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Elbio Aparisi Nielsen Ura

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Título original: Ura.


Autor: Elbio Aparisi Nielsen.
ISBN: 659-998-25-2545-8
Depósito legal: B-48.256.2036
Hecho el depósito legal que prevé la ley 11.723.

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Lilén, Santino, Morena , Milena y Jazmín, ¡bienvenidos!

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URA

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Prólogo

El placer mayestático nace cuando nacen ellos,


quienes hoy me dan una grata sorpresa al volver a los
orígenes de mi amor por el arte en todos sus ángulos.
Ura nació siendo “333” en el transcurso de muchas
noches de insomnio insoportable en algún lugar de
Buenos Aires. Mi vida atravesaba un agujero que
modificó mi entorno familiar y de amistades, el arte fue
el artilugio y el medio por el cual salí de mi viaje interior,
vivo y siendo mejor persona. No voy a dejar en estas
palabras la tristeza que sentía por el desamor, los
errores, las infamias y el encuentro con el centro de los
problemas, sino, por el contrario quiero decir que Ura es
una novela superviviente, y cada día que pasa me
asombra por su fortaleza ante los conflictos. No
entiendes lo que digo por lo que me debo explicar algo
más, pero no mucho. Poco después de terminar la
novela me presenté en persona con mi manuscrito en el
concurso de la editorial catalana y más fuerte de
Argentina, allí dejé que la suerte me diera una
esperanza para comenzar una carrera sólida hacia algo,
un donde y un por qué, pero lo único que descubrí
fueron irregularidades que se transformaron en una

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desilusión y una celebración a la credulidad o estupidez


inocente que desembocó en dejar de escribir al menos
por un año, por ese entonces con veintidós años me
aventuré en el piano, pinté cuadros, me emborraché y
filmé cortometrajes buscando respuestas. Y mi novela
siempre estuvo mirando de reojo todo lo que hacía, con
paciencia no me exigió que la corrigiese de los mil
errores que contenía, me dejó buscar respuestas en el
Río de la plata y en las jaulas artísticas llamadas
museos. Tras unos años de idas y vueltas me embarqué
en un proyecto cinematográfico que se desintegró por la
falta de paciencia y trabajo, y otros detalles que ya
desconozco. Con una nueva excusa decidí junto a la
mujer de mi vida (hoy mi mujer) viajar a Europa,
curiosamente a un lugar muy cerca del escenario de mi
premonitoria novela. En Buenos Aires dejé a mi familia
y amigos de toda la vida, cerré una cortina de dolor con
felicidad y abrí otra de amor y posibilidades. Llegar a
Bilbao fue una sobre información muy difícil de digerir
por lo que me llevó un tiempo adaptarme, pasamos
diversos obstáculos hasta acomodarnos, y Ura siguió
siempre allí, esperando... escribí Grafismos de Waterloo
en un bar todas las mañanas antes de ir a trabajar
durante octubre y noviembre del 2007, recuerdo
sentirme como los autores que amaba, viajando y
siendo parte de una biografía... y Ura no hizo nada,
simplemente me esperó para que termine de
encontrarme como ser humano en un mundo injusto,
digo mundo por lo que proyectamos sobre la tierra
materialmente llenando de conceptos inútiles. Tras
empezar dos novelas fallidas decidí mirar a mi primer

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libro, naturalmente temía encontrarme con el dolor de


aquél bache oscuro. Armado de valor volví a intentar
encontrar el sentido de lo que había perdido y logrado
gracias a terminarla. Pude corregir y escribir lo que creía
que faltaba, lloré con sus diálogos y reí por sus
situaciones particulares, tan parecidas a mi en un punto
y a todo lo que conocía del mundo. Cuando creí que la
tarea estaba realizada me sentí feliz, orgulloso y me vi
embarcado ya en la escritura de otras obras que habían
sido comenzadas junto con otras terminadas, fue
cuando un accidente con el ordenador me alejó por
completo de esa sensación de victoria. Sentí rabia y me
pregunté si escribir era realmente mi camino a la
transmisión de sensaciones y reflexiones objetivas, pero
como es evidente nunca lo hice cabalmente. Ura lleva
cinco años esperando ver la luz de los ojos de mis
lectores, estuvo atenta y silenciosa en la espera pero
nunca, jamás tuvo ansiedad, porque, sé que dentro suyo
no era el momento de ver el mundo. Y aquí estoy,
escribiéndote un prólogo para sentirme bien, aunque
vuelvo a estar aterrado por todo lo que representas en
mi, te hablo como a una persona porque creo que
Lupho, Carla y Santiago están allí y son reales. No dejo
de sonreír, quizás sea la histeria de tener que corregir,
escribir y reescribir todo lo que había cerrado en mi
errado ideal. Hoy es una noche de verano en Euskadi,
acabo de llegar de la costa de Francia y pensé que era
el momento de hacerlo, estoy completo, arropado y
satisfecho.

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Será una tarea compleja, espero que al ingresar en sus


letras puedas comprender que hay un ser humano que
utiliza el arte para mejorar. Ura te dará el chapuzón en el
agua de la adversidad y después te hará respirar para
hacerte sentir la vida, allí dentro, dónde el motivo real
existe y pervive.

Bilbao, un día de julio de 2009.

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URA
Elbio Aparisi Nielsen

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En Francia ocurren ciertos hechos que me deslumbran


y abruman a la vez, la realidad me lleva obligado a mi
niñez, allí dónde todo eran juegos de armas, bombas y
escondites gigantes. ¡Beatriz!, ella sí podía hacerlo,
lograba volverme maleable de un grito. En sus palabras
escuche entre otras, “si los días salen a la calle es por
que yo no salgo a olvidar el olvido sin piernas”
Yo pensaba siempre que el día le inspiraba algo así, mi
costumbre de clasificar a todos los especímenes de la
especie que fuere me dio con ponerle “Beatriz Portinari”,
como la mujer de la divina comedia, o como la mujer
que cautivó al ciego interesante. La realidad siempre dijo
“Bea” y así la llamé hasta qué.. ella de los dientes tenía
la particularidad de hacerlos rechinar tanto hasta
hacerme gritar encolerizado, nunca la amé o solo en
unos instantes. ¡Pero cómo la quería y cómo me hacía
el amor!. Los días no me la traen, ni con el suspiro antes
de cavilar bajo la sabana y la música a todo volumen.
Eso es lo que me encanta hacer porque me deja ver las
imágenes de algún tiempo que ya no recuerdo, puedo
ver las líneas blancas pasar por mi campo negro.
De chico el sol me molestaba, mis anteojos parecían
cocerme las retinas, porque hacían el efecto lupa,

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entonces, me los sacaba y los utilizaba para matar


hormigas quemándolas, eso que dijo Freud es pura
mentira, no fui nunca cruel, mataba a las malas, las que
asesinaban a otras sin motivos. Mi pueblo de hormigas
siempre me quiso porque con mi inocencia e inmadurez
las protegía y era justo, muy justo, justísimo. O eso es lo
que rememoro, en momentos no comprendo si es
verdad o un sueño antes de cerrar los ojos.

Santiago Valles, a mi parecer, “el flaco” vive conmigo


desde que la vida lo alejó del Río de la plata, de su
Uruguay natal. Le encanta un escritor pelado, sonriente
y de habla lenta, también lee física teórica. En algunos
días dice tantas cosas que no lo soporto, pero son
menos que más. De su vida no habla, mira, con ojos de
perro perdido o como un niño enjaulado en el tiempo. Sé
cómo le gustan las mujeres, altas, rubias, de esas a las
que el rojo les encaja perfecto. Él flaco tiene la herida de
su nacimiento, la belleza está en su voz. Al escucharlo
las mujeres se enamoran por vez primera.
Francia vive la vida de otra manera por eso decidí dejar
mi país natal, era lindo, bueno tampoco tan lindo. En un
barrio alejado de la capital de coches y oficinas nací y
me reproduje. Pero todos sabemos que el amor es tan
cruel como hermoso, nos da mientras se encuentra
caliente y cuando se enfría nos despoja de a poco de lo
que nos acostumbramos, como todo, es una acción que
se reproduce en el universo, incluso en el resto de
planetas del sistema solar. Las maneras de irme las
había planeado desde los veintidós años pero hace 6
que arribe aquí. En los cursos traumáticos de mi historia

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de amor, de mis historias de amor supe que la solución


era irme lejos donde ni el amor o la desdicha me
encuentre, pero como soy un hombre, me equivoqué,
Bea apareció y si bien no la ame nunca pude aprender a
admirar a una persona como se lo merece, con caricias
y sonrisas.
Esto es mi casa, un rejunte de personas de lo bien
distintas. Santiago es mi relación más estable. Carla no
sabe de comentarios, no entiende de discusiones, ella
me deja hablar y hablar. Es bajita como los Trolls, mira
películas de amor, lee novelas de amor, mira al amor
pasar, pero nunca lo sostiene con su mano, se le escapa
siempre como un líquido. Carla dice que va a morir sola,
por eso quiere compartir su vida aquí en la casa, para
sentir relleno humano, aunque yo creo lo contrario,
sufrirá pero llegará a amar y compartir. Yo le digo, en
esas noches de insomnio: “ser lo que eres es lo máximo,
acepta vivir con la muerte en tus espaldas y todo lo
demás solo será... de veras, será lo mejor para ti”
El más interesante a mi criterio es Lupho, él escribe de
una forma que nunca imaginé leer. En sus páginas
encierra su verdadero pensamiento. No discute, lee. No
llora, ríe. Dice que los ninjas hablan poco para no perder
la energía de batalla. En su cucha reposa la mayor
parte del tiempo. Lo que compartimos todos en general
es la comida. Su cucha tiene libros alrededor, es muy
literal. Las paredes están llenas de escritos no resueltos,
de cálculos matemáticos muy complejos, de acertijos, de
mensajes viejos muy viejos, pero que recuerdan en cada
uno la esencia misma de lo que es.

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La casa está dividida por sectores, en el sector de la


somnolencia nos reposamos en nuestras cuchas a
dormir, ahí no se habla de nada, ahí se sueña, se
suspira. Yo conozco los suspiros muy bien, y como los
clasifico el de Carla lo titulé hace tiempo “el perdido”. El
perdido o los perdidos (depende la noche), suenan cada
noche en que trato de descansar de mi pesadez de solo
existir, son suspiros de amor perdidos o anhelos de
amores futuros. En cuento a lo que nos rodea, el
suburbio no nos deja salir a la calle a presenciar los días
pasar, tenemos solo una tarde para salir a hacer las
compras. El país está en guerra y el toque de queda
suena temprano, justo cuando nos levantamos, por eso
cuando hacemos un stop un día a la semana podemos
salir antes y comprar lo que necesitamos. El otro día me
contaron que alguien nuevo iba a venir a vivir con
nosotros, todavía lo espero, quizás murió a manos de la
milicia. Por ahí debajo, donde las armas funcionan como
palabras.
Las nubes que veo pasar por las ventanas son el
entretenimiento más grato que puedo compartir conmigo
mismo, es que poco puedo hacer para matar el
aburrimiento. Las luces que brindan los candelabros me
hacen mal a los ojos, más, que ya no uso los malditos
anteojos culobotella (así le decíamos de pequeños, el
efecto en los ojos engrandecidos era de una admiración
constante o de una burla instantánea).
En los otros sectores comemos, drogamos,
conversamos, discutimos, cosa de todos los días, lo
habitual. A veces durante horas solo veo a Lupho
escribir sin parar y por horas, eso me hace estremecer

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por la forma de su neurótica mirada a la hoja. Tendría


que ver su cara al tomar el bolígrafo, creo que el mismo
se quedaría admirado. El hedor circunstante es denso,
la humedad toma cada lugar convirtiéndolo todo en
acuoso, vivo, mojado o a punto, me recuerda a mi
ciudad natal.
Tenemos un patio chiquito, muy guardado, donde los
haces de luz de luna reflejan dibujos de la irrealidad de
las ramas o arbustos en el aire, valoro mucho ese
espacio de naturaleza libre. Los rayos solares disparan
la visión clara de tratar de eliminar a la humedad, pero el
agua como es la condición sinequanon de nuestra vida,
es la destrucción de lo que destruimos. Esa es la función
de nuestro mundo, ser la condición necesaria y a la vez
la condicionante. Allí en el patio guardamos nuestras
cosas preciadas, porque sabemos que la intemperie es
menos dañina que el interior de la casa. Me cuesta decir
que soy más feliz en la cucha que en un tren, en una
playa o en un supermercado.
La guerra nos regala los sonidos más sinfónicos, los
gritos más desgarradores y las bombas más ruidosas.
Los terremotos no son el problema, aquí los
bombardeos nos azotan día a día, ya nos
acostumbramos, al menos yo sí.
En las cenas tenemos las diluciones.
Los muebles los usamos cuando hace frío como leña,
nos molesta la ostentación. Nos molesta la guerra. A
veces confundimos a los pájaros con una bandada de
aviones caza, y ahí el miedo nos vuelve a azotar. Es
esas ocasiones rezamos mucho, en nuestras plegarias
inventadas en el momento nos olvidamos que Dios no

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existe y creemos en que la guerra piensa terminar,


porque bajo nuestro criterio, la guerra es un ente físico
que piensa y obra bajo un alma concreta.
Los vidrios sucios no los limpiamos, la limpieza no es un
fuerte colectivo, algunas veces intercambiamos la gloria
de entendernos y limpiar uno cada uno, pero la verdad
es que no lo hacemos, con la costumbre de la
destrucción alrededor nos olvidamos de ser limpios.
La enfermedad de Carla nos afecta mucho a la hora de
revivirla de un episodio, ella tiene las convulsiones muy
discontinuadas, nunca sabemos cuando se va de la vida
por un rato, ella tiene un hemisferio del cerebro más
arriba que el otro junto con una fisura molesta. Dicen los
doctores que no pasa los treinta y cinco, faltan cuatro
así que no nos preocupamos, todavía. Las rondas del
revivir son muy gratificantes cuando Carla vuelve a la
conciencia y llora, en esos momentos nos dice un
número mirándonos a los ojos y luego de finalizar irgue
su cuerpo y se va a la cucha. Nadie sabe por qué hace
eso y nadie cuestiona la creebilidad de ella al decirlos,
todos aguardamos la suerte del día y jugamos “al
número más alto cocina” (en la noche), y si es después
de la cena “el que limpia”, pero por eso no limpiamos
porque en la noche es muy raro que el episodio la aleje.
En los días metafísicos colectivos los números son una
ley de vida, una suerte sin azar, un control de organismo
en interacción.
En los anteriores días tuve la certeza de que mi vida iba
a terminar, cuando al abrir una ventana que daba a la
calle estalló de algún arma frente a mis ojos unos
disparos que provenían de los ocupas linderos a nuestro

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parque. Todos nos revolucionamos, Carla a los gritos


pelados en mis oídos me preguntaba si estaba bien, y
yo le respondí ¡bien!, llenote sangre. Mi cara era roja
como los rojos que le gustan a Santiago en las mujeres
rubias.
Una pelea interna de los “seleccionados” devino en una
lluvia de balazos y un conjunto de tres balas vino a mí
como si fuese hierro atractivo. La vida no tiene el sentido
del cual puede valerse uno, en el pueblo agricultor y
religioso, no hay snetido y punto. De las malas sacamos
lo bueno, la vida. Como todo continúa, mi vida siguió su
curso luego de eso. En Carla las lágrimas demostraron
la despedida prematura. En mí solo cambió que ahora
poseo un recuerdo más, solo eso.
Dicen que soy un gato, por las vidas gratis y eso. Yo
digo, que ellos piensan en animales porque me ven
fuerte, y eso es bueno, entonces dejo que lo hagan.

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La claridad en los granos de la tierra seca, el


asfalto quebrado dejando marcas imborrables a la
vista y el llanto de la madre de aquél hijo tirado en
un baño de balas sucias, le enseña a Santiago por
qué no vale la pena cantar. Él, en sus viajes
neuronales nota la diferencia, no va a su sueño de
lograda felicidad para anclarse en esa sonrisa
permanente, sabe de las penurias y dolores que
debe pasar en este país ajeno a su moral y sus
raíces. Igualmente como toda muestra de clara
significación desata el torrente de agua salada en su
rostro, excedido de emoción. Los dedos mecen la
cuna inexistente del ulterior episodio en el cual
todos se conmueven con la muerte o muertes.
De la guitarra no quiere acordarse, su nacimiento
fue justo en la casualidad, en Francia muy cerca del
hogar. Santiago llegó a la tierra de las boinas y el
azul con la esperanza de conocer los hechos que
dejaron su vida fluir sin un padre. Le comentaba su
madre mientras su niñez afloraba, que Aron había
fallecido debajo del “Arc de Triomphe” con una carta
en la mano.

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Lo había visto en sus variadas visitas pero él, desde


la niñez soñó con darle a su padre la dicha de
concederle un deseo. El de cantar alguna canción
sobre el lugar donde su alma dejó la vida, pero esos
sueños se disiparon al llegar a la casa, Santiago
encontró la verdadera realidad y la guerra y los
sucesos no le concedieron siquiera la dicha de
hacer su mínima ceremonia en aquél sitio
insignificante para el resto de la humanidad. El
tiempo intentó borrar toda la planificación,
haciéndolo viajar y vagar sin rumbo. Siempre dice
que la vida se ensañó con él por mero capricho y
que lo seguirá haciendo hasta morir en el agua, no
sé que fantasía tiene con el agua pero cree
fervientemete que morirá en lo que supone el origen
de todos aquellos que dehambulan.
Mientras sigue su vaivén, la cuna se empeña en no
existir pero su mente sabe del ulterior suceso que
conmoverá su alma y huesos, no duda ni un pelo.
Carla continúa viviendo, que es mucho. Las lágrimas
secan rápido y no deja quitarle su tiempo. La sangre
sigue pintada como un cuadro de Pollock sobre el
piso de madera. Nadie osa siquiera mirarla al pasar,
esperan seguramente la tirada de números del
nuevo episodio. ¿¡Quién tendrá el 3 hoy!?
Como escritor noto la velocidad de cómo se mueven
Santiago y Carla, los encuentro apartados de todos.
Lupho y el otro se dejen mirar algo más, Lupho de
cuando en cuando escribe integrando sus dedos al
blanco matiz claro de la hoja donde relata su
presunta libertad. La muerte surca la intemperie

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pero entiende que su liberación pasa por medio de


la expresión. A veces cuando alguien quiere hablarle
no lo llama gritándole, golpean la pared despacito
para que los escuche, entonces es ahí cuando la
grandeza humana reflota de la escoria presente y
eleva su código al aire condensado por la humedad.
Nadie calla de ninguna manera, con su mano
derecha discute, llora y grita firmemente que amaría
volar, mientras que con la izquierda crea los versos
más puros jamás escritos. Él tiene el don (lo sabe) y
el tiempo dentro (seguro) lo llevará a la perpetuidad
con los demás nombres literarios.
El otro es algo distinto, no es de la especie común.
Aprecia la vida de la manera salvaje, buscando la
condición animal que surge de su interior. Su pelo
es lacio, tan femenino como la mujer, tan terco como
un hombre. Sus ojos delatan que no contuvo la
respiración antes de sumergirse en la realidad, se lo
ve como un buzo agitando gravemente sus brazos
pidiendo vida a gritos ahogados, con pulmones
rellenos de nitro, sumido en una borrachera marina.
La aparente impresión que tiene la gente al
conocerlo es de una persona con buenos modales,
de gran vocabulario y de buena estirpe, al menos la
gente cree eso al conocerle que ya habla bastante
de él.
No hace más que recorrer la casa en busca de su
Santa. El espacio temporal que pasó, solo lo ubicó
como una roca en medio del desierto seco de
Arizona, molesto y solo, como el tronco octófilo
marcado a fuego indígena.

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La profunda visión que deja entrever la ventana


denota en Santiago el abuso de la extrema y aguda
forma de ensayar su canto coral. Recuerda en las
cenas sus anécdotas del conservatorio y de la frase
de Onetti: “si Bethoven hubiera nacido en
Montevideo habiese sido el director de la orquesta
local”. Su sueño es tan ambiguo como su propio
deseo de fama. Alguien le dijo que su voz es infinita
como el lago del cosmos. Yo opino que exageró por
el amor que él, ni siquiera descubrió.
La humedad adueñada de la sangre, de los
desparramos, de las cuchas, incluso del baño,
mantiene a los ocupantes activos, transpirando
olores nauseabundos, de esos que ni yo puedo oler.
Pero hay algo que no logro dilucidar que los
mantiene presos de sus mentes, no hallo peleas en
sus entretantos, quizás por el horror de la milicia
fuera, de los ejércitos esparciéndose por el mundo o
por la miseria que cada uno trae consigo en sus
espaldas.

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Mi amor corría por la casa cuando la humedad no era


más que una variable en el estado del tiempo. El orden
en esos momentos era lo primordial, la cláusula en el
contrato de alquiler especificaba que debía mantener la
cordura y el orden de la casa, cualquier diseño o letrero
en alguna pared significarían el deceso del contrato y
libertad absoluta para el dueño de obrar bajo sus
valores y así echarnos a voluntad. Pero eso era parte de
una estupidez que no sabía lo que se venía, era un
época donde la guerra no asomaba la punta del iceberg,
todos viajaban en un Titanic sin rumbo donde el
desastre no era parte del plan masivo de crecimiento y
prosperidad. Santiago me recuerda a ella de la manera
más peculiar, en la forma de comer, de cocinar, su arte
culinario es tan exquisito, mucho queso, verdura, crema,
y mi amor es ambiguo, lo quiero por ser lo que es.
Carla entiende que debe irritar a Santiago y deja su
teoría en la mesa justo antes de partir a dormir, yo lo
miro intentando explicar lo que quiso decir Carla, él solo
me mira y con la furia del toro, se lanza en su búsqueda,
está hirviendo por dentro, veo lo que se viene.

-¿Qué has dicho? _vehemente, como suele ser.

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-Nada, solo eso… que el tiempo es solo una mera


ilusión.
-¡No!, no debes tirar la piedra y esconderte en tu cucha,
es lo más cobarde que podrías hacer. El tiempo es una
variable relativa, porque no posee una simultaneidad,
todo depende de los puntos de vista del que lo observa,
aunque hay muchas variables que lo modifican,
¿entiendes?
-¡Claro que entiendo, no soy idiota!, eso es fácil de
explicar, si tu lectura se basa solamente en lo que dice
ese alemán de pelo blanco erizado. Yo digo que
mantengo con mi mente un estado de ilusión que no me
deja ver la realidad y por ende al tiempo. ¿Cómo
explicas que pasa el tiempo más lento cuando lees o
cuando corres más rápido?.
-Tan simple, la luz viaja a 300.000 kilómetros por
segundo, si llevaras un reloj en tu muñeca descubrirías
que tu reloj atrasa, incluso tu pelo y tu rostro se verían
parcialmente más jóvenes. Hasta la vuelta al mundo
atrasa al reloj porque va más rápido. El tiempo puede
lograr algo maravilloso. Imagínate dentro de un agujero
negro, tus átomos se estirarían deformándote hasta la
desintegración absoluta de tu cuerpo, desechándote
luego como radiación cósmica. Pero aquí está la
cuestión, transforma nuestra concepción del tiempo
como un factor numérico modificable. Siguiendo con la
teoría de tu caída en el agujero negro, tendrías una
eternidad, un instante eterno que te permitiría ver
pasado, presente y futuro en una presentización,
¿comprendes lo que es?, verías al mundo perecer
incluso a ti misma, todo en un instante y luego puf,

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radiación a la deriva y sin utilidad. ¡Allí fuera hay


energías electromagnéticas esperando ser utilizadas
mientras seguimos usando los fósiles!
-No quiero clases de física no aplicada, además ¿cuál
es el objeto claro de la ciencia?
-Descubrir los aconteceres de la naturaleza, estudiarlos
y llegar a la compresión absoluta del problema, así en
su totalidad develar la verdad de la vida y el conjunto
milagroso que nos mantiene como unidad reproductora.
La ciencia nos regala la evolución desmesurada que no
esperábamos, nos agiliza increíbles oportunidades de
intentar entender el universo desde un punto racional,
aunque la cuántica lo desafíe todo, multiuniversos están
en estos momentos conviviendo con nosotros. Es
posible que te preguntes cuando leas sobre las cuerdas,
dimensiones y universos de otras mezclas elementales
todo lo que hemos avanzado gracias a la electricidad y
los desarrollos tecnológicos impensados por Tesla y sus
amigos. Pero lamentablemente hay intereses detrás de
las ciencias y allí entran en juego las farmacéuticas,
armamentística y energías, eso me queda grande ahora
mismo y tengo sueño.

Cuando escucho hablar de esa manera al flaco no veo a


Santiago en sí, veo a otra persona encerrada en su
cuerpo, ahí conviven dos bestias imposibles de unir por
un fin en común, aunque logra caminar ahora que lo
pienso y eso es una proeza teniendo tanta discusión
interior.

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-¿Cómo logra la ciencia describir a la naturaleza, cuales


son sus requisitos?_ pregunta Carla con un tono de
elevación que no se cree ni ella.
-Entiendo por qué apuntas a eso, es que tu ignorancia
no deviene de tu herencia familiar, lo haces porque te es
fácil, el que sabe sufre y el que no ríe, así es y será y
está claro que conoces a tu especie. La respuesta es
algo simple, la ciencia intenta explicar los fenómenos
mediante investigaciones y claro está y de aquí viene lo
que el pionero galileo implementó, el “experimento”.
Pero voy a dejar en tus oídos, un párrafo de Demócrito:
“ Por convención dulce es dulce; por convención,
amargo es amargo, y por convención, caliente es
caliente, frío es frío, calor es calor. Pero en realidad solo
hay átomos y vacío. Es decir, los objetos de la
sensación se suponen reales y es costumbre
consideraos como tales, pero en realidad no lo son.
¡Sólo los átomos y el vacío son reales!”. Vete a dormir
con esto último.
Carla tiene el asombro y la rabia en sus brillantes
pupilas a punto de estallar en algo. Santiago no quiere
hablar, le pregunto si quiere tomar un té caliente de
hierbas, con un gesto le digo a Carla que se vaya a
dormir, todo fue mucho por hoy, la tensión se corta con
un hilo.

Pasan algunos minutos.

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Santiago ensaya un canto, pero se mantiene pensativo


en algo, yo recorto diarios en busca de vocales para
coleccionar.
-¡Carla!, tengo algo en lo que puedes depositar un
tiempo de tu vida en resolverlo y cuando tengas la clave
me lo dices, ¿está bien?_ se acerca cauteloso.
-Sí, claro, pero ante nada no quiero discutir contigo, me
gusta lo que me dices, es muy interesante, pero quiero
que sepas que ignoro por comodidad, me siento mejor
así, suelta y sin nada que me perturbe, llevo sufriendo
mucho._ se juntan, son imanes aislados de titanio.
-Si lo sé, Car... ¿¡Qué hace un hombre con un palito
chiquito en medio del desierto!?, las pistas son: Yace
tirado muerto, con la ramita en la mano, llegó volando y
cayó bajo su voluntad. Espero que lo saques algún día,
espero no morir sin saber la respuesta._ le dice
Santiago sonriendo y descontracturado.
-¡Hasta mañana!_ grita Carla mientras acelera el paso a
las cuchas.
Se sale con la suya como siempre, Santiago cree que lo
va a resolver, yo creo que Carla va hacer el intento. La
humedad no me deja pensar claramente, menos a ella.
Mi té tiene unas hierbas para dormir placido, a veces la
junto con otras y alucino cosas que no hay.
El episodio no asomó en todo el día es algo raro que no
suceda, he esperado mi número durante casi todo el día
y no pasó nada. Mañana será otro cantar en el que
podré mirar al sol y tener el humor a flor de piel, con las
ganas enteras de vivir y respirar, de oler y jugar, porque
sigo siendo el niño que llora a su madre cuando la
imagina muerta en esas noches de futuros inciertos. La

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

muerte me asusta y no quiero que muera nadie, no


quiero morir de ninguna manera, porque siento ser parte
de todos ellos.

La mañana nos regala luz y poca humedad, no es un día


para desaprovechar, huele a jazmín del país. Están en
silencio, lo que me resulta del todo raro, oigo alguna
bomba caer a lo lejos, se oye como el sonido apagado
de una colilla de cigarrillo caer al suelo. Es pronto y
tengo sed, iré al patio.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

P
-¿ or qué te vas, Carla?, siempre me dejas hablando
solo.
-Nada, sigue en lo tuyo que vas bien._ Carla suena mal.
-Espera amor ¿qué tienes?, me tratas mal. ¡Basta de
esta mierda!, siempre me cuestionas cualquier cosa que
digo.
-Déjate de tonterías, ¿yo te cuestiono?. Tu directamente
no cuestionas, haces y haces pero al final es nada por
nosotros. Todo te lo debes a ti mismo. ¡Hipócrita!,
quieres que todos sepan de ti, quieres caer bien, eres
una mierda. Viviste lastimándome, ¿ahora qué piensas?,
¿qué voy a estar a tu disposición?, estás equivocado.
-¡No puede ser!, esperas siempre a último momento
para decir las cosas. ¿No ves qué estoy trabajando en la
novela?, no estoy para nimias peleas maritales. Solo
quieres interferir en mi, siempre quieres estar donde yo,
hacer lo que yo. ¡Basta! Tengo una vida, no debo
explicar todo lo que hago y lo que pienso, si pudieses
me abrirías la cabeza para espiar lo que pienso y siento.
Quieres manipular todo el tiempo y me harté yo también
de toda esta mala predisposición para todo.
-La que se hartó soy yo, me cansé de los golpes en el
escritorio para lograr tu atención, ¡no tengo sexo!, no
hay nada que me una a ti. Tu historia, tus ideales y tu

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

sueños, ¡son tuyos! Y en eso no puedo interferir, me


alejas de los hombres. Me celas, pero no porque me
amas, tienes miedo. El mundo no es tu mente, no eres
la salvación del planeta, si mueres serás polvo,
¿entiendes? ¡POLVO!
-Me hieres mucho, no creí nunca terminar de esta forma,
pero hoy no hay vuelta. El respeto quedó olvidado en
algún cajón de tu cabeza, al igual que todo lo que
pasamos juntos, o te olvidas de esas tardes en que nos
hamacábamos en la plaza. Cambiaste mucho, el tiempo
te degenero el carácter, no me tratas bien, no me miras,
ni me tocas. El golpeteo en el escritorio lo siento una vez
por mes, no te mientas y menos a mí, vives para él, no
soy estúpido.
-¿Qué?, nada hace que nos unamos, esta maldita
guerra que me está consumiendo toda. Los recuerdos
de nuestros inicios dejaron de aparecer y se suplantaron
por esas tardes de humedad en la cucha, donde no nos
miramos. Solo estás escribiendo todo el día, yo mientras
miro el atardecer y los amaneceres sola, ¡sola!. Mientras
lloro por mis perdidas, por la gente que sé que debo
olvidar, por seguir un sueño tuyo. No me arrepiento de
haberte conocido, me arrepiento de haberte enamorado.
-No comprendo como algo así pueda dejar de existir,
pero si quieres que sea será, siento que hoy es la última
vez en que quiera verte a los ojos. Toma tus cosas y
deja nuestra cucha, mejor me voy yo, así no cambias
nada. En la cocina voy a estar mejor, o en el patio,
¡donde sea! El egoísmo es algo de lo que no puedo
escapar, ¡como de esta puta casa!, así que no me mires,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

no me hables. Desde hoy soy el mueble viejo que


odias._determinó Lupho.
En las otras cuchas sentimos el dolor ajeno como
nuestro, Carla por dentro estalla, puedo sentirla
llorar desconsoladamente. Los ojos no merecen
posar así en la realidad, deben brillar. Comprendo
que la muerte del amor sucede, es inevitable. Nadie
supone que vuelva a funcionar, la congoja es algo
imposible de ocultar. En el aire se respira el adiós,
mi lágrima vergonzosa sale a mirar el evento. Me
mira y se mete en el lagrimal izquierdo asustada, no
quiere despedirlos, lo ve inevitable, aunque está
apenada.
Alzo mi mirar, encuentro a Santiago abrazado a la
almohada, sintiéndola. Entre las sombras noto ese
leve gesto, sus ojos están en blanco, esa es su
manera de sufrir. Mece su cuerpo con una perfecta
sincronización, lleva la música siempre hasta en
estos momentos. Comprendo entonces que su dolo
es distinto. Veo culpa, veo algo que por instinto
manejo.
Prefiero dormir y olvidar, tratar de que mañana sea
como otra pelea y que al fin la unión continúe.
Me tranquiliza jugar con los dedos, enredarlos en la
sabana. Me encanta abrazar la colcha, me siento
protegido por la madera fresca de humedad de la cucha.
Me preocupa como la noche no me deja alejarme y
olvidar. Necesito aire, agua, y mate a largas y tendidas
horas/pavas. _ piensa Santiago abrazando a la
almohada, acariciándola.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Desde Platón, la filosofía ha dividido el mundo en


dos: el primer plano de los meros fenómenos y el
trasfondo de la verdadera realidad. Kant invirtió la
división, transformándola en la diferencia entre lo
trascendental y lo empírico: el entendimiento
humano se convirtió en el trasfondo desde el que se
dirigía el absoluto drama de la experiencia.
Heidegger denuncia a esta separación platónica
como el pecado original de la filosofía. Detrás de la
manifestación de los fenómenos de ésta, única y
verdadera realidad. Lo único que hay es una
estructura trascendental que organiza nuestra
comprensión del mundo, incluidas las ciencias y la
filosofía, y que precede a nuestro pensamiento: es la
forma de la existencia concreta. A esta estructura
trascendental Heidegger la denomina Ser, intentar
concretar el ser, aunque repleto de un pensamiento
mágico religioso a modo de contexto conquistador.
Por esta estructura entiende que el cuerpo adquiere
el valor de estructura, al ser el yo aquí-ahora. De las
interpretaciones varias del mismo existir predomina
la problemática existencial, a Carla la conciencia y el
tener el sabor amargo de la finitud, la condiciona al

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

extremo, en el que la sociedad es un papel ilusorio


en su mente, como un solo recurso de compañía,
solo eso.
Santiago comprende que el amor es esa traba. Alega
en su repertorio conocer la frase, “El ser ahí es el
ser a quien le va en su ser su ser o uno distinto”. En
Carla la existencia misma ejerce en ella el problema
de pervivir. Su esencia marcada en agua, relata toda
su compleja teoría de la finitud y el límite que
conoce en su escasa longevidad, cree saber que va
a vivir muy poco. Conoce bien eso de “Ser para
poder Ser”, aunque todas las teorías absurdas le
quedan grandes.
La mutación en los procesos de convivencia depara
una gestación de cambio, en los que en un supuesto
Santiago lidera la casa y Carla lo ama como
condición única de vida. Eso medita Santiago
mientras entre los mates desarrolla su pensamiento
lateral en busca de alguna solución clara. En el patio
se encuentra la paloma negra de los sueños de
Helena y alguien al pasar le pide qué hacer de ellos.
Santiago juega con los sueños, y descubre al fin que
hacer por las noches mientras el mundo reposa
inerte en un estado de indefensa entrega. En esa
búsqueda volátil descubre que Lupho sueña con su
hermana, un sueño de lo más confuso, ve las
imágenes de cómo niega hasta el fin, y su muerte
que no la ha matado, ve en el fondo de la imagen
confusa del aire, que mata a un pájaro azul.
Carla perdida por esos oscuros recovecos corre en
una autopista vacía, dejando caer sus pensamientos

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

al pavimento. En alguna conexión o bajada, Carla


despoja a las ilusiones y las condenas a viajar a la
playa por la ruta 2, en eso unos ideales visionarios
solos se despiden por la bajada a la ruta 9, en el
norte descubren que el sueño vale oro y se venden
al mejor postor. Sangra mientras corre, la autopista
solitaria, la noche que la envuelve, sus lloros
desesperados.

“¿Hay vida antes de la muerte?” se preguntó un poeta


callejero en Londres.

Extraño a Bea, la veo por la pared que escribió, en


esas letras pequeñas que las caracterizaban. Los
recuerdos de las diluciones me hacen reír. Camino
para alivianar algunas penas y descubro en la
cocina una ronda de mates inexistente. Santiago el
cebador reparte plácidamente a cada invitado su
mate/mente, entre murmullos alguno logra quejarse,
prefiero creer que existen y que Santiago no pierde
la cabeza en medio de la noche con la nada frente a
sus ojos y acompañándolo, o con sus ilusiones
traspasadas a un espejo real que también es una
apreciación posible.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

En la ventana el hambre corre como continuidad visual.


En la cual no hace diferencia con lo quiere toparse, el
hambre es la alfombra roja de esos ricos que manejan
eso que se vislumbra detrás del vidrio. Allí donde la
mujer esmirriada y fea reposa entre llantos y lamentos
sobre la desolación junto a un pajarito muerto, que lo
mira y lo quiere, que lo quiere comer rápido para no
sentir dolor, por él. Ella apartada de toda su dignidad,
pluma a pluma descarta toda humanidad posible, o todo
valor imperativo impuesto, para saciar su hambre de 40
días o su sed de interminables ataques.
En ese alféizar reposan los dos codos de Santiago,
observando con la admiración de un film, el acontecer
diario, más quisiera que se trate de una película en una
tarde de evasión. -De esto guardo las cenizas_ dice
entre recuerdos. -De toda esa gente guardo la dignidad,
porque la quiero para mi, felices de perder._cierra los
ojos en el primer bocado de aquella anciana.
Santiago aguarda la llegada de la moral por parte de la
verdadera amiga, Mariana Trattore. Ella lo conoce de la
manera que debe ser. Las noches, las imperiosas
charlas que lo ponían en jaque con su propia moral lo
acusan hoy de no tenerla cerca. La guerra los separó

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

por esas cosas que nadie comprende. La muerte, el


hambre, todas las justificaciones que existen al
momento de asesinar sin justicia que pese. Ese maldito
juego en donde todos aprobamos a la muerte dudosa, a
los sitios ajenos, al dolor, del emergente social o a la
exclusión de la humanidad.
Los pájaros de lata en bandadas continúan
sobrevolando la ciudad, el cielo azulino protege a las
estrellas y el sol irradia toda la radiación es esos mares
de calor. Una bandada de verdaderos pájaros comparte
la media circunferencia pero estos no dañan,
embellecen al mecerse de un lado a otro como
buscando un origen y ahí Santiago Valles canta con la
suavidad de una caricia y esboza palabras sinceras al
oído del mundo, para que lo oigan o se oiga el mismo,
¿qué más le da?

“De la plenitud de tu abrazo, hoy me valgo.


De los sonidos ásperos, retiro la solloza tristeza
y entrego en tus brazos la sincera partida.
Confío en tu plenitud, lejos muy lejos de aquí,
Donde el alba reposa de una mano
y esa mano se apoya en tu hombro,
A la llamada de Mariana Trattore…”

Carla lo observa de cerca, dentro de su oreja, en la


laguna del interior de su oído, detrás de la cera, vibran
las palabras de añoranza de Santiago, su compañero su
amigo, su voto de vida dentro.
Las facciones contraídas marcan que el orgullo le invade
cada poro de piel. Santiago ve crecer la hierba de los

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

escombros, nota en el fugaz meditar que la vida tiene el


sentido claro de extrañar la amistad, de poseerla hoy en
sus ruegos cantados. Algo de amor lo roza, algo de
dolor lo deja ensimismado con la propia gota inerte de
agua, que en el lagrimal decide reposar hasta un nuevo
sollozar.

Al final la vida es un accidente trágico pero instantáneo.

39
Elbio Aparisi Nielsen Ura

7
A Santiago.

Amigo, es que a causa de mi mente volátil y


facilmentedesconcentrable con grandes excesos de
amiquemeinportismo de mi vida, es más probable mi
tristeza y debes saber que es cuando me mareo al salir
a la calle y tengo miedo. Paso a ser invisible, insensible,
imperceptible, me deshago.
Solo pocas y hermosas personas me hacen sentir
valiosa, importante y debo agradecer, agradecerte,
agradecerles, no hay que hacer referencias, ¿no?

En este momento aparece Artaud:


“Dentro de diez años seré comprendido por esos que
hoy harán lo que ustedes hacen. Se conocerán
entonces mis
témpanos, se verán mis hielos, habrán aprendido a
desnaturalizar mis venenos, se descubrirán entonces
los
juegos de mi alma. Entonces mis cabellos estarán
condensados en cal, todas mis venas mentales,
entonces se observara mi bestiario, y mi música se
habrá transformado en un sombrero. Entonces se verá
salir humo de las juntas de las piedras y ramos umbríos
de ojos mentales se solidificaran en glosarios, se verán
entonces caer aerolitos de piedras, entonces se verán

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

sogas, entonces se comprenderá la geometría sin


espacios y se aprenderá lo que es la disposición del
espíritu y también se comprenderá porque mi espíritu
no esta aquí. Entonces verán agotarse todas las
lenguas, disecarse todos los espíritus, entumecerse la
totalidad de las lenguas, las figuras humanas se
achataran, se consumirán como siendo chupadas por
ventosas secantes, y esa tela lubricante seguirá flotando
el aire, esa tela lubricante y cáustica, esa membrana de
doble espesor, de múltiples grados, de incontables
grietas, esa membrana melancólica y vítrea, pero tan
sensible, tan adecuada también, tan capaz de
multiplicarse, de desmontarse, de volverse sobre sí con
sus irresueltas reverberaciones de grietas, de agudos
sentidos humanos, de estupefacientes, de irrigaciones
penetrantes y venenosas, entonces todo les parecerá
bien, y ya no será preciso que yo hable”, ¿qué me pasar
a mí dentro de diez años?, ¿quién descubrirá mi
bestiario?, ¿el tuyo cual es?.El aire que falta, que falla
en mi cuerpo, en el tuyo, en el de ella, ¿dónde está el
aire qué se puede respirar? Hay alguienes que queman
mi oxigeno, el tuyo, el de ellas. Hay una línea tan
delgada entre el ser y el quiero serlo, todo lo que quiero
tan lejano. Ahora, Artaud “En el alienado hay un genio
incomprendido que cobija en la mente una idea que
produce pavor, solo puede encontrar en el delirio un
escape a las opresiones que le prepara la vida”. Se
suponía que a esta hora tenía que sonar el teléfono,
pero ya es todo tan predecible, la magia se esfuma y no
puedo luchar en contra eso.
¿Hay magia amigo? Te adora, Mariana Trattore.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

E
- s algo de lo que nunca hubiera esperado poseer
respuesta, ¿me entiendes Carla?, (Su rostro enseña el
sombro o felicidad asistida, se deja entrever que algo lo
ha dejado obnubilado).
-Es solo eso, ¿qué esperabas?, una simple carta. Pero
por no conocer el contenido, no poseo la alegría que hoy
te enciende, hay mucha luz en tu despertar. Me contenta
tu contento. (la facilidad de las palabras, la difícil forma
de expresarse aumentan en Carla).
-Es saber que la verdad corresponde a otra variable, no
quiero llegar a la mecánica del movimiento, de los
aconteceres, comprendo que el azar, o las conjunciones
divinas ejercieron algo de ellas sobre este sobre de
papel. ¡Ha cambiado todo!, porque la lógica demora
pero al fin llega con el mensaje de la otra parte que sin
tiempo funciona en nuestras mentes. ¡Todo termina!, la
guerra de los cien años, la de los veinte, las de los
cuatro, son solo años que al traducirlos, no son más que
días en nuestra vida. Juro volver a sentir, el aroma de la
tierra recién pastada, los granos infinitos del arenero de
la plaza, las hojas del libro de antaño en mi olfato natural
y placentero, los calores veraniegos, la ropa recién
lavada, las balas y los golpes de las protestas por el
bien común, la paz. Juro volver a jurar a mi bandera.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

(Carla quiere decir algo que lo contente y le de más


fuerzas, decide luego de meditar entre los silencios tan
llenos de vida y amor que es mejor callar la emoción
contenida).
-Santiago, sabes que el aquí y ahora es solo un
modismo, conoces de lo que te hará valioso, posees la
gratitud de embelesar con tu canto y esa brillante
expresión que cautiva, tu rostro, tus ojos quiero decir.
¡La vida! o esos vestigios de la vida te están enseñando
que vale todo, que nada escapa a la razón, ni la señora
deshojando la paloma, ni los escombros partidos de la
escuela porque me enorgullece compartir mis días
finales o iniciales junto a ti. ¿La ayuda? llega en el
momento que menos se espera. ¡Como todo!, ¿no?... ya
llegará el momento de marchar._ dice afligida por dentro
sonriente por fuera.
(Santiago estudia a Carla, mueve su ceja izquierda, se
detiene en su observar en la comisura de su labio y
retiene el aire durante un minuto, ella suspira hacia otro
sitio).

Le recuerda tanto a Mariana, prefiere no decirlo


porque no hay comparaciones. Solo asiente y
observa de la manera que nunca creyó observar a
Carla, con amor, o con deseo. La necesidad de
expresarle amor depara en el beso en una mejilla
que ni el comprende al darle, simplemente le oprime
los pulmones de nervios.
Los colores de las descoloridas paredes brillan de
esplendor al descubrir la luz. La mesa que une a
todos en la cena espera por la limpieza, mientras

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

que Santiago y Carla velan por el inexistente amor.


La duda general se imprime en el aroma de las
situaciones junto a una clasificación. Lupho escribe
como siempre, continúa con su obra maestra, su
plena desinformación de la realidad deja en
evidencia que el amor puede recorrer otros sectores
de la casa, quizás hallando algo de lo que se
arrepentiría por el resto de sus días, ¿podría vivir
mucho tiempo sin amar a esa pequeña mujer?

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo


el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre
rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación
de agua oceánica que refluye.Pero algo sucedió de
golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de
frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero
vago y que tenía color de sangre aguada y por delante
era una granada que derramaba también sangre
mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas
colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados
en la sangre del cerebro. Pero el aire era como un vacío
aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el
temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo,
que giraba en añicos de frentes, y sacudía su
vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus
nudos en espiras, sus montañas mentales, sus
frontones estupefactos. Y, en los frontones de las
columnas, soles habían quedado aprisionados al azar,
soles sostenidos por chorros de aire como si fueran
huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire
en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes,
hacia la línea preciosa de los senos, y el hueco del
ombligo, y el vientre que faltaba. Pero todas las

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea


de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en
sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente
muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los
ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi
frente se ha congelado. Pero bajo el hielo un ruido
espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el
silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y
ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas
negras, fuegos terrestres, trombas de leche. La fría
agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo
toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que
surge como un triángulo en llamas.”
Santiago no para de leer, ama a Artaud, lo ama con las
letras de literalmente. No tendría que haber trascripto
el texto de Antonin, pero me veo forzado, su lectura
apasiona, y creo que te apasionará de igual forma.
"¡Cuando él habla de la vida, es del fuego que habla;
cuando nombra el vacío es la quemadura que provoca el
vacío, el ardor del espacio en carne viva, la
incandescencia del desierto!"_decía a sus tres amigo/as
de la lectura surrealista, entre ellas Mariana.

>>La locura no declarada de Antonin.

Santiago sabe que su yo central va a ser despojado,


no quiere su cuerpo, pero a la vez cree en la ciencia.
Es de lo más controvertido que me ha tocado
escribir.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

A su vez, Lupho genera la forma de no escribir, algo


que cualquiera pensaría absurdo pero el eje central
vira en la inconexa conexión de los significados.
Sus hojas traducen el estado de ánimo circunstante
en su alma o en sus neuronas o cargas
eléctricas/químicas mínimas, nadie sabe que pasa
realmente allí dentro. Ni yo. Sepan disculpar mi
dicción es que la emoción me apura.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

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Sin Bea todo se desvanece, en las penumbras de


mi propio ocaso. Muero en la imperiosa agonía de
Borges sin Viterbo. Dejo mi estado de animal furioso
porque no me satisface en lo más mínimo. El
domingo me costó mucho despertarme, pero hoy la
pesadez es diferente, mi interior nasal se encuentra
repleto de mucosidad, es molesto, lo sé, pero hay
despertares mucho peores, sin ánimos de vivir
siquiera. La cabeza me estalla en un sinfín de
dolores, creo que estoy resfriado, de haber sido por
el sueño de rodear el universo en un viaje personal
estaría agotado pero contento, pero ahora nocturno
lo estaría mirando a Bea caminar, pero no salgo de
la casa, más que para comprar lo que necesitamos.
Hoy Carla tuvo el episodio número 356, todas las
situaciones que se generan en cada episodio son
diferentes, nada resulta común en el segundo de
recostarla y dejarla tomar el control de la “cosa”. Lo
único colectivo, cooperativo es que al final recita los
números que nos convierten en los más felices,
porque es el síntoma de la mejora, ya que la
inutilidad de los números es claramente evidente.
En algunas noches de pocas estrellas, en esas
noches frías de quemas de libros, recitamos

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

cuentos, leemos ensayos, de los libros que quedan


aún por quemar.
La guitarra funciona como el eje fundamental, como
Pablo y la piedra angular de la iglesia, o Florencia, la
ciudad del arte, aunque no sé si hay fundamentales.
En algunas ocasiones nacen temas globales del tipo
fundamentalistas, pero la esencia es la misma,
compartir todo lo que podamos mientras no
dormimos.
Ayer tuve la rara percepción de que algo iba a
cambiar, la humedad se mantiene, lo que no tiene
estabilidad es la casa, algo dentro de ella no tiene
sentido. En el exterior puede que cambien las cosas,
la libertad se acerca pero nadie se da cuenta, en
realidad porque no se lo dije a nadie, igualmente no
lo voy a comentar, son suposiciones inciertas.
Un cuadro apresa mis ganas de moverme, de correr
por la casa. Tengo ganas de viajar, de conocer todo
lo que admiro en esa pintura. El mundo prefiere que
nos asemos en algún fuego provocado por la milicia.
Debido al piso inestable de la habitación contigua
nos vimos forzados a construi,r lo que actualmente
denominamos las “cuchas”. De ahí las reglas, los
suspiros, como el “perdido” de Carla. Ayer noté uno
nuevo, “el desamparado” de Santiago, que en estos
días parece no habitar más que con su envase, la
casa.
Lupho por fin habló, por la mañana digno a su
dicción, -que desparramar palabras al viento-,
mientras miraba por la ventana del patio, junto a mí,
el nuevo haz de luz que iluminaba las ramas que

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

dibujan sombras. En ese encuentro inusual, para mí,


me contó lo mucho que ama a Carla y lo mucho que
sabe de lo que siente ella por “él”. Pero noté en las
inextricables (por momentos) palabras, que dudaba
de algo, es de común saber (dentro) que la relación
con Carla no es muy buena. Igualmente algo más
hay detrás de toda esa fachada irrompible que
expone Lupho. Por instantes parecía quebrar, pero
no se lo permitiría ¡nunca! romper en llanto, y menos
que yo lo consuele. Esa es la condición para
acceder a Lupho, no molestar, dejarlo ser y ser-ahí,
él, solo, puede con sus cuestiones existenciales. No
lo noté bien de salud, escupía sobre un pañuelo a
cuadros restos de algo rojo, quizás no tendría nada,
suelo preocuparme en vano y le pregunté que era,
no contestó nada, solo siguió tosiendo, hasta no
aguantar e ir al baño.
El día resbala con la sagacidad de un felino sobre el
vidrio del techo, ese vidrio que ilumina en las tardes
radiantes y oscurece en esas tardes de nostalgia y
llanto.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

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Del exilio:

Francia sufre por dentro, toda junta, llora la pérdida de


civiles indefensos. Es de lo más crudo, según la fantasía
de mis sueños, alguien logra gobernar la verdadera
Francia a pie de palabras y dones naturales o sociales.
Mis abandonados sueños se convierten en muertes
mentales, dentro de mi gran muerte real e inequívoca.
Del humanismo tomo la verdadera esencia, lo que es
humanista no está en mis venas. No poseo más que la
visión, cruda visión de la realidad desaprensiva.
Mi madre llorará mi partida cada día en que no me
contienen en mi habitación. Ahí donde el amor fluyó, en
esa cama de acolchado de elefantitos celestes y aviones
colgando. Mi padre desde los dos metros y medio de
tierra llorará por no haber vivido lo suficiente. Guardo el
exilio de mi muerte, guardo los recuerdos en la ventana
y los reflejos en cada niño enfermo, y vuelvo a mí, a
sufrir nuevamente el verdadero (reitero), calvario. Desde
donde el vidrio nubla, desde donde se nublan los valores
y la vida misma.
Aguardo la noche, aguardo la charla fácil. Mi abuela
habrá muerto y quiero hablar de ello. No dan las
cuentas. Ni los años lógicos de longevidad.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

En la casita de Canelones solíamos reunirnos, familia


entera, en esos días no pasaba el metro cincuenta, pero
registraba con la precisión del relojero cada instante
porque sabía del futuro. Siempre fui consiente de que la
vida es un solo camino inoportuno, tan independiente
con los demás y con un mismo.
Los frutos de las plantaciones me hacían doler el
estómago de tanto deglutirlos. Corría por el bosque que
mi abuelo había plantado, y lloraba en su regazo cuando
me tropezaba con alguna ramita. Desde los momentos
en que la conciencia afloraba (cerca de los tres años)
recuerdo cada día en que compartí con mi abuelo las
meriendas en esos días de sol y poco viento con
placenteros atardeceres de ensueño.
Miraba el reloj impaciente esa tarde en que lo vi morir
frente a mí. Fue en una mañana de puro agua, en donde
la cortina no dejaba ver ningún horizonte y la visibilidad
era tan escasa como lo es ahora mi libertad. En una
parte de la granja mi abuelo trataba de guardar el
tractor, la lluvia había tapado el campo de ese manto
líquido que nos da vida y nos mantiene alertas. Con la
fuerza de un toro en riña movió el tractor al centro,
donde no se mojaría las partes débiles de la máquina
(su sustento), en tanto yo buscaba mi abrigo para
ayudarlo o intentarlo al menos. Un sonido muy particular
que no identifiqué al principio invadió mis tímpanos, acto
reflejo corrí en su busca, desesperado con un puñal
clavado en mi pecho, temía lo peor. Abrigado hasta los
ojos salí, el resbalón me detuvo un segundo, justo al
momento que oí el segundo estruendo aún más
desgarrador que el primero, fue ahí cuando el miedo se

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

adueñó de mis actos reflejos y no pude gritar, gritar tan


fuerte para que la policía llegue, para que los bomberos
lo salven. La electricidad que nos abastecía o lo
abastecía en sus arduas luchas con el campo, la casa y
la familia, lo había asesinado fríamente, sin preámbulos
de despedida. Una gran descarga junto a un rayo mal
direccionado provocó la repentina e inoportuna muerte
del lazo afectivo más fuerte en mi vida. Mis ojos color
tierra quedaron al ver como se iba su cuerpo en esa
madera-cajonada donde reposan los cuerpos inertes de
mis seres queridos, ahora aún más de lo que esperaba.
Mi abuela enojada con la vida vendió la casa, se mudo a
Venezuela, rehizo su vida con un hombre más joven,
tuvieron un hijo, volvió tras separarse, vivió con mi
madre y ella luego de no aguantar más los gastos la
envió a un asilo, donde creo, falleció... sigo sin saber de
ella.
Me quedan hoy-ahora esas cosas simples donde
reposar. Miro en determinados momentos la manecilla
de los segundos en el reloj de pared a punto de estallar
por la humedad, y trato todas la veces de aguantar más
de un minuto, me irritan los tic-tac.
Cuando el calor apremia, me siento con la fuerza de la
gravedad sobre las baldosas frías y succiono de la
bombilla matera, litros y litros de la fina hierba,
presenciando todos lo acontecimientos que en algún
momento relegaron felicidad sin medidas o normas.
Pienso también y dejo estirar las patas de mis
pensamientos laterales cuando lijo madera, corro, lavo
los platos o barro la suciedad acumulada para pasar el
tiempo. Y si no fuera poco, manejo mi destino con las

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

cuentas sucesivas de los azulejos, las letras de los


subtítulos de las películas americanas, las sombras,
manchas de humedad (que sobran), la gente que pasa,
aviones, pájaros, y demás objetos que alimenten mis
esperanzas en cada (plegaria a manotazo de ahogado)
momento en que creo rozar la locura, o lo que yo creo
que es la delgada línea entre la verdad y la
ficcionalización de mis actos o pensamientos
proyectados junto al resto del mundo.
Y recuerdo cuando mastico la borra del café
encontrando la pasividad, o cuando mi enojo sobrepasa
mis límites de expresión mundana cierro los ojos y recito
dentro de mí palabras que empiecen por ejemplo con la
letra “A” y dejo pasar ese diccionario poco extenso al
contar la pocas palabras que poseo en mi vocabulario,
para encontrarme con que la paz yace en la frente,
acariciándome la piel que me logra dormir tranquilo. Y
me toco el ombligo y doy vueltas por minutos eternos
con la yema del dedo por ese agujero interminable que
en algún momento dentro de ese inframundo me dio la
comida necesaria para vivir, y ser, que ya es mucho.
Entre tanto recuerdo, revivo, el transporte público del
Uruguay, donde en cada mañana en el traslado al
trabajo, miraba todos los rostros presentes del colectivo
y clasificaba, buscándoles los trabajos perfectos,
acordes a cada tipo de expresión, y en las parejas más
parejas del mismo colectivo, porque uno realmente no
sabe si el verdadero amor se encuentra junto a uno, en
un asiento de transporte público o en la cama donde
cada mañana despierta preguntándose si en verdad es
el compañero/a o enemigo/a.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Por esas razones que hilvana la realidad me regocijo de


contento cuando un gato me elige de amigo y se
recuesta junto a mí o sobre el regazo, y ni hablar de lo
locos, esos locos del barrio al que todos los vecinos
cuidan. Me eligen por afinidad, por coincidencia o solo
por mera costumbre. Me hace más razonable la elección
como un par, como esa persona que los escucha y
aconseja, pese a los rechazos (comunes) y violentas
reacciones. Y entiendo en esas cavilaciones que mi
locura no envidia a la de ellos, frente al espejo soy uno
más que esos gestos no justifica.
Mi exilio data del Uruguay y sus tiempos cambiados, en
que la política no era más que “política”. Mis principios,
mis valores devastados, mi dignidad desecha fueron
quienes me alejaron por un instante para alojarme en el
país donde la liberación no era más que un voto de
esperanza a punto de morir en un grito desgarrado por
las balas, esas balas que según Galeano no valen.
Donde los nadies cuestan menos que las balas que los
mata. Benedetti, Vilariño y Onetti me ilustraron de
modismos que desconocen los inciertos, me abrieron el
mundo en dos para que lo leyera sin absurdas mentiras,
siguirán haciéndolo en un futuro de balas blandas y
bombas de chocolate.

¿Qué tengo para decir del exilio al final?

Es probablemente uno de los sabores más amargos y


encontrados que existe, reconozco que debería ser
natural, de hecho somos aún siendo capitalistas,
caminantes empedernidos sin meditaciones. Pero debo

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

decir también que las conquistas interiores son calvarios


similares a los exterminios eclesiásticos, nada nuevo
suple a nada anterior pero nada de lo nuevo puede ser
atacado por algo de lo anterior. Convivo en una rueda de
exilio que no termina, hoy extraño Uruguay, mañana
extrañaré Francia y sus olores, lo que me transforma es
un eterno exiliado, ya nada puede volver a ser igual.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

12

Por esas interesantes historias, me informé de los


anteriores viajes de Santiago. Pude espiar mientras
escribía. Las variaciones del destino lo hundieron aquí,
pero realmente su viaje significó una deserción de lo que
nunca apoyó. Su autoflajelo fue la vida en distintos
terrenos que nunca hubiera imaginado experimentar
como propios. De Irlanda, la isla del Atlántico surco
Dublín, corrió en un suspiro sobre el mar de Irlanda para
llegar a Liverpool. Londres a un paso fue solo el día de
recorrida. Por el paso de Caláis nadó sin necesidad de
pulmón artificial, su aspecto siempre dictaminó que de la
estética se apartaba pero del deporte algo sustrajo
acercándose. Y en la siguiente secuencia visitó Praga,
Varsovia, Moscú, Tigris, Bakú donde el mar Caspio en
un descenso casi lo devora, Ankara, luego Tirana - mar
Adriático por medio, Turín, Berna y al final París. De
todas las culturas no absorbió nada de lo que realmente
debería de haber guardado como precioso. Inculto por
naturaleza, dignó su última cuota de dignidad a estudiar.
Leyó a Dante “infernal” y el clásico Ulises de Joyce, en
el cual entendió que podía comenzar a hablar con las
demás personas o por lo menos a discutir alguna idea
básica y mundana. Luego ampliaron su mundo de

57
Elbio Aparisi Nielsen Ura

palabras Émile Zola con sus veinte volúmenes, Dick,


Huxley, Eurípides, Salinger, Marechal, Lovecraft,
Mann,Poe, Melville, Stendhal, Shelley, Musashi,
Kierkegaard, Pío Baroja, James, Hemingway, Lorca,
Unamuno, Casares, Verne, Dostoievski, Brontë, Conrad,
Goethe, Lucrecio, Rojas y Borges, más sus coterráneos.

Me comentaron de Carla, que los equívocos y azarosos


movimientos la dejaron varada en la acera de la casa
vecina, pero realmente a ciencia cierta no conozco nada
de ella, esa fue su manera de llegar, pero su pasado es
desconocido. Lupho parece haber llegado adosado a la
espalda de Carla, fue instantáneo, uno detrás del otro,
para hablar nos comunicamos por el lenguaje de las
miradas, casi no nos dirigimos la palabra, al inicio claro
está, luego algo surgió. Por esas mañanas iniciales nos
cruzábamos y con solo ese choque lográbamos
comunicarnos, Lupho en realidad nunca adoptó la
forma, porque se dedicó del primer instante a escribir
sus memorias.
Nunca di un Peso, Dólar, Olbia, Reichs, Marco, Rupia,
Austral, Lek, Florín de las Antillas Neerlandesas, Dram,
Franco, Rublo Bielorruso, Kyat, Real, Peso Chileno,
Won norcoreano, Won surcoreano, Shequel, Dirham,
Nakfa, Corona Eslovaca, Peso Filipino, Quetzal,
Lempira, Libra esterlina, Yen, Rupia mauriciana, ni
Chelín Somalí por Lupho, pero su tenaz constancia me
dejó boquiabierto al descubrir que no dejaba de escribir
nunca. En tantas ocaciones lo vi destruir infinidades de
textos completos que no le eran de agrado. Pero
comprendí con la variación del tiempo en mi cerebro,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

que la constancia encerraba la perfección del dolor


introspectivo, que devora en cada escrito su alma
atareada de tanta quietud.
Lupho desciende de la estirpe de marineros que en sus
épocas de gloria se regocijaban con los tesoros de los
navíos en desuso bajo el mar y sobre la mar. El no
cuenta nunca lo que sucedía en los barcos piratas, en
esas conquistas inglesas (que los caracteriza a los
Ingleses) donde el capitán del barco era una leyenda
viva, donde los marineros recorrían los mares del Norte,
Adriático, Cantábrico, Jónico, Pacífico, de Lujuria,
Atlántico, por el solo hecho de vivir la aventura, y como
quien no quiere la cosa, recibir parte del gran botín,
guardándose un nombre en la historia de la mar infinita.
De su historia reniega cuando puede, Lupho quiere a la
literatura y la literatura lo quiere a él como a un hijo. Son
madre e hijo enlazados en ese amor insoslayable. La
hoja es el objeto de culto, la savia vegetal una bendición
de algún Dios para que él pueda escribir su revolución
lingüística.

Me aterra saber tanto de sus vidas, porque comprendo


que no tengo registro de la mía como algo
perfectamente mío. Eso de los demás me atrae, por eso
siempre mantengo mi postura cómoda de no opinar, no
criticar, no discutir, porque el placer de no interferir en
nada es único, como el sabor de la observación. Soy el
paño frío, lo que llaman “compañía”.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

13

Fundidos todos, toditos en una masa, conviven,


porque la guerra los depositó en el lugar donde las
bombas no caen, rozan. Donde la vida y sus
penurias diarias ensayan su obra teatral día a día,
sin ese descanso del que hablan, “la paz”.
El orbe fundido por las balas, me enseña la pictórica
imagen del pintor holandés Von Essen, que a
semejanza de la realidad esboza líneas y puntos
rojos. Donde debería encontrarse la madre de las
estructuras, se halla acero bien fundido, en un símil
a la flor marchita de Romeo, después de creer
muerta a Julieta. Y sobre las bases del Arc de
Triompee junto a sus piernas hay una infinita tropa
de insuficientes milicianos, enseñándole a los
sobrevivientes el poder de sus mal empleadas
capacidades y cantidades exorbitantes devenidas de
los gastos públicos pagados por ellos mismos
tiempo antes, con el gozo de la autoridad mal
empleada y la cara dura de un pueblo dividido.
La milicia, conjunto de violentos ciudadanos
alistados en el pedante ejercicio de matar -ipso
facto- robando vidas ajenas, sentimientos ajenos a

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

personas inocentes cierran la macro imagen de la


ciudad tomada y de los temores que surcan el aire.
Ahí, dentro los labios conversan, las manos danzan
en las conversaciones de ciencia. Ayer alguien
discutió con otro alguien. En los escabrosos limites
de la inmoralidad transitan, Carla; Santiago; Lupho.
La fachada de la casa transpira injuria en excesos, la
puerta principal de dos metros por uno y medio
junto a sus ventanitas, emana belleza. Los ladrillos a
la vista, las dos ventanas, una de la sección
somnolienta, otra de la habitación oscura, en la que
nadie puede pasar más de un minuto dentro, ambas
dan a la calle. Sobre la habitación oscura ellos dicen
que habita la maldad de la guerra, porque según sus
entendimientos quizás algo mágicos, es un ente
físico o más bien químico, que obra con conciencia,
por eso le temen mucho. Razón por la que rezan
antes de cada comida en la noche.
Las hormigas tienen un nido en la puerta principal,
que cada uno debe sortear al salir una vez a la
semana a retirar del mercado la comida. Alguna vez
Carla les dejó unas hojitas para que coman, alguna
otra vez Santiago les dejó fideos pero al parecer
solo chuparon el tomate y se pudrieron en la
continuidad de la intemperie. Lupho difícilmente
compre junto a los demás la comida, le teme a la
gente sufre una disfunción de su aparato interno de
comunicación con el mundo exterior, algunos lo
llaman “Fobia social”. Fobia o Fhobos del dios
griego al que no le importaba nada salir a caminar,
porque no tenía de que preocuparse, vivía en un

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

castillo de cristal aunque sí quería catalogar los


nuevos males.
Los hombres adoptan el miedo, muchos se alejan
odiando a la civilización que los vio nacer otros
desprecian la vida y Lupho adopta en cuerpo y alma
a la fobia por amor al arte, eso lo lleva a tener todo
tipo de trastornos, Barofobia (Miedo a la gravedad),
Eicofobia o Oicofobia (Miedo a los alrededores del
hogar), Enetofobia (Miedo a las multitudes),
Osmofobia o Osfresiofobia (Miedo a los olores u
hedores), Parascavedecatriafobia (Miedo al Viernes
13), algunas de ellas las pasa inadvertido cuando se
olvida, pero no tiene la intención de revertir ninguna
de sus múltiples posturas. Creo que la naturaleza de
sus patologías tiene que ver con sucesos
irresueltos, aunque es probable que un cuarto de la
población global padezca ciertos puntos de
conexión con Lupho, puede ser un mal del nuevo
milenio, pero nuestro amigo cree que vale más su
obra que la vida que lo hace mantener el aire y la
energía para elaborarla, es curioso como ellos se
comportan así, en definitiva el pensamiento es fruto
de la escencia violenta con la que están
configurados en sus genes en parte bacteriales.

Carla prefiere ignorar, enterrar y olvidar, llorar y


vomitar, lo hace a escondidas pero yo puedo verla.

En algunas de esas cuatro mañanas por mes en que


compran lo indispensable para sobrevivir, Santiago
cuenta lo que dentro se tornaría como imposible,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

habla de su vida y sus sentimientos verdaderos. Se


quita la capucha del dolor, los abrigos de la tristeza
y los pantalones de los prejuicios, su desnudo
también es real cuando intenta perturbar a los
milicianos.
Ella lo escucha embelazada con su voz y dicción,
con sus ojos y expresiones, es que a Santiago lo
quiere demasiado (como dice a veces y en voz baja)
y entiende, esto último más por cuestión de espejo
que por otras razones de empatía. En el mercado,
solo en esas cuatro mañanas, hablan y ríen, corren,
juegan, se divierten como infantes sueltos y
energéticos, en las calles desoladas les entra la
necesidad de libertad, en esas cuatro mañanas son
almas sin humedad y dolor (aún así caminando entre
los muertos), al caer la noche ingresa el pesar de los
días en sus nucas, y el recuerdo se hace más
pesado aún que antes, pero vale la pena respirar. Allí
fuera Carla no es Carla, es algo distinto, no
comparte la amargura de la compañía eterna, se
abre como un libro en la playa. Carla allí fuera es
una estrella oscilante, que irradia potentemente a
todas las demás almas en pena o en gracia para que
no se enfríen, más en pena que en gracia esas
pobres almas vagantes.
Y en cada larga e intensas vuelta a la humedad, se
charla la verdadera razón por la cual, una es esposa
de uno que no quiere esposa y el otro es exiliado sin
amor a sí mismo. Porque en cada vuelta a casa, al
volver Santiago le propone obrar por ella y la maneja
en un destino distinto cada vez y de sonrisas o

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

suspiros. En algunas ocasiones deambulan por los


edificios destrozados, las enormes iglesias
devastadas, el puente quebrado, las aceras rojas de
muerte (que en una línea amorfa le enseña al
dehambulante un sentido lógico de matanza, un hilo
de dolor extinto o aniquilado), y caminan por los
pastos amarillos, las casas tomadas por la milicia,
las escuelas incendiadas, la biblioteca herida, los
monumentos derrocados, y notan que los muertos
en fila en el asfalto son el emergente de toda esa
ignorancia, de todos esos reclamos injustificados
que privaron a millones de objetar en contra de sus
principios. Pero ya sabemos lo que significa la
democracia en un gobierno de facto que prefiere a
una cabeza dirigente a un pueblo colmado de
respuestas.

Asco, me dan asco, lo siento... ellos...


...viven todo como propio, porque sufren por la
gente que combatieron con sus vidas, soñando una
Francia sin rencores y un mundo sin asesinos.
Saben que los violentos velan por esos lugares en lo
que no dejaron ni ruinas, para que la cultura
desaparezca de las intenciones del pueblo y se
vuelva un híbrido puente hasta la limpieza
generacional de pensamientos... asco me dan,
pedazos de escoria sin brújlas mentales... ¿cómo
pueden permitir la limpieza de los valores
morales?...

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Siempre en cada uno de los cuatro días de compas


del mes recuerdan rezar su rezo, porque tienen su
religión, profesan “LEX NON SCRIPTA” lo que
traducido de la lengua madre sería algo como “la ley
no escrita”. Su ley siempre comienza donde termina
la otra, buscando la inserción en el final y
desmembrándola hasta el inicio, para fecundar su
verdad, les alivia tener como responder a lo que los
rodea, cada mañana de esos cuatro días de cada
mes. En definitiva, la ley no está escrita por lo que
en realidad es un cúmulo de ideas tranformadas en
lenguaje para aliviar la tensión del sometimiento y
generar una serie de códigos que desaparecerán al
emigrar a la realidad natural.
Una sola vez se miraron a los ojos sinceros, sin los
preámbulos comunes, una sola y eterna mirada les
bastó para saber que pasaba en esa única y emotiva
imagen del recuerdo, a la que no se atreven siquiera
a recordar. Nunca vuelven por donde salen, llegan
del otro lado, en algunas oraciones casi pierden la
vida por respetar sus códigos, en una oportunidad
Santiago mató a golpes a un soldado de la milicia
por atrevido. A Carla no le gusto que la tocasen y
Santiago no le gustó que toquen a Carla y mató a
golpes de loco a ese estúpido soldado en el silencio
de la madrugada. El respeto de la milicia lo deja
pasar por alto, solo por haber defendido un valor
propio, o una mujer desprendida de ropas y repleta
de temores. Él odia a la milicia, odia cada bomba
que deshace un hogar en cuestión de segundos,
vive preguntándose por qué no destruyen nuestra

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

casa, llora solo y balbucea, suda y yo sigo a su lado


aunque no me mira siquiera.
Y cuando vuelven en esas cuatro veces mensuales,
Lupho espera a Carla sin palabras ni abrazos.
Santiago prepara la comida esperando llegar a vivir
una semana más, soñando con su vuelta.
La casa se halla en medio de la devastación total, la
manzana no figuraría en ningún catastro de ninguna
ciudad, porque no tiene casas, todas fueron
desechas con tiros, millones de tiros, bombas,
misiles. La casa yace sobre una pendiente, no la
tocan, no la molestan, la rozan.
Sola, solita la casa se encarga de sobrevivir a las
lluvias que la molestan con la humedad. Ella teme a
la humedad porque la pudre desde dentro. Odia
tener gente dentro de ella, pero los deja -nos, deja-
porque son -somos- el mal necesario, como el
cocodrilo y los pájaros, los delfines y los hombres,
como el sapo y la serpiente, o el sapo y las moscas
(algunas). Esas uniones entre animales/objetos que
determinan naturalmente la enemistad, pero que
como método de supervivencia, se unen sin
importar que se conocieron intentando matarse... ley
de evolución.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

14

Un ratón, de esos blancos que recorren las bolsas de


basura rasgando asquerosidades, sale en busca de
comida recién horneada, todos están durmiendo. Dentro
de la cocina el horno ha quedado semiabierto, nadie
sabe de su travesura. Blanquito bien blanquito camina
agazapado, es algo inteligente pero no tanto como el
gato. Sube primero a la mesada de mármol, sigue
camino sobre los sobres de sal desparramados, los
platos sucios encimados a la pileta, sin ánimos de
lavarse. Juega unos segundos con toda la harina que
tapa el fino mármol verdoso. Hecho un filete de merluza
sigue con su principal objetivo, ensalzarse en el pastel
de patata y carne. Todo resulta de lo más engañoso ya
que no sabe que tendrá que meterse de lleno en el
horno y luego de darse la panzada, saltar al vacío. Que
para su cuerpo significa caer de un noveno piso
humano. Mientras, ve por el reflejo de la tapa del horno,
una puntita de pastel, sin preámbulos se prepara para
dar el gran salto a la gloria culinaria. La patata le ofrece
una caída de paracaidista profesional, la suavidad la
siente en la patita trasera, con el confort de un príncipe
deglute los primeros bocados, uno a uno devora granos
de carne, otro uno de papa intercalado. De esa forma
disfruta de la comida que no tenía en meses.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Un gato, mece su cola, parece gustarle ver como el


ratoncito come y come. De la altura del mueble, nadie lo
nota, pero sagaz se mantiene bajo la oscura sombra.
Grano a grano sin malestar o pesar sigue deglutiendo la
patata seca medio quemada del borde, el gran gato
durmiendo está, y sabe que va a demorar su caza
cuando éste se quede agotado por su glotonería.
Pesado ya sin más lugar donde ingresar comida, sale al
vuelo, el pequeño y blanquito ratoncito. Al caer siente su
pesadez, pero no cavila un segundo, continúa su largo
recorrido al colegio, donde habita junto a su hermanita
desde el incendio.
Negro puro, negro sin ojos, negro que enciende al ver
salir al ratón, negro que lo asecha, ratón que escapa. En
la calle la leve luz que alumbra deja en evidencia el
correr incesante del blanquito que desespera. Negro sin
apuros, negro que corre y no se cansa, de la primer
calle ni un agite o falta de aire. Blanquito corre y deja
sus muslos al borde del colapso, quiere llegar rápido,
debe cuidar de su pequeña hermanita. Sobre los
escombros, lastima sus patitas traseras, incesante en su
andar continúa con el miedo de morir en los dientes del
felino. Negro que mira fijo, con esos faroles de
kerosenes a punto de incendiar. Luego anda por las
aceras rojas de sangre, por los cuerpos inertes en fila, y
pasa justo por al lado de una bota marrón excremento.
Negro que frena, mira al soldado y su bota, blanquito
sigue, entra en la escuela incendiada, recoge a su
hermanita y la lleva en andas al puente quebrado. Negro
que huye despavorido por la acción humana, el negro

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

gato se dirige a la casa, en donde el frente tiene dos


ventanas, un escalón, una puerta y ladrillitos a la vista.
El soldado junta a tres hombres más y los convence de
tocar la casa, dice que odia ver rozar a las bombas, que
le parece raro. Los indignos acceden dentro de su
ignorancia de armas y castigos absurdos. Alzan
ametralladoras de años en que la fabricación fue la
expansión del mercado Europeo, tiran balas que juntas
al ruido ambiente generan el unísono al que nadie
comprende al fin, si son balas o cohetes o simplemente
una lluvia torrencial en medio de la noche.
Dentro, Lupho inmerso en una mar de palabras difíciles,
decide quemar su novela e iniciarla nuevamente. Esta
vez con la grandeza, de la simple utilización de las letras
y palabras. Un sonido elevado a lo normal, quiebra ese
lapso en el que el sueño y la realidad son una fundición
de lo mismo. Alza su mirada inquieto, al son de una
canción cubana cantada por Reyes, en su cabeza.
Fuera los cuatro oficiales tratan sin éxitos de no hacer
silencio, Lupho mira porque el ruido se acerca, y mucho.
Vira la mirada a las cuchas y nota la tranquilidad con la
que Carla descansa, ve a Santiago dormir en un
profundo sueño, el siempre quiso ser como Santiago,
soñador empedernido, pero su elección fue lo que
marcó su presente, se desespera, agita, su cuerpo le
advierte las fobias, pero reconoce el evidente ataque
que los asecha, inminente. Ahora debe comprender que
sus vidas corren peligro, dentro de sus fobias no
pretende siquiera gritar. Su deber es responder a lo que
pase, sean las consecuencias más inoportunas, siendo
una, la misma muerte.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

A paso de hormiga, los soldados avanzan sobre el único


escalón del frente de la casa. Ingresan, sus ruidos se
elevan, ya no les importa que los escuchen.
Sus pasos le recuerdan a Lupho el día en que su padre
su arrestado y condenado a la muerte en la horca. Ese
día Lupho vio morir a su padre en la plaza pública, junto
a cientos de personas. Hoy Lupho no quiere ver morir a
nadie, salvo a sí mismo, de ser por elección.
Los soldados iluminados por una linterna incrustada en
la ametralladora, corren la cortina que da a la cocina,
ven el desorden que ha dejado el blanquito y notan la
humedad del interior, casi no pueden respirar, y uno
comienza a toser fuertemente, espasmódico. La mirada
de Lupho con la vehemencia de un tigre furioso señala a
la cocina. Un soldado, es decir, el líder golpea en la
nariz al alérgico. Azotado por la enorme mano gime
siquiera al sentir la pesadez del líder y su golpe.
Carla mueve suavemente su brazo, acaricia la sabana
que la cubre, abre los ojos y mira las manchas de
humedad, se mantiene en el sueño, parece no entender
la realidad circunstante, parece blabucear algo que
pueden ser números. Lupho la observa mover sus
retinas de un lado a otro y comprende que un episodio
va a suceder, no puede perder tiempo con los malditos
soldados. El tiempo está en su contra, tiene unos
minutos para actuar. Medita, cavila, piensa en la forma
de alejar a los intrusos de la casa. Carla mueve aún más
fuerte los ojos, está a punto de colapsar. Los soldados
uniformados continúan buscando vida dentro de la casa.
Lupho despierta a Santiago y lo ubica en el cuadro de
demencia que está sucediendo, Santiago no comprende

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

las palabras de Lupho y con un tono normal le cuestiona


el por qué lo despierta a tan altas horas de la noche.
Intenta Lupho explicarle que no debe hablar, pero no
hay caso y los soldados envisten a los dos en una pelea
sin tiros. Las ametralladoras en el piso de madera
resbaloso por la humedad al caer suenan a hierro en
lata. Dos de los cuatro soldados de la milicia caen al
intentar tomar por las espaldas a Santiago, Lupho
forcejea ferozmente y deja un ojo en sangre, mientras
que el otro desenfunda el arma de grueso calibre y
apunta bajo la amenaza de un eventual disparo. Lupho
enfrentado con el caño frío sobre la frente pide que lo
deje ayudar a su mujer que empieza el estado de
inconciencia.
-¡Déjeme ayudarla, señor!. Déjeme sostenerle la lengua
que se ahoga. _ dice con la clemencia en su ruego.
El oficial cambia ahora de victima, mientras Lupho hace
su trabajo de episodios. La pared húmeda, los fríos que
ingresan por la puerta principal, todo le enseña a
Santiago que la muerte acecha en el momento menos
esperado, pero sostiene que de esta situación deben
salir sin dudarlo.
Tras la huida de los cuatro soldados, el oficial al mando
de la cuadrilla nota que cuatro de sus hombres faltan,
pide los reportes correspondientes, nota que hay diez
minutos de diferencia y sale en su búsqueda. Otra
cuadrilla de 30 hombres supone que los han arrestado o
secuestrado. Al pasar por la casa, oyen el grito de Carla
(el habitual) e ingresan sin permiso, van directo al sector
de somnolencia desde donde proviene el bullicio.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

El capitán, Santiago, Carla, Lupho, el soldado; los tres


restantes tirados en el piso.
-¿¡Qué ha pasado aquí soldado!? _ grita con la intención
de mostrar su autoridad, frunce el ceño y emposta la
voz.
-¡Nada, señor!, los malditos han tratado de matar a mis
compañeros, justamente estaba a punto de apresarlos._
en su rostro se delata la mentira.
El Capitán, general o lo que sea, deja que continúe
mintiendo el subordinado. Mientras, mira la escena,
encuentra a Lupho sosteniendo la lengua de su amada,
a Carla temblando y a Santiago sufriendo por ella. El
Uruguayo no aguanta la tensión de su poderosa
imaginación y se traslada al futuro, donde encuentra en
minutos más (alejados) a Carla muriendo bajo la pereza
de Lupho, se enfuere y cierra su puño atesorando una
energía de choque que por el momento guarda. -Maldito
sea entre los hombres, maldita mi alma que osa
mostrarme la respuesta a mi pregunta existencial_
piensa, se critica, grita dentro suyo, en aquél futuro
cercano que acontece en Santiago por antojo.
Santiago y sus ojos, sus ojos y Carla que no respira.
-¡Haz algo infeliz!, ¿¡no se dan cuenta qué se muere!?_
incorporando la incesante mirada sobre ella y agitando
su mano deseosa de descargar furia sin medidas
nuevamente.
Lupho cierra los ojos, sus ojos y su mente en blanco.
Lupho no responde, Carla continúa temblando, aún más
que antes, cuando el segundero aumenta. Santiago
impotente, junta sus dedos, los mueve alterado. Cierra

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

el puño, su mano vuelve al rojo, ese rojo que le gusta en


las rubias. Sus venas se hinchan de la impotencia.
El general no baja el arma y una gota de sudor recorre
su rostro buscando la salida por el cuello, antes
recorriendo los pelos del bigote. En la comisura del labio
se reposa la gota de sudor, solo por un segundo.
Santiago lo mira de reojo, agita su pelo. Aprieta el puño
aún más fuerte, junta el valor. Recuerda sus héroes de
la infancia, tiene presente a Oesterheld, el eternauta. La
gota de sudor comienza a molestar en la comisura del
labio, quiere rasgarse el general, esa leve cosquilla lo
molesta, lo inquieta.
Santiago Valles, el uruguayo tiene en su mente matar al
general, lo odia porque lo aleja de Carla, al igual que
Lupho. El general no aguanta a la gota, en un acto del
reflejo humano estira el brazo, y decide sin voluntad
quitarse la molestia, ergo su otra extremidad pierde la
fuerza optima. Santiago aprovecha la ocasión. Se
abalanza con todo su cuerpo, su peso y la gravedad
(9,81m/seg.), en dirección al general.
Carla pierde todo uso del cuerpo, deja de latir su
corazón.
Santiago toma en el vuelo, con la mano izquierda el
arma, y con el codo de su otra extremidad golpea la
nariz del general. Este cae por el efecto mismo de la
gravedad (9,81m/seg.), la humedad corta el ruido a
bolsa, el general pierde el conocimiento.
En el umbral de la puerta, el soldado restante, se ve
rodeado de un cuadro imposible en su lógica, y por un
instante queda pensativo, tratando de hallar la respuesta
a todo lo que ocurre, mientras que Santiago sin

73
Elbio Aparisi Nielsen Ura

preámbulo alguno desata una lluvia de acero y


perdigones sobre el pensante soldado. En el abdomen,
la pierna derecha y el ojo derecho impactan las balas de
Santiago. La sangre escupida en la pared, recuerda
nuevamente a un paño de Pollock, Santiago sonríe de
odio. Toda la condensación de agua, en ese vapor
insoportable mantiene el rojo carmín de los órganos y
partes oculares sobre el tapiz de rayas. La luz deja
entrever a Santiago la cantidad de “milicianos” que
esperan pacientes la salida del general.
-Parecen no haber oído los disparos._piensa Santiago,
entre el horror de la muerte sobre el rostro y la muerte
de Carla.
-¿¡Porque has hecho eso!?, ¿por qué con un cuchillo?,_
Lupho mantiene sus ojos cerrados, no ha visto nada
pero lo ha oído todo... el asesinato.
Santiago observa a Lupho preguntándose porque nadie
había oído sus disparos, sus tres disparos, se calla.
Los milicianos impacientes murmullan, las oportunas
escenas imaginarias inundan a los cientos que reposan
en guardia frente a la casa, donde el ladrillo a la vista,
las ventanas (dos) y su puerta de doble hoja regodean
de contentas junto a la casa en sí misma.
La casa quiere que todos sus males se retiren, que no
posean el poder de destruirla desde su corazón, con esa
maldita humedad.
Lupho con sus ojos cerrados nota que líneas blancas
comienzan a desfigurarse frente a él, formando círculos
enlazados unos con otros. Una figura entre figuras es la
de Carla, sonríe o piensa hacerlo. Santiago replantea
próximos escenarios o sucesos mientras arrastra al

74
Elbio Aparisi Nielsen Ura

soldado hacia dentro, en realidad se pregunta una y otra


vez como salvarse del embrollo en que se sumergieron
todos, toditos, todos.
La luz intensa del reflector del camión verde, evidencia
la notoria degradación de los materiales erosionados por
los roces de las bombas. El haz de luz blanca se
escabulle entre las cortinas, en una esquina está el
general amordazado, con en sus retinas hechas agua, y
su conjunto hecho clemencia. En una de las cuchas
vacías reposa el soldado, aguardando al ser etéreo plus
ultra que lo abrase en el viaje a su realidad eterna.
Santiago camina, cuenta los pasos en pares, los ordena
y vuelve a reordenar. Busca un patrón numérico que lo
aleje de la realidad circunstante y deje actuar a su
reacción lateral en la respuesta al acertijo que pone en
jaque su supervivencia.
Carla yace sobre los brazos amorfos de Lupho,
respirando humedad y escupiendo lo que queda de los
números, hoy los números no son la gracia de la casa,
hoy son el símbolo de lo infausto o la muerte, que es lo
mismo.
Están muertos de miedo, tiemblan, creen que el filo de
aquél ente mundano los mira... pueden creerse muertos,
aislados del tiempo... no hacen más que rezar, cada uno
a su forma.

75
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pre- 15

La noche audiciona en este teatro, donde el director


observa como actúa torpemente. Su expresión más
grande son las estrellas, pues las hace brillar en su
máximo esplendor. El director la mira, la aplaude, la
observa sin perder esos detalles necesarios para la
interpretación. Ella lee su parlamento, una tragedia de
Sheakspeare, donde el rey y su sobrino mueren repletos
de sangre. La noche con la gestualidad de lo imposible
interpreta al justiciero, al príncipe vengador. El director
no soporta la tensión superficial y hecha a llorar
desconsoladamente, mientras agita sus manos
enérgico, golpeándolas con la fuerza de un asesino, y
por lo bajo le dice: ¡Gracias!. La muerte cae a los
tablones, el telón se cierra. El director cree haber
encontrado al personaje perfecto en la noche, medita y
decide que pase a la escena a uno más, solo por la
curiosidad, su estómago decide que aceptará solo a uno
más, la ansiedad lo come por dentro.
El día, a pasos tímidos ingresa, los focos del teatro
dejan de iluminar, el director tapa su cara y siente calor,
un acogedor calor humano o natural, se renueva, sonríe
y tiene sueños de descanso y goce. El día representa
una obra del clásico Don Quijote de la mancha, con la
locura y gloria que esto depara. El director obnubilado

76
Elbio Aparisi Nielsen Ura

por la presencia se echa a dormir plácidamente, junto un


sueño de verdades insospechadas antes por él. El día
es quien toma las riendas del sueño, de ese leve sueño
que es la realidad y suelta sus temperaturas leves que
enamoran al más despistado.
Se detienen la audiciones por falta de director y la tierra
decide dar rienda suelta a estos dos interpretes, para
ello los dota de tiempos iguales.

El hombre comienza a disfrutar de las bondades de la


luz y la ausencia de luz.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

15

Nadie se atreve a enviar las bombas al cielo para que


destruyan la casa. El general posa en la vivienda, según
ellos (afuera), controlando la situación, ¿cómo podían
dudar de alguien con tanto talento?
Dentro, luego de las horas perturbadoras, Santiago no
tiene la respuesta, sus pasos han cesado en la noche y
con la luz del día halla la forma de mantener su mente
abierta a las posibilidades, cuenta ahora, las líneas del
tapiz regado por la sangre de los disparos al soldado de
indefinido rostro.
Los soldados creen que se divierte con la mujer y se
aprovecha de la indefensa situación de los hombres, no
sería la primera vez, volver a interrumpir un hecho de tal
envergadura sería provocar otra muerte injustificada de
cualquier soldado... a nadie le apetecía morir con un
paredón detrás repleto de agujeros de balas anteriores.
Carla no vive, es un hecho. Carla ha dejado la vida y
Santiago no llora. Lupho se mantiene en ese oscuro y
tenebroso viaje de líneas circulares y formas amorfas.
Carla ha dejado de respirar, Carla no respira nada de la
humedad de la casa. Santiago no se atreve a tocarla,
quizás solo sea el episodio prolongado, pero no quiere
manosearla frente a Lupho.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Despierta!_ grita en el oído de Lupho.


Lupho oye algo dentro de su telón negro.
-¿Santiago qué ha pasado?_ pregunta Lupho con la
sinceridad idiota.
-¡Carla ha muerto!, Lupho, ¡ha dejado la vida!_ exclama
Santiago indignado, entre lágrimas. Su voz se quiebra
en el silencio. Ambos miran sus ojos de vivas lágrimas,
estudian sus reflejos en las retinas acuáticas... dialogan
mentalmente, los nervios hacen de ellos autómatas
perdidos en el mar de inconsciencia.
-¡No!, no ha muerto, solo descansa de su ataque, ella
sufre este trastorno desde niña, sucede cuando ustedes
duermen, deja la vida por unas horas, minutos, ¡quién
sabe!. Nunca antes lo había contado, creo que guarda
su gran secreto al resto, ella me cuenta siempre lo que
le ocurre cuando muere. La persiguen hechos de los
que nunca quisieras recordar de tu niñez, todos tenemos
secretos._Lupho habla con la naturalidad de quien no
conoce la situación.
-¿El resto?, ¿me llamas “el resto”?, ¡han muerto
personas, Lupho!, ¿no lo puedes ver acaso?_agita el
arma asesina, (asesino, él).
-Todos descansan como niños, ¡menos esa persona de
la esquina!_señala al general.
La mirada de clemencia continúa en su rostro.
-Es nuestra clave, él nos va hacer escapar de toda esta
miseria. No aguanto más todo esto, quiero volver a mi
lugar, a mi gente._ su boca se estremece, tiembla
mientras habla. Donde los mates, las puestas de sol,
son realidades, no sueños en vano y de una noche_
termina entre lágrimas y gritos.

79
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Qué es lo que has pensado?_ le pregunta Lupho con


la mirada perdida.

Carla necesita tiempo para despertar y el tiempo es


relativo, todo pende de su organismo.

-¡El tiempo apremia!, algo tiene que ocurrir, pero no sé


que puede ser_ Santiago decide entonces aguardar a la
tarde.

Desde la esquina los tres son formas, el ángulo de


visión del general es algo amplio pero poco eficaz.
Comprende que es la llave del escape, lo venía
suponiendo antes de que ellos lo pensaran. Bajo sus
condiciones no va a dejar que salgan con vida, aunque
reconoce que prefiere vivir y continuar con su guerra.
-Esos mierdas no valen nada, en cambio mis hombres lo
son todo para mí._piensa orgulloso, enalteciendo su
presencia interiormente.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

16

La tormenta, la oscuridad, la tierra seca elevándose por


encima de los soldados, el viento que comienza a agitar
los uniformes de los uniformados antes hojalateros,
pescadores, recolectores o reformistas acaudalados.
Las hojas sueltas vuelan por doquier generando una
nube de hojas, las gotas iniciales hacen eco al caer.
Carla y la gota de lluvia, le recuerdan a esas tardes junto
a Lupho en su casa, donde eran felices, no importa
donde, no importa cuando, si importa que fuera hace
mucho. Un relámpago indica la llegada del estruendo del
Trueno, Lupho toma por la espalda a Carla, la acaricia
por el cuello, en esa leve curva su dedo surca siempre
con suavidad poro a poro. Toma su mano con la que
tiene libre y la aprieta muy fuerte, como en esas noches
en las que el suspiro sostenido era una unión
indiscutible un hecho de lo más irreal.
-Lupho, extraño tu piel y tus labios... tus olores_ piensa
Carla por dentro.
Lo cierto es que Lupho besa su cuello, y encuentra la
contorsión para llegar a su mejilla donde se aloja un
minuto, la huele, Carla no pretende nada de Lupho pero
sabe de la necesidad, de todos los días en que el sexo
no tuvo la participación que ella hubiera deseado. Lupho

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

ha despertado en el momento menos indicado, justo


antes de partir a la muerte segura, ya es tarde.
Carla vira su cuello suavemente y besa los labios de su
amor extinto, primero su comisura y luego los labios.
Estira ahora el brazo libre de apretón y toma la nuca de l
escritor para tener el punto fuerte de anclaje y lo besa
nuevamente, vira entonces su cuerpo y lo besa
apretando ahora el cuerpo de Lupho contra el de ella. La
pasión encuentra al fin un lugar, una existencia, pero no
en el momento indicado.
Santiago mira como se besan, mira al amor fluir de las
cenizas, como en los dichos populares de su tierra natal.
Con un movimiento brusco del general intenta disuadir la
idea de los enamorados para poder poner inicio, al final.
La lluvia se mantiene constante, los soldados también
parecen no enfadarse con la humedad dentro de su piel
y uniformes, el agua cala dentro de todos sus cuerpos
cansados de esperar firmes, algunos comienzan a
dudar. Firmes como la estatua del general aguardan la
conclusión del hecho, aunque con menos entereza,
algo resuena por las últimas filas de la legión.
-Tendremos que actuar, ¡es que no nos dejan otra
alternativa!_habla alguien de las filas del fondo.
Santiago tensa su rostro parece palidecer por las cosas
que oye. Teme el inminente ataque. Carla deja de besar
a Lupho, se conectan en un segundo de reflejos
retinales. Lupho imprime su último beso de pasión y
responde a la voz del exterior, sin dudarlo.
-No haremos nada de lo que dicen, no intenten nada
porque volaremos todo, lo digo enserio hemos
preparado nueve bombas más un plus otras nueve en

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

dos cinturones distintos para asegurarnos de que no


harán nada, por el solo hecho de que volarán en mil
pedazos todos, ¡toditos!. _Grita entre la ventana y el
marco de la misma, con la seguridad de que lo dicho es
una amenaza y no una advertencia.
Uno de los soldados mira el cinturón de su par de la
infantería, confirma que las bombas están dentro de la
casa, corre en busca de la voz que habla por ellos.
-Señor tienen las bombas, la veracidad de lo dicho es
ciento por ciento._al terminar el soldado se retira con
estupor.
La voz analiza, dialoga con los altos mandos. La voz
conoce de guerra, tiene la experiencia de las mil
situaciones, pero conoce también sus limitaciones. Deja
la preocupación a un lado, en otro momento podrá
terminar (a su criterio) de dilucidar como atraparlos sin el
mínimo rasguño al general.
-¿Qué es lo que quieren?_pregunta la voz a lo lejos,
pero con la claridad del metro de distancia.
-¡Que nos dejen el camino despejado y un vehículo en la
parte trasera de la casa!, traigan unos de esos jeeps, lo
queremos de forma inmediata. Nuestra promesa data
del compromiso, prometemos no lastimar al general en
lo absoluto, solo queremos largarnos de este circo._dice
Lupho con la entereza de alguien que no tiene fobia
social.
-Esto no es tan fácil, ¿qué creen?, ¿qué pedirán y
nosotros les daremos?, ¡exigimos evidencias de la vida
del general!, ¡háganlo hablar o acepten morir en unos
minutos!. La milicia actuará bajo el instinto y disparará a
mansalva sin contemplar la vida de nadie, ¡que

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

hable!._la voz se mantiene en los cánones normales de


una conversación protocolar, es cauteloso, guarda las
distancias.
Santiago al oír el reclamo de la voz, arrastra al general
hasta la ventana, arrastrando el cuerpo pasa junto a
Carla, antes de llegar a la ventana, Carla lo mira a los
ojos, en busca de un perdón, los dos se conocen, la
mirada basta para que Santiago continúe su recorrido
hasta allí, donde Lupho quiere enseñar su verdadero
poderío verbal.
-¡Aquí lo tienen!, vivo, sano, hable general que lo
escuchan._le ordena convencido, rozando la confianza,
demostrando por demás el control de la situación.
Santiago le retira la mordaza, el general afloja la
mandíbula, su movimiento perdura en el tiempo parece
no terminar, hasta que vehementemente dice: -¡mi vida
no vale nada!, ni el poder, ni sus vidas, dejen que me
maten… pero maten a esta escoria, por ellos estamos
en guerra, para exterminarlos, son la lacra..._ Santiago
patea su estómago furioso.
Lupho interrumpe el discurso, le pide al Uruguayo que
retire el cuerpo a un lugar seguro.
-Esto es lo que hay en juego, para su milicia el poder lo
es todo, el manejo de sus tropas bajo el mando de un
genio (no lo piensa, lo usa como recurso) es lo que
traían, no detengan la conquista por tres personas,
insignificantes humanos que solo quieren libertad y que
ni siquiera pertenecen al país (lo dice por Santiago y
Carla). Solo déjennos partir y en el tramo final a la
frontera liberaremos al general, justamente haremos eso
porque ansiamos la libertad, el general y ustedes

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

mismos estarán en el radio de alcance de nuestras


dieciocho bombas que se detonarán si intentan
matarnos. Por el solo hecho de terminar con todo esto,
queremos que se nos entregue el jeep en la parte
trasera de la casa... La guerra puede continuar, pero si
deciden lo contrario la comunidad internacional se
enterará, y el ruido global no puede ser muy bueno, ni la
prensa tampoco, suden, piensen pero dependen la única
cabeza que los dirige, no los juzgo, antes fueron
existencias sin sentido y ahora esta mierda les mintió
con la utilidad, pero les aseguró que pagarán por todo...
acaben esta pequeña guerra y entreguen el Jeep o
verán mucha mas sangre... no olviden las bombas... no
tengo mucha más paciencia_determina Lupho harto.
Los minutos luego del discurso o amenaza son una
aglomeración confusa de sucesos que van a desatar
otra vorágine aún mayor. Carla toma la mano de Lupho,
con la otra toms la de Santiago e intenta hablar.
–No habrá final, lo que nos acontece en la hora venidera
es solo eso, una hora de nuestras vidas. Por lo tanto
tenemos que vivir, para reír, luego para disfrutar de lo
que nos fue vedado, por estos hijos de puta, ahora
mírenme, ¡los dos!, ven en mí una guerrera, no porque
soy Carla y la tierra me molesta, al igual que los ruidos
que ejecutan esos hijos de puta, pero hoy soy distinta
dejo de ser esa persona frustrada que conoen, desde el
instante que he tomado sus manos para poder cruzar
esa frontera y recibir a brazos abiertos lo que tanto
anhelamos... fuerza, es nuestra última puerta, luego
estaremos muertos... a mi me restan sueños por
cumplir._ aprieta sus manos, se abrazan, se mezclan

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

sus perfumes, será la última vez que estarán los tres


juntos.

El general es presencia en realidad de todo lo que


sucede en ellos, pero de un modo subjetivo donde la
subjetividad no es él sino él dentro de él, ese quién, que
fue y recuerda como logro, al juntar tantas personas sin
cultura, sin razón de ser por un capricho político fundado
en el dolor de la infancia interrumpida.
Lupho lo toma de un hombro, Santiago del otro, Carla lo
tiene frente a él, Carla lo escupe con la furia desatada,
Carla lo golpea con su pie de marfil, por el odio de todo
ese tiempo dentro, enjaulada. Ahora lo arrastran a la
puerta trasera (donde se encuentra el patio y las ramas
que dibujan sombras hay una puerta que da a la parte
trasera de la manzana, ahora destruida, no se usó por
años, pero uno sabía de su existencia ante una
emergencia, al final todas las noches mal dormían
esperando el ataque injustificado de ellos).
El jeep espera, un soldado trata de capturarlos, un
disparo certero de carla en su corazón, lo mata
intantáneamente.
Grita Lupho. –¡Uno más y volamos a todos, por favor no
cometan otra estupidez!, tenemos suficientes explosivos
y balas.
Sube primero Carla, junto a ella el general que lo ubica
en la parte trasera donde es visto desde todos los
ángulos, sigue Santiago y luego Lupho al volante.
El Uruguayo al instalarse en el jeep mira la nuca de
Lupho, lo mira a él. Observa como Lupho hace a un lado
los miedos y sus cuestiones para tomar el mando de

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

toda la situación (que en estos casos desbordaría a


cualquiera). Lupho sin dar cuenta alguna de las decenas
de cavilaciones de Santiago arranca el automóvil, y a
media velocidad se aleja del patio para tomar el barro
que la lluvia continúa generando, atiborrados de agua se
sacuden algunos soldados, la claridad lejana per
lumínica de la tarde noche comienza a alejarse
paulatinamente, enciende entonces las luces delanteras
para una mejor visión del camino. Carla engatusada o
perdida en el camino no esboza palabra alguna,
mantiene su pulgar en la boca con sus ojos bien
abiertos, despidiéndose triste, allí había conocido el
amor fratenernal, la amistad y el desamor.
La noche comienza a hacer uso de su luz, la del satélite
que refleja la luz del sol, la tormenta se disipa
rápidamente gracias al viento, el terreno sigue repleto de
agua, pero el cielo se despeja lentamente.
El puente quebrado se encuentra a unos cien metros, la
milicia o parte de ella viaja impaciente detrás del jeep, el
general sigue con los ojos cerrados debido al golpe de la
bota de Carla. La luz direccionada a la parte trasera del
jeep mantiene en alerta a los tres y a ellos, los nervios,
son nervios, es una alerta natural. La tierra comienza a
ser más amplia, donde mira Carla ida, hay pasto o tierra
pasada por agua, los olores la envuelven.
La luna inquieta, la luna que refleja, la luna de Cortázar
que tiembla, es el fiel testigo de que la búsqueda halla
sentido al cruzar el camino de la esperanza. Ese límite
de lo imposible, el paso al abismo o al puente.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

17

El reflejo claro de la luna deja entrever los brillos


destellantes del río, donde el puente quebrado esconde
al ratoncito blanquito y a su hermana envueltos en
miedo paralizante, donde convive el origen de los
ataques a Toulouse y las desgraciadas dispersiones
conquistadoras. El jeep avanza en la oscuridad sin
detenerse, la lluvia ya no es un impedimento natural, los
animales salen nuevamente a cazar. Carla y la noche,
Carla y los recuerdos, los ambiguos recuerdos de la
casa, donde convivió con la soledad, con el martirio de
pensar constantemente en la existencia, en el sentido de
la vida, en su sentido. En la ventana (ahora de plástico
industrial) del jeep contempla la dulzura de Toulouse,
una paloma azul sobrevuela cerca del vehículo, Carla
conoce de aves, pero no la especie que se acerca en
forma de despedida, sonríe. Carla siente que su vida
queda en la casa, que la metáfora de su existencia
reposa en su cucha, en el piso de la cocina donde varias
noches dejaba de pensar y de vivir. Ansiosa y sonriendo
busca la aprobación de aquellos que viajan junto a ella,
no sabe si la han visto, cree que no es el momento de
hablar de sueños, aunque esa paloma era real.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Santiago aferrado al arma y con el cinturón de granadas,


cavila también el verdadero sentido de haber tenido el
tiempo en las manos, de haber moldeado su mente
cultivándola de todas las visiones de piedad, clemencia,
que observaba en las tardes de admiración. Se
cuestiona el haber dejado su tierra por querer conocer el
mundo, a su vez se responde que el mundo puede estar
en una persona, envuelto en amor.
Lupho mueve el círculo que direcciona sus vidas, urgido
en sus convicciones descarta cualquier error que los
deje fuera de juego. La atmósfera dentro del jeep es
desesperante, una necesidad de la casa surge de
pronto, no se adaptan al exterior, pero no pueden
retroceder, nadie ha provocado todo esto, fue una
casualidad con causalidad, a ellos los atacaron, por la
culpa de un gato negro, por la culpa de una revolución
sin sentido fueron despojados de sus dignidades
básicas.
Lupho sonríe, mueve su cabeza agitándola de arriba
hacia abajo, como recordando algo gracioso. El general
lo mira extrañado, Santiago siente la mirada clavada en
la cien de Lupho, con su mano derecha agita la mejilla
del general. Continúa el escritor de las fobias en su
recuerdo, queriendo volver a sonreír, agitando la cabeza
de arriba hacia abajo, buscando el efecto de evasión.
Carla no comprende el acto innecesario de Santiago.
-¿De qué ríes, que estás recordando Lupho?_Pregunta
Santiago, con una sonrisa cómplice, al borde de la
carcajada.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Me acuerdo el día en que cocinaste esas galletitas,


estuve cagando en el baño por veinte minutos, ¿se
acuerdan?._Pregunta Lupho entre carcajadas.
-Como olvidarme, después de eso tuviste fobia a las
galletitas, ¡ese día no te despegaste del inodoro!_a
carcajadas aún mayores Santiago trata de contar la
anécdota, pero no puede.
-¡Sí!, después tomamos mate, eso fue lo que te dejó
lleno de retorcijones._agrega Carla asombrada por los
recuerdos.
-El juego del cuchillo* fue lo que terminó de revolver
mierda, dentro de esa enorme panza hinchada de
desechos._dice Santiago terminando de reír, mientras
vuelve al gesto normal cotidiano.
-Si, es verdad, ese día surgieron muchas cosas de
adentro... muchas que no puedo olvidar_ concluye
pensativo, Lupho termina con el recuerdo, por dolor.
El clima vuelve a ser la melancolía absoluta, ahora.
Carla acaricia la pierna derecha de Lupho, dándole el
apoyo que necesita. Ella sabe de qué hablan, recuerda
también lo charlado esa noche de confesiones secretas.
Por esa simple razón lo acaricia suavemente, pero no
olvida todas las penurias pasadas allí dentro. Santiago
Apunta enojado la cien del general, tiembla mientras
apunta con su pistola. Su rostro se vuelve colorado, su
frente transpirada enseña la furia de la vena que cruza
entre las cejas su delicado rostro. Quiere hablar, pero no
emerge de sus cuerdas vocales ni una vocal o
consonante con afán de construir una palabra de odio o
de amor. Toma con la mano restante el cabello blanco
del general, y lo trae consigo, aprieta fuerte la cabeza,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

aprieta su cien y comienza por lo bajo a recitar algo


inaudible... su cólera proyectada lo lleva por un camino
de recuerdos.
Carla desconcertada por un zumbido, da vuelta su
cabeza y nota que Santiago está al borde del ataque de
nervios, apuntándole al general y éste gimiendo de
dolor.
-Maldito, todas lo que vi, en esas tardes que vos, ¡hijo
de puta!, paseabas disfrutando de tu obra, debería
matarte aquí mismo delante de los dolidos y tristes
sobrevivientes._exclama con ira Santiago, decido a
matarlo, gritando, en un estado de alteración absoluto.
-¡Debería cortarte el cuello y verte desangrar!, pero ni tu
muerte podría aplacar las miles que tienes a cuestas, tu
conciencia será el castigo, maldito infeliz, ¡muero por tu
sangre!, pero sé reconocer el equilibrio, padecerás el
peor mal, tu propia mente repleta de moral... tendrás tu
castigo... aunque pienses lo contrario, maldito ignorante
violento... por escoria como tú el mundo padece de
nosotros como bacterias molestas._le susurra al oído en
el límite del acto final.
-¡No lo hagas!, Santiago tenemos el escape a un paso,
no lo arruines, por favor Yo sé todo lo que sufriste por
esas personas que murieron frente a tus ojos, eres un
buen hombre, tú lo has dicho, ya tendrá su peor
condena, todos la tienen al final... no lo hagas._dice
Carla con la suavidad que la caracteriza al hablar.
-No tienes idea Carla de lo que hablas, esa pobre mujer
esmirriada y fea deshojando a la pobre e indefensa
ave._quiebra en llanto mientras se contorsiona, como
una hormiga en el fuego... pero de dolor.-¿Sabes lo qué

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

es sentirla morir cada día?, ¿sus pensamientos?, ¿ella


era menos que esta mierda vieja y enferma?, ¡no es
justo Carla!, ¡tiene que morir!... cada día te mataré en mi
mente, no dormirás tranquilo, cuando menos lo esperes
morirán en mis manos hijo de puta.
El general sumido en un ataque de pánico gime en
frecuencias molestas hasta para Carla, quién calla de un
grito desgarrador, dejando asombrados a los hombres
que la acompañan desde sus peores momentos.
Lupho no habla, no mira, no quiere entrometerse en la
cuestión Carla-Santiago, él conoce del deseo de
Santiago sobre Carla, nunca quiso generar alguna
pelea, por el simple hecho de no malgastar el tiempo
discutiendo (según él), aunque por dentro le duele, su
falso orgullo lo acoraza y es el claro ejemplo de la
detonación de la pérdida sin remedio de su amor,
aunque sigue prefiriendo su literatura.
El puente quebrado se halla a unos pasos, Lupho
reduce la velocidad y detiene la marcha, abre la puerta,
sin bajar irgue su cuerpo desde el escalón de hierro que
tiene el Jeep, saliéndose por el lateral grita al vacío de la
noche, donde la escolta posa aguardando la llegada del
poder a sus líneas nuevamente.
-¡Ahora lo soltaremos!, ¡recuerden que tenemos el radio
cubierto!, no intenten nada, solo queremos volver a
nuestro hogares.
-¡Entendido, esperamos que suelte al general!, peor
iremos a por ustedes, no nos deja alternativa, la frontera
todavía está lejos_ dice la voz por lo bajo, pero siempre
audible en cada palabra.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Lupho vuelve a su asiento, rumiando lo último, planea


algo.
-Santiago es hora, déjalo ir. Estamos cerca, por favor no
cometas ninguna estupidez._pide Lupho en tono de
suplica a Santiago, comprendiendo su situación y todo
su dolor.
Santiago lo suelta, pero por lo bajo le dice: “no olvides,
que el tiempo lo destruye todo, tu vida es un soplo
geológico, y los libros de historia te tacharan con una
nueva moral de injusto, tu guerra ya ha terminado,
enfermo gorila hambriento”.
El general cae a la tierra mojada, en partes barro, tarda
unos segundos en recomponer su postura. Lupho
enciende el motor del jeep, y acelera al punto máximo
de velocidad inicial.
El puente quebrado es el nombre que ellos mismos le
habían puesto al puente macizo de acero y hormigón.
Ninguno de los tres quiere decir algo, saben que todavía
nada ha terminado, pero desean asegurarse de que no
los seguirán.
-Santiago, acciona todas las bombas, y tíralas sobre el
puente, en cuanto te lo pida.
-Si, claro Lupho, lo que pidas.
-¡Ahora!._con la ausencia de la adultez, Lupho grita
victorioso, como si hubiese ganado algo a cambio de la
destrucción del puente.
-¡Ganamos la libertad!_grita Lupho como si escuchase
lo que relato.
Santiago maravillado con la acción de Lupho grita
también en son de victoria, se suma Carla agitando los

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

brazos. Se oyen más estruendos, repiqueteos en el


agua del camino.
Los tres y la adrenalina de escapar sonríen nuevamente,
los tres nadan en la depresión polar, saltan a la otra cara
de la misma, la euforia.
El camino sigue, resta ahora el tramo de 80 kilómetros
aproximadamente. Todos se encuentran distendidos,
algo brilla en cada rostro, algo de lo que nunca podrán
escapar.
Por alguna razón la última palabra la tiene Lupho.
-Es momento._dice agitando el volante, con una
convicción en su cerebro.
Lo único que comparten es el vehículo en el que viajan,
ya no recuerdan nada de lo acontecido en la casa.
Desean los tres por igual, desprenderse de todo, de la
manera más simple, encajonándolo todo, incluso sus
relaciones... han logrado el objetivo y se ven envueltos
en la cotidianidad anterior de la que no pueden escapar
aunque lo quisieran.
Los disparos continúan pero saben que llegarán a
tiempo.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

18

Me han dejado aquí, en la humedad de esta maldita


casa, se jactaron de calificarme de la compañía que
siempre necesitaron, pero actúan como todos, eso
es lo que me preocupa ahora, su ego pudo más que
todo, nunca me escucharon lo que tenía para decir,
se fueron de la forma en que llegaron. Las paredes
manchadas de sangre las debo limpiar yo, todo el
desorden que quedó debo ordenarlo, me deben su
vida, de no ser por mí, nunca hubieran conocido la
casa. Ese día recuerdo que andaba deambulando
por la noche, extrañando a mi Bea y en esas
cavilaciones móviles di con uno de los tres que
recién había cruzado camino. Por esas razones de la
bondad o lo que sea que me caracteriza deje que me
siga y le enseñé, lo que al futuro fue su casa, su
lugar, su salvación.
Comprendo ahora que nada tuve de ese entonces,
solo la dicha de la compañía, solo eso que no me
dejaba dormir, debido a las peleas incesantes de
Lupho y Carla, y ni hablar de las confesiones de
medianoche de Santiago, y sus lágrimas cocodrilo.
Cuchas y más cuchas, común en la raza cuadrúpeda
que desgarra al medio que lo acoge, consumiendo a

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

fines de exterminar todos los recursos posibles para


la vida. La protección la encontraron aquí, de donde
escapan hoy.
No soporto el desengaño, nunca dudé del amor que
me tienen los tres, especialmente Carla, ella me
dejaba reposar y me contaba de sus pesares, era la
relación perfecta, en realidad es perfecta, ya no está,
como todo lo perfecto, se acaba.
Extraño a Bea, ella sabía darme lo que necesitaba de
sobre manera, el tiempo como factor incisivo en la
vida, la alejó de mí, porque la maltrataba o porque la
amaba con locura.
Estas paredes hablan, escupen dolor por todos
lados, piden con polvo que vuelva la vida. Las miro,
se desmoronan, pero no cambian. El polvo cubre el
piso de madera, la sangre toma un color claro y
arenoso, los soldados comienzan a despertar, esos
dos soldados que cayeron bajo el puño de Santiago
o Lupho, no recuerdo, el miedo entumeció todos los
músculos cuando comenzaron los gritos, no pude
ver nada, solo escuchar.
Quizás hicieron bien en escapar, pero aquí nadie
podía matarlos, eso no lo sabían, nadie puede matar
los habitantes de esta casa, solo pueden
despojarlos pero no matarlos, los confundió la vida
de afuera, las ventanas, toda esa realidad que se
podría haber evitado en esas tardes de niebla y
grises oscuros.
Me queda grande la casa, muy grande, me quedan
restos de algo que no quiero. Extraño a mi Bea.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Maldita madera aquella, la tengo entre las uñas,


maldita astilla que me quiere penetrar por el dedo. El
dolor, esos reflejos de mi cuerpo que no interviene
más que para repeler eso ajeno a mi envase, si
realmente es un envase lo que tengo, un
empaquetado de poco gusto que me aprieta mucho
y me da calor.
Veo el reflejo de los platos en el agua que brota de l
grifo de la cocina, veo que nadie la cierra, y sus
gotas que rellenan el vacío de la pileta inundan la
sala.
Todo quedó de un modo distinto, con un toque de
escena de cinematógrafo, en el que la sangre hace
juego con las sabanas de Carla y el crema, del polvo
que baña toda la casa, por ese enojo de las paredes.
Me indigna la huida de ellos, los creí familia, sentí
que la felicidad pondría final a esa soledad de mil
lunas, y mil un soles. Poseo ese fatal error, confiar
en la gente, en lo que dice y olvidar que son
animales con un éxito evolutivo, nada más.
Recuerdo mi niñez, mantengo mis principios
básicos, me siento solo, pero sumo esto a la
desesperante capacidad de atraer poca atención.
Solo estoy ahora, con la humedad de las mil y una
noches que vendrán, soy joven pero tengo la
experiencia de los dos mil años de existencia. Tengo
la impronta de mis antepasados, que mantienen su
juego a pesar del tiempo y las extensiones de vida.
La noche está comenzando a dejarme y la luz a
cobijarme (maldito hiato). Solo deseo que no
perezcan en el intento por salir de la vida

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

autodestructiva en la que nos aferramos por el


miedo a perderla toda, me incluyo pero en presente,
mi vida continúa aferrada a ellos y a esta casa
maldita, que me odia por habitarla.
Las noches sucederán a esta condición sinecuanon,
tendré mil oportunidades de comprender el por qué.
Sumido en esas meditaciones, en esos estados de
soledad encontraré la esencia de mi verdadero
existir, sin importar la vida de nadie, solo la mía, que
consigo trae aparejada la sabiduría de la impronta
de mis inicios.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

19

Carla está ausente en el asiento que le pertenece a la


milicia, halla en el horizonte y su línea semicurva una
bola incandescente de color naranja, de donde según
ella y sus “principios” de la ciencia, se engendró la vida,
se diseminó. Santiago yace recostado, mirando el cielo,
su cabeza apunta hacia atrás, las nubes según su punto
de vista se mueven en línea recta, a las aves que
sobrevuelan el vehículo las ve completas, todas en sus
partes más íntimas. -La gaviota tiene una panza sexy._
descubre al mirar pasar Santiago, algo más relajado.
Todas desfilan por encima del techo de lona verde del
jeep, los acompañan en trayecto lineal a la frontera con
España, Pirineos y Andorra esperan, ellos no hablan de
nada, ni siquiera del éxito de la huida.
Lupho no olvida nada del recuerdo del día del juego del
cuchillo, esa fue una puerta que no debía abrirse, un
golpe bajo. No existe ningún interés en conversar.
Santiago mientras pasan las palomas hace una parada
en la casa, junto a su compañía de todos los días que
extraña en estos momentos.
-En mi memoria te llevo, con esas noches de mates y
rondas inexistentes, en esas horas/pavas en que te
conté mi vida, miedos, sueños, anhelos y proyectos que

99
Elbio Aparisi Nielsen Ura

seguramente no concrete_ piensa Santiago recitándose


a sí mismo el discurso que ora en honor a su amigo, él
que ha dejado en la casa.
El sol ya se ubica en el orbe, y el azulino florece de los
haces, las estrellas dejan paso al limpio éter, mientras
las bandadas de aves corren sobre el camino y Lupho
maneja el movimiento de velocidades, que los alejan del
pasado, ese pasado que no les deja unir letras para
entablar una sola conversación, una tan única como la
simple pero perturbadora despedida.
La frontera llega repleta de alambrados y personal
armado, en una torre una persona uniformada habla por
un altavoz, pide que bajen del vehículo, con las manos
vacías y tocando la nuca. Carla como si esperase tal
situación baja en primer lugar con una naturalidad que
deja asombrados a los dos amantes, gira el cuerpo en
una vuelta de 360 grados por orden directa de la nueva
voz, ésta algo más amigable. Le siguen Santiago y por
último y sin ganas Lupho, los tres terminan por girar y
demostrar que no tienen nada que esconder. La voz
más apacible aún les ordena que caminen por separado
a cada boca de salida. (Tiene una puerta por donde
ingresan los vehículos y otras tantas para las personas,
parece ser que al inicio de la guerra mucha gente acudió
a esta salida). Por la puerta del lateral izquierdo sale
primero Santiago que mofando camina olvidando todo lo
acontecido, como si un golpe le hubiese borrado lo
anterior e inmediato, al traspasar el límite lo recibe la
guardia civil de España con sus respectivos vehículos,
entonces un oficial pregunta si espera a los otros dos
(Carla y Lupho), el contesta que luego los cruza en el

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

pueblo. Toman dirección a Barcelona sin mediar en


saludos ni miradas tristes. En segundo lugar ingresa
Carla con la sonrisa de las mil situaciones, la toman del
brazo y la llevan directo a Pamplona, lugar pedido como
destino, por ella, le habían hablado de niña de los toros
de las corridas de pañuelos rojos. Y por último y como
debía ser, Lupho es quien grita al entrar a España,
exigiendo que lo lleven a Madrid a los gritos pelados,
acaban de darle su pesado bolso, ahí tiene lo que más
aprecia, sus escritos, lo cela como una madre.
Nadie despide, nadie se mira, como tres completos
desconocidos parten sin ningún tipo de miramientos.
Lupho amargado por andar suelto toma su bolso,
abrazándolo fuerte y hablando solo, al instante sonríe al
sentirse algo más seguro con los conductores y sus
chistes propios en esas ocasiones en la que los nervios
abundan y la idiotez es casi imposible.
Carla siente el pecho más abierto, no le quema nada,
las humedades se disipan, cierra los ojos, abre los
brazos, su cabello se agita libre. El oxígeno recorre sus
pulmones, puede juntarlo sin pensar en luego apagarse
en la casa, piensa en el futuro mientras sale medio
cuerpo fuera de la ventanilla, lo hace para que no se le
olvide el aroma, Francia se aleja, la deja atrás olvidando
a su compañero especial en la casa. Se siente en un
vacío mental que le proporciona sin dolores.
Santiago quiere viajar inmediatamente, está ansioso,
molesto por el viaje, pero antes sabe que debe reunir el
dinero para viajar, lo que preocupa sobremanera a
nuestro amigo. Su primer llamada será para Mariana
que le dijo hace tiempo que iba a visitarlo pero falló, él

101
Elbio Aparisi Nielsen Ura

no la espera más, ahora quiere darle la sorpresa de su


vida, el está feliz porque descubrió que todo se puede y
de la mano de lo que menos se espera, en este caso
Lupho y su convicción de escape, sigue sin creerlo,
mientras sus rostros se disipan en los nuevos
pensamientos y emociones encontradas.
Sus destinos comienzan a obrar como en el juego,
donde las naciones disputan la porción de tierra para
dominar, cada uno tiene lo que quiere, cada uno de ellos
podrá partir de cero, contando que la vida comienza en
el momento en que el alambrado de la frontera fue carne
en cada uno.
No decidieron hablar quizás por el acto reflejo del olvido
antes de tiempo.
Pero ¿qué es realmente el tiempo?, si nada afectó en la
estadía, fueron sus balas inservibles y sin motivo las que
dieron el tiempo.
Todas las cuestiones las llevan cargadas en la nuca,
donde apoyaron sus manos para lograr la libertad
minutos antes, allí dentro siguen en la humedad del
alma. Ahora solo buscarán la verdad y la única razón
para existir, sus propias verdades, bajo la sólida base
lógica de la experiencia anterior. Creo que todo es muy
bonito pero el futuro incierto comienza mientras viajan a
diferentes caminos.

102
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Pasaje, (del capítulo 19 al 20).

La tesis de Newton era que el tiempo real, el verdadero


tiempo, transcurre absoluto independientemente de los
acontecimientos, sin contar en observadores u
observados. Newton pensó en tiempo como secuencia
siempre que fluía que era constante e inmutable. En su
teoría el tiempo era siempre igual para cualquier
observador en cualquier marco de la referencia. Ésta era
la creencia llevada a cabo por los físicos en general por
varios cientos años. Las matemáticas usadas para
describir cómo un acontecimiento se observa en un
marco de inercia de la referencia a otro marco que se
esté moviendo con una cierta velocidad constante
concerniente a la original se llaman la transformación
galilea. Para la simplicidad los dos marcos se alinean
generalmente de modo que la dirección del movimiento
del bastidor móvil esté a lo largo de solamente un eje
espacial. También los marcos deben tener sus orígenes
alineados en el tiempo igual a cero. Los dos marcos son
a menudo S referido, el marco inmóvil, y S el marco que
se mueve a velocidad constante v concerniente a S a lo
largo del x-axis.

x´= x – vt ; y´= y ; z´= z ; t´= t

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Nos dijo Heidegger que toda la concepción del tiempo


depende de él. Heidegger cigra la temporalidad como un
radical de la finitud en su proyecto ontológico más
genuino a la vez que la exploración de la temporalidad
constituye el eslabón principal de la exploración
ontológica. El tiempo es definido como sentido del ser
del Dasein. Pero este sentido del ser del Dasein es,a su
vez, una indicación fenomenológica (en sentido
hegeliano) del sentido del ser del ser, sentido que
intenta ser desvelado en los textos posteriores al célebre
Kehre.
Aristóteles sostenía, por ejemplo, que el tiempo no es
eterno, porque hay cambio en las cosas, porque es
medida del movimiento, pero el tiempo es co-extensivo,
diríamos así, con el movimiento. Y el movimiento sí, no
tiene comienzo ni tiene fin. No hay un primer
movimiento; eso no excluye que sin el primer motor no
haya movimiento. No confundamos. La dependencia con
respecto al primer motor, no exige para Aristóteles que
el movimiento haya comenzado.
La perspectiva Aristotélica es distinta de la perspectiva
de Newton. Newton considera que el tiempo transcurre
sin necesidad de que nada cambie; no es el cambio
cuya medida determina el movimiento. El tiempo
transcurre de cualquier manera.
Albert Einstein desarrolló primero una teoría especial de
la relatividad, en 1905, que mostró cómo las ondas de la
luz se comportaron en diversos marcos de la referencia.
Él desarrolló más adelante una teoría general de la

104
Elbio Aparisi Nielsen Ura

relatividad que explica gravedad y la geometría del


universo. En ambas teorías el tiempo es un inmutable no
más largo. De hecho, diversos observadores en marcos
relativos miden diversas épocas. Pues las teorías
ganaron una verificación más experimental las viejas
ideas sobre la naturaleza del tiempo se desmenuzaron
lejos. Solamente días antes de que su muerte fuera
cotizada Einstein dijo, la distinción ``De en medio más
allá, presente, y el futuro es solamente una ilusión
obstinado persistente.' '

El tiempo depende de cada observador.

El tiempo de un trabajador de oficina: A mí no me


molesta que se vaya reduciendo el tiempo por los
avances. Lo que a mí me cabrea es que, sin avances, te
exijan más velocidad.

¡Ya vale con el tiempo!, al final no hay tiempo para nada,


y casi todos no cumplen nada de los sueños de cartón
mojado que les imprimieron de jóvenes o infantes,
mediante canciones, juegos y películas.

105
Elbio Aparisi Nielsen Ura

20

El día es una explosión similar a una nova, ese tipo de


explosión esplendorosa que decora la realidad de
nacimiento con colores de los más vivos y brillantes.
El Camión la deja a Carla en el centro de Pamplona, en
el primer hospital desde la pensión. Piden colaboración,
ella accede, la cuestionan sobre como lograron escapar.
Nada de sensacionalismos emergen de su boca, se
remite a soñar. Solo contesta lacónica. Llegada la noche
reposa en la cama de la habitación, mira las manchas
de humedad, no le dicen nada esas manchas claras de
humedad. Toca su panza, algo parece molestarle. Va al
baño, que por limpieza brilla en todos los ángulos. Se
sienta sobre el inodoro de tapa rosa, junta sus codos
con sus muslos, los apoya y con sus manos tapa su
rostro. Se siente sola, siente el frío en la nuca, y no
recuerda que ha tocado. Frota su rostro frenéticamente,
como si olvidara que se lastima al hacerlo, balbucea
algo inaudible. El agua cae del grillo semiabierto en un
hilo fino, las gotas se suman una a una elevando su
volumen normal, piensa, piensa. Ahora cierra los puños,
muy fuerte, los coloca en los laterales, rozando los
oídos, aprieta su cien. Busca algo, dentro de esa visión
borrosa que solo aparece cuando cerramos los ojos e

106
Elbio Aparisi Nielsen Ura

imaginamos los cuadros móviles que pretendemos ver.


Trata de tomar todo eso, como si tuviese todos los
recuerdos en la palma de su mano y quisiese tirarlos al
mar, donde reposarían sin molestarla, en el fondo
marino. Intenta -sin éxito- sacárselos continuadas veces
de encima, para eso toma su pelo lo más fuerte, busca
el dolor, en su cuerpo, su cabello fino, porque quiere
despojarse de todo lo que recuerda, cada instante de las
horas anteriores. Llora, llora, llora y llora desconsolada y
golpeándolo todo.
Golpea su cien, fuerte más fuerte, se detiene, mira hacia
arriba, directo a la claraboya que emite la claridad del
día que se aleja progresivamente, mira fijo sobre el
baricentro del rectángulo, cierra los ojos, esta vez
golpea aún más fuerte. No mira porque se desmaya
seguido del último golpe. Todo su cuerpo, -afectado por
la gravedad Newtoniana o inexistente en realidad en la
relatividad- se desploma sobre las baldosas frías, igual a
las baldosas frías de Santiago mientras tomaba mate en
el patio de la casa. El tiempo sigue siendo tiempo, más
que nada espacio/tiempo deformado. Del día pasa una
claridad por la claraboya del baño, en la puerta se oyen
tres golpes claros, insípidos. Una mujer de voz
enflautada clama por Carla, esta no contesta, yace
sobre las baldosas frías, olvidando, haciendo su proceso
de funeral ausente de cuerpos.
-¡Abra por favor, Señora! _prosigue la enflautada voz
perturbante para cualquier ser con oídos sensibles.
De ella ni noticias, Carla sigue en el piso, descansa o
muere. Ahora una voz masculina, poco masculina, pide
a gritos por ella.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡¡Señora, abra por favor!! _ con la impaciencia de una


emergencia golpea sin medir consecuencias.
No hay respuesta alguna, la señora le pregunta al
hombre -”poco hombre”, para un borracho de bar
arreglando el mundo viéndolo pasar girando- si posee
copias de las llaves de las habitaciones, este le hace
una señal de tiempo fuera, se retira apresurado. Vuelve
a los 15 segundos con la llave, está ruborizado. Golpea
por el miedo a encontrar una situación no fuera de lo
común, o fuera de lo común para la señora de voz
enflautada que no hace el amor desde la primavera
pasada. Él la mira, pero con los ojos de la complicidad,
ella esquiva la intención. Abre la puerta el hombre no tan
hombre (según un dictador anterior). Sigue preguntando
por Carla, suponiéndola en el baño y sin escuchar.
-¡Fíjese en el baño!_ aconseja la mujer.
-Fíjese usted, ¿acaso yo la busco?._con la masculinidad
a flor de piel.
-¡No, usted!_ contesta algo mojada.
-Usted, y no hay trato de nada_ determina el hombre no
tan hombre (según una madre de barrio y clase media).
Ella descansa, con su cuerpo esquelético, envuelta con
un vestido de flores rosas y blancas, de zapatos en
punta, abre la puerta del baño, pero en el intento se
atasca.
-¡Aquí hay algo!_ gritando saltando en puntas de pie,
como si una araña tocara alguna parte de su cuerpo y la
descubriese de improviso.
-¿Está loca, o qué?_ enojado, abre la puerta. Esta se
traba nuevamente. Con la fuerza física que tiene un
hombre por genética, naturaleza o lo que fuere, empuja

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

la puerta, con el peso de su cuerpo intenta moverla,


pero la misma sigue atorada.
Dentro del baño Carla yace en medio del pequeño pero
reluciente baño de pensión barata, ella ha caído
directamente justo delante de la puerta y está atorada
entre la pileta y el inodoro, esto hace que la puerta no
pueda ser abierta, solo deja una línea de una mano que
enseña que algo está topado en la puerta, pero no que
es realmente lo que la atora.
Desde afuera, el hombre es hombre y utiliza su fuerza,
la mujer deja de ser por un instante torpe y medita sobre
el problema.
-¡Deje de hacer fuerza por favor!, ¿qué pudo haber
pasado?_ intrigada se acerca a la puerta, puja
suavemente y mira por la línea de la abertura limitada de
la abertura, mira en la altura media de su campo visual,
nota que hay azulejos, ve el inodoro y cuando termina
por inclinar hacia abajo la mirada comprende que hay
algo humano que no la deja ingresar al baño. Ella grita
nuevamente, el hombre no tan hombre corre por la
habitación, mientras ella tapa su boca con el pañuelo
blanco, en el agite de la desesperación misma se le cae
el sombrero de volados, no le importa. El hombre mira
como ella por la línea y vislumbra algo feo, horrible.
-¡Hay una persona!_exclama el hombre, extrañado.
-Sí, es Carla, ¡la chica por la qué pregunto! _tapando
con el pañuelo blanco sucio, su boca.
-¿Cómo entramos?, debemos actuar rápido, vaya a
saber hace cuanto ella está tirada así, pobre, tan joven y
guapa, ¡busque ayuda inmediatamente!, mientras yo me
quedo cuidándola._ dice a los gritos pelados la mujer

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

aflautada al hombre no tan hombre (según un poeta


ruso).
-¡Sí, claro!, ya vuelvo _obedece como buen hombre, que
no lo es.
Ella medita como sacarla de tal enredo, no la conoce,
solo es la asistente social de Barcelona, la enviaron para
que haga el pasaporte y toda la documentación , siente
pena, una lágrima cae en su mejilla, la limpia y le dice
palabras bonitas para calmarla por dentro.
Minutos después llega el hombre, un nuevo bombero lo
acompaña.
-¡Señora!_ se presenta el bombero con un hacha en las
manos.
Ella lo estudia, admira la belleza ante sus ojos, olvidada
del episodio, lo mira, embelesada al bombero. Él, le
pregunta que ha pasado, ella responde lentamente, con
la sonrisa en la boca, a punto de estallar en carcajada.
-¡Hay una mujer que atasca la puerta del baño!_ dice
sonriendo. El bombero la mira extrañado, ingresa con el
hacha entre las manos, el hombre no tan hombre detrás
oliendo el perfume del bombero.
-Tendré que destrozar la puerta_ dice mientras da el
primer hachazo sobre la puerta.
-¡Rompa y suerte! _ vocifera el hombre menos hombre.
El bombero comienza a destruir la puerta, comenzando
por las bisagras para poder retirar la puerta de una vez.
Golpea durante unos minutos, está agotado, saca su
uniforme y lo deja reposar sobre el piso, el hombre lo
observa alegre, ella lo mira, el fija su atención en la
puerta y destruye como una bestia. Pasados unos
segundos de la renovación de energía logra deshacer

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

las bisagras y voltea la puerta, que al golpear con la


pared trasera se detiene y no cae debido a la pequeña
dimensión del baño. Carla en las frías baldosas es
sacada por el bombero, oso, sexy. Directamente la
suben al camión de bomberos, la trasladan al hospital
que había visitado antes. En la cama luego de todo,
despierta aturdida. Ve dentro de sus pupilas la luz pero
no desea abrir los ojos, sabe que algo ha pasado pero
desea no ver a la realidad que la abarca toda y la deja
destrozada, debido a ella o a todo, que es lo mismo.
Se dice dentro suyo que está soñando, entonces abre
un ojo y mira en un relampagueo la habitación, cierra y
recuerda que no había dormido en un hospital, que ella
estaba en el baño de la habitación de la pensión que le
habían dado como refugio hasta conseguir la
documentación y un trabajo decente.
Vuelve a abrir los ojos (por la curiosidad que los sueños
encierran), esta vez más pausado que la anterior, nota
que hay una enfermera introduciéndole algo en las
venas, ve entre las pestañas como se va la enfermera y
aprovecha el descubrimiento y deja a sus retinas
observar de esa manera todo, entre pestañas. Los
doctores llegan, no se percatan en lo absoluto de que
ella los observa. Dialogan entre ellos, piden por la
enfermera y le exigen un cuidado intensivo. Abre los
ojos, por la curiosidad de saber la verdad de todo. Los
doctores se alegran al verla al abrir los ojos y le dan una
calurosa bienvenida, ella no entiende muy bien que ha
pasado, a Carla no le gustan los hospitales, menos los
públicos, donde los gritos desgarrados se oyen en los
pasillos y los tullidos son una colonia estable.

111
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Qué tengo, doctor?_pregunta con cierta lucidez.


-Usted estuvo despierta, ¿no?_dice el doctor con un
gesto de complicidad paciente/doctor.
-Le hice una pregunta, por favor contésteme, no me
conoce_ enfrenta incisiva y remata el comentario.
-Es algo complejo. Le hemos realizado una serie de
estudios importantes aquí y en otros hospitales, pero
quisimos que usted permanezca en este porque nos
interesa realmente solucionar su problema….
El doctor observador no emite palabra.
-Podría ir a la cuestión, por favor._interrumpe con un
tono de enojo elevado.-¿¡Qué tengo!?
-…Usted tiene una fisura en la corteza del cerebro, no
quiero ser detallista ni ahondar en tecnicismos... lo
lamento, son los nervios... bajo el léxico común usted
tiene un hemisferio del cerebro más elevado que el otro,
esto genera en usted una serie de inconvenientes, por
ejemplo y en ocasiones de riesgo, la convulsión, esto
último trae aparejado una serie de problemas
psicológicos y físicos. Usted ha estado en el hospital dos
semanas sin responder, ¿le había sucedido alguna vez
algo así?, el estado puede evolucionar, debemos
continuar con los estudios psiquiátricos.
-Casi todos los días en la casa... me desmayaba al
llegar la noche en la mayoría de las veces, mi gente me
despertaba o me despertaba yo sola al finalizar una
serie de números lanzados al azar, eso era regular
según lo que me contaban que hacía, aunque no sé que
hago al dormirme, lo que sí sé es que nunca me ha
pasado de este modo, tan extenso. Igualmente, tuve un
colapso de nervios (creo), tuve una experiencia muy

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

traumática antes de este episodio, he dejado de vivir en


medio de un ambiente de guerra y mis compañeros se
fueron solos.
-Descanse, no haga esfuerzos, no son buenos
momentos, descanse, nosotros estaremos buscando la
forma de solucionar su problema, puedo asegurarle que
haremos todo lo que podamos._afirma el doctor.
Carla se encuentra sola, como en ese baño de brillos,
no quiere vivir en un hospital toda su vida, sabe que no
hay solución a su problema y decide convivir con él
hasta la muerte, sabe de su epilepsia, pero duda, ahora
no importa en realidad los pronósticos, solo quiere
escapar, lejos, si es posible. Toma su ropa que posa en
una silla y se viste apurada, mirando hacia todos los
ángulos, abre la puerta y va en busca de una vida que
no le presente tantos inconvenientes, al final había sido
una superviviente de guerra.
El doctor al salir de la habitación sale junto a su
compañero.
-No le hemos dicho nada acerca del embarazo, ¿por
qué?_dice el doctor observador.
-No, de eso nada, es un hecho muy traumático, habrá
tiempo para que disfrute, aquí velará hasta la cura, lo
que es improbable su retirada, sería cargarla de una
mochila muy pesada._contesta.
Carla sube al ascensor, marca la primera planta, baja
por las escaleras de emergencia y sale caminando por
el estacionamiento, como si nada pasase dentro de su
cabeza, cerebro o neuronas en viajes químicos o
eléctricos. El día es día, no es noche, ella odia la noche.
Alza la mano en la avenida, algún taxi se detiene y sigue

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

al notar algunas vendas, otros siguen de largo, se


detiene minutos después uno que ni la mira, sube y se
pierde entre el asfalto y la gente, entre los autos y los
edificios, entre el sol y los pájaros de lata.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

21

14:00hs PM
La cuidad del norte, muy al norte cercada de un mar que
llaman mediterráneo, recibe a Santiago con sus
1.505.581 habitantes contantes y sonantes, donde los
monumentos románicos, góticos y renacentistas
embellecen la visual ciudadana, junto a la obra
arquitectónica del mismísimo Antoni Gaudí.
Santiago olvidó su promesa, en el Arco de triunfo (ahora
en España, en español claro), su padre descansará sin
la dicha de saberlo bajo al monumento, aunque está
muerto ¿qué más da?, el cielo es para los sueños en
vida. Del exilio tiene todos los síntomas disponibles,
extraña, sufre, llora, añora y maldice (“putea” según el
sitio) a cada momento, cuando recuerda todo lo que
dejó en Uruguay, como si las preocupaciones surgieran
de repente en una añoranza voraz e incontrolable, en
donde Mariana se encuentra sonriente y de brazos
abiertos, haciendo quien sabe que cosa.
Su rostro repleto de barro no deja la mejor impresión,
del baño no le habla (al soldado) mientras viaja, se limita
a dar golpes por fuera de la puerta golepándola
levemente pero persistentemente.
Santiago Valles y la ventana del jeep se complementan
el uno del otro, como en esos momentos en que la
realidad pasaba en la raalidad recortada por la ventana
mediante sus ojos, y la esmirriada y fea mujer deshojaba

115
Elbio Aparisi Nielsen Ura

al indefenso pero vitamínico pájaro, en las afueras de la


casa de Toulouse.
Del viaje pasaron dos horas, del tiempo, un suspiro de
amor (largo, muy largo), más bien relativo.
El mar le recuerda a las vacaciones en Uruguay, a toda
la familia, a su abuelo que en paz descansa y extraña a
cada momento.
No sabe si Mariana lo espera soñando en sus noches de
soledad con él o durmiendo con otro de mejor genética y
estilo.
Su saludable cuerpo reposa cómodo sobre el asiento,
casi acostado Santiago desfruta, de todo el paisaje, algo
en él tiene un punto que lo identifica, cada animal o
persona, cada temporal de vida dehambulante con sus
historias cruzadas en movimiento.
-El mundo responde a la masa, el mundo es una roca y
la enorme y sólida canica tiene una masa que nos
absorbe poco a poco, sin saberlo nos extinguirá, eso es
un deseo, o una manifestación de odio a todos
ustedes._dice Santiago al aire, señalando, como cuando
cantó su canción para Mariana frente a la ventana,
meciendo la cuna inexistente y llorando por lo bajo.
El soldado evalúa, lo estuia y mira, éste no responde, le
parece la idiotez más triste e insignificante que haya
escuchado, igualmente asiente con su cabeza, por
protocolo. Santiago algo más complacido continúa su
contemplación desde el vehículo en movimiento y con
una compañía no del todo apropiada.
Barcelona se encuentra a 621 Km. de Madrid, donde
Lupho debe llegar con vida, como él, o quizás como
Carla.

116
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El jeep ingresa en el centro de la cuidad, todos los


negocios, la gente de sombreros de colores, la
modernidad, ésta que pobló de obras y estructuras
durante los últimos cien años, haciendo un culto a la
insuficiencia de la moda, deja a Santiago anonadado,
con una mirada de niño chupando helado o un dulce,
devorando letreros de la gran vía madrileña.
A decir verdad Santiago nunca llegó al umbral de la
madurez, que por definición es 1.Sazón de los frutos, 2.
Buen juicio o prudencia, sensatez, 3.Edad de la persona
que ha alcanzado su plenitud vital y aún no ha llegado a
la vejez. De estas tres opciones completó el 66,6%,
dado esto no merece un trato de par, es un niño casi
hombre, él desea vivir y con la intensidad de los héroes
de Homero o con el poder de esos dioses griegos que
querían ser hombres fantásticos, pero solo es un niño
marchitándose tembloroso en una noche de lluvia y
truenos.
La frenada brusca, evidencia el enojo del soldado
transportador, Santiago despierta de toda imaginación
de ansias de poder o de vida, le duele la cabeza. Frente
a él, lo aguarda el conserje del hotel “Mirabilis”, su
fachada no dista mucho a la de uno de las Vegas, pero
de la década del descubrimiento del centro de juego
más grande de América del norte. Igualmente no desea
una estadía prolongada, su anhelo es el regreso, el
inmediato regreso a su vida, donde el amor deberá dejar
de ser amistad para convertirse en realidad.
-Pero si no está, sino quiere verme, yo voy y a mí me va
a escuchar, y el que esté con ella va a sufrir el golpe de
mis puños, bueno no tanto, no tengo que andas soltando

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

golpes sin motivos._piensa mientras acomoda su


cabello e ingresa con el estilo propio del viajante al hall
del Mirabilis.

18:00hs PM
Una mujer de cabello claro lo atiende en la mesa de
recepción, el soldado firma el comprobante y toma toda
responsabilidad sobre él.
-No cometas ninguna estupidez, hoy soy tu padre,
¿entendido?__ dice el soldado mientras agita el arma
reglamentaria del ejercito Español.
Asiente, mientras la mujer de cabellos claros y sonrisa
de azafata observa la manera en que se acongoja
Santiago y cambia su gesto de buenos días por un gesto
de -¡que tierno!.
-Disculpe buen hombre._dice Santiago, con un tono de
suavidad similar al de un niño.
-¿Qué quiere?, ¡hable bien!_replica con cara de perro.
-Quería saber como se llama, lo estoy llamando
soldado, o eso es lo que pienso al pensar en usted.
-Roberto Serna, soy oficial del ejército.
-Bueno Roberto, lindo nombre, suena bien, ¿aquí son
comunes los Robertos?_pregunta Santiago buscando
algo de complicidad.
-No tengo idea, igualmente no me preocupa, soy único,
¿entiende?_ contesta.
El rostro de Santiago empalidece al terminar la frase
Roberto, él no quiere que Roberto se enoje, solo quiere
alguien que lo escuche, pero parece que el soldado no
pretende lo mismo.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Van del ascensor al pasillo largo interminable del piso


trece, de la puerta tres a la diez, le ha tocado el diez,
eso le dice algo a Santiago, sonríe por lo bajo para que
no lo note Roberto, con el arma reglamentaria lo empuja
y hace entrar. La puerta se abre con el peso del cuerpo
de Santiago, dentro parece todo distinto, los sillones, las
sillas, el empapelado, la ventana con balcón, los
veladores en la mesa ratona, todo es de un estilo las
vegas pasado en años y lluvias y si se puede en fuego.
Pero no importa, nada le importa a Santiago Valles que
desea volver a su tierra, con su amada amiga.

19:00hs PM
La oscuridad come a la cuidad de Barcelona, los coches
comienzan a agolparse en las avenidas, nadie va al
trabajo. De las fiestas sobran calificativos, todos
celebran aquí como la gente de Osho y su filosofía de
vida. Los bares son poblados al minuto, la gente trabaja
lo normal y luego se dedica al ocio vicioso, al alcohol,
televisión, prostitutas, zoofilia y otras tantas cosas que
no le gustaría conocer a María, la virgen.
En la habitación de poca monta, o de mucha en otros
tiempos, Santiago mira como la cuidad se enciende, ve
como los puntos negros fluyen en direcciones aleatorias.
Desde algún lugar se oye una canción de Caetano
Beloso, desde su lugar las paredes tiemblan al oír su
voz, santiago no aguanta las ganas de cantar y
comienza a recitar, luego a balbucear y cuando su
corazón deja de latir a cantar, y su gargante es el
corazón, con todas las vocales sostenidas, con la
canción y su voz en un crisol de sonidos complejo y

119
Elbio Aparisi Nielsen Ura

armónico. Detrás, muy cerca Roberto abraza una


almohada mientras limpia sus lágrimas en un pañuelo
blanco sucio, Santiago despliega las notas sobre el aire
suspendiéndolas con la gravedad en cero, su registro
pasa a cualquiera de conservatorio, la belleza la trae en
esos músculos que vibran y resuenan en el paladar.
La canción termina, para Roberto comienza una nueva
faceta en la relación con santiago.
-No sabía que cantabas, tu voz es increíble, ¿dónde
aprendiste la técnica? _pregunta Roberto admirado,
perplejo, suspendido en el último gesto.
-No importa, ¿te gustó?_ suelta su tono Uruguayo más
cerrado.
-¡Sí, claro!, ¿podría interpretar otra más, por favor?_Las
retinas dilatadas dejan en negro intenso los ojos de
Roberto, se modifica conforme pasan los segudos.
El tiempo nuevamente hace honor en la ocasión y deja
que avance el canto etéreo de Santiago, un ave de
color azul Francia posa en la baranda del balcón, detrás
continúa Roberto admirando a Santiago, acto seguido
otro pájaro celeste ahora posa junto al azul Francia, las
dos aves miran como mueve su boca, detrás de ellos, la
cuidad resplandeciente, con los puntos negros y
brillantes, parece miles de velas encendidas o teléfonos
móviles. Santiago posa delante de Roberto, con el rostro
repleto de barro, las manos rasgadas y pasadas de
sangre ajena, elevando al compás del canto sus manos,
con los ojos bien cerrados, sintiendo la música dentro
fluir sola, en esos momentos en que la concentración es
absoluta.

120
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Roberto con las cejas llevadas al tono de la lágrima


mece su mano mientras escucha, queriendo seguir el
ritmo. Su mano se mece en el aire y por el arte de la
inconciencia se posa en la espalda sucia, cortas y
concisas son las caricias, casi imperceptibles, esas
cosquillas que adoras rascar cuando estás sentado en
una silla de plástico. Santiago comienza mientras canta
unas caricias pequeñas y las cree de Mariana. No se
detiene, hasta eleva el tono al borde del colapso vocal.
Roberto tiene una erección de lo más placentera, una
que encierra eso prohibido en una situación dudosa, él
tiene en claro que los hombres son su objeto de deseo,
lo fue en el ingreso al ejercito, lo es ahora trabajando
para él.
Santiago disfruta de lo suaves, fríos y apetecibles
movimientos que perturban los nervios de su piel, justo
en esa parte de la espalda en la que disfruta. Roberto
aguarda el momento para besarlo, quiere su boca, la
desea con toda su alma, (la que no está en el cerebro).
Santiago termina su composición con un fin de lo más
incierto, ha apresurado las notas, las ha cortado para
llegar al momento de distinción y agradecimientos, el
aplauso y el saludo.
Roberto toma un brazo y lo tira para su lado, puja suave,
la luz ayuda porque no ilumina, la vista eleva el sentido
a lo prohibido, Santiago gira con la lentitud de un reloj de
arena, con esa fluidez gira para encontrarse con
Roberto, el hombre que lo custodia.
Se miran, las sábanas se agitan por la brisa que ingresa
por la ventana balcón, los pajaritos se hallan estáticos,
duritos sin querer perderse nada de lo que acontece.

121
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Roberto se acerca, Santiago lo espera, la camisa


deshecha termina en el suelo de madera, la camiseta en
un sillón, el uniforme junto al arma reglamentaria posan
armaditas en la mesa. Roberto lo besa, cierran los ojos
por amor al amor y se enlazan en una masa, similar al
comienzo de algo. La vida encuentra el sentido, por la
fogosidad del instinto que no hace diferencia en la
configuración corpórea sino que acciona sobre el otro
cuerpo como un objeto de deseo sin importar el
miembro o miembros que lo componen. Santiago sonríe
entre narices y ojos centrados, huele perfumes nuevos,
todo lo sabe a gloria.
-Nunca imaginé hacer algo así _ dice entre dientes
rechinantes y sonantes.
Roberto lo tira sobre la cama y hallan la forma clara de
conocer sus partes, de besarlas, tener eso que
buscaban desde hacía tanto tiempo. Y el tiempo fluye
como la variable que es en la cotidianeidad, la noche se
hace día y el día enseña a los dos que algo distinto ha
pasado, nada es lo que fue. La silla con la camiseta, el
sillón con la ropa, en la mesa el uniforme y el arma
reglamentaria, Roberto complacido durmiendo, soñando
quizás lo que anteriormente fue su debut sexual. La
cama es grande tiene dos plazas y media y aún así no
caben juntos. Amanece como condición necesaria y la
claridad en aumento comienza a despertar a Santiago,
que ha dormido lo que quedaba de la madrugada, al
borde de caer al piso, debido, a la ensanchada espalda
de Roberto. Se sienta primero, segundo camina inquieto
por toda la habitación de las vegas pasada en años y
lluvias. Sale al balcón, admira la quietud en las alturas,

122
Elbio Aparisi Nielsen Ura

vuelve y se sienta en el sillón, luego en la mesa, corre al


baño y termina en la esquina de la cama, mirando el
cielo tapado por el techo de cemento y la pintura blanca.
Santiago llora en la esquina de la cama, clamando a
gritos por Mariana. Roberto despierta alterado, lo abraza
y contiene, luego con las palabras de una toalla al
terminar el baño le entrega calor humano, su condición
de uniformado lo aleja de toda aceptación. Roberto toma
toda su ropa, la junta se dirige al baño y reposa sobre el
bidet, acciona la canilla y deja correr el agua en su recto,
toma sus manos por la nuca, escupe fuego de su boca,
el fuego de la noche que ardió bajo el efecto feroz del
instinto. Santiago pide por Mariana, llora por su gente
que lo espera, toma su camisa, abre el pantalón,
deshace su remera, no va a usarla, la ve sucia.
El día brilla, los edificios erguidos parecen líneas rectas
al éter, caminos al eterno descanso o a la visión poco
humana y muy capitalista que promueve ver a los
humanos como hormigas recambiables. Las gaviotas
agitan sus alas en cantidades siderales y rodean cada
edificio, como jugando a las escondidas o a la mancha
hormiga (que no es de su especie pero la emulan). Los
haces de luz comienzan a calentar el ambiente, el
sonido de la ciudad se eleva, las sirenas comienzan a
rechinar vilmente en la ciudad de Barcelona, Santiago
cree poder volver, cree haber probado que el amor se
mantiene a flote y que el atlántico lo separa solo por hoy.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

23

La humedad, comienza a ofuscarme, los recovecos


intentan enseñarme que ando solo por aquí, extrañando
quizás a los bípedos problemáticas, siento el calor
esfumarse, no será lo mismo. La ventana me da lo que
deseo, los milicianos poseen el control de Francia, luego
de la huida parecen no comprender el dominó que
poseen, la manzana comienza a pudrirse desde dentro,
las fichas inevitablemente caerán una tras otra. Nadie
apoya la forma de obrar del general, apoyado por unos
pocos, veo día a día como un soldado intenta la
revolución, desde la moral o esos valores humanos que
ni siquiera navega en su mente por ignorante, ha
cambiado algo en ellos, no se agrupan como antes.
Odio ver como todos se van sin dirigirme un saludo,
¿qué clase de educación es esa?, quizás lo pensaron.
Comprendo que la soledad es lo que ahora necesito, por
la fuerza me dejaron aquí, solo, junto a la mujer
esmirriada y fea que deshoja el ave que ama, pluma a
pluma, llorando, implorando, eterna en sus movimientos,
no se cansa, el hambre puede ser una enfermedad. Los
días no tienen por qué, no hay cuestiones profundas,
porque no hay presencias profundas que me instiguen
amablemente a formularlas. Siento que nadie necesita

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

de mí, o que todo carece del sentido clásico, vivir y dejar


hacerlo, aunque es fácil pensarlo pero muy difícil llevarlo
a cabo, pensaba que era algo más fuerte después de
Bea pero todo me remonta a ella, más bien a esa
sensación presa y latente, el tiempo pudo no haber
pasado, según mi mente sigo siendo un ser perdido,
huelo muy mal, ya no me limpio, ¿para quién?
Me duele el alma, me duelen los músculos, me duele la
forma en que miro con odio a mi alrededor, nada es
como antes y me jode mucho. Recuerdo en esas tardes
que la compañía pese a que pesaba y mucho dentro de
esta casa, ¡estaba!, y bien establecida, las peleas, los
gritos, las pausas tácitas que se establecían para una
pacifica convivencia, por lo menos durante unos
minutos. Ahora el silencio son disparos y aullidos torpes.
Aquí la guerra pasaba sin pena ni gloria, porque la
batalla se libraba en su esplendor con los diálogos,
siempre pensé que la mesa funcionaba como el ágora,
donde los pensares intrínsecos y las teorías mínimas o
máximas encontraban sentido lógico aquí, al menos una
explicación flotante de los cuestionamientos de todos los
que la planteaban. Autores de todos los siglos flotaban
en los mares de conocimientos que flotaban en aquellas
noches o tardes y ¿mañanas? de diálogo y espejo,
Samuel Richardson fue uno de los más criticados,
tomamos sus dos novelas Pamela y Clarisa por el
ejemplo del acoso ambivalente, de ahí surgieron los
puntos oscuros de algunos de nosotros que de la nada
desatamos en llantos y sonrisas, así de una punta a la
otra del límite entre la locura, el recuerdo no grato o el
invento. En esos momentos florecía lo que me hace

125
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sentir el orgullo en la garganta y en mis labios, porque


todos juntábamos la fuerza y nos apoyábamos, sin
cuestionar o ni siquiera hablar, un abrazo, un beso
curaban cualquier problema, ¡eso!, eso, es lo que añoro,
se me erizan los pelos, y no por odio o advertencias.
Mis tardes no tienen fuerza, no cargan nada en mi alma,
tengo la impresión dentro de mí, de un vacío intenso que
no me agrada y que me mata lentamente, elegir morir no
es lo mismo que dejarse morir.
Las ventanas, los platos, las cuchas, los libros (miles a
pesar de las quemas de invierno), el hogar, la mesa y
sus sillas, el cuarto oscuro (que nadie entra por miedo),
nada de lo que hay en la casa tiene relevancia, nada
incluso la comida (sus restos). No cocino, por momentos
decido salir a cazar para lograr tener algo fresco y digno
de deglutir. La ventana representa todas esas tardes en
que veía como Santiago Valles observaba la calle y
lloraba o cantaba (que es lo mismo). Las cuchas vacías
me traen lágrimas que me mojan y me dejan húmedo, y
en esas cavilaciones aguadas veo a Carla con sus
gestos pasivos y su furia desenfrenada a la hora de
defenderse. De Lupho me queda el escritorio que no me
trae más que disgustos, me recuerda como me
molestaba, él nunca me quiso pero yo a él lo amo, por
su carácter o más bien por su convicción, él será
totalmente lo que sueña y nada lo detendrá, por eso en
mis noches o tardes como hoy rezo para que no haya
leyes en su vida, para que nada lo trabe, es cuando me
deshago del mal y corro en busca de comida, me aliento
solo, por él. La noche me acerca al sueño, eso me
contenta ahora, para no pensar, para olvidar mi felicidad.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

24

Los pasaportes de Carla están en vigencia, es ahora


una ciudadana Española, tampoco le interesa mucho a
ella de donde es realmente, cada día despierta en un
lugar distinto, es imposible que sienta el desarraigo
impreso, porque es permanente. El taxi la ha acercado a
la embajada, donde luego de algunos inconvenientes ha
concluido al fin con todo el papelerío burocrático que
tiene que enfrentar cualquier hijo de buen vecino al
acercarse a una dependencia del estado, aunque ella
gracias al tratamiento médico fue impulsada con algo
más de velocidad, (no olvidemos las velocidades de
tortuga exasperantes que determina a la burocracia
como arma del estamento para alejar a los simples
mortales de las quejas sobre las desatenciones). La
mujer de faldas largas y gafas que le ha otorgado el
grado de ciudadana justo antes de que se retire le ha
aconsejado algo que nunca olvidará.
-"La pintura es poesía muda, recuérdalo, la poesía es
pintura ciega", al terminar de pronunciar la última sílaba
como quien no ha dicho nada vuelve su rostro a las
ocupaciones y preocupaciones comunes de su trabajo,
Carla sin comprender la situación se retira del lugar
apacible como es ella al andar y al hablar, pero una

127
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pregunta resuena entonces por su mente. -¿Por qué el


ejemplo, por qué ella?, las señales no acostumbran
vestirse de época, te lo agradezco_ piensa mientras
camina al centro de la cuidad donde con los pocos
billetes que le restan en la cartera viajará a su próximo
lugar de distensión o... ¿quién sabe?, mejor el presente.

Paralelamente.

Santiago no aguanta la impotencia de poseer toda esa


angustia, Roberto le ha otorgado algo impagable, placer
a cambio de la cavilación matinal, hay palancas que
accionan sentimientos, tal es así que Mariana reaparece
una y otra vez en sus pensamientos, no deja un instante
de recordarla en esas mañanas soleadas en Uruguay
tomando pavas de mates, compartiendo su vida entera
con su amiga del alma, o su amor de toda la vida, no
hay dudas de que Santiago Velles nunca pudo decirle la
verdad de sus sentimientos y en mil encuentros meditó
la forma de decírselo sin éxito, la mayoría de las veces,
creía que la negativa lo alejaría de ella para siempre, la
evidencia de una mentira anterior sería la excusa
perfecta, la quería, se fue por... Mariana introvertida
sumida en sus propias conclusiones de la existencia y
sus habitantes, no comprendía el amor claro y puro de
Santiago, veía en él respuestas.
Se dirige al aeropuerto quiere viajar cueste lo que
cueste, con las últimas monedas que le restan en el
bolsillo casi desarmado del pantalón sucio embarrado.
Se siente sucio, aislado, en una parte de la tierra que
desconoce a la perfección, está cansado de andar lejos.

128
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Para el señor Lupho, pues así lo llaman en Madrid, todo


es un nuevo comienzo cerca de su tierra, tiene el agrado
de continuar en Europa por deseo, de comenzar la
ardua tarea de recomponer su proyecto, de moldearlo y
presentarlo en las editoras del país o del mundo, poco le
importa llegar a ser parte de la jet set de España, están
alejados de Francia al menos por tres décadas, según lo
que acaba de pensar. Mientras, en algún punto espacial,
Carla toma su taxi al centro recordando durante todo el
viaje la frase de la señora de la embajada, Santiago
arrepentido por su amorío de estación intenta comprar
un boleto a Uruguay. Lupho sin problemas, toma un té
de hierbas, sentado investigando algunos detalles que la
han quedado sueltos por todas las hojas del ensayo,
tose pero no escupe nada. Madrid está atareada, repleta
de turistas y movimientos constantes en son de festejo,
esto comienza a irritarlo, la libertad se festeja , los ruidos
ambientes constantes e infinitos tienen el sabor de la
desconcentración, hay demasiada tetosterona dando
veultas, algo de lo que puede llegar a despertar fobia en
Lupho, es entonces que al minuto decide viajar y
retomar sus tareas en un tren, en cualquier tren que
recorra toda Europa, esquivando obviamente Francia,
ahí en su viaje infinito podrá terminar su trabajo y
comenzar otros de distinta envergadura, nadie debe a
Lupho, Lupho no debe ni un suspiro a nadie, así que
toma su bolso y con la pasividad de un ave en ronda
camina rumbo a la terminal.

La frase no deja de resonar, como en esas noches en


las que las palabras retumban sin poder alejarlas,

129
Elbio Aparisi Nielsen Ura

creyendo (uno) que la locura roza el límite. Dentro del


taxi, comienza a llorar desconsoladamente, el conductor
la mira, y recuerda a su hija en Argentina (es un puto
extranjero, un sudaca, !de por ahí!, un roba trabajo,
mano de obra tercermundista, un inmigrante), vuelve su
mirada mientras recuerda el asado junto a los amigos,
junto a su esposa e hijos, piensa, asiente solo y niega
solo, como si discutiera dentro de su cerebro, mientras
Carla continúa el llanto incesante. Duda, quiere
verbalizar pero juega con sus miedos, aunque... -aquí no
se habla tanto, se reserva mucho la gente, tiene miedo
de hablar de más_ rumia indesiso.
-¿Qué pasa hermosa?, ¿por qué llorás?_pregunta con la
paternidad plasmada en el gesto.
-Nada… es que un se-ño-ra me dijo algo que acabo de
com-pren-der (entre cortada por la angustia).
-Lo que haya dicho, olvidalo y mirá para adelante, es
hermoso saber que el futuro aguarda por uno, y el
presente soportalo como tal._añade con más suavidad.
-Pero… es que_calla Carla, mira la alfombra del coche y
ve sus pies, las zapatillas, la goma del piso del auto, el
asiento, la nuca del conductor, y nada le importa, es
entonces que lee la ficha del capitán de aquella nave
terreste, (es obligatorio en Europa tener una en cada
móvil). –¡Es usted Argentino!, ¿por qué trabaja aquí?,
dicen que es precioso aquella tierra _afirma con la
inocencia perdida de niña y espera respuestas.
-Estoy obligado, mi familia se encuentra toda en
Argentina, yo estoy haciendo algunos billetes para poder
mantenerlos, porque en Argentina no hay dinero, hay
tortura y poder mal empeñado, por suerte ellos están en

130
Elbio Aparisi Nielsen Ura

un lugar alejado, donde los ayudo a pasar lo peor con


dignidad, ¿entiende?_termina el conductor con algo de
pesar en sus palabras, su enorme tristeza se suma a la
atmósfera.
-Perdone no quise que recuerde, soy una estúpi… _es
interrumpida por el conductor.
-¡No!, no, para nada, yo la vi muy mal, ¿entiende?, hacia
donde va, ¿qué busca?, perdone las preguntas, pero la
vi muy perdida, como una niña, ¿entiende?._añade con
la misma suavidad.
-Mi destino termina de moldearse, en el momento en
que el mapa me dirija a un punto, que probablemente no
conozca, deseo estar tranquila y escapar de todos los
recuerdos, porque mi vida siempre fue direccionada por
alguien, sino era mi novio era mi padre y así siempre
estuve vedada por la opinión de los demás, hoy decidí ir
por mi vida, aunque me cueste morir en el intento, me
siento sola... no sé porque hablo con usted de esto, lo
lamento mucho, usted también está lleno de problemas,
¡como todos!, no sé que hacer, tengo tanto para dar,
pero tan poca suerte.
-¡No diga eso!, mire hemos llegado, tome esto, para el
viaje, olvídese de pagarme el viaje, usted merece llegar
a su destino, así que tómelo y corra a por él._ dice el
conductor con una sonrisa, mientras abre la puerta del
lado de Carla, esta lo mira, sus retinas encierran el
agradeciendo, el extasis de emoción la nubla, no sabe
que hacer, los coches pasan junto a ella, los sonidos de
la ciudad la duerme por dentro como una canción de
cuna, es entonces cuando chequea nuevamente la ficha
del conductor y dice al bajar.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Gracias Marco, usted es un buen hombre, un gran


hombre, recuerde esto por favor, “no hay profetas que
vivan en sus tierras, pero si hay amores que se profesan
en su nombre”. Cierra la puerta y camina sin mirar atrás,
Carla odia las despedidas y las escenas de películas de
pochocho, así que abre el sobre y entiende que el
hombre es más que un buen hombre, es un ángel, los
billetes hablan solos, quieren cambiarse por un boleto a
un destino verdadero, elegido por Carla, para descansar
de tanta desidia, de tanto dolor. No se ha dado cuenta
que su mensaje emula al de la señora de gafas.

Lupho camina por la gran vía, observa cada fachada


como una obra de arte, en los escaparates reposa
minutos, admirando la variedad de objetos en venta,
camina siempre a paso tranquilo, recorriendo como una
turista de cuidad, comprendiendo la historia a sus pasos.
El ir y venir le entregan a su mente una gracia lógica de
entendimientos, al desarrollar sus nuevos pensamientos
laterales, genera ideas únicas que repite variadas veces
para no olvidarlas, y recita poemas que inventa en el
mismo momento meintra camina y a su vez elabora
ideas en algún rincón de su cerebro. Cada rostro, reflejo,
ladrillo o animal le sirve para crear poemas de los más
surrealistas, así pasan las calles hasta llegar a Atocha,
la terminal, desde allí podrá viajar y hacer trasbordos en
cualquier medio de transporte (en vagones de época por
la comodidad del restaurante y los camalotes).

Agita su bolsillo, no luce bien, Santiago tiene las mismas


prendas que en la noche de la huida, que a la hora de

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

dormir con Roberto o cuando fueron sorprendidos por


los soldados milicianos. Luego de eso no ha cambiado
su vestimenta, tampoco le importa. Camina apurando el
paso, le duelen los huesos o los músculos, en realidad
casi no distingue las nimias diferencias de la presente
realidad de Barcelona, cruza la calle directo al
aeropuerto, decidido a viajar, para él la ciudad podría
arder por algún capricho de Rey por el que no declinaría
su viaje ante nada.

133
Elbio Aparisi Nielsen Ura

25

De pie (por decirlo de alguna forma) continúo


observando cada detalle que se me escapan, allí en
la esquina blanca donde dejó flotar mis deseos, en
los mares de confusión. Veo al gato y al ratón
blanco, en su lomo está su hermanita que cuelga
milímetros al ras de la muerte. Negro corre y deja
correr, por su instinto de caza, el blanco agita su
pelo queriendo olvidar que lo persiguen. Un frente
de color amarillo, quizás una casa de té, sirve para
que blanquito deje de mostrarse en la calle,
dejándose asechar por el negro intenso que lo
domina.
La materia que me rodea está subastada a la
humedad, deteriorada al minuto cero de su
existencia, no me gusta permanecer dentro de la
guerra, solo, solísimo. Algo me dice que debo correr
al norte, donde nadie busca a nadie, donde el dolor
cesa de bueno que es conmigo, en donde algunos
escapan con vida, no puedo verme inundado de
fantasías que no se cumplen, la muerte me acecha y
tengo que esquivarla.

134
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Me dirijo al espejo, al objeto quebrado del sector de


somnolencia, junto a la cucha de Carla. De las veces
que transité los sectores, la guerra, el puente, el
agua, nunca medité o me detuve a observarme,
nunca frente a un espejo, algo me aterra de ellos,
creo que de niño tuve algún episodio con algún
espejo cortado, o solo es mi gran mente tratando de
limitarme, ya no importa, ni mi lenguaje interno, ni
mi consciente tiene la habilidad de flotar, floto yo y
punto. Su marco es de algún siglo pasado, parece
tener la confección del artesano del renacimiento,
dentro tiene los retazos de vidrio espejado
insinuando algo que no comprendo.
Su pelo, color blanco y negro, veteado en forma
distribuida, sus ojos rasgados distan del común, es
decir, no veo mis ojos, y ese pelo que se mece al
compás del viento, ¿Qué es esto, una broma de
muy mal gusto?, es imposible.

La casa se halla en pleno silencio, las aves de lata


sumergidas en la densidad de la noche vigilan Toulouse,
la casa minada de restos sigue de pie, las paredes
húmedas, con gotas tamaño rata bailando, son la clara
sensación del conjunto que envuelve como un manto
congelado ante la fiebre. Las cuchas, el sector en sí,
demuestran que hay alguien más dentro, algo más. Del
espejo hay una señal clara de existencia, un reflejo
amorfo, una condensación de colores sin forma. Un gato
posa frente al viejo y golpeado espejo del siglo XVIII, su
mirada estática no aborda nada, mira cada ángulo
posible, no genera movimientos ágiles (considerados

135
Elbio Aparisi Nielsen Ura

comunes), sus patitas color blanco y negro mixado


apoyadas sobre la húmeda madera no tienen la
intención de aislarse del agua corrosiva, tiene
impotencia. Del espejo un ojo, una cola, una silencio
abrumador, algo más que una muestra clara de la
verdad, una tortura silenciosa, pura y única.
Se mira y el tiempo deja fluir los cuestionamientos, pero
se pregunta asintiendo (dentro) que su condición es
necesaria, explica entonces el por qué de su estadía en
la casa (la prolongación inoportuna).

Su pelo, mi pelo, mi reflejo, mi verdad desnuda, pero


¿Cómo?. Tengo uñas, pero de qué sirven, no las
uso, ¿las usé?. ¿Por qué animal y no humano?, no
cambia nada, leves cosquilleos me duelen dentro,
comí carne de mis semejantes, seguramente eso no
cambia nada, soy animal, creo, lo soy. ¿Acaso nadie
lo sabía?, Carla me tocaba por horas y no sentía
como explicarle, nunca necesité explicarle algo, solo
los escuchaba a todos, creí que no importaba tener
que hablar, entiendo por qué no lo hice antes, pelo,
mucho pelo que me calienta, y no siento frío. Esos
fríos me tocan el alma, y no los siento. Pero ¿qué me
queda?, no debo correr, deseo correr, mi pelo, mis
ojos, la distancia me ensordece sin oírla ni palparla.
Pienso, medito cada instante, pero soy gato, ¿usaba
anteojos, o el embellecimiento mental, decoró mis
recuerdos?

La noche, el día, las horas, la lluvia, el sol radiante, la


luna temblorosa de Cortázar, los silbidos de las bombas,

136
Elbio Aparisi Nielsen Ura

los estallidos al caer y destruir. Los gritos, las alabanzas,


los vientos huracanados, las corridas, el pasto en el piso
de las cuchas, el verde musgo en las paredes de la
casa, la gran Toulouse quebrada en millones de partes
indefinidas. Los colores de la vida, la vida encontrando
su evolución, las cuchas con agua, el agua matando la
muerte en la casa. La noche, las noches de agobio, las
de sueños, las de muerte y añoranzas. El pasto crecido,
verde intenso compartiendo la vida con el agua. Los
platos, la cocina, los discos, los libros, los mates, todo
bajo un manto de olvido absoluto, bajo la lupa del
tiempo. El pasto verde crecido rodeándolo, él y el espejo
verde de vegetación. Los silencios olvidados, gato y
espejo, gato y reflejo, gato petrificado, duro, inmóvil,
mirando obnubilado. Animal de destreza física, agilidad
incomparable e instinto de caza, blanco veteado. Sus
retinas secas, sus inmóviles patas reposan bajo el agua,
la casa tiene odio, la casa muere de tristeza, llora por
dentro.
Las maderas caen, poco a poco, el techo comienza a
dejar despejada la vista, el cielo aparece miedoso por
las maderas, el agua asciende sobre casi todo. El gato
duro, observando su muerte, dejando su verdad dentro
de él, olvidando lo visto, suelta el aire.
En su mente animal desmembró cavilaciones imposibles
de hilar, de manera que su odio es algo más que un
recuerdo, su vida deja en segundos de ser el anhelo. El
tiempo lo destruye, como destruye las cosas, como
mueren la casa y él al comprender que todo cambia, se
modifica y no vuelve, nada vuelve a ser igual.

137
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-No lo puedo entender, ¿por qué los escuchaba?,


¿por qué me dejé tocar?, ¿por qué?, yo yo
preguntándome... no aguanto más, no quiero
seguir..._ sus pensamientos se desvanecen en algún
momento antes de perder la consciencia y transitar esa
ausencia de la realidad hasta llegar al sueño (donde el
agua y el pasto reinan, por el tiempo que los apremia y
une). La casa se transforma, se despide, llora y reúne
fuerzas, se mantiene de pie aunque titubea, duda pero
sigue, relámpagos iluminan la ciudad, los estruendos se
potencian, los gritos desgarradores se multiplican el
dolor se extiende por todo el manto terrestre.

138
Elbio Aparisi Nielsen Ura

26

Pervive a pesar de todo y todos, Lupho adopta su


verdadera intención sumergida, materializándola en un
viaje constante, donde todo su potencial, pende de su
estructura y modelo de continuidad. El tren dista de uno
de América, aquí en Europa el desarrollo fue abismal, la
tecnología abordó todo lo que pudo, en las guerras,
durante los procesos de paz, no hay asientos deshechos
ni olores a sudor infinitos. La unión hace la fuerza y la
transformación se hace evidente en sus servicios.
Así avanza a pie de Hulliver por la revolución, última
gestación social ante el descontento que destruyó la
lectura, la posesión digna de cualquier ser y creó esas
distancias entre los estratos sociales hasta en las letras.
De manera que el que posee no es más que el que
contribuye al proceso, o sea, unos pocos, casi nadie, ni
siquiera aparecen en las estadísticas por que en sus
mediciones son ínfimos, pero en la realidad, tienen
(cada uno) más dinero que le ingreso bruto interno de
cuatros países pobres. Así es el mundo que rodea a
esas toneladas de acero y madera en movimiento,
paradójicamente el medio fundamental de la primera
revolución industrial y su material.

139
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Habita camalotes por la comodidad que éstos le ofrecen,


su cama cambia día a día, pero su ideal se mantiene
pese a los cambios de vías y panoramas. Lupho viaja
solo, tiene la costumbre (recién adoptada) de comer en
el restaurante, tomar su desayuno y merienda también
dentro, por la visual o las fobias, quizás por la gente que
lo concurre. Lupho, observa todas las formas de comer,
observa en cada viajante a destino, sin pregunta alguna.
Cree fervientemente en las cruzas de caminos azarosa y
sus desopilantes consecuencias sin sentido. En cada
país encuentra una forma de vida y de viajar distinta, y
de ellas adopta la más conveniente para utilizarla en
emergencias, o en futuras conquistas.
Lleva recorrida media Europa, le encanta la idea de
mantenerse en movimiento y recuerda el ejemplo que
una vez citó Santiago para explicar la ley de la
relatividad, “Mr. thompkins in wonderland” del físico
Gamov, de donde extrajo la ejemplificación Santiago,
rememora: “En relación con un desconcertante caso
policiaco en el que se trata de comprobar una coartada,
un científico enfrenta a Mr. Thompkins, con la siguiente
situación: el domingo ocurre algo que Mr. Thompkins
sabe que también ha de sucederle a un amigo que vive
lejos de él. Si el tren correo fuese la forma de
comunicación más rápida entre ellos, no podría avisar a
su amigo antes del próximo miércoles; pero si, por el
contrario, su amigo estuviese al tanto del suceso antes
que él, el último día en que podría comunicárselo a Mr.
Thompkins sería el jueves anterior. Desde el punto de
vista de la causalidad, entre los dos amigos habría una
distancia de seis días. <<Pero>>, objeta Mr. Thompkins,

140
Elbio Aparisi Nielsen Ura

<<aunque la velocidad del tren correo fuese la mayor


velocidad que se pudiese alcanzar… ¿Qué tiene que ver
con la simultaneidad?. Mi amigo y yo comeríamos
nuestro asado del domingo al mismo tiempo,¿no es
así?. Y el científico le responde: <<No, esa afirmación
ya no tendría ningún sentido. Un observador le daría a
usted la razón, pero otros que observasen desde
distintos trenes, afirmarían que mientras usted estaba
comiendo su asado del domingo, su amigo estaría
tomando el desayuno del viernes o la cena del martes.
Pero lo que nadie podría jamás es observar
simultáneamente a usted y a su amigo mientras comen
platos entre los que hay una distancia de más de tres
días>>, le explica el científico. <<Pues,
independientemente del sistema de locomoción
utilizado, el límite máximo de velocidad permanece
siempre idéntico>>” Lupho añora esas ejemplificaciones,
las citas a escritores de lo más desconocidos, recuerda
entre recuerdos los escritores que conoció gracias a
Santiago, y Galeano fue el más influyente para él,
guardando las distancias con sus elecciones anteriores.
La cultura nunca tuvo distinciones de nacionalidades
frente a las situaciones que coexistían en la casa. Lupho
nunca enfrentó bajo su ideología a Santiago, que
constantemente introducía su pensar, como norma de
vida, quizá por cobardía, aunque lo extraña realmente,
con su corazón, pese a toda diferencia.

Un coche embiste a Santiago en medio de la avenida,


Cae al pavimento, una mujer de pelo colorado y lentes
negros baja instantáneamente del automóvil en un

141
Elbio Aparisi Nielsen Ura

torbellino de gritos, desesperada pide auxilio, toma a


Santiago de la mano izquierda y controla su pulso
mientras una persona se presenta como médico regular
de un hospital cercano. Santiago (dentro) ve rojo, un
rojo bermellón de una pintura de Monet, alguien lo agita
bruscamente. La mujer del lujoso automóvil llora, el
doctor acomoda el cuerpo inerte de Santiago, (dentro) el
rojo se corroe de blanco y negro, una mezcla parecida a
un cuadro del bigotes empinados deslumbra a Santiago
que no entiende nada de lo que sucede fuera de él. La
mujer tira sus lentes negros al interior del coche, toma
un teléfono y hace el llamado, durante los segundos
siguientes todos quedan estáticos, aguardando la visita
y el traslado, hechos trizas por la ansiedad.

–Está bien, solo es un desmayo_ dice el doctor


tranquilizando a la mujer de acaudalada fortuna.
-Pero no despierta, ¡mírelo!, ¡lo he matado! _ comenta
entre lágrimas la adinerada mujer colorada.
-Digo que se encuentra estable, señora trasládelo a un
hospital, por control, nada más, créame, solo es un
desmayo _ concluye el doctor alejándose de la escena
repleta de curiosos y conquistada por los automóviles
que descansan de tanto viaje. (Dentro) blanco y más
blanco, frío intenso y una pizca de ganas de mirar,
influyen en Santiago para despertar. Hay una habitación,
una persona de su lado que no conoce, de cabello rojo
intenso. Un doctor se acerca, tampoco lo reconoce, lo
mira, le habla pero el silencio pertenece a la realidad
circunstante, ajena a su interior de colores. Un sonido

142
Elbio Aparisi Nielsen Ura

alejado, luego otro, más tarde una mezcla alejada de los


dos sonidos, al final una tempestad sonora, pregunta.
-¿Y vos quién sos?_ agita su cabeza.
-La que te ha arrollado en la avenida._contesta la mujer.
-Pero ¿qué hago acá?, no recuerdo, si recuerdo, claro,
¡los cuadros y todos esos colores!_exclama Santiago,
mientras comienza a tomar conciencia de la situación.-
Tengo que irme de acá, me tengo que ir a Uruguay,
(mientras junta la ropa, y trata de cambiarse).
-¡No puede, está golpeado y no tiene dinero!_grita,
tratando controlar la situación.
-¿Y usted cómo lo sabe?_pregunta Santiago intrigado.
-Por su registro, no tiene ningún registro, en ningún
País, no tiene documentos, y dentro de sus bolsillos solo
han encontrado monedas sueltas.
-¡Déjeme ir!, usted no me conoce, ¡salga!_toma del
brazo a la mujer apartándola, abre la puerta y ella lo
detiene exclamando.
-¡Yo lo ayudo!, espere, ¡tengo mucho dinero y me siento
en deuda!, pero espere, no se vaya.
-Está bien... está bien, lo necesito, al final no tengo
nada, es verdad, soy un pobre diablo _ añade Santiago
mirando el suelo del hospital, en su cavilar reaparece
una imagen muy conocida, Mariana con sus cabellos
negros y su sonrisa extrema.
-¿Sucede algo?_pregunta extrañada la mujer colorada.
-Nada, solo recuerdos_ silencia Santiago.

En la habitación hay un televisor encendido con un


programa de juegos, donde una familia compite con otra
bajo el cuestionamiento constante del anfitrión del

143
Elbio Aparisi Nielsen Ura

programa de bajo presupuesto. La ventana tiene una


cortina de color violeta, y un velador junto a la cama
haciendo juego. La puerta entreabierta, ella está
mirándolo pensativa, y él surcando en los pensamientos,
buscando alguna explicación a sus nuevos dolores.

-Tengo la espalda destruida, me duele mucho _ se


queja. Las piernas no me responden como quiero, me
duele la cabeza, ¿qué hice para merecer tantos golpes
en la vida?_ Toma con su índice la lágrima y la aleja de
su rostro, como evadiendo al dolor. -Siempre deseé
viajar, conocer culturas diferentes, saber del mundo y
recorrerlo para poder ayudar. En mis tardes de verano,
en Uruguay..._ se detiene a mirarla sonriendo de
improviso. -Viví hasta mi adolescencia en Uruguay_ Ella
asiente compartiendo la sonrisa.-En esas tardes de
verano, cuando la transpiración no tenía olor, jugaba a la
pelota con mis amigos y cada vez que metía un gol,
pensaba que el pasto y el barro en medio de la pobreza,
eran el estadio más grande del mundo, y que la gente
me aplaudía con toda la fuerza, y yo agradecía por el
triunfo, ¡esas sí eran formas de soñar! Pero en estos
momentos mi vida pende de mis ganas al despertar, hay
momentos en los que extraño y no aguanto el
desarraigo, pero en otros medito en si realmente
merezco vivir, hay tantas almas en pena.
-Merece más que eso, _ lo interrumpe la mujer. Tiene
mucho para dar y se nota al verle, debe volver a su
hogar y buscar su verdadera vida. ¿Qué desea?
-Enamorar a mi mejor amiga, ella se llama Mariana, pero
no sé si al volver estará sola o qué, lo único que me

144
Elbio Aparisi Nielsen Ura

desvela es imaginarla con otra persona que no sea yo


mismo.¿Pero usted, tiene algo en los ojos que no dicen
felicidad?, ¿qué tiene?, ¿por qué está aquí?_Cuestiona
con algo de incredulidad.
-Mi vida está plagada de dinero, pero no de felicidad,
tengo todo lo que deseaba cuando era niña, como usted
en el pasto y el barro. Pero algo me distancia de la
realidad y mi cabeza, me está matando, todos los días
me ataca silenciosamente, eso me debilita mucho, al
punto de cuestionar si realmente mi existencia tiene
sentido. Mi esposo no está nunca, tiene una amante, me
hago la estúpida, mientras crío a tres hermosas
personas, que me dan la fuerza para continuar. Entre
todas esas complicaciones, viajo al supermercado con la
intención de comprar la cena y arrollo a una persona.
Por eso sintetizando, me encuentro velando por su
bienestar._ frunce su boca arrugándola con sus brazos
cruzados.
La puerta está cerrada, ella se olvida de lo que dijo y
sigue en la cama sentada mirando las baldosas frías del
hospital, contando líneas. Él, está parado frente a ella
con la ropa sucia rota y con varias gasas en el cuerpo,
preguntándose por qué alguien tan hermoso y con tanta
suerte puede estar así de enojada con la vida. La tarde
deja entrever unos rayos solares amigables, que tocan
el rostro de la mujer de cabello colorado. La cuidad
parece perdida en el tiempo, sin sonidos, más que el del
silencio, la pasividad del éter despejado de nubes
molestas deja la impresión en cada persona de buen
ánimo, con algo de aire fresco renovador. Dicen que es
por el viento del Norte y la poca presión atmosférica, yo

145
Elbio Aparisi Nielsen Ura

digo que es la conexión invisible que tienen todas las


colonias humanas, que junto al clima comparten un
humor parejo y un comportamiento clónico.

Carla ríe de contenta, ríe desde el estómago mientras


mira el dinero que le dio Marco, el taxista de Argentina.
Se dirige a la cabina de la primera empresa de aviones
que le gusta. Luego de elegir entre los títulos en
movimiento amarillos de la cartelera del aeropuerto,
toma como destino el lugar menos concurrido, como
emergente final de sus dudas se determina Akranes en
Islandia. Parece que no le importa dónde ni cómo, solo
quiere tener el lugar asegurado a la lejanía. Billete en
mano, convicciones replanteadas y ganas de viajar son
el medio para el comienzo de su felicidad transitoria. El
aeropuerto repleto de personas, los constantes avisos
por parlante, hacen que Carla deje de sonreír por un
momento, es cuando reaparece la imagen de Santiago
nítida, y recuerda cada sonrisa, cada instante de
felicidad compartida, o por lo menos de simulada
felicidad. Entre los pensamientos, la gente aparece
corriendo, comiendo, viajando, se deforman y hacen una
foca con un hacha en su cabeza. Surge de golpe el de
Islandia, destino Akranes por alta voz. Irgue su cuerpito,
toma un poco de aire intentando llenar los pulmones y
con el coraje en la espalda mueve su pie izquierdo
primero, luego el derecho/izquierdo seguido, decidida a
su elección y partida, nada la detiene ni su voz interior ni
las dagas de dolor en su espalda.

146
Elbio Aparisi Nielsen Ura

La mira con el gesto de pregunta, Santiago no quiere


saber más de ella, pero dentro de su mirar Roberto
renace como el Fénix, dentro de sus cenizas Roberto le
recuerda a Santiago que sus caricias fueron distintas,
eso lleva a un nivel de confusión, incluso para Santiago.
Algo dice dentro de los recovecos oscuros de sus
neuronas, que el placer no es más que un momento de
pura calidad efímera, que solo se da en las situaciones
donde reina el instinto, excluida la conciencia.
Toma su abrigo, no quiere siquiera voltear a mirarle, en
el brusco movimiento su cabello intenso en color,
desprende un perfume incomparable, Santiago deja que
penetre en su cavidad nasal, con gusto, disfrutando a la
vez que le agradece por todo lo que ha hecho por él, ella
solo dice que sí, mientras cierra la puerta.
-¡Gracias!_ dice Santiago elevando el tono, con algo de
ironía.
La ropa mantiene su hedor, los días suman más tierra y
más color a sus prendas, esto parece no importarle,
Santiago ahora tiene algo más importante, su viaje. No
olvidará la confesión, ni la charla con alguien que estuvo
al límite de matarlo, jugando con su existencia, así de
fácil, ¿como Dios?, cuestionaría, él.
De lágrimas está curtido, todo parece nada, ante todo
solo toma una vía distinta, para poder tener la certeza
de no sufrir, o de escapar de los problemas, que en
casos es más difícil, porque siempre pesa la conciencia
en el hombre o en Santiago, en este caso, claro está.
Carga una nueva forma, una nueva vía y se descarrila
para olvidar a la mujer de colorados cabellos, corre, se
detiene, descansa, se vuelve a agitar (hiato, maldito),

147
Elbio Aparisi Nielsen Ura

gana dinero fácil, roba, una cartera primero, un bolso,


pero se harta de no ver dinero rápido, así que decide lo
más fácil, toma una madera con forma de algo punzante
y al primer ser humano alejado del rebaño lo detiene.
-¡Déme todo!, callado por favor, no quiero cometer una
locura, ¡vamos que necesito el dinero!, ¡vamos!_Su
rostro se endurece, su sangre comienza a calentarse.
-¡No señor!, ¿qué se ha creído?_es una señora mayor,
con un bastón, un paraguas por si llueve de improviso y
un sobretodo de colores muy extravagantes.-No le daré
nada, no lo merece, ¡y suélteme!_ grita sin intención
alguna de dejarse ultrajar.
-¡Cada centavo merezco, no me conoce!, ¡por favor
déme el dinero!, no le haré nada, pero por favor,
necesito ese dinero, debo irme del país._ su acento se
define entre el estupor de la anciana.
-¡Malditos extranjeros!, entran al país, nos roban, nos
quitan el empleo y luego cuando ya no tienen que hacer
porque la crisis los excluye, vuelven a su miserable
hogar, ¡a la Meca de la delincuencia!_dice la señora
(¿?), agitando el bastón, amenazando con golpearlo.
-Mire... señora... América tiene mucho más que éste
conjunto de colonias independizadas, aquí los hechos
más atroces que ha sufrido la humanidad son efecto del
mal desempeño, del intento de reinado, imperialismo y
¡quien sabe qué otras cosas!
-No se lo permito, ¡sudoroso!_Grita con vehemencia,
agitando incesantemente el bastón.
-Nos aniquilaron, millones de personas murieron para
que ustedes se enriquezcan, o cree qué su economía
por el 1400 era de la mejor, ¡NO!, claro que no, nos

148
Elbio Aparisi Nielsen Ura

encargamos con nuestra sangre de que ustedes


tuvieran su pan, sus leños para encender cuando el frío
asechaba, y los millones debajo de la tierra o peor aún
sobre la tierra. Ahora exijo mi dinero, por favor, ¿tendría
la amabilidad de devolvérmelo?
-¡No!, ¡policía!, un inmigrante me quiere robar_ acusa,
grita, intenta correr, pero la detiene Santiago, en su
gesto vuelve a preponderar los músculos tensos, su
rostro se transforma y siente un deber de herencia, toma
la cartera de la anciana, y se echa a correr por los
callejones de Barcelona tras pasar por el zoológico,
cuando cesan los gritos o aullidos de la anciana, abre la
cartera, en busca de algo de valor y se encuentra (para
sorpresa) con un sobre. Lo abre con la curiosidad de un
gato, dentro un papel con un sobre más pequeño, el
papel resulta ser un telegrama, “Querido hijo, aquí envío
el dinero disponible de mi cuenta, tu sabes que mi
capital no es elevado, por lo contrario es muy bajo.
Suerte con la operación”. Santiago ríe, pero no puede
soltar el telegrama, se pregunta si la operación es
compleja o solo una lesión de algún partido de Fútbol
con amigos del barrio. Para sorpresa, el hijo de la
anciana vive en Argentina, de su lado, cruzando los
brillos del agua marrón, a unos pasos de su querida
Uruguay. Cavila, tratando de hallar la forma de olvidar lo
leído, sito en un callejón, solo con su papel en su mano
Santiago queda estático, sin saber que hacer. Pasados
unos minutos de ansiedad, relaja la espalda, luego con
algo de dolor se sienta sobre unas cajas de cartón, en
medio de un basural. Mira el cielo, el azulino que lo
relaja, vuelve en sus pensamientos una frase de Nicolás

149
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Maquiavelo "No puede haber grandes dificultades


cuando abunda la buena voluntad." Ríe nuevamente,
irgue todo su envase color piel y huesos, continúa
riendo, lanza el telegrama al basural, abre el sobre
pequeño y descubre un abultado fajo de billetes, todos
de cien, de moneda Americana, norteamericana,
“Dólares, esos imprudentes billetes americanos que
tienen diverso valor y el mismo tamaño”. Ya sabe que
hacer, la operación tendrá que aguardar nuevo aviso,
decidido se dirige sin escalas al aeropuerto, esta vez sin
contratiempos, solo la ansiedad que le genera acidez.

El vuelo fue calido, ameno, la presión hizo que la nariz


de Carla sangrase, pero nada que no se solucione con
un destape de oídos y una mirada de unos minutos al
techo. Islandia es bella, rodeada del océano Atlántico y
el mar de Groenlandia, es una isla con un cien por cien
de alfabetos, la longevidad se extiende a los 77 años
promedio (entre hombres y mujeres). La agricultura y la
industria de alimentos es una de las tantas fuentes de
trabajo de la isla. Carla continúa leyendo un folleto de la
cámara del turismo, (sería extenso situarse en los
detalles), ella sabe que es un lugar donde la tranquilidad
reina. La vista al parecer es única, el mar, las palomas.
Primero debe encontrar la forma de recaudar algo de
dinero, entonces recorre todo el centro, que consta de
unas pocas cuadras, decide gracias al consejo de un
comerciante, ir a Reykjavík, la capital de Islandia, en ella
las posibilidades se elevan. Toma un ómnibus, previo
descenso un café y una vista inigualable, al bajar
descubre un pueblo, casi idéntico a la cuidad anterior, el

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

primer trabajo no se hizo esperar. Cuidando niños


comienza, viviendo en algunas casas con el puesto de
mucama, luego pasado algunos meses, gracias a su
jefe, consigue un puesto en una fábrica de zapatos.
Comienza a sentirse algo incómoda, en las noches
algunos mareos la molestan, pero no hace caso omiso y
continúa con su labor civil.

Conoce de rieles, como un indio conoce de Caza. Su


experiencia de traslado constante lo ha convertido en un
experto en trenes de larga y corta distancia. Su labor
dentro del mismo ha sido de los más beneficiosa, su
proyecto está a punto de ebullición, a los 100 ºC se pule,
con los últimos retoques, Lupho admira cada día y en
cada viaje, su obra maestra. Conoce sus limitaciones
como animal cuadrúpedo, pero su convicción trae
aparejada una serie de acontecimientos claros en él,
como si supiese lo que viene a ocurrir con su vida
profesional a cada minuto.
Su último camarote de despedida, tiene una mesa
(hecha de cajones de madera) con sus cuadernos y
máquina de escribir, en su asiento/cama, el bolso
contiene algunos textos cautivos, invita a quemar todas
las hojas que en algún momento lo tuvieron con fobias
repentinas, ahora olvidadas o superadas parcialmente.
Lupho con aires de gloria, cierra el ensayo final, con su
portada con nombre de autor y título. Tras la finalización
deja todo y recorre el tren avisándole al maquinista,
cafetero, mucama, en definitiva a todo el personal, de la
empresa, festejando con cada uno de ellos la conclusión
de su proyecto, ellos tenían apuestas, al saludar a una

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

camarera asiática ésta saltando le dice que gracias, no


entiende pero sonríe. La felicidad sobrepasa a Lupho,
sus dientes no dejan de brillar, blancos como el ratoncito
y su hermano, se muestran en todos los vagones,
incluso en el vagón bar. Una vez acabado el festejo y las
sonrisas de plástico de lado, decide bajar en la próxima
parada. Lupho desea presentar la obra a todos los
editores de Europa, no importa quién, sino cómo. Él
posee eso que llamamos “optimismo parcialmente
acelerado”. Su próxima estación es Kiev, la capital de
Ucrania, donde comenzará la búsqueda de la punta del
témpano de hielo, su éxito o su vida completa en alguna
parte de los océanos perdidos.

152
Elbio Aparisi Nielsen Ura

27

Un niño de unos leves e invadidos cinco años está


sentado en el frente, sobre el escalón principal, de la
casa abandonada, los ladrillos desechos penden del
cemento noventa por cien arena adheridos como con
cola. Tiene ojos éter, piel de lagarto, dura como el cuero,
unas pecas sobre las mejillas demuestran su inocencia
(¿por qué?). Una guitarra sobre el muslo, una voz
aterciopelada repleta de notas elevadas, girando en
trompos por el aire de la calle, donde la milicia intenta su
retirada. La tarde encuentra su apogeo en el crepuscular
color naranja, los soldados intentan hallar la forma de
retirarse por las fronteras. Algunos por los Pirineos,
otros por Bélgica, los valientes por Luxemburgo, los
elegantes por Suiza y los románticos por Italia.
Fragmentase toda la milicia en un instante, al momento
de la huida de los tres. El poder comenzó a abordar en
algunos de los soldados al comprobar la debilidad del
General y con el maldito y constante error humano,
decidieron derrocar algunos al principal precursor del
movimiento. Una matanza de miles inocentes, sangre y
desesperanza abundó en las calles de Toulouse, que de
sangre acostumbradas ya estaban. Pero nadie lleva la
culpa, miles de ellos desbordaron los límites, escapando

153
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de su ideal primero. Así dispusieron destinos, en clubes


de algo fueron huyendo, al momento en que las bombas
aniquilaban al civil, al miliciano y al niño que con cantos
embellecía la puerta principal de la casa. Nada importa,
solo esos golpes de manos, esas muestras de poderío
que eleva al ignorante a la cuna, donde mueren por
cobardes, por idiotas y necios ideales.
La casa, rodeada de balas, agujereada por todos los
flancos mantiene su estructura inicial. La fachada existe
como antes, en su interior, un gato blanco y negro, del
tamaño normal posa frente al espejo destruido, en su
pelaje hay un color rojo matizado, y tres agujeros, restos
de las balas que ingresaron por las ventanas, por la
ventana del sector de somnolencia, su cuerpo inerte,
erguido como si nada lo pudiese matar continúa
observando, a pesar de todo, el espejo existente. Las
paredes son agua constante, transformado en un baño
romano todo el conjunto, un musgo verde fuerte, pasto
verde claro, rodeando, tupiendo todo el suelo donde
meses anteriores eran la fuente de inspiración de
aquellos seres especiales que la compartían desde la
necesidad y el amor confundido.

154
Elbio Aparisi Nielsen Ura

28

Viernes 18 de Noviembre.

El espejo, el reflejo y Carla, su rostro a media mañana,


con el cansancio de un arduo trabajo. Abre la boca, mira
sus muelas en busca de una carie, rasca su lengua,
siente el sabor de la mano sucia. Sus ojos caen,
apagados por los acumulados empecinados soñares,
una mancha en su mejilla izquierda recorre un cuarto de
su rostro, en esa porción hay un oscurecimiento gradual,
con diferencia a la pigmentación normal. Algunos rayos
de luz indican que el día contiene más grises que claros,
eso sumado a todo el cansancio contenido terminan por
lanzar volátil a Carla sobre la cama, en busca de un
sueño profundo y sin sobresaltos. Reposa su rostro en
la almohada, huele el olor a limpio con ganas, suspira
expulsando todo el aire que resta y cierra los ojos. Una
imagen fugaz, unos sonidos inaudibles, algunas frases
sueltas, son el estado anterior al sueño. Los rostros de
los niños, del empleador, de la gente que habitualmente
cruza al dirigirse al trabajo permanecen estáticos,
sumados a una elevación del volumen de las frases, que
comienzan exasperarla de forma progresiva, al punto de
creerse loca, o fuera de sí. Gira, se acomoda, golpea la
almohada, gruñe, patalea, gira, contiene el aire, huele su
aliento caliente que se mantiene en la cobertura de la
almohada y apoya su oído creyendo escuchar algo.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

La suerte favorece al desdichado, citando a espléndido


abogado, debería de ser merecido el azar en Lupho.
Han pasado algunos días de la finalización de su obra,
por decir días, a veces me confundo. De Kiev solo
cosechó rechazos, cada editor rechazó la novela como
si todos coincidieran en botar la obra sin leerla siquiera,
así como si nada valiese. Lupho bajo el temperamento y
la convicción recorrió cada recoveco de Europa
enfurecido o convencido, eso sí, en tren claro está, pero
disfrutando del viaje, sin trabajos extras ni sobresaltos
ajenos. Después de pasar por Ucrania sin ningún éxito,
viajó con algunas reservas a Polonia, donde la cultura
no aceptaría en lo absoluto una literatura tan errante.
Firme fue directo a Alemania, país rico en genios, confió,
fabricó posibilidades, allí la genialidad se filtraba en la
cultura y en los círculos inaccesibles; una desilusión
sumada a las anteriores, ya que sus grandes ídolos
pertenecieron a ese país unido a un punto de inflexión
que derivó en un momento fatal histérico, devolviendo
nuevamente su cuerpo al culto del movimiento, estaba
seguro que habían errado (dos veces ya) al no aceptar
la supuesta genialidad de su obra.
Sin resultado alguno más que el derechazo en la
mandíbula, quiso integrarse al círculo de Bélgica y
posteriormente al de España (nuevamente visitada). Al
arribar a Italia sin sueño alguno de ser escuchado por
los literatos, se abocó como última oportunidad a
mejorar el léxico de los diálogos, se centró durante
algunos días en perfeccionar los textos, por primera vez
en su vida comprendía que su obra podía fallar, que

156
Elbio Aparisi Nielsen Ura

quizás no era una casualidad incongruente o un


empecinamiento editorial repleto de saña. Al finalizar, su
última carta estaba jugada, el destino diría si su obra
realmente merecía algo de atención de los editores,
conocía muy bien las paredes éticas por lo que adaptó
lo que creyó con leves cimientos en una base fuerte y
propagadora de provocación, la moda condicionaba a la
marea de escritores que se limitaban a los juicios de las
compañías líderes, tenía la clave para meterse con el
estamento y los valores cristianos, podría ser un
emblema de cambio, España estaba revuelta y el mundo
en un agujero negro de dictaduras.

Redondo, oblicuo, amarillo y brillante, con los haces


recorriendo su circunferencia, el sol toma cada milímetro
de superficie del agua (de río) para hacerla brillar como
si de plata se tratase. El ferry a una velocidad constante
corre como maratonista sobre el agua marrón, agua de
color que Santiago no podrá olvidar nunca, el amor lo
enlaza con los olores, la temperatura, los sonidos. Con
manchas y roturas, su vestir mantiene la suciedad
inicial, pero ahora de algunos días, largos días digo,
para confundir. Santiago demorado en Argentina pudo
hacer el llamado a su querida Uruguay, sito en el país
del obelisco y la avenida vivió los primeros días de
dictadura, presenció como alumnos de una escuela
murieron a pasos de sus pies, por balas de algunos
malditos militares, escuchó unos lápices caer. Supo que
algo comenzaba a gestarse, se olía en las calles vacías
por el toque de queda. Al comprender que todo
comenzaba, hizo el llamado, pero no llamó a su familia,

157
Elbio Aparisi Nielsen Ura

solo a Mariana que aguardaba noticias de Santiago por


carta, al sentir el llamado y saber que era él antes de
atender, marcó su corazón a fuego indígena con una
promesa. En el tono tembloroso de Mariana surgieron
unas preocupaciones mucho más profundas de lo que
Santiago esperaba, ella temía por la vida de sus amigos,
familiares. Según su parecer todo empeoraría y su vida
también corría peligro. De aquí un fragmento.

-¿Santiago?_pregunta gritando al mismo tiempo, sin


saber si realmente es Santiago.
-¡Mariana!, ¡tengo unas noticias!, tengo tanto que
contarte que no aguanto, te parecerá raro, pero tengo la
posibilidad de llamarte, necesito saber como estás, qué
hacés._dice incesante en la palabras, al momentos de
silencio es interrumpido por Mariana.
-¿Seguís en Francia?, no entiendo nada._añade ella.
-Es difícil de explicar y no tengo tiempo ni dinero para
explicarlo por teléfono, así que voy para allá, ¿me
esperás?_dice él con una sonrisa larga.
-¿Qué?, ¿estás cerca?, no me mientas Santiago, no me
has eso, ¿dónde estás?
-¡En Argentina!, en Buenos Aires, cruzo el charco y nos
vemos, tengo algo que decirte, prepara el corazón,
dormí mucho, y tomate algún tranquilizante…
-¡No!, no podés, algo pasó acá que no es bueno, es un
caos, y creo que va a empeorar... no sé cómo de
decírtelo... pero... tengo que decirte que... que ayer
falleció Walter. Quiebra en llanto, entre lágrimas esgrime
unas palabras a un nivel bajo de audición, sigue atento
pero perturbado.-Le dispararon en la puerta del club,

158
Elbio Aparisi Nielsen Ura

nadie pudo hacer nada, junto con él, Mácula, Castell,


Mourelos y otros del barrio. Por favor tenés que
esconderte, porque se pone muy jodido Santiago, tenés
que esperar, perdoname que te diga esto, no es fácil
para nadie, es lo que está pasando acá... es horrible.
-¿Cómo, Pablito, Fernando?, ¿Sebastián?, me estás
cargando, tiene que ser un chiste, ¡no puede ser!,
¿hablás en serio hermosa?
-Me duele en el alma pero es así, no voy a mentirte, no
estamos para chistes, no sabés nada, estarás
enloqueciendo, no pienses, quedate tranquilo, buscá a
algún amigo que tengas ahí.
-¿Los vieron?, es una locura ésto, se está enfermando
todas las naciones, hay que parar ésto, encima ayer
justo estuve en una manifestación, pensé en ellos... no
puede ser verdad... acá están locos, ¿qué mierda pasa
acá?, salgo de un lugar asqueroso me meto en otro. No
puede ser, me estoy cansando de toda esta mierda de
mundo, ¿se ponen de acuerdo, o qué mierda?_ hace
una pausa, se enfría.
-Mirá, acá lo único que vas a lograr es que te maten, por
favor escondéte en alguna provincia, donde no pase
nada, hasta que las cosas se tranquilicen un poco,
andate al sur que es hermoso, prométemelo Santiago,
andá, y no vuelvas._dice, su voz tiembla demasiado.
-¡No!, voy a volver, quiero ver mi tierra, cueste lo que me
cueste. Esos hijos de puta no van a condicionar mi vida,
nadie más que el azar puede matarme, aparte tengo el
pasaje de ferry en la mano, no puedo devolverlo, así que
por la tarde, entradas las siete estoy en Montevideo,
desearía que me esperes en el puerto, pero si no vas lo

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

voy a entender._ dice Santiago, luego corta el teléfono,


enojado por lo que acaba de escuchar, por todas esas
muertes que no comprende.
Redondo, oblicuo, amarillo y brillante, con los haces
recorriendo su circunferencia, el sol calienta las mejillas
de Santiago enfurecido. Parado en la baranda, admira la
belleza descomunal y el interminable piso movedizo
brillante estirando los labios, disfrutando de la vista;
dentro, los sentimientos mezclados de la última llamada
revuelven el estómago, y los nervios lo marean, junto a
la marea. En el interior de la embarcación recorre el
centro comercial sin tasas, para pasar el tiempo elige un
perfume para Mariana, el resto del dinero está destinado
a devolvérselo al muchacho internado, sumado algo de
lo que pueda juntar en el barrio trabajando.
Hora y media de viaje lo siguen mareando, pero resiste
sus juegos, el río suele ser algo más bondadoso, lo que
sucede es que lleva tanto tiempo en tierra firme que un
leve movimiento o pensamiento impuro lo indigesta.
A lo lejos y tras un tiempo prudencial se divisa la costa
de Montevideo, lugar donde Mariana recorría con él de
joven, piensa en sus cambios, en cómo se fue y cómo
vuelve, se siente viejo pero joven. El aire agita su pelo,
su bolsa y el perfume, anuda los perfumes.

////Dos horas antes/////


El tubo del teléfono en la mano de Mariana continúa
lanzando una seria de ruidos incesantes, la llamada ha
terminado, pero ella no lo entiende. Un sonido la saca
de la quietud de los pensamientos, en la puerta principal
alguien toca la puerta.

160
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Es la policía, abra por favor!_dice autoritaria una voz


grave, su alma se encoge instantáneamente.
-¡Ahí va, señores!, recién salgo de bañarme, un minuto y
estoy con ustedes._el instinto la gobierna, suelta los
pensamientos, el miedo está a un segundo detrás, si
detiene su cuerpo cae presa del pánico.
-¡Un minuto!_termina el policía.
Al terminar con la última consonante, Mariana toma su
abrigo y sale por la puerta de atrás que da al patio y sus
árboles tupidos y oxigenantes, donde Santiago y ella
tomaban pavas interminables, hablando de la vida y la
justicia, criticando al poder, esto último más Santiago
que Mariana. La medianera es baja y puede treparla
fácilmente, de esa manera ir directamente al centro de la
manzana, elegir el lugar por donde salir a la calle y
escapar. Ella sabe que la policía no quiere dialogar, ella
es la próxima en atestiguar, y si sale mal o no dice lo
que les gusta oír la matarán como a Pablo, Fernando y
Sebastián, frente a su familia y amigos, sumidos en una
total despedida/humillación.
Sortear las demás paredes no crean mayor obstáculo,
ya que de niña lo hacía casi todas la noches para ir al
río a escuchar el sonido de la olas sobre las rocas. Entre
ropas ajenas y corridas, logra llegar a la calle, repleta de
sudor frío. Su abrigo le facilita el ocultamiento parcial del
rostro, con capucha camina de forma aleatoria por las
calles, a paso aligerado. Recuerda las palabras de
Santiago y de la forma en que se lo dijo. Por esa razón
toma un taxi en la avenida principal (única arteria), y con
sus billetes ahorrados emprende el viaje a Montevideo,
hipotecando su vida a razón de unas dos horas de viaje.

161
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Ella consternada por toda la situación no es capaz de


hablar, mientras que el conductor, como es de
costumbre habla por demás sobre el tiempo, para no
aburrirse o para disfrutar de las desgracias ajenas, lo
cierto es que Mariana mira el cielo por la ventanilla,
buscando una respuesta en su mente, soltando la
ansiedad del miedo y transformándola en una de amor
fraternal. Toca el cuero del asiento, siente, se acaricia
los brazos, mira la ficha plastificada del conductor, lee
letra a letra la marca del radio taxi, vuelve al cielo desde
la abertura en movimiento, baja la ventanilla y deja que
el viento bruscamente haga cerrar sus ojos y disfrutar de
la velocidad, deja su mano a merced del golpe del viento
y juega a que es un pájaros, disfruta. Piensa en Pablo,
Fernando y Sebastián, pero lo que más le preocupa es
Santiago, al final es el último activista sin miedo que
queda con vida, se congela por dentro de solo pensarlo.
Saca la mano por la ventanilla, sus cabellos color
hormiga danzan al compás de su mano volando o
cortando el viento. Ella disfruta de las pequeñas cosas,
de andar descalza por el mundo y no tener ni un gramo
o centígrado de frío. No entiende los males del mundo,
solo de lo que ve en la realidad, no lo que dicen los
periódicos o los políticos, ni siquiera los militantes de
ningún partido. Ella cree en lo que ve y teme por la
creencia de justicia, puede alejarla de su amigo.
El taxi toma velocidad hasta llegar a su máximo, el
sonido del motor es ensordecedor, se marea.

-En la autopista solo se puede tomar las curvas así_


dice el conductor sonriendo. A ella no le importa nada,

162
Elbio Aparisi Nielsen Ura

solo quiere llegar, a su destino y reencontrarse con su


amigo más querido. Mientras el automóvil costea el río,
Mariana retoma esos días de pavas llenas por minutos,
hablando, sonriendo, mirando películas de Trier, Sant y
Linch... los destellos del río la unen a Santiago, lo siente
cerca, la música mental se eleva, tapa todo lo anterior,
las notas del piano comienzan a elevarse y nacen
oboes, triángulos, platos, chelos... y los violines elevan
sus sostenidos hasta el éter, suspira, mueve sus dedos,
golpea el cuero del asiento, sudan sus manos, imagina
las flautas naciendo todas juntas al golpe del plato y
bombo bajo... crea un riff con un órgano de iglesia y
cierra la sinfonía con el agua de las rocas... se siente
una niña. El ensordecedor estruendo del motor a tope es
la base rítmica ahora, sus pensamientos explotan sin
preguntarle, presa de un pánico creativo y la traba de la
memoria puesta como seguro comienza a oírlos y
comprender las palabras que brotan de su inconsciente
para instalarse en su realidad de tránsito moral e
indiscutible realidad enfrascada... aquí un fragmento del
trabajo mental:

En la autopista el alma cae sola,


Cae al pedante mundo del ser.
De los infinitos granos de arena derramada,
nace el dios de nadie, de los nadies.

Sus muertes orbitan la circunferencia celeste clara,


Circunvalan por el límite de la desolación,
deseando que la vida no los encuentre así,
ni sus amigos, ni hermanos.

163
Elbio Aparisi Nielsen Ura

De esas gotas que sudan las piedras,


brota el dolor ajeno,
sin remordimientos en los asesinos.

Sin aislamientos capaces de disuadir a la culpa.

...Y sus almas caen de a millones por la autopista/vena,


los soles no las queman, las aguas de la mar no las
mojan...
...Y ellas solas circunvalan el límite de la desolación,
clamando a cada segundo que la vida no las encuentre,
ni su amor, ni la muerte misma...
...Y la nave de organismos gira estremeciéndose de
dolor, sufriendo una agonía y desesperación abismal, y
las almas por millones caen de la autopista sin conocer
sus existencias.

Pensares poéticos que no olvida, que se mantienen en


su memoria activos, para cuando su mente se nubla e
intenta crear tempestades, salen, brotan como hierbas
buenas o de luz para esclarecerlo todo.
El taxi ingresa al puerto, ella no siente las piernas de los
nervios, intenta recordar el rostro de Santiago, pero solo
los ojos flotan en su nebulosa confusa y atiborrada de
palabras que se confunden en las cosas, letras que se
reposan en la mano en movimiento del conductor o en
sus cabellos. Paga, suelta el dinero, la plata, la
etimología de la última hace honor al recordatorio
popular de la conquista, los blancos contra los indígenas
¿negros?

164
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El ferry toca tierra, lo amarran por seguridad, tiran el


puente y los viajantes comienzan a descender con la
precaución de reconocer que el agua es su peor
enemigo ante el fuego y las inclemencias climáticas. Del
otro lado una multitud aguarda la llegada de sus
familiares, amigos, están todos festejando el supuesto
bienestar, algunos transmitiendo las muertes recientes
sofocan el fulgor de la alegría por el de estupor y
resignación ante la verdad que no se puede tapar con
nada. Algunas madres de negro están lloriqueando
sentadas, por momentos aullando de dolor al emerger a
la realidad las manos de sus almas queriendo escapar.
Otras riendo evaden el sentimiento abrazando a sus
hijos hasta llegar a la estrangulación. Entre la multitud
que parecía no albergar la embarcación Santiago alza
su cabeza por arriba de los demás (aprovecha su
altura), para buscar fervientemente la sonrisa de
Mariana, lo hace incesante, con sus últimas fuerzas que
le permiten aguantar el dolor de sus gemelos al hacer
punta de pie, deseando encontrarla, sintiendo dentro de
su corazón que ella no lo espera, caen dos notas por
sus ojos, no las oye. A paso de hormiga, investigando
todo lo que lo rodea, nuestro amigo respira hondo, toma
una porción de todo ese aroma para él. Se aleja de la
muchedumbre, toma unas rocas, las lanza al río, mira
como pica varias veces sobre el agua, ríe, se propone
un reto, hasta llegar a los tres piques no sigue
caminando, sonríe como un niño y a la primera lo logra,
se agacha toca el agua meciendo sus dedos como en
un cuerpo bañado en deseo, la siente tibia, deja correr
una lágrima por la tierra que ama.

165
Elbio Aparisi Nielsen Ura

No muy lejos Mariana baja del taxi, tras abonar el dinero


correspondiente al conductor. hace cuentas con el reloj,
está atrasada, pero nota que la gente sigue agolpada,
todos abrasados y llorando, supone que no es tarde.
Huele a tristeza y alegría, un sabor agridulce de llegada
y despedida, un punto escalar de dudas. Su estómago
va a explotar, se pregunta si lo reconocerá, pasó tiempo
desde su huida, tiene miedo, un sentimiento se asoma y
no sabe por qué se presenta justo en estos momentos,
pone su mano sobre el abdomen y busca mordiendo su
labio inferior. A lo lejos divisa a una persona sola, entre
las rocas, tirando piedras como un niño, la extrema
delgadez lo sitúa entre pocos, automáticamente su
ansiedad se detiene como un reloj sin números, sonríe
porque lo reconoce y corre a su encuentro feliz, sin
pensamientos, pero sigilosa, ella lo va a asustar y no
quiere arruinar la sorpresa. Pasa entre la gente y sus
fervientes saludos familiares de regreso, sobrepasa
algunos árboles y se esconde detrás de un tronco a
observar a su amigo, mientras, se quita los zapatos que
le aprietan y le molestan (como siempre). Santiago sin
saber que es observado continúa lanzando las piedras a
los brillos que se apagan paulatinamente, lentamente y
por partes se recuesta entre las rocas pequeñas que
funcionan como playa y mira la compleja paleta de
colores que lo devuelven a una instancia de felicidad y
nuevos anclajes, el naranja, celeste y negro asomando
lentamente lo amarra al puerto, siente dejar su alma en
la playa. Detrás, cual gato Mariana se acerca, sin hacer
ruido alguno, siente un sonido raro que emerge de
Santiago, siente en su corazón que él llora, acelera el

166
Elbio Aparisi Nielsen Ura

paso y tapa sus ojos, de pronto la fuerza atractiva la


devuelve a un estado de había olvidado por rabia en
aquél pasado lejano pero instantáneamente cercano.
Santiago siente el frío de la manos de Mariana en sus
ojos, conoce sus extensiones perfumadas, las medidas ,
al tacto, como son al ponerse frías y hasta como las
dispone sobre los ojos cuando juega. Santiago gira su
cuerpo con una paz inigualable, ella se mantiene en la
sorpresa, tapando sus ojos, el miedo se instala
nuevamente, lo huele, siente su espalda contra sus
pechos, él la deja ser libre como una hoja en otoño
aunque se muere por abrazarla y contarle todo lo que
pasó allí fuera, pero ríe, ella no hace ruido alguno, se
contiene, Mariana tiembla por no tener palabras, lloran
en silencio por creer que el milagro de la vida lo
devuelve con ella, todos los recuerdos se presentan
ante sus ojos internos mientras mira el río y gime por
primera vez ante su amigo. Al percatarse, Santiago toma
sus muñecas con cada mano y las retira lentamente
hacia los laterales, algo lo envalentona, quizás percibe
la timidez de su amiga o un mensaje interno que no
necesita de palabras. Sus ojos se destapan de a poco y
el rostro de Mariana se descubre girando ante él como
un trébol en el bosque, casi imposible de mirar dos
veces, se pregunta si es un sueño.

-¿Es un sueño?_gimotea por lo bajo, al fin externaliza


sus sentimientos.

Se echan a saltar, gritar, llorar, hablan los dos juntos, se


quieren decir millones de cosas, pero solo se abrazan y

167
Elbio Aparisi Nielsen Ura

lloriquean, entre más abrazos y besos de mejilla en


mejilla hasta que rozan sus labios por la casualidad o
falso descuido, y algo en el estómago de los dos por
igual, dice- ¡alto!_ se estudian unos segundos y sonríen
acabando con las preguntas y encontrando respuestas
vuelven con los ojos cerrados y por el efecto del imán en
el clavo, a besarse sin control ni mediciones morales. Se
tocan sus ojos, las cejas, no lo creen y los abren
sonriendo, asustados por lo que hacen, de repente,
como una voz en la noche mantiene al naufrago vivo,
nace un susurro de Santiago, unas palabras que lo
tatuarán por siempre y hasta el final.

-Te amo... te amo Mariana, desde que no piso esta tierra


sufro por no tenerte cerca, me confundía pero ahora sé
que nada fue una ilusión, interpreté cada segunda
palabra perfectamente y me siento feliz de haberme
mantenido con vida._ ella admirada por la confesión
asiente mientras sigue besando las comisuras del labio
inferior de Santiago evitando respuestas apresuradas,
disfrutando de un acontecimiento que resultaba
imposible tiempo atrás.
-¿Entonces?_ rompe la quietud de las pequeñas olas en
entre las piedras melódicas.-... quiero decir, ¿me
amas?_ le pregunta temeroso, en voz baja y quebrada.
-Eres... Santiago, han pasado tantos atardeceres...
¿sabés?, el río... ese río que nos tiene enamorados...
ese río me escuchó miles de veces susurrarte... te amo
Santiago Valles... te amo y no sé como traerte._ rompe
en llanto espasmódico, se recuestan y se callan para
hablar con el pasado por unos minutos.

168
Elbio Aparisi Nielsen Ura

La noche toma a Uruguay, ella se defiende con las luces


artificiales, la playa se ilumina poco a poco, el sonido
base del río se intensifica con la marea. Las palomas
posan en la escollera, todas juntas cantando para ellos.
Un pájaro rojo carmín en una rama observa como se
besan sin descanso Mariana y Santiago. Las estrellas
parpadean, todas, toditas. La luna comienza a temblar
sobre los brillos de plata, los árboles agitan sus ramas y
el ave canta lo que aprendió con Carlos su maestro, que
por estos momentos lo anda buscando por la casa,
preocupado. Tierra, rocas, aves, canto, brillo, te amo,
¿me amas?, te adoro, que yo más, ¡no, yo más!, la
felicidad se asoma, quizás en un instante inmaculado
que perdurará para siempre o en un sello revividor.

169
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pre- 29

Dícese de inconsciente.

En el lenguaje corriente, el término inconsciente se


utiliza como sustantivo para designar el conjunto de los
procesos mentales que no necesitan depender de una
prioridad, pues o bien no son relevantes para la tarea
que se está desarrollando o porque ya tienen un camino
establecido que atiende a esos eventos de forma
automática, por lo que no son pensados en un estado de
consciencia. También se puede emplear como adjetivo,
con una connotación peyorativa, para hablar de un
individuo irresponsable o loco, incapaz de dar razón de
sus hechos y gestos. Aunque cualquier apreciación
resulta incómodamente escasa ya que no puede crearse
artificialmente mediante el método científico.

170
Elbio Aparisi Nielsen Ura

29

Lunes, 21 junio.

Lupho ya Instalado en una casa de tres ambientes,


cuadros de remeros y paisajes horrendos, descansa en
una de sus amplias habitaciones, aguardando las
benditas respuestas del correo. Su código (acordado
con el señor del correo, una tarde de té sin galletitas)
pertenece al acertijo clásico, un timbre significa la
edición y una infusión de té para festejar, dos claro está
que no es bueno. Durante meses Lupho escuchó, sin
salir a atender a su amigo, los dos timbres que no
cesaban, las desilusiones comenzaban a alejarlo de su
objetivo, aunque la llama creativa se encendía por ira o
proyecciones perfeccionistas injustas. Pasados tantos
meses no supo de nadie que tocara el timbre dos veces,
y ni que hablar de una vez. Sus amigos bien adiestrados
tocan tres al querer visitarlo, pero evaden ese tema.
Después de tantas condenas personales y de noches
frías tuvo que integrar a la consciencia la palabra que no
quería ni leer en periódicos. Destrozados sus deseos y
objetivos, aislados de sus futuros fantásticos supo que el
fracaso tocaba a tu timbre interno, y que no había nada
que hacer, entendió que el tiempo y su alma no
correspondían, sus manos no alcanzaban los sueños y

171
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pesadillas, la resignación lo envolvió con un manto de


paz que lo alejó por completo de sus cavilaciones sin
sentido y se abocó a leer novelas históricas para pasar
el tiempo entre guerreros y princesas mal heridas.
La variable no pesó en su espalda hasta que un lunes
por la madrugada, entradas las tres, más o menos
minutos.
-¡Ring!_ será un sueño de gloria, o una aproximación
auditiva de lo más falsa._reformula la pregunta que flota
sin rumbo en la oscuridad.-¿Un timbre? El silencio se
apodera de su mente, la atrapa, la enjaula. Duda y hasta
intenta volver a dormir plácidamente, descartando la
posibilidad de que la realidad sea ese sueño que tanto
anheló y que dejó en manos del azar, esa máquina
invisible que lo controla todo. Pero la duda persiste, la
curiosidad del gato nace, duda pero por un momento
sonríe, aunque luego reincorpora la negativa ante sí. Sin
gana alguna de erguir su cuerpo y caminar por el piso
frío de la sala a oscuras, Lupho bajo el hechizo de la
duda se para de pies, toma un bata de baño para tapar
los aires de la noche y decidido se dirige a la puerta
principal. Callado, abre la mirilla, rasca su ojo derecho,
lo refriega nuevamente, vuelve con la mirada del lince a
intentar encontrar algo o alguien en la entrada y con un
temor oculto pregunta.-¿Quién es?, aumentando el
chorro de voz por sí acaso, por el solo hecho de
descartar posibilidades pesimistas y volver a la cama
caliente a dormir y soñar con novelas mentales.
-¡El correo, señor Lupho!, le dije que el día llegaría, su
obra lo vale._dice el del correo agitando la carta abierta
por él mismo, Lupho medita, y cae en el único timbre.

172
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Son las tres de la madrugada y odio las bromas


pesadas, por favor quien sea de mi gente, pagarán por
algo de tan mal gusto._Exacerbado Lupho penetra la
llave en la cerradura para ver quien es el bromista,
quiere verle la cara.
Parado frente a la puerta, con el frío intenso de la noche,
el cartero mantiene su alegría y el sobre a la misma
altura de su rostro, agitando el contenido, enseñándole
que todo es verdad.
-¡Alfonso!, ¡sí eres tú realmente!, pero ¿qué haces a
estas horas, por aquí?_pregunta Lupho olvidando el
sobre, su contenido y la noticia.
-¡Señor!, ¡la carta me ha llegado a última hora!_ le
entrega el sobre. -Me encontraba en Roma, trabajando
en la central del correo y..._ Lupho mira el sobre, lo
abre, lee mientras asiente con la cabeza, como si lo
oyera realmente, se aparta de la realidad, su cuerpo se
adormece en movimiento. - ...no pude contener las
ganas de que usted tenga la verdad, rápido. Yo sé todo
lo que sufrió todo este tiempo intentando en toda
Europa, recorriéndola_ se acerca, lo felicita, lo abraza
fuerte, aleja su rostro y dice. -Pero así son las cosas,
aquí en Anzio está la suerte, el amor y la esperanza.
¿Quién iba a decirlo?, estoy muy feliz por usted señor,
mi excitación no me dejará dormir, disculpe la hora, con
todo esta alegría no me he percatado de la hora, lo
lamento.
-¡Faltaba más!, me trae la noticia más grande de mi
vida, ¿y yo debo enojarme con usted por la hora?_
Alfonso sonríe cómplice. –¡Venga, entre que me cambio,
hay que festejar, primero, como prometí la infusión de

173
Elbio Aparisi Nielsen Ura

té!, luego unas copas en la trattoria, que amable es, ¡si


encima se disculpa!, es increíble, no lo puedo creer
Alfonso, perdone usted mi mirada esquiva y mis
torpezas pero todo esto es muy fuerte._entran en la
casa, el cartero lo espera en la cocina preparando la
pava con agua hirviendo, Lupho se cambia rápido de
ropa, mientras lo hace por su mente pasan esos
momentos en la casa, cubierto con el plástico
protegiéndolo de los gérmenes, de los insectos y de
todo lo que temía. No olvida esas noches de amor con
Carla, ni las discusiones con Santiago en las cuchas, en
la cocina. Mira su mano derecha, tuerce la muñeca y
mira la palma, los nudillos, y los toca, sintiendo la dureza
en ellos, por los golpes en la pared para comunicarse
con Carla y Santiago mientras escribía. Agradece por lo
bajo, como si ellos lo mirasen en la felicidad de su
madrugada estrambótica.

4:00 AM, sudada, con un mareo de mil resacas, Carla


vuelve su cabeza al lateral de la cama, vomita la
comida, líquido y tose cinco veces seguidas. Camina
directo al baño como puede, chocando lo que se posa
en medio del trayecto, la oscuridad es parcial, un letrero
en la parte superior del edificio tiene unas luces de neón
que iluminan algo, la luz llega por momentos, lo cual la
marea aún más. Sobre el lavabo apoya sus codos, le
duele el gesto pesado y dormido, tapa sus ojos, respira
hondo. Vomita nuevamente, las contracciones en la
panza por el esfuerzo de su garganta para escupir los
desechos le duelen mucho. Se deja caer por fuerza de
la gravedad sobre las baldosas frías del pequeño baño.

174
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Acurrucada en posición fetal se mueve todo su cuerpo


retorciéndose por momentos. Nadie puede ayudarla,
ninguna persona sabe de ella, ni de su paradero, sabe
bien que está sola, es entonces que añora esas
enfermedades de estación, recuerda sus primeras
gripes. Como su padre y madre la contenían y
entretenían cada segundo de su reposo en la cama. Oye
por lo bajo en su mente, la voz distorsionada de su
mamá leyendo un cuento de Cortázar, y llora por la
niñas y el chico del tren. Comprende el amor, tosiendo,
preguntándose porque le toca estar sola en la vida. Con
la fuerza que le resta a todo su organismo se levanta y
toma el tubo del teléfono rosa, en el velador rosa, disca
al hospital (recuerda lo bien que hizo al apuntar los
teléfonos de emergencia). Una ambulancia llega al
departamento a los minutos del llamado, ella está tirada
con un episodio en el piso del corredor. La puerta
resuena en todo el ambiente, pregunta por la
emergencia, al no oír nada destrozan la puerta con
ayuda de unos bomberos fuertes y bien parecidos. La
recuestan en una camilla armable y la trasladan al
hospital de Akranes (isla). En la sala de cuidados
intensivos reposa unas horas, durante el periodo de
somnolencia le tomaron muestras e hicieron estudios. Al
despertar horas más tarde dos médicos y un enfermero
la miran extrañados, con gestos de pregunta, el imán
que desprende su alma los mantiene un buen rato
atrapados en su perfección áurea y de revelación.

-¿Qué pasa?, ¿Qué hago en un hospital?_pregunta ella


mirándolos también extrañada, más bien horrorizada.

175
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Usted habla dormida, la escuchamos decirnos un


número a cada uno de nosotros, como si nos viera_ dice
el enfermero, los doctores continúan petrificados.
-Sí, es lo que suelo hacer, pero no estoy consciente, en
verdad me siento muy cansada como para hablar_ dice
ella con ojos cansados.
-Descanse, luego hablamos_ se retiran los doctores y el
enfermero, se detiene el rezagado en la puerta, la mira,
niega y asiente, sigue en trance.

En el corredor.

-Me ha dicho el 6, ¡es el número que veo en todos lados


siempre!, ¿cómo pudo saberlo?, esa mujer tiene algo
raro, no es posible._confuso toca el hombre del doctor
para que no continúen caminando.
-Puede ser una fijación, aunque el número que me dijo
son mis hijos, tres hijos tengo, la casualidad o las ganas
de que sea especial fuerza la estadística._replica el
doctor mirando cómplice a su ayudante.
-Esa mujer tiene algo especial, no me lo pueden negar,
ha sido lo más extraño que he vivido... no puedo ni
respirar._ se alejan a paso lento, las luces automáticas
se apagan, alguien las enciende desde la otra punta,
sus zapatos chillan molestos por el suelo encerado.

Carla duerme, plácida, como niña, al despertar se


encuentra que es de madrugada, decide pararse de pies
y caminar por el hospital, se siente algo más segura. En
los recovecos del establecimiento, encuentra una
terraza con vista al mar Tirreno, suspira para variar,

176
Elbio Aparisi Nielsen Ura

enfoca su visión en las estrellas, aquellas que vieron en


tiempos del paleolítico sus antecesores, al igual que ella
trazaron un mapa astronómico en cuevas y huesos
representando con una perfección moderna cada una de
las figuras. Apoyada en la baranda de la terraza, piensa
y admira al mismo tiempo la mar y el éter, para ser justa,
conoce sus antiguas envidias. Cavila sin proponérselo
sobre su existencia, pretendiendo una explicación a su
mal, mal de ojo o de culebras, observa tranquila y sin
dolores la oscuridad levemente amansada por las luces
de la ciudad y olvida a las estrellas centelleantes.
Respira y deja que el tiempo fluya, en realidad se olvida
de él, así viene el sol y sus haces, los pájaros y sus
cantos y el arribo de veleros. Un frío la recorre por la
nuca y decide volver a su habitación del día. La imagen
de los doctores anonadados por su talento combina
parte del recuerdo y el pasado inmediato transformando
los rostros de esos salva vidas con los de Lupho,
Santiago y otro. Al recostarse nuevamente, uno de los
dos doctores abre la puerta, le sonríe, busca entre unos
papeles de la carpeta, han pasado otras horas, el sol
comienza a comer los misterios de la oscuridad para
rellenar la realidad en una fácil y táctil ofrenda visual.

-Voy a ser claro, usted conoce su enfermedad, es decir,


la padece desde hace tiempo_ vuelve a agitar la carpeta
en busca de un papel, parece nervioso, al menos eso
percibe nuestra amiga.-Tengo la obligación de internarla
bajo la observación continua de nuestros mejores
profesionales, es vital que continúe aquí un buen
tiempo._una gota de sudor cae y recorre su frente.-

177
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Sabemos que no podemos retenerla si no tenemos un


familiar que firme los papeles de internación, como
usted es un caso especial, debido a su informe…
-Doctor, mi enfermedad la padezco desde hace mucho
tiempo, deja de importarme su intención, yo sé que no le
importa si muero o si sigo con la enfermedad hasta el fin
de mis días._ Carla eleva el tono, se acomoda en la
cama, sentada ahora continúa. -Confío en sus
habilidades como profesional, pero no puedo dejar que
me internen, tengo una vida y algo allí fuera me llama...
me obliga a buscar_la interrumpe el doctor.
-Dos vidas, querrá decir._dice él dejando caer un gesto.
-No, tengo una vida y puedo sola._replica ella.
-No entiende, es duro, pero tiene que saberlo, Carla
usted está embarazada y tiene dos meses de gestación
el embrión_ añade el doctor como quién recita poemas
en una tarde de otoño en algún bar de almas perdidas.
-¿Cómo?, ¿qué?, ¿de qué habla?, ¿un hijo?, pero no
puede ser, yo estoy, hace tres meses aproximadamente
que no tengo relación con ningún hombre, no puede ser,
es imposible._dice tratando de convencerse.
-La razón de su internación es por la salud de su hijo, no
podemos dejarla sola, al tener un episodio y detenerse
todo el sistema por horas, mataría al bebe. Debemos
tener control absoluto los siete meses restantes, luego
usted decide, al final lo que la espera allí fuera puede
seguir esperando, lleva mucho tiempo sin saber que es,
no serán años, proteja esa vida por favor._determina el
doctor, le acerca el papel que buscaba en la carpeta
junto a una pluma.-Firme aquí, entienda que solo es una
formalidad, confío en que haga las cosas bien, tengo la

178
Elbio Aparisi Nielsen Ura

leve impresión que no tiene a donde ir._ella se remite a


acercar su mano lentamente, el estupor la gobierna,
mientras el doctor la ve firmar el documento, le extiende
la mano.-A partir de ahora tendrá un médico y un amigo,
estoy para lo que usted desee._gira en dirección a la
puerta, dos pasos, y se detiene.-Mi nombre es Giovanni,
hasta luego Carla, ha sido una sabia decisión.
Le parece apuesto, hace tiempo que no tiene el corazón
activo, igualmente Lupho persiste en sus pensamientos
y recuerdos, Santiago solo es ese alguien a quien ama
por momentos. Piensa, que será de sus vidas, como
correrán sus destinos, aturdida no medita sobre la
paternidad simplemente llora. Los veleros reaparecen, le
parece una vida distinta, sus ojos han cambiado, hilvana
los hilos oscuros del futuro haciendo y deshaciendo
probabilidades, le aterra no tener con qué afrontar el
nuevo camino.

La paz llega con los ojos de una niña.

179
Elbio Aparisi Nielsen Ura

30

El amor puede según dicen esperanzar una vida, darle


un sentido o extinguirla en un suspiro. Algo de esas
afirmaciones hay, algo de los dichos por algo se
sostienen tan fuertemente sobre el tiempo colectivo
alarmando al resto, advirtiendo como manos señalando
los senderos correctos, indudablemente una porción de
verdad poseen ya que la base de la experiencia es la
que evoluciona naturalmente. Nuestra vida conoce todas
las variedades de la confusión, contiene la leve
seguridad, de aprender del azar, de los clavos del
martillo roto o del imán que me atrae. Santiago enfrenta
a la vida que lo domina de esa manera, golpeándose,
golpeando, clavando los clavos de madera y hierro en
los corazones. Es un guerrero invisible con cuerpo de
animal, tiene el fuego inagotable e instintivo de un león
en el coliseo aguardando degustar carne humana.
De Carla queda el tiempo, la reforestación del bosque
de esperanzas y sobrevida, mantiene claro su instinto,
cargando sus momentos de esperanza en la columna.
Robert dejó el servicio, viaja por Europa deseando
encontrar a un amor verdadero, mientras tanto vive de
alcohol y añoranzas, de masturbaciones y fantasías

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

reales, de situaciones arbitrarias, Santiago no se escapa


de su mente.
Alguien se olvida de Lupho y este no le grita, solo
camina por el sendero bifurcado de la vida o su vida.
Quien dice "El que a nadie ama, me parece que por
nadie es amado”, entiende que la soledad es fruto de
esas neuróticas tardes de encierro en un cuarto oscuro y
húmedo.

Miércoles, 23 de noviembre, 9:00AM.


Italia, Anzio.

La sabana y el acolchado cubren entero su cuerpo,


sueña, suspira y vuelve a soñar. Encuentra es su medio
mundo una red de inacabables ocasiones donde vivir sin
necesidad de nadie. Ve a su madre, a su padre, un
columpio, una cama pequeña. Rejas de color rojo,
banderas de Francia, una casona harto copiada en el
barrio harto copiado. Las nubes se pintan solas de negro
oscuro, una ventisca fría recorre la casona. La ropa
tendida en la soga se agita y da giros de miedo, el
zumbido de los árboles se eleva, nace una sinfonía.
La cama se mueve sola, o por el viento. La madre grita,
clama por él, un agujero abre todo el piso de la
habitación de lupho (muy pequeño). La cama tambalea
al extremo, los oídos le zumban, tiene calor, se asoma
por el lateral izquierdo y ve el agujero atravesar la tierra,
del otro lado, muy lejos unas caras y unos sonidos raros,
cortos e inentendibles. Grita con las dos manos en su
boca para elevar el eco y llegar más lejos. La madre

181
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pide por Lupho, el padre reposa en una mecedora


leyendo un libro, aislado de cualquier realidad aparente.
Se para de pies Luphito, no mide más que el muñeco
Mario baracus. Dos pasos, mucho miedo, algunos gritos
de mamá, aumenta la sensación de encierro, se ahoga.
Su papá leyendo, meciéndose haciendo más ruido,
meciéndose más rápido a cada segundo. Un perro vuela
en la calle, lo ve por la ventana, el viento mata gente,
vuela automóviles, destruye casas. Del otro lado del
hoyo, una voz, él siente que lo llaman, sigue parado,
mirando el hueco firme, tiene un muñeco en su mano,
paree un gato negro con blanco. Mamá grita, intenta
saltar, Lupho se deja caer tomando una velocidad
acelerada a cada metro de caída. La oscuridad, el viento
en el rostro, un maullido, dos gritos cortados por la
distancia.

Uruguay, Montevideo.

Los brazos enlazados, con un ojo cerrado el otro


mirando la mar, viendo como éste se esfuerza en comer
tierra y arena, incluso piedras para ganar el territorio
perdido hace miles de millones de años. Mariana
duerme complacida, la noche fue larga, los suspiros muy
largos. Las estrellas, los aviones volando con sus luces
apuntando al frente. Las personas los miran al pasar,
hay gente que recorre la playa por la mañana buscando
la paz de un sicótico, se oyen sus palabras en susurros
viajeros. Las nubes cortan la luz y dibujan sobre la
superficie dominada por los humanos, el río se enoja de

182
Elbio Aparisi Nielsen Ura

a ratos y las embarcaciones siguen llegando buscando


amarre, al igual que los padres y hermanos llorones un
amarre sentimental. Santiago tiene la paz que deseaba,
su alma se mina de amor como un virus, la esperanza
florece sin que se lo proponga, la sonrisa brota sin
motivos. Alguien se acerca y pone en alerta a nuestro
amigo, el inavasor los estudia, los rodea al paso, sin
descubrir que Santiago tiene un ojo abierto, las manos
del niño posan tranquilas y unidas en la espinilla, detrás
de la espalda, palpa en silencio, maravillado. Circunvala
los dos cuerpos recostados, se agacha y respira fuerte.
Su ojo lo investiga, como actúa, es algo petiso, tiene un
ojo negro y duro, el otro de color celeste que se mueve
buscando una imagen clara. Lo tiene en la mira, lo
quiere asustar, él está feliz.

-¿Qué haces?_dice con la voz más grave de lo normal.


-¡Nada!, nada, solo estaba mirando señor, perdón. Vine
porque creía que había pasado algo, descubrí que su
ropa está tan rota como mi cama de cajones de
mandarinas._dice el niño, seguro de lo que habla, con la
verdad por delante para no malvivir.
-Tiene mucho andar, mi ropa viene de la guerra, de un
accidente, de avión y barco._le comenta Santiago.-
Sentate, vení, no tengas miedo, que raro un nene solo,
¿por qué nadás solo?_pregunta acomodándose un pelo
en el ojo abierto, el otro lo deja cerrado para hacerle
creer a Mariana que duerme.
-Yo hago lo que quiero, vengo siempre a la mañana a la
playa. Por que me gusta ver el río._mira en dirección a
los veleros, se queda unos segundos inmóvil, vuelve la

183
Elbio Aparisi Nielsen Ura

mirada a una ramita que tiene en la mano.-A mi me


gusta andar por todos lados, ¿vio la gente que llega?,
para mi que vienen de vacaciones de alguna isla._mira
la ramita.-A mi me gustaría andar en barco, pero mi
mamá me dice que no puedo, entonces vengo a ver el
río que es lo mismo, cuando sea grande me voy a
escapar.
-Me recuerdas a un niño que conocí, ¿tomás algo, con
nosotros?, ¡mirá ella!…_ señala a Mariana durmiendo.-
Ella es mi esposa y nos encantan los niños buenos
como vos, ¿venís?_ se atreve a mentir.-No tengo ningún
problema en que vengas con nosotros a un café._estira
el brazo derecho que abrasa y se sienta, mira el río, los
dos miran el río. Sin darse cuenta, la postura es similar.-
Sabés, yo era como vos, caminaba siempre por la playa,
iba a la plaza a saludar al calesitero y me dejaba unas
vueltas gratis, por amigo._siguen en la misma postura,
sentados, las piernas a medio flexionar y las manos
apoyadas sobre las rodillas.-¿Te gustan, las calesitas?
-Acá no hay más calesitas, las sacaron hace mucho
tiempo._contesta el pequeño.
-¿Cómo te llamás?_ pregunta intrigado.
-Martín de la Serna._contesta sin preámbulos.
-¡Qué nombre!, ¡tiene mucha presencia!, no lo olvidaré
jamás._Martín aprieta sus labios en un gesto de orgullo
con hombros elevándose.
-Me lo puso mi mamá, ella leyó una novela de Sábato y
le encantó el nombre, dice que soy parecido._Santiago
sacude el brazo estirado de Mariana, ella pide un rato
más de sueño, la sacude más fuerte, despierta, mira
extrañada al niño, se pregunta quién es, reformula y

184
Elbio Aparisi Nielsen Ura

verbaliza.-¿Quién es?_frunciendo el ceño, aflojando los


músculos facialesy bostezando a la vez.
-¡Martín!, se llama Martín de la Serna, es de aquí,
Montevideo._Ah, bueno, perdoname chiquitín estoy
dormida todavía, ¡hola Martín!_le dice sonriendo.
-Hola, señora_ responde con timidez, como si las
mujeres le impusiesen más respeto que los hombres.
-Podés llamarme Mariana, y no muerdo_ levantándose
con pesadez de la cama de mentiras que Santiago hizo
con la campera de ella.-¿Qué planean?_ se pierde la
pregunta, los tres recuerdan entre nervios.

Oscurece y comienza a soplar el viento, las velas de


algunos barcos se hinchan, el vaivén de los veleros
enseña una danza sincronizada en el río, se oyen
nuevos llantos y gritos. Ellos, los tres suben a la calle
costanera, pasean por el centro, durante unos minutos
de frío y entran a un bar en donde las borracheras y el
juego conviven en armonía. Piden tres cafés con leche,
degustan las medialunas, responden las mil preguntas
del niño de tres años, le cuentan a Martín sus vidas y
peripecias, él funciona como el espejo, oreja y ojos
ciegos de inocencia.
Un baldazo de agua nubosa, riega la cuidad, los barcos
se sacuden fuertemente, el cielo se ensaña, parecen
hojas de papel colgadas a la intemperie. Mariana se
sienta aislada de todo, cubierta de esa seguridad de una
casa o un bar con amigos, Martín disfruta de ellos sin
conocerlos, es decir, conociéndolos. El último sorbo de
café lo da Santiago con la punta de la medialuna mojada
en leche. Martín comienza a llorar mirándolo.-¿Qué te

185
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pasa Martín?_ preguntan Mariana y Santiago alarmados


y en simultáneo.
-Nada_ y calla cerrando los ojitos, su pelo lacio cae en
su frente de dos dedos, toma una mano y la toca con la
otra, juega, ellos no dicen nada. Santiago busca la
complicidad de Mariana con la mirada, pero no la
encuentra, ella llora por lo bajo, sintiéndose Martín por
un instante.
-¿Tu mamá te cuida?_ formula la pregunta tras
percatarse de la locura que era dejar a un niño tan
pequeño expuesto a los desconocidos males que
inundan las ciudades.
-¡No!_responde.-Me deja ir por la calle, a veces me hace
trabajar en los colectivos, y cuando quiere me manda a
la escuela.-Me odia._tembloroso termina las últimas
palabras.
-Tu mamá no te odia, es imposible._ Martín se pregunta
como es posible que un niño de tres años tenga tanta
lucidez, recuerda los obstáculos de la vida, lo pequeño
que le pareció Martín hace unas horas y lo enorme que
le parece ahora, según Abeitia el hombre se mide por lo
que transmite, la grandeza de un pigmeo está en su
inteligencia y sensibilidad, no en su estatura.
-Es posible, pero ya es costumbre, me odia como soy,
dice que soy feo, ni me interesa estar en mi casa _juega
con la ramita de la playa. -No la odio, la veo enferma,
me olvido, no es una mala mujer.

Martín guarda las lágrimas, los insultos, toma aire mira


la ramita la explora como si no la conociese, con su
mano derecha la pone en frente al ojo estático, y la mira

186
Elbio Aparisi Nielsen Ura

con el bueno, juega. Afuera la lluvia azota la costa, hay


palmeras flexibles y autos mojados esperando dueños
de dinero y ratas. Santiago bosteza por el sueño
acumulado, friega sus párpados y busca el abrazo en
Mariana, Martín y la ramita sentados, sin ruido ambiente,
ni muertes sufren por aquella pequeña y gran alma. Ella
quiere hablarle, decirle mil cosas, pero no tiene las
ganas de hablar, le duele la espalda de dormir
incómoda, tiene en un pie una lastimadura que no la
deja en paz y prefiere no llenarle de más problemáticas
al pobre niño.

-A mi no me gusta nada de lo que creen, tengo ganas de


meterme en el mar a nadar, por ejemplo_ el niño rompe
el silencio.-Estoy harto de las personas que no hacen lo
que quieren. Todos los días veo a mi mamá odiándome
y le digo que se vaya a un lugar a ser feliz y que no me
moleste._ añade sin pestañear, como un Peter Pan de
costa uruguaya.
-Mirá tenemos que irnos, pero sabemos que la playa es
tu lugar, cuando necesite verte voy a venir, no lo olvides
nunca, desde hoy somos amigos, buenos amigos_ dice
Santiago en plural y en singular.
-Como quieras, yo sigo acá, vas a volver_ contesta
despreocupado Martín.

La lluvia no cesa, los vientos aumentan, pero alguna


necesidad de encontrar la pasividad mueve los cuerpos
adultos de Santiago y Mariana. Martín saluda cuando
abren la puerta de vidrio, siente el nuevo aire con olor a
mar. Su ramita queda en su mano inquieta por sus

187
Elbio Aparisi Nielsen Ura

movimientos, posando, incrementando el valor en su


mente, como la hacedora de la suerte y el destino.
Martín no tiene amigos, el amor lo posee de pequeño,
tiene la sabiduría de quien forja su vida en la negatividad
de los sucesos. Duerme de noche desde temprano,
porque no quiere desaprovechar la luz del día, porque
puede realmente disfrutar de la vida sin presenciar la
deplorable presencia de su madre.

188
Elbio Aparisi Nielsen Ura

31

En los constantes roces del agua salada, reinante en el


mundo, unas almas piden clemencia. Se trata de
alemanes, italianos, americanos, ingleses, hablan de la
segunda gran barbarie. Nadie contempló tanta
desdichada traición, como los habitantes de la costa. De
1944, en los fríos ataques, pocos logran recordar la
verdadera cuestión mundial. Del clímax de una ola,
emergen suspiros ahogados en balas y H2O. Entre las
nubes de polvo que genera una gran maquinaria y el
sabor del aire, Lupho cuantifica, el suceso, las muertes,
las clasifica en órdenes de edades, recuerda cada libro,
diario, foto de los ataques en la costa. No es por el
mediterráneo, ni por las pastas (injerto acertado de
Marco Polo) que convive con la historia italiana. Desde
Francia su anhelo fue Italia y el romanticismo, el renacer
de las artes y el fruto de la peculiar forma de degustar la
energía alimentaria. Italiano por gusto, goza del logro
impensado. Recorre la bella vista mediterránea, hunde
sus pies descalzos en la arena enfriándolos, disfrutando
de los retorcijones del estómago. Algunas canoas
vuelven de la pesca, unos pescadores venden al mejor
postor la carne marina. En el muelle de madera
irrompible presencia el alba.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

///Algunos gritos de mamá. Papá leyendo, meciéndose


haciendo más ruido, meciéndose más rápido. Banderas
de Francia agujereadas, una casa de harto copiada en
el barrio harto copiado. Mamá grita, intenta saltar.///

-¡Mamà!_desesperado vuelve a la conciencia. Refriega


sus párpados, como cansado de los sueños de pleno
día. El muelle irrompible sigue soportando los golpes
constantes y destructivos de la mar. Las nubes, el negro
suave que se funde en ellas, desata una leve caída de
gotas de agua, Lupho las recibe como al oro los indios
de la América devastada por la muerte indiscriminada y
plagas de bacterias Europeas, es decir, con inocencia.
Friega su rostro, imitando el gesto común del baño de
cada día. No tiene derecho a reír, por sus golpes. Mira
su puño cerrado y recuerda cuando hacia fuerza para
destrozar el rostro de Santiago, cada vez que suponía
de Carla lo peor. Mira el mar, las canoas, la lluvia.
Decide olvidar lo bueno y lo malo, recorrer la madera,
meditar u observar la desgracia del mundo en un
traslado mental a la antigua guerra de los mundos, o
mundo infectado por la cuarta extinción global producida
por el peor mal y más carroñero que existió jamás... el
gran homínido social.

Cara de desgarro. Cara de perro asustado. Pelo de mil


millones de gatos, mil millones de soluciones de poco
valor académico. Bellos recuerdos, gotas de verde
musgo cayendo al ojo izquierdo, despojando toda visión
posible. Cara de gato enojado. Cara de toro muriendo
en el estadio babeando entre quemaduras, heridas y

190
Elbio Aparisi Nielsen Ura

castigos anteriores, padeciendo horas antes la


desgracia de ser “Europeos” con ansias de poderío, sin
detenerse en reconocer que la playa de Europa no
signfica la universidad de Europa. Sangre de cabra en
una madera, viento de Tsunami, olas de china o Japón.
Sueños, fracasos reinantes fracasos, discos de The
Beatles, canciones de Lennon, poemas de Presley.
Dioses del agua romana, pensantes divinos de alguna
era, observando la muerte de cada 1000 en un
segundo. Rayos y centellas destructivos, religiones
pasadas dominantes, doce dioses y un Dios, rebaño
arcaico de fieles sin noción del esceptisismo.
Pensamientos mágicos, asociasiones mágico religiosas
en contra de la propia humanidad.

Lupho camina a casa, da por seguro que el cartero


aguarda con café colombiano, ahora cambian algunas
veces, el té les aburrió. Entonces enfoca en la taza y el
cartero lo mira, y él se adentra en la galaxia espiral que
forma la superficie del café. Alfonso quiere platicar de la
edición, Lupho prefiere saborear su bebida fría. Algo de
todas las posibilidades rondan dentro de los globos
oculares del escritor, en ellos se enfrentan las
posibilidades de algo que él solo conoce en sus
proyectos, ensayos o deseos, al final los deseos
movilizan, generan caminos, rascacielos y alimento en
línea.

191
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pre 32

El cuarto tiene algo que no conmueve. En el centro del


cuadrado perfecto de la amplia habitación se hallan, la
máquina, el escritorio y las cartas. No hay cama, ni
velador, solo el escritorio de madera antigua, la máquina
de escribir, las hojas blancas expectantes, blancas
brillantes. Las paredes blancas iluminan por efecto del
rebote (con el resplandor), al escritorio, la máquina, las
hojas blancas que aguardan tinta y a la pluma de oro.
Una ventana sin cortinas, verde fuera, blanco dentro, las
hojas, la tinta, el tintero, la blancura deifica, los cortes de
obra, el cesto de basura, el escritorio de madera tallada,
la máquina (cuatro veces nombrada), una silla de
madera sin diseño ni respaldo, el cuchillo de oro, la
pluma de oro, Lupho escribiendo con su respiración
elevada a su máxima potencia, susurra palabras, sus
pies generan música mientras agita su cabeza sin
detenerse. Erguido en una silla de color marrón, pinta
letra a letra sus palabras de alivio, sus muestras de
dolor intrínsecos, aportando una solución o un reflejo
desde todos los laterales de la objetividad, el llama a su
obra “mi universo de palabras”, no por la cantidad de
ellas sino por las generalidades que no muestran más
que la superficie de la infinita cantidad de modismos,

192
Elbio Aparisi Nielsen Ura

formas o estados, él mismo cree desconocer miles de


libros que no podrá escribir pero que conviven allí lejos
donde ni el telescopio más elevado y potente de la tierra
puede acercarse a observar siquiera. Vive, pervive,
duerme, se despierta cada día con una de ellas, porque
alivia su día o su labor en la pluma o acero con tinta.
Reconoce que la utilización del acero, electricidad y
otros componentes podrían haber desatado una
revolución siglos antes de no ser por esos “enfermos
mágicos”, en definitiva los descubrimientos, los que
modificaron la existencia nacieron de la violencia o en
busca de ella. Todos sus momentos mentales los repasa
con la revisión de cada palabra estacionaria buscando
protagonismo. Busca combinaciones de letras, formando
sus propias conjunciones, inventa, lee Esperanto pero
no lo profesa. Escribe, lee, escribe, busca y oye en la
noche. Tiembla por lo que supone algo inevitable, pero
no llora.

193
Elbio Aparisi Nielsen Ura

32

12 metros cuadrados de superficie son el resultado de


la búsqueda ideal para su comodidad. Lupho conoce las
condicionantes que arremeten contra su intelecto, una
es indudablemente la amplitud de espacios, y la
cantidad de muebles distribuidos por toda la casa de
forma desmesurada. Los espacios y las sectorización de
los mismos, son esenciales en su vida. Otra ya sabemos
cual es... sus malditas e intermitentes fobias que siguen
alojadas en lo profundo de las palabras flotantes.
Las paredes blancas necesitan de un lavado, el
escritorio donde compone sus obras literarias parece no
tener la prioridad de limpieza, lleva tiempo aislándose de
lo cotidiano, no hay pensamientos basura, solo son su
objetividad y los espacios de recreación en papel.
Por las mañanas el reloj despertador resuena en los
sueños. No todas las mañanas desea descargar letras
de su mente, pero con la terquedad del venado vuelve a
cada mañana al cuarto de doce metros de superficie y
paredes blancas para continuar su obra. Mientras crea
los relatos, Lupho paralelamente al ejercicio metódico de
escribir sin cesar tuerce el cuello descontracturando los
músculos para alejar la tensión superficial del cuerpo,
suena sus dedos de vez en cuando, los mira y quizás

194
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pasan diez minutos desperdiciados (para otros)


auscultando las marcas de su piel, como homenaje a su
vida, a sus cuidados y novedades que nacen para ser
escritas. Cierra sus ojos cuando quiere encontrar la
palabra justa para cada ocasión o instancia de la novela,
ensayo o poesía (lo que digan los expertos), navega las
aristas y sus combinaciones en base a experiencias,
olores o sonidos. Él escribe poesía para aflojar la mano,
diez por día, como quien hace flexiones para entrenar,
inspirado en lo que vio el día anterior, lo que sintió o
vivió en un pasado, a modo de calentamiento intelectual,
simplemente son pensamientos plasmados en tinta
vegetal que luego se pierden en la basura diaria junto a
plátanos y melocotones. Antes de que la yema de algún
dedo de su preciada mano roce la maquina de escribir,
él, toma un lápiz, apoya sobre la superficie vacía del
escritorio la mano derecha, extiende los dedos
separándolos y comienza a pasar el grafito por medio de
cada dedo, de manera progresiva, buscando la rapidez,
la efectividad y precisión. Podrían pasar horas, pero
siempre un dedo sufre la consecuencia de sus juegos y
es lastimado ingratamente. Una vez que el sufre, cuenta
de izquierda a derecha hasta llegar al herido, ese es el
numero resultante, su forma de escribir. Cada mes
elabora una lista de cinco formas literarias de
expresarse, en la mayoría modificadas, por lo que cree
garantizar un espectro amplio y variopinto de nuevas
congregaciones lingüísticas.
Luego del cambiante ritual, comienza a mover los
dedos, y las teclas, la primera hoja la destina a un
ejercicio de relajación mental, al terminarla el relato

195
Elbio Aparisi Nielsen Ura

toma solo el rumbo que desea sin contar con su


moralidad o falta de predisposición, se limita a ser un
moderador entre el Ello y el Yo junto al Superyó,
manteniendo la correspondencia con el témpano
representativo y visual de su estado natural, en donde
su ello se encuentra en las profundidades del
inconsciente repleto de increíbles redes de información
siendo la base de la estructura, manteniendo a flote por
densidad al superyó con sus reglas sociales y morales
impresas y elevando al yo como balance y orden. Nunca
medita sobre lo que va a hacer, ni plantea alguna idea,
solo deja fluir su creatividad exponiéndose en miles de
mundos paralelos a cualquier realidad, urgido en esas
deambulaciones estrambóticas logrando olvidar que
escribe y pasando del lado de los lectores, siendo él una
persona que lee asiduamente a su mente.
En miles de instantes admiró algún escrito reconociendo
recuerdos reprimidos, situaciones olvidadas o
simplemente personas conocidas, como lugares o
detalles olvidados, sabe que al fin y al cabo no hay idea
original que se precie, ya que la transformación deriva
de inconsciente que se encarga de capturar increíbles
cantidades de informaciones sensoriales que
posteriormente se enlazarán con el conjunto de
asociaciones tomadas y elaboradas a partir de pactos y
preceptos inculcados en la primera edad. Fue un viernes
13 el día en que comenzó a escribir en las paredes las
palabras que conoce como generalidades, la habitación
se transformó hace tiempo. Pero con el correr del tiempo
su hogar comenzó a tener una decoración distinta,
madurando él en la forma de vivir su lugar. El verde

196
Elbio Aparisi Nielsen Ura

musgo tapó el blanco y sus generalidades. Lupho desde


ese entonces, cada mañana luego de cada ritual abre la
ventana y deja que el aire recomponga la inspiración de
la que se jactaba tiempo antes en su inmadurez con un
incienso encendido en nombre de la paz y la abundancia
para quienes lo quisieron. Prepara durante horas los
inciensos de magia egipcia mediante la receta del Kifi, la
preparación que sigue corresponde a un ritual templario
especial y extremadamente secreto que tiene 3 mil años
de historia. El misterioso efecto le genera el estado de
armonía para pasar grandes periodos sin detenerse en
las mundanas combinaciones diarias.

197
Elbio Aparisi Nielsen Ura

33

La maternidad es algo que no tiene por qué ser


explicada. Nada, nadie que contenga 15Ml de semen
podrá comprender de qué trata el fenómeno más
complejo de la existencia. Gestación, control, médicos,
enfermeras, gente que no es, personas que valoran,
premios al valor contradictorio de la vida dentro de la
vida. Heridas, prejuicios, abandonos, posesiones, gritos,
llantos, risas, orgullo, presiones invisibles, visibles al
tacto. Doctores de vida ininterrumpida dentro del
hospital. Sol a sol, Luna a Luna modificada, completas o
parciales, Carla convive con la dicha de la vida por
dentro. En tardes de soledad, cuando todo aburre y el
recuerdo es una constante molesta, encuentra salida en
el futuro y la planificación, en las variables, en la sobre
herida, en la supervivencia. Nada vuelve bajo el efecto
del espiral. La guarda de la escalera la lleva todos los
días, al baño y a la enfermería, cuando algo no se
puede solucionar sobre la cama. Agradece continuar sin
complicaciones graves, comienza a sentir amor, algo
que asoma temeroso. Los libros le facilitan el paso del
tiempo y su inmodificable condición (dependiendo del
observador). De Ladislao Vadas no admira las teorías y
las críticas, solo esa fuerza de querer explicar las cosas

198
Elbio Aparisi Nielsen Ura

que ya explicaron los documentales, pero con su


subjetiva mirada de obrero harto de una vida lineal. Lee
también escritores esclavos, dicen que la esclavitud se
la encuentra en todas las artes, signo referente de una
corriente única que traspasa los límites de la razón.

Un escritor, por ejemplo, que nunca se destacó y del


que se puede obviar el nombre, vivía en el cuartito
que estaba debajo de la escalera en la casa de otro
escritor; también éste era poco conocido y, aún por
aquellos que lo conocían, muy poco tenido en
cuenta. Así que vivía en el cuartito y comía
principalmente verdura marchita o podrida. Allí, en
las sobras de papel, escribía trozos de prosa; quien
los leyó dice que carecían de sentido. El otro
escritor al bajar al infierno, los leía y le decía entre
gritos que daban asco.-¡Debería darte vergüenza
maldito enfermo mental!_ y le quitaba el pedazo de
prosa; después volvía gritando. -¡Afuera inutil, no
serás nunca un genio literario!_ y lo echaba como a
un perro escaleras abajo. El primer escritor aceptaba
todo en silencio, y éste es otro misterio del arte.
"El escritor, el que estaba en el piso de arriba, a
escondidas y repleto de paranoias no tiraba esos
escritos, por el contrario, los copiaba a escondidas
en un cuadernito que según él terminaría siendo la
única novela global y retrato del género humano en
su paso por la tierra."

Leyendo, Carla descubrió los llantos de las abuelas de


la vida, cargando hongos y líquenes durante un

199
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pestañeo de evolución geológica. En los inicios de la


lectura nunca supuso que la biología sería su logro, su
ansia de evolución, mientras una criatura desarrolla un
miembro o algo más que la semana anterior. La lectura
fue desde el principio idea del doctor, cada día un nuevo
volumen llegaba al hospital. En las letras encontraba el
amor, lucha, entrega, suspiros apagados por las
penosas injusticias sociales, desde las miles de páginas
elaboraba sentencias y abría puertas a nuevos
horizontes jamás enseñados ante sus ojos externos. Su
alejamiento de la literatura había sido consecuecia del
repetido aislamiento de su primer amor, por la
desesperación de la ignorancia prefirió no leer, aborrecía
las letras a tal punto de no leer por el recuerdo
inmediato y doloroso, de no ser por Santiago Carla
estaría muerta, su apoyo ante la indiferencia fue crucial.
Una tarde azulada y anaranjada, tras horas con una
novela de frontera que pasó sin ton ni son, cerró el libro
tras leer la última hoja y encontró entre algunos de
varios tamaños uno que le dejó el cuerpo petrificado y la
respiración trastocada, en la portada de aquél gran libro
que se titulaba “Un diluvio ancestral”,estaba el nombre
de su autor... su querido y mal recordado Lupho. No
esperaba siquiera que se halle con vida, quizás por su
odio extendido, pero algo instintivo la obligó a sentirse
completa, a quitarse un peso que llevaba tras trabajosos
años de dolor. La primera página del libro tiene una línea
extendida a lo ancho a modod de dedicatoria, “algo de
vida me mantiene, algo de amor me mantuvo y algo de
desencuentros me enciende para crear”, Carla conoce
su modo, se siente identificada y entiende que es ella la

200
Elbio Aparisi Nielsen Ura

portadora de todo el libro. Mira el brillo de los colores y


mira a Lupho en su burbuja de Plástico, golpeando la
pared, avisando que al rato iba a la mesa. Es su vida, la
que fluye y es su logro también. El orgullo trasforma su
boca, sus ojos ebullen, en la panza hay una fiesta de
movimientos, allí dentro alguien ensaya los movimientos
terrestres.

El puente, el gato, el ratón. Los soldados, el correr en la


noche de las cabezas y ríos rojos. Las veredas, las
líneas de muerte, la escuela, la casa, los ladrillos y el
corredor. Un suceso sacude la madrugada, veamos que
sucede, la guerra termina, quedan meses.

-¡Mátelo he dicho!, ¡qué lo mate ahora o muere junto a


él!_el fusil pesa con una carga de seis atmósferas
marinas, no puede hacerlo, es el sobrino de un amigo, lo
vio crecer.
-¿Qué tal si lo dejamos?, no ha hecho nada, nos ha
tirado piedras, ¿qué daño puede hacernos, general?_ el
sudor le recorre la espalda y la enfría.
-¡No lo repitiré soldado!, no me deja opciones, ¡esto es
la guerra!, ¡para esto estamos!, ¿o qué ha creído que
es?, muere gente, ¡de los dos lados!, es ley de vida,
proteger nuestro sistema para que todo el mundo pueda
prosperar, la mierda que ataca siendo de los nuestros
merece morir.
-¡Pero si es un joven!, ¿qué puede pensar?, no conoce
su historia.
-¿Qué insinúa soldado?_el joven gime de dolor.

201
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Es que... lo he visto crecer en el campo general, no ha


hecho nada, ha sido un error que no debe pagar con su
vida, no justifica nuestra lucha, allí fuera hay daños
mucho peores y ni siquiera decimos nada por miedo...
no puedo matarlo general.
-¡Entonces prepárese a morir junto a él!_ un grupo de
tres soldados arrepentidos antes de cometer el
asesinato siguen al general, sus pasos unidos obligan al
soldado amigo a reaccionar sin que ellos lo esperen.
-¡Pues morirán ustedes malditos!_ el joven de un grito
calla las balas que detrozan los cuerpos del general y
sus seguidores.
-Gracias... muchas gracias, ¿quién eres?_ pregunta el
adolescente sin poder ver el rostro de su salvador.
-Nadie, ya estoy muerto hijo, ve, escapa y diles que todo
se ha acabado, que el ejército está minado de
injusticias, cuéntale al mundo las barbaridades de esta
guerra injusta._ lo destapa y su corrida se apaga junto al
disparo en su boca.

Santiago, su cabello, ella. Una mano, un escalón.


Bandejas de arroz, pescado, un mercado.

Un amanecer de Monet y una muerte clara bélica de


Goya. Restan meses para el alumbramiento, a la vida le
restan meses de su vida.

202
Elbio Aparisi Nielsen Ura

34-35
Enlace

La luna refleja al sol en una ayuda espacial, esta


cuando quiere nos enseña la superficie de su corteza.
Ella no tiene atmósfera, no tiene la cualidad de ser como
la tierra (se dice que lo ha sido o se creó gracias a las
sobras que se juntaron orbitando a la nave acuática),
por peor desgracia tiene la obligación de absorber con
su atracción a las rocas destructivas que nos amenazan
durante las cíclicas vueltas. Dicen que la abordaron
cuando la TV era blanca y negra, yo digo que el Apolo
fue idea de una idealización y de una competencia
encubierta por lograr algo que no significaba más que la
conquista de quién iría primero en todos los niveles
durante las siguiente décadas. Algunos dicen que
Stanley dirigió una película en el plató de Odisea, otros
que fue en un desierto, lo cierto es que mentiras o
verdades, el imperio se refuerza gracias al autoflajelo, a
la constante muerte a manos de los suyos, para justificar
las atrocidades futuras, de invasión cobarde y barbarie
tecnológica sin mediciones restrictivas. La luna citada
por todos los autores de la historia encierra esa belleza
que amenaza en un abuso de esplendor. Todos miramos
y pedimos, rogamos porque su suerte sea la nuestra.
Todos ruegan ante algo, porque el pensamiento mágico
perdura aunque las muestras científicas nos golpeen.

203
Elbio Aparisi Nielsen Ura

34

Montevideo, Uruguay.

La casa tiene los olores que dejó en aquél


entonces,todo está en el mismo orden que evocaba con
tristeza, el pasto del parque del fondo tiene la magia que
solía tener, los árboles son ahora una pared vegetal con
un cien por cien de bosque encantado, todo lo que
sucedía allí era memorable. Mariana junta las sobras del
comedor, la comida fría y los platos sucios que habían
quedado del día anterior justo cuando la policía
interrumpió la apacible vida y alegría del llamado,
todavía guarda resquicios de lo acontecido. Santiago se
mueve inquieto, como un niño observa cada detalle
intentando recordarlo todo. Ella prepara unos mates
calientes, sabe que le gustan las pavas y el agua. La
mirada de él no tiene un enfoque, solo admira lo que en
un momento no daba como importante, todo tiene otro
sabor, hasta el mate y el viento, aunque se siente
desorientado, repleto de información nueva, pasado de
vueltas por la ansiedad y los besos de su amiga.
Mariana sonríe al verle tan complacido.

204
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Si la casa hablara!, lloraríamos, ¿no?_dice cómplice de


su mirar.
-Que no hable _ riendo le contesta.
-Siempre imaginé, en esas tardes de ventanas y gente
esmirriada, tu cara, todo tu cuerpo, y lo imaginaba
desnudo, no sabía como era, pero lo hacía. Pensaba en
tu piel sin fronteras ni guerras en la cocina, en el patio,
en todos esos lugares que decoramos con nuestra
presencia, hablando de nosotros, de la vida y sus
complejas acciones_ dice él apesadumbrado.
Ella trata de no cambiar su rostro, no quiere evidenciar
que la pasó pensando día y noche en él, prefiere la
evasión, es mejor así por el momento, no sabe cuan
cierto es todo el sueño concretado, al final nunca se
sabe en la práctica como acaban las hechos.
-Gracias, no te apresures a soltar todo lo que tenés, hay
tiempo, estaremos en casa, luego te explicaré, las cosas
no siguen igual como parece, algo te dije por teléfono,
no te pongas así, tengo que contarte algunas cosas para
que conozcas el peligro_ concluye.
La lluvia dejó de hacer brillar las calles de Uruguay, la
gente poco a poco sale en busca de los alimentos y la
charla amena con vecinos y comerciantes. El éter
asoma y las palomas vuelan en bandadas. Todo parece
aparentemente tranquilo, la reserva de la gente y la
poca intervención de problemáticas políticas, sociales o
religiosas no afloran en sitios públicos por lo que todos
andan con cuidado de las envidias.

205
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Anzio, Italia.

El ronroneo lo molesta, sueña algo de ruido ajeno, pero


no logra dilucidar tal emigración de vibraciones a su oído
izquierdo. Un gato pequeño, colorado, con pecas en la
nariz de color marrón y patitas blancas, lima sus uñas en
la espalda de Lupho. Su andar no difiere de su especie,
la elegancia desborda en él. Lupho tiene un animal
sobre su espalda, quien sabe a quien pertenece este
ágil felino, él no pestañea ni se mueve, solo sueña los
ruidos ajenos del gato y los traduce (lenguaje de los
sueños) en un terremoto sobre una cuidad de alguna
parte de una América del sur desconocida. El félido
sobre la espalda comienza a incomodarle, sacude
primero su cuerpo (por efecto del reflejo) luego agita un
brazo, lo dobla, el animal yace sobre algo en movimiento
y nada más, no se sobresalta, parece acostumbrado.
Lupho con un esfuerzo mínimo, gira en su propio eje
buscando la posición más cómoda, se le ha dormido la
mano derecha, hormiguea.

Boca arriba, gato sobre el abdomen, gato meciendo sus


garras, Lupho sin muecas, soñando, desorbitando sus
globos oculares debajo de la capa protectora. Félido de
pocos amigos, abdomen marcado a herida superficial, el
sueño de algo que no concuerda, un gato que quiere
matarlo dentro de la cuidad de alguna parte de América
del sur, es cierto, ahora interviene en sus sueños. Una
vena roja, sangre azul dentro y coronas que caen. Gato

206
Elbio Aparisi Nielsen Ura

que reposa tranquilo. Monedas de oro, fiebre amarilla y


espejos de colores.

Urgido en las penumbras de los sueños que no


pertenecen a la saga todos los días, nota que en la
imagen de lo que presencia siente una leve distorsión y
la asocia con el exterior. Sus párpados responden, sus
retinas se exponen a la luz como el celuloide y sus
químicos de impresión, opera bajo un protocolo inicial,
no proceso a nivel consciente la mayoría de los objetos
inmediatos, comienza a comprobar temperaturas,
sonidos, movimientos y olores. Aparecen el techo, una
lámpara de color rojo carmín y colores planos que no
identifica aún. Despierta, abre los ojos, encuentra la
realidad, un escritorio, espejo y reflejo, ventana, puerta,
ropero y su ropa dentro, despierta a un nivel superior,
bosteza, pies desnudos, revoltijo de cama dormida, un
calor en el abdomen, toca su panza caliente, escucha un
gruñido, se asusta, grita desesperado, en un lluvia de
recordadas fobias, salta indeterminadas veces, imagina
una rata, araña, su piel de gallina evidencia el miedo,
una sensación recorre toda su columna hasta su nuca,
le hormiguea. Es posible que sea una comadreja o
cualquier animal vertebrado, incluso podría (según él)
habitar su cuerpo. Cae desplomado al suelo, sobre la
alfombra entre el ropero y la cama. Aguarda al
movimiento animal, necesita identificarlo. Tiene mucho
miedo, sujeta la colcha fuerte, pensándola como posible
trampa. Por lo bajo un leve ronroneo devela la identidad
del acechador nocturno. –¡Un gato!_ suspira algo más
tranquilo.-¿¡Un gato!?_se cuestiona inquieto por la

207
Elbio Aparisi Nielsen Ura

intromisión. Semidormido, inútil, inmóvil sobre el borde


de la cama, Lupho intenta comprender como llegó a su
hogar el animal. –Es un gato, es colorado, la cuidad era
grande, ¿un terremoto?, al sur o al norte de América, al
sur (confirma), al final pensaba en ti_ piensa mirando
como se asea el gatito colorado de patitas blancas.
Con algo de timidez se acerca poco a poco, cauteloso
hasta llegar a centímetros de él, de cerca lo observa con
miles de preguntas inútiles. El gato continúa en su labor
de aseo, Lupho lo/la mira, no sabe su sexo, en realidad
ni lo conoce. Algo de toda la situación le recuerda a
Toulouse, al día de la llegada a la casa. Recuerda al
ingresar con Carla que un gato blanco y negro veteado
los recibió con gruñidos y arañazos que con el tiempo
fueron ronroneos y caricias de nariz fría de gato. Lo
extraña, es decir, extraña como lo acompañaba, las
cosas que podía confiar en él, siente pena por ello, lo
cree vivo y solitario entre los nuevos habitantes
reconstruyendo las barbaries anteriores. Recuerda que
nunca pasaba una oportunidad para decirle al oído que
sabía que era persona y que podía comprender lo que
escuchaba de él. Pero como todo animal solo lo miraba
y maullaba contento, enojado, quien sabe en que
estado.
Colorado, blanco por partes, con pecas en la nariz
felina, posa con la postura de sus ancestros, Lupho
medio contento por la compañía sigue mirando
extrañado por la presencia. En el baño, se peina, lava el
rostro y se detiene. Ve el reflejo que rebota de la
realidad aparente, nota un rostro blanco, un sin sentido
para el cuerpo. Abre su boca, la luz direccional da en su

208
Elbio Aparisi Nielsen Ura

rostro, cepilla los dientes 1) Apoya el centro del cepillo


de dientes sobre sus dientes con las cerdas formando
un ángulo de 45° con respecto a la línea de la encía. 2)
Mueve el cepillo hacia atrás y adelante en movimientos
pequeños (que no exceden más de ½ diente) durante
varias veces. 3) Cepilla la superficie exterior de cada
diente, hacia arriba y abajo, manteniendo siempre el
ángulo indicado con la línea de la encía. 4) Para limpiar
las superficies internas de los dientes frontales, coloca el
cepillo verticalmente y efectúa una serie de movimientos
ascendentes y descendentes con la parte frontal del
cepillo. Recuerda el consejo de su odontólogo, “Si
cepillas también la lengua, refrescará su respiración y
limpiará su boca removiendo las placas.” Ríe por lo bajo,
en el espejo ve sus ojos cansados, abre la boca
nuevamente, tiene algunas caries, le duelen los oídos y
parte del cuello. Tiene frío y sueño, perezoso corre en
puntas de pie a la cama queriendo recuperar el calor
perdido, se tapa hasta el pelo y agita las piernas por
toda la cama hasta calentar su porción, el gato sentado
con gesto de enojo maúlla en un tono de amenaza,
marca su territorio con la uñas, se tira a dormir sin
preocupación alguna de desalojo.
-¡Pero qué...!_ exclama asombrado. Lupho cierra la
cortina por unos minutos para recuperar fuerzas para la
tarde, hora en que debe estar en la editorial para la
reunión inicial. Tiene un leve dolor de panza, pero lo
supone por el gato y no por lo nervios incontrolables de
la futura reunión. Félido semirojo, semiblanco, semigato.
Homo semirosa, semimarrón, semihombre, homínido
accidentado y honesto.

209
Elbio Aparisi Nielsen Ura

35

Santiago recorre el pantano peligroso, de insondables


muertes. Camina tranquilo, con bocanadas de aire cada
veinte pasos, viaja por las calles que lo vieron crecer,
escucha los sonidos olvidados, recuperándolos. Sobre el
columpio deja suceder los recuerdos de la niñez en una
pantalla inexistente. Imagina la calesita en la que daba
las vueltas más largas y donde luchaba por la vuelta
gratis con el calesitero, recuerda al niño pero no se
detiene en él. El cielo sigue aclarándose, las palomas
continúan volando sobre la cuidad, alguien se acerca a
él.
-Disculpame, ¿Santiago Valles es tu nombre?, perdón,
¿sos Santiago?_pregunta el extraño algo nervioso, lo
que alerta a nuestro amigo.
-Sí soy yo, pero... ¿quién es usted?_le pregunta sin
muchas ganas de contestar más cuestiones, las
advertencias de Mariana surgen preocupándolo.
-Mi nombre es el mismo a pesar de los años, Damián,
¡soy Damián!, no te acordarás, perdoname es que..._
dice sonriendo el menos extraño.
-¡No puede ser verdad!, Damián se fue hace mucho de
Uruguay, esperá... ¿Damián el hijo de la maestra de
literatura?_atónito.

210
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Claro, el mismo!_ grita eufórico.


-No me digas, como cambiaste, pero estás muy bien, no
me lo creo, tanto tiempo che, mirame a mi y vos que
bien estás, me alegro mucho de verte, de verdad,
¿cómo me reconociste?, yo estoy hecho mierda, cambié
un montón._ Santiago se muestra fuera de sí, extasiado
pero muy contento por encontrar amigos.

Durante horas pasan sobre el columpio Santiago y


Damián parados sonriendo de las cosas imprevistas de
la vida. La sensación es mutua, la alegría, los recuerdos,
todo lo que concierne a un reencuentro sucede de forma
normal, se ponen al tanto de sus caminos, del pasado,
de la amistad y los recovecos atemporales, pero poco
del presente. Hablan de los hijos, mujeres, dinero,
muertes, es donde hacen un detenimiento y dialogan
largo, entrada la noche luego de las lágrimas por las
pérdidas se dirigen al bar de la esquina, en diagonal al
columpio. Dentro comen pedacitos de jamón, queso y
salame, toman cerveza y aflojan la lengua para situar
algo más a Santiago en la verdadera realidad. Hablan
de política superficialmente, Damián no suelta muchas
respuestas y parece esquivo ante la naturalidad del
recién llegado, cuentan sus historias de aciertos y
errores, nuevamente, en realidad cuenta Damián su
historia. Santiago prefiere evadir sus viajes y más su
estadía en la casa de Toulouse, aunque se limita a
contar algunas aventuras divertidas. En una de esas
cavilaciones paralelas a la charla rememora algunas de
las situaciones por las que llegó a odiar a Lupho y en la
recién comenzada borrachera lo comprende, reflexiona

211
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de sus actos y perdona, todo en un instante de sabiduría


o lucidez, mientras Damián habla sin cesar de su
pasado, presente y de cómo se relacionan los dos en el
barrio que eligió para siempre. Destapan otras dos
cervezas frías, sin intención de volver a sus respectivas
casas, continúan su charla, discusión y planteos
vivenciales. Se dicen cosas bellas, se adulan el uno al
otro, por el humor que desata o eleva el mareo.
Santiago se aburre de digerir embutidos, come maní
mientras habla, es el ejercicio de relajación elegido. No
se ven desde los quince años pasados pero se hablan
sin prolégomenos, en una amalgama fuera de lugar. La
noche ahora es madrugada, el señor del bar los mira
como disfrutan, y los escucha, él debería haber cerrado
hace rato, pero adora escuchar historias, las disfruta
como vívidas, les ofrece otra cerveza para elevar el tono
de la conversación, y ellos gustosos de la vida
recibiendo el presente las aceptan. Sonríen evitando la
presencia del presente, evaden la realidad encontrando
la posición más cómoda para dormir en la cama
devastada por muertes sin sentido, bajo la dirección de
la ignorancia y ceguera de una minoría.
Como cualquier buen asiduo bebedor que conoce sus
limitaciones en cada tipo de bebida Santiago termina el
porrón y dice basta, come maníes para continuar con la
charla, Damián sigue toma vaso tras otro no le importa
llegar a su límite y sinceramente dista del de nuestro
amigo. Aunque lo intenta no atina a frenarlo, siente que
la confianza quebraría si lo hace, por lo que deja que su
panza se hinche, confiando que no encuentre todo el
desahogo en el alcohol, como en definitiva lo hizo él. El

212
Elbio Aparisi Nielsen Ura

dueño del bar de nombre gallego (dícese de hombre


oriundo de la Coruña emigrante de la guerra civil),
duerme en una silla tras haber oído todas las historias,
todos los cuentos, criticas y tras haber arreglado el
mundo cual dictadores empecinados en una idea fija y
demoledora. Santiago ya tiene los párpados pesados de
tanto mirar, le pesan, sus están oídos agotados con un
constante zumbido, de tanto escuchar. Añora todo, entre
sus pestañas admira el reencuentro, entre su mente y
los sueños observa la divinidad y embellecimiento de las
cosas, siente un leve mareo.
Tarde tan tarde como temprano para algunos que
trabajan doce horas por jornada. Santiago a duras
penas puede levantarse, ve a Damián que duerme en
sobre la mesa, erutando cada unos minutos, el gallego
sobre la silla no ha movido un pelo desde que ha
cerrado el primer ojo (el derecho). Santiago deja al
derrotado dormir, piensa en por qué ha tomado todo lo
que le han puesto, se siente asqueado, la cerveza no es
su estilo, suda con su olor. Camina por la plaza, pasa
por el columpio que el día anterior fue su divertimento, lo
ve de la manera del borracho, sin sentido alguno,
hierros, maderas y calvos enlazados con herramientas
rudimentarias. Pasea por las calles que transitan los
trabajadores de largo plazo, con sus valijas, maletines,
bolsos, todos lo sobrepasan al caminar, él lento al paso,
reniega de su vida, zigzaguea, maldice sus destructivos
viajes, su condición como animal cuadrúpedo que lo
único que hace es caminar, sentarse, comer y no
disfrutar de lo que realmente debería. Un automóvil
patrulla la calle por la que transita Santiago, anda lento

213
Elbio Aparisi Nielsen Ura

como él, lo siguen a paso de hombre, lo miran desde


dentro.
-Mirá ese borracho, camina de costado, no puede
consigo mismo_ dice un oficial señalándolo.-Tiene la
ropa más sucia que mi vieja en el geriátrico. El otro
oficial ríe sin ganas, le ordena al conductor que se
detenga. Bajan rápidamente, como si de un prófugo se
tratase.
-¡Contra la pared!_grita el policía con más autoridad.
Santiago oye algo pero no discierne entre una orden o
un grito al vacío, sigue en su andar trunco.
-¡Documentación por favor!_ pide el de menos cargo,
mientras que el que manda apunta con una metralleta la
nuca de Santiago Valles, harapiento, sucio, alcoholizado
por amor a la amistad perdida.
-No tengo, me siento mal, no tengo papel para el baño_
responde él, emanando el alcohol por la transpiración.
-Déjelo oficial, es un maldito linyera, déjelo tirado, no lo
pienso tocar con nada, ¡mírelo!, la ropa está deshecha,
no tiene nada, es inofensivo_ dice el conductor de la
patrulla, con ganas de ir a desayunar y no perder el
tiempo.
El de más rango retira el arma de grueso calibre de la
nuca de Santiago, lo toma por el hombro y hace girar
bruscamente, lo tiene cara a cara. Lo mira, lo huele,
estudia su comportamiento, quiere comprobar si su
borrachera es real.
-Ya lo voy a volver a ver, ande tranquilo, bueno no tan
tranquilo, los tiempos cambian, no sé que hace a estas
horas solo, hoy se salva, pero la mierda tiene que estar
donde debe ser, cuente con eso._ lo oye pero contiene

214
Elbio Aparisi Nielsen Ura

su mensaje, prefiere no hablar, sabe que si dice algo lo


pueden enviar a la cárcel.

Los dos oficiales de la ¿ley?, con la pereza de quien


tiene el mundo sobre las espaldas se suben a la patrulla
y se alejan, pacíficos directo a un bar a desayunar.
Santiago sigue contra la pared, mirando los ladrillos a la
vista, de repente una imagen de la fachada de la casa
de Toulouse hace presencia y deja de comprender su
ubicación geográfica, pide por Carla y pregunta por el
gato negro veteado. Balbucea por lo bajo, clamando
libertad, tiene algunas apariciones de un rojo intenso
sobre la pared de las cuchas, ve unos soldados, a una
mujer fea deshojando una paloma, un niña muerta a
balazos certeros y un ratoncito blanco, se arrodilla
desesperado, hundido en una pena inolvidable.
Pasan los minutos, parece verlos pasar por delante, en
su mente algo dice que si el silencio es constante, la
presencia no es una afirmación de lo que acontece, por
esa simple razón vira su rostro y evidencia que nadie
apunta su nuca ni amenaza su vida, se han ido.
Vuelve a mover los pies, las manos en su sincronización
humana, toma su postura habitual al caminar la
superficie terrestre y se deja llevar por las intenciones
inconscientes de su mente, aliviada y descomprimida.

215
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Todo color le recuerda a cada escritor, cada palabra


dentro de otra a una realidad que presenció en él. Carla
lo mira a Lupho, lo lee, plena en su alegría, por
presenciar el acto más puro de su amado esposo,
pareja, o lo que fuere en el lugar que viva.
Dedica cada minuto de su larga estadía para adentrarse
en el mundo que forjó con todo el ímpetu en su obra, en
la primera edición. La luna tiene el aspecto que una vez
describió Borges en uno de sus tantos escritos, la
suavidad de la cama genera un alivio perfecto.
Ella sabe que afuera la vida es distinta, todo duele de
forma insoportable en el exterior, pero increíblemente
fuera de todo pronóstico el universo de su antiguo amor
está repleto de amor, esperanza y nuevas bases para
una mejoría social, siente que su alma es luz y siente
pena por no lograr ver todo ese mundo interno. Por
momentos se enamora, más bien de la idea de lo que
cuenta aquella voz relatora que no tiene que ver con la
que escuchaba en la verdadera convivencia nupcial.
Cierra el gran libro de la vuelta al mundo en ochenta
segundos, abre bien los ojos para mirar la tapa del libro,
lo toma con las dos manos, lo eleva sin quitarle la
mirada, lo arroja al piso en una suerte de desquite. Su
cabello suelto, libre, arroja la sonrisa muy amplia
plagado de perfumes. Sale del encierro de la cama, o de
la restricción personal/profesional. Corre veloz por la
habitación, su panza se mueve, corre, rodea la cama, la
mueve, modifica su posición, se detiene, observa, la
vuelve a desplazar. Camina a la ventana/balcón o
ventana/terraza, el viento la toca por el pecho, un viento
convertido en brisa acaricia su pecho con la dulzura de

216
Elbio Aparisi Nielsen Ura

su mano harto conocida. La brisa roza su vagina, la


airea, la enfría, sus pezones se endurecen, pero nada
es erótico, son caricias de la naturaleza que la toca por
curiosa, nada más. En la terraza parada sobre la guarda
admira la belleza del mar atlántico, se aburre pero
medita, contenta plena, por Lupho ríe, no se pregunta si
lo ama, si ama a Santiago o si quiere sexo con una
hormiga, solo disfruta del momento que se regala. La
paz la inunda, aparecen los ojos rasgados de sonrisas,
sabe quien es, las arrugas en los ojos.
Es media mañana, Carla vuelve a disfrutar de la
comodidad del embarazo y su complicación, de esto
último reserva leves preocupaciones. Giovanni pide el
permiso para entrar a la habitación, ella accede sin
problemas, él con su carpeta la examina como todos los
días, incluso los domingos. Ella lo mira, con el gesto de
pregunta sin pregunta.
-Usted vive solo._ afirma Carla.
-Sí, efectivamente, ¿como lo sabe?_ pregunta Giovanni
algo extrañado por la reacción de su paciente.
-Usted se encuentra siempre en el hospital, no toma día
de descanso, se la pasa día y noche viviendo con las
enfermedades_el doctor piensa en todos los detalles
que ha enumerado, siente una soledad repentina.
-Sí, puede ser, pero mi vocación encuentra aquí un
alivio, me obliga a no irme, ¿qué hago en mi casa
queriendo salvar vidas?_ se justifica.
La revisación concluye, Carla se encuentra dentro de los
niveles normales, sin sobresaltos. Despide a su doctor y
medita sobre su vida, cuestionándose cómo puede una
persona vivir sola, pero se halla en la paradoja de vivir

217
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de la misma forma al fin, se preocupa algo. Pero no


tarda en Justificarse con la panza hinchada frente a sus
ojos.

El miedo toma forma de algún ser o algo de lo que


puede entumecer todos los músculos durmiéndolos, y el
terror de no tener las fuerzas para vivir, la agobia al
límite. Reafirma su condición de mujer en la vereda del
machismo popular. Ella podrá con todo, no quiere
deambular invisible por el futuro porque sabe que pierde
la guerra, por lo que se dedica a retomar la lectura.

218
Elbio Aparisi Nielsen Ura

37

Descomprimido, apacible, sin reales intenciones de


matar a nadie, Santiago deambula por la cuidad
uruguaya temiendo una nueva represión por parte de la
milicia o policía, todo es ambiguo, nada corresponde a
una normal interpretación, se mezclan. Borracho hasta
la rodilla camina dando golpes con algunas paredes, la
gente común sale a realizar el paseo de las compras y
los saludos, todas las señoras de medias corridas y
bragas enormes hacen cola en la panadería con la
bolsita del local. Santiago, solo, entre todas las personas
que se visten para salir de compras camina sin rumbo,
perdido, no le importa preguntar por su casa, por la casa
de Mariana. No piensa en nada, deja que sus pies
recorran las aceras por gusto y no por decisión. El
mareo se escapa lentamente, tiene algo de sed, pero no
se detiene por nada. Cuando levanta la vista, se halla
junto al río, sobre el amarillo frío de la playa, junto a los
mil llorones que aguardan la llegada de los cientos de
posibles llorones. Se aleja para no pertenecer ni
borracho a toda esa pobre gente repleta de tristezas. Se
acerca a la orilla, desata los cordones sucios de sus
zapatillas sucias y las ata juntas para poder llevarlas
cómodamente. Sus pies desnudos tienen que bajar la

219
Elbio Aparisi Nielsen Ura

borrachera junto al frío, esa es la formula infalible de


Santiago contra la adversidad de tomar demasiado o
sobre el limite, eso y algo más de frío en la nuca,
espalda y abdomen. El conjuntos de agua marrón se
encuentra calmo, las olas no tienen ni un centímetro de
altura (las atracciones lunares de modifican), la marea
baja evidencia la existencia de barcos hundidos, de
trozos clavados y mucha más suciedad visible. El muelle
se encuentra lejos, como para atreverse a caminar hasta
allí, se divisa muy pequeño como del tamaño de un
dedo recostado. Por comodidad (de Santiago) la gente
no acostumbra (solo la psicótica) caminar sobre la playa
en la mañana (lo que asegura un tránsito ameno, sin
sobresaltos), en eso recuerda a Martín, y él al mismo
tiempo en otro espacio, a Santiago.
Martín como todas las mañanas de su vida, recorre la
playa buscando algunos caracoles, admirando la belleza
de las olitas, escuchando los lamentos de las madres
que se enteran de las muertes en cada desembarco de
hombres y mujeres del mundo en conflicto. Martín se
siente solo entre tanta gente que lo acompaña en la
playa, necesita el amor, pero no lo halla es un recén
llegado, un infante con mente muy experimentada como
para funcionar como la de un niño corriente. Odia la
escuela, le disgusta hablar de muñecos, piedras, armas,
chicas, televisión y palabras nuevas, él ya las conoce,
su madre al despreciarlo no supo que generaría una
mente brillante de conocimiento, la ignorancia a veces
es necesaria para el mundo.
Santiago sigue en su mundo, en los mundos que orbitan
en el universo de la supresión real, ajeno a todo

220
Elbio Aparisi Nielsen Ura

balbucea, mueve sus dedos y manos, chista y se


molesta. Hasta que cruzan camino sin saberlo.
Martín grita, corre, él sigue su dirección de camino, el
niño le grita aún más fuerte agitando sus brazos, parece
no alcanzarle nunca, como la liebre a la tortuga llega, lo
llama tocándole la espalda a la altura que alcanza, con
algo de esfuerzo logra despejar la nebulosa alcohólica.

-Santiago, ¡soy yo Martín de la Serna!_ agitado por la


corrida, apoya sus manos en las rodillas y sacude sus
cabeza en un gesto animal que todos poseemos.
-¡Ah!, Martín, ¿qué tal súper pibe?, no estoy bien, me
duele la cabeza y estoy muy mareado, muuuy mareado,
¿y vos de dónde apareciste?, sos muuuy raro nene._
contesta con la boca entreabierta, estira las letras, las
come, se da un festín literario, el niño sonríe.
-Fuiste al bar del español, seguro, tenés olor a cerveza y
vómito, vamos que te llevo a mi casa, ahí tengo ropa de
mi papá_ dice mientras toma su mano dirigiendo el
destino de Santiago. Él lo mira, como lo lleva tirando de
su mano, se siente un idiota, pero no puede hacer nada
por cambiar lo que sucede, no tiene respuesta de ningún
miembro del cuerpo, está ausente pero presente. Martín
vive con su madre a unas cuadras de la playa, en una
casa de lujo, donde el jardín tiene jardinero y la casa
una mucama. Santiago ve el frente de la casa y se
pregunta como un niño que no estudia y pasa las
mañanas de su vida tenga una casa así (sigue borracho
para pensar así, confunde su edad mental con la
proyección de lo que es en realidad). Martín continúa
haciendo fuerza para llevarlo donde quiere, pide ayuda

221
Elbio Aparisi Nielsen Ura

al jardinero, el pobre hombre deja su tarea e ingresa a


rastras a Santiago con algo de fatiga matinal. Dentro,
una mujer pálida, joven, está sentada en un sillón, más
bien acostada durmiendo plácidamente, para ser que
Santiago no es el único que evade lo que vive. Martín se
acerca a su madre y le acomoda una pierna despierta y
vuelve con su amigo. El hall tiene una escalera central
que se bifurca, arriba hay dos pisos más de altura, toda
la decoración tiene una línea morfológica estable, todo
tiene que ver con todo, aquí hubo una mano experta, los
objetos se deforman acorde al lugar, es realmente una
verdadera genialidad, me quedo sin palabras para
definir los estilos fusionados del mundo.
Santiago mira con los ojos bien abiertos a la mujer del
sillón, descubre que tiene a su lado una botella de
Whisky escocés, el pobre niño no se ha percatado de
eso, con vergüenza lo toma nuevamente de la mano y lo
lleva (como puede) al primer piso, una vez cerrada la
puerta de la habitación.

-Acá tenés ropa para ponerte, ¿ves eso?, ¡es el baño!_


señalando las dos cosas que nombra con algo de
molestia por ver el estado de su madre a primeras horas
de la mañana.
-¿Qué?, ¿qué?, ¿sos un gigante enano vos?... te
pareces a un amigo mío, ese gallego de mierda me
mete de todo para que hable, no voy a ir más, no quiero
hablar más de mis viajes, estoy podrido, encima Mariana
se... ah que mareo que tengo, ya no tengo edad para
hacer estas pelotudeces, que boludo soy por Dios, ¿te
dije Dios?, perdoname che, pero yo no creo en ese hijo

222
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de su madre me hace la vida imposible...ah que mareo


tengo me cago en la puta._Martín calla, como hace con
su madre mientras la desviste para soltarla en el baño
cada vez que se aísla en la falta de diálogo.

Santiago hace años que no visita un baño limpio, entra


primero al antebaño de lujo (como puede, que ya es
mucho) y se mira directamente en el espejo, se detiene
ante sus ojos cansados, su piel deshidratada, abre su
boca, examina sus dientes y descubre unas caries, mira
sus ojos nuevamente, fijo, busca su alma entre todas
esas vetas de gato, el mareo lo desenfoca todo y ve
recortes de su mirada, intenta hacer foco sobre sí y el
reflejo lo ubica en la única realidad acompañándolo, su
vida y su fracaso constante, su busca errática de
adaptarse al presente. Vuelve a abrir su boca pero no
para examinar el estado odontológico, sino, para cantar
una canción que ama, que su padre hizo que ame,
evocando a un cantante en blanco y negro, con temor
(curiosamente algo del recuerdo le ha hecho bajar de un
plumazo la embriaguez) comienza con el primer
estribillo, mientras se acerca a la bañera y se sumerge
en el agua caliente con olor a rosas pasa al segundo. El
sabor del agua tocando la piel, no se compara con
nadie, algo hace ruido, lo vuelve a confundir, pero ya no
es la guerra, son dos mujeres. Santiago suspira por
todos los viajes, por esas noches en las literas
itinerantes, en las estaciones de tren heladas y oscuras,
en las plazas peligrosas, debajo de las autopistas,
puentes, iglesias y aparcamientos, en lugares de los que
guarda solo una sensación, el calor interno que lo

223
Elbio Aparisi Nielsen Ura

mantuvo con vida ante las inclemencias climáticas,


humanas y religiosas. Debajo, en el agua contiene la
respiración, no quiere pensar más, deja que la música
fluya ahogada, oye desde el interior de su vacío negro
absoluta como comienza un piano con algunas notas
seguidas desde el Do de la segunda octava hasta
congregarse en acordes incesantes que se mezclan con
algunas voces repetidas de fondo que simulan un
bombo bajo, tras unos minutos de acondicionamiento al
ritmo, la voz por sí solo emerge y canta dentro suyo, con
los ecos de un auditorio deja que su mente descanse de
sí misma, enamorándose de la evasión que tanto le
molesta.
Martín acaba de encontrar una prenda en el ropero del
padre (supone), un traje de estación, con su respectivo
pantalón, zapatos (dos pares), y abrigo (uno), el niño
apoya como puede la ropa sobre la cama, le pregunta a
Santiago si desayuna y él le contesta que si, deseoso de
tostadas o medialunas con café con leche (uno mojando
en el café y el otro intercalando).
Al rato, (hace unos instantes) ya despabilado tomando
café, Santiago agradece la amabilidad de Martín
contando unas historias de viaje para verlo contento,
comienza a comprender que pasa por la cabeza de
aquél petiso inquieto que le recuerda a su reflejo
anterior.

-Me gustan tus historias, pero son historias y seguro que


exageras todo_ le dice Martín medio jugando, medio en
serio.

224
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Qué pasa en esa cabecita?, podés confiar en lo que


quieras, pero yo te estoy contando toda la verdad, no
seas tan desconfiado, no podés saberlo todo, hay que
escuchar y aprender, ¿entendés?, poco a poco que la
vida te llegará toda junta y no vas a saber para donde
disparar, tranquilo, con calma todo llega, disfruta de todo
esto, porque no te lo vas a olvidar_ Santiago mete de
un bocado la medialuna, bebe un sorbo tocándole la
cabeza y sacudiendo los pelos del niño para suavizar lo
que acaba de decir, le ha sonado fuerte, como un
consejo reflejo para los dos.-No me decís que pasa por
esa cabecita ahora mismo, ¿qué pensás?
-¡Nada! nada bueno, mentira, yo que sé, vos me decís
que soy un nene, pero yo te digo que mi mamá me odia,
es borracha, tengo gente dando vueltas en la casa que
no me dicen nada, ni me hablan, mi papá no existe, la
ropa y todas sus cosas siguen en la habitación porque
mi mamá no supera nada, me duele todo lo que hace,
odio estar solo, soy un chico, lo sé, ¿pensás qué no me
doy cuenta por mi edad?, me aburren, por eso no quiero
nada de lo que me pueden dar los chicos de mi edad,
siento estar en un envase distinto a mi mente, me dicen
que soy un viejo, que soy un loco de mierda, me
golpean, me escupen, me dejan solo.
-¿Hacen eso?, pendejos malcriados de mierda, yo no sé
de donde aprenden tanto a ser malos, vos sos un nene,
no pasas la decena, tenés que estar tranquilo… no
hables así, creeme, podés arrepentirte de grande,
¿querés ser como yo?, ¿un fracasado de mierda que
vivió dando la vuelta al mundo buscando las respuestas
durante años que estaban acá?, no pierdas tiempo, ese

225
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pendejos no saben quién sos, vas a ser grande, haceme


caso, vos vas a ser gigante, te lo prometo, no te olvides
nunca de esto, vas a ser parte de la historia, para eso sí
se viaja, no para arreglar problemas que no tienen
solución, centrate en vos, cuando quieras ser lo que
sientas salí, escapate y vas a ver..._lo interrumpe
Martín, le corta la inspiración, Santiago sabe que esta
conversación se acaba de instalar en el nivel de
prioridades futuras, cree plantar una semilla.
-No entendés, mi vida es estar en la playa, toda la
mañana, comer algo de lo que me cocina alguien a
quien no conozco, ver y escuchar cosas que no me
gustan, me duele mucho vivir así, sin una decena de
años puedo entender._termina en lágrimas Martín,
buscando o encontrando el consuelo en Santiago Valles.
-Soy tu amigo, y lo que pase pasa, así de simple, yo
viajé por el mundo, me topé con la adversidad hasta
hace unos minutos, ¿pero me ves nadar solo?, al final
acá está mi lugar, porque siempre busqué lo mismo,
amor, solo amor, pero vos sos especial, haceme caso,
nunca dejes que nadie te desanime a nada, en el intento
está la genialidad, que el resto diga lo que quiera, nunca
bajes la cabeza ante nadie._se emociona, su voz se
quiebra, sus consejos siguen siendo para los dos.
-No, pero vos tenés a tu amor cerca, yo no tengo nada,
mi mamá no me quiere, siempre pienso en ahogarme en
el río._ replica Martín intranquilo, temblando de miedo.
-¿Qué?, ni se te ocurra, ¿estás loco?, toda esa
capacidad tiene que empezar a hacer algo, dibujá,
cuando aprendas a escribir bien, escribí y mucho, vas a
ver como te calma toda la ansiedad, y tranquilo, que

226
Elbio Aparisi Nielsen Ura

seguro se fijan en vos, eso te lo aseguro, ¡hey!, están


buenísimas las medialunas, hace tiempo que no como
esto, mucho tiempo, gracias Martincho_ concluye en un
abrazo Santiago.-Vamos a pasear o mi casa a comer
algo con Mariana, total nadie se va a molestar,¿no?_ se
ríen juntos, Santiago parece un hombre de negocios con
su hijo de la mano, por momentos fantasea, imagina a
su mujer embarazada, primero tiene que hacer mucho
para encontrar la tranquilidad perdida, asumir los
consejos dobles y volcar el amor en todo el tonel vacío
que es Mariana.

227
Elbio Aparisi Nielsen Ura

38

La mitad del día reposa frente a la multitud que corre a,


trabajar, comer, dormir, nadar, nacer, engañar, practicar
tiro, vender o simplemente a robar. Algunas personas
indudablemente se encuentran haciendo el amor de la
manera más caprichosa, con posturas imposibles para
descargar la furia contra la constante diaria, otros/as en
cambio están solamente masturbándose con algún/a
mujer/hombre, vecino/a, cartero/a, lechero/a, sin contar
las inalcanzables figuras de la vidriera televisiva o
revisteril que aseguran su carrera a base de polvos y no
de maquillaje precisamente.
Acomodándose, soñando con el amor u otra variante
menos cautivante Lupho bosteza con los ojos cerrados,
gira, simulando el trompo, se mueve hasta topar con la
pierna izquierda un bulto, algo caliente de temperatura
mayor a la del pie o pierna. Los sueños terminan, el reloj
despierta, los sonidos en la mente son disparadores de
nuevas intenciones cerebrales. Toma la rienda y
despierta ,ésta vez lo hace no lo intenta, reconoce
directamente la almohada (reconocible al tacto), luego el
despertador, presiona al azar algunos pulsadores (sin
comprender lo que está haciendo realmente), el sonido
incansable despertador continúa insistente irritando a

228
Elbio Aparisi Nielsen Ura

cada segundo, acabadas las cavilaciones, sin paciencia


o con paciencia de dormido, golpea el aparato eléctrico
destrozándolo de un solo golpe, es cuando cesa el por
completo el malestar. Vuelve a sentir calor, esta vez en
el pie, comprueba que es una temperatura mayor al de
su extremidad, vira su mirada a la izquierda, al fondo de
la cama, allí, comprueba que su lecho (no nupcial)
alberga a más de una persona, en el límite, al borde de
caer, reposa somnoliento un felino colorado, blanco, de
peces en la nariz. Abre sus ojos, se expanden sus
retinas, mantiene los párpados bien abiertos, la luz le
pica, pestañea, decide quedarse en posición estática sin
movimientos más que el de la química (eléctrica) de sus
pensamientos, Lupho recuerda finalmente su aparición.

-¿Sigues aquí pesado?, eres persistente como yo, lo


lamento_le habla con resignación. Como si escuchase y
entendiese el (nuevo) gato se despereza tranquilo, crea
un círculo imaginario dando una vuelta buscando un
lugar más lejos del límite peligroso de la caída, se
detiene, su cabeza apunta al acolchado, bosteza, logra
estabilidad moviendo a destiempos sus patitas sobre el
material blando, se para en dos patas, lo mira fijamente
a Lupho emulando a algún ancestro León. Mantiene el
gesto de lucha, mientras que Lupho continúa con su
desgano irrompible dotado de resignación matutina. El
gato pestañea, bosteza nuevamente, sigue con el
objetivo frente a sí mismo, mueve con las uñas afiladas
las patitas en un vaivén vertical, maúlla con el ronroneo
en su voz, maúlla y muestra sus dientes, enseñándole
su poder sobre la cama. Lupho tiene una suerte de

229
Elbio Aparisi Nielsen Ura

miedo mixado con amor, no le gustan los animales, pero


sabe que en su vida ellos forjaron algo de lo que siente
como orgullo, al final según algunos las mascotas son
fieles y las mayorías de las veces traspasan la vida
mortal para vivir eternamente en las obras de sus
dueños.

El acuerdo con la editorial es por la tarde, entradas la


cinco. Lupho prepara algo para comer, los nervios están
tapados, reposando. En la cocina, algo de verduras y
carne roja sacia el vicio de ingerir energía para
sostenerse. Con el plato, los cubiertos y la bebida
servida junto a la comida Lupho concentra todas sus
ideas en la forma fantástica de encarar a los dirigentes
de la editora más potente del mercado. -“La mesa oval
en el centro de la sala de conferencias, todo de un color
marrón ocre le enseña algunos detalles, una mujer de
cabello colorado en la punta derecha junto a la puerta de
salida le intriga, sabe que en la punta de la mesa hay un
señor de corbata roja mirando cuestionándose. Varias
copas altas de cristal repletas de agua o soda, y doce
directivos de la empresa, nadie ríe. En la punta opuesta,
en dirección a la mesa oval un proyector blanco, una
mesa pequeña de color marrón, yo y los nervios de este
gato maldito, colorado como el pelo de la mesera junto a
la puerta”_ piensa, fantasea, vive los nervios de estreno,
injiriendo un bocado de verdura y carne que le sientan
un poco pesados. Un maullido viajero interrumpe la
comida del medio día, aparece colorado, caminando a
paso lento, el gato se acerca a su pierna, él vuelve su
cabeza al piso, maúlla con fuerza con la cabeza estirada

230
Elbio Aparisi Nielsen Ura

al doble de su normal. Lupho odia compartir la comida


que hace para el solo, siempre dice “si me compro, es
mío, solamente para mi degustación, si te compro es
solo para tu placer, pero no me pidas mientras como que
soy un perro rabioso y hambriento, puedo morderte
instintivamente”. El gato ronronea fuertemente, pide
comida o cariño, algo de lo que Lupho no comprende,
sigue imaginando los detalles, las posibilidades, creando
tiempos y discursos aleatorios para hurgar en los útiles.
Con la palma llena de pedazos de carne se agacha
acercándole a la nariz la carne troceada.-podrían restos
humanos, no entiendo por qué sigo comiendo carne._ se
espanta y sigue comiendo. El felino la huele por todos
sus ángulos, tiene clase, sabe elegir y rechazar lo
inapropiado,al cabo de unos segundos muy largos toma
de a uno los retazos de carne cocida, al terminar de
morder con delicadeza y tranquilidad Lupho lava sus
manos sin la velocidad enfermiza de la fobia, lo hace
para quitarse la sensación belicosa en el tacto. Repite
unas palabras en voz alta, en un repaso del discurso o
exposición de la obra y sale a la calle en busca de un
taxi.-...el mercado exige, entiendo el punto, pero mi obra
provocará un nuevo nicho, tienen que confiar... no, no
así no... deben quitar sus prejuicios éticos y sectarios
para abrir el mercado a la totalidad, mi obra puede
suministrar apertura a cualquier ciudadano, repleto de
cultura o falto de ella... bueno así está mejor, a ver... si
no confían en lo que digo pueden irse a la mierda, al
final quieren explotarme y llenar sus bolsillos de dinero,
hijos de puta... me estoy pasando, bah, es la verdad_
piensa mientras se ríe y desahoga, el taxi se detiene.

231
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Apartado
Uruguay 2 pm.

-¿Qué hacés che?, ¿estás loco o qué?, dejate de joer


que te pueden matar.
-¿Qué?, dejame boludo, ¿quién sos vos para decirme
que no haga algo?, andate que estoy tranquilo.
-¿Cómo vas a pintar las paredes con ese dibujo?, se
van a enfurecer, acá la gente es muy metida, te van a
buchonear y cagaste fruta, eh, de en serio che, estás
por armar un quilombo grande.
-¿Y vos que mierda sabes cabeza de lagarto?, ¡tomatela
feo!, ¡pochoclo!, ¡dejame solo!, la puta madre, pero si
son todos iguales. A ver si me entendés, no voy a dejar
de hacer nada, ¿qué mierda mirás?, ¡no sabés lo que le
hicieron a mi hermanos y a mis viejos!, esos payasos,
obreros de verde asesinaron a mi familia, no voy a parar,
les voy a tocar los huevos todos los días, ¡y no pinto las
paredes!, ¡se llama stencil!
-Pará loco, no te enojes, no sabía que lo hacías por algo
así, sos un tipo sano... otro estaría cortando cabezas
hasta morir.
-Pinto pero no soy boludo, mi arma es el mensaje, si
agarro un micrófono me lo meten por el culo antes de
meterme el batallón otra cosa. Soy esa hormiguita
metida en el pantalón, que se jodan, hasta que no se

232
Elbio Aparisi Nielsen Ura

caigan no voy a dejar de hacerlo, después veré que


hacer.
-Sos un tipo gracioso, pintar a un gorila de uniforme
metiéndole una banana a otro y así en cadena
simulando la evolución de Darwin me resulta humor
inteligente. Se van a calentar.
-¿Me das consejos?, acá no hay prensa, no existe la
palabra, somos una jungla de seres autómatas, muertos
de miedo, ¿vos me querés aconsejar a mi?
-¿Cómo te llamás?, quiero saber, así busco los diarios
cuando termine todo esto, tenés pinta de ser buen
caricaturista o guionista.
-Pero vos sos un pelotudo de esos que se creen
divertidos, interesantes al hablar y que se imaginan
genios mientras limpian pisos por dos pesos.
-Para loco, tranquilzate, soy Santiago, me dicen el flaco
y no quiero ofenderte, ni meterme en tu mundo, si te
gusta lo que hacés te felicito, sos un luchador y eso vale
más que el oro de estos falsos moros conquistadores de
cerebros.
-Soy Julián, me decían Juliángorra.
-Usarás mucho la gorra.
-Definitivamente sos un pelotudo, pero de los simpáticos
ahora nadie me llama así, mejor Juliánsolo.
-¿Querés tomar unas birras?, hace calor.
-No, ahora me voy a pintar unos muñecos de madera
que estoy fabricando, son las figuras que pinto, algunos
ya me compraron por encargo pero se las guardan en
un cajón enterrado en el jardín, como reliquias o figura
del recuerdo... yo que sé, mejor me voy. No me caes
mal, capaz te haga un muñeco, sos bastante feo pero si

233
Elbio Aparisi Nielsen Ura

le pongo ganas seguro te mejoro la nariz y el ojo


derecho.
-¿Qué tiene mi cara?
-Es bastante asimétrica, según unos estudios, de acá
no, de afuera, donde la gente se dedica libremente a
estudiar pelotudeces, bueno según un estudio la
asimetría del rostro es un buen signo de fertilidad, por
eso seguro tenés levante con las chicas, pero sos feo,
no te lo olvides nunca, eh.
-¡Viene una!, andate pibe, salta, dale.
-Si me muero, tirá la gorra al mar.
-Pero no sé donde vivís, andate dale, yo ya tengo un
escondite acá, corre pibe._ se escabulle entre los
arbustos y Santiago se acomoda en su hueco del gas
destruido el fondo para caber y cerrar la puerta de chapa
oxidada. Desde las rendijas ve a los soldados bajar del
coche.
-La puta madre que lo parió, el pendejo de mierda, sigue
pintando las paredes, peinen las cinco manzanas,
revisen todas las casas, le voy a meter el caño caliente
por el orto. Preguntá a los de ahí enfrente, sos todos
buches, que suelten algo o le matas a uno, me da igual,
puto país de mierda, ¿monos con bananas?, hijo de...

234
Elbio Aparisi Nielsen Ura

39

La obra de Lupho le resulta de lo más realista,


profunda, entretenida, original y reveladora. Carla no
conocía todas las facetas de su ex-esposo, sabe muy
bien de sus altibajos, pero el tesoro que se presenta
ante sus ojos no deja de asombrarle, la llena de vida, no
da crédito a tanto amor, luz y bondad. Recuerda el día
en que lo conoció, una tarde de otoño en París, en el
Harry´s bebiendo Bloody Mary alejado del bullicio
pensando. De los detalles deja escapar el recuerdo,
pero sabe que amó o ama (quien sabe) a ese ser tan
especial en tiempo y forma. De sus retazos sueltos aquí
tenemos a los recién enamorados en una fogosa charla
en una mesa de sillones morados y banderillas de todos
colores.

-Yo no soy de esas, no pienses que voy así por la vida,


no te equivoques Lupho, soy una mujer bien educada._
sus rostros de entremezclan con el resto de edades
encapsuladas en la memoria de Carla. Lupho y ella
mutan entre lo que eran y son.
-¿Por qué dices eso?, nunca pensaría algo así, perdona,
es que mis silencios no tienen que ver contigo, no estoy
enfadado, es que aquí dentro transcurren muchas

235
Elbio Aparisi Nielsen Ura

situaciones que no puedo contarte._señala su frente con


algo de vergüenza, se deforma su rostro quedando en
negro, reaparece su cara llena de juventud, la voz de
Lupho se agudiza hasta ajustarse con la edad.
-Eso no es problema, eres tan distinto al resto de
hombres._ las banderillas se enlazan con ramas de pino
intervienen sus emociones encontradas.
-Solo quiero comprender que es lo que tengo que decir,
no me atrevo a utilizar la máquina de escribir sin motivo
alguno que detone en algún hueco interesante. Perdona,
no quiero meterte en todos mis problemas mentales, al
final son solo letras unidas, el conocimiento está
sobrevalorado, mira aquél de barba blanca, ese tipo
sabe lo que hace, entiende de publicidad, ha hecho un
personaje de sus libros, primero él ante sus libros, eso
es cruel, ambicioso y poco relevante ante el mensaje, yo
no quiero ser él, lo odio, es un borracho perdido._ la
mesa se transforma en cama, aunque siguen sentados
en la misma posición anterior, detrás de Lupho aparecen
flores rojas ingrávidas y el sonido de un constante
vómito provocado.
-Yo puedo ayudarte, no te apenes, cada uno sabe lograr
captar la atención del resto, si no te interesa su manera
de hacerlo puedes emplear otra, tienes la inteligencia
para idear un buen plan. Me gustas, algo dentro de mí
me dice que sigamos juntos, no sé que es pero siento
estar en el lugar adecuado, ya no estás solo._
desaparecen hasta quedar sus miradas, él la mira, ella
comprende que le falló, por un segundo puede sentir la
desilusión de Lupho, entiende al fin que no todo eran

236
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sus molestas fobias, sino, su intolerancia ante una


genialidad desmesurada que necesitaba su contención.

En la habitación comienza a darse el fenómeno de


apropiación hospitalaria, Carla tiene en todas las
paredes dibujos de su pintora más preciada Frida Kalho,
algunos escritos y demás accesorios.

-Nunca es tarde, gracias mi amor._ susurra una noche al


despertar tras sobrevivir al recurrente ejercicio de la
memoria mediante los sueños, por alguna razón se
siente liberada y toca su abdomen transformando su
tristeza confundida en alegría.

En la pared de la ventana/terraza, justo por encima de la


misma escribió con tiza color blanco ¿Cuál es el sueño
de los que están despiertos?, cada vez que el doctor
entra, ella espera algún tipo de comentario por el
apropiamiento, pero él no dice nada, solo sonríe y se
retira. Ella supone como culpable a la lástima como
supresora de correcciones lógicas, pero deja que todo
siga su curse habitual. Él, lee la frase al entrar, la mira a
ella, Carla sonríe, él también, le toma el pulso primero,
luego revisa los ojos y demás obligaciones médicas (que
no comprenderemos por falta de léxico profesional),
Carla desea decirle el significado pero fracasa en el
habla exterior, porque deriva en otras preocupaciones
menos en lo que piensa, los nervios suelen engañarla y
tratrasarlo todo. Aunque hay momentos en que el
instinto florece y se adueña.

237
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Como siempre el doctor se retira maldiciendo una y otra


vez por no tener el coraje de decirle algo bonito, una
frase clave para abrir puertas. Carla gobernada por el
sentimiento abrupto y anima se para de pies fríos y toma
aire en la terraza. El doctor siente sus pasos, se da
cuenta que la paciencia causa mella en su paciente,
pero igualmente cierra la puerta, al hacerlo da nueve
pasos lentos como esperando internamente que sea ella
quien desde la puerta le invite a charlar, pero sabe que
es él quien debe tomar el primer movimiento, domar la
situación, tras una discusión mental de unos minutos se
vuelve a detener con la mano derecha apoyada en el
pestillo frío de la puerta.
Dentro, nuestra amiga suspira eliminando tensiones,
recuerda a su pequeña luz de vida y expira algo molesta
por dejar escapar posibilidades.-Se lo pierde, no pienso
volver a embarcarme en una relación con nadie, déjalo
ya Carla, es que eres estúpida para todo, desde ahora
nada, solo un hola y un adiós, a lo sumo un buenas
tardes doctor, ¿qué tal está?, pero por cordialidad, el
resto será un limitación lacónica._ se convence alienada
por las nuevas circunstancias, fija un punto en la mar
para apasiguar sus aguas revueltas.

Resuena a lo lejos la puerta, primero un golpe suave, a


los segundos otros menos temeroso.-Que no sea la
enfermera cancina, no tengo ganas de hablar con nadie.
Insistente continúan golpeando.

-¡Pase!_ exclama.

238
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Abre la puerta lentamente, es Giovanni, sonríe como es


habitual, aunque algo más forzado, parece temerle a la
simpleza del trato social verdadero y no profesional.
Relee la frase, se detiene con los brazos cruzados y sin
nada en sus manos, lee los demás papeles pegados en
las siguientes paredes color verde claro, Carla también
cruza sus brazos imitándolo.
-¿Cuál es el sueño de los despiertos?_pregunta por lo
bajo releyendo la frase Giovanni.
-La esperanza, doctor, es lo que nos mantiene en plena
lucha y alertas a lo que puede nacer_ contesta con una
dulzura única, con su voz baja y suave.
-Usted tiene un ángel, su esperanza es infinita, excede a
las mías, por eso la admiro cada día más Carla, no he
venido es decir algo tan cursi, bueno no sé que decir,
llevaba allí fuera un rato ensayando que decir pero los
nervios me traicionan, quiero que entienda que..._ lo
interumpe antes de que los nervios lo hagan decir algo
apresurado y sin sentido alguno.
-Doctor, ¿quiere tomar mate?, me imagino que a esta
hora nadie se despierta a quejarse_ dice ella invitándolo
a una charla.
-¿Qué es eso?_ pregunta inocentemente.
-Es una bebida, perdone, claro no la conoce, es normal,
es que conviví con un amigo Uruguayo._siente un
estremecimiento en el estómago que le recuerda de un
plumazo todo.-Es una bebida muy entrañable ya que
acompaña mucho a los solitarios y une a los amigos,
invita a las charlas, energiza, es verdaderamente un
hallazgo.
-Intentaré disfrutarla._dice sorprendido.

239
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Mientas Carla prepara la yerba y deja reposar el agua


caliente pero no hervida Giovanni suelta algo que le
viene a la mente para ir rellenando el espacio que queda
en silencio.

-No se imagina lo que ocurre por la noche en los


hospitales, los pasillos, las cirujias de emergencia, es un
estrés que muy pocos pueden controlar, vi casos muy
graves... operar a compañeros por deficiencias..._
cuenta mientras acomoda su abultado cuerpo en la
cama.

Las primeras palabras sabias y cotroladas de una charla


armada en el momento surgen a los minutos del
reacomodamiento mental ante la intolerancia de la
ansiedad que nos trastoca para adaptarnos rapidamente
a la situación, algunos tosen, carraspean, otros hablan
con la garganta entorpecida por la mucosidad, o miran a
un lado que cruce el camino de quien está enfrente.
Giovanni a diferencia, observa la ventana, se pierde en
la oscuridad del mar embravecido por unos instantes de
reacondicionamiento, Carla se pierde mirándolo, como
se olvida de ella en la oscuridad de su mar incierto.
Habla primero ella, con suavidad le pregunta como es la
vida en el hospital, aunque sabe que ha caído en la
trampa de la torpeza evidente, vuelve a escucharlo
como repite lo anterior. Al pasar unos minutos comienza
a recuerdar algo desconocido, sobre una situación en
sus comienzos muy traumática que lo tuvo al borde del
colapso profesional.

240
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Era una niña de tres años, su estado era grave, al llegar


no comprendía lo que le habían hecho, pobre pequeña,
no podía siquiera verla del terror e impotencia, su rostro,
su cuerpito estaba demacrado, lleno del rojo intenso de
la sangre, recubriéndola entera con contusiones
provocadas por un adulto ensañado_ Carla entiende
algo de lo que suponía en sus pensamientos de
almohada y ensueños, afirma el dolor que encierra tras
sus sonrisas de dentista, siente pena, suspira como es
habitual.-Me la trajeron en camilla, agonizando, su pulso
era inestable y sus palpitaciones no daban una buena
señal, lo primero que hice fue llevarla a la sala de
cuidados intensivos, le colocamos todo lo necesario
para que pueda respirar y mantener su pulso estable,
pero nada fue como lo esperábamos, se detuvo el
mundo, las gotas de transpiración caían a chorros y no
sabía que hacer, juro por lo que más amo en esta tierra
que pedí por Dios prometiendo ser fiel si hacía algo por
ella..._ la comodidad de la noche afloja la lengua de
Giovanni, su personalidad en otra oportunidad no
hubiera permitido decir una palabra sin emitir una
terminología médica. -...Por dos minutos ella estuvo
muerta Carla, técnicamente muerta, mis compañeros se
habían sacabo los guantes y mascarillas, la encargada
de apuntar el deseso me preguntó que hora prefería
poner, no sé que fue, si una rayo interior que me inyectó
de energía hacia afuera o si me poseyó algo, lo único
que recuerdo es que les pedí reanimarla a como sea,
algunos no querían darle el electrochoque, sabían que
era imposible despertarla con tanta carga, era muy
pequeña Carla, ¡la daban por muerta!, en medio de la

241
Elbio Aparisi Nielsen Ura

discusión, una de las enfermeras quiso taparla, fue


cuando con las lágrimas en la cara y gritando fuera de
mí, tomé la desición más dolorosa de mi vida, hice yo
mismos los electrochoques, ¡y la volví a la vida!,
¿puedes entender que significa eso?, la traje de vuelta a
esta miseria de mundo, donde la violación y el maltrato
era algo de todos lo días al despertar y acostarse, me
sentí un niño de clase alta jugando a los muñecos, pude
verme con su edad, en su lugar, y no lo soporté Carla..._
respira hondo, hace un silencio mínimo, recupera el
habla, en el límite del quiebre emocional dice.-Al otro día
luego de las primeras curaciones el padre hizo una
aparición exagerada, clamando por la salud de su hija,
mis compañeros me contuvieron, sabía lo que iba a
hacer tarde o temprano, lo amenacé... al tiempo, creo
que dos meses después, la niña volvió en peores
condiciones, esa vez la vi morir, ¡la vi dejar su vida!,
nada fue igual, comprendí la vida de otra manera, quizás
eso explica el por qué vivo aquí más que en mi casa, no
dejo a ningún paciente librado al azar de allí fuera, me
encargo de todo lo que puedo y más_ una lágrima sale
disparada con odio de su lagrimal derecho seguido de la
izquierda, llora, se tapa no quiere ser descubierto, llora
desconsoladamente, no la mira de frente, gime de dolor,
su alma sufre por algo mucho más profundo, por todas
esas vidas que dejaron de vivir ante sus ojos. -La dejé ir,
yo la dejé ir, porque no aguantaba otra visita, su vida no
tenía el sentido que le vemos nosotros a duras penas,
ella con sus pequeños años vividos tenía la esperanza
de morir, lo vi en sus ojos el día en que la vi morir frente
a mí, prefirió la paz del silencio a la brutalidad de la

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

realidad, es tan cruel este maldito mundo._ su rostro se


transforma, toma la imagen de la culpa. -Después de
esa noche, estuve debajo de la tierra, dormía todo el
tiempo, no comía y solo escuchaba la voz de mi psiquis,
con la culpa en todo momento acechando a mis valores,
trastocándolos, pero mantuve la cordura y un día dejé el
límite moral que no me dejaba buscar ayuda para salir a
la superficie a enfrentarla. Eso fue hace muchos años,
aunque puedo verla ahora mismo junto a mis manos,
por eso el hospital es algo de lo que no quiero escapar,
lo hice una vez, no lo haría de nuevo, moriría, aquí lo
tengo todo para luchar contra ese instante en que se
extingue el milagro impensable de la vida_Carla siente
que todo lo que podría devenir sería superficial, el
sonido ambiente ayuda, el mar los cobija auditivamente
y los relaciona en silencio, su acto de reflejo honesto es
un fuerte abrazo, por todo lo que el hace por ella para
que no muera. Su abrazo se funde en las noches, donde
los murciélagos andan ciegos escuchando el sonido del
camino y los tigres caminan sigilosos en la selva de
alguna parte de África o de un cuento Borgiano.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

40

Carpeta roja, carpeta negra, papeles blancos sueltos,


una tensión de vientos contaminados y retorcijones junto
con calambres mantienen a Lupho con la traba mental
de un niño en primer día de colegio, al borde del llanto.
El edificio cubre y sobrepasa las expectativas que había
hecho durante todo el almuerzo junto al félido colorado,
impone, aunque no concreta si es eso o la presión
invisible que lo induce a auto intimidarse por cobardía
escénica.
La puerta principal es de cristal doble reforzado como
todo el resto de la estructura que posee en su noventa
por cien el derivado entre otros de la antiquísima arena
playera hoy en peligro de extinción (la cuarta del
planeta). La tecnología tiene un papel fundamental en la
compañía, todo el conjunto de oficinas con sus
pertinentes despachos y salas de conferencias posee
comunicación informática, es decir, una amplia red
ordenadores (menos inteligentes que un pájaro silvestre)
conectados unos a otros, intercambiando datos.

-Esto debe ser masivo, no tiene lógica que solo aquí se


use_ piensa Lupho de los recursos del poderío editorial,
imaginando un mundo con toda esta amplia red de

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

conocimientos conectados a microsegundos de cada ser


humano, a los minutos se responde que es un idiota,
que siempre hace lo mismo, ve algo y lo plantea con una
lógica de gato sin lectura, sus pómulos hierven, pero
lentamente se calman. -La estupidez es un paso anterior
a la genialidad_remata su voz interior. En el ascensor
una voz indica el numero de piso, su voz es de una
mujer rubia voluptuosa (recrea para reavivar una llama
perdida), las puertas se abren sin ayuda de dos gorilas,
es el duodécimo piso, es el elegido, el sonido ambiente
penetra como una bala en su frente, le falta el aire, allí
dentro está la empresa más grande de Europa. Una
recepcionista amablemente pide la identificación de
nuestro amigo tieso, obnubilado, maravillado por su
creatividad fantástica, mientras, la mujer investiga en
una gruesa faja de hojas con tareas programadas, él
mantiene su boca abierta, aguarda impaciente, con las
carpetas roja, negra y los papeles blancos sueltos pero
bien sujetados con sus dos manos contra el pecho. La
mujer de ojos musgo de río, al terminar la búsqueda, le
agradece la espera con un gesto cordial, como
cumpliendo por alguna petición de la dirección.

-Gracias, no, no, a ti, gracias, perdone... tiene usted


unos ojos muy bonitos._ no deja de sostener con fuerza
las carpetas, su rostro se enrojece.
-No tiene por qué señor... ¿puedo aconsejarle algo?_ no
sé que siente Lupho, es posible que no la escuche, a
veces se cierra tanto que no lo comprendo del todo. Su
mirada a cambiado.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Es usted una persona libre para expresar sus


pensamientos._ quizás decir eso le sirva para quitar los
nervios de las primeras nueve palabras, pueden definir
toda la presentación hacia un lado u otro de la
valoración colectiva.
-Ya lo creo señor, mi consejo es que entre allí y no deje
de hablar hasta el final, no les permita elevar sus egos
con las comparaciones, sea diferente, ataque con la raíz
de su mensaje y llegará certero, usted es diferente a los
otros, lo sé, perdone señor si soy entrometida, supongo
que me he pasado, lo siento.
-Es usted un ángel._ cree que sus palabras han sido
mediadas por la joven pero que pertenecen a otra
persona, a una que no deja de querer, por lo bajo
agradece a lo que sea que le ayuda. El grifo abierto del
pensamiento mágico le abre nuevos canales de
confianza que había perdido, suelta una carcajada. El
ángel de ojos musgo sigue apuntando en el cúmulo de
papeles atrasados sin volver a retomar la conversación.
Alguien a lo lejos grita el nombre de nuestro amigo. Ella
amable le informa que la junta aguarda su presencia,
como si no hubiese dicho nada antes, se percata al
volver a ella para despedirse que sus ojos son pantano y
comprende que Carla está presente realmente, hincha
sus pulmones con todo lo que logra recaudar y da pasos
firmes pero cortos con su mentón a lo alto, Lupho se
dirige a la sala de conferencias como un globo de helio
al cielo, soñando con llegar al espacio exterior. Por el
largo del recorrido, en el pasillo, comienza a chequear
cada “cosa” que imaginó y da con el acierto de la
diferencia abismal existente entre la creativa imagen

246
Elbio Aparisi Nielsen Ura

artística y la poca creatividad de la realidad que le


rodea, reposa unos segundos avanzando y se responde
que ni todo el dinero del mundo dota a un diseñador del
buen gusto, otro pensamiento que lamenta al continuar.
Animado por una ventosa corriente del alma se olvida de
su cuerpo en estado de conmoción, se percata de la luz
que emerge de la sala, imagina su muerte a plena luz
del día. La puerta está abierta, se detiene, estudia el
escenario que tiene de frente, en cada acercamiento
logra entender cada vez más lo que le rodeará, la
disposición del mobiliario, los colores, la densidad del
aire y la luz que gobierna. En el murmullo registra nueve
voces medias y dos gruesas, añade preceptos para
elaborar dos posibles perfiles por cada una de las voces
que luego acoplará junto a la imagen gestual. De la
carpeta roja eleva once hojas sueltas, luego las vuelve a
presionar contra su pecho, las siente parte de sí, mueve
su cuello en forma circular, de izquierda a derecha,
suena algunos dedos, mientras da pasos más firmes y
largos irguiendo su columna, estirándola para relajarla.
Habla por lo bajo, ensaya el discurso de presentación,
mueve su mandíbula encontrando la distensión, agita el
brazo suelto, ríe, cambia las carpetas al otro miembro.
Sus convicciones vuelven al vuelo, su mente recuerda
todas esas tardes, noches, mañanas, sin comer y dejar
de enviar electricidad química a cada neurona, para que
respondiesen a todas sus exigencias fetichistas. Camina
sin miedo a nada, él sabe de su búsqueda, solo él
entiende de su convicción, nadie de esas once voces
contiene en su poder lo que posee dentro suyo. Chista,

247
Elbio Aparisi Nielsen Ura

una, dos, hasta seis veces, pica la punta del zapato


derecho contra la moqueta.

-Tengo el partido de póquer en dos horas, no esperamos


a una estrella, no se puede permitir un silencio tan
prolongado._ dice el de voz más gruesa, aguardando la
llegada del escritor francés. Todas las caras muestran
cansancio, algunas tienen ojeras, otras manchas de sol
por las constantes exposiciones, algunas solamente los
vestigios de no dormir por trabajar y follar como conejos.
-¿Por qué tarda tanto?, no tenemos todo el día, esta
reunión nos cuesta dinero_ dice la segunda voz menos
ronca. Todos juntos ,y a la vez, acomodan sus corbatas
presionando en el nudo para mantenerse despiertos por
ahogamiento. Debajo de la mesa los pies se hallan
inquietos conversando, repiquetean algunos, otros se
dedican a discutir por la comodidad y la elegancia.

Chista una, dos, hasta nueve veces, con su mano


izquierda toca un piano imaginario en la pared, mira el
techo y expira e inspira hasta el mareo.

La mesa tiene once copas de cristal, todas a medio


llenar con agua pura de manantial (agua procedente de
alguna zona pobre y sin recursos naturales), las paredes
tienen un color piel humana (quizás todo lo construido
fue a costa de los autores), los hombres que pesan
sobres las sillas tienen trajes oscuros, menos el de voz
más gruesa, que se distingue con un traje marrón claro y
botones aún más claros, está fumando un habano
cubano y tomando un café de buen sabor colombiano

248
Elbio Aparisi Nielsen Ura

para mantener la tradición multiculturalista y de libre


consumo capitalista. Un proyector apunta a la pared
contigua a la mesa, ese espacio tiene un desnivel o un
límite virtual evidente. Una mesa pequeña de acero se
halla junto al proyector, del otro lado del proyector una
pared vacía con una tela blanca tensa que funciona
como pantalla espera ser rellenada, en el lateral una
pared/ventana ilumina toda la sala con luz natural
reflectada por la contaminación suspendida.

A Dos metros del límite entre la edición o la vuelta, sin


más que la obra en papel para limpiar sus heces.
A Un metro de la verdad, con sus verdades estudiadas.

En el límite todo deja de tener sentido, los nervios dejan


de hacer funcionar los músculos, al fin los entumece, su
cerebro suelta, la Dopanina, Cerotonina y Adrenalina
que activa sus miedos extremos, o sus drogas internas.
Pese a todas las disfunciones cerebrales y musculares,
Lupho tiene el coraje de ingresar por la gran puerta a
enfrentarse con el León que controla a las especies
literarias masivas y promotoras de nuevos horizontes.
Once personas reciben al escritor, el de voz gruesa lo
invita al aplomo en la silla, uno de ellos funciona como
mediador entre las partes, una voz media que media
entre las peticiones del poder y las consultas del
proletariado inmerso en una disciplina del miedo a
crecer. Durante minutos no hay palabras más que las
del señor presentador, quien habla de la obra ante su
séquito. Lupho observa, oye cada crítica constructiva y

249
Elbio Aparisi Nielsen Ura

cada expectativa de la voz media. -No puedo creer que


le guste tanto, le han pagado._piensa agitando su
lengua con la boca cerrada. La voz gruesa no intenta
frenar el monólogo del medio, supuestamente lo
escucha pareciendo realmente interesado, uno de los
ocho restantes interrumpe, y continúa halagando la
obra, éste tiene una carpeta verde donde según sus
afirmaciones tiene las últimas estadísticas del mercado
nacional y del bloque, así pues relata los últimos censos
hechos en Europa durante minutos, mientras lo hace,
algunos aplauden suavemente las cifras que se elevan
por cientos de millones. Lupho pierde el hilo conductor
de la reunión, piensa en lo fácil que parece todo, o en lo
difícil que se lo planteó, en la cresta de la vorágine es
simple, allí hay silencio, paz eterna. La voz gruesa pide
una opinión extra, otro de los siete restantes eleva la voz
sin irse de su rango aprovechando la situación para
lucirse, con nimias diferencias sostiene el éxito del libro,
apoya la explicación anterior y sus estadísticas. La voz
gruesa y fumadora suelta pocas palabras.

-Señor Lupho, ¿Podría contarnos de su proyecto y de


las cualidades del mismo?.
-¿Señor?_se pregunta.-Sí, claro, aquí tengo unas
carpetas con las sinopsis de una carilla_ coge de la
carpeta roja las once hojas con las respectivas sinopsis.
Las suelta en la punta de la mesa, en el borde. -¿Podría
repartir las partes a la totalidad, por favor?._le pregunta
en tono decidido, firme, muy distinto al de la burbuja de
plástico y los golpes comunicadores en la pared. Las
hojas llegan a cada uno de los ejecutivos, incluso al de

250
Elbio Aparisi Nielsen Ura

voz tomadora de café colombiano que parece


interesarse conforme habla nuestro amigo. -Ahora si me
permiten_ se dirige al desnivel, donde se hallan el
proyector y su mesa de acero. Va directo, como si
conociese el lugar, a la pared ventana, y acciona el
botón para que la cortina cubra toda la iluminación
exterior contaminada por la polución constante del
químico del invernadero fatal. La oscuridad junto a la
quietud deja por segundos a todas intrigados. La luz del
proyector se enciende a manos de Lupho, el haz de luz
es direccionado a la tensa tela de enfrente. Coloca las
13 diapositivas, presiona el botón de avance, aguarda la
primera placa templando su temperamento que ruge
desde sus entrañas, está corrompiendo todos sus
bloqueos para exponerlos. Los once con la atención de
quién tiene la expectativa proyectada en otro por
inseguridad aguardan la primera exposición del escritor.
Con todos los flancos posibles trabajados al máximo,
Lupho da clase de diseño y armado de planificación
publicitaria. Todas las posibilidades de éxito y fracaso no
tienen hueco por donde escapar, Lupho lo ve todo y lo
enseña frente a quiénes pueden ser el puente a la
edición global. Su sueño es ser leído, su deseo es la
provocación, que lo amen, odien, idolatren, critiquen,
sigan y defenestren. Finalizada la presentación, pide
amablemente la crítica de la sinopsis, algunos tienen
que releer las diez líneas complejas de la breve reseña
literaria, para poder efectuar la critica sin vergüenzas. Él
lo tiene todo bajo control, contesta cada pregunta y deja
claro su mensaje como escritor.

251
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-...La aplicación de los estereotipos de cambio van a


efectuar en el colectivo lector una nueva problemática
que será el afluente a las nuevas libertades, el mundo
sufre a causa de una pandilla de dictadores insensatos
que retrasan la evolución, no podrán evitar lo inevitable,
esa gente espera que alguien diga lo que sucede sin
reparo alguno, todos los personajes son reales y lo
fueron en vida, señores, la edición y difusión de esta
obra puede determinar un paso hacia una nueva época
de progreso editorial... en sus manos está extender la
verdad ante un mundo sediento de ella._ su voz se
quiebra por la emoción o por otra razón.

Aplauden por su labor, las risas y congratulaciones se


elevan en la sala, el de voz gruesa sin habano con
infusión se acerca, estrecha su mano y felicita. Todos los
rodean para repetir el gesto, nuestro amigo comienza a
toser con fuerza, en el pecho siente que algo lo raspa,
como si tuviese una rama atravesada en el árbol
pulmonar. Un mareo lo ubica en el sillón de la punta, las
risas caen a lo bajo, se acerca uno de los nueve, lo
contiene, una voz de las ocho restantes sale en busca
de un enfermera. La luz ingresa por la pared/ventana,
rodeado por trajes negros y uno marrón claro, Lupho
entiende que el dolor es solo una de las consecuencias
de la vida, pero su obra hoy encuentra nuevo padre, el
mundo entero. Tose, se retuerce como un niño, un
enfermero acude al llamado.

-Estreche su mano señor, dígame que sí, necesito


saberlo._ dice entre dientes al del puro.

252
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Es usted nuestra nueva y mayor apuesta, no lo dude,


es un sí rotundo, prepárese para recibir el oro del
reconocimiento en sus manos, porque las nuestras ya
están en acción preparando los cimientos._ cierra los
ojos, ya puede descansar.

Carla lo abraza, la ve porque sigue allí, algunas noches


cuando no puede dormir imagina su cuerpo frotar contra
el de ella buscando la paz para dormir. Su madre le dice
algo, le susurra pero no comprende, grita enfurecida y
desaparece entre sus abuelos, caen hojas y agua
enjabonada, las burbujas estallan, el mar se vacía y la
lava volcánica se seca ante las nubes negras. Santiago
pierde la cabeza tras pensar en tres pájaros verdes,
Carla flota en el océano llorando, clamando por caminar,
algunos animales acuáticos la asechan, se pierde en la
turbulencia de un remolino del tamaño de una isla que
crece descomunalmente hasta comer las ciudades como
si fuesen de queso fundido con anchoas.

Algunas voces lo quieren despertar, las oye mientras ve


al planeta desaparecer en un punto infinitesimalmente
pequeño.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

41

Palma con palma, empalmadas en una fusión solitaria


pero humanitaria al fin, Santiago deambula junto a un
niño, lo llaman Martín, no lo quieren, no se quiere ni
quieren entre ellos solo se acompañan para sobrevivir
un tiempo más los abatares que esperan impacientes ir
deshojando poco a poco sus vidas hasta quitarles el
último aliento en algún futuro incierto sin final alternativo.
De la soledad y sus comunes exigencias retiene tres
cuartos de cien, seguramente para no olvidar que el ser
humano debe sufrir como tal y no despreciar eso que
sufren los caballos al quebrarse, porque cuando aparece
sabemos todos a que viene. El camino tiene trazos
amarillos y verdes al pasar. Suenan en los lagos del
oído, resuenan con ese vigor de mil bueyes unas notas
extraviadas. La calle tiene otro sabor para Santiago, la
camina con altura, con su nuevo traje y camisa. Martín
tiene a quien querer mucho, aunque por unos instante
fabricando la imagen que nunca se alejó de sus ojos.
La puerta principal tiene algunos raspones del día de la
dual llamada policíaca y Santiago en su vuelta. En el
jardín de frente, junto a la entrada posa un rosal con su
majestuosidad rozando la perfección, los vecinos se
detienen a envidiar sus colores rosa claro y rojos

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

oscuros que embellecen con unas veinte rosas dando


color, brillo y vida a la casa... una energía que no
entiende de personas ni lugares.
Con las manos pegadas, llegan donde Mariana reposa
plácidamente luego de la búsqueda frenética por
Santiago. La puerta tiene la traba puesta, las llaves
inútiles caen al piso, por miedo, o alguna reacción de la
que no tiene raciocinio alguno Santiago. La palma pierde
adherencia, corre al fondo de la casa, sorteando algunos
obstáculos comunes. La vegetación tiene forma de
selva. Él, con el corazón al borde del colapso grita el
nombre de su amiga o amor, clama por ella
desesperado, esperando lo peor. En el interior de la
casa no se emite ningún sonido. Su traje nuevo se raja
en la cintura, el pantalón se abre y la camisa huele muy
mal.

-¡Mariana!, ¿¡Mariana!?_ agita su cabeza, mira al cielo,


este no lo mira, lo inunda de un celeste brillante sin
nubes, ni pompones de algodón, le regala lo más bello
que puede. Los alaridos tienen un origen de vocales y
consonantes bien entonadas, se desgarra su voz,
golpea contra el césped sus manos derramando furia sin
medidas. De pronto entre tanta exclamación, desde
dentro la voz ronca (recién amanecida) de Mariana grita
tratando de aplacar a Santiago en sus sollozos gritos de
amor y demencia adolescente.
-Todo está bien, estoy acá dentro, esperá que abra la
puerta_ Santiago comprende que tiene el miedo a flor de
piel o de corazón, toma aire sin poder decir nada, está
nadando en un shock emocional intenso. Toma con las

255
Elbio Aparisi Nielsen Ura

dos manos su empalidecido rostro pasado y de terror. La


puerta luego del forcejeo común se abre, desde la
oscuridad emerge una Mariana con bata toalla y pies
descalzos (disfrutando de su frío leve), con un gesto de
enojo toma con su mano derecha el brazo del trajeado,
sujeto que supo conquistar su amor sin modismos.
-¿Por qué llevás esa ropa, dónde estuviste?_ Mariana
comienza a pensar algo peor que la muerte, la traición
(con una apresurada relación de copas y recuerdos, las
envidias de la ciudad están esperando para poder darle
un mordisco al foráneo).
-Me la dio Martín, está en la puerta principal, esperando
a que le abras, no sé por qué creí que..._ se explica y
utiliza al niño como chivo expiatorio.
-... mejor no hables, le abro en un segundo, pobre
tendrá frío, dale, entrá, mirá la cara de susto que tenés,
no se te va, sos terrible Santiago. _ le dice Mariana con
un resto de enojo prematuro pero encantada con su
demostración.
-Bueno, pero yo creí que te había pasado algo malo, no
sabía que hacer ni para donde ir, perdoname, sé que no
vine temprano, pero viste como es Martín..._ dice
mientras entra con las manos en los bolsillos y la boca a
media asta.
De los gritos y desgarrados aullidos, el niño no tuvo más
que la gracia de oírlos todos y quedarse durito medio
escondido, vio muchas perder la libertad por esos tipos
con coche verde. Al oír sus voces llegar entre risas y
bocanadas de aire Martín disfruta de la buenaventura de
la pareja y comienza a saltar, en su alegría tiene
presente a su madre, al alcohol, la plata que pierde, la

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

gente, su fealdad y sus miedos, todos mortificando o


restando importancia al hecho reciente, cree poder jugar
y divertirse por más tiempo.
Mariana quita la traba y acciona una de las cuatro llaves,
mientras abre la puerta entrevé al niño saltando como
un loco, agitando las extremidades sin medida.

-Pasá, que hace mucho frío, vení, dale._ le grita Mariana


preguntándose por la presencia del infante en su casa.
Martín mira por lo bajo queriendo desaparecer, como
buscando hormigas en la tierra. Se acomodan dentro,
los tres hallan la forma de ayudar al otro, más bien los
dos encuentran la manera de remendar sus errores
ayudando a ella en las tareas de la limpieza.
De la casa nada escapa a las manos de los dos, el brillo
obtiene protagonismo, algo que en años tuvo ni la más
mínima presencia. Mariana los mira atentamente, toma
mate, de cada tres succiones regala una para Santiago
y ninguna para Martín, quien empacado amenaza con
ensuciar lo recién limpiado.

-¿Por qué yo no tomo mate?_ pregunta, con la inocencia


perdida y aislada de la personalidad por algo que no
conoce ni él mismo.
-Por que sos un nene, y los pequeños no pueden tomar
mate, ni café, nada que tenga mucha azúcar y otras
cosas_ dice con algo de sobreprotección Mariana.

Con un paño marrón claro Santiago continúa lustrando


algunas de las piezas de la familia, su boca se
encuentra abierta y sus ojos estáticos (vibrando como es

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

habitualmente), centrados en algo que no tiene


importancia, en la cavilación o desarrollo de la literalidad
de los pensamientos, en ello halla una respuesta
interesante.

-¿Ves el jarro?, en su interior se guarda el alma de la


madre de ella_ le dice a Martín.
-¿Sí?_descree el niño.
-Ahí su alma reposa olvidando la materia que la
resguardo en su vida. Tiene la energía del resto pero
centrada en su interior que no es más que polvo en
estos momentos... los átomos se reacondicionan
durante siglos en todo lo que nos rodea, terminando en
delfines, árboles, personas, lo que sea, nada en la
naturaleza del universo se pierde, solamente se
reacondiciona_ exaltado termina la frase y vuelve su
mirada a la nada. Martín vira su rostro, ella lo observa
con una risa pequeña suspendida, le guiña un ojo (el
izquierdo), él entiende que es algo de lo que Santiago
olvida y sigue en su lustre, una teoría de nimio valor
prefundadora de otra con alguna genialidad en sus
objetivos impuestos por esa luz cegadora y presente de
la consciencia.
Niñez y adultez conviven, se conocen, cocinan, sueñan
para llenar el vacío que abunda repleto de materiales.
El aire corre por todo el comedor, termina la lección de
indulgencia, los brillos iluminan dándole un panorama
distinto a la visual frecuente en la vivienda.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

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La noche posee a la verdad de un hombre devastado


por sí mismo y por su mal gusto. En la habitación el
abrazo y su fundición de amor o algo más, surten un
efecto extraño, ajeno e ilusorio en Carla, ella por todas
las opciones básicas de acercamiento, no quiere un
tacto tan intenso, no cree oportuno pensar en algo así,
ni en un hombre, mujer o animal. Pero algo de todo la
paraliza, han pasado ya horas y continúa meditando,
incluso durante todo el amanecer de la playa y el
océano, ha encontrado respuestas certeras.
El libro al pie de la cama le recuerda que debe retomar
su novela iniciática, en la que todo siente como propio y
vivido. Con algo de frío y aburrimiento vuelve al calor de
la ¿casa?, toma su edición y comienza el capitulo 23.
Línea tras línea comprende a la soledad como una
fundición de las lloviznas de tristeza y amargura donde
nada escapa a la imagen clara de los principios
ahogados del común denominador humano que rige en
aquél ¿hogar? y sus poderes mundanos trasvestidos.
Tiene una bata del hospital, su vestir puede variar en los
días ulteriores, pero algo no la deja ser ella misma, la
bata, su cordón y sus botones tienen algo que le
engendra la seguridad de la capa protectora terrestre.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

“Mis tardes no tienen fuerza, no cargan nada en mi


alma, tengo la impresión dentro de mí, de un vacío
intenso que no me agrada y que me mata lentamente.
Sueño para olvidar la felicidad”, lee, relee y comprende
su soledad en espejo, la del libro y los objetos. En un
manto de lágrimas inexistentes cierra los ojos, solo por
la curiosidad de la imaginación.

Minutos.

Estira una mano.

Expira, inspira, gime, se arruga, la contorsión del rostro


monta pliegues de dermis menos elástica.

Minutos... una enfermera pide por alta voz ayuda.

El verde de las paredes, los dibujos, Frida Kalho y la


sentencia de Carlomagno sobre la ventana/terraza
conforman la casa que supone Carla por los meses
restantes, leyendo, admirando desde su cama la
realidad, sin perderse entre el límite de la locura,
reconoce las consecuencias ineludibles de hacer ideas
reales, sueños reales.-¿Están preparados quienes
sueñan algo con su vida para convivir con la inmediatez
de la respuesta mágica?, no hay hadas ni genios, me da
asco la tierra, prefiero expulsarme al exterior._piensa
mientras lee, desenfocando la lectura.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Acaba de recordar a una anciana que le dijo: “Hija mía,


¿qué nos queda a los viejos?, ya no valemos para
nada... solo nos queda lo que vemos... eso nos llevamos
mi amor”._cierra el libro abruptamente.

Giovanni como de costumbre, errada costumbre, recorre


todo el establecimiento, tiene una sonrisa leve, sus
comisuras se elevan sobre lo normal de los días, el
rostro de Carla se dibuja entre citas médicas,
observaciones de roturas, placas, muy malas noticias y
decisiones profesionales. Los diálogos tienen un sabor
distinto en su boca, los pacientes notan esa alegría de
día brillante eterno, la reciben como única y disfrutan
mientras dura (los pacientes terminales). Cada persona
tiene algo que aportar, cada ser parece acompañarlo en
su alegría de un día o meses. Él comprende que todo
tiene ese final previsible, su costumbre de trasladarse en
el futuro lo aleja de lo que realmente tiene como objetivo
(una supuesta felicidad blanquecina y de spot de Coca-
Cola de los años cincuenta).
El numero 303 lo somete al examen de los nervios sobre
el cuerpo, comienza a sudar sobremanera y a confundir
pensamientos con recuerdos, siente el entumecimiento
del estómago, sus contracciones, todas las condiciones
que provocan lo que no puede evitar.

-He defecado menos de tres veces la semana pasada, y


desde que estoy con esto no hago nada, pero nada, me
duele, como si nunca soltase nada, me siento pesado y
lleno. Son los síntomas de estreñimiento atópico, ¿qué
digo?, es el espástico, tenía que volver a sentirme así,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

soy un estúpido._ da vueltas y vueltas a sus conjeturas,


es causa del mal del médico enamorado.

Toca tres veces, con una pausa entre cada golpe de un


segundo, de los cuales suman seis segundos de
llamado, tres físicos, tres virtuales. Pasado el minuto
(contado), entrada la tercera decena escucha del otro
lado la voz rebasada de una pasividad aplastante fabrica
ecos al viajar. La puerta no hace más que establecer
una línea entre el bien y el mal, su interior dicta que algo
no está haciendo bien, sus anteriores experiencias
nacen como recordatorios, más bien como trampas para
encarcelar entre los barrotes de la doble moralidad
adquirida por culpa de seres adultos jugando a ser niños
con herramientas. ¿Te curo el corazón?, ¡idiota!,
¡calla un poco de una puñetera vez!, entra, dile algo
bonito y calla, por favor siempre lo mismo.

-Giovanni, puedes pasar._ lo invita Carla sin rencores


con sus anteriores malestares. La puerta deja de ser
puerta, la madera con algo de hierro se mueve en un
eje, exactamente un cuarto de radio. Es la segunda vez,
nunca más volverá la primera, al menos no con ella, eso
le tranquiliza. Recostada, recién despierta, con lagañas
y migraña, lo recibe excusándose de su apariencia. No
la oye, le molesta toda la explicación inaudible (para él)
que no le interesa ni al dibujo de la pared. La encuentra
bella de igual forma que en las infinitas veces anteriores.
Olvida el protocolo de paciente/profesional, al fin se deja
flotar en el mar. Erguido como un mono bien enseñado,
sin mover siquiera sus pestañas calla todo comentario

262
Elbio Aparisi Nielsen Ura

usual de una visita regular en el hospital, quiere


diferenciarla del resto y que lo note. Ella aguarda entre
dormida y muy dormida los controles habituales, sin
recordar la noche anterior ni sus confesiones de cama y
dibujos colgados, actúa con un leve desprecio que
desconoce.

-Hola_ logra decir Giovanni por lo bajo. Dormida,


colgada del límite de la realidad, la ficcionalización y el
embellecimiento cerebral solo asiente con su cabeza,
músculo del cuello por medio, no se percata de nada.-
Está bien, no quieres hablar, lo entiendo... tengo que
hacer mi trabajo, ¿en qué estaba pensando?_toma su
brazo, examina el abdomen y con la velocidad de los
boxees en plena carrera, se da a la fuga. Carla como si
nada duerme, sueña el libro y los capítulos.

Desde la apertura sorpresa de la obra lleva veintitrés


leídos y quince soñados, representados por el recuerdo
y la mezcla imposible (en sus formas) de la imaginación.

La casa húmeda reaparece minando sus emociones de


incertidumbre. Se agita, tiembla, Santiago la besa,
Lupho le chupa la vagina degustando sus jugos, el gato
lame su espalda. Cruza sus piernas mientras se agita
más, gime, abraza la almohada, muerde sus labios,
hace fuerza, la contorsión le produce más placer.

263
Elbio Aparisi Nielsen Ura

43

Rojo en la alfombra marrón, silla negra que sostiene,


voces que acompañan, un doctor, once personas (nueve
de un rango medio, dos de poderío), ventana/pared y luz
clara en la sala, un grito de dolor, dolor extremo, miradas
condescendientes, de verdad, dolor extremo.
Cielo azulino con una punta amarilla profunda en la
totalidad. Pájaros y aletas de avión, un gesto de
complicidad en la esquina de alguna casa. Una tortilla
de patatas y huevo, sonrisas y aplausos, un premiado,
tres graduados, cientos de espectadores.
Suicidas de terraza, explosivos, armas, cortes, agua,
fuego y vuelo, de verdad mucho dolor extremo.

-¡Álcenlo entre tres por favor!_grita el doctor enfurecido.


Lupho tiene una hemorragia, la sangre borbotea del
pulmón y se halla tranquila una vez coagulada. Las
manchas crecen y el movimiento es realizado por la
fuerza de los requeridos tres personajes de la editorial,
pertenecientes a la sección ejecutiva. Escupe sangre a
los cuatro tras toser espasmódico y sin medir las
consecuencias. Gritan pero no dicen nada, lo colocan.
Está en otro lugar, disfrutando de la playa y el calor, no
tiene la visión aguada de un omnipresente, se halla

264
Elbio Aparisi Nielsen Ura

dentro de su psique volando, siendo el héroe de su


infancia. Alzan su cuerpo, toman las tres carpetas y lo
dirigen al hospital más cercano al edificio, ubicado a
pocas calles de la editorial tardando el suspiro de algún
perro ingresan (dos) a la sala de emergencias, los
doctores lo toman, sus carpetas se olvidan en la mano
de alguna de las voces que es retirada con violencia. En
la camilla vuelve de su viaje a las Bahamas, ve luces
pasar, se entiende enfermo y recostado en algo en
movimiento, su espalda, golpea su lengua una y otra vez
buscando una referencia, tiene gusto a dentista con gas.
Las luces pasan a cada segundo velozmente, marcos de
puertas se entremezclan. Cierra el telón y se halla en la
oscuridad de los párpados y la somnolencia, lo han
ingresado a otra sala de cuidados intensivos.
El salón es totalmente blanco, sus decoraciones hacen
juego a la perfección, el cuadro de una enfermera
callando a los que aguardan es el objeto desubicado en
la escena, “no nos queremos callar nada enfermera de
mierda, ¡no me asustas!, estoy lleno de odio por esta
vida de mierda que me trae por quinta vez, siempre que
salgo de aquí entierro a los míos, ¡no me callo una
mierda!, a la mierda todos los prejuicios, ¡pongan una
maldita sala para llorar!, estoy harto, puta fotografía, que
la prohiban en todos los hospitales del mundo.
Todos aguardan una respuesta, los once no han ni
pensado en retirarse, les importa la salud de su escritor,
trajeados, aburridos y expectantes siguen reunidos, los
estudian, creen que un mafioso está grave. La voz
gruesa conversa por vez primera con una de rango
medio, hablan de la familia, los valores, política y hasta

265
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de golf. Al pasar los minutos se distienden todas/os,


ingieren algunas galletas con sal, compartiéndolas.
Por el corredor camina solitario un doctor, con su mano
derecha retira de su rostro el barbijo blanco manchado,
luego el cobertor de la cabeza. Transita rápido,
jadeante, mirando el suelo inmaculado.

-Ha salido de cuidados intensivos, se halla estable, con


posible mejoría en los próximos días. No puedo decir
nada más, entregaremos el parte médico al responsable
ya que su situación es algo particular._el júbilo de
quienes lo examinaban y no conocían se vuelve algo de
fantasía, todos sin excepción alguna están felices por
Lupho.
En la cama de alguna de las habitaciones delira con el
pasado y sus borrosas situaciones extremas de agobio.
Algunas voces preponderan sobre el resto, entre esa
elite de logia antigua se eleva la tersa y calma voz de su
Carla, siente llorar pero físicamente eso no es posible en
su condición, aunque por milagro cree sentirlo. Una vez
pasadas las horas siente el mal que lo aqueja desde
tiempo atrás pero ahora con el peso de la dejadez o
desidia. Según pasan los estudios y los dolores en el
transcurso de las semanas, Lupho recibe la noticia de la
edición completa de su obra, mira entonces (al retirarse
la voz gruesa) su mano, la palma, todos sus golpes y
dolores de historia, ríe por lo bajo y se le hace un nudo
en la panza y garganta, no llora pero tiene el sabor del
orgullo dentro de su nariz, donde guarda los bostezos
que decide no regalar al vacío del aire, acaba por
recordar las palabras antes de caer en aquella sala.

266
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Todo vuelve al instante en que sostenía la lengua de


Carla mientras la gota de sudor recorría parte del rostro
del General de la milicia francesa horas antes del
escape. Descubre en la muerte inoportuna que su
igualdad entiende de la similitud que en este recuerdo
encierra su vida, la paradoja del destino por hallarlo en
su apogeo solo y enfermo en una cama de hospital.
Nada impide, nada deja de tener el verdadero
significado, todo su esfuerzo vale, incluso con la muerte
respirando fuerte sobre la espalda.

267
Elbio Aparisi Nielsen Ura

44

La mesa con sus platos repletos de apetecibles frutos


yacen organizados sobre el mantel floreado. Las tres
sillas se hallan con el peso de dos adultos y un niño, el
aire tiene sabor a limpio, los brillos brillan iluminando el
ambiente, la cortina se mece de lado a lado sin repetir
una vez sus movimientos. La brisa ingresa junto a un
calor suave de camisetas blancas (que rebotan la luz y
nos ahuyentan el calor). El murmullo no tiene lógica, las
palabras se pierden en la admiración. La casa reluce, se
siente plácida con sus intrusos intocables que posan
dentro. Por iniciativa de Martín salen a la parte trasera,
donde los árboles simulan la selva y las flores el jardín
del japonés de Buenos Aires pero sin especies exóticas
ni caminos con aguas mansas. El sol en el rostro
enrojece cachetes blancos, las sonrisas despiertan
risueñas, vuelan palomas blancas y hojas caen en
cantidades sobre el cobertor verde claro del pasto.
La calle, allí fuera, no tiene mayor preocupación, la
calma se proyecta sobre todo el barrio, por el miedo al
régimen o por lo que realmente se pre/siente, huele a
carne asada flotando de parque en parque incitando a
seguir comiendo, algunos gritos de niños jugando se
pierden con el viento que los lleva y trae.

268
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El rugir de algunos motores en mal uso tiene el


protagonismo que no merecen, dos patrulleros y una
moto surcan los canales de asfalto, regulando la
velocidad, dentro de cada uno de los vehículos, hay
algunos uniformados, buscando algo en sus laterales,
miran dentro, hablan y vuelven a buscar fuera atentos.

-Tiene que estar._suelta con sed de trabajo uno de ellos.

Tras unas comprobaciones se detienen y encuentran la


respuesta de lo que buscan. Dos de ellos descienden
armados, los restantes aguardan dentro con el motor
encendido por alguna posible eventualidad.

-¡Abran la puerta, es la policía!_ vocea uno de los dos


con el timbre más grueso por lo alto deshaciendo la
tranquilidad reinante. Mariana oye el grito, Martín y
Santiago siguen jugando, no oyen nada, ella cambia su
aspecto de júbilo por uno de asombro, terror e
incertidumbre, ya no está sola.
-¿Qué pasa mi amor?_ pregunta despreocupado
Santiago mientras juega con el niño.
-¡Son ellos!, están en la puerta, escuchalos son ellos,
me quieren, me van a llevar donde los demás_ en una
crisis se hecha sobre el pasto cálido pero húmedo y
gime temblorosa, el niño la mira sin comprender que es
lo que sucede, él no sabe de los problemas posibles y
de sus peligrosas consecuencias. Los golpes aumentan
junto con los gritos, dicen ser la policía, solo para no
ahuyentar a los incautos.

269
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Abran la puerta!_ decidido frunce el ceño uno, el otro lo


mira inexpresivo, frío como una cuba de hielo milenario.
-¿Cómo era el apellido de esta familia?_ pregunta
direccionando su voz al patrullero, el conductor revisa
unas hojas con nombres y direcciones.
-No hay registros de apellidos, ni ocupantes, señor_
negando con su cabeza levantando sus manos,
lamentándose.

Mariana sobre el pasto, Santiago tieso, sin saber que


hacer con ella, Martín con su boca tapada con las dos
palmas limpias. Sus ojos bien, bien abiertos, llorosos,
rojos, en el clímax de la explosión en la delgada línea
del llanto infante. Cree que los monstruos han venido
desde el río para llevarlos.

-¡Abra la puerta carajo!, ¡ahora!_ se oye un disparo, dos,


seis seguidos, varios golpes sobre la puerta. Logran
romperla e ingresan a los gritos repletos de adrenalina
nueva.
… Vidrios caen en la lluvia cristalina…

… La llovizna de balas de acero en pleno vuelo certero


da sobre la platería, lo que se...

...Transforma en una regada de notas muy agudas


sobre toda la casa… sin proponérselos crean música
infame...

270
Elbio Aparisi Nielsen Ura

… Entregado, exhausto, con las ojeras sobre el piso y el


traje con los cortes del uso, Santiago sostiene a Mariana
que no mueve su cuerpo, solo escucha los sonidos de la
...

...Destrucción…

…Los tiros continúan y se acercan,


ensordecen… La vida pierde valor…

…Se oyen gritos desesperados…


… claman piedad… el barrio
se estremece...
… un
llanto infante…
…tiros, más tiros sin sentidos…
…alaridos de dolor…

…el rojo representa,


lo peor…

-¡No!, deje a mi familia, ellos no tienen nada con lo que


yo pienso, por favor, señor, escúcheme, ¡déjelos!_ El tiro
calla el llanto infante, otro tiro de diferente ángulo
silencia el dolor de una mujer.
-¡Corran los coches, dejen espacio en la calle!_ dice el
uniformado mientras arrastra al hombre de la familia. En
el centro de la calle lo deja caer bajo el efecto inalterado
de la gravedad (9,81m/seg2). -Sentate bien, así te ven
todos hijo de puta_ no se mueve solo se lamenta, tapa
su rostro sucio por la grasa de algún automóvil-dije que

271
Elbio Aparisi Nielsen Ura

te sientes hijo de puta, me encanta hacer esto_ dice el


oficial con el sabor de la victoria elevarlo entre sus
conciudadanos.
-¡Ayuda!, que alguien salga, por favor, mi familia está
destrozada sufriendo mi agrado político, por favor,
¿cómo pueden dejarnos morir así?, ¡no somos ratas!,
¿es qué no escuchan?_ el caño frío (incluso en el sol)
posa sobre su nuca, el hombre manchado se halla
arrodillado, su cabeza cuelga, el oficial medita, mira
hacia todas las casas, en todas las direcciones, su gorro
le hace sombra en sus ojos, su ceño se mantiene
inalterado, ni el calor sofocante les detiene, no suda.

Santiago respira hondo, Martín sigue con sus palmas


sobre su boca y los ojos bien, bien abiertos en la
delgada línea del llanto o el aullido.

-Eran los Caparrós, el mecánico de la otra cuadra y sus


hijitos… _toma sus ojos con las yemas de los dedos, los
aprieta mucho, como queriendo olvidar todo lo último…
-Eran niños, no hay piedad por nada… yo los vi nacer…
_aprieta con las yemas de los dedos de su mano
izquierda más fuerte. Sus ojos no se ven, solo las
lágrimas que emergen del mismo, por compresión y
extremo dolor. Santiago no sabe que hacer, la guerra, el
vivir en la casa, el pertenecer a todo el contexto que
aborda a Uruguay desde su adolescencia lo condiciona
en la forma de actuar, no tiene dolor por los caídos, está
harto adaptado a la muerte, pero no a la fase final, no
sabe como presentarse ante elle sin ensayos. La
descarga del arma asesina resuena por todas las casas

272
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de la calle, los morbosos desde las ventanas observan


la sentencia final, otros en sus cuartos, debajo sus
camas resguardan lo suyo, lamentándose por la
insensata muerte a manos de una parca sin velos
negros.

273
Elbio Aparisi Nielsen Ura

45

-¡M i gato!, ¿dónde está mi gato?, es colorado, veteado


con algo de blanco, tiene unas pecas en la nariz, por
favor quiero a mi gato, ¡devuelvan a mi gato sano y
salvo o juro que los mato a todos!_ la enfermera
asustada llama al doctor de turno, son las cuatro
pasadas de la madrugada, la noche es algo calurosa,
Lupho grita desesperado.
-¿Qué es lo que pasa aquí señor?, debe tranquilizarse
(toma su brazo, acaricia su frente buscando algunos
centígrados elevados), ¿me escucha? (Lupho mueve su
boca por acto reflejo de su alma, grita nuevamente, agita
las extremos de su par de manos), tráigame una dosis
de 0,5 miligramos de Valium, por favor Victoria, ¡ve
rápido!
Victoria corre por el Diazepam, son las cuatro de la
madrugada, ella no durmió siquiera dos horas, ayer
internaron a su madre en el piso donde ella trabaja,
tiene 22 años, es estudiante de medicina pero pasa el
tiempo como enfermera, le dicen Victoria mil por las mil
caídas torpes que tuvo y suele protagonizar, ríe al
escuchar el apodo y cae como efecto condicional del
sobrenombre, 100% seguridad en cada caída, algunos
de sus compañeros tienen como divertimento, sus

274
Elbio Aparisi Nielsen Ura

múltiples abrazos al piso del hospital pero uno en


especial tiene la ponzoña de llamarla fuera, donde el
asfalto duele y desfigura, la envidia existe y hay que
combatirla. Ayer su madre tuvo un pico de presión que
la dejó paralizada en la mitad exacta de su cuerpo, su
vida es una mierda.
Corre por el pasillo blanco con luces gigantes en el
techo y marcos de puertas marrones oscuras, el Valium
está en la punta oeste del ala norte en el sector azul del
establecimiento, tiene que lograrlo o peligra también su
trabajo. Lupho siente su pecho latir repetidas veces, se
desespera, descubre los párpados, el doctor lo sostiene
mientras clama por ayuda profesional, Victoria corre,
Joaquín (compañero y llamador profesional) la ve correr,
supone que no es una emergencia.
-¡Victoria Mil!, basta una sola vez, es más, solo con la
ultima concentración de consonantes seguidas del
nombre verdadero, basta para voltearla con la fuerza de
la velocidad del ejercicio corrompido, como si de un tiro
al corazón se tratase. Su fisonomía entera se desploma
como una bolsa de cereal, crujiendo al paso. La caída
es algo más fuerte que las anteriores, Joaquín grita
como si la viese morir en el acto, con un grito de miedo
instantáneo, desesperado, corre los diez metros que los
separan. El doctor pierde las fuerzas, Lupho tiene un
ataque fuerte, tiembla muy fuerte, su fuerza (3) se
multiplica con la agonía. Llegan dos doctores auxiliares
acudiendo al llamado, algunos de los que esperan en el
pasillo se acercan por los gritos, un señor gordo, rubio
con gorra y pantalón caídos ingresa a la habitación toma
los dos brazos de Lupho al punto límite del ataque

275
Elbio Aparisi Nielsen Ura

logrando estabilizar el cuerpo, inmovilizándolo. Victoria


mil recupera el conocimiento como es de costumbre,
irgue su cuerpo, se para de pies torpemente, acomoda
su cabellera rubia y seca, toca su frente, parpadea
recomponiéndose, mira alrededor algo alterado, frunce
el ceño, piensa, frunce su boca y...

-¡El Valium!_ corre Victoria mil y una, los habitantes de


tránsito se hacen a un lado dejándola pasar, ella grita sin
parar, sabe que es la única forma de llegar al sector azul
y volver al rojo a tiempo sin detenerse, es una técnica
que adquirió hace tiempo, grita con desesperación para
no oír un llamado que le devuelva al suelo frío. En la
habitación hay más de cinco personas rodeando al
escritor francés, fuera en el corredor los fisgones apoyan
el rostro contra el vidrio admirando el acto, dos padres
aguardando el nacimiento dejan los cigarrillos y lloran
quebrados por los nervios y la situación, están afectados
porque el dolor de transmite como la risa, el bostezo y el
llanto. Ella tiene el Valium en sus manos, era hora, y no
va a dejar que nadie la vuelva a molestar, sabe que
debe superar cualquier cosa o palabra conjugada para
lograr la mejoría del paciente. Corre Victoria mil y una,
grita canta una canción que le gusta de un artista
Británico, los pacientes y las personas que se hallan en
el pasillo hacen el camino junto a ella, parece una
maratón femenina donde la primera tiene la ventaja de
minutos sobre el resto. En el ala roja comienza a
respirar más tranquila, sabe que la habitación está al
final del corredor.

276
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Tiembla y no cesa el movimiento, Lupho no sueña, no


piensa, nada de la habitual imaginación fluye como
torrente en otras ocasiones menos desgraciadas.
Victoria mil y una vez trae el medicamento, carga con
las miradas, el doctor coge el Valium enfurecido, el
gordo de gorra ríe con la sonrisa del niño inocente
después de tres hamburguesas gigantes, tiene sus ojos
chinitos y la barba semi/colorada que hacen juego con
sus pecas, una monada de homínido moderno. El
paciente francés estabiliza su condición, la enfermera
aparta al doctor y le comenta los primeros gritos de
Lupho, el profesional deja el comentario como algo más
del incidente. La enfermera preocupada se dirige a la
sala, ahí están algunas de las voces medias, ella
pregunta por los familiares del escritor, una voz
preocupada cuestiona el estado de salud de Lupho. Ella
logra contestar todas las preguntas constantes de las
voces medias, al terminar les comenta el pedido entre
fiebre del escritor, todos se miran, ninguno conoce la
casa, no saben si toma café o té, ni como se cepilla los
dientes, menos si tiene en propiedad un gato colorado
veteado con blanco y con pecas en la nariz. La voz
inteligente toma el teléfono portátil, habla con la voz
gruesa (dirigente, autoritaria).

–¡Vamos! _dice luego de terminar el llamado. En fila las


voces se retiran, primero el saco marrón y detrás los
negros.

277
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El sabor en la boca, el dolor de las muñecas, sensación


de vomito y otras cosas más son el complemento ideal
hospitalario al despertar el escritor maniatado.

-¿Que sucede?, ¿¡me pueden quitar todas estas


malditas cuerdas!?_grita pero con los ojos desorbitados
y las calma aislada, lejos.
-¡Tranquilo señor!, ya estamos con usted_ intenta quitar
hierro una enfermera que no es la torpe Victoria mil.
Choca con fuerza su nuca con la almohada, mira las
manchas de humedad del techo del cuarto, son
pequeñas galaxias en espiral, algunas otras son los
rostros de amigos o de cosas ideales que no escapan a
la ilimitación profunda que gobierna la imaginación.

-Mire señor_ dice una voz media. -Mire a quien trajimos,


lo hemos encontrado en la casa maullando y haciendo
unos destrozos que no debe saber, parece que comió
poco pero está bien.

El gato está en una jaula de plástico de color violeta


oscuro, tiene una puertita blanca con un gancho para
que no escape. Su mirada tiene algo de historia, dentro
suyo encierra la línea recta ascendente que todos
recorremos, él tiene la impronta de sus ancestros en el
periplo de la continuidad félida. Está flaco, el brillo del
pelaje desapareció y no llora, solo mantiene la cabeza
gacha, mirando hacia abajo la nada, con los ojos
cerrados como si le estuviesen por matar a golpes, no
se mueve, ¿qué piensa un gato cuando mira fijo el
horizonte?

278
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Es mi gato!…_ dice Lupho por lo bajo exclamando


como puede, con la suavidad de una caricia en el
cuello.-…¡gracias!

Las voces desaparecen, ellos se tocan, las sogas no


existen, sus muñecas están marcadas pero su alma se
mantiene intacta, se investigan, los dos están
desnutridos, con sus rostros deshechos por el tiempo.
La jaula termina en el piso, el gato duerme con él, junto
a sus pies, tiene su propio baño fabricado por Victoria en
la punta derecha, cerca de la puerta/balcón. Sin saberlo
transita un paralelismo con su amada, en distintos
tiempos pero al fin trazos encaprichados del destino.

279
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pre 46

La pequeña y minúscula hormiga negra camina por la


mesa, quejosa por su labor natural. Él, sentado en la
silla solo toma un trozo de galleta con sal, mastica sin
pensar en nada de lo que ve ni de lo que rememora, su
traje rasgado por los usos desmedidos aún tiene clase,
aunque huele a mil demonios. La pequeña/o visitante
camina como si nadie la notara en la mesa blanca
inmaculada por la limpieza constante de Mariana (la
verdadera dueña del hogar). Su mano se encuentra
relajada, él la mira sin impaciencias, la analiza, le
interesa como se mueve, pero no hace ninguna
cavilación profunda de cómo y cuando (habitual en la
ingeniería de su pensamiento analítico). Su mano mece
un dedo solo, el índice de la mano izquierda, en el
vaivén constante por solo segundos busca como
molestarla en su recorrido, modificar todas las
variaciones que toma. La hormiga negra se mueve veloz
(por las dudas de su lógica), se detiene entre el tenedor
sucio y el vaso de agua cristalina e insípida. Santiago no
quita el enfoque de la pobre hormiga negra, mueve al fin
su mano izquierda, apoya el índice cerca del cuerpito
oscuro y su porción de alimento robado. La pequeña
hormiga negra hogareña hecha a correr, pero su error

280
Elbio Aparisi Nielsen Ura

más común, como el de sus hermanas, es el de seguir


hacia adelante sin importar la superficie, entonces por
arte del engaño sube a la mano izquierda de Santiago,
que le habla como si ella escuchase su voz al igual que
la fonética de pozo, tierra y comida entre ellas. El vaso
se cruza con el traslado de la hormiga vía extremidad,
su idea no es mojarla. ¿qué puede hacer un remojón?,
¿eh?_ piensa mientras la deja caer en el agua a medio
llenar del vaso de cristal barato.

Bracea, con todas sus patitas,


mira a todos lados,
no siente la adherencia con las paredes invisibles.
Se deja flotar, y no cavila de su existencia, ni de la
soledad de la búsqueda de alimento, solo es el instinto,
el protocolo básico de supervivencia y ya.

Santiago reacciona y vuelca el agua en el plato vacío,


apoya su anular sobre la superficie, bien cerca de ella y
deja que se pegue sola por la acción del agua y la piel.
Sopla fuerte, habla como si ella lo escuchase en ese
mar de letras que ni el sabe pronunciar correctamente.

-¿Sabés?, si pongo mi dedo delante te vas para otro


lado, te da exactamente igual, ¿no?, siempre para
adelante, ¿no piensas que modificar tantos caminos
puede hacerte daño?, te obliga la evolución, sigues sin
que te lo dicte nadie, ¡a nosotros nos penen dedos
delante y nos machacamos todo el puto día para
entender lo que pasa!, y como reaccionar, en cambio

281
Elbio Aparisi Nielsen Ura

vos, no tenés nada que hacer, caminas y listo, ¿es eso


justo?, no me caes mal, vos y tus amigas no me hacen
nada, aunque se junten cien, son cosquillas y ya está.
Tenés que ser valiente, yo me jugué todo escapando,
¡me pusieron un dedo delante!, ¿me entendés?, lleno de
agua, me ahogaron como hago yo con vos, y sufrí como
un enfermo terminal, no puedo quitarme todo lo que sufrí
en la guerra de esos pedazos de mierda que lo quieren
gobernar todo. ¿Sabés lo qué pienso hormiga?, que tu
especie vive como la nuestra, si al final tenemos que
hacernos a la idea de que un solo hombre puede
conducir la existencia de miles de millones, un hombre
rey, reina... no te ahogues, solo es un escarmiento para
que entiendas por qué vivís, movete, ¡movete!

Bracea con sus patitas, busca aire,


Mira a todos sus laterales y no pierde la mirada,
¿Es el vaso, la mano, su mano?_piensa la hormiguita,
deja de moverse, no medita sobre sus amigas,
hermanas ni por su reina, a la que tanta desprecia,
color rosa y marrón, color piel humana, en su centro el
negro muerto flotando.

-¡No!_ exclama Valles adormecido, indignado, pero


insensible al fin. Sacude por su reflejo en contra de la
muerte su mano izquierda, la hormiga cae desplomada
sobre el mantel blanco inmaculado del comedor de la
casa de Mariana. Ella duerme la siesta, está algo
perturbada por las muertes en la calle, por los
comunicados en la radio, no saben lo que les espera.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Santiago toma su cara con las dos manos cubre sus


ojos, bosteza, la modorra posterior al almuerzo junto con
la suave brisa repleta de sol lo dejan en la cama junto a
su amiga. Pasan algunos minutos, la cortina se mueve
por la acción del aire en moviendo, la luz penetra todo el
comedor buscando algo de sombra para cobijarse. La
mesa sucia repleta de artilugios del arte culinario tiene
una mancha negra sobre el mantel inmaculado, la rabia
se multiplica por menos. La hormiga mueve una pata
luego la otra, se para toma su pedacito de galleta y
vuelve a caminar quejosa, sabe que ha acortado algo
del viaje gracias al humano. Por una de las patas de la
mesa desciende, en diagonal se pierde en la puerta
trasera que da camino directo a la simulación de la selva
amazónica, desea llegar rápido a contarles a sus amigas
el susto de su vida.

283
Elbio Aparisi Nielsen Ura

47
Anzio, Italia.

Toma el brazo delantero, acaricia el pelaje perfecto y


estético, lo besa, lo huele en su comisura izquierda, lo
quiere amar pero encuentra el rechazo de su especie,
raspa sus dientes contra la piel igualando el placer.
Maúlla porque encuentra atractivo y beneficioso dormir
con él. Se hace una bola enrollada y no deja de ser feliz
durante horas, nuestro autor ya está acostumbrado a las
vibraciones que genera.
El hospital corre a toda marcha las veinticuatro horas del
día, durante todos los segundos en que cada ser se
encuentra con el giro de autor allí están ellos para
devolverlos al punto de choque, mueven los dedos
frente a la hormiga dejando posibilidades para nuevos
caminos alternativos.
Sus caricias duelen, pinchan, rasgan la piel, pero tienen
algo por lo que no reciben rechazos. Conviven en la
comodidad del hospital privado, Lupho tiene algunos
dolores pero comienza a sentir la leve mejoría que traen
aparejados los medicamentos de última generación
farmacológica, siempre absolutamente siempre dañando
otras zonas vírgenes. Luego de reposar durante algunas
semanas uno de los doctores ocupados en su caso llega

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

a la habitación, el gato duerme con el goce de quien no


conoce la moral y hace el amor con quien le sale la
punta del rabo duro.
Sumido en el resguardo, recargando energías, Lupho se
tapa hasta la nariz sin dejar escapar el mínimo calor
humano que pudo recolectar durante la noche, se hizo
adicto a su propio calor. El doctor con la altura de una
caña ingresa rozando el marco superior de la puerta, él
impaciente lo observa y descubre todo el material que
lleva consigo, está eufórico pero tapado por el momento.
La carpeta verde agua de estanque viejo, parece ser el
historial médico o la revelación de su harto conocida
enfermedad sin sumar las poli-fobias.
-Buenos días, mi nombre es Marcelo D`mango soy el
profesional a cargo de su salud_ el escritor francés se
ríe a carcajadas, el felino estira sus patas.
-¿Qué le hace tanta gracia?_pregunta vehemente el
doctor sin paciencia alguna, tiene años tratando con
estrellas de pop enfermas, y la verdad es que odia ser el
médico de moda.
-Nada doctor, es que su frase me parece muy gastada,
¿a todos los pacientes le dice lo mismo?
-No, pero puede que tenga razón, aunque la cuestión es
otra, ¿verdad?, mejor vamos a los nuestro, el que ríe
soy yo, ¡que me hallo parado frente a usted en una
cama junto a un gato colorado y blanco!_ contesta con
algo de ironía.
-¿Qué tengo doctorcito?, porque por lo que noto no
vamos a charlar más que de mi enfermedad, ¡vamos,
suelte todo lo que tiene guardado!_ añade Lupho

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

elevando el tono y sin más ganas de quemar el tiempo


en sandeces.
-Bueno, tenemos que hacerle varios análisis, en realidad
no queremos apresurar la decisión, tiene un abanico
amplio de posibilidades, en las cuales los extremos
pueden dejarlo aquí y los medios con medicación, para
empezar su cuerpo…
-¿Qué tengo doctor?, no me interesan sus explicaciones
técnicas, ni su lástima, vamos al grano y punto.
-Una disfunción renal a causa de un…
-¿Acaso usted no entiende mi postura o no me escucha
que es peor?, ¿¡qué tengo!?
-¡Es cáncer!, cáncer, eso tiene señor._ contesta obligado
Marcelo. Lupho deja de mirarlo, focaliza en su amigo, lo
único que se le interpone entre el llanto y el alarido es su
objetivo, todas esas mañanas y esos días perdidos por
el fin de su obra.
-Es cáncer_ repite atónito, satisfecho por saberlo al fin.
-Sé lo que es y lo que significa. Mi intención no era…
-Déjelo así doctor, mi vida viene como debe ser, lo
acepto pero no quiero internarme aquí, me quiero retirar,
tengo cosas que hacer_ le dice el escritor francés, como
quien decide comprar el pan antes de tiempo,
convencido en no dejarse atacar en la cama de un
hospital bello por nada del mundo.-Lo sabía doctor, no
me mire así, lo escribí, en mi obra dicto mi futuro, quizás
sea esa la maldición, al final será historia, solo cuando
se sepa el otro lado, mi verdadera vida.
-Pero hay muchas posibilidades de una recuperación
media señor, lo que ampliaría considerablemente la
expectativa de vida en un cuarenta por ciento…

286
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡No!, ¡cállese por favor!, ¡me aturde!, ¡compre el maldito


libro y lea lo siguiente se asombrará con el parecido que
tiene con la realidad, ahora déjeme solo que tengo que
cambiarme, usted no cargue con lo que no me afecta,
mantenga su línea paciente/profesional y haga lo que le
he dicho_ concluye con la autoridad y liderazgo que lo
caracteriza.
-Gracias…señor.
-Gracias a usted, es un buen hombre, allí fuera hay
otros pacientes que le necesitan._ la puerta se cierra
como se cierra un ataúd pero sin rosas ni tierra cayendo.

Su vida no tiene un solo quiebre, desde los remotos


segundos de su adolescencia siempre cotejó las
posibilidades de una salud endeble, los genes y las
vidas de sus familiares siempre estuvieron inundadas de
desastres, y la salud hizo lo suyo al fin.
El colorado tiene algo en sus uñas, lo amasa en la parte
posterior de la cama, una y otra vez, sin descanso, no
se detiene por nada, Lupho en la cavilación de la
enfermedad y su futuro inmediato advierte en lo borroso
de la mirada fija e ida que el felino tiene algo entre sus
patas, estira su brazo, le duele la espalda al flexionar
pero se estira aún más para llegar. El colorado felino
juega con un papel, Lupho corre a su amigo y descubre
el periódico de la tarde anterior. Los acontecimientos de
la actualidad no logran atrapar al escritor para evadirlo.
Dándole las vueltas comunes antes de plegarlo y dejarlo
olvidado descubre un titular visible en el lateral izquierdo
superior, “La Alianza Francesa comienza a recibir los
primeros ejemplares de novelas de autores noveles”, en

287
Elbio Aparisi Nielsen Ura

el apartado lee la forma de participar en el certamen,


algo en su panza olvida todo el argumento mental de
meditar por la supuesta pero confirmada enfermedad y
sus posibles consecuencias, nada de eso deja que su
espíritu deje de crear puertas abiertas para su camino.

-¡Gracias!_ dice besando la comisura templada del


félido. Su abrigo se halla en el armario, fuera el frío
asecha en un día calificado como “invernal”. Toma la
jaula violeta de puerta blanca, mete a su amigo y
acomoda su cuello para no tener molestias al salir, toma
algo de aire con una leve molestia, mira a su alrededor,
mira sus manos, sus pies y se pierde, su pie vestido con
un zapato negro no dice nada, aguarda la decisión.
Maúlla por encierro rápido el colorado y blanco, Lupho
vuelve a su estado natural de impaciencia, abre la
puerta sigiloso y seguro. El corredor atestado de
personas de todo tipo (las hay de todos los colores,
sitios y formas) dialogan, algunos, sobre enfermedades,
otros aguardan contestaciones, el resto está sumido en
un llanto permanente desconsolador. Camina como en
la playa, a paso lento y firme, como si su amor lo
acompañara en el momento previo al baño en el mar.
Nota que las puertas de los ascensores estás atestadas
de largas filas, personas en sillas de ruedas, con vendas
y acompañantes es la visual común del lugar, es un
sencillo desastre sanitario, él no entiende la crueldad de
las situaciones y del mundo, no le importan las
respuestas, las ve pasar y ríe desde el estómago.
Al pasar, en uno de los cientos de pasos a la salida
principal, descubre un teléfono público que funciona

288
Elbio Aparisi Nielsen Ura

como disparador a una necesidad. Coge el tubo


descolgando, el sonido del tono penetra hasta sus ideas,
lo aleja, deja la jaula de su lado derecho, dentro duerme
con el sonido ambiente el coloradito. Pulsa números en
secuencia haciendo un esfuerzo por recobrar bien la
dirección numérica, duda en los últimos, corta y ensaya
con la mano las posibles combinaciones, su memoria
visual es perfecta, los tiene agrupados. Sol, es la nota
que marca la línea despejada y sus cortes de tres
tiempos, enseñan la conexión en proceso.* Del otro
lado una voz femenina dice una frase de algún pensador
de la historia, luego una música entretiene mientras la
conexión se hace posible gracias a los avances de la
tecnología binaria. El escritor mira hacia abajo, la jaula
reposa tranquila, se agacha como puede y ve como
duerme en la multitud de los gritos y desesperaciones
de las urgencias médicas su colorado y blanco
amigo/compañero. El jazz del tubo sigue, comienza a
gustarle.

*(Consultar cual es la nota del teléfono y el tiempo en el


llamado.)

289
Elbio Aparisi Nielsen Ura

48

El color de su habitación y la personalización del


aposento por necesidad dejan deslizar parte de sus
secretos en cada unos de los dibujos, frases o
solamente palabras que cohabitan con ella. El sueño fue
duro, los capítulos soñados tienen la crudeza de la
muerte, el hambre y la guerra. Cierra, abre, cierra, abre
los ojos, encontrando lagañas al tacto y sacándolas por
gusto y estilo. Sus retinas captan la luz de diferente
manera, el color de la habitación se torna gris claro y los
dibujos negros, cierra, abre, cierra, abre y sus retinas no
captan los mismo, ahora es negro en la pared y gris en
los dibujos colgados. Cierra, abre, cierra y Giovanni
posa frente a ella, cierra, abre, cierra, abre, sigue su
figura suspendida, moviendo su boca.

-¿Giovanni?_ pregunta como ha llegado allí. -Es que no


ha tocado._ se responde mientras se el doctor se
prepara a hablar.
-Carla, quiero decirte algo que tengo, algo demasiado
profundo, no sé si tiene que ver con el amor, con la falta
de amor, con mi todo lo que tengo en mi mente o si
solamente tengo la confusión de todas esas variables

290
Elbio Aparisi Nielsen Ura

que me agobian en cada minuto que decido no decir


nada y escapar, curando gente o durmiendo-_ La voz de
Giovanni cambió, es más gruesa, pero menos firme y
más quebradiza, sus ojos tienen el brillo del cristal, en el
vidrio su reflejo y en su reflejo su alma desnuda. Posa
parado, bien erguido (bien aprendido), con los brazos
sueltos colgando solos sin movimiento, en el izquierdo
acompaña una carpeta, en su torso reposa una
herramienta de auscultación. Carla se sienta sobre la
almohada, frunce el ceño, lo eleva, cierra, abre, cierra,
abre los ojos, Giovanni sigue de pie. Su mano derecha
juega con el hilo del cobertor verde, su otra mano rasca
su pelo y busca una explicación. Abre, cierra, pero su
película personal continúa intacta, sigue allí.
-¿Estás seguro de lo que hablas?_ pregunta Carla con
animo de continuar.-No entiendo, ayer teníamos una
amistad, eso de lo que hablamos por horas en la noche,
en todos los momentos en que la sinceridad nos hacía
hablar, no entiendo por qué dices todo esto de golpe,
¿crees que me conoces?_ formula sin sensibilidad.
-Eso es lo que me hace titubear, no quiero molestarte
pero me vuelvo loco sino te lo digo, la manera en que
me miras, las forma de seducir que tienes, no puedo
evitar todas esas oportunidades en que creo con mi
alma que me quieres y me quieres como otra cosa.
-Algo no tiene lógica, yo nunca insinué algo contigo,
¿son todos los hombres iguales o es mi idea?…
-Pero_ interrumpe Giovanni.
-¡Nada!, ¿crees realmente después de todo lo qué pasé
en mi vida que podría pensar en relajarme así?, ¡eso es
imposible, tengo un hijo dentro mío!_ grita.-¿¡Puede ser

291
Elbio Aparisi Nielsen Ura

qué nunca pueda conocer a una persona sin que el sexo


y toda esa historia genética animal no invada la
relación!?, no quiero que sigas hablando, ¡por favor
necesito que te alejes!, no quiero que me atiendas más,
es lo que me faltaba, ¿¡amor!?, lo que me faltaba.
Carla se acuesta, enfurecida se tapa hasta la nariz,
respira fuerte, como un felino se calienta enroscada.
Entre el cobertor verde y la almohada puede ver parte
de una frase escrita en la pared, “nada”, no llora, respira
hondo, come mucosidad por el falso llanto y no seca sus
lágrimas. Como toda religión vive su culpa, la padece
por inventarla en sus reglas, ¿quién es capaz de crear
reglas para ser el primero en pervertirlas? Suelta su
brazo y se destapa, se sienta, seca ahora sus
verdaderas lágrimas, mira el océano rugir allí fuera. La
ventana tiene algo de polvo, se siente el frío que
traslada el vidrio de la ventana/balcón. Se pone la bata,
al intentar pararse su panza se endurece, siente un
dolor intenso en la zona ovárica, recuerda la forma en
que antes le llegaba el día de la menstruación y
reconoce algunas contracciones, de quince minutos
exactos, entiende que faltan pocos días para el
alumbramiento, eso la descomprime y la llena de júbilo,
cuando llegue a cinco minutos será el momento.
En el baño limpia su rostro, se mira en el espejo, el
espejo la mira y no se ríe, la refleja malintencionado
resaltando todas sus carencias físicas para colmo de
males. Entra una paciente cualquiera con ganas de
defecar, antes.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Que hermosa que es usted!, un varón seguramente


nacerá_ se escucha el sonido de la cadena del inodoro y
el agua que barre el excremento.
-No lo sabré hasta que alumbre, espero una nena, pero
cualquiera de los dos me llena de orgullo y felicidad, me
hincha, que manía tienen de creer que la belleza tiene
algo que ver, se mejora por las hormonas, pero tampoco
hace milagros_ ríen, no se conocen, se pierden en la
inmensidad del hospital. Con dificulta vuelve a la cama
esperando el momento, olvidando la amistad, el amor y
las conexiones claras.

Aunque siempre los sueños se encargan de exponer las


verdades del inconsciente.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

49

La jaula y su gato.
La jaula y su vida.
El teléfono y su voz gruesa.

-¿Quién?, ¿diga?, ¿quién es?_ se altera la voz digital.


-Lupho, el escritor francés, semanas atrás estuve en una
reunión con su directorio, incluido usted, como recordará
mi salud fue atacada por algún mal que desconozco_
dice Lupho nuevamente en forma.
-Sí, claro, ¿Cómo se encuentra su salud?_ pregunta
con cierto aprecio.
-Bien, bien, solo una mala pasada, pero nada grave,
¿podría concertar un entrevista para el día de hoy?,
necesito charlar con usted algunas pautas de la edición,
que le parece, ¿en tres horas?.
-No tengo la certeza de poder recibirlo, podría en los
días siguientes, hable con mi secretaria ella sabrá
decirle mejor que yo la disponibilidad en mi vida_ dice la
voz gruesa entre amable y cortante.
-Voy directo a su oficina, no pueden hacer esperar a mis
apuntes, y quiero comida para gato en su oficina para
cuando llegue... y... y no quiero excusas, el que está en
posición de condicionamientos soy yo, ¿se entera?. Su

294
Elbio Aparisi Nielsen Ura

compañía se va a beneficiar con las cifras de mi obra,


en dos horas, según el tráfico, estoy tocando su puerta,
no me decepcione, no querrá que las demás editoras
quieran mi material inédito y mejor pago ¿o cree qué he
presentado lo mejor?... hay más interesados._ despeja
el tono de su oreja, lo mira, ríe sin sonidos, suelta el
tubo donde debe caer. Agarra la jaula violeta, la eleva al
nivel de sus ojos, le pesa, su gato colorado y blanco
duerme, no ha concebido tal sueño desde el encierro
tras su incidente de semanas. Irgue su cuerpo como un
digno caballero francés y con el estilo que lo caracteriza
camina por el corredor, a pasos tranquilos pero seguros,
su pulmón siente el ahogo de la última intervención.
La luz toca sus ojos, los cierra, parpadea, frunce todas
sus facciones y las endurece. Trae el abrigo necesario
para escapar o volver a su hogar, pero antes le deben
explicaciones de su obra, de la edición, él no confía en
nadie, todo el proceso editorial debe estar custodiado
por su autor, supone bien. Desaparecer del hospital no
le supone una gran hazaña, con el caos reinante
cualquiera puede ir y volver sin que lo noten.
Los automóviles pasan de frente, la gente alza la mano
y estos se detienen, Lupho estudia el comportamiento
de cada pasajero “extraño” en cada vehículo e intenta
imitar, cruza la calle, evade el peligro de su muerte por
accidente. Alza la mano, la jaula cuelga de su mano
izquierda, su mano derecha en el aire pesa, al pasar dos
minutos su hombro tiene el ejercicio de toda una vida,
no lo soporta. Un automóvil frena, el conductor lo mira a
él y a su jaula, acelera y se pierde en la cantidad infinita
de “seres metálicos autopísticos”. Alguien se acerca.

295
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Disculpe señor_ Lupho oye una frase o algún sonido.


-Para que se detengan debe esconder la jaula, los
taxistas odian llevar mascotas y más en jaulas de ese
color_ el escritor francés lo mira extrañado pero acepta
el consejo, algo es nada, pero algo es algo, según él eso
que acaba de pensar tiene lógica. El consejero tiene un
sombrero negro, lentes de marco gris, es de una
estatura media, de orejas grandes y ojos saltones, tiene
un bastón plateado que lo gira como si le divirtiese su
movimiento o por la estética visual en su conjunto, lo
cierto es que viste de negro, pero algo no tiene, de sus
facciones, tiene una perfección geométrica para copular
si así lo desease, Leonardo Da Vinci estaría orgulloso
del consejero, pero éste se aleja sin mediaciones de
diálogos sobre el clima. Lupho solo como en un principio
logra detener un automóvil, la jaula está detrás del árbol
que lo acompaña. Su conductor hace la seña para que
ingrese, éste toma su jaula con su gato colorado y
blanco, se sienta cómodamente e indica el destino al
incauto conductor de taxi. Palabras inútiles emergen de
la boca y alma del conductor, el viaje hace gala a su
honorífico pasajero, hablan de literatura, diría un amigo
escritor, lo básico que contenta y enorgullece al habla.
Algunos comentarios sobre novelas cortas y repletas de
historia no generan interés en Lupho, menos para
contestar con cierta efusividad cuando el que quiere
impresionar es el taxista contando todo lo que acaba de
leer en las reseñas del mes. Como toda caminata con
amigos el viaje se hizo mucho más corto o diría yo, casi
instantáneo, las palabras no hacen daño, al menos
refuerzan a otras, como un pasaje de la mente en un

296
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sueño. La elipsis con nimias informaciones colapsa


(gracias a Dios) al momento de abonar el viaje, Lupho
entrega el billete, desciende y se detiene con la mirada
al éter, desde dentro le insiste con las vueltas, pero con
un gesto de bondad sin medidas lo convence y se
marcha tocando el claxon.
El edificio de la editorial vuelve a deslumbrarlo, sea con
frío o calor, cansancio o animosidad desmesurada no se
modifica la admiración. Los cristales y toda su magnifica
estructura le recuerda a Lupho que su cuidad fue
rellenada de esos altares insípidos en los que los
supuestos grandes se sentían nimias presencias, la
majestuosidad de esta importante construcción hace
que su mente divague por la historia de la arquitectura y
de todos sus procesos evolutivos, encontrando ante ésta
obra la última piedra de esa escalera infinita e imparable
de la tecnología.

-Aunque escalen a los cielos, la marea será conducida


en algún momento por otra enorme revolución harta del
sedentarismo consumista. Los juegos tienen que
acabarse, el conocimiento ya no es la virtud, ahora la
unión es el único camino. No son hormigas esperando
ser aplastadas, es gente en un tránsito idiota, pero ya
despertarán.

La puerta principal, el registro del hall, el ascensor que


presiona hacia abajo y marea, la puerta de la oficina
principal de la empresa, son algo de lo que empleados y
directivos conviven a diario, Lupho no comprende como
la gente pueda trabajar solamente y vivir de ese modo

297
Elbio Aparisi Nielsen Ura

en esas limitaciones virtuales y físicas. En la oficina de


la voz gruesa una nueva señorita recibe al escritor.
-¿Podría avisar qué Lupho ha llegado por favor?_ dice
con autoridad. La adolescente siente el miedo meterse
dentro suyo, es su primer día y nadie quiere equivocarse
el primer día de trabajo.
-Si claro señor…
-Lupho, a secas con hache intermedia entre la “p” y la
“o”. La secretaria comprometida con su trabajo a tiempo
parcial llena, con todo el tiempo del mundo, el
formulario, su lentitud exaspera a nuestro amigo, que
chasquea sus dedos contra la madera impaciente.-
¿Piensa esperar más?, anotar mi ropa y elementos, ¿o
qué?_ dice Lupho enfurecido como si el respeto hubiese
sido devastado por la mirada inocente y temerosa de
una niña con ganas de ser mujer antes de tiempo. Ella
resguardada detrás del escritorio no sabe que hacer.
Cansado el escritor se lanza en la búsqueda de la voz
autoritaria pero complaciente. Busca los nombres,
encuentra con el que debe dar, su voz se oye a la
distancia, junto otra voz gruesa y una media
identificable.
-Señor, soy Lupho el escritor francés, abra la puerta por
favor_ dice algo cansado de tanto viaje y vueltas
burocráticas. La puerta de cristal blanco reforzado y
transparente se abre, le entrega la mano al saludo
cordial y es recibido por los tres ocupantes. Sus pies
conversan tranquilos, relajados luego de alguna reunión,
ahora charlan de política, valores morales e historia
como amigos de toda la vida.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Ha llegado más tarde de lo que preveía_ dice le voz


gruesa amigable.
-Algunos detalles de camino urbano me ubicaron en
este tiempo, sepan disculparme_ se excusa.
-Bueno, los arreglos de la edición están a su alcance,
tenemos el resto del día para trabajar, no hay problema
en que durmamos aquí, no olvide que soy el director de
la empresa_ completa con algo de ironía amigable la
voz autoritaria, encerrando su jugada económica detrás.

La reunión concreta el objetivo del escritor. Entre relajos


y discusiones los cuatro, ahora, sumada la voz media
ronca de Lupho se siente una confianza distinta,
humana para con las demás. El personal de limpieza
oye los comentarios por la noche y la madrugada,
mientras que delante de ellos, tras esos cristales se teje
el plan literario de la década.

299
Elbio Aparisi Nielsen Ura

50

N
- o puedo más_ piensa, bufando, negando con su
talante mientras sostiene en sus manos el libro de su
antiguo amor, en el capitulo 27 la soledad vuelve a
protagonizar el centro del relato, sus páginas logran
entumecer cada dedo de los pies, actuando como
simuladores de su condición en la guerra, sin quererlo la
humedad envuelve su cuerpo.
Las olas rompen contra el muelle, algunos barcos se
mecen en una sincronización perfecta, como maderas
sueltas en alta mar, el viento resopla y las personas
corren, tapándose con sus abrigos, diarios viejos,
paraguas o bolsas de plástico en sus cabezas
expuestas al frío y a la lluvia recién ensañada con el
mundo o con la tierra de Islandia. La seguridad que el
ofrece la habitación es calorífica, recupera la sensación
ancestral del cobijo en la cueva, automáticamente algo
que no puede controlar repele sus intenciones de ida sin
vueltas, hace fuerza, lee palabras sueltas intentando
formar una frase.

-¿corazón?, ¿caballos sueltos?, no entiendo, yo puedo


hacerlo, tengo todo, al dinero lo busco de la forma que

300
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sea, vamos ¿qué significa corazón y caballo?, tiene que


ser algo, aquí me siento aplastada por el miedo, no voy
a permitir que me vea hasta el final, quédate tranquila, te
mueves poco, no necesitas ensayar tanto con tu cuerpo,
serás un ángel entre el resto._ piensa soltando todo el
aire, deshinchándose por completo. Un dolor lejano
comienza a molestarle en el abdomen, Carla toca su
panza, la encuentra dura, muy dura, abre la boca como
si tuviese algo en su garganta, respira enérgica, dentro,
el cuerpo se prepara lo que será la ultima instancia de
abrigo materno, la dilatación se acerca suavemente. Ella
siente una revolución de luz, sabe qué lo que está
pasando es normal, le duele dentro y encuentra como
parecido a un dolor de ovarios o un genital golpeado
(tan impreciso como una ley de medida cuántica o un
reloj Suizo). Pulsa el botón rojo, ahora unos pinchazos
recurrentes la marean, se siente en un barco
meciéndose como una cerilla gastada, un enfermero
acude a su llamado rápidamente, entra sin golpear la
puerta y la toma del brazo, la nuca, le habla suave y
sonríe, Carla siente la confianza del que sabe, se siente
protegida por una vez en todo su transito existencial,
aunque no ve que su amigo tiembla, es su primera
experiencia de prácticas. La recuestan, en la habitación
ya hay tres personas que dialogan con ella. La partera y
el doctor hablan para amenizar el inestable proceso y
compartir algo más que un momento, es su primer hijo y
todos ayudan a que salga de la mejor manera. El
enfermero rubio y de poca altura sigue con el júbilo,
como si fuese el primer embarazo que presencia, que
por cierto lo es.

301
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Novato?.
-¿Yo?, ¡no!, señora, trabajo aquí desde hace más de
(calcula), once años exactamente_ su rostro juvenil no
indica la edad real y su estatura termina por confundir.
-Eso me hace muy feliz_ suspira Carla dejándose timar.

Al cabo de unas horas la trasladan tras hacer el trabajo


de parto, a la sección uno de maternidad. Los nervios
han pasado por su lado y los ha matado a golpes de
chimpancé, no quiere más sufrimiento, el alumbramiento
debe ser con la pasividad que la caracteriza. El doctor
prepara las herramientas, en caso de necesitarlas,
charla amenamente con sus compañeros de trabajo
para que la tensión desaparezca y decide comenzar.
Dentro de la sala comparten el trabajo otras cuatro
personas, una más en el equipo que ha presenciado el
anterior trabajo de parto.

Del alumbramiento puedo contar que me asustó


mucho su rostro enardecido por las pujas, sus
venas hinchadas, sus ojos fuera de órbita, los gritos.
A los minutos comencé a aclimatarme, los rostros
no me parecían más que personas en una situación
“embarazosa”, si es que me permiten la mínima por
no decir invisible gracia que me representa en las
letras. Descubrí al pasar, que las peleas internas del
hospital se apropiaban del parto, en medio de todo
una enfermera cansada de que el doctor ensucie el
piso y todas las mantas que ella misma lavaba al
terminar el parto, decidió jugarle una mala pasada, al
mostrar la cabeza el pequeño pedazo de vida, el

302
Elbio Aparisi Nielsen Ura

doctor al ver que el bebé se encontraba atorado


cogió una de las herramientas y comenzó a expulsar
sus maldiciones, Carla al escuchar los reclamos
tensó todos sus músculos y el trabajo comenzó a
ser de lo más difícil para el doctor/partero, hubo
tensión de la buena. Minutos después con medio
cuerpito afuera y en vías de salir con la rapidez de
un puma, o un cubito de hielo en el suelo caliente, el
profesional tiró todos los restos de placenta al
suelo, lugar que limpiaría más tarde (según él) la
puta enfermera de mierda ¿qué se ha creído?, aquí
mando yo. La sangre a borbotones caía en el piso y
manchaba las mantas verdes del hospital mientras
que la enfermera maldecía fuera de sí. Carla gritando
expulsó otras maldiciones éstas comprensibles por
su estado.

-¡El bebé hijo de puta!, ¡el bebé!, ¡se me escapa!, ¡no


aguanto más!, ¡el bebé hijos de puta mal paridos!_
desesperada intentó con sus pequeñitas manos
coger a su ángel pero sin éxito se echó a llorar
desconsoladamente, convulsa pidió por Lupho, lo
sintió algo más cerca, la enfermera se percató al ver
que el pequeño estaba por ser lanzado en dirección
al suelo y a la muerte segura y prematura. Con dos
gritos agudísimos y un golpe de corrección al doctor
pudo restablecer una normalidad de segundos a
modo de tregua para poder ayudar a la pobre Carla.
-Un poco más, ya queda menos guapa, solo una más
y lo tienes en tus brazos._ dos manos amigas
acariciaban la frente incorporándole suavidad a

303
Elbio Aparisi Nielsen Ura

tanto salvajismo. El bebé azul amagó, una, dos y


tres veces, a la cuarta junto con un aullido animal
fue atajado por los brazos de la enfermera, el doctor
cortó el lazo umbilical, el puente orgánico de la vida.

-¡Es una niña!, pero mira que bonita es, le damos un


baño para recibirla limpia al mundo y te la traemos
mamá... es hermosa, hace tiempo que no veo un
bebé bonito, si no es el primero_ Carla cerró los ojos
conteniendo el dolor mientras le cosían la vagina
desagarrada.
-¿Una niña?_ se preguntó soltando el aire todavía
algo agitada, tras un gemido reaparecieron sus
pensamientos, frente a su oscuridad ocular apareció
la boca completa de Lupho y sus manos.-Tenemos
una niña._le dijo intentando viajar telepáticamente.

Debo confesar que la sangre me impresiona poco,


más las actitudes y aún más dentro de una sala de
parto, con un nacimiento cruzado por el cordón
umbilical, problemas de trabajo y respeto. Algo que
me gusta es ver su cara dentro de mi imaginación, la
libero por un momento de su periplo de angustias y
desaciertos. Amo verla ansiosa ante el encuentro,
como seca su transpiración, pensando en millones
de situaciones que deberá sortear para conocerla y
conocerse en la variedad brutal que es convivir con
la realidad. Sus pulsaciones se elevan a 180 por
minuto, saliva y suspira.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Carla secando la transpiración de su frente pide por la


nueva criatura recién llegada tras el milagro. Al cabo de
segundos, de color rosa y violeta con algunas manchas
en la cara y el cuerpito golpeado por su arribo al exterior
llega a sus brazos el nuevo ser.

-¡Ah!_ suelta sin poder lograr exteriorizar una frase de


bienvenida, faltando a todas sus fantasías ensayadas.

Su rostro de profundo enamoramiento reaparece con la


relajación posterior al complejo embarazo. La evolución
sigue dando pasos altruistas y de complejas variaciones
sociales, una nueva opción nace, el alma comienza a
crearse lentamente en su cerebro ante la inmensa
estimulación sensorial que la invade.

-¡Es su hija, su vida extendida en la continuidad de los


sucesos, ya puede sentirse feliz, la vida es otro cantar!_
exclamó alegre uno de ellos intentando regalarle nuevas
esperanzas.

Pienso mientras las miro a las dos fundidas en una,


luego de haber sudado y sentirme al borde del
colapso. Imagino a Lupho comiendo algo en la
cafetería por no aguantar el desmayo seguro ante
tantos nervios cegadores.

El doctor las deja solas, su habitación tiene ramos de


rosas en todos los rincones, en uno de los ramos escrito
en grande “felicidades” con una caligrafía de colegio
barrial, en el medio del ramo atada con un hilo verde

305
Elbio Aparisi Nielsen Ura

para disimular, una flor amarilla. En el resto del espacio


hay una cuna con moño, pañales e innumerables
artículos para su trabajo de madre que rellenan con una
luz insuperable ese vacío que antes solo poseía el libro.
Mece a su niña, no le quita ojo y agradece su salud, su
voz no quiebra el silencio que necesita la pequeña para
dormir, contiene la impulsividad de achuchones sin fin.

El día tiene sol, el sol tiene rayos y los rayos un núcleo


de helio similar a 100.000 millones de bombas de
hidrógeno. La radiación ilumina a los barcos sucios por
el temporal de la noche anterior, ramas caídas, árboles
destrozados (y no por una maderera), sumado a todos
los restos que deben ser recompuestos con el dinero de
los seguros. La mar se siente animada, descansando
pero alerta, los montadores de tablas ante el desprecio
maldicen el buen día.

-¿Puedo pasar, Carla?_ ingresa una señora enseñando


sus dientes cómplice, en su cuello cuelga un collar de
oro con tres niños, eso le permite su derecho a la risa,
complicidad y hasta el consejo de par. Carla asiente con
la cabeza, no quiere ni susurrar, la beba duerme en
nubes de amor sin pesadillas prematuras. Al ver a la
niña durmiendo la señora de entrados años y entrados
trabajos coloca en la cuna del hospital, la tarjeta de su
nacimiento. Llora al verle, en la ventana ingresa el calor
viajero, los rayos y la nueva vida, abre sus brazos al
mundo, su mundo y respira por primera vez.
Nombre: Lilén, Fecha y Hora del nacimiento: 17 de
octubre, 5:38AM.

306
Elbio Aparisi Nielsen Ura

51

La lluvia cae en Italia al igual que en novecientos


veinticuatro mil sitios más dentro del globo acuático, las
hormigas que conviven (italianas) usan paraguas para
no mojarse, el sol llora lágrimas amarillas porque el éter
no le deja aire (rendijas al escenario o corteza terrestre),
solo nubes vapor aglutinadas y negras en movimientos
aleatorios. En el centro mismo de la cuidad una anciana
alza la mirada al cielo negro, la llovizna humedece su
rostro pasado por daños y años. En su mano derecha el
paraguas la mantiene a salvo, en la izquierda sostiene
un viejo abanico con dibujos de señoras renacentistas
posando a la altura de los ojos, resguardándolos. Un
automóvil toca el cordón de la acera, resbala al tacto,
dentro un conductor necio vira al mismo lado que acaba
de morder, la rueda trasera derecha se eleva seguidas
las siguientes, da un trompo, un giro de 270º sobre su
eje. Es cuando aparecen la suma de todos los miedos
de la existencia del necio y de la anciana que posa en la
quietud de su admiración sin pensar en su entorno
inmediato y menos en la muerte instantánea.
Su mano izquierda sostiene el abanico con sus mujeres
y modos antiquísimos de enseñar el cuerpo ante una
lente humana. El automóvil gira otros 157º y avanza en

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

línea recta hacia la otra acera, donde el abanico se


mueve con sus poses de mujeres finas. La humedad del
asfalto acelera la velocidad a unos 40kmh. El conductor
grita y maldice al mundo por su acción, a la gente y a la
evolución humana, suspira por sus hijos, nietos, padre,
madre, las fotos familiares llegan por un correo
inconsciente a su visual desesperada, frente a sus ojos
tiene la imagen de sus padres, frente a sus verdaderos
ojos el parabrisas le enseña una nueve aceleración y la
posibilidad de la muerte cara a cara en un duelo sin
consecuencias para el contrincante. El automóvil es
negro, el día es oscuro, las nubes ahora son grises, el
sol no asoma, la calle está tan despejada como la
ciudad entera, las bacterias no surcan sus arterias ni
venas, el corazón no tiene atascos aunque su latido se
mantiene constante a simple vista no hay evidencias de
viandantes desprevenidos como testigos oculares.
La mujer baja la mirada, agita el abanico, respira, mueve
su primer pie para encarar el recorrido común en sus
días de angustiantes y constantes recuerdos queridos,
de personas amadas que no están o de anhelos y
arrepentimientos extremadamente críticos. El conductor
comprende que es inminente, la velocidad aumenta, en
un giro logra entrever la figura de la señora, él, es decir,
su automóvil se acerca a ella con la furia del toro frente
al frustrado torero que dedica su vida al orgullo ficticio
de matar animales ante una ferviente tribuna de
seguidores con sed de sangre y hastiados de alcohol.
Con el brazo pequeño acciona la ventanilla, abre lo más
rápido que puede, se arrastra sumido en la agonía del

308
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pensamiento crítico, grita, vomita, recuerda, balbucea y


saca medio cuerpo afuera.

-¡Aléjese, señora el coche la va a matar!_ grita con una


desesperada angustia el conductor del coche de lujo. La
señora gira su cabeza, el primer paso ya está dado,
suelta el paraguas e intenta saltar hacia la calle. El
conductor cierra los ojos y se lanza hacia fuera, no
soporta la idea de matar a una anciana, pero cree poder
vivir si lo hace, lo intenta sin medir consecuencias. Su
cuerpo se eleva, por un microsegundo logra escapar,
pero la cola negra del automóvil negro toca su frente con
la suavidad del golpe de un boxeador, en el aire. Su
cuello estalla por dentro, sus vértebras su unen como si
se amaran, las costillas se dicen secretos en la oreja y
su corazón explota de alegría, muere en el acto y tacto.
Al giro siguiente el cuerpo es arrasado por la masa de
dos toneladas de acero fundido, y su vida ya no vale
como antes, sus pieles escondidas, sus noches de
lujuria y las nueve casonas en la costa francesa pierden
sentido ante su deceso. La anciana en el salto por
efecto de su poca fuerza y pésimas ganas de vivir es
arrollada sin la piedad del que gobierna al mundo, su
rostro, piernas y dedos son propiedad de quien no se
enseña ante la multitud de fe religiosa. El automóvil
continúa el trayecto y se detiene frente a la estación de
servicio donde el mal hubiera matado en cantidades.

Han pasado 29 segundos.

309
Elbio Aparisi Nielsen Ura

52

La jaula reposa en el suelo, junto a algo que oculta el


bulto, Lupho tiene un gesto perdido en su rostro, aunque
se ve bien, algo relajado, igualmente sus facciones
están deterioradas por el paso del hospital y todas sus
complicaciones innecesarias, las arrugas endurecen,
evidencian y dictaminan. Alza su mano izquierda, el taxi
detiene su marcha toma la jaula violeta con el colorado
dentro y se acurruca contra el asiento detrás del
conductor con anteojos marrones y gorra de idéntico
color. En Anzio se disfruta de la playa, algunos
ejecutivos toman suficientes copas por la tarde al salir
del trabajo, los padres toman a sus hijos y los hacen
divertir en las plazas, con bicicletas, hamacas y demás
recursos de aireo para personas de departamentos en
pleno centro de ciudad. En pocas palabras, el rebaño
pasta encerrado entre el mar y las fronteras.
Al llegar a su casa, es decir, a la casa, abona el dinero
correspondiente con una insignificancia respecto a la
suma del pago que la editorial le abonó por la obra a
publicar. Piensa en los derechos como escritor, en
reediciones y en las traducciones, consulta con su voz
interior si es necesario un abogado, al momento le da
exactamente igual la respuesta, prefiere seguir igual sin

310
Elbio Aparisi Nielsen Ura

ocuparse de nada, tiene por seguro que el libro será un


éxito masivo sin precedente alguno en toda Europa,
abre la puerta principal repleto de sueños que el tiempo,
la discordia, el amor y otros mil factores le habían
arrancado de cuajo.
Encuentra revistas y periódicos desparramados por la
sala, paquetes de comida enlatada desordenas, puertas
arañadas abiertas y una mezcla de olores pasados por
el tiempo.

-Todo esto lo has hecho tú, ¿tú solo?_ le pregunta con


su tono cual padre habla con su hijo pequeño, éste
maúlla con una complicidad gatuna. Algo de limpieza,
luego de compras y finalmente de comida restaura la
atmósfera que anteriormente surcaba por todas las
habitaciones, el hedor acaba por marcharse tras una
guerra de horas.
-Te vas a llamar, ¡Gato!, a secas, nada de colores, ni
nombres de famosos héroes de la Roma antigua, tu
nombre es Gato y punto, porque lo digo yo_ le propone
Lupho decidido a llamarle así, sabe que por más nombre
que le ponga es inútil, responde a los llamados cuando
quiere, más bien cuando tiene hambre. Abre la jaula
violeta y la agita, salta Gato reconociendo cada lugar,
recorre las esquinas, eleva una pata trasera y tira un
hilito muy fino de pis, mira hacia atrás con los ojos bien
grandes y se hecha a correr a la puerta trasera como un
condenado a muerte. El escritor francés marcha a su
cuarto algo relajado, la compañía suele crear buena
energía, se derrumba sobre la litera con la sensación de
dormirse en cualquier instante, su cuerpo le pide.

311
Elbio Aparisi Nielsen Ura

53

Algunos meses tienen la misión de empañar la vida


con desaciertos fuera de planes modificando el curse
natural. Santiago luego de dormir una siesta de treinta
días, decide por necesidad buscar un trabajo digno para
mantener la relación con Mariana, ella se ocupa de las
tareas del hogar y no sale más que para lo necesario, la
imagen del horror la tiene presente en cada meditación
o camino sinuoso en cualquier tarde de lluvia, niebla y
frío de huesos rotos. Tras intentos, llamadas, golpes de
puertas, amigos de sus amigos, favores ajenos y cien
negaciones logra conseguir una oportunidad entre la
escasez laboral persistente.

-¿Podés empezar hoy mismo?, ayer desapareció uno de


mis hombres y tocaste la puerta a las horas, yo sé que
no va a volver. Tenés suerte hoy en día la cosas está
muy jodida, hay muchos quilombos y no confío en nadie,
vos pareces un buen tipo, a ver qué demostrás._ asoma
su mano izquierda entre los papeles.
-Gracias señor, ¿dónde tengo qué firmar?_ su pulso es
irregular, tiembla.
-En la marca Santiago Valles... ese apellido me suena
de algo, pero no sé de qué, ¿no serás uno de esos, no?

312
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-No lo creo señor, yo no me meto en nada, solo quiero


trabajar, estoy pasando un mal momento como todos...
ahora que lo pienso lo que me dice... mi abuelo quizás,
no lo sé... es el único que hizo algo bien de toda mi
familia_ se encoge avergonzado por tener la suerte de
su lado, una muerte más injustificada en medio de una
guerra contra la opinión y libertad. Por dentro está
despedazado, solo ve pájaros y mujeres desojándolos
repetirse hasta el hartazgo.

Tiene un trabajo en la fábrica de zapatillas de la cuidad,


donde el tiempo se vuelve denso, lento y granular, algo
similar a los confines del universo. El sopor de los gases
se condensa por tramos, algunos tosen otros fuman
cada dos horas para exigir más el trabajo pulmonar. En
la línea de montaje otros quince trabajadores elaboran el
resto del producto, como toda revolución en Uruguay
llegó de lo más tardía y no completó las expectativas. Su
puesto no es imprescindible, tampoco importante, ni se
salva de la persecución política, eso lo tiene a cada
momento que ensambla una plantilla con el resto, pero
la pasa bien, aún en medio de tantos problemas
invisibles hizo un grupo de gente que lo quiere como
suena al cantar. El feo (como luce y notan) disfruta del
goce ajeno al hacerlo, siendo (sabiendo) por su acto
arbitrario disparador una pieza alentadora entre mortales
sin sueños ni futuro.
La casa reluce todos los días desde la llegada de
Santiago, su mujer (reciente) lee cuentos de la selva,
dentro de la representación amazónica, entre árboles y

313
Elbio Aparisi Nielsen Ura

arbustos disfruta de la locura (sana) de Quiroga y su


vida de los mil naufragios personales.
-La fábrica es tan grande, ¡tan!, que caben dentro mil
elefantes de África sin problemas de higiene_ piensa
mientras pega una plantilla negra en una zapatilla
marrón, jugando a imaginar la ocupación Africana.-Es un
frase que diría mi amiguito_ añade su pensamiento al
terminar de ensamblar y pasar la zapatilla a su
compañero encargado de pegar suelas.-¿Soy estúpido?,
odio hacer esto, mierda de zapatillas, ¿qué mira ese?,
me tienen podrido con todo esto, años viajando,
ampliando mis pensamientos y me olvido hasta de mis
pensamientos profundos, ¿dónde mierda estoy?, una
cerveza mejor, que me quiten de aquí, mejor así a estar
en las calles, el universo va a evolucionar realmente, yo
desperdicio mi tiempo por miedo al futuro, odio que no
hablen. ¿Cuánto tiempo le resta a la tierra?_ mueve su
boca sin soltar el aire, un compañero

Martín existe ante sus ojos y los materiales en


movimiento, un vacío se adueña y congela su alma, no
se ven desde un día después del almuerzo y la
exhaustiva limpieza, algo de todo lo que se remueve
devora en el interior sus emociones contenidas, no
quiere olvidarlo pero sabe como son los vuelcos de la
vida, pretende encontrarlo algún día donde la borrachera
sea compartida con otro ciudadano perdido. Santiago
bebe cerveza, le gusta el sabor amargo y burbujeante
en la lengua, su color, aroma, a toda en su conjunto le
encuentra un atractivo sublime, casi de medicina. No

314
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pierde detalles de su historia, conoce el nombre egipcio


“Zythum”, también su composición química respecto a la
fermentación ideal, los varios ciclos de enfriamiento y
estacionamiento adecuado. Nunca pensaría tener cu
propio cultivo de cebada (como lo ideó durante su
adolescencia antes de la huida), ni el proceso en sus
manos de creación, ya no le interesa, le apasiona
degustarla, como si el aroma encerrara la mil rosas del
jardín del edén.

Un murmullo en la línea de montaje genera una atención


lo alejada de la borrachera ideal, en la punta entre el
décimo quinto y el décimo segundo hay una charla
encubierta, algo que inquieta a Santiago. Termina con
una plantilla a pegar del montón, coloca otra y se acerca
abruptamente a los tres parlantes trabajadores.

-¿Qué es lo que pasa?, su trabajo entorpece al nuestro,


dejen las chácharas para las cervezas_ les dice algo
enojado e intrigado, detienen su habla, dan vuelta las
tres miradas y lo penetran con vehemencia.
-Es algo de lo que nadie puede evitar hablar.
-¿Qué es entonces?, acá nadie habla por lo bajo, por
favor un mínimo de educación y seguridad, estamos
trabajando, nos comprometen a todos che.
-Han asesinado a algunos del sector de ventas, estamos
preocupados, sabemos que anda circulando un lista
negra, nadie sabe quien puede caer, pero el trabajo es
lo único que tenemos y no podemos dejarlo…_ continúa
el décimo quinto. -No te enojes flaco, por eso es que
hablamos mientras trabajamos, quedate tranquilo

315
Elbio Aparisi Nielsen Ura

estamos seguros de esta forma, pero no encontramos


una salida y no tenemos plata para irnos del país_ el
décimo segundo apaga la línea de montaje, suena una
chicharra, es la retirada, su duración es de un minuto, se
acercan los tres juntos, al oído, Santiago atentamente
oye cada palabra de desconcierto y horror ante la
situación insostenible del gobierno militar. Su rostro
pierde la insensibilidad anterior, uno de ellos mira el
piso, no habla, a su familia la han desmembrado, no
tiene amigos, ellos murieron por su coraje, él siente la
culpa de coexistir sin poder remediarlo.

-Hijos de puta, tienen que morirse todos, tengo que


hacer algo, pero Mariana, por qué me metí con ella,
ahora me quiero meter en todo esto y no puedo. Tiene
que pasar algo, la gente no puede permitir que los
pasen así, somos una sociedad, el avence somos
nosotros, sin políticas, sin ideales, solo la preservación
de la igualdad y verdad, ¡hijos de puta tienen que morir,
carajo!_ choca su puño contra su muslo mientras
camino mirando el suelo enfurecido, intenta pasar
desapercibido, si alguien sospecha algo lo cuenta para
sentirse más protegidos por ellos, al fin las excusas
mínimas llevan a la muerte a la mayoría, rencillas por
una mujer o un gesto mal entendido.

La tarde cae y la noche asoma como todos los días de


los últimos meses en Montevideo, el camino tiene un
largo de mil doscientos metros, Santiago en el primer
cuarto se detiene y toma una cerveza con el
acompañante de turno en el bar del gallego, donde sus

316
Elbio Aparisi Nielsen Ura

borracheras proliferaron luego del primer susto y


encuentro por medio.

-Si vuelven me matarán, sino, a otro vecino, tengo que


hacer algo._ se deletra a sí mismo mientras le hace una
seña al gallego para que les ponga unas cervezas. Toca
las heridas y suelta el aire, el camarero devuelve un
gesto de silencio.

Primero llegan él y el décimo tercero que acaba de


entrar al baño, minutos después se sientan a su lado el
décimo quinto seguido del décimo tercero. En la mesa
todas las interpretaciones de la masacre oculta se
develan por sus sobrevivientes, Santiago se siente
ajeno, sabe que todo lo que pasa en su país no tiene
una resolución inmediata, entiende que la clave de
supervivencia es escapar, pero recuerda que su amor
propio no existe desde que ama y vive con Mariana su
antigua fantasía de toda la vida a la que le dedicó miles
de masturbaciones nocturnas en la cucha (pero en sumo
silencio aprovechando los estruendos fugaces de las
bombas que rosaban el hogar del gato blanco y negro).
El décimo cuarto prontamente se aleja del bar alegando
preocupación sobremanera por su mujer e hija, como
efecto dominó se retiran sus laterales numéricos y
queda como último Santiago (la ficha doble nada). Son
entradas las ocho de la noche, la calle como es de
costumbre no tiene visitantes, las luces iluminan poco,
los automóviles posan dormidos sobre sus cocheras
privadas, él anda solo por gusto propio, se regodea en la
soledad, pero por un momento, solo cuando esto no

317
Elbio Aparisi Nielsen Ura

implica remontarse a los cataclipticos viajes por toda


Europa. La sirena habitual del toque de queda resuena,
debe apurar el paso, nadie quiere toparse con los Ford´s
a paso de hombre, intenta correr pero recuerda que si lo
hace alguien podría sospechar y desde las ventanas
fisgonas denunciar en medio minuto, aquí a los ladrones
nadie los quiere, siempre que pueden los tiran al fuego
de lo militares o a los uniformados de verde musgo que
son parte de la misma flota de patantes al poder. Trota o
camina rápido, pisada a pisada ruega llegar a su casa y
dormir o discutir con Mariana, tal y como van las cosas
no sería raro encontrarse gritando toda la noche e ir al
trabajo sin dormir.
En el trayecto, que lleva más de un setenta por cien de
su total, nuestro amigo, deja de lado la preocupación
que circula próxima. Sin avisos ni mediaciones el
pasado lo aborda nuevamente, una pierna se entumece
de horror al recordar sus rostros ensangrentados en el
medio de la calle, él mismo sin la ayuda de nadie tras la
huida cobarde y ejemplificadora del régimen tomó a la
familia vecina y la enterró en el jardín, mientras Mariana
en una segunda crisis casi deja la vida o la realidad.
No quita ojo del centro de la calle, no puede dejar de
pensar en ellos con el rojo intenso de su vida brotando
sin detenerse, mientra que nadie grita o pida ayuda.
Indignado por el último recuerdo, toma más fuerte su
mano dentro de los bolsillos, las aprieta furioso, jura
venganza en su alma, pide fuerza y deja el miedo de
lado. Conoce los recovecos en el camino a casa, desde
su primer día de trabajo estableció un punto de

318
Elbio Aparisi Nielsen Ura

escondite a cada cien metros (uno por calle), por si una


patrulla deambula justo en el mismo espacio temporal.
La luna no tiembla, pero ilumina gran parte, cosa que no
hacen los faroles ubicados cada diez metros uno del
otro. Hace frío pero no es de los que congelan pies y
orejas, Santiago se siente fuera de su lugar, no tiene la
certeza de saberse uruguayo, algo cambió, la situación
del país, la gente y sus penurias o todo dentro de él,
dicen algunos entre mates que su cuerpo no tiene por
qué recorrer calles atestadas en sangre y almas, lo
cierto es, que siente el desarraigo del primer viaje, en un
espiral infinito, cuando añora un sitio desvive en el otro.
La sonrisa de Mariana al hacer el amor en la playa y las
palomas aparecen como fantasmas de unas ilusión casi
concretada, sufre por todo y todos, se siente culpable
por amar, duda de ello, se pregunta cuantas fantasías
cumplió vendiéndose a sí mismo como reales.
Una rama cruje detrás, gira su cabeza, eso interrumpe
sus pensamientos y desvanece las posibilidades de
amor constante. Un grillo, un sapo en el asfalto muerto y
seco, ramas adelante, pasto, ladrillos en las casas
prefabricadas, luces, pocas luces que no alumbran los
objetos que fabrican realidad. Una luz intermitente, roja,
azul, gira su rostro con los ojos bien abiertos y la boca
fruncida por el temor, su panza se retuerce dentro, hay
una revolución en su cuerpo, siente su cabeza al punto
de estallar, sus manos parecen latir al momento que sus
orejas se calientan, al rojo vivo. Mira de frente, ve el
objetivo, su punto cero, donde nadie lo debe notar al
pasar, pero se halla a unos veinte metros y no tiene el
tiempo necesario. Al dar un paso más recuerda su

319
Elbio Aparisi Nielsen Ura

botella de whisky viajero, se arroja en la cara un poco,


en el pecho, toma el resto de una sola vez, sostiene la
botella y continúa caminando, ahora con un movimiento
medio perdido, debe tener una borrachera fuerte. La
patrulla como es de costumbre mantiene su velocidad
crucero al pasar uno de los oficiales advierte la
presencia de un borracho en la acera, pide que
detengan el automóvil, desciende con una carpeta negra
y blanca, el acompañante toma su gorra y baja a
ayudarlo por una eventual reprimenda al indigno
tomador de alcohol.

-Señor, deténgase y contra la pared, documentos por


favor y la boca bien cerrada_ Santiago se mantiene en
silencio, prefiere no esgrimir letras unidas para no
levantar el polvo de las sospechas en el desierto de la
maldad bajo una fantasía falsa, efímera pero histórica.
-¡Mire el rostro del oficial!_ lo observa el acompañante
con su gorra en la mano derecha.
-Sí, es él_ añade sin preámbulo alguno.
-¿Pero qué hice yo, oficial?, se confuden de persona_
dice Santiago mientras apoya su mano en el hombro del
oficial.
-¡No me toque!, si repite la acción lo dejo aquí con una
bala en la cabeza, ¿me entiende borracho de mierda?_
dice.
-Entiendo, pero no hice nada.
-Encima acota, ¿eh?, no está tan borracho como
parece, tendrá que acompañarnos, queda detenido por
falta de documentación_ lo arrastran cada uno por la
axila, Santiago Valles pierde un gramo de vida en ello.

320
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Pero si acabo de entregarle la documentación!, no me


hagan esto, no hice nada.
-¡Ahora sí habla mejor!, cobardes de mierda, se visten
de ovejas para engañarnos, ingrese o lo metemos a la
fuerza y no le va a gustar nuestro método._ su peor
temor tiene su vida en vilo, grita pero nadie oye, golpea
todo el patrullero pero hacen la vista gorda, no lo ven
irse a cualquier lugar.
-Malditos zurdos de mierda_ exclama el conductor del
Ford.

321
Elbio Aparisi Nielsen Ura

54

Giovanni las despide sudando las manos y pies, desde


la puerta principal lo hacen también las enfermeras y
matronas. Carla y Lilén en brazos transitan el último par
de metros visibles, saluda alejándose hacia la avenida.

-¡Los regalos Carla!_grita acercándose el doctor.


-¿Qué?_ se detienen, Lilén chupa el anular de su madre
aprendiendo a soñar.
-Los regalos..._le falta el aire por la corrida y la ansiedad
que lo controla.
-Ya está hecho, tranquilo, ¡gracias!_ apoya la mano
restante en su hombro, los espectadores creen ver la
chispa encender el fuego.
-No alcanza, nada, aunque lo intente, eres tan..._ sus
ojos se inundan de agua salada.
-No digas nada, no hace falta, no te olvidaré nunca, eso
puedo asegurártelo, si lloras es peor para ti, vas a
perder parte de tus minerales, ¿por mi?, eres un ser...
lleno de amor, tienes que despejar las Y y X que te
hacen daño, tienes la ecuación en tu frente pero la lees
al revés, te quiero amigo, eres parte de mi corazón, pero
tienes que dejarme ir, nuestro cruce abre puertas, sigue

322
Elbio Aparisi Nielsen Ura

abriendo los ojos como ahora y estoy segura que


encontrarás a la mujer que te merezca.
-No digas eso...
-Adiós Giovanni.
-No digas eso...
-¡Abre los ojos!_ Lilén echa a llorar, el autobús se
detiene, la gente se aglutina, las bocinas, el atasco y el
buque que recién parte alejan definitivamente a Carla.

-Los regalos los han mandado a su casa en Akranes._


suelta al volver cabizbajo una enfermera sin tacto.

Carla sabe que hay posibilidades de nuevos inquilinos


dentro de su “hogar”, desde el día de la internación los
pagos cesaron y aunque la ley la amare durante un año
completo los oportunistas no dejan una vivienda sola
ante la falta de dinero. El vehículo público se encuentra
repleto de trabajadores y ancianos pagos por el subsidio
al trabajo prolongado, dentro el esquema del País se
halla en todas su facetas y con todas sus falencias.
Algunos ancianos en conversación privada de asiento
viajero, confiesan sus preocupaciones por el salario, su
salud, por las muertes sucedidas y los costos de vida,
las respuestas sin contenido dejan el sentido fonético y
se alzan en la maestría del poder sin sentirlo cerca.
Carla extenuada y la beba en brazos atiende cada
conversación, sus hombros duelen, su hija pesa mucho,
su futuro también pero eso le inquieta menos ahora,
nadie de las cinco docenas de pasajeros le cede su
asiento, parecen no verla.

323
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Sus ojos se enrojecen, siente calor en el cortex


prefrontal, la nariz le pica mucho, no se rasca, la panza
se revoluciona, el cabello le molesta, el calor humano, la
vista empañada de los cristales, sus órganos oculares
se moran y se hinchan levemente, solo ella sabe que
sucede dentro suyo, es odio, furia, inquina, tirria. El viaje
dura dos horas aproximadamente, en la hora y treinta y
dos minutos el ochenta por ciento de los pasajeros
desciende en el puerto, sus veintiocho minutos de resto
son algo más relajados sin sobresaltos y apretones
abusivos. La naturaleza le regala unas vistas de mirada
sólida y reflexiva bajo una increíble pintura real única.
La calle, los pasos, las personas en idas y vueltas, la
escalera y la puerta, frente a frente la puerta y ella, su
bebé y el destino, la isla y el presente, los claros oscuros
de su vida y el resplandor de poseer su llave a la mínima
felicidad. En su extremidad izquierda sin mover las
pupilas en forma de gota de lluvia, lengua afuera, gime.
Toca la puerta suavemente con algún temor, se oye la
televisión con alguna película de la infancia. Atiende una
mujer mayor, su cabello tiene un blanco brillante mate.

-¿Hola pequeña, a quién buscas?


-Disculpe señora no tendría que haber venido, es que...
no es nada, mejor me voy_ dice con algo de frustración.
-Dígame, quizás la pueda ayudar, soy anciana pero no
inútil, dime no tengo otra tarea para el resto del día_
insiste.
-Lo que pasa es que éste era mi departamento hasta
hace unos meses, algo de diez atrás, pero yo no avisé
que me iba y ahora vine a hacer el intento. Mi embarazo

324
Elbio Aparisi Nielsen Ura

exigió un reposo absoluto y no pude hacer nada, tengo


cosas de valor que quisiera llevarme , bueno no sé muy
bien a donde.
-Mire, es increíble, yo llegué aquí después de la muerte
de mi esposo, eso fue cinco meses, me dieron las llaves
y me encontré con algunas cosas amontonadas de mala
manera, seguramente son de usted, las guardé en el
cuarto que no uso para nada por si acaso y mira..._
cavila un segundo.-...¿quiere pasar?, su beba tendrá
frío, este es un pasillo muy ventoso, pase un segundo,
tengo leche y té para todas_ extiende su mano hacia la
izquierda invitándolas a su hogar.
-No señora, no hace falta, es usted muy amable
pero..._su silencio espera que insista nuevamente en un
roce con la formalidad de la educación.
-Por favor, mira esa preciosura como está, tienes que
darle algo de calor, no tengo nada que hacer, insisto.

Temerosa, en silencio, pero con frío, Carla ingresa a su


antigua morada, el hospital le resulta algo más familiar.
La imagen fresca de todos los rostros que la ayudaron y
las peripecias que pasaron se proyectan en los reflejos
con una música binaural que viene desde su psique.
Sabe que el tiempo lo destruye todo, una mujer de
caducidad finita, lo entiende con la madurez impuesta
por el arte de la vida en complicarlo todo.
-¿Té?_la quietud no es su virtud.
-Sí._sin mediar entre los gustos, necesita calor.
-¿Azúcar? , ¿leche?_su dentadura se suelta y se pega.
-Sí, si, por favor, gracias._mantiene el protocolo básico.

325
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Cuanta educación!, eres muy tímida, habla algo más


fuerte que no te oigo bien, ya sabes, el cuerpo se
marchita.
-Sí, lo sé, ¿mejor así?_ eleva su voz, se siente extraña,
pese a las noches de insomnio pensando en el sentido
de su vida no logra recomponer esa sensación guardada
en el formato de los olores o temperaturas.

La anciana coge la taza celeste de la vitrina, la acomoda


en la bandeja del desayuno, suma la tetera, leche tibia
en una mamadera, azúcar y otra taza más. Carla espera
impaciente, tiene hambre, la boca seca, el estómago
ruge, en todo el viaje la panza no hizo más que intentar
hablar.

-Es muy pequeña, es hermosa, me recuerda tanto a mi


hija Dorotea, su nariz, mire las orejitas, ¡las tiene rojas!,
la verdad que usted es muy dichosa_ hace una pausa,
limpia sus labios con la lengua, se peina con tic de ojos,
se acerca a la niña y la tapa algo más.- Hace tiempo mi
momento de maternidad se acabó, es natural, lo sé,
pero sufrimos mucho, nos castigaron por naturaleza, es
nuestro estigma. Ahora solo puedo ser una abuela, pero
ella no me busca, no le importo nada._ se pierde en los
pensamientos, Carla mece a Lilén, prueba el té.
-Eso no lo creo, deberá de estar muy ocupada, es su
vida, suele pasar, mi familia está diseminada por el
mundo, nosotros no nos vemos nunca, pasan años para
recibir un llamado o una caricia de cariño, lo real es que
llaman solo para urgencias o malas noticias, me gusta
desaparecer por mis primeras experiencias, no pienso

326
Elbio Aparisi Nielsen Ura

vovler a pasar por lo mismo, así mueren todos y no me


entero._ algo dentro se quiebra, como el vidrio delator.
-Eso es duro pequeña, pero no eres la única que sufre,
a mi hija se la llevaron un doce de setiembre, era un día
que no podré olvidar jamás, el viento, los truenos, la
lluvia y mi marido enfermo, el tenía cáncer, hasta su
muerte lo cuide tres años_ acerca la tetera. - Fue muy
doloroso, maldecía toda la noche, como si estuviese
poseído, nunca había sido así y de esa manera lo vi
despedirse, mi hija no aguantaba la situación, andaba
en cosas raras y ese día la llevaron, nunca más oí de
ella, ni ella (supongo) de mí_ sirve en la segunda taza,
le ofrece la azucarera, se va a la cocina y vuelve con
pan casero.-Toma, come, tu panza hace mucho ruido,
puede despertar a la niña.
-Gracias_ dice ella deglutiendo el primer bocado de lo
que será, un pan entero.
-Mira, podemos hacer algo así_ se quiebra el silencio de
las cavilaciones. -Yo entiendo tu situación, yo estoy sola
y sé que no tiene otro lugar a donde ir, me parece una
persona de bien, que quiere lo mejor para su hija, yo me
ofrezco a cuidarla, así usted puede buscar un trabajo y
conseguir algo para las dos..._ flota un silencio de
minutos, no se miran, la anciana ofrecida siente que la
rechazan pero aguarda una respuesta, Carla cavila, solo
cavila.-...piensa pero la respuesta ya la tienes.
-Mi vida…_se decide a hablar.-…siempre fue así, los
obstáculos los tuve que sortear o chocar contra ellos,
nunca recibí ayuda de nadie que no quiera nada a
cambio y hoy no sería el primer día, puedo sola... toda la
gente tiene debajo de la capa de barniz moral una

327
Elbio Aparisi Nielsen Ura

intención personal escondida detrás de la supuesta


bondad_ tiene la suavidad natural en ella, se enoja.
-¡Te equivocas!, la bondad mantiene a este mundo de
pie, no es una ayuda, es una posibilidad de un futuro
para su hija, ¿por qué no recibir algo bueno de alguien
que no tiene más intenciones que ayudar al prójimo?_
se para y habla, siente más seguridad al hacerlo. -Soy
vieja pero no inútil, tengo un lugar donde pueden comer
y dormir, juro no entrometerme en sus vidas, es solo por
un tiempo, como beneficio solo obtengo sus presencias,
si quieres encontrarla una razón lógica.
-En el momento que consiga algo nos vamos, señora_
se excusa Carla medio ofendida, medio alegre.
-¡Sí, claro, no lo dudes!, que alegría pequeña._ se dibuja
la sonrisa en el viejo rostro, toma la tetera, limpia la
mesa. En la cocina prepara algo de comer, mientras la
comida pasa el proceso de cocción le enseña su lugar.
-Tenemos mucho por limpiar y tirar, pero en unos días
todo se puede acomodar, es chico pero es acogedor,
eso sí esta noche y las siguientes dormiremos las tres
en mi habitación, por el polvo, es peligroso para...
-¡Lilén!, por eso no hay problemas tuve peores lugares
donde vivir_ dice con algo de nostalgia y pesadumbre.
-Lo digo por la niña, tienes los ojos tristes, no son las
mejores épocas de la humanidad, es cierto, en las calles
hay millones con tus ojos, pero cambiará conforme la ola
tome fuerzas.

328
Elbio Aparisi Nielsen Ura

55

-¿¡ A dónde me quieren llevar!?_ exclama ahogado en


su propia saliva.
-¿Dónde?, ¡a ningún lugar!, usted está fuera de todo y
todos, olvídese de la luz, sus amigos, ya está muerto.
-¿Ve la luna?_ señala hacia fuera el copiloto con el
índice al vuelo. ¡Mírela!_ le ordena.

Santiago y sus valores se involucran en su introspectiva


visión de la humanidad, incluso en épocas de guerras y
enemigos civiles brota luz. Obedece a la orden mira esa
luna de tórbida, huida, temblorosa, reflejada sobre la
tierra de Toulouse en el día del escape de la casa y la
muerte.

-Eso ya no tiene nada más que ver con usted, no habrá


nada que pueda hacer al respecto, la luna, estrellas e
ideas desaparecerán. Tantas teorías no ayudan frente a
las armas y el poder._ añade con ponzoña el copiloto.-Al
final todos son iguales, unos cagones de mierda, ¿con
bolígrafos quieren cambiar el mundo?, te pondremos
ante el paredón, a ver si aguantas el hierro zurdo de...
-No importa, mi vida tiene más hoyos de los que ustedes
ven, no necesito de la gente, la guerra, ¡yo estuve en la

329
Elbio Aparisi Nielsen Ura

verdadera guerra!, ustedes no son más que una revuelta


de asesinos, ignorantes y maniobrados títeres. Hagan lo
que hagan no voy a pensar distinto, la enfermedad es el
silencio, la obediencia._ Santiago escupe al vidrio de su
ventana, de la ventana del patrullero.
-¡Van a rodar cabezas!, acá nadie contradice la verdad,
todos sabemos quien gobierna y somos sus extensiones
visibles hijo de puta, zurdo de mierda. ¿Así qué tenés el
agrado de molestarnos?, te vamos a torturar todos los
días, no vas a dormir, no vas a hablar, y si titubeas, te
extermino como a un insecto, nuestras botas tienen
acero también. Mi voz va a recorrer tú limitado cuerpo y
alma, en todos los minutos de tu última vida enfermo._
salta el lenguaje, el mensaje es personal.
Hasta entonces su cabeza marcha hacia adelante, pero
su enojo visible a los ojos hace que vire hacia atrás,
donde Santiago maldice por lo bajo la suerte que le
acecha en el momento menos esperado, perturbado
dice.-Cuando el frío corra en tus venas y no sientas más
que los pensamientos, mi voz te va a recorrer cada poro
de piel entumeciéndolos_ termina la consonante y
vuelve a su ronda habitual de atrapar desprevenidos.

Santiago ya no quiere continuar las blasfemias, deja


todo de ser esa utilidad de escape, la ventana, el jeep
esas cosas de las que no debe olvidar nunca. Cree
tener al general junto clamando por su vida, siente a
carla su amor ¡no! amor delante, siendo copiloto de
Lupho, su amigo ¡no! amigo.

330
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El cristal tiene la marca de la saliva y sus encimas


esparcidas en el conjunto infinito de granos de arena,
sabe que la luna ya no es la de huida, sabe bien en su
interior que todo está acabado. Al encierro con suerte
podrá sortearlo, conoce sus formas de obrar, ve la
piedra donde todos vuelven a toparse para caer
nuevamente, está al tanto de la idiotez humana, debe
tener paciencia. Nadie emite algún sonido disonante, su
mente se encuentra en el reposo que puede encontrar el
cuerpo en un estado de inercia debido a un movimiento
rectilíneo uniformemente acelerado.

Y el Ford recorre las calles, y la gente mira desde sus


ventanas, algunos vomitan, otros se alegran.
Y el universo se expande y enfría, y los planetas son
comidos por estrellas oscilantes, y el sol planea su
ejecución, y la tierra infectada por un mal de miles de
años se pierde girando sin destino, y el mal se pregunta
qué hacer, y mata clamando porciones, y se agrupan
estableciendo colonias y el tiempo se detiene en el
límite, sin espacios ni objetos.

331
Elbio Aparisi Nielsen Ura

56

C
¿ ómo puede una anciana dejarme aquí, así sin más?
¿Qué hago?, ¿confío en ella?, ¿y en mí?, ¿Lupho?, en
alguna fiesta con modelos de bikini y sujetadores flojos.

Se apoya con el brazo reptando en la cama hasta su


lado más cómodo, Lilén duerme profundamente, como
todo angelito sin consciencia.

¿Dónde quedan los sentidos?, ¿una almeja sin aire se


come?, ¿cuánto tarda un melón en pudrirse?, quiero
vivir, pero solo ella me deja no vivir, tiene que ser bueno.
¿Mueren las comadrejas del calor extremo?, peor sola y
enferma por el frío, es verdad, que maniática soy, no
puedo ir así por la vida, una persona buena ya vale por
millones. ¿Le crecen los dientes cuando se caen a los
leones?, quiero coser unas telas, una casa de mantas,
que digan lo que pienso, que hablen de quién vive
dentro, puede ser una casa con frases para el resto.

El vidrio empañado, el frío del exterior, la lluvia y las


gotas que no la mojan caen, golpean, retumban.

332
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Lupho, ¿en que cuidad estará?... Lupho, que nombre, su


madre quería darle un toque especial, lo logró, pero que
mal le salió. ¿Qué me queda a mi?, esos dos viven,
seguramente muy bien. Buenas luces.
Me dice el inconsciente que Giovanni me extraña, que
muera, odio a los que se topan con las esperanzas y las
cogen como estandartes, la soledad es lo más agotador
que existe pero abrumadoramente intelectual, nadie
escapa de la mente. Me gustaría ver un caballo nacer.
El olor del tomate en la salsa de los fideos me dan
ganas de comer, pero ¿Quién cocina a las tres de la
madrugada?, es tarde para tanto ruido.

La cuna improvisada no pierde consistencia en el


movimiento repentino del bebé. Carla la cuida, Lilén
mueve su cabeza fuerte buscando una reconfortable
ducha y un poco de comida.
Su vomito, la cuna existente, el llanto.
Carla la mira con sus manos en la quijada, no sonríe, no
habla, nada, y su hija se mueve en busca de algo de lo
que no puede prescindir, su vida pende de su atención.

¿Quién limpia la vela del barco?


¿Si rodaran las ruedas cuadradas del mundo, rodaría la
tierra?, ¿cuántos palos, palillos tienen punta?, ¿hay
edades humanas más allá de los ciento cuarenta?

Lilén no tiene etiquetas, menos movimientos audaces.


La cuna no aguanta el peso junto al movimiento, cae al
suelo y nada la detiene.

333
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Carla frente a ella se anula, no da crédito, mira y no


mira. Una lágrima recorre su lagrimal, como esa fuerza
lacrimógena del general.

¿Si el perro corre rápido, alcanza al tren de carga?,


¿qué color falta, de los millones que hay?, ¿vemos solo
siete colores?, ¿hay hombres de seis brazos?, ¿los
soles son iguales?, ¿hay agua dulce para el 4003?

El sonido estalla ante la presencia del dolor y del llanto


infante.

Ventana empañada-frío-muerte-exterior-interior-muerte.

¿Qué sueñan los bebés?, ¿Sienten las voces del más


allá?, ¿me miran desde el espacio?

No hablan, no habla. Exactamente nadie habla, solo es


el viento/tifón del afuera, que no entiende de amor
maternal ni confusiones químicas cerebrales.

334
Elbio Aparisi Nielsen Ura

57

La celda, el cuarto, las paredes derroidas y ese hedor


que quemas la piel de las sensaciones junto a los
rostros marcados y los susurros de la visita inesperada,
sacuden el traje marca nueva casi viejo y rasgado de
Santiago, regalo de Martín no lo olvidemos.

-Leí en unas de esas hojas blancas escritas en letra tinta


negra, “el hemisferio cubría mi saco de huesos, su voz,
la caña de azúcar y los timones del capitán me hacían
temblar de solo repetirlos imitándolo...”_ las falsedades
de las creaciones dejan huellas indetectables que en un
futuro serán botones a pulsar para las detonaciones más
violentas, se retuerca en la tierra removida, tiene piedras
clavadas en la espalda.
Alguien y su voz resuenan en las celdas ocultas. Su
puerta, sus piedras del dolor perpetuo y su mente
alterada recuerdan como debe de ser el futuro de las
manos y sus líneas, puede ver a la mujer de rizos que
un día le predijo una vida afortunada entre los mortales.

-Mariana me busca, siento que sabe de mi escape


forzado, me duelen las manos, yo no quería irme, no
pensaba en serio, tenía miedo, ahroa tengo una de las

335
Elbio Aparisi Nielsen Ura

costillas rota, no la siento, mismo el brazo izquierdo,


tengo una punción constante en el músculo. Los dedos
del pie derecho están destrozados creo que se
infectaron, me patearon hace unos minutos, siento los
golpes repetirse uno tras otro, me tiran del pelo, los
estiran, lo cortan, me cortan con algo muy delgado y me
dejan heridas, nada puede alejarme de nosotros, lo
siento mucho, perdoname._ algunos reclusos se quejan
con aullidos agudos, las palabras significan más golpes,
quieren hacerlos animales adictos.-Mariana sufre de las
mil maneras posibles, me sueña muerto, ahogado en
algún pantano de los que seguramente sueña en su
sueño recurrente. Los dedos de mi pie ya no tienen
circulación constante, me duele el estómago de no
comer, mis días habrán teñido al inicio como algo muy
lejano a mi creer temporal, pierdo la cuenta. Mariana me
imagina flaco, yo ni podría saberlo, no tengo la noción,
el espejo y esa resolución inmediata de mi aspecto,
sufro y no me veo, río, ¿qué hay de la vida plena? El
saco, regalo de Martín, no puedo más, ¿dónde estará
Martín?, de seguro muerto en la guerra del peloponeso
uruguayo. Mi tiempo espacial diluido en vasos de agua,
sus tiempos, Europa, sus recorridos, sus monedas
locales, ausentes de la cotización verdadera del exterior.
Mariana de seguro me quiere cerca, que no me hagan
más daño, estos malditos recovecos, una día la esquina,
otro el centro. Supongo que si aumento las fuerzas de
encierro enérgico aguantaré más la electricidad. Las
piedras sudan algo de dolor ajeno, seguro es mío y no
quiero sentirlo. La tierra, me pica por momentos, los
insectos se enemistan, se amigan, me quieren, los

336
Elbio Aparisi Nielsen Ura

quiero, me pican, los pico, a veces los mato, pueden


pasar mil recuerdos y yo aquí juego. Mariana mira el sol,
sus matices en el agua de la playa donde nuestro amor
tuvo su inicio. Aquí mi tiempo se mide en pensamientos,
los recuerdos me sirven para trasladarme lejos, vivir,
¿vivir?. Lo hago de una forma interesante, jajajaja, creo.
Los granos de la tierra seca, me tranquilizan, tocarlos,
sentirlos con ese leve cosquilleo similar a una caricia en
la frente antes de dormir. Qué gusto me da hacer el
amor con oficiales, estoy desgarrado, ¿a quién le
enseño mis heridas?, no soy nada. Disfruto del silencio,
de las torturas no recuerdo, no las veo en recuerdos,
acuden a mí en el cuerpo, cada poro de piel desgarrada
me recuerda que tiene dolor y siente cada una exenta
de la otra los golpes recibidos, son millones y millones
de nervios cutáneos, como si todos ahora en una vez
me estuviesen matando lentamente, en ese segundo
eterno de mi adolescencia, ¿para qué mierda volví?,
tenía que hacerme la pregunta, no lo sé, es curioso, le
debo dinero a un pobre hombre que seguro murió por mi
culpa en un hospital, esperando el dinero de su madre
racista. De todos los modos posibles modifico mis
vivencias, las revivo, las toco como si el dedo mojado en
pintura fresca, pudiese mejorar al original de Monet y su
bermellón, por ahora mi sangre. Río por el estómago y
puede ser que me oigan los maniobrados cuando dentro
del pensamiento abordo las mil maneras de vivir la
situación y sus miles de conexiones inextricables que
posee la realidad, esa realidad de la que no tenemos
noción al momento de recorrerla, obedecemos lo que
nos dicta la máquina imperfecta ocular. Cerrar los ojos

337
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sumergirse en la locura desenfrenada de las fantasías


suele ser algo más problemático e intenso, así el tiempo
vale.

Martín está vivo, creo, acabo de sentirlo reír en el agua.


Mariana, como explicarme lo que realmente siento, si
mis manos… pero nada tiene el sentido… y mis viajes…
Europa…Toulouse… me duele el alma… los pies… la
cara…las uñas…para cuando salga muerto en la
madera limitadora junto a la tierra y sus dos metros, mi
línea se completará en esos infinitos puntos de la recta
matemática. Qué rabia tienen de no lograr vencer esas
etiquetas básicas para la violencia desenfrenada, ¿qué
les vendieron para matar de esa forma?, seguro que el
dinero motiva a una nación de mestizos a matarse entre
ellos, ¿quién describe a la muerte antes de aparecerse?,
vivirán con las pensiones de por vida. ¡Eso sí es vida!,
Nixon tuvo su refugio, ante los actos contrarios a la
razón pondera el aviso de error permanente, algunos le
llaman remordimiento, es solo un aviso que se mantiene
en todas las noches, son tareas irresueltas que chocan
con lo establecido en la moral. Duermo bien, ahora
mismo logro establecer la unión de dos puntos con solo
idear el mecanismo mental, esto sí es paz.

Hoy toco mi hombro, lo acaricio, me cortarán la pierna si


sigue así de infectado el pie.

¡Sí!, así… entra mi amor… desnúdate que hay lugar…


sos tan hermosa… besame… dame ese beso que me
gusta… decime que me amas… amame… que buenas

338
Elbio Aparisi Nielsen Ura

tetas… me encantan los besos, así… date vuelta… me


gusta tu cola… si, te acaricio toda… ahh….ahh…
mmmm... qué bien la chupás, no tenés nada que
envidiar, esas putas lo hacen mal y vos no, tenés una
experiencia aplastante, te llenarías de plata, dedicate a
eso, dejá de hacerte la pelotuda ganando esa mierda en
algo que lo hace un robot, disfrutá, que puta que sos,
pero sí es así, en la cama sos una bestia, tené cuidado,
no te pases, me duele, no soy de titanio... mmm qué
bien, no te vayas, no, no me dejes solo, ¿te dije algo
que te molestó?, vení, boluda, no te vayas, ¿es mi falta
de estimulación para el quinto polvo?, no seas guacha,
no te vayas, ¡vení!_ caen gotas del techo que no ve,
abre su boca para calmar la sed desértica.

Mi palma caliente, mi brazo derecho (el preparado) tiene


una acumulación de ácido láctico, está doblado, me
importa poco, no siento una mierda ya, ¿qué más puede
pasar? La mano algo caliente, una baba que se
deshace, la pruebo, tiene gusto a pan, pero realmente
no lo es, me importa poco, me importa una mierda.
Estoy harto de los formalismos, tienen la capacidad para
hacer crecer los dientes en una rata y no lo hacen en los
humanos para no perder el mercado que tienen, son
unos hijos de su puta madre, ganan dinero a nuestra
costa, la multinacional farmaceutica que en nombre de
los ataques químicos alarman al mundo aprovechando
una globalidad desmesurada para vender medicamentos
mágicos ante la enfermedad que ellos mismos crearon.
No hay justicia, porque no hay sistema que la soporte,
luego comprarán semillas y controlarán los mercados de

339
Elbio Aparisi Nielsen Ura

la alimentación, ¿Africa?, ¿India?, ¿Asia?, ¿Rusia?, no


importa un comino, cuando seamos en veinte años doce
mil millones en el mundo comeremos carne humana,
ese es el valor de la humanidad, el mismo que el de la
pobre vaca explotada sin moral que la ampare.
Luce plena, qué cuerpo más bonito. La amo, no sabe de
mis fantasías. Igualmente, ella se toca conmigo, le
encanto, le gusta como se lo hago, mi cuerpo, mi forma,
mi pensar, soy todo lo que ella necesita, ni más, ni
menos. ¿Pensará que soy un pederasta por soñar con
mujeres que rozan la infancia?, ante una imagen similar
eyaculo rápido y con tetas en forma de pera, así no me
perturbo, mi sexualidad muta, no quiero hacer nada
fuera de la ley, ¿qué hago pensando?, quiero ver, sus
ojos, mis piernas sanas, los dedos, mi espalda, por Dios,
¿qué hice para estar así?, soy un pelotudo, los ideales
están muriendo, gente como yo no vale nada, y me meto
con el resto, al menos tuvieron éxito, por algo será, los
tibios no hicieron nada por salvarme, al vecino lo
mataron como a un caballo con la pierna rota.

La tierra, bendita tierra, me encanta revolcarme, cuando


niño lo hacía todo el tiempo, ahora lo hago en todos los
recuerdos. La tempestad se aleja al fin, mi desaucio
emocional se agota, no hay mal que dure cien años, es
curioso como pudo ser el hombre el creador de una
frase tan desasfortunada y contradictoria. Tranquilo
seremos un suspiro geológico sin logros de conquista
espacial, no sueñes, no llegaremos tan lejos como
nuestra imaginación, esa es nuestra condena colectiva.
El planeta completo es una prisión repleta de barrotes

340
Elbio Aparisi Nielsen Ura

morales, agonizan a tu costado y nadie hará nada,


Darwin supo retratarlo, sin altruismo entre pobres hay un
solo camino, me siento igual. Maldita prisión acuática
llena de soñadores enfermos.

La amo, no le diré nada, ahora le mando la palabra,


¿cuánto puede tardar en llegar?, es lo único que no
pueden controlar esos hijos de puta, sus madres fueron
pobres sufridas golpeadas y violadas que los odiaron de
niños.

Me ocupa todo el ¿tiempo?, ¿recuerdos?, ella fue


especial, no digo eso, está bien, “es” especial.

341
Elbio Aparisi Nielsen Ura

58 alterno

Día uno

Mis manos reposan sobre mi pecho, mis pies sobre


gato. Mis nudillos se sienten fuera por un rato. Si Carla
me viera, sabría de mí estado, si yo la viera sabría de mi
amor verdadero, pero quién cuestiona busca respuestas
vedadas, por eso se transforman en preguntas.

-Aquí le dejo el desayuno, señor_ es la enfermera que


me asignaron.
-Sí, claro, podrías traerme algunas galletitas.
-No señor, sabe muy bien que tengo prohibido darle
comida fuera de la dieta, puedo perder mi trabajo, no
insista por favor que me compromete, son rigurosos.

Me gusta su forma de caminar, tiene un estilo particular.


Tengo para elegir un pan negro o uno de los blancos,
pollo hervido y algunos trozos de patatas y zapallo, es
alimento para un vegetariano, me cuesta creer que el
resto se vuelva contra la cacería en cadena y se decline
por la energía vegetal.
La ventana me da sobre el ojo izquierdo, dentro de
algunos minutos me dará en el otro y al pasar terminará
en la mano izquierda, como es usual en esta posición.

342
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Colgaron algunas fotos muestra en la pared que tengo


frente a mí, algunas de mi adolescencia otras de mi
niñez, creo que es a modo de homenaje, algunas están
firmadas por idiotas de turno estelar. Mi escritorio se
mantiene limpio gracias a ella, lo hace muy bien, ¿será
vocación?, ¿oportunismo?, sabe quien soy, quizás en
unos días me salga con una favor. Escribo guiones de
televisión y necesito una mano para entrar en el
mundillo, ajajaj, soy actriz, de conservatorio y hago lo
que sea para trinfar, estoy harta de limpiarle el culo,
señor Lupho, jajaja, eso sí que es gracioso.

Me dijo la voz que manda la compañía que mi libro


alcanzará la tercera edición en semanas, me parece que
la gente tiene un delirio idealizado de mí, pero eso me
hace falta, así que no lo boto al tacho, les dedico el
prólogo para que sigan sumándose, no los conozco de
nada pero me hace ilusión.
El sol de hoy tiene ese sabor tierno de la primavera en
plena acción detergente, los haces de luz tienen
provocan ese sentir similar a la casa, no hay humedad
que amargue mi existencia pero hay restos de voces.
Algo de ellos me satura, me recuerda que la lucha nos
dejó lejos, no les debo nada, ellos a mí sí, seguramente
estén juntos, erán tal para cual los muy...
...esa comunión era algo nutriente en mis pesares
diarios, a pesar de que nunca les hablaba directamente,
pero la idea de los golpes en la pared me dio vida
paralela allí amontonado entre ellos, no, junto a ellos.

343
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Aquí vuelve ella, gsto se alza, estira sus patitas, me


mira, sus pecas en la naricita me causan ternura, el sol
le da también a él, los rayos rebotan de su blanco y
naranja, me dan en los ojos. Ella ordena, no para nunca,
le encanta el trabajo, le encuentro un parecido a mi
mujer, esa mujer de la que hoy no tengo ideas claras de
su ubicación.

Francia tiene nuevamente un gobierno democrático, las


bases de la falsa libertad vuelve a absorber a todos los
ciudadanos creyentes del movimiento embustero. Yo
conozco de las deficiencias de su accionar, su esqueleto
lo ví desde el inicio, me lo contaron, me aburre la forma
clara de devastación, pero si la gente compra, yo vendo
y si vendo les doy cultura, o algo de lo que realmente se
puedan fiar... hasta cierto punto, es ocio, quieren ocio y
necesitan un estandarte como clásico, por eso me
eligen, y pensar que iba a dejarlo.

344
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Día dos

Q
¿ ué haces ahí, Lupho?, corre, no dejes que te
toquen, por favor!, te amo.
Estoy sentado en un autobús de línea, estoy junto a una
ventana, veo una autopista, muchas de ellas enredadas
entre sí, el autobús camina, no rueda, veo una cara, una
furgoneta aparcada, es de la policía, atrás su conductor
sentado en donde cargan presos con un revolver en su
boca, alguien grita (creo), él se niega, no quiere que lo
molesten, pasan minutos, horas (en los sueños el
tiempo se disfraza de cera derretida) Dispara y su
cabello en la nuca se mueve abruptamente, no se ve
salir bala alguna, cae desplomado, su compañero se
avalanza sobre él. La ventana tiene la misma gracia de
ofrecerme otra visual, de repente me hallo ante una
calle angosta, rueda no camina el autobús. Una sombra
humana, puedo dilucidar, es un hombre adulto, me mira,
lo miro, pero no me dice nada, hay mucha oscuridad, la
calle se hace angosta hasta camina en puntas pies y de
costado. El autobús camina no rueda, tiene un arma,
apunta a su cien, me mira, lo miro dispara, se desploma.
¡Lupho no toques los cables de la radio!. Como odiaba
que me digan eso, la odiaba a mi madre, pero ese lazo
no lo pude evitar nunca. Hija de puta, ¿por qué me
pariste?

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Es ella, me trae el almuerzo, se ha esfumado la


mañana, el rayo da en Be y mis pies. Tengo baba
colgando creo, me deja una servilleta para que me
limpie, parece olvidar que me muevo poco y me duele.
Tendrá la esperanza de que descubran que tengo
realmente. Recuerdo mis fobias y sonrío, ¿Por qué no
dejar atrás una enfermedad con la misma facilidad?

Me pregunto quien podrá leer mi novela, quien estará


leyendo mis líneas favoritas. ¿Cambiará algo en sus
mentes? ¿Verán la verdadera razón?, soy un estúpido.

Ella me limpia el pene, el culo, tengo muchos desechos


pegados a mi cuerpo, por momentos olvido que el baño
químico soy yo. Una foto me deja desconcertado, tenía
19 años, las fobias y esas cosas de las que detesta un
adulto recordar por vergüeza ajena. En el rostro de esta
mujer comprendo mi verdadera infelicidad, ¿tanta
literatura para qué?, ¿tanta política para qué?, he
cambiado un grano minúsculo, me doy asco. Detrás de
sus pezones duros encuentro a mi verdadera razón de
existencia, ella es ella, y no... Ella.

El escritorio me llama con todos los recursos, incluso


usa al radiante sol, en esas tardes brillantes, reluce
todos las herramientas para que me enamore y con esa
efusiva, ciega e inefable energía retome mis letras. La
tinta al transpirar por el calor emana el hedor fantástico
de su flora, imagino su origen. El agua, allí están
nuestras huellas verderas, huimos del agua como

346
Elbio Aparisi Nielsen Ura

bastardos enojados con el vientre que nos trajo al


mundo.

Be, su nariz me aflige, maúlla mucho, se acerca, camina


por los lugares que no me duelen, siento el amor de un
hijo en él, veo la tristeza pegada, me las transmite. Se
acuesta sobre mi cuello, me lame un poco cada parte
que le parece sucia, yo hago fuerza ya que su lengua
me duele por momentos, en las zonas sensibles parece
concentrarse las pérdidas. Luego de la limpieza se
recuesta en mi cuello nuevamente, mete su cabeza
entre la almohada y maúlla dejando rastros de baba. Me
rodea como una bufanda y duerme por horas mientras
yo aguardo a que vuelva Ella.
Mi baño en algunos retazos de día me da más residuos
que otros, dependiendo de lo que ingiera, hoy mis
limites sobrepasan, Be durmiendo sobre mí y ella que no
limpia, seguro habla por teléfono con su amante.

-¿¡Hola!?, ¿¡hola!?, ¡estoy cagado, meado y huelo a mil


demonios!
-¡Sí, señor!, ¡oh! Pero señor cómo puede ser, este gato,
mire como está, ¿por qué no me ha llamado antes?_
dice la perra humana.
-Lo hago desde la tarde, ¡quiero que ya me quite esto de
encima, y tráigame la comida, ya!, se te paga para
limpiar y hacer lo que diga, el dinero sale de mi bolsillo.
-No se ponga así, lo siento.
-¿He dicho que hables?, ¿te lo he pedido?, ¡no!, cállate
y ve hacer lo que te digo, como vuelvas a hacerlo una
vez más te quedas en la puta calle.

347
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Día tres

Como dije antes, no hay hedor, sé que hay su cara me


lo dice todo, tampoco no tengo movimientos.
El sol no parpadea para mí. Ella siempre ella, creo que
se parecen, algo en la mirada, eso de querer cuidarme
cuantiosamente, se enfurece pero sigue aquí, espero
que no sea por necesidad de mantener a un holgazán.
Las sábanas tienen olores, hoy, nuevamente soy mi
baño químico, evacuo/defeco/expelo.
Be sube a mí, hoy llueve mucho. Necesito el agua caer
a mis ojos, extender mis manos al vuelo y clamar por
Dios, el de todos los ciervos. Sino a Zeus, Eros, Fhobos
en realidad a cualquiera de esos cartones mojados a los
que adoran todos los humanos, los escépticos hipócritas
y los mágicos fervientes. En realidad deja de importarme
sus encomendaciones a la divinidad, si las religiones
evolucionan, significa que el resto también lo hace,
quizás en mil años sean seres escépticos y viajeros
estelares concienzudos, no piezas torpes, ignorantes y
formateadas como nosotros.

-Señor, el desayuno_ Ella tiene la movilidad del félido al


punto de la muerte, bueno es ella, se parecen tanto, no
sé si soy yo en mi afán, o Ella que se modifica, no se

348
Elbio Aparisi Nielsen Ura

agota su energía, o por lo menos a mi vista. Su sonrisa


suspendida me recuerda que muero antes de lo que
había predecido, seguro el resto de profecías son
errores garrafales, ¿qué más da?, si van a hacer lo que
quieran esos dos, seguros follan como conejos mientras
me muero.
De los doctores, ni noticias, filtran la información las
voces de la editorial. ¿…?
-No quiero relojes en mi cuarto, se lo repetido hasta el
hartazgo.¿Podría traerme música por favor?
-Sí, claro señor, ¿traigo el reproductor de la habitación
contigua?
-Sí, si ¡pero que sea rápido!, ¡necesito de mi música!_
Ella me detesta, me odia, sabe que muero, conoce de
mi último trayecto longevo. Seguramente me recordará
junto a su esposo en esas tardes sinceras, luego me
extrañará y al fin se sentirá de otro lugar al manifestar
con afán de pertenecer a un círculo social inaccesible a
quien fuere, que me cuidó “en esos últimos días del
afamado escritor”. Será una más del culto, pero ahora
se caga en mí, no logro comprender la mente valorativa.
La cama, mi felino, sus pecas, sus pelos sucios
pegados, pasados por tierra seca, este gato se ha
olvidado de serlo, ¿qué pansará de mi?, la lluvia, un
libro me sacaría de todo esto. -¿¡y mí música!?_entra
por la puerta, creo que como todo mortal
-¡Aquí tiene!_y su maldita sonrisa no se desdibuja la
odio yo por su futuro de ocio mundano.
-¿Por qué no viene vestida a su manera?, eso a mi no
me disgustaría, no piense mal. ¡Y deje de reír todo el
tiempo!, ¡por Dios, no se ría más!, llore si gusta, patalee,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

escupa, maldiga, pero no se ría así, me enferma, jajaja.


¡Sí más!, bueno ría pero ahora solamente lo primero.

Admiro su trabajo, ¿soy contradictorio?, bueno sí, me da


igual, aguantar a una persona como yo, no es saludable.
Mantengo el respeto ¿…? , eso creo. Me cago en todo,
sigue lloviendo, suerte que... (suerte para los debiles).
Amo escuchar a Coltrane, Young, Davis, Parker, Bassie,
Marsalis y a Tatum, eso de la improvisación que siento
fluir en mis venas en las notas por segundos disonantes
o bien sonantes me revelan la verdera identidad de
Dios.
Colorado, blanco, pecozo, ronronero, patán, dormilón,
peludo, indeseable, admirable cuando sube al árbol

¡Llueve fuerte!, la noche no me importa una carajo. Uh


que hermosas fotografias, ha hecho un albún mecánico
para que pueda ver esas fotografías animadas.

La tripa, ay, ¡ay!, me duele el...

¿Existirán los parques comunes divinos?, ¿hay un


estamento que reglamenta las parcelas del cielo?, ¿el
orden impera o es una conjunción de estados
alterados?, ¿me voy a apagar lentamente o de un golpe
certero en la nuca por ejemplo?, no me hagas sufrir, ya
tengo mucho, me gusta que me alimente esta mujer,
morir así sería un lujo, ¡ay!

-¡Me duele!, ¡nesito ayuda!, ne-ce-si-to a-yu... Te- am...

350
Elbio Aparisi Nielsen Ura

59

Los cercos se caen, los árboles se sacuden, forman


una sinfonía, llueve y se crean otras complejas o
naturales. Carla tiene el rostro empalidecido, las manos
rasgadas, el cuchillo le rodea toda la muñeca.
Sangre en el cobertor de flores de alguna primavera, sus
rodillas posan y presionan su pecho, su nariz aspira más
aire de lo que debería. Sobre la frente tiene mechas en
punta que le rodean las cornea, sus pupilas dilatadas
tienen algo de lo que nunca tendría que haber
escapado, el cuchillo tiene filo, es de una hoja de acero
inoxidable.
Suelta el mango.
Cuchillo, cae.
Pupilas + dilatación progresiva.

Lilén sobre el piso frío.

La anciana tiene los ojos desmayados, se mueven


asincrónicos, parece presenciar ese día en qué hijas de
todas las madres huyen sumergidas en la gran
depresión adolescente colectiva.

351
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El estruendo, el acero, el rebote, la caída a menos


velocidad y fuerza. Su visión no ocupa realmente el
sentido de la perspectiva, su pequeño cuerpo no
contiene ninguna de sus facultades futuras, por infortuna
la caída fue directa.

-Uno, novecientos cincuenta, mil doscientos treinta y


dos, cuatromil quinientos trece, uno, seis nueve,
cincuentra y nueve, cero...¿Amor?_ se reincorpora, los
números se acaban y dejan paso a la realidad, eleva su
tono habitual, nada es como lo habitual, ha olvidado algo
muy importante, su enfermedad.-¿¡Amor!?_ su reacción
sigue siendo tardía, abre muy abiertos esos músculos
que generan imagen.-¡¡NO!!_ salta de su lugar, cae muy
fuerte, como si la inconciencia anterior le de revancha,
apaciguando el dolor mínimo respecto a la caída de
Lilén.-¿Qué pasa?, ¿hermosa?, por favor llora, ¡llora!,
¡llora!, ¿por qué pasa esto?, no, por favor, llora mi amor_
toma su cuerpito por las espaldas en formación. -¡¡NO!!,
por favor, ¡¡auxilio!!, ¡mi nena!, ¡por Dios!, alguien que
me ayude, ¡ay Dios mío!, ¿qué ha pasado?_ llora ese
océano de búsqueda interna, se sofoca, gime de dolor,
se ahoga, convulciona, se arrastra, acerca el cuerpo
inmovil, como si nunca hubiese visto la imagen de su
niña al caer, el mundo posa sobre su espalda.

Yo la acabo de ver y la odio por eso.

352
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Entera:

En la línea sus cabellos nacen todos en esa línea que


fabricó desde niña. Su color tiene la misma intensidad
mientras llega a la frente, donde por arte de la herencia
hay retazos/rastros/dejos de un color rojizo, ella cree
que viene por parte de su madre, yo creo que por arte
de la conjunción de los dos progenitores/diseñadores.
En los primeros acercamientos cutáneos se vislumbra
una piel reseca, poco cuidada, sus cabellos protegen a
sus ojos de la transpiración y sus gotas molestas. Unas
pestañas arqueadas de nacimiento, ojos de arena,
aspiraciones poco pronunciadas, agujeros de poco
radio. Su boca, boca tan minúscula. Los párpados se
cierran y abren, los más normales que puedan existir,
con un ciclo un poco anormal de protección. Piel de
hombros caídos, huesos a la vista, poco peso delantero.
Vestigios de una piel estirada, usada, mal cuidada,
quebrada por su misión biológica. El ombligo más
peligroso antes visto, cerrado por momentos, abierto
cuando dispone ella. Su pubis, la parte orgásmica, el
punto G y su virtud de estallar en cualquier lado. Los
muslos detenidos, la rodilla inflamada. Los pelos de la
pierna, del pie. Sus dedos, alguno casi desnutrido por
sus constantes mordeduras.

El cielo, unas nubes sobrevuelan el orbe, las magníficas


sentencias surgen del áspero escritor ahora mediocre,
apartado y posiblemente olvidado. Cortan el cielo los
aviones, sus pájaros de acero con gente enjaulada lo
transitan repletos de sueños imposibles. Hay cientos de

353
Elbio Aparisi Nielsen Ura

miles de edificaciones en todo el país, aunque una es


importante, un metro cuadrado aíslado para nosotros,
mientras muchos habitantes escriben sus novelas de
peripecias Vikingas Carla reposa incrédula ante la
realidad y su bebé golpeado inmóvil. El suelo frío daña
sus pulmones, la caída posiblemente sus actos futuros,
no lo sabrá hasta su adolescencia. La frágil máquina
orgánica en pañales no conoce de bocas que elaboran
y verbalizan pensamientos inmateriales dejándolos
coexistir, ella respira por amor a la vida que la soltó
desnuda ante una increíble sensación de liberación y
soledad. Se mantiene viva, luchando ante lo imposible
solo para reunirse en el abrazo fundido con su
irresponsable y víctima madre primeriza.

-Respira, respira, respira, respira, por favor, respira hija,


respira, sonríe, respira.

354
Elbio Aparisi Nielsen Ura

60

Dicen que después de muerto el cuerpo pesa veintiún


gramos menos, mi feble cuerpito se quiebra y no lo veo,
exijo lo que ven, me exito de nada. Las dimensiones me
tienen excesivamente preocupado, mi maldita mente de
arquitecto sin su estudio me obliga a contabilizar cada
paso sonido, me siento un satélite detenido y sin órbita.
La tierra seca me hace toser por momentos, en otros
como los anteriores la disfruto mucho, recreando eso de
la niñez feliz y los golpes con la superficie para
experientar. Maldigo el momento de haber cruzado la
amistad lejana con ese maldito regreso de la antigüedad
confundido en falsas esperanzas. La medida exacta me
detiene, recuerdo un cuento donde el hombre solo tenía
un libro para leer ante una eternidad acelerada fuera de
su casa, donde el tiempo iba a destiempo, río por él, la
ingratitud se viste de fiesta.

Siento pena por la supremacía del etiquetado a manos


de seres cargados de una asquerosa e inutil disciplina
militar que les distancia de la sociedad que odian por
libertina. Me hacen sudar, pero distan de grabar en mis
ideales el de ellos, no voy a cambiar mis opiniones, de
hecho las refuerzo para no vovlerme loco. Se creen
divulgar el bien de aquellos pobres diablos que no

355
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pueden tener voz ni voto alguno ante las armas. Creen


con una voluntad ferviente en los dictámenes de aquél
infame e idiota. No hacen más que seguir las pautas
infantiles día a día aborreciendo la desobediencia de
quienes realmente piensan modificar los estados
sociales en nuevas transformaciones en contra de la voz
imperialista y robótica. Mi celda tiene sonidos especiales
a los que por defecto les ubico un nombre, existen los
pasos (comunes), las botas, las estrellas, el cinto, las
espuelas, las grifos, el agua, y cientos más que no tengo
en la mente ahora.

Cuando me frustro registro la sequedad, el aire denso,


sin humedad, porque eso me transita allí, a Toulouse,
dónde el puente quebrado y las escuelas tenían
posibilidades de cambio ante una masiva ofuscación
militar. Extraño sus colores rojos intensos, las tardes y
las noches de mates, las peleas, las discusiones, los
intercambios de ideas, todo extraño, menos no tener mi
amor, ahora me arrepiento de ello, ¿por qué me permití
volver?, ahora es una mujer doblemente infeliz, a veces
los mares necesitan evaporarse para formar nuevas
preciopitaciones.

Siento la brisa entrar por la ventana, ver a mi hijo/a venir


a mi, a ella caminando en el pasto verde claro, entre
malezas. La veo como si tuviésemos muy corta edad,
solemos escaparnos, corremos a carcajadas limpias.

Me duele el dedo de un pie, izquierdo, derecho, da igual,


¿por qué la dejé sola a Carla ante todas esa nuevas

356
Elbio Aparisi Nielsen Ura

oportunidades de fracaso?, soy una mierda de persona,


no tengo corazón, la dejé sola, frente al mundo y con su
enfermedad, que cobard y egoísta que soy. Seguro que
hoy en algún lugar del mundo hay felicidad y eso no me
contenta, me hace reflexionar de mis deficiencias, de
mis perdidas, en suma tengo, tenía, tuve, tendré, tengo,
tengo, ¿y qué?, ¿de qué me sirve?, no los odio, si son
pobres cucarachas insatisfechas con sus vidas, tienen la
excusa perfecta para sentirse útiles, ¿y luego qué?, se
arrepentirán redimiéndose ante sus familias, y las
mochilas de muertos se extinguirán entre sollosos
lamentos de generaciones que olvidarán. y a mi, ¿Qué
me queda?, no hay nada que abra los horizontes ante la
imaginación destructora que me inunda. Esos enfermos
mentales no nos callarán, cuando el imperio calle lo
suficiente vía terror y las cuidades se calmen ante la
incertidumbre de un apocalípsis global volverán a atacar
nuestra debilidades para someternos, ya saben que no
pueden ser tan evidentes, serán astutos, se acloparán a
un brazo efectivo, “el progreso”, eso es lo que harán, se
abrigarán con el manto de las nuevas tecnologías. Debo
apuntarlo, quiero pronunciar un discurso en algún
momento, llegando al final, no me quiero ir de esta vida
sin decir nada, aunque ya dije lo que tenía que decir.
¿Por qué guardar la genialidad para el último momento
de despedida?, como esas frases acartonadas del valle
de fuego frente a la máquina fotográfica de movimiento
cinetico.

Algo me toca fuertemente, me falta el aire, puede ser la


mano de un mesías conteniendo el poder del Dios.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¡Guardias!, ¡ayuda!, ¡esclavos!, necesitamos aire, abran


los coredores psicóticos paranoides, ¡abran las arcas del
aire para flotar en las verdades que los perturban!

Me pica el hombro, los dos. Siento hincharme todo,


¿pero importa mi condición humana?, quizás haya
perdido más de lo que mi cerebro puede cuantificar, los
daños irreversibles prefiero evitarlos, el trauma es una
medicina efectiva como el dolor, nos aleja de la razón
para alojarnos en una protección psicológica positiva.

Me sumerjo en el dolor intenso, me hacen daño, me


rasgan las vestiduras. Sumergiría mi organismo en una
tina, los ahogaría a todos, incluyéndome. ¿Por qué mi
piel deja mi cuerpo sin oponer resistencia?, no veo como
actúan mis defensas interiores, sé que se hayan allí en
contra de las perturbaciones exteriores.

Me duele saberme inútil, la oscuridad me ataca, me


duermo y no hablo más.

Era un niño educado, triste, de pensamientos solemnes


e ignorancia pura, los sonidos de aquella noche no
puedo quitarlos, mi abuelo, ese era un hombre de letras,
armas, sueños y críticas objetivas. Lo admiraba, una
tarde en la casa pude verlo caminar desde la ventana,
sigo creyendo que fue cierto, no hay proyecciones que
se precipiten del imaginario personal al colectivo, quizás
la mujer emirriada y fea deshojando al pájaro herido fue
un retrato recurrente de mi mente a modo de fotograma
representativo y traumático positivo.

358
Elbio Aparisi Nielsen Ura

61

En Islandia 313.376 personas conviven con la fiera


dormida bajo sus pies, a causa de estar en la dorsal
mesoatlántica es un país (¿feliz?) con una actividad
aterradoramente muy activa a nivel geológico y
volcánico. Tiene meseta, desiertos, montañas y ríos
glaciales que se escapan al mar através de las tierras
bajas. Nórdicos y gaélicos se unieron para combatir al
Askja en 1875, aunque la hambruna provocó que el 20%
emigrase a Canadá y Estados Unidos de América.
Islandia es el país con habitantes más felices del
mundo, ante las inclemencias del clima la gran mayoría
corajuda se encarga de combatir la fiera con el arte. La
mitad de los habitantes parece haber escrito un libro.
Según Jorge Luis Borges cuatrocientos años antes de
Cervantes hubo novelas creadas por Vikingos. Dicen ser
artistas para no volverse locos. Las familias “retazo”
están compuestas por la libertad Vikinga que
promulgaba la profileración cuando ellos viajaban por el
mundo durante años. En todas las universidades se
pueden ver jóvenes amamantando bebés sanos, nadie
posterga su vida, porque la vida no termina al llegar un
hijo, continúa basandose en principios de igualdad
soportadas por un sistema educativo ejemplar,
cumpliendo como sistema abierto la mayoría de
normativas Norteamericanas y Europeas, lo tiene todo.

359
Elbio Aparisi Nielsen Ura

62
“La llaman Iceland, tierra de de hielo”.
Islandia no se queja, Reykjavik tiene frío.

Su abrazo mataría a cualquiera, Lilén no respira.


El cuarto desordenado la cama parada en dos patas, los
muebles al punto de desecho, su rostro y las gotas que
no devuelven el tiempo. Lilén muere por arte de su
llegada, para Carla lo inesperado fue verla sin verla, no
responder siquiera por lo que luchó durante nueve
largos meses, sola, con personas que no hubiera
conocido y que desea olvidar rápidamente. A Lilén le
debe su vida, su continuidad, la forma de ver todo.
En un ataque, quizás en un intento del cuerpo por
querer morirse un ratito, Carla ha sufrido la ignorancia
de su pasado y presente. Lo cierto es que su bebé ha
caido y la gravedad que todo lo quiere y el piso que todo
lo golpea de la habitación han dado muerte, una muerte
de los más rápida cruel y letal.
Minutos antes su momento era otro, ahora, después,
nada tiene el significado real de lo que sucede. La
suerte es para los desdichados y ella ni siquiera la
posee de vista. Llora desconsoladamente, agita sus
brazos, golpea lo que tiene a mano, pero no la toca, no
lo intenta siquira, está aterrada.

360
Elbio Aparisi Nielsen Ura

El giro de autor obtiene sus frutos literarios.

La anciana duerme, Carla piensa entonces, no puede


morir, muere siempre, está tan acostumbrada que no
concibe una muerte segura.

La anciana duerme, sueña, habla sola, grita sola, entre


almohadas se agita, balbucea, marea sus ojos.

Afuera la bandera del País alzada roza el viento, tiene


fondo azul con una cruz roja bordeada en blanco
extendiéndose hasta los bordes; la parte vertical de la
cruz está centrada en la parte superior con el diseño
Dannebrog (bandera danesa).
Algún luterano perteneciente al denominador común la
mira, la admira, dice algo por lo bajo, mientras, el sol se
expande y forma un círculo amarillo claro, sin rayos, una
luna amigable, vital y enérgica.

Carla no entiende como ha pasado, no quiere detenerse


a meditarlo, su vida a muerto, la tiene entre los brazos,
no sabe qué hacer, cavila por el futuro, por lo que no vió
Lilén. Superpone entre sus imaginario y la real
aprecación sucesos fílmicos, como, las tardes
abrazadas ojeando las estrellas del firmamento felices,
recordando a su padre o discutiendo por un cigarrillo.

-¿Qué hago?, quería darle una vida distinta, una nueva


visión, es probable que sea mejor así, hay demasiado

361
Elbio Aparisi Nielsen Ura

odio allí fuera, con su sensibilidad hubiera sufrido


mucho. Hija mía quería darte felicidad, ¿cómo puede un
sr frustrado y sin sonrisas reales enseñar a vivir?, mi
amor, mi vida, no quiero seguir adelante, me voy contigo
lejos de aquí._ siente en sus brazos un muñeco de
goma, en su sensación más fría, vil, Carla siente dolor
en el pecho, el aire se despide de ella.

-¡La cara de mi mamá era tan blanca!, ¡cara de leche


tienes!, cuantas bodas perdiste por hacer lo que te decía
ese madrugador._mira a todos los ángulos, la anciana
grita desde su mundo.-¿Cuántos perros constituyen una
persona?

Especula.
La anciana sigue aíslada, la calle solitaria, nadie me
puede creer la desatención sin intenciones. No sé gritar
ni pedir ayuda, Lupho tienes que venir, como sea, al
menos esta noche, olvídate de todo y ven aquí, tu hija te
necesita, no nos dejes solas, este mundo es muy cruel
para dos almas frágiles sin cajas y plásticos que las
recubran.

Y la anciana se cansa de su sueño y el griterío, no está


para esas cosas, odia esas “cosas”, dice odiarlas a
veces, ¡esas benditas cosas!, la cama es tan grande
como su cuerpo, le cuesta mucho levantarse.

-A ver esta… mejor que no me rompa nada… estoy


cansada de todos estos chupasangres, siempre lo
mismo, te usan… yo se lo voy a decir… que se vaya…

362
Elbio Aparisi Nielsen Ura

me molesta…pero la niña no tiene la culpa… algo tengo


que hacer… su cara me molesta, me mira mal… seguro
que se droga… no puede aparecer de la nada así como
así con una beba en los brazos… no me chupo el
dedo… no chupo nada desde la secundaria… ah, me
encantaba chuparla…ladrona…¡eso!... como no había
caído en eso… es como mi hija… esa enferma, mejor
muerta que persiguiendo la herencia... seguro que la
conoce… ahora voy … me llevo a la beba… la encierro
en este cuarto de… le hago creer algo, la tiro a la calle
y me la quedo... tiene que morir como ella, es la única
manera de quedarme con ese pedazo de luz, ¡es un sol
en las heladas!, no la merece, no la quiere, lo he visto
en sus ojos, no mira directamente, tiene muchos
secretos, mi hija era igual, putas asquerosas, follan
como animales y luego esperan que se críen solas esas
criaturas de Dios... voy a...

Alguien toca la puerta.

-¿Sí?_dice tomando aún más fuerte a Lilén.


-Hija, mira no me podía dormir, como has visto hablo
dormida y ahora ya no recuperar la tranquilidad, ¿puedo
entrar, cariño?
-No, ahora mismo no puedo, sucede que Lilén tiene
algunos estornudos raros, y tengo que calmarla yo sola,
¿no ha escuchado los ruidos?
-No mi querida, dormía profundamente.
-Sí, ahora mismo la tengo que llevar a ver que tiene, si
sigue así me iré rápido, pero no se preocupe._ Carla no
puede mentir, no sabe como, intenta cambiar las

363
Elbio Aparisi Nielsen Ura

palabras que surgen de su voz, mira a su niña la quiere


viva, se arrepiente, flota en un limbo sin pensamientos.
-Mi amor, seguramente estás cansada de tanto llanto, sé
como son los bebés, molestan, pero son tan bonitos, a
mi me dan ganas de comerles los cachetes, Lilén es
muy afortunada en estar rodeada de personas como
nosotras_ la anciana planea, analiza.
-¿Quiere tenerla un rato mientras voy en busca de un
médico?_ al terminar las palabras abre la puerta, esta
no tiene llaves, Carla se asusta por el ruido, todo es tan
confuso que la perturba el mínimo sonido disonante con
su sinfonía espectral inferior. En el rostro de la anciana
ha cambiado, sus ojos, no es la misma, presiente que
algo no está bien.
-¡Ahí está mi preciosa!_ sus manos van directo a su hija.
-Mire que está algo dormida, tuvo mucho por esta
noche, recuéstela._ olvida la moralidad, flota.
-¡Sí mi amor!, descuida, no te preocupes tanto, yo la voy
a proteger como tú, anda que preparo algo para calentar
los cuerpos, necesito unos sorbos calientes sino me
congelo, los años me tienen preocupada, me falta poco.
-Deje de decir tonterías, usted parece mucho más de lo
que es._olvida la cordialidad.
La anciana la mira pero no comprende el sentido de la
última frase, fuera de juego huele el perfume de la niña.
Carla con su excusa sale del departamento como está,
no modera entre lo que debe hacer y lo que hace, vacía
como una taza de té oriental decide escapar. Camina
ida, vuelta, ida, vuelta, dos vueltas y su eje se corre,
cae, se golpea, golpea con sus manos a la vez su cien,
cierra los ojos muy fuerte mientras lo hace. Pulsa el

364
Elbio Aparisi Nielsen Ura

llamador de ascensores, este acude de forma cuasi


inmediata (para ella). La puerta se abre, el ascensor
está mal iluminado, no le gusta, prefiere la escalera.
Gira en su eje, tambalea, se reincorpora, erupta, rasca
su rostro frenética, se aferra a dos puñados de cabellos,
se detiene, gruñe.

Lilén está muerta sobre los brazos de una desconocida.

Anciana vieja y decrépita sostine vida- Lilén no respira-


la toma de los brazos, le habla (como todos le hacemos
a los niños, ellos ríen dentro, por lo entúpidos que nos
vemos, no es este el caso ejemplar)- se detiene- detiene
su lenguaje- detiene el tiempo- la adrenalina se apodera
de ella- toca su pecho.

-No puede dormir así, es imposible, pero si no respira,


¡Lilén!, niña, por Dios, ¿qué tienes?_ grita y recuerda
que su sueño tenía que ver con Lilén, la mira y siente la
conexión de su sueño fresca, comprende que ya lo ha
vivido.-¡Lilén!_ (grita más, la perra arrugada). Busca en
el gesto de un cielo imaginario, hacia arriba, la anciana
que de vil y cruenta tiene a la muerte sobre sus brazos.
-¡Hija del diablo!, no me vas a cabrear a mi enferma de
las drogas._ piensa levantándose. -¡Me la diste muerta!,
seguro que ha sido mientras te drogabas, son todas
iguales, ¿por qué repites el error de la idiota de mi
hija?_grita aún más fuerte, mira nuevamente a Lilén, la
arroja, como quien arroja la patata en la olla con el agua
al punto de ebullición. La pequeña criatura cae en la

365
Elbio Aparisi Nielsen Ura

cama, es una muñeca de plástico duro, tiene los bracitos


extendidos, tiesa rebota unas tres veces.
-¡Maldita perra!, ¿dónde estás?, voy a encontrarte._
abre la puerta, Carla está a punto de dar el paso a la
escalera y su escape, sus dos manos siguen pegadas
sobre su cabellera, mira hacia abajo, teme dar el paso,
no sabe por qué le cuesta tanto, su memoria no
selecciona el error, no se representa, simplemente está
aterrada ante la oscuridad de los escalones.
-¡Ahí estás!_ Carla siente que su corazón se muere en
el mismo instante que oye a la vieja mujer, todo su
cuerpo sufre un adormecimiento y hasta su cara siente
caerse, no puede hablar, la mujer se echa encima, como
una paloma viajera ante el mensaje, necesita su vida
para reconstruir la suya, recrear a su hija y al fin irse.-¡Te
voy a matar maldita drogadicta!,¿qué le has hecho?,
¡eres un monstruo de ojos preciosos!_ Carla los abre
como puede, gira esquiva, su cuerpo se retuerce en su
eje, sus pies siguen inmóviles, la anciana se abalanza,
están en el umbral de la escalera, no hay luz tampoco,
el edificio entero tiene escasas bombillas, el frío
entumece a la par que el miedo conmovedor, ¿cómo
pretender ahora claridad? La anciana enceguecida se
tira sobre Carla, esta solo se cae hacia atrás, el camino
lo camina la anciana, el camino a las escaleras de la
huida. Cae……………………….. Carla, cae, se crea una
herida…………………….-¡Mi hija!_le grita la anciana al
momento que se destroza la nuca sobre el borde del
primer escalón….. su cuerpo se enrolla como la paja
cayendo agrupada en el monte… gira hacia atrás para
no detenerse…. continúa cayendo… la oye, los

366
Elbio Aparisi Nielsen Ura

segundos se vuelven golpes, la ha dejado de ver, el frío


obliga arropar a sus manos…. se siente un estruendo….
su cuerpo cae contra algo metálico… no importa qué
hacer…. en momentos así hay que correr...correr sin
volver atrás.

Ella tapa su boca.


Ella mira hacia el tubo negro.
Ella sabe que la huida no existe.
Ella conoce su destino, palpa la muerte, busca en todos
los recovecos oscuros a la muerte.
Ella muere siempre, lo recuerda al fin.

-No puedes contra mí, yo sé como me inundas, muero


desde infanta, me odias por dominar lo que provocas, no
eres más que un sueño de flores, para el resto serás el
peor reto a derrotar. No logras despojarme de mi sueño,
todo lo que toco se transforma, lo entiendo, modifico el
entorno, no hago más que respirar, sigo con vida y tú
detrás mío, vete lejos de aquí, no te necesito, no te
temo, vístete como quieras, no eres más que un payaso
disfrazado de ejecutivo, ¡vete!_ susurra inaudible.

Se oye algo a lo lejos, dentro algo hace ruido, la puerta


sigue abierta... otro sonido… como el de la caída al piso
de su hija… -¿Cómo puede ser?, un perro se ha metido
en casa_ se cuestiona enlazada todavía en la última
incoherencia. Corre directo al departamento, no mira
atrás, lo que sea debe ser allí dentro… nada tiene la
explicación lógica, ¿Por qué habría de tenerla este

367
Elbio Aparisi Nielsen Ura

sonido?, acaba de facilitar a la muerte un cuerpo viejo y


mal usado. Un llanto animal se repite por el eco viajero.

El animal ruge porque está perdido, los instintos básicos


poderan la capacidad persistente y evolutiva.

-¡Hija!, dime que eres tú, has vuelto, ¿¡mi amor!?_ grita
mientas camina cautelosa perdiendo tiempo sin el
sentido de lo que escribo.-¿¡Hija!?_ sin sentido aún. En
su corazón vuelve a practicar una sensación algo nueva
o vieja, no distingue, se detiene el bombeo de su núcleo
vital, músculo central y determinante. La habitación se
desdibuja, todo parece un fresco de algún surrealista y
su ¡fuera moral! Lilén yace sobre el piso moviéndose
entera, llora un océano de lágrimas pequeñas, creo que
llenaría una tina.-¡No pude ser!_suelta otra sin sentido,
nadie logra comulgar con la lógica en una situación así,
desbordada sigue asimilando mientras Lilén se ahoga
en llanto, sus segundos son horas. La levanta, abraza,
con más fuerza que antes, se da cuenta que no respira,
afloja su vitalidad, ríe, no entiende que hacer
nuevamente.-¡hijita, mi amor!_ su rostro se reconstruye,
no hay rastros de su anterior aspecto, sus ojos se
achinan pierden opacidad y ganan brillo en medio de
una madrugada agotadoramente fría.-¡Eso es!, ¡vive que
es lo mejor que puedes hacer!, ¿eliges vivir conmigo?,
aquí estoy, sigue respirando, así hija, ¡te amo!

La vida recoge momentos extraños y los reproduce de


formas tan distintas que no podría meditarlo, hay que
actuar aunque algunos malviven el momento.

368
Elbio Aparisi Nielsen Ura

La anciana y su odio reaparecen, tiene que irse lo más


rápido posible, nadie sabe, aunque el estruendo pudo
haber despertado a cualquiera, son horas de vigilia.
-Mi sol, nos vamos ya hemos sufrido bastante, quiero
que sepas algo... tengo planes por primera vez en mi
vida que tengo planes, tú sigue respirando que yo me
encargo del resto... eres mi libertad, eres como yo,
tienes la misma cruz, pero no la llevarás en nombre de
nada ni nadie en tu espalda, yo me encargaré de todo,
¡respira divinidad térrea!_ esclama, prometiendo,
hablando sola, reafirmando su convicción de escape,
mintiendo o faltando a la verdad, al final en el momento
de los deseos emocionales todos lo hacemos, ¿no?, lo
que vale es su modificación mental, algo ha guardado y
apartado. Se acerca a la puerta, mira hacia atrás, por
donde ha caido el saco viejo y donde ella ha salvado su
pellejo, el atrás hoy la beneficia por demás, mejor
ocultarlo junto al resto en una conglomeración de
traumas enjaulados en una cueva neuronal. El ascensor
es su recurso al exterior, solo debe montase y olvidarlo
absolutamente todo.
-Ella sigue en la escalera, ¿y si vive?, no, de ninguna
manera, mejor el ascensor, ni yo resistiría algo así.
Y lo piensa.
Dentro del objeto metálico, de viaje vertical, con la luz
escaseando, se da cuenta de algo.

-¡Claro, qué estúpida!, se murió pero por unos


momentos…¡eres mi extensión!, te amo mi amor, mi luz,
espero que no mueras tanto como yo._ confirma algo
más lúcida saltando y desestabilizando el descenso.

369
Elbio Aparisi Nielsen Ura

63

P
- asen, aquí está el reo_ dice el de gorra grande.
-Señor, ¿qué hacemos con él?_ el de gorra mediana.
-Yo digo que lo matemos, tenemos que dejar menos
rastros, estos malditos siempre quieren contar lo que les
pasa dentro, lo matamos y nos dejamos de joder, no
tenemos por qué arriesgarnos, no valen nada, sus
palabras se callan de una bala, como al resto._ dice el
de menos autoridad, este no tiene gorra.

Santiago no puede con su cuerpo, se arrastra en la


contrapunta oscura, los tres uniformados dialogan sin
dar el paso dentro de la celda.

-¿Qué quieren de mí muñecos sin cuerdas?_ su voz no


es tan bella, se rompe, su físico no es el de antes, no
tiene peso, pobre saco de huesos mal obrados. Se
arrastra, cree ser rápido y fuerte pero solo avanza unos
metros a la lentitud de una hormiga (quizás una que
pesa en su conciencia por muerta a manos de un
aburrido humano en una tarde de verano). Los tres que
mandan en su lugar y torturan miran su obra viviente, el
sentido y el orgullo de mantener al borde de la muerte a
las vidas que ponen en peligro el sistema les rellena la

370
Elbio Aparisi Nielsen Ura

insuficiencia infantil que les atosigará en un futuro de


lamentos y arrepentimientos tadíos.

-¡Venga aquí!, gatee enfermo, sus piernas no tienen


nada, ¡mírenlo está hecho una mujer!_ sin gorra aprieta
sus dientes.
-Dejen las estupideces para el rato libre, ahora mismo lo
toman del brazo, ¡Los dos, pedazos de mierda!,
pónganle algo de ropa, lo llevamos al patio central, debe
ser el ejemplo de lo que no tiene que hacer el resto_ su
voz se entiende por autoridad.

-¡Por favor!, ¡piedad!, suéltenme, ¿Dónde me llevan?,


ah, mis brazos, ah, por favor, tengo una esposa que me
espera para comer, la hormiga, lo reconozco yo maté a
esa hormiga, no dejo de acordarme de ella, déjenme ir
juro que no voy a hablar, solo quiero ver a mi amor, mi
casa…¡ay!, ¿Dios?, no hay dioses, (Tose), todo se
equilibra, el universo piensa, reflexiona sin nosotros,
(Tose), pagarán, la moral no se anula, permanece
latente, cuando sus rutinas se apaguen reaparecerán
sus peores temores._ se desploma, está inconsciente,
es muy fuerte pero no hay nada que hacer con el coraje,
su salud está muy deteriorada, pasaron semanas del día
en que las gorras tomaron su control, dominan el
territorio, miles de muertes se suceden por nimias
diferencias, envidias. Los fusilamientos graban los
testamentos de aquellos sin rostros en las paredes.
-¡Hijo de un gran puta!, despertate, ¡se hace el muerto!,
lo mato ahora y se acaba tanto teatro, ¡despertate!

371
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Cállese idiota, ¿no ve su estado?, es conveniente que


se mantenga así, que vean lo que puede sucederles a
ellos, si muere no es problema, hay otros, aunque este
tiene algo que los motiva, riega esperanza en el resto,
no sé como lo hace, pero inspira libertad entre rejas, por
eso tiene que sufrir... que hallen en él las respuestas a
tantas fantasías._ su determinación involucra a mil
doscientos presos.

El edificio tiene eso de escuela, por fuera tiene pintadas


unas manos, palomas y símbolos de libertad, colores
vivos y miles de firmas infantiles. En una inscripción
algún lúcido imprimió, “El genio lo sueña, el sabio lo
crea, el artista lo plasma y el ignorante lo destruye”. Los
colores tienen mucha vitalidad, nadie creería que dentro
las atrocidades de la mente humana se hacen carne, en
miles.

Se agrupan.

372
Elbio Aparisi Nielsen Ura

64

El ascensor mal iluminado rechina por las guías


descuidadas, su bebé recién despierta de lo que ha sido
su primer episodio bosteza arrugada, ella perpetuada en
la felicidad del regalo se regocija planeando, su hija se
ha estrenado y consigo a provocado muerte, pero ella
no puede ver más que felicidad, rebasa amor, y es lo
que importa, al final una vida mal usada es como una
cima de dos metros.

El espejo deformado replica la figura como humana, al


parecer ella no lo es, cree serlo, es algo de lo que no
puede escapar. Las dos frente a la primera reproducción
unida, es su primer foto junto en familia, al menos
mental. La criatura tiene los rasgos felinos heredados
de quién sabe que cosa felina, sus ojos se rasgan y
tienen la luz brillante del globo celeste.
La conciencia tiene tanta lógica que no puedo crear,
necesito algo fuera de eso, algo sin razón ni moral
(moral a nicómaco), diría Bretón de lo que supongo el
inicio de su búsqueda artística y neo No Fascista, como
dicen que fue Dalí, echado por Bretón de su círculo
polar artístico.

373
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Caminan de la forma más fácil e inocente, Carla y su


niña se alejan alegres, por la puerta principal, saludando
a todos quienes las miran, sonriendo. Atrás dejan el
cuerpo a la espera de confesiones, autopsias, carpetas
abiertas, investigación y archivo.

Fuera, el frío corre como si estuviera en Atenas en una


tarde de atletas y competencias para el gentío. Sin
abrigo abraza fuerte su pos-vida, la mira (por enésima
vez), sonríe y dice cosas como “mi amor estoy contigo,
te amo”, “nunca te voy a dejar sola, nunca más, te lo
prometo, eres como yo, todavía no me lo creo” y otras
tantas frases que se desconectan de Carla para ser
parte de la construcción de otra personalidad sin
conflictos. Lo que hace es solo autoconvencimiento para
pasarla mejor en un mar de contradicciones.
Nadie nota la muerte en el edificio, mano en el aire, el
taxi se detiene, se sientan, suelta el aire, pide un destino
aleatorio, recita una avenida que acaba de recordar,
apoya la cabeza en el respaldo del asiento, le duele la
cabellera. Las dos a su vez se pierden en el techo del
taxi, en sus imperfecciones y texturas, se olvidan de lo
que han pasado, juntas han vuelto de la oscuridad
sanas y salvas.
El tiempo no genera nada diferente por ser iniciatico, el
taxista les habla, como todo taxista que ve la vida de
una niña deshecha en brazos de una supuesta madre
dudosa, con rostro de drogadicta, mujer golpeada o
predicadora evangelista regenerada.
Al tiempo de vagar toman un bus repleto de humo, acto
seguido el metro completo de trabajadores sudorosos,

374
Elbio Aparisi Nielsen Ura

así estación por estación se mantienen calentitas,


arropadas mientras piensan algo, llegando al mediodía
verán qué hacer, por el momento se pierden en los
paisajes herméticos de la cuidad (“esa lata de sardinas
muertas creyendo vivir”).

-Reikjavik es la capital, por lo tanto trabajo deber haber


_ piensa, ella duerme, sueña, el cristal empañado la
obliga a cruzar miradas de copulación instantánea con
desconocidos amores de estación.-Giovanni debe tener
algo para mí, me ama, lo mínimo que puede hacer es
quererme y darme algo para que pueda hacer “algo”_ el
avión es lo único que le queda, pero no tiene dinero para
viajar, llama a Giovanni. El teléfono es gris, hay tres más
de cada lado, ella está mal, es su único y último recurso,
sopesa, se arrepiente, el peso en sus brazos le recuerda
la necesidad.
-¿Con Giovanni por favor?, se encuentra en el sector de
emergencias… sí, sí, muchas gracias… pero tiene que
estar es su turno… no, no señora él tiene que estar…
¿pero usted es retardada?... ¡maldita idiota!_ el teléfono
sigue en su lugar habitual, aunque ahora un poco
golpeado por Carla, pero en pie, no temamos por la vida
del comunicador. Al pasar los minutos, la primera hora,
los demás teléfonos suenan felices por su uso, por gusto
o alegría, la gente pasa, sus charlas, sus problemas
insignificantes, ella de pie, delante de su teléfono. Oye
discuciones, aconseja, el reloj ralentiza, se molesta. Mira
firme el frente del aparato, en el visor reconoce algo,
“deja de esperar”, en el visor dice eso, ¿pero cómo
puede ser?, “no metas más monedas falsas, me duelen”

375
Elbio Aparisi Nielsen Ura

nuevamente la tecnología muestra algo de sensibilidad.


Sonríe, toma una moneda buena luego de un exhausto
análisis de la totalidad de su falso y mal recaudado
capital.
-Hola buenos días con el doctor Giovanni por favor… sí
claro, el mismo… aguardo… pero señora, tiene que
estar… bueno aguardo… (música de consulta, hospital o
empresa de telefonía móvil)… ah, bueno…tin tan tin
tin…-¿Hola?...¿Giovanni?... discúlpame que llame así
de golpe…pero no pude ubicarme…¿habrá un lugar en
el hospital mientras busco algo?, quizás después de
todo puedas ayudarme… sí, y yo... yo también te
quiero… espérame… ¿podrías ayudarme algo más?, es
que necesito viajar en avión a Europa, luego a otro
lugar… bueno no sé… te espero mejor en la estación
terminal… si, claro en la punta… por donde están las
máquinas expendedoras de billetes (maldita tecnología).

376
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Apartado
Dictatüra

Una dictadura militar es una forma de gobierno de una


dirección que suele aparecer cuando hay estados de
supuesta emergencia o alarma social ante ideologías
peligrosas que amenazan con eliminar parcial o
totalmente la actual. Estos uniformados de rutinas
incansables y rostros rígidos suelen hacerlo mediante
las fuerzas armadas para impedir cualquier tipo de
manifestación de control democrático mediante las
instituciones ejecutivas legislativas y jurídicas. Bajo un
marco de auténtica barbarie mesurada detrás de las
armas suprimen las libertades de los individuos
justificando su presencia como un modo de aporte a la
nueva y falsa estabilidad del país.
En una sociedad de silencios temerosos y estado de
emergencia permanente o ley marcial se suprimen todas
las garantías jurídicas pertinentes eliminando la palabra
como método de defensa.
En todo el globo terrestre moderno cincuenta y cinco
países fueron sometidos a este tipo de abusos desde el
año 1916 en adelante, actualmente otros siete países
del dichoso tercer mundo conviven en la agonía lenta y
frustrante de la dictadura.
Cabe destacar que las entrañas de los sistemas
afectados no vuelven a ser los mismos, tras el paso de
violencias quedan países desarmados psicológicamente

377
Elbio Aparisi Nielsen Ura

y con focos latentes pero invisibles como muestra de un


control permanente pero sin rostros. El núcleo corrupto
continúa en sus labores de inteligencia enlazando sus
nuevos formatos de dominio con el resto de países
afectados, lo cual, genera una malla indestructible.

Debemos saber que desde Tito Larcio hasta Moussa


Dadis Camara ó Mohamed Uld abdelaziz con una
diferencia de dos mil quinientos ocho años no hemos
cambiado en el aislamiento de los plebeyos respecto al
ejército para responder en contra de la amenaza que
suponen los pueblos unidos en contra de “Roma”.

“Las urnas están bien


guardadas”

378
Elbio Aparisi Nielsen Ura

65
Represión, inhibición, restricción.
“La libertad no es solo ausencia de coerción”

En el patio central los reclusos tienen la oportunidad de


ver la luz, conocer algo de su lugar de hospedaje y a su
vez intentar guardar rostros para la posteridad. En filas
de cien se ubican mirando un escenario, este es poco
elevado y se irgue sobre los demás. Con la idea de
hablar primero se ubica en el atril el de gorra grande,
ahora muy grande, tiene bigotes no había notado tal
detalle, lo tiene rasurado al milímetro. En filas de cien se
sitúan una junto a la otra, en la imagen aérea ofrece una
especie de bandera o símbolo irreconocible.
El de gorra grande rodeado, en silencio y concentrado
en sus ensayos íntimos amaga a comenzar, nadie más
tiene cubierta la cubierta del cerebro, tose.

-Hoy tendrán el privilegio de oír unas palabras de un


filósofo alemán, tienen que oírlo, es de lo más didáctico,
por decirlo de una manera fácil y accesible a ustedes_
se oye un silbido y una tos provocada. -¡Ha sido el
quinto de la novena fila!, quémenlo._ al segundo, los
oficiales sacan de su cinturón un palo lo elevan al cielo y
le dan contra la cubierta descubierta de la cabeza del
inconforme preso, este cae inmediatamente, mitad por

379
Elbio Aparisi Nielsen Ura

los golpes, mitad por sus ganas de irse a un pozo sin luz
y sonidos más que su mente. Los oficiales lo levantan, le
pegan en las piernas (tan ignorantes como idiotas), le
gritan que se pong de pies y camine, el pobre hombre
de cincuenta años con sus cabellos blancos nieve y
arrugas de la vida agitada logra decir al vuelo raso.
-¡Hombres!, no dejen que ultrajen su alma, eso no tiene
reparo… mueran y su vida se extenderá en donde nadie
gobierne, ¡ni Dios!_ algunos giran sus cabezas para
mirarle el rostro al que ofrenda su vida por los demás,
incluso el mismo sabe que su vida ahora no tiene valor,
está en la gorra, el gobierno, las marionetas y no en su
familia que es lo que más quisiera, si muere piensa
morir con valores reales.
-No lo maten, mejor..._ dice a lo alto la autoridad
asustando a más de cuarenta prisioneros espectantes.-
Al pozo, la tortura y el hambre, eso sí lo hacemos bien,
¿no, señores?, tendrá el merecido castigo, quemarlo
vendrá más tarde, quiero que sufra algo más._ nadie
esgrime una solo consonante, y ni pensar una vocal.
El cielo se abarrota (maldita casualidad) de nubes pero
el sol se mantiene firme en su diario trabajo universal.
Corre una brisa, Santiago aguarda la salida, oye las
palabras.
-No lo maten, mejor..._ Dice a lo alto la autoridad. –Al
pozo, la tortura y el hambre, eso si lo hacemos bien,
¿no, señores?... sabe de lo que realmente habla el
enemigo con armas y funestas palabras.
El cuarto tiene una ventana y esta un arbolito deshojado
por el viento y el tiempo. Mira con el rabillo del ojo, sabe
que no puede estimar la belleza que la naturaleza oferta

380
Elbio Aparisi Nielsen Ura

a su perspectiva. El árbol secular tiene el agrado de


volver a resurgir cuando todo concluya, todo incluso el
último día del siglo/ciclo.
El suelo también es de tierra, la madera de la puerta le
enseña su salida, pero no tiene la energía de poder
escapar, solo aguarda su espectáculo, donde como
protagonista no sabe que vendrá.
Fuera el coliseo aguarda, el siente su guerra contra la
estupidez, pero quien sabe de guerra, sabe de poca
gloria.

Estuvo donde todo moría, nunca desearía la gloria del


luchador.

Aire, mucho aire asfixiante, nubes del tamaño “…”, filas


de cientos haciendo decenas de líneas, una bandera,
una gorra muy grande, el atril ocupado por la hipocresía
de quien conoce la mentira pública y maneja los hilos de
la nación próxima al desastre dictatorial.

-Traigan al condenado… ¡ahora!... ¿lo ven?... su cuerpo


se quiebra con la brisa del viento que los acaricia a
ustedes… el pensamiento se modifica, las bases
morales se corrompen y esto es lo que sucede
caballeros, la muerte es el peor de los pecados,
haremos de la existencial una instancia demoledora,
para que sus genes no dispersen el mal. El orden es la
clave, todas las piezas fueron diseñadas para encajar,
quienes destruyen ese esclusivo orden nacional es el
enemigo de la libertad._ se muerden las lenguas por
dentro. Algunos tiemblan deshidratados, el vapor de los

381
Elbio Aparisi Nielsen Ura

cuerpos estresados en medio de la explanada genera


una nube de calor formando una nube sobre ellos,
curiosamente el cielo está encapotado amenazando
seriamente con llover y rematar a los hambrientos.

La brisa que entra por la ventana de la casa cumple su


función aliviadora, Mariana duerme con la boca abuerta,
me pongo a su lado y la beso en el hombro, solo, en
silencio, callado para que no sepa que estoy a su lado,
solo quiero olerla, no puedo, te me escapas mi amor._
piensa en off, se aísla de lo que realmente oye.

-No puede consigo, si respira es por que lo he dejado


vivo, pero solo es algo pasajero, no es nada ante lo que
realmente puede experimentar… las palabras tienen el
efecto que uno le da… hoy con mi palabra exijo orden…
el que genere algo distinto muere… ¿entienden idiotas
de mierda?... bajo las normas de la comandancia de
Canelones hoy bautizo al centro de reclusión… vuelvan
a sus celdas, el fin no vendrá, no clamen justicia, no
pidan a Dios, está de luto, olviden el pasado, han
llegado a sufrir como nadie lo ha hecho en el mundo._
empuña un fusil amenazante apuntando al azar, se
acerca donde Santiago, él no lo mira, no siente sus
piernas, pero intenta moverse en el suelo del escenario.
(Uno de los presos de la segunda fila se detiene,
observa como Santiago, se detiene, él es un hombre
cualquiera, lucha por su vida, por levantarse y continuar
sin mirar su real estado).-Usted camine, siga, o muere
aquí mismo, malditos_ blasfema, parado frente a Valles,

382
Elbio Aparisi Nielsen Ura

con su mano derecha toma el cabello, lo tira hacia sí


mismo, Santiago grita en un sonido de desgarro, deja
colgar su cuerpo, ya no le importa el dolor intenso de la
tirada injusta del autoritario.

-Podrá matarme…(escupe)… mi (escupe sangre


vieja)… mi mente descansa en paz …con mi pueblo, el
que me vio ir y no me salvó…_ pierde el conocimiento.
-No pierden las esperanzas, incluso cuando el mismo
pueblo los ignora, si no fuera hombre diría que tiene
mucho coraje y el error de ser humano, pero por lástima
soy yo el humano y ustedes la mierda que hay que
extirpar. A las celdas, quiero limpio todo esto en cuatro
horas, tenemos tareas que nos esperan soldados._
suelta el fusil en el aire y cae en las manos de un joven.

Las nubes rodean el patio, Santiago Valles vuelve a su


pozo, lugar donde la tranquilidad deja paso a la
pasividad, al menos. Corren algunos oficiales, otros
toman mate, juegan cartas, sonríen como si nada
sucediese. La muerte no tiene impacto, nadie muere, no
importa, prefieren la vida al borde y no pasarlo y dejarlo
atrás.Dolencia-sufrimiento-daño- desconsuelo- malestar-
dolor- padecimiento.Dos palomas azules sobrevuelan el
escenario, una baja. Muere por bala certera de un
jugador y su mate, todos aplauden la hazaña. Una
paloma azul vuela lejos, intenta al ras del Río de la plata
y cae agotada en la superficie, la contaminación hace el
resto.

383
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Dentro del calabozo.

-¿Te crees muy fuerte?, Benitez, traeme a nueve, los


que hablan de este idiota, deciles que van a ver la luz,
este hijo de puta al que admiran los va a matar.
-Sí, señor.
-¿Miedo?, ¿no siente miedo?, ya vamos a ver, ¡esto es
un sistema de protección contra enfermos como usted!
-Están esperando señor, ¿hago que pasen uno a uno?
-No, traelos a los nueve, quiero que escuchen, mandá a
apagar todas las luces, esos forros van a escuchar la
guadaña cortar el pasto seco.
-¡No!, ¿qué hacen?, ¡no!, matenme, matenme, ¡dejenlos,
por favor!_ pierde su voz con el esfuerzo.
-¿Ahora se depierta del letargo soberbio?, juntalos
contra la pared, la sangre va a seguir ahí el resto de tus
días. ¡Las luces, carajo!, dame tu pistola, ¡Benitez la
pistola o te fusilo!
-Tome, señor, pero...
-¡Callate o te juro...!, cobarde mierda, andate, no servís
para esto, andate te digo, me quedo solo.
-¿¡Qué nos van a hacer!?_ las voces desesperadas
hacen todo lo posible para desamarrarse el acero no
cede.
-¡Tranquilos!, ¡todo va a salir bien!_ desgarrado en
miedo grita como puede para calmarlos, la oscuridad es
absoluta.
-Con cada disparo vas a verles las caras._ejecuta a uno
de los condenados por idealistas. El estallido ilumina el
rostro de un adulto con los ojos morados de golpes.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Por qué hace esto?, ¡basta!, ¡haré lo que diga!, por


favor, no puede ser, por Dios..._ el resto de reclusos
rompen sus manos sumidos en un trauma indescriptible,
gritan de dolor, se rinden en silencio como animales sin
lenguaje. Otros siete disparos seguidos pintan un cuadro
que no se borrará hasta el final de sus días. El horror de
Goya es pan mojado en el mar, nada puede apasiguar el
dolor de la culpa.
-¡Zurdos y las puta madre que los parió!, ¡ah!, así no van
a jodernos más, acá tienen sus palabras. Queda uno
Santiago, este es tuyo, es el de gracia, sino lo matás voy
a torturarte como jamás te imaginaste, todavía tenemos
reservas._ el gemido de los últimos dos se extinguen
junto con sus vidas. El último tose, vomita y susurra.
-No puedo, matanme, son inocentes, ¿cómo pueden ser
ciegos que ven?, les mintieron, cuando termine todo
esto no conocerán la paz. Son instrumentos, nosotros
queremos la igualdad, pobre alma.
-Santiago, por favor matame, hacé lo que te dice, no
podés dejar que te torturen, va a ser peor, ¿cómo voy a
vivir después de esto?, sacame esta pena, por favor,
amigo, te admiramos, sabemos quien eres, ya perdimos,
la guerra está ganada, no hay nada que hacer.
-Tu vida vale más que la mía, no sé tu nombre siquiera.
-Me llamo Tomás, mis viejos me pusieron el nombre de
mi abuelo, aunque no lo creas fue comandante, era uno
de ellos, mi sangre está contaminada Santiago, no
quiero seguir así.
-¡O lo matás o morís lento hijo de puta!_ pone la pistola
sobre sus manos temblorosas.
La luz plasma el horror, acaban de morir dos personas.

385
Elbio Aparisi Nielsen Ura

66

Carla aguarda por el amor que no corresponde con


ella, no siente ni lástima siquiera, sabe de su estado de
enamoramiento, decide verlo, abusar de él, no quiere
que la molesten, pero acude a la molestia como una
ayuda crucial. Es algo ciclotímica, se le desprende de su
personalidad, es algo de lo que no debe sentirse tan
avergonzada, bajo el manto de barniz moral todos
somos falsos altruistas bajo la intención o sugerencia del
cambio de algo, la obtención del sueño objetivo
proporciona ese placer atemporal que se alberga en una
repisa de logros para evocar en los bajos de la emotiva
y sensorial capacidad humana.
La estación terminal tiene muchos pica billetes, la
observan como si fuese una intrusa, los que piden en los
trenes hablan de ella como si fuese la usurpadora de
trabajos ambulatorios, en las filas caen billetes, estos
picados no dejan de volar sobre la sucia estación. Hay
una vía donde llegan todos los metros de Islandia, como
arteria al corazón fibrilado, la populosa masa se mueve
como una constante, miles y miles tienen el agrado de
caminar cerca de Carla y su fenómeno trasladado por la
función biológica de ser madre. La tarde se pone negra,
muy negra, negrísima, las nubes se mueven rápido,

386
Elbio Aparisi Nielsen Ura

como guepardos ante las rocas sueltas, hay tanto viento


que las faldas se ríen de contentas enseñando las
partes de sus portadoras.

Se conoce que Islandia por estar situada tan cerca del


círculo polar ártico sufre heladas artisticas, ya sabemos
que tres de cada diez viandantes escribirán un libro o
comprondrá una canción para los plebeyos del mundo.

El techo de acero con miles de vigas entrelazadas y


fundidas enaltecen la sobria atmósfera dandole unos
aires Europeos de primera clase. Las tres vías comunes
que comunican a los trabajadores con la capital y los
cien pájaros azules que vuelan sobre la cúpula son el
espectáculo de la ingeniería y la complejidad colorea de
la naturaleza coexistiendo.
Del gentío nace un rostro conocido, un cuerpo que no
gusta, una marca de agua que se aísla por distante.
Giovanni se acerca con una sonrisa de esas que tienen
algo más, o que sueñan, planifican. Ella aguarda, atenta
a sus gestos, sabe de relaciones humanas, el uso es
decisivo hoy/día, en sus status puede aventurar una
ilusión, se regocija entre la maldad y el amor maternal.

-Carla, ¿por qué te fuiste?, ¿Así?_ Al no saludar enseña


su debilidad, venía pensando una y otra vez que decir.
-Son cosas de las que prefiero no recordar, vamos que
tengo mucho frío, me duelen las piernas, caminamos
mucho con Lilén, conocimos todas las redes de viajes
públicos, estoy agotada, olorienta y sudada.

387
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Me imagino, sí, me debes explicaciones, per vamonos


rápido, en minutos sale nuestro tren, esperen aquí que
voy por los pases, cuidado, no se pierdan, es enorme y
la gente es algo distinta al resto de la ciudad._ le
advierte mientras camina alejándose unos metros a la
cabina de ventas.
-No, no podría escapar ni de un asesinato, tranquilo_ su
chiste macabro aburre, su sadismo es inmoral,
comienza a inquietarme la salubridad de su mente.

Giovanni tiene su delantal del hospital, nunca se lo saca,


es su vida y la lleva consigo a todos lados. Caminan al
andén donde aguarda la máquina al hombre, donde las
bombas rompen vagones y lloran las rosas de las vidas
perdidas por las inaveniencias ciudadanas que con sus
cómplices bocas cerradas permiten el desastre.
Él intenta tomarla de la mano, ¿no podría ser más
obvio?, ella evade con discreción su ofrecimiento a
voces calladas, marchan con vegüenza ajena (los dos)
como si no se conociesen de nada, más como si no lo
conociese en persona, se olvida por momentos que él
está cerca, sus nervios la marean, confunden, no deja
de mirarla.-Aquí, no hay tanta gente_ señala con su
dedo anular el de la mano izquierda que no sostiene a
Lilén.
En marcha los árboles se mueve mucho, el océano de
divisa a lo lejos, pero muestra su inmensidad con la
línea del horizonte, esa “raya” que asusta al navegante
que no conoce bien las reglas de los vientos y se pierde
en alta mar con escasez de alimentos.

388
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Dónde estuviste durmiendo?, tienes que contarme que


hiciste de tu vida este tiempo, no puedes escapar y
volver así, sin más._ ajusta el codo contra la ventanilla.
-En mi antiguo departamento, pero sucedió algo con el
dueño, nos echó por la escalera como unas intrusas,
casi me caigo, podríamos haber muerto, una caída de
esas son fatales en el 80% de los accidentes, ¿no?_ su
chiste pasa los límites del aburrimiento, no veo por
qué tanto humor negro en su mente, por momentos
la pierdo, creo que comprueba si ha sido correcta su
apreciación fatal, estaba intranquila por no chequear
su asesinato.
-Sí claro es cierto, las fatalidades ocurren así, pero las
posibilidades son tan raras, las estadísticas como en la
medicina demuestran comportamientos por momentos
errados, quizás una caída no sea nada y por un golpe
contra el mueble de la cocina te dé la muerte súbita, el
organismo es un sistema siglos más complejo de lo qué
creemos. ¿Cómo puede hacer algo así?, tienes que
hacer algo, podrías haber muerto y sin nadie que sepa
de tu paradero, es increíble la inmadurez, lo lejos que
puede llegar.
-Lo que dices, ¿es qué nada asegura la muerte en una
caída como la que pude eludir con mi niña?_ su
preocupación es muy evidente, su rostro se comprime,
se estira, sus ojos se abren y su labio inferior se cae
como si la gravedad contuviera un imán aún más
potente de lo que es.
-Pero son solo estadísticas Carla, estás muy tensa, hay
algo, ¿qué tienes?_algo no ocurre como debería pero no
tiene tan malas intenciones, su inocencia elude por

389
Elbio Aparisi Nielsen Ura

ignorancia, Carla no es quién piensa, ni yo, me siento


algo descepcionado, espero que cambie de actitud,
todavía está a tiempo.
-¡Nada!, que tonterías dices, solo que me conmueven
los accidentes, no podría soportar que mi hija se muera,
¡es el peor castigo que puede presentarse ante una
persona de bien!, ir contranatura_ no piensa lo que dice
solo mueve sus labios que emiten unos sonidos,
“palabras” dicen.
-Qué rara estás, juraría que tienes algo para decirme,
seguro tienes vergüenza, no padezcas lo que yo, es de
lo más torturante, todos somos payasos infantiles con
uniformes de adultos. No me mires así, ¿qué tienes?, es
una tristeza profunda.
-¿Tú qué crees?_ suelta el dolor en agua salada.
-Muy bien, no te contengas, yo también estoy en una
situación extraña, no hice nada parecido a esto, ya me
conoces, pero tú tienes algo que me lleva a hacer
locuras, no puedo decirte qué es.
-Es amor Giovanni._ juega con él, lo implica.
-Es..._ mira el paisaje, se pierde nuevamente, parece no
pasar el tiempo entre sus gestos. Algunos pasajeros
atentos susurran y plantean opciones de la situación.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

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La condena

-Santiago Valles nacido en Montevideo en el año 1932,


en el día de la fecha 7 de octubre de 1964 queda usted
detenido por el cargo de Homicidio premeditado. Su
reclusión consta de 30 años privado de la libertad en la
penitenciaria de la cuidad de Canelones, por orden del
jurado superior se cierra la sesión._ el juez corre su
cabello, la gente oye incrédula el fallo. Junto a la puerta
de salida los concurrentes presencian la condena, uno
más de los cientos juicios en cadena. La portilla principal
se abre, ingresa otro condenado, la fila se extiende en
los pasillos del tribunal. Mariana no puede comprender
que sucede, no reconoce nada de su amado, este no
habla, no mira, no la busca, es un trapo usado y
manchado en medio de un escenario irreproducible en
una nación futura. Ella no cree nada de la sentencia, sus
ojos muestran una vorágine confusa en sus retinas,
pierde el equilibrio por momentos.
Santiago no quiere saber nada con el mundo y sus
reglas, la vida se propuso condenarlo y el deja que su
condena lo deje morir o pasar el resto de los treinta años
que quedan por recluirse temeroso detrás de las
cortinas fisgonas, nada le devolverá a su hogar, las
esperanzas se extinguen como lo hacen miles y miles
de especies ante la cuarta redención del planeta.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

El juez pide que retiren el cuerpo con vida de Santiago,


para el magistrado un reo más, un problema resuelto. Él
lo contempla como si una estatua de la antigua Roma o
la esfinge misma del Egipto antiguo se encuentre frente
a él posando para su deleite, está desboradado de
asombro.

-Se puede retirar_ dice el magistrado.


-Señor_contesta con pocas fuerzas vocales.
-¿Qué sucede señor Valles?_ replica preocupado el que
sentencia injustamente.
-El infinito y sus tres I latinas son mucho para usted_
dice Santiago mientras dos guardias golpean sus
piernas para que se mueva (malditos idiotas ignorantes,
¡con las piernas se camina!) -No puede hacer nada con
el tiempo, para usted llueve el mismo agua, lo ilumina el
mismo sol que me prohiben y le contraen las mismas
dolencias temporales, pronto señor, antes o después
usted se unirá a los prisioneros.
La sala oye con pesar cada palabra, observa cada gesto
de Santiago el falso homicida, Mariana desde el cómodo
asiento sonríe como si la brisa de su casa y Santiago
fueran el espectáculo maravilloso de su verdadera
realidad circunstante. El brillo majestuoso del amor la
sigue vistiendo de piel renovada y espectativas futuras,
de su rostro tiene el dejo comprensible de la espera
eterna, acaba de fallecer junto a él. Ella sabe de la
condición del país, de las personas que miran desde la
ventana el horror, en su sapiencia reconoce el futuro
propio como algo loable de una mujer como ella, es feliz

392
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de repente, por él, por ella, por nosotros, por todos, uno,
indiviso.
El amor de Mariana recorre el cuarto repleto de
familiares de próximos condenados, la sala entera
posee los altísonos más discurrentes que alguna vez
haya presenciado el martillo del sentenciador por
estudio. El abucheo de los familiares eleva el de la voz
inculpadora, Santiago lejos, recuerda el silencio al oír la
condena.

-30 años restan de la libertad, lo primero será ver a mi


mujer._ piensa compungido. -Solo 30 años de
persistentes deseos, yo puedo hacerlo._ gesticula una
afirmación en un vaivén de cabeza auto convencida.
-Mire_ dice uno de los guardias.-La vida es una línea,
como tal ésta se puede torcer, quebrar y hasta romper,
es cuestión de uno mantenerla firme pese a la
geometría del universo, ¿me comprende?_las palabras
grandilocuentes e irracionales (para su condición) del
oficial generan algo inusitado en su moral, ¿Cómo
creerle a un oficial, tremendas palabras de aliento?, no
hay uniformados leales a la verdad, ha sido una ilusión,
una proyección de mis anhelos, utopías o sueños, no
puede ser verdad.

Mariana transita los mismos pasos que su amado, no


comprende qué es lo que sucede a ciencia cierta, la
verdad es que han pasado meses de su desaparición, y
ahora al menos lo ha despedido, no como en las noches
de llantos, interminables mares de angustia febril, con
sus conclusiones e ideales atroces. El mundo ha

393
Elbio Aparisi Nielsen Ura

semejanza de su experiencia cae con la noticia del


juicio, aunque se refuerza con la imagen traumática. No
han sido más que perdida de tiempo y dolor magnificado
con un ápice de sensaciones/huella.
-¿Es la muerte peor qué esto?_se dice a si como si su
consiente contestara o la voz que en las noches antes
de dormir le recuerda la voz de Santiago.
La casa es su lugar, la calle el recuerdo constante de la
muerte y desaparición, en la selva metálica todo se
olvida, en su selva el dolor dista de sí, busca hogar en
otra persona, por lo bueno que es con ella, porque él
conoce de sus penas y soledad próxima, cree poder
lograr una nueva estabilidad.Una anciana se acerca.

-¿Vos sos su mujer?, Mariana te llamás, mira qué cara


tenes hija mía, mi marido se ha ido junto a mis hijos,
buscá en tu interior, rompé los moldes, escapá, no dejes
que tu vida se acabe por la necia moral de tu pareja.
Sos libre desde el momento en que él desperdigó sus
errores ante el resto, tienes que hacer algo o irán por
vos, tienen informantes muy cercanos, cuidate che._ sus
palabras rozan como astillas en la fábrica, busca a su
amigo, quiere decir algo, mientras la anciana intenta
alejarla de su ideal crece su coraje.
-¡Santiago Valles!, ¡Santiago Valles!, ¡ni olvido ni
perdón!, ¡estamos con vos Santiago!, ¡resiste, eres un
ejemplo para esta nación!, ¡Santiago te amo!_ los gritos
llegan tarde, se pierden entre el tumulto y los oficiales
que la golpean salbajemente.
-¡Te lo dije!, te van a matar por ser como él._ exclama la
anciana mientras Mariana llora y es arrastrada.

394
Elbio Aparisi Nielsen Ura

68

El tren comienza a detenerse, el gentío detestable


comienza a impacientarse. Una señora gorda con una
bolsa muy grande aprieta a Carla, sin ninguna
apreciación del contexto empuja a la señora hacia su
lateral, esta grita y comienza a maldecirla, despotrica
contra la sociedad y los políticos, de repente se calla, los
impacientes pasajeros hacen un silencio de entierro y el
tren se detiene al segundo de comenzado. Las puertas
se abren, los viajantes apurados como de costumbre,
brotan de las puertas como chorros de agua.
A metros dos personas de trajes muy costosos se
trenzan en una pelea por un lugar, la seguridad corre y
un tramposo se mete sin pagar el pase. La máquina
expendedora de boletos (maldita tecnología) emite en
un desborde del sistema, más de mil tickets, y la gente
como si fuese el casino se agolpa contra la máquina
amable o errática para tomar el metro gratis, un señor
de traje, algo viejo, junta un manojo de pases y se para
junto al que pica, al llegar las personas al límite este les
ofrece el viaje a mitad de precio, desde allí la visión de
la expendedora regalando viajes tiene algo de confuso,
por ello vende 30 pases lo que garantiza al “trabajador,
esclavo” 15 viajes para su bolsillo gratis o 7.5 días

395
Elbio Aparisi Nielsen Ura

menos de gasto fijo mensual. Un niño con su velocidad y


energía explosiva (sin drogas, bueno azúcar) coge
muchos más boletos que el montón, corre al medio del
pasillo donde todos llegan de la calle y comienza a
arrojarlos en forma indiscriminada formando una lluvia
de colores intensos (por la propagandas del ticket), su
hermanito (pobre como él) mira el espectáculo desde su
silla de ruedas sonriendo como si un payaso le hiciera
un globo en forma de jirafa, estalla su enegía contenida.
Carla, Lilén y Giovanni se hacen paso entre la multitud
egoísta.
-Qué gente loca, por un viaje hacen cualquier cosa, por
eso estamos así, el egoísmo nos trasformó en eso_ su
forma de hablar ha determinado su metamorfosis ya es
otra persona.
-¿Y tú como eres?_ pregunta Giovanni ambiguo, tanto
como Roberto. Carla lo mira, quiere golpearlo, pero sabe
que todo lo que tiene es él, sea quien sea.
-Vamos, esto es un desastre, mira como llora Lilén.

La arena, el bar, ellos dos tienen algo en común, pero él


no tiene esa mirada, su estado difiere al de ella, pero
eso es algo que sucede al pasar el tiempo y las
posibilidades, vienen en horas.

Giovanni sabe que su pregunta ha incomodado a Carla,


solo camina, no hay palabras que rellenen el momento
de furia y confianza unidas. Lilén comienza a llorar, tiene
hambre, necesita leche, eso dicen los doctores, ella está
muy flaca.

396
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Llora mucho, ese ruido no es muy saludable, ¿me


permites la bebé?_ él muestra preocupación.
-¡No!, ¿qué haces?, suéltame._ Carla se defiende de la
ayuda.
-¿Qué sucede por Dios?, tiene algo la niña, tengo que
verla un segundo luego la coges nuevamente, no voy a
irme a ningún sitio._ sabe que algo no anda bien en
Lilén, en su llanto se oyen sonidos muy conocidos en su
profesión, llega a sus recuerdos una prueba de una niña
de nueve años con la misma situación.
Carla comprende finalmente luego de un monólogo
profano de Giovanni que debe dejar que la revise. La
toma con la manta envolviendo su cuerpito, siente que el
peso es menor al normal.
-Pesa muy poco, ¿la has dado la teta?, mira que
contiene residuos propio de nuestros nuevos alimentos_
pregunta suponiendo una obviedad.
-No, estuve muy mal en dos días nace mi hija, casi
muero, muere mi hija, demasiado para 48 horas _Carla
contesta como si todo no tuviera sentido, los nueve
meses encerrada, las practicas y las pruebas, desvaría.
-Puede morir, debe comer ahora, ¡ya!, si sigues así
tendré que tomar cartas en el asunto, al menos hasta
que sepa qué tienes tú.
-Sí, si claro, que entúpida ¿cómo no hacerlo con este
frío?, tuve un episodio ayer por la madrugada, ella
también, pensé que había muerto a los minutos volvió
como si nada. No tienes que hacer nada, estoy bien
estamos muy bien.
-¡No puede ser!, si los estudios no diagnosticaron…
claro… bueno es posible, lo que debemos hacer es ir

397
Elbio Aparisi Nielsen Ura

inmediatamente al hospital e internarlas a las dos…


debemos hacer unos estudios más, por Dios Carla, si no
llamas podrías estar en peligro en cualqueir sitio, no es
un país muy agradeble con los vagabundos.
-¡No!, mi vida pasó allí, necesito libertad, no quiero
volver, yo no...
-Pero Lilén no puede andar así por la vida es muy
pequeña, cada episodio puede afectar su desarrollo, no
cometas el error de tus padres… no quiero decir nada
con esto, de verdad es imprescindible que te internes
junto con ella, por favor… es muy pequeña.
-Bueno, entonces apurémonos, que tengo frío.
-Bien, muy bien, sabía que no me negarías eso, Carla
me siento muy bien, ayudarlas para mi es una bendición
que me ha puesto el Señor, no me mal entiendas, lo
tengo metido aquí dentro, ese día no quise decir lo que
dije, necesito que me comprendas, vivo con muchas
presión..._ suelta una verborragia animosa Giovanni, su
preocupación es el efecto del amor, la profesión y la
pasión de la misma.
-Calla, no sigas, ¡detente!, así está mejor._ su humor la
irascible la envejece una década de un soplido polar.

398
Elbio Aparisi Nielsen Ura

69

Plan, proyecto, doctrina o sistema ¿optimista? que


aparece como irrealizable en el momento de su
formulación.

No, Utopía.
Sí, Utopía.
Algunos tienen gorras grandes, medianas, otros ni
siquiera poseen una como distinción de su poder ¿…?
Algo se alcanza a divisar en el pleno acto material de
sus acciones. Sobre el asfalto se retuercen los que han
muerto bajo las balas del desdeño humano, donde la
multitud silenciosa posa detrás de las cortinas y el calor
del hogar refugia sus almas frías de percepción y
desconcierto. Su ideal, la idea de su idea inicial y el
desvío evidente. Su razón verdadera corresponde a la
tortura insoportable, al dolor extremo. NO asesinan
dentro de sus campos humanos de castigos, ¿por qué?
Fuera la sangre tiñe su bermellón por donde los niños
juegan y las madres observan. La cultura debe soñar
con ser oída, los cultos posan dentro de un jaula.

399
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Coerción… en el mundo…en los días… en la ciudad…


en el bosque… en la mar y su infinita cantidad de
líquido... en los sistemas evidentes y en los invisibles...
en las autopistas o centro de educación.

¿Estamos encerrados en la tierra? Y ¿en el universo?...


¿Qué libertad nos libera?... ¿Quién la posee en su
totalidad?

Su ventana lo mantiene vivo, lo obliga a meditar sobre


las pequeñas percepciones, su amplitud de visión le
regala momentos fabulosos de la naturaleza y su arte de
movimiento constante. Tiene un mate en la mano
preparado, la pava a punto (98º C) algunas galletas lo
acompañan en su labor, el reloj marca las doce, sabe en
cada medianoche que algo puede suceder, el tiene que
estar viéndolo todo. Él sostiene que durante la noche
suceden todas las historias, “Romeo nunca hubiera
trepado el balcón una tarde de verano” parafraseando a
Marco Denevi. “el arrabal no tendría significado si el sol
iluminara la acción, ni que hablar de los compadritos”_
sostiene él mismo, por esa simple razón continúa
aguardando acontecimientos por la noche, “donde todo
acontece y perece”.
En la mayoría de los días lo único que le obliga atención
personal es la naturaleza en pleno accionar con la
ciudad. Tiene para esos momentos de fluctuaciones un
telescopio con el que solo ve la luna obviando estrellas.
Augusto Nieto escribe, comenta en una revista de tirada
puerta a puerta, tiene 55 años, sus hijos se fueron a
Europa del este a cumplir otra suerte, su mujer murió

400
Elbio Aparisi Nielsen Ura

bajo una bala sin dirección en un enfrentamiento con los


uniformados.
Nadie sabe de su existencia, su seudónimo es Taquéis,
solo dispara palabras contra la contrariada acción de los
uniformados. Tiene noches como cualquier sujeto,
objeto de sus ilusiones brega por su vida y los cuadros a
seguir de su cuento nocturno sito en las entre las tres y
cinco de la madrugada, día tras día como si su película
introspectiva fuese un estreno nuevo a cada cambio de
luna. Cinco de la madrugada sin dormir, ni pestañear
toma algo ligero, ingiere tostadas con dulce de leche y
sale cubierto de negro por las calles de Montevideo. Su
vida tiene el injusto asedio de los agresores nacionales
aunque su existencia sea solo leyenda de noche de
amigos y mucha cafeína, él se ocupa que cada uno de
su radio habitacional tenga un ejemplar de los escritos
del mes, donde la verdad tiene el significado justo.

401
Elbio Aparisi Nielsen Ura

70

El hospital luce como antes de ayer, la puerta…_


piensa Carla acercándose a la portilla.Las ambulancias,
el olor de la medicina flotar en la atmósfera hospitalaria
de las enfermeras, parteras y demás servidores del bien
ajeno. Ingresan, saludan personas, Carla sonríe, ahora
su rostro se alinea/ordena nuevamente, repite su saludo
por orden clónica. Algunos enfermeros se acercan a
saludarla a ella pero con intenciones de volver a ver al
milagro de Lilén, todos se sienten padres de esa
criatura. La felicidad recién abordada logra un efecto
desinhibido en ella, siente como la preocupación de su
pequeña la colma de una energía renovadora. Quiere
olvidar, todo, todo lo quiere anular y comenzar de nuevo,
sin Luphos, ni Santiagos a la vista, y menos ancianas
decrépitas, solo ella y su hija (si se puede).
Su cuarto continúa decorado, algo le dice que todos
presentían su vuelta al “hogar”.
-Noto que nadie se ocupó de sacar las cosas ni borrar
los escritos, la frase sigue en pie junto a la puerta/balcón
“¿Cuál es el sueño de los despiertos?, la esperanza” de
Carlo Magno.
-No se pudo limpiar porque hubo una seguidilla de
emergencias y esta habitación sobra, la dejamos por si

402
Elbio Aparisi Nielsen Ura

alguno quería dormir en alguna guardia, ¡la vista es


sensacional aquí!.
-¡No hay igualQ, el océano a mi vista, una maravilla
natural_ Carla tiene el agrado de volver, de sentir amor,
por la naturaleza o la vida misma.
Giovanni pide llevar a Lilén y comenzar de forma
inmediata los estudios correspondientes, ella accede, la
niña viaja unos metros para ser analizada, ella se queda
en el cuarto admirando lo que antes era su lugar.

El balcón ofrece la vista inconfundible a los ojos de


Carla, hace mucho frío fuera, la playa está desierta, los
peces nadan en bandadas como los pájaros y los barcos
surcan océano adentro las olas tempestuosas del círculo
polar. Los árboles se mueven en completa armonía, se
rozan, acarician. Abre la puerta del balcón, se apoya
sobre la guarda de hierro, apoya sus codos sobre el frío
metal fundido y moldeado, posa su rostro sobre sus
palmas y admira el inconmensurable trazo de algún
pintor deífico.
Las olas, el aire frío al entrar en sus pulmones, el sonido
del agua al romper con la superficie tiene un efecto
tranquilizador en la calma no tan calma de Carla. Sonríe,
abre la boca, toma mucho aire, tose, extiende los
brazos, se suspende en el tiempo, siente nueva libertad.
El viento acaricia sus cabellos como quien acaricia el
pétalo de una rosa, suspira, se desestresa.
-¿Qué haces allí?, podrías enfermar, entra ya por favor_
Giovanni y sus atribuciones no regaladas de confianza.
-Déjame sola, quiero sentir esto siempre, suspenderlo
en el tiempo y quedarme así libre, sola. Pasaría una vida

403
Elbio Aparisi Nielsen Ura

así, otra vida corriendo por la playa tibia a última hora,


otra en un bosque…
-Bien, ¡Entiendo! pero, ¿podrías entrar, por favor?_
intenta convencerla.
-¡Está bien!, eres cansino eh, qué pesado, voy, solo un
minuto más._ Carla se deja amanzar, está tranquila.

Entran, ella se cobija dentro de la cama y sus frazadas,


él la admira, nota la felicidad de su regreso. Dialogan de
superficies y mares, países y leyes. La noche obtiene el
gran valor imperativo y aborda todo el globo con su
trampa nocturna, la fiesta, el alcohol, las drogas y el
falso edonismo perpetuo.
En un silencio de esos que no necesitan palabras sino
compañía, Carla comienza a entonar algunas piezas del
musical “Sonrisas y Lágrimas”, su voz comienza a
elevarse, el viento también eleva su sonido continuo,
ella juega con las palabras, él la mira, el viento sopla y la
noche comienza a escupir agua desde el cielo. La
llovizna se transforma en torrente inagotable, su voz
tiene la dulzura del arpa, su sonido parece al agua, en
una unión insoslayable, forman al unísono (viento, ella)
un colchón sonidero increíble.

Noche+sonidos+agua y sal+lluvia+frío= error.

404
Elbio Aparisi Nielsen Ura

71
Expiación

Mariana toma una pastilla azul, en su boca posan diez


más, nadie vive cerca suyo para vigilarla. La maleza
cubre su rostro, las palmas blanquitas tienen azul por
doquier que se extiende como una pátina de mueble en
toda su piel. Mira fijamente, medita, no reflexiona los
sonidos, exhala oxígeno asfixiante, niega y acepta. Sus
pies están tan desnudos como su alma cerebral, el frío
de la noche no la tiene tiritando. Su cabello cae y se
entremezcla con las ramas, hojas y otra vegetación.
Entre todo el verde intenso, su boca, temblorosa se
aventura al diálogo, como queriendo redactar toda una
vida en seis palabras. En su mente los sucesos se
relacionan, caen niños muertos y ve cerrar los ojos de
su madre en el cielo. Sus lágrimas no tienen ganas de
salir amigas, solo son unas tres que caen alimentando la
tierra a modo de disculpa. Alguien grita muy fuerte, se
oye de lejos, relaciona uniformes, bigotes y martillos de
sentencias, no anula la visión por temor, los mantiene
semi abiertos, entre pestañas. Sonidos provenientes de
su estómago indican que debe comer, ríe burlona de su
cuerpo que no conoce su ulterior destino, a carcajadas
limpias se revuelca por el césped húmedo, maldice en
un sin fin de expresiones desconocidas, no controla los
efectos o consecuencias. La noche tiene dos nombres,

405
Elbio Aparisi Nielsen Ura

“una cualquiera” o “mi noche”, los dos se unen para


convertirla en “la noche”, los dos seres en uno
recostados ante la madre tierra en diferentes puntos y
posiciones. Se arrodilla, le pican las ramas y sus brotes,
eleva sus ojos a la noche inconmensurable, respira, sí,
respira como nunca lo han hecho el resto, palpa la vida
alejándose lentamente. Las estrellas centellean, algunas
por oscilantes, otras por muertas, no puede abarcar las
2.000 posibles ubicaciones, se enamora de algunas y
las observa como quien mira a su amor y le sonríe a los
ojos, con lágrimas de júbilo y vitalidad, en un parque de
la gran manzana. La efusiva mirada se pierde, los
fulgores se olvidan y el brillo tiene poco de su esplendor.
La vida le pasa cerca y no quiere pasarla, siente algo
que nadie en realidad siente, ve morir a su muerte. Caen
las guerras internas en contra de la eterna asesina de
amigos, familiares y conocidos. Respira muy profundo,
más que antes, cierra los sentidos, unas pastillas más
ingresan por su mano maniobrada por el simple
movimiento de la electricidad química en las neuronas.
Cae hacia atrás, no golpea con nada, las ramas, las
hojas y el pasto la acogen como propia especie y la
rozan muy despacio, unas caricias confortables de
expiración, silenciosas. La brisa pronto toca su rostro
también, no quiere perderse el sueño de la despedida.
Ella solo respira con dificultad, sus músculos se
contraen poco a poco, fibra a fibra. Los dedos del pie
derecho comienzan a perderse de la noción de
movimiento controlado, Santiago padece el cosquilleo
en su pie destrozado, algo late modificado, le falta el
aire. A la altura de los tobillos se ubica el movimiento

406
Elbio Aparisi Nielsen Ura

ascendente, no tiene más pies que padecer. Los senos


reaccionan, sus pezones se hinchan como si el amor
tocara su parte más intima y la elevara en éxtasis, el
corazón se esfuerza. Sin dominio alguno del organismo
Mariana sufre dentro, donde lo corpóreo ya pierde su
razón aparente de ser, su mente reacciona, a su vez,
paulatinamente, eludiendo las últimas órdenes básicas
de supervivencia. Sus párpados caen como yunkes, del
cuero cabelludo surgen cosquillas, siente entumecerse
el último lugar de su cavidad craneal. Manifiesta una
similitud, como estar suspendida en el fondo del mar, a
quince atmósferas, donde solo la mente puede juzgar el
entorno del alma y analizarla desborada de presión.
Pierde el contrato de su alma, la siente como una bola
de energía, más bien un saco de algo que no podría
describir, agita sus manos desquiciada. El entorno
nuevamente la hace perder su punto de referencia,
siente despegarse de cualquier lugar posible, vive cada
instante en un presente continuo, se marea, todos los
sucesos de su vida reaparecen, estallando en colores.
La casa se despedaza, se las raíces la comen en un
instante. La maleza donde reposa la agriga de olores,
nacen dos niños de la tierra, como plantas se despegan,
juegan como antes mucho antes, Santiaguito, su amigo
de toda la vida corre detrás de ella con un arma amarilla
de agua, caen juntos y se besen, se asombra de lo que
ve, hacen el amor lentamente, como dos semillas
planeando un bosque, se enamora nuevamente. Ve a su
madre cocinarle algo muy rico desde la ventana. Ahora
su padre juega con ella en la plaza, oye un disparo, la
sangre lo tiñe todo. Santiago en un mate interminable,

407
Elbio Aparisi Nielsen Ura

hablando de la revolución, del libertador moderno y su


vida. Instantáneamente partiendo rumbo a cualquier
lugar, ella llorando valles por él desde una verga, la
playa, el atardecer, el amor en pleno acto fundamental.
La mar y sus continuas idas y venidas. Santiago Valles
diciendo: “te amo”. Su rostro se funde en un mar negro e
híspido, un líquido de cabellos largos negros tapan su
nariz. Su último grito de conciencia lo tiene ella, solo
ella, no la escucho, no la siento. La selva tiene poca
densidad, es más bien un rejunte de árboles y pasto
crecido y descuidado, su encanto solo lo encontraban
ellos. Desnuda posa sin que nadie vea su muerte ni
espere las últimas palabras, no hay sacerdotes ni velas
o hipócritas del dolor ajenno. Un conjunto de rosales se
sacude parace requebrajar la estrutura, solo un pétalo
mantiene su aferrada unión por terco, la brisa tiene tinte
de tornado, todos los pétalos de todas las rosas de casi
todos los jardines de la manzana se desprenden por
debilidad y encuentran una nueva vida. Surcan algunos
metros y se suman a un embudo suspendido sobre los
dos metros del suelo. El torbellino de pórtalos rosas
intensos sobrevuelan el cuerpo de Mariana, durante
quince segundos intensos, hermosos, distintos llegan a
cubrir toda su configuración corporal cayendo como
caricias amortiguadas por el efecto del medicamento.
Deja de respirar, como debe ser, ha sostenido el trance
todo lo que ha podido. El aire se extingue, la medicación
la deja desprovista de la vida en el césped donde antes
el mate y la risa bregaban por ellos en una comunión de
fraternidad inquebrantable.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Nadie entiende al alma suicida, su amor la decora de


rosas preprando la llegada a un vida subsiguiente, ¿en
dónde?, está desnuda, su belleza desborda malas
intenciones, caen dos gotas junto a dos disparos en la
calle, los pétalos retoman el vuelo por la tempestad que
se avecia, el tubo de aire revuelve la suavidad de la
despedida y el agua limpia los trazos celestes en las
manos y boca de Mariana, ya no hay gustos que elijan
mezclas efectivas, ni palabras que efectúen un cambio
en nadie, la culpa se lava, el cielo enfurecido con el
hombre hace su trabajo, en la calle dos civiles tiñen el
asfalto de rojo Goya.

“Acercaos, hermanos que un alma tenemos que si la


perdemos la recobramos”
S. J. Betancur.
“El alma se avergüenza de sí misma cuando se deja
vencer por el placer o el dolor”
M. Aurelio.

Alma: Sustancia etérea propia y única de un ser


viviente. Es la esencia interior de cada ser viviente, esta
suele ser eterna dependiendo de las religiones o
posiciones filosóficas. El dualismo del idealismo
filosófico y de la gnosis hasta la religión cristiana con su
tripartitas intentan explicar el contenido interior de un ser
humano.
Sabemos también que el alma está en el cerebro, de
hecho es el propio cerebro que crea consciencia, ante
una increíble capacidad de procesar la información
sensible en un sin fín de complejas estructuras binarias.

409
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Descartes: “Res cogitans versus res extensa”


Espinoza: “Atributo y modo de la subtancia divina”
Leibnitz: “Nómada cerrada en sí misma”
Lessing: “Aspiración infinita”
Kant: “Imposibilidad de aprehender lo absoluto”
Fichte: “Saber, acción”
Hegel: “Autodesarrollo de la idea”
Schellling: “Potencia mística”
Nitzsche: “ Invenión y ente imaginario falaz”
Freud: “Diferencia yo, super-yo”
Jaspers: “Existencialidad”
Heidegger: “Ser-ahí”
Trujillo: “Profundidad de la conciencia”

“El cuerpo es el instrumento del alma”


Aristóteles.

“El hombre superior ama su alma, el inferior ama a su


propiedad”
Yutang.

“Si pudiera hacerse la disección de las almas, cuantas


muertes misteriosas se explicarían”
G.A. Bécquer.

Lo cierto es que no hay ser que carezca de una,


aunque lo parezca.

410
Elbio Aparisi Nielsen Ura

72

Revisa las manecillas del reloj detenida en preguntas,


la ventana la suavisa, vuelve al reloj y a la abertura en
su siguiente movimiento. Así lo ha hecho durante unos
treinta interminables minutos de agonía perversa. Sus
nervios devienen de los estudios. Sabe bien que debe
internarse, la salud es lo primero, pero aún más por la
obligación con su pequeña vida indefensa ante sus
desbordantes e intestables comportamientos. Se levanta
furiosa, quejándose del mundo, como si esa masa de
miles de millones de seres tuvieran la culpa de sus
penurias vividas. Fabrica, para retomar la calma, una
mirada hacia el océano y abre la puerta por última vez.
Lilén llora como si contemplase el momento de Carla y
su puerta cerrada.

-Mi amor, una más, prometo molestarte poco_ Giovanni


le habla como hacen con los niños, con una voz de
idiota vestido de payaso. -Una más y ya está princesa._
alguien entra a la sala de mandos.
-Señor, tiene que venir una segundo_ la cara de ese
alguien delata algo novedoso.
-Si, un segundo por favor_ como si evitase su mirada.
-Un momento, ¿no ve que estoy con Lilén?

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Señor, es por ese mismo problema.


-¡Entonces dígame y listo que no tengo tiempo!_ algo de
ira inconsciente se desprende de Giovanni, todo el
protocolo no importa, su mente conoce del acto. Él no.
-Carla no está, se fue, ha dejado en mensaje en la mesa
de entrada. Cuando termine por favor acérquese.
-¿Cómo? , sí claro, no es posible, ahora mismo voy.
Su rostro se transfigura, sus manos pierden pulso, el
brazo robótico se mueve aleatoriamente, de repente da
en la cuenta de un posible accidente, quita su mano del
controlador, se apagan todas las luces, ingresa al salón
donde Lilén llora desesperadamente. Él solo la mira,
trata de calmarla, se acostumbra a su trabajo cotidiano,
se recuerda entre lamentos que no es una paciente
cualquiera, cree saber qué es lo que sucede.
Lilén calmada y en brazos le envalentona, se dirige
directamente al salón de la entrada de emergencias, las
recepcionistas se preguntan que hace, es decir lo siguen
con la mirada todas compungidas, el doctor solo camina
directo al mostrador donde posa una hoja escrita.
Unas sueltan lágrimas, el silencio es sepulcral o de
teatro en pleno acto y sin toses, su pulso delata un
temblor constante representado en la hoja.

“Giovanni, no hay más que decirte, mi niña tiene que


tener su lugar, donde la quieran, protejan y le den
asistencia médica constante. Yo no tengo dinero, no
tengo nada en mi vida, soy inutil y no puedo cargar con
su problema, el mío lo vivo y lo siento yo sola. Esto lo
hago por ella, me conoces quiero el bien y en tus manos
está segura. No pierdas nunca ese ángel que tiene tu

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

cara. Desearía haber tenido la suerte de sentir amor por


ti, pero lo único que te queda de mí es mí niña, mí
pedacito de vida. Por favor dale todo lo que puedas y
esté a tu alcance, todo ese amor que no pude darle ni
pudieron darme.
Te quiero sin malestares, Carla.”

Sus lágrimas corren la tinta negra, las palabras se


transforman en otras amorfas, inentendibles, inaudibles
e indescrifrables. Tras sus hombros todos lloran con él,
afligidos igual dan una palmada de aliento. Conocen
esas palabras que defiende a capa y espada, saben de
su dolor. Lo conocen enamorado hasta el final de lo
imposible y venciendo los miedos.

413
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Pre73
La vida termina

Es de noche, una de esas noches brillantes, la luna


ilumina por completo la plaza. El columpio donde se
reencontraron los dos amigos está en movimiento
alguien lo acaba de desocupar, sigue caliente pese al
frío envolvente. La iluminación de la plaza es muy
precaria, donde los árboles generan sombra se ve un
pedazo negro absoluto. El viento sopla acariciándolo
todo. El gallego del bar está guardando las sobras, tiene
planeado cerrar cuanto ante, desea que la ley de
Murphy no se cumpla, hoy quiere descansar. Alguien
ingresa y suelta por lo bajo una maldición. Un coche se
enciende. -¿¡quién anda ahí!?_ pregunta casi en silencio
el pobre viejo. Un arma nace de la oscuridad, el agujero
del caño centelleante apunta a sus ojos, no sabe como
reaccionar. Nace de la oscuridad del caño reluciente un
pedazo de acero con ansias de quitarlo todo. El gallego
cae contra las sillas de su propio negocio, donde vió a
Santiago dialogar hasta el cansancio sobre las utopías
del libertador moderno. Trata con sus propias manos de
aferrarse a la mesa y las sillas, pero estas caen junto al
viejo y relleno cuerpo. El arma se dispara nuevamente
por si algo no se ha entendido. Antes de morir ve una
luz roja apagarse, la televisión encendida y a su hija.

414
Elbio Aparisi Nielsen Ura

73

No mira hacia atrás, el hospital se aleja al paso lento y


perdido. Reykjavik ya no puede ser su hogar, las calles,
los olores, las palabras, frases, pensamientos, todo se
ha quedado registrado en su memoria, ¿Cómo poder
convivir con todo lo que anhela y descarta a su vez?
En el puerto en la cara norte de los embarques Carla
logra ingresar a un barco carguero. Dentro, el casco
enorme de acero alberga a cientos de contenedores,
dispuestos en filas interminables viajan a cualquier lugar,
no conoce donde terminará su recorrido, y sabe muy
bien que los problemas no tardarán en llegar, el destino
es predecible. El pasaporte, la ciudadanía, todo lo perdió
en quién sabe qué lugar, la responsabilidad no es su
fuerte, se olvidó del buen trato de la embajada e hizo
ojos ciegos ante la facilidad. Hace frío, tirita cada diente
sin cesar, las olas rompen con la brutalidad idiota del
inmenso estanque en movimiento en los laterales
creando estruendos propios del infierno, sonidos
similares al de ballenas extraviadas resuenan en los
oídos desacostumbrados de la pobre “niña” de algún
lugar de Europa. La oscuridad gobierna junto a los
incesantes sonidos de las olas romper. Cierra sus ojos,
sueña, se despierta, sueña y entiende el sueño anterior,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

vuelve a cerrarlos, llora, tapa todo su rostro con las dos


manos, no quiere recordar lo queha dejado muy lejos.
Pasan muchos minutos pero no se cuentan cuantos han
pasado, resuena una chicharra muy fuerte, rompe con el
esquema auditivo anterior. Se abre una compuerta que
no había visto antes, la luz ingresa y sus pupilas se
dilatan al extremo. Ojos de foca, de gato triste, de
mendigo, perro vagabundo, hombre/mujer de mundo.
El idioma cambia, no entiende nada de lo que dicen,
pero antes no había sucedido en la imborrable Islandia,
ahora comprende el gran error. ¡Ey!, que está viajando
en un barco sin protecciones, su mente es asombrosa,
soporta temperaturas extremas y una marejada de mil
demonios, esta mujer es una heroína, aunque falle. Al
arribar no tardan mucho en descubrirla entre cajas de
cartón mojado, acurrucada como un gato mojado. A los
gritos pelados y golpes la llevan directo a la policía, de
allí a un centro correccional para inmigrantes ilegales,
no la quieren deportar, porque la consideran una
traficante, mientras revisan el caso debe permanecer en
la prisión de Dublín, capital de Irlanda. Encerrada
comprende poco a poco el idioma, hablan gaélico algo
parecido al céltico, parte de los orígenes Islandeses. La
gente no ofrece resistencia a su nimia presencia, deja
conocerse, se abre, parece otra mujer, se somete a las
reglas comunes de la prisión irlandesa sin provocar
ningún tipo de incidentes, su estadía se torna ejemplar.
Las mujeres aquí son más rellenas, tienen pecas, son
algo coloradas, muy feas para su concepción universal
de la belleza.

416
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Durante algunos meses, tiene varias peleas raciales y


otros sometimientos más que no logran descubrir ante el
resto de reclusas, a la cara del público cautivo su
modélico saber estar lo otorga la posibilidad de salir en
libertad, sin ser esto lo último, le ofrecen gracias a un
proyecto de reinserción laboral para convictos un trabajo
a las afueras de la cuidad, en un extenso campo,
cuidando caballos. Debido a la necesidad de volver a no
pensar, acepta sin ninguna condición la propuesta. Viaje
sin intermedios directo a Ennis, un pueblo ubicado al
este de la capital irlandesa. El viaje no dura más de tres
horas, el pueblo es acogedor, el campo hermoso a la
vista, miles de postales se gracian ante sus ojos. A los
días comienza a aclimatarse, las tardes y el descanso
mirando el océano son algo de lo que tenía como deuda.
Con el correr veloz de los meses logra emplearse en un
campo cercano a Bollinasloe, allí comienza con algunos
críos de caballos, tres en total, los alimenta y enseña
algunos trucos aprendidos a manos de una bella mujer
que le proporciona todas las herramientas y trucos del
oficio. No hay noche que no repose en la cama y sueñe
con su hija y los años, su hija y el desarrollo de su
humanidad, si es que la hay. Su culpa no se lava con
nada y el arrepentimiento como sentimiento tardío suele
robarle lágrimas de sal en las tardes de anocheceres
ventosos y fríos, similares a los de Islandia su otro
hogar.

Tiempo-caballos-números-océano-hija-pérdida-amor=
soledad de mil noches y una más.

417
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Una noche de tormenta y heladas encerrada en los


pequeños establos recién construidos por ella y unos
ayudantes se deja caer en la paja acumulada.

Las maderas crujen y se sacuden como un velero sin


rumbo.

-Estoy luchando minuto a minuto ante un exilio imposible


de narrar, la lejanía es indescriptiblemente dolorosa,
nada se compara. No hago más que hablarte sola, estoy
en medio de una guerra de la tierra contra nosotros, yo
soy una de esas cositas que se mueven soberbias entre
la superficie. Soy tu madre, hago todo lo que tengo a mi
alcance para que vuelvas a mí, de la mejor manera,
aprendí a criar caballos, estoy juntando dinero hija,
Giovanni parece no querer traerte a casa, es un buen
hombre, le he pedido perdón hoy por la mañana, aunque
me ha costado mucho hablar, estuvimos en silencio dos
minutos, él sabía que era yo, como las otras cien veces
anteriores. Estás cerca ya, si el avión no cae, en unas
horas nos encontraremos, y esta vez es para siempre,
no puedo dormir bien, estoy agotada mi amor, cuando
llegues voy a sentirme llena. Lilén te extraño tanto, me
falta el alma, por favor tráela, no te la olvides, te adoro,
te amo y te espero. Dile gracias a Giovanni y a tu padre,
aunque no sepas quién es. Ese hombre, es un coloso,
espero tener el valor algún día para enfrentarme a la
verdad, estaremos bien aquí.

418
Elbio Aparisi Nielsen Ura

74

Si entendiera la naturaleza de la justicia perdería el


hambre y me exhibiría como una atracción rara, famélica
y destartalada, todos estamos tan acostumbrados a
esto, ¡nacemos con ello! Lo justo y los valores (en sus
sentencias interiores y exteriores) los leo del gran
pensador romano y sus transcripciones filosóficas. De la
moral estudio la de Aristóteles y su “Moral a Nicómaco”,
Kant, Hallett, Santo tomás, Sierra, Savater, Havermas,
Dussell, Sánchez y Rousseau. De la clasificación en la
sociedad, las aptitudes sociales y comportamientos
adquiero mediante los amigos Marx, Weber, Durkheim y
Comte. Nada me atrae más en estos días que la lectura
evolutiva. Mi encierro es la libertad comparada con la
tierra seca y el río ambicioso evoporado. El cuarto tiene
un lavabo junto a un migintorio, un espejo partido en tres
donde que para mirarme busco el mejor ángulo, sin
contar con al suciedad hermitaña que los recubre.

Mi vida tiene el sentido lineal de leer todas las obras
posibles. La práctica de la lectura debe ser un jogging,
un entrenamiento destinado a mantener en forma el
espíritu.
...

419
Elbio Aparisi Nielsen Ura

“A partir de 1150 el romántico fue sustituido por el


gótico”, así dice Dietrich Schwanitz.

Los soles y las órbitas de las millones de galaxias
siguientes continúan sus giros. Ahora mismo viajamos a
29,8 km/seg (siendo máxima 30,75km/s en el perihelio y
mínima en el afelio 28,76km/s.

Me duele la cabeza, llorar no me ubica fuera. ¿Por qué
debo someterme a sus reglas?
Duele el cuerpo, los golpes son menores, pero alejados
del recuerdo aún peor duelen más, uno se adapta al
momento que lo aqueja.
...
Mi juicio no tiene juicio alguno, mi moral surca la lejanía
del común. La leyenda del autor, su muerte, me digna de
una magnámina lágrima en su honor. El tiempo corre, lo
corro no lo alcanzo, me pongo viejo, feo y amputado.
...
La última vez que escribo hacia el exterior, mi amada no
quiere charlar de mi vida, de lo que nos espera al final
del camino. La extraño, la necesito, ella no me ama
más. ¿Será su vida un anhelo mío por mi condición?,
soportaría la idea de que otro tenga su vida, la admire y
comparta, como yo lo hice hace tiempo, doy mis dones
porque no suceda algo determinante, me ahogo de
hacer conjeturas fantásticas, quizás esté allí fuera
esperando a que una de las ventanas le de a su marido.
...
La veo con su mate, en la maleza tierna del fondo de
nuestra casa, con la hormiga que yo dejé vivir a su lado,

420
Elbio Aparisi Nielsen Ura

acompañándola en su tristeza diaria. No me habla,


nunca lo hizo desde el juicio. La extraño con locura, no
hay ética.
...
Llamo y nadie contesta, el enojo la hizo fría, ¿Qué está
pasando?, me digno a intentar hablar y...
La lloro en los rincones que me gustan, me miran raro,
me golpean, me hago fuerte y los ahuyento, son lobos
hambrientos, tienen el placer con mi destrucción parcial
y continuada, no hay dolor que me haga animal, sigo
analizando errores humanos.
...
Mi amada murió, no importa cómo me enteré, ¡Ella
murió, estoy seguro, no quiero vivir más, no así,
encerrado, mutilado por dentro y fuera!
Me muero a cada minuto, la imagino con Martín, me
odio por el simple motivo del azar incierto y sus
manifestaciones de cambio abrupto y sentencial.
Tiene que respirar, ¿qué logra aislando su alma de su
mante?, no hay mares de información, tampoco puertas
divinas de recepción, vivo en el infierno de los hombres.

421
Elbio Aparisi Nielsen Ura

pre75
LETANÍAS DE LA BUENA MUERTE

Jesús, Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia,


aquí me presento delante de Vos con el corazón
humillado, contrito y confuso, a encomendaros mi última
hora y la suerte que después de ella me espera.
Cuando mis pies, fríos ya, me adviertan que mi carrera
en este valle de lágrimas está por acabarse; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis manos trémulas ya no puedan estrechar el
Crucifijo, y a pesar mío le dejan caer sobre el lecho de
mi dolor; Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis ojos, apagados con el dolor de la cercana
muerte, fijen en vos por última vez sus miradas
moribundas; Jesús misericordioso, tened compasión de
mí.
Cuando mis labios fríos y balbucientes pronuncien por
última vez vuestro santísimo Nombre; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi cara pálida amoratada causa ya lástima y
terror a los circunstantes, y los cabellos de mi cabeza,
bañados con el sudor de la muerte, anuncien que está

422
Elbio Aparisi Nielsen Ura

cercano mi fin; Jesús misericordioso, tened compasión


de mí.
Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a
las conversaciones de los hombres, se abran para oír de
vuestra boca la sentencia irrevocable que marque mi
suerte para toda la eternidad; Jesús misericordioso,
tened compasión de mí.
Cuando mi imaginación, agitada por horrendos
fantasmas, se vea sumergida en mortales congojas, y mi
espíritu, perturbado por el temor de vuestra justicia, a la
vista de mis iniquidades, luche con el ángel de las
tinieblas, que quisiera precipitarme en el seno de la
desesperación; Jesús misericordioso, tened compasión
de mí.
Cuando mi corazón, débil y oprimido por el dolor de la
enfermedad, esté sobrecogido del horror de la muerte,
fatigado y rendido por los esfuerzos que hubiere hecho
contra los enemigos de mi salvación; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando derrame mis última lágrimas, síntomas de mi
destrucción, recibidlas, Señor, en sacrificio de expiación,
para que muera como víctima de penitencia, y en aquel
momento terrible, Jesús misericordioso, tened
compasión de mí.
Cuando mis parientes y amigos, juntos a mí, lloren al
verme en el último trance, y cuando invoquen vuestra
misericordia en mi, favor; Jesús misericordioso, tened
compasión de mi.

423
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Cuando perdido el uso de los sentidos, desaparezca


todo el mundo de mi vista y gima entre las últimas
agonías y afanes de la muerte; Jesús misericordioso,
tened compasión de mí.
Cuando los últimos suspiros del corazón fuercen a mi
alma a salir del cuerpo, aceptadlos como señales de una
santa impaciencia de ir a reinar con Vos, entonces:
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi alma salga de mi cuerpo, dejándolo pálido,
frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un
tributo que desde ahora quiero ofrecer a vuestra
Majestad, y en aquella hora: Jesús misericordioso,
tened compasión de mí.
En fin, cuando mi alma comparezca delante de Vos,
para ser juzgada, no la arrojéis de vuestra presencia,
sino dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra
misericordia, para que cante eternamente vuestras
alabanzas; Jesús misericordioso, tened compasión de
mí.
Oración. Oh Dios mío, que condenándonos a la muerte,
nos habéis ocultado el momento y la hora, haced que
viviendo santamente todos los días de nuestra vida,
merezcamos una muerte dichosa, abrasados en vuestro
divino amor. Por los méritos de Nuestro Señor
Jesucristo, que vive y reina con Vos, en unidad del
Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Ayuda, necesito ayuda, me voy, ¿dónde están?

424
Elbio Aparisi Nielsen Ura

75

Ingiere dificultosamente las primeras rodajas de pan


casero, todavía no llega a despertarse,tiene mucosa en
las paredes de su garganta, coge la taza, carraspea y se
sirve agua hirviendo, algunas gotas saltan a su mano y
dejan pequeños círculos rojizos, deja reposar el saquito
de té y aguarda los cinco minutos pautados por
convención. Enciende la radio, la mañana tiene tinte de
calurosa y algo ventosa, de momento es algo fría. El sol
comienza su tarea, las ventanas las suyas, iluminarlo
todo a su paso o radiarlo de calorías. Su casa es amplia,
fresca, acojedora, es su lugar de morada desde hace
años, lograda por un esfuerzo de trabajo desmesurado y
unas ventas de caballos entrenados con algo de suerte.
Carla se sienta en el inodoro satisfecha, hoy tiene un
buen día, no hay razones negativas, ha tenido un sueño
limpio. Frente al espejo palpa sus mamas, suena los
dedos de sus manos, se peina, sonrie para ver el color
de sus dientes, con la lengua recorre una muela
sensible y traga algo de pasta dental, según las reglas
de buena higiene termina de limpiarlos con hilo. Tose,
bosteza, suenan algunos huesos de la espalda, estira
lentamente los brazos y sus extensiones. Se agacha
para elongar algunos músculos molestos de las piernas

425
Elbio Aparisi Nielsen Ura

y al reincorporarse da pequeños saltos entrando en


calor. Recorre la casa, los rayos iluminan y oscurecen su
rostro al transitar la sala de roble con techo de pino, se
sienta tras los cinco minutos pertinentes y otros de aseo
y con su mano derecha toma el té algo menos calentito.
Con la otra mano disponible mueve las hojas del
periódico matutino, gira unas hojas sin leer, solo mira las
fotografías, lee algunos artículos por los titulares y
bosteza por segunda vez. Las páginas pasan y no se
detiene en ninguna hasta llegar a la central.

Paz, del latín Pax, definida como un estado de quietud o


tranquilidad. En derecho internacional es un convenio o
tratado por el cual se pone fin a una guerra. Para el
antiguo testamento (usado como Shalom) era un saludo
referenciado a un bienestar material y del espíritu, “que
la paz esté contigo” (cf. Gn 29, 6), en este sentido no se
opone a la guerra. El nuevo testamento reivindica lo
anterior y además atribuye (bajo la influencia Griega)
una ausencia de enemigos o contrariedades. Con Cristo
sin embargo, se habla de una verdadera paz de unión
entre todos, sean estos judíos o gentiles.

Su rostro se deforma, caen sys facciones, le pesa la


gravedad, parece en medio de un océano bajo veintiún
atmósferas (lease Pascal P=pgh). Sus pómulos bajan a
la vez que abre su boca sin emitir sonidos ni soltar el
aire de sus pulmones… la taza cae, en su quietud física
y mental olvida que es lo que sostiene, en su trayecto el
líquido la quema, volviendo a marcar su piel, esta vez
algo más maltratada, no le importa… Suelta tras otros

426
Elbio Aparisi Nielsen Ura

segundos el periódico… sus manos se unen y tapan su


boca, ojos, elevando sus cejas al cielo, pestañea, cierra,
aprieta con una presión odiosa y revolea los ojos al éter
limpio de gases… Sus oídos capan el ambiente de
forma magistral, el pasto repiquetea suevamente
mientras que la brisa agita las hojas y un papel se
arrastra por la sala, oye una pisaditas de lagartija... la
quietud trae tormentas impredecibles... Arroja un alarido
nunca antes emitido por su cuerpo… cae de rodillas, las
tablas resuenan y de la copa del árbol escapan nueve
palomas blancas y sin olivos en sus picos... llora
soltando bramidos de dolor que provienen de lo más
profundo de su supuesta alma… sus lágrimas modifican
el titular, su mucosa cae con una mínima atracción sobre
la foto, golpea bruscamente la medera y lleva consigo
un trozo de papel mojado. Maldice, gruñe y brama hasta
razgar sus cuerdas, niega, sacude sus pies y limpia sus
ojos como puede mientras aparecen una a una las letras
que componen la noticia.

“El gran escritor y premio Nobel Francés muere por


causas inexplicables, luego de treinta y tres días de
progresiva agonía, en el apartado una nota podremos
conocer los datos de la enfermera que lo ha cuidado
durante el tiempo final”… Carla no se explica lo que
siente…una roca obstruye su garganta… el estómago
está a punto de explotar…tiene calor en las mejillas…en
los ojos… sus pupilas se abren y cierran…. Le duele la
cabeza, había olvidado lo que era sentir punzadas de
jeringa en su corteza cerebral… la mucosidad tapa su
trayecto nasal hasta arrebatarle el aire de la nariz… le

427
Elbio Aparisi Nielsen Ura

duele todo el cuerpo.”El recién galardonado por su labor


humanitaria en el proceso de paz de las colonias
francesas en Guyanés, Martinica, Guadalupe y Reunión,
su aporte le ha valido la mayor distinción”

Los caballos corren en las cercas construidas por ella


misma durante dos inviernos y tres veranos sin
vacaciones, arrastran cuerdas y golpean las verjas
enloquecidos… el sol se encuentra en lo alto del cielo
sin inmutarse, sigue esperando a la tierra para quemar
todo su trabajo en de miles de millones de años. Se
reincorpora pero no deja de lagrimear mientras abre la
puerta. No tiene la ropa de todos los días, no tiene casi
ropa, camina por el pasto descalza solo para sentir algo
de frío matinal. Acelera el paso hasta lograr correr, se
dirige al océano, su rostro y facciones se mantienen
duras a pesar del constante movimiento de la corrida, se
agita como nunca. Al llegar se rinde en la arena fría que
mantiene la temperatura de la noche anterior, nada se
iguala, ni el pasto, ni nada, el masaje y la sensación
húmeda le reviven los momentos más críticos de su
vida, donde Lupho el ser más increíble de todos los
supervivientes la amaba a su manera, dedicándole su
trabajo en vida, suelta arena en su nombre, rocía
emulando el polvo de sus cenizas y reza a su gusto. Al
centarse se deja inundar por el abrazo saado del mar.
Concentrada busca palabras y poesías, recuerda una
noche de jóvenes, cuando Lupho era un ser
extravagante pero no un fóbico empedernido.

428
Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Qué miras mi amor?_ le pregunta, el rostro de Lupho


está defigurado por el recuerdo y la foto reciente.
-Estoy alejándome de la tierra, ahora mismo estoy lejos
de las galaxias, puedo ver nuevos gases, son colores
que no podemos distinguir con nuestras siete muestras
terrestres, pero créeme es lo más impresionante que he
visto jamás.
-Tú estás loco Lupho, acaba de pasar un mujer perfecta
y tú no te has enterado, otro estaría abrazádome para
espiar tal belleza... pero tú, tú... eres tan..._puede sentir
los nervios olvidando por una milésima de segundo el
espasmo de dolor en su agitadísimo pecho.
-¿Qué?, ¿me has oído?, calla, haz silencio, ¿lo oyes?
-No, ¿qué se supone que hay?
-La materia está circulando por tu cuerpo, la radiación,
hay mucha energía invisible allí fuera, cuando nos
equipemos realmente podremos evacuar esta pecera
giratoria. Ya verás Carla como alimento al mundo de
nuevas ideas.

Las olas rompen muy cerca, mojan sus pies, vuelve y su


pano posa en su pecho, todavía siente el calor de su
beso en el rosario. El oleaje continuo incesante se
transforma en una tema binaural, la paz se ha ido por
unos momentos, ahora su alma es vacío. Carla suspira y
abre sus extremidades a los laterales, recibiendo el
nuevo día como un cambio fundamental, se hace
estrella para que desde el universo pueda ver su saludo.

-¡Mamá!, ¿Qué estás haciendo?, he visto el desorden


allí fuera, ¿mamá, que ha pasado?, ¿qué tienes?

429
Elbio Aparisi Nielsen Ura

Continúa, ahora suma su sonrisa. Lilén nota que algo no


va bien, su madre está fuera de sí susurrando mientras
agita sus piernas y brazos.

-Hija mía… Lilén, tu padre, es tu padre, ha… no puedo


creerlo… mi niña… ven aquí, siéntate conmigo…
-¿Qué ha pasado mamá?, me preocupas, ¿qué
tienes?... ¿mi padre qué tiene?, no te entiendo… me
estás poniendo muy nerviosa… ¿mamá?_Carla hecha a
llorar desconsoladamente, su niña la toma de un brazo
la abraza, y juntas se mantienen durante unos minutos.
-¿Giovanni?... no es mi papá, es como si lo fuera…lo
quiero pero sé muy bien quién es. ¿Le ha pasado algo?
-No, mira, no sabes muy bien quién es quién, tienes que
ser una buena chica y escucharme muy bien…
-Bueno_ contesta sin comprender aún a Carla.-¿Has
estado bebiendo?
-¡No!, calla por favor, no sé como decirlo, mira... desde
que terminaron los estudios por tu enfermedad…
¿recuerdas cuando Giovanni dijo que ya podías venir a
casa?… en esos momentos eras muy pequeña y yo...
-Madre, a mí me hablas bien, ya no soy esa pequeña,
confía en mi. ¡Por favor habla de una puta vez!
-¡Claro, lo siento, sí!… eran momentos muy dramáticos,
todo comenzaba a tener algún sentido en mi vida, tú
salías del pozo y tu mejoría me abrió puertas, fuerzas,
yo, desde aquí con mucho esfuerzo compré los caballos,
y le pedí a Giovanni que te de un tiempo más para que
yo hiciera el dinero necesario para criarte. En esos años
me ocupé de olvidarme del amor, solo pensé en ti hija,
(habla llorando, no se contiene)... cuando tuve todo en

430
Elbio Aparisi Nielsen Ura

orden Giovanni te trajo e intentó algo conmigo, duró un


suspiro, ese desengaño tapó al anterior, ¡tú le llamabas
papá aunque no lo recuerdes!, ¿me entiendes?, no
sabías como decirte que no, esa noche, ¿recuerdas?, tú
me pediste que te diga la verdad, seguías siendo una
niña, como yo, una necia e independiente comunista por
naturaleza... hija ese día te dije la verdad pero no obvié
otra.
-¿Quien es mi papá?_ pregunta Lilén enfurecida, repleta
de preguntas.
-Tu papá se llamaba Lupho hija, Lupho...
-¿Cómo?, no puede ser cierto… ¿¡qué!?... dime que me
mientes, ¡vamos escupe la verdad y deja las fantasías
de lado!, ¿quién es mi padre?, ¿algún hermano tuyo?,
¿eh?, ¿te violaron de pequeña?, ¡suéltalo!
-¡Te equivocas!, ¿no me crees?, ¡te digo que tu padre es
Lupho y se acabó!... ya está, lo he dicho... lamento no
haber tenido el valor mi amor._ el rostro de Carla intenta
dejar las lágrimas de lado, sabe que Lilén va a
necesitarla.
-¡Ese libro lo he leido mil veces!… seguí sus
intervenciones, ¡cuando lo premiaron!, ¡mientes!, no
puede ser posbile… ¡no entiendo nada!, ¿qué sucede
mamá?_ se levanta bruscamente, camina hacia atrás
mientras pregunta. -¿Mi libro?, ¿el qué tanto leí?... no te
creo..._ se recuesta sobre y forma una estrella en la
arena, su madre retoma su saludo universal.
-Mi amor, tu padre y yo estuvimos encerrados en
Toulouse, en la casa que describe en su novela, todo lo
que dice allí es suma verdad, después las historias
cambiaron, supuso otro destino, aunque más del

431
Elbio Aparisi Nielsen Ura

noventa por ciento fue premonitorio, había calculado


miles de sucesos que luego se confirmaron, entre otros
las crisis de las colonias, mi viaje a Islandia, tus ojos, no
sé como explicarte, ese hombre es único… Lo amo hija,
no sé por qué fui terca, mi soberbia me alejó de volver a
buscarlo, él sabía que pasaría, en aquella casa algunos
errores produjeron modificaciones de las que no me
arrepiento pero si tuviese la máquina del tiempo, quizás
me hubiera moderado algo… lo extraño desde allí hija…
-Y santiago Valles, ¿es de verdad?, ¿existe?, ¿el gato?
¿tú eres tú?, claro, no modificó ningún dato de la
realidad... _llora como una infanta, se unen, Carla acude
a su angustia, la abraza y juntas enfrentan la verdad. El
agua acaricia los cuatro pies.
-Ayer he terminado de leer los capítulos de la huida por
quinta vez… no me entra en la cabeza, ahora puedo
verte allí, ¿mi papá?, ¿mi papá esa inmensidad de
bondad hecha hombre?_ digiere musosidad, intenta
lentamente comprender su realidad, el hecho de que su
padre es el autor de su libro preferido y seguido como
ejemplo durante tanto tiempo.
-Sabía que podía interesarte la historia, era una manera
de que conocieras a tu padre y a mi, no hay mentiras.
-Pero en la historia el dice que es un gato y cuenta todo
en primera persona, luego al marcharse lo dejan morir
allí dentro de tristeza, habla de Lupho como alguien muy
lejano a ti y a Santiago, lo pone como un demente algo
perturbado.
-¡Claro!, el adora... adoraba a los felinos, eran su pasión.
Él me amaba con locura, eso te lo aseguro, nunca supo

432
Elbio Aparisi Nielsen Ura

de tu existencia y la culpa es mía Lilén. En cada página


se refleja un deseo reprimido de prolongación.
-¿Pero por qué no lo buscaste?, si lo amas por qué me
privaste de mi papá… ¡te odio!... ¡aléjate!… Quiero
verlo, necesito dinero, ¡quiero hablar con él!
-No puede ser mi cielo, lo lamento mucho, hoy…
-¿Ha marchado de viaje?, ¡pues quiero ir allí!
-No, Lilén, no entiendes, ha... muerto hija._ Lilén intenta
digerir la tremenda noticia agitando aún más sus brazos
y piernas sobre la arena, la marea sube, Carla solo
busca mantenerla cerca para que la entienda, suda.
-No, mamá…. mi papá… yo lo amo… no puede ser
verdad… ¡no!_ grita y se sienta, mira el cielo y en las
nubes, comprende que su padre no podrá conocerla
jamás, forma con los gases que llegan dos animales y
una forma de libro.
-Yo quería conocerlo sin saber que era algo… tengo
tantas preguntas para hacerle… no tienes la culpa, eres
valiente, lo has contado, ahora puedes abrazarme, lo
siento yo, no veo el sufrimiento que tienes._ se conocen,
se lastiman y se aman, todo de una sola vez.
-¿Cuándo ha sido?_ pregunta solloza sin quitar los ojos
de las nubes.
-Hoy, me acabo de enterar por el periódico, lo que te ha
hecho despertar, no esperaba que algún día sucediese
algo así.
-¿Dónde lo entierran?, necesito decirle algo antes de
que lo entierren, por favor, dime donde lo velarán.
-No tengo idea hija, en el periódico de seguro dirá, yo no
puedo ir. Igualmente todo el país estará allí, de eso
estoy segura. La idea de la libertad renació en Francia y

433
Elbio Aparisi Nielsen Ura

el mundo a partir de sus deseos de escapar de la casa.


Por eso escribió supongo, la novela. Ha logrado cambiar
el pensamiento colectivo, nos ha unido, sinceramente la
novela no me gustó pero lo que hizo luego fue increíble,
su vida fue de novela, ahora será miles quienes
fabricarán tonterías, prepárate para la insensatez del
mundo rosa._ sonríen cómplices y suspiran a juego.

434
Elbio Aparisi Nielsen Ura

76
“Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que
mueren merecen la vida. ¿Puedes darles la vida? Entonces no te
apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin
de los caminos.”

Francia está vestida de negro, el luto envuelve a


Europa em un voto de silencio, todos los medios hacen
eco de la noticia, el globo se estremece, todos los
idiomas rugen en una misma expresión primigenia. El
rosáceo del aspecto humilde hoy no tiene la calidez
propia de la cuidad, las callejuelas sombrías se inundan
de grafittis en su memoria, sus frases recreán una
crudeza literaria pocas veces vista. Los arreglos florales
fueron hechos por voluntarios, miles de ellos durante la
noche agolpados para asistir, desesperados por regalar
tiempo de sus vidas por el escritor repartieron rosas.
Toulouse es la capital de la novela, el lugar del
nacimiento, donde su vida tuvo varios encuentros con la
muerte. Franceses, Igleses, Irlandeses, Americanos,
Peruanos, Marroquiés, Daneses y alemanes, de todos
los rincones del mundo, todos unidos por los rostros de
asombro y pesadumbre esperan la llegada de sus restos
mortales. Las calles se encuentran repletas, 437.647
habitantes colman carreteras, plazas y parques, sin
contar los extranjeros del resto de comunas francesas e
internacionales. Sus restos románicos, medievales y

435
Elbio Aparisi Nielsen Ura

modernos conviven en un gesto de armonía hostórica, el


bullicio no se detiene, da igual si es de noche o de día.
Desde el balcón principal del capitolio se pueden ver los
caminos franqueados con vallas y vigilantes alejando a
lmirones. La única manera de despedir el cuerpo de
Lupho es haciendo la interminable cola de miles de
admiradores y partidarios políticos. El capitolio y la
amplitud de la plaza principal dan un aspecto de
grandeza inigualable, cubierta en los tres lados por
edificios austeros de ladrillos da junto a la iluminación
una imagen única del capitolio y su arquitectura clásica
urbana del siglo XVIII. Por televisión solo se puede
presenciar la lejanía del centro y las miles de cabezas
posando y aguardando el momento para despedir a su
héroe. Al terminar la peregrinación se dirigirá a la torre
de San Sernín donde sus restos descansaran bajo el
altar de la iglesia. Como el cuerpo de Santo Tomás
Aquino descansa en el templo de los jacobinos. La
construcción es única, en el techo la disposición de
aireadas columnas soportan las cargas articuladas de
nervaduras, un siglo de adelanto con respecto al orden
gótico y sus propuestas serán el ambiente para un
renovador de ideas y sueños. Tomada la noche, el
cuerpo será trasladado junto a los presentes, luego de la
ceremonia a la basílica de San Sernín o San taurino.
Durante las trece cuadras de distancia a paso lento y
silencioso, el respeto abunda, los ojos lloran y crean
barro al paso.

Carla y Lilén montan al último minuto en el avión, este
pasa algunas corrientes y tras unas horas de rezos logra

436
Elbio Aparisi Nielsen Ura

aterrizar sano y salvo en el aeropuerto de Burdeos


debido a una falla en el de Toulouse por saturación
privada, las familias ricas del mundo acuden de a
cientos con sus naces. Luego de viajar en metro,
auobús y demás vehículos públicos llegan a la prefieria
de la cuidad rosa. Desde la ventana del vehículo rentado
divisan un manto negro, como si la hubiesen vestido
para la ocasión realmente. Los principales edificios, las
plazas, todo se encuentra cubierto por el negro absoluto.
Carla no se asombra a diferencia de la conmoción de
Lilén. Se acercan y logran entender que parte de la
totalidad son personas, no dan crédito a la marea
humana en armonía.
Entorno = habitantes=visitantes.

-Madame, lo siento, no puedo acercarme más, sepa


usted disculparme pero debo detenerme._ dice el chofer
pasmado por la visual circunstante.
-Entiendo, no hay problema, iremos a pie como el resto
del mundo, aquí tiene muchas gracias, guarde el cambio
por favor._ abona el dinero y descienden del vehículo
rápidamente.
-Tenemos que apurarnos._ dice Lilén con algo de
agitación, su ansiedad se dibuja en el rostro.

Pronto se suman a la multitud, pidiendo disculpas a su


paso, logran adelantarse en el transito a la iglesia. Carla
se pierde en el camino sinuoso, la juventud de su hija y
el deseo no le permiten preocuparse por su madre, solo
busca a su padre entre la multituda. Lilén sigue sin
darse vuelta, quiere despedirlo como el resto, saber de

437
Elbio Aparisi Nielsen Ura

su apariencia y pedir su legado ante el mundo, le


corresponde, pero esos son temas de los adultos, lo
cual no le sienta bien, descarta lo último para el futuro.

Los cabellos negros, los sombreros, vestidos del color


de la noche, hasta el éter ofrece su pésame, en tonos de
grises casi negros mantiene fuera de cualquier luz
blanca ruidosa y molesta del contexto mortuorio. La niña
preadolescente logra llegar hasta el límite, unos
hombres de contextura extragrande protegen el ataúd
donde reposa plácidamente el gran escritor Francés.

-Por favor señor, me deja ver a mi padre, necesito verlo_


intenta que la escuchen, mide medio metro menos que
el hombre de seguridad. -Señor, es mi padre el que lleva
usted, ¿me deja verlo por favor?_ pregunta encolerizada
y con algo de ironía.
-No, debe alejarse, señorita, aléjese por favor. El señor
no tuvo hijos.
-¡Sí!, soy yo la hija, mi madre me lo ha dicho, ella es
Carla la esposa de mi papá, ¡déjeme, juro que digo la
verdad!, por dios y la virgen tiene que creerme.
-Niña debe moverse, está estorbando, haga silencio
tenga respeto y deje de mentir, el resto de la gente lo
hace.
-¡Es que yo no miento!, no entiende, el que está allí es
mi papá, ¡mi papá!, no soy terrorista ni periodista, soy
una joven, ¿qué puedo hacer?, déjeme.

Entiende que no puede acceder de ese modo, gira


furiosa, algunos le gritan, insultan, rápidamente busca

438
Elbio Aparisi Nielsen Ura

un lugar por donde infiltrarse. Siguiendo el giro que da


límite (por los guardias) logra dar con el frente, los que
caminan y miran hacia delante con sus gafa oscuras, sin
mirar hacia abajo. Da cuenta que puede meterse de una
vez por el frente de la peregrinación, lo hace, no piensa
en las consecuencias, solo quiere verlo. Fiel a sus
herencias familiares, mantiene el objetivo claro, como lo
hubiese querido su autor de los días, Lupho su amigo y
ahora familia. Agotada se apoya contra la valla y toma
un respiro intenso, dice algo entre dientes que no se
entiende, se hace un poco más pequeña de lo que es y
se escabulle en su destino inmediato, Carla mientras se
aísla en el cielo. Los guardias no la ven pasar hasta
sentir (los dos del frente) en sus piernas un leve temblor,
un sacudón en los pantalones, como si algo los hubiese
rosado, creen que es un perro, miran los dos juntos
hacia abajo sorprendidos, de repente y sin avisos, Lilén
se para en seco frente al ataúd con tapa de cristal,
inscustaciones de diamantes y decoraciones de oro.
Envalentonada por su logro, sube al carro fúnebre sin
meditarlo, arrodillada logra tomarse de una manija de
oro y erguir su cuerpito para lograr estacionarlo
suspendido, solo ella y él, sin futuros ni pasados.

-¡Miren!, alguien divisa el movimiento extraño, los


guardias detienen la marcha y el carro, la joven frunce el
seño, todos la miran como si su tarea fuese una
travesura de invierno.
-¡Es mi padre!, quiero conocerlo, ¿qué miran?, ¿no me
creen?, ¡no me importa una mierda!

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

El gentío atónito contempla la escena, el bullicio se crea


en insultos, un guardia quiere sacarla, alguien lo frena,
el alguien que anteriormente descubrió su existencia.
Las cámaras se encienden, cientos de luces rojas
flotando aseguran a Lilén.
-¡Déjenla, no hará nada!, cree que es su padre.
-Pero señor, Lupho no ha tenido hijos, ¿cómo podemos
permitir una mentira así?, emitirán esta locura en todo el
mundo señor._ lamenta el guardia por lo bajo.
-¡No importa, lo hecho hecho está!, dejen a la niña
conocer a su héroe, al menos demuestra el fervor que
generan sus atributos._ Sus palabras callan y elaboran
obediencia.
-Han sido una bellas palabras._ agradece admirado por
la sensibilidad de su jefe.

El guardia de mando hace una seña general, la


normalidad pese a algunas quejas de ancianas continúa
con la peregrinación, solo restan tres calles hasta la
basílica de San Sermín.

Parada frente a su padre, el autor de su alegoría ideal.


El brillo del vidrio la junta con él, como si la fotografía
fuese en una tarde lluviosa disfrutando de un viaje de
tranquilidad por el campo. Él, su rostro permanece en la
quietud imposible en vida. Lilén coge con sus manos la
boca, igual a su madre al punto de llorar, bosteza, se
rasca la cabeza, mueve los dedos de sus pies. Observa
en el cielo las nuevas formas de las nubes sin quitar sus
palmas de los labios.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

El mundo observa, las cámaras no quitan sus objetivos


de la escena, el resto de negro noche comienza a creer
en la joven.

-Mamá me lo dijo… hace muy poco tiempo… no puedo


creerlo que haya hechoo esto, esa gente no cree quién
soy, mamá me lo contó todo, si esa gente sabe letra a
letra la novela sabrá que esto es real, es el final de uno
de los personajes… todas las noches pensaba en cómo
serías, recortaba trozos de periódicos y dibujaba por las
noches los rostros de ellos, ¡tengo una cucha en mi
dormitorio para cuando estoy triste!… pensar que te
tenía tan cerca mío, ¡soñé mil y una noches con tus
personajes!, eres un hombre distinto, hoy has hecho
historia, nos separamos solo por un momento, tranquilo
como tu decías, la vida es un oasis finito en un desierto
frío y energético...te amo, papá, no te olvidaremos
jamás._algunas lágrimas corren los rostros del común
denominador ferviente. Oye su voz repetirse a lo lejos,
algunos susurran, el efecto se prolonga hasta generar
un bullicio altisonante.

Alguien, ese alguien la agarra por la cintura y la


desciende junto al movimiento un aplauso ensordecedor
comienza teniendo el final a la entrada de la basílica.
Lilén camina de la mano con alguien, no comprende qué
es lo que sucede, está desorientada, busca a su madre
pero es imposible concentrarse tras las emociones
fuertes que acaba de vivir.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

La monumental obra comienza en piedra Romana y


termina como toda construcción del siglo XVIII en
Toulouse, en ladrillo rojo anaranjado. Dentro, la iglesia
compuesta por cinco poderosas y sólidas naves
estremece por su hermosura devenida de la divinidad o
de un genio constructor predictor del futuro.
Colocan el féretro en el altar junto a las majestuosas
esculturas de oro. Alguien se acerca, saluda a la joven y
da un discurso ante el gentío espectante, eso no le
importa a Lilén, irgue su cuerpito y se escapa de la
teatralización de la muerte, ya ha hecho lo que deseaba
la mochila se ha ido. Corre liviana de peso, no hay
trabas ni malos recuerdos falsos sobre su posible padre.
Fuera en la marea de fanáticos, entre sus gritos y
sollozos, busca a su madre, en la multitud como si las
mentes coincidieran se reúnen en la puerta de la
basílica.

-¡Vamos mamá ha sido fácil encontrarte eres la única


que no viste como ellos!, no importa, me faltan cosas,
luego con el tiempo reclamo mis cosas_ Carla gesticula
sorprendida por las palabras de su hija, no sale del
asombro, es una joven muy lista.

Se retiran ante el velo negro que cubre la cuidad y los


pájaros azules que sobrevuelan la torre de la iglesia
rompiendo la barrera del sonido que resuena tardía una
y otra vez.

-Antes quiero enseñarte algo_ le dice Carla sujetándola.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Mamá mira los pájaros azules, ellos estaban siempre…


también el día de la huida, lo ha descrito perfectamente.
-Si hija, él lo sabía, lo supe cuando una noche de lo
dictó dormido…

Ambas caminan de la mano hacia donde Carla quiere ir,


Lilén se pregunta qué es lo que va a enseñarle su
madre. La intriga le gusta, al igual que su padre se come
las uñas mientras andan.

Entre velos negros se vislumbra el colorado del ladrillo,


una puerta y un pedacito de ventana, la mirada de la
niña sigue la línea hasta lo alto del techo, donde por
sorpresa descubre que no existe tal cubrimiento.
-¿Es lo qué yo creo que es?_ pregunta con los ojos
cargados de lágrimas detenidas por la angustia sobrante
contenida. Son de esas que solemos tener cuando
bostezamos por alegría en un recuerdo en conjunto con
un amigo, justo ese tipo de orgullo pesa en Lilén, la hija
de Lupho el escritor Francés que logró dar nuevos
rumbos a la sociedad global con un gesto de cambio.
-Es la casa hija, ya sabes, ¡lo que queda de ella!, ¿la
vemos juntas?, ven, ¡vamos!, ven hermosa._ determina
con la alegría de la madre satisfaciendo a la hija
malcriada.
-¡Sí!

Pisan el primer escalón de la puerta principal, por donde


pasaron miles de veces Carla y santiago al salir a hacer
las compras una vez por semana, por donde también

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

ingresaron el ultimo día el gato y el ratón, trayendo


consigo a la milicia.

-Todo esto me parece tan familiar, no puede ser, si es


como me lo imaginé, mira mamá, la cocina, el comedor
donde tú tenías los mismo episodios que yo cuando era
niña.
-¡Es cierto, lo tienes todo en la mente!_ asiente mientras
recuerda cada cuadro en un instante mental, viéndolo
todo en una presentización del pasado, en su película
sin cortes. Nunca creyó caminar nuevamente la casa y
con su hija, continúa con su recorrido de investigación
sumida en una exaltación permanente.
-¡Las cuchas!... el gato… ¡mamá!... ¡ven rápido!…
mira… ¡es el gato blanco y negro del que contaba papá
en la novela…. ¿Pero cómo puede ser?... ¿si era él el
gato?... no comprendo.
-Yo tampoco hija… ¿Cómo pudo saber de su muerte, y
la posición, si él ya no estaba? … algo pasó aquí…
¿cómo es posible que nadie dio en la cuenta de eso?
-Quizás porque tú solamente sabías que el era el gato
que contaba todo_dice la niña no tan niña, meditando
sobre el enigma.
-La cucha de los suspiros … la de Lupho… no puede
ser… todo es tan igual a lo que me imagine… la
humedad, ¿por qué no hay?
-Si te fijas bien, el techo desapareció, seguramente por
la cantidad de humedad en el ambiente hizo que se
desgasten los tirantes y demás soportes del techo,
aunque los roces de las bombas fueron con seguridad

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

las verdaderas culpables._ ahora el aire recorre todos


los cuartos y sale nuevamente hacia fuera.

El gato, su mirada suspendida en su reflejo se mantiene


en la finitud de su organismo, seguramente alguien logro
luego del fin de la milicia y su guerra sin sentido,
embalsamarlo para mantener su ilusión por algunos
siglos más.

Dos frases escritas por Santiago se elevan por la cucha


vacía del cuarto contiguo.

"Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y


respuestas se encuentran en el perro."
“Si conoces las grandes respuestas del universo, no lo
digas, enrolla el papiro donde las has escrito y entiérralo
a dos metros bajo tierra, donde los muertos no puedan
leerlo”

Adoraba a Frank el agente de seguros, decía que la


metamorfosis era un proceso de su vida trasladado a la
magnificencia de las fantasías para que nadie sospeche.

Un silencio. Algunos suspiros junto al reconocimiento


mental de la realidad y la ilusión en jaque pastor.

Solas palpan el color de las manchas de sangre


seca, ahora en un naranja ladrillo dibujado por las
manchas de suciedad.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

77

Las ventanas sienten el calor hermoso de la mañana y


el respiro de no soportar más la noche fría, peligrosa y
revuelta de historias trágicas. Allí están, en la cocina,
amasando el pan casero con la paciencia del monje,
mientras cada una imagina sus recuerdos y habla con
su voz interna discutiendo el pasado inmediato, más
bien dirigiéndolo entre el té de hierbas silvestres y los
trozos de galleta.

Santiago no quiere dormir más anda cansado de soñar


todo el día, imagina el mundo desmejorado, rodea con
sus ojos las paredes que le vieron sufrir, sentado sobre
la cama apoya su mentón aguardando lo que en unos
momentos será su despedida definitiva. La celda luce
como un dormitorio de pobre, tiene fotografías con
amigos reclusos, en el baño, en el patio de recreación
diario, en el comedor, junto a sus amigos de la cocina.
Decenas de libros posan en el anaquel fabricado por él
mismo, Allende, Antillano, Sequera, Nerón, Doyle, Moro,
Asimov, Osho y unos cientos de otros amigos invisibles.

Reparten las rodajas calientes, recién horneadas, el té


con su reposo y abren la puerta, van a la galería donde
las esperan las sillas y la pequeña mesa. El campo y la

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

vista del océano es magnifica, el horizonte marca la


línea del después invisible, hay manchas que suponen
embarcaciones de pesca y recreación. No hay nubes
ergo el sol ilumina de forma indiscriminada todas las
partes de la casa, incluso los rostros de ellas dos por
relejo de la mesa.

El guardia amigo abre la celda, intenta decir algo y se


detiene, piensa, suspira.

-Bueno Santiago es hora señor, todos están esperando


para despedirte, quiero que sepas amigo que estoy muy
orgulloso de haberte conocido, nadie podría igualarte. Te
quiero mucho, cuídate y ¡no vuelvas!_ el abrazo fraternal
se funde en otros cientos con amigos, compañeros,
guardias, hasta el mismísimo director de la penitenciaria.
Su segundo encierro fue una sentencia discutida pero
real, Santiago asesino cruelmente para no volver a las
calles por años. Duerme tranquilo, ese hombre había
matado a tres compañeros, su acto acabó con la mafia
interna y muchos cayeron detrás de él, fue un ejemplo
que no pudo escapar de la veradera justicia.

-Estoy algo agotada mi amor, ¡ayer tuve que luchar con


esos caballos!_manifiesta Carla con pesar, luce distinta.
-¡Mamá!, es hora que delegues el trabajo, no tienes
edad de trabajar, con el dinero que tenemos podrías
viajar por el mundo, darte gustos que pospusiste.
-¡Sí, claro!, pero todavía no, en un tiempo pensaré en
algo para mí. ¿El estudio?, ¿estás preparando la tesis?

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-La termine ayer, me siento aliviada, ya no me quedan


materias que cursar, lo teórico está hecho. Ahora espero
la nota y ojalá, crucemos los dedos ¡así me recibo otra
vez!
¿Cómo suena doctora Lilén, cirujana?
-Jajaja. ¡Me encanta!, de tu boca suena importante, sin
tu ayuda no podría haber donado tanto tiempo para las
especialidades, no quiero ser pesada mamá, pero eres
una gran mujer, voy a recompensarte en cuanto pueda.

-No puedo describirles lo mucho que me hicieron daño


en mi primer encarcelamiento injusto, tampoco lo
muchísimo que me hicieron bien después al recibirme
como un ser de bien… perdonen mi dicción… es que
estoy algo nervioso… dejé mi vida aquí, deposité todos
mis ahorros mentales para verlos crecer de otra manera,
bajo la verdadera justicia que poco a poco está
poblando el resto de cárceles de Argentina y nuestro
bendito país… compañeros, me llevo gran parte de sus
vidas en este músculos que sigue palpitando de
caprichoso nomás… sin eso nunca hubiera aguantado la
pesadez del tiempo, gracias... gracias... ¡y no voy a
volver!, cuando quieran pensar en mi piensen en el
agua, al beberla, en las duchas, o admirando el mar
cuando salgan de aquí a ser mejores personas. En uno
de mis viajes descubrí que el agua es llamada de mil
formas distintas, pero una caló hondo en mí, fue
especial, es un idioma que desconocen, muy antiguo...
en Euskera al agua la llaman “Ura”, allí estaré amigos,
según un cantautor "si el hombre es un gesto, el agua

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

es la historia, si el hombre es recuerdo el agua es


memoria" En el comedor algunos están parados sobre
las mesas, otros en las sillas, y la totalidad coinciden en
aplaudir con una ovación que desborda en lágrimas.
Santiago Valles queda en libertad, sus últimos pasos
son de dolor, exactamente 13 pasos lo separan de la
calle y sus nuevas reglas, a cada paso ascendente mira
el por qué de sus acciones, de su suerte. Se perdona
así mismo y al mundo, solo quiere vivir un rato más,
conocer la evolución, arrastras ideas, sugerir, resolver y
alejarse.

El sol calienta algo más el techo de la galería, ellas


juntas continúan platicando sobre algunas trivialidades
mundanas de la vida y sus inesperados sucesos. Lilén
cuenta alguna de las peleas con su novio, los
planeamientos para el futuro, sueños… todo corre sin
tapujos entre ellas, sin mochilas de acero y la tormenta
mediática detrás hacen borrón y cuenta nueva.

La calle no es la misma, los automóviles dehambulan sin


problemas, la gente pasea con sus hijos, nadie parece
estar del otro lado de la ventana, no hay tensión. Al cabo
de unos miles de metros pasa por el frente de la escuela
donde ellos y él eran ultrajados por la maldad del
predicador de palabras falsas y gorros gigantescos. La
relee la inscripción sobre el trato social y recuerda las
palomas sin olivos ahora tienen sentido los colores.
Intenta no recordar el resto de sucesos, de alberga entre
las sonrisas de unos niños que juegan en el patio. Cruza

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

la esquina donde se suponía el bar del gallego, hoy


ocupada por una pizzería de poca monta con una
motocicleta sin pedales estacionada con un letrero. Ya
en la playa donde mejor se siente su alma ve como
cada ferry al llegar no se encuentra con familiares en
huidas o vueltas accidentadas.

-Hoy todo es un cartel gigante, la televisión tomó las


calles, la publicidad es aberrante, ¿Cómo lo soportan
estos?_ piensa mientras paga el boleto directo a Buenos
Aires, el poco dinero ahorrado por el trabajo en la cocina
está contado y recontado para el viaje de ida. El ferry, la
baranda, todo le recuerda como era en esa vuelta donde
Mariana aguardaba inquieta su llegada. El Río de la
Plata brilla sin cambiar su movimiento, eso es lo que
cuenta, sus brillos de metal al sol serpenteando lo
estremecen excesivamente.

-¿Habrá vivido Martín?, ese pibe era un viejo en un


cuerpo enano, ojalá que haya resistido toda la mierda de
esos hijos de puta. Si vivís Martín, yo Santiago Valles te
deseo lo mejor, no hay tiempo para arrepentimientos,
nos diste felicidad, jugamos a ser papás con vos y eso
es el tesoro más grande que me quedó, chau.

Luego de caminar y recorrer cada centímetro de la


capital, cae en la cuenta de que realmente lo hizo solo
para llegar a un lugar de egresos y regresos, sube a un
taxi tras caminar por la calle Corrientes contaminado de
luces y desbordada de gente frenética por tener algo.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Hola, al aeropuerto de ezeiza por favor.


-¿Está seguro señor?, es muy caro.
-¿Tengo cara de pobre?, sí, quiero ir allá, ¿cuánto me
vas a cobrar?
-Sesenta y dos pesos, menos no puedo, si fuera mío el
taxi si, pero no tengo esa suerte.
-Tuteame, soy grande pero tampoco un viejo che.
-Está bien, voy por la autopista.
-Hacé como quieras, me quiero ir de este país.
-Y yo, si tuviera los papeles ya estaría en España, pero
no tengo esa suerte, acá la vida está muy jodida, tenés
algo y te están mirando para afanarte, ¿me entendés?,
vos no sos de acá.
-Soy uruguayo, soy de acá pero no, recién salgo de la
cárcel, no sé por qué te cuento esto, total me da igual,
no voy a buscar trabajo ni casarme.
-Mi hermano estuvo, la pasó muy mal en Olmos, murió
hace dos años, tuvo suerte que salir entero.
-¿No te dije que me tutearas?, sí, me metieron por una
locura que hice, pero me trataron muy bien, sabes, mi
generación no es como esta, ahora a todos estos les
chupa un huevo lo que hacen esos forros de mierda,
política, son chorros.
-Son los peores, nos dan por atrás y no nos quejamos,
después decimos que fuimos potencia, jajaja.

Se despiden, una rubia de ojos sinceros le entrega tras


el previo pago el billete al sur de Francia, allí tiene que
encontrar a su antigua compañera de casa.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

Ya en la noche, pasadas las ocho preparan algo para


cenar, una fríe carne y la otra prepara la ensalada y el
postre. Hoy se suma a la familia Santino, el futuro
marido de Lilén. Entre pavo y helado dialogan como una
familia numerosa, a los gritos limpios discuten sobre
política e historia, Santinno es historiador y hace honor a
su profesión defendiendo lo que expone frente a Carla y
su novia, sigue queriendo impresionarlas y esta noche
bienagraciada le permite hacerlo sin problemas.

-Tienes razón Santino, deberías escribir un artículo, es


un tema interesante que la gente debe leer._le propone
Carla entre vinos y cigarrillos.
-Gracias señora, viniendo de usted es un halago._ con
una seña le pide abrir otra botella a su hija.
-Lo menos que espero de ti es paciencia cuando lo
pasen muy mal y sinceridad cuando todo sea rutinario,
recuérdalo conmigo has ganado una nueva madre, ven
aquí, ¡hasta borracho eres tímido!

Santiago llega a París-Orly, asombrado por el paso del


tiempo respira al pasar por el tubo y encontrarse
nuevamente pisando suelo Francés. Tiembla y se
recupera, allí fuera, detrás del cristal el sol cae
lentamente, el flaco inmóvil atesora sus pensamientos
mientras un avión levanta vuelo y desaparece. En un
salón donde hay muchos teléfonos y algunos árabes
sentados comiendo se detiene susurrando las palabras.
Marca números, comienza a hacer llamados, uno tras
otro, primero a la operadora del país, habla en Francés,
luego en italiano, inglés, busca sin cansacio el teléfono

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

de Carla. Desconfiado termina por llamar a la operadora


de Irlanda donde da con dos nombres posibles. Apunta
en un papel mugroso el teléfono, suspira, toma aire,
mira hacia arriba, hacia abajo, marca nuevamente el
teléfono, el pulso le falla, vuelve a marcar.

La cena tiene unas vetas políticas al final el café lo


suaviza todo, ahora mismo hablan de un asesino serial.

-...Descuartizó a la mujer, con sus trozos hizo guisados,


carne asada hasta dejarla huesos durante dos semanas,
luego volvió polvo lo que quedaba y lo esparció por la
calle mientras cainaba. Esperó dos días, entró en un bar
con un bidón de gasolina, encapuchado y a los gritos, en
la bodega esparció todo y prendió fuego a los camareros
las cámaras no pudieron inculparle, tenía tres tickets de
compra en la misma hora, ese tipo era un genio
encubierto por la enfermedad mental que acusaba.
-Hay baches de la humanidad que no podemos descifrar
con teorías, el misterio de la evolución se centra en la
violencia indemne, escondida bajo la moral. ¿Qué lo ha
llevado a depender de la sangre para vivir?
-Pues... un añor después sin la policía detrás cometió...

Suena el teléfono.

-¡Yo atiendo mamá!_suena tres veces… el sonido cala


hondo en Carla, su corazón se acelera y no habla.
-Hola… sí… ella se encuentra aquí… perdón… ¿con
quien tengo el gusto de hablar?... no es posible... sí,
perdone, es que, ahora mismo le paso con ella.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-¿Quién es hija?_ pregunta Carla asustada por la cara


sin gesto de Lilén.
-¡Es Santiago Valles!, no sé desde donde habla, es él,
me lo dijo, vamos, qué estoy segura que es él, ¿puedes
creerlo mi amor?, justo hoy... la vida es tan rara.
-¡No puede ser!, no...
-¡Sí, lo es mamá!, está al teléfono esperando a que te
decidas a hablar.
-¡Está bien, está bien!

Se dirige al teléfono que está al cruzar la sala, trastabilla


por los nervios. Toma el tubo de plástico blanco, lo mira
sin dar crétido a lo que ve, apoya su oído suavemente,
aguarda un segundo. Escucha el ruido de la línea.

-¿Santiago?, ¿Santiago?
-¡Sí Carla soy yo!, ¿te acordás de mí?, vivimos un
tiempo en una casa en Toulouse, fue hace tanto tiempo,
me imagino que sí te acordás, voy a ser franco, no sé
como fue tu vida, estuve lejos de todo desde allí, estoy
confundido y algo triste, ahora mismo tengo que pedirte
algo, ¿podemos encontrarnos en algún lugar?, necesito
decirte algunas cosas.
-Sí, sí claro, pero ¿dónde estás ahora?
-En París, podríamos encontrarnos en Italia si te parece.
-Pero tardaría un día en llegar.
-Espero, hay un bar en la playa de Anzio, fijate en el
mapa, la playa se encuentra a la salida del puerto, al
final. Te espero en la playa, mañana por la mañana, no
te preocupes por mí, te espero, ya estoy acostumbrado
a esperar.

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

-Sí, sí claro, pero… bueno.


-Por favor, es solo mañana, no es dinero, no temas, sé
que después de tanto tiempo es raro, pero si no lo hago
ahora me voy a arrepentir.
-Bueno mañana estoy allí… ¿pero cómo estás?, ¿te ha
pasado algo?, tengo tanto que decirte, es una alegría…
(Corta el teléfono, el sonido de la línea la deja muda).
-¿Qué pasa Carla?_ pregunta Santino.
-¡Ha cortado!
-¿¡Que ha dicho!?_ aplaude abrazada a Santiano.
-Mañana tengo que estar en Anzio, en una playa.
-¿Italia?, jajaja, es increíble, ¡por Dios mamá!, ¡qué
alegría!
-Eso mismo iba a decirle pero me he quedado con las
palabras en la boca jajaja.
-Era de esperar de Santiago. ¡Vas a ir!, ¡vístete que
ahora mismo te llevamos al aeropuerto. Amor compra un
billete en internet mientras ayudo a mi madre.
-Ahora mismo, marchando.
-Eres un amor Santino, pero no hace falta, es una
locura, ¡una completa locura!, ya no estoy para esto.
-¿Qué dices?, ahora mismo subes conmigo a elegir la
ropa.
-¿Pero no les parece raro chicos que llame después de
tantos años?
-Sí, pero ¿le haces caso al tiempo?, nesecitas esto
mamá, este hombre es la clave para que sonrías otra
vez, ¡tienes todo!, sonríe, vamos, me parece que un
rosa te sentaría muy bien._ mientras habla no hace más
que pensar en sus gestos heredados, en la inteligencia,
en todo el trabajo bien hecho que la gratifica.-Esa

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

camiseta tiene estilo, no es tan señorial, te sienta muy


bien, ahora este pantalón, no, mejor el blanco, es más
suelto, vas a estar más cómodo, una sandalias a juego y
mírate al espejo, ¿qué ves?
-¡Qué estás loca como tu padre!, no piensas en nada, se
te pone algo en la cabeza y mírate, ¡estás más
emocionada que yo!
-Esto es lo que soñaba para ti, estás genial.

3 AM de la madrugada.
En el viaje surgen mil interrogantes acerca de cómo,
cuándo, dibuja en la oscuridad de la cabina del avión un
rostro envejecido pero alegre. No deja de rememorar los
días allí, la juventud le arrebata los años y por un
momento se olvida del tiempo, las guerras y los planes,
su hija tiene la vida que deseaba, no hay finales
oscuros, comprende que es hora de entender el trauma
que le atormenta por dentro y del cual no habla desde el
cruce fronterizo.

Se ha despertado, prefiere aventurarse en el llamado sin


estar al dedillo de las posibilidades, lo único que desea
es verlo, abrazarlo y ... hasta besarlo, se ruboriza de
pensarlo.

Anzio, Italia. 7.00hsAM

La playa está recién removida y limpiada por los


empleados del ayuntamiento corrupto. Todas las noches
son iguales, el festejo es total en la costa del mar tirreno,

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Elbio Aparisi Nielsen Ura

botellas de todas los tamaños reposan sin mensajes


ante el mar. Santiago lleva su bolsita blanca pegada en
el abdomen,tiene un resto de dinero y un abrigo.
Carla acaba de arribar en el vuelo de las 5 AM, tiene
miedo, algo de nervios, incertidumbre, ¿qué iba a
contarle?, al repasar rápidamente su vida da en la
cuenta de qué no hay nada relevante, solo el trabajo y
los caballos, eso a Santiago unos minutos puede
entretenerle pero luego, ¿qué?
Santiago piensa en Mariana, en su vida, en todo lo que
pudo ser y no fue, su repaso es aún más limpio, no
quiere hablar del pasado, está vivo y eso significa que el
milagro existe.
Ella se monta en un bus directo a la costa de Anzio, se
entretiene con una pareja besándose. Él se sienta sobre
la arena a evadirse frente al mar, respira como si nunca
hubiese anidado como una gaviota luminosa esa
apertura pulmonar, dialoga internamente, no puedo
entender lo que dice, pero puedo asegurar que está
cubierto de una paz que desconozco por el momento.
Comienza a sentir las cosquillas de la felicidad dentro de
los parámetros naturales de libertad rodeada de un
manto terrestre viajero. Se rasca la cabeza, hace una
mueca con su labio inferior, estornuda, mueve su culo
hasta hacer un hueco algo más cómodo y se despereza
como un gato, suena su cuello y se queda estancado en
el vacío del cielo que suavemente se mezcla entre
estrellas y celestes oscuros. La temperatura sigue
siendo baja, una brisa lo peina y reza por última vez,
aunque su fe se haya extinguido entre cenizas, lo hace
por respeto al pensamiento mágico que tanto daño hizo

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al escéptico durante siglos. Casi se arrepiente, pero en


un momento lúcido de auto crítica logra desprenderse
de sus prejuicios y lo hace en nombre de sus
compañeros convictos, “Padre que estás en el cielo,
bendito sea tu gracias, tus chistes... haz de esos
hombres ovejas de ganado limpias...”, repasa otra
invención ignorante pero repleta de bondad a la gloria
del héroe que revolucionó y murió solo en Bolivia y por
la mujer que le devolvió la esperanza que había perdido
ante la lluvia de maldad militar e igual de idealista.
El bus llega a destino, Carla lo único que hace es
apresurarse como una niña en vacaciones, sabe que
está esperando solo desde la madrugada. Sus nervios
van aumentando a medida que camina por la calle del
puerto, son escasos metros los que los separan, repera
en los mosquitos flotando en un farol de época.
Santiago obnubilado por la belleza del mar siente como
quien revive la mirada juiciosa penetrar dentro de sus
pensamientos. Carla solo camina recto como si
estuviese en una cuerda ante un precipicio de
respuestas inentendinbles, no piensa en nada más que
en eso, tratar de mantenerse en línea y no caer en la
desesperación. Él espontaneamente suelta una sonrisa,
un bulto se disfraza figura, la sombra se tiñe de luz para
convertirse en una persona real, su mente se aclimata
como si nunca se hubiesen separado en la huida, siente
estar jugando en las calles de Toulouse una tarde de
compras.
-No cambió tu manera andar, tu cara, che, pero estás...
tu pelo lo tenés perfecto, estás más hermosa de lo que

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recordaba en los cuadros borroneados de mi mente. El


tiempo te sienta muy bien.
-No puedo creer que estemos aquí, déjame sentarme
porque no estoy en mis cabales, creí por momentos que
todo había sido un sueño surrealista, que no
existías._rompe en espasmos.
-Dame un abrazo, solo necesito eso, vení, tenemos todo
el tiempo del mundo, yo siempre estuve con vos, no te
sientas mal, el círculo puede cerrarse, no quiero traerte
tristeza, no es mi intención.
-No es eso, no seas tonto, ¿quieres?, es que...
Se mantienen tiempo unidos por esa fuerza que dicen
singular llámese amor, amistad, o altruismo emocional.
Los veraneantes, ciudadanos y turistas del día pueblan
con el ritmo de la temperatura la enorme playa. Un leve
bullicio se mezcla con el mar, siguen desperdigados,
más que nada son parejas sin niños que desean
capturar la estrella oscilante en su apogeo matutino.
-Tengo tanto que preguntarte, todo este tiempo me sentí
tan perdida, fuiste un oasis, pasaron muchas primaveras
amigo, quiero hablar como lo he ensayado y no puedo
aplicarme, estoy estúpida, pérdoname._ es Carla la que
utiliza su lenguaje de tono sutil y enamoradizo.
-¡Callate boluda!, ¿vos estás loca?, jajaja, sos tan
bonita, sigues igual de dulce, pensaba en eso cuando
llegaba acá. Tenés el ángel posando en tus hombros, no
pienses tanto, no me importa lo que digas, no te sientas
mal por lo que digo. Nuestras palabras sobran Carla, no
te podés imaginar lo tanto que pasó por mi puente,
¡cuanto agua contaminada!. Mis tardes tenían mucho de
Mariana y de vos. Te eché de menos, te extrañé como

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un gorrión mojado tirado a la suerte, busqué Carla, juro


que intenté hallarme en paz pero no. La vida me ganó la
pelea... a vos te noto limpia, puedo olerte el alma, amiga
no tenés pesar, tu mente obstruye un campo, solo uno,
elije alimentarlo con mi paz y la de Lupho. Te quiero.
-Y yo también... sabes lo de Lupho, supongo.
-¿Cómo no voy enterarme?, si todos sabemos de él, se
mantuvo vivo dentro mío, en cada segundo que lo leí
encontrándome a mi mismo en la locura de la guerra y el
horror, ese tipo es un genio, pensar que no supe
conocerlo, me arrepiento tanto. Me dio vida en la
oscuridad Carla, ese hombre fue otra cosa.
-No logro comprender como pudimos huir así, fuimos
cobardes.
-¿Cagones nosotros?, vos estás loca Carla, ¿todo eso
pensabas mientras crecías?, ¿leíste la novela completa
de Lupho?
-Sí, más de una vez.
-Parece ser que lees lo que querés entender, por Dios
Carla, ¿esa carga te pesa desde entonces?
-Sí, no sé, sí, creo que sí, no voy a mentirte, me sentí
muy mal, luego la muerte de Lupho, no saber nada de ti.
-Tenías la novela para conocer el futuro, tenés que leerla
con tranquilidad, te aseguro que vas a limpiar tu mente.
-Voy a hacerlo, pero ahora tenemos de qué hablar.
Aunque te parezca lo contrario, la vida se me presentó
muy dura, pasé por pruebas que no imaginaba junto a
Lupho. Soy madre de una niña especial como su padre.
-¿Qué?, ¿Cómo?_ pregunta entre saltos de alegría y
duda, el mundo cae sobre sus hombros.

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-¡De Lupho!, tranquilo, ¡qué cara has puesto!, la tuve en


Islandia, pase un tiempo largo allí, con un bache que no
quiero recordar.
-¡No lo puedo creer!, no lo imaginaba, para nada, pará,
voy a tomar un poco de aire, me subió la presión de la
emoción._ el mundo desaparece de su espalda.
-Ni yo al saberla dentro, pero es la luz de mi vida, todos
los días agradezco tenerla cerca, verla crecer tan sana
normal y sin contracorriente, no como nosotros.
-No te lamentes, tu camino tuvo un sentido, fuiste el
detonante para Lupho, ese genio despertó al conocerte,
donaste al mundo una pieza gigante. Carla mirame, no
seas evasiva, ¿sigues así?, ¡mirame!, perdoname, pero
no puedo verte así. Sos muy importante, sos una mujer
increíble, me hubiese gustado enamorarme de vos, no
pasó, ¡pero no me lamento!, cambiá esa carita.

El día tiende (por sus pinceladas al agua esparcidas) al


gris nublado, el viento corre progresivamente, en el cielo
algunas gaviotas surcan el éter en bandadas formando
una letra o punta de lanza, la gente comienza a irse de
la playa ahuyentados por un pronóstico recitado por los
altavoces. Ellos van directo al bar que da frente a la
playa, la terraza es magnífica, no tiene desperdicios.
Toman café con leche con medialunas (croissant), como
le gusta a Santiago, Carla lo acompaña en el capricho.
Charlan de sus desencuentros, de la casa, de recuerdos
bienaventurados, callan se estudian inmutados por
minutos silenciosos, observan la imposible contabilidad
del mar y esgrimen palabras de tristeza al recordarlo a

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Lupho. Brindan con lehce, beben, digieren, se ojean y


toman de la mano, las de Carla sudan.
Santiago comienza a llorar sin aviso, rompe en un llanto
que despierta a las miradas medio dormidas de los
turistas.
-¿Qué ha pasado?, ¿he dicho algo malo?_ pregunta
preocupada, desesperada, un infierno abre sus puertas
desde el interior del alma de Santiago.
-Es que desearía volverlo todo atrás... ya sé, es una
estúpidez, ¡pero es mía!, toda la mierda que tragué,
quiero pasar mis días con Mariana tomando mate, ¿eso
es tanto pedir?... fue mi culpa, no tuve el coraje de
callarme, de hacerme un hombre de verdad, ella murió a
causa de mis errores Carla, ¿entendés lo qué siento?,
vos tenés a tu hija, yo me hice de piedra, y ahora
mirame, sigo siendo el mismo sensible de mierda del
que te enamoraste por un rato, siempre me sentí tan
inferior a Lupho, ese hijo de puta tenía un don, era... y
yo soy un fracasado.
-No fue así Santiago, no te pongas así, no tienes por
qué sufrir, ya está, la política sacó lo peor de nosotros y
nos puso en contra de nosotros mismos. Ella dejó la
vida porque otros creyeron hacer lo correcto matándote
lentamente tus sueños, pero todo sigue de pie, eres el
mismo. Creo que hay un cielo para el perdón, allí en el
otro lado se van a encontrar, dalo por hecho, pero ahora
tienes que vivir, lo poco resta, al menos supervivir, ya
eres un héroe para mí. ¿Crees que esperaba esta
sorpresa?, te creía muerto, ¡muerto!, pero la vida es así,
agradezco que me buscaras al salir. Y quiero que sepas
algo, Lupho era un desastre en el noventa por ciento de

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la vida, su realidad no era la nuestra, era un ser


ausente, carente de emociones, lo odié Santiago, juro
que sentí odio, repulsión, pero comprendí que era mi
lugar, lo acabo de confirmar, me lo has dicho, fui alguien
importante para él, eso determinó que sea quién es para
toda esa gente que lo sigue después de muerto, su
realidad ahora vive en ellos. Pero tú eres tan fuerte, mira
yo tengo un campo muy extenso,tengo unas vistas de
película, me encargué durate años de plantar miles de
flores y árboles, es maravilloso, he construido mi edén
en vida, por si no existe aquello, ¿sabes?
-No preciosa, vine para verte, no hay edén en la tierra
que me quite el dolor de mis huesos, estás hermosa, me
enamoraría, no puedo estar acá, lo lamento. Quiero que
sepas algo, grabatelo en esa pequeña cabeza, vine a
comprobar tus ojos, todo este viaje fue solo para eso,
verte entera allí dentro.
-¿Por qué dices eso?, sí yo te ofrezco mi edén para que
lo compartamos, Lilén va a marcharse y yo me voy a
quedar sola. No voy a dejar pasar esta oportunidad, no
pretendo ser Mariana, pero..._su silencio estalla en
cristales interiores, flechas orgánicas que la inmovilizan.

Santiago recupera la movilidad de su cuerpo, aguarda


unos segundos mientras pesteñea para guardar el calor
invernal, una palabra se destraba, la determinación no
tiene contrarios, debe, puede, debe y quiere, debe,
perdón por la repetición pero está aunando fuerzas para
decidirse, quiere, quiere y suelta la mano de Carla.
Congelado por segundos trapspasa las vetas del iris,
cree meterse dentro de ella para expandirse, se acerca

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lentamente y choca sus labios con el rosa claro de los


de ella, siente su olor impregnarse en su nariz, luego lo
recordará, se sostiene en un beso interminable, los
turistas no dejan de comer esepectantes. Sus pestañas
rozan, abren los ojos y ven el iris completo, limpio,
viginal, aclarado y purificado. Se hunden dentro de cada
uno, se funden, conspiran para enlazarse en una
eternidad hipócrita aunque real.
Y suspiran por sí mismos, por el otro, la playa, el milagro
de la vida, el azar, las conjeturas malversadas y los
ciclos universales. Ahora, ahora señores, en este mismo
instante, unidos dejan la nimiedad insignificante para
transformarse en nimiedad verdadera y poco soberbia,
aceptan el tamaño real entre el sin fin de universos
latentes, que es lo más importante.
De repente, como el golpe accidental de un tren ante un
desprevenido transeúnte Santiago se corre, despega,
desune, suelta, desprende, desencola, coge su zapato
sucio al sacárselo, le sigue el otro, continúa con la
camiseta, se oyen las olas bramar, como si la llamada
natural callase al resto de alma impuras por desprecio o
por un sobrevalorado amor a la tierra.

-¿Qué haces?_ no logra procesar la información, sigue


conectada fuera de frecuencias con Santiago, al retomar
sus ojos él comprueba sus pupilas dilatadas, se dice por
lo bajo una frase hecha y frecuente, aunque no se oye.
El pantalón cae sobre madera barnizada, está desnudo,
apoya sus manos sobre su cintura, agita su cabeza,
cuenta hacia adelante y atrás, el bullicio intenta romper
el grito desesperado del agua, algunos gritan, dos

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camareros discuten mientras Carla simplemente sonríe,


cree que sus locuras no han terminado enjauladas, se
cruza de brazos y piernas, mientra suelta carcajadas
eleva su rostro una y otra vez con la boca abierta. En la
playa no queda nadie, el frío ha tomado protagonismo,
las nubes se oscurecen, cubren, ennegrecen, encapotan
o eclipsan apagando lentamente la realidad obligando a
forzar los músculos oculares. El sol participante
escurrido en la muchedumbre aprovecha desde su
posición para anaranjar el orbe y embellecerlo sin
medidas. El viento, galerna, ciclón, tromba, ventista o
aire comienza su labor de temperaturas y rozamiento.
Sopla enrareciendo las alamas presentes con temor. El
mar se enfurece. Truena a lo lejos con la amistosa luz
anaranjada. Carla cambia su rostro por el de angustia,
no sabe por qué le ha llegado, estira su mano todo lo
que le permite su extremidad, al descender su mirada
siguiendo el contorno de las piernas comprueba que el
cuerpo tiene marcas recientes y huellas ancianas
grabadas como testimonio, aunque los tatuajes inciten a
la distracción no pierde detalle. Cientos de grabados
gruesos y finos la convierten en una idiota que se queja
de la buena vida, tapa su boca con las dos manos,
quiere llorar, desaparecer o recluirse.
Su pie derecho destrozado y la falta de músculo en las
piernas evidencian un sufrimiento inhumano fuera de
dimensiones cognoscibles. Santiago salta con una
destreza envidiable, Carla en un intento avergonzado, lo
roza con la mano para detenerlo, la gracias ya era
suficiente, desciende aún más la temperatura. Comienza
a correr en dirección a la mar sin miramientos. Ella se

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autotranquiliza y preocupa en microsegundos, analiza el


entorno, pero no logra discernir lo que sucede allí fuera
del cuerpo, con dificultad desciende a la playa
cobijándose del viento acuoso con un paño, lo sigue con
algo de desconfianza y extrañeza. Santiago corre más
fuerte, lo separan metros de la inmensidad primigenia y
fecundadora de la vida. Las olas crecen, robustas,
hecúleas, recias estallan regando bruma suspendida
con sal. Suena como estruendos de bombas rompiendo
el sonido, en su mente. Corre y se aleja o acerca.

-¡Espera Santiago, puedes hacerte daño!, ¡ya vale, sé


que eres valiente!, ¡Santiago!, ¡vuelve aquí ya no eres
un niño!_gira su cabeza mientras acelera aún más la
velocidad, la energía brota de su esqueleto. La mira
entre la bruma, recupera el mar, las gotas penetran en
sus ojos, parpadea… cierra sus ojos cual clavadista se
lanza al agua a romper la superficie, a atravesarla para
llegar al centro de las respuestas… comienza a nadar
dotado de un impulso repleto de vigor, energía, potencia,
brío y fortaleza.
Carla insuficiente corre, colapsando su capacidad,
Santiago se pierde y reaparece con la marea. Apoya sus
manos en las rodillas cansadas, le duele la espalda, oye
los gritos preventivos del gentío detrás. El tifón se apaga
por unos instantes de lucidez o control divino. Unos
gritos se acercan sus oídos hipersensibles con el viento
afónico.
-¡El hombre en el desierto!, ¿recuerdas?, ¡estaba
muerto, Carla! Le había tocado el palo más corto, ¡por
eso lo tiró su amigo del globo!_ la bruma salada es

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barrida por un viento contrario al mar, las temperaturas


en choque disipan la visibilidad.

Santiago se adentra en el compendio de átomos sueltos


y iniciaticos, sus músculos se agarrotan por el sobre
esfuerzo. Los disparos inundan sus recuerdos, látigos,
sonrisas, estallidos y gritos recorren su hogar apagando
uno a uno los sentidos.

-¿Cómo logró mantener la solución?, ¡Santiago, vete!,


¡no vuelvas!, allí te esperan, ¡te quiero!_ los turistas
llegan a socorrerla, la rodean.

La mar lo abraza, lo traga y digiere a un hijo recién


llegado al nuevo mundo. Es una hormiguita que se
apaga lentamente observando el color del agua.

Las palomas azules se elevan como pájaros de lata


hacia el cielo y se pierden en la oscuridad de las nubes.
Carla cae de espaldas en la arena, las sigue mientras
desaparecen las últimas, estira sus brazos y piernas,
forma una estrella oscilante, los granos de rocas
continentales disgregadas y rejuntadas se escurren
entre sus dedos enfriando sus manos. Se siente estar
frente a un abismo anaranjado, repleta de paz ante el
peligro de esa presunta muerte sin avisos.

Se ríe a carcajadas limpias, ignorantes y optimistas,


sabe que Santiago por fin tendrá su verdadera libertad.

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Epílogo

-Santiago te he dicho que no me estés encima, intento


concentrarme por favor, de verdad, déja eso ya, calla un
poco, vete a mirar algo que te dé tristeza o melancolía,
tienes un mundo allí fuera para lamentar.
-¿Crees qué por habitar tu cerebro no puedo tener voz
ni voto?, ¿quién te crees qué sos?, puedo enojarme
mucho y no me jodas que me meto en tu memoria y te
armo un quilombo bien gordo como tú, ah no, esa no es
gorda ni grande.
-¿Por qué me hablas así?, tranquilo, vale, te pido que te
quedes calladito un ratito solamente, hay que hablarte
como a los niños para que te calmes, es que no puedo
escuchar a Carla así, ya sabes como es ella, para que
hable es un milagro y no tengo tiempo de sobra hoy.
-¡Qué no hable!, yo puedo cantarte lo que quieras, me lo
pedís y ya está. Estoy aburrido Elbio entendelo, con tus
ojos no puedo hacer nada, estoy cansado de ver lo que
inventás, para nada, si te gustara mirar por la ventana,
pero no hacés como todo el mundo, sentado frente a
una computadora sin sentimientos, el mundo cambió
mucho desde que me creaste es madrugada.
-¡Qué te calles!, ¿qué te pasa?, no te metas con lo que
hago, esas letras son las que te permiten vivir, así que
un poco más de respeto amiguito mío.

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-¡Santiago!, dice que te calles, sé más respetuoso, no


eras así antes, tranquilo, canta pero bajito así puedo
hablar con Elbio, ¿sí?, eres un artísta único, cantas de
fondo para que podamos hacer lo nuestro.
-Gracias Carla, ¿cómo estás?, fuera del centro universal
que nos rodea, quiero saber si estás preparada para
afrontar otra vida, quiero que entiendas algo, Santiago
está celoso porque eligió morir heroicamente sin medir
las consecuencias.
-Ya lo sé... ¿yo?, no lo sé, a veces me levanto muy
tirada sin ganas de nada, no sé si quiero seguir con
esto, fue algo muy bonito pero la tranquilidad suena
mejor, Lupho desde que murió no volvió a aparecer, a
veces siento que está cerca rondando tus pensamientos
pero bueno al menos me queda Santiago y el mundo
que nos dejaste tras las guerras.
-¿Quieres que cree otro mejor?, ¿repleto de bondad?
-De eso nada, ya tengo bastante así, deja, tú sigue con
tus novelas, pero es mejor que nos separemos, tenía
muchas ganas de decírtelo hace tiempo, ahora es un
buen momento para comenzar algo nuevo. Pero eso va
a exigirte un reto, ¿podrías olvidarnos en algún rincón
oculto de tus peores recuerdos?, no te lamentes, los dos
sabemos que tenía que suceder en algún momento, yo
no estoy triste, hemos sido compañeros de situaciones
muy pero que muy especiales, ¿me entiendes, verdad?
-Sí Carla, no esperaba que me salieras con esto, te soy
sincero, quería continuar Ura, pero entiendo por lo que
estás pasando, no quiero interferir en nada, está claro
que es mejor para todos, así puedo...

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-No te apenes Elbio, seguirás, hay millones de personas


esperando que las crees, yo he oído hoy al menos una
decena de ellas pero te niegas a usarlas y desaparecen
en tus memorias desechables. Somos amigos desde
hace mucho tiempo, te lo pido desde esas unión que
nos hace fuertes, no vamos a olvidarte jamás pero
queremos hacer nuestras historias, donde nos deposites
no es problema... confío en ti como en mi propia hija, no
voy a desdecirme...
-Decíselo, ¡decíselo!, tiene que saberlo.
-¿Qué dice Santiago?
-Es que...
-¡Vamos Carla tanta sinceridad y ahora esto!
-¡Está bien!... no me gustó nada que me hagas asesinar
a alguien, se lo conté a Santiago y pensaba decírtelo
pero no me dejas, siempre tienes conceptos más
importantes que analizar, llevo más de cinco años así.
No es nada, igual con el tiempo se me ha ido pasando.
-Pero sí tu no la tiraste, ¡se cayó sola Carla!, su impulso
hizo que se destroce en la escalera, tú, ¿tú?, eres
incapaz de hacer algo así, a Santiago lo he descubierto
pensando en ti de esa forma que sabes.
-¿Qué forma, Elbio?
-¡Es mentira, no lo escuches!, miente, es un pelotudo,
encima mentiroso, qué se calle por favor, no lo aguanto.
-¡Déjalo hablar Santiago!, ¡calla!
-¡Pero miente!
-¡Qué te calles de una vez!
-Ya sabes, ¿qué puede pensar un hombre contigo?
-Será... pero... ¿por qué no me lo dices Santiago?, Elbio
no puede mentir, es su mente, parece que te olvidas,

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tantas idas y venidas con tu dictador te ha hecho perder


la dignidad.
-¡Sos un hijo de puta!, tenés que joderla para que siga
con tus novelas baratas, está bien, me voy, me da igual,
en algún tiempo van a terminar y Carla va a buscarme.
-No lo sé, quizás sea yo quien no quiera seguir con Ura.

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