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Aitana, Aitana, Alba, Alba, Alba, Alegría, Alejandro, Alia, Alicia, Alicia, Alma,
Amalia, Amanda, Ana, AnaMa, Ananda, Ángel, Ángel, Ángela, Anka, Antía,
Aquiles, Ara, Arán, Ariadna, Arnau, Aurora Luna, Axel, Azul, Berta, Bichito,
Biel, Bruno, Candela, Cangrejito, Carlota, Carolina, Celeste, Ciruelina Azul,
Ciruelina Marrón, Clara, Claudia, Cloe, Daibel, Dalia, Daniel, Daniel, Daniel,
Daniel, Didac, Doan, Eduardo, Elena, Elisa RG, Ella, Eloi, Eloísa, Elsa, Elsa, Elsa,
Emma, Emma, Enara, Enrique, Eric, Eric, Erik, Esteban, Estel, Eva, Fátima, Flor,
Franc, Gabriel, Gaby, Gael, Garbancita, Gema, Gerard, Guille, Guim, Héctor,
hijo de Raquel Galavís, hijos de Abedul, hijos de Wikitoria, Hugo, Indio, Inés,
Irene, Iria, Iris, Iris, Israel, Iu, Izan, J., J., Jade, Jaime, Jara, Javier, Jorgeras,
Juan Pablo, Juan Pablo, Juanjo, Julia, Julia, Júlia, Júlia, Julián, Julieta, Julieta,
Kaelí Arnau, Kai, Kenji, Kerala, Kilian, Kimetz, Kiran, Krzyś, L., Lao, Laura, Layla
Yumari, Leo, Leo, Leonardo, Li., Liam, Lila, Little D., Little Light of Love, Lluc,
Lluna, Lola, Lola, Lorenzo, Luca, Lucas, Lucía, Lucía, Luis, Luna, Lur, M., M., M.,
Maia, Maití, Manuel, Manuel, Marc, Marc, Marco Hoang, Marcos, María, María,
Mariana, Mariano, Marina, Marina, Marta, Martí, Martín, Martín, Martín, Mateo,
Mateo, Mathias, Matilde, Matis, Mauro, Maya, Mía, Milena, Mirulina, Moon,
Muhammad Gabriel, Nala, Narada Agustín, Naya, Nerius, Nico, Nicolás, Nicolás,
Nicolás, Nina, Noa, Nohan, Nora, Nuara, Nur, Núria Queralt, Oier, Ojos Negros
Saltimbanqui, Ojospardos, Oliver, Olivia, Olmo, Pablo, Pablo, Pablo, Pau, Paula,
Paula, Penélope, Perdigón, Pestiño, Petunia, Pirata, Queen Elsa, Quim, Quim,
Rafael, Rainbow, Raúl, Rayo, Rodrigo, Roger, Roger, Romeo, Rosa Linda, Ruby,
Sachayoj, Samuel, Santiago, Santiago, Sara, Sarah, Sary, Saule, Sebastián, Sofía,
Sol, Sol, Sonrisas, Sun, Sunflower, Superboy, Suyay, Talia, Tao, Teo, Tommaso,
Uma, Uma, Unai, Valeria, Vega, Vera, Vida, Zoe.
Dicen de Mamamorfosis…
Laura Gutman
Terapeuta y escritora
Laura Gutman
Madres que te abren la puerta de sus casas
aunque los muebles tengan polvo y hayan
pelusas.
Madres que se juntan para contarse sus histo-
rias de parto, sus lactancias, sus crianzas, sus
heridas, sus imperfecciones, sus deseos y sus
miedos más profundos.
Madres que crean —de la nada— una Tribu a su
alrededor.
Madres que teniendo historias complejas de
desamparo y violencia siendo niñas, son ca-
paces de poner un poco más de Amor en cir-
culación para con sus hijos.
Madres que, aun sabiéndose perfectamente
imperfectas, no se esconden de ellas mismas.
Madres que se dan a sí mismas el Amor que
nadie les dio.
Madres que anteponen el deseo de un niño
pequeñito a la mirada crítica de un adulto.
Madres que aprenden a dar lo que no reci-
bieron.
Madres que se ríen de sus propias rigideces y
fluyen con la Vida.
Madres que aprenden de sus hijos a vivir ple-
namente el presente.
Madres de carne y hueso, de sangre y de le-
che.
Madres despiertas que sueñan cuando todos
duermen.
Madres dispuestas a sumergirse en la mater-
nidad hasta encontrarse a ellas mismas.
Madres vulnerables y poderosas.
Madres en transformación, madres en meta-
morfosis.
A todas vosotras gracias. Gracias por dar valor
a lo que aún tan pocos valoran.
Gracias por poner palabras a una realidad
compartida por tantas mujeres pero invisible
aún a los ojos de esta sociedad, que tanto
desprotege a la maternidad y a la crianza.
Cristina Romero
Directora de la revista Tu Bebé, autora del
libro Pintará los soles de su camino.
Despertar en la luz
Cuando estaba embarazada por pri-
mera vez, todo el mundo tenía consejos para
mí: “aprovecha ahora para leer”, “aprovecha
para dormir”, “aprovecha para salir”, etc. Yo
pensaba que exageraban, que a mí no me pa-
saría lo mismo que a ellos, yo sabría hacer las
cosas diferente. Pero no, no supe. Tendría que
haberles hecho caso. Entonces no sabía que a
todos los padres nos pasan las mismas cosas.
Tamara Chubarovsky
Experta en desarrollo sensomotriz y del len-
guaje en niños y desarrollo personal
a través de la voz
Voz y movimiento
Soy amante de la inteligencia colectiva y
los proyectos colaborativos. Me encanta ver
cómo todo fluye cuando de forma desintere-
sada pones en marcha un proyecto útil y bo-
nito, implicando a otra gente. Por eso cuando
me invitaron a amadrinar #mamamorfosis no
lo dudé ni un minuto. Solo el nombre ya me
parece absolutamente sugerente: creo que
en mayor o menor medida toda mujer experi-
menta una auténtica metamorfosis al ser ma-
dre.
Lucía Jiménez
Actriz y cantante española
@luciajimeneztv
Andrea Fuentes
Medallista olímpica española
Andrea Fuentes
EL CAMINO RECORRIDO
HACIA EL EMBARAZO
1
EL EMBARAZO,
ME PREPARO PARA
SER MADRE...
CÓMO VIVÍ MI EMBARAZO
LA PREPARACIÓN AL PARTO
NO CONVENCIONAL
(O ALTERNATIVA)
VIVIR UN EMBARAZO
RESPETADO
O NO…
PREPARARSE EMOCIONALMENTE
PARA LA LLEGADA DEL BEBÉ
LA SEXUALIDAD
DURANTE EL EMBARAZO
CUANDO EL EMBARAZO
SE INTERRUMPE
ENTENDIENDO MI ABORTO
VIVIR EL PARTO
MIS FANTASÍAS SOBRE EL PARTO
EL MIEDO A PARIR
EL DOLOR EN EL PARTO
LAS INTERVENCIONES
EN EL PARTO
Y LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA
EL PARTO NATURAL
EN HOSPITAL ES POSIBLE
PARIR EN CASA
CESÁREAS,
¿SON SIEMPRE NECESARIAS?
TÉCNICAS Y PREPARACIONES
NATURALES QUE ME FUNCIONARON
EN EL PARTO
QUÉ HE APRENDIDO DE MI PARTO
LA VUELTA
A CASA
CON EL BEBÉ
MIS EMOCIONES
DESPUÉS DE PARIR
LA SOLEDAD
ENTRE CUATRO PAREDES
SENTIR RECHAZO
HACIA EL BEBÉ
LACTANCIA
EL DESEO DE DAR TETA,
O NO…
EL BEBÉ NO ENGORDA
A MÍ NO ME DIERON TETA,
PERO YO SÍ HE PODIDO…
LA ETERNIDAD
DE LAS HORAS DE LACTANCIA
¿LACTANCIA A DEMANDA?
LA TETA ES MARAVILLOSA,
LO SOLUCIONA TODO
LACTANCIA PROLONGADA
LACTANCIA EN TÁNDEM
LO QUE APRENDÍ
DANDO TETA
EL DESTETE
EL PUERPERIO,
UN TIEMPO
HACIA ADENTRO
SER MADRE NO ES COMO
ME LO HABÍAN CONTADO
LA PÉRDIDA DE IDENTIDAD
LA DEPRESIÓN POSTPARTO
Y OTRAS HERIDAS
DEL PUERPERIO
CRISIS VITAL
LA SEXUALIDAD DURANTE
EL PUERPERIO ¿REVOLUCIONADA?
EL PUERPERIO FELIZ
TAMBIÉN EXISTE
ATRAVESAR
LA NOCHE
CON UN BEBÉ
DORMIR CON EL BEBÉ,
EL COLECHO
YO LE DEJÉ LLORAR
PARA ENSEÑARLE A DORMIR
EL BEBÉ LLORA
TODO EL TIEMPO,
¿TIENE CÓLICOS?
CONEXIONES NOCTURNAS
CON EL INCONSCIENTE
LA TRANSICIÓN A SU CAMA
EL PADRE
¿TENER UN HIJO ES UNA CRISIS MATRI-
MONIAL O MUESTRA EL VERDADERO
VÍNCULO DE PAREJA?
PADRES MADUROS,
O INMADUROS…
LO QUE YO NECESITABA DE ÉL
EL PADRE AUSENTE
SUPERAR EL DESEQUILIBRIO
EN LA PAREJA
CRIANZA
DE HIJOS
PEQUEÑOS
CRIANDO EN BRAZOS
LA VUELTA AL TRABAJO
¿QUÉ HAGO CON LA CULPA?
COMO ENTENDÍ Y
ME DI CUENTA
DE LAS NECESIDADES
DE MIS HIJOS
ENTENDIENDO SU LLANTO
ENTENDIENDO SUS ENFERMEDADES
MEDICINA ALTERNATIVA
PARA MIS HIJOS
¿SÍ O NO?
NO QUIERE COMER
NO QUIERE COMER
MI ESTILO DE CRIANZA
EDUCACIÓN ALTERNATIVA
COMO OPCIÓN EDUCATIVA
BENEFICIOS
DE LA CRIANZA RESPETUOSA
A LARGO PLAZO
EL DÍA EN QUE
MI PERCEPCIÓN CAMBIÓ…
DESTAPANDO
MI CEGUERA EMOCIONAL
DESCUBRO…
QUÉ ES PARA MÍ
LA MATERNIDAD CONSCIENTE
NECESITÉ TENER
MÁS HIJOS PARA APRENDER
LO QUE APRENDO
DE MIS HIJOS CADA DÍA
SITUACIONES
DIFÍCILES
CUANDO EL BEBÉ ES PREMATURO
CUANDO MAMÁ
FUE UNA NIÑA ABUSADA
CUANDO PAPÁ
TIENE OTRA FAMILIA A LA VEZ
AGRADECIMIENTOS
SOBRE AGUAMARINA
DATOS DE CONTACTO
DE LAS CARAS DE LA LUNA
EL DESEO
DE SER MADRE
MIS FANTASÍAS
SOBRE LA MATERNIDAD
Hisui, 33 años,
mamá de Little Light of Love, maestra.
Barcelona (España)
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Noe, 34 años,
mamá de Antía, investigadora (ingeniera).
Barcelona (España)
Si me hubieran concedido solo un deseo en
la vida, tendría muy claro que sería ser ma-
dre. Una madre representa el comienzo de la
vida, la protección, la esperanza y la alegría,
ser madre es algo tan valioso, tan hermoso y
tan necesario que el deseo de serlo debe ser
imprescindible.
El papel de una madre (abuela) duran-
te un embarazo es muy importante, para to-
das las que no podemos disfrutar de ello, sen-
timos que en nuestro ser siempre permanece
la esencia de nuestras madres, esa conexión
que nace en un vientre y perdura para siem-
pre.
Ángela Clar,
mamá de Axel, educadora infantil.
Girona (España)
Dra. C. Northurp
Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer
Así fueron los meses en los que fue
concebido nuestro bebé; gozosos, curiosos,
fueron momentos de apertura y de transmu-
tación, de re-descubrimiento de mi cuerpo,
de la sensualidad, del juego y de la confian-
za en lo que no se ve... Agradezco mucho los
encuentros que tuve en aquellos meses aquí
y más allá, sobre todo a partir del Equinoccio
de Primavera, y que me ayudaron a crecer, a
sanar y a comprender y poner más conciencia
en todo el proceso.
Una gran escalera de caracol. Esa es la ima-
gen que me viene a la mente si pienso en
cómo ha sido el camino que he (hemos) re-
corrido desde el día en que verbalizamos que
queríamos ser mamá y papá.
En cambio, reconozco que no viví el
proceso médico de forma tranquila, a pe-
sar de los buenos profesionales con los que
tratamos. Aunque éramos jóvenes, el proce-
dimiento fue lento y cada paso se me hizo
eterno, parecía que nunca se acababan las
pruebas. El problema original era de él, pero
sentía que era yo la que debía sufrir las con-
secuencias: pinchazos con altas dosis de hor-
monas, análisis, ecografías, sedación para la
extracción, reposo en cama, etc. Supongo
que el chute hormonal no ayuda a llevar este
proceso con calma y magnifiqué las dificulta-
des haciendo que viviera esta etapa con cier-
to sentimiento de víctima. Pero una vez más,
aprendí que yo elijo los sentimientos con los
que recubro mis experiencias y que en mi in-
terior está la capacidad de decidir los colores
con los que pinto las escenas de mi lienzo.
Llevaba unos días un poco rara, me encon-
traba bastante sensible por todo, cualquier
cosa me hacía llorar o emocionarme al extre-
mo. Estaba convencida de que era mi particu-
lar síndrome premenstrual, que siempre me
arrancaba alguna que otra lágrima.
El embarazo fue todo un viaje de reencuentro
con mi cuerpo, llevaba algunos años hacien-
do danza y Yoga, pero jamás había sentido mi
cuerpo tan poderoso y tan vivo. En mí desper-
tó la consciencia de la vida, los árboles, las flo-
res, las aves y sus cantos, las mariposas y todo
lo que se manifestaba de la vida en la tierra
me conmovían profundamente. Empecé a
sentir una fusión entre mi cuerpo, el cuerpo
de mi hija, el de mi pareja y todo lo que habita
la tierra. Cuidar de mi era cuidar de mi bebé,
como cuidar a la tierra. Las plantas de la casa
comenzaron a crecer, a estar más verdes. Mi
cuerpo junto con el de mi bebé crecía, sen-
tía, el amor hacia todo se manifestaba con el
sólo hecho de sentir los movimientos de Ma-
ría dentro de mí.
Al principio cuando me enteré que estaba
embarazada sólo quería abortar. Mi parte ra-
cional me decía que no podía tener un hijo
con una persona que apenas conocía en la
intimidad y con las circunstancias económicas
restrictivas.
Quedé sin aire. En un estado de profundo y
absoluto silencio. Suspendida en una burbu-
ja. Todo se detuvo en ese mutismo. Todo co-
menzó a girar más lento. Floté dentro de esta
burbuja durante nueve meses.
Me costaba mucho ubicarme en el
tiempo y el espacio. No era dueña de mis
emociones y sin embargo avanzaba dentro
de esa burbuja, en ese silencio, en ese hacer-
se todo más lento. Todos esperaban de mí
cosas distintas, lo que “normalmente” deben
hacer las mujeres que están embarazadas. Yo
sonreía poco. Mis ojos redondos y nostálgi-
cos eran ausentes.
En mi segundo embarazo, seguí bus-
cando lo que no había encontrado en el pri-
mero, una visión distinta de la gestación, el
parto y el puerperio. Algo que estuviera más
en la línea de lo que sentía dentro y de cosas
que había leído y experiencias a mi alrededor
que había conocido (El parto es nuestro, foro
de crianza natural...). Así, no sé de qué mane-
ra exactamente me tropecé con un centro de
preparación distinto, con un equipo de matro-
nas maravilloso. Un lugar de empoderamien-
to absoluto para mí. Estas matronas, mujeres
sabias y poderosas, nos hablaron de multitud
de aspectos relacionados con la alimentación
durante el embarazo, el desarrollo del bebé,
la fisiología del parto y sus posibles complica-
ciones, la lactancia materna, las vacunas, etc.
Algunos países de Latino América, tie-
nen desafortunadamente, una de las mayores
tasas de cirugía en el mundo. Muchos de mis
amigos y familiares han nacido a través de ci-
rugía, incluidos mi esposo y yo, o han tenido
un hijo a través de ella. Para el tiempo del em-
barazo vivíamos en Alemania y allí el sistema
de salud público cubre un parto en hospital,
en casa o en una casa de parteras, depen-
diendo de la elección de los padres. Indepen-
dientemente de la elección, las embarazadas
cuentan con una ginecóloga que se puede
ver tan seguido como sea necesario y con una
partera que está disponible las 24 horas prin-
cipalmente durante las últimas semanas de
gestación. La partera ofrece curso prenatal,
acupuntura, y visita a la familia en casa duran-
te aproximadamente ocho semanas después
del parto, para controlar el estado general del
recién nacido y de la madre, así como aseso-
rar con la lactancia y resolver dudas.
Esther Navarro
(psicóloga creadora del método hipnoparto).
Estaba aterrorizada, aquellas primeras sema-
nas de embarazo me sumergí en el miedo, la
incertidumbre y la negatividad. No eran las
náuseas, la fatiga o ese sueño constante que
me invitaba a dormir durante horas, simple-
mente me encerré en el espacio más oscuro
de mí ser para retroalimentarme de aquel te-
rror que sentía. Era mi segundo embarazo, el
primero lo perdí, aquella pena que llevaba
dentro y creía extinta renació. ¿Saldrá bien?
¿Mi bebé estará sano? ¿Tendré insisto mater-
nal?
Aletha J. Solter
Mi bebé lo entiende todo.
Mi hija Alba y yo nos acompañamos mutuamen-
te en el embarazo. Ambas tuvimos el regalo de
podernos comunicar desde el momento en el
que decidimos ir a buscarla Dani y yo. Antes del
embarazo hablaba con ella con mucha fluidez,
me comentaba las ganas que tenía de conocer
a su hermano Roger y que se sentía feliz de po-
der volver a la Tierra de nuevo.
M. Àngels Claramunt
La cuna vacía
¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Estaba de casi
nueve semanas de embarazo cuando el test
dio positivo, mi alegría duró más bien poco,
al día siguiente de la feliz noticia comencé a
sangrar. Todo apuntaba a que había sido un
aborto, no había restos de embarazo en el
útero, pero los niveles de GHC (hormona que
se produce en el embarazo) seguían dupli-
cándose, ¿dónde estaba mi bebé?
Yo nunca he perdido un bebé, no sé
qué siente una mujer, una familia, cuándo
pasa por semejante circunstancia. Siento do-
lor y algo se me clava en el pecho cuando
pienso en la pérdida de un hijo, es un dolor
empático. Mi capacidad empática y mi sensi-
bilidad me han llevado a conocer de primera
mano qué pasa con el alma de la madre y del
bebé cuando se produce una pérdida gesta-
cional, lo he visto bastantes veces en mi con-
sulta, leyendo sus campos energéticos y los
registros que dejan en los diferentes planos
de existencia por los que pasan hasta llegar a
tomar un cuerpo.
Querido hijo:
Tu madre.
Tras mi embarazo ectópico vinieron las prue-
bas pertinentes para saber en qué estado
había quedado mi trompa de Falopio, recibí
buenas noticias. Nadie supo decirme la cau-
sa, tampoco le dieron más importancia, mi
aparato reproductor estaba bien y para los
especialistas era lo que importaba.
Cuando una mujer sufre un aborto vive un
duelo interno que solo otra mujer que haya
pasado por lo mismo puede comprender.
Cuando a mí me tuvieron que realizar un le-
grado estaba embarazada de diez semanas.
Era mi primer embarazo y estábamos ilusio-
nadísimos pero, un día comencé a manchar
un poquito y, al día siguiente cuando fui a
urgencias me dijeron que no había latido. En
ese momento se te viene el mundo encima, el
llanto se apodera de ti y una tristeza te inunda
el alma. Después del legrado, la gente, con
buena voluntad me decía cosas como “Mejor
ahora que no cuando hubieras estado más
avanzada”, “No te preocupes, a muchísimas
mujeres les pasa (y te dan nombres de sus
sobrinas, vecinas, etc.)” “Si iba a ir mal mejo
perderlo ahora” (¿y ya sabías tú que iba a ir
mal?) y cosas así.
Ainara Soldeinvierno,
mamá de Ojos Negros Saltimbanqui.
Alicante (España)
Nunca me imaginé que iba a soñar con un
parto sin epidural. Durante el embarazo me
fui animando y he de reconocer que incluso
obsesionando, con la idea de un parto 100%
natural.
Te explico:
- La intensidad del dolor => Mi primer parto
fue largo y con unas contracciones muy inten-
sas. Recuerdo como si estuviera dentro de un
bucle de dolor y no avanzara. Cuando estaba
de 7-10 cm estuve muy bloqueada, no me ter-
minaba de dejar ir, de fluir. Y cuando por fin
estuve en dilatación completa, la comadrona
del hospital me dijo: “Ahora ya puedes empe-
zar a empujar”. Y así lo hice. Siempre he sen-
tido que empujé porque me lo pidieron y no
porque me lo sintiera (aún). Fue un expulsivo
de casi 3 horas muy duro, doloroso, no podía
más.
A mí la intensidad me cohíbe, no la termino
de “disfrutar”. Cuando ahora algún día me
noto algún dolorcito de útero, me recuerda a
aquel dolor y me asusto. Me angustia volver a
entrar dentro de esas olas brutales de dolor
y sentir que no avanzo, que estoy sola y no
puedo. Que me ahogo dentro del dolor. Éste
es mi GRAN miedo.
- Desgarrarme => Desde hace unos dos me-
ses tengo la vulva muy inflamada, los labios
mayores y menores me los noto cuando ca-
mino o cuando estoy sentada en el váter. De
hecho, el masaje perineal casi no me lo he po-
dido hacer porque me molesta mucho. Bási-
camente me he puesto aceite de almendras,
como si fuera un hidratante. También tengo
hemorroides de hace tiempo y eso que como
mucha fibra e intento beber bastante.
Thais, 25 años,
mamá de Maya, educadora social.
Deltebre, Cataluña (España)
Magdalena Urlich,
mama de Krzyś i Anka.
Cancún (México)
Pathway, 31 años,
mamá de Quim y Lluc.
Mallorca (España)
HACERSE RESPETAR EN EL PARTO
—”Yo sé parir.
Como parieron las mujeres que me
precedieron.
Mi madre, mi abuela, mi bisabuela, mi
tatarabuela,
Y así hasta la primera mujer.
Lo llevo grabado en mis células.
Es su legado.
Mi cuerpo sabe parir.
Como sabe respirar, digerir, engendrar,
andar, hablar, pensar.
Está perfectamente diseñado para ello:
Mi pelvis, mi útero, mi vagina,
son obras de ingeniería
al servicio de la fuerza de la vida.
Yo soy ‘la que sabe’.
Y ‘la que sabe’ me susurra:
‘Cabalga la energía de las contracciones
como si fuera el éxtasis,
Loba, leona, hiena, yegua, zorra, gata,
pantera…
Encuentra tu hembra de poder y
conviértete en ella’.
Y siendo ella, mamífera todopoderosa, doy
a luz.”
Mónica Manso.
Mantra para la mujer embarazada
Tengo que reconocer mi inseguridad al com-
partir mi historia de parto. Cuando la gente
me pregunta (o me preguntaba porque ahora
Eva ya tiene 3 años y cada vez la gente pre-
gunta menos) siempre tengo que pensar qué
versión doy si la larga o la corta.
Yo no sé si es lo habitual en el colectivo
de matronas pero verla con esas uñas posti-
zas extra largas de color rosa… ¡cómo se pue-
de atender un parto con esas uñas! Quizás es
una exageración pero al fin y al cabo era mi
vagina la que tenía que explorar.
Esmeralda, 38 años,
mamá de Ángel, Oliver y Elsa.
Salamanca, (España)
Quiero aclarar que yo no he sufrido violencia
obstétrica en primera persona, mis dos partos
fueron en casa y me sentí muy respetada en
todo momento.
Silvia, 39 años,
mamá de Nicolás y Milena, contable.
Buenos Aires (Argentina)
Pilar, 38 años,
mamá de Clara, administrativa,
Barcelona (España)
Que uno puede elegir la epidural, pero
que ésta no debería dejarte sin sentir siquiera
las piernas.
María nació en la semana 42, después de una
noche larga pero inmensa, en la que las con-
tracciones parecían balanceos del mar que
me arrullaban. Si ese día no me ponía de parto
de forma natural, a los dos días siguientes me
lo provocarían. Dado que estaba totalmente
decidida a que María tenía que venir cuando
ella quisiese, y que no fuera empujada, ese
día me conecté aún más a ella. Todavía hoy,
un año después, recuerdos sus movimientos.
He de agradecer mucho a mi amiga Nayra,
quien me sugirió que le hablara, dulcemente.
Así lo hice. Mantuve una conversación de ma-
dre a hija, acompañada de mi hija Laura que
dormía a mi lado. Y de mi maravilloso marido,
que me arropaba entre sus brazos.
A las doce horas de esa misma noche
ya comencé a sentir como mi cuerpo cambia-
ba. Sentía una agradable presión en mi bajo
vientre. Que al mismo tiempo se convertía en
placer. A pesar de ir notando ese cambio, ese
ciclo... continuaba plácidamente acostada.
Cuando me quedé embarazada leí mucho.
Una de las cosas que me llamaron más la
atención es que el vínculo entre el bebé re-
cién nacido y la mamá puede tardar algo en
aparecer. Mi chico y yo hablamos mucho so-
bre esto y de cómo en él podía aparecer más
tarde ese enamoramiento.
Adela, 31 años,
mamá de Leonardo,
Santa Eulalia (Ibiza)
CESÁREAS,
¿SON SIEMPRE NECESARIAS?
—“La sensación más generalizada entre las
madres que han tenido una cesárea es la
sensación de pérdida, es decir, el duelo
por no haber tenido el parto soñado.”
Mónica, 33 años,
mamá de Kenji y Kai
El Puerto de Santa María (Cádiz)
A., 33 años,
mamá de Garbancita.
Madrid (España)
Elisa, 35 años,
mamá de Julieta y Olmo.
Córdoba (España)
Las técnicas que listo a continuación me ayu-
daron tremendamente durante mis dos partos:
De mi parto he aprendido que hay que sentir
y confiar, hacerle caso a tu ser, a tu cuerpo,
a tu intuición, a tu instinto. Hay que elegir la
forma en la que tú creas y te sientas segura,
no en la que quieran los demás y así es más
fácil que todo vaya bien. Hay que ser valiente
y decidido.
“Súperhada”, 39 años, mamá de “Jorgeras”, 1
año, residentes en Madrid (España)
Michel Odent
El bebé es un mamífero.
Si pudiera regresar el tiempo a ese 12
de Junio por la madrugada me lo tomaría con
calma. Respiraría más profundo, trataría de
dormir más y dejar el miedo a lo que iba a pa-
sar. Tomaría más agua, tomaría un té, comería
mejor, caminaría sin prisa, hablaría con Leo
más tiempo, acariciaría más mi vientre, me da-
ría un masaje, dejaría el nervio y la ansiedad
en otro lado, lo viviría más conectada con la
realidad y con la emoción.
Flappergirls, 39 años,
mamá de Pirata, maestra.
Madrid (España)
Lucía, 51 años,
mamá de Nora, doula.
Binissalem (España)
LA VUELTA
A CASA
CON EL BEBÉ
MIS EMOCIONES
DESPUÉS DE PARIR
—“Las mujeres puérperas tienen la
sensación de enloquecer, de perder
todos los lugares de identificación o
de referencia conocidos; los ruidos son
inmensos, las ganas de llorar constantes,
todo les molesta, creen haber perdido las
capacidades intelectuales, racionales. No
están en condiciones de tomar decisiones
domésticas. Viven como fuera del mundo;
justamente, viven dentro del ‘mundo
bebé’.”
Laura Gutman
En el momento exacto después de parir,
cuando estás a punto de conocer físicamente
a tu bebé, yo creí que debía llorar de alegría.
Puede sonar raro, ¿pero no pensáis que hay
momentos en la vida en que parece que se
nos exigen ciertas emociones? Pues eso su-
puse yo sobre el momento de conocer a mi
hijo. Incluso mi marido, durante mi embara-
zo, una vez llego a casa con esta reflexión: “Es
que si no lloras en ese momento de la vida,
¿cuándo vas a llorar?”.
¡Gracias maestra!
Mis emociones después de parir fueron como
las del “Monstruo de colores”, todas revuel-
tas: alegría, tristeza, cansancio, paz, enfado,
miedo... Miedo sobretodo a este cóctel, a es-
tar sintiendo cosas que pensaba que no iba
a sentir, que no “debería” sentir. Si tener un
bebé es la experiencia más maravillosa del
mundo, ¿por qué estoy triste? ¿Por qué no
tengo ganas de estar con él? Una dualidad
constante, sentir como si estuviera con un pie
en el cielo y otro en el infierno. Y en ocasio-
nes, esa sensación de soledad, pese a estar
siempre acompañada de un pequeño ser.
Después de tener a mi segundo hijo,
me encontré una mañana llorando y llamando
a mi madre (que estaba a cientos de kilóme-
tros), porque me sentía terriblemente sola. Mi
madre no pudo venir y yo me tragué esa so-
ledad. Como me tragué la desesperación por
verme inmersa en un torbellino de emociones
que me ahogaban, llegando a momentos de
locura ya no sé si real o imaginaria. Pero dicen
que todo pasa, o al menos, lo hacemos pa-
sar... Hasta que vuelve a salir, en mi caso con
el tercer parto.
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
¡Bienvenido bebé! ¡Bienvenida la revolución
hormonal! Inmediatamente después de parir,
cuando mi bebé estaba piel con piel conmi-
go, me sentí rara, amorosa, tierna.
Mariflor, 32 años,
mamá de Mirulina, emprendedora.
Buenos Aires (Argentina)
Flappergirls, 39 años,
mamá de Pirata, maestra.
Madrid (España)
Esto lo daba por hecho. Tanto que pla-
neé trabajo de leer, preparar clases, etc. para
el periodo de baja por maternidad. Pensé que
me seguiría importando lo mismo el trabajo,
es decir, un montón. Que me apetecería y, so-
bre todo, que tendría tiempo. De nuevo, ¡una
ilusa!
Lo más chocante fue que pensaba que
yo sería igual, pero con un bebé, como si se
tratara de un anexo, de algo más, que te resta
tiempo para otras cosas y ya. ¡No tenía ni idea
de la transformación que supone un hijo/a! Y
por mucho que me llegaban mensajes de ad-
vertencia, no acababa de captarlos.
Ainara Soldeinvierno,
mamá de Ojos Negros Saltimbanqui.
Alicante (España)
No sé cómo pude pensar que podría
volver a hacer mi vida anterior como si nada.
Durante el embarazo estaba preparándome
para unos exámenes, que eran justo unas dos
semanas más o menos después de parir. Y
yo pensé, claro como ya habré parido, podré
ir tranquilamente a examinarme. Qué ilusa.
Apenas podía ir al baño sin que mi bebé me
reclamase, ¿cómo iba a ausentarme unas ho-
ras de casa y dejar a mi hijo sin su madre?
Silvia, 36 años,
mamá de Enera, gestora comercial de banca.
Muskiz, Bizkaia (España)
Paloma E, 35 años,
mamá de Eduardo y Esteban, administrativa,
Madrid (España)
Silvia, 38 años,
mamá de Iris y Didac, enfermera.
El Masnou (España)
No es lo mismo volver del hospital con
un bebecito y que te espere la casita ordena-
da, en silencio… a cuando vuelves del hospi-
tal y hay en casa esperándote un niña de 2
años y pico y otra de tres años largos deseo-
sas de coger a su “hermana nueva”. De saber
cómo es eso de que una muñeca se mueva
de verdad…
Laura Gutman
La lactancia salvaje
Perséfone, 35 años,
mamá de Manuel, técnica de calidad.
Rubí, Barcelona (España)
Laura Gutman
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Siempre fui una defensora de la teta.
Cuando me quedé embarazada, en mi cabe-
za no cabía otra posibilidad. Estaba abierta a
la posibilidad de tener una cesárea, un bebé
prematuro o a cualquier otra posibilidad,
pero no a no dar el pecho. No compré ni un
biberón, ni un sacaleches, pensando que eso
era empezar con mal pie la lactancia materna.
Leí y releí a Carlos González, la Liga de la Leche
y todo lo que podría estar relacionado con la
lactancia. Fue en ese momento, a mis treinta
años, que me fijé en mis pezones. Cómo po-
día ser que no lo hubiera visto antes. Quizás
porque nunca me había dedicado a comparar
pezones, llamarme rara, pero ante mi angus-
tia comprobé que tenía un pezón plano y otro
invertido.
Así pues Eva nació. Era un bebé pre-
cioso y con hambre. Pasaban pocos segun-
dos desde que empezaba a quejarse hasta
que lloraba desesperadamente reclamando
su teta y la verdad yo no tenía ni idea de qué
hacer con mi pecho y allí empezó mi calvario.
En el hospital me decían que Eva estaba per-
diendo peso, más del habitual, que Eva no se
cogía bien, que la leche no subía. Cada en-
fermera me decía una manera diferente de
ponerla, la enchufaban y se iban. Entonces
empecé con el sacaleches de hospital, las pe-
zoneras, darle el calostro a Eva con una jerin-
guilla, una sonda de la pezonera a la boca de
Eva…. y yo solo me sentía incapaz. No podía
entender como algo que hacían todos los ma-
míferos me podía costar tanto.
Papelenmisvenas, 36 años,
mamá de Ella, dependienta.
A Coruña (España)
DAR TETA ME DUELE
— “Para amamantar se necesita
introspección, conexión consigo misma y
equilibrio emocional”.
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Elitsibeta, 37 años,
mamá de Eric, psicóloga y maestra.
Barcelona (España)
Martin pedía cada 2 horas, a veces me-
nos, y yo le ponía al pecho. No es lo mismo
hacerlo que verlo hacer, yo no sabía coger
al niño con naturalidad, me sentía torpe. En
cada toma recordaba todo lo leído, sabía que
el niño no lo estaba haciendo bien porque el
pecho me dolía y el segundo día ya aparecie-
ron las primeras grietas, primero en un pecho
y después en otro. Ponerle al pecho empezó
a ser muy molesto, evitaba que hubiera gen-
te acompañándome porque todas las tomas
empezaban o acababan conmigo llorando.
Ya en casa las grietas no mejoraban sino todo
lo contrario, no soportaba el contacto de la
ropa y cuando se iba acercando el momento
de la toma me ponía irritable y sentía verdade-
ra angustia. Dejé de usar discos de lactancia,
pomadas, tan solo mojaba los pezones con la
leche al final de cada toma y utilizaba un gel
cicatrizante específico para episiotomías a la
hora de ducharme… Empecé a dormir sin su-
jetador de lactancia y tan solo lo usaba para
salir, aunque ni esto quería hacer para evitar
vestirme… No pensé que algo así afectaría
tanto a mi ánimo y limitaría mi vida de esa for-
ma.
El peor momento era el inicio de la
toma, cuando el niño se enganchaba. Llegó un
momento en que el dolor se volvió inaguan-
table, nunca he sentido un dolor tan interno,
tan visceral, tan agudo. En ocasiones duran-
te más de 20 minutos intentaba enganchar a
Martín a mi pecho, quería ponerle, él quería
agarrarse abriendo su boca y yo le intentaba
atraer hacia mí con los brazos mientras de
forma completamente instintiva arqueaba mi
cuerpo alejando la teta del niño. Casi siempre
tenía que haber alguien conmigo que me fa-
cilitara el enganche porque a veces yo sola
era incapaz. Martín lloraba desesperado por
ese juego siniestro que sentía que yo le ha-
cía, retirándole la teta y yo lloraba más que él
por ser incapaz de dar de mamar a mi hijo por
no aguantar lo que tantas aguantan todos los
días, por no sentir lo bonito que es alimentar
a tu hijo con tu cuerpo, por no ser capaz de
entablar ningún vínculo.
Laura Gutman
La Revolución de las Madres
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Carlos González
Un regalo para toda la vida
Otros de los problemas que puede ha-
ber al inicio de la lactancia son los “problemas
mecánicos”, como el frenillo lingual corto, la
retracción del mentón o incluso no saber suc-
cionar (sacar la lengua hacia el exterior en lu-
gar de hacia el interior y hacia arriba). En cual-
quier caso, y si la lactancia es tu elección, no
hay que desistir.
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Perséfone, 35 años,
mamá de Manuel,técnica de calidad.
Rubí, Barcelona (España)
Espe, 42 años,
mamá de Nala y Gael, doula y terapeuta.
Zaragoza (España)
Mi hija no llegó a los 3kg al nacer. Cre-
cía poquito a poco. Tomaba pecho a deman-
da y al pediatra no le parecía bien. Me insistía
en cada visita en la necesidad de un orden y
unos horarios, insistía en que le diera biberón
después de haberme enseñado un gráfico y
hablarme de percentiles. Me hizo ir cada se-
mana a una farmacia a pesarla, siempre a la
misma (porque las medidas de una báscula a
otra pueden variar…) y siempre con ropa pa-
recida. Compré el biberón y la leche en polvo
como él me decía, sin embargo, mi hija tenía
las cosas muy claras y sólo quiso teta. Él logró
que me preocupase y me obsesionase. Hasta
que dije basta y cambié de pediatra.
Me pregunté a mí misma si hacía sólo
unas pocas décadas los bebés eran someti-
dos a esa presión por encajar dentro de unos
percentiles de talla y peso… Mi hija estaba
sana, despierta, activa, fuerte, maravillosa,
simplemente engordaba poco. Hoy, después
de varios años, sigue siendo delgada y pien-
so, ¿no será que su constitución es simple-
mente así? ¿Hacía falta generar esa angustia
y ese sentimiento de culpa?
Gema Roldán, 38 años, mamá de J. y M.
Barcelona (España)
Cuando en la segunda revisión médica
después de salir del hospital me dijeron que
mi bebé no había engordado, no pude evitar
preocuparme. Para mí, que soy madre prime-
riza y que decidí darle pecho a pesar de no te-
ner referentes (ni mi madre ni hermana dieron
pecho), que me dijeran que mi bebé no en-
gordaba era de lo peor, porque era algo que
no podía controlar. No entendía qué pasaba,
mi hijo mamaba feliz y tranquilo, aunque rápi-
damente se quedaba dormido en el pecho, y
dormir, dormía un montón, sin quejarse ni dar
señas de estar mal.
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Laura Gutman
Mujeres Visibles, Madres Invisibles
Carlos González
Un regalo para toda la vida
Carlos González
Cuando leía documentos o escucha-
ba a personas prolactivistas dudaba de una
de sus afirmaciones “La teta es maravillosa, lo
soluciona todo”. No sé cuántas veces lo pude
escuchar de boca de algunas de mis compa-
ñeras de trabajo. Tengo que reconocer que
pensaba que era una exageración, pero me
equivocaba.
Silvia, 36 años,
mamá de Enara, gestora comercial de banca.
Muskiz, Bizkaia (España)
Laura Gutman
La familia ilustrada
Carlos González
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
LACTANCIA Y ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTARIA
— “La comida está intrínsecamente
relacionada con la crianza y el amor:
todos queremos mostrar a nuestros bebés
cuánto los amamos y su alimentación es
una manera de hacerlo.”
Gill Rapley
Hasta los 6 meses lactancia materna
exclusiva y a partir de ahí, comenzamos con
BLW (alimentación complementaria a deman-
da). Él sigue con pecho a demanda, lo que
hacemos es darle lo mismo que comemos
nosotros pero adaptado para que él también
pueda comer, y siempre alimentos sanos. Se
sienta a la mesa con nosotros y le ofrecemos
los alimentos. Él decide lo que come y la can-
tidad. Hay días que come algo y otros que
no, de esta manera se acostumbra a diferen-
tes sabores mientras experimenta, y también
aprende a masticar.
Beatriz R., 33 años, mamá de Kimetz.
Bilbao (España)
Júlia estuvo tomando lactancia exclu-
siva hasta que ella decidió empezar a descu-
brir otros sabores.
Alexandra, 39 años,
mamá de Alegría y Sonrisas.
Mallorca (España)
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Laura Gutman
La Revolución de las Madres
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo,
Buenos Aires (Argentina)
Se acercaba su tercer cumpleaños. Y
yo sentía que mis pechos estaban cansados,
llevaba un par de meses planteándome el
destete, aunque no acababa de decidirme,
siempre lo iba retrasando por alguna excusa
u otra. Supongo que me daba miedo cómo
afrontar “sin la teta” nuestra relación.
Laura Gutman
La Revolución de las Madres
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Me encontraba sola con un bebé muerto de
hambre, llorando todo el rato porque no salía
leche de mi pecho, la gente dándome opinio-
nes y consejos de todo tipo, nadie entendía
como lo quería hacer yo. La prioridad número
uno era cubrir las necesidades de mi bebé,
sin tener en cuenta que, poco a poco, las mías
pasaban a un segundo plano.
Lewis Carroll
Alicia en el país de las maravillas
Poco a poco dejas de ser tú, o tal vez
seas más tú que nunca pero no lo sabes toda-
vía. Empiezas a escucharte a ti, a conectar con
tu niña interior, con tu sensibilidad y no con
el modo en el que la sociedad te ha enseña-
do a vivir, a sentir. Yo me perdí en mí misma,
dudé de lo que sentía, de mi modo de hacer
las cosas. Me enfadé, con la superficialidad
de esta sociedad, con los apegos negativos,
con el descaro, con la malaleche. Lloré, lloré
por no saber quién era, o porque ya no era yo
y empezaba a ser otro yo, más humano, con
más amor y dulzura.
Laura Gutman
Mujeres Visibles, Madres Invisibles
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Laura Gutman
La familia nace con el primer hijo
Hisui, 33 años,
mamá de Little Light of Love, maestra.
Barcelona (España)
Laura Gutman
Crianza, violencias invisibles y adicciones
Mi crisis vital fue producto de una vida
ajetreada de trabajo, proyectos y viajes, yo
antes de ser madre era una de esas personas
que no sabía parar el reloj, relajarse un fin de
semana era sinónimo de acudir a explosiones
de arte, hacer largas caminatas por la mon-
taña o pasarme el fin de semana trabajando.
Aquella era mi vida y era feliz. ¿En qué mo-
mento pensé que todo aquello era compati-
ble con la maternidad?
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Laura Gutman
Clarissa Pinkola
El aullido la resurrección de la mujer salvaje
Superwoman, 30 años,
mamá de Superboy, terapeuta.
Piera, Barcelona (España)
Joan Garriga
El buen amor en la pareja
Laura Gutman
La Revolución de las Madres
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
YO LE DEJÉ LLORAR
PARA ENSEÑARLE A DORMIR
— “La indiferencia hacia el llanto del niño
creará adultos indiferentes no solo al
dolor, sino a la simple existencia del otro.”
Esther, 46 años,
mamá de Bichito y Cangrejito, periodista.
Madrid (España)
Recuerdo el día que aquel desempo-
derador libro entró en nuestras vidas. La des-
esperación te lleva a hacer cosas impensables
que en otro momento, más sereno y descansa-
do, ni te hubieras planteado.
Carlos González
Un regalo para toda la vida
Carl Jung
Mónica Serrano
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Mi hijo de tres años de edad ha cole-
chado conmigo desde el mismo día en que
llegó al mundo. Las enfermeras del hospital se
extrañaban cuando entraban en mi habitación
por la noche y no veían al bebé en la cunita de
metacrilato... Al llegar a casa, mi hijo tomó po-
sesión de mi cama, de la cual mi marido había
emigrado tiempo atrás debido a sus ronqui-
dos. Así pues, un colchón de 1,50 para dos era
más que suficiente.
Cuando nació mi hija pequeña, hace
un año, mi niño siguió compartiendo mi cama,
que se convirtió en una especie de Tetris: uno a
cada lado y yo en medio de los dos adaptando
mi cuerpo al hueco que ellos, en sus continuos
movimientos a lo largo de la noche, me iban
dejando libre. Pasaban los meses y la pequeña
iba adquiriendo más movilidad en detrimen-
to de la calidad de mi sueño, estableciéndose
una relación inversamente proporcional entre
ambas variables. Así pues, decidí hablar con
mi marido para intentar encontrar una solución
que ayudara a mejorar mi descanso nocturno.
Teníamos muy claro que no queríamos echar
a nuestro hijo de mi cama. Queríamos que la
transición fuera suave y querida por él.
Rosa Jové
Ni rabietas ni conflictos
Perdidos
Al principio estábamos juntos, perdidos, pero
juntos. Viste nacer a nuestro hijo, cuidaste de
mí la primera noche, le alimentaste cuando yo
me sentía incapaz, me trajiste cosas que me
gustaban, para hacerme sentir bien, pediste a
la matrona que nos ayudara. Una vez en casa
dudamos, pusimos pañales del revés, sufrimos
con un llanto que no cesaba y que no enten-
díamos, pasamos noches en vela. Te conté
mi cansancio, mi tristeza, mis problemas para
querer al bebé que habíamos traído al mundo,
mi desorientación, mis ganas de huir, y tú me
escuchaste. No sé si comprendiste, no lo hice
yo tampoco. Pero luego desperté. Empecé a
comprender que Alex me necesitaba entera
para él, cada minuto, cada segundo, de día y
de noche. Lo acepté, y traté de olvidarme del
dolor, del cansancio, de si estaba guapa o fea,
de mí, en definitiva, y me dediqué a él, en cuer-
po y alma. Así aprendí a ser madre. Fue duro,
pero necesario. Tú no lo entendiste, no lo va-
loraste.
Buscándonos
Llegué a pensar que ya no teníamos nada en
común. Me pregunté por qué seguías conmi-
go, e incluso si había alguna otra. Dudé de si
lo nuestro seguía teniendo sentido. Sin embar-
go, no me resignaba a decirte adiós, sin más.
Traté de buscar al hombre que había amado
bajo la piel de aquel desconocido en que te
habías convertido. No dejé de intentar trans-
mitirte qué quería, cómo me sentía, por qué
hacía lo que hacía, qué esperaba de ti, con la
esperanza de hallar un punto de encuentro.
No siempre encontraba las palabras, porque
no siempre sabía poner nombre a mis deseos,
razones y emociones, y porque quería hablar
para que me escucharas, no para que te ale-
jaras aún más, aunque a veces no podía evitar
el reproche. Me moría por saber qué te esta-
ba pasando por dentro (tal vez tú también me
echabas de menos, a lo mejor no sabías cómo
actuar, te sentías excluido, rechazado, o tal vez,
simplemente, todo esto te venía grande), aun-
que tampoco se me hacía fácil preguntar, y no
sé si a ti responder, y en ocasiones me cegaba
la rabia, el dolor de que no estuvieras ahí, de
que no me entendieras, de que no me ayuda-
ras, cuando te necesitaba tanto, de que te ocu-
paras sólo de ti. A medida que el crecimiento
de Alex lo fue permitiendo, quise involucrarte
en ese proyecto, la crianza de nuestro hijo, que
yo cada vez abrazaba con más ilusión, aunque
me agotaba, y que no quería que fuese sólo
mío. Y pretendí hacerte saber que me impor-
tabas, dejando, a medida que pude ir recupe-
rando mi espacio, un hueco para tí, para no-
sotros (una cena romántica por San Valentín,
aunque fuera en casa, un atuendo sexy, una
vez que empecé a sentirme, otra vez, a gus-
to con mi cuerpo, un viaje para tres), aunque
no fue sencillo, porque era poco el tiempo, y
mucho el cansancio, y tampoco acababa de
reconocerte aún. A veces me respondiste con
un guiño cómplice, otras, con indiferencia. El
caso es que seguí sintiéndome sola mucho
tiempo, aunque empezaste a acompañarme
a trechos. No acabábamos de hallarnos, pero
llegué a vislumbrar la esperanza.
Encontrándonos
Al fin hallamos las palabras con que comuni-
carnos, y reconquistamos nuestro espacio. Al
fin empezaste a ser, cada vez más, parte de
este proyecto. Al fin empecé, de nuevo, a con-
fiar en tí, porque me lo pediste con el corazón
asomando a los ojos. Al fin descubrimos que
nos queremos, que deseamos seguir estando
juntos, aunque se nos hayan movido los ci-
mientos. Aceptas, creo, a la mujer que ahora
soy, y yo redescubro en ti al hombre que eres,
que siempre has sido, a la persona que ama-
ba, generosa y noble. Comienzo a dejar atrás
el miedo a perderte, a sentir tu abandono. Aún
nos queda camino por recorrer, en lo que es-
pero que sea una nueva madurez, pero creo
que podemos hallar la manera de andar de la
mano. Hoy sé, más que nunca, que te amo.
Ainara Soldeinvierno,
mamá de Ojos Negros Saltimbanqui.
Alicante (España)
PADRES MADUROS,
O INMADUROS…
— “Los varones emocionalmente maduros,
antes de salir a trabajar cada mañana,
preguntan a su mujer: “¿Cómo estás?”, y
¿Qué necesitas de mí, hoy?”. Es sencillo.”
Laura Gutman
La familia ilustrada
Laura Gutman
La familia ilustrada
Laura Gutman
La familia ilustrada
Laura Gutman
La familia ilustrada
Laura Gutman
La familia nace con el primer hijo
Mariflor, 32 años,
mamá de Mirulina, emprendedora.
Buenos Aires (Argentina)
Laura Gutman
La familia nace con el primer hijo
Enrique Rojas
El amor: la gran oportunidad
Jean Liedloff
El concepto del continuum
El mejor regalo que me hicieron con mi pri-
mera hija fue el pañuelo portabebés o ban-
dolera. Cuando todavía estaba embarazada,
amigas con bebés, me decían que no tenían
tiempo ni para ducharse, y yo pensaba que
eran un poco exageradas, pero en cuanto na-
ció Naya y no me podía separar del sofá, sin
tiempo apenas para ir al baño (por cierto, la
mayoría de las veces la llevaba conmigo, sólo
me faltó aprender a ducharme con ella en
brazos…), me di cuenta que razón tenían.
Casilda Rodrigáñez
Alexandra, 39 años,
mamá de Alegría y Sonrisas.
Mallorca (España)
Thais, 25 años,
mamá de Maia, educadora social.
Deltebre, Cataluña (España)
Creo que todas las madres, trabajemos o
no, hemos tenido que enfrentarnos a la culpa.
Mientras estuve de baja me sentía culpable si
me encontraba demasiado cansada y desea-
ba con todas mis fuerzas que Enara se dur-
miera para poder descansar, o si me escapa-
ba una hora a nadar o a pasear mientras mi
marido se quedaba con ella.
Cuando volví a trabajar me asaltó otro tipo de
culpa: la idea de que estaba abandonando a
mi hija para recuperar mi carrera profesional.
Realmente no tenía otro remedio. Económica-
mente era inviable pedir una excedencia. Y la
dejaría con sus abuelos que la adoran duran-
te las mañanas. Pero ahí estaba la culpa.
Y tras un par de meses de lucha interior, miré
hacia fuera. Y vi a mi alrededor muchas ma-
dres como yo, con el mismo sentimiento de
culpa. Fui consciente de que castigarse por
vivir una situación que, en la mayoría de los
casos, era impuesta por la necesidad econó-
mica no era práctico. No llevaba a ninguna
parte ni se solucionaba nada con ello.
Laura Gutman
Mujeres visibles, madres invisibles
Comprendo que se escucha horrible
pero también fue necesario en ese momento,
fue la manera en que logré equilibrarme. Hoy
entiendo que pude haber encontrado una
mejor forma, que lo que verdaderamente ne-
cesitaba era al menos un par de horas para mí,
leyendo un libro, viendo una película, dando
un paseo, solo un tiempo que me permitiera
respirar del maternaje. También entendí que
era solo cuestión de tener paciencia y adap-
tarse, convertirse en madre es probablemen-
te uno de los mayores cambios sino es que el
cambio máximo en la vida de una mujer, des-
pués de eso ya no se vuelve a ser la misma.
Nunca podré volver a comer tranquilamente
o escaparme a algún bar hasta después de la
medianoche, o al menos no lo haré en varios
años, pero eso ya no es un problema, al fin
logré acoplarme a mi hija y ella a mí.
Laura Gutman
La maternidad y el encuentro con la propia sombra
Cristina Romero
Pintarás los soles de su camino
Diana T, 29 años,
mamá de Manuel, investigadora.
Bogotá (Colombia)
Pep Agut
Gigiola Núñez
Llevaba ira guardada, llevaba can-
sancio acumulado, me dedicaba muy pocos
minutos al día a mí o simplemente me sepa-
raba muy pocos minutos al día de mis hijas,
me sentía lejos de mi pareja, me sentía, de
repente, muy lejos de mi papel en la vida, de
mi maternidad. Y es que ser madre cuidado-
ra-educadora exclusivamente es un privilegio,
pero también puede ser muy agotador física y
mentalmente si no sabes dónde estás y para
qué estás. Yo creía que lo sabía, pero lo que
me había pasado es que mis hijas van cre-
ciendo, y yo tengo que adaptarme día a día
a sus nuevas demandas y necesidades, y mis
hijas habían dado un paso más allá, y yo me
sentía perdida. Laura Gutman, a quien acabo
de descubrir, dice en “La maternidad y el en-
cuentro con la propia sombra” “El bebé sien-
te como propios todos los sentimientos de la
mamá, sobre todo aquellos de los que no te-
nemos conciencia.” En mi caso me ha pasado
con unas niñas pequeñas (que no son bebés),
que me estaban enseñando que el nivel de
tensión que ellas soportaban con uno de sus
máximos referentes era justamente la tensión
que yo sentía en mi interior conmigo misma.
Me senté y revisé qué quería hacer con
mi vida, si la maternidad sin trabajo profesio-
nal fuera de casa era lo que quería, y si sí era
lo que quería (porque soy incapaz de renun-
ciar a ello), de qué maneras podía sentirme
mejor y dar la mayor protección y amor a mis
hijas.
James F.Twyman
Mensajes Mágicos
Laura Gutman
Natalia, 37 años,
mamá de Aiko, educadora familiar.
Islandia
Desaparecieron progresivamente
poco después de ese cambio. Todavía se
enfada, y mucho, cuando no consigue hacer
exactamente lo que quiere y como lo quiere.
Hemos pasado por muchos meses de gritos
agudos como expresión de desacuerdo/ra-
bia/frustración por su parte. Ahora ya esta-
mos verbalizando el enfado y explicando por
qué nos enfadamos. Paso a paso.
Jean Liedloff
El concepto del continuum
• Tiene hambre
• Tiene gases
• Demanda atención y mimos
• Necesita succionar
• Tiene sueño
• Le duele la barriga o está estreñida (ya ha
pasado un par de veces)
• Libera su estrés
T. Dethlefsen y R. Dahlke
La enfermedad como camino
Hipócrates
Silvia, 38 años,
mamá de Iris y Didac, enfermera.
El Masnou (España)
Laura Gutman
Mujeres visibles, madres invisibles
Laura Gutman
Mujeres visibles, madres invisibles
Laura Gutman
Natalia, 38 años,
mamá de Agustín y Juan Pablo.
Buenos Aires (Argentina)
Sarah, 32 años,
mamá de Eloi, diseñadora gráfica.
Vigo (España)
MI ESTILO DE CRIANZA
Rosa Jové
Ni rabietas ni conflictos
Papelenmisvenas, 36 años,
mamá de Ella, dependienta.
A Coruña (España)
Antoine de Saint-Exhupery
El principito
Laura Gutman
Mujeres visibles, Madres invisibles
Jorge Bucay
Sarah, 32 años,
mamá de Eloi, diseñadora gráfica.
Vigo (España)
Suzanne Powell
Carlos González
Bésame mucho
Proverbio hindú
Septiembre, 40 años,
mamá de Elsa y Ana.
Teruel (España)
Rosamar, 42 años,
mamá de Lucía, Adrián e Iria.
Madrid (España)
DESTAPANDO
MI CEGUERA EMOCIONAL
DESCUBRO…
— “Hace mucho tiempo aprendí que para
sanar mis heridas, necesitaba tener el
valor de enfrentarlas.”
Paulo Coelho
Mafe, 40 años,
mamá de Lu, ingeniera industrial.
Duitama (Colombia)
Carl Jung
Anónimo
Maribel, 39 años,
profesora de Yoga, mamá de Izan y Kiran.
Palma de Mallorca, España
Espe, 42 años,
mamá de Nala y Gael, doula y terapeuta.
Zaragoza (España)
Henry Bataille
Mónica Manso
Neiza, 33 años,
mamá de Sun y Moon, administrativa.
Girona (España)
As de Picas, 27 años,
mamá de Celeste, artista.
Santiago (Chile)
CUANDO LA MAMÁ ESTÁ EN DUELO
— “No puedes evitar que el pájaro de la
tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí
puedes evitar que anide en tu cabellera.”
Provervio chino
Alejandro Jodorowsky
Laura Gutman
La familia ilustrada
Laura Gutman
La familia ilustrada
Christiane Northrup
Vero GM de 33 años,
mamá de un ángel en el cielo y Elisa RG.
Viven en Cancún, Quintana Roo (México)
Fernando Savater
Francisca, 37 años,
mamá a tiempo completo de Pablo.
Mallorca (España)
AGRADECIMIENTOS