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PIERRE BOURDIEU EA DISTINCION Criterios y bases sociales del gusto ‘Titulo original: La distinction © 1979 by Les Editions de Minuic © Deesta cdlicién: Grupo Santillana de Ediciones, S.A., 1988, 1908 Torvelaguma, 60. 28043 Madrid Teléfono 91 744 90 60 Telefax 91 744.92 24 + Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. Beazley 3860. 1437 Buenos Aires + Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A, de C. ¥, Avda. Universidad, 767, Col, del Valle, México, DF, C. P, 03100 ciones Santillana, S.A, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Calle 80.n.° 10-28 ‘Teléfono 63 51 200 Santafé de Bogots, Colombia Disefio de cubierta: TAU Diseito Fotografia: © Kei Muto, Photoniea ISBN: 843060338-7 Dep. Legal: M-47.585-1998 Printed in Spain -Impreso en Espaia ‘Todos los derechos reservados. Esa publiacién ne puede ser reproducida,nlen todo nien part niegiarada en o trast por tan sistema de reeuperacin de informacion, en ninguna forma iporningin medio, sea mecinico, otoquimico, electrinico, magnetic, electroépeco, por forecopla, ‘cualquier otto, xin el permiso previo por eserito tela eitorial 7 LA ELECCION DE LO NECESARIO La proposicin fundamental que define el habitus como necesidad hecha ftud nunca se deja experimentar con tanta evidencia como en el caso de las clases gpulares, puesto que la necesidad abarea perfectamente, por lo que a ellas se iter, todo lo que de ordinario da a entender esta palabra, esto es, la ineluctable vacion de los bienes necesarios. La necesidad impone un gusto de necesidad que Amplica una forma de adaptacidn a la necesidad y, con ello, de aceptacién de lo eeesario, de resignacién a lo inevitable, disposicion profunda que de ninguna janera es incompatible con una intencin revolucionaria, aun cuando siempre rea ésta una modalidad que noes lade las rebeliones intelectuales o de artistas. lase social no se define sto por una posicion en las relaciones de produccién, sino ambién por el habitus de clase que “normalmente” (es decir, con una fuerte robabilidad estadistica) se encuentra asociado a esta posiciGn' . Al proyectarse ensu bjeto hasta el punto de hacer pasar su relacién con la condicion obrera como la elicion obrera con esta condicién, haciendo como si bastara con ocupar por un Momento -como observador © incluso como actor- la posicién del obrero en tas tlaciones de produccién para comprender lo que es la experiencia obrera de esta icin, los narodniki de todos los tiempos y de todos los pafses dan de la condi- ‘obrera una representacion estadisticamente improbable, puesto que esta repre- mtacién no- es producto de la relacién con esa condicién que ordinariamente se ¢ntra asociada con la misma, precisamente en raz6n de los condicionamientos ‘ésta ejerce. No procede examinar si es verdadera 0 falsa la imagen insostenible nundo obrero que produce el intelectual cuando, colocandose en la situacién brero, sin tener un habitus de obrero, aprehende la condicién obrera segiin esquemas de percepcién y apreciacién:que no son los que los propios miem- 9s de la clase obrera emplean para aprehenderla; dicha imagen es, verdadera- No €s una casualidad que el olvido del habitus y de sus efectos sea comtin a todas las visiones sas del pueblo, tanto al pesimismo conservador que maturaliza las propiedades engendradas por iciones sociales, como al optimismo de la revolucién idealista que ignora que laclase obera est felada por la necesidad, incluso hasta en la forma de su rebelidn contra la necesidad. 379 te, 1a experiencia que puede tener del mundo obrero un intelectual que entra manera provisional y decisoria en la condicién obrera, y puede llegar a ser cada ‘menos improbable estadisticamente si, como comienza a ocurrir en la actus lega a incrementarse el ntimero de los que se encuentran proyectados a la dicién obrera sin tener el habitus que es praducto de los condicionamientos jalmente™* impuestos a los que estan destinados a esta condicién. El populis- junca es otra cosa que la inversién de un etnocentrismo, y si las descripciones iclase obrera y de la clase campesina oscilan casi siempre entre el miserabilis- ¥ la exaltacion milenarista, es porque hacen abstraccion de fa relacién con la icin de clase que forma parte de una definicién completa de esta condicién, y ue es mas dificil enunciar (Io que no supone necesariamente que se esté en ndiciones de experimentarla) la relacion justa con la condicién que se describe le proyectar en la descripci6n su propia relacién con esta condicién aunque sdlo porque esta falsa identificaci6n y la indignacién que inspira sean en apariencia letamente legitimas®. GUSTO DE NECESIDAD Y EL PRINCIPIO DE CONFORMIDAD [efecto propio del gusto de necesidad, que no cesa de actuar, aunque de manera mcubierta —debido al hecho de que su accidn se confunde con la de la necesidad-, mca se ve tan bien como en el caso en que, actuando de alguna manera a contra- po, sobrevive a la desaparicion de las condiciones de las que es producto: 305 6508 artesanos 0 esos pequerios empresarios que, como ellos mismos dicen, saben gastar el dinero que han ganado”, 0 esos pequefios empleados que. icados tardiamente a la condicién campesina u obrera, encuentran una satis i6n equivalente a la que hubiera podido proporcionarles un bien o un servicio, hecho de calcular y saborear “lo que han ganado”, eximiéndose de la obliga. de recurrir a los mismos (privindose de utilizarlos 0 “haciendo ellos mismos el JO”) pero que, por este motivo, no pueden, llegado el caso, recurrir a ellos sin imentar el doloroso sentimiento de efectuar un despilfarro. No es bastante 1 tener un millén para estar en condiciones de llevar una vida de millonario: y los yenedizos tardan en general demasiado tiempo, a veces toda una vida, en apren- que lo que ellos consideran como una culpable prodigalidad forma parte, en su bya condicién, de los gastos de primera necesidad?, Se olvida, por ejemplo, que f apreciar “en su justo valor” los servicios completamente simb6licos que en materias (hoteles, peluqueros, etcétera) constituyen lo esencial de la dife- * (Hay necesidad de desir que no es suficiente haber nacido en estas clases para estar en eon ide producir una representacion exacta de su visién del mundo soctal? Aunque s6lo sea porque la de distancia puede suponer o determinar unas relaciones con estas clases (tales como el proselits- pulista) tan radicalmente cerradas como la pura y simple distancia de los extraiios con la clase. © Norbert Elias narra (de Taine) un gesto del duque de Richelieu que hace ver que el arte de 0 contar, por el que en el siglo xuut se marcaba la distancia entre el aristécrata y el burgués del biro y del beneticio, como hoy en dia se marca la distancia entre el burgués y el pequesio-burgués, en cl caso limite de una clase cuya propia existencia depende de la repraduccién ele su capital } ser objeto de un aprendizaje explicito; “El dugue entrega a su hijo una bolsa con dinero para que n aprencla a gastarlo a la manera del gran sefior; como el hijo le devuelve al padre la bolsa llena, coge y la tira, ante los ojos de su hijo, por la ventana.” N. Euras, La societé de cour, Paris, fann-Lévy, 1974, p. 48. 381 rencia entre los establecimientos de lujo y los establecimientos corrientes, ¢s 30 sentirse como el destinatario legitimo de esos cuidados y de esas atencion sas” gratificaciones) y de libertad que los burgueses tienen con sus servidores, quien dude de que el hecho de “saber hacerse servir”, como dice el di burgués, es uno de los componentes del arte de vivir burgués, basta con evo e808 obreros 0 a esos pequefios empleados que, habiendo ido con motivo de al gran ocasién a un restaurante elegante, gastan bromas al maitre 0 a los camarer —que “en seguida yen con quién tienen que habérselas”-, intentando destrui bolicamente la relacién de servicio y conjurar asi el malestar en que ésta les col El obrero que ve en un escaparate un reloj de dos millones, 0 que oye q siente envidia por el reloj 0 por la peticién de mano que haria algo completamente distinto, no pudiendo concebir el sistema de nec dades en el que no habria nada mejor que comprar con dos millones que un F de ese precio, Cuando “hay tantas cosas que son més importantes”, como s decirse, “hay que estar loco”, efectivamente, para pensar en un reloj de dos m nes, Pero nunca es realmente posible ponerse “en el lugar” de los que estan primera de los otros. Y no sélo porque el valor marginal de esos dos millones segin el nimero de millones posefdos: muchos de los gastos de los denominada ostentosos no tienen nada que ver con el despilfarro, y ademas de ser oblig elementos de un cierto tren de vida, son casi si ee la se “gastar mds” o para gastar de otra manera, es decir, para acceder al siste necesidades implicado en un nivel superior de recursos, es la mejor prueba d imposibilidad de reducir la propensién a consumir a las capacidades de api cidn, o de reducir el habitus a las condiciones econémicas puntualmente defini (tales como, por ejemplo, se las aprehende en un nivel determinado de Si todo lleva a creer en la existencia de una relacién directa entre los ingresos. consumo, ello obedece a que el gusto es casi siempre producto de condicio * Miles de razones -y en particular la separacion fisca y social de fos universos de vida h que exes dos experiencias sean muy improbables (aunque las dos estén tommadas de ta experiendia) efecto, como apuntaba Marx, no sin cierta bruraitdad, “lo que se ofrece a sus ojos, en calidad cantidad, no depende s6lo del estado actual de! mundo, donde no tiene parte, sino también portamonedas y de su posictén social, que debe a la division del trabajo y que quizé le vedan mu sociales, 1968, p. 326). Salvo excepciones, los miembros de las clases populares “no tienen ni idea” deh ‘que puetde ser el sistema de necesidades de las clases privlesiadas ni mucho menos de sus recursos los que tienen también un conocimiento muy abstracto y sin ninguna correspondencia con lo eal (i entre 25 y 29, el 13% entre 30 y 39 y el 139% mas all de 50 francos ~frente,respectivamente, al 2, 1h 38 y 14% para los cuadros, Ios industrials los miembros de profesiones liberal, propos ‘cuaccos medios unas evaluaciones intermedias). 382 micas idénticas a aquéllas en las que funciona, de suerte que es posible ar a los ingresos una eficacia causal que no ejerce mis que en asociacién con habitus que han produeido. En realidad, la efieavia propia del habitus se ve bien Gund ingresosiguales se encuentran asociados con consumos muy diferentes, que De esta forma, para unos. ingresos medios por familia mucho més altos (64.581 francos frente a 25.716 francos), los capataces dedican a la alimenta- in una parte de sus gastos muy proxima a la de los obreros cualificados (¢1 35.4% frente al 38,3% en los obreros culficadas y el 30% en los cuadros medios), de suerte que el importe global de sus gastos en esta materia es igual al de los cuadros superiotes (12,503 francos frente a 12.904 francos). Todo muestra, en efecto, que permanecen apegados a los valores populares del "buen comer” y sobre todo ala manera popular de realizar estos valores: en primer lugar, los consumos. m: caracteristicos de la alimentacién popular ~féculas, cerdo, patatas, aves de corral no solo no disminuyen, sino que aumentan; en segundo lugar, los consumos caros, que los obreros tienen que limitar aunque para ellos sean el simbolo del “buen comer” ~chacineria, vinos, café y sobre todo azticar~ (que disminuye fuertemente en las clases superiores), aumentan mucho, asi como el de la mantequilla (444 francos frente a 365, mientras que disminuye el consumo de aceite); en tercer lugar, tos consumos costosos, pero caracteristicos del estilo de vida burgués, au- mentan mucho menos claramente o no aumentan en absoluto: ¢s el caso de la came de vaca, de cordero, de oveja; del pescado, de los crusticeos, de los frutos agrios, etcétera; de igual modo, el consumo de hortalizas aumenta mucho mas rapidamente que el de las frutas freseas, aumentando ambos mucho menos que el de la chacineria®, ‘Otro ejemplo: cuando se pasa de la banda de ingresos comprendida entre Jos 30.001 a 50,000 francos a la banda superior, las adquisiciones alimenticias de los cuadros superiores no se modifican en absoluto segin la misma logica que las de los obreras; si bien el consumo alimenticio aumenta en los dos casos (aumenta relativamente més en los cuadros superiores), los consumos en aumenta son, en el orden en que se resefian, en los cuadros superiores (en los que se incluyen los profesores y los ingenieros), los aperitivos, las comidas en restaurantes, las bel das no aleohélicas, la came de ovino, 1a pasteleria, la carne de bovino, las frutas frescas, los pescados y crustceos, el queso; y en los obreros, el certo, los aperiti- ‘vos, el conejo, las frutas frescas, las legumbres, el pan y las hortalizas®. El principio de las diferencias més importantes en el orden del estilo de , mas adn, de la “‘estilizacién de la vida”, reside en las variaciones de la cia objetiva y subjetiva con el mundo, con sus limitaciones materiales y con “urgencias temporales. Igual que la disposicidn estética, que es una de sus jensiones, la disposici6n distante, despegada o desenvuelta con respecto al mun- 5Dado que la proporeida de los ingresos destinada a Ia alimentacién se eleva fuertemente en Pr absoluto, la proporcion que corresponde a los otros gastos aumenta relativamente menos y la de los gastos permanece casi igual ala d¢ los obreras cualficados. Algunos consumos aumen- embargo, de manera signficativa (pequetios aparatos electrodomésticos, gastos de manter paracién, peluqueria-belleza, teléfono, libros-periddicos-espectaculos, gastos de instrucciGn Bla, gastos de vacaciones). (F. C., Ill.) "°C. Roy, “Les conditions de vie des ménages, exploitation triennale 1965-6667", Les colletions INSEE, diciembre 1973, M. 20. 383 384 los otros, disposicién que apenas puede denominarse subjetiva puesto que es Gjetvided interiorizada, no puede constiturse més que en wnas condiciones de iones de la existencia cotidiana y de un arte de vivir que impone la exclusién intenciones propiamente estéticas como si de “locuras” se tratase”. Asi, los fs, con mayor frecuencia que todas las demas clases, dicen que les gustan las los de calidad adecuada jo”, “va con todo”, etcétera), es decir, tan poco seftalada y tan poco arriesgada mmo sea posible (se dice también “‘sin adornos iniitiles”, “préctica”, etcétera), y imo” por el menor precio posible, se impone sin duda como la estrategia mas iable, dados, por una parte , el capital econémico y el capital cultural (por no del tiempo) que se puede invertir en la compra de tal prenda, y dados, por a parte, los beneficios simbslicos que se pueden esperar de una tal inversion (al nos en el trabajo a diferencia, por ejemplo, de los empleados). Siempre més frecuente entre las mujeres que no trabajan fuera de casa (cl 59% frente al 47%) y que munca leen una publicacién femenina, la proporcién de las que dicen que “tienden mis bien a no tener en cuenta la moda” claramente es mucho més alta en las mujeres de los artesanos 0 comerciantes, los agricultores y los obreros (62, 61 y 55%) que en las de los cuadros mediios y en los cuadros superiores, miembros de profesiones liberales, grandes comerciantes o industria- les (43%). De igual modo, la prencupacién por “seguir la moda” es claramente ‘mucho més alta en las mujeres de los cuadros medios 0 de los empleados, mientras que la eleccién de “lo que sea mis prdctico mas econdmico” (eleccién cuya frecuencia aumenta rotundamente con la edad y que es mucho mis corriente en las ‘mujeres que no trabajan fuera de casa que en las otras) corresponde mis bien a las mujeres de-agricultores, de artesanos © de comerciantes y de abreros (sien- do las mujeres de las dos Gitimas categorias las mas inclinadas a decir que se dejan guiar ante todo por el deseo de “agradar a sus maridos”). Por tiltimo, fa eleccion de un vestuario “elésico” (con preferencia a “refinado”, “no conformista”’ 0 “de- portivo”) que, como la eleccién del vestuario “mas prictico y mas econdmica”, aumenta claramente con la edad y varfa en razén inversa de la lectura de Elle, indice de una inversin en la investigaciGn vestimentaria, se encuentra sobre todo 7s sin dud el mismo “reatismo" que conduce a excluir de la accién politica o sindical todo lo iia darle un aspecto puramente simbélico en los medios empleados (com todo lo que proporcio- Marca a as manifestaciones tipicamente estudiantiles) y, sobre todo, en los objetivos que intenta . ‘ * Los miembros de las lases populares, igual que los miembros de las etnias dominaclas, pueden uestidn de honor el desmentir la imagen que los eominantes se hacen de la clase a que aquellos ecen, Es asi como el culto popular por la limpieza, o por la honestidad —pobres, pero honesto: ¢- debe sin duda atgo —igual que algunas formas de Is ostentaci6n de la sobriedad—a la preocupa- | por rechazar el prejuicio burgués. E igual intencién de rehabilitacidn se encuentra en la base del con el que se esfuerzan por conveneerse de que “lo que falta es el dinero” (y no el gusto), y de £*si se tuvieran las medios, se sabria camprar” (© “vestitse como es preciso”). 385, en las mujeres de agricultores (67%) y de obreros (59%), mientras que last dc la burguesia, que son las menos inclinadas a realizar esa eleccisn (394%), més numerosas en elegir un vestuario “deportivo” 0 “refinado” (F. C., Otro testimonio de la débil inversidn en materia de vestuario y de la baja] siGn a invertir-en la investigacién estética en estas materias lo constituye el de que sean relativamente numerosas las mujeres de las clases popula compran sus vestidos en ¢l mercado, por correspondencia o en los grandes: nes “populares”, mientras que tas mujeres de la burguesia tienden a res6 compras a las boutiques y a los grandes almacenes elegantes (F. C., XLV). orden de la cosmeética la l6gica es Ia misma, y las encuestas de mercado, tes sobre este tema, coinciden todas en mostrar que las mujeres de l populares reducen al minimo los gastos en productos y en euidados de | (cuya importancia aumenta muchisimo conforme se va de los agriculto ‘obreros, a los artesanos y comerciantes, a los cuacitos medios y a los. superiores); asi, dichas mujeres representan el grado cero del maquillaje, complejidad (s6lo rojo de labios; rojo de labios y maquillaje de fondo; x labios, maquillaje de fondo ¥ productos para las pestaias; rojo de labios, m liaje de fondo, productos para las pestaitas y para las cejas), coste en sobre todo en tiempo aumenta a medida que se sube en la jerarqufa social (s mismo orden que se acaba de resefiar), al menos hasta el nivel de los empl de los cuadros medios. De este modo, aunque pueda parecer que se deducen directamente condiciones objetivas, puesto que aseguran una economia de dinero, de tien de esfuerzos en cualquier caso poco rentables, las practicas populares tienen Principio la eleccién de lo mecesasio (‘“esto no es para nosotros”), en el sentid mismo tiempo, de lo que es téenicamente necesario, “practico” (0, en otro len je, funcional), es decir, necesario para ser “como hay que ser, sin mas”, y de lou viene impuesto por una necesidad econémica y social que condena a la gent “sencilla” y “modesta” a unos gustos “sencillos” y “modestos™. El ajuste posibilidades objetivas, que esté inscrito en las disposici tus, se encuentra en la base de todas las elecciones realistas que, fundadas ¢ renuncia a unos beneficios simbdticos de cualquiet manera inaccesibles, redi practicas 0 los objetos a su funcin técnica corte de pelo “aseado”, “Ves completamente sencillo”, muebles “fuertes”, eteétera. De esta forma, nada ¢sm ajeno a las mujeres de las clases populares que la idea, tipicamente burgut hacer de todos los objetos de su vivienda ocasién para una eleccién estéti evar hasta el cuarto de bao o la cocina, lugares estrictamente definidos p funcidn, la intencién de armonia o de belleza, o incluso de hacer interveni criterios propiamente estéticos en la eleceién de una cacerola o de un armati comidas © los vestidos de fiesta se oponen a la ropa y a las comidas de todos los. mediante la arbitrariedad de una supresién de convenciones —“hace falta lo hace falta”, “hay que hacer bien las cosas”-, de la misma manera que los lugar socialmente designados para ser “decorados” —salén, comedor 0 living- se 0} a los lugares cotidianos, es decir, segiin una antitesis que es casi la misma “‘decorativa”’ y de lo “préctico”, y se les decora segiin unas convenciones establ das (figuritas y cacharros en la chimenea, cuadros populares encima del apa flores del tiempo sobre la mesa), sin que ninguna de estas obligadas elecci suponga algiin tipo de interrogacién 0 investigacién. Este convencionalismo, esel de la fotografia popular, apegado a fijar segtin las convenciones unas 386 encionales”, esta en el polo opuesto del formalismo burgués y de todas las as de arte por el arte que predican los manuales de mundologia y las revistas femeninas: arte de recibir, arte de la mesa, arte de ser madre. Ademas de asegurar una forma de seguridad minima en un universo donde no se dispone de casi ningu- seguridad , la cleccién de “hacer lo que hay que hacer” o lo que “‘se hace” (los endedores de bienes domésticos saben el poder que ejerce el “esto se hace” sobre lt inseguridad popular) se a maturalmente en una economia de las préeticas findada en la busqueda de lo “‘préctico” y el rechazo de las “maneras” y de lo fectado""”. Y las mismas cui que, desde el punto de vista de las normas nantes, aparecen como las més “irracionales” tienen como fundamento el to de necesidad —con el efecto, por supuesto, totalmente negativo de la falta de ejemplo, el gusto por los colgantes de fantasia y por las Hamativas baratijas que n “salones"” y “entradas” de chucherfas y cachartos de feria se inspira en una tencién desconocida por los economistas y por los estetas ordinarios, a saber, fa ke Pe de obtener al menor costo el maximo de “‘efecto”’ (“esto causaré mucho 0”), formula que, para el gusto burgués, es 1a definicién misma de la vulgari- ‘Gl ser una de las intenciones de a distincién la de sugerir, con la menor idad de efectos posible, cl mayor gasto de tiempo, de dinero y de ingenio)-. {Qué otra cosa es el relumbrén y la pacotilla sino aquello que hace mucho efecto Porpoco valor, esto es, las “locuras” que uno puede concederse s6to en cuanto que ppiede decirse que “se las ha comprado por nada’? Los vendedores ambulantes y Js especialistas en promocién de ventas saben bien que tienen que Hegar a retirar frenos y las censuras que impiden el derroche, haciendo aparecer como “bue- § negocios” los consumos prohibidos: el canapé depreciado del que uno se es- 17a por olvidar el color para convencerse, no teniendo en cuenta mas que el io, que es exactamente ¢l que uno sofiaba desde hace mucho tiempo “para rlo delante de Ia televisién”, o el inutilizable vestido de nylon que se acaba iprando porque estaba de rebajas aunque se habia “jurado no llevar nylon nea ms” fuera necesario probar que la resignacién ante la necesidad es la del gusto de necesidad, bastarfa con evocar el derroche de tiempo y de energfa que lleva consigo la negativa a sometcr la gestion cotidiana de los asuntos domésti Jas reglas del cdlculo racional y de principios de vida formales (“un lugar para jacosa”, “cada cosa a su tiempo”, eteétera) y que sélo en apariencia se opone a Enegativa a dedicar tiempo y cuidados a la salud (“eseucharse”) 0 a la belleza arreglarse’”): en efecto, en estas dos caracteristicas de su estilo de vida, 1as muje- , doblemente dominadas, de las clases populares testimonian que no reconocen Glsuficiente valor a su trabajo 0 asu tiempo, las tnicas cosas que pueden gastar (y ) sin cuento, como para preocuparse de administrarlos y economizarlos o, si se Pieliere, que no se estiman a si mismas lo suficiente (tienen, por otra parte, poco Valor en el mercado de trabajo, a diferencia de la fuerza de trabajo cualificada y del tuerpo cultivado de las mujeres de la burguesia) como para concederse unas consi eraciones y una atencién que no se dan sin algan tipo de complacentcia, y consentir ° Vease P, Bourpisu, Un art moyen, Paris, Editions de Minuit, 1965, pp, 54-64, 'Véase Y. Dntsaur, “L'économic du langage populaire”, Actes de fa recherche en sciences les, 1995, pp. 33-40. 387 a sus cuerpos esos cuidados, esos desvelos, esas tentaciones de todos los moment que son necesarios para asegurarles 0 conservarles la salud, la delgadez, la bellez Todo un conjunto de indices convergentes tiende a mostrar que las mujeres de las clases populares conceden menos valor y menos interés a su cuerpo qu mujeres de las otras clases: por ejemplo, el 40,2% de las mujeres de agricul 1 36,0% de las mujeres de obreros se estiman por debajo de 1a media con re ala belleza, frente al 24,2% de las mujeres de la clase dominante y al 33,2% d mujeres de las clases medias; el 13,0% y el 14,0% respectivamente frente-al 10,14 yal 7,6% dicen parecer mayores de la edad que tienen; y las mujeres de las populares se atribuyen casi siempre unas notas inferiores (salvo para el cut nariz y las manos) a las de las mujeres de las demas clases, Por otea parte, £01 den menos valor a la belleza y dedican sisteméticamente menos tiempo, m dinero y menos interés a todos los cuidados del cuerpo (F. C., XLIV). Las lamadas al orden (“zpor quign se toma ella?”, “eso no es para gent como nosotros”) en las que se enuncia el principio de conformidad, tmica norm explicita del gusto popular, y que apuntan a alentar las elecciones “razonabl impuestas en todo caso por las condiciones objetivas, encierran ademés una llams da de atencién contra la ambici6n de distinguirse identificandose a otros grupos « decir, una llamada a la solidaridad de condicién. ¥ la distancia entre las précticas las preferencias culturales de las diferentes clases obedece, en una parte mportante, al hecho de que las probabilidades de encontrar en su entorn ‘mereado” donde las experiencias culturales y los discursos a que dan lugar pue encontrar valor varlan aproximadamente como lo hacen las probabilidades d hier 6sas experiencias y contribuyen sin duda, en parte, a determinarlas: el interés que los miembros de las clases populares mai cultura legitima a las que podrian tener acceso ~sobre todo por la televisién- sélo efecto de una falta de competencia y familiaridad; de la misma manera q temas senuligo como oars como la television, son desterrados dela conv derecho, de la eonversacién popular, en In que no podrian expresur otra cost que] pretensién de distinguirse. La mas implacable llamada al orden, que bastaria s duda para explicar el extraordinario realismo de las clases populares, esta const da indudablemente por el efecto de enclaustramiento que ejerce la homogene del universo social directamente experimentado: no hay otro lenguaje posi de conformidad: un hombre de edad madura que va de visita debe aceptat cualquier cosa; de modo parecido, una mujer de edad madiura que Se vi demasiado corta para su edad seria severamente, incluso cruelmente, sancio (por medio de pullas, de bromas a sus espaldas, eteétera). Mientras que a "Aqui se encontrarfa el principio de ta imagen que las mujeres de las clases populares fabrican de las reivindicaciones feministas. 4 388 diferencias de clase a clase pasan desapercibidas y en cualquier caso son muy bien toleradas (“es un original”, ‘no es como nosotros”), porque aparecen como fun- dadas en unas diferencias de naturaleza (de la mujer del médico se dia que est hecha para vestir bien”), no se pasa la menor desviacion, la menor extravagancia a los miembros de la propia clase (0 a los que son originarios de la misma), porque la diferencia en este caso s6lo pucde tener como fundamento la voluntad de distin- _guirse, esto es, el rechazo 0 la negaciGn cel grupo (asi se otorga un juicio anticipa- do favorable al hijo de burgués que rompe con su familia, mientras que se condena al hijo de obrero que hace otro. tanto)"™ Si cualquier especie de “pretensién’’ en materia de cultura, de lenguaje 0 \dumentaria esta especialmente vedada a los hombres, esto no es slo porque jisqueda estética, sobre todo en materia de cosmética y de vestuario, esté vada a las mujeres por una representacién mds estricta que en ninguna otra de la division del trabajo entre los sexos y de la moral sexual'®, 0 porque esta ras”, etcétera) o de aquellos que estén dispuestos a someterse a sus exigencias hacerse admitir por ellos y de los que los “lacayos” 0 los “pederastas” de 1a a ordinaria representan el limite; es también porque la sumisiOn a unas ¢ jas percibidas al mismo tiempo como femeninas y burguesas aparece de alguna el lenguaje ordinario, que piensa naturalmente cualquier tipo de dominacién ia logica y el Iéxico de la dominacién sexual, esta predispuesto para expresar. No ¢s sdlo en pensamiento donde la oposicién entre las clases populares y la clase dominante (y muy en especial las fracciones dominadas de esta altima) s¢ ‘organiza por analogfa con Ja oposicion entre lo masculino y lo femenino, esto es, segtin las categorias de lo fuerte y de lo débil, de los graso-grueso (de los alimentos ppero también de las bromas) y de lo magro-flaco (0 de lo fino), etectera. Asi, en materia de alimemtaci6n, las clases populares (y més, sin duda, 1os hombres que las mujeres) se oponen a las otras clases del mismo modo que los hombres se oponen Por el hecho de que lo que se reprueba no es la diferencia sino ta intencidn evidente de arse, se acepta tanto mejor la diferencia “natural” que define al burgués, cuya “simplicidad”™ a que no es producto de una intencidn negativa de distincid, La diferencia solo es percibida y ada en tanto que tal por los formados politica y sindiealmente, por aquellos de los que los dems gn “hacen politica”, sobreentendiéndose "es alguien no acomodaticio”, “alguien incémado”, "al- que no deja pasar nada". Es faci ver el partido que las estrategias de condescendencia de todas mas de pateralismo pueden obtener de estas disposiciones. Todo un conjunto de indices tence a demostrar que las clases populares permanecen apege- ena gana el pantaln para. : trabajo, lo rechazan mucho més a menudo que las demés clases para ¥ pa sali; de igual mado, desaprucban siempre con enerala fas minifaldas ~y sobre todo para el las salidas- Sondages, a. 1, 1968, p. 79), Los obreras y, sobre todo, los agricultores estin inclinados (34 y 53,2%) a decir que no conceden ninguna importancia a la vitginidad que los fos medios (57%) y los cuadros superiores (59%); 1a proporcién de Ios que estiman bastante o muy pndo también se sube, asi como la proporeién de los que dicen que no se puede amar a dos personas a {YE2, 0 que el amor aporta ante toda ternura (mas bien, por ejemplo, que placer fisica), 0 que. cl y la infidelidad matan el amor (F. C., XLVI). 389 a las mujeres: se observa, por ejemplo, que los cuaclros superiores tomani ‘todos los dias en el desayuno en mucho mayor mimero que todas las demas ‘son excepcion de los agricultores (el 59% frente al 42% de los obreros), de ial modo que son més las mujeres en su conjumto que toman este tipo de desajun que los hombres que lo hacen; igual ocurre con el chocolate (e! 12% frente al de los obteros y el 5% de los apricultores, siendo mula en este caso la difer sentre los sexos), y con el té, bebida tipicamente burguesa y femenina (el 2 frente al 3% de los obreros y el 0% de los agricultores). Pero las clases populares se distinguen sobre todo por el lugar que conceden, en st desayuno, a los alimen: tos salados y sustanciosos, metamente masculinos, como la sopa, casi exclusive te consumida por los campesinos, 0 la came (el 46% de los agricultotes y el 1 Ios obreros frente al 6% de los cuadros superiores dicen comerla por lo menos d ‘cuando en cuando) y.el queso, mientras que los cuadros superiores y los miembro de profesiones liberales suben claramente al primer puesto (cl 40% dicen const mirlos todos los dias frente al 29% de los agricultores y el 11% de los obi respecto a los alimentos dulces y azucarados, como la mermelada y la miel, demas netamente femeninas (solamente el 38% de los hombres dicen tomarls To menos de cuando en cuande frente al 63 % de las mujeres, F. C., XLVIID} sabe, por otra parte, que el conjunto de las diferencias socialmente constitu entre 10s sexos tiende a debilitarse conforme se sube en la jerarquéa social y: todo cuando se va hacia las fracciones dominadas de la clase dominante, en last las mujeres tienden a atribuirse las prerrogativas més tipicamente masculi como pueden ser la lectura de los periGdicos denominados dle opinion y el por la politica, mientras que los hombres no dudan en. afirmar unos intereses J tunas disposiciones, en materia de gustos por ejemplo, que en otras clases. expondrian a pasar por “afeminados”™5 Antes de invocar un efecto de inercia cultural 0 de “‘retraso cultural”, aplicacién de un esquema evolucionista que permite a los dominantes percibit manera de ser 0 de hacer como el deber-ser realizado, habria que preguntarse sill valorizacin popular de la fuerze fisica como dimension fundamental de ta virile dad" y de todo 1o que la produce y la sostiene, como los alimentos y las bebi * La misma oposici6n se encontré en una encuesta més antigua en Ia que la proporcién acum da de los que comian alimentos salados. (huevos, jamn, salchichdn, pété 0 queso) en ef desi ddisminuye cuando se va de fos agricultores 2 los obreros, a los empleadas y a los euadtos superit ‘mientras que la proporcién de los que comian productos azucarados (mermelada, miel o fruta) vat raz6n inversa (wéase H. Gounnelut y A. SzaKvaRY, “Enguéte sur le petit déjeuner en France”, A Whygidne de langue francaise, T. 3, .° 2, mayo-juaio 1967, p. 28). 'S Puede imputarse, sin duda, en parte als mayor talerancia con respecte a la infraccionés norma de Ia division det trabajo entre fos sexos ef hecho de que la proparcién de homosexual social (y también « medida que aumenta el tamaio de las agiomeraciones residenciales): la propor de las personas interrogadlas que dicen “conocer algunos homose:cuales en su entorno’ pasa del 10% Jos agricultores al 16% en Jos obreros, 22% en los pequefias comerciantes y artesanos, 259% en cuadros medios y empfeados y 37% en los industriales, euadros superiores, miembros de profes liberales y grandes comerciantes; dicha proparcidn pasa del 10% en las Yocalidades can menos de habitantes al 38% en la aglomeracién parisiense. (F, Cu, XVLIL) "La referencia a la division del trabajo entre los sexos que connota la tepresentaci6a dk identidae! personal o eolectiva (en el eas0, por ejemplo, en que un abrero, teniendo que clasifcar profesiones, coloca en la misma clase a todas las profesiones no manales, diciendo: "jTodas son tmaricones!") evoea menos ta dimensién propiamente sexual dela prdetica que las virtudes ¥ eapack des asocindas por estatus a os dos sexos, esto es, la fuerza ola debllidad, el valor ola cobarda, mis que ta poteneia o la impotencia, la actividad o In pasividad "4 390 henajacqués adaptive Francois uat va a defender esta tarde en Nay “en un cuarto de hora), Henri Boiramé, palés, ;sera este ano su contrincante? Anunciados como los boxeadores, “con la servilleta atada al cuello, se arro- jan rapidamente sobre sus platos hu- “meantes Ilenos de judias blancas con to- “cina, delante de un pablico de ring de barrio... Y jvenga, que te como! Una cncha- rapor Verlaine, una por Rimbaud, una ‘por Simin Palay. Hipaba, resoplaba, masticaba y re- _quetemasticaba las judias... Y venga, que te traigan otro pl to... volyia a pedir el piblice, animando a su favorito Francois Bruat de Béna- Jaca, campedn titular de Francia. Una especie de Raymond Poulidor de la co- mida -el imbatible en la contrarreloj- que se yolvia hacia sus seguidores cada 500 gramos. ;Un verdadero tragén, el bribon! iDos mandibulas y un enorme vien- tre asi de grande! 'Y unas actitudes de contrincante de catch entre plato y plato, para desani- mar a los adversar Y todavia una tercera raci ma yal, ipara que aprendas!” - iTa- (La République des Pyrénées, julio 1978) 3901 ““fuertes”, tanto en su sustancia como en su sabor, o los trabajos y ejercicio requieren fuerza, no mantiene una relacidn inteligible con el hecho de que campesina y la clase obrera tengan en comin el depender de una fuerza de ti que las leyes de la reproduccién cultural y del mercado de trabajo reducen, que para ninguna otra clase, a la fuerza muscular"; sin olvidar el hecho de qi clase que, como la clase obrera, s6lo es rica en su fuerza de trabajo no pl oponer nada frente a las otras clases, fuera de la suspension de esa fuerza, q miembros y también de su numero, es decir, de su conciencia y de su solidaridad: si se prefiere, de la conciencia de su solidaridad. Esto quiere decir que seria equivocado ignorar el efecto prop politico de la accién de moralizacién (0 de desmoralizaci6n) que se ejer medio de todos los vehiculos de la nueva moral terapéutica (revistas femal semanarios, emisiones radiofénicas, etcétera). Como lo demuestra el caso limi os campesinos, a los que la imposicién del estilo de vida dominante y de sentacién legitima del cuerpo ha atacaclo en sus especificas.condiciones de ducein (con el celibato de los cabezas de las explotaciones agricolas), y en propia existencia como clase capaz de definir ella misma los principios de su ident dad, es sin duda uno de los iltimos refugios de la autonomia de las clases d das, de su capacidad de producir ellas mismas su propia representacién del hor consumado y del mundo social que amenazan todas las veces que se pone en tela juicio la adhesién de los miembros de la clase obrera a los valores de Ia vit que constituyen una de las formas mis aut6nomas de su propia afirmacién clase. Y los principios ms fundamentales de la identidad y de la unidad de la’ los que residen en el inconsciente, se verian afectados, en efecto, si sobre ese punte decisivo que es la relacién con el propio cuerpo Hegase a suceder que la ola dominada no se captara como clase si no fuera por la mirada de los dominant esta, en este terreno, como en tantos otros constituidos politicamente, cualquier resistenci wual_de importantes, que no colectiva al efecto de imy negativamente evaluadas por la taxonomia dominante (segiin la estrategia def black is beautiful) ni a crear nuevas propiedades positivamente evaluadas, queda, pues, a los dominados otra alternativa que la de la fidelidad a si misme individual para asimilarse el ideal dominante que cs todo lo contrario de la propit ambicién de una recuperacién colectiva de la identidad social (del tipo de la ¢ persigue la rebelion colectiva de las feministas norteamericanas cuando pr natural look). Los EFECTOS DE LA DOMINACION La adaptacién a una posicién dominada implica una forma de aceptacidt Ja dominacién, Los efectos de movilizacidn politica en si misma no son suficient 7 Este hecho se hace patente, de forma eonereta, recordande la répida devaluacién de la fi de trabajo que acompafa al envejecimiento, ‘para contrarrestar por completo los efectos de la inevitable dependencia de la ima de si con respecto a Los signos del valor social que son el estatus profesional salario, legitimados de antemano por la sanci6n del mercado escolar. Seria facil " enumerar las caracteristicas del estilo de vida de las clases dominadas que encie- , a través del sentimiento de incompetencia, de fracaso o de indignidad cultu- , una forma de reconocimiento de los valores siominantes. Fue Gramsci quien, n alguna parte, dijo que el obrero tiene tendencia a transportar a todos los campos disposiciones de ¢jecutante, Tanto come por la ausencia de todos los consumos lujo whisky 0 cuadros, champan 0 conciertos, cruceros o exposiciones de arte, “caviar o antigiiedades- el estilo de vida de las clases populares se caracteriza por la sencia de sustiuivos en rebaja de muchos de esos bienes especiales -espumosos en lugar de champan, sky en lugar de cuero, litografias en lugar de pinturas-, "indices de una carencia en segundo grado que se deja imponer la definicién de los ‘bienes dignos de ser poseidos, Con los productos culturales de gran difusién -mdsi- 45 cuyas estructuras simples y repetitivas requieren una participacién pasiva y ssente, diversiones prefabricadas que los nuevos ingenieros de la produccién cul- en gran serie conciben en honor de los telespectadores, y, sobre todo, es- culos deportivos que establecen una separacién reconocida entre los profanos ‘ylos profesionales, virtuosos de una técnica esotérica o “superhombres” con capa- idades fuera de lo comin-, la carencia de la intencién misma de formular sus opios fines va acompariada de una forma més insidiosa de reconocimiento de la privacion. La critica de la produccién cultural de masa —de la que Adorno hace mpo que ha suministrado la formula al establecer una analogia directa e ingenua ny el mundo del ‘una nostalgia y una repulsién de aficionado ha enmascarado, en efecto, lo esen- jal'*: no es sdlo en los campos de la misica o del deporte en los que los hombres tinado a una participacion apasionada ~a veces hasta chauvinista— pero pasiva y ela, que no es otra cosa que la iusoria compensaci6n de la privacin en ene tural que eeporcon ala primera su mejor justifiesién eae Alno poseer | capital cultural incorporado que es la condicién de 1a apropiacién adecuada © Véase T. W. Aponxo, “On Popular Musig”, Studies in Philosophy and Social Sciences, 9, B4l. Seria facil demostrar, por ejemplo, que la musica més legttima es objeto, mediante el disco y la i, de us0s no menos pasivos e intermitentes que las misicas “populares”, sin estar desacreditada cllo ysin.que se le imputen los alienantes efectos que se atribuyen a la masica popular. En cuanto al ter repettivo de la forma, éste aleanza un midximum en el canto gregoriano (altamente valorado, “sin embargo) 0 en muchas de Tas mésicas medievales cultivadas actualmente, asi somo en tantas obras [musicales de divertimento de los siglos xvn y xvitt, coneebidas, por otra parte, para ser consumidas mmbién “como fondo sonoro” 393 394 in la definici6n legitima) del capital cultural objetivado en los objetos técnicos, irabajadores ordinarios estan dominados por las maquinas y por los instrumen- fsa los que sirven més que de los que se sirven, y por los que poscen los medios Iegitimos, cs decir, fedricos para dominarlos, Tanto en la fabrica como en la escue~ jue ensefia el respeto a los conocimientos inatiles y desinteresados y que ¢s- ece unas relaciones investidas de la autoridad “natural” de la raz6n cientifica y agégica entre unos individuos y unas actividades solidarianerte jerarquizados, jtrabajadores se topan con la cultura legitima come con un principio de orden que no tiene necesidad de demostrar su utilidad préctica para resultar justificado. Lexperiencia que los més privados de capital cultural pueden tener de las obras : Ja cultura legitima (o incluso de muchos de los espectaculos prefabricados que sofrece la industria del show business) no es més que una de las formas de una periencia més fundamental y més corriente, la de la separacign tajante entre las habilidades practicas, parciales y tcitas, y los conocimientos tedricos, sistematicos explicitos (que tiende a reproducirse incluso en el terreno de la politica), entre la iencia y la técnica, la teoria y Ia practica, la “concepcion” y la “ejecucién”, el intelectual” 0 el “creador”, que da su propio nombre a una abra “original” y sonal” y se atribuye asi la propiedad de la misma, y el “manual”, simple dor de una intenciGn que le supera, ejecutante desposeido del pensamiento de propia prictica’®, El sistema de ensefianza, operador institucionalizade de enclasamientos ue es a su vez un sistema de enclasamiento objetivade que reproduce, bajo una ma transformada, las jerarquias del mundo social, con sus segmentaciones se- unos “niveles” correspondientes a unos estratos sociales, y sus divisiones en lades y en disciplinas, que reflejan hasta el infinito unas divisiones socia- yo una mutilacién esencial, que alcanza a Ja persona en su identidad y en su lidad de hombre, condenando al silencio en todas las situaciones oficiales, en S que es preciso “aparecer en puiblico"’, mostrarse. ante los otros, con su propio erp, sus propias maneras, su propio lenguaje””, “En Sud-Ouest Dimanche, del 8 de agosto, figura una fotografia de un Renault 5 transformado Cabriolet de cuatro plazas. Un articulo subtitulado ‘Cuando un carrocero y un modista sc unen para .un automévil’ presenta al earrocero Lohr como autor de est ultimo. Lo que no es en absoluto el 0. Soy yo quien he concebido esa version del vehiculo, quien 10 he dibujado para Cacharel y quien sera su propiedad artstica. He velado personalrmente por su realizacién en el taller del carrocer0, s6lo ha desempenado un papel séenico. Hubiera estado mucho més conforme con la realidad si se b ‘Cuando un artista y un modista se unen para transformar un automévil’ " (Correo lectores, Suel-Ouest Dimanche, 22 de agosto de 1976), ® Por eva, ese campesino bearneés que, para explicar por qué no habia pensado en ser alealde a -de haber obtenido | niimero més alto de votos en las elecciones municipales, respondia: “;Pero es yo no sé hablar!” 395 Tabla 26—Variaciones de la conciencia de los factores sociales del ¢ escolar y social [La continuaciéa de los estudios __depende de E] éxito en la vida depende de jinteligencia| Jeaneiene.] medio. Jinteligens| i NC | social | medio NC | profes. | social | cia mena elas Bol ge Ll ak ae obreros | 3) 2 z | #@ [a [9 artesanos comerciantes i 4 2s = 45 9 | 3% suadros medios | 4 | 43 2 2 u | iB | oe bg awolos tose dae | Fuente: SOFRES. enero 1971. Tabla 27—Variaciones de la representacién de los medios de reducir la gualdad Fi mejor medio de reducir fa desigualdad de empl, [euadias| oportunidades entre los jvenes franceses: ‘cuadros) profesic if agricullores | obreros| patronos | medios| liberah ‘eformar profondamente a hretencia | — 3 = 1 emocratizar completamente la ensefianza 105__| 165 B ‘aumentar ios beneficios socinles para los mis desfavorecidos : 38 os | a | hacionalizar las empresas privadas ese 4 = 35, aumentar la prosperidad de la economia nacional . 24 aE Sin opinion BS a 35 Fuente: SOFRES 1970. La conciencia de tos efectos det medio social es particularmente baja en tos artesanos y los com: tes, los agricultores y los obreros, mientras que en los cuadros superiores el reconocimiento de efectos no excluye Ia adhesion a las virtudes de la inteligencia’*. * Todo parece indicar ques para que las clases populares reconocieran su interés de cla materia de educacin, harla falta al menos que estuviesen comprometidas en €] proveso educatio

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