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Ideas primordiales
1. La academia nos encierra y nos atrapa. Es necesario que seamos capaces de salir de los
muros de la universidad y así encontrar a los demás, a quienes viven fuera de la burbuja
bibliotecaria.
2. La promoción del diálogo es una urgencia ética de nuestro tiempo. Sin importar cuál es
nuestro sustrato intelectual, económico o religioso, los seres humanos podemos encontrar
zonas de negociación y encuentro verdadero.
3. La violencia se nos ha impuesto y en esto los medios de comunicación han servido como
un amplificador que busca la atención de su audiencia, pues esto les garantiza beneficios
comerciales. No le atribuyo a los medios la invención de los actos violentos, pero sí un
tratamiento vicioso de los mismos.
4. No propongo una aproximación al diálogo desde la política sino desde la ética. Aún más,
pretendo desarrollar una aproximación filosófica práctica al fenómeno de la solución de
conflictos.
5. Como punto culmínate: más allá de la practicidad, que como he dicho es esencial en el
presente trabajo, deseo promover un estado de conciencia que autorregule y controle las
irrupciones de violencia psíquica y verbal, que siempre tienen consecuencias funestas
para todo mundo.
No sería exagerado afirmar que todos los seres humanos podemos beneficiarnos de estas
reflexiones; sin embargo, se precisa determinar con toda claridad qué grupos o qué clases de
personas se beneficiarían mayormente de nuestra conferencia-taller.
Pensemos en aquellos empleados que tienen un carácter directivo y que por tal motivo
deben enfrentarse día a día al roce y la fricción derivados de la convivencia laboral; aún más, en
no pocas ocasiones estas personas deben tomar decisiones que terminarán afectando a alguna
persona, a un tercero. En estos casos se requiere el desarrollo de una actitud prudente capaz de
solventar las disputas sin ocasionar daños profundos en los individuos. Así pues, pensamos en
personal con capacidad de decisión y responsabilidades de peso.
La idea de un equilibrio dinámico perfecciona la idea del término medio, pues, como su
nombre lo dice, revela la verdadera naturaleza de la comunicación, es decir, el movimiento, la
ondulación, el flujo constante. Alcanzar este equilibro dinámico en cada una de nuestras
disposiciones comunicativas es imposible, pero el peso ético de su existencia paradigmática es
suficiente para considerarlo.
A mis alumnos tengo que decirles que la búsqueda del equilibrio dinámico (asertividad)
es siempre una lucha y que, como en toda lucha, habrán de presentarse momentos de confusión y
desconcierto. Sin embargo, los beneficios que se obtienen de la práctica virtuosa de esta forma
de comunicación son tantos y tan trascendentes que bien vale la pena insistir en todo esto.
Debemos entender que en mi propuesta no sólo hago uso de la filosofía, sino también de
otras disciplinas, como la pedagogía y la ciencia de la comunicación, todo esto con tal de
aproximarme a la realidad de una forma más acabada y compleja. Al mismo tiempo, busco la
creación de un espacio reflexivo informal, alejado de los rigores o los clichés de un
academicismo asfixiante que en muchas ocasiones, además de que resulta poco convincente,
termina por sabotear sus propios productos. Es decir, suele reservarse la meditación de los temas
complejos a un grupo reducido o élite que hipotéticamente habrá de transmitir sus reflexiones al
resto de los mortales. Sin negar la necesidad de los grupos de investigación especializada, afirmo
que en materias como las que me ocupan aquí, se vuelve un imperativo el meditar de pie, en una
actitud receptiva y dispuesta siempre a la comunicación. En todo momento debe ser central la
conciencia clara de la humanidad implícita en las relaciones interpersonales.
¿Qué papel desempeña la hermenéutica analógica propuesta por el doctor Mauricio
Beuchot en la promoción del diálogo?