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Espirituales
Los valores son razones y afectos de la propia vida humana que se vive en la
experiencia diaria. Karol Wojtyla (1982) en su libro “Max Scheler y la ética cristiana”,
afirma que los valores constituyen los datos originarios de aquellas experiencias
emotivas que puedan constatarse y determinarse por vía experimental. Pues los
valores no pueden separarse de la experiencia vivida, de las diversas experiencias
del hombre. Los valores se identifican con cualquier objeto material o espiritual que
al satisfacer una necesidad humana, son interiorizados y aprehendidos a través de
su propia experiencia vital, esto da un sentido personal a las significaciones del
mundo exterior en este caso la realidad en que está inserto.
Por eso los valores se forman en el proceso de socialización bajo la influencia de
diversos factores que pueden ser familiares, ya sea escuela, o el medio social, etc.
En la medida en que los seres humanos se socializan y la personalidad se regula de
modo consciente, se va estructurando y se va formando una jerarquía de valores
que se va haciendo estable, en cada persona humana a lo largo de su vida, aunque
puede variar en las distintas etapas de desarrollo y situaciones concretas. Por eso,
los valores son determinadas maneras de apreciar ciertas cosas importantes en la
vida por parte de los individuos que pertenecen a un determinado grupo social o
cultural.
Gonzalo Morales (2005) afirma, que un valor es algo importante que nos atraen
emocional e intelectualmente, comprometiendo total y profundamente las energías
vitales de una persona o un grupo en la consecución de un bien espiritual o
material, generando actitudes positivas permanentes, porque da sentido a la vida,
satisface las necesidades fundamentales y realiza las aspiraciones de un ser
humano.
Según los términos de la antropología filosófica el valor es todo aquello que permite
dar un significado y una dignidad a la existencia humana, todo lo que colabora a que
la persona sea, cada vez, más plenamente persona, en el sentido adecuado de la
palabra. “Por ello, el valor no es sólo el bien-en-sí sino el bien-para-mí. El hombre es
el centro, el lugar y el fin de los valores” (Valverde, 2000,185). Con valores la
persona puede desarrollar su propia naturaleza. Por eso el valor es algo estimable.
Está claro que hay realidades que siempre los valores son objetivos para la persona,
siempre conducen a un desarrollo del ser personal: la actitud de servicio, el respeto
a los demás, el culto a Dios, etc. Filósofos griegos como Sócrates, Platón y
Los valores son inseparables de la ética. Esto es natural, porque todo lo relacionado
con el hombre implica una dimensión ética. Por eso, educar en valores es una
educación en libertad y para la libertad; esta es la base de la ética. Así pues, no es
suficiente conocer los valores, sino que hay que integrarlos en la propia vida. El
hombre posee un conocimiento operativo que le permite establecer la diferencia
objetiva entre el bien y el mal y también de la posibilidad que el hombre tiene de
realizar actos buenos o malos. Por eso, “los valores son propiedades objetivas del
ser, lo que justifica que el ser sea lugar de no ser. Desde el punto de vista subjetivo
son indicadores por la conducta humana; maneras de ordenarse bien y tener sentido
dicha conducta”. (Guardini, 2000, 23).
Los valores son pautas que guía nuestra conducta. Sólo el hombre es capaz de
trascender del estímulo al sentido, en definitiva darle un valor a los hechos, es capaz
de estimar más o menos, calificar de bueno, malo, adecuado o incorrecto un hecho
fáctico y concreto. Las personas nos preguntamos constantemente acerca del
significado de nosotros mismos, de lo que hacemos y del mundo que nos rodea.
Esto es un indicador de que las personas tenemos necesidad de encontrar un
sentido, de obrar con propósito claro, de saber a dónde nos encaminamos y por qué
razón.
lo bueno y lo malo, por eso su obrar siempre está orientado hacía el bien. El
hombre, creado por Dios, con todas las capacidades, está llamado a vivir
santamente en su vida cotidiana, como buen cristiano. Además está llamado a
cultivar los valores humanos y espirituales, sobre todo los valores que ayudan al
hombre crecer en la fe, en el amor a Dios y también al prójimo, esto es posible
mediante la práctica de las virtudes teologales y cardinales que son esenciales para
el crecimiento y la formación de la vida espiritual. Con la práctica de virtudes, la fe
cristiana se fortalece para una vida más coherente y más humana.
Jesucristo, a través de su enseñanza siempre invita a practicar valores espirituales
como la fe, el amor, el perdón, la misericordia que ayudan a desarrollarse al hombre
plenamente. Pues para el desarrollo de los valores espirituales es importante la
práctica de las virtudes teologales y cardinales, que perfeccionan al hombre en su
vida interior. Estas virtudes ayudan al hombre a vivir más intensamente su vida
interior que es la base de su identidad cristiana. En la persona de Jesús,
encontramos muchas acciones, actos internos y externos, que tienen un valor moral;
como la oración, el amor a los enemigos, la bondad para con las demás personas, la
sinceridad, la pobreza, el sacrificio, etc. Jesús definió esos valores en su enseñanza
y en la experiencia con la gente que le acompañaba.
Karol Wojtyla (1982) en su libro Max Scheler y la ética cristiana. Afirma que los
valores son objeto de experiencia propio del hombre. Los valores constituyen los
datos originarios de aquellas experiencias emotivas que pueden constatarse y
determinarse por vía experimental, específicamente es objetiva, por eso los valores
no pueden separarse de la experiencia vivida. La personalidad del hombre se
encuentra estrechamente unida a la experiencia de los valores espirituales. Todos
los valores espirituales son, además valores personales, es decir, propios de la
persona. La persona es, por tanto de unidad peculiar de los valores espirituales. Por
forma de unidad no ha de entenderse necesariamente sólo el sujeto que
experimenta determinados valores, sino también el sujeto con quien éstos se
relacionan. De hecho, la forma más alta de unidad para los valores espirituales, es el
Dios personal.
Los valores constituyen componentes esenciales en la vida de los seres humanos,
es imposible imaginar la vida humana sin valores. El hombre sin valores carece de
sentimientos de la humanidad. Los valores humanizan la convivencia ya que somos
seres sociales por naturaleza. Una vida con valores se vuelve más rica en sí misma,
porque la vida está hecha de la vida diaria, cada suspiro es vida. Pero hay valores
más profundos que ser humano necesita para interiorizar su vida, estos valores
generalmente están ligadas a un ser superior que es Dios.
Los valores espirituales son los objetivos que debe alcanzar un creyente, a los ojos
de Dios. La vivencia de los valores espirituales como un bueno cristiano, transciende
hacía la salvación y a la vida eterna.
Dios al crear todas las cosas, todo lo hizo bien. (Gen. 1,31). Cada una de las
criaturas de Dios, contiene en su propia naturaleza, una diversidad de bienes, es
decir valores. La persona humana con ayuda de su razón reconoce sus bienes, los
valora, los estructura y los eleva a la dimensión sobrenatural al reconocerlos como
dones de Dios. “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son
llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40).
Todos los hombres son llamados a la santidad: “Sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto” (Rm 8, 28-30).
2.4.1 Testimonio de Fe
“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha
dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma”.
(C, 1814). Por la fe el hombre se entrega libremente a Dios, también se esfuerza por
conocer y hacer según la voluntad de Dios. San Pablo en su carta a los Romanos
(Rm 1, 17) afirma “el justo vivirá por la fe”.
El creyente en Cristo debe testimoniarla con firmeza la fe que ha profesado. Pues la
fe sin obras está muerta. Pues está “privado de la esperanza y de la caridad, la fe,
no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su cuerpo” (C.
1814).
El testimonio de la fe es requerido para la salvación. Las palabras de Jesús, son
claras para todos los creyentes que buscan la salvación mediante la fe. (Vea anexo
nº 5)
Alex Rosal (1998) en su libro sobre Juan Pablo II recoge algunas frases y
comentarios sobre la santidad.
1. La santidad, más que una conquista, es un don que se concede: el amor de Dios
se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha dado.
4. Todos están llamados a amar a Dios con todo su corazón y con toda el alma, y a
amar al prójimo por amor a Dios. Nadie está excluido de esta llamada tan clara
de Jesús. Vosotros, por tanto, “sed pues, perfectos, como perfecto es vuestro
Padre celestial”. (Mt. 5, 58).
adoramos sobre todo a Él mismo, el Dios Santísimo. Y entre todas las obras de
Dios, la más grande es la santidad de una criatura: la santidad del hombre.
2.4.1 Caridad
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a
nuestro prójimo como a nosotros mismo por amor a Dios. Por eso “la caridad guarda
los mandamientos de Dios y de Cristo”. (C, 1824)
La caridad tiene por frutos el gozo, la paz interior y la misericordia. Pues exige la
práctica del bien y la corrección fraterna entre hermanos y prójimos. “La práctica de
la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos
de Dios”. (C, 1828).
La caridad es muy importante, puesto que los valores de la verdad, de la justicia y de
la libertad, nacen y se desarrollan de la fuente de interior de la caridad. Solamente la
caridad, “…puede animar y plasmar la actuación social para edificar la paz, en el
contexto de un mundo cada vez más complejo”. (DSI, 207).
claro que las Matemáticas o la Física lo tienen más complicado para desarrollar
valores.
b. Los valores se desarrollan por unidades didácticas transversales. Para ello se
identifican algunas unidades de aprendizaje tales como la educación para la paz,
para la igualdad, el respeto a la naturaleza.