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Por:
Elkin Martínez López
MD. MSC. MPH.
Desde este punto de vista, quien realiza una terapia hace promoción, pues busca librar al
paciente de un padecimiento específico. Quien hace rehabilitación también hace
promoción de la salud, pues intenta habilitar de nuevo a un individuo que perdió temporal
o parcialmente su capacidad funcional habitual, el único momento en el cual no sería
posible la promoción de la salud es cuando una persona fallece, pero aún los intentos de
resucitación cabrían dentro de está amplia concepción de la promoción de la salud.
La pregunta obvia es... será esto posible? Y en caso de ser posible, que hay que hacer
para lograrlo?
DETERMINANTES DE LA SALUD
Para actuar sobre el estado de salud es necesario conocer los factores que la determinan.
Modernamente el modelo propuesto por el Dr. Mark Lalonde, sobre los cuatro grandes
determinantes de la salud, es ampliamente aceptado.
Se reconocen factores del AMBIENTE social, económico, cultural y físico, los cuales si
bien pueden alterarse, en general su modificación es difícil y depende de fenómenos
colectivos o naturales de gran magnitud.
Estar los factores relacionados con los SERVICIOS DE SALUD, calidad, accesibilidad,
diversidad, tecnología como oportunidad, etc. Éstos en cierta forma serían también parte
del entorno social y económico de los individuos.
Por último, están los factores del ESTILO DE VIDA, los cuales son imputables al
individuo, a su libre albedrío, a su forma particular de decidir sobre su vida cotidiana. La
actividad física que realiza, los alimentos que ingiere, las formas de recrearse que adopta,
sus pensamientos, su aceptación o negación al cigarrillo, las drogas, el alcohol etc.
Las cosas bien así desde hace mucho y seguirán de la misma forma quizás
indefinidamente, si no fuera por el brusco despertar al cual nos obliga, el reajuste sectorial
del país como forzado a su vez por análisis de tipo económico de un nuevo ordenamiento
mundial y apoyado coyunturalmente por análisis de tipo epidemiológico. Sencillamente los
costos de la atención m se édica restaurativa y curativa en todo el mundo muestran un
crecimiento insostenible que no se acompañan de un correspondiente mejoramiento del
estado de salud de las personas y de las comunidades. Las economías personales,
familiares o estatales no soportan la carga generada por las enfermedades modernas y
ello determina que el imperativo sea la prevención. Como dirían algunos, ya no podemos
darnos el lujo de desatender la prevención, es un lujo demasiado costoso en lo económico
y en lo social.
Pero todavía existe una estrategia que como dijimos va más allá de la prevención, es la
promoción de la salud! y todo aquello que hacemos para que las personas permanezcan
sanas, pero no solamente exentas de enfermedad sino en proceso de alcanzar o en plena
posesión del más alto nivel posible de bienestar físico y mental.
Las experiencias exitosas en otras partes del mundo son muy alentadoras; en algunos
países se ha podido registrar marcada disminución en la incidencia de enfermedades
crónicas, en el transcurso de los últimos años y gracias en buena medida a intervenciones
orientadas a la difusión y adopción de estilos de vida saludables en la población.
Lo que es claro es que el mundo ha cambiado, han cambiado con él las reglas del juego.
La prevención y la promoción ya no son tan sólo palabras bonitas, son la mejor, o tal vez
la única alternativa que nos queda, si es que queremos reducir contundentemente la
enfermedad y aumentar la duración, la calidad y el disfrute de la vida.
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