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INMORTALE DEI

En su Encíclica Inmortale Dei, el Papa León XIII señala al hecho del hombre como ser
social, creado por Dios para vivir en una sociedad regida por un código de normas y bajo
una autoridad que garantice el cumplimiento de estas, pero teniendo presente que, sin
importar la forma de gobierno político que se escoja, este debe contribuir al bienestar
integral de los ciudadanos, ya que la voluntad de Dios es que la autoridad civil actúe como
servidora de utilidad pública, sin que intereses personalistas se desvíen de esa premisa
porque, de lo contrario, tendrán que enfrentar el llamado a cuentas del Creador.
Paralelamente, arguye que, la ciudadanía debe sujetarse a la autoridad de los
gobernantes, ya que, según lo especificado en la Carta a los Romanos, capítulo trece,
versículo uno, el Apóstol Pablo señala, de manera contundente, que las autoridades han
sido colocadas por Dios en sus posiciones relativas y que cualquier insubordinación a
estas, significaría ponerse en contra del arreglo divino. Teniendo presentes tales aspectos,
el pontífice señala una compatibilidad entre la sociedad y Dios, cuando el ser humano en
general reconoce que su actuación para mantener un orden global en el mundo debe
desplegarse desde la perspectiva divina, profesando la ley y culto que Dios manda.
Ahora bien, aunque reconoce la autoridad delegada por Dios a los organismos civiles
dirigidos por el hombre y acepta la posibilidad de coexistencia entre el Estado y la Iglesia a
través de la coparticipación de la potestad eclesiástica y la civil, rechaza la exclusión de la
Iglesia de la vida pública y social y el que quiera sometérsele netamente a la autoridad civil,
ya que lo considera una ofensa a los preceptos defendidos desde los inicios de la fe
establecidos por Jesucristo y los Apóstoles. De allí que señale la obligación de los Estados
en rendir culto público a Dios, honrando su soberanía universal, pero manifestando la
disposición de la Iglesia a mantener buenas relaciones con cualquier régimen político,
incluido el representativo o republicano y el democrático o liberal.
Por otra parte, en su mensaje, León XIII apoya, de manera categórica, la libertad de la
profesión de la fe, asegurando que nadie puede ser obligado a adoptar el catolicismo, pues,
citando a San Agustín señala que “el hombre no puede creer más que de buena voluntad".
Por supuesto, no dice que cada quien puede practicar la religión que mejor le parezca, o
que todas las religiones sean iguales, ya que hace un llamado a la defensa de la fe católica,
sino que no se debe violentar la conciencia de nadie. Y esto se fundamenta en el derecho a
la libertad religiosa, aspecto claramente vinculado con el principio del derecho natural de
que todo derecho se basa en un compromiso moral precedente. De allí que el forzar a un
ser humano a actuar en contra de su conciencia, principios, y convicciones constituye el
mayor insulto a la dignidad humana.
Finalmente, a través de Inmortale Dei, León XIII aboga por la libertad de expresión,
ideas y pensamiento fundamentada en la verdad procedente de Dios, a fin de contribuir a la
preservación y difusión de los principios cristianos en un esfuerzo por brindar beneficios a
largo plazo, a una sociedad convulsionada por cambios y posturas cada vez más radicales
y carentes de bondad humana que tanto daño han causado a lo largo de los siglos, debido
a intereses egoístas.
A. V. Z.C
Derecho 1º

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