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Chilindrina era una perrita poblana, gordita, muy lavada, muy blanca,
con su listn azul al cuello, siempre dormitando en las faldas de doa
Felicia, su ama. Que era duea de un estanquillo y haba concentrado en
ella todo su amor de vieja solterona. Cuidaba del buen nombre del
animal como las madres cuidan de la inocencia de sus hijos, y casi muri
de dolor cuando supo la terrible noticia: Chilindrina, la doncella sin
mancha, haba tenido amores con el Capitn, escuintle horroroso de un
zapatero vecino: frutos de estos amores fueron la Diana, el Turco y el
Pinto, de quien voy a ocuparme.
Muy pocos das duro bajo el braseo en el cajn de vino, lleno de trapos
manchados de petrleo le sirvi de cuna. Aun no habra bien los ojos,
que tenan esa opacidad azulosa de los recin nacidos, aun su paso era
dbil, cuando lo regalaron a la primera que lo pudio, y fue doa Petra,
portera del 6 de mesones, seora fea que, no teniendo quien la amara,
amaba a los animales, Un gato se le haba desertado, y para mitigar la
ausencia iba a sustituirlo con un consentido mas fiel: el Pinto. Con calma
maternal daba las migas de pan en leche al tierno nio, lo acostaba en
un rincn envuelto en trozos de alfombra, lo arrullaba en el regazo y en
horas de quehacer lo expona al sol tibio de la maana; ah reposaba el
Pinto cazando moscas al vuelo, dando pasos cortos, oliendo las juntas
del embaldosado y acostndose de nuevo, previas las vueltas de
ordenanza.
Creci, y coma entonces las sobras que daba a su ama una familia de la
vivienda principal. Su vida era sedentaria; se reduca a vegetar y no
sala del zagun de la casa, porque senta un temor invencible por los
transentes, los coches, los perros mas grandes que el. Cuando el amo
sala, lo dejaba encerrado, y mas de una vez se oyeron tras la puerta
aullidos lastimeros a los que respondan frases colricas de los vecinos
nerviosos.