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Señoras, señores:
He consagrado mi vida a la literatura. Es decir, a leer, a disfrutar, a meditar,
a sentir, a ser feliz, a comprender, a tratar de comprender y cosechar líneas y,
finalmente, a ponerlas por escrito y eventualmente publicarlas.
Mi amigo y maestro Alfonso Reyes me dijo una vez: "Publicamos nuestro libros para
librarnos de ellos, para no pasar el resto de nuestras vidas corrigiendo borradores". Eso
es cierto (risas). Pero cuando publico un libro lo dejo abrirse paso. Nunca he leído un
solo comentario sobre nada mío. Afuera. Dejo que el libro siga su propio camino y,
entonces, pueda ir hacia otro y quizá a mejor suerte. Por supuesto he leído libros de
estética: he leído a los griegos, he intentado leer a los alemanes -no siempre con éxito-
(risas y aplausos) y, desde ya, leído y releído el edicto de Wordsworth sobre los valores
de la Naturaleza-1798, claro-. Todo eso condujo a un específico libro de estética por
Croce, que depara buena lectura pero a él no lo lleva demasiado lejos (risas).
En el curso de mi vida he debido encarar varias teorías. Me referiré a una que
refuté -si bien ahora no estoy tan seguro de que se haya tratado de una refutación, en
cierta medida lo fue-. Lugones, en su famoso Prólogo al Lunario Sentimental, publicado
en 1907, dijo que la metáfora es el elemento esencial de la poesía. Y mucha gente pensó
lo mismo, al menos la de mi generación. Tengo entendido que los chinos en vez de
hablar de "universo" lo llaman "Los Diez Mil Seres"; presumo que quieren decir los
diez mil arquitectos, ya que hay más de 10.000 hombres o 10.000 perros o gatos en el
mundo. Estos diez mil arquitectos deben de haber logrado una combinación riquísima
desde el momento en que se puede comparar cualquier cosa con cualquier otra y hasta
incurrir en la atrocidad de Vicente Huidobro que descubrió en los vagones del
ferrocarril las cuentas del rosario. Porque si se pudieran comparar los coches del tren
con un rosario, la belleza exigiría violencia.
Por mi parte, también yo hice todo lo que pude para combinar, o sea, para
provocar nuevas metáforas; y después de un tiempo sentí que quizá sólo había
unas pocas metáforas esenciales.
Pensé que al margen de las que provienen de meras combinaciones de palabras tal vez
sólo hubiera, digamos, cuatro o cinco metáforas -vínculos- esenciales.
De ellas, la primera sería, por supuesto, el tiempo y el río. Creo que ése era
el título de una novela. Lo cierto es que basta con leerlo: se lee "el tiempo y
el río" y uno siente que tiempo y río son esencialmente lo mismo. Cuando
Heráclito dice que nadie baja dos veces al mismo río porque las aguas están
cambiando, uno siente que él escribió esta línea para que sienta no solamente
que el agua está cambiando, sino que uno está cambiando. Uno es el río. De modo que -
pienso- esa metáfora esencial -tiempo y río- es una metáfora real, no un mero juego de
palabras. Recuerdo una línea que Lord Tennyson escribió alrededor de 1850. Dice así
"Time in flowing through the middle of the night" (El tiempo fluye en medio de la
noche). Ahí pueden ustedes palpar las casas silenciosas, las ciudades dormidas y el
tiempo fluyendo por su propio cauce sin que nadie lo advierta, excepto quizá Dios. ¡Qué
placer! ¿Se dan cuenta? Esta es una de las metáforas esenciales: el tiempo y el río.
Y después tienen esta otra que para mí es recurrente. La idea de que la vida es
sueño. Calderón escribió: "La vida es sueño", "Life is a dream". Viniendo de
nosotros resulta bastante escueta, pero Shakespeare escribió: "We are such
stuff/ as dreams are made on; and our little life/ is rounded with a sleep"
(Estamos hechos de la misma materia de los sueños y un sueño sella nuestra
exigua vida). Por supuesto, con "misma materia de los sueños", Shakespeare nos hace
pensar en el hacedor de sueños, en "el tejedor de sueños". Siento que así se compagina
una hermosa metáfora.
También hay otra que siempre emerge del parentesco del sueño con la muerte. En el
Libro de los Reyes del Antiguo Testamento y a propósito del entierro de David se lee:
"Y él durmió con sus padres". Todo el pasado se recobra "con sus padres", todas las
generaciones pasadas. Otra verdadera metáfora o metáfora esencial sería la vinculación
de ojos y estrellas. Existe un libro que se llama -no recuerdo el nombre del autor- Las
estrellas miran hacia abajo. Uno piensa entonces en el desfile de las generaciones del
hombre mientras esas estrellas indiferentes miran hacia abajo. Pero el mejor ejemplo lo
encontramos en Chesterton. Dice "But I shall not be too old to see the enormous night
arise, a cloud that is louder than the world, and the monster made of eyes" (Pero no seré
demasiado viejo para ver la inmensa noche alzarse, una nube con más estruendo que el
mundo, y el monstruo hecho de ojos). No lleno de ojos, como el monstruo en el Libro
de las Revelaciones, sino hecho de ojos, y esto es realmente pavoroso.
NOTAS:
(1) "Es indiscutible que Joyce es uno de los primeros escritores de nuestro
tiempo. Verbalmente, es quizá el primero. En el Ulises hay sentencias, hay
párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir
Thomas Browne. En el mismo Finnegans Wake hay alguna frase memorable. (Por
ejemplo, ésta, que no intentaré traducir: Beside the rivering waters of, hither and
thithering waters of, night.)En este amplio volumen, sin embargo, la eficacia es una
excepción". (De "El último libro de Joyce", Reseñas,
correspondiente al 16 de junio de 1939) en Borges J. L.:Textos cautivos (Ensayos y
reseñas en El Hogar, 1936-39).Edición Enrique Sacerio-Gari y EmilRodríguez
Monegal, Marginales, Tusquets Editores, 1968- Buenos Aires. ** * Beside therivering
waters of, hither and thithering waters of, night (Junto a fluviales aguas de, yendo y
viniendo aguas de, noche.) También literalmente: (a la orilla de agua fluyente de, yente
y viniente agua de, noche.)