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Meditación

J. Krishnamurti
«MEDITACIÓN»
-J. KRISNAMURTI-

No podemos ponernos a meditar: ello tiene que suceder sin uno proponérselo. Si lo
intentamos, si preguntamos cómo hacerlo, entonces el método no solo nos condicionará más
adelante, sino también fortalecerá nuestro actual condicionamiento.
La meditación es realmente la negación de toda la estructura del pensamiento. El
pensamiento es de índole estructural, razonable o irrazonable, objetivo o malsano, y cuando trata de
meditar, partiendo de la razón o de un estado contradictorio y neurótico, inevitablemente proyecta
AQUELLO QUE ES, y tomará su propia estructura como una seria realidad. Es como el creyente que
medita en su propia creencia; fortalece y santifica aquello que él ha creado por temor. La palabra es
el cuadro o la imagen cuya idolatría se convierte en el objeto buscado.
El sonido construye su propia jaula, luego el sonido del pensamiento es de la jaula, y es esta
palabra y su sonido lo que divide al observador de lo observado. La palabra no es solo una unidad
del lenguaje, no sólo un sonido, una reminiscencia de algún hecho que desata el movimiento de la
memoria, del pensamiento. La meditación es la ausencia completa de esa palabra. La raíz del temor
es el mecanismo de la palabra.
Llegaba la primavera y en el bosque todo estaba extrañamente apacible. Había pocas hojas
nuevas, y el cielo no mostraba aún ese intenso azul que viene con el en canto de la primavera. Las
castañas no habían brotado todavía, pero brotaba en el aire el temprano aroma de la primavera. No
había casi nadie en esa parte del bosque, y se podía oír pasar los automóviles a la distancia.
Caminábamos al amanecer y se percibía esa suave sutileza de la primavera temprana. El habla
estado discutiendo, cuestionando y preguntando qué debía hacer. «Parece tan interminable este
constante análisis y exámen introspectivo esta vigilancia. He probado tantas cosas: los gurús
nítidamente rasurados y los gurús barbudos; los diversos sistemas de meditación -Ud conoce el saco
completo de tretas y todo ello deja a uno más bien con la boca seca, y vacío».
¿POR QUE NO EMPEZAMOS POR EL OTRO EXTREMO, EL EXTREMO QUE UD. NO CONOCE
DESDE LA OTRA ORILLA QUE NO NOS ES POSIBLE VER DESDE ÉSTA?. Comience por lo desconocido,
mas bien que por lo conocido, pues esta constante investigación, análisis, sólo fortalece y
condiciona más lo conocido. Si la mente viviera partiendo del otro extremo, entonces no existirían
estos problemas.
«PERO CÓMO VOY A EMPEZAR DESDE EL OTRO EXTREMO? NO LO SÉ, NO PUEDO VERLO».
Cuando Ud. pregunta «¿como voy a comenzar desde el otro extremo?» está todavía
haciendo la pregunta desde este extremo. DE MODO QUE NO PREGUNTE, PERO SALGA, COMIENCE
DESDE LA OTRA ORILLA, DE LA CUAL NADA SABE; DE LA OTRA DIMENSIÓN QUE EL PENSAMIENTO,
con su astucia, no puede captar. Permaneció en silencio por algún tiempo, y un faisán pasó volando.
Se veía brillante en el sol, y desapareció bajo los arbustos. Cuando reapareció un poco más tarde,
había cuatro o cinco faisanes hembras casi del color de las hojas muertas, y el gran faisán macho se
erguía majestuosamente entre ellas.
El estaba tan ocupado que nunca se fijó en el faisán, y cuando se lo señalamos, dijo: «¡Qué
hermoso!». -que eran meras palabras porque su mente estaba ocupada en el problema de cómo
empezar con algo que desconocía. Un lagartijo madrugador, largo y verde, descansaba sobre una
roca dándose un baño de sol.
«No sé como voy a empezar desde ese extremo. No entiendo realmente esta vaga
afirmación, esta aseveración que, por lo menos para mí, no tiene mucho sentido. Yo sólo puedo
dirigirme hacia lo que conozco».
Pero, ¿que conoce Ud.? Ud. conoce sólo algo que ya está terminado, que ya pasó. Ud. sólo
conoce el ayer y nosotros estamos diciendo:
«EMPIECE DESDE AQUELLO QUE DESCONOCE, Y VIVA PARTIENDO DE ALLÍ».
Si Ud. dice «¿Cómo puedo yo vivir desde allí?», entonces está Ud. invocando el patrón del ayer.
Pero si Ud. vive con lo desconocido, está viviendo en libertad, actuando en libertad, y, después de
todo, eso es amor. Si Ud. dice, «Se lo que es el amor», entonces no sabe lo que es. Seguramente que
no es un recuerdo, un recuerdo de placer. Como no lo es, entonces viva con aquello que desconoce.
«Realmente no se de está hablando. Está empeorando el problema».
ESTOY PREGUNTANDO ALGO MUY SIMPLE. ESTOY DICIENDO QUE MIENTRAS MÁS AHONDA,
MAS ENCUENTRA.
El mismo acto de cavar es el condicionamiento, y con cada palabra se construyen peldaños
que no conducen a ninguna parte. Ud. quiere que se le hagan nuevas escalinatas, o quiere Ud.
mismo dar los pasos que conducirán a una dimensión totalmente diferente. Pero como no sabe cuál
es esa dimensión -de hecho no especulativamente- entonces, cualquier paso que dé o trace solo
puede conducir a aquello que ya se conoce. De modo que escuche todo esto y empiece por el otro
extremo, permanezca en silencio y lo descubrirá.
«PERO NO SÉ COMO MANTENERME EN SILENCIO».
Ahi está Ud. de nuevo en el «cómo», y no hay final para el como. Todo lo que se conoce
esta en el lado falso. Si uno sabe, ya está en su propia tumba. EL SER NO ES EL CONOCER.
El silencio posee muchas cualidades. Existe el silencio entre dos ruidos, el silencio entre dos notas y
el silencio que se va expandiendo en el intervalo entre dos pensamientos. Hay ese silencio peculiar,
sereno, penetrante, que emana de un atardecer en el campo; hay el silencio a traves del cual se oye
el ladrido de un perro a la distancia o el silbido de un tren según va subiendo precipitadamente la
pendiente; el silencio en una casa donde todo el mundo duerme, y su enfasis peculiar cuando uno se
despierta a la medianoche y escucha el grito del búho en el valle; y hay ese silencio anterior a la
respuesta de la hembra del búho. Está el silencio de una vieja casa desierta y el silencio de una
montaña; y el silencio que comparten dos seres humanos cuando han visto la misma cosa, han
sentido lo mismo, y han actuado.
Esa noche, particularmente en el valle lejano, que mostraban los más viejos montes con sus
rocas de formas extrañas, el silencio era tan real como la pared que uno tocaba. Y por la ventana se
contemplaban las brillantes estrellas. No era un silencio que surgiera por generación propia; ni que
la tierra estuviera tranquila y los aldeanos dormidos, sino que procedía de todas partes -de las
estrellas distantes, de aquellos montes oscuros y de la propia mente y corazón. Este silencio parecía
cubrirlo todo, desde el menudo grano de arena en el lecho del rio que solo sabía de agua corriente
cuando llovía hasta la alta y desparramada higuera y una leve brisa que empezaba a soplar. Existe el
silencio de la mente que nunca es afectada por ruido alguno, por algun pensamiento o por el soplo
pasajero de la experiencia. Es este silencio el que es inocente y, por tanto, infinito. Cuando hay
silencio de esta clase en la mente, la acción surge de él, y esta acción no causa confusión ni
desdicha.
La meditación de una mente que se halla en completo silencio es la bendición que el hombre
está siempre buscando. En este silencio están todas las cualidades inherentes al silencio mismo.
La mente meditativa contiene todas las variedades, cambios y movimientos del silencio. Esa
es la mente de veras religiosa, y el silencio de los dioses es el silencio de la tierra. La mente
meditativa fluye en este silencio, y es el amor su línea de conducta. En este silencio hay risa y
bienaventuranza.
La meditación es el despertar de la dicha, pertenece a los sentidos y los trasciende. No tiene
continuidad porque no pertenece al tiempo. La felicidad y el gozo de la relación, el espectáculo de
una nube que va llevando la tierra consigo, y la luz de la primavera sobre las hojas, producen deleite
a la vista y a la mente. El pensamiento puede cultivar este deleite y darle duración en el espacio de
la memoria, pero esa no es la dicha de la meditación, en la cual está contenida la intensidad de los
sentidos. Los sentidos deben agudizarse y en ninguna forma debe distorsionarlos el pensamiento ni
la disciplina de la conformidad y de la moralidad social.
La libertad de los sentidos no está en su gratificación; la gratificación es el placer del
pensamiento. El pensamiento es como el humo de un incendio, y la dicha es el incendio sin la nube
de humo que hace brotar lágrimas a los ojos. El placer es una cosa y la dicha es otra. El placer es la
esclavitud del pensamiento, y la dicha está más allá y por encima del pensamiento. La base de la
meditación es la comprensión del pensamiento y del placer con la moralidad de éstos, y la disciplina
que conforta. La dicha de la meditación radica fuera del tiempo y de la duración; está más allá de
ambos y, por tanto, es inconmensurable. Su éxtasis no está en el ojo del espectador, ni es una
experiencia del pensador.
El pensamiento no puede tocarla con sus palabras y símbolos ni con la confusión que él
engendra; no es una palabra que pueda arraigar en el pensamiento y ser moldea da por él. Esta dicha
emana del completo silencio.
Una mente meditativa está en silencio. No es el silencio que el pensamiento concibe; es el
silencio que viene cuando el pensamiento -con todas sus imágenes, palabras y percepciones- ha
cesado enteramente. Esta mente meditativa es la mente religiosa -religión que no es alcanzada por la
iglesia, los templos o los salmos.
La mente religiosa es la explosión del amor. Este amor no conoce la separación. Para él lo
lejos está cerca. No es el uno o los muchos, sino más bien ese estado de amor en que cesa toda
división. Como la belleza, no se mide con palabras. Desde este silencio es que únicamente actúa la
mente meditativa.
La meditación nunca es rezo. La oración, la súplica, nace de la propia lastima. Ud. reza
cuando está en dificultad, cuando sufre; pero cuando hay felicidad, alegría, no hay suplica. Esta
lástima de uno mismo, de la cual está el hombre tan profundamente imbuido, es la raíz de ja
separación. Aquello que está separado, o se cree a sí mismo separado, buscando siempre
identificarse con algo que no está separado, solo trae más división y dolor. A causa de esta
confusión uno clama al cielo, al esposo o a una deidad de la mente. Este clamor puede traer alguna
respuesta, pero esta respuesta es el eco de la propia lástima, en su separación.
La repetición de palabras, de oraciones, es autohipnótico, autoinclusivo y destructivo. El
aislamiento del pensamiento está siempre dentro del campo de lo conocido, y la respuesta a la
oración es también de lo conocido.
La meditación es muy distinta de esto. El pensamiento no puede penetrar en este campo;
aquí no hay separación y por lo tanto, tampoco hay identidad. La meditación funciona abiertamente;
lo secreto no tiene lugar en ella. Todo está claro; se expone al descubierto; entonces, surge la
belleza del amor.
La meditación es el cese de la palabra. Como la palabra es pensamiento, la palabra no
produce el silencio. La acción que surge del silencio es enteramente distinta de la acción surgida de
la palabra; la meditación es la liberación de la mente de todos los símbolos, imágenes y recuerdos.
El acto en que la mente va liberándose de lo conocido, es la meditación. La plegaria va de
lo conocido a lo conocido; puede que produzca resultados, pero siempre están aún dentro del campo
de lo conocido -y lo conocido es el conflicto, la miseria y la confusión.
La meditación es la renuncia total a todo lo -que la mente a acumulado. Lo conocido es el
observador, y el observador solo ve a través de lo conocido. La imagen pertenece al pasado, y la
meditación es el cese del pasado.
En uno de los rincones apartados del césped, estaba sentado un hombre con las piernas
cruzadas y su bicicleta junto a él. Había cerrado sus ojos, y sus labios se movían. Se había
mantenido más de una hora y media en esa posición, completamente insensible para el mundo, para
los transeúntes y para el chillido de los loros. Su cuerpo estaba completamente inmóvil. En sus
manos tenía un rosario cubierto con un pedazo de tela. Aparte de los labios, sólo se podía ver el
movimiento de los dedos. Venía a este lugar todos los días al atardecer, y seguramente después del
trabajo diario. Era más bien pobre, bastante bien nutrido, y siempre venía a ese rincón y se quedaba
perdido en sí mismo. Si Ud. le hubiera preguntado, le hubiera dicho que estaba meditando,
repitiendo alguna oración o algún «mantra» -y para él eso era más que suficiente. Estaba solo sobre
el césped. Detrás de él había un jazmín floreciente; muchas flores caían al suelo, y la belleza del
momento lo rodeaba. Pero él nunca veía esa belleza, porque se hallaba perdido en la belleza de su
propia hechura.
La meditación no estriba en repetir la palabra ni en pasar por la experiencia de una visión, ni
en cultivar el silencio. La cuenta del rosario y la palabra, claro que aquietan la mente charlatana,
pero ello es una forma de autohipnosis. Y tendría el mismo efecto tomar un estupefaciente.
La meditación no es cosa de estar absorto en -alguna idea o imagen grandiosa; eso solo
aquieta a uno por un instante, del mismo modo que un niño absorto por un juguete se aquieta por un
momento. Pero tan pronto cesa el interés por el juguete, comienza de nuevo la inquietud y la
travesura.
La meditación no es el acto de seguir un sendero invisible que conduce a una dicha
imaginaria. La mente que medita está viendo vigilando, escuchando, sin palabras, sin comentarios,
sin opiniones atenta al movimiento de la vida en todas sus relaciones durante el día. Y por la noche,
cuando todo el organismo descansa, la mente meditativa no tiene sueños porque ha estado despierta
todo el día.
SOLO EL INDOLENTE TIENE SUEÑOS; solo el que se mantiene medio dormido necesita las
insinuaciones de su propia condición. Pero mientras la mente vigila, escucha el movimiento de la
vida, tanto el exterior como el interior. Sólo a una mente que así funciona, llega un silencio que no
es producto del pensamiento.
No es un silencio que pueda experimentar el observador. Si éste en realidad lo percibe y lo
reconoce, ya no es silencio. El silencio de la mente meditativa no se halla en las fronteras del
reconocimiento pues éste silencio no tiene límites. SÓLO HAY SILENCIO: AQUÉL EN QUE CESA EL
ESPACIO DE LA SEPARACIÓN.

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Uno de los mayores problemas en la vida es, sin duda, ver como nuestra mente se deteriora
y declina conforme envejecemos. Incluso se deteriora, a pesar de ser uno todavía muy joven. Y
también cuando uno se especializa dentro de cierta línea se pierde la visión global de toda el área
compleja de la vida. Debe ser un problema muy importante descubrir si de algún modo, es posible
detener ese deterioro. De esa manera la mente será siempre fresca, joven, clara y decisiva. ¿ES
POSIBLE, DE ALGÚN MODO, DETENER ESE DECLINAR?
Esta noche me gustaría entrar en el tema porque, para mí, la meditación es la liberación de la
mente con respecto a lo conocido. Y entonces surge la pregunta: ¿ES POSIBLE, DE ALGÚN MODO,
DETENER ESTE PROCESO DE DECADENCIA DEL CEREBRO Y TAMBIÉN DE LA MENTE? O sea la
decadencia de la entidad total. ¿ES POSIBLE, ADEMÁS, MANTENER LA PARTE FÍSICA, EL CUERPO
EXTRAORDINARIAMENTE VIVO, ALERTA, ETC.?
A mí me parece que este es un gran problema y por lo tanto, un gran reto que debemos
enfrentar. Ahora bien, la investigación de todo esto, no sólo la verbal, sino sobre todo la no verbal,
este examen, es meditación. Se abusa tanto de esta palabra meditación... Y hay tantos métodos de
meditación... Si nosotros comprendemos uno solo, comprenderemos todos los sistemas y métodos
de meditación. Pero el tema central sobre el cual vamos a hablar esta noche, es SI LA MENTE PUEDE
ALGUNA VEZ REJUVENECERSE A SÍ MISMA.

Veremos si la mente puede hacerse fresca, joven y libre de temor. Pero el hecho es que
existe el deterioro. Al mirarlo y tratar de trasladarlo o trascenderlo o de ir más allá de él, en
términos de una inclinación personal, ocurre esto: Se convierte en un asunto muy malo. PERO UNO
HA DE OBSERVARLO COMO SI ESTUVIERA FRENTE A UN ÁRBOL O UNA PUESTA DE SOL. Como si
mirara la luz que se refleja en el agua, el perfil de una colina azulada... simplemente observándolo...
Si así observamos el proceso que en realidad está teniendo lugar en cada uno de nosotros,
entonces iremos avanzando juntos. Pero si Uds. no pueden hacer esto, habrá un vacío y no
podremos caminar juntos. Aquí se trata del proceso total del vivir y este proceso, como puede
observarse, está siempre creando una imagen. Imagen acerca de nosotros mismos y acerca de los
otros, imagen a través de la experiencia y a través del conflicto. Nos damos cuenta de que en cada
uno hay una imagen de nosotros mismos que cada vez se va haciendo más fuerte y se va
cristalizando. Ese es el fin de este proceso. ¿Nos damos cuenta de eso? Y si nos damos cuenta.
¿CUÁL ES LA ENTIDAD QUE SE DA CUENTA DE LA IMAGEN? ¿Comprenden Uds. el problema? ¿ES
LA IMAGEN DIFERENTE DEL QUE HACE LA IMAGEN? ¿EL QUE HACE LA IMAGEN Y LA IMAGEN, SON
LA MISMA COSA? A menos que uno no entienda este hecho no podrá quedar claro lo que vamos a
tratar, comprenden? Percibo que tengo una imagen de mí mismo, soy esto o aquello, un gran
hombre o un hombre insignificante. Soy alguien, mi nombre es conocido, o no... Uds. conocen esta
estructura verbal acerca de uno mismo, y la no verbal, inconsciente u oculta. Me doy cuenta pues,
de que esa imagen existe. Y puedo darme cuenta totalmente y observarla plenamente. Entonces veré
que esta imagen se está formando de continuo, y el observador que se da cuenta de la imagen se
siente como diferente de ella. Así sucede y espero que lo estemos explicando claramente, el
observador se dice a sí mismo que esa imagen es el factor del deterioro. Por lo tanto debe destruir la
imagen para conseguir un mejor resultado para hacer que la mente sea joven, fresca y todo lo
demás. El lucha, da explicaciones, justifica, añade y se esfuerza por cambiarla en una imagen mejor.
Es muy importante comprender como actúan el esfuerzo y la lucha en sus distintas formas, sean
físicas o psicológicas. La competencia, la ambición, la agresión, la violencia, el orgullo, los
resentimientos acumulados, etc., son todos factores de deterioro.
CUANDO UNO SE DA CUENTA DE QUE EL OBSERVADOR ES EL QUE ELABORA LA IMAGEN,
ENTONCES TODO EL PROCESO DEL PENSAMIENTO SUFRE TREMENDO CAMBIO. La imagen es, pues,
lo conocido. Mientras toda la mente, en la cual se combinan el cerebro y el cuerpo, funcione dentro
del campo de la imagen, ¿Qué pasa? Uno puede ser consciente de ello o no, pero en este campo se
encontrará siempre el factor del deterioro. ¿Correcto? Por favor, no acepten esto como una idea
sobre la cual van a pensar cuando vayan a su casa, ya que de todos modos no lo harán. Es aquí que
estamos haciéndolo, abordando juntos el asunto, por lo tanto Uds. deben comprenderlo ahora.
Cuando vayan a su casa pueden decir: bien, he tomado notas y lo he entendido, voy a pensar sobre
el asunto. No tomen notas pues, porque esto no les ayudará en absoluto. Así, surge la pregunta: ¿ES
POSIBLE VACIAR LA MENTE DE LO QUE CONOCEMOS? ¿Comprenden Uds.? ¿Me estoy explicando
con claridad?

Puede ser que uno se haya planteado esta pregunta de un modo vago, o con un cierto
propósito porque uno sufre o tiene ansiedades. Y quizás uno piense que es posible ir más allá de
todo esto. Incluso uno puede tener vagos indicios de su posibilidad.
Ahora estamos preguntándolo directamente. Estamos haciendo una pregunta que debe ser
contestada, lanzando un reto para responder. Este reto no es externo sino interno, psicológico. Y
vamos a tratar de descubrir si es posible vaciar la mente de lo que conocemos. ESTE VACIAR LA
MENTE ES LA MEDITACIÓN. Ahora vamos a entrar en este tema y a explicarlo un poco más. Todos
los pueblos asiáticos están condicionados por esta palabra. Las llamadas personas religiosas y serias
también están condicionadas. A través de la meditación esperan encontrar algo que está más allá de
la existencia diaria. Para encontrarlo ellos emplean diversos métodos, muy sutiles o muy crudos,
como en el zen. Y también tienen el llamado concentración. Este consiste en fijar la mente en una
idea, pensamiento o símbolo. Y hay también diversas formas de estímulos. Todo esto tiende a
expandir la conciencia más y más a través de la voluntad, el esfuerzo, la concentración o la de
terminación a forzar. Y mediante esta expansión de la conciencia uno espera llegar a un estado
diferente, a una nueva dimensión. O espera llegar a un punto donde la mente consciente no puede
arribar. También suele uno tomar muchas drogas -que dan de momento, un estimulo tremendo a
todo el sistema. En esos estados uno experimenta cosas extraordinarias, sea a través del estímulo, la
concentración, la disciplina, el hambre y el ayuno.
Si uno ayuna durante varios días, evidentemente, suceden cosas muy peculiares. Y si uno
toma drogas esto hace que, de momento, su cuerpo sea extraordinariamente sensible, muy sensitivo.
Ud. ve colores especialmente extraordinarios como nunca antes, y ve las cosas con tanta claridad
que no hay espacio entre Ud. y la cosa. Todo esto está sucediendo, bajo diversas formas, a través
del mundo entero. También tenemos la repetición de palabras, y el recitado de oraciones por parte
de los religiosos para que la mente se calme y aquiete. Pero evidentemente también esto es una
trampa. Y si Ud. continúa repitiendo se embota y duerme y piensa que la mente está muy tranquila.
Eso no es meditación.
Uno debe dejar de lado todas esas cosas. Y aún cuando se haya comprometido con ello hay
que arrojarlo afuera. Espero que conforme Uds. vayan escuchando lo irán tirando, porque nos
estamos dirigiendo a algo más profundo que esas invenciones. Uno tiene que dejar todo eso, porque
cuanto más practique una disciplina, más embotada y mecánica se irá haciendo su mente. Este
proceso rutinario y mecanizante, en cierto modo, aquieta la mente, pero no es la quietud de la gran
energía de la comprensión. Vamos pues, a proseguir inquiriendo si es de algún modo posible liberar
la mente de lo conocido. No solamente de lo conocido que data de mil años, sino también del ayer,
es decir de la memoria.
Esto no quiere decir que me olvide de la calle o del camino de la casa donde vivo, o del
conocimiento tecnológico. Uno debe saber todo eso, evidentemente, pues es esencial, sino no
podríamos vivir. Estamos hablando de cosas que están a un nivel más profundo, al nivel profundo
donde la imagen está siempre activa. La imagen, que es lo conocido, está funcionando
continuamente. Y estamos hablando de si es posible que la mente se vacíe de esa imagen. Y que se
vacíe del creador de esa imagen, que es el observador.
EL VACIARSE DE ESO, DE LO CONOCIDO, ES LA MEDITACIÓN.
Solamente puedo comprenderlos cuando no tengo ninguna imagen acerca de Uds. como
sucede cuando nuestra relación es amigable. Si se trata de marido y mujer la relación surge entre la
imagen que él tiene de ella y la imagen que ella tiene de él. Toda nuestra relación se basa en eso.
SE VE MUY CLARAMENTE QUE SOLO CUANDO LA IMAGEN, QUE ES CONOCIMIENTO,
PENSAMIENTO, EMOCIÓN, NO INTERFIERE, UNO PUEDE VER Y COMPRENDER.
Esto nos ha sucedido a todos nosotros. Ud. está discutiendo, arguyendo, indicando, etc., y de
repente la mente queda tranquila y exclama: ¡Por Júpiter, ya lo comprendo!. Y este comprender es
acción, no una idea. ¿Correcto? Así pues, hay un comprender que es acción. Sólo que es acción en
un sentido diferente de la que nosotros conocemos, la cual es la acción proveniente de la imagen, de
lo conocido. Nosotros estamos hablando, pues, de una comprensión que es acción y que sólo tiene
lugar si la mente está completamente quieta. ¿Correcto? Y esta mente quieta y tranquila no se puede
conseguir por medio de ninguna disciplina o de ningún esfuerzo. La meditación es algo que uno
puede hacer cuando está sentado en el autobús, paseando por la calle, lavando los platos, etc. La
meditación tampoco tiene nada que ver con la forma de respirar o con ciertas normas que suelen
darse. No hay en ello nada oculto. El misterio de la vida está más allá de eso, más allá de la imagen
y la actividad centrada en sí mismo. Se extiende así un amplio campo que jamás puede ser
descubierto a través de lo conocido.
EL VACIAR DE LA MENTE SÓLO PUEDE TENER LUGAR DE UN MODO NO VERBAL CUANDO YA NO HAY
OBSERVADOR NI OBSERVADO. TODO ESTO EXIGE UNA GRAN ATENCIÓN, UN TREMENDO ESTADO DE
ALERTA QUE NO ES CONCENTRACIÓN.
ES UN SIMPLE OBSERVAR SIN ELECCIÓN. La elección tiene lugar sólo cuando hay confusión,
no cuando hay claridad. Así pues, el estado de alerta tiene lugar sólo cuando no hay elección y
cuando somos conscientes de todas las elecciones conflictivas. Conscientes de los deseos opuestos y
de los esfuerzos, observando simplemente este movimiento contradictorio.
Y DÁNDONOS CUENTA QUE EL OBSERVADOR ES LO OBSERVADO. En este proceso no hay
elección en absoluto, sino, solamente, un observar lo que es. Y esto es totalmente diferente de la
concentración. El estado de alerta produce un tipo de atención en el cual ya no hay observador ni
observado. Y este vaciar la mente de todas las experiencias que ella ha tenido es meditación. Pero
uno solamente puede vaciarse de las experiencias cuando se hace consciente de cada una de ellas.
Cuando uno ve todo su contenido, sin elección alguna, como resultado, la experiencia se desvanece.
En consecuencia no queda huella de experiencia como si fuese una herida o algo que
hubiera que recordar, reconocer o conservar.
Así pues, LA MEDITACIÓN ES UN PROCESO MUY ARDUO. EXIGE UNA ATENCIÓN INTENSA Y
SOSTENIDA. Entonces se puede descubrir por si mismo, no es cuestión de experiencia ni tampoco
un buscar.
Ocurre cuando la mente está quieta por completo, no por medio de la sugestión o el
hipnotismo o porque está siguiendo algún método. Cuando la mente está realmente tranquila se
produce una cualidad y una dimensión diferentes. Ni el pensamiento ni la experiencia jamás la
pueden imaginar. Entonces uno está más allá de toda búsqueda. Ya no hay más buscar. La mente
que está llena de luz ya no busca. Es sólo la mente apagada y confusa la que está buscando y espera
encontrar. Pero lo que ella encuentra es el resultado de su propia confusión. Fíjense, por favor. Si
Uds. comprenden un solo problema han comprendido todos los problemas. Por eso hay algo
importante en este plantear preguntas y en las respuestas o explicaciones que se dan. La explicación
no tiene ningún valor en absoluto. Lo que tiene valor es como hace Ud. la pregunta y lo que espera
de ella.
SI UD. ESTÁ ATENTO A LO QUE ESTÁ PREGUNTANDO LO VERÁ SIN NINGUNA DIFICULTAD.
POR CONSIGUIENTE YA NO HAY MAESTRO. UD. MISMO LO ES TODO: EL MAESTRO Y EL
DISCÍPULO... EN FIN TODO.Y ESTO DA UNA GRAN LIBERTAD PARA INVESTIGAR.
La Meditación

Para comprender la meditación, para investigarla bien a fondo, ante todo debemos comprender la
palabra y el hecho "meditación", porque casi todos nosotros somos esclavos de las palabras. La palabra
misma meditación induce en muchas personas cierto estado, cierta sensibilidad, cierta quietud, un
deseo de lograr esto o aquello. Pero la palabra no es la cosa. La palabra, el símbolo, el nombre, si no se
comprende totalmente, es algo terrible. Actúa como una barrera, convierte a la mente en una esclava.
Y lo que nos hace actuar a la mayoría de nosotros, es la reacción a la palabra, al símbolo, porque no
nos percatamos o somos inconscientes del hecho mismo.
Llegamos al hecho, a "lo que es", con nuestras opiniones y evaluaciones, con nuestros juicios y
recuerdos. Y nunca vemos el hecho, "lo que es". Creo que esto debe ser claramente comprendido.
Para comprender cada experiencia, cada estado de la mente, "lo que es", el hecho real, uno no
debe ser esclavo de las palabras; y ésa es una de las cosas más difíciles. La palabra, al nombrar el
hecho, despierta diversos recuerdos; y estos recuerdos hacen impacto sobre el hecho, lo controlan, lo
moldean, ofrecen una guía al hecho, a "lo que es". Por lo tanto, uno debe estar extraordinariamente
atento a esta confusión y no generar un conflicto entre la palabra y lo factual, "lo que es". Y ésa es
tarea muy ardua para una mente; exige precisión, claridad.
Sin claridad, uno no puede ver las cosas como son. Hay una belleza extraordinaria en ver las
cosas tal como son, no desde nuestras opiniones, nuestros juicios y recuerdos. Uno tiene que ver el
árbol tal como es, sin confusión ninguna; de igual manera, tiene que ver el cielo que en un atardecer se
refleja sobre el agua; simplemente ver, sin verbalizar, sin despertar símbolos, ideas, recuerdos. En eso
hay una belleza extraordinaria. Y la belleza es esencial. La belleza es la apreciación, la sensibilidad a
las cosas que a uno lo rodean: la naturaleza, la gente, las ideas. Si no hay sensibilidad, no habrá
claridad; las dos cosas van juntas, son sinónimos. Esta claridad es esencial si queremos comprender
qué es la meditación.
Una mente confusa, atrapada en las ideas, en las experiencias, en todos los impulsos del deseo,
sólo engendra conflicto. Y una mente que de veras quiera hallarse en un estado de meditación, tiene
que estar atenta no sólo a la palabra, sino también a la respuesta instintiva de nombrar la experiencia o
el estado. Y el hecho mismo de nombrar ese estado o esa experiencia --cualquiera que sea, por cruel,
verdadera o falsa que pueda ser--, sólo fortalece el recuerdo de esa experiencia, con el cual pasamos a
una nueva experiencia.
Por favor, si se me permite señalarlo, es muy importante que comprendan de qué estamos
hablando, porque si no comprenden esto no podrán emprender con quien les habla un viaje por todo
este problema de la meditación.
Como dijimos, la meditación es una de las cosas más importantes en la vida, tal vez la más
importante. Si no hay meditación, no es posible ir más allá de los límites del pensamiento, de la mente
y el cerebro. Y para investigar este problema de la meditación, desde el principio mismo tenemos que
echar los cimientos de la virtud. No me refiero a la virtud impuesta por la sociedad, una moralidad
originada en el temor, la codicia, la envidia, en ciertos premios y castigos. Hablo de la virtud que se
genera de modo natural, fácil y espontáneo, sin conflicto ni resistencia de ninguna clase, cuando hay
conocimiento propio. Sin conocimiento propio, hagan lo que hicieren, no es posible el estado de
meditación. Por "conocimiento propio" entiendo conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo,
cada sentimiento, conocer la actividad de nuestra mente; no hablo de conocer el "yo supremo", el "gran
yo"; no hay tal cosa, el "yo superior", el Atman, sigue estando dentro del campo del pensamiento. El
pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de nuestra memoria, ya sea
ancestral o inmediata. Y tratar meramente de meditar sin establecer primero, profunda e
irrevocablemente, esa virtud que surge a la existencia con el conocimiento propio, es totalmente
engañoso y absolutamente inútil.
Por favor, es muy importante que esto sea comprendido por aquellos que son serios, porque si no
pueden hacerlo, la meditación que practiquen y la vida factual estarán divorciadas, separadas; tan
ampliamente separadas que, aunque puedan meditar adoptando posturas indefinidamente por el resto
de sus vidas, no verán más allá de sus narices. Cualquier postura que adopten, cualquier cosa que
hagan, no tendrá ningún sentido.
Por lo tanto, la mente que quiera investigar --uso deliberadamente la palabra investigar-- qué es
la meditación, tiene que echar estos cimientos de la virtud que surge natural y espontáneamente, con
facilidad y sin esfuerzo alguno, cuando hay conocimiento propio. Y también es importante comprender
qué es este conocimiento propio, simplemente estar alerta, sin opción alguna, al "yo", el cual tiene su
origen en un manojo de recuerdos --enseguida examinaré lo que entiendo por percepción alerta--, sólo
estar conscientes de él sin ninguna interpretación, observar nada más el movimiento de la mente. Pero
esa observación se ve impedida cuando uno meramente acumula, a través de la observación, el
conocimiento de lo que debe hacer y no debe hacer, de lo que debe y no debe realizar; si lo hace así,
pone fin al proceso vital de ese movimiento de la mente que es el yo. O sea, tengo que observar y ver
el hecho, lo real, "lo que es". Si lo abordo con una idea, con una opinión --tal como "debo" o "no
debo", que son respuestas de la memoria--, entonces el movimiento de "lo que es" se ve obstaculizado,
bloqueado; por lo tanto, no hay un aprender.
Para observar el movimiento de la brisa en el árbol, uno no puede hacer nada al respecto. La
brisa se mueve con violencia o con gracia o con belleza. Uno, el observador, no puede controlarla. No
puede formularla, no puede decir: "La conservaré en mi mente". Está ahí. Puede que uno la recuerde,
pero si recuerda esa brisa en el árbol la próxima vez que lo mire, no estará mirando el movimiento
natural de la brisa en el árbol, sino sólo rememorando el movimiento del pasado. Por lo tanto, no estará
aprendiendo; sólo estará añadiendo a lo que ya conoce. Por eso, en cierto nivel, el conocimiento se
vuelve un obstáculo para un nivel ulterior. Espero que esto haya quedado muy claro. Porque lo que
vamos a examinar enseguida exige una mente clara, capaz de mirar, de ver y escuchar, sin que haya
ningún proceso de reconocimiento.
Por consiguiente, ante todo uno debe estar muy claro, no confuso. La claridad es esencial.
Entiendo por claridad ver las cosas como son, ver "lo que es", sin opinión ninguna, ver el movimiento
de la propia mente, observarlo con diligencia, con atención y minuciosidad, sin ningún propósito, sin
directiva alguna. El simple observar requiere una claridad asombrosa; de lo contrario, no es posible
observar. Si uno observa a una hormiga en sus movimientos, realizando todas las actividades que
realiza, y aborda la observación con los distintos hechos biológicos que conoce acerca de la hormiga,
ese conocimiento le impide mirar. Así, uno empieza a ver inmediatamente dónde el conocimiento es
necesario y dónde se vuelve un obstáculo. De este modo, no hay confusión.
Cuando la mente es clara, precisa, capaz de un razonamiento profundo, fundamental, se halla en
un estado de negación. La mayoría de nosotros acepta las cosas muy fácilmente, somos tan crédulos
porque ansiamos consuelo, seguridad, un sentimiento de esperanza, deseamos que alguien nos salve --
Maestros, salvadores, gurúes, rishis. ¡Ustedes ya conocen toda esa mezcolanza!--. Y nosotros
aceptamos con prontitud y facilidad; y con igual facilidad negamos, según cómo esté el clima de
nuestra mente.
De modo que la "claridad" lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo.
Porque uno forma parte del mundo, es el movimiento del mundo. Uno es la expresión externa del
movimiento que se desarrolla internamente; es como la marea que sale y entra. El mero concentrarse
en uno mismo, o el observarse como algo separado del mundo, lleva al aislamiento y a todas las
formas de idiosincrasia, neurosis, miedos aisladores, etc. Pero si uno observa el mundo, si sigue el
movimiento del mundo y se deja llevar por ese movimiento cuando éste penetra en lo interno, entonces
no hay división entre uno mismo y el mundo, entonces uno no es un individuo opuesto a lo colectivo.
Y tiene que existir este sentido de observación, que consiste tanto en observar como en explorar,
escuchar y estar alerta. Uso la palabra observar en ese sentido. El acto mismo de observación es el acto
de exploración. Uno no puede explorar si no está libre. Por lo tanto, para explorar, para observar, tiene
que haber claridad. Para explorar profundamente dentro de sí mismo, cada vez que uno llega a esa
exploración debe hacerlo como si fuera la primera vez. O sea, uno jamás ha obtenido un resultado,
jamás ha ascendido por una escalera, y nunca puede decir: "Ahora lo sé". No hay escalera. Y si uno
llegara a subir, debe bajar de inmediato a fin de que la mente sea sensible en grado sumo para
observar, vigilar, escuchar.
Gracias a este observar, escuchar, ver, vigilar, adviene esa belleza extraordinaria de la virtud. No
hay otra virtud, excepto la que proviene del conocimiento propio. Entonces esa virtud es vital,
vigorosa, activa, no una cosa muerta que cultivamos. Y ésos han de ser los cimientos. Los cimientos
para la meditación son la observación, la claridad y la virtud en el sentido en que la entendemos, no en
el sentido de hacer de la virtud una cosa que debemos cultivar día tras día, lo cual es mera resistencia.
Entonces, a partir de ahí, podemos ver lo que implican las así llamadas oraciones, la repetición
de palabras, los mantras, el sentarse en un rincón y tratar de fijar la mente sobre un objeto en
particular, o sobre una palabra, un símbolo, lo cual implica meditar deliberadamente. Por favor,
escuchen con mucha atención. Adoptar una postura deliberada o hacer deliberadamente,
conscientemente, ciertas cosas para meditar, sólo indica que están jugando en el campo de sus propios
deseos y de su propio condicionamiento; por lo tanto, eso no es meditación. Si uno observa, puede ver
muy bien que esas personas que meditan tienen toda clase de imágenes: ven a Krishna, a Cristo, a
Buda, y piensan que han logrado algo. Como un cristiano que ve a Cristo; ese fenómeno es muy
simple, muy claro: es una proyección de su propio condicionamiento, de sus temores, sus esperanzas,
su deseo de seguridad. El cristiano ve a Cristo como ustedes [hablaba ante hindúes] verían a Rama o a
cualquiera que sea su dios predilecto.
No hay nada notable respecto de estas visiones. Son el producto de nuestro inconsciente, el cual
ha sido tan condicionado, tan adiestrado en el temor. Cuando nos hallamos un poco quietos, ese
inconsciente irrumpe con sus imágenes, sus símbolos, sus ideas. Por lo tanto, las visiones, los trances,
las imágenes e ideas, no tienen absolutamente ningún valor. Es como ocurre con un hombre que repite
una y otra y otra vez algún mantra o alguna frase o un nombre. Cuando uno repite y repite y repite un
nombre, es obvio que lo que hace es embotar la mente, volverla estúpida; y, en esa estupidez, la mente
se aquieta. Para aquietar la mente, lo mismo podría uno tomar una droga --y tales drogas existen--; en
ese estado de quietud, estando drogado, uno tiene visiones. Esas visiones son, obviamente, el producto
de nuestra propia sociedad, de nuestra propia cultura, de nuestras esperanzas y nuestros temores; no
tienen nada que ver con la realidad.
Lo mismo sucede con las oraciones. El hombre que ora es como aquél que tiene su mano en el
bolsillo de otro. El hombre de negocios, el político y toda la sociedad competitiva oran por la paz; pero
lo hacen todo para engendrar guerras, odios y antagonismo. Eso no tiene sentido, carece de
racionalidad. Nuestra oración es una súplica, pedimos algo que no tenemos derecho a pedir, porque no
vivimos, porque no somos virtuosos. Queremos algo pacífico, grande, que enriquezca nuestras vidas,
pero hacemos todo lo opuesto: destruimos, nos volvemos vulgares, mezquinos, estúpidos.
Las plegarias, las visiones, el sentarse derecho en un rincón respirando de modo correcto,
haciendo cosas con nuestra mente, todo eso es muy inmaduro, muy infantil; no tiene sentido para un
hombre que realmente quiera comprender el pleno significado de lo que es la meditación. Un hombre
así descarta por completo todo esto, ¡aun cuando pudiera perder su empleo! El no recurre
inmediatamente a un pequeño dios, a fin de obtener un nuevo empleo --ése es el juego que practican
todos ustedes--. Cuando hay alguna clase de dolor, de perturbación, acuden a un templo ¡y se llaman a
sí mismos religiosos! Todas estas cosas deben ser completa y totalmente descartadas, de modo que ni
siquiera los toquen. Si han hecho esto, entonces podemos seguir investigando todo este problema de lo
que es la meditación.
Tiene que haber observación, claridad, conocimiento propio y, a causa de ello, virtud. La virtud
es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho
algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí
mismo. Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras
y el adoptar posturas. Entonces puede uno empezar a investigar qué es la experiencia.
Es muy importante comprender qué es la experiencia, porque todos la deseamos. Tenemos las
experiencias cotidianas: ir a la oficina, disputar, sentirnos celosos, envidiosos, ser brutales,
competitivos, sexuales. En la vida pasamos por toda clase de experiencias, día tras día, consciente o
inconscientemente. Vivimos en la superficie de nuestra vida, sin belleza, sin ninguna profundidad, sin
nada propio que sea original, prístino, puro. Somos seres de segunda mano, siempre citando a otros,
siguiendo a otros, como cáscaras vacías. Y, naturalmente, queremos más experiencias además de la
experiencia cotidiana. Buscamos, pues, estas experiencias ya sea por medio de la
meditación o tomando alguna de las drogas más recientes. El LSD es una de estas drogas recientes; tan
pronto lo toman, sienten que tienen un "misticismo instantáneo", no que han tomado la droga. [Risas
del público].
Estamos hablando en serio. Ustedes se limitan a reír ante la menor provocación; por lo tanto, no
son serios, no examinan esto paso a paso, observándose a sí mismos; sólo escuchan las palabras y
siguen dejándose llevar por las palabras --algo contra lo cual los he prevenido al principio de esta
plática--.
Están estas drogas que nos inducen una expansión de la conciencia, que de momento nos tornan
altamente sensibles. Y en ese estado de sensibilidad intensificada vemos cosas: El árbol adquiere una
vida asombrosa, es más claro y brillante, contiene una inmensidad. O, si tenemos inclinaciones
religiosas, en ese estado de sensibilidad acrecentada experimentamos un sentimiento extraordinario de
paz y luz; no hay diferencia entre uno mismo y la cosa que uno observa: uno es eso, y todo el universo
es parte de uno mismo. Y anhelamos estas drogas porque deseamos más experiencia, una experiencia
más amplia y más profunda, confiando en que tal experiencia dará un significado a nuestra vida; de
este modo, comenzamos a depender. Sin embargo, cuando uno tiene estas experiencias, sigue estando
dentro del campo del pensamiento, dentro del campo de lo conocido.
Por consiguiente, ustedes tienen que comprender la experiencia, o sea, la respuesta a un reto, la
cual se vuelve una reacción; y esa reacción moldea sus pensamientos, sus sentimientos, todo su ser. Y
así suman más y más experiencias; sólo piensan en tener cada vez más experiencias. Cuanto más
claros son los recuerdos de esas experiencias, más creen ustedes que conocen, que saben. Pero si lo
observan, encontrarán que cuanto más conocen, más superficiales se vuelven, más vacuos. Al volverse
más vacuos desean más experiencias, experiencias más amplias. De modo que tienen que comprender,
no sólo lo que he dicho anteriormente, sino también esta demanda extraordinaria de experiencias.
Ahora podemos proseguir.
Una mente que busca cualquier clase de experiencia, sigue estando dentro del campo del tiempo,
dentro del campo de lo conocido, de los deseos autoproyectados. Como dije al comienzo, la
meditación deliberada sólo nos conduce a la ilusión. Sin embargo, tiene que haber meditación. Si
meditamos deliberadamente, eso nos lleva a distintas formas de autohipnosis, a distintas formas de
experiencias proyectadas por nuestros propios deseos, por nuestros propios condicionamientos; y esos
condicionamientos, esos deseos moldean nuestra mente, controlan nuestro pensamiento. Por eso, un
hombre que de verdad quiera comprender el significado profundo de la meditación, debe comprender
el significado de la experiencia; además, su mente tiene que estar libre de toda búsqueda. Eso es muy
difícil. Enseguida voy a examinarlo.
Habiendo asentado todo esto naturalmente, espontáneamente, fácilmente, como algo básico,
debemos averiguar qué significa controlar el pensamiento. Porque eso es lo que todos persiguen:
cuanto más pueden controlar el pensamiento, más creen que han avanzado en la meditación. Para mí,
cualquier forma de control --físico, psicológico, intelectual, emocional-- es nociva. Por favor, escuchen
cuidadosamente. No digan: "Entonces haré lo que me plazca". No estoy diciendo eso. El control
implica subyugación, represión, adaptación, implica moldear el pensamiento conforme a un patrón
particular, lo cual quiere decir que el patrón es más importante que el descubrimiento de lo verdadero.
Así, el control en cualquier forma --resistencia, represión o sublimación-- moldea más y más la mente
conforme al pasado, conforme al condicionamiento en que nos educaron, al condicionamiento de una
comunidad en particular, y así sucesivamente.
Es necesario comprender qué es la meditación. Ahora, por favor, escuchen cuidadosamente. No
sé si alguna vez han hecho esta clase de meditación. Es probable que no, pero ahora van a hacerla
conmigo. Vamos a emprender el viaje juntos, no verbalmente, sino que recorreremos ese camino desde
el principio hasta el fin de donde llega la comunicación verbal. Es como llegar juntos hasta la puerta;
entonces, o bien pasan ustedes por la puerta, o se detienen de este lado. Se detendrán de este lado de la
puerta si no han hecho todo lo que se ha indicado, no porque lo diga quien les habla, sino porque es
cuerdo, sano, razonable y soportará todas las pruebas, todos los exámenes.
De modo que ahora vamos a meditar juntos, no deliberadamente, porque no existe la meditación
deliberada. Es como dejar la ventana abierta y el aire llega cuando quiere --cualquier cosa que el aire
traiga, sea como fuere la brisa--. Pero si esperan que las brisas lleguen porque han abierto la ventana,
éstas jamás llegarán. La ventana tiene que ser abierta por amor, por afecto, desde la libertad, no porque
uno desee algo. Y ése es el estado de belleza, es el estado de la mente que ve y no exige nada.
Estar atentos implica un estado extraordinario de la mente --estar atentos a cuanto los rodea, a los
árboles, al pájaro que canta, al Sol que está detrás de ustedes; estar atentos a los rostros, a las sonrisas;
estar atentos a la suciedad del camino, a la belleza de la tierra, a la palmera contra el cielo rojo del
crepúsculo, a la onda sobre el agua--, simplemente estar atentos, sin preferencia alguna. Por favor,
háganlo mientras prosiguen con esto. Escuchen a esos pájaros, sin nombrarlos, no reconozcan la
especie, sólo escuchen el sonido. Escuchen los movimientos del propio pensar, no los controlen, no los
moldeen, no digan: "Esto es bueno, eso es malo". Simplemente, muévanse con ellos. Eso es la
percepción alerta, en la que no hay opción ni condena ni juicio ni comparación o interpretación; sólo
observación pura. Eso hace que la mente sea altamente sensible. En el momento en que nombran, han
retrocedido y la mente se embota, porque eso es lo que acostumbran hacer.
En ese estado de percepción alerta hay atención, no control ni concentración. Hay atención. O
sea, escuchan a los pájaros, ven la puesta del Sol, contemplan la quietud de los árboles, oyen pasar los
automóviles, oyen a quien les habla; y están atentos al significado de las palabras, a sus propios
pensamientos y sentimientos y al movimiento de esa atención. Están atentos globalmente, sin un
límite, no sólo de manera consciente, sino también inconscientemente. Lo inconsciente es más
importante; por lo tanto, tienen que investigar lo inconsciente.
No uso la palabra inconsciente desde el punto de vista de la técnica o como un término técnico.
No la uso en el sentido en que la usan los psicólogos, sino para referirme a aquello de lo que no son
conscientes. Porque la mayoría de nosotros vive en la superficie de la mente: yendo a la oficina,
adquiriendo conocimientos o una técnica, disputando, etc. Jamás prestamos atención a la profundidad
de nuestro ser, la cual es el resultado de nuestra comunidad, del residuo racial, de todo el pasado --no
sólo el de cada uno de nosotros como ser humano, sino también el del hombre, el de las ansiedades del
hombre--. Cuando dormimos, todo esto se proyecta en la forma de sueños, y entonces está la
interpretación de esos sueños. Los sueños se vuelven totalmente innecesarios para un hombre que está
despierto, alerta, observando, escuchando, consciente, atento.
Ahora bien, esta atención exige una energía tremenda; no la energía que ustedes han acumulado
mediante la práctica, el celibato y todas esas cosas; ésa es la energía de la codicia. Yo hablo de la
energía del conocimiento propio. Gracias a que han echado los cimientos correctos, de ello surge la
energía que necesitan para estar atentos, energía en la que no hay ningún sentido de concentración.
La concentración es exclusión; ustedes quieren escuchar esa música [que llega desde una calle
cercana], y también quieren oír lo que dice quien les habla, de modo que ofrecen resistencia a esa
música y tratan de escucharlo a él; de esta manera, no prestan realmente atención completa. Una parte
de su energía se ha ido en resistir a esa música y una parte está tratando de escuchar; por lo tanto, no
escuchan totalmente, no están atentos. Así que si se concentran, meramente resisten, excluyen. Pero
una mente que se halla atenta, puede concentrarse y no ser exclusiva.
De esta atención surge, pues, un cerebro quieto. Las células cerebrales mismas están quietas; no
aquietadas, no disciplinadas, no forzadas ni condicionadas brutalmente. Pero a causa de que toda esta
atención ha surgido naturalmente, espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, las células
cerebrales no se han falseado, ni se han insensibilizado ni vulgarizado ni embrutecido. Espero que
estén siguiendo todo esto. A menos que las células cerebrales mismas sean asombrosamente sensibles,
vitales y alertas, que no estén endurecidas ni golpeadas ni agotadas ni especializadas en un sector
particular del conocimiento, a menos que sean extraordinariamente sensibles, no pueden estar quietas.
Por consiguiente, el cerebro debe estar quieto y, no obstante, debe ser sensible a cada reacción, debe
estar atento a toda la música, a los ruidos, a los pájaros, escuchando estas palabras, contemplando la
puesta del Sol, sin presión ninguna sin tensiones, sin influencias. El cerebro debe estar muy quieto,
porque sin quietud, quietud no inducida, no producida artificialmente, no puede haber claridad.
Y la claridad puede llegar sólo cuando hay espacio. Ustedes tienen espacio en el momento en
que el cerebro está absolutamente quieto y, no obstante, altamente sensible, no apagado. Por eso es
muy importante lo que hacen todos los días. El cerebro se halla embrutecido por las circunstancias, por
la sociedad, por los trabajos que ustedes realizan y por la especialización, brutalmente molido por sus
treinta o cuarenta años en una oficina --todo eso destruye la extraordinaria sensibilidad del cerebro--. Y
el cerebro debe estar quieto. A partir de ahí, toda la mente, en la cual está incluido el cerebro, es capaz
de estar completamente silenciosa. Esa mente silenciosa ya no busca, no espera experiencias; no
experimenta nada en absoluto.
Confío en que comprendan todo esto. Tal vez no lo comprenden. No importa, simplemente
escuchen. No se sientan hipnotizados por mí, sino presten atención a la verdad de esto. Quizás
entonces, cuando estén caminando por la calle o se encuentren sentados en un autobús o contemplando
un torrente o un campo sembrado de arroz verde y abundante, esto llegue inadvertidamente, como un
susurro desde una tierra muy remota.
Así, la mente queda en completo silencio, sin ninguna forma de presión, de compulsión. Este
silencio no es algo producido por el pensamiento, porque el pensamiento ha cesado, toda la maquinaria
del pensamiento ha llegado a su fin. El pensamiento debe terminar; de lo contrario, producirá más
imágenes, más ideas, más ilusionesŠ más, más y más. Por lo tanto, tienen que comprender toda esta
maquinaria del pensamiento --no cómo detener el pensar--. Si comprenden toda la maquinaria del
pensamiento --la cual es la respuesta de la memoria, de la asociación y el reconocimiento, del nombrar,
comparar y juzgar--, si la comprenden, ésta llega naturalmente a su fin. Cuando la mente está por
completo silenciosa, entonces, a causa de ese silencio, en ese silencio mismo, hay un movimiento por
completo diferente.
Ese movimiento no es un movimiento creado por el pensar, por la sociedad, por lo que ustedes
han leído o no han leído. Ese movimiento no pertenece al tiempo o a la experiencia, porque no
contiene experiencia alguna. Para una mente silenciosa no hay experiencias. Una luz que arde
brillantemente, una luz intensa, no requiere nada más, es luz para sí misma. Ese movimiento no es un
movimiento en ninguna dirección, porque la dirección implica tiempo. Ese movimiento no tiene causa,
porque cualquier cosa que tenga una causa produce un efecto y ese efecto se convierte en la causa y así
sucesivamente: una cadena interminable de causa y efecto. Por lo tanto, no hay en absoluto ni efecto ni
causa ni motivo ni experiencia. Debido a que está por completo quieta, naturalmente silenciosa, a que
ustedes han echado los cimientos correctos, la mente se halla relacionada de manera directa con la
vida, no está divorciada del vivir cotidiano. Si la mente ha llegado hasta ahí, ese movimiento es
creación. Entonces no hay ansiedad por expresarse, porque una mente en estado decreación puede
expresarse o no expresarse. Ese estado de la mente que se halla en completo silencio tiene su propio
movimiento; esa mente se moverá en lo desconocido, en aquello que es innominable.
Por consiguiente, la meditación que ustedes practican no es la meditación de que estamos
hablando, la cual existe de lo eterno a lo eterno, porque uno ha echado los cimientos no en el tiempo
sino en la realidad.

29 de enero de 1964. Madrás, India.


(Extracto del libro titulado "Dios")
La Meditación según J. Krishnamurti (*)

Conceptos previos:

La Meditación es una de las cosas más importantes de la vida, si un individuo puede


descubrir muy profundamente la significación, la necesidad y la importancia que tiene la meditación
para sí mismo.
Primero, observemos el cuadro en su totalidad. La mente que no tiene espacio de donde
observar, no posee la cualidad de percepción. Existiendo el proceso del pensar, no hay observación.
El cesar del pensamiento es la función peculiar de la meditación.
Cuando intentáis meditar, vuestra mente divaga constantemente. Es se poco valor apartar
todos los pensamientos con excepción de uno en particular, procurando concentrarse en ese
pensamiento escogido. En vez de procurar someter a vuestra voluntad esos pensamientos errantes,
tornaos conscientes de ellos, profundizad en cada uno de ellos, pensando y sintiendo, observad su
significado, sea agradable o desagradable. La meditación sólo tiene significado cuando la mente-
corazón está vigilante, descendiendo hasta el fondo de cada pensamiento-sentimiento que surge,
observándolo sin comparar ni juzgar, sin decir si es correcto o incorrecto, sino simplemente
observar y acompañar su movimiento, como si nos estuviésemos observando psicológicamente en
un espejo; esto produce una transformación en la propia estructura interna. Cada pensamiento-
sentimiento que fuera estudiado de esa manera os confiará su significado y así, comprendiendo los
propios pensamientos repetido y erráticos, se vacía la mente de sus propias formulaciones. Al darse
cuenta de los propios pensamientos no hay concentración, hay percepción alerta, y de ésta surge la
atención. En la atención no existe un centro desde el cual se esté actuando. Esto es la esencia de la
meditación. En la concentración existe un centro desde el cual se está concentrando, o una
representación mental, o alguna imagen, etc.
Sin autoconocimiento, sin la percepción del proceso del “yo” en su totalidad, carece de
realidad la base sobre la que formáis vuestro carácter, el objetivo por el cual lucháis. La meditación
es la purificación de la mente de todas sus acumulaciones, es vaciar la mente, y, en ese estado de
vacío, ocurre la “explosión” que nos lanza en lo desconocido. El silencio creado por el pensamiento
es estancamiento, algo muerto, pero el silencio que viene cuando el pensamiento comprendió su
propio origen, ese silencio es meditación, en el cual, el meditador está totalmente ausente porque la
mente se vació. De la meditación surge un inmenso silencio, no un silencio cultivado. El cerebro
llega a estar extraordinariamente quieto cuando se halla en este proceso de investigación interior;
cuando hay silencio existe una gran percepción. En este silencio hay un vacío, un vacío que es toda
energía.
Sólo cuando está ausente el “yo”, existe la posibilidad de la mente de estar quieta, y por lo
tanto, apta para comprender, para recibir aquello que es eterno. Pero formar una representación de
la Eternidad, una idea a su respecto es una autoproyección, una ilusión. La meditación sin patrón
establecido, sin causa o motivo, sin dirección o propósito es un fenómeno extraordinario. No es
solamente una tremenda y purificadora explosión sino también una muerte sin retorno.
Pero la meditación no es para un determinado período, ella debe ser practicada tanto en las
horas de vigilia como en las de sueño. Cuando dormimos, en virtud de la adecuada vigilancia
meditativa de las horas de vigilia, puede el pensamiento descender a profundidades grandemente
significativas. La meditación continua incluso durante el sueño. Cuanto más vigilantes fueran en las
horas de vigilia, tanto menos soñaremos porque en la autovigilancia de las horas de vigilia, las
diferentes cámaras de la conciencia van siendo descubiertas y comprendidas, y , en el sueño, hay
continuación de la vigilancia. las diferentes cámaras de la conciencia van siendo descubiertas.
De modo que existe una fuente, una causa original de la cual surgen todas las cosas, y esa
causa original no es el productor de los pensamientos. La meditación consiste en dar con esa causa.
Este es el camino de la meditación, bienaventurado el que lo descubre.
La Práctica:

Ante todo permanezcan así sentados en completa quietud, cómodamente, crucen las piernas,
muy serenos, relajados; les mostraré. Ahora, miren los árboles, las colinas, la sombra de esas
colinas, mírenlas, miren la cualidad de su color, obsérvenlas. No me escuchen a mí. Observen y
vean esos árboles, los árboles amarillentos, el tamarindo, y luego miren las buganvilias. No los
miren con la mente sino con los ojos. Después de haber mirado todos los colores, la forma del
suelo, de las colinas, de las rocas, la sombra que proyectan, trasládense entonces de lo externo a lo
interno y cierren los ojos completamente. Han terminado de mirar las cosas exteriores y ahora, con
los ojos cerrados, pueden mirar lo que ocurre adentro. Observen lo que ocurra dentro de ustedes, no
piensen, sólo observen, no muevan los globos oculares, manténgalos muy, muy quietos. Los globos
oculares tienden a moverse, pero manténganlos quietos, porque ahora no hay nada que ver con
ellos, ustedes han visto las cosas que los rodean, ahora están viendo lo que ocurre dentro de la
mente, y para ver lo que ocurre dentro de la mente deben estar muy quietos en lo interno. Y cuando
hacen esto, ¿saben lo que les sucede? Se vuelven muy sensibles, muy alertas a las cosas externas e
internas.
Observen qué hacen los pensamientos sin curso, uno detrás de otro. Así se comienza a
aprender, a observar. Apenas obsérvenlos no los corrijan; de este modo comenzarán a aprender a
meditar. Acompañen sus pensamientos y averigüen por qué surgieron, No intenten cambiarlos,
verifiquen la razón por la que ciertos pensamientos surgen en la mente. Esto es sólo el fundamento.
Con la quietud mental todo el ser se tranquiliza.

(*) El texto es una recopilación de varios libros y extractos, y cada frase se ha conservado en
forma literal.

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KRISHNAMURTI Y LA MEDITACIÓN

Comentarios de Krishnamurti sobre meditación extractados literalmente de sus libros,


principalmente de:
"El estado creativo de la mente", Editorial Kier, 1975, Trad: Pedro Sánchez Hernández, 3ª
edición
"Usted es el mundo, Editorial Edhasa, 1983, Trad: Armando Clavier, 2ª edición
"La libertad primera y última", Editorial Kairós, 1996, Trad: Fundación Krishnamurti
Latinoamericana, 1ª edición)

Si durante el día está usted alerta, si está atento a todo el movimiento del pensar, a lo que
usted dice, a sus gestos -cómo se sienta, cómo camina, cómo habla- si está atento a sus respuestas,
entonces todas las cosas ocultas salen a la luz muy fácilmente. En ese estado de atención lúcida,
despierta, todo es puesto al descubierto.
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención.
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o
encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de
concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un
feísimo, desagradable ser humano.
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una
mente astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y
vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede
hacerlo una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente
y el cuerpo sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no
se puede tratar de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente.
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del
pensamiento, para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir
un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con
lógica y orden; 3) finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado.
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios
personales, ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo
una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente.
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las
contradicciones, a las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas
y a su irrealidad. Uno ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta
atención en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento.
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio
en el cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio.
Y es sólo entoces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento.
Esa atención, ese silencio, es un estado de meditación.
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación.
Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo,
todo eso forma parte de la meditación.
En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no
"cómo meditar".
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos
del orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni
imitación ni control. Una mente así, se halla, entonce, en un estado de meditación.
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo
involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada.
Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni
desagrado sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno
en relación completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.
Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar
atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la
inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está
atenta —no hay que hacer nada más.
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se
trata de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene
natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la
meditación se vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas
bases; en realidad, esta misma manera de asentar las bases, es la meditación.
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando
prestamos atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él
hacia atrás tratando de sujetarlo; entoces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos
a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la
mente de manera tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos
alcanzado el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos
alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de
resistencia que consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se
adiestra para concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se
vuelve incapaz de captar el campo total de la vida.
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta
de todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las
superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar
serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr
tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose
cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa
comprensión se queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y
aflorar. Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de
recibir lo eterno.
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso
del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el
descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del
condicionamiento.
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos d ela vida
cotidiana qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio
escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos
los momentos del día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la
defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el
tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga
qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome.
No me lo tiene que decir otro; lo sé. Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis
que si dáis el primer paso, ese es el último. No hay otro paso.
KRISHNAMURTI Y LA MEDITACIÓN
Si durante el día está usted alerta, si está atento a todo el movimiento del pensar, a lo que usted
dice, a sus gestos -cómo se sienta, cómo camina, cómo habla- si está atento a sus respuestas, entonces
todas las cosas ocultas salen a la luz muy fácilmente. En ese estado de atención lúcida, despierta, todo
es puesto al descubierto.
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención.
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o
encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de
concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un
feísimo, desagradable ser humano.
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una mente
astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y
vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede hacerlo
una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente y el cuerpo
sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no se puede tratar
de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente.
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del pensamiento,
para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir un estado de
altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con lógica y orden; 3)
finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado.
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales, ha
comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo una mente muy
ordenada puede ser sensible, inteligente.
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a
las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas y a su irrealidad. Uno
ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto.
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta atención
en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento.
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio en el
cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. Y es sólo
entonces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. Esa atención,
ese silencio, es un estado de meditación.
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación.
Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, todo
eso forma parte de la meditación.
En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no "cómo
meditar".
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del
orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni imitación ni
control. Una mente así, se halla, entonces, en un estado de meditación.
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo
involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada. Cuando
no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni desagrado
sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación
completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro.
Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar
atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la
inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está
atenta —no hay que hacer nada más.
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata
de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene natural y
fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la meditación se
vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad,
esta misma manera de asentar las bases, es la meditación.
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos
atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él hacia atrás
tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y
de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera
tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado el más
extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos alcanzado
absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de resistencia que
consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para
concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se vuelve incapaz
de captar el campo total de la vida.
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de
todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las
superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar
serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr
tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose cuenta
de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión se
queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando la
totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo eterno.
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del
pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el
descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del condicionamiento.
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana
qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis. Algo
en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos los momentos del
día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las
ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o
parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es meditación o para que os
dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé.
Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último.
No hay otro paso.
Pregunta: ¿Cómo podremos alguna vez empezar de nuevo, según Vd. lo insinúa
constantemente, si la copa de nuestra experiencia está siempre manchada? ¿Cómo podremos
olvidar realmente lo que somos? ¿Tendría Vd. la bondad de explicar qué significa el olvido de
uno mismo? ¿Cómo puedo yo arrojar esa copa que soy?

KRISHNAMURTI: La renovación es posible solamente si no hay continuidad. Lo que continúa no


tiene posibilidad de renovarse; lo que termina sí tiene posibilidad de renovación. Aquello que muere
tiene posibilidad de renacer. Y, cuando decís que sois permanentemente impuros (lo cual es un simple
aserto verbal), entonces no hay duda de que sólo continuáis. Cuando decís que sois permanentemente
impuros, ¿se trata de un hecho? ¿Y cómo es posible olvidar lo que somos? No lo podemos. Lo que sí
podemos es examinar lo que somos; podemos darnos cuenta, sin justificación ni identificación, de lo
que somos. Daos cuenta de ello, y veréis que se opera una transformación. Pero la dificultad consiste en
estar pasivamente alerta, sin condenación; sólo entonces hay terminación. Pero si lo único que hacéis es
identificaros o condenar, entonces impartís continuidad a esa condición especial; y aquello que
continúa no tiene realidad, no tiene renovación.
"¿Tendría Vd. la bondad de explicar que significa el olvido de uno mismo?". ¿Acaso no lo sabéis?
¿No conocéis esos momentos en que uno es dichoso, en que uno está tranquilo, verdaderamente
sereno? ¿No surge acaso un estado que no implica esfuerzo alguno, en el cual cesa el proceso del
pensamiento que constituye el "yo"? Mientras exista la autoconciencia, el sentido del "yo", no podrá
haber olvido de las actividades del "yo". Es obvio que toda acción de la voluntad, del deseo, tiene que
cultivar y fortalecer el "yo"; y el "yo" es el haz de recuerdos, características e idiosincrasias que
engendra conflicto. Mientras haya conflicto, tiene que haber conciencia del "yo"; y habiendo conflicto
nunca puede haber paz, por profundamente oculto que esté dicho conflicto, y sea cual fuere el nivel a
que se encuentre.
"¿Cómo puedo yo arrojar esa copa que soy?". ¿Por qué deseáis arrojar la copa? No podéis arrojarla,
por cierto. Lo único que podéis hacer es conocerla: todos los embrollos, las sutilezas, la extraordinaria
hondura de uno mismo. Cuando conocéis algo, os libráis de ello; pero el mero hecho de rechazarlo, de
reprimirlo, de sublimarlo, de traducirlo a diferentes expresiones verbales, no es sin duda comprensión.
Y sólo comprendiendo una cosa es posible librarse de ella. No podéis comprender cosa alguna si os
identificáis continuamente con ella. Por lo tanto, sólo hay renovación cuando no hay continuidad. Pero
la mayoría de nuestras intenciones, propósitos, pensamientos, son en el sentido de continuar. En el
nombre, en la propiedad, en la virtud, en todas las cosas, luchamos por establecer permanencia, y, por
lo tanto, continuidad; mas en eso no hay renovación, no hay "creatividad". Ciertamente, la
"creatividad" sólo surge de instante en instante.
Pregunta: ¿Querría Vd. explicar en detalle qué es la verdadera meditación? Hay muchos
sistemas de meditación. ¿Son ellos realmente distintos en el fondo, o sus diferencias se deben a la
idiosincrasia personal de sus partidarios?
KRISHNAMURTI: Esta es en verdad una pregunta importante, y si se me permite la insinuación,
examinémosla entre todos. Porque la meditación tiene gran importancia. Puede ser la puerta del
verdadero conocimiento propio, y puede abrir la puerta a la realidad; y en el hecho de abrir la puerta y
experimentar directamente, está la posibilidad de comprender la vida, que es interrelación. La
meditación —el verdadero tipo de meditación— es esencial. Averigüemos, pues, cual es el tipo
correcto de meditación; y para averiguar qué es lo verdadero, debemos abordarlo en forma negativa.
Decir simplemente que ésta o aquélla es la verdadera meditación, os dará tan sólo una norma, que
adoptaréis y pondréis en práctica; mas ésa no será la verdadera meditación. De modo que, mientras
hable de ello, tened a bien seguirme atentamente y experimentar a medida que prosigamos juntos.
Porque hay diferentes tipos de meditación. No sé si alguno de vosotros los ha puesto en práctica o se
ha entregado a ellos —retirándose a una habitación cerrada, sentándose en un rincón oscuro, etc.
Examinemos, pues, el proceso total de lo que llamamos meditación.
Consideremos en primer lugar la meditación en la que está incluida la disciplina. Cualquier forma
de disciplina sólo fortalece el "yo"; y el "yo" es fuente de contienda, de conflicto. Esto es, si nos
disciplinamos para llegar a ser algo, tal como lo hace mucha gente —"este mes voy a ser bondadoso,
voy a practicar la bondad", etc.— tal disciplina, tal práctica, no puede sino fortalecer el "yo". Puede que
seáis bondadosos en lo exterior, pero no hay duda de que un hombre que practica la bondad y tiene
conciencia de su bondad, no es bondadoso. De modo que esa práctica que la gente también llama
"meditación" no es, evidentemente, li verdadera meditación; porque, como ayer fue dilucidado, si
practicáis algo, en eso la mente queda atrapada, y así no hay libertad. Pero la mayoría de nosotros desea
un resultado, es decir, esperamos ser bondadosos a fin de mes, o al final de cieüo período, porque los
instructores han dicho que al final debemos ser buenos para encontrar a Dios. Dado que nuestro deseo
es encontrar a Dios como fuente definitiva de nuestra seguridad y felicidad, compramos a. Dios
mediante la benevolencia —lo cual evidentemente, es fortalecer el "yo" y "lo mío", un proceso por el
que uno se encierra en sí mismo; y nada que limite, ninguna acción que ate, podrá ¿amas dar libertad.
Eso, sin duda, es evidente. Quizá podamos discutirlo en otra ocasión, si ahora no resulta claro.
Luego viene todo ese proceso de concentración que también se llama meditación. Os sentáis con las
piernas cruzadas (porque así se usa en la India), o en una silla, en un cuarto oscuro, frente a un cuadro o
imagen, y tratáis de concentraros en una palabra, o en una frase, o en una imagen mental, excluyendo
todos los demás pensamientos. Estoy seguro que muchos de vosotros lo habéis hecho. Pero los demás
pensamientos continúan afluyendo, y vosotros los rechazáis; y en esa lucha seguís hasta que sois
capaces de concentraros en un pensamiento con exclusión de todo lo demás. Entonces os sentís
complacidos: por fin habéis aprendido a fijar vuestra mente en un punto, cosa que creéis esencial. De
nuevo os pregunto: ¿descubrís algo por medio de la exclusión? ¿Puede la mente aquietarse mediante la
exclusión, reprimiendo, negando? Porque, como lo he dicho, sólo puede haber comprensión cuando la
mente está realmente quieta, no reprimida, no tan concentrada en una idea que ésta llegue a ser
exclusiva —ya sea la idea de un Maestro, o de alguna virtud, o lo que os plazca. La mente nunca puede
estar quieta mediante la concentración. Superficialmente, en las primeras capas de la conciencia, puede
que por la fuerza logréis quietud, que aquietéis perfectamente vuestro cuerpo, vuestra mente; pero, de
seguro. ésa no es la quietud de todo vuestro ser. Nuevamente: tampoco eso es meditación. Eso es mera
coacción: cuando la máquina desea correr a toda velocidad, la sujetáis, le ponéis freno. Al paso que, si
sois capaces de examinar todo interés, todo pensamiento que acuda a vuestra mente; si lo ahondáis de
manera plena, completa; si reflexionáis sobre todo pensamiento, entonces la mente ya no divagará
porque ella habrá descubierto el valor de cada pensamiento. Dejará, por lo tanto, de sentirse atraída, lo
cual significa que ya no habrá distracción. Una mente susceptible de ser distraída y que se resiste a la
distracción, no está capacitada para meditar. ¿Qué es, en efecto, la distracción? Espero que pongáis a
prueba lo que estoy diciendo, que lo experimentéis mientras hablo, para descubrir la verdad al respecto.
Es la verdad lo que trae liberación, no mis palabras ni vuestras opiniones.
Llamamos distracción cualquier movimiento que nos aleje de aquello en lo cual creemos que
debemos estar interesados. Escogéis, así, un interés determinado —lo que suele llamarse un "noble
interés"— y fijáis vuestra mente en él; pero cualquier movimiento que os aleje de él es una distracción,
y porfío tanto resistís a la distracción. ¿Por qué, empero, escogéis ese interés particular? Porque él os
resulta grato, evidentemente; porque él os da una sensación de seguridad, de plenitud, una sensación de
ser otro. Decís, por lo tanto: "debo fijar mi mente en eso", y todo movimiento que de ello os aleje, es
una distracción. Pasáis vuestra vida batallando con las distracciones, y fijáis vuestra mente en algo
distinto. Mientras que, si examináis toda distracción y no sólo fijáis vuestra mente en una atracción
determinada, veréis que la mente ya no será susceptible de ser distraída, porque ha comprendido tanto
la distracción como la atracción. Y, por lo tanto, la mente es capaz de percepción extraordinaria y
extensiva, sin excluir nada.
Así, pues, la concentración, no es meditación, y disciplinar no es meditar.
Luego están las plegarias, todo ese problema de orar y recibir. También a eso se le llama
meditación. ¿Qué entendemos por orar? En su forma 'burda, la oración es súplica; y hay formas sutiles
en distintos niveles de la oración. Todos conocemos la forma burda. Estoy en apuros, me siento
desagraciado, física o psicológicamente, y necesito ayuda. Entonces imploro, suplico; y,
evidentemente, hay una respuesta. Si no hubiera respuesta segura, la gente no rezaría. Millones de
personas rezan. Sólo rezáis cuando estáis en apuros, no cuando sois felices, ni cuando hay en vosotros
esa extraordinaria sensación de ser otro.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando oráis? Tenéis una fórmula, ¿no es así? Con la repetición de una
fórmula, la mente superficial se aquieta, ¿verdad? Intentadlo, y lo veréis. Repitiendo ciertas frases o
palabras, gradualmente veréis que vuestro ser se aquieta. Esto es, vuestra conciencia superficial se
calma; y entonces, en ese estado, sois capaces de recibir las insinuaciones de algo diferente, ¿no es así?
De tal modo, calmando la mente por medio de la palabra repetida, por medio de las llamadas oraciones,
puede que recibáis indicaciones e insinuaciones, no sólo del subconsciente, sino de cualquiera de las
cosas que os rodean; pero eso, por cierto, no es meditación. Porque lo que recibís tiene que ser
agradable; de lo contrario lo rechazaríais. Así, cuando oráis, aquietando de ese modo la mente, vuestro
deseo es resolver un problema dado, o una confusión, o algo que os causa dolor. Por lo tanto, buscáis
una respuesta que sea satisfactoria. Y cuando eso lo veis, decís: "No debo buscar satisfacción; me
abriré a algo que sea doloroso". A tal punto la mente es capaz de jugarse tretas a sí misma, que hay que
darse cuenta del contenido total de este problema de la oración. Uno ha aprendido una treta: la de
aquietar la mente de modo que pueda recibir ciertas respuestas, agradables o desagradables. Pero eso
no es meditación, ¿verdad?
Está luego ese asunto de la devoción por alguien, del amor que prodigáis a Dios, a una imagen, a
algún santo o algún Maestro. ¿Es eso meditación? ¿Por qué fluye vuestro amor hacia Dios, hacia eso
que no os es posible conocer? ¿Por qué nos sentimos tan atraídos por lo desconocido y le consagramos
nuestra vida, nuestro ser? ¿Acaso este problema de la devoción no indica que, siendo desgraciados en
nuestra vida, no teniendo relaciones vitales con otros seres humanos, tratamos, de proyectarnos en
algo, en lo desconocido, y adoramos lo desconocido? Bien sabéis que las personas devotas a alguien, a
algún Dios, a alguna imagen a algún Maestro, son generalmente crueles, obstinadas. Son intolerantes
con los demás, dispuestas a destruirlos, porque se han identificado en grado sumo con esa imagen, con
ese Maestro, con esa experiencia. Por tanto, lo repito, el fluir de la devoción hacia un objeto, creado
por uno mismo o por otra persona, no es ciertamente meditación.
¿Qué es, pues, la meditación? Si ninguna de esas cosas lo es —la disciplina, la concentración, la
devoción— ¿qué es entonces la meditación? Esas son las formas que conocemos, con las cuales
estamos familiarizados. Mas para descubrir aquello con lo cual no estamos familiarizados, primero
hemos de estar libres de las cosas que nos son familiares, ¿no es cierto? Si no son verdaderas, deben
desecharse. Sólo entonces seréis capaces de descubrir qué es la verdadera meditación. Si nos hemos
acostumbrado a los falsos valores, esos falsos valores deben cesar —¿no es así?— a fin de encontrar el
nuevo valor, y no porque yo lo diga, sino porque vosotros mismos lo habéis pensado y lo habéis
Mentido. Y cuando esos valores se han ido, ¿qué os queda? ¿Qué residuo queda del examen de esas
cosas? ¿No revelan ellas el proceso de vuestro propio pensar? Si os habéis entregado a esas cosas y veis
que son falsas, descubrís por qué os habéis entregado a ellas; y, por lo tanto, el examen mismo de todo
eso revela el rumbo de vuestro propio pensar. De modo que el examen de estas cosas es el principio del
conocimiento propio. ¿No es así?
La meditación, pues, es el principio del conocimiento propio. Sin ese conocimiento, podéis sentaros
en un rincón, meditar en los Maestros, desarrollar virtudes; todo pilo es ilusión y no tiene sentido
alguno para la persona que realmente desea descubrir qué es la verdadera meditación. Porque, no
habiendo conocimiento propio, vosotros mismos proyectáis una imagen que llamáis el Maestro; y esa
imagen se convierte en el objeto de vuestra devoción, por el cual estáis dispuestos a sacrificaros, a
construir, a destruir. Por consiguiente, tal como lo he explicado, sólo hay una posibilidad de
conocernos a nosotros mismos en la medida en que examinamos nuestra relación con esas cosas, lo
cual revela el proceso de nuestro propio pensar; y por lo tanto surge la claridad en todo nuestro ser.
Este es el principio de la comprensión, del conocimiento de uno mismo. Sin conocimiento propio no
puede haber meditación; y sin meditación no puede haber conocimiento propio. Encerraros en un
rincón, sentaros frente a un cuadro, desarrollar virtudes mes tras mes —una virtud distinta cada mes:
verde, púrpura, blanco y todo lo demás— ir a la iglesia, celebrar ceremonias: ninguna de esas cosas es
meditación o verdadera vida espiritual. La vida espiritual nace al ser comprendida la interrelación, con
lo cual comienza el conocimiento propio.
Ahora bien, cuando habéis pasado por eso y habéis abandonado todos esos procesos, que sólo
revelan el "yo" y su actividad, existe una posibilidad de que la mente pueda estar serena no sólo en la
superficie sino también interiormente, ya que entonces cesan todas las exigencias. No se persigue la
sensación, no hay sentido alguno de devenir, de que yo llegue a ser algo en el futuro, en el mañana. El
Maestro, el iniciado, el discípulo, el Buda: ya sabéis que eso es escalar los peldaños del éxito, llegar a
ser algo. Todo eso ha cesado porque implica el proceso del devenir. Sólo hay cesación del devenir
cuando existe la comprensión de lo que es, y la comprensión de lo que es nos viene por medio del
conocimiento propio, el cual revela exactamente lo que uno es. Y cuando cesa todo deseo (lo que
La terminación de todo deseo no puede ser obra de la coacción, de la devoción, de la oración, de la
concentración. Todo ello acentúa simplemente el conflicto del deseo en los opuestos. Mas cuando todo
eso cesa, la mente está de veras serena, y no sólo de manera superficial, en los niveles superiores, sino
en lo íntimo y profundo. Sólo entonces es posible que ella reciba aquello que es inconmensurable. La
comprensión de todo esto, no sólo de una parte, es meditación. Porque si no sabemos meditar, tampoco
sabremos actuar. La acción, después de todo, es el conocimiento propio en la vida de relación; y el
mero hecho de encerrarse en un recinto sagrado quemando incienso, leyendo acerca de ajenas
meditaciones y de su significación, es absolutamente inútil, carece de sentido. Es una maravillosa
evasión. Pero el percibir toda esa actividad humana que somos nosotros mismos: el deseo de lograr, el
deseo de triunfar, el deseo de tener ciertas virtudes, todo lo cual acentúa el "yo" como lo importante
ahora o en el futuro, el devenir del "yo" —el percibir todo eso en su totalidad, es el principio del
conocimiento propio y el comienzo de la meditación. Entonces, si estáis realmente alertas, .veréis que
ocurre una transformación maravillosa que no es una expresión verbal, que no es "verbalización", mera
repetición, sensación. De un modo efectivo, real, vigoroso, ocurre algo que no se puede denominar, que
no se puede definir. Y eso no es el don de unos pocos, ni un don de los Maestros. El conocimiento
propio es posible para todos, si estáis dispuestos a experimentarlo, a intentarlo. No tenéis que ingresar a
ninguna sociedad, leer libro alguno ni sentaros a los pies de ningún Maestro, pues el conocimiento
propio os libra de todos esos absurdos, de las estupideces de invención humana. Y sólo entonces,
mediante el conocimiento propio y la verdadera meditación, surge la libertad. En esa libertad se
manifiesta la realidad, pero no podéis lograr la realidad por medio de procesos mentales. La realidad
debe venir a vosotros; y sólo puede venir a vosotros cuando estáis libres del deseo.
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«EXPLORANDO LA MEDITACIÓN»
-Diálogo entre J. Krishnamurti y el Prof. Anderson-

Primera Charla

Profesor Anderson: Sr. Krishnamurti, en nuestra última conversación llegamos hasta un punto
donde emergía otra cuestión: LA MEDITACIÓN. Y espero, que hoy podamos compartirla juntos.

Krishnamurti: De acuerdo, señor. No sé si usted está al corriente de las numerosas escuelas de


meditación: de la India, del Japón, de China, el Zen y las distintas órdenes contemplativas cristianas, que
rezan sin fin, perseverando día tras día; y aquellos que esperan recibir la gracia de Dios -o como quiera
que lo denominen-. Pienso, si me lo permite, que no deberíamos comenzar con lo que es la manera
correcta de meditar sino con lo que es la meditación.

A: Sí, claro.

K: Entonces podemos continuar e investigar juntos, y por tanto, compartir la cuestión de lo que es
la meditación. La palabra meditar significa: considerar, unir, abarcar, examinar muy profundamente.
Todos estos significados están implícitos en esa única palabra -meditación-. Pero podríamos comenzar
diciendo que, en realidad, no sabemos lo que es la meditación.

A: Muy bien.

K: Existe la meditación ortodoxa, tradicional, sea budista, hindú o cristiana; o también, por
supuesto, la meditación de los musulmanes y de los sufíes. Si aceptamos eso, entonces todo está basado
en la tradición, en lo que otros han experimentado. Ellos son quienes establecen el método o el sistema
que se ha de practicar para alcanzar lo que han logrado; y de este modo, hay probablemente miles de
escuelas de meditación que están proliferando en este país: “Medita tres veces al día, piensa en una
palabra, una consigna, un mantra”; se te da alguna palabra en sánscrito o en griego que luego repites una
y otra vez, y por esto pagas $ 100 o $ 350. Luego están todas esas personas que practican varias formas
de respiración. La práctica del Zen, y todo eso es una forma de establecer una rutina, una práctica que
irremediablemente volverá torpe el cerebro, porque, si practicas continuamente, la mente se volverá
mecánica. Así que, yo nunca he hecho ninguna de esas cosas, porque personalmente -si puedo hablar un
poco sobre mí-...

A: Por favor.

K: ...He asistido, examinado, observado a fondo ciertos grupos de distintas clases, sólo para ver, y
me dije: «esto no es»; desechándolo al momento. Así pues, si pudiéramos deberíamos rechazar todo eso,
abandonar la meditación hindú, budista, cristiana, la contemplativa, y las distintas clases importadas por
los gurus provenientes de la India; todo eso, como continuación de una tradición que es la conservación
de lo que otros han dicho y experimentado, de sus inspiraciones e iluminación. Si pudiéramos descartar
totalmente eso, sus métodos, sus sistemas, sus prácticas, sus disciplinas... porque todos están diciendo que
la Verdad, Dios, o como quiera que lo llamen, es algo separado de uno mismo. Y si uno practica para
alcanzarlo, entonces eso debe ser algo fijo; si realizo una práctica para llegar allí, es que debe ser fijo.

A: Si, por supuesto.

K: Sin embargo, la verdad no es estática. No es algo muerto.

A: Eso lo veo muy bien.

K: Así, deberíamos desechar -de verdad- todo eso y preguntarnos qué es la meditación, no cómo
meditar. Al preguntarnos: ¿qué es la meditación? comenzamos a descubrir, comenzamos a meditar por
2
nosotros mismos. ¿No sé si lo estoy...?

A: Si. Lo está exponiendo de una manera muy clara. Hemos vuelto nuevamente a la distinción
entre una actividad, y la meta que está fuera de ella, en contraste con la actividad en sí misma.

K: Así, ¿podríamos comenzar diciendo que no sé lo que es la meditación?

A: Sí, claro. Con gusto empezaré desde ahí.

K: Es realmente maravilloso si se comienza por ahí. Trae un gran sentido de humildad.

A: También, uno intuye, aunque sea de lejos, una libertad.

K: Sí, de acuerdo. “Yo no sé”. Esta es una afirmación tremenda, una liberación de las escuelas y
prácticas establecidas, los métodos establecidos, las tradiciones establecidas, el conocimiento establecido.
Comienzo con algo que no sé; esto tiene para mí gran belleza. Entonces estoy libre para moverme, soy
libre para fluir, para discurrir con el inquirir. Así pues: Yo no sé. Ahora, desde ahí podemos comenzar.
Lo primero de todo, ¿está la meditación separada de la vida cotidiana? La conducta diaria, los
deseos diarios de logro, ambición, codicia, envidia, la competitividad diaria, el espíritu imitador y
conformista, los apetitos diarios, sensuales, sexuales y de todas clases, intelectuales, etc.: ¿está la
meditación separada de todo esto? ¿O la meditación fluye a través de todo esto, y lo abarca e incluye? De
otro modo la meditación carece de sentido. ¿Me entiende?

A: Sí, le entiendo. De aquí surge una cuestión interesante que me gustaría preguntarle. Quizás
pueda usted ayudarme a clarificarla. Personalmente nunca he realizado la meditación según el carácter
ritual de algunas tradiciones...

K: ... monásticas.

A: ... Su metódico acercamiento radical y monástico. He estudiado a fondo la literatura que ha


emanado de esas prácticas, y estoy pensando, por ejemplo, lo que he entendido de esos estudios, de lo que
llaman la tradición hesicasta; en la que los monjes, especialmente los del Monte Athos, recitan la
conocida oración de Jesús: «Señor, Jesucristo, ten piedad de este pecador». Esto lo repiten una y otra vez
con la esperanza, tal y como yo lo entiendo, de que algún día llegue a ser tan automático que, quizás
como un psicólogo de nuestros días diría, el inconsciente tome posesión de ello, de modo que cualquier
cosa que realice esté centrado totalmente en esa oración. Aseguran que cuando se consigue, ya no se
tiene que recitar más la oración, y entonces, ella sola se recita en el interior.

K: Lo mismo se dice en la India pero de una manera diferente, allí se conoce como mantra. ¿Lo
conoce?

A: Sí.

K: La repetición de una palabra o una frase, que se expresa en voz alta al principio, más adelante
en silencio. Entonces ésta entra en el ser y su sonido continúa por sí mismo.

A: Así es.

K: Y desde ese sonido actúa, vive. Pero todo esto es autoimpuesto para alcanzar cierta meta. Estoy
hablando de que cuando usted dice, por ejemplo, la oración que acaba de repetir, no menciona al pecado.
No sé lo que es el pecado.

A: Me imagino el horror en las caras de aquellos que oigan esas palabras.


3

K: Eso quiere decir que están condicionados por una creencia, que hay un Jesús, que existe el
pecado, que ellos deben ser indulgentes, etc. Esto es simplemente la continuación de la tradición.

A: Personalmente, me recuerda la decisión que tome hace años de no hacer ninguna de esas cosas.
Esto estaba basado en la afirmación que hizo antes, es decir, que se espera que de esta palabra, o grupo de
palabras...

K: ... de la respiración, de... todo eso.

A: ... vendría de algún modo el impregnarse todo mi ser. Y la cuestión que surgió en mi fue -y me
gustaría aclarar con usted si piensa que esta cuestión fue la correcta- que la afirmación en sí misma, sea el
mantra o la oración de Jesús, es una visión limitada.

K: Totalmente.

A: Por tanto. ¿No estaría haciendo algo inadecuado? Y si de algún modo consigo algo que
merezca la pena ser alcanzado, sería -probablemente- más bien a pesar de, que por causa de eso. Quizás
fuera una elaboración del pensamiento, pero no sentí eso en aquel entonces; pensé que estaba
respondiendo de una manera intuitiva y, por tanto, simplemente no seguí adelante. Continúe, por favor.

K: Eso es. ¿Ve usted?, todo esto implica que hay un sendero hacia la verdad: el sendero cristiano,
el hindú, el del zen, los distintos gurús y sistemas, hay un sendero hacia la iluminación o hacia esa verdad
o hacia esa cosa inmensurable o lo otro. Y eso está allí, todo lo que tiene que hacer es seguir y seguir,
caminando, caminando, sin cesar, hacia un santo... y significa que aquello es estable, fijo, estático, sin
movimiento, sin vida.

A: Esto me trae a la mente la frase bíblica en la que Dios es descrito como la luz que guía mis
pasos, que ilumina mi sendero. No dice que él sea el sendero. Sino que él es la luz... Como una luz para
mis pasos y el sendero. Pero no dice que Dios sea el sendero. Esto es muy interesante.

K: Mucho.

A: Pero puede que nadie en realidad se fije suficientemente en esas palabras.

K: Observe cómo lo está mirando en este instante y vea la verdad de esta afirmación, el
sentimiento de esto.

A: Sí, así es.

K: Así pues, este es uno de los aspectos. ¿Abarca la meditación el campo total de la existencia?
¿O es algo totalmente aparte de la vida? Aparte de los negocios, de la política, del sexo, de placer, de la
ambición, de la codicia, de la envidia, de la ansiedad, de la muerte, del miedo... todo eso es mi vida, la
vida, el vivir. ¿Es la meditación algo separado de todo eso o ésta lo incluye? Si esta no lo incluye, la
meditación no tiene sentido.

A: Se me acaba de ocurrir algo que estoy seguro se considerará sumamente herético. Pero vea las
palabras de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida»; cuando se entienden en el contexto de lo que
se ha manifestado durante estas conversaciones; adquieren un significado totalmente diferente del que nos
han enseñado. Por ejemplo, cuando pregunta a Pedro quién es él, o sea: “¿Quién soy yo, Jesús?”. Y Pedro
dice: “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Inmediatamente se vuelve hacia Él y le dice: “Ni la carne ni
la sangre te han revelado esto. Sino mi Padre que está en los cielos”. (En otra ocasión dijo que era uno
con el Padre). Y entonces, pide en su oración que los discípulos sean uno con Él, tal como Él y su Padre
son uno, que todos ellos sean uno. Así, si tiene en cuenta esto (estoy casi tartamudeando por lo que voy a
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decir, soy consciente que teológicamente hablando sería una excentricidad) cuando Él dice: “Yo soy el
camino, la verdad y la vida”, si esto es visto en el contexto de cómo uno actúa, entonces todo el asunto se
transforma completamente. ¿Verdad?

K: Ciertamente.

A: Voy a estar impresionado fuertemente por esto durante mucho tiempo. Por favor, siga.

K: Así, si la meditación está separada de la vida carece de sentido, pues sería tan sólo un escape
de ésta, un escape de todos nuestros problemas, miserias, aflicciones v confusión. Por lo tanto no
merecería la pena ni tocarla.

A: Sí, de acuerdo.

K: Si no es eso, y para mí no lo es, entonces ¿qué es la meditación? ¿Me entiende? ¿Es un logro,
la realización de un objetivo? ¿O es un perfume, una belleza que impregna todas mis actividades y que,
por tanto, tiene un significado tremendo? La meditación tiene un significado inmenso.
Entonces la siguiente pregunta es: ¿Es la belleza el resultado de una búsqueda? La persona se une
a un grupo de zen, luego a otro grupo, uno tras otro, otro tras otro; practica esto, practica aquello, no
practica; hace voto de celibato, de pobreza o de silencio, ayuna... y todo para llegar allí. En lo que a mí
respecta todo eso es totalmente innecesario. Porque lo importante es ver, como dijimos ayer, lo falso. No
juzgo lo falso como verdadero o falso, sino la misma percepción revela su autenticidad o su falsedad.
Debo conservarlo, mis ojos deben mirarlo sin ningún prejuicio, sin reaccionar. Y entonces puedo decir
esto es falso, no lo tocaré. Esto es lo que sucede, no lo tocaré. La gente ha venido a verme y me han
dicho: “Ud. no tiene ni idea de las cosas, tiene Ud. que experimentarlas”. Yo he contestado: “no hay que
hacer nada”. Para mí eso es falso porque no incluye toda la vida.
No hemos cambiado. Podemos decir: “Estoy pleno de amor, lleno de la verdad, de conocimiento,
de sabiduría”. Pero yo digo: “Todo eso son disparates, ¿te comportas como debes? ¿No eres hijo del
miedo? ¿Estás libre de la envidia, la codicia, la ambición y del deseo de alcanzar el éxito en todos los
campos?” Si no, estamos simplemente jugando. No somos serios. Y desde ahí podemos continuar.

A: Sí.

K: Esa meditación abarca la totalidad de los campos de la existencia, sea el campo artístico, o el
de los negocios. Porque, la división entre científico, erudito, sacerdote, político, hombre de negocios,
artista (ya conoce como hemos fragmentado todo eso en carreras universitarias) para mi, es consecuencia
del estar los seres humanos fragmentados. El artista, el erudito, el científico, el hombre de negocios, son
la expresión de esa fragmentación. ¿Me entiende?

A: Sí, desde luego. Estoy pensando en lo que sucede en la vida universitaria respecto a esto.
Siempre nos estamos diciendo unos a otros como académicos: “Por el amor de Dios, encontremos un
principio ordenante, que englobe todo esto dentro de algún tipo de integración, de modo que el estudiante
pueda sentir que está haciendo algo con significado, y no simplemente cargando otro coche en un enorme
tren que él jamás ha visto”.

K: Eso es, exactamente. Y la meditación debe existir, y existe, cuando niegas todos estos sistemas,
métodos, gurús, autoridades, que se convierten en cuestiones religiosas.

A: Sí, fuertemente religiosas.

K: Ahora bien, ¿qué papel juega el artista, no sólo en la estructura social, sino también, en la
expresión religiosa? ¿Entiende? ¿Qué es un artista? ¿Es algo aparte de nuestra vida diaria? La belleza de
vivir, la cualidad de la mente que es realmente religiosa. ¿Me entiende? ¿Es él parte de esto? ¿O es un
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fenómeno extraño porque él tiene cierto talento y la expresión de ese talento llega a ser
extraordinariamente importante para sí mismo y para la gente?

A: En nuestra cultura, a menudo, parece que la expresión de ese talento le lleva a entrar en
conflicto con ciertos convencionalismos.

K: Y también, se manifiesta ese conflicto en el propio artista.

A: Por supuesto. Sí, tenemos una vieja tradición en la civilización occidental de considerar al
artista como un ser extraño, ¿verdad?

K: Sí. Algo aparte. El es mucho más sensible, está mucho más alerta a la belleza, a la naturaleza,
pero fuera de eso, es tan sólo un hombre común.

A: Sí, por supuesto que sí.

K: Para mí, eso es una contradicción. Pues ante todo se ha de ser una persona plena, y después
cualquier cosa que se haga será bella. Si se pinta o lo que sea que se haga. No pongamos al artista como
algo extraordinario, o al hombre de negocios como algo horroroso. Llamemos a esto simplemente vivir en
el mundo del intelecto o al científico en el mundo de la física, etc., etc. Pero, ante todo debemos ser seres
humanos. ¿Me entiende, señor? Seres humanos en el sentido, de total entendimiento de la vida, la muerte,
el amor, la belleza, las relaciones, la responsabilidad, no matar. Todo esto está contenido en el vivir. Por
tanto, se establece una relación con la naturaleza. Y la expresión de esa relación, si es plenamente sana, es
la creatividad.

A: Esto es algo completamente diferente de como muchos artistas conciben su trabajo.


Especialmente en la actualidad, los artistas tienen la idea de que son reflectores de la fragmentación de su
tiempo.

K: Ciertamente.

A: Así hacen una exposición, en la que la fragmentación es como un espejo para nosotros, con lo
que sólo se consigue reforzar la fragmentación.

K: Ciertamente.

A: Sí, entiendo muy bien lo que dice.

K: Fíjese Ud. en esto. La meditación cubre el campo total de la existencia. La meditación implica
libertad de métodos, de sistemas, porque no sé lo que es la meditación; comienzo ahí, por lo tanto
comienzo con libertad, no con cargas.

A: Esto es maravilloso, comenzar con libertad y no con cargas. Este asunto de mantener la
fragmentación, desde esa perspectiva, es realmente nada más que una especie de periodismo.

K: Periodismo. Perfectamente.

A: Propaganda.

K: Por lo tanto, embuste. Así que rechazo todo eso. No tengo cargas. Por tanto, la mente está libre
para inquirir lo que es la meditación.

A: Maravilloso.
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K: Yo he hecho esto. ¿Me entiende, señor? Esto no es una expresión verbal, no digo nada que no
haya vivido.

A: Esto es muy obvio para mí, cuando uno está sentado aquí conversando con Ud. Sí.

K: No lo haría; eso es hipocresía. No me interesan esas cosas. Lo que me interesa realmente es ver
lo que es la meditación. Así, comienzo... uno comienza con esta libertad. Y libertad significa: liberar la
mente, vaciándose a sí misma, de las cargas de otros, de sus métodos, de sus sistemas, de la aceptación de
su autoridad, de sus creencias, de sus esperanzas. Porque todo eso es parte de mí. Por lo tanto, dejo de
lado todo eso. Y, ahora comienzo diciendo: “no se... lo que es la meditación. Empiezo”. Esto significa
que la mente es libre, tiene este estado de gran humildad. No saber; no estoy preguntando, porque
entonces alguien puede dar una contestación.

A: Exactamente.

K: Algún libro, algún erudito, algún profesor; algún psicólogo surge y dice: “Ud. no sabe. Yo si
sé. Yo le daré esto a usted”. Yo digo: “No, por favor: Yo no sé nada, Ud. no sabe nada tampoco. Porque
está repitiendo lo que otros han dicho”. Así que, descarto todo eso. Ahora comienzo a inquirir; ahora
estoy en condiciones de investigar. No para lograr un resultado, no para alcanzar lo que llaman la
iluminación. Nada. No sé si existe la iluminación o no. Comienzo con este sentimiento de gran humildad,
no conociendo, por lo tanto mi mente, la mente, es capaz de una verdadera indagación. Así pregunto lo
primero de todo: ¿miro mi vida? Porque dije al principio que la meditación involucra a la totalidad de mi
vida, de la vida de uno. Mi vida, nuestra vida, es principalmente la vida diaria consciente, ¿La he
examinado, la he observado? Hay contradicciones, etc., como ya hemos estado diciendo. Y también está
el asunto del dormir. Duermo ocho, nueve, diez horas, ¿qué es el dormir? Comienzo no sabiendo. No con
lo que otros han dicho. ¿Me entiende señor?

A: Sí, le entiendo.

K: Estoy investigando sobre la meditación, que es el verdadero espíritu de la religión. Esto es,
reuniendo toda la energía para pasar de una dimensión a otra totalmente distinta. Que no quiere decir
separada de esta dimensión.

A: No, esto no es como esos monjes subiéndose a la montaña, no.

K: He estado en lo alto de esas montañas.

A: Sí.

K: Así pues, ¿qué es el dormir? Y ¿qué es el despertar? ¿Estoy despierto? O sólo estoy despierto
cuando hay una crisis, cuando hay una conmoción, cuando hay un problema, cuando hay un incidente,
una muerte, un rechazo, un fracaso. ¿Me entiende? O estoy despierto todo el tiempo, alerta durante todo
el día. Así pues ¿qué es estar despierto? ¿Me entiende, señor?

A: Sí, le entiendo. Puesto que está diciendo que la meditación debe abarcarlo todo, obviamente,
estar despierto no puede ser esporádico.

K: Eso es. No puede ser esporádico. No puede ser algo estimulante.

A: No puede ser descrito como experiencia cumbre.

K: No. Cualquier forma de estimulación interna o externa tan sólo supone que se está dormido y
que se necesita un estimulante, sea el café, el sexo, o un tranquilizante. Todos te mantienen despierto.
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A: Póngase una inyección para dormirse y reciba una sacudida para despertarse.

K: Así, en mi investigación, pregunto ¿estoy despierto? ¿Qué significa estar despierto? No


despierto a lo que está sucediendo políticamente, económicamente, socialmente, esto es obvio. Sino
despierto. ¿Qué quiere decir esto? No estoy despierto si llevo cualquier carga. ¿Me entiende, señor? No
hay posibilidad de estar despierto cuando hay cualquier tipo de miedo. Si vivo con una ilusión, si mis
acciones son neuróticas, no hay posibilidad de estar despierto. Así que estoy inquiriendo y sólo puedo
inquirir llegando a ser muy sensible a lo que está pasando dentro y fuera de mí. De este modo la mente
está completamente despierta, durante todo el día, a lo que está pasando dentro y fuera de mí.

A: Cada instante.

K: Esto es. De otro modo no estoy despierto.

A: Estaba pensando en algo que siempre me ha producido gran asombro. En casa tenemos unos
pájaros y también una gata. Se llevan muy bien. Quiero decir; que la gata no persigue a los pájaros.
Cuando retiran los pájaros para dormir por la noche, la gata entra en esa habitación y permanece con
ellos, puede estar una hora o dos mirándolos. Parece como si tuviera la impresión de que debe cuidar de
los pájaros. Y durante el día, he observado a menudo que se sienta y mira a los pájaros con inmensa
intensidad. Y entonces suelo pensar: Pero, por el amor de Dios, ¿es que no los ha visto antes? ¿Qué es esa
continua intensidad? Pero ella sigue mirándolos.

K: Así es, señor.

A: Y sus ojos están siempre con esa... como una joya...

K: ...claridad.

A: ...claridad e intensidad. Más limpios que una llama. Y nunca descansa. Y cuando se va a
dormir; realmente... sí. Cuando me preguntaba que era dormir. Eso debe tener una relación con el
asombro que sentimos por la habilidad del gato para dormir profundamente y luego cuando se despierta
estar completamente despierta.

K: Eso es, señor. Así al preguntar e inquirir que es el dormir, debo preguntar también que es el
estar despierto.

A: Por supuesto.

K: Por supuesto. ¿Estoy despierto? ¿O está el pasado tan vivo que está dirigiendo mi vida en el
presente? Si es así estoy dormido.

A: ¿Podría repetir eso otra vez? Es muy importante.

K: Lo diré de otra forma. ¿Estoy despierto? o está mi mente cargada con el pasado y por tanto
transportando su carga. No estoy despierto al presente.

A: No estar despierto en el presente, exactamente.

K: No estar despierto cuando estoy hablando. Porque estoy hablando desde el transfundo de mi
pasado, de mi experiencia, de mis fracasos, mis heridas, mis depresiones; por tanto, eso ahora me está
dominando y adormeciendo.

A: Es un narcótico.
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K: Un narcótico. Por lo tanto, ¿qué voy a hacer con el pasado? ¿Me entiende?

A: Sí. Le entiendo. Ya lo creo.

K: El pasado es necesario.

A: Por supuesto, sí, todo el campo del conocimiento.

K: El conocimiento. El pasado es necesario. Pero cuando el pasado tapa el presente, entonces


estoy dormido. Entonces ¿es posible, saber lo que es el pasado y no dejarle ahogar el presente? La
existencia de esto y su cuestionamiento trae su propia disciplina. Por tanto digo, que sí, que sé lo que esto
significa. Yo puedo vivir; puedo mantenerme completa y totalmente despierto, y sin embargo operar en el
campo del conocimiento. Así pues, no existe contradicción. No sé si me explico.

A: Ah, sí; muy bien.

K: Si ambos están moviéndose en armonía, uno no va detrás del otro. Uno no contradice al otro.
Hay equilibrio.

A: Bueno, lo que estoy viendo aquí, si lo he entendido bien, es que, por un lado, tenemos el
conocimiento y lo necesitamos para saber las cuestiones prácticas. Por otro lado estamos observando,
comprendiendo y el acto de la meditación es el nexo entre ellos, así que no hay interrupción del fluir en la
actividad... del comprender y del conocer.

K: Eso es parte de la meditación. ¿Entiende?

A: Sí.

K: Mire lo que sucede entonces ¿qué es el dormir? Ahora he entendido lo que significa estar
despierto, eso significa que estoy observando, estoy despierto. Estoy despierto sin escoger; sin conciencia
de elección, mirando, viendo, observando, oyendo, lo que está pasando y lo que está sucediendo en el
exterior; lo que la gente me dice, si me halagan, o me insultan. Estoy observando. Así pues estoy muy
alerta. Ahora ¿qué es dormir? Sé lo que es dormir: descansar; cerrar los ojos, acostarse a las nueve o las
diez o más tarde. ¿Qué es dormir? Y en el dormir; los sueños ¿qué son los sueños? No sé lo que otros
dicen. No estoy interesado en lo que otros dicen. ¿Entiende señor? Porque mi inquirir es para descubrir si
la meditación cubre el campo total de la existencia, no sólo un sector.

A: Mi investigar procede del momento en que digo: Yo no sé.

K: Yo no sé. Correcto. Así es que, seguiré. Yo sueño. Los sueños existen. ¿Qué son los sueños?
¿Por qué debería soñar? Así pues, tengo que descubrir por qué sueño. ¿Qué son los sueños? Los sueños
son la continuación de mi adormecimiento cotidiano. Esto es, yo no he comprendido -mire lo que ocurre,
señor- no he comprendido mi vida cotidiana, observo mi vida cotidiana. Mi vida diaria está en desorden;
así que, me acuesto y el desorden continúa. Y el cerebro dice: debo tener orden, de otro modo, no puedo
funcionar. Así pues, si la mente no pone orden durante el día, el cerebro trata de poner orden durante la
noche.

A: A través de los sueños.

K: A través de los sueños, a través de insinuaciones. Cuando despierto, digo: sí, tengo cierta
sensación de que he de hacer esto. Así pues, mire lo que ocurre. Cuando la mente está despierta durante el
día ésta tiene orden, establece orden, en el sentido del que hemos hablado otros días. Orden que viene de
la comprensión del desorden. La negación del desorden es orden, no el seguimiento de un plan, o un
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modelo, todo eso es desorden. De este modo durante el día, la mente, el cerebro ha establecido orden.
Así, cuando voy a dormir; el cerebro no está calculando como establecer orden en sí mismo para tener
seguridad. Por tanto, el cerebro descansa. El cerebro se aquieta, duerme sin sueños. Puede que tenga
sueños superficiales cuando se come erróneamente, ya sabe todo ese tipo de cosas. No estoy hablando de
eso. Así, el dormir significa la regeneración del cerebro. No sé si me entiende.

A: Sí. ¿Podría preguntarle sobre un tema, que ofrecería una distinción entre los sueños según su
naturaleza? A menudo, relatamos que hemos tenido un sueño que señala acontecimientos futuros.

K: Eso es otra cosa.

A: Eso es totalmente diferente de lo que está hablando.

K: Sí, así es.

A: Así, podríamos decir que...

K: Déjelo, pienso que podemos entenderlo muy fácilmente. Mire, el otro día, estábamos
caminando hacia lo alto de una montaña en la India, había un río que discurría por abajo, dos botes
navegaban en sentidos opuestos, y uno veía donde iban a cruzarse. Cuando se está bastante alto se ven los
botes que van al encuentro en un punto preciso.

A: Pero eso es muy objetivo. Eso nada tiene que ver con mi subjetivo e inacabado asunto.

K: No.

A: Por tanto, es eso de lo que usted hablaba.

K: Eso es.

A: Sí, entiendo perfectamente. De acuerdo. ¡Qué cosa tan maravillosa sería tener todos los asuntos
resueltos y dormirse! Y si el orden le obsequiase a uno con la comprensión. Entonces la comprensión
jamás acaba, continúa durante el sueño.

K: Cierto.

A: Sí. Por supuesto. Por supuesto. Maravilloso. Maravilloso.

K: Así, ve, de ese modo el cerebro se regenera, se mantiene joven. Sin conflicto. El conflicto
deteriora el cerebro.

A: Sí.

K: Así, dormir; quiere decir; no sólo orden, rejuvenecimiento, inocencia; sino, que en el sueño, se
dan también estados en los que existe total libertad para inquirir; para examinar algo que nunca hemos
visto con los ojos, los ojos físicos.

A: Sí.

K: Desde luego. Así es que, ya hemos ahondado suficientemente en eso. Tal como lo entiendo.
¿Vive la mente ese tipo de vida durante el día?

A: Sería raro.
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K: Pero de otro modo eso no sería meditación. Y yo no quiero entretenerme con un juego, un
juego hipócrita, porque no engaño a nadie, me engaño a mi mismo y no quiero engañarme a mi mismo.
No veo el objeto de engañarme a mi mismo porque no quiero ser un hombre eminente, un hombre
humilde, un hombre importante, triunfador. Todo eso es demasiado infantil. Así que, me digo: ¿estoy
viviendo eso? Si no, ¿qué esta sucediendo? Y esto me da energía para vivir de ese modo porque no llevo
la carga de otros.

A: Eso es extraordinario. Me recuerda una historia que habla de un espadachín y sus tres hijos. Él
era un espadachín muy viejo, en el antiguo Japón, y quería legar la responsabilidad de su arte a sus hijos.
Pidió a cada hijo que pasara a la habitación, para poder hablar con ellos y decidir.
Él era un hombre de gran conocimiento en el arte de la espada, pero también era un hombre de
sabiduría. Y sin que ellos lo supieran puso una pelota en lo alto del dintel, de modo que cuando ellos
pasaran ésta cayera. Sus hijos eran, por supuesto, totalmente desconocedores del hecho.
Llamó al más joven primero, y cuando entró cayó la pelota, tal como el padre había dispuesto; y el
hijo, rápido como el rayo, la cortó en dos con su espada según caía. Y su padre le dijo: Por favor; espera
en la otra habitación.
El segundo hijo entró, la pelota cayó sobre su cabeza, pero justamente cuando ésta tocaba su
cabeza, la atrapó con las manos y el padre le dijo: Por favor; espera en la otra habitación.
El mayor entró. Abrió la puerta, y cuando la estaba abriendo alargó la mano y cogió la pelota.
El padre les pidió que entrasen, y dijo al más joven de los hijos: Muy brillante. Has dominado la
técnica. No has entendido nada. Dijo al segundo: Bueno, casi has llegado; sigue así, persevera. Y dijo al
mayor: Bueno ya puedes comenzar.
Y me parece que es justamente eso. ¡Imagínese! Es como la palabra “prajna”, que quiere decir:
“para”... delante; y “Jna”.... conocer; conocer de antemano, en el sentido, no de un trabajo de predicción
que hagamos basados en el estudio con ratas en el laboratorio o alguna otra cosa, sino que la comprensión
es... anterior y posterior en el movimiento total de ese actuar de uno.

K: Sí señor. Así pues, veo esto, porque no separo la meditación de la vida diaria. De otro modo,
esto no tiene sentido. Así, veo la importancia del orden durante las horas de vigilia. Y, por tanto, de tener
la mente, el cerebro, libre de conflicto; eso hará que durante el sueño tengamos un descanso total del
cerebro. Esto es una cosa. A continuación, ¿qué es el control? ¿Por qué debería controlarme? Todos han
dicho debemos controlamos. Todas las religiones han hablado del autocontrol, del control: vive sin deseo,
no pienses en ti mismo... ¿Me entiende? Todo eso. Yo me pregunto, al igual que ellos: ¿Puedo vivir sin
control? ¿Entiende?

A: Claro que si. Uno debe hacer esa pregunta desde el mismo comienzo.

K: Estoy haciéndolo. Eso es lo que estamos haciendo. ¿Es posible vivir sin control? Porque, ¿qué
es el control? ¿Y quien es el controlador? El controlador es lo controlado. Cuando digo que debo
controlar mi pensamiento, el controlador es una creación del pensamiento. El pensamiento controla al
pensamiento; esto es un sin sentido. El fragmento, controla otro fragmento, y, todavía, por tanto, quedan
más fragmentos. Por eso me digo, ¿hay modo de vivir sin control, y por tanto, sin conflicto, sin opuestos?
No un deseo contra otro deseo. Un pensamiento opuesto a otro pensamiento, un logro opuesto a otro.
Así que: no controlo. ¿Es eso posible? Porque debo descubrir. ¿Entiende? No es sólo realizar una
pregunta, dejándola sola. Ahora tengo energía, porque ya no estoy llevando el peso de otros por más
tiempo, ni tampoco estoy llevando mi propia carga. Porque mi carga es su carga, cuando descarto ésta
descarto aquélla. Así que, tengo energía cuando me pregunto si es posible vivir sin control. De ese modo,
esto es algo tremendo: debo descubrir. Porque las personas que realizan autocontrol, han dicho: a través
del control alcanzarás el Nirvana, el cielo. Para mí, eso es un error; totalmente absurdo. Así que me digo,
¿puedo vivir una vida de meditación en la que no exista el control?

A: Cuando la inteligencia surge, en la forma que hemos dicho antes, con ella viene el orden, y ese
orden...
11
K: La inteligencia es orden.

A: Y la inteligencia es ese orden. Ver es hacer.

K: Hacer; si.

A: Por tanto, no hay conflicto en absoluto.

K: Entonces, ¿vivo yo esa vida? No sólo si es posible, ¿la vivo? Tengo deseos: veo un coche, una
mujer; una casa, un bello jardín, hermosas ropas o cualquier otra cosa, al instante todos los deseos surgen.
Y sin embargo, no ceder; y no tener un solo conflicto.
Si tengo dinero voy y lo compro, está claro, no hay dudas. Si no tengo dinero, entonces digo:
“bien, lo siento mucho pero no tengo dinero, lo adquiriré en otro momento, otro día. Después de un
tiempo volveré y lo compraré”. Es el mismo problema porque ha habido deseo: el ver, el contactar, la
sensación y el deseo. Ahora, ese deseo está ahí, cortarlo es reprimirlo. Controlarlo es reprimirlo. Ceder y
hacerlo es otra forma de fragmentar la vida entre satisfacción y renuncia. ¿No sé si...?

A: Sí, así es.

K: Así que, se permite el florecimiento del deseo, sin ningún control. ¿Entiende, señor?

A: Sí, entiendo.

K: Así el propio florecimiento es el fin de ese deseo. Pero si lo cortas, volverá de nuevo. ¿No sé
si...?

A: Sí, así es. Es la diferencia entre una terminación y una consumación.

K: Así, dejo al deseo que surja, que florezca, y lo observo. Lo observo, no cedo a él ni lo resisto.
Simplemente le dejo que florezca. Estando plenamente consciente de lo que está sucediendo. Entonces,
no hay control.

A: Y no hay desorden.

K: Por supuesto que no. En el momento que se controle hay desorden. Porque se está rechazando
o aceptando, y ya sabe todo lo que viene después; así que eso es desorden. Pero cuando dejas que eso
florezca y se observa, observa en el sentido de ser completamente consciente de ello: los pétalos, las
sutiles formas del deseo de poseer; poseer es un placer; no poseer es un placer, ¿me entiende? El
movimiento total del deseo.

A: Exactamente.

K: Y por eso hay que estar muy sensible, muy atento, muy receptivo, observando sin preferencias.

A: ¿Podríamos continuar en nuestro próximo encuentro con esa imagen a la cual se ha referido,
metafóricamente, como una planta, profundizando en la meditación?

K: No hemos acabado con la meditación. Implica muchas más cosas.

A: Bien, muy bien.

Segunda Charla
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A: Sr. Krishnamurti, estuvimos hablando sobre la meditación en nuestro último encuentro, y


cuando concluíamos, sacó a colación una bella analogía con el florecer de una planta, sorprendiéndome
que el orden intrínseco que lleva al crecimiento de una planta, cuando ésta florece, es una imagen
reveladora del orden del que usted ha estado hablando. También hemos comentado la relación que hay
entre la meditación y la comprensión por un lado, y el conocimiento por otro; distinción que muy
raramente se hace. Aunque está en el lenguaje corriente, quizás hacemos la distinción inconscientemente.
Eso sucede. Tenemos las dos palabras.

K: Así es.

A: Ud. había comenzado a examinar lo que es esa distinción y quizás podríamos seguir a partir de
ahí.

K: Sí. Estábamos hablando -si no recuerdo mal- acerca del control, y dijimos que el controlador es
lo controlado. Lo analizamos suficientemente; cuando hay control hay una dirección, y la dirección
supone una voluntad. Y en el deseo de controlar hay establecido un objetivo y una dirección, que quiere
decir, llevar a cabo la decisión tomada por la voluntad; cuya realización es el tiempo. Por lo tanto, la
dirección implica tiempo, control, voluntad y un fin. Todo eso está contenido en la palabra control,
¿verdad?

A: Así es.

K: Así pues, ¿qué papel desempeña la voluntad, en la meditación, y por tanto en la vida? ¿O no
desempeña ninguno? Esto significa que la decisión está de más, queda tan sólo el ver; y el hacer. Y esto
no requiere voluntad, ni dirección, ¿lo ve?

A: Sí.

K: Vea la belleza de esto, cómo se resuelve. Cuando la mente ve la inutilidad del control ha
comprendido que el controlador es lo controlado; un fragmento intentando dominar otros fragmentos, y el
fragmento dominante forma parte de los otros fragmentos; por tanto, es como dar vueltas en círculos, un
círculo vicioso del que nunca puede salirse. Así que, ¿puede llevarse una vida sin control? -tan sólo
escuche- ¿sin voluntad, sin dirección? Debe haber una dirección en el campo del conocimiento, de otro
modo no podría volver a casa, perdería la capacidad para conducir un coche, montar en bicicleta, hablar
una lengua, todas las cosas tecnológicas necesarias en la vida. La dirección, el cálculo, la determinación;
en ese campo es necesario. Ahí el elegir entre esto o aquello es necesario.
Pero aquí, donde hay elección hay confusión, porque no hay percepción (donde hay percepción no
hay elección). La elección existe porque la mente está confusa entre esto y aquello. Por tanto, ¿puede
vivirse sin dirección, sin control, sin decisión, esto es, sin tiempo? Eso es meditación. No la simple
pregunta, aún siendo interesante, porque una pregunta por muy estimulante que sea por sí misma, no
significa nada. Ésta tiene sentido en el vivir.

A: Cuando Ud. hablaba estaba pensando, nuevamente, en el uso del lenguaje corriente. Es
interesante ¿verdad? que cuando juzgamos que alguien ha realizado una acción -que llamamos
deliberada- ésta se ha realizado en realidad sin la comprensión.

K: Por supuesto.

A: Así pues, en la distinción entre decisión como nombre y deliberado como adjetivo, tenemos un
indicio de esta distinción. Pero me gustaría preguntarle, en este momento, acerca de las conexiones de la
voluntad. Aunque estamos hablando de la meditación, consideramos que el conocimiento, en sí mismo,
tiene su sitio.
13
K: Por supuesto.

A: Y decimos que la decisión se refiere a eso. La elección se refiere a eso y por tanto la voluntad
trabaja ahí.

K: Una dirección... y todo lo demás.

A: Una dirección, etc. y así, estamos haciendo una distinción entre la voluntad y su papel en
relación con todo el campo de lo que llamamos vagamente el conocimiento.

K: El conocimiento, el saber.

A: Si. Y la confusión que se produce cuando esa actividad, tan necesaria en el lugar adecuado, se
introduce en esto y, entonces, no podemos hacer ninguna de ellas concretamente.

K: Así es. Y, por consiguiente, seremos ineficientes.

A: Sí.

K: Personales.

A: Pero, no pensamos eso. Creemos que podemos ser extraordinariamente eficientes en el


conocimiento y ser lo que llamamos no religiosos, tener éxito allí, pero no aquí. Mientras que, si le he
entendido correctamente, no se fracasa en uno u otro campo, simplemente se fracasa y punto. Si esta
confusión existe, es un fracaso total. No puedes ni siquiera funcionar bien aquí, no importa lo que pueda
parecer a corto plazo.

K: En tanto no tengas orden en tu interior.

A: Exactamente. Así, la misma división que hacemos entre lo interno y lo externo es en sí misma
un síntoma de ese tremendo...

K: ...del pensamiento que ha dividido lo externo y lo interno.

A: Sí. Espero que Ud. tenga paciencia conmigo, al examinar esto a fondo.

K: Sí, sí. Muy bien.

A: ...Porque, ¿sabe? En el pensamiento religioso, lo que enseño en la universidad, esta confusión,


bueno, su peso.

K: Ya sé.

A: Te sientes...

K: ...oprimido.

A: Y tan pronto como comienzas a hacer un comentario de cualquier tipo, que significa
simplemente comenzar a cuestionar; se produce una gran rigidez y nerviosismo...

K: Ciertamente.

A: ...es dramático. Sí.


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K: Vea, señor. Por eso estoy preguntando. La meditación cubre todo el campo del vivir; no una
parte. Por tanto, vivir sin control, sin la acción de la voluntad, de la decisión, de la dirección, del logro.
¿Es eso posible? Si no es posible, no es meditación. Por tanto, la vida se vuelve superficial y sin sentido.
Y para escapar de esa falta de significado, corremos tras todos los gurús, el entretenimiento religioso, los
circos, ¿entiende? Todas las formas de meditación. Esto no tiene sentido.

A: ¿Sabe? Bueno, por supuesto que lo sabe, ésta es una cuestión retórica: en la tradición clásica
tenemos una definición de la voluntad. Decimos que ésta es un deseo hecho razonable.

K: Un deseo hecho razonable.

A: Un deseo hecho razonable. Ahora bien, hace mucho que perdimos la idea de lo que los
antiguos querían decir en su experiencia contemplativa, con la palabra razón. Creemos que significa
cálculo. Pero, por supuesto, no es lo que los clásicos querían decir cuando hablaban de lo razonable. Esto
señala, más bien, hacia ese orden que no está definido. Y se me ocurre que si entendiésemos
correctamente esa afirmación, estaríamos diciendo que la voluntad es el centro del deseo, sin ser el centro
consciente.

K: Sí, eso es. Y mirando el florecimiento del deseo.

A: Sí.

K: Y, por tanto, viendo a la voluntad operar y dejándola florecer, cuando ésta florece -como la
estás observando- muere, se marchita. Después de todo es como una flor que la dejas florecer y se
marchita.

A: Nace y muere a su debido tiempo.

K: Por tanto, si uno está sin preferencias, alerta a este movimiento del deseo, del control, de la
voluntad, del concentrarse, de esa voluntad en acción, etc., etc. Déjala, mírala. Y cuando la miras, verás
cómo pierde su vitalidad. Así no hay control. De esto surge la siguiente cuestión: ¿puede haber espacio
con dirección?

A: Sí, por supuesto.

K: Es muy interesante lo que sigue.

A: Sí que lo es, lo es.

K: ¿Qué es el espacio? El espacio que el pensamiento ha creado es una cosa. El espacio que existe
en el cielo, en nosotros, ¿qué es eso?, en el universo: el espacio. Debe haber espacio para que una
montaña exista. Debe haber espacio para que un árbol crezca, para que se desarrolle la flor. Así pues,
¿qué es el espacio? Y, ¿tenemos nosotros espacio? ¿O estamos limitados físicamente a vivir en un
pequeño apartamento, en una pequeña casa, sin espacio alguno en lo externo, y por tanto, al no tener
espacio, nos volvemos cada vez más violentos?
No sé si se ha fijado por las tardes cuando las golondrinas están alineadas sobre un cable.

A: ¡Oh!, sí.

K: Y como dejan un espacio exacto entre ellas. ¿Entiende?

A: Claro. Es maravilloso.
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K: Es maravilloso ver ese espacio, y el espacio es necesario. Carecemos de espacio físico, con
una población cada vez mayor y todo lo demás. Y por tanto hay cada vez más violencia, cada vez más
convivencia en pequeños apartamentos, miles de personas, masificación.

A: Cierto.

K: Respirando el mismo aire, pensando las mismas cosas, viendo la misma televisión, mirando lo
mismo, leyendo el mismo libro, yendo a la misma iglesia, creyendo las mismas cosas, ¿Me entiende?

A: Sí.

K: La misma tristeza, la misma ansiedad, los mismos miedos. “Mi” país... todo eso. Así pues, la
mente, el cerebro, tienen muy poco espacio. Y el espacio es necesario, de otro modo nos ahogamos. Por
tanto, ¿puede la mente tener espacio? Y no habrá espacio si hay una dirección.

A: Evidentemente.

K: ¿Lo ve, señor? No hay espacio si la dirección quiere decir tiempo. Y así, cuando la mente está
ocupada con la familia, con los negocios, con Dios, con el beber, con el sexo, con la experiencia,
ocupada, llena, no hay espacio.

A: Eso es. Exactamente.

K: Así cuando el conocimiento ocupa todo el campo de la mente como pensamiento, no hay
espacio. Y el pensamiento crea un espacio en torno así mismo, como un «yo» encerrado, y un «tú»
delimitado, nosotros y ellos. Así pues, el ego, el yo -que es la esencia del pensamiento- tiene su espacio
propio y pequeño.

A: Así es.

K: Y moverse fuera de ese espacio da terror, da miedo, crea inquietud, porque estoy acostumbrado
a ese pequeño espacio. ¿No se si...?

A: Sí, exactamente. Esto nos lleva de nuevo a una conversación anterior que tuvimos cuando
tocamos el punto del terror.

K: Sí, eso es. El ser y el no ser se encuentran en ese pequeño espacio que el pensamiento ha
creado. Así que el pensamiento nunca puede crear espacio. Por tanto, la meditación es la liberación de la
mente de su contenido como conciencia que crea su propio y pequeño espacio. ¿Me entiende?

A: Sí, le entiendo.

K: Entonces, uno pregunta ¿es eso posible? Porque estoy ocupado con mi esposa, mis hijos, mis
responsabilidades, cuido del árbol, del gato, cuido de esto y aquello, estoy ocupado, siempre ocupado.

A: Esto arroja una luz maravillosa a aquellas palabras de Jesús, sobre las que la gente ha
reflexionado y se ha preguntado, pensando que eran muy extrañas: «Las raposas tienen cuevas, y las aves
del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Él no tiene. El hombre como
mucho, el que se comprende a sí mismo, no está inventando un espacio para sí. Esto encaja
perfectamente. Es maravilloso.

K: No sé.
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A: No, entiendo. Pero estaba pensando en el contexto del discurso global. Esto simplemente me
ha iluminado. Y nuestras conversaciones han sido una gran revelación para mí, con respecto a las lecturas
en las que he estado absorbido durante muchos años. Y para mí eso es una demostración de lo que Ud. ha
dicho. Por ejemplo, en tanto que pregunto estas cuestiones mías, precisamente porque reciben una
respuesta.

K: Muy bien, señor.

A: Así, todas estas cosas dichas aquí reciben una contestación. Y qué podría ser más demostrable
empíricamente a un individuo, de que “yo soy el mundo y el mundo soy yo” que esto.

K: Exactamente.

A: Todo lo que estoy haciendo es un relato del viaje sin dirección.

K: Mire usted. El mundo se está volviendo cada vez más superpoblado. Las ciudades están
creciendo cada vez más, expandiéndose continuamente, suburbios, etcétera. El hombre tiene cada vez
menos espacio, y por tanto, está expulsando a los animales, matándolos. ¿Entiende? Matando a los pieles
rojas, a los indios americanos, matando a los indios de Brasil, etc. Están haciendo esto, realmente está
pasando.

A: Sí, es cierto.

K: Y no tenemos espacio, externamente, excepto en ocasiones en que salgo al campo y me digo a


mí mismo “¡Cielo santo! ¡Ojalá pudiera vivir aquí! Pero no puedo porque tengo que...” etc. Por lo tanto,
¿puede haber espacio internamente? Cuando hay espacio internamente, lo hay externamente, pero el
espacio externo no va a traernos el espacio interno. El espacio interno de la mente que es libre de la
ocupación, aunque ésta está ocupada en ese momento con lo que tenga que hacer; está ocupada pero libre,
y en el momento en que acabe, acabará del todo. No llevo la oficina a mi casa. Aquello acabó. Por lo
tanto, el espacio en la mente significa el vaciado de la conciencia de todos sus contenidos. Y por
consiguiente, la conciencia que el pensamiento, que el “yo”, ha creado, desaparece y entonces hay
espacio. Y ese espacio no es tuyo ni mío. Es espacio. ¿Me entiende?

A: Sí, claro. Estaba pensando en la historia de la creación en el Génesis. La aparición del espacio
ocurre cuando las aguas son separadas de las aguas, y tenemos la bóveda en la que los pájaros vuelan y
ese espacio es llamado cielo.

K: Es el cielo.

A: Sí. Por supuesto, por supuesto. Pero a continuación leemos que... mire... nosotros no...

K: Afortunadamente yo no leo.

A: ¡Vaya!

K: Así pues, el espacio, la dirección, el tiempo, la voluntad, la elección, el control, ¿entiende,


señor? Ahora, todo eso tiene importancia en mi vida, en mi vida diaria, en la de cada ser humano. Si él no
conoce cuál es el sentido de la meditación, vive solamente en ese campo del conocimiento, y por tanto se
convierte en una prisión. Y así, viviendo en prisión, dice: debo escapar a través del entretenimiento,
gracias a los dioses, por medio de esto y aquello, con la diversión (¿división?). Ud. sabe, eso es lo que
está pasando realmente.

A: La palabra vacante, lo dice todo.


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K: Si. Absolutamente.

A: Hacer el vacío es penetrar al interior del espacio, pero nosotros vamos de un agujero a otro.

K: Sí esto está claro, lo percibo en mi mismo, veo la cosa operando en mi vida diaria; entonces
¿que sucede? EI espacio significa silencio. Si no hay silencio hay dirección, que es la actividad de la
voluntad, debo hacer; no debo hacer; debo practicar esto, debo conseguir aquello, ¿me entiende? El
debería ser o no debería ser, lo que ha sido, lo que no debería ser; lo que lamento. Todo eso actúa. Por lo
tanto, espacio, quiere decir silencio, internamente.

A: Eso es muy profundo. Realmente, muy profundo. Arquetípicamente asociamos lo manifestado,


frente a lo latente, con el sonido, y lo que usted ha dicho explica todo de forma asombrosa...

K: El silencio no es el espacio entre dos ruidos. El silencio no es la cesación del ruido. El silencio
no es algo que el pensamiento ha creado. Viene naturalmente, inevitablemente cuando estás abierto,
cuando observas, cuando examinas, cuando investigas. De este modo la cuestión - el silencio- surge sin
un movimiento, un movimiento con una dirección. El movimiento del pensamiento, el movimiento del
tiempo... todo en silencio. Ahora bien, ese silencio, ¿puede operar en mi vida diaria? Vivo en el campo
del ruido como conocimiento. ¿Qué tengo que hacer? Y, ¿hay un vivir en silencio y al mismo tiempo lo
otro? Los dos moviéndose juntos, dos ríos fluyendo en equilibrio. Ninguna división, ¿entiende? en
armonía... sin división. ¿Es eso posible? Porque de otro modo, si eso no es posible, para ser realmente
sinceros, puedo tan solo vivir en el campo del conocimiento. ¿No sé si lo ve?

A: Sí, claro que sí.

K: Para mí es posible, no lo digo por vanidad, lo digo con gran humildad; pienso que es posible.
Es así. ¿Entonces qué sucede? ¿Entonces qué es la creación? ¿Es la creación algo para ser expresado: en
la pintura, en la poesía, en estatuas, en la literatura, en traer al mundo un bebé? ¿Es eso la creación? ¿Es
necesaria la creación, o debe ser expresada? Para nosotros ésta debe ser expresada, para la mayoría de la
gente; de lo contrario uno se siente frustrado, ansioso, que no está vivo, ¿me entiende? Así pues, ¿qué es
la creación? UNO SÓLO PUEDE RESPONDER SI HA EXAMINADO A FONDO TODO ESTO. Sino la creación se
convierte el algo sin valor.

A: Sí, se convierte -en términos vulgares y simples- en algo sacado a presión.

K: Por supuesto. Como la vida de los literatos quienes, al menos algunos de ellos, están en una
batalla interminable consigo mismos, tensos, etc. Y como resultado de eso, escriben un libro, se hacen
famosos.

A: Sí, la teoría psicológica de que las obras de arte están basadas en la neurosis, lo cual significa
que soy dirigido.

K: Sí, así que, ¿qué es la creación? ¿Es como un florecer en el cual la flor no sabe que está
floreciendo?

A: Exacto, así es.

K: ¿Ha quedado esto claro?

A: Sí, lo ha aclarado muy bien. De toda nuestra conversación la palabra, que ha sido para mí como
la hoja de una espada de dos filos, ha sido esta palabra “acción”. Pero no acción frente a inacción, no la
acción frente a su opuesto filosófico, la pasión, que es un uso diferente del que estaba usted haciendo en
nuestras conversaciones. Sino que sencillamente actúa.
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K: Actúa. Así que, mire lo que ocurre: la creación es mi vida, ¿entiende, señor? No creando
una hermosa silla, ni diciendo que esto o aquello puede ocurrir; sino en el vivir. Y de ahí surge otra
cuestión, QUE ES REALMENTE MUCHO MÁS IMPORTANTE: el pensamiento es medida; y mientras cultivemos
el pensamiento, todas nuestras acciones están basadas en el pensamiento, y la búsqueda de lo
inconmensurable no tiene sentido. Puedo darle un significado a esto, decir que existe lo inconmensurable,
que existe lo eterno... no tiene sentido que hablemos de eso, está ahí; es simplemente una suposición, una
especulación, o la afirmación de unos pocos que piensan que saben. Uno ha abandonado todo eso. Por
tanto uno pregunta, ¿cuando la mente está completamente en silencio, qué es lo inconmensurable? ¿Me
entiende, Ud.? ¿Qué es lo eterno? ¿Qué es lo perpetuo? No en términos de Dios -ya conoce todas esas
cosas que el hombre ha inventado- realmente ser eso.
EL SILENCIO, EN EL SENTIDO PROFUNDO DE ESA PALABRA, ABRE LA PUERTA. Porque se tiene ahí
toda la energía, no se gasta en nada, no existe disipación de la energía en absoluto. Por tanto, en ese
silencio hay una acumulación de energía.

A: Exactamente.

K: No la energía estimulada, ni proyectada por uno mismo, etc.; todo eso es demasiado infantil.
Existe, porque no hay conflicto, control, búsqueda, preguntar, cuestionar, exigir, esperar, rezar... nada de
todo eso. Por tanto, toda esa energía que había sido despilfarrada está ahora reunida en ese silencio,
¿entiende? Ese silencio es sagrado, pero no es algo sagrado inventado por el pensamiento.

A: No lo sagrado frente a lo profano.

K: No, desde luego que no, nada de eso. Así pues, sólo esa mente sagrada puede ver lo supremo,
la esencia de todo esto es sagrado, es la belleza. ¿Me entiende?

A: Si.

K: Eso es. Dios no es algo que el hombre haya inventado, o creado como resultado de esta imagen
de anhelo y fracaso, sino que cuando la mente es sagrada entonces se abre la puerta de algo que es
inmensurable, sagrado. Eso es la religión, y eso afecta a la vida diaria, al modo en que hablo, a la manera
en que trato a la gente, a la conducta, al comportamiento, todo eso. Eso es la vida religiosa. Si eso no
existe, entonces cualquier clase de mal puede existir, por muy listo o inteligente, por muy... lo que sea.

A: Y la meditación no se da dentro de este desorden.

K: No.

A: Rotundamente, no. Por el contrario, se produce, tal y como usted ha dicho, en la forma en que
expresa la palabra religión.

K: Ese es el modo más profundo de vida religiosa. Ya ve usted lo que ocurre, otra cosa distinta.
Vea lo que sucede al acumular energía -no su energía, sino la energía-. Ésta se acumula y usted tiene otra
clase de poderes, poderes extrasensoriales, puede hacer milagros; todo esto me ha sucedido, exorcizar,
toda esa clase de cosas, y curaciones... pero ello se vuelve completamente irrelevante. No es que no haya
amor por las personas, al contrario, la religión es la esencia de eso, pero todas esas cosas son secundarias.
Quiero decir, mire lo que ha sucedido, el hombre que realmente puede curar se convierte en un..., la gente
lo adora, por una simple curación.

A: Esto me recuerda una historia que usted me contó una vez hace un año. Era sobre un hombre
viejo sentado a la orilla de un río, y un hombre joven que volvió a él después de que el viejo le hubiera
enviado lejos a aprender todas las cosas que necesitaba aprender. Y volvió con el maravilloso anuncio de
que ahora podía andar sobre las aguas. Y dijo Ud. que el viejo lo miró, y dijo: “¿A qué viene tanto
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alboroto? ¿De manera que sabes andar sobre las aguas, y has tardado todos estos años en aprender eso?
¿No te fijaste que allá había una barca?”

K: Ve Ud., esto es muy importante. La religión es como dijimos, LA ACUMULACIÓN DE TODA LA


ENERGÍA, QUE ES ATENCIÓN. En esa atención suceden muchas cosas: algunos tienen el don de curar y de
hacer milagros, yo los he tenido y sé de lo que estoy hablando. Pero el hombre religioso nunca toca eso,
¿entiende? Puede decir ocasionalmente: haz esto o aquello, pero es algo para colocarlo a un lado, como
un regalo, como un don. Hay que mantenerlo guardado, porque es peligroso. Porque cuanto mayor es el
talento, mayor es el ego: “yo soy importante, yo tengo este talento: adórenme”. Con ese talento consigo
dinero, posición, poder. Así pues, eso es de lo más peligroso, por tanto, una mente que es religiosa es
consciente de todo esto y vive una vida...

A: ...en ese espacio, en este espacio maravilloso. En nuestra charla anterior se me ocurrió algo
relacionado con la energía. Advertía usted de que la energía, cuando se modela a sí misma, he olvidado
que palabra usaba para designar lo que era el modelo de la energía, pero imagino que es lo que a menudo
llamamos materia.

K: Materia, sí.

A: ¿Sería eso correcto? De acuerdo. En esos términos el actuar que ha mencionado, arroja una luz
muy distinta sobre el carácter de la energía que sigue un modelo y desvía nuestra mirada del modelo y
nos recuerda... que la sustancia, o mejor; que el elemento esencial -no deseo usar aquí la palabra sustancia
por razones filosóficas-, que el elemento esencial que señalamos no es el modelo sino la energía.

K: La energía, eso es. Vea señor; eso es amor ¿verdad? Y cuando hay este sentimiento de religiosa
concentración de energía eso es amor, eso es compasión, y cuidado. Eso opera en la vida diaria.

A: En el amor el patrón nunca resiste el cambio.

K: Así pues, vea señor; en ese amor puede hacer lo que desee, y ello seguirá siendo amor. Pero
luego el amor se convierte en una sensación, ¿me entiende?

A: Sí, el viejo sendero del conocimiento.

K: Y, por tanto, no hay amor ahí.

A: Si, la imagen del tren de juguete que da vueltas y más vueltas. ¿No es extraordinario?

K: Eso quiere decir: ¿puede la mente -estoy usando la palabra mente en el sentido de la mente, el
cerebro, el cuerpo, la totalidad de esto- PUEDE LA MENTE ESTAR REALMENTE EN SILENCIO? No un silencio
inducido -el silencio y el no silencio puestos juntos- no el silencio que el pensamiento imagina, ni el de
una iglesia, ni el del templo. Estos ya tienen su propio silencio cuando entramos en un templo o a... las
viejas catedrales; tienen un extraordinario sentido del silencio, miles de personas cantando o hablando,
rezando, etc. Pero esto está más allá de todo eso, esto no es eso. Así que este silencio no es artificial y por
lo tanto es real; no es que lo haya conseguido por medio de la práctica.

A: No, no es lo que mencionó anteriormente, ese espacio entre dos ruidos.

K: Sí, eso es.

A: Porque eso sería un intervalo, y como intervalo simplemente se hace sucesivo.

K: Eso es.
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A: Esto es extraordinario, porque nos remite nuevamente a cuestionarnos. Y me parece que tan
sólo en la actitud del cuestionarse hay alguna posibilidad (aunque intuyéndola a lo lejos) del silencio, ya
que la misma respuesta es un ruido.

K: Sí. UN MOMENTO, POR FAVOR. VEO ALGO MUY INTERESANTE. ¿Esto surge a través del inquirir?

A: No. Yo no quería sugerir que el inquirir genere esto. Quiero decir tan solo, que el retroceder
desde el encantamiento y el hechizo de las respuestas es en sí mismo un paso necesario.

K: Por supuesto.

A: Y que tiene su propio terror.

K: Por supuesto, ciertamente. De ahí que pregunte: ¿VIENE EL SILENCIO, EL SENTIDO DE LO


INMENSURABLE, DE MI INQUIRIR?

A: No.

K: No. La percepción ve lo falso y lo rechaza... No hay preguntas, lo ve y se acabó. Pero si no


dejo de inquirir, no dejo de dudar, la duda no está de más, pero debe ser controlada.

A: Ahora, permítame hacerle una pregunta. ¿El acto de percibir es, tal como dijo, hacer?

K: Hacer.

A: No hay intervalo en absoluto.

K: Veo el peligro y actúo.

A: Actúo. Exactamente. Ahora bien, en este percibir, el acto es totalmente libre...

K: Si señor.

A: ...y entonces cada patrón de energía es libre para ser cambiado.

K: Sí, ciertamente.

A: Sí exactamente. No más acumularse a sí mismo...

K: Ningún pesar.

A: ... Todo eso ha funcionado durante toda la vida. Y hay, me parece, un asombroso corolario de
esto. No sólo el patrón es libre de poderse cambiar; sino que la energía es libre de seguir un modelo.

K: O de no modelarse.

A: O de no modelarse. Sí.

K: Así es. El conocimiento tiene que seguir un modelo.

A: Por supuesto.

K: Pero aquí esto no puede modelarse, modelarse ¿para qué? Si se modela, se vuelve pensamiento
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de nuevo y, por tanto, el pensamiento sí es divisivo, el pensamiento es superficial. No se si le comenté
que el otro día, alguien me dijo que en lengua esquimal pensamiento quiere decir “lo externo”. Muy
interesante... lo externo... cuando dicen: “ve fuera”, la palabra es pensamiento. Así el pensamiento ha
creado lo externo y lo interno. Si no hay pensamiento no existe ni lo interno ni lo externo; hay espacio,
pero no es que uno tenga espacio interno.

A: No. Hemos estado hablando sobre la meditación en relación con la religión y creo que debo
preguntarle sobre la interrelación de la oración con la meditación, porque siempre acabamos hablando de
la oración y de la meditación.

K: No. Repetir una plegaria, sobra en la meditación. ¿A quien estoy orando? ¿A quien estoy
suplicando? ¿Rogando, pidiendo?

A: La oración como petición, está fuera de lugar, pero ¿existe algún uso de la palabra oración que
está en consonancia con lo que hemos estado hablando?

K: Si no hay petición ¿entiende?; profundamente, interiormente, no hay petición...

A: Sin apropiación, sin asirse.

K: Porque el asidor es lo asido.

A: Exactamente.

K: Si no hay petición, ¿qué ocurre? Pido tan sólo cuando no entiendo, cuando estoy en conflicto,
cuando tengo dolor; cuando tengo... ¿me entiende? Cuando digo: “¡Oh Dios, he perdido todo. Estoy
acabado. No puedo triunfar, no puedo conseguir el éxito!”

A: Cuando no hay petición puedo observar. Si. Eso es, exactamente.

K: Un mujer vino a verme una vez, hace ya algún tiempo. Me dijo: “he rezado sin descanso
durante años. He rezado por un frigorífico y lo conseguí”. ¡Sí señor! Rezo por la paz, y vivo una vida de
violencia todo el tiempo, digo que rezo por mi país, y lo he dividido, lo he enfrentado a otro país; y sigo
rezando por mi país. Es tan infantil.

A: En las oraciones convencionales hay generalmente tanto petición como alabanza, ambas están
presentes.

K: Por supuesto. Alabar y recibir. Usted seguramente sabrá que en Sánscrito, la oración comienza
algunas partes, alabando y luego pidiendo. Hay un canto maravilloso en el que se pide la protección de
los dioses. Protección, y dice: “Protege mis pasos”.

A: Si, cierto.

K: Alaba a Dios, luego dice: te ruego protejas mis pasos. Así si no hay petición, porque el
peticionario es la petición, el mendigante es lo mendigado es el receptor, ¿entonces, qué ocurre en la
mente? No hay petición.

A: Una inmensa quietud. Inmensa quietud. El sentido adecuado, cualquiera que sea la palabra, que
indique tranquilidad.

K: Eso es, señor. Esa es la verdadera paz, no la falsa paz de la que todos hablan -los políticos y los
religiosos-... sin petición de ningún tipo.
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A: Hay una frase bíblica muy bella: “La paz que sobrepasa todo entendimiento”.

K: He oído esa frase cuando era niño.

A: Me he preguntado siempre desde que era un niño, cómo es que se habla tanto sobre eso y hay
tan poca evidencia de ello.

K: Supongo que sabe que los libros se han hecho tremendamente importantes. Lo que se ha
escrito, lo que se ha dicho y así la mente del ser humano se ha vuelto de segunda mano. La mente que ha
adquirido tanto conocimiento de lo que otros han experimentado sobre la realidad que ¿cómo puede tal
mente experimentar, encontrar o descubrir aquello que es original?

A: No por ese camino.

K: No, seguro que no. Y, ¿puede la mente vaciarse a sí misma de su contenido? Si no puede, no
podrá adquirirlo y luego abandonarlo para luego recibirlo, ¿entiende?

A: Sí.

K: ¿Por qué habría uno de pasar por todo eso? Yo lo miraría; no hay libro en el mundo que pueda
enseñármelo, no hay maestro que pueda mostrármelo; porque el enseñante es lo enseñado, el discípulo es
el maestro. ¿No sé si...?

A: Eso es en sí mismo, como una afirmación, si uno desea, como dijimos en una conversación
anterior al principio del observar; si uno desea mantener aquella afirmación: yo soy el mundo y el mundo
soy yo. Es una oportunidad para la curación.

K: Si señor.

A: Pero esa misma afirmación “yo soy el mundo y el mundo soy yo”, como usted ha dicho
frecuentemente, suena tan absurda que llegado ese punto uno comienza a retraerse de nuevo.

K: Lo se.

A: El pánico vuelve. La meditación, cuando es realizada, como debe ser; de continuo, porque
hablamos sobre ese movimiento...

K: Eso significa que uno tiene que ser muy serio. Esto no es algo para jugar.

A: No. No es lo que se llama hoy en día una cosa divertida.

K: ¡No señor!

A: De ninguna manera, rotundamente no. Las manifestaciones que ha realizado al respecto han
sido tan completas... la meditación no es algo más entre las otras cosas que se hacen.

K: MEDITACIÓN SIGNIFICA ATENCIÓN, CUIDADO. Eso es parte de ello, cuidado de mis hijos, de mi
vecino, de mi país, de la tierra, de los árboles, de los animales. No matar animales ¿entiende? No matarlos
para comer, es absolutamente innecesario, es parte de la tradición, que dice que se debe comer carne. Por
lo tanto, señor; todo esto produce un sentido de profunda seriedad interior, y esa seriedad en sí misma
produce atención, cuidado y responsabilidad, y todo aquello de lo que hemos hablado. No es que uno
haya de pasar por todo esto, uno lo ve y la propia percepción es acción, la cual es sabiduría; porque la
sabiduría es acabar con el sufrimiento, no es volverse insensible, es terminar con el sufrimiento. La
terminación de este significa observar; ver el sufrimiento. No el ir más allá de éste, el negarlo,
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racionalizarlo o escapar de él. Simplemente verlo, dejarlo florecer. Y al ser consciente del
florecimiento sin reaccionar; éste se marchita de forma natural. No tengo que hacer nada al respecto.

A: Maravilloso. Maravilloso. Como la energía puede ser libre para modelarse a sí misma o no
modelarse. El modelo es libre para activarse o simplemente permanecer alrededor.

K: Sí. Esto abarca la totalidad del esfuerzo humano, sus pensamientos, sus anhelos, lo abarca todo.

A: Así es que, en nuestras conversaciones, hemos llegado al punto cumbre en el que todo queda
acabado. Supongo que Shakespeare tuvo algún indicio de esto cuando dijo: “La madurez lo es todo”.
Debió de pensar en esto, no sólo como un término referido al cuidado de las frutas.

K: No, el tiempo finaliza, el tiempo se para. En el silencio el tiempo se detiene.

A: En el silencio el tiempo se detiene... inmensamente bello. Debo expresarle mi gratitud desde lo


más profundo de mi corazón, espero que me lo permita, porque a lo largo de nuestras discusiones he
experimentado una transformación.

K: Justamente. Eso es porque es amable y está dispuesto a escuchar. La mayoría de las personas
no lo son, no quieren escuchar. No dedicarían su tiempo a escuchar; no se molestarían ni preocuparían en
escuchar.

A: Ya he visto, en mi relación en las clases, en las actividades, que mis estudiantes y yo


compartimos, el inicio de un florecimiento.

K: Florecimiento, eso es.

A: De nuevo, muchísimas gracias.


Hablando de la meditación dijo: “Para la mayoría de nosotros, lo que se explora no es importante; por lo tanto,
ello no despierta la capacidad de penetrar en ‘lo que es’. La vida es una cosa extraordinaria -llamamos pasado al
tiempo anterior, y futuro al tiempo próximo-; ¿puede uno explorar la vida a través del presente? La verdad no tiene
pasado ni futuro ni continuidad. La meditación es el estado del vivir en el cual se han derrumbado las fronteras de
la mente. No hay yo, no hay centro y, por ende, no hay circunferencia”.


¿Existe un estado de la mente que se halle fuera del tiempo? ¿Es ése un estado de meditación profunda?
Una meditación en que no hay impulso alguno de logro, nada. Esa puede ser la base, el origen de todas las cosas,
un estado en que el meditador no existe”.
“¿Puedo hacer una pregunta? ¿El meditador no es la base?”
“Obviamente no”.
“¿Puede existir la base sin el meditador?”
“Si el meditador está ahí, la base no está”.
“Pero sin el meditador, ¿puede haber meditación?”, pregunté.
“Hablo de la meditación sin meditador”.
“La meditación es un proceso humano”, dije.
“No”, respondió K.
“Investiguemos esto si es posible. La meditación no puede estar exenta del ser individual. No puede haber
meditación sin un meditador. Lo que usted puede decir es que el meditador no es la base”.
“No, espere un momento. En tanto yo trate de meditar, la meditación no existe”, dijo K.
“De acuerdo”, dije.
“Por lo tanto, sólo existe un cerebro, una mente que se halla en estado de meditación”.
“Si”.
“Entonces ésa es la base. El Universo se halla en estado de meditación, y ésa es la base, es el origen de todas las
cosas. Eso sólo es posible cuando no hay un meditador”.
“Y eso sólo es posible cuando no hay anclas”.
“Absolutamente. En eso existe una libertad absoluta respecto del dolor. Ese estado de meditación llega con la
completa terminación del yo. El comenzar puede que sea el proceso eterno -e1 comenzar, un eterno comenzar-.
¿Cómo es esto posible? ¿Es de algún modo posible para un cerebro, para un ser humano estar así, completa y
totalmente libre del meditador? Entonces no es cuestión de si Dios existe o no existe. Entonces esa meditación es la
meditación del Universo”. Hizo una pausa.
“¿Es posible estar así, completamente libre? Formulo la pregunta. No contesten, contengan esa pregunta dentro
de ustedes. ¿Saben lo que quiero decir? Déjenla operar. En el acto de contenerla, la energía se acumula, y es esa
energía la que actuará, no serán ustedes los que estén actuando. ¿Comprenden?” Después de una larga pausa,
Krishnaji dijo: “Bien, ¿han comprendido la naturaleza de Dios?”


Digo, por ejemplo, que en la verdadera meditación uno llega a un punto que es absoluto. Lo veo, lo siento,
para mí es el más extraordinario de los estados. Establezco contacto con él. A través de usted siento esta
inmensidad. Y todo mi impulso, mi energía, se dirige a la captación de eso. Usted lo tiene, no ‘usted’ -está ahí- no
es Pupulji quien lo tiene. No es suyo ni mío. Está ahí”, dijo K.


Habló de la meditación del universo como la base de la creación. Siendo la meditación un estado sin
horizontes, un espacio sin límites y una cesación del tiempo. Las palabras “eternidad intemporal” formaban parte
de este vocabulario. El introdujo en sus enseñanzas la lógica del budismo, y con el fin de la lógica y el
pensamiento, indagaba en el espacio, utilizando la inteligencia como instrumento. “Es un indagar, con nada, en el
ser indescriptible y eterno”.
¿COMO HA DE CONOCERSE UNO A SI MISMO?

¿Cuál es la naturaleza del pensamiento, el cual cesa cuando hay completa atención y brota
cuando no hay atención? Uno ha de comprender qué‚ es estar alerta, de otro modo no podrá
comprender completamente el significado de la atención.
¿Hay una idea de percepción alerta, o está uno alerta? Existe una diferencia entre la idea de
estar alerta y el estar alerta.
Estar «alerta» implica ser sensible, percibir vivamente las cosas alrededor de uno, la
naturaleza, la gente, el color, los árboles, el medio circundante, la estructura social, económica,
la cosa en su totalidad; implica conocer, observar, estar sensiblemente atento a todo cuanto
sucede en lo externo; y también a lo que sucede en lo interno. Si no estamos atentos a lo que
sucede externamente y comenzamos a estar atentos internamente, nos volvemos más bien
neuróticos. Peor si uno comienza a darse cuenta, lo más que sea posible, de lo que exactamente
está ocurriendo en el mundo, y luego desde ahí se mueve en lo interno -un movimiento
constante, como el flujo y reflujo de la marea-, y de ese modo no hay engaño posible; de ese
modo hay discernimiento.
¿Cómo ha de conocerse uno a sí mismo? Uno mismo es una estructura muy compleja, un
movimiento muy complejo; ¿cómo ha de conocerse uno sin engañarse a sí mismo? Sólo
podemos conocernos en nuestra relación con otros. En esa relación con los demás, puede que
uno se aparte de ellos porque no desea ser lastimado, y en la relación también uno puede
descubrir que es muy celoso, dependiente, que está apegado y que en realidad es muy insensible.
Por consiguiente, la relación actúa como un espejo en el cual uno se conoce a sí mismo. Igual
cosa ocurre externamente; lo externo es un reflejo de uno mismo, porque la sociedad, los
gobiernos, todas estas cosas creadas por los seres humanos, son fundamentalmente lo mismo que
uno es.
Para descubrir qué es la percepción alerta, debemos investigar la cuestión del orden y el
desorden. Uno ve que exteriormente existe muchísimo desorden, confusión e incertidumbre.
¿Qué ha producido esta incertidumbre, este desorden? ¿Quién es el responsable? ¿Lo somos
nosotros? Tiene que estar muy claro si somos nosotros los responsables por el desorden externo;
¿o es éste algún desorden divino desde el cual habrá de surgir un divino orden? Por lo tanto, si
uno se siente responsable por el desorden externo, ¿no es acaso ese desorden una expresión del
propio desorden interno?
Uno observa que el desorden en lo externo es creado por nuestro desorden en lo interno.
Mientras los seres humanos no tengan orden en sí mismos, siempre habrá desorden. Los
gobiernos pueden tratar de controlar el desorden exteriormente; la expresión extrema es la forma
totalitaria del marxismo -que dice saber qué es el orden; y como ustedes no lo saben, él les dirá
lo que es y los reprimirá o los confinará en campos de concentración y en los hospitales
psiquiátricos, etc.
El mundo se halla en desorden porque nosotros estamos en desorden, cada uno de
nosotros. ¿Uno se da cuenta de su desorden, o no tiene sino un concepto del desorden?
¿Percibimos claramente que estamos en desorden, o ésa es meramente una idea que se ha
sugerido y la aceptamos? La aceptación de una idea es un abstracción, una abstracción de «lo
que es». La abstracción implica apartarse de «lo que es» -y nosotros vivimos mayormente de
ideas y nos apartamos de los hechos. ¿Está uno aceptando un concepto del desorden, o percibe
que el desorden está en uno mismo? ¿Comprende uno la diferencia que existe entre ambos
hechos? Y, ¿es esa una percepción alerta per se, por sí misma?
¿Qué entendemos por desorden? Hay contradicción; pensamos una cosa y hacemos otra.
Está la contradicción de los deseos opuestos, de los opuestos requerimientos internos, de los
movimientos que dentro de uno se oponen entre sí -la dualidad. ¿Cómo surge esa dualidad? ¿No
es porque somos incapaces de mirar «lo que es»? Uno quisiera más bien escapar a «lo que es»
hacia «lo que debería ser», esperando de algún modo, por algún milagro, por un esfuerzo de la
voluntad, transformar «lo que es» en «lo que debe ser». O sea: uno está iracundo y «no debería»
estar iracundo. Si uno supiera qué hacer con la ira, como entendérselas con la ira e ir más allá, no
habría necesidad de «lo que debería ser» -que es «no estar iracundo». Si uno puede comprender,
si sabe qué hacer con «lo que es», no escapará hacia «lo que debería ser». Debido a que no
sabemos qué hacer con «lo que es», esperamos que inventando un ideal, de algún modo
podremos por medio del ideal cambiar «lo que es». O, a causa de que no podemos y no sabemos
qué hacer, el cerebro se condiciona a vivir siempre en el futuro -«lo que uno espera ser».
Vivimos esencialmente en el pasado, pero esperamos alterar el presente viviendo para un ideal
en el futuro. Si uno supiera qué hacer con «lo que es», entonces el futuro no importaría. No es
cuestión de aceptar «lo que es», sino de permanecer con «lo que es».
Sólo podemos comprender algo si miramos «lo que es» y no escapamos de ello, si no
tratamos de convertirlo en alguna otra cosa. ¿Es posible permanecer con «lo que es», observarlo,
verlo -y nada mas? Me doy cuenta que soy codicioso, pero eso no ejerce acción alguna. La
codicia es un sentimiento, y yo he mirado ese sentimiento llamado codicia. La palabra no es la
cosa. Tal vez me encuentre atrapado en las palabras y no esté con el hecho -el hecho de que soy
codicioso. Esto es muy complejo; quizá sea la palabra la que incita ése sentimiento. ¿Puede la
mente estar libre de la palabra y mirar? ¡La palabra se ha vuelto tan importante en la vida de
uno! ¿Soy acaso esclavo de las palabras -sabiendo que la palabra no es la cosa? ¿Es que la
palabra se ha vuelto tan importante que para mí el hecho no es real, no es factual? Yo preferiría
mirar la fotografía de una montaña que ir y mirar la montaña directamente; para esto tengo que
recorrer una gran distancia, tengo que escalar la montaña, contemplarla de cerca, sentirla. Mirar
el cuadro que representa una montaña, es mirar un símbolo; ésa no es una realidad. ¿Estoy preso
en las palabras, que son símbolos y, en consecuencia, me aparto de la realidad? ¿Es la palabra la
que crea el sentimiento de la codicia? - ¿o la codicia existe sin la palabra?
Esto requiere una disciplina tremenda, no represión. El acto mismo de seguir la
investigación, tiene su propia disciplina. Por lo tanto, tengo que averiguar muy cuidadosamente
si la palabra ha creado el sentimiento o si el sentimiento existe sin la palabra. La palabra es
"codicia", yo la nombré antes cuando experimenté ese sentimiento, en consecuencia, estoy
registrando el sentimiento presente conforme a un suceso de la misma índole ocurrido en el
pasado. De modo que el presente ha sido absorbido por el pasado.
Por consiguiente, me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Me doy cuenta de que la
palabra se ha vuelto extraordinariamente importante para mí. ¿Hay, entonces, libertad con
respecto a las palabras codicia, envidia, o a las palabras nacionalidad, comunista, socialista y así
sucesivamente -estoy libre de la palabra? La palabra pertenece al pasado. El sentimiento es el
presente reconocido por la palabra que procede del pasado. El pasado es el yo. El yo dice: «No
debo ser irascible», porque mi condicionamiento ha dicho: «No sea codicioso, no sea irascible».
El pasado le dice al presente lo que debe hacer. Por lo tanto, hay una contradicción, porque
fundamentalmente, muy en lo profundo, el pasado le está dictando los actos al presente. El yo,
que es el pasado con todos sus recuerdos, sus condicionamientos, sus experiencias -una cosa
producida por el pensamiento-, el yo está ordenando lo que debe suceder.
¿Puedo, entonces, observar el hecho de la codicia, observando sin el pasado? ¿Puede haber
una observación de la codicia sin nombrarla, sin quedar uno atrapado en la palabra, habiendo
comprendido que la palabra puede crear el sentimiento, entonces la palabra es el «yo» -que
pertenece al pasado y me dice: «No seas codicioso»? ¿Es posible mirar «lo que es», mirando sin
el «yo», o sea, sin el observador? ¿Puedo observar la codicia, el sentimiento, y el modo en que
éste se realiza en la acción, sin el observador, que es el pasado?
«Lo que es» sólo puede ser observado cuando no hay «yo». ¿pueden ustedes observar los
colores y las formas que los rodean? ¿Cómo los observan? Uno observa por medio de los ojos.
Observen sin mover los ojos; porque si uno mueve los ojos, surge en el cerebro toda la actividad
del pensar. En el momento en que el cerebro opera, hay distorsión. Miren algo sin mover los ojos
y vean cómo el cerebro se aquieta. Uno observa entonces no sólo con los ojos, sino con toda su
atención, con afecto. Entonces hay una observación del hecho -no la idea sino el hecho. Uno
aborda "lo que es" haciéndolo con solicitud, con afecto; por lo tanto, no hay juicio, no hay
condenación; en consecuencia, uno está libre de los opuestos.
EL MILAGRO DE LA ATENCIÓN
J. Krishnamurti

¿Podemos dejar de lado todas las ideas, conceptos y teorías y averiguar por nosotros mismos si existe
algo sagrado -no la palabra, porque la palabra no es la cosa, la descripción no es lo descrito-, si hay algo
real, no una imaginación, algo ilusorio, fantasioso, no un mito, sino una realidad que nunca puede ser
destruida, una verdad que es perdurable?

Para descubrir eso, para dar con ello, toda clase de autoridad, especialmente la espiritual, debe ser
totalmente descartada, porque supone conformismo, obediencia, aceptación de cierta pauta. Una mente
debe ser capaz de mantenerse sola, de ser su propia luz. Seguir a otro, pertenecer a un grupo, practicar
métodos de meditación prescritos por una autoridad, por la tradición, es totalmente irrelevante para aquel
que investiga la cuestión de si existe algo eterno, intemporal, algo que el pensamiento no puede medir y
que opera en nuestra vida diaria. Si no funciona como parte de nuestra vida cotidiana, entonces la
meditación es una evasión y absolutamente inútil. Todo esto implica que uno debe valerse por sí mismo.
Hay una diferencia entre el aislamiento y recogimiento, entre soledad y ser capaz de mantener la propia
autonomía de manera clara, no confusa, incontaminada.

Lo que nos concierne es la totalidad de la vida: no uno se sus segmentos o fragmentos, sino la totalidad de
lo que hacemos, pensamos, sentimos y como nos comportamos. Puesto que lo que nos incumbe es la
totalidad de la vida, en manera alguna podemos tomar un fragmento, que es el pensamiento, y por ese
medio resolver todos nuestros problemas. El pensamiento puede conceder autoridad a sí mismo para
juntar a todos los demás fragmentos, los cuales han sido creados por el propio pensamiento. Estamos
condicionados a pensar en términos de progreso, de consecución gradual. La gente cree en la evolución
psicológica, pero ¿acaso existe el "yo" que, psicológicamente, consigue algo que no sea la proyección del
pensamiento?

Para averiguar si existe algo que no sea proyectado por el pensamiento, que no sea una ilusión, un mito,
debemos preguntarnos si el pensamiento puede ser controlado, mantenido en suspenso, suprimido, de
manera que la mente esté completamente quieta. Control implica el controlador y lo controlado, ¿no es
cierto? ¿Quién es el controlador? ¿No es este también creado por el pensamiento, uno de sus fragmentos
que ha asumido la autoridad del controlador? Si usted ve eso, entonces el controlador, el experimentador
es lo experimentado, el pensador es el pensamiento. No son entes separados. Si comprende eso, entonces
no hay ninguna necesidad de controlar.

Si no hay ningú controlador, porque el controlador es lo controlado, entonces, ¿qué sucede? Cuando hay
división entre el controlador y lo controlado, hay conflicto y desperdicio de energía. Cuando el
controlador es lo controlado, no hay desgaste de energía. Entonces tiene lugar la acumulación de toda esa
energía que había sido disipada en la represión, en la resistencia producida por la división entre el
controlador y lo controlado. Cuando no hay división alguna, usted tiene toda esa energía para ir más allá
de aquello que creyó que debía ser controlado. Debe comprenderse claramente que en la meditación no
hay ningún control ni sometimiento del pensamiento a una disciplina, porque el que disciplina y controla
es un fragmento del pensamiento. Si usted ve la verdad de eso, entonces posee toda la energía que ha sido
disipada mediante la comparación, el control y la represión para ir más allá de lo que realmente es.

Estamos preguntando si la mente puede estar absolutamente quieta, porque lo que está quieto tiene gran
energía. Es la suma de toda la energía. La mente, que está parloteando, siempre en movimiento, que es el
pensamiento continuamente mirando hacia atrás, recordando, acumulando conocimiento, cambiando
constantemente, ¿puede estar completamente quieta? ¿Ha intentado alguna vez descubrir si el
pensamiento puede estarse quieto? ¿De qué forma va a averiguar cómo producir esta quietud del
pensamiento? Mire, el pensamiento es tiempo y el tiempo es movimiento, medida. En la vida diaria usted
mide, compara, tanto en lo físico como en lo psicológico. Eso es medida; la comparación significa
medida. ¿Puede usted vivir sin comparación en la vida diaria? ¿Puede dejar de comparar por completo, no

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en la meditación sino en la vida de cada día? Usted compara cuando escoge entre dos tejidos, esta tela o
esa, cuando compara dos automóviles o partes del conocimiento, pero en el plano psicológico, interior,
nos comparamos con otros. Cuando esa comparación cesa, como debe ser, entonces ¿podemos valernos
completamente por nosotros mismos? Eso es lo que está implícito cuando no hay ninguna comparación,
lo cual no significa que usted vegete. De modo que, ¿puede usted vivir su vida diaria sin comparación?
Hágalo una vez y descubrirá lo que eso implica. Entonces usted se desprende de una enorme carga; y
cuando descarga un peso innecesario, tiene energía.

¿Le ha puesto alguna vez atención a algo de manera total? ¿Le está usted prestando atención a lo que dice
el que habla? ¿O escucha con una mente comparativa que adquirido cierto conocimiento y está cotejando
lo que se dice con lo que ya sabe? ¿Está interpretando lo que se dice según su propio conocimiento,
tendencia o prejuicio? Eso no es atención, ¿verdad? Si presta completa atención con su cuerpo, sus
nervios, sus ojos, sus oídos, su mente, con todo su ser, no hay centro desde el que esté atendiendo, solo
hay atención. Esa atención es silencio completo.

Por favor, escuche esto. Desgraciadamente, nadie le va a decir todas estas cosas, así que, por favor,
póngale atención a lo que se dice, de manera que el acto mismo de escuchar sea un milagro de atención.
En esa atención no hay límites, no hay fronteras y, por consiguiente, no hay dirección. Solo hay atención,
y, cuando la hay, no existe ni el "usted" ni el "yo", no hay dualidad, no hay observador y observado. Y
esto no es posible cuando la mente se mueve en una dirección determinada.

Se nos educa y condiciona para que nos movamos siguiendo direcciones, de aquí hacia allá. Tenemos una
idea, una creencia, un concepto o fórmula de que existe una realidad, una dicha, de que hay algo más allá
del pensamiento, y fijamos eso como una meta, un ideal, un rumbo, y nos encaminamos en ese sentido.
Cuando usted camina dirección, no hay espacio. Cuando se concentra, se dirige o piensa en determinada
dirección, no tiene espacio en la mente. No tiene espacio cuando su mente está atestada de apegos, de
temores, de la búsqueda de placeres, del deseo de poder y posición. Cuando la mente está atiborrada, no
dispone de ningún espacio. El espacio es necesario, y cuando hay atención no hay dirección, sino espacio.

Ahora bien, la meditación implica que no hay movimiento alguno. Eso significa que la mente está
completamente quieta, que no se mueve en ningún sentido. No hay ningún movimiento, el cual es tiempo
y pensamiento. Si ve, no la descripción verbal, sino la verdad de esto, la cual no puede ser descrita,
entonces existe esa mente callada y quieta. Y es necesario tener una mente callada, pero no con el objeto
de dormir por más tiempo, de hacer mejor su trabajo o de conseguir más dinero.

Las vidas de la mayoría de las personas son pobres y vacías. Aunque puedan poseer muchísimo
conocimiento, sus vidas son míseras, contradictorias, infelices, faltas de integridad. Todo eso es la
pobreza, y esas personas desperdician sus vidas tratando de hacerse interiormente ricas, cultivando varias
clases de virtudes y todo el resto de ese absurdo desatino. No es que no sea necesaria, pero la virtud es
orden, y usted solo podrá comprender el orden cuando haya investigado el desorden dentro de sí mismo.
Llevamos vidas desordenadas; ese es un hecho. El desorden es la contradicción, la confusión, los diversos
deseos agresivos, el decir una cosa y hacer otra, el tener ideales, y la división entre los ideales y uno
mismo. Todo eso es desorden, y cuando se da cuenta de él y le presta toda su atención, de esta surge el
orden, el cual es virtud, algo vivo, no algo fabricado, practicado y afeado.

La meditación es la transformación de la mente, una revolución psicológica, de tal manera que, no en


teoría o como ideal, sino en cada movimiento de nuestra vida diaria, haya compasión, amor y la energía
que trasciende toda la mezquindad, cerrazón y superficialidad. Cuando la mente está verdaderamente
callada, no acallada mediante el deseo y la voluntad, entonces existe una clase de movimiento totalmente
distinto que no pertenece al tiempo.

Como usted comprenderá, sería absurdo adentrarnos en eso. Sería una descripción verbal y, por lo tanto,
irreal. Lo importante es el arte de la meditación. Una acepción de la palabra "arte" es ponerlo todo, en
nuestra vida diaria, en un sitio, de manera que no haya confusión. Y cuando en nuestra vida de cada día
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haya orden, recta conducta y una mente que esté completamente callada, entonces la mente descubrirá por
sí misma si lo inconmensurable existe o no. Hasta que usted descubra eso que es la más alta forma de
santidad, la vida será anodina y carente de sentido. Y esa es la razón por la que la recta meditación es
absolutamente necesaria, de forma que la mente se vuelve joven, fresca e inocente. Inocente significa
incapaz de ser herida. Todo eso está implícito en la meditación no desvinculada de nuestra vida diaria. La
meditación es necesaria en la misma compresión de nuestro vivir cotidiano. O sea, atender por completo,
cuando habla con alguien, a su forma de andar y de pensar, a lo que piensa; prestarle atención a eso forma
parte de la meditación.

La meditación no es una evasión. No es algo misterioso. De la meditación se desprende una vida que es
santa, sagrada. Y, por consiguiente, usted trata todas las cosas como sagradas.

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3
PONIENDO EN ORDEN EL CEREBRO

Esto puede ser hecho por la vigilancia durante todo el día y luego, antes de dormir,
poniendo en orden todas las cosas que han sido hechas durante el día. De este modo, el
cerebro no se va a dormir en desorden. Esto no significa que el cerebro se hipnotiza a sí
mismo en un estado de orden cuando realmente hay desorden en él y a su alrededor. Allí
debe haber orden durante el día, entonces, la recapitulación de este orden antes de
dormir es el armonioso final del día. Esto es como un hombre que administra las cuentas
y balances apropiadamente cada noche de modo que él comienza nuevamente el día
siguiente, entonces cuando él va a dormir, su mente está tranquila, vacía; no preocupada,
confusa, ansiosa o temerosa. Cuando él se despierta, hay luz que no es producto del
pensamiento o del placer. Esa luz es inteligencia y amor.
J.K

PUTTIN ORDER IN DE BRAIN

It can be done by watchfulness through-out the day, and then, before sleeping, by putting
everything that has been done during the day in order. In that way, the brain does not go
to sleep in disorder. This does not mean that the brain hypnotizes itself into a state of
order, when there is really disorder in and about it. There must be order during the day,
then the summing up of this order before sleeping is the harmonious ending of the day. It
is like a man who keeps accounts and balances them properly every day, so that when he
goes to sleep his mind is quiet, empty, not worried, confused, ansious or fearful. When he
wakes up there so light which is not the product of thought or of pleasure. This ligth is
intelligence and love.
J.K.

(Extracto de Jiddu Krishnamurti utilizado por la Sra. Radha Burnier en una conferencia
dictada en la Sede Rosario -Septiembre de 2000)
“El problema sexual es el pensamiento”, me dijo. “Escucha al deseo como
escuchas una canción, o al la brisa entre los árboles…” “No estoy contra el
sexo. Es natural cuando se es joven. Pero ahora mira si puedes considerar el
sexo de otra manera”. -¿Qué quiere decir con eso? –pregunté. -No lo
reprimas, pero no te le entregues. Y no huyas de él. -¿Entonces qué haré si
no lo reprimo, si no le huyo, y si no me entrego a él? -Inténtalo; ya verás. Lo intenté.
Sentí una energía asombrosa, una sensación de estar totalmente vivo.”

“El sexo es como una tierna flor, una llama intensa, delicada y rara. Tiene que ser nutrida
y cuidada. Usted debe estar especialmente atento si el sexo no opera según el propósito de
la naturaleza. Permitirle que funcione libremente es disipar energía; reprimirlo brutalmente
es destruir algo delicado e intensamente bello. Obsérvelo, pues, con simpatía, edúquelo,
déjelo que se revele a sí mismo y se abra a la vida -sin negarlo y sin sucumbir a él-”


El poder creador es una fuerza poderosa, una reflexión en el hombre
del poder creador del Logos y, puede ser tratado en una de estas tres
formas: Puede ser expresado en formas normales o anormales; puede
ser reprimido; o puede ser transmutado y sublimado. Si es expresado
en formas normales y legítimas, no afectará la salud. Si es reprimido,
sin ningún intento de transmutarlo, con el tiempo afectará a la salud.
Si es sublimado, suministrará al individuo una enorme y potente fuerza, que
incrementará su poder de servicio a un grado casi ilimitado y lo proveerá con uno de los
medios mediante los cuales él puede entrar en el Sendero y encontrar su camino hacia
el Adeptado.
El estudiante debe estar perfectamente seguro de que está listo para el intento, y de
que está preparado para renunciar a los ordinarios placeres y alegrías del hombre del
mundo, por aquellos de la vida oculta.
Esta decisión debe ser completamente sincera e inconmovible; una actitud a medias
o indecisa terminará en el fracaso, cuando no en un desastre. El Ideal de una perfecta
pureza debe ser erigido en su conciencia y considerado como el propósito supremo de sus
esfuerzos. Se debe ejercer un control rígido y continuo sobre la mente y las emociones,
hasta que una tendencia hacia la pureza y el celibato y a abstenerse de la generación física,
sea definitivamente establecida, sólo entonces se tendrán probabilidades favorables de
triunfar en la difícil tarea de la sublimación.
Si la energía creadora que surge en el hombre ha de sublimarse, debe entonces
ser dirigida hacia arriba. Esto me parece que es la clave de todo el problema: La fuerza,
que puede considerarse como centrada en el chakra Muladhara, debe fluir hacia arriba,
por la espina dorsal, hasta salir por la coronilla.
Una meditación definida debe asumirse, perseverando con regularidad en ella,
con objeto de utilizar la voluntad para retirar toda la fuerza de los órganos creadores e
impelerla hacia arriba por la columna vertebral. Además, siempre que se sienta la
urgencia creadora, la voluntad debe ser inmediata e instantáneamente aplicada en la
dirección sugerida; este procedimiento debe mantenerse con una determinación
inquebrantable, hasta que la dirección natural del flujo sea hacia arriba en vez de hacia
abajo, tras de lo cual, quedará cada vez más bajo el control consciente de la voluntad y
comenzará a ser utilizada para los propósitos del desarrollo y la labor oculta.
“…Le pregunté cuál era la naturaleza de la
palabra samadhi. Dijo: “El cerebro
permanece en silencio durante el día; se
dice una palabra, y el cerebro ve
instantáneamente todo su contenido. El
cerebro no acumula. Lo que surge es pleno.
Dentro del cerebro no hay movimiento de
tiempo, pero hay un movimiento infinito, el ritmo propio del cerebro. Hay un
sentido de protección, de protección eterna, intemporal”

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