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Quizás, el descubrimiento de ese “algo” podría ser una especie de clave que nos
permitiría talvez, ponernos en contacto con la intención inicial de estas tradiciones
a fin de poder establecer así una relación más dinámica con estas antiguas y
santas costumbres.
Solo me exigió estricta reserva sobre nuestra visita, ya que ese hombre se
hallaba "escondido". ¿Por qué? no lo explicó.
Se encaminó hacia una casa al final de una pequeña calle no muy lejos de
la estación Nikolái. Allí tocó el timbre de una puerta al final de una escalera
descubierta que sugería modestas viviendas burguesas.
Uno, que lucía una bata de seda estampada y un turbante, era macizo,
moreno, con una barba corta, espesa y negra. El otro, vestido con un traje
ancho y bufanda en lugar de corbata, tenía la piel bronceada y curtida, los
pómulos prominentes, los ojos sesgados y una pequeña barba de perilla.
Salvo por una leve inclinación de cabeza, ninguno de los dos prestó la
menor atención a nuestra entrada.
Ahora, sentado frente a él podía ver que sus ojos oscuros, cuyo resplandor
me atravesaba, eran a la vez compasivos y de un humor chispeante. Yo
estaba agitado, pero de ninguna manera me sentía calificado para ser su
contrincante. Me ganó fácilmente.
¿Qué sucedía? No lo sabía exactamente, pero lo que si era cierto, era que
mis "pacientes" mejoraban. Estaba atónito y curioso por estas misteriosas
"curaciones". Por supuesto que me alegraba que mis esfuerzos ayudaran
a los aldeanos, pero fue un alivio cuando finalmente el verano llegó a su
término, pues debía partir para otro lugar, finalizando también mi papel de
"sanador".
Lev Lvovich había terminado de hablar sobre mi y me hizo señas para que
me acercara. Me pidió que dijera para mi anfitrión, las palabras del Padre
Nuestro, tal como yo las se las había recitado a “mis pacientes” en la
aldea.
- "Si". Respondí.
- "Por favor, diga su Padre Nuestro de nuevo". Hablaba el inglés mejor que
el ruso, casi correctamente y con menos acento.
Repetí mi "encantamiento".
- “Como dice?”.
- “Dijo las primeras frases sin detenerse, pero luego tomó aire. Eso es
incorrecto”.
… “Escuche y observe".
Puso sus manos sobre las piernas, fijó la mirada en mí, y comenzó a
respirar lenta y profundamente, reteniendo el aire unos momentos, sin
moverse. Había mucha tranquilidad en la habitación. Lev Lvovich y el otro
hombre estaban ya absortos en su juego. Parecían pertenecer a otro
mundo. Yo sentía que estaba entrando en uno nuevo.
Una nota musical grave, baja y plena como un sol por debajo del do central
comenzó a sonar en el lugar, era un sonido puro y seco, asordinado por las
telas.
- “Hay muchas dudas de que las palabras originales nos hayan sido
transmitidas correctamente. Con el tiempo las versiones difieren y se
introducen matices en la traducción”.
“Lo más importante del Padre Nuestro es que nos proporciona una medida
conveniente de un solo y entrenado aliento”.
- "Es mejor odiar algo, que serle indiferente", replicó. "Eso significa que
puede llegar a quererlo cuando lo comprenda correctamente".
… “Se tenía que enseñar a respirar a cada uno de los discípulos, y luego a
encontrar la nota y el tono correspondiente a sí mismo con lo cual la
entonación logra el mejor efecto”.
… “Se vincula una técnica a cada cosa antes de poder hacerse de ella con
mejor provecho, y esto es especialmente cierto en relación al aliento de la
vida, aunque muy poca gente se de cuenta".
Insistí en que la respiración era una función tan natural como la digestión, o
la circulación de la sangre, y mientras más permitamos que estas cosas
funciones por sí solas, mucho mejor.
- "¿Dónde está la frontera?" replicó. "Si la oración no tiene que ver con las
funciones físicas, ¿Por qué todas las religiones, incluyendo las que se
fundamentan en su Biblia, insisten en asociar la oración con el ayuno?".
¿Con el ayuno? Me sentí perplejo ante ese comentario. Así que la oración
en su más alto nivel pareciera después de todo tener algo que ver con la
digestión, e incluso con la calidad y la circulación de la sangre. Este
pensamiento revolucionario necesitaba ser digerido. Cambié de tema.
- "¡Toda una vida! ¿De qué sirve aprender al final de una vida?!"
Estaba anonadado con todo lo que me decía. Su voz tenía fuerza y sus
palabras eran profundas. Su mirada era firme y penetrante. Su postura
imponente y segura.
Una vez más mi anfitrión juntó sus manos, se preparó, tomó aliento lenta y
profundamente. Y de nuevo la nota profunda se esparció, llevando las
palabras familiares en su recorrido como una marea que lleva a los barcos
lentamente a puerto. ¡Ah, que sensación!
Mientras reía dio una palmada y entró un criado, le dio una orden, y el
criado regresó con una bandeja surtida de zakuski y bebidas. Mi anfitrión
llenó dos copas.
Luego de dos tragos más, Lev me hizo una seña de que era hora de irnos.
Di las gracias por esa velada tan especial y nos levantamos.
Lev Lvovich vaciló. - "Llámalo Príncipe Ozay", dijo. "su nombre no importa.
¿Qué te pareció?"
Pero había visto en Lev Lvovich que tales requisitos le importaban muy
poco. Desde entonces he podido observar que guiarse solo por el
convencionalismo de la sociedad conduce, por lo general, a conclusiones
erróneas. Hay abundancia de tontos con títulos académicos. Tenía razones
para pensar que mi extraño anfitrión era, al menos nominalmente, un
musulmán. Siempre habló de la Biblia como "sus" Escrituras, pero fuese él
turco, tártaro, teutón o tibetano; fuese su profesión la de calderero, sastre,
soldado, marinero o vagabundo; fuese su reclusión voluntaria, forzada, o el
resultado de motivos políticos, sociales, comerciales o religiosos ¿Qué
importancia tendría todo esto, mientras yo pudiera recoger algo que me
llenaba y que él a su vez estaba deseoso de compartir?
Más tarde volví a intentarlo –pero él insistía en probar una nueva bebida
que había creado, un poco más fuerte que la que ingerimos en la primera
visita. La tertulia seguía. A lo mejor nada de lo que hacía era casual. Todo
tiene su tiempo, me decía a mi mismo recordando el Eclesiastés
- "Dígame una cosa. Cuando usted dice `santificado sea tu Nombre', ¿qué
quiere decir?"
- “Bueno, son varias”. Me puse a enumerarlas con los dedos mientras las
nombraba: “piano, armonía, contrapunto, orquestación, dirección orquestal,
historia de la música, estética, etc”.
Asentí.
… "La respiración también es un arte, igual que el sexo. Nadie –en quien el
sexo sea débil o no desarrollado o desequilibrado o anormal- puede
esperar jamás afinarse a la perfección".
“…Estos son los tres pilares sobre los que se edifica la oración. Cada uno
tiene que ser entrenado y disciplinado por la restricción –no existe otra
manera de hacerlo pues todos son caballos desbocados”.
"Señor de la Vida,
cuyo poder omnipotente habita
hasta en la más ínfima célula de este cuerpo,
manifiesta Tu Gloria aquí dentro,
hasta la perfección plena.
Permite que esas fuerzas radiantes
que llenan Tu Universo,
me purifiquen y me eleven,
y que a través de la observación gozosa de Tus Leyes
pueda adquirir la Fuerza Divina y la Salud,
y de esta manera consagrarme
a Tu Servicio por el resto de mis días".
Todos fuimos tocados por la riqueza de una voz exquisita que pudo haber
cosechado fama mundial para su dueño si éste hubiese querido explotarla
en el escenario de la ópera.
Este hecho sin embargo, no era nada excepcional en la Iglesia Rusa.
Chaliapin no fue el único gran cantante ruso que se inició en un coro de
pueblo. Ni tampoco fue inusual su manera de leer. Era la práctica
establecida; en aquel momento las Escrituras se leían de la misma manera
en todas las iglesias del país.
Yo parecía estar identificado con eso, y su efecto era lograr que todo a mí
alrededor se manifestara como si estuviese nadando y, por un momento,
se convirtiera en algo etéreo e irreal. Tuve miedo de tambalearme y caer,
por lo que fue necesario restablecerme a la fuerza. Fue una experiencia
desconcertante.
El hecho de que el Príncipe Ozay supiera sobre las virtudes de este pope
me figuraba en mi mente que tal vez podía existir una conexión entre ellos.
- "¿Será ese joven pope un alumno del Príncipe?", le pregunté a Lev con
curiosidad, pero no fui alentado a husmear en lo que no me incumbía.
… "la verdad siempre debe ser revelada en pequeñas dosis muy diluidas.
Y el sonido también tiene que ser racionado, especialmente el Nombre que
está por encima de todo Nombre, como lo expresan las Escrituras suyas“
… "Es por eso es que el Nombre debe ser santificado. Una sobredosis
fácilmente podría causar su muerte de no estar lo suficientemente
entrenado".
- "Sí, si esto hubiera estado más concentrado. Al igual que una cuerda de
violín estalla al ser pulsada con demasiada fuerza, o al igual que algunas
notas musicales de cierta calidad pueden quebrar objetos sólidos a
distancia"… "Hay muchas cosas por conocer", dijo una vez mas…
"Si quisiera, podría darle muerte en un instante, aquí sentado, sin
necesidad de que ninguno de los dos movamos ni un solo músculo".
- "¿Le tiene usted miedo al riesgo?", me dijo una vez más con gentileza,
aunque todavía con algo de reproche. "Comprenda esto claramente.
Ningún hombre puede adquirir un conocimiento de esta naturaleza sin
riesgo de morir. Dios, mal aplicado, es el Diablo. Sólo hay una fuerza en la
Creación. El bien y el mal dependen exclusivamente de su aplicación".
EL PADRE NUESTRO
Sir Paul Dukes fue autor de Read Dust and the Morrow (1922) The Store of
Secret Agent ST25 (1938), ambos recuentos de sus experiencias en Rusia.
También escribió An Epic of the GESTAPO (1940) y The Unending Quest
(1950), una serie de bocetos autobiográficos entre los cuales este ensayo
fue publicado por primera vez.