Está en la página 1de 2

La perinola

Medios monotemáticos
Álex Ramírez-Arballo

Voy a pedir hoy peras al olmo: me gustaría que los medios de


comunicación no fueran tan enfáticos en un solo tema. Claro está, hablo de la
fatalidad con que la política, o mejor dicho lo que llaman política, ocupa la
mayoría de los espacios informativos. Entiendo que es un tema importante y
que a todos nos atañe, pero descalifico el proceder de los periodistas que se
entregan en cuerpo y alma a los argüendes de un politiqueo de pedorrillo que
aparentemente seduce profundamente a sus lectores.

Hace unos minutos pensaba en qué escribir para hoy y decidí recorrer
los medios virtuales en búsqueda de un estímulo, de alguna señal; la verdad es
que salí de esas habitaciones irrespirables con un profundo mareo. No sé, de
veras, cómo es que le hacen estas personas para trajinar día a día, minuto a
minutos (algunos de ellos le siguen en Twitter) hablando de las supuestas
calidades de tal o cual candidato, las perversiones de aquel otro y, sobre todo,
explicando a sus lectores un amasijo de rebuscadas tramas en las que una
corrupción total explicaría el proceder absolutamente mezquino de los
protagonistas. Parece que lo saben todo. En realidad se trata de la simple
expresión de filias y fobias y de la especulación sobre todo y sobre todos, así de
sencillo.

No abunda en los medios, así me lo parece, una vocación autocrítica que


haga que los periodistas duden, cavilen y tratan de ir más allá de la simple
consignación de hechos o la especulación siempre parcial (la objetividad es un
mito, ya se sabe) en torno el devenir de los jaloneos de la semana. Hay algo
profundamente vulgar y algo intensamente inocente en el proceder de estos
señores. Casi los imagino en torno a una mesa de café aguado y en medio de la
farfulla de algún lugar ad hoc para el cotilleo, estirando cansinamente esa
sustancia gris y pegajosa de los dimes y diretes.

Por qué no abandonan, así fuera por un tiempo breve, sus compulsiones
y dedican sus esfuerzos reporteriles a la búsqueda de las otras historias, las de
los que no tienen voz y que sufren y gozan en cada barrio del orbe; por qué no
desarrollar esa veta riquísima del periodismo de investigación; por qué no
entusiasmarse con la idea loca de seducir día a día a ese ser invisible y cercano
que es el lector. A los periodistas en el siglo XIX se les llamaba cronistas y me
parece que este género –tan delicioso y tan lleno de posibilidades- está
arrumbado por ahí, lleno de telarañas y olvidado casi por todos. Falta, así me
lo parece, mucha imaginación, mucha voluntad y mucha formación entre
quienes se han hecho de un oficio que consiste sobre todo en entretejer
relaciones de subvención y zalamería con los caballeros del poder en turno.
Hacen falta, pues, plumas mucho más pulidas y personas con más arrestos
para empuñarlas.

P.S. El periodismo es un género literario con fecha de caducidad, lo cual quiere


decir que descansa enteramente en la palabra. Una escuela de periodismo (yo
trabajé un par de años en una) debe promover una formación intelectual
suficiente entre sus alumnos; no es posible que quienes escriben en medios
escritos, incluso nacionales, avancen cojitrancos por la páginas y tengan una
escasez de recursos verbales que me resulta no pocas veces bochornosa.
Muchos de ellos improvisados, los periodistas del frente de batalla tienen que
hacerse de rudimentos sobre la marcha, todo con tal de no morir en el intento,
eso lo sé, pero incluso en la formación de talleres y en el mismo autodidactismo
tendrían estas personas una ruta más segura que esa suerte de imitación entre
despistados que parece ser el imperativo categórico del gremio. En fin…

Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y


actualmente trabaja como profesor en el departamento de Español, Italiano y
Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo electrónico es
alexrama@orbired.com

También podría gustarte