apoyo sin fin, tus
comentarios, tus bellas portadas, por consentirme cuando te pido que
me hagas gráficos del libro, por hacerte cargo de muchos deberes de
“madre” para que tenga tiempo para escribir, y especialmente por
amarme apesar de mis caprichos de escritora loca.
Y gracias a Josh Jr., Jackie, Matthew y Daniel por en verdad
preferir comidas como cereales fríos, waffles congelados, yogurt y pizza
por encima de comidas caseras que no tengo tiempo, energía ni
habilidad para preparar. ¡Son los mejores niños que una madre podría
pedir nunca! (Sí, incluso aunque pelean mucho).
A Jen (Literally Jen), y Lisa (A Life Bound By Books) por sus
invalorables comentarios y emoción por este proyecto, y a Heather por
estar siempre dispuesta a sentarse y escucharme hablar de problemas
de argumento. (¡Y por comerse mis donuts extras cuando termino con
demasiados!) Todas ustedes me ayudan a hacer mis libros lo mejor que
pueden ser.
Gracias a todos mis amigos y familia por su amor y apoyo a lo
largo de los años, no podría hacerlo sin ustedes. Y estoy especialmente
agradecida a mi Padre en el Cielo, por bendecirme con un poco de
talento y creatividad, y una saludable dosis de paciencia, ¡y la loca
cantidad de impulso personal que requiere ser un escritor! A través de
él, todas las cosas son posibles.
Kelly Oram escribió su primera novella a la
edad de quince años, un fan fiction sobre su
grupo de música favorito: Los Backstreet Boys,
por el cual familia y amigos aún se burlan de
ella. Está obsesionada con leer, habla
demasiado y le encanta comer helado a
cucharadas. Vive a las afueras de Phoenix,
Arizona, con su marido y sus cuatro hijos.
Conecta con Kelly a través de los medios
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