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DONDE JESÚS ESTÁ

«Y se oyó que Él estaba en casa» (Mr. 2:1).

Contenido
INTRODUCCIÓN: .............................................................................................................................. 2
1. El privilegio de la presencia de Cristo:......................................................................................... 2
2. Cómo obtener la presencia de Cristo: ......................................................................................... 2
3. Qué acontece donde Cristo está: ................................................................................................ 3
CONCLUSIÓN: .................................................................................................................................. 4

(Mar 2:1-12 NVI)


1 Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en
casa.

2 Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les
predicaba la palabra.

3 Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico.

4 Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de
donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el
paralítico.

5 Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: —Hijo, tus pecados quedan perdonados.

6 Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban:

7 «¿Por qué habla éste así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»

8 En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban pensando. —¿Por
qué razonan así? —les dijo—.

9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate,
toma tu camilla y anda” ?

10 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar
pecados —se dirigió entonces al paralítico—:

11 A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

12 Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se


quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios. —Jamás habíamos visto cosa igual —
decían.

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INTRODUCCIÓN:

Jesús entró una noche, cansado probablemente, en casa de Pedro.

Prontamente corrieron los rumores “¡El Señor ha llegado!”

Esto era evidente, lo reflejaban los rostros alegres de los miembros de la casa.

También se lo dirían confidencialmente a los vecinos, y estos a otros, ¡hasta que todo el pueblo lo
supo! Realmente, la casa estaba atestada, pero los cuatro amigos de ese paralítico no temieron no
poder abrirse paso y encontraron la forma: ¡lo descargarían del techo!

Entonces, «viendo la fe de ellos» Jesús obró el milagro.

¡Qué malicia la de los fariseos! Su corazón y sus ojos estaban cegados, no podían reconocer la
gloria de Dios cuya gracia obraba en ese hombre imposibilitado, preso de su enfermedad durante
tanto tiempo.

Pero el Maestro responde, sus palabras sabias siempre oportunas, yendo al centro del origen de
su perversidad, descubriendo su envidia.

1. El privilegio de la presencia de Cristo:


La humilde casa del pescador quedó convertida en templo, aquel día, por la presencia de Cristo.
Tal privilegio podemos disfrutarlo también hoy. Le place a Cristo hallarse espiritualmente entre su
pueblo (véase Mt. 28:20; Ap. 2:1–3). No es necesario verle. Cuando Pablo se hallaba desanimado
en Corinto (Hch. 18:10), la primera de las tres grandes afirmaciones que le hizo el Señor para
alentarle fue: «Yo estoy contigo». ¡Cuántas veces lo olvidamos! ¿No ha llenado su presencia
nuestros corazones de gozo en muchas ocasiones? Procurémosla hoy. Nada indispensable para un
buen culto y para un despertamiento espiritual, sino la presencia de Jesús (anécdota: «El mejor
culto que he presenciado en mi vida», dice el gran predicador Scarborough, «fue bajo la sombra
de un olmo gigantesco en Brazos River, Texas. No había una sola silla; estaba en uso un solo
himnario y una sola Biblia. Tampoco hubo ningún gran predicador; pero estaba Cristo. De este
culto irregular nació una de las más grandes Iglesias de Texas, y en él este indigno siervo de Dios,
entonces un muchacho de once años, halló a su Salvador. Doy gracias a Dios por nuestras grandes
Iglesias, por nuestros hermosos coros y por nuestros elocuentes predicadores; pero la única cosa
esencial es Cristo mismo. De buena gana volvería a Brazos River, para sentir su presencia como la
sentí allí»).

2. Cómo obtener la presencia de Cristo:


a) Amarle: el mayor atractivo para el Cristo espiritual, como para el Cristo humanizado, es el
genuino amor. Había muchas casas en los pueblos de Capernaúm y Betania, pero Jesús iba a

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una especial en ambos sitios. ¿Por qué?
Juan 12:26 Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi
servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará.

¿Queremos que Él escoja así la nuestra? Que vea en nosotros todas aquellas características del
amor que describíamos el mes pasado. No serle hostil no basta para disfrutar de su especial
presencia. Muchas casas no tenían enemigos de Jesús en Capernaúm, pero una le atraía más.
Aquélla donde era más amado.

b) Invitarle: estamos seguros de que Pedro lo hizo aquella tarde, viniendo de lugares desiertos
(cap. 1:45). Y Jesús aceptó. ¿Hemos invitado al Cristo espiritual? ¿Renovamos la invitación cada
día? La invitación colectiva se llama invocación y le place sobremanera (Mt. 18:20).

c) Hallarse dispuesto a servirle: con Cristo iban doce apóstoles. El que le invitaba tenía que contar
con un dispendio considerable; pero ni Simón, ni Lázaro, ni otros que invitaban a Cristo lo tenían
en cuenta. Era muy gloriosa su presencia, y muy grandes sus favores para regatearle nada. El
Cristo espiritual tiene hoy día una obra humana y material que debe ser atendida, y El mismo se
halla representado en los que sufren (Mt. 25:35). No puede esperarse su presencia donde no se le
sirve con amor. Si no podemos adorar a Cristo con solemnes cánticos, podemos hacerlo—como
decía un predicador—por medio de nuestras colectas. Ningún culto es completo sin esta adoración
práctica.

d) A perjudicarse por amor a Él. Según Bonnet y otros comentadores, hubo que hacer un
desperfecto en el techo para bajar al enfermo; pero no se nos dice que el dueño de la casa se
quejara. ¿Tenemos que ser perjudicados por causa de Cristo? ¿Se nos quita por su causa el
empleo, el negocio, la herencia? La presencia de Cristo en la casa y en el corazón es preferible.
«Fiel es Dios que no nos dejará ser tentados más de lo que podemos llevar» (1 Co. 10:13).

3. Qué acontece donde Cristo está:


a) La gente necesitada es atraída: la casa de Pedro no sería muy visitada antes de entrar Cristo en
ella, pero el pueblo hallaba allí, después, lo que no podía encontrar en otras casas.

¿Es nuestra casa visitada por causa de Cristo, o lo es solamente para asuntos profanos? Si Cristo
está en ella tiene que hacerse patente, hasta que muchos necesitados de Su auxilio acudan. ¿Hay
señales de Su presencia en nuestro rostro y en nuestra vida? (Hch. 4:13); digamos el secreto a las
almas, aunque sea al oído, pues el huésped invisible lo ve y toma nota de que estamos hablando
de Él (Mal. 3:15–18).

b) El pecado es redargüido: el paralítico no iba para que le hablasen de pecados, sino de curación
física; pero Cristo da a lo más importante el primer lugar. Dondequiera que Cristo está el pecado
se hace patente. Así sucedió el día que Jesús entró en la barca del propio Simón (Lc. 5:8), y en la
casa de Zaqueo (Lc. 19:8). Cristo y el pecado son incompatibles, en la casa y en el corazón. Cristo
tiene que echar fuera al pecado antes de poder entrar y obrar sus beneficios. ¿Cerraremos la

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puerta a Cristo por causa del pecado, o al pecado por causa de Cristo? (anécdota: «la decisión del
tabernero»; un tabernero, a petición de su esposa enferma, fue a buscar un pastor. Por el camino
éste le exhortó a aceptar a Cristo, excusándose el hombre a causa de su oficio. Mientras el pastor
oraba en el cuarto de la enferma, oyóse ruido de pasos seguido de golpes de martillo. Al preguntar
la causa de tal interrupción, el tabernero respondió: «Mientras usted oraba vino Cristo a mi alma y
prometí aceptarle como mi Salvador; pero temí que Él se alejaría con usted si continuaba mi casa
siendo una taberna. Por esto fui a romper el letrero de la puerta antes de que Cristo se marchara
llevándose su paz y gozo, y yo mismo olvidara mi resolución»).

c) El pecado es perdonado: explíquese la razón porque sólo Cristo tiene el poder de perdonar
pecados; por ser el Hijo de Dios y nuestro Redentor. No dudemos como los fariseos. El que dio
pruebas de su divinidad como nadie más en la historia ha podido dar, tiene poder para escuchar
nuestros ruegos y para librarnos de la carga del pecado, según sus promesas. Acudamos a Él.

d) La fe es honrada y recompensada: «Viendo la fe de ellos». ¡Qué hermosa visión para Cristo!


Discípulos que vencen toda clase de dificultades para llevar a un necesitado hasta Él. ¿Puede Cristo
ver lo mismo en nosotros en este tiempo? Muy pocas personas irían a Cristo antes de conocerle, si
alguien no les acompañara; son paralíticos espirituales, sin fe. sin amor y sin deseos de las cosas de
Dios. Pensad en quiénes podríamos acompañar a Cristo ahora mismo. Podemos concertarnos con
otros creyentes si la empresa es difícil para nosotros solos (anécdota: «los 6 diáconos y el Juez de
Texas»; durante un despertamiento en Texas, seis diáconos bautistas se concertaron para orar en
favor de cierto juez, bellísima persona y amigo de los seis. Cada uno de los concertados fue a una
hora diferente del mismo día para invitarle a los cultos especiales. A la cuarta invitación, el juez
dijo: «¿Qué gran pecado habéis notado en mí, que la habéis tomado conmigo todos los bautistas
hoy? Tendré que ir para que me dejéis en paz». No solamente fue aquella noche, sino las
siguientes, llevando a otros abogados amigos suyos. La tercera noche el juez y sus amigos
aceptaron a Cristo. Así se cumplió Ef. 3:20).

CONCLUSIÓN:
Notemos en el caso del paralítico el cumplimiento de la promesa de Jesús en Mt. 18:19. Si no es
posible concertamos con muchos creyentes para llevar a cabo la obra de Cristo, nadie puede
impedirnos de hacerlo con tres o cuatro. Si hubiera dificultades, como para aquellos las hubo,
tengamos por bien seguro que el Señor será movido mayormente según sea grande la dificultad y
el ingenio con que la venzamos. No es lo fácil, sino lo difícil, lo que prueba el valor de la fe.
Hagamos de nuestras casas y de nosotros mismos, templos del Señor.

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