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RUPERTO

LA HISTORIA DE VIDA DE FRANCISCO JIMÉNEZ

Elvin Barreto Guédez.

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L.F. 07320039201345
ISBN: 980-6630-00-9
2003: Primera edición en formato libro
2010: Primera edición en formato digital
Caracas. Venezuela
El autor autoriza la reproducción total y/o parcial
de la obra siempre y cuando cite adecuadamente
la fuente.

elvinbarretoguedez@hotmail.com

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RUPERTO: COMBATIENTE REVOLUCIONARIO.

En la turbulencia política de comienzo de los años 60 conocimos a


Francisco Jiménez. Lo encontramos por las señas que nos diera
Carmelo Laborit, dirigente principal en ese entonces del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (M.I.R.) en el oriente del país. La
bodeguita de subsistencia donde lo conseguimos en Maturín apenas
disponía de unos racimos de cambur, unas tortas de casabe y unas
pocas cosas más. Lo bautizamos como “El Viejo” en este inicio de lo
que después sería una extraordinaria relación en la
militancia revolucionaria, primero en el M.I.R. y posteriormente en
Bandera Roja. En las primeras tareas que emprendimos pudimos
apreciar en El Viejo el firme propósito de convertirse en un luchador
revolucionario de primera línea. Nos planteamos por nuestra parte
contribuir de la mejor manera a la cristalización de esta noble
aspiración. Cuando casi 40 años después fuimos a la última
despedida, en la misma ciudad donde nos conocimos, inclinamos
nuestras banderas para olvidarnos por muchos años de
clandestinidad y riesgo de su nombre legal. Fructífera y enaltecedora
vida, que hoy sirve de ejemplo a la militancia de Bandera Roja y que
legamos como patrimonio a la justa causa de la redención social.
El tránsito de un niño campesino, que tardíamente aprende a leer, a
dirigente revolucionario, no fue fácil. Sólo lo explica una férrea
voluntad de superación. El esfuerzo en el aprendizaje fue integral y el
resultado también. Pero era tan exigente nuestro amigo que a veces
se situaba ante metas exageradas. Eso lo conducía a una valoración
propia y de los otros equivocada en materia de logros. Muchas veces
polemizamos sobre esto, tratando de ubicarlo en lo verdaderamente
alcanzado en avance cultural, en el estudio del marxismo, en la
comprensión del país y sus relaciones con el mundo y en la
sistematización de la experiencia nacional y en la asimilación de otras
experiencias. Aprendimos con El Viejo Ruperto a ser insistentes y
hasta tercos en el reclamo de la formación teórica, política y cultural
de los cuadros y militantes revolucionarios, para que cada día sea
más consciente su acción y mejores sus aportes. Superar los viejos
prejuicios de una formación campesina, con apenas ligero paso por el
pequeño comercio, por la industria petrolera y por una policía estadal,
resulta una hazaña. Una elevación cultural de tamaña monta es el
fruto en primer lugar del choque de realidades que le tocó vivir en
función de la subsistencia más primaría, que lo conduce a una
conciencia primitiva de la lucha social, pero que le hace base para

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llegar a la militancia revolucionaria, donde ese salto se hace viable por
el constante y fecundo debate que constituyó práctica en esos años
del M.I.R. y en toda la historia de Bandera Roja.
Pero esto no hubiese sido suficiente si su conducta no hubiera sido
marcada por ese gran amor a los pobres que siempre profesó, por el
compromiso de servir a su causa, que lo llevan a la entrega
sacrificada y riesgosa en el movimiento político. Sólo profundas
convicciones hacen que esa conducta se convierta en rasgo esencial
de una vida. La crítica franca y cruda signó su militancia y su
comportamiento en la relación con camaradas y amigos. Pero no
menos duro fue en el reconocimiento de sus errores una vez que
lograba entender las razones que se esgrimían para criticarlo. Con
mucha insistencia reclamó mejorar la formación de los dirigentes.
Acertadamente estimuló la elevación teórica y la eficacia en el trabajo
militante. Esto nos dice mucho del convencimiento de nuestro amigo
del imprescindible papel que juega el partido revolucionario en la
transformación social, y cómo hay que cuidarlo alcanzando una alta
conciencia en sus militantes y dirigentes. Esto lo acompañó
reiteradamente con la prédica por la unidad interna, la crítica al
fraccionalismo y al espíritu grupal. Los que estuvimos cerca en la hora
de las definiciones sobre confrontaciones internas que desembocaron
en divisiones, pudimos ver cómo esos procesos afectaron a El Viejo.
Pero el estado de ánimo no constituyó obstáculo para que firmemente
se colocara al lado de quienes defendíamos valores, principios y la
línea general que han sido base y fundamento en el nacimiento y
desempeño de Bandera Roja.
Con igual firmeza respaldó los avances que en materia de
comprensión de la realidad nacional y de determinaciones políticas ha
venido asumiendo el partido en su proceso continuo de maduración.
No seríamos justos con Ruperto si no resaltáramos su gran capacidad
de comunicación con la gente, esa rapidez para traducir el discurso
político al lenguaje de su variado auditorio, para explicarlo con
metáforas que llegaban a la gente, sobre todo que tocaban las
angustias y los anhelos de los más pobres. Esto lo convirtió en un
destacado activista social, en un personaje que se hacía querer, que
generaba apoyos, que sumaba voluntades por donde quiera que
pasaba, que incorporó a muchos militantes a nuestra organización.
Escribimos estas líneas sobre nuestro camarada y amigo Francisco
Jiménez ”Ruperto” a propósito de la entrada en imprenta de una
interesante entrevista que le hiciera nuestro también camarada y
amigo Elvin Barreto. Allí está expresado en toda su crudeza y
sinceridad, sin arreglos posteriores, un hombre que estaba en lucha
final contra el cáncer. La vida no le dejó tiempo a Ruperto como para

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que pudiera revisar esta entrevista y hacer los añadidos y
correcciones que mejoraran la comprensión de lo allí dicho. Si se va a
lo esencial de lo narrado no hay lugar para interpretaciones erróneas
de anécdotas insuficientemente planteadas.
Seguimos batallando por lo de siempre.

Gabriel Puerta Aponte


Caracas, agosto de 2003.

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INTRODUCCIÓN.

A petición de algunos camaradas y de otras personas revolucionarias


interesadas en conservar algunos testimonios que pudieran ser útiles a las
futuras generaciones que tendrán la tarea de continuar la lucha por la real
transformación de las estructuras económicas, políticas y culturales de nuestro
país, me he propuesto escribir sobre mi vida y la militancia revolucionaria.
Con frecuencia mucha gente me pregunta cómo me hice
revolucionario... que triste es escoger el camino y abandonar tu familia, mi
esposa y mis hijos. ¿Cómo es la vida en la guerrilla?. ¿Cómo se conseguían
las armas?. ¿Cómo hacían para burlar tantas veces a los cuerpos de seguridad
del Estado?. ¿Qué buscaban ustedes con la violencia en un sistema
democrático?. De verdad, me gustaría responder a estas y muchas otras
interrogantes.
Para escribir sobre alguien que de alguna manera ha llegado a
convertirse en una referencia, creo que es importante tener en cuenta su
pasado, sus padres, el lugar de nacimiento, su niñez, sus hermanos, su origen
de clase, sus primeros pasos en estado conciente.
Aquí está mi historia.

FRANCISCO JIMÉNEZ (RUPERTO)


Maturín, abril de 2001

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Estas palabras de “Ruperto” fueron suficientes para que ambos
llegáramos al convenio de hacer una realidad sus deseos de sacar a la luz
pública sus vivencias. En tal sentido, nos reunimos en la ciudad de Maturín,
estado Monagas, entre los días 11, 12 y 13 de abril del año 2001,
aprovechando el asueto de semana santa. Allí conocí a la señora Cruz
Jiménez, a sus hijos y nietos, quienes me brindaron una esmerada atención.
Los relatos de “Ruperto” alcanzaron diez casettes, que fueron
transcriptos por completo y ordenados en subtítulos e incorporadas algunas
notas al pie de página para permitir una mejor orientación en la lectura de los
mismos.
Este trabajo de “Historia de Vida”, aparte de exponer la ejemplar vida
de Francisco “Ruperto” Jiménez, nos presenta también algunos episodios de
las realidades de la Venezuela rural de la primera mitad del siglo XX. Y a su
vez, presenta una visión de lo que fue la lucha armada en los años sesenta,
setenta y ochenta desde la perspectiva de un combatiente perteneciente al
proletariado campesino.

ELVIN BARRETO GUÉDEZ


Barinas, octubre de 2002

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ENTRE PENURIAS, PULGAS Y CHINCHES.

Mi nombre de pila es Francisco Javier Jiménez. Nací el 3 de diciembre


de 1920 en el Golfo de Cariaco, concretamente en La Peña, un caserío del
Municipio Mejías, del estado Sucre.

Soy hijo natural de Leoncia Jiménez y Gregorio Cova, ambos de origen


campesino. Ninguno de los dos sabía leer y escribir. Cova era jornalero en
una hacienda de caña, que devengaba un mísero salario de tres reales diarios
que junto a unas cuantas horas de pesca nocturna en el Golfo de Cariaco, en
una lanchita que tenía, ayudaban a enfrentar el hambre con una o dos
comidas diarias bastantes limitadas. Mi mamá atendía el hogar.

De esta pareja nacieron mis hermanos: José Inocente, Encarnación,


Dorotea, Guillermo Eloy, Inés Dolores y yo, el último. En la actualidad soy el
único que está vivo. Ninguno de nosotros tuvo otra escuela que la vida
misma, en una comunidad, donde para aquel entonces no había escuelas ni
centros de salud. Pero si muchas penurias, casas de bahareque llenas de
pulgas, piojos y chinches.

En La Peña vivieron mis padres por muchos años, en una humilde


casita de bahareque 1 , como eran todas. “Manigoyo”, que era como llamaban a
mi padre, era muy popular y me dio lecciones de solidaridad, pues, cada vez
que pescaba algo le mandaba una ración a cada uno de sus vecinos y, por
suerte, recibíamos de algunos de ellos cualquier cosita que reforzara nuestra
pequeña porción de comida.

Recuerdo que en ese tiempo se compraba con centavitos. Con una


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locha comprabas 4 ó 5 artículos. Tuve mi problemón en ese tiempo porque
siendo el último de los muchachos estaba constantemente en la casa y por lo
tanto mi mamá me mandaba con mucha frecuencia a la bodega. Algunas
veces mi papá llegaba con un coco con el cual teníamos que almorzar ese día
y entonces me mandaban a comprar en la bodega centavo y medio de
papelón. Esto empieza a explicarte el estado de pobreza en que vivíamos.

En uno de esos casos me mandaron a comprar el centavo y medio de


papelón y yo no soporté en el camino las ganas de comerme un pedazo.

1
Bahareque o “bajareque”: estructura de varas vegetales entretejidas recubiertas de barro y paja que se
emplea en la construcción de viviendas campesinas.
2
Locha: unidad monetaria venezolana que equivale a 12 céntimos y medio de bolívar.

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Cuando llegué a la casa llegué con una cantidad muy disminuida a su tamaño
normal. Mi mamá, muy brava, me mandó a devolver el papelón. Entonces yo
me preocupé mucho, porque el hombre no me lo iba a recibir. Sin embargo, le
llegué al hombre con pena y con todo, medio llorando. Le rogué que me diera
otro pedazo de papelón porque yo me había comió un pedacito de ese y mi
mamá no lo quería recibir. El hombre comprendido y bueno... cortó otro
pedazo y me lo dio.

LA ORFANDAD.

Al poco tiempo de eso mi mamá se murió. Yo tendría 6 años, desnudo,


descalzo y con los pies llenos de niguas cuando murió mi mamá. Ya habían
fallecido mis hermanas Encarnación y Dorotea, dejando ésta ultima una hijita
de 10 años, con el nombre de Ana Julia. Mi mamá y mis hermanas murieron
por razones que nunca supe. Como esa era una zona azotada por muchas
enfermedades, supongo que murieron a causa de ellas.

Había muerto la primera esposa de mi hermano mayor José Inocente,


cosa ésta que lo llenó de tristeza y ganas de abandonar el lugar para instalarse
en Las Vegas de Santa María de Cariaco, allá mismo en el estado Sucre.

Mi hermano Guillermo Eloy se quedó con un tío, que se llamaba Jesús


María Jiménez, quien lo trataba muy mal, al igual que lo hacían otros padres.
El mal trato que recibía mi hermano y otros niños me afectaba mucho, me
parecía desconsiderado. Eran métodos de aquellos tiempos. Una vez le
pregunté a mi mamá que querían unos hombres extraños que le interrogaban
acerca de cuanta gente vivía en la casa y ella me respondió con la mano
izquierda en un cachete y me zumbó en el suelo.

Yo quedé con mi madrina Petra Arias. Una hermosa mujer de Boca de


Caño, que me estuve con ella en su casa durante un tiempo, no recuerdo
cuanto tiempo. Si recuerdo dos cosas de esa época. Uno, la gran preocupación
que ella tenía por mi, por mi caso, por mi situación, por mi vida. Siempre me
tenía mi desayunito a tiempo, consistente en una caja de ocumo sancochao y
un poquito de guarapo de papelón. Ese era el desayuno.

Bueno, yo estaba tranquilo ahí y no tenía problemas con ella. Me quería


muchísimo. El papá de ella, el viejo Colón, que era medio atestao, un día por
un juego pesado que le hice a la mujer de uno de sus hijos, el señor me cayó a
sombrerazo. Yo salí corriendo pa’ salvarme de esa tanda de sombrerazos y caí
en un pozo de barro. Un pozo de barro es ese pozo que hacen y en donde van
a batir el barro para echar las casas, eso se llama un pozo de barro. Yo me caí

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y el viejo me quiso atacar pero después se quedó quieto. Yo salí, pero después
empecé a sentirme muy mal en la casa, porque no le podía tener cariño al
viejo. Nunca más le tuve cariño al viejo. Me parecía muy injusto lo que había
hecho conmigo.

DE NUEVO CON LA FAMILIA.

A los pocos días, el viejo Colón me mandó hacer una diligencia, a


llevarle una cosas a unos familiares de él, entonces aproveché y me fui a mi
casa. En mi casa empecé a sentirme bien, porque estaba en mi tierrero, en mi
miseria, con mi hambre; estaba con mis hermanos, que también me querían
mucho, nos queríamos muchos y jugando nos olvidábamos del hambre.

Un día recuerdo que mi hermana Inés Dolores y yo salimos a la casa de


una vecina a ayudarla a pilar un maíz y para decir con franqueza, la ida no fue
tanto para ayudarla sino también para ayudarnos nosotros, porque de esa
manera íbamos a conseguir que nos dieran una arepa. Mientras ellas pilaban a
dos manos, yo estaba alrededor del pilón recogiendo los granitos que tendían
a salirse hacia fuera y los metía en el pilón. En un descuido, una de las
muchachas me pisó la mano con el brazo del pilón, golpeándome el dedo
grande de la mano izquierda. Me lo estripó. El llanto y el dolor que era tan
fuerte me lo calmaron con un pedacito de arepa y me quedé tranquilo.

Después, un día jugando con unos primos, entre ellos el primo Manuel
Jiménez, sin estar peleando con él me pegó un piedrazo en la cabeza, que me
dejó medio trastornao. Hubo susto en la casa cuando ocurrió esto. Todavía
tengo la marca en la cabeza. Me golpeo fuerte ese muchacho. Mi tía, Evarista
Jiménez, se incomodó mucho por esto y agarró a mi primo y lo iba matando a
palo. Tuvo que intervenir mucha gente para quitárselo. Yo refiero este caso,
porque más adelante nos encontramos con que este primer piedrazo... vamos
para allá.

Al poco tiempo de esto, mi papá que seguía haciendo su trabajito, su


conuquito y pescando de vez en cuando, iba resolviendo el problema de la
casa. Pero un día se llegó mi hermano mayor, José Inocente, que hacía algún
tiempo antes de la muerte de mi mamá se había ido de La Peña para La Vegas
de Santa María de Cariaco y estuvo trabajando primero como peón de una
hacienda. Hizo un rancho, un conuco y se fue de la hacienda porque en la
hacienda trataban muy mal a los peones. Se independizó. Y una vez que fue a
La Peña a llevarnos unas cosas a nosotros, me dijo: “Vente conmigo...
vámonos pa’ la casa”. Yo no tuve ningún reparo. Llegué, acostumbrado a

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comer pescao de vez en cuando y papelón, me dije: “Me irá a hacer falta la
vida aquí... pero yo me voy”.

Allí nació algo muy importante en mi vida, el deseo de salir. Yo quería


escaparme de ahí. Bueno, se cumplió eso. Tendría yo 9 años. Con nosotros
también se vino Ana Julia, mi sobrina huérfana, hija de mi hermana Dorotea.

UNA VIDA DE TRABAJO.

Desde que llegué a La Vega de Santa María, mi hermano me arregló un


machetico pequeñito y me dijo: “Te lo voy a amolar... Con esto tu aprendes a
cortarle pasto a aquellos tres burros del canecito. Y vas a sacar los burros de
ahí, llevarlos amarraos por ahí, por el monte, al mediodía lo llevas al río pa’
que beban agua, después los vuelves a poner en el monte... A la tarde le
cortas pasto pa’ que coman en la noche y los guardas en el canecito... Ese va
ser tu trabajo”.

Una vida de trabajo, no era tonterías. Empecé trabajando a partir de ahí.


En la casa la situación era terrible. Comíamos muy mal, pero muy mal. Sin
embargo, yo tenía que irme acostumbrando porque había hambre y tenía que
comer lo que hubiera. Ahí se comían muchos granos: frijoles y caraotas. A mi
no me gustaban los frijoles. Mi hermano para obligarme a comer frijoles me
echó unos cuantos correazos y una tremenda amenaza. Por cierto que ahora
no te imaginas como me gustan.

Entonces, ahí me fui formando. Estaba más grandecito y hacia viajes de


Las Vegas de Santa María a vender cargas de ocumo, cambur y hasta café al
puerto. Con el tiempo fui aprendiendo a trabajar más en el conuco 3 y me
convertí en una persona útil para la casa en ese tiempo, con 10 años ya.
Trabajaba con mi hermano, no rendía como él, pero había una voluntad y un
deseo de darle más. Entonces, mi hermano estaba muy contento conmigo pero
no dejaba de regañarme y de darme mis palazos de vez en cuando por alguna
travesura de muchacho; sobretodo en aquella época en donde la paternidad
era tan fuerte, los padres eran tan terrible con los niños, con los hijos, los
maltrataban mucho; hasta con la mirada le indicaban una orden. Yo me voy
formando ahí pero experimentando al mismo tiempo un sentimiento de
repudio a esa manera de ser de mi hermano. Fui conociendo entonces, por los
cuentos que echaban algunas personas como trataban a los peones los dueños
de hacienda.

3
Conuco: pequeña porción de tierra destinada al cultivo de frutos menores para el consumo doméstico.

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TRABAJAR Y TRABAJAR... ¿PA’ NAA...?

Llegó un momento que en mi casa, se pudo hacer un conuco cada año


más grande. Más grande porque yo era más fuerte cada día y ayudaba más a
mi hermano. Mi hermano de una fanega de maíz podía pasar a veinte fanegas.
De sembrar doce mil matas de tabaco llegamos a sembrar veinte mil. Era
notorio eso, un corte de tabaco de veinte mil matas.

Cogimos café, que teníamos una siembrita de café y al final de la


cosecha apenas quedaba un quintal 4 , que por cierto, costaba 28 bolívares
trillao. Pero eso alcanzaba, al menos pa’ comprar unos kilos de pescao salao,
porque eso era barato, a real y medio se conseguía un kilo. Y yo trabajando
siempre con mi hermano, haciendo esfuerzos. Empezó a gustarme mucho el
trabajo y me fui compenetrando con él.

Una vez mi hermano consigue un terreno bueno por ahí y me dijo:


“Este año vamos hacer una cosecha buena de tabaco, de veinte mil matas”.
Entonces le dimos clavo y sembramos las veinte mil matas. Nos fue muy
bien. Pero mi hermano me mandaba siempre a Santa María, a que unos
compadres bodegueros, a recoger unos corotos pa’ la casa, pa’ comer. Bueno,
cual sería mi tristeza y calentera cuando terminó esa cosecha, la mayor que
había hecho en todo ese tiempo... llegó el bodeguero de Santa María y se
llevó todo ese montón de tabaco por el crédito que debíamos. Ya
empaquetaito, cachipadas las pacas: metido el tabaco en sus pacas, organizao
y todo... Mi hermano me dijo: “Bueno, aquí te queda una carguita...”. Esa
carguita era la última hojita que echan los hijos del tabaco, que es más palo
que otra cosa. La pagaban creo que por 8 ó 10 bolívares. Eso me alcanzó para
comprarme un pantalón y una blusa. Ni siquiera me alcanzó para un par de
alpargatas nuevas.

Ese hecho se me tocó. Yo me preguntaba: “¿Y para eso vas a trabajar,


todo el día, hasta la noche trabajando?. Pa’ que en el curso de 8 meses, un
año, le quede a uno un pantalón y una blusa y más nada. Y vivir toda aquella
temporada llegando a los doce años, los quince años, los veinte años... Y
cuando tenía un sombrero tenía las alpargatas rotas... Cuando tenía un
pantalón nuevo tenia una camisita rota...” Nunca satisfecho, todo el tiempo
incómodo con eso.

4
Quintal, medida de peso que equivale a 100 libras, es decir; 45,359 kilogramos.

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MAJAGUAS A CAMBIO DE APRENDER A LEER Y ESCRIBIR.

Llegó el momento en que me hice un hombre y quise enamorarme de


una muchacha, evangélica por cierto. Mi hermano que no era evangélico me
prohibió ese enamoramiento. Hasta ahí llegó. Fue pasando el tiempo y fui
teniendo nuevas aventuras. Pero a medida que pasaba el tiempo ya empezó a
darme ganas de dejar mi hermano solo. Tenía 18 años y me quería
independizar, ya no soportaba esa situación. Mi hermano queriéndome
mantener, aflojándome un poco la reciedumbre del trabajo, me dijo: “Bueno,
aquí están tres burros, hermano, coja esos burros y aquí tiene una fanega 5 de
café... véndala y coja esos burros y póngase a trabajar”. A trabajar quiere
decir a sacar fletes pa’ traerlo pa’ ca pal’ muelle. Estuve viajando pal’ muelle
con esos burros.

Yo no había aprendido a leer y escribir porque mi hermano no quiso


que fuera a la escuela. Había un vecino mío, que era tenedor de libros,
contador público, como se le dice hoy y que era el único que sabía leer y
escribir en el caserío. Se ofreció a enseñarme a leer y escribir por el valor de
una locha semanal y que además se la pagara con majaguas. Porque él, mi
hermano, hacía aperos para burros y bestias con majaguas que quedaban muy
bonitos, muy bonitos los tejidos, que en parte vivía de eso.

Majagua es un árbol que se le saca la concha, se talla y queda la pulpa


lista y esa misma se usaba para el beneficio del tabaco. Porque en ese tiempo,
no es como ahora que el tabaco lo cortan y lo guindan en ganchos. En aquel
tiempo lo tomaban hoja por hoja y en una cuerda torcida lo iban metiendo y
metiendo era lo que llamaban “ahorcar el tabaco”. Se hacían esas pacas de 3 ó
4 metros y ahí se secaban. Para esos usaban los majaguas, para hacer los
mecates que ayer se usaban para eso. También se usaban para amarrar las
bestias.

Con esa ventaja tan grande, de pagar una locha semanal y además con
majagua, no pude aprender a leer y escribir. Y ese fue otro de mis grandes
sueños, aprender a leer y escribir. Así que lo que hizo mi hermano fue
matarme momentáneamente la idea... sólo momentáneamente.

5
Fanega o fanegada: medida de uso agrícola que representa 6.400 metros cuadrados

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VIVENCIAS COMO TABACALERO.

Tiempo después se me presentó la oportunidad para irme de Santa


María y me fui con una mochila, un chinchorro y dos bolívares en el bolsillo
rumbo a Caripe, a pie. Pero no iba exactamente a Caripe; había oído hablar
de la instalación de una compañía petrolera en Caripito y que los hombres
ganaban cinco bolívares diarios. Bueno, llegué a Caripe. Conseguí hospedaje
con un tipo en un trapiche y al otro día me encontré con un muchacho de acá
del Golfo (de Cariaco). Era conocio mío, lo había conocio en Santa María. Le
expliqué el plan que tenía. Y el amigo me dijo: “Bueno, vamos en todo caso a
ver si conseguimos un trabajo pa’ ti aquí en Caripe. Están abriendo una
carretera de Caripe hasta Sabana de Piedra. Yo también estoy trabajando
ahí” . Y vamos hablar con el jefe civil que era al mismo tiempo el jefe de
personal que metía a trabajar a la gente ahí. Se lo propusimos y el viejo me
dijo: “Noo... Ya los que están, están y ya. No tengo ahorita más chance”.

Me quedó el camino libre para seguir entonces buscando pa’ Caripito.


Tenía que pasar por Guanaguana. A Guanaguana llego. Me vine con un
pedazo de pan, un pedazo de papelón por el camino y por ahí, entrando por la
Cueva del Guácharo pa’ dentro llegué a Guanaguana un día, como a las doce
del mediodía. Había en el pueblo, en toda una esquina, una “casa en pierna”,
una casa que no tiene paredes, que solamente tiene los pilares de madera... sin
un bloque ni un poquito de barro. Esa terminología no existe hoy.

Entonces, ahí yo sabía ya el secreto. Que esa casa era para cuando
llegara cualquier forastero, llegara ahí y guindara. Yo guindé mi hamaca, con
la seguridad de que nadie se metía con uno porque eran otros tiempos, sano,
confiable todo. Estamos hablando del año 40 y yo tengo 20 años.

Duermo en esa “casa en piernas” un buen rato, tal vez dos horas o tres,
lo cierto es que a las cuatro de la tarde estoy despierto. Desguindé mi hamaca,
la amarré con el propósito de quedarme ahí esa otra noche y veo venir un
hombre que yo conocía, amigo de mi hermano, que se llamaba Eliseo
Castillos. Me preguntó: “¿Muchacho... que estás haciendo por aquí?”. Y le
conté el cuento. Me dijo: “No vale, no te vayas por ahí, que hay mucho
paludismo. Tu no tienes a nadie por ahí. Aquí por lo menos me tienes a mi...
Vente pa’ mi casa, yo tengo unos muchachos ahí como de la edad tuya y
tengo trabajo para ti. Ahí en la casa comes, duermes, trabajas con los
muchachos... me ayudas un tiempo ahí... Pa’ que conozcas más gente... No te
vayas pa’ Caripito ahorita”.

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Bueno, me engatusa el hombre y me fui pa’ su casa. Estuve trabajando
con ese señor. Me puse a vivir con una mujer y luego de ciento y picotes días
de trabajo, sin arreglo, voy hablar con él y el carrizo llegó y me quitó quince
días y además de esos días que me ofreció pagarme a 2,50 me los pagó a
1,50. Discutimos. Y entonces me salió con un cuento de que yo había dicho
de él no se que cosa. Le dije: “Yo no he dicho nada. Eso lo sacó usted pa’ no
pagarme... buscando la manera de no pagarme mis reales...” El tipo se me
puso bravo y se metió pal’ cuarto. Yo tenía el conocimiento que él era
atronao, esos hombre que llaman atronao, que a cualquiera le dan un
pescozón. Pero yo tenía mi machete.... y lo esperaba en la puerta de la casa.
Salió y siguió discutiendo conmigo, pero esta vez más frío y no pasó nada.

Después me encuentro con un amigo y me ofrece trabajo. Termino el


trabajo, porque era muy poco. Vivo con una muchacha ahí, pero no tenía nada
que darle. Estaba haciendo bastante relaciones en el pueblo y en un momento
que estoy sin hacer nada llega un señor de un pueblito que está por allá,
llamado Río Chiquito. Un señor margariteño llamado Horacio Rojas. Muy
buen hombre y jugador de gallos. Un domingo estaba jugando gallos en
Guanaguana y estaba solicitando un hombre, porque él tenía una cosecha de
tabaco en su caserío, que pudiera irse con él para que lo ayudara en la
cosecha. Los que ya me conocían me recomendaron y entonces él me abordó.
Me dijo:
__ “¿Usted sabe de tabaco?”.
__ “Si, yo se de tabaco”.
__ “A bueno, yo tengo trabajo pa’ usted. Váyase conmigo...”

Me preguntó si andaba limpio, dándome dos bolívares. Regresé a la


casa contento porque había conseguido un trabajo y tenía dos bolívares en el
bolsillo. Le di uno a la muchacha y de dije: “Coge éste bolívar y gástalo en
algo para comer ahora. Y toma este real, que yo me llevo éste otro pa’
llevarme una camioneta pa’ lla, hasta la entrada del caserío en donde vive el
hombre”.

Ese día comimos y yo cogí mi camioneta en la tarde. Me pasé... la


camioneta me dejó 2 kilómetros más adelante. Tuve que regresar cogiendo la
vía y oscureciendo. Había que pasar 37 pasos de río en ese trayecto pa’ llegar
a la casa del hombre. Pero yo dispuesto y caminador también que fui desde
pequeño, iba pasando río y preguntando, pasando río y preguntando... Hasta
que por fin llegué como a las siete y media de la noche.

El hombre me hizo pasar a su casa y me preguntó:


__ “¿Cómo se llama Usted?.
__ “A mi me dicen El Peñero”.

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__ “¿De dónde es usted?”.
__ “De La Peña”.
__ “A bueno, entonces lo llamamos con ese nombre, El Peñero”.

Me quedo ahí. Ahí hice una buena relación con ese señor. Al otro día
me llevó a donde tenía el tabaco y me preguntó:
__ “¿Usted sabe fijar?”
__ “Yo, si”
__ “¿De gusano?”
__ “También”
__ “¿Sabe de esto?”
__ “También”
__ “¿Clasificarlo?”
__ “También”

Me pone a trabajar el señor. El señor... muy buena gente. La señora,


una india de esas guerreras, muy buena gente. Él tenía dos hijos, yo me la
llevé bien con esos muchachos, que prácticamente no trabajaban con él, pero
yo si, era un hombre de confianza en la casa.

En ese año, en ese mismo año, que el hombre ha hecho una buena
cosecha de tabaco con mi ayuda, el hombre hace un caney grande para meter
todo ese tabaco que vamos cosechando. Cosechamos todo y entonces
empezamos a clasificarlo dentro del caney y empezamos también a
empacarlo, a encachipalar, todo ya enmanillao. El señor estaba contento,
porque tenía unas deudas y debía pagarlo con esa cosecha. Yo trabajaba con
mucha voluntad en esa casa porque me tenían mucho cariño ahí. Y tenía unas
relaciones buenísimas en el caserío. En donde quiera tenía una amistad.

SALVANDO EL TABACO DEL INCENDIO.

Un día estoy en el conuco y me agarra un palo de agua y llego a la casa


bañadito. En ese tiempo no tenía ropa. Tenía solamente un pantalón para salir
y uno para trabajar. Pero ese día, desgraciadamente, el pantalón que tenía para
salir una mujer me lo estaba lavando. Entonces, yo vengo a acostarme y no
tenía que ponerme. Cuando oscureció bien, me voy para mi hamaca, me quito
la ropa y me echo a dormí.

De repente un grito desesperado me despierta y cuando pelo los ojos vi


que la casa se estaba incendiando por dentro y que ya habían sacado algunos
corotos de adentro. El hombre le estaba echando agua con una poncherita y la
candela estaba cogiendo pal’ techo de palma. Yo no pensé en más nada. Pensé

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en el cariño, lo bien que se había portao el hombre conmigo y me lanzo a la
casa, a la parte en donde estaba el tabaco y empiezo a zumbar pacas pa’ fuera.
Cansándome ya, saqué el ultimo paquete y saliendo de ahí, seguro que ya no
quedaba nada en la casa, media casa está quemada ya. Al rato, es que me doy
cuenta de que estoy desnudo... con todo y la vergüenza fui y busqué el
pantalón mojao y seguí llevando pacas a un lugar seguro.

LOS CUARENTA SACOS DE TABACO.

Después de eso, le gané a ese señor un dinero. Y finalmente me dijo:


“Mira, te debo ochenta bolívares. Yo no tengo para pagártelos ahora. Te
propongo una cosa, peñero, quédate con nosotros, te doy un pedazo de
terreno pa’ que hagas un conuco y siembras lo que tu quieras, que yo te
ayudo... cuando tu necesites un hombre, yo te lo doy como parte del pago de
la deuda... yo te doy apoyo pa’ que tu hagas tu conuco”.

Y efectivamente, el hombre cumplió. Siembro yo unas seis o siete mil


matas de tabaco. En el caney que había hecho con ayuda del hombre que me
ofreció, un cuñao de él, tenía unos pollitos que eran los que me recibían
cuando llegaba al rancho. Así seguí, seguí y seguí y llegó el momento en que
el tabaco está de cosecha. Y estoy cosechando y tengo el caney listo y ahorco
el tabaco pa’ que se seque . Un día me encuentro con que tengo ya cuarenta
sacos de tabaco seco. Los primeros que he hecho.

Un día, me fui pa’ la bodega del pueblo y me pongo a echarme unos


palitos. Cual sería mi sorpresa que a los dos días de haber pasado aquello
llegó el de la bodega a decirme que tenía una cuenta por allá. Que le debía
cuarenta bolívares y que estaba dispuesto a recibirme los cuarenta sacos de
tabaco. Le dije: “Ahí está, lléveselo...” Me desarmó por completo el hombre.
Bueno, se llevó eso el hombre y no hice más nada. Lo demás lo dejé que se
perdiera.

Después me metí a un aserradero, de era de un primo. Y al poco tiempo


me doy cuenta que mi primo nos estaba jugando sucio al grupo que trabajaba
con él. Éramos tres que trabajábamos con él, entre ellos el muchacho que
encontré en Caripe, llamado Germán Freites. El hombre cogía la madera
aserrada por todos nosotros y se la llevaba en un camión pa’ Caripito, en
donde compraban mucha madera porque estaban haciendo muchas
construcciones. Entonces, él sabiendo eso, iba pa’ Caripito. Regresó diciendo
que no pudo vender la madera y que tuvo que dejarla por allá depositada en
un negocio en donde consiguió que le fiaran una comida, unos potes de
leche...

17
RUMBO A SAN ANTONIO DE MATURÍN.

Cuando descubrimos todo ese paquete yo resolví irme de la casa. Me


fui de la casa una medianoche y me llevé un burro que él tenía ahí, le monté
unos corotos y agarramos camino hasta San Antonio de Maturín. Eso era
lejísimo... Toda la noche caminando. Llegamos a las siete de la mañana. El
bastimento que llevábamos para tres personas que nos habíamos ido esa vez
era una gallina, que se la había llevado la muchacha con quien vivía, pa’
comer por el camino.

Llegamos a casa de una hermana de la muchacha y me encuentro con el


marido de ella, un catire muy bueno, me ofreció un ranchito pa’ que yo
viviera con la muchacha. Y además me dijo: “Lo voy a llevar a la hacienda
de Rincón, a ver si consigue un trabajo”. Me llevó a la hacienda y conseguí
trabajo, ganando dos bolívares diarios y así empecé a vivir con mi muchacha
ahí, trabajando en esa hacienda.

EL NACIMIENTO DEL PRIMER HIJO.

La muchacha sale embarazada y llega el momento en que va a dar a luz


y no tengo una locha. Estoy en la hacienda trabajando ese día y llega como a
las diez de la mañana un sobrinito de la mujer y me dice: “Señor Jiménez, que
se vaya porque mi tía está dando a luz...” Le dije: “Bueno, dile que yo voy
ahorita...”. Yo lo que estaba era tratando de ganar más tiempo pa’ ganarme
los dos bolívares del día. Eran las diez de la mañana y yo tenía que trabajar
hasta las dos de la tarde. Entonces, le sigo dando. Cuando es la una de la
tarde, llega el muchacho otra vez. Y me dice: “Mire, señor Jiménez, que se
vaya, ya mi tía dio a luz... parió un varoncito...” . Pregunto: “¿Y quien la está
atendiendo?”. “La comadre Josefina...”, responde el muchacho.

Salgo entonces a la una y media y me voy pa’ la casa del dueño de la


hacienda y le dijo: “Mire señor Nicolás, yo necesito que usted me de estos
dos bolívares que me gané hoy, porque la mujer mía acaba de dar a luz y yo
no tengo en la casa ni una locha...”. Me dijo: “Yo no tengo nada en efectivo,
pero aquí hay casabe, fríjol y papelón. Llévese lo que usted quiera de eso...”
Y no me quedó más camino que llevarme los dos bolívares en fríjol, casabe y
papelón. Con eso llegué a la casa. Cuando llegué donde la mujer, la gente
solidaria del caserío le ha brindao un caldo, como de costumbre, de gallina y
ya estaba más o menos parapeteada. Francisco José, fue el nombre que le
pusimos a mi primer hijo.

18
Al poquito tiempo aparece mi hermano mayor (José Inocente), el que
yo había dejao en Las Vegas de Santa María. Tuvo un problema con la hija
mayor de él, que se enamoró de un hombre y se vino bravo. Unos compadres
de Santa María lo había hecho coger un crédito del gobierno, un crédito de
seiscientos bolívares y después no encontró como pagarlo. Tuvo que
entregarle al Banco la hacienda por esa deuda. Y se fue por ahí “casiriando”,
de caserío en caserío, buscándome. Dejando a su mujer. Me encontró y estuvo
viviendo un tiempo conmigo. Después de separó y se trajo una nueva mujer y
se puso a trabajar como peón, ganando dos bolívares diarios.

Entonces, yo aprovecho el chance que están ampliando para asfaltar la


carretera de Maturín a Cumanacoa y me pongo a trabajar por ocho meses. Yo
ganaba cuatro bolívares diarios y ya en ese tiempo un plato de comida
empezaba a valer tres reales o un bolívar, que a razón de 2 comidas diarias,
me llevaba la mitad de la jornada. Se agotó el trabajo y me hice el enfermo,
para no pagarle al hombre que nos fiaba la comida y poder salir del trabajo
con los veinte bolívares de la semana. Engañé al tipo y me voy con otro
amigo a buscar trabajo para Caripe. Nos fuimos a pie y llegamos a sitio que le
dicen El Potrero, allá en Caripe, y encontramos trabajo para los dos en una
hacienda.

Hasta el momento no sabía nada de política. En Caripe, escuché hablar


del P.D.N. 6 y alguien me invitó a una reunión, pero yo no fui.

Mi amigo se va de la hacienda y al poco tiempo yo también por un


problema pendejo que tuve con el hijo del dueño de la hacienda. Pero, el
hermano mayor del muchacho me debía por un trabajo seis bolívares y me
ofrece trabajo en otra hacienda, en donde ganaba dos bolívares diarios.

A LOS 23 AÑOS TODAVÍA NO SABÍA LEER NI ESCRIBIR.

En aquella hacienda, conozco a una muchacha y al tiempo nos vamos


del caserío porque su papá no me aceptaba. Nos ponemos de acuerdo para
irnos una noche. Cobro una plata que me debían y me llevo a la mujer para
Santa María. Vuelvo a Santa María y trabajo en una hacienda en donde
anteriormente había trabajado mi hermano. Era la hacienda en donde vivía el

6
Partido Democrático Nacional, fundado en la segunda mitad de 1936, durante el gobierno de Eleazar López
Contreras y que en su seno reunió a las organizaciones e individualidades más progresistas y contestatarias
de aquel entonces. Fue Jóvito Villalba su Secretario General y Rómulo Betancourt como Secretario de
Organización. También estuvieron Miguel Otero Silva, Ernesto Silva Tellería, Rodolfo Quintero, Carlos
Augusto León, Juan Oropeza y Gonzalo Barrios, entre otros destacados dirigentes políticos y estudiantiles
antigomecistas. En marzo de 1937, es disuelto por decreto presidencial y expulsado del país sus dirigentes.

19
hombre que me quería enseñar a leer y escribir. Ahí llego yo otra vez.
Estamos en el año 1943, tenía 23 años y todavía no sabía leer ni escribir.

Llego a vivir a una casa de mi hermano Guillermo. En el trabajo ganaba


cinco reales diarios sin comida y sin nada. Jalando machete desde las seis de
la mañana hasta las cuatro de la tarde. Pero como yo estoy hecho en esa
actividad... Voy al corte y me encuentro con los corteros. Los corteros son la
gente que pican y se van, no se dejan alcanzar con más nadie. Vienen de
regreso y todavía los demás van de regreso. Yo me dispuse a alcanzar a los
corteros en la segunda semana y lo logré. Pero, venía aspirando conseguir el
sueldo de ellos, que es de tres bolívares diarios. Al lograrlo, aprovecho un
momento que me encuentro con el dueño y le digo: “Mire, señor Eloy
(Malavé), yo necesito que usted me aumente el sueldo a tres bolívares”.
“Pero, como si usted llegó antier”, me dice. “Si, llegué antier, pero hice el
esfuerzo y llegué al lado de los corteros, quiere decir que yo soy un cortero
más y debo ganar tres bolívares”. Me dijo: “Yo no puedo hacer eso, porque
entonces los otros me van a caer encima”. Entonces, le digo: “Ah bueno,
tranquilo...”

A todas estas, mi mujer tiene deseos de salirnos de ahí. Porque en la


hacienda se acostumbraba que los trabajadores iban a escoger en la bodega de
la hacienda que la atendía un hijo del dueño y ese le echaba los perros a todas
las mujeres. Entonces, a la muchacha no le gustó el tipo y estaba incómoda.
Llego y le echo el cuento que el viejo Eloy no me iba a aumentar el sueldo y
entonces la mujer me dice que nos fuéramos al muelle (del Golfo de Cariaco),
donde yo conocía una gente.

POR UN DESCUIDO DEL MÉDICO, MI MUJER SE MURIÓ.

Pero no nos vamos, sino que nos quedamos y consigo trabajo en otra
hacienda, jalando machete por cinco reales diarios. Estuve trabajando una
primera semana y una segunda semana. En esta segunda semana se me
enfermó la mujer y después que el médico que estaba en el muelle la vio me
recomendó que la sacara de allí, estaba muy anémica. Me recomendó llevarla
a Cumaná. La llevé a Cumaná siguiendo sus instrucciones y me la dejaron
hospitalizada. La gente del hospital me preguntó: “Si esa muchacha se
muere aquí, ¿qué hacemos?”. Yo les contesté: “Si se muere, hagan el
esfuerzo y entiérrenla porque yo no tengo recursos...” La dejé allí y me fui a
trabajar al muelle de Cariaco. Llamaba al hospital por teléfono pa’ saber de la
mujer. A poco días me dicen que a la mujer le van a dar de alta, porque ya se
ha recuperado. Con unos reales que tenía, le compré una tela y le mandé hacer
un vestido y se lo llevé.

20
Entonces, llegó el mayordomo de la hacienda donde trabajé antes y me
propone que me quede a trabajar como caporal por tres bolívares diarios y
acepté. A los días de estar en la hacienda, mi mujer se vuelve a enfermar de
fiebre y mando a llamar al médico del muelle, en una bestia. Y el médico no
quiso ir. Preguntó que tenía la mujer, le dijeron que fiebre y entonces mandó
unas pastillitas... Al otro día a las ocho de la mañana la mujer estaba muerta...
Y lloré de impotencia, porque si el médico va hubiera sido otra la situación.

Al poco tiempo me botaron de la hacienda. Me voy para el muelle y el


Jefe Civil, que era amigo mío, me buscó trabajo con una compañía, mandada
por el Gobierno, que vino para hacer un estudio para ponerle agua a
Margarita, por primera vez en la historia. Y estuve trabajando, por dieciséis
bolívares diarios, con un topógrafo de la compañía, por unos meses. También
estuve en Margarita.

Con lo que reuní en el trabajo y con setecientos bolívares que me


debían en la hacienda, me compré una “perchita” y me fui pa’ Cumaná a
buscar trabajo y pasar hambre. Y busque y busque y encontré un trabajo en
una casa de comercio. Andaba con un mostrario y un maletín vendiendo
cosas.

APRENDÍ A LEER Y ESCRIBIR SIENDO POLICIA EN


MATURÍN.

En el año 1948, con un amigo, de nombre Leonidas Salamanca, nos


vamos a Maturín con trece bolívares en el bolsillo, que de paso los gastamos
en pasaje y quedamos debiendo siete. Allá nos encontramos con un amigo
Capitán andino, de apellido Ramos, que conocimos en Cumaná. Le
explicamos nuestra situación y nos enroló como policías, ganando catorce
bolívares diarios, mejorando rápidamente la situación de nosotros. Me han
dado un pantalón y una camisa de uniforme, que supongo que el muerto era
más grande y que además estaba roída la camisa y cargaba los pantalones
enrollados porque eran muy largos y todo roto. Nos quedamos y nos
quedamos, con la buena suerte que a los quince días ya yo estoy en la escuela
aprendiendo a leer y escribir.

Un día llega un capitán del ejército que se llamaba Juan Bautista Rojas,
que fue destacado a servirle de maestro a los policías que no sabían leer y
escribir. Me hago muy amigo del capitán... Ese hombre era revolucionario...
Y hablaba con nosotros y tiraba cositas suaves. Cuando él empezaba a decir
algunas cosas con respecto a la gente que tenía dinero y el tratamiento que le
daban al pobre y a mi me caen algunas... Por eso nos hicimos amigo. Y

21
fuimos haciendo relación y relación y el hombre se empeñó en ayudarme. A
renglón seguido, conocí a uno que era de la policía, que no era el capitán, un
tipo de apellido Jiménez y yo andaba con él pa’ que me prestara ayuda.
Después conocía a otro profesor e iba a su casa... Todo esto empeñado en
aprender a leer y escribir.

Pero el capitán tiraba su vainita política de vez en cuando...”esa


diferencia entre los pobres y los ricos... que los policía deben hacer esto...”
El comportamiento del hombre a mi me llenaba, porque estaba en mi terreno,
estaba metiéndose en mi propio sentimiento, estaba expresando su
sentimiento y me estaba tocando a mi sin saber.

Yo sigo entonces avanzando, avanzando y me enseñaron a escribir, los


números, a sumar, multiplicar, dividir; me enseñaron decimales. Estamos
hablando del año 1950 y yo tengo 30 años cuando aprendo todas estas cosas.

Al capitán lo botaron y vino un tipo llamado Gerardo Álvarez, pero


estos cambios no perturbaron el aprendizaje. Después vino un hombrecito
guariqueño, primo de (Marcos) Pérez Jiménez, llamado Carlos Tovar Pérez.
Estaba mandando (en el país) la Junta que presidía Pérez Jiménez. Tovar
Pérez me toma muy en cuenta, porque yo no me metía con nadie y la gente
veía que yo estaba muy interesado en superarme, en aprender las cosas, en
hacer los ejercicios... Entonces, el Gobernador le pide una custodia pa’ su
casa y el tipo me designa para allá, porque él ya era el Comandante de la
Policía. Me designa con cuatro policías más.

ME HICE MUY AMIGO DE ALIRIO UGARTE PELAYO.

Y cuando estoy ahí, tengo una relación humana con la mujer del
Gobernador y a través de esa mujer hago buen trato con él, que para aquel
entonces era Ugarte Pelayo 7 . Un día le digo al Gobernador: “Mire doctor, yo
quiero aprender a manejar que así le puedo servir mejor”. Y me mandan a
enseñar a manejar. Cuando ya se manejar, pero no tengo título (licencia)
todavía, viene un hombre a visitar al Gobernador y trae una camioneta nueva,
una panel. Salió con el Gobernador para una hacienda y el tipo me dice que
agarre la camioneta y de una vuelta por ahí pa’ que la caliente y la traiga en
condiciones. Agarro mi camioneta enfiefrao y voy volando en plena ciudad y
cuando voy llegando por una esquina, no tengo tiempo de esquivar un maldito
musiú que venía saliendo de la otra calle y le llevo un cachete y por poco

7
Alirio Ugarte Pelayo: Abogado, dirigente político y parlamentario de URD; siendo candidato a la
presidencia de la República y considerado como un fenómeno electoral del momento, se “suicida” en su casa
el 19 de mayo de 1966, en la cual se desarrollaba una rueda de prensa.

22
desbarato la camioneta contra una esquina. Vino el fiscal de tránsito
inmediatamente y al primero que le caen es al musiú. Ocurre que el musiú
entretiene a la policía mientras yo arranco y me voy. Porque, primero, yo
estoy con el Gobernador y segundo, el musiú no tenía papeles. Y hasta ahí, no
pasó más nada.

Una vez, el chofer del Gobernador, un muchacho de Caracas, se fue


temprano a dormir, pero el Gobernador tenía una invitación para una fiesta y
me dice que lo lleve. Lo llevo y cuando vamos de regreso, llegando a su casa,
el gobernador me dice: “Mire, yo veo que cada vez que usted se va acercando
a una boca de calle, en vez de recortar, acelera. Y en vez de manejar con las
dos manos, lleva una mano afuera. Usted, nunca va llegar a ser un buen
chofer...” Otro día, lo iba llevando en otro carro y choque. Lo dejé en la
Gobernación y me quedé con la esposa que también iba con nosotros. Para
tranquilizarme me dice: “No se preocupe. Eso pasó, él no va decir nada...
Cuando él estaba enamorado mío, que venía de Caracas para San Juan de
los Morros, siempre llegaba con el carro todo chocado...”

Tiempo después sacan a Ugarte Pelayo de la Gobernación y nombran a


Horacio Guerrero Gori, guariqueño también, que es el que me da el título
(licencia de manejar) al final. Pero antes de irse, entre Pelayo Ugarte y el
Comandante de la Policía me dan un salto de cabo primero a primer oficial,
destacado en la residencia del gobernador. Yo me hice muy amigo de Ugarte
Pelayo. Cuando se fue me dio una carta de recomendación. Con él, fui la
primera vez para Caracas. La segunda vez, fue cuando lo cambiaron y le llevé
los corotos en un camión volteo. Una vez le pedí un zinc para que mi hermano
mayor se construyera una casita para vivir en Maturín. Le dije que era para mi
el favor y me dieron seiscientos bolívares y cuarenta láminas de zinc.

A mi amigo, de Cumaná, le fue diferente. Había herido a un hombre de


un tiro, siendo policía, y lo metieron preso. Yo lo iba a visitar y le llevaba
cositas. Al capitán Rojas lo sacaron de la policía y metieron a un mayor, de
apellido Solórzano, como instructor. Ese también se hizo amigo mío.

EL ALZAMIENTO DEL CAPITÁN ROJAS.

Casi cercano al año 1950, antes de las elecciones que ganó Jóvito
Villalba, se presentó un episodio importante. El capitán Rojas se alza. El
mismo capitán que nos hablaba y nos tiraba cosas. Yo no sabía que ese carajo
se iba a alzar, pero tenía sospechas de algunas vainas, por lo que hablaba... El
día del alzamiento, a las tres de la madrugada, llega con cuatro soldados a la
escuadra levantando de las camas a los policías y junto a los dos comandantes

23
de la policía, nos dice: “Señores, las fuerzas armadas están dispuestas a
cambiar este gobierno...” Me dice a mi: “¡Oficial, desarme al comandante y
mándelos al calabozo!”. Yo cumplo las órdenes. “¡Búsquese dos hombres de
su confianza para que asuman el puesto de estos comandantes !”. Yo busco a
unos policías amigos y los nombro.

Antes de irse, me dejó a dos soldados. También nos ordenó que


pusiéramos en libertad unos presos adecos que estaban ahí... unos oficiales y
doctores. Hubo uno que no quiso coger la calle, esperando los últimos
acontecimientos. Subo a la azotea de la comandancia junto con los dos
soldados y a eso de las cinco de la mañana, escuchamos unos disparos desde
Cuartel. Después vino un silencio pesado. Y cuando está más clarito, vemos
venir como cincuenta soldados encañonados por dos oficiales. Y me dije: “Se
acabó esto...” Luego supe que el Capitán tenía el Cuartel controlado, pero en
el momento que va a la Comandancia de la policía, se pierde el control y al
éste regresar, le caen a tiros y lo matan.

Cuando la gente llegó a la Comandancia, mandaron a buscar a los dos


comandantes de la policía para reengancharlos y los que los sustituyeron...
pal’ calabozo. Yo me quedo que no sabía que hacer, porque había desarmado
a esos hombres... Inmediatamente, me volaron las tirillas y me mandaron pal’
calabozo también. Unas seis horas después llegó un pelotón de Seguridad
Nacional 8 de Caracas, donde venía un tal “Torrecito”, que era un demonio, un
bárbaro torturador.

Durante ese tiempo de aprendizaje en la policía, conocí a mucha gente.


Conocí a un hombre, que era secretario de la Seguridad Nacional, llamado
Tortosa y uno que también daba instrucción en la policía, llamado Gonzalo,
que también trabajaba en la Seguridad Nacional. La Seguridad Nacional llega
con el “Torrecito”, que trajeron de Caracas y sacaron a los dos que
sustituyeron a los comandantes. A cada uno de ellos le dieron veintisiete
planazos. Lo extraño es que a mi no me hacen nada. Pero me quedo preso
junto con ellos.

Estando presos se realizan las elecciones que ganó Jóvito Villalba,


oímos el discurso de Pérez Jiménez. Deducimos por el discurso que Pérez
Jiménez le había dado un golpe de estado a Jóvito, le habían robado las
elecciones. Se estaba acercando el mes de diciembre y nadie sabía lo que iba a
pasar, lo cierto es que se me aparecen los dos amigos que tenía en la
Seguridad Nacional, es decir, Tortosa y Gonzalo. Me dicen que me vienen a

8
Seguridad Nacional, policía política que durante el régimen dictatorial de Pérez Jiménez persiguió, apresó y
torturó a los opositores del mismo.

24
interrogar, pero me dicen las preguntas que me van hacer y como las debía
responder. Después de diciembre, en las pascuas, salgo yo en libertad.

RUMBO A GUAYANA.

Yo salgo a la calle a buscar mis amigos y me encuentro con el mismo


hombre con quien yo ingresé a la policía. Que para ese tiempo estaba
trabajando en Guayana y había venido a pasar las pascuas en Maturín en
donde él tenía una mujer también.

Nos encontramos y me dijo: “Mira, si te dieron de libertad tienes que


irte de aquí inmediatamente... Porque esta es una candelita que echó Pérez
Jiménez por ahí para echarle humo en los ojos a la gente... Como una obra
de gracia, poner los presos en libertad para que pasen las pascuas...
Después, ya en enero, lo manda a recoger de nuevo... Si quieres, te vas
conmigo para San Félix y yo te ofrezco la comida mientras tu consigues
empleo, porque vas a conseguir empleo rápido, hay mucho chance ahí...
muchas compañías empleando gente...”Así lo hice. Me pagó el pasaje y nos
fuimos. Por primera vez, voy a navegar por el río Orinoco, de Barrancas hacia
allá, hacia San Félix. Y conozco ese sitio histórico que está sobre el río
Orinoco, que se llama los Castillos de Guayana.

Llegamos a San Félix. En San Félix el compañero cumple conmigo. Yo


me encontré en San Félix con dos hombres que había conocido en Maturín
cuando era policía. Ellos trabajaban en la oficina que se llamaba Comisión
Nacional de Abastecimiento, que habían montado los adecos y todavía se
mantenía. Una especie de oficina en donde servían a la gente, le facilitaban
cosas.

VIGILANTE EN LA ORINOCO´S MINING COMPANY.

Mis amigos le presentaron a su jefe mis papeles junto a una carta de


recomendación que me había dado el gobernador Ugarte Pelayo. Entonces, el
jefe me hizo un oficio y me remitió a una compañía y me dieron trabajo en el
departamento de seguridad industrial de la Compañía Bethel, que era una
subsidiaria de la Orinoco´s Mining Company 9 , como vigilante. Me entregaron
un camión, para que yo hiciera el trabajo que debía de hacer. Un camión y un
chofer. Uno de los muchachos que trabajaba en la Oficina de la Comisión
Nacional de Abastecimiento, lo botaron y lo metieron a trabajar en la
compañía y a veces me servía como chofer.

9
Empresa transnacional encargada de la explotación del hierro en Guyana. Luego pasaría a llamarse
Siderúrgica del Orinoco (SIDOR)

25
En esos tiempos aprovechaba para mejorar mis conocimientos y como
mejorar la letra y leyendo y leyendo... yo no abandoné la vaina de aprender a
leer y escribir.

Durante ese tiempo ocurre un episodio. Llega un tipo que llamaban “El
cubano” que estaba trabajando en Seguridad Nacional y funcionaba en el
Departamento de Compras de la Compañía, allí trabajaba él. Había otro tipo,
de apellido Vegas, que también trabajaba en Seguridad Nacional, pero era de
inteligencia. Ese Vegas llegó un día que yo estaba de permiso para pasar por
un portón que se necesitaba una identificación firmada por el jefe de
seguridad industrial. El vigilante de turno no le permitió el paso por no tener
el pase y él se fue. Consiguió un pase, no se con quien y pasó para allá. Pero
cuando pasó, preguntó por el nombre del vigilante.

Había que ser estricto porque la gente robaba mucho. Teníamos que
hasta revisarle las viandas a los trabajadores. Por eso yo me hice una situación
mala con los obreros, porque yo era vigilante y los tenía perreados. Yo estaba
cumpliendo con mi deber, yo no sabía más nada. Me pusieron bobo los
carajos, los obreros. Una vez me les metí en una lancha en donde iban a salir
los obreros hasta San Félix y mientras la lancha se detuvo yo me brinque.
Entonces, yo ya tenía mala fama entre los obreros, por lo que me detuvieron
en San Félix, la Seguridad Nacional, creyendo que yo era el vigilante que
había tenido el incidente con Vargas. Me metieron dos días presos en el
calabozo y afortunadamente no me maltrataron. La noche que me detuvieron
era sábado y los policías buscando plata, se llevaban presa a mucha gente para
revisarles los bolsillos y darles puño y palo. Pero a mi no me hicieron nada. A
los dos días llega “El cubano” y me lleva a la compañía, directamente a la
oficina de personal. Estaba el jefe mío ahí y me dijo: “Bueno, queremos
pedirle excusas a usted, porque hubo un error. El hombre que tuvo el
incidente con Vegas no es usted. Váyase a descansar, cójase éste y el otro día
de descanso. Entréguele éste sobre al jefe de la Seguridad Nacional allá en
San Félix...”. Busco en San Félix al hombre. Pero noto que el sobre que le
voy a entregar está abierto y leo la carta. La carta decía, entre otras cosas:
“Esperamos que situaciones como ésta no se vuelvan a repetir, so pena de
perder su puesto...”. Le escribía el jefe de seguridad industrial al jefe de
Seguridad Nacional. Entonces me doy cuenta del poder que tienen las
compañías norteamericanas sobre el gobierno. Le entrego la carta al hombre,
la lee y se me pone a la orden.

Un tiempo después, el jefe del departamento de seguridad industrial,


que era mi jefe, estuvo chequeando el trabajo que yo hacía y fue reuniendo
algunas cositas por ahí, que no eran gran cosa... pero él era muy estricto. Una

26
vez le quité el camión al chofer que lo cargaba para yo manejar un rato y
aceleré a una velocidad mayor al que lo hacía el chofer oficial del camión.
¿Cómo se dio cuenta el musiú de esa situación?. Simplemente, nosotros
teníamos que ir a ciertas estaciones a chequear un reloj. De reloj a reloj, a una
velocidad determinada, él sabía cuanto tiempo se gastaba. Cuando se encontró
que había una diferencia de llegada de un sitio a otro, le indicaba que había un
aceleramiento de la máquina. Yo, con ganas de echámela de buen chofer en el
camión, ocurre que un día el musiú me llamó y me dijo que hasta ahí el
trabajo con él, que yo no podía seguir trabajando en la empresa. Ni siquiera se
comprometió a pagarme mis prestaciones sociales.

Yo me encontré con un amigo en San Félix y me dijo que podíamos ir


al sindicato, en Ciudad Bolívar, para reclamar mis prestaciones. Aquí se me
presentó otra situación que también me estimuló el sentimiento. Cuando
llegamos a Ciudad Bolívar, el jefe sindical prácticamente no habló con el
gerente de la compañía, quien habló fue el gerente. Yo me vine decepcionado
con el sindicalista. También me doy cuenta que el sindicalista es un tipo que
está bajo el sobaco del jefe de la compañía; que quien manda son los jefes de
la compañía, la compañía es la que manda...

¿UN CAMPESINO MÁS...?

Al poco tiempo traté de buscar trabajo en otra parte y me encontré con


las puertas cerradas. Decidí entonces salirme de la zona e irme a Maturín
buscando a mi hermano mayor que había dejado con una casa cuando yo era
policía. Me hermano me recibió y me dijo: “Aquí vamos a trabajar y vamos
hacer un conuco...” Y empezamos a trabajar. Hicimos un buen talado hicimos
una sementaria de maíz y cuando el maíz estaba grandecito ya, tuve un
choque verbal con mi hermano y me corrió de la casa. Llegó un amigo y me
ofreció una casa y un terreno para que trabajara y me puse a trabajar. En ese
tiempo trabajé un año. Hice una cosecha de frijoles, maíz, patilla... Me llevé
también una decepción ahí. Una vez que coseché unos casacos de frijol salí
pal’ pueblo a venderlo, afortunadamente el hombre que me los llevó al
mercado no me cobró nada, era el dueño de la casa. Y cuando llegué al
mercado de Maturín, me pidieron un precio muy bajo y yo no lo quise vender.
Me regresé y le repartí los frijoles a los vecinos. Me quedé un poco para
comer y el resto se los repartí a los vecinos. También repartí las patillas y un
cuarto de yuca que tenía los dejé para ver que provecho iba a sacar más
adelante...

Mientras estaba en esa situación me puse a reflexionar sobre mi


presencia en la zona, mi trabajo. Me pregunté: “Bueno, ¿yo debo convertirme
en que?... en un campesino más de los tantos que están aquí viviendo en estas

27
condiciones de pobreza, sin avance...” El problema de los frijoles es para mi
una lección. Uno cosecha las cosas y entonces se lo quieren pagar a real y
medio... Igual lo que me pasaba con mi hermano allá en Santa María. Aquí
también, las cosas siguen igual... Y me dije que iba a buscar otra cosa que
hacer...

Aproveché la ocasión de un amigo que estaba trabajando en una casa de


comercio, vendiendo corotos en una camioneta. Él iba a Guayana en donde
tenía a unos hermanos trabajando y me dijo que le mantuviera el trabajo
mientras él regresaba. El dueño del negocio, quería salir de él por unas cositas
que habían pasado, con gusto me aceptó. Estuve trabajando por un tiempo en
esa camioneta ganando el uno por ciento sobre la venta y el dos por ciento
sobre el cobro de cuentas viejas.

En ese tiempo andaba en búsqueda de estabilizarme. Ahí conocí a la


señora Cruz Jiménez de Figuera, a quien también llamo Crucita. Ella era una
señora casada con un señor ya muy mayor. Ella bastante joven, tenía un
niñito 10 de su primer esposo. Entonces, empezamos a salir juntos en la
camioneta, viajábamos, conversábamos y así nos fuimos relacionando.
Llegamos al compromiso de ponernos a vivir. Yo le propuse para ese tiempo
casarme con ella, pero no me había dado cuenta que ella estaba casada con
ese señor.

DE COMERCIANTE EN ANACO.

Yo me fui entonces de Maturín para Anaco y con el mismo amigo


(Leonidas Salamanca) con el que yo me fui de Cumaná para Maturín, que
me lo encontré en Anaco. A él lo retiraron de la compañía en Guayana,
primero que a mi y estando en Maturín me mandó a pedir un dinero para
poder resolver unos problemitas que tenía. Me encontré con ese amigo y me
dijo: “Vente para acá, yo tengo un kiosco aquí... yo también tengo unos
centavitos y quiero montar otro kiosco en el propio mercado y yo te puedo
dejar este kiosco que está aquí para que tu trabajes...”

Yo trabajé unos días ahí, pero yo no tenía idea si ese kiosco era mío o
era de él, porque como me debía una plata... Pero me pareció que era tan mío
como de él. Llegó un momento en que el compañero me dijo que me iba a
quitar el kiosco y de hecho me lo quitó. Un tiempo después, la señora Cruz se
mudó para Anaco y allá nos juntamos. Allá yo puse un negocio por mi cuenta,
después que perdí el kiosco. Un amigo me dio una habitación y me prestó
veinte bolívares y con esos veinte bolívares yo puse un nuevo negocio. En el

10
De nombre Vicente Figuera Jiménez.

28
mismo sitio donde estaba el kiosco. Me puse a vender, en primer término,
tabaco de mascar, casabe y cambures maduros. A los meses de ese negocio,
vino una compañía transnacional, la Procter and Gamble 11 y vino también la
Indulac, a evaluar lo que tenía para hacerme un crédito. Cuando eso el
negocio iba floreciendo. Me hicieron un crédito. El primero fue de setecientos
bolívares y después de mil y pico; porque dijeron que el negocio, una vez
hecho el balance, consideraron que tenía por lo menos diez mil bolívares en
petuches. Me descubrí en ese tiempo, como un hombre habilidoso para
vender. Pero con una falla terrible y es que no me pueden pedir fiado porque
aflojo la mano; ese ha sido mi gran defecto de toda la vida. Pero buen
vendedor, si. Con mi amigo aprendí a comprar bien para poder vender bien
porque ese si era un gallo pa’ eso. Todo esto era antes de la caída de Pérez
Jiménez.

Vivía con Crucita y nació Humberto. Después de Humberto, nació


Unance Ignacio, después nació Rosa Antonia y por último Marisela. Por una
parte yo trabaja con ese negocio y por otra parte trabajaba Crucita como
costurera. Primero había sido maestra y después se hizo una buena costurera.
Hacíamos una buena relación, el negocio estaba bueno y hacíamos dinerito.
Eso me permitía darle una beca a un hermanito de ella que era muy estudioso.
Yo lo quise mucho, un carajo muy bueno. Lo mandaron a Trinidad a estudiar
inglés y el hombre se graduó y es profesor de inglés en Trinidad. Ella y yo
trabajábamos para eso... ella le mandaba todos los meses dinero para él.

LOS PRIMEROS CONTACTOS CON LA POLÍTICA.

Cuando estamos en el apogeo de ese negocio, viene la caída de Pérez


Jiménez. Un amigo que yo conocí allá en Anaco, llamado Alfonso González,
me entusiasma para que yo me metiera en Acción Democrática y me presenta
un amigo que venía de Caracas llamado Carmelo Laborit; conocí a otro
diputado llamado Manuel Solórzano, en Puerto La Cruz... Esa relación de
Alfonso González conmigo cogió otro nivel: el tipo me quitaba fiao y no me
pagaba; cuando llegaba alguien a hacer reuniones pelaba por allá y me pedía
una caja de refresco de colaboración y bueno... se la daba. Y luego venían los
amigos a comer fiao... Y el negocio empezó a tener problemas, además, con
otros adecos conocidos míos también, me echaba de parranda los días
sábados, me metía los reales del negocio y me iba a echar los palos por ahí y
bueno, el negocio se medio paralizó un poco.

11
Empresa transnacional fabricante de jabón de tocador, champú y pasta dental. En la actualidad se
denomina Empresa Colgate-Palmolive.

29
Una vez, llega un amigo mío, que es retirado de la compañía y
trabajaba en la Orinoco´s Mining, en Anaco y un señor llamado Pablo Torres.
Torres, tenía setenta mil bolívares de una indemnización que le había dado la
compañía y me dice que va montar un negocio y le ayudo a comprar una casa,
en una esquina buena. Lo ayudo a comprar los corotos en Puerto La Cruz y
montamos un buen negocio de aguardiente. En la casa había un permiso de
aguardiente y él quedó ahí. Metimos de todo pa’ vender.

A estas alturas, no le debo a nadie pero mi negocio está reducido y con


menos ventas. Pero el negocio del amigo iba echando pa’ lante. Él me
propuso que se lo atendiera y yo lo estoy haciendo. Y Crucita, con su
máquina, atendía el otro negocio.

LA INCORPORACIÓN AL M.I.R.

Cuando estoy en el negocio del amigo, que es un negocio floreciente,


que va echando pa’ lante, entonces se me presenta en la casa un hombre que
había conocido, acá cuando estuve trabajando en el muelle, que se llamaba
Carlos Rafael Fariñas, que era secretario de una hacienda y que se fue
huyendo de por ahí porque era adeco. Una vez me lo conseguí en San Félix y
de ahí no lo volví a ver más. Entonces, él llega al negocio y me dice: “Te
andaba buscando, hermano... tu sabes que el partido Acción Democrática se
acaba de dividir y yo estoy con el grupo que se salió del partido, el M.I.R. 12 ,
dirigido por Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida y otros tantos
hombres buenos del partido... Se está formando un nuevo movimiento, pero
ese movimiento es marxista...” La palabra a mi no me sonó bien, pero no le
quería preguntar que era eso, que era “marxista”. Me dijo: “Aquí, en Anaco,
tenemos un movimiento”. Yo ya conocía algunos muchachos que se estaban
organizando en ese movimiento en Anaco, ya los conocía, a varios... A mi me
gustaba la forma como ellos hablaban... En ese tiempo se hablaba mucho de la
revolución cubana...

Cuando Carlos me dijo eso, yo le dije: “A mi me gustaría participar en


ese movimiento...” Era la primera vez que intento meterme en política. “Por
que yo conozco unos muchachos que están metido en eso aquí y me gusta
mucho como son ellos, como hablan, como se comportan, a mi me gusta
eso...”, terminé diciéndole.
12
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, partido producto de la primera división de Acción Democrática
en 1960; bajo la consigna: “No somos comunistas, somos la izquierda revolucionaria de A.D.”, se forma con
importantes dirigentes juveniles, sindicales y parlamentarios nacionales y regionales de A.D. Incluyendo a
los mencionados arriba, son además sus líderes: Lino Martínez, Héctor Pérez Marcano, Gumersindo
Rodríguez, Américo Martín, Rómulo Henríquez, Moisés Moleiro, Jorge Dáger. Gabriel Puerta, Carlos
Betancourt, Tito González Heredia, Américo Silva, entre otros.

30
Me dijo: “Vamos hacer una cosa, si tu quieres, yo que estoy designado
para coordinar el trabajo aquí, en Anzoátegui, tu me buscas una habitación
en tu casa, si la tienes, y nos levantamos todas las madrugadas a las cuatro a
leer y hablar de esto hasta las seis...¿Te parece?” Acepté y le di un cuartico
de la casa. Después me llegó con un libro que en la portada decía: “Curso de
Filosofía” de George Politzer y me dijo que eso era lo primero que íbamos a
leer. Bueno, estuvimos leyendo y leyendo toda esa madrugada y yo no le
cogía la idea, no sabía que estaba leyendo, no agarraba lo que el hombre
explicaba. Fíjate, que creía que lo que leía no me entraba por la pedrada que
me había pegado mi primo cuando estaba pequeñito...

En las noticias de radio, yo oía algunos comentarios sobre los


comunistas, de eso yo ya estaba conociendo algo, en donde se hablaba de los
comunistas como unos hombres muy duros y muy fieles... Eso me llamaba a
mi la atención. Pero cuando Carlos está leyendo el libro dice algo que me
incomodó, porque plantea un problema de infidelidad de un comunista y le
pregunto que porque era eso; entonces me explicó que no todos los que están
en el partido comunista, son comunistas... Eso si me quedó... Lo único que me
quedó de esa lectura de esos cuantos días fue eso...

Se cumplió ese corto período de lectura de madrugada y Carlos siguió


su camino, pero yo seguí viendo a Carmelo Laborit, quien ahora era del
M.I.R. Me incorporé al movimiento con los muchachos, empezando a
colaborar con diecinueve bolívares mensuales para las finanzas del partido y
nos reuníamos casi todas las noches... íbamos a los bares... Carmelo Laborit
una vez nos dijo: “El partido necesita crecer, hay que abrir una campaña de
crecimiento. Ya la elaboramos y hay un premio para el que en el curso de
tres meses incorpore la mayor cantidad de compañeros...” Éramos como seis
y cuando vino hacer el balance, ocurre que yo había incorporado algo así
como un hombre y medio por día en los tres meses. Por supuesto, me gané el
premio, pero nunca me lo dieron... Porque fue que me guindé a trabajar y
hablar con la gente y el movimiento gustaba y me ponía, como decían los
muchachos, a chacharear, entonces a la gente le gustaba. Y los llevaba a las
reuniones y aplaudían a los expositores, que eran muy buenos. Era un
movimiento nuevo, que a pesar de que Acción Democrática estaba
empezando a mandar y estaba haciendo las cosas medio bien de entrada, a
mucha gente le simpatizaba el movimiento... le simpatizaba el M.I.R.

31
PRIMER CURSO Y PRESIDIO POLÍTICO.

No me dieron mi premio, sin embargo, me mandan a participar en un


curso que estaban haciendo en Caracas. En Caracas conozco a una pila de
gente. Mi puntuación fue baja, fueron de 16 puntos, pero conocí un poco de
gente. Conocí un tal Gumersindo Rodríguez, que era un carajito muy
faramallero, conocí a Alí Muñoz... entre otros.

Ese curso era un curso prácticamente de economía, para ir ubicando a la


gente en lo llamamos el marxismo. Era un trabajo bien hecho, con varios
profesores. Tuve ahí y regresé mas o menos contento. Al tiempo me pusieron
preso en Anaco. Estuve preso con García Ponce y con tres muchachos más del
Partido Comunista. Rómulo Betancourt empezó a perseguirnos y a mi me
llevaron, según la policía, porque colaboraba con las finanzas del partido.
Duré veinticinco días presos y allí conversé mucho con los muchachos que
estaban presos, obreros, estudiantes...

HUYENDO HACIA MATURÍN.

Cuando salí en libertad, Crucita me dijo: “A partir de aquí, a usted lo


van estar persiguiendo, mejor nos vamos de aquí para Maturín...” Y nos
vamos para Maturín y nos conseguimos con el cuñao, que había estudiado en
Trinidad, que nos buscó una casa por setenta bolívares mensuales y conseguí
un camión para mudarnos. Nos metimos ahí y ya el negocio lo había
prácticamente liquidado. Al llegar aquí, con un poco de corotos todavía,
busqué a un amigo y le quité ciento ocho bolívares fiao; aumentó un poco lo
que había y monté una bodeguita en un sitio que encontré en una casa de un
amigo. Ahí me puse a trabajar.

DESDE 1963, ME LLAMAN “EL VIEJO” Y ASI ME QUEDÉ.

Como yo me vine de Anaco huyendo, Carmelo Laborit se encontró con


Gabriel Puerta Aponte, que era jefe de la juventud del M.I.R. en Maturín y le
habló de mi. Y se me pegaron atrás Carlos Betancourt y Gabriel Puerta a
buscarme. El primero que me llegó a la bodega, que quedaba en la calle
Pichincha, en el antiguo local de un negocio que llamaban “La Calandria” fue
Carlos Betancourt y me dijo: “Viejo, aquí estoy vendiendo estos libro de
Economía Política de Pedro Nikitín a cuatro bolívares” Agarré cuatro
bolívares que había hecho y se lo compré, para ver si aprendía más de
marxismo. Era la primera vez que me llamaban “El Viejo” en el partido.

32
Luego vino Gabriel Puerta y me invitó a una reunión con Fausto Hernández,
para fundar una Comisión Agraria, en Aragua de Maturín.

En ese tiempo, tenía auge la lucha revolucionaria...Ya estaba montada


la guerrilla en Falcón y la de El bachiller. Ya el Partido Comunista había
montado eso. Lo que yo no sabía era que la guerrilla de El bachiller era una
guerrilla del M.I.R.. Sabía que los de Falcón tenían una emisora que la oíamos
desde Maturín. Había una actividad y un entusiasmo en una pila de
muchachos. Entonces, me encargan a mi del trabajo campesino. Me ponen
atender como catorce sindicatos que habían en manos del MIR en Monagas.
Había sindicatos en La Morrocoya, Caracal de Buja, Chaparral, Las Palmitas,
La Guaraguara... todos esos los atendía yo solito. Teníamos un sindicato que
tenía noventa y ocho personas en Las Palmitas. Ahí fue donde más o menos
me defendí, porque como soy campesino y la gente con quien estoy chocando
son campesinos, yo iba medio aprendiendo de este lenguaje nuevo y de estas
nuevas ideas que se están desarrollando y la gente me oía y se entusiasmaba.

LA PRIMERA TAREA DEL DÍA.

De repente se presenta la idea en el Partido Comunista, en el año 64, de


montar un Frente Guerrillero en Caripito y yo me empato con esa gente.
Estamos trabajando en unidad el MIR y el Partido Comunista y nos están
estimulando a trabajar juntos en la Federación Campesina que se funda en
Maturín. Y hasta un dinero nos llegaba del Partido Comunista, para darle
algunos activistas y yo recibía alguna vainita.

Una vez cuando me encomendaron a una tarea, yo le dije a Crucita:


“Mire Negra, a mi me enviaron para tal parte a realizar una tarea. A lo que
me levante, tomo café y me voy...” Ella me paró y me dijo: “Mire señor, su
primera tarea debe ser buscarle desayuno a sus hijos...”Y salía hacer las
diligencias, pero pensaba a quien le quitaba un bolivita para el desayuno de
los muchachos, siempre lo conseguía, y me iba a hacer las tarea.

Un día, un compañero, que se llamaba Jesús Bastardo Lozada y un


compañero diputado llamado Pedro Álvarez De La Serna, que eran los jefes
principales del partido, me dijeron: “A usted lo vamos a mandar a Caracas y
que allá iba a conversar con alguna gente”. Llego a Caracas y allá me agarra
en la Universidad un hermano de Américo Silva, llamado Italo Silva y me da
un documento, el famoso documento del mes de enero de no se que hablaba
de la situación política nacional.

33
“YO SUBÍ A AMERICO SILVA POR PRIMERA VEZ AL
TURIMIQUIRE”.

Vengo de Caracas. Tan pronto llegué me empluman por la montaña de


Tarabacoa, que quedan al norte de Maturín, a visitar unos puntos, campesinos
por aquí y otro por allá, que tenía el partido metidos por ahí. Y a chequear un
trabajo que tenía un muchacho llamado Juan Morocoima, un campesino de la
zona. Yo fui a chequear el trabajo que ellos tenían y comprobar una
información que nos habían dado. Traje mi informe a los tres días.

Al poco tiempo me dicen: “Mire, prepárese porque va salir para


Cumanacoa esta tarde”. Me voy para Cumanacoa, pero me dicen: “Usted va
llegar a una casa, aquí está la dirección, aquí está el nombre y ahí le va
llegar en la noche un señor. Usted se lo va traer pa’ ca y lo va pasar por tal
lado y lo va meter por tal parte... Pero antes, tiene que arreglar acá alguien
que lo reciba y se lo lleve pa’ otro lado... Tu trabajo es traértelo de allá y
entregárselo a otra gente en Maturín...”

Entonces, fui hablar con los campesinos que había manejado, por las
montañas de San Antonio de Maturín. Había dos sindicatos por allí que los
manejaba. Y les dije que me esperaran esa noche a las once. Me voy pa’
Cumanacoa y me llega un carro con tres hombres y se baja un flaco alto,
narizón con una patotas de este tamaño. Me dice el compañero de la casa:
“Mire, este es el hombre que viene a buscar...”

Y arrancamos. Llegamos a San Antonio de Maturín en carro, nos dejan


en un sitio y yo agarro el hombre y nos vamos a pie por una carreterita hacia
la montaña, en donde a cuatrocientos metros nos estaban esperando los
campesinos. Le tiré la señal y se llevaron al hombre. Todavía yo no sabía que
ya los compañeros habían mandado una vaina... Tampoco sabía que ese
hombre que les llevé se llamaba Américo Silva, ni que venía de prestar un
servicio de retaguardia a la guerrilla de El Bachiller.

A los poquitos días me dicen: “Usted tiene que hacer unas amistades
por la vía de Maturín a San Antonio...” Me llevan una mañana a Guanaguana
y me indican que debo ganarme una gente en ese pueblo. A la tarde me
pasarían recogiendo. A la tarde vinieron y me encontraron en una bodega
conversando con un señor llamado Miguel Mata. Estoy hablando con él, me
brindó refresco y le dije que estaba haciendo yo por ahí y el hombre, que
estaba enamorado de la guerrilla de Falcón, me prestó su colaboración.
Entonces, me encontré una fichita, un punto de base para cualquier cosa... me
vine con ese logro. Al poquito tiempo, me vuelven a empujar para
Cumanacoa. Y me dicen: “Usted va volver a la misma casa y se va encontrar

34
al mismo hombre y probablemente va subir con él... De todas manera, busca
los campesinos de San Antonio y los ubica para que suban con ustedes...”. Y
Crucita, acostumbrándose a vivir sola ya...

Busco al hombre y dos más que el hombre había reclutado y nos vamos
en un carro para San Antonio y llegamos a las once y media de la noche...
Llegamos al sitio convenido con los campesinos, al final del pueblo, en la
pata de la Serranía de Turimiquire, tiramos la señal, bajamos los corotos y nos
empujamos por ese cerro. Los campesinos estaban desarmados, pero estos tres
que venían conmigo traían armas largas y cortas. Traían pertrechos,
medicinas, ropas... un cargamento. Los campesinos advirtieron que había más
adelante una casa, cerca del caminito y había que pasar con cuidadito para no
despertar los perros porque iban a delatar la vaina. Ahí me tocó organizar esa
marcha. Somos seis hombres. Pongo a un campesino, el más baquiano,
adelante, pongo a Américo en medio de dos campesinos y pongo a los dos
hombres detrás del campesino que va detrás de Américo y yo voy de último.
Cuando Américo ya ha pasado frente a la casa y cogen una subidita suave,
Américo, que tenía unos zapatos como unas chalanas de grande y que era muy
brusco caminando, especialmente de noche, resbala y se cae pa’ tras con unos
corotos... El perro siente y se armó la sanpablera. El campesino que iba
delante siguió y lo dejó. Yo paso y ayudo al hombre a pararse, resbala y se
vuelve a caer y como pudo avanzó y se alejó del sitio... Cuando llegamos
arriba, a la lomita, ya al final del cerrito ese, pa’ empezar a bajar de nuevo
pal’ otro lado, encontramos a los dos campesinos sentados, esperando. Los
campesinos creen, y yo también, que después de ese ajetreo por subir el
cerrito, vamos a descansar... era lo lógico, incluso. Pero Américo en vez de
sentarse se paró. Y el campesino más vivo del grupo, que era un compañero,
dijo: “Este compañero vino bien espatao de la ciudad...Este compañero si es
espatao...” Y Américo nos empujó a continuar la marcha... Y cogimos esa
bajada... y Américo se cayó de culo más adelante... y siguió el hombre
espatao...

Llegamos a la casa de un hermano de los campesinos que quedaba más


adelante. Nos recibieron bien, nos sirvieron café... Eran como la una de la
noche y Américo nos dice que debemos seguir... que el camino es largo... la
noche está oscura y tenemos que ponernos bien lejos arriba. Esto me indicó
que la primera vez que dejé a Américo, él tuvo un tiempito arriba y después
bajó y yo no sabía nada. Que él bajó de la guerrilla pa’ la ciudad hacer una
diligencia, a asaltar un banco con otros compañeros en Altagracia de Orituco,
supe después. También supe que el monto de ese atraco al banco produjo 380
mil bolívares.

35
UNA SOPA DE PATA.

Estuvimos en la casa conversando y la compañera campesina, que


siempre fue solidaria, nos dijo: “Compañeros, en la despensa no tengo nada
que ponerles en las manos... Pero aquí tengo esta pata, para que se la coman
más adelante...”. Le dijo yo: “Señora, deje esa pata aquí pa’ que ponga y
tengamos más paticos...”. Américo se me acercó y me dijo bajito: “¿Una
pata...?”. Y como la señora insistió, no las llevamos...

A las tres de la madrugada, voy yo cansao. Américo lo advierte, llama a


otro compañero y se me pone atrás, me ayuda a empujar el morral pesado en
una subidita y me dice: “Ya vamos a llegar...” Y yo, entusiasmado y tratando
de hacer las cosas bien para no quedar mal ahí hice un esfuercito pa’ llegar a
una casa campesina en donde estaba un camarada del partido comunista en un
lugar llamado Cerro Colorao, en el Turimiquire.

Bajamos ahí los corotos. Empezamos hablar con el hombre que nos
recibió. El hombre ya conocía a Américo. Cuando Américo salió de la
guerrilla por primera vez, pasó por ahí. Los dos campesinos de la zona, se
despidieron de ahí y dejaron sus paquetes. Hasta ahí era la comisión, eso fue
dicho en Maturín. El seudónimo que en esa ocasión utilicé era Eliseo.

Entonces nos quedamos los cuatro ahí. Américo le pidió al hombre que
bajara al amanecer al pueblo, para que le comprara unos coroticos que él
necesitaba llevar. Además de las cosas que tenemos, nos vamos bien cargados
los cuatro. El hombre se preparó, pero antes de salir, nos dijo que no era
bueno que nos quedáramos en la casa. Nos indicó que era mejor pasar el día
en el conuco, que era tranquilo y había una cueva. Antes de salir para la
cueva, yo le dije a la señora del rancho: “Señora, todo lo que traemos pa’
comer es esto, una pata... Ve usted que hace con esa bicha....”

“Déjame ahí mijito, olvídese que yo voy pal’ conuco horita a recoger
una berutica 13 que no es mucho tampoco, pero ahí una cosita por ahí para
hacer un buen sancocho...”, dijo la señora.

Estamos en una temporada de escasez en el campo. Estamos en el


comienzo del mes de mayo del 65. En ese tiempo en el campo no hay que
comer. Entonces la mujer estuvo por ahí, rastrojeando...

13
Verduras, tubérculos, raíces para el consumo humano.

36
Nos metimos en la cueva. Al medio día la mujer nos hizo una señal,
salió Américo y regresó con un canallín lleno de sopa, bien condimentao. Y
nos hemos dado un banquete con esa sopa de pata...

EL CAMINO DE “EL CATACO”.

A la tarde llegó el campesino y trajo lo que le mandó a comprar


Américo y nos pusimos a preparar tres sacos como morral. Arrancamos a las
once de la noche a la última casa que quedaba arriba en la montaña. Llegamos
al final de la subida y cuando ya empezábamos a bajar Américo dijo:
“Espérense aquí un momentico, que yo voy solo a ver si encuentro la pica por
donde yo salí la otra vez cuando bajé de la montaña, que le caí a este
camino...” Y sale por ahí. Estaba empezando a llover. Dio vueltas como una
hora ahí y no encontró el camino. Regreso y ordenó que acampáramos ahí
para buscar el camino por la mañana. Amanecimos ahí, los cuatro, bajo el
palo de agua, con los morrales debajo... con el estropeo de una noche
caminando.

A lo que amaneció, aquel barrealero, eso era un camino de burros.


Salimos con Américo adelante buscando el camino pero no lo encontraba...
Entonces, dijo: “Vamos a regresarnos a ver si dejé el camino atrás...” Y nos
devolvimos hasta un río que él había atravesao al salir del camino de la
montaña. Se acordaba del río, pero no del camino por donde salió.
Buscábamos el camino pa’ salir a un sitio donde él y otros compañeros se
comieron un cataco 14 asao. Cogimos el río y empezamos a subir pa’ rriba, un
río con poco agua. Empezamos a subir y cuando vamos bien arriba me dice
Américo: “Compae, despreocúpese que estamos en la zona... Estamos en la
zona, pa’ su tranquilidad...”

Cuando yo percato que él adelante, curioso y grita: “Aquí está el


camino compae... Esa es la piedra... estamos en el cataco...” Forma aquel
escándalo. Resuelto el problema. Descansamos sobre la piedra, tomamos agua
del río, comimos una vainita que llevábamos en el morral y nos fuimos. Nos
fuimos montaña adentro.

... CON UNA SUELA DE ALPARGATAS.

Nos coge las cuatro de la tarde en la montaña y hay que hacer


campamento porque de ahí pa’ lante viene la oscuridad. Ya el sol está metío

14
Pescado propio del oriente del país.

37
porque la montaña es muy alta y no alumbra ya. “Vamos a quedarnos aquí,
compae” , dice Américo. Pega un golpe de agua. Ordena Américo que nos
quitemos toda la ropa. Todo el mundo se quitó la ropa y así sin ropa, salimos
a cortar palma, madera y bejucos. Lo único que llevábamos era una navaja
pico e’ loro que yo cargaba media esgañotá. Reventando con el diente y todo
cada uno trajo su parte: bejuco, carata, palos y ahí mismo se fabricó un
rancho.

Américo empezó a pelar por unas alpargatas nuevas que llevaba, cogió
la suela, unos palitos de madera y unos fósforos, porque Américo siempre era
precavido, y como pudo prendió fuego a sombrerazos, primero prendieron lo
palitos más delgados, a pesar de estar mojados, y prendió la fogata... con un
pedazo de la suela de una alpargata...

LA PRIMERA INCURSIÓN GUERRILLERA.

Después que ese fogón está funcionando, vino lo demás: el café, arroz,
el pescao salao asado, a comer, el agua y a dormir. Antes, pasamos la ropa
mojada por la candela para medio oreala 15 y acostarnos con ella puesta. Es mi
primera experiencia en el monte como guerrillero. Éramos la primera
incursión guerrillera en la sierra de Turimiquire. La otra fuerza guerrillera
estaba en Caripito, que nosotros habíamos ayudado al principio.

Ahí amanecimos, tranquilos. Dormimos tranquilos. Por la mañana antes


de arrancar, hicimos otro poquito de arroz y arrancamos. Seguimos y
seguimos y seguimos y encontramos un río crecío. Era el río que pasa por San
Antonio, el río Colorao. Pasamos el río, guindaos por un palo, tipo pereza.
Mas alante encontramos unos chácharos y Américo le tira unos plomazos...
Estábamos en una zona libre ya. Seguimos. En la tarde caímos en un rancho.
“Compae, vamos a quedarnos aquí. Los muchachos no están por aquí, esos
los encontramos mañana”, dice Américo... Nos quedamos en un rancho de
cazadores 16 hecho de carata. Ahí nos quedamos nosotros. Mojaos otra vez,
pero en un rancho seco. Hicimos comida y después empezamos a secar un
poco la ropa y nos fuimos a dormir. Cada uno con su ropa puesta, húmeda,
pero bueno...

Esa noche, me rodé un poco, dormido y pongo el pie derecho casi


encima del fogón... tan seco estaba que me prendió la suela. Me desperté por
el ardor que sentía en la planta del pi

15
Oreala, oreal: secar la ropa.
16
Cuenta Ruperto que “cuando los campesinos que se van tres o cuatro días para la montaña cazando lapas
en los fruteros hacen un rancho para dormir”, que se les llaman ranchos de cazadores.

38
“LA PULGA”, PRIMER CAMPAMENTO DEL FRENTE.

Amanecimos y volvimos hacer comida: arroz sancochao, casabe y


pescao seco y arrancamos. Al medio día cuando vamos bien adentro de esa
montaña, hicimos un poquito de avena cruda tomamos esa vainita y seguimos
camino. Ya en la tardecita, caímos de la montaña y llegamos a un camino
abierto, empezamos a bajar. Y Américo se puso las manos en la boca y
produjo un silbido fuerte. Bajamos y ahí mismo encontramos a seis
compañeros en un campamento. Era el primer campamento que ellos habían
hecho y se llamaba “La Pulga”, porque habían muchas de esas bichas ahí.
Había un rancho grande y un conuco donde el campesino cosechaba ahí. En
esos días que ellos llegaron por ahí, el campesino se fue de ahí y les dejó el
conuco en las manos. Ahí llegamos. Ese sector del Turimiquire se llama la
montaña de Tarabacoa.

En “La Pulga”, los compañeros conocidos, los oficiales, eran Juan


Bautista Álvarez, un muchacho que nosotros llamábamos “El Dante”, muy
buena gente, hermano de los Álvarez, de Caicara. Estaba también Luis Tineo
Gamboa, que nosotros llamábamos “Diego”. Habían otros dos que no
recuerdo bien los nombres.

NEGRA... ESTOS 40 BOLÍVARES... ¡¡¡ESTÍRALOS!!!

Américo me propuso, como yo tenía que bajar al otro día pa’ Maturín,
que antes de hacerlo echara un conversación con los muchachos, que les
dijera qué estábamos haciendo, cuál era el fin de esto, la necesidad de que le
pusiéramos corazón al trabajo y tal... Yo no sabía mucho de eso. Le tiré mi
discurso a esos muchachos y se quedaron tranquilos. Me saca un campesino y
me tira por los dos caminos pa’ bajo y salí pa’ San Antonio y luego Maturín.

Hasta esa oportunidad conozco lo que estaban haciendo ahí los


campesino que yo visitaba en la montaña de Tarabacoa. Antes de irme, como
Américo venía de tirar una operación en Altagracia de Orituco, me dijo:
“Bueno compae, yo traje una vainita poraquí...”.Y peló por una paca de
billetes. Me dijo: “Aquí tiene estos cuarenta bolos, compae... lléveselos” ... Y
a mi que se me hacía difícil conseguir un bolívar diario en Maturín...

Y yo vengo contento... Conseguí una cola, porque yo había ganado


gente que me diera el pasaje. Al llegar a la casa, le digo a Crucita: “Negra,
conseguí estos cuarenta bolívares... estíralos...” Todavía ella se acuerda de

39
eso. A veces me lo recuerda... Era la primera vez que yo le daba a esa señora
cuarenta bolívares, porque me los dio Américo Silva.

EN LA RETAGUARDIA DEL ANTONIO JOSÉ DE SUCRE.

A partir de ese momento, yo quedo adscrito a la retaguardia de ese


Frente. Hasta ahí me llevaron los compañeros... Yo y Américo le pusimos un
nombre al frente, “Frente Candelario”. Ese fue su primer nombre. Después le
pusieron, en una reunión en Caracas, “Frente Guerrillero Antonio José de
Sucre”. Que empieza a funcionar a partir de la segunda subida de Américo,
que trae más gente y trae armas. Y el partido empieza a enviar más gente y
más armas... Esto fue entre mayo y junio del 65... Américo Silva fue el
responsable y primer comandante del frente

A partir de ahí empezaron a funcionar los puntos clave de la carretera


donde yo, buscando amigos, buscando apoyo y los hombres que me habían
ofrecido siempre trasladarme de gratis a cualquier parte. Estoy haciendo un
trabajo. Metiendo gente y habiendo que sacar gente también. Y buscando acá
abajo, en Maturín: ropa, zapato, comida y real para cuando bajaran los
compañeros que ya por alguna razón no pueden estar allá arriba, por
enfermedad o por lo que sea, yo tenía que vestirlo acá pa’ y mandarlo pa’
donde tuviera que irse. Por lo menos diez bolívares, pa’ pagarle un pasaje pa’
Caracas, que era lo que valía y una ropita limpia.

En la retaguardia yo manejaba un grupito y resolvíamos eso. En esa


retaguardia estaba Asdrúbal Guzmán Cordero, Emperatriz Guzmán 17 ,
Francisco Carvajal, esos tres funcionaban conmigo y eran seguros. Eran de
confianza y yo les daba tareas concretas. En la periferia habían unos cuantos
más.

Se empieza a desarrollar esa cosa y a partir de ese momento empiezo yo


a sonar en el partido, a tener referencia en el partido. La gente cogiendo
confianza en mi y yo cariño a mi trabajo. En ese trabajo yo estoy encontrando
un aliciente, que no tenía antes. Aquí yo estaba en una situación que no
encontraba que hacer y como hacer, no encontraba más nada, no tenía nada.
El mundo no me ofrecía a mi ninguna posibilidad de nada. En el partido por
lo menos estoy activando, sin saber muy bien hacia donde va todo eso ni que
va pasar después pero yo me estaba enamorando de la actividad... encontraba
un aliciente ahí...

17
Quien años más tarde y sería miembro de la comandancia del Frente Guerrillero Américo Silva, de
Bandera Roja. Murió en la conocida “Masacre de Cantaura”, en octubre de 1982.

40
LA MUERTE DE LUIS TINEO GAMBOA.

Viene un episodio doloroso, pero importante para nosotros. Américo


vuelve a bajar pa’ la ciudad. Ya tiene una exploración realizada en toda esa
zona y está tratando de salir de Monagas para empatarse con Sucre por la vía
de Mundo Nuevo Arriba y Las Culatas y toda esa zona por ahí hasta llegar a
Cumanacoa... la idea era esa.

Una vez que Américo sale por segunda vez de la montaña, yo quedo
atendiendo los compañeros. Pero la guerrilla empezó a sonar. Los campesinos
hacendaos están denunciando paso de gente de noche tanto por un lado como
otro... Una vez me tocó llevar cuatro muchachos pa’ lla y nos vió to’ el
mundo, marchando por una zona que llaman Manical, oscureciendo...
Nosotros no habíamos comenzado a operar, estábamos explorando y metiendo
gente.

Llega el tiempo en que escasean algunas cosas. La guerrilla no tenía


reales. Y el partido andaba en peores condiciones. El compañero Tineo
Gamboa, que suplió temporalmente a Américo, me iba a dar una lista para
que le consiguiera unas medicinas. Un día yo me estoy preparando con
algunas cosas en Maturín, un bastimentico pa’ llevárselos. Tenía unos
contactos pero cuando estoy en el mercado de Maturín tratando de contactar
con el tipo que me iba a trasladar a San Antonio, me consigo al tipo y me
dice: “Compae, yo lo llevo pa’ lla, pero déjeme decirle que aquello está lleno
de soldados. Por la mañana se metió un camión lleno de soldados y que se
metieron Bericure pa’ arriba y están regaos por esa zona... Hay una
denuncia por parte de un cafetalero de por allá, de apellido Velásquez y el
ejercito está detrás de eso...” Y esa era una zona que tenía antecedentes,
además.

Le dijo al hombre: “Mañana por la mañana regresa aquí y averigüe


con la gente que va y viene...” Al día siguiente nos vemos y me dice: “Mire,
usted no puede ir pa’ lla. Acaban de matar un compañero de los nuestros allá
arriba... Un hombre, que estaba allá arriba, venía con otro que se iba a sacar
una muela, parece ser eso, y entonces lo cogieron preso y lo mataron...”. Le
dije al hombre que averiguara bien eso y al otro día me dijo la continuación:
“... Si, que habían puesto preso al comandante que venía con dos pantalones,
traía unas cartas y lo habían puesto preso y lo habían matado a pedacitos en
la zona...”

La cosa pasó porque en vista de que yo no llegué al primero ni al


segundo contacto, el compañero “Diego” (Tineo Gamboa) decide bajar... y
esta es una cuestión de los comandantes guerrilleros que de repente les da

41
ganas de bajar a resolver cualquier cosita. Hizo un plan para bajar, traer el
otro que se iba a sacar una muela y él se iba a dar un recorrido por Maturín a
encontrarse conmigo y resolver algunos problemas y algunas cosas para subir
otra vez. Ocurre que cuando vienen bajando, después que pasan el río por el
paso que la guerrilla bautizó como “El Cataco”, se vienen acercando al
camino real y consiguen rastros del ejército, incluso, residuos de comida. El
ejército ya había estado ahí esa mañana y habían comido ahí y se había
retirado. Se metieron un poquito a la montaña, pero luego salieron de ahí. Y
se ubicaron en la lomita, para montar una emboscada. Los compañeros en vez
de regresarse, que era lo prudente, siguen el camino, pero “Diego” iba
delante, distanciado, y el otro detrás. Subieron las lomita y el de atrás ve
cuando a “Diego” se lo llevan preso los soldados que estaban arriba. El
compañero se fue corriendo y alcanza la comisión que los acompañó del
campamento al río. Los compañeros sacan a un campesino por Caicara, que
era la otra ruta y me llega la información oficial desde adentro. A “Diego” lo
tuvieron en la zona campesina, lo interrogaron, no habló; lo maltrataron,
empezaron a cortarle un pedacito de nariz, un pedacito de oreja, un dedo...
Pero antes lo habían mandado hacer un hoyo, una fosa... Después empezaron
a jugar con él, a tirarle cuchillos y después le dieron un tiro y lo zumbaron en
el hoyo. Así perdimos uno de los mejores hombres de aquel momento. Se
llamaba Luis Tineo Gamboa.

Los soldados no encontraron más nadie y se fueron de ahí. Pero unos


cuantos campesinos tuvieron que salir de la zona porque los andaban
buscando. Estaban ligados a “Diego” y a nosotros... los andaban buscando. La
respuesta del partido fue sustituir a “Diego”. Mandar a otro compañero
mientras llegaba Américo. Mandaron a otro compañero que sustituyó
momentáneamente a “Diego”, que se llamaba Enrique Boll, que era su
nombre legal, ese lo subí yo mismo. Durante ese tiempo, subió gente y bajó
gente. El compromiso mío abajo era inyectar los recursos a la gente que
bajaba o subía, un ajetreo en eso. Con Boll seguimos funcionando por la otra
vía, por Caicara. Regresó Américo y se encargó de nuevo de la cuestión. Bajó
nuevamente y ahí lo mandaron para Cuba, en el año 66, me parece... Ya había
compromisos con el gobierno cubano de enviar compañeros para allá a
estudiar algunos cursos de guerrilla. Allá en Cuba estaban unos cuantos ya.

PRESO EN EL TEATRO DE OPERACIONES DE CACHIPO.

Al poco tiempo caigo yo preso en Maturín. Llegó un tipo, llevándome


un paquete de revistas, diciéndome que eran revistas y materiales de izquierda
que nos enviaban clandestinamente. Yo tenía el control de todo eso también,
con el apoyo de los compañeros. Hubo un problema, la policía descubrió que

42
el paquete era clandestino, que estaba enviado a un diputado de U.R.D. 18 ,
para presionar el camuflaje; pero un error de los muchachos que debían
recoger el material, hizo que la policía tomara el material en sus manos.
Cuando descubren, van a la casa donde el material había llegado. Y
preguntaron: “¿Quién vino a recoger este material?”. “Bueno, aquí vino el
señor Francisco Jiménez. Alguien vino a buscarlo aquí y él no lo encontró”.

Entonces una mujer policía disfrazada se llega a mi casa con el paquete


y me dice: “Mire señor, aquí está esto (el paquete)...” Yo había llegado en la
mañanita de Barcelona. Me había tocado recibir a Gabriel Puerta en
Barcelona para traerlo a la guerrilla. Yo tenía montado un correaje por Viento
Fresco, le entregué a ese correaje al hombre, a Gabriel. Gabriel me entregó
un dinero para que se lo cambiara en sencillo y se lo enviara a la guerrilla
después y se fue para la guerrilla por la vía de Manacal, que es la otra vía,
que todavía no es pública.

El carro que yo traigo viene lleno de materiales explosivos. Yo lo


pongo en una casa amiga en Maturín, en la casa de Jesús Fuentes, que me
pregunta: “¿Yo puedo usar este carro?”. “Úselo, con toda confianza”, le
respondo. “¿No será que andan tras de ti?”. “No...” Y entonces se quedó
con el carro.

Yo llego a la casa, como a las ocho de la mañana, después de haber


dejado un buen cargamento por allá, en un conuco de Caicara, con los
muchachos que estaban en Caicara. Ocurre que cuando son las tres de la
tarde, que me estoy levantando para salir hacer unas diligencias, me llega la
mujer esa con ese paquete. Yo entiendo la bolada, que no me está diciendo la
verdad y que se que es el paquete que yo estoy buscando ahí, pero que no
estaba porque estaba en manos de la policía, ahora me lo está trayendo la
policía ¿lo voy a recibir...?

Me puse torpe con ella y le dije: “Hágame el favor, no me moleste más.


Quien le entregó ese paquete, regréseselo...” “Ay, que yo perdí mis reales...,
me contesta. “No, no me diga eso, que yo no soy tan inocente para no
imaginarme que usted vino mandada y que quien la mandó debe estarle
pagando” Yo no estaba seguro de lo que le estaba diciendo a la mujer...

“Está bien, señor...” Otra cosa que no sabía era que dos oficiales de la
DIGEPOL estaban escondido ahí y estaban esperando que me recibiera el
paquete para tenderme el lazo. Como no recibí el paquete, me cayeron de
todas manera. Hasta un compañero que me había servido, llevó la policía
18
Unión Republicana Democrática, partido opositor, para aquel momento, al gobierno. Su líder fundamental
era Jóvito Villalba.

43
hasta mi casa inocentemente. No porque me quería perjudicar, porque
perjudicarme a mi se iba a perjudicar él también, pero inocentemente lo
engañó la policía y les dijo que sabía donde yo vivía...

Yo estaba bañándome, entro al cuarto a cambiarme de ropa y allanaron


la casa. Crucita muriéndose de arrechera porque teníamos treinta bolívares y
lo primero que hizo un policía fue encontrarlo en el paltó en donde lo
teníamos guardado, los agarró y se los llevó. Nos encañonaron, Crucita
incómoda, pero más o menos serena... Me llevaron preso.

Me llevaron preso a un Campamento Anti guerrillero en Cachipo 19 , una


zona petrolera que hay en Monagas. Primero me tuvieron en la DIGEPOL 20 ,
en Maturín, en donde me hicieron un interrogatorio preliminar. En el
campamento me dieron unos correazos. Yo estaba incómodo, porque había
tanta gente que había conocido mi actividad y los policías me metieron ahí sin
hacerme mayor cosa, mientras buscaban información.

En este trajín, Crucita se estaba moviendo. Ahí pude ver como mataban
un muchacho, que habían agarrado en Caripito; un catire alto, joven, un
muchacho, tenía una pinta de extranjero, que nunca supe como se llamaba.
Me metieron un día con él ahí. Lo habían matado a palo y estaba tumbado
boca arriba. Trató de decirme que estaba muy golpeado, que estaba muy mal.
No me dijo el nombre ni nada... Extrañamente me sacaron de ahí y me
pusieron en un grupo de treinta que estaban en otro calabozo. Esa misma
noche, al muchacho lo sacaron del calabozo, le zumbaron otra paliza y lo
volvieron a llevar para que se terminara de morir ahí... Y bien entrada la
noche. De madrugada, tal vez lo sacaron... nadie sabe para donde se lo
llevaron... 21

Dije que Crucita se estaba moviendo y la policía estaba rastreando por


aquí y por allá. Crucita logra mandarle una carta pública a Ugarte Pelayo, por
el periódico “El Nacional”. El jefe militar del campamento se da cuenta que
hay una carta pública y se da cuenta que ha habido muchas denuncias de
desapariciones en Cachipo, entonces el gobierno afloja un poquitico la mano.
A mi no me han maltratado más ni me han hecho nada, por esa razón.

19
Los Teatro de Operaciones (T.O.) o campamentos anti guerrilleros eran puestos militares unificados,
responsables de planificar y ejecutar operaciones e inteligencia anti subversiva. Aparecieron a partir de 1964
por decreto presidencial. El T.O.-4, con sede inicial en Maturín y luego en Cachipo, tenía jurisdicción en todo
el oriente del país.
20
Dirección General de Policía, policía política creada durante el gobierno de Rómulo Betancourt en 1960,
que vino a sustituir a la Seguridad Nacional y más tarde se denominó DISIP.
21
En las instalaciones de los T.O. se cometieron muchos hechos violatorios a los derechos humanos: torturas,
violaciones, muertes y desapariciones de todo aquel sospecho de colaborar o pertenecer a la guerrilla, sin
previa comprobación ni juicio imparcial.

44
Amenazas y tal, pero más nada. Ha ido bajando la represión, digamos, la
tortura.

Van pasando los días, a fin de cuentas no me pasó nada. Estuve ahí y en
presencia mía sacaron unos camaradas del partido comunista. Llegó el jefe
militar y riéndose de un preso le dijo: “Mira, ¿tu te quieres ir a tu casa?...”
“Yo, si...”, dijo uno que llamaban “El gallo”. “Bueno, agarra tus corotos y
salte... Además, sálganse todos ustedes... sálganse...” Y estaba un autobús
afuera y los metieron como a seis u ocho en ese autobús. ¿Sabés pa’ donde los
llevaron?... Pa’ Guasina 22 ... En el camino se murió uno y lo tiraron al agua,
los demás lo llevaron pa’ Guasina.

En el calabozo me quedé con tres o cuatro que también eran del partido
comunista... El único del MIR era yo. Estos que eran del partido comunista,
con menor causa, nuevos, los dejaron ahí. Incluso, dejaron uno que se debilitó
con unos cocogotazos que le dieron, entonces se comprometió con el jefe del
campamento a pasarle cualquier información sobre alguien, un camarada del
partido comunista, que estaban buscando en Maturín.

Se está acercando el 24 de diciembre. La carta de Crucita está bailando


de un lado pa’ otro. Me llama el jefe militar y me dice el soldado que me
busca: “Mire, eche a correr hasta que llegue allá, porque la orden que tengo
es que si usted no corre, le caiga a chaparro y yo no le quiero dar chaparro...
Eche a correr que yo voy atrás de usted zumbándole, pero usted adelante
corriendo” Así hice. Salí corriendo para la carpa, adonde ellos interrogaban a
la gente. Llegué cansao y había ahí una cava cargada de refrescos y los
soldados me dijeron: “¿Quiere un poquito de refresco?. Sientese...”
Empezaron a interrogarme, me pasan un papel y me dicen que lo firme...Yo
me pongo a ver y me dicen: “Firme eso, firme eso... No lea tanto, porque si
nosotros lo queremos joder lo jodemos de todas manera...” “Ahh bueno, si es
así...tranquilo” Y firme esa vaina.

Al regreso, me encontré a un tipo que llaman “el de relaciones


públicas”, un capitán, que viene en un jeep y cuando salgo de la carpa de una
manera muy gentil me hace señas y me lleva en el rustico. Pienso callado:
“Aquel me trae corriendo... éste me lleva en carro...” Al otro día me volvió a
llamar el capitán, me dijo: “Mire Jiménez, su mujer ha estado haciendo
algunas diligencias, sacó un carta por la prensa... Nosotros hubiéramos
preferido arreglar las cosas de otra manera... Pero ya no hay problema... Yo
le voy a decir algo, te hemos estado investigando y hasta la fecha no le
hemos encontrado nada que lo condene... Si llegamos al 24 de diciembre y

22
Guasina, cárcel depósito de presos políticos en las décadas del 60 y 70 ubicada en un islote del río Orinoco.

45
estamos en estas mismas condiciones, tenga la seguridad que usted la va
pasar en su casa con su mujer y su familia... Eso si, trate de no meterse en
vainas Jiménez...” Pasó el tiempo y yo rogando que no llegara alguien y me
conociera y lo torturaran... No pasó nada y el día fijado me mandaron a salir a
tres presos, entre ellos el que se había rajao. Al salir, llevaba un mensaje de
uno de los camaradas encerrados, sin que nadie lo supiera... y unas diligencias
en Caracas... yo las hice.

ENVIADO A CUBA POR UN AÑO.

Salí y me reencontré con mi mujer y mis hijos. A los tres o cuatro días
me mandan a Caracas otra vez y allá me agarra Gabriel Puerta, quien yo
mismo había bajado de la guerrilla y me dice: “Mire, yo quiero que usted
vuelva a Maturín y averígüeme esto y esto... Búsquese a Carlitos Mayz, que
nosotros lo necesitamos para incorporarlo”. Mayz era un buen hombre de
Caripito. Vengo yo, hago mis diligencias en Maturín, no encuentro a Carlos
Mayz y me tiro pa’ Guayana porque me dijeron que estaba allá, en donde
llaman La Sierra. No encuentro a Carlos por ningún lado. Me voy pa’
Caracas. Allá me dijeron: “Usted se va quedar aquí un tiempito... lo vamos a
mandar para Cuba”. Ahí empiezan a prepararme mi salida para Cuba.
Américo ya estaba en Cuba y me iba a encontrar con él allá. En Caracas, me
pongo en contacto con uno de mis jefe en ese tiempo, que aún vive y se llama
Cristóbal Correa; que por cierto tengo un episodio con él.

UN MILITANTE... RESUELVE.

Ocurre que en esas diligencias en Maturín para atender mis


necesidades y los compromisos con la guerrilla, hubo una vez que tenía que
llevar unas armas para el frente, en la montaña. Entonces, el compañero jefe
militar de la gente que trabajaba en la ciudad, una brigada montada por un
compañero llamado Heiter Álvarez, me había prometido un carro para llevar
esa armas, un día a las cuatro de la tarde para San Antonio. Y yo confié en
eso. A las cuatro de la tarde se me apareció el hombre y me pidió que le diera
un chance para las cinco. A las cinco se volvió aparecer y tampoco había
encontrado un carro. Ya yo tenía los muchachos preparados en San Antonio
esperando las armas; ya yo tenía todo eso arreglado. Entonces me acordé que
el hombre que me prestó los ciento ocho bolívares para montar la bodega en
Maturín, tenía una camioneta pick up, y me voy pa’ su casa. Le explico la
situación y me dice: “La camioneta está ahí, pero no coge la segunda. Esa no
le sirve así. Pero si usted quiere, llévesela...”. “Démela, compae...”, dije.

46
Arranco y me meto a la casa en donde estaban las armas. Las meto en
un saco y las monto en la camioneta. Se acerca Cristóbal con otro compañero
llamado Armando Bastardo, y me pregunta: “¿Resolviste el problema...?”. Le
contesté: “Si, lo resolví. Pero hay otro problemita y vamos a ver como lo
resolvemos”. “Nosotros nos vamos alante hacia Las Cruces, a ver si hay
alcabalas por ahí. Si no hay alcabalas, te vas por Caicara y ya al llegar ahí
esa vaina se resuelve... Tienes que seguir por Caicara, San Félix,
Guanaguana...”, me dijeron al final.

Yo me voy detrás de ellos, andando poquito a poco, porque no puedo


forzar la camioneta, porque no cambia. Dando tiempo que ellos siguieran más
adelante. De repente veo que ellos vienen y me dicen: “Sigue, no hay nada”.
Tan pronto se detienen, cojo el saco y lo meto en el asiento trasero del carro
que ellos cargan y les digo: “Háganme un favorcito, se bajan del carro, se
llevan esa camioneta que no coge la segunda, la ponen por ahí en cualquier
sitio seguro y yo me llevo este carro...” Afortunadamente no patalearon. Me
llevo mi carro, pero no me percato que lleva el freno de mano. Oscureciendo
estoy pasando por Caicara, me paro a buscar un compañero que fuera
conmigo, un cuadro bueno que yo tenía ahí que llamábamos Jaime; pero
cuando él sale de su casa se da cuenta que el carro está echando humo. Ahí
me doy cuenta que el freno está metido y que los cauchos estaban dañados.
Arrastramos el carro hasta una bomba y compramos una tripa nueva. La gente
nos estaba esperando desde las once de la noche para llevarse las armas y nos
esperaron hasta la una y cuando llegamos ya no estaban. Tuvimos que dejar el
carro y subir con el saco. Esa era una fecha de carnaval.

Atravesamos el río de San Antonio y cogimos cerro arriba. Llegamos


como a las dos y media a la casa y nos sale la misma vieja que nos dio la pata,
cuando subí con Américo. Petra Chacón era su nombre. Nos recibió con su
hija, que era una señorita ya. Estamos ahí. Ya pasamos el sudor, ya tomamos
café y de repente nos llega la vieja y nos grita: “Muchacha con muchacho y
vieja con viejo...” Y nos han bañado con un totumazo de agua. Juego de
camaradas...

De ahí regresamos, encontramos el carro en donde estaba, en la mañana


y vinimos a Maturín... Misión cumplida, compañeros. Fíjate todo lo que uno
ha tenido que hacer para resolver problemas.

47
VENDEDOR DE QUESO EN CARACAS.

Volviendo a Caracas... mientras me voy para Cuba, me pongo a trabajar


con Cristóbal Correa, mi antiguo jefe en Maturín. El consigue con otro
compañero sindicalista de Caracas, llamado José Mata, un negocio. Éste había
hecho un negocio con la fábrica de quesos Brum para vender ese producto en
Caracas. Al parecer él se estaba ganando un real por kilo. Se empata con
Cristóbal, que tenía un Volkswagen rojo, vendiendo queso y ganándose un
medio sobre kilo. Y Cristóbal como estaba sin hacer nada yo estaba en su casa
y éramos cuatro personas, él tenía que buscar como comer. Y empezamos los
dos a vender queso Brum. A veces vendíamos cincuenta kilos, a veces
vendíamos ochenta, otras veces vendíamos treinta o cuarenta kilos. Vendía él
y por otro lado el propio señor y otros vendedores de la empresa.

Era tanta la ruina en ese tiempo, que con la ganancia lo primero que
había que hacer era apartar dos bolívares para la gasolina de mañana, pasar
por la panadería por un real de pan y luego por la carnicería a comprar un
real de tere tere 23 que era para las personas que vivíamos en la casa y el perro.
Con eso comíamos diariamente. Y así nos tiramos como seis meses
vendiendo queso hasta que llegó el momento en que me arreglaron las cosas
para que saliera al exterior.

LA VUELTA AL MUNDO PARA LLEGAR A CUBA.

Llegó una compañera y me dio el dinero y las instrucciones para que


comprara el pasaje un día antes de salir legalmente. También me dieron un
mensaje para Héctor Pérez Marcano, dirigente del MIR, que estaba en La
Habana. Arranco yo solo y me meto en un barco llamado “El Rossini”, un
barco italiano y me pierdo mar al este. Varios días después estamos atracando
en Tenerife y más tarde en Barcelona de España. En donde hicimos un
recorrido por la ciudad. En ese barco gocé un puyero: participé en bailes,
jugaba bingo, tomaba cerveza... haciéndome la vida porque estaba yo solito...
y escoñetao. Algunos me saludaban y me decían: “Doctor, ¿cómo está
usted?.

De Barcelona seguimos navegando y llegamos a Cannes, la ciudad


artística de Francia. En Cannes tomamos un tren con destino hacia París.
Durante todo el viaje, estuve parado en la ventanilla del tren observando las
bellezas naturales, los sembradíos que están a lo largo del camino... muy
bonito todo, muy bien organizado. Ante de llegar a París pasamos por Lyon,

23
Vísceras del ganado, de bajo costo, que se come en sustitución de la carne.

48
una ciudad industrial muy importante en Francia, hasta donde llegó el tren. A
París llegamos en carro. Estando en París se me agota el dinero que llevaba.
Voy a la embajada cubana, planteo el problema y me dan dinero para que
comprar el pasaje para Checoslovaquia. Llegué a Praga y me pongo en
contacto con la embajada cubana de aquel país. Allí tomo un avión de
“Cubana de la Aviación”, haciendo escala en Hanoi (Vietnam) y llegando a
Cuba por Las Bahamas. Dimos la vuelta al mundo para llegar a Cuba.

En La Habana, me alojaron en un hotel. Todas las mañanas bajaba a la


recepción del hotel y leía “El Granma”, el órgano oficial del partido
comunista cubano. Yo pensaba que era gratuito hasta que un día un camarero
me dijo que debía tantos pesos en periódico. Después supe que los pregoneros
ponían los periódico ahí, la gente tomaba uno, ponía los reales y después iba
el pregonero a buscarlos. Así de sencillo, nada de tracalería. Luego me
sacaron del hotel y me llevaron a una residencia. Pero antes, me llevaron a un
hospital naval, me sacaron los dientes que me quedaban y me pusieron una
plancha que me duró bastante. Además me dieron dos pares de lentes, uno
para leer y otro para el sol.

EN LA ZAFRA DE CAÑA.

Mientras tanto salgo a la calle, conozco la ciudad, hago amigos.


Después escuché algo en la radio que me emocionó. Que estaba llegando la
época de zafra de la caña de azúcar y yo quería participar. A los días, me
vienen a buscar para cortar caña y me paso quince días en el campo. Cortando
caña, me gané la mención como mejor cortador de caña. Me gané la mención
porque todos los días, como a las tres de la tarde, cuando la gente empieza a
doblarse del cansancio, arrancaba a trabajar con un grito violento para darles
ánimo a todos. Esa voluntad, esa alegría y ese entusiasmo por trabajar me
valió la mención de honor.

EL ÚLTIMO EN TERMINAR EL CURSO.

Después me envían a la Escuela de Explosivos, en donde hay que ver


artillería y construcción de armamento. Construíamos, por ejemplo, un
mortero y a cada compañero le tocaba hacer una pieza. El último hombre que
salió de ese lote, fui yo... por el atraso, porque sabía menos que todo el
mundo. Estamos hablando del curso de artillería y armamento en donde hay
que saber sacar cuentas y decimales bastante. A mi tuvieron que enseñarme
decimales primero para pasar hacer unas cosas. Me enseñó decimales un

49
muchacho de la Isla de Timor, recién graduado de médico, que estaba también
en la isla de Cuba en ese tiempo. Estaba en el curso con nosotros.

En Cuba estuve un año. Había muchos venezolanos. Estaban la gente


de Douglas (Bravo), que allá lo querían mucho, por cierto. Y de la gente
nuestra, estaba Pérez Marcano, que ya estaba cuando yo llegué. Después llegó
Moisés (Moleiro), llegó Tito (González Heredia). Había bastante gente de
nosotros, del MIR, allá.

DE VUELTA A VENEZUELA.

Cuando llegó el momento de arrancar, me prepararon mis cosas. Me


dieron ochocientos dólares y me vine. Tengo que salir por donde entré. El
avión pasa por Vietnam y llega a Alemania Oriental. En este viaje voy
viajando con Tito (González Heredia) y un sindicalista llamado Roberto Osto
Poleo. Luego desde Alemania compramos pasajes para Venezuela. El avión
hizo escala en Checoslovaquia y tuvimos que permanecer unos tres días allí.
De allí pasamos a París, luego a Vietman, Puerto Rico, Aruba, Curazao,
Maracaibo y Caracas. En Alemania, Tito se embarcó solo en avión directo a
Nueva York.

Al llegar a Caracas, me iban a subir a El Bachiller, pero no subí por un


error en el contacto. Entonces, me enviaron a Maturín.

DE LLENO EN LA GUERRILLA.

En Maturín, me recibió Crucita y mis hijos. A ella le traje un vestido


que compré en Aruba y lo iba a estrenar en una fiesta en casa de una comadre.
Pero esa noche llegó un carro, con un hermano de Crucita, llamado José
Ramón y me dice: “Te venimos a buscar. Vamos a subir ahorita”. Venían en
el carro Julio Escalona y otro compañero. Y subimos esa misma noche.
Marcos Gómez estaba arriba ya.

Nos metimos a la montaña y caímos en manos de Asdrúbal Guzmán,


que estaba haciendo el trabajo que yo había dejado pendiente como
retaguardia del frente guerrillero. Y nos metió por la vía de Viento Fresco, por
la parte baja. Ahí llegamos. Entonces llegó Emperatriz (Guzmán) con otra
muchacha. Que por cierto, cuando yo llegué a Maturín, hablé con ella
(Emperatriz) y me dijo que me iba a dar una sorpresa. A los días me llegó allá
y venía a incorporarse a la guerrilla con la otra muchacha, que llamábamos
Flor.

50
Ahí empezó mi vida como guerrillero, a finales del 67, junto con
Emperatriz Guzmán, porque los años anteriores ambos éramos retaguardia.
Julio Escalona no vino para quedarse sino para pasar unos días. Nos
instalamos en un campamento del (Frente) Antonio José de Sucre que
quedaba a orillas de un río que pasa por Viento Fresco. En ese tiempo era
comandante del Frente, Carlos Betancourt.

Américo entró con “El Machurucutazo” 24 y se quedó en “El Bachiller”.


Cuando vi a Américo en Cuba, nunca me dijo que estaba haciendo y estaba
era estudiando un curso intensivo para el desembarco clandestino en
Machurucuto; eso estaba planificado. Cuando ya se venía, me dijo: “Compae,
yo me voy primero que usted... Llévele esto a mi mamá 25 ” Era una nota que
decía: “Vieja, tengo una tarea importante que cumplir. Si me pasa algo,
cuídeme a mi mujer 26 y mis hijos y si ella dejara de quererme, no la
condenes. Ella a mi nada me debe, en cambio yo le debo a ella todo lo que se
ha sacrificado por mi” Nota que yo no le pude entregar a la señora
Marcolina, porque tenía que salir de Cuba con nada y menos con esa nota...
En el regreso hasta las maletas me la cambiaron.

Cuando yo me incorporé al frente, tenía como treinta combatientes,


jóvenes y nuevos casi todos. Ahí estuvimos con Carlos Betancourt
entrenando, estaba Gabriel (Puerta), estaban otros tantos compañeros. A los
pocos días llegó un cubano que había salido de La Habana primero que yo.
Era un agente que venía a ver como estaba funcionando la guerrilla nuestra.
Nosotros lo recibimos en los cafetales de Tarabacoa. Estuvo no se cuanto
tiempo y se fue luego de cumplir su misión. A partir de ahí es que yo me
incorporo de lleno a la guerrilla como combatiente. Me toca funcionar con el
Negro Marcos Gómez como jefe mío.

PRIMERAS OPERACIONES COMO GUERRILLERO.

Carlos Betancourt después de un entrenamiento que tuvimos, bastante


fuerte, bastante bueno, éste decide buscarle pelea al enemigo. Provocar al
enemigo para pelear. Ordena que tiremos una operación en la parte baja de
Tarabacoa, concretamente en La Morita y en San Juan; tomas de esos
pueblos, incluso raspar un sapo que estaba por ahí. Se hizo todo menos lo

24
Desembarco de un grupo de guerrilleros venezolanos y cubanos en las playas de Machurucuto, estado
Miranda, con el apoyo logístico de Cuba
25
Marcolina de Silva.
26
Argelia de Silva, dirigente de los Comités de Luchas Populares y del semanario Qué Hacer?, en la segunda
mitad de la década de los 70.

51
último, porque el hombre, un adeco chismoso llamado José Napoleón, nos
engañó.

Vino otra cosa. Carlos Betancourt se abrió con un grupo, en donde iba
el hermano de Crucita, que también estaba incorporado en la guerrilla. Salió
con un grupo bueno a buscarle pelea al enemigo. Atacó un campamento que
estaba montado por San Antonio, montó unas escaramuzas por ahí y
estuvieron provocando. Mientras ellos provocaban por un lado, nosotros
provocábamos por otro.

Nosotros después de haber realizado esas escaramuzas, tomamos una


hacienda en La Morita. Tomamos algunas cosas de ahí, como comida y
materiales de trabajo. Nos dispusimos a realizar una operación de limpieza de
armamento en los caseríos de Mundo Nuevo, que es un sitio en donde
convergen Anzoátegui, Sucre y Monagas. Nos lleva un campesino hasta allá.
Salimos para allá con una arepa pelá, nada más y un poquito de sal. Éramos
once y no llevábamos más nada.

Íbamos a tirar una operación de limpieza de armas porque sabíamos que


había una gente que tenían unas escopetas por ahí y queríamos quitárselas
para armar una gente nuestra en esa zona. Teníamos una zona bajo dominio
nuestro. Todo el mundo estaba con nosotros ahí. Las estribaciones de
Macanillal y Tarabacoa estaban controlados por nosotros hasta Los Dos
Caminos. Todo esto pertenece a la Serranía de Turimiquire, que abarca los
estados Anzoátegui, Monagas y Sucre.

Con esa arepa llegamos a una zona ya a la entrada del sitio, acampamos
para comernos esa arepa ahí y le caímos a la única casita que había en ese
tiempo en esa zona. Buscamos algo de comer y el hombre lo que tenía era
unas raicitas de chaco 27 por ahí. Entonces el hombre nos tiró una: “Miren
muchachos, si tienen hambre, ahí hay un ganado. Un ganao de una gente rica
de por aquí pero esos son unos grandes carajos. ¿Por qué no le matan una
res de esas?”. A mi me gustó la idea.

Al mando de la columna iba el Negro (Marcos) Gómez y segundo iba


yo. Hablo con Marcos y le propongo la cosa. Él me dice que nosotros no
tenemos autorización para matar ganado por ahí. Yo le digo que íbamos hacer
si no teníamos más nada que comer. Entonces reunimos a la guerrilla y le
consultamos. La gente dice que si. Y el tipo mismo nos señala un toro, le
lanzamos unos tiros y lo matamos. Invitamos la gente del ranchito para
desollarlo y le dimos parte de la carne. Entonces nos quedamos ahí esa noche

27
Batata.

52
y como teníamos sal, pasamos toda la medianoche asando, comiendo y
salando carne. Al otro día mandamos en dos burros a un caserío que era base
nuestra, carne salada para que comieran los compañeros. Pasamos ese día
comiendo y en la noche bajamos pa’ otro caserío.

En el caserío tiramos una operación. Llegamos donde el comisario a


quitarle la escopeta. El hombre, que se escondió bajo de la cama cuando
llegamos, al saber nuestro propósito salió y nos la dio. Después fuimos y le
quitamos la escopeta a un chismosito del caserío. Luego, fuimos a la bodega.
Le tocamos la puerta a la mujer y le dijimos que era el ejército. La mujer salió
y cuando vio el brazalete rojo que llevaba un compañero, que se llamaba
Leovigildo Briceño, que era un oficial de la guerrilla, se echó pa’ tras. Nos
metimos todos pal’ negocio y le dijimos que a ella no le iba a pasar nada y
que por favor nos fiara unos trescientos bolívares del negocio de ella. Le
prometimos pagar eso cuando volviéramos. La señora aceptó y nos dio
trescientos ochenta bolívares en comida. Llenamos los morrales con una
buena comida. De allí arrancamos y nos fuimos pa’ la zona otra vez. Pero
antes pasó algo...

Exactamente cuando vamos bajando pa’ donde está el comisario, lo


primero que hacemos es llegar a la casa del dueño del toro y “Mariano”
(Marcos Gómez) no encontraba, como él era el oficial del grupo, como
decirle la cosa al hombre. Encontramos al hombre en el fogón cenando con
maíz tostao él y un grupo de muchachos. Como cuatro ó cinco muchachos que
eran sus hijos. Y él (Marcos) estuvo dando rodeos y dando rodeos y le dijo:
“Amigo, yo tengo que decirle algo. Nosotros en una situación de escasez de
comida para el grupo que cargamos; nos encontramos un ganao... nos
dijeron que era de un ganadero grande de aquí y matamos ese toro. Después
nos dimos cuenta que no era de un ganadero rico sino de usted, un hombre
pobre. La mejor prueba es la forma como usted vive aquí con sus hijos,
teniendo que cenar con maíz tostao...”. Y se le coló... El hombre dijo:
“...¿Cómo era el toro?...chato, fuerte, pintao...” “Si...”.... “Ese torito lo
había comprado yo pa’ que preñara esa vacas que están por ahí” “Mariano”
le dijo: “Amigo, díganos cuando vale ese toro, que nosotros ahorita no
tenemos real pero nos comprometemos a pagárselo... no es nuestra
costumbre...”

Esto nos costó un regaño y una pena con ese señor... Porque no estaba
trazada la línea de comerle ganado a nadie, sino el impulso de nosotros
porque alguien nos advierta sobre unos ganaderos bravos... En ese tiempos
nosotros teníamos muy sobresaliente lo que llamamos odio de clase... un
ganadero rico era enemigo. Después si hubo una línea de comerle ganao al
que tuviera bastante. Pedirle por la buena o quitáselo... Pero, cuidado con

53
aquellos pequeños ganaderos y criadores. A esos teníamos que hablarles. Si
nos quería dar un becerro, bienvenido. Pero nunca que se lo quitáramos así...

En ese momento, cuando estuvimos en el llano hacíamos el trabajo.


Teníamos una red de una gente rica. Hay mucha gente rica en Zaraza (estado
Guárico) y matábamos un animal. Pero, con aquellos que investigábamos y
tenían diez ó quince reses por ahí... no le quitábamos nada.

El señor del toro después no nos quiso recibir los reales por el animal.
Pero pagó caro esa bondad porque el ejército le cayó a palo... y el hombre
tuvo que dejar a uno de sus hijos ahí a cargo del fundo y salirse de la zona.

LA MOVILIZACIÓN DEL FRENTE DE EL BACHILLER PARA


ORIENTE.

Después, en ese mismo tiempito, nos unimos los dos grupos grandes
con el de El Bachiller. La guerrilla de El Bachiller se había retirado de allá y
trajeron todos esos hombre pa’ oriente, sobre la base de un convenio que
hicieron en Caracas, Carlos Betancourt y Américo Silva. Pasaron las armas
para allá con el compromiso de que le entregáramos a esos muchachos de la
juventud la segunda comandancia del frente. La segunda comandancia era de
Gabriel Puerta, que era el hombre lúcido de nosotros. Betancourt se
comprometió a hablar con Gabriel para dasela a ellos. Y Betancourt les dijo:
“Bueno, si Gabriel no quiere, entonces hacemos una cosa... vamos a las
elecciones internas y si a mi me toca decidir yo decido a favor de ustedes, a
favor de este convenio...”

Esta discusión se hizo con la guerrilla en una montaña llamada


“Naranjal” en el año 68. Y así subieron los compañeros pa’ rriba. Subieron
muchos compañeros como Ortiz Bucarán... en fin, un conjunto de compañeros
que no recuerdo ahora... Soto Rojas, Moisés Moleiro... un grupo bueno subió.
Cuando se hizo la elección, le tocó decidir a Carlos Betancourt y decidió mal
pa’ los muchachos... Se había comprometido a decidir a favor de ellos y
decidió por Gabriel en la segunda comandancia. Américo ocupó la tercera
comandancia.

Los compañeros de El Bachiller se quedaron con nosotros, pero


descontentos con Carlos Betancourt. Ya en ese tiempo alcanzamos 38
hombres armados y unificados en el Frente Antonio José de Sucre.

A todo este ajetreo, los muchachos han echado mucha broma por ahí lo
que motiva a que el ejército se meta a la montaña. Hacemos una reunión

54
grande y decidimos tenderle una embocada al ejército. El ejército se metió y
los muchachos deciden pelear con el ejército en la zona de Tarabacoa.
Cuando el ejército empieza a meterse en lleno, deciden abrirse y meterse en
profundo a la montaña de Tarabacoa. Llegan a un caserío y pretenden tirarle
una emboscada al ejército en el caserío. Se opusieron algunos campesinos
porque ellos iban a sufrir las consecuencias. Era verdad. Ellos le hicieron caso
y se retiraron más en profundidad.

CERCADO POR SIETE MESES EN LA MONTAÑA.

En ese caso, me habían designado la tarea de quedarme con cinco


compañeros, tirarle un golpe al ejército pa’ que la guerrilla pudiera salir de la
zona. Tenía el compromiso de quedarme dentro el cerco pero parece que no se
tenía idea de la magnitud de ese cerco. Me dejan a mi con cinco compañeros
más, entre ellos, dos mujeres, Emperatriz y “Flor”, y otro compañero de los
Álvarez muy mal armaos.

La guerrilla se ha retirado de ahí con rumbo a Cumanacoa. Yo quedé


ahí y el primer día del cerco se meten pa’ la zona donde yo estaba; yo trato de
retirarme de ese sitio y cuando me estoy retirando choco con una patrulla del
ejército que venía bajando y en ese choque hubo un disparo que lo hizo un
compañero nuestro. Ocurre una confusión y el grupo se divide. Un grupo con
tres, en donde iba Emperatriz, siguió subiendo y el otro grupo, en donde iba
con “Flor”, bajamos. Nos metimos en el monte y esperamos que oscureciera y
saliera la luna para irnos. La idea no era dispararle desde ahí al ejército,
éramos tres, con un M1 28 , una escopeta, un revolver y un morral pesado en el
hombro. Sentimos cuando los soldados empezaron a bajar como a las seis de
la tarde. En la madrugada empezó a salir la luna y a las dos arrancamos pa’
rriba. Encontramos el sitio donde los soldados habían pasado el día
emboscaos. Nos metimos adentro en la montaña. Al otro día, después de
haber comido, llegamos a un sitio donde el ejército acaba de pasar...¿por qué
digo esto?, bueno, porque vimos que ellos llevaban un baquiano, por lo visto
un campesino con un machete amolaito, que iba cortando monte, abriendo to’
una pica y los montes estaban recién cortados. Nosotros caminamos un ratico
por esa piquita y nos tiramos un poco a la izquierda. Sabíamos que esa piquita
conducía a un conuco que nosotros teníamos más adelante; donde siempre
íbamos con mucha frecuencia y que posiblemente ese día íbamos a caer ahí.
Sospechamos el asunto, nos desviamos y nos quedamos durmiendo cerca de
ese sitio, de ese campamento que teníamos ahí, un rancho.

28
M1, rifle automático de fabricación norteamericana, de finales de 1930.

55
Oscurito nos levantamos y atravesamos el caminito que va del rancho al
río y nos perdimos pa’ la montaña. Bueno, ellos se quedaron y nosotros nos
fuimos. Yo estoy buscando alivio, no salime sino pa’ mantenerme en
contacto con mis campesinos y dejándolos a ellos, los soldados, que sigan
recorriendo por ahí. Pasamos dos días caminando por ahí, de repente caímos a
una casa donde yo sabía que los compañeros habían caído anteriormente en
una pasada por ahí y habían sido bien atendidos. Pero antes de llegar a esa
casa nos dimos cuenta que había rastros del ejército en el camino real.
Entramos a la casa y le pedimos a la mujer dos cosas: un pedazo de arepa,
porque teníamos hambre, y una aguja. La mujer no nos ofreció ni la aguja ni
la arepa. “Les voy a dar este recado para que se vayan: si ustedes quieren
vayan a aquella casa que allá si hay”. Ella sabía que el ejército estaba
acampado ahí, en una casa en plena orilla de montaña. Y el marido de ella era
confidente del ejército, era el baquiano que llevaba ejército, pero
afortunadamente no estaba ese día ahí.

Ocurre que el ejército había salido el día anterior de la zona y ella no lo


sabía. Yo me di cuenta que la mujer tenía una mala actitud, que no nos dio
una arepa pa’ y que nos fueramos pa’llá. Atravesamos el río, atravesamos el
camino y nos encumbramos en una haciendita que estaba más arriba. Ahí
encontramos que había un montón de café recién cogido, de café maduro y
nos quedamos sentados ahí. “Aquí tiene que llegar alguien. Hoy o mañana”,
nos dijimos. Exactamente, como a las dos horas de estar sentados ahí
sentimos llegar un muchacho silbando. Llegó ahí, lo interrogamos, nos dijo:
“Si, el ejército se fue ayer tarde, pero se fueron pa’ que vinieran otros. Esta
tarde debe llegar otro grupo...” Efectivamente, por la mañana llegó otro
grupo de soldados.

Le dimos veinte bolívares y le pedimos que nos comprara pan y


galletas. El muchacho fue, incluso, y vino el papá, la mujer y una hija muy
buena moza. Ahí pasamos tres días, ahí en la zonita. Y de ahí arrancamos y
venimos a tener cerquitica del pueblo de San Antonio de Maturín. Ahí
teníamos un grupo, concretamente en El Palmar, nos compraron comida y nos
tenían ahí. Incluso, hicimos reuniones con ellos.

Después, pareciera que el ejército nos buscó y no nos encontró;


descansaron, salieron un poco pa’ volverse a meter... tenían su vainito
guillano ahí. Nosotros decidimos dejar ese sitio, volver atrás de nuevo, por
otro lado, para no dejar la gente, porque la idea era esa, no abandonar los
campesinos. Agarramos un camino pa’ regresar. En ese regreso le caímos a
una señora: “Señora, háganos un favor, traemos un compañero medio
enfermo, le vamos a dejar este pescao salao, pa’ que usted lo ase y cuando
tenga casabe hecho no da un poquito... Y nos hace este poquito de avena”.

56
Nos dijo: “Como no... quédense ahí.” Nos metimo pa’ lla. Pongo la carpa y
nos metimos debajo porque estaba llovendito. Cuando yo pensé que la mujer
estaba brillando el primer bollo de casabe, nos llegó al campamento y nos
dijo: “Aquí está... aquí tienen casabe, pescao asao y avena”. Todo un
relámpago la mujer... Entonces, los muchachos empiezan con aquella
debilidad a tomarse su poquito de avena con tanta paciencia como si
estuvieran en su casa. Salgo pa’ fuera y veo las dos mujeres que van pasando
por el camino... Las dos mujeres dejaron de hacer casabe y se fueron
corriendo. Ordené que levantáramos el campamento y arrancamos, nos
fuimos. Y nos fuimos y nos fuimos encontrándonos en el camino el lugar
donde había estado el ejército acampao, seguimos un caminito, subimos una
loma y encontramos una casa donde estaba una señora también haciendo
casabe. Le estamos comprando una torta y en eso llega otra señora. La señora
se nos queda viendo de arriba a bajo y yo le meto ojo a ella... siento que algo
me quiere decir. Se retira de la casa y yo me voy detrás de ella. Le digo:
“Señora, ¿cómo está usted?”. Y me digo: “Mire, ¿ustedes son de la gente del
monte?”. “Si, señora...”. “Bueno mijo, piérdanse... que el ejército los está
esperando allí en el crucero 29 . Los están esperando ahí porque les llegó unas
señora y les avisó que ustedes estaban por aquí. Los fueron a buscar allá, en
donde estaban comiendo, pero lo están esperando en el crucero también.”

Seguimos el camino como si íbamos en verdad para el crucero y a unos


20 metros más adelante doblamos a la derecha y nos tiramos por una ladera y
pasamos bien abajo y acampamos más adelante. Episodios como estos,
vivimos unos cuantos. Y siempre caían los campesinos ayudándonos.

Esa fue una época difícil, esa estada mía ahí. Después de esto viene
algo bien serio también. En una de esas vueltas, llegamos a Tarabacoa, faltaba
unos días para hacer contacto con Carlos Betancourt en la vía a Cumanacoa,
tal como lo teníamos establecido. De ahí me acerco una hacienda con el
propósito de pasar una o dos noches ahí, incluso pa’ recoger café porque
había café maduro, para esperar que pasen las pascuas. Y tan pronto pasen el
día de año nuevo, me pierdo pa’ lla porque el 4 de enero era el contacto allá.
Cuando estoy en la haciendita, más o menos como a cincuenta metros del
camino real, vemos que llega un campesino conocido de nosotros.

Yo recibo al campesino con mucho cariño, porque era prácticamente un


hombre de confianza nuestra, le pregunto por los demás compañeros de la
zona y me da contesta. Entonces, le pido un favorcito. Saco una caja de
cigarros, yo nunca fumé cigarros en la guerrilla, saco el papel plateado y le
hago una nota a un hacendado de la zona, que tenía un hermano llamado Piar,

29
Crucero, sitio en donde se encuentran dos o más caminos.

57
que estaba con nosotros en la zona de Cumanacoa, con Gabriel y Carlos
Betancourt. Entonces, le escribo al hombre que si tenía algo que enviarle a
Piar, que lo hiciera conmigo porque yo iba en esos días para allá, donde él
estaba, sin decirle que pa’ Cumanacoa. El campesino sale de la zona
prometiendo llegar en la tarde, antes que oscureciera. Bueno, oscureció y el
campesino no llegó y yo le propuse a los compañeros quitanos de ese sitio.
Un sitio bien bueno para dormir dentro de unas piedras. Bien bueno el sitio...
planito. Nos pusimos cincuenta metros más arriba, en un bosque. Bueno, nos
quedamos dormidos tardecita y el compañero no llegó. Por la mañana a las
cinco, nosotros nos levantamos a las cinco y media, sentí una conversación en
el sitio donde estábamos antes acampaos. Ocurre que era el ejército había
puesto preso al compañero que estuvo con nosotros y lo obligaron a llevarlos
hasta el sitio en donde nos había encontrao. Yo siento el ruido dormido, pero
la compañera que estaba despierta me dice en voz bajita: “Allá abajo estan
hablando...”. Yo me enderezo y veo que hay un movimiento abajo, me paro
sobre una piedrita y veo hacia abajo, que está clarito todo eso, entonces veo
cuando un hombre vestido de militar se desplaza hacia un lado y otro se
desplaza por otro lado y un hombre vestido de blanco con un sombrero de
campesino, bajito; está conversando con el campesino compañero nuestro. Yo
hago una seña desde arriba, pero quien capta el ruido son los soldados, por
eso se desplazan por uno y otro lado tratando de tomar posiciones. Al advertir
que son los soldados los que están ahí, yo le digo a los compañeros: “Vamos
a salir de aquí rápidamente...” Escurriditos nos salimos. Abandonamos ese
sitio y nos fuimos. A poco rato, salimos por detrás a una casa, como a unos
doscientos metros de ahí, cerquita del camino por donde ellos habían bajao y
tenían que subir otra vez. Cuando estamos ahí, siento la voz que viene. El
teniente hablando por radio diciendo: “Por aquí topamos con los
“espajaracos”... no los cojo porque cometí el error de dejar muy abajo mi
pelotón... sino los seguiría hasta alcanzarlos... salgo para allá” Se fueron y
nosotros también nos fuimos pal’ carrizo.

Así anduvimos, así anduvimos... y después se metió más soldados a la


zona y eso impidió que nosotros atravesáramos la zona que teníamos que
pasar, teniéndonos que ir por Mundo Nuevo otra vez pa’ ir pa’ Sucre, que es
la vía. Entonces, no fui al contacto. Me perdí de ahí.

Tuvimos un choque con los soldados en la montaña. Primero llego a


una casa buscando alguna comida, me están atendiendo unos compañeros que
son de ahí, que son campesinos. En eso llega un muchacho de una hacienda,
en una mula, y llama al hombre que está hablando conmigo y le pregunta:
“¿Esos son guerrilleros?”. “Si... esos son guerrilleros”. “Esos son tres

58
lapos 30 que están ahí seguros... el ejército está ahí abajo.” Cuando él arranca
en su caballo y se va, el compañero nos dice: “Tomen esta torta de casabe y
váyanse ya, porque ese carajito los va denunciar... el ejército está ahí abajo
en el crucero.” Estaba cerca de ahí como unos quinientos metros. Nos
quitamos de ahí. El mismo campesino no sabe por donde cogimos y nos
quedamos durmiendo como a doscientos metros de la casa. Cuando estamos
guindando las hamaquitas pa’ dormir, sentimos los perros ladrando en la
casita. No pasó más nada. De ahí arrancamos por otra zona y nos fuimos.
Llegamos a un caserío, nos dieron comida, compre unas alpargatas, seguimos.
Más adelante me encuentro con un hombre que era comisario, amigo mío, y
me dice que todo estaba bien por ahí. Seguimos y le caigo a un compañero,
que yo sabía que los muchachos le habían caído antes, pero le caí solo y
entonces el hombre estaba temblando... Me pregunta: “¿Usted es de la gente
del monte?”. “Si...” . “Piérdase de aquí que el ejército está cerca...” Yo le
hice caso. Nos fuimos y en vez de coger el camino real, nos tiramos al lado
izquierdo por un conuquito que había por ahí. Cogimos un monte espeso.
Llegaron los soldados a buscarnos, no nos encontraron; siguieron más
adelante creyendo que nosotros habíamos cogido el camino real pa’ seguir por
otro caserío y se perdieron por ahí. Ocurre que el ejército trabaja así, de esa
manera. Un grupo anda aquí, mientras que otro anda por acá y otro por allá;
andan varios grupos de apoyo. Cualquier cosa, el que anda más cerca auxilia
al otro. Esa es la idea. Eso pasó en Cantaura y pasa siempre.

Entonces, el mismo campesino me dijo que había un grupo de soldados


por ahí y otro por el monte. Y nosotros nos perdimos. Nos vamos, nos
vamos... Mi misión no es pelear, porque con esta gente que yo tengo voy
hacer matar a estos pobres muchachos... el armamento, la capacidad de estos
muchachos... unos bisoños... mi misión es hacer contacto con la gente, al
menos por horita.

Llegamos a un conuquito, nos metimos, arrancamos unas papas y las


metimos a los morrales. Como a las cuatro y media de las tarde, subimos por
un caminito y llegamos a un talado que estaba en la parte semi alta. Cuando
llegamos ahí, que yo voy adelante, yo veo pa’ llaa... pa’ la montaña y veo
cuando un soldado se sorprende al verme y se tira de barriga. Cuando él hizo
así, yo también tiré mi seña a mis compañeros y me salgo de la línea de tiro
del soldado... estamos de frente. Me aparto pa’ un lao y me parapeteo detrás
de unos palos. Pero tan pronto yo me caigo ahí, el compañero que viene atrás
pasa por encima de mi y coge el camino buscando bajar la montaña por otro
lado. Y la muchacha, se aboba... se aboba y no da un paso más... Yo la llamo,
la llamo... es un momento difícil éste... uno de los momentos más difíciles que

30
Lapos: pendejos, tontos.

59
me a tocado. Porque se me va el que viene atrás, montaña abajo pa’ coger la
montaña rápido; tenemos el soldado apuntando del lado izquierdo y el
compañero se pierde por el lado derecho... la mujer no se mueve y yo
atendiendo a los dos... a aquel que no corra, que nos espere... y a la mujer que
avance rápido... y la mujer no quiere... y yo no me puedo levantar mucho
porque me pongo al descubierto del soldado... Nos han echado como ochenta
tiros los soldados... Sentimos cuando volvieron a cargar la cacerina nueva,
pero no dispararon más... Nos dio tiempo a nosotros y yo arrastrando con esa
mujer y llamando al tipo y de ahí rodando pa’ bajo... hasta que lo vi cuando
pasó la montaña. Le grité y corro con la negra pa’ llá y alcanzamos al
compañero entre una palazón grande de la montaña. Cuando llegamos ahí, es
cuando uno de los soldados decide ir hacia el sitio donde nos había visto y
dijo: “Coño de la madre... se fueron... pa’ donde cogieron...” Nosotros
escuchamos y nos quedamos tranquilos ahí. Ya de tardecita, nos tiramos pa’
la montaña.

Ese grupo de soldados que me siguió primero estaba esperando a éste


ultimo que venía de un recorrido de cuatro días por la montaña... eso lo supe
después. Ellos lo estaban esperando. Por eso el campesino me dijo que los
otro estaban por la montaña. Total que en ese tipo de tejemaneje, en ese tipo
de situaciones, me pasé yo siete meses, pero en dos oportunidades me resolví
montarles a los soldados una emboscada con el personal que tenía.

Con Carlos Betancourt se perdió el contacto, porque el único contacto


que había con él era el cuatro de enero y de ahí ellos me dejaron la zona pa’
que yo atendiera la base campesina. Que no la dejaba sola, porque yo me he
podido salir de ahí en virtud de la agresividad del ejército, pero no quería
abandonar a los campesinos. Entonces decidimos montarle la emboscada al
ejército en un pozo... no llegan los soldados. Tenemos que retirarnos al otro
día. Dos o tres días después, en la misma zona pero en otro pozo, le volvemos
a tender otra emboscada. Los que van coger agua son dos o tres y los
podemos joder con dos tiros rápidos de escopeta y un M1 que repite rápido...
Pero no pudimos hacer nada... no cayeron.

Hemos pasado siete meses en la montaña con esa actividad y al final el


ejército se fue retirando paulatinamente. Nos encontramos conque unos
cuantos campesinos se acobardaron y ya no nos querían atender. Se puso mala
la situación en contra nuestra ahí. Una cosa es cuando no estaba el ejército y
otra cuando ya viene por primera vez, arremete contra la gente y la gente le
coge miedo. Hay que tenerlo claro. Por eso si están diciendo que de Colombia
están emigrando mucha gente pa’ Venezuela, yo entiendo eso.

60
“RUPERTO” ME LO PUSO GABRIEL PUERTA EN 1969.

Estamos cumpliendo siete meses en la montaña y recibo de Gabriel


Puerta una carta donde me escribe: “Compañero, guarde las armas bien
guardada, que no sepan los campesinos donde. Retírese de esa zona pero
antes de hacerlo, dígale a los campesinos que va a salir pero que vuelve. Y de
ahora en adelante usted se llama RUPERTO...” De aquí en adelante, mi
seudónimo va ser Ruperto; me lo puso Gabriel Puerta en 1969 y es el nombre
que utilicé hasta que salí de la clandestinidad en 1994. El “Viejo Ruperto”,
me llaman cariñosamente los camaradas de Bandera Roja.

Bueno, yo cumplo con las órdenes de Gabriel. Enterramos las tres


armas; hablo con el campesino de confianza que tenemos más cerca por ahí y
le digo: “Mi viejo, yo me voy... vamos a volver otra vez, no se cuando pero
vamos a volver...”. Lo primero que hice fue bajar a “La Negra Flor”, que ya
era un problema, con unos amigos campesinos. Entonces, yo tengo
instrucciones de trasladarme a Maturín. Bajo con “Rafael”, el otro
compañero, coge el camino montaña abajo buscando la zona de Caicara.
Hubo muchos problemas sin mucha importancia. Llegué a Caicara y los
compañeros hermanos de Juan Bautista Álvarez, que lo mataron en la zona de
Cumanacoa, en el estado Sucre. Lo mató la Guardia Nacional a él y a otro
gran compañero nuestro llamado Nolasco, cuyos cuerpos nadie sabe todavía
donde están. Esos hermanos cuando yo llegué, luego de tres o cuatro días
caminando, el sol y el hambre nos traía la garganta muy seca... nos sentíamos
mal. Los muchachos nos atendieron las mil maravillas. Trajeron comida, yo
no pude comer. Espaguetis con sardina, que me gusta tanto, no lo pude comer
porque no me pasaba. Sin embargo me convidó uno de ellos a cazar unos
conejos por ahí y fui con él. En eso nos encontramos unas patillas y yo me
comí un pedazo, eso me alivió bastante. Al otro día si comí en la mañana y
mandé a uno de los compañeros hasta Maturín a hacer contacto con la gente
de la retaguardia. Ya Asdrúbal Guzmán no estaba ahí, estaba en otro lado. Me
van a buscar en la noche y me meten en otra casa donde yo tenía unos viejos
amigos y es en esa oportunidad cuando yo vuelvo a ver a la señora Cruz
Jiménez, que la mandé a llamar con un compañero. Resulta que me agarró
con una diarrea del carajo. En la noche nos vinieron a buscar y nos fuimos por
la vía de La Ceiba, en dirección hacia Barcelona. La Ceiba es un lugar que
queda pasando la recta de El Tejero. Ahí estaba Américo Silva, que había
bajado por ahí para rescatarnos a nosotros y llevarnos a Cumanacoa. Nos
encontramos, agarramos el camino y subimos. Hay un cerro allá, detrás, muy
sonado, que se llama El Baúl; un cerro altote que se ve ahí y empezamos a
subir. Tuvimos que atravesar ese cerro y bajar cayendo a la zona en donde
estaba Gabriel, Carlos Betancourt y el resto de la gente. Ahí hicimos el

61
contacto, nos incorporamos, andamos dando vuelta por ahí y paca.
Finalmente, bajamos pa’ Cumanacoa.

Después que tuvimos ese problema nosotros en “Naranjal”. Hubo un


choque entre ellos. Yo no participé en eso. El ejército se metió en esa zona de
“Naranjal” también, cuando los compañeros estaban por ahí. Cuando yo llego,
el ejercito se mete y se arriesga metiéndose en la zona montañosa; pero ya
nosotros estamos ahora juntos, somos treinta y pico de hombres y los
compañeros están dispuestos a pelear. Américo y Carlos con un grupo de
gente valiosa y valiente, buena la gente, buenos los cuadros. Gabriel no está
en ese momento ahí. Le hacemos Américo y yo un chequeo a una tropa que se
acampó cerca. Estudiamos todo el sitio, porque la idea era caerle todo el
grupo. Regresamos a donde estaba el resto de la gente y nos encontramos que
ellos tenían montada dos emboscadas pero no tenían comida. Por no tener
comida y por el temor de que el helicóptero se metiera y la gente que estaba
regada por ahí y que no se sabía en que momento se iba a ver una vaina; un
campesino recién incorporado desertó. Ese día comimos con tres kilos de
frijoles pa’ esos treinta y pico de hombres. Tres kilos de frijoles que Américo
le quiso comprar a un campesino. El campesino estuvo hasta pidiéndole a los
soldados permiso para pasar con un cargamento que se iba llevar pa’
Cumanacoa, tuvo la gentileza de darle tres kilos de frijoles. Con esos frijoles
comimos ese grupo de gente a poquitico, a puñito. Sancochaos y más nada
por que no teníamos más nada. Y aún así, con disposición a pelear. Pero
deserta ese hombre y cuando hay una operación de este tipo y deserta alguien,
esa operación tiene que levantarse. Rápidamente agarran el hombre por allá.
El hombre tuvo miedo de correr mas, se escondió y lo atajaron los muchachos
escondio por un sitio y lo trajeron pal’ campamento. Se decide realizar una
operación contra el hombre. Pero es un momento peligroso, muy peligroso. Se
va realizar una operación, que también es dolorosa, pero en la guerra hay
cosas que no se pueden dejar pasar... Todos los comandantes no estuvieron de
acuerdo con lo que se iba hacer con el hombre, pero algunos tuvieron de
acuerdo y esto permitió que se hiciera la operación... Mientras que un grupo,
después que almorzamos, se acerca al campamento del ejército que Américo y
yo habíamos chequeado. Acercásele pa’ combatilo, pa’ caele a tiro ahora.
Destaco esto porque en verdad nuestra gente es una gente de pelea de verdad
y ahí en esos días había que pelear, pa’ eso estabamos en la guerrilla. Si el
ejército se mete a la montaña, decía Carlos Betancourt, no hay que dejarlo
salir sin un rasguño... eso decía Carlos. Entonces, cuando estamos ahí después
de haberse realizado la operación, que nos costó tener que dormir ahí,
sentimos una explosión en el campamento de ejército. Ya los compañeros
avanzaron pa’ llá. Lo que pasó fue que cuando los compañeros van llegando a
un viejo campamento ahí, cerca del “Naranjal”, cerca de donde el ejército
estaba acampao... nosotros estamos acampao arriba en un cerrito y abajo

62
como a un kilómetro cerca de un río estaba el ejército... tal vez en línea recta
menos distancia... Hay una casita en donde vivían unos campesinos nuestros,
Américo va acercándose a la casa para ver si los compañeros están ahí y
conseguir con ellos aunque sea un racimo de cambures pa’ comer ellos.
Cuando van llegando, Américo le dice a uno de los compañeros, el enfermero,
le dice: “Acércate al rancho y ve si los compañeros están ahí...” Cuando el
enfermero se acerca ve que están los soldados y se regresa y le dice a
Américo que están los soldados. El enfermero era el hombre más jodido que
yo he conocido como guerrillero... A ese no le podían decir “ahí está”... no se
lo podían decir... hizo lo que siempre quiso hacer y lo hizo varias veces...
Agarró su AK 31 , que la sabía manejar a la mil maravillas, y se prendió pa’ llá.
La negra Emperatriz (Guzmán) y los demás compañeros tuvieron que
seguirlo, sin más organización. Él se tiró pa’ llá pa’ comerse esa gente. Le
llegó a tiro y les cayó a tiros. Le pegó un tiro en la frente al teniente y se arma
aquella plomazón. Cayeron unos soldados. No sabemos si seis ó siete, no
sabemos. Lo que si sabemos, por lo que nos contó Américo, es que uno de
esos soldados brincó rápidamente y se metió bajo una mata y ahí empezó a
disparar. Porque eso de disparar en la guerra, aunque no este hiriendo a nadie,
eso es bueno... eso es positivo, tan positivo es que Américo no quiso asaltar el
campamento donde estaban los campesinos presos por los soldados por temor
a que en una de esas aquel hombre montado en la mata lo hiriera porque
estaba bien apertrechado y era difícil bordearlo. Américo me dijo después:
“En estas condiciones, con hambre, nos hieren a un hombre aquí, en esta
zona, tan lejos de la ciudad y las carreteras...” Américo era un hombre
acucioso y no quiso avanzar. La noticia dada por el ejército a sus comando
hizo que el ejército se metiera y tirara un bombazo. Esa fue la detonación que
nosotros oímos. Esto ocasionó que Gabriel y Betancourt rasparan y cogieran
camino por Cumanacoa, por la parte baja, llevando el ejército metido en la
zona montañosa. Entonces Américo, que sabe que yo estoy atrás, se queda en
el campamento... valiente, se queda ahí. Y bien por la mañana, como sabe que
va venir por lo menos el helicóptero por la mañana a recoger los muertos que
no los pudo sacar en la tarde, Américo se mete en un corte de caña que estaba
más arriba, porque él creyó que el ejército iba a comer caña y ahí los iba a
tirar cuando llegaran. Él tenía un grupo bueno. Nosotros que estamos arriba,
bajamos y llegamos al campamento bien por la mañana. Encontramos ahí un
cambur verde sancochao y me dije: “Esto es una señal...” Pero cuando
estamos arrancando y llevamos cien metros de ahí tratando de salirnos de la
zona, llega el helicóptero y empieza a regar plomo de arriba al rancho...
Menos mal que ya habíamos salido de ahí. Y plomo y plomo y tiró una
bomba más pa’ llá. No se nos ocurrió coger por una quebradita pa’ bajo que
viene a tener en el corte de caña, por donde había pasado Américo; sino que

31
Se refiere al fusil automático de asalto AK-47 de fabricación rusa.

63
seguimos por otra vía a la izquierda y por allá el ejército está echando bomba
por ese lado. Dimos vueltas todo el día y en la noche; ya distanciado de donde
estaba la tropa nos metimos en una casa que estaba sola. Ahí dormimos. Al
otro día arrancamos y nos fuimos buscando contactos con otros campesinos
de la zona.

Américo se quedó ahí tres días en el corte de caña, esperando que el


ejército se metiera. No se metió. Como el ejército no se metió y no tiene
bastimento, chupó caña y arrancó buscando la ruta que yo llevaba. Yo le dejé
una señal más adelante, en un naranjal donde había muchas naranjas maduras,
le dejé una señal y él dijo: “Por aquí pasó el compae...” Y él metiendo pa’
lante, metiendo pa’ lante. Llego a una parte muy conocida donde había un
hombre que no nos quiso vender un cochino; yo le tenía recelo. Cuando
vamos llegando a esa casa que está orilla de un río y había que pasar el río, se
me ocurre salirnos del camino y tirarnos a la izquierda y atravesar el río por
otra parte y seguir nuestro camino. Se le fue un tiro a un compañero cruzando
el río... no le pasó nada. Dimos la vuelta, chequeamos bien y vimos los
soldados que estaban acampadito en la casa esperándonos ahí. Nos hubieran
barrido entrando al río si seguimos camino pa’ llá. Pero no nos vieron ni
escucharon el tiro. Más adelante encontramos a un campesino, hicimos
contacto con su mujer y después con él. Nos dice: “Compañeros, los soldados
tienen tres días acampados ahí; hubieran pasado por esa casa y hasta ahí
llegan...” Así pudimos evadir lo que podría ser una masacre contra ese grupo
de cuatro guerrilleros que yo comandaba. Los soldados nos iban a ver
primero... y nos iban a disparar primero...

Nosotros nos quedamos un día en la casa del campesino, nos atendió y


nos dio comida. Salimos de ahí y nos ubicamos en otra casa cerca tratando de
esperar ahí Américo, que no sabíamos en donde estaba pero si sabíamos que
él andaba pendiente de nosotros. Porque esa era una zona de referencia para
nosotros. Nos quedamos por ahí tranquilitos. Al otro día de haber nosotros
pasado por ahí, el ejército salió de la zona. Se estaban acercando las primera
elecciones que ganó Caldera. Después que el ejército sale es cuando Américo
llega a donde estamos y se junta con nosotros en esa misma zona, le contamos
que el ejército salió de la zona, que ya no está por ahí ya y entonces me dijo
que nos regresáramos hacia adentro, pa’ un sitio donde descansáramos y
recogiéramos un bastimentico y así seguir pa’ Cumanacoa, detrás del ejército
que había cogido pa’ llá. Así lo hicimos. Regresamos y conseguimos un
bastimento y emprendimos el camino pa’ Cumanacoa. Llegamos a las
cercanías de San Lorenzo, donde estaban realizando las elecciones y vimos la
Guardia Nacional que llegó en un jeep, hicieron unas ráfagas de disparo,
guardaron las urnas de votación en el carro y se fueron. Nosotros nos
quedamos ahí y no hicimos nada por impedir las elecciones porque no

64
teníamos esa orientación. A partir de ese momento hacemos un esfuerzo y nos
vemos con Gabriel y Carlos; quienes se trazan la idea de provocar en esa zona
al ejército. Llegamos también a la conclusión que debemos bajar a Los
Cañaverales y bajamos pa’ lla’. Llegamos, hacemos contacto con la gente, nos
reunimos con los compañeros de Cumanacoa, conseguimos bastimento y un
poco de cosas y empezamos a trabajar.

LA TOMA DE CUMANACOA.

Un día me dicen los compañeros de la dirección que yo tengo que


regresar pa’ Monagas otra vez, a la antigua zona en donde tuvimos el cerco.
Bueno, como a mi no me gusta preguntar, yo no pregunté para que iba hacer
eso. Lo cierto es que me regreso con tres compañeros más. Llegamos sin
dificultad a las cercanías de San Antonio de Maturín y con un dinero que me
había dado Carlos Betancourt compré un bastimento para guardarlo por ahí,
tal como él me dijo. Mandé a comprar el bastimento, pero un poquito antes oí
“Radio Rumbos” que daba la noticia que un grupo de guerrilleros habían
tomado pacíficamente Cumanacoa y que se había realizado posterior a eso
dos combates en la zona; el ejército se estaba metiendo y los aviones estaban
bombardeando la zona montañosa. El compañero compró la comida, la
guardamos y yo pendiente de la cosa. La guerrilla había tomado Cumanacoa
con Gabriel, Américo, Carlos y toda esa gente, en pleno día y en un día de
carnaval del 69. Se dieron el gusto de enviarle cartas a la Policía y la Guardia
anunciándoles que ellos iban a tomar pacíficamente el pueblo; que lo que
querían era hablar con la gente, con la juventud y que si algo pasaba ahí los
responsables iban a ser ellos. Hicieron su fiesta en Cumanacoa, la gente los
recibió, los apoyó y ellos tiraron sus discursos y se regresaron tranquilos.
Sabiendo que el ejército se va meter, entonces Gabriel toma la vía de “La
Cuesta”, un cerro altísimo que hay que atravesar pa’ llegar a San Antonio de
Maturín. Gabriel coge esa zona con un grupo bueno y Américo que lleva su
grupo. Yo tengo la mala suerte de no andar con él en ese momento porque
estoy en Monagas. Entonces, Américo llega y se instala cerca de San
Lorenzo. Pero cuando llega al sitio donde va montar la emboscada, ya el
ejército ha pasado a un lugar que llaman “La Trinchera”. Américo llega a un
bosquecito, empieza a darle instrucciones a los compañeros y cuando está
haciendo eso siente que por el camino llega un trote y es que la tropa ha
entrado y ha pedido una información en un caserío que llaman La Trinchera y
le han dicho que por aquí no ha pasado nadie, se regresan. Cuando vienen de
regreso, es que Américo siente este trote que viene pa’ bajo y le dice a un
oficial de la guerrilla: “Mira, ven acá...” El hombre se acercó y sin decirle
nada, Américo le agarró el AK y se tiró pa’ llá, pal’ camino y de una zancada
cayó en la cuneta y a partido la columna del ejército en tres rolos... La gente

65
que pasó cuando oyó la plomazón echó a correr... cayeron seis soldados, los
que no habían pasado echaron a correr pa’ tras... partió la columna de
soldados en tres rolos. Entonces vienen los compañeros en su apoyo, se riegan
en el camino y se hacen de todas las armas y el pertrecho que llevan los
soldados muertos y heridos.

Por su parte, Gabriel espera un camión que va bajando de Maturín hacia


la zona en conflicto y los agarra en una curva de la cuesta y le echaron una
plomazón a Gabriel. No mataron a nadie pero hirieron a un oficial del
ejército. Américo y Gabriel se retiran. Cada quien por su lado. Carlos está
arriba y sabe del combate de la gente de Américo y baja pa’ saber que está
pasando. Entonces ve que los soldados que no pudieron pasar de la
emboscada de Américo se retiran y no pasó más nada. De ahí Carlos se retiró
buscando la vía en donde estaba yo, porque tenía que llegar dos días después
a reunirse conmigo.

Américo y Gabriel, que han hecho su trabajo, se encuentran en El


Cañón de Arriba pero saben que en el límite de Sucre con Monagas ya un
helicóptero ha puesto un pelotón de soldados en el camino por donde yo había
pasado tres días atrás, que también ellos lo habían hecho en otra oportunidad.
Se unen, pero no era conveniente pasar por la zona por donde habían pasado
porque estaba minada de soldados. Me cuenta Américo que tuvieron un rato
de aprieto muy fuerte, porque había un cañón muy empinado que tenían que
atravesar y no podían porque no tenían ni siquiera donde aguantarse... era una
especie de desfiladero sin monte y sin nada y ellos locos en ese cañón
tratando de salir de ahí. Entre ellos viene uno de esos campesinos muy
despierto, muy habilidoso y da una vueltecita por allá y llama a Américo y le
indica un camino que con un esfuerzo grande y cierto equilibrio se puede
subir por ahí. Tenían que pasar a unos dos kilómetros de donde estaba el
ejército en la fila acampao. Efectivamente, lograron subir con la ingeniosidad
del campesino. Uno a uno, agarrándose del morral, subieron por ese peladero
pa’ rriba y atravesaron las filas distante de donde estaba el ejército... y
cogieron la montaña. Cuando están en la montaña, viene la tropa y le caen a
bombazo... por donde le tiran bombas ellos se apartan y así están unos días
hasta que logran abandonar la zona sin ninguna baja. A estas alturas, ya
Carlos Betancourt está llegando donde yo estoy. Los recibo y les doy el
bastimento que les había comprado, porque ellos venían muy golpeados de
tres días de marcha comiendo mal. Pasan tres ó cuatro días y recibo un
emisario que me manda Gabriel... un hermano de Ramón Erasmo Guzmán...
Julio César 32 , que estaba con nosotros. Gabriel lo manda hacer contacto
conmigo pa’ que yo les preste auxilios en la zona donde estaban y los vaya a

32
Julio César Guzmán moriría combatiendo en las filas de la guerrilla de El salvador en el año 1987.

66
buscar. Pero yo no voy. Simplemente le doy unas ideas al compañero que
vino. Eso me lo reclamó Gabriel después... me lo criticó... de muy buena
manera... pero en todo caso una crítica que yo tuve que aceptar porque era
correcto. Yo debía haberlo buscado, porque ellos tenían la fe que yo era
baquiano en la zona. Total, tres días después pudieron salir de la zona y se
unen al grupo de Carlos. Pero antes, ellos me mandan un enlace y me dicen
que quieren hablar conmigo. Yo los busco y me encuentro con Américo; nos
reunimos y lo llevo a un sitio y conversamos. Entonces, Carlos, que tiene
cuatro días de descanso en la zona, sabe que en la zona en donde está,
cerquita de El Palmar, está el ejército acampado, porque el ejército sabe que
desde Sucre la guerrilla se mudo pa’ Monagas y sabe que están en una zona
de base y está el ejército ahí tratando de pescanos. El ejército sabe que Carlos
está ahí, lo que no saben es que Américo y Gabriel vienen también llegando
ahí.

Una noche que estamos haciendo comida, llega un emisario y Carlos le


manda a decir a Gabriel en una nota que es inminente un combate al otro
día... que el ejército sabe que él está ahí y que mandaran refuerzos... Al leer la
nota, Gabriel y Américo se ven la cara y deciden bajar todos hacia el sitio y al
llegar al sitio consiguen a la gente durmiendo y tienen que convencer a Carlos
que había que retirarse, porque en las condiciones que viene esa gente,
algunos descalzos, todavía sin descanso suficiente en una zona peligrosa,
porque esa es una zona semipelada, de laderas, muy peligrosa... Que no más
necesitamos que nos pongan el helicóptero encima y ya estamos listos... Me
parece que Carlos, como no ha combatido en esos días, porque perdió dos
oportunidades en la retirada, está desesperado por combatir y ha perdido la
capacidad de análisis de la situación. Siendo más vivo y más despierto
combate al ejército en una mejor zona y con ventaja. Estos llegan y lo
convencen.

Atravesamos una noche oscura un paraje bastante delicado, bastante


accidentado... por poco caigo de cabeza en la cuneta de una carretera, porque
vengo caminando en lo oscuro y no me doy cuenta que me vengo
aproximando a la orillita del barranco y la carretera queda abajo... ese no era
mi día. Atravesamos esa carretera y nos metimos a un cafetal. Ahí
descansamos y hablamos con unos campesinos. Al otro día decidió la
comandancia partir la guerrilla otra vez. Carlos se dispone a quedarse en la
zona porque ahí cerca donde estábamos durmiendo hay una zona que llaman
“La Guanaguana”, que no es la de Sucre, y ahí ponía el ejército una alcabala
de control en la carretera. Carlos dijo: “Si no están ahí horita, llegaran
mañana y yo me voy a pegar esa alcabala...”

67
Gabriel sale con un grupo por un lado y Américo por otro lado. En esta
oportunidad yo voy con Gabriel. Venimos buscando la vía de Caicara y
Carlos se queda ahí. De ahí Carlos no pudo hacer nada porque no llegó el
ejército; se pierde de ahí y coge para Caripe-El Guácharo. Al coger por
Caripe-Guácharo tiene una escaramuza con el ejército el negro “Mariano”
(Marcos Gómez) y es donde hieren y ponen preso a “Lanza”, cuyo nombre
verdadero era Juan Chacón Lanza. Ellos vienen a un contacto por ahí y ocurre
que se encuentran con un grupo de gente que están vestidos de civil en un
pocito y cuando se acercan hablar con los tipos le caen los soldados por detrás
y cada quien saca su arma. “Mariano” se retira violentamente y “Lanza” cae
herido y se lo llevan. Allá en Cocollar 33 lo quemaron vivo.

REUNIÓN CON DIRIGENTES DEL P.R.V.

Carlos Betancourt regresó de esa zona con esa vaina. Nosotros tenemos
un choque en Aragua de Maturín, Américo Silva sale de esa zona y se va pal’
llano y Gabriel y yo nos quedamos ahí. En esa zona recibimos a Diego
Salazar, a Carmelo Laborit, que recuerdo que me regaló un tabaco cubano y
recibimos también a Alí Rodríguez Araque. Ellos vienen con el calor que
produjo la toma de Cumanacoa y vienen buscando la unidad de nuestra
guerrilla con la de Douglas Bravo. La gente del P.R.V. 34 se fue y Alí se quedó
un tiempo con nosotros. También se quedó Julio Escalona y otra gente de la
juventud del MIR.

Allí estamos haciendo planes para abandonar ese sitio. Un día hicimos
contacto con un compañero. El compañero quedó en irse con nosotros.
Gabriel lo mandó a comprar unas cosas y el hombre no regresó. Ocurre que el
muchacho tenía un hermano en el ejército y cuando fue a decirle a su mamá
que se iba con nosotros, ella lo paró, le avisó a su hermano y éste lo convence
y le saca la información. Nosotros estábamos acampao bien cerquita de la
carretera negra en la orilla de una quebrada. Gabriel malicioso, escoge y
manda a dos compañeros pa’ que se pongan a la orilla de la carretera,
escondiditos ahí para que vieran los carros que pasan por ahí. Los muchachos
bajaron diciendo después que habían visto un camión sospechoso, del
Ministerio de Obras Públicas, que llevaban una gente que no parecían
obreros, por la conversación. Iban cerrados, pero con la conversación que se
escuchaba desde afuera parecían que no eran obreros. Esa fue la información.
Entonces, Gabriel mandó a tres compañeros a un caserío cerca, que se llama

33
Se refiere al Teatro de Operación antiguerrillero de Cocollar, existente en las décadas del 60 y 70 entre los
estados Sucre y Monagas
34
Partido de la Revolución Venezolana, desprendimiento del PCV ocurrido en 1965, dirigido por Douglas
Bravo, Alí Rodríguez Araque, Francisco Prada, entre otros.

68
“Manapire”, a ver si estaba el ejército por ahí. Y les dice: “Si está el ejército,
se vienen, y si no está se quedan conversando con los compañeros esta noche
ahí, vigilando la zona por ese lado y se vienen mañana...” Nos quedamos en
el campamento, conversando hasta tarde y como los muchachos no vinieron
ni hubo disparos, nos acostamos a dormir... sin guardia... eso fue un error
nuestro, acostarnos sin guardia ese grupo de hombres valiosos. Yo duermo en
la entrada del campamento. Llega una garuita 35 a las tres de la mañana, me
produce frío, me arropo bien y sigo durmiendo. Cuando son las seis de la
mañana, yo siento que un grupo de guacharacas que estaban abajo en la
quebrada, se despiertan y salen espantadas. Ese alboroto me despierta. Yo
cojo entonces y despierto a Gabriel y le digo: “... Son las seis de la mañana y
no tenemos guardia...” En seguida me dice: “Coja usted la primera y
despierte a los demás...” Entonces cojo la primera guardia y me pongo detrás
de una piedra viendo abajo pa’ la quebrada. Siento un ruido, veo una mata que
se mueve. “Son los muchachos”, pienso. Cuando se han movido más hacia
delante distingo a un trigueño alto, que no era ninguno de los nuestros, con
una boina negra y una camisa de kaki manga corta. Vienen dos adelante.
Vienen exactamente a donde está ubicado el campamento. Venían por el
camino pa’ donde van a coger agua, entonces yo estoy ahí tenso. Yo
acostumbraba a dormir con mi fusil aprovisionado. Mucha gente le saca la
bala de la recámara y la mete en la cacerina. Yo nunca hice eso, siempre me
quedé con mi proyectil dentro de la recámara listo para disparar. Cuando yo
veo que son dos soldados los que vienen. Retirarme no puedo... no me puedo
mover... todo el mundo está quietecito. Ya Gabriel había mandado a Julio
Escalona y dos más a coger posiciones más arriba, en la parte alta del
campamento. Cuando los dos soldados están más o menos al frente del
campamento, en un peladero, viendo pa’ los lados porque de espalda estaba
yo y a buen tiro. Arrancaron pa’lante y todo el mundo está escondido. Yo cojo
mi posición y Gabriel me llega y me dice: “Hágase acompañar con El
Maestrico...” El Maestrico era un muchacho de Caracas, que me dice: “Si
vienen la gente, usted dispara primero y yo aprovecho pa’ cargar...”

Empieza entonces la plomazón. Los soldados que está abajo concentran


el plomo de tal manera que las ramas de los árboles nos caían encima.
Después los soldados se cayeron, no dispararon más y nosotros tampoco.
Vino un estampido de granada, parece ser que los soldados iban a tirar una al
campamento, les chocó contra un árbol estallando cerca matando a unos
soldados... eso no nos informaron unos días después que habían sacado la
gente en lona de ahí. Gabriel se movió de su sitio y me preguntó como estaba
la cosa. Yo le dije que llegó un hombre, yo le disparé y no se que se hizo.
Después tiraron unos tiros pa’ bajo y de allá le respondieron con otros tiros,

35
De garúa: llovizna.

69
considerando retirarse del lugar. Mandó a llamar a Julio y empezó a retirar su
gente. Yo me quedé cubriendo la retaguardia. Cuando me di cuenta que ya el
último hombre había arrancao, fui agarrar mi morral, metí unos corotico que
habían quedado suelto por ahí y agarré y me fui detrás... nos unimos todos y
yo agarré mi puesto de vanguardia. Cuando nos vamos acercando a la
carretera Gabriel dice que hay un sitio ahí por donde tenemos que pasar que
es probable que haya una emboscada, el sitio se prestaba para eso. Gabriel
supo con razón que eso debía estar tomado por el ejército. Me dijo que había
que pasar por ahí “patria o muerte” Contábamos con un grupo bueno,
numeroso, que podíamos resistir una pelea con ocho soldados que tuvieran
ahí. Nos acercamos a la cuneta de la carretera, observamos, no vimos ningún
movimiento, brincamos al centro de la carretera, no vimos nada, brincamos
más confiado a la otra orilla. Hicimos señas a los compañeros pa’ que salieran
y pasaran. Pasaron todos y sentimos después que había salido un camión del
caserío, que suponemos venía a tender la emboscada en el sitio porque había
soldados en otras partes y ese era el mejor sitio para eso. Llegó un
helicóptero, paro encima de nosotros y no logró vernos... no pasó nada... nos
fuimos. Nos acampamos relativamente cerca de ahí, apoyados en una casita.
De ahí salimos pa’ otro sitio que llaman “Chaparral”, a los pocos días. Allá
resolvimos regresarnos pa’ tirarle una emboscada al ejército en el sitio donde
habíamos chocado con ellos, entre Aparicio y Aragua de Maturín. Allí nos
dividimos y un grupo sale a tirar la operación. Alí (Rodríguez), Tito
(González Heredia) y otros compañeros más salimos a buscar un sitio para
tirar otra operación. Era un momento defensivo realmente. Chequeamos una
parte de la carretera Maturín-San Antonio, Maturín-Aragua y no encontramos
un sitio donde tirar una emboscada. Los otros compañeros lograron una
escaramuza ese día, pasaron unos camiones hacia allá, nos avisaron a nosotros
los campesinos de Chaparral, entonces nosotros decidimos tomar la estación
petrolera que está cerca de Maturín que se llama Orocual. En esa operación
participamos: Alí, un grupo de compañeros de menor jerarquía y Tito
González Heredia, que iba con nosotros. Alí Rodríguez se portó de maravillas
en esa vez, discutimos mucho con él, que tenía una posición clara acerca de la
lucha guerrillera.

Tiramos esa operación, hicimos lo que se debía hacer, se paralizó el


funcionamiento de la estación, se le pegó candela a unas cosas ahí y nos
retiramos. Al otro día en la mañana, montamos una emboscada en otro sitio
esperando que pasaran los soldados que nos iban a buscar. No pasó nada, en
la noche nos retiramos y nos fuimos buscando la vía de Caicara, donde
estaban los hermanos Álvarez. Llegamos, nos ubicamos junto a ellos,
anduvimos enconchaditos por ahí, hasta que llegó Gabriel y su grupo de las
escaramuzas que había tirado por ahí y nos unimos. Ahí fue donde se planteó
la salida de Julio Escalona, Alí Rodríguez y Gabriel Puerta para Caracas

70
LA DIVISIÓN DEL MIR, EL FRENTE Y FUNDACIÓN DE
BANDERA ROJA.

A los poquitos día vino la división del MIR. Nosotros con Gabriel por
un lado y Julio con su gente por otro lado. Alí, por supuesto, no se quedó con
nadie; regresó a reunirse con Douglas. Sin embargo Alí dejó entre nosotros a
tres de compañeros que él había traído; esos eran “Goyito”, “Rafael” y
“Lencho”; así llamábamos nosotros a estos compañeros. Por cierto, hace poco
me encontré con “Lencho” en Cariaco y conversamos... “Rafael” cayó en una
operación junto con Contreras Duque 36 y “Goyito” lo fusiló el ejército en la
zona de Los Molinos una vez que los compañeros se fueron para Caracas, que
se dividió el Frente Antonio José de Sucre, en el año 1976; a mi me mandaron
para esa zona de Los Molinos, estuve un tiempo por ahí, se metió el ejército y
ahí fusilaron a “Goyito” y a otro campesino. Los demás pudimos escapar de la
zona...

Ya nosotros sabíamos que se había dividido el MIR, porque estando


todavía en Caratal de Buja, antes de meterse el ejército, viene un grupo de
gente de Julio Escalona y me dijeron que había pasado algo que yo tenía que
saberlo... que era que el Frente Antonio José de Sucre se había dividido, que
Gabriel se había portado muy mal con ellos y creían que tenían el derecho de
llevarse unas armas porque ellos habían trabajado mucho en el Frente. En
vista de que yo no les hice caso, porque me llegaron hablando muy mal de
Gabriel, yo les dije que tenía que hablar con él para que me explicara que
pasaba; como yo conozco muy bien a Gabriel yo quería oírlo... Luego se
convencieron de que yo no estaba dispuesto a irme con ellos. En el grupo mío
estaba un hombre de ellos y en un descuido le dieron una orden al muchacho
para que desertara de la columna. El muchacho esperó la ocasión de que yo
fui a visitar unos campesinos en Caratal de Buja y cuando llegué en la
nochecita al campamento me informaron que se había ido con morral y fusil.
En la mañanita me fui pal’ caserío y lo encontré en una casa amiga. Le monté
una emboscada con otro compañero, lo cogimos y lo llevamos al
campamento. “Goyito” y otros compañeros querían que le pasáramos cuenta
al muchacho desertor. Con la situación de la división, a mi no me pareció
buena la cosa. Yo tenía la ultima palabra y decidí no fusilarlo. Tranquilicé a
los demás compañeros y al muchacho le facilité un carro para que se fuera pa’
Maturín. Pero a los pocos días, “Goyito” recibió permiso de mi parte y bajó a
Maturín con el propósito de encontrarse con unos amigos del P.R.V. para
conversar sobre una cosas logística. “Goyito” fue preso en Maturín y da la

36
Vicente Contreras Duque, tachirense, dirigente de la juventud del MIR, participó en el Pleno Constitutivo
de Bandera Roja el 19 enero de 1970. Murió a manos del ejército en las cercanías de Las Pavas, estado
Bolívar, en 1977.

71
idea de que fue delatado por el otro muchacho. El ejército lo llevó a la zona
donde había estado y ahí lo fusilaron. Yo me retiré de ese caserío con un
grupo de seis hombres más o menos bien armados, pero no se me ocurrió
quedarme a combatir al ejército porque era un grupo grande de soldados. Lo
que hice fue prepararme pa’ retirarme de la zona.

Estando nosotros en el llano, el compañero de contacto de Caracas nos


informó que se había formado BANDERA ROJA, un partido llamado
Bandera Roja, que era nuestro y que la otra gente se había quedado con el
MIR. Por su puesto que yo me encuentro involucrado ahí porque yo tengo
tiempo trabajando con Américo en el Frente Antonio José de Sucre, tengo
tiempo metido en el problema, entonces si se funda un nuevo partido donde
está Gabriel y están todos esos compañeros que yo conozco automáticamente
yo formo parte de ese organismo... así fue como pensé.

Después vino Gabriel y nos encontramos en un caserío que llaman El


Zamuro, en Monagas. Ahí llegó con otro compañero y me explicó lo que
había pasado. Y me dijo además: “Usted se va ir conmigo y vamos a dejar a
Salas Suárez y otros compañeros para que se encarguen del personal que
usted tiene aquí y usted se regresa conmigo...”. Gabriel había trabajado ya
con unos amigos pa’ que nos sacaran de esa zona. Fuimos amanecer ese otro
día en Río Tigre, en la carretera que va pa’ Los Barrancos-Orinoco. Ahí nos
agarró Asdrúbal Guzmán, que estaba trabajando en ese tiempo en Guayana;
vino con un compañero de apellido Molina y nos trasladamos a El Chaparro,
en Anzoátegui. Al otro lado de El Chaparro amanecimos, entonces Gabriel
me mandó hacer contacto con sus familiares en el pueblo. Y a través de ese
contacto realizó una entrevista con un militar que estaba por ahí y que es de
El Chaparro. Tenía un hato por ahí, tenía negocios con el ejército, estaba
viviendo bien... Gabriel tenía mucha confianza en él y ambos se querían.
Cuando se encontraron yo vi como se abrazaron con mucho cariño. Yo no
escuché lo que hablaron pero lo que si se es que Gabriel me dijo: “Viejo...
usted no ha visto nada” .

A partir de ahí nos unimos con Carlos Betancourt que estaba en un


lugar de esa misma zona que llaman Machaguas, un caserío que queda al sur
de Puerto Píritu. El mismo militar, un tío de Gabriel y otro muchacho nos
fueron a llevar en carro pa’ esa zona. Hicimos contacto con Carlos y
estuvimos operando por ahí, haciendo algunas cosas: hablando con los
campesinos, incorporando nuevos combatientes y montando emboscada al
ejército. En ese tiempo estamos juntos Gabriel, Carlos, Tito y yo. Tito era
correaje en ese tiempo; viajaba de Caracas pa’ la guerrilla, nos traía el arsenal
y la noticia de allá y Américo estaba en otra zona. No peleamos mucho con el
ejército en ese tiempo.

72
Recuerdo que ahí ocurrió un episodio. Un día recibimos la información
que un compañero que mandó Carlos hacer una misión por ahí se dio un tiro
en un pie y se le quedó la bala adentro. Entonces cuando Carlos recibió la
información me mandó a casa de un amigo que yo había conseguido por ahí a
buscar un carro que el hombre tenía para ir a buscar al herido y sacalo pa’
Caracas. Pero yo fui en una yegua y la yegua no podía caminar porque tenía
los cascos enfermos y yo casi lloro en el camino pensando que la vida del
compañero iba depender de esa yegua que no caminaba. Pero más alantico me
encontré con un señor que yo no conocía bien, que lo había visto una vez que
andaba sacando turas con un caballo. Le propuse que prestara ese caballo pa’
yo llegar rápido y el hombre aceptó. Le eché la pierna al caballo y en una
sola carrera le caí al hombre allá y después vine a rescatar mi yegua otra vez.
El hombre concretó a venir con el carro una hora después a encontrarse en el
sitio en donde estaba Carlos a recibir las instrucciones últimas. Ocurre que
cuando yo regresé al campamento con mi yegua estropea porque le dolían los
cascos, me encuentro que el problema lo estaba resolviendo: a Tito, que de
repente vino por ahí, le dieron la información y se esmachetó pa’ llá en un
carro nuevo que tenía a buscar el compañero. Esa noche cuando el compañero
bajó también venía Gabriel y yo mismo viajé pa’ Caracas con el herido
porque también iba hacerme un chequeo médico.

Son un conjunto de episodios que se pierden en el espacio y el tiempo...


uno por no anotar se van perdiendo. Te confieso que hay un conjunto de
detalles que se me han escapado en esta conversación...

“PROTESTA” EN GUAYANA.

El trabajo en Guayana, a comienzo de los setenta, lo empezó Américo


Silva con un grupo que le asignaron pa’ que fuera hacer ese trabajo. Estos
eran: Américo, como principal, (Manuel) González Meyer, que se ocupa de la
cuestión estudiantil, Roberto Rincón Cabrera, que se ocupa de la cuestión
obrera, Gustavo Piñate, que se encarga del trabajo de barrio. A mi me tocó el
sector campesino, reforzado con Argenis Veravierta que también va pa’ llá
con su mujer. Creamos un periódico llamado “Protesta”. Al principio el
periódico era regular pero mejora con las diligencias que hicimos por
conseguir un multígrafo en San Félix y mejora también porque en la medida
que los campesinos lo ven, les va gustando y van aportando información,
información escrita incluso y Tito era el que se encargaba de mejorar todo ese
material en bruto, así como estaba. Hicimos un buen trabajo en ese tiempo.
Nuestro trabajo se centró en la labor campesina, hablar con gente y lograr
casas para uso de la guerrilla y establecimos ahí una zona de alivio. Ahí

73
trajimos guerrilleros enfermos, que tenían que pasar un tiempo fuera del
monte.

“Protesta” seguía avanzando ahí y alborotando a todo el mundo.


Entonces, la Guardia empieza a buscar la gente de “Protesta”. “Protesta” se
levanta, empieza hacer un trabajo clandestino bastante sigiloso y su material
es efectivo. Está publicando cosas ciertas, cosas y hechos que son
importantes. Alborotamos la gente, politizamos bastante la gente en esa zona.
Había una vez una escasez de agua en la zona y un grupo de gente recibieron
el apoyo de “Protesta” y el periódico les dio toda la ayuda que era posible e
hizo que un grupo de cuarenta personas fueran cien y tomaran el Concejo
Municipal de San Félix. Eso fue un alboroto. Por cierto cuando yo fui a
pasarle la información a Tito y al catire Rincón de lo que habíamos hecho, el
catire me levantó la moral diciendo: “Eso lo organizó “Protesta””.
“Protesta” era tan audaz que una vez hizo un señalamiento de algo que iba
ocurrir y en la gente se formó una expectativa. Habíamos anunciado una
información sobre un señor que estaba echando broma por ahí. El comisario
de entonces para evitar esa expectativa, todo ese trabajo que estaba haciendo
ese periódico, se armaron pa’ poner preso a quienes lo distribuyeran en la
zona de Caroní. Ellos lo están esperando en una fecha determinada, en la
fecha en que el periódico llega de San Félix a través de un correaje que
viajaba todos los días y lo repartía entre quince o veinte grupos de
distribuidores. Cuando se dieron cuenta, ya el periódico estaba en el caserío...
llevaba tres días en el caserío y ellos no sabían cómo había llegado... la gente
lo compraba, todo el mundo vigilante y el comisario y su gente no daban con
la gente nuestra. “Protesta” aparecía en los negocios y pegados en las paredes
y nadie veía nada. Una vez el comisario fue a su casa a cambiarse de camisa
pa’ ir a San Félix a buscar ayuda de la Guardia y se encontró con que el
periódico estaba en la sala. Ese hombre agarró una calentera...

LA MUERTE DE AMÉRICO SILVA.

Américo no viajaba con frecuencia a esa zona, a Guayana, pero una de


esas veces que tuvo que viajar dijo que él le tenía miedo a esa zona... no le
inspiraba confianza. Era porque la Guardia Nacional se mantenía por ahí
cazando los madereros y como habían noticias que habían guerrilleros
escondíos por ahí, entonces estaba alerta. Pero nunca dejó de hacer sus tareas.
Una vez tenía que llevar unas armas para un entrenamiento y las llevó. Esa
vez fue que me dijo eso. Otra vez recibió una información que en Caracas iba
haber una reunión de alto nivel del partido, que tenía que participar ahí e iba a
llevar una información completa de las áreas de trabajo que él tenía en sus
manos. Me mandó un contacto un día con una nota que decía que quería

74
hablar conmigo. Lo esperé en Las Pavas. Pero antes de que yo llegara mandó
a su chofer a una bodega a comprar un refresco; el hombre buscó los
refrescos, se lo bebieron y llevó las botellas. El bodeguero se dio cuenta que
el carro no era de la zona, que los hombres tampoco eran de la zona y al poco
rato se fueron a conversar conmigo. Llegó la Guardia al negocio y le
preguntaron al bodeguero como estaba la cosa por ahí. El bodeguero les dijo
que había un carro y una gente rara por ahí. La Guardia decidió poner una
alcabala ahí mismo. Cuando Américo regresa unos minutos después, lo
abordan y a Américo lo mandan a salir del carro y como va armado... y no es
Ruperto... porque si es Ruperto, no hace lo que él hizo y estuviera vivo...
Américo agarró al Guardia por el pescuezo y le puso la pistola por la espalda,
sin mediar nada. El chofer, que era un guerrillero llamado Pedro Centeno
Gómez, se zumbó del carro por el lado izquierdo, le dio un disparo a un
Guardia y lo tiró herido en la carretera y se zumbó en una cuneta cerca de un
cafetal que estaba ahí. Pedro después que le metió el tiro al guardia, los otros
se agolparon a prestarle ayuda al herido; Pedro aprovechó y se fue pasando
una cerca de alambres que le tiraron pero no le dieron. Luego que Pedro se les
perdió, se concentraron en Américo, quien se deshizo del otro guardia que era
el sargento, entonces corrió hacia el alambre pero ahí le dieron unos tiros y lo
mataron. Así fue como perdimos nosotros ese gran compañero llamado
Américo Silva 37 .

Nosotros tuvimos que tomar medidas muy serias de seguridad para


poder evitar la represión que se desató ahí, la vigilancia y la cosa esa. Después
que pasó todo eso vino a sustituir en Guayana el flaco Tito González Heredia.
Con Tito, el partido siguió avanzando y también “Protesta” siguió mejorando
su calidad, su contenido y logramos que se mantuviera por un tiempo.
Después finalmente pasamos el multígrafo para el caserío Las Pavas; ahí yo
tenía veinticinco casas para diferentes usos.

Después me sacaron de la zona para otras tareas y vino Carlos


Betancourt, después de la fuga del San Carlos 38 , y se encargó de ese trabajo
junto con Contredilla (Vicente Contreras Duque) y él era el que atendía a la
guerrilla que funcionaba en los llanos de Monagas y Anzoátegui.

37
La muerte sorprende a Américo Silva, comandante guerrillero y dirigente fundador del partido Bandera Roja, el 31 de
marzo de 1972, cuando una comisión de la Guardia Nacional lo acribilla en el kilómetro 27 de la carretera Puerto Ordaz-
El Pao, en el estado Bolívar.
38
La fuga del Cuartel San Carlos, operación ocurrida en 1975 en donde lograron la libertad a través de un
túnel construido desde el cuartel hasta la calle, algunos dirigentes presos del P.R.V. y Bandera Roja. En esta
fuga escapan Carlos Betancourt y Gabriel Puerta, entre otros.

75
LA OPERACIÓN MOLINA PALACIOS Y LA FUGA DEL
CUARTEL SAN CARLOS.

Yo no participé como activista del grupo de guerrilleros que se estuvo


en Caracas un tiempo operando en función de sacar los compañeros del
cuartel San Carlos. Pero yo tenía en mi poder, en Las Pavas, unos tres
millones ochocientos mil bolívares guardados y cumplía el papel de
administrar ese dinero. Y cada vez que Tito necesitaba algún dinero para
cualquier cosa que había que hacer, él tenía conmigo un enlace de seguridad y
yo le enviaba el dinero que me pedía. Ese dinero lo obtuvo Bandera Roja en
una operación que tiramos en Monagas, que se llamó la Operación de Los
Molinos, que era el secuestro de los Molina Palacios; de ahí se obtuvo ese
dinero, cinco millones de bolívares. Que por cierto pagaron bastante pronto.
La idea era secuestrar a Perucho, que era el jefe de un grupo de hatos ahí, de
siete hatos por lo menos, pero cuando lo agarramos, un día a las siete y media
de la mañana, él iba con uno de sus hijos menores y pensaba yo, que era el
jefe del grupo, llevarnos a los dos. Pero los muchachos que estaban asignados
para hacer el registro de la casa se encontraron con que ahí estaba otro
hermano de Molina que era un médico coronel asimilado del ejército,
entonces, dejamos al muchacho y nos llevamos al coronel. Le deje el papel
con instrucciones a un hombre llamado Gustavo Pérez Mijares, él mismo se
identificó conmigo, le entregué el papelito y nos fuimos pal’ carrizo. Pagaron
pronto... a los dos o tres meses. Con parte de ese dinero financiamos la fuga
del San Carlos. Era nuestro interés sacar los compañeros que estaban ahí.
Estaba Carlos Betancourt, Gabriel Puerta otros compañeros valiosos incluso
unos del P.R.V. Habíamos inventado secuestrar otra gente 39 para cambiarlo
por los presos políticos. Fallamos en eso y como ellos estaban avanzando en
el trabajo del túnel, entonces tomamos la decisión de reforzarlos en ese
trabajo en lo que nos fuera posible. Fuimos nosotros los que desde afuera,
encabezados por Tito, quienes esperamos a los compañeros cuando el túnel
atravesó la calle y se abrió en una casa cerca al cuartel. Estuvieron ahí desde
la siete de la noche, cuando tomaron esa casa, hasta dos horas después que
salieron los compañeros. Tito (González Heredia) era el más importante de
los jefes guerrilleros que comandó esa operación; que desde que comenzó
estuvo, por cierto, montado en el techo con su FAL 40 apuntando hacia el
Cuartel San Carlos que quedaba al frente; sudando castor ahí pero parado
firmemente ahí para impedir que viniera un pelotón de soldados a echanos
broma en la casa o a los compañeros que estaban ahí. Total que fue una
acción muy importante esa fuga de los compañeros. Ahí salieron compañeros
del P.R.V., entre ellos estaban el catire Morales Rossi, Alí Torres y otros
compañeros que no recuerdo sus nombres pero era un grupo de 23. Habíamos
39
Ruperto se refiere a Lorenzo Fernández, importante dirigente para la época del partido COPEI.
40
Fusil Automático Liviano, armamento de gran potencia usado por las Fuerzas Armadas Venezolanas.

76
preparado una logística cerca de donde estaba un Cuartel del ejército,
Guaicaipuro creo que se llama. Al frente de ese Cuartel, que le pusimos el
nombre de “la embajada”, ahí estaba todo el material que se necesitaba: ropa,
armas, agua, comida, cobija, todo y todo pa’ que los compañeros pasaran una
semana de reposo ahí. De ahí nos planteamos una caravana que tiró por Santa
Teresa del Tuy, pasando por Altagracia de Orituco, costeando la vía de
Lezama para salir a Chaguaramas, en Guárico. De allí fuimos a reunirnos en
un sitio que llamamos “Salicari”. Allí participó también en esa reunión
Ernesto Virla, que era un cuadro bueno, que después se fue del partido porque
expuso una tesis que estaba fuera del perol.

LA DIVISIÓN DEL FRENTE ANTONIO JOSÉ DE SUCRE.

Yo quiero pararme aquí para considerar otra cosa: yo me di cuenta que


en el partido ha habido gente que ha tenido criterios diferentes de cómo
nosotros hemos hecho las cosas pero precisamente cuando les ha tocado
actuar, como fue el caso de Pablo Parra Hernández y Carlos Betancourt,
entonces se desbaratan, se descontrolan, se pierden. Porque parecieran que no
tienen el pulso adecuado para sobrellevar un proceso de lucha en donde unas
veces hay que quedarse quieto, otras veces hay que actuar y otras veces hay
que hacer otro tipo de cosas; sino que quieren una línea recta. Tenemos unos
hombres armados, vamos a darles hoy, vamos a darle mañana, vamos a
seguirle dando y los guerrilleros no pueden... Eso pasó con Mao (Tse Tung),
eso pasó con nosotros, pasa con los guerrilleros colombianos... no pueden
operar todos los días. Hay momentos de que tienen que ocuparse de otras
cosas, pero esto requiere de una visión ajustada a lo que es el manejo de la
guerra que te permita saber cuando debes operar y sobre que. Cuando tu
puedes liquidar, por ejemplo, a un chismoso... porque no siempre a un
chismoso se puede matar... ¿y sabes por qué? Porque primero hay que
averiguar las relaciones que ese chismoso tiene con el resto de la población
que uno también anda buscando incorporar a la lucha de alguna manera, de
alguna forma. Cuando ese hombre goza de simpatía en una comunidad es un
error político matarlo. Pero gente que no analiza esto ni maneja esta
concepción de la lucha, pues le dan ganas de matar a un hombre porque lo
sapeó y lo matan sin mediar... luego se le viene el mundo encima.

Volviendo a lo de la fuga, un refuerzo significó la salida de los


compañeros porque eso ocasionó que dejáramos a Pablo Parra Hernández en
la dirección política del Frente Antonio José de Sucre; Carlos Betancourt
ocupado de todo el trabajo que hacían Américo y Tito en Guayana, reposado
con un buen hombre, el gochito Contreras Duque. Eso resultó muy
provechoso en esa época, lo malo es que a medida que pasa el tiempo

77
nosotros nos fuimos metiendo más en el trabajo de masa en Caracas y en otras
partes; Pablo Parra y Carlos seguían manteniendo una concepción equivocada
de la guerra: “teniendo un grupo de hombres capaces de pelear, tenemos que
tenerlos todos los día peleando”, decían ellos. Por esa razón, por ser
conocidos como tal, cuando se dividió el Frente Antonio José de Sucre,
Gabriel dijo: “ A esos les voy a dar un año y medio de plazo... pa’ que el
gobierno los escoñete...” Eso fue en 1976, nosotros fuimos a conversar con
Pablo y Carlos que estaban expresando dudas sobre nuestra firmeza
revolucionaria, nuestra condición de militantes revolucionarios; ellos decían
que nosotros éramos pequeño-burgueses, que nos estábamos regodeando con
la burguesía. Y nosotros los que estábamos haciendo era ampliar más la
capacidad del partido. Ellos no querían a los profesionales, digamos,
abogados, médicos y estudiantes de altos estudios que se estaban
incorporando. Gabriel y Tito se estaban metiendo mucho en eso, buscando y
estaban logrando un avance en ese sentido. Pero aquellos, con una concepción
muy militarista pensaban que ese no era el trabajo que debíamos hacer, lo que
había, según ellos, era pelear, pelear y pelear. Teníamos un grupo de 60
hombres bien armados en la guerrilla y con eso había que pelear. Esa era la
misma concepción que manejaban los cubanos, porque cuando yo estuve en
Cuba a nosotros nos dijeron que en Venezuela lo que se necesitaban eran
bolas (testículos); los cubanos nunca pensaron que en su país las cosas eran
distintas a las condiciones que existían en Venezuela, nunca pensaron en eso.
Entonces estos compañeros, Carlos Betancourt y Pablo Parra, tenían esta
concepción y se la trasmitieron a Cardiel, que era en aquel entonces el
comandante del Frente Antonio José de Sucre.

Se reunió entonces el Cuarto Pleno Nacional de Cuadros del partido,


que era el más alto nivel de dirección en aquel entonces, en un sitio que
llamamos La Fortaleza, cerca de El Chaparro, estado Anzoátegui. Allí
asistieron Argelia de Silva (esposa de Américo), Manuel González Meyer,
Diógenes Sierralta (Ricardo Ochoa), “Chico Malo” (Eder Puerta), Gabriel
Puerta, Tito González Heredia, Antonio Arias, Vicente Contreras Duque,
Armando Díaz y yo. Con Carlos Betancourt estaban y estuvieron en el pleno:
Pablo Parra Hernández, Argenis Veracierta, Lares (un obrero con ese
seudónimo) y Cardiel. Resulta que nosotros no queremos aceptar el
planteamiento que ellos hacen en un documento de noventa páginas; se
sienten excluidos de las discusión porque sus planteamientos no calan,
decidieron entonces separarse y quedarse con el frente guerrillero. De ahí
mandamos rápidamente a un compañero a Caracas a gestionar las cuestiones
y a presentar públicamente la decisión de nosotros de expulsar a esos señores,
para que no se quedaran con el nombre de Bandera Roja. Porque se trazaron
un trabajo de debilitamiento hacia nosotros, llevándose una buena parte de

78
nuestra militancia, principalmente de las bases campesinas; pero no pudieron
hacerlo con todos. Nosotros nos quedamos arriba unos días.

Te confieso que esos días de la división yo me sentí mal porque el


Frente Guerrillero Antonio José de Sucre es una criatura que yo ayudé a
formar, que yo ayudé a nacer con Américo Silva. Muerto Américo Silva,
quedaba yo, como uno de los principales hombres representantes de ese
frente. Uno de los representantes porque el otro es Gabriel Puerta Aponte.
Nos dolió de verdad verdad a los dos. Yo le propuse a Gabriel en esos días:
“Vamos a fundar otro frente porque tenemos una experiencia”. El me dijo:
“No. Lo vamos a fundar pero no ahora. A estos el gobierno los va liquidar a
todos, porque estos van a cometer locuras con estos hombres y después que
ese frente termine montamos nosotros el nuestro.”

Efectivamente, cuando yo caigo preso ya el Frente Antonio José de


Sucre se ha ido desmoronando; unos cuantos cayeron presos, Pablo Parra fue
expulsado de su seno, por donde quiera tenían un grupo, empezaron a
extorsionar gente, se echaron medio mundo encima, el gobierno lo paleó, les
cogió un poco de presos, trece se metieron a sapos; todavía queda uno por ahí
dando vueltas, los otros no están por ahí, pero todavía queda uno que es
Gilberto Rabanales, el mismo responsable de la masacre de Cantaura. A ese lo
incorporamos nosotros carajito, lo enseñamos a leer y escribir.

TRAS LAS REJAS EN LA PICA.

Luego del Cuarto Pleno, sigo trabajando en el proyecto Granadillo, los


sigo extendiendo. Ese proyecto es la construcción de una base de alivio para
operaciones de la guerrilla, en donde podemos meter hombres al descanso,
enfermos, tirar operaciones financieras; había un grupo bastante bueno
trabajando y teníamos bastantes recursos y simpatías en la zona. Llegué a
comprar una parcela, que tenía un rancho y tenía un compañero en la parcela.
Tenía dos carros y viajaba constantemente. Teníamos unas gallinas ponedoras
y una siembra ahí. Compro también una casa en Santa Teresa del Tuy y tengo
un enlace de seguridad. Es ahí donde estoy trabajando. En Santa Teresa caigo
preso. Yo mando mi enlace pa’ Caracas a buscar una información. Entonces
el muchacho salió por la mañana y tenía que regresar en la tarde y no lo vi.
Yo estaba trabajando hasta la una de madrugada redactando un artículo para
la prensa del partido pero más que todo esperándolo a él. Al otro día por la
mañana, eran las diez y no había venido y empecé a sospechar. No me fui
inmediatamente por hacerle caso a la señora quien me ofreció comida antes de
salir. Y es cuando ella misma me avisa que había un carro extraño afuera en la

79
casa. Veo que sale uno con una metra 41 y se va detrás de la casa y dos más se
ponen en la puerta con sus pistolas. Entran, hacen un registro en la casa,
empiezan a investigar a la mujer y yo me sentí incómodo por mi error. Se me
acerca uno y me pregunta: “¿Quién es usted?”. Yo le respondo: “Soy
Francisco Jiménez”. Me agarraron y arrancaron para Monagas. Estuve unos
días en Chaguaramas y después me pasaron con Chicho y Antonio Arias, los
que habían caído en el contacto, y nos pasan para la Dirección de Inteligencia
Militar (DIM). En la DIM cometo otro error que es dejarme padronear con un
soldado, porque no quise agarrarme con él en el calabozo y eso ocasionó, con
toda la razón, una sanción de dos años fuera de la dirección y una autocrítica
escrita. De allí me sacan y me meten en la Cárcel de La Pica, que queda cerca
de Maturín. Desde el momento que yo llego, la señora Cruz Jiménez me va a
visitar y pasa todo un año, los fines de semana, visitándome. Las muchachas
también van. El que no va es Ignacio, mi otro hijo, porque estaba sirviendo en
el ejército en ese tiempo. Tuve problema con los compañeros que estaban
también presos que, como estaba sancionado, me prohibieron la relación con
Argelia de Silva, la señora de Américo Silva, que siempre me tuvo cariño y
me visitaba. (Andrés) Cova Mata 42 , que era el jefe de la célula de los presos
políticos, me lo prohibía. Éste se portó muy mal conmigo en ese tiempo. Pero
muy mal. Una vez me dijo algo que me desarmó un poco, me dijo que
hablaba mucho pero que decía poco, era verdad eso; me recomendaron que
mejorara y yo en una próxima reunión traté de mejorar y después que se
terminó esa reunión le pregunté acerca de mi esfuerzo por mejorar y me
respondió sin ánimos. Y después en una nueva reunión y contó lo que yo le
había preguntado y dijo que sintió asco... que sentía asco con mi presencia
ahí... así mismo me dijo el compañero. Ahí recordé las palabras que me dijo
Carlos Fariñas: “en el partido, comunistas todos no son...” Y tan no son que
Cova Mata se fue del partido en 1988. Total que de tanto estar ahí, un día le
dije a la señora Cruz: “Por favor, no vengas más por acá... ya tenemos un
plan pa’ fugarnos.” Ella entendió eso.

EL FRENTE AMÉRICO SILVA Y LA FUGA DE LA PICA 43 .

En esos días se estaba concretando el nuevo frente guerrillero que


estabamos esperando después de la división. Ese nuevo frente era el “Frente
Américo Silva”. Ya los otros se habían acabado, se volvieron chicha, tal como
lo dijo Gabriel, por eso es que yo confío mucho en él, porque es un hombre
analítico, un hombre que piensa, que se maneja bien...
41
Ametralladadora.
42
Quien se separa de Bandera Roja en el año 1988, tras un fallido intento de dividir el partido.
43
El Frente Américo Silva (FAS) se funda el 8 de mayo de 1977; la fuga de la cárcel de La Pica ocurre el 14
de agosto del mismo año, siendo ésta la primera operación-rescate del FAS, que llevó por nombre “Vicente
Contreras Duque”, muerto por el ejercito ese mismo año en Las Pavas.

80
Quien estaba dirigiendo el Frente Américo Silva era el compañero
Pedro Véliz Acuña, que tenía un grupo a su cargo, montando lo de la fuga. Se
había acelerado el proceso de la operación, por eso le dije a Crucita que no
fuera más y salimos... Lo que también pasó fue que no se dieron las cosas tal
como estaban planificadas; ellos debían llegar a tomar el guardia en la garita y
cortar la cerca para que saliéramos nosotros, pero no fue así. Ellos no
pudieron entrar, no pudieron llegar. Había un aguacero muy fuerte y no
pudieron llegar. Apenas lograron meter los carros cerca de ahí, donde estaba
convenido y nosotros tuvimos que tomar la delantera, la iniciativa en la salida.
Ellos se demoraron haciendo un trabajo que debí haberlo hecho yo, que era
mantener preso a un vigilante que se mantenía en un pasillo. En vez de
dejarme que yo hiciera ese trabajo, me dejaron encerrado en el salón de visitas
y se fueron los dos jefes a poner preso al vigilante, que eran los únicos que
sabían donde se iban a poner los carros que nos iban a recoger a boca de jarro.
Se delató la operación cuando un señor, que era jefe de los vigilantes de ahí,
vino y se encontró con que los presos se estaban yendo. Se formó la gran
alarma y empezó el tiroteo sin saber a quien le estaban tirando y nosotros bajo
ese tiroteo se picó la cerca y nos fuimos. Yo y ocho compañeros más tuvimos
que coger el monte. Estos eran: el Chicho Noguera, que era mi correaje en
Santa Teresa; Antonio Arias, que era hombre de seguridad de Tito en
Caracas; el catire Morales Rossi y con él otro compañero del P.R.V.; Luis
Calma, un estudiante de derecho; un preso común; un muchacho que nosotros
llamamos “El Bombito”, de Cumanacoa, primo hermano de Cardiel y “El
negro Domínguez”, el negro Ventura lo llamábamos nosotros. Éramos en total
nueve compañeros. En los carros se fueron cuatro nada más: Cova Mata,
Lugo, el catire Rincón y otro compañero. Nos tiramos al monte y el ejército se
creyó que toda la gente se había ido en los carros y no hizo muchos esfuerzos
por buscarnos en el monte; dieron una vueltecita pero no nos vieron. A los
cuatro días nos recibieron los hermanos Carlos y Bernardo Hermoso juntos a
Pedro Arturo Moreno; nos agarraron en la carretera, poniendo en práctica el
plan alterno y nos sacaron de la zona. Fuimos a parar a la parte baja de La
Mesa de Guanipa, en Monagas, en un campamento del Frente Américo Silva.
Cuando estoy en el Frente, a los dos días, nos hacen a Gabriel y a mi una
entrevista la periodista Irma Barreto, de la revista Resumen. Cuando salió
publicada la entrevista a ella la metieron presa en Tocuyito y después tuvo
que salir del país. Más nunca volvía a verla.

81
“ESTABA EN MARACAIBO CUANDO RECIBÍ LA TRISTE
NOTICIA DE LA MASACRE DE CANTAURA”.

De allí me sacaron un tiempo después de estar en el Frente Américo


Silva, para el Zulia. Para que me ocupara de hacer un trabajo similar al que
había hecho en Las Pavas, pero ahora con obreros; concretamente en
Tiajuana. Ahí también hice un buen trabajo, tenía entre veinticinco y treinta
casas para montar muchas cosas: reuniones del Comité Político Regional,
conchas, reuniones con los obreros, estudiantes... en contacto con el
compañero Asdrúbal Guzmán Cordero que ya estaba por ahí, medio
enconchao, pero siempre iba por ahí a llevarme el informe. Estando ahí fue
cuando vino la triste noticia de la masacre de Cantaura. Me enteré porque
tenía un contacto en Maracaibo, un día a las ocho de la mañana, él se presentó
con el periódico en donde reseñaba la noticia. Eso me dolió mucho, me
incomodó, porque entiendo que esa operación la da el gobierno por un grave
error cometido por los compañeros de la comandancia. Porque fíjate tu lo que
pasa: Los compañeros han tirado un conjunto de operaciones exitosas y
parece que eso los pone en una línea recta, aparece entonces al lado de la
emoción la confianza en sí mismo por esa serie de éxitos alcanzados. Saben
que el gobierno los andan persiguiendo; los corrió en el Golfo de Cariaco, los
corrió en Barbacoa, en donde mataron dos guardias esos compañeros,
sufrieron también la retirada; aceptaron a un hombre que se había quedado
con el Frente Antonio José de Sucre, que luego ese frente se perdió y el
hombre se metió a sapo y vino a buscar incorporación al Frente Américo
Silva cuando estaba con el catire Rincón y le dan incorporación otra vez en la
guerrilla. Ese hombre es Gilberto Rabanales 44 , el llamado “Inti”, incorporado
por nosotros allá en San Mateo cuando tenía 14 años, le enseñamos a leer y
escribir, lo formamos como un buen combatiente pero se dejó embaucar con
Pablo Parra y luego terminó siendo un sapo, mano derecha de López Cisco.
Hoy anda por ahí, que no se en donde anda, pero anda por ahí. Bien, entonces
se dejan meter a ese señor. El catire Rincón se propone tomar Cantaura el 12
de octubre de 1982, para después quedarse tranquilo; así me lo manifestó en
una reunión que tuvimos en Valencia, la última. Iban a tomar Cantaura y se
instalan alrededor de un mes antes, primer error. En un sitio casi pelao, con
ese sapo adentro, estaban muertos desde el comienzo. Y el sapo entra y sale
cada vez que le da la gana. Llega un momento en que el sapo le propone a la
guerrilla por donde iban a hacer la retirada si ocurría algo. Y el hombre ha
logrado impunemente sin que nadie sospechara en la guerrilla montar toda esa
operación con (Henry) López Cisco 45 , en donde participó el ejército de
44
Rabanales luego ingresaría como funcionario activo de la DISIP. Es puesto preso en el año 1994 tras ser
sorprendido in fraganti en la colocación de unos niple-bombas en el estado Zulia, actividad en la que no se
descarta la participación intelectual de Henry López Cisco.
45
Ex comisario de la DISIP, involucrado con las masacres de Cantaura (1982), Yumare (1985), El Amparo
(1988) y el carro-bomba del CCCT (1994), único caso por el que pagó un corto presidio.

82
Monagas, la aviación, la DISIP, todas esas fuerzas y pum!! echan ese cuento
en lavativa. Eso es lo que me duele... que la comandancia no piense su
verdadera responsabilidad en función de su personal, lo que significa todo
eso, perder veintitrés compañeros así. Entonces los compañeros no
aprendieron nada de eso y nadie sospecha que “Inti” es un sapo y se dejan
guiar por él y ese logró preparar esa operación a las mil maravillas y por
supuesto cuando llegó el momento de actuar, faltan unos días pa’ que se diera
la operación, la que ellos pensaban tirar en Cantaura; el avión que dispara y
que en una acción disuasiva, cayó la bomba y se oyó la voz del catire que
decía: “Arriba, levántense, vámonos...” Y arrancaron y se fueron por el
camino que estaba trazado y allá lo estaban esperando y cayeron los casi
veinte que se fueron por ahí. Se salvaron los que no pudieron llegar a tiempo,
los que se quedaron rezagados atrás dirigidos por un hombre que llamamos
“El Camarita” 46 , un viejo campesino que cuando oyó los tiros adelante se dio
cuenta de la situación y se retiró en sentido contrario chocando algunas veces
con piquetes de tropas que estaban por ahí esperando participar en la cuestión,
pero lograron salvarse. Ellos incluso en la retirada llegaron una noche y
chocaron con una patrulla que estaba en la sabana y ahí se les acercó un
capitán de civil, se puso incómodo el hombre y lo liquidaron. Y un par de
soldados se fueron con la guerrilla; ellos fueron los que guiaron esa guerrilla
pa’ que no cayeran en otra emboscada más adelante. Los soldados los
llevaron por el camino en donde no chocaran con nadie. En el campamento
guerrillero habían cuarenta y un hombres y mujeres, matan veintitrés por lo
que de esa masacre se salvan dieciocho combatientes. Entre los vivos quedó
un compañero que le decían “Patán” 47 , no se su nombre; ese compañero no se
fue con “Camarita” sino que se quedó metido en un hueco, se echó un poco de
hojas y pasó toda la temporada de búsqueda del ejército en la zona. Después
cuando sintió que no había nadie por ahí, salió y se embarcó con unos
hacendados, unos muchachos, consiguió con ellos un dinerito y dejó el arma
ahí pa’ irla a buscar después; la fue a buscar y no la encontró mas nunca, pero
logró salirse de la zona. Por otro lado estaba Camarita, un muchacho de los
andes que llamábamos “Mariano”48 . Del resto de los nombre no te puedo
decir quienes eran porque no los conocía; lo cierto es que ese grupo de
dieciocho compañeros se salvan. Luego viene la reconstrucción del frente.

46
Cuyo verdadero nombre es Alejandro Velásquez, quien se separa de Bandera Roja en el año 1992.
47
Que en realidad se llama Cándido Montilla, de Barinitas estado Barinas, quien fue preso político en La
Pica, por razones distintas a los hechos de Cantaura, en el año 1987 y salió en libertad veinte meses después.
Actualmente vive en Barinas y sigue militando en Bandera Roja.
48
Su verdadero nombre era Alirio Quintero, natural de Mérida, quien años después murió abaleado por los
cuerpos de seguridad en Santa Inés, estado Anzoátegui, en el año 1987.

83
LA RECONSTRUCCIÓN DEL FRENTE AMÉRICO SILVA.

Después de haber pasado todo eso, a mi me llaman del Frente para que
me reincorpore al trabajo de reconstrucción con los compañeros de la
retaguardia. Ahora estaba de responsable de esa reconstrucción el compañero
que llamamos Diógenes Sierralta 49 , que fue oficial del Frente Antonio José de
Sucre y de los pocos guerrilleros que se quedaron con nosotros después de la
división. Es un buen hombre, un buen compañero. Ese es el hombre que
recibe la encomienda de reconstruir el Frente. En esa reconstrucción entra
también “El Camarita”, el que había salvado; el Negro Tacoa (Rubén
González), quien también viene del Frente Antonio José de Sucre y que se
quedó con nosotros; “La Negra Violeta” (Alba Rosa Barreto), un gochito que
llamábamos “Teo” y estaba también allá “Redondillo” (Pedro Martínez).
Toda esa gente estaba allá y yo creo que el último en subir fui yo.
“Chespirito” (Carlos Hermoso) también subió antes que yo y bajó antes que
yo subiera. Total que ellos empezaron hacer su trabajo y después vengo yo
ayudando en eso. Cuando creímos que habíamos logrado la reconstrucción y
habían creo que dos destacamentos más o menos organizados. Yo formaba
parte de uno con el Negro Tacoa y el Camarita. Participamos en ese trabajo,
creo que lo hicimos bien, en muy malas condiciones económicas, con serias
dificultades, pero jugamos un buen papel en eso durante ese tiempo.

“LA GUERRILLA ESTABA PERDIENDO VIGENCIA Y AMÉRICO


SILVA FUE EL PRIMERO QUE LO DIJO.”

Cuando se consideró que estaba consolidado el trabajo el grupo en


donde yo estaba se tiró para la zona de Sucre y el otro grupo pal’ llano. Al
final ambos grupos tuvieron que unirse de nuevo porque no tuvieron éxito en
ese desplazamiento; las condiciones políticas para la existencia de la guerrilla
estaban desmejorando bastante. Ya Gabriel lo había advertido, lo había
advertido Américo Silva también, cuando una vez me dijo: “Yo voy a pedir en
la próxima reunión un receso de las operaciones. Nosotros hemos tirado
varias operaciones y el pueblo no se motiva, no se incorpora... entonces, no
vamos a seguir gastando pólvora en zamuro... vamos a ver como hacemos,
que orientación le damos a la guerrilla para ver como soportamos toda esta
situación y la mejoramos más adelante.” Pero yo no se si Américo planteó
eso, lo cierto es que más tarde aparece Gabriel reconociendo que ya la
guerrilla rural venezolana había perdido su vigencia histórica, pero no puede
abandonar la zona de combate, la zona donde actúa porque primero, pienso
yo, se podían exponer a que lo mataran en la ciudad; en segundo lugar,
49
Cuyo verdadero nombre es Ricardo Ochoa, quien participó en el pleno constitutivo de Bandera Roja en
1970 y en la actualidad es miembro del Comité Central de Bandera Roja.

84
significaba entregar las armas, pacificarse y adiós guerrilla, adiós revolución.
Y ninguna de esas dos cosas estaban planteadas para nosotros. Fue necesario
esperar a que se produjera un hecho de cual no hemos hablado todavía, que es
la participación de Bandera Roja en el alzamiento del (año) 92.

EL FRENTE SUR.

No recuerdo cuantos meses estuve en la etapa de reconstrucción del


Frente... pero si que me sacan de ahí para el estado Lara con el propósito de
montar el Frente Sur, que era un proyecto de guerrilla en el occidente del país.
En esta tarea se va “El Camarita” conmigo. Pero ocurre que había una
situación peliaguda entre “El Camarita” y yo. Parecía que la dirección del
partido no estaba segura de quien debía dirigir ese nuevo equipo de trabajo.
Por un lado se hablaba con Ruperto porque es un hombre que tiene
experiencia, un hombre bastante del partido y por otro lado el Camarita. Pero
a mi juicio ese proyecto fue una cosa que se pensó, un deseo por hacer algo
pero sin condiciones para llegar a alcanzarlas. Esa es mi opinión hoy en día.
Parecía que no había interés, no había la disponibilidad de los recursos ni el
interés firme de hacer eso.

Yo estoy reconociendo la zona, he viajado por varias partes, he estado


en todos esos montes viendo la cosa. Estoy exigiendo recursos de un carro
porque en el plan hay la disposición de que tengamos por lo menos seis
compañeros explorando varios sitios que una vez que pasan un tiempo ahí, los
recogemos y así los estamos moviendo constantemente. Entonces no tenemos
un carro y yo exijo que me pongan en las manos una camioneta, tengo un
grupo de compañeros ubicados allá, buenos los compañeros. Se va pasando el
tiempo, no consigo respuestas y yo con una mujer y una niña y me tengo que
poner a trabajar, sin perder el contacto con el partido pero sin avanzar en el
proyecto. Me tengo que poner a sembrar, a limpiar fondos, hacer cercas y
otras cosas para poder mantenerme con la familia que tengo allá. Porque la
situación económica del partido era caótica y tenía que darle para comer a
unos muchachos que teníamos enconchados. No pudimos hacer nada y no vi
en la dirección principal del partido un esfuerzo, un impulso. Y yo me fui
también quedando en el aparato; psicológicamente no había ánimo para
dedicarse a montar ese nuevo frente, no habían condiciones, realmente no
había condiciones...

85
EL 4 DE FEBRERO.

El cuatro de febrero de 1992 me agarra en Barquisimeto. Yo de eso


estoy informado. Por cierto me tocó venir a Caracas a preguntar cuando era
que se iba realizar esa cuestión porque se venía posponiendo y posponiendo
de una fecha para otra. Mi responsabilidad concreta era hacer un depósito
para guardar unas armas que nos iban a dar, esa fue la orientación que recibí.
Creo que algunos compañeros pensaron que nos iban a dar unas armas a
nosotros antes que se diera el triunfo; yo tenía la idea de que no lo iban hacer,
pero esa idea la tenía yo y casi se la explico a Sierralta. Creo que se lo dije
una vez. Pero me mandaron hacer mi tarea y la hice. Cuando pasó lo del
cuatro de febrero, llegaron unos compañeros de Lara descontrolados por el
fracaso de eso... Yo tranquilo, porque nunca me he afligido al sufrir una
derrota. Pero antes del cuatro, “El Camarita” se va con la gente de Daniel
Hernández, que es otro personaje que crea ilusión dentro del partido, en
muchos cuadros buenos y entonces él se raja y se va del partido llevándose
alguna gente, entre ellos a uno que llamábamos “El Gallego”, que era el jefe
del regional y que envenenó a otros que eran parte del personal que yo
manejaba. Cuando se produce el estallido del veintisiete de noviembre (de
1.992) estaba en Barquisimeto y vi que un avión F.16 fue persiguiendo una
avioneta que iba piloteada por un teniente y la ametralló en pleno vuelo y la
bicha cayó y el teniente cayó sobre una casa en paracaídas y se cambió de
ropa y se perdió. Hasta ahí llegó el veintisiete.

LA DESMOVILIZACIÓN DEL FRENTE AMÉRICO SILVA.

Después de todo esto, yo sigo trabajando con el partido y después se


plantea la desmovilización del Frente Américo Silva, que no se cuando se
empieza a discutir, lo que si se es que se ejecuta desde el momento en que
ponen en libertad a Chávez. Cuando Caldera se da a Chávez el sobreseimiento
de su causa, Gabriel dice: “Si ponen en libertad a Chávez, nosotros podemos
poner en la calle a Ruperto y a otros compañeros que están clandestinos”
Eso fue una lucidez brillante de Gabriel, aprovechar ese momento. “Ahora no
pueden poner a los compañeros presos, este es el momento de sacarlos”,
decía Gabriel Puerta. Entonces me toca junto al Negro Tacoa (Rubén
González), Alba Rosa Barreto y un compañerito que llamábamos
“Catrigueño”, la tarea de recorrer todo el país explicando las razones de la
desmovilización del Frente Américo Silva y la legalización de Bandera Roja.
Hacemos en marzo de 1994 el acto de “El Mono”, una zona montañosa de
Sucre, en donde hay declaraciones por parte de Sierralta y de Gabriel. Cuando
se da ese acto, yo vengo de Barquisimeto, no vengo de la montaña, pero me
colocan ahí por interés de legalizarme. Hubo un momento difícil para mi y es

86
cuando tengo que acercarme a los medios de comuniciación, que nunca lo
había hecho, ni tengo ningún discurso preparado; pero ahora tengo la
obligación de hacerlo en el acto, pues, no hablé, ahí no hablé, ahí hablaron los
demás menos yo. Total que salimos, almorzamos con el gobernador de Sucre,
Ramón Martínez y a partir de ahí nos fuimos dando brisa públicamente.
Luego me llaman a “T.V. Oriente” para hacerme unas entrevista y me
declaran “Personaje de la Semana” y ahí si tengo que hablar por televisión,
porque el entrevistador me hace unas preguntas sencillas y yo si pude
responderle. Luego voy a un acto en Barcelona y después a otros actos en
todo el país y así aprendí hablar en público. Todo este momento fue para mi
muy difícil, pero creo que fue necesario. Tenemos que explicar por qué
dejamos la guerrilla y yo decía que las masas están en la calle, la guerrilla en
la montaña no tiene perspectivas y hay que ir allá en donde están las masas a
luchar junto a ellas...

“...DESPUÉS DE DIECIOCHO AÑOS VUELVO A VER A


CRUCITA”

Después que yo hago mi recorrido por el país, ya en diciembre, viene la


reivindicación con la familia y vuelvo a la casa de Cruz Jiménez, en Maturín.
Ya mis hijos están hechos hombres y mujeres cuando yo los vuelvo a ver en
su casa. Mi cariño y mi efecto vuelven a estar presente en la casa de Crucita.

De mis hermanos, el mayor se murió sin que yo supiera cuando;


Guillermo, no se si se ha muerto. Mi hermana, Inés Dolores, supe que estaba
en San Félix de Maturín, con una carga de hijos, más nunca supe de ella. Con
toda esa familia rompí las relaciones. Pero con la familia que tengo con
Crucita perderé la relación hasta el día que ya deje de vivir; porque creo que a
pesar del sacrificio que yo hice con Crucita y los muchachos, yo me siento
satisfecho del comportamiento tanto de Crucita como de los muchachos.
Siempre que llego a su casa me abraza el cariño, el calor, el respeto y la
consideración. Para mi es una cosa grande, después de pasara dieciocho años
sin ver esta gente; porque después que yo me fugué de la cárcel no la volví a
ver más.

AHORA EN LA CALLE Y CON EL PARTIDO.

Después se plantea el “Segundo Encuentro Nacional Campesino” en


1995; el primero lo había realizado el catire Rincón en el año 1980 con
campesinos del oriente del país, pero que ahora se reinicia ese evento con una
mayor cobertura y en mejores condiciones de seguridad.

87
El día de la desmovilización vi por primera vez a Miguel Vásquez,
quien había estado en un tiempo en la guerrilla con nosotros. Luego lo vuelvo
a ver en el Encuentro Nacional Campesino, que era parte del comité
organizador y es cuando conozco más de cerca y rápidamente me formo una
idea de él. Creo que es un muchacho talentoso, muy dinámico e impulsivo,
con un discurso muy llano que llega perfectamente bien a la gente y un
hombre honesto. Eso se lo dije una vez a una gente y eso lo sostengo todavía.
Después supe que él estaba aspirando a la Alcaldía del Municipio Ribero
(Cariaco) del estado Sucre y creo que puedo ayudarlo en algo aprovechando
mi figuración como viejo guerrillero de Bandera Roja, que además estuvo
mucho tiempo vinculado a esa zona. Entonces yo creo que un hombre de la
capacidad de Miguel, aparte de la vigorosa juventud que tiene el compañero,
me anima a participar y hacer lo posible en la campaña electoral. Entonces,
participamos y ganamos. Me incorporo también al lado de él y de otros a
defender su victoria, que se la querían arrebatar y logró su triunfo junto a la
participación de todo un pueblo en la calle apoyándolo, porque el tipo arrastra
gente, de eso no hay dudas.

Después que está en el poder se le aparecen algunos elementos que a


mucha gente no le gusta; a mi mismos algunas cosas no me gustaron y sin
hacer lo que hicieron otros compañeros yo busqué la manera de enfrentarme
con él en algunas cuestiones, de criticarlo y llegó un momento en que él tuvo
que aceptar la crítica, porque yo no solamente criticaba, sino que yo hacía
todo lo que podía a favor de que salieran las tareas del gobierno municipal y
eso lo lleva a él a oírme mi crítica porque yo no solamente critico sino que
hago cosas y participo en cualquier actividad y le respondo.

En las primeras de cambio, Miguel no me podía dar algún puesto


principal, primero porque él tiene la facultad de montar su gabinete y no pudo
ofrecerme a mi alguna dirección porque esos son cargos para gente preparada
para eso, gente profesional, gente calificada; yo no tengo título sino el de
campesino nada más, aprendí a leer a los carajazos; entonces le pedí que me
dejara al lado del jefe de los servicios generales, que desde ahí podía ayudar,
en contacto con la gente. Mi deseo era tener contacto con la gente, con gente
buena.

Yo me ocupé del trabajo de limpieza de calles, limpieza de canales, de


caños; de dirigir una cuadrilla de macheteros sin hacer reclamos. Muchos
compañeros reclamaron porque tenía, junto con los macheteros, sueldos muy
bajos; ganábamos veinticinco mil bolívares quincenal. Yo seguí trabajando
porque me interesaba que el gobierno actuara y le saliera las cosas bien; que
yo me sienta partícipe de esa acción del gobierno. Eso es lo que me a mi me
interesa, que el partido surja ahí.

88
Cuando ocurrió el terremoto en Cariaco yo no estaba en las mejores
condiciones de salud. El terremoto vino a enfermar mucha gente y me dio una
gripe que agravó mucho mi salud. Hubo un momento que quise retirarme a
despachar, porque si bien era necesario acompañar a la gente a la tarea de
reconstrucción del pueblo, yo me sentía muy mal. Miguel me dio una tarea y
yo no pude decirle que estaba enfermo y me fui a cumplirle con la tarea y la
cumplí bien, montando un centro de acopio con unos muchachos que estaban
por ahí.

Aparte de mi papel en la dirección del gobierno municipal y en la


reconstrucción de Cariaco, me dediqué también a escribir bastantes notas de
prensa y de opinión para los periódicos acerca de los logros que alcanzamos
al frente de la Alcaldía.
En la actualidad 50 , estoy trabajando como secretario en la Parroquia de
Cariaco, gano el mismo sueldo que me dejó Miguel51 . Un sueldo de ciento
treinta mil bolívares que está por debajo del salario mínimo. Pero lo que me
interesa no es ganar más en mi cargo, lo que me interesa es mantener y
aumentar el contacto con la gente, eso es lo que más me interesa. Por eso
estoy en Cariaco, en vez de estar en Maturín con mi familia. Estar en Cariaco,
conversando con tanta gente, me llena, yo me siento bien; en donde he
logrado una aceptación y un respeto de la gente. Creo que esa situación va
seguir aumentando porque yo sigo mejorando mi relación con la gente, hacer
el esfuerzo por servirle más y mejor a la gente. Por ejemplo, cuando no puedo
resolver un problema con mi bolsillo o a través de cualquier amigo, yo subo a
cualquiera de las oficinas de la Alcaldía y le digo a algún funcionario: “Mira,
éste hombre necesita que le resuelvan este problema...por favor, aquí se lo
dejo...” Y la gente baja a darme las gracias, aunque no consigan nada, porque
los ayudé y los llevé hasta el sitio en donde tenía chance de hacer su reclamo.
Hay que hacer una carta... yo la redacto y se la paso a máquina, porque
aprendí a escribir en máquina. Así es como yo estoy prestando una gran ayuda
a la gente con la que hice contacto cuando Miguel estaba en el gobierno.
Lamentablemente no puedo visitar con mayor frecuencia a las comunidades
porque no tengo vehículo; estoy trabajando desde las ocho de la mañana hasta
las doce, luego de dos a cinco de la tarde; no tengo vehículo, bastante difícil
se me hace ir a una comunidad de esas, para la conquista de nueva gente para
Bandera Roja.

50
En abril del año 2001.
51
Miguel Vásquez perdió su reelección como Alcalde en septiembre del 2000.

89
En estos momentos estoy trabajando con “Redondillo”52 , que es mi
compañero querido, que es como mi hijo político, para que se quede en
Cariaco, pero él tiene otro mundo en la cabeza y no se quiere quedar.
“Redondillo” lo conocí en Maracaibo, cuando me mandaron para allá, y él
trabajaba junto conmigo. Por cierto, hay un especie de anécdota con él: ese
muchacho trabajaba con otro compañero llamado Julio Rojas (“Maneiro”),
que murió en un accidente automovilístico en el año 1987; ellos andaban
juntos, pero Julio era un dirigente ya desarrollado y éste era un muchacho que
acababa de salir del ejército, medio campesino, con muy poco desarrollo, pero
muy trabajador, dirigido entonces por Julio Rojas. Como yo allá trabajaba,
Julio me pedía a mi veinte bolívares mensuales y “Redondillo” me pedía dos.
Yo le preguntaba para que quería los dos bolívares y éste me contestaba:
“...Pa’ funcionar.”. Luego, “Redondillo” se fue entusiasmando y se fue para
la guerrilla y cuando bajó de la guerrilla y se fue para Maracaibo, ya me pedía
cien bolívares para funcionar...
En todos estos años de lucha y sacrificios, de cárcel y persecuciones, lo
que más me ha causado emoción y alegría es haberme incorporado de lleno a
la actividad revolucionaria porque es lo que ha significado la salvación de
Ruperto, que pudo haber escogido cualquier otro camino y que se ha
conseguido a una gente que tenían una manera de ser, que tenían un
comportamiento determinado, que llegó a ser de mi querencia... yo quería ser
como muchos hombres que estaban en los primeros años del MIR y que
después estuvieron en Bandera Roja. Yo creo que el logro y la mayor
ganancia que obtuve en todo este tiempo fue el haber alcanzado esa referencia
que hoy tengo en el partido, eso llena mi espíritu y ánimo porque en verdad
no todo el mundo cuanta con eso, no todo el mundo ha logrado eso. Aprender
a leer y escribir con tantos problemas, estar escribiendo ahorita para la prensa
local, estar hablando con tanta gente, saber que tanta gente lo recibe y lo
saluda, que algunos te quieren entrevistar y lo han logrado. No es que yo me
sienta un santo, es que yo esto lo he ganado y lo he ganado por estar dentro de
este partido. No había manera de que lo lograra en otra parte, por razones de
mi condición de clase, me incorporé en un partido como éste, cumpliendo con
su deber para poder alcanzar estos méritos que en otros partidos y en otras
partes es difícil alcanzarlos.

52
Cuyo verdadero nombre es Gilberto López, es miembro del Comité Central de Bandera Roja y forma parte
de los cuadros clandestinos que se legalizaron junto con Ruperto.

90
A continuación se presenta algunos episodios vivenciales de Ruperto, al
lado de desaparecidos dirigentes de Bandera Roja.

JÓVITO FAUSTINO LUGO.

A “Luguito” lo conocí a mediados de la década del sesenta en Maturín,


él trabajaba como chofer de plaza en Maturín. Le gustaba mucho jugar
chapitas. Un tipo muy sencillo, muy buena gente, muy humano. Pero en ese
tiempo no supe mucho de él, solo que andaba por ahí y que era amigo del
MIR. Después que me sacaron para Cuba, él asumió junto con un muchacho
que yo había incorporado llamado Asdrúbal Guzmán Cordero, que después
llegó a ser miembro del comité central de Bandera Roja; le encargaron en mi
ausencia del trabajo que yo tenía antes que era la retaguardia del frente
guerrillero Antonio José de Sucre y ahí hicieron un buen trabajo; la
retaguardia era exigente porque el frente iba creciendo y ellos tenían que
hacer un trabajo en la ciudad para tener en sus manos conque atender a la
gente que bajaba o subía de la guerrilla. Ese trabajo requería que tu tuvieras
muy buenas relaciones para obtener una casa para dormir, ropa, dinero; para
eso debía ser gente amplia y ellos lo hicieron muy bien. Jóvito desarrollando
esa actividad cayó preso junto con Asdrúbal y otro compañero que
llamábamos “El Flaco”, que lo mató la policía en el calabozo. A “Luguito”
también lo maltrataron muchísimo. Pero esos dos hombres no se amilanaron
ni por el presidio ni por las palizas, ellos siguieron trabajando. Luego nos
encontramos presos los dos en La Pica y fue en donde lo conocí más. Él era
un hombre respetado por los presos. Cuando vino la operación de la fuga,
“Luguito” se incorpora al Frente Américo Silva y empieza a trabajar
concientemente para ocupar una posición en la comandancia; y se que es así
porque él me lo dijo. Entonces empezó a caminar, hablar con la gente, hacer
el trabajo con mucha intensidad, incluso, mucho más que el catire Rincón.
“Luguito” era un hombre muy operativo y en una de esas operaciones
financiera que a él le toca comandar en Guayana, por un error que se comete
ellos paran un camión blindado y detrás llega una camioneta de custodia del
blindado y alguien que estaba ubicado lejos de ese sitio pero chequeando la
pasada del vehículo, advierte que detrás del vehículo iba otra camioneta, pero
“Luguito” no pudo captar esta última parte del mensaje. Se para el blindado y
ellos van a tomarlo, en esto llega la camioneta y le hacen un disparo a un
compañero que llamamos el Negro Ventura, le pegan en la cabeza y lo tiran al
suelo. Cuando “Luguito” que está al frente ve que cae ese compañero, que era
un buen cuadro, pareciera que perdió la noción del peligro y salió corriendo a
prestarle auxilio, aprovechó la policía que estaba detrás del blindado y le
dieron un tiro y lo mataron en seco. Así es como muere “Luguito”, tratando
de prestarle auxilio a un compañero que acababa de caer.

91
EMPERATRIZ GUZMÁN CORDERO.

Emperatriz es una muchacha que yo conocí en Maturín cuando yo


estaba encargado de algunas células del MIR y ella manifestó su deseo de
participar en la lucha. Después vino un muchacho que era de Maracay a
encargarse de la cuestión organizativa del MIR, entonces ella conoció ese
muchacho e hicimos una buena amistad los tres. El muchacho le daba tareas
de retaguardia y ella le fue gustando eso y se fue abriendo paso. Ella era
medio alocada pero para las tareas del partido tenía su juicio y era
responsable. Cuando me sacan para Cuba, ella asume con mayor fuerza el
trabajo en la retaguardia del frente Antonio José de Sucre, entonces se faja
ella con Asdrúbal, que es su primo, y “Luguito” y se ocupan de la retaguardia.
Cuando regreso y vengo por un momento a Maturín, me entrevisto con ella y
me dice que me va dar una sorpresa; la sorpresa consistió que después de estar
unos compañeros acampados en Viento Fresco, ella se presentó a incorporarse
a la guerrilla con otra compañera que llamábamos Flor. De ahí Emperatriz
empezó a echar raíces en la guerrilla, a hacerse querer con toda la gente que la
conoció porque era muy caminadora, muy trabajadora, muy organizada;
aquella locura que mostraba en la retaguardia desapareció y la mujer se
convirtió en una mujer juiciosa en la guerrilla. Ella cae en la masacre de
Cantaura.

TITO GONZÁLEZ HEREDIA.

Al “Flaco” lo conocí estando en Cuba. Era un muchacho muy


delgadito, que ya era profesor en la U.C.V.; él fue entre el grupo que
mandaron hacer cursos de guerrilla. Cuando salí para Venezuela, estuvimos
juntos hasta Alemania Occidental, allí lo conocí mejor, era disciplinado y se
molestaba con algunas cosas. Después estuvimos juntos en Guayana, siendo
él el responsable de la zona; después se va a Caracas a trabajar en la
ampliación de las relaciones del partido y yo me voy a trabajar a santa Teresa
del Tuy. Un día voy a Caracas a reunirme con ellos y Tito sale de su casa en
Los Teques y en vez de coger para la casa en donde nos íbamos a reunir, trató
de coger para las Minas de Baruta, que era una ruta que él hacía
constantemente y ya había informado acerca de un chequeo policial que le
tenían montado. Sin embargo ese día se mete por ahí en el mismo carro que
cargaba y lo estaban esperando. Cuando pasó, se le pegó el carro de la policía
atrás, al darse cuenta siguió hasta una ruta bastante nutrida de carros y él
trataba de escaparse. Por el Llanito, se metió por una calle que llegaba a un
estacionamiento sin salidas y ahí se dispuso a enfrentar a la policía con
valentía. Cargaba un arma de fuego y una granada; cuando sacó una pierna
del carro le tiraron una ráfaga de tiros por la frente, lo agarraron todavía vivo

92
y lo llevaron para el hospital, en donde murió. De esa manera perdimos uno
de los mejores hombres que tenía el partido en ese tiempo, que formó parte de
lo que pudiéramos llamar la vieja guardia, de la que también formaba parte el
Negro Vielma, el Motilón y otros tantos que yo no llegué a conocer. De esa
manera fue que murió Tito, valientemente, haciéndole frente al enemigo

JESÚS MARQUEZ FINOL.

“Motilón” era parte de esos jóvenes que formaron parte del MIR en
Caracas. Era un hombre intrépido y combativo. Yo lo conocí en Caracas,
después nos vimos en Maturín; viajamos juntos a una diligencia en Guayana y
así lo fui conociendo un poco más. Él trabajo por mi salida a Cuba y después
que yo regresé estando en la guerrilla, entró para pasar un tiempo con
nosotros, pero no pudimos dejarlo porque enfermó de los riñones y tuvimos
que bajarlo para ser operado de emergencia. Sufrió mucha persecuciones
porque era uno de los hombres fuertes de Bandera Roja en Caracas, esta que
llegó un momento que lo cazaron en la zona donde vivía lo cercaron y lo
mataron a tiros. Motilón era un hombre que lo consideramos muy bueno y por
otra parte la policía lo acosa porque lo considera un hombre muy peligro, por
eso lo buscan para matarlo. Así pasó con Tito. Eso tiene que tenerlo pendiente
cualquier combatiente revolucionario, que en la medida que sea bueno como
revolucionario en esa medida es gran enemigo del gobierno y de las clases
dominantes.

NOEL RODRÍGUEZ.

Noel Rodríguez es un muchacho yo lo vi una sola vez. Un poquito


después que se fundó Bandera Roja, él subió a una reunión en el monte con
nosotros, ahí fue donde lo conocí. Un tipo joven, alto, moreno, bien parecido,
bien plantado, al parecer muy inteligente y muy capaz. Por cierto, Gabriel
hizo un comentario sobre él: “En este muchacho tenemos un verdadero
tribuno”. Noel estaba cantando esa vez en la guerrilla muy alegre. Era un
muchacho de esos alegres, buenos combatientes, buenos estudiantes,
inteligente, muy capaz. Significaba, lo que yo diría hoy, una esperanza para el
partido como cuadro revolucionario. Lamentablemente, también por lo que
acabado de decir de Motilón, es un hombre de perspectivas muy serias para el
movimiento revolucionario y el gobierno de Caldera en una de esas razzias lo
agarraron y lo desaparecieron. Más nunca se supo de su cuerpo, más nunca se
supo nada de él. Simplemente desapareció; eso lo debe Rafael Caldera, lo
debe el partido COPEI a éste país, a éste pueblo venezolano, que muchos de
sus mejores hombres cayeron en esa época.

93
ENRIQUE MÁRQUEZ

De “Florentino”, prácticamente no se nada. Cuando cumplí una


temporada que debía estar en la guerrilla después de la fuga de La Pica; se
arreglaron las cosas para que yo bajara a ocuparme de otras responsabilidades.
Precisamente el día que yo venía bajando no encontramos en un sitio de
contacto de la carretera nacional, eso fue en Guárico, cerca de Zaraza; me
encontré con dos personas: una compañera que después supe que se llamaba
Sor Fany y éste muchacho llamado Enrique Márquez que iban a subir.
Después de eso solo se algunos cuentos y conversaciones; de algunos
incidentes de su vida en la guerrilla, por ejemplo, supe que una vez venía,
creo que con la misma Sor Fany, en un carro bajando por la carretera vieja de
El Crucero – Puerto La Cruz y por ahí los esperó un carro de la DISIP y lo
ametrallaron en el carro donde iba. Lo daban por muerto, pero él no murió,
escapó de eso, con unas heridas pero pudieron llegar al medico para evitar la
muerte en esa ocasión. Pero lo esperaban con la buena intención de raspalo en
ese momento, porque ya era un hombre que empezaba a sonar mucho. Él
murió en (la masacre de) Cantaura; era un hombre blanco de la represión de
aquel tiempo porque como vengo diciendo el muchacho se destaca porque era
bueno bueno bueno, iba alcanzando niveles de Comandancia y cuando se
produjo lo de Cantaura era segundo comandante del Frente Américo Silva.

VICENTE CONTRERAS DUQUE.

A “Contreritas” lo conocí fundamentalmente en Guayana. Era un


gochito muy buena gente, por cierto que cuando se divide el Frente Antonio
José de Sucre, él se quedó con nosotros y adquirió una responsabilidad mayor
en el partido en Guayana ya que la otra parte de combatientes guerrilleros
estaban con Carlos Betancourt y “Contreritas” controlaba el grupo que se
quedó con nosotros y estaba haciendo su trabajo. Era un muchacho bueno,
abnegado y bueno; cuando uno ve que un muchacho de esos con tanto
porvenir es capaz de dejar lo que tenga por ahí para venirse a la lucha y
talarse la vida, uno debe considerarlo como uno de los pocos hombres capaces
de sacrificar todo por la revolución del país. Él muere en Las Pavas, en donde
tuvo un tiempo destacado. En esa zona una vez lo hice pasar una semana
santa conmigo en ese monte, precisamente en el sitio en donde lo mataron
después. Voy a contarte este episodio porque yo creo que hasta a las nuevas
generaciones de revolucionarios eso le sirve; hay un cuento que yo eché
primero y te lo voy a reflejar aparte comparado con éste. Ocurre que yo le
digo que vamos a pasar la semana santa en el monte, en una arboleda muy

94
grande, una quebrada con bastante agua, llevamos comida y nos quedamos
metiditos pa’ tras porque la represión andaba detrás de él. Preparo un sitio
detrás de unas casas que yo controlaba y nos metemos. Nos descubren el
mismo día que llegamos; cuando él está amasando la masa para que vamos
hacer el desayuno sentimos que ladra un perro cerquita de ahí, nos pusimos en
guardia y yo le dije a él: “Detrás de ese perro viene un hombre con
seguridad” Efectivamente. Cerca de esa casa que yo controlaba había
comprado alguien un ranchito y estaba por ahí. Era un nuevo que tenía unos
pollitos y unas cosas por ahí. Era un tipo que la policía lo había metido para
controlar la actividad nuestra en la zona pasando información. Entonces ese
día se metió el tipo en la montaña, una montaña en donde yo tuve los reales
de la operación de Los Molinos escondidos; entonces el tipo viene
directamente a pasar a unos diez metros de donde estamos nosotros, pero
como esos está ralito por debajo, porque estamos hablando de un tiempo de
verano en donde los árboles se despojan y se pone muy claro lo que antes era
un bosque cerrado... Teníamos también un bidón negro y un plástico azul
sobre el cual “Contreritas” estaba amasando la masa. Cuando el hombre viene
siguiendo el perro, naturalmente mira hacia la izquierda, se destaca el plástico
azul y el bidón negro que hacían mucho contraste; el color del monte para
esos caso es medio amarillo y marrón que representan las hojas secas. Cuando
yo veo que él nos descubre ahí, me voy acercando hacia el hombre y
“Contreritas” me sigue. Yo le pregunto: “¿Qué busca usted por aquí?”. El
hombre nos dice: “...Yo vengo con el perro a ver que consigo por ahí”. Le
contesto: “Tiene suerte, porque nos consiguió a nosotros... Le voy a decir
algo, si se sabe mañana que nosotros estuvimos aquí, lo tendremos en cuenta
a usted, sabremos que fue usted, porque nadie más a pasado por aquí” Me
pareció bueno abordarlo de esa manera porque que otra explicación podía
darle una gente haciendo comida ahí escondido, yo tengo que decirle: “Yo
soy guerrillero...estamos aquí así es que aquí se presenta alguna cosa, fue
usted quien nos delató...puede haber otra gente por ahí, pero el único que nos
ha visto es usted...” El hombre dio la vuelta y se regresó a su casa y no vino
más, más nunca vino a la zona. Y nosotros también nos fuimos de ahí. Al
tiempo, Contreras tiene una reunión planteada con Sierralta y un grupo de
otros muchachos en ese mismo sitio, la misma zonita. A esa reunión llevó a
Contreras un muchacho que yo había incorporado a la guerrilla; porque
déjame decirte que mientras estuve en Las Pavas incorporé a diecisiete
muchachos a la guerrilla... Pero el tipo dejó a Contreras ahí y perdió el
contacto con él. Entonces Contreritas se quedó a esperar el muchacho y no
viene y se le aparase un hombre y le pregunta por mí, él le responde que no
está por aquí, que estoy en otra zona... El tipo después se fue. Si Contrerita
asimila la situación, debió haberse salido de ahí...es una regla que debemos
llevar los guerrilleros en la cabeza... él debió haber hecho lo que la otra vez
nosotros hicimos... salirse de la zona... más no lo hizo y se quedó en el mismo

95
sitio. Esa era una montaña que le permitía cualquier cosa, hasta pasarse para
el otro lado, irse a dos kilómetros de ahí y estar protegido por el monte. Pues
se quedó ahí. Al otro día viene en la mañana sale a buscar agua para llenar el
bidón. Unos pasos saliendo del campamento, se encontró con el ejército que
venía subiendo. ¿Cómo sabe el ejército que él estaba ahí?. Llegó un
campesino que el ejército había mandado a explorar la zona para saber en que
sitio se encontraba el grupo reunido, no nos olvidemos del hombre que no
vino al contacto y si no volvió fue por algo... Cuando esas cosas pasan, hay
que abandonar el sitio; tenemos una experiencia en eso: lo que pasó en
Aparicio, un poco tiene que ver con esta nueva situación, que nosotros
mandamos al compañero y nos confiamos en el campamento... La gente no se
puede confiar, la gente tiene que estar mosca en esto. Yo no digo nunca que
he sido el mejor guerrillero, no, yo se que no he sido el mejor, pero lo que si
se es que he adquirido una experiencia que me parece buena en la guerrilla. A
mi no me agarró el ejército dormido a las cinco de la mañana en Tarabacoa,
precisamente por esto, porque cuando el campesino se fue a su casa y quedó a
venir en la tarde y se hace de noche y no llegó, yo le dije a los compañeros
que nos quitáramos de ahí y nos pusimos cincuenta metros más arriba...
incómodo el sitio, pero nos quedamos ahí y estando ahí observamos cuando
vino el ejército a las cinco de la mañana, cuando nos despertábamos a las
cinco y media, pues, vino con el propósito de encontrarnos dormidos a los tres
guerrilleros que estábamos ahí. Esa malicia debe llevarla un guerrillero
siempre. Yo creo que los guerrilleros que llegan a viejo, sin que les haya
pasado una cosa de ese tipo.

Maturín, 13 de abril de 2001

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El comandante guerrillero Ruperto, falleció el jueves 7 de
noviembre del 2002, a causa de una penosa dolencia. Murió a los
ochenta y dos años, en la ciudad de Maturín, capital del estado
Monagas. Murió rodeado de cercanos familiares, amigos y
camaradas.
Las dificultades políticas por las que atravesaba el país antes
de su muerte, impidieron la realización en vida de un merecido
homenaje a este incansable revolucionario.
Con la publicación de ésta obra biográfica, estamos
cumpliendo con uno de sus mayores deseos: ofrecer su testimonio
vivencial durante sus años de indoblegable actividad revolucionaria,
“que pudieran ser útiles a las futuras generaciones que tendrán la
tarea de continuar la lucha por la real transformación de las
estructuras económicas, políticas y culturales de nuestro país”,
como lo él mismo lo escribió al principio del libro.

Por la alegría vivimos,


por la alegría luchamos,
por la alegría fuimos al combate,
por la alegría morimos.
Que mi nombre
nunca sea unido a la tristeza.
(J. Fusic, autor de Reportaje al pie del patíbulo)

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