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En Hispanoamérica, tuvo gran influencia en la cultura y política. Creo gran interés por la
libertad y la suerte de sus pueblos; las ideas liberales de lucha contra la tiranía y la
intolerancia. Varias de las manifestaciones reconocidas son la poesía neoclásica y la poesía
gauchesca que se originó más tarde.
En la prosa, los fenómenos fueron los siguientes: el surgimiento del periodismo político,
social y económico, como medio de difusión de la nueva ideología y revolución. Una
preferencia por los ensayos, proclamas, historias y discursos; el nacimiento de la verdadera
novela realista hispanoamericana en México José Joaquín Fernández de Lizardi. Un
ejemplo de este género son los himnos nacionales escritos en este estilo. Aunque el
periodismo fue la actividad literaria más inmediata y directa, la prosa revolucionaria es
riquísima en memorias, autobiografías, cartas, discursos, artículos, ensayos, panfletos y
traducciones. En el teatro, sin embargo, no hubo grandes novedades. Se representaban las
comedias y tragedias del repertorio clásico español. Hubo, con todo, intentos de teatro
popular, que pueden considerarse como los precursores de los teatros realistas locales. El
monólogo o unipersonal tuvo bastante auge en esos momentos.
Los temas preferidos por los neoclásicos hispanoamericanos fueron de libertad y progreso
inspirados por los generales Simón Bolívar, Sucre y José de San Martín. El máximo
representante de la época es José Joaquín Olmedo (1780-1847), ecuatoriano que compuso
una famosa obra que elogio a Simón Bolívar La victoria de Junín. También está José María
Heredia (1803-1839), cubano y humanista, autor de dos célebres odas: En el teocalli de
Cholula y Niágara.
Lectura 1:
El romanticismo.
n cierto modo, el romanticismo representa un ejemplo más de la dinámica pendular de
muchos movimientos culturales y del arte occidental; ya que contrapone al cuidadoso
formalismo y al intelectualismo racionalista del barroco, el predominio de las emociones y
de los sentimientos; al mismo tiempo que postula un alto grado de libertad formal. Todo lo
cual, indudablemente, opera en el sentido de que - sobre todo en el campo de la literatura -
las creaciones artísticas resulten ser accesibles a un público promedio que está a medio
camino entre el refinamiento cultural de unos pocos y la casi total ignorancia de la gran
masa de la población, que era la situación prevaleciente en la época previa.
Como surge de sus antecedentes, uno de los ingredientes del romanticismo fue
precisamente el objetivo de acercarse a las expresiones populares, recogiendo de alguna
forma la tradición del romancero medieval y de las canciones contemporáneas; y la
aproximación a la naturaleza.
De esta manera, el estilo característico de la literatura romántica en general, es la
invocación de los sentimientos, especialmente aquellos de índole más individual y subjetiva
como en particular el sentimiento amoroso; y un recurso a la imaginación creadora en el
orden formal - particularmente en la poesía - apuntanto a la liberación de las formas
estrictas (como la del soneto, por ejemplo). En el teatro, fueron abandonadas las tres
unidades clásicas de tiempo, de espacio y de acción.
Otro elemento característico de la literatura romántica, es la desaparición del personaje
heroico, pasando a ocupar el lugar protagónico un tipo de individualidad más cercana a lo
que Rousseau llamara el “hombre corriente”.
En cuanto a su temática, deben señalarse los orígenes filosóficos del romanticismo literario,
fuertemente influídos por el pensamiento previo y contemporáneo de la Revolución
Francesa, como las ideas de los enciclopedistas y de Juan Jacobo Rousseau; que hacían
confluir posiciones políticas y de desenvolvimiento individual, al sustentar la liberación
frente al despotismo como frente a los convencionalismos sociales.
El fundamento filosófico del romanticismo, es esencialmente de origen alemán,
especialmente por las obras de autores como Fichte, Schelling y Hegel, que hicieron una
intensa crítica del racionalismo del Siglo XVII. Ese movimiento filosófico conocido como
el idealismo clásico, contiene elementos que luego fueron comunes en el romanticismo
literario, especialmente una revalorización del sentimiento como fuerza espiritual.
El romanticimo no reniega de la racionalización en términos absolutos, pero sustenta que -
sobre todo a nivel del individuo - el sentimiento y la imaginación no solamente siguen
siendo parte de la naturaleza, sino que los exalta como impulsos legitimantes de la acción,
incluso a veces abiertamente en contra de los dictados de la razón y la prudencia.
En ese sentido, existe en las obras más representativas del movimiento romántico, una
permanente dualidad, entre una actitud individual en que los sujetos centrales de las obras
se sienten incomprendidos por un medio social al que se adjudica ser puramente
materialista y pragmático; y una reacción ante ese sentimiento de desencanto, que en buena
medida se orienta a postular ciertas utopías de la organización social. Tal como si la
insatisfacción espiritual y la depresión anímica no se originaran en el propio interior del
individuo, sino que fueran causadas por la “incomprensión” de la sociedad.