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LA CLAVE ES RACIONALIZAR, NO RACIONAR LOS

SERVICIOS DE SALUD

La estrategia para lograr la sostenibilidad del sistema de salud, está en la racionalización


y pertinencia de la distribución de los servicios en salud.

E n el escenario planteado recientemente por la Corte Constitucional, a


través de la Sentencia T-760 del 2008, en la cual se regulo la actividad
de los Comités Técnico Científicos en el país y estableció algunas
obligaciones para las entidades que integran el Sistema de Seguridad Social
en Salud, quedo manifiesto el inminente colapso económico al que se puede
ver sometida la salud en Colombia.

La crisis para el sector es inminente de no tomarse de manera prioritaria


acciones que permitan garantizar la viabilidad de este sistema, acciones que no
pueden de ninguna manera contrariar los objetivos de Calidad, Eficiencia y
Equidad pilares filosóficos de la atención en salud de todos los países del
mundo

Los servicios de salud se han caracterizado por el enfoque paternalista en la


atención, la disparidad en la información que poseen los actores de la relación
medico paciente.

Características que ennoblecieron el espíritu altruista de médicos y


profesionales de la salud a un precio socialmente demasiado alto: la inequidad
en el acceso a la salud.
Inequidad manifiesta hasta finales del siglo anterior en el que la atención en
salud se constituía en un bien exclusivo al que solo tenían acceso las personas
que podían pagar a muy alto costo una salud de primera calidad, mientras que
la gran mayoría de la población apenas contaba con la caridad como única e
intermitente opción para acceder a la atención medica.

Es necesario desarrollar alternativas y estrategias de tipo administrativo y


asistencial que permitan que la atención que se brinda se encuentre acorde con
la pertinencia técnica y científica que asegure la prestación de servicios con
calidad, eficiencia y oportunidad. Pero sin que los costos por la prestación de
estos servicios de salud superen el punto de equilibrio económico del sistema,
desmitificando el antagonismo tradicional entre la prestación y la
administración de servicios en salud.

La Constitución de 1991 estableció que el estado debe garantizar el acceso a


los servicios de salud integrales en todas sus fases a todos los colombianos sin
excepción.
Concepto que fue formalizado en la Ley 100/93 la cual modifico el sistema de
salud en el país, y se trato de enmendar décadas de errores y desaciertos.
Planteándose el objetivo de la universalización en el acceso a los servicios y
elevando la salud a derecho fundamental conexo al derecho a la vida, sin
plantear alternativas para la financiación de estos ideales

Pero como si el reto no fuera ya suficientemente grande, la Corte


Constitucional de manera ininterrumpida ha hecho prevalecer la salud
individual sobre la sostenibilidad del sistema, primero a través de
innumerables fallos de tutelas y más recientemente con la Sentencia T-760.
De manera similar a Poncio Pilatos la Corte se ha lavado las manos ordenando
la atención de algunos de usuarios sin aportar alternativas de financiamiento
reales y dejando a cargo del Sistema de Salud la atención de pacientes con
patologías de alto costo, que debilitan el presupuesto que se debería invertir
en programas de alto impacto y de bajo precio, en otras palabras, haciendo
prevalecer el bien particular sobre el general.

Esta situación ha puesto en verdaderos apuros a las entidades encargadas de


regular el Sistema, principalmente en el desarrollo de nuevas estrategias que
permitan alcanzar un nuevo punto de equilibrio económico en el marco de la
nueva normatividad.

Otro factor desequilibrante del sistema, lo constituye la estrecha relación entre


los aportes en salud y los niveles de desempleo en el país, así en la medida que
los índices de empleo formal disminuyen, lo hacen también directamente los
aportes al sistema, sometiéndolo a desbalances entre los dos regímenes
generalmente con una tendencia hacia el aumento del subsidiado, la pregunta
es, ¿Por qué, esto afecta el sistema? la respuesta está en que cada uno de los
afiliados cotizantes aporta un porcentaje destinado a la solidaridad para los
requerimientos del Fondo de Solidaridad y Garantías (FOSYGA), en la
medida que esos aportes sean menores, menos será la capacidad de respuesta
del FOSYGA ante eventos catastróficos, accidentes de tránsito y recobros por
medicamentos y procedimientos fuera del Plan Obligatorio de Salud, por esto
es necesario que no solo se fortalezcan los aporte al sistema, sino que además
se garantice que los pocos recursos actuales tengan una adecuada destinación
en pro del bien común de la población, el derecho a la salud de todos no puede
verse afectado por el derecho de unos pocos.

Los permanentes avances en la tecnología biomédica y en la industria


farmacéutica, crean en la comunidad médica cada día nuevas expectativas y en
los enfermos incontables esperanzas, de encontrar en los tratamientos de
última generación, la cura a males del cuerpo y del alma humana. ¿Pero, es
realmente posible en este entorno asegurar que la inversión en salud
corresponda al beneficio en la misma? Es difícil realizar este planteamiento
sobre todo cuando se trata de vidas, de familias y de historias personales
detrás de cada paciente, pero cuando se habla de justicia distributiva la
pregunta que valdría la pena hacerse seria ¿si se debe salvar una persona pero
para ello se debe arriesgar 100 vidas, sería ético salvarla? no estamos lejos de
este dilema ético, en Colombia, cientos de niños mueren anualmente por
diarrea, infecciones respiratorias y otra serie de enfermedades prevenibles, que
no son intervenidas entre otras causas por la falta de recursos en salud que son
invertidos en pacientes con enfermedades crónicas, la cuestión es adonde
debemos dirigir los esfuerzos y los recursos.

Que la salud en Colombia es un derecho lo han manifestado la Constitución y


la Corte Constitucional, pero acaso no todos los derechos tienen implícitos
deberes también. ¿Quien se ha preguntado si los miles de fumadores que
existen en el país piensan que algún día necesitaran de tratamientos
costosísimos para garantizar su salud o si los cientos de obesos y sedentarios
colombianos han pensado en los miles de millones de pesos que se invierten
cada año en tratamientos para las dislipidemias y los trasplantes renales.
Sería socialmente justo que todas estas personas que atentan contra su salud y
en esta medida contra la salud de Colombia, asumieran un sobrecosto en sus
cotizaciones al sistema y de esta manera compensar de alguna forma los
costos a los que someten la salud en Colombia.

La atención en salud por su carácter de improrrogable y obligatorio se presta


para que en su proceso se obtengan altísimos dividendos por compañías que
no podríamos tratar de usurpadoras ni deshonestas, porque en últimas ese es
precisamente su negocio, vender salud o por lo menos los medios para
alcanzarla. El inconveniente se presenta cuando de manera poco ética algunos
profesionales sobrepasan la pertinencia medica y el bien de sus pacientes con
el objetivo de recibir dadivas o inmensos ingresos. Situación que
constantemente facilitan algunas de estas compañías de tecnología biomédica
y farmacéutica al impulsar de forma casi deshonesta marcas y tratamientos de
alto costo aun sabiendo las implicaciones sobre los pacientes y el asegurador.
El problema no es que el tratamiento sea costoso, el problema es que sea
pertinente.

Con estos argumentos en mente la solución debe partir desde la misma


sociedad, en pro de garantizar su salud futura y presente, con estándares de
eficiencia y calidad, de manera equitativa y justa.
Por esto surge el concepto de la racionalización, que propone el empleo de los
limitados recursos del sistema de manera eficiente, pertinente y oportuna de
acuerdo al criterio de proveer servicios solo en la medida que se produzca un
incremento en los beneficios en salud para los usuarios; sin incurrir en gastos
para el sistema que no se relacionen de manera directa con un beneficio real
sobre la salud de la población.

Con el objetivo de no tener que en un momento dado tomar medidas como el


racionamiento de la atención y de los servicios que implica la distribución de
los pocos recursos en salud del sistema (Económicos, Técnico científicos y
humanos), de tal manera que necesariamente se darán algunas exclusiones, se
incurrirá en elevados costos en los servicios en salud o se prestaran los
mismos hasta agotar los recursos del sistema dejando parte de la población
con necesidades en salud insatisfechas aun aquellas básicas y fundamentales.
Así pues, la salud cenicienta de la sociedad pero héroe en la lucha contra la
enfermedad, se ve sometida a los rigores de una normatividad que no toma en
cuenta los recursos en la toma de decisiones, a los ingresos variables e
inestables causados por el desempleo, a una cultura en la que se hizo habitual
exigir que se provean servicios de salud pero nunca preocuparse por el auto
cuidado y no menos importante a los intereses de grandes compañías.

La realidad queda expuesta, las amenazas son importantes y se encuentran


latentes en cada nueva decisión de las cortes o en cada disonancia entre los
beneficios y los costos de los servicios de salud. La responsabilidad de los
entes reguladores y de la sociedad en general es contener estas amenazas y
lograr garantizar la perdurabilidad del Sistema de Salud en Colombia.

Para esto es determinante lograr la viabilidad financiera que depende del


desarrollo de alternativas que permitan la provisión de recursos con la
oportunidad y la pertinencia que el paciente y el médico esperan y con la
racionalidad y la asignación optima de los recursos que el sistema requiere.

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