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El Nacimiento de la Literatura Griega

LAS PRINCIPALES formas y temas del primer periodo incluyen los escritos de corte académico y
las canciones épicas populares que celebran a los nuevos campeones del Helenismo, el joven
guerreroArmouris y Digenis Akritas, defensor del Imperio Bizantino; y las largas composiciones, los
versos románticos que llevaron el sello de la influencia de la tradición Occidental, pero un género
de cualquier modo brotado del Helenismo y las épocas de la Roma Imperial. Las historias antiguas
que revivieron las figuras míticas e históricas como Aquiles y Teseo y Alejandro Magno
aparecieron, como los textos didácticos y sardónicos en el campo de la filosofía y la alegoría de la
vida, con pájaros y animales que se tornaban en los personajes principales. Pero éstos también
comprueban ser el soporte de la literatura griega contemporánea, modificado siglo tras siglo según
los valores estéticos de cada época. Este período se inicia en el siglo XI d.C. con la caída de
Constantinopla. Dicha literatura se desarrolló a través del mundo griego, pese a que el mundo
cultural y académico era sin duda Constantinopla. Allí fue donde comenzó todo, donde todo se
planificó y donde todo se desarrolló, y también el lugar donde el vetusto Imperio Bizantino terminó:
Constantinopla, el verdadero centro cultural del mundo, muy por encima de Roma.

El cuerpo entero de esta literatura, tanto erudita como popular, ha sobrevivido los tiempos en el
griego hoy hablado, en el que se refleja el eco de la antigua palabra “lexis” (dicción). En este
lenguaje que ha sobrevivido todos los tiempos, quedan residuos lingüísticos de épocas pasadas
que no se han perdido. El corpus literario de esta época, escrito completamente en versos
dominados por la línea yámbica de quince sílabas, sigue siendo aún el canon métrico de Grecia
por excelencia. Aunque estamos familiarizados con ciertos nombres literarios del periodo, no existe
una sola figura que por sí misma prevalezca sobre los demás. Las personalidades solo surgirían
mucho después.

El término “literatura griega moderna”, tan usado para describir la producción literaria griega en su
idioma vernáculo durante la era Bizantina y post Bizantina, es una impropiedad, sin duda. Y esto
porque con cultivar la lengua vernáculo necesariamente no se marca el nacimiento de una nueva
tradición literaria que se basa en los niveles estilísticos “altos” y “medios” que deben mucho a los
modelos clásicos. En vez de ser el punto de surgimiento de una nueva literatura, emerge y crece
paralelamente a la tradición griega existente. La práctica convencional de rastrear los orígenes o
despertares de una conciencia moderna griega específica hasta esos ejemplos tempranos del uso
literario del idioma vernáculo no debe presentar tantas confusiones. El contexto cultural dentro del
que las primeras obras se crearon era, sin dudas, Bizantino. El primer grupo de tales obras se
remonta principalmente al siglo XII: poemas satíricos como el Ptochoprodromika, el poema moral
Spaneas, los versos didácticos y autobiográficos escritos en su celda por Michael Glykas, una
oración en verso para la Princesa Acnes de Francia, y un puñado de muestras de poesía heroica
como la Canción de Armouris y la épica Digenis Akritas, componen las obras de incalculable valor
de los siglos XI y XII.

Es extremadamente difícil, en estas obras, remontarse incluso de manera embrionaria, a algún tipo
de conciencia griega moderna que pueda diferenciarse ampliamente de la identidad e ideología
bizantina. Complejo como sea, una conciencia griega moderna en la literatura solo puede
localizarse un poco más adelante en la cronología. Por ello, debe saberse que cuando se hable de
literatura griega “moderna” en cuanto a las primeras obras en idioma vernáculo durante la era
bizantina, se usa en pos de la conveniencia para describir la forma lingüística de nuestros textos en
vez de asociarlo con una conciencia nacional particular sobre la literatura, o la literatura misma. La
gran mayoría de las obras literarias de esta época sobrevivieron en el anonimato. Más aún, ha sido
difícil darles fecha a muchas de ellas. La manera proteica como sobrevivieron hasta nuestros días
no ayuda. Algunas se conservaron en manuscritos, y cada una de éstas con una substancial
variación o variaciones imperdonables de su original. Este fenómeno también fue común en el
Occidente medieval, debido a los métodos por los cuales los textos se copiaban y luego
masificados en la era del manuscrito. Durante el proceso de copia de un texto se alteraba o poco o
mucho según el escriba, debido a su grado de ignorancia o su desinterés, o incluso algunas veces
por la deliberada intervención de un redactor. Esto se explica en parte ya que en el Medioevo las
nociones de originalidad, estilo personal y propiedad intelectual eran muy distintas a las que
tenemos hoy. De cualquier modo, las diferencias entre varias versiones existentes de un texto
también pueden mirarse desde la tradición oral de la composición poética. La oralidad, esto es, la
técnica de la improvisación oral que se basa en el sistema tradicional de fórmulas correspondientes
a unidades métricas y conceptos particulares poéticos, constituye una herramienta de composición
que, aunque no cuente completamente con el auxilio de la escritura, no obstante influencia las
técnicas de la composición escrita. Algunos sistemas característicos de fórmulas las asimila la
tradición escrita y contribuyen a la creación de un estilo tradicional que exhibe, amplia o
estrechamente, características más comúnmente asociadas con la poesía oral.

El Ptochoprodromika, un poema bellísimo que no se encuentra por internet en su versión


preservada e íntegra, tiene líneas que son por sí solas un hito de la literatura bizantina de la que
surge la literatura griega. El narrador, evidentemente un poeta y estudiante sin dinero, envidia la
vida de sus vecinos que son ricos sin necesidad de una educación (artesanos, comerciantes), y
maldice (a su modo) el día que su padre le exigió que se educara. Su frustración al ver que, la
educación, no produce tantas riquezas, después de todo. La tercera parte, es en estos términos:

“Cuando todavía era yo joven, mi padre me dijo:


Sólo busca verte prosperar y aprende tu abecé.
Verás tú al tipo, mi hijo, que solía a veces caminar –
Pues ahora monta un magín de mula gorda como puerco…
Al comenzar la escuela – ¡solo piensa! – nunca vio un baño
Y ahora – ahora, tres por semana moja su precioso… cuerpo”.
[…]
Así que estudié mis lecciones y me esclavicé y leí.
[…]
¡Ah por poco de comida, migajas, mira mis lágrimas!
¡Maldigo los días que fui al colegio, maldigo los años perdidos!
[…]
¡Que el diablo se los lleve, que vayan juntos al infierno
y maldito el día que me enviaron al colegio!
¡A aprender, dijeron, mi abecé, de lo que ganaría bien…!
[…]”
Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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