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DE CÓMO DECIDÍ HACER ALGO CON MI VIDA.

Todavía recuerdo como si fuera ayer mi primer contacto con el mundo


de los computadores. Corría el año 1993, tenía 12 años y en mi
colegio dictaban un curso gratuito de sistemas para los alumnos que
quisieran tomarlo como actividad extra curricular.

En ese entonces los computadores eran unas máquinas


aterradoramente antipáticas con una pantalla negra o en su defecto
azul con letras blancas en las que para hacer cualquier cosa se debía
teclear un comando que no sobrepasara las ocho letras. La
información se guardaba en unos discos enormes e incómodos de 5
¼” o para mayor capacidad en unos de 3 ½” que guardaba la
asombrosa cantidad de 1,44 MB.

Obviamente no duré mucho en ese curso, pues prefería andar


jugando Súper Nintendo o dándole patadas a un balón en lugar de
aprendiendo aburridos comandos con un profesor que trataba de
hacernos entender a nuestras despreocupadas cabecitas que el
mundo del mañana iba a estar dominado por los computadores.

Tan poca atención le presté a esas palabras y cuánta razón tenía el


ingeniero al anticiparnos lo que sería la realidad en el hoy.

Después de ese primer intento fallido con las tecnologías de la


información, pasaron cinco años para volver a tener contacto con los
computadores.

Estaba en mi primer semestre de Administración de Empresas en la


USCO y debía presentar un trabajo escrito con las normas ICONTEC.
En casa de mi tío estaba pensando en desempolvar la vieja máquina
de escribir Olivetti para practicar lo que había aprendido de
mecanografía en el colegio cuando mis primas, que para ese
entonces me llevaban años luz en el manejo de los sistemas, me
sugirieron que lo hiciera en el computador. Aquel aparato que en
otrora me pareciera tenebroso, hoy me mostraba una cara más
amable, más cordial y más cercana a lo que esperaba de una
máquina que supuestamente debía hacerme la vida más fácil.

Algunos meses después ese viejo equipo vino a dar a mis manos
porque mi tío consideró que debía involucrarme más con el mundo de
los computadores y las nuevas tecnologías.

Se puede decir que ese detalle cambió mi vida para siempre, porque
ese computador fue mi punto de entrada y mi conejillo de indias para
por mi cuenta y riesgo aprender todo lo referente a ese mundo que
cada vez se me hacía menos aterrador y más amable

Luego vino el Internet, esa súper autopista de la información de la


que se empezaba a hablar con más frecuencia y a la que obviamente
no podía permanecer ajeno, ya que si había metido las manos, ¿por
qué no meter los codos?

Paralelo a mi formación autodidacta en los sistemas, seguía


estudiando mi carrera de Administración de Empresas a la que le
estaba perdiendo el interés. Los problemas económicos que
aquejaban a mi familia, graves problemas de salud de mi mamá y
otra serie de circunstancias me hicieron desfallecer y abandonar mi
carrera.

Ahora pienso que fue una mala decisión porque a estas alturas del
partido ya estaría graduado y hasta ejerciendo mi carrera; pero trato
de no pensar en aquello que pudo haber sido pero no fue, todas las
cosas en esta vida pasan por una razón y de todas las dificultades
que afrontamos, debemos sacar una lección y yo aprendí la mía y
nunca más vuelvo a dejar iniciado un proyecto.

Hace un año y unos meses la vida me brindo una oportunidad de oro:


andaba por el mundo sin oficio ni beneficio, viviendo a expensas de
mis padres, sin un título con el cual salir a buscar trabajo, con la
confianza de la gente que me patrocinó un proyecto totalmente
defraudada y sin las menores esperanzas de que la cosa cambiara.
Pero como una bendición de la vida, de Dios o de cómo ustedes
quieran llamarlo, mi hermana me aviso de cursos en el SENA.

Cuando vi disponible el curso de Tecnólogo en Administración de


Redes de Computadores, me pareció un nombre muy ostentoso, un
título como para lucirse con los demás, pero como ya tenía un poco
de experiencia en el tema luego de haber acumulado experiencia en
varias partes donde iba mas por el amor al trabajo que por el sueldo
que me pagaban. Había llegado el momento de profesionalizarme en
lo que tanto me ha gustado.

Tal vez pareciera como si en la vida todo se me hubiera presentado


muy fácil y en parte ha sido así. Tuve una infancia feliz, todo lo que
necesitaba lo tenía. En mi adolescencia fue igual. Por eso pienso que
veía la vida desde una perspectiva tan relajada, porque nunca aprendí
a valorar el esfuerzo de quienes trabajaban para darme lo que
necesitaba.

Ahora veo que no todo es así de simple, ahora que no tengo mayor
respaldo económico de quienes antaño me sostenían. Por una parte,
quien fue mi soporte monetario, o sea mi papá, se cansó de
mantenerme o ya no tiene esa capacidad, no lo sé ni le voy a
preguntar las razones que tuvo para hacerlo. En parte también
porque el SENA empezó a cambiar mi mentalidad, debo responder por
mí mismo. Me cansé de ser una carga para los demás, para la
sociedad.

No es que quiera excusarme, porque me avergüenza reconocer que


he tenido una vida relajada, pero he tenido atenuantes. Quien me
dotó de estas capacidades mentales, lo dejó con algún cable pelado
por dentro y de vez en cuando hace corto y por si fuera poco, los
controladores del dispositivo de audio están fallando así que se me
dificulta entender lo que otros dicen.

Pero, si hay otros que están en una situación más calamitosa que yo,
con menos capacidades estudian, se gradúan, trabajan y llevan una
vida normal, ¿por qué yo no lo puedo hacer? Así que dejo de un lado
esas excusas infantiles, como puedo trato de hacer bien mi trabajo,
estudiar con todo mi empeño y destacarme entre la mediocridad
reinante porque la verdad es que esto me apasiona.

En el mediano plazo me veo ejerciendo mi carrera, con mi propia


empresa de outsourcing de IT, generando empleo, difundiendo la
palabra que nunca quise oírle al ingeniero que me dijo que los
computadores eran el futuro, demostrarme a mí mismo de lo que soy
capaz, recuperando la confianza a aquellos que defraudé,
retribuyendo a aquellos que fueron y han sido mi sostén no sólo
económico sino también moral a pesar de las muchas diferencias que
podamos tener y ante todo, siendo feliz con mi profesión que está por
encima de cualquier retribución monetaria que pueda recibir

Para concluir, quisiera agradecer a esa persona que me hizo descubrir


mi verdadera vocación, que ha despertado en mí las ganas de
aprender más de lo que tal vez ya sabía y le ha dado un vuelco a mi
vida. No quiero decir su nombre pero de todos modos gracias… le
debo mucho.

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