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de las Culturas del Mundo

Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucristo
CORREO

Vol. V, número 54, 15 de enero de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís

Teatro de Kourion, Limassol, Chipre

En este número:
• Chipre: una donación y una larga historia
• Reseña: Chipre siempre ha sido Europa
• Homenaje a Eusebio Dávalos Hurtado
• Reseña: La conquista de la Malinche, de Luis Barjau

correodelasculturas@gmail.com
Patrimonio Do

Dona Chipre piezas al Museo Nacional


de las Culturas

M ás de un centenar de piezas etnográficas e históricas de la República de


Chipre, así como libros y discos compactos que dan cuenta de la cultura
de este país fueron donadas al Museo Nacional de las Culturas (MNC), con el
interés de que las nuevas salas del recinto, actualmente en reestructuración,
cuenten con piezas representativas de esta nación que hasta el momento no
figuraba en sus colecciones.
La donación enriquecerá particularmente la colección de Culturas de la
Antigüedad de este recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH-Conaculta), hasta ahora formada sólo con piezas provenientes de países
árabes, el norte de África y Grecia.
Entre las piezas donadas destaca un mapa histórico del siglo XIX, que ilustra
el tercer viaje de San Pablo por la isla de Chipre, uno de los puntos importantes
en los recorridos del apóstol por la región, efectuados en las primeras décadas
del siglo I para convertir a los pobladores al cristianismo. El documento aporta
datos que remiten a esa etapa de la historia de la humanidad.
Otras piezas que se incluyen en esta donación, son cuatro réplicas de ídolos
cruciformes, cuyos originales datan de 3000 - 2500 a. C., así como dos tallas
en plata de San Jorge. De los objetos etnográficos resaltan cuatro trajes típi-
cos de diferentes regiones de la isla, elaborados a la usanza antigua: dos de
caballero y dos de dama, estos últimos procedentes de las ciudades de Phafos
y Nicosia; así como dos carpetas bordadas.

2
onación Patrimonio

El acto de donación de las piezas se llevó a cabo en el propio Museo


Nacional de las Culturas, con la presencia del embajador de la República de
Chipre, Vasilis Philippou, quien hizo la entrega a Leonel Durán y Luis Felipe
Crespo, director y subdirector del recinto, respectivamente.
Vasilis Philippou destacó su interés por cumplir con la labor diplomática que
le fue encomendada en México, y en este marco es que se entregó este acervo
que ofrece una muestra de la cultura e historia de Chipre, al considerar de gran
importancia que el Museo Nacional de las Culturas también exponga objetos
representativos de la cultura chipriota.
El diplomático señaló que será una oportunidad para que el público mexi-
cano descubra la historia, la escritura y la religión de esta nación. Así mismo,
subrayó, es una muestra del interés por fortalecer las relaciones culturales entre
ambos países.
En su oportunidad, y a nombre de Alfonso de Maria y Campos, director
general del INAH, Leonel Durán agradeció el gesto de amistad por parte del
embajador Philippou. “Esta donación viene a confirmar que el Museo Nacional
de las Culturas juega un papel importante en las relaciones culturales de
México con otros países, y genera un espíritu de comunicación, cooperación
e intercambio entre lasCultura ibérica.Recordó
naciones”. Finales S. III, dentro
que inicios S.del
II a.C.
proceso de rees-
tructuración del Museo Nacional de las Culturas se lleva a cabo una revisión
completa, no sólo arquitectónica, sino también conceptual, que, entre otros
aspectos, plantea representar a las civilizaciones del Mediterráneo de una
manera integrada, lo que no sucedía en la museografía anterior.
Durán recordó que el acervo del MNC está compuesto por 17 mil objetos,
lo que lo coloca como uno de los más amplios, en lo que se refiere a colec-
ciones etnográficas de culturas del mundo en México, y que se ha integrado
durante años gracias a la relación con otros países.

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Patrimonio

Otras piezas que integran la colección de Chipre donada al MNC son la


reproducción de una ánfora con decoración de pájaro, del periodo 850 – 700
a. C., representativa de las piezas de la Grecia clásica; un icono de Cristo y la
Virgen; una flauta, un pequeño tazón de cerámica con figuras de mujeres y un
símbolo arqueológico grabado en plata.
La colección también incluye varios libros sobre la historia y religión de
Chipre, una revista de poemas y tres discos compactos.

4
Historia

Chipre: una larga historia

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

L a historia de Chipre es una de las más antiguas del mundo. Desde


los tiempos más remotos su significación histórica ha sobrepasado
su pequeño tamaño (9,251 km2). Su posición estratégica en el cruce de
Europa, Asia y África –en la esquina noreste del Mediterráneo, a 300 km al
norte de Egipto, 90 km al oeste de Siria, a 60 km al sur de Turquía y a 360
km al sureste de Grecia– y sus considerables recursos de cobre y madera,

5
Historia

hicieron de la isla una deseable adquisición territorial. A pesar de ello, Chipre


ha desarrollado y mantenido por siglos su propia cultura.
Las primeras señales de civilización encontradas en investigaciones y
excavaciones arqueológicas se remontan a 11 000 años, en el noveno milenio a.C.
Sin embargo, el descubrimiento del cobre en Chipre en el tercer milenio a. C.
trajo riqueza a la isla y atrajo el comercio de sus vecinos. Aproximadamente
en el año 1200 a.C. inició un proceso que tuvo gran impacto en la identidad
nacional de la isla. Posteriormente, con la llegada y el establecimiento de
los griegos micénicos y los aqueos entre los siglos XIII y XI a.C., se introdujo
la lengua y la cultura griegas, las cuales se han preservado por los griegos
chipriotas hasta estos días. Chipre entonces tenía diez ciudades-reino, el culto
a Afrodita floreció, y los fenicios se asentaron en Kition en el siglo IX a.C.
El siglo posterior fue un periodo de gran prosperidad pero, mientras se
fue incrementando, Chipre fue presa de varios conquistadores. Los reinos
chipriotas fueron gobernados por una sucesión de culturas extranjeras:
tras los asirios llegaron los egipcios y después los persas. El rey Evagoras
de Salamina unificó a Chipre e hizo de la isla uno de los centros políticos y
culturales más importantes del mundo griego.
A finales del siglo IV a.C. Chipre fue parte del reino de Alejandro Magno.
Tras las rivalidades entre los generales de Alejandro Magno por la sucesión,
la isla formó parte del estado Helénico de Ptolomeo de Egipto y después
del mundo griego alejandrino. Los ptolomeos abolieron las ciudades-reino y
unificaron a Chipre convirtiéndose la ciudad de Pafos en su capital.
El periodo Helenístico terminó en el año 30 a.C., entonces Chipre se
volvió parte del Imperio Romano. Durante las misiones de los apóstoles
Pablo y Barnabas, el procónsul Sergius Paulus se convirtió al cristianismo, y
Chipre se volvió el primer país gobernado por un cristiano.

6
Historia

Después de la separación del Imperio romano, en el año 330 d.C. Chipre


formó parte del Imperio Romano Oriental, posteriormente llamado Imperio
Bizantino, el cual tuvo como religión oficial el cristianismo, situación que
duró hasta el siglo XII de nuestra era. Sin embargo, después de una invasión
árabe en 647, la isla fue durante tres siglos constantemente atacada por
árabes y piratas hasta el año de 965, cuando el emperador Nicephoros
Phocas expulsó a los árabes de Asia Menor y Chipre.
Tras una disputa entre Isaac Comneus, gobernador bizantino y después
emperador autoproclamado de Chipre, y el Rey Ricardo Corazón de León, la
isla pasó a ser propiedad del rey francés. Un año más tarde, Ricardo vendió
la isla por 100 000 dinares a los Caballeros Templarios, quienes la vendieron
al mismo precio a Guy de Lusignan, rey depuesto de Jerusalén. Chipre fue
gobernado bajo el sistema feudal. La Iglesia Católica oficialmente reemplazó
a la Griega Ortodoxa, la cual, bajo severa opresión, trató de sobrevivir.
La ciudad de Famagusta fue entonces una de las más ricas en el Oriente
Cercano. La era de la dinastía Lusignana finalizó cuando la reina Caterina
Cornaro cedió Chipre a Venecia en 1489, quien vio en Chipre el último
bastión contra los otomanos en el este mediterráneo.
Cultura
En 1570 las tropas ibérica. Finales
otomanas atacaronS. III,Chipre,
inicios S.capturaron
II a.C. Nicosia,
masacraron a veinte mil personas y montaron sitio en Famagusta durante un
año. Después de una valiente defensa por el comandante veneciano Marco
Antonio Bragadino, Famagusta cayó en manos de Lala Mustafá Pashá,
primer gobernador otomano de Chipre. Inicialmente le fue otorgada cierta
autonomía a la Iglesia Griega Ortodoxa, el sistema feudal fue abolido y se les
permitió a los siervos liberados comprar sus propias tierras; sin embargo, les
fueron aplicados altos impuestos. En muchas instancias, los griegos y turcos
chipriotas lucharon juntos contra la opresión del gobierno otomano, ya

7
Historia

que en su debilitamiento, éste se había vuelto más corrupto. A pesar de los


tres siglos de dominio otomano, la minoría musulmana había adquirido la
identidad chipriota. Hoy día sus descendientes, junto con los de los entonces
musulmanes conversos (en su mayoría de origen latino), forman la mayor
parte de la comunidad turca chipriota.
Bajo la Convención de Chipre de 1878, los turcos otomanos cedieron la
administración de la isla a Gran Bretaña a cambio de que se garantizara
la protección del Imperio Otomano contra una posible agresión rusa. Tras
la coalición del Imperio Otomano con Alemania durante la Primera Guerra
Mundial, Gran Bretaña anexó a Chipre bajo su gobierno en 1914. En 1923
bajo el Tratado de Lausana, Turquía cedió todos los derechos de Chipre, por
lo que en 1925 fue declarada colonia de la corona británica. En 1940 hubo
un enlistamiento masivo de voluntarios chipriotas a las fuerzas armadas
británicas durante la Segunda Guerra Mundial. Las esperanzas que se tenían
sobre la autodeterminación en el período de la posguerra fueron frustradas
por los británicos, que consideraban a la isla vitalmente estratégica,
especialmente después de la debacle de Suez en 1956. Aplicando la política
de “divide y vencerás”, Gran Bretaña reavivó el interés de Turquía sobre
Chipre. Ankara no aprobaría una isla griega tan cerca de su frontera sur.
Por ello, Gran Bretaña usó a los turcos chipriotas, que constituían el 18 por
ciento de la población, como contrapeso en su lucha contra los griegos
chipriotas y deliberadamente involucraron a Turquía, que por primera vez
empezó a pensar en la idea de dividir la isla.
En 1955 los griegos chipriotas iniciaron la lucha por la liberación contra
el poder de la colonia británica, la cual terminó en 1959 con los acuerdos de
Zurich-Londres, negociados y firmados por Gran Bretaña, Grecia y Turquía
como representantes de los griegos y turcos chipriotas. De esta forma la isla

8
Historia

ganó su independencia en 1960. Los acuerdos establecieron y garantizaron


dicha independencia y soberanía, y la Constitución proveyó el gobierno
democrático del Estado y el bienestar del pueblo chipriota.
Sin embargo, cabe resaltar que las comunidades griegas y turcas de
Chipre no tuvieron un papel fundamental en su planeación como nación
ni en la planeación de la Constitución para al nuevo Estado. Ambos, los
acuerdos y la constitución de la naciente república fueron impuestas sobre
el pueblo de Chipre. De hecho, nunca les fue dada la oportunidad de votar
por estos documentos a las personas que más pudieron haber sido afectadas
por estos ellos. Como resultado, el destino de la nueva república fue puesto
en peligro; ya que ciertas provisiones en los acuerdos y en la Constitución,
en vez de promover la paz y respeto por la soberanía de la nueva república,
promovieron el conflicto doméstico y la intervención extranjera. La
constitución por sí misma enfatizó las diferencias entre los griegos y turcos
chipriotas, frustrando la integración y promoviendo las tendencias divisorias
entre las dos comunidades.
Los griegos chipriotas estaban decididos a fortalecer la unidad del
Estado, pero el liderazgo turco chipriota, a causa de las fuertes presiones
Cultura ibérica.étnica
de Turquía, buscó la segregación FinalesyS.laIII,separación
inicios S. II a.C.
geográfica. Esto
condujo a un breve periodo de enfrentamientos intercomunitarios entre
1963 y 1967, además de ataques aéreos y atentados de invasión por Turquía.
Los turcos chipriotas dejaron de participar en el gobierno, la legislatura y el
servicio civil. Las Naciones Unidas patrocinaron diálogos intercomunitarios
sostenidos entre 1968 y 1974 para alcanzar algún acuerdo. Pero en julio de
1974 la junta militar que gobernaba Grecia montó un golpe para derrocar al
gobierno democráticamente electo de Chipre. El 20 de julio, Turquía, usando
el golpe como pretexto, invadió Chipre, supuestamente para restaurar el

9
Historia

orden constitucional. En lugar de ello, tomó casi el 36.2% del territorio de la


isla en el norte, un acto universalmente condenado como un grave atentado
a la ley internacional y a la Carta de las Naciones Unidas.
La invasión y la ocupación tuvieron consecuencias desastrosas. Alrededor
de 200, 000 griegos chipriotas que vivían en el norte —casi un cuarto de
la población de Chipre—, fueron expulsados por la fuerza del territorio
ocupado, donde constituían el 80% de la población. Estas personas todavía
están privadas del derecho de regresar a sus hogares y propiedades. Los
otros 20,000 griegochipriotas que permanecían en las áreas ocupadas
fueron gradualmente forzados a abandonar sus hogares por medio de
la intimidación y la conculcación de sus derechos humanos. Hoy día se
encuentran alrededor de 500 personas que permanecieron en este territorio
(griegos chipriotas y maronitas). Alrededor de quince mil griegos chipriotas,
civiles y militares, desaparecieron durante y después de la invasión; muchos
fueron arrestados y otros habían sido vistos en prisiones en Turquía y
Chipre antes de su desaparición. Turquía también ha promovido algunos
cambios demográficos en el territorio ocupado a través de la implantación
de colonizadores de Anatolia. Desde la invasión, 160,000 turcos de Turquía
han sido ilegalmente llevados a las áreas ocupadas. Esto ha afectado
negativamente las condiciones de vida de los turcos chipriotas. La pobreza
y el desempleo han forzado a más de cincuenta y cinco mil personas a
emigrar. Actualmente se estima que los turcos chipriotas sólo conforman un
11% de la población nativa. Cuarenta y tres mil soldados turcos, equipados
con armas de avanzada tecnología y apoyados por la fuerza aérea y naval
turca, todavía están en las áreas ocupadas. De acuerdo con un Informe del
Secretario General de la ONU (diciembre de 1995), las áreas ocupadas son
“unas de las más densamente militarizadas del mundo.”

10
Historia

A pesar de que el esfuerzo de las Naciones Unidas no ha tenido éxito


en resolver el problema, los griegos chipriotas no creen que ha sido el
final del camino. El problema de Chipre tiene como punto de partida la
intervención y ocupación extranjera, ya que las relaciones entre las dos
comunidades durante siglos habían sido pacíficas y amigables. Para llegar
a una solución viable a este problema y superar la prueba del tiempo, ésta
debe ser justa, además de ser percibida como tal por la gente que tenga que
vivir con ello. Tal solución, por lo tanto, debe ser democrática, justa, factible,
financieramente viable, y compatible con los principios de la Unión Europea,
las leyes y normas democráticas, la Convención de Derechos Humanos y las
resoluciones clave de las Naciones Unidas. Además, se debe involucrar el
compromiso de otros actores importantes que por razones históricas han
sido parte del problema y deben convertirse en parte de la solución.
Fuente: Cyprus Diary 2010, Press & Information Office
Traducción de Laura Quiroz Castillo. Editado por el Correo

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

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Libros

Chipre siempre ha sido Europa


CYPRUS HAS ALWAYS BEEN EUROPE. Ed. Zavallis Litho Ltd. Nicosia. 2006

por Colette Almanza Caudillo

E l presente libro da cuenta de que Chipre a lo largo del tiempo siempre


ha estado tocado y, por lo tanto, ha interactuado de manera directa
con distintos grupos culturales europeos. La obra consta de un conjunto
de 7 artículos que exponen la posición geográfica global de la isla a
través de la historia y arqueología antigua, moderna y contemporánea
de Chipre y su actuación en la actual Comunidad Europea. El primero de
ellos se enfoca primordialmente de la Prehistoria a la Era Helenística, en
la que el autor Pavlos Flourentzos nos acerca a la arqueología temprana
de Chipre, a la época en la que adquirió su importante carácter griego.
Por su parte continúa con la historia Demetrios Michaelides,
quien habla de la influencia romana, en que simplemente Chipre fue
agregada al imperio Romano infiltrando poco a poco y de manera muy
natural aspectos de la forma de vida, cultura y tradiciones en la cultura
Chipriota.
El tercer artículo se refiere a La Chipre de Luisignan y su relación con
el resto de Europa escrito por Angel Nicolau-Konnari, momento en el cual
la isla pertenecía políticamente a Europa y nos entremete en su estratégica
participación en el movimiento de las Cruzadas. Por su parte, Guido Lusignan
y su descendencia representaron un importante avance económico y político
para la isla, generando afinidades culturales principalmente con Francia, cuyos
resultados se ven plasmados en un abundante incremento en la actividad
económica e intelectual de la época.
El cuarto artículo de Chris Schabel habla sobre la relación entre Chipre
e Italia en la Edad Media, caracterizada por haber iniciado sus vínculos políti-
cos desde el siglo V, posteriormente como aliados navales contra los turcos,
muy buenos socios comerciales y su influencia intelectual fomentada princi-
palmente desde la Universidad de Padua y por el Renacimiento italiano.

12
Libros

El posterior dominio de los británicos lo explica Stavros Panteli durante


una segunda invasión de éstos hacia la isla, convirtiéndose entonces en una
responsabilidad más para los Ingleses al convertirse en una colonia oficial
hasta su independencia en 1960.
Marie-Louise Winbladh cuenta la Expedición arqueológica sueca en
Chipre cuya finalidad fue realizar excavaciones para establecer una cronología
cultural en la arqueología chipriota; se realizaron investigaciones en 25 sitios
a lo largo de la isla, de donde se obtuvo una colección de 18,000 objetos.
Finalmente la participación de Chipre en la Unión Europea, de Joseph
S. Joseph, radica en el nombramiento como miembro el 1 de Mayo de 2004,
concluyendo así una extensa trayectoria de interacción cultural entre distintos
grupos, todos ellos europeos y Chipre.
Por lo tanto, resulta una excelente publicación que resume y argumenta de
manera convincente la tradición europea que vive en el pueblo chipriota.

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

13
El Suplemento 3
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Eusebio Dávalos Hurtado,
hombre de instituciones

por Leonel Durán Solís

C omo sabemos, el Dr. Eusebio Dávalos Hurtado nace en 1909 en la ciudad


de México en una época en la que a sus habitantes todavía no se les
llama “chilangos”, y es una bella ciudad aún apacible, si bien México y el
mundo están en las vísperas de grandes transformaciones, y en nuestro país
circulan dos libros trascendentes: Los grandes problemas nacionales de Andrés
Molina Enríquez (investigador del Museo Nacional), y el libro que revolucionará
a los mexicanos: La sucesión presidencial de Francisco I. Madero.
En el aviso de los 59 años de su fecunda vida sucedieron grandes
acontecimientos en México y en todo el planeta que dieron originen a extensas
y profundas transformaciones en todos los ámbitos de lo que llamamos la vida,
sobre todo en las mentalidades, las miradas hacia las sociedades, los estados
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
nacionales y en el diseño de grandes proyectos alimentados por las utopías, de
los cuales es testigo y actor don Eusebio Dávalos Hurtado en su corto periodo
de vida.
No es necesario hacer referencia a los numerosos acontecimientos por los
que en esos años atravesó nuestro país. Uno de los más relevantes es el que
se llevó a cabo a partir de 1921 al crearse la Secretaría de Educación Pública
cuyo aliento de renovación fecundó a todos los sectores de nuestra sociedad
en todos los niveles. En esta etapa México es un país que está rehaciéndose: los

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hombres que provienen del siglo XIX sientan las bases de las transformaciones
institucionales para todo el siglo XX.
Recordemos que en 1933 el joven Eusebio Dávalos ingresa a la Escuela
Nacional de Medicina Homeopática, que México está en la cima de su
revolución social y de un nacionalismo que se manifiesta de múltiples formas.
Es la etapa en que se gradúa como Médico Homeópata Cirujano y Partero.
Tiene 28 años de edad. No obstante, su vocación de médico y su pensamiento
científico lo conducen a ingresar a la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas
para estudiar la disciplina de antropología física, estudios que continúan al
fundarse la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el Instituto Nacional
de Antropología e Historia, donde se gradúa como antropólogo físico en
1944, a los 34 años de edad. Más aún, su afán de conocimiento lo lleva a
París en 1945–1946, al Museo del Hombre, para trabajar bajo la dirección del
prestigiado antropólogo y creador del mencionado museo Paul Rivet. Decisión
afortunada que nos va a beneficiar a todos en años posteriores.
Don Eusebio Dávalos Hurtado es un hombre de instituciones. En ese
sentido, dos son las más importantes en su vida: durante 24 años se relaciona
de diversas maneras con ésa magna institución que es el Instituto Politécnico
Nacional, en la que fue estudiante, médico, catedrático, subdirector y
director de la tan afamada Escuela de Medicina y Homeopatía. La otra gran y
extraordinaria institución es el Instituto Nacional de Antropología e Historia, a
la cual también va a ligarse durante 24 años. Como es sabido, la organización
del Instituto Politécnico Nacional (IPN) es el resultado del gran movimiento
social, la Revolución Mexicana, de la profunda renovación dirigida por Lázaro
Cárdenas en un nuevo proyecto de reconstrucción del país. El Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) también es producto de un pensamiento
social y acciones semejantes, pero sus raíces históricas son más profundas

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propiciadas desde 1825, con el primer presidente de la República del México
independiente, General Guadalupe Victoria, que funda el Museo Nacional de
nuestro país, bajo la sobresaliente visión de Lucas Alamán; también es cierto
que la aspiración por conocer los antecedentes de nuestro origen como nación
se nutren o tienen antecedentes coloniales particularmente del siglo XVIII, se
fortalecen en la segunda mitad del Siglo XIX y se acrecientan en el siglo XX. El
INAH es producto de una historia más que centenaria.
A su regreso de Francia se desarrolla la culminación de la trayectoria del Dr.
Dávalos como antropólogo y creador de instituciones. Es nombrado Secretario
de la ENAH, posteriormente director del Museo Nacional de Antropología y sus
últimos 14 años de vida director general del Instituto Nacional de Antropología
e Historia. Creo que ha sido el director de mayor duración de nuestro instituto,
de una manera excepcional. Respecto a esta alta responsabilidad hay que hacer
referencia a sus múltiples actividades y esfuerzos para modernizar y hacer
avanzar al INAH y llevarlo a los niveles de una institución verdaderamente
nacional. En estos años son numerosas sus participaciones en congresos,
conferencias, comisiones, consejos técnicos y aún en consejos de otras
dependencias como el INI y el Patronato de Artes e Industrias Populares, así
como a su pertenenciaCultura ibérica. Finales
a numerosas S. III, inicios
sociedades S. II a.C.
científicas de México y el
extranjero.
¿Cómo explicar la trascendencia de los hechos llevados a cabo por él
durante su compleja gestión como director general? Desde luego destacan sus
cualidades como organizador, su perseverancia, tenacidad, porfía y empeño
para alcanzar las metas. Ello fue posible porque sabía que él era depositario de
una sólida herencia histórica institucional de hombres esclarecidos que lo pre-
cedieron, y bajo esa perspectiva supo rodearse de personas afines de diferentes
disciplinas académicas y administrativas; con ellas construyó el equipo humano

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necesario, sólido y convencido que trabajaba en consonancia en un proyecto
de nación en el que la antropología en sus diferentes disciplinas y la historia se
convirtieran en variables importantes y comprometidas en el proyecto de país
al que todos aspiraban. Y creo que lo lograron y son un buen ejemplo para
preguntarnos si también nosotros estamos en el mismo sendero.
De su obra trascendente quisiera resaltar el impulso extraordinario que
esos hombres y mujeres encabezados por Eusebio Dávalos dieron a los museos
del INAH. Desde luego, el más conocido es el referido al Museo Nacional de
Antropología, a los museos regionales en distintos estados de la República y
a la fundación del Museo Nacional de las Culturas, en el edificio del antiguo
Museo Nacional en la calle de Moneda, y qué mejor para hablarnos del origen
del Museo Nacional de las Culturas que las palabras de la Dra. Beatriz Barba
Ahuatzin. Me refiero al “Encuentro y Diálogo de Museógrafos Mexicanos:
Alfonso Soto Soria, Mario Vázquez, Íker Larrauri y Jorge Angulo”, que
organizamos en 2005, en el que la Dra. Barba presentó una ponencia de la
cual extraigo algunos párrafos . En ellos la doctora emérita nos comentó que:

“La Secretaría de Educación Pública convino con la Secretaria de Hacienda en


cederle el local de Moneda No. 13 a cambio del dinero suficiente para construir
un nuevo Museo de Antropología en el Bosque de Chapultepec. También, que
antes de la inauguración, en 1964, el Dr. Eusebio Dávalos platicó con Julio César
Olivé y le dijo que sería una lástima que este edificio tan bello, tan lleno de
historia y de suculentos detalles arquitectónicos se viera colmado de máquinas
de escribir, ventanillas improvisadas, oficinas separadas con materiales poco
pertinentes, restos de papelería y todas las cosas que caracterizan a las oficinas
públicas, lo que le haría perder su señorío y su paz interior, además de que
ya había adquirido vocación de museo, pues la gente seguía llegando a ver

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el Calendario Azteca y las maravillas que se contemplaban desde la entrada
y que ya no estaban ahí. Los mexicanos conocíamos poco el resto del mundo
y el INAH sintió la necesidad de mostrarles, en forma sistemática y científica,
otros pueblos, otras costumbres y otras razas; en fin, las diferentes maneras de
ser hombre. El doctor Dávalos creía que se podía emplear la gran casona de
Moneda 13 para un Museo del Hombre al estilo del Trocadero de París. Antes,
había hablado con el maestro Wigberto Jiménez Moreno, y le propuso hacer
un museo del mundo latino: Roma, su expansión; España, toda su historia, y
la América Latina. Eso no le gustó al Doctor Dávalos y por ello llamó a Olivé
para insistir en la presentación de todas las culturas del hombre: la evolución,
grupos cazadores y recolectores, las primeras altas culturas, los pueblos del
mundo y nuestros primitivos contemporáneos. Parecía puramente un sueño,
porque no había objetos ni dinero; la Secretaría de Educación Pública ya no
daría más, después del gasto enorme que había hecho en Chapultepec, en
Tepotzotlán, en el Museo de Arte Moderno y en otras fastuosas instituciones
culturales de esa época. Por sus instrucciones nuestro muy estimado compañero
Mario Vázquez nos entregó los materiales internacionales sobrantes, los que
juntamos con otros que ya había, y empezamos nuestra labor, mucho más
Cultura
angustiosa que romántica. La ibérica.
maestra Finales
AmaliaS. III, inicios jefa
Cardós, S. II de
a.C.la bodega del
viejo museo, nos entregó solemnemente objetos japoneses, algunas piezas
peruanas y las dos grandes y maravillosas salas de Indios de Norteamérica
y Oceanía, que se tenían gracias a la labor del doctor Daniel F. Rubín de la
Borbolla y del maestro Miguel Covarrubias. Hernán Navarrete, un veracruzano
amante de las artes populares extranjeras, nos donó una fantástica colección
de arte africano donde predominaban las máscaras. El museo del Castillo nos
entregó piezas de porcelana china de dinastías tardías y acuarelas dañadas.
Poquito aquí y de allá, obsequios, préstamos y así se fue juntando un acervo

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más o menos interesante para montar unas cuatro o cinco salas. Hacer de
todo ello un Museo del Hombre al estilo de París, era pedir que un pajar se
convirtiera en la tesorería de un reino. Sin embargo, esa metáfora acabó siendo
posible gracias a una gran cantidad de personas e instituciones que apoyaron
con trabajo, objetos, estímulo y recomendaciones. Esas fueron las primeras
semanas de trabajo del Museo de las Culturas; sus primeras intenciones; los
meses de octubre y noviembre de 1964. No teníamos nada, el edificio era de
Hacienda.
Para definir la estrategia nos reunimos Julio César Olivé, Barbro Dahlgren,
Jorge Canseco, Francisco González Rul, Yólotl González y yo, como responsa-
bles de los guiones científicos; los hermanos José y Constantino Lameiras, Jorge
Angulo y de vez en cuando Eduardo Pareyón, como encargados de la museo-
grafía; todos los trabajadores manuales que no se fueron a Chapultepec, se
convirtieron en pintores, dibujantes y carpinteros. Esa fue la figura primigenia
del Museo Nacional de las Culturas; ese fue el perfil de los primeros días.
Se nos avisó que el licenciado Justo Sierra III, de la Secretaría de Hacienda,
nos visitaría para que le enseñáramos los locales que habríamos de entregar.
Las instrucciones que recibimos eran de ocupar todas las vitrinas y dar la
impresión de que el museo ya estaba montado, pues se pensaba que era muy
comprometido para Hacienda desmantelar una institución que aumentaba el
acervo cultural al servicio del pueblo.
No había mandones ni mandados, todos nos pusimos batas de trabajo
y durante tres o cuatro días, con sus noches, barrimos, enceramos pisos,
retocamos la vitrinas abandonadas y las llenamos con los materiales que
fueran, con los que se vieran bien, con los que dieran la impresión de tener
sentido: un penacho masai de león junto a un escudo japonés de samurai,
porque los dos eran emblemas de guerra. Un kimono junto a tres vasijas nazcas

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porque hablaban de actividades femeninas. Un plato y un florero Ching junto
a un penacho de guacamaya brasileño porque nos permitía hablar del colorido
cultural. Tres máscaras africanas junto a la bruja de Bali para evocar el temor a
los espíritus de la selva. Era un hermoso museo de nada. Cuando lo vimos casi
deseábamos que así se quedara.
El licenciado Justo Sierra llegó a las 10 de la mañana y pidió que le ense-
ñáramos los espacios, pero al ir abriendo las puertas se encontraba con las
salas montadas, limpias, muy aceptables, a las cuales sólo les faltaban cédulas.
Pensábamos que sonreiría, que haría bromas y que nos pondría una fecha de
entrega, pero por el contrario, se enojó mucho y nos dijo con voz indignada
que éramos “culturalmente alevosos porque no podía desmontar un museo,
no lo haría nunca por la tradición de su familia”. Nos recordó que su abuelo,
en la época porfiriana, había procurado el desarrollo de los museos en toda
la República y él no haría lo contrario. Era un hombre alto, de pelo blan-
quísimo, de aire digno, modales finos, robusto y sanguíneo. Todo él se dio
media vuelta y salió dando grandes zancadas mostrando su profundo enojo.
En el portón se encontró con el doctor Dávalos y también con voz fuerte le
dijo: “Ya vi que no me van a entregar lo prometido, puso usted a dos faná-
Culturade
ticos intransigentes al frente ibérica.
todoFinales
esto yS.no
III,loinicios
puedo S. II a.C.
deshacer, pero por
lo menos me dará usted la parte que ocupaba la Sala Maya y que no han
tenido tiempo de arreglar”, y se hundió en Palacio por la puerta más cerca-
na, haciendo manifiesto su enojo a cada paso. El doctor Dávalos se volvió
a nosotros y nos preguntó que había pasado y contestamos: “Solamente le
enseñamos el nuevo Museo del Hombre.”
El Museo de las Culturas no tuvo una museografía proyectada inicialmente,
sólo pudimos utilizar las vitrinas que había dejado el Museo Nacional de
Antropología al cambiarse a Chapultepec. El nuevo Secretario de la SEP, el Lic.

21
Agustín Yáñez y el Subsecretario Mauricio Magdaleno vieron con muy buenos
ojos la idea del Dr. Dávalos y nos apoyaron con las limitaciones de todo los
principios sexenales. A partir de enero de 1965 se empezaron propiamente
los proyectos de salas y actividades con los que se inauguró el Museo de las
Culturas el 5 de diciembre.”

En este evento de Encuentro y Diálogo de Museógrafos Mexicanos, la Dra.


Beatriz Barba agradeció —y nosotros nos sumamos a ese agradecimiento— a
toda esa enorme pléyade de gente maravillosa que nos acompañó mañana,
tarde y noche hasta sacar adelante una institución que sólo contaba inicial-
mente con los sueños de un director del Instituto Nacional de Antropología e
Historia y un grupo de soñadores.
Para mí, hay tres hechos fundamentales relacionados con el Museo
Nacional de las Culturas: la visión de Eusebio Dávalos Hurtado, el obstinado
esfuerzo de los trabajadores del museo y sus diferentes directores —entre
los cuales se encuentra la etnóloga Julieta Gil Elorduy aquí presente— y el
empeño del actual director general del INAH Alfonso de Maria y Campos, que
está llevando a cabo la renovación del recinto para convertirlo en un museo
del siglo XXI. Y en el que su renovación arquitectónica y museográfica deberá
ser acompañada de un nuevo concepto del Museo Nacional de las Culturas
como pórtico a la diversidad cultural del mundo, desde el pasado hasta el
presente, que estimule la tolerancia, el respeto y el diálogo creativo entre los
pueblos. Es una institución única en Latinoamérica y México por su vocación
universal y el patrimonio de sus colecciones. Es un museo que aspira a ser un
centro irradiador de ideas sobre lo extraordinario del género humano y las
características que hacen a una cultura diferente y a la vez análoga a nosotros.
Un museo que busca estimular la fascinación, la curiosidad y el pensamiento

22
de sus visitantes que al poder compararse con otras formas de vivir y de pensar,
convergen en un sentimiento de vínculo con el resto de la humanidad.
Las palabras que he pronunciado para ustedes constituyen el homenaje
de la comunidad del Museo Nacional de las Culturas al Dr. Eusebio Dávalos
Hurtado, gran personaje de nuestra historia que quedaría incompleto si no
mencionara yo los nombres de Concepción Murillo Alvirez, su esposa, y el de
sus hijas: Eréndira, Maya, Cecilia, Luz del Carmen y Josefina, a quienes saludo
con mi mayor afecto.

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

23
Libros

La conquista de la Malinche,
de Luis Barjau

por Mariano Flores Castro

Q ue La conquista de la Malinche es un libro de historia, nadie lo


dude. Pero el enunciado es corto de alcance porque esta obra ofrece
mucho más a sus lectores, tanto legos como letrados. Y es que el texto
de Barjau trasciende la idea básica según la cual la materia de la historia
es el conocimiento del pasado como un episodio más o menos extenso
de la inevitable metáfora que todos nos formamos respecto al tiempo,
un flujo constante, una corriente ininterrumpida de instantes, sucesos,
invenciones, descubrimientos, engendros. Un trabajo como La conquista
de la Malinche se inscribe en la tradición histórico-literaria que va desde
escritores como Jenofonte, Ennio, Virgilio, Bernal Díaz del Castillo, el autor
anónimo de Tlatelolco hasta Pierre Chaunu y Steven Runciman, autor de La
caída de Constantinopla (1453), que versa sobre la conquista de Bizancio a
manos de los turcos otomanos. En estos autores –y muchos otros que no
es posible mencionar en este breve espacio– admiramos no sólo la pasión
de contar interesantes hechos ocurridos en el pasado sino la misteriosa
presencia de significados que poco o nada tienen que ver con el inevitable
desgaste producido por el transcurso del tiempo. ¿De dónde proviene esa
inmanencia? ¿Hacia dónde se dirige? El libro de Barjau no especula sobre
ello, pero sí crea ecos en los tímpanos del lector donde se demuestra que

24
Libros

la Malinche vive y forma parte de lo que Carl Jung llamaba “arquetipos” de


un mito del origen ya para siempre imborrable en el imaginario colectivo de
los mexicanos. Sólo que este libro no merca con las baratijas de una historia
oficial hecha para consolidar la escurridiza identidad nacional, cuando la
unidad de la patria era precaria, casi inviable y tortuosamente reclamada por
conservadores y liberales, incluida, por supuesto, la ideología (mentalidad)
de un catolicismo atento a su papel rector y providencialista. Pero, volviendo
a la discusión que suscita el libro de Luis Barjau, habría que aderezarla con
la siguiente reflexión de R.G. Collinwood:

“Sólo el presente es real: el pasado y el futuro son ideales y nada más


que ideales. Es necesario insistir en ello, por causa de nuestra costum-
bre de ‘espacializar’ el tiempo, o figurárnoslo en términos de espacio,
lo que nos lleva a imaginar que el pasado y el futuro existen de una
manera análoga…”

Pero la parcela de verdad que nos regala el oxfordiano filósofo de la


historia resulta ser el polo opuesto de lo que Barjau demuestra a lo largo
de más de 300 páginasCultura ibérica.
vigorosas Finales S. III,
y colmadas deinicios S. II a.C. interesantes
orientaciones
sobre la pregunta ¿quiénes somos como nación? Se trata de una revisión
minuciosa de lo que se sabe, lo que se asume y lo que se ignora en torno al
inquietante personaje que fue y sigue siendo la Malinche, con su espaciali-
dad ubicua en la mente de los mexicanos.
Apunta Barjau:

“La retorcida imagen de La Malinche fue la cuña del mismo árbol usada
para que apretara una versión desmedida, subliminal, de una historia

25
Libros

equivocada pero que hemos tenido que asumir a lo largo de los siglos. Con
ella se articuló la sorda convicción de la traición como elemento primordial
narrativo de nuestro pasado.” (p.15)

El DRAE propone, entre otras, las siguientes definiciones para la palabra


traición:
( Del latín traditio-onis ) .
1. f. Falta que se comete aquebrantando la fidelidad o lealtad que
se debe guardar o tener.
2. f. Der. Delito cometido por civil o militar que atenta contra la
seguridad de la patria.

¿Cuál habría sido la traición de la Malinche? La respuesta puede ser tan


simple o tan compleja como se quiera. En la primera acepción propuesta
por el Diccionario se habla de una “falta” originada por alguien que ha
violentado la fidelidad (o lealtad) que se debe guardar o tener. ¿A qué?, no
se especifica, porque si así fuese, el filólogo en turno se enredaría hasta el
infinito en una madeja de significados derivados de creencias, ideologías,
supersticiones, religiones, congregaciones, costumbres sociales, organiza-
ciones políticas, etc., imposibles de ser contenidas en una sola y llana defi-
nición como esa. No obstante, todos entendemos el significado del silencio
o abstención estratégica que se produce después de las palabras “que se
debe guardar o tener…”
Unos cuantos ejemplos bastarían: a los ancianos, a los padres, a los jefes,
a las damas, a los niños, al “prójimo”. Según algunos, la civilización entera
depende del respeto que se tenga a ciertos preceptos, mandatos y conjun-
tos de normas de convivencia que deben acatarse sin discusión. Pero ¿qué

26
Libros

pasa cuando dos culturas confrontan sus sistemas axiológicos, sus modos y
vías de vivir y de pensar, de comer, de celebrar, de enterrar o cremar a sus
muertos (de comérselos a veces), entre otras numerosas diferencias? Y si a
ello añadimos las características culturales de las distintas regiones que com-
ponen a esas dos culturas o civilizaciones (por ejemplo en España: Cataluña,
el País Vasco, Sevilla; o en el México antiguo: Teotihuacán, Chichén Itzá, las
culturas del Golfo, Paquimé), entonces la cuestión se complica aún más. Ha
sido tan desmedida y vanidosa la creencia de que Occidente es el rector de
los más avanzados sistemas éticos y morales, estéticos y jurídicos, que hoy
en día resulta difícil argumentar en contra de tal dislate, y ése es precisamen-
te uno de los orígenes menos estudiados de casos como el de la Malinche,
“la muy traidora indígena” que habría dado la espalda a la patria mexicana.
Sin embargo, la patria mexicana no existía cuando ella optó por aliarse a los
atacantes de sus enemigos acérrimos, que eran los mexicas (mejor: la Triple
Alianza). No había consolidación nacional ni sistema de valores unificado;
no había pacto ni proyecto cultural común a todas las comunidades que
ocupaban Mesoamérica. En menos palabras: no había México, y Barjau se
encarga de limpiar de abrojos el territorio de la fantasía sesgada según la
cual la Malinche habríaCultura
sido ibérica.
la madreFinales S. III, inicios
de todas S. II a.C. de este país
las traiciones
desdichado desde entonces, servil desde entonces, obsecuente y torpe en
la lucha por sobrevivir entre águilas y serpientes. Pero claro, el error sobre la
supuesta vileza originaria de los mexicanos fue cultivada por los conservado-
res que trajeron a Maximiliano a gobernar un puñado de pueblos ingober-
nables como no fuera por sí mismos y a veces ni por ellos. Sería interesante
revisar el nacimiento y desarrollo de las facciones políticas actuales —inclui-
dos, desde luego, los masones— para verificar filias y fobias respecto de las
extranjerías que habrían afectado nuestro devenir.

27
Libros

El libro de Barjau abre ventanas para ventilar la historia de las guerras


de conquista española en América y para que por ahí salgan los miasmas
de Buffon, las telarañas de López de Gómara, del despistado Oviedo, los
polvos acumulados durante siglos por Hegel, los esqueletos guardados
en el clóset por necios como Cornelio de Paw, los ratones atorados en las
cañerías de Europa, las lloronas locas y los lagartijos engominados que la
Señorita Academia consiente a falta de mejores candidatos a la repetición
y al tedio de cuño eurocentrista y/o pro yanki. Por ello considero que con
este libro Barjau logra dialogar con autores como Antonello Gerbi (La dis-
puta del Nuovo Mondo. Storia di una polemica, 1750-1900), con Edmundo
O’Gorman (La invención de América) y Enrique Florescano (Quetzalcóatl y
los mitos fundadores de Mesoamérica) , con Luis Villoro y Roberto Moreno
de los Arcos, para mí los más brillantes historiadores que hemos leído sobre
lo mexicano en el siglo XX y lo que va del XXI, sin olvidar a pensadores uni-
versales que tocaron temas afines o complementarios, como los hermanos
González Casanova (Henrique y Pablo), Octavio Paz, Fernando Benítez y
Javier Garciadiego.
Pero la ventaja que aparta a Barjau de los otros astros de la historiografía
mexicana (por cierto, León-Portilla también se cocina aparte) es la fluidez
con que nuestro autor maneja la vertiente metafísica del tema, “la fatalidad
telúrica” según la cual los grandes verdugos del mundo prehispánico
local acabarían siendo victimados. ¿Por quién? Lo sabemos de sobra.
¿Quetzalcóatl transfigurado en un ultramarino abarrotero o con armadura
medioeval de soldado? Asombra la fiereza ineficaz con que los de acá
defienden el potente reino tenochca, súbitamente debilitado por algo
intangible y esotérico. Es como si los antiguos egipcios se dejaran vencer por
los ejércitos de los césares romanos por el solo augurio de un ciego que se

28
Libros

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.


proclamase clarividente. Magia, religión y destino son elementos soterrados
en lo profundo de la historia humana.
En su célebre Imagen azteca en el pensamiento occidental Benjamin
Keen se adentró en la leyenda negra de los mexicas, creando un gran
fichero comentado sobre los peores denuestos a la fundacional cultura de
nuestros tatarabuelos. Pero dedica escasas líneas, a veces un tanto rameras,
a la Malinche. Barjau, en cambio, lleva la discusión a un nivel en que todos
podemos participar: la compañera de cama de Hernán y madre de Martín

29
Libros

Cortés funda el feminismo (avant la lètre) en México, se convierte en la


comandanta de los ejércitos que apoyan a Cortés y, con la invaluable ayuda
de Gerónimo de Aguilar, unifica lingüísticamente el revoltijo multicultural
que era el territorio después llamado Nueva España y finalmente México.
“Porque en la realidad del siglo XVI Malintzin no traicionaba a nadie puesto
que en Mesoamérica no existían ni país ni noción de él ni conciencia racial
ni noción de ésta, que no puede surgir sino de la confrontación de razas a lo
largo del tiempo y de los conflictos entre pueblos rivales y distintos entre sí”
[p.248]—escribe Barjau. Es a ella, a Malintzin, a quien debemos no sólo las
primeras fases del mestizaje —como bien señaló antes Juan Miralles— sino
también el primer alzamiento contra el absolutismo azteca, contra su cruel
soberbia, su siniestra y juguetona mortandad florida, su hubris orgullosa. Y,
last but not least, la Malinche encarna una respuesta fáctica a la leyenda
negra según la cual los indígenas de este lado del océano serían débiles,
holgazanes, impotentes, sodomitas, sexualmente infradotados, estúpidos y
pequeños en comparación con los genomas europeos. En muchos episodios
de la confrontación bélica es ella la que lleva la voz cantante, la que da las
órdenes de ataque o retirada de los aliados, la que anima a sus huestes y
cura a los heridos; en su valentía hay ecos de Alejandro Magno en India, del
cartaginés Aníbal y sus elefantes en los Alpes, de Julio César en las Galias…
Barjau da prueba de ello cuando constata que “Marina había aprendido el len-
guaje militar, sobre todo las órdenes con redobles de tambor y las instrucciones
del corneta para transmitirlas a los escuadrones de cempoaltecas” (p.83).

Si el historiador busca la verdad sobre todas las cosas, Barjau abraza esa
divisa en honor a la etnohistoria, pero no sólo porque esquive los acomodos
fantasiosos de la versión generalmente aceptada, sino por su aguda re-visión

30
Libros

de las fuentes históricas, desde la Real ejecutoria de S. M. sobre tierras y


reservas de pechos y paga, pertenecientes a los caciques de Axapusco, de
la jurisdicción de Otumba, de 1526, hasta La novela del México colonial,
preparada por Antonio Castro Leal (1977), y Moros y Cristianos (2003) de
Marlene Albert-Llorca y José Antonio González Alcantud, pasando por los ya
clásicos y fatigados volúmenes que incluyen al menos cinco obras anteriores
del propio Barjau, para no abrumar al lector mencionando todos los códices,
diccionarios, cartas y cientos de documentos alusivos al tema. Agréguese
a todo ello el despliegue de un estilo terso y riguroso, y el resultado es un
extraordinario libro que hace el recuento de antecedentes fundamentales
de nuestro mestizaje y nacionalidad; no olvidemos que doña Marina es
la primera persona indígena que aprende la lengua castellana, es decir,
el vehículo en que se trasladan las estructuras mentales, los paradigmas,
las reglas de una cultura a otra, todo un tema que daría para dos o tres
volúmenes adicionales al reseñado hasta aquí.

Por último, creo que la editorial Planeta (MR ediciones) se merece un


reconocimiento por haber apostado, junto con el CONACULTA y el INAH,
Cultura
por una obra que despierta ibérica.
a sus Finaleshacia
lectores S. III,una
inicios S. II a.C.
realidad menos retórica,
pero sin duda más rica en cuanto a la sustancia misma de la emoción que
contiene y reparte a manos llenas.
México, D.F., enero de 2010.

31
Directorio

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DIRECTOR GENERAL
ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

SECRETARIO TÉCNICO
RAFAEL JULIO PÉREZ MIRANDA

SECRETARIO ADMINISTRATIVO
LUIS IGNACIO SAINZ CHÁVEZ

COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONES


MIRIAM KAISER

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS


Y DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
LEONEL DURÁN SOLÍS

ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DEL


CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

EDITOR
MARIANO FLORES CASTRO
correodelasculturas@gmail.com

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES


DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.

MÉXICO, D.F., 15 de enero de 2010

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