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Hígado graso, cirrosis y enfermedades afines

El hígado graso, la hepatitis alcohólica, la cirrosis, la cirrosis biliar primaria, la colangitis


esclerosante primaria y el déficit de alfa1-antitripsina pueden resultar de una lesión del hígado.
Muchos factores pueden producir una lesión en el hígado, pero en algunas de estas
enfermedades se desconoce el origen de la lesión.

Hígado graso

El hígado graso se define como una acumulación excesiva de grasa (lípidos) dentro de las células
hepáticas.
A veces, la causa del hígado graso se desconoce, especialmente en los recién nacidos. En
general, las causas conocidas corresponden a lesiones del hígado.
El hígado graso casi nunca ocasiona síntomas. Rara vez produce ictericia, náuseas, vómitos o
sensibilidad abdominal.
El hallazgo en una exploración física de un hígado agrandado sin la existencia de ningún otro
síntoma sugiere la posibilidad de un hígado graso, cuyo diagnóstico puede confirmarse
practicando una biopsia. Para ello, se utiliza una aguja larga
hueca a fin de obtener una pequeña muestra de tejido para
Aspecto microscópico de las células hepáticas
su análisis al microscopio.
La simple presencia de un exceso de grasa en el hígado no
representa un problema grave. El tratamiento tiene como
objetivo suprimir la causa o aliviar la alteración subyacente.
Las repetidas agresiones al hígado que provocan las
sustancias tóxicas como el alcohol pueden transformar un
hígado graso en una cirrosis hepática

Enfermedad hepática producida por el alcohol

La enfermedad hepática producida por el alcohol se define


como el daño al hígado causado por la ingestión excesiva de
alcohol.
Esta enfermedad es un problema muy frecuente para la
salud y se puede prevenir. En general, la cantidad de
alcohol consumido (cuánto y con qué frecuencia) determina
la probabilidad y la importancia del daño hepático. Las
mujeres son más vulnerables a desarrollar alteraciones en el
hígado que los varones. El hígado puede resultar afectado en mujeres que durante años
consuman a diario una reducida cantidad de bebidas alcohólicas, equivalente a unos 20
centímetros cúbicos (ml) de alcohol puro (200 ml de vino, 350 ml de cerveza o 50 ml de whisky).
En los varones que beben durante años, el daño se produce con cantidades de bebidas
alcohólicas consumidas diariamente tan reducidas como 50 militros de alcohol (500 ml de vino,
1000 ml de cerveza, o 150 ml de whisk y). Sin embargo, el volumen de alcohol necesario para
dañar el hígado varía de una persona a otra.
El alcohol puede provocar tres tipos de daños hepáticos: la acumulación de grasa (hígado graso),
la inflamación (hepatitis alcohólica) y la aparición de cicatrices (cirrosis).
El alcohol aporta calorías sin nutrientes esenciales, disminuye el apetito y empobrece la
absorción de nutrientes, debido a los efectos tóxicos que ejerce sobre el intestino y el páncreas.
Como resultado, se desarrolla desnutrición en las personas que regularmente lo consumen sin
alimentarse adecuadamente.

Síntomas y diagnóstico

En general, los síntomas dependen de la relación entre la duración del hábito y la cantidad de
alcohol que se consuma. Los grandes bebedores desarrollan los primeros síntomas hacia los 30
años y los problemas graves suelen aparecer hacia los 40. En los varones, el alcohol puede
producir efectos similares a los provocados por una situación de exceso de estrógenos y poca
testosterona, resultando en la disminución de tamaño de los testículos y aumento del volumen de
las mamas.
Las personas con una lesión hepática provocada por la acumulación de grasa (hígado graso)
habitualmente no presentan síntomas. En un tercio de estos casos, el hígado aumenta de
volumen y, a veces, es sensible.
La inflamación del hígado relacionada con el alcohol (hepatitis alcohólica) puede desencadenar
fiebre, ictericia, así como un aumento en el recuento de glóbulos blancos y un hígado doloroso e
inflamado. La piel puede presentar venas en forma de araña.
Cualquier persona que tiene una afección hepática con cicatrices (cirrosis) puede presentar pocos
síntomas o bien los característicos de una hepatitis alcohólica. Del mismo modo, el paciente
puede desarrollar las complicaciones habituales que manifiesta la cirrosis alcohólica, que son: la
hipertensión portal con agrandamiento del bazo, una ascitis (acumulación de líquido en la cavidad
abdominal), una insuficiencia renal provocada por la insuficiencia hepática (síndrome
hepatorrenal), una confusión (uno de los síntomas principales de la encefalopatía hepática) o un
cáncer de hígado (hepatoma). En algunos casos, el médico se verá obligado a practicar una
biopsia para confirmar el diagnóstico. Para ello se introduce una aguja a través de la piel y se
extrae una pequeña porción de tejido hepático para su análisis al microscopio. (•V. página 586)
En los sujetos que padecen una enfermedad hepática producida por el alcohol, las pruebas de
función hepática pueden ser normales o anormales. Sin embargo, la concentración en la sangre
de una enzima hepática, la gammaglutamil transpeptidasa, puede ser particularmente alta en las
personas que abusan del alcohol. Además, los glóbulos rojos de estas personas suelen ser de
mayor tamaño de lo normal, lo cual constituye una señal de aviso. La cifra de las plaquetas en la
sangre puede ser baja.

Pronóstico y tratamiento

Si se persiste en beber alcohol, el daño hepático se agravará y será probablemente mortal. Si el


individuo deja de beber, una parte del daño (excepto el que resulta de las cicatrices) puede
curarse espontáneamente y hay grandes probabilidades de que la persona viva más tiempo.
El único tratamiento para la enfermedad hepática producida por el alcohol consiste en abandonar
totalmente su consumo. Esto puede resultar muy difícil en muchos casos y la mayoría de las
personas necesita participar en un programa formal para dejar de beber, como por ejemplo el de
Alcohólicos Anónimos.

Cirrosis

La cirrosis, destrucción del tejido hepático normal, origina tejido cicatricial no funcionante y
engloba zonas de tejido hepático normal.
La mayoría de las causas frecuentes de lesión hepática terminan en cirrosis. En muchos países
occidentales, la causa más frecuente de la cirrosis es el abuso del alcohol. Entre los individuos
de 45 a 65 años la cirrosis es la tercera causa de muerte después de las enfermedades cardíacas
y del cáncer. La hepatitis crónica es, en cambio, la causa principal de la cirrosis en muchas
partes de Asia y África.

Hígado cirrótico
Síntomas
En contraposición al hígado
normal, el hígado cirrótico tiene
Muchas personas con cirrosis leve no tienen síntomas y parecen estar
una superficie que no es lisa y
bien durante muchos años. Otras sienten debilidad, tienen escaso
que se encuentra cubierta por
múltiples nódulos pequeños.apetito, se sienten enfermas y pierden peso. Una obstrucción crónica
del flujo de la bilis puede producir ictericia, prurito (picazón) y la
formación de pequeños nódulos amarillentos en la piel, especialmente
alrededor de los párpados. La desnutrición se debe, por lo general, a
una falta de apetito y a la absorción insuficiente de grasas y de
vitaminas liposolubles, resultante de la escasa producción de sales
biliares.
En algunas ocasiones, los pacientes pueden expulsar gran cantidad de
sangre con la tos o el vómito debido a hemorragias producidas por
rotura de venas varicosas situadas en la parte inferior del esófago
(varices esofágicas). Estos vasos sanguíneos dilatados se desarrollan
debido a la elevada presión de la sangre en las venas que van del
intestino al hígado. Dicha presión alta, denominada hipertensión portal,
junto con una función hepática reducida, puede originar una
acumulación de líquido en el abdomen (ascitis) y también puede
producir una insuficiencia renal y encefalopatía hepática.
Otros síntomas de enfermedad hepática de larga duración que pueden aparecer son la debilidad
muscular, el enrojecimiento de las palmas (eritema palmar), flexión de los dedos de la mano
(contractura de Dupuytren), pequeñas arañas vasculares en la piel,
aumento de volumen de los senos en los varones (ginecomastia),
aumento de tamaño de las glándulas salivales en las mejillas, pérdida
del cabello, reducción de tamaño de los testículos (atrofia testicular)
y una función anormal de los nervios (neuropatía periférica).

Diagnóstico

Una ecografía puede mostrar un agrandamiento del hígado. Una


gammagrafía hepática, usando isótopos radiactivos, da una imagen
que muestra las zonas del hígado que funcionan y las que tienen
cicatrices. Con frecuencia, los resultados de las pruebas de función
hepática están dentro de los límites normales porque, para realizar
las funciones químicas esenciales, solamente se requiere un
porcentaje reducido de células hepáticas sanas. El diagnóstico
definitivo se basa en el examen al microscopio de una muestra de
tejido hepático.

Pronóstico y tratamiento

La cirrosis suele ser progresiva. Si se padece una cirrosis alcohólica en fase inicial y el sujeto
deja de beber, el proceso de cicatrización generalmente se interrumpe, pero el tejido hepático ya
cicatrizado queda así indefinidamente. En general, el pronóstico es peor en los casos que
presentan complicaciones graves, como vómitos de sangre, una ascitis o una alteración de la
función del cerebro (encefalopatía).
El cáncer hepático (carcinoma hepatocelular) es más frecuente en las personas con cirrosis
causada por infecciones crónicas del virus de la hepatitis B o C, por un exceso de hierro
(hemocromatosis) o bien por una enfermedad por depósito de glucógeno de larga evolución. La
aparición de cáncer hepático en sujetos con cirrosis causada por el abuso de alcohol también es
posible.
No existe curación para la cirrosis. El tratamiento consiste en el abandono de los agentes tóxicos
que han provocado su aparición tales como el alcohol, una dieta adecuada que incluya un
suplemento de vitaminas y el tratamiento de las complicaciones a medida que se presenten.
El trasplante de hígado puede ayudar a una persona con cirrosis avanzada, pero si ésta continúa
abusando del alcohol o si la causa subyacente no puede modificarse, el hígado trasplantado
también podrá desarrollar cirrosis.

Cirrosis biliar primaria

La cirrosis biliar primaria es una inflamación de los conductos biliares intrahepáticos que
finalmente conduce a la cicatrización y obstrucción de los mismos.
La cirrosis biliar primaria puede presentarse tanto en varones como en mujeres de cualquier
edad; sin embargo, es más frecuente en mujeres entre los 35 y los 60 años de edad. Se
desconoce su causa, pero generalmente la enfermedad aparece en personas con enfermedades
autoinmunes, tales como la artritis reumatoide, la esclerodermia o la tiroiditis autoinmune.
La enfermedad comienza con la inflamación de los conductos biliares intrahepáticos, por lo que
se obstruye la salida de la bilis; por esta causa, la bilis se acumula en las células hepáticas o
pasa a la sangre. A medida que la inflamación se extiende al resto del hígado, una trama de tejido
cicatricial se desarrolla en todo el órgano.

Síntomas y diagnóstico

Por lo general, la cirrosis biliar primaria comienza gradualmente. El prurito y, a veces, el


cansancio son los primeros síntomas en la mitad de los pacientes; estos síntomas pueden
preceder a otros durante meses o años. En una exploración física, el médico notará a la
palpación el aumento de tamaño y dureza del hígado en un 50 por ciento de los pacientes y el
bazo también agrandado en un 25 por ciento de ellos. Aproximadamente el 15 por ciento presenta
pequeños depósitos amarillentos en la piel (xantomas) o en los párpados (xantelasmas).
Alrededor de un 10 por ciento sufre un aumento de la pigmentación en la piel. Menos del 10 por
ciento tiene únicamente ictericia. Otros síntomas pueden ser un engrosamiento del extremo de los
dedos (dedos en palillos de tambor) y anormalidades de los huesos, nervios y riñones. Las
deposiciones pueden ser pálidas, grasas y con un olor fétido. Más tarde se suelen presentar
todos los síntomas y complicaciones de la cirrosis.
Por lo menos a un 30 por ciento de los enfermos se les diagnostica esta enfermedad antes de que
aparezcan síntomas, porque se detectan anormalidades en los exámenes de sangre sistemáticos.
En la sangre de más de un 90 por ciento de individuos que padecen esta enfermedad se detectan
anticuerpos antimitocondriales (las mitocondrias son unas estructuras intracelulares diminutas).
Ante la evidencia de ictericia o de anomalías en los análisis del hígado, una herramienta útil para
el diagnóstico es la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE). En esta exploración
se realizan radiografías después de inyectar a través de un endoscopio una sustancia radiopaca
dentro de los conductos biliares. Esto mostrará si hay obstrucciones en el interior de los
conductos biliares, permitiendo que el médico identifique el hígado como la fuente del problema.
El diagnóstico puede confirmarse mediante el examen microscópico de una muestra de tejido
hepático obtenida con una aguja (biopsia hepática).

Pronóstico y tratamiento

La progresión de la cirrosis biliar primaria varía notablemente. Al principio, la enfermedad puede


no afectar a la calidad de vida y la persona con esta afección tiene un pronóstico razonablemente
bueno. Quienes padecen una enfermedad de evolución lenta parecen vivir más tiempo; sin
embargo, en algunos casos, se produce una evolución rápida de la enfermedad que culmina en
cirrosis grave a los pocos años. El pronóstico es peor en aquellos pacientes con una
concentración creciente de bilirrubina en sangre (ictericia). En la mayoría aparece una
enfermedad ósea metabólica (osteoporosis).
No se conoce ningún tratamiento específico. El prurito puede controlarse tomando colestiramina.
Suelen necesitarse suplementos de calcio y de vitaminas A, D y K dado que estos nutrientes no
se absorben adecuadamente si la cantidad de bilis es insuficiente. El ácido ursodesoxicólico
parece disminuir ligeramente la progresión de la enfermedad y generalmente es bien tolerado. El
trasplante de hígado es el mejor tratamiento para quienes entran en la fase terminal con
complicaciones. El pronóstico del hígado trasplantado es muy bueno; pero es menos claro si la
cirrosis biliar primaria va a reaparecer en él o no.

Colangitis esclerosante primaria

La colangitis esclerosante primaria es la inflamación, cicatrización y obstrucción de los conductos


biliares dentro y fuera del hígado.
En la colangitis esclerosante primaria, la cicatrización se estrecha y finalmente obstruye los
conductos causando cirrosis. Aunque se desconoce su causa, se sabe que probablemente esté
relacionada con anormalidades del sistema inmune. La enfermedad afecta muy a menudo a los
varones jóvenes. Habitualmente los afectados presentan, a la vez, una enfermedad inflamatoria
del intestino, especialmente la colitis ulcerativa.

Síntomas y diagnóstico

La enfermedad, por lo general, comienza gradualmente, con cansancio progresivo, prurito e


ictericia. Pueden producirse, aunque no es frecuente, episodios de dolor en la parte superior del
abdomen y fiebre, causados por la inflamación de los conductos biliares. La persona afectada
suele tener el hígado y el bazo inflamados, o presentar síntomas de cirrosis. También puede
desarrollar hipertensión portal, ascitis e insuficiencia hepática, lo que puede ser mortal.
El diagnóstico se establece utilizando generalmente la colangiopancreatografía retrógrada
endoscópica (CPRE) o la colangiografía percutánea. En la CPRE, se hacen radiografías después
de haber inyectado, a través de un endoscopio, una sustancia radiopaca dentro de los conductos
biliares. En la colangiografía percutánea se realizan las radiografías después de haber inyectado
directamente la sustancia radiopaca en los conductos biliares. Para confirmar el diagnóstico se
puede necesitar el examen microscópico de una muestra del tejido hepático obtenido mediante
una aguja (biopsia hepática).

Pronóstico y tratamiento

Algunas personas permanecen sin síntomas hasta 10 años, habiéndose detectado la enfermedad
en un análisis de rutina de la función hepática. Por lo general, la colangitis esclerosante primaria
empeora gradualmente.
Fármacos como los corticosteroides, la azatioprina, la penicilamina y el metotrexato no han
demostrado su eficacia y pueden además causar efectos colaterales adversos. La efectividad del
ácido ursodesoxicólico es poco clara. La colangitis esclerosante primaria suele requerir el
trasplante de hígado, el único tratamiento curativo conocido para esta enfermedad, que de otro
modo es mortal.
La infección recidivante de los conductos biliares (colangitis bacteriana) es una complicación de
la enfermedad que requiere tratamiento con antibióticos. Se pueden dilatar los conductos
estrechados mediante un procedimiento endoscópico o quirúrgico. Entre el 10 y el 15 por ciento
de las personas con colangitis esclerosante primaria desarrolla un cáncer de los conductos
biliares (colangiocarcinoma). Se trata de un tumor de crecimiento lento, cuyo tratamiento requiere
un procedimiento endoscópico para colocar prótesis en los conductos biliares y eliminar la
obstrucción. Ocasionalmente se requiere cirugía.

Déficit de alfa1-antitripsina

El déficit de alfa1-antitripsina es una insuficiencia hereditaria de esta enzima que puede causar
una enfermedad hepática y pulmonar.
La alfa1-antitripsina es una enzima producida por el hígado que está presente en la saliva, en el
jugo duodenal, en las secreciones pulmonares, lagrimales, nasales y en el líquido
cefalorraquídeo. Esta enzima inhibe la acción de otras enzimas que descomponen las proteínas.
La carencia de alfa1-antitripsina puede provocar que otras enzimas dañen el tejido pulmonar. Su
disminución en la sangre representa una incapacidad del hígado para secretar la enzima y su
retención dentro de las células hepáticas puede lesionarlas y causar fibrosis (cicatrices) y
cirrosis.

Síntomas y pronóstico

Hasta un 25 por ciento de los niños con déficit de alfa1-antitripsina padece de cirrosis e
hipertensión portal y mueren antes de los 12 años de edad. Aproximadamente otro 25 por ciento
muere hacia los 20 años. Otro 25 por ciento padece solamente anormalidades hepáticas menores
y sobrevive hasta la edad adulta. Sólo el 25 por ciento restante no muestra evidencias de
progresión de la enfermedad.
El déficit de alfa1-antitripsina es inusual en los adultos y aunque esté presente, puede no causar
cirrosis. Los adultos con este trastorno padecen con frecuencia de enfisema, una enfermedad
pulmonar que se manifiesta por una creciente dificultad respiratoria. En ocasiones puede
desarrollarse cáncer hepático.

Tratamiento

La terapia de sustitución utilizando alfa1-antitripsina sintética ha demostrado alguna eficacia,


pero el trasplante de hígado sigue siendo el único tratamiento con garantías de éxito. El daño
hepático no suele reaparecer en el hígado trasplantado, el cual produce alfa1-antitripsina.
El tratamiento en los adultos está generalmente dirigido a la enfermedad pulmonar, lo que incluye
medidas para prevenir infecciones y hacer que el fumador deje de fumar.

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