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El leproso relata su encuentro con un niño teutón llamado Johannes en el bosque. El niño se dirigía a Jerusalén para conquistar la Tierra Santa. Cuando el leproso le pregunta quién es su Señor, Johannes responde que no lo sabe y que es blanco. Esto enfurece al leproso, pero Johannes no teme su contacto por su blancura, creyendo que es similar a la de Dios. El leproso llora al darse cuenta de que Johannes no lo ve como un monstruo y que su blancura es pura como la de Crist
El leproso relata su encuentro con un niño teutón llamado Johannes en el bosque. El niño se dirigía a Jerusalén para conquistar la Tierra Santa. Cuando el leproso le pregunta quién es su Señor, Johannes responde que no lo sabe y que es blanco. Esto enfurece al leproso, pero Johannes no teme su contacto por su blancura, creyendo que es similar a la de Dios. El leproso llora al darse cuenta de que Johannes no lo ve como un monstruo y que su blancura es pura como la de Crist
El leproso relata su encuentro con un niño teutón llamado Johannes en el bosque. El niño se dirigía a Jerusalén para conquistar la Tierra Santa. Cuando el leproso le pregunta quién es su Señor, Johannes responde que no lo sabe y que es blanco. Esto enfurece al leproso, pero Johannes no teme su contacto por su blancura, creyendo que es similar a la de Dios. El leproso llora al darse cuenta de que Johannes no lo ve como un monstruo y que su blancura es pura como la de Crist
Si deseis comprender lo que quiero deciros, sabed que tengo la cabeza cubierta con un capuchn blanco y que agito una matraca de madera dura. Ya no s cmo es mi rostro, pero tengo miedo de mis manos. Van ante m como bestias escamosas y lvidas. Quisiera cortrmelas. Tengo vergenza de lo que tocan. Me parece que hacen desfallecer los frutos rojos que tomo; y creo que bajo ellas se marchitan las races que arranco. Domine ceterorum libera me! El Salvador no expi mi plido pecado. Estoy olvidado hasta la resurreccin. Como el sapo empotrado al fro de la luna en una piedra oscura, permanecer encerrado en mi escoria odiosa cuando los otros se levanten con su cuerpo claro. Domine ceterorum fac me liberum: leprosus sum. Soy solitario y tengo horror. Slo mis dientes han conservado su blancura natural. Los animales se asustan, y mi alma quisiera huir. El da se aparta de m. Hace mil doscientos doce aos que su Salvador los salv, y no ha tenido piedad de m. No fui tocado con la sangrienta lanza que lo atraves. Tal vez la sangre del Seor de los otros me habra curado. Sueo a menudo con la sangre; podra morder con mis dientes; son blancos. Puesto que l no ha querido drmelo, tengo avidez de tomar lo que le pertenece. He aqu por qu acech a los nios que descendan del pas de Vendome hacia esta selva del Loira. Tenan cruces y estaban sometidos a l. Sus cuerpos eran Su cuerpo y l no me ha hecho parte de su cuerpo. Me rodea en la tierra una condenacin plida. Acech, para chupar en el cuello de uno de sus hijos, sangre inocente. Et caro nova fiet in die irae. El da del terror ser mi nueva carne. Y tras de los otros caminaba un nio fresco de cabellos rojos. Lo vi; salt de improviso; le tom la boca con mis manos espantosas. Slo estaba vestido con una camisa ruda; tena desnudos los pies y sus ojos permanecieron plcidos. Me contempl sin asombro. Entonces, sabiendo que no gritara, tuve el deseo de escuchar todava una voz humana y quit mis manos de su boca, y l no se la enjug. Y sus ojos estaban en otra parte. -Quin eres?, le dije. -Johannes el Teutn, respondi. Y sus palabras eran lmpidas y saludables. -Adonde vas?, repliqu. Y l respondi: -A Jerusaln, para conquistar la Tierra Santa. Entonces me puse a rer, y le pregunt: -Quin es tu Seor? Y l me dijo: -No lo s; es blanco. Y esta palabra me llen de furor, y abr la boca bajo mi capuchn, y me inclin hacia su cuello fresco, y no retrocedi, y yo le dije: -Por qu no tienes miedo de m? Y l dijo: -Por qu habra de tener miedo de ti, hombre blanco? Entonces me inundaron grandes lgrimas, y me tend en el suelo, y bes la tierra con mis labios terribles, y grit: -Porque soy leproso! Y el nio teutn me contempl, y dijo lmpidamente: -No lo s. No tuvo miedo de m! No tuvo miedo de m! Mi monstruosa blancura es semejante para l a la del Seor. Y tom un puado de hierba y enjugu su boca y sus manos. Y le dije. -Ve en paz hacia tu Seor blanco, y dile que me ha olvidado. Y el nio me mir sin decir nada. Lo acompa fuera de lo negro de esta selva. Caminaba sin temblar. Vi desaparecer a lo lejos sus cabellos rojos en el sol. Domine infantium, libera me! Que el sonido de mi matraca de madera llegue hasta ti, como el puro sonido de las campanas! Maestro de los que no saben, librame!