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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucristo
CORREO
Vol. V, número 54, 15 de enero de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís
En este número:
• Chipre: una donación y una larga historia
• Reseña: Chipre siempre ha sido Europa
• Homenaje a Eusebio Dávalos Hurtado
• Reseña: La conquista de la Malinche, de Luis Barjau
correodelasculturas@gmail.com
Patrimonio Do
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onación Patrimonio
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Libros
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Libros
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El Suplemento 3
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Eusebio Dávalos Hurtado,
hombre de instituciones
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hombres que provienen del siglo XIX sientan las bases de las transformaciones
institucionales para todo el siglo XX.
Recordemos que en 1933 el joven Eusebio Dávalos ingresa a la Escuela
Nacional de Medicina Homeopática, que México está en la cima de su
revolución social y de un nacionalismo que se manifiesta de múltiples formas.
Es la etapa en que se gradúa como Médico Homeópata Cirujano y Partero.
Tiene 28 años de edad. No obstante, su vocación de médico y su pensamiento
científico lo conducen a ingresar a la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas
para estudiar la disciplina de antropología física, estudios que continúan al
fundarse la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el Instituto Nacional
de Antropología e Historia, donde se gradúa como antropólogo físico en
1944, a los 34 años de edad. Más aún, su afán de conocimiento lo lleva a
París en 1945–1946, al Museo del Hombre, para trabajar bajo la dirección del
prestigiado antropólogo y creador del mencionado museo Paul Rivet. Decisión
afortunada que nos va a beneficiar a todos en años posteriores.
Don Eusebio Dávalos Hurtado es un hombre de instituciones. En ese
sentido, dos son las más importantes en su vida: durante 24 años se relaciona
de diversas maneras con ésa magna institución que es el Instituto Politécnico
Nacional, en la que fue estudiante, médico, catedrático, subdirector y
director de la tan afamada Escuela de Medicina y Homeopatía. La otra gran y
extraordinaria institución es el Instituto Nacional de Antropología e Historia, a
la cual también va a ligarse durante 24 años. Como es sabido, la organización
del Instituto Politécnico Nacional (IPN) es el resultado del gran movimiento
social, la Revolución Mexicana, de la profunda renovación dirigida por Lázaro
Cárdenas en un nuevo proyecto de reconstrucción del país. El Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) también es producto de un pensamiento
social y acciones semejantes, pero sus raíces históricas son más profundas
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propiciadas desde 1825, con el primer presidente de la República del México
independiente, General Guadalupe Victoria, que funda el Museo Nacional de
nuestro país, bajo la sobresaliente visión de Lucas Alamán; también es cierto
que la aspiración por conocer los antecedentes de nuestro origen como nación
se nutren o tienen antecedentes coloniales particularmente del siglo XVIII, se
fortalecen en la segunda mitad del Siglo XIX y se acrecientan en el siglo XX. El
INAH es producto de una historia más que centenaria.
A su regreso de Francia se desarrolla la culminación de la trayectoria del Dr.
Dávalos como antropólogo y creador de instituciones. Es nombrado Secretario
de la ENAH, posteriormente director del Museo Nacional de Antropología y sus
últimos 14 años de vida director general del Instituto Nacional de Antropología
e Historia. Creo que ha sido el director de mayor duración de nuestro instituto,
de una manera excepcional. Respecto a esta alta responsabilidad hay que hacer
referencia a sus múltiples actividades y esfuerzos para modernizar y hacer
avanzar al INAH y llevarlo a los niveles de una institución verdaderamente
nacional. En estos años son numerosas sus participaciones en congresos,
conferencias, comisiones, consejos técnicos y aún en consejos de otras
dependencias como el INI y el Patronato de Artes e Industrias Populares, así
como a su pertenenciaCultura ibérica. Finales
a numerosas S. III, inicios
sociedades S. II a.C.
científicas de México y el
extranjero.
¿Cómo explicar la trascendencia de los hechos llevados a cabo por él
durante su compleja gestión como director general? Desde luego destacan sus
cualidades como organizador, su perseverancia, tenacidad, porfía y empeño
para alcanzar las metas. Ello fue posible porque sabía que él era depositario de
una sólida herencia histórica institucional de hombres esclarecidos que lo pre-
cedieron, y bajo esa perspectiva supo rodearse de personas afines de diferentes
disciplinas académicas y administrativas; con ellas construyó el equipo humano
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necesario, sólido y convencido que trabajaba en consonancia en un proyecto
de nación en el que la antropología en sus diferentes disciplinas y la historia se
convirtieran en variables importantes y comprometidas en el proyecto de país
al que todos aspiraban. Y creo que lo lograron y son un buen ejemplo para
preguntarnos si también nosotros estamos en el mismo sendero.
De su obra trascendente quisiera resaltar el impulso extraordinario que
esos hombres y mujeres encabezados por Eusebio Dávalos dieron a los museos
del INAH. Desde luego, el más conocido es el referido al Museo Nacional de
Antropología, a los museos regionales en distintos estados de la República y
a la fundación del Museo Nacional de las Culturas, en el edificio del antiguo
Museo Nacional en la calle de Moneda, y qué mejor para hablarnos del origen
del Museo Nacional de las Culturas que las palabras de la Dra. Beatriz Barba
Ahuatzin. Me refiero al “Encuentro y Diálogo de Museógrafos Mexicanos:
Alfonso Soto Soria, Mario Vázquez, Íker Larrauri y Jorge Angulo”, que
organizamos en 2005, en el que la Dra. Barba presentó una ponencia de la
cual extraigo algunos párrafos . En ellos la doctora emérita nos comentó que:
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el Calendario Azteca y las maravillas que se contemplaban desde la entrada
y que ya no estaban ahí. Los mexicanos conocíamos poco el resto del mundo
y el INAH sintió la necesidad de mostrarles, en forma sistemática y científica,
otros pueblos, otras costumbres y otras razas; en fin, las diferentes maneras de
ser hombre. El doctor Dávalos creía que se podía emplear la gran casona de
Moneda 13 para un Museo del Hombre al estilo del Trocadero de París. Antes,
había hablado con el maestro Wigberto Jiménez Moreno, y le propuso hacer
un museo del mundo latino: Roma, su expansión; España, toda su historia, y
la América Latina. Eso no le gustó al Doctor Dávalos y por ello llamó a Olivé
para insistir en la presentación de todas las culturas del hombre: la evolución,
grupos cazadores y recolectores, las primeras altas culturas, los pueblos del
mundo y nuestros primitivos contemporáneos. Parecía puramente un sueño,
porque no había objetos ni dinero; la Secretaría de Educación Pública ya no
daría más, después del gasto enorme que había hecho en Chapultepec, en
Tepotzotlán, en el Museo de Arte Moderno y en otras fastuosas instituciones
culturales de esa época. Por sus instrucciones nuestro muy estimado compañero
Mario Vázquez nos entregó los materiales internacionales sobrantes, los que
juntamos con otros que ya había, y empezamos nuestra labor, mucho más
Cultura
angustiosa que romántica. La ibérica.
maestra Finales
AmaliaS. III, inicios jefa
Cardós, S. II de
a.C.la bodega del
viejo museo, nos entregó solemnemente objetos japoneses, algunas piezas
peruanas y las dos grandes y maravillosas salas de Indios de Norteamérica
y Oceanía, que se tenían gracias a la labor del doctor Daniel F. Rubín de la
Borbolla y del maestro Miguel Covarrubias. Hernán Navarrete, un veracruzano
amante de las artes populares extranjeras, nos donó una fantástica colección
de arte africano donde predominaban las máscaras. El museo del Castillo nos
entregó piezas de porcelana china de dinastías tardías y acuarelas dañadas.
Poquito aquí y de allá, obsequios, préstamos y así se fue juntando un acervo
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más o menos interesante para montar unas cuatro o cinco salas. Hacer de
todo ello un Museo del Hombre al estilo de París, era pedir que un pajar se
convirtiera en la tesorería de un reino. Sin embargo, esa metáfora acabó siendo
posible gracias a una gran cantidad de personas e instituciones que apoyaron
con trabajo, objetos, estímulo y recomendaciones. Esas fueron las primeras
semanas de trabajo del Museo de las Culturas; sus primeras intenciones; los
meses de octubre y noviembre de 1964. No teníamos nada, el edificio era de
Hacienda.
Para definir la estrategia nos reunimos Julio César Olivé, Barbro Dahlgren,
Jorge Canseco, Francisco González Rul, Yólotl González y yo, como responsa-
bles de los guiones científicos; los hermanos José y Constantino Lameiras, Jorge
Angulo y de vez en cuando Eduardo Pareyón, como encargados de la museo-
grafía; todos los trabajadores manuales que no se fueron a Chapultepec, se
convirtieron en pintores, dibujantes y carpinteros. Esa fue la figura primigenia
del Museo Nacional de las Culturas; ese fue el perfil de los primeros días.
Se nos avisó que el licenciado Justo Sierra III, de la Secretaría de Hacienda,
nos visitaría para que le enseñáramos los locales que habríamos de entregar.
Las instrucciones que recibimos eran de ocupar todas las vitrinas y dar la
impresión de que el museo ya estaba montado, pues se pensaba que era muy
comprometido para Hacienda desmantelar una institución que aumentaba el
acervo cultural al servicio del pueblo.
No había mandones ni mandados, todos nos pusimos batas de trabajo
y durante tres o cuatro días, con sus noches, barrimos, enceramos pisos,
retocamos la vitrinas abandonadas y las llenamos con los materiales que
fueran, con los que se vieran bien, con los que dieran la impresión de tener
sentido: un penacho masai de león junto a un escudo japonés de samurai,
porque los dos eran emblemas de guerra. Un kimono junto a tres vasijas nazcas
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porque hablaban de actividades femeninas. Un plato y un florero Ching junto
a un penacho de guacamaya brasileño porque nos permitía hablar del colorido
cultural. Tres máscaras africanas junto a la bruja de Bali para evocar el temor a
los espíritus de la selva. Era un hermoso museo de nada. Cuando lo vimos casi
deseábamos que así se quedara.
El licenciado Justo Sierra llegó a las 10 de la mañana y pidió que le ense-
ñáramos los espacios, pero al ir abriendo las puertas se encontraba con las
salas montadas, limpias, muy aceptables, a las cuales sólo les faltaban cédulas.
Pensábamos que sonreiría, que haría bromas y que nos pondría una fecha de
entrega, pero por el contrario, se enojó mucho y nos dijo con voz indignada
que éramos “culturalmente alevosos porque no podía desmontar un museo,
no lo haría nunca por la tradición de su familia”. Nos recordó que su abuelo,
en la época porfiriana, había procurado el desarrollo de los museos en toda
la República y él no haría lo contrario. Era un hombre alto, de pelo blan-
quísimo, de aire digno, modales finos, robusto y sanguíneo. Todo él se dio
media vuelta y salió dando grandes zancadas mostrando su profundo enojo.
En el portón se encontró con el doctor Dávalos y también con voz fuerte le
dijo: “Ya vi que no me van a entregar lo prometido, puso usted a dos faná-
Culturade
ticos intransigentes al frente ibérica.
todoFinales
esto yS.no
III,loinicios
puedo S. II a.C.
deshacer, pero por
lo menos me dará usted la parte que ocupaba la Sala Maya y que no han
tenido tiempo de arreglar”, y se hundió en Palacio por la puerta más cerca-
na, haciendo manifiesto su enojo a cada paso. El doctor Dávalos se volvió
a nosotros y nos preguntó que había pasado y contestamos: “Solamente le
enseñamos el nuevo Museo del Hombre.”
El Museo de las Culturas no tuvo una museografía proyectada inicialmente,
sólo pudimos utilizar las vitrinas que había dejado el Museo Nacional de
Antropología al cambiarse a Chapultepec. El nuevo Secretario de la SEP, el Lic.
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Agustín Yáñez y el Subsecretario Mauricio Magdaleno vieron con muy buenos
ojos la idea del Dr. Dávalos y nos apoyaron con las limitaciones de todo los
principios sexenales. A partir de enero de 1965 se empezaron propiamente
los proyectos de salas y actividades con los que se inauguró el Museo de las
Culturas el 5 de diciembre.”
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de sus visitantes que al poder compararse con otras formas de vivir y de pensar,
convergen en un sentimiento de vínculo con el resto de la humanidad.
Las palabras que he pronunciado para ustedes constituyen el homenaje
de la comunidad del Museo Nacional de las Culturas al Dr. Eusebio Dávalos
Hurtado, gran personaje de nuestra historia que quedaría incompleto si no
mencionara yo los nombres de Concepción Murillo Alvirez, su esposa, y el de
sus hijas: Eréndira, Maya, Cecilia, Luz del Carmen y Josefina, a quienes saludo
con mi mayor afecto.
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Libros
La conquista de la Malinche,
de Luis Barjau
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Libros
“La retorcida imagen de La Malinche fue la cuña del mismo árbol usada
para que apretara una versión desmedida, subliminal, de una historia
25
Libros
equivocada pero que hemos tenido que asumir a lo largo de los siglos. Con
ella se articuló la sorda convicción de la traición como elemento primordial
narrativo de nuestro pasado.” (p.15)
26
Libros
pasa cuando dos culturas confrontan sus sistemas axiológicos, sus modos y
vías de vivir y de pensar, de comer, de celebrar, de enterrar o cremar a sus
muertos (de comérselos a veces), entre otras numerosas diferencias? Y si a
ello añadimos las características culturales de las distintas regiones que com-
ponen a esas dos culturas o civilizaciones (por ejemplo en España: Cataluña,
el País Vasco, Sevilla; o en el México antiguo: Teotihuacán, Chichén Itzá, las
culturas del Golfo, Paquimé), entonces la cuestión se complica aún más. Ha
sido tan desmedida y vanidosa la creencia de que Occidente es el rector de
los más avanzados sistemas éticos y morales, estéticos y jurídicos, que hoy
en día resulta difícil argumentar en contra de tal dislate, y ése es precisamen-
te uno de los orígenes menos estudiados de casos como el de la Malinche,
“la muy traidora indígena” que habría dado la espalda a la patria mexicana.
Sin embargo, la patria mexicana no existía cuando ella optó por aliarse a los
atacantes de sus enemigos acérrimos, que eran los mexicas (mejor: la Triple
Alianza). No había consolidación nacional ni sistema de valores unificado;
no había pacto ni proyecto cultural común a todas las comunidades que
ocupaban Mesoamérica. En menos palabras: no había México, y Barjau se
encarga de limpiar de abrojos el territorio de la fantasía sesgada según la
cual la Malinche habríaCultura
sido ibérica.
la madreFinales S. III, inicios
de todas S. II a.C. de este país
las traiciones
desdichado desde entonces, servil desde entonces, obsecuente y torpe en
la lucha por sobrevivir entre águilas y serpientes. Pero claro, el error sobre la
supuesta vileza originaria de los mexicanos fue cultivada por los conservado-
res que trajeron a Maximiliano a gobernar un puñado de pueblos ingober-
nables como no fuera por sí mismos y a veces ni por ellos. Sería interesante
revisar el nacimiento y desarrollo de las facciones políticas actuales —inclui-
dos, desde luego, los masones— para verificar filias y fobias respecto de las
extranjerías que habrían afectado nuestro devenir.
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Libros
28
Libros
29
Libros
Si el historiador busca la verdad sobre todas las cosas, Barjau abraza esa
divisa en honor a la etnohistoria, pero no sólo porque esquive los acomodos
fantasiosos de la versión generalmente aceptada, sino por su aguda re-visión
30
Libros
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Directorio
DIRECTOR GENERAL
ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ
SECRETARIO TÉCNICO
RAFAEL JULIO PÉREZ MIRANDA
SECRETARIO ADMINISTRATIVO
LUIS IGNACIO SAINZ CHÁVEZ
EDITOR
MARIANO FLORES CASTRO
correodelasculturas@gmail.com
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