Está en la página 1de 2

Tenemos cuatro yoes (I)

Ilustración: Ángel Pantoja

 Noticias relacionadas en elmundo.es

26 de abril de 2006.- Va uno al psiquiatra y le dice: "Doctor tengo doble personalidad.


No se preocupe póngase cómodo y charlemos los cuatro". Ya sé que es un chiste muy
antiguo pero viene a cuento, porque hoy quiero hablaros de un modelo interesante en
Psicología conocido como la 'Ventana de Johari' que puede ayudarnos a conocernos
mejor. Aunque de entrada parezca que va a complicarlo todo, porque señala la
existencia, no de uno, sino de cuatro yoes: el yo abierto, el yo oculto, el yo ciego y el
yo desconocido. Obviamente lo de los cuatro yoes es un artilugio pedagógico, hay un
solo yo pero tiene cuatro sectores.

El yo abierto lo constituye todo aquello que yo conozco de mí y lo muestro a los


demás. Se llama también yo conocido, porque es el único de los cuatro sectores que es
conocido tanto por mí como por los otros. Es lo que mostramos sin esfuerzo y los demás
captan sin dificultad. El yo abierto suele estar conformado por rasgos superficiales, más
o menos convencionales, pero en todo caso nada conflictivos para mí. Muestro sólo lo
que quiero mostrar.

El yo oculto lo conforma todo aquello que yo conozco de mí pero que oculto a los
demás. Es el sector del yo que es conocido por mí y desconocido por los demás.
Pertenece a él todo lo que soy consciente de tener pero que no quiero que los demás
descubran. Mark Twain decía que cada hombre es una luna con una cara oculta que
nunca muestra a nadie. Si me atrevo a abrirlo es sólo con personas muy íntimas y si lo
hago terminaré llorando, algo tiene este yo que es como una cebolla. A él pertenecen los
sentimientos más íntimos, los gustos más ocultos, los deseos inconfesables, las
vivencias más traumáticas. Hay personas que se sienten transparentes, creyendo que los
demás ven lo oculto.

El yo ciego, ciego porque no me veo pero me ven, se llama también desconcertante,


porque está constituido por lo que yo no sé de mí y los demás sí conocen. Es el sector
del yo desconocido para mí y conocido para los demás. ¿Desconcertante, verdad? Algo
de mí, no conocido por mí y conocido por los otros, ¿qué será? Y aún queda otro yo,
el cuarto, que más que desconcertante es enigmático: el yo desconocido. Desconocido
para mí y desconocido para los demás, y sin embargo es una parte de mi yo que influye
decisivamente en mi vida y en mi comportamiento. De ambos hablaremos mañana.

Resumiendo lo de ayer: conocido por mí y conocido por los otros, yo abierto; conocido
por mí y desconocido por los otros, yo oculto; desconocido por mí y conocido por los
otros, yo ciego; desconocido por mí y desconocido por los otros, yo desconocido. De
los dos primeros ya hablamos, de los dos segundos hablaremos hoy.

Al yo ciego se le llama también yo desconcertante, porque nos parece imposible que


algo de "mi yo" sea ignorado por mí y sea evidente para los demás. Es como ver mi
nariz o mis ojos, son vistos por los demás pero no por mí. El ejemplo más claro lo
encontramos en lo que podríamos llamar la impresión que causamos en los demás.
Habitualmente desconocemos lo que despertamos en los demás, sobre todo lo que
despertamos de negativo, porque no se nos dice. Sin saberlo provocamos en el otro
cosas que desconocemos, algunas positivas y otras no, damos la impresión de seguros, o
de tímidos, de listillos, de graciosillos, de pelmazos, de antipáticos... Podemos conocer
este yo si tenemos amigos sinceros que nos digan lo que no nos gusta oír. Sólo en las
relaciones interpersonales podemos hacernos más conscientes de los contenidos de este
sector del yo. Por eso las terapias de grupo son también especialmente eficaces en
descubrir al yo ciego, digamos que el grupo nos pone delante un espejo donde poder
mirar a ese yo. Cuando nos informan de él solemos negarlo, nos defendemos como gato
panza arriba, damos un sinfín de explicaciones, cuesta admitirlo.

El yo desconocido, ese sector que ni yo ni los otros conocen, es el inconsciente


psicoanalítico. Es el sector de lo instintivo, de lo reprimido, donde bucean las
psicoterapias profundas. Lo tengo dentro de mí, pero no tengo acceso directo a ello. Se
manifiesta especialmente en los sueños. Si lees la Interpretación de los sueños de Freud,
poco a poco, como beben las gallinas, quizás descubras aspectos insospechados de ese
yo hermético y cerrado, pero que influye de la forma más decisiva en nuestra conducta,
calladamente, sin que se advierta.

Eres lo conocido, lo oculto, lo ciego y lo desconocido. Pero déjame decirte una cosa:
Por encima de todo, sé tú mismo, no importa lo que seas.

También podría gustarte