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DE PECADOS, VIRTUDES Y VERDADES.

Ana Eliette Mora Castro.

¡Gracias Culebra por tentar a Eva con la manzana! Y ¡Gracias Eva por comerla!

Me queda claro que al estar agradecida por el tan mentado pecado original, corro el
riesgo de ser señalada, criticada y repudiada por quienes toman al pie de la letra las
enseñanzas religiosas que nos inculcan desde niños.

Pues ¿qué se le puede agradecer al culpable de que a las mujeres nos duela parir y de
que al hombre lo obligaran a trabajar? Permítanme mis queridos lectores, antes de que
consideren someterme a un tribunal inquisidor, indicarles que el fruto del bien llamado
por las Sagradas Escrituras “árbol de la vida”, no es ni más ni menos que eso: un aliado
fortísimo para proteger la salud de nuestro corazón, máximo sustentor de la vida.

Esto se desprende de un estudio realizado por el Departamento de Ciencias de


Nutrición, Alimentos y Ejercicio de la Universidad Estatal de Florida, presentada en la
reunión anual de la Federación de Sociedades Estadounidenses de Biología
Experimental, que se efectuó hace unos días en Washington D.C.

Para llevarlo a cabo, reunieron a 160 mujeres de entre 40 y 65 años y las dividieron en
dos grupos: uno comió 75 gramos de manzana diarios durante un año y el otro ingirió
ciruelas pasas en la misma cantidad y por el mismo lapso. Hicieron mediciones a los 3,
a los 6 y a los 12 meses, encontrando en el segundo período (el de seis meses) grandes y
favorables cambios en las mujeres que estaban consumiendo “la fruta prohibida”.

Bahram Arjmandi, autor principal de la investigación, destacó que la pectina y los


polifenoles contenidos en las manzanas ayudan a proteger la salud cardiovascular al
reducir los niveles de colesterol malo y de otros compuestos; asimismo, elevan los
niveles de colesterol bueno ¡y hasta ayudan a rebajar de peso!

No debemos olvidar que también se han constatado los beneficios de la manzana a la


hora de ayudar a prevenir el cáncer, las enfermedades coronarias o mejorar la tasa de
glucosa de los diabéticos tipo 2, todo por sus altos contenidos de fibra, vitaminas A y C,
hierro, calcio, magnesio, potasio y flavonoides.

Tal parece que, a fin de cuentas, el condenado actuar de nuestra bíblica madre, no fue
tan malo después de todo. Las consecuencias se compensan con todas las bondades que
nosotras, sus hijas, podemos encontrar en las descendientes del fruto que le ofreció la
serpiente.

En todo caso, si hilamos fino, la verdadera culpable ya pagó su precio a base de siglos
de ser transformada en botas, carteras y fajas; ayudado por la tecnología el hombre cada
vez suda menos al trabajar; y a base de sustancias químicas los dolores de parto ya no
son problema para las que no quieren sufrirlos.

Además, si lo pensamos bien, lo que en los escritos sagrados se denomina Paraíso, está
situado en algún lugar de lo que hoy en día conocemos como Irak y francamente la
idea de vivir en esa zona guerra no se presenta como una visión muy optimista.

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