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Vudú: Algo más que simples muñecas

Por: Patricia Díaz Terés


“Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la
mente”.
Robert Bolt
Durante siglos el continente africano ha albergado en sus más recónditos santuarios,
innumerables misterios que han resultado tan fascinantes como aterradores para el hombre
occidental; al mismo tiempo, debido a su progreso científico y tecnológico, el resto del mundo ha
sido obligado a transformarse en un casi impotente testigo de las más desoladoras miserias
humanas, las cuales se muestran día a día en las conflictivas y aún tribales naciones del
continente negro.
El progreso de la humanidad ha resultado de esta manera, por decir lo menos,
desequilibrado. Mientras en países como Japón, Noruega o Estados Unidos los vertiginosos
avances de la tecnología casi le han arrebatado a la sociedad su capacidad de asombro; del otro
lado del mundo en países como Ghana, Togo o el Congo, todavía se pueden observar ritos y
ceremonias que tienen más de trescientos años de antigüedad, y que aún son ejecutados con
fervorosa devoción por todos los participantes.
Así, en la frontera entre la magia y la realidad, el mito y la verdad, podemos encontrar una
fascinante –y en ocasiones peligrosa- religión, que se ha propagado paulatinamente en ciertas
regiones del planeta y que su travesía, ha adoptado diferentes matices y características
dependiendo del sitio de su alojamiento: el vudú.
Se cuenta que el origen del vudú puede ubicarse en las tribus Fon, Yoruba y Ewe que
habitan en el territorio bañado por el Golfo de Benín –desde Ghana hasta Nigeria-; con
marcadas similitudes, los dos primeros pueblos explican el origen de la Tierra narrando cómo un
dios –Olorun para los primeros y la dicotomía Mawu-Lisa para los segundos-, creó todo aquello
que rodea a los hombres.
De igual forma, una leyenda explica cómo los dioses vudú fueron llevados a Dahomey
(Benín) por una mujer de nombre Wandjele quien, durante el reinado del cuarto monarca de
dicho país –Agaja (1708-1732)- convenció a este pueblo de que eran sus divinidades las que
podían restaurar el orden natural en su deteriorada forma de vida. El rey prestó oídos a sus
afirmaciones y, tomándola por esposa, adoptó también sus creencias y con esto –según el relato-
volvió la paz y la cordura a la comunidad.
Actualmente, y en buena parte gracias a la labor del creativo Hollywood, el vudú en
muchas ocasiones ha quedado reducido a la utilización de muñecas empleadas para hacer sufrir
al enemigo sin temor a ser descubierto o a tener que enfrentar cara a cara a la víctima elegida; sin
embargo, en realidad la misión de los dioses de esta religión –de acuerdo con su doctrina- es la
de conservar la fertilidad, la salud y la felicidad en el mundo, y no como puede llegar a creerse,
la de servir a retorcidos individuos como instrumento de castigo y venganza.
De acuerdo con su particular teogonía –origen de los dioses del paganismo-, las
benévolas tareas son llevadas a cabo por los hijos de Mawu (Luna-femenina)-Lisa (Sol-
masculino), en especial por los tres mayores de nombre Sagpata, Sogbo y Agbe, quienes tienen
la encomienda de servir como medio de comunicación entre su padre-madre y los seres
terrenales, a la vez que gobiernan a estos últimos.
Así todo este bagaje místico, durante la época de las colonias, viajó con la población
negra en los barcos negreros hacia distintos lugares de América, en particular a las Antillas,
donde en las islas de Haití y Santo Domingo encontró las condiciones idóneas para arraigarse.
Haití fue una colonia española, en la cual el tráfico de esclavos comenzó en los albores
del siglo XVI. En 1697, España cedió a Francia la parte occidental conocida como La Española.
De este modo, en el siglo XVII la isla se convirtió en la colonia francesa más fructífera gracias a
sus enormes plantaciones, mismas que requerían una nutrida mano de obra para su
mantenimiento y cuidado, por lo que la población sometida superó en número a la pequeña clase
gobernante.
Después de la Revolución Francesa (1789), la reducida élite opresora fue perdiendo
poder, teniendo esto como consecuencia una revolución en Haití que duró hasta 1804, año en
que el territorio conquistó su independencia.
Una de las características que permitieron a los cautivos dar continuidad a sus creencias
fue el secreto absoluto que rodeaba sus ritos, mismos que combinaron con las ceremonias
católicas para cumplir con la ley que prohibía terminantemente el ejercicio del vudú.
De esta forma, la mitología original se fue mezclando poco a poco con rituales mágicos y
exóticos, pero algunos de los más famosos como las muñecas -en las cuales al clavar alfileres se
inflige dolor en el enemigo-, proceden con mayor seguridad de las prácticas ocultistas
medievales llevadas a cabo en Europa por lo que, tal vez, una de las costumbres más populares
del vudú haya sido enseñada a los esclavos por sus amos europeos.
Por otro lado, en Santo Domingo se abandona el “vodu” dahomeyano para rendir culto
a familias de espíritus llamadas nanchon, denominando a cada uno de los integrantes lwa, misté
(misteriosos) o zanj (ángeles).
Pero mientras en Haití no surgió –o al menos no con la misma repercusión- una figura
importante entre los fieles al vudú, en Santo Domingo apareció el brujo François Makandal
quien creó una gran cantidad de venenos que se utilizaron para despachar sigilosamente a los
opresores blancos, a la vez que elaboró varias clases de talismanes o guardacuerpos, que eran
otorgados a los rebeldes para lograr invulnerabilidad ante las armas de fuego; estos artilugios
fueron posteriormente conocidos como makandales y prohibidos oficialmente por el gobierno.
Siendo el vudú tan versátil como sigiloso, la falta de una estructura jerárquica, a
diferencia de otras sectas de origen africano afianzadas en Sudamérica como los Umbanda o el
Candomblé –especialmente en Brasil y Uruguay-; le permitió adaptarse a las diferentes
características de las poblaciones en las que se ha extendido, llegando así a tener, por ejemplo,
una singular teatralidad en el territorio norteamericano de Nueva Orleáns, donde se produjo la
más grande celebridad vudú, Marie Laveau, reina imperante de esta religión en el siglo XIX y
principios del XX.
Apasionantes y muy amplias han resultado tanto la historia como las implicaciones del
vudú, motivo por el cual en la siguiente entrega, y aprovechando la cercanía de las fiestas de
Todos los Santos y Día de Muertos, explicaremos con mayor detenimiento la estrecha relación
que existe entre esta religión y la muerte, sus ritos y algunos mitos.

FUENTES:
“El vudú, los demonios y el nuevo mundo encantado”. Aut. Daniel Cohen. Ed. Diana. Méx.
1974.
“Los Misterios del Vudú”. Aut. Laënnec Hurbon. Ediciones B. Trieste, Italia, 1998.
“¡Saravá!” Aut. Carol L. Dow. Ed. Integral. Barcelona, España, 1999.
“Corazón de África: La magia de un continente” Aut. Klaus E. Müller y Ute Ritz-Müller. Ed.
Könemann. Colonia, Alemania, 1999.

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